Secretos de Familia: Graciela Cabal

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11

Graciela Cabal

Secretos
de familia
Cabal, Graciela
Secretos de familia. - 1a ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Edhasa, 2015.
320 p.; 14 x 21 cm.

ISBN 978-987-628-372-4

1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título


CDD A863

Diseño de tapa: Eduardo Ruiz

Primera edición: noviembre de 2015

© Graciela Cabal, 1995


© De la presente edición Edhasa, 2015

Avda. Diagonal, 519-521 Avda. Córdoba 744, 2º piso C


08029 Barcelona C1054AAT Capital Federal
Tel. 93 494 97 20 Tel. (11) (11) 5032 7069
España Argentina
E-mail: [email protected] E-mail: [email protected]

ISBN: 978-987-628-372-4

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del


Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía
y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante
alquiler o préstamo público.

Impreso por El Ateneo Grupo Impresor S. A.

Impreso en Argentina
1

Corro, me tambaleo, chillo. Un golpe más fuerte arras-


tra el balde y me hace huequitos debajo de los pies.
Mi mamá recoge la espuma marrón y me frota,
porque el yodo fortifica. Después me hace respirar
hondo y juntar aire puro para el invierno.
Me gusta el mar. Me gusta el olor a sal y a óleo
calcáreo. Me gusta mi malla, que es floreada y tiene
pollerita. La malla de mi mamá es gris, con hilos pla-
teados igual a las que usan las artistas.
Mi papá llega agachado: es una tortura la malla
que mi mamá le alquiló. Mi mamá se tienta de risa
porque mi papá metió la cabeza por un lugar que no
era para la cabeza, y mi papá se ofende.
El sol lo mata a mi papá, porque él es blanco
como la leche.Yo también soy blanca como la leche,
igual que mi papá; por eso siempre tengo que llevar
puesto el gorro Gath y Chaves, para que el sol no me
queme los sesos, dice Gran Mamá.
Por la playa se acercan un señor y una señora,
todos vestidos: la señora tiene traje blanco, largo, y
sombrero con flores; el señor va de negro. El señor
de negro se agacha y me alza. “¡Linda nena! ¿Cómo

7
te llamás?”, dice. “Puta”, le digo yo al señor, que es
un Presidente de la Nación.

Mi mamá dice que yo soy muy boca sucia por-


que me copio de mi papá, que es muy boca sucia.

Me despierto llorando. Desde la cama grande llega


la voz de mi mamá: “Son los gallos que cantan, nena”.
Los gallos me asustan. A los gallos alguien los está
lastimando. Grito, me tiro de la cuna. “Son los gallos,
nena. ¿Qué le pasa a esta chica?”

En el comedor del Hotel Cánepa todos nos mi-


ran. “¿Te das cuenta, el papelón?”
Mi mamá hace las valijas y nos vamos para la casa
de mis primos, en Punta Mogotes.

Lejos del agua, para que no se lo lleve, mis primos


y yo armamos un castillo.
Mi papá se acerca. Mi papá no tiene malla: va
vestido como un Presidente de la Nación y con va-
lija. Mi papá me levanta y me da un beso porque se
va.Y yo no quiero, no quiero, no quiero.
De la rabia me como un caracol, con cáscara y todo.
“Esta noche te vas a morir”, me dice mi prima
la de cinco.
Volvemos a la casa y los alemancitos de al lado nos
gritan “¡Indias!” y nos tiran piedras.“Los alemanes son

8
malísimos”, dice mi tía. “Hacen la guerra.” “¿Dónde
está la guerra?”, pregunta mi prima la de cinco. “Le-
jos. Pero a la guerra van los hombres”, dice mi tía.
Yo lloro: ¿mi papá se fue a la guerra?
“Llora porque se comió un caracol y esta noche
se va a morir”, dice mi prima la de cinco.Y se ríe.

Tengo una mancha verde en mi vestido blanco. La


mancha es de pintura. Estoy en el lavadero de una
terraza llena de sol, con un gato blanco y gordo,
un perro enrulado, el Coco, y Gran Mamá, que me
agarra fuerte porque tiene miedo de que me caiga
y me mate.
En la galería hay vidrios amarillos y violetas. Es-
tiro los brazos para que Gran Mamá me alce: me
gusta mirar las rosas amarillas y violetas que están del
otro lado.

Las paredes son oscuras y tienen cuadros. Gran


Mamá es pintora. Yo también quiero pintar y man-
charme los dedos y la ropa con pintura, y que me
den una caja de lata llena de pomitos arrugados.
Gran Mamá se pasa mucho tiempo en la cama y
a oscuras, porque siempre le agarra la ceguera, de los
disgustos. Pero cuando yo llego de visita se levanta

9
enseguida, me hace pan con ajo para las lombrices y
me lleva a la sala. En la sala está el piano. Gran Mamá
se sienta y toca Amor y primavera con los ojos cerrados.
En la sala también hay sillones y estatuas.Y mesi-
tas de patas altas con helechos.
Y están los retratos de los muertos de la familia.
En las Navidades y en el Día de los Fieles Difun-
tos los retratos de los muertos se adornan con hojas
de laurel o con ramitas de los sauces que crecen en la
Plaza Garay, al lado de la estatua del indio.
Y en Año Nuevo, la araña de caireles se llena de
hilos plateados que ondean cuando alguien abre las
ventanas que dan a la calle Cevallos.

Para no ver a nadie de la familia, mi abuelo duer-


me de día y se levanta de noche. Pero los domingos
se levanta como todo el mundo porque mi mamá
y yo vamos de visita, y a nosotras sí nos quiere ver,
y siempre nos prepara pasta frola o ravioles rellenos
con las hojas del zapallo. (Mi tía la soltera me dice
que no coma la comida de mi abuelo porque él co-
cina todo con huevo podrido.)
Mi abuelo también pinta, pero no tanto como mi
abuela, y toca el piano cuando voy yo. A mí me gusta
que toque Barrilito de cerveza, así yo bailo.
Siempre me da sorpresas mi abuelo.Y los domingos
va a abrir él la puerta, con careta o con nariz postiza y
bigote, y cuelga banderitas de colores por todos lados,

10
como si fuera carnaval. Después me sienta en la cama
de él, que es muy alta, y me cuenta cuentos. Pero no
los inventa: me los lee del Tesoro de la juventud o de Las
mil y una noches.
Muchos libros tiene mi abuelo, y muchas revistas.
Por eso hay rico olor en la pieza.

Gran Mamá arma el árbol de Navidad y yo la


ayudo. Lo armamos el Día de la Virgen, para que dé
suerte.

En Nochebuena nos juntamos la familia entera.


Entonces todos aprovechan y se pelean. Gran Mamá,
mi tía la soltera y mi papá se pelean con mi abuelo. Mi
mamá se pelea con Gran Mamá y con mi tía la soltera.
Mi papá se pelea con mi mamá. Mi abuelo no se pe-
lea con ninguno, pobre mi abuelo, porque él mucho
no se da cuenta de que los otros están enojados.
Yo no quiero que se peleen y entonces voy y
digo: “¡No se peleen! ¡No se peleen!”. Pero nadie
me hace caso.
Al final comemos separados: primero comemos
mi mamá, mi abuelo y yo. Después comen mi papá,
Gran Mamá y mi tía la soltera, y mi mamá llora.
El reloj toca las doce y aparecen los regalos.Todos
nos damos un beso. Pero si yo le doy un beso a mi
abuelo, mi tía la soltera no me quiere dar un beso a
mí. Regalo sí me da, beso no.

11
En Nochebuena no hay que levantar la mesa: hay
que dejarla como está, con miguitas de pan dulce,
confites chupados y otras golosinas. Así los ángeles
aprovechan y se dan la gran panzada.

Mi mamá y mi papá se pelean aunque no sea


Nochebuena. Ellos se pelean todos los días, a la hora
de comer.

Cuando yo sea grande no me voy a casar, así


no tengo que andar peleándome y que después me
duela la barriga.
Lástima que yo quiero casarme para ponerme
vestido de cola larga y tul en la cabeza y que me
toquen la música, como me contó mi mamá.
A lo mejor me caso.

A mi abuelo le gustan los cohetes.


Es Año Nuevo y mi abuelo me está esperando
con una caja enorme. Sin que nadie nos vea, mi
abuelo, el Coco y yo subimos la escalera de la terraza.
Mi abuelo abre la caja: hay cohetes, rompeportones,
cañitas voladoras y otras cosas peligrosísimas para
los niños. Lo mejor es un globo gigante, colorado
y amarillo. Mi abuelo cierra la puerta de la terraza
con tranca para que nadie nos jorobe la paciencia,
y enciende el globo, que sube y sube y se pierde
allá arriba. Yo salto, grito. El Coco ladra al cielo y

12
mueve la cola. Mi abuelo mete los cohetes adentro
del tacho de lavar la ropa de Felisa; después agarra
un montón de botellas vacías y a cada una le acomo-
da una cañita.Yo quiero ayudar. “¡Quedate quieta!”,
dice mi abuelo. “¡Coco, cuidá a la nena!”Y entonces
enciende todo: primero las cañitas, después los rom-
peportones y los cohetes.
¿Se viene abajo la casa? Yo no lloro porque soy
una nena valiente, pero el Coco quiere tirarse a la ca-
lle. Gran Mamá, mi papá, mi mamá, mi tía la soltera y
Felisa patean la puerta para voltearla, pero no pueden
por la tranca. Los vigilantes, que llegan porque en el
barrio creen que hay tiroteo en la familia, gritan que
abran la puerta a la autoridad. Hasta que mi abuelo
abre y todos le dicen malas palabras, pobre mi abuelo.
Gran Mamá y mi tía la soltera lloran, Felisa barre,
mi mamá está tentada del susto y mi papá le dice a
mi abuelo que es un viejo loco, y que parece menti-
ra, todo un señor mayor y para peor escribano, y que
menos mal que él, mi papá, es maestro y presidente
del Hogar Policial, que si no, mi abuelo iba preso.
“La nena me pidió”, dice mi abuelo.Y yo lo de-
fiendo, aunque diga mentiras, y lo abrazo de las pier-
nas para que no se lo lleven, y digo que si mi abuelo
va preso, yo también.Y el Coco.

Felisa vive en el cuartito de la terraza y siempre


lleva delantal azul.

13
Felisa me sienta en la mesa de la cocina y hace
magia: corta tiras de papel de diario, las dobla proliji-
tas, les hace agujeros con las tijeras y “ábra-cadábra-
páta-decábra… Soplá aquí…”. Yo soplo y aparece
una coronita que Felisa me prende en la cabeza con
un alfiler de gancho y un malvón. Como no me de-
jan tocar las tijeras, yo no puedo hacer magia. Lo que
sí puedo hacer es barcos. Barcos grandes hago, con
La Prensa, y los lleno de personas: chicos peinados
con Glostora, artistas de la radio y enfermeras con
uniformes que Felisa recorta de las revistas.

Felisa me dice: “Vamos al cine”.


Por la escalerita de hierro llegamos a la terraza.
“Es acá.” Y nos sentamos en el suelo, la espalda con-
tra la pared.
Felisa señala el cielo colorado: “Ese dragón se
quiere comer a la princesa”. ¡Sí, tiene razón Felisa!
¡Allá está el dragón, de cola en punta y echando fue-
go por la bocaza abierta! Pero no veo a la princesa…
“¿Dónde, dónde?” “Allí, la de la trenza larguísima y
zapatitos de tacón…”

La casa de mis abuelos es grande. Mi casa es chica


pero tiene patio y plaza, que es como otro patio.

14
En el patio de mi casa mucho no puedo jugar
porque da a una ventana: la de la Enfermera del
Rawson, que es malísima y siempre nos dice por-
querías horribles a mi mamá y a mí. Mi mamá me
pide que no le cuente nada a mi papá, pero yo le
cuento igual.
“¡Limpiaescupideras!”, le grita mi papá a la En-
fermera.
“¡Muuuuu!”, contesta ella.
“¡Mándeme a su marido que yo no peleo con
mujeres!”, grita mi papá.
“¡Muuuuu!”, contesta ella.
Mi mamá, de la vergüenza, se esconde en el baño
y se tapa las orejas.

Mi casa tiene dos piezas: en una se duerme y en


otra se come. En la que se duerme está mi cuna y
mi roperito. Y también está la cama grande, con sus
mesas de luz, el ropero, con su espejo, y el tocador.
Mi cuna es blanca y tiene barrotes altos así no
me caigo y me rompo los dientes. En la cabecera de
la cuna mi mamá me colgó el Ángel de la Guarda,
dulce compañía, para que me haga buena y me traiga
lindos sueños.
En mi roperito están los vestidos que mi mamá
me cose y otros que me regala una señora del barrio,
que es riquísima y tiene un hijo bobito. (El bobito es
alumno de mi papá.)

15

También podría gustarte