Pasado-y-Memoria - 19 - Guerra Fría

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Nº 19 • 2019

España y el final de la Guerra Fría

Spain and the End of the Cold War


PASADO Y MEMORIA
nº 19, 2019
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ISSN: 1579-3311 / ISSN versión electrónica: 2386-4745
ESPAÑA Y EL FINAL DE LA GUERRA FRÍA

SPAIN AND THE END OF THE COLD WAR


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previo de los titulares de la propiedad intelectual.
Í N D I C E / S U M M A RY

DOSSIER

Misael Arturo López Zapico y Emanuele Treglia


Presentación: España y el final de la Guerra Fría .............................. 11
Foreword: Spain and the End of the Cold War

Misael Arturo López Zapico


Las relaciones hispano-norteamericanas
desde la Segunda Guerra Fría hasta la crisis
del comunismo soviético: de la cuestión de la OTAN
al nuevo marco de cooperación ....................................................... 19
US-Spain Relations from the Second Cold War
to the Soviet Communism Crisis:
From NATO to a new cooperation framework

José Luis Neila Hernández


El “giro mediterráneo” de España
en un mundo en tránsito ................................................................. 51
Spain’s “Mediterranean turn” in a changing world

Luciana Fazio
La Internacional Socialista y la política exterior
del PSOE hacia América Latina en tres actos .................................... 79
The Socialist International and the ‘PSOE’ Foreign Policy towards
Latin America in three Acts
Magdalena Garrido Caballero
España y la Unión Soviética
a finales de la Guerra Fría ................................................................ 105
Spain and the Soviet Union during
the final stage of the Cold War

Emanuele Treglia
Contra el nuevo orden mundial.
El comunismo español ante la posguerra fría ................................... 127
Against the new world order. Spanish Communism facing
Post-Cold War

ESTUDIOS / STUDIES

Sergio Valero Gómez


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29
en la provincia de Valencia durante los años treinta ......................... 159
Correcting Maura: Incidence and Amendment of Article 29
in the Province of Valencia during the Thirties

Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengozar


La quinta columna y el cuerpo diplomático
en la Guerra Civil española .............................................................. 183
The Fifth Column and the Diplomatic Corps
in the Spanish Civil War

Sara González y Juan Mascareñas


Los aspectos monetarios en el relato de Europa:
1948-1978 ...................................................................................... 205
Monetary Issues in the European Story:
1948-1978
NOTA BIBLIOGRÁFICA

José Antonio Lorenzo Cuesta


La Guerra Fría vista desde el siglo XXI.
Novedades interpretativas ............................................................... 225
The Cold War seen from the 21st century.
Interpretive novelties

RESEÑAS DE LIBROS / REVIEWS .................................................. 237


PRESENTACIÓN / FOREWORD
España y el final de la Guerra Fría1
Spain and the End of the Cold War

Misael Arturo López Zapico


Universidad Autónoma de Madrid
ORCID: 0000-0003-2527-6794

Emanuele Treglia
Universidad Francisco de Vitoria
ORCID: 0000-0003-1531-5833
Recibido: 14-11-19
Aceptado: 15-11-19

Cómo citar esta presentación / Citation: LÓPEZ ZAPICO, Misael Arturo;


TREGLIA, Emanuele (2019). España y el final de la Guerra Fría. Pasado y
Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 11-18
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El pasado 9 de noviembre de 2019 se cumplieron 30 años de uno de los acon-


tecimientos más relevantes del pasado siglo. Aquella jornada, el muro que desde
agosto de 1961 había separado en dos los destinos de millones de alemanes de-
jaba de ser una tétrica barrera de hormigón prácticamente infranqueable. Para
la historia han quedado las declaraciones de un atribulado Günter Schabowski,
responsable de las relaciones con los medios en la República Democrática Alemana
(RDA), quien con sus palabras precipitó la decisión de abrir las fronteras. La pre-
sencia de periodistas y cámaras de múltiples nacionalidades resultaron clave para

1
El dossier se enmarca en el proyecto “España y Portugal ante la segunda ampliación de
las Comunidades Europeas. Un estudio comparado” (HAR2017-84957P).

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DOI: 10.14198/PASADO2019.19.00
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registrar en directo este inesperado hecho (Steinmetz, 2004); una circunstancia


que amplificó sus consecuencias y llevó a que miles de ciudadanos berlineses se
arremolinaran en torno a la infame construcción que había marcado sus vidas. A
partir de ese momento los sucesos se atropellaron y los ecos de que la Guerra Fría
podría estar entrando en su fase terminal se extendieron por todo el globo. No en
vano se trataba de un conflicto global (Westad, 2017), cuya naturaleza dependía
sin duda del potencial militar de los dos contendientes, de sus recursos económi-
cos, pero también de la moral de la población. La imagen de que los vientos del
cambio soplaban fuerte en los países del llamado socialismo real supuso un duro
golpe a la Unión Soviética, la cual se hallaba sacudida por el reformismo de Mijaíl
Gorbachov. Líder que recibía mucho más reconocimiento desde el exterior que en
el interior de su propio Estado (Taubman, 2018).
Incluso el más cínico de los analistas ha de convenir que las expectativas
generadas ante la apertura de una nueva época histórica no se han visto comple-
tamente satisfechas. Eric Hobsbawm (1994) se apresuró a certificar el final de la
era de los extremos, un periodo marcado no sólo por la pugna entre ideologías
mesiánicas, sino también por el catastrófico perfeccionamiento de las tecnolo-
gías bélicas: unos avances en el armamento y las estrategias que permitían segar
vidas humanas de forma más mortífera de lo que jamás se hubiera imaginado
(House, 2001). A partir del balance propuesto por Hobsbawm se comenzó a
hablar entonces de un “corto siglo XX”, el cual tocaba su fin a la par que desde
Washington se había anunciado la posibilidad de marchar hacia la configuración
de un “nuevo orden mundial” (Bush, 1990). Casi tanta celebridad como las an-
teriores expresiones cobró otra proposición igualmente taxativa. La humanidad
se asomaba al “fin de la Historia”, en palabras del politólogo Francis Fukuya-
ma (1992). Frente al discurso triunfalista que situaba a la democracia liberal
como la única forma de gobierno posible –modelo al cual solo restaba esperar
con paciencia a que pasaran ante su frontispicio los cadáveres de sus rivales y
enemigos– se alzaron, entonces, voces provenientes en su mayoría de las múl-
tiples encarnaciones del marxismo intelectual. Así, en el escenario español en-
contramos un buen ejemplo en el breve ensayo “La Historia después del fin de la
Historia”, firmado por Josep Fontana (1992). Presentado como un texto orienta-
do a la reflexión historiográfica, en sus páginas se esconden feroces críticas a los
riesgos que conllevaba el conformismo ante un discurso único sin alternativas
posibles. A Fontana le molestaba sobremanera que, tras décadas de confronta-
ción entre distintas aproximaciones al pasado y a la filosofía de la historia, fuera
un hegelianismo a su parecer descafeinado el que recibiera los parabienes de la
sociedad. Lo que quizás no detectaba el historiador catalán era que el modelo
soviético llevaba tiempo sin tener excesivo predicamento en territorio español,
y que su mayor utilidad hasta la fecha había sido ofrecerse como modelo, o más
bien contramodelo, para generar consensos en clave interna.

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España y el final de la Guerra Fría 13

La reunificación de Alemania, la reconfiguración política de la Europa del


Este, el multilateralismo dirigido desde Washington durante la Guerra del Golfo
o la implosión de la Unión Soviética dejaron un rastro imposible de olvidar.
Frente al encorsetamiento en estructuras y corrientes de pensamiento que pare-
cían inmutables al pasar del tiempo, la década de los noventa fue una poderosa
metáfora de la máxima atribuida a Heráclito: todo fluye. Entre las propiedades
de los fluidos se hallan la densidad y la viscosidad, pero también la entropía.
Aquello que era antes sólido parecía licuarse con gran facilidad en el nuevo mar-
co de la modernidad (Bauman, 2000), generando por ello una incómoda sen-
sación de desorientación e incertidumbre. Como han señalado algunos autores
(Veiga, 2015), la Posguerra Fría reclamó para sí la idea de que ese desequilibrio
habría de ser precisamente la seña de identidad del nuevo orden internacional.
No puede resultar extraño que ante tal desconcierto muchos se refugiaran en
la reflexión filosófica para alcanzar a entender los motivos que llevaban a que
la preminencia del presente (Beriain, 2008) opacara la utilidad explicativa del
pasado. Una sensación de aceleración del tiempo histórico que tiene mucho de
percepción, pero que se impuso sobre la mirada a los procesos de larga duración.
Por su componente simbólico e impacto internacional, la llegada de Donald
Trump a la Casa Blanca, amén del crecimiento de otros proyectos políticos de
corte populista, ha supuesto una seria llamada de atención. La presunta superio-
ridad del orden liberal se encuentra ante fantasmas que la cuestionan a izquierda
y derecha. La crisis económica (Manera, 2013), el hartazgo de la generación del
relevo (Roitman Rosenmann, 2012) y la ausencia de grandes relatos ordenadores
del presente son factores que han favorecido el retorno a viejas fórmulas simpli-
ficadoras que, adicionalmente, se apoyan sobre visiones deformadas del pasado.
La búsqueda de estabilidad y orden a partir de mistificaciones de tiempos preté-
ritos, así como el recurso al nacionalismo excluyente, no son recetas novedosas,
tal y como decíamos anteriormente. Sí lo son, sin embargo, sus formas de pre-
sentarse a la ciudadanía (Veiga et al., 2019). Una de sus claves es que, al igual
que no resulta convincente que nadie asista al nacimiento de un héroe, estos
populismos tienen la necesidad de ofrecer una imagen gloriosa de la patria que,
preferentemente, no disponga de testigos vivos. Solo así es el pasado un perfecto
material dúctil para ser tallado y retorcido con los condicionantes del presente.
De ahí que el escenario de la Guerra Fría no sirva como modelo para tales fines,
toda vez que todavía está contaminado por el recuerdo de las generaciones que
la protagonizaron. Esto ha propiciado que se trate de un periodo al que en la
actualidad apenas se haga ya referencia en el debate político de las naciones que
formaban el otrora bloque occidental.
Frente a este abandono, que no implica necesariamente olvido aunque sí
cierto desconocimiento, resulta conveniente aprovechar las efemérides para
revisitar los momentos finales de la Guerra Fría. La coincidencia en el tiempo

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14 Misael Arturo López Zapico y Emanuele Treglia

con otras publicaciones académicas con objetivos análogos (Harrison, 2019;


MacGregor, 2019; Martín de la Guardia, 2019; Medina Valverde y Garjardo
Pávez, 2019) refuerzan esa sensación de oportunidad. Si en aquel momento lo
subversivo era derribar muros, ahora nuevamente se habla de la necesidad de
edificarlos (Artal et al., 2019). Allá donde escuchábamos loas a la democracia
liberal, acompañadas de procesos transicionales que fomentaban la impresión
de que el avance democrático era prácticamente imparable (Huntington, 1994;
Pridham, 1995), asistimos a un claro reflujo de esta forma de gobierno. Así
lo evidencia el contenido del EIU Democracy Index publicado en 2018, don-
de solo veinte países del mundo son reconocidos como democracias plenas,
mientras que otros cincuenta y cinco Estados son categorizados como demo-
cracias defectuosas2. El resto de naciones se dividen entre regímenes híbridos y
autoritarios, lo que dibuja un panorama en el que apenas el 47,7% de la pobla-
ción mundial vive en democracia. El propio Fukuyama (2018) ha acabado por
dar su brazo a torcer y reconocer que en su cálculo inicial se había olvidado
de otros elementos igualmente importantes, destacando entre ellos el peso del
elemento identitario.
Los trabajos contenidos en el presente monográfico asumen el reto de echar
la vista atrás, hacia ese olvidado siglo XX (Judt, 2008) que, probablemente, se
dio por cerrado excesivamente pronto. En todo caso, resulta injusto cargar las
tintas sobre las debilidades o flaquezas de los referidos análisis que historiadores
y politólogos plantearon con la urgencia de hacer inteligibles los cambios que
acontecían ante sus ojos. No es esta una preocupación de los autores que parti-
cipan en esta empresa colectiva. Tampoco lo es la manida cuestión de por qué
no fue posible prever esta cadena de acontecimientos, entendiendo que siempre
que se buscan razones de causalidad no conviene eliminar de la ecuación las
casualidades que conforman unas realidades y no otras. El objetivo fundamental
es mucho menos ambicioso, pero probablemente por ello más necesario. Los
trabajos que conforman este monográfico se han centrado en analizar cómo fue
observado y recibido desde España el final de la Guerra Fría, trazando un com-
pleto panorama de la forma en la que este país interaccionó con la cambiante
realidad de su entorno en un momento clave para la apertura española a la esfera
internacional (García Cantalapiedra y Pacheco Pardo, 2014; Pereira; Alija; López
Zapico, 2018).
Consideramos que con estas nuevas aportaciones se arroja nueva luz no
solo sobre la historia de las relaciones internacionales de España sino, más en
general, sobre la historia política del país ibérico durante los años ochenta y
primeros noventa, avanzando en el conocimiento de un periodo todavía poco

2
THE ECONOMIST INTELLIGENCE UNIT (2018): EIU Democracy Index. Recupera-
do de https://www.eiu.com/topic/democracy-index.

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transitado, dadas las dificultades para acceder a fuentes primarias de entidad3.


Se contribuye a resolver la duda de si, como sostenía Ángel Viñas al enjuiciar la
obra de Warren I. Cohen (1993), es posible “escribir una excelente historia de
las relaciones exteriores norteamericanas durante la Guerra Fría sin tener que
mencionar en ningún momento a España” (Viñas, 2003: 278). No cabe duda del
limitado papel que esta última tuvo en el periodo, pero no por ello ha de reducir-
se el mismo a ni tan siquiera una anotación a pie de página. Sería un error equi-
parable a dar por concluidas las reminiscencias del siglo XX en la centuria actual.
España fue un escenario más de la Guerra Fría y su protagonismo fue creciendo
a medida que su política exterior pudo abrirse a nuevos retos tras alcanzar la
ansiada democratización de sus instituciones. Un tránsito a la influencia que la
situó como una atalaya de interés para buena parte de las transformaciones que
se sucedieron en la fase terminal del conflicto bipolar y en la consecuente confi-
guración del llamado “nuevo orden mundial” de la Posguerra Fría. Así queda de
manifiesto en los artículos redactados por Misael Arturo López Zapico, José Luis
Neila, Luciana Fazio, Magdalena Garrido y Emanuele Treglia.
Estas aportaciones abordan el impacto que tuvo en España el final de la
Guerra Fría empleando múltiples enfoques y atendiendo a distintos niveles.
En primer lugar, estudian la política exterior implementada por los gabinetes
presididos por Felipe González y la evolución del diseño socialista en materia
internacional. Así, el artículo de López Zapico analiza las relaciones bilaterales
entretejidas por España con Estados Unidos desde la llegada al poder del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE), en 1982, hasta la caída del Muro de Berlín.
Profundiza en cómo la recién nacida democracia ibérica, abandonada la excep-
cionalidad franquista, consolidó su vínculo atlántico mediante el referéndum
que confirmó su pertenencia a la OTAN (1986) y la firma del Convenio de Coo-
peración para la Defensa (1988). Además, explora la buena sintonía existente
entre González y George H. W. Bush, que resultaría fundamental para el sucesivo
apoyo prestado por España a su aliado norteamericano en el conflicto del Golfo
Pérsico.
El estudio de Neila se centra en el “giro mediterráneo” experimentado por
la acción exterior española entre mediados de los ochenta y mediados de los
noventa. Ilustra cómo, tras su ingreso en las Comunidades Europeas, España
aspiró a configurarse como un puente entre Norte y Sur, es decir, entre Europa

3
Entre los escasos estudios historiográficos que se han ocupado de este período, mere-
ce la pena mencionar un libro de Charles Powell (2001), el dossier de la revista Ayer coordina-
do por Pere Ysàs (2011), o la obra colectiva dirigida por Álvaro Soto y Abdón Mateos (2013).
Asimismo, cabe señalar la monografía de Esther Barbé (1999), junto a las investigaciones edi-
tadas por Carlos Closa (2001) y Salvador Forner (2012), todas ellas sobre la política europea
de España.

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y los países del Norte de África y Oriente Próximo. En este sentido, el artículo
analiza por ejemplo la Conferencia Euromediterránea celebrada en Barcelona
en 1995, con la cual el gobierno socialista pretendía contribuir a convertir “la
cuenca mediterránea en una zona de cooperación, paz, seguridad y bienestar”.
La actuación del PSOE en otro ámbito geográfico, el de Latinoamérica, cons-
tituye el objeto de la aportación de Luciana Fazio. La autora, insertando la política
de los socialistas españoles en el marco de la línea desarrollada por la Internacional
Socialista, abarca tres décadas. Después de analizar el afianzamiento de los vín-
culos del PSOE con las organizaciones socialistas y socialdemócratas de América
Latina durante los años setenta, examina el apoyo prestado por los gobiernos lide-
rados por González a los procesos democratizadores que tuvieron lugar en aquel
continente durante los ochenta. Finalmente, se centra en la potenciación de las
relaciones económicas de España con los países latinoamericanos en los noventa.
A la hora de hablar del final de la Guerra Fría resulta indispensable tratar
también el ámbito soviético. A este propósito, el artículo de Magdalena Garrido
explora la proyección exterior de la URSS en España durante la segunda mitad
de los ochenta, dedicando especial atención al análisis de la propaganda desa-
rrollada por el Kremlin a través de las asociaciones de amistad URSS-España.
Estas asociaciones, que contribuyeron a estrechar los vínculos entre ambos paí-
ses –mediante publicaciones y encuentros–, proporcionaron a la opinión pública
española informaciones sobre el desarrollo de la perestroika con la finalidad de
promocionar la imagen de Gorbachov y de su “nuevo pensamiento”.
La progresiva crisis de la perestroika y el consecuente colapso del bloque sovié-
tico tuvieron un profundo impacto en los comunistas españoles. El último artículo
que compone el monográfico, escrito por Emanuele Treglia, analiza precisamente
cómo el Partido Comunista de España (PCE) reaccionó ante la desaparición de la
“patria del socialismo”, adoptando una postura de neta contraposición al nuevo
orden mundial surgido en la Posguerra Fría, caracterizado por la hegemonía esta-
dounidense y la expansión del modelo neoliberal. El estudio ilustra cómo el PCE
experimentó desde finales de los ochenta un viraje a la izquierda que, alejándose
del enfoque reformista que había sido propio del eurocomunismo, enfatizó los
tonos anticapitalistas y antiimperialistas, lo que le llevó hacia posiciones euroes-
cépticas, como quedó demostrado con su rechazo del Tratado de Maastricht.

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desde la Segunda Guerra Fría hasta la crisis
del comunismo soviético: de la cuestión de la OTAN
al nuevo marco de cooperación1
US-Spain Relations from the Second Cold War to the Soviet
Communism Crisis: From NATO to a new cooperation framework

Misael Arturo López Zapico


Universidad Autónoma de Madrid
ORCID: 0000-0003-2527-6794
Recibido: 31-8-2019
Aceptado: 14-11-2019

Cómo citar este artículo / Citation: LÓPEZ ZAPICO, Misael Arturo (2019).
Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría hasta la
crisis del comunismo soviético: de la cuestión de la OTAN al nuevo marco de
cooperación. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 19-49
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.01

Resumen
El presente artículo analiza la evolución de las relaciones entre España y Estados
Unidos desde la victoria socialista de 1982 hasta la caída del Muro de Berlín en 1989.
Para ello se han revisado fuentes primarias de diversa procedencia y apenas usadas
hasta la fecha. En primer lugar, se examina el debate respecto a la pertenencia de
España en la OTAN y sus consecuencias para esas relaciones. En segundo término,

1
Este trabajo se ha desarrollado en el marco del proyecto de investigación “España y
Portugal ante la segunda ampliación de las Comunidades Europeas: un estudio comparado
(1974-1986)” (HAR2017-84957-P), financiado por el Programa Estatal de Fomento de la
Investigación Científica y Técnica de Excelencia, Subprograma Estatal de Generación de Co-
nocimiento, Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

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DOI: 10.14198/PASADO2019.19.01
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se aborda el referéndum español de 1986, junto a la renegociación de los acuerdos


bilaterales que condujeron a la firma en 1988 del Convenio de Cooperación para la
Defensa. Por último, se muestra hasta qué punto el reequilibrio en esas relaciones
propició que España pudiera alcanzar una cooperación ampliada con Estados Unidos,
siendo fundamental el vínculo de confianza personal generado entre Felipe González
y George H. W. Bush.
Palabras clave: España. Estados Unidos. Guerra Fría. Organización del Tratado del At-
lántico Norte (OTAN). Felipe González. George H. W. Bush.

Abstract
This article analyses the evolution of US-Spain relationships from the Spanish Socialists’
victory in the 1982 elections to the fall of the Berlin Wall in 1989. The work draws on
a variety of primary sources scarcely used to date. The debate regarding Spain’s NATO
membership and its consequences for those relationships are examined in the first place.
The second part deals with the 1986 Spanish Referendum and the renegotiation of the
bilateral agreements leading to the Defense Cooperation Agreement in 1988. Finally, it
illustrates to what extent the rebalancing of those relationships allowed Spain to extend
her cooperation with the United States, on the basis of Felipe González’s and George H.
W. Bush’s mutual trust generated thereafter.
Keywords: Spain. United States. Cold War. North Atlantic Treaty Organization (NATO).
Felipe Gonzalez. George H. W. Bush.

Frente a la especial atención que ha suscitado el papel de Estados Unidos


durante la transición a la democracia (Lemus, 2011), las principales síntesis
históricas centradas en el ámbito bilateral han concedido mucho menos espa-
cio al periodo socialista (Viñas, 2003: 471-510; Pardo, 2003: 47-49; Powell,
2011: 586-635). Dado que este vacío no puede achacarse a una falta de interés,
la explicación más probable se encuentra en la cercanía temporal del marco de
estudio y en las dificultades para acceder a fuentes primarias de entidad. Resul-
ta muy preocupante que el diagnóstico que, hace casi una década, presentaba
la historiadora Rosa Pardo (2011: 76-77) sobre las dificultades que encaraban
los investigadores que se acercaban al estudio de la política exterior española
siga desgraciadamente vigente. Ante las limitaciones impuestas para la consul-
ta de fuentes primarias en los archivos públicos españoles (Pereira; Sanz, 2015;
Malalana; Moreno, 2018), la propia Pardo ofrecía algunas soluciones. Estas
pasaban por la búsqueda de documentación en otros países con unas condi-
ciones de acceso menos restrictivas y por un mejor aprovechamiento de las
fuentes orales. En este último punto se han producido avances esperanzadores
(Pereira; Alija; López Zapico, 2018: 6-8), a lo que se ha de sumar que Estados
Unidos es precisamente un modelo a seguir en lo que se refiere a procesos de
desclasificación. Así lo corrobora la obra de reciente aparición debida a Morten
Heiberg (2018).

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Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 21

Este breve estado de la cuestión sirve para introducir una aportación que
busca, justamente, revisar con nuevos ojos fuentes primarias y secundarias ya
utilizadas, a la par que incluir documentación no explotada hasta la fecha. Un
amplio repertorio que sirve para revisitar las dos primeras legislaturas socialistas
y evaluar los condicionantes que operaron sobre una relación bilateral inserta
en un marco mucho más amplio como era el de la segunda Guerra Fría y la
crisis del socialismo soviético. El artículo se dispone en tres partes, íntimamente
interconectadas entre sí, que procuran seguir un cierto orden cronológico, pero
sin estar sometidas a una plena linealidad en la exposición. El primer apartado
revisita el debate sobre la OTAN abierto en la sociedad española y sus ecos sobre
las relaciones hispano-norteamericanas. La segunda parte analiza el nuevo esce-
nario abierto tras el fin de la conocida como ambigüedad calculada del gobierno,
abarcando el referéndum en el que se decidió la permanencia de España en la
Alianza Atlántica y su efecto en la renegociación de los acuerdos bilaterales que
desde 1953 unían los destinos de España y Estados Unidos. El tercer epígrafe se
consigna a examinar la reconfiguración de la relación tras la firma del nuevo con-
venio y a evaluar el entendimiento entre los presidentes Bush y González hasta la
caída del Muro de Berlín. Un apartado que conduce a unas breves conclusiones
en las que se recapitula el tránsito de la política española de la dependencia a la
influencia dentro del contexto del vínculo con Estados Unidos.

1. Los condicionantes del debate sobre la OTAN en España hasta el fin de


la Segunda Guerra Fría
A comienzos de 1982 el cuarteto madrileño de raigambre punk Polanski y el
ardor registró una maqueta que contenía un corte titulado “ataque preventivo de
la URSS”. La canción se convirtió de inmediato en un clásico. Merced a su ritmo
machacón y a una letra jocosa carente de mucho sentido, la banda supo conectar
con una generación de jóvenes españoles familiarizada con el imaginario de la
Guerra Fría y la política de bloques. Es conocido que la Alianza Atlántica tuvo
especial presencia en el debate político de la España de los ochenta. Tanto es así
que acabó dejando su impronta en la cultura popular de la época, existiendo so-
bradas muestras de ello en el humor gráfico del periodo, o en otras composicio-
nes musicales con una carga crítica mucho más evidente que el tema de Polanski
y el ardor. Resulta interesante observar que estas canciones también contenían
un completo catálogo de tópicos y diatribas dirigidas contra la política exterior
estadounidense. Circunstancia que encuentra explicación en la particular trayec-
toria de las relaciones hispano-norteamericanas durante la dictadura franquista,
las cuales se vieron muy condicionadas por la firma de los pactos de 1953 que
otorgaron a la superpotencia la posibilidad de disponer de bases militares en
territorio español (Termis, 2005).

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22 Misael Arturo López Zapico

Fruto de tal vinculación, y al compás del desarrollo de movimientos antibe-


licistas, el eslogan político más coreado para mostrar la desaprobación hacia la
política exterior de Washington fue durante años el de “OTAN No, bases fuera”.
Un poderoso mensaje que fue adaptado por la oposición socialista para dotarlo
de nuevos matices que facilitasen un eventual reajuste ideológico cuando hubie-
ran de ocupar responsabilidades de gobierno. Efectivamente, el presidente y sus
colaboradores tuvieron que emplearse a fondo para evitar que la consulta sobre
la permanencia de España en la OTAN descarrilara. Lo ajustado del resultado
sirve para subrayar la polarización de la sociedad respecto a la cuestión (Del Val
Cid, 1996), así como su capacidad para movilizar a determinados sectores de la
izquierda (Treglia, 2016).
Sin embargo, resulta preciso ser precavidos a la hora de analizar lo que es-
condían cada una de las posiciones enfrentadas en el referéndum celebrado el
12 de marzo de 1986. Volviendo a la composición musical con la que se abre el
presente artículo, hallamos en su letra una pista nada desdeñable. El cantante
de Polanski y el ardor confesaba que no le “molaba” la OTAN, pero tampoco lo
hacía el Pacto de Varsovia. Pese a su frivolidad, la canción refleja la voluntad de
muchos españoles de evitar decantarse por ninguno de los bandos en conflicto.
Unos por desconocimiento, otros por convencimiento, moviéndose desde pos-
turas de corte neutralista a otras abiertamente pacifistas.
Todo ello sirve para ilustrar hasta qué punto la confrontación bipolar estuvo
sujeta en el caso español a una lectura marcadamente interna. En absoluto todos
los que reclamaban la salida de la OTAN aspiraban a transformar a España en
un satélite comunista. La Unión Soviética presentaba a mediados de los ochenta
poca capacidad de atracción para la sociedad española. Al menos como modelo
político, ya que la llegada al poder de Mijail Gorbachov sí que estuvo acompa-
ñada de una mayor atención hacia el devenir de la superpotencia, e incluso de
cierta simpatía por el líder soviético y su esposa. Nada, por otro lado, diferente a
lo experimentado en otros países y para lo que se acuñó el término “gorbimanía”
(Basterra, 1987). Tampoco aquellos que votaron afirmativamente en el referén-
dum deben catalogarse de forma automática como atlantistas o pro-americanos.
Muchos se decantaron hacia el sí por puro seguidismo de los designios de un
líder tan carismático como era Felipe González.
No resulta extraño, por todo ello, que Washington asistiera con preocupa-
ción al espinoso espectáculo abierto en torno a la cuestión de la OTAN. Después
de la adhesión de España a la Alianza, se había firmado un nuevo Convenio de
Amistad, Defensa y Cooperación. El mismo, que sustituía al Tratado en vigor
desde 1976, fue alcanzado en términos muy favorables para los intereses de la
superpotencia (Linares Seirul-lo, 2008: 481). De ahí que la llegada del PSOE al
poder supusiera para la administración Reagan un retroceso respecto al clima
de entendimiento mantenido con el gabinete encabezado por Leopoldo Calvo-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 23

Sotelo. Tal afirmación no implica necesariamente hablar de desencuentro, inclu-


so a pesar de la patente incomodidad que en los círculos diplomáticos provocaba
la presencia de determinadas personalidades en el primer equipo de gobierno
socialista. La pronta identificación de González como un político moderado a
ojos de la inteligencia norteamericana, sumada a la ratificación del Convenio
con una pequeña enmienda relativa a la Alianza Atlántica que quedó recogida
en forma de protocolo adicional, propiciaron que los términos de la relación se
situaran en una cierta tónica de normalidad2. Hablando de percepciones, tam-
poco se cumplieron las expectativas de Morán, quien recomendaba al presidente
el nombramiento de Gabriel Mañueco como nuevo embajador en Washington
“dadas las negociaciones difíciles y previsiblemente largas para reformar even-
tualmente el texto de los nuevos Acuerdos”3.
El nuevo escenario podría resultar menos acomodaticio, pero el arraigado
compromiso de España con el bloque occidental se mantenía incólume. El prin-
cipal punto de fricción, como ya se ha señalado, radicaba en la pertenencia del
país a la OTAN. Los socialistas llegaron al poder habiendo contraído al respecto
una deuda moral con sus electores (Mateos, 2016), muchos de los cuales se si-
tuaban en ese difuso neutralismo anteriormente señalado. Era, sin embargo, un
posicionamiento un tanto superficial que, salvo para sectores altamente politiza-
dos o muy militantes, revelaba más bien un escaso conocimiento del intrincado
tablero internacional. Romper con las dinámicas iniciadas durante el periodo
dictatorial no resultaba sencillo, pero todavía lo era menos cuando se aspiraba
a formar parte del concierto europeo occidental. Únicamente mientras España
permaneció fuera de la Alianza Atlántica fue posible mantener abiertas algunas
otras opciones, aunque no sin una buena dosis de voluntarismo.
En general, las mismas dependían de que el proceso se bloquease desde el
exterior. Paradójicamente, se había extendido un mensaje simplificado que sos-
tenía que el país estaba sometido a fuertes presiones externas para incorporarse
al club atlántico. Es innegable que Estados Unidos llevaba años defendiendo
el ingreso de España en la OTAN (Powell, 2011: 570), pero no deben obviar-
se otras variables igualmente importantes como, por ejemplo, el timing de la
operación o el coste-oportunidad que esta tuviera respecto al resto de socios.

2
Spain: Socialists’ Cabinet List, 30-11-1982. CIA Records Search Tool (CREST). Recupe-
rado de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP84T00301R000600010111-8.
pdf; Spain: A First Look at The Gonzalez Team, 12-1982. CREST. Recuperado de https://www.cia.
gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP83-00857R000200030002-6.pdf; Memorandum for Mr.
William P. Clark. 11-4-1983. European and Soviet Affairs Directorate, NSC: Records, 1983-1989
(ESADNSCR83-89). RAC Box 6. Ronald Reagan Library (RRL).
3
Carta de Fernando Morán a Felipe González. 20-12-1982. Archivo de la Fundación
Felipe González (AFFG) Signatura: FER0044769.

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24 Misael Arturo López Zapico

No fueron pocas las reservas que las naciones europeas pusieron sobre la mesa,
discurriendo estas desde las dudas holandesas acerca de la durabilidad de la
democracia española hasta cuestiones más prosaicas como el malestar portugués
y griego ante un posible deterioro de sus capacidades de mando4. Una compleja
y tupida red de intereses preñada de contradicciones y que invita a ser cautos
frente a juicios apresurados.
Volviendo a las dificultades que presentaba en el encaje de España en la
OTAN, conviene también rescatar el manido argumento de que la adhesión al-
teraría el inestable equilibrio mundial y de que, por ende, se corría el riesgo de
provocar una reacción en cadena que aumentara la tensión bipolar con con-
secuencias fatales. Esta idea, interesadamente cultivada por la Unión Soviética
(Rupérez, 1986: 172-177), fue una constante en el discurso de los principales
partidos opuestos al ingreso. Cabe destacar que el temor a la reacción soviética
no fue exclusivo de los políticos españoles. En una conversación mantenida en
octubre de 1981 con Willy Brandt, el Secretario de Estado norteamericano se
mostró muy favorable a la eventual incorporación de España5. Por ello quiso co-
nocer las razones que llevaban a su interlocutor a mantener una postura reticen-
te. El presidente del SPD sospechaba que Moscú aprovecharía la coyuntura para
sumar un nuevo miembro al Pacto de Varsovia, conjeturando que la elección
estaría entre Siria o Vietnam6.
El definitivo ingreso de España en mayo de 1982 sirvió justamente para
disipar gran parte de estos temores. Por más que las sesiones en el Congreso se
caracterizaran por el alto voltaje de las mismas, acompañándose las peticiones de
un referéndum con acusaciones sobre el procedimiento leonino impuesto para
el debate de una decisión que –según voces como las de Santiago Carrillo– su-
ponía un “cambio radical de la orientación de la política exterior española” que
alteraba “la tradicional política de neutralidad”7, el atlantismo defendido desde la
bancada del gobierno supo leer con mayor precisión la situación geopolítica del
momento. El disgusto soviético no se tradujo en un empeoramiento de la Guerra
Fría en Europa, quedando España definitivamente atornillada al bloque occiden-

4
NATO: Outlook for Spanish Entry. 12-3-1982. CREST. Recuperado de https://www.cia.
gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP84T00301R000200010042-9.pdf; Spain-NATO: Pros-
pects for Entry. 19-4-1982. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/readingroom/
docs/CIA-RDP84T00301R000200010176-1.pdf.
5
Call on Secretary by SPD Chairman Willy Brandt. Telegram from Secretary of State
(SECSTATE) to US Embassy (AMEMBASSY) in Bonn. 9-10-1981. US Department of State
FOIA Virtual Reading Room.
6
Ibid.
7
Intervención de Santiago Carrillo. Sesión plenaria. 27-10-1981. Diario de Sesiones del
Congreso de los Diputados (DSCD), 191, 11317-11318.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 25

tal a través de un mecanismo multilateral llamado a convivir con el tradicional


marco bilateral regulado por los acuerdos con Estados Unidos. Cosa diferente es
que una parte importante de la sociedad española mantuviera sus prevenciones y
que, aunque en ocasiones lo hiciera recurriendo a proyectos más bien abstractos,
albergara la esperanza de que la decisión pudiera retrotraerse.
Sin negar la falta de sintonía con el inquilino del Palacio de Santa Cruz, los
informes de la inteligencia norteamericana acerca de los primeros pasos de la po-
lítica exterior socialista revelan su confianza en que el nuevo gobierno mantendría
el rumbo pro-occidental de la misma8. Únicamente existía prevención acerca de
determinadas derivas tercermundistas y del interés del nuevo gobierno por ejercer
una política más activa y comprometida hacia América Latina, siendo este ámbito
un constante punto de fricción con los planteamientos promovidos desde Casa
Blanca. De hecho, el tradicional intervencionismo de la superpotencia en el hemis-
ferio occidental contribuyó a que se mantuviera en el imaginario colectivo español
la extendida idea de que la OTAN era un mero instrumento al servicio del imperia-
lismo yanqui. Una concepción demasiado limitada de lo que era la Alianza y que
parecía olvidar que las naciones europeas también habían procurado desarrollar
su propia agenda en el contexto general de la Guerra Fría, aportando una paleta
de grises al panorama estrictamente dicotómico inherente a la acción exterior de
Estados Unidos (Lundestad, 2004: 64).
Resulta factible que, como propone Ángel Viñas (2003: 473-478), los máxi-
mos responsables de la política socialista atravesaran inicialmente por una fase
de absorción en la que entraron en contacto con nuevas realidades y actores en
la esfera internacional. Según esta interpretación, la apertura a otros entornos,
sumada a las nuevas responsabilidades de gobierno, acabó siendo crucial para
atemperar sus percepciones sobre la acción exterior del Estado y sus implicacio-
nes para la seguridad y la defensa del país. Esto no impidió que en el seno del
PSOE persistieran otras corrientes de pensamiento. Es habitual ejemplificar la
transformación del discurso socialista sobre la OTAN a partir de la trayectoria de
Felipe González, sobre todo porque, con el paso de los años, el propio interesado
ha tenido la habilidad de generar un relato auto-exculpatorio para hacer frente a
sus críticos. El mismo se articula en torno a dos nociones íntimamente ligadas.
En primer término, el interés general. González (2013: 33) aduce que no puede
juzgarse por igual su desempeño como ciudadano de a pie que cuando es inves-
tido como presidente. En segundo lugar, el paso de la reflexión a la acción. La
responsabilidad de gobierno implica, en su opinión, la obligación de superar la
acumulación ideológica para avanzar hacia la gestión de los asuntos: “hemos dado
pasos de la ética de las ideas a la ética de las responsabilidades” (Cebrián, 1985).

8
Spain: Socialist Foreign Policy. 1-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/
library/readingroom/docs/CIA-RDP84S00555R000100050002-6.pdf

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26 Misael Arturo López Zapico

No cabe duda que presentar a Felipe González como epítome del pragma-
tismo ayuda a fijar ese relato. A ojos de los observadores estadounidenses, la
decisión de congelar la cuestión, a la par que se asumían los términos principales
del convenio bilateral negociado por sus predecesores ucedistas, sería buena
prueba de ese pragmatismo9. El mismo fue, ante todo, un vehículo para colmar
la ambición de disponer de una mayor autonomía que permitiese, en último
término, el despliegue de un proyecto propio liderado por González. Más allá
del aprendizaje fruto del intercambio de ideas con otros mandatarios, o de la re-
ferida defensa del interés general, la evolución de la postura presidencial acerca
de la OTAN solo se alcanza a comprender plenamente si se evalúa dentro de una
estrategia mucho más amplia.
La documentación preparada por los analistas de la CIA vuelve a resultar re-
veladora. Si hacemos caso a su contenido, tenemos que a la altura de marzo de
1982 Felipe González ya había asumido que su llegada al gobierno no impediría la
incorporación de España a la OTAN10. Así se lo habría confiado a un colega social-
demócrata nórdico, apostillando el informe que lo más sencillo para sus intereses
sería que la adhesión se hubiera completado antes de los comicios, circunstancia
que permitiría al nuevo gobierno sencillamente aceptar el statu quo. A este respecto
conviene recordar lo ya anotado sobre cómo la entrada efectiva de España despejó
muchas incógnitas y limitó las opciones reales de actuación (Viñas, 2003: 474).
Han sido muchos los que interpretan que la indefinición mostrada en cam-
paña se mantuvo tras el desembarco del PSOE en la Moncloa, propiciando la eje-
cución de una maniobra dilatoria que permitiría al equipo de González conciliar
las tensiones internas con los compromisos alcanzados con los socios atlánticos.
Es lo que se conoce como la etapa de la “ambigüedad calculada”, expresión cuya
paternidad ha sido reclamada por el propio Felipe González (Prego, 2001: 250).
Si nos atenemos al relato canónico la misma concluyó el 23 de octubre de 1984
cuando, durante el debate del Estado de la Nación, el presidente del gobierno
compartió con la cámara lo que se vino a conocer como el Decálogo (Puell de la
Villa, 2013: 44-46). El jefe del ejecutivo levantaba por fin las cartas y proponía la
conformación de un nuevo consenso que se articulara en torno a la permanencia
en la OTAN –sin integración formal en la estructura militar integrada–, así como
a otros puntos referidos a la no nuclearización de España, la conveniencia de una
eventual integración en la Unión Europea Occidental (UEO), las políticas de desar-
me o la búsqueda de una solución definitiva para el contencioso de Gibraltar11. En

9
Spain-US: Protocol Signed. 24-02-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/
library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01094R000100010050-0.pdf.
10
Spain: Socialist Plans on NATO Accession. 19-3-1982. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP84T00301R000200010066-3.pdf
11
Intervención de Felipe González. Sesión plenaria. 23-10-1984. DSCD, 157.

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Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 27

el ámbito bilateral se comprometía a explorar acuerdos en materia de cooperación


defensiva con los vecinos de Europa Occidental, mientras que anticipaba su inten-
ción de reorientar las relaciones hispano-norteamericanas reguladas por el con-
venio mediante “un ajuste en la dirección de una progresiva menor presencia de
fuerzas en nuestro territorio y de instalaciones de apoyo, de acuerdo con nuestros
intereses nacionales”12. Por último, durante su intervención se anunció también la
decisión de convocar el referéndum para comienzos de 1986.
González tuvo que emplearse a fondo para que sus tesis sobre la OTAN
recibieran el refrendo mayoritario durante el XXX Congreso Federal del PSOE
celebrado pocos meses después. Un completo elenco de pequeñas batallas gana-
das que no impedía que se mantuviera abierta la incertidumbre sobre el modo
en el que se iba a comportar la sociedad española ante la consulta ahora que, en
palabras del líder comunista Santiago Carrillo, el presidente del gobierno había
consumado un “viraje de 180 grados”13. Más de tres décadas después, la pregun-
ta que cabe plantearse es si realmente se trató de un cambio radical de dirección,
o en el caso de Felipe González y de algunos ministros de su primer gabinete
sería más preciso referirse a un giro de 360 grados.
Autores como Michael Marks (2002: 129) hablan de un proceso de con-
vencimiento progresivo –relativamente rápido, en todo caso–, posiblemente
motivado por el contacto con otros líderes occidentales. Una explicación que
encaja con la antedicha fase de absorción, o con la etapa de maduración a la
que hace referencia el diplomático Francisco Villar (2016: 138). Sin menos-
cabo de la utilidad de este aprendizaje, quizás sea más oportuno reconocer
que Felipe González y sus más próximos colaboradores en materia de política
exterior y defensa contaban ya con una orientación claramente definida des-
de su toma de posesión. Es algo que algún periodista de la época se atrevió
a aventurar (Sarasqueta, 1984), pero que a la luz de las fuentes archivísticas
cobra nuevo sentido. Así, a la confidencia de González a su homólogo nórdico
podemos sumar la información que un diplomático de la República Federal de
Alemania (RFA) hizo llegar al Departamento de Estado acerca de lo tratado en
una reunión mantenida entre el titular de la cartera de Defensa, Narcís Serra,
y los diez embajadores de los países miembros de la Comunidad Económica
Europea (CEE) en noviembre de 1983. Para el ministro, el gobierno había
tomado la decisión de permanecer en la Alianza en el momento que envío a
Morán a participar en la reunión ministerial del Consejo del Atlántico Nor-
te celebrada en diciembre de 198214. Además, aporta otros datos de interés,

12
Ibid.
13
Intervención de Santiago Carrillo. Sesión plenaria. 25-10-1984. DSCD, 159, 7144.
14
Spain and NATO: DEFMIN Serra’s Meeting with EC Ambassadors. Telegram from
SECSTATE to AMEMBASSY Madrid. 16-11-1983. ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.

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28 Misael Arturo López Zapico

como que para sacar adelante el referéndum veía necesario envolver [package]
la cuestión en un marco político más amplio y presentarlo como una moción
de confianza al liderazgo de González, al margen de que el proceso se facili-
taría si el gobierno “tenía algo que mostrar a la población acerca de la CEE o
Gibraltar”15.
A la espera de nuevas desclasificaciones documentales que corroboren defi-
nitivamente esa inmediata aceptación del statu quo, los indicios permiten cuanto
menos explorar una hipótesis hasta ahora poco transitada. En la misma encon-
trarían acomodo dos ideas clave. La primera sería que la ambigüedad calculada
se diseña específicamente pensando en el escenario nacional. Por tanto, desde el
inicio de su mandato Felipe González –en franca conexión con el Departamento
de Internacional de la Presidencia del Gobierno– desarrolló una política exterior
basada en el convencimiento y no en la improvisación, siendo esta la segunda
de las ideas. Si damos ambas por válidas las decisiones adoptadas hasta hacer
público el decálogo cobran un nuevo sentido. Para empezar, ha de aminorarse el
peso del cabildeo de los socios de la Alianza en los procesos de toma de decisión.
El curso de actuación adoptado dependía de las líneas rojas que marcaba la con-
vivencia en el interior del gabinete y del Partido, lo que explica el escaso éxito
de las gestiones francesas para convencer a su contraparte española de los bene-
ficios de una integración plena en la Alianza16. La no integración en la estructura
militar de la OTAN era un compromiso imposible de romper en aquellas fechas,
máxime ante el atento escrutinio que Morán ejercía desde Santa Cruz sobre la
cuestión. Incluso con esas limitaciones tanto Defensa como Presidencia trataron
con cautela de encontrar vías alternativas para profundizar en la colaboración17.
Como recuerda Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, director del mencionado De-
partamento de Internacional, la prioridad absoluta era fijar definitivamente el
rumbo hacia la integración de España en la CEE. No es baladí que el primer en-
cargo que recibe del presidente fuera preparar un plan estratégico sobre la cues-
tión (Fernández Fernández-Cuesta, 2019: 63-64). Una derivada del mismo fue
que, ante las escasas garantías que ofrecía Francia en solitario para desbloquear la
ansiada adhesión, se decidiera pivotar sobre la RFA. Así, tal y como explica Rosa
Pardo (2011: 86), el apoyo que el canciller alemán recibió del presidente español
en marzo de 1983 para la instalación de los denominados “euromisiles” tuvo pron-
to su repercusión en el seno del Consejo Europeo. Se inauguraba de esta manera
la estrecha colaboración del tándem González-Kohl, rompiendo tabúes sobre los

15
Ibid.
16
NATO-Spain: Lobbying for Full Integration. 1-12-1982. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP84T00301R000600010115-4.pdf.
17
Spain: Gonzalez’s Prospects. 16-6-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/
library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01094R000300010083-2.pdf.

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Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 29

límites del entendimiento entre un socialista y un democristiano. Cabe destacar


que en aquel momento el SPD se oponía a la instalación en suelo europeo de mi-
siles nucleares de alcance medio fruto de la estrategia de la “doble decisión” adop-
tada por la OTAN en 1979. Esta divergencia de criterio entre socialistas españoles
y germanos no quedó resuelta tras la visita de Helmut Schmidt a Madrid, lo que
llevó a Willy Brandt a escribir a González para abrir un nuevo foro de debate que
permitiera clarificar la postura del SPD en materia de Seguridad18.
La autonomía con la que el presidente tomaba decisiones de calado en con-
tra del criterio de Santa Cruz refleja la existencia de ese proyecto independiente
en la acción exterior liderada desde Moncloa. Morán encarnaba las resistencias
internas que obligaban al jefe del gobierno a actuar con cautela. Las visitas
oficiales y los encuentros con personalidades norteamericanas, sumada a la in-
disimulada animadversión del embajador estadounidense Thomas Enders hacia
el titular de Exteriores (Powell, 2011: 595-604), favorecieron que la figura de
González saliera siempre bien parada en las comparaciones. Al desplazamiento
del Secretario de Estado George Shultz a Madrid en diciembre de 1982 siguió el
viaje de presidente del gobierno español a Estados Unidos en junio de 1983, el
cual fue preparado con esmero por Julio Feo (2008: 217-224) para lograr pro-
yectar una imagen positiva del político sevillano. La apretada agenda incluyó
una larga entrevista con el entonces vicepresidente Bush, quien causó una grata
impresión al mandatario español (Morán, 1990: 157-158)19.
Estos contactos, sumados a decisiones de gran calado como el compromiso
para la adquisición de 72 cazas F-18A Hornet a McDonnell Douglas en detri-
mento de la opción de los aviones Tornado de fabricación europea, convencieron
a las autoridades norteamericanas de la buena disposición de Felipe González
hacia el vínculo bilateral20. Calificado como un político “habilidoso y determi-
nado”, los analistas estadounidenses interpretaban que desde Moncloa se apos-
taba por una política de contrapesos21. Esta implicaba que a los avances en la
línea de un mayor compromiso español con la Alianza, así como con la propia
superpotencia, se sucedieran gestos menos complacientes como determinadas
declaraciones sobre Centroamérica, o la negativa a conceder derechos de paso a
los aviones que regresaban de las maniobras Bright Star22. Por ende, asumían que

18
Carta de Willy Brandt a Felipe González. 19-12-1983. AFFG. Signatura: FER0044703.
19
Carta de George H. W. Bush a Felipe González. 12-7-1983. AFFG. Signatura: FER0044704
20
Spain: F-18 Purchase Confirmed. Telegram from Defense Intelligence Agency. 31-5-
1983. ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
21
Spain: Gonzalez’s Prospects. 16-6-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/
library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01094R000300010083-2.pdf.
22
Spanish-US Relations. 31-8-1983. CREST. Recuperado de Recuperado de https://www.
cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP85T00287R000501900001-8.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


30 Misael Arturo López Zapico

era conveniente encajar con paciencia estos puntuales momentos de tensión en


aras de ofrecer a González tiempo para alcanzar lo que este les había trasladado
que eran sus objetivos a largo plazo: “fortalecer los vínculos con este país [Esta-
dos Unidos] y permanecer en la OTAN”23.
Una lectura de la realidad demasiado condescendiente y ombliguista. Redu-
cir las decisiones del gobierno a un mero tacticismo implicaba negar que detrás
de ellas pudiera existir un verdadero proyecto para la política exterior española.
Eran análisis estancados en tiempos pretéritos e incapaces de asumir –consciente
o inconscientemente– la metamorfosis que acontecía ante sus ojos. No hay razo-
nes para pensar que González mintiera a Shultz cuando le trasladaba que “estaba
muy satisfecho con el desarrollo de la relación bilateral, y esperaba que esta pu-
diera mejorar aún más”24. Lo que quizás no captaba el Secretario de Estado era
el matiz de que esa mejora pudiera ir en una dirección más favorable a España.
Dentro de la pedagogía que se quería trasladar desde la embajada en Madrid
destacaba la idea de que la relación bilateral podría ser más productiva ahora que
España formaba parte del club Atlántico. Un argumento de peso que no convencía
a Morán, empeñado en desligar el vínculo entre las dos naciones del debate sobre
la pertenencia a la Alianza25. Es llamativo que, nuevamente, los estadounidenses
no fueran conscientes de que usaban un razonamiento ambivalente, cuyo corola-
rio era que “la participación en las instituciones europeas –sea la OTAN o la CEE–
implican claramente tanto cargas como beneficios”26. Esta fue justamente una de
las ideas que el Departamento de Estado solicitó al primer ministro italiano que
trasmitiera a su homólogo español, en un intento por contribuir a que el gobierno
español superara el debate sobre la Alianza Atlántica. A la vista de la respuesta de
González estaban predicando a un converso27. Era consciente de las ventajas que
aportaba no fiar la estrategia de seguridad y defensa de España, prácticamente en
exclusiva, a una conexión bilateral; pero también lo era del coste social que esto
tenía. Por ello, antes de tomar ninguna otra decisión, precisaba de una mejora
en las condiciones económicas de España, así como de avances en el proceso de
integración en la CEE y en el contencioso sobre Gibraltar28. Un panorama que

23
Ibid.
24
Secretary’s Meeting with Prime Minister Gonzalez. Telegram from USDEL Secretary in
Madrid to SECSTATE. 9-9-1983. ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
25
US-Spanish Council Meeting: Themes and Suggested Talking Points. Telegram from
AMEMBASSY Madrid to SECSTATE. 26-9-1983. ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
26
Spain and NATO. Telegram from SECSTATE to AMEMBASSY Madrid. 8-10-1983.
ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
27
Spain and NATO. Telegram from AMEMBASSY Rome to SECSTATE. 15-10-1983.
ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
28
Spain and NATO. 5-12-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/rea-
dingroom/docs/CIA-RDP87R00529R000200130012-6.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 31

queda sintetizado en una frase contenida en un informe del Bureau of Intelligence


and Research (INR) fechado en junio de 1983: “González tiene la sensación de no
puede pedir al pueblo español que defienda a una Europa en la cual España no
participa plenamente”29.
Pese a que se suele tomar 1984 como el año clave para la redefinición de la
política exterior española, como hemos visto, existen razones para sostener que
en 1983 se dan pasos cuanto menos importantes. La conexión González-Kohl
comenzaba a dar sus frutos, reflejando la documentación norteamericana la pre-
sión que el canciller alemán ejerció sobre Mitterrand para desbloquear los pro-
blemas económicos que atenazaban el proceso negociador para la adhesión de
España a la CEE30. A su vez, aunque sin las estridencias que algunos esperaban,
el gobierno socialista procuró ensayar nuevas vías de actuación en otro escenario
que, junto al continente europeo, consideraban trascendental: América Latina.
Así, en 1983 se produjeron contactos hispano-franceses para colaborar en
el ámbito centroamericano y se acordó con Nicaragua la apertura de una nue-
va línea de créditos y ayudas31. La inteligencia estadounidense minusvaloraba
la eficacia de estas acciones, definiendo el pensamiento socialista para América
Central como “obnubilado por ilusiones románticas, ideas inconsistentes, y una
falta de información objetiva [hard information]“32. Un juicio que revela la incapa-
cidad de los analistas de la CIA para entender que se estaban sentando las bases
para una creciente influencia española en la zona (Pardo, 2011: 89-90), la cual
aspiraba a encontrar soluciones que paliaran los problemas estructurales y no
meramente hacer de la región una extensión del conflicto bipolar (Cajal, 2010:
143-144).
Por último, aunque sea una cuestión en ocasiones situada en un segundo pla-
no pese a sus implicaciones para la convivencia entre bloques, no debe olvidarse la
voluntad demostrada por Felipe González para mediar entre los participantes en
la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE) de Madrid.
La presentación de un conjunto de propuestas en junio de 1983 por parte del
gobierno español contribuyó a que la Conferencia pudiera cerrarse en septiembre

29
Spain: The Risks of Socialist Moderation. INR Assesments and Research. 23-6-1983.
ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
30
Gonzalez-Mitterrand Meeting. Telegram from AMEMBASSY Paris to SECSTATE. 23-12-
1983. ESADNSCR83-89. RAC Box 6. RRL.
31
Spain-France: Talks on Central America. 1-2.1983. CREST. Recuperado de https://www.
cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01094R000100010125-7.pdf; Spain-Nicaragua:
Financial Aid. 3-5-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/
CIA-RDP85T01094R000200010137-3.pdf.
32
Spain: The Socialists’ Foreign Policy. 11-3-1983. CREST. Recuperado de https://www.
cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01094R000200010002-2.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


32 Misael Arturo López Zapico

tras tres años de deliberaciones33. En suma, todo un ramillete de actuaciones y


gestos que, aunque en ocasiones acometidos con prudencia por la presión interna
o por los propios límites que coartaban la capacidad de influencia de la España
del momento, indican la existencia de una política que aspiraba a que su voz se
escuchara cada vez con más fuerza en el concierto de naciones. Un país en tránsito
hacia la influencia, siguiendo el esquema propuesto por Francisco Villar (2016).

2. La relación puesta a prueba: El referéndum sobre la OTAN y la nego-


ciación de un nuevo acuerdo
El fin de la ambigüedad calculada estuvo precedido de importantes avances en
el desbloqueo de los obstáculos –esencialmente económicos– que dificultaban la
adhesión de España a la CEE. El Consejo Europeo de Fontainebleau, celebrado
en junio de 1984, allanó notablemente el camino (Powell, Ayer 2003 p. 105), si
bien fueron necesarios ulteriores ajustes para que un año después se rubricara el
Tratado que culminaba el proceso. Firma que vino acompañada de una crisis mi-
nisterial que incluyó la sustitución de Fernando Morán por Francisco Fernández
Ordóñez al frente de Exteriores, queriendo suscribir con ella una cesura con la
anterior etapa.
A la altura de 1984 es posible percibir en la documentación estadounidense
nuevas preocupaciones respecto a España y la Alianza Atlántica. Por un lado,
sin menoscabo de que incluso en sus cálculos menos optimistas siguieran vatici-
nando unas relaciones bilaterales aceptables34, los rectores de la política exterior
norteamericana juzgaban insuficiente que González les hubiera comunicado que
divisaba “un papel dentro de la OTAN que se acerca, pero que no alcanza la com-
pleta integración militar”35. Entendían que era preciso lograr un mayor compro-
miso que garantizase plenamente la seguridad del flanco Sur, aspirando además
a que, en el medio plazo, se hiciera realidad la plena participación española36.
De lo contrario, la negociación de un acuerdo a la carta sentaría un peligroso
precedente, por lo que confiaban en que los principales socios europeos – Bonn,
París, Bruselas o Roma– les auxiliaran ejerciendo su influencia sobre González37.

33
Spain: Proposal on CSCE. 18-6-1983. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/li-
brary/readingroom/docs/CIA-RDP85T01094R000300010091-3.pdf.
34
Spain, NATO and Western Europe. 12-3-1984. CREST. Recuperado de https://www.cia.
gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00126R000801080001-2.pdf.
35
Memorandum for Mr. Robert C. McFarlane. 23-5-1984. Philip Alphonse Dur Subject
Files, Box 10. RRL.
36
Spain and the Western Security System. 3-1985. Recuperado de https://www.cia.gov/
library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00573R000400440008-4.pdf.
37
Spain, NATO and Western Europe. 12-3-1984. CREST. Recuperado de https://www.cia.
gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00126R000801080001-2.pdf; Spain: Gonzalez Mo-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 33

Por otro lado, la vinculación entre la permanencia en la Alianza con una re-
ducción de las tropas norteamericanas acantonadas en España también fue someti-
da a análisis. Inicialmente conjeturaron que, a tenor de la falta de concreción de los
términos de esta disminución, el jefe del gobierno básicamente tenía la intención
de “utilizar el asunto como un recurso táctico contra los críticos de la OTAN, más
que perseguir una rebaja sustancial de los acuerdos militares”38. Tal diagnóstico fue
matizado meses más tarde, asumiendo que cuando llegara el momento de negociar
un nuevo convenio la postura española sería firme e incluiría la reubicación de las
bases de Torrejón de Ardoz y Zaragoza, más allá de la reducción de efectivos39.
Todas estas cuestiones estaban incluidas en el catálogo de temas prepara-
do por la oficina de análisis europeo de la CIA con motivo del viaje de Ronald
Reagan a Madrid, en mayo de 1985. El documento sintetizaba la postura del
gobierno respecto a las bases militares, mencionando como principal novedad
que, ante las malas expectativas, González quizás podría renunciar al referén-
dum y convocar en su lugar elecciones generales dada la debilidad del resto de
competidores políticos40. Incluso aceptando que el flujo de información entre las
distintas agencias gubernamentales no es siempre el más adecuado, el recuento
que hace Morán de la reunión celebrada con el Secretario de Estado en el marco
de la visita resulta llamativo. Que Shultz reaccionase con “sorpresa” cuando se le
comunica la voluntad del gobierno español de renegociar el convenio de 1982,
indicando que “era la primera vez que conocía esta disposición” resulta poco
convincente (Morán, 1990: 427). Más bien parece que con ello que el ministro
de Exteriores se quisiera cobrar una pequeña venganza personal con Enders, a
quien acusa de no hacer bien su trabajo.
La explicación parece sencilla. El titular de Santa Cruz se mantenía anclado
en su razonamiento de que primero había que reequilibrar los términos de la re-
lación bilateral y, posteriormente, acometer lo relativo a la OTAN. Una posición
en las antípodas de la contraparte estadounidense, si bien esto tampoco había
experimentado ninguna variación sustancial. Lo que sí había cambiado, siendo
esto lo que enturbió la relación durante meses e hizo empezar con mal pie las ne-
gociaciones sobre el nuevo convenio, fue la fijación de Washington por hacer ver
al gabinete socialista que someter la permanencia a un referéndum era un error.

ves Closer to a Policy on NATO. 21-6-1984. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/


readingroom/docs/CIA-RDP85T00287R001100330001-5.pdf.
38
Warning and Forecast Report for Europe. 26-12-1984. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00573R000400440008-4.pdf.
39
Spain and the Western Security System. 3-1985. CREST. Recuperado de https://www.cia.
gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00573R000400440008-4.pdf.
40
Spain: Issues Gonzalez May Wish to Discuss. 19-4-1985. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01058R000202780001-7.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


34 Misael Arturo López Zapico

Felipe González y sus allegados eran conscientes de que la convocatoria del re-
feréndum, pese a la incertidumbre que pudiera plantear el resultado, no podía
evitarse. Se abre aquí un punto de fricción con las autoridades norteamericanas,
que consideran la decisión un riesgo innecesario. Así trató de hacérselo com-
prender Shultz a González durante un encuentro en Nueva York en la sede de
Naciones Unidas. La minuta interna redactada por el Departamento de Estado
y los recuerdos del presidente español difieren frontalmente respecto al tono de
la conversación (Prego, 2001: 253-255)41. Si seguimos el testimonio del político
sevillano, se produjo un fuerte encontronazo al repetirse viejos esquemas sobre
las contrapartidas por las bases, mientras que la fuente estadounidense presenta
a un González interesado en obtener alguna clase de declaración pública que
revelara que la superpotencia comprendía la postura del gobierno. Aspiración
que quedó frustrada al ser desaconsejada desde la CIA42.
Máximo Cajal, quien en sus memorias registra una versión más cercana a la
de la diplomacia norteamericana, nos ofrece la que parece una pista definitiva al
señalar que el centro de la discusión radicaba en que a Shultz la fórmula del refe-
réndum “le parecía anatema” (Cajal, 2010: 151). El nerviosismo que generaba en
la Administración Reagan la consulta se explica porque todos sus pronósticos eran
negativos. Únicamente el Director del INR, vinculado al Departamento de Estado,
se desmarcaba de los mismos y confiaba en que el resultado diera un vuelco. El
resto de agencias vaticinaban una derrota y ofrecían hasta tres fórmulas alternati-
vas para desconvocar el referéndum43. Con tales expectativas se entiende la escasa
receptividad de los representantes de Estados Unidos cuando, a finales de octubre
de 1985, se inauguraron unas conversaciones para abordar de manera amistosa la
situación de la relación bilateral. Presentadas por la delegación española como el
preámbulo a las negociaciones oficiales para alcanzar un nuevo convenio, los nor-
teamericanos preferían calificarlas como un diálogo sobre la Seguridad europea.
En el resumen preparado por el embajador de Estados Unidos en Roma, Maxwell
Rabb, se aprecia la voluntad de evitar tomar decisiones precipitadas y de apurar al
máximo las opciones para que el referéndum no tuviera finalmente lugar44.

41
Secretary’s Meeting with Spanish Prime Minister Felipe Gonzalez, September 26. Telegram
from SECSTATE to United Nations US Mission. 28-9-1985. CREST Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87R00529R000100040084-8.pdf.
42
Suggested Discussion Item for Meeting with DepSECSTATE on Spanish-NATO Referen-
dum. 2-10-1985. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-
RDP87R00529R000300260010-3.pdf.
43
Spain: The NATO Referendum and US-Spanish Military Ties. 10-1985. CREST. Recuperado
de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00573R000400490007-0.pdf.
44
Telegram from AMEMBASSY Rome to SECSTATE. 28-10-1985. Peter R. Sommer Files
(PSF), Box 90900. RRL.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 35

Vista con perspectiva la posición de ambas partes resulta lógica. El gobierno


español necesitaba presentar a la opinión pública que los tiempos verdaderamente
habían cambiado y que el país había recuperado su soberanía tras años de sumi-
sión (Schumacher, 1985). Felipe González consideraba que había pagado un alto
precio político por haber pilotado el viraje del PSOE hacia el atlantismo y esperaba
alguna clase de reconocimiento desde Washington45. La reducción de efectivos se
antojaba un recurso adecuado para conectar con las peticiones populares, aunque
quedase lejos de cumplirse el eslogan de “OTAN no, bases fuera”. Por el contrario,
los estadounidenses estaban cómodos con el marco bilateral, toda vez que este res-
pondía de forma efectiva a sus intereses geoestratégicos en la zona. Mientras estos
estuvieran asegurados les preocupaba poco que la política de Seguridad española
fuera perfectible cuando esta era observaba desde un prisma estrictamente nacio-
nal. Rechazaban la consulta porque, más allá de sentar un precedente, ofrecía a
Madrid la posibilidad de pre-condicionar de manera unilateral las futuras negocia-
ciones de un convenio todavía vigente hasta mayo de 1988 (López Zapico, 2018:
121). Además, convencidos de que incluso si los socialistas recibían un varapalo
en el referéndum el vínculo con la OTAN podría mantenerse. ¿Por qué renunciar
por anticipado a sus bazas negociadoras?46
Las fuentes desclasificadas hasta la fecha no revelan que la relación entrara
en crisis, ni siquiera cuando el gobierno hizo públicos los términos de la con-
sulta recurriendo a una redacción menos ambigua de lo que en Washington se
esperaba47. Cosa distinta es que las comunicaciones entre el Departamento de
Estado y la legación en Madrid permitan entrever la preocupación que acom-
pañó a todos los actores implicados hasta la noche electoral. El debate sobre la
política de paz y seguridad celebrado en el Congreso de los diputados el 4 de
febrero fue especialmente lesivo para Felipe González, quien se vio sometido a
duras acusaciones por parte de la oposición. Acosado por sus propias contradic-
ciones, tuvo que comprometerse a que “si se pierde el referéndum, es evidente,
señorías, que se saldría de la Alianza”48. Días después el presidente se entrevistó
con Enders, ante quien aseveró que tras una eventual derrota se veía capacitado
para llevar a su partido a la victoria en unas elecciones generales y, en ese nuevo

45
Spain: Issues Gonzalez May Wish to Discuss. 19-4-1985. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP85T01058R000202780001-7.pdf.
46
Spain: The NATO Referendum and US-Spanish Military Ties. 10-1985. CREST. Recupera-
do de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP87T00573R000400490007-0.
pdf; Spain: Political and Economic Overview. 26-2-1986. CREST. Recuperado de https://www.
cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP86T01017R000303440001-6.pdf.
47
Spain and NATO: The Referendum Question is Posed. Telegram from AMEMBASSY Ma-
drid to SECSTATE. 31-1-1986. PSF, Box 90900. RRL.
48
Intervención de Felipe González. Sesión plenaria. 4-2-1986. DSCD, 266, 11979.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


36 Misael Arturo López Zapico

contexto, revertir la decisión popular. 49 Además, insistió en que la condición de


no incorporarse a la estructura militar integrada de la OTAN incluida en la pape-
leta no debía de considerarse vinculante. Como paso previo a la incorporación
veía necesaria una resolución del contencioso sobre Gibraltar, pero aseguraba
que en el ínterin la cooperación de facto de las tropas españolas en el marco de la
Alianza sería plenamente viable. Durante la conversación el presidente reconoció
que el debate le había hecho daño y que si la derecha pasaba de la abstención al
no, la derrota sería inapelable. Enders era pesimista, comentando en el cierre de
su mensaje que si González había sido demasiado confiado, Fraga y otros líderes
de la derecha solo habían mirado por su interés particular [self-seeking]50.
Hasta el último minuto las probabilidades de la victoria de la opción guber-
namental parecían remotas, por eso en cuanto se conocieron los primeros resul-
tados Enders se apresuró a emitir un informe muy optimista51. Manteniendo la
cautela por no disponer todavía de un gran corpus documental, la tensión gene-
rada por el referéndum no llevó a que Estados Unidos tomara represalias contra
España, probablemente aliviados por haber evitado un escenario más complejo.
Sí hubo, sin embargo, otras consecuencias quizás menos conocidas. En el
ámbito de la inteligencia, los responsables de la CIA se plantearon la necesidad
de evaluar cómo había sido el trabajo de sus analistas, toda vez que sus pronós-
ticos no habían estado demasiado acertados52.La otra derivada tuvo importan-
tes repercusiones en el proceso negociador abierto para estudiar los términos
por los que debían de transcurrir las relaciones hispano-norteamericanas. El
comportamiento de González llevó a que lo caracterizaran como un político
que se guiaba por sus instintos y que confiaba más en la improvisación que en
los planes a largo plazo53. Una persona, por tanto, más cercana al tacticismo
cortoplacista que a los grandes marcos estratégicos. Una percepción basada en
las vueltas de tuerca que el político socialista tuvo que dar a sus argumentos
para tener éxito en el referéndum, pero que opaca la idea planteada en el apar-
tado anterior de que disponía de un claro diseño para la acción exterior del
país, el cual pasaba por situar a España en una posición de mayor influencia
en el tablero internacional.

49
Gonzalez Worried about NATO Referendum. Telegram from AMEMBASSY Madrid to
SECSTATE. 8-2-1986. PSF, Box 90900. RRL.
50
Ibid.
51
NATO Referendum: A Solid Victory. Telegram from AMEMBASSY Madrid to SECSTATE.
12-3-1986. PSF, Box 90900. RRL.
52
Spain. 13-3-1986. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/readingroom/
docs/CIA-RDP90G01359R000200090009-0.pdf.
53
Spain: Political and Economic Overview. 26-2-1986. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP86T01017R000303440001-6.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 37

Fue un error de cálculo que llevó inicialmente a plantear la posibilidad de


que el mandatario sevillano se conformara con reducciones cosméticas respec-
to al número máximo de efectivos autorizados, o renombrar infraestructuras
militares norteamericanas con las siglas de la OTAN54. Curiosamente, en el
mismo informe que recoge estas propuestas, se incide en que “a pesar de las
perspectivas favorables, la senda de la cooperación hispano-norteamericana
probablemente sea accidentada [bumpy]”55. Se anticipaban unas arduas nego-
ciaciones bilaterales siguiendo la senda de las anteriores56. Teniendo en cuen-
ta que, en su documentación interna, los propios estadounidenses sostienen
que sus principales objetivos fueron alcanzados en el Tratado de 1976 y en el
Convenio de 1982, las quejas sobre la dureza de las negociaciones responden
nuevamente a un caso de percepciones mistificadas57. Esto abre la puerta a
plantearse si la condición de Estados Unidos como superpotencia no provoca
que las dificultades inherentes a cualquier proceso de negociación se sobre-
dimensionen al entender que su postura es, por definición, la más cercana al
bien común del bloque occidental.
El arranque de las negociaciones en julio de 1986 estuvo condicionado por
un conjunto de elementos entre los que cabría destacar: el ataque de Estados
Unidos a Libia en el mes de abril; la necesidad de acometer el proceso de adap-
tación de España a los requisitos de cooperación con la OTAN en los términos
aprobados en el referéndum (Villar, 2016: 143-145);la sustitución de Enders por
un nuevo embajador, Reginald Bartholomew; y, finalmente, los recortes presu-
puestarios en las partidas para ayuda militar norteamericana en el extranjero que
afectaban no solo a España, sino también a Grecia, Turquía o Portugal58. Sin em-
bargo, lo que va a marcar todo el proceso fue el error cometido por la delegación
estadounidense a la hora de evaluar cuáles iban a ser las pretensiones españolas.
Por más que anticipasen que no resultaría fácil, intuían que las reclamaciones
hispanas respecto a la retirada de efectivos y al uso de las bases cercanas a gran-
des núcleos urbanos podrían rebajarse:

54
Spain. 1-4-1986. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/readingroom/
docs/CIA-RDP86T01017R000403750001-1.pdf.
55
Ibid.
56
Spain: The NATO Referendum. 17-3-1986. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/
library/readingroom/docs/CIA-RDP91B00874R000100140007-0.pdf.
57
1976 Treaty with Spain. 3-11-1982. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/li-
brary/readingroom/docs/CIA-RDP85M00364R000400530054-4.pdf; 1982 Agreement with
Spain. 11-3-11-1982. CREST. Recuperado de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/
CIA-RDP85M00364R000400530058-0.pdf
58
September Warning and Forecast Report. 23-9-1986. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP91B00776R000300110016-0.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


38 Misael Arturo López Zapico

“González probablemente retendrá su capacidad de maniobra para alcanzar un


acuerdo aceptable tanto para Washington como para la opinión pública espa-
ñola. […] parece claro que España pujará fuerte para sacar la 401 [los F-16s
del Ala 401] fuera de Torrejón. Con todo, creemos que existe una posibilidad
razonable de convencer a los españoles incluso en esta cuestión”59.
Nada más lejos de la realidad. Como el ministro de Exteriores Fernández Or-
dóñez explicó al recién llegado embajador, las bases eran una cuestión política,
independientemente de que las delegaciones pudieran abordar las cuestiones
militares y el resto de detalles. Su interlocutor trató de corregirle indicando que:
“la primera preocupación no era la política, sino la seguridad y nuestra relación.
No estaba ignorando la dimensión política, pero ha de estar subordinada a lo
que va primero. […] Le dije que en cualquier circunstancia la seguridad es la
primera cosa que un gobierno debe a su pueblo […]”60.
Esta disparidad entre los planteamientos políticos del gabinete socialista frente
a la primacía del componente geoestratégico y militar preconizado por la ad-
ministración Reagan fue lo que lastró todo el proceso (Villar, 2016: 150-151).
Si hacemos caso a las remembranzas compartidas por Felipe González con la
periodista Victoria Prego (2001: 266-267), el político andaluz dejó claro desde
su primer encuentro con Bartholomew que las peticiones españolas eran ge-
nuinas y no una mera táctica negociadora. Pese a ello, el embajador, que venía
precedido de una fama de correoso negociador y diplomático experimentado,
defendió durante meses que Estados Unidos no debía ceder. Es más, en un te-
legrama remitido al Departamento de Estado insistía en la necesidad de hacer
entender a Madrid que resultaba inviable plantear una reducción de tropas si
esas funciones no eran cubiertas por fuerzas españolas. Destacaba además que,
aunque la relación bilateral se insertara dentro del marco general de la OTAN,
no cabía justificar ninguna reducción aduciendo que España acometería otras
misiones de la Alianza61. Una concepción que sigue los preceptos de esa línea
geoestratégica anteriormente delimitada, pero que obvia que el compromiso
adquirido por el gobierno socialista con su ciudadanía para que el país se man-
tuviera dentro de la Alianza Atlántica.
En este sentido, Narcís Serra tiene la sensación de que la administración
Reagan, movida por su pragmatismo, confiaba en que una vez superada la cita

59
Spain: Spanish Goals and Strategy in the Bilateral Security Talks. 13-8-1986. CREST. Recupe-
rado de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP88G01117R000501450002-4.
pdf.
60
FM Ordonez on Bases. Telegram from AMEMBASSY Madrid to SECSTATE. 8-11-1986.
PSF, Box 90900. RRL.
61
US-Spanish Base Negotiations and NATO. Telegram from AMEMBASSY Madrid to
SECSTATE. 24-10-1986. PSF, Box 90900. RRL.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 39

electoral bastaba con encontrar “soluciones aparentes”, sin tener que “entrar en
temas sustantivos” (Iglesias, 2003: 715). No era el caso. Y es que, como senten-
ció el Francisco Fernández Ordóñez en la Comisión de Asuntos Exteriores del
Congreso celebrada el 27 de febrero de 1987, es decir, cuando las espadas por
todo lo alto en el proceso negociador:
“Lo que queremos es una relación equilibrada, no una relación de subordina-
ción. Queremos una relación de aliados; queremos una relación igualitaria y
no queremos una sobreinversión militar […] Es decir, queremos un ajuste de
nuestra posición”62.
Los términos en los que se negoció este ajuste han sido descritos con gran detalle
por Máximo Cajal (2010: 151-208), quien encabezó la delegación española y que
se refiere al proceso como una pesadilla (Cajal, 2010: 139). La limitada documen-
tación primaria con la que contamos implica que la reconstrucción de las rondas
negociadoras se haya realizado básicamente a partir de sus testimonios, comple-
mentados, bien por fuentes hemerográficas (Powell, 2011: 624-635), o bien por
las comunicaciones del Departamento de Estado y los materiales del Consejo de
Seguridad Nacional (Heiberg, 2018: 177-191). Quedan todavía muchos detalles
que verificar, entre ellos el posicionamiento del rey Juan Carlos ante la negociación
–en documentos internos norteamericanos se llega a afirmar que el monarca “se-
gún se dice no está de acuerdo con la propuesta del gobierno”–, pero es palpable
que la postura de firmeza española acabó prevaleciendo63. El 1 de diciembre de
1988 se firmó el nuevo acuerdo64. El mismo, que tendría una duración de ocho
años, adoptó la fórmula de convenio sobre cooperación para la Defensa, dejando
por tanto atrás los acuerdos de amplios espectro que afectaban a otras facetas de la
relación. La reducción de efectivos, que Ángel Viñas calcula que supuso la retirada
de “4700 militares y cerca de 640 civiles” (p. 500), afectó sobre todo a las bases
de Zaragoza y Torrejón de Ardoz. El abandono de esta última instalación provocó
el traslado del Ala Táctica 401 a la base italiana de Aviano, toda vez que los altos
costes de la operación frustraron el proyecto pensado para Crotone (Cooley, 2008:
208). El gobierno socialista pudo, por tanto, presentar el nuevo convenio como un
refrendo a las condiciones fijadas en el referéndum de la OTAN, si bien la condi-
ción referente a las armas nucleares fue durante un tiempo escamoteada mediante
un subterfugio legal (Powell, 2011: 632-633).

62
Intervención de Francisco Fernández Ordóñez. Comisión de Asuntos Exteriores. 27-2-
1987. DSCD, 80, 3121.
63
Presidential Appointments and Scheduling. 29-5-1987. WHORM Subject Files: CO
Spain, Box 177. RRL.
64
Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre Coope-
ración para la Defensa, anejos y canjes de notas anejas al mismo, hecho en Madrid el 1 de
diciembre de 1988. Boletín Oficial del Estado, 108, 6-5-1989, 13325-13345.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


40 Misael Arturo López Zapico

3. La cooperación ampliada en un marco de entendimiento más equilibrado


Dejando a un lado las interioridades del proceso negociador, aunque tomando
como punto de referencia la reconfiguración de las relaciones hispano-nortea-
mericanas, es conveniente advertir que las conversaciones se llevaron a cabo
en un periodo clave para la reafirmación de la política socialista hacia el exte-
rior. Los pasos iniciados desde la llegada al poder cobran una nueva dimensión
tras la adhesión de España a la CEE, la permanencia de España en la OTAN y
la victoria del PSOE en los comicios de 1986. Todo este capital experiencial
acumulado, canalizado desde la sustitución de Fernando Morán por un mi-
nistro que compartía el mismo diseño programático que Moncloa, fue lo que
permitió acelerar definitivamente el ritmo. A ello contribuyó igualmente el
cambiante contexto internacional. A partir de 1985 se inaugura una nueva fase
de Guerra Fría atenuada no carente de tiranteces, pero que no se tradujeron
en grandes sobresaltos hasta la sorpresiva caída del Muro de Berlín (Martín de
la Guardia, 2019).
En la documentación preparada por la oficina de análisis europeo de la CIA
para instruir al embajador Bartholomew acerca de su nuevo destino se menciona
lo siguiente:
“Si bien España está firmemente comprometida con una política pro-occidental,
González quiere reforzar el pilar europeo de la Alianza y perseguir una política
exterior más independiente en el Tercer Mundo”65.
Un diagnóstico sintético, pero que lograr captar muy bien la disposición del pre-
sidente del gobierno a seguir manteniendo el vínculo bilateral con Estados Uni-
dos, sin por ello sacrificar su autonomía. América Latina es uno de los escenarios
donde dicha independencia estaba llamada a cobrar un mayor protagonismo. En
ese mismo informe se señala que Madrid estaba tratando de jugar un papel más
activo en el área, habiendo paliado su falta de recursos mediante el cortejo de
los líderes regionales66. Efectivamente, el apoyo al proceso de Contadora fue una
declaración de intenciones, pero los analistas aún no alcanzaban a vislumbrar la
intención de González de situar a España como nexo entre la CEE y los países la-
tinoamericanos, alcanzando por esta vía una mayor influencia de la que hubiera
tenido a través de iniciativas conjuntas con Washington.
No sin dificultades, la actitud firme de los negociadores españoles fue per-
suadiendo a la administración Reagan de que sus percepciones iniciales eran
erróneas. La postura del presidente del gobierno español se fundamentaba en

65
Talking Points for your Meeting with Ambassador Bartholomew. 21-7-86. CREST. Recupera-
do de https://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP86T01017R000404150001-6.
pdf.
66
Ibid.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 41

el convencimiento y no eran meros fuegos de artificio. Por ello, a la altura de


1987, los analistas norteamericanos auguraban la continuidad de la cooperación
militar, pero enmarcada en unas relaciones bilaterales menos estrechas que en
tiempos pretéritos: “en sus relaciones con Estados Unidos, Madrid es probable
que se muestre más confiada y agresiva en reivindicar sus propios y más amplios
intereses en Europa Occidental”67. Un juicio muy interesante, que abre la puerta
a matizar que las dificultades para alcanzar el nuevo acuerdo se tradujeran en un
deterioro de la relación. Al gobierno estadounidense, obviamente, no le agradó
tener que ceder más de lo esperado, pero ambas naciones no tardaron en com-
prender que una verdadera amistad, que fuera más allá de la sumisión y el segui-
dismo, brindaba la oportunidad de generar unas dinámicas de colaboración más
honestas y comprometidas. La llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca,
pese a la relativa continuidad que suponía la elección del hasta entonces vice-
presidente, fue el estímulo necesario para tejer los lazos de esa nueva relación.
La toma de posesión de George H. W. Bush coincidió con la primera vez que
España asumía la presidencia de turno del Consejo de ministros de la CEE. Un
dato relevante que fue señalado por el propio González durante su primera con-
versación telefónica con el nuevo presidente republicano. La misma, caracterizada
por el buen tono, refleja el interés del mandatario norteamericano por conocer la
opinión de su homólogo español respecto a Europa y América Latina, aludiendo
a la conveniencia de poder encontrarse pronto en persona68. Una disposición que
Bush reiteró un par de meses después al ministro español de Asuntos Exteriores,
quien portaba un mensaje personal de Felipe González preparado por su Departa-
mento de internacional en “un momento de relanzamiento de nuestras relaciones
con ese país tras la firma del Convenio de Cooperación para la Defensa”69. En el
curso de la reunión se abordó la situación de América Central y Nicaragua:
“[Bush] dijo que España podría jugar un papel muy útil a la vista de su propia
experiencia con la transición a la democracia. La intención de Estados Unidos
no es derrocar a Ortega, sino asegurar que el pueblo nicaragüense tenga derecho
a la democracia”70.

67
Spain-NATO: Prospective Contributions. 12-2-1987. CREST. Recuperado de https://
www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP88T00091R000400010001-2.pdf.
68
Memoranda of telephone conversation (Telcon) with Felipe Gonzalez. 24-1-1989. George
Bush Presidential Library (GBPL). Recuperado de https://bush41library.tamu.edu/files/mem-
cons-telcons/1989-01-24--Gonzalez.pdf.
69
Nota interior del Director del Departamento de Internacional a la Secretaria de Felipe Gon-
zález. 8-3-1989. AFFG. Signatura: FER0044704.
70
Memoranda of face-to-face conversation (Memcon) with Francisco Fernandez Ordonez.
14-3-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-
03-14--Ordonez.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


42 Misael Arturo López Zapico

Para ello solicitaba el apoyo de España para lograr que los sandinistas no exten-
dieran la revolución y se volcaran hacia la democratización, petición que Fer-
nández Ordóñez recibió asertivamente:
“González le ha dicho a Ortega que la democracia no es solo una moneda de
cambio. […] Bush dijo que, si González estaba en la misma onda, él tiene el
prestigio [stature] para ayudar. Dado su respeto por González, el presidente
considera que tiene un papel único que jugar”71.
A comienzos del mes de abril Moncloa recibió una carta del presidente nortea-
mericano en la que, en un tono muy cordial tal y como destaca Yáñez-Barnuevo,
se invitaba al jefe de gobierno de España a desplazarse a Washington a lo largo
del segundo semestre de 1989 para una visita oficial de trabajo.72 Un interés que
demuestra la importancia concedida a engrasar la relación bilateral, habiéndose
ya producido varios encuentros al más alto nivel –incluida una reunión de Bush
con Juan Carlos I durante los actos fúnebres del Emperador de Japón– en los
apenas cuatro meses de mandato del político republicano. La visita presidencial
quedó finalmente fijada para el mes de octubre.
Junto a Nicaragua, el otro tema que ocupó la agenda de trabajo de esos
meses fue la situación de Panamá. Un año antes España se había ofrecido a
acoger al general Manuel Noriega, un gesto que había sido muy valorado desde
la administración Reagan73. Con motivo de las elecciones en el país del Canal,
Bush telefoneó a González para abrir una vía de comunicación con Noriega
y a través del mandatario español advertirle de que Estados Unidos estaba
dispuesto a no extraditarle si aceptaba los resultados de las elecciones74. El
político sevillano aceptó el encargo, solicitando un par de días para informar
sobre la gestión. Daba así comienzo un interesante episodio diplomático que
tuvo continuidad en fechas venideras. En el plazo fijado, el presidente español
informó de que:
“había enviado un emisario a ver a Noriega el lunes, después de haber intentado
comunicarse con Noriega directamente sin haberlo logrado. El martes hablaron,
y Noriega dijo que estaba consultando con el Consejo de Estado y que le daría su
respuesta a través del emisario español. Hasta ahora no ha habido respuesta”75.

71
Ibid.
72
Nota interior del Director del Departamento de Internacional a la Secretaria de Felipe Gon-
zález. 7-4-1989. AFFG. Signatura: FER0044704.
73
Meeting with Spanish Prime Minister Felipe Gonzalez. 27-5-1988. Nelson C. Ledsky fi-
les. RAC Box 6. RRL.
74
Telcon with Felipe Gonzalez. 8-5-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-05-08--Gonzalez.pdf.
75
Telcon with Felipe Gonzalez. 10-5-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-05-10--Gonzalez.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 43

A través de cartas posteriores cruzadas entre Washington y Madrid sabemos que


ese emisario fue el embajador español en Panamá, siendo también interesante que
pese a la voluntad norteamericana de tratar los casos panameño y nicaragüense
dentro de un mismo marco –“la promoción de la democracia en el istmo cen-
troamericano”– desde la Moncloa se creyó conveniente preparar respuestas por
separado76.
A la espera de nuevas noticias, es importante destacar que Bush, solicitara
los oficios de González para lograr que los países europeos se pronunciaran:
“[González] dijo que estaba trabajando con la Comunidad Europea y con el gru-
po de los siete. Él estaba en contacto con Carlos Andres Perez [sic], y ellos dos
están intentando presionar a Noriega desde América Latina y también a través
de la Comunidad Europea”77.
El 11 de mayo el mandatario español reconoció el fracaso de su gestión, existien-
do además problemas para lograr un consenso de todos los países latinoamerica-
nos para aislar a Noriega. En todo caso, se comprometió a seguir trabajando para
que los socios comunitarios condenaran la situación78.
Resulta patente que España estaba cobrando enteros en cuanto a su influen-
cia internacional, actuando como interlocutor entre ambas orillas del Atlántico.
Así, unos días más tarde, González telefoneó a la Casa Blanca para compartir
sus impresiones tras la visita que había realizado a la RFA. Había encontrado al
canciller Kohl muy atribulado y solicitaba al mandatario norteamericano que
“hiciera un esfuerzo especial para que pueda haber un acuerdo las sobre armas
nucleares de corto alcance [SNF matter]” en la Cumbre de la OTAN que se
iba a celebrar próximamente79. El presidente español, además de transmitir su
coincidencia con las posturas del canciller, aprovechó para pasar revista a otros
temas como el conflicto de Oriente Medio o reactualizar su compromiso para
con la crisis panameña. Cuestión que volvieron a abordar durante la mencionada
Cumbre, esta vez en persona y acompañados de los máximos responsables de
Exteriores de cada nación, James A. Baker y Francisco Fernández Ordóñez80.

76
Elementos proyecto respuesta carta del Presidente Gobierno al Presidente Bush.24-8-1989.
AFFG. Signatura: FER0044704; Nota interior del Director del Departamento de Internacional a
la Secretaria de Felipe González. 10-10-1989. AFFG. Signatura: FER0044704; Carta de Felipe
González a George H. W. Bush. 11-10-1989. AFFG. Signatura: FER0044704.
77
Telcon with Felipe Gonzalez. 10-5-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-05-10--Gonzalez.pdf.
78
Telcon with Felipe Gonzalez. 11-5-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-05-11--Gonzalez.pdf.
79
Telcon with Felipe Gonzalez. 23-5-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-05-23--Gonzalez.pdf.
80
Memcon with Felipe Gonzalez. 30-5-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-05-30--Gonzalez.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


44 Misael Arturo López Zapico

En octubre de 1989 Felipe González regresaba en visita oficial a la Casa


Blanca. El presidente se esforzó por evidenciar el cambio que había experimen-
tado España en los seis años que habían transcurrido y la evidente apuesta por
el abandono del “aislacionismo previo”81. Uno a uno fue glosando los avan-
ces en ese sentido: la responsabilidad adquirida en el proceso de construcción
europea, la adhesión al Tratado sobre la no proliferación de armas nucleares o
la apuesta por la UEO que se concretaría pocos meses después. En palabras del
mandatario español: “nuestras políticas se han vuelto definidas, más abiertas al
resto del mundo”82. No puede por ello extrañar que, tras referirse a que las difi-
cultades en el ámbito bilateral habían quedado superadas, saltara directamente a
presentar su aspiración de unas relaciones hispano-norteamericanas redefinidas
en el marco de los vertiginosos cambios que estaban aconteciendo en el Este
de Europa. Después de pasar revista a la situación de Polonia o al papel que la
OTAN habría de jugar en este nuevo contexto, un inquisitivo González defendió
la conveniencia no poner a la URSS ante las cuerdas a Gorbachov. En su opinión
uno de los límites de la Perestroika era la explosión de los nacionalismos, po-
niendo como ejemplo la situación de las repúblicas del Báltico. Además también
se abordó el acuerdo sobre armas convencionales, el cual, a criterio del español,
presentaba un marco demasiado limitado. Bush terció en este punto para indicar
la conveniencia de cerrar pronto dicho acuerdo, a lo que González –que afirmó
que “los soviéticos necesitan obtener acuerdos para el control del armamento”–
respondió que no diría nada en público que pudiera prolongar las negociaciones.
La complicidad también se percibe en lo referente a América Latina, si bien
se observa cómo la delegación española quiso remarcar sus preferencias e ideas
propias para la región. El vicepresidente Dan Quayle dijo estar impresionado
por el prestigio del mandatario español entre los líderes latinoamericanos, el
cual podría resultar de gran utilidad para resolver los problemas en Panamá o
Nicaragua. Además el Secretario del Tesoro elogió la ayuda brindada por España
en la implementación de una nueva estrategia para afrontar los problemas de
la deuda externa en el continente. Felipe González expuso su optimismo en la
oportunidad para la democracia que se abría en Nicaragua, al tiempo que re-
conoció tener ciertas ideas sobre Panamá, “que no un plan”, emplazando a sus
anfitriones a comentarlas durante la velada83. Además, no perdió la oportunidad
para expresar su punto de vista sobre el escenario latinoamericano:
“es importante no concentrarse únicamente en América Central, que es lo que
solemos hacer en exceso. Los problemas de la democracia a lo largo de la región

81
Memcon with Felipe Gonzalez. 19-10-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-10-19--Gonzalez.pdf.
82
Ibid.
83
Ibid.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 45

son importantes y países como Argentina o Chile tienen una mayor magnitud e
impacto que los de América Central”84.
Europa del Este, América Latina y también un pequeño aporte sobre Oriente
Medio fueron, por tanto, los ejes sobre los que pivotó la conversación. Las men-
ciones directas a la relación bilateral, más allá de algunos elogios sobre la buena
salud de la misma, estuvieron capitalizadas por Fernández Ordoñez. El ministro
puso sobre la mesa la posibilidad de alcanzar acuerdos en materia cultural y
científico-tecnológica, elementos que, como se recordará, estaban anteriormen-
te asociados a los acuerdos militares y que el nuevo convenio había excluido.
Igualmente se abordaron cuestiones comerciales e impositivas, en aras de encon-
trar un marco jurídico que favoreciera las inversiones. En suma, un encuentro
que sirve para verificar que la relación había alcanzado tal madurez que era
posible dialogar sobre otras dimensiones de la política internacional y tratar de
encontrar sinergias de colaboración. Una idea resaltada públicamente por Felipe
González ante los medios de comunicación, sosteniendo que España y Estados
Unidos podían tener diferentes aproximaciones a cuestiones como las políticas
hacia Centroamérica justamente porque existía entre ambas naciones un vínculo
de confianza (Mendo, 1989).
Llegamos así a los últimos meses de 1989, punto en el que finaliza el análisis
aquí presentado. Los cambios vertiginosos, a los que ya refiriera González, germi-
naron en la caída del Muro de Berlín. Pocas semanas después tuvo lugar la Cumbre
de Malta y el mundo encaminaba sus pasos hacia la posguerra fría. Ante tal magno
acontecimiento el presidente Bush quiso consultar con sus socios qué mensaje
era conveniente llevar a la pequeña isla situada en el centro del Mediterráneo. El
jefe de gobierno español respondió a la llamada sugiriendo que, más allá de las
dificultades, la mejor manera de ayudar a Gorbachov, “para que nos deje que le
ayudemos, es no insistir en la eliminación de los dos Pactos”85. Era una idea que
ya había compartido con los miembros de la administración republicana el pasado
octubre y que fue acogida con interés. González encontraba ventajosa la estabili-
dad que ofrecían estas alianzas, entendiendo que resultaba crucial ganar tiempo
para lograr que las negociaciones para el desarme avanzaran. El rápido derrumbe
del bloque soviético desbordó estos argumentos, pero también abrió la puerta a
la posibilidad de resolver los conflictos de un modo diametralmente opuesto a lo
experimentado durante décadas. Nos referimos a la crisis del Golfo Pérsico, en la
cual España participó como un socio más de Estados Unidos86.

84
Ibid.
85
Telcon with Felipe Gonzalez. 25-11-1989. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1989-11-25--Gonzalez.pdf.
86
Telcon with Felipe Gonzalez. 11-1-1991. GBPL. Recuperado de https://bush41library.
tamu.edu/files/memcons-telcons/1991-01-11--Gonzalez.pdf.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


46 Misael Arturo López Zapico

Conclusiones
A lo largo de estas páginas se procurado presentar la evolución que experimen-
taron las relaciones hispano-norteamericanas durante la década de los ochenta.
Un periodo complejo y no carente de incertidumbres, que estuvo marcado por la
escasa receptividad de la sociedad española a situar los debates sobre seguridad
y defensa o política exterior fuera del estrecho margen de las fronteras españolas.
Los riesgos que entrañaba el conflicto bipolar, junto a la necesidad de una firme
adhesión a la causa occidental liderada por Estados Unidos, quedaban difumi-
nados por las visiones que cultivaban la conveniencia del no alineamiento. Una
opción atractiva, pero de dudosa viabilidad a tenor de la posición geoestratégica
de España y de la herencia recibida de la dictadura franquista en forma de acuer-
dos bilaterales con la potencia americana.
Uno de los elementos que se han presentado fueron, justamente, las dificul-
tades que tenía España para reconfigurar una política exterior activa tras años
de ensimismamiento y dependencia del vínculo bilateral con Estados Unidos
para su encaje en el bloque occidental. La llegada al poder del PSOE supuso
una oportunidad para modificar estas dinámicas y superar los principales es-
collos. Sin embargo, no resultó fácil hacerlo, siendo especialmente traumático
y espinoso el contencioso abierto en torno a la permanencia de España en la
Alianza Atlántica. La manera en la que se planteó el debate no favoreció que la
ciudadanía española tomara conciencia de las dinámicas y servidumbres que
acarrea una mayor implicación en la escena internacional. Importantes sectores
de la población mostraban un gran desconocimiento y desinterés por lo que
ocurría fuera de sus fronteras. La larga dictadura, con sus monótonas consignas
repetidas machaconamente, había insensibilizado a muchos españoles frente a lo
que en otros países del entorno se vivía con cierta normalidad. Se gestó así una
España a dos velocidades, con una gran brecha entre los muy comprometidos y
movilizados, frente a los que preferían no politizarse y se guiaban por una cierta
lógica utilitarista fraguada al calor del desarrollismo. Resulta lógico que en este
escenario reconducir el debate a términos no nacionales fuera una misión muy
complicada. Así, el referéndum de la OTAN se jugó en clave política interna,
lo que llevó a la desesperación a la Administración Reagan que no comprendía
esta pasividad ante la amenaza soviética por parte de un país que consideraba
un aliado.
Todas estas cuestiones han sido suficientemente analizadas desde ámbitos
diversos como la sociología y la historia. No obstante, a partir del concurso de
nuevas fuentes primarias ha sido posible formular una hipótesis que matiza al-
gunos de los juicios realizados hasta la fecha. Si como apuntan los documentos
desclasificados la salida de la OTAN nunca fue una opción para Felipe González el
proceso de reconfiguración de la acción exterior española cobra un nuevo sentido.

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Las relaciones hispano-norteamericanas desde la Segunda Guerra Fría... 47

Sin negar lo evidente, que es que dentro del propio gabinete socialista convivían
diversas sensibilidades, el empuje de González y su círculo más cercano de cola-
boradores fue lo que propició que la política de “ambigüedad calculada” fuera una
estrategia pensada no tanto para el exterior como en términos puramente internos.
Los mensajes tranquilizadores trasladados a los rectores de la política estadouni-
dense apuntan a esta dirección. Asimismo, es posible plantear que prácticamente
desde el inicio de la nueva andadura socialista se tomaron decisiones en política
exterior que iban más allá de meros movimientos tácticos o gestos para la galería.
Sin necesidad de negar el pragmatismo de determinadas decisiones, muchas de
ellas revelan la voluntad del presidente de gobierno de que Madrid pudiera ir
cobrando peso dentro del ruedo internacional. Obviamente el éxito del proceso
de incorporación a la CEE fue crucial, pero no debe desdeñarse la voluntad de
alcanzar influencia en otros contextos geográficos, especialmente Latinoamérica.
Junto a esto, también se ha repasado cómo el debate sobre la OTAN afectó a
las relaciones hispano-norteamericanas y cuáles fueron los principales episodios
acaecidos hasta el referéndum de 1986. La falta de acuerdo entre el presidente y el
ministro de Asuntos Exteriores en relación a la Alianza podría plantear una duda
razonable sobre a qué se debió entonces su elección si la decisión de permanecer
ya había anidado en la mente del jefe del gobierno. A riesgo de ser una hipótesis
difícilmente documentable, podría argüirse que González era consciente de que
un Morán fuera del gabinete no sería controlable. Conociendo a la persona, el pre-
sidente tenía garantizado que su ministro se comportaría con lealtad, por más que
mantuviera sus discrepancias, mientras estuviera al cargo de Santa Cruz. Visto así,
Morán fue una pieza más de esa ambigüedad hacia el interior, permitiendo además
disponer de una vía de escape si la relación con Estados Unidos se tensionaba.
La habilidad con la que Felipe González movía los hilos de la política española
generó en Washington la imagen de un político cortoplacista, que se movía por
impulsos en aras de lograr sus objetivos. Una percepción que resulta vital para
comprender en toda su extensión las dificultades que tuvo la superpotencia para
aceptar que las negociaciones conducentes a un nuevo acuerdo bilateral no se-
rían similares a las anteriores. Las demandas españolas respecto a la reducción
de efectivos y la consecución de una relación más equilibrada no eran un truco de
prestidigitación, sino reivindicaciones innegociables. Una reclamación política que
sobrepasaba el cálculo geoestratégico que guiaba a la delegación norteamericana.
Frente a lo que cabría pensarse, los efectos que sobre la relación tuvo el con-
tencioso respecto a la OTAN y el duro proceso negociador que concluyó con la
firma del Convenio de Cooperación para la Defensa no fueron dañinos. Como
es lógico se produjeron desencuentros, pero una cuidadosa lectura de las fuentes
no revela un gran deterioro de las relaciones. Al contrario, la oportunidad abierta
por el relevo en la Casa Blanca fue aprovechada por Madrid para proponer un
marco de cooperación ampliado. Así, no hizo falta que España se comprometie-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 19-49


48 Misael Arturo López Zapico

ra con Estados Unidos durante el conflicto del Golfo Pérsico en 1991 para que
las dudas sobre la fiabilidad de su socio se disiparan. Ya desde 1989, antes de
la reconfiguración del orden mundial, son patentes los brotes verdes y la buena
sintonía entre cabezas de gobierno. Un entendimiento que difícilmente se hu-
biera logrado si España no hubiera hecho su tránsito hacia esas mayores cotas de
influencia, las cuales llevan aparejadas ciertas responsabilidades. El paso de una
política reactiva a una proactiva queda ejemplificado en cómo durante el periodo
Reagan el presidente norteamericano simplemente, por pura cortesía diplomáti-
ca, informaba a su homólogo español de sus grandes decisiones en política exte-
rior, frente a un George H. W. Bush que tiene interés en conocer las opiniones de
González. Un diálogo que, salvando las distancias entre ambos países, sirve para
cerrar el periplo hasta lograr posicionar a España en su sitio.

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El “giro mediterráneo” de España
en un mundo en tránsito
Spain’s “Mediterranean turn” in a changing world

José Luis Neila Hernández


Universidad Autónoma de Madrid
ORCID: 0000-0001-7598-9878
Recibido: 05-6-2019
Aceptado: 07-11-2019

Cómo citar este artículo / Citation: NEILA HERNÁNDEZ, José Luis


(2019). El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito. Pasado
y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 51-77
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.02

Resumen
El Mediterráneo fue un eje determinante de la política exterior española desde comienzos
del siglo XX, sin embargo, su vertiente mediterránea fue básicamente una política ma-
rroquí, con todos los componentes internacionales, coloniales y de seguridad. No sería
hasta el tramo final del siglo –precisamente tras la normalización de la posición interna-
cional de España desde sus anclajes atlánticos y europeos, entre 1982 y 1988, cuando
realmente emergería una auténtica política mediterránea –el “giro mediterráneo” propia-
mente dicho. España ejerció como puente y como cabeza de puente desde su proyección
hacia su frontera meridional, entonces también frontera geopolítica europea y atlántica.
Asimismo, modelaría una política mediterránea con personalidad propia que cristalizó
en el Proceso de Barcelona, y emprendió una ambiciosa rearticulación de la escala y las
estrategias en sus relaciones con el Magreb.
Palabras clave: Historia de la política exterior de España. Historia del Mediterráneo.
España actual.
Abstract
The Mediterranean has been an essential axis for Spain´s foreign policy from the begin-
ning of the 20th Century. However, Spanish Mediterranean policy was in fact predomi-

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DOI: 10.14198/PASADO2019.19.02
52 José Luis Neila Hernández

nantly Moroccan, with important international, colonial and security components. It was
only at the end of the 20th century that an authentic Mediterranean Policy –the “Medi-
terranean turn” proper– emerged. This happened as a result of the standardization of
Spain’s international role, with both Atlantic and European anchorage between 1982 and
1986. Spain would then play an important role as bridge and bridgehead thanks to her
Southern borders, then also European and Atlantic borders. Likewise, Spain was bound
to shape a self-defined Mediterranean policy which crystallised in the so-called Barcelona
Process and opened the way to an ambitious revision of the scale and the strategies in her
relationship with the Maghreb.
Keywords: Spain’s Foreign Policy History. Mediterranean History. Contemporary Spain.

La política mediterránea fue proyectándose como un vector prioritario de la


política exterior española, una vez anclada la posición internacional de nuestro
país en sus coordenadas europeas y occidentales y consumadas la formulación
de la política exterior y de seguridad en clave democrática en la década de 1980.
El Mediterráneo se convertiría, en opinión de Miguel Hernando de Larramendi,
en uno “de los espacios para intentar jugar un papel activo tras décadas de ais-
lamiento de los asuntos internacionales” (Hernando de Larramendi, 201: 310).
El Mediterráneo, afirma Susana Sueiro, fue durante gran parte de la centuria
el eje prioritario de su proyección internacional, hasta el punto de que “la polí-
tica mediterránea constituyó, de hecho, toda su política exterior”. Cierto es que
lo fue en un sentido limitado pues el Mediterráneo que acaparó la atención de
España se circunscribía a un área muy específica, la más próxima a sus costas
meridionales: El Estrecho de Gibraltar y el Norte de África. Todo ello dentro de
un eje geoestratégico: Canarias-Gibraltar-Baleares. “No existe una política global
mediterránea”, sería más apropiado referirnos –en palabras de la autora– a una
“política marroquí”, dado que sería la “cuestión de Marruecos la que domina
de forma absolutamente abrumadora las relaciones de España con las potencias
europeas de su entorno” (Sueiro, 2001: 185). En un sentido amplio, la política
mediterránea se escenificaría a través de tres planos interrelacionados: la política
exterior a tenor de la conexión mediterránea con el sistema internacional, la
seguridad nacional, una cuestión central a tenor de la incertidumbre sembrada
por la crisis de 1898 y, por último, la política colonial (Neila, 1997 y para una
aproximación conceptual y analítica más profunda sobre el “giro mediterráneo”
Neila, 2001).
El desarrollo de una auténtica política mediterránea no transcendería hasta
las décadas de los ochenta y de los noventa al hilo del proceso de normaliza-
ción de la política exterior y la incardinación europea y atlántica de España y
del redescubrimiento del Mediterráneo. Nuevamente la seguridad ocuparía un
lugar cenital en la formulación de la política mediterránea. Ésta se concebiría y
se plasmaría en la práctica desde la lógica de la europeización de las políticas

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 53

públicas, y en especial de la política exterior y de seguridad (Gillespie, 2000).


Se incardinaría, por tanto, en una línea de acción que se remontaría a la Política
Global Mediterránea –PGM–, puesta en marcha en 1972, continuada y rectifi-
cada con la Política Mediterránea Renovada –PMR– en 1990 y se consumaría
con el Proceso de Barcelona en 1995, en la que España actuaría con un resuelto
dinamismo (Feliu; Salomón, 2000). En suma, “España quiso dejar claro que era
un país europeo en la región mediterránea y no un país mediterráneo en Europa”
(Sueiro, 2001: 193).
En vísperas de la Conferencia Euromediterránea de Barcelona en 1995 el
secretario general de Política Exterior –Villar y Ortiz de Urbina– afirmaba en su
comparecencia en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Dipu-
tados que los esfuerzos llevados a cabo por España para articular una política
global hacia el Magreb y por inocular una conciencia sobre la gravedad de los
asuntos de la cuenca en el plano de la seguridad en el seno de la CSCE-OSCE,
la UEO y la OTAN permitían referirse, en su opinión, a un “giro mediterráneo”
en el que España estaba desempeñando un papel vital (Comisión de Asuntos
Exteriores, 1994).
El redescubrimiento del Mediterráneo a partir de la década de los noventa
se plasmaría en la formulación de una política mediterránea, en la que si bien
es cierto el Magreb ocupa un lugar central –por razones geohistóricas y los
desafíos globales que se plasman en el Mediterráneo Occidental en términos
centro-periferia– ésta se ha redimensionado desde sus connotaciones europeas
y occidentales y por su globalidad al proyectarse sobre toda la cuenca.
Este interés por el Mediterráneo desde sus claves europeas y occidentales re-
percutiría en el interés de la opinión pública y de los propios medios académicos
e intelectuales. Este despertar se plasmaría, asimismo, en el ámbito específico de
Marruecos, eje tradicional de la literatura africanista, en una reformulación dis-
cursiva de la cuestión marroquí, en el que nuevas generaciones de investigadores
irían introduciendo nuevos enfoques de investigación. Si bien es cierto que se
produce una cierta revisión de la cuestión marroquí, continuarán persistiendo
viejos desencuentros y fantasmas del pasado (Moga Romero, 2008).
Desde el plano interdisciplinar de los estudios sobre el mundo árabe y me-
diterráneo contemporáneos los cambios de la sociedad española y del propio
marco internacional tendrían también profundas repercusiones en el pano-
rama académico y el propio pulso de las instituciones y de la sociedad civil.
El retorno del Mediterráneo vendría acompañado de una mayor atención por
parte de la comunidad académica, como bien puede concluirse del excelente
estudio de Miguel Hernando de Larramendi y Bárbara Azaola, hacia la política
española en el área y el desarrollo de algunos puentes de conexión entre los
medios académicos y profesionales (Hernando de Larramendi; Azaola, 2006;
Neila, 2011).

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54 José Luis Neila Hernández

El “giro mediterráneo” en la política exterior durante el periodo de los Go-


biernos de Felipe González entre 1982 y 1996 se entretejería a través de una serie
de claves que recorrerían la dimensión mediterránea de España en el curso del
siglo XX: la condición semiperiférica de España y las pulsiones entre su deriva
hacia el centro del sistema internacional y sus proyección periférica, particular-
mente hacia su ultramar mediterráneo; la condición fronteriza del mediterráneo
que en la posguerra fría haría converger en la cuenca mediterránea la percepción
de frontera de España y de las instituciones europeas y atlánticas a tenor de la
fractura Norte-Sur; y el problema de la indigencia estratégica de España pola-
rizada sobre el Mediterráneo y de modo más explícito sobre el eje Canarias-Gi-
braltar-Baleares. Claves esenciales para analizar el horizonte coyuntural en el que
cristalizaría el “giro mediterráneo”.

1. La España democrática, el Mediterráneo y el sistema internacional


Con el inicio de la transición y el camino hacia la consolidación de la democracia
en España, la andadura internacional de España, bajo los Gobiernos socialistas
de Felipe González, transitaría en un doble tempo: de un lado, la plena homolo-
gación y normalización internacional acorde a los cambios de la sociedad espa-
ñola y su plena incorporación al sistema internacional de la Guerra Fría desde
sus coordenadas europeas y atlánticas; y de otro, la participación en el debate
y el diseño de un nuevo orden mundial tras el final de la Guerra Fría desde su
posición central en el tablero internacional.
El ocaso del Régimen del general Franco devendría en plena distensión en-
tre las superpotencias. No obstante, el Mediterráneo se vería sacudido por los
cambios sobrevenidos en Libia con el advenimiento al poder de Gadaffi en sep-
tiembre de 1969 y la presencia soviética en Libia y Argelia, la guerra árabe-israelí
de 1973 –la guerra del Yom Kipur– y los procesos de transición a la democracia
que se escalonarían en la Europa Mediterránea y meridional –Grecia, Portugal y
España–. El Mediterráneo, no obstante, seguiría siendo a lo largo de la Guerra
Fría un escenario secundario, en cuanto a la percepción de la seguridad de Euro-
pa (Fuente Cobo, 2007), pese a su importancia creciente para la protección del
flanco sur de la Alianza Atlántica.
Desde un punto de vista comparativo y atendiendo a la dimensión interna-
cional de los procesos de transición, Charles T. Powell, insiste en las peculiari-
dades y paralelismos entre las transiciones emprendidas por Grecia, Portugal y
España desde los años setenta. En dichos países se constata una “relación directa
entre la importancia de los factores exógenos en la crisis del régimen autoritario
previa a la democratización y el protagonismo de la política exterior durante los
primeros momentos de la transición”. En Grecia, los coroneles que tomaron el
poder en 1967 provocaron una crisis que se saldaría con la invasión de Chipre

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 55

por parte de Turquía en julio de 1974. La expectativa de un conflicto bélico a


gran escala con Ankara repercutiría sobre la situación interna y el giro hacia la
democracia. En Portugal, el golpe protagonizado por las Fuerzas Armadas el 25
de abril de 1974 ponía fin a la guerra colonial que en buena medida había incen-
tivado el golpe, impulsando el proceso de descolonización y la transición política
en la metrópoli. En España, la crisis del Sáhara desempeñó, en opinión del autor,
un papel menos relevante en la crisis del Régimen, pero “no debemos subestimar
la importancia el conflicto del Sáhara, que pudo complicar gravemente el inicio
del proceso democratizador” (Powell, 2000: 415-416).
El bajo perfil del acomodo internacional de España en 1975 no era sino el
reflejo de unas relaciones internacionales que no estaban plenamente normali-
zadas y de una política exterior y de seguridad insuficientemente definidas. La
transición a la democracia habilitaría unas precondiciones a tenor de las cuales
no sólo se superarían los lastres de la herencia internacional del franquismo sino
que se reformularían sobre nuevas bases y conceptos las relaciones internaciona-
les de España. Un camino transitado desde la zozobra de la distensión a finales
de la década de 1970 y la agudización de las tensiones sistémicas de la Guerra
Fría en el curso de la década siguiente.
La radical alteración del sistema internacional entre 1989 y 1991, a tenor
de las Revoluciones de 1989 en Europa Central y Oriental y la implosión de la
Unión Soviética, consumarían el colapso del mundo de la Guerra Fría y la aper-
tura del debate y la precipitación de expectativas e incertidumbres en torno a la
concepción y el diseño del nuevo orden mundial.
El final de la Guerra Fría tuvo incuestionables consecuencias en la transfor-
mación de la estructura y la naturaleza del orden internacional, primordialmente
en el plano geopolítico, pero estos cambios estructurales no pueden disociarse
de otros procesos de cambio de similar gravidez como las transformaciones en
la estructura económica mundial a partir de la crisis de los setenta y los cambios
en el capitalismo y su soporte intelectual e ideológico en el liberalismo y el mer-
cado, así como sus etiquetas conceptuales como la gobernabilidad y la gober-
nanza. Más aún, desde el plano intelectual y de la geocultura la socialización de
la posmodernidad como síntoma de agotamiento de un paradigma, en términos
khunianos, emplaza a la reflexión en los núcleos académicos y de conocimiento
sobre la crisis de la Modernidad.
El final del sistema internacional de la Guerra Fría daría lugar a un debate polí-
tico y la reflexión teórica sobre la articulación de un nuevo orden. En la inmediata
posguerra fría, en un clima político embriagado por el optimismo y el liderazgo
norteamericano y los valores asociados al Destino Manifiesto, se fue alimentando el
espejismo de un nuevo orden internacional. Los acontecimientos son ilustrativos
en este sentido: en diciembre de 1989, en la cumbre de París, dieciséis naciones
de la Alianza Atlántica y otras seis del Pacto de Varsovia firmaron la Declaración de

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56 José Luis Neila Hernández

la Nueva Europa que ponía fin a la Guerra Fría; en noviembre de 1991 la Alianza
Atlántica aprobaba un nuevo Concepto Estratégico basado en la cooperación de
los antiguos enemigos; y en diciembre de aquel mismo año se firmaba el Tratado
de Maastricht que daría lugar al nacimiento de la Unión Europea, por citar algunos
acontecimientos ilustrativos. En España, el clima de distensión se haría visible en
el Plan Estratégico Conjunto de 1990, en el que se hacía hincapié en el desarme y
el propio ministro de Defensa Narcís Serra exponía ante el Congreso las directrices
para la articulación de una doctrina defensiva apoyada en la distensión y el diálogo
(Comisión de Defensa, 1990).
La desaparición del “conflicto ideológico –afirman Ricardo Méndez y Silvia
Marcu– parecían abrir mayores posibilidades para avanzar hacia un nuevo orden
mundial más cooperativo, pacífico y seguro, con un reforzamiento del arbitraje
ejercido por las organizaciones internacionales, en particular las Naciones Uni-
das” (Méndez; Marcu, 2003: 111), una paulatina apertura de las fronteras al
comercio y los intercambios, así como la difusión de la democracia y la economía
de mercado.
En suma, el mundo en el que se desenvuelve la acción internacional de Es-
paña y sobre el que se proyectan sus prioridades de seguridad estaría dominado,
como bien precisa Rafael Calduch, por la globalización, la transición estructural
–la progresiva transformación de la bipolaridad política y militar, la universaliza-
ción del capitalismo y la creciente interacción cultural entre las distintas socieda-
des– y la aceleración de los procesos de cambio (Calduch, 2009). La estructura
de poder es, en consecuencia, mucho más compleja y poliédrica.
Los cambios y el acomodo de España a estos cambios se tejería, por tanto,
desde la externalidad de dichos procesos en los que España se encuentra ple-
namente inmersa, como consecuencia de su plena incardinación en el sistema
internacional. La dinámica de europeización de las políticas públicas sería el eje
fundamental a través del cual se irían tejiendo las estrategias e incorporando
los medios de adaptación a los desafíos de un mundo en profundo cambio.
Transformaciones que tendrían especial repercusión sobre la concepción de la
seguridad y que para España resultarían de primordial importancia a tenor del
protagonismo del Mediterráneo como escenario de fractura y demarcación fron-
teriza centro-periférica.

2. El “giro mediterráneo” y la articulación de una nueva política exterior y


de seguridad
Definida la política exterior y de seguridad en la segunda mitad de los años
ochenta a tenor de la plena incardinación de España en sus anclajes europeos y
atlánticos, sobre estas bases se forjaría el consenso en materia de política exterior

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 57

y de seguridad1. Un delicado proceso en el que la dimensión mediterránea de


España –en especial el contencioso de Gibraltar, las ciudades de Ceuta y Melilla
y en general la frontera meridional– ocuparía un lugar central en los plantea-
mientos geopolíticos.
La política exterior de los Gobiernos de la Unión de Centro Democrático, y
en especial los presididos por Adolfo Suárez (1976-1981), gravitó en torno a la
búsqueda de unas nuevas coordenadas en sintonía con el desafío democratizador.
Si bien es cierto que comenzó a pincelarse el nuevo proyecto de política exterior
y de seguridad, sus directrices no se llegarían a definir con precisión hasta el ad-
venimiento del Partido Socialista Obrero Español en 1982, cuyo giro realista y
posibilista acabaría por incardinar plenamente a España en Europa y Occidente.
El consenso sobre la política exterior había sido uno de los mitos más per-
sistentes de la Transición, sin embargo Fernando Rodrigo argumenta que sería
más apropiado referirse a “pacto tácito”, que “permitía avanzar únicamente en
aquellos temas de política exterior que no crearan división entre las principales
fuerzas políticas empeñadas en la ardua tarea de establecer las líneas maestras de
nuestro sistema democrático” (Rodrigo, 1995).
El alambicado proceso de inserción euro-atlántica traduciría, de algún modo,
la complejidad de la Transición y las dificultades derivadas de la indefinición de
la política exterior en temas decisivos. Europa y la incorporación al proceso de
integración europea se erigieron en el objetivo prioritario de la España de la
Transición. Frente a la mayor convergencia de las fuerzas políticas hacia Europa,
la posición de España en el sistema ofensivo occidental sería un tema extrema-
damente delicado ante la opinión pública y en el debate político entre las fuerzas
parlamentarias.
Desde la perspectiva atlántica, precisa Florentino Portero, el mayor interés
de la Alianza Atlántica residía en el territorio mismo y en su posición geográfica,
es decir, el activo geoestratégico. Asimismo, la Alianza valoraba la incorporación
de las Fuerzas Armadas españolas. A esta valoración puramente geoestratégica se
le podría sumar otra de corte político, pues con el ingreso de España en la Alian-
za “se controlarían las tendencias neutralistas, muy arraigadas en los partidos de
izquierda” (Portero, 2000: 475-477).

1
Un consenso que se iría labrando desde mediados de los años ochenta, en buena
medida bajo la gestión ministerial de Francisco Fernández Ordoñez, y que a la altura del año
1992 era objeto de común debate entre el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Javier So-
lana, y Javier Rupérez en la Comisión de Asuntos Exteriores el 16 de septiembre. Un consenso
definido a tenor de la condición de España como país “europeo, democrático y occidental” y
comprometido con la defensa de un orden internacional basado en la defensa del Estado de
Derecho, la democracia parlamentaria y los Derechos Humanos (Comisión de Asuntos Exte-
riores, 1992).

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58 José Luis Neila Hernández

Desde el prisma español es evidente que en el plano militar España anhelaba


lograr un mando y el control del Eje Canarias-Estrecho-Baleares. Pero desde un
punto de vista político la incorporación de España a la Alianza Atlántica resulta-
ba un tema muy polémico y profundamente ideologizado.
Con el inicio de la década de los ochenta tendría lugar la apertura del de-
bate sobre las grandes cuestiones pendientes de la política exterior. Frente a las
tesis defendidas por Leopoldo Calvo Sotelo, desde su discurso de investidura, se
opondrían los argumentos del PSOE y del PCE. Ambas formaciones interpreta-
rían la decisión de Lepolodo Calvo Sotelo como un acto “precipitado y desleal”,
que pretendía hurtar a la opinión pública española el gran debate nacional que
se venía anunciado desde 1977.
En el XXIX Congreso del POSE celebrado en octubre de 1981, se anunciaba
que se pediría al pueblo que decidiera en un referéndum, si España debía ingre-
sar o no en la Alianza. Los argumentos utilizados por la izquierda, en particular
los socialistas, eran de índole muy diversa:
Con carácter general se denunció la política exterior de Estados Unidos, cali-
ficando a la Alianza de instrumento del imperialismo norteamericano (...) Se
insistió en que la entrada de España representaría un desequilibrio del balance
de fuerzas entre ambos bloques, aumentando por consiguiente la tensión inter-
nacional y animando quizás a la Unión Soviética a ampliar el Pacto de Varsovia.
Desde una perspectiva nacional, se destacó que Ceuta y Melilla quedaban fuera
del Tratado, que la Alianza no asumía los escenarios donde España tenía ame-
nazas reales, una alusión al Magreb, y que el riesgo de sufrir un ataque nuclear
aumentaba. Frente a la propuesta centrista defendían el mantenimiento de la
relación bilateral con Estados Unidos (Portero, 2000: 488).
En octubre de 1982 se iniciaba el periodo de las legislaturas socialistas. El capí-
tulo más delicado y comprometido de la gestión socialista en aquella década fue
la definición de la política de paz y seguridad al dirimir el futuro de España ante
la Alianza Atlántica. Concebida en su formulación y ejecución desde un espíritu
pragmático, la política de paz y de seguridad se cimentó sobre tres pilares: la
Alianza Atlántica, Europa Occidental y los vínculos bilaterales con Estados Uni-
dos. En unas declaraciones de Felipe González al diario El País realizadas el 17
de noviembre de 1985 argumentaba porqué había decidido pasar de la “ética de
las ideas a la de las responsabilidades” (Calvo Sotelo, 2005: 70).
El giro posibilista del PSOE modificó los márgenes sobre los que el nue-
vo Gobierno diseñó su estrategia atlantista como parte de su proyecto global
de política exterior y de seguridad. Como le sucediera a la UCD, el Gobierno
socialista tuvo que afrontar su particular travesía por el desierto resolviendo la
contradicción entre su vocación europea y sus tendencias neutralistas, que te-
nían sus raíces en el propio franquismo, de un lado, y en la literatura radical
de aquella joven generación. Como la UCD el Gobierno de Felipe González

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 51-77


El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 59

asimiló la importancia que tenía la permanencia en la Alianza para promover la


transformación y modernización de las Fuerzas Armadas, como instrumento de
presión en la negociación con las Comunidades Europeas y, por último, como
baza negociadora con los Estados Unidos.
En el estadio previo a la convocatoria del referéndum el Ejecutivo se embar-
có en la elaboración y difusión de su proyecto político, plasmado en el famoso
“Decálogo para la seguridad de España” en 1984. El ingreso de España en las
Comunidades Europeas afianzó la estrategia atlantista ante la decisiva cita del
referéndum, celebrado el 12 de marzo de 1986. Este periplo se cerraría en 1988
mediante la firma del Protocolo de Adhesión de España a la Unión Europea
Occidental y la rúbrica de un nuevo Convenio de Defensa con Estados Unidos,
análogo a los firmados con otros aliados europeos. Tras un largo devenir España
–en palabras de Fernando Morán– estaba por fin “en su sitio” (Morán, 1990).
Superado el Rubicón del referéndum se iniciaba un proceso diplomático en
el seno de la Alianza con el fin de perfilar el modelo de participación de España
con el fin de lograr “el máximo grado de integración sin vulnerar lo establecido
en el referéndum”. La diplomacia española recurría al precedente francés para
resolver la relación con la estructura integrada de la Alianza Atlántica.
Desde estas bases se tejería la europeización de la política mediterránea y la
adaptación a los profundos cambios que devendrían en el ámbito internacional
como consecuencia del final de la Guerra Fría. En este sentido ¿de qué modo y
desde qué planteamientos se iría fraguando la política mediterránea y la búsque-
da de respuestas ante las incertidumbres en la cuenca mediterránea?
La valoración de los medios e instrumentos y del utillaje conceptual de la
política exterior y de seguridad de España a lo largo de estos años y en especial
en el mundo de la posguerra fría, así como la proyección de los mismos en la
agenda de su política mediterránea, hace imprescindible, en nuestra opinión,
plantear aunque sea de forma somera una aproximación genérica a los cambios
en la noción de la seguridad y el protagonismo del Mediterráneo en la agenda
internacional como espacio de frontera y fractura, pero también como escenario
de interacción regional.
Los cambios e incertidumbres que caracterizarían el mundo de la posguerra
fría ilustraban con toda su amplitud, desde la perspectiva de la seguridad, que
la naturaleza de éste venía definida por su multidimensionalidad y globalidad
(Barbé, 1995). Las esferas de lo nacional y lo internacional se confunden, de
modo que hay que descartar, tal y como afirma Celestino del Arenal, la idea
caduca de que:
(...) la seguridad es exclusivamente una función del poder nacional o de la fuer-
za militar y económica. En la búsqueda de soluciones al problema de la inse-
guridad, los Estados deben afrontar con mayor frecuencia circunstancias fuera
de su control, como crisis económicas estructurales y tendencias económicas,

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60 José Luis Neila Hernández

demográficas, ambientales y financieras a las que sólo puede darse solución


mediante acciones comunes y solidarias (Arenal, 1993: 87).
Tras la Guerra Fría se ha ido produciendo una desmilitarización de la agenda en
torno a la seguridad, la cual presenta un perfil global donde tendrían cabida no
sólo a las problemáticas diplomáticas, militares y geoestratégicas, sino también
económicas, culturales y políticas.
El Mediterráneo adquiriría un marcado protagonismo en la posguerra fría,
al erigirse en uno de los escenarios que con mayor densidad y nitidez expresaría
las líneas de tensión y de fractura estructurales en la arena internacional. El Me-
diterráneo, afirman Ricardo Méndez y Silvia Marcu, es desde los años noventa
escenario de conflictos heredados de la Guerra Fría y del proceso de descoloni-
zación, pero también de tensiones que responderían al nuevo escenario geopolí-
tico (Méndez; Marcu, 2003).
La fractura entre el Norte y el Sur, afirma Paloma González del Miño, es una
“constante en la sociedad internacional contemporánea, pero es en el espacio me-
diterráneo donde posiblemente los efectos de esta polarización se muestren más
visibles” (González del Miño, 2005, 79-80). Una fractura que se manifiesta en un
complejo elenco de disparidades que, como advierte Paul Balta, se manifiestan en
el plano demográfico, socioeconómico, política y cultural (Balta, 2005).
Desde los años noventa el Mediterráneo y la noción de frontera, que perma-
nentemente ha acompañado a España en el curso del siglo, convergería con la
percepción y la delimitación de las nuevas fronteras desde las instancias euro-
peas y atlánticas. Se ha convertido, afirma Ignacio Fuente Cobo, en una de las
“áreas preferentes de atención para las organizaciones de seguridad y defensa re-
gionales y para los Estados europeos de la orilla norte del Mediterráneo” (Fuente
Cobo, 2007; 11).
El marco euromediterráneo sería especialmente sensible a la inestabilidad e
incertidumbre que generaría el final de la Guerra Fría. Desde la década de los
noventa emergería, en palabras de Elvira Sánchez Mateos, una “nueva agenda
de seguridad” en la región euromediterránea en la que se incluirían “factores
medioambientales, económicos, sociales y de política interna –migraciones,
contaminación, violaciones de los derechos humanos– junto con las amenazas
militares a la seguridad”. El propio “concepto de seguridad se transforma así en
la búsqueda de certidumbre por las sociedades y los Estados en la conservación
de su integridad económica, territorial y cultural, junto a otros bienes y valores
(Sánchez Mateo, 2002: 20-21; Álvarez Verdugo, 2004).
Los nuevos anclajes euro-atlánticos de España, desde la década de los ochen-
ta, determinarían su proyección exterior hacia los escenarios periféricos en el
mundo mediterráneo-africano e Iberoamérica ante los cuales no se presentaría
como un interlocutor aislado sino que lo haría desde su nueva identidad europea
y occidental.

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 61

Este redescubrimiento de la política mediterránea desde España sobreven-


dría al calor de nuevos factores internacionales en dicho marco: la creciente
presión inmigratoria procedente del Sur del Mediterráneo; la inestabilidad de
los países del Magreb y Oriente Próximo, así como la amenaza del islamismo
radical, y la incapacidad de España para ofrecer respuestas unilaterales a esos
desafíos de modo que se tendería a europeizar la política mediterránea; y la
emergencia en toda su magnitud tras la Guerra Fría de la falla Norte-Sur esceni-
ficada en el flanco sur de Europa.
España, como acertadamente afirma Susana Sueiro, ha jugado un papel muy
destacado en la toma de conciencia europea en torno a la existencia de una
amenaza procedente del sur del Mediterráneo y la conveniencia de afrontarla no
sólo por la vía política y estratégica sino mediante la promoción del desarrollo
económico, social y político de los países de la rivera sur. En suma:
La idea es que es inútil hacer de Europa una fortaleza, que es imposible aislarla
de ese inestable sur del Mediterráneo estableciendo un cordón sanitario; que el
fenómeno migratorio es imparable si no se buscan soluciones a largo plazo que
reduzcan las desigualdades y los desequilibrios entre las dos riberas. Una ribera
norte donde hay una entidad estructurada, compacta, la Unión Europea, que
contrasta vivamente con el fracaso de la estructuración o integración regional de
la orilla meridional (Sueiro, 2001: 197-198)2.
El papel dinamizador de España respecto a la europeización de su política me-
diterránea y de estímulo a la toma de conciencia europea y atlántica sobre el
Mediterráneo desde el inicio de la década de 1990 se pondría de relieve a tenor
de su activo papel al introducir nuevos temas de debate en la agenda europea y
atlántica como: la interdependencia N-S, la propia noción de “colchón de intere-
ses”, la proyección del modelo europeo hacia el Mediterráneo o la promoción de
iniciativas como la Conferencia de Seguridad y Cooperación en el Mediterráneo.
El protagonismo de España, en opinión de Richard Gillespie, se vería favorecido
por: la flexibilidad española para impulsar la multilateralización de la política
mediterránea, la habilidad diplomática para buscar complicidades en el seno de
la Unión Europea para reequilibrar la atención entre el Este y el Sur y, asimismo,
la retracción de Francia hacia el Mediterráneo y su polarización hacia Europa
Central y Oriental (Gillespie, 2011).
La percepción y la concepción de la seguridad hacia los escenarios periféri-
cos, y especialmente el Mediterráneo como área de interés preferente en térmi-

2
En una comparecencia del ministro de Defensa, Narcís Serra, ante la Comisión de
Defensa el 29 de enero de 1990, enfatizaba la necesidad de promover un giro mediterráneo en
Europa, hacia el Sur. Había que promover políticas para mejorar la seguridad europea estable-
ciendo mecanismos de cooperación económica, cultural y política para fomentar la estabilidad
(Comisión de Defensa, 1990).

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62 José Luis Neila Hernández

nos de seguridad, ha dado lugar a una activa política en diversos foros multila-
terales europeos y atlánticos –la Alianza Atlántica, la Unión Europea Occidental
y la Unión Europea–.
En el plano euroatlántico, la Alianza Atlántica comenzaría a prestar mayor
atención al flanco sur desde 1994, fruto de la persistencia de Italia, Francia y
España ante su preocupación por la polarización del interés de la Alianza hacia
los países de Europa Central y Oriental en detrimento de los problemas de los
vecinos del sur. En el marco de las instituciones europeas la Unión Europea Oc-
cidental se convertiría en uno de los foros pioneros en la reflexión y la búsqueda
de vías de trabajo para afrontar los problemas de la seguridad en el Mediterrá-
neo. Pero serían, finalmente y pese a sus limitaciones, las políticas emprendidas
en el seno de la Unión Europea las que tendrían mayor transcendencia en el mar-
co del Mediterráneo. Las iniciativas para profundizar en la política mediterránea
europea fueron muy diversas desde principios de la década de los noventa. Entre
ellas la asumida por Francia en 1990 al promover el Foro Mediterráneo o “Pro-
ceso 4+5” que se orientaría hacia el Mediterráneo Occidental englobando a los
países ribereños –Francia, Italia, España y Portugal, a los que luego se sumaría
Malta, desde el lado europeo y Marruecos, Mauritania, Túnez, Argelia y Libia, los
países del Magreb– y que se diluiría en breve a tenor del colapso de la Unión del
Magreb Árabe –UMA–, los acontecimientos políticos de Argelia y las sanciones
internacionales a Libia por el atentado de Lockerby. Recelosas del protagonis-
mo francés, España e Italia tenderían a potenciar una perspectiva más global
de la política mediterránea, más pan-mediterránea, incluyendo toda la cuenca,
por medio de una iniciativa en septiembre de aquel mismo año para celebrar la
Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en el Mediterráneo –CSCM–,
directamente inspirada en la experiencia de la Conferencia para la Seguridad y la
Cooperación en Europa –CSCE-3.
Un camino que conduciría a la iniciativa más ambiciosa y global de la ce-
lebración de la Conferencia Euromediterránea en Barcelona en noviembre de
1995, que daría lugar al llamado Proceso de Barcelona. La iniciativa española,
uno de los logros más destacados de la diplomacia española en la década junto a
la Conferencia de Paz de Madrid sobre Oriente Próximo, mostraba –como bien
apunta Susana Sueiro– la superación de:
(...) su restringida visión histórica del Mediterráneo como su frontera meridio-
nal (o sea, básicamente sus relaciones con Marruecos), España quiso ampliar el
tradicional foco exclusivo de su acción mediterránea para adoptar un enfoque

3
Se pretendía así, en palabras del ministro de Asuntos Exteriores –Javier Solana–,
promover un “protagonismo responsable” para superar el statu quo en la región y crear un
“entramado lo más sólido posible de intereses recíprocos que acerquen progresivamente
ambas orillas del Mediterráneo” (Comisión de Asuntos Exteriores, 1992).

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 63

global, precisamente a fin de tratar de convencer a los países miembros de la


Unión Europea –y de otros foros multilaterales donde está presente, como la
OTAN, la UEO o la CSCE (luego OSCE)– de que el Mediterráneo es un área
de vital importancia estratégica para toda Europa y no sólo para sus miembros
meridionales (...) España centró todo el peso de la política mediterránea en
conseguir de Bruselas apoyo financiero para el desarrollo de la ribera meridional
del Mediterráneo, pero, al mismo tiempo, siguió haciendo todo lo posible por
defender su posición de privilegio duramente ganada en el seno de la Unión
Europea frente a los países terceros mediterráneos (Sueiro, 2001: 199).
La Conferencia de Barcelona sancionaba la nueva dimensión global de la política
mediterránea. Se pretendía convertir la cuenca mediterránea en una zona de
cooperación, paz, seguridad y bienestar, e impulsar la idea de un partenariado
–o tratados de asociación– en el Mediterráneo. En Barcelona se darían cita, ade-
más de los Estados miembros de la Unión Europea, doce países mediterráneos
no miembros –Marruecos, Túnez, Argelia, Egipto, Israel, la Autoridad Nacional
Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Turquía, Chipre y Malta–.
El documento final de la Conferencia se articuló en torno a tres pilares,
inspirados en el sistema de cestas del proceso de Helsinki: la colaboración
política y de seguridad; la colaboración económica y financiera; y la colabo-
ración en los ámbitos social, cultural y humano. El eje central sobre el que
gravitaría el Proceso de Barcelona sería el de la colaboración económica y fi-
nanciera (Feliu; Salomón, 2000)4, del que emanaría un importante paquete de
ayudas financieras gestionadas por el programa MEDA, pero cuya concepción
derivaba de la premisas de la seguridad y la búsqueda de la estabilidad en el
Mediterráneo. La concepción de la seguridad, en su complejidad y integridad,
obedecería una visión eminentemente liberal, pues se partía del a priori de
que el Proceso de Barcelona estimularía una “dinámica virtuosa”. Se trataría
en suma, desde el agudo análisis de Bichara Khader –director del Centro de
Estudios e Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo de la Uni-
versidad Católica de Lovaina– de:
(...) la receta liberal en su versión más ortodoxa de mercados desregulados, que
supuestamente aumentarían la atracción del espacio mediterráneo para los in-
versores locales e internacionales, privados y públicos, lo cual debería favorecer
la competencia de la región, el crecimiento y, en última instancia, la reducción
de la presión migratoria y el debilitamiento de la “oposición islamista” y de las
“agitaciones sociales”; es decir, la estabilidad en el espacio mediterráneo.

4
Se concretaba así, en opinión del Secretario General de Política Exterior –Villar Ortiz
de Urbina– la voluntad manifiesta en los Consejos Europeos de Corfú y Essen para dinamizar
la política mediterránea y aportar la sensibilidad mediterránea de España (Comisión de Asun-
tos Exteriores, 1994).

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64 José Luis Neila Hernández

Este escenario optimista de una estabilidad por la “economía” se conjugaba,


desde el punto de vista europeo, con otro escenario, igual de optimista y casi
angelical, de una estabilidad por la democracia y la paz. Aquí la hipótesis postu-
laba que el desarrollo económico, inducido por la apertura de los mercados y su
exposición a la competencia internacional, la captación de inversiones extran-
jeras y la privatización, acabaría por ampliar las “clases medias”, vectores de las
transformaciones democráticas (Khader, 2005: 18); y Jerch, 2007).
Pese a la continuidad del proceso en sucesivas conferencias euromediterráneas
–Malta (1997), Stuttgart (1999), Marsella (2000) y Valencia (2002)–, la inesta-
bilidad de la cuenca mediterránea, en particular el problema árabe-israelí, y las
dificultades de entendimiento entre las dos orillas erosionarían la fluidez y la
eficacia de los objetivos del Proceso de Barcelona.
Los obstáculos para el desarrollo del Proceso de Barcelona han sido de muy
variada naturaleza, además de las propiamente derivadas del conflicto árabe-is-
raelí. El problema fundamental –recuerda Susana Sueiro– es de estructura. Los
“términos de intercambio no son justos desde el momento en que los países del
norte imponen condiciones, muy ventajosas para ellos”. La “retórica del discurso
de los políticos y estadistas de la UE sobre la necesidad urgente de una política
mediterránea de cooperación contrasta con la realpolitik, en la que prevalecen
los intereses nacionales” (Sueiro, 2001, 200). España es un ejemplo vivo de la
ambigüedad de la política mediterránea de la UE promoviendo el desarrollo de
una ambiciosa política global hacia el Mediterráneo, pero reacia a hacer conce-
siones a los países de la ribera sur si éstas afectaban a sus intereses nacionales.
Richard Gillespie subraya la doble percepción de que es objeto España desde
sus vecinos del Sur, de un lado como “puente” entre el Norte y el Sur y, de otro,
como cabeza de puente del Oeste o de la Unión Europea en aquel cercano Sur
(Gillespie, 2000).
No obstante, las iniciativas tanto gubernamentales como las emanadas
de la sociedad civil a partir y el contexto del Proceso de Barcelona tenderían
a proseguir en la vía de tender puentes y canales de conocimiento que per-
mitieran sortear y superar las barreras y diluir los prejuicios existentes en
las relaciones entre las comunidades mediterráneas. En este sentido, inicia-
tivas como el Comité Averroes –en el ámbito concreto de las relaciones his-
pano-marroquíes–, las actividades académicas concitando la participación de
investigadores y de responsables de la gestión de las políticas públicas, amén
de otros círculos concernidos de los asuntos mediterráneos como las promo-
vidas desde el CIDOB, el Instituto Europeo del Mediterráneo, el Instituto de
Paz y Conflictos de la Universidad de Granada o la Red Andaluza de Investi-
gación para la Paz y los Derechos Humanos, entre otras, serían ilustrativas de
esta atmósfera intelectual.

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 65

3. Los lienzos regionales de la política mediterránea


La política mediterránea en el curso del siglo XX había devenido desde una
eminente polarización en torno al Magreb y, en especial, sobre Marruecos, hasta
articularse como una política mediterránea propiamente dicha a partir de la dé-
cada de los ochenta, cuyos horizontes se extenderían al conjunto de la cuenca
mediterránea, aunque el Magreb siguiera desempeñando un papel prioritario.

3.1. La Política Global hacia el Magreb y la buena vecindad en construcción


La articulación de una política mediterránea vendría precedida de la inercia de la
política de equilibrio hacia el Magreb5. La actividad internacional de España en
el área, afirmaba Fernando Morán, se había caracterizado por la ausencia de una
auténtica “política general”. Había pecado de indefinición y de incoherencia, “sin
plan ni visión previos”, y se había limitado, todo lo más, a ir a “remolque de los
acontecimientos” (Morán, 1990: 196).
Los primeros Gobiernos de la Transición habían polarizado sus prioridades
internacionales hacia Europa y Occidente. El Mediterráneo quedaría relegado,
como bien subraya Susana Sueiro, a un segundo plano y las directrices de la
diplomacia se atendrían a la inercia de la política de equilibrio y pragmatismo
desarrollado desde los años sesenta. España, “por primera vez en todo el si-
glo, no centró el objetivo de su política exterior en el área del Estrecho o del
norte de África, sino que su interés primordial consistió en su aproximación a
Europa” (Sueiro, 2001: 192-193). El giro proeuropeo que fue cristalizando en
el golpe de timón de la política exterior de Fernando Castiella, se intensificaría
durante la Transición en aras de la tan anhelada normalización y homologación
internacionales.
La inestabilidad en el Norte de África fue el obstáculo más importante para
la articulación de una política más coherente hacia el Mediterráneo. Durante las
décadas de los setenta y ochenta la rivalidad entre Marruecos y Argelia fue una
continua amenaza a la estabilidad regional. La política de equilibrio tendería a
fomentar las buenas relaciones con los dos Estados magrebíes, con veleidades
hegemónicas regionales. España, sin embargo, no renunciaba a explotar la riva-
lidad entre ambos en aras a la defensa de sus intereses y frenar las aspiraciones
del nacionalismo marroquí. Lo que subyacía bajo la estrategia española –afirma
Richard Gillespie– era “la preocupación española por encontrar un forma de
contener las ambiciones nacionalistas de Marruecos, pues eran éstas las que

5
Así lo explicitaría el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja Aguirre, en su
comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso el 18 de septiembre de
1979, al definir los principios que inspiraban la política española hacia el Magreb: la idea de
cooperación y la idea de equilibrio(Comisión de Asuntos Exteriores, 1979)

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66 José Luis Neila Hernández

afectaban más directamente sus intereses nacionales”. Solo Marruecos y sus


“pretensiones con respecto a Ceuta y Melilla, suponía realmente un problema
potencial para la política interna española” (Gillespie, 1995, 213).
Pese al fracaso de la política de equilibrio, como se puso de relieve durante la
crisis del Sáhara en 1975, ésta continuaría siendo la directriz de las improvisadas
respuestas a las relaciones con el Magreb. Las tensiones con Marruecos continua-
rían pese al Acuerdo Tripartito de Madrid. La postura oficial española respecto a
la cuestión de Sáhara Occidental sería fijada en febrero de 1976 por José María
de Areilza. Se consideró que se trataba de un problema de “descolonización
inconclusa en espera de que se celebre un referéndum de autodeterminación”.
España habría cedido a Marruecos y Mauritania la administración del territo-
rio, pero no una “soberanía que residía en el pueblo saharaui” (Hernando de
Larramendi, 2010: 511; González del Miño, 2005). Se pretendía, así, salvar los
principios y compromisos adquiridos por España como potencia colonizadora
sin que se comprometiesen las relaciones con Marruecos. La política de equili-
brios alternativos no dio resultados. Los intentos por aplacar a Argelia respecto al
problema del Sáhara Occidental o las concesiones a Marruecos en el Acuerdo de
1977 acabarían por alimentar una dinámica de inestabilidad que acabaría afec-
tando a las presiones sobre Ceuta y Melilla o el discurso en torno a la africanidad
de las Islas Canarias.
La ausencia de consenso respecto a la cuestión del Sáhara, la otra gran con-
troversia conjuntamente con el ingreso en la Alianza Atlántica en la política ex-
terior española, contribuiría –afirma Miguel Hernando de Larramendi, a que los
“sucesivos gobiernos españoles pusieran en práctica políticas reactivas con las
que intentaban, a remolque de las presiones de Marruecos, del Frente Polisario
o de Argelia, mantener una relación equidistante con todos ellos” (Hernando de
Larramendi, 2010: 511-512).
Con la llegada de Leopoldo Calvo Sotelo a la Presidencia en 1981 se co-
menzaría a priorizar las relaciones con Marruecos. Posteriormente, la llegada del
POSE al Gobierno en 1982 no alteraría en la práctica la política hacia el Magreb.
El PSOE había criticado en su programa electoral la política de los Gobiernos de
la UCD hacia el Magreb por la ausencia de “globalidad, sistematicidad y plani-
ficación”. Sin embargo, en el giro posibilista que se advierte en el Gobierno de
Felipe González se acabaría por abandonar el apoyo a las tesis del Frente Polisa-
rio en la cuestión del Sáhara Occidental y proseguir la línea de aproximación a
Marruecos ya roturada por su predecesor.
Serían, en definitiva, los Gobiernos de Felipe González los que acabarían, a
medio plazo, sentado las bases para el desarrollo de una auténtica política me-
diterránea y una política global hacia el Magreb, a partir de unos fundamentos
teóricos, perfilados en buena medida por Fernando Morán, sobre los que el
Mediterráneo volvería a ocupar un lugar prioritario en la política española. La

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 67

propuesta del PSOE se centraría en elaborar un “diseño sistemático de carácter


global de la acción, exterior, aunque la puesta en marcha de este modelo no se
hará visible hasta que queden finalizados los procesos de integración en Europa
y la Alianza Atlántica” (González del Miño, 2005: 86)6.
El Mediterráneo y en especial el Magreb, como bien puntualiza Miguel Her-
nando de Larramendi, pasaron “de ser vertientes retóricas de la política exterior
española a convertirse en prioridades activas de la acción exterior, con las que
España aspiraba encontrar un espacio de influencia en los asuntos internacio-
nales”. En este sentido, la “diversificación de la agenda estuvo acompañada por
la consolidación de un nuevo enfoque que analizaba la región en términos de
estabilidad y seguridad e intentaba abandonar las inercias de la vieja política
africanista que hacía una lectura de los intereses de España en clave territorial”
(Hernando de Larramendi, 2010: 512).
La convergencia de intereses en virtud de la interdependencia de la zona,
en especial con Marruecos, adquiriría su formulación teórica en la “Doctrina del
colchón de intereses”, según la cual la creación de una red de intereses comunes,
a partir de un diálogo político institucionalizado y de la cooperación, amortigua-
ría la conflictividad latente en las relaciones bilaterale (Dezcallar, 1994). A estos
objetivos-marco se adscribirían otros más explícitos: el fomento de la estabilidad
en la región y la cooperación entre los Estados que la integran; la implantación
de una política global, considerando las especificidades de cada uno de los paí-
ses; el reforzamiento de las relaciones entre el Magreb y la Unión Europea; la
reducción y control de los flujos migratorios; el aumento de los intercambios
comerciales bilaterales; o la preservación del statu quo de Ceuta y Melilla, entre
otros. Una política que se sustentaría, en última instancia, sobre el consenso que
se tejería desde los ochenta en el plano de la política exterior.
La política hacia el Magreb, donde Marruecos seguiría polarizando buena
parte de los intereses y las preocupaciones españolas, era –como bien subraya
Miguel Ángel Martínez Martínez, en nombre del Grupo Socialista, ante la Co-
misión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados el 21 de mayo de
1992–, un objetivo prioritario. La atención hacia Marruecos y, en general, hacia
el Magreb para la política exterior española obedecía a:
(...) razones obvias de vecindad y también por las posibilidades, por las oportu-
nidades que estas relaciones deben ofrecer a nuestro país (...) pero también por
el esquema mismo del proyecto paneuropeo que nosotros estamos intentando
construir. Un proyecto paneuropeo que, entre otras cosas, necesita que más allá
de las fronteras del proyecto, se constituya un anillo de países que compartan
con nosotros valores y bienestar, además, porque si no conseguimos más allá

6
En la comparecencia de Fernando Morán ante la Comisión de Asuntos Exteriores el
18 de febrero de 1983 aludía al convencimiento propio y de su Partido en torno a la necesidad

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68 José Luis Neila Hernández

de nuestras fronteras países que compartan valores y bienestar, nuestro propio


proyecto no es viable (Comisión de Asuntos Exteriores, 1992).
No es de extrañar, por tanto, que la articulación de una política mediterránea, –y
en particular hacia el Magreb– tanto en el plano bilateral como el multilateral,
adquiriese una dimensión especial en el plano de la cooperación económica y
social como continente del “colchón de intereses” y en aras a la construcción de
una buena vecindad. No obstante, como advierte Miguel Hernando de Larra-
mendi, si bien es cierto que la diplomacia española desarrollaba una estrategia
de conjunto que pretendía normalizar las relaciones con el Magreb, mediante
la intensificación de la cooperación política y el fomento de las relaciones eco-
nómicas y financieras, el objetivo primordial era “limitar el carácter conflictivo
de las relaciones con Marruecos, reforzando la interdependencia económica en-
tre ambos países mediante la creación de un entramado de ‘intereses cruzados’
como instrumento para promover una ‘estabilidad dinámica’” (Hernando de La-
rramendi, 2010: 513).
Las raíces de la estrategia global estarían ya presentes en el periodo de Adol-
fo Suárez, quién ya había aludido en 1978 a la conveniencia de promover un
espacio de intereses comunes entre España y el Noroeste de África con la espe-
ranza de que favoreciese el establecimiento de un marco regional más estable. El
camino hacia una política global hacia el Magreb bajo los Gobiernos socialistas
serpenteó entre la propia definición de las directrices de la política exterior y de
seguridad en la década de los ochenta, el propio decurso de la economía espa-
ñola y la inestabilidad en la orilla sur de la cuenca. En última instancia, acabaría
por consolidarse en la década de los noventa, en el contexto de la posguerra fría
y las nuevas expectativas y amenazas que se tejerían sobre el Mediterráneo.
La política global de España hacia el Magreb se sustentaría sobre tres ins-
trumentos: el diálogo político, que habría de plasmarse en el terreno de las re-
laciones bilaterales mediante el establecimiento de cumbres periódicas al más
alto nivel con los principales Estados magrebíes, tal como se hacía con los países
europeos como Francia, Italia, Portugal o Alemania; la cooperación al desarrollo
socioeconómico, con el fin de reducir las disparidades y potenciar el crecimien-
to económico y la mejora de la calidad de vida, para favorecer la paz social y la
estabilidad regional, y crear así un entramado de intereses que fuese capaz de
amortiguar y encapsular las crisis potenciales; y el fomento de los intercambios
comerciales y las inversiones directas de las empresas. Estos esfuerzos cristaliza-
rían desde la década de los ochenta, concentrándose principalmente en Marrue-

de desarrollar algún tipo de mecanismo que favoreciese el “equilibrio y la estabilidad en el


Mediterráneo, es decir, un sistema de seguridad regional”. Y asimismo, resultaba indispensa-
ble desarrollar una política de colaboración y cooperación económica, social y cultural con el
Magreb (Comisión de Asuntos Exteriores, 1983).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 51-77


El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 69

cos y, en menor medida, en Argelia y Túnez.


La promoción al más alto nivel de esta aproximación cristalizaría en la firma
de Tratados de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación, el primero de los cua-
les se firmaría con Marruecos en 1991 y más adelante con Túnez en 1995. Con
Argelia se demoraría hasta el año 2002, como consecuencia de la guerra civil y,
por último, con Mauritania no se formalizaría hasta el año 2008, en un contexto
mediatizado por la presión migratoria.
La España democrática proyectaría, en opinión de Paloma González del
Miño, en el conjunto del Magreb un esquema de actuación que ayudara a asegu-
rar la estabilidad de la zona y de sus intereses. El Magreb comenzaba a consoli-
darse como un “vector determinante de la política exterior española”. La estabili-
dad en el área se convertiría en un “objetivo ineludible mediante una apuesta por
el conjunto regional, aunque con un socio ponderado, Marruecos” (González del
Miño, 2005: 104-105).
La gravidez de Marruecos en la política española hacia el Mediterráneo es
un excelente indicador del modo en cómo han influido la transformación de
la política exterior y de seguridad y los cambios en el sistema internacional, en
especial el final de la Guerra Fría. Bernabé López García distinguía en las relacio-
nes entre Marruecos y España, tras la muerte del general Franco, una etapa que
transcurriría desde 1975 hasta 1989, que sería más coherente situar en 1991 con
motivo de la firma del Tratado de Amistad y Buena Vecindad entre ambos países
(López García, 2010), que ilustraría en el plano bilateral un auténtico cambio de
escala a tenor de la formulación y articulación de una auténtica política global
mediterránea desde España. Una política que devenía del propio proceso de
democratización de la sociedad española, de la definición precisa de una nueva
política exterior y de seguridad y de la europeización-occidentalización de su
inserción en el sistema internacional.
Desde los inicios de la Transición las relaciones con Marruecos estarían mar-
cadas por cuestiones derivadas de la política irredentista y nacionalista de Ra-
bat, cuyas secuelas continuarían agitando la agenda bilateral (Serna 2001), entre
ellas: el contencioso del Sáhara Occidental, las plazas de soberanía –las ciudades
de Ceuta y Melilla, además de los peñones de Alhucemas y Vélez de Gomera y
las islas Chafarinas–, la política pesquera y la intensidad de los flujos migratorios
hacia España, especialmente desde los años ochenta.
Tras la victoria electoral del PSOE en 1982 la diplomacia española comen-
zaría a perfilar un cambio en el modelo de relaciones con el Magreb, cuya con-
creción prioritaria se escenificaría con Marruecos y cuya prioridad ya había sido
visualizada con el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. Desde el primer Gobier-
no de Felipe González se propiciaría una relación preferente con Rabat, siendo el
segundo viaje del Presidente del Gobierno después del realizado a París. No obs-
tante, la normalización de las relaciones con Marruecos cristalizarían a mediados

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 51-77


70 José Luis Neila Hernández

de la década, cuando se definiera el modelo de política exterior y de seguridad.


En este marco se perfilaría, recordemos, la política mediterránea y el enfoque
global hacia el Magreb, priorizándose las relaciones de vecindad con Marruecos,
cuya expresión institucional daría lugar a la firma del Tratado de Amistad, Buena
Vecindad y Cooperación de 1991, que entraría en vigor en 1995. Se institucio-
nalizaría el diálogo político al más alto nivel.
Las relaciones con el otro gran actor magrebí, Argelia, balizarían el otro polo
de tensión de la política de equilibrio. Durante los años de la UCD, además del
contencioso del Sáhara Occidental, aflorarían escenarios conflictivos, indirecta-
mente relacionados con éste último, como la presión de la diplomacia argelina
sobre la Organización para la Unidad Africana –OUA– respecto a la africanidad
de las Canarias. Este periodo de “guerra fría”, como lo denomina Richard Gi-
llespie, en las relaciones entre Madrid y Argel se disiparía entre 1978 y 1979
a tenor del restablecimiento y normalización de la representación diplomática
y ciertos gestos apaciguadores por parte de Madrid, como el reconocimiento
del Frente Polisario como representante del movimiento de liberación nacional
(Gillelspie, 2000).
Con el triunfo del PSOE en 1982 las autoridades argelinas habían abrigado
ciertas esperanzas de que se denunciara el Acuerdo Tripartito de Madrid res-
pecto al Sáhara. Los esfuerzos por equilibrar los gestos de aproximación hacia
Marruecos, a tenor de la visita de Alfonso Guerra a Argel en 1983 defendiendo la
búsqueda de una solución al problema del Sáhara Occidental o la necesidad de
convertir el Mediterráneo en una zona neutral de paz, y posteriormente la visita
de los Reyes de España, se verían sacudidos por los desacuerdos en las relaciones
diplomáticas hispano-argelinas, a tenor del delicado dossier del apoyo logístico
dispensado por Argelia a Euskadi ta Askatasuna –ETA– y del curso de las nego-
ciaciones sobre el suministro de gas.
En 1988 dos acontecimientos facilitarían la mejoría de las relaciones hispa-
no-argelinas y la resolución del amparo a ETA en tierras africanas: de un lado,
el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Marruecos y Argelia; y
de otro, la revuelta popular que asoló Argelia en octubre, tras la cual el presi-
dente argelino Chadli Bendjedid no vio otra alternativa que introducir reformas
políticas y económicas. En este contexto las autoridades argelinas se avendrían
a reconocer y asumir las reclamaciones españolas para presionar a los miembros
de ETA en Argelia.
Las relaciones económicas entre España y Argelia, por otro lado, presentan
un alto perfil político, especialmente por la importancia estratégica del país nor-
teafricano en el suministro de gas para España. En este sentido, las dificultades
han devenido: de un lado, por el predominio del sector público en las relaciones
comerciales, lo que introducía un inevitable componente político a las negocia-
ciones; y de otro, la posición dominante de Argelia dada la dependencia energé-

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El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 71

tica de España.
Los avances del Frente Islámico de Salvación –FIS–, fundado en 1989, en
el marco de la Guerra del Golfo fueron muy notorios. El éxito en las elecciones
legislativas, celebradas a doble vuelta, en diciembre de 1991 y enero de 1992
del FIS, suscitaron temores entre las autoridades españolas. La posterior inter-
vención militar en Argelia, tras la suspensión del proceso electoral en enero de
1992 ante los resultados del FIS en la primera vuelta, fue asumida por asumida
por Chadli Bendjedid bajo la presión del Ejército y del Alto Consejo de Estado.
La actitud de España vendría dictada por el pragmatismo y las premisas de
su seguridad ante el peligro de desestabilización, de modo que mostraba su pe-
sar por la decisión del Gobierno argelino pero se abstenía de condenar el golpe
de Estado o de reclamar la celebración de la segunda vuelta. Ese pragmatis-
mo, fundando en prioridades estratégicas, conduciría a una política que, por un
lado, apoyaba el derecho del régimen argelino a combatir el terrorismo islamista,
mientras que, por otro lado, reclamaba el respeto de los Derechos Humanos y
llamaba a las autoridades a un final dialogado del conflicto.
El contencioso del Sáhara continuaría siendo un factor permanente de
tensión en las relaciones con el Magreb y el litigio más desestabilizador de la
zona. En 1991 Naciones Unidas propusieron el “Plan de Arreglo”, que recogía
proposiciones conjuntas realizadas por la Organización para la Unidad Africa-
na y las Naciones Unidas. En dicho plan, apoyado por Marruecos y el Frente
Polisario, se preveía la celebración de un referéndum de autodeterminación
con dos propuestas: independencia o integración en Marruecos. Sin embargo,
nunca se llegó a un acuerdo. La discrepancia fue especialmente visible en los
criterios de elaboración de la lista de electores. Las Naciones Unidas autori-
zaron el envío de una Misión de las Naciones Unidas para el referéndum del
Sáhara Occidental –MINURSO–.

3.2. La política española hacia el Levante mediterráneo


En el Levante mediterráneo, las relaciones con el mundo árabe no experimen-
tarían grandes cambios hasta mediados de los ochenta, cuando comience a per-
filarse una auténtica política mediterránea y se produzca el reconocimiento del
Estado de Israel.
Las claves de la política española hacia el mundo árabe durante los primeros
años de la transición trascurriría a la inercia de las bases precedentes, la retórica
de la amistad de España hacia el mundo árabe y un mayor énfasis en las relacio-
nes económicas a rebufo de las necesidades energéticas.
Las posiciones respecto al problema árabe-israelí, agitado por la guerra del
Yom Kippur de 1973 proseguirían en la misma línea, pronunciándose a favor
de la defensa del pueblo palestino y el reconocimiento de la Organización para

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 51-77


72 José Luis Neila Hernández

la Liberación de Palestina –OLP– como su legítimo representante. De hecho, su


representante Yassir Arafat sería invitado por el presidente Adolfo Suárez a visitar
España y se autorizó la apertura de una representación de la Organización en
Madrid.
Estas posiciones siguieron mediatizando la oportunidad de proceder al re-
conocimiento de Israel. El presidente Adolfo Suárez manifestó pronto su interés
por considerar el establecimiento de relaciones diplomáticas. A pesar del interés
mutuo, afirman Miguel Ángel Moratinos y Bernardino León, pesaría más la cau-
tela ante la confusión reinante en la región (Moratinos; León, 2003; Rozenberg,
2010). El ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja Aguirre, evaluaba
la cuestión, de acuerdo con las premisas persistentes en las relaciones con el
mundo árabe y la relevancia de éstas en el contexto de la crisis económica y las
necesidades energéticas de España, principalmente de Arabia Saudí. Desde su
perspectiva era conveniente dar el paso del reconocimiento de Israel pero inserto
en un marco que permitiera pretextar ese paso, como la adhesión a la Comuni-
dad Europe7. La relación con representantes israelíes se iría haciendo más fluida
en el curso de los años ochenta, especialmente la interlocución del embajador de
Israel en España, Samuel Haddas. El reconocimiento de Israel habría de esperar
a 1986.
La clave para adquirir influencia en el Levante mediterráneo, como bien ar-
gumenta Richard Gillespie, era la revisión de la política desarrollada por España
hacia Oriente Medio y alcanzar un equilibrio entre la política de alineamiento
con el mundo árabe impulsada por la España de Franco y la incardinación con
Occidente y, en particular, con los Estados Unidos, principal benefactor de Israel
(Gillespi, 2000: González García, 2001). La plena incorporación a las institu-
ciones europeas y atlánticas acelerarían el reconocimiento del Estado de Israel
y el establecimiento de relaciones diplomáticas en enero de 1986. No obstante,
el reconocimiento de Israel no alteraría la posición española ante la cuestión
árabe-israelí: apoyo a la celebración de una conferencia sobre Oriente Medio
bajo los auspicios de las Naciones Unidas, el reconocimiento del liderazgo de
la Organización para la Liberación de Palestina –OLP– en las negociaciones de
paz, el reconocimiento del derecho a Israel a existir con unas fronteras seguras,
la retirada de Israel a las fronteras de 1967, el rechazo a la exigencia de que Je-
rusalén fuera la capital de Israel, el libre acceso a Jerusalén a todos los pueblos,
la oposición a los establecimientos judíos en los territorios ocupados, el rechazo
del terrorismo y el respeto a los derechos del pueblo palestino.
Es sintomático, en este sentido, que el 10 de enero de 1986 el ministro de
Asuntos Exteriores Fernández Ordoñez reunió a los embajadores árabes acredi-

7
Entrevista n. 12, realizada a D. Marcelino Oreja Aguirre el 11 de octubre de 2010,
en Madrid, 16-17.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 51-77


El “giro mediterráneo” de España en un mundo en tránsito 73

tados en Madrid y les hizo entrega de una carta del Presidente Felipe González.
En la misiva se anunciaba que España iba a establecer relaciones diplomáticas
con Israel, sin que este hecho supusiera la aceptación de la política exterior o
interior de un Estado. Se estimaba que al tener España relaciones con ambas
partes, estaría en “condiciones de desempeñar un papel más activo en la búsque-
da de una solución pacífica, justa y duradera al conflicto del Próximo Oriente”
(Moratinos; León, 2003: 111).
El reconocimiento de Israel conferiría a España mayor capacidad mediadora
en el conflicto de Oriente Medio. La diplomacia española se esforzó, en el con-
texto de la Intifada palestina en 1987 y del retorno del Ejército israelí a Líbano el
año siguiente, por promover la vía de la Cooperación Política Europea y conferir
un trato prioritario a la situación de Oriente Medio durante su primera presiden-
cia de la Comunidad Europea en 1989.
Los cambios acaecidos con el fin de la Guerra Fría y la convulsión de Oriente
Medio con motivo de la Guerra del Golfo de 1991 pondrían de relieve el inequí-
voco alineamiento occidental de España en la declaración de Felipe González
a favor de la liberación de Kuwait. La buena sintonía con Washington se vería
acompañada de una sustancial mejoría de las relaciones con Israel que recibiría
la visita del presidente español aquel mismo año y cuyos cimientos ya se habían
ido asentando a través del estrechamiento de los lazos culturales –los prepa-
rativos de Sefarad 92 para conmemorar la contribución judía a la historia y la
sociedad españolas– y las visitas de altos dignatarios como la del primer ministro
Isaac Shamir en 1989 y la del ministro de Asuntos Exteriores Moshe Arens en
1990. La equidistancia de Madrid entre su sensibilidad hacia el mundo árabe y
la causa palestina y la mejoría de sus relaciones con Israel facilitarían el prota-
gonismo que desempeñaría la diplomacia española a tenor de la celebración de
la Conferencia de Paz sobre Oriente Medio en Madrid en octubre de 1991. En
1993 tras la firma de los Acuerdos de Oslo, en virtud de los cuales Israel reco-
nocía a la Autoridad Nacional Palestina, España, con diferente pulso, acometería
dentro de la agenda y los canales de acción de la Unión Europea su actuación
respecto al conflicto. No obstante, el encallamiento del proceso de paz, con la
segunda Intifada tras la visita del primer ministro israelí Ariel Sharon la Expla-
nada de las Mezquitas en Jerusalén en el 2000, volvería a poner de relieve los
límites de la diplomacia europea y percutiría directamente sobre las expectativas
del Proceso de Barcelona.
Casi un cuarto de siglo ha pasado desde la celebración del Proceso de
Barcelona. Las sombras que han ido diluyendo aquella inercia desde la que
se tejió el “giro mediterráneo” se proyectan desde diferentes haces, entre ellos
la magnitud y la larga resaca de la Gran Recesión de 2008, la cronificación
de la inestabilidad en el Mediterráneo o el avance de los populismos y las
dudas existenciales en el propio proceso de construcción europea. El vacío en

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 51-77


74 José Luis Neila Hernández

el que se mueve en la actualidad la política exterior española hacia la cuenca


mediterránea y la desvertebración de la política mediterránea desde la Unión
Europea han de servir de estímulo para revisitar y ponderar la dimensión que
en su contexto histórico supuso el “giro mediterráneo” en la historia reciente
internacional de España.
El giro mediterráneo, a modo de conclusión, cristalizaría una vez que Es-
paña había cubierto el camino hacia la plena homologación con el sistema
internacional y su incardinación europea y atlántica. En este sentido la Tran-
sición a la democracia, cuyo proceso no sería ajeno a la influencia de los ac-
tores externos en un contexto internacional marcado por la disipación de la
Distensión en la Guerra Fría, habilitaría las condiciones para la articulación
de una política exterior democrática. En este lance temporal la gravidez de
los objetivos de la política exterior nucleados en torno a Europa y Occidente
desplazarían a un segundo plano, por primera vez en el siglo, los temas medi-
terráneos. Consumadas las nuevas líneas de la política exterior y de seguridad
desde sus anclajes euro-atlánticos los acontecimientos que ilustrarían el final
de la Guerra Fría entre 1989 y 1991 fueron remodelando un nuevo horizonte
en cuyo trazado serpentearían los debates en torno al nuevo orden mundial.
El acomodo a las nuevas circunstancias internacionales y la naturaleza global
de los problemas de la cuenca mediterránea en un sentido centro-periférico
harían converger la percepción fronteriza del Mediterráneo desde los foros
europeos y atlánticos con la de España. Sería en los comienzos de la década
de 1990 cuando cristalizaría el giro mediterráneo: de un lado, por la europei-
zación de la política y la agenda exterior y de seguridad de España a tenor de
la formulación y puesta en práctica de una política global en el Magreb y las
nuevas expectativas suscitadas para España en el Levante Mediterráneo tras el
reconocimiento del Estado de Israel; y de otro, por el papel desempeñado por
España, cerca de otros Estados del Sur de Europa, para promover una toma
de conciencia sobre la prioridad estratégica del Mediterráneo en términos de
seguridad y estabilidad en los foros europeos y atlánticos.

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Madrid, 16-17. Proyecto de investigación “Dimensión internacional de la transición
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y cuyo investigador principal es el Dr. Juan Carlos Pereira, entre el 1 de enero de
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del PSOE hacia América Latina en tres actos
The Socialist International and the ‘PSOE’ Foreign Policy
towards Latin America in three Acts

Luciana Fazio
Libera Università Internazionale
degli Studi Sociali – LUISS Guido Carli
[email protected]
ORCID: 0000-0002-4256-8230
Recibido: 14-6-2019
Aceptado: 30-10-2019

Cómo citar este artículo / Citation: FAZIO, Luciana (2019). La Interna-


cional Socialista y la política exterios del PSOE hacia América Latina en tres
actos. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 79-103
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.03

Resumen
Desde la década de 1970, la Internacional Socialista (IS) jugó un rol central en el acerca-
miento entre Europa y Latinoamérica. Felipe González y el PSOE, de hecho, promovieron
los principios de la IS, tanto en sus políticas nacionales como internacionales, constitu-
yéndose en una pieza central en las relaciones de Europa Occidental y Latinoamérica. En
este contexto, el presente trabajo trata de ofrecer una reflexión acerca de la trayectoria de
la política exterior del PSOE respecto a Latinoamérica. Con tal objetivo, se identifican tres
momentos en el intervalo de tiempo que va desde la década de los setenta a la de los noven-
ta: el primero, cuando se verificó un claro acercamiento, se adquirieron conocimientos y se
afianzaron vínculos a través de la IS; el segundo, cuando se materializaron los enunciados
“políticos” adquiridos previamente; el tercero, con el redimensionamiento de lo “econó-
mico” en materia exterior, como resultado del impacto que tuvo en la política española la
adhesión a la CEE.
Palabras clave: PSOE. Internacional Socialista. Latinoamérica. CEE. Política exterior.

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DOI: 10.14198/PASADO2019.19.03
80 Luciana Fazio

Abstract
Since the nineteen seventies, the Socialist International (SI) played a key role in the
rapprochement between Europe and Latin-America. Indeed, Felipe González and the
PSOE promoted the SI principles at both national and international levels, being at the
root of the relationships between Western Europe and Latin America. Within this con-
text, this paper aims at examining the trajectory of the PSOE foreign policy towards Latin
America. With this purpose, this paper identifies three crucial moments between the ni-
neteen seventies and the nineteen nineties. The first one coincides with a clear approach
between the PSOE and Latin America involving increased mutual knowledge and the
strengthening of their links through the SI. The second one took place when previous
“political” statements were brought to life. The third and last moment is identified with
the re-sizing of “economic” activity in foreign matters after Spain became a member of
the EEC.
Keywords: PSOE. Socialist International. Latin America. EEC. Foreign policy.

“La relación con América Latina confiere a España una dimensión europea de ex-
traordinaria singularidad.
Sin ella, España sería un país más encogido sobre sí mismo.
Un país triste”
(Iglesias y Juliana, 2018: 1076/5340).

Célebres han resultado las palabras del ex Ministro de Asuntos exteriores Fer-
nando Morán cuando señalaba que, solo a finales de la década de los ochenta,
España había logrado “normalizar” sus relaciones externas y, por tanto, ocupar
“su sitio” (Morán, 1990). De forma similar, el diplomático español Francisco
Villar subrayó que si bien la transición interna española se concluyó en 1982
con la llegada de los socialistas al poder (PSOE), la externa se alcanzó años más
tarde con la consolidación del gobierno socialista (Villar, 2016). Ello fue posible
gracias a que cuando Felipe González, Secretario General del PSOE, asumió la
presidencia del gobierno, disponía de un bagaje político y cultural, un prestigio
y una experiencia internacional que le permitieron profundizar, desarrollar y
“normalizar” la política exterior de su país. Con su interés por lo internacional y
la centralidad de que gozaba el presidente en materia exterior hizo posible que
sus “intereses personales” y su gran sensibilidad hacia los asuntos latinoamerica-
nos pudieran materializarse con mayor facilidad.
España constituyó un elemento clave en el relacionamiento entre la Comu-
nidad Económica Europea (CEE) y Latinoamérica en los ochenta y noventa así
como también fueron importantes las actuaciones de sus líderes en las activi-
dades de la Internacional Socialista (IS). Esta interrelación fue posible porque
desde la década de los setenta, la IS ejerció cierta influencia en las filas del Par-
tido Socialista Obrero Español (PSOE) al tiempo que esta le ayudó a crear espa-
cios internacionales que le permitieron a sus miembros construir importantes

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vínculos externos y crear redes transnacionales (Pedrosa, 2012; Salm, 2016).


Asimismo, la IS desempeñó un rol importante en el proceso de legitimación del
partido. Lo anterior porque González, como otros líderes europeos (v.gr. Bettino
Craxi en Italia), se esforzaron por entablar importantes vínculos exteriores con
el fin de potenciar su actuación a nivel interno y aumentar la legitimidad a nivel
nacional (Mateos, 2017: 39).
En los ochenta, una vez en el poder, los conocimientos acumulados por
González en años anteriores, se concretizaron en materia exterior y algunos de
los postulados de la IS (en particular los temas más “políticos”, v.gr. La demo-
cracia) se convirtieron en ejes centrales de la política latinoamericana de España.
Ello, a su vez, permitió incrementar el peso político internacional de España y
maximizar sus capacidades negociadoras dentro de la CEE.
En los noventa, luego de la caída del muro de Berlín y el final de la Guerra
fría, pareció debilitarse parcialmente la política exterior española, porque la Co-
munidad se volcó hacia el Este, lo que alimentó un sentimiento de “periferia” en
el gabinete español. Como una manera de contrarrestar estas tendencias, España
procuró definir mayormente su política exterior por fuera de las fronteras euro-
peas, lo cual entrañó un nuevo rol para Latinoamérica: cabeza de playa para la
internacionalización de la economía española.
Con base en estos antecedentes, este artículo apunta a examinar las varias
etapas en que se puede subdividir la actuación de los socialistas españoles hacia
América Latina en las décadas de los setenta a los noventa, en la que, por lo me-
nos en sus inicios, la IS jugó un rol fundamental. Dada la amplitud del tema, el
foco de atención se centrará en una reflexión sobres estos nexos transnacionales,
multilaterales y a veces bilaterales que se construyeron a lo largo de estas déca-
das. Para una mayor claridad expositiva, el texto se subdividirá en tres secciones
que recorren las tres décadas ya mencionadas: los setenta, cuando se afianza-
ron las relaciones transatlánticas en gran medida gracias a la actuación de la IS;
los ochenta, cuando se materializaron los enunciados “políticos” y los noventa,
cuando los asuntos “económicos” alcanzaron mayor relevancia. Estas décadas,
empero, deben entenderse como un mero marco argumental y no como fronte-
ras temporales inflexibles que dictan el comienzo o el ocaso de los sucesos con
el cambio de década. Finalmente, cabe señalar para la realización de este trabajo,
además de las fuentes secundarias, se ha utilizado en detalle los archivos de la
Internacional Socialista (el Instituto Internacional de Historia Social en Ámster-
dam), de la Fundación Felipe González, de la Fundación Pablo Iglesias, de la
Cancillería de Colombia (en particular para los asuntos del Grupo de Contadora)
y entrevistas a personalidades de la época1.

1
Entre ellos, quisiera agradecer a Elena Flores Valencia, Luis Yáñez-Barnuevo García,
José Antonio Yáñez-Barnuevo García, Manuel Medina Ortega, Silvio Prado.

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1. La IS y la dimensión exterior del PSOE en los setenta: la proyección


transatlántica
Dos sucesos importantes marcaron la historia del PSOE y de la IS en la segunda
mitad de la década de los setenta: por un lado, la transición española y la legali-
zación del partido y, por el otro, la llegada de Willy Brandt a la presidencia de la
IS (1976) que rompió con el anterior eurocentrismo que había caracterizado a la
organización desde su refundación en Londres en 1951. Esta reorientación no fue
fruto del azar, sino que constituyó la manera como se produjo la adaptación a una
serie de fenómenos que “irrumpieron” el orden preestablecido en los setenta (las
transformaciones del sistema monetario internacional, las crisis del petróleo, el
avance del neoliberalismo, el surgimiento de nuevas sensibilidades y de “nuevos”
actores sociales, etc.), que apuntaban en la dirección de un desgaste del orden bi-
polar al tiempo que creaban las condiciones para que la IS se activara globalmente.
Como reconocieron los principales líderes socialdemócratas europeos (Wi-
lly Brandt, Olof Palme, Bruno Kreisky)2, muchos de los problemas de la épo-
ca requerían soluciones globales pues las sociedades nacionales eran cada vez
más interconectada e interdependientes3. Lo anterior los llevó a interesarse ma-
yormente en el Tercer Mundo y a entender los problemas mundiales donde la
conflictividad Norte/Sur se sobreponía a la fractura Este/Oeste. De ahí que se
propusieran como una “tercera vía” dentro del orden bipolar4. En cierta medida,
el interés hacia América Latina se vio potenciado porque, en esa época, la región
se había convertido en un interesante laboratorio político, que capturaba la aten-
ción de los partidos europeos pues, además de flagelos como la pobreza, la des-
igualdad, el subdesarrollo y el déficit democrático, era la región donde persistía
una “esperanza socialista” y, por tanto, la posibilidad de implementar una “nueva
vía” se mantenía latente (Lusanna, 2004: 485).
Fue dentro de ese contexto que se cimentaron las relaciones y contactos
personales entre Felipe González y los demás líderes socialdemócratas europeos.
Fundamental resultó ser la estrecha amistad establecida con Willy Brandt, lo

2
Willy Brandt: socialdemócrata, canciller de la Alemania Occidental entre 1969 y 1974
y líder del partido socialdemócrata alemán (SPD). Presidente de la IS entre 1976 y 1992. Olof
Palme: político socialdemócrata sueco y primer ministro entre 1969 y 1976 y entre 1982-
1986. Bruno Kreisky: político socialdemócrata, canciller de Austria entre 1970-1983.
3
A este propósito, resulta interesante la propuesta realizada por el historiador Charles
Maier quien sostiene que a finales los setenta y comienzos de los ochenta del siglo XX culminó la
“época larga”, y por tanto, la organización territorial de la historia contemporánea (Maier, 2008).
4
Además de reconocer la interdependencia del mundo, los tres líderes consideraron
la IS como un instrumento útil para fortalecer la socialdemocracia europea ya que dicha or-
ganización implicaba un activo rol internacional y redes a gran escala, lo que les permitiría
adquirir mayor peso internacional. (Brandt, Kreisky, Palme, 1977: 161-162 y 181-184).

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que le permitió ocupar un lugar importante dentro de la IS. Esta última influyó
mucho en las filas del PSOE, no solo porque algunos de sus miembros participa-
ron activamente en las actividades de la IS, sino también porque le proporcionó
prestigio y reconocimiento internacional y contribuyó a que lograra, antes de su
legalización (1977), cierta autonomía e influencia nacional. La participación de
prominentes líderes europeos (el francés François Mitterrand, el sueco Olof Pal-
me, el italiano Pietro Nenni, etc.) en las actividades del PSOE también ayudaron
a este último a adquirir mayor visibilidad internacional y, por tanto, a incremen-
tar su eficacia tanto interna como externa.
Aun cuando González se esforzara por diversificar sus vínculos internacio-
nales, el líder español logró construir y mantener una relación mucho más estre-
cha con los socialistas del norte de Europa (actores centrales de la IS) que con
los del sur, con los cuales podía tener mayores afinidades. Es más, aludiendo a
estos elementos comunes, François Mitterrand (socialista francés), por ejemplo,
intentó construir un frente de socialistas del sur de Europa, un grupo comple-
mentario mas no opuesto a la IS, con el que apuntaba a contrarrestar el poder
y la influencia de los socialistas del norte. Varias reuniones se llevaron a cabo
(la primera informal en Latché, luego otra oficial en París en enero 1976 y en
Madrid en mayo 1977) e incluso se aprovecharan los encuentros de la IS para
intercambiar opiniones y reflexiones concernientes al frente de la Europa del
Sur. Sin embargo, la iniciativa del socialista galo no prosperó debido a que ciertas
fricciones terminaron por desgastar el proyecto, entre las cuales podríamos citar
las desavenencias frente a los comunistas, el débil apoyo de París para el ingreso
de España en la CEE y el escaso entendimiento frente a la situación del país Vas-
co y el terrorismo de ETA. De ahí que los intentos de crear un frente de los países
latinos de Europa no progresara y, por tanto, que las relaciones del socialista
español con sus pares del norte se mantuvieran mucho más estrechas y estables5.
La verdad es que los vínculos del PSOE con los socialistas del norte eran de
más larga data. Desde finales de los sesenta, y en particular durante los setenta, la
IS y la Fundación Ebert habían actuado como agentes externos promotores de la
democratización española (Muñoz, 2012; Ortuño, 2002)6. Es más, la actuación

5
Respecto a otros países latinos, González, por ejemplo, mantuvo una muy buena re-
lación con Bettino Craxi, líder del partido socialista italiano, véase Tardivio, 2016. Con Mario
Soares (partido socialista portugués), en cambio, tuvo algunos desencuentros, por ejemplo,
las fricciones que surgieron a raíz de los contactos que el portugués intentó estrechar con el
líder del partido comunista español, Santiago Carrillo. (Soares, 2011).
6
Durante la reunión del Bureau de la IS (9-10 diciembre 1972) se acordó la creación de
un Comité Especial para España para conocer más a fondo la situación del país y evaluar la po-
sibilidad de reconciliación entre los socialistas (los “históricos” y los “renovados”). Después del
reconocimiento del PSOE renovado como miembro legítimo de la IS (1974), el Comité Especial

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de estos actores en la democratización fueron tan profundas que rara vez los
españoles las percibieron como impropias. De ahí que intentaran emularlas más
tarde en otras partes del mundo, como ocurrió en relación con Latinoamérica
(Powell, 2003: 314).
Se podría decir que, por tanto, en los setenta, el PSOE se esforzó por esta-
blecer nexos internacionales de primer orden, útiles para su propia legitimidad
nacional, con el fin de lograr mayor respaldo y reconocimiento internacional.
Encontraron en la IS un buen aliado y en cierta manera un medio para lograr su
cometido. En lo que concernía a Latinoamérica, actuaron como órganos com-
plementarios pues, por un lado, los socialistas españoles renovaron sus vínculos
con sus pares latinoamericanos y, por el otro, el PSOE, participando directamen-
te en la democratización española, se convirtió en una pieza clave en el proyecto
de la Internacional que apuntaba a la democratización de la región (Grabendorff,
2003: 213). Así pues, por sus afinidades culturales, históricas, lingüísticas, el
PSOE (como también lo fue el partido socialista portugués) resultó ser un inter-
locutor efectivo entre la IS y el Nuevo Mundo.
En este contexto, la IS organizó varias misiones en América Latina protagoni-
zadas por González y otras altas figuras del PSOE, a las cuales se le sumaron los
viajes personales realizados por el secretario del partido socialista español. Los
esfuerzos de la IS en el acercamiento entre las dos regiones fueron tan evidentes
que no pudieron ser ignorados por la prensa ni por los observadores internacio-
nales. Por ejemplo, Reporte Político Latinoamericano (Londres, 27 octubre 1978)
subrayaba que, en ese año, González ya había visitado cuatro veces la región y
se esperaban dos misiones más antes de fin de año7. Entre estos viajes podemos
recordar los siguientes: (i) a comienzos de 1976, Brandt y González le pidieron a
Luis Yáñez-Barnuevo visitar Chile, Argentina y Uruguay con el fin de evaluar si era
posible de que hubiera una delegación de más alto nivel de la IS en dichos países8.

fue reconvocado y se acordó el envío de una delegación de la IS a España (14-17 enero 1976)
con el objetivo de verificar los avances realizados por el PSOE y fortalecer su respaldo. La misión
de la IS fue bien recibida por el PSOE. Asimismo, la IS en octubre de 1975 creó un Fondo de
Solidaridad para España con el fin de sostener económicamente el PSOE. Véase “Spain, Special
Committee”; “Comunicado de la Misión de la Internacional Socialista”; The PSOE Reports (Ma-
drid, 14 enero 1976) Circular No. M26/75, “Spain. Decisions and Recommendation by Bureau
of Socialist International. Establishment of Spanish Solidarity Fund. October 10, 1975”. Archivo
IS, Instituto Internacional de Historia Social (IIHS), Ámsterdam, caja 813.
7
Informe periodístico en Londres, “La Internacional Socialista intensifica los contactos
entre Europa y América Latina” (27 Octubre 1978). Archivo IS, IIHS, Ámsterdam, caja 1128.
8
Luis Yáñez-Barnuevo: secretario de relaciones internacionales de la Comisión Ejecuti-
va del PSOE (1975-1979), Diputado en las Cortes Generales de España por Badajoz y Sevilla
(1977-1983; 1986-1991; 1993-2004) secretario de Estado de Cooperación Internacional y
para Iberoamérica (1985-1991).

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Yáñez-Barnuevo pudo visitar Argentina y Chile pero no Uruguay al ser declarado


persona no grata. Sin embargo, aunque en su reporte desaconsejaba una visita de
Brandt y González por todos los obstáculos que iban a encontrar en dichos países,
esta misión fue importante pues el socialista español pudo observar de primera
mano la violación de los derechos humanos. Incluso, fue uno de los primeros en
percibir y denunciar el drama de los desaparecidos pues, en ese entonces, se habla-
ba de terrorismo y de falta de orden en el Cono Sur, mas no de desaparecidos9. (ii)
La misión conformada por Yáñez-Barnuevo, Rafael Escuredo, Guillermo Galeote
y Monica Threlfall que visitaron Chile, Argentina, Uruguay y Brasil entre el 8 y
el 21 julio 197810. Los objetivos del viaje variaban según el país, por ejemplo, en
Bolivia buscaban monitorear las elecciones locales, en Chile, Argentina y Uruguay
indagar sobre los desaparecidos y en Brasil observar la situación local en vista de
la proximidad de las elecciones. (iii) El periplo de Miguel Ángel Martínez como
representante del PSOE y de la IS que tenía el objetivo de monitorear las elecciones
panameñas de 197811. (iv) La misión fallida (ya que no autorizaron su visita) de
Felipe González para visitar el Cono Sur en noviembre 1979. (v) En julio 1979
González se dirigió a Caracas donde encontró a Carlos Andrés Pérez para discutir
sobre la situación boliviana y nicaragüense12. (vi) El viaje a Nicaragua protagoniza-
da por González y Martínez en julio-agosto 1979 para conocer la situación tras el
derrocamiento de la dictadura de Somoza. Tras este visita los españoles acordaron
un plan de cooperación y ofrecieron a la Junta de Reconstrucción Nacional (nom-
brada por los sandinistas en Julio 1979) asistencia médica y psicológica en España
para las victimas de la guerra. Asimismo, se acordó crear una cuenta para recaudar
fondos de solidaridad para Nicaragua13. Adicional a estas, también hubo visitas a
Cuba, México y El Salvador14.

9
Entrevista personal con Luis Yáñez-Barnuevo, Madrid, 20 Junio 2018.
10
Rafael Escuredo: Diputado en las Cortes Generales de España por Sevilla (1977-
1982), Presidente de la Junta de Andalucía (1979-1984). Guillermo Galeote: Diputado en
las Cortes Generales de España por Córdoba (1977-1993). Monica Threlfall: miembro de la
comisión internacional del PSOE.
11
Miguel Ángel Martínez: Diputado de las Cortes Generales de España por Ciudad Real
(1977-1999).
12
Carlos Andrés Pérez: político venezolano, miembro del partido Acción Democrática y
presidente de la República en dos ocasiones: 1974-1979 y 1989-1993. Pérez jugó un rol pro-
tagónico en el acercamiento entre la IS y Latinoamérica (organizó la Conferencia de Caracas de
1976) y estrechó vínculos de amistad con los vértices de la Internacional que le permitieron
ocupar un lugar destacado dentro la organización (cargo de vicepresidente de la IS).
13
Los sandinistas se refieren al grupo nicaragüenses Frente Nacional de Liberación Na-
cional (FSLN) que derrocó a Anastasio Somoza, quien había detentado el poder por 46 años.
14
La información sobre estas misiones se encuentra en el archivo de la IS, IIHS, Ámster-
dam, cajas 1168– 1170.

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Es posible decir que el PSOE y González jugaron un rol de primer orden


en las actividades realizadas por la IS, las cuales no solo incluían misiones, sino
también reportes que debían hacerse para mantener informada a la organización
sobre los asuntos latinoamericanos. Lo anterior le permitió a los socialistas es-
pañoles estrechar fuertes vínculos con los latinoamericanos y conocer a fondo
todas las problemáticas de la región. Vale la pena señalar que González puso en
práctica lo aprendido de sus experiencias latinoamericanas. Enric Juliana, por
ejemplo, recuerda que en las elecciones municipales de 1980 el PSOE utilizó téc-
nicas de comunicación electoral aprendidas en Venezuela, que hasta ese enton-
ces resultaban ser desconocidas en España (Iglesias y Juliana 2018: 1212/5340).
Es menester recordar que desde América Latina también surgió un gran inte-
rés por estrechar vínculos con estos pares europeos. Esto quedó demostrado en
la Conferencia de Caracas de mayo 1976 en la que Carlos Andrés Pérez, junto a
Brandt, se empeñó por organizar un encuentro para que representantes “socialis-
tas” de ambas orillas del Atlántico se reunieran y acordaran proyectos comunes;
la democracia, la igualdad, la libertad y la solidaridad internacional fueron los
pilares del Congreso. A su vez, los latinoamericanos comenzaron a volcarse hacia
el Viejo Continente apuntando a mayores diálogos y contactos. Recibieron con
gran entusiasmo las exitosas transiciones democráticas en la península ibérica (se
convirtieron en un modelo a seguir), sobre todo porque la traumática experien-
cia de la ola dictatorial favoreció cambios en la izquierda latinoamericana que
la condujo a valorar cada vez más la democracia (Castañeda 1993). Compren-
dieron que era posible un cambio ideológico como aquel realizado por el PSOE
y que la aproximación con Europa, a través del afianzamiento de los contactos
personales, les ofrecía la posibilidad de acceder a ciertos beneficios económicos
(v.gr. preferencias arancelarias con la CEE) (Rother, 2019: 200). De esta manera,
el diálogo transatlántico fue favorecido por la coyuntura de este interés mutuo.
Por consiguiente, en la década de los setenta, González, en calidad de vi-
cepresidente de la IS, jugó un rol muy activo en todos los asuntos latinoameri-
canos. Los principios básicos de la IS como la promoción de la democracia, la
protección de los derechos humanos, la defensa de las libertades, se convirtieron
en los ejes centrales de su propia actuación en la región. De ahí que la IS no solo
fuera útil para su legitimación, sino que también en la definición de algunos de
sus objetivos en materia exterior, los cuales pudieron materializarse una vez en
el poder. La promoción de la democracia dentro y fuera de España resultó de-
terminante en la definición de la “nueva diplomacia española” (Blasquez, 2006;
Grugel, 1995)15.

15
Vale la pena recordar que la política hacia Latinoamérica no fue una novedad de los
socialistas. Durante el franquismo se había procurado fortalecer la Hispanidad y bajo el gobier-
no de Adolfo Suárez (1976-1981) se pusieron en marcha nuevas estrategias para intensificar

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2. La dimensión “política” del PSOE en Latinoamérica


Celestino del Arenal señalaba que, a diferencia de los primeros gobiernos cen-
tristas, los socialistas llegaron al poder con un gran prestigio internacional, una
importante experiencia en asuntos exteriores y con un proyecto internacional
mucho más realista y acorde con las vicisitudes de la época (Arenal 1994a: 89).
Lo anterior porque la política latinoamericana de los gobiernos centristas pa-
recían no tener un perfil definido y tampoco parecían ser una prioridad (Sanz
López, 2018: 333). Por ejemplo, la principal preocupación de Carlos Sotelo en
materia exterior consistía en asegurar la seguridad nacional y la integridad del
territorio nacional, pues, según él, existía una estrecha vinculación entre la “po-
lítica exterior y política de defensa”, así como el objetivo principal era conseguir
“una definición de una política europea, democrática y occidental” (Calvo Sote-
lo, 1981, 103).
En todo esto, vale la pena destacar que un eje central de ruptura entre la po-
lítica promulgada por Carlos Sotelo y la de los socialistas estuvo relacionada con
el tema de la OTAN. El rechazo por parte de la izquierda española al ingreso de
España en la OTAN y la promesa de un referéndum por parte del PSOE para de-
terminar la afiliación atrajo buena parte de votantes españoles quienes veían con
mucho recelo esta afiliación (el antiamericanismo era bastante generalizado en el
país Ibérico así como el rechazo de del despliegue de mísiles en suelo español).
Además, como señaló Charles Powell, la actuación del gobierno norteamericano
y de su embajada en Madrid (v.gr la invasión de Granada o la actuación oscilante
entre el embajador Thomas Enders y Morán) no contribuyeron a convencer a la
opinión pública española de que era posible una relación buena y amistosa con
dicho país (Powell, 2011: 600-602). De ahí que la voluntad de una diplomacia
nueva y la paz, llevara a muchos españoles a apoyar el programa socialista (Par-
do, 2011: 82). Ya una vez en el poder, empero, González se convencería de que
ser Atlantista era necesario para el ingreso en la CEE (aunque no era un requisito
sine qua non, todos los miembros de la CEE, a excepción de Irlanda, estaban
alineados a la OTAN).
Ahora bien, pese a la alineación Atlantista (el referéndum se celebró en mar-
zo 1986) y el respeto hacia el coloso norteamericano, es menester subrayar que
González (como también lo fue la IS y otros líderes europeos como el italiano
Bettino Craxi)16 mantuvo a lo largo del tiempo una posición crítica hacia Estados

las relaciones transatlánticas. Ahora bien, sin subestimar estos intentos de acercamiento, como
bien ha mencionado Celestino del Arenal, dichas políticas dieron la impresión de ser más una
“política de sustitución” en el accidentado camino hacia la CEE, que una prioridad. Fue Felipe
González quien les dio primacía (Arenal, 1994b: 283).
16
Por ejemplo, Craxi se opuso a la intervención norteamericana en Granada (Ministero
Degli Affari Esteri, 1987: 150-151). De igual manera rechazó la injerencia norteamericana en

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Unidos. Lo anterior por ejemplo se observó en las políticas norteamericanas en


Latinoamérica (en particular en las políticas hacia Centroamérica), como bien
lo subrayaría el mismo González al afirmar ser “el único país europeo que en la
relación con Estados Unidos [había] podido plantear claramente sus posiciones
sobre el continente iberoamericano” (González, 1983: 464). Las relaciones con
Latinoamérica, a su vez, se verían favorecidas por la voluntad de esta región en
estrechar vínculos con el Viejo Continente, sobre todo porque la “hispanofobia”,
que había sido típica del siglo XIX, comenzaba a ser remplazada por una cierta
“yanquifobia”, lo que animaba nuevas relaciones entre los dos regiones (Delga-
do, 2003: 127).
Al proyecto internacional socialista contribuyeron las redes internacionales/
transnacionales establecidas en el periodo anterior y los conocimientos adqui-
ridos en aquellos años sobre programas globales. Como se ha mencionado, la
democratización se convirtió en uno de los objetivos exteriores del gobierno
socialista. Incluso, al comenzar su mandato, González se dirigió a la IS (febrero
1983) proponiendo la transición española como modelo para la democratiza-
ción latinoamericana (Rodríguez, 1986: 164).
La voluntad de ciertos actores latinoamericanos de emprender el proceso
democrático también contribuyó a la creación de espacios bilaterales y multilate-
rales para impulsar dicho cometido. Entre estos podemos recordar las reuniones
“Iberoamérica: Encuentros en la democracia”, en las que el PSOE, como partido
anfitrión, se encontraba con movimientos progresistas para discutir sobre las
relaciones socio-políticas, los vínculos culturales y económicos y los procesos de
transición. En estos encuentros se pusieron de manifiesto los ejes centrales de la
política exterior española (democracia, paz, respeto de los derechos humanos)
y se subrayó el abandono de conceptos paternalistas por principios de igualdad
y solidaridad entre naciones ya que, en palabras de Yáñez-Barnuevo, el papel de
España pasaba por Iberoamérica y solo un trabajo conjunto podía convertirlos
en un punto de referencia en el mundo (Yáñez-Barnuevo. 1983a)17.
Con objetivos similares se llevaron a cabo muchos otros eventos en los cua-
les los socialistas españoles invitaron a militares o personas que habían partici-
pado directamente en la transición española. Esto último para dar testimonio de
la propia experiencia, pues muchos de estos encuentros se realizaban en países

Nicaragua (De Michelis 2007: 43) y en Chile durante su gira por los Estados Unidos en 1985
(Ghirelli, 2006: 187; Lezzi, 2002: 251).
17
La primera reunión fue organizada por el ICI en abril 1983, en la cual representantes
de las dos orillas del Atlántico se reunieron y acordaron respaldar las iniciativas del Grupo
Contadora. “Resolución sobre América Central del encuentro “Iberoamérica en la Democra-
cia” Madrid, 29 Abril 1983. Archivo Ministerio Relaciones Exteriores de Colombia, Bogotá,
caja 38372, carpeta 8.

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La Internacional Socialista y la política exterior del PSOE hacia América Latina ... 89

bajo dictaduras, y por tanto, en lugares donde las fuerzas armadas seguían muy
comprometidas con las autoridades locales. Asimismo, el PSOE ofreció asisten-
cia y capacitación a algunos movimientos latinoamericanos para avanzar en los
proceso democráticos18.
Es más, la sensibilidad de González hacia los asuntos latinoamericanos y,
en particular, su lucha contra el déficit democrático, lo llevaron a emprender
acciones que no competían a la diplomacia española (v.gr. los diálogos con los
sandinistas). Dos fueron principalmente las estrategias adoptadas por el gobier-
no de Madrid para la difusión de la democracia: por un lado, las políticas de
cooperación y, por el otro, la promoción del reformismo y la moderación en la
izquierda latinoamericana (Grugel, 1997: 143-144).
Es innegable que, para el gobierno socialista, Latinoamérica ocupaba un lu-
gar central en materia exterior. Esto, empero, se inscribía dentro de un objetivo
más grande: el ingreso de España a la CEE. Si bien esto último podía repercutir
en los proyectos españoles transatlánticos, Madrid siempre se esforzó por incluir
la región en todos sus programas europeos (v.gr. con la inclusión en el Tratado
de Adhesión de la “Declaración común de intenciones relativa al desarrollo y a
las intensificaciones con los países de América Latina” o en el Consejo Europeo
de la Haya de junio 1986 en el que se acordó estudiar mecanismos comunitarios
para incrementar las políticas de cooperación en la región), pues de alguna ma-
nera también le permitía maximizar sus capacidades negociadoras en el seno de
la CEE (Arenal, 2011a). De ahí que España buscara, de cierta manera, europeizar
sus vínculos con Latinoamérica e iberoamericanizar sus relaciones con Europa.
Como bien los sintetizó Carlos Westendorp en la conferencia “España entre Eu-
ropa e Iberoamérica” al afirmar:
“En 1986 la Comunidad Europea ‘descubre’ a América Latina, reforzando des-
de entonces esta dimensión de su proyección exterior. Desde la Unión Euro-
pea tenemos una mayor presencia e influencia en América Latina. Y gracias
a nuestra dimensión iberoamericana también tenemos más peso en Bruselas”
(Westendorp, 1996).
Por consiguiente, se podría decir que Madrid intentó encontrar un equili-
brio entre su política europea y su política latinoamericana (consideradas como
complementarias). Ahora bien, si bien surgió cierta asimetría entre sus objetivos
económicos y aquellos políticos – pues la política de ajuste interpuesta por la
CEE y la coyuntura económica mundial junto la espinosa cuestión de la deuda
en Latinoamérica no solo condujeron a una variación de los postulados iniciales
del PSOE sino que también limitaron los posibles intereses/iniciativas económi-

18
Por ejemplo, algunos miembros del Partido Revolucionario Democrático de Panamá
estuvieron en España para recibir capacitación por parte del PSOE (Petras, 1981:74).

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90 Luciana Fazio

cas en el Nuevo Mundo–, sí pudo observarse cierta continuidad en términos de


postulados “políticos” hacia la región, los cuales se mantuvieron alineados con
las orientaciones de la IS.
Cabe también destacar el alto grado de politización que caracterizó al PSOE
desde los setenta hasta bien entrados los ochenta (más o menos hasta el ingreso
en la CEE), lo que influyó en que primaran este tipo de objetivos sobre los “eco-
nómicos”. Es posible que esta elevada ideologización se debiera a su cercanía
a la IS, aunque también había sido la afinidad con sus postulados los que le
habían permitido al PSOE incorporarse en esa organización y operar en su red.
Su pertenencia en la CEE, por tanto, supuso una variación en el marco inicial de
actuación, lo que en cierta manera también contribuyó a este cambio de énfasis.
El compromiso de González se mantuvo siempre pleno y de hecho, dejó
claro que, por cuestiones diplomáticas, si no se podía actuar desde el gobierno,
se debía hacer desde el partido, o, inclusive, desde la Fundación Pablo Iglesias
cuando era desaconsejable involucrar el partido19. En este contexto, el gabinete
español se esforzó por llevar a cabo programas de cooperación internacional,
democracia, protección de derechos humanos y solidaridad internacional llegan-
do incluso a involucrar a la CEE, como quedó patente en el apoyo al grupo de
Contadora, los diálogos de San José, el respaldo a las iniciativas posteriores como
el Plan Arias y Esquipulas I y II y la propuesta de González de celebrar una Con-
ferencia en España (“mini-Helsinki”) con el objetivo de añadir una dimensión
europea al proceso de Contadora y reducir las tensiones Este/Oeste en la región
(Mujal-León, 1986: 147).
El gobierno socialista, por tanto, se propuso transformar la acción tradicio-
nal cargada de retórica por una política real, bien estructurada, efectiva, constan-
te y duradera hacia Latinoamérica (Morán, 1983). En este contexto, se empeñó
por desarrollar una verdadera política de cooperación al desarrollo. A saber, en
agosto de 1985, dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores, se creó la Secre-
taría de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica (SECIPI) y
un año más tarde la Comisión Interministerial para la Cooperación (CICI). A

19
Por ejemplo, algunos encuentros entre las directivas del PSOE y la oposición cubana
se organizaron formalmente a través de la Fundación Pablo Iglesias (aunque detrás de la or-
ganización estuviera la Secretaría Internacional), pues reuniones directas entre la Secretaría
Internacional del PSOE o del gobierno mismo con los cubanos podía crear ciertos malenten-
didos y comprometer políticamente el partido y el gobierno. De igual manera, la gira que rea-
lizaría Elena Flores, por encargo de Felipe González, en los países del Grupo Contadora para
reavivar el proceso debía realizarlo como representante de partido y no como representante
de gobierno, pues la segunda opción podía interpretarse como injerencia internacional. De
ahí que, “dónde no podía llegar el gobierno, debía llegar el partido”. Entrevista personal con
Elena Flores, Madrid, Junio 20, 2018.

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La Internacional Socialista y la política exterior del PSOE hacia América Latina ... 91

esto se le sumó el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI– desde 1988


AECI-Agencia Española de Cooperación Internacional). El objetivo era coordinar
todas las actividades de cooperación, además de constituirse en un mecanismo
para acercar y estrechar lazos entre los dos continentes20. De acuerdo con Luis
Yáñez-Barnuevo (1983b), presidente del ICI, España no podía desaprovechar “la
oportunidad histórica de profundizar y de relanzar las relaciones de integración”
con el pueblo latinoamericano. Los sectores a los que principalmente se dirigió
la cooperación fueron salud, educación, agricultura y nutrición, siendo Latinoa-
mérica la región que más se benefició de la ayuda española21. Pese a esto, en esos
años, la ayuda oficial española representaba un porcentaje muy bajo del PIB22.
De ahí que la definición de una sólida política de cooperación internacional y
la ayuda al desarrollo se redujeran y, por tanto, que las relaciones políticas per-
sistieran y se mantuvieran como eje principal del diálogo transatlántico (Pardo
2011:90).
Con el objetivo de profundizar las relaciones y la integración entre las dos
orillas del Atlántico, se puso énfasis en la preparación del “Quinto Centenario
encuentro entre dos mundos”. Aunque debía celebrarse en 1992, los preparati-
vos comenzaron en 1983 para dar lugar a la realización de varias reuniones (en
total fueron diez) con el fin de determinar los puntos de contacto y afianzar los
vínculos entre ambas regiones23. Todo esto debía contribuir a la definición de
una Comunidad Iberoamericana de naciones que suponía el reconocimiento de
las conexiones, interdependencias, intereses y valores que debían desarrollarse

20
Desde 1988 se pusieron en marcha varios Tratados Generales de Cooperación y Amis-
tad con varios países del continente latinoamericano. Lo anterior también incluyó programas
de cooperación científico-técnica y empresarial.
21
En 1984, el PSOE lanzó el proyecto “Plan de Cooperación Integral” (primera iniciativa
de programación, coordinación y seguimiento, gestionada por el ICI), con el objetivo de ayu-
dar a Nicaragua, Costa Rica y Honduras. De acuerdo con Jean Grugel, el gobierno socialista se
dirigió a estos países no solo para demostrar su respaldo a la región, sino para responder a las
presiones del Grupo de Contadora que demandaba a España mayor compromiso en la zona
(Grugel, 1987).
22
Como ha señalado Celestino del Arenal, a lo largo de la década de los ochenta, no
hubo una relación clara entre la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y el PIB, por ejemplo en
1982 la relación AOD/PIB fue del 0,13%, en 1983 de 0,04% y desde 1984 a 1989 la relación
se mantuvo en torno al 0,09% (Arenal 1994a: 194).
23
En realidad es un proyecto que surge con el gobierno anterior pero que se desarrolla
con el gobierno socialista (la primera reunión se celebra en 1983). Además, este último rea-
lizó cambios importantes respecto al decreto original. Asimismo, vale la pena recordar que
en 1992, en concomitancia con el V Centenario, se concretizaron muchos proyectos de gran
importancia y prestigio internacional para España: la Exposición Universal de Sevilla, la se-
gunda reunión de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobiernos Iberoamericanos (Madrid), la
fundación de la Casa América, los juegos olímpicos de Barcelona.

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92 Luciana Fazio

y fortalecerse entre la Península Ibérica y Latinoamérica. Esto se materializó en


la década de los noventa con el lanzamiento de las Cumbres Iberoamericanas
que se esforzaron por añadir una dimensión multilateral de la política latinoa-
mericana y superar las diferencias políticas y económicas en nombre de dicha
Comunidad (Sanz, 2018).
Otro elemento que no debe subestimarse es el rol de los exiliados, tema visi-
ble en dos planos. Por un lado, cabe recordar que durante el franquismo millares
de españoles se exiliaron en países de Latinoamérica. De ahí que el PSOE pudie-
se cómodamente establecer nexos con muchos de ellos y de esta manera hacer
que las relaciones transatlánticas fuesen más sencillas24. Por el otro, la cuestión
de la migración latinoamericana que desde la transición había comenzado a lle-
gar a España, entró a ser parte del debate político. El PSOE, por ejemplo, en
1978 incluyó en su agenda este asunto e incluso preparó un memorándum (La-
tin American Refugees in Spain, Yáñez-Barnuevo 1978) que dirigió a la IS en el que
reflexionaba sobre este fenómeno, subrayaba las fallas del Gobierno en este tema
y lo culpaba de violar constantemente los derechos de los latinoamericanos.
A su vez, este memorándum señalaba los medios y entes asistenciales para
los refugiados (Agencia ONU para los refugiados– ACNUR, la Cruz Roja, la
Iglesia Católica, la Fundación Ebert y el PSOE) y sugería aumentar y mejorar
programas de becas para garantizar a los exiliados una estabilidad a largo pla-
zo (Yáñez-Barnuevo 1978). De hecho, el programa de becas fue un mecanismo
utilizado por el PSOE y por la IS para presionar a los gobiernos autoritarios y
liberar a los prisioneros políticos. Esta práctica era también conocida por los
latinoamericanos, pues numerosas fueron las cartas que los socialistas europeos
recibieron en las que se les solicitaba el otorgamiento de becas para la liberación
o cese de la persecución por parte de las autoridades locales. Además de las
becas concedidas por los gobiernos socialistas europeos, la IS encontró apoyo
en la IUEF (International University Exchange Fund), un organismo con sede en
Ginebra, principalmente financiado por los gobiernos de Europa Occidental,
con el cual construyó una “red de colaboración” para asistir a los refugiados en
la adjudicación de subvenciones de estudio25.

24
Según el Instituto Español de migración, en 1985 1.180.957 españoles residían en
Latinoamérica. (Zapatero, 1985).
25
A modo de ejemplo podemos recordar el caso de Juan Martín Guevara (el hermano
menor del Che Guevara) quien se encontraba detenido en Argentina por posesión de armas
aunque, según Carlsson, su encarcelamiento se debía en realidad a su parentela con el Che
Guevara. De ahí que el 10 de marzo 1978, el secretario de la IS contactara la IUEF con el fin
de obtener una beca para Guevara, pues de esta manera sería más fácil obtener su liberación.
Si bien, Austria le ofrecía visa de residencia, la activación de la beca solo podría ser posible si
era admitido a una Universidad, razón por la cual Carlsson interpeló Felipe González, pues

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


La Internacional Socialista y la política exterior del PSOE hacia América Latina ... 93

Aparte de este tipo de ayudas, el PSOE y la IS, presionaron a los gobiernos


dictatoriales latinoamericanos, a través de declaraciones públicas y de misiones,
para que liberaran a los presos políticos y los alentaban a emprender el camino
hacia la democracia. Fue un trabajo conjunto y se llegaron a establecer redes de
apoyo entre los varios miembros de la IS. Solo por brindar un ejemplo y con el
fin de entender el papel de estas redes, podemos citar el caso del líder del parti-
do socialista uruguayo, José Pedro Cardoso. La delegación externa de su partido
con sede en Barcelona se dirigió a Bernt Carlsson, Secretario general de la IS,
para informarle del encarcelamiento de Cardoso y solicitarle a él y a Brandt, en
calidad de presidente de la IS, que denunciaran este hecho públicamente. Sin
embargo, fueron delegados del PSOE los que se apersonaron del asunto y junto
con abogados del partidos socialdemócrata alemán viajaron a Montevideo y ob-
tuvieron la liberación de Cardoso26. De este caso se pueden constatar las redes
que se establecieron, los intereses de los socialistas europeos en las cuestiones
latinoamericanos así como la influencia y el reconocimiento que los miembros
de la IS alcanzaron en esa región.
Ahora bien, aunque a veces los esfuerzos para la liberación de los refugia-
dos se hicieron públicos (por ejemplo la intervención de Felipe González como
abogado defensor de Erich Schnake y Carlos Lázaro en Chile) muchos otras se
realizaron con un ‘bajo perfil’. Por ejemplo, durante las misiones en los países
que se encontraban bajo dictaduras, a las autoridades locales se les entregaba
una lista con los nombres de los detenidos que debían ser puestos en libertad.
Estas operaciones se realizaron sin mayor publicidad para que los regímenes
autoritarios no se sintieran atacados. Aunque no todas las peticiones fueron aca-
tadas, sí se logró la liberación de algunos de ellos27. Posiblemente esto se debió
a que frente al exterior los regímenes intentaban dar una buena impresión. Por
consiguiente, hubo muchas formas de actuación en Latinoamérica en las que se
presionaba por la democracia, el respeto de derechos humanos, la liberación de
prisioneros, etc. Esto se realizaba tanto pública como privadamente y muchas
veces a través de la IS y otras veces de manera directa, pero siguiendo siempre
los mismos lineamientos.
Las relaciones con Latinoamérica, por lo tanto, avanzaron durante la década
de los ochenta. Podríamos recordar otras iniciativas realizadas (a veces junto
la IS) en esa región del planeta, entre los que se cuentan: (i) los esfuerzos para
renegociar la deuda latinoamericana apuntando a acuerdos más flexibles; (ii) la
creación del Comité Internacional para la Defensa de la Revolución Nicaragüen-

el idioma común facilitaría el proceso de aplicación y admisión en la Universidad. Véase la


correspondencia en el Archivo de la IS, IIHS, Ámsterdam, caja 1170.
26
La documentación se encuentra en el Archivo de la IS, IIHS, Ámsterdam, caja 1171.
27
Entrevista personal con Elena Flores, Madrid, Junio 20, 2018.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


94 Luciana Fazio

se, presidido por el mismo González con el objetivo de asegurar la transición


democrática, el respeto de su autodeterminación y apoyar su desarrollo28; (iii) el
respaldo incondicional al Grupo Contadora e incluso su contribución a la reanu-
dación del proyecto ante su inicial estancamiento29; (iv) los esfuerzos realizados
en Chile para que se celebrara con transparencia y se respetaran los resultados
del plebiscito de 1988, pues este determinaría la continuación o el final de la
dictadura. De la misma manera, se apoyaron los procesos de democratización en
el Cono Sur30 (v) las gestiones para facilitar las negociaciones entre el gobierno
colombiano y el movimiento guerrillero M-19; (vi) los intentos de diálogo con
Cuba31, entre muchos otros.
Por consiguiente, durante la década de los ochenta, la España socialista
emprendió varias iniciativas hacia Latinoamérica continuando con las prácticas
delineadas en la época anterior como miembro de la IS. Si bien en los ochenta

28
Aunque fueron escasas las reuniones oficiales del Comité, el compromiso de González
con el pueblo nicaragüense siempre estuvo latente. Incluso, junto con algunos miembros de
la IS, presionó a Daniel Ortega para que convocara elecciones libres en 1984 y de esta manera
cumpliera con lo prometido al derrocar a Somoza en 1979. Sin embargo, la carta enviada por
González, Brandt, Pérez y Oduber para presionar Ortega causó ciertos malentendidos. De ahí
que ellos decidieran dirigirse a los otros miembros de la IS para explicar los sucedido. Véase
“Carta dirigida a diversas personalidades aclarando el mensaje enviado a la Dirección del
FSLN de Nicaragua, por Felipe González, Carlos Andrés Pérez, Willy Brandt”, Agosto 1, 1983.
Fundación Felipe González. AFG.2.3.D.b.1.e.Willy Brandt (Alemania). ES. MD. 28079.FFG/
AFG 2.3.D.b.1.e//AFFG FER0044703.
29
Inmediatamente después de la conformación del Grupo de Contadora, la iniciativa
pareció estancarse. Ante este escenario, el presidente panameño, Ricardo de la Espriella, con-
tactó a González para que visitara los presidentes del Grupo y de este modo contribuyera a la
reanudación del proyecto. Elena Flores, representante internacional del PSOE, por encargo de
González, se ocupó de la cuestión. Luego de cumplir su gira a los países del Grupo de Con-
tadora y entrevistarse con el presidente colombiano Belisario Betancur, el proyecto se reavivó.
En palabras del ex ministro de Asuntos Exteriores, Oyden Ortega Durán, “Esto magnifica el
extraordinario papel jugado por España y particularmente por Felipe González en el inicio
de un proceso como el de Contadora” (Ortega, 1985: 21). Sobre la relación PSOE-situación
Centroamericana, véase por ejemplo Blasquez, 2006; Grugel, 1987; Solé, 1989.
30
Además de todas las manifestaciones públicas en las que expresó el apoyo al Comando
por el No y, por tanto, a la oposición a la dictadura del general Augusto Pinochet, meses antes
de las votaciones, se llevó a cabo una reunión del Comité Chile de la IS en Santiago en la que
participaron miembros importantes del PSOE, como Elena Flores (para ella esta era su tercera
visita ese mismo año), debido a la preocupación existente por el restablecimiento de la liber-
tad y de la democracia en Chile. Asimismo, con el respaldo del PSOE y de otras organizaciones
se realizaron jornadas de capacitación en prácticas democráticas en el país austral. Sobre los
puntos de contacto entre España y Chile, véase García, 2015; Goicovic, 2010; González y
Encarna, 2010.
31
Para un análisis sobre las relaciones entre Cuba, España y la CEE, véase Roy, 2009.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


La Internacional Socialista y la política exterior del PSOE hacia América Latina ... 95

muchas veces actuó en concomitancia con la IS, al encontrarse en el poder, el


PSOE pudo desarrollar acciones concretas por sí mismo. A esto contribuyó la
apertura latinoamericana hacia Europa y la coyuntura del momento.
Es interesante anotar que si en los setenta, la IS le dio cierto ímpetu al PSOE
y fue clave en su relacionamiento exterior e internacionalización, en los ochenta
González se convirtió en el elemento central (con reportes, sugerencias, opi-
niones, etc.) en todo lo atinente a Latinoamérica. Como se ha mencionado, res-
pecto a la CEE, Madrid apuntó a europeizar sus vínculos con América Latina
e iberoamericanizar aquellos con Europa con el objetivo de elevar su rol inter-
nacional. Ahora bien, los esfuerzos de España se vieron en gran medida condi-
cionados por la estructura misma de la CEE, la cual no solo estaba gobernada
por estrictas normas (“la política de la regla”) sino que además porque no era
una plena institución política (Middelaar, 2018). Esto limitaba la capacidad de
maniobra del gobierno socialista dentro de la CEE. De ahí que pese a los avances
logrados por Madrid y del mayor compromiso por parte de la Comunidad en
los asuntos latinoamericanos (como los Acuerdos de San José o el diálogo con el
Grupo de Río), los resultados finales fueron limitados.
No obstante, el “corazón latinoamericano” de González lo condujo a dedicar
tiempo a todos los asuntos concernientes esta región. De esta manera, acumuló
un gran conocimiento y logró convertirse en uno de los principales referentes de
Latinoamérica en el mundo. A menudos los gobiernos de los países europeos se
dirigían a González en todo lo que estaba relacionado con la región, actitud que
muchas veces también adoptó los Estados Unidos, incluso, bajo la administra-
ción Reagan (v.gr. el encuentro con el Secretario de Estado Alexander Haig en
1982 para discutir sobre la situación en Centroamérica ya que las posiciones del
PSOE y de la IS tenían mayor credibilidad ante las fuerzas de izquierda locales
que las norteamericanas)32.
Los sucesos de finales de los ochenta y la apertura hacia el Este crearon gran
preocupación en Madrid. No solo por temor a una posición “periférica” dentro
de la Comunidad sino porque podía perjudicar las relaciones transatlánticas que
con tanto esfuerzo habían comenzado a entablar. Esto llevó incluso a González a
subrayar que, si bien las relaciones con Europa del Este fueran importantes para
Europa Occidental, los sistemas políticos, económicos y culturales del Este eran
en realidad ajenos a la Comunidad. Distintos eran los latinoamericanos pues
no solo eran más próximos sino que también se basaban en los mismos valores
(González, 1989). No obstante, las preocupaciones con las que se entró en el
nuevo decenio, Madrid logró definir mayormente su política exterior y Latinoa-
mérica se convirtió en un objetivo de inversión para la economía española.

32
Entrevista personal con Elena Flores, Madrid, 20 Junio 2018 y con Luis Yáñez-Bar-
nuevo, Madrid, 20 Junio 2018.

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96 Luciana Fazio

3. El atractivo económico latinoamericano en los noventa


La década de los noventa se inauguró con transformaciones importantes. La caí-
da del muro de Berlín y el colapso del sistema socialista y de la Unión Soviética
condujeron a una reorientación de la diplomacia española. El temor a ocupar
una posición “periférica” y la búsqueda de una mayor presencia a nivel interna-
cional supusieron la definición de un espacio y unos objetivos propios (Medite-
rráneo y Latinoamérica), distinta a la agenda de Cooperación Política Europea
(Europa Central y Oriental). De hecho, América Latina se convirtió en una “zona
de prestigio” para España. De ahí que el gobierno socialista se esforzara en el ám-
bito comunitario por transferir mayores recursos hacia Latinoamérica y europei-
zar sus relaciones, a la vez que por mantener nexos preferenciales y un margen
de maniobra autónomo en la región (Barbé, 1996: 17-18).
Como hemos podido apreciar, en los ochenta, los avances en las relaciones
transatlánticas se realizaron principalmente en términos “políticos”. En lo eco-
nómico, algunos factores jugaron en contra, entre los cuales se encontraban: i)
la crisis económica y financiera latinoamericana; ii) las dificultades por las que
atravesaba España en sus esfuerzos por alinearse a la CEE por medio de una
política de ajuste; iii) el tener que asumir los acuerdos preferenciales comunita-
rios (por ejemplo con los países de la EFTA, con los países ACP-África, Caribe,
Pacífico, y con el Mediterráneo) en los que Latinoamérica no figuraba; iv) el in-
cremento de los intercambios comerciales con la Comunidad que implicó el de-
crecimiento de los mismos con Latinoamérica. Lo anterior, sumado al punto de
inflexión que representó el año 1989, contribuyeron a que solo en los noventa
pudiera realmente establecerse una relación especial (y más completa) entre las
dos orillas del Atlántico. Esto también se lograba dentro de un nuevo escenario,
es decir, el de una España firmemente comunitaria/europea y, además, cada vez
menos politizada (más distante del marco de la IS).
Entre los avances se puede observar, por ejemplo, el lanzamiento efectivo de
las Cumbres Iberoamericanas, razón por la cual Celestino del Arenal encontró en
estas el punto de inicio de un nuevo estadio en las relaciones iberoamericanas, ya
que la idea de Comunidad Iberoamericana por fin pudo materializarse (Arenal,
1994a:10). Esto sentó las bases para una mayor apertura y diálogo transatlántico
al aumentar la posibilidad de colaboración y de acción entre los miembros de
la Comunidad Iberoamericana, gracias al proceso de transición democrática en
que se había adentrado el continente en los noventa. Con el avance del decenio,
las Cumbres fueron tomando mayor vigor gracias a su institucionalización y
reuniones periódicas.
Asimismo, Madrid se esforzó por que las relaciones entre América Latina
y la CEE / Unión Europea (UE) se profundizaran. Era un proyecto que venía
desarrollando desde la década anterior y algunos objetivos en este ámbito se

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


La Internacional Socialista y la política exterior del PSOE hacia América Latina ... 97

habían logrado. Ya desde la primera presidencia de España en el Consejo de la


CEE, en 1989, algunos programas de acción conjunta se fueron delineado. Se
apuntaba al incremento de la cooperación con la inclusión de nuevos sectores
(v.gr. la promoción de inversiones, transferencia de tecnología y comercio de
servicios) y el establecimiento de reglas para abordar temas comunes en los foros
multilaterales33.
En los noventa, el objetivo del gobierno socialista, consistió en profundizar e
impulsar la cooperación comunitaria al otro lado del Atlántico. Aunque no siem-
pre este interés fue por sus socios, Madrid en cierta manera alcanzó logros im-
portantes. Entre estos por ejemplo podríamos recordar la suscripción al Regla-
mento CEE n. 443/92 con el que la cooperación para los años 1991-1995 superó
del 70% la obtenida entre 1976 y 1990, la actuación y financiación de algunos
proyectos por parte del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en Latinoamérica
y la firma de los Acuerdos de Cooperación de Tercera Generación con ciertos
países (Argentina, Chile, Uruguay, México, Paraguay, Brasil) y subregiones (Cen-
troamérica, Pacto Andino)34. De igual forma, Madrid lanzó otras iniciativas im-
portantes como el Fondo V Centenario de Cooperación con Iberoamérica con el
cual se financiaron los proyectos diseñados en conjunto con el Banco Interameri-
cano de Desarrollo (BID) para el progreso económico y social de Latinoamérica,
a lo que se sumaron los ya mencionados Tratados de Amistad y Cooperación que
debían también servir de ejemplo para incrementar las relaciones entre la CEE/
UE y América Latina (Ubeda-Portugués, 2005:70-73).
Otro elemento característico de esta década fue el nuevo estadio en las re-
laciones económicas alcanzado por Madrid y sus socios latinoamericanos. En
esto contribuyó la internacionalización de las empresas españolas (muchas ve-
ces adquiriendo las compañías locales o trabajando con ellas) y la inversión ex-
tranjera directa (IED) que encontraron en la región uno de los mercados más
atractivos, además de un lugar de expansión y difusión. El principal objetivo de
España, por tanto, consistió en acrecentar la eficacia y reforzar la competitivi-
dad internacional por medio de la internacionalización de sus empresas gracias
a la apertura de nuevos mercados (no con la explotación de nuevos recursos).
Por este motivo, Latinoamérica resultó ser un espacio oportuno que no solo les
permitió alcanzar dichos objetivos sino que les facilitó el aprendizaje para la
internacionalización, pues buena parte de la inversión española se destinó a la

33
Para la cooperación científica y tecnológica entre la CEE y América Latina, véase Rai-
zer, 1995.
34
Importantes novedades surgieron en la cooperación de los acuerdos de tercera gene-
ración, pues a la cooperación “tradicional” (asistir a los sectores más débiles) se le sumó la
cooperación económica, industrial y científico-técnica (interpretada inclusive en términos de
mercado) hacia los países con mayor potencial de crecimiento (Arenal, 2011b).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


98 Luciana Fazio

adquisición de activos en realidad ya existentes. De ahí que las empresas españo-


las (eran principalmente medianas empresas) lograran, incluso con poco capital,
una acelerada internacionalización contribuyendo de este modo a acrecentar la
presencia y potencia internacional de Madrid. Pedro Luis Uriarte, Vicepresiden-
te y Consejero del Banco Bilbao Viscaya (BBV), se encargó de ilustrar bien este
proceso al declarar que con lo que habían invertido en Sudamérica no hubiesen
podido adquirir ni el 1% de un mercado europeo como Italia. En Latinoaméri-
ca, en cambio, muchas compañías españolas lograron convertirse en verdaderas
multinacionales35 y España destacarse a nivel internacional (Fazio, 2000).
Ahora bien, pese a que podríamos afirmar que la inversión española en Lati-
noamérica comenzó a finales de los setenta y que esa región fue uno de los des-
tinos privilegiados, la verdad es que solo hasta la década de los noventa adquirió
relevancia36. Entre los factores que contribuyeron a este potenciamiento podría-
mos recordar los siguientes: un nuevo contexto internacional, las transiciones
democráticas en el Nuevo Continente, la estabilidad macroeconómica alcanzada
por la región (v.gr. control de la inflación), un tratamiento diferente frente a la
deuda externa (Plan Brady), la apertura comercial y financiera latinoamericana
acompañada por los procesos de liberación, la desregulación y la privatización
de empresas públicas que emprendieron varios gobiernos latinoamericanos. A
esto se le podría añadir el alto grado de desarrollo alcanzado por algunos secto-
res españoles que buscaban compensar el saturado mercado nacional y sobre-
vivir a los flujos cada vez más globalizados por medio de la construcción de es-
tructuras diversificadas geográficamente (Casilda, 2002). El sector bancario, las
comunicaciones, la energía y el turismo se convirtieron en los ejes centrales de
este nuevo flujo inversor y el Cono Sur seguido por la región Andina fueron los
destinos preferentes. Vale la pena notar el cambio de la IED española en Latinoa-
mérica y en la UE en los años 1991-1993 y 1994-1996, pues respectivamente

35
Para datos sobre la presencia de las principales empresas españolas inversoras en Lati-
noamérica, véase Chislett 2003. Respecto al comercio español con Latinoamérica, las impor-
taciones pasaron de 2.979 millones de dólares en 1985 a 3.435 en 1994 y 3.170 millones de
Ecus en 1995. Las exportaciones, en cambio, para los mismos años fueron de 1.380, 4.389 y
3.555 respectivamente (Ubeda-Portugués, 2005:274).
36
Podría decirse que la inversión española en Latinoamérica atravesó varias etapas. Des-
de la segunda mitad de la década de los setenta hasta 1981, experimentaron un crecimiento
paulatino (aunque en realidad fueron siempre flujos de escasa relevancia). Entre 1981-1986,
además de las crisis económicas y financieras en Latinoamérica, las dificultades económicas
que golpearon a España, afectaron negativamente el flujo inversor. Con el ingreso a la CEE,
estas últimas comenzaron a adquirir creciente importancia, pero se orientaron principalmente
hacia la Comunidad. Esta condición perduró hasta el primer bienio de la década de los no-
venta, cuando Latinoamérica se convirtió en su principal destino. Véase Arahuetes y Argüelles,
1995.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


La Internacional Socialista y la política exterior del PSOE hacia América Latina ... 99

en el primer trienio fue del 10,1% y del 58,6% mientras que en el segundo del
35,9% y del 33.1% (Alonso, 1997).
El dinamismo español hacia Latinoamérica de alguna manera alentó la IED
europea en esa región, en particular, a partir de 1994, cuando la UE, en el mar-
co de la nueva Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), delineó una
nueva estrategia hacia América Latina. Todo esto se enmarcaba en el proceso
de europeización de España lo que a su vez se traducían en mayores impulsos
a las políticas latinoamericanas por parte de Madrid y la adquisición de mayor
prestigio internacional presentándose como un punto de intersección entre la
UE y América Latina.
Dichas vicisitudes condujeron a que además de las principios “políticos”
desarrollados en el decenio precedente, las relaciones económicas y la liberaliza-
ción del comercio se convirtieran en ejes centrales de la agenda birregional. En
este contexto, se llevó a cabo la IV Reunión Ministerial UE-Grupo de Río (abril
1994), se propuso un Acuerdo UE-Mercosur, se pusieron en marcha dinámicas
que condujeron a la firma de los Acuerdos de Cuarta Generación con México,
Chile y Mercosur entre 1995-1997 y en términos de cooperación se alcanzó un
nuevo estadio, pues la Comisión Europea por primera vez propuso el lanza-
miento de programas de cooperación exclusivamente para Latinoamérica (Are-
nal, 2011b). Si bien muchos de estos proyectos no lograron satisfacer comple-
tamente todas las expectativas iniciales, sí reflejaron el giro en las orientaciones
hacia Latinoamérica con lo que lo económico adquirió un interés importante37.

Conclusión
Podríamos decir que la política exterior del PSOE hacia Latinoamérica ha atra-
vesado por varias etapas, las cuales en cierta manera han coincidido con las
tres décadas y con los distintos momentos del partido (legalización, gobierno,
miembro de la CEE/UE). En los setenta, el PSOE supo aprovechar sus nexos y su
posición dentro de la IS para establecer y profundizar los vínculos con sus pares
latinoamericanos, adquiriendo prestigio, legitimidad nacional y reconocimiento
internacional. A su vez, la IS jugó un rol importante en términos de coordinación
de programas, la definición de objetivos comunes y en garantizar cierta alinea-
ción ideológica tanto a nivel nacional (renovación del socialismo y alejamiento

37
Entre los elementos que contribuyeron al debilitamiento de estos proyectos birregio-
nales podemos recordar el vuelco europeo hacia el este y la ampliación de la UE, el desplaza-
miento de la economía mundial hacia Asia y el Pacífico y, años más tarde, los desafíos inter-
puestos en el nuevo milenio (principalmente tras los atentados de 2001 en Estados Unidos)
que contribuyeron a dar primacía a los temas de seguridad, y por tanto condujeron a la UE a
que prestara mayor atención a las situaciones conflictivas en el Mediterráneo y Medio Oriente,
áreas más próximas a la Unión.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


100 Luciana Fazio

del marxismo) como a nivel internacional (v.gr. interés en el Tercer Mundo). En


la década de los ochenta, supo aprovechar el capital acumulado en el decenio
anterior para definir una política clara e innovadora hacia Latinoamérica en la
que muchos de los principios iniciales del PSOE (coincidentes con los de la IS)
lograron materializarse, así como logró convertirse en un referente internacional
para todo los asuntos relacionados con la región.
Así pues, postulados como la democracia, los derechos humanos y el desa-
rrollo, animados por la solidaridad internacional, se convirtieron en ejes centra-
les de su acción exterior. Esto a su vez le permitió maximizar sus capacidades
negociadoras en el seno de la CEE y convertirse en un interlocutor vital frente
a la región. Vale la pena también destacar que, pese a las buenas intenciones de
la IS y ciertos avances en materia exterior, importantes factores internacionales
(v.gr. la Guerra fría) terminaron condicionando su actuación y no le permitieron
convertirse realmente en un “tercer polo” a nivel internacional. De ahí que, fuera
perdiendo fuerza (aunque no desapareciera) en las filas del PSOE, mientras la
CEE se convertía cada vez más en un importante organismo para la materializa-
ción de sus objetivos nacionales como internacionales.
Tras la caída del muro de Berlín, el temor de ocupar una posición “periférica”
y la búsqueda de una mayor presencia a nivel internacional supusieron la defini-
ción de un espacio y de objetivos propios, lo que de alguna manera se tradujo en
un redimensionamiento de los objetivos “económicos” en materia exterior, lo cual
iba en consonancia con las transformaciones que estaba experimentando la misma
CEE/UE. De ahí que Latinoamérica se transformara en un objetivo de inversión
para la economía española, lo que en cierta medida también contribuyó a que
se impulsara la inversión europea en la región. Esto se tradujo en un proceso de
mayor desideologización del partido y de europeización de las políticas latinoame-
ricanas que España venía adelantando desde 1986. Sobre este trasfondo de cons-
truyó un perfil de relación de la UE con América Latina, el cual, por desgracia, no
ha seguido profundizándose. En ello han intervenido dinámicas internas de la UE
y de Latinoamérica y fenómenos externos que han implicado grandes transforma-
ciones en el escenario mundial en el nuevo siglo. Estudiar el caso español con la IS
y la CEE frente a América Latina debe servir como semilla para repensar estrategias
que permitan redimensionar las relaciones euro-latinoamericanas en el siglo XXI.

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Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 79-104


España y la Unión Soviética
a finales de la Guerra Fría
Spain and the Soviet Union during
the final stage of the Cold War

Magdalena Garrido Caballero1


[email protected]
Universidad de Murcia
ORCID: 0000-0001-7468-5960
Recibido: 05-7-2019
Aceptado: 15-11-2019

Cómo citar este artículo / Citation: GARRIDO CABALLERO, Magdalena


(2019). España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría. Pasado y
Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 105-125
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.04

Resumen
El presente trabajo revisa las relaciones entre España y la URSS desde 1977, año en
el que se reanudan las relaciones diplomáticas hispano-soviéticas, hasta el final de la
Guerra Fría. Si el restablecimiento de las relaciones diplomáticas permitió ampliar el
marco de los acuerdos bilaterales suscritos en distintos campos entre ambos países,
el ingreso de España, años después en la OTAN, y su permanencia tuvieron un impac-
to negativo en la Unión Soviética y así se reflejó desde la esfera política y la propaganda
soviética.
En 1985, la llegada de Gorbachov a la secretaría general del CC del PCUS implicó cam-
bios en el interior de la URSS, con la puesta en marcha de la perestroika y una nueva
política exterior, la novoe myslenie. Esta última se convirtió en protagonista de la propa-
ganda desplegada por las delegaciones de las asociaciones de amistad hispano-soviética,
presentes desde 1979 en España. Ello se debe a que hicieron de escaparate de la visión

1
El artículo se inserta en el Proyecto: Hispanofilia IV. HAR2017-82791-C2-1-P.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


DOI: 10.14198/PASADO2019.19.04
106 Magdalena Garrido Caballero

soviética de la política internacional. Sirvieron también para difundir mensajes en la


línea de los movimientos sociales contrarios a la permanencia española en la OTAN y
para concitar apoyo internacional al proceso de cambios que tuvo lugar en los compases
finales de la guerra fría.
Palabras clave: España. URSS. Guerra fría. Perestroika. Propaganda.

Abstract
This article analyses Spanish-Soviet relationships from 1977, when Spain’s diplomatic
relations with the USSR resumed, until the end of the Cold War. On the one hand, the
reestablishment of diplomatic relations expanded the framework of bilateral agreements
signed in different areas by both countries. On the other hand, Spain’s joining NATO for
good a few years later had a negative impact in the Soviet Union. The Soviet propaganda
duly echoed this from a political perspective.
Gorbachev’s undertaking the General Secretariat of the CPSU in 1985, brought about
important changes in the USSR with the implementation of Perestroika and a new foreign
policy, novoe myslenie. The latter became the protagonist in Spain of the propaganda dis-
played by Spanish-Soviet friendship associations existing since 1979. These is due to the
fact that they served as a showcase for the Soviet vision of international politics. They also
displayed propaganda in line with social movements opposing Spain’s permanence in
NATO and, finally, gained international support for the process of changes taking place
in the final stages of the cold war.
Keywords: Spain. USSR. Cold War. Perestroika. Propaganda.

En el plano internacional, España y la URSS no mantenían relaciones diplomáti-


cas desde el desenlace de la guerra civil española. En los inicios de la guerra fría,
España, aunque no estaba incluida en el sistema de alianza militar occidental,
mantenía acuerdos bilaterales con EE. UU. y bases militares desde 1953 (Piñeiro,
2010). La URSS era el blanco de la propaganda anticomunista de la dictadura
franquista. No obstante, había establecido contactos puntuales, se habían dado
pasos para corresponsalías permanentes de las agencias EFE y TASS (Krasikov,
1981, Dubinin, 1999), relaciones económicas vía terceros países, en 1971 se
creó la empresa mixta Sovhispán (Yanyshev, 2016) y se suscribió un tratado
comercial en 1972.
La transición política española tuvo una recepción positiva en la URSS2. No
obstante, la política internacional reafirmó la orientación española hacia el blo-
que occidental al producirse la entrada de España en la OTAN, ratificada en el
referéndum de 1986. A pesar de participar en bloques enfrentados en las relacio-
nes Este-Oeste se dieron pasos significativos en la normalización y extensión de
las relaciones bilaterales tanto en el plano diplomático como social.

2
Materialy XXV s’yezda KPSS [Materiales del XXV Congreso del PCUS], Moskva: Politizdat,
1976, p. 29.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 107

Partiendo de estas premisas, en este trabajo se analizan las relaciones oficiales


entre España y la URSS, junto a la labor de las asociaciones de amistad hispano-
soviéticas en el afianzamiento de las relaciones entre ambos países durante la
guerra fría. Además, atiende al despliegue de la propaganda soviética en España3,
reproduciéndose en la sociedad imágenes que rompían con la visión monocorde
sostenida en décadas anteriores.

1. España y la URSS durante la transición política española


La transición política española supuso un nuevo marco para las relaciones entre
España y la URSS, dando un salto cualitativo con la reanudación de las relacio-
nes diplomáticas el 9 de febrero de 19774, que se llevó a cabo en “un clima de
cordialidad”:
Tras la entrega de la nota firmada de Gromyko al embajador Ferrer, que comple-
ta la parte soviética del intercambio de notas entre los dos ministros, de España,
don Marcelino Oreja, y de la URSS, Andrei Gromyko, se brindó con champán
soviético, subrayando en ambos brindis el carácter histórico del acto y de la
normalización de relaciones entre España y la URSS5.
Serguei Bogomolov y Juan Antonio Samaranch tuvieron una tarea ardua como
embajadores6. Un año después, Samaranch, en el cargo entre 1977 y 1980,
en declaraciones a la prensa española, instaba a mejorar las relaciones con la
URSS:
Creo que se deben intensificar los contactos y elevarlos a nivel ministerial. […]
los intercambios son aún escasos y sólo rondan la cifra de los 250 millones de
dólares. En el marco de la cultura las posibilidades son inmensas. La llegada a
Madrid de los coros y danzas del Ejército soviético, constituyen un primer paso
importante. […] El tema de la ampliación del personal también está en estudio.
Ambas partes contamos con medios escasos para desarrollar el trabajo, huma-
nos y materiales. La URSS tiene en Madrid diecinueve funcionarios que serán
aumentados, nosotros sólo tenemos cuatro diplomáticos que pronto también
contarán con la ayuda de nuevos colegas que nos permitirán cubrir las necesi-

3
Las principales fuentes utilizadas en este artículo son: la prensa española, notas de
la agencia TASS y revistas soviéticas, estas últimas proceden de los fondos particulares de las
delegaciones de las Asociaciones de Amistad hispano-soviética, son reseñables los artículos
inéditos publicados por la revista “Unión Soviética”, así como la bibliografía especializada,
memorias diplomáticas, entrevistas, entre otras.
4
Canje de Notas. Restablecimiento de relaciones diplomáticas, 9 de febrero de 1977.
BOE, 9-02-1977.
5
Archivo Juan March en línea. Ya, 10-02-1977.
6
Para la representación diplomática entre ambos países véase las webs oficiales de los
respectivos Ministerios de Asuntos Exteriores.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


108 Magdalena Garrido Caballero

dades existentes que afectan esencialmente a los sectores cultural, económico e


informativo7.
Las relaciones entre ambos países se incrementaron por medio de –visitas polí-
ticas, delegaciones, cooperación técnica– que se tradujo en acuerdos bilaterales
en distintas materias (Garrido, 2009). La primera visita del Ministro de Asuntos
Exteriores Marcelino Oreja a Moscú se produjo en 1979, y se abordó la impor-
tancia del desarme, y el reforzamiento de las garantías de seguridad para los
países no nuclearizados. En otoño de 1979, Andrei Gromyko, Ministro de Asun-
tos Exteriores soviético, viajó a Madrid, expresando el deseo muto de acelerar
el desarrollo de las relaciones para favorecer los intereses comunes de todos los
Estados europeos8.
Yuri Dubinin, embajador en España de 1978 a 1986, comentaba en prensa
la percepción especial y entrañable de España por factores históricos y cultu-
rales, a pesar de que en la primera fase de las relaciones soviéticos-españolas
se dejaran sentir los recelos y el desconocimiento. Se acometió la mejora de las
infraestructuras preexistentes en los países de Europa del Este para el desem-
peño de funciones más amplias a la labor comercial, en la que España tenía un
saldo deficitario respecto a la URSS9. También se llevaron a cabo acuerdos de
cooperación científica en 197910. Así como el intercambio de exposiciones de
pintura entre las colecciones del Museo del Prado y El Hermitage entre 1980 y
1981. La buena sintonía entre ambos países quedó simbólicamente representada
en el monumento de A. S. Pushkin en el parque Fuente del Berro, regalado por
el Mossoviet (el Consejo de Moscú) a los habitantes de la capital española11, y la
estatua de Cervantes, regalada por la Alcaldía de Madrid, ubicada en el parque
moscovita de la Amistad e inaugurada en 198112.
No obstante, en este nuevo marco de relaciones también hubo momentos de
mayor alejamiento con el ingreso de España en la OTAN. España había quedado
adscrita al bloque occidental por el posicionamiento de la dictadura franquista
y los acuerdos con EE.UU de 1953, renovados sucesivamente en un plano de

7
Samaranch, J. A., “Hay que mejorar las relaciones con la Unión Soviética”, El País,
7-07-1978.
8
Dubinin, Yuri, “Relaciones España-URSS. Páginas que dejan huella”, El País, 28-02-
1985. Véase también Dubinin, Yuri (1999; 2004).
9
“Mayor dotación para las embajadas españolas en el Este de Europa”, El País, 14-12-
1977.
10
Convenio entre el Gobierno de Reino de España y el Gobierno de la Unión de Repú-
blicas Socialistas Soviéticas sobre Cooperación Científica y Técnica, firmado en Moscú el 19
de enero de 1979 ( B.O.E. nº 118, 17-05-1979, p. 1091).
11
“Estatua del poeta soviético Pushkin”, El País, 28-01-1981.
12
“La huella española en Moscú”, ABC, 16-07– 2014.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 109

desigualdad también en democracia. Para la URSS, según manifestó en una nota


presentada en la embajada soviética de Madrid, el ingreso de España en la OTAN
contradecía las perspectivas del acta de Helsinki. Esta idea fue rechazada por
parte española, considerando la posición soviética una injerencia13. En la mis-
ma línea que defendían los soviéticos se encontraban los grupos de oposición
como el PSOE y PCE. Zagladin, miembro del comité central del PCUS en su
visita a Bruselas, comentó que la adhesión de España a la OTAN supondría una
alteración del equilibrio entre los dos bloques. Asegurando que era falso que la
Unión Soviética poseyera armamento nuclear superior al de la Alianza. Teniendo
en cuenta las cabezas nucleares y no misiles, la OTAN tenía un 50% más que la
URSS14.
La Agencia TASS se hizo eco de la oposición soviética al acuerdo, recordando
la nota que había sido rechazada por parte española:
The conditional acceptance of Spain into the North Atlantic Treaty Organization
and repeated a warning that Moscow might take “appropriate steps’’ in retaliation.
Representatives of the 15 Atlantic alliance members signed a accord on Madrid’s
membership in Brussels on Thursday.
Spain will take its place in the alliance when the accord is ratified.
A Tass commentary, reflecting Soviet sensitivity about the alliance’s efforts to
strengthen its southern flank, said the move could have dire economic and
political consequences.
Tass recalled a note of Sept. 7 saying that Spanish membership in NATO would
violate Soviet interests. Spain rejected the note as interference in its affairs and
Parliament ratified the Government’s decision to seek membership15.
Este acuerdo finalmente se ratificó. Así, España se convirtió en miembro de la
OTAN, simbolizándose al hacer entrega del documento de adhesión por parte
del encargado de negocios español en Washington, Alonso Álvarez de Toledo, al
Secretario de Estado norteamericano adjunto, Walter Stoessel. La culminación
de este objetivo del Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo en política exterior tuvo
una serie de reacciones. El secretario general de la Alianza Atlántica, Josep Luns,
declaró: “Hoy es un gran día para Europa, para la Alianza y para el mundo libre”.
Visión no compartida por portavoces de algunos partidos españoles de izquier-
da. Por el PSOE, Carmen García Bloise afirmó que el paso dado por el Gobierno
“es una equivocación histórica que deberemos pagar”, mientras Alianza Popular,

13
Esteban, Pablo, “El memorándum soviético sobre la OTAN enfría las relaciones entre
los Gobiernos de España y la URSS”, El País, 9-09-1981.
14
Gallego-Dúaz, Soledad, “La URSS equipara el ingreso de España en la OTAN al de
Cuba en el Pacto de Varsovia”, El País, 14-10-1981.
15
The New York Times, 13-12-1981, p. 1003.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


110 Magdalena Garrido Caballero

Unión de Centro Democrático y los nacionalistas se mostraban partidarios de la


inclusión en la Alianza Atlántica16.
Álvarez de Toledo señaló que España llevaba años colaborando en la defensa
de Occidente, pero que a partir de entonces lo haría como miembro de pleno de
derecho. También mencionó que las negociaciones para la entrada en la OTAN
y para la renovación del acuerdo bilateral de defensa con Estados Unidos eran
procesos independientes. Al acto jurídico de la adhesión, le siguió el de carácter
político en el edificio de la OTAN en Bruselas, el 5 de junio, con la presencia del
Ministro de Asuntos Exteriores y de Defensa, José Pedro Pérez-Llorca y Alberto
Oliart, respectivamente17.
De esta manera se hacía efectivo el programa político de la UCD y el dis-
curso de investidura de Calvo Sotelo pronunciado el 18 de febrero de 1981. En
octubre de ese año, el Congreso de los Diputados por 186 votos a favor y 146
en contra, aprobaba la proposición gubernamental para iniciar los trámites de la
adhesión de España a la Alianza Atlántica, quedando rechazadas las propuestas
de la oposición de izquierda para someter la adhesión a referéndum. UCD, con
el apoyo de Alianza Popular y otros grupos conservadores, alcanzaba la mayo-
ría parlamentaria necesaria para proceder al ingreso de España en la OTAN.
Después le siguió la petición a Bruselas, sometida a la aprobación de los quince
estados miembros, hasta llegar a los trámites formales de la adhesión de España
a la OTAN.
Por tanto, se abría un proceso para fijar las modalidades de integración.
Yuri Vladimirov consideró el camino emprendido de “resbaloso y peligroso”
(Vladimirov, 1984). Con Reagan al frente de los EE.UU. el discurso fue más
beligerante frente a la URSS a la que calificó como “impero del mal” e incre-
mentó el gasto militar con la Organización de la Iniciativa de Defensa Estra-
tégica (SDIO), puesta en marcha por el Departamento de Defensa de Estados
Unidos en 1984.
El gobierno socialista ganó las elecciones en España en octubre de 1982, el
ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando Morán (del 3 de diciembre
de 1982 al 5 de julio de 1985, visitó la URSS en la primavera de 1983) (Morán,
1980). En aquella ocasión, su homólogo, Andrei Gromyko señaló que la URSS
instaba a mantener y ampliar sus relaciones con España en todos los terrenos
y que “es de desear que España utilice su influencia, colocándola en el platillo
de la paz de la balanza”18. Gromyko tuvo un nuevo encuentro con motivo de la

16
El País, 31-05-1982.
17
“España, en la Alianza Atlántica. España es, desde las 16.20 horas de ayer, el 16 miem-
bro de la OTAN”. El País, 31-05-1982.
18
Ibid. Nota 8.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 111

clausura de la Conferencia de Madrid. Ambas partes se pronunciaron a favor de


profundizar en el diálogo paneuropeo (Gromyko, 1989).
La visita oficial a la URSS, en mayo de 1984, del jefe del Estado español, el
monarca Juan Carlos I y la reina Sofía tuvo un gran eco mediático que contribuía
a potenciar en el plano internacional un mejor “clima en el proceso de distensión
y coexistencia”19. En el transcurso de esa visita se celebró un encuentro del rey
con K. Chernenko, secretario general del Comité Central del PCUS y presidente
del Soviet Supremo de la URSS. Chernenko señaló que: “...en la historia de las
relaciones entre nuestros países hubo tiempos difíciles y complejos. Pero tam-
bién existieron páginas hermosas y brillantes. Afortunadamente, éstas son las
que van dejando huellas más profundas en la memoria de los pueblos”20. En este
sentido se mostraba partidario del desarrollo de unas buenas relaciones acordes
con la coexistencia pacífica. El embajador soviético Dubinin expresó: “Aspira-
mos a tener a España como amigo, no como adversario, pero hay que tener
presente que la amistad es cosa de dos”21.
Desde 1977 hasta 1984 se habían triplicado las relaciones comerciales, ha-
biendo alcanzado extraoficialmente la cifra de 127.132 millones de pesetas (de
1985). En febrero de 1984, se firmó el acuerdo intergubernamental para el de-
sarrollo de la cooperación económica e industrial para un plazo de 10 años. A
la altura de 1985, los contactos y relaciones intergubernamentales entre ambos
países ofrecían una base cada vez más amplia de colaboración. Mientras menos
se viesen afectadas las relaciones soviético-españolas por los altibajos de la situa-
ción internacional, más amplios y mejores podían ser los beneficios mutuos para
ambos países, y para el fortalecimiento de la seguridad y la paz en Europa y en
todo el mundo22.
España en este periodo concluyó la negociación de entrada a la entonces
CEE. Así, el 12 de junio de 1985 se firmaron los tratados y actas de Adhesión
a la CEE, hecho clave para dar por concluida la transición política española en
el plano internacional (Lemus; Pereira, 2009). Desde el 1 de enero de 1986,
España se constituía en un país miembro de derecho, lo que implicaba asumir
compromisos sobre política exterior y de seguridad común. Dos años más tarde,
el 14 de noviembre, España firmaba el protocolo de adhesión a la Unión Europea
Occidental, de tal forma que contribuía al crecimiento y la consolidación de una
defensa común europea.

19
El periódico ABC cubrió el viaje oficial de seis días. Míguez, A., “Los Reyes, en la
URSS. Primera visita de un Jefe de Estado español a la Unión Soviética”, ABC, 10-05– 1984,
p. 21.
20
Ibid. Nota 8.
21
EFE. “La URSS ama a España”, El País, 21-08-1984.
22
Ibid. Nota 8.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


112 Magdalena Garrido Caballero

2. España y la URSS durante la perestroika


M. Gorbachov al frente de la secretaría general del CC PCUS, desde marzo de
1985, acometió una serie de reformas. Mientras que la perestroika (reestructu-
ración) era aplicada para modernizar el país, junto con medidas como la glas-
nost (apertura) y la “демократизия”, con la “novoe myslenie” no se referían
únicamente a una nueva política exterior de la URSS, sino a la necesidad de un
cambio en el plano internacional, advirtiendo de los peligros de la era nuclear,
las amenazas medioambientales, y la ruptura social entre países industrializados
y en vías de desarrollo. Desde el 2 de julio de 1985 hasta el 20 de diciembre de
1990, estuvo al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores soviético, Eduard
Ambrosievich Shevardnadze. En esta etapa se emprendieron modificaciones es-
tructurales en el aparato central del Ministerio, una renovación del cuerpo de
embajadores y “una lucha contra el nepotismo”23.
Gorbachov utilizó hábilmente a los medios de comunicación mundiales,
hizo concesiones en la resolución de conflictos regionales, y promovió negocia-
ciones para la reducción de armamentos24. Además, se granjeó una mayor acep-
tación internacional, las políticas conciliatorias del “Nuevo Pensamiento” hacia
Occidente y la relajación del control soviético sobre Europa del Este facilitaron
el final del conflicto de la guerra fría (Curtis, 1996).
La perestroika, en palabras de Gorbachov, promovía una política tendente a
“acelerar el desarrollo económico y social del país y renovar todas las esferas de la
vida” (Gorbachov, 1988). Presentándose como medidas que contaban con la acep-
tación del pueblo soviético. Fue objetivo prioritario de la propaganda soviética
difundir los cambios en la URSS y explicarlos a través de editoriales soviéticas y
organismos como las asociaciones de amistad. Respecto a la visión internacional:
En Estados Unidos, como en todo Occidente, existen diferentes interpretaciones
de la perestroika. Por ejemplo, se ha dicho que es una medida impuesta por la
desastrosa situación de la economía soviética y que implica un desencanto del
socialismo y una crisis de sus ideales y últimos objetivos. Nada más lejos de la
verdad que este tipo de interpretaciones, sean cuales fueran los motivos de quie-
nes las mantienen.
Desde luego, la perestroika se ha visto considerablemente estimulada por nuestra
insatisfacción con el modo en que han ido las cosas en nuestro país en épocas
recientes.

23
Ministerio de Asuntos Exteriores Ruso. “210 aniversario del Departamento de Política
Exterior de Rusia” [ traducido del ruso] 7-09-2012 http://www.mid.ru/ru/home
24
Tratados suscritos por EE. UU y la URSS en materia de desarme mutuo hay que des-
tacar los siguientes: SALT I (1969-1972). Tratado ABM (Tratado sobre Misiles Antibalísticos)
(1972), STALT II (1972-1979), Tratado Intermediate-Range Nuclear Forces (INF) (1987),
START I (1991). A estos acuerdos han seguido otros suscritos por la Federación Rusa.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 113

Pero el más importante de los elementos que la han inspirado ha sido la com-
prensión de que no se estaba utilizando plenamente todo el potencial del so-
cialismo. Ahora, en el septuagésimo aniversario de la nuestra Revolución, nos
damos cuenta de ello con especial claridad.
La política exterior soviética fue valorada positivamente desde España, al pro-
mover la distensión, entendida como desarrollo del diálogo y los intercambios
entre sistemas políticos y sociales diferentes con el fin de desmilitarizar, y pro-
mover soluciones pacíficas. Aquí entrarían la disuasión y defensa nuclear, el
control y reducción de armamentos, y apoyo a la opción doble cero, para que se
firmase un acuerdo Intermediate-Range Nuclear Forces (INF) entre EE.UU. y la
URSS para la eliminación de todos los Longer-Range Intermediate Nuclear Force
(LRINF), lo que supondría la desaparición de los SS-20. Mísiles cuyo radio de
acción permitía alcanzar el territorio español (Zaldívar, 1988).
Con Fernández Ordoñez al frente del Ministerio de Exteriores (del 6 de julio
de 1985 al 2 de junio de 1992), se dirimió la permanencia de España en OTAN.
El PSOE ya no abanderaba la campaña contra la OTAN, con el eslogan ‘OTAN
de entrada NO’, sino que se mostraba partidario de formar parte de la Alianza
Atlántica, llegando a declarar Felipe González: “el que quiera votar que no, que
piense antes qué fuerza política gestionará ese voto”25.
En el referéndum de 198626, se preguntaba: ¿Considera de acuerdo con
los intereses generales de España la permanencia en la Alianza Atlántica, según
la posición del Gobierno arriba indicada? Tras el preámbulo en que se aclaraba
la posición del gobierno, que solicitaba el voto afirmativo para la permanencia
en la OTAN, bajo las condiciones restrictivas de participación de España en la
Alianza Atlántica, que no implicaba incorporación a la estructura militar, sino
que se mantendría la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nu-
cleares en territorio español, así como la reducción de la presencia militar de
Estados Unidos. Por tanto, se trataba más de dilucidar la forma de permanencia
y la política de seguridad global, pero no de replantearse el ingreso27. La parti-
cipación fue del 59,4%, más alta de lo que se esperaba, el “sí” a la permanencia
cosechó el 52,5% de los votos, el 39,8% optó por el “no”, y un 6,54% votó

25
“30 años del polémico referéndum”, El Mundo, 14-03-2016.
26
Real Decreto 214/1986, de 6 de febrero, por el que se somete a referéndum de la Na-
ción la decisión política del Gobierno en relación con la Alianza Atlántica. BOE. núm. 33, de
7-02-1986, páginas 5072 a 5073.
27
A pesar de establecer esas condiciones, cumplidas durante las primeras legislaturas, en
1995, coincidiendo con el nombramiento de Javier Solana como Secretario General de OTAN,
El Ejército español estaba participando en actividades militares de la Alianza Atlántica en
territorio de la ex Yugoslavia. Y en 1997, España se incorporó, con el gobierno de José María
Aznar a la estructura militar de la OTAN.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


114 Magdalena Garrido Caballero

“en blanco”. Si el voto afirmativo se impuso en la mayoría de las comunidades


autónomas y provincias españolas, Cataluña, País Vasco, Navarra y Canarias ex-
presaron con claridad su negativa a permanecer en el seno del bloque atlantista
(Martín Ruiz, 1987).
Con el triunfo del sí en el referéndum se daba cierre a la política de seguri-
dad y defensa. Lluís Reverter, entonces jefe de gabinete del ministro Narcís Serra
en Defensa, consideraba que la negociación para el ingreso en la Comunidad
Económica Europea (CEE) hubiera sido mucho más complicada si no se hubiera
desarrollado en paralelo a la permanencia en la OTAN. Además, los jefes mili-
tares eran mayoritariamente partidarios de sumarse a dichas estructuras como
factor de modernización de sus unidades28.
La oposición a la integración en la OTAN se llevó a cabo a través de la movi-
lización social, promovida por asociaciones de carácter internacional y nacional
que cobraban vida en distintos puntos del planeta, especialmente significativa
fue la tarea del Consejo de Paz Mundial, que se organizó a finales de los años
cuarenta y al frente de la misma había líderes comunistas.
Un momento álgido de la movilización fue 1983 durante la crisis de los “Eu-
romisiles”. Hecho que concitó preocupación en la URSS, donde se recogieron
más de veinte millones de firmas, remitidas a la sede de la OTAN en Bruselas. Ese
verano tuvo lugar la acción “Voto por la paz”, más de setenta millones se pronun-
ciaron a favor de la paz y por congelar los armamentos nucleares. Otras acciones
emprendidas entre el Este y el Oeste fue la Carrera Ciclista de la Paz-1983 por
territorio de la Unión Soviética, Finlandia, Suecia y Noruega. Los participantes
no competían, pero llamaban la atención a favor de la lucha por la paz, sumando
personas a su paso, sintiéndose, en palabras de Evgueni Zamulin, parte de una
“familia internacional”, que confiaba en que se imitaran estas iniciativas (Grigo-
riev, Kasarin, Rudenko, 1984).
El movimiento anti-OTAN cobró un nuevo impulso en España a través de
la constitución de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas en julio
de 1983. Junto con las Mesas pro-referéndum, convertidas en Plataforma Cívica
por la Salida de España de la OTAN, surgidas en 1984, capitalizaron la protesta
contra la Alianza. A partir de entonces, pretendían que se llevara a cabo el refe-
réndum claro y vinculante, así como el desmantelamiento de las bases y que los
presupuestos se destinaran a políticas sociales. Desarrollaron movilizaciones de
distinto tipo, marchas, cadenas humanas, concentraciones silenciosas, campañas
de juguetes no bélicos, vacunación contra la OTAN29.

28
Brunet, J. Mª., “El ingreso en la OTAN, el referéndum más arriesgado”, La Vanguardia,
12-03-2016.
29
Véase Contreras (2011); Flores y Navarro (1986); Guerrero (1998); Pastor Verdú
(2001).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 115

En mayo de 1986, tras el referéndum y el accidente de Chernóbil, se produjo


la visita de Felipe González a la URSS, concertada un año antes. Gromyko señaló
que no era del agrado la integración española en la OTAN, pero esperaba que
la misma no impidiera el desarrollo de las relaciones bilaterales. Por otra parte,
la gestión del accidente nuclear influyó negativamente en la percepción sobre la
posibilidad de llevar a cabo reformas en la URSS. El líder soviético mostró más
pragmatismo en su relación con Europa occidental, pese a que ante el despliegue
de los euromisiles se había potenciado las contradicciones entre distintos países de
Europa occidental. Gorbachov presentó propuestas tales como suprimir los misiles
de alcance medio por ambas partes o prolongar la moratoria unilateral de pruebas
nucleares subterráneas. Además, la Unión Soviética ofrecía posibilidades inmensas
de cooperación en el terreno científico, cultural y económico nada desdeñables30.
En esta etapa se incrementaron los viajes, las visitas de ministros, parlamen-
tarios, dirigentes y representantes de las organizaciones sociales de ambos países.
Durante el viaje a España del ministro soviético de Exteriores Eduard Shevard-
nadze, en enero de 1988, se firmaron el Programa de Cooperación Comercial y
Económica y el Programa de Cooperación Cultural y Científica para 1988-1989
(Borzova, 2017); el viaje de Fernández Ordoñez a la URSS, en marzo de 1989,
sirvió para apoyar el proceso de reformas y fortalecer la cooperación bilateral.
Es más, con la presidencia española de la Comunidad Europea en 1989, España
actuó para iniciar la negociación de un Tratado de Cooperación y Amistad entre
la CE y la URSS, intensificando y diversificando las relaciones pero, sobre todo,
fomentando el diálogo.
Un momento de relieve fue la visita oficial de Gorbachov a España en 199031.
El líder soviético, ya premio Nobel de la Paz, despertó, al igual que en otros paí-
ses, simpatías, lo que se llegó a titular como “gorbimanía”. Así se recogió en los
diarios españoles, destacando el clima de entendimiento durante el gobierno
socialista, en una Europa sin muro de Berlín (Martín de la Guardia, 2019), con
una cooperación más extendida, en la que confluían las ideas de “Europa casa
común” y la posición española favorable a una proyección hacia el Este32.
La agenda fue muy intensa, los Reyes de España les recibieron en el Pardo,
después visitaron el Ayuntamiento de Madrid y el Congreso de los Diputados.
Mijaíl Gorbachov aceptó los nombramientos de doctor honoris causa por dos
universidades de Madrid, la Autónoma y la Complutense33, aseguró que acepta-

30
Editorial. “Viaje del presidente González a la URSS”, El País, 19-05-1986.
31
Véase Archivo de la Fundación Felipe González, con fondos fotográficos que ilustran
las visitas de Gorbachov a España. ES.MD.28079.FFG/AFG.2.3.D.b.2.t.//AFFG FER0044769
32
Editorial: “Gorbachov, en España”, El País, 20-10– 2016; ABC, 27-10-1990, p. 1
33
“Gorbachov recibirá dos doctorados ‘honoris causa’ en un acto único”, El País, 22-10-
1990.

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116 Magdalena Garrido Caballero

ba las distinciones no por méritos personales sino por el reconocimiento a la “la


importancia de la nueva política de la Unión Soviética”. En su discurso, realizó
paralelismos entre la historia de ambos países con mención al trágico amor entre
el noble ruso Resanov y la doncella española Conchita, en tiempos de la colo-
nización de California. Pero también aludió a épocas difíciles, comparando de
manera implícita el estalinismo y el franquismo, al afirmar: “Hemos sufrido en
carne propia, que no en teoría, los efectos de una tiranía que valora en menos
que nada la personalidad y aun la vida del individuo”34. Es más, en la URSS hubo
un proceso de revisión del pasado soviético (García, 2015). Para el futuro, Gor-
bachov apostó por un mensaje optimista de la política como búsqueda del con-
senso basado en el respeto, la singularidad e interdependencia de los pueblos.
Al sondear entre los madrileños su parecer sobre la visita del líder soviético, sa-
lía a relucir la cuestión económica, para otros, el viaje era positivo, destacando que
la actitud de Gorbachov estaba poniendo fin a la guerra fría y se realizaban compa-
raciones de la experiencia soviética con la experiencia española de la Transición35.
Mijaíl Gorbachov y Raisa Gorbachova concluyeron su visita a España en
Barcelona. En la ciudad condal, les ofrecieron un almuerzo con presencia del
príncipe Felipe (en calidad de presidente de honor del Comité Olímpico de
Barcelona), que le trasladaba la admiración de la juventud española y las autori-
dades catalanas en el palacio de Pedralbes. Gorbachov y Raisa fueron aclamados
por miles de barceloneses durante su visita al Anillo Olímpico de Montjuïc y al
Museo Picasso. El apoyo recibido por España fue calificado de “gran demostra-
ción de solidaridad” por parte de Gorbachov que, junto al conferido por Italia
y Alemania, suponía un respiro para afrontar una difícil situación en URSS. Sin
embargo, para el gobierno catalán fue una oportunidad perdida para mostrar
la convivencia dentro de un mismo Estado de nacionalidades a diferencia de
la explosión nacionalista de las repúblicas soviéticas que habían declarado su
independencia36.
España apoyó oficialmente los cambios emprendidos en la URSS, tanto en
las declaraciones oficiales como económicamente, con 150.000 millones de
pesetas en créditos (Pereira, 1993; Taibo, 2000). No obstante, el monto total
se fue revisando y para 1992 solo se había utilizado una sexta parte (Delgado;
Sánchez, 2007). Otro de los resultados de la visita fue una Declaración Política
Conjunta, un memorándum de consultas y un paquete de doce acuerdos de
colaboración sectoriales, incluyendo medidas para el fomento de las inversio-
nes y la creación de empresas mixtas.

34
“Gorbachov insta al mundo de la cultura a intervenir en política”, El País, 28-10-1990.
35
“El nombre de ‘Gorby’ se hizo popular en Madrid”, ABC, 27-10-1990, p.32.
36
“Gorbachov abandona España impresionado por la ‘gran demostración de solidaridad’
que ha recibido”, El País, 29-10-1990.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 117

En julio de 1991, el presidente del gobierno Felipe González en visita oficial


a la URSS firmó con Gorbachov un Tratado de Amistad y Cooperación hispa-
no-soviético, prueba del buen entendimiento entre ambos líderes y situaba a
España como uno de los países con una relación más institucionalizada (Borzo-
va, 2017). González elogió a Gorbachov por el lanzamiento de un proceso de
cambio, calificado de “un hito” en la historia37.
Sin embargo, esta intensificación de las relaciones bilaterales se vio trun-
cada por los problemas internos en la URSS, inmersa en una crisis política,
económica y territorial. La buena sintonía de la Unión Soviética con Occidente
se reflejó en posiciones similares respecto a la Guerra del Golfo, que para Poch
(2000), simbolizó el final de la guerra fría. En agosto de 1991, se produjo el
intento de golpe de Estado frustrado contra Gorbachov. Tanto el presidente del
gobierno español como los sindicatos mostraron su rechazo. España junto con
Reino Unido fue uno de los primeros países en condenarlo. González no solo
defendió la legalidad y al presidente soviético, sino que trató de movilizar la
presión internacional en contra de los golpistas. España recibió a un líder en
horas bajas en la cumbre de Paz sobre Oriente Medio, celebrada en Madrid en
noviembre de 1991.
En diciembre de 1991, la URSS dejó de ser una entidad real. Hobsbawm
(1995) señaló que los gobiernos occidentales no estaban preparados para el des-
moronamiento de su enemigo, y la combinación de la desintegración de la autori-
dad y la destrucción de los viejos mecanismos que hacían funcionar la economía
provocaría el deterioro del nivel de vida de los ciudadanos soviéticos. El país se
movió hacia una política electoral pluralista en el mismo instante en que se hundía
en la anarquía económica.
Algunos testimonios transmiten esa situación de máxima tensión y sus con-
secuencias, como los del diplomático Ivanov quien recordaba que “Ni siquiera
había bandera (tricolor) rusa en la embajada. Le pedimos a nuestras mujeres que
la cosieran durante la madrugada”38. Dubinin relató sobre ese periodo: “Perdi-
mos muchos diplomáticos, pero los que quedaron eran verdaderos profesiona-
les”39. A finales de diciembre de 1991, España reconoció a la Federación Rusia
surgida de la desintegración de la URSS, iniciándose un nuevo ciclo en las rela-
ciones bilaterales.

37
Bonet, P., Cembrero, I., “Viaje del Presidente del Gobierno a la URSS”, El País, 9-07-
1991; Ayllon, L. “España se suma a los países de la CE que respaldan con un tratado a Mijaíl
Gorbachov”, ABC, 7-07-1991, p. 23.
38
EFE. “Rusia y España presumen de relaciones pese a la tensión entre el Kremlin y la
UE.”, El Heraldo, 13-01– 2017 (edición digital).
39
Pilar, Bonet, “Memorias de un embajador de la URSS”, El País, 3-10-2004.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


118 Magdalena Garrido Caballero

3. La proyección de la “novoe myslenie” en la propaganda soviética y su


recepción en España
Las asociaciones de amistad con la URSS se convirtieron en plataformas para el
despliegue de la “novoe myslenie”, la proyección de las ideas políticas y la pro-
paganda soviética en el extranjero40. Las asociaciones formaban parte de la red
coordinada por la Unión de Sociedades Soviéticas de Amistad y Relaciones Cul-
turales con los Países Extranjeros (SSOD) desde 1958. Las secciones nacionales
de las asociaciones de amistad con la URSS funcionaron como entidades aso-
ciativas independientes, mientras en la URSS estaban amparadas por el Estado.
La Asociación URSS-España se constituyó en Moscú en 197841, presidida
por el científico Yuri Ovchinnikov. Venedict Vinogradov encabezó la represen-
tación de la SSOD en Madrid. En 1979, se creó la Asociación España-URSS,
presidida en sus inicios por el científico Faustino Cordón, que tuvo sede en la
Gran Vía Madrileña. En su primera etapa, los objetivos prioritarios fueron pro-
curar cambiar la mala imagen que pesaba sobre la Unión Soviética en España. En
1987, coincidiendo con la presidencia de Jesús V. Chamorro y el septuagésimo
aniversario de la Revolución de Octubre, se organizó un congreso de la Asocia-
ción en Zaragoza, cuyo lema fue “Por la paz y la amistad” (Garrido, 2009). El
congreso supuso un salto cualitativo, pues se trataba de un tiempo marcado por
la consolidación de la democracia en España y especialmente por la perestroika
en la URSS, que se convirtió en la protagonista de sus actividades culturales.
Las asociaciones llevaron a cabo ciclos de cine, charlas, promovieron becas
de estudio, cursos de idiomas, viajes turísticos y visitas de grupos artísticos, la
muestra y distribución de publicaciones soviéticas (en ruso y castellano). Por
medio de los convenios suscritos con la SSOD, a través de los representantes
de la Asociación España-URSS que trataban con sus homólogos soviéticos, se
diseñaban los planes de actuación, al tiempo que podían asistir a actos culturales
en la propia URSS, y expediciones más amplias para representar la semana de
España en la Unión Soviética, y viceversa42.
La SSOD fue una fuente de financiación, dado que las asociaciones forma-
ban parte de su “diplomacia popular”. En las memorias económicas de la asocia-
ción estatal se constata un flujo más intenso coincidiendo con los primeros años
de la era Gorbachov y cómo los problemas internos hicieron mella en los últimos

40
Este apartado se basa en publicaciones soviéticas –artículos inéditos–, y amplía los
trabajos previos y de síntesis como Garrido (2018).
41
Presidida por Yuri Ovchinnikov, por fallecimiento de éste, le sucedió Petrov. En la
misma participó la historiadora S. Pozharskaya. Entrevista a Svetlana Pozharskaya por la au-
tora, Moscú, 2003.
42
Hicieron el papel de representantes de la SSOD en España: Vinogradov, Abashidze y
Spitsin.

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España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 119

años de la URSS con recortes y mayores dificultades43. También las asociaciones


obtuvieron financiación puntual por parte de instituciones públicas y privadas,
aparte de las cuotas de los asociados.
Los soviéticos informaban de las reuniones de tipo organizativo con delega-
dos de la Asociación España – URSS. Así, el consejero de la embajada soviética
en España, Ivanov comunicaba que la delegación integrada por Juan Garrigues,
Bilbatua del PCE, Fernández Méndez de la UCD y Elena Flores del PSOE se
dirigían a la URSS para tratar el programa de actividades de ambas asociaciones
en 1980. La variada composición de la delegación probaba la diversidad interna,
promovida por los delegados de la SSOD soviéticos, de una Asociación como la
España – URSS. Del mismo modo se informaba sobre la participación soviética
en eventos de la Asociación España – URSS al Subdirector General de Europa
Oriental, adscrito al Ministerio de Asuntos Exteriores español, como así lo pro-
piciaron los actos culturales organizados por el Instituto Alfonso X el Sabio y la
Asociación España – URSS en Salamanca o las semanas culturales de las distintas
repúblicas soviéticas en España. Para estos encuentros, se precisaba la obtención
de visados y era necesaria la colaboración interestatal. De ahí que la posición
oficial de los respectivos gobiernos jugase un papel insoslayable para hacer fac-
tibles los contactos.
Las publicaciones que recibían las sedes de las asociaciones daban cuenta
de los cambios en la URSS, reflejando las manifestaciones mayoritariamente a
favor de los mismos de la población soviética y también desde el extranjero.
Los textos procuraban la visión soviética sobre la guerra fría, apostando por
las directrices de su política exterior revestida de un discurso pacifista. Así se
reproducía en La Unión Soviética (revista sociopolítica mensual ilustrada, con-
tinuadora, desde 1950, de URSS en Construcción), por su línea editorial des-
tinaba mayor número de contenidos a las propuestas soviéticas en el ámbito
internacional. Por tanto, hacía llegar la “nueva mentalidad”, aunque también
las dificultades en el camino como la desconfianza del bloque occidental. Así,
Andrei Grachov señalaba:
A diferencia de los arsenales militares, que cada cual puede acumular por sí
solo, el edificio de la confianza se puede levantar solo con esfuerzos mancomu-
nados. Leyendo atentamente las declaraciones de los dirigentes de las poten-
cias occidentales puede verse que la mayor parte del trabajo para establecer la
confianza Este-Oeste debe realizarla… la Unión Soviética. Da la impresión de
que el principio de asimetría, que se aceptó como causa particular al resolver la
cuestión del doble cero global respecto a los misiles de alcance corto y mediano,

43
La asignación pasó de los 10.673.346 de pesetas en 1984 a los 15.630.631 de 1986.
El gasto más difícil de afrontar era el de la sede de la Asociación Estatal. Memoria económica
de la Asociación España-URSS. 1986 (Garrido, 2009).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


120 Magdalena Garrido Caballero

es interpretado por occidente poco menos como una regla general para tratar
con la Unión Soviética…
Hoy depende ya de la parte occidental si sabrá aprovechar esta posibilidad his-
tórica que abre la nueva política soviética para, en vez del frágil apoyo en el
miedo, consolidar nuestro mundo en los firmes pilares de la confianza44.
1986 fue declarado por Naciones Unidas el año Internacional de la Paz. En abril
de 1986, EE.UU. llevó a cabo una explosión nuclear que suscitó el rechazo del
Comité Soviético de Defensa de la Paz y del Comité de Mujeres Soviéticas. Y en
este sentido es especialmente significativo el encuentro entre dirigentes políti-
cos, sociales, científicos sobre desarme, celebrado en Moscú ese mismo año, con
120 representantes de 114 organizaciones antibélicas. También se hizo popular
Katia Lichova, escolar moscovita de 11 años que hizo un viaje por los EE.UU.
con amplia repercusión en la revista Unión Soviética, como ganadora del premio
Samantha Smith, instituido por la organización norteamericana “Los niños como
pacificadores”, que, a su regreso, relató: “Yo me sentía embajadora de la paz en
nombre de todos los niños soviéticos”45.
El líder soviético Mijaíl Gorbachov tuvo una gran presencia en la revista
Unión Soviética, que se hizo eco de las peticiones de sus lectores y destinó un
espacio para una imagen y autógrafo del dirigente46. Y abrió el número de di-
ciembre de 1990 con la concesión del Premio Nobel de la Paz47.
La política internacional fue testigo a la altura de 1990 de noticias de gran
calado. Se señalaba que los países signatarios del Tratado de Varsovia eran parti-
darios de la disolución simultánea de su organización y la OTAN, considerando
que la “casa común europea” no necesitaba de bloques militares48. Lo cierto es
que sí se produjo la disolución del Tratado de Varsovia pero no de la OTAN, que
prosigue su andadura. Yuri Deriabin, embajador extraordinario y plenipotencia-
rio de la URSS, reflexionaba sobre la andadura recorrida desde Helsinki a París.
Si Helsinki, en 1975, “proclamó la transición de la política de hostilidad recí-
proca a la distensión en asuntos intra-europeos. Ahora urge dar otro paso más:
enterrar para siempre la política de guerra fría junto con todos sus prejuicios y
desavenencias”49. Un paso más fueron las alocuciones que dirigieron Gorbachov

44
Grachov, A, “Del “equilibro del miedo” a un ambiente de confianza”, Unión Soviética,
nº 11, 1988, p. 1.
45
Unión Soviética, nº 6, 1986, p. 56.
46
Unión Soviética, nº6, 1990, p. 28 y 29.
47
Unión Soviética, nº12, 1990, p. 1.
48
Lúshev, P. general del ejército y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Unificadas
de los Países Signatarios del Tratado de Varsovia. “El tratado de Varsovia: ayer, hoy y mañana”,
Unión Soviética, nº 6, 1990, p. 5-7.
49
Deriabin, Y., “Helsinki-París: Hacia la Comunidad europea del siglo XXI”, Unión Sovié-
tica, nº10, 1990, p.1

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 121

y Bush a sus países y al mundo. Gorbachov proponía que los años 90 fueran
la década del acercamiento entre la URSS y EE.UU., basado en los valores uni-
versales e intereses equilibrados y la reducción de armamentos, mientras Bush
hacía referencia a Malta y al propósito de “duplicar esfuerzos para reducir el
armamento nuclear”50.
La crónica de la cumbre de Washington de 1990, después de haberse fir-
mado el fin de la guerra fría en la Cumbre de Malta, en 1989, tuvo un balance
positivo, para A, Grachov de TASS, por los acuerdos de desarme, compromi-
sos políticos sobre reducción de armamentos convencionales en Europa, y “una
nueva apertura y confianza entre ambos líderes”:
Semejante viraje difícilmente sería posible sin un cambio de fondo que hemos
dado en nuestro propio país. Por eso, la perestroika soviética, sin figurar en el
programa oficial, fue, naturalmente, objeto de un profundo intercambio de opi-
niones entre los dos mandatarios.
Nos es grato saber que otros pueblos consideren la perestroika una causa en-
trañable suya51.
Otra faceta de las asociaciones de amistad con la URSS fue la solidaria, canaliza-
da a través de la ayuda a la sociedad soviética ante la catástrofe humana y ecoló-
gica de Chernóbil de 1986, con el envío de equipos médicos y acogida de niños.
En 1987, la República Socialista Soviética de Armenia había representado a la
URSS en la semana de la Unión Soviética en España. Y, en diciembre de1988, las
asociaciones sirvieron también de cauce para recaudar fondos con los que paliar
los efectos devastadores del terremoto que sacudió Armenia, que ocasionó casi
veinte y cinco mil fallecidos, según informaba la agencia de noticias soviética
TASS, así como la devastación de ciudades, de manera que se hicieron llama-
mientos desde Minsk, boletín de la delegación de la asociación España-URSS
de Zaragoza, bajo el título “Armenia en el corazón”, como también lo hicieron
periódicos de tirada nacional y en el extranjero52. Desde la revista Unión Soviética,
se mostraban imágenes de la destrucción, pero también la visita de Gorbachov
a la zona afectada:
La desgracia resultó más grave de lo que se podría suponer porque el seísmo
se produjo en regiones densamente pobladas. Decenas de miles de muertos,
medio millón de damnificados, miles de heridos. Detrás de estas cifras, destinos
humanos. […]

50
Unión Soviética, nº3, 1990, p. 1.
51
Grachov, A., “A las seis de la tarde, después de la guerra fría”, Unión Soviética, nº 8,
1990, p. 1.
52
“Miles de víctimas por un fuerte temblor de tierra en la Armenia soviética. El terre-
moto se sintió igualmente en zonas de Turquía e Irán”, ABC, 8-12-1988. “24.920 muertos”, El
País, 13-01– 1989.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


122 Magdalena Garrido Caballero

Mijaíl Gorbachov, secretario general del Comité Central del PCUS y presidente
del Soviet Supremo de la URSS, suspendió su visita a los EE.UU. de América,
pospuso sus viajes a Cuba y Gran Bretaña y regresó a la Patria.
Tan pronto llegaron las primeras nuevas sobre lo ocurrido en Armenia, surgió
todo un torrente de propuestas: donar la sangre, entregar dinero y cosas nece-
sarias, recibir a los siniestrados, ir a Armenia. La gente se apresuró a acudir en
ayuda. En nuestro país y en otros53.
En síntesis, la revista Unión Soviética incidió más en la “novoe myslenie” en el
plano exterior, dando la noticia del fin del Pacto de Varsovia, también en la pe-
restroika en el interior del país y proyectó una imagen favorable de Gorbachov,
haciéndose eco de los acuerdos internacionales, las visitas del líder soviético a
países extranjeros, sus declaraciones y acciones a favor del desarme y su cercanía
con la población soviética.
1991 fue el año que puso fin a la experiencia soviética, también de las pu-
blicaciones soviéticas y la andadura de las asociaciones de amistad, que tuvieron
que readaptarse al “retorno de Rusia” (Garrido, Puente, 2011) en la escena inter-
nacional y la defensa de una nueva política exterior (Ivanov, 2002).

A modo de conclusión
Las relaciones hispano-soviéticas se diversificaron e intensificaron tras el resta-
blecimiento de las relaciones diplomáticas de 1977 en pleno proceso de transi-
ción política española. Se precisaba invertir en recursos económicos y humanos
para llevar a cabo un cometido más amplio que el comercial. En este sentido el
papel jugado por los diplomáticos contribuyó a superar recelos y a una mejora
en las relaciones bilaterales, pero hubo fases de mayor tensión ante la entrada
de España en la OTAN, o la crisis de los Euromisiles, hechos contrarios a los
intereses de la URSS, tal y como se documenta en las declaraciones oficiales y en
la prensa. Pese a los obstáculos en el camino, primó la colaboración en distintos
ámbitos como el cultural, científico, y económico, lográndose más oportunida-
des durante la etapa de Gorbachov.
La “novoe myslenie” en las relaciones internacionales y la perestroika, clave
en la transformación de la economía y condiciones de vida de los soviéticos,
acompañada de la glasnost y la democratizia, contaron con el apoyo del gobier-
no español. También los cambios fueron ejes de la propaganda soviética. Así lo
transmitieron las publicaciones en ruso y castellano que llegaban del Este a las
asociaciones de amistad, difundiendo mensajes en defensa de la paz, el desarme
y la distensión durante la guerra fría, y subrayando las contribuciones soviéticas
a esta causa frente al bloque del Oeste.

53
Gruschin, A.; Jrupov, A., “Tragedia en Armenia”, Unión Soviética, nº 2, 1989, p. 2,2 y
53.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 105-125


España y la Unión Soviética a finales de la Guerra Fría 123

Las dificultades de equilibro entre los intereses de los distintos sectores de


la nomenclatura del PCUS hizo de esta etapa un periodo de incertidumbre que
ha dejado una profunda huella en Rusia. El fallido golpe de Estado del “Comité
de Emergencia Nacional”, asestó un golpe a la URSS que, lejos de mantenerse,
se hundió. La quiebra y desaparición de la Unión Soviética supuso una ace-
lerada transformación hacia una democracia formal, economía de mercado y
estragos de enorme calado social. También supuso el final de las asociaciones
de amistad, aunque la Rusia postsoviética, dentro de su diplomacia cultural,
las mantiene activas remodeladas a la política internacional e intereses de la
Federación Rusa.
En conclusión, las acciones emprendidas por la vía diplomática permitie-
ron a ambos países proyectar los intereses nacionales en su política exterior,
incrementar los intercambios y acuerdos Este-Oeste más allá de las diferencias.
También la “diplomacia popular” soviética, a través de la experiencia de las
asociaciones de amistad entre ambos países, procuró mejorar la imagen de la
URSS en el exterior, explicar las medidas emprendidas, fomentar los contactos
entre ambas sociedades en favor de la “paz y la distensión” internacional, y
asistir como testigos al final de las relaciones internacionales marcadas por la
guerra fría.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español
ante la posguerra fría1
Against the new world order. Spanish Communism facing
Post-Cold War

Emanuele Treglia
Universidad Francisco de Vitoria
[email protected]
ORCID: 0000-0003-1531-5833
Recibido: 28-8-2019
Aceptado: 31-10-2019

Cómo citar este artículo / Citation: TREGLIA, Emanuele (2019). Contra el


nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría. Pasado y
Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 127-155
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.05

Resumen
El presente estudio trata de ilustrar cómo el PCE abordó el escenario de la inmediata
posguerra fría. Con tal propósito, analiza las actitudes adoptadas por los comunistas
españoles, no solo respecto a la Perestroika y la crisis del sistema soviético, sino también
a acontecimientos internacionales clave como la unificación alemana, la crisis del Golfo
y el nacimiento de la Unión Europea. Se subraya cómo, bajo el liderazgo de Anguita, el
PCE experimentó un viraje a la izquierda que le llevó a fundamentar su política en una
lógica de neta contraposición al nuevo orden mundial, caracterizado este por la hegemo-
nía estadounidense y la expansión del modelo neoliberal.

1
El presente artículo se enmarca en el proyecto España y Portugal ante la segunda amplia-
ción de las Comunidades Europeas. Un estudio comparado, 1974-1986. Financiado por el Minis-
terio de Economía y Competitividad. Código: HAR2017-84957-P. El autor se ha beneficiado
también de una Vibeke Sørensen Fellowship (European University Institute-Historical Archi-
ves of the European Union).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


DOI: 10.14198/PASADO2019.19.05
128 Emanuele Treglia

Palabras clave: Partido Comunista de España (PCE). Izquierda Unida (IU). Perestroika.
Tratado de Maastricht. Julio Anguita. 1989.

Abstract
This study aims to illustrate how the Spanish Communist Party (PCE) approached the
immediate Post-Cold War scenario. For this purpose, it analyses the attitudes adopted
by the Spanish communists, not only towards Perestroika and the crisis of the Soviet sys-
tem, but also towards key international events such as the German Unification process,
the Gulf crisis and the birth of the European Union. The work underlines how, under
Anguita’s leadership, the PCE underwent a left-wise turn leading Anguita to establish his
policy on a logic of strong opposition to the new world order characterized by American
hegemony and the expansion of the neoliberal model.
Keywords: Spanish Communist Party (PCE). United Left (IU). Perestroika. Maastricht
Treaty. Julio Anguita. 1989.

1. Introducción
En enero de 1991, en su discurso anual sobre el Estado de la Unión ante el
Congreso de Estados Unidos, el presidente norteamericano George H.W. Bush
afirmó:
“El fin de la guerra fría ha sido una victoria para toda la humanidad. […] El
triunfo de las ideas democráticas en Europa del Este […] confirma la sabiduría
de los fundadores de nuestra nación. […] El mundo puede aprovechar esta
oportunidad para realizar la vieja promesa de un nuevo orden mundial. […]
Entre las naciones del mundo, sólo los Estados Unidos de América tienen tanto
la fuerza moral como los recursos para impulsarlo”2.
Efectivamente, desde Washington se veía con euforia el final de la Guerra Fría
y el progresivo desmantelamiento del bloque soviético –que culminaría a fi-
nales del mismo año con la disolución de la URSS–. Se consideraba que los
acontecimientos que estaban sacudiendo Europa central y oriental desde 1989
no solo certificaban el triunfo del modelo occidental basado en la democracia
parlamentaria y la economía de mercado, sino que determinaban el surgimien-
to de un nuevo orden mundial bajo la hegemonía estadounidense. De hecho,
tras la crisis y desaparición de la URSS, no había ninguna otra superpotencia
capaz de competir con EEUU, lo que ha llevado algunos autores a definir
los años de la posguerra fría como el “momento unipolar” norteamericano
(Stewart, 2013). Aunque desde una perspectiva parcialmente distinta, también
en Europa occidental se celebraba con entusiasmo 1989 como el comienzo de
una nueva era (Rupnik, 2014). En aquel mismo mes de enero de 1991, por

2
George H. W. Bush, Address Before a Joint Session of the Congress on the State of the Union,
29-I-1991. Disponible en https://bush41library.tamu.edu/archives/public-papers/2656.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 129

ejemplo, el entonces presidente del Parlamento Europeo (PE), el socialista es-


pañol Enrique Barón Crespo, observaba que la superación de la “confrontación
Este-Oeste” había “abierto el camino hacia una Europa verdaderamente unida”
y permitía la creación de un nuevo sistema de “bienestar económico” compar-
tido a escala continental3.
Los comunistas españoles, en cambio, presentaban una visión del nuevo
orden mundial que divergía profundamente de las interpretaciones optimistas
reinantes en la opinión pública y las fuerzas políticas occidentales. Considera-
ban que las dinámicas de la posguerra fría se caracterizaban por una ofensiva
conservadora que, aprovechando el colapso soviético, pretendía acabar con toda
perspectiva emancipadora. En este sentido, en un discurso tenido en septiembre
de 1991, Julio Anguita –secretario general del Partido Comunista de España
(PCE)– trazó un paralelismo entre la URSS y el imperio napoleónico y equiparó
el escenario post-1989 al de la Restauración, declarando:
“Napoleón se aupó al poder sobre los principios de la gran Revolución fran-
cesa […]. Los oprimidos vieron en él el símbolo de la liberación. Pero aquel
hombre llevó los nuevos ideales sobre la punta de las bayonetas […] y él
mismo, al proclamarse emperador, asumió las formas y maneras del poder
opresor que decía combatir. Cuando fue vencido en Waterloo, los monarcas
más reaccionarios de Europa […] se dedicaron […] a eliminar y perseguir,
sistemáticamente, las ideas de la Revolución que aquel hombre, siquiera de
lejos, había representado. La Historia se repite. […] Metternich-Bush, y demás
gobernantes reaccionarios de Europa, han desatado la persecución contra las
ideas de emancipación”4.
El presente estudio pretende ilustrar precisamente cómo el PCE abordó el esce-
nario internacional de la inmediata posguerra fría mediante discursos y esquemas
interpretativos fundamentados en una lógica de neta contraposición al nuevo or-
den mundial caracterizado por la hegemonía estadounidense y la expansión del
modelo neoliberal. El artículo, después de examinar las esperanzas suscitadas ini-
cialmente por la perestroika en las filas de los comunistas españoles, se centrará
en el período comprendido entre 1989 –revoluciones democráticas en Europa
central y oriental– y 1992 –Tratado de Maastricht–. Se tomarán en consideración
múltiples cuestiones entrelazadas entre sí. Se analizarán las actitudes adoptadas
por los comunistas españoles no solo hacia el progresivo colapso del sistema so-
viético, sino también hacia acontecimientos internacionales clave como la unifi-
cación alemana, la crisis del Golfo y el nacimiento de la Unión Europea (UE). Se
prestará atención a los constantes debates y polémicas que se produjeron, tanto

3
Speech by the President of the EP to the Members of the General Assembly of the Czech and
Slovak Federal Republic, 14-I-1991, Historical Archives of the European Union (HAEU), EBC-4.
4
“Discurso de J. Anguita en la Fiesta del PCE”, Mundo Obrero, 2, octubre 1991.

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130 Emanuele Treglia

en el PCE como en Izquierda Unida (IU)5, entre sectores portadores de distintas


sensibilidades ideológicas –un sector “duro” frente a un sector “renovador”–, que
propusieron respuestas divergentes a los desafíos planteados por la evolución de
la situación internacional. Asimismo, se verá cómo la lógica de contraposición al
nuevo orden mundial, descrito en términos catastrofistas, se enmarcó en un viraje
a la izquierda experimentado por el PCE bajo el liderazgo de Anguita: un viraje a
la izquierda que, alejándose del enfoque reformista que había sido propio del eu-
rocomunismo6, enfatizó los tonos anticapitalistas y antiimperialistas, acentuando
los rasgos antagonistas de la identidad y la política del partido.

2. La frágil esperanza de la perestroika


El brotar de la perestroika suscitó “una sensación de optimismo” en el PCE,
como recuerda Javier Aristu, miembro del Comité Central (CC) del partido en
la segunda mitad de los ochenta: “Gorbachov aparecía como el gran reforma-
dor y por eso recibió el apoyo amplio de la dirección comunista española. […]
Marcaba para nosotros […] la señal del gran cambio que confiábamos se podía
producir en la URSS. […] Era aire fresco”7. Efectivamente Gorbachov, a través
de la elaboración y puesta en práctica del llamado “nuevo pensamiento”, marcó
rápidamente una significativa discontinuidad con las políticas adoptadas hasta
entonces por la URSS en el plano nacional e internacional (Lévesque, 2004). Así
el PCE, que desde 1968 a nivel teórico y práctico había ido tomando netamente
las distancias del sistema soviético por su carácter autoritario (Faraldo, 2017),
después de casi dos décadas volvió a mirar hacia Moscú con esperanza: la peres-
troika, con su apuesta por la construcción de un modelo de socialismo liberado
de las deformaciones estalinistas, le apareció como un proyecto potencialmente
capaz no solo de proporcionar una renovada legitimidad a los países del bloque
oriental y al conjunto de los sujetos políticos surgidos al calor de la Revolución
de Octubre, sino también de alentar la eclosión de un orden mundial más pací-
fico y orientado en sentido progresista8.
El partido español, por lo menos hasta 1989, se mostró en plena sintonía
con la labor de Gorbachov. Acogió muy favorablemente las reformas demo-
cratizadoras tendientes a la progresiva implantación en la URSS de libertades

5
Coalición fundada en 1986. Además del PCE, los partidos de ámbito estatal que inte-
graban IU en 1989 eran el Partido de Acción Socialista (PASOC) e Izquierda Republicana (IR).
A éstos se sumaban numerosas personalidades independientes.
6
Sobre el eurocomunismo del PCE véanse, entre otros: Molinero e Ysàs, 2017; Treglia,
2015.
7
Entrevista del autor a Javier Aristu, 24-VI-2018.
8
“La perestroika en la URSS y el movimiento comunista internacional”, Revista Interna-
cional, septiembre 1988; “Entrevista a Simón Sánchez Montero”, Mundo Obrero, 28-IV-1988.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 131

políticas, socioculturales y económicas. Anguita, por ejemplo, afirmó que las


tesis aprobadas en la XIX Conferencia del PCUS, que ampliaban los cauces de
participación popular y empezaban a disolver la fusión Partido-Estado (Brown,
1996: 155-211), tenían una “indudable trascendencia” porque profundizaban
“el sistema político del socialismo en la dirección de un mayor pluralismo”,
poniendo las bases de “un Estado socialista de derecho”9.
Al mismo tiempo, el PCE elogió la política exterior de la perestroika por ha-
ber inaugurado “una nueva fase en las relaciones internacionales, donde el diálo-
go, la distensión y la solución negociada de los conflictos” se estaban convirtiendo
en “la tónica dominante”10. Gorbachov, quien desde su llegada al poder no solo
había impulsado negociaciones con EEUU dirigidas a la disminución de los arse-
nales nucleares, sino que había adoptado también medidas de desarme unilateral
(Sphor y Reynolds, 2016; Zubok, 2007: 303-335), según la dirección comunista
española tenía el enorme mérito de haber sustituido “al equilibrio del terror el
equilibrio de la confianza”11. En este marco el PCE abandonó aquella postura de
equidistancia entre las dos superpotencias que había mantenido hasta la crisis
de los euromisiles (Treglia, 2016): ahora reivindicaba la superioridad de la lógica
de paz soviética, confirmada por hechos como la retirada de Afganistán, frente
a una política exterior estadounidense que, como demostraban por ejemplo las
injerencias en Latinoamérica, persistía en una línea belicista e imperialista12. En
la misma óptica, el PCE respaldó con entusiasmo el concepto gorbachoviano de
“hogar común europeo” (Rey, 2008; Martín de la Guardia y Pérez Sánchez, 2017),
y celebró como un “hito histórico” el acuerdo alcanzado entre la CE y el Consejo
de Ayuda Mutua Económica (CAME) en 198813: consideraba que el acercamiento
en curso entre los países de Europa occidental y oriental habría podido desem-
bocar a medio-plazo en la creación un nuevo sistema de seguridad continental
desvinculado de EEUU14.
Animado por las esperanzas suscitadas por la perestroika, en 1987 el PCE re-
anudó sus relaciones con el PCUS y el movimiento comunista internacional, en
el seno del cual se había quedado prácticamente aislado desde la segunda mitad
de los setenta. A lo largo de los dos años siguientes tuvo frecuentes contactos con

9
Informe al CC, 2-VII-1988, Archivo Histórico del PCE (AHPCE), caja 401-5; “Edito-
rial. Dos formas de futuro”, Mundo Obrero, 6-VII-1988.
10
Informe al CC, 26-XI-1988, Fundación 10 de Marzo (F10M), Archivo Santiago Álvarez
(ASA), caja 22.
11
Comisión de Política Internacional, La Perestroika, 5-IV-1989, F10M, ASA, caja 29.
12
Informe al CC, 14-IV-1989, F10M, ASA, caja 22.
13
Miguel Morán, “Un hito en la historia europea”, Mundo Obrero, 23-VI-1988.
14
Intervención de Anguita, enero 1989, AHPCE, caja 421-2; Comisión del PCE para la
CE, Nuestra contribución a una Europa de progreso, 1987, AHPCE, caja 421-1.

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132 Emanuele Treglia

partidos comunistas (PPCC) de Europa occidental y oriental y realizó numerosos


viajes a la URSS y a otros países del bloque soviético15. No obstante, este reno-
vado internacionalismo del partido español resultaba efímero y poco fecundo.
Más allá de declaraciones de amistad y fórmulas rituales, no conseguía dar lugar
a sinergias significativas que se tradujeran en proyectos políticos viables. Esto se
debía a que el movimiento comunista en realidad no estaba experimentando su
revitalización, sino más bien su canto del cisne, encontrándose en un estado de
descomposición ya irreversible. El propio Gorbachov había empezado a consi-
derar estériles las relaciones con los PPCC y prefería orientarse hacia los partidos
socialistas y socialdemócratas (Rey, 2012).
La falta de cohesión de los PPCC a la hora de abordar políticas concretas fue
evidente en el marco comunitario. El PCE desde 1972 había mantenido una ac-
titud esencialmente favorable hacia el proceso de integración europea. De hecho,
a mediados de los ochenta había votado a favor del ingreso de España en la CE y
ratificado el Acta Única (Forner y Senante, 2019). Aunque criticaba la primacía
de los intereses económicos que caracterizaba las dinámicas comunitarias, con-
siderando necesaria en este sentido la implementación de medidas de cohesión
económica y social, lo hacía en nombre de un europeísmo de signo federalista y
progresista. Invocaba, por ejemplo, la transferencia de mayores competencias a
las instancias de la Comunidad por parte de los Estados miembros y, al mismo
tiempo, reclamaba la democratización de las estructuras europeas, atribuyendo
poderes legislativos al Parlamento de Estrasburgo e incrementando los mecanis-
mos de participación popular16. El PCE, en otras palabras, pedía “más Europa”,
y veía en el concepto gorbachoviano de “hogar común” un factor que podía
alentar transformaciones progresistas a escala continental.
Esta visión era compartida por el Partido Comunista Italiano (PCI), que no
por casualidad había sido el interlocutor privilegiado del PCE en ámbito interna-
cional en los últimos veinte años. En cambio, los dos otros principales PPCC de
Europa occidental, es decir, el francés (PCF) y el portugués (PCP), presentaban
una postura que resultaba incompatible con la española. Eran profundamente
críticos con la integración europea, que juzgaban como un proyecto al servicio
del capitalismo transnacional. Consecuentemente, se oponían a la perspectiva
federalista y a cualquier medida que habría conllevado una ulterior “pérdida de
soberanía nacional”, incluida la ampliación de las facultades del PE17. La división
entre italianos y españoles, por un lado, y franceses y portugueses, por el otro, se
consumó a raíz de las elecciones europeas celebradas en junio de 1989: IU y PCI,

15
Balance de actividades internacionales, marzo-abril 1988, AHPCE, caja 401-5.
16
Un proyecto de izquierda para una Europa de progreso, enero 1989, AHPCE, caja 421-2;
Por la Unión Europea, 1989, F10M, ASA, caja 23.
17
Intervención de R. Piquet del PCF, 14-VII-1989, AHPCE, caja 407-15.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 133

en efecto, decidieron abandonar el grupo parlamentario europeo de Comunistas


y Afines –al que habían adherido hasta entonces– para impulsar la creación de
uno nuevo, que se hiciera portador de su proyecto de europeísmo progresista.
Nació así el grupo de la Izquierda Unitaria Europea (IUE), al que se sumaron
el Partido Socialista Popular de Dinamarca y la coalición griega Synapsismós18.
De todas formas, a mediados de 1989 en las propias filas de los comunis-
tas españoles se estaba gestando un conflicto entre distintas concepciones de la
cuestión europea: un conflicto todavía latente que estallaría en los años siguien-
tes, como parte de un enfrentamiento más general acerca de la línea política e
ideológica del PCE e IU. Resulta indicativo en este sentido el hecho de que la
formación de IUE había sido negociada por dirigentes –Francisco Palero y Nico-
lás Sartorius– que posteriormente se convertirían en exponentes del sector reno-
vador; mientras que por aquellas mismas fechas Anguita, a raíz de un encuentro
en Estrasburgo con representantes del PCI, consideraba que los italianos con su
europeísmo “vendían humo” (Anguita y Andrade, 2015: 177). Además, siempre
en 1989, el líder español sostenía la necesidad de la “planificación económica en
Europa” para hacer frente a la “hegemonía del gran capital”, y decía compartir
“con los camaradas portugueses y franceses la idea de que hay que hacer un
frente nacional para defender los intereses de la clase trabajadora nacional”19.
Desde su llegada a la secretaría general del PCE en 1988, el “califa rojo”
había impreso al partido un viraje a la izquierda, rechazando rotundamente la
perspectiva de una “política ‘más sensata’ y ‘más responsable’, […] un refor-
mismo aceptador del sistema capitalista como mal menor”20. Se había desvin-
culado así de la orientación eurocomunista que en buena medida había sido
mantenida por Gerardo Iglesias, su predecesor en el cargo. El hecho de que
Francisco Frutos, quien había sido el líder del sector leninista en Catalunya en
1980-1981, se convirtiera en el “número dos” dentro de la dirección, era ilus-
trativo del nuevo rumbo del partido. Ese deslizamiento hacia la izquierda fue
alimentado por la (re)absorción, en un congreso celebrado en enero de 1989,
de la casi totalidad del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE):
un partido que, nacido en 1983 de una escisión pro-soviética del PCE, todavía
en 1987-1988 defendía el concepto de dictadura del proletariado. Significati-
vamente, el documento congresual de 1989 subrayaba con énfasis la necesidad
de una política de clase y contenía críticas ásperas a la línea eurocomunista,

18
Elementos básicos para la intervención en la reunión de Bruselas, 10-VII-1989, y Reunión
PCI-IU, 15-VII-1989, AHPCE, caja 407-15.
19
Julio Anguita, La solidaridad de la izquierda y la construcción europea, 1989, F10M, ASA,
caja 27.
20
Informe a la Comisión Política, 4-XI-1988, AHPCE, caja 407-9.

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134 Emanuele Treglia

juzgada como errónea y oportunista21. En el marco de la perestroika, esta su-


peración de la división de los comunistas españoles había sido alentada por
el propio PCUS22. Así, paradójicamente, la renovación en la URSS había favo-
recido la entrada en el PCE de cerca de ocho mil militantes portadores de un
marxismo-leninismo ortodoxo, varios de los cuales acabarían ocupando cargos
directivos de notable importancia23, fortaleciendo a nivel político y orgánico el
sector duro liderado por Anguita e influyendo de manera notable en la evolu-
ción del partido.
Mientras tanto, en Europa central y oriental los cambios se sucedían a
un ritmo frenético. Polonia fue el primer país donde, en agosto, se formó un
gobierno liderado por un no comunista, el exponente de Solidaridad Tadeusz
Mazowiecki. Otros países, como Hungría, parecían encaminados en la misma
dirección (Kramer, 2012; McDermott y Stibbe, 2015). No obstante, dirigentes
del PCE como Simón Sánchez Montero seguían afirmando su “convencimiento
de que el proceso de transformaciones iniciado en los países socialistas” no
terminaría “en una vuelta al capitalismo, sino en el desarrollo pleno de todas
las potencialidades del socialismo en el terreno económico, político, social,
cultural y moral”24. La caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, y
la Revolución de Terciopelo que se produjo en Checoslovaquia poco después,
revelaron toda la fragilidad de estas esperanzas, además de enfriar los entusias-
mos por el resultado conseguido por IU en las elecciones generales celebradas
a finales de octubre –9% de los votos, casi el doble que en 1986–. El PCE tenía
ahora que resituar su análisis de cara a la posguerra fría, haciendo las cuentas
con el hecho de que se había acabado la época histórica inaugurada por la
Revolución de Octubre.

3. La “negación de lo existente”
El 21 de diciembre, en la primera reunión del CC del PCE celebrada tras la caída
del Muro de Berlín, se aprobó un informe que sostenía que “el comunismo como
fuerza liberadora” no había muerto, sino que seguía teniendo “plena validez”: lo
que estaba muriendo en Europa central y oriental, según dicho documento, era
algo que “nunca debía haber nacido”, es decir, “la interpretación burocrática de

21
Documento de unidad PCE-PCPE, enero 1989, AHPCE, Congreso de unidad; Documen-
to de los Comités de Madrid del PCE y PCPE, 30-VIII-1988, AHPCE, caja 389.
22
Delegación a la RDA, 6-VI-1988, y Entrevista con I. Gallego, 15-IX-1988, AHPCE,
caja 389.
23
Manuel Monereo y Ángel Pérez, por ejemplo, en 1990 fueron nombrados responsa-
bles, respectivamente, de Debate Teórico y Organización dentro del Secretariado del PCE.
24
Simón Sánchez Montero, “La transformación del socialismo real (II)”, Mundo Obrero,
1-XI-1989.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 135

las ideas y la usurpación del nombre comunismo”25. En abril de 1990, la Con-


ferencia nacional del partido se expresó en términos análogos, afirmando que la
caída del Muro de Berlín había desintegrado una concepción errónea “del comu-
nismo como una doctrina totalizadora o totalizante, fundamentada en la falta de
libertad y en la ausencia de controles democráticos”, que había utilizado méto-
dos feroces y había conducido “a la mentira, al doctrinarismo y al sectarismo”26.
Con este tipo de planteamientos se miraba a desvincular el ideal comunista de
la que había sido su encarnación histórica en los países del bloque soviético:
“No ha fracasado el socialismo –escribía en este sentido Sánchez Montero– sino
el sistema Stalin”27. Al mismo tiempo, el PCE subrayaba que desde los años se-
senta, con su alejamiento de Moscú y su compromiso democrático en la lucha
antifranquista y la Transición, se había diferenciado netamente del moribundo
modelo del socialismo real: consecuentemente, rechazaba la idea según la cual
los acontecimientos del Este le obligaban a proceder a su propia disolución28,
aunque en su seno ya estaban apareciendo voces aisladas que apuntaban en esta
dirección29.
Según Anguita, la continuidad del PCE se justificaba no solo por su pasa-
do, sino también por el hecho de que seguía habiendo “una apuesta comunista
por el mundo, independientemente del muro de Berlín o de otros muros”30:
una apuesta “por una sociedad de plena emancipación humana”31. En el marco
discursivo elaborado por el “califa rojo”, el comunismo como ideal adquiría una
clara dimensión utópica y se configuraba como un impulso milenarista, un mito
movilizador para reaccionar al desconcierto provocado por el colapso del sis-
tema soviético. Anguita sostenía que el PCE debía orientarse con una “brújula”
cuyo “punto cardinal” era el siguiente: “La negación de lo existente, […] que
significa desde luego la no aceptación del sistema capitalista, sus valores, sus
modos de reproducción, su lenguaje y su articulación política”32. Así el partido
español, reavivando el anticapitalismo y reafirmándolo como su seña de identi-
dad fundamental, leyó el escenario post-1989 a través de esquemas interpreta-
tivos anclados en buena medida en el tradicional concepto marxista de la lucha
de clases: lo que determinó la adopción de una actitud fuertemente antagónica y

25
El PCE ante los retos europeos, 21-XII-1989, AHPCE, caja 421-4.
26
El PCE ante las nuevas realidades, abril 1990, F10M, ASA, caja 22.
27
Simón Sánchez Montero, “Las causas de una crisis (IV)”, Mundo PCE, 40, 23-I-1991.
28
“70 Aniversario: historia y proyecto”, Mundo Obrero, 18-IV-1990.
29
“Transcripción mecanográfica de una parte de la intervención de Juan Berga en el
Secretariado del PCE el 6.XI.89”, Nuestra Bandera, 151, 1991.
30
Presentación del informe de la CP al CC, 30-X-1990, F10M, ASA, caja 22.
31
Julio Anguita, La búsqueda, 29-I-1990, F10M, ASA, caja 22.
32
Intervención de Anguita en el CC, 27-VII-1991, AHPCE, caja 410-5.

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136 Emanuele Treglia

contracorriente respecto a las dinámicas que iban caracterizando el nuevo orden


mundial.
El PCE presentaba una visión catastrofista, en términos tanto materiales
como morales, de la “modernidad” neoliberal, considerando que ésta hundía “a
sectores enteros de la sociedad” en una “abyección irracional e irreflexiva”33. A
este propósito, en el otoño de 1989 Anguita decía: “La economía sumergida, las
horas extras, trabajar mucho con tal de disfrutar luego del video y del cubata.
[…] Es el modelo de sociedad hibernada con las aspirinas. […] La cultura de la
salchicha, del bocadillo, del ‘consuma y tire’. Eso es la modernidad”34. Conse-
cuentemente, los comunistas españoles polemizaban con aquellos “triunfalismos
trasnochados” que, a raíz del desmoronamiento del socialismo real, hablaban del
éxito histórico del sistema capitalista:
“Reconocemos la capacidad de adaptación del capitalismo –se declaraba en un
documento de 1990– y su superioridad frente al socialismo estatalizado, buro-
crático y antidemocrático, para organizar las fuerzas productivas. […] Pero, jun-
to a este reconocimiento, ponemos en el fiel de la balanza los muertos, heridos y
marginados que en el mundo entero produce una política basada en el beneficio
privado y no social, en el egoísmo del rico (país o ser humano) frente al pobre
y en la implantación de unos valores que no sólo mantienen viejas lacras, sino
que hacen florecer nuevas injusticias y miserias”35.
Asimismo, se contestaba la idea según la cual “el hundimiento del sistema social
creado por el comunismo” había dejado a la “socialdemocracia como la úni-
ca fuerza importante portadora de los ideales socialistas”36. El PCE, en efecto,
consideraba que los partidos socialistas y socialdemócratas habían fracasado en
su misión emancipadora porque, desde los años veinte, habían actuado como
“garantes del capitalismo mediante afeites y recortes que mantuvieran las dife-
rencias y jerarquías sociales”37. Se recuperaba, por lo tanto, una interpretación
fuertemente crítica de la socialdemocracia que había sido notablemente atenua-
da durante la etapa eurocomunista. Esto se asociaba, en el ámbito nacional, a
la puesta en marcha por parte de Anguita de una línea de oposición frontal al
Partido Socialista Obrero Español (PSOE), acusado de asumir los postulados de
la modernización neoliberal (Gálvez, 2018; Kennedy, 2013). Como corolario,
se rechazaba la perspectiva de la “casa común”, es decir, la confluencia de los

Manuel Ballestero, “Comunismo crítico contra socialdemocracia”, Mundo Obrero, 13-


33

VI-1990.
34
“Levántate y piensa”, Mundo Obrero, 25-X-1989.
35
Desde el PCE: un debate para la izquierda, abril 1990, F10M, ASA, caja 22.
36
Fernando Claudín, “Comunismo y socialdemocracia”, El Socialismo del Futuro, 1,
1990.
37
Francisco Fernández Buey, “Un debate sobre el programa”, Mundo PCE, 12, 30-V-1990.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 137

comunistas en el partido liderado por Felipe González: una perspectiva que, en


cambio, fue aceptada por personalidades como Enrique Curiel quien, después
de haber abandonado el PCE a finales de 1988 en polémica con Anguita, en
1990 entró en el PSOE. Esta negación rotunda de la validez del capitalismo y
de los planteamientos socialdemócratas conllevaba la negación de la derrota del
ideal comunista presentado, en una perspectiva salvífica, como “más necesario
que nunca” precisamente en cuanto única alternativa frente al “cataclismo”38.
Dada su visión catastrofista del modelo occidental, el PCE miró con amar-
gura a la progresiva extensión de éste a los países de Europa central y oriental.
Eugenia García, enviada de Mundo Obrero en Moscú, en mayo de 1990 compro-
baba que los sentimientos predominantes entre la población era el anticomu-
nismo y los anhelos de capitalismo, que aparecía como una “palabra mágica”:
“El derrumbamiento del viejo sistema se vive en la capital de la Unión Soviética
como el cambio de la fe en el partido por la fe en Occidente”39. Con sus esque-
mas interpretativos los comunistas españoles no podían comprender cómo fuera
posible que los ciudadanos de lo que había sido el socialismo real ansiasen “un
régimen caracterizado por la marginación social, el desempleo y una competiti-
vidad extrema”40. Además, el PCE reprobaba el “asalto” realizado por los países
occidentales, incluida España, a los nuevos mercados que se estaban abriendo
en el Este: “Se aprestan a vender todo lo que puedan a países en dificilísimas
tesituras económicas. […] O sea hacer negocio con el hambre ajena”41.
En este marco, el proceso de unificación alemana que se desarrolló a lo lar-
go de 1990 (Martín de la Guardia, 2019; Von Plato, 2015) produjo desasosie-
go en los comunistas españoles. A raíz de las elecciones celebradas en marzo
en la RDA, que vieron la victoria de la coalición Alianza por Alemania –ligada
a la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la RFA–, Mundo Obrero constataba
que los germano-orientales habían cedido a los cantos de sirena occidentales
y habían “votado por su desaparición como entidad independiente, su entre-
ga al capitalismo”42. La rápida “kohlonización”43 de la RDA, es decir, su absor-
ción por la RFA, culminada en noviembre, fue criticada por el PCE también por
sus repercusiones sobre los equilibrios de la Comunidad Europea, dado que en
el seno de ésta se fortalecía la hegemonía económica alemana: “En lugar de la

38
“Discurso de J. Anguita en la Fiesta del PCE”, cit.
39
Eugenia García, “Hacia un Congreso crucial”, Mundo Obrero, 16-V-1990.
40
José Laso, “El PCE y los retos europeos (III)”, Mundo PCE, 4, 4-IV-1990.
41
Joan Forner, “Un mercado en el Este”, Mundo Obrero, 17-I-1990. Sobre la estrategia
económica del Gobierno español hacia los países del Este, véase Diario de Sesiones del Congreso
de los Diputados. Comisión de Asuntos Exteriores, 24-I-1990.
42
“Editorial. Nada será igual”, Mundo Obrero, 21-III-1990.
43
Moisés Guerra, “La Kohlonización”, Mundo Obrero, 25-IV-1990.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


138 Emanuele Treglia

preconizada europeización de Alemania –se escribía en Nuestra Bandera–, pare-


ce haberse impuesto la alemanización de Europa. […] El ‘Anschluss’ de la RDA
refuerza las posiciones del gran capital en la Comunidad Europea y aumenta los
riesgos de regresividad social”. De esta manera, la unificación alemana favoreció
el desarrollo del euroescepticismo en las filas de los comunistas españoles. Éstos,
por otro lado, observaban que Gorbachov no había sabido promover fórmulas
alternativas a la simple anexión: lo que hacía evidente que la perestroika, que
mientras tanto había entrado en una grave crisis dentro de la URSS, había agota-
do su capacidad de iniciativa internacional44.
El hecho de que los Estados Unidos se habían convertido en el único actor
hegemónico en el escenario mundial fue confirmado de manera concluyente
por la crisis del Golfo –agosto 1990-febrero 1991– (Stewart, 2013). Una crisis
cuyo desarrollo confirmó también, a los ojos del PCE, el “carácter imperialista y
depredador del capitalismo” y el “papel de gendarme mundial” que continuaba
“asignándose EEUU con el servil apoyo de sus satélites”45. El PCE e IU, aunque
condenaron la actuación de Irak y apoyaron las primeras sanciones decretadas
por la ONU, se opusieron firmemente al bloqueo militar y a la intervención
armada liderada por Washington, participando en las movilizaciones por la paz
que tuvieron lugar a lo largo y ancho de España. Consecuentemente, estuvieron
netamente en contra de la decisión del gobierno de González de participar indi-
rectamente en la guerra proporcionando apoyo logístico a EEUU. En este senti-
do, Mundo Obrero afirmó que el PSOE se había convertido en “cómplice de un
genocidio”46. Según Anguita, una vez más el líder socialista había dado prueba
de su “permanente tendencia a la alianza con sectores […] situados en el espacio
de la derecha”47. A este propósito, cabe subrayar que el PCE había denunciado
constantemente el vínculo atlántico del gobierno del PSOE que había llevado,
entre otras cosas, al ingreso de España en la Unión Europea Occidental (UEO):
los comunistas consideraban que medidas de este tipo se habían quedado pri-
sioneras de lógica de la guerra fría y obstaculizaban el surgimiento de un nuevo
sistema de seguridad europeo independiente48.
Precisamente por lo que concernía Europa, el PCE observaba que la crisis del
Golfo había puesto de relieve las insuficiencias políticas de la CE. Efectivamen-

44
José Laso, “Las dos Europas”, Nuestra Bandera, 149, 1991.
45
“Editorial. Guerra fría”, Mundo Obrero, 12-IX-1990; “Editorial. Guerra económica”,
Mundo Obrero, 5-IX-1990.
46
“B-52: USA mata desde España”, Mundo Obrero, 13-II-1991. Diario de Sesiones del
Congreso de los Diputados, 18-I-1991.
47
Informe al CC, 30-X-1990, AHPCE, caja 410-2.
48
Comisión de Política Exterior, “¿Qué política de seguridad en Europa en tiempos de
distensión?”, Mundo Obrero, 21-XII-1988.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 139

te, no solo ésta no había sido capaz de adoptar un perfil propio y actuar como
factor de paz, sino que la mayoría de sus integrantes habían acabado optando
por participar, directa o indirectamente, en el conflicto (Aldred y Smith, 1999:
136-139). Según Frutos, los países europeos no habían tenido “ni voz propia ni
dignidad política y ética”: habían “jugado un papel de subordinación a la política
USA”, moviéndose en base a una lógica “cuyo código no ha sido ni tan siquiera
escrito en Bruselas o Estrasburgo, sino en el Departamento de Estado de Estados
Unidos”49. La guerra contra Irak contribuyó así al deslizamiento del PCE hacia
el euroescepticismo. Asimismo, hizo que el partido empezara a leer la situación
internacional con un esquema que ya no era el de “Oeste contra Este” –sobre
todo considerando que la URSS en la ONU no había vetado la intervención–,
sino el de “Centro contra Periferia” o “Norte contra Sur”. Por lo tanto, la crisis del
Golfo tuvo, bajo diversos aspectos, un carácter emblemático para los comunistas
españoles, avivando la contraposición del PCE al nuevo orden mundial que con
aquel conflicto acababa de afianzarse. Un orden basado en la ausencia de un
contrapoder a EEUU y en la consiguiente “pax americana”: “Se decreta e impone
al conjunto de la humanidad –se escribía en Nuestra Bandera– la soberanía limi-
tada y la sumisión […] a los sacrosantos intereses del imperio”50.

4. Adiós, camaradas
La portada del primer número de Mundo Obrero publicado en 1991 era ocupada
por una gran fotografía de la Duma acompañada por el titular: “Unión Soviética.
Situación límite”. Efectivamente, a lo largo de 1990 la perestroika en la URSS
había entrado en una profunda crisis. Una delegación del Grupo Socialista del
PE que había viajado a Moscú en abril, por ejemplo, en su informe había ob-
servado: “La impresión es que la perestroika ya no está totalmente bajo control.
Están pasando muchas cosas que no habían sido predichas por sus autores. Para
algunos ha sido demasiado lenta, para otros demasiado rápida”51. El desarrollo
del proyecto de Gorbachov ciertamente estaba experimentando graves dificulta-
des en múltiples terrenos: pulsiones nacionalistas centrifugas, crisis económica,
enfrentamientos entre tendencias conservadoras y renovadoras, conflictos entre
las viejas estructuras todavía dirigidas por el PCUS y las nuevas elegidas demo-
cráticamente, etc.
El editorial del citado número de Mundo Obrero, además de mencionar con
preocupación estas cuestiones, hablaba de los cambios que acababan de pro-
ducirse en la composición del gobierno soviético. Comentaba positivamente el

49
Informe de la CP al CC, febrero 1991, F10M, ASA, caja 20.
50
José Cabo, “La ‘Pax’ americana”, Nuestra Bandera, 148, 1991.
51
Soviet Union in Crisis, 25-IV-1990, HAEU, GSPE-80.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


140 Emanuele Treglia

nombramiento de Guennadi Yanáyev como nuevo vicepresidente, afirmando


que representaba “un punto de equilibrio”52. El hecho de que el órgano del PCE
defendiera la personalidad de Yanáyev resulta llamativo: no solo porque se tra-
taba de un exponente del ala del PCUS hostil a las reformas y del futuro líder
del golpe de agosto; sino también porque en 1978 había intentado promover
una rebelión de la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) con-
tra el eurocomunismo de Santiago Carrillo53. Para comprender esta postura de
Mundo Obrero, hay que considerar que en la dirección del PCE, desvanecidas las
esperanzas iniciales, habían empezado a aparecer recelos hacia la evolución de
la perestroika. En algunos análisis se subrayaba que la URSS había asumido una
posición de “subordinación al sistema mundial imperialista” y que la perspecti-
va gorbachoviana de conciliar socialismo y mercado estaba desembocando, en
realidad, en la instauración de un puro sistema capitalista54. En febrero de 1991,
por ejemplo, en una reunión del CC Frutos sentenciaba: “La perestroika fue un
bello proyecto inicial y ha tenido un retroceso importante. […] No tiene ninguna
vigencia en el momento actual”55. Estas notas críticas iban acompañadas por una
cierta añoranza por el papel que había desempeñado históricamente la URSS a
nivel internacional. En el Manifiesto del PCE para la izquierda, preparado en el
verano de 1991 con vista al XIII Congreso del partido que se iba a celebrar en
diciembre, en este sentido se afirmaba:
“Destruida ya la perestroika tal como la conocimos, está claro ya que ésta no va
a ser una vía para la regeneración socialista de la URSS. De otra parte son muy
patentes, en cambio, los efectos negativos que en el plano internacional está
teniendo la gran crisis que hoy se vive en los países de Europa oriental […]
Movimientos de liberación que luchan hoy contra los déspotas aupados por el
‘Imperio’ en Asia, África y América, han perdido el apoyo que encontraron en la
URSS en otros tiempos”56.
Este texto fue aprobado en una reunión del CC celebrada el 27 de julio. En aque-
lla misma ocasión, Francisco Palero –responsable de Relaciones Internacionales–
y Juan Berga –responsable del área de Estado– presentaron dos documentos que
proponían la progresiva disolución del PCE y la consecuente conversión de IU
en un partido político. Partiendo de la constatación de que el hundimiento del
socialismo real y la “puesta al descubierto de su realidad” habían “arrastrado ha-

52
“Editorial. Punto límite”, Mundo Obrero, 2-I-1991.
53
Entrevista del autor a Carlos Carnero, 22-V-2018; “El dirigente golpista intentó rom-
per el PCE”, El País, 21-VIII-1991.
54
Subárea de debate teórico del PCE, “Consideraciones sobre la articulación de la iz-
quierda”, Mundo PCE, 13, 6-VI-1990.
55
Intervención de F. Frutos, 8-II-1991, AHPCE, caja 410-3.
56
Manifiesto del PCE para la izquierda, 27-VII-1991, AHPCE, XIII Congreso.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 141

cia el descrédito casi total a las organizaciones políticas denominadas comunis-


tas”, los dos dirigentes sostenían la necesidad de que el XIII Congreso impulsara
la configuración de “nuevas formas de organización política” que, situándose sin
ambigüedades en el campo del socialismo democrático y reformista, superasen
“definitivamente las experiencias identificadas popularmente con sistemas no
democráticos”57.
No era la primera vez que se manifestaba esta perspectiva renovadora. De
hecho, en el octubre de 1990 los líderes sevillanos Eduardo Saborido y Javier
Aristu habían presentado una propuesta análoga que había sido rechazada por
el CC58. El propio Berga, en diversas ocasiones había ya incitado el PCE a asu-
mir la “moral de la Historia”, abandonando la idea de configurarse como “una
organización resistencial, reserva de anticapitalismo”59. Había criticado también
aquella tentación de “recordar con nostalgia el período de confrontación entre
bloques”, que llevaba el partido a basar su política internacional en “el razona-
miento más antiguo del pensamiento bipolar”, es decir, en una lógica simplista
de contraposición al “capitalismo internacional y satélites europeos”. Según él,
por ejemplo, el PCE había dado muestra de escasa rigurosidad analítica al pre-
sentar el conflicto del Golfo como fruto de la voluntad de EEUU de acabar con
“todo intento liberador de los pueblos oprimidos”: “Entre otras cosas –había
escrito–, porque no acabo de ver al régimen de Sadam Hussein como un régi-
men oprimido”60. Además, hay que destacar que las tesis renovadoras en 1990
habían sido abrazadas plenamente por el Partido Socialista Unificado de Cata-
lunya (PSUC) que, bajo el liderazgo de Rafael Ribó, había decidido proceder a
su propia “hibernación”. Aunque formalmente seguía existiendo –se disolvería
definitivamente en 1997–, había traspasado funciones y soberanía a Iniciativa
por Catalunya (IC), que había así dejado atrás su naturaleza de coalición, con-
virtiéndose en una nueva formación política de corte reformista y plural (Rius
Piniés, 2005).
De todas formas, la propuesta de Palero y Berga en julio fue rechazada por
el CC, que se posicionó –con treinta y tres votos favorables, trece contrarios y
cuatro abstenciones– a favor de la continuidad del partido. Una continuidad que
el sector duro justificaba básicamente con dos argumentos: el PCE, por su evo-
lución histórica, no tenía “nada a que ver” con el socialismo real; el comunismo
era necesario en cuanto única alternativa al cataclismo. A estos planteamientos
se unía la consideración de que IU, si se hubiera convertido en partido como

57
Francisco Palero, La nueva organización de la izquierda, y Juan Berga, Un paso de conver-
gencia, 27-VII-1991, F10M, ASA, caja 20.
58
“Un Partido fuerte para Izquierda Unida”, Mundo PCE, 14-XI-1990.
59
Juan Berga, “La moral de la Historia”, Mundo PCE, 17, 10-VII-1990.
60
Juan Berga, “Además del capitalismo internacional”, Mundo PCE, 25, 3-X-1990.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


142 Emanuele Treglia

resultado de la disolución del PCE, habría perdido el impulso anticapitalista,


emprendiendo una deriva socialdemócrata. En otras palabras, el PCE se atribuía
una función de “intelectual colectivo” que, desde sus posiciones de clase, man-
tenía viva en IU la apuesta por un cambio radical de lo existente61. En realidad,
el sector duro no estaba dispuesto a renunciar a las evidentes ventajas que las
dinámicas de IU proporcionaban a los comunistas: por un lado, gracias a la plu-
ralidad de la alianza, el PCE extendía su área de influencia y gozaba de un mayor
atractivo electoral; por el otro, dada su posición claramente hegemónica, podía
imponer su política a la coalición (Ramiro, 2004).
La línea escogida por Anguita era diametralmente opuesta a la que había
seguido Achille Occhetto quien, a raíz de la caída del Muro, en el PCI había im-
pulsado un proceso de abandono de la identidad comunista que, en febrero de
1991, había dado lugar a la desaparición del partido de Gramsci y a la fundación
del Partido Democrático de la Izquierda (Possieri, 2007): una fuerza política pro-
gresista que, en 1992, entró en la Internacional Socialista (IS). El sector duro del
PCE consideraba que Occhetto había cedido ante la presión conservadora, op-
tando por la vía del liquidacionismo e ignorando el drama personal que suponía
para los militantes la renuncia a la identidad comunista62. Así, cuando en julio
de 1991 unos periodistas le preguntaron qué opinaba del caso del comunismo
italiano, Anguita contestó: “Hay elementos en la realidad de otros países que son
ejemplos clamorosos de cómo no se deben hacer las cosas”63. El PCE, por lo
tanto, se había quedado sin su principal aliado internacional.
Mientras tanto, la situación en la URSS estaba precipitando. El 8 de julio, en
el Kremlin, Gorbachov dijo a Felipe González:
“Hemos salido de un sistema pero no hemos llegado al otro. […] El estalinismo
[…] era tan grande que era como la lucha de Don Quijote contra los molinos.
[…] Dentro del Partido […] hay un ala de dogmáticos que a mí me llaman bur-
gués, sin ningún argumento, por nostalgia del viejo Partido, cuando estaba éste
por encima de las leyes, […] algo abominab1e”64.
Un mes más tarde, entre el 19 y 21 de agosto, los “dogmáticos” del PCUS a los
que se refería Gorbachov, liderados por Yanáyev, promovieron en la URSS un in-
tento de golpe de Estado que miraba a arrestar y revertir el proceso de reformas.

61
Manuel Monereo, “Construir una izquierda nueva. Renovar el PCE”, Nuestra Bandera,
145, 1990.
62
Manuel Monereo, “El último congreso del PCI y el primero del PDS”, Mundo Obrero,
20-II-1991.
63
“Anguita cree inviable que el PCE se extinga o desaparezca”, La Vanguardia, 19-VII-
1991; Anguita y Andrade, 2015: 165.
64
Minuta conversación Presidente Gobierno con Gorbachov, 8-VII-1991, Archivo de la Fun-
dación Felipe González (AFFG), Correspondencia, 53.08.13.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 143

El propio Gorbachov fue secuestrado. La tentativa fracasó gracias a las multitudi-


narias manifestaciones y a la actuación de Boris Yeltsin, entonces presidente de la
República Socialista Federativa Soviética de Rusia. A raíz de estos acontecimien-
tos, el PCUS fue ilegalizado y disuelto. Empezaban los último días de la URSS,
que se disolvería el 26 de diciembre (Plokhy, 2014).
El PCE condenó el golpe de estado. Pero, al mismo tiempo, Anguita lamen-
taba que la URSS se estuviera integrando plenamente en el sistema capitalista
y criticaba la figura de Yeltsin, que según él representaba “el autoritarismo de
derechas, […] la exacerbación delirante de la palabra mercado”65. En esta óptica,
los exponentes del sector duro mostraron su desacuerdo con la ilegalización del
PCUS. Frutos la definió una “tontería absoluta”, que resultaba perniciosa “para
los intereses de los trabajadores” de la URSS y de todo el mundo66. Leopoldo
Espuny escribía en Nuestra Bandera: “¿Quiénes son esos ‘demócratas’ que han
ilegalizado al PCUS? Todos, desde Gorbachov a Yeltsin […] pertenecen a la es-
tirpe de los políticos oportunistas”67. En las páginas de la misma revista, José
Laso mostró una cierta comprensión por los golpistas. Aunque reprobaba sus
métodos, justificaba su razón política de fondo, es decir, la voluntad de poner fin
a la labor de Gorbachov: una labor que había sido caracterizada por “un exceso
de tacticismo” y que, además de desmantelar las conquistas de la Revolución
de Octubre, había llevado a la “pérdida de independencia de la política exterior
soviética”, a su “claudicación” ante EEUU68. En suma, coincidiendo con partidos
como el PCF y el PCP (Pons, 2009; Patrício y Stoleroff, 1994), el sector duro del
PCE presentaba ahora una valoración negativa de la perestroika, considerando
que ésta no solo había apuñalado a muerte la “patria del socialismo”, sino que
había contribuido de manera decisiva al surgimiento del denostado nuevo or-
den mundial. Santiago Álvarez a este propósito afirmaba: “Desde hace ya algún
tiempo la Perestroika no es ninguna reforma del socialismo, sino un proceso
involucionista y desintegrador de lo que antes era la URSS y su sistema social,
con una influencia negativa, por conservadora, en Europa y en todo el Orbe”69.
De otro aviso eran los renovadores. El eurodiputado Antoni Gutiérrez, por
ejemplo, apoyó la disolución del PCUS “por golpista en la URSS y en España”, refi-
riéndose en este sentido a las escisiones que había promovido en el PCE y PSUC70.

65
“Anguita cree que la URSS caerá en el autoritarismo de derecha”, La Vanguardia,
26-VIII-1991.
66
“Silencio del Gobierno y los principales líderes políticos”, El País, 25-VIII-1991.
67
Leopoldo Espuny, “Dignidad en tiempos difíciles”, Nuestra Bandera, 151, 1991.
68
José Laso, “La crisis de la perestroika y sus consecuencias”, Nuestra Bandera, 150,
1991.
69
Santiago Álvarez, Sobre el golpe de Estado en la URSS, 1991, F10M, ASA, caja 29.
70
“Los comunistas españoles, divididos sobre el futuro”, La Vanguardia, 27-VIII-1991.

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144 Emanuele Treglia

Palero, por su parte, seguía haciendo “una valoración absolutamente positiva” de la


perestroika, “en todo lo que ha significado de democratización de las relaciones in-
ternacionales”. Admitía que había sido un “fracaso en lo relativo a la pretensión de
reformar el socialismo”, pero precisaba: “Porque Gorbachov pretendía lo imposi-
ble. No se puede reformar un sistema basado en el partido único y unas relaciones
económicas como las existentes en la URSS”71. Lo cierto es que el golpe de agosto y
su desenlace, juntándose con el acercarse del XIII Congreso, multiplicaron y aviva-
ron las voces de los renovadores, quienes consideraban que, después de la desapa-
rición del padre de todos los PPCC, resultaba insensato defender la continuidad del
PCE. Otro eurodiputado, Fernando Pérez Royo, escribió a este propósito:
“No se trata de negar las contradicciones que continúan existiendo en la so-
ciedad actual y la necesidad de combatir por superación. La cuestión es si
para este combate siguen siendo válidos los instrumentos –incluyendo los
símbolos y los mitos– propios de una ideología desacreditada por la historia.
[…] El PCE hubiera debido emprender hace ya algún tiempo […] un proceso
que le condujera a dar vida a una nueva formación de izquierda, dotada de
un programa democrático y reformista, […] desarrollando una estrategia de
colaboración y convergencia con los partidos integrados en la Internacional
Socialista”72.
Como se puede notar, los renovadores hacían hincapié en los valores del refor-
mismo, subrayando que habían “tenido mejores resultados y mayor aceptación
entre las poblaciones que las estrategias y tácticas revolucionarias de la ideología
comunista”73. En este sentido, a nivel nacional preconizaban la búsqueda de la
colaboración con el PSOE, en lugar de la oposición frontal. Por lo que se refería
a la política internacional, se admitía que del mundo bipolar se había pasado
a un mundo hegemonizado por EEUU: no obstante, Palero afirmaba que “al
constatar este hecho” no se debía “caer en añoranzas del mundo anterior”, sino
“apostar por el mundo futuro de la democracia internacional propiciando el
desarrollo de entidades supranacionales, especialmente la CE”74. Planteamientos
análogos eran defendidos, entre otros, por Nicolás Sartorius, portavoz de IU en
el Congreso de los Diputados, y Antonio Gutiérrez, miembro del CC y secretario
general de Comisiones Obreras (CCOO). Asimismo, manifestaron su apoyo a las
tesis renovadoras varias organizaciones regionales del PCE como las de Madrid,
Comunidad Valenciana, Castilla la Mancha, etc.

71
Francisco Palero, Apuntes para el informe de la Comisión Internacional, 20-XI-1991,
AHPCE, caja 386-2.
72
Fernando Pérez Royo, “Ante el XIII Congreso del PCE”, El País, 19-XII-1991.
73
Miguel Morán y Joan Puiguert, “Semblanza y final de una época dominada por la
Revolución de Octubre”, Mundo Obrero, 3, noviembre 1991.
74
Francisco Palero, “Hablando de futuro”, Mundo Obrero, 1, septiembre 1991.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 145

En el XIII Congreso, celebrado entre el 19 y el 22 de diciembre, en nombre


de los renovadores Palero presentó una candidatura que obtuvo el 25% de los
apoyos. Se confirmó, por lo tanto, el liderazgo de Anguita, que vio sus plantea-
mientos respaldados por el 75% de los votos. Merece la pena mencionar que
en los nuevos estatutos el PCE indicaba como su objetivo el “socialismo”, no
ya el “socialismo democrático”, porque –como explicaba Monereo– las fuerzas
que “históricamente se reclaman del socialismo democrático, no solo han sido
incapaces de construir el socialismo sino que, al contrario, hoy son fuerzas que
mayoritariamente se sitúan en el campo de legitimación del capitalismo”75. Los
renovadores, en su mayoría, en los meses siguientes salieron del PCE y con-
formaron, dentro de IU, la corriente Nueva Izquierda (NI). Ésta, liderada por
Sartorius y Diego López Garrido, contó con la adhesión del PASOC y de buena
parte de los miembros independientes de IU como, por ejemplo, Cristina Al-
meida (Paniagua y Ramiro, 2003). El conflicto entre las distintas concepciones
ideológicas y estratégicas se desplazó así del partido a la coalición centrándose,
a lo largo de 1992, sobre la cuestión europea.

5. Antiimperialismo y euroescepticismo
En octubre de 1991, una delegación del CC del PCE estuvo cuatro días en la
República Popular Democrática de Corea y doce en la República Popular China.
A su vuelta, uno de sus integrantes, José Cabo –procedente del PCPE–, celebró
en Nuestra Bandera “las conquistas” de aquellos dos países que tenían el mérito
de no haberse “dejado arrastrar por el síndrome supuestamente democratizador
del Este de Europa”. Escribió que “los logros” de Corea del Norte eran “realmen-
te importantes, cuando no espectaculares”, y que el sistema chino tendía a “la
satisfacción progresiva de todos y cada uno de los derechos humanos”. El largo
artículo concluía de la siguiente manera:
“La experiencia del desarrollo del socialismo en China tiene también una di-
mensión universal. En un momento en que el capitalismo parece ocuparlo y
dominarlo todo y en el que abundan las resignaciones y deserciones, las pér-
didas de perspectiva revolucionaria, China aparece hoy ante el mundo como
un ejemplo de la viabilidad de una construcción social alternativa y superior.
Representa una esperanza […] para el conjunto de la humanidad”76.
Esta valoración apologética de los dos países asiáticos puede resultar extraña si
se piensa que hasta 1989 el PCE había criticado el carácter autoritario y represi-
vo del sistema chino, condenando la masacre de Tiananmén e incitando a Pekín

75
Manuel Monereo, “El verdadero debate de IU”, Nuestra Bandera, 152, 1992.
76
José Cabo, “Desde China y Corea del Norte, una mirada al continente asiático”, Nues-
tra Bandera, 151, 1991.

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146 Emanuele Treglia

a seguir el camino trazado por Gorbachov77. Sin embargo, hay que considerar
que, a lo largo de los dos años siguientes, el afianzamiento del liderazgo de An-
guita y la crisis de la perestroika habían llevado el partido español a fundamentar
su identidad –como se ha visto en las páginas anteriores– en la que el filósofo
Francisco Fernández Buey definía como “ética de la resistencia”: entendida, ésta,
como resistencia a un “nuevo orden internacional dominado a solas por el gran
capital y el ‘imperialismo real’”78.
El abordar la realidad internacional a través de un esquema interpretativo
que presentaba un renovado carácter bipolar –Centro contra Periferia o Nor-
te contra Sur– y se basaba en la lógica de la lucha de clases, hacía que el PCE
adoptase una actitud complaciente, en nombre de la común contraposición al
modelo neoliberal y a EEUU, con los Estados socialistas que habían sobrevivido
al colapso soviético. A propósito de Cuba, por ejemplo, los comunistas espa-
ñoles expresaban no solo solidaridad –invocando la necesidad de levantar el
embargo–, sino también admiración por su sistema social79. Aunque se señalaba
la exigencia de que en la isla se ampliasen los cauces de participación política,
en Mundo Obrero se subrayaba que las reformas allí no debían seguir necesaria-
mente la senda de un modelo de democracia occidental en nombre del cual,
históricamente, se habían “cometido auténticas tropelías y desaguisados”80. Ar-
gumentos análogos eran empleados a finales de 1992 por Frutos quien, a la vuel-
ta de otro viaje a China, sostenía que el país asiático debía emprender cambios
políticos que favorecieran el debate entre la población sin que esto conllevara la
instauración de “una ‘democracia’ como tantas hay”, con “votaciones formales
cada X años” y “ningún respeto a derechos humanos como la posibilidad de
comer y educarse”81. Afirmaciones como éstas evidenciaban: por un lado, que se
producía por parte de la dirección comunista española una cierta devaluación de
la democracia parlamentaria de corte occidental, definida por Anguita como una
“democracia de cáscara”82; por el otro, que a la hora de orientarse en el escenario
internacional en el PCE la perspectiva anticapitalista prevalecía netamente sobre
consideraciones de otro tipo.
Según el “califa rojo”, el imperialismo militar y económico tenía su epicentro
en Estados Unidos, y sus filiales en Japón y Europa occidental, en particular en

77
“El PCE sobre los acontecimientos en China”, Mundo Obrero, 7-VI-1989.
78
Francisco Fernández Buey, “Un acto de valentía”, Mundo Obrero, 5, enero 1992.
79
“Dirigentes del PCE apoyan a Castro”, El País, 13-IX-1991; Santiago Álvarez, “Cuba:
por una movilización solidaria”, Nuestra Bandera, 152, 1992.
80
“Cerca del fondo”, Mundo Obrero, 24-VII-1991.
81
Francisco Frutos, “Una delegación de IU viaja a China” y “China: construir realida-
des”, Mundo Obrero, 17, enero 1993, y 19, marzo 1993.
82
“Entrevista a Anguita”, Mundo Obrero, 2-VII-1991.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 147

la Alemania reunificada con “aspiraciones a un IV Reich”83. Este enfoque con-


dicionó de manera determinante la actitud de los comunistas españoles hacia el
Tratado fundacional de la UE que, firmado en Maastricht en febrero de 1992,
debía ser ratificado por los Parlamentos nacionales (Moreno y Núñez, 2017).
El PCE lo evaluó muy negativamente. Subrayó que en la nueva arquitectura
institucional de la UE se registraban solamente unos “tímidos avances” en lo
que concernía a los poderes atribuidos al PE. Persistía, por lo tanto, un grave
déficit democrático que, según afirmó Anguita en el Congreso de los Diputados
el 1 de octubre, conllevaba lo siguiente: “La cesión de soberanía [por parte de
los Estados] va a ir a parar a centros de decisión que no tienen el control demo-
crático […] ni están supeditados […] al Parlamento Europeo. Esa cesión va a ir
al Consejo Europeo, a la Comisión Europea […] y al Banco Central Europeo”.
En la misma sesión del Congreso, el líder comunista declaró también que no
era “admisible” el mantenimiento de la UEO porque significaba perpetuar la
subordinación a EEUU: “[No] es de recibo que, si lo que se pretende es construir
un sistema de defensa europeo, éste se conciba en el marco de la OTAN”. Según
los comunistas españoles, la conservación de la UEO era un síntoma de que, a
pesar del nacimiento de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), la
naciente UE seguía siendo caracterizada por aquella falta de un proyecto claro y
autónomo de política internacional que ya había sido demostrada por la CE en
la crisis del Golfo84.
De todas formas, las críticas fundamentales se referían al modelo económico
asumido en Maastricht. El PCE defendía la necesidad de que la UE se configurase
como un “espacio económico y social integrado”, mediante la puesta en marcha
de la planificación democrática y de una fuerte política de cohesión económica y
social que incluyera una política fiscal común y la adopción de una Carta Social.
El partido consideraba que, en cambio, el Tratado había ratificado un proceso de
construcción europea basado en un proyecto neoliberal, conducido y hegemo-
nizado por “los intereses de las multinacionales y las fuerzas conservadoras del
continente”85: la Carta Social era “la grande olvidada”, las medidas de cohesión
previstas por el homónimo fondo eran insuficientes y se había “primado la velo-
cidad económica sobre la política”, optando por una política monetarista y la po-
tenciación de los aspectos de libre cambio. A nivel general, el PCE estimaba que
Maastricht promovía “contravalores”. Así lo explicitaba Anguita en el informe

83
“Entrevista a Anguita”, Mundo Obrero, 1, septiembre 1991.
84
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, 1-X-1992, pp. 10612 y 10615; Francis-
co Frutos, “Nuevo orden internacional, construcción europea y las respuestas de la izquierda
social y política”, Nuestra Bandera, 153, 1992.
85
Documento Político, mayo 1992, AHPCE, Asambleas IU; Julio Anguita, “Renegociar
Maastricht”, El País, 12-VI-1992.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


148 Emanuele Treglia

que presentó en la III Asamblea de IU –mayo 1992–, en calidad de coordinador


de la coalición en funciones86:
“Lo público es presentado como sinónimo de inutilidad, de ineficacia e, inclu-
so, de reliquia a desechar. Se exalta la privacidad como única garantía de una
situación de bienestar. […] Lo colectivo, lo común, es representado como un
estorbo, […] mientras que […] se elevan, por vía de la apología […], el mundo
del negocio fácil, la inversión rentable a corto plazo y los beneficios obtenidos
por la especulación”87.
En suma, el PCE veía en el Tratado una pieza clave de la ofensiva que estaban
llevando a cabo las fuerzas conservadoras para acabar, aprovechando el colapso
soviético, con toda perspectiva emancipadora (Forner y Senante, 2019). La críti-
ca a Maastricht conllevaba en el discurso comunista la deslegitimación del PSOE.
No solo porque el partido de González era favorable al Tratado. Sino también
porque, amparándose en los criterios fijados en Maastricht, en primavera el Go-
bierno español puso en marcha el Plan de Convergencia, que suponía recortes
de los gastos sociales y privatizaciones de empresas públicas. Según el PCE, de
esta manera el PSOE, con el objetivo declarado de potenciar “el excedente em-
presarial”, replanteaba completamente, casi anulándolo, el papel del Estado en
la economía, lo que significaba “la aceptación plena de la política de la CEOE”88.
Conforme a estos análisis, los comunistas optaron por la no ratificación del
Tratado e instaron el Gobierno a la convocatoria de un referéndum sobre el mis-
mo. El PCE asumía así una posición euroescéptica. Se trataba, de todas formas,
de un euroescepticismo “soft”. Con esta expresión, según la clásica definición
de Paul Taggart y Aleks Szczerbiak (2008), se hace referencia a una actitud que
refleja insatisfacción y desacuerdos, incluso profundos, con ciertas políticas de la
UE o determinados aspectos de su trayectoria, pero sin rechazar por principio la
integración europea. Efectivamente, aunque refutaba el modelo de Maastricht, el
PCE seguía invocando “otra” Europa, concebida como un espacio de democracia
política y económica avanzada.
La postura de no ratificación adoptada por los comunistas, sin embargo, no
era compartida ni por IC, ni por los otros miembros de IU que conformaban la
corriente NI. Éstos, si por un lado reconocían la oportunidad de un referéndum
y admitían que el Tratado presentaba insuficiencias, por el otro subrayaban que
contenía avances considerables y expresaban una valoración globalmente positi-
va. En este sentido, Sartorius y López Garrido escribieron en El País:

86
Anguita, coordinador federal de IU desde 1989, había dimitido del cargo a finales de
1991 en polémica con la decisión de IU del País Valenciano de constituirse en partido político,
siguiendo las tesis renovadoras.
87
Informe de gestión, mayo 1992, AHPCE, Asambleas IU.
88
Algunos elementos de la situación internacional, 1992, F10M, ASA, caja 27; VV. AA., 1992.

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Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 149

“La Unión Europea es […] un proyecto objetivamente antihegemonista y pa-


cificador. […] El Tratado convierte a la Comunidad Económica Europea en
una Unión político-económica, con un contenido que no debe despreciarse.
En Maastricht hace su aparición la ciudadanía europea […]. La Unión Europea
da un tímido paso, es cierto, hacia la cooperación en política exterior y de de-
fensa, en asuntos de interior y justicia, pero, al menos, europeiza esas políticas.
[…] Maastricht da un paso histórico en la política monetaria […] y da un paso
mucho más limitado en la democratización de sus estructuras, pero no puede
decirse que no se avanza nada. El Parlamento Europeo consigue la colegislación
en materias como la libre circulación de trabajadores, el mercado interior, la
educación, I+D, medio ambiente, infraestructura, sanidad, cultura, protección
de consumidores, ciudadanía europea y acuerdos internacionales. Asimismo,
mantiene una capacidad de influencia en las demás políticas”89.
Además, los integrantes de NI hacían hincapié en el hecho de que la no ratificación
de Maastricht en el futuro inmediato no habría ciertamente conllevado la afirma-
ción de otro modelo más progresista, sino la victoria de aquellas tesis conservadoras
que, lideradas por Margaret Thatcher, eran reacias a cualquier compromiso políti-
co y aspiraban a mantener Europa simplemente como un “hipermercado”. Alonso
Puerta, por ejemplo, al mismo tiempo que defendía que el Tratado de Maastricht
contenía “más Europa y más dimensión social que todos los tratados y actuaciones
anteriores”, advertía que su naufragio habría supuesto la “plena vigencia del Acta
Única y del Mercado Interior Único”, lo que habría sido “la mayor plasmación de
la lógica capitalista en Europa”90. Consecuentemente, NI era partidaria de que IU
aprobara Maastricht con un “sí crítico”, considerando también que el propio Tra-
tado preveía un proceso de revisión al cabo de cuatro años –el futuro Tratado de
Ámsterdam–. A este propósito, Antoni Gutiérrez escribió en Nuestra Bandera que,
en lugar de ver el vaso de Maastricht como medio vacío, era oportuno hacer lo si-
guiente: “Vamos a beber el medio vaso que hay, pero vamos a intentar que este vaso
se llene de nuevo en la perspectiva del 96”91. Cabe señalar que también CCOO, en
línea con la Confederación Europea de Sindicatos, se pronunció por un “sí crítico”
a Maastricht con motivaciones análogas, a pesar de la opinión contraria del sector
minoritario liderado por Agustín Moreno y Marcelino Camacho.
Las dos posiciones sobre el Tratado se enfrentaron por primera vez en la III
Asamblea Federal de IU, celebrada en mayo. Anguita, quien dejó claro que no
asumía “el sistema capitalista, ni siquiera con un sí crítico”92, vio respaldada su

89
Nicolás Sartorius y Diego López Garrido, “Unidad europea”, El País, 22-VI-1992; Sar-
torius, 1992.
90
“Consejo Político Federal de IU”, Mundo Obrero, 14, octubre 1992.
91
Antoni Gutiérrez, “La izquierda europea tras los acuerdos de Maastricht”, Nuestra Ban-
dera, 153, 1992.
92
“Sartorius consolida la corriente Nueva Izquierda”, El País, 25-V-1992.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


150 Emanuele Treglia

postura por el 60,35% de los asistentes –los miembros del PCE e IR–, siendo
elegido nuevamente coordinador federal de la coalición. En cambio, la candi-
datura de NI encabezada por Sartorius obtuvo el restante 39,64% de los votos.
Comentando la III Asamblea, Frutos escribió que la línea de NI, por abrazar “los
postulados del adversario” y considerar que ya no había “sitio en este mundo
para […] revoluciones”, le producía “un rechazo ético y estético”93. Los debates
sobre la cuestión europea, en todo caso, no se cerraron en mayo, sino que siguie-
ron desarrollándose durante y después del verano, con vista a la celebración de
la sesión del Congreso de los Diputados que, el 29 de octubre, tenía que ratificar
el Tratado. En la reunión del Consejo Federal de IU celebrada el 27 de septiem-
bre, se aprobó –con noventa y nueve votos contra sesenta y tres– una resolución
que confirmaba la postura de no ratificación de Maastricht, la cual habría debido
traducirse en la abstención del grupo parlamentario de IU-IC en la votación del
29 de octubre94. Sin embargo, esta decisión no fue acatada. Efectivamente, en el
Congreso de los Diputados ocho de los diecisiete representantes de IU-IC –los
tres miembros de la formación catalana y los cinco exponentes de NI– votaron
finalmente “sí” a la ratificación (Quintanilla, 2001).
Se hizo así definitivamente evidente que en IU –como en el PCE en el perío-
do anterior– había dos proyectos políticos divergentes, basados en sensibilidades
ideológicas contrapuestas –reformismo contra anticapitalismo–, cuya cohabita-
ción resultaba problemática y conflictiva.

6. Conclusiones
En febrero de 1993 se celebró en Madrid una reunión del Foro de la Nueva Iz-
quierda Europea, que contó con la participación de diversos partidos de la UE
que se situaban a la izquierda de la socialdemocracia. En su discurso de apertura,
Anguita afirmó:
“El establecimiento de este Foro […], su relación con el llamado Foro de Sao
Paulo, […] suponen nuevo pasos en una respuesta alternativa desde la izquier-
da al intento de establecer un Nuevo Orden Mundial basado en la hegemonía
de una gran potencia, los Estados Unidos, y al intento de crear una Europa al
margen de los intereses de los ciudadanos”95.
Estas palabras resultan significativas porque permiten insertar el euroescepticis-
mo recién abrazado por el PCE en el marco del llamado “altereuropeísmo”. Efec-
tivamente, el incipiente movimiento altereuropeísta, que se desarrollaría más

93
Francisco Frutos, “Clara la política y la organización”, Mundo Obrero, 10, junio 1992.
94
“Resolución presentada por Julio Anguita” y “Resolución presentada por Francisco
Palero”, Mundo Obrero, 14, octubre 1992
95
“Por una Europa Roja y Verde”, Mundo Obrero, 18, febrero 1993.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 151

plenamente en los años siguientes, se caracterizó –y se sigue caracterizando– por


el establecimiento de un nexo explícito entre las críticas al modelo asumido
por la UE y la oposición a la globalización neoliberal, configurándose como la
vertiente europea del movimiento altermundista (Leconte, 2010: 235-244; Della
Porta y Caiani, 2006). De ahí la referencia de Anguita al Foro de Sao Paulo, que
reunía organizaciones de la izquierda anticapitalista latinoamericana (Regalado,
2008). Además, en el mismo discurso de febrero de 1993, el líder del PCE e
IU aplicó también al escenario europeo la nota fórmula de las “dos orillas” que
acababa de lanzar en el ámbito nacional. Dado que la disyuntiva “neoliberalismo
no-neoliberalismo sí” constituía el criterio básico para determinar la pertenencia
de una fuerza política a la orilla izquierda o a la derecha, el “califa rojo” situó
no solo al PSOE, sino al conjunto del Partido de los Socialistas Europeos en la
segunda.
Estos planteamientos guiaron la estrategia de alianzas de IU tras las eleccio-
nes europeas de 1994, en las que la coalición obtuvo el 13,44% de los votos y
nueve eurodiputados, subiendo siete puntos respecto a 1989. Mientras NI e IC,
partidarios en España de tender puentes hacia el PSOE, defendieron la perspecti-
va de un acercamiento al Grupo Socialista del PE, el sector mayoritario optó por
una reconfiguración de IUE sobre bases euroescépticas-altereuropeístas, cam-
biando su denominación a Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea e
incluyendo en su seno a PCP, PCF, Partido Comunista de Grecia y Refundación
Comunista –el sector minoritario del PCI que no había aceptado la mutación
promovida por Occhetto– (Charalambous, 2013; Bell, 1996). Los restos del co-
munismo europeo que habían sobrevivido al colapso soviético se juntaban así en
el problemático intento de promover un nuevo internacionalismo que se adap-
tara al escenario de la posguerra fría.
El acercamiento al PCP, una formación defensora de un marxismo-leninis-
mo ortodoxo y cuya relación con el PCE desde los sesenta había sido caracte-
rizada por constantes polémicas y desencuentros –piénsese por ejemplo en las
crítica de Santiago Carrillo a la política de Álvaro Cunhal durante la Revolución
de los Claveles (Treglia, 2015.b)–, resulta emblemático del neto alejamiento de
los postulados del eurocomunismo que había experimentado el partido español
bajo el liderazgo de Anguita. Efectivamente el “califa rojo”, como se ha visto a lo
largo de las páginas anteriores, desde 1988 había impreso al PCE un progresivo
viraje a la izquierda, que había conllevado la reavivación del anticapitalismo y
la adopción de esquemas interpretativos de la realidad nacional e internacional
que en buena medida se basaban en una adaptación, al contexto de finales del
siglo XX, del tradicional concepto marxista de la lucha de clases. Desvanecidas
las esperanzas levantadas inicialmente por la perestroika, ante la crisis y caída
del sistema soviético el sector “duro” liderado por Anguita –nutrido por los diri-
gentes procedentes del PCPE– había reafirmado la vigencia del ideal comunista.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


152 Emanuele Treglia

En este sentido, había rechazado la perspectiva de disolver el PCE en IU y había


fundamentado la “razón de ser” del partido en una lógica de contraposición al
nuevo orden mundial caracterizado por la hegemonía estadounidense y la ex-
pansión del modelo neoliberal. En este marco, la labor de Gorbachov, aplaudida
hasta 1989, había pasado a ser criticada en cuanto corresponsable de la emersión
de dicho orden. Especialmente reveladora de los nuevos enfoques adoptados por
el PCE desde finales de los ochenta había sido la decisión de no proceder a la
ratificación del Tratado de Maastricht, al juzgar que la naciente UE, además de
mantener su subordinación a EEUU, se estaba plasmando según una orientación
conservadora y neoliberal.
La línea de Anguita había generado constantes polémicas internas, tanto en
el PCE como en IU. No obstante, había resultado ampliamente mayoritaria en el
XIII Congreso del partido, encontrando el favor de una militancia que no estaba
dispuesta a perder sus señas de identidad. En este sentido, la reivindicación de la
vigencia del ideal comunista, y su proyección en una perspectiva salvífica, habían
funcionado como antídoto para no ceder al desánimo provocado por el colapso
soviético. Aunque en la III Asamblea de IU las disidencias habían sido cuantitati-
vamente notables, gracias a la posición hegemónica que ostentaba en el seno de la
coalición el PCE había conseguido que también ésta asumiera oficialmente la pos-
tura euroescéptica y la correlativa lógica de contraposición al nuevo orden mun-
dial, manteniéndolas en los años siguientes. Las polémicas internas continuaron
hasta estallar en 1997, cuando NI –que mientras tanto se había convertido en el
Partido Democrático de la Nueva Izquierda– decidió abandonar la coalición. Aquel
mismo año también IC, después de haber manifestado repetidamente su coinci-
dencia con los planteamientos de los renovadores y NI, rompió su alianza con IU.
De todas formas, a pesar de las divisiones y de que pudiera parecer algo con-
tracorriente en la historia, en los años inmediatamente posteriores a la caída de
la URSS los resultados de Izquierda Unida en las elecciones generales registraron
un incremento constante, alcanzando su cénit en 1996 –10,54% y veintiuno
diputados–. Efectivamente, a corto plazo, la identidad antagonista forjada por
los comunistas y la consecuente oposición frontal al PSOE resultaron fructuosas:
IU se benefició del progresivo desgaste del partido de gobierno, convirtiéndose
en el receptor del creciente descontento generado en ciertos sectores de los vo-
tantes de izquierdas por la labor del ejecutivo socialista. Pero, tras la llegada al
poder del Partido Popular, se hizo evidente toda la fragilidad de la estrategia de
Anguita, que quedó certificada por la vertiginosa caída registrada por IU en las
europeas de 1999 –5,7%– y en las generales del 2000 –5,4%–, lo que provocó
las dimisiones del “califa rojo”.
Finalmente, cabe señalar que, mientras IU ha seguido manteniendo has-
ta hoy en día una postura euroescéptica “soft”, en los últimos años Anguita y
Manuel Monereo –quien había sido uno de los máximos exponentes del sector

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 127-155


Contra el nuevo orden mundial. El comunismo español ante la posguerra fría 153

“duro”, procedente del PCPE– han emprendido decididamente un camino hacia


un euroescepticismo “hard”. En una serie de artículos publicados en 2018, en
efecto, utilizando argumentos muy parecidos a los que se han visto en las pági-
nas anteriores, es decir, basados en el anticapitalismo y el rechazo profundo a
la globalización neoliberal, han afirmado que se ha acabado “el tiempo de ‘más
Europa’”. Como alternativa, han reivindicado la independencia nacional y abra-
zado posiciones soberanistas96: lo que resulta sintomático de las dificultades
que, tras la caída del Muro de Berlín, han encontrado y siguen encontrando los
(post)comunistas a la hora de redefinir su estrategia internacional.

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ESTUDIOS
STUDIES
Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo
29 en la provincia de Valencia durante los años treinta
Correcting Maura: Incidence and Amendment of Article 29
in the Province of Valencia during the Thirties

Sergio Valero Gómez*


Universitat de València
[email protected]
ORCID: 0000-0001-7354-9289
Recibido: 30-7-2019
Aceptado: 19-11-2019

Cómo citar este artículo / Citation: VALERO GÓMEZ, Sergio (2019).


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 en la provincia
de Valencia durante alos años treinta. Pasado y Memoria. Revista de Historia
Contemporánea, 19, pp. 159-181
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.06

Resumen
El artículo 29 de la Ley electoral de 1907 establecía que no habría elección en caso
de que hubiera tantos candidatos como puestos a cubrir en unos comicios. Y seguía
vigente el 12 de abril de 1931, cuando se celebraron las elecciones municipales que
dieron vida a la Segunda República. Sus consecuencias –la existencia de concejales y
ayuntamientos no electos, siguieron presentes hasta las elecciones municipales parcia-
les de abril de 1933.
El propósito del presente artículo es mostrar la incidencia y la corrección del artículo 29
en la provincia de Valencia. Un segundo objetivo consiste en comparar, desde una nueva

*
Este estudio se enmarca en el Grupo de investigación de excelencia PROMETEO de la
Conselleria d’Educació de la Generalitat Valenciana, GEHTID (Grup d’Estudis Històrics sobre les
Transicions i la Democràcia, GVPROMETEO/2016/108). Quiero expresar mi agradecimiento a
Antonio Calzado por su ayuda para la realización de este artículo

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


DOI: 10.14198/PASADO2019.19.06
160 Sergio Valero Gómez

perspectiva, su incidencia en las provincias que albergaban los grandes núcleos de pobla-
ción de los años treinta, como la de Valencia, con la que tuvo en aquellas consideradas
tradicionalmente como las más afectadas según cómputos de población relativos.
Palabras clave: Valencia. Elecciones. Poder local. Artículo 29. Participación.

Abstract
Article 29 of the 1907 Electoral Law stated that there would be no ballot if the number
of candidates equalled that of the posts to be filled in an electoral process. And this was
still in force on 12th April 1931, when the municipal elections leading to the birth of the
Spanish Second Republic were held. The consequences –the existence of non-elected
councils and councillors– were kept until the April 1933 partial municipal elections.
The aim of this paper is to show the impact and the amendment of Article 29 in the province
of Valencia. A second aim is to compare, from a new perspective, that impact in provinces
like that of Valencia, where there were big cities during the thirties, to others traditionally
considered most affected on the basis of their relatively high population numbers.
Keywords: Valencia. Elections. Local power. Article 29. Turnout.

El artículo 29 de la Ley electoral de 1907, aprobada durante el conocido como


Gobierno Largo de Maura, es una de las disposiciones más conocidas de la le-
gislación electoral contemporánea española. En él se establecía que, cuando en
cualquier proceso electoral había igual número de candidatos que puestos a cu-
brir, estos eran directamente proclamados sin necesidad de celebrar la elección
(Tusell, 1970a; Carnero, 1997)1.
A pesar de que no era el aspecto más restrictivo de dicha ley2, se convirtió
en el ejemplo paradigmático del deseo de limitar el sufragio y la competencia
política de la mayor parte de las élites políticas de la Restauración, deseosas de
controlar el ejercicio del sufragio universal3, sobre todo tras comprobar algunas
consecuencias no deseadas a partir de la aplicación de la ley de 1890 (Dardé,
1985, 1989-1990, 1993, 1993-1994 y 1998). Ello no sólo se manifestó en la
aprobación de dicha disposición, sino fundamentalmente, en “la falta de volun-
tad de revocarlo a posteriori” (Cabo Villaverde, 2008: 25).

1
Ley electoral de 8 de agosto de 1907, Gaceta de Madrid, 10 de agosto de 1907.
2
Más grave era la restricción de la competencia política que suponía el artículo 24, por
el que se endurecía el procedimiento para ser candidato en las elecciones; o la restricción a la
transparencia del proceso que suponía la interrelación de dicho artículo con el artículo 30, se-
gún el cual sólo podían nombrar interventores los candidatos (Carnero, 1992 y 2001; López,
1998). En términos comparativos con otros países de la Europa del Sur, Carnero, 2011.
3
El hecho de que dicha disposición fuera propuesta por el republicano posibilista
Gumersindo de Azcárate no salva de responsabilidad a las élites restauracionistas, pues las
coincidencias entre Azcárate y dichas élites, tanto liberales como conservadoras, en el encau-
zamiento de las masas en política fueron muchas (Soriano, 2011).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 161

Más de dos décadas después, tras la dimisión de Miguel Primo de Rivera en


enero de 1930, el nuevo jefe de Gobierno, el general Berenguer, fue nombrado
por Alfonso XIII con el propósito de restablecer la normalidad constitucional de
1876. Dentro de ese proceso, las elecciones municipales del 12 de abril de 1931
iban a ser sólo el primer paso, y, en ellas, la ley electoral de 1907 era el marco
de referencia. Por ello, el domingo anterior al día oficial de las elecciones, el 5 de
abril, se consumó la aplicación de dicho artículo para clarificar en qué lugares se
celebraría efectivamente la elección y en cuáles no iba a ser necesaria.
Los resultados de estas elecciones supusieron la proclamación de la Repú-
blica, cuyo Gobierno Provisional tuvo como uno de sus primeros propósitos la
eliminación de esta norma de la legalidad electoral4. Ahora bien, subsistieron
los ayuntamientos surgidos por dicho artículo. Por ello, el Gobierno de Ma-
nuel Azaña convocó para abril de 1933 unas elecciones municipales parciales,
destinadas a la eliminación de los restos del artículo 29 en la política española
(Villa, 2012).
Convocadas para solucionar un problema de origen de parte del poder mu-
nicipal, se produjeron en un momento en el que las grandes reformas del bienio
1931-1933 ya se habían aprobado y la oposición del Partido Radical, a pesar de
que no bajaba su tono, parecía incapaz de hacer frente a la coalición de gobierno,
que había superado no sólo un golpe de Estado en agosto de 1932, sino tam-
bién diversas intentonas anarquistas en diciembre de 1932 y enero de 1933. De
hecho, estas elecciones iban a servir, entre otras cosas, para medir el apoyo a los
partidos del Gobierno.
La historiografía local y nacional ha abordado en profundidad y extensión
los procesos electorales de los años treinta, con dos características básicas: cen-
trar su atención principalmente en las elecciones legislativas y/o no abordar to-
talmente el alcance de las elecciones municipales. En este sentido, el listado de
obras sobre cuestiones electorales durante la Segunda República es extensísimo
y planteado fundamentalmente desde el nuevo marco que el régimen republica-
no impuso para estos procesos: la provincia5. Pero, como decimos, la atención
prestada a los procesos electorales municipales, a pesar de haber sido la vía de
nacimiento del nuevo régimen, no es demasiado extensa. Si bien las elecciones
del 12 de abril de 1931 y sus resultados son una cita ineludible de cualquier

4
De ello se encargó Miguel Maura, ministro de Gobernación, a través del Decreto de 8
de mayo de 1931, Gaceta de Madrid, 10 de mayo de 1931.
5
Una de las características de los análisis electorales españoles de los años treinta sigue
siendo la escasez de estudios de corte nacional, gracias a los cuales obtener una visión de
conjunto. Eso da un valor mayor –aunque algunos tengan carácter controvertido– a los pocos
estudios de este tipo: Tusell, 1971; Tusell; Ruiz Manjón; García Queipo de Llano, 1982; Villa,
2011 y 2012; Álvarez Tardío y Villa, 2017.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


162 Sergio Valero Gómez

análisis sobre la Segunda República, no lo son tanto otros momentos, como las
elecciones parciales de mayo de 1931 o las de abril de 1933, o algunos aspectos
concretos, como la incidencia del artículo 29 en el desarrollo de ese momento
crucial.
En este último caso, los vacíos son aún mayores, pues se añade la existen-
cia de tópicos historiográficos que ensombrecen algunos aspectos reseñables
del proceso de cambio de régimen que tuvo lugar en la primavera de 1931. Los
análisis sobre el artículo 29 se han centrado básicamente en aquellas zonas que
se creían menos movilizadas políticamente –el interior y norte peninsular–,
de forma que, para las provincias donde se situaban las grandes ciudades del
país (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Vizcaya, Málaga, Alicante, Oviedo),
apenas existen análisis sobre la incidencia de dicha disposición y sus benefi-
ciarios6, a pesar de que los datos nos indican que su repercusión no fue del
todo irrisoria.
Por eso, el objeto de este artículo será mostrar tanto la incidencia del artícu-
lo 29 en las elecciones municipales de abril de 1931 como su corrección en el
proceso electoral de abril de 1933 en una provincia como la de Valencia, uno de
los escenarios social y políticamente más dinámicos y plurales del país, donde
a un fuerte republicanismo histórico, representado por el Partido de Unión Re-
publicana Autonomista (PURA), y toda una panoplia de fuerzas antidinásticas,
sobre todo en los núcleos urbanos de la provincia, se unía la existencia de una
notable movilización católica desde finales de la primera década del siglo, y de
una amplia sindicación en torno a la CNT y la UGT, equilibradas en sus fuerzas
a comienzos de la década de los treinta (Girona, 1992; Ruiz Torres, 1990; Furió,
1995).
Este escenario es, por tanto, de máximo interés para observar la incidencia
del artículo 29 y su posterior corrección en abril de 1933, sobre todo por ser
una de esas provincias que albergaba una gran ciudad, muy diferente del que
tradicionalmente se ha entendido como foco de esa disposición electoral. Todo
ello con el objetivo de que pueda ser útil para animar a la realización de estudios
similares en provincias con características anejas y aportar una pieza más que
ayude a construir el puzle electoral nacional de la Segunda República.

6
Un análisis reciente sobre la provincia de Valencia, Martínez Relanzón, 2018.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 163

Mapa 1 – Mapa comarcal de la provincia de Valencia

Para ello, se han utilizado fuentes relativas a los procesos electorales de 1931
y 1933. En el primer caso, documentación del Ministerio de Gobernación y del
Gobierno Civil de la provincia de Valencia depositada en el Archivo Histórico Na-
cional (AHN) y el Archivo General de la Administración (AGA), respectivamente,
combinada con los datos ofrecidos por la prensa valenciana (El Pueblo, Las Provin-
cias, El Mercantil Valenciano y Diario de Valencia, fundamentalmente) en los meses
de abril y mayo de ese año. En el segundo, la fuente principal será esa misma pren-
sa, junto con los datos ofrecidos por el Anuario Estadístico de España de 1934.

El artículo 29 en la provincia de Valencia


En el proceso de renovación de los ayuntamientos que se produjo entre abril
y mayo de 1931, con los comicios del 12 de abril y el 31 de mayo como hitos
fundamentales, la aplicación del artículo 29 en la provincia de Valencia tuvo una
incidencia mínima7.

7
Para un mayor desarrollo de estos procesos entre abril y mayo de 1931 ver Valero,
2012: 33-93.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


164 Sergio Valero Gómez

En todo el país, fueron designados según esta disposición 29.804 concejales


(37%), es decir, más de un tercio de los que debían ser elegidos en los comicios
del 12 de abril (Ben Ami, 1990: 334-335; Villa, 2012: 153). En el caso valenciano,
afectó a 409 concejales, de un total de 2.637, es decir, uno de cada seis concejales
de los que accedieron al cargo en abril de 1931 (15’5%) lo hizo sin necesidad de
pasar por un proceso electivo. En este procedimiento, además, monárquicos y
republicanos consiguieron hacerse con un número similar de concejales: los pri-
meros se hicieron con 201 (49’15%) frente a los 189 (46’2%) de los segundos, a
los que habría que sumar 19 concejales (4’65%) cuya filiación era desconocida8.
Cuadro 1 – Concejales conseguidos por el artículo 29
Comarca Monárquicos Republicanos Indefinidos Total
Camp de Morvedre 19 (42’2%) 26 (57’8%) - 45
Camp de Túria - - - -
Canal de Navarrés 15 (62’5%) - 9 (37’5%) 24
Horta Nord 7 (31’8%) 15 (68’2%) - 22
Horta Oest - - - -
Horta Sud 2 (33’3%) 4 (66’7%) - 6
Hoya de Buñol - - - -
La Costera 5 (41’7%) 6 (50%) 1 (8’3%) 12
La Safor 16 (69’6%) 7 (30’4%) - 23
Los Serranos 9 (34’6%) 17 (65’4%) - 26
Requena-Utiel 5 (12’5%) 35 (87’5%) - 40
Ribera Alta 27 (56’25%) 21 (43’75%) - 48
Ribera Baja - 10 (52’6%) 9 (47’4%) 19
Rincón de Ademuz 32 (100%) - - 32
Valle de Ayora - 9 (100%) - 9
Vall d’Albaida 64 (62’1%) 39 (37’9%) - 103
Total Provincia 201 (49’15%) 189 (46’2%) 19 (4’65%) 409
Fuente: Datos de elaboración propia a partir de AGA, Fondo Gobernación, 44/266; El Pueblo,
7 de abril de 1931. El Pueblo, Las Provincias y Diario de Valencia, 25 de abril de 1933; Agulló
y Juan Revert, 1992: 81.

8
No conocemos la composición del ayuntamiento de Quesa, con nueve concejales, y
diez más (uno de Cerdá y los nueve de Riola) aparecen reseñados como «indefinidos». Ade-
más, a diferencia de otros autores, hemos unido los concejales constitucionalistas al grupo de
concejales monárquicos. Los datos en AGA, Fondo Gobernación, 44/266; AHN, FC, serie A,
leg. 30, nº 6; y El Pueblo, Las Provincias y Diario de Valencia, abril de 1931 y de 1933.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 165

El total de concejales es una cifra muy polémica, ya que la documentación


no coincide en este dato. Existen varias fuentes que se pueden rastrear para in-
tentar averiguar cuál fue el número de concejales nombrados gracias al artículo
29 en las elecciones de abril de 1931, pero todas ellas generan problemas.
La primera de ellas sería el Anuario Estadístico de España de 1931. En
este volumen aparecen los datos referidos a los concejales proclamados en las
elecciones de ese año, incluidos los que lo fueron por el artículo 29. Podría
ser, en un principio, la fuente más fiel. Sin embargo, las cifras que contiene
han sido desmontadas por varios investigadores, al demostrar que eran suma-
mente paradójicas (Ben Ami, 1990: 333-337; Bermejo, 1985: 102; Requena,
1991: 255). Y eso mismo ocurre en el caso de la provincia de Valencia, para la
que el Anuario señala que se proclamaron 512 concejales por el artículo 29:
293 republicanos, 16 socialistas, 112 monárquicos, 72 de otra filiación, y 19
de los que esta no constaba9. Llama la atención, principalmente, la cifra de
concejales monárquicos proclamados, pues no concuerda con la ofrecida por
el propio Gobierno Civil de la provincia de Valencia y la prensa10. Lo mismo
ocurre con el resto de los valores, pero, en estos casos, podríamos admitir la
posibilidad de que faltaran localidades por analizar, a pesar de lo cual seguiría
sin corresponder la cifra de concejales monárquicos proclamados, pues los
datos del Anuario ofrecen una cantidad menor de la que ofreció el Ministerio
de Gobernación días antes de las elecciones. Por tanto, a las ya existentes en
otros estudios, tanto nacionales como regionales, se añadiría esta discordancia
en el caso valenciano.
Ahora bien, los datos aportados por Shlomo Ben Ami, extraídos de los fon-
dos del Ministerio de Gobernación, tampoco concuerdan con los proporciona-
dos por el Gobierno Civil de Valencia, ya que Ben Ami recoge un total de 464
concejales proclamados en virtud del artículo 29: 280 monárquicos, 154 repu-
blicanos, 26 constitucionalistas y 4 de otra/s filiación/es (Ben Ami, 1990: 452-
453)11. Aquí, la discordancia de las cifras es aún más llamativa que en el caso an-
terior, pues corresponden a la misma institución –el Ministerio de Gobernación
y el Gobierno Civil de la provincia.
Ante esta situación, hemos optado por prestar mayor atención a los datos
ofrecidos por el Gobierno Civil, que, además, aparecen desglosados no sólo por
filiación política, sino también por municipio. Esta fuente se completaría con los
datos proporcionados por la prensa local.

9
Anuario Estadístico de España, 1931-1932 (www.ine.es).
10
Los días previos al 12 de abril la prensa provincial publicó los datos ofrecidos por el
Ministerio de Gobernación sobre concejales proclamados por el artículo 29 y, en el caso de los
monárquicos, fueron 248.
11
Estos datos en AHN, FC, serie A, leg. 30, nº 3.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


166 Sergio Valero Gómez

En este sentido, 47 ayuntamientos de un total de 264 que tenía la provincia,


es decir, el 17’8% del total, fueron renovados a través del artículo 29. En térmi-
nos de población, ello afectó al 9%, es decir, a 93.747 habitantes del 1.042.154
con el que contaba la provincia12. De este modo, el artículo 29 afectó de manera
marginal a las elecciones de abril de 1931 en la provincia de Valencia, y, sobre
todo, lo hizo en poblaciones pequeñas, principalmente de las comarcas interio-
res. Todo ello con excepciones notables como la ciudad de Requena. Por tanto,
al encajar las piezas valencianas en el puzle español de abril de 1931, se ve que,
con relación a otras provincias, fundamentalmente del centro y norte peninsular,
la incidencia sería reducida, sobre todo en términos relativos.
Ahora bien, no se deben realizar conclusiones aceleradas y pensar que, de-
bido a los bajos registros relativos, este asunto se debe cerrar minimizando el
impacto del artículo 29, como tradicionalmente se ha hecho. Si bien en esos
términos, la provincia de Valencia, junto con el resto de provincias que alberga-
ban grandes ciudades, además de muchas del sur peninsular, se situó en la parte
menos afectada del país, al observar los datos absolutos, es decir, el número de
ayuntamientos, concejales y ciudadanos concernidos por dicha disposición, se
puede comprobar cómo los resultados son más importantes de lo que parece a
primera vista.
Obviamente son imprescindibles los datos relativos para poder hacer com-
paraciones, pero sin que ello suponga dejar de lado los datos absolutos. En el
caso de las provincias con grandes ciudades, como Valencia, los grandes núcleos
de población llegan a distorsionar la incidencia que tuvo el artículo 29. Debido
a la falta de datos, como ya se ha señalado, dicha cuestión aún está por asentar,
pero, por ello, esta investigación puede resultar relevante: por mostrar cómo esta
repercusión es pareja en términos absolutos en muchas de las provincias que en
términos relativos aparecen muy distantes.
A modo de ejemplo, es útil tomar el caso de Guipúzcoa. En dicha provincia,
el artículo 29 afectó en abril de 1931 al 47’2% de los ayuntamientos, al 38’3% de
los concejales y al 22’3% de la población (Rodríguez Ranz, 1994: 273-279). Son
cifras mucho más elevadas que las de Valencia, pero, tras ellas, se esconden unos
valores absolutos inferiores a los valencianos. Los ayuntamientos afectados fue-
ron 42 en el caso guipuzcoano y 47 en el valenciano; en Valencia fueron elegidos
409 concejales frente a los 329 de Guipúzcoa; y mientras hubo más de noventa
mil valencianos afectados, los guipuzcoanos fueron 67.439.
Por tanto, ante este panorama, la pregunta sería: ¿dónde afectó más el artícu-
lo 29? Claramente, en términos relativos, la provincia vasca supera con creces a
la valenciana. Sin embargo, si se centra la atención en la cantidad de ciudadanos

12
Censo de 1930 (www.ine.es).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 167

afectados, tal y como debería ser en un contexto de políticas de masas y demo-


crático, en Valencia un mayor número de ciudadanos sufrió los efectos de esta
disposición. Esta es una muestra de que el análisis debe ser retomado y llevado
hasta el final, incluso en aquellos lugares donde algunas cifras apuntan que qui-
zás no sea tan necesario o significativo.
Por otro lado, ¿a quién benefició la aplicación del artículo 29? Tradicional-
mente, se ha establecido que su aplicación beneficiaba en mayor medida a las
fuerzas dinásticas –partidos Liberal y Conservador13. Pero más bien hay que
decir que el artículo solía beneficiar a la fuerza política preponderante en el lugar
en el que se aplicaba. Para la provincia de Valencia, con una presencia notable
del republicanismo y el socialismo, el beneficio se repartió casi a partes iguales
entre monárquicos y republicanos, con una victoria por la mínima para los pri-
meros, que se hicieron con 23 ayuntamientos (el 48’9% del total) frente a los 21
que acabaron bajo control republicano-socialista (el 44’7%)14.
En este caso, también es interesante observar las dinámicas que aporta una
provincia como la valenciana, pues, aunque los resultados no cuestionan la máxi-
ma de que los monárquicos fueron los más beneficiados de la aplicación del artícu-
lo 29, sí se matiza la fuerza con la que se impusieron y, por tanto, sus beneficiarios.
De este modo, por aportar algunos datos para la comparación, mientras en Va-
lencia monárquicos y republicanos consiguieron resultados muy parejos, en otras
provincias las distancias eran enormes: en Tarragona, los monárquicos se hicieron
con el 65’5% de los concejales y los republicanos con el 34’5%; en Almería, los
primeros consiguieron el 42’5% de los regidores y los republicano-socialistas el
26’2%; en Granada, los monárquicos obtuvieron el 95’5% de los concejales; en
Ciudad Real, el 93’5%; y, finalmente, en Albacete, el 81% frente al 7’6% de los
republicano-socialistas (Requena, 1991: 255-260; Alarcón, 1984: 379; del Rey,
2008: 99; López Martínez; Gil Bracero, 1997: 112-114; Molins, 1985: 35).

13
Así se colige en la explicación ya clásica que realizó Javier Tusell para el período de la
Restauración, en la que se ofrecían diferentes casuísticas de aplicación del artículo 29, pero
solo se contemplaba la posibilidad de que tuviera como consecuencia la llegada al Congreso
de un miembro de alguno de los partidos del turno (Tusell, 1970a: 588). Y así lo consideraron
también los contemporáneos (Cabo Villaverde, 2008: 33-36).
14
Ver cuadro 2. Del lado republicano-socialista cayeron los ayuntamientos de Alcántara del
Júcar, Alfara de Algimia, Algar de Palancia, Benavites, Benifairó de les Valls, Carlet, Cortes de Pallás,
Faura, Fontanares, Fuenterrobles, Llutxent, Lugar Nuevo de la Corona, Moncada, Pedralba, Poliñá
del Júcar, Quatretonda, Requena, Sinarcas, Sot de Chera, Terrateig y Vallés. Mientras, del lado mo-
nárquico cayeron los de Agullent, Albaida, Algemesí, Almácera, Andilla, Ayelo de Rugat, Benisoda,
Bicorp, Bocairent, Carrícola, Casas Bajas, Castellonet, Cerdà, Cotes, Estubeny, Guadasequies, Piles,
Puebla de San Miguel, Salem, Segart de Albalat, Sempere, Torrebaja y Vallanca. Desconocemos los
resultados de Quesa; en Barx se produjo un empate entre republicanos y monárquicos; y en Riola,
la totalidad de los concejales proclamados se denominaban indefinidos.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


168 Sergio Valero Gómez

Cuadro 2 – Ayuntamientos conseguidos por el artículo 29


Comarca Monárquicos Republicanos Desconocido15 Total
Camp de Morvedre 1 (16’7%%) 5 (83’3%) - 6
Camp de Túria - - - -
Canal de Navarrés 2 (66’7%) - 1 (33’3%) 3
Horta Nord 1 (50%) 1 (50%) - 2
Horta Oest - - - -
Horta Sud – 1 (100%) - 1
Hoya de Buñol - - - -
La Costera 1 (50%) 1 (50%) 2
La Safor 2 (66’7%) - 1 (33’3%) 3
Los Serranos 1 (33’3%) 2 (66’7%) - 3
Requena-Utiel - 3 (100%) 3
Ribera Alta 2 (50%) 2 (50%) - 4
Ribera Baja - 1 (50%) 1 (50%) 2
Rincón de Ademuz 4 (100%) - - 4
Valle de Ayora - 1 (100%) - 1
Vall d’Albaida 9 (69’2%) 4 (30’8%) - 13
Total Provincia 23 (48’9%) 21 (44’7%) 3 (6’4%) 47
Fuente: Datos de elaboración propia a partir de AGA, Fondo Gobernación, 44/266; El Pueblo,
7 de abril de 1931. El Pueblo, Las Provincias y Diario de Valencia, 25 de abril de 1933; Agulló
y Juan Revert, 1992: 81.

En todas las provincias, el artículo 29 afectaba principalmente a núcleos pe-


queños y rurales, pero los resultados fueron muy diferentes, lo cual supone cues-
tionar los términos tradicionales en los que se han medido los beneficiarios de
dicho artículo. No sólo los caciques obtuvieron réditos de esta disposición, sino
que se vieron favorecidos aquellos grupos políticos que tenían una implantación
mayor en lugares donde la competencia política era menor. Por ello, son necesarios
estudios de provincias como la de Valencia, en las que la movilización política y
social dibuja un mapa del artículo 29 muy diferente al de otros marcos geográficos.
Por último, habría que destacar un aspecto cualitativo esencial: si bien en
número de concejales y en número de ayuntamientos los monárquicos supera-

15
En esta columna figuran aquellos ayuntamientos en los que monárquicos y republicanos
empataron a concejales o resultó que el mayor número de concejales recayó en los indefinidos.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 169

ron a los republicanos, estos últimos se hicieron con el control de las localidades
de mayor población. Ello confirmaría que los monárquicos obtenían, a través del
artículo 29, el control de ayuntamientos pequeños en las comarcas más remotas,
mientras que los republicanos se beneficiarían de este artículo en los lugares más
poblados, en las comarcas más cercanas a la capital provincial o que incluían a
los grandes núcleos de población de la provincia. De este modo, en Valencia,
más de la mitad de la población que vivía en localidades cuyos ayuntamientos
se renovaron por este procedimiento acabó siendo gobernada por la coalición
republicano-socialista, muy lejos del 39’25% de la población que vivía en los
ayuntamientos que serían gobernados por monárquicos.
Cuadro 3 – Población de los ayuntamientos afectados por el artículo 2916
Comarca Monárquicos Republicanos Desconocido16 Total
Camp de Morvedre 224 4.594 - 4.818
Camp de Túria - - - -
Canal de Navarrés 1.506 - 1.392 2.898
Horta Nord 2.301 5.202 - 7.503
Horta Oest - - - -
Horta Sud – 226 - 226
Hoya de Buñol - - - -
La Costera 391 278 - 669
La Safor 1.930 - 879 2.809
Los Serranos 1.181 3.461 - 4.642
Requena-Utiel - 20.546 20.546
Ribera Alta 14.777 8.070 - 22.847
Ribera Baja - 2.877 1.464 4.341
Rincón de Ademuz 3.646 - - 3.646
Valle de Ayora - 2.135 - 2.135
Vall d’Albaida 10.843 5.824 - 16.667
Total Provincia 36.799 53.213 3.735 (4%) 93.747
(39’25%) (56’75%)
Fuente: El Pueblo, 7 de abril de 1931; Diario de Valencia y Las Provincias, 14 de abril de 1931.
AGA, Fondo Gobernación, 44/266; y Censo de 1930 (www.ine.es).

16
En esta columna figura la población de aquellos ayuntamientos en los que monár-
quicos y republicanos empataron a concejales o el mayor número de concejales recayó en los
indefinidos.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


170 Sergio Valero Gómez

La remoción del artículo 29: las elecciones de abril de 1933


Una vez proclamada la República tras las elecciones del 12 de abril de 1931, co-
menzó el debate sobre qué hacer con los concejales elegidos a través del artículo
29. Y, a pesar de las peticiones de algunos grupos y de que en mayo de ese mis-
mo año se renovaron algunos ayuntamientos elegidos en abril, las renovaciones
no dejaron de constituir una minoría. Si en el ámbito nacional el 27% de los con-
cejales elegidos por artículo 29 en abril fueron renovados en mayo17, en el caso
de la provincia de Valencia esta incidencia fue mínima, pues únicamente afectó
a dos ayuntamientos (Albaida y Algemesí), que sumaban 31 concejales, el 7’6%
de los concejales elegidos por dicha disposición en el mes de abril. La mayoría
de ellos tuvieron que esperar a un proceso electoral especial, que fue convocado
por el Gobierno de Manuel Azaña para el 23 de abril de 1933.
Estas elecciones, aunque afectaron a un número muy reducido de consisto-
rios y a una parte muy pequeña de la población española, tuvieron cualitativa-
mente una gran importancia por el momento en el que se produjeron y por las
consecuencias que tuvieron sus resultados. Tal y como lo expresaba el radicalis-
mo en una nota enviada por la Secretaría Nacional del partido:
“La batalla que el Gobierno piensa dar a las oposiciones nos obliga a redoblar
nuestra disciplina a fin de que el resultado contribuya a demostrar la realidad
política de España, que el Gobierno se empeña en desconocer”18.
De hecho, en el caso valenciano, la campaña fue corta, pero intensa, con
apelaciones a los argumentos que los grupos políticos ya venían utilizando me-
ses atrás. Así lo hacía el blasquismo, que se erigía en el defensor de los intereses
valencianos –desde el estatuto hasta las cuestiones naranjera y naval– frente a
aquellos que se vendían “al mejor postor cuando hay que sacar las energías para
defender a Valencia” y en el representante auténtico de la República ante aque-
llos que la hacían “antipática”19.
Mientras, el socialismo, en la misma línea que siguió durante todo el período
(Valero, 2015), desplegó su artillería dialéctica contra los representantes del PURA
y conminó a sus seguidores a “votar a la coalición gubernamental” donde no tuvie-
sen candidatura, ya que “votar a los autonomistas es votar a la contrarrevolución”20,
pues habían formado candidaturas conjuntas con mauristas y conservadores.
Por su parte, la derecha católica se hizo presente afirmando que las elecciones
se iban a celebrar, en su gran mayoría, en localidades donde “existe un señor que

17
Fueron 6.937 concejales de un total de 25.921 (Villa, 2012: 154).
18
Circular de la Secretaría Nacional del Partido Radical. Citada por Ruiz Manjón, 1976:
368.
19
El Pueblo, 20 de abril de 1933.
20
República Social, 14 de abril de 1933.

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manda y ordena”, es decir, estaban dominados por “caciques”, “que en 12 de abril


de 1931 estaban enchufados con los partidos monárquicos que entonces man-
daban” y “están hoy enchufados con los partidos republicanos que gobiernan”.
Eso hacía de estos comicios una empresa llena de dificultades, pero aun así iban
a emprenderla con el siguiente objetivo: “Tanto o más que el triunfo nos interesa
la incorporación de las derechas a la vida política, y la incorporación se operará
ejemplarmente, prometedora de mejores resultados”21. Según su experiencia, “de
ninguna actuación se saca más provecho (…) que de una intervención electoral”22.
Además, tal y como señalaba el diario conservador Las Provincias: “La única ma-
nera de salir de la actual situación es llevando a las urnas votos que rectifiquen las
orientaciones de los actuales gobernantes”23.
A pesar de las grandilocuencias, no hubo ningún tipo de incidente, cumplién-
dose la máxima que desde el Ministerio de Gobernación se había difundido entre
los diferentes gobiernos civiles: garantizar la libertad plena tanto de los candidatos
como de los electores, no sólo impidiendo las injerencias gubernamentales, a tra-
vés de los propios gobiernos civiles, sino también cumpliendo escrupulosamente
lo establecido en la legislación electoral24, “a fin de que en ningún momento pueda
dar lugar a dudas de que el resultado de las elecciones es reflejo vivo del sincero
sentimiento ciudadano”25. El propio gobernador civil, Luis Doporto, señaló que
había dado instrucciones a los alcaldes y agentes gubernativos “para que durante
la actual campaña electoral observen la más estricta neutralidad”26. Y así también lo
hizo el fiscal de la República en una circular a los fiscales de Audiencia, a quienes
recomendaba que “el sufragio se ejerza con plena libertad”27.
De hecho, cuando los comités provinciales de Valencia de Acción Republi-
cana (AR), el Partido Republicano Radical-Socialista (PRRS) y el PSOE escribie-
ron al Ministerio de Gobernación quejándose de que en algunos pueblos de la
provincia se estaban produciendo maniobras de las autoridades locales que les
habían impedido tener candidatos, desde Madrid se les respondió que debían
seguir los cauces legales y dirigir sus quejas a la guardia civil, la instancia encar-
gada de resolver dichas cuestiones28.

21
Diario de Valencia, 23 de abril de 1933.
22
Diario de Valencia, 21 de abril de 1933.
23
Las Provincias, 23 de abril de 1933.
24
AHN, FC, serie A, leg. 31, nº 1, exps. 1 y 2; y El Mercantil Valenciano, 23 de abril de
1933.
25
El Mercantil Valenciano, 1 de abril de 1933.
26
El Mercantil Valenciano, 12 de abril de 1933. E insistía en ello en una circular enviada
a los alcaldes de las localidades en las que habría elección. El Mercantil Valenciano, 15 de abril
de 1933 y El Pueblo, 21 de abril de 1933.
27
Las Provincias, 19 de abril de 1933.
28
AHN, FC, serie A, leg. 31, nº 40, exp. 1.

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172 Sergio Valero Gómez

El día de la elección transcurrió tranquilo, con la única excepción de los in-


cidentes sucedidos en Ayelo de Rugat, Guadasequies y Alcántara del Júcar, don-
de se produjo la rotura de las urnas que obligó a la repetición de las elecciones
en los días siguientes29. En todo caso, ello no afectó a los resultados generales
del proceso, que no fueron nada favorables a los partidos que estaban incluidos
en el Gobierno, y fundamentalmente sirvieron para que la oposición insistiera en
la necesidad de disolver las Cortes y formar un gobierno de distinto signo, tal y
como venía haciendo desde finales de 1931.
Estas elecciones afectaron aproximadamente a 19.103 concejales de 2.653
municipios de toda España30. En el caso de la provincia de Valencia, había en
liza 365 concejales en 44 localidades, el 16’7% de sus 264 municipios. Como ya
se ha señalado, la mayoría de estas localidades eran de un tamaño reducido, con
algunas excepciones como Requena, Moncada y Carlet, los tres únicos munici-
pios que superaban los 5.000 habitantes. De estos, Requena incluso superaba los
15.000. Además, dichas localidades reunían a una parte muy poco significativa
de su población: aproximadamente, a un total de 41.108 electores, es decir, al
6’79% de la provincia31.
Ahora bien, es necesario insistir en reconsiderar la importancia cualitativa de
estas elecciones. De nuevo, existiría la misma trampa que en los datos relativos
de 1931, tal y como se comprueba, a modo de ejemplo, en los casos de Álava,
Lugo, Albacete y Ciudad Real. En la provincia vasca, las elecciones de 1933 afec-
taron al 49’35% de los municipios y al 45’2% de los concejales, mientras que,
en la gallega, los ayuntamientos concernidos fueron el 28’8% y los concejales el

29
El Mercantil Valenciano, 25 de abril de 1933.
30
No se convocaron estas elecciones en las cuatro provincias catalanas, además de La
Coruña y Orense (Villa, 2012: 156 y 160). Sobre estas cifras, ver también Payne, 1995: 161 y
Casanova, 2007: 102.
31
El número de ayuntamientos se reduce, entre abril de 1931 y abril de 1933, de 47 a
44 por dos cuestiones: los de Albaida y Algemesí fueron renovados, como ya se ha indicado,
en las elecciones municipales parciales de mayo de 1931, y, en el caso de Fuenterrobles, no se
han encontrado datos posteriores a abril de 1931. La reducción en el número de concejales
de 409 a 365 responde a: los concejales de Albaida y Algemesí (31); los de Fuenterrobles (9);
el aumento de un concejal a elegir en Moncada; y la reducción de los concejales a elegir en
Pedralba y Requena (de 10 a 6 en el primer caso, y de 22 a 21 en el segundo).
Los datos de los ayuntamientos, concejales y electores afectados por las elecciones municipa-
les parciales de abril de 1933 se han extraído del Anuario Estadístico de España, 1934, p. 650.
En el caso valenciano, se añade la prensa. A diferencia del Anuario de 1931-1932, el del año
1934 resulta más fiable, ya que los datos, al menos para el caso de Valencia, coinciden con
los aportados por la prensa. Por ello, junto a los datos aportados por la bibliografía provincial
respectiva, el Anuario de 1934 es la fuente principal de la que extraemos los datos utilizados
para la comparación interprovincial.

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25’1% del total. A pesar de que todas estas cifras son superiores a las de Valencia:
en el primer caso, corresponden a 38 ayuntamientos y 270 concejales, y, en el
segundo, a 19 localidades y 244 regidores. Por tanto, bastantes menos que en
el caso valenciano. Mientras, en Albacete, se vieron inmersos en este proceso el
28% de los ayuntamientos (24 localidades) y el 25’3% de los concejales (239); y
en Ciudad Real, el 30’9% de los municipios (30) y el 24% de los regidores (278).
De nuevo, los números relativos ocultan unas cifras mucho mayores, que llaman
a una reconsideración de estos procesos.
Se ha argumentado que esta desatención es debida al reducido número de
electores afectados por estos comicios, siguiendo las afirmaciones de Manuel Aza-
ña, cuando se refería a ellos como “burgos podridos”32. Y no se puede negar que las
repercusiones en términos de electores, en el caso valenciano, eran muy reducidas
(6’79% del total de la provincia) y quedan muy lejos del nivel relativo de inciden-
cia de provincias como Teruel (45’92%), Cuenca (42%), la ya citada Álava (35’9%)
o Ávila (32’9%). Ahora bien, aun a riesgo de caer en la reiteración, esta argumen-
tación no permite ver una de las caras de esta cuestión: el porcentaje valenciano
equivale a 41.108 electores, que es prácticamente el mismo número de abulenses
inmersos en estas elecciones (41.235) y más del doble de los alaveses (20.123).
Es decir, si en términos relativos, la provincia de Valencia ocupaba el puesto 31 de
las 44 provincias en las que hubo elecciones, en términos absolutos esto se corrige
hasta subir al puesto decimotercero. Por tanto, los datos relativos son útiles para
las comparaciones, pero pueden provocar que se desenfoque la perspectiva sobre
algunos aspectos claves: en este caso, la población concernida es fundamental,
pues ciudadanos que se ven igualmente repercutidos por medidas concretas, apa-
recen disimulados en algunas zonas por los términos relativos, como consecuencia
de la distorsión que supone la presencia de un gran núcleo urbano en su provincia.
Los casos paradigmáticos de las elecciones municipales parciales de abril de
1933 fueron los de las provincias de Madrid y Vizcaya. Según los datos relativos
de electores afectados (2’76% y 11’8%), es razonable que estas elecciones no ha-
yan merecido mucha atención. Ahora bien, detrás de esos porcentajes se ocultan
20.148 electores madrileños y 31.537 electores vizcaínos, por encima de provin-
cias como Segovia (21.330), Logroño (21.648), Álava (20.123) y Soria (11.511).
Pero, además, este dato no deja apreciar otros dos de importancia fundamental: en
estas elecciones se vieron inmersos, en el caso de Madrid, el 29’1% (57) de sus mu-
nicipios y el 28’6% de sus concejales (382), mientras que, en el caso de Vizcaya,
fueron el 46’1% (53) de sus municipios y el 36’7% de sus concejales (431). Datos
relativos muy superiores a los valencianos, pero también a los de otras provincias,
foco de atención tradicional.

32
Diario de Sesiones de las Cortes, 25 de abril de 1933, p. 12.405. Citado por Villa, 2012:
148.

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174 Sergio Valero Gómez

La causa reside en la presencia de grandes núcleos urbanos, como Madrid


y Bilbao en estos casos. Pero ello no debe suponer que siga habiendo un agujero
negro respecto a estas elecciones, pues son una buena muestra del devenir polí-
tico local y nacional tras dos años de Gobierno republicano-socialista, además
de un avance de lo que irá ocurriendo a lo largo de dicho año, cuyo final, en las
elecciones generales de noviembre de 1933, se entiende mucho mejor gracias a
las claves aportadas por estos comicios.
Finalmente, la participación refleja una amplia movilización, superior a la
media nacional. Si en el conjunto del país se acercó a las urnas el 66’84% de los
electores, la cifra en el caso valenciano fue siete puntos superior, hasta alcanzar
el 73’96%33. La ciudadanía manifestaba así su deseo de participar y de apoyar a
alguna de las múltiples candidaturas presentadas, desde la derecha católica de la
Derecha Regional Valenciana (DRV) y el centro-derecha republicano del PURA,
hasta la coalición de Gobierno, formada por tres partidos, AR, PSOE y PRRS, sin
olvidar, por supuesto, toda la plétora de pequeños partidos, desde republicanos
conservadores hasta nacionalistas valencianos.
Ahora bien, los resultados no fueron positivos para la coalición guberna-
mental. Se produjo una derrota total de los partidos que la formaban frente a los
partidos de la oposición, tanto republicana como católica. En el ámbito nacional,
las formaciones integradas en el Gobierno obtuvieron 5.488 concejales, de los
que 2.028 eran socialistas y 3.460 de republicanos de izquierdas. Mientras, la
oposición se hacía con el grueso de puestos: los radicales consiguieron 3.326
concejales, llegando a 5.840 si les sumamos los obtenidos por otros republicanos
de oposición, y los grupos de la derecha católica y más conservadora obtuvieron
6.775 regidores. Todo ello hacía un total de 12.669 ediles para las fuerzas polí-
ticas de oposición (Villa, 2012: 168).
En el caso valenciano, entre los tres partidos que formaban la coalición de
gobierno ni siquiera llegaron a reunir un tercio de los concejales que se disputaban
(consiguieron juntos 115 regidores, el 31’5% del total). Estos resultados, aunque
discretos, les permitieron hacerse con el control de algunas pequeñas localidades
de la provincia. Sin embargo, el gran vencedor de estas elecciones fue el PURA,
que, en solitario, logró superar los resultados de las formaciones gobernantes (135
concejales, el 37%), por lo que acabó haciéndose con el control de la mayoría de
estas pequeñas poblaciones. Mientras, la DRV obtuvo un resultado muy destacable
(77 regidores, el 21’1%), pues quedó en segundo lugar en número de concejales.
Por último, hemos de hacer referencia a los 38 concejales (10’4%) conseguidos por
otras fuerzas políticas, principalmente los republicanos conservadores de Maura34.

Anuario Estadístico de España, 1934.


33

Algunas de las localidades conseguidas por las fuerzas gubernamentales fueron Vallés,
34

Salem, Piles, Lluxent, Faura y Quatretonda. Mientras, la DRV llegó a controlar ayuntamientos

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 175

Cuadro 3 – Concejales obtenidos en las elecciones municipales parciales


de abril de 1933
Comarca DRV PURA PRRS PSOE AR Otros Total
Camp de Morvedre 13 12 10 7 1 2 45
Camp de Túria - - - - - - -
Canal de Navarrés 1 14 5 2 2 - 24
Horta Nord 9 12 - - - 2 23
Horta Oest - - - - - - -
Horta Sud 2 2 2 - - - 6
Hoya de Buñol - - - - - - -
La Costera 2 2 - 4 - 4 12
La Safor 1 12 2 6 - 2 23
Los Serranos 8 7 1 - - 6 22
Requena-Utiel 11 4 10 1 - 4 30
Ribera Alta 2 6 8 5 1 7 29
Ribera Baja 3 8 - 6 - 2 19
Rincón de Ademuz 4 23 1 2 - 2 32
Valle de Ayora - 9 - - - - 9
Vall d’Albaida 21 24 21 18 - 7 91
Total Provincia 77 135 60 51 4 38 365
(21’1%) (37%) (16’4%) (14%) (1’1%) (10’4%)
Fuente: Elaboración propia a partir de El Pueblo, Las Provincias y Diario de Valencia, 25 de abril
de 1933 y El Mercantil Valenciano, 27 de abril de 1933.

Estas elecciones suponían una derrota sin paliativos para las fuerzas guber-
namentales, que quedaron por detrás, e incluso muy por detrás, de la oposición,
anticipando el escenario político-electoral de la provincia en los siguientes me-
ses, con dos maquinarias políticas incontestables: la derecha católica, cuya fuer-
za no parará de crecer, y la derecha republicana, cuyo dominio político tendrá
un nuevo y poderoso rival en aquella. Ambos movimientos reunirán en torno a
sí a la gran mayoría de los valencianos y pondrán en fuertes aprietos las ambicio-
nes electorales de las izquierdas provinciales, tal y como se pudo comprobar en

como los de Agullent o Segart de Albalat, además de Bocairent, el más importante de todos. El
Pueblo, Las Provincias y Las Provincias, 25 de abril de 1933. El Partido Republicano Conserva-
dor se mostró como una formación en auge también en otras provincias como Cuenca. López
Villaverde, 1989: 188-189.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


176 Sergio Valero Gómez

los comicios de noviembre de 1933 (Aguiló Lucia, 1974; Calzado, 1996; Valero,
2012: 223-234).
En el ámbito nacional, como mostraba la reacción de Manuel Azaña, los
resultados de estas elecciones tuvieron una fría acogida por parte del Gobierno.
Y, aunque no le faltaba razón al considerar que las elecciones habían afectado a
un porcentaje mínimo de la población española y que obviamente no eran unos
resultados que debieran extrapolarse al ámbito nacional de forma directa, al mis-
mo tiempo era ingenuo si creía que la derrota no tendría consecuencias políticas.
Esta victoria le dio al grupo mayoritario de la oposición –el radicalismo,
del que el blasquismo valenciano formaba parte– una nueva razón para pedir
el fin del gobierno de socialistas y republicanos de izquierda. Aducían que los
resultados de las elecciones habían dejado ver “la protesta de todo un pueblo
contra el Gobierno”35, lo cual era bastante exagerado. Pero esto no fue un obs-
táculo para ellos, que se postulaban como “los llamados a gobernar”36. A partir
de este momento, el binomio PRR-PURA, junto a otros grupos de la oposición
conservadora, recrudeció la que ya era su estrategia política desde hacía varios
meses: el obstruccionismo (Ruiz Manjón, 1976: 371), impidiendo la aprobación
de nuevas reformas debido a la falta de quórum causada por la inasistencia de
sus miembros al pleno de la Cortes.
Además, una consecuencia indirecta de los resultados de estas elecciones fue
la apertura por el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, de una crisis
de gobierno en el mes de junio. Ahora bien, tras las correspondientes consultas
con los grupos parlamentarios, la crisis se cerró como se había abierto: con el
nombramiento nuevamente de Manuel Azaña como Presidente del Consejo y la
formación de un nuevo gobierno de coalición de republicanos de izquierda y
socialistas.
En todo caso, el clima político comenzó a ser de provisionalidad. Se perci-
bía cada vez más que ni el pacto de gobierno agotaría toda la legislatura ni esta
alcanzaría su fin. Sería la derrota de los partidos en el Gobierno en las elecciones
para vocales regionales del Tribunal de Garantías Constitucionales, celebradas en
septiembre de 1933, la que marcaría su punto y final. Poco después, llegaría el
fin de la legislatura y la convocatoria de elecciones para el 19 de noviembre de
1933, en las que las derechas se impusieron con vigor.

Conclusiones
El artículo 29 de la Ley Electoral de 1907 es una de las principales representa-
ciones del régimen monárquico de la Restauración y una de las muestras de la

35
El Pueblo, 25 de abril de 1933.
36
Manuel Villa, “¡Alerta, compañeros!”, República Social, 26 de mayo de 1933.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


Corregir a Maura: incidencia y rectificación del artículo 29 ... 177

escasa voluntad democratizadora del establishment político alfonsino. Por ello, se


convirtió en un objetivo a batir por el nuevo régimen nacido el 14 de abril de
1931, dentro de un amplio conjunto de reformas que se puso en marcha como
consecuencia de la “revolución democrática” que la República debía suponer
para la vida política española (Juliá, 1990: 89-98).
Pero esta disposición ya había dejado huella antes de nacer la República,
pues continuaba vigente en las elecciones que dieron lugar al cambio de régi-
men. Y, aunque no se debe magnificar el peso que dicha disposición tuvo en los
comicios de abril de 1931 y el número de estudios sobre los procesos electorales
de los años treinta es abundante, aún faltan aspectos por abordar, sobre todo en
aquellas provincias donde se enmarcaban los grandes núcleos urbanos.
En este sentido, el caso de la provincia de Valencia, una de las de mayor im-
portancia demográfica, económica, social y política del país, el artículo 29 acabó
aplicándose en una minoría de localidades, en las que vivía menos del 10%
de la población. Ahora bien, uno de los objetivos de este trabajo ha sido reivindi-
car la reconsideración de los datos disponibles para abordar el estudio no desde
la óptica de los datos relativos, útiles para la comparación, sino a partir de los
datos numéricos absolutos, que muestran una nueva cara de estos procesos. Se
hace necesario prestar atención a las provincias en las que se situaban las gran-
des ciudades del país, pues los datos relativos han ocultado que el número de
afectados por disposiciones electorales como el artículo 29 era igual o mayor que
en provincias tradicionalmente consideradas víctimas de los caciques. Por tanto, la
perspectiva ha sido la de considerar a todos los ciudadanos por igual, lo que ha
supuesto, por consiguiente, reordenar la incidencia del artículo 29.
Además, más importante para una mejor comprensión del proceso es el análi-
sis de los beneficiarios. Esta es una nueva muestra de que el artículo 29 no acabó
jugando únicamente a favor de los intereses monárquicos, sino que también sus
rivales se beneficiaron, y mucho. Es en ello en lo que los datos de la provincia
de Valencia son más claros: aunque los primeros consiguieron mayor número de
concejales, los republicanos se hicieron únicamente con unos pocos menos. Por
tanto, dicho artículo no suponía, en principio, un hándicap para las posibilidades
de los candidatos republicano-socialistas, pues tendía a beneficiar a la/s fuerza/s
política/s predominante/s allí donde se aplicaba. Y así se vio en esta provincia,
donde, además, hay que destacar que, si bien los monárquicos se hicieron con
más ayuntamientos, los republicanos se harían con los más poblados, de forma
que quienes, finalmente, consiguieron controlar ayuntamientos más grandes y, en
principio, con más capacidad de poder e influencia fueron estos últimos.
Este proceso se revirtió en abril de 1933, en unas elecciones municipa-
les parciales convocadas para que todos los concejales debieran sus puestos
a haber sido elegidos por sufragio. Y así se hizo, además, con la neutralidad
total del Gobierno. Esto puede resultar obvio, pero desde que comenzaron las

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 159-181


178 Sergio Valero Gómez

injerencias gubernamentales allá por el reinado isabelino, en el siglo anterior,


los gobiernos no habían sido ajenos a los procesos electorales. Por tanto, era
una novedad remarcable que, además, se consiguió plenamente, tal y como
demuestran, por ejemplo, los propios resultados, desastrosos para las fuerzas
gubernamentales.
En este caso, los votantes valencianos tampoco fueron ajenos y, aunque
fueron pocos los que estaban inmersos en este proceso –pero no tan pocos si
lo comparamos con otras provincias–, su comportamiento fue parejo al del
resto de españoles: dieron su apoyo principalmente a los republicanos mo-
derados y a la derecha católica. En este resultado jugó un papel fundamental
el peso político del blasquismo, que se hizo con la victoria y se vio reforzado
para continuar con el obstruccionismo que ya venía practicando y para asen-
tar su poder sobre la provincia, que se vería nuevamente respaldado en los
siguientes procesos electorales –el del Tribunal de Garantías Constitucionales,
en septiembre de 1933, y las elecciones generales de noviembre de ese mismo
año–, con los que se puso punto y final al bienio de gobierno de republicanos
de izquierda y socialistas.

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La quinta columna y el cuerpo diplomático
en la Guerra Civil española
The Fifth Column and the Diplomatic Corps
in the Spanish Civil War

Sara Núñez de Prado Clavell


Universidad Rey Juan Carlos [email protected]
ORCID: 0000-0002-4809-5892
Javier Rodríguez Abengózar
Universidad Rey Juan Carlos
[email protected]
ORCID: 0000-0003-0079-0551
Recibido: 10-7-2019
Aceptado: 15-11-2019

Cómo citar este artículo / Citation: NÚÑEZ DE PRADO CLAVELL, Sara;


RODRÍGUEZ ABENGOZAR, Javier (2019). La quinta columna y el cuerpo
diplomático en la Guerra Civil española. Pasado y Memoria. Revista de Historia
Contemporánea, 19, pp. 183-203
DOI https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.07

Resumen
El presente trabajo aborda uno de los aspectos menos estudiados de la Guerra Civil
española, como es la relación entre la quinta columna y el cuerpo diplomático. Sobre la
base del estudio de la documentación original custodiada en distintos archivos, se pone
de manifiesto cómo en muchas ocasiones esa relación traspasó los límites propios de la
actividad diplomática y su labor humanitaria, convirtiendo a distintos diplomáticos en
colaboradores, no siempre de manera consciente, de la causa franquista. Asimismo, se
hace referencia a cómo tales actuaciones dificultaron las relaciones del Gobierno de la
República con las distintas representaciones internacionales.
Palabras clave: España. Guerra Civil. Colaboracionismo. Representaciones diplomáti-
cas. Quinta columna.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


DOI: 10.14198/PASADO2019.19.07
184 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

Abstract
This article addresses one of the least studied aspects of the Spanish Civil War: The
relationship between the Fifth Column and the diplomatic corps. Drawing on original
documentation kept in a variety of archives, it reveals how often that relationship went
beyond the limits of diplomatic activity and its humanitarian work. It also shows how
a different diplomats, sometimes unknowingly, became contributors to the Francoist
cause. Reference is also made to the way that behaviour hindered the Republican Gov-
ernment’s interaction with a series of international emissaries.
Keywords: Spain. Civil war. Espionage. Diplomatic corps. Fifth Column.

1. Introducción
La Guerra Civil es uno de los acontecimientos de la historia reciente española so-
bre el que se han realizado extensas investigaciones. Este trabajo profundiza en
uno de los aspectos menos estudiados, concretamente el de las relaciones entre
las organizaciones quintacolumnistas desplegadas en zona republicana1 y las re-
presentaciones diplomáticas, teniendo en cuenta que la mayoría de los estudios
sobre este tema se han centrado en el aspecto humanitario.
Partimos de la hipótesis de que la relación entre la quinta columna y algunas
representaciones diplomáticas, amparándose en el derecho de asilo, fueron más
allá de esta actividad, convirtiéndose en soporte de algunas de estas organizacio-
nes y favoreciendo su labor, ya que no sólo encontraron en los locales diplomá-
ticos un refugio frente a la persecución de las fuerzas de seguridad republicanas,
sino que también utilizaron la extraterritorialidad de las legaciones para realizar
sus operaciones clandestinas. Asimismo, consideramos que dichas actividades,
se realizaron, en muchas ocasiones, con la ayuda explícita de los miembros del
cuerpo diplomático y en otras con su consentimiento, al menos, implícito2.
La investigación ha sido posible gracias al estudio de un importante fondo
documental que ha permitido obtener datos originales sobre el tema. Una parte
proviene del Archivo General Militar de Ávila (AGMAV), principalmente de la
sección del Cuartel General del Generalísimo, que incluye el fondo del Servicio
de Información y Policía Militar (SIPM). También de los fondos del Archivo Ge-
neral de la Administración (AGA), donde está parte del Archivo del Ministerio
de Asuntos Exteriores. Concretamente se ha utilizado la sección proveniente del

1
Además de la bibliografía utilizada, resultan de interés los trabajos de Contreras, 1937;
Uribarri, 1943; Alcocer, 1976; Paz, 1976; Paniagua; Lajo Cosido, 2002; Heiberg; Ros Agudo,
2006; Soler Fuensanta; López-Brea Espiau, 2008; Laguna Reyes; Vargas Márquez, 2019.
2
En este periodo se produjeron hechos que no eran habituales en el derecho diplomá-
tico. Desde el traslado de embajadas, a la casi duplicidad de representaciones, ya que a veces
los embajadores permanecían en algún lugar específico mientras sus cónsules actuaban como
“diplomáticos de facto o los ascendían de iure” (Sellares Serra, 2017:135-136).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 185

antiguo Archivo de Barcelona (AB), que recoge parte de los fondos del Ministerio
de Estado. Importante ha sido el estudio de la Causa General (CG), disponible
en el Archivo Histórico Nacional (AHN), pues contiene información significati-
va, si bien es necesario estudiarla con cautela y contrastarla, pues su parcialidad
es evidente. Asimismo, se ha consultado el Centro Documental de la Memoria
Histórica (CDMH). También se han usado periódicos, útiles para verificar datos,
pues publicaron cuestiones como relaciones de integrantes de la quinta colum-
na, fecha de detención, descripciones de las organizaciones desmanteladas y de
sus actividades. Además, reflejan la fuerte campaña que hubo en la zona repu-
blicana contra las representaciones diplomáticas debido a los escándalos por el
descubrimiento de actividades clandestinas bajo su protección.
Previo al análisis de esta documentación se realizó un estudio encaminado a
conocer el estado de la cuestión en esta temática. Como puede apreciarse a lo largo
del artículo, se ha consultado una profusa y actualizada bibliografía que nos ha rea-
firmado en la conveniencia y oportunidad de este trabajo, pues aporta información
interesante y pertinente sobre esta cuestión. Una vez realizado el estudio de la do-
cumentación original se ha utilizado una metodología típica del análisis de conte-
nido de los distintos documentos que ha permitido, a su vez, la elaboración de una
base de datos con el fin de extraer los puntos más importantes y recurrentes que
aparecen en los mismos. A partir de ahí, el examen de los textos se ha realizado
desde una perspectiva cualitativa que ha llevado a obtener una visión de conjunto,
a la vez que específica, que nos ha conducido a culminar esta investigación y obte-
ner las respuestas que aquí se ofrecen y que devienen de las hipótesis planteadas.

2. La quinta columna
La prensa republicana utilizó por primera vez dicha denominación el 3 de oc-
tubre de 1936, cuando Mundo Obrero publicó el artículo “Defensa de Madrid,
Defensa de España. Vigilancia y Decisión” de Dolores Ibárruri (Pasionaria), aler-
tando de la existencia de enemigos infiltrados en las filas republicanas y de la
necesidad de defender los frentes de la capital. Esta afirmación desencadenó
una persecución de los sospechosos de simpatizar con los franquistas que se fue
haciendo más tenaz a medida que las fuerzas sublevadas se acercaban a Madrid,
especialmente con la creación de la Junta de Defensa (6.11.36).
Desde el mismo momento del fracaso de la sublevación, podemos encon-
trar el germen de algunas de estas organizaciones, que iniciarían una oposición
latente a la República3. A partir de septiembre de 1936 ya conformarían una

3
Las quintas columnas son grupos organizados que actuaban en zona republicana,
realizando labores de subversión, derrotismo, propaganda, sabotaje o cualquier acto que per-
judicase al Gobierno de la República. También harían actividades de información para ayudar

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


186 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

resistencia organizada y desde principios de 1937 irían adquiriendo más im-


portancia, realizando acciones y actividades subversivas relevantes y complejas4.
Según se fue agravando el conflicto, el crecimiento del número de integrantes y
de su actividad estaría en relación directa con el aumento de la represión de las
fuerzas de seguridad republicanas contra los sospechosos de simpatizar o formar
parte de la sublevación militar.
Madrid fue la ciudad donde posiblemente hubo más presencia quintacolum-
nista debido a su cercanía al frente y por ser uno de los puntos de mayor concen-
tración de partidos y grupos derechistas, seguida de Barcelona5 y Valencia6. Des-
pués se extendería a otros lugares, como Albacete7, Alicante8, Almería9, Cartagena10,
Castellón, Ciudad Real11, Cuenca12, Jaén13, Lérida14, Mataró, Murcia15, Sabadell16 o

al bando rebelde. Se incluyen quienes realizaban las mismas acciones individualmente. Pero
no puede aplicarse a aquellos simpatizantes de los sublevados que mantuvieran una actuación
pasiva (Núñez de Prado, 1989).
4
Madrid contaba con grupos derechistas, como Falange Española, que tenían una
importante organización, muchos afiliados y recursos de los que ya dispusieron durante el
golpe del 19 de julio, a pesar de que varios de sus líderes estaban encarcelados.
5
En esta ciudad tuvo un importante papel desde agosto de 1936 cuando comenzaron a
formarse los primeros grupos. Según el coronel Ungría, se caracterizaba por el intento de “re-
unir millares de afiliados para quiméricas sublevaciones, y por el deseo irrefrenable de fundir
todos los grupos en un solo mando único” (Arriba, 7.12.1941). Hubo más de 35 grupos, entre
los que destacaba TODOS, el cual realizó importantes tareas de espionaje en contacto con el
SIPM (AGMAV, C. 2871,7 y AGMAV, C. 2872,5).
6
Levante tendría gran presencia de organizaciones quintacolumnistas desde muy pron-
to, basándose en grupos derechistas como Comunión Tradicionalista, Derecha Regional Va-
lenciana, Renovación Española o Falange Española. Extenderían sus acciones hasta las posi-
ciones sublevadas y tendrían una importante labor al final de la guerra ocupando los distintos
pueblos y ciudades (AGMAV, C. 2872,4).
7
AGMAV, C. 3001, 20.
8
SHM, AGL, ZN, Leg. 274, Carp. 10, Ar. 5 y AGMAV, C. 2872,4.
9
AGMAV, C. 2872,1 y AGMAV, C. 2872,2. Muy interesante sobre esta cuestión la obra
de Rodríguez López (2008).
10
La quinta columna intentó sublevar la ciudad en marzo de 1939 con el fin de poner
bajo control rebelde la flota republicana.
11
La región de Castilla– La Mancha era vital para la retaguardia republicana como zona
de abastecimiento, entrenamiento y comunicación con el Levante y Cataluña (Alia Miranda,
2015).
12
AGMAV, C. 2870, 10.
13
En contacto con el Ejército franquista del Sur actuaba el grupo REM (SHM, AGL, ZN,
Leg. 274, Carp. 11, Ar. 5).
14
SHM, AGL, ZN, Leg. 274, Carp. 10, Ar. 5.
15
AGMAV, C. 2872,1 y AGMAV, C. 2872,2.
16
AGMAV, C. 3004,17.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 187

Tarragona17, lugares en los que el surgimiento se producía según las circunstancias


del momento y la situación de los afectos a los sublevados.
Su base social era la clase media urbana, especialmente en ciudades como
Madrid o Barcelona, aunque también encontraron apoyos en determinados sec-
tores rurales y en ciertas capas obreras. Se nutrieron fundamentalmente de inte-
grantes o simpatizantes de Falange Española (FE) y miembros de otros partidos
de derecha. Generalmente los grupos quintacolumnistas coordinados por FE
fueron más grandes, tuvieron mayor nivel de organización y disciplina y mejor
funcionamiento al tener una red y una estructura anterior al inicio del conflicto.
Además, se pondrían a las órdenes del Cuartel General del Ejército sublevado
trabajando junto con el SIPM y otros servicios de información.
El reclutamiento solía realizarse a través de amistades, recomendaciones
y contactos. Se pretendía que el nuevo integrante fuera de absoluta confianza
y afín a los ideales del bando sublevado. Esta actividad fue muy importante en
las cárceles, donde se realizaban numerosos contactos e intercambio de informa-
ción entre los presos, que cuando salían pasaban a formar parte de algún grupo
quintacolumnista18. La estructura habitual era en células triangulares, con el fin
de que cada integrante de un grupo solo conociera a quien le había reclutado,
que era su jefe inmediato, y a las dos personas que él reclutaba como inferiores
suyos. Utilizaban claves compuestas de letras y números, prohibiéndose expre-
samente que usasen sus nombres. No obstante, el sistema falló no sólo porque
las medidas de protección y seguridad no se cumplían siempre, sino también
porque los republicanos se infiltraron en algunos grupos, consiguiendo desman-
telarlos. Por ejemplo, en febrero de 1938, se produjeron detenciones masivas
de los integrantes de la organización Carranceja, ante el descubrimiento de un
fichero con los datos reales de todos ellos19.
Las redes quintacolumnistas se extendieron a lo largo del territorio republi-
cano con numerosos enlaces, informadores o simpatizantes que facilitaban el
envío de información a través de las líneas del frente, la huida de los perseguidos

17
AGMAV, C. 3010,3.
18
La quinta columna tuvo una importante presencia en las cárceles republicanas. Mu-
chos líderes de FE estaban en prisiones madrileñas desde la primavera, cuando se ilegalizó el
partido, convirtiéndose en lo que Fernández-Cuesta denominó Falange Clandestina, ya que “la
organización normal de la Falange había sido sustituida por otra clandestina, cuya dirección
encargó José Antonio a su hermano Fernando (...) La Falange seguía, pues, actuando con más
fuerza y más numerosa. (Fernández Cuesta, 1985: 38). Fracasada la sublevación, Fernán-
dez-Cuesta y Valdés Larrañaga desde la cárcel inspiraron la creación de grupos quintacolum-
nistas que actuaron en Madrid. En Barcelona, se dio una situación similar con Luis Gutiérrez
Santa Marina, líder regional que organizó uno de los principales grupos quintacolumnistas de
Barcelona (AGMAV, 2871,6).
19
AGMAV, C. 2871, 7 y AGMAV, C. 3011, 3-4.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


188 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

a la otra zona o los distintos sabotajes, entre otras acciones. Ahora bien, una vez
creado el SIPM, las redes más activas y mejor organizadas convergían finalmente
en Salamanca o Burgos, con el fin de someterse al control y centralización que
este servicio impuso. Se intentaba reclutar perfiles específicos, buscando espe-
cialmente a quienes se encontraban bien posicionados dentro de las filas repu-
blicanas20. Había células quintacolumnistas permanentes que se organizaban en
unidades, regimientos, departamentos y centros administrativos donde trabajara
alguno de sus miembros. También existían células volantes que se desplazaban
por la zona republicana o a través del frente para enlazar los distintos grupos y
los mandos del Ejército sublevado. Y células “pasivas” listas para intervenir en el
caso de que un grupo fuera desmantelado o se hiciera necesaria su activación21.
Las más organizadas contaban con personal especializado (fotógrafos, delinean-
tes, falsificadores, telegrafistas, encargados de las emisoras clandestinas, cifrado-
res...) cuyo trabajo era esencial para realizar las distintas tareas de espionaje. Así,
consiguieron un sistema complejo por el gran número de integrantes y secciones
que se extendían por varias ciudades, el campo o incluso a través de las líneas
del frente o de las rutas marítimas22.
Es imposible saber cuántas organizaciones existieron o el número total de
sus integrantes, pues su propia naturaleza subversiva impide conocer cifras
reales. Además, muchas tuvieron poco protagonismo, se disolvieron al ser per-
seguidas o se integraron en grupos mayores, sin llegar a tener contacto con los
servicios de información del ejército sublevado. Pero a través de los expedien-
tes de los distintos grupos que el SIPM elaboró y de las relaciones de meda-

20
La infiltración en la administración civil y sindical fue importantísima, permitiendo
acceder a información de gran valor, como los planes republicanos de la Batalla de Brunete, los
planos de las defensas de Madrid, de las baterías de artillería y antiaéreas o sobre el cruce del
Ebro. También otorgaba cierta seguridad a la hora de moverse y actuar dentro de las filas re-
publicanas. Algunos grupos mantuvieron a sus integrantes en importantes puestos de decisión
de los Estados Mayores del Ejército Popular o en los distintos Ministerios. Esta infiltración fue
considerable en la CNT, donde se obtenían fácilmente carnets y certificados de afiliación. Esta
presencia del quintacolumnismo en el Ejército y en las Fuerzas de Seguridad fue un temor
constante para los servicios de información republicanos. Por ejemplo, algunos miembros de
la escolta del General Miaja eran quintacolumnistas, igual que el médico del coronel Casado, a
través de quien se iniciaron los contactos con Franco en los últimos meses del enfrentamiento
(AGMAV, C. 2924, 13; AGMAV, C. 2871, 7; AGMAV, C. 3002, 4).
21
AGMAV, C. 3002,4.
22
La organización “HATACA” se extendía por Murcia, Almería, Cartagena y parte del
Levante (AGMAV, C. 2872, 1 y AGMAV, C. 2872, 2). La organización “Dado de Póker”, forma-
da por personas provenientes de la aviación y la marina republicanas habría actuado en Bar-
celona, Cartagena, Madrid y Valencia (AGMAV, C. 2870, 9). La organización Laureano, tenía
enlaces para el envío de información y el paso de refugiados a través del frente de la sierra de
Madrid (AGMAV, C. 2870, 10).

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La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 189

llas concedidas a los quintacolumnistas una vez acabada la guerra, es posible


realizar una aproximación numérica. Uno de los informes más completo sobre
la quinta columna catalana, aunque no incluye a los colaboradores ni a todos
los grupos que existieron, consigna 766 miembros encuadrados en diferentes
agrupaciones. De ellos 172 fueron ejecutados, 193 detenidos y condenados
a penas graves, 44 huyeron a la zona rebelde y 357 se mantuvieron en zona
republicana.
Por lo que se refiere a medallas, según la Subcentral en Cataluña del SIPM,
se entregaron 1.032 en esta región. En el caso de Valencia, las cifras podrían
superar los 5.600 miembros, incluyendo enlaces e informadores23. En Madrid
se barajan cifras cercanas a los 3.000, con el apoyo, directo o indirecto, de
unos 30.000 colaboradores. Algunos de los grupos más grandes tenían varios
centenares de integrantes. Muchos dedicados a ayudar a los detenidos y per-
seguidos o a hacer de enlaces entre los distintos grupos, los líderes y los refu-
giados en sedes diplomáticas, lo que permitía trasmitir las órdenes a los que
operaban en la calle. Esta actividad se realizó desde distintas organizaciones,
como la Antonio Rodríguez Aguado, que utilizó a Carmen Barrera y a Pilar del
Arco cuando sus dirigentes se refugiaron en la Embajada de Turquía24. Muy
activo fue Andrés Revesz, enlace de José María Alfaro, refugiado en la Legación
de El Salvador y luego en la de Chile. Revesz sería clave para las comunica-
ciones de Alfaro con otros líderes de FE refugiados en otras representaciones
diplomáticas como Rafael Sánchez Mazas, Gregorio Sánchez Puerta o Manuel
Valdés Larrañaga25.
Con la creación del SIPM a finales de 1937, dirigido por el coronel Ungría, la
quinta columna entraría en una nueva fase en la que recibirá instrucciones y ór-
denes de este organismo26. A partir de entonces, las labores de espionaje se mul-
tiplicaron y las acciones adquirieron más efectividad al tener más planificación
y organización previas. Además, se potenció la colaboración entre los distintos
grupos y se crearon nuevos enlaces y métodos para el envío de la información
obtenida.

23
AGMAV, C. 2963, 12 y AGMAV, C. 2964, 12.
24
AGMAV, C. 2924, 13.
25
ABC, 29 de agosto de 1939.
26
El SIPM establecía como objetivos informativos para las quintas columnas: fortifica-
ciones, movimientos de tropas, centros de estacionamiento, estado de la moral... Además,
pedía que la información se enviara mediante los cifrados establecidos y a través de los enlaces
de forma periódica. También solicitaba potenciar el derrotismo, el sabotaje o incluso debilitar
la economía republicana con la retirada y la falsificación de su moneda (SHM, AGL, ZN, Leg.
274. Carp 10. Arm. 5). Sobre las finanzas republicanas es de gran interés el libro de Sánchez
Asiaín (1999).

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190 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

3. La quinta columna y las representaciones diplomáticas27: el caso de la


organización Golfín-Corujo
La colaboración entre quintacolumnistas y representaciones diplomáticas fue
evidente. Distintos dirigentes madrileños de Falange y líderes quintacolumnistas
tuvieron en las embajadas un refugio seguro. Así, Leopoldo Panizo, miembro de
la Junta Política de FE, estuvo en la Legación de Paraguay y luego en la Embajada
de Chile. Allí se refugiaba también Manuel Weglison junto con otros destacados
falangistas como Rafael Sánchez Mazas, Gregorio Sánchez-Puerta o José María
Alfaro28. En la de Noruega se asilaron Hipólito Fernández Arques29 (Sinclair) y
José Luis Arrese. Todos en contacto, a través de distintos enlaces, con los encar-
celados José Valdés Larrañaga y Raimundo Fernández Cuesta.
Existía una extensa red dedicada a la búsqueda de refugio para individuos
derechistas o militares perseguidos. Oficialmente se necesitaba el permiso del
responsable de la Misión, que solía otorgarse sin problemas. Para trasladarlos
utilizaban coches con la protección de la extraterritorialidad y la inmunidad
(Morla Lynch, 2008). Una vez en el refugio diplomático, los asilados debían dar
su nombre real y ocupación para ser incluidos en las listas que se entregaban
al Gobierno y comprometerse a no salir del recinto ni a actuar en contra de la
República30. Sin embargo, esto no solía cumplirse, pues los pertenecientes a la
quinta columna salían o se trasladaban entre los distintos locales utilizando los
automóviles diplomáticos31.
Consulados, embajadas y legaciones, realizaban también la evacuación de
los refugiados de territorio republicano. El Gobierno republicano solía permitir
la marcha de mujeres, niños y hombres que no estuviesen en edad de combatir a
través de los puertos del Levante con la condición de que no se pasaran a la zona
sublevada y no actuaran en contra de la República. Pero, pese a las protestas del

27
Bajo esta denominación englobamos embajadores acreditados, cónsules y cónsules
honorarios quienes ni son diplomáticos de carrera, ni tienen porqué ser nacionales del país
por el que actúan y al mismo tiempo pueden ser cónsules honorarios de más de un país.
28
Este último realizó un importante papel mediando entre la quinta columna y el coro-
nel Casado para la rendición de Madrid.
29
AGMV C, 2504, 18.
30
La búsqueda de un refugio para los perseguidos fue una de las principales misiones de
la quinta columna, junto con su sostenimiento a través del Socorro Azul o el Socorro Blanco.
Organizaciones dedicadas a esto principalmente fueron la Golfín-Corujo (AGMAV, C. 2870,
11) o la de Antonio Rodríguez Aguado (AGMAV, C. 2924, 13).
31
Rodríguez Aguado fue detenido en una cafetería de Madrid por agentes del SIM re-
publicano cuando estaba refugiado en la Embajada de Turquía (Cervera Gil, 2002: 445). O
Manuel Gutiérrez Mellado, que pese a estar asilado en un local bajo protección de chilena,
realizaba diversas actividades subversivas.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 191

Gobierno, en ocasiones se evacuaron junto a ellos militares que se trasladaron a las


regiones controladas por los insurrectos. Además, se realizaron evacuaciones clan-
destinas a través de los grupos quintacolumnistas que ayudaron a evadirse a dece-
nas de militares o líderes de Falange a través del frente32 utilizando muchas veces
los vehículos de las misiones diplomáticas y documentos de identidad extranjeros
falsificados. Los caminos habituales eran la “ruta del Tajo” o la “de Somosierra”33.
La protección de los presos fue otra cuestión de roce entre las representacio-
nes diplomáticas y el Gobierno. Las embajadas y legaciones ofrecieron amparo
a los detenidos acusados de ser simpatizantes de los sublevados o a los militares
que participaron en la conspiración, especialmente después de los asaltos a las
cárceles en agosto y los fusilamientos de noviembre de 1936. El Cuerpo Diplo-
mático visitó regularmente las prisiones para comprobar las condiciones de los
encarcelados y gestionar la salida, el asilo o el canje dentro de las posibilidades
existentes. También se garantizaba la protección de los liberados, pues podían
ser asaltados por las milicias populares34.
Debido a esta relación entre quintacolumnistas y diplomáticos, algunos de
ellos fueron acusados de espionaje y de colaboración con la quinta columna. En-
tre otros, el Cónsul de Paraguay en Barcelona, Andrés Blay Pigrau, quien facilitó
la evasión de simpatizantes de la sublevación y envió informes a la Comandancia
del SIPM en las Islas Baleares35; o Francisco Romero Sánchez, cónsul de Costa
Rica en Barcelona, quien colaboró con el agente del SIPM Juan Villalta Rodrí-
guez enviado por el coronel Ungria a Barcelona con la misión de reorganizar los
distintos grupos quintacolumistas en la región36; o Alfredo Reguero González,

32
Esta actividad la realizaron diversas organizaciones como el Grupo Bouthelier a través
de los Servicios Especiales del Frente de Madrid, el Grupo Burgos (AGMAV, C. 2962, 17) o el
Grupo Laureano (AGMAV, C. 2870, 10).
33
El 24.03.37 llegaron a zona nacional 8 jefes de diverso rango de Falange asilados en
la Embajada mexicana y evacuados mediante sus gestiones. Después volvieron al frente de
Madrid encuadrados en milicias falangistas (AGMAV, C. 2325, 48, 74).
34
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1.
35
SHM, SHM, AGL, ZN, Leg. 274. Carp 11. Arm. 5.
36
AGMAV, C.2960,4,1. Esta no fue la única relación entre el Consulado de Costa Rica en
Barcelona y la quinta columna, pues otro agente de la legación, Rafael Cortada Oliveros, estaba
relacionado con la actividad de la organización Concepción (AGMAV, C. 2871,5). También,
en una nota enviada al SIPM por este grupo se atestiguaba que el “Sr. Comas, del Consulado
de Costa Rica, ha prestado excelentes servicios a la Causa Nacional al haber salvado a más de
doscientas personas y ahora facilitar la huida del General Martín Moreno y la hermana de Pi
Sunyer” (AGMAV, C. 2871,5 y AGMAV, C.2917, 2). Sin embargo, es posible que la actividad
de estas dos personas fuera de carácter extraoficial, ya que al desmantelarse el grupo se des-
cubrió que Francisco Romero no cumplió con los trámites para ser reconocido oficialmente
como Cónsul de Costa Rica en Barcelona y que esta legación había sido clausurada y su ac-
tividad suspendida (CDMH, PS-BARCELONA_GENERALITAT,16, 8-9, AHN, FC-CAUSA_

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


192 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

empleado de la embajada de Cuba, juzgado por desafección37. También el caso


de Wilhelm Waconigg, Cónsul General de Austria o el del Cónsul de Paraguay
en Bilbao, Federico Martínez Arias 38.
Asimismo, resulta de interés el caso de la esposa de Carlos Morla Lynch,
María Manuela Vicuña (conocida como “Bebé”), quien, según Gonzalo Peña Mu-
ñoz, evadido de la Embajada de Chile en Madrid a través de las líneas del frente
en agosto de 1937, estaría dispuesta a colaborar con los sublevados:
“En la Embajada de Chile en Madrid hay unos 150 jefes y oficiales del Ejército,
deseando la mayor parte poder venir a nuestro campo. Cuantas gestiones se rea-
licen con este fin, serán apoyadas por la mujer del Embajador que por conversa-
ciones particulares se deduce que está positivamente decida a ayudar a la Causa
Nacional, aunque finja, dado su cargo, mantenerse en un terreno neutral”39.
Las memorias de Morla Lynch dejan entrever en ocasiones el apoyo de él y de su
mujer a las evasiones que se organizaron como las de Mario González Revenga,
luego dirigente del SIPM, o Gonzalo Peña (Morla Lynch, 2008: 292-450).
Mención especial merecen las actividades de la Organización Fernández
Golfín-Corujo40 (OFGC), una de las primeras que se fundaron en Madrid41. Es-
taba liderada por Javier Fernández-Golfín siguiendo órdenes de la Junta Política
de Falange en la capital, conformada por Raimundo Fernández Cuesta, Manuel
Valdés Larrañaga y Leopoldo Panizo. Félix Campos-Guereta fusionó los gru-
pos Ciriza Zarrandicoechea, Arqués, Weglison, Arenillas-Matilde Álvarez-Vega-
García Lomas, Corujo-Gómez Acebo-Urgoiti, Fernández Golfín, Isla Carande42,
Aldea-Aguirre y Donoso, Fernando Roda, Martínez Sesé, Sindicatos, Mediavilla,
Goyeneche, Merchán, Tedy y Romañas. Estaba dividida en cuatro secciones: la
Golfín, dedicada a información militar y milicias; la Corujo, para asuntos judi-

GENERAL, 1527, Exp.1. y AGA, Archivo de Barcelona, RE 100, Carp. 8, Plg. 2).
37
Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL,93, Exp.17.
38
Wilhelm Waconigg, Cónsul General de Austria, fue descubierto cuando transportaba
información de alto valor militar siendo detenido y ejecutado junto con Federico Martínez
Arias en noviembre de 1936 (AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp. 1).
39
AGMAV, C. 2945,15.
40
Era común dentro de las organizaciones quintacolumnistas que estas tomaran el nombre
de su líder, lo que fue causa de detención en múltiples ocasiones por parte del SIM republicano.
41
En la memoria de la Organización se afirma que existía un esbozo del grupo antes de
la rebelión militar que habría entrado en contacto con otras ciudades para alertar del momen-
to más favorable para la sublevación. Es posible que algunos miembros participaran en los
acontecimientos de Madrid durante el 19 de julio, como los del Cuartel de la Montaña. Pero
no ha sido posible encontrar datos concretos que avalen esto (AGMAV, C. 2870, 11).
42
Este grupo era una organización dedicada a la información militar dirigida por el
Capitán Médico Eduardo Isla Carande, quien consiguió unir en una extensa red a diversos
oficiales desafectos.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 193

ciales, protección de perseguidos y evasiones; la Martínez Sesé, encargada de sin-


dicatos y captación de integrantes; y la Balaguer, centrada en el Socorro Blanco y
la obtención de armamento43.
La OFGC entraría en contacto muy pronto con los Servicios de Información
del Ejército sublevado, enviando notas a través de la Embajada de Alemania en
agosto y septiembre y usando agentes, enlaces, evadidos y emisoras de radio
situadas en Madrid44. A los evacuados se les utilizó para el envío de información
como Serrano Suñer, a quien se entregaron planos y documentación antes de
su salida del territorio republicano en el crucero Tucumán. Posteriormente, a lo
largo de 1937, enviaron informes y noticias utilizando la valija diplomática de
las Embajadas de México, Noruega y Turquía45.
La OFGC podría haber conseguido información de carácter militar de gran
importancia como datos precisos sobre las fortificaciones de Madrid, el número
de efectivos, el armamento disponible, la situación de las unidades del Ejército
Popular, las redes de comunicación, planos sobre la situación de las defensas, los
bunkers antiaéreos, las zonas minadas, los campos de aviación, los talleres de
vehículos mecánicos militares o las baterías antiaéreas.
Asimismo, según la memoria de la Organización, el grupo dirigido por Ig-
nacio Corujo pudo conseguir más de 300 absoluciones en los juzgados republi-
canos. Realizaron también otras acciones, como el robo de un fichero policial
en la Dirección General de Seguridad con más de 1600 nombres de integrantes
de Falange; o garantizar la seguridad de destacados líderes derechistas como el
General de Sanidad Militar, Mariano Gómez Ulla, Raimundo Fernández Cuesta,
una vez que fue localizado, o el General Agustín Muñoz Grande46.
La Organización contó con la colaboración de algunas representaciones
diplomáticas entre 1936 y 1937. Por ejemplo, en sus informes hacen referen-
cia a que, en noviembre de 1936, durante el asedio de Madrid, liberaron a un
grupo de presos de la Cárcel Modelo y los refugiaron en la representación de
Argentina. También, junto al Encargado de Negocios de la misma Embajada,
Edgardo Pérez Quesada, realizaron la evacuación de 23 destacados militares
desde Madrid a Alicante y los embarcaron en el crucero Tucumán47. La agru-
pación se encargó de obtener la falsificación de la documentación necesaria y

43
AGMAV, C. 2870, 11.
44
AHN, FC-CAUSA_GENERAL,1539, Exp.1
45
Por ejemplo, el informe sobre los efectivos militares y la situación de los aeródromos
en Madrid lo envió José María de Iraola a través de la Embajada de México al SIM burgalés
(AGMAV, C. 2870, 11).
46
AGMAV, C. 2870, 11.
47
Sobre la actividad de la marina argentina en la evacuación de los asilados protegidos
por la Embajada de Argentina resulta de interés la obra de Merino, 2016.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


194 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

el permiso del Ministerio de Guerra. También ocultaron a numerosas personas


en distintas embajadas, especialmente en la de México, donde consiguieron
que uno de sus agentes, posiblemente Alfredo Caso o su hermano Bernardo,
dirigiera el servicio de asilados de esta representación y creara una sección
dedicada a la falsificación de documentos junto al mexicano, Ruiz Rivas48.
Además, dispusieron de un coche de esta embajada para traslados, evasiones,
evacuaciones y otra clase de servicios utilizando el nombre del Embajador de
México, Pérez Treviño. Por ejemplo, para la evacuación de los generales Fer-
nández Pérez o Martí Prat49.
Asimismo, habría tenido contactos con otras representaciones como la
Embajada de Cuba, donde por mediación de González del Valle se habría
refugiado y evacuado a numerosos derechistas, gracias a los oficios del ciu-
dadano uruguayo y miembro de Falange Española, Luis García de Padín Bel-
grano, quien actuó de enlace entre el grupo quintacolumnista y las misiones
diplomáticas. También hubo colaboración con el Consulado de Perú, donde
se refugiaban, José Fernández Golfín, hermano del dirigente de esta organiza-
ción, y Enrique García Herreros, miembro del grupo50. Igualmente se mantuvo
una constante relación con la Embajada de Noruega, donde estaba, como ya
se dijo, Sinclair, quien junto con Félix Schlayer trabajaría para lograr el canje
de Raimundo Fernández Cuesta y garantizar su seguridad en prisión51. Ade-
más, el grupo desarrolló una estrecha relación con el Agregado Comercial y
de Prensa rumano, Henry Helfant, quien ayudaría en distintas expediciones
clandestinas de refugiados y en el intento de construcción de una emisora de
radio que posiblemente estaría situada en la Embajada de Polonia, gracias a
la colaboración de Félix Campos-Guereta y del ciudadano polaco, Esteban
Hoenisfleld52.
Esta organización mantuvo contacto con el SIFNE a través de la relación con
el representante franquista en Francia, José María Quiñones de León, quien reci-
bió la clave de la emisora de radio del grupo en París y la envió posteriormente a
los mandos del Ejército sublevado en Salamanca a través de valija53.
El médico chileno Juan Francisco Jiménez Martín, quien reconocería estar
bajo el mando de Weglison, refugiado en la Embajada de Chile, se convirtió en el

48
A esto se le debe sumar la existencia de otro agente llamado Peralva, que actuaría
dentro de la Embajada de México.
49
AGMAV, C. 2870, 11.
50
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1539, Exp.1.
51
Sobre la posible implicación de Félix Schlayer en labores de espionaje consultar el
trabajo de Crespo Caballeros, 2014.
52
AGMAV, C. 2870, 11 y AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1539, Exp.1.
53
AGMAV, C. 2870, 11

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 195

enlace entre Raimundo Fernández Cuesta, la Junta Política de Falange refugiada


en las representaciones diplomáticas y la OFGC54. Jiménez Martín visitaría en
diversas ocasiones a Fernández Cuesta en la cárcel acompañado por Félix Schla-
yer, Encargado de Negocios de Noruega, con el fin de comunicarle las gestiones
realizadas por la organización para su canje por el hermano del Ministro Irujo,
retenido en la zona sublevada, y sobre la situación de los distintos grupos de
Falange que actuaban en Madrid55. Además, sería el medio para transmitir sus
órdenes a los líderes de la Junta de Falange56.
La Organización sería desmantelada el 4 de mayo de 1937 por el SIM republi-
cano debido a la infiltración del agente Alberto Castilla, quien consiguió posicio-
narse como uno de los principales enlaces entre sus dirigentes. Una de las pruebas
utilizadas contra la agrupación fue un mapa de Madrid, supuestamente entregado
por Javier Fernández Golfín a Castilla, donde aparecerían emplazamientos y obje-
tivos militares con fecha del 24 de abril de 193757. Se detuvo a casi un centenar de
personas y el proceso judicial58 finalizó con la condena a muerte de 14 integrantes
de la organización, mientras que otros tantos fueron sentenciados a penas de entre
12 y 30 años de prisión59. Los que no fueron detenidos cesaron en sus actividades
o se incorporaron a otras organizaciones, como la Antonio Rodríguez Aguado60.

4. El gobierno de la República ante las acciones de las representaciones


diplomáticas
La sublevación del 17 de julio sorprendió a la mayoría del cuerpo diplomático
vacacionando en San Sebastián. Iniciada la guerra, muchos se trasladaron a
Hendaya o San Juan de Luz, donde se establecerían hasta el final de la contien-
da61, por lo que el personal diplomático de menor categoría asumió el mando
de las Legaciones. El chileno Aurelio Núñez Morgado se pondría al frente del

54
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1564, Exp. 18.
55
Según reflejan las memorias de Fernández Cuesta, este tendría una alta estima a Juan
Francisco Jiménez Martín, a quien consideraba un “entusiasta de Falange” (Fernández Cuesta,
1985).
56
AGMAV, C. 2870, 11 y AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1539, Exp.1.
57
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1564, Exp.13.
58
El procedimiento judicial sería utilizado por el Gobierno para justificar la detención
de los integrantes del POUM, el asesinato de Andreu Nin y la disolución del partido tras los
Sucesos de Mayo de Barcelona en 1937, acusados de pertenecer al grupo liderado por Fernán-
dez-Golfín.
59
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1539, Exp.1.
60
AGMAV, C. 2868, 3.
61
Esto provocaría la protesta formal del Gobierno, que reclamaría su cese y sustitución
o su traslado a la capital.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


196 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

Decanato para actuar como portavoz en las relaciones con el Gobierno de la


República e intentar “humanizar” el conflicto62. Con la idea de defender y eva-
cuar a sus ciudadanos residentes, iniciaron una serie de actuaciones que, ante
el aumento de la violencia, se extendieron a toda la población. Destacó la apli-
cación masiva del derecho de asilo en el territorio controlado por la República,
ejercida especialmente por las representaciones de Argentina y Chile, seguidas
por Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras,
México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Santo Domingo y
Uruguay. En el caso europeo la más activa fue Noruega, después Alemania,
Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Países
Bajos, Polonia, Rumania, Suecia63, Suiza, Turquía y Yugoslavia64. Otros estados
como Dinamarca, Egipto, Estados Unidos65, Irlanda, Reino Unido, la Unión
Soviética o Venezuela no ejercieron esta actividad, bien porque rechazaban
dicha práctica o por el cierre temprano de sus Legaciones en España. También
realizaron otras labores, como la protección de los presos en las cárceles y de
los civiles durante las evacuaciones o el canje de prisioneros. Estas medidas
contarían con el apoyo del Comité Internacional de Cruz Roja, que supervisó
en parte su cumplimento.
Al igual que sus países, muchas misiones diplomáticas mantuvieron una
política ambivalente durante la guerra, amparándose en una aparente “neutra-
lidad”, aunque la actividad “humanitaria” favoreció más a los simpatizantes de
la sublevación, lo que fue visto por el gobierno con hostilidad66 ante la gran

62
Tras la salida de Núñez Morgado el puesto lo ocuparía el embajador brasileño, Alcí-
biades Pecanha (Moral Roncal, 2008: 26-27).
63
El Cónsul provisional sueco en Madrid, Gumersindo Vallejo, posiblemente también
estuvo implicado en actividades quintacolumnistas, dada su simpatía por el bando sublevado
y sus gestiones humanitarias a favor de estos (Peix Geldart, 2013). Para el tema de la parti-
cipación de Suecia en la contienda española es interesante el trabajo de Camacho Padilla y
Asunción Criado (2018).
64
El político y militar cordobés José Cruz Conde pasaría por varias de estas represen-
taciones, entre ellas, las de Turquía, Alemania o Perú. Sobre este personaje es fundamental la
obra de Aguilar; Ponce, 2011.
65
La Embajada de Estados Unidos en Madrid asiló sólo a familiares directos de ciu-
dadanos estadounidenses. Merece destacar el caso del coronel Pugus, agregado militar de la
Embajada de EEUU, quien pasó importantes datos militares a los insurrectos en Salamanca en
mayo de 1937 (AGMAV, C. 2504,18 y AGMAV, C. 1173,4).
66
No obstante, consulados, embajadas y legaciones aceptaron también asilados repu-
blicanos a lo largo del conflicto. En Madrid, se dieron numerosos casos en las Embajadas de
Chile, Cuba o Panamá tras el golpe de estado del coronel Casado y la rendición de Madrid. La
cuestión del derecho de asilo se convirtió en un problema para el nuevo régimen franquista,
que utilizó incluso la fuerza en algunos casos para la detención de los refugiados, lo que inició
una nueva etapa en las relaciones entre el Gobierno franquista y las misiones diplomáticas.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 197

cantidad de refugiados en las representaciones y el evidente apoyo otorgado en


ocasiones a los insurrectos, lo que se convirtió en una fuente constante de con-
flictos entre el Cuerpo Diplomático y el gobierno republicano.
Según los cálculos de Moral Roncal (2008: 569-572), el número de asilados
en las representaciones extranjeras estuvo entre las 10.000 y 12.000 personas, lo
que se aleja de la cifra que ofreció el presidente Negrín antes las Cortes (20.000
refugiados) en octubre de 1937. Un año después, el ministro José Giral declaró
que los números habrían rondado los 12.000 asilados. Al finalizar el conflicto,
Felix Schlayer, Encargado de Negocios de Noruega, manifestó que en noviembre
de 1936 habría entre 10.000 y 12.000 personas refugiadas en la capital67, lo que
coincide con las cifras ofrecidas por Moral Roncal. Sin embargo, existen otros estu-
dios que se refieren a menos de 10.000 personas (Rubio, 1979). En cualquier caso,
las cifras no son exactas, pues no todos refugiados se inscribieron en los registros
enviados a las autoridades republicanas, ni tampoco aparecían en los listados ob-
tenidos por los sublevados68.
Cuando se encontraba al frente del Ministerio de Estado Augusto Barcia Tre-
lles (hasta septiembre de 1936), el Gobierno republicano aceptó la política del
derecho de asilo practicada por las representaciones internacionales69. Su suce-
sor, Julio Álvarez del Vayo, intentó impedirlo, eliminando los permisos para la
continuación de las evacuaciones, lo que causaría serios problemas a la imagen
internacional de la República. El siguiente ministro, José Giral, mantendría algu-
nas restricciones, aunque permitió cierto margen de actuación a las representa-
ciones diplomáticas, lo que se mantuvo hasta la vuelta de Álvarez del Vayo en el
segundo gobierno de Negrín.
Esta actividad generó una potente campaña de prensa en contra de las repre-
sentaciones ante el gran número de asilados que acogieron, a los que se conside-
raban como parte de la quinta columna, lo que derivó en un clima de hostilidad
contra el Cuerpo Diplomático, sobre todo, por parte de las milicias obreras,
quienes amenazaron en diversas ocasiones con asaltar sus locales. Esta campaña
fue realizada principalmente por las publicaciones izquierdistas, especialmente
las ligadas al Partido Comunista y la CNT70. Este clima de tensión llevó a que

67
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1.
68
Estos tuvieron conocimiento de lo que ocurría en las embajadas y legaciones a través
de los informes de evadidos y evacuados de las mismas o de los contactos no oficiales con
los representantes de los países enviados a Burgos (AGMAV, C. 1653, 30 o AGMAV, C.2320,
40, 47). También a través de las embajadas en Burgos de los Estados que reconocieron a los
insurrectos como la de Alemania (AGAMAV, C. 2325, 47, 10).
69
Esto fue objeto de un enconado debate entre el Cuerpo Diplomático y el Ministerio de
Estado (AGMAV, C. 2916, 26).
70
El Heraldo de Madrid publicaría titulares como: “La quinta columna en una casa pues-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


198 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

el Gobierno de la República actuara contra las legaciones. Las violaciones de los


locales diplomáticos más conocidas fueron contra Finlandia, Turquía y Perú71.
Las sospechas sobre la actividad favorable a las fuerzas insurrectas y a la
quinta columna se saldaron a lo largo de la guerra con la expulsión, la detención
o la condena a muerte de diversos diplomáticos acreditados en España. El caso
más notable fue la declaración de persona non grata a Aurelio Núñez Morgado,
acusado de ofrecer asilo a espías sublevados en la Embajada chilena, aunque
probablemente esta decisión estuviera motivada por su enfrentamiento con Ál-
varez del Vayo, defendiendo el derecho de asilo. También se ordenó la salida del
país del embajador de México, Pérez Treviño, del de Argentina, Pérez Quesada,
del brasileño, Alcibíades Peçanha, del francés, Jean Herbette, o del anterior En-
cargado de Negocios de la Embajada de Noruega, Félix Schlayer, quien posible-
mente mantuvo importantes vínculos con los dirigentes del Ejército sublevado,
colaborando en la organización de las evacuaciones o intercambios como el de
Serrano Suñer o Raimundo Fernández Cuesta72. A esto se deben sumar las pe-
ticiones de cese de algunos funcionarios de segunda categoría, como el Coronel
Luco, agregado militar chileno, expulsado del país por espionaje al encontrar
documentos militares en su residencia (Morla Lynch, 2015: 116-119)73, o el
británico Edwin Christopher Lance (“la Pimpinela española”), quien ofreció asilo
a numerosos perseguidos por las fuerzas de seguridad republicanas, pese a las
órdenes procedentes del Gobierno de Reino Unido de mantener una estricta
neutralidad (Phillips, 1965).
En cuanto a la muerte o asesinato de integrantes del Cuerpo Diplomático o
familiares de estos74, el caso que tuvo mayor repercusión internacional fue el

ta bajo la protección de Finlandia, son detenidos 400 fascistas” (4.12.1936), “Falange espa-
ñola tiene en Madrid un comité directivo que actúa bajo el derecho de asilo, ¿hasta cuándo
ese problema en la retaguardia?” (7.12.1937). Castilla Libre, periódico cercano a la CNT, se
preguntaba el 9 de mayo de 1937: “¿Por qué se sigue consintiendo que la mayor parte de las
embajadas de Madrid sirvan de refugio de millares de fascistas peligrosos?”.
71
Las milicias sindicales o las fuerzas de seguridad realizaron otros asaltos de menor cali-
bre aunque violando el principio de extraterritorialidad como en el caso de los pisos protegidos
por la enseña peruana tras el reconocimiento de este país al bando sublevado en 1938; la entrada
en el Refugio de Guatemala protegido por la bandera de Chile con el robo de las posesiones del
embajador o la entrada en otros edificios bajo protección de Brasil, República Dominicana, Chile
o Finlandia (AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1). También el asalto a la Embajada de
Alemania al romper sus relaciones con la República en noviembre de 1936.
72
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1.
73
CDMH, C. 728.
74
Varios cónsules de Colombia serían asesinados durante el conflicto. También el Cón-
sul de Panamá en Cartagena, el hijo del Cónsul honorario de Venezuela, José María Torroja,
las hermanas del Vicecónsul de Uruguay en Madrid o el Cónsul de Reino Unido en Alicante

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 199

homicidio del agregado de la Embajada de Bélgica, el Barón de Borchgrave, por


la Brigada de Servicios Especiales de la Dirección General de Seguridad tras ser
acusado de efectuar tareas de espionaje a favor de los sublevados75. También se
realizaron acciones menores, como la revisión del equipaje de los diplomáticos.
Tampoco estaba asegurado el secreto de las comunicaciones entre las represen-
taciones diplomáticas y sus respectivos países, pues se interceptaban estas por
parte de los servicios de información del Ministerio de Estado76, llegándose al
extremo de controlar las valijas diplomáticas tras un incidente en el que se de-
tectó el envío de planos y de documentación de carácter militar por parte de un
destacado diplomático77.
Por otra parte, el DEDIDE y el SIM republicanos infiltraron espías en las em-
bajadas y legaciones78. Así, se desmanteló la actividad de la quinta columna en
el Consulado de Perú y en la Embajada de Turquía. En ambos casos, el infiltrado
fue Alberto Castilla. Además, habría al menos otro agente republicano llamado
Felipe González que se infiltraría en la Embajada de Finlandia y en la Legación
de Guatemala, lo que daría lugar a asaltos contra estos locales diplomáticos79.
Las representaciones extranjeras fueron también objeto de lo que conside-
raron actos de sabotaje realizados por las milicias o los servicios de información
republicanos. Así, diversas representaciones tuvieron problemas con el abasteci-
miento de agua, luz o el acceso a las líneas telefónicas o telegráficas80. Igualmen-
te, los edificios sufrieron una serie de ataques, como las pintadas de la Embajada

(AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1. y AGA, AB, RE 102, Carp. 3, Plg. 2.).
75
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1. Ver también la obra de Casanova (1992).
Además, sobre la investigación de su asesinato existe una gran cantidad de documentación al
respecto presentada por el Gobierno de la República ante el Tribunal Permanente de Justicia
Internacional (AGA, AB, RE. 113).
76
Existen múltiples casos de comunicaciones interceptadas por los servicios de informa-
ción republicanos en los Archivos del Servicio de Información Diplomática Especial (SIDE)
disponibles en AGA, AB, RE, 93 o AGA, Archivo de Barcelona, RE 99, Carp. 5.
77
Wilhelm Waconigg, Cónsul General de Austria, fue descubierto cuando transportaba
información de alto valor militar siendo ejecutado en noviembre de 1936 (Núñez de Prado,
1992: 208). Existen otros casos, como el Comandante de Estado Mayor Villar, asilado en la
embajada francesa y en contacto con el SIFNE a quien enviaría diversa información bélica
a través de la valija diplomática de esta representación (SHM, AGL, ZN, Leg. 274. Carp 10.
Arm. 5).
78
En la Embajada de Chile habría al menos un agente republicano que filtraría a la Di-
rección General de Seguridad la existencia de las armas y su ubicación. Además, alertaría de
la salida nocturna de asilados que realizarían diversas actividades consideradas como “ilícitas”
(Morla Lynch, 2008: 21-74).
79
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1.
80
Por ejemplo, en la Embajada de Chile el corte de luz duró más de dos meses y el de
agua tres días (Morla Lynch, 2008: 38-39).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


200 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

de Uruguay, en las que podían leerse insultos como “hotel de fascistas” o “los
bandidos sudamericanos protegen a los fascistas”81. Además, las milicias popu-
lares confiscaron durante los primeros días del conflicto los automóviles de los
que disponían las representaciones diplomáticas. Fue el caso de la embajada de
Rumania82, la de Brasil o la Legación de Egipto83.

5. Conclusiones
El elemento humanitario estuvo siempre presente en las acciones llevadas a cabo
por los diplomáticos, tanto titulares como honorarios, aunque muchas veces se
entremezcló con las simpatías ideológicas, que también existieron y que en dife-
rentes ocasiones fueron reflejo de lo que opinaban los respectivos gobiernos. Por
ejemplo, entre los cónsules honorarios más activos está Porfirio Smerdou, quien
ayudó primero a personas de “derechas” mientras la ciudad de Málaga estaba en
manos de la República. Y después salvó la vida a otros que se habían destacado
como republicanos una vez que la ciudad fue conquistada por los franquistas.
O entre los diplomáticos titulares, Joe Berryer, Encargado de negocios belga,
que consiguió que personas significadamente republicanas (familia de Indale-
cio Prieto, entro otros) consiguieran salir de España. Excepciones a esta mezcla
ideológico-humanitaria también hubo, como el caso del Barón de Borchgrave,
quien actuó fundamentalmente movido por su simpatía hacia los franquistas.
Ahora bien, estas acciones favorecerían generalmente al bando sublevado, salvo
en determinados casos puntuales o en los últimos momentos de la guerra. Hay
que tener en cuenta que las sedes de las embajadas se encontraban en la capital
y que donde más consulados había era en las ciudades costeras que, en general,
quedaron en manos republicanas.
El uso del asilo diplomático y otras acciones humanitarias, por tanto, per-
mitió que muchos simpatizantes de los insurrectos, militares que habían parti-
cipado en el golpe o integrantes de partidos de derechas, no sólo encontrasen
refugio ante la persecución de las milicias izquierdistas o de las fuerzas de segu-
ridad republicanas, sino que también se organizaran para actuar en contra de la
República desde la impunidad que otorgaba la extraterritorialidad que ofrecían
los lugares bajo protección diplomática.
En un primer momento la política de asilo se habría orientado a la eva-
cuación y protección de los perseguidos, pero la imposibilidad de realizar la
salida de los hombres en edad militar haría que muchos de ellos entrasen en
los grupos clandestinos o salieran del territorio republicano mediante evasio-

81
AHN FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1.
82
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1563, Exp. 21.
83
AHN, FC-CAUSA_GENERAL, 1527, Exp.1.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


La quinta columna y el cuerpo diplomático en la Guerra Civil española 201

nes ilegales bajo amparo diplomático. Por lo anterior, puede decirse que varias
embajadas y legaciones actuaron como coadyuvantes de la quinta columna,
ya que además de otorgar un refugio seguro a líderes políticos de derechas y
a numerosos quintacolumnistas, les permitió evitar detenciones y mantener
vivas las secciones de estas organizaciones que pudieron extenderse gracias a
esa ayuda. Es más, en ocasiones, estos lugares se convirtieron en los centros de
mando y de contacto con el ejército sublevado.
Esta colaboración entre las representaciones diplomáticas y las organizacio-
nes quintacolumnistas queda perfectamente reflejada en el ejemplo de la quin-
ta columna Golfín-Corujo. Además, esta ayuda a los grupos quintacolumnistas
abarcó numerosos ámbitos, permitiendo también a la quinta columna establecer
y mantener las redes de comunicación con el Ejército sublevado. Por otra par-
te, la posible instalación de aparatos de radio en algunos locales diplomáticos
habría permitido el envío y recepción de información con mayor rapidez que
mediante la utilización de otros mecanismos.
Las evasiones clandestinas de los asilados en las representaciones diplomáti-
cas fue una práctica realizada y permitida por parte del personal del Cuerpo Di-
plomático, que colaboraría en la organización de estas fugas. También parte del
personal de las embajadas y legaciones realizarían diversas acciones de espionaje
o falsificación de documentación.
Consecuencia de todo ello fue la campaña realizada por la prensa republica-
na en contra del Cuerpo Diplomático y de su actividad humanitaria, consideran-
do que eran el principal foco de la quinta columna y el refugio de sus dirigentes.
El Gobierno republicano actuaría en contra de estos representantes diplo-
máticos solicitando su cese y expulsión o mediante su detención y su posterior
condena. Algunos de los obligados a salir de la zona republicana se dirigían a la
capital de los insurrectos para convertirse en los enlaces de sus respectivos paí-
ses frente al Gobierno franquista. Sin embargo, pese a la actividad de las fuerzas
de seguridad republicanas para desmantelar estos grupos quintacolumnistas, su
éxito fue parcial, pues no llegaron a acabar con estas agrupaciones a pesar de las
numerosas detenciones y la importante labor de represión que se realizó, sobre
todo hasta mediados de 1938. Sin olvidar tampoco que la República tuvo una li-
mitada capacidad de actuación para evitar la pérdida de apoyos internacionales.
Finalmente, referirse al grado de conocimiento que los Jefes de las misiones
internacionales tenían acerca de estas labores. A pesar de que consideremos que
fue muy alto, en las declaraciones, informes y memorias del personal diplomá-
tico no hay prácticamente referencias directas a estas actividades, seguramente
porque suponía reconocer la violación del derecho de gentes por parte de las
representaciones diplomáticas y un ejemplo de malas prácticas en un panorama
internacional cada vez más encrespado. Sí es posible encontrar distintas alu-
siones en los documentos consultados que indican que esta cooperación con

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 183-203


202 Sara Núñez de Prado Clavell y Javier Rodríguez Abengózar

el Ejército sublevado existió a lo largo del conflicto. De hecho, aunque muchos


de los países no reconocieron el Gobierno militar surgido de la insurrección, sí
existían diversos canales de comunicación, bien a través de algunas embajadas
europeas como la de Alemania o Italia, o de representantes no oficiales que rea-
lizarían su labor en la zona alcista. Años después, numerosos diplomáticos como
Aurelio Núñez Morgado, Edgardo Pérez Quesada, Carlos Morla Lynch, Henry
Helfant o Félix Schlayer, recibirían diversos distintivos y honores por parte del
Gobierno franquista por su labor humanitaria durante la guerra sin que se hicie-
ra mención a sus otras actividades clandestinas.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa:
1948-1978
Monetary Issues in the European Story:
1948-1978

Sara González
Universidad Complutense de Madrid
[email protected]
ORCID: 0000-0002– 3274-7980
Juan Mascareñas
Universidad Complutense de Madrid
[email protected]
ORCID: 0000-0001-5548-6309
Recibido:15-7-2019
Aceptado: 21-10-2019

Cómo citar este artículo / Citation: GONZÁLEZ, Sara; MASCAREÑAS, Juan


(2019). Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978. Pasado y
Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 205-222
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.08

Resumen
El relato monetario europeo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la puesta
en marcha del Sistema Monetario Europeo y el ECU, se define mediante la paradoja de
que los estados miembros de la CEE aspiraban a una mayor unión económica y, al mismo
tiempo, se resistían a ceder soberanía en el terreno monetario. Los desajustes provocados
por esta paradoja ponían en peligro la viabilidad del proyecto europeo. Con objeto de
hacerles frente, el mundo privado impulsó la creación y utilización de “monedas-cesta”,
como la European Monetary Unit o el “Eurco” que, paralelamente, servían para señalar
al mundo político la necesidad de una moneda única europea. Todo ello en un contexto
internacional en el que el dólar y sus problemas se trasladaban a las divisas de los estados

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DOI: 10.14198/PASADO2019.19.08
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de la CEE haciendo muy difícil mantener un equilibrio en el valor del comercio intraco-
munitario, lo que implicaba crisis monetarias continuas.
Palabras clave: Eurco. Sistema Monetario Europeo. Monedas-cesta. Triffin. Werner.

Abstract
The European monetary story, from the end of World War II to the implementation of the
European Monetary System and the ECU, is identified with the paradox that the member
states of the EEC wanted greater economic union while resisting sovereignty transfer in the
monetary field. The imbalances caused by this paradox endangered the viability of the Eu-
ropean project. In order to confront them, the private sector promoted the creation and use
of ‘basket currency’, such as the European Monetary Unit or the ‘Eurco’ which, at the same
time, served to point out to politicians the need for a single European currency. All this took
place in an international context where the dollar and its problems were transferred to the
currencies of the EEC states, making it quite difficult to maintain some balance in the value
of intra-community trade, which implied continuous monetary crises.
Keywords: ‘Eurco’. European Monetary System. Basket currencies.

Hay muchas formas de describir el proceso de integración europea y una de


ellas es verla desde el punto de vista monetario. El dinero, puede definirse de
varias formas, pero una de ellas es que es un medio que facilita las transacciones
económicas entre ciudadanos, empresas y estados; como cada estado tiene su
propia moneda (así puede controlar las transacciones económicas) ésta se con-
vierte en una de las características que definen al estado en sí. Por eso cuando
determinados estados deciden iniciar un proceso de acercamiento cuyo objetivo
final a largo plazo pueda ser su unión política, la cuestión monetaria debe estar
presente desde el principio porque es una de las condiciones básicas para crear
esa nueva relación. Sin embargo, los estados europeos aún siendo conscientes de
que debían tender a una unión monetaria eran reticentes a ella por la pérdida de
soberanía económica que ello representaba y, además, porque sus intereses par-
ticulares eran diferentes cuando no contrapuestos. En este trabajo vamos a ver
el relato sobre los primeros años de la Comunidad Económica Europea (CEE)
desde el punto de vista monetario con sus luces y sombras.

1. El comienzo
Nuestro relato monetario de la actual Unión Europea comienza poco después de la
finalización de la II Guerra Mundial cuando se inicia la reconstrucción de la Euro-
pa occidental. Como es ampliamente sabido el Plan Marshall1 (cuyo nombre oficial

1
Georges Marshall había sido el Jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Uni-
dos durante la II Guerra Mundial y fue el promotor directo del denominado ERP por sus siglas
en inglés.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 207

era Programa de Recuperación Europea) inyectó 13.000 millones de dólares a lo


largo de 1948-1951 en los estados del occidente europeo que habían sufrido en su
territorio los desastres de la guerra. Este plan fue una de las variables importantes
–pero no la única– de la recuperación económica de dichos estados.
En paralelo a la mencionada recuperación surge, o más bien se hace notar,
el problema de la falta de convertibilidad entre las monedas de los estados
europeos2. Para paliar este problema se crea3 el 7 de julio de 1950 la Unión
Europea de Pagos (UEP), que comenzaría sus operaciones en 1951 (al término
del Plan Marshall) permitiendo la convertibilidad indirecta a través de la con-
vertibilidad de los saldos. Como agente de la UEP actuaba el Banco de Pagos
Internacionales de Basilea4 (BPI o BIS). Los Estados Unidos fueron sus promo-
tores inyectándole el dinero necesario para su funcionamiento, que provenía
del sobrante no utilizado del Plan Marshall. Por su parte, el Reino Unido estaba
totalmente en contra5 de la UEP porque consideraba que perjudicaba sus inte-
reses en el área de la libra. El Fondo Monetario Internacional (FMI) apoyaba la
posición británica contraria a la UEP. Ésta dejó de funcionar en 1958 año en el
que el sistema de Bretton Woods (establecido en 1944) comienza a funcionar
de facto plenamente.
La creación de la UEP era un síntoma de los crecientes intercambios comer-
ciales entre los estados europeos occidentales que llevan a que sus dirigentes se
planteasen seriamente una integración, inicialmente económica y a largo plazo
política, pero que implicaba una serie de desafíos económicos nada fáciles de re-
solver. Por supuesto que las razones económicas no eran la única causa de dicha
idea integradora, la búsqueda de una paz definitiva en Europa fue posiblemente
el incentivo más importante.
Lo primero de lo que eran conscientes es que un mercado europeo inte-
grado iba a afectar de lleno a la política monetaria de los estados participantes

2
Este problema no era solo europeo sino mundial. Para paliarlo surge el Acuerdo de
Bretton Woods (1944) en el que se decide que todas las monedas de los países firmantes serán
convertibles con relación al dólar americano (y, a través de él, serán convertibles entre ellas
mismas) y éste tendría un valor fijo con respecto al oro (35 USD/onza) y sería plenamente
convertible en dicho metal. Este sistema comenzó a funcionar en 1958. Su final real fue en
1971 aunque oficialmente duraría hasta 1978.
3
Fue creada por la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica) y
estuvo vigente hasta diciembre de 1958 cuando fue reemplazada por el Acuerdo Monetario
Europeo.
4
El BIS –como es internacionalmente conocido por sus siglas en inglés– se fundó en la
época de entreguerras, en 1930 en la Conferencia de la Haya, para facilitar el cobro por parte
de los aliados de las reparaciones impuestas a Alemania por la I Guerra Mundial. Se le conoce
como el banco central de los bancos centrales.
5
Véase Varela, 1967: 76.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


208 Sara González y Juan Mascareñas

dificultando su gestión interna, al mismo tiempo, que impulsaba su integración


con las de los otros socios6. La integración comercial entre los estados llevaría
como complemento obligado una mayor libertad de movimiento de capitales
impulsada por el mayor alcance de las actividades de las empresas nacionales en
un terreno comercial más amplio: el mercado común europeo. Y esa creciente
interdependencia de las economías produciría desequilibrios en las balanzas de
pagos nacionales limitando la eficacia de las políticas económicas de los estados
porque la movilidad del capital haría que la política monetaria fuese cada vez
más ineficaz a la hora de compensar cualquier esfuerzo autónomo para reducir
o expandir la oferta monetaria en un único estado.
Es por lo anterior que los seis estados firmantes del Tratado de Roma (25 de
marzo de 1957) –tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea – en
su artículo tercero suscribieron el principio de la libre circulación de capitales y
acordaron que las restricciones a su movimiento serían abolidas progresivamente
en la medida necesaria para el correcto funcionamiento del mercado común. En
el propio tratado se especificaba que las políticas económicas deberían ser con-
sultadas mutuamente (art. 103), que se crearía un comité monetario de carácter
consultivo para favorecer la coordinación de las políticas económicas (art. 105),
que deberían irse eliminando los controles de cambios conforme se liberaliza-
sen los movimientos de bienes, personas y capitales (art. 106), que los tipos de
cambio de las monedas de los estados miembros serían un problema de interés
común (art. 107), y que se establecería la posibilidad de ayuda mutua para esta-
bilizar las balanzas de pagos (art.108).
En los años posteriores los estados fueron aboliendo las restricciones a dife-
rentes velocidades –con avances y retrocesos– intentando controlar sus propias
políticas monetarias. Con lo que no contaban en ese momento era que el éxito7
del Mercado Común iba a ir acompañado de un fuerte desarrollo de las transac-
ciones monetarias fuera del control de las autoridades nacionales (el denomina-
do “euro dinero”), liberalizando aún más los movimientos de capitales dentro
de la CEE y haciendo cada vez más difícil las políticas monetarias nacionales de
sus miembros.
No hay que dejar de lado la influencia que el sistema monetario internacio-
nal imperante tuvo en las ideas sobre la integración monetaria europea. Un siste-
ma basado en paridades fijas, que parecía funcionar sin problemas y acompaña-
do por una liberalización gradual de los movimientos de capitales, hacía menos

6
La denominada por (Tsoukalis, 1977) “lógica acumulativa de la integración”.
7
El comercio entre los estados de la CEE pasó del 30% en 1958 al 50% en 1972, es
decir, aumentaba un 1,4% anualmente. (Van Ypersele y Koeune, 1983: 21). (Varela, 1967: 76)
achacaba el éxito de la CEE en aquellos años principalmente a las siguientes razones: la proxi-
midad geográfica, la comunidad de problemas y la homogeneidad en el grado de desarrollo.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 209

evidente la utilidad de una integración monetaria europea que no contaría en su


seno con ninguna de las dos principales monedas de reserva del sistema: el dólar
y la libra. Cuando este sistema internacional comenzase a mostrar debilidad sería
el momento de iniciar una mayor integración monetaria europea.
Precisamente esto último fue detectado y predicho en 1960 por el belga
Robert Triffin8 quien mostró las debilidades que llevarían a la disolución del
sistema monetario internacional al mismo tiempo que proponía un plan por
etapas para alcanzar una unión monetaria europea y una moneda común. En
una línea similar, la comisión económica y financiera del Parlamento Europeo
pedía un año antes, en 1959, un desarrollo en el campo monetario que eventual-
mente llevase a una organización similar a la del Sistema de la Reserva Federal
en los Estados Unidos. Coincidente en el tiempo, el ministro belga de Asuntos
Exteriores, Pierre Wigny propuso la adopción de una unidad europea de cuentas
que debería acabar siendo el instrumento que independizaría financieramente a
la CEE permitiéndole tratar directamente con los otros dos bloques monetarios:
el del dólar y la libra9.

2. Las turbulencias monetarias de los años 60


A pesar de lo anterior, durante el cuatrienio 1958-1961 la cuestión de la coope-
ración monetaria no parecía ser algo que preocupase a los seis estados miembros
porque todos ellos tenían sus balanzas de pagos excedentarias y no se presenta-
ban desequilibrios de pagos en el interior de la CEE. La situación dio un giro en
1961 y, como era de esperar, el motivo había que buscarlo fuera de la Comuni-
dad: los grandes superávits que Alemania Occidental y Holanda tenían con otros
estados no comunitarios. Esto obligó a revaluar el marco alemán10 y el florín
holandés un 5% (6-7 marzo 1961) y puso sobre el tapete la cuestión de la falta
de una política europea común puesto que a ninguno de los dos estados ante-
riores se le ocurrió consultar con el resto de los socios la conveniencia de dicha
revaluación y cómo les podría afectar.
La reacción no se hizo esperar. El Comité Monetario publicó un informe
que resaltaba la necesidad de una mayor estabilidad de las relaciones cambiarias
dentro de la CEE, así como una mayor coordinación de las políticas económicas
y monetarias. La Comisión se basó en estas recomendaciones en su “Programa
de Acción Comunitaria durante la Segunda Etapa del Mercado Común”, hecho

8
Véase Triffin, R.: Gold and the Dollar Crisis: The Future of Convertibility. New Haven:
Yale University Press, 1960.
9
Tsoukalis, 1977: cap. 4.
10
En marzo de ese mismo año se produjo el primer acuerdo swap entre el Tesoro de los
Estados Unidos y el Bundesbank por el que se drenaban dólares en poder de este último que
podrían amenazar el sistema de tipos de cambios oro.

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210 Sara González y Juan Mascareñas

público a finales de 1962. La Comisión trató de llenar los vacíos sobre los temas
monetarios que había en el Tratado de Roma, proponiendo medidas concretas
que condujesen al establecimiento de una unión monetaria.
Para la segunda etapa del período de transición (que debería completarse en
1970), la Comisión propuso el establecimiento de un Comité de Gobernadores
de los Bancos Centrales, de un Comité de Política Presupuestaria, y de un Co-
mité de política económica a medio plazo; además de la adopción de un sistema
de consulta previa para todas las decisiones importantes de política monetaria,
un sistema de asistencia mutua y una extensión de la liberalización de los movi-
mientos de capitales.
En 1964, Italia sufrió una crisis en su balanza de pagos (y una depreciación
de la lira) y simultáneamente se produjo una fuerte entrada de dinero en Alema-
nia que provocó la apreciación del marco. Italia respondió solicitando ayuda a
los Estados Unidos y al Fondo Monetario Internacional (FMI) en lugar de soli-
citarla a sus propios socios de la CEE, lo que ponía en evidencia la fragilidad de
la Comunidad ante las crisis de alguno de sus socios. Forzado por estos aconte-
cimientos, el Consejo de Ministros de la CEE aprobó11 el establecimiento de los
tres comités propuestos por la Comisión con miras a institucionalizar el proceso
de consultas. Los Estados miembros también se comprometieron a no cambiar la
paridad de su moneda sin consultar previamente a sus socios tal y como indicaba
el artículo 107 del Tratado de Roma.
Por su parte, la Comisión propuso una tercera etapa hacia la unión moneta-
ria: la fijación definitiva de los tipos de cambio entre las monedas europeas y la
creación de una moneda de reserva europea. Sin embargo, Alemania no estaba
de acuerdo con esta propuesta porque sus gobernantes temían que la creación de
un bloque monetario europeo implicara un retroceso en la cooperación moneta-
ria atlántica; también temían que esto llevaría tanto a un aumento de la liquidez
monetaria internacional como a una relajación de la disciplina impuesta a los
gobiernos nacionales por la restricción de equilibrio de la balanza de pagos.
En el periodo 1964-1968 el nacimiento de la Política Agraria Común (PAC)
–elemento básico de la integración económica de la CEE– surgió, curiosamente,
como un nuevo obstáculo en el avance en la integración monetaria europea. La
PAC, al implicar la unidad de precios agrícolas en la CEE12, hacía que fuese mu-
cho más difícil cambiar las paridades entre las diversas divisas europeas, porque

11
Pero no adoptó la recomendación sobre la libre circulación de capitales ni aceptó la
idea de una fijación definitiva de los tipos de cambio ni la creación de una moneda única.
Véase González y Mascareñas, 1993: 8.
12
Para fijar los precios agrícolas se crearon en 1962 las denominadas “unidades de cuen-
ta europeas”, que estaban fijadas al oro. Se comenzaron a utilizar para fijar los precios agrícolas
en diciembre de 1964.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 211

si éstas variasen entonces deberían alterarse los precios agrícolas para que real-
mente siguieran siendo equivalentes a los existentes antes de las variaciones de
los tipos de cambio. Esto hacía pensar que realmente existía una forma de unión
monetaria europea. Tanto que Alemania y Holanda –los estados más reticentes
a una fijación irrevocable de las paridades– empezaron a considerarlo como una
posibilidad; por otro lado, el estado que más se beneficiaba de la PAC, Francia,
apoyaba dicha fijación junto a Bélgica, así como la creación de una moneda euro-
pea. Por todo ello no había un interés real institucional en seguir con un proceso
que parecía avocado a completarse por sí solo.
Había otra razón de peso por la que el progreso institucional sobre la integra-
ción monetaria estaba detenido y era que el Comité monetario de la CEE estaba
centrado en los trabajos de la reforma del sistema monetario internacional. Mien-
tras que los estados de la CEE no tenían la misma postura sobre esta cuestión,
Francia apoyaba el retorno al patrón-oro como una forma de mantener su indepen-
dencia monetaria con respecto al dólar; por el contrario, los otros cinco miembros
preferían mejorar el sistema del patrón de cambios-oro antes que reemplazarlo13.
El 18 de noviembre de 1967 la libra esterlina se devaluó un 14,3% en pleno
debate sobre su incorporación, o no, a la CEE. Francia se oponía argumentando
la debilidad de la divisa británica14. Esto implicaba que un reforzamiento de la
integración monetaria europea podría ser contemplado, bien como una barrera
a la integración británica o, por el contrario, como un marco adecuado para fa-
cilitar la futura incorporación de la libra al grupo.
A comienzos de 1968 Pierre Werner –primer ministro luxemburgués– hizo
público un plan de acción que proponía la fijación irrevocable de los tipos de
cambio de las monedas de los seis estados miembros de la CEE, junto a la creación
de una unidad de cuenta europea y la creación de un Fondo monetario europeo.
Seguidamente, la Comisión –cuyo vicepresidente era Raymond Barre– emitió un
memorándum conocido como “primer plan Barre” con tres propuestas: el estable-
cimiento de un mecanismo comunitario de sostén monetario a corto plazo y ayuda
financiera a medio plazo, las decisiones de cambio de paridad deberían tener pre-
viamente el acuerdo de los demás socios, y examinar la posibilidad de eliminar los
márgenes de fluctuación entre las monedas europeas.

13
Francia había tenido una mala experiencia con el patrón de cambios oro en el periodo
de entreguerras al vincular su moneda –el franco– a la libra esterlina, por eso era reticente a
repetir la experiencia, aunque ahora fuese con el dólar americano.
14
Los Acuerdos de Basilea de 1968 permitieron que un grupo de países y el BPI (BIS)
proporcionasen 2.000 millones de dólares para paliar los efectos de las fluctuaciones de los
saldos en libras esterlinas, que habían aumentado a raíz de la devaluación de ésta. Véase Varela
(1968, 54) autor que además señala (pág. 55) que esta fue la segunda vez que una moneda de
reserva mundial se devaluaba –la primera fue en 1949 y también fue la libra la protagonista–.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


212 Sara González y Juan Mascareñas

En el bienio 1968-69 el contexto político europeo distaba mucho de estar


sosegado. Los sucesos de mayo15 del 68 en Francia precedieron a una crisis
monetaria en la que los mercados presionaban para que el franco francés se
devaluase y que el marco alemán fuese revaluado, algo a lo que ambos gobier-
nos se resistían fuertemente. Las presiones fueron demasiado fuertes y, tras la
dimisión del general De Gaulle como presidente el 28 de abril de 1969, el nuevo
gobierno francés de Georges Pompidou devaluó su moneda un 11,1%. Esta fue
la primera vez que los ‘montantes compensatorios monetarios’ (MCM) hicieron
acto de presencia para evitar que los precios agrícolas franceses tuvieran que
subir dentro del mercado interior francés en el porcentaje anterior16. Unos meses
más tarde, el 27 de octubre de 1969, el nuevo gobierno alemán cuyo canciller
era Willy Brandt ordenaba revaluar17 el marco un 9,3% (nuevamente los MCM
entraron en acción, aunque en esta ocasión en sentido contrario). Ninguna de las
dos decisiones anteriores fue consultada con sus socios a pesar de la decisión del
Consejo de 1964, lo que reveló la inexistencia de algo parecido a una supuesta
unión monetaria.
Por si fuese poco, los tipos de interés internacionales se duplicaron18 lo
que repercutió en la CEE a través del mercado de eurodólares, que mostró a los
estados europeos los límites que la internacionalización del mercado de capitales
ponía sobre su capacidad de realizar políticas monetarias autónomas.

3. El camino hacia la creación del Sistema Monetario Europeo


A penas un mes después de la revaluación del marco alemán, en la cumbre de la
Haya (1-2 de diciembre de 1969), el canciller alemán Willy Brandt lanzó la idea
de una Unión Económica y Monetaria (UEM) que debería desarrollarse en dos
etapas. La primera consistiría en la armonización de las políticas económicas a
corto plazo y la fijación a medio plazo de los objetivos cuantitativos. La segunda
etapa implicaría la constitución de un Fondo europeo de reserva mediante la

15
Abarcó todo el mes de mayo y quince días de junio de 1968.
16
La idea era la siguiente: Como los precios en francos de los productos agrícolas debían
ser los mismos que antes de la devaluación, deberían ir aumentando progresivamente en el
mercado interior para alcanzar el nivel europeo. Mientras tanto, a los productos agrícolas
que exportaba Francia se les añadía un arancel en la frontera similar a la tasa de devaluación
aplicada, mientras que a los que importaba de sus socios se les subvencionaba. Los montantes
compensatorios monetarios tenían la misión de compensar los efectos de las variaciones de los
tipos de cambio para preservar los principios de la PAC.
17
El gobierno alemán ordenó el cierre de los mercados cambiarios desde el jueves 26 al
lunes 30 de octubre para evitar corrientes especulativas hacia su territorio.
18
El tipo de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos pasó del 4,22% en 1967
al 8,21% en 1969.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 213

transferencia de una parte de las reservas de los estados miembros. La propuesta


fue aceptada (a pesar de las divergencias mostradas entre Brandt y el presidente
francés Pompidou).
Un mes más tarde, en enero de 1970, el Consejo aprobó las propuestas
del ya mencionado primer plan Barre, salvo la referente a la ayuda financiera
a medio plazo, de tal manera que unos días más tarde –el 9 de febrero– entró
formalmente en vigor el sistema de sostén monetario a corto plazo. En ese
mismo mes se produjo una reunión de los ministros de finanzas que acordaron
un plazo de transición de diez años para llegar a la UEM. Se encargó a Pierre
Werner la dirección de un grupo de trabajo que preparase un informe sobre
los diferentes puntos de vista sobre las reformas a realizar y cómo soslayarlos.
Los denominados “economistas”, básicamente los alemanes y holandeses,
eran partidarios de dar la prioridad a la coordinación de las políticas económi-
cas, algo que consideraban indispensable para conseguir la integración mone-
taria; porque pensaban que ésta se alcanzaría al final de un proceso gradual de
armonización después de la unificación de las políticas económicas. Opuestos
a ellos, se encontraban los “monetaristas” –belgas, franceses y luxemburgueses–
quienes pensaban que la mejor manera de obligar a los gobiernos a coordinar sus
políticas monetarias sería un rápido avance en el aspecto monetario.
El informe interno que Werner presentó a los ministros de finanzas en junio
de 1970 reflejaba dicha confrontación. Los “monetaristas” proponían una reduc-
ción inicial del margen de fluctuación de las monedas europeas y la constitución
de un fondo de estabilización de los tipos de cambio; el fin último de este proce-
so sería alcanzar una moneda única.
Desde el punto de vista de los monetaristas, la reducción de los márgenes
de fluctuación entre las monedas europeas reduciría el riesgo de cambio de las
monedas europeas con respecto al dólar, lo que las haría más adecuadas como
moneda de reserva para los bancos centrales europeos. Estos se verían obligados
a intervenir más a menudo con el fin de respetar los márgenes intracomunitarios
pero, a diferencia del pasado, ahora utilizarían las monedas comunitarias y no
la moneda americana; es aquí donde el “fondo de estabilización”, propuesto por
los monetaristas, facilitaría su labor. A su vez, este proceso reduciría el grado de
independencia de las políticas monetarias de cada estado impulsando su armo-
nización lo que debería llevar a una política monetaria común.
Obviamente, los “economistas” no estaban de acuerdo porque pensaban que
el proceso debería realizarse justo al revés. Es decir, la integración monetaria de-
bería realizarse después de que las políticas económicas de los diversos estados
estuviesen armonizadas.
El 8 de octubre de 1970 se presentó el denominado “Informe Werner” ante
el Consejo y la Comisión. Pretendía aunar las propuestas de ambos grupos pro-
poniendo paralelamente ir hacia una integración monetaria y, al mismo tiempo,

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


214 Sara González y Juan Mascareñas

que las políticas económicas convergiesen. El “informe” realizaba sugerencias


sobre la política presupuestaria (cómo financiar los déficits, la fiscalidad y los
mercados financieros), sobre la política monetaria (reducción de los márgenes
de fluctuación), y la futura creación de un fondo europeo de cooperación que
gestionase los mecanismos de sostén monetario a corto plazo (existentes desde
enero de ese mismo año) y los de medio plazo y cuya tarea final sería la gestión
de las reservas comunitarias.
Una variable importante que hay considerar en este contexto es que grandes
empresas financieras (y no financieras) abogaban por un sistema que redujese
el riesgo de cambio dentro de la CEE y, por ello deciden crear una unidad de
cuenta a la que denominan ECU (European Currency Unit) con la que realizar
sus transacciones19. Se definió frente a las monedas de los seis estados miembros
originales, con tipos de conversión fijos para todo el plazo del préstamo (por
ejemplo, 1 ECU = 3,2225 marcos alemanes). La fórmula protegía al inversor
internacional contra el riesgo cambiario porque éste podía solicitar la devolución
de su inversión en la moneda más fuerte de las seis; claro que esto hacía muy
vulnerable al prestatario y más aún después de la ruptura del sistema de Bretton
Woods. Por ello, y una vez que esto fue evidente, esta unidad monetaria europea
sólo fue utilizada por prestatarios que de otro modo habrían tenido dificultades
para captar fondos. Otros prestatarios, incluida la CECA, que inicialmente había
promovido la fórmula amortizaron sus bonos prematuramente. Esta unidad se
usó en el mercado de bonos entre los años 1970-1972.
Como era de esperar el informe Werner no eliminó las discrepancias entre los
seis estados miembros de la CEE. Por ejemplo, la opinión francesa estaba en contra
porque debía ceder parte de su soberanía nacional. Esto llevó a que en el Consejo
del 22 de marzo de 1971 se adoptase una resolución sobre la realización por etapas
de la unión económica y monetaria en la que se precisaron los principios de acción
para una primera etapa de tres años entre los que figuraba la reducción de los
márgenes de fluctuación de las monedas a partir del 1 de junio de ese mismo año.
Pero la situación económica internacional distaba mucho de ser propicia
para la aplicación del informe Werner. El aumento de la presión bajista sobre
el dólar presionaba al alza al marco alemán; el gobierno alemán era de los que
opinaba que el mercado debía dictar sus normas (flotación libre de las monedas)
justo lo opuesto que opinaban los franceses e italianos. El resultado fue que el
10 de mayo de 1971 el marco y el florín holandés flotaban libremente mientras
que había un control de cambios sobre las otras cuatro monedas comunitarias.

Aunque tenga el mismo nombre, no debe confundirse con el ECU posteriormente


19

avalado por la Comisión Europea. A este “primer ECU” también se le conocía como European
Monetary Unit. Véase Von Furstenberg, G.M: International Money and Credit: The Policy Roles.
Fondo Monetario Internacional. 1983.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 215

La situación fue a peor, el 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon anunció


que Estados Unidos suspendía oficialmente la conversión del dólar en oro. Esto
hacía innecesario mantener el margen de fluctuación del resto de las monedas
con respecto al dólar (que se mantenía así porque el dólar era en realidad oro).
Cuatro días después del anuncio de Nixon tiene lugar una nueva reunión
del Consejo en la que los tres estados que conforman el Benelux (Bélgica, Países
Bajos y Luxemburgo) propusieron a los otros tres estados mantener los antiguos
márgenes de fluctuación entre sus monedas y, al mismo tiempo, flotar libre-
mente con relación al dólar. Su propuesta caerá en saco roto y sólo Bélgica,
Luxemburgo y los Países Bajos la seguirán (convirtiéndose en un precedente de
la posteriormente famosa “serpiente monetaria europea o serpiente en el túnel”).
Alemania e Italia optaron por la flotación libre, mientras que Francia organizó un
doble mercado de cambios reforzando su control.
El denominado Grupo20 de los 10 se reunió en el Smithsonian Institute el
17 y 18 de diciembre de 1971. La reunión dio como resultado que el dólar se
devaluaría un 7,9% con respecto al oro, el marco se revaluaría un 13,5% con
respecto al dólar, el franco belga y el florín se revaluarían un 11,6%, el franco
francés y la libra, un 8,6%, mientras que la lira italiana solo lo hizo en un 7,5%.
Además, las bandas de fluctuación de las monedas europeas con respecto al dó-
lar y entre sí mismas aumentaron21 algo que no convenía en absoluto a la PAC.
La CEE reaccionó con una reunión en Basilea el 10 de abril de 1972 para
impulsar de nuevo el Plan Werner –de hecho, esta fecha se considera el naci-
miento de la mencionada “serpiente en el túnel”22–, que causó un optimismo
que desembocó en la Cumbre de París en octubre de ese mismo año en la que
se subrayaba la decisión de impulsar “de forma irreversible la Unión Económica
y Monetaria”23. Unos meses antes, el 1 de mayo, las monedas de Gran Bretaña,
Irlanda y Dinamarca se integraban en la “serpiente” (los tres estados pasarían
a formar parte integrante de la CEE el 1 de enero de 1973)24. En la cumbre de

20
El origen del G-10 proviene de los Acuerdos Generales para la Obtención de Présta-
mos (General Arrangements to Borrow) de 1962. Los países componentes del G-10 eran Gran
Bretaña, Italia, Japón Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Suecia y
Suiza (aunque el país helvético hacía el número once al incorporarse en 1964, la denomina-
ción del grupo no varió).
21
La banda de fluctuación entre las monedas pasó a ser del 4,5% lo que implicaba un
rango de variación máximo del 9%.
22
Dos monedas de la CEE no podían oscilar entre sí más de un 2,25%. Como excepción,
las monedas del Benelux oscilaban un máximo del 1,5% entre ellas.
23
Boletín de las Comunidades Europeas nº 10/1972. Comunicado Final.
24
Pero la fuerte especulación entre ellas y el dólar las hizo abandonarla el 23 de junio
(ambas libras) mientras que la corona danesa salió de ella el 27 de junio para volver a entrar
el 10 de octubre.

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216 Sara González y Juan Mascareñas

París, además, se creó el FECOM (Fondo Europeo de Cooperación Monetaria)25,


que sería insuficiente para estabilizar la parrilla de paridades que describía la
“serpiente monetaria” impulsada por Werner, aunque pervivió unos años, pasan-
do en 1978 a formar parte del Sistema Monetario Europeo (SME) creado ese año.
Las fuertes fluctuaciones cambiarias experimentadas por las divisas más sig-
nificativas a principios de 1973 enfriaron el ambiente positivo al surgir la flota-
ción generalizada de los tipos de cambio26. El 13 de febrero de 1973 el dólar se
devaluó nuevamente, sumándose así a la devaluación ya practicada en 1971. La
Comisión de la CEE propuso que las monedas de los estados integrantes flotasen
de forma conjunta (manteniendo la “serpiente” pero abandonando el “túnel”),
sólo seis estados acordaron el 12 de marzo de 1973 dejar flotar sus monedas de
forma conjunta (Alemania, Francia, Dinamarca y el Benelux) indicando su vo-
luntad de estabilizar los tipos de cambio entre ellas. Fue esta idea de estabilidad
la que hizo que dos días más tarde las monedas sueca y noruega se integrasen en
la “serpiente monetaria europea”.
La situación no hizo más que agravarse al desatarse la primera crisis del pe-
tróleo el 16 de octubre de 1973, que aceleró la recesión económica occidental,
impulsó la inflación fuertemente al alza y desequilibró las balanzas de pagos. Las
divergencias en el impacto que la crisis tuvo en las economías de los nueve estados
miembros de la CEE hicieron muy difícil la coordinación de sus políticas económi-
cas, que según el informe Werner, debería llevar a una integración monetaria. De
hecho, para muchos observadores la CEE no era más que un conjunto de zonas
monetarias pobremente coordinadas que arriesgaban el buen funcionamiento del
mercado común agrícola alentando el proteccionismo de sus estados integrantes.
Por ejemplo, uno de los efectos fue la entrada en flotación del franco francés27 el
19 de enero de 1974 lo que –sin duda– estuvo presente en la reunión celebrada
en La Haya en la que se acordó proporcionar ayuda ilimitada con el fin de sostener
el compromiso cambiario de la “serpiente europea”. En septiembre de ese mismo
año el ministro de finanzas francés (M. Fourcade) propuso la flotación concer-
tada de todas las monedas de la CEE con una coordinación más estrecha entre
las cinco que estaban en la “serpiente” y las otras cuatro que flotaban libremente
formarían una “boa” alrededor de las “serpiente” con unos márgenes de variación

25
Organismo para proveer de financiación para la intervención de los mercados de divi-
sas de los estados de la CEE.
26
En enero de 1973 entró en flotación el franco suizo, en febrero Japón e Italia se unie-
ron dejando flotar a sus monedas (la lira, por tanto, abandonó la “serpiente”) y en marzo de
1973 Alemania e Irlanda dejan sus monedas en flotación, Alemania revalúa el marco un 3% y
Austria revalúa el Chelín un 2,25%.
27
Volvería a entrar el 10 de julio de 1975, saliendo nuevamente el 15 de marzo de 1976
(Banco Exterior de España, 1979: 198-203). Desde enero de 1974 sólo permanecerían en la
“serpiente” Alemania, Dinamarca y el Benelux.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 217

más amplios. Sus ideas buscaban mantener la cotización del dólar en un nivel
comunitario, incluso propuso una nueva unidad de cuenta. Su propuesta no cuajó
inmediatamente, pero algunas de sus ideas serían implantadas años después.

4. El mercado privado crea el EURCO


En ese mismo año, septiembre de 1973, ante las turbulencias monetarias interna-
cionales imperantes y con objeto de reducir el riesgo de cambio de las monedas de
los nueve estados miembros de la CEE, un grupo de ocho bancos europeos crean
una moneda cesta28 europea denominada Eurco (European Composite Unit)29. En
realidad, era una unidad de cuenta para los bonos de los estados miembros de la
CEE, que pretendía ser de utilidad para inversores y prestatarios. Su bautizo se
produjo cuando el mercado absorbió en 1973 una emisión de bonos del Banco
Internacional de Pagos y al año siguiente dos emisiones de bonos a largo plazo
denominadas en eurcos emitidas por el Banco Europeo de Inversiones (BEI)30.
El eurco era una combinación diferenciada de las nueve divisas de cada uno
de los estados miembros de la CEE, expresada cada una de ellas en un número
fijo de unidades o fracciones de su propia denominación. Se componía simultá-
neamente de 1,20 francos franceses, 7,5 peniques de libra esterlina, 80 liras, 20
coronas danesas, etc. (véase cuadro, primera columna). La cotización diaria de la
unidad de cuenta se calculaba en la Bolsa de Luxemburgo (en la tabla se muestra
un ejemplo del 6 de noviembre de 1973 con referencia al franco francés).
Equivalencia
en francos Proporción
Un Eurco se compone de: franceses de cada divisa
6/11/73 en el total (%)
1,200 francos franceses 1,2000 21,8
0,075 libras esterlinas 0,7921 14,4
0,900 marcos alemanes 1,5589 28,4
80,000 liras italianas 0,5760 10,5
4,500 francos belgas 0,5220 9,5
0,350 florines holandeses 0,5847 10,6
0,200 coronas danesas 0,1507 2,7
0,500 francos luxemburgueses 0,0580 1,0
0,005 libras irlandesas 0,0528 0,9
5,4952 ≈100%

28
Fue la primera “moneda cesta” que inspiró al Arab Currency Related Unit (ARCRU) en
noviembre de 1974, al Asian Monetary Unit (AMU) en diciembre de 1974, y a la European Unit
of Account (EUA) –predecesor del ECU– en marzo de 1975. Ver De Grauwe y Peeters, 1989: 9.
29
Su nombre fue ideado por N. M. Rothschild and Sons en un memorándum al Banco
de Inglaterra el 8 de junio de 1973.
30
Von Furstenberg, 1983.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


218 Sara González y Juan Mascareñas

Su creación perseguía al menos, tres objetivos31:


a) si una deuda internacional había sido denominada en eurcos, definía en
términos operativos el importe que originalmente debía recibir el pres-
tatario o el que debía reembolsar al vencimiento, teniendo en cuenta que
las partes evitarían el mecanismo –engorroso, caro y aritméticamente
indiferente– de las liquidaciones parciales en nueve divisas.
b) las proporciones en que cada divisa formaban parte del eurco sólo eran
calculables cuando existía un todo homogéneo, pero su determinación
era fundamental para precisar el porcentaje de repercusión sobre el eur-
co y, por tanto, sobre el valor real de liquidación de una deuda denomi-
nada en eurcos cuando alguna de las divisas se apreciaba o depreciaba
sensiblemente.
c) para el operador que actuaba con divisas no comunitarias, como el dó-
lar de Estados Unidos, el eurco reducido a divisa única se traducía con
facilidad a la divisa interesada.

Son bien conocidas las implicaciones del sistema convencional de denomi-


nar los créditos internacionales a base de una única divisa. El deudor se bene-
ficiará plenamente de la devaluación de la divisa escogida, y el acreedor se verá
perjudicado; y al revés, en el caso de una revaluación. Examinada la magnitud
del posible riesgo de cambio inherente a la operación, una de las partes puede
preferir abstenerse de cerrar el contrato. Pero si en lugar de referirse a una úni-
ca divisa, las partes acuerdan denominar la deuda en un promedio de varias
divisas, la devaluación o revaluación de una de ellas sólo afectará al total en la
proporción que esta divisa represente en el conjunto. Se trata de diluir el riesgo
de cambio, buscando una distribución más equitativa de beneficios y perjuicios
entre las partes del contrato. El uso del eurco buscaba, precisamente, este objeti-
vo. Su éxito no radicó en sus ventajas –de hecho, se utilizó poco– sino en que su
composición sirvió de modelo para la construcción del futuro ECU.
En abril de 1975 se dio un paso más en el intento de contención de la vola-
tilidad cambiaria con la creación de una moneda cesta denominada Unidad de
Cuenta Europea (UCE) y la posterior reentrada del franco francés en la “serpien-
te” en julio, pero su estancia fue breve pues tuvo que salirse de nuevo en mar-
zo de 197632. En diciembre de 1975 el primer ministro belga Leo Tindemans
propuso consolidar la “serpiente” dándole un carácter comunitario y extender
su acción a los elementos clave de las políticas monetaria y económica. Este re-
forzamiento contribuiría a una mayor estabilidad monetaria internacional.

31
Véase “Eurco”. Información Comercial Española 489, mayo 1974, pp. 73-74.
32
Banco Exterior de España, 1979 : 198-203.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 219

En una línea similar el primer ministro holandés, Wim Duisenberg propuso,


en febrero de 1976, aproximar las monedas europeas y mejorar la coordinación
de las políticas económicas creando “áreas objetivo” no limitadas y definidas en
términos de tipos de cambio para las monedas flotantes y para la serpiente en sí
misma.
Todas estas propuestas, que apoyaban la integración monetaria europea, fue-
ron respaldadas en un discurso pronunciado en Florencia por el presidente de la
Comisión, el Sr. Roy Jenkins, el 27 de octubre de 1977 en el que defendía que
la unión monetaria era el mejor método para impulsar el crecimiento y controlar
la inflación. Jenkins presentó una propuesta de síntesis que supuso la reapertura
del proyecto de Unión Monetaria Europea y el inicio de lo que sería el proceso
que concluyó con la creación del Sistema Monetario Europeo (SME). Su pro-
puesta incluía cinco puntos fundamentales33:
1. La incorporación a la serpiente monetaria, de todas las monedas comu-
nitarias.
2. Evitar maniobras sobre los tipos de cambio que puedan obligar a que un
país abandone la “serpiente monetaria”
3. Coordinación de las políticas económicas y monetarias.
4. Se refuerza el sistema de crédito intracomunitario mediante intervencio-
nes en divisas europeas, y no en dólares.
5. Se propone la creación de una moneda única común.

A finales de 1977, la gran divergencia de las tasas de inflación y la forta-


leza del marco alemán habían reducido la serpiente monetaria a una simple
zona que vinculaba al marco alemán con otras monedas: El florín holandés, la
corona danesa, el franco belga, y el franco luxemburgués. En agosto de 1977
la corona sueca había salido de la serpiente y se devaluó un 5% respecto a la
Unidad de Cuenta Monetaria Europea (UCME) y la corona danesa también
se devaluó un 5%. En febrero de 1978 la corona noruega se devaluó un 8%.
Ante esta situación, los países comunitarios, especialmente Francia y Alema-
nia, consideraron necesario un acuerdo que permitiera alcanzar la estabilidad
cambiaria en Europa.
En el Consejo Europeo que tuvo lugar en Copenhague el día 7 de abril de
1978, Helmut Schmidt, Primer Ministro alemán, y Giscard D’Estaign, Presidente
francés, dieron el apoyo político a la creación de un Sistema Monetario Europeo
(SME) en el que participarían todos los estados integrantes de la CEE; aunque
era un proyecto menos ambicioso, que la primitiva idea de la Unión Monetaria
Europea, suponía un notable avance.

33
González y Mascareñas, 1993: 19-20.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


220 Sara González y Juan Mascareñas

Una vez superado el nivel político, el Consejo Europeo se reunió en Bremen,


en julio de ese mismo año, aprobando la propuesta de creación del SME, y encar-
gando a los ministros de finanzas un estudio que detallase el contenido técnico y
el funcionamiento de dicho sistema, que estaría basado en una unidad monetaria
europea (el ECU), teniendo las mismas reglas estricta que la “serpiente” y dotado
de medios financieros importantes para la puesta en común de una parte de las
reservas. En este acuerdo no se precisó cómo se efectuaría la obligación de rea-
lizar intervenciones en los mercados cambiarios, en la medida en que podía uti-
lizarse al ECU como referencia o, por el contrario, utilizar el sistema de parrilla
de paridades que definía a la serpiente monetaria. Finalmente, la disyuntiva se
resolvió según la propuesta del llamado “compromiso belga” destinado a analizar
el compromiso cambiario del SME34.
Como trasfondo al diseño y puesta en marcha del SME se produjeron algu-
nas alteraciones cambiarias que afectaron a varias monedas: la corona noruega
se devaluó un 8% respecto a la UCME (febrero de 1978), el marco alemán se
revaluó en un 4% (octubre de 1978), y el florín holandés y el franco belga en un
2% en la misma fecha.
En el Consejo Europeo de Bruselas del 5-6 de diciembre de 1978 se aprobó
el SME. Unos días después el Consejo adoptó un Reglamento sobre el ECU y
otro Reglamento sobre el SME. Asimismo, se decidió aumentar las cantidades
gestionadas por el Fondo Europeo de Cooperación Monetaria (FECOM) para
la ayuda financiera a medio plazo. El SME entraría en vigor el 13 de marzo de
1979. Ese mismo día, los Gobernadores de los Bancos Centrales y los miembros
del Consejo de Administración del FECOM firmaron los acuerdos referentes a
las modalidades de funcionamiento, así como al aumento de los montantes de
soporte monetario a corto plazo.

34
Alemania deseaba la creación de una parrilla de paridades en la que sólo podrían
participar las monedas de los países miembros de la CEE. Para el tipo de cambio se fijaría
un margen de fluctuación del ±2,25% respecto de las restantes monedas, y si se superaba
este margen las autoridades debían intervenir. Por otra parte, el Reino Unido presentó una
propuesta alternativa que se basaba en construir una cesta formada por todas las monedas de
los países comunitarios, y su participación estaría ponderada según la importancia de la eco-
nomía del país. De esta forma cuando una moneda de las que componen la cesta se deprecia
respecto de las demás monedas, la cesta se depreciará también, pero en una cuantía inferior.
Este procedimiento permite detectar cuál es la moneda que genera inestabilidad en el sistema
y por tanto sería la autoridad monetaria del país cuya moneda origina el problema la que
tendría que realizar las intervenciones. La discusión se resolvió con la creación de un sistema
que consideraba simultáneamente las dos propuestas: la parrilla y la cesta de monedas (ECU),
que actúa como moneda de referencia.

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Los aspectos monetarios en el relato de Europa: 1948-1978 221

5. Conclusiones
El relato monetario europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta
la puesta en marcha del Sistema Monetario Europeo y el ECU se muestra en
un contexto donde los estados componentes de la CEE, siendo conscientes de
su necesidad de una mayor unión económica, al mismo tiempo, se resistían a
ceder soberanía en el terreno monetario. Los desajustes provocados por esta
paradoja, ponía en peligro la viabilidad del proyecto europeo. Para paliarlo en
alguna forma surgían continuamente ideas sobre unidades de cuenta europeas
muchas veces auspiciadas por el mundo privado y que luego se veían reflejadas
en el ámbito público, aunque desde el Tratado de Roma siempre se mostró que
el camino llevaba a una moneda única, pero esto parecía ser más una declaración
de intenciones que la muestra de una voluntad real de lograrla. Efectivamente, el
mundo privado impulsó la creación y utilización de monedas-cesta, la European
Monetary Unit o el Eurco, con objeto de paliar en cierta forma los problemas
cambiarios dentro de la CEE y que, paralelamente, servían para presionar al
mundo político para resolver este problema yendo hacia la creación de una mo-
neda única europea.
La situación internacional tampoco ayudó mucho durante esos años. Es-
tados Unidos y su moneda, el dólar, imponían su ley y sus problemas interna-
cionales (Vietnam, crisis del petróleo, abandono del patrón oro, etc.) se trasla-
daban a las divisas de los estados de la CEE haciendo muy difícil el mantener
un equilibrio en el valor del comercio intracomunitario lo que implicaba crisis
monetarias continuas con revaluaciones de las monedas fuertes (marco alemán,
florín holandés, etc.) y devaluaciones de las débiles (franco francés, lira italia-
na, etc.). Nuevamente, la creación de una moneda-cesta oficial de la CEE, o de
una moneda única, parecía ser parte de la solución a los problemas monetarios/
cambiarios europeos. A finales de 1978 el ECU y el Sistema Monetario Europeo
verían la luz; era el fin de una etapa y el comienzo de otra hacia la adopción de
una moneda única europea.

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Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 205-222


N O TA B I B L I O G R Á F I C A
La Guerra Fría vista desde el siglo XXI.
Novedades interpretativas
The Cold War seen from the 21st century.
Interpretive novelties

José Antonio Lorenzo Cuesta


Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
[email protected]
ORCID: 0000-0003-1100-0498
Recibido: 18-2-19
Aceptado: 29-3-19

Cómo citar esta nota bibliográfica / Citation: LORENZO CUESTA, José


Antonio (2019). La Guerra Fría vista desde el siglo XXI. Novedades interpre-
tativas. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, pp. 225-233
https://doi.org/10.14198/PASADO2019.19.09

Resumen
En la bibliografía sobre la Guerra Fría publicada a partir del año 2000, los distintos au-
tores que se reseñan en el presente ensayo, estudian el conflicto desde una perspectiva
historiográfica y epistemológica novedosa. Lejos de estereotipos anteriores que definen
esa confrontación como un enfrentamiento político y militar entre las dos superpotencias
surgidas de las cenizas de la II Guerra Mundial, los Estados Unidos y la Unión Soviética,
las interpretaciones más recientes consideran que estaba en juego el «alma de la humani-
dad», el modelo económico, social, cultural y político de dos sociedades muy distintas.
Con este trabajo acerca de las nuevas interpretaciones del significado de la Guerra Fría, se
pretende contrastar la visión particular e innovadora de los autores correspondientes con
la de la mayoría de los estudios realizados sobre la temática antes del año 2000.
Palabras clave: Guerra Fría. Humanidad. Propaganda.

Abstract
In the existing literature on the Cold War published since 2000, the different authors
reviewed in this essay study this conflict from an epistemological perspective and novel

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 225-233


DOI: 10.14198/PASADO2019.19.09
226 José Antonio Lorenzo Cuesta

historiography. Far from previous stereotypes that define that confrontation both as a
political and military contest between the two superpowers emerged from the ashes of
World War II –the United States and the Soviet Union– present mainstream considers
that it was the “soul of humanity” what was actually at stake, that is, the economic, social,
cultural and political model of two very different societies. The aim of this paper about
new interpretations of the meaning of the Cold War is to establish a contrast between
those authors’ innovative, personal vision and most works on this subject published
before the year 2000.
Keywords: Cold War. Humanity. Propaganda.

1. Introducción
La mayor parte de los estudios acerca de la Guerra Fría anteriores al siglo XXI
concluyen que esta no significó más que una lucha por el liderazgo mundial en-
tre las dos principales potencias mundiales que emergieron de la Segunda Gue-
rra Mundial, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Así, para Palma (2003), las
raíces de la Guerra Fría se encontrarían en un mundo postrado por un conflicto
global devastador, y los recelos opuestos para la creación de un orden internacio-
nal que Washington y Moscú pretendían imponer a un mundo inestable por la
destrucción que había ocasionado la guerra, caracterizado por el enfrentamiento
bipolar. Stonor (2013) señala que en un mundo tan polarizado como el de la
Guerra Fría, no había lugar para la neutralidad. Tanto los Estados Unidos como
la URSS, no ahorraron esfuerzos para deslegitimar los argumentos del neutra-
lismo. Lozano (2007) define la Guerra Fría como el prolongado conflicto entre
el bloque socialista y el bloque occidental que se libró en los frentes político,
económico y propagandístico, y solo de forma muy limitada en el frente militar1.
Parafraseando al expresidente George H. W. Bush, la Guerra Fría fue una lucha
por el alma misma de la humanidad, una lucha por un estilo de vida propio. Los
líderes soviéticos mantenían el convencimiento de que el marxismo-leninismo
supondría la felicidad para la humanidad y de que su sistema político y económi-
co erradicaría la explotación del hombre por el hombre. Además, consideraban
que el capitalismo tenía los días contados y que, tras su desaparición, el triunfo
del comunismo a nivel mundial supondría para la humanidad el disfrute de la
paz y justicia universal (Palma, 2003). A esta visión, Lozano (2007) contrapone
el punto de vista soviético del mundo, divergente al de los inquilinos de la Casa

1
Las dos superpotencias desarrollaron una estrategia basada en una guerra secreta que
apoyaba y fomentaba acciones subversivas, golpes de estado, manipulación de elecciones etc.,
con el objetivo de desmovilizar al enemigo ideológico y a sus aliados. La URSS apoyó a orga-
nizaciones como la OLP, las FARC o el grupo terrorista alemán, Baader Meinhof. La CIA creó
la Red Gladio para apoyar a los movimientos anticomunistas a nivel planetario (Ruiz, 2012).

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La Guerra Fría vista desde el siglo XXI. Novedades interpretativas 227

Blanca, que mantenían una concepción radicalmente diferente del significado


del concepto de felicidad para el ser humano. Anhelaban crear un orden mun-
dial de acuerdo con los principios del capitalismo democrático. En este sistema
no cabía imaginar la existencia de una economía dirigida y de un partido único,
los partidos políticos debían competir por el poder, por lo que los derechos indi-
viduales y la propiedad privada suponían la clave para el progreso humano. En
la Guerra Fría prosperó la imaginación contrafáctica, el término orwelliano del
«doblepensar»2 explicaría muy bien los mecanismos por los que los ideólogos de
ambos bandos manipularon la realidad (Ruiz, 2012).

2. Novedades interpretativas
Si en la Guerra Fría se dirimía nada menos que el alma de la humanidad, en-
tonces, resulta necesario fijarse señala Romero (2018) en las almas de los que
ostentaron la más alta responsabilidad a la hora de adoptar las decisiones que
determinarían el destino del mundo y de sus propias naciones durante casi cin-
cuenta años. En esta misma idea profundiza Arne (2018), al tratar en su obra de
los seres humanos y de todo aquello que inexorablemente va unido a la esen-
cia del hombre, el miedo, las ideas, los anhelos, etc. Como seres humanos, los
líderes de los Estados Unidos y la Unión soviética se vieron mediatizados en
sus decisiones por las circunstancias, y fueron rehenes de la ideología y de la
historia. La totalidad de los autores que se han acercado al estudio de la Guerra
Fría desde el siglo XXI coinciden en señalar como Stonor (2013) la importancia
de las relaciones personales, de los vínculos de amistad y de la «diplomacia de
salón» y la «política de tocador» en el escenario geoestratégico de la Guerra Fría.
El pensamiento del presidente Reagan constituye el mejor ejemplo de la impor-
tancia de los apriorismos ideológicos en el desarrollo de la Guerra Fría. Para
Reagan, la lucha contra el comunismo suponía un combate moral entre el bien y
el mal. Esta reformulación maniquea de la Guerra Fría como una batalla entre las
fuerzas de la luz y las tinieblas, sugería que no podía hacerse concesión alguna al
enemigo comunista. Zubok (2011), está convencido de que, para comprender la
política exterior soviética durante la Guerra Fría, resulta imprescindible conocer
la personalidad de los dirigentes de la URSS, especialmente de Stalin, Krus-
chev, Breznev y Gorbachov. La huella del individuo en la historia es un hecho
incontestable y, para Zubok, el caso de Gorbachov resulta paradigmático. Este
dirigente fue admirado en Occidente por su actuación en la desaparición pacífica
del Imperio soviético, mientras en Rusia fue considerado como el culpable últi-
mo de la desintegración de la URSS. Los Estados Unidos y la Unión Soviética se

2
«Doblepensar» significaba transformar la realidad en una falsedad construida con es-
mero, en rechazar la moralidad en privado mientras se reivindicaba en público (Ruiz, 2012).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 225-233


228 José Antonio Lorenzo Cuesta

consideraban portadores de un mensaje universal, pues encarnaban dos sistemas


de valores totalizadores y excluyentes. Macmahon (2016), señala que el objetivo
último de cada uno de ellos difería radicalmente de los conflictos territoriales o
económicos tradicionales. Se trataba de convencer a la otra parte para que evolu-
cionase hacia posiciones ideológicas propias. Niño (2012) expone en su estudio
que la Guerra Fría supuso todo un enfrentamiento estratégico, diplomático e
ideológico, pero también informativo y cultural. Para Stonor (2013), los Estados
Unidos pretendían evitar la propagación del comunismo en el mundo bajo la
premisa de que la humanidad necesitaba una nueva época ilustrada, una pax
americana, una etapa que sería bautizada con el nombre del «siglo americano».
Reconocidos investigadores de la Guerra Fría, como Lewis (2008), conside-
ran que todo intento de reducir la historia de este conflicto al papel desarrollado
por grandes fuerzas militares y grandes líderes políticos sería faltar a la verdad.
Desde el inicio de la Guerra Fría, los protagonistas del enfrentamiento ideológi-
co, tanto soviéticos como norteamericanos, fueron conscientes de las negativas
consecuencias que para sus respectivos países acarreaba la rivalidad manteni-
da a escala mundial, y de la necesidad de desviar los recursos necesarios para
el bienestar de sus ciudadanos hacia los enormes programas armamentísticos
que garantizasen la supremacía militar de una superpotencia respecto de la rival
(Palma, 2003). Se podría decir, según Niño (2012), que la Guerra Fría sirvió de
contenedor gigantesco, de grito enardecedor, de eslogan para justificar la pérdi-
da de vidas y de bienes. Por ello, escribe Lewis (2008), desde 1945 los líderes de
Moscú y Washington no desdeñaron la posibilidad de llegar a un entendimiento
mutuo que, sin renunciar a sus principios ideológicos, les permitiese invertir
esfuerzos y recursos en la mejoría de sus respectivas sociedades. En su estudio
queda patente que todos, desde Stalin hasta Gorbachov por la Unión Soviética
y desde Truman hasta George Bush por los Estados Unidos, tuvieron en mente
lograr un entendimiento con su contrario. Sin embargo, la estrategia nortea-
mericana de contención provocó, debido al desconocimiento de las verdaderas
preocupaciones de los líderes soviéticos, que estos variasen su estrategia inicial
de no confrontación hacia posiciones de beligerancia contra el bloque occidental
(Stonor, 2012).
Leffler (2008) sostiene que los líderes soviéticos albergaron el sueño de con-
vertirse en una superpotencia a escala global y de construir una economía planifi-
cada que lo posibilitase. El comunismo había prometido una vida mejor, pero no
logró proporcionarla. La contradicción que destruyó a la URSS fue su capacidad
para colocar a un hombre en el espacio y su incapacidad para proporcionar una
calidad de vida digna a sus ciudadanos capaz de competir con el capitalismo oc-
cidental (Zubok, 2011). Además, consideraban que el capitalismo tenía los días
contados, y que, tras su desaparición y el triunfo del comunismo a nivel mundial,
la humanidad disfrutaría de la paz y la justicia universal. Para Lewis (2008) la

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La Guerra Fría vista desde el siglo XXI. Novedades interpretativas 229

acusación de Marx sobre que el capitalismo elevaba la codicia por encima de todo
se demostró falsa. Las perversiones del marxismo que Lenin y Stalin aplicaron a la
Unión Soviética, y Mao en China, provocaron el descrédito del comunismo no solo
en el plano económico, sino también en el de la justicia política y social.
Parte de la historiografía considera que la nueva generación de líderes so-
viéticos que alcanzó el poder en los años ochenta, había llegado a la conclusión
de que las políticas desarrolladas por sus predecesores habían fracasado en el
objetivo de superar la desastrosa herencia del estalinismo, reformar la economía,
democratizar el sistema y revitalizar la sociedad soviética. Soviéticos y estadouni-
denses creían que sus respectivos países actuaban impulsados por un propósito
que trascendía con mucho sus intereses nacionales. La Unión Soviética y los
Estados Unidos parecían convencidos de la nobleza que guiaba sus actuaciones
en política exterior, con el único objetivo de conducir a la humanidad a una
nueva era de paz, justicia y orden. Esos valores ideológicos, unidos al poder de
ambas naciones en un momento en el que gran parte del mundo yacía postrado,
proporcionaron un camino seguro para el conflicto entre las dos superpotencias
(Macmahon, 2016). Mediante esta forma de presentar las distintas posturas de
soviéticos y norteamericanos, de una forma hábil, introduce al lector en una de
las ideas básicas de su obra: los dirigentes de ambas superpotencias actuaban
mediatizados en la toma de decisiones por estas visiones tan divergentes del
futuro de la humanidad. Leffler (2008) añade a esta argumentación otra premisa
básica de la historiografía más reciente sobre la Guerra Fría: las afirmaciones
ideológicas no eran lo único que separaba a ambas posturas; los recuerdos his-
tóricos jugaron un papel fundamental en la toma de decisiones respecto del
contrario y prolongaron el conflicto de una forma que quizás no se hubiese
producido de mediar únicamente las diferencias ideológicas. Entre los momen-
tos del pasado, que tan importante papel desempeñaron en la prolongación de
la Guerra Fría, Arne (2018) destaca sobre los demás el recuerdo de lo acaecido
en la Segunda Guerra Mundial. Lewis (2008) defiende la teoría de que el origen
de la Guerra Fría en la Segunda Guerra Mundial explicaría la razón de que este
conflicto aflorara inmediatamente después del armisticio. Las rivalidades entre
las grandes potencias eran a pesar de todo un patrón histórico tan normal en el
comportamiento político de las naciones como establecer grandes alianzas de
poder. Desde Stalin hasta Gorbachov, la amenaza alemana pesó como una losa
en la toma de decisiones con respecto al potencial enemigo capitalista. Leffler
(2008) mantiene que en la medida en que el revanchismo alemán perdió fuerza
en el imaginario colectivo soviético, fue posible la existencia de un grado mayor
de entendimiento entre norteamericanos y soviéticos. Podrían resumirse las di-
ferentes posturas sobre este asunto y la propia evolución del conflicto analizando
la aptitud soviética respecto de la cuestión alemana en el comentario de Leffler
(2008), que nos recuerda las declaraciones al diario Pravda de Stalin:

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230 José Antonio Lorenzo Cuesta

«Los alemanes invadieron la URSS desde Finlandia, Polonia, Rumanía, Bulgaria


y Hungría. Los alemanes fueron capaces de llevar a cabo la invasión desde estos
territorios porque, en su momento, en aquellos países había gobiernos hostiles
a la Unión Soviética. ¿Qué hay de sorprendente –decía Stalin– en que la Unión
Soviética, ansiosa por garantizar su seguridad en el futuro, quiera que haya, en
estos países, gobiernos que demuestren una actitud leal hacia la Unión Soviéti-
ca?». (LEFFLER, 2008: p. 73)
Para Lozano (2007) la Guerra Fría no obedeció a un plan previsto sino a las
decisiones de sus líderes. Cuando la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin,
tanto Stalin como Truman admitían que era preferible cooperar a competir, y sus
sucesores opinaban lo mismo. Si eran capaces de evitar el conflicto y de con-
trolar la carrera armamentística, los líderes de ambos países podrían concentrar
sus esfuerzos en sus prioridades domésticas y destinar los fondos necesarios
para satisfacer las necesidades de sus sociedades, definidas por sus respectivas
culturas políticas3.
Stalin y Truman, Malenkov y Eisenhower, Kennedy, Johnson y Kruschev,
Brezhnev y Carter y Reagan, Bush y Gorbachov supieron siempre que repre-
sentaban maneras distintas de organizar la sociedad. Veiga (2010) asegura que
la Guerra Fría fue producto de la incertidumbre del momento, más que de la
voluntad declarada de pugna. La fuerza del denominado trauma de 19414 se
multiplicó en progresión geométrica al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En
ese momento, los Estados Unidos y la Unión Soviética se comportaban como
dos enfermos psíquicos que proyectaran su miedo apocalíptico el uno en el otro.
Para Powaski (2000) la Guerra Fría generó miedo y suspicacia. Contribuyó a que
la Unión Soviética continuara siendo un Estado estalinista mucho después de
la muerte del dictador. La Guerra Fría también dejó una huella indeleble en los
Estados Unidos, afectando a todos los aspectos de la sociedad norteamericana5.
Como resultado del temor provocado por la amenaza del comunismo soviético,

3
Powaski (2000) indica que los factores económicos desempeñaron un papel importante
en el deseo de los dirigentes soviéticos de fomentar la distensión con Estados Unidos. Los sovié-
ticos creían que mejorando las relaciones con Estados Unidos podrían obtener la ayuda econó-
mica y tecnológica de Occidente, que era ya necesaria para una economía que a la altura de la
década de los años setenta del siglo XX comenzaba a dar síntomas de atraso y estancamiento.
4
Ataque sorpresa de Alemania a la Unión Soviética el 22 de junio de 1914, y ataque
japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
5
Muchas de las consecuencias sobre la vida cotidiana de la Guerra Fría ayudaron a mo-
delar el mundo actual. En Estados Unidos, por ejemplo, el sistema de autopistas interestatales
fue creado merced a la National Security Act, para facilitar el traslado de tropas y agilizar la
evacuación de los ciudadanos en caso de ataque nuclear. El aumento de la educación univer-
sitaria que se produjo en Estados Unidos obedeció a la necesidad de hacer frente a la amenaza
tecnológica soviética que había situado el Sputnik en órbita en 1957.

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La Guerra Fría vista desde el siglo XXI. Novedades interpretativas 231

el Gobierno Federal asumió un poder mucho mayor, ocupó el centro de la esce-


na política, y el aumento del gasto en defensa se convirtió en una característica
permanente del presupuesto federal, como muy bien recuerda en su obra (Mac-
mahon, 2016). El precio que pagó Estados Unidos durante la presidencia de Re-
agan a cambio de ganar la Guerra Fría fue muy elevado. El incremento del gasto
militar, el mayor del país en tiempos de paz contribuyó a un aumento nunca
conocido de la deuda nacional. Estos fondos fueron detraídos de otras partidas
como educación, sanidad, etc. Stonor (2013) ha demostrado en su libro que, en
el momento álgido de la Guerra Fría, la Administración norteamericana invirtió
enormes recursos en programas secretos de propaganda cultural impulsados por
la CIA en Europa Occidental6. Macmahon (2016) finaliza su trabajo con una
reflexión compendio de su tesis de inicio que impregna todo su libro y que muy
bien podría resumir el concepto fundamental sobre el que giran los estudios
reseñados en este ensayo: la Guerra Fría estalló y se mantuvo durante cinco
décadas porque esos líderes fueron prisioneros de sus ideales y a su vez víctimas
de los peligros y de las oportunidades que les ofrecía la coyuntura internacional.
En resumen, los historiadores que se han ocupado de la investigación sobre la
Guerra Fría desde el umbral temporal del siglo XXI, mantienen que la Guerra
Fría duró casi cincuenta años porque quienes tuvieron en su mano acabar con el
conflicto fueron presa de sus vivencias personales. Una idea comentada en este
ensayo se repite en casi todos los trabajos mencionados de manera recurrente:
la Guerra Fría no fue un conflicto por la supremacía mundial, fue una lucha por
el alma de la humanidad, nada más y nada menos. Demostrar que el estilo de
vida capitalista superaba de manera infinita al comunista resultaba esencial si se
trataba de buscar la felicidad, una felicidad no solo material, también espiritual.
Uno de los grandes problemas de la URSS fue su naturaleza proteccionista y su
falta de flexibilidad industrial. Con una gran centralización económica, la URSS
sobrevaloró la importancia de la industria restando valor al papel de los servicios
fuera del control del partido, lo que perjudicó gravemente la vida cotidiana de
los ciudadanos soviéticos (Lozano, 2007). En la medida en que la Guerra Fría

6
El principal objetivo de estos programas secretos era alejar de forma sutil a la inte-
lectualidad de Europa Occidental de sus históricas inclinaciones hacia el marxismo y el co-
munismo. El principal exponente del programa secreto de Estados Unidos en el ámbito de la
propaganda fue el denominado «Congreso por la libertad cultural», organizado por el agente
de la CIA Michael Josselson entre 1950 y 1961 (Stonor, 2013). Se pretendía que toda una se-
rie de falsedades basadas en aparentes verdades permitieran que las sociedades a las que iban
dirigidos este tipo de programas de propaganda tuvieran una percepción totalmente distor-
sionada del verdadero significado de la Guerra Fría. En palabras de Richard H. S. Crossman,
político laborista británico y declarado anticomunista, «la mejor manera de hacer propaganda
es que no parezca que se está haciendo propaganda».

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 225-233


232 José Antonio Lorenzo Cuesta

consistió también en una lucha por ganar los corazones, las mentes y los estó-
magos del ciudadano medio, el éxito espectacular de las economías capitalistas
entre 1950 y 1975 vino a respaldar los argumentos políticos e ideológicos de
Estados Unidos y sus aliados occidentales. El que la Guerra Fría no acabase con
la humanidad fue providencial. La democracia continuó en Estados Unidos y,
aunque con deficiencias en Rusia, quizás sea esta la consecuencia más beneficio-
sa de la Guerra Fría.
Al lector crítico, no obstante, puede surgirle alguna duda. Como mantiene
Leffler (2008) si Gorbachov se vio liberado del peso de la historia al considerar a
la URSS suficientemente poderosa para no temer el ataque de ninguna potencia,
especialmente Alemania, cabe preguntarse si no lo era también la URSS en los
años sesenta o setenta. Esta pregunta, en la obra de Leffler, carece de respues-
ta. El poderío nuclear de la Unión Soviética no podía cuestionarse, y Alemania
Occidental no disponía de capacidad para atacar a este país, sin contar con que,
además, no podía considerarse una potencia nuclear. Los líderes soviéticos que
precedieron a Gorbachov7 tal vez vivieron la Segunda Guerra Mundial en prime-
ra línea, pero parece poco probable que el miedo a Alemania, a pesar de las de-
claraciones de algunos de ellos, constituyese, como defiende Macmahon (2016)
en su obra, un motor tan importante para la prolongación de la Guerra Fría.
Aunque pueda resultar paradójico, las armas nucleares constituían un seguro
de vida en contra de las aventuras bélicas a gran escala, como la invasión alemana
de la URSS, por Hitler en 1941. Sin embargo, el líder nazi no había desencadenado
la invasión por capricho, buscaba recursos económicos, el famoso lebensraum. ¿Te-
nía sentido que Alemania buscase recursos en la URSS de los años sesenta, setenta
y ochenta? Se podría llegar a la conclusión, de que la Guerra Fría no fue más que
la continuación de un conflicto iniciado en el periodo de entreguerras, cuando tres
sistemas político-económicos, fascismo-nazismo, comunismo y capitalismo demo-
crático, luchaban por el alma de la humanidad. En la historia de la Guerra Fría es
necesario advertir al lector sobre lo que Garton Ash, siguiendo al filósofo Henry
Bergson, ha denominado las ilusiones del determinismo retrospectivo. Con esta
expresión hace referencia al error de predecir resultados finales al analizar diversos
episodios de cualquier acontecimiento histórico (Garton, 1999).

3. Conclusiones
Realizar una valoración final sobre la novedad epistemológica que han supuesto
las obras analizadas en este ensayo resulta fundamental. La Guerra Fría no solo

7
Gorbachov cambió el contenido ideológico y los objetivos de la política exterior so-
viética, y abandonó el concepto de lucha de clases para defender la paz y la cooperación con
Occidente.

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La Guerra Fría vista desde el siglo XXI. Novedades interpretativas 233

afectó a las relaciones internacionales de las dos superpotencias y sus aliados,


sino que influyó en todos los aspectos que configuran la sociedad contemporá-
nea, desde la economía hasta la cultura. La religión, la política, los medios de
comunicación, la industria militar y civil, la salud, la educación, hasta el más
mínimo aspecto de la cotidianidad de la humanidad en esta etapa histórica fue
alterado. No en vano, como nos dice Arne (2018) estaba en juego el modelo de
sociedad que habría de imponerse a nivel planetario, el «alma de la humanidad»,
y para logar este fin cualquier medio podía ser válido, haciendo bueno el pensa-
miento de Maquiavelo. Como novedad interpretativa fundamental de la biblio-
grafía que se estudia, destaca la incuestionable importancia del individuo como
sujeto de la historia y actor principal en la Guerra Fría. Los líderes de la URSS y
los Estados Unidos desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de este
conflicto y fueron mediatizados en el ejercicio del poder por las cuestiones que
han acompañado al ser humano desde su intemporal búsqueda de la felicidad.

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RESEÑAS DE LIBROS
REVIEWS
SUÁREZ CORTINA, Manuel, Los caba- cultural y política, desgrana el pensa-
lleros de la razón. Cultura institucio- miento de quienes filosóficamente se
nista y democracia parlamentaria en alinearon con el llamado krausoinsti-
la España liberal, Genueve Edicio- tucionismo, así como sus propuestas o
nes, 2019, 375 pp. actuaciones para afrontar o interpretar
los grandes problemas que arrastraba
El libro que aquí se reseña, formado la España de su época. Como subraya
por ocho sugerentes ensayos, representa el autor, se trata de un grupo de per-
una nueva contribución sobre las múlti- sonalidades que desarrollaron “una
ples facetas de la cultura institucionista, intensa actividad intelectual, científica
en la que su autor se ha especializado y política”. El estudio del krausismo,
hasta convertirse en uno de los mejores el institucionismo o el reformismo es
conocedores del tema, distinguiéndose un campo que se ha visto revitalizado
especialmente por englobar en su objeto en los últimos años (M. Suárez Corti-
de estudio no sólo las vertientes educa- na, G. Capellán de Miguel, E. M. Ure-
tiva o científica, sino también la políti- ña…), pero quedan muchos aspectos
ca. Manuel Suárez Cortina, catedrático por trabajar y en ningún caso se puede
de Historia Contemporánea en la Uni- considerar un tema agotado.
versidad de Cantabria, figura en el gru- Los textos reunidos en este libro
po de pioneros que, allá por la década enriquecen lo que ya se ha escrito y
de 1980, fueron culminando sus tesis no interesará solamente a quienes in-
doctorales sobre distintos aspectos del vestiguen sobre temas afines o sobre el
republicanismo histórico español –en periodo que media entre 1868 y 1931,
su caso, dedicada al reformismo–. Con sino también a cualquier persona que
aquellos ensayos fueron abriendo una se preocupe por algunos problemas
línea de trabajo que ha resultado de lo que aún laten en la España del pre-
más fructífera, puesto que se ha mante- sente. Y este es, quizás, el aspecto más
nido hasta los tiempos actuales, en los destacable de la obra: que se abordan
que, con ópticas renovadas y diversas, bastantes cuestiones o problemáticas
se siguen realizando investigaciones so- que, mutatis mutandis, han adquirido
bre el complejo fenómeno de las cultu- una notable proyección actual. Esta
ras políticas republicanas. característica redobla la utilidad del
Nos encontramos ante una docu- libro para el análisis y los debates del
mentada obra que, desde la historia presente. Hasta tal punto, que bien po-

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238 Reseñas de libros / Reviews

dría llevar como antetítulo “Lecciones modelo difería del tipo de escuela laica
reformistas para la España de hoy”. En que preconizaban otros sectores fede-
el texto, por ejemplo, se tocan las con- rales, radicales u obreristas. La figura
troversias sobre el concepto de nación, de Giner de los Ríos –no podía ser de
la idea de España, el papel del Estado, otro modo– ocupa en el libro un lugar
la reforma educativa, el fenómeno re- destacado.
ligioso en su relación con el poder ci- Otra cuestión reseñable, palpitan-
vil o los problemas sociales en sentido te entonces y hoy, es la de la nación y
amplio. Por lo tanto, contiene muchos el Estado. En el imaginario institucio-
elementos que pueden servir para la nista a España se la concibe como una
reflexión actual a humanistas, cien- nación organizada en forma de Estado
tíficos sociales y personas inquietas e regional, donde no dejaban de tener
interesadas por la situación política, cabida los fueros, de acuerdo con un
social y económica de España o de Eu- planteamiento que rechazaba por igual
ropa en su conjunto. Veamos algunos el centralismo canovista, el pactismo
de los grandes ejes que vertebran la federal pimargalliano y los nacionalis-
obra independientemente de los capí- mos periféricos. Como resume Suárez
tulos en que se divide. Cortina, mediante “el reconocimiento
Un primer nervio destacado es de la personalidad de las regiones y la
el relacionado con la educación, que autonomía” se pretendía “hacer com-
constituyó uno de los principales cam- patible la unidad y la variedad de Es-
pos de actuación del institucionismo, paña como tal nación”. Se interpretaba
cuyos planteamientos pedagógicos se- así como “una unidad orgánica, forja-
guramente representan su faceta más da en la historia”, y que además aspi-
conocida. Tenían una confianza plena raba a constituir “una nación superior
en el poder reformador y regenerador a partir de su ideal iberista”.
de la educación: se la consideraba un No menos interesantes son las
instrumento fundamental para lograr consideraciones sobre el lugar de la
la mejora individual del ser humano y religión en la sociedad y su relación
también de la sociedad. En consonan- con el Estado, que debía ser neutro en
cia, los institucionistas defendieron esta materia. La defensa de la libertad
una enseñanza primaria obligatoria y religiosa es una de las claves del pensa-
gratuita a cargo del Estado. Pero a su miento institucionista, que pese a todo
juicio la escuela debía ser neutra, de ve en la religión “una dimensión fun-
acuerdo con el modelo que inspiró la damental” del ser humano. Sus formu-
Institución Libre de Enseñanza, don- laciones, en este sentido, se alejaban
de colaboró un variopinto grupo de de otras más rotundas que deseaban la
profesores que, más allá de su filiación secularización en general de la socie-
(krausistas puros, krausopositivistas, dad. En cualquier caso, su defensa de
católicos liberales…), compartían sus la independencia entre la Iglesia y el
ansias de libertad y democracia. Su Estado es inequívoca.

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Reseñas de libros / Reviews 239

En el terreno político, la mayoría tras sumar a otros elementos, se pro-


de estas figuras dieron vida a lo que longó desde 1903 en la Unión Repu-
el autor ha definido como “el republi- blicana de Salmerón, donde los insti-
canismo de cátedra”, un liberalismo tucionistas “trataron de articular una
social y democrático que, visto en el política nacional, republicana, asen-
tiempo largo, realmente consideró ac- tada sobre los valores de libertad, to-
cidental la cuestión de las formas de lerancia y participación”, convencidos
gobierno. Lo decisivo, a su modo de además de la importancia de trabajar
ver, era conseguir una democracia de permanentemente la opinión pública y
carácter representativo, garante del de que “la patria debía ser regenerada
self-government, donde se terminase desde el Estado de Derecho”.
con el fraude electoral y se impulsasen Otro de los aspectos en los que
reformas sociales guiadas por una idea profundiza el libro es la recepción del
de progreso gradual de inspiración nuevo liberalismo inglés y del soli-
krausista. Sencillamente, se decanta- darismo francés al comenzar el siglo
ron por la República cuando se per- XX, con lo que esto implica respecto
suadieron de que la monarquía no ha- al papel que se le asignaba al Estado,
ría posible la democratización. En tales que debía “contribuir a satisfacer las
circunstancias, se ligaron a una de las necesidades humanas fundamentales”.
tres subculturas políticas republicanas Esas nuevas lecturas o reinterpretacio-
que distingue el autor, la liberal demó- nes son las que subyacen en iniciativas
crata, aunque rechazando las estrate- como el Instituto de Reformas Sociales
gias revolucionarias que postulaban (1903) o el Instituto Nacional de Pre-
otros correligionarios. De hecho, se visión (1908).
enfrentaron por igual al doctrinarismo El plantel de intelectuales que se
canovista y a otras soluciones como la vinculó a este universo deslumbra, y
democracia directa, el jacobinismo y se trata en general de personalidades a
las formulaciones socialistas. Pero las las que debemos una amplia e innova-
cambiantes circunstancias que se die- dora producción en distintas ciencias
ron entre 1868 y 1931 hicieron que su humanas y sociales. En algún caso, de
referente partidario −digámoslo así− hecho, son los responsables de su pro-
fuese modificándose hasta desembocar pio nacimiento como disciplinas cien-
en el accidentalista Partido Reformista tíficas. En el último tercio del ocho-
de Melquíades Álvarez. En toda esa cientos, encontramos a Gumersindo
cadena de formaciones previas, quizás de Azcárate, Adolfo Posada, Piernas
la agrupación más interesante fue el Hurtado, Rafael Mª de Labra, Adolfo
Partido Republicano Centralista, que Buylla, Rafael Altamira y otros muchos
Suárez Cortina identifica como el pri- pensadores. Y al cambiar el siglo, sim-
mer partido de intelectuales que hubo patizaron de una u otra forma con el
en España, dirigido por “hombres de reformismo Ortega y Gasset, Azaña,
ciencia y de letras”. Esa agrupación, Fernando de los Ríos, Luis de Zulueta,

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Ramón Pérez de Ayala, Américo Castro drían seducir a futuros investigadores,


y otras figuras de primera fila. En este como por ejemplo la proyección en el
sentido, no está de más apuntar que la ámbito local de todo ese universo que
obra se acompaña de un índice ono- describe, sus manifestaciones provin-
mástico que facilita su manejo a quie- ciales más allá del consabido Grupo de
nes la empleen como obra de consulta Oviedo. ¿En qué ciudades de España
para buscar informaciones biográficas. alcanzó mayor fuerza organizativa el
Suárez Cortina recuerda que, pese a republicanismo centralista o consiguió
todo, “la relación del intelectual con una representación municipal digna
la política, con la democracia y con y en qué acciones concretas se tradu-
la República se presenta cargada de jo? La realización de estudios locales
ambigüedades”, circunstancia que ilu- y provinciales sobre el republicanis-
mina aquí con trayectorias concretas, mo es una labor todavía en marcha,
dejando bien claro hasta qué punto el y quienes se aventuren en estos cami-
intelectual se revela “irreductible a ca- nos encontrarán en la obra de Manuel
tegorías simples”. Suárez Cortina las coordenadas en las
Una virtud metodológica del tra- que deberán moverse y un estímulo
bajo de Suárez Cortina es su frecuente para continuar haciéndose preguntas.
análisis comparativo, que sitúa el insti- El último libro del profesor Corti-
tucionismo en el contexto de las dife- na ve la luz en la colección de Ciencias
rentes subculturas o culturas políticas, Sociales y Humanidades de Genueve
con oportunas consideraciones sobre Ediciones, que hace un par de años
el federalismo, el radicalismo o el so- obtuvo el sello de calidad en edición
cialismo, por citar algunas de las más académica CEA. No está de más re-
aludidas. Esto proporciona una visión cordar, por otro lado, que nos encon-
más documentada y contextualizada tramos ante un autor que, aparte de
de por qué la cultura institucionista escribir numerosos y fundamentales
vino a representar “una tercera vía, en- trabajos sobre la materia, ha coordina-
tre el liberalismo doctrinario monár- do monografías colectivas que también
quico, de un lado, y la radicalización son hoy referenciales en el estudio de
del republicanismo federal y el obre- este tema y de las culturas políticas es-
rismo […], de otro”. El análisis diacró- pañolas en general, como por ejemplo
nico permite igualmente apreciar me- –omitiendo los que incorporan México
jor la trayectoria de un proyecto que en clave comparativa– Las máscaras de
vino a disolverse en lo político en los la libertad. El liberalismo español, 1808-
años treinta, pero que mantuvo muy 1950 (2003), La redención del pueblo. La
vivo su legado cultural y educativo. cultura progresista en la España liberal
La lectura de la obra del profesor (2006), Utopías, quimeras y desencantos.
Cortina, por lo demás, seguramente El universo utópico en la España liberal
inspirará nuevas líneas de trabajo so- (2008), Libertad, armonía y tolerancia:
bre la cultura institucionista que po- la cultura institucionista en la España

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Reseñas de libros / Reviews 241

contemporánea (2011) o el volumen borar en la construcción de la historia


de la Historia de las culturas políticas en de España. De su dilatada trayectoria
España y América Latina que se dedica profesional, su mayor reconocimiento
a La Restauración y la República: 1874- está relacionado, sin duda, con su pro-
1936 (2015, con C. Forcadell Álvarez). fusa actividad como reputado arabista
y como uno de los miembros más acti-
Sergio Sánchez Collantes vos de la Real Academia de la Historia
Universidad de Burgos durante algo más de medio siglo.
Educado en Francia, donde apren-
dió árabe en París con Silvestre de
Sacy, y tras pasar una fructífera tem-
SANTIÑO, Santiago, Pascual de Ga- porada en Londres, donde además
yangos. Erudición y cosmopolitismo contrajo matrimonio con una inglesa
en la España del XIX, Pamplona, conocida como Fanny, en 1843 Ga-
Urgoiti Editores, 2018, 608 pp. yangos accedió a la cátedra de Árabe
en la Universidad Central de Madrid y
La editorial Urgoiti Editores, con desde entonces se convertiría en uno
una intachable trayectoria en la edi- de los mayores impulsores de los es-
ción académica, ha iniciado una nueva tudios árabes en España. Orientalista y
colección de monografías. A ella perte- maestro de arabistas en el siglo XIX, en
nece la biografía que aquí se presenta un momento clave de consolidación y
sobre la intensa y longeva vida y poli- profesionalización de los estudios his-
facética obra de un cosmopolita naci- tóricos y filológicos, fue autor de una
do en Sevilla: D. Pascual de Gayangos obra, publicada primero en Londres
y Arce. En esencia, el libro es el resul- en lengua inglesa, que pronto se con-
tado principal de una documentada y virtió en una referencia para los ara-
minuciosa tesis doctoral defendida en bistas: The History of the Mohammedan
la Universidad de Navarra en 2015, Dynasties in Spain. Asimismo, ya en su
cuyo objeto de estudio giró en torno al larga etapa de jubilado, es destacable
análisis de la figura de Gayangos desde su labor de organizador del rico ca-
la perspectiva de la historia de la histo- tálogo de los manuscritos españoles
riografía española. que custodiaba el British Museum de
Pascual de Gayangos (1809-1897) Londres −y que quien escribe estas
ocupó cargos públicos relevantes a ni- líneas tuvo la ocasión de consultar
vel nacional, como Director General hace más de una década, durante su
de Instrucción Pública y senador, pero etapa de doctorando, en el Department
ante todo fue un hombre de mundo of Manuscripts de la British Library de
y un erudito de vocación que dedi- Londres, adonde fueron transferidos−.
có su vida a investigar, leer, divulgar Esta minuciosa labor se plasmó en dos
y coleccionar miles de documentos y grandes proyectos: Catalogue of the
libros de los que se sirvió para cola- Manuscripts in the Spanish Language in

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the British Museum y Calendar of Letters, tudios hispano orientales, como en la


Despatches and State Papers Relating the historia política y literaria de la España
Negotiations between England and Spain. cristiana” (p. 538). Esa fue, sin duda,
En este sentido también es reseñable una de las virtudes de Gayangos, un
su trabajo de archivero del Palacio Real hombre excepcional que construyó su
de Madrid. reputación no solo como resultado de
El libro de Santiago Santiño está su actividad intelectual y profesional,
estructurado en siete capítulos, enri- sino sobre todo en base a una vocación
quecidos con una detallada bibliogra- y enorme generosidad que le llevó a lo
fía del biografiado y un siempre útil largo de su vida a sugerir, revisar o am-
índice onomástico. Como el mismo parar infinidad de proyectos ajenos de
autor indica, la primera parte de la los cuales no obtuvo crédito alguno,
biografía −que se corresponde con los al menos de forma directa. El respeto
tres capítulos iniciales y con la crono- y la amistad que se generó entre los
logía 1770-1843− es la más “arabista”, grandes hombres de letras de Europa y
pues en ella se ofrecen las claves que América se debió, fundamentalmente,
explican las circunstancias que con- a la ayuda desinteresada que Gayan-
currieron para que una persona como gos siempre les brindó. Toda esa red
Pascual de Gayangos, nacida en una personal, que envolvió la dilatada vida
familia de tradición militar, focalizara privada y pública de Pascual de Ga-
su vida intelectual hacia los estudios yangos, está perfectamente hilada con
orientales y acabara convirtiéndose en una exquisita narración que el autor
un eximio erudito que no solo puede de este libro nunca llega a descuidar,
ser considerado restaurador de los es- lo cual es muy de agradecer en una
tudios arábigos en España y maestro monografía tan voluminosa como esta.
de arabistas, sino también precursor A juicio de quien escribe, Santia-
de archiveros, arqueólogos, bibliógra- go Santiño ha conseguido plasmar con
fos, historiadores, historiadores de la brillantez la importancia que la figura
literatura e incluso hispanistas. Disci- de Pascual de Gayangos tuvo en esce-
plinas todas ellas en proceso de cons- narios disciplinares y geográficos muy
trucción disciplinar durante la segun- diversos, pero que en realidad −como
da mitad del siglo XIX. puede inferirse tras conocer su trayec-
A los pocos años de la muerte de toria vital− estuvieron tan íntimamente
Gayangos, Marcelino Menéndez Pela- interrelacionados en el siglo XIX. Más
yo lo recordaba como “maestro inolvi- de un siglo ha debido aguardar un per-
dable y bibliógrafo sin segundo, que, sonaje de la talla de Pascual de Gayan-
con sus obras propias y con su inicia- gos para que su biografía pueda cono-
tiva y consejo en las ajenas, fue de los cerse al completo. Santiño ha logrado
que más eficazmente despertaron el escribir una biografía “humana”, don-
movimiento de investigación que dura de no solo trasluce la altura intelectual
todavía, tanto en el orden de los es- de Gayangos a través de su obra, sino

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Reseñas de libros / Reviews 243

también el complejo entramado de sus dà i Salvany, reaccionari i innovador”. Se


relaciones y redes sociales y la calidad trata de un análisis de su vida y trayec-
humana de un hombre que, por lo leí- toria intelectual y política. Otros tra-
do, debió ser excepcional. bajos publicados anteriormente sobre
Sardá y Salvany se refieren a su obra
Rafael Fernández-Sirvent más conocida, El liberalismo es pecado,
Universidad de Alicante edición de Solange Hibbs-Lissorgues
(Lleida, Pagès editors, 2009); a su rela-
ción con los jesuitas, Miguel Coll Mos-
cardó, De la discordia a la comunión:
VILA, Santi, De quan el liberalisme era el Dr. Sardá y los Jesuitas (1882-1907)
pecat. Fèlix Sardà i Salvany, reac- (Roma, Instituto de Historia Eclesiásti-
cionari i innovador. Pròleg de Jordi ca, 2006-2007); y mi estudio sobre el
Amat. Barcelona, Viena Edicions, integrismo católico (Fèlix Sardà i Sal-
2018, 291 pp. vany y el integrismo en la Restauración,
Bellaterra, 2000).
Santi Vila es una persona muy co- Hacía falta una biografía del per-
nocida, sobre todo en el campo polí- sonaje y un estudio sistemático de su
tico. Ha sido diputado del Parlamen- obra. Esta es la aportación del profe-
to de Cataluña, alcalde de Figueres y sor Santi Vila. Su libro es importante al
consejero de Territorio y Sostenibili- integrar todas las facetas de la vida de
dad, de Cultura y de Empresa y Cono- Sardá y Salvany en el contexto históri-
cimiento. Pero también se historiador, co de España, Cataluña y la Europa de
formado en la Universidad de Girona, la época. También lo proyecta el autor
licenciado en Letras por esta univer- a la sociedad posmoderna actual, “lí-
sidad y doctor en Historia contempo- quida” como diría Bauman, con el re-
ránea en la Universidad Internacional torno del maniqueismo y populismo,
de Cataluña (2018). Ha escrito varias en definitiva la intolerancia. Hay que
obras, entre ellas Elogio de la memoria señalar que el centenario de la muerte
(premio Joan Fuster de ensayo, 2004), de Sardá y Salvany (2106) ha pasado
y ha sido distinguido con la Medalla totalmente desapercibido en Cataluña
Ildefons Cerdà del Colegio de Ingenie- a diferencia de su amigo el obispo To-
ros de Cataluña, y con la Medalla de rras i Bages que falleció el mismo año.
Honor del Colegio de Arquitectos de Este estudio plantea una cuestión
Cataluña. Actualmente es profesor de fundamental relacionada con la Igle-
la Universidad Ramon Llull y colabora sia católica del siglo XIX. La imposible
como articulista de opinión en los dia- adecuación de la institución al mundo
rios La Vanguardia y Ara. moderno y a las nuevas culturas polí-
El título del libro, síntesis de su ticas, nacidas con el triunfo de la Re-
tesis doctoral, es muy sugerente: “De volución francesa. ¿Cómo evolucionó
quan el liberalisme era pecat. Fèlix Sar- el catolicismo tradicional ante la mo-

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244 Reseñas de libros / Reviews

dernidad que representaba el liberalis- traducido a ocho idiomas, y el prin-


mo? El talante de Sardá y Salvany se cipal referente español de la antilibe-
sitúa en las antípodas: la defensa férrea ralismo finisecular; la Revista popular,
del integrismo religioso y político y el que impulsó desde 1871, con una tira-
rechazo y exclusión de los defensores da de 8.000 ejemplares, convirtiéndo-
de la conciliación entre catolicismo y se en la revista católica que tenía más
liberalismo. subscriptores, entre elllos los obispos
Sardá pertenece a la generación de españoles; y los numerosos panfletos
eclesiásticos que vivió el Sexenio revo- de propaganda que escribió con cla-
lucionario (1868-1872), abiertamente ridad, coste reducido y de actualidad.
anticlerical y purificador de una Igle- Finalmente destaca la creación de or-
sia comprometida con la monarquía ganismos para encuadrar al laicado
corrupta de Isabel II. La eclosión revo- católico, como la Academia de la Ju-
lucionaria los traumatizó. Cuando so- ventud Católica de Sabadell (1870),
brevino la revolución “gloriosa” Sardá sita en su propio domicilio. Su objeto
tenía 27 años, era profesor del semina- era fomentar la sociabilidad entre los
rio de Barcelona y estudiaba segundo jóvenes y seglares, y de hecho, como
curso de Derecho en la Universidad. las otras academias católicas de la épo-
Obligado a abandonar la ciudad, se ca, eran un espacio de politización de
trasladó a Sabadell, junto a su familia, las clases medias y altas urbanas. Las
donde participó en la dinamización y clases populares se convirtieron en
la práctica pastorales de la parroquia sujetos pasivos receptores de los actos
de San Félix. diseñados para su formación catequé-
Él y sus discípulos entendieron tica, instrucción, diversión o auxilio
que el enemigo, los vencedores de la social, principalmente las procesiones.
revolución (liberales, progresitas, de- Sardá, periodista y propagandista
mócratas, republicanos, socialistas y católico, es por encima de todo un agi-
laicistas), solo se les podía combatir tador, como dice Santi Vila, un influen-
usando el mismo arsenal, los mismos cer del siglo XIX, no solo sobre los es-
instrumentos que ellos utilizaban: la tamentos católicos de su tiempo, sino
palabra impresa, la prensa y la movili- sobre el conjunto de la sociedad de la
zación de las masas. La verdad católica época, que hizo una llamada a ocupar
era irrefutable. Se trataba de la lucha los espacios públicos y a identificar los
entre el bien y el mal, por lo que era enemigos de su causa.
necesario pasar a la acción. De este El libro muestra cómo evolucionó
modo Sardá se convirtió en la voz del su vocación religiosa (no pudo ser je-
integrismo en Catalunya y en la Espa- suita porque su precaria salud pulmo-
ña de la Restauración. nar se lo impidió), su vocación política
El autor analiza el impacto que del lado del carlismo, sus ideas sobre
tuvo su principal obra (El liberalismo es el socialismo, las revueltas obreras, el
pecado, 1884), best seller de la época, papel de la Iglesia y su actitud ante el

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Reseñas de libros / Reviews 245

catalanismo político. Sardá, padre del Asimismo, comprendieron que la his-


integrismo, también es un referente toria de género y religiosa mantenían
menor catalanista. Su discurso de- puntos de unión por los que explicar
fiende el antiliberalismo doctrinal, el dinámicas y procesos pasados.
maniqueismo, la visión fatalista de la Realizar una puesta al día sobre
historia y la identificación de la nación los estudios que relacionan género y
española con la identidad católica. religión fue uno de los objetivos del
encuentro “Género, mujeres y catoli-
Antonio Moliner Prada cismo en la España contemporánea”,
Universitat Autònoma de Barcelona celebrado en Zaragoza. En él parti-
ciparon las autoras de las sugerentes
contribuciones que dan forma a este
volumen. Sus trabajos no solo permi-
BLASCO HERRANZ, Inmaculada (ed.), ten conocer el recorrido de estos estu-
Mujeres, hombres y catolicismo en la dios, sino que también abren nuevos
España contemporánea. Nuevas visio- caminos con debates enriquecedores.
nes desde la historia, Valencia, Tirant Mediante la categoría analítica de gé-
Humanidades, 2018, 276 pp. nero, indagan sobre las feminidades y
las masculinidades en los siglos XIX
La obra colectiva, editada por la y XX, manteniendo así los necesarios
historiadora Inmaculada Blasco He- puentes de unión entre ambas centu-
rranz, es buena muestra del alcance rias. Todo ello conjugado con la im-
adquirido por las investigaciones rea- portancia que tuvo el catolicismo en
lizadas desde el prisma de género; en dichos siglos a la hora de configurar la
concreto, las que se adentran en cono- sociedad española.
cer las múltiples facetas de la religión. El libro se articula mediante dos
Sin duda, se presenta como una visión ejes temáticos. El primero centra sus
insoslayable para conocer las identida- estudios en las “Feminidades y mascu-
des y los discursos de género creados linidades en el catolicismo”, donde se
dentro de los marcos religiosos. Como examinan los discursos de género cons-
parte del proceso de la renovación de truidos en el contexto religioso de la
la historia religiosa y de la consolida- España contemporánea. Raúl Mínguez
ción de la historia de género en Espa- inaugura este bloque con un estudio
ña, algunos historiadores vislumbra- focalizado en los discursos decimonó-
ron el filón analítico que podría abrirse nicos sobre la feminidad. Mediante el
al imbricar ambas categorías bajo el manejo de diversas fuentes, ofrece una
mismo paraguas analítico. Abandona- visión dinámica de las dos culturas po-
ron así prejuicios excluyentes y erró- líticas hegemónicas del siglo XIX en el
neas causalidades que desvinculaban proceso de construcción del arquetipo
el género y la religión como categorías femenino. Para ello plantea que el libe-
independientes e incluso antagónicas. ralismo burgués y el catolicismo antili-

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beral fueron elásticos y aceptaron cierta cabo. Ilustra cómo se formó una dico-
permeabilidad en sus discursos. Rom- tomía entre la mujer creyente y fuerte
pe así con la dicotomía radical que se y el varón indiferente y débil. Aun así,
tiende a formular entre ambas culturas, como punto relevante de sus tesis, sos-
analizando las consignas aceptadas por tiene que es preferible hablar de mas-
unos y otros para la conformación de culinidades en plural, donde “alguna
unos roles de género socialmente defi- de ellas puede llegar a ser hegemónica,
nidos como femeninos. aunque nunca excluyente” (p. 88). M.ª
En la misma línea discursiva, Mai- Pilar Salomón le da continuidad tem-
tane Ostolaza se centra en la construc- poral y temática a la anterior aporta-
ción de las feminidades y la interven- ción. La crisis finisecular, sobre todo
ción del catolicismo en este proceso. tras el “desastre del 98”, redefinió la
Como punto de partida, actualiza los anterior visión dicotómica. Los publi-
estudios sobre la tesis de la feminiza- cistas católicos plantearon una refor-
ción de la religión. En este sentido, mulación de la masculinidad en clave
para matizar algunos aspectos de esta nacional, de tal manera que se asocia-
teoría, confluye en su análisis la his- ron valores cristianos a la política y al
toria religiosa, de género y de la edu- sentimiento patriótico.
cación. Desde esta visión poliédrica En este sentido, ¿hubo una re-mas-
saca a la luz el potencial analítico de culinización del catolicismo? El si-
las congregaciones femeninas y su in- guiente capítulo de Inmaculada Blasco
tervención a la hora de conformar un nos ofrece las claves teóricas e interpre-
ideal femenino a través de la poderosa tativas de este fenómeno. Se concep-
herramienta educativa. tualizan las problemáticas existentes en
La crítica y renovación analíticas los estudios sobre las masculinidades y
a la tesis de la secularización y de la las feminidades en el catolicismo, como
feminización de la religión son buena procesos dinámicos y abiertos. De esta
muestra del potencial de estos estu- manera la autora expone el eje inter-
dios. Su consolidación ha alimentado pretativo y el marco conceptual para el
nuevas perspectivas y enfoques de tra- manejo idóneo de tales cuestiones en
bajo. Entre ellos se encuentra el aná- la Edad Contemporánea. Finaliza este
lisis histórico de las masculinidades bloque Mónica Moreno con un estu-
cristianas, al que varias autoras pres- dio sobre las masculinidades que nos
tan atención. María Cruz Romeo inda- desplaza al franquismo. Se centra para
ga en los discursos católicos sobre las ello en los Hombres de Acción Católi-
masculinidades en la España isabelina. ca, uno de los órganos principales de
En constante conexión con la historio- representación del prototipo de varón
grafía francesa, la autora investiga las cristiano. Aplica así el enfoque inter-
obras de los publicistas católicos y la pretativo de la re-masculinización de
construcción prototípica de masculi- la religión a la hora de configurar una
nidades y feminidades que llevaron a identidad católica y masculina.

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Reseñas de libros / Reviews 247

El segundo eje temático centraliza por ejemplo, el caso de la creación de


su contenido en dos amplios conceptos sindicatos católicos femeninos. Estas
que se retroalimentaron en su proce- prácticas fueron comprendidas como
so de configuración: la feminidad y el mecanismos de recristianización de la
catolicismo. Bajo un título ilustrativo sociedad; es decir, tenían un trasfondo
como “Mujeres católicas: imaginarios, político ineludible. No sería esta la pri-
identidades y acción”, las autoras que mera ni la última vez que se politice a
trabajan en este bloque examinan esta las mujeres católicas como avivadoras
estrecha relación que durante los siglos de un patriotismo conservador. Duran-
XIX y XX tejió la sociedad española. te la II República, los sectores más reti-
Los discursos sobre las mujeres católi- centes a los cambios producidos en este
cas y los espacios de acción de las mis- periodo buscaron en ellas una regene-
mas vislumbran cómo teoría y práctica ración de la patria. Es así como lo anali-
en ocasiones no se dieron la mano. En za Teresa María Ortega al desentrañar el
este sentido, algunas mujeres buscaron discurso nacional-ruralista, por el que
nuevas formas de estar en la sociedad se apeló a las mujeres campesinas como
rebasando los ideales promulgados por regeneradoras de unos valores perdidos
propagandistas católicos. Es el caso de por la progresía.
la aportación realizada por la teóloga Un colectivo católico que sin duda
feminista Margarita Pintos. Presenta la se interesó por la movilización social y
obra de Concepción Gimeno, una mu- la lucha de algunos valores democráti-
jer católica y feminista que rompió los cos fue la JOC. La contribución de Eider
moldes de lo que el catolicismo enten- de Dios nos sitúa en el tardofranquismo
dió como arquetipo femenino. Al di- y la transición, y presenta el caso de
fundir y defender un feminismo mode- cuatro mujeres que militaron en la JOC.
rado, encarna ya en las postrimerías del No conformes con los valores de ideal
siglo XIX e inicios del XX el problema de mujer doméstica, este grupo desper-
de marginación entre catolicismo y fe- tó su movilización social hacia posturas
minismo. La autora, por tanto, analiza críticas y combativas. En sus palabras
las raíces del planteamiento de la teo- se puede observar que, aunque no se
logía feminista, que no se consolidará identificaran con el movimiento femi-
hasta finales del siglo XX en España. nista por lo que ello implicaba en el
A esta investigación sobre los dis- franquismo, se creó una conciencia co-
cursos y el desarrollo teórico de la fe- lectiva que compartía reivindicaciones
minidad católica le sigue la de Rosa con el feminismo.
Ana Gutiérrez, que expone el despegue En definitiva, este libro se enmar-
de iniciativas femeninas católicas en el ca en el ya consolidado enfoque que
primer tercio del siglo XX. Concreta su emplea el prisma de género para es-
trabajo en cómo ceden ante modernas tudiar la complejidad del catolicismo
formas organizativas, aunque no fueran desde una perspectiva histórica. Pese a
en un principio partícipes de ellas. Es, ello, sigue siendo necesario reivindicar

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248 Reseñas de libros / Reviews

estos estudios, en ocasiones todavía vieron lugar entre 2012 y 2014, en Pa-
anulados por sesgos apriorísticos. Sin rís, Viena y Ciudad de México. El pro-
duda, todas y cada una de las contri- pósito de la obra es presentar, a través
buciones que componen la obra co- de una serie de bloques, distintos en-
lectiva ayudan a dilucidar la compleja foques y estudios de caso novedosos,
relación entre género y religión en la que permiten redescubrir el impacto
España contemporánea. Son muestra, de la lucha europea en Latinoamérica.
a su vez, del potencial de estos estu- En la introducción, Olivier Com-
dios: dan nociones explicativas del pagnon, Camille Foulard, Guillemette
pasado sin hacer omisión a los discur- Martin y María Inés Tato elaboran, a
sos de género elaborados en el seno modo de balance, un repaso por los
del catolicismo. Como se ha podido estudios históricos de la Gran Guerra
comprobar, es una dimensión nece- en América Latina, partiendo de la
saria para conocer la construcción de premisa de que la región no ha sido
identidades y sus márgenes de acción considerada en toda su complejidad.
en la sociedad. Así pues, la obra cum- En este sentido, los autores proponen
ple con creces su objetivo inicial: hacer repensar la historia latinoamericana
una puesta al día de los estudios que desde una perspectiva comparada, co-
imbrican género y religión. Asimismo, nectada con el resto del mundo, que
da espacio en la historiografía españo- incorpora los efectos y repercusiones
la a una perspectiva enriquecedora al del conflicto en el continente.
mismo tiempo que abre otros caminos En el primer apartado, que de-
de debate y análisis que proyectan luz sarrolla algunos de los impactos po-
en investigaciones futuras. líticos, Pierre Purseigle cuestiona los
enfoques eurocéntricos que ha tenido
Verónica García Martín la historiografía y apela a una redefi-
Universidad de Castilla– La Mancha nición de la contienda, incorporando
espacios que no tuvieron una implica-
ción militar, pero que fueron igualmen-
te movilizados. Seguidamente, David
OLIVIER COMPAGNON, Camille Fou- Marcilhacy aborda las alteraciones en
lard, Guillemette Martin y María la Península Ibérica y en Latinoaméri-
Inés Tato (coords.). La Gran Gue- ca, remarcando cómo se consolidó allí
rra en América Latina. Una historia una referencia cultural hispana, rei-
conectada. México, CEMCA, 2018, vindicada por algunos sectores que se
492 pp. nutrieron del nacionalismo desarrolla-
do en el período de entreguerras. Por
La Gran Guerra en América Latina. otra parte, Jean Meyer analiza el modo
Una historia conectada es el producto en que la opinión pública mexicana se
del trabajo de varios años, resultado de dividió en torno a los beligerantes, a
algunos encuentros científicos que tu- partir del análisis de los debates perio-

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Reseñas de libros / Reviews 249

dísticos de aquellos años. El estudio de internacionales de posguerra. Yannick


las repercusiones en México también Wehrli concluye que la Conferencia de
es estudiado por Romain Robinet, que Paz de París, en 1919, marcó el inició
se basa en los debates parlamentarios de un nuevo modelo donde las nacio-
para afirmar cómo la contienda ayudó nes latinoamericanas participaron en
a reforzar el nacionalismo en ese país. los debates internacionales, logrando
En el mismo sentido, Xavier Calmet- insertarse en el escenario diplomático
tes revisa el impacto político y cultural multilateral. Asimismo, Juliette Du-
en la isla de Cuba, mientras que Om- mont afirma que la participación de
beline Dagicour se centra en la cons- América Latina en la Sociedad de Na-
trucción política y la consolidación del ciones ayudó a definir una identidad
nacionalismo en el Perú. común, pacífica, frente a las potencias
En el bloque siguiente, otros au- beligerantes.
tores estudian las repercusiones eco- A continuación, se encuentran los
nómicas. Es el caso de Phillip Dehne, trabajos centrados en la movilización
que detalla la evolución de las relacio- cultural en torno a la guerra. Patricia
nes comerciales entre Gran Bretaña y Vega Jiménez se ocupa de la cobertura
Latinoamérica, describiendo de qué en la prensa, destacando el predominio
manera la guerra convirtió a la región de las noticias referidas a la lucha eu-
en un actor estratégico fundamental ropea y exponiendo cómo los factores
para los aliados. De igual modo, San- geopolíticos condujeron al alineamien-
dra Kuntz-Ficker aborda los desafíos to de El Salvador y Costa Rica con los
económicos que debió enfrentar el aliados. Por otra parte, Rogério Souza
gobierno de Venustiano Carranza, en Silva y Silvia Capanema Pereira de Al-
México. Por último, Carlos Contreras meida abordan, de forma conjunta, las
ilustra cómo el Perú experimentó una representaciones de la conflagración
bonanza económica en algunas acti- en el humor gráfico y en las caricatu-
vidades, entre ellas la minería, como ras de las principales revistas ilustra-
consecuencia de las demandas de los das de Brasil. Los autores recuperan
combatientes. la propia autopercepción del país y
La cuestión diplomática es reto- la imagen de un mundo en conflicto,
mada por Juan Pablo Scarfi, interesado además de una mirada crítica a la ci-
en las ideas desarrolladas por los in- vilización europea. El trabajo de Gui-
telectuales latinoamericanos, estable- llemette Martin analiza las estrategias
ciendo que la Gran Guerra contribuyó discursivas de algunos periódicos re-
a la consolidación del panamericanis- gionales, como El Informador de Gua-
mo y de una concepción moderna del dalajara, evidenciando la movilización
derecho internacional en la región. En de la prensa local mexicana durante la
lo sucesivo, otros autores analizan la Primera Guerra Mundial. Finalmente,
participación de algunos países en los María Inés Tato, dedica algunas pági-
distintos encuentros y organizaciones nas al estudio de La Unión, el princi-

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250 Reseñas de libros / Reviews

pal diario germanófilo de Argentina. grupos de inmigrantes europeos re-


El periódico había recurrido a fuen- sidentes en América Latina, y de qué
tes alternativas de información a fin forma respondieron cuando el esta-
de superar los obstáculos propuestos llido de las hostilidades involucró a
por el control de la Triple Entente. En sus países de origen. Primero, Her-
palabras de Tato, el caso de La Unión nán Otero aborda los problemas que
ilumina la globalización que alcanzó la debieron enfrentar los inmigrantes
lucha y de qué modo los inmigrantes franceses en Argentina, ante la movi-
europeos ayudaron al esfuerzo bélico lización militar declarada por su país.
de su patria desde la distancia. Segundo, Márcio de Oliveira hace
La Gran Guerra en América Latina. una lectura de las percepciones que
Una historia conectada dedica otro de la sociedad brasileña tenía sobre los
sus ejes al estudio de los intelectuales, alemanes de Curitiba, al sur del país,
entendidos como mediadores culturales iluminando cómo el conflicto puso en
que transmitían sus impresiones acerca discusión la convivencia de las comu-
de la conflagración, opinando sobre la nidades de inmigrantes en la socie-
posición que los países latinoameri- dad local. En último lugar, Valentina
canos debían adoptar frente a ella. En Kramer reconstruye la organización y
este apartado, se encuentra el trabajo de asociación de la colectividad alemana
Susana Monreal, que analiza la produc- de Rosario, Argentina, describiendo
ción del escritor uruguayo José Enrique las actividades solidarias desarrolla-
Rodó, autor de Ariel, y su contribución das para colaborar con el esfuerzo bé-
a la visión de la contienda en clave lati- lico de los Imperios centrales.
nista. En las páginas siguientes, Adriana Finalmente, Manuel Rodríguez
Ortega Orozco investiga el campo inte- Barriga estudia las motivaciones detrás
lectual mexicano y su postura frente a los voluntarios latinoamericanos alis-
la guerra, a través del periódico de ten- tados en el ejército francés, haciendo
dencia aliadófila, El Universal. Asimis- énfasis en que futuras investigaciones
mo, la experiencia de Haití es recupera- son igualmente necesarias para explo-
da por Chelsea Stieber, bajo la hipótesis rar la experiencia de voluntarios alista-
de que la lucha europea desestabilizó dos en otros ejércitos europeos y en la
allí las relaciones culturales con el viejo fuerza expedicionaria estadounidense.
continente, del mismo modo que con- Asimismo, Camille Foulard estudia la
tribuyó a una nueva identidad cultural, contribución militar de algunos apos-
indigenista, a principios de la década de tolados educativos francesas residentes
1920. Por último, el artículo de Gérard en México, especialmente la inflexión
Borras explora las percepciones de la que significó la experiencia de la con-
sociedad civil en Lima, a través de las tienda en las prácticas misioneras de
canciones populares. estas congregaciones.
En otro bloque, un número de A modo de conclusión, La Gran
autores se interesa por los diversos Guerra en América Latina. Una historia

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Reseñas de libros / Reviews 251

conectada no solo representa un apor- tación metodológica y se exponen in-


te más dentro de los First War Studies, formaciones aclaratorias sobre el con-
también implica una apuesta impor- texto de la investigación. Además se
tante por quitar el anclaje tradicional plantean algunas reflexiones iniciales
eurocéntrico que ha tenido la histo- sobre el contexto político de España y
riografía sobre el conflicto. De esta Portugal, y sus relaciones bilaterales,
manera, América Latina recupera su de los precedentes contemporáneos.
conexión con uno de los hechos más El primer capítulo estudia los pro-
trascendentes del siglo XX, colman- cesos de negociación y las alianzas
do algunos de los vacíos de su propia entre las dos dictaduras ibéricas y se
historia. sumerge en la temática de tópicos y
de mitos históricos entre ambos países
Agustín Daniel Desiderato en la Edad Contemporánea. El autor
Universidad del Salvador-Universi- presenta algunos ejemplos preceden-
dad de la Defensa Nacional tes y pretende poner orden sobre los
cauces informativos sobre el panorama
político y las relaciones diplomáticas,
enfatizando el hecho de que muchas
JIMÉNEZ REDONDO, Juan Carlos, veces suelen ser líneas argumentales
Franco y Salazar. La respuesta dicta- confusas y contradictorias. En estas
torial a los desafíos de un mundo en páginas se pone de manifiesto la his-
cambio, 1936-1968, Madrid, Sílex tórica desconfianza de Portugal hacia
Universidad, 2019, 242 pp. el nacionalismo español, muy espe-
cialmente sobre lo sucedido desde el
El libro del profesor Jiménez Re- último tercio del siglo XIX. A lo lar-
dondo (Universidad CEU San Pablo) go del primer tercio del siglo XX los
pone el foco sobre los paralelismos y recelos portugueses tuvieron altibajos
las disimilitudes entre las dictaduras por diferentes factores: influencia de
hermanadas de Antonio Oliveira Sa- Gran Bretaña, los vínculos con Primo
lazar y Francisco Franco Bahamonde. de Rivera y la proclamación de la II
En la investigación el autor crea un República.
marco de análisis comparativo entre La naturaleza y la funcionalidad del
los procesos históricos de Portugal y franquismo y el salazarismo ocuparán
España en las décadas centrales del el segundo capítulo. Aquí se intenta
siglo XX; el estudio de los dos estilos poner de relieve la personalidad de am-
de gobierno de ambos dictadores tiene bos dictadores. Por una parte, Franco
mucha importancia para el autor, en el realizó muchos esfuerzos por presen-
arco cronológico de 1936 a 1968. La tarse ante la sociedad como un líder ca-
obra se compone de la introducción, rismático, mientras que, por otro lado,
seis capítulos y la conclusión final. En Salazar no prestaba mucha atención a
la introducción se realiza una presen- la repercusión social de su presencia o

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252 Reseñas de libros / Reviews

ausencia de carisma. Ambos si realiza- el fortalecimiento de las relaciones


ron muchos esfuerzos de proyectar al entre Franco y Salazar, con el adve-
exterior un poder blando, sobre todo nimiento del mundo bipolar, des-
en los momentos más críticos de pe- embocó en la construcción de una
riodo aislacionista. En estas páginas, estrategia de seguridad común: “Blo-
el autor ofrece una de las afirmaciones que Ibérico”. Ambos sistemas dicta-
más polémicas de la investigación: “los toriales convinieron en la necesidad
regímenes de Franco y Salazar fueron de cooperar ante cualquier subver-
autoritarios, no fascistas”. En general, sión bolchevique (externa o interna)
la investigación plantea que el militaris- que pudiese poner en riesgo la inte-
mo estructural fue el germen de los dos gridad de la península ibérica. Esa
regímenes dictatoriales. El autor con- alianza estuvo en píe, más o menos,
cluye el capítulo haciendo alusión a la desde 1939 a 1962, momento en el
percepción reciproca que ambos países que Salazar comprendió que las po-
tenían y como percibían sus respectivos líticas de descolonización llevadas a
sistemas de gobierno. cabo por España, serían disolutivas
El tercer capítulo se ocupa de las para el imperio colonial portugués.
reacciones políticas de España y Por- El anticomunismo fue la carta de pre-
tugal ante los conflictos bélicos de las sentación de ambos dictadores ante
décadas de 1930 y 1940, prestando los principales líderes occidentales.
un especial interés a las posiciones de Seguidamente, la cúpula política del
los líderes salazaristas ante la rebelión salazarismo cooperó para la “penun-
militar de 1936 contra la II República. sularización” de la estrategia y por
Respecto a la Segunda Guerra Mun- mantener el favor de Gran Bretaña; el
dial, el autor se esfuerza en trasmitir núcleo duro del franquismo trabajó
la idea de que España y Portugal ve- arduamente para conseguir el recono-
laron por sus intereses económicos y cimiento internacional de los Estados
comerciales antes que posicionarse Unidos.
militarmente al lado de las fuerzas del Las grandes transformaciones de
Eje. Los recelos portugueses hacia Es- la década de 1960, las evoluciones de
paña continuaron a lo largo de la con- los autoritarismos y los nuevos encajes
tienda civil y toda la década de 1940, geoestratégicos serán los temas princi-
pero esta vez con un cariz militar. Las pales del quinto capítulo. Las nuevas
relaciones bilaterales, dentro de los Comunidades Europeas parecían mar-
márgenes de la cordialidad, siguieron car tendencia en todos los sentidos y
sufriendo varias fluctuaciones, a pesar abrieron una brecha socio-temporal en
del encuentro en Sevilla en 1942. la península ibérica. España y Portugal
Las interacciones de las dos dic- se vieron obligados a hacer reformas
taduras ibéricas en el contexto de la económicas para abrir nuevas vías co-
Guerra Fría representa el tema princi- merciales y financieras con los países
pal del capítulo cuarto. Para el autor, occidentales de Europa. Toda la dé-

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Reseñas de libros / Reviews 253

cada trajo grandes avances económi- ROSAS, Fernando, Salazar e os fascis-


cos para ambos países, bajo la tutela mos, Lisboa, Tinta da China, 2019,
cercana de los Estados Unidos y Gran 305 pp.
Bretaña. El autor parece caer en algu-
nas exageraciones sobre los objetivos Fernando José Mendes Rosas, po-
de democratización, el desarrollo so- lítico e professor jubilado da Universi-
cial y los éxitos económicos de aquel dade Nova de Lisboa, resolveu presen-
momento. tear os seus estimados alunos e leitores
En el sexto, la investigación pro- com Salazar e os fascismos, interessante
fundiza en el significado de términos ensaio comparativo que é adicionado
y conceptos identitarios: “nación, im- à avolumada bibliografia do seu autor,
perio y mentalidad colonial”. Portu- em que a 1.ª República e o Estado Novo
gal sufrió un auténtico trauma por la português são temas recorrentes e ines-
posibilidad de pérdida de sus terri- gotáveis. Das várias publicações deste
torios africanos. En el caso de Espa- autor sobre a 1.ª República portuguesa,
ña, la cuestión de la descolonización há que destacar a coordenação da Histó-
de Guinea Ecuatorial estaba más que ria da Primeira República (em conjunto
asimilada cuando llegó el momento, com Maria Fernanda Rollo, publicada
la verdadera conmoción se produjo em 2009) e A Primeira República: como
entre los militares africanistas con la venceu e porque se perdeu (em 2018);
pérdida del protectorado marroquí. mas é sobretudo como historiador do
Las pasiones por Gibraltar volvieron a fascismo e, em concreto, do Estado
emerger en todas las familias franquis- Novo, que se tem destacado no panora-
tas en repetidas ocasiones. A pesar de ma historiográfico e literário português,
algunas desavenencias, la solidaridad sendo muitos os títulos sonantes sobre
ibérica y la empatía entre dictadores este tema, de que se destacam O Estado
continuaron hasta la desaparición del Novo nos anos 30: elementos para o estudo
salazarismo. En el apartado final de da natureza económica e social do sala-
las conclusiones, a modo de síntesis zarismo: 1928-1938 (1986); a coorde-
y, también, de interpretación, el autor nação de O Estado Novo: 1926-1974 (de
desarrolla un balance comparado en- 1994, volume que faz parte da História
tre el desarrollo y el acontecer paralelo de Portugal dirigida por José Mattoso) e,
de ambos países. El autor muestra una mais recentemente, Salazar e o Poder. A
gran capacidad de síntesis, al mismo arte de saber durar (2012, que lhe valeu
tiempo de obvia todas las cuestiones o prémio PEN de 2012, na categoria de
polémicas de las dictaduras de Franco ensaio).
y Salazar, al igual que las nuevas re- Salazar e os fascismos assume-se
visiones conservadoras de la historia como o cumprimento de uma promes-
peninsular del siglo pasado. sa de longa data do autor para com
os seus alunos (Rosas, 2019: 13) e,
José Antonio Abreu Colombri simultaneamente, constitui-se como

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254 Reseñas de libros / Reviews

uma monografia com uma missão – a classe média é tida como principal res-
de transmitir ao leitor um «olhar re- ponsável pela ascensão do fascismo ao
trospetivo sobre o regime salazarista e poder. No subcapítulo A unificação das
o mundo plúmbeo em que emergiu e várias direitas da direita, o autor cate-
se consolidou» (Rosas, 2019: 14). Na goriza os vários fascismos consoante a
introdução tripartida desta monografia, sua origem, compromissos e conflitos
Rosas justifica a demora na escrita des- para chegar ao poder.
te livro e apresenta, num primeiro mo- O Estado Novo é tratado particu-
mento aqueles que, para si, são os qua- larmente em O fascismo enquanto regi-
tro principais períodos historiográficos me: o Estado Novo e contém, entre ou-
do estudo do fascismo; a segunda par- tros subcapítulos, O Corporativismo, O
te incide no debate público que tem “Estado Forte” e A Violência, que certa-
(ou melhor, não tem) sido feito acerca mente irão interessar ao leitor. O Esta-
do Estado Novo, com referência à re- do Novo de Salazar: algumas conclusões,
cente polémica entre Fernando Rosas penúltimo capítulo da obra, revela os
e Manuel Loff; finalmente, na terceira principais motivos da manutenção do
parte, efetua-se a distinção fundamen- regime durante mais de quarenta anos.
tal e apropriada entre «fascismo mo- O quinto capítulo é, como indica o
vimento» e «fascismo regime político» seu título, a constatação de que existem
(Rosas, 2019: 26-30). Os desafios do presente, como o são os
O primeiro capítulo, Elementos extremismos políticos, os efeitos da cri-
para uma caracterização teórica do fas- se económica de 2008 e a necessidade
cismo enquanto regime, define os sete de transformação das democracias para
elementos considerados fundamentais lidar com esses novos desafios. É, sem
por Rosas para conduzir o fascismo dúvida, o capítulo desta monografia
ao poder, sendo eles: a ideologia; as em que Rosas abandona por instantes
circunstâncias gravosas de crise eco- o papel de historiador e se coloca como
nómica; a adesão primeira das elites, comentador da atualidade política.
e posteriormente dos estratos popula- Ensaio essencialmente bibliográ-
res, às soluções totalitárias; o contexto fico, Salazar e os fascismos é uma mo-
de “Guerra Civil Europeia”, expressão nografia estrutural e didaticamente
da autoria de Enzo Traverso; o tota- tripartida, estando a Introdução e os
litarismo; a violência. Consequência primeiros dois capítulos contidos na
da enunciação destes sete elementos primeira parte, o terceiro e quarto ca-
surge o segundo capítulo, intitulado pítulos na segunda parte, e finalmente
As pré-condições históricas para a emer- o comentário final na última parte em
gência dos regimes fascistas, em que o que se pode subdividir esta obra. Por
autor descreve as condições sociais na toda ela, o estilo de escrita mecânico e
Europa do pós-Primeira Guerra Mun- as divagações sucessivas do seu autor,
dial. Nos vários subcapítulos que o calcorreando caminhos escusos e atal-
constituem, a luta entre operariado e hos sem fim à vista, torná-la-ão certa-

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Reseñas de libros / Reviews 255

mente um pesadelo para o curioso da nal, que têm pensamentos claramente


História. integráveis nesta corrente ideológica
Enquanto não original na compa- (caso, por exemplo, de Manuel Loff
ração entre regimes fascistas1, tal obra com, entre outros títulos, O Nosso Sé-
propagandeia ter uma abordagem di- culo é Fascista). A visão de Salazar e os
ferente, que procura o distanciamen- fascismos não é, em si, uma perspetiva
to com a historiografia existente. Nos notoriamente diferente de todas as ou-
seus vários capítulos encontra-se um tras das quais Rosas se tenta demarcar
entendimento marxista da História, – é um entendimento baseado em po-
em que a luta entre operários e classes sições marxistas anteriores, tendo-se
médias foi decidida pelo recurso, por limado arestas incongruentes à teoria
estas últimas, ao potencial de violên- na explicação da ascensão de movi-
cia dos movimentos fascistas plebeus mentos fascizantes.
e de cariz conservador. A colocação Outro dos aspetos referidos é a
dos problemas económicos no cerne afirmação do uso da violência pelos
da explicação da ascensão dos fascis- movimentos e regimes fascistas como
mos, embora comprovadamente um consequência da inspiração nas práti-
dos grandes motivos para a ascensão cas coloniais comuns que persistiam no
dos regimes autoritários, subsidiaria século XIX, em que a violência sobre os
claramente o medo e o desespero face colonizados se mantinha como meio
à agitação social por todos os escalões de dominação (Rosas, 2019: 75-82).
da sociedade. O problema é claramen- É rebuscado, para além de contestado,
te tratado tendo em conta os estratos entender a violência dos regimes fas-
superiores da sociedade na sua relação cistas como tendo origem no exemplo
conflituosa com o operariado sindi- colonialista do emprego da força na do-
calizado, sem se atender nos estratos minação. A violência é inerente ao ser
inferiores não sujeitos às diretrizes sin- humano e, enquanto meio de coação
dicais. Tal perspetiva marxista da aná- e de alcandorar no poder, foi utilizada
lise histórica é visível na quantidade de diversas vezes ao longo da História2 de
autores, citados durante a obra e refe- forma que esta conclusão tem susten-
renciados em listagem bibliográfica fi- tabilidade ténue3. Mais ainda, a violên-

1
Outras obras recentes têm tido como objetivo realizar comparações entre regimes
fascistas em termos gerais, das quais se destaca: Pinto, 2013.
2
Ekkart Zimmermann salienta, não apenas a existência de violência nos estados totali-
tários fascistas, mas a sua utilidade – reprimir protestos internos e a “internal war”. Neste as-
peto, a visão de Fernando Rosas em Salazar e os Fascismos é semelhante, embora não referindo
textualmente estes dois pontos fundamentais. Ver Zimmermann, 2011: 2710.
3
Federico Finchelstein ultrapassa a questão da origem da violência fascista ao nem
sequer referir a época ou situação inspiradora do uso dessa violência pelos regimes fascistas,
mas antes por a considerar inalienável a esses regimes. Ver Finchelstein, 2017.

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256 Reseñas de libros / Reviews

cia dos regimes fascistas desenvolve-se versalidade da relação de forças entre


em dois campos distintos: no campo opressores e oprimidos que pulula
do desenvolvimento e crescimento pelas suas páginas, é uma monogra-
económicos, em que o regime fascista fia de consulta obrigatória para os
procura o fim dos protestos e da guerra investigadores do fascismo europeu
interna (Zimmermann, 2011: 2710); e e das suas relações com as elites que
no campo da repressão estatal, no con- permitiram a sua ascensão ao poder,
trolo de qualquer manifestação contra o pela sua inação, colaboracionismo ou
regime instituído (Zimmermann, 2011: derrota face aos ditadores autoritários.
2711) – neste aspeto, Rosas retrata ma- Contudo, a visão que transmite deve
gistralmente ambos os processos, com ser integrada num entendimento mar-
destaque para o primeiro campo do uso xista da História, em que o conflito
da violência mas sem, contudo, espe- económico se mantém como motor de
cificar estas duas áreas de atuação de transformações.
modo inequívoco.
Em O fascismo enquanto regime: o Nelson Jorge De Castro Araújo
Estado Novo, a análise da ditadura sa-
lazarista é extremamente acutilante,
tal como a que o autor tem explanada
noutros trabalhos (de que é exemplo VALERO GÓMEZ, Sergio y GARCÍA
Salazar e o Poder: a arte de saber durar): CARRIÓN, Marta (eds.), Desde
o corporativismo, o uso da violência, la capital de la República. Nuevas
o carisma do chefe, são vários dos as- perspectivas y estudios sobre la
petos tratados; no entanto, e não po- Guerra Civil española, Valencia,
dendo negar a área investigativa do Publicaciones de la Universitat de
autor, que não abarca propriamente València, 2019, 416 pp.
a História da Educação, falha clara-
mente neste capítulo uma abordagem La guerra civil española (1936-
sobre o ensino estadonovista que não 1939) sigue siendo uno de las etapas
se centre simplesmente em afirmações históricas que más influencia tienen en
superficiais sobre o analfabetismo e o la actualidad informativa y en las re-
atraso educativo português durante des sociales4. En consecuencia, y junto
este período. a otros factores, se han generado una
Considerando o previamente ex- serie de memorias individuales y co-
posto, Salazar e os Fascismos, pelo lectivas que hacen imprescindible una
carácter comparativo entre os vários revisión permanente por parte de pro-
fascismos europeus, apesar da trans- fesionales. Es en este continuo análisis

4 En un rápido análisis con el programa MAXQDA en Twitter entre los días 27 de


agosto y 3 de septiembre de 2019 con las palabras guerra civil y, de forma optativa, los
términos España, española y franco, salían unos 1.000 tweets.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 19, 2019, pp. 237-271


Reseñas de libros / Reviews 257

en el que se enmarca la obra reseñada de Daniel Kowalsky. En relación a sus


Desde la capital de la República. Nuevas estudios sobre la intervención soviética
perspectivas y estudios sobre la Guerra en la Guerra Civil, realiza un recorrido
Civil española editado por Sergio Valero por la génesis, plasmación y magnitud
Gómez y Marta García Carrión. de la ayuda y sus consecuencias para la
El libro se enmarca dentro de la supervivencia de la República. Sandra
conmemoración del 80 aniversario Souto analiza el movimiento pacifista
del traslado de la capitalidad de la II y antifascista, mediante un compo-
República española a Valencia, que se nente generacional, concretamente los
extendió entre el 6 de noviembre de jóvenes. Por otro lado, Mélanie Ibáñez
1936 y el 31 de octubre de 1937. A se centra en los últimos días de la gue-
tenor de esta efeméride, se realizó un rra en Valencia, aquellos en los que el
Congreso Internacional en la capital poder político pasa a manos de quin-
del Turia a finales de octubre de 2017, tacolumnistas, antes de que lleguen las
del que el volumen reseñado ha sido el tropas rebeldes. Gianmaria Zamagni
resultado final. estudia el papel de la Iglesia, sobre
La obra recoge un crisol de textos todo en lo referente a la legitimización
que representan la diversidad con la de la violencia ejercida por los suble-
que se está abordando la Guerra Civil vados. Si pasamos al DVD, Julian Reck
desde un punto de vista académico. introduce un tema novedoso analizan-
En este sentido, tienen presencia di- do las relaciones internacionales, el
ferentes perspectivas historiográficas, fútbol y su influencia en la Guerra Ci-
pero también destaca la intervención vil. La política británica de apacigua-
de diferentes generaciones de histo- miento y su gran influencia en el de-
riadores que muestran las diferentes sarrollo de la contienda protagoniza el
inquietudes presentes en relación con artículo de Scott Ramsay. Volviendo a
el conflicto. la historia local, Adrian Florin estudia
En este artículo se respetará la es- las relaciones de poder en Adra (Alme-
tructura realizada en el libro, introdu- ría), mientras que Antonio López ana-
ciendo también aquellos textos que se liza al partido de Acción Republicana
han incluido en el DVD que se anexa. de Almería entre 1930 y 1934 y, en
En este sentido, se ha iniciado la otro texto, la relación entre la masone-
obra con un bloque de capítulos refe- ría y la política almeriense. Para acabar
rentes a la historia política. En el pri- con este apartado, Juan Carlos Marín
mer pasaje, José Luís Martín realiza introduce el impulso de Ramón Lamo-
una reflexión sobre las dinámicas de neda en el proyecto de unificación del
poder que se produjeron en Cataluña PSOE y el PCE.
y las distintas etapas que se pueden La siguiente parte se centra en
establecer dependiendo de los pactos las identidades nacionales durante la
entre los distintos organismos. A con- guerra. En primer lugar, Aurelio Martí
tinuación, se encuentra la aportación ofrece un estado de la cuestión sobre la

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258 Reseñas de libros / Reviews

cuestión nacional en la historiografía la educación y la cultura con la afilia-


sobre el antifascismo y un estudio de ción en las organizaciones obreras de
caso sobre este movimiento en el País la zona republicana. La escuela nor-
Valenciano. En este último aspecto se mal de Valencia y la educación de los
centra el siguiente capítulo de Ferran maestros es el tema estudiado por Mª
Archilés. Durante el conflicto, el valen- del Carmen Agulló y Blanca Juan. Para
cianismo político se estancó, frenando finalizar Carl-Henrik compara la edu-
el crecimiento que había experimenta- cación del Ejército Popular con otras
do durante la II República. Por último, experiencias pedagógicas europeas.
Leyre Arrieta relata la forma en la que La retaguardia, sus protagonista y
el PNV actuó durante la guerra. procesos, protagoniza la cuarta parte
En el inicio del siguiente apartado, del libro. En este sentido, los dos pri-
referido a la cultura y el ocio, se inclu- meros capítulos se dedican a hablar,
yen dos artículos sobre la educación con conclusiones discordantes, sobre
en zona republicana. En primer lugar, el abastecimiento de alimentos. En el
Juan Manuel Fernández analiza la uti- caso de Michael Seidman, analiza las
lización de la educación para la legi- estructuras y formas de organización
timación de las acciones republicanas, de ambas retaguardias, concluyendo
sobre todo aquellas que tenían que ver que los republicanos, al contrario que
con la guerra, mientras que Vicenta los insurgentes, se organizaron de for-
Verdugo introduce la cuestión de gé- ma poco eficiente y, por tanto, tuvie-
nero para estudiar el protagonismo de ron más problemas para abastecer a su
las organizaciones de mujeres para los ejército y a sus núcleos urbanos. An-
programas educativos. A continuación, tonio Calzado estudia el caso concreto
Sonia García estudia la red transnacio- de algunas comarcas valencianas para
nal que se creó para la producción de establecer que no se pueden establecer
películas que apoyaban la causa leal. los procesos de desabastecimiento e hi-
Évelyne Ricci hace un recorrido por perinflación como una «una fotografía
las obras y compañías de teatro orga- fija e inamovible» para todo el periodo
nizadas en territorio republicano du- y territorio republicano. Tras este de-
rante la guerra. La protección del pa- bate, aparecen dos capítulos sobre la
trimonio histórico-artístico es el tema vida cotidiana en territorio republica-
presentado por Rebeca Saavedra Arias. no. José Miguel Santacreu investiga a
En él realiza un repaso de las medidas los católicos que, tras la situación de
y acciones desarrolladas por distintas inestabilidad provocada por el golpe
instituciones leales para proteger estos de Estado, tuvieron miedo por su con-
elementos de las consecuencias de la dición religiosa. No obstante, tras la
guerra. En el DVD, hallamos tres ar- llegada de Manuel de Irujo al ejecutivo
tículos sobre educación en territorio leal, se normalizó el culto católico de
republicano. Sandra García y Javier forma privada y se excarceló a muchos
Bascuñán analizan la relación entre sacerdotes. Verónica Sierra se centra

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Reseñas de libros / Reviews 259

en la infancia para desentrañar la for- Granada, y por Laura Sánchez y Alexia


ma que vivieron la guerra, tanto en Cachazo para la agrupación Mujeres
España como en las colonias en el ex- Libres. El análisis de los aspectos mi-
tranjero. Pasando al DVD, Guillermo litares de la contienda es abordado por
Sáez se lleva a cabo un recorrido por Claudio Hernández que ha estudiado
el orden público instaurado en la reta- las experiencias de los combatientes
guardia franquista durante la guerra y y sus motivaciones en la lucha. Final-
que tuvo sus continuidades durante la mente, Antonio Ramírez investiga el
posguerra. Por otro lado, Mónica Cal- exilio de miles de republicanos a Ar-
vo y Javier Fernández analizan la vida gelia para huir del avance de las tropas
cotidiana de las mujeres en el Bilbao franquistas y sus condiciones en los
de 1936 y 1937, destacando los avan- campos de concentración franceses.
ces (y las permanencias) en su empo- La quinta parte reúne los estudios
deramiento durante la guerra. Ainhoa que se dedican a desentrañar la memo-
Campos nos ofrece un estudio sobre el ria sobre la Guerra Civil. En primer lu-
abastecimiento de la ciudad de Madrid
gar, Carlos Fuertes analiza el discurso
a lo largo de la contienda y su impor-
que se dedica al conflicto en los libros
tancia para la moral de guerra, ámbito
de textos desde la caída de la dictadura
al que ha dedicado su, recientemente
de Franco. Su conclusión es que aún
leída, tesis doctoral. Cristina Escrivá y
pervive lo que denomina «narrativa
Víctor Benavides relatan las formas de
equidistante» que tiende a aceptar la
propaganda que impulsó las JSU para
el reclutamiento de dos divisiones para memoria creada por el franquismo
el Ejército. La violencia política en durante y después de la contienda.
Gandía durante los primeros meses de Toni Morant se centra en el recuerdo
la Guerra Civil es el tema tratado por establecido de la capitalidad de la II
Antonio Calzado y Bernat Martí. Fer- República española en Valencia. Para
nando Jiménez estudia la forma de los ello, estudia los vaivenes que se inicia-
comités revolucionarios, surgidos tras ron con la primera conmemoración en
el golpe de Estado, y su relación con 1986 y que actualmente han conduci-
la administración republicana. El pro- do a la celebración del 80º aniversario.
yecto de investigación Fer la guerra. Por último, Maria Chiara Bianchini
Diccionari i testimonis dels combatents de aporta al estudio de la memoria sobre
Benissa en la Guerra Civil (1936-1939) el bombardeo de Guernica reflexiones
es analizado por dos de sus compo- muy interesantes sobre los procesos de
nentes, Robert Llopis y Luís Botella. La olvido y recuerdo.
movilización de las mujeres es estudia-
da por Francisco Jiménez, para el caso Juan Boris Ruiz Núñez
de la visita de Pilar Primo de Rivera a Universidad de Alicante

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260 Reseñas de libros / Reviews

PAYÁ LÓPEZ, Pedro (ed.), Desde las ce- funcionalistas como Hans Mommsen o
nizas de Auschwitz. Historia, memo- Ian Kershaw, argumenta que la Shoah
ria, educación, Granada, Comares, fue resultado de un proceso contingen-
2019, 325 pp. te donde concurrieron determinadas
circunstancias, como la política de re-
Pedro Payá López nos ofrece un li- asentamiento de grupos de origen ger-
bro dedicado a esa terrorífica mónada mánico, el comienzo de la Operación
del siglo XX que fue Auschwitz. El vo- Barbarroja o la experimentación con
lumen posee una indudable relevancia cámaras de gas móviles (Gaswagen). Su
historiográfica, no solo por ser uno de origen no habría residido tanto en la
los pocos libros editados en nuestro implementación de un proyecto ideado
país sobre el campo que se ha conver- en Berlín como en un cúmulo de inicia-
tido en epítome, símbolo y lugar de tivas y decisiones de las autoridades pe-
memoria del exterminio judío. El mo- riféricas y los comandantes de los cam-
tivo adicional es la naturaleza interna- pos, avaladas convenientemente desde
cional e interdisciplinar del elenco de el poder central.
investigadores de primer nivel que ha La historia del complejo de Aus-
reunido, los cuales proceden de paí- chwitz es competencia de Fabio Maria
ses (Italia, España, Francia, Alemania) Pace. La primera fase abarca su desarro-
y campos de saber (historia, filosofía, llo como campo de concentración, des-
pedagogía, lingüística) muy diversos. de el internamiento de presos políticos
Como no podía ser de otro modo, y el nacimiento del campo de Monowitz
el primer capítulo sintetiza la historia por iniciativa de la IG Farben, hasta el
del sistema concentracionario. Karin desarrollo de la terrorífica Aktion Rein-
Orth da cuenta del aparato administra- hard. La segunda comprende su trans-
tivo, destacando la Inspección de Cam- mutación en campo de exterminio, con
pos de Concentración y la vigilancia el traslado de las matanzas a Birkenau
de las SS; los criterios de persecución, y la sistematización del empleo de los
desde la disidencia política a la higiene crematorios. El relato finaliza con el
socio-racial; el nacimiento en 1936 del desplazamiento masivo de reclusos al
campo nacionalsocialista como tal y sus oeste y la liberación a manos del Ejérci-
tipos (concentración, exterminio, cam- to Rojo en enero de 1945.
pos-fábrica...); la terrible variedad de Recurriendo a la literatura testimo-
asesinatos (fusilamientos, inyecciones, nial francesa, José Luis Arráez estudia
gas, trabajo); y el balance de víctimas: la deshumanización de la mujer en la
1,7 millones en total, un millón de ju- Shoah, que fue especial debido a las
díos solo en Auschwitz. peculiaridades de su cuerpo y ciertas
La dicotomía clásica entre campos cuestiones culturales y religiosas. De-
de aniquilación y explotación es estu- limita cuatro etapas del proceso: cons-
diada y cuestionada por Brunello Man- trucción de la otredad, que implica
telli. Siguiendo la estela de historiadores exclusión social; hostigamiento estatal

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Reseñas de libros / Reviews 261

mediante políticas antisemitas; segrega- mizada aquí por Agustín Serrano de


ción social y reclusión en guetos, pri- Haro. Compartiendo la interpretación
siones y campos; y debilitamiento siste- de Bettina Stangneth en Eichmann an-
mático durante el viaje en tren hasta su tes de Jerusalén, argumenta Serrano que
confinamiento en estos últimos, donde dicha categoría no es aplicable a este
multitud de mujeres sucumbirían al individuo. En los Papales Argentinos,
hambre, al trabajo o al gas. el Obersturmbannführer no se repre-
La antropóloga Paz Moreno Feliu sentaba como un burócrata anodino y
disecciona con pericia las relaciones so- diligente, sino como un fanático com-
ciales, las pautas conductuales y la vida prometido con el genocidio del pueblo
cotidiana del campo recurriendo a las hebreo. El filósofo, sin embargo, man-
memorias de los reclusos. Moreno ana- tiene su pertinencia para comprender
liza la jerarquización y categorización la participación de miles de personas
de los internos mediante triángulos y “corrientes” en la Shoah.
códigos alfanuméricos; las relaciones El texto de Fernando Bárcena es un
de poder y los antagonismos basados ensayo de filosofía de la educación ins-
en la procedencia étnica, la afiliación pirado en un personaje de La tregua de
política y la veteranía; la circulación de Primo Levi. Hurbinek era un niño naci-
bienes, donde despuntaban los presos do en Auschwitz paralítico e incapaz de
“aristócratas” y los miembros de algu- hablar, que murió tras la liberación. El
nos comandos; y la desaparición de dos investigador lo utiliza para defender un
instituciones fundamentales: la familia paradigma pedagógico focalizado en la
y el ritual funerario. infancia. Su enternecedora relación con
Sobre el encuentro entre reclusos Henek, que le reconoció como suje-
y libertadores de los campos versa el to al hablarle para obtener como úni-
capítulo de Paula Martos. La historia- ca respuesta una palabra ininteligible,
dora describe la destrucción previa de demuestra –nos dice– que no siempre
instalaciones y pruebas documentales, puede comprenderse la respuesta del
la evacuación en largas marchas de la otro y que el resultado de la educación
muerte que causaron decenas de miles jamás puede estar predeterminado.
de víctimas y el eco de las liberaciones Raffaele Mantegazza firma un suge-
en la prensa occidental. Seguidamente rente texto sobre la “mochila de la me-
analiza su objeto de estudio: las cartas moria”, una propuesta pedagógica para
e informes de los liberadores de Ber- explicar el Holocausto. El académico
gen-Belsen, para concluir –de manera plantea una serie de recomendaciones
un tanto discutible– que las imágenes partiendo de su experiencia personal:
que elaboraron de los presos reprodu- los alumnos deben aprender unas no-
cían los estereotipos construidos por el ciones históricas previas, no pensar que
nazismo. los verdugos no eran humanos, realizar
La conocida tesis de la “banalidad visitas con deportados, respetar su in-
del mal” de Hannah Arendt es pole- timidad, etc. Mantegazza concluye que

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262 Reseñas de libros / Reviews

hay que impedir que caigan en el nega- a cubrir esa laguna, Elisa Martín Orte-
cionismo, la indiferencia o la obsesión; ga estudia la literatura que escribieron
la finalidad es que Auschwitz les per- los supervivientes de los campos, los
mita comprender por qué hay minorías que sufrieron la persecución nazi y sus
marginadas a día de hoy. descendientes, profundamente conmo-
Por ser un acontecimiento trascen- vidos por el sufrimiento de sus proge-
dental, Auschwitz es también el lugar nitores. Martín analiza la terrible expe-
de memoria cardinal de Europa. Anne- riencia de los internos, la reinvención
tte Wieviorka disecciona su gestación y conservación de sus canciones por
atendiendo a la musealización y al ce- transmisión oral, y la invención de una
remonial. La historiadora demuestra poesía posterior al genocidio que perse-
cómo los primeros discursos ocultaron guía rescatar del olvido a sus muertos y
el genocidio judío, tanto la retórica ca- salvaguardar su propia cultura.
tólica del nacionalismo polaco como el También es objeto de análisis la
relato comunista de factura internacio- obra de Primo Levi, cuya dimensión
nalista y antifascista. La memoria he- histórica es desmenuzada pertinente-
brea no empezaría a imponerse hasta mente por Liliana Picciotto. La historia-
finales de los ochenta, al disponerse la dora estudia algunos pasajes de Si esto
reestructuración del museo y el desa- es un hombre, como su captura a manos
rrollo de una nueva narrativa cuyo ob- de la Milicia para la Seguridad Nacio-
jetivo era explicar la función de cada nal, su traslado al campo de Fossoli, su
construcción. metamorfosis en número –el 174.517–
El coordinador se encarga de la o su confinamiento en Monowitz. El
vertiente fílmica de Auschwitz. Payá cotejo de estos datos con documenta-
arranca con un balance del tratamien- ción archivística le permite explicar con
to cinematográfico del campo que le detalle importantes mecanismos del sis-
sirve para reflexionar sobre los límites tema concentracionario, como el apara-
de la representación. Luego acomete el to policiaco, el transporte de reclusos o
estudio de Nuit et Brouillard, de Alain su codificación identificativa.
Resnais. Enfatiza la naturaleza justa de José Antonio Zamora cierra el libro
su postura, evidente en el exhaustivo con una reflexión sobre el replantea-
trabajo documental, el protagonismo miento que Auschwitz desencadenó
de Birkenau y el peso concedido a la de la relación entre justicia y memoria.
Solución Final, pese a que el guionista Observando el imperativo categóri-
eliminó toda referencia explícita. La pe- co de Theodor Adorno, propone una
lícula cobra sentido así como una obra mirada orientada al sufrimiento de las
de arte que contempla el campo como víctimas que quiebre el continuo de in-
categoría interpretativa de la barbarie. justicia. La herramienta para alumbrar
Poca gente sabe que prácticamente otro presente sería la “justicia anamné-
la mitad de los sefardíes europeos pe- tica”, que a diferencia de la transicio-
recieron en la Shoah. Contribuyendo nal no se agota en la reparación, sino

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Reseñas de libros / Reviews 263

que les otorga un papel central como analiza los cambios sociales y de gé-
artífices de la reconciliación. Puede re- nero acontecidos en España desde el
plicarse, sin embargo, que concederles comienzo de la dictadura hasta llegada
un excesivo poder puede devenir en de la democracia a través del estudio
políticas inspiradas por los conocidos de las empleadas del hogar.
“abusos” de la memoria que resulten Con un pormenorizado manejo de
contrarias al proceso democratizador. las fuentes, la autora muestra los cam-
Si algo comparten los especialistas bios que se van produciendo en las
reseñados es que todos abordan el fe- condiciones de trabajo en las que se
nómeno Auschwitz alcanzando dos ob- ejerce este oficio y en la percepción so-
jetivos no necesariamente antitéticos. cial del mismo. Además, da la voz a las
De una parte, efectúan un cepillado “a protagonistas en una marcada apuesta
contrapelo” de la historia, en buena ló- por rescatar sus experiencias y su pro-
gica benjaminiana, al tomar por sujeto pia percepción del trabajo realizado.
a las víctimas arrumbadas por el hura- La obra se divide en tres bloques
cán del progreso: los “hundidos” que que se corresponden con las figuras
mencionaba Levi. De otra, mantienen la más representativas de la profesión:
autonomía de la historia como discipli- la sirvienta (característica del periodo
na científica –tan encarecida por Santos 1939 hasta 1959), la empleada del ho-
Juliá– al analizar críticamente el aconte- gar (desde 1959 hasta la llegada de la
cimiento, alejándose de la sacralización Transición) y, finalmente, la trabajado-
del Holocausto y del consecuente olvi- ra del hogar (de 1975 en adelante).
do de las víctimas no judías, y oponien- La primera parte, dedicada a la fi-
do a la imposición de un relato mítico gura de la sirvienta coincide, en pala-
sobre el pasado un estudio riguroso bras de la autora, con “la edad de oro
fundamentado en la pluralidad de dis- del servicio doméstico”. En el primer
cursos y el libre intercambio de ideas. Franquismo, en un contexto en el que
se desincentiva el trabajo industrial
Sergio Vaquero Martínez femenino y se refuerza el ideal tradi-
Universidad Complutense de Madrid cional de madre y esposa, el servicio
doméstico se convierte en una de las
pocas opciones para las muchachas
FERNÁNDEZ, Eider de Dios, Sirvien- de las familias menos favorecidas que
ta, empleada, trabajadora del hogar. buscan con ello una salida a la pobre-
Género, clase e identidad en el fran- za. En este momento, el trabajo de las
quismo y la transición a través del empleadas del hogar no se entiende
servicio doméstico, Málaga, UMA como un empleo sino más bien como
editorial, 2019. una semi-adopción por parte de una
familia con una posición económica
El libro, galardonado con el XXVII desahogada hacia una joven de una
Premio Internacional Victoria Kent, familia humilde. La principal moti-

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264 Reseñas de libros / Reviews

vación para trabajar como sirvienta lidad de las jóvenes, llevan a hablar de
era económica pero en algunos casos una “crisis” del servicio doméstico y,
subyacían además causas políticas. para hacer frente a la misma, se plan-
Así, para las hijas o esposas de repre- tea la necesidad de proteger a estas
saliados, era éste un medio de super- trabajadoras. Se constituyen entonces
vivencia y también para salir del pue- las primeras mutualidades para am-
blo y trasladarse a un entorno urbano parar a las sirvientas bajo patrocinio
más anónimo. de la Iglesia. Por su parte, el Estado
Las familias burguesas y de clase fundó en 1959 el Montepío Nacional
media se convertían en el nuevo ré- del Servicio Doméstico, supervisado
gimen en un modelo y un pilar del por la Sección Femenina, que estuvo
Estado Franquista, que reproducía en vigente hasta 1970 y contaba con una
su seno la jerarquía de clase y género normativa asistencial bastante extensa,
que debía imperar en el orden social. aunque sin entrar a regular cuestiones
El control del servicio doméstico fue referentes a horarios, sueldos, descan-
también objeto de pugnas entre la Sec- sos o permisos.
ción Femenina y los sectores católicos La segunda parte del libro abor-
conservadores. Las obras religiosas de- da la figura de la empleada del hogar,
dicadas al servicio doméstico asisten emblema de las décadas de los sesen-
en el primer franquismo a un rena- ta y setenta. Una nueva generación de
cimiento y se concretan en la puesta muchachas ocupa los puestos del ser-
en marcha de escuelas dominicales o vicio doméstico pero lo hace con unas
agencias de colocación para sirvien- expectativas diferentes a las de sus ma-
tas. Se trataba con estas iniciativas de dres. Muchas jóvenes se van ahora a las
mantener a este sector laboral bajo el ciudades a servir, pero ya no lo hacen
amparo de la Iglesia de manera que, para escapar del hambre y del miedo
primero como sirvientas y después de la posguerra, sino como un medio
como madres y esposas, fuesen piado- para buscar nuevos horizontes vitales
sas, abnegadas, humildes, laboriosas y en unas ciudades en crecimiento y en
obedientes. un país que comienza abrirse. El ser-
El modelo descrito inicia su trans- vicio doméstico toma la categoría de
formación a finales de los años cin- empleo y sus nuevas trabajadoras ya
cuenta, coincidiendo con los cambios no están dispuestas a tolerar los abu-
que estaba experimentando el país. sos que sufrieron sus antecesoras. La
Aumentan las empleadas por horas, autora concede gran relevancia al cam-
en lugar de internas, y algunas voces bio en las mentalidades que llevaría a
desde la Sección Femenina y desde Ac- estas muchachas a no aceptar pasiva-
ción Católica comienzan a demandar mente la vida de sus madres. No obs-
cierta protección para este oficio. Las tante, conviene tener presente que no
nuevas oportunidades laborales en las se puede desligar esa modificación en
fábricas, sumadas al cambio de menta- las expectativas vitales sin vincularlo al

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Reseñas de libros / Reviews 265

propio cambio de la estructura econó- culinidad obrera. El trabajo femenino


mica que estaba experimentando Es- no es ya únicamente un medio para la
paña, cuestión ésta a la que autora no supervivencia familiar sino una aspira-
concede centralidad. Cabe pensar que ción legítima de realización personal.
el crecimiento de la producción indus- Es en este contexto en el que muchas
trial característico de la época derivaría mujeres comienzan a tomar conciencia
en mayores oportunidades laborales de la importancia de sus salarios para
para las mujeres, por lo que el trabajo el sostenimiento familiar. Lo más rele-
como empleada del hogar se convertiría vante es que muchas de las que habían
en una opción entre otras, dejando de dejado un empleo al casarse y tener hi-
ser, como en la etapa anterior, el hori- jos, viven el proceso de vuelta al mer-
zonte único para sobrevivir. Esta situa- cado de trabajo como una experiencia
ción es la que dotaría a las jóvenes de liberadora: “era salir a hacer lo mismo
una limitada libertad a la hora de ele- que hacías en casa, pero la remunera-
gir su profesión, y ello implicaría que ción te satisfacía” [p.306]. Los ingre-
las condiciones de trabajo en las casas sos dan poder a la mujer dentro de la
particulares van a experimentar algunas familia, pero también el contar con
mejoras. un empleo permite salir del ámbito
A través de los análisis de pelí- privado y familiar y abrirse a otras re-
culas de la época y de testimonios de laciones sociales y personales. En este
empleadas del hogar y empleadoras, marco, algunas de las empleadas del
Eider de Dios revela cómo las muje- hogar tomarán conciencia de su pro-
res experimentaron estos cambios, en pia explotación, dentro y fuera de su
cierta medida liberadores, así como casa. La rebelión comienza en algunos
las reacciones, más o menos tolerantes casos en la propia familia –y se cuenta
según los casos, de sus esposos. La in- una huelga frente al esposo que resul-
terina, nombre que recibe la empleada ta particularmente interesante–, pero
por horas, es una trabajadora domés- también se traslada al espacio público,
tica muy diferente a su predecesora, formando un movimiento asociativo
la sirvienta interna, pues es más libre, de trabajadoras del hogar que crista-
más urbana y conectada con el exte- lizó con el apoyo del feminismo. Si el
rior, y generalmente ama de su propia conjunto del país avanzaba y se demo-
casa y madre. cratizaba, justo era que las trabajado-
La tercera parte se ocupa de la ras del servicio doméstico accediesen
figura de la trabajadora del hogar, a los derechos de igual modo que el
vinculada a los cambios sociales y resto de la clase obrera.
culturales que favorece la Transición En 1985, cinco años más tarde de
Democrática. La autora toma como la aprobación del Estatuto de los Tra-
referencia el Gran Bilbao, un entorno bajadores, se promulgó el Real Decreto
muy afectado por la reconversión de por la que se fijaba la relación laboral
la cual se deriva una crisis de la mas- de “carácter especial” del Servicio del

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266 Reseñas de libros / Reviews

Hogar Familiar. La nueva norma, si BORJA, Jordi. Bandera Roja. 1968-


bien regulaba el sector, era discrimi- 1974. Del maig del 68 a l’inici de la
natoria para estas trabajadoras, siendo transició, Barcelona, Edicions 62,
especialmente flagrante la ausencia 2018, 133 pp.
de derecho al desempleo y el hecho
de que, en caso de baja, comenzaban El libro reseñado, según el propio
a cobrar a partir del vigesimonoveno autor no es una autobiografía ni un tra-
día, y no desde el cuarto, como el resto bajo académico propio de la historio-
de trabajadores y trabajadoras. grafía, sino una interpretación política
Finalmente, se dedica un aparta- subjetiva (p. 13). Desde un inicio, Jordi
do al conflicto protagonizado por las Borja nos avisa que el libro es fruto de
auxiliares domiciliarias en Vizcaya en los propios recuerdos y no tiene detrás
la década de los ochenta. La lucha una base documental. Además, afirma
emprendida por estas trabajadoras ra- que sin duda habrá omisiones de he-
dicó en que demandaban ser recono- chos, de personas y de nombres debido
cidas como empleadas de los ayunta- a los avatares que tiene trabajar con la
mientos y acceder a los derechos que memoria. Aun así, esta obra tiene la vir-
ello implicaba. tud de ofrecer algunas pistas útiles para
En conjunto, Eider de Dios ofre- el estudio de ese sujeto poco definido,
ce una aproximación, desde un pun- que en la historiografía española se
to de vista diferente, hacia las etapas conoce como ‘’izquierda radical’’. Esta
más recientes de la historia de España obra ofrece un testimonio de aquellos
a través de un sector laboral que ha hechos, la vista de una de las partes
permanecido oculto y desregulado a que formaban la organización ‘’Bandera
pesar del gran volumen de mano de Roja’’ y experiencias de militancia. Todo
obra que empleó. Los testimonios ello expuesto de una forma sintética,
orales dan fuerza al relato que es ágil sencilla de leer y de la que sobre todo se
en su lectura, y se complementan extrae información entrelíneas.
con otras fuentes que, por su varie- Primero de todo, hay que tener en
dad, enriquecen el texto. El libro abre cuenta que esta obra se enmarca en un
caminos para realizar nuevas investi- aniversario significativo para la organi-
gaciones de modo que pueda compa- zación conocida como ‘’Organización
rarse el contexto vasco, muy privile- Comunista de España (Bandera Roja)’’
giado en la obra, con otros espacios –de ahora en adelante, OCE(BR)–. Fue
urbanos y rurales en los que cabría fundada aproximadamente en el año
valorar el alcance de las transforma- 1968 y entre sus filas participaron mu-
ciones estudiadas. chos intelectuales reseñables, militancia
universitaria y vecinal, y en menor me-
Sonia García Galán dida obrera. En esta organización parti-
Doctora en Historia por la cipó gente tan dispar ideológicamente
Universidad de Oviedo como Jordi Solé Tura, el propioJordi

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Reseñas de libros / Reviews 267

Borja, Celia Villalobos, Federico Jimé- PCE(ML)-FRAP o el PCE(i) (p. 27). En


nez Losantos o Borja de Riquer. Estos la actualidad, el autor se sitúa en líneas
personajes son mencionados durante de pensamiento en pro de la autodeter-
la obra brevemente. La obra también minación de Cataluña –algo de nuevo
se enmarca en un contexto que en es- patente en un capítulo del libro–, den-
tos últimos años ha visto un repunte tro de Barcelona en Comú y en defensa
de trabajos en torno a Bandera Roja. de una izquierda amplia y diversa.
Ejemplos de ello son: la tesis doctoral Desde un inicio se vinculan los
realizada por Josep Maria Solé Soldevi- recuerdos personales con un contexto
la, sobre los inicios de Bandera Roja y histórico que nos permite entender su
su transformación (Bandera Roja. 1968- propia evolución. Hay una primera idea
1974, Barcelona, UB, 2018); un libro de o eje principal en esta obra, y es la rela-
Pere Meroño también enfocado hacia ción directa de Mayo del 68 con el na-
la memoria (Historia de Bandera Roja, cimiento de Bandera Roja (pp. 15-18).
1968-1989, Cataluña, Editorial Gregal, También resulta interesante ver que Jor-
2019); o aspectos concretos de esta di Borja, en muy pocas páginas pasa del
organización en otra tesis –realizada contexto internacional al español, y a
por Albert Planas– sobre la izquierda su vez a la propia fundación de Bande-
radical marxista en Cataluña (L’esque- ra Roja. Por ello hay una interrelación
rra marxista radical a la Transició (1967- de hechos que nos parece que sigue un
1980), Barcelona, UB, 2014). hilo conductor sencillo y lógico. De ello
Ahora debemos contextualizar se deriva un factor de gran atractivo en
al autor: en esta obra se reivindican la obra, el enfoque transnacional que
autores que se denominan como ‘’crí- otorga el autor en muchos casos. Las
ticos’’ en la izquierda, o en la hetero- referencias al contexto internacional, a
doxia, como Sartre o los pensadores las influencias ideológicas de Bandera
de la Escuela de Frankfurt y se critica Roja, o a los contactos con otras organi-
a pensadoras en la ‘’ortodoxia’’ de las zaciones, en especial de Francia e Italia
tesis marxistas, como la recientemente (pp. 38-39) son constantes y muy inte-
fallecida Marta Harnecker (p. 20). A su resantes. Y se entrelazan con sus recuer-
vez, critica la URSS y su intervención dos de juventud –dado que esta obra
en Praga, a la par que la actuación im- está enfocada a la memoria individual.
perialista de los EEUU en Vietnam. De Especialmente importante es la re-
todo ello, se derivan las vinculaciones ferencia constante al PSUC. Es un eje
ideológicas del autor en el pasado y su transversal que actúa en los orígenes
explicación para entender el nacimien- militantes de muchos miembros de
to de Bandera Roja. Jordi Borja entiende Bandera Roja, en la fundación de esta
que esta organización nació con aspira- organización, e incluso en las contra-
ciones realistas, revolucionarias y trans- dicciones que originan una gran esci-
formadoras, entre el PSUC y el izquier- sión y salida en el año 1974. Es de gran
dismo de otras organizaciones como el importancia para entender los contac-

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268 Reseñas de libros / Reviews

tos iniciales de la organización y la pro- nes y la disputa final en el año 1974 en


cedencia y relaciones intelectuales de el seno de esta organización. Durante
algunos veteranos como Solé Tura. Otro la segunda mitad de la obra se realizan
eje de interés es la cantidad de mencio- la mayoría de reflexiones y opiniones
nes que realiza a otras organizaciones personales en torno a BR y su constitu-
a la izquierda del PCE y su actuación ción como partido, ante lo cual Borja es
en Cataluña, a las que suele considerar crítico. Esto se debe al posicionamien-
como dogmáticas, sectarias y violentas. to de su línea o corriente interna que
Sin duda uno de los ejes principa- fueron los detonantes de la salida hacia
les de la obra que a nuestro juicio re- el PSUC –conocidos peyorativamente
sultan de interés, es la funcionalidad de como ‘’banderas blancas’’. Otra cues-
Bandera Roja y el debate sobre si era un tión que chirría, es que Borja niega el
movimiento o una organización políti- maoísmo imperante en Bandera Roja en
ca. En las investigaciones sobre Bandera varias ocasiones. Resulta especialmente
Roja, hay una línea que pone en común significativo que defienda que a partir
a todos los autores: realizaba muchísi- de 1972-1973 el maoísmo se había di-
mo trabajo entre las masas y desde la luido en BR (p. 87). En realidad, cuan-
base. Pero no queda tan claro si Bande- do las tesis prochinas crecen junto a las
ra Roja solo pretendía aglutinarlas-mo- tesis antirrevisionistas en Bandera Roja,
vilizarlas, inserirlas en un partido o es a partir de estos años. Creemos que
frente amplio, o dirigirlas bajo la forma debido a la propia militancia de quién
de un partido de vanguardia siguiendo escribe la obra y al carácter de memoria
las tesis leninistas. El autor considera de la misma, es un fallo normal.
que Bandera Roja no entendía como es- Como se puede ver en la tesis de
trategia política el transformarse en ‘’el Josep Maria Solé Soldevila, la deriva
partido’’ –en clara referencia al partido maoísta de Bandera Roja y la fuerte
comunista de vanguardia– o ser su al- crítica al PCE-PSUC desde el discurso
ternativa (p. 49). Realmente la línea que antirrevisionista, es evidente al menos
se hizo imperante muy pronto –desde a partir de 1973 (Bandera Roja. 1968-
1969– y durante la mayor parte de la 1974, Barcelona, UB, 2018, pp. 586-
trayectoria política de la organización, 614, 618). De nuevo, la tesis de la falta
fue precisamente la de reconstruir el de contradicción ideológica adolece
Partido Comunista en España (Bandera viendo la gran escisión o ruptura que se
Roja. 1968-1974, Barcelona, UB, 2018, da en el año 1974 o los debates crecien-
pp. 98-100, 129-137). tes que durante el libro el propio Bor-
También nos mencionará en di- ja expone a partir del año 1972-1973
versas ocasiones, que dentro de BR no (pp. 79, 81-82). Otros hechos concre-
había confrontación ideológica ni con- tos que presentan dudas son la ruptura
tradicciones de ningún tipo (pp. 55-57, en el año 1974 entre Bandera Roja de
65-66, 82-83). Esto es algo que no se Cataluña, y el conjunto de la organi-
sostiene viendo el historial de escisio- zación de OCE(BR). Borja afirma que

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Reseñas de libros / Reviews 269

la totalidad de la organización catala- BEORLEGUI, David, Transición y me-


na –500 militantes y otros cientos de lancolía. La experiencia del desen-
personas en su entorno– se escindió canto en el País Vasco (1976-1986),
(p. 111). En realidad, en esta primera Madrid, Postmetrópolis Editorial,
escisión habrían salido 120 militantes, y 2017, 353 pp.
en una segunda escisión al año siguien-
te, otros 170 (Bandera Roja. 1968-1974, Como su propio nombre indica,
Barcelona, UB, 2018, pp. 604, 612). “Transición y melancolía. La experien-
Con un correcto trabajo de con- cia del desencanto en el País Vasco
textualización del autor y de la orga- (1976-1986)” de David Beorlegui, es
nización, aporta posicionamientos po- un ensayo histórico que toca dos temas
líticos muy interesantes de una de las clave de la historiografía contemporá-
corrientes internas que formó esta or- nea española. Por un lado, este trabajo
ganización. Pero como obra divulgativa analiza como se vivió la transición es-
y sintética para entender esta particular pañola (1975-1982) en el País Vasco. Si
organización comunista, adolece de una en el resto de España la transición fue
gran parcialidad e inexactitud. Es acon- relativamente pacífica, en el País Vasco
sejable que antes de abordar la obra, los niveles de violencia política fueron
se tengan unas nociones básicas sobre muy altos. Sin embargo, en lugar de
OCE(BR) para poder contrastar correc- plantear la violencia como punto de
tamente algunos postulados o supues- partida, Beorlegui decide, mediante la
tas tesis que tenía. Aun así, debemos metodología de la historia oral, poner
hacer un balance positivo de la obra, el foco en como esta transición se vivió
porque aporta muchos datos interesan- desde la Izquierda revolucionaria vasca.
tes, una perspectiva transnacional en la Este enfoque nos lleva al segundo pun-
izquierda radical y mucha información
to clave del libro y que continúa un de-
sobre una de las facciones de Bandera
bate en el que está actualmente inmersa
Roja, representada –entre otros– por
la historia como disciplina. ¿Cuál es el
Borja o Solé Tura. Esta es una obra que
hilo del que tenemos que tirar los his-
para quién sepa leer entrelíneas, con-
toriadores para tratar de reconstruir el
densa mucha información en pocas
pasado? Beorlegui entiende que anali-
páginas en la que se debe profundizar.
zando las emociones y la memoria de
En definitiva, una aproximación nece-
saria –dado el vacío investigador en un los activistas políticos vascos que se
tema tan interesante– y primeriza, aun- opusieron al régimen político que nació
que insuficiente para entender algunas de la transición (monarquía parlamen-
claves políticas y movilizadores de la taria), podemos comprender la singu-
izquierda española en el Tardofranquis- laridad del País Vasco con respecto al
mo y la Transición. resto de España durante este proceso de
transición.
Samuel Calatayud Sempere ¿Qué emoción plasmaría las viven-
Universidad de Valencia cias de la Izquierda revolucionaria vasca

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durante la transición? El desencanto. explicación mono causal, que se ha re-


Desde la historiografía más tradicional, petido hasta caer en un lugar común:
se ha retratado a la transición como un ETA representó una versión radical
proceso en el que los españoles, des- de los principios étnicos del Partido
pués de una guerra civil sangrienta y Nacionalista Vasco (PNV), y el hecho
más de tres décadas de dictadura, son de continuar con la violencia una vez
capaces de empezar a mirar al futuro y muerto Franco se debe precisamente
comenzar a cicatrizar sus heridas. Sin a como este “etnicismo radical” cegó a
embargo, la Izquierda revolucionaria en la organización terrorista a la hora de
el País Vasco, así como parte del movi- tomar conciencia de los cambios que
miento anti-franquista en toda España, estaba viviendo la sociedad vasca con
vivió un proceso muy diferente en for- la llegada de la democracia. Beorlegui,
ma de una expectativa determinada: la siguiendo con su enfoque de las emo-
idea de que era posible una revolución ciones, explica como el desencanto,
social. Para Beorlegui, la sensación de provocado por la imposibilidad de ha-
melancolía que vivió la resistencia an- cer la revolución social y, más concre-
tifranquista resumida en un “lo que tamente, el hecho de que a los vascos
pudo ser y no fue”, se plasma con la no se les permitiera ejercer el derecho
llegada del PSOE al poder en 1982. a la autodeterminación (que tanto el
Este “final de las utopías” parte de un PSOE como el PC llevaban en su pro-
lugar común, la “euforia revoluciona- grama político hasta los inicios de la
ria” que se desató en los movimientos democracia), fue un factor importante
sociales con la muerte de Franco 1975. a la hora de entender porqué ETA deci-
La reconversión industrial, que da co- dió seguir existiendo tras la muerte de
mienzo solo un año después de la lle- Franco. ETA, y más concretamente, su
gada del PSOE al poder, simbolizaría el brazo político, Herri Batasuna (Unidad
comienzo del fin de uno de los sujetos popular en euskera), empezó a crecer
protagonistas de la modernidad, la cla- sobre todo a finales de los años seten-
se obrera. Como consecuencia, sería el ta, con una militancia que abrazó el
comienzo de un mundo “anti-utópico” nacionalismo revolucionario como la
con una sociedad a la que no le estaba única manera de formalizar una rup-
permitido “mirar hacia atrás”. tura con la dictadura que las fuerzas
Uno de los puntos clave del libro tradicionales de izquierda española no
es cuando Beorlegui trata de respon- habían sido capaces de provocar.
der, al menos implícitamente, a una de ¿Debemos los historiadores anali-
las preguntas mas controvertidas de la zar la violencia de ETA desde el desen-
actual democracia española. ¿Por qué canto de la Izquierda Radical? Beorlegui
ETA siguió con el uso de la violencia termina el libro enfatizado en como las
una vez muerto el dictador Franco? emociones “conforman nuestra rela-
Hasta el momento, la historiografía so- ción con el mundo”. Así mismo, ase-
bre ETA y la transición ha ofrecido una gura que “el grupo más numeroso de

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la población” habría quedado fuera da, ¿Se podría entender la historia de


de su análisis, es decir, todos aquellos la humanidad a través de la vida de un
vascos que no pertenecieron a ningún individuo? En inglés, hay una gran di-
movimiento de la izquierda revolucio- ferencia entre life story y life history. La
naria durante los años de la transición. primera implica entrar en el terreno de
De estas premisas, podemos adentrar- las subjetividades y dar por hecho que
nos en un proceso que vivieron los es- un individuo no va a formular sus re-
pañoles durante la transición y que a cuerdos de manera coherente y armo-
la vez mutó a la historia como discipli- niosa, sino que mas bien de producirán
na. Estamos hablando del paso de una ciertas distorsiones de la memoria. En
modernidad que, en España, aún con el segundo término la historia de un
la llegada de la transición, no se aca- individuo se entiende como una línea
bó de consolidar, hacia un paradigma cronológica de vida, en el que determi-
postmoderno en el que el individuo se nados hechos son irrefutables, como el
consolida como el centro del análisis. nacimiento, la descendencia, la muer-
Si hasta los años setenta los historia-
te… etc. Es indudable las dificultades
dores se guiaban por métodos carte-
de hacer una historia total del conflicto
sianos (racionales) en sus análisis, el
vasco en tanto que las posiciones ideo-
final del siglo XX estará dominado por
lógicas de, por ejemplo, víctimas de
la influencia del psicoanálisis en la his-
ETA y perpetradores, son insoslayables.
toria. La consciencia del ser humano a
la hora de tomar decisiones racionales, Precisamente lo interesante del trabajo
dejará paso a las subjetividades. Y la de Beorlegui es que el autor acepta sus
historia, en su intento de ser objetiva y limitaciones a la hora de hacer histo-
reconstruir el pasado como un “todo”, ria. Como defecto, se le podría atribuir
dará paso a la fragmentación, y a en- que renunciar a ese “todo” implica que
tender al ser humano desde pequeños el historiador corre el riesgo de dejar
rincones escondidos en la caja negra de serlo, y transformarse en etnógrafo
del psicoanálisis, lo que los antropólo- o en un periodista con sentido crítico
gos llaman the unknown. del pasado. “Transición y melancolía” es
Respondiendo a la pregunta de una autobiografía (en potencia) de la Iz-
como los historiadores podemos tra- quierda radical. Es la nueva historia. Es
tar de analizar un conflicto tan ideo- la honestidad emocional del historiador
logizado como el vasco, “Transición y con su objeto de estudio.
Melancolía” básicamente nos dice que
hay que “entender como los individuos Nicolás Buckley
tratan de dar sentido a sus vidas”. Ha- Universidad Metropolitana
ciendo una metáfora un tanto arriesga- del Ecuador

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