Leave Yourself Intact
Leave Yourself Intact
Leave Yourself Intact
Rating: Explicit
Archive Warning: Underage
Categories: M/M, Multi
Fandom: Harry Potter - J. K. Rowling
Relationships: Sirius Black/Severus Snape, Harry Potter/Severus Snape, Sirius
Black/Harry Potter, Sirius Black/Harry Potter/Severus Snape
Characters: Sirius Black, Harry Potter, Severus Snape
Additional Tags: Alcohol Abuse/Alcoholism, Top Severus Snape, Threesome - M/M/M,
Established Relationship, Grooming, Implied/Referenced Torture, Anal
Sex, Oral Sex, Consensual Underage Sex, Implied/Referenced Incest,
Mildly Dubious Consent, Sirius Black Lives, POV Sirius Black, POV
Harry Potter, POV Multiple, Suicidal Thoughts, Polyamory, Angst with
a Happy Ending, Angst, Porn With Plot, Rimming, Alternate Universe -
Canon Divergence
Language: Español
Stats: Published: 2023-07-28 Completed: 2023-09-05 Words: 17,302 Chapters:
6/6
Leave Yourself Intact [Traducción]
by JENNIFERSIZA
Summary
Severus Snape, que ni una sola vez había sobrestimado la inteligencia de Harry, se encontró
con los ojos del chico y dijo, muy despacio -Entiendo-.
Harry cayó aliviado contra la pared del despacho más cercano. Umbridge miró entre ellos.
-¿Lo entiende? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es Padfoot, dónde está escondido?-.
-Tengo entendido-, dijo Snape de nuevo, deslizando su atención hacia Umbridge, -que Potter
probablemente sufre daños cerebrales permanentes a causa de la maldición a la que
sobrevivió en la infancia. No tengo la menor idea de lo que quiere decir-.
Pero lo que dijera ahora no importaba. Harry no confiaba en Snape, nunca lo había hecho,
pero el acuse de recibo de su mensaje era suficiente para él. Estaba cansado, y sus amigos
estaban capturados y aterrorizados, y Hermione lo miraba como si fuera un animal salvaje
escapado de su jaula.
Cuando Snape se escabulló del despacho, Harry se quedó de brazos cruzados, y cuando
Umbridge le apuntó con su varita con un Imperdonable en los labios, dijo -Adelante,
entonces-.
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Sirius Black estaba en el desván dando de comer a Buckbeak cuando una cierva plateada
saltó por la ventana.
-¿Qué quieres?-, le preguntó innecesariamente, hablando por encima de las primeras palabras
del mensaje grabado.
Lo que Severus no dijo, pero lo que Sirius pensó de inmediato, fue que debía de tratarse de
un mensaje urgente para arriesgarse a enviar su voz al mundo. Si Sirius había sido capturado,
Voldemort y sus mortífagos habrían oído a Severus preguntar por él.
Por eso había sido tan grosero. También porque Severus siempre era grosero. Parte de su
encanto, que Sirius creía que tenía pero sólo de vez en cuando.
Sirius envió una respuesta rápida y bajó las escaleras. Kreacher estaba inusualmente
animado. El muy cretino no paraba de reírse. Sirius pensó en darle una patada, y las ganas lo
desquiciaron, así que bajó a la cocina y puso una tetera en su lugar.
Se lo bebió mezclado con coñac -(más bien coñac mezclado con té)-, pero lo extraño fue la
forma en que estaba a mitad de la tetera, caliente y entumecido, cuando un escalofrío lo
recorrió, como un fantasma que ignorara groseramente su espacio corpóreo.
Últimamente no le importaban mucho las cosas raras. Olvidó lo sucedido para cuando
Severus envió un segundo mensaje sobre Albus y la Orden yendo tras Voldemort.
Sirius se perdió el mensaje y el ataque por completo, ya que estaba desmayado, con la cara
aplastada contra el tablero de madera agujereado de la mesa.
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Era verano y Harry tenía un padrino con una casa impenetrable y un enemigo que había
sellado la conexión entre sus mentes. Pasó una semana corta, pero aún así tortuosa, con los
Dursley, y luego Snape vino a buscarlo.
-Gracias-, dijo Harry cuando salieron al cuidado jardín delantero de los Dursley. Snape se
estremeció como si estuviera escaldado.
-¿Cómo dice?-.
-No habría necesitado ser salvado si hubieras acudido a mí antes de hurgar en el despacho de
tu profesor. Sé que ya estás muy acostumbrado a entrar sin permiso, pero es un hábito
anormal e inapropiado-.
-Tú también me salvaste-, dijo Harry, y el rostro de Snape se agrió aún más.
-Sólo hice lo que era necesario. Me emocioné al ver que recibías el castigo que merecías. Lo
único que lamento es no haber permitido que durara más-.
Había visto a Snape enfadado muchas veces. En clase. Cuando Sirius se escapó. Cuando
Harry (aún lo recordaba con un retorcido sentimiento de culpa) se sumergió en el Pensadero.
Por lo general, al menos en parte, iba dirigido a Harry. Por primera vez, Harry lo vio
proyectado en su nombre. Desde entonces, los dientes desnudos y los ojos centelleantes de
Snape quedaron grabados en su mente, junto a una emoción completamente nueva.
-Conociendo tu afición a romper las reglas-, dijo Snape, atrayendo a Harry hacia donde
estaban de pie en la acera, -junto con tu total falta de habilidad... supongo que Hermione
Granger te ha llevado alguna vez por Aparición Lateral-.
Harry nunca había tocado a un profesor. Se sentía extraño y prohibido poner la palma de la
mano sobre el antebrazo de Snape, sentir la suave longitud de la tela allí y la robustez del
brazo bajo ella.
-¿Potter?-.
-¿Qué?-.
Harry sabía que pretendía ser un insulto, pero años de insinuaciones sobre Quidditch y la
extraña ferocidad de los latidos de su corazón le proporcionaron un significado totalmente
distinto. Tartamudeó sin decir palabra, con las mejillas encendidas, y Snape hizo un ruido de
impaciencia.
A Harry no se le escapó el sarcasmo, pero decidió ignorarlo, ya que una parte retorcida y
recién nacida de él deseaba hacer exactamente eso.
Deslizó la palma de la mano contra la de Snape y entrelazó los dedos. Snape, más furioso que
nunca, tiró de Harry hacia él. Se oyó un fuerte crujido y Harry se encontró en la oscuridad,
apretado por todos lados, como si lo hubieran metido en un tubo demasiado pequeño.
Lo único que lo sostenía era la mano de Snape. Harry se agarró lo bastante fuerte como para
abollar cualquier Snitch.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Sirius levantó su copa y la chocó contra la de Severus.
-Si tú lo dices-.
Harry y sus amigos dormían en el piso de arriba, hacinados en una habitación, porque Sirius
sabía muy bien que separarse por presentación de género no servía de mucho para frustrar la
actividad sexual adolescente. Si Molly Weasley se enteraba, gritaría lo bastante fuerte como
para despertar no sólo al retrato de mamá, sino también al esqueleto de su tumba. Esa furia
potencial era sólo una ventaja para Sirius.
Remus o Kingsley eran los más propensos a pasarse por allí sin avisar, y los menos propensos
a preocuparse si encontraban a Sirius mordisqueando la mandíbula de Severus, razón por la
cual se inclinó hacia delante e hizo exactamente eso.
Avanzaron sigilosamente por los pasillos y se deslizaron sin hacer ruido entre las sábanas.
Severus siempre quería echar un Muffliato, pero el zumbido constante ponía a Sirius de mala
hostia.
Follaron, y no fue como la primera vez, cuando se habían desgarrado mutuamente la ropa y la
carne con igual voluntad, cuando Severus le dio la vuelta a Sirius y le aplastó la cara contra la
mesa de la cocina para no tener que lidiar con las emociones encontradas sobre el agujero de
quién estaba usando. De todos modos, a Sirius le gustaba eso, que lo sujetaran y lo follaran
como a una muñeca sexual con movilidad mejorada.
Severus seguía haciéndolo, pero ahora besaba la piel caliente de Sirius antes y lo abrazaba y
acariciaba después. ¿Cómo había cambiado su animosidad a otra cosa? Sirius no podía
decirlo. La mitad del tiempo odiaba a Severus tanto como siempre lo había hecho, pero
incluso cuando lo hacía, se veía atenuado por lo mucho que no quería estropear la extraña
relación que mantenían en secreto.
Severus le acarició el pelo como siempre, pero brevemente, y besó a lo largo de la línea del
cabello de Sirius antes de murmurar su excusa. Voldemort lo necesitaba, Dumbledore lo
necesitaba, y probablemente en ese orden. Más de la mitad del tiempo, Sirius estaba
convencido de que espiaba a la Orden, no para ella. Era un pequeño bastardo oscuro. Y Sirius
era demasiado viejo para preocuparse demasiado por las ideologías de su juventud, sobre
todo cuando lo más que podía hacer al respecto era sentarse en su casa a beber y follarse a un
hombre que tal vez, más o menos, estaba del mismo lado.
Sirius lo necesitaba, como todo el mundo, y tomaba los pequeños fragmentos que Severus le
daba, con una aguda dulzura que quemaba yendo y viniendo.
-Cuídate-, dijo Sirius, como si realmente le importara, aunque a menudo pensaba que ambos
estarían mejor muertos.
Severus se rió.
-Muy buena-.
Y entonces, con Sirius observando celosamente su salida, se fue.
Chapter 2
Aunque todos los días les llegaban noticias de asesinatos y caos, él, Hermione y Ron vivían
en la configuración más armoniosa que habían tenido nunca. Después de un año de
aislamiento y conflicto, eso se sentía bien. Y tenía mucho sentido después de que Harry se
despertara tarde una mañana y bajara a la cocina para encontrarlos besuqueándose contra la
nevera.
Harry los rodeó para coger un tazón de la alacena mientras se separaban, tartamudeando y
sonrojándose.
-¿Por qué no me invitaron?-, preguntó él, abriendo una caja de cereales, y ambos guardaron
un abrupto silencio.
Harry hizo un gesto, y se apartaron del frigorífico, permitiéndole meter la mano dentro y
coger la leche.
-No-, dijo.
Hizo su cereal mientras lo miraban Ron, incoloro bajo las pecas, Hermione, con el ceño
fruncido y confundida.
Se alegraba por ellos. No estaba celoso, nunca había deseado a ninguno de los dos. Así que
no sabía por qué sentía que algo sordo le serraba las tripas.
Harry seguía teniendo esa especie de sensación dentada e incómoda más tarde, cuando volvió
a la cocina y encontró a Sirius y a Snape sentados frente a frente a la mesa. Parecían
silenciosos y enfadados, dos hombres obligados a estar juntos por el deseo de tomar un vaso
de whisky al mediodía.
-Hola-, dijo Harry. -Este es mi segundo encuentro incómodo en esta habitación hoy-.
-¿Estaban...?-.
-Sí-.
-Bueno-, dijo Sirius, con una extraña sonrisa a Snape, -no tienes que preocuparte por eso con
nosotros-.
La mente de Harry fabricó rápidamente una imagen Sirius en el regazo de Snape, con la
túnica abierta, la boca de Snape pegada a su pecho, sus manos contoneándose por debajo de
la cintura de Sirius. Y allí estaba la punzada de celos que Harry no había sentido en toda la
mañana. Si alguien iba a sentarse en el regazo de Snape...
-¿No venías a comer?- Snape habló con su voz más grave y peligrosa, y Harry imaginó que
esa voz se deslizaba directamente en su oído, calentando la piel de Harry. Se estremeció, y
estaba tan empalmado que no pudo soportar volverse. Ignorando la pregunta, huyó escaleras
arriba.
Odiaba esta nueva atracción hacia su profesor. No quería encerrarse en la habitación que
compartía con Ron y Hermione y masturbarse con pensamientos salvajes de comentarios
crueles y labios finos. Incluso mientras lo hacía.
Los insultos no ayudaron. Harry recordaba exactamente lo que había sentido por Snape, y
también reconocía exactamente cómo habían cambiado esos sentimientos a lo largo de una
tarde. Snape salvando a Sirius, Snape apiadándose de él, Snape protegiéndolo de Umbridge.
No había mucha gente que lo hubiera protegido, ésa era la cuestión. Ron y Hermione estaban
a su lado, siempre, e incluso delante de él, a veces. Pero nunca habían cogido a alguien que
hiriera a Harry y lo habían ahogado hasta tirarlo al suelo con magia sin varita. Tampoco se
había puesto erecto al instante en respuesta a nada de lo que habían hecho.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Sirius no conocía a Harry tan bien como le hubiera gustado, pero la ventaja de haber pasado
la edad adulta en un estado liminal de sufrimiento hacía que su propia adolescencia le
pareciera mucho más cercana de lo que era. Y reconoció muy bien la expresión de pánico
avergonzado en el rostro de Harry, justo antes de que se diera la vuelta y huyera escaleras
arriba.
Severus frunció el ceño tan ferozmente que Sirius sintió que se excitaba un poco.
-¿Qué? No es nada que no sepas. ¿No sería peor si realmente les gustaras?-.
-Tal vez-, admitió Severus, y empujó su silla desocupada hacia atrás, por debajo de la mesa. -
Debería irme. Hoy nos han pillado demasiadas veces-.
-¿Pueden interrumpirnos haciendo algo un poco más escandaloso la próxima vez?-.
Severus se fue, y se llevó consigo la distracción más eficiente de Sirius. Que Harry estuviera
en la casa era brillante, y terrible. No confundió a Harry con James, ni una sola vez, pero
tampoco pudo separar a Harry de su padre, de su madre y del papel de Sirius en la muerte de
ambos. Fue culpa de Peter, y suya. Dos años de huida y un año en casa de su madre no le
absolvieron de su merecida culpa. Quería a Harry cerca, egoístamente, y quería alejar a
Harry, por su propio beneficio.
Te arruinaré, quería decirle a Harry. Harry, con su estricto código moral, se desarrolló
completamente sin el aporte de ningún adulto responsable. Lo reflejaba con su infantil
resistencia a los matices. Había insistido en que llevaran a Peter ante un gobierno torpe y
corrupto, y Sirius se mostró estúpidamente deferente ante un niño prepúber. Ese era otro
fantasma que se aferraba a los tobillos de Harry cada vez que Sirius lo veía.
¿Por qué, por qué, por qué no había echado a Harry a un lado y había matado a Peter cuando
tuvo la oportunidad?.
Ahora Harry lo creía mejor de lo que era, y Sirius estaba atrapado en Grimmauld Place,
lamentándose.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Ron le pidió a Harry que durmiera una noche en el sofá. Harry no tenía motivos para negarse.
Esperó hasta que pensó que Sirius debía de estar dormido y bajó una almohada y una manta
al salón. El sofá estaba lleno de bultos y olía a humo viejo, como si Mundungus Fletcher se
hubiera sentado en él demasiado tiempo. Era difícil dormirse en él y, mientras lo intentaba,
los pensamientos de Harry iban y venían.
Ron y Hermione, arriba, follando. Snape, casi matando a Umbridge en su furia. ¿Era una
cama lo que crujía?.
-Son tranquilos, lo reconozco. Sin embargo, esa cama no hay quien la pare. El colchón tiene
unos treinta años-.
-Ew-.
-Sí-.
Los chillidos cesaron bruscamente y Harry sintió que se le calentaban las mejillas. Sirius
siguió sonriendo.
-Unos tres minutos, ¿no? No está mal para ser su primera vez-.
Harry, con el mismo tipo de atrevimiento que sintió cuando cogió la mano de Snape,
preguntó -¿Cuánto duró la tuya?-.
La sonrisa de Sirius se aplanó en algo más parecido a una mueca, pero parecía más cercana a
la sorpresa que al disgusto. La habitación no estaba caliente, pero Harry ardía mientras Sirius
lo consideraba pensativamente.
-Probablemente dos. Era más joven que Ron, esa es mi excusa-. Hablaba
despreocupadamente, pero había algo pesado en la forma en que observaba a Harry. Harry
sabía que debía darle las buenas noches, o por lo menos cambiar de tema, pero la sangre en
sus venas latía casi tan fuerte como su polla, y la sensación era embriagadora y maravillosa, y
quería saber hasta dónde podía presionar a su padrino.
Harry dejó escapar la burda palabra, vio el efecto inmediato en el rojo que se deslizó por la
cara de Sirius, visible incluso en una habitación tan oscura. Sus manos, que descansaban en
su regazo, se crisparon, y Harry tuvo la loca idea de que Sirius había luchado contra el
impulso de tocarse.
-Nunca lo he hecho, ¿sabes? Besé a Cho Chang el año pasado, y eso es todo lo que he hecho-.
-¿Eso es todo? ¿Un beso? Eres el Elegido, ¿no has tenido a todo el mundo arrastrándote a los
cuartos de las escobas? A mí me hicieron eso, y ni siquiera era, perdón por la palabra,
famoso-.
Hubo una larga pausa. La erección de Harry se tensó contra su pijama, tan fuerte que dolía.
Se arrepentiría de sus palabras por la mañana, cuando el sueño y la lujuria no estuvieran
convirtiendo su cerebro en aguanieve. Pero en aquel momento, reclinado en el sofá, con las
plantas de los pies contra el muslo más cercano de Sirius, aún quería más.
Harry presionó ligeramente con los pies; los músculos de Sirius estaban tensos bajo ellos.
-¿Tu hermano?-.
-Sí. Las cosas eran... por aquel entonces... Los sangre pura tienen valores extraños. Valores
equivocados. Es en gran parte por lo que huí, cuando crecí lo suficiente como para darme
cuenta de lo enfermo que era todo-.
-Es realmente retorcido, Harry. No está bien. Pero esa fue la única vez que Regulus creyó que
yo lo amaba. No le quitaría eso, aunque pudiera-.
Era una frase sexy, en su propia mente. Coqueta. Mientras se dormía, seguía repitiendo la
fantasía volviéndose hacia Sirius y diciéndole: "¿Puedes demostrarme que tú también me
quieres?".
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Sirius se despertó en mitad de la noche, preso del pánico por lo que le había contado a Harry.
Estaba borracho. Siempre lo estaba. No era una excusa. Nunca debió haberlo dicho. Ni
siquiera se lo había dicho a James, y Harry era su ahijado, por no hablar de un adolescente
impresionable con inclinación por la justicia. Si decidía que alguien tenía que saberlo, lo
contaría, sin importar las consecuencias.
Sirius no volvió a dormir esa noche. Al día siguiente, vagó por la casa con inquieto pesar.
Harry y sus amigos se pasaron el día arriba, bajando sólo para coger bocadillos y llevarlos a
las habitaciones.
Cuando Harry bajó, evitó la mirada de Sirius y no sonrió. Sirius se acurrucó en el sofá con
una caja de cerveza de mantequilla y se preguntó si debería confesarse con alguien antes de
que Harry pudiera hacerlo.
Sirius estaba de mal humor, sin lavarse desde hacía días, prono en la sala de estar que una vez
había sido el símbolo de estatus del premio de mamá, cuando Severus caminó por el pasillo.
Sirius lo reconoció por sus pasos.
-Arriba-, dijo Severus, de pie en el umbral de la puerta, más silueta que hombre. -Sólo tengo
quince minutos para follarte-.
Severus puso a Sirius del revés con sus manos, su boca, su polla. Sirius olvidó lo que había
hecho, durante algo menos de quince minutos.
Regulus, James, Peter, Harry. Todo regresó en el momento en que Severus volvió a ponerse la
túnica y se alejó.
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Harry estaba de nuevo exiliado en el sofá. Tenía la mano en el pantalón del pijama,
acariciándose la polla más por aburrimiento que por interés. Estaba cansado, medio
empalmado y un poco hambriento.
Bajó una segunda mano para tocarse las pelotas, y Snape entró en la habitación.
Harry no podía ocultar lo que estaba haciendo, no con la manta enredada alrededor de las
rodillas, mostrando ambas manos bajo la cintura y la mancha de vello púbico sobre la que
apoyaba las muñecas.
-Potter-, siseo Snape, sin apenas mover los labios, con la cara totalmente blanca por la furia.
Se estaba saliendo por la tangente y Harry sabía que debía apartar las manos. Deberia
haberlas retirado en cuanto se dio cuenta de que habia alguien en la puerta.
Sólo entonces el cerebro de Harry se dio cuenta de lo estúpido que había sido.
Se apresuró a soltarse las manos de la ropa y se subió la manta hasta la barbilla. Se dio la
vuelta, dando la espalda al pasillo.
-¿Harry?-.
Harry cerró los ojos con más fuerza y no contestó. No había hablado con Sirius desde la
última vez que se habían visto por la noche en el salón. Harry estaba avergonzado por cómo
había actuado, y por lo que había pensado.
-¿Estás despierto?-.
Harry se volvió. Sirius estaba de pie donde Snape acababa de estar. Tenía los brazos cruzados
y los ojos oscuros y preocupados. Llevaba un pantalón de pijama de algodón fino, pero tenía
el pecho desnudo.
Harry ya se sentía humillado y horrorizado. Los anchos hombros y los gruesos antebrazos de
Sirius no contribuían a aliviarlo.
Sirius suspiró con fuerza en el silencio. Sus brazos subían y bajaban con su pecho. Luego
entró en la habitación. No se sentó al final del sofá como la otra noche. Harry creyó saber por
qué.
-¿Alguien te ha hablado alguna vez de...?-. Sirius pareció quedarse sin palabras por un
momento. Sus ojos no se movían de donde miraban las pesadas cortinas que cubrían la
ventana. -De sexo. De tu cuerpo. Las hormonas-.
-Espera-, dijo Harry, buscando a su alrededor una distracción a lo que se perfilaba como una
conversación horripilante. -¿Por qué está Snape aquí? ¿En mitad de la noche?-.
-Ya se iba-, dijo Sirius. -Vino a usar la chimenea. No sabía que estabas aquí-.
Finalmente, Sirius se sentó, cambiando su mirada de la ventana a Harry, pero Harry apenas
podía sostener el contacto visual. Se miró las manos, apretadas sobre la manta que le cubría
el regazo, y escuchó mientras Sirius hablaba.
Le explicó que él y Snape eran... algo. Que Snape lo visitaba de noche en ocasiones. Luego
explicó la masturbación, los enamoramientos, los impulsos y las expresiones apropiadas de
unos y otros. Consentimiento. Límites. Habló con naturalidad, aunque su voz se volvió
áspera hacia el final, y Harry escuchó, aunque ya había oído muchas cosas de otros chicos en
Hogwarts.
Era casi peor que Sirius creyera que Harry se había tocado delante de Snape porque era
demasiado estúpido para saber que no debía hacerlo.
-¿Tienes alguna pregunta?- preguntó Sirius, cuando terminó de enumerar una lista de
pociones anticonceptivas y encantamientos protectores contra enfermedades.
-Sí-. Harry sabía que no debía decirlo. Sabía que iba a alejar al hombre que quería ser algo
parecido a un padre para él. Pensó que Sirius podría echarlo, o denunciar su desviación a
Dumbledore, o contárselo a Snape para que los dos lo hechizaran, se rieran de él, o cualquier
otra cosa horrible. Aun así, preguntó -¿Cómo es con Snape?-.
Sirius mantuvo un rostro neutro mientras hablaba, pero ahora se puso rígido, bordeando algo
más duro
-¿Perdón?-.
-¿Es que... querías decir...?- Sirius se sacudió las palabras a trompicones, con el aspecto más
cercano al enfado desde la vez que había estado a punto de pelearse con Snape en la cocina. -
Es normal que te sientas atraído por cualquiera y por todos, incluidos tus profesores, pero
debes comprender que no es normal que ellos se sientan atraídos a su vez. No puedes actuar
sobre tus sentimientos de ninguna manera. Incluso que te rechacen es incómodo e
inapropiado. Si alguien oyera o viera algo equivocado, Severus podría ser despedido y
encarcelado-.
-Harry-.
-Sirius-.
-Harry-.
-¿Estás celoso?-.
Sirius sacudió la cabeza con tanta violencia que el pelo le azotó las mejillas.
-Estoy preocupado por ti. ¿Quieres que traiga a alguien? ¿La señora Weasley, el profesor
Dumbledore? ¿Quieres quedarte en otro sitio? Tenemos pocos pisos francos, pero seguro que
se nos ocurre algo-.
Sirius soltó una especie de suspiro ahogado y volvió a tumbarse en el sofá. Rodeó a Harry
con los brazos antes de que éste pudiera esperar el contacto. Primero notó la rigidez de su
propio cuerpo, los hombros tensos y la mandíbula apretada, y luego la piel desnuda de Sirius
contra su barbilla, la sensación suave y plumosa del vello corporal contra su mejilla y el
dorso de su mano.
-Nunca-, dijo Sirius, con tanta fiereza que Harry sintió que se derretía un poco en el abrazo. -
Si quieres quedarte, entonces te quedarás. Todo el tiempo que quieras. Sólo quiero ayudarte,
Harry, con lo mal que lo estás pasando. Ya tienes bastante con lo tuyo-.
Eran palabras reconfortantes, y el primer abrazo íntimo de Harry, y recordar que Sirius había
tenido sexo con su hermano, así que no podía ser demasiado superior moralmente, ¿no?.
Cualquiera que fuera la justificación, Harry la aceptó. Separó la cara del pecho de Sirius y
acercó la boca a la de su padrino. Durante un segundo, el beso fue cálido y seco, y luego la
boca de Sirius se abrió para escupir protestas, presionando calor húmedo contra los labios de
Harry. Harry trató de abrirse en respuesta, pero para cuando su mandíbula se aflojó, Sirius se
había soltado del agarre de Harry y se había alejado varios pasos, mirando fijamente a Harry
con toda la fiereza de un fugitivo de Azkaban medio loco.
Harry esperaba otro sermón, o incluso que Sirius gritara. No le habría sorprendido un
puñetazo en la mandíbula o una maldición en el pecho.
Sirius sobrevivió la semana siguiente escondiéndose en su habitación, siempre con algún tipo
de alcohol como compañía. Severus no lo visitaba, y a Sirius le gustaría echarle la culpa al
ajetreo de su vida, pero también le gustaría que James estuviera vivo, y Regulus, y que Harry
nunca lo hubiera besado. Sabía lo inútil que era desear cosas que no sucederían.
Severus evitaba Grimmauld Place porque había visto a su alumno jugando con su polla, y
Sirius evitaba todas las habitaciones menos la suya porque su ahijado lo había besado.
Era patético, la verdad. Ambos huyendo despavoridos de un chico de casi dieciséis años.
Entonces Harry tenía realmente dieciséis años, y Sirius no podía dejar pasar eso por alto. Se
duchó por primera vez en ocho días y le ordenó a Kreacher que hiciera un pastel. Una hora
después, estampó al elfo contra la pared cuando le presentó a Harry algo pastoso y con olor a
pescado.
Hermione rompió a llorar en el acto, y Ron la rodeó con un brazo, con cara de desconcierto.
Harry miró entre Kreacher, acobardado en un rincón, y Sirius, que estaba furioso y lleno de
arrepentimiento y aún demasiado borracho para hacer nada al respecto.
Subió las escaleras dando pisotones y Harry le agarró el codo cuando abrió de golpe la puerta
de su dormitorio.
-Sirius-, dijo, con tanta urgencia. Sirius quería suicidarse para no darse cuenta de que la polla
se le estaba poniendo tiesa en los pantalones.
-¿Qué?- gruñó. Nunca le había hablado así a Harry, pero éste parecía no inmutarse.
-Es mi cumpleaños-.
Y joder, estaba borracho, y joder, estaba solo, y joder, Sirius había hecho cosas mucho peores
que llevarse a una persona dispuesta a la cama.
Los momentos pasaron en flashes. La puerta cerrándose suavemente tras ellos. La boca de
Harry sobre la suya; la piel de Harry bajo sus palmas. El pelo de Harry en su puño; la polla
de Harry en su mano. Harry, desnudo, pareciendo tan pequeño sobre las sábanas sin lavar de
Sirius, con los ojos fijos en Sirius. Como si esperara un rescate. Una salvación. Alguien que
uniera todas las piezas rotas de su interior.
Te arruinaré, debería haberle advertido Sirius, pero con Harry abierto bajo él, era demasiado
tarde.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Harry estaba en la cama de Sirius, y tenía calor por todas partes. La cara, el pecho, los brazos,
los muslos. Lo envolvía, un calor nacido de la ansiedad, el placer y la vergüenza, mientras
escuchaba los murmullos de Sirius.
Las palabras se mezclaban en la cabeza de Harry, expulsando sus propios pensamientos, hasta
que se quedó sin huesos y flexible. Incluso flácido, sintió cada segundo de Sirius entrando en
él empujando su interior, siendo empujado fuera, engatusando su camino de vuelta. A Harry
le gustaba, y a él no. Le gustaba la voz de Sirius en su oído, su boca en su cuello, sus manos
en su piel. No estaba tan seguro de la plenitud, el borde del dolor, la necesidad casi instintiva
de apretar y forzar la polla fuera de su culo.
Cuando Sirius terminó y Harry no, le dio la vuelta, se metió entre sus piernas y se llevó a
Harry a la boca. Eso le gustó mucho a Harry. La húmeda atención de la boca de Sirius le hizo
gemir y retorcerse en la cama, el placer era tan fuerte que casi quería escapar de allí.
Se corrió casi por sorpresa y, después, Sirius se subió a lo largo de la cama hasta quedar a la
altura de Harry y poder besarlo. Harry pensó que sería asqueroso, pero no podía saborearse.
La lengua de Sirius era arrolladora y dulce.
Sirius se apartó para mirar a Harry detenidamente, como si esperara ver grietas en la piel de
Harry.
-Estoy bien-. Harry estaba agitado, cansado y agotado, y sentía el culo raro, pero también
estaba feliz.
-Bien-. Sirius lo besó dos veces más, una en la boca y otra entre los ojos, y luego dijo -
Deberías volver con tus amigos. Se lo preguntarán-.
Era verdad, y aun así se sintió mal al salir de la cama y ponerse la ropa para dejar a Sirius
recostado en la cama. Harry quería que lo abrazaran, quería volver a besarlo y quería hacerle
a Sirius la docena de preguntas inseguras que le rondaban por la cabeza.
-¿Nos vemos luego?- Dijo Harry, más como una pregunta de lo que pretendía.
-Por supuesto-.
En la cocina del sótano, Hermione y Ron estaban sacando un segundo pastel del horno. Este
parecía y olía delicioso. Kreacher se arrimó a la pared, retorciéndose las manos y
murmurando, aunque aceptó un trozo cuando Hermione se lo ofreció.
-¿Qué le pasa?- preguntó Hermione, casi susurrando, mientras comían sentados a la mesa.
-¿Con Kreacher?- Harry miró al elfo. Parecía estar actuando totalmente dentro de su
personaje.
-No-, dijo Ron, sacudiendo la cabeza. -Con Sirius. Le dio una paliza a Kreacher-.
-No lo sé. Supongo que está frustrado por haber estado encerrado tanto tiempo-.
-No sé tú-, dijo Hermione mordazmente, -pero yo no voy por ahí pegando a los demás
cuando estoy frustrada-.
-¿No le diste un puñetazo a Malfoy en tercer curso?-. preguntó Ron, lo que le valió una
patada de Hermione por debajo de la mesa.
Como era su cumpleaños, Hermione y Ron se quedaron hasta tarde con él. Leyeron sus
tarjetas y cartas, incluida una de la señora Weasley preguntando cuándo vendrían todos a
terminar el verano en la Madriguera.
-No es mala idea-, dijo Hermione, mirando hacia arriba como si pudiera ver a Sirius a través
del techo. -Sirius no puede llevarnos a comprar el material escolar-.
-Dudo que mamá nos lleve tampoco. Todos los ataques, ya sabes-.
Harry no pudo escabullirse esa noche, pero lo hizo la siguiente, cuando estuvo seguro de que
sus dos amigos dormían. Llamó suavemente a la puerta de Sirius y probó varios hechizos de
desbloqueo en el tiempo que Sirius tardó en abrir.
Sirius no estaba borracho; no tenía las mejillas rojas ni la mirada vidriosa. Sus ojos eran
agudos y concentrados donde se encontraban con los de Harry.
Harry se sentó en la cama y Sirius se apoyó en la pared más cercana, con los brazos cruzados
sobre el pecho como si se protegiera.
-¿De qué quieres hablar?- preguntó Harry, porque las palabras eran lo último que tenía en
mente.
Harry se levantó de la cama y se acercó a Sirius. Estaban lo bastante cerca como para que
Harry, inclinando la cabeza hacia atrás para mirar hacia arriba, sintiera el aliento de Sirius en
la frente.
Harry lo ignoró y deslizó la mano hasta la polla de Sirius. Estaba blanda, pero no por mucho
tiempo. Se apretó contra la palma de la mano de Harry, que intentó meter la mano por debajo
de la cintura de Sirius. Sirius le agarró la muñeca.
-No-, dijo Sirius. -La primera vez no debería haber ocurrido. No volverá a ocurrir-.
Harry podría obstinarse con algunas negativas vacilantes, pero la firmeza de la voz de Sirius
lo acobardó.
-Buenas noches-, dijo Sirius en voz baja, y sólo Ron y Hermione, un piso más abajo,
impidieron que Harry diera un portazo.
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Severus volvió por fin cuando Harry y sus amigos se fueron a la Madriguera. Estaba de mal
humor y le dio la vuelta a Sirius sin besarlo. Cuando terminó, se volvió a vestir y se dispuso a
marcharse.
-No-. Se dio la vuelta, y miró a Sirius donde estaba sentado desnudo en la cama. -Albus
sufrió una lesión la semana pasada. Me necesita cerca por si su estado empeora-. Los ojos de
Severus se entrecerraron ligeramente. -No necesito decirte que esta información no sale de
esta habitación-.
-Sí, lo he oído todo sobre tu gran sufrimiento. Sentado en casa con un pulgar en el culo y
alcohol en la lengua. Perdóname si carezco de la capacidad de compadecerte-.
-Vete a la mierda-, dijo Sirius, y luego hipó porque estaba, como siempre, borracho.
-Encantador-.
-Sí-, dijo Sirius, una vez que se quedó solo. -Soy jodidamente encantador. Me metí con
encanto en los pantalones de mi ahijado, ¿no? Lo jodí, y lo jodí, ¿no? ¿Qué piensas de eso,
Snivellus?-.
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Grimmauld Place era relativamente tranquilo, incluso con cuatro ocupantes. En comparación,
la Madriguera era sobreestimulante. Los Weasley detrás de cada puerta, criaturas
parlanchinas esparcidas por el patio. La señora Weasley les asignaba una tarea tras otra, con
mucho cuidado de mantener a Hermione y Ginny en tareas separadas de Harry y Ron.
-Si tengo que lanzar otro gnomo, irá al dormitorio de mamá-, murmuró Ron en voz baja,
después de arrojar el décimo por encima de la valla.
A Harry no le importó. Era más difícil pensar en Sirius cuando estaba arreglando el jardín,
limpiando el gallinero o doblando sábanas.
Todas las mañanas, el señor y la señora Weasley leían el Diario el Profeta y tiraban las
páginas sin permitir que nadie más las leyera. Todas las noches, Ginny robaba el periódico de
la basura y lo llevaba a la habitación de Ron. Allí, los cuatro intercambiaban páginas,
preocupándose por los titulares y compartiendo teorías sobre atentados.
Después de todo, la señora Weasley los llevó al callejón Diagon, pero el viaje fue apresurado
y cuidadoso. Volvieron a la Madriguera cargados de compras y apenas tuvieron tiempo de
dejar las bolsas en sus respectivas habitaciones cuando llamaron a la puerta.
Tras responder a las preguntas de seguridad y hacer las suyas propias, Snape entró sin mirar a
Harry. El señor Weasley lo siguió hasta la cocina, mientras Harry se quedaba atrás, clavado
en el sitio.
Se había olvidado un poco de Snape, con su mente tan dedicada a Sirius, y su primera
emoción fue la humillación, al recordar que Snape oyó sus gemidos de necesidad en el sofá,
vio sus manos hundidas en los pantalones.
Cuando Snape salió de la casa, se dirigió hacia el camino que salía del campo antiaparición, y
luego se quedó quieto cuando vio a Harry esperándole allí.
-No-, dijo Harry, y odió lo petulante que sonaba. -Quiero volver a Grimmauld Place-.
-¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Pregúntaselo a los Weasley-.
Harry se tambaleó hacia delante; Snape lo agarró por el cuello. Harry se retorció lo suficiente
como para girar la cara y besar la barbilla de Snape, y éste lo arrojó al suelo. El pie le
temblaba como si quisiera darle una patada a Harry, y se quedó sin palabras de rabia mientras
se restregaba la cara.
-Quiero ver a Sirius-, dijo Harry, incorporándose hasta quedar sentado. Y entonces, de una
forma que no recordaba haber hecho antes, agachó la cabeza y rompió a llorar.
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Era demasiado para Sirius. Harry bajo las sábanas, con las mejillas aún rojas por su
extravagante sesión de llanto, dormido gracias a la poción que Severus le obligó a beber.
Estaba en la misma cama en la que Sirius se lo había follado, y en la misma cama en la que
Severus se follaba a Sirius, y Sirius había arruinado todo lo bueno de su vida.
Sirius intentó negarlo, pero no podía recuperar el aliento suficiente para hablar. Severus cogió
a Sirius por los hombros y lo sacó de la habitación, bajó las escaleras y se tumbó en el sofá.
Trajo un vaso de agua de la cocina, que Sirius consiguió beber a sorbos, aun cuando sentía
que una banda invisible le sacaba lentamente todo el aire del pecho.
-Bien. ¿Y Potter? Casi lo secuestré de los Weasley. Lo último que vieron fue cómo me
llevaba a rastras a un chico lloroso-. Severus empezó a caminar, con las manos entrelazadas
detrás de la espalda. -Esto, después de todos los extraños comportamientos sexuales que ha
mostrado. Intentó... besarme-.
Severus habría sonado menos repugnante hablando de comer estiércol. Sirius sabía con qué
ansia había besado a Harry; la boca le ardía con el recuerdo.
-No lo sé-, dijo Sirius con impotencia. No podía compartir lo que había hecho, ni siquiera con
Severus. Quizá especialmente con Severus, que nunca permitiría que algo tan insignificante
como un enredo sexual le impidiera hacer lo que consideraba correcto.
-Ya es hora de informar a Albus. Sospecho que la maldición cruciatus ha alterado su estado
mental-.
-Deberías haber terminado el trabajo-, dijo Sirius, y se preguntó si Severus lo mataría cuando
se enterara.
-Tengo que informar a Albus-, dijo Severus cuando dejó de pasearse, alcanzando la capa que
había arrojado sobre un sillón.
-Espera-. Sirius extendió la mano y presionó con la palma la ligera barba incipiente que
Severus tenía en la mandíbula. Cuando Dumbledore hablara con Harry, probablemente se
daría cuenta de lo que Sirius había hecho. Y una vez que lo descubriera, Sirius volvería a
Azkaban, o lo matarían, o le harían una adicción mágica en el cerebro. Quería un último
momento agradable antes de eso, algo que borrara los horribles sentimientos de su interior
por lo que le había hecho a Harry. -Fóllame primero-.
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Harry se despertó somnoliento, como si no estuviera preparado para levantarse. Pensó en
darse la vuelta y volver a meterse en la cama, pero entonces recordó que estaba en la cama de
Sirius, que se había caído al suelo sollozando, que Snape lo había levantado mientras Ron y
Hermione lo miraban preocupados y confundidos, y que realmente quería hablar con Sirius.
Se levantó de la cama, ahogó un bostezo y bajó las escaleras. Pensó que Sirius estaría en la
cocina o en el salón, pero oyó un leve ruido sordo al pasar por la habitación en la que
normalmente dormía.
Abrió la puerta sin pensárselo mucho y se quedó helado. La polla se le puso dura al instante
al ver lo que tenía delante Sirius inclinado sobre la cama, con la cara pegada al colchón,
Snape follándole con una fuerza salvaje y la mano de Sirius trabajando su propia polla, que
colgaba entre sus piernas. Snape retiró una mano y golpeó el culo de Sirius, primero una
mejilla y luego la otra, y Harry perdió el control de sí mismo. Gimió.
Ambos hombres lo oyeron; sus espaldas se pusieron rígidas al instante. Snape se detuvo,
enterrado dentro de Sirius, y luego torció la cabeza. Tenía el pelo recogido y apartado de la
cara. Harry observó una gota de sudor que le rodaba por la frente, en lugar de mirarle a los
ojos.
-Harry-, dijo Sirius, alto y estrangulado, en el mismo momento en que Snape por fin recobró
la cordura lo suficiente como para retirarse y cubrirlos a ambos con una manta.
Harry tuvo la súbita y confiada revelación de que aquella era su oportunidad. Tal vez su única
oportunidad. Entró en la habitación, cerró la puerta tras de sí y se desabrochó los vaqueros
con los que se había quedado dormido.
Harry se deslizó sobre la cama, justo cuando Snape intentaba bajarse de ella para recuperar su
varita de entre su túnica desechada. Harry lo alcanzó, pero Sirius llegó primero, agarrándolo
por el antebrazo.
-Sólo... espera-, dijo Sirius, y la cara de Snape se puso aún más tormentosa.
-No voy a...- Perdió su bravuconería y tartamudeó en silencio, mientras Harry se inclinaba
hacia delante y besaba a Sirius.
Era el beso que había deseado desde que se había ido de la cama de Sirius. No había culpa en
él, sólo deseo y afecto. Los labios de Sirius ya le resultaban familiares.
-Esto es...- Snape dijo roncamente a su lado, y Harry abrió los ojos, aunque no rompió el
beso. Observó con un ojo cómo Sirius arrastraba a Snape más cerca y luego, por el antebrazo
que aún sostenía, dirigió la mano de Snape hacia la polla de Harry.
Harry se separó entonces, porque Snape se limitó a mirar, con los ojos muy abiertos, el lugar
donde el dorso de la mano se apoyaba en la erección de Harry.
-Por favor-, dijo, empujando hacia delante para que la cabeza rozara los nudillos de Snape. -
Por favor, tócame-.
No era así con Snape. Snape no lo quería, ni siquiera le gustaba. Estaba cachondo, y por eso
estaba paralizado, y Harry necesitaba interpretar el papel para evitar que el metafórico
hechizo se rompiera.
Snape miró a Sirius, que se inclinó hacia delante para besar y chupar a lo largo del cuello de
Snape, y luego se movió para encerrar la polla de Harry dentro de su puño.
Harry había fantaseado tantas veces con ser tocado por Snape. No se había esperado que
Snape moviera la mano de forma tan brusca, casi malvada, como si aún estuviera decidiendo
entre excitar a Harry o romperle la polla. Pero eso emocionaba a Harry, la incertidumbre, el
ligero pulso de miedo. Sobre todo cuando Sirius miraba desesperado el movimiento de la
mano de Snape, como si fuera a morir si apartaba la vista.
Permanecieron así un rato, Sirius sujetando a Snape, Snape tocando a Harry, antes de que
Sirius se relajara.
-¿Qué te gustaría?-, le preguntó a Harry en voz baja. Él también debía saber que bastaría un
error para que Snape saliera corriendo.
-Me gustaría...- Le daba vergüenza decir lo que quería, incluso después de haberse quitado la
ropa con tanta audacia y haberse metido en su cama. Se aclaró la garganta y lo intentó de
nuevo, mirando las rodillas de Sirius en lugar de su cara. -¿Me la chuparías mientras él te
folla?-.
Fue Snape quien extendió la mano y lo desplazó a lo largo de la cama, acurrucándolo entre
las almohadas. Harry lo miró entonces, al rostro que apenas reconocía como el de su profesor.
La intensidad de su mirada no era la ira o el odio a los que Harry estaba acostumbrado y, con
el pelo recogido, parecía más joven.
-Ya le has oído-, le dijo Snape a Sirius, apartándose para dejarle sitio. -Chúpale la polla-.
Harry pensó que le había gustado la primera mamada, pero no tenía nada que envidiarle a
ésta, con Sirius casi ahogándose en su desesperación por encajar toda la longitud de Harry en
su boca. Harry sintió cada gemido de Sirius, cada vez que Snape lo penetraba.
-Qué bueno-, murmuró Harry, a nadie en particular, y luego hundió los dedos en el pelo de
Sirius y se corrió en su garganta.
Sirius mantuvo a Harry en la boca hasta que estuvo lo bastante blando como para salir, y
luego acarició los muslos de Harry, le apretó una mano en la cadera, gimió cosas sucias sobre
lo mucho que le gustaban las pollas de ambos.
Harry intentó no cohibirse por lo mucho que duraban más que él.
Cuando terminaron, Sirius primero y Snape un minuto después, se desenredaron. Harry sintió
un salto de miedo de que la bajada de tensión significara que Sirius volvería a enloquecer. Se
quedó quieto contra las almohadas, sin saber qué hacer a continuación.
Sirius se movió, acurrucándose a su lado, y pasó un brazo por encima de la cintura de Harry.
Tenía la frente sudorosa y pegajosa sobre el hombro de Harry.
-¿Puedes quedarte?- preguntó Sirius, y al cabo de un momento Harry se dio cuenta de que se
lo estaba preguntando a Snape, que ya estaba fuera de la cama y volviendo a ponerse la ropa.
-Nunca puedo-. Su voz sonaba extraña, y no miró a ninguno de los dos mientras terminaba de
vestirse. No dijo nada más mientras salía de la habitación, apagando las luces al salir.
Harry sabía que debía preocuparse. Snape podía volverse loco como Sirius, o algo peor. Pero
Sirius estaba calentito a su lado, ya roncaba ligeramente, y Harry tenía tantas ganas de
disfrutar del momento.
Severus le lanzó una mirada mordaz. -No guío mi moralidad por los estúpidos libros de leyes
del Ministerio. Me sorprende que lo hagas, después de lo que te hicieron-.
Sirius tarareó, pero no dijo nada. No podía argumentar a favor de lo que habían hecho.
Llevaba el tiempo suficiente atormentado por la culpa como para saber que estaba mal,
objetivamente. Pero Harry pidiéndoselo por segunda vez, Harry suplicando que Severus lo
tocara, Harry corriéndose con tanto entusiasmo en la boca de Sirius, Harry quedándose
dormido en los brazos de Sirius...
-No me diste muchas opciones-. Severus se dejó caer pesadamente en una silla de la cocina. -
Y probablemente no creerás esto. Quería que el chico tuviera un momento de placer. Ha
tenido tan pocos en su vida, y dudo que tenga muchos por delante, tampoco-.
Sirius estaba tan molesto por el desvío de la culpa que casi se pierde el resto de lo que
Severus tenía que decir.
-¿Qué quieres decir con eso?- preguntó Sirius. -¿Esperas que muera?-.
-No lo va a hacer-, dijo Sirius. -Y esa es una razón horrible para joder a alguien-.
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Harry hizo pucheros durante la última semana de verano y durante todo el viaje en tren a
Hogwarts. Quería otra noche con Sirius y Snape, o al menos una carta de Sirius o algo que
reconociera que las cosas estaban bien entre ellos.
-Lo sé-, dijo Ron, siguiendo la mirada de Harry. -No puedo creer que por fin esté enseñando
Defensa contra las Artes Oscuras. Seguro que se está meando de la emoción-.
Hermione hizo una mueca, y Harry trató de reunir la ira apropiada para igualar la de Ron.
Logró fruncir el ceño, pero estaba ocupado pensando en los rumores de que el puesto estaba
maldito y en cómo todos los profesores de Defensa se marchaban al cabo de un año. Algunos
por razones muy desafortunadas.
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Severus nunca había sido muy dado a las cartas, pero a principios de curso empezó a
enviarlas con cierta regularidad. Siempre con una lechuza distinta, siempre muy codificadas y
sin firmar. Una nota le llevó a Sirius una semana descifrarla. No sabía qué pensar del hecho
de que todas fueran actualizaciones sobre Harry.
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El hidromiel de la fiesta de Navidad de Slughorn hizo que Harry se sintiera cálido y feliz, lo
que le hizo recordar el tiempo que había pasado en la cama con Sirius y Snape. Así que
cuando vio a Snape arrastrando a un protestón Malfoy fuera de la fiesta, Harry lo siguió. Una
vez en el pasillo, sacó su Capa de Invisibilidad del bolsillo y desapareció bajo ella.
No fue difícil encontrar el aula de donde procedían las airadas palabras de Snape. Harry no
escuchó la discusión que estaban teniendo. Sólo quería lo que vendría después.
Apenas consiguió apartarse cuando Malfoy entró por la puerta, con el pelo alborotado y la
cara atronadora.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó Harry. Antes de que Harry pudiera parpadear, la varita de
Snape se clavó en su cuello. Con la misma rapidez, en cuanto Snape se dio cuenta de quién
hablaba, la bajó.
-¿Podemos ir al aula?-.
A Snape se le escapó la mueca de desprecio. -¿Por qué haríamos eso?-.
-No creo que quieras que lo diga en un pasillo donde cualquiera pueda oír-.
-Pensé-, dijo Snape, dando un paso atrás, -que habrías entrado en razón-.
-Siempre he estado en mis cabales-. ¿En mis sentidos? ¿Con ellos? No lo sé. -¿Podemos
entrar ya?-.
Una descarga eléctrica de placer recorrió a Harry de pies a cabeza cuando Snape, tras
murmurar un poco en voz baja, volvió a entrar en el aula que había desocupado. Harry lo
siguió y esperó a que Snape se pasara varios minutos asegurando la puerta contra intrusiones.
-Esto es lo más descerebrado que he hecho en mi vida-, dijo Snape cuando se volvió.
-¿Besarme?- preguntó Harry, porque deseaba que Snape lo abrazara y lo envolviera en sus
brazos.
No fue tan suave. Snape sujetó a Harry por la nuca mientras lo besaba, arrastrando las yemas
de los dedos por el cráneo de Harry, mordiéndole el cuello y la tela que le cubría la clavícula.
-¿Podemos qué?- preguntó Snape. Sonaba desorientado, lo que alegró aún más a Harry.
-Tocarnos-.
Sirius adoraba su polla; Snape parecía querer devorarla. Snape alargó la mano para meter los
dedos en la boca de Harry, demasiados para que éste pudiera hacer algo más que mantener la
boca abierta y permitir que Snape le saquease la lengua, las mejillas y la garganta a voluntad.
Al cabo de un minuto, Snape apartó la mano y Harry sintió un dedo fríamente resbaladizo
palpándole los huevos.
-¿Estás seguro? Puede que disfrutes cuando sea otra persona-, dijo Snape. Su voz fue
suficiente para que Harry recapacitara.
Harry palpitó por las palabras de Snape, roncas y furiosas, y entonces volvió a meterse la
polla en la túnica, avergonzado por delatar lo mucho que le gustaba que Snape maldijera.
Harry asintió.
-Ya veo-. Su voz era fría cuando preguntó -¿Quieres que termine?-.
El calor del momento había desaparecido, y en su lugar había una monstruosa incomodidad.
Harry tenía unas ganas terribles de huir.
Snape se levantó, se alisó la túnica y asintió a Harry sin mirarle a los ojos.
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Sirius casi había terminado de hacer la cama cuando Severus abrió la puerta de golpe.
-No sabía que venías-, dijo Sirius, y se inclinó para darle un beso.
-Te has follado a Potter-, dijo Severus, más como un gruñido, agachándose para evitar la boca
de Sirius.
-Oh-. Sirius dejó caer la funda de almohada a medio rellenar sobre la cama. -¿Harry te lo
dijo?-.
-Sí, me lo dijo-.
Severus ya tenía el cuello enrojecido por la ira, y ahora el rubor le subía por la cara y se le
instalaba en las mejillas.
Severus suspiró.
-Nos vamos al infierno-, dijo, golpeándose la sien izquierda con los nudillos.
Sirius se acercó a Severus, rodeó con sus brazos al hombre que a menudo odiaba y a veces
amaba. El hombre con el que compartía aquel terrible secreto.
Aunque fue peor para Sirius. Debería haber protegido a Harry, no mancillarlo. Snape no se
preocupaba por él, y nunca lo había hecho.
Sirius pensó en las cartas. Quizá "nunca" no era del todo exacto.
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Harry no fue a la Madriguera por Navidad, e insistió ante Ron y Hermione en que así era más
feliz. No parecía que le creyeran mucho, pero tampoco le detuvieron mientras bajaba del tren
para coger un taxi.
Sirius llamó desde la cocina cuando Harry llegó, y Harry bajó las escaleras y lo encontró con
un delantal puesto y trasteando sobre un hornillo. Había un cuchillo encantado para cortar
patatas y un cucharón encantado para remover una olla de estofado.
-¿Te puedes creer-, preguntó Sirius, haciendo un gesto con el vaso de bourbon que tenía en la
mano, -que nunca aprendí a cocinar?-.
Harry miró el humo negro que se filtraba del horno. -Sí, creo que sí-.
Pasaron la tarde recuperando la comida. Sirius se bebió cuatro vasos de bourbon. Harry bebió
dos.
Cada vez entendía mejor por qué Sirius bebía tanto. Le gustaba el cosquilleo que le recorría y
cómo nada fuera de la habitación parecía importar demasiado. Sólo estaba Sirius, juguetón y
bromista y guapo, y la comida, y su cuerpo, suave y relajado en una silla.
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Lo que pasaba con Harry era que se volvía, muy rápidamente, adictivo.
Sirius había pasado mucho tiempo sin nada bueno en su vida. Azkaban lo redujo a una
cáscara con forma humana. Severus se lo folló y lo abandonó. Remus se detenía a tomar algo
de vez en cuando, pero tenían poco de qué hablar. Hasta ahí había llegado su vida.
A pesar de que esa vocecita en su cabeza lo regañaba, y la culpa lo quemaba de adentro hacia
afuera, no renunciaría a Harry.
Ese fue su primer y defensivo pensamiento cuando la puerta principal de Grimmauld Place se
abrió la mañana de Navidad. Porque allí estaban él y Harry, sentados en el suelo ante el
fuego, Harry abrigado con un jersey y unos pantalones de chándal y calcetines gruesos, Sirius
sin camisa y calentado por la botella de vino de elfo que se había bebido.
Y lo que era más importante, Sirius tenía las piernas abiertas y Harry estaba acurrucado entre
ellas, con una mano apoyada en el muslo de Sirius. Cada vez que Sirius se movía contra la
alfombra, los nudillos de Harry rozaban su polla.
Había sido un juego divertido, la lenta provocación hasta la plena dureza. Sirius había
olvidado un poco quiénes eran y dónde estaban.
Entonces Severus entró, cerrando la puerta tras de sí, y Sirius se desplomó aliviado contra el
sillón que le sostenía la espalda.
-¡Profesor!- Harry casi le da un puñetazo en la polla a Sirius en su prisa por ponerse en pie.
Su sonrisa era amplia y desenfrenada. Sirius sintió una extraña mezcla de emociones al
mirarlo. Feliz de que Harry fuera feliz, intrigado por sus dos amantes interactuando, un poco
celoso de que Harry no le hubiera sonreído así.
-Profesor-, repitió Severus, bajo y burlón. -Ahora eliges dirigirte a mí por mi título-.
-Puedo ir con señor, si quieres-, dijo Harry, y dio un paso más cerca de donde Severus se
cernía en la entrada. Inclinó la cabeza hacia atrás, aunque su diferencia de altura parecía
reducirse cada semana. Era una clara y obvia petición de un beso.
Severus alargó la mano y trazó la mandíbula de Harry con un dedo. Harry, con los labios
entreabiertos y las mejillas sonrosadas, respiraba con tanta dificultad que Sirius podía oírlo
desde el otro lado de la habitación.
-Eso pensarías-, dijo Severus, en poco más que un murmullo. -Lo malcrías-.
Arrastró la mano por el pelo de Harry para echarle la cabeza más hacia atrás, y se inclinó para
besar a Harry, con la boca abierta y firme. Su otra mano se deslizó hasta rodear la base de la
garganta de Harry.
Era tan diferente de cómo Sirius tocaba a Harry y de cómo Harry reaccionaba a sus caricias.
Sirius era devoto y Harry se sentía complacido. Severus trataba a Harry como si le estuviera
haciendo un favor, y Harry se derretía en respuesta.
Cuando el beso terminó, Severus se apartó y Harry inclinó la cabeza como si fuera a
perseguir su boca. La mano de Severus en su cuello lo sujetaba firmemente.
-Deberíamos subir-, dijo Severus. -Dudo que el próximo visitante sorpresa esté interesado en
acompañarnos-.
Harry estaba hermosamente sonrojado cuando cayó en la cama de Sirius, desnudo gracias al
rápido desvestido de Severus, arropado por almohadas y sábanas arrugadas. Severus y Sirius
estaban de pie a ambos lados de la cama, mirándolo.
-¿Te gustaría follar con Sirius?- preguntó Severus. Harry se mordió el labio un momento
antes de negar con la cabeza. -¿Que se la chupe? ¿No?- Severus se volvió hacia Sirius. -Ya te
lo he dicho. Malcriado-.
-No lo es-. Sirius se sentó junto a Harry, pasó una mano por el muslo desnudo de Harry,
rozando su erección sin llegar a tocarla, disfrutando de la forma suplicante en que Harry lo
miraba. -Es una princesa almohada, eso es todo-.
Las caderas de Harry se crisparon y su polla palpitó. Parecía tan indecente, allí tumbado,
retorciéndose bajo su atención.
-Sí, tuya, soy tuya-, dijo Harry, casi balbuceando. -Tócame, por favor, yo...-
Severus se les unió en la cama, y él y Sirius hicieron precisamente eso. Colocaron besos
calientes a lo largo de su estómago. Le chuparon un pezón, luego el otro. Le acarició la polla
hasta que le suplicó a Sirius que se la metiera en la boca.
Sirius se inclinó sobre Harry, pensando que Severus se movería detrás de él, pero Severus se
quedó donde estaba. Siguió acariciando, besando y chupando, y juntos redujeron a Harry a un
lío de gemidos y quejidos, retorciéndose bajo su atención, hasta que se corrió en la boca de
Sirius.
Sirius se subió a la cabecera y atrajo a Harry hacia sí. Luego miró a Severus, esperando verle
cogiendo su túnica, pero lo encontró todavía encaramado a la cama, mirando cómo Harry se
acurrucaba en el costado de Sirius.
-Puedo-, dijo Severus. Su voz era plana, sus hombros rígidos. -Si quieres-.
Sirius había querido pasar la noche con Severus desde que su animosidad se volvió sexual, y
abrió la boca para decirlo. Antes de que pudiera, Harry se dio la vuelta, creando un hueco del
tamaño de Severus entre ellos.
-¿Qué?- Sorprendió a Sirius lo aguda que se sintió la punzada de indignación. -¿El mío?
Sabes que él también tendrá aliento matutino-.
Sirius, picado, no tuvo nada que decir a eso. En el silencio, Severus se dirigió hacia la puerta
para colocar sobre ella una docena de hechizos de bloqueo y alerta. Cuando terminó, Severus
dejó la varita en la mesilla y se deslizó en la cama.
Harry copió inmediatamente la posición que había mantenido contra Sirius y Severus, tras un
momento de vacilación, rodeó a Harry con el brazo igual que había hecho Sirius.
No era exactamente como Sirius había imaginado que sería compartir la cama con Severus.
Los dos acurrucados, él dejado a un lado. Le parecía injusto, y Sirius era más que un poco
sensible a las injusticias, después de la que había cometido contra él el gobierno mago.
-Sirius-, dijo Severus, en voz muy baja, una vez que Harry estuvo dormido.
-Está expresando preocupación por ti, en esa forma antagonista especial de Potter-.
-Le he enseñado durante seis años-, dijo Severus. Su susurro se estaba volviendo áspero y
quebradizo.
-Cierto. Porque mientras tú eras un profesor mimado, yo estaba en Azkaban, siendo torturado
por Dementores. Y ahora estoy atrapado en una casa, inútil y patético. ¿Qué otra cosa,
exactamente, debería hacer con mi tiempo?-.
-Estoy bastante seguro de que hay un gran número de cosas que estarías mejor haciendo que
ahogarte en una botella-.
Sirius volvió a gruñir, y entonces sintió la mano de Severus apartándole pelos sueltos de la
frente.
Le tendió el brazo que no sujetaba a Harry y Sirius, con un suspiro innecesariamente pesado,
se escabulló hacia el espacio abierto.
Chapter 5
Snape se apartó de donde caía el cuerpo de Dumbledore y cogió a Malfoy por el cuello.
Los mortífagos se marcharon. Snape se movió como si fuera a ir con ellos, pero lo bastante
despacio como para quedarse solo en la torre.
Harry, libre de la atadura corporal de Dumbledore, dejó caer al suelo la Capa de Invisibilidad.
No creía que Snape pudiera hacerle nada peor de lo que ya le había hecho.
-¿Por qué?-, preguntó, mirando fijamente el lugar donde Dumbledore había suplicado por su
vida.
-Ve a Grimmauld Place. Hay una carta en la mesilla de Sirius, encantada para que sólo tú
puedas encontrarla y leerla-.
Snape estaba lo bastante cerca como para coger a Harry en brazos, si quisiera, pero se limitó
a mirar, con expresión inexpresiva y ojos fríos.
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Había habido una reunión de la Orden la noche anterior, y hacía semanas que Severus había
dicho que no volvería a visitarlo, así que Sirius sacó la varita cuando se abrió la puerta
principal, aunque los numerosos encantamientos protectores no le hicieran desconfiar de
nadie que entrara.
Harry subió las escaleras sin contestar. Sirius le siguió, viendo cómo Harry entraba en el
dormitorio de Sirius y abría la mesilla de noche.
-¿Qué pasa?- Sirius volvió a intentarlo, deslizando una mano por el hombro de Harry en un
intento de llamar su atención.
Harry se sacudió la mano y se dio la vuelta con una hoja de pergamino doblada en las manos.
Sirius no lo reconoció; nunca guardaba pergaminos allí.
-Yo le vi hacerlo-.
Harry habló con suficiente asco miserable como para que Sirius le creyera.
A Sirius no le importaba mucho la muerte de Dumbledore, pero le chocaban dos cosas Que
Severus fuera leal a Voldemort todo el tiempo, y su propia reticencia a aceptarlo. En algún
momento, había llegado a confiar en Severus. Era la segunda vez que se equivocaba
profundamente con alguien.
Peor aún, había permitido -(alentado)- que Harry se acercara a Severus y sintiera la traición
aún más íntimamente.
-Si Dumbledore está muerto-, dijo Sirius, arrastrando finalmente la seguridad de Harry al
frente de su mente, donde debería haber estado todo el tiempo, -el encantamiento Fidelius
está roto-.
-No-, dijo Harry. -Antes de irnos, Dumbledore me nombró Guardián Secreto. Por si acaso-.
Con voz apagada y cansada, Harry puso a Sirius al corriente de todos los acontecimientos de
la noche: acompañar al director a una cueva, obligarle a tragar veneno, encontrar un
medallón, ver la Marca Tenebrosa sobre Hogwarts, ver a Severus matar a Dumbledore.
-Y entonces-, dijo Harry, volviendo a bajar la vista hacia el pergamino que aún tenía en la
mano, -Snape me habló de esto-.
La boca de Harry se crispó al leer el pergamino. Sirius quería besarlo, y el deseo le recordó
que nunca volvería a besar a Severus.
-Dice que me quede aquí contigo-. Harry levantó la vista, frunciendo el ceño. -Que Hogwarts
y el Ministerio ya no son seguros. Que sabe que Dumbledore me dejó una tarea, y que debo
empezar con ella de inmediato-.
-¿Qué tarea?-.
Sirius lo reconoció al instante y se lo arrebató de las manos a Harry sin tomarse la molestia
de ser amable.
-Era de Regulus- dijo Sirius, y lo abrió con los pulgares.
Harry cogió el trozo de papel que salió revoloteando y lo leyó en voz alta.
-Es falso-, dijo cuando terminó de leer, mirando el medallón con sordo horror. -Dumbledore
murió por una falsificación-.
Sirius atrajo a Harry hacia sí. Harry había crecido en los seis meses que llevaban separados.
Era más alto y tenía los hombros más anchos, pero aun así se dejó caer fácilmente en el
abrazo y se estremeció contra el pecho de Sirius.
Sirius acarició el pelo de Harry, le besó la coronilla, murmuró palabras que esperaba que
fueran reconfortantes.
Pero, al fin y al cabo, era un hombre egoísta. Incluso mientras abrazaba a Harry, pensaba en
Regulus, muriendo solo en una cueva y pasando los siguientes veinte años sin ser reconocido
por su valentía. Y, por supuesto, pensó en Severus, en el sinuoso y espinoso camino que le
esperaba.
No podía decir si la nota era una especie de prueba de que Severus seguía jugando a dos
bandas, o de que había llegado a preocuparse de verdad por Harry, o si sólo significaba que
disfrutaba jugando con ellos incluso después de su victoria.
Sirius sabía, por ridículo que fuera, que estaba celoso. No le habían dejado una nota propia.
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No era la primera vez que Harry dejaba caer sobre la mesita la sombrerera que utilizaban para
guardar los Horrocruxes. Levantó la tapa y dio un paso atrás para que Sirius pudiera mirar.
Habían pasado meses desde que Kreacher le entregó el medallón y semanas desde que habían
organizado la visita de Sirius a la cámara acorazada de los Black para recuperar la copa. En
ese tiempo, Harry llegó a odiar los Horrocruxes, y evitaba por completo el armario de la
sombrerera. Sirius, en cambio, parecía obsesionado. Los miraba al menos una vez al día, y no
era una mirada rápida. Era como si no pudiera soportar guardarlos.
-Voy a cerrarlo-, dijo Harry, y se movió para volver a colocar la tapa. La mano de Sirius se
extendió, apretando a Harry por la muñeca. Harry trató de soltarse, pero Sirius no aflojó el
agarre. -¡Basta, Sirius! Eso duele-.
Sirius parpadeó al oír eso y luego pareció volver en sí, retrocediendo con mirada afectada.
Cuando Harry volvió de colocar la sombrerera en el estante del armario, Sirius estaba
encorvado, con la frente contra las rodillas. Harry, que no sentía especial simpatía por él en
aquel momento, no dijo nada.
Cuando Sirius levantó la cabeza, tenía los ojos húmedos. El rencor de Harry se desvaneció.
-Eso no. No sólo eso. Por todo. Hay algo malo, oscuro y roto dentro de mí, y no te mantuve a
salvo de ello-.
Harry se sentó en el sofá junto a Sirius, pero no sabía muy bien qué hacer a continuación.
Se sintió aliviado cuando Sirius lo abrazó. Esto, él lo sabía. El sexo con Sirius era, después de
tanto tiempo, fácil, cómodo y familiar.
Harry trató de no concentrarse en el hecho de que siempre sentía como si algo (alguien) le
faltara. Estaba seguro de que Sirius también lo sentía.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Sirius estaba en el ático dando de comer a Buckbeak cuando una cierva plateada saltó por la
ventana. No, no era una cierva. Le habían salido cuernos.
"Tenemos que vernos", dijo la voz de Severus a través del ciervo. "ve a casa de Ollivander
mañana a las once de la noche. Te prometo que será seguro".
Sirius se quedó un rato mirando el lugar donde había estado el ciervo, pensativo. Harry y él
nunca habían hablado de Severus, ni de su verdadera lealtad, ni de la muerte de Dumbledore,
no desde la noche en que Harry huyó a Grimmauld Place. Sirius se inclinaba por que Severus
era un bastardo con debilidad por Harry, y el patronus...
-Harry-, dijo Sirius, una vez hubo bajado las escaleras, donde Harry intentaba sintonizar el
inalámbrico. La mano de Harry seguía girando el dial mientras enarcaba una ceja en
respuesta. -¿Cuál es tu patronus?-.
-Un ciervo-, dijo Harry. -Como mi padre. Pero eso ya lo sabías, ¿no?-.
-Sí. Sí, lo sabía. Escucha. Severus envió un mensaje. Nos pidió que nos reuniéramos con él
en Ollivander's mañana por la noche. Estaba pensando...-
-¿Seguro?-.
-Llevamos meses aquí atrapados, sin acercarnos a descubrir el resto de los Horrocruxes. Tal
vez él sepa algo. Potterwatch dijo que es el director de Hogwarts-.
Aparecieron en un callejón junto a Gringotts y se las arreglaron para recorrer las calles vacías
hasta Ollivander's sin interferencias.
-¿Severus?- susurró Harry una vez que la puerta se cerró tras ellos, y Sirius casi dejó caer la
varita cuando hubo una respuesta inmediata.
-Aquí. Rápido-.
Severus estaba apostado detrás del mostrador, cerca de una ventana entreabierta, y sostenía
una espada larga y plateada. Sirius se detuvo en seco, poniendo un brazo sobre el pecho de
Harry para detenerlo también. Severus resopló.
-No voy a apuñalarte, idiota. Ven a por la espada. Sólo tenemos un momento-.
-Sí. Albus dijo que la necesitarías-. Severus miró de Harry a Sirius y viceversa. -Y vi esto en
el castillo. Perdona el sentimentalismo, pero pensé que te quedaba muy bien-.
De entre sus ropas, Severus sacó una diadema brillante y la colocó sobre la cabeza de Harry.
La espada cayó al suelo de la tienda con un ruido metálico, mientras Harry se abalanzaba
hacia delante y Severus lo cogía por el cuello y luego se besaban salvajemente entre las
varitas polvorientas y abandonadas.
-Gracias-, dijo Harry en la boca de Severus. Luego se apartó adecuadamente para decir -
Estoy cuidando bien de Sirius-.
-Estoy seguro de que lo intentas-, dijo Severus. -Es una batalla cuesta arriba con este. Nunca
conocí a un auto saboteador mejor-.
Harry se hizo a un lado y le hizo señas a Sirius para que avanzara. -Vamos. Casi no nos queda
tiempo-.
Sirius pensó en la carta que no había recibido, y en que Severus nunca pasaba la noche hasta
que Harry volvía en sí, y en la cierva a la que le crecía la cornamenta, y en la forma en que
Severus no podía apartar los ojos de Harry ni por un momento.
-No-, dijo Sirius. Se agachó y cogió la espada. -Tenemos lo que vinimos a buscar-.
Harry parecía sorprendido, preocupado. Severus, Sirius estaba seguro, parecía aliviado.
Harry se marchó con la tiara puesta y, cuando llegaron a casa, la colocó en un lugar de honor
en su mesilla de noche. Luego cogió la espada de donde Sirius la había dejado sobre la cama.
-Ya está-, dijo, y casi se desplomó contra Sirius. Sirius lo cogió y lo rodeó con los brazos. Le
besó la coronilla. Bajo el olor de Harry, creyó percibir el de Severus.
Chapter 6
Severus no solía ser llamado por el director en verano. Aquel julio respondió a la llamada de
Albus con una sensación de presentimiento.
Severus acudió a Sirius para descargar su ira. El hombre lo soportaba muy bien.
Aquella vez, su primer y culpable pensamiento, que enterró en cuanto pudo, fue que Albus
sabía lo de Harry.
Harry Potter. El chico al que había visto como un odioso clon de su padre, hasta que Sirius
puso su mano en la polla de Potter.
Cómo le quemaba el recuerdo. Había sido enfermizo e incorrecto en el momento, y eso era lo
que le excitaba. Era una venganza, pensó mientras tendía al chico sobre la cama. Arruinar a
Harry como sus padres arruinaron a Severus.
Eso era mentira. Habría sido más noble actuar por venganza. En realidad, simplemente, cedió
porque quiso.
Albus habló de Harry, pero no de las cosas dementes que Severus le había hecho. Habló de la
noche en que sobrevivió a la maldición asesina, y de la inquebrantable atadura del Señor
Tenebroso a la vida anclada en el interior de Harry.
Severus utilizó su afecto latente por Lily como escudo. No iba a revelar ninguna parte de su
alma a Albus, ni siquiera cuando el director se acercaba a la muerte.
Vio al chico a la mañana siguiente, sentado en la mesa de Gryffindor. El desayuno ante él, sus
amigos a su lado. Un cordero ignorante y sacrificable. Severus quería cruzar el pasillo,
agarrarlo y salir corriendo.
¿Qué importaba la muerte del Señor Tenebroso? Todo se arreglaría por sí solo en uno o dos
siglos. Podría esconder a Harry, mantenerlo a salvo. Podía besarlo y hacerlo gemir de placer,
en vez de ponerlo ante la varita del Señor Tenebroso.
Podría llevarlo a Grimmauld Place. Sirius mantendría a Harry a salvo. La muerte de Albus
desharía el encantamiento Fidelius, pero Severus podría ser el próximo Guardián Secreto.
Podrían sellarse y olvidarse del mundo mágico enfermo.
Era una fantasía que nunca se permitiría. Severus estaba demasiado avanzado en su camino
como para cambiar de rumbo. Así que escribió dos notas, sus despedidas secretas. Escondió
la de Harry en la mesita de noche de Sirius y deletreó la de Sirius al pie de la mesa de la
cocina. Pensó que Sirius apreciaría el homenaje a la primera vez que Severus entró en él,
despreocupado de los muchos miembros de la Orden que podían bajar las escaleras en
cualquier momento.
Más tarde, se olvidó de contarle a Harry lo de la nota de Sirius. El momento era un poco
agitado.
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Ser director era lo que Severus se imaginaba que era la vida bajo la Maldición Imperius.
Tenía pensamientos, pero los ignoraba. Tenía deseos, pero los desterraba. Sólo existían el
retrato de Albus, el plan, el Señor Tenebroso y la inevitable muerte de Harry, que se acercaba
rápidamente.
Finalmente, llegó el momento de entregar la espada. Albus dijo que la dejara en algún lugar
para que la encontraran. Por primera vez, Severus elaboró su propia directiva. Envió su
patronus y trató de no notar su cambio.
Sabía que era imposible, pero soñaba con el reencuentro dentro de Ollivander's. Empujando a
Sirius y llevándolo al suelo sin barrer. Harry miraría, terminándolo como había empezado.
Sería poético, en cierto sentido.
Su plan práctico era pasar estoicamente de la espada, beber egoístamente en la vista de los
dos hombres que anhelaba, y seguir su camino. No tenía derecho a comprometerse en nada
con ninguno de ellos cuando iba a permitir que Harry muriera.
Harry lo arruinó. Nunca nadie se había emocionado tanto al verlo. Después de meses de
maquinaciones desesperadas y brutal estupidez, Severus se atiborró de afecto.
La diadema, descubierta en una habitación revuelta durante un inquieto paseo nocturno, era
una estupidez. Pero hizo sonreír a Harry.
Sirius estaba de mal humor. Severus podría haberlo cogido por el cuello y haberlo besado de
todos modos. Podría haberle demostrado que Sirius nunca era el único que podía decir que
no. Podría haberlo tenido listo y tomando la polla de Severus en menos de un minuto.
Harry iba a morir, y Sirius nunca iba a perdonarlo. Era más fácil para ellos terminar en el
polvoriento pasillo.
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Severus iba a morir y sus últimos momentos los pasó escuchando las divagaciones de un loco
con cara de serpiente.
Deseó haber hecho entrar en razón a Sirius en la tienda de varitas cuando tuvo la oportunidad.
A su lado apareció Harry, y un bulto plateado de capa en el suelo entre los dos.
Severus contuvo las ganas de gritar. Sabía que el chico estaba destinado a morir, pero ¿por
qué tenía que ser delante de Severus? ¿Era éste el castigo cósmico por su perverso
comportamiento?
Harry saltó delante de Severus un suspiro antes de que el Señor Tenebroso, de nuevo en pie,
apuntara con su varita.
Harry apretó la espalda contra Severus. Estaba temblando. Severus quería cogerle la mano.
No fue un mal acto final, abrir la jaula y rebanar la cabeza de Nagini con un hechizo de su
propia creación.
El Señor Tenebroso aún gritaba su rabia cuando Harry se sacudió la muerte y lo mató.
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En medio del caos del final de la guerra, Severus llevó a Harry al despacho del director.
Harry, cubierto de tierra y bostezando con frecuencia, mantuvo una larga conversación con el
retrato de Albus.
Harry cruzó la habitación. Se subió a su regazo, rodeó el cuello de Severus con los brazos y
lo besó.
Severus oyó los jadeos y gritos de indignación de los retratos. Estaba seguro de que, si lo
comprobaba, Albus sería el más escandalizado y disgustado de todos.
A Severus no le importó. Habría tumbado a Harry sobre el escritorio y se habría despojado de
cada prenda de ropa y besado cada centímetro de su cuerpo, si Harry no estuviera dejando
muy claro que se negaba a que hubiera espacio entre sus bocas ni un momento.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Sirius estaba en el Gran Comedor, entre los muchos muertos. A sus pies yacía el cuerpo de
Peter Pettigrew.
Harry se abalanzó sobre Sirius e intentó besarlo, pero Sirius cambió hábilmente el
movimiento por un abrazo más fuerte. El pequeño grupo de dolientes estaba demasiado
absorto en su dolor como para fijarse en Severus, la marioneta de Voldemort, y mucho menos
en un abrazo extrañamente íntimo entre padrino y ahijado.
Severus observaba todo esto desde una distancia respetable. El impulso de copiar la muestra
de afecto de Harry le sorprendió.
-Así que-, dijo Sirius, cuando Harry le hizo un gesto a Severus para que se acercara. -Tú no
has muerto-.
-Sí lo dice-, dijo Severus. -Lo dejó claro la última vez que nos vimos-.
-De verdad que sí-, confirmó Sirius. Pasó por encima del cuerpo de Pettigrew para acercarse
a Severus. -Eres un imbécil feo, miserable y narizón-.
-Tienes que mejorar tu vocabulario-, dijo Severus, antes de que, por segunda vez en una hora,
lo besaran a fondo.
🌵🌵🌵🌵🌵🌵
Durante varios días, la vida de Severus estuvo llena de tedio. Entregar recuerdos a Minerva
para evitar que lo desollara vivo. Renunciar a su puesto de director. Trasladar sus efectos
personales a Grimmauld Place, después de que Harry le revelara de nuevo la ubicación.
Apreciaba la incompetencia de los aurores, que habían pasado por alto todas las veces que
había abusado de Harry.
Lo soltaron al cabo de unos días, con las vagas amenazas habituales sobre futuros
interrogatorios.
-Oh-, dijo Sirius cuando Severus se la entregó. -¿Cómo demonios iba a encontrar eso?-.
Severus trató de ser cortés. Dejó que Sirius leyera la nota y observó cómo Harry se ponía el
té, pero al final preguntó -¿Cuándo subimos?-.
Quince minutos después, Harry estaba desnudo en la cama. Severus examinó todas las
formas en que había crecido durante el año que habían pasado separados: se había rellenado,
tenía la mandíbula más afilada y una mata de pelo se extendía por su pecho. Seguía
pareciendo tan joven, demasiado joven, cosa que Severus probablemente pensaría mientras
Harry lo tolerara.
-Para ser sincero, esta cosa me da escalofríos. No, Severus, así no. Me encanta la idea, pero
ésta en particular... casi me hace sentir como los Horrocruxes-.
Severus miró el zafiro de la diadema y luego los rubíes de la espada que ahora estaba sobre
su cama. Miró a Sirius, que parecía estar contando con los dedos.
-Mierda-, dijo, dejando caer las manos. -Creo que nos hemos dejado uno-.
-¿Esto?- Harry lanzó la diadema, y aterrizó en el colchón con un suave golpe. -¿Esto tiene el
alma de Voldemort dentro?-.
Harry se vistió, y Sirius cortó la diadema, que emitió un chillido al romperse en pedazos, y
Severus se dio cuenta de que aún no rompía su hechizo de sequía de un año.
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Había poco que hacer, pero de alguna manera los días pasaban rápido. Ponerse al día sobre su
año separados. Cocinando, limpiando y arreglando la casa. Tener sexo. Mucho sexo, en
opinión de Severus, lo que parecía ser una ventaja de tener dos parejas. Por lo general, al
menos uno de ellos estaba dispuesto.
-Los Weasley quieren celebrarlo en la Madriguera. Ya que se han perdido dos cumpleaños y
todo eso-.
-Tiene sentido-, dijo Sirius, revolviendo azúcar en su té. Severus no había visto a Sirius tocar
ni una gota de alcohol en las semanas transcurridas desde su regreso, y decidió no preguntar
nunca al respecto. Sirius era tan obstinado que podría empezar a beber de nuevo sólo para
demostrar que no se le iba a decir lo que tenía que hacer.
-No lo sé-, dijo Harry. -Pero tiene que pasar en algún momento, ¿no?-.
-Podríamos esperar hasta que tengas treinta años-, sugirió Severus. -Puede que para entonces
sea socialmente aceptable-.
Harry sonaba tan suave y suplicante. Severus, que no tenía ningún interés en asistir a una
fiesta de cumpleaños organizada por los Weasley, maldijo en voz baja.
La puerta se abrió de golpe y Hermione Granger salió disparada, rodeando a Harry con los
brazos en un fuerte abrazo antes de arrastrarlo al interior de la casa.
-¿Muerte por aislamiento?- preguntó Sirius, sonriendo. -No les importa que estemos aquí-.
Esto fue rápidamente desmentido cuando entraron en la casa. Hubo saludos entusiastas para
Sirius, y un frío desdén para Severus. Arthur no le estrechó la mano y Molly desapareció en
la cocina. Los niños se arracimaron a su alrededor, ansiosos por denunciarlo.
-Ya sabes, los retratos hablan-, dijo uno de los gemelos. -Ha habido rumores muy
desagradables sobre ti y chicos menores de edad, Snape-.
-Todavía no has aprendido a lavarte el pelo-, dijo el otro gemelo, y el resto de sus hermanos
lo fulminaron con la mirada.
-Me duele decir esto-, dijo el primer gemelo, -pero no es momento de bromas-.
-Déjalo ya-, dijo Ron Weasley, saliendo de la cocina. -Es el cumpleaños de Harry, y Harry lo
invitó. Sé amable o lárgate-.
Los niños se dispersaron, refunfuñando, y Severus trató de fundirse con la pared. Era justo
que sospecharan, dado su papel de mortífago y director asesino. Ni siquiera quería o
disfrutaba de su compañía. Estaba allí sólo para complacer a Harry.
No obstante. Era un poco molesto ver a Sirius revolotear sin obstáculos entre los Weasley y
los demás invitados a la fiesta, charlando y riendo. Severus se sentía un poco engreído y
mezquino cuando se bebía una copa de vino sólo porque Sirius no quería.
Hubo una tarta, un rectángulo escarchado casi tan grande como la mesa sobre la que
descansaba, y regalos, y para cuando ambas cosas terminaron, casi todo el mundo estaba al
menos un poco achispado, y una buena alegría general calentaba la fiesta. Severus se sentía
como una nube negra y sombría flotando en un cielo claro y soleado.
-¿Bailar?- Severus se miró la parte delantera de la túnica. -¿Te parece que me han cambiado
de cuerpo? Esa es la única situación en la que puedo imaginarme bailando-.
-Imagínatelo ahora mismo. Es el cumpleaños de Harry, que te ha pedido que disfrutes. Has
estado enfurruñado en la esquina todo este tiempo, y es una canción lenta. Será fácil. Vamos,
abrázame-.
Sirius tenía razón. Era bastante fácil, si Severus ignoraba la humillación paralizante que
sentía al ser fulminado con la mirada mientras caminaba torpemente por la habitación.
En cuanto terminó la canción, Severus se soltó y se dirigió a la cocina a por un vaso de agua.
Las voces de Molly y Arthur lo detuvieron en el pasillo.
-...Absolutamente asqueroso, Arthur. Minerva dice que el retrato de Albus está traumatizado-.
Encontró a Sirius enfrascado en una partida de ajedrez mágico con Ron Weasley.
-Aguafiestas-, dijo Sirius. Movió su caballo y agitó una mano por encima del hombro en
dirección a Severus. -Hasta luego, entonces-.
Severus salió de la Madriguera y se detuvo en el patio, recordando el día, dos años antes, en
que había cogido a Harry por el cuello, exactamente en ese lugar. Le había repugnado tanto la
boca desesperada que tenía en la cara. De algún modo, el asco se había convertido en tiempo
de sufrimiento en casa de los Weasley, con la remota posibilidad de que eso hiciera feliz a
Harry.
El afecto, decidió Severus, era un collar que rozaba. Pero como bestia domada, no podía
quitárselo.
-Te has perdido un buen revuelo-, dijo alegremente. -Molly apartó a Harry y le dijo algunas
cosas desagradables sobre ti. Todavía está ayudando a reparar todas las cosas que destrozó-.
Riéndose, Sirius se metió en la cama junto a Severus. Olía a sudor, a escarcha y a jabón de
menta. Juntos esperaron hasta que Harry irrumpió por la puerta. Parecía enfurecido y
angustiado a partes iguales.
-No quiero hablar de eso-. Empezó a quitarse la túnica. -Ni de nada. Quiero una distracción.
Quiero... quiero...- Harry hizo una pausa, miró entre los dos que estaban en la cama y luego
dijo, resueltamente -Quiero a Severus dentro de mí-.
-Eso es muy ambicioso para ser tu segunda vez con sexo penetrativo-, dijo Severus.
-Es mi cumpleaños-. Harry se cruzó de brazos, cayendo en la petulancia.
-¿Vas a usar esa excusa todos los años?-. preguntó Sirius, y Severus se dio cuenta de que ya
se estaba quitando la túnica.
-No necesita una excusa-, dijo Severus. -Consigue todo lo que quiere-.
Preparar a Harry fue un proceso largo y lento. Lengua, dedos, hechizos, juguetes
transfigurados. Harry lo aguantó todo, con los ojos cerrados sobre las mejillas sonrojadas.
-Siéntate sobre ella-, dijo Severus, una orden suave. Sujetó a Harry por las caderas y, una vez
que Harry retorció la punta de Severus dentro de él, Sirius le sujetó los muslos. Juntos,
guiaron a Harry hacia atrás y hacia abajo, hasta que estuvo rojo y jadeante, con la mitad de la
longitud de Severus escondida dentro de él.
-¿Qué tal?- preguntó Sirius, apartando el pelo sudoroso del cuello de Harry para besar la piel
enrojecida.
-Es...es... Severus, muévete, por favor... no, quiero decir... sí, así-.
Severus nunca había follado con nadie así, un cuerpo no acostumbrado a la intrusión, una
persona a la que cuidaba con sorprendente ternura. Se preocupaba por Sirius, pero Sirius
podía soportar cualquier fuerza, cualquier profundidad. Le gustaban las marcas de Severus en
su espalda, los moretones en sus caderas. Harry estaba quieto y callado, agarrando sus
propios muslos con fuerza, mientras Severus empujaba lenta y cuidadosamente dentro de él.
Sirius, en medio del beso, soltó una carcajada en el cuello de Harry, y Severus apartó las
manos de Harry de sus muslos y las puso sobre los hombros de Severus.
-¿Serías Harry Potter si no lo fueras?- preguntó Severus. Se retiró un poco y volvió a penetrar
a Harry. Harry jadeó, un sonido agudo que se le quedó atascado en la garganta. -¿Qué quieres
que haga Sirius, entonces?-.
-Todavía...- Harry tartamudeaba sobre sus palabras cada vez que Severus se movía dentro de
él -...quiero estar dentro de él-.
Sirius apretó un último beso en la clavícula de Harry y se deslizó por la cama, colocándose
encima de la cara de Severus con practica facilidad.
Sólo entonces, con el rostro concentrado de Harry oculto por el escroto y el olor almizclado
de Sirius, con los suaves sonidos y el peso desplazado de Harry y Sirius, presumiblemente,
besándose... fue sólo con la leve privación sensorial que Severus finalmente se hundió en lo
bien que se sentía Harry alrededor de su polla.
Sus caderas seguían un ritmo constante y lento mientras separaba las mejillas de Sirius,
deslizando la lengua alrededor y contra la abertura que, como siempre, ya estaba caliente y
preparada.
Severus lamió y folló, acercándose al orgasmo con una lentitud tortuosa, hasta que Harry lo
llevó al borde del abismo apretando en varios círculos cuidadosos y medidos. Maldijo en la
hendidura del culo de Sirius cuando se corrió, y sus caderas se sacudieron hacia arriba,
perdiendo el control de los últimos minutos.
Sirius se tumbó boca arriba y le sujetó las piernas por los muslos, abriéndose para Harry,
empujando su dura polla contra la curva inferior de su estómago. Harry estaba ya tan rojo que
era difícil asegurarlo, pero Severus pensó que su rubor había aumentado al ver a su padrino
preparado y esperándole. Severus conocía bien esa sensación. Sirius era experto en demostrar
que aceptaría cualquier cosa, que lo haría todo, que sería exactamente quien y lo que tú
quisieras.
-¿Necesitas una lección sobre follar, Potter?-. preguntó Severus. Harry, respirando con
dificultad, asintió. -No hay mucho que hacer con Sirius. ¿Ves cómo se abre para ti? Sujeta la
polla por la base -(sí, así)- y métesela. Empuja más fuerte, no le harás daño. Así. ¿Cómo se
siente?-
-Bien-, dijo Harry, alrededor de un gemido contenido. Su mano dejó su polla y se unió a la
otra para sostenerse contra la parte posterior de los muslos de Sirius. -Muy bien. Sirius, te
sientes increíble-.
-Tú también-, dijo Sirius. Empujó las caderas hacia la cama, metiendo toda la polla de Harry
dentro de él. -Puedes ir más rápido, Harry. Más fuerte. Como quieras-.
Harry asintió, pero mantuvo su ritmo tentativo. Entraba y salía más despacio, mirando a
Sirius desde donde había desaparecido, a la cara de Sirius y viceversa.
Se encorvó hacia delante cuando se corrió, apretando la boca abierta contra la rodilla de
Sirius, y una vez que se hubo deslizado para tumbarse junto a Sirius, éste le dijo -Has durado
más que Ron-.
Harry soltó una carcajada. Eso hizo que Severus se diera cuenta de que no era algo que
hiciera a menudo. Tampoco tenía ni idea de qué estaban hablando, pero decidió no estropear
el momento pidiendo explicaciones.
Sirius tiró de Harry para darle un beso y se llevó la mano a su propia polla descuidada. Se
acarició durante un minuto frenético antes de correrse en su mano.
Se colocaron uno alrededor del otro en la cama, Harry en el centro, Severus y Sirius a cada
lado.
-Caliente-, dijo Harry. Hablaba con los ojos cerrados, la cabeza girada para apoyarse en el
hombro de Severus. -Me alegro de que lo hiciéramos. Probablemente sea algo para una
ocasión especial-.
Hablaron un poco más, con tonos cada vez más somnolientos, hasta que uno a uno se fue
quedando dormido.
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