Módulo 1. - Introducción A La Psicoterapia
Módulo 1. - Introducción A La Psicoterapia
Módulo 1. - Introducción A La Psicoterapia
El cliente
El psicoterapeuta
La relación terapéutica
El Proceso terapéutico
Sociedades primitivas
En las sociedades tribales primitivas las explicaciones sobre las causas de la anormalidad
están conectadas a las metáforas sobrenaturales y místicas. Las explicaciones son de tipo
animista. La enfermedad se debe a un fenómeno de posesión, un alma extraña ocupa el
lugar del alma del paciente. La ceremonia terapéutica consiste en un ritual, ejercido por el
hechicero o chaman, por lo general en presencia de la tribu, que tiene por objetivo el
retorno del alma del paciente y la expulsión del alma posesiva. La práctica exorcista
(Ellenberger, 1970) como ejecución de este ritual puede adoptar tres formas:
Otro aspecto destacable de la sociedad griega era la existencia de las escuelas filosóficas
(pie Academia platónica, Liceo aristotélico, Casa Jardín de Epicuro, etc.) donde se
cultivaban formas o estilos de vida con su propio entrenamiento psicológico, como las
técnicas de autocontrol, recitación, memorización y control de la dieta. Estas escuelas no
solo eran contextos bien estructurados alrededor de una doctrina filosófica sino también,
Aunque el modelo galénico de la medicina sobrevivió durante la edad media, fue la Iglesia
la que jugó un papel central al considerar los trastornos mentales como producto de una
voluntad sobrenatural, del diablo. El pecado se constituye en la raíz de todo mal y la
confesión en el procedimiento terapéutico para evitarlo. En este contexto general
predominaron dos tendencias sobre el pecado y su resolución: por un lado estaba la
postura inquisitorial, que alcanzo su auge durante el papado de Inocencio VIII con su
"Sumís desodorantes afectivas"(1484) y la obra de J. Sprenger y K. Kraemer "Malleus
Malleficarum"(1488) que animaban a descubrir y capturar los herejes y brujas y su
"tratamiento”, que podía llegar a la tortura y quema; por otro lado estaban los que
animaban a alejarse del pecado de un modo más personal y humanitario como Melchor
Cano e Ignacio de Loyola.
La obra de Melchor Cano "Tratado de la victoria de sí mismo" propone una guía para evitar
la vida viciosa, centrada en los ejercicios espirituales periódicos que debían durar
prácticamente toda la vida (concebía a la naturaleza humana como débil). Ignacio de
Loyola en sus "Ejercicios Espirituales" mantenía una visión más optimista del cambio
personal. Proponía una guía no solo para los ejercicios espirituales sino también para la
vida diaria. Desde el punto de vista psicoterapéutico actual, Ignacio de Loyola anticipó
métodos como el manejo de imágenes, jerarquías de acercamiento a problemas y
especificidad de tareas (métodos parecidos a los conductuales actuales).
Otro autor destacable, y contra la corriente dominante de la quema de brujas inquisitorial,
fue el padre Gilberto Gofré que en el siglo XV creó el primer hospital psiquiátrico de
occidente, en concreto en Valencia (1410). En esta institución se potenciaba una terapia
similar a la actual terapia ocupacional.
Durante el siglo XVI y XVII aparecieron una serie de intelectuales que ofreció un enfoque
más humanista de los enfermos mentales. Jaláis Vives (1492?1540) defiende la causa de
los pobres y marginados, incluso cuando su marginación deriva de la demencia o rareza de
su conducta, y resalta el papel de la expresión de las emociones y sentimientos de los
marginados. Páraselos (1493-1541) rechazo la idea deontológica y enfatizó que las
enfermedades mentales era de naturaleza no divina. En concreto la influencia de los astros
era la que producía el trastorno mental (de ahí el termino lunático usado posteriormente).
El médico Robert Burton (1576-1640) era partidario de las causas psicológicas y sociales
de la enfermedad mental, y realzo las causas emocionales de estos trastornos. Thomas
Sydenham (1624-1689) fue de los primeros en describir las neurosis y de afirmar que la
histeria no estaba ligada a las mujeres exclusivamente.
zonas corporales. Con este método Mesmer obtuvo cortos éxitos, especialmente ante
síntomas y males de tipo histérico.
El médico británico Jabrid (1795-1860) retomo las practicas magnetistas, pero las
reformuló como producto de un estado neurofisiológico, como un estado de "sueño
nervioso". Para explicar estos fenómenos acuñó el término "hipnosis".
De la hipnosis al psicoanálisis
A principios del siglo XIX, Francia era el centro de los avances médicos en Europa, en
concreto de la neurología. En el contexto de la neurología resurge el interés por la hipnosis
en dos grandes centros o escuelas: La escuela de Nancy con las figuras de Liébault (1823-
1904) y Berheim (1840-1919) y La escuela de la Salpetriere en torno a Charcot (1825-
1893). En ambos centro estudió Freud. Liébeault practicaba la hipnosis sugiriendo a sus
pacientes que le miraran fijamente a los ojos le decía que se iban adormeciendo
gradualmente. Una vez conseguido el estado de somnolencia le indicaba la desaparición de
los síntomas. Con este procedimiento llego a tratar todo tipo de enfermedades. Berheim,
aprendió este método de Liébeault y lo explicó como producto de la sugestión. La
sugestionabilidad era para él una característica común a las personas y era su "aptitud
para transformar una idea en acto". Posteriormente prescindió de la hipnosis y se basó en
la sugestión directa del enfermo, llamando a esta práctica psicoterapia.
En esta época, Pujante había estudiado con Charco (como Freud), y se había interesado en
la hipnosis como vía de estudio de la "mente subconsciente". En 1886, aplicó la hipnosis a
un caso de histeria (Lucila), a la que pedía liberar determinadas emociones y recuerdos
(en esto se anticipó unos años a Bremer y Freud en el método catártico).
El método catártico fue descrito por J. Breuer (aunque Janet ya lo practicaba). Este médico
comenzó un trabajo conjunto con Freud de la que fue producto su obra conjunta "Estudios
sobre la histeria (1895) donde aparece el famoso caso de la paciente Ana O. que desarrolló
un cuadro histérico a partir del periodo en que cuidaba a su padre moribundo. Bremer
había comenzado a tratar a esta paciente con hipnosis repetidamente, hasta que la
paciente comenzó a hablar de sus experiencias específicas del pasado en las que había
aparecido el síntoma, desapareciendo este al hacer esto. El procedimiento terapéutico se
fue centrando así en las sesiones hipnóticas donde se animaba a la paciente a hablar sobre
los incidentes relacionados con sus síntomas (método catártico).
Freud (1856-1939),que tenía una solida formación neurológica, y que había aportado
destacables contribuciones a este campo como varios trabajos sobre las parálisis
cerebrales en niños y la neurobiología de la afasia y la agnosia, comenzó su práctica
abordando numerosos casos de histeria. En un principio practicaba el método catártico
que desarrolló con Bremer.
Su experiencia le confirmó que el método catártico hacia desaparecer los síntomas pero no
que volvieran a aparecer, pues según su concepción, no modificaba la estructura
inconsciente subyacente. Progresivamente fue descubriendo los procesos defensivos del
Yo que rechazaban los recuerdos y emociones insoportables y la importancia de la
relación terapéutica para vencer y trabajar contra tales resistencias inconscientes, lo que
le llevó a abandonar el método catártico y a desarrollar la asociación libre.
La psicología clínica se constituye en los Estados Unidos a principios del siglo XX. En
Europa la concepción dominante del tratamiento era médica o bien derivada de la
orientación psicoanalítica freudiana o de sus "desviaciones" (Adler, Jung, etc.), que tuvo
una buena acogida en Estados Unidos en los medios psiquiátricos (no tanto en los
psicológicos).
Los conductistas Eysenck, Skinner y Wolpe van a desarrollar esta nueva concepción de la
psicoterapia. Eysenck (1952) cuestiona la efectividad de la psicoterapia psicoanalítica que
El enfoque conductista se hace dominante hasta los años sesenta en los ámbitos
académicos de América y Europa, y en gran parte de los clínicos (mas entre los
psicólogos). En esta época sin embargo, comienza a ser cuestionado por parte de los
propios psicólogos que le atribuyen, reconociendo su efectividad potencial en muchos
casos, una imagen del hombre demasiado mecanizada y olvidada de los aspectos más
subjetivos.
Ante este clima de insatisfacción se produce un doble rechazo, por un lado del modelo
psicoanalítico que se considera excesivamente especulativo (aunque rico en aportaciones)
y del conductista (potencialmente efectivo) que se considera demasiado reduccionista y
mecanicista. Las nuevas alternativas son la psicología humanista, entre las que destaca C.
Rogers, que llega a expandirse en EEUU, aunque poco en Europa; el modelo sistémico de
terapia familiar (Bate son, Jackson, Halley, Minucia, etc.) y el modelo cognitivo (Ellis, Beck,
Meichenbaum, Mahoney, etc.), a los que nos referiremos en otro apartado de este capítulo.
En los últimos años las tendencias más actuales en el campo de la psicoterapia son: (Seixas
y Miró, 1993):
3.1.- El cliente
El término cliente no implica esa idea de pasividad aunque tampoco resulta muy
satisfactorio por la imagen excesivamente mercantil que transmite.
Para muchos el uso del término cliente puede resultar chocante y contrario al espíritu de
la psicología humanista. El motivo de abandonar el término paciente viene dado por la
connotación del vocablo, relacionado con la patología, lo cual implica una relación
asimétrica en donde el enfermo busca la ayuda de un superior, el terapeuta o sanador. La
contrapropuesta es que no existe tal cosa como la enfermedad mental, sino formas
disfuncionales de vivir.
Nosotros optamos por el término de cliente porque este no implica la idea de pasividad.
Los clientes tienen en común que, experimentan algún tipo de dificultad, malestar o
trastorno, lo suficientemente importante como para provocar un deseo consciente de
cambio.
Es frecuente que los clientes acudan a la terapia con expectativas poco realistas, es decir,
buscando que el terapeuta les dé "la" solución a sus problemas, sin embargo, "el proceso
de terapia se diseña, no para cambiar a los pacientes, sino para ayudarles a que se cambien
a sí mismos" ya que por otro lado, la psicoterapia intenta incrementar el sentimiento de
competencia personal.
Existen muchos casos en los que la persona que solicita la psicoterapia no es la que sufre el
síntoma. Otros en los que no se acude por decisión o iniciativa propia (niños, menores de
edad, incapacitados, psicoterapia en contextos judiciales o instituciones cerradas de salud
mental). Por ello es necesario distinguir entre:
En muchos casos, el demandante es un miembro de la familia del PI, por lo que el modelo
sistémico propondría el trabajo con el sistema familiar.
Por otra parte, el hecho de iniciar una psicoterapia provoca ansiedad. Esta
ansiedad, puede relacionarse, con la falta de referentes que existen en nuestra
cultura sobre lo que es una psicoterapia. La mayoría de las personas tenemos
esquemas acerca de lo que sucede en la consulta de los médicos pero no sucede lo
mismo con la consulta del psicoterapeuta ya que los indicadores culturales
disponibles frecuentemente son anecdóticos; parten del cine, la literatura o la
experiencia de un amigo por lo que suelen despertar expectativas poco realistas.
3.2.- El psicoterapeuta
Desde el punto de vista de los REQUISITOS FORMALES para ser socialmente autorizado
como psicoterapeuta, conviene tener presente que la profesión de psicoterapeuta es muy
reciente (mediados del siglo XX). Tradicionalmente el papel de psicoterapeuta se ha
ejercido en el marco de la medicina, la pedagogía, la asistencia social, la religión, y por otro
lado en la práctica cada una de estas profesiones necesita recurrir actualmente los
conocimientos y técnicas psicoterapéuticas.
Hay aspectos básicos de la formación de los psicoterapeutas, sobre los que existe un
consenso razonable, pero otros aspectos, resultan específicos de cada modelo
psicoterapéutico.
Con relación a las características personales de los que practican la psicoterapia, Guy ha
realizado una sistematización sobre su investigación.
Aunque no existe un perfil característico de las familias de origen, Guy indica que:
Las características personales que Rogers considera necesarias en todo buen terapeuta
que intente instrumentalizar su enfoque son las siguientes:
a) Capacidad empática
b) Autenticidad
Ello induce a pensar que el terapeuta centrado en el cliente no puede ser una persona
común y corriente, sino alguien especial, que cuenta con la tranquilidad y la coherencia
internas propias de la persona autorrealizada, autorrealización que intentará contagiar al
cliente. Sin embargo, no debe verse al terapeuta como una persona superior; es alguien
que sencillamente ha logrado dar libre paso a su capacidad de actualización, y que por lo
mismo puede manejar con más eficacia y productividad su campo experiencial y ayudar a
que los otros también lo hagan.
Los rasgos mencionados no son innatos o imposibles de aprender. Rogers y Kinget (1971)
consideran que hasta una persona autoritaria puede desarrollar actitudes no directivas; lo
principal, el inicio digamos, es el deseo real de querer adoptarlas. El proceso restante
viene solo y se adquiere en la práctica terapéutica, aunque puede ser catalizado a través
del entrenamiento.
El sistema terapéutico ó equipo terapéutico, incluye más elementos que el terapeuta: Rol
del co-terapeuta (figura que trabaja de forma coordinada con el terapeuta, al mismo nivel
o en un nivel más secundario).
Han sido principalmente los modelos sistémicos los que han desarrollado éstas
modalidades.
Tanto para a) como para b), necesita funcionar a partir de un modelo terapéutico.
Para que la relación sea terapéutica, debe ser diferente de otras relaciones en la vida del
cliente. La diferencia esencial reside en que se trata de una relación profesional en la que
el terapeuta se interesa genuinamente por el cliente, pero no forma parte de sus relaciones
interpersonales cotidiana. Existe un consenso generalizado en cuanto a que el terapeuta y
el cliente no mantengan ningún otro tipo de relación fuera de las sesiones terapéuticas.De
este carácter profesional, se desprenden otras características tales como:
Honorarios.
Los diferentes modelos terapéuticos sugieren visiones diferentes de lo que debe ser la
relación terapéutica:
Componentes:
A) Desde el punto de vista moral, las normas deontológicas profesionales son las
encargadas de materializar y regular el derecho y el deber de guardar el hecho conocido
cuando éste pueda producir resultados nocivos o injustos sobre el cliente si se viola el
secreto profesional.
B) En el ámbito legal, esta obligación del profesional a guardar secreto está recogida tanto
por normas de orden jurisdiccional civil como penal, quien identifica la obligación de
guardar secreto profesional con una obligación legal, desde el momento en que la materia
del mismo se refiriera a la intimidad familiar y personal.
Y así, en cuanto a la protección civil de este derecho el artículo 1258 del Código Civil
establece que "las partes quedan obligadas no sólo a lo expresamente pactado sino a las
consecuencias que pudieran derivarse de la ley, los usos y la buena fe", y la Ley Orgánica de
Protección Civil al Honor, a la Intimidad y a la Propia Imagen indica que "tiene la
consideración de intromisión ilegítima la revelación de datos privados de una persona o
familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial de quien los revela".
Esta cobertura legal otorga al afectado la posibilidad de reclamar el daño causado por
dicha intromisión en el orden jurisdiccional civil en el que se determinarán los daños y
perjuicios causados por tal infracción.
Por otro lado, el secreto profesional con relación a los profesionales liberales goza también
de protección en nuestro Código Penal, y así en su artículo 199. dispone: 1."El que revelare
secretos ajenos, de los que tenga conocimiento por razón de su oficio o de sus relaciones
laborales, será castigado con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce
meses. 2. "El profesional que, con incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva,
divulgue los secretos de otras personas, será castigado con la pena de prisión de uno a cuatro
años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión por
tiempo de dos a seis años".
impuesta. En definitiva tanto uno como otro se refiere a todo profesional que realice el
tipo descrito, es decir, quebrantamiento de la obligación de guardar secreto.
Ahora bien, sólo se utilizará la acción penal para aquellos supuestos en que la materia
objeto del secreto coincida con la esfera protegida por el derecho a la intimidad, debiendo
el profesional actuar con sigilo con aquella información que traspasa los límites de la
intimidad familiar y personal.
- Las normas Deontológico, aprobadas por el Colegio Profesional regula como derecho y
como deber ético profesional del psicólogo la obligación de guardar secreto profesional
por la información recibida en el ejercicio de su profesión, en defensa de los intereses
profesionales y garantía de la profesionalidad de sus colegiados en la sociedad. La
violación de este derecho implica la apertura de un expediente administrativo con
resultado de sanción.
- El cliente afectado por la revelación o divulgación de datos que afectan a su vida personal
y familiar, puede reclamar los perjuicios causados tanto ante la jurisdicción civil como
penal en la forma referida anteriormente; la diferencia entre una y otra es que la vía penal
se debe centrar exclusivamente en aquellos datos revelados que afectan a la vida familiar o
personal, mientras que la vía civil puede ser utilizada por revelar información que exceda
de estos límites (por ejemplo de carácter patrimonial...).
Los derechos fundamentales realmente protegidos mediante el secreto profesional son los
derechos al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, son
intromisiones ilegítimas básicamente fundadas en el sentimiento subjetivo de quien las
padece al ver desvelada su intimidad o puesta en entredicho su reputación o buen nombre,
desmereciendo o creyendo desmerecer en la consideración ajena.
Tras el análisis general, del concepto, naturaleza, y regulación jurídica de la figura del
secreto profesional, desarrollaremos algunas cuestiones de apoyo al psicólogo colegiado
en nuestro colegio profesional:
Se podría resumir en estos tres elementos a) carácter oculto del hecho, es decir su
desconocimiento por la generalidad de las personas b) estar destinado a
permanecer oculto. c) Que el hecho se haya conocido por razón de la profesión.
3) ¿Puede el psicólogo revelar los hechos protegidos por el secreto profesional, sin
incurrir en violación del mismo, con autorización del titular de la información?
No, una vez en presencia del Juez, el psicólogo podrá alegar el secreto profesional,
pero sólo a las preguntas que se le formulen que puedan afectar a la intimidad y
vida privada de sus clientes, y no cuando se refiere a cualquier otro tipo de facetas
y actividades, como por ejemplo las comerciales, económicas o patrimoniales.
No, aunque se haya llegado al conocimiento del mismo por razón de la profesión.
El derecho al secreto debe ceder ante el deber de declarar y denunciar delitos que
atenten o pongan en peligro la vida, la integridad, la libertad o la seguridad de las
personas
Para el cliente es indudable que no, pues existe un deber de información absoluta,
ahora bien, para los familiares, sólo si el titular de la información es un menor o
incapacitado el psicólogo tendrá la obligación de informar a sus tutores o
progenitores.
1. catarsis,
2. insight
3. acción
Sin embargo, a pesar de ello, hay quienes piensan que esta psicoterapia se basa solamente
en buenas intenciones, en deseos filantrópicos provenientes de la filosofía existencialista,
y en la bondad del carácter del propio Rogers. Este razonamiento responde, creemos, más
a la ignorancia que a las características intrínsecas del enfoque.
Rogers asume -en base a datos empíricos, según dice- que existe en todo ser humano una
tendencia innata a la actualización, esto es, al desarrollo progresivo y a la superación
constante, si se encuentran presentes las condiciones adecuadas (Rogers y Kinget, 1971).
Algo similar a la autorrealización, también innata, que proponen Maslow y May y todos los
demás psicoterapeutas humanistas (Frick, 1973), y a la autorregulación organística de
Perls (Perls, 1987).
El hombre, dice Rogers, es positivo por naturaleza, y por ello requiere respeto absoluto,
especialmente en cuanto a sus aspiraciones de superación (Di Caprio, 1976). De ello se
desprende que está contraindicado para el psicoterapeuta realizar todo tipo de
conducción o dirección sobre el individuo; todo tipo de diagnóstico o interpretación,
porque ello constituiría un atentado contra las posibilidades del sujeto y contra su
tendencia a la actualización. Se exige, o mejor dicho, se recomienda, situarse en el punto de
vista del cliente, asumir su campo perceptual y trabajar en base a ello como una especie de
alter ego. Incluso la palabra "cliente" es asumida de una manera especial: el cliente es
aquella persona que responsablemente busca un servicio y participa del proceso
terapéutico de la misma manera; aquella, consciente de su capacidad de desarrollo no
utilizada, que no va "en busca de ayuda" sino que trata de ayudarse a sí misma.
Se descartan del lenguaje rogeriano los términos paciente, enfermo, curación, diagnóstico,
etc., porque connotan dependencia, limitación y falta de respeto por la persona.
Esta actitud frente a la dignidad del paciente, la aceptación incondicional y el respeto que
se le tiene cobran una importancia tal que se les consideran factores que favorecen u
obstaculizan (de faltar) la adquisición del enfoque centrado en el cliente. Aceptación y
respecto deben estar enraizados en la personalidad del terapeuta, formar parte esencial de
su ser, y ello pasa, antes que nada, por aceptarse a sí mismos.
En síntesis, la hipótesis central propone que el ser humano puede, si se le presentan las
condiciones adecuadas, desarrollarse o actualizarse, ampliar sus capacidades y ser
consciente de lo que experimenta a fin de poder auto controlarse. "No se puede manejar
eficazmente lo que no se percibe conscientemente", propone Rogers. De allí la necesidad
de ampliar el concepto de sí mismo del cliente, su self, y de incluir en él todo (o casi todo)
lo que vivencia. Pero no se pretende hacerlo actuando sobre él sino, como dice Kinget,
"acompañándolo" en la experiencia, brindándole las condiciones requeridas y dándole
seguridad (Rogers y Kinget, 1971).
Las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta, impregnadas en las
comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna de ellas. A veces esto no es
comprendido planamente y por esta razón algunos asumen que la actitud centrada en el
cliente consiste en ser pasivos e indiferentes, en "no entrometerse". Pero ello de plano es
incorrecto y, más aún, es nocivo, porque la pasividad de hecho es asumida como rechazo;
además, suele terminar por aburrir al sujeto al ver que no recibe nada.
El enfoque plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las emociones del
cliente, ser un facilitador en el proceso de hacerlas conscientes, y por ello manejables y no
patológicas. Pero no asumiendo un rol de omnisapiente y todopoderoso, que lleva al
cliente de la mano diciéndole "Yo te acepto" y devolviéndole "masticadito" el material que
éste le proporciona.
Si hay respeto sincero y absoluto, procurará más bien que sea el cliente quien dirija el
proceso. En este caso las intervenciones del terapeuta se plantearán como posibilidades,
casi como ecos del material expuesto, y no como juicios de valor, afirmaciones o
interpretaciones.
Aceptar lo que uno es: no buscar ídolos, no aceptar los "deberías", ser responsable de los
propios actos.
Enfatizar en el cómo o en el para qué más que en el porqué: ¿Cómo me siento?, ¿Cómo me
siento en esta situación?, ¿Cómo me siento ahora?, ¿Para qué estoy haciendo esto?, ¿Para
qué me sirve sentirme de este modo?
También es importante el uso de la primera persona, puesto que una de las fortalezas de la
terapia Gestalt es, como se ha mencionado, el asumir la responsabilidad de nuestros
propios pensamientos, sentimientos y acciones: el cliente no tiene que ocultarse usando
un sujeto colectivo. Por ejemplo, al decir "los jóvenes bebemos mucho" en vez de "yo bebo
mucho" se hace uso del plural, y por lo tanto se desvía la responsabilidad personal.
El terapeuta gestalt tiene la función de guiar al cliente para que se haga consciente de su
situación (el darse cuenta). Hay una interacción de yo, tú, nosotros; se rompe la dicotomía
médico-paciente. El cliente se expresa tanto verbalmente como con gestos y movimientos.
El término la silla caliente ("hot chair" en inglés) ha sido comúnmente asociado con la
práctica de la terapia Gestalt, consiste básicamente en crear mentalmente un personaje
con el cual se quiere confrontar algún problema, entonces asumir su rol en su lugar y
después contestar en el lugar del cliente con el rol que le pertenece a él mismo.
Murray es uno de los antecedentes del modelo humanista, junto a Allport, cuyas
aportaciones se centran en el ámbito de las necesidades humanas, en los años treinta y en
contraposición a los presupuestos conductistas.
Constituye uno de los modelos más utilizados en EEUU, para formar profesionales de la
asistencia psicológica.
El modelo concibe la ayuda psicológica como un proceso secuencial de 3 FASES, cada una
con 3 pasos:
Este esquema, combina dos estilos terapéuticos: Directivo y no directivo. La idea básica
del modelo está en fomentar una buena relación terapéutica en las fases iníciales
adoptando una actitud no directiva y expresando respeto y comprensión, para proceder, a
partir de ahí, a una acción más directiva que conduzca a un cambio de conducta, que es el
objetivo final del modelo. En la práctica las etapas que sugiere el modelo deben entenderse
de un modo flexible.
El estilo no directivo es más útil en las fases exploratorias del problema FASE I. Pero, a
medida que el proceso avanza, el terapeuta necesita recurrir a habilidades de un nivel
superior para facilitar la comprensión del problema en todas sus dimensiones y planificar
la acción.
Esta estrategia no debe seguirse de manera rígida. El modelo no es un fin en sí mismo sino
una orientación. No todos los clientes aceptan el mismo tratamiento, ni los problemas son
unitarios. No siempre el conocimiento debe anteceder a la acción.
Además, la organización de las etapas puede sufrir modificaciones: Cuando el cliente está
planificando su acción (FASE II), puede descubrir nuevos problemas por lo que el
terapeuta deberá repetir el proceso de "exploración-comprensión-resolución".
No hay que seguir de forma rígida los marcos temporales de las etapas: Las primeras
etapas se subordinan al fin comportamental y, por tanto, no deben prolongarse
indefinidamente.
Pero el psicoanálisis es también algo más que un modelo psicoterapéutico. Los puntos de
vista de Freud sobre la naturaleza humana han contribuido a cambiar la imagen que el
hombre occidental tenía de sí mismo. Durante el siglo XIX, el progreso tecnológico y
científico habían alimentado una imagen del hombre como ser racional, pero las teorías de
Freud, junto con otras corrientes irracionalistas, eliminaron esta imagen. En el
psicoanálisis, el ser humano no sólo no es un ser racional, sino que a duras penas resulta
razonable. El hombre es un animal gobernado por fuerzas instintivas que desconoce.
Desde el punto de vista clínico Freud fue un pionero, pues planteó preguntas desde una
nueva perspectiva. Baker (1985), sostiene que la premisa central del psicoanálisis, que
abre la puerta de la psicoterapia contemporánea y que ha sido incorporada a casi todos los
sistemas psicoterapéuticos, es que personas con diferentes constituciones físicas
saludables, pueden llegar a enfermar psicológica o físicamente, debido al conflicto y la
aflicción experimentadas en las relaciones básicas de la vida. El planteamiento de Freud
sentó las bases de la psicoterapia moderna.
El psicoanálisis fue creado por Freud (1856-1939). Su obra fue influenciada por Herbart
(1776 -1841) que mantenía una idea asociacionista de la conciencia, que incluía un nivel
consciente y otro pre-consciente, así como la concepción de la percepción como juego de
equilibrios entre fuerzas dinámicas; por Fechner (1801-1887), creador de la psicofísica,
del que aprovechó su concepto de umbral para elaborar el concepto de censura; por
Brucke (1819-1892) y T. Meynert (1833-1892), fisiólogos y maestros de Freud, de los que
recoge conceptos como el de los procesos primarios y secundarios y en cuyos trabajos
aparecen también la noción de afecto como suma de excitación; por Brentano (1838-
1917), creador de la Psicología del acto, del que deriva el concepto de Yo como función
autónoma; y por el desarrollo del método hipnótico y catártico de J. Breuer.
El desarrollo de la obra de Freud, puede dividirse en cuatro etapas marcadas por los
principales cambios de orientación en su teoría:
Abarca desde cuando Freud abre su consulta privada, hasta la publicación de “Los
estudios sobre la histeria” (1895, publicada con Bremer). En esta etapa su labor se
centra en la clasificación y diferenciación entre distintas neurosis, y en la búsqueda de
un método de tratamiento y un modelo psicológico.
En esta época también es relevante su obra: "Proyecto de una psicología científica para
neurólogos” (1895, obra que no llegó a publicar en vida). En este trabajo se especulaba
sobre la distribución y circulación de la energía psíquica a través de ciertas estructuras
cerebrales hipotéticas. Se definían los procesos psíquicos como estadosDesarrolla un
modelo causal de las histerias basado en las experiencias traumáticas del sujeto que
quedan a nivel inconsciente y desarrolla una teoría de los procesos psíquicos como
energía que circula por determinadas estructuras cerebrales.
Los rasgos sobresalientes de esta etapa son el desarrollo del método de la asociación
libre y el abandono de la teoría de las experiencias traumáticas (seducción infantil). El
método de la asociación libre lo comenzó a utilizar con él mismo (autoanálisis) y le
sirvió para descubrir sus deseos incestuosos hacia su madre, que formuló como
Complejo de Edipo y que extendió como fenómeno universal. La formulación y
posterior abandono de la teoría de la seducción, se produce en el contexto de la
investigación conjunta de Freud y Breuer. Freud toma como punto de partida la idea
de Breuer de que la histeria está determinada por experiencias traumáticas, cuyo
recuerdo inconsciente reaparece de forma simbólica en los síntomas de la enfermedad
y que se puede curar trayendo el recuerdo a la conciencia. Pero al buscar las
experiencias traumáticas en la terapia, a menudo se encontraba n sucesos no
relacionados con el síntoma. Breuer explicaba este problema diciendo que el trauma
había sido adquirido en un estado hipnótico de estrechamiento de la conciencia, pero
Freud rechazaba esta idea y sostenía que los temas que recordaban los pacientes eran
tan solo enlaces en una cadena asociativa, detrás de los cuales existían traumas más
elementales.
informa que en 18 casos analizados todos los pacientes habían sido víctimas de una
seducción por parte de un adulto de su ambiente inmediato. En su momento estas
experiencias no dejaron una impresión aparente, pero su efecto traumático se revivió
por medio de sucesos en apariencia triviales en la pubertad.
Neurosis reales- Que tiene su origen en la vida sexual actual del paciente.
Psiconeurosis- Que tiene su origen en la vida sexual pasada del paciente.
Entre ellas están la histeria, que se considera producto de un abuso sexual
perpetrado por un adulto y sufrido en la infancia pasivamente; y las
neurosis obsesivas, que tienen el mismo origen, con la diferenciad e que el
niño jugó un rol más activo y llegó a sentir placer.
Ellenberger (1970), sostiene que la novedad más significativa que Freud introdujo, fue la
fundación de una escuela según un patrón que carece de paralelismos en la época
moderna, pero que supone un revivir las antiguas escuelas grecorromanas. Hizo del
psicoanálisis un movimiento con su propia organización y editorial, sus reglas estrictas de
pertenencia y su doctrina oficial.
Adler y Jung, los principales disidentes del psicoanálisis freudiano, habían formado parte
de este movimiento pero se apartaron del mismo y desarrollaron sus propios modelos
psicológicos y psicoterapéuticos:
Se suele definir el psicoanálisis desde cuatro niveles (Aplanche y Pontalis, 1968; Baker,
1985):
Los conceptos fundamentales del psicoanálisis se formulan a través de los cinco modelos
que Freud desarrolló sobre la actividad psíquica:
Modelo Topográfico
Pertenece a la etapa de fundación del psicoanálisis. Freud en esta época distinguía tres
niveles de conciencia: El Inconsciente, gobernado por los procesos primarios (ilógicos e
intemporales) que contiene los recuerdos, imágenes, sentimientos y deseos no
accesibles a la conciencia; El Pre consciente que intermedia entre el inconsciente y el
consciente, donde pueden acceder ciertos contenidos, y el Consciente, gobernado por
Modelo Dinámico
Modelo Económico
Se ocupa de los procesos energéticos que regulan la actividad mental. Esos procesos
son el principio de placer (satisfacción) y el de realidad (adaptación al entorno). La
libido es la fuente energética guiada por el principio de placer que conlleva el proceso
primario de libre circulación y descarga de la energía. El principio de realidad hace que
la energía libidinal quede ligada a un objeto para su descarga o satisfacción.
Modelo Genético
La fase inicial, que ocupa el primer año es la "oral" relacionada con las
actividades de succión y chupar y con la zona erógena de la boca: Los
comportamientos adultos de fumar, beber, etc., se relacionarían con ella.
Le sigue la fase "anal”, segundo año, donde el centro de gratificación es la zona
anal y las actividades de retención y expulsión de heces. La fijación en esta fase
produciría síntomas como el estreñimiento, enuresis, o rasgos de conducta
como la avaricia o el despilfarro.
La tercera etapa, la "fálica", entre los tres y cinco años, se relaciona con la zona
erógena de los genitales, y la superación de la misma se relaciona con la
resolución del "Complejo de Edipo".
Modelo Estructural
El Ello (Id) que es la fuente de la energía mental, de los deseos e instintos básicos no
normativizados culturalmente de origen inconsciente; El Superyó (Superego) derivado de
los valores normativos y morales de la cultura transmitidos familiarmente, y el Yo (Ego),
situado entre los dos anteriores y que tiene por misión mediar entre los dos anteriores
(entre los deseos inconscientes y las normas que los restringen) así como con el medio
externo. El Ello es totalmente inconsciente, el Yo es en parte consciente y en parte
inconsciente, y el Superyó es también parcialmente consciente e inconsciente (normas
interiorizadas en la primera infancia).
Todos estos conceptos son importantes para entender el principal objetivo del método
psicoanalítico, que es hacer consciente lo inconsciente. Pero para entender el método
terapéutico psicoanalítico, hay que explicar algunos conceptos relacionados, como:
o Principio de la dinámica del conflicto, que es el juego de fuerzas entre los impulsos
internos o instintivos, que buscan expresión en un medio externo o cultural, que
demanda su inhibición. Desde este punto de vista, lo síntomas neuróticos son el
resultado de un fallo en la organización defensiva del sujeto. Cuando ante una
situación desfavorable, una defensa resulta insuficiente, se produce una solución de
compromiso o síntoma. Esta consideración de la psicopatología, otorga al síntoma el
valor de intentar restaurar el equilibrio, aunque sea precario e inestable. El síntoma,
por tanto, no resulta central para enfocar el tratamiento psicoanalítico, que no
pretende curar los síntomas, sino las causas de la neurosis.
Para poder trabajar con los mecanismos conflictivos que subyacen a las formaciones de
compromiso o síntomas, es necesario colocar a los sujetos en una situación determinada,
que favorezca su emergencia, la situación analítica. Esta situación empieza a delimitarse
con el establecimiento de un contrato analítico en el que se configura el encuadre externo
de la situación. Este contrato debe especificar cuestiones como la frecuencia de las
sesiones (de 3 a 5 semanales en el psicoanálisis clásico), su duración (de 45 a 55 minutos),
el lugar donde se llevan a cabo, la puntualidad, los honorarios y su forma de pago, la
ausencia de relación con el terapeuta fuera de la sesión, la incompatibilidad con otros
tratamientos psicoterapéuticos simultáneos, los períodos de vacaciones, etc.
Regla fundamental o básica, en virtud de la cual los sujetos deben expresar todos
los pensamientos y sentimientos tal como les vengan a la cabeza.
Regla de asociación libre, en la cual el sujeto tiene que ir asociando a partir de
ciertos elementos que le propone el analista y que se han extraído de su propio
discurso.
El psicoanalista por su parte, debe atenerse a las siguientes reglas que delimitan su
actitud, el encuadre interno:
La transferencia se funda en el hecho de que le paciente, que lo desconoce, influido por los
motivos adicionales de las características de la situación, manifiesta al analista modos de
conducta que vienen a ser impresiones o refundiciones de anteriores formas de relación.
El proceso terapéutico:
Apertura del análisis- Se inicia con la primera sesión y su extensión oscila entre los
dos y los tres meses. Se caracteriza por los ajustes entre las expectativas del
paciente y el analista.
Etapa intermedia- Es la más larga y creativa. Comienza cuando el paciente ha
comprendido y aceptado las reglas de juego. Su duración es variable y se extiende
hasta que la neurosis original ha desaparecido. Se caracteriza por continuas
oscilaciones, entre progresión y regresión, reguladas por el nivel de resistencia.
Terminación del análisis- Es la etapa más breve y su característica esencial es el
conflicto de separación que concluye los sentimientos de dependencia del paciente
con el terapeuta, los cuales pueden activar las resistencias y la recaída. Ambas
cosas pueden superarse mediante la adecuada interpretación por parte del
analista.
Recursos técnicos:
En cuanto a los criterios de éxito terapéutico, Freud los identificaba con la capacidad para
disfrutar de la vida y la capacidad para trabajar productivamente. Los desarrollos
posteriores del psicoanálisis han extendido estos criterios, como por ejemplo:
La tradición neofreudiana
La tradición analítica del Yo
La psicoterapia breve psicodinámica
La tradición neofreudiana (Adler, Jung, fenichel, Horney, Reich, Sullivan y Fromm, etc.):
La tradición analítica del Yo (M. Klein, Erikson, A. Freud, Winnicot, Fairbairn, etc,):
Tiene como punto de partida el modelo estructural de Freud, que enfatiza las
funciones del Yo, en detrimento de las estructuras del Ello y del Superyo.
Énfasis en las experiencias psicosociales e interpersonales, como determinantes de
la organización psíquica. Concepción del Yo como una estructura psíquica
separadas de los instintos y con capacidad para aprender y actuar.
El desarrollo de la personalidad se entiende en términos de introyección de
experiencias psicosociales.
Se interesan por el desarrollo normal a lo largo de toda la vida y por la salud
psicológica. La psicopatología se entiende en términos de tareas de desarrollo
inconclusas y patrones de relaciones interpersonales destructivos.
Las dificultades de los pacientes tienden a concebirse en términos de problemas de
confianza, afecto, separación, diferenciación de la identidad e individualización.
El terapeuta es más activo, directivo, gratificante.
El foco del tratamiento son los aspectos actuales de los problemas del paciente.
1. La asociación libre
2. El análisis de los fenómenos de transferencia y contratransferencia
3. Y el análisis de la resistencia
La asociación libre consiste en que el paciente debe de expresar todos sus pensamientos,
sentimientos, fantasías y producciones mentales en general, según le vayan surgiendo en
su cabeza y sentimientos sin exclusiones o restricciones algunas. A veces el analista insta
al paciente a ir asociando a partir de los elementos que el propio paciente ha generado en
su propio discurso.
Con estas reglas, del paciente y terapeuta, se facilita que se produzca una relación
transferencial. El paciente proyecta o desplaza sobre el analista aspectos cruciales con
figuras importantes de su historia vital (por lo general los padres). La re experimentación
del paciente de esos aspectos conflictivos e inconscientes (transferencia) de la relación
con sus progenitores, proyectadas sobre el analista, que no reacciona punitivamente ante
el paciente, y le permite desplegar su discurso hacia aspectos más inconscientes (que se
van haciendo más conscientes), junto con el análisis y la interpretación de esos fenómenos
se le denomina análisis de la transferencia.
Por otro lado, el terapeuta, aunque esté analizado, puede experimentar reacciones
emocionales hacia el paciente, que a nivel inconsciente suele reproducir los roles
complementarios punitivos o satisfacción de sus progenitores, se denominan reacciones
contra transferenciales. El análisis y la supervisión del propio terapeuta le ayudan a estar
atento a estas reacciones, como le proporcionan una valiosa fuente de información para la
terapia, y a su manejo adecuado.
Sin embargo los pacientes suelen utilizar una variedad de maniobras conscientes e
inconscientes para manejar su propia ansiedad y conflicto y para evadir su trabajo
terapéutico de libre asociación (resistencias). La detección de esas maniobras y su
interpretación adecuada constituye el análisis de las resistencias. Este último trabajo
terapéutico es crucial para el desarrollo del análisis que suele desarrollarse por lo general,
en el transcurso de varios años en el psicoanálisis clásico.
L. Binswanger (1881-1966) estudió y trabajó con Bleuler y Jung en Zurich, en el marco del
Hospital Psiquiátrico Burgholzli. Al principio de su carrera estuvo vinculado con el
psicoanálisis y fue amigo personal de Freud durante toda su vida. Pero pronto abandonó el
marco psicoanalítico, que consideraba reduccionista, para adoptar un marco
fenomenológico que fue evolucionando hacia posiciones existencialistas. La aportación
más notable de Binswanger reside en la incorporación a la psicopatología y a la
psicoterapia, del análisis de la estructura del Daisen. Para Binswanger el trastorno
psicopatológico representa una inflexión de la estructura del ser en el mundo. Esta
alteración aleja al ser humano de su ser ontológico. En su análisis de la estructura del
Daisen, Binswanger distinguió entre:
- Umwelt, que es nuestra relación con los aspectos biológicos y físicos del mundo,
nuestro ser en cuanto a naturaleza.
- Mitwelt, que es el mundo interpersonal, nuestro ser con los otros.
- Y Eigenwelt, que es la forma con la que nos experimentamos a nosotros mismos.
Binswanger concebía los trastornos mentales como una desviación del ser en el mundo del
sujeto, que en tanto posee una estructura, podemos estudiar, describir y rectificar.
La Psicología Humanista nació como fenómeno americano. Entre sus antecedentes se
pueden citarse el funcionalismo de James y Dewey, con su visión del ser humano como
activo, con voluntad y social; y el conductismo intencional de McDougall. El antecedente
más claro de la Psicología Humanista, es la escuela de la Guestalt, a través principalmente
de Goldstein, quien en su obra El organismo (1934), expresa su concepción del organismo
humano como totalidad y de su tendencia a la autorrealización, como fuerza impulsiva que
pone al organismo en acción. De esta influencia surge en la Psicología Humanista la noción
de ser humano como ser dotado de un potencial humano inherente, que debe ser
actualizado.
El modelo de psicoterapia desarrollado por C. Rogers parte de la idea de que toda persona
posee una especie de impulso hacia el crecimiento, la salud y el ajuste. La terapia más que
un hacer algo al individuo, tratará de liberarlo para un crecimiento y desarrollo adecuado
(Rogers, 1951). Uno de los obstáculos más poderosos para impedir esa tendencia es el
aprendizaje de un concepto de sí mismo negativo o distorsionado en base a experiencias
de desaprobación o ambivalencia hacia el sujeto en etapas tempranas de su desarrollo
(Raimy, 1948). Parte del trabajo de la terapia centrada en el cliente trata de facilitar que el
sujeto se exprese con sus ambivalencias e impulsos hostiles y agresivos, de modo que este
pueda reconocerse de manera integral.
El terapeuta parte de la idea de que su cliente tiene una tendencia actualizarte y un valor
único y personal que está bloqueado o distorsionado por determinados criterios de
aceptación externa (consideración positiva condicional). La terapia tratará de desbloquear
el proceso anterior mediante la aplicación de tres estrategias o técnicas fundamentales:
Perls se vinculó al movimiento humanista. En los años sesenta, sobre todo durante su
estancia en el Instituto Ealen (1964-1969), la difusión de sus ideas fue muy amplia. Poco
antes de su muerte en 1970, fundó el primer Instituto Guestalt cerca de Vancouver. Desde
entonces se han creado varios institutos a lo largo del mundo.
El psicodrama de Moreno:
Es un sistema terapéutico complejo, basado en la analogía teatral, que abarca las técnicas
psicodramáticas, la sociometría y la terapia de grupos.
Moreno:
- Inició la terapia de grupos
- Creó la sociometría.
- Introdujo el concepto de encuentro en el ámbito terapéutico en Estado Unidos, que
luego adaptó la Psicología Humanista.
- Desarrolló el énfasis en la vivencia del presente, el aquí y el ahora.
- Creó técnicas como La silla vacía, y el Juego de roles, que fueron recogidas por la
terapia guestáltica.
- Su pensamiento influyó en el pensamiento de Kelly.
En los años sesenta y setenta, en parte debido a la influencia de Reich, surgen una serie de
enfoques terapéuticos, caracterizados por centrar su intervención en los aspectos
corporales, en concreto musculares. Limitaban el diálogo verbal a aspectos relacionados
con los ejercicios corporales propuestos. Y vinculan los conflictos, con bloques energéticos
localizados en el cuerpo.
3.- Búsqueda de sentido. Se sostiene que el hombre no sólo se mueve por motivaciones
materiales, sino también por principios axiológicos como la libertad, la justicia, la
dignidad, y que suponen un intento de trascender la propia existencia.
4.- Concepción global del ser humano. El ser humano se considera como una Guestalt,
como un conjunto integral en el que sentimiento, pensamiento y acción, forman un todo
orgánico.
5.- Énfasis en la vivencia inmediata como fenómeno primario, desde el punto de vista
psicoterapéutico: Las explicaciones teóricas y la conducta manifiesta, se consideran
subordinadas a la vivencia misma y a su significado para la persona.
Según el tipo de trabajo que se vaya a llevar a cabo, aparecerán también toda clase
de materiales que se crean convenientes, como: pinturas papel, espejos, sillas, etc.
Por ejemplo, el psicodrama emplea sillas y máscaras; la arte-terapia emplea
música y materiales pictóricos.
Otro requisito que puede resultar importante para la terapia, por su contenido
simbólico, es la disposición espacial.
Varios modelos tiene también en común el uso de la técnica de hacer de espejo del
individuo, para asó confrontarlo con sus contradicciones y ayudarlo a tomar
conciencia de su presente y del conflicto que se está manifestando a través de la
postura, o del gesto, o de la contradicción de los mismos y sus palabras, etc.
El uso de la fantasía:
También se usa para evitar racionalizaciones que en el lenguaje verbal lógico tiene
una mayor posibilidad de aflorar, debido al mayor control lógico que tenemos del
mismo. En los ejercicios de fantasía se entra en un terreno desconocido y más
permisivo, de modo que el desplazamiento de emociones e impulsos a imágenes
simbólicas, permite al individuo sentirse más protegido que en el lenguaje lógico,
respecto a sus reproches íntimos de culpabilidad o frente a sus amenazas internas.
El trabajo con la fantasía sirve de camino para la apertura de aspectos negados de
la propia personalidad.
Dentro de los trabajos con la fantasía podemos situar los trabajos con sueños,
realizados por ejemplo con el método guestáltico, es decir, identificación sucesiva
con todos los elementos del sueño. En psicoterapia de la Gestalt el trabajo en la
fantasía guiada se centra en la identificación con el material verbal proyectado, al
igual que con los sueños.
cada una de ellas. Se establece una nueva forma de relación interna, que
implica un cambio perceptivo respecto a sí mismo y a la relación con los
demás. Y se establece un cambio emocional correlativo.
2. La manera psicodramática:
Sin embargo todos los modelos distinguen entre neurosis y psicosis, y aunque tanto el
análisis existencial y la terapia centrada en el cliente se usan para el tratamiento de las
psicosis, su eficacia terapéutica sólo se ha demostrado con claridad en el campo de las
neurosis.
Desarrollos actuales
De forma general, se genera así dos grandes corrientes en la terapia de conducta: aquellos
que rechazan los términos mentalistas y apoyan la suficiencia del condicionamiento para
la explicación y el tratamiento de los problemas psicológicos (abanderados por Golpe y los
segadores de Scanner) y aquellos otros, que aun reconociendo la importancia del
condicionamiento, lo ven insuficiente para abordar los problemas psíquicos (Eisenach y
sus seguidores destacan el papel de los factores biológicos; y los terapeutas cognitivos el
papel de los significados subjetivos como las creencias, atribuciones, metas e
interpretaciones personales).
Algunos autores destacan como su último desarrollo las llamadas terapias cognitivas. Para
otros autores, las terapias cognitivas se basan en un modelo del hombre y la terapia
distinto al mantenido en la terapia de conducta más tradicional. Sin embargo en la terapia
cognitiva se utiliza con profusión las técnicas conductuales como procedimiento de
cambio de significados cognitivos.
Conceptos básicos:
No existe una única teoría del aprendizaje que sirva de marco conceptual a la terapia de
conducta. Coexisten distintas teorías que sirven de fundamento a distintas técnicas.
Por lo general, cuando una respuesta condicionada se presenta de forma repetida, sin la
aparición de un estímulo incondicionado, el vínculo asociativo se debilita y tiende a
desaparecer. A este proceso se le denomina proceso de extinción. Pero en algunos casos la
extinción no se produce, como ocurre en las paradojas neuróticas. Para dar explicación a
este fenómeno, existen dos tipos de explicaciones:
Para explicar la conducta fóbica, afirma que la ansiedad se adquiere mediante procesos de
condicionamiento clásico, pero se mantiene por medio de procesos de condicionamiento
operante, pues la ansiedad activaría respuestas de evitación que resultarían reforzantes
por producir alivio de la ansiedad, e impedirían que el proceso de extinción se llevara a
cabo.
Este paradigma se ocupa de conductas que el organismo emite libremente y que operan
sobre el medio y están controladas por sus consecuencias ambientales. Establece que si un
Las habilidades sociales para relacionarse con los demás y muchos temores y prejuicios
que dan lugar a conductas patológicas están mediados por este proceso.
Ambas fases requieren la movilización de complejos procesos cognitivos. Los efectos del
modelado, que más se han utilizado en la práctica clínica, consisten en la adquisición y
práctica de nuevas habilidades, y en la inhibición o desinhibición de conductas que ya
formaban parte del repertorio del observador.
Método terapéutico
reforzador social y un modelo. Los terapeutas de conducta conciben los procesos que
ocurren en el contexto de la relación, como procesos de aprendizaje, en os que refuerzan
ciertas conductas, o modelan las conductas objeto de tratamiento.
Las estrategias de modelado, forman parte de diversos tratamientos, tanto para facilitar la
adquisición de nuevas conductas, como para desinhibir la expresión de conductas ya
existentes.
En algunos casos, la figura del terapeuta puede ser sustituida, como por ejemplo en el
entrenamiento en relajación.
- Los que defienden los principios conductistas más radicales (conductismo radical de
Skinner).
- Los que combinan principios conductistas y cognitivos (psicólogos cognitivos-
conductuales como Beck, Ellis.)
- Y aquellos que se consideran ajenos al conductismo, aunque conectados
históricamente al mismo (psicólogos cognitivos-constructivistas como Mahoney y
Guidano).
- Desarrollos actuales
La terapia de conducta cuenta con numerosos méritos que suponen a su vez una serie de
limitaciones (Goldfried y Castonguay, 1993): Ha determinado, mediante el llamado
análisis funcional, cómo reaccionan los individuos a situaciones precisas; pero ha
obscurecido paralelamente patrones más generales de funcionamiento.
Se ha centrado en los problemas del paciente fuera del despacho, pero ha descuidado la
relación terapéutica.
Esta terapia se define como una terapia de conducta actualizada y conectada a la tradición
conductista radical de Scanner. Su denominación de "analítica funcional" apunta hacia el
análisis funcional de la conducta. En este punto lo decisivo no serán las conductas
específicas y moleculares, sino la "clase de conducta" (grupos más molares de tipo o
patrones de conducta), sobre todo aquellas que se presentan en la relación terapéutica.
Esto implica en primer lugar considerar que la relación terapéutica es sobre todo un
intercambio verbal, y en segundo lugar, que en la misma sesión ocurren problemas
importantes.
Ahora bien, entre la PAF y la terapia de conducta, tal como esta se ha venido aplicando, hay
importantes y significativas diferencias. El punto de mayor diferencia radica en la
importancia para ambas de la relación terapéutica. En efecto, la terapia de conducta ha
solido desconsiderar la relación clínica, concediendo un énfasis a las técnicas de
intervención, donde la propia relación era tan solo un vehículo que permitía aplicar
aquellas intervenciones.
La PAF en esto supone la antítesis de tal posición. Lo relevante para ella es precisamente la
relación terapéutica como vía de cambio. En este enfoque habría una equivalencia
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funcional entre la conducta del paciente fuera del despacho y la conducta que presenta en
la misma sesión. Es decir en la relación terapéutica se presentan problemas similares
aquellos que están en la vida del paciente en otros contextos. Esto requiere que el
terapeuta tenga distintas habilidades a las que se les supone al terapeuta de conducta
tradicional.
Estas nuevas habilidades pertenecen al ámbito de la relación clínica como por ejemplo
detectar manifestaciones del cliente dirigidas hacia su persona, apreciar el papel de sus
propias reacciones en la relación terapéutica, el papel de las funciones del lenguaje,
etc....habilidades que implican un rol bastante distinto del ingeniero conductual o
tecnócrata. Además aunque las técnicas conductuales se utilizan como tales ante
determinados problemas, adquieren nuevas funciones en la PAF. Por ejemplo las tareas
para casa pueden revelar aspectos de la relación terapéutica (grado de colaboración,
reactancia, etc.).
1. CCR1:
Los problemas del cliente durante la sesión : Se parte de que muchos problemas
por lo que la gente solicita ayuda terapéutica consiste en dificultades relacionales
que tienen que ver por lo general con clases de conductas relacionadas con el
control inversivo, la dependencia, el temor al abandono, las dificultades en las
relaciones sociales y temas similares. Lo importante es que estas dificultades se
presenten aquí ante/con el terapeuta en la sesión.
2. CCR2:
Las mejorías del cliente durante la sesión: A lo largo de las sesiones el paciente
presenta en los mismos aspectos o mejorías de la clase de sus conductas en la
misma sesión presente. El terapeuta debe estar atento a las mismas.
3. CCR3:
Para la PAF las descripciones más precisas son aquellas que se ajustan a las
condiciones antecedentes (evocativas y discriminativas) y a sus fines, propósitos,
intenciones o consecuencias (re forzantes); así como las "relaciones de
equivalencia" entre estas explicaciones de la conducta in situ en la sesión y
aquellas de las referidas a la vida cotidiana.
Las Cris no resultan nada fáciles de identificar, al estar inmersa en la misma relación
terapéutica. A pesar de esta gran dificultad, el terapeuta, cuenta con dos referentes
importantes para afrontar este tema:
La relación terapéutica es más que nada, una relación verbal. De hecho casi todas
las psicoterapias son eso, relaciones verbales, o mejor dicho, terapias verbales. Lo
relevante será por lo tanto entender las funciones del lenguaje en esa relación.
Por otro lado el mando es un tipo de conducta verbal que es antecedida por
diversas situaciones discriminativas y que es seguida de reforzadores específicos.
Por lo general se relaciona con las demandas, peticiones y solicitudes hacia otros.
Es importante señalar que la propia función de la conducta verbal del sujeto puede
pasar inadvertida a este (se diría que es "inconsciente"), porque se encuentra
reforzada por "reforzadores sutiles" y "estímulos suplementarios".
Junto a la aportación del análisis de las funciones del lenguaje (que a uno de los
autores de este libro le siguiere un retorno hacia el conductismo radical parecido
al retorno baconiano al psicoanálisis de Freud; al menos en la reconsideración,
aunque distinta claro está, del lenguaje en ambos enfoques); está la percepción de
otras causas "sutiles" que pueden evocar conductas clínicas relevantes.
Kohlenberg y Tsai (1991) definen 5 reglas que definen las condiciones de contingencias en
que la conducta del terapeuta será reforzada por efectos clínicamente relevantes.
La situación clínica es una oportunidad para que se presenten los problemas del
paciente, no solamente referidos a hablar de ellos sino de expresarlos en la misma
sesión, formando parte de la relación terapéutica. El terapeuta está también atento
a las posibles mejorías terapéuticas presentadas también in situ en la misma
sesión. Es importante señalar que las interpretaciones que se refieren a las
conductas problemáticas/de mejoría presentadas en la misma sesión son más
efectivas que aquellas que se refieren a eventos de fuera de la sesión.
Además de atonden las Cris dadas en la misma sesión, hay que crear las
condiciones para que estas ocurran. Esto se logra a través de la misma implicación
del terapeuta con el paciente, facilitando que vayan apareciendo problemas
relacionales.
Un enfoque "indirecto" del reforzamiento se centra más bien en las condiciones del
terapeuta que le llevan al reforzamiento natural. Conlleva:
4. Regla 4:
5. Regla 5:
La línea dominante en esta década era el neopsicoanálisis (Fromm, Sullivan, Horney...) que
ponía énfasis en el origen psicosocial de los conflictos psíquicos como la familia
intermediaba la interiorización de determinadas orientaciones de valor "patológico" social
en sus miembros. Desde esta perspectiva surgieron conceptos como el de la "madre
esquizofrenógena" de Fromm-Reichman (1948) o "madre perversa" de Rosen (1953) para
explicar la génesis y mantenimiento de psicopatologías como la esquizofrenia.
En esta década el grupo de Milán y el de Palo Alto serán los más influyentes en la terapia
familiar. El primero centrado más en los conceptos de familia como sistema y el segundo
en las pautas comunicacionales en el funcionamiento familiar.
La Escuela Interaccional del MRI (Mental Research Institute), que supone la segunda
generación de la escuela de Palo Alto sucesora de Batenson. Su aportación más
significativa se ve reflejada en la obra de Watzlawick, Weaklan y Fisch
"Cambio"(1974). Para estos autores las soluciones intentadas por las familias para
manejar determinadas situaciones suponen los auténticos problemas; y por
consiguiente las intervenciones se dirigen a cortocircuitar el flujo problema-
solución intentado. Para ello distinguen entre los llamados Cambios-1 (que siguen
la "lógica", supuestamente, intentado lo contrario al problema, pero que no
cambian la estructura del sistema) y los Cambios-2 (que se centran en
intervenciones paradójicas distintas al sentido común, pero que producen cambios
en la estructura del sistema familiar) .Una aportación relevante de esta escuela es
que su modelo ha sido aplicado tanto a familias como a clientes individuales.
La Escuela Estructural-Estratégica alrededor de las obras de Haley y Minuchin .Se
centra sobre todo en los llamados sistemas tríadicos (relaciones con un mínimo de
tres miembros). Postulan que en los sistemas familiares se organizan como
alianzas o coaliciones. Las alianzas suponen la mayor cercanía afectiva entre dos
miembros de la familia en relación a otro, y la coalición supone una variación del
anterior con el matiz que se constituye en contra de un tercero. Las coaliciones
están formadas por miembros de dos generaciones (un progenitor y un hijo, frente
al otro progenitor). El resultado de las mismas es la disfunción familiar y el
impedimento del desarrollo del sistema. Las intervenciones terapéuticas se
centran en desafiar las decisiones de la familia del paciente-problema
(redefinición), y la prescripción de tareas, a veces paradójicas, con el fin de
desequilibrar el sistema actual.
Entre los desarrollos más actuales de los modelos sistémicos se centran más en los
modelos epistemológicos y cognitivos, en concreto en los modelos constructivistas (que
son también una fuerza emergente en la terapia cognitiva). Lo relevante para estos
modelos son los significados compartidos por la familia, es decir, las premisas familiares.
La intervención se dirige a la modificación del significado, de las premisas o de las
estructuras de conocimiento del sistema (Cecchin, 1987; Anderson, 1988; Procter, 1985).
Se trata de "reconstruir la historia que el sistema ha creado en torno al problema,
generando una nueva narrativa”(Anderson y Goolishian, 1988).
Aunque los métodos terapéuticos empleados por los modelos sistémicos varían, podemos
encontrar unos elementos más o menos comunes a todas ellas.
En primer lugar el terapeuta intenta realizar un diagnóstico del sistema familiar implicado
en el paciente identificado. Unos terapeutas se centraran en el tipo de secuencia problema-
solución intentada (Watzlawick) y quiénes son los implicados; otros investigan las
alianzas o coaliciones familiares (Haley, Minuchin) y el grado en que la familia está
desligada (límites rígidos entre sus subsistemas de componentes, que conlleva una
excesiva individualidad y una acrecentada dificultad para compartir la vida afectiva) o está
aglutinada (límites muy difusos entre sus miembros donde es difícil mantener la
individualidad de sus miembros y el compromiso con el mundo externo) y otros analizan
la demanda (quién y cómo se decide quién es el paciente) y la función que cumple el
síntoma del miembro identificado para cada componente de la familia(en la línea de
Selvini-Palazzoli).
Este proceso diagnostico suele conllevar entrevistas con toda la familia (aunque a veces se
considera de manera no rígida quien está dispuesto a venir a terapia como información y
elemento "comprometido").
- Desarrollos actuales:
Este modelo se construyo a partir del supuesto básico de que todos los pacientes cuentan
con fuerza y recursos para cambiar, y que además ningún problema sucede de manera
permanente durante todo el tiempo, teniendo las llamadas excepciones a la regla. La
terapia breve enfocada así trata de catalizar los recursos de los pacientes para que
participen en "conversaciones sobre el cambio", lo que parece generar modificaciones
rápidas en las creencias y conductas de los pacientes.
En la segunda consulta (con el paciente individual o este y su familia), tras haber recogido
en la primera el motivo de consulta y su contexto; ya inicia la sesión con el planteamiento
de
"La secuencia del cambio previo al tratamiento" que consiste en una pregunta del
estilo: "¿Que han notado que va mejor desde la 1ª vez que vinieron al centro?". Si la
respuesta es afirmativa se indaga sobre el contexto y forma de esas mejorías. Si la
respuesta es negativa, y plantean que no ha habido cambio, el terapeuta presenta
"La secuencia de la pregunta por el milagro" que supone una pregunta hipotética
sobre un cambio imaginado del estilo: "Supongamos que regresan a casa esta
noche y mientras duermen se produce tal milagro, de modo que al despertarse se
encuentran con tal.... ¿qué cosas serán diferentes?... ¿cómo lo habrán
logrado?..¿Qué codas serán distintas entre ustedes...?". Si la familia imagina la
hipótesis el terapeuta les sigue indagando y generando un contexto de cambio
posible.
"La secuencia sobre el manejo del problema" donde se plantea la pregunta: "¿Por
qué las cosas no están peor? ¿Qué es lo que usted y otras personas están haciendo
para que las cosas no empeoren? ". Si se plantean como en las otras cuestiones,
excepciones, el terapeuta se extiende sobre ellas. Si consideran que ninguna
estrategia parece útil, el terapeuta plantea una nueva opción
"La secuencia pesimista" a través de una pregunta del siguiente estilo: "¿Que creen
ustedes que pasará si las cosas no mejoran?..¿Qué es lo memos que puede hacerse
para que eso ocurra en el menor grado?.
Además en esta secuencia pesimista el terapeuta puede contar con cuatro estrategias
adicionales:
En la primera sesión también el terapeuta cuenta con el tipo de paciente o familia que se
presenta a terapia. De esta manera si los demandantes presentan "quejas vagas", el
terapeuta suele indicar también para la próxima sesión la realización de una tarea vaga
(pie "Observen cualquier cosa que vaya mejor para la siguiente sesión y que consideren
importante de contarme"). Para demandantes que se presentan como "visitantes" de
rifados por un agente de control social (pie un juez un médico o asistente social que indica
una terapia) es mejor no prescribir tareas y estar tan solo atento a elogiar excepciones.
Para demandantes que "no identifican excepciones" se les plantea la tarea de simular
como si el milagro ya hubiese ocurrido. Para demandantes que se "involucran
excesivamente con el paciente identificado" se les indica la tarea de convertirse en
imprevisibles indicándoles que a partir de ahora hagan algo distinto a lo habitual aunque
les parezca extravagante, insólito o ridículo, y presentándolo de modo general. Con
demandantes que presentan "excepciones pero que refieren no saber cómo ocurren o
controlarlas" se les indica la tarea de predecir el futuro y tratar de averiguar cuándo
ocurrirá la próxima excepción. Y con demandantes que presentan "excepciones
deliberadas y controladas" se les indica seguir haciendo más de lo mismo.
o Si estos refieren que las cosas van mejor se les pregunta para ampliar y elogiar las
excepciones y cambios producidos así como seguirán sabiendo que sus objetivos
se van consiguiendo; de modo que se va aumentando los intervalos de citas.
o Los demandantes que están confusos o no tiene claro si hay mejorar o no, también
se sigue una secuencia similar a la anterior y se les prescribe hacer algo distinto.
o Los demandantes que refieren que están igual reciben preguntas pidiéndoles por
lo menos un evento de un día bueno o excepción ocurrido; si no lo encuentran se
continua con plantearle que hicieron al menos para que las cosas no empeorasen, y
si la contestación es también negativa, se les formula la tarea de hacer algo distinto
como cambiar la secuencia de como ocurre el problema.
o Los demandantes refieren que están peor. En este caso el terapeuta inicia la
secuencia pesimista y propone también hacer algo distinto (internalización del
problema, preguntas conversacionales, etc...)
Esta terapia es de tipo breve (se establece un contrato de 2 sesiones mínimas y un máximo
de 10). Supone un enfoque centrado en los recursos y posibilidades más que en la
patología o problemas, por lo que supone un enfoque innovador y bastante radical
respecto a otros planteamientos psicoterapéuticos.
Los fundadores modernos de esta psicoterapia son Albert Ellas y Aarón Beck. Ambos se
formaron en el psicoanálisis abandonaron esta escuela al observar que tanto la
investigación de determinados procesos psicológicos como la practica psicoterapéutica no
se correspondían a los postulados de aquel modelo.
Beck parte de su trabajo sobre la depresión. Observa que en este y otros trastornos
emocionales (Beck, 1967, 1976) la estructura de las experiencias de los individuos
determina sus sentimientos y conducta. Este concepto de Estructura cognitiva suele
recibir otros nombres como el de "Esquema cognitivo" y en el ámbito clínico el de
"Supuestos personales"(Beck, 1979). Equivalen a las creencias irracionales según la
concepción de Ellas. Estas asunciones o supuestos son adquiridas en etapas tempranas de
la vida, permanecen a nivel no consciente, activándose posteriormente por diversos
eventos y generando determinadas interpretaciones subjetivas de los eventos que suelen
ser distorsionados(distorsiones cognitivas) generando a su vez problemas emocionales,
conductuales y relacionales. La detección por el propio sujeto de sus distorsiones
cognitivas, sus efectos y el aprendizaje de su modificación, y de los supuestos personales
que la sustentan, constituye la "Terapia Cognitiva", propuesta por Beck.
Actualmente han aparecido nuevos modelos de psicoterapia cognitiva que se postulan por
sus defensores como distintos a los señalados anteriormente de Ellas y Beck. Estos nuevos
modelos se denominan "Constructivistas".
No se puede concebir una "realidad" objetiva independiente del sujeto que pueda
ser "distorsionada"
No se puede afirmar siempre la primacía de la cognición sobre la emoción o la
acción
La terapia no se constituye como una labor psicoeducativa de corrección de
cogniciones erróneas, sino como una reconstrucción de la propia coherencia del
sistema cognitivo del paciente.
- Conceptos básicos
Esquemas cognitivos
Operaciones cognitivas
Conforma la llamada "visión túnel" de los distintos trastornos emocionales (McCall y cols.,
1985); por ejemplo las personas ansiosas se centran en la anticipación de peligros, las
personas irritadas en la evaluación de injusticias, las personas deprimidas en las perdidas
y las personas hipomaniacas en las ganancias.
Productos cognitivos
- Método terapéutico
- Técnicas cognitivas
(Ruiz, 1994):
5) Uso de imágenes:
8) Resolución de problemas:
9) Inoculación al estrés:
2) Empleo de la dramatización:
Técnicas conductuales:
El paciente registra el agrado y dominio de sus actividades diarias, y sobre esta base se
programan experiencias que aumenten su grado de bienestar y modifiquen su visión
túnel negativa. También se suele emplear conjuntamente con la "Programación de
actividades" y la "Asignación gradual de tareas" que cumplen fines similares.
Hay que destacar que los terapeutas cognitivos prestan especial atención al manejo de la
relación terapéutica y como los pacientes suelen confirmar sus esquemas disfuncionales a
través de la misma (y de otras relaciones fuera de la consulta).
Hay terapeutas cognitivos que resaltan el manejo de esta relación como la vía principal de
intervención terapéutica (pie Sufran y Segal, 1994).
Este último aspecto supone una re conceptualización desde el modelo cognitivo de las
relaciones de transferencia y contratransferencia propuestas desde el psicoanálisis.
- Desarrollos actuales:
Podríamos esbozar algunas de las nuevas áreas emergentes en la terapia cognitiva que
parecen comenzar a conectar también con inquietudes similares en el área de la Psicología
cognitiva:
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Para Sufran y Segal este enfoque representa solo los aspectos más superficiales del cambio
psicoterapéutico, y como ocurría con la consideración de Kohlenberg y Tsai (1987),
parecía incapaz de adaptarse a los problemas más complejos de la clínica (trastornos de
personalidad, relaciones interpersonales problemáticas crónicas..). Lo esencial aquí es
hacer hincapié en el proceso subyacente a través del cual se produce el cambio.
que el estilo subjetivo de que espera de los demás, cómo se valora a si-mismo y a otros en
las interacciones.
El terapeuta TCI trata de evaluar o analizar los procesos cognitivos centrales asociados al
Esquema interpersonal. Para ello contacta con muestras del ciclo cognitivo-interpersonal.
La interacción terapéutica le va a proporcionar los indicadores de esas muestras (que por
lo general serán más fiables cuanto mayor sea el trastorno de personalidad del paciente y
su repercusión relacional).
Desengancharse del influjo interpersonal del paciente consiste primero en advertir ese
influjo y después en interrumpir las respuestas complementarias "meta comunicando" sus
efectos. El problema se lleva entonces a como detectar l conducta del paciente que
produce ese influjo. Aquí entran una serie de indicadores denominados "marcadores
interpersonales", que se refieren a acciones del paciente que se vinculan a determinados
sentimientos-disposiciones a la acción del terapeuta.
En todo este proceso lo más destacable es como el terapeuta mismo se convierte en fuente
de evaluación.
Otros aspectos que utiliza el terapeuta para evaluar el esquema interpersonal del paciente
consiste en explorar las rupturas de la alianza de trabajo terapéutico.
En cuanto a los "marcadores interpersonales" del paciente que pueden indicar una
ruptura en la alianza terapéutica o problemas en esta, se encuentran las siguientes
conductas y comunicaciones del paciente:
Por un lado si el paciente está relatando una experiencia extra sesión y presenta un
"marcador de inmersión plena" (plantea pensamientos automáticos, cuando el terapeuta
los sondea verbalmente, sin ninguna crítica a los mismos) el terapeuta utiliza una
intervención de tipo "cuestionadora", planteándole preguntas sobre su evidencia, otras
posibles explicaciones, etc... Al estilo de la terapia cognitiva tradicional.
Por otro lado si el paciente relata una experiencia extra sesión y presenta un "marcador de
conciencia dividida" (plantea pensamientos automáticos, cuando el terapeuta le sondea
verbalmente, pero autocriticándolos al mismo tiempo como absurdos), el terapeuta le pide
detener esa actividad autocrítica y continuar con la cadena de significados hasta llegar a
supuestos o creencias más centrales (método de la flecha descendente), de modo que el
significado salga a la luz sin ser protegido por la autocrítica.
Con respecto a los hechos del foco extra sesión el terapeuta utiliza la concreción y
especificidad, pidiendo al paciente que proporcione ejemplos específicos y concretos de
sus experiencias. Se le puede animar a revivir las situaciones atravesándolas lentamente,
parando en varios puntos pertinentes de las mismas donde se les sondea sobre sus
sentimientos, pensamientos y acciones tal como las experimenta. En ese contexto suele ser
útil preguntar alternativamente por los sentimientos y pensamientos generados.
amenaza para la propia autoestima (cree que es vergonzoso o ridículo interpretar las
cosas como lo hace).
Se puede plantear al paciente que todos tenemos una parte racional y otra emocional, y
que la primera puede impedir captar la segunda, por lo que es deseable dejarla a un lado a
la hora de explorar (pie el terapeuta dice al paciente: "Eso me suena a su parte racional,
¿qué hay de la otra parte?).
El rol del terapeuta en este punto es detectar cuales de sus respuestas están siendo
complementarias al esquema interpersonal del paciente. El proceso de detección y
percatación de los propios sentimientos y tendencias a la acción resulta esencial en este
aspecto; así como su relación con los marcadores interpersonales del paciente.
Sin embargo, este trabajo no está exento de importantes obstáculos. El propio terapeuta
puede tener creencias rígidas sobre que sentimientos son aceptables experimentar en la
relación terapéutica (pie un terapeuta que crea que experimentar atracción hacia sus
pacientes es inadecuado, cuando experimente sentimientos de atracción en la relación,
tendrá problemas con los mismos si aparecen en la interacción). A menudo el terapeuta
establece de manera apresurada hipótesis sin haber contactado adecuadamente con los
propios sentimientos en la relación.
Este puede hablar en exceso del pasado o hacer lo que los psicoanalistas llaman "alusiones
a la transferencia" (pie un paciente que se siente atraído por su terapeuta puede hablar del
gran afecto que siente por otro médico o psicólogo). Las conexiones con el pasado de los
esquemas interpersonales, pueden ser productivas, sin embargo en algunos casos. Cuando
el paciente las relate y muestre signos de inmediatez emocional, pueden ser sondeadas.
Por ejemplo le dice al paciente: "Ya veo que desea no sentir eso. Me gustaría saber ¿Cómo
lo hace?, ¿Cómo deja de sentir eso?". El terapeuta sondea los pensamientos automáticos
del paciente asociados a la estrategia de auto bloqueo de sentimientos. Más adelante estos
pueden ser cuestionados.
El terapeuta TCI puede explorar estos eventos usando las técnicas experiencia les (véase
terapia vivencial y procesual de Green erg y col). Estas proporcionan reactivación de los
componentes no verbales del esquema interpersonal, que una vez que son simbolizados
pueden ser abordados cognitivamente.
La TCI como ha quedado expuesto guarda muchas afinidades con la psicoterapia breve de
tiempo limitado de Stripper y Binder, la psicoterapia analítica funcional de Kohlenberg y
Tsai, y la terapia vivencial y procesual de Green erg y cols.
1. La psicoterapia es más efectiva y rápida que los cambios naturales de los pacientes
sin tratamiento.
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2. La psicoterapia es más efectiva que los pacientes en lista de espera de ser tratados
(lista placebo), y estos últimos alcanzan mejores resultados que los no tratados.
3. Con una mayoría de trastornos la psicoterapia suele mantener sus resultados a
largo plazo.
4. No es posible determinar la superioridad de un enfoque terapéutico respecto a los
demás en términos generales.
Los resultados anteriores han llevado a cuestionar el excesivo énfasis que cada orientación
ha dado a sus técnicas o procedimientos particulares como elementos definitorios de cada
escuela.
Según el trabajo de Lamberte (1986) los factores que en realidad contribuyen a los
resultados de la psicoterapia por porcentajes son de mayor a menor:
tiene algunas connotaciones preocupantes, dado que en algunos casos implica combinar
técnicas epistemológicamente incompatibles de forma incoherente. La pluralidad, no sólo
de enfoques puros sino también de formas de práctica ecléctica, refleja la diversidad actual
de la psicoterapia y plantea nuevos retos.
Sin embargo, a nuestro juicio tal compromiso con un modelo determinado se hace difícil
después de haber reconocido sus limitaciones y su valor relativo. Una alternativa consiste
en buscar soluciones más abarcadoras y evolucionadas, que pretendan integrar aspectos
de distintos enfoques en un intento de ir un paso más allá que los modelos existentes.
Como comentábamos en otro lugar (Feixas, 1992a), este avance pasa previsiblemente por
el respeto a la diversidad de concepciones del ser humano implícitas en distintos modelos
terapéuticos, pero a la vez implica generar propuestas integradoras que, siendo
sucesivamente reemplazadas por nuevas alternativas, fomenten la evolución del campo de
la psicoterapia. Cada nueva alternativa genera preguntas que sugieren nuevos
interrogantes en lugar de respuestas definitivas. En la actualidad parece que el
movimiento que mejor refleja este espíritu es el que se articula alrededor de la Society for
the Exploration of Psychotherapy Integration (SEPI)--que cuenta con una sección en
España, la Sociedad Española para la Integración de la Psicoterapia (SEIP). Aunque se trata
de un marco de confluencia de propuestas muy diversas, en su seno se promueve el
diálogo y la exploración de construcciones alternativas que integren las aportaciones ya
existentes, en detrimento del dogmatismo de escuela.
Hoy en día se da un consenso creciente acerca de que no existe un solo enfoque que
podamos considerar clínicamente adecuado para todos los problemas, clientes y
situaciones. De hecho, el motor que ha generado el surgimiento de tantos nuevos enfoques
es la insatisfacción con los modelos existentes, la conciencia sobre su inadecuación en
determinados casos. Este es también el motor que mueve los esfuerzos eclécticos e
integradores, aunque en una dirección diferente. Si ninguna de las 400 propuestas
terapéuticas existentes ha conseguido demostrar su utilidad en todos los casos, no se trata
de crear la nº 401 (aunque posiblemente ya exista al publicarse este trabajo) sino de
plantearse la cuestión desde otra perspectiva.
Concebir la relación de ayuda como una relación de experto a experto implica que el
cambio terapéutico no se deriva directamente de la aplicación de una técnica específica,
sino de la creación de una forma particular de relación humana. Las técnicas no hacen
nada al cliente; es más bien el cliente quien hace uso de la técnica si ésta se ofrece en el
contexto de una relación terapéutica facilitadora del cambio.
Son precisamente los datos sobre la contribución de distintos factores al éxito terapéutico
los que plantean el quinto factor influyente en el auge del movimiento integrador. El
reconocimiento de que la mayor proporción de variancia del éxito terapéutico se debe a
factores preexistentes del cliente obliga a un replanteamiento de la cuestión. En efecto, no
parece muy prudente dedicar la mayor parte de nuestros esfuerzos al desarrollo
tecnológico cuando este factor explica, como hemos comentado anteriormente, un 15%
del éxito terapéutico en su estimación más favorable. Resultan mucho más lógicos los
esfuerzos de sistematización que permitan adaptar los recursos disponibles dentro del
campo de las psicoterapias a las necesidades del cliente. En este sentido, hay que tener en
cuenta, de forma preferente, cuestiones relativas al cliente tales como, estilo interpersonal,
disposición al cambio, red social y afectiva, y otras variables relacionadas (véase Botella y
Feixas, 1994, para una revisión exhaustiva de los resultados de la investigación de eficacia
de la psicoterapia).
Por otro lado, el hecho de que un problema pueda tratarse de formas tan distintas según
qué psicoterapeuta lo atienda no aporta ningún prestigio a nuestra profesión. Si la
diversidad existente en cuanto a enfoques y técnicas ya fomenta una imagen de
fragmentación entre los profesionales de la psicoterapia, resulta aún más incomprensible
para el resto de la comunidad--incluyendo a los responsables de decisiones políticas en
centros de salud y de investigación, y a la opinión pública en general. La imagen de una
profesión donde impera la lucha de escuelas, las descalificaciones mutuas, y en la que sus
practicantes no son capaces ni tan sólo de dialogar, nos resta credibilidad ante nuestros
clientes y ante la sociedad en general.
Hasta aquí nos hemos ocupado de los factores que han influido en la tendencia hacia el
eclecticismo y la integración en los últimos años, vista desde la perspectiva de la
epistemología constructivista.
A continuación describiremos cada uno de los principales enfoques a los que ha dado lugar
el movimiento integrador (es decir, el eclecticismo técnico, la integración teórica y el
estudio de los factores comunes) haciendo hincapié en la aportación constructivista a
cada uno de ellos.
El Eclecticismo Técnico
El primer autor en formular esta posición fue Lazarus (1967), sin embargo, a partir de los
años setenta han sido varios los enfoques que han seguido esta filosofía. Lazarus (véase el
debate expuesto en Lazarus y Messer, 1991) defiende este tipo de eclecticismo, entre otras
cosas, porque ve en la integración teórica un esfuerzo inútil. Según él, entre dos enfoques
cualesquiera se pueden encontrar similitudes, pero a costa de ignorar sus diferencias que
a menudo son fundamentales. Según Lazarus se ha hecho un énfasis desorbitado en las
teorías, lo que ha conducido a una proliferación caótica de enfoques, cosa que la
integración teórica aún empeora más, por lo que se necesitan "menos teorías y más
hechos". Su propuesta enfatiza las técnicas como expresión de lo que los terapeutas
"realmente" hacen con sus clientes. Integrar técnicas permite enriquecer la práctica
empleando, sin ningún recelo, los hallazgos de orientaciones teóricamente incompatibles.
Para este autor existe un nivel de observación básico en el que enfoques muy distintos,
después de haberlos despojado de su carga teórica, nos revelan fenómenos a considerar.
Es a este nivel de observaciones de hechos clínicos donde se pueden integrar los recursos
técnicos disponibles.
La estrategia de este tipo de integración consiste en seleccionar la técnica que se cree que
funcionará mejor con un cliente o paciente concreto. La cuestión clave es saber cuáles son
los criterios con los que decidir cuál es la técnica oportuna con un cliente determinado.
El eclecticismo intuitivo
Eysenck (1970), por ejemplo, criticó severamente esta práctica caótica, aún habitual en
nuestros días, y que, de hecho, no forma parte de lo que llamamos integración técnica. Al
no suponer ningún tipo de avance conceptual ni ninguna lógica integradora este tipo de
eclecticismo no se considera parte del movimiento integrador. Las propuestas de dicho
Selecciona las técnicas teniendo como criterio esencial y exclusivo el nivel de eficacia que
han demostrado en su contraste empírico. La aspiración de este tipo de integración es
conseguir una matriz tratamientos x problemas que dicte la técnica más eficaz a emplear
para cada caso concreto. Su orientación es fuertemente empírica. El modelo que mejor
representa esta aspiración es el de la moderna modificación (o terapia) de conducta. Si
bien en sus inicios la terapia conductual se identificaba con la aplicación de los principios
conductistas del aprendizaje, en la actualidad admite una gran diversidad de técnicas,
siempre que hayan demostrado su eficacia. Así, nos encontramos con manuales de
técnicas de terapia y modificación de conducta (p.e., Caballo, 1991) que incluyen, junto a
las técnicas tradicionales basadas en el condicionamiento clásico y operante, la intención
paradójica, la terapia racional-emotiva, la cognitivo-estructural de Guidano y Liotti, la
hipnoterapia y la técnica de la silla vacía guestáltica.
Se seleccionan las técnicas de acuerdo con los criterios que se establecen desde una teoría
concreta. Es decir, se combinan técnicas de origen diverso en función del cliente, pero
siempre según su conceptualización que se hace desde una orientación teórica particular.
Aunque en esta forma de integración la teoría tiene un papel determinante, no es al nivel
conceptual donde se da la integración, y aunque sea un dato a tener en cuenta, tampoco es
la eficacia empírica demostrada por la técnica lo que dicta su adopción. Se trata de un
eclecticismo al nivel de las técnicas guiado por la coherencia con una teoría concreta en
función del tipo de cliente. La terapia cognitiva de Beck constituye un buen ejemplo de
este tipo de planteamiento. Si bien se dan muchos otros casos en los que los practicantes
de un modelo adoptan una actitud ecléctica en cuanto a las técnicas a utilizar sin
abandonar el marco teórico de origen, en la terapia cognitiva es su propio creador quien
propugna esta actitud:
Se seleccionan las técnicas de acuerdo con una lógica sistemática o esquema básico que
indica cuáles emplear en función del tipo de clientes. Se trata de una integración de
técnicas, pero guiada por unos esquemas conceptuales de carácter general acerca de la
Uno de los ejemplos más destacados de este tipo de eclecticismo es el trabajo de Beutler y
colaboradores (p.e., Beutler, 1983; Beutler y Clarkin, 1990). Su propuesta se basa en tres
ingredientes extraídos de la revisión de las investigaciones disponibles sobre las variables
influyentes en el éxito terapéutico.
El segundo implica una selección de variables del cliente, p.e., severidad del
síntoma, estilo de afrontamiento, potencial de resistencia o reactancia (ver Beutler,
1992).
La integración teórica
Desde sus inicios, los intentos se han centrado en la combinación de los enfoques
psicoanalítico y conductual.
o Años 50
Además, formulan una amplia teoría acerca de la dinámica del conflicto y la ansiedad en la
neurosis.
El Zeitgeist de la época no permitió que se le diera una buena acogida. Aunque Dollard y
Miller se encontraron con un psicoanálisis ya bastante desarrollado, la terapia de la
conducta aún estaba forjándose.
o Años 60-70
Gran desarrollo de la tecnología conductual, y clima de lucha que enfatizaba las diferencias
en lugar de buscar los puntos de integración.
London: distinguió las terapias existentes entre aquellas centradas en la acción y las
centradas en el insight, y sugirió que un sistema capaz de articular ambos aspectos sería
mucho más útil.
o Años 70-80
En contraste con la visión clásica psicodinámica, su visión acerca del valor causal de los
conflictos infantiles es cíclica (los problemas y los síntomas son el resultado de círculos
viciosos que se mantienen en la situación actual). Aunque reconoce que la experiencia
temprana favorece determinada predisposición, se centra en los aspectos actuales del
círculo vicioso. Las experiencias pasadas, nos llevan a crear las condiciones actuales que
perpetúan el problema (la gente que escogemos y nuestras relaciones actuales, pueden
confirmar nuestras fantasías y visión del mundo que arrastramos desde la infancia).
Se tiende a evitar las relaciones con personas con las que existiría una mayor probabilidad
de generar cambio Þ Perpetuación de los patrones de interacción Þ El neurótico se
encuentra con una serie de experiencias que confirman sus predicciones, su visión del
mundo y de sí mismo.
Desde ésta visión cíclica del problema, es lógico pensar que conviene intervenir primero
sobre los factores actuales que lo mantienen para producir el cambio, y, por otro lado,
promover la comprensión de la persona acerca de su conflicto.
El mérito de ésta propuesta terapéutica no radica sólo en combinar técnicas de acción con
técnicas de insight, sino en postular los procedimientos conductuales como fuente de
nuevos insights, a la vez que éstos pueden generar nuevas conductas.
Desde los 70, además de la propuesta de Wachtel, han aparecido otras propuestas híbridas
que integran también la terapia psicoanalítica con la cognitiva, la cognitiva con la
sistémica, la humanista con la conductual (entre los humanistas es frecuente combinar dos
enfoques, por ejemplo, el análisis transaccional y la terapia guestáltica).
Esta integración articula distintos aspectos del funcionamiento humano, como los
cognitivos, emocionales, conductuales e interpersonales, y se nutren de las aportaciones
de muchas psicoterapias.
Muy a menudo, se basan en la psicología cognitiva y social, lo que mejora la conexión entre
la psicología académica y la psicoterapia.
Sin embargo, Neymeyer reconoce que el ITP puede llevarse acabo desde otras
epistemologías:
Sus defensores sostienen que las aparentes diferencias, esconden similitudes esenciales.
En los años 30, se encuentran ya propuestas de factores comunes, pero, no será hasta los
70-80, que aparezcan contribuciones sistemáticas y numerosas.
- Uno de los primeros artículos sobre los factores comunes fue el de Rosenzweig
(1936): señalaba que algunos factores podían explicar la efectividad de distintas
psicoterapias: la capacidad del terapeuta para inspirar esperanza y para
proporcionar una visión alternativa del self y del mundo.
- Alexander y French (1946): Proponen la "experiencia emocional correctiva" como
un proceso común de las psicoterapias. Consiste en "reexponer al paciente, en
circunstancias más favorables, a situaciones emocionales que no pudo manejar en
el pasado; El paciente debe experimentar una experiencia emocional correctiva
adecuada para poder reparar la influencia traumática de las experiencias previas.
- Estudios de Fiedler (1950): Se pidió a terapeutas de distintas escuelas y niveles
de experiencia que describieran los componentes que consideraban ideales para
una relación terapéutica (las psicoterapias estudiadas fueron sólo las
psicoanalítica, la adleriana y la no directiva) Þ Los terapeutas expertos, de distintas
orientaciones, coincidieron mas entre sí que los principiantes de su propia escuela.
- Carl Rogers (1957) contribuyó también a defender que la psicoterapia era
efectiva, no tanto por el empleo de técnicas, sino por el tipo particular de relación
humana que se establece con el cliente.
- En los 60 aparecen varias obras que proponen la psicoterapia como un proceso
de influencia social y de persuasión genérico, en contraste con las creencias que
enfatizaban los efectos técnicos específicos. La más influyente es la:
Centrado en los procesos y factores comunes a las distintas psicoterapias y que explicarían
su efecto general similar. Los autores más destacados son Alexander y Crencha (1946) y su
concepto de "experiencia emocional correctiva" y J. Frank (1961) centrada en la
psicoterapia como medio de reducir la "desmoralización" a través de determinados
"mitos" (teorías) y "rituales"(procedimientos) institucionalizados, sugiere que todas las
psicoterapias pueden ser igualmente efectivas, aunque lo hagan de formas distintas.
Frank, en su obra "Persuasión y curación" (1961), realiza una primera formulación de sus
factores comunes en base al análisis de las similitudes existentes en varios procesos de
Una relación de confianza de cierta carga emotiva (el paciente se ve afectado por algún
trastorno o malestar y, a veces, busca la ayuda desesperadamente) con el profesional de
ayuda. Para que la psicoterapia funcione, el cliente debe exponer sus problemas,
sentimientos y fantasías, y se debe sentir seguro de que todo lo que revele va a ser
confidencial.
Una explicación racional que da cuenta de los problemas del cliente y de los métodos de
tratamiento para su solución. La explicación que proporciona el terapeuta contribuye a
reducir el sufrimiento del cliente. Paradójicamente, el contenido de esa explicación no suele
ser crucial: Es más importante la confianza que muestra el terapeuta en lo que dice y hace
que sus formulaciones teóricas o los procedimientos empleados, así como la aceptación por
parte del cliente de la explicación, si ésta ayuda a dar sentido a su "desorden interior".
El proporcionar nueva información acerca del origen y la naturaleza de los problemas del
cliente y de las formas de tratarlo. En algunas escuelas se aprende mediante el
autodescubrimiento, en éstos casos, el terapeuta actúa como facilitador; En otros enfoques,
el terapeuta asume un rol pedagógico más estricto.
El enfoque de los factores comunes ha recibido mucha atención en las dos últimas décadas,
pero el trabajo de Frank permanece como su punto de referencia.
Otra aportación a este enfoque es la obra de Marvin Goldfried (1982): Sugiere que, donde
resulta más prometedora la búsqueda de factores comunes, es a un nivel intermedio entre
la teoría y la práctica, al nivel de las estrategias utilizadas por terapeutas de distintas
orientaciones.
Las propuestas de integración a partir de los factores comunes han recibido algunas
críticas. Haaga (1986) examina algunas de ellas y sugiere que cada modelo estudie la
utilidad de otras técnicas para enriquecerse, fomentando así el desarrollo "intraescuela".