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Ciudad de México, a 25 de enero de 2015.

Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas: Relator especial.


Reporte temático sobre la explotación de recursos naturales y el derecho a la libertad de
reunión pacífica y de asociación.

Respuesta al cuestionario para organizaciones de la sociedad civil.


Presenta: Foro para el Desarrollo Sustentable AC, de México.
Suscribe: Ramón Martínez Coria, presidente y director ejecutivo.
Datos de contacto: [email protected], móvil (+) 52 1 9671056478, tel-oficina
(+) 52 9676780456, www.chiltepines.worldpress.org, dirección Insurgentes Sur 4411-18-
401, Tlalpan, DF, México, CP14430.
Presenta: Centro de Estudios en Salud y Sociedad de El Colegio de Sonora.
Suscribe: Jesús Armando Haro Encinas, profesor investigador.
Datos de contacto: [email protected], móvil (+) 52 1 6622240400.

1. ¿Cuáles son los desafíos particulares en el ejercicio de los derechos de reunión


pacífica y asociación en el contexto de la explotación de recursos naturales en su
país o su región?

En el contexto mexicano, el ejercicio de los derechos individuales y colectivos a la libertad


de reunión pacífica y asociación es un campo de batalla con una gran heterogeneidad y
complejidad de situaciones locales, regionales y nacionales, cuando se refiere a la
explotación de recursos naturales para el usufructo de intereses privados en conflicto con
el interés público y los derechos de las comunidades vulneradas. Sin poder abarcar todo el
espectro problemático, nos centraremos en la circunstancia de los pueblos indígenas en la
defensa de sus derechos colectivos territoriales y políticos.

Desde 1992 se consumaron dos reformas a la Constitución Política de los Estado Unidos
Mexicanos que han marcado el curso de las movilizaciones de los pueblos indígenas, sus
comunidades y sus organizaciones en la defensa de sus tierras y territorios. Esas reformas,
por un lado, reconocieron que, con base en los postulados del Convenio 169 de la OIT, la
Nación mexicana está originalmente constituida por sus pueblos indígenas; por otro,
dieron por terminado el reparto agrario y desprotegieron legalmente el principio de
propiedad social de la tierra dotada a comunidades y ejidos, en gran medida de población
indígena.

La transformación del sistema constitucional hasta el momento actual en estas dos


direcciones, ha minimizado retóricamente el reconocimiento de los derechos humanos de
los pueblos indígenas al punto de denominarlos objeto de interés público pero no
reconociéndolos como entidades colectivas de derecho público; de tal forma que, no se
configuran sus derechos colectivos a la libre determinación con autonomía ni sus derechos
colectivos territoriales. Sin embargo, las reformas constitucionales para permitir la
privatización de tierras, bosques y aguas, se anclan en el acato a los tratados de libre
comercio y a las directrices de la banca internacional multilateral y privada que sujetan la
deuda pública; dando lugar a que los funcionarios públicos transformen sus competencias
y actuaciones en servidumbre administrativa y fiscal de empresarios privados nacionales y
trasnacionales, poderes fácticos que exigen e imponen la subasta de las tierras y los
patrimonios bioculturales de la Nación y los pueblos mexicanos, legitimada por el
autoritarismo neoliberal de la clase política universalmente corrupta.

En este marco, los principales desafíos para el ejercicio de los derechos a la libertad de
reunión pacífica y asociación para los pueblos indígenas, como para todos los mexicanos,
son la violencia generalizada, la violación masiva de derechos humanos y la impunidad
que la retroalimenta, la falta de acceso a la jurisdicción del Estado desde sus realidades
etnolingüísticas haciendo persistente y profundizando su discriminación y marginación
multidimensional; específicamente, se ha agravado la criminalización de los movimientos
comunitarios asociados a la defensa de su autonomía política y la integridad de sus tierras,
tales como la policía comunitaria de Guerrero, los gobernadores tradicionales y
representantes yaquis de Sonora y las autodefensas michoacanas.

En otra vertiente se ubican las luchas organizadas en forma de negociación política o ante
los tribunales, por las amenazas o hechos de despojo de tierras y patrimonios
bioculturales, así como por el desplazamiento forzado de comunidades con derechos
agrarios por efecto de grandes obras de infraestructura y concesiones a capitales privados
para la extracción y usufructo de recursos naturales. En estos casos, los legisladores
modifican las leyes y regulaciones a modo de los intereses privados, los tres niveles de
gobierno se encargan de transferir los recursos y bienes públicos al capital privado
criminalizando al movimiento social, así como los jueces administran la justicia para
normalizar el saqueo y la represión.

La lucha territorial de los pueblos indígenas está cruzada por otro actor indisoluble a la
alineación de funcionarios públicos corruptos y empresas privadas de capital global, es el
denominado crimen organizado. Significa que, el límite y la diferencia entre estos tres
grupos de interés se desdibujó. Desapariciones forzadas, ejecuciones arbitrarias, tráfico y
acasillamiento de migrantes, persecución y amenazas, forman parte del entorno de riesgo
para los representantes y autoridades tradicionales de los pueblos indígenas, sus
comunidades y organizaciones, así como de los actores de la sociedad civil y académicos
que los acompañamos, tanto en la defensa de sus territorios como en la visibilización y
denuncia de casos y situaciones graves. Los aprendizajes y las prácticas emergentes del
lado de los pueblos, cada vez más, es la formación de redes y frentes comunes que
buscan articular y potencializar las estrategias de gestión de derechos ante las instancias
internacionales multilaterales y de observación civil de derechos humanos.

Un reto en extremo difícil es desentrañar y desactivar desde las instituciones y las leyes,
aquellas prácticas constantes de funcionarios de gobierno, que utilizan su autoridad para
implantar representantes comunitarios apócrifos con los que suscribe la cesión de
derechos sobre la tierra y los recursos naturales, exhibiendo y legalizando una supuesta
anuencia de las comunidades vulneradas sin que medie ningún tipo de consulta o
consentimiento previo, libre e informado, en los términos del derecho internacional
reconocido por el sistema constitucional. Ni siquiera las directrices operacionales
(poblaciones indígenas y desplazamientos involuntarios) del Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo se respetan, a pesar de que condicionan capitales de
inversión en esas obras que tienen correlato de endeudamiento público para beneficio del
interés privado.
En 2011, la reforma constitucional federal en materia de derechos humanos equiparó el
rango de las convenciones internacionales suscritas y ratificadas por México a ley
suprema; en 2013, la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó un protocolo para la
procuración y administración de justicia a las personas, comunidades y pueblos indígenas,
con un apartado específico para la protección de sus tierras y territorios. Sin embargo,
estas nuevas regulaciones no son aplicadas de oficio ni forman parte de las plataformas de
política pública que pregonan gobernantes y partidos políticos, tampoco del buen saber y
entender de los juzgadores y magistrados, ni de los empresarios que se auto-adscriben
como socialmente responsables.

Las empresas de capital privado implicadas en el acaparamiento de tierras y la extracción


masiva de recursos naturales (agua, bosques y selvas, biodiversidad: genomas y saberes
tradicionales asociados, minerales, petróleo, gas, energía eólica y geotérmica), incluso de
los patrimonios culturales tangibles e intangibles por la industria turística; constituyen un
actor que no incorpora en el parámetro de empresa socialmente responsable la promoción
y protección de los derechos humanos colectivos específicos de los pueblos indígenas, los
que más lejos llegan estipulan algunas garantías laborales o marcan el factor de género en
términos salariales.

El desdén por hacer efectivo el derecho de los pueblos a ser previamente consultados
sobre su consentimiento libre e informado para ceder sus derechos a la tierra, tanto por
los empresarios como por funcionarios de los tres niveles de gobierno, cambió cuando los
pueblos indígenas desde 2013 comenzaron a obtener sentencias a su favor en los
tribunales, incluso en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para revocar concesiones
de extracción o usufructo de recursos naturales a particulares por la violación a este
derecho por parte de las autoridades competentes.

El Ejecutivo federal, a través de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos


Indígenas, ha generado un denominado protocolo de consulta previa, que sin embargo no
es reconocido como regla de operación por ningún otro sector de la misma administración;
en este sentido, no hay concordancia entre las leyes que condicionan las concesiones de
referencia a un manifiesto de impacto ambiental con las que salvaguardan los territorios
históricos y los patrimonios bioculturales de los pueblos indígenas. Durante la actual
administración de Peña Nieto, la subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría de
Gobernación federal ha publicitado como buena gestión la implementación de una
consulta previa a los pueblos ikoots de la costa de Oaxaca respecto a los parques eólicos
industriales ya concesionados, donde las comunidades están movilizadas y mantienen
negociaciones políticas al mismo tiempo que llevan sus procesos a los tribunales; los
gobernantes negocian y administran los conflictos con una mano, con la otra socaban o
reprimen la organización de base comunitaria en resistencia, violan derechos humanos y
deniegan la justicia al que no la paga. En el momento mismo en que escribimos estas
líneas se está produciendo el colapso de ese diálogo por la consulta fallida.

Podemos decir que no se ha podido concretar ninguna consulta previa, libre e informada a
pueblos indígenas bajo los estándares prescritos en las convenciones internacionales
suscritas. En sentido contrario, son innumerables los casos de líderes indígenas,
defensores de derechos humanos y periodistas, encarcelados, perseguidos, amenazados,
desaparecidos o asesinados, donde los empresarios en colusión con las autoridades usan
la fuerza pública y contratan sicarios o grupos de choque para persuadir e imponer sus
intereses a cualquier costo social o político.

2. En qué medida estos desafíos derivan de:

a. Lagunas/deficiencias en el marco legal nacional o internacional.

Retomando lo expuesto líneas arriba, el sistema constitucional mexicano está lleno de


contradicciones y omisiones, concretamente en lo relativo al ejercicio de los derechos
colectivos de los pueblos indígenas a la libre determinación con autonomía y al territorio,
como parte de la jurisdicción del Estado, donde sus derechos a la libertad de reunión
pacífica y asociación quedan duramente comprometidos y sistemáticamente violentados.
Hemos señalado que existe una tensión entre reconocer el sistema universal de derechos
humanos como fuente de derechos constitucionales, al mismo tiempo que se acatan las
imposiciones de los tratados y sistemas multilaterales de libre comercio que violentan
gravemente la dignidad e integridad de personas, comunidades y pueblos.

En esta sintaxis, las empresas privadas de capital global, en una especie de revolución
neo-conservadora han desencadenado la nueva y tal vez última etapa de acumulación, a
partir del acaparamiento máximo de territorios y la extracción masiva de recursos
naturales hasta en los últimos rincones del planeta, que son los territorios de los pueblos
originarios que quedan. Las leyes y las instituciones mexicanas tienden más a
desregularizar el despojo de los patrimonios territoriales y bioculturales de los pueblos, así
como el desplazamiento forzado de sus poblaciones, para ceder todo a la inversión y
explotación privada trasnacional.

Si bien esta violación sistemática del derecho a la consulta previa y al consentimiento libre
e informado, particularmente en lo que se refiere a la cesión de derechos sobre los
territorios históricos de comunidades y pueblos indígenas, ha sido el acicate para que
desde los tribunales se contengan algunas concesiones; su hipotético cumplimiento por
parte de la autoridad del Estado, no garantiza nada porque no tiene valor vinculante para
quien resulte responsable. Tampoco existe enunciativamente la materia territorial del
derecho de los pueblos indígenas, sino que se mantiene implícito, sujetado al derecho
agrario hegemónico, que ahora ya no tutela el reparto agrario, ni tutela la propiedad social
de la tierra, ni la tenencia colectiva de las comunidades, ni la sucesión al cónyuge y los
hijos, tampoco restringe más la formación de latifundios privados.

Hablando de las convenciones internacionales y los organismos multilaterales que las


pregonan y dicen salvaguardar, el principal reto consiste en que se abran efectivamente
los canales y los mecanismos que aseguren que la voz de los pueblos indígenas será
escuchada y documentada en los acuerdos que se adoptan, vinculantes o no para los
Estados; es menester que las agencias de Naciones Unidas provean lo necesario para que
esos mecanismos más accesibles lo sean también en términos de pertinencia cultural,
además de que sean subsidiados de manera conjunta por los mismos multilaterales y los
Estados a través de sus gobiernos nacionales.
b. Ineficacia, no-independencia, incapacidad, falta de voluntad política o
corrupción de las instituciones de gobierno.

Como parte de la falsa retórica sobre la democratización del Estado mexicano, la clase
político-empresarial en el poder de ninguna manera ha permitido la efectiva separación de
los poderes del Estado, de tal forma que la corrupción empieza y termina donde los
legisladores no son verdaderos representantes del pueblo, los tribunales no administran
justicia sino que acatan órdenes de quien la paga, así como los gobernantes ahora
aparecen como servidumbre de empresas globales y el crimen organizado. Podemos
pensar que la ineficiencia, la incapacidad y la falta de voluntad política en todo el edificio
del Estado mexicano, son perfiles que están inoculados por la misma mano fáctica, que
tiene una terrible vecindad con la geopolítica del vecino del Norte. Esa es la verdadera no-
independencia de nuestras instituciones.

c. Respecto al ambiente empresarial general:


i. Falta de adopción voluntaria de directrices internacionales
estandarizadas.
ii. Desregulación y actuación pro-empresarial por parte del gobierno.
iii. Desigualdad en el poder y las condiciones de negociación por parte
de las comunidades locales.

Tal y como está la discusión en el ámbito multilateral internacional respecto a la tensión


entre negocios y derecho humanos, es necesario distinguir en el contexto mexicano a las
pequeñas y medianas empresas de las grandes empresas privadas de capital global
(mexicanas o de otros países, o de ninguno), aquellas también son actores vulnerables y
violentados en sus derechos, éstas son las verdaderas depredadoras que de facto o de
jure están devastando el territorio nacional, con particular avidez en los territorios
ancestrales de los pueblos originarios que quedan; considerando que México es uno de los
países de mega diversidad biocultural donde este despojo de gran escala deriva en una
vertiginosa pauperización y diáspora de las comunidades tradicionales. En este país, las
empresas del gran capital consuman sin cesar etnocidios y degradación ambiental sin
parangón.

Mientras que el Estado mexicano desregula y facilita el saqueo patrimonial territorial y


biocultural del país y de los pueblos indígenas, ninguna macro-empresa inscribe aquí
(aunque lo haga en su país de origen excepto si es de aquí) el respeto de los derechos
humanos en general, ni el de los pueblos en particular como un valor ético-político en su
gestión institucional; las directrices internacionales estandarizadas, si no derivan de algún
protocolo vinculante para el Estado de origen u organismo financiero multilateral que
condicione la inversión pública con deuda externa, simplemente no es considerada ni para
publicidad.

Tomando lo hasta aquí expuesto, es explícita la enorme brecha de desigualdad en el


poder y las condiciones de diálogo político o negociación de las comunidades y pueblos
indígenas frente al consorcio autoridades-del-Estado/empresas-trasnacionales-de-interés-
privado (donde el socio incómodo suele ser el denominado y omnisciente crimen
organizado). Cuando las comunidades indígenas se organizan, se movilizan, reclaman sus
derechos específicos, exigen justicia, denuncian la violencia sistemática que se ejerce
desde los poderes públicos contra ellos, son amenazados reprimidos, estigmatizados,
criminalizados, intervenidos, segregados, humillados, torturados, despojados y forzados a
irse de sus lugares de origen; a veces la violencia contra ellos la ejerce el Estado con la
fuerza pública pero también con las fuerzas armadas, otras veces la ejecutan sicarios y
paramilitares pagados por cualquier tipo de poder fáctico trasnacional, que también puede
ser mexicano.

d. Respecto a las propias empresas individuales:


i. Prioridad de ganancias sobre la protección de derechos.
ii. Sin interés en consultar a las comunidades locales.
iii. Aprovechamiento de la corrupción del gobierno.

Como se expone más abajo en el perfil concreto del caso del pueblo guarijío de Sonora,
amenazado de despojo territorial y desplazamiento forzado de su población por efecto de
la presa Los Pilares ya en construcción, las empresas que hemos detectado implicadas en
los contratos derivados de la concesión de la obra como las interesadas en el manejo y
usufructo del agua, están directamente vinculadas con el gobernador del estado del
Partido Acción Nacional y con el diputado federal que preside la fracción parlamentaria del
Partido Revolucionario Institucional. En esta ecuación, el conflicto de interés entre la
función pública que regula los procesos de factibilidad, concesión y licitación de la obra,
respecto a los empresarios que juegan en la subasta correlativa, se resuelve en las
mismas personas cuando los funcionarios públicos y empresarios de referencia son las
mismas personas. En tal sentido, es flagrante que la corrupción de estos funcionarios está
en pos de los recursos públicos de inversión y de los beneficios de la obra que privatiza el
uso del agua.

Como exponemos en el análisis del caso, no se trata solamente de la falta de voluntad


política o de conciencia sobre la obligación de llevar a cabo los procesos consultivos
estandarizados en el derecho público internacional y el sistema constitucional mexicano,
tanto para las instituciones públicas como para las empresas privadas, sino que la
corrupción y la impunidad llevan a las prácticas violatorias de otros derechos al grado de
catástrofe humanitaria. El ejercicio del derecho a la consulta previa de los pueblos
indígenas, tiene algunos resquicios de esperanza con las recientes resoluciones judiciales
que han revocado concesiones y obras ya en curso, sin embargo no existe una política
preventiva de la violación de los derechos territoriales de los pueblos indígenas, ni
herramientas legales que contengan o poscriban el abuso de autoridad para despojar a las
comunidades de sus tierras o socavar sus derechos agrarios; trágicamente, la mayoría de
las veces la lucha en los tribunales resulta onerosa o impracticable por precariedad
organizativa de las comunidades vulneradas, en muchísmas ocasiones las comunidades
más tradicionales no conocen ninguna forma jurídica de su relación con el Estado, no
saben que tienen derechos constitucionales o derechos humanos universalemente
reconocidos, la desesperación los hace reaccionar o pedir ayuda generalmente cuando
estos despojos patrimoniales y desplazamientos forzados se producen o son inminentes.

De cualquier manera, las pocas empresas auto-adscritas como socialmente responsables


que tratan de participar de forma legal en la subasta de contratos, para estudios de
factibilidad o impacto, construcción de obras, extracción de recursos energéticos o
minerales, aprovechamiento y usufructo de tierras, aguas y recursos naturales, desarrollos
inmobiliarios y turísticos; también son extorsionadas y sujetadas a condiciones
extralegales de reparto de utilidades o cohecho. No existen vasos comunicantes entre las
empresas locales y las comunidades o la sociedad civil que las acompaña, tampoco hay
vinculación entre actores académicos con ninguno de los anteriores, este hecho es
significativo porque parece intencionalmente rota la comunicación y el flujo de información
entre todos estos actores no gubernamentales que bien podrían articularse mejor en pos
del ejercicio de derechos como lengua franca política.

3. ¿Qué tipo de acciones deben tomarse para mitigar estos desafíos?

Internamente en el país, existe una percepción generalizada de que las cosas no pueden ir
más lejos que la ignominia de Ayotzinapa en Guerrero; sin embargo, cuando uno trata de
hacer un recuento, no diacrónico sino sincrónico de la escala del problema, no se ven las
orillas del incendio. Es imperativo que la opinión pública mundial siga dando cuenta de
todo este panorama devastador, pero es igualmente apremiante que los organismos
multilaterales de los sistemas internacionales de derechos humanos hagan su trabajo,
ejerciendo presión político-diplomática y de otro tipo que definan sus competencias hacia
el gobierno de México para que, al menos, permita la intervención de observadores civiles
internacionales que nos ayuden a detener, inventariar, documentar, denunciar y llevar a
los fueros internacionales de justicia los casos en cuestión. Aquí nos restringimos a perfilar
la perspectiva de los pueblos indígenas respecto a sus territorios y patrimonios
bioculturales pero todo el país está en llamas.

Una estrategia que puede servir es la presión internacional directa sobre las instituciones
del Poder Judicial, así como el fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones de
la sociedad civil y de la base comunitaria de los pueblos para la defensa de sus derechos
específicos, no sólo conociendo mejor el sistema constitucional nacional sino reconociendo
y buscando la activación de los mecanismos y fueros en los sistemas internacionales
multilaterales de derechos humanos, en este caso el de Naciones Unidas y el
Interamericano; en al menos dos sentidos: a) soporte técnico, acompañamiento y co-
financiación para la formación y el fortalecimiento de capacidades de gestión frente a
organismos estatales y empresas trasnacionales; b) abrir y acercar los mecanismos y
espacios de participación y representación en las agencias multilaterales al interés de los
pueblos indígenas, sus comunidades y organizaciones.

Es Imperativo abrir los canales multilaterales a las voces de los pueblos indígenas y de la
sociedad civil organizada en su entorno, facilitando, simplificando y acortando plazos y
procedimientos que se vuelven inalcanzables en el tiempo y el espacio, incosteables,
insostenibles socialmente y al final inocuos, cuando los pueblos indígenas no tienen
representación formal ante estos organismos internacionales de derechos humanos y las
disposiciones a su favor no son vinculantes. Es urgente acabar con esta discriminación
sistémica promoviendo deliberaciones y acuerdos para obligar a los Estado a subsidiar o
coinvertir con los mismos multilaterales, para garantizar la plena participación y
representación de las comunidades y pueblos indígenas en esos organismos y foros; los
mecanismos que protejan su acceso y participación deben ser co-diseñados y co-
gestionados con ellos mismos, de tal forma que se apeguen a sus parámetros culturales y
lenguas en uso.
4. Sírvase presentar estudios de casos concretos que ilustren actividades de
explotación de recursos naturales, que tienen efecto positivo/negativo en los
derechos de reunión pacífica y asociación. Se valorarán ejemplos que muestren si
la acción gubernamental/empresarial ayuda o perjudica la protección y promoción
del derecho a la libertad de reunión pacífica y asociación.

Se expone el caso del pueblo guarijío, asentado en la cuenca media del Río Mayo en
Sonora, México, amenazado de despojo territorial y desplazamiento forzado de sus
comunidades por la construcción en curso de la presa Los Pilares; donde el gobierno
estatal ha intervenido con violencia las asambleas comunitarias para dividir los consensos
e imponer representantes comunitarios apócrifos, que usurpan las competencias de los
gobernadores tradicionales legítimos para efecto de suscribir contratos ilegales de cesión
de derechos sobre la tierra con los consorcios empresariales beneficiarios de la licitación
de la obra, así como ha violado su derecho a ser consultados de manera previa, para para
consentir o no de forma libre e informada.

El pueblo guarijío vive históricamente en la cuenca media del Río Mayo, en la Sierra Madre
Occidental al sur del estado de Sonora, frontera con el estado de Chihuahua; su población
actual, de acuerdo con estudios recientes, es de 1800 persona que residen
mayoritariamente en comunidades constituidas en tres núcleos agrarios ejidales y algunos
poblados contiguos. La dotación legal de sus tierras se produjo apenas en la década de
1980, considerando que el Estado mexicano reconoció su existencia hasta 1976 siendo el
último pueblo indígena en ser identificado como parte de la Nación mexicana. Su cultura
étnica está íntimamente vinculada a los ecosistemas que configuran la selva baja
caducifolia más septentrional del Continente americano (territorio que los biólogos
norteamericanos han denominado “the secret forest”); es relevante marcar que esta
región mantiene un estatuto de “área para la protección de recursos naturales” desde
1948. La altitud sobre el nivel del mar varía de 240 hasta 700 msnm, encontrándose
elevaciones de hasta casi 1000 metros en algunos puntos de la sierra. Lo escarpado de la
configuración del terreno y las diferencias de elevación sobre el nivel del mar ocasionan
que las condiciones climatológicas varíen en la región, registrándose cambios abruptos.

El ejido Guarijíos-Burapaco se ubica en el municipio de Álamos y tiene 13,675-07-20


hectáreas para 162 ejidatarios actualmente registrados. Su principal centro de población
es Mesa Colorada. Otras localidades son Mochibampo, Aquinavo, Bavícora, Boca del
Arroyo, Gocojaqui, Las Garzas, El Chalate, El Sauz, La Chuna, El Jovehui y Rancho Nuevo.
El segundo ejido es Guarijíos-Los Conejos, creado en 1983, con 6,355-46-24 hectáreas
para 67 ejidatarios registrados. Sus localidades se encuentran en el municipio Quiriego,
donde está su principal asentamiento, que es Los Bajíos, además de los poblados de
Basicorepa, El Aguaro, Los Plátanos y Todos Santos; y, en el municipio de Álamos, la
comunidad de Los Estrados, que ha devenido en un importante centro por la dotación de
servicios. Por su parte, el ejido Guajaray cuenta con 5,024-00-00 hectáreas para 32
ejidatarios registrados (de orígenes yori, mayo y guarijío). Además, la Sociedad de
Producción Rural “Guarijíos de San Bernardo” tiene dos pequeñas propiedades
(Bacajaquito y Toma de Agua), con 200-00-01.7426 y 200-05-45.26 hectáreas
respectivamente, con 83 socios co-propietarios, residentes de Colonia Macurahui y los
Jacales. Fueron adquiridas en el acto mismo de su creación, el 12 de diciembre de 2001.
Este proyecto de la presa Los Pilares constituye una clara amenaza de despojo territorial y
desplazamiento forzado de las comunidades guarijías como de sus prácticas productivas,
estrategias de sobrevivencia y patrimonio cultural en particular sus lugares sagrados, así
como pone en riesgo los ecosistemas y la biodiversidad en esta cuenca cuando el proyecto
de obra implica cortar el flujo del río y la inundación de zonas aun inexploradas. La gestión
del gobierno mexicano, viola los derechos colectivos del pueblo guarijío reconocidos en las
convenciones internacionales y el sistema constitucional, cuando ha otorgado concesiones
a la inversión privada sin haber consultado a las comunidades locales y sin tener un
diagnóstico de impacto ambiental confiable. Nuestra intervención busca el efectivo acceso
del pueblo guarijío a la jurisdicción del Estado, bajo los estándares internacionales de
derechos humanos. En el peor de los escenarios, este proyecto de presa puede derivar en
etnocidio aunque ya a generado conflicto interno que puede llevar en breve a una
contingencia humanitaria. El apoyo que buscamos es para acompañar al pueblo guarijío
en su defensa territorial, a partir de alianzas estratégicas que nos permitan visibilizar el
caso ante la opinión pública y los organismos multilaterales de derechos humanos, así
como reducir su vulnerabilidad a la contingencia humanitaria por desplazamiento forzado.

a. Supresión/facilitación de protestas pacíficas


b. Hostigamiento/facilitación a organizaciones de la sociedad civil y/o grupos
de base implicados en la oposición a un proyecto.
c. Resultados alcanzados en consultas realizadas o no realizadas con las
comunidades afectadas.

El proyecto de presa fue detonado en 2010-2011, con la promoción que hicieran


empresarios agroindustriales de la cuenca baja del Río Mayo para que el caudal les
garantizara agua en su distrito privado de riego de riego. Desde el principio, el gobierno
estatal y estos empresarios quisieron atajar camino al despojo de las tierras guarijías
suscribiendo convenios individuales apócrifos de cesión de derechos sobre las tierras no
ejidales a cambio de supuestos pagos sin más que la promesa. En esa circunstancia una
red de asesores de la sociedad civil intervenimos y acompañamos a los representantes y
autoridades comunitarias a para investigar sobre el proyecto de obra e instalar mesas de
diálogo con los tres niveles de gobierno. Esta ruta de gestión se sostuvo hasta noviembre
de 2012, cuando se firmaron unos acuerdos donde los tres niveles de gobierno se
comprometieron con la tribu guarijía a implementar el proceso de consulta previa bajo los
estándares del derecho internacional. Estos acuerdos nunca se han cumplido.

En diciembre de 2012 las elecciones para la presidencia de la República y el Congreso


federal generaron una coyuntura que el gobierno estatal, directamente implicado como
parte de los empresarios privados interesados en la presa, aprovecho para violentar a las
asambleas comunitarias, secuestrar, amenazar y suplantar a las autoridades tradicionales
y a los representantes de las asambleas ejidales. El proceso escaló hasta agosto de 2013
cuando el grupo de académicos y gestores de la sociedad civil que los acompañamos
fuimos amenazados de muerte por los operadores del mismo gobierno estatal y los
mercenarios contratados por las empresas privadas asociadas a la obra de la presa. En
ese mismo año, el gobierno estatal dio por inaugurada la construcción de la presa sin
ningún trámite de afectación formal de las comunidades vulneradas ni consulta previa, ni
diálogo político.
El que suscribe y el Dr. Armando Haro, investigador académico de El Colegio de Sonora, a
partir de las amenazas de muerte contra nuestras personas nos adscribimos al Programa
de Protección para Defensores de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación
federal; a partir de lo cual, nos fue asignada una escolta armada de la policía federal para
que nos acompañara a las asambleas bajo amenaza de los sicarios y operadores del
gobierno estatal. Aún en tal situación, el gobernador tradicional guarijío de San Bernardo
fue humillado y violentado en su dignidad, cuando los operadores del ayuntamiento de
Álamos (Sonora) impuso la designación de un representante apócrifo con el cual mantener
una aparente anuencia para que la obra continúe.

Simultáneamente, otras comunidades no guarijías también afectadas por la presa


decidieron interponer juicios agrarios donde obtuvieron sentencias que instruían parar la
presa; sin embargo, sus líderes fueron inmediatamente reprimidos, secuestrados de
manera forzada y encarcelados si proceso judicial de por medio.

Dado el inicio de los trabajos de la obra, en vista de la violación del derecho a la consulta
previa al pueblos guarijío, desde diciembre de 2013 se interpuso un juicio de amparo
contra el proyecto de la presa, así como actualmente estamos en la preparación de un
juicio de amparo contra el despojo de tierras y recursos naturales, que pretendemos
fortalecer con la exigencia a los juzgadores para hacer valer el ejercicio de los derechos
territoriales de este pueblo, lo que incluye la protección de su patrimonio biocultural.

5. ¿Qué medidas o acciones recomienda a los Estados, las empresas y los individuos,
para mejorar la promoción y protección de estos derechos, en políticas, proyectos,
objetivos y compromisos con la sociedad civil?

Nuestra propuesta de co-gestión se basa en el fortalecimiento de las capacidades de


organización y autogestión comunitaria, para el ejercicio de sus derechos colectivos
territoriales y políticos, en la perspectiva de prevenir el despojo de tierras y el
desplazamiento forzado; a partir de lo cual se garantice la seguridad jurídica sobre su
territorio, como condición para la gestión de un proceso de desarrollo local en el marco
de un plan de manejo y aprovechamiento sustentable de la cuenca media del Río Mayo.

Este perfil de intervención enfoca la participación comunitaria para un diagnóstico integral


y el levantamiento de una línea de base, que nos permita la caracterización de las
condiciones en las que viven las familias por hogar y así determinar las estrategias
prioritarias para la seguridad alimentaria, la salud comunitaria y la inversión productiva
con perspectiva del manejo de riesgos socio-ambientales. Recomendamos que este
proceso se lleve a cabo con el acompañamiento articulado de organismos multilaterales
internacionales de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil, con anuencia y
en alianza estratégica con las asambleas comunitarias, sus representantes y autoridades
tradicionales legítimas

Esta actuación puede ser piedra angular para prevenir o mitigar los factores de riesgo y
las vulnerabilidades del pueblo guarijío, su territorio y su patrimonio biocultural, que se
presentan con el proyecto de presa en curso; si logramos que el Estado mexicano
garantice la seguridad jurídica del territorio guarijío, estaremos creando las condiciones
para que este pueblo ejerza su derecho colectivo a la vida y con ello las condiciones para
la protección y conservación de la selva baja caducifolia en la que viven. Hasta el
momento actual ningún pueblo indígena mexicano ha logrado esta certeza jurídica, de tal
forma que este caso puede aportar un parámetro nacional para la definición de políticas
públicas y criterios jurisdiccionales que están pendientes.

De nuevo, la actuación de los organismos multilaterales internacionales y los de


observación civil de derechos humanos en clave para el monitoreo de la acción de las
instancias de gobierno en términos de transparencia, rendición de cuentas y acceso a la
información, además del fortalecimiento y monitoreo de las instancias de procuración y
administración de justicia

El objetivo estratégico es sostener el proceso de defensa de sus derechos colectivos


territoriales en tribunales nacionales e instancias internacionales, así como fortalecer sus
capacidades de gestión para el diálogo político y la negociación con autoridades y actores
multilaterales. Es imperativo dar continuidad a la asesoría y representación legal en el
juicio de amparo en curso por la violación de su derecho a la consulta y el consentimiento
previo, libre e informado; también lo es iniciar el correspondiente juicio agrario para
proteger sus derechos ejidales contra el despojo de tierras y el desplazamiento forzado.
Por otro lado, se requiere escalar la defensa hacia el Sistema Interamericano de Derechos
Humanos y el Sistema de Naciones Unidas, en vista del avance de las obras de la presa sin
que existan respuestas derivadas de las negociaciones hasta ahora sostenidas, lo que viola
los derechos humanos individuales y colectivos de la tribu por acción directa del Gobierno
de Sonora y omisión de las instituciones federales.

Estratégicamente, es necesario: i) fortalecer a las autoridades tradicionales y


representantes guarijíos, como grupo articulado en la co-gestión con los asesores civiles y
como locutor de las asambleas comunitarias; ii) evaluar y redefinir su actuación en las
mesas de negociación que se han instalado con la Secretaría de Gobernación federal; iii)
denunciar las violaciones al debido proceso en los tribunales nacionales, ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos; iv) sostener la defensa y su representación ante
los órganos jurisdiccionales mexicanos; v) visibilizar y denunciar el caso en medios y ante
las redes sociales. Lo más urgente es disponer de recursos para el pago de dos abogados
defensores, asegurando al menos 18 meses de honorarios y gastos operativos, así como
para la movilización de un gestor ante el Sistema Interamericano.

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