Secretos de Familia: Graciela Cabal
Secretos de Familia: Graciela Cabal
Secretos de Familia: Graciela Cabal
Secretos
de familia
Cabal, Graciela
Secretos de familia. - 1a ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Edhasa, 2015.
320 p.; 14 x 21 cm.
ISBN 978-987-628-372-4
ISBN: 978-987-628-372-4
Impreso en Argentina
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te llamás?”, dice. “Puta”, le digo yo al señor, que es
un Presidente de la Nación.
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malísimos”, dice mi tía. “Hacen la guerra.” “¿Dónde
está la guerra?”, pregunta mi prima la de cinco. “Le-
jos. Pero a la guerra van los hombres”, dice mi tía.
Yo lloro: ¿mi papá se fue a la guerra?
“Llora porque se comió un caracol y esta noche
se va a morir”, dice mi prima la de cinco.Y se ríe.
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enseguida, me hace pan con ajo para las lombrices y
me lleva a la sala. En la sala está el piano. Gran Mamá
se sienta y toca Amor y primavera con los ojos cerrados.
En la sala también hay sillones y estatuas.Y mesi-
tas de patas altas con helechos.
Y están los retratos de los muertos de la familia.
En las Navidades y en el Día de los Fieles Difun-
tos los retratos de los muertos se adornan con hojas
de laurel o con ramitas de los sauces que crecen en la
Plaza Garay, al lado de la estatua del indio.
Y en Año Nuevo, la araña de caireles se llena de
hilos plateados que ondean cuando alguien abre las
ventanas que dan a la calle Cevallos.
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como si fuera carnaval. Después me sienta en la cama
de él, que es muy alta, y me cuenta cuentos. Pero no
los inventa: me los lee del Tesoro de la juventud o de Las
mil y una noches.
Muchos libros tiene mi abuelo, y muchas revistas.
Por eso hay rico olor en la pieza.
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En Nochebuena no hay que levantar la mesa: hay
que dejarla como está, con miguitas de pan dulce,
confites chupados y otras golosinas. Así los ángeles
aprovechan y se dan la gran panzada.
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mueve la cola. Mi abuelo mete los cohetes adentro
del tacho de lavar la ropa de Felisa; después agarra
un montón de botellas vacías y a cada una le acomo-
da una cañita.Yo quiero ayudar. “¡Quedate quieta!”,
dice mi abuelo. “¡Coco, cuidá a la nena!”Y entonces
enciende todo: primero las cañitas, después los rom-
peportones y los cohetes.
¿Se viene abajo la casa? Yo no lloro porque soy
una nena valiente, pero el Coco quiere tirarse a la ca-
lle. Gran Mamá, mi papá, mi mamá, mi tía la soltera y
Felisa patean la puerta para voltearla, pero no pueden
por la tranca. Los vigilantes, que llegan porque en el
barrio creen que hay tiroteo en la familia, gritan que
abran la puerta a la autoridad. Hasta que mi abuelo
abre y todos le dicen malas palabras, pobre mi abuelo.
Gran Mamá y mi tía la soltera lloran, Felisa barre,
mi mamá está tentada del susto y mi papá le dice a
mi abuelo que es un viejo loco, y que parece menti-
ra, todo un señor mayor y para peor escribano, y que
menos mal que él, mi papá, es maestro y presidente
del Hogar Policial, que si no, mi abuelo iba preso.
“La nena me pidió”, dice mi abuelo.Y yo lo de-
fiendo, aunque diga mentiras, y lo abrazo de las pier-
nas para que no se lo lleven, y digo que si mi abuelo
va preso, yo también.Y el Coco.
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Felisa me sienta en la mesa de la cocina y hace
magia: corta tiras de papel de diario, las dobla proliji-
tas, les hace agujeros con las tijeras y “ábra-cadábra-
páta-decábra… Soplá aquí…”. Yo soplo y aparece
una coronita que Felisa me prende en la cabeza con
un alfiler de gancho y un malvón. Como no me de-
jan tocar las tijeras, yo no puedo hacer magia. Lo que
sí puedo hacer es barcos. Barcos grandes hago, con
La Prensa, y los lleno de personas: chicos peinados
con Glostora, artistas de la radio y enfermeras con
uniformes que Felisa recorta de las revistas.
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En el patio de mi casa mucho no puedo jugar
porque da a una ventana: la de la Enfermera del
Rawson, que es malísima y siempre nos dice por-
querías horribles a mi mamá y a mí. Mi mamá me
pide que no le cuente nada a mi papá, pero yo le
cuento igual.
“¡Limpiaescupideras!”, le grita mi papá a la En-
fermera.
“¡Muuuuu!”, contesta ella.
“¡Mándeme a su marido que yo no peleo con
mujeres!”, grita mi papá.
“¡Muuuuu!”, contesta ella.
Mi mamá, de la vergüenza, se esconde en el baño
y se tapa las orejas.
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