Foro Desarrollo Sustentable S
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Desde 1992 se consumaron dos reformas a la Constitución Política de los Estado Unidos
Mexicanos que han marcado el curso de las movilizaciones de los pueblos indígenas, sus
comunidades y sus organizaciones en la defensa de sus tierras y territorios. Esas reformas,
por un lado, reconocieron que, con base en los postulados del Convenio 169 de la OIT, la
Nación mexicana está originalmente constituida por sus pueblos indígenas; por otro,
dieron por terminado el reparto agrario y desprotegieron legalmente el principio de
propiedad social de la tierra dotada a comunidades y ejidos, en gran medida de población
indígena.
En este marco, los principales desafíos para el ejercicio de los derechos a la libertad de
reunión pacífica y asociación para los pueblos indígenas, como para todos los mexicanos,
son la violencia generalizada, la violación masiva de derechos humanos y la impunidad
que la retroalimenta, la falta de acceso a la jurisdicción del Estado desde sus realidades
etnolingüísticas haciendo persistente y profundizando su discriminación y marginación
multidimensional; específicamente, se ha agravado la criminalización de los movimientos
comunitarios asociados a la defensa de su autonomía política y la integridad de sus tierras,
tales como la policía comunitaria de Guerrero, los gobernadores tradicionales y
representantes yaquis de Sonora y las autodefensas michoacanas.
En otra vertiente se ubican las luchas organizadas en forma de negociación política o ante
los tribunales, por las amenazas o hechos de despojo de tierras y patrimonios
bioculturales, así como por el desplazamiento forzado de comunidades con derechos
agrarios por efecto de grandes obras de infraestructura y concesiones a capitales privados
para la extracción y usufructo de recursos naturales. En estos casos, los legisladores
modifican las leyes y regulaciones a modo de los intereses privados, los tres niveles de
gobierno se encargan de transferir los recursos y bienes públicos al capital privado
criminalizando al movimiento social, así como los jueces administran la justicia para
normalizar el saqueo y la represión.
La lucha territorial de los pueblos indígenas está cruzada por otro actor indisoluble a la
alineación de funcionarios públicos corruptos y empresas privadas de capital global, es el
denominado crimen organizado. Significa que, el límite y la diferencia entre estos tres
grupos de interés se desdibujó. Desapariciones forzadas, ejecuciones arbitrarias, tráfico y
acasillamiento de migrantes, persecución y amenazas, forman parte del entorno de riesgo
para los representantes y autoridades tradicionales de los pueblos indígenas, sus
comunidades y organizaciones, así como de los actores de la sociedad civil y académicos
que los acompañamos, tanto en la defensa de sus territorios como en la visibilización y
denuncia de casos y situaciones graves. Los aprendizajes y las prácticas emergentes del
lado de los pueblos, cada vez más, es la formación de redes y frentes comunes que
buscan articular y potencializar las estrategias de gestión de derechos ante las instancias
internacionales multilaterales y de observación civil de derechos humanos.
Un reto en extremo difícil es desentrañar y desactivar desde las instituciones y las leyes,
aquellas prácticas constantes de funcionarios de gobierno, que utilizan su autoridad para
implantar representantes comunitarios apócrifos con los que suscribe la cesión de
derechos sobre la tierra y los recursos naturales, exhibiendo y legalizando una supuesta
anuencia de las comunidades vulneradas sin que medie ningún tipo de consulta o
consentimiento previo, libre e informado, en los términos del derecho internacional
reconocido por el sistema constitucional. Ni siquiera las directrices operacionales
(poblaciones indígenas y desplazamientos involuntarios) del Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo se respetan, a pesar de que condicionan capitales de
inversión en esas obras que tienen correlato de endeudamiento público para beneficio del
interés privado.
En 2011, la reforma constitucional federal en materia de derechos humanos equiparó el
rango de las convenciones internacionales suscritas y ratificadas por México a ley
suprema; en 2013, la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó un protocolo para la
procuración y administración de justicia a las personas, comunidades y pueblos indígenas,
con un apartado específico para la protección de sus tierras y territorios. Sin embargo,
estas nuevas regulaciones no son aplicadas de oficio ni forman parte de las plataformas de
política pública que pregonan gobernantes y partidos políticos, tampoco del buen saber y
entender de los juzgadores y magistrados, ni de los empresarios que se auto-adscriben
como socialmente responsables.
El desdén por hacer efectivo el derecho de los pueblos a ser previamente consultados
sobre su consentimiento libre e informado para ceder sus derechos a la tierra, tanto por
los empresarios como por funcionarios de los tres niveles de gobierno, cambió cuando los
pueblos indígenas desde 2013 comenzaron a obtener sentencias a su favor en los
tribunales, incluso en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para revocar concesiones
de extracción o usufructo de recursos naturales a particulares por la violación a este
derecho por parte de las autoridades competentes.
Podemos decir que no se ha podido concretar ninguna consulta previa, libre e informada a
pueblos indígenas bajo los estándares prescritos en las convenciones internacionales
suscritas. En sentido contrario, son innumerables los casos de líderes indígenas,
defensores de derechos humanos y periodistas, encarcelados, perseguidos, amenazados,
desaparecidos o asesinados, donde los empresarios en colusión con las autoridades usan
la fuerza pública y contratan sicarios o grupos de choque para persuadir e imponer sus
intereses a cualquier costo social o político.
En esta sintaxis, las empresas privadas de capital global, en una especie de revolución
neo-conservadora han desencadenado la nueva y tal vez última etapa de acumulación, a
partir del acaparamiento máximo de territorios y la extracción masiva de recursos
naturales hasta en los últimos rincones del planeta, que son los territorios de los pueblos
originarios que quedan. Las leyes y las instituciones mexicanas tienden más a
desregularizar el despojo de los patrimonios territoriales y bioculturales de los pueblos, así
como el desplazamiento forzado de sus poblaciones, para ceder todo a la inversión y
explotación privada trasnacional.
Si bien esta violación sistemática del derecho a la consulta previa y al consentimiento libre
e informado, particularmente en lo que se refiere a la cesión de derechos sobre los
territorios históricos de comunidades y pueblos indígenas, ha sido el acicate para que
desde los tribunales se contengan algunas concesiones; su hipotético cumplimiento por
parte de la autoridad del Estado, no garantiza nada porque no tiene valor vinculante para
quien resulte responsable. Tampoco existe enunciativamente la materia territorial del
derecho de los pueblos indígenas, sino que se mantiene implícito, sujetado al derecho
agrario hegemónico, que ahora ya no tutela el reparto agrario, ni tutela la propiedad social
de la tierra, ni la tenencia colectiva de las comunidades, ni la sucesión al cónyuge y los
hijos, tampoco restringe más la formación de latifundios privados.
Como parte de la falsa retórica sobre la democratización del Estado mexicano, la clase
político-empresarial en el poder de ninguna manera ha permitido la efectiva separación de
los poderes del Estado, de tal forma que la corrupción empieza y termina donde los
legisladores no son verdaderos representantes del pueblo, los tribunales no administran
justicia sino que acatan órdenes de quien la paga, así como los gobernantes ahora
aparecen como servidumbre de empresas globales y el crimen organizado. Podemos
pensar que la ineficiencia, la incapacidad y la falta de voluntad política en todo el edificio
del Estado mexicano, son perfiles que están inoculados por la misma mano fáctica, que
tiene una terrible vecindad con la geopolítica del vecino del Norte. Esa es la verdadera no-
independencia de nuestras instituciones.
Como se expone más abajo en el perfil concreto del caso del pueblo guarijío de Sonora,
amenazado de despojo territorial y desplazamiento forzado de su población por efecto de
la presa Los Pilares ya en construcción, las empresas que hemos detectado implicadas en
los contratos derivados de la concesión de la obra como las interesadas en el manejo y
usufructo del agua, están directamente vinculadas con el gobernador del estado del
Partido Acción Nacional y con el diputado federal que preside la fracción parlamentaria del
Partido Revolucionario Institucional. En esta ecuación, el conflicto de interés entre la
función pública que regula los procesos de factibilidad, concesión y licitación de la obra,
respecto a los empresarios que juegan en la subasta correlativa, se resuelve en las
mismas personas cuando los funcionarios públicos y empresarios de referencia son las
mismas personas. En tal sentido, es flagrante que la corrupción de estos funcionarios está
en pos de los recursos públicos de inversión y de los beneficios de la obra que privatiza el
uso del agua.
Internamente en el país, existe una percepción generalizada de que las cosas no pueden ir
más lejos que la ignominia de Ayotzinapa en Guerrero; sin embargo, cuando uno trata de
hacer un recuento, no diacrónico sino sincrónico de la escala del problema, no se ven las
orillas del incendio. Es imperativo que la opinión pública mundial siga dando cuenta de
todo este panorama devastador, pero es igualmente apremiante que los organismos
multilaterales de los sistemas internacionales de derechos humanos hagan su trabajo,
ejerciendo presión político-diplomática y de otro tipo que definan sus competencias hacia
el gobierno de México para que, al menos, permita la intervención de observadores civiles
internacionales que nos ayuden a detener, inventariar, documentar, denunciar y llevar a
los fueros internacionales de justicia los casos en cuestión. Aquí nos restringimos a perfilar
la perspectiva de los pueblos indígenas respecto a sus territorios y patrimonios
bioculturales pero todo el país está en llamas.
Una estrategia que puede servir es la presión internacional directa sobre las instituciones
del Poder Judicial, así como el fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones de
la sociedad civil y de la base comunitaria de los pueblos para la defensa de sus derechos
específicos, no sólo conociendo mejor el sistema constitucional nacional sino reconociendo
y buscando la activación de los mecanismos y fueros en los sistemas internacionales
multilaterales de derechos humanos, en este caso el de Naciones Unidas y el
Interamericano; en al menos dos sentidos: a) soporte técnico, acompañamiento y co-
financiación para la formación y el fortalecimiento de capacidades de gestión frente a
organismos estatales y empresas trasnacionales; b) abrir y acercar los mecanismos y
espacios de participación y representación en las agencias multilaterales al interés de los
pueblos indígenas, sus comunidades y organizaciones.
Es Imperativo abrir los canales multilaterales a las voces de los pueblos indígenas y de la
sociedad civil organizada en su entorno, facilitando, simplificando y acortando plazos y
procedimientos que se vuelven inalcanzables en el tiempo y el espacio, incosteables,
insostenibles socialmente y al final inocuos, cuando los pueblos indígenas no tienen
representación formal ante estos organismos internacionales de derechos humanos y las
disposiciones a su favor no son vinculantes. Es urgente acabar con esta discriminación
sistémica promoviendo deliberaciones y acuerdos para obligar a los Estado a subsidiar o
coinvertir con los mismos multilaterales, para garantizar la plena participación y
representación de las comunidades y pueblos indígenas en esos organismos y foros; los
mecanismos que protejan su acceso y participación deben ser co-diseñados y co-
gestionados con ellos mismos, de tal forma que se apeguen a sus parámetros culturales y
lenguas en uso.
4. Sírvase presentar estudios de casos concretos que ilustren actividades de
explotación de recursos naturales, que tienen efecto positivo/negativo en los
derechos de reunión pacífica y asociación. Se valorarán ejemplos que muestren si
la acción gubernamental/empresarial ayuda o perjudica la protección y promoción
del derecho a la libertad de reunión pacífica y asociación.
Se expone el caso del pueblo guarijío, asentado en la cuenca media del Río Mayo en
Sonora, México, amenazado de despojo territorial y desplazamiento forzado de sus
comunidades por la construcción en curso de la presa Los Pilares; donde el gobierno
estatal ha intervenido con violencia las asambleas comunitarias para dividir los consensos
e imponer representantes comunitarios apócrifos, que usurpan las competencias de los
gobernadores tradicionales legítimos para efecto de suscribir contratos ilegales de cesión
de derechos sobre la tierra con los consorcios empresariales beneficiarios de la licitación
de la obra, así como ha violado su derecho a ser consultados de manera previa, para para
consentir o no de forma libre e informada.
El pueblo guarijío vive históricamente en la cuenca media del Río Mayo, en la Sierra Madre
Occidental al sur del estado de Sonora, frontera con el estado de Chihuahua; su población
actual, de acuerdo con estudios recientes, es de 1800 persona que residen
mayoritariamente en comunidades constituidas en tres núcleos agrarios ejidales y algunos
poblados contiguos. La dotación legal de sus tierras se produjo apenas en la década de
1980, considerando que el Estado mexicano reconoció su existencia hasta 1976 siendo el
último pueblo indígena en ser identificado como parte de la Nación mexicana. Su cultura
étnica está íntimamente vinculada a los ecosistemas que configuran la selva baja
caducifolia más septentrional del Continente americano (territorio que los biólogos
norteamericanos han denominado “the secret forest”); es relevante marcar que esta
región mantiene un estatuto de “área para la protección de recursos naturales” desde
1948. La altitud sobre el nivel del mar varía de 240 hasta 700 msnm, encontrándose
elevaciones de hasta casi 1000 metros en algunos puntos de la sierra. Lo escarpado de la
configuración del terreno y las diferencias de elevación sobre el nivel del mar ocasionan
que las condiciones climatológicas varíen en la región, registrándose cambios abruptos.
Dado el inicio de los trabajos de la obra, en vista de la violación del derecho a la consulta
previa al pueblos guarijío, desde diciembre de 2013 se interpuso un juicio de amparo
contra el proyecto de la presa, así como actualmente estamos en la preparación de un
juicio de amparo contra el despojo de tierras y recursos naturales, que pretendemos
fortalecer con la exigencia a los juzgadores para hacer valer el ejercicio de los derechos
territoriales de este pueblo, lo que incluye la protección de su patrimonio biocultural.
5. ¿Qué medidas o acciones recomienda a los Estados, las empresas y los individuos,
para mejorar la promoción y protección de estos derechos, en políticas, proyectos,
objetivos y compromisos con la sociedad civil?
Esta actuación puede ser piedra angular para prevenir o mitigar los factores de riesgo y
las vulnerabilidades del pueblo guarijío, su territorio y su patrimonio biocultural, que se
presentan con el proyecto de presa en curso; si logramos que el Estado mexicano
garantice la seguridad jurídica del territorio guarijío, estaremos creando las condiciones
para que este pueblo ejerza su derecho colectivo a la vida y con ello las condiciones para
la protección y conservación de la selva baja caducifolia en la que viven. Hasta el
momento actual ningún pueblo indígena mexicano ha logrado esta certeza jurídica, de tal
forma que este caso puede aportar un parámetro nacional para la definición de políticas
públicas y criterios jurisdiccionales que están pendientes.