Módulo 1. - Introducción A La Psicoterapia

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MODULO I.- INTRODUCCIÓN A LA PSICOTERAPIA

TEMA 1.- DEFINICIÓN DE PSICOTERAPIA

TEMA 2.- DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOTERAPIA

TEMA 3.- ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PSICOTERAPIA

El cliente
El psicoterapeuta
La relación terapéutica
El Proceso terapéutico

TEMA 4.- PRINCIPALES MODELOS ACTUALES DE PSICOTERAPIA

Los Modelos Psicodinámicos


Los Modelos Humanísticos-Existenciales
Los Modelos Conductuales
Los Modelos Sistémicos
Los Modelos Cognitivos

Los resultados de la psicoterapia

TEMA 5.- EL MOVIMIENTO INTEGRADOR EN PSICOTERAPIA

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TEMA 1.- DEFINICIÓN DE PSICOTERAPIA

La psicoterapia es la aplicación de la psicología clínica al tratamiento de los problemas


mentales a través de una relación terapéutica.

En general el término psicoterapia se ha aplicado más en el ámbito de la orientación


dinámica (psicoanálisis, terapia humanista,..) mientras que en "psicología clínica" lo han
aplicado los psicólogos cognitivo conductuales a su labor terapéutica. Sin embargo desde
algunos puntos de vista se ha considerado a la psicoterapia como una parte de la
psicología clínica y así la considera el Colegio Oficial de Psicólogos (COP, 1999).

Dentro de la psicoterapia existe una gran diversidad de corrientes, enfoques y conceptos


teóricos aplicados al ámbito psicoterapéutico, que dan origen a otras tantas maneras de
establecer este contexto de comunicación (llegando incluso a configurarse distintos
paradigmas). Sin embargo, dos características que unifican a la psicoterapia son:

o El contacto directo y personal entre el psicoterapeuta y quien le consulta,


principalmente a través del diálogo.
o La calidad de «relación terapéutica» del contexto de comunicación, esto es, una
relación de ayuda destinada a generar un cambio en quien consulta.

Algunas definiciones de psicoterapia generadas desde distintos modelos

Psicoterapia es el uso de cualquier técnica en el tratamiento de trastornos mentales o


inadaptaciones. El término no implica la gravedad del desorden, la duración o intensidad
del tratamiento o la orientación teórica del terapeuta. Pero el término se reserva para el
tratamiento llevado a cabo por un profesional: psicólogo clínico, psuiatr5a o trabajador
social psiquiátrico. (Diccionario de términos psicológicos y psicoanalíticos de English y
English, 1958).

Psicoterapia: término genérico de cualquier tratamiento basado principalmente en la


comunicación verbal y no verbal con el `paciente, específicamente distinto de los
tratamientos electro físicos, farmacológicos o quirúrgicos (Asociación Psiquiátrica
Americana, 1969).

Psicoterapia describe cualquier aplicación intencionada de técnicas psicológicas por parte


del profesional clínico con el fin de llevara a cabo los cambios de personalidad o conducta
deseados (Korchin, 1976).

La psicoterapia es un proceso interpersonal destinado a promover el cambio de


sentimientos, cogniciones, actitudes y conductas que han resultado problemáticas para el
individuo que busca ayuda del profesional entrenado (Strupp, 1978).

Psicoterapia: tratamiento de dificultades emocionales de4 personalidad con medios


psicológicos (Diccionario Enciclopédico de Psicología de Hare y Lamb, 1983).

La psicoterapia es un proceso orientado al cambio que ocurre en un contexto de relación


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profesional, empática, poderosa y contractual. Su razón de ser se centra explicita e


implícitamente en la personalidad de los clientes, la técnica de psicoterapia o ambas
cosas. Afecta a un cambio duradero en múltiples aspectos de las vidas de los clientes. El
proceso es idiosincrático y está determinado por las posiciones preconcebidas de los
pacientes y terapeutas (Zeig y Munion, 1990).

Se entiende por Psicoterapia "todo tratamiento de naturaleza psicológica, que a partir de


manifestaciones psíquicas o físicas de sufrimiento humano, promueve el logro de cambios
o modificaciones en el comportamiento, la adaptación al entorno, la salud física y
psíquica, la integración de la identidad psicológica y el bienestar bio-psico-social de las
personas y grupos tales como la pareja o la familia. El término Psicoterapia no presupone
una orientación o enfoque científico definido, siendo considerado denominativo de un
amplio dominio científico-profesional especializado, que se especifica en diversas y
peculiares orientaciones teóricas, prácticas y aplicadas". (FEAP-Federación Española de
Asociaciones de Psicoterapeutas).

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TEMA 2.- DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PSICOTERAPIA

Las raíces de la psicoterapia se remontan hasta diferentes tipos de saberes desarrollados


en la cultura occidental y procedente de la magia, la medicina, la filosofía y la religión.
Todas estas actividades se refirieren al hecho de que la vida humana es inherentemente
problemática. El hombre se ve enfrentado a vivir consigo mismo y con los demás. Esta
convivencia subjetiva y relacional genera problemas que suele ser clasificados como
conducta anormal o desviada socialmente. Este elemento convivencia junto con el de la
anormalidad ha sido abordado de diferente manera a lo largo de la historia.

Sociedades primitivas

En las sociedades tribales primitivas las explicaciones sobre las causas de la anormalidad
están conectadas a las metáforas sobrenaturales y místicas. Las explicaciones son de tipo
animista. La enfermedad se debe a un fenómeno de posesión, un alma extraña ocupa el
lugar del alma del paciente. La ceremonia terapéutica consiste en un ritual, ejercido por el
hechicero o chaman, por lo general en presencia de la tribu, que tiene por objetivo el
retorno del alma del paciente y la expulsión del alma posesiva. La práctica exorcista
(Ellenberger, 1970) como ejecución de este ritual puede adoptar tres formas:

La primera consiste en expulsar al espíritu maligno mediante procedimientos "mecánicos"


como los ruidos, los malos olores, o incluso golpeando al poseidilla segunda consiste en
transferir el espíritu maligno a otro ser, en general un animal, y la tercera consiste en
intentar extraer el espíritu maligno por medio de conjuros o procedimientos psíquicos
(práctica que luego retomó y normalizo la Iglesia católica).

Las religiones organizadas también desarrollaron sus propias concepciones sobre la


anormalidad y su tratamiento, y sirvieron de base a un pensamiento más racional que
aparece después en Grecia y el mundo antiguo. Las obras de Lao? se en China, Buda en la
India, Tales de Milete y Protutoras en Grecia, aunque aparecen alejadas y divergentes
tienen en común el distinguir entre un mundo "aparente" y otro mundo mas "real o
verdadero".

Grecia y el mundo antiguo

Es en Grecia donde surge el origen de la psicoterapia actual, sus orígenes derivados de su


tradición filosófica y médica. Se produce una transición desde el animismo hasta la
mentalidad racional (Lain, 1958). Aristóteles se refiere a los distintos usos de la palabra,
que se usaba en Grecia para fines curativos. Se refiere a la palabra persuasiva como
ensalmo. Platón habla de cómo el discurso bello produce un estado de armonía en todas
las partes del alma (sophrosyne), que facilita la acción de los productos químicos. Incluso
algunos historiadores han visto en la obra de Platón observaciones sobre las pasiones,
sueños e inconscientes que anteceden al pensamiento de Freud.

Otro aspecto destacable de la sociedad griega era la existencia de las escuelas filosóficas
(pie Academia platónica, Liceo aristotélico, Casa Jardín de Epicuro, etc.) donde se
cultivaban formas o estilos de vida con su propio entrenamiento psicológico, como las
técnicas de autocontrol, recitación, memorización y control de la dieta. Estas escuelas no
solo eran contextos bien estructurados alrededor de una doctrina filosófica sino también,

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como se ha apuntado, formas o estilos de vida. De estas concepciones destacamos las de


Aristóteles que proponía la doctrina de la virtud como forma de llevar a cabo los fines
racionales de la naturaleza humana. La virtud era el medio de establecer el justo término
medio entre dos extremos viciosos. La alternativa estoica (Zenón de Citio, Epicteto,..)
consistía en el control de las pasiones que generaban excesos irracionales. Para ello se
trataba de modificar las falsas opiniones que la generaban (representaciones engañosas de
las cosas) mediante ejercicios escritos o verbales de meditación y concentración (un claro
antecedente de las terapias cognitivas).

Grecia es también una de las principales cunas de la medicina occidental. El pensamiento


racional produjo cambios relevantes en la concepción y clasificación de las enfermedades
y la conducta anormal. Hipócrates (s. IV a. de C.) se contrapone a las concepciones
animistas y atribuye causas naturales a las enfermedades. Son los estados internos del
organismo los que producen las enfermedades. En concreto postula la existencia de cuatro
"humores" (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) que se localizan en determinados
órganos (corazón, cerebro hígado y bazo) y que a su vez se asocian a temperamentos
específicos (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico). La salud resultaría del equilibrio
de tales humores y la enfermedad de su desequilibrio. El tratamiento de tales
desequilibrios era de tipo somático, y aunque se intentaba ganar la confianza del paciente
se obviaba las motivaciones psicológicas. La importancia de este olvido de lo psicológico,
según López Morales (1970), ha limitado la historia posterior de la medicina, que ha
relegado en gran medida los aspectos psicológicos del ser humano.

Galeno (128-200) desarrolló la medicina hipocrática. Dividió las causas de las


enfermedades en orgánicas y mentales. Entre las causas mentales se encontraban las
lesiones de la cabeza, los excesos de alcohol, los temores, cambios en la adolescencia y en
la menstruación y adversidades económicas o amorosas. Ante estos trastornos proponía la
guía de un tutor o pedagogo que aconsejaba como llevar una vida serena, aunque en la
mayoría de los casos era necesario un tratamiento somático.

Edad media y renacimiento

Aunque el modelo galénico de la medicina sobrevivió durante la edad media, fue la Iglesia
la que jugó un papel central al considerar los trastornos mentales como producto de una
voluntad sobrenatural, del diablo. El pecado se constituye en la raíz de todo mal y la
confesión en el procedimiento terapéutico para evitarlo. En este contexto general
predominaron dos tendencias sobre el pecado y su resolución: por un lado estaba la
postura inquisitorial, que alcanzo su auge durante el papado de Inocencio VIII con su
"Sumís desodorantes afectivas"(1484) y la obra de J. Sprenger y K. Kraemer "Malleus
Malleficarum"(1488) que animaban a descubrir y capturar los herejes y brujas y su
"tratamiento”, que podía llegar a la tortura y quema; por otro lado estaban los que
animaban a alejarse del pecado de un modo más personal y humanitario como Melchor
Cano e Ignacio de Loyola.

La obra de Melchor Cano "Tratado de la victoria de sí mismo" propone una guía para evitar
la vida viciosa, centrada en los ejercicios espirituales periódicos que debían durar
prácticamente toda la vida (concebía a la naturaleza humana como débil). Ignacio de
Loyola en sus "Ejercicios Espirituales" mantenía una visión más optimista del cambio
personal. Proponía una guía no solo para los ejercicios espirituales sino también para la

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vida diaria. Desde el punto de vista psicoterapéutico actual, Ignacio de Loyola anticipó
métodos como el manejo de imágenes, jerarquías de acercamiento a problemas y
especificidad de tareas (métodos parecidos a los conductuales actuales).
Otro autor destacable, y contra la corriente dominante de la quema de brujas inquisitorial,
fue el padre Gilberto Gofré que en el siglo XV creó el primer hospital psiquiátrico de
occidente, en concreto en Valencia (1410). En esta institución se potenciaba una terapia
similar a la actual terapia ocupacional.

Siglos XVI al XVIII

Durante el siglo XVI y XVII aparecieron una serie de intelectuales que ofreció un enfoque
más humanista de los enfermos mentales. Jaláis Vives (1492?1540) defiende la causa de
los pobres y marginados, incluso cuando su marginación deriva de la demencia o rareza de
su conducta, y resalta el papel de la expresión de las emociones y sentimientos de los
marginados. Páraselos (1493-1541) rechazo la idea deontológica y enfatizó que las
enfermedades mentales era de naturaleza no divina. En concreto la influencia de los astros
era la que producía el trastorno mental (de ahí el termino lunático usado posteriormente).
El médico Robert Burton (1576-1640) era partidario de las causas psicológicas y sociales
de la enfermedad mental, y realzo las causas emocionales de estos trastornos. Thomas
Sydenham (1624-1689) fue de los primeros en describir las neurosis y de afirmar que la
histeria no estaba ligada a las mujeres exclusivamente.

Paralelamente a los desarrollos anteriores se va humanizando la asistencia de los


enfermos mentales. En el periodo de la revolución francesa Pinel introduce el tratamiento
moral que básicamente consistía en suponer que los problemas mentales derivaban de
conflictos morales; y animaba al personal de los hospitales a contactar con los problemas
de los enfermos a través de actividades ocupacionales, respetando los intereses
particulares...

Siglo XVIII y comienzo del XIX

Desde la óptica de la psicoterapia y la psicopatología, dos son los nombres destacables de


este siglo: F.J. Gall (1758-1826) y A. Mesmer (1758-1826). Gal estaba convencido que
determinadas funciones corporales y emocionales estaban controladas por determinadas
aéreas del cerebro. Incluso los rasgos del carácter derivaban de aéreas especificas del
cerebro. Además afirmaba que la forma del cráneo se relacionaba con el grado de
extensión y preponderancia de las zonas cerebrales, y que en base a ello se podía estudiar
el carácter. A este método de diagnostico le llamó "frenología".

Mesmer, médico vienés, proporciona un empuje clave a lo que después será la


psicoterapia. Su aportación básica consistió en explicar la enfermedad mental como
derivada de una causa natural y no del diablo. Defendió, apoyado por la ciencia de su
tiempo en boga de la electricidad, el magnetismo y la astronomía, que las personas tenían
un fluido en el cuerpo (reminiscencia de la tradición de los cuatro humores hipocráticos)
de carácter magnético que cuando se desequilibraba hacia enfermar a la persona. En un
principio propuso restaurar tal desequilibrio con él, uso de imanes (magnetismo), para
después evolucionar hasta la interacción del magnetismo del terapeuta (Mesmer) y el del
paciente. El método de Mesmer básicamente consistía en la colocación de imanes cerca del
paciente, la ingesta de un fluido de hierro y pases de mano de imanes por determinadas

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zonas corporales. Con este método Mesmer obtuvo cortos éxitos, especialmente ante
síntomas y males de tipo histérico.

El médico británico Jabrid (1795-1860) retomo las practicas magnetistas, pero las
reformuló como producto de un estado neurofisiológico, como un estado de "sueño
nervioso". Para explicar estos fenómenos acuñó el término "hipnosis".

De la hipnosis al psicoanálisis

A principios del siglo XIX, Francia era el centro de los avances médicos en Europa, en
concreto de la neurología. En el contexto de la neurología resurge el interés por la hipnosis
en dos grandes centros o escuelas: La escuela de Nancy con las figuras de Liébault (1823-
1904) y Berheim (1840-1919) y La escuela de la Salpetriere en torno a Charcot (1825-
1893). En ambos centro estudió Freud. Liébeault practicaba la hipnosis sugiriendo a sus
pacientes que le miraran fijamente a los ojos le decía que se iban adormeciendo
gradualmente. Una vez conseguido el estado de somnolencia le indicaba la desaparición de
los síntomas. Con este procedimiento llego a tratar todo tipo de enfermedades. Berheim,
aprendió este método de Liébeault y lo explicó como producto de la sugestión. La
sugestionabilidad era para él una característica común a las personas y era su "aptitud
para transformar una idea en acto". Posteriormente prescindió de la hipnosis y se basó en
la sugestión directa del enfermo, llamando a esta práctica psicoterapia.

La actitud de Charco era marcadamente opuesta a la escuela de Nancy. Aunque practicaba


la hipnosis, la explicaba como un proceso neurológico (Charco era el neurólogo más
famoso de su época). En concreto, investigo la relación entre la histeria y la hipnosis. La
parálisis histérica podía reproducirse y eliminarse bajo hipnosis, según su concepción
porque activaba una lesión neurológica específica; incluso la sugestionabilidad era un
signo de debilidad neurológica.

En esta época, Pujante había estudiado con Charco (como Freud), y se había interesado en
la hipnosis como vía de estudio de la "mente subconsciente". En 1886, aplicó la hipnosis a
un caso de histeria (Lucila), a la que pedía liberar determinadas emociones y recuerdos
(en esto se anticipó unos años a Bremer y Freud en el método catártico).

El método catártico fue descrito por J. Breuer (aunque Janet ya lo practicaba). Este médico
comenzó un trabajo conjunto con Freud de la que fue producto su obra conjunta "Estudios
sobre la histeria (1895) donde aparece el famoso caso de la paciente Ana O. que desarrolló
un cuadro histérico a partir del periodo en que cuidaba a su padre moribundo. Bremer
había comenzado a tratar a esta paciente con hipnosis repetidamente, hasta que la
paciente comenzó a hablar de sus experiencias específicas del pasado en las que había
aparecido el síntoma, desapareciendo este al hacer esto. El procedimiento terapéutico se
fue centrando así en las sesiones hipnóticas donde se animaba a la paciente a hablar sobre
los incidentes relacionados con sus síntomas (método catártico).

Freud (1856-1939),que tenía una solida formación neurológica, y que había aportado
destacables contribuciones a este campo como varios trabajos sobre las parálisis
cerebrales en niños y la neurobiología de la afasia y la agnosia, comenzó su práctica
abordando numerosos casos de histeria. En un principio practicaba el método catártico
que desarrolló con Bremer.

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Su experiencia le confirmó que el método catártico hacia desaparecer los síntomas pero no
que volvieran a aparecer, pues según su concepción, no modificaba la estructura
inconsciente subyacente. Progresivamente fue descubriendo los procesos defensivos del
Yo que rechazaban los recuerdos y emociones insoportables y la importancia de la
relación terapéutica para vencer y trabajar contra tales resistencias inconscientes, lo que
le llevó a abandonar el método catártico y a desarrollar la asociación libre.

Básicamente la asociación libre consistía en sugerir al paciente recostado en un diván


(parte derivada del método hipnótico) que a partir de un tema de su biografía debía hablar
sin ninguna inhibición. Cuando el paciente se bloqueaba, Freud le ponía la mano en la
frente y le indicaba, por su gestión, recordar un hecho. Posteriormente abandono esta
presión y la proposición de un tema especifico y la asociación libre se realizaba sobre el
material que el paciente traía a consulta, indicando el terapeuta solo la regla de la
asociación libre. Este método constituyo la base del psicoanálisis.

El desarrollo de la psicoterapia hasta la actualidad

La psicología clínica se constituye en los Estados Unidos a principios del siglo XX. En
Europa la concepción dominante del tratamiento era médica o bien derivada de la
orientación psicoanalítica freudiana o de sus "desviaciones" (Adler, Jung, etc.), que tuvo
una buena acogida en Estados Unidos en los medios psiquiátricos (no tanto en los
psicológicos).

En el campo de la psicología a partir de las dos guerras mundiales la intervención de los


psicólogos en los asuntos sociales y públicos fue creciendo. En un primer momento en la
selección de personal para el reclutamiento y selección de puestos, y progresivamente se
fue reivindicando una labor más allá de la puramente psicodiagnóstica. La psicoterapia
paso a ser un campo de trabajo de los psicólogos, que adoptaron inicialmente en su
mayoría la orientación psicoanalítica.

A partir de la segunda guerra mundial comienza a reconocerse socialmente el trabajo


psicoterapéutico de los psicólogos, y en la conferencia de Boulder (1949, Colorado, EEUU)
se define el rol del psicólogo clínico que debe de recibir formación en tres áreas:
diagnóstico, investigación y terapia. Poco después la Asociación de Psiquiatría Americana
defiende que la psicoterapia solo debe de ser practicada por médicos psiquiatras. En este
contexto se genera el inicio de las polémicas entre ambas profesiones.

Los psicólogos comienzan a generar modelos terapéuticos ajenos al psicoanálisis


(dominante entre los psiquiatras americanos) y los presentan como alternativas a este.
Carl Roger sobre 1943 crea la terapia centrada en el cliente como una alternativa nueva de
psicoterapia, e inicia un proceso de investigación sobre la relación terapéutica (grabación
de las sesiones, análisis del proceso y contenido, etc.). Desde el ámbito académico se
acentúa el conductismo y la terapia de conducta. Desde este último punto de vista se
propone que los tratarnos mentales sin base orgánica son trastornos aprendidos,
derivados de las leyes del condicionamiento y por lo tanto susceptibles de ser modificados
en base a procedimientos de re aprendizaje.

Los conductistas Eysenck, Skinner y Wolpe van a desarrollar esta nueva concepción de la
psicoterapia. Eysenck (1952) cuestiona la efectividad de la psicoterapia psicoanalítica que

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refiere equiparable al no tratamiento, incluso inferior. Skinner desarrolla su paradigma de


condicionamiento operante, y en su obra "Ciencia y conducta humana"(1953) llega a re
explicar la psicoterapia como efecto del condicionamiento operante substituyendo los
mecanismos intrapsíquicos por principios de aprendizaje. Wolpe a partir de su obra
"Psicoterapia por inhibición reciproca"(1958) demuestra como la terapia conductista es
aplicable y efectiva en el tratamiento de las neurosis, sin necesidad de recurrir a los
procedimientos largos y costosos de la terapia psicoanalítica. Todo ello sirve a los
psicólogos para alimentar sus deseos de autonomía en esta época de reivindicaciones
teóricas y laborales.

El enfoque conductista se hace dominante hasta los años sesenta en los ámbitos
académicos de América y Europa, y en gran parte de los clínicos (mas entre los
psicólogos). En esta época sin embargo, comienza a ser cuestionado por parte de los
propios psicólogos que le atribuyen, reconociendo su efectividad potencial en muchos
casos, una imagen del hombre demasiado mecanizada y olvidada de los aspectos más
subjetivos.

Ante este clima de insatisfacción se produce un doble rechazo, por un lado del modelo
psicoanalítico que se considera excesivamente especulativo (aunque rico en aportaciones)
y del conductista (potencialmente efectivo) que se considera demasiado reduccionista y
mecanicista. Las nuevas alternativas son la psicología humanista, entre las que destaca C.
Rogers, que llega a expandirse en EEUU, aunque poco en Europa; el modelo sistémico de
terapia familiar (Bate son, Jackson, Halley, Minucia, etc.) y el modelo cognitivo (Ellis, Beck,
Meichenbaum, Mahoney, etc.), a los que nos referiremos en otro apartado de este capítulo.

En los últimos años las tendencias más actuales en el campo de la psicoterapia son: (Seixas
y Miró, 1993):

1. La tendencia a la investigación de resultados:La constatación de que la


psicoterapia es más efectiva que el placebo y el no tratamiento, pero que
prácticamente todos los enfoques o modelos son igualmente de efectivos.
2. La tendencia, impulsada sobre todo por el hecho anterior, hacia la búsqueda de
modelos eclécticos e interactivos que den cuenta del hecho anterior o seleccione el
tipo de terapia en función del cliente, problema, terapeuta especifico.
3. La tendencia creciente hacia la terapia breve en base a criterios de economía
terapéutica y social bajo criterios de efectividad y eficiencia.

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TEMA 3.- ELEMENTOS ESENCIALES DE LA PSICOTERAPIA

3.1.- El cliente

El cliente en oposición a paciente

El término paciente se utiliza más frecuentemente en el contexto asistencial, y refleja la


visión del modelo médico. Este término conlleva implícitamente la imagen de un enfermo
que padece y un profesional que tiene medios para curar, con lo que el “paciente” queda
relegado a una posición pasiva, contraria a lo deseable en psicoterapia.

El término cliente no implica esa idea de pasividad aunque tampoco resulta muy
satisfactorio por la imagen excesivamente mercantil que transmite.

El uso de uno u otro término viene frecuentemente determinado por el modelo


terapéutico del que se parte. El término cliente se asocia generalmente al enfoque d de
Carl Rogers y los modelos humanísticos- existenciales.

Para muchos el uso del término cliente puede resultar chocante y contrario al espíritu de
la psicología humanista. El motivo de abandonar el término paciente viene dado por la
connotación del vocablo, relacionado con la patología, lo cual implica una relación
asimétrica en donde el enfermo busca la ayuda de un superior, el terapeuta o sanador. La
contrapropuesta es que no existe tal cosa como la enfermedad mental, sino formas
disfuncionales de vivir.

El solicitante de un servicio o proceso psicoterapéutico toma así el término cliente, ya que


es una persona activa en la solución de su problema y, como parte de esa búsqueda activa,
ha decidido iniciar este proceso psicoterapéutico. Dentro de la relación terapéutica, cliente
y psicoterapeuta tienen por tanto el mismo "estatus", de modo que el cliente es totalmente
libre para dirigir por medio de la psicoterapia su propio camino de desarrollo personal.

Nosotros optamos por el término de cliente porque este no implica la idea de pasividad.

En un sentido operativo el cliente o paciente en psicoterapia es una persona que acude a


los servicios psicoterapéuticos porque siente la necesidad de realizar cambios en su forma
de relacionarse consigo mismo y con el mundo, cambios que no puede realizar por sí
mismo, que no puede resolver la situación por sí sola. y que requieren la ayuda de una
persona especialmente preparada.

Los clientes tienen en común que, experimentan algún tipo de dificultad, malestar o
trastorno, lo suficientemente importante como para provocar un deseo consciente de
cambio.

Es frecuente que los clientes acudan a la terapia con expectativas poco realistas, es decir,
buscando que el terapeuta les dé "la" solución a sus problemas, sin embargo, "el proceso
de terapia se diseña, no para cambiar a los pacientes, sino para ayudarles a que se cambien
a sí mismos" ya que por otro lado, la psicoterapia intenta incrementar el sentimiento de
competencia personal.

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Existen muchos casos en los que la persona que solicita la psicoterapia no es la que sufre el
síntoma. Otros en los que no se acude por decisión o iniciativa propia (niños, menores de
edad, incapacitados, psicoterapia en contextos judiciales o instituciones cerradas de salud
mental). Por ello es necesario distinguir entre:

Demandante: Aquel que determina que es necesaria la intervención de un


profesional de la psicoterapia.
Paciente identificado (PI): Portador del síntoma o problema.

Cuando el demandante y el PI no coinciden, la psicoterapia resulta más compleja, pues,


requiere un análisis más completo del sistema o triángulo entre demandante, PI y
terapeuta.

En muchos casos, el demandante es un miembro de la familia del PI, por lo que el modelo
sistémico propondría el trabajo con el sistema familiar.

Hay algunos aspectos a tener en cuenta respecto al cliente como son:

Por una parte la persona que se esta plantenaado el acudir a consulta de un


psicoterapeuta tiene que pode admitir que ella no puede resolver la situación por
sí misma, lo cual conlleva un sentimiento de cierta incapacidad o el reconocimiento
de cierto fracaso personal, Pero por otro lado, va a ingresar en un proceso, el
psicoterapéutico, en el que lo que interesa es incrementar el sentimiento de
competencia personal. Esta situación, aunque pu4ede no afe4ctar aw algunas
personas que ven el hecho de pedir ayuda como una forma aceptable de resolver el
problema, para otras puede resultar muy invalidantre, hasa el punto de acudir a
consulta en un intento de preservar su autoimagen.

Por otra parte, el hecho de iniciar una psicoterapia provoca ansiedad. Esta
ansiedad, puede relacionarse, con la falta de referentes que existen en nuestra
cultura sobre lo que es una psicoterapia. La mayoría de las personas tenemos
esquemas acerca de lo que sucede en la consulta de los médicos pero no sucede lo
mismo con la consulta del psicoterapeuta ya que los indicadores culturales
disponibles frecuentemente son anecdóticos; parten del cine, la literatura o la
experiencia de un amigo por lo que suelen despertar expectativas poco realistas.

3.2.- El psicoterapeuta

A la pregunta de que es un psicoterapeuta respondemos que es aquella persona que


práctica la psicoterapia. A la pregunta de quienes son los que practican la psicoterapia
tememos dos planteamientos distintos: 1) los requisitos formales que se requieren para
ser socialmente autorizado como psicoterapeuta y 2) Desde el punto de vista de las
características personales asociadas con la elección de la profesión de psicoterapeuta.

Desde el punto de vista de los REQUISITOS FORMALES para ser socialmente autorizado
como psicoterapeuta, conviene tener presente que la profesión de psicoterapeuta es muy
reciente (mediados del siglo XX). Tradicionalmente el papel de psicoterapeuta se ha
ejercido en el marco de la medicina, la pedagogía, la asistencia social, la religión, y por otro

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lado en la práctica cada una de estas profesiones necesita recurrir actualmente los
conocimientos y técnicas psicoterapéuticas.

A la psicoterapia se le ha considerado y llamado “la quinta profesión” ( Henry, Sims y


Spray, 1971) por el hecho de reconocer que la psicoterapia comparte aspectos
importantes con las profesiones anteriormente mencionadas y que no puede identificarse
correctamente con ninguna de ellas. En la actualidad la psicoterapia se esta consolidando
como una profesión autónoma.

3.2.1.- La formación de los terapeutas

La consolidación de la psicoterapia como profesión autónoma, lleva consigo el problema


de la formación del psicoterapeuta:

Tradicionalmente de realizaba dentro de los contextos profesionales que habían asumido


la psicoterapia entre sus funciones y actualmente, en el marco de la psicología científica.

Hay aspectos básicos de la formación de los psicoterapeutas, sobre los que existe un
consenso razonable, pero otros aspectos, resultan específicos de cada modelo
psicoterapéutico.

Estos aspectos básicos son:

Poseer conocimientos específicos sobre los procesos de aprendizaje,


La dinámica de la personalidad,
Los procedimientos y técnicas de evaluación psicológica,
La psicopatología,
Los principios de interacción social,
Los procesos cognitivos y emocionales,
El desarrollo durante el ciclo vital, etc.

Como ejemplos de formación específica desde algunos modelos terapéuticos


mencionamos:

1. El psicoanálisis personal y didáctico antes de que el futuro psicoanalista pueda


ejercer es una formación considerada imprescindible desde el punto de vista
psicoanalítico.
2. Rogers (1972) establece cuatro fases en la formación de terapeutas centrados en el
cliente.
La primera fase hace hincapié en el esclarecimiento de las actitudes del
aspirante a terapeuta, antes de centrarse en los aspectos técnicos. El deseo
de querer ser terapeuta rogeriano debe ser resultado de un proceso de
descubrimiento personal que no puede ser fomentado desde fuera de
ninguna manera.
La segunda fase hace énfasis en las técnicas una vez que se han aclarado las
actitudes del estudiante.
La tercera fase considera justo proporcionar al estudiante una experiencia
propia de la terapia, si es posible haciendo que él mismo se someta a ella
en condición de cliente.

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La cuarta fase señala que el estudiante debe ejercer la práctica


psicoterapéutica desde el momento mismo en que ésta sea practicable.

3.2.2.- Características del terapeuta,

Rosemberg sintetiza brillantemente la participación y el rol del terapeuta "El terapeuta es


la verdadera persona que realmente comprende las vacilaciones y debilidades del cliente y
las acepta, sin intentar negarlas o corregirlas. Acepta, aprecia y valora al individuo íntegro,
dándole, incondicionalmente, seguridad y estabilidad en las relaciones que necesita para
correr el riesgo de explorar nuevos sentimientos, actitudes y conductas. El terapeuta
respeta a la persona tal como es, con sus ansiedades y sus miedos, por lo que no le impone
criterio alguno sobre cómo debe ser. La acompaña por el camino que ella misma se traza, y
participa como elemento presente y activo en este proceso de auto creación, facilitando en
todo momento la percepción de los recursos personales, y de los rumbos seguidos en el
camino, tal y como la persona los vivencia" (Rogers y Rosemberg, 1981; Págs. 75-76).

Con relación a las características personales de los que practican la psicoterapia, Guy ha
realizado una sistematización sobre su investigación.

Motivaciones funcionales (beneficiosas) para el ejercicio de la profesión:

Interés natural por la gente y curiosidad sobre sí mismos y los demás.


Capacidad de escuchar ya que es uno de los instrumentos curativos del
psicoterapeuta.
Capacidad de conversar. El conversar resulta al psicoterapeuta algo reforzarte y
reconfortante.
Empatía y comprensión. Debe ser capaz de reflejar el significado y la motivación de
la conducta, los pensamientos y los sentimientos de sí mismo y los demás.
Capacidad de discernimiento emocional: Promueve una actitud natural que facilita
la curación psicoterapéutica de los demás.
Capacidad introspectiva: Facilita la autoexploración del cliente.
Capacidad de autonegación: La tarea requiere que el terapeuta deje a un lado sus
propias necesidades personales, y se centre exclusivamente en las necesidades del
paciente.
Tolerancia a la ambigüedad: Capacidad para soportar lo desconocido, las
respuestas parciales y las explicaciones incompletas.
Capacidad de cariño. Poseen una actitud de paciencia y cariño hacía los demás, a
menudo acompañadas con una actitud no crítica que les permite aceptyar a las
personas como son.
Tolerancia a la intimidad: El deseo de intimidad, contacto y cercanía con otras
personas parece ser otra motivación importante y que resulta beneficiosa para la
práctica de la psicoterapia.
Confortable con el poder: Aunque, debe saber evitar la trampa de sentirse
omnipotente.
Capacidad de reír: El humor, cuando se expresa en el momento oportuno, tiene
ciertas propiedades curativas.

Motivaciones disfuncionales (perjudiciales) para el ejercicio de la profesión:

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Aflicción emocional: La naturaleza misma de la formación en psicoterapia


promueve la introspección, el discernimiento emocional y la reorganización
psicológica. Si todo ello conduce a que el futuro psicoterapeuta soluciones sus
traumas y un nivel superior de funcionamiento, es posible que estas personas sean
los mejores psicoterapeutas. Sin embargo, si ello no es así, el futuro psicoterapeuta
puede desarrollar un deseo mesiánico de compartir vicariamente la curación de
otros, cuando la propia parece inalcanzable, lo que puede distorsionar seriamente
la distancia terapéutica.
Manejo vicario: Bugental sugiere que muchos se deciden por ésta profesión, como
una forma de tratar vicariamente con las contingencias y realidades de la vida.
Soledad y aislamiento: Una proporción considerable elige la profesión para
superar una profunda sensación de soledad (60%). La profesión, debido a la
unidireccionalidad de la relación, permite satisfacer la necesidad de contacto e
intimidad en un contexto estructurado y seguro. Esta motivación resulta
perjudicial para el ejercicio de la profesión.
Deseo de poder: Si el terapeuta no consigue una distancia apropiada del poder, la
idealización del mismo que realiza el cliente puede producir en el terapeuta una
tendencia general hacia la agresividad, el dominio y la explotación de los demás en
sus relaciones personales. De igual modo aquellos terapeutas que sienten la
necesidad de influir, controlar, convertir a los demás, pueden tener dificultades a
la hora de respetar el derecho y la responsabilidad del cliente de tener su propia
opinión y autonomía y pueden convertir la relación terapéutica en una plataforma
de debate, confrontación e influencia.
Necesidad de amor: Puede ser perjudicial cuando va acompañada de un afán
mesiánico, o cuando el psicoterapeuta entiende que su amor y aceptación, son
agentes curativos por sí mismos.
Rebelión vicaria: Bugental indica que para algunos, ésta profesión, representa una
oportunidad para expresar sus necesidades y rebelarse y atacar a la autoridad.

La elección de la profesión de psicoterapeuta, se ha estudiado también en relación con


determinadas condiciones familiares.

Aunque no existe un perfil característico de las familias de origen, Guy indica que:

La madre, generalmente, se describe como la figura central de la casa, mientras que


el padre se presenta como pasivo y sin interacción emocional intensa con el hijo.
Madre con tendencia a comunicar al futuro psicoterapeuta sus propios problemas,
forzando en el niño el proceso de maduración emocional y cognitiva.
Situaciones en los que el futuro psicoterapeuta se ve implicado en los problemas
entre los padres.

En resumen, familias en las que la situación de reciprocidad emocional ha estado alterada,


facilitando así una forma de relacionarse con los demás en la que se es muy sensible a las
necesidades de los otros, mientras que, a la vez, se aprende a silenciar la expresión de las
propias necesidades.

Desde los años 40, en la Escuela de Rogers, la investigación empírica en psicoterapia, se ha


dirigido a aislar las variables del terapeuta asociadas a un buen resultado
psicoterapéutico.

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Las características personales que Rogers considera necesarias en todo buen terapeuta
que intente instrumentalizar su enfoque son las siguientes:

a) Capacidad empática

b) Autenticidad

c) Consideración positiva incondicional.

Ello induce a pensar que el terapeuta centrado en el cliente no puede ser una persona
común y corriente, sino alguien especial, que cuenta con la tranquilidad y la coherencia
internas propias de la persona autorrealizada, autorrealización que intentará contagiar al
cliente. Sin embargo, no debe verse al terapeuta como una persona superior; es alguien
que sencillamente ha logrado dar libre paso a su capacidad de actualización, y que por lo
mismo puede manejar con más eficacia y productividad su campo experiencial y ayudar a
que los otros también lo hagan.

Los rasgos mencionados no son innatos o imposibles de aprender. Rogers y Kinget (1971)
consideran que hasta una persona autoritaria puede desarrollar actitudes no directivas; lo
principal, el inicio digamos, es el deseo real de querer adoptarlas. El proceso restante
viene solo y se adquiere en la práctica terapéutica, aunque puede ser catalizado a través
del entrenamiento.

En la actualidad, el avance en la investigación ha permitido "manualizar" los modelos


terapéuticos de forma que, el nivel de competencia en la aplicación de las técnicas
(variable del terapeuta), ha mostrado tener una relación positiva con el éxito de la terapia.
Y, el nivel de competencia, no depende tanto de las cualidades personales del terapeuta,
como de su formación y práctica en el manejo de las técnicas psicoterapéuticas.

El sistema terapéutico ó equipo terapéutico, incluye más elementos que el terapeuta: Rol
del co-terapeuta (figura que trabaja de forma coordinada con el terapeuta, al mismo nivel
o en un nivel más secundario).

Este equipo se caracteriza por compartir parte de la responsabilidad terapéutica:

Asesorando al terapeuta a partir de sus comentarios acerca del caso (sesiones


clínicas),
Observando el proceso directamente (vídeo o espejo unidireccional), o bien,
Participando de forma simultánea en el proceso.

Han sido principalmente los modelos sistémicos los que han desarrollado éstas
modalidades.

Figura del supervisor o contexto de supervisión: Consulta de un caso terapéutico a un


terapeuta considerado más experto, por su mayor experiencia, prestigio, o por la distancia
en que se sitúa al no estar implicado directamente en el caso.

Se puede distinguir entre:

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Supervisión directa: El supervisor observa desde un monitor o espejo


unidireccional el trabajo del terapeuta.
Supervisión indirecta: Se realiza con posterioridad y parte del relato del terapeuta.

En un sentido general, independientemente de su orientación, el terapeuta tiene que:

a. Formular alguna hipótesis acerca del problema del cliente.


b. Tomar decisiones acerca de qué hay que hacer primero y qué hay que hacer
después.

Tanto para a) como para b), necesita funcionar a partir de un modelo terapéutico.

3.3.- La relación terapéutica

Para que la relación sea terapéutica, debe ser diferente de otras relaciones en la vida del
cliente. La diferencia esencial reside en que se trata de una relación profesional en la que
el terapeuta se interesa genuinamente por el cliente, pero no forma parte de sus relaciones
interpersonales cotidiana. Existe un consenso generalizado en cuanto a que el terapeuta y
el cliente no mantengan ningún otro tipo de relación fuera de las sesiones terapéuticas.De
este carácter profesional, se desprenden otras características tales como:

Asimetría: Porque se inicia a partir de la demanda del cliente y se centra en sus


necesidades. Además, al terapeuta se le retribuye su trabajo.

Honorarios.

Encuadre terapéutico: La relación terapéutica al ser una realción profesional requiere un


encuadre específico. Se refiere al conjunto de reglas fijadas por el terapeuta para hacer
viable la psicoterapia. Y que contribuye a alejar la confusión de roles. Este encuadre
Incluye:

Duración y frecuencia de las sesiones.


Lugar donde se realizan.
Vacaciones.
Honorarios (en el contexto privado)
Cualquier otro detalle que afecte al desarrollo de la psicoterapia.

Independientemente del encuadre externo mencionado anteriormente, desde el modelo


psicoanalítico se habla del encuadre interno o actitud del analista que de llevaría a
describir cuáles son las actitudes que cada modelo considera necesarias para una
adecuada relación terapéutica

Los diferentes modelos terapéuticos sugieren visiones diferentes de lo que debe ser la
relación terapéutica:

En el modelo psicoanalítico deben ser actitudes neutrales y de reserva que faciliten


en proceso transferencial.
Modelo humanístico-existencial: Calidez personal mediante las actitudes de
empatía, consideración positiva y autenticidad del terapeuta.
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Modelo conductual: Propone al terapeuta como objeto de modelamiento y


reforzador de las conductas apropiadas.
Modelo cognitivo: Propone una relación de guía orientador.
Modelo sistémico: Sugiere que el terapeuta se sitúa en una posición equidistante
con relación a las posturas de los distintos miembros de la familia (u otros
implicados).

Bordin sugiere la noción de alianza terapéutica que aunque se origina en el modelo


psicoanalítico, es generalizable a otros modelos.

Componentes:

1. Vínculo establecido entre el cliente y el terapeuta: Su calidad determina el tono


emocional de la vivencia que el cliente tiene del terapeuta, que influye en su
colaboración con el proceso terapéutico.
2. Acuerdo sobre los objetivos de la terapia: A veces, el cliente presenta un síntoma y
está más interesado en resolverlo que en entender su origen.
3. Acuerdo sobre las tareas de la terapia: Medios para conseguir los objetivos.

Los 3 componentes no son independientes sino que se influyen mutuamente.

Para ilustrar el carácter esencial de la relación terapéutica en la prácticahacenos mención


a Orlinsky y Howard los cuales nos indican que: "La cualidad positiva del vínculo relacional,
está más claramente relacionado con la mejora del paciente que cualquiera de las técnicas
de tratamiento particulares utilizada por los terapeutas”.

Debido a la naturaleza de las comunicaciones que se establecen dentro de la relación


psicoterapéutica, hay temas significativos de privacidad o confidencialidad de la
información intercambiada, que remite a consideraciones éticas para el ejercicio de la
psicoterapia (código deontológico).

Las relaciones entre el profesional y el cliente se caracteriza por la confianza


subyacente en las mismas. Producto de la confianza es la confidencialidad, que en
el plano jurídico se interpreta como "una obligación para el profesional que tiene su
causa en el contrato suscrito con el cliente, tal cual es la obligación de guardar
secreto profesional".
Por otro lado, debemos destacar que el profesional es "confidente necesario" de tal
forma que el cliente no le suministra una información voluntariamente sino que se
ve obligado a ello para conseguir del profesional una adecuada prestación de su
servicio.
La esfera del "confidente necesario" comprende todas aquellas profesiones de la
que deriven obligaciones de sigilo o reserva (médicos, psicólogos, abogados,
notarios, docentes...)

3.3.1.- El secreto profesional tiene una condición moral y otra jurídica.

A) Desde el punto de vista moral, las normas deontológicas profesionales son las
encargadas de materializar y regular el derecho y el deber de guardar el hecho conocido

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cuando éste pueda producir resultados nocivos o injustos sobre el cliente si se viola el
secreto profesional.

El Colegio de Psicólogos de Las Palmas desarrolla en el artículo 40 de su Código


Deontológico, este deber ético-profesional, indicando que "toda información que el/la
Psicólogo/a recoge en el ejercicio de la profesión, sea en manifestaciones verbales expresas
de sus clientes, sea en datos psicotécnicos o en otras observaciones profesionales practicas,
está sujeta a un deber y a un derecho de secreto profesional del que sólo podrá ser eximido
por el consentimiento expreso del cliente. El/la Psicólogo/a velará porque sus eventuales
colaboradores se atengan a este secreto profesional".

El Colegio profesional en cumplimiento de esta disposición deontológica se encargará de


velar por el cumplimento de este derecho y expedientar, en su caso, tras el procedimiento
adecuado, a aquellos profesionales que infrinjan con su actuación este, también, deber.

En definitiva, las normas sectoriales deontológicas al regular el secreto profesional busca


la defensa de sus intereses corporativos-gremiales, centrados en la idea de rectitud del
ejercicio profesional.

B) En el ámbito legal, esta obligación del profesional a guardar secreto está recogida tanto
por normas de orden jurisdiccional civil como penal, quien identifica la obligación de
guardar secreto profesional con una obligación legal, desde el momento en que la materia
del mismo se refiriera a la intimidad familiar y personal.

Y así, en cuanto a la protección civil de este derecho el artículo 1258 del Código Civil
establece que "las partes quedan obligadas no sólo a lo expresamente pactado sino a las
consecuencias que pudieran derivarse de la ley, los usos y la buena fe", y la Ley Orgánica de
Protección Civil al Honor, a la Intimidad y a la Propia Imagen indica que "tiene la
consideración de intromisión ilegítima la revelación de datos privados de una persona o
familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial de quien los revela".

Esta cobertura legal otorga al afectado la posibilidad de reclamar el daño causado por
dicha intromisión en el orden jurisdiccional civil en el que se determinarán los daños y
perjuicios causados por tal infracción.

Por otro lado, el secreto profesional con relación a los profesionales liberales goza también
de protección en nuestro Código Penal, y así en su artículo 199. dispone: 1."El que revelare
secretos ajenos, de los que tenga conocimiento por razón de su oficio o de sus relaciones
laborales, será castigado con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce
meses. 2. "El profesional que, con incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva,
divulgue los secretos de otras personas, será castigado con la pena de prisión de uno a cuatro
años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión por
tiempo de dos a seis años".

El artículo 199.1 se refiere a las conductas delictivas practicadas por un asalariado o


trabajador dependiente y el 199.2 se recogen todos los supuestos de ejercicio profesional
que requieran de titulación académica o título oficial. Distingue, además, el Código penal
entre el hecho de revelar (punto 1) y el de divulgar (punto 2) para ampliar las penas

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impuesta. En definitiva tanto uno como otro se refiere a todo profesional que realice el
tipo descrito, es decir, quebrantamiento de la obligación de guardar secreto.

Ahora bien, sólo se utilizará la acción penal para aquellos supuestos en que la materia
objeto del secreto coincida con la esfera protegida por el derecho a la intimidad, debiendo
el profesional actuar con sigilo con aquella información que traspasa los límites de la
intimidad familiar y personal.

El art.199.2 no enumera o concreta los profesionales obligados por su contenido y por lo


tanto sujetos activos del delito, con lo que la doctrina y jurisprudencia establecen criterios
delimitadores para identificar a estos profesionales:

a) Carácter necesario de la prestación de servicios profesionales que genera una


esfera de confidencialidad en la que nace el deber de sigilo y convierte al
profesional en "confidente necesario".

b) Debe tratarse de un deber de sigilo instituido por normas legales o


reglamentarias generales de carácter estatal o autonómico.

Los conceptos generales reseñados adaptados al psicólogo se pueden resumir de la


siguiente forma:

- Las normas Deontológico, aprobadas por el Colegio Profesional regula como derecho y
como deber ético profesional del psicólogo la obligación de guardar secreto profesional
por la información recibida en el ejercicio de su profesión, en defensa de los intereses
profesionales y garantía de la profesionalidad de sus colegiados en la sociedad. La
violación de este derecho implica la apertura de un expediente administrativo con
resultado de sanción.

- El cliente afectado por la revelación o divulgación de datos que afectan a su vida personal
y familiar, puede reclamar los perjuicios causados tanto ante la jurisdicción civil como
penal en la forma referida anteriormente; la diferencia entre una y otra es que la vía penal
se debe centrar exclusivamente en aquellos datos revelados que afectan a la vida familiar o
personal, mientras que la vía civil puede ser utilizada por revelar información que exceda
de estos límites (por ejemplo de carácter patrimonial...).

3.3. 2.- Algunas cuestiones sobre el secreto profesional del psicólogo

Los derechos fundamentales realmente protegidos mediante el secreto profesional son los
derechos al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, son
intromisiones ilegítimas básicamente fundadas en el sentimiento subjetivo de quien las
padece al ver desvelada su intimidad o puesta en entredicho su reputación o buen nombre,
desmereciendo o creyendo desmerecer en la consideración ajena.

Tras el análisis general, del concepto, naturaleza, y regulación jurídica de la figura del
secreto profesional, desarrollaremos algunas cuestiones de apoyo al psicólogo colegiado
en nuestro colegio profesional:

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1) ¿Qué elementos concurren para que el profesional quede obligado a la


confidencialidad de la información recibida?

Se podría resumir en estos tres elementos a) carácter oculto del hecho, es decir su
desconocimiento por la generalidad de las personas b) estar destinado a
permanecer oculto. c) Que el hecho se haya conocido por razón de la profesión.

2) ¿La obligación de guardar secreto sólo alcanza al profesional?

No, también a todas aquellas personas que, de alguna forma, colaboren


laboralmente con el profesional y tengan, en consecuencia, acceso a la información.

3) ¿Puede el psicólogo revelar los hechos protegidos por el secreto profesional, sin
incurrir en violación del mismo, con autorización del titular de la información?

Sí. El cliente titular de la información puede autorizar al profesional de forma


expresa que desvele la información de carácter personal y familiar que le ha
transmitido. Ahora bien, si dicho consentimiento es revocado por el afectado, el
profesional estará obligado a cesar en la divulgación, naciendo desde ese mismo
momento otra vez la obligación de guardar secreto profesional.

4) El secreto profesional ¿exime de concurrir al llamamiento judicial?

No, cuando el psicólogo es citado en legal forma debe concurrir al llamamiento


judicial, ya que de lo contrario se infringiría el artículo 410 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal "de concurrir al llamamiento judicial para declarar cuanto
supiere sobre lo que les fuere preguntado..." y supondría un delito de desobediencia.

5) ¿Debe el profesional contestar todo aquello que le pregunte la autoridad


judicial?

No, una vez en presencia del Juez, el psicólogo podrá alegar el secreto profesional,
pero sólo a las preguntas que se le formulen que puedan afectar a la intimidad y
vida privada de sus clientes, y no cuando se refiere a cualquier otro tipo de facetas
y actividades, como por ejemplo las comerciales, económicas o patrimoniales.

6) ¿Exime el secreto profesional de la obligación de denunciar un hecho delictivo?

No, aunque se haya llegado al conocimiento del mismo por razón de la profesión.
El derecho al secreto debe ceder ante el deber de declarar y denunciar delitos que
atenten o pongan en peligro la vida, la integridad, la libertad o la seguridad de las
personas

7) ¿Cesa el secreto profesional cuando la relación cliente-psicólogo termina?

No, porque equivaldría a poner en manos del psicólogo un instrumento para


mantener "cautiva" a la clientela por el temor a que los secretos que ha conocido
pueda airearlos en cualquier momento.

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8) ¿Puede el profesional acogerse al secreto profesional en la relación con la


Administración tributaria?

En principio, toda persona natural o jurídica, pública o privada, estará obligada a


proporcionar a la Administración tributaria toda clase de datos, informes o
antecedente deducidos de sus relaciones profesionales, ahora bien, según el
Reglamento de Inspección Tributaria, la obligación de los procesionales de facilitar
información con trascendencia tributaria a la Administración tributaria no
alcanzará los datos privados no patrimoniales que conozca por razón del ejercicio
de su actividad, cuya revelación atente al honor o a la intimidad personal y familiar
de las personas.

Es importante aclarar con relación a lo expuesto que nunca se entenderán


comprendidos en el secreto profesional la identidad de los clientes y los datos
relativos a los honorarios satisfechos por ellos como consecuencia de los servicios
recibidos, ya que, como ha informado el Tribunal Constitucional, este deber de
informar resulta justificado por el deber general de sostenimiento de los gastos
públicos con arreglo al artículo 31 de la Constitución.

9) La obligación de guardar secreto existe para el cliente o sus familiares?

Para el cliente es indudable que no, pues existe un deber de información absoluta,
ahora bien, para los familiares, sólo si el titular de la información es un menor o
incapacitado el psicólogo tendrá la obligación de informar a sus tutores o
progenitores.

10) En cuanto al área de investigación o docencia desarrollada por el psicólogo,


¿cómo le afecta el secreto profesional?

La docencia o la investigación obliga de forma justificada al profesional a romper la


obligación de guardar el secreto profesional, no obstante esta ruptura no es total,
ya que aunque está facultado para exponer cuestiones propias del ámbito
confidencial de sus clientes, éstas se harán sin desvelar la identidad del mismo.

11) ¿Qué ocurre con los informes psicológicos solicitados a petición de


instituciones u organizaciones?

Estos informes estarán sometidos al mismo deber y derecho general de


confidencialidad, con lo cual tanto el profesional de la psicología como la
administración solicitante estarán obligados a no darle difusión fuera del estricto
marco para el que fueron recabados.

3.4.- El proceso terapéutico

Cuando hablamos del proceso terapéutico hacemos referencia a un conjunto de procesos


psicosociales que tienen lugar desde el inicio al fin de la psicoterapia. La concepción del
proceso terapéutico depende en gran medida del modelo psicoterapéutico que se adopte.
Sin embargo, existen algunos planteamientos que abarcan el proceso psicoterapéutico en

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general, independientemente de un modelo terapéutico especifico, son concepciones


abstractas y generales de las fases del proceso terapéutico.

C. Rogers (1902-1987) propone un rechazo a la autoridad del terapeuta, poniendo una


confianza radical en el cliente, que sería capaz de dirigir su propia vida hacia la
autorrealización. En consecuencia, el terapeuta se basa en la no directividad. Su influencia
va más allá del humanismo y afecta a muchas áreas de la psicoterapia y la psicología, como
en los grupos, las organizaciones y en general, en todo tipo de situaciones en las que están
implicadas las relaciones interpersonales, como la enseñanza, los negocios o las relaciones
familiares y de pareja. Destacó también por sus investigaciones acerca del proceso
terapéutico, utilizando la audio-grabación de las sesiones como un instrumento
fundamental y propone que el proceso terapéutico tendría tres etapas básicas:

1. catarsis,
2. insight
3. acción

En esta dirección, llegó a determinar las condiciones necesarias y suficientes para el


cambio terapéutico. Con la publicación de la obra Client Centered Therapy (1951) (trad.
Terapia Centrada en el Cliente, se convierte en uno de los teóricos más destacados del
campo de la psicoterapia. En los últimos años, prefirió denominarlo Enfoque centrado en
la persona.

Enmarcada dentro de la llamada "tercera fuerza", la psicoterapia "rogeriana" es el enfoque


que mayor influencia ejerce actualmente sobre los psicoterapeutas y consejeros
norteamericanos, aún por encima de la terapia racional-emotiva de Albert Ellis y del
psicoanálisis freudiano. Al respecto, en un estudio realizado en EE.UU. entre 800
psicólogos y orientadores, se encontró que los psicoterapeutas propuestos como los de
mayor influencia fueron, en primer lugar, Carl Rogers, en segundo lugar, Albert Ellis y en
tercer, Sigmund Freud (Huber y Baruth, 1991).

Catalogada de especulativa y anticientífica por sus detractores, y vista como la terapia


ideal por sus seguidores, el enfoque rogeriano ha pasado por diversas transformaciones,
que van desde la simple propuesta de una hipótesis de trabajo -producto de la labor de
consejería que su autor desarrollara en los años treinta- hasta la elaboración de una teoría
de la personalidad. El desarrollo de esta concepción descansó también sobre una
considerable cantidad de investigaciones que fueron guiando su desenvolvimiento,
clarificando las dudas y dando validez empírica a las hipótesis que planteaba.

Sin embargo, a pesar de ello, hay quienes piensan que esta psicoterapia se basa solamente
en buenas intenciones, en deseos filantrópicos provenientes de la filosofía existencialista,
y en la bondad del carácter del propio Rogers. Este razonamiento responde, creemos, más
a la ignorancia que a las características intrínsecas del enfoque.

En sus libros Orientación psicológica y psicoterapia, Psicoterapia centrada en el cliente y El


proceso de convertirse en persona, Rogers realiza una serie de planteamientos tendientes a
esclarecer su posición frente al proceso terapéutico, la personalidad y la naturaleza
humana.

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En dichos textos establece la siguiente hipótesis como eje de toda su concepción


psicológica: "Que el individuo tiene la capacidad suficiente para manejar en forma
constructiva todos los aspectos de su vida que potencialmente pueden ser reconocidos en
la conciencia" (Rogers, 1972, 1978).

Rogers asume -en base a datos empíricos, según dice- que existe en todo ser humano una
tendencia innata a la actualización, esto es, al desarrollo progresivo y a la superación
constante, si se encuentran presentes las condiciones adecuadas (Rogers y Kinget, 1971).
Algo similar a la autorrealización, también innata, que proponen Maslow y May y todos los
demás psicoterapeutas humanistas (Frick, 1973), y a la autorregulación organística de
Perls (Perls, 1987).

El hombre, dice Rogers, es positivo por naturaleza, y por ello requiere respeto absoluto,
especialmente en cuanto a sus aspiraciones de superación (Di Caprio, 1976). De ello se
desprende que está contraindicado para el psicoterapeuta realizar todo tipo de
conducción o dirección sobre el individuo; todo tipo de diagnóstico o interpretación,
porque ello constituiría un atentado contra las posibilidades del sujeto y contra su
tendencia a la actualización. Se exige, o mejor dicho, se recomienda, situarse en el punto de
vista del cliente, asumir su campo perceptual y trabajar en base a ello como una especie de
alter ego. Incluso la palabra "cliente" es asumida de una manera especial: el cliente es
aquella persona que responsablemente busca un servicio y participa del proceso
terapéutico de la misma manera; aquella, consciente de su capacidad de desarrollo no
utilizada, que no va "en busca de ayuda" sino que trata de ayudarse a sí misma.

Se descartan del lenguaje rogeriano los términos paciente, enfermo, curación, diagnóstico,
etc., porque connotan dependencia, limitación y falta de respeto por la persona.

Esta actitud frente a la dignidad del paciente, la aceptación incondicional y el respeto que
se le tiene cobran una importancia tal que se les consideran factores que favorecen u
obstaculizan (de faltar) la adquisición del enfoque centrado en el cliente. Aceptación y
respecto deben estar enraizados en la personalidad del terapeuta, formar parte esencial de
su ser, y ello pasa, antes que nada, por aceptarse a sí mismos.

En síntesis, la hipótesis central propone que el ser humano puede, si se le presentan las
condiciones adecuadas, desarrollarse o actualizarse, ampliar sus capacidades y ser
consciente de lo que experimenta a fin de poder auto controlarse. "No se puede manejar
eficazmente lo que no se percibe conscientemente", propone Rogers. De allí la necesidad
de ampliar el concepto de sí mismo del cliente, su self, y de incluir en él todo (o casi todo)
lo que vivencia. Pero no se pretende hacerlo actuando sobre él sino, como dice Kinget,
"acompañándolo" en la experiencia, brindándole las condiciones requeridas y dándole
seguridad (Rogers y Kinget, 1971).

Según Rogers, el cliente es el que lleva el peso de la terapia (auto-directividad) y no el


terapeuta. Sin embargo, el terapeuta tiene que ofrecer al cliente una relación que se define
por tres condiciones necesarias y suficientes para lograr el éxito de la misma.

Las tres primeras características o condiciones son: Empatía, Aceptación positiva


incondicional y Autenticidad o Congruencia.

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Todo el proceso de la psicoterapia puede traducirse como la actitud del psicoterapeuta en


una profunda creencia de respeto y aceptación del cliente y de sus propias capacidades
para el cambio: de este modo, todo lo que se hace en la psicoterapia (si entendemos esta
como una escuela o enfoque, de la que surgen técnicas o estrategias) es la
instrumentalización de esa actitud. Desde el uso del silencio a la empatía, vienen a
trasmitir este mensaje implícito.

Estas tres condiciones relacionales mencionadas son llamadas actitudes de base:

1. La aceptación y consideración incondicionalmente positiva de la persona en búsqueda


de ayuda. Se acepta sin condición alguna la manera en que ella está dispuesta a
revelarse y demostrarse en la relación frente al terapeuta.
2. La empatía centrada en la persona sufriente. Es la capacidad del terapeuta de entrar en
el mundo del cliente y de comprender con exactitud sus vivencias como si el terapeuta
fuese el otro. Esta comprensión empática facilita la concientización, favorece el
acompañamiento terapéutico y promueve el desarrollo personal.
3. La autenticidad del terapeuta permite a menudo un diálogo sincero y constructivo
directo entre el terapeuta y el cliente. El terapeuta sigue siendo un experto, pero él se
comunica también como ser humano al servicio del cliente sufriente

Las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta, impregnadas en las
comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna de ellas. A veces esto no es
comprendido planamente y por esta razón algunos asumen que la actitud centrada en el
cliente consiste en ser pasivos e indiferentes, en "no entrometerse". Pero ello de plano es
incorrecto y, más aún, es nocivo, porque la pasividad de hecho es asumida como rechazo;
además, suele terminar por aburrir al sujeto al ver que no recibe nada.

El enfoque plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las emociones del
cliente, ser un facilitador en el proceso de hacerlas conscientes, y por ello manejables y no
patológicas. Pero no asumiendo un rol de omnisapiente y todopoderoso, que lleva al
cliente de la mano diciéndole "Yo te acepto" y devolviéndole "masticadito" el material que
éste le proporciona.

Si hay respeto sincero y absoluto, procurará más bien que sea el cliente quien dirija el
proceso. En este caso las intervenciones del terapeuta se plantearán como posibilidades,
casi como ecos del material expuesto, y no como juicios de valor, afirmaciones o
interpretaciones.

En cuanto a los detalles del proceso psicoterapéutico, Rogers planteaba lo siguiente:


"Digamos, de entrada, que no existe una distinción precisa entre el proceso y los
resultados de la terapia. Las características del proceso corresponden, de hecho, a
elementos diferenciados de los resultados" (Rogers y Kinget, 1971).

Según Rogers, cuando las condiciones terapéuticas están presentes y se mantienen, es


decir que:

Existe una relación de contacto entre cliente y terapeuta;


Una situación de angustia y desacuerdo interno en el cliente;
Una situación de acuerdo interno en el terapeuta;

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Sentimientos de respeto, comprensión, aceptación incondicional y empatía en el


terapeuta; entonces se pone en marcha, motivada por la tendencia innata a la
actualización, cierto proceso que podemos catalogar de terapéutico, el mismo que
constaría de las siguientes características:
Aumento en el cliente de la capacidad para expresar sus sentimientos de modo
verbal y no verbal.
Estos sentimientos expresados se refieren más al Yo.
Aumenta también la capacidad de distinguir los objetos de sus sentimientos y de
sus percepciones.
Los sentimientos que expresa se refieren cada vez más al estado de desacuerdo
que existe entre ciertos elementos de su experiencia y su noción del Yo.
Llega sentir conscientemente la amenaza que lleva consigo este estado de
desacuerdo interno. La experiencia de amenaza se hace posible gracias a la
aceptación incondicional del terapeuta.
Gracias a ello el cliente llega a experimentar plenamente (al convertir el fondo en
figura) ciertos sentimientos que hasta entonces había deformado o no confesado.
La imagen del Yo (sí mismo, self) cambia, se amplía, hasta permitir la integración
de elementos de la experiencia que no se hacían conscientes o se deformaban.
A medida que continúa la reorganización de la estructura del Yo, el acuerdo entre
esta estructura y la experiencia total aumenta constantemente. El Yo se vuelve
capaz de asimilar elementos de la experiencia que antes eran demasiado
amenazadores para que la conciencia los admitiera. La conducta se vuelve menos
defensiva.
El cliente es cada vez más capaz de sentir y admitir la aceptación del terapeuta sin
sentirse amenazado por esta experiencia.
El cliente siente una actitud de aceptación incondicional respecto a sí mismo.
Se va dando cuenta que el centro de valoración de su experiencia es él mismo.
La valoración de su experiencia se hace cada vez menos condicional, y se lleva a
cabo sobre la base de experiencias vividas. El cliente evoluciona hacia un esta-do
de acuerdo interno, de aceptación de sus experiencias.

Perls sería el creador de la psicoterapia gestáltica, que enfatiza el aquí y el ahora, la


experiencia vivida por el sujeto y la responsabilidad humana.

El darse cuenta ("awareness", en inglés): es el paciente quien ha de darse cuenta de lo que


le pasa. Sólo se necesita ser consciente para cambiar (si se quiere) una conducta.

Aceptar lo que uno es: no buscar ídolos, no aceptar los "deberías", ser responsable de los
propios actos.

Enfatizar en el cómo o en el para qué más que en el porqué: ¿Cómo me siento?, ¿Cómo me
siento en esta situación?, ¿Cómo me siento ahora?, ¿Para qué estoy haciendo esto?, ¿Para
qué me sirve sentirme de este modo?

También es importante el uso de la primera persona, puesto que una de las fortalezas de la
terapia Gestalt es, como se ha mencionado, el asumir la responsabilidad de nuestros
propios pensamientos, sentimientos y acciones: el cliente no tiene que ocultarse usando
un sujeto colectivo. Por ejemplo, al decir "los jóvenes bebemos mucho" en vez de "yo bebo
mucho" se hace uso del plural, y por lo tanto se desvía la responsabilidad personal.

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El terapeuta gestalt tiene la función de guiar al cliente para que se haga consciente de su
situación (el darse cuenta). Hay una interacción de yo, tú, nosotros; se rompe la dicotomía
médico-paciente. El cliente se expresa tanto verbalmente como con gestos y movimientos.

El término la silla caliente ("hot chair" en inglés) ha sido comúnmente asociado con la
práctica de la terapia Gestalt, consiste básicamente en crear mentalmente un personaje
con el cual se quiere confrontar algún problema, entonces asumir su rol en su lugar y
después contestar en el lugar del cliente con el rol que le pertenece a él mismo.

Murray es uno de los antecedentes del modelo humanista, junto a Allport, cuyas
aportaciones se centran en el ámbito de las necesidades humanas, en los años treinta y en
contraposición a los presupuestos conductistas.

Berne es el creador del Análisis Transaccional, enfoque aplicado a la psicoterapia que


parte de cinco niveles de análisis (análisis estructural, análisis transaccional, análisis de
juegos, análisis de guiones y análisis del desarrollo).

Maslow se engloba también dentro de los enfoques humanistas, subrayando la


importancia de las necesidades del ser humano y cómo dependiendo de la satisfacción o
insatisfacción de las mismas, nos dirigimos hacia la autorrealización o se ve bloqueada.

Carkhuff, tomó el modelo de Rogers enfatizando la 3ª fase, y la sometió a investigación


empírica. Fases:

1. Exploración de la situación: Terapia centrada en el cliente.


2. Comprensión de la situación en relación con los objetivos: Psicoanálisis.
3. Actuación para conseguir los objetivos: Modificación de la conducta.

La dificultad de este enfoque está en pensar qu un mismo psicoterapeuta pueda pase de un


enfoque centrado en la persona a uno psicoanalítico, y de ahí a la terapia de conducta.

En la actualidad, existen varios modelos secuenciales del proceso terapéutico como el


Modelo de Egan (1986): que es especialmente útil para trabajar con problemas de ajuste,
de falta de habilidades o con casos en los que el objetivo terapéutico puede
operacionalizarse claramente.

Constituye uno de los modelos más utilizados en EEUU, para formar profesionales de la
asistencia psicológica.

El modelo concibe la ayuda psicológica como un proceso secuencial de 3 FASES, cada una
con 3 pasos:

Fase I. Identificación y clarificación de las situaciones problemáticas y de las


oportunidades no utilizadas: El terapeuta debe responder al cliente de modo que facilite
la exploración de su problema (habilidad empática).

Primer paso I-A: Ayudar a los clientes a contar su historia.


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Segundo Paso I-B: Centramiento: Búsqueda de nivelación.


Tercer Paso I-C: Puntos ciegos y nuevas perspectivas.

Fase II. Establecimiento de metas y, desarrollo y elección de escenarios preferidos:

Primer paso II-A: Construcción de un nuevo escenario.


Segundo Paso II-B: Evaluación de las metas de un nuevo escenario.
Tercer Paso II-C: Elección y compromiso.

Fase III. Acción, avance hacia el escenario preferido:

Primer paso III-A: Descubrir estrategias de acción.


Segundo Paso III-B: Elección de estrategias y desarrollo de un plan de acción.
Tercer Paso III-C: Implantación de planes y logro de metas.

Este esquema, combina dos estilos terapéuticos: Directivo y no directivo. La idea básica
del modelo está en fomentar una buena relación terapéutica en las fases iníciales
adoptando una actitud no directiva y expresando respeto y comprensión, para proceder, a
partir de ahí, a una acción más directiva que conduzca a un cambio de conducta, que es el
objetivo final del modelo. En la práctica las etapas que sugiere el modelo deben entenderse
de un modo flexible.

El estilo no directivo es más útil en las fases exploratorias del problema FASE I. Pero, a
medida que el proceso avanza, el terapeuta necesita recurrir a habilidades de un nivel
superior para facilitar la comprensión del problema en todas sus dimensiones y planificar
la acción.

El terapeuta totalmente directivo, iniciaría la terapia en la FASE III, mientras que el no


directivo terminaría en la FASE I o comienzos de la FASE II.

Esta estrategia no debe seguirse de manera rígida. El modelo no es un fin en sí mismo sino
una orientación. No todos los clientes aceptan el mismo tratamiento, ni los problemas son
unitarios. No siempre el conocimiento debe anteceder a la acción.

Además, la organización de las etapas puede sufrir modificaciones: Cuando el cliente está
planificando su acción (FASE II), puede descubrir nuevos problemas por lo que el
terapeuta deberá repetir el proceso de "exploración-comprensión-resolución".

No hay que seguir de forma rígida los marcos temporales de las etapas: Las primeras
etapas se subordinan al fin comportamental y, por tanto, no deben prolongarse
indefinidamente.

La especificación del contrato terapéutico (acuerdo acerca del problema a considerar y la


forma de tratarlo) es un aspecto esencial del proceso terapéutico. Se situaría en la fase de
atención, pero, a la vez, supone ya una respuesta. Por lo tanto, supone un plan de terapia
para poder construir el proceso posterior.

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El modelo de Egan, como la mayoría de los planteamientos sobre psicoterapia, subestima


el papel de los procesos previos a la llegada del cliente a la consulta (búsqueda de ayuda y
derivación) cuando el papel de estos procesos puede ser determinante. Por ejemplo: el
análisis del proceso por el cual el caso llega a un servicio clínico determinado implica
espetos como la posición del derivante, su definición del problema, el prestigio del
profesional psicoterapeuta, y la explicitación de los pasos que se han seguido dentro del
medio natural del sujeto (habitualmente la familia) para llegar a consulta.

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TEMA 4.- PRINCIPALES MODELOS ACTUALES DE PSICOTERAPIA

Los principales modelos de la psicoterapia actual pueden ser agrupados en cinco


orientaciones (Seixas y Miró, 1993).

1. Los Modelos Psicodinámicos


2. Los Modelos Humanísticos-Existenciales
3. Los Modelos Conductuales
4. Los Modelos Sistémicos
5. Los Modelos Cognitivos

1. Los Modelos Psicodinámicos

En psicoterapia el término psicodinámico hace referencia a aquellos modelos en los que el


conflicto intrapsiquico tiene un papel central. El modelo con mayor relevancia histórica es
el psicoanalítico, aunque abarca también a otros "disidentes" del psicoanálisis como Adler
y Jung. El psicoanálisis fue el primer sistema integrado de la psicoterapia moderna. A
barca una teoría de la estructura y el desarrollo de la personalidad, así como de la
patología, la relación terapéutica y el proceso terapéutico.

Pero el psicoanálisis es también algo más que un modelo psicoterapéutico. Los puntos de
vista de Freud sobre la naturaleza humana han contribuido a cambiar la imagen que el
hombre occidental tenía de sí mismo. Durante el siglo XIX, el progreso tecnológico y
científico habían alimentado una imagen del hombre como ser racional, pero las teorías de
Freud, junto con otras corrientes irracionalistas, eliminaron esta imagen. En el
psicoanálisis, el ser humano no sólo no es un ser racional, sino que a duras penas resulta
razonable. El hombre es un animal gobernado por fuerzas instintivas que desconoce.

Desde el punto de vista clínico Freud fue un pionero, pues planteó preguntas desde una
nueva perspectiva. Baker (1985), sostiene que la premisa central del psicoanálisis, que
abre la puerta de la psicoterapia contemporánea y que ha sido incorporada a casi todos los
sistemas psicoterapéuticos, es que personas con diferentes constituciones físicas
saludables, pueden llegar a enfermar psicológica o físicamente, debido al conflicto y la
aflicción experimentadas en las relaciones básicas de la vida. El planteamiento de Freud
sentó las bases de la psicoterapia moderna.

El psicoanálisis fue creado por Freud (1856-1939). Su obra fue influenciada por Herbart
(1776 -1841) que mantenía una idea asociacionista de la conciencia, que incluía un nivel
consciente y otro pre-consciente, así como la concepción de la percepción como juego de
equilibrios entre fuerzas dinámicas; por Fechner (1801-1887), creador de la psicofísica,
del que aprovechó su concepto de umbral para elaborar el concepto de censura; por
Brucke (1819-1892) y T. Meynert (1833-1892), fisiólogos y maestros de Freud, de los que
recoge conceptos como el de los procesos primarios y secundarios y en cuyos trabajos
aparecen también la noción de afecto como suma de excitación; por Brentano (1838-
1917), creador de la Psicología del acto, del que deriva el concepto de Yo como función
autónoma; y por el desarrollo del método hipnótico y catártico de J. Breuer.

Es de destacar también la influencia de P. Janet al tratamiento de pacientes histéricos,


sustentado en la existencia de cadenas de ideas subconscientes fijas. Benedikt había

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defendido ya la importancia de la fantasía en la vida neurótica y la frecuencia de los


traumas sexuales en la histeria. Por tanto, el psicoanálisis fue una síntesis creativa de
elementos presentes en su época

El desarrollo de la obra de Freud, puede dividirse en cuatro etapas marcadas por los
principales cambios de orientación en su teoría:

1. La etapa pre fundacional (1886-1895):

Abarca desde cuando Freud abre su consulta privada, hasta la publicación de “Los
estudios sobre la histeria” (1895, publicada con Bremer). En esta etapa su labor se
centra en la clasificación y diferenciación entre distintas neurosis, y en la búsqueda de
un método de tratamiento y un modelo psicológico.

En esta época también es relevante su obra: "Proyecto de una psicología científica para
neurólogos” (1895, obra que no llegó a publicar en vida). En este trabajo se especulaba
sobre la distribución y circulación de la energía psíquica a través de ciertas estructuras
cerebrales hipotéticas. Se definían los procesos psíquicos como estadosDesarrolla un
modelo causal de las histerias basado en las experiencias traumáticas del sujeto que
quedan a nivel inconsciente y desarrolla una teoría de los procesos psíquicos como
energía que circula por determinadas estructuras cerebrales.

2. La etapa fundacional (1895-1895):

El término psicoanálisis aparece por primera vez en algunos escritos de 1896 en


conexión con la adopción del método de asociación libre, como piedra angular de la
investigación y el tratamiento.

Los rasgos sobresalientes de esta etapa son el desarrollo del método de la asociación
libre y el abandono de la teoría de las experiencias traumáticas (seducción infantil). El
método de la asociación libre lo comenzó a utilizar con él mismo (autoanálisis) y le
sirvió para descubrir sus deseos incestuosos hacia su madre, que formuló como
Complejo de Edipo y que extendió como fenómeno universal. La formulación y
posterior abandono de la teoría de la seducción, se produce en el contexto de la
investigación conjunta de Freud y Breuer. Freud toma como punto de partida la idea
de Breuer de que la histeria está determinada por experiencias traumáticas, cuyo
recuerdo inconsciente reaparece de forma simbólica en los síntomas de la enfermedad
y que se puede curar trayendo el recuerdo a la conciencia. Pero al buscar las
experiencias traumáticas en la terapia, a menudo se encontraba n sucesos no
relacionados con el síntoma. Breuer explicaba este problema diciendo que el trauma
había sido adquirido en un estado hipnótico de estrechamiento de la conciencia, pero
Freud rechazaba esta idea y sostenía que los temas que recordaban los pacientes eran
tan solo enlaces en una cadena asociativa, detrás de los cuales existían traumas más
elementales.

A medida que las cadenas asociativas se desplegaban en la terapia, revelaban sucesos


de naturaleza sexual ocurridos en la pubertad. Freud supuso que eran causas
principiantes, sucesos por medio de los cuales se revivían recuerdos inconscientes de
un trauma anterior en la infancia, que siempre tenían una naturaleza sexual. Freud

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informa que en 18 casos analizados todos los pacientes habían sido víctimas de una
seducción por parte de un adulto de su ambiente inmediato. En su momento estas
experiencias no dejaron una impresión aparente, pero su efecto traumático se revivió
por medio de sucesos en apariencia triviales en la pubertad.

A partir de esta teoría, Freud propuso una clasificación etiológica de la neurosis:

 Neurosis reales- Que tiene su origen en la vida sexual actual del paciente.
 Psiconeurosis- Que tiene su origen en la vida sexual pasada del paciente.
Entre ellas están la histeria, que se considera producto de un abuso sexual
perpetrado por un adulto y sufrido en la infancia pasivamente; y las
neurosis obsesivas, que tienen el mismo origen, con la diferenciad e que el
niño jugó un rol más activo y llegó a sentir placer.

En 1896 Freud consideró su teoría de la seducción podía curar los síntomas de la


histeria y la predisposición a la histeria, pero en 1897 reconoce que las fantasías de
sus pacientes le habían llevado a engaño. A partir de entonces Freud sostiene que
el inconsciente no distingue entre realidad y fantasía, por lo que la reconstrucción
de los sucesos del pasado y la explicación de las fantasías de sus pacientes, son las
dos caras de una misma moneda.

3. La etapa de la Psicología del Ello (1900-1914):

Se fundamenta en el concepto de libido, que sirve como base a la teoría


psicoanalítica. Por libido se entiende la fuente de energía del psiquismo, la pulsión
sexual (aunque no limitada a lo genital), que puede reprimirse, descargarse,
sublimarse, etc. Las transformaciones de la libido regulan la elección de objeto
(relaciones personales) y la formación del carácter o estructura psíquica esta
época pertenece "La interpretación de los sueños" (1900), "Psicoterapia de la vida
cotidiana"(1904) y "Tres ensayos sobre teoría sexual"(1905). Concibe las neurosis
como resultado de una regresión o fijación en el desarrollo psicosexual.

Elabora la noción de Inconsciente en una primera teoría (primera tópica), los


sueños como realizaciones inconscientes de deseos, la descripción de la estructura
mental en consciente-preconsciente-inconsciente, la descripción de los
mecanismos de defensa y la diferencia psicosexual-estructural entre hombre y
mujer. Desde el punto de vista terapéutico se desarrolla el análisis de los sueños
con el método de la asociación libre.

4. La etapa de la Psicología del Yo (1914-1939):

En esta fase desarrolla su segunda teoría de la estructura mental, que se organiza


como fuerzas psíquicas en conflictos entre el Ello, el Yo y el Superyó. También
introduce en las fuerzas pulso niales de la libido el concepto de pulsión de muerte
(Tantos). A esta época pertenecen las obras:"Introducción a la metapsicológica"
(1915),"Mas allá del principio de placer"(1920) y "El Ego y el Id"(1924). A partir
de este momento el Yo se sitúa en el centro del trabajo psicoanalítico, y el
psicoanálisis se dirige a aliviar al yo de las presiones tanto del ello como del
superyó.

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Ellenberger (1970), sostiene que la novedad más significativa que Freud introdujo, fue la
fundación de una escuela según un patrón que carece de paralelismos en la época
moderna, pero que supone un revivir las antiguas escuelas grecorromanas. Hizo del
psicoanálisis un movimiento con su propia organización y editorial, sus reglas estrictas de
pertenencia y su doctrina oficial.

En 1909 Freud y Jung fueron invitados a las ceremonias de inauguración de la Universidad


de Clark en EEUU y sus conferencias tuvieron una gran acogida, pero junto al
reconocimiento también aumentaron las críticas contra los psicoanalíticos. Entre las
objeciones que sus colegas les hacían figuraban las siguientes:
En lugar de demostraciones científicas, los psicoanalistas hacen afirmaciones
dogmáticas y emocionales.
Sus afirmaciones son inverificables y no aceptan los argumentos críticos a los que
se refieren como resistencia neurótica.
Se llaman a sí mismos innovadores e ignoran el trabajo de los demás.
Han reducido la ética a la sexualidad.
Dan a conocer sus teorías al público como su hubieran sido científicamente
probadas.

Adler y Jung, los principales disidentes del psicoanálisis freudiano, habían formado parte
de este movimiento pero se apartaron del mismo y desarrollaron sus propios modelos
psicológicos y psicoterapéuticos:

 Adler (1870-1937) desarrolla su psicología individual centrada en el sentimiento de


inferioridad y su compensación, proponiendo un método terapéutico más directivo
centrado en la corrección de actitudes inconscientes disfuncionales y es el fundador de
las primeras clínicas de trabajo psicológico con problemas infantiles.
 Jung (1875-1961) desarrolla su concepto de inconsciente colectivo que le lleva a
analizar las estructuras inconscientes comunes en las culturas primitivas, y sobre todo
en las religiones.

Otra disidencia importante es la de Wilhelm Reich (1897-1957) que se había unido a


Freud en 1920 y se preocupó por mejorar la técnica psicoanalítica proponiendo una
actitud más activa por parte del terapeuta, mediante el análisis de la resistencia
caracteriológica. Esta resistencia se expresaba más en el cómo que ene le qué del material
presentado y por aspectos relacionados con la comunicación no verbal. Reich inició el paso
de la palabra al movimiento corporal, en la historia de la psicoterapia. A nivel teórico
describió la formación del carácter y desarrolló un modelo económico basado en una
concepción de la energía biológica y de naturaleza sexual, en contraste con las propuestas
de Freud. Para Reich la agresión era fruto de la frustración de las tendencias sexuales y no
una pulsión en sí misma. Pero el mayor conflicto con Freud se produjo en la discusión del
fenómeno masoquista, que llevó a Reich a la salida de la Asociación Psicoanalítica.

Reich aportó al desarrollo de la psicoterapia el desarrollo de una conceptualización y


práctica terapéuticas, basadas en la energía corporal, supuestamente en detrimento de la
intervención por la palabra y los aspectos cognitivos. Después del análisis del carácter,
desarrolló el método terapéutico llamado vegetoterapia caracterioanalítica, y la terapia
orgonómica.

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El psicoanálisis actual se caracteriza por el desarrollo de varias corrientes:

Los que propugnan un énfasis en el Yo como estructura en gran parte autónoma y


las relaciones objétales (relaciones interpersonales e intrapsíquicas). En esta línea
destaca las aportaciones de la llamada Psicología del Yo y de las relaciones
objétales (Sullivan, Hartan, Rapador, Ana Freud, etc.).
Otra tendencia destaca el papel de las experiencias tempranas en el
funcionamiento de la personalidad (M. Klein, Mahler y J. Bowlby).
Una tercera línea intenta de aplicar el psicoanálisis a otras patologías distintas a la
neurosis como las psicosis y los trastornos de personalidad (Fromm, Recaman,
Sullivan, Chut y Cerner).
Una cuarta línea destaca el papel de los aspectos psicosociales en el desarrollo de
las estructuras inconscientes y la personalidad (Sullivan, Fromm, Erikson, etc).
Una quinta línea, muy relevante para la psicoterapia, aplica formas breves de
psicoterapia psicoanalítica basadas en la investigación (Mann, Sifones, Mallan,
Davalo y Stripper).
Otra sexta línea retoma el psicoanálisis en un intento de volver a sus fuentes a
partir de la obra de J. Lacan y su tesis del Inconsciente estructurado como un
lenguaje.
Por último, una séptima línea, la más actual, intenta de acercar el psicoanálisis a los
modelos de la psicología cognitiva (Erdelyi, Peterfreund, Volví, Arieta, etc.). La nota
común es la diversidad.

Se suele definir el psicoanálisis desde cuatro niveles (Aplanche y Pontalis, 1968; Baker,
1985):

1. Un método de investigación de los significados mentales inconscientes, que


consiste en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos y
producciones imaginarias, como sueños, fantasías, etc., de un individuo, y que
utiliza la observación natural y la inferencia inductiva.
2. Un método de psicoterapia basado en la interpretación de las relaciones
transferenciales, resistencia y deseos inconscientes.
3. Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas sobre el funcionamiento de
la mente (metapsicológica) y teoría clínica sobre los trastornos mentales y su
tratamiento.
4. Un enfoque filosófico o general para entender los procesos de las culturas y la
actividad social.

Los conceptos fundamentales del psicoanálisis se formulan a través de los cinco modelos
que Freud desarrolló sobre la actividad psíquica:

Modelo Topográfico

Pertenece a la etapa de fundación del psicoanálisis. Freud en esta época distinguía tres
niveles de conciencia: El Inconsciente, gobernado por los procesos primarios (ilógicos e
intemporales) que contiene los recuerdos, imágenes, sentimientos y deseos no
accesibles a la conciencia; El Pre consciente que intermedia entre el inconsciente y el
consciente, donde pueden acceder ciertos contenidos, y el Consciente, gobernado por

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los procesos secundarios(lógicos y racionales), que se identifica en gran parte con el


Yo y con el principio de realidad(ajuste al entorno).

Modelo Dinámico

Desde esta perspectiva los fenómenos mentales son el resultado de fuerzas en


conflicto. El conflicto surge de una oposición entre las fuerzas instintivas, o deseos
sexuales y agresivos inconscientes, las defensas, en gran parte inconsciente, derivado
del Yo, y los principios normativos o morales del individuo consciente e inconsciente.
El síntoma es una "solución de compromiso" para resolver ese conflicto, y en el mismo
está contenido entre las tres fuerzas.

Modelo Económico

Se ocupa de los procesos energéticos que regulan la actividad mental. Esos procesos
son el principio de placer (satisfacción) y el de realidad (adaptación al entorno). La
libido es la fuente energética guiada por el principio de placer que conlleva el proceso
primario de libre circulación y descarga de la energía. El principio de realidad hace que
la energía libidinal quede ligada a un objeto para su descarga o satisfacción.

Este modelo se ocupa de la distribución y gasto de energía que regula la conducta y la


vida psíquica. El elemento básico de este modelo es el concepto de libido. En un primer
momento Freud concibió esta energía como cuantificable, derivada de los procesos
físico-químicos. En este modelo el proceso primario corresponde al proceso mediante
el cual la energía circula libremente y puede descargarse, mientras que el proceso
secundario consiste en la regulación de dicha energía que queda vinculada o que
circula de un modo controlado. El proceso primario se encuentra comprometido con el
principio del placer, mientras que el proceso secundario los está con el principio de
realidad. A este modelo pertenecen nociones como la de catexia (relación entre una
necesidad y un objeto que satisfaga esa necesidad) y desplazamiento.

Modelo Genético

Se ocupa del desarrollo evolutivo del sujeto, en concreto de sus procesos


inconscientes. A este proceso evolutivo se le denomina desarrollo psicosexual que va
progresando en fases; fases que pueden alterase por exceso o defecto de gratificación
(nociones de fijación o regresión a una fase).

La fase inicial, que ocupa el primer año es la "oral" relacionada con las
actividades de succión y chupar y con la zona erógena de la boca: Los
comportamientos adultos de fumar, beber, etc., se relacionarían con ella.
Le sigue la fase "anal”, segundo año, donde el centro de gratificación es la zona
anal y las actividades de retención y expulsión de heces. La fijación en esta fase
produciría síntomas como el estreñimiento, enuresis, o rasgos de conducta
como la avaricia o el despilfarro.
La tercera etapa, la "fálica", entre los tres y cinco años, se relaciona con la zona
erógena de los genitales, y la superación de la misma se relaciona con la
resolución del "Complejo de Edipo".

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La última fase es la fase "genital" que se relaciona con la capacidad orgásmica y


actividades de recepción y expresión de sensaciones sexuales y afectivas
agradables.

Modelo Estructural

Pertenece a la última etapa de la producción de Freud. Se distinguen tres estructuras


mentales:

El Ello (Id) que es la fuente de la energía mental, de los deseos e instintos básicos no
normativizados culturalmente de origen inconsciente; El Superyó (Superego) derivado de
los valores normativos y morales de la cultura transmitidos familiarmente, y el Yo (Ego),
situado entre los dos anteriores y que tiene por misión mediar entre los dos anteriores
(entre los deseos inconscientes y las normas que los restringen) así como con el medio
externo. El Ello es totalmente inconsciente, el Yo es en parte consciente y en parte
inconsciente, y el Superyó es también parcialmente consciente e inconsciente (normas
interiorizadas en la primera infancia).

Todos estos conceptos son importantes para entender el principal objetivo del método
psicoanalítico, que es hacer consciente lo inconsciente. Pero para entender el método
terapéutico psicoanalítico, hay que explicar algunos conceptos relacionados, como:

o Principio de la determinación múltiple de la conducta, que establece que un mismo


efecto es el resultado de múltiples motivaciones parciales. Este principio es una
consecuencia del determinismo psíquico que postula el psicoanálisis y en la práctica
exige no darse por satisfecho con una sola causa psíquica y localizar las motivaciones
por varias vías. Es un principio clave para entender la utilización de la asociación libre.
Partiendo de él se postula que todo está determinado y aunque el motivo no sea
aparente a simple vista, por medio del análisis podrá reintegrarse en su contexto. Por
eso se postula que toda conducta tiene un significado.

o Principio de la dinámica del conflicto, que es el juego de fuerzas entre los impulsos
internos o instintivos, que buscan expresión en un medio externo o cultural, que
demanda su inhibición. Desde este punto de vista, lo síntomas neuróticos son el
resultado de un fallo en la organización defensiva del sujeto. Cuando ante una
situación desfavorable, una defensa resulta insuficiente, se produce una solución de
compromiso o síntoma. Esta consideración de la psicopatología, otorga al síntoma el
valor de intentar restaurar el equilibrio, aunque sea precario e inestable. El síntoma,
por tanto, no resulta central para enfocar el tratamiento psicoanalítico, que no
pretende curar los síntomas, sino las causas de la neurosis.

Especialmente importante para la psicoterapia es la noción de mecanismos de defensa


descritos por el psicoanálisis y la descripción que Freud y su hija Anna hicieron de ellos. Los
más relevantes son estos:
Represión- Mecanismo mediante el cual el Yo impide que los pensamientos que
producen ansiedad entren en la conciencia. Es el mecanismo de defensa más
básico, porque para que ocurra cualquier otro, éste debe ocurrir primero. Freud
decía que era la piedra angular sobre la que descansaba toda la estructura del
psicoanálisis. La represión puede ser primaria cuando se trata de ideas que

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provienen del Ello, o represión propiamente dicha cuando se trata de recuerdos


vagos o manifestaciones que se derivan de la represión primaria.
Desplazamiento- Consiste en sustituir el verdadero deseo de la persona que
provoca ansiedad, por otro que no provoca ansiedad. Es especialmente frecuente
en los sueños.
Identificación- Tendencia a aumentar los sentimientos de valía personal por medio
de la adopción de las características de alguien a quien se admira o se considera
una persona con éxito.
Proyección- Consiste en la atribución de características propias no reconocidas y
que provocan ansiedad a otra persona.
Formación reactiva- Mecanismo por el cual los pensamientos censurables se
reprimen y expresan con sus opuestos.
Sustitución- Consiste en reemplazar un objeto libidinoso por otro.
Sublimación- Consiste en sustituir un objeto o actividad por otro que posea un
valor social o ético más elevado.
Racionalización- Mecanismo mediante el cual la persona justifica racionalmente los
pensamientos o conductas que producen ansiedad o que tienen una motivación
totalmente distinta.
Aislamiento- Consiste en separar una idea de su emoción. Freud introdujo este
mecanismo para dar cuenta del comportamiento psicótico.
Regresión- Mecanismo mediante el cual una persona retorna a una fase anterior de
desarrollo ante situaciones de estrés.

El método psicoanalítico fue el resultado de un proceso de alteraciones en los


procedimientos hipno-sugestivos iniciales. Desde el punto de vista técnico, el psicoanálisis
es un procedimiento terapéutico muy estructurado, en el que tanto el paciente como el
psicoanalista deben atenerse a las reglas estrictas de trabajo:

Para poder trabajar con los mecanismos conflictivos que subyacen a las formaciones de
compromiso o síntomas, es necesario colocar a los sujetos en una situación determinada,
que favorezca su emergencia, la situación analítica. Esta situación empieza a delimitarse
con el establecimiento de un contrato analítico en el que se configura el encuadre externo
de la situación. Este contrato debe especificar cuestiones como la frecuencia de las
sesiones (de 3 a 5 semanales en el psicoanálisis clásico), su duración (de 45 a 55 minutos),
el lugar donde se llevan a cabo, la puntualidad, los honorarios y su forma de pago, la
ausencia de relación con el terapeuta fuera de la sesión, la incompatibilidad con otros
tratamientos psicoterapéuticos simultáneos, los períodos de vacaciones, etc.

Los clientes en la situación analítica deben atenerse a las siguientes reglas:

 Regla fundamental o básica, en virtud de la cual los sujetos deben expresar todos
los pensamientos y sentimientos tal como les vengan a la cabeza.
 Regla de asociación libre, en la cual el sujeto tiene que ir asociando a partir de
ciertos elementos que le propone el analista y que se han extraído de su propio
discurso.

El psicoanalista por su parte, debe atenerse a las siguientes reglas que delimitan su
actitud, el encuadre interno:

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 Regla de abstención o abstinencia, en virtud de la cual el psicoanalista no debe


satisfacer las demandas del paciente ni desempeñar los papeles que éste intenta
imponerle. Esta regla supone que el psicoanalista deberá evitar tener influencia
personal sobre el paciente. esta actitud de reserva se observa en la metáfora del
analista como un espejo que refleja lo que el analista proyecta, evitando mostrar
sus propias proyecciones y conflictos.
 Regla de la atención flotante u homogénea, como manifestación de su actitud
neutral, el analista debe atender a todo el material a interpretar de un modo
homogéneo, sin dar preferencia a ningún sector. También debe tener una actitud
receptiva ante este material que incluye la apertura intelectual y la capacidad de
resonancia empática, permitiendo que sus proyectos inconscientes incidan
adecuadamente.

Varios elementos del encuadre terapéutico del psicoanálisis clásico, favorecen el


desarrollo de una relación desigual que fomenta la regresión y la dependencia: la posición
yacente del paciente, la reducción de estímulos, que el paciente no vea al analista mientras
éste permanece callado la mayor parte de la sesión, etc.

Todos ellos constituyen elementos que facilitan la neurosis de transferencia.

La relación terapéutica en sí misma constituye el principal elemento curativo del


psicoanálisis. Su aspecto más importante está en la noción de transferencia, que Freud
consideraba el instrumento terapéutico más poderoso siempre y cuando el terapeuta lo
maneje con habilidad. La transferencia positiva está compuesta por reacciones de amor en
cualquiera de sus formas (amistad, cariño, ternura, etc.). La transferencia negativa se
compone de reacciones de odio y sus derivados (hostilidad, aversión, etc.).

La transferencia se funda en el hecho de que le paciente, que lo desconoce, influido por los
motivos adicionales de las características de la situación, manifiesta al analista modos de
conducta que vienen a ser impresiones o refundiciones de anteriores formas de relación.

El carácter receptivo de la transferencia ofrece al terapeuta la posibilidad de analizar en el


presente el tipo de vínculo que el sujeto estableció con figuras significativas durante la
infancia. Así, con el establecimiento de una relación transferencial con el terapeuta, se
produce la neurosis de transferencia, que es una neurosis artificial que reproduce la
neurosis infantil y representa la transición entre enfermedad y la salud. El análisis de la
relación transferencial permite la resolución de esta neurosis, momento que está
considerado como el final del tratamiento psicoanalítico.

En estrecha relación con el concepto de transferencia está el concepto de


contratransferencia, que se trata del conjunto de reacciones inconscientes del analista
frente a la persona del analizado, y especialmente frente a la transferencia de éste. El
analista debe poder controlar la contratransferencia para poder sujetar su conducta a la
regla de la abstención.

El proceso terapéutico:

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Glover estudió las etapas del tratamiento psicoanalítico:

 Apertura del análisis- Se inicia con la primera sesión y su extensión oscila entre los
dos y los tres meses. Se caracteriza por los ajustes entre las expectativas del
paciente y el analista.
 Etapa intermedia- Es la más larga y creativa. Comienza cuando el paciente ha
comprendido y aceptado las reglas de juego. Su duración es variable y se extiende
hasta que la neurosis original ha desaparecido. Se caracteriza por continuas
oscilaciones, entre progresión y regresión, reguladas por el nivel de resistencia.
 Terminación del análisis- Es la etapa más breve y su característica esencial es el
conflicto de separación que concluye los sentimientos de dependencia del paciente
con el terapeuta, los cuales pueden activar las resistencias y la recaída. Ambas
cosas pueden superarse mediante la adecuada interpretación por parte del
analista.

Recursos técnicos:

Greenson divide los procedimientos técnicos en:

a. Para la producción de material- Asociación libre, reacciones transferenciales y


resistencias.
b. Para el análisis del material- Confrontación, aclaración, interpretación y
construcción.
c. Procedimientos no analíticos- Catarsis, sugestión y manipulación.

En principio el psicoanálisis freudiano sólo está indicado en casos de trastornos


neuróticos y para individuos que cumplan ciertas condiciones. Sifneos (1972) ha resumido
las características que resultan deseables en el paciente de psicoanálisis:

 Capacidad para reconocer que los síntomas son de naturaleza psicológica.


 Tendencia a la introspección y a relatar con sinceridad las dificultades.
 Deseos de participar activamente en la situación analítica.
 Curiosidad por uno mismo.
 Deseos de cambiar y experimentar.
 Esperanzas realistas sobre la terapia.

En cuanto a los criterios de éxito terapéutico, Freud los identificaba con la capacidad para
disfrutar de la vida y la capacidad para trabajar productivamente. Los desarrollos
posteriores del psicoanálisis han extendido estos criterios, como por ejemplo:

o Normalización sexual, liberación de la agresividad constructiva y de la


afectividad y la imaginación.
o Ajuste de las aspiraciones a las posibilidades del sujeto y la realidad.
o Capacidad de trabajar en la persecución de su propio plan de vida.
o Liberación de la angustia de frustración- Entendida como la capacidad para
producir y tolerar tensiones elevadas y reducirlas de un modo
satisfactorio.
o Supresión de las inhibiciones y capacidad para realizar las propias
posibilidades-

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o Facilitación de las relaciones con los demás.


o Abandono de las actitudes exageradamente conformistas y destructivas, y
conciliación entre las fuerzas creadoras y conservadoras.

En la actualidad, para hablar de los desarrollos conceptuales y técnicos del movimiento


psicodinámico, se distinguen tres tradiciones:

 La tradición neofreudiana
 La tradición analítica del Yo
 La psicoterapia breve psicodinámica

La tradición neofreudiana (Adler, Jung, fenichel, Horney, Reich, Sullivan y Fromm, etc.):

Tiene como punto de partida las discrepancias en torno a la teoría de la libido de


Freud.
Rechazan la teoría del instinto y la sexualidad infantil y especialmente la validez y
universalidad del complejo de Edipo.
Destacan la importancia de los factores socioculturales y la estructura del carácter
en la organización psicológica y la conducta inadaptada.
Enfatizan el papel de los conflictos interpersonales en la génesis de la
psicopatología.
Reducen la importancia del inconsciente y limitan el papel de la sexualidad.
Prestan atención a la experiencia consciente, incluyendo los procesos cognitivos y
las funciones de adaptación y dominio.
Se interesan por el desarrollo normal y la salud mental.
Respecto a la duración del tratamiento, la frecuencia entre sesiones es menor que
en el psicoanálisis clásico.
Además, el paciente puede tumbarse en un diván, pero también hablar con le
analista cara a cara.
Los objetivos del tratamiento de centran en los conflictos actuales del paciente y el
analista tiende a asumir una posición activa y directiva.

La tradición analítica del Yo (M. Klein, Erikson, A. Freud, Winnicot, Fairbairn, etc,):

Tiene como punto de partida el modelo estructural de Freud, que enfatiza las
funciones del Yo, en detrimento de las estructuras del Ello y del Superyo.
Énfasis en las experiencias psicosociales e interpersonales, como determinantes de
la organización psíquica. Concepción del Yo como una estructura psíquica
separadas de los instintos y con capacidad para aprender y actuar.
El desarrollo de la personalidad se entiende en términos de introyección de
experiencias psicosociales.
Se interesan por el desarrollo normal a lo largo de toda la vida y por la salud
psicológica. La psicopatología se entiende en términos de tareas de desarrollo
inconclusas y patrones de relaciones interpersonales destructivos.
Las dificultades de los pacientes tienden a concebirse en términos de problemas de
confianza, afecto, separación, diferenciación de la identidad e individualización.
El terapeuta es más activo, directivo, gratificante.
El foco del tratamiento son los aspectos actuales de los problemas del paciente.

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La psicoterapia breve psicodinámica:

Sus antecedentes están en el aumento de la flexibilidad del terapeuta y reducción


del número de entrevistas.
Actitud activa y flexible del terapeuta.
Focalización de la terapia en un problema concreto.
Limitación de la duración de la terapia.

El método terapéutico básico del psicoanálisis clásico se basa en tres procesos


fundamentales:

1. La asociación libre
2. El análisis de los fenómenos de transferencia y contratransferencia
3. Y el análisis de la resistencia

Al análisis de estos procesos le acompañan unos elementos de encuadre o reglas de


trabajo para el paciente (regla básica de la asociación libre) y el terapeuta (regla de
abstinencia- regla de la atención flotante).

La asociación libre consiste en que el paciente debe de expresar todos sus pensamientos,
sentimientos, fantasías y producciones mentales en general, según le vayan surgiendo en
su cabeza y sentimientos sin exclusiones o restricciones algunas. A veces el analista insta
al paciente a ir asociando a partir de los elementos que el propio paciente ha generado en
su propio discurso.

El analista se abstiene de responder a demandas específicas del paciente como el consuelo,


la simpatía o el consejo, y hace de pantalla o espejo en blanco que proyecta el discurso
desplegado por el propio paciente (regla de la abstinencia). El analista no debe de dar
prioridad inicialmente a ningún componente del discurso del paciente, manteniendo una
atención de neutralidad e importancia homogénea hacia todos los elementos del discurso
del paciente (regla de atención flotante).

Con estas reglas, del paciente y terapeuta, se facilita que se produzca una relación
transferencial. El paciente proyecta o desplaza sobre el analista aspectos cruciales con
figuras importantes de su historia vital (por lo general los padres). La re experimentación
del paciente de esos aspectos conflictivos e inconscientes (transferencia) de la relación
con sus progenitores, proyectadas sobre el analista, que no reacciona punitivamente ante
el paciente, y le permite desplegar su discurso hacia aspectos más inconscientes (que se
van haciendo más conscientes), junto con el análisis y la interpretación de esos fenómenos
se le denomina análisis de la transferencia.

Por otro lado, el terapeuta, aunque esté analizado, puede experimentar reacciones
emocionales hacia el paciente, que a nivel inconsciente suele reproducir los roles
complementarios punitivos o satisfacción de sus progenitores, se denominan reacciones
contra transferenciales. El análisis y la supervisión del propio terapeuta le ayudan a estar
atento a estas reacciones, como le proporcionan una valiosa fuente de información para la
terapia, y a su manejo adecuado.

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Sin embargo los pacientes suelen utilizar una variedad de maniobras conscientes e
inconscientes para manejar su propia ansiedad y conflicto y para evadir su trabajo
terapéutico de libre asociación (resistencias). La detección de esas maniobras y su
interpretación adecuada constituye el análisis de las resistencias. Este último trabajo
terapéutico es crucial para el desarrollo del análisis que suele desarrollarse por lo general,
en el transcurso de varios años en el psicoanálisis clásico.

En las versiones breves de la terapia psicoanalítica (psicoterapias breves psicoanalíticas)


se enfatiza la selección de conflictos a abordar, un rol más directivo del terapeuta, un
periodo breve a veces preestablecido de sesiones, y la consecución de determinados
objetivos. Sus defensores enfatizan que sus resultados y aplicación son iguales o
superiores al largo proceso psicoanalítico tradicional (Strupp, Malan, Sifneos, etc).

2. Los Modelos Humanísticos-Existenciales

Los antecedentes más claros de la psicología humanista están en el "neopsicoanálisis" de


K. Horney, E. Fromm, la psicología individual de Alfred Adler, los filósofos Tiliche y Martin
Buber, residentes en EE.UU. El ser humano es radicalmente libre, y se auto determina
mediante su proyecto existencial a través de sus decisiones (la concepción budista del
"karma" es similar a esta existencial en cierto grado).

L. Binswanger (1881-1966) estudió y trabajó con Bleuler y Jung en Zurich, en el marco del
Hospital Psiquiátrico Burgholzli. Al principio de su carrera estuvo vinculado con el
psicoanálisis y fue amigo personal de Freud durante toda su vida. Pero pronto abandonó el
marco psicoanalítico, que consideraba reduccionista, para adoptar un marco
fenomenológico que fue evolucionando hacia posiciones existencialistas. La aportación
más notable de Binswanger reside en la incorporación a la psicopatología y a la
psicoterapia, del análisis de la estructura del Daisen. Para Binswanger el trastorno
psicopatológico representa una inflexión de la estructura del ser en el mundo. Esta
alteración aleja al ser humano de su ser ontológico. En su análisis de la estructura del
Daisen, Binswanger distinguió entre:

- Umwelt, que es nuestra relación con los aspectos biológicos y físicos del mundo,
nuestro ser en cuanto a naturaleza.
- Mitwelt, que es el mundo interpersonal, nuestro ser con los otros.
- Y Eigenwelt, que es la forma con la que nos experimentamos a nosotros mismos.

Binswanger concebía los trastornos mentales como una desviación del ser en el mundo del
sujeto, que en tanto posee una estructura, podemos estudiar, describir y rectificar.
La Psicología Humanista nació como fenómeno americano. Entre sus antecedentes se
pueden citarse el funcionalismo de James y Dewey, con su visión del ser humano como
activo, con voluntad y social; y el conductismo intencional de McDougall. El antecedente
más claro de la Psicología Humanista, es la escuela de la Guestalt, a través principalmente
de Goldstein, quien en su obra El organismo (1934), expresa su concepción del organismo
humano como totalidad y de su tendencia a la autorrealización, como fuerza impulsiva que
pone al organismo en acción. De esta influencia surge en la Psicología Humanista la noción
de ser humano como ser dotado de un potencial humano inherente, que debe ser
actualizado.

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Los modelos humanistas de la psicoterapia abarcan las concepciones "fenomenológicas",


"humanistas" y "existencialistas" desarrolladas en el campo psicoterapéutico. Dentro de
las concepciones humanistas destacan la "Terapia gestáltica", el "Análisis Transaccional" y
la "Psicoterapia Centrada en el Cliente". A todas las orientaciones anteriores se les
denomina "tercera fuerza" en los años sesenta, por presentarse como alternativas tanto al
psicoanálisis como al conductismo dominante en esos años.

En 1961, dos hechos marcan el nacimiento de la Psicología Humanista:


La constitución de la American Association of Humanistic Psychology (AAHP)
Y la publicación del Journal of Humanistic Psychology.

En los años setenta el movimiento de la Psicología Humanista, crece de forma considerable


gracias al clima inconformista y de reivindicación de los valores humanos y naturales que
imperó en la época. Además la American Association of Humanistic Psychology, es
aceptada a principios de los setenta, como la División 32 de la American Psychological
Association.

Los modelos humanistas se caracterizan por:

- La importancia concedida a la percepción subjetiva del mundo o realidad como


determinante fundamental de la conducta.
- La afirmación de que cada persona posee de manera innata un potencial de
crecimiento o desarrollo de si mismo orientado hacia metas positivas como la
armonía, el amor o la alegría.
- La persona humana es considerada en sí misma como un sujeto independiente y
plenamente responsable de sus actos, sin plantearse causas subyacentes, como hacen
los modelos conductistas o psicodinámicos.
- Solo podemos comprender a una persona cuando nos podemos situar en su lugar para
percibir el mundo desde ella misma. Como consecuencia el modelo rechaza el
concepto de enfermedad mental y las clasificaciones de los trastornos mentales,
asumiendo que toda conducta es normal cuando nos colocamos en el punto de vista de
la persona afectada (este punto es más relativo en los modelos fenomenológicos, en los
que se basan gran parte de las actuales nosologías psiquiátricas actuales).
- La intervención terapéutica se suele centrar en el aquí y ahora de la experiencia actual
e inmediata, concediendo poca importancia a los antecedentes históricos y a las
intervenciones directivas.

La Psicoterapia centrada en el cliente, de Carl Rogers:

El modelo de psicoterapia desarrollado por C. Rogers parte de la idea de que toda persona
posee una especie de impulso hacia el crecimiento, la salud y el ajuste. La terapia más que
un hacer algo al individuo, tratará de liberarlo para un crecimiento y desarrollo adecuado
(Rogers, 1951). Uno de los obstáculos más poderosos para impedir esa tendencia es el
aprendizaje de un concepto de sí mismo negativo o distorsionado en base a experiencias
de desaprobación o ambivalencia hacia el sujeto en etapas tempranas de su desarrollo
(Raimy, 1948). Parte del trabajo de la terapia centrada en el cliente trata de facilitar que el
sujeto se exprese con sus ambivalencias e impulsos hostiles y agresivos, de modo que este
pueda reconocerse de manera integral.

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Otro elemento fundamental para que el sujeto continúe su tendencia actualizarte es la


experimentación consciente de un sentimiento que hasta el momento fue reprimido. La
experimentación de sentimientos reprimidos por ambivalentes, hostiles o irracionales,
permite al sujeto actualizar su experiencia, ser "el mismo" y modificar el auto concepto
distorsionado que estaba manteniendo hasta el momento.

Así se da una interacción mutua entre la experiencia y el autoconcepto. Sin embargo el


sujeto puede desarrollar una desconfianza hacia su propia experiencia emocional en base
a las prácticas de educación y crianza en las que está inmerso. La presión del entorno
(familia, colegio, etc.) puede hacer que el niño enfoque su conducta a agradar, llevarse
bien, alcanzar el éxito, según es definido por instancias externas al mismo. El niño aprende
que para ganarse la aprobación de los otros debe de actuar según unos criterios externos.
De este modo puede sentir en privado, consciente o inconscientemente, deseos o
sentimientos que inhibe en público. Rogers (1983) identifica este proceso como la
"Cultura de la Coca-Cola". El proceso evaluador anterior queda así conformado por la
discrepancia entre lo experimentado y lo que debe de experimentarse o expresarse.

La discrepancia genera psicopatología. La incongruencia entre lo que el organismo


experimenta y lo que es necesario para mantener la aceptación o consideración positiva
hacia sí mismo genera una especie de conducta defensiva que implica negación y
distorsión y por lo tanto mayor o menor grado de psicopatología.

El terapeuta centrado en el cliente tratará de desarrollar una serie de mecanismos de


cambio (aceptación positiva incondicional, empatía y congruencia) mediante los que
comunicará al sujeto la actitud de que experimentar su organismo, su subjetividad
emocional es importante y esencial para su actualización y desarrollo personal (Rogers,
1957).

El terapeuta parte de la idea de que su cliente tiene una tendencia actualizarte y un valor
único y personal que está bloqueado o distorsionado por determinados criterios de
aceptación externa (consideración positiva condicional). La terapia tratará de desbloquear
el proceso anterior mediante la aplicación de tres estrategias o técnicas fundamentales:

 La empatía: Hace referencia al esfuerzo continuo del terapeuta por apreciar y


comunicar a su cliente una comprensión de los sentimientos y significados expresados
por este. Esto se hace mediante un ciclo de tres fases:

1) La resonancia empática del terapeuta a las expresiones del cliente


2) La expresión de empatía por parte del terapeuta al cliente
3) La recepción del cliente de la respuesta empática del terapeuta.

La emoción y su experimentación se consideran básicas en el proceso de cambio de la


psicoterapia efectiva.

 Consideración positiva incondicional: El terapeuta brinda la oportunidad al cliente a


expresar sus sentimientos generalmente inhibidos para facilitar su auto aceptación.
Para ello le acepta sin condiciones de valor y evita corregirle o dirigirle hacia criterios
preestablecidos. Esta actitud conlleva un aprecio hacia los sentimientos y la persona
del cliente con todas sus aparentes contradicciones e irracionalidades.

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 La congruencia: Se refiere a la autenticidad del terapeuta ante su cliente particular.


Para que este pueda mostrarse empático ha de ser congruente con sus propios
sentimientos generados en la relación terapéutica. Tal congruencia se muestra tanto a
nivel verbal como no verbal.

La psicoterapia Guestáltica de Fritz Perls

La psicoterapia Guestáltica nació de la mano de Perls y su esposa.

Perls se vinculó al movimiento humanista. En los años sesenta, sobre todo durante su
estancia en el Instituto Ealen (1964-1969), la difusión de sus ideas fue muy amplia. Poco
antes de su muerte en 1970, fundó el primer Instituto Guestalt cerca de Vancouver. Desde
entonces se han creado varios institutos a lo largo del mundo.

Las fuentes de esta terapia son:

- La escuela de la Guestalt: la noción de totalidad, la noción de Gestalen que tienden a


complementarse, y la dinámica figura/fondo, son nociones derivadas de la Guestalt.
Goldstein, con su noción de autorrealización, fue el que ejerció una influencia más
directa sobre Perls.
- El psicoanálisis: Perls se inició en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, donde realizó
su análisis personal de Karen Horney. Cuando emigra a Sudáfrica funda el Instituto
Psicoanalítico Sudafricano. Ya de regreso en Estados Unidos, desarrolla su propio
enfoque. En su obra Yo, hambre y agresión (1947), muestra ya una cierta reacción a
la ortodoxia freudiana.
- Wilhelm Reich: Perls reconoce la influencia que tuvo en él su noción de armadura
caracterio-muscular.
- El psicodrama de Moreno: Influyó notablemente en la Guestalt. De hecho se llama a
la técnica de la Guestalt, Técnica de la autopsicodrama imaginario. Perls da mucha
importancia técnica al juego de roles. Él innova empleando personajes interiores,
en vez de figuras externas reales psicodramáticas.
- El existencialismo y el budismo Zen: Perls estuvo en contacto con ambas
concepciones. De ellas extrajo su énfasis al vivenciar, para entrar en contacto con la
propia esencia, el aquí y el ahora.

El análisis transaccional de Berne:

Berne (1910-1970) era un neuropsiquiatra en proceso psicoanalítico y alumno de Ferden


y Erikson. Quedó impactado por el descubrimiento del neurocirujano de la Universidad
McGill, donde trabajaba, el Doctor Penfield, de que cualquier hecho observable que se
registra en el cerebro, se asocia a un sentimiento, y al evocarse con posterioridad, ambos
aparecen juntos. A partir de entonces Berne elabora un modelo de los estados del Yo, que
conducen a una serie de transacciones y juegos, que describe en sus obras. Esto marca una
de las características del análisis transaccional, el carácter divulgativo. Muchas de las
obras del análisis transaccional están pensadas para los terapeutas y para los clientes.

El análisis transaccional se nutre, en su mayor parte, de los juegos dramáticos guestálticos.

El psicodrama de Moreno:

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Es un sistema terapéutico complejo, basado en la analogía teatral, que abarca las técnicas
psicodramáticas, la sociometría y la terapia de grupos.
Moreno:
- Inició la terapia de grupos
- Creó la sociometría.
- Introdujo el concepto de encuentro en el ámbito terapéutico en Estado Unidos, que
luego adaptó la Psicología Humanista.
- Desarrolló el énfasis en la vivencia del presente, el aquí y el ahora.
- Creó técnicas como La silla vacía, y el Juego de roles, que fueron recogidas por la
terapia guestáltica.
- Su pensamiento influyó en el pensamiento de Kelly.

Las terapias corporales y energéticas:

En los años sesenta y setenta, en parte debido a la influencia de Reich, surgen una serie de
enfoques terapéuticos, caracterizados por centrar su intervención en los aspectos
corporales, en concreto musculares. Limitaban el diálogo verbal a aspectos relacionados
con los ejercicios corporales propuestos. Y vinculan los conflictos, con bloques energéticos
localizados en el cuerpo.

El más representativo de estos enfoques, es el enfoque bioenergético de Lowen: Formuló


una teoría de la personalidad basada en el desarrollo y tipología del carácter, que sirve
como orientación a su terapia. Durante los años sesenta y setenta, la bioenergética fue una
de las técnicas más difundidas en el seno de la Psicología Humanista, debido al potencial
catártico de sus ejercicios, el poder realizarse en grupo, etc.

Conceptos básicos de los Modelos Humanísticos-Existenciales

1.- Autonomía e interdependencia social. Autonomía es la capacidad para dirigir el


desarrollo propio, tomando decisiones y aceptando responsabilidades. La autonomía
individual y la responsabilidad social, no son principios contrapuestos sino
complementarios, de modo que sólo un individuo que es autónomo puede ser responsable
frente a la comunidad.

2.- Autorrealización. Es la tendencia inherente al organismo que lo impulsa hacia el


crecimiento y la diferenciación. El desarrollo de esta tendencia depende en gran medida
de la satisfacción de las necesidades básicas del organismo. Maslow aportó una concepción
jerárquica de estas necesidades a la Psicología Humanista.

3.- Búsqueda de sentido. Se sostiene que el hombre no sólo se mueve por motivaciones
materiales, sino también por principios axiológicos como la libertad, la justicia, la
dignidad, y que suponen un intento de trascender la propia existencia.

4.- Concepción global del ser humano. El ser humano se considera como una Guestalt,
como un conjunto integral en el que sentimiento, pensamiento y acción, forman un todo
orgánico.

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5.- Énfasis en la vivencia inmediata como fenómeno primario, desde el punto de vista
psicoterapéutico: Las explicaciones teóricas y la conducta manifiesta, se consideran
subordinadas a la vivencia misma y a su significado para la persona.

6.- Énfasis en los aspectos volitivos, creativos y valorativos, de la conducta humana.

Las técnicas terapéuticas:

Rogers sugirió que el ingrediente terapéutico más importante es la relación de persona a


persona, que se establece entre cliente y terapeuta. En esta relación, son determinantes las
actitudes necesarias y suficientes que toma el terapeuta, para lograr el cambio terapéutico.

Estas actitudes son:


 Consideración positiva incondicional: Supone una actitud de total respeto y
aceptación de las vivencias y sentimientos del cliente. EL cliente debe sentir que
todo aquello que sienta o exprese puede ser aceptado por el terapeuta. Tal
aceptación no supone estar de acuerdo o dar un beneplácito, sino entender que
aquello que expresa el cliente forma parte de su experiencia.
 Empatía: Es la actitud del terapeuta por apreciar y comunicar al cliente la
comprensión de los sentimientos y significados que expresa. Entra en el mundo
perceptual del cliente y lo entiende tal y como éste lo entiende. Ello fomenta la
integración del cliente.
 Congruencia en la actitud del terapeuta: Proviene del reconocimiento de que la
empatía deber ser real para ser efectiva. Es decir, debe existir coherencia entre lo
que el terapeuta dice, hace y siente. Supone que el terapeuta exprese también
algunos de sus sentimientos para proporcionar al cliente una imagen íntegra y
congruente. Por ejemplo, que el terapeuta exprese aquellos sentimientos que le
impiden ser empático.

Lo importante es cómo el cliente vivencia estas actitudes del terapeuta.

Las técnicas terapéuticas se agrupan en categorías (Rosal y Gimeno 1988):

Uso del espacio y elementos materiales

Lo habitual es que en los modelos humanístico-existenciales, la práctica


terapéutica grupal e individual se desarrolle en un espacio con pocos objetos
decorativos, para conseguir una focalización de la atención en lo que está
ocurriendo en ese momento. Habrá ciertos elementos como almohadones, que se
usarán como elementos auxiliares simbólicos.

Según el tipo de trabajo que se vaya a llevar a cabo, aparecerán también toda clase
de materiales que se crean convenientes, como: pinturas papel, espejos, sillas, etc.
Por ejemplo, el psicodrama emplea sillas y máscaras; la arte-terapia emplea
música y materiales pictóricos.

Otro requisito que puede resultar importante para la terapia, por su contenido
simbólico, es la disposición espacial.

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El uso del tiempo:

Uno de los objetivos de estos modelos humanístico-existenciales, es facilitar la


toma de conciencia de lo que pasa en el aquí y ahora, lo que pasa en el presente.
Perls propone, que con el fin de fomentar la conciencia del ahora, la gente se
comunique en tiempo presente.

Como aportaciones de la psicoterapia de la Gestalt, además del uso del presente en


la comunicación verbal, también se emplean juegos, como decir frases en las que se
incluya la palabra “ahora”, o el uso del “continuo de conciencia” y la sustitución de
los ¿por qué? o porque, por ¿cómo? y así, en el diálogo terapéutico y grupal, y la
focalización de la atención sobre la conciencia.

Otro recurso es pedir a la persona que permanezca en la emoción en la que se


encuentra, sin hacer nada con ella, y observar los cambios que se producen en la
misma.

Se estimula la permanencia en el presente a través también de la lentificación de


los movimientos y la repetición de los mismos, y de las frases, cuando el terapeuta
intuye que la persona está pasando por encima de ellos, para evitar contactar con
emociones desagradables.

Aportaciones concretas del análisis transaccional son los análisis de las


transacciones grupales que están teniendo lugar en el momento. Las transacciones
redefinitorias, señalan la zona del presente que es peligrosa para el sujeto, y que
está tratando de evitar, y lo reconduce a esta zona.

La terapia de Rogers utiliza la vía de sintonización con las emociones de la


persona, que aparecen expresadas en el aquí y ahora, de forma clara o encubierta.
La psicoterapia de la Gestalt utiliza el soliloquio como medio para llevar a la
persona a la conciencia de emociones presentes que no se están manifestando.

La bioenergética emplea los ejercicios de asentamiento, de centramiento en


sensaciones corporales, de percepción de conexiones entre la realidad corporal del
momento y la conciencia, y ejercicios en los que la atención se focaliza de forma
plena en el cuerpo. Prestan atención a los bloqueos a nivel muscular y en la
respiración. A partir de ahí se trabajan los mismos en el presente corporal, como
punto de partida del presente global de la persona.

Varios modelos tiene también en común el uso de la técnica de hacer de espejo del
individuo, para asó confrontarlo con sus contradicciones y ayudarlo a tomar
conciencia de su presente y del conflicto que se está manifestando a través de la
postura, o del gesto, o de la contradicción de los mismos y sus palabras, etc.

El uso de la fantasía:

En varios modelos humanístico-existenciales se utiliza de manera muy destacada


la fantasía en distintas formas, dentro de esquemas del ensueño dirigido, bien
dentro de fantasías actuadas en psicodrama, o bien como fantasías de contacto con
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el “pequeño profesor”, en el análisis transaccional, para captar decisiones


habitualmente no accesibles a la conciencia.

El uso de la fantasía permite la revelación de material emotivo no consciente, a


través de la proyección de ese material en forma de metáforas y símbolos que
después el que fantasea se puede reapropiar como suyos, mediante la
identificación con cada uno de ellos.

También se usa para evitar racionalizaciones que en el lenguaje verbal lógico tiene
una mayor posibilidad de aflorar, debido al mayor control lógico que tenemos del
mismo. En los ejercicios de fantasía se entra en un terreno desconocido y más
permisivo, de modo que el desplazamiento de emociones e impulsos a imágenes
simbólicas, permite al individuo sentirse más protegido que en el lenguaje lógico,
respecto a sus reproches íntimos de culpabilidad o frente a sus amenazas internas.
El trabajo con la fantasía sirve de camino para la apertura de aspectos negados de
la propia personalidad.

Dentro de los trabajos con la fantasía podemos situar los trabajos con sueños,
realizados por ejemplo con el método guestáltico, es decir, identificación sucesiva
con todos los elementos del sueño. En psicoterapia de la Gestalt el trabajo en la
fantasía guiada se centra en la identificación con el material verbal proyectado, al
igual que con los sueños.

En el análisis transaccional, se usa la fantasía guiada para descubrir decisiones de


guión, adoptadas por el “pequeño profesor”, y que han quedado fuera del control
del adulto. Sirve por tanto, como ayuda para el análisis de guión, como para dar
energía a las zonas de la personalidad en las que se originó la distorsión perceptiva
o emotiva, y decidir de nuevo desde esa misma zona. También se trabaja con ella
en base a fantasías de futuro, para desensibilizar o ayudar en las decisiones.

El uso de la dramatización y la expresión corporal.

Se trata de la dramatización de los conflictos inter o intra personales. Las


modalidades de dramatización que se utilizan son:

1. El autopsicodrama imaginario o la manera guestáltica:

El protagonista incorpora dramáticamente todos los personajes que


intervienen en la representación o en los conflictos intrapsíquicos, todas
las partes propias que generan el problema, alternativamente, y con
desplazamiento espacial. Se realiza señalando simbólicamente la presencia
del orto o la otra parte, mediante una silla o un almohadón, y se le pide al
sujeto que cambie de lugar cuando incorpore el otro personaje o el otro
aspecto de la personalidad.

Así, el sujeto puede reconocer en los conflictos interpersonales sus


proyecciones, con una mayor facilidad y acercarse intensamente a los
núcleos que generan tensión. En los conflcitos intrapsíquicos, la
incorporación alternativa de las partes, le permite vivir con mayor rirueza

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cada una de ellas. Se establece una nueva forma de relación interna, que
implica un cambio perceptivo respecto a sí mismo y a la relación con los
demás. Y se establece un cambio emocional correlativo.

2. La manera psicodramática:

El conflicto interpersonal se representa con la ayuda de los otros


participantes del grupo, o bien del que se denomina el yo auxiliar. La
dramatización puede referirse a un conflicto pasado no asumido que se
mantiene actualmente, a un conflicto presente, o a un temor futuro, que ya
está incidiendo en el futuro del individuo. La finalidad de la dramatización
es la de permitir al sujeto explorar todos los aspectos de la situación, y a
partir de ahí provocar un cambio en el mismo, mediante la reorganización
global de la percepción y emoción que tal situación plantea; bien a través
del descubrimiento de nuevas opciones respecto a la situación en sí; bien
por miedo de la desensibilización respecto del objeto de temor.

Un aspecto común a la mayor parte de los modelos humanístico-existenciales, es la


oposición a la clasificación diagnóstica de los sujetos, pues la conciben como contraria a la
autonomía, la autenticidad y la integridad de la persona. Para Rogers, el cliente es el único
que tiene la potencialidad de conocer a fondo la dinámica de sus percepciones y su
conducta, por eso defendió la irrelevancia de las clasificaciones diagnósticas.

Para M. Boss (1963), psicoterapeuta existencial, ningún síntoma psicopatológico se llegará


a entender de modo total y adecuado, a no ser que se conciba como un desequilibrio en la
textura de las relaciones sociales en las cuales hay fundamentalmente una existencia
humana dada.

Sin embargo todos los modelos distinguen entre neurosis y psicosis, y aunque tanto el
análisis existencial y la terapia centrada en el cliente se usan para el tratamiento de las
psicosis, su eficacia terapéutica sólo se ha demostrado con claridad en el campo de las
neurosis.

Los criterios de éxito terapéutico se han definido en torno a conceptos como la


autenticidad, la autoactualización, el crecimiento, etc.

Desarrollos actuales

De todos los modelos humanístico-existenciales, el enfoque centrado en la persona, de


Rogers ha sido el que más influencia ha tenido. Describe la relación terapéutica como un
encuentro entre dos personas, restando importancia a las técnicas terapéuticas. Sin
embargo, actualmente sólo un porcentaje muy pequeño de psicólogos y otros
profesionales de la salud se identificarían a sí mismos como profesionales de la terapia
centrada en el cliente.

Ahora, el término centrado en el cliente, se acompaña término experiencial. La psicoterapia


centrada en el cliente y experiencial, ha tenido gran influencia en el campo terapéutico y
pedagógico.

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La terapia guestáltica ha tenido gran influencia en el nacimiento de la técnica de la


programación neurolingüística, de Bandler y Grinder (1975), que parte del análisis
comunicacional, tanto verbal como no verbal, pragmático de la conducta, de los
terapeutas: Perls, Satir y Erickson. La terapia guestáltica también ha influido también en
la creación de la psicoterapia expresiva focalizada (Daldrup, Beutler, Engle y Greenberg,
1988). Es una sistematización de la terapia guestáltica, basada en muchos de los
conocimientos actuales de la psicología cognitiva y de investigaciones sobre la emoción y
sobre el proceso terapéutico. Son rigurosos y sistemáticos al elaborar la terapia guestáltica
de forma actualizada.

Después de la muerte de Berne en 1970, el análisis transaccional se desarrolló en el campo


educativo, empresarial, terapéutico, entrenamiento personal de la NASA, etc.
En conclusión, los modelos humanístico-existenciales siguen en el panorama
psicoterapéutico con una presencia notable.

3. Los Modelos Conductuales

La extensión de los modelos conductistas al campo de la clínica y la psicoterapia viene


marcada por varios hechos históricos. Durante la segunda guerra mundial los psicólogos
comienzan a ejercer sus funciones como seleccionadores de personal y como ayuda de los
psiquiatras en tareas de diagnóstico. Después de este conflicto se dedicaron al cuidado de
los veteranos de la guerra en instituciones públicas. En 1949 se desarrolla la conferencia
Boulder, donde se define el papel del psicólogo clínico. Socialmente, la profesión del
psicólogo clínico se va consolidando y lleva de la mano una nueva forma de abordar los
trastornos mentales. Por un lado se comienza a cuestionar el diagnóstico basado en
clasificaciones particulares (fiabilidad baja, efecto de "marca" negativa de la etiqueta,
circularidad explicativa y poca relación con la etiología) y por otro la relación de estos
diagnósticos con su tratamiento (escasa relación entre el tipo de trastorno y el tipo de
tratamiento).

A partir de 1950 surgen tres focos geográficos de extensión de la terapia de conducta:

1. En Inglaterra H. J. Eysenck (1952) publica su acido artículo sobre la baja eficacia de


la terapia tradicional en el campo de las neurosis (entiéndase terapias basadas en
el psicoanálisis y los psicofármacos). Este autor basa su modelo de personalidad y
terapia en la Psicología del aprendizaje y la Psicofisiología.
2. Desde Surafrica, Wolpe (1958) desarrolla un nuevo modelo para interpretar y
tratar las neurosis, basado en el condicionamiento clásico y en la "de
sensibilización sistemática". Este autor muestra en sus obras como esta terapia es
eficaz en el tratamiento de las distintas neurosis.
3. El tercer foco deriva de los E.E.U.U donde la obra de B.F. Skinner basada en el
condicionamiento operante se aplica con cierto éxito a problemas de aprendizaje
escolar (educación programada), retraso mental y manejo de conductas en
pacientes psicóticos.

En 1959, Eysenck introduce el término terapia de conducta para referirse a aquella


psicoterapia basada en los principios de aprendizaje (clásico y operante) y en una
metodología científica de tratamiento. En la década de 1960, se desarrolla por Bandera

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(1969) el tercer tipo de aprendizaje humano relevante: el aprendizaje por imitación o


modelado.

En la siguiente década, los años setenta comienzan a cuestionarse la suficiencia de los


modelos conductuales basados exclusivamente en el condicionamiento y aparecen los
llamados modelos cognitivos-conductuales como el paradigma A-B-C (Acontecimiento-
Cognición-Consecuencia) de Ellis (1962), los enfoques cognitivos de la depresión de
Beck(1966), los métodos de inoculación al estrés de Meichenbaum (1977) y la teoría de
las expectativas de auto eficacia de Bandera(1977) dentro de su enfoque de aprendizaje
social.

De forma general, se genera así dos grandes corrientes en la terapia de conducta: aquellos
que rechazan los términos mentalistas y apoyan la suficiencia del condicionamiento para
la explicación y el tratamiento de los problemas psicológicos (abanderados por Golpe y los
segadores de Scanner) y aquellos otros, que aun reconociendo la importancia del
condicionamiento, lo ven insuficiente para abordar los problemas psíquicos (Eisenach y
sus seguidores destacan el papel de los factores biológicos; y los terapeutas cognitivos el
papel de los significados subjetivos como las creencias, atribuciones, metas e
interpretaciones personales).

Actualmente la terapia o modificación de conducta tiene aplicación en un rango muy


amplio de problemas (neurosis, depresión, trastornos de pareja, toxicomanías, trastornos
psíquicos infantiles, medicina, etc.); y es reconocida como uno de los enfoques más
influyentes y prestigiosos en el terreno de la salud mental.

Algunos autores destacan como su último desarrollo las llamadas terapias cognitivas. Para
otros autores, las terapias cognitivas se basan en un modelo del hombre y la terapia
distinto al mantenido en la terapia de conducta más tradicional. Sin embargo en la terapia
cognitiva se utiliza con profusión las técnicas conductuales como procedimiento de
cambio de significados cognitivos.

Conceptos básicos:

No existe una única teoría del aprendizaje que sirva de marco conceptual a la terapia de
conducta. Coexisten distintas teorías que sirven de fundamento a distintas técnicas.

Según Berstein y Nietzel (1980), las características principales de los modelos


conductuales son:

 Consideran que el rigor científico no es incompatible con la responsabilidad


profesional.
 Consideran la evaluación y el tratamiento, como funciones estrechamente relacionadas
y dirigidas a modificar las conductas inadecuadas.
 No admiten la existencia de enfermedades mentales como entidades cualitativamente
distintas en cuanto a génesis y dinámica funcional.
 Consideran necesaria la comprobación de la eficacia de cualquier procedimiento, de
evaluación o de tratamiento.
 Conceden especial relevancia al método experimental como instrumento básico para
la descripción, predicción, y control, de la conducta.

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 Su objeto de estudio es la conducta, es decir, la actividad cuantificable o evaluable,


tanto en el plano motor como en el cognitivo o fisiológico.
 Conceden menor importancia a los factores innatos o heredados en la adquisición de la
conducta. Pero aceptan la influencia de posibles factores genéticos o constitucionales.
 Consideran que tanto la conducta normal como la anormal, son producto
fundamentalmente de aprendizaje.

Los postulados básicos del modelo conductual son:

1. La conducta anormal o desviada no es el producto de procesos mentales o


biológicos alterados. No es un síntoma "superficial" de una estructura subyacente.
Ella misma conforma la anormalidad. Los llamados procesos mentales son
actividades conductuales encubiertas, no observables directamente.
2. La evaluación o diagnostico conductual consiste en la determinación de la
conducta objeto de estudio, sus antecedentes y sus consecuencias.
3. La intervención psicoterapéutica conductual consiste en la modificación de los
antecedentes y consecuencias de la conducta afín de modificar esta.
4. La conducta puede ser manifiesta (actos motores y conducta verbal) o encubierta
(pensamiento, imágenes y actividad fisiológica). Los llamados procesos mentales
subjetivos son conductas encubiertas regidas por los mismos principios de
aprendizaje que la conducta manifiesta.
5. El estudio del sujeto conductual consiste en el análisis de su conducta manifiesta y
encubierta.
6. El conductismo y la terapia de conducta no niegan la existencia de los procesos
subjetivos llamados mentales, como se suele malinterpretar, sino mas bien los
considera actividad mental, actividades conductuales, conducta (Skinner, 1974).
7. La terapia de conducta estudia la conducta encubierta a través de la conducta
manifiesta. La conducta manifiesta no está causada por la conducta encubierta,
sino que ambas se explican en función de la historia de aprendizaje del sujeto
conductual y las variables antecedentes y contingencia les actuales.
8. El terapeuta de conducta siente un profundo respeto por la persona de su paciente,
y le informa de sus intervenciones, de las que suele pedir consentimiento. La
terapia conlleva un rol activo del paciente y del terapeuta. Los terapeutas de
conducta están profundamente interesados en mantener una adecuada relación
terapéutica con sus clientes.

Los tratamientos conductuales tienen un carácter concreto, operativo y estructurado. Al


centrar la evaluación e intervención en la conducta inadaptada, han contribuido a
replantear el modelo tradicional de enfermedad mental.

La terapia de conducta se centra en los procesos conductuales más cercanos a la conducta


manifiesta, salvo en el caso de los conductistas cognitivos. Se centra en el aquí y ahora y
presta menos atención a los sucesos históricos. Asume que la conducta anormal es
adquirida en gran parte a través del aprendizaje clásico, operante y por moldeamiento.

 El paradigma del condicionamiento clásico

Se refiere al aprendizaje basado en la asociación de un estimulo neutro, que


posteriormente adquirirá poder para felicitar la conducta (estimulo condicionado) al

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asociarse con un estimulo incondicionado. Aunque el condicionamiento clásico supone


que el estimulo condicionado antecede por lo general al incondicionado; también existe el
caso inverso donde el estimulo condicionado sigue al estimulo incondicionado, es el
llamado condicionamiento hacia atrás.

El condicionamiento clásico ha sido propuesto para explicar y tratar diversos fenómenos


neuróticos.

Este paradigma establece que cuando un estímulo incondicionado, da origen a una


respuesta incondicionada, se presenta después de un estímulo condicionado, ésta
adquiere la propiedad de provocar por sí mismo una respuesta condicionada, que es
similar a la respuesta incondicionada.

A partir del condicionamiento clásico, la ansiedad ha sido considerada la clave de los


trastornos neuróticos. Un estímulo neutro, puede emparejarse con un estímulo
amenazante, provocador de ansiedad. la respuesta de ansiedad supone una activación de
un patrón de cambios fisiológicos, en el nivel del sistema nervioso simpático, tales como
aumento de la presión sanguínea y del pulso cardíaco, incremento de la tensión muscular,
disminución del riego sanguíneo en el estómago y los genitales, sequedad de la boca, etc.
Estos cambios pueden ser provocados por estímulos incondicionados, tales como un golpe
físico o un shock, pero también pueden adquirirse por medio del condicionamiento clásico.
Así, la ansiedad ha sido concebida como una respuesta que estaría en el origen de las
conductas fóbicas, así como en otros tipos de trastornos.

Por lo general, cuando una respuesta condicionada se presenta de forma repetida, sin la
aparición de un estímulo incondicionado, el vínculo asociativo se debilita y tiende a
desaparecer. A este proceso se le denomina proceso de extinción. Pero en algunos casos la
extinción no se produce, como ocurre en las paradojas neuróticas. Para dar explicación a
este fenómeno, existen dos tipos de explicaciones:

1. La teoría bifactorial del aprendizaje de Mowrer (1946):

Para explicar la conducta fóbica, afirma que la ansiedad se adquiere mediante procesos de
condicionamiento clásico, pero se mantiene por medio de procesos de condicionamiento
operante, pues la ansiedad activaría respuestas de evitación que resultarían reforzantes
por producir alivio de la ansiedad, e impedirían que el proceso de extinción se llevara a
cabo.

2. La teoría de la incubación de Eysenck (1982):

Entiende que el proceso de extinción puede no ocurrir cuando el estímulo condicionado es


fuerte o se presenta repetidamente durante largos períodos de tiempo, y puede adquirir
las propiedades del estímulo incondicionado, de modo que su simple presentación no sólo
no provocaría la extinción sino que fortalecería la respuesta condicionada.

 El paradigma del condicionamiento operante

Este paradigma se ocupa de conductas que el organismo emite libremente y que operan
sobre el medio y están controladas por sus consecuencias ambientales. Establece que si un

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tipo de respuesta, se refuerza en presencia de un estímulo discriminativo, en el futuro, este


tipo de respuesta tendrá más probabilidades de ocurrir en presencia de ese estímulo.
En este paradigma la conducta no está controlada por sus antecedentes (no es una E- R)
sino por sus consecuencias (R-C).

Se basa en que una conducta en presencia de un estimulo particular (estimulo


discriminativo) se hace más probable si es seguida de una consecuencia o contingencia
reforzante.

Si una conducta aumenta su probabilidad de producirse si es seguida por una determinada


consecuencia se denomina a este proceso reforzamiento positivo.

Si esa conducta aumenta su probabilidad de producción si es seguida por la retirada de un


estimulo aversivo, se denomina a ese proceso como reforzamiento negativo.
Si la probabilidad de esa conducta se reduce como consecuencia de la presentación de un
estimulo aversivo o la retirada de uno positivo, se denomina al proceso como castigo.

Si esa conducta deja de producirse como consecuencia de la no presentación de sus


consecuencias re forzantes (positivas o negativas) se denomina al proceso como extinción.
Entre la respuesta operante y el refuerzo, se establece una relación de contingencia y si la
respuesta se refuerza, tenderá a extinguirse. Aunque las respuestas también pueden ir
seguidas de consecuencias aversivas, las modificaciones de conducta han insistido en que
los procedimientos operantes funcionan mejor cuando se utiliza el refuerzo positivo.

Los refuerzos tienen mayor efecto sobre la adquisición y fortalecimiento de la respuesta,


cuando se dan de modo contingente y coherente y con la menor demora posible.

Sin embargo, también pueden administrarse en función del tiempo transcurrido,


“programas de intervalo”.

A la hora de diseñar un programa de reforzamiento, es necesario identificar los refuerzos


observando sus efectos funcionales en la conducta teniendo presente que lo que puede ser
reforzante para una persona, puede no serlo para otra. Aun que se da por supuesto que el
refuerzo social, como halagos, dinero, etc.), tiene un valor universal, como los reforzadores
primarios o biológicamente dados, como por ejemplo la comida, la identificación de los
reforzadores más eficaces, requiere una observación sistemática de la conducta.

 El condicionamiento vicario o aprendizaje por moldeamiento o imitación:

Las personas no solo adquieren su conducta por la asociación de experiencias o los


resultados de sus acciones sino también por observación de cómo actúan otras personas
reales o actores simbólicos (historias, relatos, etc). Gran parte de la conducta humana es
mediada culturalmente por diversidad de modelos familiares y sociales en el llamado
proceso de socialización o aprendizaje social.

Las habilidades sociales para relacionarse con los demás y muchos temores y prejuicios
que dan lugar a conductas patológicas están mediados por este proceso.

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En el condicionamiento vicario, se establece que un observador puede aprender una


conducta compleja observando la ejecución que realiza un modelo. Para explicar este tipo
de aprendizaje es necesario recurrir a mecanismos complejos de procesamiento de
información que suponen una discontinuidad respecto a los mecanismos implicados en los
paradigmas anteriores, fundamentados principalmente en la investigación con animales.

En el aprendizaje observacional, llevado a cabo principalmente por Bandura, se suelen


distinguir dos fases:

1ª. Fase de adquisición de la respuesta: En ella el sujeto observa cómo el modelo


realiza la conducta.

2ª. Fase de ejecución: En ella el observador realiza la conducta a partir de su


representación simbólica.

Ambas fases requieren la movilización de complejos procesos cognitivos. Los efectos del
modelado, que más se han utilizado en la práctica clínica, consisten en la adquisición y
práctica de nuevas habilidades, y en la inhibición o desinhibición de conductas que ya
formaban parte del repertorio del observador.

La terapia de conducta comienza mediante un proceso de diagnóstico denominado


Análisis Funcional o Conductual. Consiste en "traducir" el problema presentado a
categorías conductuales operativas (conductas manifiestas y encubiertas por lo general
clasificadas como "cogniciones”, “emociones" y "conductas") y en determinar las variables
que las mantienen (organísmicas- mediacionales, antecedentes estimulares y
contingencias de refuerzo) (Cónfer y Saslow, 1967).

Este proceso determina de qué variables es función la conducta estudiada y guía el


proceso de selección de las técnicas terapéuticas. En la mayoría de los casos el terapeuta
comparte con su cliente o paciente los resultados de tal análisis y como a partir del mismo
es deseable intervenir. La misma relación terapéutica puede ser analizada por el mismo
procedimiento, cuando esta es relevante para la terapia en curso (colaboración del
paciente). Cuando la conducta del paciente presenta una escasa colaboración para la
terapia, se puede intentar modificarla para lograr niveles mejores de relación terapéutica
analizando su función (Edelstein y Yoman, 1991).

Método terapéutico

El objetivo de los tratamientos conductuales es la modificación de la conducta inadaptada.


Para ello, antes de iniciar el tratamiento, es necesario realizar una detallada evaluación de
los parámetros y contingencias que controlan la conducta. En esta evaluación se definen
las conductas en términos observables y se establecen sistemas de registro. Estos
requisitos son imprescindibles para juzgar la eficacia del tratamiento.

Normalmente los tratamientos son breves y tiene un número limitado de sesiones. La


eficacia del tratamiento depende de las técnicas utilizadas y no de la relación terapéutica.
La relación terapéutica, se concibe como un vehículo para la implantación de las técnicas
conductuales. El papel del terapeuta consiste en instruir al cliente en la tecnología
conductual apropiada para solucionar su problema. El terapeuta es considerado un

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reforzador social y un modelo. Los terapeutas de conducta conciben los procesos que
ocurren en el contexto de la relación, como procesos de aprendizaje, en os que refuerzan
ciertas conductas, o modelan las conductas objeto de tratamiento.

Las estrategias de modelado, forman parte de diversos tratamientos, tanto para facilitar la
adquisición de nuevas conductas, como para desinhibir la expresión de conductas ya
existentes.

Los clientes adoptan un papel activo en la terapia, tanto en la realización de registros,


como en el manejo de las técnicas.

Algunas técnicas se han implantado en ambientes educativos.

En algunos casos, la figura del terapeuta puede ser sustituida, como por ejemplo en el
entrenamiento en relajación.

Para el terapeuta conductual la terapia es mucho más que la utilización de un determinado


grupo de técnicas, es un modo de entender a la persona y su conducta, basado en los
principios del Conductismo clásico, moderno y actual (Eysenck, Staats, Meichenbaum,
etc.).

Entre los desarrollos actuales del conductismo y la terapia de conducta están:

- Los que defienden los principios conductistas más radicales (conductismo radical de
Skinner).
- Los que combinan principios conductistas y cognitivos (psicólogos cognitivos-
conductuales como Beck, Ellis.)
- Y aquellos que se consideran ajenos al conductismo, aunque conectados
históricamente al mismo (psicólogos cognitivos-constructivistas como Mahoney y
Guidano).

Estos tres grupos suelen ser denominados en la psicoterapia como pertenecientes a la


Modificación de Conducta.

- Desarrollos actuales

 Psicoterapia analítica funcional de Kohlenberg y Tsai (1987):

La terapia de conducta cuenta con numerosos méritos que suponen a su vez una serie de
limitaciones (Goldfried y Castonguay, 1993): Ha determinado, mediante el llamado
análisis funcional, cómo reaccionan los individuos a situaciones precisas; pero ha
obscurecido paralelamente patrones más generales de funcionamiento.

Se ha dedicado al desarrollo y refinamiento de las técnicas terapéuticas; pero ha prestado


poca atención a las diferencias individuales de clientes y terapeutas, y los principios del
cambio. Ha adoptado un modelo de entrenamiento en habilidades de competencias
conductuales, pero ha caído a veces en un modelo de "deficiencia" excesivo que ha
generado reactancia en el paciente.

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Se ha centrado en los problemas del paciente fuera del despacho, pero ha descuidado la
relación terapéutica.

Ha estimulado la investigación de los resultados o eficacia de la terapia, pero ha


infravalorado la investigación del proceso de cambio.

Y se ha centrado en el manejo de sintomatologías específicas, descuidando los problemas


interpersonales y de personalidad más complejos.

La psicoterapia analítica funcional (PAF) viene a responder a estas deficiencias.

Esta terapia se define como una terapia de conducta actualizada y conectada a la tradición
conductista radical de Scanner. Su denominación de "analítica funcional" apunta hacia el
análisis funcional de la conducta. En este punto lo decisivo no serán las conductas
específicas y moleculares, sino la "clase de conducta" (grupos más molares de tipo o
patrones de conducta), sobre todo aquellas que se presentan en la relación terapéutica.

Esto implica en primer lugar considerar que la relación terapéutica es sobre todo un
intercambio verbal, y en segundo lugar, que en la misma sesión ocurren problemas
importantes.

Se retoma un tema olvidado, gravosamente, por los propios terapeutas conductuales, la


conducta verbal. En este aspecto se sigue el planteamiento iniciado por Scanner en su obra
de 1957 "Conducta verbal", dedicada al análisis de las funciones del lenguaje. Este olvido
ha generado, según los autores de este enfoque, el surgimiento de planteamiento dualistas
mentales-conductuales (“terapia cognitiva-conductual") de tipo especulativo y a veces
anticientífico.

Otro punto importante es considerar el "reforzamiento natural" (Foster, 1967) como


contingencias implicada en las conductas generales de las personas, frente a los
programas artificiosos de refuerzo propuestos por el terapeuta de conducta tradicional.

La denominación de la PAF como "psicoterapia" pretende también establecer un puente de


acercamiento con otros enfoques y orientaciones, aunque desde la perspectiva
conductista. Actualmente la PAF se emplea de manera conjunta con la terapia de conducta
habitual, aunque puede ser el tratamiento único en determinados problemas (pie
trastornos de la personalidad e interpersonales). Se podría decir, siguiendo a Marino
Pérez (1996), que la PAF es una terapia de conducta interesada en los problemas clásicos
de la psicoterapia.

Ahora bien, entre la PAF y la terapia de conducta, tal como esta se ha venido aplicando, hay
importantes y significativas diferencias. El punto de mayor diferencia radica en la
importancia para ambas de la relación terapéutica. En efecto, la terapia de conducta ha
solido desconsiderar la relación clínica, concediendo un énfasis a las técnicas de
intervención, donde la propia relación era tan solo un vehículo que permitía aplicar
aquellas intervenciones.

La PAF en esto supone la antítesis de tal posición. Lo relevante para ella es precisamente la
relación terapéutica como vía de cambio. En este enfoque habría una equivalencia
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funcional entre la conducta del paciente fuera del despacho y la conducta que presenta en
la misma sesión. Es decir en la relación terapéutica se presentan problemas similares
aquellos que están en la vida del paciente en otros contextos. Esto requiere que el
terapeuta tenga distintas habilidades a las que se les supone al terapeuta de conducta
tradicional.

Estas nuevas habilidades pertenecen al ámbito de la relación clínica como por ejemplo
detectar manifestaciones del cliente dirigidas hacia su persona, apreciar el papel de sus
propias reacciones en la relación terapéutica, el papel de las funciones del lenguaje,
etc....habilidades que implican un rol bastante distinto del ingeniero conductual o
tecnócrata. Además aunque las técnicas conductuales se utilizan como tales ante
determinados problemas, adquieren nuevas funciones en la PAF. Por ejemplo las tareas
para casa pueden revelar aspectos de la relación terapéutica (grado de colaboración,
reactancia, etc.).

La PAF retoma el área de los trastornos de la personalidad y de la subjetividad,


desconsiderados en la terapia de conducta al uso. Otro aspecto clave es el replanteamiento
conductista radical de las funciones del lenguaje, y de camino de la llamada "terapia
cognitiva" que es totalmente re conceptualizada desde una óptica conductista radical (el
término radical hace alusión a la raíz de las cosas y no a la intransigencia, como
erróneamente se entiende).

La PAF se articula mediante una serie de componentes:

a) La noción de "Conducta clínica relevante".


b) La "identificación" de conductas clínicas relevantes”
c) Y las "reglas para una actuación terapéutica relevante".

a) Conductas clínicas relevantes (Cris)

La PAF considera la importancia de 3 Cris que pueden y deben darse en la sesión:

1. CCR1:

Los problemas del cliente durante la sesión : Se parte de que muchos problemas
por lo que la gente solicita ayuda terapéutica consiste en dificultades relacionales
que tienen que ver por lo general con clases de conductas relacionadas con el
control inversivo, la dependencia, el temor al abandono, las dificultades en las
relaciones sociales y temas similares. Lo importante es que estas dificultades se
presenten aquí ante/con el terapeuta en la sesión.

2. CCR2:

Las mejorías del cliente durante la sesión: A lo largo de las sesiones el paciente
presenta en los mismos aspectos o mejorías de la clase de sus conductas en la
misma sesión presente. El terapeuta debe estar atento a las mismas.

3. CCR3:

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Las interpretaciones del cliente acerca de su conducta: Se trata de las atribuciones


causales que el propio paciente da a sus conductas. Importa sobretodo las
explicaciones del cliente sobre las conductas presentadas en la misma sesión (sean
del tipo CCR1 o CCR2).

Para la PAF las descripciones más precisas son aquellas que se ajustan a las
condiciones antecedentes (evocativas y discriminativas) y a sus fines, propósitos,
intenciones o consecuencias (re forzantes); así como las "relaciones de
equivalencia" entre estas explicaciones de la conducta in situ en la sesión y
aquellas de las referidas a la vida cotidiana.

b) La "identificación" de conductas clínicas relevantes” (Cris):

Las Cris no resultan nada fáciles de identificar, al estar inmersa en la misma relación
terapéutica. A pesar de esta gran dificultad, el terapeuta, cuenta con dos referentes
importantes para afrontar este tema:

1. El análisis funcional del lenguaje en la terapia:

La relación terapéutica es más que nada, una relación verbal. De hecho casi todas
las psicoterapias son eso, relaciones verbales, o mejor dicho, terapias verbales. Lo
relevante será por lo tanto entender las funciones del lenguaje en esa relación.

Siguiendo los planteamientos skinnerianos se presta especial atención a dos de las


funciones del lenguaje; los llamados "tactos" y "mandos". Los tactos se refieren a la
conducta verbal que es evocada y diferenciada por situaciones concretas y
particulares (depende de un control discriminativo) y está mantenida por
reforzadores generalizados.

Representa la clásica función "referencial" del lenguaje (refleja tanto las


descripciones del paciente de su entorno externo como interno al referir su propia
experiencia, tal como él la vive en ese contexto). Los tactos y auto tactos que más
interesan a la PAF son aquellos bajo "causación múltiple" que implican referencias
que conectan situaciones externas e internas a la sesión (pie cuando el cliente dice
"me siento ahora tan tenso con usted como esta mañana al hablar con mi padre").

Por otro lado el mando es un tipo de conducta verbal que es antecedida por
diversas situaciones discriminativas y que es seguida de reforzadores específicos.
Por lo general se relaciona con las demandas, peticiones y solicitudes hacia otros.

Lo decisivo de estos mandos no es su forma, sino su función. De esta manera los


mando se pueden presentar en la sesión como "mandos disfrazados, es decir como
peticiones indirectas (llamadas por cierto en la psicoterapia psicodinámica
"alusiones a la transferencia").

Es importante señalar que la propia función de la conducta verbal del sujeto puede
pasar inadvertida a este (se diría que es "inconsciente"), porque se encuentra
reforzada por "reforzadores sutiles" y "estímulos suplementarios".

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Es decir, suponen un control o significado inconsciente de la propia conducta. Por


lo que esta puede estar determinada de manera múltiple ("causación múltiple";
que por cierto defienden también los teóricos psicodinámicos). Parte de ese
desconocimiento remite al control inversivo ejercido por el condicionamiento
inversivo (aprendizaje de evitación que hace referencia a la "represión" y los
"mecanismos de defensa").

2. Situaciones terapéuticas que evocan CCRS:

Junto a la aportación del análisis de las funciones del lenguaje (que a uno de los
autores de este libro le siguiere un retorno hacia el conductismo radical parecido
al retorno baconiano al psicoanálisis de Freud; al menos en la reconsideración,
aunque distinta claro está, del lenguaje en ambos enfoques); está la percepción de
otras causas "sutiles" que pueden evocar conductas clínicas relevantes.

Entre estas situaciones están:

o La propia estructura temporal de la sesión (los problemas de horario,


tardanzas, etc. pueden evocar problemas relacionados con los
compromisos, el abandono, etc.)
o Las vacaciones del terapeuta (puede generar también cuestiones de
dependencia, ansiedad de separación, etc.)
o La terminación del tratamiento (puede evocar aspectos relacionados con la
terminación de las relaciones afectivas)
o Los honorarios en terapia privada (puede evocar aspectos de motivación,
saldar deudas, compra de relaciones, etc.., clínicamente relevantes)
o Los fallos del terapeuta (puede evocar en el paciente acusaciones o
evitaciones de expresión de malestar, etc.)
o Los silencios en la conversación (pueden evocar ansiedades, premuras,
solicitudes, etc.)
o La expresión de afecto (temor a expresar afecto por miedo al ridículo,
sensación de vulnerabilidad y exposición, etc.)
o Sentirse bien (algunos pacientes temen sentirse bien porque puede tener
como consecuencia la terminación de la relación y la salida de la terapia)
o Reforzamiento positivo vivido como rechazo (algunos pacientes pueden
vivir con malestar o desconfianza las muestras de aceptación por parte del
terapeuta, sobre todo si en sus historias estas conductas han sido seguidas
por "finales infelices")
o Sentirse unido al terapeuta (incluye la tradicional transferencia positiva y
sus problemas)
o Las propias características del terapeuta (estilo, edad, clase social..etc.
puede generar determinadas respuestas relevantes en el paciente)
o Eventos inusuales (pie el que el paciente vea al terapeuta por la calle con su
cónyuge, el que este tenga que salir a atender una urgencia, etc... Podría
evocar CCRS)
o Sentimientos del terapeuta (las propias reacciones "contra
transferenciales" del terapeuta pueden conectarse a Cris del cliente. Ver en
este punto lo aportado por la psicoterapia breve de Stripper y Binder en
este mismo volumen)

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o La propia demanda de ayuda (la propia petición de ayuda para tratamiento


implica Cris relevantes como han apuntado insistentemente tanto los
teóricos sistémicos como psicodinámicos).

Reglas para una actuación terapéutica relevante:

Kohlenberg y Tsai (1991) definen 5 reglas que definen las condiciones de contingencias en
que la conducta del terapeuta será reforzada por efectos clínicamente relevantes.

1. Regla 1: Atienda a las CCrs:

La situación clínica es una oportunidad para que se presenten los problemas del
paciente, no solamente referidos a hablar de ellos sino de expresarlos en la misma
sesión, formando parte de la relación terapéutica. El terapeuta está también atento
a las posibles mejorías terapéuticas presentadas también in situ en la misma
sesión. Es importante señalar que las interpretaciones que se refieren a las
conductas problemáticas/de mejoría presentadas en la misma sesión son más
efectivas que aquellas que se refieren a eventos de fuera de la sesión.

2. Regla 2: Evoque la ocurrencia de Cris:

Además de atonden las Cris dadas en la misma sesión, hay que crear las
condiciones para que estas ocurran. Esto se logra a través de la misma implicación
del terapeuta con el paciente, facilitando que vayan apareciendo problemas
relacionales.

El terapeuta puede además modificar algún aspecto de su conducta y comprobar el


efecto en el paciente (pie en el caso de un paciente dependiente le solicita que el
mismo elija la fecha de la próxima cita). También las mismas técnicas conductuales
y de otras orientaciones pueden revelar problemas adicionales:

Por ejemplo la "asociación libre" puede generar problemas en pacientes que


demandan indicaciones técnicas precisas; las tareas para casa pueden evocar un
detallismo inusitado en pacientes obsesivos, o problemas de
cumplimiento/reactancia..etc.

3. Regla 3: Refuerzo de las mejorías:

Es mejor que el reforzamiento sea natural a la conducta del paciente y emplear al


mínimo el refuerzo artificial. El reforzamiento debe de provenir de los aspectos
relacionales mismos.

Se pueden usar dos enfoques de reforzamiento natural:

 Un enfoque "directo" se refiere a lo que ha de hacer en el momento en que ha de reforzar


una conducta. Conlleva:

o El reforzar "clases de conducta " (conductas con funciones similares) más


que respuestas o conductas moleculares
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o Usar el "moldeamiento por aproximaciones sucesivas " (acomodarse al


repertorio/ nivel del paciente actual)
o Amplificar los sentimientos del paciente (estar atento a señales que indican
afecto y pedir que se percaten y se hable de ellas)
o Usar las "condiciones rodesianas" (empatía, autenticidad y aceptación) que
producen refuerzos naturales
o Usar solo en casos muy necesarios los "refuerzos artificiosos" pero de
modo temporal y limitado (pie en una depresión grave)
o No usar el castigo, a no ser que se use la confrontación pero de modo
limitado (pie la repetición de una pregunta ante un tema evitado de modo
frecuente)
o Auto observación de las propias reacciones al paciente que puede incluir
grabaciones.

 Un enfoque "indirecto" del reforzamiento se centra más bien en las condiciones del
terapeuta que le llevan al reforzamiento natural. Conlleva:

o Tener conciencia de que clases de conductas reforzar, como mejores


interpretaciones de los propios problemas y sus alternativas
o Ser reforzarte en general, como estilo propio de las relaciones
interpersonales
o Y reforzar las mejorías presentadas

4. Regla 4:

Observe su potencial reforzarte como terapeuta: Utilizar sondeos de como el


paciente percibe las intervenciones del terapeuta y observar las propias reacciones
son puntos importantes para evaluar el tipo de refuerzo empleado en el caso
específico y como funciona en ese momento el proceso terapéutico.

5. Regla 5:

Proporcione interpretaciones relacionadas con las conductas clínicas relevantes:


Es importante ofrecer al paciente interpretaciones de su conducta que relacione su
conducta en la sesión con otros contextos de su vida. Para ello el terapeuta está
especialmente atento a los eventos que ocurren en la sesión, como se siente el
paciente al venir y al final de la sesión, preguntas de cómo se siente viniendo hoy,
preguntas de como se sintió después de la última sesión, que le parece la
terapia/terapeuta, etc.

También el terapeuta anima al cliente a preguntarle cualquier cuestión que desee


respecto a la terapia. Otro punto muy importante es las referencias del paciente a
eventos de su vida que pueden representar alusiones indirectas o demandas al
terapeuta en forma de "metáforas". Por ejemplo el paciente que dice haber tenido
una semana horrible puede estar demandando mayor simpatía al terapeuta, o
aquel que se refiere a un médico determinado puede estar comunicando algo del
mismo tema al terapeuta. Las metáforas remiren a su vez al tipo de conducta
verbal llamado "mandos disfrazados " (demandas disfrazadas de descripciones o
"tactos").

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La PAF (Psicoterapia analítica funcional), es una terapia conductista moderna, actualizada


y aplicable a los trastornos de la personalidad y los problemas interpersonales. Guarda
afinidad con otras orientaciones terapéuticas:

 Con la terapia centrada en el cliente se interesa en las condiciones que facilitan la


relación interpersonal
 Con el psicoanálisis la importancia capital de la transferencia (aunque aquí
entendida como conducta operante discriminada y con funciones de equivalencia)
 Con la psicoterapia breve psicodinámica los efectos y manejo de la
contratransferencia actual
 Con la psicoterapia cognitiva interpersonal la importancia de la conducta en la
sesión como manifestación del problema interpersonal.

Está en la línea del conductismo radical de Scanner y en el análisis de las funciones de la


conducta verbal en las relaciones interpersonales. Por otro lado supone una terapia
conductista bastante distinta a las terapias de conducta al uso, que siendo consideradas
útiles desde el enfoque PAF para determinados casos, se ha quedado muy limitadas para
problemas complejos; precisamente por no ser "radicales", conductistamente hablando.
Ello conlleva replantear "las terapias dualistas" de tipo cognitivo-conductual, poniéndolas
en la línea de los planteamientos skinnerianos del lenguaje, aceptando su utilidad y
refinándolas desde este paradigma.

En España contamos con un autor prestigioso en estos nuevos enfoques conductistas,


Marino Pérez Álvarez que en su libro: "La psicoterapia desde un punto de vista
conductista" (Biblioteca Nueva, 1996) presenta los desarrollos más recientes de la terapia
de conducta.

4. Los modelos sistémicos

El desarrollo histórico de los modelos sistémicos va unido a la evolución de la terapia


familiar. En la década del 1950 al 1960 algunos terapeutas formados en la orientación
psicoanalítica comenzaron a incluir a la familia en el tratamiento. Su propósito no era
modificar el funcionamiento familiar sino aumentar la comprensión del paciente para
mejorar su tratamiento. En la línea anterior Ackerman estudio los problemas de los
mineros y sus familias, y como el desempleo del padre provocaba alteraciones en la vida
familiar (Ackerman, 1937). Otro terapeuta, Bell citaba a la familia del adolescente para
entender su problemática (en la misma línea Alfred Adler manejaba su consulta de
problemas infantojuveniles en los años treinta) y Bowen observaba las disfunciones
relacionales madre-hijo en niños hospitalizados.

La línea dominante en esta década era el neopsicoanálisis (Fromm, Sullivan, Horney...) que
ponía énfasis en el origen psicosocial de los conflictos psíquicos como la familia
intermediaba la interiorización de determinadas orientaciones de valor "patológico" social
en sus miembros. Desde esta perspectiva surgieron conceptos como el de la "madre
esquizofrenógena" de Fromm-Reichman (1948) o "madre perversa" de Rosen (1953) para
explicar la génesis y mantenimiento de psicopatologías como la esquizofrenia.

La siguiente década, años 60, supone un alejamiento de los planteamientos psicoanalíticos


y un predominio de la teoría de la comunicación. Por un lado el grupo de Palo Alto en

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E.E.U.U, a partir del estudio de Gregory Batenson sobre la comunicación entre el


esquizofrénico y su familia, genera su teoría del doble vínculo que explica la esquizofrenia
como un intento límite para adaptarse a un sistema familiar con estilos de comunicación
incongruentes o paradójicos. Otros destacados terapeutas seguirán la línea
comunicacional del centro de Palo Alto (Jackson, Watzlawick, Haley, etc...). Otro autor
destacado es Minuchin que también en E.E.U.U estudia el funcionamiento familiar de los
jóvenes puertorriqueños emigrantes con problemas de delincuencia (Minuchin, 1967) y
que le llevó a desarrollar su escuela estructural de terapia familiar. Y un tercer grupo que
también trabaja en esta época en este país de manera independiente es el formado por
Lidz, Wynne, Bowen y Whitaker.

En la misma década en Europa aparecen dos centros geográficos de fuerte influencia. En


Inglaterra, Laing, que tenía contactos con el grupo americano de Palo Alto, trabaja con
familias de esquizofrénicos. El otro centro está en Italia. Es el llamado grupo de Milán
(Mara Selvini-Palazzoli, Boscolo, Cecchin y Prata).

En esta década el grupo de Milán y el de Palo Alto serán los más influyentes en la terapia
familiar. El primero centrado más en los conceptos de familia como sistema y el segundo
en las pautas comunicacionales en el funcionamiento familiar.

En la década de los años 70 se divulga y expande el modelo de terapia familiar sistémico-


comunicacional y proliferan las escuelas y sus mutuos debates. Las principales escuelas de
esta década son:

La Escuela Interaccional del MRI (Mental Research Institute), que supone la segunda
generación de la escuela de Palo Alto sucesora de Batenson. Su aportación más
significativa se ve reflejada en la obra de Watzlawick, Weaklan y Fisch
"Cambio"(1974). Para estos autores las soluciones intentadas por las familias para
manejar determinadas situaciones suponen los auténticos problemas; y por
consiguiente las intervenciones se dirigen a cortocircuitar el flujo problema-
solución intentado. Para ello distinguen entre los llamados Cambios-1 (que siguen
la "lógica", supuestamente, intentado lo contrario al problema, pero que no
cambian la estructura del sistema) y los Cambios-2 (que se centran en
intervenciones paradójicas distintas al sentido común, pero que producen cambios
en la estructura del sistema familiar) .Una aportación relevante de esta escuela es
que su modelo ha sido aplicado tanto a familias como a clientes individuales.
La Escuela Estructural-Estratégica alrededor de las obras de Haley y Minuchin .Se
centra sobre todo en los llamados sistemas tríadicos (relaciones con un mínimo de
tres miembros). Postulan que en los sistemas familiares se organizan como
alianzas o coaliciones. Las alianzas suponen la mayor cercanía afectiva entre dos
miembros de la familia en relación a otro, y la coalición supone una variación del
anterior con el matiz que se constituye en contra de un tercero. Las coaliciones
están formadas por miembros de dos generaciones (un progenitor y un hijo, frente
al otro progenitor). El resultado de las mismas es la disfunción familiar y el
impedimento del desarrollo del sistema. Las intervenciones terapéuticas se
centran en desafiar las decisiones de la familia del paciente-problema
(redefinición), y la prescripción de tareas, a veces paradójicas, con el fin de
desequilibrar el sistema actual.

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La Escuela de Milán alrededor de la obra de Selvini- Palazzoli que estudia las


familias muy rígidas llamadas de transacción psicótica (generalmente con
problemas típicos de trastornos psicóticos o anorexia nerviosa). Un aspecto
destacado de este enfoque es el análisis de la demanda de tratamiento, a través del
cual el terapeuta elabora su primera hipótesis sobre el papel que cumple el
paciente identificado en el funcionamiento familiar. Las intervenciones van
encaminadas al cambio de la estructura familiar a través de entre otras técnicas, la
connotación positiva del síntoma (que viene a ser una redefinición del problema) y
las prescripciones paradójicas.

Entre los desarrollos más actuales de los modelos sistémicos se centran más en los
modelos epistemológicos y cognitivos, en concreto en los modelos constructivistas (que
son también una fuerza emergente en la terapia cognitiva). Lo relevante para estos
modelos son los significados compartidos por la familia, es decir, las premisas familiares.
La intervención se dirige a la modificación del significado, de las premisas o de las
estructuras de conocimiento del sistema (Cecchin, 1987; Anderson, 1988; Procter, 1985).
Se trata de "reconstruir la historia que el sistema ha creado en torno al problema,
generando una nueva narrativa”(Anderson y Goolishian, 1988).

El concepto central de las terapias familiares sistémicas es el de la familia como sistema.


Este concepto deriva de la Teoría General de los sistemas (con Bertanlanffy, 1967; Wiener,
1947), que hace referencia a que la conducta de un miembro de la familia no se puede
entender separada del resto de sus miembros, por lo que la familia es más que la mera
unión de sus componentes (el principio sistémico de que "el todo es más que la suma de
las partes"). Considerar a la familia como sistema implica que los miembros de la familia
funcionan en interrelación donde la causas y efectos son circulares y que cada familia tiene
características propias de interacción que mantienen su equilibrio y matizan los márgenes
de sus cambios.

Las principales características del funcionamiento familiar son:

o La estructura- Grado de claridad de los límites familiares, las jerarquías y tareas y la


diferenciación (el grado en que sus miembros tienen identidades y roles separados
manteniendo al mismo tiempo la unión familiar). Un aspecto relevante de la disfunción
estructural de una familia es la Triangulación, que supone el intento de resolver un
conflicto familiar de dos personas, involucrando a una tercera.
o La regulación- Secuencia típica de interacción o de relación familiar, que suele ser
habitual y predecible. Conforma una pauta de causas-efectos circular (causalidad
circular) y sirve a la finalidad de mantener el equilibrio u homeostasis familiar. En las
secuencias relacionales disfuncionales suele aparecer el paciente identificado, que es
aquella persona etiquetada por la familia como raro u anormal y que contribuye a
mantener un equilibrio precario en el sistema familiar.
o La información- Se refiere a la manera en que se comunican los miembros de la familia.
Aspectos disfuncionales de esta comunicación son los fenómenos del doble vinculo, la
escalada simétrica (aumento de la frecuencia o intensidad de la comunicación), y la
complementariedad, donde cada parte en la relación toma roles que se complementan.

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o La capacidad de adaptación se refiere a la capacidad de la familia para manejar las


crisis o retos a su estabilidad a lo largo del ciclo vital (por ejemplo: escolarización de
los niños, matrimonio de los hijos, etc.). Cuando una familia tiene una pobre capacidad
de adaptación suele recurrir a generar un paciente identificado que mantiene su
equilibrio a costa de disminuir el grado de singularidad de sus miembros y de impedir
la evolución del sistema.

Aunque los métodos terapéuticos empleados por los modelos sistémicos varían, podemos
encontrar unos elementos más o menos comunes a todas ellas.

En primer lugar el terapeuta intenta realizar un diagnóstico del sistema familiar implicado
en el paciente identificado. Unos terapeutas se centraran en el tipo de secuencia problema-
solución intentada (Watzlawick) y quiénes son los implicados; otros investigan las
alianzas o coaliciones familiares (Haley, Minuchin) y el grado en que la familia está
desligada (límites rígidos entre sus subsistemas de componentes, que conlleva una
excesiva individualidad y una acrecentada dificultad para compartir la vida afectiva) o está
aglutinada (límites muy difusos entre sus miembros donde es difícil mantener la
individualidad de sus miembros y el compromiso con el mundo externo) y otros analizan
la demanda (quién y cómo se decide quién es el paciente) y la función que cumple el
síntoma del miembro identificado para cada componente de la familia(en la línea de
Selvini-Palazzoli).

Este proceso diagnostico suele conllevar entrevistas con toda la familia (aunque a veces se
considera de manera no rígida quien está dispuesto a venir a terapia como información y
elemento "comprometido").

La siguiente fase consiste en introducir un cambio en la estructura y funcionamiento


familiar, que se supone aumentara la capacidad del sistema para manejar la nueva
situación. Dicho cambio se dirige a modificar patrones de relación familiares
disfuncionales. Para ello el terapeuta dispone de una serie de recursos técnicos, entre los
que destacan:

La reformulación del problema: Se trata de explicar, adaptándose al lenguaje de la


familia y sus creencias, de un modo diferente lo que está sucediendo en la
secuencia de relaciones familiares, de modo que posibilite un cambio.
El uso de la resistencia: Si el terapeuta intenta de manera lógica persuadir a la
familia a cambiar una secuenciase puede encontrar con una oposición de esta
debido a su propia homeostasis. Una alternativa es aliarse con esa oposición y
plantear la pregunta del estilo "¿Por qué tienen ustedes que cambiar X?", de modo
que al sistema solo le queda la alternativa de seguir lo indicado o su opuesto. En
ambos casos el terapeuta lleva el control del cambio.
Intervención paradójica: Consiste en proponer de manera controlada aquello que
constituye el problema con ciertos matices, de modo que se rompa la secuencia
habitual. Puede tomar la forma de pedir un cambio lento, el peligro de cambiar y la
prescripción del síntoma.
Prescripción de tareas: Consiste en pedir y modelar con la familia determinadas
pautas conductuales.
Ilusión de alternativas: El terapeuta siguiere que solo hay dos posibilidades de
manejo de un problema, indicando que no son posibles otras vías.

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Uso de analogías: El terapeuta expone un caso similar mediante una metáfora al


problema de la familia que está tratando para observar sus reacciones y abordar la
resistencia.
Cuestionamiento circular: Consiste en un estilo de preguntar a las familias donde
el terapeuta pone los hechos en interrelación en la secuencia familiar (P.e
"¿Cuando X actuó asicamos reaccionó Y a esa conducta...y Z ante la reacción de
Y...?").
Actualmente en la terapia sistémica existen dos grandes corrientes: Una de tipo
mas "conductual o pragmática" centrada en el estudio de las secuencias
internacionales y en su modificación (su representante más fuerte es Haley) y otra
de tipo mas "cognitivo o constructivista" centrada en las creencias familiares, sus
estilos de construcciones narrativas comunes y el desarrollo de narraciones
alternativas (Procter, Anderson, etc...).

- Desarrollos actuales:

 Psicoterapia breve centrada en la solución de De Shazer (1993):

Este modelo se construyo a partir del supuesto básico de que todos los pacientes cuentan
con fuerza y recursos para cambiar, y que además ningún problema sucede de manera
permanente durante todo el tiempo, teniendo las llamadas excepciones a la regla. La
terapia breve enfocada así trata de catalizar los recursos de los pacientes para que
participen en "conversaciones sobre el cambio", lo que parece generar modificaciones
rápidas en las creencias y conductas de los pacientes.

El modelo terapéutico se basa en una serie de supuestos (Selekman, 1996):

1. La resistencia no es un concepto útil: Las excepciones constituyen una alternativa


mucho más útil.
2. La cooperación es inevitable: Cualquier cosa que el cliente traiga a terapia se
puede utilizar como elemento de cooperación. Las conductas negativas pueden ser
connotadas o reformuladas como intentos de solución y además, y sobre todo las
excepciones.
3. El cambio es inevitable: Como dicen los budistas el cambio es un proceso continuo,
y la estabilidad una ilusión. Todo cambio llegará de manera inevitable como una
excepción.
4. Sólo se necesita un pequeño cambio: Las partes de un sistema familiar, o un
conjunto de problemas individuales están interconectados, de modo que un
pequeño cambio en un elemento clave del sistema produce efectos en otras partes
del sistema.
5. Los pacientes cuentan con las fuerzas y los recursos necesarios para cambiar: Las
terapias que enfatizan las fuerzas y recursos de las familias y pacientes para
resolver es problemas dan más resultados más positivos que otras terapias.
6. Los problemas son intentos fallidos de resolver conflictos: Los problemas derivan
de un tipo de solución, o su combinación, que implica: a-Se necesita actuar pero no
se actúa (negación del problema), b-Se actúa cuando no se debe (las cosas deben
ser perfectas y todo cambio gradual es despreciable), c-Se actúa a un nivel lógico
equivocado (Se establece una paradoja del estilo! Sé espontáneo!).

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7. No es necesario saber mucho sobre el problema para resolverlo: Los problemas no


se presentan todo el tiempo, hay excepciones temporales y circunstanciales. El
terapeuta adopta el papel de Serlo Holmes en la búsqueda y desarrollo de estas
excepciones.
8. Los pacientes fijan los objetivos del tratamiento: Es importante que el terapeuta
induzca a los pacientes a describir como serán las cosas cuando resuelvan el
problema actual y que lo describan como si se vieran en una cinta de video.
9. La realidad es definida por el observador y el terapeuta participa en la
construcción del sistema terapéutico: Nuestras teorías determinan lo que podemos
observar. La visión del "ojo de Dios" objetivo es un mito. Las construcciones que no
son ni demasiado parecidas ni demasiado insólitas para el paciente-familia son las
que más posibilidades terapéuticas presentan.
10. Existen muchas maneras de enfocar una situación pero ninguna es más "correcta"
que otra: No hay una explicación última de la realidad. Como terapeutas es
importante no aferrarse demasiado a los propios modelos terapéuticos. Cuando la
propia terapia centrada en la solución no parece adecuada! podemos cambiar de
enfoque! Esta terapia no es una panacea.

Celemín (1996) siguiendo el anterior enfoque aplicado a adolescentes toxicómanos y sus


familias ha presentado el proceso terapéutico seguido:

En la segunda consulta (con el paciente individual o este y su familia), tras haber recogido
en la primera el motivo de consulta y su contexto; ya inicia la sesión con el planteamiento
de

"La secuencia del cambio previo al tratamiento" que consiste en una pregunta del
estilo: "¿Que han notado que va mejor desde la 1ª vez que vinieron al centro?". Si la
respuesta es afirmativa se indaga sobre el contexto y forma de esas mejorías. Si la
respuesta es negativa, y plantean que no ha habido cambio, el terapeuta presenta
"La secuencia de la pregunta por el milagro" que supone una pregunta hipotética
sobre un cambio imaginado del estilo: "Supongamos que regresan a casa esta
noche y mientras duermen se produce tal milagro, de modo que al despertarse se
encuentran con tal.... ¿qué cosas serán diferentes?... ¿cómo lo habrán
logrado?..¿Qué codas serán distintas entre ustedes...?". Si la familia imagina la
hipótesis el terapeuta les sigue indagando y generando un contexto de cambio
posible.

Si la familia es descreída respecto a la posibilidad de los milagros, el terapeuta plantea

"La secuencia sobre el manejo del problema" donde se plantea la pregunta: "¿Por
qué las cosas no están peor? ¿Qué es lo que usted y otras personas están haciendo
para que las cosas no empeoren? ". Si se plantean como en las otras cuestiones,
excepciones, el terapeuta se extiende sobre ellas. Si consideran que ninguna
estrategia parece útil, el terapeuta plantea una nueva opción
"La secuencia pesimista" a través de una pregunta del siguiente estilo: "¿Que creen
ustedes que pasará si las cosas no mejoran?..¿Qué es lo memos que puede hacerse
para que eso ocurra en el menor grado?.

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Además en esta secuencia pesimista el terapeuta puede contar con cuatro estrategias
adicionales:

1. Externalizar el problema: Empleando el lenguaje de la familia-paciente se presenta


el problema como un elemento extraño que oprime a la familia-paciente.
2. Preguntar sobre el futuro: Empleando también el lenguaje del cliente se pregunta o
siguieren cambios futuros y como podrían notarlo.
3. Rastrear el problema: Se abordan los intentos de solución hasta el momento y
como bloquearlos (en la línea de Fisca, Weakland y Watzlawick).
4. Preguntas conversacionales: Útil sobretodo con familias muy pesimistas por el
cambio y que han pasado por diversos tratamientos sin mejoría. Se les pide que
detallen por qué creen que esas intervenciones no funcionaron y se les pide que
ellos mismos aporten nuevas sugerencias.

En la primera sesión también el terapeuta cuenta con el tipo de paciente o familia que se
presenta a terapia. De esta manera si los demandantes presentan "quejas vagas", el
terapeuta suele indicar también para la próxima sesión la realización de una tarea vaga
(pie "Observen cualquier cosa que vaya mejor para la siguiente sesión y que consideren
importante de contarme"). Para demandantes que se presentan como "visitantes" de
rifados por un agente de control social (pie un juez un médico o asistente social que indica
una terapia) es mejor no prescribir tareas y estar tan solo atento a elogiar excepciones.

Para demandantes que "no identifican excepciones" se les plantea la tarea de simular
como si el milagro ya hubiese ocurrido. Para demandantes que se "involucran
excesivamente con el paciente identificado" se les indica la tarea de convertirse en
imprevisibles indicándoles que a partir de ahora hagan algo distinto a lo habitual aunque
les parezca extravagante, insólito o ridículo, y presentándolo de modo general. Con
demandantes que presentan "excepciones pero que refieren no saber cómo ocurren o
controlarlas" se les indica la tarea de predecir el futuro y tratar de averiguar cuándo
ocurrirá la próxima excepción. Y con demandantes que presentan "excepciones
deliberadas y controladas" se les indica seguir haciendo más de lo mismo.

La segunda y siguiente consultas (máximo de 10) consiste en seguir seleccionando tareas


según la evolución de los demandantes:

o Si estos refieren que las cosas van mejor se les pregunta para ampliar y elogiar las
excepciones y cambios producidos así como seguirán sabiendo que sus objetivos
se van consiguiendo; de modo que se va aumentando los intervalos de citas.
o Los demandantes que están confusos o no tiene claro si hay mejorar o no, también
se sigue una secuencia similar a la anterior y se les prescribe hacer algo distinto.
o Los demandantes que refieren que están igual reciben preguntas pidiéndoles por
lo menos un evento de un día bueno o excepción ocurrido; si no lo encuentran se
continua con plantearle que hicieron al menos para que las cosas no empeorasen, y
si la contestación es también negativa, se les formula la tarea de hacer algo distinto
como cambiar la secuencia de como ocurre el problema.
o Los demandantes refieren que están peor. En este caso el terapeuta inicia la
secuencia pesimista y propone también hacer algo distinto (internalización del
problema, preguntas conversacionales, etc...)

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En resumen, se trata de generar el máximo de excepciones a los problemas de una manera


estratégica y planificada.

Esta terapia es de tipo breve (se establece un contrato de 2 sesiones mínimas y un máximo
de 10). Supone un enfoque centrado en los recursos y posibilidades más que en la
patología o problemas, por lo que supone un enfoque innovador y bastante radical
respecto a otros planteamientos psicoterapéuticos.

Es destacable que puede resultar catalizador de refinamientos en otros enfoques


terapéuticos:

 Respecto a los planteamientos humanistas se considera que el "potencial de


crecimiento" está ya ahí a la vista" como excepción.
 Respecto a los enfoques conductuales indican de manera directa "que alternativa
hay que reforzar de manera diferencial".
 Respecto a los enfoques cognitivos y psicodinámicos centrado en lo efectuar o
conflictivo se plantea la alternativa de la excepción. Además a los enfoques
cognitivos en la línea de Beck les indica donde buscar "pruebas de realidad" frente
a formulaciones distorsionadas".

1. Los modelos cognitivos

Los orígenes remotos de la psicoterapia cognitiva se remontan a la filosofía estoica y el


budismo. La máxima de Epíteto "Los hombres no se perturban por las cosas sino por la
opinión que tienen de estas" recoge uno de los primeros modelos cognitivos del hombre.
El budismo por su parte de la realidad como construida por el pensamiento y las
valoraciones como generadoras de pasiones que pueden generar sufrimiento.
Posteriormente y en la tradición kantiana, Vaihinger (1853-1933) desarrolla su teoría del
conocimiento, donde las personas guían su conducta por modelos de la realidad a modos
de esquemas, metas y guiones. Otro filosofo que destaca el papel de la cognición es
B.Russell (1873-1971) que en su obra "La conquista de la felicidad"(1930) describe como
las creencias adquiridas en la primera infancia se hacen inconscientes y pueden adquirir
un carácter perturbador en la vida posterior del sujeto.

Los orígenes psicológicos de la psicoterapia cognitiva se remontan a diversas evoluciones


de las distintas escuelas psicológicas. Dentro del psicoanálisis, Lungwitz (1926) propone
un modelo de terapia muy parecido a la terapia cognitiva actual, y K. Horney (1950)
desarrolla su teoría de las actitudes neuróticas ("Tiranía de los deberías"). Desde la
psicología individual, Alfred Adler (1897-1937) desarrolla un modelo cognitivo de la
psicopatología y la psicoterapia. Para este autor, que para muchos es el funda dador de las
terapias cognitivas, el niño adquiere "esquemas a perceptivos" en su etapa infantil
preverbal, esquemas que guían la dirección de su conducta en su vida posterior de modo
inconsciente. La terapia conllevaría hacer consciente esos esquemas y manejar sus
aspectos disfuncionales.

Los fundadores modernos de esta psicoterapia son Albert Ellas y Aarón Beck. Ambos se
formaron en el psicoanálisis abandonaron esta escuela al observar que tanto la
investigación de determinados procesos psicológicos como la practica psicoterapéutica no
se correspondían a los postulados de aquel modelo.

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Ellas (1913- ) fueron modificando gradualmente su modelo terapéutico desde una


perspectiva psicoanalítica más clásica, pasando por otra más "neo freudiana" hasta llegar a
su propio modelo. Con estas modificaciones observó que iba aumentando el porcentaje de
éxito en su tratamiento y que los pacientes aunque podían tener una adecuada
comprensión de su conducta ("Insight") no la solían modificar, y se estancaban a este
nivel. En 1958 publica su famoso Modelo A-B-C para la terapia. En este modelo afirmaba
que los trastornos emocionales(C) no derivaban directamente de los acontecimientos
vitales de la vida actual o los acontecimientos pasados (A), sino de determinadas Creencias
Irracionales o exigencias que el propio sujeto había adquirido y en las que se "auto
adoctrinaba" (B). Paralelamente se acercaba a la terapia de conducta al proponer
determinados métodos activos para modificar tales exigencias. Su terapia constituye la
llamada "Terapia Racional Emotiva".

Beck parte de su trabajo sobre la depresión. Observa que en este y otros trastornos
emocionales (Beck, 1967, 1976) la estructura de las experiencias de los individuos
determina sus sentimientos y conducta. Este concepto de Estructura cognitiva suele
recibir otros nombres como el de "Esquema cognitivo" y en el ámbito clínico el de
"Supuestos personales"(Beck, 1979). Equivalen a las creencias irracionales según la
concepción de Ellas. Estas asunciones o supuestos son adquiridas en etapas tempranas de
la vida, permanecen a nivel no consciente, activándose posteriormente por diversos
eventos y generando determinadas interpretaciones subjetivas de los eventos que suelen
ser distorsionados(distorsiones cognitivas) generando a su vez problemas emocionales,
conductuales y relacionales. La detección por el propio sujeto de sus distorsiones
cognitivas, sus efectos y el aprendizaje de su modificación, y de los supuestos personales
que la sustentan, constituye la "Terapia Cognitiva", propuesta por Beck.

Actualmente han aparecido nuevos modelos de psicoterapia cognitiva que se postulan por
sus defensores como distintos a los señalados anteriormente de Ellas y Beck. Estos nuevos
modelos se denominan "Constructivistas".

Básicamente se diferencian de los anteriores, que ellos denominan como "Racionalistas”,


en varios aspectos (Mahonés y Gabriel, 1987):

 No se puede concebir una "realidad" objetiva independiente del sujeto que pueda
ser "distorsionada"
 No se puede afirmar siempre la primacía de la cognición sobre la emoción o la
acción
 La terapia no se constituye como una labor psicoeducativa de corrección de
cogniciones erróneas, sino como una reconstrucción de la propia coherencia del
sistema cognitivo del paciente.

Líneas terapéuticas destacadas en este movimiento son: "Terapia Cognitivo- Evolutiva" de


Mahonés (1991), la "Terapia Cognitiva-Estructural" de Guiando y Litote (1985) y la
"Terapia Cognitiva-Narrativa" de González (1992). Este corriente cognitiva tiene a su vez
importantes partidarios en el modelo sistemico-constructivista, como fue apuntado en el
modelo sistémico.

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- Conceptos básicos

Podemos proponer una clasificación general de los principales conceptos de estos


modelos, siguiendo a Ingmar y Kendall (1986), en tres apartados:

 Esquemas cognitivos

Constituye una abstracción fruto de la experiencia previa. Son organizaciones de


significados personales referentes a sí mismo, los eventos las personas y las cosas. En
líneas generales están organizados en la llamada memoria a largo plazo, tanto de forma
semántica-proposicional como de manera episódica mediante escenas de guiones. Los
esquemas son el núcleo de los trastornos cognitivos y contiene las Creencias y Supuestos
personales (pie Ellis, Beck) y otros significados de desarrollo más tempranos de tipo pre
verbal.

 Operaciones cognitivas

Se refiere a la actividad, conducta o procesos de los esquemas cognitivos. Esta actividad


"procesa la información" de los datos sensoriales, guiada por los significados personales y
cuando es patológica suele dar lugar a los llamados tradicionalmente "trastornos del juicio
y razonamiento" y en la línea de Beck a las "distorsiones cognitivas"(pensamiento
polarizado, sobre generalización, abstracción selectiva, inferencia arbitraria, etc).

Conforma la llamada "visión túnel" de los distintos trastornos emocionales (McCall y cols.,
1985); por ejemplo las personas ansiosas se centran en la anticipación de peligros, las
personas irritadas en la evaluación de injusticias, las personas deprimidas en las perdidas
y las personas hipomaniacas en las ganancias.

 Productos cognitivos

Son los resultados más conscientes de las operaciones cognitivas automáticas o


inconscientes. Conforman los pensamientos, imágenes, atribuciones, etc. En cierto modo la
conducta, las emociones y la respuesta corporal (psicosomática o psicofisiológica) también
es resultante o producto cognitivo. En la clínica constituirían los patrones de conducta
disfuncionales o los aspectos "sintomáticos".

Básicamente, los conceptos cognitivos de la terapia apuntan a la relevancia del Significado


(Beck, 1979), su formación, desarrollo, disfuncionalidad y posibilidades de cambio. En este
enfoque lo más relevante no es la conducta, la emoción, la motivación o la mera cognición,
sino el significado.

- Método terapéutico

El terapeuta cognitivo desarrolla su trabajo recorriendo un camino que va desde la


Conceptualización a la Intervención en el caso concreto.

La conceptualización supone iniciar el proceso diagnostico, primero general, utilizando la


historia clínica y el análisis funcional (ver apartado de modelo conductual), y
posteriormente, de manera más individualizada, generando las primeras hipótesis sobre la
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Estructura cognitiva que subyace a la presentación sintomática o patrón conductual


problemático. Estas hipótesis se generan tanto por los datos más directos y conductuales
como por los informes verbales y relacionales del paciente (pie evaluaciones, atribuciones,
estilo y rol en la relación terapéutica, etc).

El terapeuta "racionalista" apuntará a detectar los supuestos o creencias disfuncionales y


las distorsiones cognitivas subyacentes a la presentación sintomática, y el terapeuta
"constructivista"(pie Guidano, 1994) al rango de incoherencia en la estructura subjetiva de
significados, entre los afectos experimentados y como son explicados y atribuidos
conscientemente por el sujeto.

Una vez realizado este diagnostico de la estructura cognitiva el terapeuta diseña la


intervención terapéutica.

Los terapeutas cognitivos suelen ser multimodales a nivel de selección de técnicas


terapéuticas (A.Lazarus, 1984). Emplean procedimientos de orígenes diversos (cognitivos,
conductuales, sistémicos, experiencia les...) según el caso concreto. La finalidad de los
mismos es producir una modificación de los significados personales.

Una agrupación general, aunque incompleta, de esos procedimientos podría ser la


siguiente

- Técnicas cognitivas

 (Ruiz, 1994):

1) Detección de pensamientos automáticos:

Consiste en un entrenamiento en base a un autor registro en la detección de los


pensamientos que acompañan a sus reacciones emocionales y conductuales ante
determinados eventos internos y externos.

2) Clasificación de las distorsiones cognitivas:

A partir de los registros anteriores se enseña al sujeto las distorsiones del


pensamiento que utiliza automáticamente al evaluar determinados eventos y sus
alternativas.

3) Búsqueda de evidencias de los pensamientos automáticos:

Básicamente se trata de comprobar el grado de validez de las interpretaciones


personales relacionadas con alteraciones emocionales. Esto se hace buscando
evidencias a favor y en contra en la propia experiencia, utilizando evidencias
provenientes de terceros, diseñando experimentos personales para comprobar una
hipótesis o detectando los errores lógicos de las interpretaciones, o utilizando "diarios
predictivos" donde va recogiéndose evidencia de la confirmación diaria o no de un
esquema.

4) Detección y trabajo con los supuestos o creencias personales:


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A partir de los pensamientos automáticos y siguiendo una especie de asociación a


partir de ellos (cadena inferencia o flecha descendente) se hipotética los esquemas que
los sustentan, que después se intentan de revisar de manera parecida a los
pensamientos automáticos.

5) Uso de imágenes:

El terapeuta propone al paciente el manejo de determinadas situaciones o


interpretaciones alternativas mediante el ensayo de escenas en la imaginación que
fomentan el afrontamiento de diversas situaciones.

6) Disputa racional de creencias disfuncionales:

Consiste en que el sujeto aprenda a cuestionarse el grado de validez de sus actitudes


disfuncionales en base a las evidencias a favor de una exigencia, la descastastrofización
del no cumplimiento de la exigencia y la diferencia entre la conducta y el auto
concepto que deriva de la exigencia.

7) Técnica del rol fijo:

El paciente escribe un boceto de como se percibe actualmente y el terapeuta le sugiere


un personaje alternativo para que actué "como si fuera tal" y compruebe los nuevos
efectos.

8) Resolución de problemas:

Se enseña al sujeto a identificar problemas, generar soluciones alternativas, ponerlas


en práctica y seleccionar las mejores.

9) Inoculación al estrés:

Consiste en preparar al paciente mediante instrucciones, relajación y ensayo


imaginativo en el manejo de situaciones de dificultad creciente.

 Técnicas experienciales o emocionales:

1) Auto observación con la técnica de la moviola (Guidano, 1994):

Consiste en el repaso imaginativo de situaciones cargadas de afecto desde una doble


perspectiva, él como es vivencia da emocionalmente y el cómo es explicada. Suele
conllevar el uso de "focusing"(asociación de emociones y reacciones corporales). Se
utiliza para aumentar la congruencia afectiva? Cognitiva.

2) Empleo de la dramatización:

Se utilizan para superar inhibiciones y desarrollar habilidades. También para adoptar


empáticamente otras perspectivas alternativas. Se puede hacer de situaciones
actuales, pasadas o anticipadas.

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 Técnicas conductuales:

1) Entrenamiento en habilidades sociales y afectividad:

Se emplean para modificar las expectativas de auto eficacia en situaciones sociales de


los pacientes desarrollando sus habilidades en este terreno.

2) Uso de la exposición con o sin relajación:

Se emplea para comprobar las predicciones catastrofistas de los pacientes y sus


expectativas de dominio de situaciones temidas.

3) Uso de tareas de dominio y agrado:

El paciente registra el agrado y dominio de sus actividades diarias, y sobre esta base se
programan experiencias que aumenten su grado de bienestar y modifiquen su visión
túnel negativa. También se suele emplear conjuntamente con la "Programación de
actividades" y la "Asignación gradual de tareas" que cumplen fines similares.

4) Trabajo con la familia:

En determinados casos la disfunción es mantenida por la relación familiar que suele


compartir unos determinados supuestos disfuncionales. En ese caso la intervención
puede ser cognitiva-sistémica (pie Huber y Baruth, 1991)

Hay que destacar que los terapeutas cognitivos prestan especial atención al manejo de la
relación terapéutica y como los pacientes suelen confirmar sus esquemas disfuncionales a
través de la misma (y de otras relaciones fuera de la consulta).

Hay terapeutas cognitivos que resaltan el manejo de esta relación como la vía principal de
intervención terapéutica (pie Sufran y Segal, 1994).

Este último aspecto supone una re conceptualización desde el modelo cognitivo de las
relaciones de transferencia y contratransferencia propuestas desde el psicoanálisis.

- Desarrollos actuales:

 Psicoterapia cognitiva interpersonal de Sufran y Segal (1991):

El enfoque cognitivo en Psicología y psicoterapia se ha convertido en uno de los enfoques


actuales más aceptados y populares. Parece gozar de una buena salud tanto en el ámbito
académico como clínico. En este contexto pareciera que la terapia cognitiva continúa
demostrando su eficacia y se cuestionan poco sus fundamentos. Nada más lejos de la
realidad. Algunos terapeutas cognitivos están insatisfechos con el estado actual de
conocimientos y resultados y cuestionan los supuestos teóricos ampliamente aceptados.

Podríamos esbozar algunas de las nuevas áreas emergentes en la terapia cognitiva que
parecen comenzar a conectar también con inquietudes similares en el área de la Psicología
cognitiva:
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 Un mayor interés por experimentar con nuevas ideas y técnicas de otras


tradiciones psicoterapéuticas (en especial con los abordajes humanistas
experiencia les y las terapias interpersonales)
 Un creciente interés por los procesos inconscientes (aunque reformulados desde la
psicología cognitiva)
 Una crítica a los planteamientos filosóficos objetivistas (que se manifiesta en la
corriente constructivista de la terapia cognitiva)
 La importancia central de la relación terapéutica como vía de cambio terapéutico.

Es precisamente desde el último punto reseñado de donde parte el enfoque de terapia


cognitiva de Sufran y Segal (1991). Tradicionalmente la terapia cognitiva había separado
la relación terapéutica de los ingredientes activos de la terapia, y no la consideraban un
requisito previo para el proceso de cambio. El supuesto central de la terapia cognitiva
interpersonal (TCI) es que el individuo siempre debe ser considerado como parte del
sistema interpersonal en el que está participando. De la misma manera que ocurría en la
psicoterapia conductual, el terapeuta cognitivo se venía presentando como un simple
técnico que aplicaba unos protocolos de eficacia demostrada en diversos trastornos.

Para Sufran y Segal este enfoque representa solo los aspectos más superficiales del cambio
psicoterapéutico, y como ocurría con la consideración de Kohlenberg y Tsai (1987),
parecía incapaz de adaptarse a los problemas más complejos de la clínica (trastornos de
personalidad, relaciones interpersonales problemáticas crónicas..). Lo esencial aquí es
hacer hincapié en el proceso subyacente a través del cual se produce el cambio.

La terapia cognitiva interpersonal (TCI), se centra en tres mecanismos específicos de


cambio:

1. El descentramiento: Experimentar el propio papel en la construcción de la


realidad.
2. El desmentido experiencia: Rebatir creencias disfuncionales acerca de si mismo y
de otros, mediante nuevas experiencias.
3. El acceso a la información sobre disposiciones a la acción: Descubrir aspectos
inconscientes de la propia experiencia interna.

Los tres mecanismos pueden ser activados mediante:

 La exploración de acontecimientos de la vida del paciente, sobre todo cuando se


activa en la sesión sus componentes emocionales
O la exploración de eventos de la misma relación terapéutica misma.

Es notable que la propuesta de estos autores de como se conforman las disfunciones


psicológicas guarde nexos destacables con los planteamientos de Stripper y Binder (1989)
en su enfoque psicodinámico de la psicoterapia, y los planteamientos conductistas de
Kohlenberg y Tsai (1987).

La disfunción se genera en un contexto interpersonal temprano de vinculación afectiva


con las figuras de apego de modo que el sujeto genera un "Esquema interpersonal" que
vendría a ser una estructura de representación mental que contiene información sobre lo

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que el estilo subjetivo de que espera de los demás, cómo se valora a si-mismo y a otros en
las interacciones.

También estos esquemas contienen el estilo o capacidad de autoconocimiento que el


sujeto posee de si-mismo, de modo que determinadas informaciones-experiencias-
significados, se pueden sesgar y apartar de su conciencia, aunque se manifieste de manera
emocional, no verbal o somáticamente, de manera inconsciente (las llamadas tendencias a
la acción inconscientes).

El esquema interpersonal se conecta a determinados patrones de conducta interpersonal


(verbal y no verbal) que tienden a ser complementado por las conductas, también
interpersonales de los otros, formando una especie de ciclo circular de auto
mantenimiento: Esquema interpersonal <---------->conducta interpersonal de otros.

El terapeuta TCI trata de evaluar o analizar los procesos cognitivos centrales asociados al
Esquema interpersonal. Para ello contacta con muestras del ciclo cognitivo-interpersonal.
La interacción terapéutica le va a proporcionar los indicadores de esas muestras (que por
lo general serán más fiables cuanto mayor sea el trastorno de personalidad del paciente y
su repercusión relacional).

El terapeuta utiliza la interacción terapéutica para evaluar el Esquema interpersonal


asumiendo la posición de "observador participante"(Sullivan, 1953). Esto consiste en
desarrollar la disciplina de atender a sus propios sentimientos y tendencias a la acción
mientras participa en la interacción con el paciente; y en sustraerse a esa interacción para
no confirmar el esquema interpersonal disfuncional.

Desengancharse del influjo interpersonal del paciente consiste primero en advertir ese
influjo y después en interrumpir las respuestas complementarias "meta comunicando" sus
efectos. El problema se lleva entonces a como detectar l conducta del paciente que
produce ese influjo. Aquí entran una serie de indicadores denominados "marcadores
interpersonales", que se refieren a acciones del paciente que se vinculan a determinados
sentimientos-disposiciones a la acción del terapeuta.

En todo este proceso lo más destacable es como el terapeuta mismo se convierte en fuente
de evaluación.

Otros aspectos que utiliza el terapeuta para evaluar el esquema interpersonal del paciente
consiste en explorar las rupturas de la alianza de trabajo terapéutico.

En cuanto a los "marcadores interpersonales" del paciente que pueden indicar una
ruptura en la alianza terapéutica o problemas en esta, se encuentran las siguientes
conductas y comunicaciones del paciente:

 El paciente refiere de manera directa sentimientos y opiniones escépticas


hacia las posibilidades de ayuda del terapeuta/terapia.
 El paciente refiere de manera indirecta, con sarcasmos, escepticismo hacia las
posibilidades de ayuda del terapeuta/terapia.
 El paciente refiere relaciones terapéuticas anteriores problemáticas o
insatisfactorias.

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 El paciente y el terapeuta presentan discrepancias sobre los objetivos de la


terapia.
 El paciente acata o consiente con demasiada facilidad y prontitud el
planteamiento del terapeuta
 El paciente no responde a una intervención o tarea terapéutica
 El paciente activa dispositivos de seguridad (evitaciones cognitivas-
emocionales-conductuales, o "defensas" o "resistencias").

La TCI trabaja con tres focos terapéuticos

1. El foco de problemas fuera de la sesión


2. El foco de problemas presentados en la misma sesión, según estas dificultades se
vayan exponiendo y presentando en la terapia
3. El acceso a la información sobre la disposición a la acción.

1. El foco de problemas fuera de la sesión:

Las intervenciones terapéuticas, son básicamente verbales, ya que en este enfoque no se


utilizan los autores registros y tareas para casa de la terapia cognitiva clásica. Cuando el
paciente presenta un problema focalizado fuera de la sesión el terapeuta utiliza de manera
distintiva dos tipos de intervenciones cognitivas.

Por un lado si el paciente está relatando una experiencia extra sesión y presenta un
"marcador de inmersión plena" (plantea pensamientos automáticos, cuando el terapeuta
los sondea verbalmente, sin ninguna crítica a los mismos) el terapeuta utiliza una
intervención de tipo "cuestionadora", planteándole preguntas sobre su evidencia, otras
posibles explicaciones, etc... Al estilo de la terapia cognitiva tradicional.

Por otro lado si el paciente relata una experiencia extra sesión y presenta un "marcador de
conciencia dividida" (plantea pensamientos automáticos, cuando el terapeuta le sondea
verbalmente, pero autocriticándolos al mismo tiempo como absurdos), el terapeuta le pide
detener esa actividad autocrítica y continuar con la cadena de significados hasta llegar a
supuestos o creencias más centrales (método de la flecha descendente), de modo que el
significado salga a la luz sin ser protegido por la autocrítica.

En esa fase no se emplea ningún cuestionamiento cognitivo (seria ineficaz, ya se lo hace el


propio sujeto). Más adelante cuando emergen los significados más profundos, pueden ser
cuestionados (quizás tras varias sesiones).

Con respecto a los hechos del foco extra sesión el terapeuta utiliza la concreción y
especificidad, pidiendo al paciente que proporcione ejemplos específicos y concretos de
sus experiencias. Se le puede animar a revivir las situaciones atravesándolas lentamente,
parando en varios puntos pertinentes de las mismas donde se les sondea sobre sus
sentimientos, pensamientos y acciones tal como las experimenta. En ese contexto suele ser
útil preguntar alternativamente por los sentimientos y pensamientos generados.

Si el paciente tiene dificultades para reconstruir la situación problemática es importante


que el terapeuta intente descubrir la causa de esto. Es frecuente que la presencia de
vergüenza, culpa o ansiedad ante como se vive esa situación de lugar aúna sensación de

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amenaza para la propia autoestima (cree que es vergonzoso o ridículo interpretar las
cosas como lo hace).

Si se da este caso el terapeuta se centra en sondear estas experiencias de bloqueo. Los


terapeutas de la TCI insisten en que en las primeras fases de la terapia se evite el
cuestionamiento de los pensamientos automáticos, ya que podría decremento la alianza
terapéutica a través de la sensación de culpa.

En cambio es mucho más productivo en estas fases iníciales fomentar la toma de


conciencia de los pensamientos automáticos y los sentimientos asociados. Es uta aquí
encarar varias dificultades. Una de ellas se puede referir a que el paciente refiera que "ya
sabe que piensa mal"; planteándole entonces que es diferente saber que uno es autocrítico
a re experimentar los pensamientos automáticos cuando están teniendo lugar (marcador
de conciencia dividida).

Se puede plantear al paciente que todos tenemos una parte racional y otra emocional, y
que la primera puede impedir captar la segunda, por lo que es deseable dejarla a un lado a
la hora de explorar (pie el terapeuta dice al paciente: "Eso me suena a su parte racional,
¿qué hay de la otra parte?).

Si el paciente no logra acceder a pensamientos automáticos a problemas externos se les


pide del aquí y ahora de la sesión (por ejemplo: "¿Qué siente respecto a lo que está
sucediendo en este mismo momento?, ¿Que está pensando al sentir así?"). Puede también
que el paciente sea reacio a revelar los pensamientos automáticos al terapeuta. En este
caso se le hace saber que lo importante es que tenga conciencia de ellos mientras
experimenta determinados sentimientos, permitiéndole que se los reserve.

También mientras se le da la opción a la reserva se explora su temor a esto (pie "¿Se


imagina que podría ocurrir si me contara lo que está pasando por su mente?"). Si a pesar
de todo esto, el paciente mantiene su actitud de reserva, el terapeuta le comunica que
respeta su decisión personal, distinguiendo el concienciarse de esto del hecho de
comunicarlo.

Los sondeos de exploración cognitiva se realizan cuando hay "inmediatez emocional",


cuando el paciente presenta signos emocionales en sus relatos. Pero dado que a veces los
esquemas emocionales se codifican, al menos parcialmente en indicadores no verbales-
motrices, el terapeuta hará bien en estar atento al lenguaje postural-corporal y a signos
sensomotrices (pie sonrojo), y sondear a partir de ellos los sentimientos-pensamientos
automáticos asociados (pie el paciente cambia bruscamente de postura y cruza los brazos
delante de su pecho al hablar de un problema con su pareja, aunque no aparecen signos
más visibles de emoción).

2. El foco de problemas presentados en la misma sesión, según estas dificultades se


vayan exponiendo y presentando en la terapia

El rol del terapeuta en este punto es detectar cuales de sus respuestas están siendo
complementarias al esquema interpersonal del paciente. El proceso de detección y
percatación de los propios sentimientos y tendencias a la acción resulta esencial en este
aspecto; así como su relación con los marcadores interpersonales del paciente.

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Sin embargo, este trabajo no está exento de importantes obstáculos. El propio terapeuta
puede tener creencias rígidas sobre que sentimientos son aceptables experimentar en la
relación terapéutica (pie un terapeuta que crea que experimentar atracción hacia sus
pacientes es inadecuado, cuando experimente sentimientos de atracción en la relación,
tendrá problemas con los mismos si aparecen en la interacción). A menudo el terapeuta
establece de manera apresurada hipótesis sin haber contactado adecuadamente con los
propios sentimientos en la relación.

Puede ser de utilidad que el terapeuta se entrene en esta habilidad escuchando


grabaciones de la sesión, o supervisándose con otro terapeuta supervisor en TCI. Cuando
el terapeuta está atascado en una relación problemática, su supervisor puede sugerirle
que dedique una o dos sesiones con el paciente a observar exclusivamente sus propios
sentimientos en la sesión, así como los pensamientos automáticos asociados a los mismos.
Una vez logrado esto tratará de buscar que marcadores interpersonales del paciente se
relacionan con ellos (proceso de "observación participante"). Cuando el terapeuta ha
comenzado a desengancharse puede comenzar a "meta comunicarse " con el paciente:
Hablar con el paciente sobre lo que sucede en la relación de modo que pueda ayudarle a
advertir el papel de sus esquemas interpersonales disfuncionales y como se pueden
desmentir por la nueva experiencia emergente.

La TCI propone 4 tipos de comunicación:

 El terapeuta comunica sus propios sentimientos para ayudar al paciente a tomar


conciencia de sus efectos sobre otras personas: La forma que suele adoptar tales
comunicaciones suele ser: "En este momento siento tal cosa". Por ejemplo cuando
el paciente comienza a llorar, el terapeuta le dice: "En este momento me siento
deseos de protegerle".
 El terapeuta comunica sus propios sentimientos y sondea los del paciente al
respecto: El mensaje adopta una forma general del estilo: "En este momento siento
tal cosa, ¿Se corresponde esto con algo que usted está sintiendo?".
 El terapeuta comunica sus propios sentimientos y los conecta con los marcadores
de conducta del paciente: Estos mensajes adoptan una forma del estilo: "En este
momento siento que estoy siendo tratado de tal manera, y tengo la impresión que
esto tiene que ver con su conducta tal". Es importante que estos mensajes se
transmitan como posibilidades e impresiones, no como afirmaciones categóricas.
 El terapeuta usa el marcador interpersonal del paciente para iniciar un sondeo
cognitivo-afectivo del estado de aquel: El mensaje adopta la forma de: "Tengo la
impresión de tal, cuando observo en usted tal, ¿Qué siente usted por dentro al
respecto de esto?".

La meta comunicación se realiza en momentos de "inmediatez emocional", cuando el


terapeuta/ paciente están experimentando en el aquí-ahora de la sesión determinados
sentimientos y/o sus marcadores interpersonales (así como en momentos de ruptura de la
alianza terapéutica). Sin embargo la meta comunicación también está sujeta a maniobras
defensivas o dispositivos de seguridad del paciente.

Este puede hablar en exceso del pasado o hacer lo que los psicoanalistas llaman "alusiones
a la transferencia" (pie un paciente que se siente atraído por su terapeuta puede hablar del
gran afecto que siente por otro médico o psicólogo). Las conexiones con el pasado de los

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esquemas interpersonales, pueden ser productivas, sin embargo en algunos casos. Cuando
el paciente las relate y muestre signos de inmediatez emocional, pueden ser sondeadas.

Mucho más productivo es si además se si conectan y meta comunican con el aquí-ahora de


la relación.

3. El acceso a la información sobre la disposición a la acción

Conforme el paciente se siente aceptado por el terapeuta puede comenzar a expresar


sentimientos y disposiciones a la acción de su experiencia interior, de las que antes se
había mantenido alejado conscientemente. Un terapeuta empático conectara con tales
expresiones, evitando apresuradamente disipar los sentimientos generados al respecto.
Esto en si mismo va á reformular uno de los aspectos del esquema interpersonal
disfuncional.

El terapeuta sondea los sentimientos relacionados con estas experiencias y como


determinadas actitudes bloquean su expresión. Por ejemplo un paciente que está
relatando una relación de ruptura afectiva de manera penosa, y un terapeuta que le meta
comunica con empatía esa pena, puede parar su relato y bloquear el desarrollo del mismo,
a veces diciéndose que no le gusta sentir eso y que debe contenerlos o apartarlos de sí
mismo. En ese momento el terapeuta "sondea el cómo se bloquea".

Por ejemplo le dice al paciente: "Ya veo que desea no sentir eso. Me gustaría saber ¿Cómo
lo hace?, ¿Cómo deja de sentir eso?". El terapeuta sondea los pensamientos automáticos
del paciente asociados a la estrategia de auto bloqueo de sentimientos. Más adelante estos
pueden ser cuestionados.

Como algunas de las disposiciones a la acción están codificadas de manera no verbal en


forma de acciones motoras, gestos, etc...

El terapeuta TCI puede explorar estos eventos usando las técnicas experiencia les (véase
terapia vivencial y procesual de Green erg y col). Estas proporcionan reactivación de los
componentes no verbales del esquema interpersonal, que una vez que son simbolizados
pueden ser abordados cognitivamente.

La TCI como ha quedado expuesto guarda muchas afinidades con la psicoterapia breve de
tiempo limitado de Stripper y Binder, la psicoterapia analítica funcional de Kohlenberg y
Tsai, y la terapia vivencial y procesual de Green erg y cols.

Los nuevos enfoques psicoterapéuticos giran en torno al análisis de la relación terapéutica,


las funciones del lenguaje/significado y la experiencia emocional.

Los resultados de la psicoterapia

La investigación de los resultados de la psicoterapia demuestra los siguientes hechos


(Lamberte y colabores 1986,1992; Luborksky y colaboradores, 1975):

1. La psicoterapia es más efectiva y rápida que los cambios naturales de los pacientes
sin tratamiento.
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2. La psicoterapia es más efectiva que los pacientes en lista de espera de ser tratados
(lista placebo), y estos últimos alcanzan mejores resultados que los no tratados.
3. Con una mayoría de trastornos la psicoterapia suele mantener sus resultados a
largo plazo.
4. No es posible determinar la superioridad de un enfoque terapéutico respecto a los
demás en términos generales.

Los resultados anteriores han llevado a cuestionar el excesivo énfasis que cada orientación
ha dado a sus técnicas o procedimientos particulares como elementos definitorios de cada
escuela.

Según el trabajo de Lamberte (1986) los factores que en realidad contribuyen a los
resultados de la psicoterapia por porcentajes son de mayor a menor:

 Un 40% depende de variables propias del paciente y su contexto vital


(personalidad, apoyo social, etc.).
 Un 30% a los factores comunes a todas las orientaciones psicoterapéuticas
(empatía, apoyo y confrontación de emociones).
 Un 15% al llamado efecto placebo (expectativas que tiene el paciente sobre el
saber que se le va a ayudar).
 Y un 15% a las técnicas especificas de cada psicoterapia(pie asociación libre,
exposición conductual, manejo de actitudes disfuncionales, etc..).

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TEMA 5.- EL MOVIMIENTO INTEGRADOR EN PSICOTERAPIA

El desarrollo histórico de la psicoterapia se puede narrar como una sucesión de


propuestas de enfoques teóricos que comportan visiones distintas de los problemas
humanos y de la forma de abordarlos psicológicamente (Feixas y Miró, 1993). Si
atendemos al contenido de la mayoría de estos enfoques podríamos llegar a creer que cada
uno es único, marcadamente diferenciado de los demás y supuestamente mejor. De hecho,
cada uno ha desarrollado una terminología propia, de forma que el diálogo entre ellos
resulta confuso. El problema va incluso más allá de la cuestión terminológica, dado que
también las diferencias epistemológicas y de visión del mundo constituyen una barrera
potencial para la comunicación entre escuelas.

La forma tradicional de presentar y evaluar los diferentes enfoques psicoterapéuticos se


ha centrado en sus aspectos formales y teóricos, tales como conceptos básicos, estructura
de la personalidad, visión de la psicopatología o concepción del cambio terapéutico. Dicha
presentación fomenta la visión de los modelos psicoterapéuticos como si se tratara de
descubrimientos objetivos sobre el ser humano, evaluables en cuanto a su contenido de
verdad y aislados de su contexto cultural y socio-político. Sin embargo, tanto las
denominadas ciencias duras como la filosofía de la ciencia hace tiempo que reconocen la
influencia del contexto social sobre sus teorías (véanse por ejemplo los trabajos clásicos
de Kuhn, 1970, o las propuestas aún más radicales de Feyerabend, 1976). Una forma
alternativa de abordar tales enfoques es atender a su naturaleza discursiva en cuanto que
construcciones sociales, preguntándose por ejemplo en qué tipo de corriente filosófica,
literaria y/o cultural pueden enmarcarse o cuál es el zeitgeist que explícita o tácitamente
están revelando (Botella y Figueras, 1995). También resulta relevante preguntarse cuál es
el papel de la adscripción a una u otra escuela (o a ninguna de ellas) en los procesos
psicosociales de construcción y negociación de la identidad individual y colectiva del
psicoterapeuta, concibiendo la identidad como un posicionamiento discursivo.

En este sentido, la pertenencia a una orientación teórica o escuela determinada deviene


una importante seña de identidad para muchos psicoterapeutas. Así aparece reflejado
consistentemente en la mayoría de encuestas, en las que algunos profesionales indican su
adhesión a algún enfoque determinado. Esta adhesión tiene sin duda ventajas para el
terapeuta. Un modelo teórico no sólo proporciona una visión determinada de los
problemas humanos y de cómo intervenir psicoterapéuticamente en su resolución, sino
también un lenguaje y una estructura científico-social de apoyo (congresos, revistas,
sociedades, etc.) que ejerce un importante rol afiliativo en el desarrollo profesional del
psicoterapeuta.

Sin embargo, en las últimas décadas un número creciente de psicoterapeutas prefieren no


identificarse plenamente con ninguna escuela concreta. En estos momentos parece que la
tendencia de los psicoterapeutas a definirse como eclécticos supera la adscripción a
cualquier otra orientación particular (véase Feixas y Miró, 1993, para una revisión de
datos demográficos al respecto). En uno de los estudios que integraban los datos a los que
nos referimos, Smith (1982) encontró que el 41% de los 415 psicoterapeutas encuestados
se autodenominaban eclécticos. Sin embargo, al matizar su respuesta los encuestados
escogían términos marcadamente dispares, lo que refleja la variedad de significados que
engloba esta etiqueta. En realidad el eclecticismo puede entenderse más por lo que no es
(no-adhesión a una escuela concreta) que por lo que es. Por otra parte, el término ecléctico

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tiene algunas connotaciones preocupantes, dado que en algunos casos implica combinar
técnicas epistemológicamente incompatibles de forma incoherente. La pluralidad, no sólo
de enfoques puros sino también de formas de práctica ecléctica, refleja la diversidad actual
de la psicoterapia y plantea nuevos retos.

Uno de tales retos es el de evolucionar hacia la exploración de un avance común. Ello


implica una transición desde posturas eclécticas hacia lo que se conoce en la actualidad
como el movimiento integrador en psicoterapia; desde formas de seleccionar teorías o
técnicas psicoterapéuticas hacia el esfuerzo por contribuir a una maduración y desarrollo
cualitativo del campo de la psicoterapia en un clima cooperativo de exploración de la
integración. Nos referimos a exploración de la integración para distinguir el movimiento
integrador del sueño unificacionista. En efecto, el movimiento integrador no pretende
llegar a la fusión de todos los modelos en uno, pretensión científicamente ingenua y
éticamente discutible por sus connotaciones totalitarias. Más bien aboga por la
constitución de un marco de diálogo que sustituya la lucha de escuelas por un contexto
cooperativo que permita encontrar propuestas integradoras más evolucionadas que los
enfoques existentes. Por otro lado, dicho movimiento trata de fomentar y coordinar los
esfuerzos por investigar los mecanismos de cambio descritos por distintos modelos
terapéuticos, a menudo con terminologías diferentes.

El planteamiento del reto de la integración se podría entender como una muestra de la


evolución del campo de las psicoterapias hacia estadios más maduros de desarrollo.
Norcross (1986) sugiere que la comunidad psicoterapéutica ha ido evolucionando de un
simplismo absolutista y dogmático (Mi enfoque es el mejor por definición y los demás están
equivocados) hacia el relativismo (Cada enfoque funciona según el caso), con la esperanza
de llegar al compromiso ético con un enfoque desde el que evolucionar de forma no-
dogmática. Es decir, la adhesión a un modelo se debería fundamentar en una elección
personal y comprometida con su perfeccionamiento en lugar de en el dogmatismo.

Sin embargo, a nuestro juicio tal compromiso con un modelo determinado se hace difícil
después de haber reconocido sus limitaciones y su valor relativo. Una alternativa consiste
en buscar soluciones más abarcadoras y evolucionadas, que pretendan integrar aspectos
de distintos enfoques en un intento de ir un paso más allá que los modelos existentes.
Como comentábamos en otro lugar (Feixas, 1992a), este avance pasa previsiblemente por
el respeto a la diversidad de concepciones del ser humano implícitas en distintos modelos
terapéuticos, pero a la vez implica generar propuestas integradoras que, siendo
sucesivamente reemplazadas por nuevas alternativas, fomenten la evolución del campo de
la psicoterapia. Cada nueva alternativa genera preguntas que sugieren nuevos
interrogantes en lugar de respuestas definitivas. En la actualidad parece que el
movimiento que mejor refleja este espíritu es el que se articula alrededor de la Society for
the Exploration of Psychotherapy Integration (SEPI)--que cuenta con una sección en
España, la Sociedad Española para la Integración de la Psicoterapia (SEIP). Aunque se trata
de un marco de confluencia de propuestas muy diversas, en su seno se promueve el
diálogo y la exploración de construcciones alternativas que integren las aportaciones ya
existentes, en detrimento del dogmatismo de escuela.

Siguiendo a Arkowitz (1991) en su escrito inaugural del Journal of Psychotherapy


Integration, entendemos que el movimiento integrador aglutina en la actualidad esfuerzos
en tres grandes áreas de trabajo: el eclecticismo técnico, la integración teórica y el estudio

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de los factores comunes. Antes de describir la aportación constructivista a cada uno de


estos enfoques, sin embargo, quisiéramos comentar brevemente los factores que han
influido en la tendencia hacia el eclecticismo y la integración en las últimas décadas y,
particularmente, cómo tales factores son plenamente coherentes con una concepción
constructivista de la psicoterapia. Nuestro intento en la primera parte de este trabajo es
demostrar como el constructivismo es perfectamente viable como marco conceptual
general para la exploración de la integración en psicoterapia, dado que la actitud
integradora caracteriza a la epistemología constructivista desde su misma raíz.

Aunque podemos encontrar ejemplos aislados de propuestas eclécticas y/o integradoras


desde los años treinta, el fenómeno del eclecticismo como hecho diferencial en
psicoterapia se consolida en la década de los setenta y, como hemos comentado
anteriormente, el movimiento integrador no toma forma hasta los ochenta. En esta sección
comentaremos los factores que han propiciado el fenómeno contemporáneo de la
exploración de la integración en psicoterapia según Norcross (1986), examinando su
compatibilidad con una perspectiva epistemológica constructivista.

Según Norcross, 1986, emerge un movimiento fuerte en el campo de la psicoterapia


llamado movimiento integrador y que deriva de la confluencia de diversos factores:

1. La excesiva proliferación de nuevos enfoques psicoterapéuticos (más de 400


formas de psicoterapia).
2. La imposibilidad de que un enfoque determinado sea el más adecuado para todos
los casos y la búsqueda de la adecuación tipo de paciente-tipo de problema-tipo de
terapia.
3. Ausencia de una eficacia diferencial entre los distintos enfoques psicoterapéuticos
(psicoanalítico, cognitivo, conductual, etc).
4. Reconocimiento creciente de factores comunes a las distintas psicoterapias que
parecen explicar sus resultados similares.
5. Énfasis en la relación terapéutica y en las características de personalidad del
paciente.
6. Factores sociopolíticos y económicos que presionan a los niveles asistenciales para
reducir los costos eficacia/tiempo.

Proliferación de enfoques psicoterapéuticos.

La coexistencia de lo que a nuestro juicio (Feixas, 1992a) son construcciones parciales de


la realidad dota al campo de la psicoterapia de una apariencia fragmentaria. Siguiendo la
noción kelliana de fragmentalismo acumulativo (véase Botella y Feixas, 1998) parece como
si la psicoterapia hubiese avanzado acumulando fragmentos de conocimiento
parcialmente útiles y válidos, desarrollados de forma independiente y competitiva,
carentes de un marco general que los hiciera compatibles. El hecho de contar en la
actualidad con más de 400 formas de tratamiento da una idea de la gran capacidad
generativa de la psicoterapia, como área de conocimiento, para crear construcciones
diferenciadas, pero también de la incapacidad para integrarlas que ha derivado en el
actual panorama de fragmentación.

Desde una perspectiva constructivista, se puede entender el desarrollo de cualquier


sistema de conocimiento (personal o científico/académico) como una dialéctica entre

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diferenciación e integración, que conduce en el caso óptimo a una situación de


complejidad, pero no de fragmentación. La excesiva diferenciación de los enfoques
psicoterapéuticos actuales es comprensible como un intento de maximizar la
individualidad en detrimento de la comunalidad, ligado sin duda a cuestiones económicas,
socio-políticas y de divergencias ideológicas (filosóficas, epistemológicas, metodológicas)
entre los proponentes de cada uno de ellos. Sin embargo, en contraste con la estrategia del
fragmentalismo acumulativo, el alternativismo constructivo (Kelly, 1969; véase Botella y
Feixas, 1998) nos sugiere abogar por construcciones de un nivel jerárquico superior, más
amplias y evolucionadas, que no supongan un modelo más a acumular. Aunque esta nueva
(re)construcción no nos aporte un nuevo fragmento de verdad terapéutica, puede
proporcionar una visión alternativa de las ya existentes. Con esta esperanza se han
generado la mayoría de esfuerzos en el seno del movimiento integrador.

Inadecuación de una forma única de psicoterapia para todos los casos.

Hoy en día se da un consenso creciente acerca de que no existe un solo enfoque que
podamos considerar clínicamente adecuado para todos los problemas, clientes y
situaciones. De hecho, el motor que ha generado el surgimiento de tantos nuevos enfoques
es la insatisfacción con los modelos existentes, la conciencia sobre su inadecuación en
determinados casos. Este es también el motor que mueve los esfuerzos eclécticos e
integradores, aunque en una dirección diferente. Si ninguna de las 400 propuestas
terapéuticas existentes ha conseguido demostrar su utilidad en todos los casos, no se trata
de crear la nº 401 (aunque posiblemente ya exista al publicarse este trabajo) sino de
plantearse la cuestión desde otra perspectiva.

En los últimos años se va popularizando la posibilidad de explorar la integración de los


conocimientos y técnicas disponibles que, aunque parciales y con valor limitado, puedan
ayudarnos a comprender de forma más amplia y precisa el proceso psicoterapéutico. Otra
idea en el mismo sentido es la de fomentar la flexibilidad teórica y técnica para adaptarse a
cada caso concreto en detrimento de la adhesión rígida a un modelo. La flexibilización que
conllevan los enfoques eclécticos e integradores reporta de por sí una mayor adaptación
del proceder terapéutico a las particularidades del cliente. De no ser así, en palabras de
Gordon Allport, "si tu única herramienta es un martillo, tratarás a todo el mundo como a
un clavo".

Desde una perspectiva constructivista, se puede entender la psicoterapia como la génesis


intencional de significados y narrativas que puedan transformar la construcción de la
experiencia de los clientes mediante un diálogo colaborativo (Botella, en prensa; Kaye,
1995). Tales sistemas de construcción de la experiencia, si bien están pautados por las
formas discursivo/narrativas aceptables socialmente, revisten un componente innegable
de individualidad. Así, es perfectamente previsible que ningún modelo único de
psicoterapia pueda responder al cambio de todos los clientes o en todas las patologías. La
psicoterapia, desde nuestra perspectiva, reúne componentes de comunalidad en cuanto a
los procesos de cambio (como propone la línea de investigación de los factores comunes) y,
simultáneamente, de especificidad en cuanto al contenido de dichos cambios.

Ausencia de eficacia diferencial entre las psicoterapias.

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A pesar de las diferencias teóricas entre modelos psicoterapéuticos y el interés de sus


proponentes por demostrar su superioridad relativa, la conclusión que se extrae de la
revisión de la literatura hasta el momento es que ninguna de ellas sobresale claramente
por encima de las demás (véanse Lambert y Bergin, 1992; Lambert, Shapiro y Bergin,
1986; Luborsky, Singer y Luborsky, 1975; Smith, Glass y Miller, 1980). Tanto la
investigación metaanalítica de Smith et al. (1980), que incluía 475 estudios con más de 78
formas de psicoterapia, como otras investigaciones más restrictivas inciden en la misma
conclusión: no hay un vencedor claro en la competición entre diferentes modelos
psicoterapéuticos.

Resulta paradójico que modelos terapéuticos pretendidamente diferentes (e incluso


opuestos) resulten igualmente eficaces. La resolución de esta paradoja pasa para muchos
por la cuestión de la integración, tanto en lo que respecta a la identificación de los factores
comunes que afectan al éxito terapéutico como a la complementariedad de la validez de
unos enfoques con la de otros en un esfuerzo de integración teórica y técnica.

Así mismo, dicha paradoja ha reorientado la investigación en psicoterapia al análisis de los


factores que contribuyen al cambio terapéutico. De entre estos, Lambert (1986) cifra la
contribución de las técnicas terapéuticas específicas en sólo un 15%. Este reducido
porcentaje debería hacernos reflexionar sobre la importancia--quizá excesiva--atribuida a
dichas técnicas en los programas de formación de psicoterapeutas, así como sobre el papel
de las habilidades técnicas en la práctica clínica. En general, este énfasis en los aspectos
técnicos de la psicoterapia va en detrimento de los factores relacionados con las variables
del cliente, del terapeuta y de la relación terapéutica. Sin embargo, estos parecen ser los
factores que más afectan al resultado global de la psicoterapia.

La adopción de un marco epistemológico constructivista conlleva una serie de


implicaciones acerca de la relación de ayuda, plenamente coherentes con lo antedicho.
Como proponíamos en otros trabajos (Botella y Feixas, 1998) la concepción de la relación
terapéutica como interacción centrada en la co-construcción de nuevos significados
implica prestar mayor atención al lenguaje, las narrativas, las metáforas y los constructos
personales que se generan en el diálogo entre terapeuta y cliente. De entrada, esto supone
alinearse con los enfoques que rechazan la visión del profesional como experto o como
administrador de técnicas, y lo destronan de su presunta posición de objetividad. El
enfoque constructivista contempla tanto al cliente como al terapeuta como expertos que
participan en una aventura común; el cliente tiene una mayor experiencia acerca de las
ventajas y limitaciones de su sistema de significado, y el terapeuta posee más pericia en lo
concerniente a las habilidades facilitadoras del cambio en general (Feixas y Villegas,
1993). En consecuencia, la terapia se convierte en una búsqueda caracterizada por la
colaboración y el respeto en pos de una revisión del sistema de significado personal, que
permita mantener a los clientes en su esfuerzo por anticipar y participar de un mundo
social que ellos también pueden ayudar a construir (Neimeyer y Feixas, 1997). En cierto
sentido, la psicoterapia constructivista "no tiene parangón en ninguna otra perspectiva
contemporánea en cuanto a su postura fuertemente autorreflexiva" (Botella, 1996, p. 246).

Concebir la relación de ayuda como una relación de experto a experto implica que el
cambio terapéutico no se deriva directamente de la aplicación de una técnica específica,
sino de la creación de una forma particular de relación humana. Las técnicas no hacen

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nada al cliente; es más bien el cliente quien hace uso de la técnica si ésta se ofrece en el
contexto de una relación terapéutica facilitadora del cambio.

En conclusión, si se adopta esta perspectiva no resulta sorprendente ni paradógica la falta


de eficacia diferencial. La paradoja sólo existe si se parte de premisas opuestas a las que
acabamos de exponer, como por ejemplo, que "cuanto mejor es la técnica mejores son los
resultados" o que "la investigación comparativa de resultados puede determinar la técnica
más eficaz para la mayoría de los casos".

Reconocimiento de la existencia de factores comunes a las distintas


psicoterapias.

El reconocimiento de la existencia de factores comunes que operan en la mayoría de las


psicoterapias, hayan sido o no explicitados por sus proponentes, se hace cada vez más
evidente. En este sentido, se va extendiendo cada vez más la actitud de buscar los
ingredientes comunes entre los enfoques en lugar de centrarse exclusivamente en sus
diferencias. Frank (1961) por ejemplo, planteó que los métodos actuales de psicoterapia
representan, con algunas variaciones, actualizaciones de procedimientos muy antiguos de
curación psicológica. Pero las psicoterapias contemporáneas enfatizan sus diferencias
para hacerse más competitivas, de acuerdo con el contexto socio-económico mercantilista
y liberal de nuestra sociedad occidental, por lo que estas diferencias se exageran. En la
actualidad se reconoce, en virtud de los datos disponibles, que los factores comunes
explican hasta un 30% del porcentaje de la varianza del éxito terapéutico. Si tenemos en
cuenta que el porcentaje atribuible al terapeuta es sólo un poco superior al 40%
constatamos el tremendo peso de estos factores comunes en su contribución al cambio
terapéutico.

En este sentido, cabe recordar que según la epistemología constructivista, similitudes y


diferencias son operaciones del observador, no características "objetivas" de la realidad.
Así, podría parecer que los psicoterapeutas hemos empezado a desplazar nuestro punto
de observación desde la defensa de las diferencias y la novedad de determinados modelos
terapéuticos hacia la conciencia de los factores comunes. Este cambio no se basa en que
los modelos contemporáneos se parezcan más, sino que refleja nuestro cambio de
posicionamiento al observarlos. Como afirmábamos anteriormente, el énfasis en la
diferencia puede responder a intereses comerciales o políticos. Este nuevo
posicionamiento debería promover más la cooperación de terapeutas de distintas
orientaciones en la articulación de una base común, aspecto central del movimiento
integrador.

Énfasis en las características del paciente y de la relación terapéutica como


principales ingredientes del cambio.

Son precisamente los datos sobre la contribución de distintos factores al éxito terapéutico
los que plantean el quinto factor influyente en el auge del movimiento integrador. El
reconocimiento de que la mayor proporción de variancia del éxito terapéutico se debe a
factores preexistentes del cliente obliga a un replanteamiento de la cuestión. En efecto, no
parece muy prudente dedicar la mayor parte de nuestros esfuerzos al desarrollo
tecnológico cuando este factor explica, como hemos comentado anteriormente, un 15%
del éxito terapéutico en su estimación más favorable. Resultan mucho más lógicos los

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esfuerzos de sistematización que permitan adaptar los recursos disponibles dentro del
campo de las psicoterapias a las necesidades del cliente. En este sentido, hay que tener en
cuenta, de forma preferente, cuestiones relativas al cliente tales como, estilo interpersonal,
disposición al cambio, red social y afectiva, y otras variables relacionadas (véase Botella y
Feixas, 1994, para una revisión exhaustiva de los resultados de la investigación de eficacia
de la psicoterapia).

El hecho empíricamente demostrado de que es al cliente a quien corresponde la mayor


contribución al total del resultado de la psicoterapia (véase también Lambert, 1991) avala
la noción constructivista de que la psicoterapia no es un tratamiento que un técnico
experto administra a un paciente pasivo, sino una forma de relación que se ofrece al cliente
para que éste se cambie (pro) activamente a sí mismo. De hecho, los enfoques terapéuticos
inspirados en una epistemología constructivista parten de la premisa de que el cambio es
una operación que realiza el cliente de acuerdo con su patrón de coherencia y, por tanto,
dirigen sus esfuerzos a comprender dicho patrón y adaptarse a sus características. Lo que
se pretende es que el espacio terapéutico sea altamente significativo para el cliente, y para
ello hay que tener mucho más en cuenta sus creencias, esquemas, narrativas y constructos
que los del terapeuta. Esta actitud se refleja en el hecho de que las técnicas más
características de estos enfoques tales como la técnica de rejilla (véase Feixas y Cornejo,
1996), el escalamiento (véase Botella y Feixas, 1998) o la reconstrucción de la experiencia
inmediata (Guidano, 1991) se centren en comprender con el mayor detalle posible la
forma en que el cliente construye los acontecimientos. Otros ejemplos también
paradigmáticos de este centramiento en el cliente son el análisis de la demanda (Villegas,
1992) y el hecho de dejar que sea el cliente quien proponga las técnicas o procedimientos
a llevar a cabo en la terapia (p.e., Feixas y Neimeyer, 1997).

Factores socio-políticos y económicos.

Finalmente, puede verse el movimiento integrador como una respuesta a influencias


sociales, políticas y económicas diversas. Especialmente en los Estados Unidos donde la
psicoterapia es financiada en parte por entidades aseguradoras, existe una gran presión
para mejorar la calidad y acortar la duración de los tratamientos psicológicos.

Por otro lado, el hecho de que un problema pueda tratarse de formas tan distintas según
qué psicoterapeuta lo atienda no aporta ningún prestigio a nuestra profesión. Si la
diversidad existente en cuanto a enfoques y técnicas ya fomenta una imagen de
fragmentación entre los profesionales de la psicoterapia, resulta aún más incomprensible
para el resto de la comunidad--incluyendo a los responsables de decisiones políticas en
centros de salud y de investigación, y a la opinión pública en general. La imagen de una
profesión donde impera la lucha de escuelas, las descalificaciones mutuas, y en la que sus
practicantes no son capaces ni tan sólo de dialogar, nos resta credibilidad ante nuestros
clientes y ante la sociedad en general.

El espíritu integrador pretende sustituir este clima de enfrentamiento por la cooperación


entre escuelas y el esfuerzo común por hacer madurar nuestro ámbito de conocimiento y
práctica no necesariamente hacia una psicoterapia unificada, pero sí hacia una
coordinación más consensuada de los recursos disponibles y de la experiencia acumulada
durante décadas por los practicantes de las distintas orientaciones.

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Hasta aquí nos hemos ocupado de los factores que han influido en la tendencia hacia el
eclecticismo y la integración en los últimos años, vista desde la perspectiva de la
epistemología constructivista.

A continuación describiremos cada uno de los principales enfoques a los que ha dado lugar
el movimiento integrador (es decir, el eclecticismo técnico, la integración teórica y el
estudio de los factores comunes) haciendo hincapié en la aportación constructivista a
cada uno de ellos.

El Eclecticismo Técnico

Esta tendencia del movimiento integrador se centra en la selección de técnicas y


procedimientos terapéuticos con independencia de la teoría que los ha originado. Se
caracteriza, por tanto, por un fuerte énfasis en lo técnico en detrimento de la teoría,
despojando a las técnicas de los supuestos teóricos que las han generado.

El primer autor en formular esta posición fue Lazarus (1967), sin embargo, a partir de los
años setenta han sido varios los enfoques que han seguido esta filosofía. Lazarus (véase el
debate expuesto en Lazarus y Messer, 1991) defiende este tipo de eclecticismo, entre otras
cosas, porque ve en la integración teórica un esfuerzo inútil. Según él, entre dos enfoques
cualesquiera se pueden encontrar similitudes, pero a costa de ignorar sus diferencias que
a menudo son fundamentales. Según Lazarus se ha hecho un énfasis desorbitado en las
teorías, lo que ha conducido a una proliferación caótica de enfoques, cosa que la
integración teórica aún empeora más, por lo que se necesitan "menos teorías y más
hechos". Su propuesta enfatiza las técnicas como expresión de lo que los terapeutas
"realmente" hacen con sus clientes. Integrar técnicas permite enriquecer la práctica
empleando, sin ningún recelo, los hallazgos de orientaciones teóricamente incompatibles.
Para este autor existe un nivel de observación básico en el que enfoques muy distintos,
después de haberlos despojado de su carga teórica, nos revelan fenómenos a considerar.
Es a este nivel de observaciones de hechos clínicos donde se pueden integrar los recursos
técnicos disponibles.

La estrategia de este tipo de integración consiste en seleccionar la técnica que se cree que
funcionará mejor con un cliente o paciente concreto. La cuestión clave es saber cuáles son
los criterios con los que decidir cuál es la técnica oportuna con un cliente determinado.

 El eclecticismo intuitivo

Prevalente hasta los años setenta, consistía en seleccionar técnicas de forma


idiosincrásica, a juicio del terapeuta, de su intuición o experiencia anterior, o quizás en
función del último libro leído o taller de fin de semana al que ha asistido. No existe en esta
forma de eclecticismo ninguna base o lógica conceptual transmisible sino que la decisión
de qué técnica emplear radica en la atracción subjetiva, la vivencia o la creatividad del
terapeuta.

Eysenck (1970), por ejemplo, criticó severamente esta práctica caótica, aún habitual en
nuestros días, y que, de hecho, no forma parte de lo que llamamos integración técnica. Al
no suponer ningún tipo de avance conceptual ni ninguna lógica integradora este tipo de
eclecticismo no se considera parte del movimiento integrador. Las propuestas de dicho

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movimiento integrador se diferencian del eclecticismo intuitivo por seleccionar las


técnicas basándose en algún criterio definido. En nuestra visión de estos enfoques
integradores de carácter técnico (Feixas, 1992a) distinguimos entre los criterios
meramente pragmáticos, los de orientación teórica y los sistemáticos, esquema que
introducimos a continuación.

 El eclecticismo técnico pragmático

Selecciona las técnicas teniendo como criterio esencial y exclusivo el nivel de eficacia que
han demostrado en su contraste empírico. La aspiración de este tipo de integración es
conseguir una matriz tratamientos x problemas que dicte la técnica más eficaz a emplear
para cada caso concreto. Su orientación es fuertemente empírica. El modelo que mejor
representa esta aspiración es el de la moderna modificación (o terapia) de conducta. Si
bien en sus inicios la terapia conductual se identificaba con la aplicación de los principios
conductistas del aprendizaje, en la actualidad admite una gran diversidad de técnicas,
siempre que hayan demostrado su eficacia. Así, nos encontramos con manuales de
técnicas de terapia y modificación de conducta (p.e., Caballo, 1991) que incluyen, junto a
las técnicas tradicionales basadas en el condicionamiento clásico y operante, la intención
paradójica, la terapia racional-emotiva, la cognitivo-estructural de Guidano y Liotti, la
hipnoterapia y la técnica de la silla vacía guestáltica.

 El eclecticismo técnico de orientación

Se seleccionan las técnicas de acuerdo con los criterios que se establecen desde una teoría
concreta. Es decir, se combinan técnicas de origen diverso en función del cliente, pero
siempre según su conceptualización que se hace desde una orientación teórica particular.
Aunque en esta forma de integración la teoría tiene un papel determinante, no es al nivel
conceptual donde se da la integración, y aunque sea un dato a tener en cuenta, tampoco es
la eficacia empírica demostrada por la técnica lo que dicta su adopción. Se trata de un
eclecticismo al nivel de las técnicas guiado por la coherencia con una teoría concreta en
función del tipo de cliente. La terapia cognitiva de Beck constituye un buen ejemplo de
este tipo de planteamiento. Si bien se dan muchos otros casos en los que los practicantes
de un modelo adoptan una actitud ecléctica en cuanto a las técnicas a utilizar sin
abandonar el marco teórico de origen, en la terapia cognitiva es su propio creador quien
propugna esta actitud:

Situándonos en la teoría de la terapia cognitiva, podemos mirar a otros sistemas de


psicoterapia como una rica fuente de procedimientos terapéuticos. Puesto que gran parte
de su arsenal terapéutico se basa en la sabiduría y enorme experiencia de sus creadores,
estos procedimientos pueden enriquecer la forma de aplicar nuestra propia modalidad de
terapia. En la medida que estos procedimientos sean congruentes con la terapia cognitiva,
la mejoran y consolidan como la terapia integradora. (Beck, 1991, p. 197, cursiva en el
original).

 El eclecticismo técnico sistemático

Se seleccionan las técnicas de acuerdo con una lógica sistemática o esquema básico que
indica cuáles emplear en función del tipo de clientes. Se trata de una integración de
técnicas, pero guiada por unos esquemas conceptuales de carácter general acerca de la

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naturaleza del cambio y de cómo producirlo terapéuticamente. La elección de una técnica


se hace en función del tipo de cliente, y la clasificación, tanto de técnicas como de clientes,
requiere una cierta elaboración teórica. El resultado es un esquema conceptual que indica
el tratamiento a elegir según el caso.

Uno de los ejemplos más destacados de este tipo de eclecticismo es el trabajo de Beutler y
colaboradores (p.e., Beutler, 1983; Beutler y Clarkin, 1990). Su propuesta se basa en tres
ingredientes extraídos de la revisión de las investigaciones disponibles sobre las variables
influyentes en el éxito terapéutico.

El primer ingrediente supone una sistematización de los modelos existentes en


términos de estilos terapéuticos o dimensiones bipolares de intervención:
directiva/no-directiva, centrada en el síntoma/centrada en el conflicto, etc.

El segundo implica una selección de variables del cliente, p.e., severidad del
síntoma, estilo de afrontamiento, potencial de resistencia o reactancia (ver Beutler,
1992).

El tercer componente de este modelo propone un emparejamiento de estilos


terapéuticos con variables del cliente. El modelo de Selección Sistemática de
Tratamientos tal como lo proponen Beutler y Clarkin (1990) se divide en siete
fases secuenciales:

1. Evaluación del paciente, su contexto cultural, diagnóstico, metas del


tratamiento, estrategias de afrontamiento, entorno (estresores y recursos
ambientales).
2. Evaluación de los posibles contextos, modalidades y formatos de tratamiento,
así como de la frecuencia y duración de este.
3. Evaluación de la compatibilidad y "encaje" entre terapeuta y paciente.
4. Métodos de inducción de rol para fomentar y mantener la alianza terapéutica.
5. Selección de metas focales de cambio (tratamiento orientado al conflicto o al
síntoma).
6. Selección del nivel de intervención y de las metas terapéuticas a medio plazo.
7. Conducción de la terapia.

La integración teórica

Se integran 2 o más psicoterapias (fundamentalmente sus conceptos teóricos), con la


esperanza de que el resultado de ésta "fusión" resulte mejor que cada una de las terapias
por separado.

Desde sus inicios, los intentos se han centrado en la combinación de los enfoques
psicoanalítico y conductual.

o Años 50

Con el acercamiento de psicólogos académicos de Yale al psicoanálisis, se da la primera


aportación significativa en ésta línea.

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Dollard y Miller "Personalidad y psicoterapia: un análisis en términos de aprendizaje,


pensamiento y cultura": Intento de sintetizar ambas teorías en cuanto a su concepción de
la neurosis y de la psicoterapia.

Explican el principio del placer en términos de refuerzo y la represión en términos de


inhibición de respuesta.

Además, formulan una amplia teoría acerca de la dinámica del conflicto y la ansiedad en la
neurosis.

El Zeitgeist de la época no permitió que se le diera una buena acogida. Aunque Dollard y
Miller se encontraron con un psicoanálisis ya bastante desarrollado, la terapia de la
conducta aún estaba forjándose.

o Años 60-70

Gran desarrollo de la tecnología conductual, y clima de lucha que enfatizaba las diferencias
en lugar de buscar los puntos de integración.

Pero, a pesar del clima poco favorable, se formularon propuestas integradoras.

London: distinguió las terapias existentes entre aquellas centradas en la acción y las
centradas en el insight, y sugirió que un sistema capaz de articular ambos aspectos sería
mucho más útil.

o Años 70-80

 La integración teórica híbrida: La psicodinámica cíclica

Integración de las teorías y prácticas correspondientes a 2 enfoques terapéuticos ya


establecidos y que se consideran complementarios.

 Terapia psicodinámica cíclica de Paul Wachtel

Considera que la perspectiva psicodinámica y su énfasis en el insight como mecanismo de


cambio, es insuficiente, y que hay que prestar atención los componentes actuales del
conflicto que favorecen las fantasías y los conflictos inconscientes.

En contraste con la visión clásica psicodinámica, su visión acerca del valor causal de los
conflictos infantiles es cíclica (los problemas y los síntomas son el resultado de círculos
viciosos que se mantienen en la situación actual). Aunque reconoce que la experiencia
temprana favorece determinada predisposición, se centra en los aspectos actuales del
círculo vicioso. Las experiencias pasadas, nos llevan a crear las condiciones actuales que
perpetúan el problema (la gente que escogemos y nuestras relaciones actuales, pueden
confirmar nuestras fantasías y visión del mundo que arrastramos desde la infancia).

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La identidad que va adquiriendo la persona es una especie de hábito o aprendizaje que


incluye temer determinadas experiencias, y que, por tanto, limita el repertorio de
conductas desde la infancia. Constituye una forma de adaptación evitativa pero reforzante
(evita conflicto y reduce la ansiedad).

Se tiende a evitar las relaciones con personas con las que existiría una mayor probabilidad
de generar cambio Þ Perpetuación de los patrones de interacción Þ El neurótico se
encuentra con una serie de experiencias que confirman sus predicciones, su visión del
mundo y de sí mismo.

Desde ésta visión cíclica del problema, es lógico pensar que conviene intervenir primero
sobre los factores actuales que lo mantienen para producir el cambio, y, por otro lado,
promover la comprensión de la persona acerca de su conflicto.

El mérito de ésta propuesta terapéutica no radica sólo en combinar técnicas de acción con
técnicas de insight, sino en postular los procedimientos conductuales como fuente de
nuevos insights, a la vez que éstos pueden generar nuevas conductas.

Esta propuesta toma lo mejor de los dos enfoques:

1. Del dinámico: los procesos y los conflictos inconscientes, así como la


importancia de las fantasías.

2. Del conductual: la importancia del contexto en el que ocurre el problema y


su arsenal técnico para modificarlo.

Desde los 70, además de la propuesta de Wachtel, han aparecido otras propuestas híbridas
que integran también la terapia psicoanalítica con la cognitiva, la cognitiva con la
sistémica, la humanista con la conductual (entre los humanistas es frecuente combinar dos
enfoques, por ejemplo, el análisis transaccional y la terapia guestáltica).

La integración teórica amplia: El enfoque integrador de Fernández Álvarez

Esta integración articula distintos aspectos del funcionamiento humano, como los
cognitivos, emocionales, conductuales e interpersonales, y se nutren de las aportaciones
de muchas psicoterapias.

Muy a menudo, se basan en la psicología cognitiva y social, lo que mejora la conexión entre
la psicología académica y la psicoterapia.

En su propuesta, toma como punto de referencia la psicología cognitiva en su doble


vertiente:

1. Procesos humanos como procesamiento de la información.


2. Ser humano como agente (pro) activo en la construcción del
significado (vertiente constructivista o cognitivo-social).

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Articula las aportaciones constructivistas de Feixas, Villegas, Guidano y Mahoney, con el


saber psicodinámico sobre el inconsciente, y con el procesamiento emocional, a la vez que
contempla distintos aspectos interaccionales.

Describe la experiencia como una construcción en la que se elaboran una serie de


estructuras de significado, que evolucionan con el tiempo y reciben influencias
circunstanciales en ésta evolución (el niño se inserta dentro de un guión paterno, y sólo
posteriormente, construye su propio guión personal (idea de Adler y existencialistas)).

Las estructuras de significado se van organizando jerárquicamente y se distinguen por su


grado de rigidez o flexibilidad, y por su grado de desarrollo hacia la complejidad (Kelly).

La cuestión evolutiva es central: Presenta un esquema evolutivo de los niveles de


complejidad del self. Destaca el potencial de éste esquema para conceptualizar los
problemas clínicos.

Describe distintas modalidades de cambio, dentro de una óptica evolucionista.

Todo ello, le permite adentrarse en la comprensión de la vivencia del sufrimiento que


tiene el paciente y en los mecanismos que le llevan a demandar una psicoterapia Þ
Dependiendo de la demanda y del tipo de problema, se propone un tratamiento breve,
intermedio o sin límite de tiempo, y se selecciona un determinado tipo de técnicas.

3. La integración metateórica: El caso del integracionismo teórico progresivo(ITP)

Articulan diferentes teorías psicoterapéuticas bajo un marco común metateórico.

(ITP) de Neymeyer y Feixas

Pretende superar las contradicciones de la integración teórica (híbrida y/o amplia), al


combinar enfoques radicalmente opuestos en muchos aspectos.

Propone limitar la síntesis teórica y técnica a aquellos enfoques que sean


epistemológicamente compatibles Þ Se restringe el intercambio y síntesis conceptual a los
sistemas que tienen axiomas filosóficos compatibles.

Sostienen que la epistemología constructivista puede ser un marco metateórico idóneo


para realizar ésta integración, por varios motivos:

1. Se puede observar una cierta tendencia constructivista en distintos


modelos (cognitivo, sistémico y otros).
2. Alto grado de abstracción y flexibilidad.
3. Carácter multidisciplinar (aportaciones de biólogos, biocibernéticos,
filósofos de la ciencia, además de los psicólogos).

Sin embargo, Neymeyer reconoce que el ITP puede llevarse acabo desde otras
epistemologías:

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- Meyer propone una "integración evolutiva o asimilativa" a partir del contexto


psicodinámico.

Los Factores Comunes

Supone la identificación de aquellos ingredientes que comparten la mayoría de las


psicoterapias: Se centra en las similitudes entre los distintos modelos, tanto clínicas como
teóricas.

Sus defensores sostienen que las aparentes diferencias, esconden similitudes esenciales.

Su finalidad principal: Identificar los factores o combinación de ingredientes, que resulten


mejores pronosticadores del cambio terapéutico; Una vez hallados, podrían servir como
punto de partida para la elaboración teórica (los factores comunes pueden explicar el
doble de varianza (30%) que las técnicas terapéuticas).

En los años 30, se encuentran ya propuestas de factores comunes, pero, no será hasta los
70-80, que aparezcan contribuciones sistemáticas y numerosas.

- Uno de los primeros artículos sobre los factores comunes fue el de Rosenzweig
(1936): señalaba que algunos factores podían explicar la efectividad de distintas
psicoterapias: la capacidad del terapeuta para inspirar esperanza y para
proporcionar una visión alternativa del self y del mundo.
- Alexander y French (1946): Proponen la "experiencia emocional correctiva" como
un proceso común de las psicoterapias. Consiste en "reexponer al paciente, en
circunstancias más favorables, a situaciones emocionales que no pudo manejar en
el pasado; El paciente debe experimentar una experiencia emocional correctiva
adecuada para poder reparar la influencia traumática de las experiencias previas.
- Estudios de Fiedler (1950): Se pidió a terapeutas de distintas escuelas y niveles
de experiencia que describieran los componentes que consideraban ideales para
una relación terapéutica (las psicoterapias estudiadas fueron sólo las
psicoanalítica, la adleriana y la no directiva) Þ Los terapeutas expertos, de distintas
orientaciones, coincidieron mas entre sí que los principiantes de su propia escuela.
- Carl Rogers (1957) contribuyó también a defender que la psicoterapia era
efectiva, no tanto por el empleo de técnicas, sino por el tipo particular de relación
humana que se establece con el cliente.
- En los 60 aparecen varias obras que proponen la psicoterapia como un proceso
de influencia social y de persuasión genérico, en contraste con las creencias que
enfatizaban los efectos técnicos específicos. La más influyente es la:

Centrado en los procesos y factores comunes a las distintas psicoterapias y que explicarían
su efecto general similar. Los autores más destacados son Alexander y Crencha (1946) y su
concepto de "experiencia emocional correctiva" y J. Frank (1961) centrada en la
psicoterapia como medio de reducir la "desmoralización" a través de determinados
"mitos" (teorías) y "rituales"(procedimientos) institucionalizados, sugiere que todas las
psicoterapias pueden ser igualmente efectivas, aunque lo hagan de formas distintas.

Frank, en su obra "Persuasión y curación" (1961), realiza una primera formulación de sus
factores comunes en base al análisis de las similitudes existentes en varios procesos de

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influencia: la psicoterapia, los efectos placebo en medicina, el lavado de cerebro y la


curación por la fe en diferentes culturas.

Su tesis es que la psicoterapia es esencialmente una forma de influencia social y su aspecto


central es su capacidad para reducir la desmoralización (incompetencia subjetiva, pérdida
de autoestima, alienación, desesperanza).

Frank postulo 6 FACTORES COMUNES a todas las psicoterapias:

Una relación de confianza de cierta carga emotiva (el paciente se ve afectado por algún
trastorno o malestar y, a veces, busca la ayuda desesperadamente) con el profesional de
ayuda. Para que la psicoterapia funcione, el cliente debe exponer sus problemas,
sentimientos y fantasías, y se debe sentir seguro de que todo lo que revele va a ser
confidencial.

Una explicación racional que da cuenta de los problemas del cliente y de los métodos de
tratamiento para su solución. La explicación que proporciona el terapeuta contribuye a
reducir el sufrimiento del cliente. Paradójicamente, el contenido de esa explicación no suele
ser crucial: Es más importante la confianza que muestra el terapeuta en lo que dice y hace
que sus formulaciones teóricas o los procedimientos empleados, así como la aceptación por
parte del cliente de la explicación, si ésta ayuda a dar sentido a su "desorden interior".

El proporcionar nueva información acerca del origen y la naturaleza de los problemas del
cliente y de las formas de tratarlo. En algunas escuelas se aprende mediante el
autodescubrimiento, en éstos casos, el terapeuta actúa como facilitador; En otros enfoques,
el terapeuta asume un rol pedagógico más estricto.

La esperanza del cliente de encontrar ayuda en el terapeuta. La elección de un profesional


no es accidental. Sus características personales también cuentan. El terapeuta que transmite
un sentido de optimismo, a menudo, contagia a su cliente. El mero hecho de que el terapeuta
acepta al cliente para el tratamiento, indica que tiene confianza de que la mejora es posible

Una oportunidad para tener una experiencia de éxito en el curso de la terapia y en


consecuencia, fortalecer la sensación de dominio

La facilitación de la activación emocional. A través de la activación del arousal emocional, el


cliente descubre los sentimientos que son centrales para comprender su experiencia en
relación a sus problemas.

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El enfoque de los factores comunes ha recibido mucha atención en las dos últimas décadas,
pero el trabajo de Frank permanece como su punto de referencia.

Otra aportación a este enfoque es la obra de Marvin Goldfried (1982): Sugiere que, donde
resulta más prometedora la búsqueda de factores comunes, es a un nivel intermedio entre
la teoría y la práctica, al nivel de las estrategias utilizadas por terapeutas de distintas
orientaciones.

Las propuestas de integración a partir de los factores comunes han recibido algunas
críticas. Haaga (1986) examina algunas de ellas y sugiere que cada modelo estudie la
utilidad de otras técnicas para enriquecerse, fomentando así el desarrollo "intraescuela".

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