Pecado Con Sabor A Caramelo 273819705
Pecado Con Sabor A Caramelo 273819705
Pecado Con Sabor A Caramelo 273819705
Đêbįïë
Published: 2023
Source: https://www.wattpad.com
SINOPSIS
Él se fue.
Se fue y dejó a Minerva en uno de los momentos en los que se
encontraba más vulnerable. ¿Le dolió? Por supuesto que le dolió, pero,
¿acaso eso le impedirá que siga adelante? De ninguna manera, porque
Minerva puede con un desaire amoroso y mucho más.
Minerva es fuerte, más fuerte que nunca, es por eso que decide que usará
esto como un pequeño empujón para cumplir todos sus sueños y metas.
Y encontrándose en uno de los mejores momentos de su vida, el amor
toca la puerta de entrada y tambien de salida, prometiendo cosas que solo el
destino sabe si se cumplirán.
En esta segunda parte, Minerva está decidida a explorarse a sí misma, a
no guardarse nada dentro y a vivir del amor y del sexo de manera libre, sin
prejuicios y sin ataduras, pero, ¿qué pasará cuando ciertos secretos empujen
por salir a la luz? ¿Qué pasará si Pierce vuelve y descubre que Minerva se
encuentra en brazos de otro?
El futuro es incierto, el presente una aventura de la que hay que vivir día
a día y el pasado amenaza con aparecer, haciendo que Minerva se replantee
todas las decisiones que tomó en su vida, pero con ayuda de sus amigos más
cercanos que se terminan convirtiendo en su familia, Minerva no estará sola
nunca más, compartiendo de esos momentos tan divertidos a los que
estamos acostumbrados.
¿Estas list@ para esta segunda parte de Dulces Pecados?
Te invito a que lo descubras junto Minerva en Pecado con sabor a
caramelo.
Pecar nunca, pero nunca, se sintió tan dulce...
***
LA ESPERA ESTÁ A PUNTO DE TERMINAR
¿ESTAN LISTXS PARA ESTA SEGUNDA PARTE?
RECUERDEN SEGUIRME EN MIS REDES PARA PEQUEÑOS
SPOILERS
INSTA: DBLASSAL
TWITTER: DEBELASSAL
A VER ESOS GRITOS DE LXS LECTORES EMOCIONADOS
GRACIAS POR TODO EL AMOR QUE RECIBO A DIARIO,
SIEMPRE LXS ESTOY LEYENDO Y ME EMOCIONA MUCHO TODO
LOS LINDOS MENSAJITOS QUE RECIBO.
RECUERDEN QUE PROMOCIONAR LA HISTORIA, EN TIKTOK,
INSTAGRAM O FACEBOOK ME AYUDA UN MONTON :)
LXS AMO
YO, LA UNICA E INIGUALABLE DUEÑA DE SUS CORAZONES
DEBIE
PRÓLOGO
***
BUENAS BUENAS BUENAS
NO ME PUDE AGUANTAR XD
AQUI LES TRAIGO EL PRÓLOGOOOOOO
¿QUE LES PARECIÓ? PARA TODXS LOS QUE ESTABAN
CURIOSOS CON SABER QUE LE HABIA PASADO A MINERVA ESA
SEMANA Y CON LA CICATRIZ, AQUI LES DEJO.
¿ESTAN LISTXS PARA TODO LO QUE SE VIENE?
PROMETO QUE ESTA SEGUNDA PARTE ESTARA LLENA DE
ABSOLUTAMENTE TOOOOODO
NO SE OLVIDEN POR FAAAAVVVVOR DE VOTAR, ¿OK?
GRACIAS A TODXS LOS QUE ESTAN RECOMENDANDO LA
HISTORIA, LXS QUE HACEN MEMES, SUBEN CONTENIDO A
TIKTOK (FUNCIONA MIL) GRACIAS POR TODO EL AMOR.
NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN MIS REDES, QUE ESTOY
SUBIENDO SIEMPRE COSITAS.
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TWITTER: DEBELASSAL
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO UNO
Número desconocido:
Hola, me pidieron que avisara a este número por el estado de la señora
Genevieve. Me complace informarle que ella se encuentra estable y ha
despertado.
Saludos.
***
BUENAS BUENAS
WE ARE BACK
¿LES GUSTO EL CAPÍTULO?
NO SE OLVIDEN DE VOTAR, DE COMENTAR MUCHO Y POR
SUPUESTO, LAS RECOMENDACIONES, LOS EDITS, LOS
VIDEOS EN TIKTOK, SIEMPRE VIENEN BIEN.
GRACIAS POR SEGUIR AQUÍ, ACOMPAÑANDOME.
ME ROBAN EL CORAZÓN.
POR CIERTO, SABÍA QUE TENÍA QUE DEDICAR ESTE
CAPÍTULO A GENTE QUE CUMPLÍA AÑOS, PERO SOY UNA
MIERDA RECORDANDO, CUANDO SEA ASI, ESCRIBANME AL
INSTA UN MENSAJITO ASÍ LOS ANOTO.
Y BUENO, MARIA, SI ESTÁS LEYENDO ESTO, ESTE
CAPÍTULO ES PARA TI, QUE UN PAJARITO MEDIO BOLUDO
ME CONTÓ QUE AMAS LA HISTORIA Y QUE NO PUDISTE
ENTRAR AL VIVO DE AYER, HARÉ OTRO PRONTO Y AVISARÉ
CON TIEMPO. GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTE
CAMINO BEBE :D
SIGANME EN MIS REDES:
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LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO DOS
***
HOLA MIS AMORES
QUIERO CONTARLES QUE ANDO CON DIAS UN POCO
COMPLICADOS, ESTOY CON MUCHO TRABAJO (LUEGO DE
AÑO Y MEDIO SIN PODER HACER NADA POR LA PANDEMIA)
LOS QUE ESTAN DESDE EL PRINCIPIO, SABEN QUE SOLÍA
SUBIR TRES CAPÍTULOS POR SEMANA DE PECADO, SI, LXS
MALACOSTUMBRE, PORQUE AHORA ESO, NO VA A SER
POSIBLE.
ESTOS DIAS LLEGO LITERALMENTE A CASA MUERTA,
PERO MUERTA EN PLAN: LLEGAR, CENAR E IR A DORMIR.
ESTOY ACTUALIZAND AHORA POR QUE ESTE CAP YA
ESTABA ESCRITO.
OJO, DE NINGUNA MANERA VOY A ABANDONAR LA
HISTORIA, PERO LES DIGO ESTO PIDIENDOLES PACIENCIA.
Y TAMBIEN LES QUIERO AGRADECER POR EL APOYO
INCONDICIONAL QUE ME BRINCAN, POR LOS MENSAJES QUE
ME LLEGAN, POR EL AMOR QUE RECIBO, POR LAS
RECOMENDACIONES, LOS EDITS, POR TODO LO QUE HACEN
QUE ME AYUDA A SEGUIR CREYENDO.
SON TODOS Y NO LOS MEREZCO.
BUENO, SI LOS MEREZCO PORQUE SOY LO MÁS, PERO YA
SABEN, JE
NO EN SERIO, FUERA DE BROMA, GRACIAS POR TODO.
BUENO AHORA MIERDAS
A ESPERAR AL PROXIMO CAPITULO
MIENTRAS TANTO LEAN MIS OTRAS HISTORIAS, COÑO
SIGANME EN MIS SUPER REDES:
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LOS AMO
DEBIE
CAPÍTULO TRES
Si creían que abrir una cafetería en pleno centro de Nueva York sería un
éxito, pues..., lo fue, en verdad, tuve durante las primeras tres horas de la
mañana lleno de gente. Algunos curioseando, algunos porque simplemente
les quedaba de paso para llevar un café y tomarlo en el camino, otros con
miradas sorprendidas cuando probaban algunas de las delicias que me pase
horas horneando.
No puedo borrar la sonrisa estúpida de mi rostro, por que por más que
estoy en una de las mejores zonas de Nueva York —cerca de Wall Street—,
no creí que iría así de bien.
Nerea ha sabido manejarse como una profesional, por más que ambas nos
hubiéramos visto un tanto sobrepasadas en un momento, de todas maneras
no hay más de diez mesas dentro de la cafetería, aunque si todas las
mañanas serán como la de hoy, estoy segura de que tendré que contratar a
alguien más.
Son cerca de las once de la mañana, solo hay dos mesas ocupadas a esta
hora, cuando de repente suena la campana de entrada y nada más mis ojos
se dirigen a la puerta, me congelo por quien está entrando.
Dean tiene las mejillas sonrojadas y la nariz roja por el frio, un tapado de
color negro por encima de su traje y un enorme ramo de rosas rojas en la
mano.
Me sonríe.
Me sonríe y «oh por Dios», logra desarmarme.
Camina a paso lento hasta el mostrador, que es donde me encuentro,
antes de detenerse, siempre mirándome fijamente. Estoy segura que Nerea
está limpiando el mismo lugar en la mesa desde que lo vio entrar, así como
también yo me he quedado con la boca un poco abierta e inmóvil.
Pero sepan entender, que no lo he visto en algún tiempo y la última vez
que lo vi, bueno, tenia su polla enterrada en mi. Bueno, en realidad esa no
fue la última vez que lo vi, pero créeme que fue la que más rememore.
—Hola —murmura cuando se detiene frente mío.
—Hola —respondo, sin dejar de mirarlo, sin siquiera moverme, Nerea
todavía limpiando el mismo lugar.
Dean se remueve un tanto incómodo, mirando a su alrededor y luego
clavando nuevamente sus ojos en los míos.
—El lugar quedó muy bien —susurra, nervioso.
—Si —respondo, un leve asentimiento.
Creo que se me atascaron las neuronas.
—Yo..., hum... —mira nuevamente a su alrededor, a sus pies, a Nerea, a
quien saluda con un asentimiento de su cabeza y ella medio se agarra a la
mesa para no desplomarse y luego nuevamente a mi. —Quería saber, si no
estás muy ocupada, tal vez...., ¿tomar algo? —Pregunta con duda.
—Seguro —respondo, pero no me muevo del lugar.
Dios, qué vergüenza.
—Minerva, puedo hacerme cargo un rato —dice Nerea, acercándose a la
barra donde nos encontramos y sacándome de mis pensamientos cuando se
percató de que Dean se estaba sintiendo nervioso.
—Si, si —digo, con una sonrisa incómoda. —¿Qué quieres tomar?
—Solo un café está bien —responde él, con una sonrisa que me parece
aliviada.
—Bien, perfecto, enseguida voy —murmuro, intentando sonreír. —
Siéntate donde quieras —agrego, luego de que Nerea me patee la pierna. —
Enseguida voy —repito. —Bien.
Dean se ríe y algo dentro mío se retuerce, porque, demonios, lo extrañe.
Extrañe a mi amigo.
Porque somos amigos, ¿verdad?
Me giro para comenzar a hacer nuestros café, pero no puedo conectar dos
neuronas y me quedo con los instrumentos en las manos, sin embargo Nerea
parece percatarse nuevamente y me los quita, prendiendo el molinete de
café y comenzando a hacerlo ella.
—Por Dios, Minerva, ¿quién es ese dios del olimpo? —Pregunta,
largándole una mirada de reojo a Dean que se ha ido a sentar al fondo de la
cafetería.
—Un amigo —murmuro, poniendo unas masas dulces en un platito para
acompañar el café.
—Por favor, dime que es de esos amigos con los que te besas sin ropa —
medio gime ella.
—Pero... —digo, mirándola. —¿Qué dices? —Pregunto, sintiendo mis
mejillas arder.
—Ah, joder —dice ella, con los ojos abiertos de par en par. —¿En verdad
follas con él? —Pregunta.
—¿Por qué luces tan sorprendida? —Pregunto yo en respuesta,
indignada.
—Por qué ese hombre luce como súper modelo —responde lo obvio.
—¿Y? —Pregunto, cruzándome de brazos, ya que no parece percatarse
de su insulto.
—Y que ese hombre no está con mujeres normales como nosotras.
Perra.
—Pues si, me lo folle una vez, para que sepas —respondo y luego de
pensarlo unos segundos, agrego: —Dos.
—¿Dos veces? ¿Follaste con ese hombre dos veces? —Pregunta.
—Si —murmuro, calentando un poco de leche para mi café.
—Seguro la tiene como un maní —farfulla por lo bajo.
No respondo, pero no puedo evitar la risita que se me escapa.
—Oh por Dios —gime ella, cerrando los ojos con fuerza y agarrando mi
delantal en puños con un gesto que se me antoja hasta doloroso. —¿En
verdad tiene una linda picha? —Pregunta.
—¿Una linda que? —Pregunto con una carcajada.
—Pi-cha —dice ella, separando las palabras. —Me niego —agrega.
—¿A qué te niegas? —Pregunto, divertida.
Ella niega con la cabeza, poniendo los brazos en jarra, antes de añadir: —
Cuando sea grande quiero ser como tú —murmura.
—Pero... —me quejo, mirándola con el ceño fruncido. —Si no nos
llevamos tanta edad.
—Diez años por lo menos —responde ella, poniendo en una bandeja las
tazas de café.
—Haré de cuenta que no escuche eso —respondo, saliendo de detrás de
la barra y dirigiéndome a la mesa de Dean.
Sonríe cuando me ve acercarme y pienso que debe dejar de sonreír tanto,
que me vuelve débil, joder.
¿Recuerdan como follamos? Porque yo lo he repetido varias veces en mi
cabeza y haber estado con él en año nuevo sin saberlo...
Dulce Jesús.
—Hola —murmuro cuando llego, apoyando los cafés en la mesa.
—Hola —responde él a mi saludo, sonriéndome con dulzura.
Carraspeo mientras tomo asiento, echando endulzante en mi café y
revolviéndolo, todavía sin mirarlo.
¿Por qué estoy tan malditamente nerviosa?
—¿Mine? —Pregunta él, haciendo que clave mis ojos en los suyos. —
¿Estás enfadada conmigo?
—¿Enfadada? —Pregunto, sorprendida. —No —respondo con
sinceridad.
Esa es la verdad.
Dean se echa hacia atrás, suspirando con alivio antes de juntar las manos
en la mesa delante de él.
—Lo siento —susurra en mi dirección y al ver mi ceja enarcada, agrega:
—Exactamente por todo. Por año nuevo y por la encerrona del otro día —
explica.
—Ya paso —murmuro.
—No, no pasó —dice él, llamando mi atención nuevamente. —Sé que es
difícil de entender y probablemente suene como un idiota por lo que voy a
decir, pero... —se corta luego de decir esas palabras mientras yo lo observo
expectante, hasta he ladeado mi cuerpo hacia delante para escucharlo mejor,
de todas maneras él no continua con lo que estaba diciendo.
—¿Pero...? —Lo incito a que siga hablando.
—Lo que menos queríamos con Pierce era hacerte sentir mal, o usada o
muchísimo menos —dice, haciendo su cuerpo también hacia delante para
hablar en voz un poco más baja, aunque no tengamos a nadie a nuestro
alrededor. —Tu eres... —se detiene unos segundos, como si estuviera
pensando seriamente en las palabras que va a decir. —Tu eres la mujer más
increíble que conocí en mi vida y estoy seguro que en la de Pierce también,
no quiero que por un momento pienses lo contrario, que por un momento
sientas que te usamos de alguna manera, porque no es así —sigue diciendo,
a lo que simplemente agacho la mirada por la intensidad de la suya. —Sé
que tal vez no estabas preparada para lo que pasó —continua diciendo y mis
ojos, como por voluntad propia, vuelven a elevarse. —Tal vez fue una
completa idiotez, pero... —susurra, sus ojos clavándose unos mínimos
segundos en mis labios—, no me arrepiento, no puedo hacerlo, porque
haber estado contigo fue una de las cosas más increíbles que me pasaron en
mi vida.
Mis ojos no se han despegado de los suyos y estoy simplemente en
shock, en verdad y tú también lo estás, no lo niegues.
—Yo... —atino a decir, pero mis palabras mueren en mis labios.
A decir verdad, no sabía siquiera lo que estaba pasando por mi cabeza en
estos momentos.
—Está bien —dice él, con una sonrisa triste. —Yo solo... —suspira, un
tanto abatido. —Yo solo no quería que las cosas quedaran mal entre
nosotros, eres una buena amiga —agrega.
Ouch. Justo en la friendzone...
—Si, claro, amigos... —balbuceo. —Mejores amigos —farfullo.
—Si, buenos amigos —agrega él.
—Si —respondo, intentando sonreír. —Los mejores amigos del mundo
—y al ver su mirada inquisitiva, como para cagarla un poco más, agrego: —
¡Seremos como la mierda y el papel higiénico!
El se carcajea despues de eso, claramente.
—Entonces... —murmura, una sonrisa aliviada asomando en su bonita
cara. —¿Cómo has estado?
Y así es como comienzo a contarle cómo han sido mis días, que he tenido
que mudarme de mi departamento con ayuda de Mika y él, por lo bajo,
murmura que podría haberlo llamado.
—Lo sé —respondo con un suspiro—, pero es que pensé que podrías
odiarme.
—¿Por qué habría de odiarte? —Pregunta, confundido.
—No lo sé —respondo con un encogimiento de hombros. —Por lo
último que me escuchaste decir.
—Mira, Minerva —dice, serio—, se que tal vez malinterpretaste un poco
las cosas y no es por defenderlo, pero, ¿nunca te pusiste a pensar que Pierce
puede tener una versión del amor un poco diferente al resto? ¿Qué él no
ama como los demás?
—¿Qué quieres decir? —Pregunto, confundida.
—Quiero decir que tal vez él no quería lastimarte.
—Me echo, Dean —respondo, sintiéndome frustrada. —Y siquiera se
explicó.
—Lo se —dice, frotándose los ojos con su pulgar e índice. —He
intentado llamarlo, pero no he podido dar por él.
—No me importa —respondo de inmediato, sonando más mordaz de lo
que pretendo. —Quiero decir... —agrego, con un suspiro cansado—, no
quiero hablar de él.
—Esta bien —esta de acuerdo él, con una sonrisa. —Ahora cuéntame,
¿cómo es que le vaciaste una jarra de agua helada a Layla?
—No estoy muy orgullosa de eso —respondo de inmediato, porque es la
verdad—, solo que... —me cortó a mi misma, apartando la mirada un tanto
avergonzada.
—Hey —dice Dean, estirando sus manos por sobre la mesa para tomar
las mías, pero pareciendo arrepentirse en el último momento—, sé quien
eres Minerva y por más que no logres admitirlo, ambos sabíamos que se lo
merecía.
—No sabes que paso —refunfuño.
—Pero sé que no hiciste eso por nada —murmura él.
—Ella dijo que ustedes dos estuvieron con ella después de año nuevo —.
Las palabras salen sin mi permiso y quiero darme una patada mental por
ello. —Quiero decir, no es que me importe, no es como si fuéramos nada...
—agrego, un tanto desesperada.
—No estuvimos con ella después de año nuevo —se apresura a decir él,
interrumpiendo mi perorata.
—Pero si antes —digo y por más que suene como una pregunta, es más
bien una afirmación.
—Si antes —me confirma él, sus mejillas un tanto sonrojadas.
—¿Ustedes...? —Comienzo diciendo, un tanto nerviosa. —¿Ustedes
hacían mucho eso? —Largo al final.
—¿El que? —Pregunta, mirándome fijamente con el rostro impasible.
—Lo de compartir —largo, medio grito en realidad, haciéndome remover
incomoda en mi lugar.
—Yo... —dice él, nervioso.
—Ya, no lo digas —lo cortó de inmediato. —No quiero saberlo.
—Minerva... —suspira él.
—En serio, Dean —lo corto—, yo solo quiero olvidar todo lo que pasó y
ya —suelto.
—Pero yo no quiero olvidar —susurra él, tan bajo, que por un momento
creo habérmelo imaginado.
Nos quedamos mirando fijamente por lo que parece una eternidad, puedo
darme cuenta que hay muchas cosas que quiere decirme, pero no lo hace.
Y también hay muchas cosas que quiero decirle, pero no lo hago.
—Mi trabajo está a solo dos manzanas de aquí —dice, cambiando
rotundamente de tema.
—¿Si? —Pregunto, con una sonrisa. —Si es así, iré a visitarte —agrego.
Dean me sonríe de esa manera que me desarma, como si realmente le
hiciera mucha ilusión que lo hiciera y yo..., bueno, yo estoy un poco
confundida, porque estoy sintiendo muchas cosas dentro mío con su sola
presencia, cosas a las que no quiero ponerle nombre.
Sus manos se estiran por sobre la mesa nuevamente y esta vez si toma las
mías, enredando nuestros dedos y presionándolos, sus ojos clavados en
ellas.
—Tenía miedo de haberte perdido —murmura.
—Yo también —respondo con sinceridad.
—No quería atosigarte, es por eso que no te he llamado —agrega.
—Lo mismo —respondo.
—He estado volviendo loca a Isabella —agrega.
—Yo también —admito.
Y después de eso, los dos rompemos a reír.
Su teléfono emite un pitido y Dean suspira con algo parecido al fastidio,
antes de clavar sus ojos en los míos.
—Tengo que irme —dice, poniéndose de pie y yo imitando su gesto.
Cuando termina de ponerse el tapado, se queda frente mío y sonríe. Se ve
tan bonito, con su corbata color plomo y su camisa perfectamente blanca.
Joder y yo le comí la polla.
«En Jesús Minerva, piensa en Jesús»
—Me muero por darte un abrazo —confiesa con algo parecido a la
timidez.
—No veía la hora de que lo dijeras —respondo yo, antes de pasar mis
brazos por debajo del tapado y enterrar mi rostro en su pecho.
Los brazos de Dean me apretujan por la espalda, mientras su mentón se
apoya en la sima de mi cabeza debido a la diferencia de altura. Sus manos
acarician a lo largo de mi espalda y su perfume dulce me hace sentir que
tengo un poco de paz después de tantos días de locura.
Dean siempre había significado la calma y lo fácil y joder, lo había
extrañado mucho en estas últimas semanas.
Deja un beso en mi cabeza, para luego ladearse hacia atrás y dejar otro en
mi frente y cuando habla, sus labios cepillan mi piel.
—Te veré en estos días —dice, todavía sin separarse.
—Esta bien —digo, diciéndome para mis adentros que debo separarme,
pero demonios, no puedo.
—Pasaré a verte —agrega.
—Está bien —respondo nuevamente, asintiendo.
—Y puedes pasar a verme si quieres también —agrega él.
—No se donde está tu oficina —digo, mientras cuento de diez para atrás
para separarme, cuando llegue a cero lo haré.
«Diez, nueve, ocho, siete...»
—Te lo enviare por mensaje y te pondré en la lista de acceso en la
entrada.
«Toca volver a empezar: diez, nueve...»
—Mine, realmente tengo que irme —susurra, pero tampoco hace nada
para separarse.
«Está bien Dean, haré el esfuerzo por los dos»
Me separo con un esfuerzo descomunal, que se sentía bien estar entre sus
brazos y joder, ¿ya dije lo mucho que lo había extrañado?
—Nos vemos —murmura, detallando mi rostro una vez más, antes de
acercarse y dejar un beso en mi mejilla.
Bueno, más bien en mi comisura.
Ah por Dios.
—Nos vemos —respondo, pero Dean ya salió de la cafetería.
Luego de tomarme unos buenos diez segundos para recomponerme,
camino nuevamente al mostrador y cuando veo la mirada inquisidora de
Nerea, agrego: —Ni una sola palabra.
Y ella, como por arte de magia, no dice nada.
Mejor así.
Isa pasa a buscarme a las seis de la tarde cuando estoy cerrando la
cafetería.
—Hoy duermo contigo —es todo lo que dice a modo de saludo.
No pregunto de inmediato, pero sé que le pasa algo. Isabella por norma
general es muy pizpireta, siempre está sonriendo, haciendo bromas o
avergonzándome diciendo la palabra "polla" muy fuerte.
Pero no esta tarde.
Está pensativa, con el ceño fruncido y no deja de observar lo que sea que
observa en su teléfono.
Tomó unos pasteles de chocolate y frambuesa —que sé que son sus
preferidos— y hacemos nuestro camino al metro para ir hasta mi
departamento.
Decido cocinarle una sopa de verduras que sé que va a agradecer debido
al frío que hace y las pocas calorías que tiene, porque hay veces que
Isabella suele obsesionarse un poco contando dichas calorías.
No juzgo, una vez fui de la misma manera.
Pimienta me ignora cuando llegamos, haciéndome rodar los ojos con
fastidio, hay días en los que maúlla como si me hubiera ido por meses y hay
veces que simplemente pasa de mi.
¿Qué está mal con este gato?
«Que no te soporta la mayoría del tiempo» me responde mi conciencia.
Bueno, eso es verdad.
Isabella se deja caer en el pequeño sillón de la sala, quitándose los
tacones y simplemente quedándose allí en silencio y yo la dejo, no quiero
presionarla.
Pongo música ochentosa, que es la que más le gusta y me dispongo a
cocinar, pasando del baño por ahora ya que no quiero dejarla sola.
Isa se acerca a la barra que divide la cocina y abre un vino, dándole un
largo sorbo del pico antes de servir en dos tazas de café.
Si, leíste bien, de café, todavía no he podido comprar copas de vino y la
caja que contenía las que tenia cayo y se hizo añicos en la mudanza.
Mi amiga comienza a tararear una de las canciones que suena por lo bajo
y yo la observo, porque de repente no está simplemente cantando, no, de
repente está gritando a todo pulmón, asustándome cuando se levanta —
tirando la banqueta en el proceso—, y abre sus brazos, robándome el
cucharón de cocina y cantando tan fuerte "Total Eclipse Of The Heart" que
estoy segura de que mis nuevos vecinos van a quejarse.
Oh por Dios, algo muy grave tuvo que haber pasado para que este de esta
manera, de todas formas, lejos de terminar con el show, pareciera estar más
bien llegando a la cúspide.
Para cuando esa última estrofa termina de salir de sus bonitos labios,
corro al reproductor de música y apago, con ella aún con los ojos cerrados,
que abre nada más la música cortarse.
—Creo que es suficiente, ya entendí que algo está pasándote —digo,
nada más nuestras miradas encontrarse.
—Nada está pasándome —murmura ella de inmediato.
—Isa —advierto.
—Pero...
—Isa —la cortó nuevamente.
Suspira con abatimiento, levantando la banqueta que tiró al piso cuando
estaba en pleno show y vuelve a sentarse.
—¿Qué está pasando? —Pregunto, llegando frente a ella. —¿Es por
Xander? —Me atrevo a preguntar.
—No, no es eso, es que...
—¿Qué? —Insisto, cuando veo que se queda en silencio nuevamente.
—Mi padre me escribió —es todo lo que responde.
—¿Y...? —La incito a que siga hablando.
A decir verdad, no conozco mucho la interna de su historia familiar, pero
sé que no es fácil, así como también sé que ha pasado muchísimo tiempo
desde la última vez que los vio.
Lo único que le queda es Dante.
—Quiere que vaya el domingo a su casa —murmura, pero no luce para
nada feliz.
—¿Y porque luces como si tuvieran que hacerte un enema?
—Jesús, Minerva —se queja ella, de todas maneras sonríe, que era la
idea. —Porque nada bueno puede salir de eso —responde al final.
—Tal vez te extraña —intento animarla.
—Mine, mi padre, literalmente, me odia.
—No creo que te odie —digo, intentando defenderlo.
—No lo conoces —es todo lo que responde, negando con la cabeza. —
Estoy segura de que quiere exigirme algo de manera amable.
—¿Vas a ir? —Pregunto, sirviendo la sopa en dos enormes tazones.
—Supongo que si, habrá que ver que es lo que quiere —responde.
Ninguna dice nada después de ello y rápidamente Isa se encarga de
cambiar de tema, hablando de cualquier cosa que no tenga que ver con su
familia.
De todas maneras, cuando nos acostamos en mi cama —luego de una
insana cantidad de pasteles—, apretujadas entre nosotras para entrar en
calor, susurro: —Isa, pase lo que pase, estoy para ti.
Ella se acerca un poco más, abrazándome con más fuerza.
—Lo se —responde.
—Ya no tienes que pasar por todo esto sola —agrego. —Ya no más.
Y después de esas palabras, las dos terminamos quedándonos dormidas.
***
HOLA MIS AMORES
PERDON QUE AYER NO PUDE ACTUALIZAR, REALMENTE FUE
IMPOSIBLE
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO EL CAPÍTULO
NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
QUIERO AGRADECER A EDITORIAL HELEN
POR LA NUEVA PORTADA DE PECADO CON SABOR A
CARAMELO :D
QUIERO DARLE UN SALUDITO MUY GRANDE DE
CUMPLEAÑOS A DOMII BELEN
SI ESTAS POR AQUI, FELIZ CUMPLEAÑOS.
¿QUE LES PARECIÓ EL REENCUENTRO CON DEAN?
PRONTO HABRÁN NOTICIAS SOBRE ISA Y ES TODO LO QUE
DIRE.
NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN MIS REDES
INSTA: DBLASSAL
TWITTER: DEBELASSAL
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CUATRO
***
HOLIS HOLIS
FELIZ DIA DE LA PACHAMAMA, ¿USTEDES TOMAN RUDA
EN SUS PAISES?
YO ME TOME UN SHOT DE CAÑA CON RUDA TEMPRANITO,
PARA ARRANCAR EL MES CON TODO, JE.
(SIEMPRE HAY UNA BUENA EXCUSA PARA ESCABIAR
TEMPRANO JEJEJE)
¿LES GUSTO EL CAPÍTULO? ESTE VA DEDICADO PARA
GRECIA QUE ESTUVO CUMPLIENDO AÑITOS AYER, LOVIU
BEBE
NO SE OLVIDEN, POR FAVOR, DE VOTAR.
LOS CAPÍTULOS DE PECADO TIENEN MUCHISIMAS
LECTURAS Y POCOS VOTOS :(
POR FAVOR, QUE VOTEN, ME AYUDA A CRECER MUCHO,
IGUAL QUE CON PECADO CON SABOR A CHOCOLATE, NO
PUEDO LLEGAR AL MILLON DE VISTAS SIN TENER 100K
COÑO, AYUDENME A QUE ME PUBLIQUEN ALGUN DIA, ¿SI?
¿SE IMAGINAN?
BUENO, SIN MUCHO MÁS VOTO QUE MENDIGAR, LES DEJO
MUCHOS BESITOS
CUIDEN A LA PACHAMAMA, A LA NATURALEZA, NO
CONTAMINEN, NO ENSUCIEN Y AHORREN.
LXS AMO MUCHO
SIGANME EN MIS REDES (QUIERO MÁS SEGUIDORES,
COÑO):
INSTAGRAM: DBLASSAL
TWITTER: DEBELASSAL
SI HACEN VIDEOS PARA TIKTOK ETIQUETENME TAMBIEN
ASI COMPARTO, ESTOY COMO DEBSREADS
BUENO AHORA SI
BESITOS EN EL TRASTE
DEBIE
CAPÍTULO SEIS
La risotada, por supuesto, sale en ese momento, es que estos dos son
terribles.
Isa BFF: Por lo menos recuerdo que meto dentro de ella cada fin de
semana.
Dante: Es que ahí tienes tu respuesta, hace siglos que no mueves los
músculos reproductores, por eso es fácil recordar con quien estuviste, o
mejor dicho, con quien no estuviste... je.
Isa BFF ha salido del grupo.
Yo: Dante, ya la hiciste salir de vuelta.
Dante: Es una exagerada, no es mi culpa que no folle.
Yo: Vuélvela a meter.
Dante: No puedo, que si se salió recién, no puedo meterla, mándale el
enlace del grupo.
Yo: Pero Dante, joder, si apenas se hablar por chat y pretendes que sepa
hacer eso.
Salgo de nuestro chat grupal, en el que ahora estamos solos con Dante,
para ir al privado con Isa.
Niego con la cabeza mientras río a su comentario..., «si tan solo supieras,
Isa» pienso para mis adentros.
Yo: Ya te he dicho que no, solo amigos, por cierto, ¿has sabido algo del
policía?
Isa BFF: No, que va, pero de seguro que mañana estoy en la cafetería
temprano para verlo.
Yo: Mañana es domingo, no trabajo.
Isa BFF: :( :( tendré que esperar al lunes para que mi chocho vuelva a
palpitar...
Yo: Por Dios, Isa.
Isa BFF: ¿Y viste lo bueno que estaba su amigo? ¿Y la manera en la que
te miraba?
Yo: Isa, me miraba como si quisiera implantar droga en mi bolso y
meterme en una cárcel de por vida.
Isa BFF: Que va, que te tenia ganas.
Yo: Ganas de verme tras las rejas.
Isa BFF: Por cierto, hoy duermo contigo.
Yo: Hoy no puedo.
Cierro el chat con mi amiga, negando con la cabeza a las ocurrencias que
pasan por su cabeza como torbellinos, que la mayoría del tiempo logran
sacarme de mis casillas, mientras hago mi camino a la salida.
Esta noche, sin embargo, Pimienta decide que me quiere y comienza a
colgarse de mi ropa, a maullar, a morderme los zapatos como si fuera un
perro, a querer rasguñar mis piernas, amenazando con romper mis medias
panty.
—Pimienta, no hoy —me quejo, tratando de espantarlo lejos mío.
—Miaaaaaauuuu.
—Pimienta, anda —insisto, ahuyentándolo y poniendo mi cartera delante
de mis piernas para que no me las rasgue—, hoy quise acariciarte y te
dieron arcadas.
—Miiiiaaaaaaauuuuu.
—Pimienta, por Dios, que los vecinos creerán que te estoy matando.
—MIAAAAAAAAAUUUU.
—Jesucristo —murmuro, cerrando los ojos con fuerza.
¿Saben que es lo peor? Que si me voy, seguro maúlle hasta que llamen a
control de animales.
Me acerco a la alacena donde guardo una lata de atún que sé que es su
debilidad y él, nada más verla, para de maullar como lo hacía, mirándome
fijamente y comenzando a lamer su pata mientras lo hace.
—Estas enfermo, ¿sabías? —Siseo en su dirección.
«Si» pareciera responder con desinterés.
—Esto que haces..., es completamente tóxico —agrego.
«Me vale»
—Dios, eres insoportable —murmuro al final, haciendo mi camino
nuevamente a la salida.
«Tu también, esclava»
Mika está esperándome apoyado en el capó de su flamante Mercedes
deportivo color negro, observando algo en su teléfono y sonriendo de lo que
sea que ve, sin embargo parece que me escucha llegar, porque de repente
levanta la mirada y me mira fijamente, deteniéndome en mi lugar. No me
pasa por alto el repaso que me da y es que si no fuera gay, en verdad, que
Mika está para chuparlo de pies a cabeza.
Llevo un vestido con mangas largas de encaje color blanco, el cuello es
cuadrado, por lo que mis hombros y hasta la clavícula van descubiertos y
me queda por encima de las rodillas.
Los zapatos son altísimos y de color rojo oscuro y mis labios acompañan
ese color y llevo encima un tapado con peluche adentro de color negro, que
vamos, que sino me congelo.
—Joder Minerva, estás preciosa —murmura nada más verme.
—Tu no te quedas atrás —respondo, sintiendo mis mejillas enrojecer
mientras que lo repaso también de arriba abajo.
Lleva puesto un ajustado pantalón negro con unos zapatos de vestir
también negros y una camisa con estampados floreados pegada al torso y
encima una chaqueta también negra.
Nada más llegar a su lado, el muy idiota toma mi mano y la besa.
—Mika —me quejo, riéndome.
—¿Qué? —Bromea él en respuesta.
—Detente —digo, cuando abre la puerta de su auto para mi.
—¿Por qué? Estoy siendo un caballero —dice él, antes de cerrar la puerta
y una vez que se deja caer en su asiento, murmura: —Tal vez hasta me gane
un beso cuando termine la noche.
—En tus sueños, Mika —digo, divertida mientras elijo qué música
pondré. —En tus sueños...
***
HOLA MIS LINDAS PERSONITAS
PERDON LA TARDANZA
PERO LES DEJO DOS CAPÍTULOS
ESPERO LOS DISFRUTEN
NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO SIETE
***
BUENO AMORES
LO PROMETIDO ES DEUDA
ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO DE ESTOS DOS
CAPÍTULOS
SÉ QUE MERECEN MUCHO MÁS Y PROMETO QUE EN
CUANTO PUEDA LXS RECOMPENSARE
CAPÍTULO DEDICADO A MARIANA GOMEZ :)
NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR Y COMENTAR
MUCHO
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LAS RECOMENDACIONES TAMBIEN SIEMPRE AYUDAN, SI
SIGUEN PAGINAS EN INSTA, TWITTER O TIKTOK,
RECOMIENDEN PECADO, COÑO.
JEJE, SI SABEN QUE LXS AMO?
GRACIAS POR TODOS LOS MENSAJES QUE ME MANDAN,
POR EL CARIÑO Y EL APOYO DE SIEMPRE
CON AMOR
SIEMPRE ROBANDO SUS CORAZONES
DEBIE
CAPÍTULO OCHO
***
FELIZ DOMINGO MIS AMORES
ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO DEL CAPÍTULO
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GRACIAS POR EL APOYO, GRACIAS POR LAS
RECOMENDACIONES, GRACIAS POR LOS EDITS, LOS VIDEOS,
LOS MENSAJES DE CARIÑO
SOY MUY AFORTUNADA DE TENERLOS
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO NUEVE
Mika LatinLover
9 feb 16:45
Yo: Mika, ¿por qué estás ignorandome?
***
FELIZ VIERNES DE ACTUALIZACIÓN
ME PONE MUY CONTENTA PODER TRAERLES CAPÍTULOS
MÁS SEGUIDO
GRACIAS POR LA PACIENCIA Y EL APOYO
NO SE OLVIDE DE VOTAR
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LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO DIEZ
***
HOLA MIS AMORES
ESPERO HABERLOS ALEGRADO CON LA ACTUALIZACIÓN.
SI, SI, SI, SÉ QUE EL CAPÍTULO NO FUE EL MÁS RELEVANTE
DE TODOS Y SÉ QUE ESTAN CANSADXS DE ESCUCHARME
DECIR QUE TENGAN PACIENCIA, PERO LES PROMETO QUE
EL PRÓXIMO CAPÍTULO VA A DEJARLOS PENDEJXS.
JE, SI Y TAMPOCO ME RECLAMEN, QUE VENGO BIEN
BUENA CON LAS ACTUALIZACIONES.
EN SERIO NO SE ESPERAN LO DEL PROX CAP (QUE POR
CIERTO TENGO LA MITAD ESCRITO)
(NO SE OLVIDEN DE VOTAR, COÑO)
SIGANME EN MIS REDES QUE QUIERO SER FAMOSA:
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GRACIAS BEIBIS
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO ONCE
«Ahora desde el principio te haré bajar, para que conozcas esta vagina
bien húmeda»
—Apágate, por todos los cielos, apágate —farfullo, apretando todos los
botones del teléfono para detener la alarma.
Con el cuerpo todavía medio enredado en las frazadas.
No me animo a mirar a Dean, por supuesto.
Que vergüenza, joder.
—Asique... —comienza diciendo y las palabras que salen de su boca, son
las que imagino que iban a venir—, con que una vagina bien húmeda, ¿eh?
—He probado con todas las canciones del mundo y esta es la única que
logra despertarme —confieso, pero todavía no lo miro.
—No puedo imaginar porque —responde, divertido.
Termino girándome para poder mirarlo: Dean me observa con una mirada
de lo más dulce, estirando la mano para quitar mi cabello de mi rostro, cosa
que me hace necesitar más del tacto de su piel.
—Ven aquí —ordena y yo, bueno, mi lado sumiso quiere salir a la luz,
por lo que termino yendo donde él se encuentra.
—¿En que estábamos? —Pregunto en voz baja, pasando una de mis
piernas por su cintura.
—En que deberíamos levantarnos para desayunar e irnos —dice, sus
manos sosteniéndome de la cintura cuando me le subo a horcajadas.
—Pero... —farfullo.
—No voy a follarte en un mañanero apurado, Minerva —sentencia. —No
va a ser así la primera vez.
—¿Por qué? —No puedo evitar preguntar.
Y mientras digo esas palabras, termino de sentarme sobre su polla, que a
ver, que no llevo nada debajo y él tampoco, que el contacto de su piel suave
pero dura, contra la mía húmeda y resbalosa, parece inducirnos a ambos en
una especie de éxtasis.
—Joder —dice, y cierra los ojos unos segundos.
Mis manos se sostienen por sobre su pecho, mientras que mis caderas,
casi por voluntad propia, se hacen hacia atrás.
—No hagas eso —dice, mientras me presiona fuerte de la cintura, de
todas maneras si quisiera, podría quitarme, pero no lo hace.
—Pero se siente tan bien —es todo lo que logro responder.
—Si, pero no vamos a hacerlo —insiste.
—¿No? —Pregunto, retadora.
Mis caderas siguen lubricando su polla y estoy cerca de venirme y por
cómo está su cuerpo tenso, sé que él también.
—No y es lindo que creas que tienes el control en esto —responde,
mirándome de una manera que me intimida un poco.
—Soy yo quien está encima —murmuro.
—Soy yo quien te permite que lo estés —es todo lo que responde.
Sostengo su mirada mientras hago mis caderas hacia atrás, su polla
patinando debido a mi humedad y cuando quiero darme cuenta, la cabeza de
su miembro está en mi entrada.
Ambos nos tensionamos por ello, la pregunta implícita pareciera flotar en
el aire.
—Debería coger un condón —murmura.
—Deberías... —es todo lo que respondo, haciéndome un poco más hacia
atrás. —Pero ya no puedo parar —confieso.
Y me hago más hacia atrás.
Un poco más.
Solo la puntita.
Ya casi entra la cabeza de su polla.
Puedo sentir su agarre férreo en mi cintura, como si estuviera luchando
con su voz de la razón, que le pide que se detenga.
Un poco más.
Ya casi...
—MIIIIIIAAAAAAAAAAAAWWWWWWWWW
—No puede ser —medio lloro a semejante maullido.
—MMMMMEEEEEEEEAAAAAAAWWWWWWWWWW
—Pimienta, joder, no —me quejo.
La puerta de la habitación se abre y es que si, Pimienta aprendió a
manipularla y mi gato entra en la habitación en toda su gloria, con su cola
peluda y caminando cual maldito rey.
—MMMMMMEEEEEEEEOOOOOOOOOOOWWWWWWWW —
Insiste, como si supiera que estaba a punto de follar.
—Detente —siseo en su dirección.
Él me mira fijamente y pareciera que toma aire, que se prepara, un duelo
de miradas y...
—MMMMMMMMMIIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEWWWWWW.
Yo lo mato.
Que este gato no es normal, les digo.
Dean me toma de las caderas, quitándome de encima para medio
sentarse.
—Hey gatito, ¿qué pasa? —Murmura.
¿Perdón?
¡¿PERDÓN?!
Pimienta, como si sintiera mi frustración, se apresura a subirse a la cama,
contoneándose mientras ronronea y se acurruca con Dean.
Mis ojos están entrecerrados en su dirección, como si le estuvieran
diciendo al gato:
«¿Desde malditamente cuando eres tan cargoso?»
«Desde que te dije que no te aparearas en mi cama»
«Es mi cama» me quejo.
«Nada de aparearse, esclava»
Dean, ajeno a mi frustración, sigue acariciando al bendito gato, que no
deja de ronronearle y frotarse contra él.
«Yo también quiero frotarme» no puedo evitar pensar como una puerca.
—Eres tan preciosa por la mañana —murmura Dean, sacándome de mis
pensamientos. —¿Por qué no vas a pegarte un baño mientras nos preparo el
desayuno?
—Está bien —refunfuño, tomando mi pantalón de debajo de las sabanas
y poniéndomelo antes de caminar pataleando de camino al baño.
Escucho la risa de Dean de fondo, pero la ignoro, no molesten a una
chica en la mañana y mucho menos cuando está frustrada.
Me baño rápidamente, ya que Dean seguro también quiera bañarse y
cuando salgo me lo encuentro toqueteando los botones de la cafetera
eléctrica, cargando a Pimienta con un solo brazo.
Me pierdo unos instantes mirando su pantalón de jean desajustado, sus
pies descalzos y su torso desnudo y una vez que estoy satisfecha, murmuro:
—¿Qué haces?
—Me cago en la puta —dice él, medio saltando en su lugar y
haciéndome reír. —Casi me da un infarto.
—Lo siento —digo, acercándome donde se encuentra y queriendo tocar
la cabeza de Pimienta, pero el muy basura esquiva mi caricia,
acurrucándose más en Dean.
—Estaba intentando encender la cafetera —confiesa Dean con un poco
de vergüenza.
—Ya es tarde —murmuro—, báñate y desayunamos en la cafetería —
indico.
—¿Seguro? —Pregunta él.
—Si, ve —respondo.
Dean se baña en un tiempo récord y cuando quiero darme cuenta, ya nos
encontramos de camino a la cafetería, donde aparca en dos maniobras —
maldito suertudo— , y hacemos nuestro camino a mi lugar de trabajo.
Nerea, por supuesto, medio se queda de piedra cuando lo ve, como si no
pudiera creer que siguiera frecuentando con él.
—En serio Mine, cuéntame tu secreto —susurra, mientras envuelve unas
medialunas recién hechas para que Dean se lleve.
—¿Secreto de que? —Pregunto, mientras le preparo también un café para
llevar.
La cafetería comenzando a llenarse poco a poco.
—¿Cómo haces para que se quede contigo? —Murmura, sin quitarle el
ojo a mi..., a mi Dean.
—Eso me ofende —acuso.
—Anda, no seas así —murmura—, ¿estás segura que están juntos?
—¡Pero Nerea! —Me quejo.
—¿Qué? —Dice ella, sorprendida. —Solo tengo curiosidad.
—Curiosidad tiene la mesa cinco por los pasteles del día, ve a atender —
indico.
Ella lo hace medio refunfuñando, justo cuando Dean corta la llamada y se
acerca al mostrador.
—Siento no poder quedarme, cariño, pero ya voy tarde —dice.
—No te preocupes —respondo con una sonrisa—, no te olvides de
desayunar.
—No lo haré —dice él y para mi total sorpresa, apoya sus manos sobre el
mostrador y ladea su cuerpo hacia delante, dándome un beso de despedida
que me corta el aliento—. Piensa en mí y si llegaras a desocuparte,
escríbeme, que quiero pasar el domingo contigo —susurra al final.
Y después se aleja.
Y yo quedo ahí, medio boba después de su beso.
Hasta que de repente soy sacada de mis pensamientos cuando mi celular
suena.
Mika LatinLover:
13 feb 08:01
¡Te necesito! Mis hermanas acaban de llegar y están insoportables.
¡¡¡HELP!!!
***
BUENAS BUENAS
MEJOR TARDE QUE NUNCA, ¿NO?
¿QUÉ LES PARECIÓ EL CAPÍTULO? NO SE OLVIDEN DE VOTAR
Y COMENTAR MUCHO
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO, EMPIECEN A PREPARARSE
PARA LO QUE VIENE QUE ESTA...
UFF.
POR CIERTO, TODAVÍA NO ME SIGUEN EN MIS REDES? ¿QUE
ESPERAN?
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GRACIAS POR EL AMOR Y LA PACIENCIA
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO DOCE
Cuando llegué al hospital esa mañana, Mika por suerte estaba solo.
¿Por qué digo por suerte? Pues porque necesitábamos planear que íbamos
a decirle a sus hermanas.
¿Por qué? Porque ellas ya sospechaban de su sexualidad.
—Para mi con que nos besemos con lengua tendría que bastar —suelto,
acomodando una almohada detrás de mí, con las piernas de Mika enredadas
con las mías.
—No se lo van a creer —dice él, mientras le da un sorbo a la taza de té,
haciendo una mueca de asco luego.
—Yo no tengo problema en meter un poco de mano —suelto, haciéndolo
reír.
—Por supuesto que no tienes problema con ello —responde, riéndose,
mientras abandona la taza en la bandeja y se deja caer a mi lado.
—Mika, ¿crees que me acepten? —Murmuro, un poco nerviosa.
Pero es que nunca tuve cuñadas.
Bueno, no es como que ahora tuviera, pero si me entienden.
—No tienes de qué preocuparte —responde él, haciendo una mueca
dolorida una vez que se recuesta en la cama. —Son buenas personas y me
quieren mucho, soy su hermano mayor.
—Pero ese es el problema —respondo, teniendo especial cuidado de no
estarle muy encima debido a los dolores corporales que está teniendo—, te
quieren a ti, no a mi.
—Pequeña... —susurra, mirándome con dulzura—, ¿cómo alguien podría
no amarte a ti? —Pregunta y no puedo evitar sonreír a sus palabras dulces.
Nos quedamos un rato en silencio, ninguno dice nada, hasta que no
puedo aguantarlo más y susurro: —Pase la noche con Dean.
Mika clava sus ojos negros en los míos, mirándome fijamente, antes de
preguntar: —¿Follaron?
—No —respondo, rodando los ojos con fastidio. —Y no porque no
quisiera, sino que el destino se empeña en no dejar a mi chocho tener una
alegría.
—No puedo ver porque al destino le molestaría que quites un poco las
telarañas de ahí debajo —me pincha él.
—¡Hey! —Respondo, golpeándolo en el brazo suavemente. —Me invitó
a cenar este fin de semana —agrego sin pensar.
—¿Y porque tienes esa cara de cachorro mojado? —Pregunta él.
—Porque le dije que no —respondo con obviedad.
—¿Y porque hiciste eso? —Pregunta él, sin entender. —Te dije que te
hicieras la difícil, pero tampoco para tanto —agrega, riéndose.
No respondo, porque en ese momento me doy cuenta de que va a
enojarse cuando se percate de porque no acepte la invitación de Dean.
De todas maneras, Mika no tarda mucho tiempo en darse cuenta el
porqué de mi negativa con él.
Y la cara se le transforma.
Y yo me siento una mierda.
—Minerva, por Dios, dime que no es lo que pienso —murmura.
—Ósea si, pero no —respondo, haciéndome la loca.
—Minerva —me reta.
—¿Qué? —Pregunto.
—Cómo, ¿qué? —Insiste. —Minerva, no puedes condicionar tu vida a mi
enfermedad.
—No estoy condicionando mi vida —me defiendo.
—Minerva, estás muerta por Dean —dice, como si no fuera obvio. —¡Yo
estoy muerto por Dean! —Agrega.
Esa no me la esperaba.
—No me tiene muerta —respondo.
—Minerva, Dios, como la mierda que iras a esa cena.
—Igual no tenia ni ganas —murmuro.
—Vas a ir —dice él, tajante.
—Que no —respondo rápidamente. —Que no quiero, te juro.
Mika me lanza una mirada molesta, antes de suavizarla y decir:
—Por favor, Mine —dice con la voz un poco ronca—, por favor, sé todo
lo que estás haciendo por mi, se que siquiera estás durmiendo, por favor, no
dejes tu vida a un lado por mi, no me lo perdonaría.
—Mika... —susurro, un poco emocionada.
—Por favor, ve con él, folla, dale una alegría a tu almeja, pero por favor
no dejes todo de lado por mi.
—No dejo nada de lado por ti, Mika —digo, enredando nuestros dedos
—. Hago todo esto porque te quiero un mundo.
Él me sonríe con dulzura, mientras mira nuestras manos unidas.
—Por favor, sal con él, no me perdonaría que tu vida se detenga por mi
culpa —insiste.
—Está bien —susurro y sus ojos se clavan en los míos. —Iré con él.
—Así me gusta —murmura, volviendo a su habitual sonrisa sincera—,
en una de esas hasta follas y todo —agrega.
—Joder, lo que daría por follar —murmuro, con voz quejumbrosa.
—Oh Dios —escucho una voz.
—Lo sabía —murmura otra.
Salto en mi lugar, asustada hasta la mierda, mientras mi mirada se clava
en las dos muchachas que nos observan desde la puerta.
Una tiene un enorme pantalón lleno de figuras geométricas de todos
colores, al igual que un sweater que le va enorme de un color rojo chillón,
el cabello alborotado y atado de cualquier manera en una coleta alta con un
flequillo despeinado. Sus ojos, iguales a los de Mika, están clavados en
nosotros con una sonrisa esperanzada.
La otra muchacha es lo contrario completamente, esta vestida con un
traje azul marino ajustado a su cuerpo, una camisa blanca debajo. Su
cabello negro es completamente lacio y lo lleva suelto, llegándole por los
hombros.
—Mine, amor... —murmura Mika a mi lado—, ellas son mis hermanas:
Denise y Sarah.
Sonrió un poco incómoda, mientras me pongo de pie, sacudiendo el
polvo inexistentes de mis pantalones.
—Hola, soy Minerva —digo, de manera encantadora.
Una de las hermanas, vamos a llamarla la hippie, se acerca con una
sonrisa enorme, como si hubiera esperado por mi toda la vida.
—Mucho gusto, soy Denise —dice y, pasando de mi mano extendida, me
envuelve en un apretado abrazo que tardo unos cuantos segundos en
corresponder. —Estoy muy contenta de conocerte Minerva, mi madre me
ha hablado mucho de ti —y luego se hace para atrás, para tomarme de los
hombros—, tienes un nombre precioso, por cierto.
—Gracias —respondo.
Y estoy tan, pero tan avergonzada, que a mi estas situaciones me ponen
de los pelos.
«Tu te lo buscaste» murmura mi inconsciente.
Y es verdad.
—Mi hermano no puede hacer esfuerzos en el estado en que se encuentra
—dice la otra hermana, Sarah.
Me observa fijamente, mientras que me doy cuenta de que intimida como
la mierda.
—Soy Sarah —agrega, tendiéndome la mano.
La tomo, apretándola en un saludo que no dura más de dos segundos.
—No atormenten a mi prometida —dice Mika, saliendo en mi defensa y
sentándose en la camilla.
La mirada de sus hermanas se clavan rápidamente en él y ambas tienen
un semblante triste y tenso a la vez.
Cuando Mika hace una mueca de dolor, siquiera lo pienso, sino que
simplemente me acerco a él para ayudarlo a terminar de incorporarse.
—Con cuidado —murmuro.
—Estoy bien —responde él, cerrando los ojos con fuerza, antes de
suspirar y repetir: —Estoy bien.
—Lo se —digo, sonriéndole. —Todavía me debes una noche de sexo
desenfrenado —suelto, olvidando a las hermanas de Mika—, tienes que
estar bien hasta que satisfagas mis necesidades, las telarañas, ¿recuerdas?
Su carcajada es tan auténtica que a pesar de que sé que la embarre
muchísimo, me importa un bledo, porque hacía muchos días que Mika no se
reía de esta manera y que lo haga ahora, conmigo, simplemente me hace
bien.
Una vez que la risa cesa, se hace un espeso silencio a nuestro alrededor y
termino carraspeando, girándome por fin nuevamente a sus hermanas.
—Juro que no es lo que parece —murmuro.
Las mejillas de Denise están llenas de lágrimas, que caen libres, haciendo
que su piel blanca se tiña de rojo.
Sarah, por su parte, tiene los ojos brillosos, sus dientes apretados entre sí,
de todas maneras no llora, sino que simplemente mira a su hermano mayor
fijamente.
—No me miren de ese modo —murmura Mika al final, un poco cansado.
—Todavía no he muerto —agrega.
—¡No digas eso! —decimos las tres al mismo tiempo.
Mika sonríe, uno de sus hoyuelos marcándose en su mejilla, mientras nos
mira a las tres con un cariño que me desarma.
—Que lindo es tener a mis chicas favoritas juntas —agrega.
Y abre los brazos.
De más está decir que las tres nos apretujamos encima de él, de todas
maneras sus labios se acercan a mi oído y con cuidado de que sus hermanas
no escuchen, susurra: —Gracias, pequeña.
—¿No crees que sea demasiado? —Le pregunto a Isa, que está
concentrada en algo de su computadora.
—Para nada —responde.
—Pero si ni me has mirado —la acuso.
—Es la tercera vez que te pones ese vestido —murmura, por fin clavando
sus ojos en los míos. —Si hoy no follas, es porque te hicieron vudú seguro
—bromea.
—No digas eso —murmuro, clavando mis ojos nuevamente en el espejo
de pie que hay en mi habitación.
El vestido que me prestó mi amiga es de un rosa pastel precioso de
encaje. Las mangas son ¾ y me llega por debajo de los muslos, siendo
completamente ajustado a mi cuerpo. Los zapatos serán un problema, lo sé,
son del mismo color que el vestido, pero son demasiado altos.
Me iré de bruces.
Me iré de bruces contra la acera y Dean no querrá follar conmigo. Lo sé.
—No te vas a quitar los zapatos —murmura mi amiga, sintiendo el
rumbo de mis pensamientos.
—Pero...
—Que no, te quedas así —sentencia y luego, poniéndose de pie, abre mi
armario, rebuscando entre mi ropa. —Ten, ponte esto —dice, pasándome un
tapado con piel dentro de color blanco.
—¿No crees que sea demasiado? —Pregunto nuevamente.
Pero es que siento que voy muy arreglada.
—Acostúmbrate a vestirte de este modo si quieres salir con Dean —es
todo lo que responde.
Niego con la cabeza ante sus palabras, que sonaron mordaces, pero no
insisto en el tema, porque sé que está pasándole algo a ella, a Isa.
No ha querido hablar del encuentro con su familia y no presione por ello,
no quería agobiarla, sin embargo se que algo se trae entre manos y me lo
contará cuando esté lista.
—Lo siento —termina murmurando, mientras se acerca a mí, mirándome
a los ojos a través del reflejo del espejo. —Estoy con muchas cosas en la
cabeza.
—Puedes hablar conmigo, ¿sabes? —Murmuro.
—No es nada —responde, sonriéndome. —Pero te prometo que estás
preciosa, Dean se volverá loco nada más verte, lo juro.
—Gracias —respondo, sonriendo mientras el nudo en mi vientre se
incrementa.
En ese mismo momento, suena una notificación en mi teléfono y nada
más ver el nombre de Dean en pantalla, sé que está esperándome abajo.
—Ve —me incita mi amiga.
—¿Duermes aquí? —Pregunto.
—No —responde, negando con la cabeza. —Me voy en un rato —
agrega, misteriosa—. Anda, no lo hagas esperar —me incita, empujándome
por la espalda.
—Vale, vale, me voy —digo, tomando mi cartera y buscando con la
mirada a Pimienta, quien se escondió nada más Isa llegar y no volvió a salir.
—Usa condón —murmura Isa.
—Tal vez no folle —respondo, sonriendo.
—¿Cómo no? —Dice ella, negando con la cabeza y sin dejar de sonreír.
—Como que no folles, que dejo de ser tu amiga —responde, abriéndome la
puerta para que salga de mi casa.
—Vale, follar o perder tu amistad —digo, también divertida. —Supongo
que tendré que hacer el esfuerzo para no perderte.
—Puerca —dice ella, cerrando la puerta en mi cara.
Suspiro antes de hacer mi camino al ascensor, el repiqueteo de mis
zapatos es lo único que me acompaña, mientras repito una y otra vez la
canción que suena por los parlantes de este sin cesar.
Los acordes de Stay de Rhianna suenan, mis labios tarareando de manera
inconsciente la canción mientras desciendo los pisos hasta la planta baja, de
todas maneras una vez que las puertas se abren.
Por Dios..., como nadie me prepara para la vista que tengo en frente.
Por todos los cielos Dean, ten piedad de los simples mortales.
Tiene un enorme ramo de rosas rojas en la mano, cubierto por un papel
brilloso, mientras que teclea algo en su teléfono con la mano libre, su
hombro apoyado en la pared y uno de sus talones por sobre el otro, en una
posición relajada. El pantalón de vestir le queda ajustado a sus fuertes
muslos, al igual que su camisa perfectamente lisa de color negro y un traje
gris encima.
Como si sintiera mi mirada, los ojos de Dean se clavan en los míos y me
sonríe, esa sonrisa pareciera iluminar su mirada de una manera devastadora.
Pero es que Dean es eso, devastadoramente lindo.
—Hola —murmuro, una vez que abro la pesada puerta.
Dean no responde enseguida, sino que sus ojos se pasean por mi cuerpo
de manera lenta y erótica, cosa que logra producirme un estremecimiento.
—Estas preciosa —es todo lo que responde, sacándome una sonrisa.
—Tú también —murmuro.
—Esto es para ti, feliz San Valentín —agrega, tendiendome el ramo.
—Mierda —respondo, recordando.
Hoy es San Valentín, por supuesto que me invitaría a cenar, lo olvide, una
semana después del cumple de Isabella es el día de los enamorados.
—¿Mierda...? —Responde, dudoso.
—Lo siento —digo, tomando el ramo que me tiende rápidamente. —Son
muy hermosas, gracias.
—Nunca más que tú —Murmura.
Y a mi las mejillas se me vuelven carmesí, el corazón me late
desenfrenado y el chocho mejor ni les cuento.
Dean termina de romper la distancia que nos separa, dejando un beso en
mi comisura que me deja deseando un poco más de él.
Su perfume dulzón parece quedar flotando en el aire y yo sinceramente
no puedo quitar la sonrisa tonta de mi rostro.
—Andando —susurra, poniendo una mano en mi cintura para hacerme
avanzar hasta su auto que está estacionado en la puerta de mi departamento.
Abre la puerta para mi y hacemos nuestro recorrido a un restaurante que
tiene mesas en el último piso, siendo uno de los más exclusivos de la ciudad
y nada más llegar a él, entregamos las llaves del auto para que lo estacionen
y caminamos hacia la entrada, recibiendo algunas miradas molestas por
nuestro paso privilegiado cuando la fila que hay de espera llega casi a la
esquina.
No es mucho lo que hablamos y a decir verdad, estoy bastante nerviosa,
pero intento disimularlo, de todas maneras Dean parece darse cuenta, ya
que una vez que subimos al ascensor, me toma de las caderas y me pega a
su cuerpo, paseando su nariz por la piel expuesta de mi cuello.
—¿Estas bien? —Pregunta.
—Ahora si —respondo y siento su sonrisa en mi piel.
Una vez que las puertas se abren, no puedo evitar sorprenderme a la vista
que tenemos en frente, mientras que la recepcionista nos acompaña a una
mesa que queda alejada al resto, siendo una de las más íntimas, el mantel de
un blanco impoluto y las velas sobre la mesa e iluminando a nuestro
alrededor, hacen que el lugar parezca mágico.
—¿Cómo hiciste para conseguir este lugar? —Pregunto, una vez que nos
dejan solos.
—Tengo mis trucos —responde, sonriéndome y con un encogimiento de
hombros.
—Puedo imaginar eso —respondo, riéndome. —Espero que no haya
tenido que hacer nada indecente, señor Ross —agrego al final en voz baja.
La mirada, nada más escucharme llamarlo de aquel modo, se le oscurece,
llena de lujuria y deseo.
—No se preocupe, señorita Wilson —murmura él, siguiéndome el juego
—, no tuve que hacer nada demasiado indecente. —Y luego, en voz baja,
agrega:—Todavía.
—Me encantaría saber qué clase de cosas tienes en mente —respondo,
intentando coquetear con él.
A decir verdad no sé si está saliéndome bien, pero cuando Dean apoya
los codos sobre la mesa, y ladea su cuerpo hacia delante para responderme,
sé que he llamado su atención.
—Cosas que no quiero decirte porque temo que vaya a espantarte —
responde, así como si nada.
Abro la boca para responder, sin embargo él hace su cuerpo hacia atrás,
en el momento justo que la moza llega con las cartas para que hagamos
nuestros pedidos.
Dean no pierde el tiempo, pide rápidamente un menú que cuenta con
entrada, plato principal y postre y para tomar pide un vino que me suena a
que es francés, de todas maneras no puedo más que prestarle atención al
movimiento de sus labios, a la seguridad con la que habla, a como la
camarera no puede quitarle de encima los ojos al igual que yo.
Je, no puedo culparla.
Dean, una vez que la muchacha se va, me regala una pequeña sonrisa,
casi mínima.
—¿Decías...? —Murmura, divertido.
—Estabas contándome cosas espantadoras —respondo, sin pensar, por
supuesto.
—Por supuesto que estaba haciendo eso —murmura, riendo y negando
con la cabeza.
—Odio cuando eso pasa —digo, un poco avergonzada.
—No lo odies —responde él de inmediato, mirándome de una manera
que logra intimidarme. —Esa forma de ser tuya es tan fresca, Mine —
agrega y por unos instantes, parece perdido en sus propios pensamientos. —
Eres... —agrega, suspirando, de todas maneras no dice más nada.
—¿Soy...? —Pregunto, luego de que se queda unos cuantos instantes en
silencio.
—Eres increíble —responde al final. —Pero siento que la palabra
increíble siquiera logra hacerte justicia, porque eres buena, divertida,
preciosa, no solo por fuera, sino también por dentro —para cuando dice eso,
siquiera estoy parpadeando, de todas maneras él aún no ha terminado. —A
veces no logras darte cuenta Mine, pero cada que entras a un lugar, todas las
miradas se clavan en ti, tienes algo a tu alrededor que atrae a la gente, que
quieren tenerte cerca, hay veces que cuando te tengo conmigo, simplemente
me olvido de todo lo que hay a mi alrededor, haces que los problemas
simplemente desaparezcan.
—Dean —murmuro, con la voz un poco ronca por las emociones que me
embargan.
—Y es que, ¿sabes que pasa cuando te vas? ¿Cuándo pasan varios días
sin verte? —Pregunta, pero no es como si esperara mi respuesta. —Los días
se vuelven aburridos, monótonos, las cosas pierden su brillo, todo es
demasiado lineal, pero luego llegas tú —dice, sonriendo y haciendo un
ademán con las manos, señalándome—, luego llegas tu, con toda esa
intensidad, con toda esa alegría que a veces desbordas y no te das cuenta,
que simplemente haces que cualquier rastro de los días pasados
desaparezca, es como si con tu presencia simplemente reiniciara mis días.
Tengo los ojos llenos de lágrimas, en verdad, pero no es por tristeza, sino
que nunca nadie me había dicho algo tan hermoso como lo que acaba de
decirme Dean.
Yo, que la mayoría de mi vida la había pasado con alguien que me hacía
sentir insuficiente, que no valía nada..., ahora, que venga Dean, un hombre
con el que siquiera llegue a compartir más que una noche, me dice
semejantes cosas, como si me conociera, como si fuera especial.
Simplemente no tengo palabras para agradecer esto, porque si, sé que no
debería necesitar las palabras de nadie para sentirme suficiente, pero, ¿te
cuento un secreto? A veces que nos digan que valemos, que somos
especiales, que somos eso: suficientes, simplemente hace bien, es como una
caricia al alma, es como si todas esas inseguridades que a veces me atacan,
desaparecieran.
—Gracias —es todo lo que puedo responder, sin dejar de mirarlo.
—Es solo la verdad —responde él, estirando su mano para tomar la mía
entre las de él.
De todas maneras frunzo el ceño cuando siento algo en mi palma y una
vez que observo mi mano, me doy cuenta que hay una cadena de oro
blanco, con un dije en forma de lágrima, con un pequeño cristal de color
jade incrustado en medio.
—¿Qué es esto? —Pregunto, mientras observo el delicado collar en mis
manos.
—Un regalo —dice y cuando levanto la mirada para negarme, agrega: —
Por favor, acéptalo —insiste—, nada más verlo, me recordó a ti.
—Es muy hermoso —respondo y luego, clavando mis ojos en los suyos,
agrego: —¿Podrías ponérmelo?
—Claro —responde él, sonriendo y poniéndose rápidamente de pie.
Me quedo un poco de piedra cuando sus dedos suaves acarician la piel de
mi cuello, moviendo mi cabello lejos. Toma la cadenita de entre mis dedos
y con una caricia poco inocente, prende el pasador, para luego ladear su
cuerpo y dejar su rostro al lado del mío.
—Gracias por aceptar mi regalo, Minerva —susurra en mi oído. —
Espero vértelo siempre puesto —agrega.
Sera que estoy medio loca, o que en realidad leo mucho libro puerco,
pero la manera en la Dean susurro esas palabras, no se, como que me
hicieron sentir que este collar le hacía sentir como que le pertenecía y será
que a una le gusta un poco este rollo de la sumisión, pero es que a mi me
ponía sentirme de su pertenencia, que hubiera algo que me atara a él, que le
hiciera saber al mundo que yo era suya...
—Lo haré —respondí en voz baja, un poco abrumada por todo, a decir
verdad.
—¿Sabes que imagen acaba de pasarse por mi cabeza? —Pregunta, sus
manos se pasean por mis hombros, haciendo que la piel se me erice.
—¿Qué? —Es todo lo que logro responder.
Mis ojos, de manera inevitable, buscan ojos acusadores, sin embargo por
el rincón en el que nos encontramos y la enorme viga que nos separa del
resto del salón, nadie llega a ver mucho.
—A ti —responde Dean al final—, a ti sin nada más que ese collar
puesto —agrega. Ay Diosito. —A ti con ese collar cayendo entre tus pechos
y a mi encima de ti, follandote Minerva —la respiración se me corta, la
excitación me recorre el cuerpo entero y yo en este momento lo necesito,
necesito hacer eso que susurra en mi oído. —Siempre follandote a ti —
repite.
Antes de que pueda responder nada, siento el frío de su vacío detrás mío
y cuando levanto la mirada, ya está tomando asiento, mientras la camarera
aparece con un carrito, trayendo nuestras bebidas.
¿Cómo lo hace? Es la pregunta que todos nos hacemos, no lo nieguen.
La comida no deja de ser exquisita, sin embargo no puedo dejar de
sentirme ansiosa, la incómoda humedad entre mis muslos, la necesidad de
besarlo, de tocar su piel.
—¿Esta bien? —Pregunta, cuando ya vamos por el postre.
A decir verdad, no recuerdo de nada de lo que hablamos durante la cena.
—¿Hum? —Pregunto, distraída.
—Si la comida está bien —responde lentamente, de todas maneras me
pierdo en cómo sus labios se cierran alrededor de la cuchara, comiendo los
restos de su pastel de chocolate y caramelo.
—Increíble —murmuro.
—¿Terminaste? —Pregunta.
—No todavía —respondo, negando con la cabeza.
De todas maneras cuando sonríe, me percato de que se refería en realidad
al postre.
—Es decir, si, lo termine, estaba riquísimo, es decir, el chocolate estaba
una pizca pasado, pero estaba bien, muy bien —escupo, así, vómito verbal.
—¿Estás lista para que nos vayamos? —Pregunta al final.
—¿Dónde? —Respondo como idiota.
—A cualquier lugar donde pueda tenerte encima mío, Minerva, en lo
posible sin ropa —responde con una calma que me sorprende.
Pero es que este Dean que dice guarradas me calienta más que el sol en
verano.
—Estoy lista —respondo de inmediato. —Nací lista, lo juro.
—Puedo imaginarlo —dice, sonriendo, mientras le tiende una tarjeta a la
moza para pagar.
De todas maneras, cuando estoy a punto de ponerme de pie, Dean me
termina deteniendo con las palabras que salen de su boca.
—Si quieres follar esta noche Minerva, debes salir de este lugar sin
bragas.
Me quedo unos segundos quieta, tratando de entender lo que acaba de
decirme.
—¿Qué? —Pregunto, sorprendida.
—Que si quieres follar esta noche —repite lentamente, ladeando su
rostro hacia delante para hablarme con más detenimiento—, debes salir de
aquí sin bragas.
Estoy bastante sorprendida por lo que acaba de decir, sin embargo estoy
aún más sorprendida por que la moza que nos atendió toda la noche —la
misma que no paró de hacerle ojitos—, está parada a nuestro lado, con los
ojos abiertos de par en par y las mejillas sonrojadas.
—Tu decides —repite Dean cuando ve que no me muevo.
Mis ojos se alternan en los de él y la muchacha a nuestro lado.
Carraspeo, intentando serenar los desbocados latidos de mi corazón.
—¿Sabes que? —Dice de repente, con una sonrisita canalla que no le
había visto nunca. —Si quieres follar, debes sacarte esas bragas ahora
mismo, sino no hay trato.
—Eso no es justo —respondo de inmediato.
—La vida no es justa, cariño —es todo lo que responde, relajándose en
su asiento.
La mirada retadora está implícita en su semblante, de todas maneras sé
que está bromeando, sé que vamos a follar, así me haga sufrir por ello, esto
no es más que un simple juego para él.
¿Pero saben que? Si el quiere jugar, yo jugaré con él.
Sonrió y esa sonrisa lo hace sonreír más, como si le sorprendiera que
entrara en su juego, mientras lentamente meto mis manos por el ajustado
vestido, pasando saliva con dificultad cuando el aire frío choca con mi piel.
La camarera de seguro flipa y por más que de seguro contará a todos sus
compañeros de trabajo lo que estamos haciendo con Dean, pero
sinceramente no me importa, porque no pienso volver a este restaurante
nunca más.
La tela de encaje de las bragas acaricia mi piel y una vez que logro
sacarla por mis piernas, la hago un bollo en la mano y se la tiendo a Dean,
que no deja de observarme fijamente, con una sonrisa en la cara.
—No puedo creer que lo hayas hecho —termina confesando, tomando
mis bragas en sus manos y metiéndola rápidamente en su bolsillo.
—Ya vez, no me retes —respondo, mientras me encojo de hombros y
termino poniéndome de pie.
Un escalofrío me recorre entera al sentirme tan..., desnuda y él lo nota,
porque me imita al ponerse de pie, clavando sus ojos en los de la muchacha
tan fijamente, que esta se remueve incómoda.
—¿Te falta mucho? —Pregunta y me sorprende lo mordaz que suena.
—No señor —responde ella, tendiéndole nuevamente la tarjeta.
—Andando —dice en mi dirección, estirando la mano para tomar la mía.
Una vez que llegamos al ascensor, pregunto: —¿Qué demonios fue eso?
Dean sonríe, mientras me toma por las caderas, acercando mi trasero al
principio de su erección, mientras se restriega allí.
—Dejo su numero de teléfono en una servilleta —murmura él con
simpleza. —Solo quería molestarla.
—¿¡Que hizo que!? —Pregunto, sorprendida y girandome. —¿En que
momento paso eso? —Agrego y porque demonios no me di cuenta.
—Fue mientras estabas perdida en mi mirada —se burla él, mordiendo
mi piel y haciéndome reír.
De todas maneras chillo cuando pellizca mis costillas, haciéndome saltar
en mi lugar, comenzando a reír de cualquier manera, menos delicada.
—Detente por favor —jadeo en busca de aire.
—¿Dónde iremos? —Pregunta, deteniendo su tortura. —¿Tu
departamento o el mío?
Me estremezco nada más imaginar lo que haremos en cuestión de nada,
de todas formas, una vez que atravesamos las puertas de cristal, con Dean
sosteniéndome de las caderas, sin soltarme, dejando besos por mi cuello,
comienzo a sentirme observada.
Mi mirada recorre las calles vacías y oscuras, un escalofrío me recorre el
cuerpo entero, sin embargo me detengo en seco nada más ver a la persona
que se encuentra a no más de cuatro pasos de distancia.
Dean choca con mi espalda al haberme detenido de manera tan abrupta,
pero es que..., es que no puedo creer la persona que se encuentra frente mío.
—¿Annalise...? —Susurra con voz ronca.
—¿Papá...?
***
FELIZ ACTUALIZACION
PERDÓN POR TARDARME TANTO, PERO HE TENIDO SEMANA
DE LO MÁS COMPLICADA
NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
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LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO TRECE
AFERRADA A TI
***
HOLA AMORES
¿COMO ESTÁN? ESPERO QUE SUPER
BUENO, AQUÍ LES DEJO UN CAPÍTULO, SÉ QUE NO HA
PASADO NADA DEMASIADO RELEVANTE TODAVÍA, PERO
PROMETO QUE ESTOY ARMANDO TODO PARA DARLE PASO A
LO QUE SE VIENE, LA HISTORIA CUENTA CON UNA TRAMA QUE
NO ESTÁ PLANEADA A LA LIGERA.
LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS SERÁN SÚPER IMPORTANTES,
ESTOY TRABAJANDO PARA PODER HACERLES UNA MINI
MARATÓN ANTES DE LA LLEGADA DE ÉL...
TENGAN PACIENCIA, ¿SI? PROMETO NO DEFRAUDAR :)
POR CIERTO, QUIERO ACTIVAR EL GRUPO DE FACE, PARA QUE
USTEDES PUEDAN INTERACTUAR, COMENTAR LOS CAPÍTULOS
Y CHARLAR, OBVIO CONMIGO SIEMPRE PARTICIPANDO
EL GRUPO DE FACEBOOK ES: LECTORES DE DEBIE
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AHÍ LES DEJO EL LINK POR SI QUIEREN UNIRSE.
RECUERDEN TAMBIEN SEGUIRME EN MIS REDES:
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Y OBVIO SI QUIEREN Y TIENEN GANAS, RECOMIENDEN LA
HISTORIA POR FAVOR, ASI SOMOS MÁS
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CATORCE
• ──── ✾ ──── •
Mia es una niña que a pesar de su corta edad es bastante madura y con
mucho carácter. Es decir, llevo más de cuatro horas metida en esta
habitación, ayudándola en lo que necesita, tomándome medidas, —por más
que le he dicho que tal vez Dean no me invite, me llamó loca, diciendo que
no conocía a su hermano—, sosteniendo pedazos de tela y enhebrando
hilos, en fin.
La cosa es que cuando queremos darnos cuenta, Maria entra a la
habitación con una bandeja llena de pastelitos recién horneados y dos tazas
de té.
A Mia se le desfigura la cara, así que para distraerla me pongo a hablar
con Maria de cómo ha horneado las galletas y de lo exquisito que está el té.
Suelto un gemidito de placer cuando doy el primer trago, comentando que
el té es una de las mejores bebidas digestivas, que ayuda a que no se
adhieran grasas. Estoy balbuceando cuando Mia coge la otra taza y le da un
largo sorbo. A Maria se le llenan los ojos de lágrimas, sin embargo se las
traga mientras se pone a acomodar lo que está tirado por el suelo,
farfullando lo desordenada que siempre ha sido la niña.
Los ojos de Mia se encuentran con los míos y atisbo una chispa de
agradecimiento, pero también dolor: está pasando por mucho dolor al ser
incomprendida. Desde luego, reconozco esa mirada cuando la veo, porque
yo estuve una vez en su lugar. Tal vez no en la misma realidad, ni en las
mismas circunstancias, pero también me sentí sola y a la deriva.
Maria se queda quieta cuando ve a Mia coger una galleta con una mueca
de dolor que nos desarma a las dos, la vemos llevársela a la boca y darle un
pequeño mordisquito, como si el simple acto de comer le doliera.
Ni siquiera parece saborear la masa dulce, sino que la traga. El suspiro
que sale de sus pequeños labios es de un alivio tremendo. Mientras, no dejo
de preguntarme una y otra vez cuando fue la última vez que probó bocado.
Termina de comer aquella pequeña masa bajo nuestra atenta mirada. No
obstante, no parece percatarse de la atención que recibe. No, parece estar
contando las calorías que ha debido ganar, las chispas de chocolate junto
con el té... Y las cuentas... Las malditas cuentas de cuánto debe dejar de
comer para perder las calorías ganadas.
Cuando veo que el pánico ensombrece su bonito rostro, me digo para mis
adentros que debo distraerla.
—Mia, cariño, ¿de verdad crees que Dean me invite a ese baile? —
inquiero.
Su nombre saliendo de mis labios parece sacarla de sus pensamientos,
porque de repente clava sus ojos confundidos en los míos.
—¿Qué? —lanza.
—Que Dean no me va a invitar —murmuro, segura.
—Yo... —sisea. Gira la cabeza hacia el cuarto de baño y se limpia las
manos al jersey de forma nerviosa—. Te-tengo que ir al baño —balbucea.
—¡NO! —exclamo, sorprendiéndola.
Me mira confundida, como si estuviera loca, que sí que lo estoy, pero
esto es por buena causa.
—Que no sé qué zapatos usar —repongo rápidamente.
—Estoy segura que Dean te comprará algo —responde mientras da dos
pasos hacia atrás en dirección al baño.
—Me voy a probar el vestido —suelto, caminando hacia el maniquí con
el vestido a medio terminar.
—No puedes —responde Mia corriendo hacia mí para impedírmelo.
—¿Por qué? —inquiero con un puchero casi infantil.
—Pues porque no está terminado —responde, exasperada, quitando
lentamente mis manos del vestido.
—Pero ¿cómo sabremos si me quedará bien? —insisto.
—Porque te he tomado las medidas —contesta frotándose una ceja con
exasperación.
—¿Y si Dean no me invita? —le pregunto de nuevo.
En ese mismo instante, la puerta de la habitación vuelve a abrirse y quien
entra esta vez es Dean, observando a nuestro alrededor.
—¿Si no te invito a donde? —inquiere con expresión ceñuda.
—A la fiesta benéfica... —murmura Mia.
—A ningún lado —digo al mismo tiempo.
El entrecejo de Dean se arruga, intentando descifrar a qué nos referimos.
Después de unos segundos, parece entenderlo.
—¡Mia! —la acusa en su dirección.
—Fue sin querer —se queja, aunque una sonrisa se dibuja en sus labios
—. Pero, vas a invitarla, ¿verdad?
Dean clava los ojos en los míos, luciendo avergonzado, sin embargo no
puede evitar devolverle la sonrisa a su hermana.
—Eso no es asunto tuyo —murmura, intentando sonar lo más firme
posible.
—Tengo una idea —dice de repente María—. Puedo preparar ese pavo
glaseado —comenta—. ¿Por qué no invitan a la señorita Minerva a comer?
¿Y tal vez a cenar, señor Dean?
Alzo las manos en señal de que estoy presente, en medio de la habitación
y que soy una persona con decisión propia.
—Sería genial que no hablasen de mí como si no estuviera —bromeo.
Dean ladea la cabeza hacia mí y alza ambas cejas, retórico.
—¿Te gustaría quedarte a comer? —pregunta sin tapujos.
—Claro, porque no —respondo con un encogimiento de hombros.
—En la habitación he dejado algo para ti —me comenta, frotándose la
nuca.
Ninguna de las tres decimos nada. No sé si porque el gato me ha comido
la lengua o porque simplemente, no esperaba que me obsequiara con nada
así, porque sí.
—¿Ya estan follando? —pregunta Mia, divertida.
—¡Mia! —la regaña Maria—. No te metas en los asuntos de los adultos.
—Aunque no puede disimular el sonrojo divertido de sus mejillas.
—Gracias —respondo bajito en dirección a Dean, mientras camino fuera
de la habitación bajo la atenta mirada de los presentes.
Una vez que salgo, escucho a María decir:
—Le dije que esa chica tan linda un día sería su novia. No me equivoco:
el zorro sabe más por viejo que por zorro.
Niego con la cabeza mientras avanzo hacia el cuarto que compartí anoche
con Dean.
Me sorprendo nada más abrir la puerta, ya que sobre la cama hay un
enorme ramo de rosas de variados colores, globos en forma de corazón, una
bolsa muy elegante y pequeños peluches.
—Joder, Dean, vas a hacer que a mi chocho le de un infarto —murmuro
con una mano sobre el pecho.
—Espero que eso no sea algo malo —murmura con la voz ronca y
sensual que lo caracteriza.
Me giro bruscamente para mirarlo. Sonrío ampliamente y lo abrazo con
fuerza. Dean no duda en devolverme el abrazo mientras sus labios se posan
sobre los míos.
—Minerva, ¿te gustaría acompañarme a una aburrida fiesta de
beneficencia que dará mi padre? —pregunta, dándome besos por las
mejillas, la nariz y los labios.
—Me encantaría acompañarte a esa aburrida fiesta de beneficencia —
respondo rozando sus labios con los míos—. No podría dejarlo solo, señor
Ross.
—Por eso te adoro —confiesa acariciando mi pómulo con el pulgar.
Y en ese momento, me derrito. Joder, me adora, chicas. Mejor dicho, ya
me tiene ronroneando tal cual gatita en celo.
Mi cuerpo comienza a reaccionar a los besos que compartimos. Así que
no me sorprendo cuando doy un pequeño saltito y envuelvo mis piernas
alrededor de su cintura, Dean me agarra por el trasero y echa a andar en
dirección a la cama.
No me quejaré.
El empaquetado de las rosas hace un ruido molesto al caer sobre ellas.
Aunque Dean las aparta de un manotazo para que no nos interrumpan.
—Desde que te vi con mi ropa puesta, Minerva —gime en mis labios sin
dejar de besarme, —no tienes ni idea de cuanto me pones.
No me deja responder, porque su lengua invade mi boca, ahogando mis
gemidos. Al estar usando ropa de algodón siento su dura erección a través
de sus pantalones de vestir. Mis manos se enredan en su cabello dorado,
tironeando con necesidad. Dean, me coge con una sola mano de las
muñecas para dejarlas por encima de mi cabeza. Mis caderas, como por
voluntad propia, se elevan, intentando ejercer más de fricción, me devuelve
el empuje, jadeando al mismo tiempo.
—Dean... —susurro en sus labios antes de que vuelva a besarme.
Somos un desastre de lenguas, saliva y deseo, parece que ninguno puede
contenerse. A pesar de que la luz del día se cuela por entre las cortinas
abiertas, lo necesito.
Nos necesitamos.
La mano que le queda libre se mete por debajo del holgado pantalón y de
mis bragas, encontrando un desastre en mi humedad.
—Por todos los cielos, sí —gruñe y sin darme tiempo a prepararme,
hunde dos dedos en mi interior, haciéndome resollar un potente gemido.
Comienza con los movimientos lentos, pero constantes..., muy cerca de
venirme... ¡Tan jodidamente cerca!
—¡¡¡DEAN!!! —gritan al otro lado de la puerta.
Dean farfulla una palabrota y posa su frente sobre la mía con la
respiración irregular.
—¡¡¡DEAN!!! —insiste Mia y por el tono de voz, notamos lo divertida
que se encuentra.
—¿Qué? —responde, notablemente cabreado.
—¡MARÍA TE NECESITA EN LA COCINA! —exclama.
—¿¡No puede esperar!? —inquiere Dean con sus dedos aún dentro de mí.
—No, pesado, que vayas —replica mientras se escucha su risa para
segundos después salir corriendo.
—No puedo creerlo —dice para sus adentros.
—Tal vez esta noche... —susurro con los brazos por encima de mi
cabeza.
Todavía con unas ganas insanas de follar.
—Tengo un vuelo... —comenta, apenado.
—¿En serio? —lanzo haciendo un mohín—. Y, ¿a dónde te vas?
—Tengo que ir a Canadá —farfulla—. Debo acompañar a mi padre: es
un viaje de negocios importante.
Hago un puchero, mordiéndome los labios en le proceso. Me retuerzo
bajo su peso y ladeo la cabeza para mirarlo mejor.
—Necesitamos tiempo —susurra, sacando sus dedos lentamente. La
humedad moja la piel que toca en su camino—. Después de la fiesta, te haré
mía y solo mía
—Acepto —respondo y él sonríe.
—En la bolsa te deje ropa —dice tras levantarse—. Toma un baño y
después de comer, te llevo a casa, o puedes quedarte, pero mi vuelo sale a
las cinco: no querría molestarte.
—Nunca podrías hacerlo —respondo con sinceridad—. Pero voy a irme a
casa, tengo que volver con Pimienta y prepararme para el trabajo mañana.
—Está bien, te dejaré para que te cambies —comenta dando unos pasos
hacia atrás.
La ropa que me presta Dean es sencilla y cómoda, de todas maneras es
perfecta y a mi medida, por lo que no tardo nada prepararme y bajar al
comedor, donde me doy cuenta que solo hay tres platos.
—¿María no come con nosotros? —inquiero.
Dean mira a Mia extrañado, como si en realidad no se hubieran percatado
de ello. Cuesta convencer a la ama de llaves, pero termina sentándose a la
mesa con nosotros, pasando un momento de lo más agradable. Nos cuenta
anécdotas de cuando eran pequeños y como sus semblantes se ensombrecen
al hablar sobre la señora Ross, sin embargo la sonrisa no desaparece, por lo
que deduzco que era una buena mujer.
Todos suspiramos con alivio al ver como Mia empieza a comer. Aunque
no se come ni la mitad del capítulo plato. María mira nerviosa a su
alrededor antes de ponerse de pie y comenzar a recoger los platos.
—Mia, acaba de comer —ordena Dean antes de que María pueda
recogerlo.
—No —responde como si la situación le fuera familiar.
—No me hagas repetírtelo —sisea con una mirada fría y cortante.
—No voy a comer una mierda —replica, enojada.
—Cuida tu vocabulario —murmura Dean con los dientes apretados.
Mia se cruza de brazos y lo mira con exasperación, chasqueando la
lengua.
—¿Por qué finges que te importa? —increpa cabreada, aunque no
entiendo bien el porqué.
—Me importa, no comiences a comportarte como una cría —le responde
Dean.
—¿Dónde te irás esta noche? —inquiere con el ceño fruncido—. Seguro
te largas con papá —reitera. Sus ojos se llenan de lágrimas y su mentón
comienza a temblar—. Te vas de nuevo, ¿y que sucede conmigo? Como
siempre, me quedo sola. Siempre sola —dice con la voz aguda por contener
el llanto.
Tira la servilleta sobre el plato y se levanta de la mesa haciendo chirriar
la silla. Desaparece por el pasillo y cierra la puerta de su cuarto con un
estruendo.
—Mierda —murmura Dean, estirándose hacia atrás en la silla a la vez
que se frota el rostro con las palmas de las manos.
Yo me quedo en silencio, bastante sorprendida por lo sucedido: los gritos
y las acusaciones. Mi mano, casi por voluntad propia, va al muslo de Dean,
haciendo que su atención se dirija a mí.
—Siento mucho que hayas tenido que escuchar eso —susurra.
—Dean —digo con seriedad—. Mia no está bien —murmuro y sus ojos
se abren como platos. Cuando intenta contradecirme, agrego—: Está
enferma y está pidiendo tu ayuda a gritos.
—Hoy no tenía una reunión —confiesa—, tuve una reunión con un grupo
de psicólogos. Si no mejora... —Niega con la cabeza y cierra los ojos—. Si
no mejora, van a internarla.
—Tal vez sea lo mejor —respondo.
—No volverá a hablarme —murmura. Sus ojos se llenan de tristeza—,
me odiará —agrega.
—Nunca podría odiarte, Dean —respondo—. Pero si no recibe la ayuda
necesaria, cuando quieras hacerlo podría ser demasiado tarde.
Él asiente, sin embargo ninguno de los dos dice nada más.
Esa noche tras dejarme en mi departamento, me quedo pensando hasta
tarde debajo de las mantas que podría llegar a hacer para ayudar a Mia.
Cómo hacer que se sienta mejor, pero lamentablemente hay ciertas
enfermedades, ciertos traumas que solo la ayuda profesional puede curar.
Porque lo de Mia tiene solución, el problema es que si no la ayudan ahora,
tal vez podría ser demasiado tarde después.
Con todas aquellas cosas revoloteando por mi mente, termino cayendo en
un profundo sueño, rezando para que todo en la vida de Mia mejore.
***
HOLA MIS AMORES
AQUI LES DEJO UN CAPÍTULO
TENGO ALGO PREPARADO QUE NI AHÍ SE ESPERAN Y LES
TENGO TAMBIÉN UNA PROPUESTA:
¿QUE LES PARECE SI LES SUBO OTRO CAPÍTULO CUANDO
ESTE LLEGUE A LOS 900 VOTOS? ES DECIR, LOS CAPÍTULOS
DE PECADO TIENEN MUCHA VISTA Y POCO VOTO, SE QUE
PUEDEN LLEGAR, EN EL CASO DE LLEGAR HOY (SI NO ES
QUE ME DUERMO) LES SUBO EL QUE SIGUE, SINO MAÑANA,
EN TOTAL SERÍAN 3 CAPÍTULOS (LOS DOS QUE LE SIGUEN A
ESTE SON BASTANTE LARGOS) AHORA SI, VOTEN
VOOOOTEEEN
ESTE CAPÍTULO VA DEDICADO A MABE, HERMOSA, TE
QUIERO TANTO, NO LA FUNEN TANTO A ELLA, QUE ES MI
AMIGA Y LA QUIERO, POR MÁS QUE ODIE A MINERVA. LES
PROMETO QUE SI LA CONOCIERAN, LA AMARÍAN.
JEJE NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN MIS REDES:
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GRACIAS AMORES
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CATORCE (PTE DOS)
***
LO PROMETIDO ES DEUDA MIS AMORES
AQUÍ EL SIGUIENTE CAPÍTULO
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LS AMO
DEBIE
CAPÍTULO QUINCE
Me hago hacia atrás para poder mirarlo a los ojos, mientras que ahora
comienza a cantar una mujer con una voz tan melodiosa que logra
trasladarme a otro mundo.
El mundo les juro que desaparece, todo lo que me rodea se difumina, por
que en este momento solo es él, solo Dean haciendo de este momento algo
increíble, algo mágico.
¿Recuerdan que hace un rato les dije que los momentos, no importa
donde se den, sino con quien los compartamos? Bueno, era esto a lo que me
refería, a lo que Dean logró convertir esta noche, a lo que me hace sentir
por él.
Es él...
Los labios de él conectan con los míos suavemente, en una caricia que
me sabe a gloria, sintiendo que todo dentro mío se derrite con sus caricias.
Yo no caí gente, yo ya me avente.
—¿Quieres irte de aquí? —Murmura, su nariz rozando la mía.
Sus ojos brillantes a la espera de mi respuesta.
—Iría al fin del mundo contigo —respondo, haciéndolo reír.
—Andando —dice, enredando sus dedos con los míos y avanzando
rápidamente en dirección a la salida.
No puedo evitar reír al estar prácticamente corriendo fuera de aquella
fiesta, mis ojos se encuentran con los de Mía, que tiene una sonrisa en su
rostro sincera, feliz por su hermano mayor.
De todas maneras mis ojos se abren como platos cuando el padre de Dean
se cruza en nuestro camino.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Sisea.
—Irme —responde él, intentando esquivarlo pero este poniéndose
nuevamente en nuestro camino.
—Dean, todavía no he dicho mi discurso —murmura con los dientes
apretados.
—Estoy seguro que las otras doscientas personas que se encuentran en la
fiesta les interesa más que a nosotros.
—No puedes irte —insiste.
—Si puedo y lo haré —zanja Dean.
El padre de Dean parece pensarlo unos cuantos instantes, antes de
murmurar: —Espero que sepas lo que estás haciendo —es todo lo que dice.
Dean no responde, sino que me hace avanzar nuevamente.
—Dean, que me voy de cara al piso —me quejo, de todas maneras me
quedo sin palabras cuando sin pensarlo un instante, se detiene, pasa uno de
sus brazos por mis rodillas, otro por mi espalda y me lleva al estilo nupcial.
—Pero... ¿¡que haces!? —Chillo.
—Cargo a mi novia lejos de toda esta mierda de gente —es todo lo que
responde.
Mis brazos están envueltos alrededor de su cuello, mientras miro a mi
alrededor preocupada.
—Dean, todo el mundo está mirándonos —insisto, un poco nerviosa.
—Cariño, has sido el centro de atención toda la noche, ¿cómo no te diste
cuenta? —Dice él con una sonrisa, dejando un beso en mi mejilla sin dejar
de avanzar, como si mi peso fuera nada para él.
Erasto está a la salida de la fiesta, con la puerta de la limo abierta,
esperando por nosotros.
¿Qué cómo lo supo? No lo sé, será cosa de Erastos.
Nada más la puerta cerrarse, Dean prácticamente se tira encima mío,
besándome de manera desesperada.
—Joder, que me moría por comerte la boca —confiesa, su lengua
invadiendo mis sentidos, siquiera dejándome responder.
Sus besos, al igual que los míos, comienzan a ser desesperados, mientras
que el auto avanza sea donde sea que nos esté llevando.
Hay algo muy loco con los besos, ¿sabías? A veces los besos te hacen
sentir más que el tacto de las manos.
Mis dedos se enredan en su cabello, tratando de acercarlo más a mi, sé
que mi cabello ya es un desastre porque estoy acomodada de cualquier
manera sobre el cómodo sillón del auto, Dean sostiene su peso con sus
poderosos brazos para no aplastarme, mientras que sus piernas encierran las
mías.
—Te necesito tan jodidamente fuerte —susurra.
—Yo también —confieso.
—Ya casi estamos, cariño —murmura.
No se cuanto tiempo exacto es el que estamos en ese auto, no tengo idea
de cuanto tiempo nos besamos, solo sé que una vez que este se detiene, soy
desastre tembloroso y cachondo.
—Vamos —dice Dean, tomándome de la mano para sentarme.
No espera a que Erasto nos habrá la puerta, sino que simplemente la abre
él, sorprendiendo al chofer.
No estoy muy orgullosa, pero cuando bajo de la limo, me falta un zapato,
tengo una teta a punto de escaparse del vestido y por el reflejo que veo en el
vidrio del auto, mi peinado pasó a ser un nido de carancho, eso si, el
maquillaje sigue intacto.
Bendita sea Mía.
—Nos vemos luego —dice Dean sin dejar de caminar.
—Dean, que me falta un zapato —digo, tironeando de su brazo para que
se detenga.
Pero él en lugar de detenerse, me toma de la cintura nuevamente,
pasando la mitad de mi cuerpo por su hombro, cargándome como una bolsa
de papas.
—Pero..., ¡¡¡qué haces!!! —Medio grito, pero también rio.
Mi risa haciendo eco en el amplio y vacío estacionamiento en el que nos
encontramos.
—Te cargo —responde él y puedo escuchar la risa en su voz.
—Dean, bájame —me quejo.
—No, porque si te bajara no podría hacer esto —dice y acto seguido,
mete su mano por debajo del vestido y me toca.
Ahí...
—Oh Dean... —gimo, mientras su dedo se cuela por debajo de la tanga
para tocar mi piel.
—Ya casi lo tienes, preciosa... —susurra él.
Y espero que con eso se esté refiriendo a su miembro, je.
Dean por fin me baja cuando nos subimos a un ascensor, donde siquiera
puedo ver que teclea, sino que nada más apretar algunos botones, me
acorrala contra la esquina de aquel cubículo.
—No tienes una idea de las ganas que tengo de coger contigo —
murmura, su lengua barriendo mis labios de forma erótica. —No tienes idea
de las ganas que tengo de volver a estar dentro tuyo.
—Si, por favor... —gimo, haciendo mi cabeza hacia atrás cuando
comienza a mordisquear mi cuello.
Las puertas se abren con un pitido que rápidamente hacen que Dean me
tome por las rodillas para que las enrede en su cintura y comience a avanzar
dentro.
Y sinceramente me importa muy poco el otro zapato que acabo de perder,
aunque sé que mañana me dolerá.
Trato de observar a mi alrededor, de todas maneras la manera en la que
Dean está besándome no me dejan concentrarme en nada más que él, en la
excitación que me recorre el cuerpo entero, en las expectativas de lo que
estamos a punto de hacer.
Termina empujando una puerta con su pie, llevándonos a lo que supongo
que es la habitación, donde me baja lentamente.
Y es en este momento en el que me pregunto: ¿Tendré que ponerme de
rodillas? ¿Trenzar mi cabello? ¿Decirle si señor? Ah joder, debo dejar de
leer tanto libro erótico.
Sus manos rebuscan en mi espalda lo que supongo es el cierre del
vestido, de todas maneras la oscuridad, las ganas y desesperación que nos
tenemos, no le permiten bajarlo.
—Por lo que más quieras no lo rompas —digo de repente, pero es que
sinceramente lo veía venir.
—Date la vuelta —ordena y yo obedezco.
De todas maneras me sorprendo un poco cuando se aleja de donde me
encuentro, hasta que de repente unas luces tenues se encienden en la
habitación.
Me tomo unos cuantos segundos para observar todo a mi alrededor: la
habitación es de por sí sencilla, pero enorme. Hay una puerta que creo lleva
a un vestidor, una cajonera de madera con un enorme televisor de pantalla
plana arriba y algunos cuadros con fotos encima. La alfombra color azul
acaricia las plantas de mis pies desnudos, mientras que cuando observo la
cama me sorprendo por lo peculiar que luce.
Es enorme, pero enorme es quedarse un poco corto, de todas maneras lo
que más llama la atención, es una especie de madera que se eleva por
encima del respaldo de esta, sosteniendo una tela de seda de color negro
encima, la cual ahora está descorrida, como si pudiera cerrarse para más
intimidad.
Tanto el colchón como los cobertores son de color azul marino y luce
bastante cómoda, no voy a quejarme.
Mi escudriño termina cuando siento a Dean en mi espalda y, sin poder
evitarlo, un temblor me recorre el cuerpo entero.
—¿Estás nerviosa? —Susurra, dejando un beso en la piel de mi hombro.
—Si —respondo con sinceridad.
—¿Confías en mí?
—Si —digo.
—¿Me dejarás hacerte lo que quiera? —Pregunta, de todas maneras no
puedo responder cuando su lengua se pasea por mi piel hasta llegar a mi
espalda.
Sus dedos delicados, toman la prestilla del vestido y comienzan a bajar el
cierre de manera lenta y erótica.
—¿Me dejaras? —Pregunta.
—Si —digo al final.
Mis ojos se encuentran cerrados con fuerza, mientras que mi cuerpo
atraviesa cientos de distintas sensaciones que comienzan poco a poco a
abrumarme.
Mi respiración es un desastre y tengo frío, a pesar de que el ambiente es
cálido en la habitación.
El vestido cae con un sonido sordo a mis pies y Dean no tiene que
instruirme para salirme de adentro de él, dejándolo a un costado.
Lo siento en mi espalda, observándome, todavía llevo la ropa interior de
color roja puesta, sin embargo él no dice nada, no me toca.
Ya, tócame.
La punta de su dedo índice se pase por mi columna vertebral y yo de
manera inevitable me arqueo un poco. Su dedo termina llegando a mi
trasero, donde sin dudarlo un segundo, lo mete por entre mis cachetes,
presionando un poco para abrirse paso, todavía con las bragas de por medio.
—Esto se va —dice, enganchándola de los costados con sus dedos para
bajarlas.
Las bragas también caen.
Y Minerva está como Dios la trajo al mundo.
Siento el corazón latirme a mil por hora, mis manos se encuentran hechas
puño, mientras que estoy intentando por todos los medios calmarme, pero
es que sinceramente no se porque estoy de esta forma.
Siento que en cualquier momento podría llorar.
«Pues claro que queremos llorar» me susurra mi inconsciente. «Tenemos
el chocho llorando de felicidad»
—Ve a la cama y recuéstate boca arriba —susurra Dean en mi oído.
Cierro los ojos con fuerza, antes de dar una profunda respiración y
asentir, caminando donde me dice.
Gateo en la cama hasta llegar al medio de esta, posicionándome de la
manera que me dijo que lo hiciera.
Mis ojos se clavan en él, que lo único que se ha quitado es la chaqueta
del traje y la corbata, por lo que ahora solo viste una camisa blanca un poco
salida de su pantalón de vestir negro y las manos dentro de los bolsillos en
una pose despreocupada, como si yo no estuviera aquí con el chocho al aire.
Trago saliva con dificultad mientras su mirada me recorre el cuerpo
entero y no puedo evitar sentirme un poco insegura a al estar frente a él, que
a mis ojos es perfecto y yo, bueno, hay muchas veces en las que me siento
muy normal, ¿vale?
El silencio de Dean me pone un poco incómoda, haciendo que apriete las
piernas entre si y me remueva.
Sus pasos hasta terminar de acercarse a la cama son lentos y comedidos,
como si tuviera todo el tiempo del maldito mundo.
—Estira las manos por sobre tu cabeza —murmura con la voz ronca.
—¿Qué? —Pregunto, aunque lo escuche bien.
Y tú también.
La sonrisa que Dean me dedica es sombría, es por eso que luego de unos
segundos de titubeo, hago lo que me dice.
—Bien —dice una vez que observa como le obedezco.
Sus ojos están clavados en mis pechos, con los pezones como guijarros
por el frío que siento, mientras que sus manos siguen en sus bolsillos.
Cuando llega al costado de la cama se detiene, antes de abrir el cajón que
está en la mesa de luz en el lado derecho y sacar de allí...
A su madre...
Dean tiene en las manos dos especies de..., ¿qué coño es eso? Lucen
como dos muñequeras de cuero negro, las hebillas para cerrarlas brillan
plateadas con la tenue luz de la habitación, mientras que una especie de
cadena va a lo largo de ellas.
—Dame tu mano —dice con voz tan calma que me sorprende, cuando yo
estoy que me meo encima, en serio.
Estiro la mano un poco titubeante, no puedo evitarlo, pero es que esto
está trayendo recuerdos que no se porque me atormentan justo ahora.
El cuero es suave contra mi piel, mientras que Dean trabaja sobre mi
mano, encerrando mi muñeca dentro y cerrando las hebillas una a una.
Son tres.
Una vez que está lo suficientemente ajustado, lo engancha en el cabezal
de la cama, tirando de él para probarlo.
—¿Puedes quitártelo? —Pregunta.
Tironeo un poco y cuando veo que nada pasa, niego con la cabeza.
Dean asiente orgulloso, antes de caminar al otro lado y repetir el mismo
proceso con mi otra mano.
Cuando vuelvo a tironear, obtengo el mismo resultado, no puedo
quitármelas.
«Respira, Minerva» me digo para mis adentros. «No dejes que siga
arruinando tu vida, no dejes que te domine»
Mi pecho se mueve rápidamente debido a mi agitada respiración,
mientras Dean ahora camina hacia la cajonera que está a los pies de la
cama, rebuscando dentro algo y una vez que lo encuentra, lo esconde detrás
de su espalda para que no pueda verlo.
—Vamos a ver que tan obediente puedes ser —susurra con una sonrisa
lasciva en su bonita boca.
—Muy obediente —digo, cual autómata.
Él, a pesar de la seriedad con la que se encontraba, ríe.
Sus ojos están fijamente clavados en los míos cuando murmura: —Abre
bien las piernas, Minerva.
No lo hago de inmediato, pues porque me siento demasiado expuesta,
que vamos, que se que ya hicimos el delicioso, que me vio hasta la matriz,
pero no puedo evitar de todos modos sentirme cohibida, que vamos, que
este es un paso gigante para nosotros.
Sin contar que tengo las manos atadas al cabezal de la cama.
Sus ojos se entrecierran, observándome y esperando y es que le dije que
sería obediente y ya falle.
Vengan esas nalgadas.
Respiro hondo antes de muy, muy lentamente separar las piernas para él.
Dean camina ahora al final de la cama, observando mi piel expuesta, el
chocho al aire.
Su cabeza se ladea al costado y aquella posición lo hace lucir adorable,
de no ser por cómo está mirando mi anatomía, me hubiera reído.
—Flexiona las rodillas y abre más tus piernas, Minerva —dice, hablando
tan lentamente.
Que joder...
Asiento con la cabeza y a pesar de que las frazadas debajo mío son
seguramente de pluma, los temblores siguen recorriéndome el cuerpo
entero.
Respiro hondo nuevamente, antes de asentir y hacer lo que me pide,
abriendo más las piernas.
La situación no me resulta de por si incómoda, sino que más bien es rara,
yo solo quiero follar, pero si tengo que ser sincera, todo este juego previo,
está poniéndome a mil.
Dean sonríe a lo que sea que ve en mi chocho, supongo que ha
descubierto también que estoy mojada solo por las palabras que me ha
dicho, porque honestamente aún no me ha tocado.
Sus ojos me recorren lentamente, hasta que saca sus manos de detrás de
su espalda y cuando veo lo que lleva en la mano, no puedo evitar reír, de
todas maneras no digo nada.
La vara que le regale para año nuevo sobresale por entre sus dedos,
mientras que él lentamente la acerca a mi muslo interno, acariciando la piel.
Estoy luchando con todo lo que tengo para mantener las piernas abiertas,
pero se hace difícil, porque quiero la fricción entre mis piernas.
La necesito.
—No cierres las piernas —murmura, adivinando mis pensamientos.
La punta de cuero de la vara sigue su recorrido hasta que llega a mi
entrepierna, donde acaricia suavemente mi labio vaginal y luego el otro.
Mi espalda se arquea, intentando llegar más a aquel objeto, de todas
maneras un grito escapa de mi garganta cuando escucho el chasquido,
seguido por el golpe en mi clítoris,
—Dios... —jadeo, mi respiración es sencillamente un desastre.
Y mis piernas están presionadas entre sí.
—Abre —murmura Dean, golpeando con el látigo mi rodilla suavemente.
Respiro hondo, intentando abrir las piernas, aunque si bien el golpe no
me dolió, hizo que una especie de electricidad ascendiera desde mi centro
hasta prácticamente toda mi espalda y me sorprendo un poco de no haber
tenido un orgasmo en ese mismo momento.
Mis manos siguen hechas puño, es por eso que asiento al mismo tiempo
que abro lentamente las piernas, el látigo de Dean paseándose por la piel de
mis muslos, mientras que yo lucho contra las ganas de cerrar las piernas de
nuevo.
Ahora, haciendo un paréntesis: morras, que se confirma que a Dean le va
el sado.
El siseo del látigo al embestir nuevamente con la piel interna de mi muslo
izquierdo vuelve a hacerme gritar, pero sinceramente no es en sí un grito de
dolor, sino más bien de anticipación.
Mis piernas vuelven a cerrarse, mientras siento el cosquilleo del golpe.
Dean chasquea con la lengua y niega con la cabeza.
—No eres muy obediente —murmura, distraído, mientras que se acerca
al mueble debajo de la televisión para sacar algo de allí.
Es que tiene cositas guardadas por todos lados, me doy cuenta.
Me percato de que son parecidas a las muñequeras que llevo en las
manos, sin embargo sé que esta vez serán para mis piernas.
Su pulgar acaricia mi tobillo cuando termina de acercarse, envolviendo
mi pie el cual tironeó un poco para no dejarlo ir, pero es que estar atada por
todos lados en una cama me recuerda...
«Detente»
Cuando quiero darme cuenta, las dos piernas se encuentran estiradas y
abiertas.
Muy abiertas...
Mientras que las pequeñas cadenas que las unen a la cama apenas si me
permiten moverme.
El látigo vuelve a pasearse por mi piel y cierro los ojos con fuerza
cuando roza la piel sensible de la cicatriz en mi vientre, pero por suerte no
es allí donde se entretiene mucho, sin embargo por la mirada que me lanza
Dean, se que no le ha pasado por alto lo que acaba de suceder.
—¿Cómo te hiciste eso? —Pregunta, mientras que la punta dura de aquel
artefacto está ahora en mi teta derecha, paseando por sobre el pezón de por
si endurecido.
El chasquido del golpe me hace saltar cuando golpea el pezón que antes
acaricio lentamente, enviando una corriente eléctrica directo a mi
entrepierna.
—Minerva, si pregunto algo me gusta que respondan —murmura Dean.
Asiento, intentando controlar mi respiración, pasando saliva ya que tengo
la boca seca.
—No quiero hablar de eso —susurro, clavando mis ojos en los suyos—,
por favor —agrego.
Dean frunce el ceño cuando me escucha decir aquello, es por eso que
sorprendiéndome, apoya su rodilla en la cama, estirándose hasta que su
rostro está por encima del mío.
—Lo siento, no quería incomodarte —susurra y después sus labios están
sobre los míos.
Y me relaja y me calma y mi respiración se acompasa y quiero más, pero
de repente sus labios ya no están sobre los míos, de todas maneras tardo un
poco en abrir mis ojos para buscarlo, encontrándolo con algo entre sus
manos.
Tardo unos cuantos segundos en darme cuenta de que es, pero cuando lo
acerca a mis ojos, medio me asusto.
—¿Qué haces? —Susurro un poco asustada.
—Te ayudará a relajarte —dice, antes de poner la suave corbata encima
de mis ojos, tapándolos.
Su intención no es mala, sé eso, de todas maneras una vez que todo
queda en completa oscuridad, no puedo evitar temblar, pero esta vez no de
excitación, sino de miedo.
Pánico.
«Por favor, no ahora» me digo para mis adentros.
Pero es que cuando quiero darme cuenta, no estoy aquí, en el
departamento de Dean, sino que estoy en un sótano oscuro y mohoso, sin
comer y muerta de miedo.
No son sus manos amables las que me tocan, son otras violentas, que me
lastiman.
Tironeo de lo que me apresa a la cama, pero como siempre no hay
respuesta.
Quiero chillar, pero la sola idea de que el monstruo me encuentre, no me
lo permite.
Los sollozos quieren abrirse paso, pero los controlo...
Siento que no puedo respirar, siento que...
—Que bonita estas así, Minerva —susurra una voz, sacándome de la
pesadilla en la que acabo de sumirme. —No tienes idea de las cosas que
produces en mí —confiesa Dean.
Y en ese momento, luego de lo que parecieron horas, medio vuelvo en sí,
dándome cuenta de que este es Dean, quien no ha hecho más que cuidarme
en todo momento.
—Dean —digo, con voz ronca, sintiendo la humedad en mis ojos.
—¿Si? —Pregunta, el látigo paseándose por mis costillas esta vez,
mientras siento la cama hundirse con su peso.
—¿Podrías quitarme la corbata? —Pregunto con vergüenza.
Segundos son los que tarda Dean en hacerlo.
—¿Estas bien? —Pregunta con un poco de pánico.
—Lo estoy ahora —respondo, suspirando con alivio una vez que logro
enfocarlo. —Es solo que me gusta verte —agrego para calmarlo.
Dean sonríe amplio, posicionándose encima de mi cuerpo con especial
cuidado de no aplastarme, para luego unir sus labios a los míos, su lengua
acariciando la mía, sus dientes mordisqueando mis labios hasta dejarlos
doloridos, antes de abandonar mi boca y comenzar a besar mis mejillas,
luego mi garganta, medio gimo cuando mordisquea la unión entre mi
hombro y cuello.
Cualquier resquicio de los recuerdos que intentaban atormentarme antes,
se borra con el placer que generan sus caricias y la sensación de su ropa
rozando mi piel desnuda lo hace aún más excitante.
Gimo con fuerza cuando su boca caliente se cierra sobre mi pecho,
chupando con un poco de fuerza, cosa que me saca una mueca de dolor,
pero no puedo negar que también hizo que me vientre se tensara.
Dean mientras lo hace, está atento a cada uno de mis gestos, sin perderse
nada. Su lengua plana barre una de mis tetas, para luego pasar a la
siguiente, chupando con avidez y si bien es un poco molesto, también se
siente increíble todo lo que me hace.
Las palmas de sus manos acarician mis costillas con delicadeza, tan
distinto a como sus dientes raspan mis pezones, haciendo que me remueva.
Duele, joder, duele, pero que placer...
Sus manos me sostienen fuerte por la cintura cuando su boca sigue
bajando, hasta que siento su aliento cálido en mi vagina.
—Mira que perfecto es —murmura, como perdido en sus propios
pensamientos.
Con sus dedos pulgares, Dean abre mi vagina, observando atentamente,
antes de clavar sus ojos en los míos y con la punta de la lengua chupar
apenas mi clítoris.
La necesidad de cerrar las piernas me abruma, sin embargo las
restricciones tanto en mis piernas como en mis brazos no me lo permiten.
Su lengua da pequeños círculos en mi clítoris que me hacen gemir,
mientras que mis ojos como por voluntad propia se cierran, porque verlo a
Dean ahí, adorándome, simplemente es demasiado.
Su lengua se aplana sobre mi centro, mientras que sus palmas ahora están
en mi trasero, levantando un poco mi cintura para tener más acceso a mi.
Siento su lengua en mi hendidura, dando pequeños círculos, girando,
volviendo a subir, dando giros en mi clítoris.
Me voy joder, me voy.
Pero se detiene.
—Por favor, Dean... —gimo, abriendo los ojos para clavarlos en los de
él.
—Por favor ¿qué? —Susurra.
Y yo tardo unos segundos en responder, porque luce precioso, con los
labios brillantes por mi humedad, con el cabello revuelto, con la camisa a
medio abrir, con su piel dorada y su mirada cargada de lujuria.
—Hazme venir —murmuro.
—¿Lo quieres?
—Mucho —confieso.
Sonríe y sin dejar de mirarme, pasea nuevamente su lengua por mi
centro, haciéndome gemir, pero es que no puedo cerrar los ojos, no puedo ni
quiero perderme lo erótico que luce Dean ahí, chupándome de la manera
que lo hace.
—¿Sabes? —Dice, ladeando su cuerpo un poco hacia atrás. —Tengo la
regla de tres —dice, presionando con su dedo índice mi clítoris.
—¿Qué...? ¿Qué demonios es eso? —Logro preguntar.
Pero es que estoy al borde, sin embargo no me deja venirme, parece saber
cuando detenerse.
—¿Qué es? —Juega, su dedo pulgar apenas metiéndose dentro mío.
Joder, necesito la fricción.
—Dean... —me quejo.
—La regla de tres es que te hago venir tres veces, primero usando solo
mi lengua, luego mis dedos y por último la polla.
—A todo que si —digo rápidamente.
Él ríe, negando con la cabeza.
—Pero... —agrega, su sonrisa se ensancha cuando ve mi mohín—, debe
ser uno detrás del otro.
—Acepto el reto —murmuro.
Rio cuando él lo hace, de todas maneras la sonrisa se borra de mi rostro
cuando su lengua me acaricia nuevamente.
—Veamos —dice trepando por mi cuerpo para besarme, su lengua dentro
de mi boca, haciendo que me pruebe a mi misma cuando lo hace. —Grita
cuando te vengas, ¿si?
—Si, señor Ross —bromeo.
Él niega, como si pensara que no tengo arreglo, antes de volver a bajar
lentamente, besando mis pechos, mi vientre hasta llegar nuevamente a mi
entrepierna.
Y joder.
Su ataque empieza.
Su lengua antes solo jugaba a las rondas, ahora simplemente es una
maldita calesita, girando sin parar sobre mi clítoris.
¿Y saben que? Es difícil explicar lo que me hace Dean con la lengua, así
que esto tendrán.
Mi espalda se arquea, pero él termina tomándome por las caderas para
pegarme nuevamente a la cama. Siento el molesto sudor en mi cuello,
pegando mi cabello a mi espalda, mientras que tironeo de mis manos las
muñequeras de cuero que me apresan, porque quiero tironear de su cabello,
quiero que aumente el ritmo, quiero que me haga venir.
Quiero más.
De todas maneras Dean mantiene el movimiento de su lengua a su ritmo,
sin aumentar, haciéndome saber que es él quien tiene el control.
Solo tiene su lengua en mi, por momentos alejándose para ir a mi
hendidura, donde apenas mete su lengua, la saca y vuelve a empezar.
Siento que el orgasmo —oh, bendito orgasmo tan esperado— comienza a
formarse, lo siento en la punta de los dedos de los pies, subiendo hasta
hacer una explosión en mi columna.
Dean lo sabe, sabe que estoy por correrme, porque de repente sus
movimientos aumentan, o seré yo, que siento todo más.
Más.
Más.
Más.
Su lengua plana se pase por mi centro y sus dientes, jodido Dios esos
dientes, muerden mi clítoris casi con enojo, como si le impacientara que no
me corra, como si quisiera sentirlo, ser el dueño de mi placer.
Y yo quiero complacerlo, aunque en realidad fue ese mordiscón que me
dio el que hace que el orgasmo se desencadene.
Mi espalda se arquea, mientras que mis uñas se clavan en la piel de mis
palmas por el placer abrumador que estoy sintiendo, el grito que sale de mi
boca termina lastimando mi garganta cuando me vengo, cuando me corro
sobre esos labios benditos.
Joder, que la boca de Dean se hizo para pecar.
—Deliciosa —murmura Dean, besando mi vagina con adoración. —Tu
venida me supo a caramelo, ¿sabias?
Me hubiera reído por aquella ocurrencia, pero a decir verdad no puedo
siquiera pensar con claridad, no puedo hacer más que estremecerme con los
espasmos de mi orgasmo, sintiendo mis músculos lánguidos después de
semejante placer.
Siento a Dean removerse, cuando lentamente uno de mis pies es dejado
libre, por lo que aprovecho para atraerlo a mi nuevamente, repitiendo lo
mismo con mi otra pierna, creando una fricción deliciosa entre mis muslos.
De todas maneras aún sigo con las manos atadas sobre mi cabeza, pero
ya que, puedo dormir así, je.
Escucho a Dean chasquear con la lengua, antes de sentirlo encima de mi
cuerpo, obligando a mis ojos a abrirse un poco.
—Nada de dormirse, cariño —susurra, dejando un beso en mis labios. —
Me prometiste tres y aceptaste el resto, me debes dos —agrega.
—Dean... —me quejo, queriendo que me deje recuperar el aliento.
—Nada de eso, me darás mis otros dos, Minerva, quieras o no —susurra
con voz ronca, antes de que con una sonrisa lasciva, agregue: —Como voy
a disfrutar del tres.
Y después de eso, Dean vuelve al ataque...
***
BUENO BEBES, LO PROMETIDO ES DEUDA
GRACIAS POR HABERME APOYADO EN ESTOS TRES
CAPÍTULOS, COSTO PERO SE PUDO, ¿VIERON?
OJALA SIEMPRE FUERA ASÍ, OJALÁ SIEMPRE VOTARAN
COMO ESTOS DÍAS, QUE ES IMPORTANTE, QUE SI VOTAN
MUCHO LA HISTORIA SE HACE MÁS CONOCIDA.
ESPERO QUE LO HAYAN DISFRUTADO, ESTO RECIEN
EMPIEZA, TODAVÍA FALTAN DOS Y SIN CONTAR QUE
TODAVÍA QUEDA EL REGRESO DE PIERCE.
UFF. DIOS, LO QUE LES TENGO PREPARADO NO TIENE
NOMBRE
GRACIAS AMORES
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LXS LEO AMORES
VOTEN
BESOS
DEBIE
CAPÍTULO QUINCE (PTE DOS)
***
HOLIS
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO
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BESITO
CAPÍTULO DIECISÉIS
—¿Sabes? —Murmura Isa con la voz borracha. —No creo que esta haya
sido una buena idea.
—Yo tampoco —respondo con sinceridad. —Pero ya estamos aquí.
—Lo se —asiente. —Mañana vamos a arrepentirnos de esto —ríe al
final.
No puedo evitar también reír a lo que dice, aunque no termino de decidir
si es porque estoy borracha o porque me resulta gracioso.
Voy a inclinarme más por lo primero.
—¿Están seguras que quieren hacer esto? —Pregunta por tercera vez el
hombre delante nuestro.
—Creí que con ser mayores de edad nos salteábamos todas estas
preguntas —responde Isa, seria, mientras que yo tengo que aguantarme la
risa por la situación.
—Un tatuaje dura toda la vida —refunfuña el hombre.
—Si, también nuestra amistad —responde ella con una seguridad que me
hace sonreír. —¿Está terminado el diseño? —Pregunta, impaciente.
El hombre farfulla una afirmación, mientras camina dentro de un
pequeño cuarto, un poco más iluminado que la entrada donde todo era de
color rojo neón.
Ahora estarás a punto de decir algo así como: «Contexto por favor» y
esta bien, paso a explicarte.
La cosa es que Isa, tal como le había dicho a Dean, vino a casa. Hacía
varios días que no nos veíamos y sinceramente necesitaba una dosis de su
amistad, que en verdad, que extrañaba sus locuras y tu también, no lo
niegues.
La cosa fue que vinos van, vinos vienen, le termine confesando que como
regalo de cumpleaños para ella y para mi, quería que nos hiciéramos un
tatuaje.
Se suponía que elegiríamos un diseño con tiempo, veríamos que hacernos
bien con anticipación y después de mi cumpleaños nos tatuaríamos.
Pues no cariño, que las cosas no funcionan así para nosotras.
La cuestión fue que comenzamos a buscar dibujos, frases, etc hasta
que..., encontramos la indicada.
Y fue como si aquello que encontramos, dijera algo así como: «fui
creada para estar en su piel, hasta el fondo y sin casco»
Como una palpitación de chocho de la amistad.
Cuando quisimos darnos cuentas, estábamos llamando un taxi para que
nos llevara a un local de tatuajes abierto las veinticuatro horas, porque si,
eran las tres de la mañana.
¿Qué porque un local de tatuajes estaba abierto las veinticuatro horas?
Vaya uno a saber.
—¿Estas lista? —Pregunta el tatuador.
—Nací lista —farfullo, largándole una mirada de odio a Isabella por
haberme hecho pasar primera, con la excusa de que si dolía demasiado, no
se lo haría.
Perra.
El aguijonazo en mi piel casi me hace saltar en el lugar, de todas
maneras, después de unos cuantos minutos, el dolor se vuelve soportable y
cuando quiero darme cuenta, el tatuador me dice que ha terminado.
El tiempo que tarda Isabella es más o menos el mismo que le mío, de
todas maneras ella, a diferencia mío, siquiera se ha quejado.
Perra al cuadrado.
—Listo —murmura el hombre, viéndose fastidioso por habernos tenido
que atender.
Isabella rueda los ojos con algo parecido al fastidio, mientras le tiende un
par de billetes al hombre, antes de tomarme de la mano y salir de allí.
El plástico que tengo envuelto en la parte superior de mi brazo es un
tanto molesto, mientras que antes de irnos, me encargue de anotar en mi
teléfono todas las indicaciones del tatuador y qué hacer en caso de
enrojecimientos o infecciones, aunque Isabella tiró de mi cuando el hombre
comenzó a contar qué tipo de infecciones habían.
El viento fresco de la noches nos hace un poco estremecer a las dos, de
todas maneras no frenamos en ninguna esquina a parar un taxi y me doy
cuenta que en realidad no estamos a nada más que un par de manzanas de
mi departamento.
Isa tiene su brazo enredado en el mío, sin embargo ninguna de las dos
dice nada, sino que simplemente vamos cada una pérdida en sus
pensamientos.
Yo por mi parte no puedo evitar recordar donde estaba hace un año atrás,
de seguro que no como estoy ahora, con la estabilidad que cargo y lo feliz
que soy. Que a ver, que no digo que soy la persona más feliz del mundo,
pero si debo ponerme a analizarme en detalle, simplemente hoy puedo decir
que me encuentro plena, que estoy rodeada de amigos, que mi abuela está
bien y que tengo un hombre que me quiere y que encima está buenísimo.
—¿Crees que me haya olvidado? —Pregunta Isa de repente, con aire
taciturno.
La miro de reojo, sin embargo ella no me devuelve la mirada, sino que
tiene la vista clavada en frente, sin dejar de caminar y sin soltarme.
—Algo como lo de ustedes no se olvida así como así, Isa —respondo.
—Han pasado dos meses, Mine —susurra. —Nadie ha sabido nada de él,
ni siquiera Dean.
—Isa, ¿tu quieres que vuelva? —Pregunto.
Ella ahora si me mira, sus ojos celestes brillan con las luces prendidas de
la acera, su nariz y mejillas coloradas por el frío.
—No lo se —confiesa en voz baja. —Solo se que lo extraño un mundo
—agrega con voz ronca.
—¿Has intentado llamarle? —Pregunto.
—No —responde rápidamente. —No es así como funcionamos.
—No es así como funcionaban, Isa —murmuro. —Si estas preocupada
por él, escríbele —agrego.
Ella niega con la cabeza, mirando al suelo unos cuantos segundos, antes
de volver la vista al frente.
—No —responde. —Yo..., yo simplemente debo dejar de pensar en él.
—¿Eso es lo que realmente quieres? —Pregunto.
—Ya no se trata de lo que yo quiera —zanja ella. —Ahora se trata de
hacer lo correcto y lo correcto es que le deje ir, que él ya eligió su camino y
estoy segura que no es conmigo.
—¿Eso crees?
—Eso creo —asiente.
—Isa —murmuro, frenando nuestro andar. —¿Estas bien? —Pregunto.
Ella me sonríe con una tristeza que hace que me duela el corazón.
—Lo estaré —murmura con una sonrisa ahora un poco más firme. —
Somos perras fuertes, ¿recuerdas?
—Lo recuerdo —digo, riéndome por los recuerdos que aquella frase me
trae a la cabeza.
Seguimos caminando hasta que terminamos por llegar a mi bloque de
departamento.
—Isa..., yo mataría monstruos por ti —susurro antes de atravesar las
puertas de entrada.
—Yo también mataría monstruos por ti —responde ella con una sonrisa
en su rostro.
Por que si, fue aquella frase la que nos tatuamos, porque pase lo que
pase, siempre estaríamos la una para la otra.
Pase lo que pase, nos cuidaríamos las espaldas de los monstruos.
***
BUENAS BUENAS
LO PROMETIDO ES DEUDA :)
SÉ QUE SUELO PONERME PESADA, PERO BASTÓ CON AYER
PEDIR ESO, PARA QUE TODO MUNDO VOTE.
MI METODOLOGÍA DE ACTUALIZACIÓN ES TERMINAR DE
ESCRIBIR UN CAPÍTULO Y ACTUALIZAR. PERO DECIDÍ QUE A
PARTIR DE AHORA, SUBIRÉ SOLO SI EL CAPÍTULO ANTERIOR
LLEGA A LOS MIL VOTOS.
DESDE YA MUCHAS GRACIAS.
ANTES DE QUE ME OLVIDE, MANDARLE UN SALUDO
GRANDE GRANDE A ISABELA QUE ESTÁ CUMPLIENDO AÑOS
HOY Y A CAMI, QUE CUMPLIO AYER, MI REINA, TE AMO UN
MUNDO.
A ESTAR ATENTXS A LAS REDES, QUE SE VIENEN COSAS
INCREÍBLES.
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MUCHAS GRACIAS AMORCITOS
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO DIECISIETE
ÉL
• ──── ✾ ──── •
• ──── ✾ ──── •
HOLA MIS AMORES :)
AQUÍ LES TRAIGO UNA NUEVA ACTUALIZACIÓN
ESPERO QUE LA HAYAN DISFRUTADO
LO ÚNICO QUE VOY A DECIR, PORQUE A PARTIR DEL
CAPÍTULO QUE VIENE, LAS COSAS VAN A CAMBIAR POR
COMPLETO
PREPARENSE Y SEAN PERRXS FUERTES
GRACIAS POR EL APOYO, GRACIAS POR LOS EDITS,
GRACIAS POR LAS RECOMENDACIONES Y POR EL APOYO
QUE RECIBO A DIARIO
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LXS QUIERO MUCHO, EN VERDAD
CON AMOR, SIEMPRE SIEMPRE
DEBIE :)
CAPÍTULO DIECINUEVE
CHOQUE DE MUNDOS
—Isa, ¿qué quieres decir con que iremos a una fiesta de fraternidades?
—No entiendo cual es la parte que no entiendes si estas diciendo
exactamente lo que vamos a hacer—dice ella, sin dejar de caminar.
—Pues eso exactamente, ¿por qué iremos a una fiesta de fraternidades?
Ya no estamos en edad.
De todas maneras, mientras le digo aquello, sigo caminando a su lado.
Verán, es lunes: si, un día después de mi cumpleaños y vamos con Isa
vestidas para otra fiesta, de todas maneras me di cuenta que hizo que nos
vistiéramos distinto a como veníamos haciéndolo, estamos más...,
¿joviales? Esa podría ser una buena descripción.
—Vale, que nunca he tenido una fiesta de graduación, ¿si? Ni a nada de
lo que debería haber ido cuando fui más joven. —Dice ella, un tanto
exasperada. —Que quiero ir a una, quiero hacer todo lo que pueda antes de
graduarme.
—¿Es por eso que vamos a colarnos en una fiesta de fraternidad? ¿No
van a denunciarnos por ser mayores? ¿No es ilegal?
—Para con tantas preguntas —murmura ella seriamente. —¿Y como que
van a denunciarlos? Son todos mayores de edad, igual que nosotras.
Me guardo el que seguramente nosotras somos más mayores de edad que
todos los de la fiesta.
—Isa, que no lo sé —digo, dejando las bromas de lado—, que de seguro
son todos muy chicos para nosotras.
—No son tan chicos —murmura y cuando clavo mi mirada inquisitiva en
ella, rueda los ojos y agrega: —Vale, tal vez si son un poco más chicos que
nosotras...
—¿Un poco? —Murmuro.
—Si, un poco —responde con firmeza. —Que todavía ninguna llegó a
los treinta —sentencia.
—Esta bien, no te enojes —murmuro, todavía con mi brazo enredado con
el de ella. —De todas maneras —sigo con mis preguntas, pero es que soy
curiosa por naturaleza—, ¿por qué tus compañeros no hicieron su propia
fiesta universitaria?
—Si hicieron —es todo lo que responde.
Estaaa bieeen, sacar las cosas a la fuerza será, entonces.
—¿Pero...?
Isa detiene su caminata, para clavar sus ojos celestes en los míos y
murmurar.
—Se iban a juntar en una casa a comer comida pedida en un caro
restaurante y seguramente comparar notas —murmura y cuando la miro sin
entender qué demonios tiene eso de malo, agrega—, que yo quería
divertirme, ¿esta bien? Que simplemente quería cometer alguna locura... —
agrega, para acto seguido cerrar los ojos con exasperación y negar con la
cabeza—, esto es una idea de mierda, mejor volvamos.
—¡Oye! —Me quejo cuando quiere cambiar de dirección. —¿Por qué
quieres irte ahora?
—Por que estoy metiéndote en medio de esta idiotez —responde ella y
me doy cuenta del sonrojo avergonzado en sus mejillas. —Es la idea más
estúpida que tuve en mi vida.
—Isa —digo, deteniéndola cuando quiere volver a caminar en la
dirección contraria—, si quieres ir a una estúpida fiesta de fraternidades, iré
contigo, si quieres cometer locuras, quiero ser la primera en tu lista para
acompañarte, pero no pretendas que te siga por todos lados sin antes
preguntar —murmuro con seriedad—. No tiene nada de malo que quieras
hacer esto, la vida es una, vívela de tal manera que no te arrepientas nunca
por no haberlo hecho o quedado con las ganas.
—Joder Minerva —dice ella, negando con la cabeza—, eres muy madura
para tu propio bien —agrega.
Sonrió, encantada, pues porque si, tiene razón.
La casa dentro del campus donde es la fiesta es sencillamente gigante,
está al completo decorada con..., ¿eso es papel higiénico? Ay demonios, con
lo que vale, ¿cómo es que lo desperdician de esa forma?
«La vejez ha entrado al chat»
—Andando —murmura Isa, de todas maneras vi en su mirada que estaba
pensando exactamente lo mismo que yo.
Lo vi, lo juro.
Su mano está cerrada fuertemente sobre la mía mientras caminamos, de
todas maneras las dos comenzamos a ralentizar nuestros pasos cuando
vemos la..., la juventud. Que a ver, que no es porque sea muy grande, pero
es que..., es que entre los veinte y los veinticinco hay un abismo y mejor no
les cuento con los veintinueve de Isa.
—La fiesta se ve... —comienzo diciendo, titubeante cuando un muchacho
que parece pasado de éxtasis intenta hacerme un baile que intenta supongo
ser sexual—, animada.
Isa carraspea, mirando a su alrededor y sé, por todos los cielos, sé que
está arrepintiéndose de esta idea.
Para que vean que no soy la única que tiene ideas de mierda.
—Mejor vamos a la cocina —murmura ella, tratando de no mirar a las
chicas que bailan en toples en la sala.
La cocina no tiene un ambiente muy diferente que digamos, de todas
maneras es un tanto más relajado.
Una barra gigante tiene debajo papel aluminio y encima, queso cheddar
derretido con cientos de nachos a su alrededor.
Sin poder evitarlo, mi nariz se arruga, pensando en lo antihigiénico que
es esto, de todas maneras le sonrió a Isa cuando clava su mirada en la mía,
aunque sé que piensa lo mismo que yo.
«Pensamientos de persona mayor, salgan de mi» rezo para mis adentros.
Carraspea, sonriéndome de una manera un tanto falsa, pero le sigo el
juego, pues porque pobre...
—¿Cerveza? —Pregunta.
—Por favor —respondo con rapidez, que si vamos a hacer esto, necesito
estar ebria.
En el momento que Isa me tiende una corona, un muchacho, de esos que
parecen modelos, joder, de esos de las historias universitarias, se acerca a
ella, envolviendo uno de sus brazos a su alrededor.
—Señoritas —dice con una sonrisa de pasta de dientes.
—Hola —murmura Isa, carraspeando e intentando sonreírle de la misma
manera.
—Pensé que no vendrías —murmura él y las mejillas de mi amiga se
vuelven de un color carmesí muy gracioso.
Agacho la mirada, porque en verdad pensé que nos habíamos colado en
una fiesta, no que en realidad la habían invitado.
—¿Cómo estás, Colton? —Pregunta ella y es que joder, hasta nombre de
historia universitaria tiene.
—Bien —dice él, para luego clavar sus ojos acaramelados en los míos.
—¿Y tu eres? —Pregunta en mi dirección.
—Camille —respondo, antes de que Isa pueda decir nada.
Pero es que no quiero que comiencen a por la extrañeza de mi nombre,
aún más cuando los jóvenes suelen ser un poco crueles por ello.
Isabella me mira con los ojos entrecerrados, sin entender muy bien
porque miento, de todas maneras no me contradice.
—Vengan, vamos con el resto de los chicos —murmura, sin quitar el
brazo de los hombros de Isa.
Terminamos llegando a otro salón de la casa, la música sigue siendo
demasiado fuerte, de todas maneras no hay gente bailando medio desnuda
en las mesas.
Nos sentamos en los sillones, una al lado de la otra, luciendo ambas tan,
pero tan desubicadas.
—Mira... —le digo a Isa—, pasteles de chocolate.
Y acto seguido, tomo uno de los brownies, medio gimiendo con placer al
sentir el sabor del chocolate explotando en mi paladar.
—No creo que esos sean brownies comunes —murmura mi amiga, de
todas maneras engulle también uno.
—¿Qué es lo que dices? ¿Qué son de los brownies felices? —Respondo,
riendo.
—Creo que si —murmura ella, también riendo.
—¿Qué dicen si jugamos un verdad o reto? —Pregunta alguien de
repente.
—Ay no me jodas —murmuro—, eso siempre termina mal.
—Necesito estar ebria para hacer esto —es todo lo que responde Isa.
—Un beer pong será, entonces —responde Colton.
Y así, con esas simples palabras, es como todo en cuestión de nada todo
se va al carajo:
—Minerva... —sisea Isa con enojo—, estas perdiendo a propósito.
—No se quien es Minerva —respondo, dándole un largo trago a mi
cerveza.
—Eres una idiota —dice ella, negando con la cabeza, antes de tomar la
pelotita y encestar, haciendo que nuestros contrincantes tenga que beber uno
de los vasos.
—Pero... —murmuro de repente, pensativa cuando es el turno de
nuestros contrincantes, quienes encestan, obviamente y me bebo uno de los
vasos de una sola vez—, ¿cómo podría querer perder a propósito? —
Murmuro, confundida. —Es decir, no es como si perdiendo, bebiera más.
Isa me mira con el ceño fruncido, pensando mis palabras durante unos
cuantos segundos.
—Creo que ese brownie tenía algo —murmura al final.
—Ese brownie definitivamente tenía algo —respondo en acuerdo.
Y después de eso estallamos en carcajadas imposibles de controlar.
—¡¿Seguirán con el juego o no?! —Grita alguien del otro lado.
—Siguirin cin il jugui i ni —me burlo e Isa agacha la mirada para no
reírse en su cara.
Tiro la pelota de cualquier manera, está golpeando en la frente del
muchacho que grito recién.
La carcajada de mi amiga es estruendosa.
—Joder, lo siento —me apresuro a disculparme, mientras veo al chico
frotarse la zona. —¿Estas bien? —Pregunto, de todas maneras el muchacho
se ha ido enojado.
—Camille, tu turno —grita alguien.
No respondo nada, mientras le digo a mi amiga que deje de reírse.
—¡Camille! —Insisten y me percato de que todos los ojos están puestos
en nosotras.
—¿Quién demonios es Camille? —Murmuro, indignada.
—Tu eres Camille, animal —responde mi amiga, dandome un golpe con
su hombro.
Y llora de la risa, llora.
—Isa, que esos brownies tenían algo —digo, de repente preocupada.
—Joder, que no te pegue para el lado de la paranoia —murmura.
—¿Qué no me pegue que? —Pregunto, confundida.
—La marihuana —responde.
—No creo que me pegue como paranoia, pero por casualidad, ¿se te ha
dormido la cara?
Isa me mira confundida, antes de negar con la cabeza y murmurarme que
no tengo arreglo.
Je.
—Necesito sentarme —es todo lo que dice, tomándome de la mano para
avanzar conmigo camino a los sillones.
Nos dejamos caer y ambas suspiramos con alivio una vez que nos
sentamos, mientras Colton nos tiene dos cervezas fresquitas, que son un
bálsamo para mi garganta reseca.
—Isa... —murmuro en su dirección, ella tiene los ojos cerrados, aunque
sé que no duerme.
—¿Hum? —Pregunta.
—Siento como que todo va en cámara lenta —murmuro.
Abre uno de sus ojos, para mirarme confundida, antes de sentarse recta y
suspirar.
—Solo disfruta —dice ella de repente, remojando sus labios también
resecos.
—Estoy disfrutando, pero hablas como raro —respondo.
—No hablo raro —responde ella.
—Si lo haces —insisto.
—Que no.
—Que si.
—Que no.
—Que si.
—¡HORA DE VERDAD O RETO! —Grita alguien, sacándonos de
nuestros pensamientos.
—No creo que en estas condiciones debamos jugar a esto —murmura
Isa.
Mi sonrisa es puro dientes.
—¿Cómo no?
—Vale, empiezo yo —dice ella, con una sonrisa maliciosa en el rostro—.
Yo nunca, nunca, he mentido con mi nombre.
Mis ojos se entrecierran en su dirección.
—Perra —respondo, antes de tomar todo lo que queda en mi copa.
Colton se encarga de traer varias botellas para abastecer a todos aquellos
que juegan y a decir verdad, a pesar de no tener más de veintidós años, es
un chico muy majo.
Me pregunto de dónde demonios lo sacó mi amiga.
—Yo nunca, nunca —digo, cuando es mi turno—, he mentido sobre mi
edad —agrego con una risita.
Isa me mira como si quisiera matarme, de todas maneras toma un sorbo
de su bebida, unos cuantos más imitándola, aunque estoy segura de que
ellos mintieron para decir que tenían mayoría de edad.
Isabella mintió diciendo que tenía menos, lo sé.
—Esto parece de preescolar —murmura Colton de repente. —Vamos a
hacerlo un poco más para mayores: Yo nunca, nunca, he tenido un beso de
tres.
Tardo unos segundos en reaccionar, antes de que el beso con Lena y
Pierce venga a mi mente y termine tomando un trago de mi bebida.
No se porque todos me miran sorprendidos.
—¿Qué? —Pregunto, pero nadie responde.
—Yo nunca, nunca he jugado al amo y la sumisa —dice una chica,
supongo que intentando bromear, de todas maneras todos se quedan en
silencio cuando Isa, así como si nada, se bebe todo su vaso de un sorbo.
Yo estoy entre tomar o no, pero es que nunca jugué en sí al amo y la
sumisa con Dean.
Colton carraspea, intentando quitarle hierro a la situación, pero es que...,
nosotras estamos más experimentadas, para que mentir.
—Yo nunca, nunca he dejado un preservativo usado en el suelo y mi gato
se lo ha comido.
Clavo mis ojos acusadores en Isabella, mientras intenta por todos los
medios que su mirada no se encuentre con la mía.
Todos a mi alrededor se carcajean, de todas maneras dejan de hacerlo
cuando le doy un sorbo a mi bebida.
—Eso ha sido bajo —le siseo, pero ella no hace más que reír.
—¿Cómo...? —Pregunta alguien.
—No quieres saberlo —respondo y la muchacha que pregunto, por arte
de magia, no dice más.
Si, Pimienta se comió el preservativo que use con Dean y no, no es como
si lo hubiera escondido, lo comió, mastico todo ese plástico y digirió el
condón usado.
Por Dios.
A la mañana siguiente, cuando Dean me comentó que no estaba el
preservativo por ningún lado, supe que había sido mi gato, que a ver, que lo
conozco y que se su modo operador para fastidiarme y que sé que solo lo
hizo por venganza por la pequeña gatita que encontramos tirada.
¿Qué como sé que es gata? Porque cuando llevé a Pimienta al veterinario,
también la lleve a ella, donde me informaron que era gata.
Una preciosa gata llamada Sal.
Anda, díganme que no queda genial: Pimienta y Sal.
La cuestión fue que el veterinario me dijo que tenía que controlar que mi
gato en lo que quedaba del día, expulsara el condón y que si no llegaba a
hacerlo, si tendría que hacer una intervención quirúrgica.
Que vergüenza, joder, que verguenza contarle la situación al veterinario,
de todas maneras estoy segura que Pimienta se regodeo por ello.
Nada más llegar a casa, Pimienta, cual rey, se dirigió a su arenero y
defeco el condon.
Estupido Pimienta.
—Yo nunca, nunca he fingido un orgasmo —dice alguien.
Me sorprendo cuando Isa bebé y ella me mira con los ojos entrecerrados
cuando hago lo mismo.
—Yo nunca, nunca he hecho un trio —murmuro.
Todos se quedan en silencio, antes de lentamente, algunos beber, incluido
Colton.
—Eres una puerca —murmura mi amiga, riendo.
El juego sigue, mientras que con Isa reímos y bebemos a medida que el
juego avanza, porque si, hay muchas cosas que hicimos y otras demasiado
tontas como para haberlas hecho.
—Fue un placer que vinieran —murmura Colton, mientras yo, en un acto
de borrachera, le abrazo.
Lo abrazó y le digo lo muy agradecida que estoy de que no nos haya
echado de la fiesta y lo bien que lo pase, antes de invitarlo a tomar cuando
quiera un cafe.
—Vuelve cuando quieras —murmura en mi dirección, cosa que respondo
con una sonrisa.
Con Isa emprendemos camino de regreso a nuestras respectivas casas, de
todas maneras, antes, frenamos en aquel puesto de comida chatarra en el
que paramos hace lo que parecen años, el día que salimos de fiesta y ella
peleo con Xander.
El hombre nos mira con el ceño un tanto fruncido, como si nos recordará,
de todas maneras nos da nuestros enormes hot dog, y sentándonos en uno
de los fríos bancos del parque, engullimos la comida, ya que supongo que el
alcohol y los brownies felices nos abrieron el apetito.
La noche está tranquila, supongo que porque es lunes, de todas maneras
se ve alguna que otra pareja caminando por allí, las noche, a pesar de que la
primavera todavía no ha llegado, es cálida y una brisa hace volar nuestros
cabellos ya de por sí despeinados.
—Mine... —murmura de repente Isa, llamando mi atención.
—¿Hum? —Respondo, chupando de mis dedos las sobras de la comida.
Ella me mira y niega con la cabeza, supongo que por no usar la servilleta,
de todas maneras me sonríe con cariño, como si supiera que no tengo
arreglo, pero de todas maneras me ama así.
—Nunca me siento tan yo como cuando estoy contigo —confiesa en un
susurro.
Mis ojos, sorprendidos, se clavan en los suyos.
—¿Qué quieres decir?
—Que siento que cuando estoy contigo no tengo que fingir —dice—,
siento que haga lo que haga no vas a juzgarme.
—Nunca —murmuro y ella asiente.
—Me crié con una familia en donde si no eras perfecto, tienes que
pretender serlo —agrega con melancolía. —Están constantemente
controlando que no hagas nada mal, que hables y actúes como ellos quieren
que lo hagas.
—Eso es horrible —murmuro, porque no sé que otra cosa decir.
—Lo es y he vuelto a meterme en ello —agrega, negando con la cabeza
—. He vuelto a tener que comportarme como algo que no soy, como algo
que no quiero ser.
—¿Y porque no sales de nuevo?
—Por qué no puedo —confiesa con tristeza. —Ya no puedo salir de ahí,
Mine.
—Pase lo que pase, estaré aquí para ti —murmuro.
—Lo sé —responde, asintiendo. —Siento que siempre serás mi
escapatoria.
—No deberías tener que escapar de tu vida, Isa —susurro en su
dirección.
—No, no debería, pero es lo que me toca —sentencia.
Y después de esas palabras, ninguna de las dos vuelve a decir más.
ESTOY CONTIGO
PIERCE
Dean Ross:
Lun 2 mar 14:30 pm
Pierce, ¿crees que podamos vernos esta tarde? Necesito hablar contigo.
Dean Ross:
Lun 2 mar 14:31 pm
¿Sabes que? No es como si te preguntara, me lo debes.
Nos vemos en el bar de siempre.
Yo:
Lun 2 mar 14:32 pm
Ok, pero tu pagas.
***
HOLA BEBIS
LIKE ALWAYS, LO PROMETIDO ES DEUDA
VOTEN COÑO, JE
YO SIGO DE VIAJE, EN BREVE SUBIRÉ COSITAS DE LO QUE
VOY HACIENDO, SOLO PORQUE ME SIENTO INFLUENCER,
JE.
PERO PARA SER MÁS INFLUENCER, SIGANME EN MIS
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BUENO, SE VIENEN UNAS COSITAS INTERESANTES EN
PECADO
VAYAN PREPARANDOSE ¿SI? DE TODAS MANERAS, NO ES
NADA DE LO QUE ESPERAN...
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO VEINTIUNO
PROMESAS SUSURRADAS
DEAN
Me remuevo molesto y aburrido como los mil demonios en el almuerzo,
mientras mi padre comenta a todo mundo sus logros en las últimos años, así
como también se regodea con los míos.
De Mía no habla.
Suspiro, clavando los ojos en mi hermana, que mira algo en su teléfono,
de todas maneras se que no está prestando atención a nada de allí, sino que
su mente está en algún otro lugar.
Algo dentro mío se retuerce, porque si bien ha estado comiendo mejor,
sigue estando demasiado delgada y yo ya no se que hacer para que mejore,
para ayudarla.
No se que hacer, mierda.
Niego con la cabeza, porque si vuelvo ahí, si vuelvo a esos pensamientos,
terminare acercándome a ella, intentaré hablar del tema, diré algo que no
debo y ella se cabreara conmigo, me dejara de hablar y se encerrara en su
propio mundo más de lo que ya está.
Y yo me sentiré una mierda que no pudo ayudar a su hermana menor.
Intento concentrarme en otra cosa, es por eso que vuelvo a mirar la
pantalla de mi teléfono, releyendo la conversación con Minerva.
Si, se que es raro del carajo, pero últimamente ella es la única que logra
hacerme reír.
Abro el chat y comienzo a releer la conversación que mantuvimos hasta
hace un rato:
Mine:
Dean, que me muero, te juro, prometo que es la última noche que bebo.
Se terminó el alcohol para mi.
Yo:
No te mueras cariño, todavía hay muchas cosas que debemos hacer.
Mine:
¿Cosas? ¿Cuáles cosas?
Yo:
Todas las cosas que hacen las parejas que van a estar juntas para siempre.
Mine:
¿Para siempre? No lo sé Dean, estoy segura de que te cansaras de mi en
algún momento.
Yo:
¿Cansarme de ti? Imposible, estuve esperando por ti toda mi vida.
Mine:
Voy a bloquearte
Yo:
¿Bloquearme? ¿Por qué harías eso?
Mine:
Dean, que haces que mi chocho palpite con las cosas que me dices, que
estoy en el metro, que no puedes ponerme cachonda de ese modo en
cualquier lugar.
Yo:
Eres increíble.
Mine:
En verdad Dean, que tendré que esforzarme para hacerte reír, ese el
secreto para que no me dejes.
Yo:
¿Pero qué dices?
Mine:
Mira, tengo una teoría, pero no sé si estás listo para conocerla.
Yo:
A ver, te escucho.
Mine:
Teóricamente me lees, es decir, si quieres te mando un audio, pero que
pena la gente que escuche mis pensamientos, ¿no crees?
Yo:
Vale, te leo, anda dime que ahora quiero saber.
Mine:
Pues creo que yo soy la fea de la relación.
Cierro los ojos, conteniendo con todas mis fuerzas las carcajadas que
intentan salir de mi garganta, pero es que esta mujer va a acabar conmigo.
Hasta aquí llegamos con la conversación cuando le respondo:
Yo:
¿Cómo, en el infierno, podrías ser tú la fea de la relación?
Mine:
Es simple física cuántica...
Mine:
Grabando audio...
Mine:
Se que estas en un almuerzo importante, pero como que reproduzcas mi
audio en X2, tendremos problemas...
Yo:
Por supuesto que no voy a reproducirte en X2
Escucharé el audio.
Niego con la cabeza, divertido, porque estas cosas solo las logra ella, el
hacerme olvidar del mundo, Minerva es tan espontánea, tan única, que
aunque a veces ella no se de cuenta, es como un imán para la gente,
atrayéndonos cerca de su persona.
Yo:
Voy a enviarte un mensaje y será largo, solo porque no puedo responder
con un audio el porque discrepo en todo lo que dijiste antes.
Mine:
A su madre, se viene serio, vale, te leo...
Y creo que la señora que tengo sentada al lado también, porque no para
de intentar ver la pantalla del teléfono, je.
Yo:
Respondiendo a lo primero, si, me veo todos los días al espejo, pero solo
veo a alguien común y corriente, que antes de que tu llegaras, había
olvidado como sonreír.
Estoy completamente en desacuerdo con que tus ojos son del color de la
caca, que por cierto, que asco. No, tus ojos no son del color de la caca, tus
ojos, aunque tu no te des cuenta, tienen un brillo especial, un brillo para
cada sentimiento que te recorre el cuerpo, porque si algo me he dado cuenta
de ti en estos últimos días, es que sientes mucho y tus expresiones así lo
demuestran, pero por sobre todo el brillo de tus ojos es el que delata cada
cosa que pasa por esa cabecita tuya.
No tienes los ojos color caca, aunque si así fuera, me seguirías
pareciendo preciosa, pero como te decía, para mi tienes los ojos de color
chocolate, pero cuando el sol de la tarde te da en la cara y por alguna
extraña cosa que de seguro pasa por tu mente, sonríes, se vuelven de un
color caramelo fundido.
Eres increíble, pero no solo por fuera, que por cierto, eres ardiente como
los mil infiernos, sino que lo que más atrae de ti, es lo que tienes dentro.
Tienes una forma de ser atrayente y una forma fácil de explicarlo sería
como esos insectos que vuelan directo a la luz, tu irradias luz, tu haces que
la gente quiera estar cerca de ti, porque eres increíble y especial y preciosa.
A veces, cuando me despierto en la mañana y te encuentro acurrucada a
mi costado dormida, me da miedo, porque a veces siento que eres
demasiado buena para mi, a veces siento que de un día para el otro
desaparecerás.
A veces también me pasa que me gustaría tenerte solo para mi, pero no
soy egoísta y no podría no compartirte con el resto, porque tu como que
tienes ese no se que, que sana a la gente, que le haces bien.
A decir verdad nunca pensé que podría enamorarme, pero mucho menos
que alguien como tu podría querer estar con alguien como yo..., no lo sé,
supongo que a veces la vida se empeña en sorprendernos, pero que increíble
que la vida me haya sorprendido con alguien como tu.
Mine:
Joder Dean, que ninguna de las dos pudimos evitar llorar.
Mierda..., mi chocho tiene tu nombre y apellido, ¿sabes?
Llévanos al altar, ¿quieres?
Yo:
Tal vez lo haga...
Mine:
Pero no lo hagas porque yo te dije, hazlo porque tu quieras, ¿vale?
Demonios, arruine mi propia propuesta de matrimonio.
Cuando abro los ojos, me doy cuenta que Pimienta está sentado en la
misma cama que yo, lamiendo su pata, mientras que Sal intenta por todos
los medios escalar a la cama por la manta que está caída a los costados, de
todas maneras, una vez que llega a la cima, mi gato deja de lamerse, para
estirar la pata y comenzar a golpearla en su cabeza, haciendo que esta caiga.
—Pimienta... —murmuro, haciendo que los ojos de mi gato se claven en
los míos, antes de que comience a ronronear hasta terminar de acercarse a
mi.
Acaricio su pequeña cabeza, sin embargo no me siento, ni hago nada más
que aquella pequeña caricia, incluso cuando se hace una bolita y se acurruca
para dormirse.
Mi gato puede ser cruel a veces, pero no deja de estar para mi cada que lo
necesito.
Dean no está en la cama, sin embargo aquello creo que es algo que
agradezco, no sé si podría soportar su cara triste al mirarme, la pena en su
mirada.
Dios.
Que puto y maldito desastre es todo esto, como en cuestión de nada mi
vida pudo irse al garete.
«No vayas por ahí» susurra mi inconsciente. «No sabes si Harold te vio»
De todas maneras no es como si eso importe, porque a partir de ahora las
cosas van a cambiar para siempre y por más que la idea de tener que irme
de aquí, de abandonar a mis amigos y la vida que logré construir hace que
todo dentro de mi se resienta con dolor, no puedo evitar imaginar esa
opción, no puedo evitar tener que empezar desde cero otra vez.
«¿Hasta cuando?» No puedo evitar pensar. «¿Pasaré toda mi vida
huyendo?»
Mañana, me digo para mis adentros con determinación, mañana podré
preocuparme por esto, ahora simplemente me tomaré este día para intentar
olvidar todo lo que a pasado, para hacer de cuenta que en realidad nunca
pasó, ahora puedo simplemente imaginar que no soy yo y que soy alguien
más durmiendo en una habitación desconocida con dos gatos.
El silencio en el que me había sumido es interrumpido cuando Dean entra
a la habitación, con una bandeja con el desayuno en la mano y sonriéndome
cuando me ve despierta.
De todas maneras no puede disimular la tristeza y preocupación en sus
ojos.
Odio ver esa mirada en la gente.
No puedo devolverle la sonrisa, pero es que me siento como entumecida,
como si en realidad no estuviera pudiendo sentir nada.
—¿Cómo estás? —Pregunta Dean, adivinando mi humor taciturno.
—Bien —respondo, con voz ronca por el sueño.
Él suspira, de todas maneras vuelve a sonreírme, sentándose en el borde
de la cama mientras apoya la bandeja en mis piernas.
Hay lo que creo que es un café, aunque el líquido no es del todo negro,
sino más bien turbio, las tostadas..., bueno, están completamente negras,
carbonizadas.
Incomibles.
—El desayuno es una mierda, lo sé —dice él de repente, negando con la
cabeza—. Pero es que Pierce se fue temprano, no supe como hacer andar su
cafetera del todo bien y las tostadas no saltaron nunca, sino que se quedaron
allí dentro hasta que fue imposible salvarlas —agrega, contrariado.
Mi mano se extiende hasta tomar la suya, dándole un ligero apretón.
—Está perfecto —murmuro.
Dean no responde, sino que mira nuestras manos, nuestros dedos ahora
entrelazados mientras que yo por mi parte hago lo mismo.
Nos quedamos en un pesado silencio, uno que parece que quisiera decir
muchas cosas, pero ninguno de los dos logra expresarse.
—Estoy aquí si necesitas hablar —susurra él, de todas maneras sus ojos
aún no logran encontrarse con los míos.
—Lo sé —respondo luego de unos segundos en silencio.
Cuando esas palabras salen de mi boca, por fin levanta la mirada,
clavando sus ojos en los míos.
Lucen preocupados, desde ayer que lucen de esa forma, pero también
desbordan de amor, de amor por mi y yo me siento una mierda, no puedo
evitarlo, no puedo evitar el sentimiento de culpa que me embarga.
«No lo mereces» dice la indeseada voz en mi cabeza. «Solo vas a joderle
la vida, Minerva, no eres nada»
Sacudo la cabeza, en un vago intento de apartar esos pensamientos de mi
cabeza que no sirven de nada, que no me llevan a ningún lado.
Dean no deja de mirarme, sin embargo esta vez soy yo quien no logra
devolverle la mirada, quien no puede encontrarse con sus ojos.
Lo siento tragar con dificultad, antes de que ladee su cuerpo hacia delante
para tomarme con dulzura por la mejilla, haciendo que mis ojos se
encuentren con los de él.
—Pase lo que pase, estaré aquí para ti —murmura y después me besa.
Pero..., yo no puedo devolverle el beso, no puedo más que quedarme allí,
deleitándome en el calor de sus labios sobre los míos que sé que no
merezco.
Dean suspira, alejándose un poco, antes de dejar un beso en mi frente y
ponerse de pie.
—Debo irme —murmura. —Tengo que ir a la oficina, intentar resolver el
desastre del compromiso.
Asiento, por que no se que otra cosa hacer.
Él se queda allí, esperando, de todas maneras no digo nada, no sé qué
sucede conmigo, no sé porque no puedo salir de este entumecimiento que
estoy sintiendo justo ahora.
—No vemos en la tarde —murmura—, come algo, por favor —agrega.
No respondo y él termina saliendo de la habitación, dejándome sola en un
profundo y pesado silencio.
Odio sentirme de esta manera, odio sentir que no soy suficiente, odio
sentir que arruino la vida de la gente que quiero, de la gente que me rodea.
Apoyo la bandeja sin probar bocado, mientras vuelvo a acurrucarme
debajo de las mantas e intentar volver a dormir, porque de repente estoy
muy cansada, de repente tengo mucho sueño, de repente solo quiero
desaparecer.
Y creo que de cierta forma lo logro, porque cuando quiero darme cuenta,
los días no comienzan a ser más que borrones que pasan sin que siquiera me
de cuenta.
A veces me levanto, de todas maneras agradezco no cruzarme nunca con
Pierce, cosa que agradezco, él no viene a mi habitación y yo prácticamente
no salgo de aquí.
Dean hay noches que no las pasa conmigo, no quiere que la prensa
sospeche el que no vuelva a dormir nunca a su casa, en la cual han estado
haciendo guardia a diario, al igual que en su trabajo.
Los rumores de compromiso aumentaron, aunque él no logra entender el
porqué de que se ensañen tanto con la noticia.
Descubre el porqué unos días después, cuando su padre anuncia que se
postulara para un importante cargo en el senado.
Las guardias de la prensa solo empeoran y ahora no solo lo acosan a él,
también comienzan a acosar a Mía cuando la campaña empieza.
Rumores recubren a su pequeña hermana.
Drogas.
Problemas alimenticios.
Su falta de peso.
Lo mal que iba vestida una tarde.
¿Cómo su padre podría gobernar cuando no logra criar a sus hijos?
Dean a veces me habla cuando viene a dormir a la noche, de todas
maneras no logro responderle, o creo que no lo hago.
No me siento como yo misma últimamente.
Solo quiero dormir.
—Debes comer, Mine —susurra una noche, en la cual no le di más de
dos bocados a mi comida.
Luce tan cansado, las ojeras resaltan en su pálido rostro, una barba
incipiente recubre sus mejillas.
Quiero acariciarlo, decirle que todo va a estar bien, que no hay nada que
temer, que cuidaré de él.
No lo hago.
¿Ya dije que no me siento como yo misma últimamente?
Dean solo suspira con cansancio, se acuesta detrás mío y me abraza muy
fuerte, me abraza como si yo fuera una balsa que lo mantiene a flote, me
abraza como si me estuviera diciendo lo mucho que me necesita, lo mucho
que necesita que vuelva a ser la de siempre.
No puedo.
No quiero.
«No eres nada, Annalise»
No soy nada.
Arruino todo lo que toco, ¿ven? Cuando Dean más me necesita no estoy
para él.
¿Qué clase de novia hace eso?
Tal vez esté mejor sin mi.
—Te quiero —susurra una noche.
No le respondo.
Sé que estoy lastimándolo con mi silencio, lo se por la tensión con la que
sus brazos a mi alrededor esperan una respuesta.
—Dime que hacer para ayudarte, Mine —insiste.
Mi silencio es todo lo que obtiene de respuesta.
Me siento débil.
Siento que no quiero hacer nada.
Dean está preocupado, quiere hablar con un médico.
Le sonrió y como todo lo que hay en mi plato.
Me devuelve la sonrisa, parece aliviado de verme comer.
De que no le responda sólo con monosílabos.
Dice que me quiere.
Y que lo que más extraña de mi es mi sonrisa.
Yo también me extraño.
No a Annalise.
Extraño mucho a Minerva.
«No eres nada, Annalise»
No soy nada.
Vuelvo a dormir.
—Te necesito —susurra Dean una noche, cuando cree que estoy dormida.
Mi corazón se rompe.
Él me necesita.
Y yo lo defraudo.
Una y otra vez.
Quiero levantarme.
Quiero volver a ser la que era.
Hoy es el día.
Hoy...
Pero tal vez más tarde.
***
UN CAPÍTULO NO TE PUEDE DOLER TANTO
EL CAPÍTULO
JEJE.
BUENO, ESTA BIEN, NO ERA PARA CHISTE, PERDON.
NO SE OLVIDEN DE VOTAR, COMENTAR Y COMPARTIR LA
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COMPARTAN LA HISTORIA ASI SOMOS MÁS
LOS AMO
DEBIE
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Sabia que Isa tenia buena voz, la había escuchado cantar por lo bajo
cuando cocinábamos o se encontraba lo suficientemente distraída como
para olvidar que estaba allí, de todas maneras lo que estaba haciendo
ahora..., bueno, me sorprendió.
Isa solo tiene ojos para mi, el círculo de gente es cada vez más grande.
»Bebé, puedo ver tu halo.
»Sabes que eres mi gracia salvadora.
Voldemort
Sab 19 11:30 hs am
¿Tomaste la pastilla?
Voldemort:
Sab 19 11:31 hs am
No me dejes en visto.
Yo:
No necesitas controlarme, no soy una niña.
Y si, tome la pastilla.
Voldemort:
Buena chica.
Dos días.
Habían pasado dos días desde que Dean me había dejado.
Dos días en los que tomaba las pastillas que me había dejado el médico,
comía..., a veces.
Sabía que estaba mal, pero había vuelto a caer en ese espiral en el que
todo me importaba una mierda.
En el que quería desaparecer.
Eran como las seis de la mañana cuando las mantas fueron quitadas por
mi cabeza.
Entre abrí los ojos, fuera todavía estaba oscuro mientras miraba a
Pierce con los ojos entrecerrados.
—¿Qué demonios...? —Pregunte.
—Levántate —fue todo lo que dijo.
Sal ronroneaba en sus piernas, frotándose contra él.
«Traidora» pensé.
—Quiero dormir —fue todo lo que respondí, acurrucándome nuevamente
en las mantas.
—Ni de coña —dijo, quitándolas nuevamente.
¿Dónde mierda estaba Pimienta cuando lo necesitaba?
Ah, ahí, mirándome con expresión aburrida desde uno de los muebles.
«Tu también eres un traidor» pensé.
«Y tu das pena y no te bañas» pareció responder él.
—Levántate, Minerva —dijo Pierce duramente.
—No. Quiero. —Sisee.
—Levántate —respondió en voz baja pero amenazante.
—No —respondí.
Él asintió, con una expresión maliciosa en el rostro.
—Está bien, si lo quieres de esta manera —dijo y milagrosamente se fue.
Joder, si.
Volví a acurrucarme como una idiota, creyendo que lo dejaría ahí, pero
por supuesto que no lo hizo, porque tres minutos después, sentí que un
líquido helado caía sobre mi cabello.
—¡Pero...! —Me queje, sorprendida como la mierda. —¡¿Qué demonios
está mal contigo?!
—Levántate —fue todo lo que respondió.
—¿Quién demonios te crees que eres? —Pregunte con un siseo y
cabreada como los mil demonios.
—Quien necesita que te levantes, comas el desayuno que te prepare y
vayas a trabajar —respondió también cabreado en mi dirección—. Y en lo
posible que te bañes, pero eso ya sería avaricia —agrego al final, el muy
estúpido.
—No puedes obligarme —respondí, medio tiritando por el agua helada
que caía por mi cabello.
—¿No? —Respondió, retándome con la mirada.
—Esto no es la puta milicia de la FEMF —sisee en su dirección. —Y no
eres un coronel llamado Christopher jodido Morgan que sería el único que
podría hacerme levantar —agregue.
—No existe ninguna milicia llamada FEMF —respondió él. —Y me
importa una mierda el tal Christopher Morgan.
—No le llegas ni a los talones —agregue.
—Tienes diez minutos antes de bajar —respondió en mi dirección,
comenzando a caminar a la puerta. —No hagas que vuelva a subir.
Cerro de un portazo antes de que la almohada que le lance cayera en su
cabeza. Después de eso patalee, resople y chille.
Mis gatos me miraban un tanto sorprendidos, pero me dejaron hacer a
mi antojo mi pequeña pataleta.
Respire profundo, tratando de tranquilizarme a mi misma y me dije que
en cierta manera Pierce tenía razón, tenía que volver a trabajar.
Pierce había traído ropa la vez que fue a mi casa, habían pocas cosas
que había usado, por lo que la mayoría estaba limpio.
Sin embargo yo tenía olor a muerto.
Decidí que antes de ir a trabajar tendría que bañarme.
Me di una ducha rápida y cuando salí del baño, me sorprendí un poco
cuando mi reflejo en el espejo me devolvió la mirada. Estaba bastante
pálida, tenía un aspecto enfermo y dos enormes bolsas oscuras debajo de
los ojos, pero no tenía maquillaje y a decir verdad, me importaba una
mierda mi aspecto.
Baje un poco dudosa las escaleras cuando salí de mi habitación, la
realidad es que casi no había salido de la habitación donde dormía desde
que había llegado. Mis gatos me seguían, caminando a mi paso.
Choque con Pierce en las escaleras, que parecía cabreado por tener que
buscarme nuevamente.
Me repasó de arriba abajo, observando mi aspecto —que de seguro era
deplorable—, antes de carraspear y decir:
—El desayuno está servido.
Asentí, porque en ese momento no me salía la voz, a decir verdad todo
esto era muy incómodo, me sentía desubicada y sin saber muy bien
cómo actuar.
Si bien con Pierce habíamos tenido «algo» ahora parecíamos dos
desconocidos.
Y eso dolió.
Su lujosa barra estaba a rebosar de comida, había huevos, tocinos,
frutas, café, una jarra con exprimido de naranja.
—Ni de coña voy a comer todo esto —murmure.
—Comerás hasta que yo te diga basta —fue todo lo que respondió.
Rodé los ojos, pensando en que responder, pero a decir verdad en este
momento no tenía ganas de discutir, el día recién empezaba y yo ya no
tenía fuerzas para nada.
Como era de esperarse, todo estaba exquisito y me di cuenta de que a
pesar de tener el estómago bastante cerrado, tenía hambre.
Pierce se sentó luego de preparar su propio café frente mío.
No lo mire.
No me miro.
Desayunamos en silencio.
Y así se había mantenido hasta ahora.
No me quejaba, ya que me di cuenta que tampoco teníamos mucho para
decirnos, es decir, parecía que no nos hubiéramos conocido, era como si
entre nosotros no hubiera pasado nada.
Como si nunca me hubiera prometido que siempre iba a tenerlo, que
siempre iba a cuidarme.
Hipócrita.
Era un hipócrita y lo odiaba.
«Estuviste con su mejor amigo» me susurro una indeseada voz en mi
cabeza.
Y donde mierda me llevó eso...
Luego de que Pierce decidiera que había comido lo suficiente,
prácticamente metiendo comida en mi boca, me llevó al trabajo. Dijo que
Erasto pasaría por mi en la tarde para llevarme a su departamento cuando
terminara.
No discutí, no tenía ganas a decir verdad, así que obedecí.
Y esa había sido nuestra rutina desde entonces.
—Si esta noche vamos a tomar algo, pagas tu —dije, empujando las
puertas de la cafetería para entrar.
—Hecho —dijo mi amiga con una sonrisa enorme.
En la cafetería había bastante gente, pero mi cara cayó cuando vi a cierto
policía irritable en una de las mesas.
Nerea estaba un poco atareada y la culpa me carcomió un poco, es que no
tendría que haberme ido, era la peor jefa del mundo.
—Nere, puedo seguir con ello si quieres —murmuro, porque no quiero ir
a atender la mesa del policía.
—Gracias a Dios que llegan —responde ella con una sonrisa. —Me estoy
haciendo del dos...
—Jesús Nerea, ve —murmura Isa, tomando su lugar.
—Yo puedo con ello —digo a Isa, intentando empujarla de la cafetera
para hacerlo yo. —Puedes ir a atender las mesas.
—Pero si a ti te encanta atender las mesas —responde ella, mirándome
con extrañeza.
—No hoy —sentencio.
Isa mira a su alrededor, hasta que da con la mesa del policía gruñón.
—Mine, mira quién está ahí —dice, su voz entusiasmada.
Por Dios, no.
—¿Quién? —Pregunto, haciéndome la loca.
—El policía que te gusta.
Mis ojos se entrecierran en su dirección, molestos.
—Él definitivamente no me gusta —murmuro.
—Pero podría gustarte, ¿no escuchaste el dicho de que un clavo saca otro
clavo?
—Y eso a ti de seguro que te funciono, ¿no? —Pregunto con ironía.
—El mío no era un clavo, era un tornillo —murmura, restándole
importancia.
Por la mirada molesta que lanza el policía malo en nuestra dirección se
que se está impacientando.
—Te odio —siseo en dirección a Isa, que sonríe encantada al verme
ceder.
—Me lo agradecerás luego —es todo lo que responde.
Medio voy pataleando a la mesa del ogro, mientras que él no me quita la
mirada de encima, como si estuviera saboreando el hecho de que soy yo
quien tengo que atenderlo y disfrutara sabiendo que odiaré cada momento.
—Buenos días —murmuro.
—Un café y un bollo de chocolate —es todo lo que dice, volviendo a
teclear en su teléfono.
—Si, yo también he estado bien —respondo con sarcasmo. —¿Y tu?
Marcus me observa con una mirada molesta, de todas formas no
responde.
—¿Todavía no se decidió? No se preocupe, vuelvo en cinco minutos —y
dicho eso, me doy media vuelta y vuelvo a la barra.
Isabella tiene una sonrisa enorme en el rostro, mientras que escucho a
Marcus sisear improperios por lo bajo.
—No puedo creer que hayas hecho eso —murmura mi amiga, divertida
como la mierda.
—Se lo merece.
Son cinco minutos los que tardo en volver a ir a su mesa y está rojo de
cólera.
Rojo.
Me trago la carcajada que tengo en la garganta.
—Buenos días —digo, solo para molestar. —Bienvenido a Dulces
Pecados.
—Un café negro y un bollo de chocolate —murmura, con los dientes
apretados entre sí.
—¿Puedo recomendarle el pastel de frambuesa? Es exquisito.
—Un café negro y un bollo de chocolate —sisea.
—Los macarons también son exquisitos —murmuro, con una sonrisa que
chorrea dulzura. —Y la tarte-tatin es simplemente de otro mundo.
—Detente —dice, con los dientes apretados por el enojo.
—Buenos días —digo nuevamente. —Bienvenido a Dulces Pecados.
Sus ojos negros se entrecierran en mi dirección, guardando silencio.
—Volveré cuando tenga decidido que va a querer —digo, de todas
maneras cuando estoy por alejarme, su mano se cierra en torno a mi
muñeca, deteniéndome.
Mis ojos se clavan allí donde su mano me toca, de todas formas clavo
mis ojos en los suyos cuando habla.
—¿Qué quieres escuchar? ¿Unos putos y jodidos buenos días para
traerme lo que quiero?
Ladeo mi rostro cerca de el suyo para hablar cerca de él, ya que no quiero
llamar la atención de los clientes con nuestras peleas infantiles.
—La buena educación ante todo —respondo, sonriéndole. —Bienvenido
a dulces pecados, ¿cómo has estado Marcus? —Digo con sarcasmo.
Sonríe, pero no es para nada una sonrisa dulce, sino que es exasperada y
no se porque toda esta situación me divierte tanto.
—Buenos días, Minerva —responde él, su mano todavía sobre mi
muñeca. —He tenido unos días de mierda, pensé en desayunar ayudaría a
mejorar mi humor un poco, ¿serias tan amable de traerme por favor un puto
café con un jodido bollo de chocolate?
—Mucho, mucho mejor —murmuro, con una sonrisa encantada. —¿Ves
que si puedes ser suuuuper amable cuando te lo propones? Aunque
debemos trabajar con el tema del vocabulario, ¿no crees?
—No juegues con mi paciencia, niña —responde.
—Apuesto que uno de mis bollos de chocolate ayudará a endulzar un
poco todo ese humor agrio que traes a diario —digo, pinchándolo. —
Aunque me imagino que necesitarías comerte cien para que surta efecto,
¿seguro que no quieres también unos macarons?
—Estas pasándote —responde él.
—Que va —digo, parándome nuevamente mientras anoto en la libreta su
pedido, de todas formas me doy cuenta en ese momento que todavía tiene
su mano en mi muñeca. —Me devolverías mi mano, ¿por fis? —Insisto,
bromeando y me parece ver el atisbo de una sonrisa en su comisura.
Justo en el momento que va a responder algo, la puerta de la cafetería se
abre, la campanilla sonando.
No se que es lo que me impulsa a mirar en esa dirección, será el
estremecimiento recorriéndome el cuerpo entero, el nudo que de repente se
forma en mi garganta, los escalofríos que me erizan la piel.
Me quedo de piedra cuando la mirada de Dean se clava en mi, luciendo
como siempre, pero mejor. Y me doy cuenta en ese momento de lo mucho
que lo extrañe, de lo mucho que lo necesitaba, que lo he necesitado.
De todas maneras quien nos saca a los dos de nuestro ensoñamiento son
las palabras mordaces que larga la persona que está a su lado: Pierce.
—¿Y ese quien carajo es? —Dice.
Y la mirada de los dos se clava en la mano de Marcus cerrada sobre mi
muñeca.
Y las cosas..., bueno, las cosas a partir de aquí se van a desmadrar.
***
BUENAS MIS AMORES :)
FELIZ DIA DE ACTUALIZACIÓN
ME CUENTAN QUE TAL EL CAPÍTULO
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CAPÍTULO VEINTICUATRO
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GRACIAS MIS AMORES
LXS LEO
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CAPÍTULO VEINTICUATRO (PARTE DOS)
***
BUENAS BUENAS MIS AMORES
FELIZ DOMINGO PARA TODXS :)
ESPERO QUE DISFRUTEN DE LA ACTUALIZACIÓN.
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LXS AMO
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CAPÍTULO VEINTICINCO
WOMAN
• ──── ✾ ──── •
BUENAS
LO PROMETIDO ES DEUDA BEBIS
RECUERDEN QUE EMPEZAREMOS CON ESA
METODOLOGÍA, CADA 1500 VOTOS (QUE SI PUEDEN) SUBIRÉ
EL CAPÍTULO UNA VEZ QUE LO TENGA TERMINADO.
GRACIAS POR EL APOYO, POR LOS MENSAJES, SI HACEN
EDITS NO SE OLVIDEN DE ETIQUETARME ASI LOS VEO :)
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CON MUCHO AMOR
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CAPÍTULO VEINTISÉIS
Estoy intentando con todas mis fuerzas contener las lágrimas, sin
embargo estas siguen cayendo pesadas y amargas por mis mejillas.
—Minerva —insiste Dean, tomando con delicadeza mi mano, haciendo
que mis ojos se claven en los suyos—, no tienes que hacer esto, vamos a
casa.
Niego, viendo como pareciera que se contiene para no abrazarme.
—Quiero..., necesito saber si sobrevivió algo —murmuro, avanzando e
intentando no pisar los cristales rotos en el suelo.
Dean quiere insistir en que nos larguemos, de todas maneras es Pierce
quien avanza hacia la habitación y yo lo sigo.
Es peor.
Mi ropa está destrozada, esparcida por todo el suelo, ¿por qué harían algo
así? Niego con la cabeza, la mesa de luz destrozada en el suelo, la lámpara
resquebrajada. El colchón parece haber sido acuchillado, ya que su relleno
está esparcido por todo el suelo, la tv que me había regalado Mika está en el
suelo también, con la pantalla trizada.
—Yo... —murmuro, mirando a mi alrededor con un poco de pánico—, yo
tendré que pagarle todo esto a Mika —murmuro, más para mi que para
ellos.
—Eso lo veremos después —murmura Dean, llegando a mi lado mientras
toma mi mano nuevamente. —¿Qué quieres hacer? —Pregunta, acariciando
con su pulgar mis nudillos.
Aquello me relaja.
—¿No deberíamos...? ¿No deberíamos llamar a la policía? —Pregunto.
—Quiero decir..., tal vez puedan encontrar alguna huella de quien hizo esto
—balbuceo.
Dean le lanza una mirada a Pierce, que tiene la mandíbula apretada y la
cara llena de enojo, sin embargo no dice nada, sino que simplemente lo deja
a Dean con el trabajo.
—No lo creo, cariño —murmura él. —No creo que ellos puedan hacer
nada —agrega.
Asiento, entendiendo lo que quiere decir, el que sea que hizo esto, va por
encima de la ley, eso quiere decir que me encontraron, eso quiere decir que
Harold o su padre...
De repente la respiración se me agita, mientras siento los temblores en
mis manos, intentando ocultarlo, presionándolas fuertemente a mis
costados.
Intento controlarme, no quiero tener un puto ataque ahora, de todas
maneras soy sacada de mis pensamientos cuando dos fuertes manos se
cierran en mis hombros, girándome.
Los ojos de Pierce, que ahora lucen más azules de lo que recordaba,
como si estuviera muy, muy enojado, me observan fijamente, como si
supiera que estoy a nada de perder los nervios.
—Podemos irnos ahora mismo si quieres —dice con calma, sus pulgares
masajeando casi de manera imperceptible mi piel. —Puedo comprarte todo
nuevo si quieres —dice y a mi no me quedan fuerzas para rebatirle nada. —
Podemos ir ahora mismo a la tienda que quieras y te compraría lo que
pidieras, ¿entiendes eso? Y no, no sería un regalo —aclara, porque sabe que
jamás aceptaría semejante cosa. —Me lo devolverías, eventualmente, sería
un préstamo, no te lo reclamaría, me lo devolverías cuando quisieras.
Asiento, cuando dos lágrimas caen por mis ojos.
—Conseguí esto con mucho esfuerzo, Pierce —suelto las palabras que
tenía atoradas en la garganta y él hace una mueca al verme triste.
—Lo sé —responde.
—Yo... —susurro, negando con la cabeza por lo injusto que es esto—,
empecé todo desde cero, yo no tenía nada —digo, porque necesito que lo
entienda.
Necesito que entienda lo mucho que todo esto me costo, el esfuerzo, las
horas de trabajo, no tenia mucho, pero lo poco que poseía lo había
conseguido con muchísimo esfuerzo.
Sus manos rápidamente van a mis mejillas, secando mis lágrimas con sus
pulgares suavemente y acercándose un poco a mi, su perfume dulce
entrando en mis fosas nasales, calmándome.
—Eres una de las personas más buenas y fuertes que conocí en mi vida,
Minerva —dice pausadamente. —Siquiera sé la mitad de las cosas que te
pasaron, pero pondría mis manos en el fuego por ti, ¿entiendes eso? Asique
no tienes que explicarme cómo conseguiste esto, porque lo sé —aclara. —
Solo quiero... —niega con la cabeza, clavando sus ojos en Dean unos
segundos, antes de seguir: —Solo necesito que te dejes cuidar por nosotros
Minerva —murmura. —Entiendo que no lo quieras, entiendo que no estés
cómoda en mi casa, pero por favor —insiste—, por favor, deja que de esto
nos encarguemos nosotros.
—Yo solo quiero mi vida de regreso —murmuro. —No la de Annalise —
aclaro—, quiero volver a ser Minerva y no tener más miedo.
Ahora es Dean quien habla, mirándome con esa dulzura tan característica
suya.
—Lo sabemos —dice él—, pero hasta que todo esto este aclarado, será
mejor que estés en el departamento de Pierce, es muchísimo más seguro que
este, Mine, nadie podría entrar ahí nunca.
—Está bien —respondo, sorbiendo por la nariz y ambos parecen suspirar
con alivio—, pero no puedo hacerlo por siempre —aclaro, mientras Pierce
se separa. —Todos tenemos una vida y cada quien debe seguir con la suya
—agrego con amargura.
Después de eso, nadie vuelve a decir nada y ambos me ayudan a meter en
bolsas las pocas cosas que quedaron sanas.
No son muchas, la persona —o las—, que entraron aquí, se tomaron su
tiempo para dejarme prácticamente sin nada y pienso que esto es un
mensaje, un mensaje para que cambie nuevamente de ciudad, de vida, pero
sinceramente no voy a hacerlo, no quiero, no puedo, demasiadas cosas me
atan aquí y no podría soportar la idea de perderlo todo.
Una vez que acomodamos el departamento, juntamos los vidrios rotos y
ponemos en cajas todo lo que ya no sirve, caminamos en silencio
nuevamente al auto de Dean.
No puedo evitar mirar a mi alrededor, pensando que seguramente hay
alguien aquí vigilándome, de todas formas no veo ni siento nada raro, por lo
que termino subiéndome al auto.
La noche ya se ha cernido sobre la ciudad, sin embargo esta vez no canto
la música que suena por lo bajo, así como tampoco me siento en medio,
sino que apoyo mi cabeza sobre la ventana y veo la ciudad que aprendí a
amar frente a mi, preguntándome si tendré que dejarla atrás, como todo
aquello que una vez me hizo feliz.
Sin poder evitarlo las lágrimas vuelven a caer, esta vez con enojo y
frustración, pero es que simplemente..., estoy cansada.
Joder.
Respiro hondo cuando llegamos, limpiando mis lágrimas rápidamente. Es
Pierce quien se encarga de bajar la pequeña valija en la que metí las pocas
cosas sanas que quedaron.
Vamos los tres en un tenso silencio que ignoro, mientras me apoyo en el
fondo del ascensor, con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el
pecho, siquiera dándome cuenta de cuando las puertas se abren, es por eso
que salto en mi lugar cuando un brazo se cierne sobre mis hombros.
—Andando, cariño —susurra Dean, haciéndome avanzar.
Me dejo reconfortar por el calor de su abrazo, haciendo nuestro camino
dentro del departamento.
—Preparé algo de comer —murmura Pierce. —¿Te quedas? —Pregunta
en dirección a Dean, de todas maneras no es como si esperara respuesta, ya
que da por hecho que va a hacerlo.
—Iré a mi habitación —murmuro en dirección a nadie en particular.
—Te avisaré cuando esté la comida —dice Pierce en mi dirección.
—No tengo hambre —respondo.
—Minerva... —empieza a decir, pero Dean lo encara y dice algo por lo
bajo que no logro escuchar, por lo que desiste de decir nada más.
El camino a mi cuarto se hace interminable, mientras cientos de
pensamientos y recuerdos desagradables comienzan a llegar a mi mente
como torbellinos.
Mis gatos están esperándome dentro de la habitación, Pimienta estirado
en toda la cama y Sal en el suelo, pero es que estoy segura de que Pimienta
no la ha dejado subir.
Sonrió, no puedo evitarlo, mientras tomo a la pequeña gatita entre mis
brazos, que ronronea a gusto.
Me cambio rápidamente por uno de los pijamas que logró sobrevivir y
me meto debajo de las mantas, Pimienta se nota molesto por que tengo a Sal
conmigo, sin embargo no se queja cuando los tres nos acurrucamos debajo
de las mantas, repitiéndome como un mantra: «Soy Minerva Wilson, tengo
veinticinco años y todo estará bien»
Pero..., ¿lo estará?
No se cuanto tiempo pasa, a decir verdad estoy medio entre dormida
cuando la puerta se abre y Dean entra con una bandeja en la mano.
—Hola —dice, sin embargo no respondo. —Te traje algo de comida.
—No tengo hambre —susurro con la voz ronca por el sueño.
—Tienes que comer, cariño —murmura él.
—Deja de llamarme así —digo con dureza, sin poder controlarme.
—Lo siento —se apresura a responder.
—Demonios —digo, más para mi que para él.
—Yo..., dejaré esto aquí y me iré —dice luego de unos segundos en
silencio.
—Espera —lo detengo cuando comienza a alejarse.
Dean suspira, debatiéndose entre si quedarse o no, pero parece ser más
fuerte que él, por que cuando quiero darme cuenta se sienta en el borde de
la cama.
—No quiero estar sola —confieso.
—Lo sé —responde él, corriendo el cabello de mi rostro.
Joder, como lo extraño.
Y por la mirada de él, sé que siente lo mismo que yo.
—Dean, ¿por qué te alejaste de mi? —Pregunto, por qué esa pregunta la
he tenido rondando en mi cabeza sin parar.
—Sabes por qué —se apresura a responder, de todas maneras aparta la
mirada.
—Entiendo que no quieras estar conmigo para no exponerme —suelto,
sentándome—, pero, ¿por qué seguir con el compromiso?
—No es buena idea hablar de esto ahora —dice él, queriendo cerrar el
tema. —Será mejor que descanses.
—Como que no me digas las razones —amenazo, haciéndolo detener
cuando ya había tomado el pomo de la puerta. —Como que no me digas
algo válido, esta será la última vez que vamos a vernos.
Las palabras me saben amargas en la boca, pero no puedo evitarlas,
porque para poder seguir adelante con mi vida, necesito darle un cierre a
esto, necesito saber que si en verdad va a casarse con Rebecca, dar por
terminado esto que teníamos.
La mirada de Dean se oscurece, como si se estuviera debatiendo entre
darme lo que necesito o desaparecer para siempre, de todas formas parece
ganar la primera, porque se acerca a la cama y se deja caer de rodillas en el
suelo, a mi lado.
—Minerva, todo lo que hago es por ti —murmura—, ¿por qué no puedes
entender eso?
—Por que si solo lo haces para no exponerme por tu padre, lo entiendo
Dean, tal vez, tal vez podríamos esperar un tiempo a que las cosas se
calmen —digo, medio con desesperación—, tal vez podríamos mantenerlo
en secreto.
—Tu no mereces que te oculten —dice rápidamente, de todas maneras lo
ignoro y sigo a lo que quería llegar.
—Pero si llevas a cabo ese compromiso —digo, en voz baja—, si sigues
con esa locura, será difícil revertirlo. —Y en el caso que no haya sido clara,
agrego: —Es un compromiso Dean...
—Lo sé —dice él con frustración. —Lo se, joder.
—Dime por qué seguiste con el compromiso —insisto.
—Porque... —antes de decir las palabras, se corta, como si no pudiera.
—Dean —digo con desesperación—, dime, por favor.
—Él lo sabe —suelta en voz baja.
A mi la respiración se me corta, porque no se a quien se refiere
exactamente con ese él.
—¿Quién? —Pregunto, también en voz baja.
—Leathy —responde.
—¿Padre? —Pregunto, pero es que siquiera quiero decir su nombre.
Dean en respuesta simplemente asiente.
—¿Cómo? —Pregunto con la voz quebrada.
—Nos invitó a una cena benéfica —suelta.
—¿Fuiste? —Pregunto, presa del pánico.
—No —responde rápidamente.
—No entiendo... —murmuro confundida.
—Él pidió que fuera con mi acompañante —murmura. —Él pidió
explícitamente eso, Mine —dice, como si tuviera que decir las palabras en
voz alta para que las entienda—, él sabe lo nuestro y yo...
—¿Tu que?
—Necesito quitar la atención que tiene sobre ti —responde. —Él sabe lo
que significaría para su puesto que se supiera la verdad, él sabe quién es mi
padre, todo podría irse a la mierda y hará lo que sea para que eso no pase.
—Dean...
—Seguí con el compromiso, porque necesito que quite la atención de ti
—repite. —Voy a seguir con el compromiso, Minerva y no hay discusión en
ello.
—No puedes —digo, poniéndome de pie.
—Si puedo y lo haré —dice con dureza. —¿Por qué no entiendes el
peligro que corres?
—No puedes hacer eso, Dean —digo, perdiendo un poco los estribos. —
No puedes hacer eso con tu vida, no por mi —murmuro, frustrada.
—La decisión está tomada —responde, apartando la mirada. —Ya he
hecho los arreglos con los padres de Rebecca, está todo en marcha y así él
sabrá que lo nuestro no iba en serio, que ya te he olvidado.
Sus palabras dolerían si supiera que son verdad, pero..., no lo es, él hace
todo esto por mi y solo por mi, y eso es injusto.
—No puedo dejarte hacer eso, Dean —digo con la voz rota y sus ojos se
clavan inmediatamente en los míos.
—No llores, por favor —dice.
—Me iré —digo de repente y su ceño se frunce, confundido.
—¿Qué quieres decir? —Pregunta.
—Que me iré —respondo, asintiendo. —Me iré de la ciudad, empezaré
todo de nuevo, no puedo hacerte eso, tu no puedes sacrificarlo todo por
mi...
—Minerva, ¿qué demonios dices?
—Que no puedes casarte con ella por mi causa, Dean —respondo lo
obvio.
—No es solo por tu causa —responde él, rompiéndome un poco el
corazón. —Nuestros padres tienen negocios y esto será bueno para la
sociedad que mantienen hace muchos años —murmura con voz dura, pero
de todas formas puedo escuchar la duda en su voz. —Esto era lo que
habíamos planeado hace muchos años...
—Y un carajo... —lo interrumpo, dándome vuelta.
—Será mejor que nos acostumbremos a esto —dice con calma. —Pero
no te puedes ir.
—Puedo irme si quiero —digo, enojada y sin mirarlo.
—Pero si te vas, todo sería en vano —dice él y esta vez lo escucho más
cerca.
—¿De qué sirve todo esto, Dean? —Pregunto, girándome para
enfrentarlo, con los ojos llenos de lágrimas. —¿De qué sirve si de todas
formas no te tengo conmigo?
—No hagas esto —suplica.
—¿Qué, exactamente?
—Alejarte antes de tiempo.
—¿De que tiempo me hablas? —Digo y siendo dos lágrimas bajar por
mis mejillas. Estoy tan cansada. —¿Qué es lo que quieres de mi?
—No perderte —dice sin pensarlo un segundo. —Y si la única forma que
tengo de no hacerlo es alejarme de ti, lo haré sin dudarlo.
—Es tan injusto —me quejo con la voz temblorosa.
—Lo sé, cariño.
—Es tan injusto, joder —me quejo.
Y me dejo arrastrar por su mano que se cierra en torno a mi brazo,
acercándome a él, apretándome en un abrazo que me devuelve un poco el
aliento, una de sus manos enterrándose en mi cabello, su rostro hundiéndose
en mi cuello, murmurando sin parar la palabra «lo siento».
No se cuanto tiempo nos quedamos así, pero después de muchos días,
vuelvo a sentirme bien, en casa.
Sin siquiera mediar palabra, ambos terminamos acostándonos en mi
cama, mi espalda contra su pecho, nuestras piernas entrelazadas, nuestras
manos unidas entre sí, sin querer soltarnos, sin poder soltarnos.
Me pregunto qué será de nosotros de aquí en adelante, así como también
me pregunto como demonios haré para dejarlo ir. Ya ha dejado en claro que
no dará vuelta atrás con su decisión, sin embargo no es lo que ninguno de
los dos quiere.
Demonios, Dean, ¿qué será de nosotros de ahora en más?
-------- ≪ °✾° ≫ --------
Sé que todavía no ha amanecido, sin embargo me encuentro despierta y
Dean, detrás mío, también.
Me pase la noche entre dormida, despertando cada dos por tres para
corroborar que él seguía aquí, que no se había ido y él cada vez que me
sentía removerme nerviosa, ajustaba sus brazos a mi alrededor,
acercándome a su cuerpo.
Sé que ambos estamos despiertos, así como también sé que después de
este día, van a pasar muchos antes de volver a vernos.
¿Duele? Si, duele, ¿pero sabes que? Estoy cansada de que todo duela
tanto, estoy cansada de siempre tener que nadar en contra de la corriente y
si él se quiere ir, si él siente que esto es lo mejor, que así sea, no puedo
contra ello, no puedo meterme en su cabeza y hacerlo cambiar de parecer,
por más que eso sea lo único que ronda en mi cabeza ahora..., aunque, tal
vez podría hacer algo de brujería, estoy segura de que Isabella ayudaría.
Un escalofrío me recorre el cuerpo entero cuando Dean pasea su nariz
por mi cabello, porque si, por más que esté en un momento oscuro de mi
vida y lo único que estén ustedes haciendo últimamente sea llorar, no se
crean que olvide que esto es una historia donde les cuento también las
chanchadas que hago y a ustedes les gusta.
Mi respiración, sin poder evitarlo, se agita un poco, porque bueno..., ha
pasado un tiempo desde que le di un poco de acción al chocho, aún cuando
lo había mal acostumbrado y Dean, bueno, él siempre supo que teclas tocar
para encenderme.
Una de las manos de Dean presiona mi cintura, porque él también lo
sabe, sabe lo que vamos a hacer. Mis caderas se contonean, intentando
buscar más fricción mientras él por su parte hace lo mismo, mostrándome lo
mucho que le afecta tenerme cerca.
Ladeo un poco más mi cuello cuando él comienza a besarlo, su lengua
caliente acariciando mi piel mientras un estremecimiento me recorre el
cuerpo entero.
Gimo, no puedo evitarlo y agradezco que mis gatos no estén cerca, joder.
—Minerva —dice mi nombre en un jadeo medio desesperado y yo no me
aguanto, ladeo mi rostro para besarlo.
Dios, el sabor de sus labios, el calor de su lengua acariciando la mía.
Su enorme mano se cierra en torno a uno de mis pechos, apretando con
fuerza, como si quisiera marcarme, como si necesitara que después de esto
lo sintiera un poco más y yo por mi parte hago lo mismo, cuando mis uñas
se clavan en su antebrazo, arañando la piel.
Dean pareciera ahogar un gemido —no sé si de dolor o placer—, cuando
hago aquello. De repente la mano que estaba en mi cintura me gira,
apretando la piel y su mano va a mi muslo, pasándolo por encima de su
cintura, haciendo que mi centro choque con su dura erección con un golpe
que me sabe a gloria.
De repente se gira, haciendo que mis piernas queden a cada lado de sus
caderas y yo sin esperar un solo segundo comienzo a frotarme con él,
mientras que sus manos tocan mis muslos, la piel de mi trasero, amasando,
incitándome a moverme con más dureza.
Nuestros besos se vuelven desesperados, deteniéndonos sólo unos
instantes cuando me obliga a separarme unos segundos para sacar mi
camiseta, dejándome con el torso desnudo. No me deja tiempo a hacer lo
mismo con él cuando ya tiene uno de mis pechos en su boca, sus dientes
mordiendo el montículo de mi pezón. Duele, joder, duele, pero quiero más,
quiero que duela, quiero que duela para poder sentirlo luego.
Sus manos desesperadas intentan arrancar las bragas, tironeando y yo
haciendo lo mismo con su bóxer, queriendo sentirlo dentro, lo necesito y
estoy lista para él.
Siempre estaré lista para él.
De repente se sienta y aprovecho el movimiento para quitar su camiseta,
sintiéndolo piel con piel.
Nos detenemos, la respiración la tenemos hecha un desastre, ambos
queremos continuar, sin embargo no hacemos eso, sino que nos detenemos.
Nos respiramos.
Nos sentimos.
Guardamos en lo más recóndito de nuestro ser esto.
Esto que somos.
Esto que fuimos.
Esto que ya no seremos más.
Y duele.
Nos duele a los dos, pero la decisión está tomada y lo sabemos y no hay
nada que podamos hacer para cambiar aquello.
Mi nariz se frota con la suya, sus manos me abrazan fuerte por la espalda,
mis pechos están sobre el suyo, su piel siempre caliente, su erección está
entre los dos, ansiosa por entrar en mi.
—Cariño... —susurra en voz baja, sus labios acariciando los míos al
hablar. —Minerva —dice mi nombre como una súplica.
Con dolor.
Con amor.
—Lo sé —digo, intentando sonreírle, porque a pesar de todo, quiero que
sepa que estaré bien, pase lo que pase de aquí en más, estaré bien.
Nadie muere por amor, ¿verdad?
Sus labios se unen nuevamente a los míos, mientras con la fuerza de sus
brazos levanta mi cintura, acomodando su erección en mi entrada, que se
encuentra caliente y húmeda para él, porque Dean me sigue calentando
como el sol en verano.
Y disculpen si digo esta clase de chistes cuando en realidad quiero llorar,
pero a veces sonreír cura corazones y a mi siempre me sirvió de esa forma,
así aprendí a sanarme a mi misma.
Se hunde lentamente en mi, sin quitarme la mirada de encima,
conteniéndonos los dos para no gemir fuerte por el placer que sentimos
ambos cuando se hunde por completo.
Nos quedamos quietos unos segundos, disfrutando, sintiendo su piel con
la mía, compartiendo la intimidad del momento, del amor, del dolor, de la
amistad con la que empezó esto y que supimos compartir, porque Dean fue
primero mi amigo y espero que cuando logremos sanar de esto, podamos
volver a serlo.
Sin poder aguantar más, muevo mis caderas en un círculo, necesitando la
fricción de su miembro dentro mío.
Gimo, esta vez sin poder contenerme y Dean presiona mi piel, deteniendo
mis movimientos.
Medio me quejo, me cuesta mucho mantener los ojos abiertos, su cadera
presiona el punto justo en mi clítoris y estoy a nada de venirme. Quiero
venirme una vez y otra y otra y hacer de este encuentro uno eterno.
Quiero volver a moverme, pero Dean no me lo permite.
—Dame un momento, por favor —dice, con una sonrisa avergonzada. —
Joder, Minerva... —dice al final, cerrando los ojos.
Mis dedos se encierran en su cabello, tirando, ladeando su cabeza hacia
atrás. Él me deja hacer a mi antojo, mientras mi lengua sale y chupa su piel,
primero mi lengua, delicada, mis labios dan un pequeño pellizco que lo
hace mover sus caderas, dándome el primer empujón que me hace gemir.
De todas maneras sigo a lo mío, mis labios se cierran en la piel que hay
entre su hombro y cuello y cuando quiero darme cuenta muerdo, muerdo de
una manera que lo hace sisear, pero que también lo enciende, porque de
repente sus manos están en mi cintura, apretando fuerte mientras me obliga
a saltar encima de él.
—Minerva, demonios —jadea, cuando muerdo con un poco más de
fuerza.
Siento mis labios brillantes por los besos compartidos, de todas maneras
sonrió, logro sonreír contagiándole mi sonrisa cuando ambos descubrimos
lo que estoy haciendo.
Lo estoy marcando.
Por que es mío.
Fue mío.
Lo será por un tiempo.
Golpea tan fuerte dentro mío que un poco duele, pero es un buen dolor,
un dolor que me ayudara a recordarlo luego.
—¿Te gusta? —Gime en mi oído cuando esas palabras salen de mis
labios. —Dime —insisto, jalando su cabello.
—Si joder, si —jadea, besando cada porción de piel que hay al alcance de
su boca. —Como nunca antes me gusto, Minerva —murmura.
Los movimientos comienzan a ser desesperados, necesitando más
fricción, más de él, más de mi.
Más de nosotros.
Su polla patina por mi excitación y ambos nos detenemos unos cuantos
segundos a admirar como entra y sale. Apoyo mi peso en una de mis
manos, dejándola detrás mío para que tenga una buena vista de que lo que
estamos haciendo, para que vea lo que tiene.
Lo que va a perder.
Su pulgar comienza a dar suaves toques en mi clítoris, que me obligan a
ladear la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda por el placer que me
produce.
—Mírate ahí —jadea, mientras mis caderas siguen moviéndose. —Mira
que preciosa te ves, follandome Minerva, montándome.
—Dean... —la súplica está en mi voz, aunque no sepa muy bien qué es lo
que pido.
—Lo sé cariño —dice él, enredando su brazo en mi cintura para girar
nuestros cuerpos, siendo él quien queda arriba ahora.
Sus brazos me toman por las caderas, acercándome al final de la cama,
donde él está de pie, antes de que sus manos se posen en mis muslos,
abriéndome, mientras no deja de follarme.
—Fuiste hecha para mi, cariño —dice, casi sin pensar.
Y a mi, bueno, se me viene el mundo un poco abajo, porque yo también
siento que fui hecha para él.
Sus ojos se encuentran con los míos, como si se hubiera dado cuenta de
lo que acaba de decirme, de lo mucho que dolieron esas palabras.
—Nunca volveré a sentir esto con ninguna mujer, ¿entiendes? —Dice en
mi dirección, con una seriedad que me hace saber que habla en serio. —
Nunca nadie será como tu.
La barbilla empieza a temblarme un poco, mientras mis brazos se estiran
para acercarlo a mi, porque quiero sentirlo y él viene gustoso, sin dejar de
follarme.
Sin dejar de hacerme el amor.
Hacemos el amor, porque nos amamos.
—Joder, te amo, Dean —susurro contra sus labios.
Su respiración se entre corta, mientras sigue moviendo sus caderas,
entrando y saliendo de mi, dejando besos por todo mi rostro, juntando con
sus labios mis lágrimas.
Por que eso de que el sexo de despedida es el mejor, no es mentira.
No responde a lo que dije, de todas maneras sé que lo siente, porque a
veces, hay miradas que valen más que mil palabras y sus ojos, esos tan
dulces, están llenos de amor y devoción para conmigo.
Sus labios se unen a los míos, la urgencia empieza y a pesar del dolor y la
tristeza que significa esta despedida, comienzo a sentir el cosquilleo en mi
vientre, señal de que voy a venirme también.
—Cariño... —gime en mis labios.
Y yo clavo mis uñas en su espalda, bajando hasta su trasero para
impulsarlo más fuerte contra mi, acercándolo más, su lengua acariciando la
mía cuando sus embates son un poco más duros, cuando lo siento hincharse,
cuando mi propio orgasmo lo presiona, arrastrando al suyo.
Lo siento palpitar en mi interior, llenándome, llenándome de él.
Gimo su nombre.
Él jadea el mío.
Nos besamos.
Nos venimos juntos.
Nos sentimos.
Nos amamos.
Nos damos un último beso.
Nos damos un último abrazo.
Nos dejamos ir.
Nos despedimos.
Pero no decimos adiós.
Nunca adiós.
-------- ≪ °✾° ≫ --------
A pesar de que no estoy en mi mejor momento, esa mañana, luego de que
Dean, sin decir una palabra, se fuera, me levanté, me pegue un largo baño y
me cambié, porque esta noche cenaría con Mika, su madre y sus hermanas y
a decir verdad, a pesar de que me ponía un poco nerviosa el hecho de tener
que fingir que éramos una pareja, quería verlo.
Lo necesitaba.
Mika se había vuelto alguien muy importante para mi, era como esas
personas que conoces y sabes que estarán para siempre. Es algo curioso, a
decir verdad, la gente cree que se necesitan años para generar cierta
confianza y en cierto modo es así, pero a veces, simplemente la confianza,
la conexión y el cariño surgen y así había sido con él.
Así sería.
Le mande un escueto mensaje a Pierce, avisándole que no volvería a
dormir en su casa, me pregunto donde me quedaría, cuando no le respondí,
me dijo que por favor tuviera la maldita amabilidad de decirle para que no
se preocupara. Le dije que no era su problema.
Y ya no respondió más.
No me interesaba, no tenía tiempo para Pierce o Dean, ahora solo quería
disfrutar con mi mejor amigo, olvidarme del maldito mundo y que Mika me
consintiera.
Pasó a buscarme cuando la cafetería cerro y mientras me subía a su
lujoso auto, donde él me esperaba con una sonrisa y yo se la devolvía,
frunció el ceño y me pregunto:
—¿Qué está mal?
¿Ven lo que le decía de la conexión? ¿Qué no hacen falta años para
conocernos?
—Nada —respondo con voz cantarina. —Iremos a tu departamento,
¿verdad? —Pregunto, intentando cambiar de tema.
—Pequeña... —comienza diciendo él.
—Te lo contaré luego, ¿si? Ahora simplemente no puedo hablar de ello
—agrego rápidamente.
Él parece entenderlo, a decir verdad creo que no estoy lista para hablar de
esto, creo que..., creo que si lo hago voy a llorar y no quiero arruinar esta
noche.
—Mi madre y hermanas ya están esperándonos —dice, cambiando de
tema.
—Eso me gusta —digo, sonriendo. —Entonces, ¿podre meterte mano?
—Pregunto, con mi mejor cara de inocente.
—Minerva —dice a modo de reprimenda, sin embargo ríe.
—¿Qué? —Me quejo en su dirección, mientras avanzamos por el denso
tráfico de la ciudad. —¿De qué sirve estar comprometidos si no puedo
hacer lo que quiera contigo?
—Ya veremos en la noche —murmura él.
—¿Has pensado en lo que te dije? —Pregunto.
—¿En que? —Pregunta, haciéndose el loco.
—Mika...
—Todavía no —responde él, sin mirarme.
—Mika, en algún momento tendrás que decírselos —susurro en su
dirección. —Es quien eres, ¿sabes? Nunca podrían enojarse o quererte
menos por ello.
—Es difícil —dice, con la mirada pensativa.
—Más difícil debe ser pretender ser algo que no eres —respondo. —Yo
te adoro así tal cual eres, ellas lo harán también.
—Ya veremos —responde él, dando por zanjado el tema.
Cuando llegamos al espacioso departamento de Mika, la comida está casi
lista. Nini, su madre, me recibe con un reconfortante abrazo, diciéndome
que es un placer volver verme. Denise me parlotea de un montón de cosas
la mismo tiempo y Sarah simplemente asiente en mi dirección, sin dejar de
teclear en su teléfono.
La madre de Mika ha preparado una paella de mariscos exquisita, la cual
no dudo un segundo en elogiar, cosa que agradece enormemente y mientras
nos tomamos una botella de vino, ella no deja de hablar de Mika, de su
infancia y de lo mucho que le gusta haber conocido por fin una novia a su
hijo.
En ese momento Mika se tensa y su hermana, Sarah, se da cuenta, es por
eso que cuando entrecierra la mirada en nuestra dirección, no dudo un
segundo en tomar su mano entre la mía y medio acostarme sobre él. Mi
amigo también parece darse cuenta, por lo que termina pasando su brazo
por mis hombros, acercándome a él y dejando un beso en la cima de mi
cabeza.
Sarah sigue mirándonos con desconfianza, distinto a Denise y su madre,
que no dejan de sonreírnos.
—Cuéntanos de ti, Minerva —dice de repente Nini, cuando todos
degustamos una torta de chocolate que he hecho hoy en la cafetería para el
postre. —¿Tus padres viven aquí también? Me gustaría conocerlos.
Nada más decir aquello, me tenso, pues porque..., por que no tengo
padres, ellos me dejaron y a pesar de que me reencontrado con mi padre
hace no mucho tiempo, no he vuelto a verlo, no he vuelto a saber de él ni
mucho menos, pero al pensar en ello, no puedo evitar asustarme, por que un
mes después de verlo a él, vi a Harold.
Y me he quedado sin departamento.
Aparto esos pensamientos de inmediato, ya que de nada van a ayudarme
justo ahora.
—Yo no... —murmuro, porque la pregunta me ha cogido por sorpresa. —
Yo no tengo padres —suelto al final y Mika me mira extrañado.
—Oh..., lo siento mucho —responde ella, un poco avergonzada.
—¿Murieron? —La pregunta de Denise nos saca a todos de nuestros
pensamientos.
Lo irónico de la pregunta es que en realidad quien murió fui yo y no
ellos, de todas maneras no puedo responderle eso, ¿verdad?
—No tienes que responder —dice Mika, largándole una mirada asesina a
su hermana menor, quien tiene las mejillas encendidas por la vergüenza.
—Solo tengo a mi abuela —respondo, sin tener que mentir. —Ella es
quien me ha criado y no vive aquí, ella está en Colorado —agrego en
dirección a Nini—. Por el momento no tiene una pronta visita planeada
aquí, pero cuando venga prometo que nos veremos —digo, con una sonrisa
amable.
Ella simplemente asiente y yo clavo mis ojos en Mika, cuando me da un
ligero apretón en el hombro.
Sus ojos negros se clavan en los míos, amables, sonriéndome con algo
parecido al agradecimiento, por estar haciendo esto por él, pero es que él no
tiene idea de todo lo que hace por mi también, incluso si no lo sabe.
Somos sacados de nuestros pensamientos cuando una silla raspa el suelo,
siendo Sarah quien se ha puesto de pie y nos mira con enojo.
—Creo que es hora de irnos —murmura en dirección a su madre y
hermana, de todas maneras no saca la mirada de Mika.
Ellas asienten, ajenas a la hostilidad en la mirada de Sarah, que sigue con
los ojos clavados en los de Mika, que también luce un poco molesto ahora.
Nos despedimos entre abrazos y besos, prometiendo que no pasara tanto
tiempo para volver a juntarnos.
Con Mika suspiramos cuando por fin se van, a decir verdad tengo la
cabeza hecha un lío y mucho sueño, pues porque la noche anterior no he
dormido casi nada.
Mika me mira, como intento ahogar un bostezo cuando me sonríe con
dulzura y murmura:
—Vamos a dormir.
—¿Me prestas una remera?
—No tengo remeras, solo uso camisas —dice.
—Anda, no seas así, sé que tienes remeras —me quejo, a lo que él ríe.
La remera de Mika me va enorme y me gusta y ambos nos acostamos en
su cama, tapándonos con las mantas.
Me propone ver una película, de todas maneras me niego, porque esta
noche solo quiero hablar con él.
Hace mucho que no pasamos tiempo juntos.
—¿Por qué tienes los ojos tan tristes, pequeña? —Pregunta.
Me pongo de lado, dejando mis manos debajo de mi rostro mientras
clavo mis ojos en los suyos.
—No estoy triste —miento.
Él se ríe en respuesta, porque sabe que miento.
—Dime —insiste.
—Lo deje con Dean —susurro en voz baja.
Mika suspira, poniéndose en la misma posición que yo, mirándome de
una manera que me dice que intenta comprenderme, pero no sabe cómo.
—¿Qué pasó? —Pregunta, al ver que no digo nada.
—Las cosas no funcionaron —respondo, evadiendo el tema.
—Puedes hacerlo mejor que eso —responde él.
Suspiro, odio que sepa cuando miento.
—Dice que lo hace para protegerme —respondo, encogiéndome de
hombros.
—¿Por la candidatura de su padre? —Pregunta y yo no cuestiono cómo
lo sabe, pues Mika es una de esas personas que si bien no se meten en
política, si saben un montón.
—Si —respondo. —No quiere exponerme a ello —agrego.
—Mine...
—Va a comprometerse, ¿vale? —Digo, interrumpiendo lo que sea que
iba a decir. —Y la decisión está tomada.
—¿Pero qué estás diciéndome? —Se queja él, de repente molesto. —Voy
a matarlo —agrega.
—Esta bien —digo con calma. —Sé por qué lo hace, por más que no esté
de acuerdo.
—Minerva, es un idiota —dice él, pero es que no sabe el trasfondo. —
¿Por qué empezó a estar contigo si sabia lo de su padre?
—Ese es el problema —lo interrumpo. —Había muchas cosas que él no
sabía —agrego con amargura, no solo por lo de su padre, sino también por
mi pasado.
Nos quedamos en silencio unos instantes, cada uno perdido en sus
pensamientos, hasta que él vuelve a hablar:
—¿Sigues enamorada de él?
—Por supuesto que sigo enamorada de él —respondo sin pensar.
—¿Qué hay de Pierce? —Pregunta él.
—¿Qué con él?
—No lo sé, ¿ha sucedido algo ahora que volvió? —Pregunta. —¿No
sientes nada por él?
Me quedo unos cuantos segundos pensando en que responder.
—No lo sé —digo con total sinceridad. —Sé que lo que siento por Dean
es más fuerte —digo al final.
—¿No ha hecho nada para acercarse a ti? —Pregunta con respecto a
Pierce.
Me pongo a pensar en cómo actúo la otra noche y luego a la mañana y
después cuando llegamos a mi departamento, pero Pierce siempre ha sido
raro, nunca se sabe cómo actuar frente a él.
—No —digo, aunque no muy convencida.
—¿No se enojo por lo tuyo con Dean? —Pregunta, curioso.
—No que lo haya demostrado —respondo con sinceridad. —Es decir...,
ha actuado normal —respondo.
Aunque Pierce y sus sentimientos siempre fueron raros para mi.
—Entonces... —murmura Mika, mirándome con atención—, ¿vas a darte
por vencida?
—¿Con quien? —Pregunto, porque ya no se de quien hablamos.
—Con Dean —dice él, rodando sus ojos.
—Ya tomó su decisión —respondo, apartando la mirada.
—No te creía de ese modo —dice él.
—¿De qué modo? —Pregunto.
—De esas que no luchan por lo que quieren —dice, encogiéndose de
hombros.
—Él tomó su decisión —repito, frustrada y sosteniéndome sobre mi
codo.
—¿Y tu? —Pregunta él. —¿Tomaste la tuya? —Agrega con una sonrisa
sabionda que odio.
—Dejemos de hablar de mi —es todo lo que respondo, volviendo a
acostarme. —¿Tu no has conocido a nadie?
Su sonrisa y su aire juguetón se borran de repente, haciéndome fruncir el
ceño.
—No —responde, apartando ahora él la mirada.
—Mika, ¿qué no me estás contando? —Pregunto suavemente.
—Nada —dice, evadiendo el tema.
—No puedes seguir ocultándote por siempre —susurro en su dirección,
tomándolo suavemente de la mejilla para hacer que me mire. —No puedes
vivir así.
—No es tan fácil —murmura él en mi dirección. —No se como hacerlo.
—¿Cómo hacer que? —Pregunto, confundida.
—Amar —dice, con voz ahogada. —Siempre termino lastimando a todos
los que se me acercan —agrega.
—Es no es verdad —digo—, mírame a mi aquí.
—Tu eres un caso especial —dice, sonriéndome.
—¿Te gusta? —Pregunto, porque sé que hay alguien.
—Eso ya no importa —responde él con amargura.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que nunca seré suficiente para él —responde. —Nunca
podré darle lo que necesita.
—Puedes intentarlo, Mika —susurro. —Si no lo intentas nunca lo sabrás.
—Ese es el problema, pequeña —dice él con una sonrisa triste en mi
dirección—, el amor es solo para valientes.
Damos la conversación por terminada después de eso, hablando de
cualquier otra cosa que se nos pase por la cabeza hasta que nos quedamos
dormidos, de todas maneras no puedo sacarme de la cabeza todo lo que
hablamos hoy y la frase, esa bendita frase que me acompaña incluso por los
siguientes días.
El amor es solo para valientes...
• ──── ✾ ──── •
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BUENAS BUENAS MIS AMORES
PERDÓN POR TARDAR EN ACTUALIZAR, PERO A DECIR
VERDAD TUVE UNOS DÍAS TERRIBLEMENTE OCUPADOS
QUERÍA COMENTAR ALGO QUE ME VIENE HACIENDO UN
POCO DE RUIDO ÚLTIMAMENTE Y ES LA EXIGENCIA POR LA
ACTUALIZACIÓN. ENTIENDO QUE LO QUE HAGO LES GUSTE,
ES ALGO QUE EN VERDAD ME HACE SUMAMENTE FELIZ, EN
SERIO, PERO TAMBIÉN TIENEN QUE ENTENDER QUE YO NO
VIVO DE ESTO Y QUE MÁS ALLÁ DEL RATO QUE ME SIENTO
CON LA COMPU CUANDO TENGO TIEMPO, PERO SOBRE
TODO GANAS (PORQUE NO ME EXIJO A ESCRIBIR YA QUE
SOLO SALEN COSAS MALAS), LO HAGO POR EL HECHO DE
QUE ME DIVIERTE HACERLO, PORQUE A PESAR DE TODO,
ESCRIBO PARA MI, ESCRIBO LO QUE TENGO GANAS DE
LEER.
CUANDO PUSE EL MÍNIMO DE 1500 VOTOS, LO HICE
PORQUE PRIMERO QUE NADA, SÉ QUE PUEDEN LOGRARLO,
YA QUE MUCHAS VECES LEEN, PERO NO VOTAN, DE ESTA
MANERA LO HACEN Y COMO YA SABEN, A MI Y A LA
HISTORIA, NOS SIRVEN. DE IGUAL MANERA TAMBIÉN LO
HAGO PORQUE PECADO CON SABOR A CARAMELO NO ESTÁ
TERMINADA, ES POR ESO QUE HASTA QUE LLEGA A LOS 1500
VOTOS, A MI ME DA TIEMPO A ESCRIBIR LOS CAPÍTULOS.
LES PIDO POR FAVOR QUE SE AHORREN LOS
COMENTARIOS EXIGIENDO CAPÍTULOS, ETC. LO HARÉ A MI
TIEMPO Y POR SUERTE SOY ESA CLASE DE ESCRITORA QUE
MÁS ALLÁ DE QUE ESTOS COMENTARIOS A VECES
MOLESTAN, NO ME DEJO PRESIONAR NI MUCHO MENOS.
COMO DIJE EL OTRO DIA, A MI ME GUSTA ESCRIBIR COSAS
EN CALIDAD Y NO EN CANTIDAD. Y EN EL CASO DE QUE LA
HISTORIA NO LES GUSTE, O LA TRAMA, O LOS PERSONAJES,
O MI FORMA DE ESCRIBIR O EL DESARROLLO QUE VA
TOMANDO TODO, SIEMPRE VAN A SER BIENVENIDOS A NO
LEER MÁS. SIEMPRE. NUNCA LEAN ALGO POR LEER, LA
LECTURA ES ALGO QUE TIENE QUE DISFRUTARSE
MUCHÍSIMO, SI NO LES GUSTA COMO VA LA HISTORIA, NO
LO HAGAN Y A VECES ESTARÍA BUENO EL AHORRARSE "NO
VOY A LEERTE MÁS" PORQUE DE TODO CORAZÓN, NO SUMA
PARA NADA AL ESCRITOR, SINO TODO LO CONTRARIO, LO
LLENA DE INSEGURIDADES.
AHORA SI, PERDÓN POR EL CHOCLO, PERO ERA ALGO QUE
TENÍA QUE DECIR.
NO SE OLVIDEN, MIS HERMOSXS PECADORES, QUE LOS
AMO, ¿SI?
CON MUCHO, PERO MUCHO AMOR
LATIN LOVER DEBIE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
Dean:
Necesito hablar contigo.
Maldita sea.
Ese era el mensaje que había enviado Dean anoche y que no vi.
Maldita sea, Minerva.
No le había respondido, pues porque..., no sabia que responder, porque,
¿sabes que? Lo que tuviera para decirme podría ser o muy bueno o muy
malo.
Y me tiraba más por eso ultimo, eso del instinto, ¿recuerdan?
Remuevo los huevos revueltos en el plato sin comerlos, mientras que no
dejo de mirar mi teléfono.
¿Debería responderle? ¿Qué le respondo?
Dejen aquí debajo sus comentarios de que decir, je.
Isabella podría ayudarme con esto, esperaré a llegar a la cafetería para
que me diga que hacer.
—Buenos días —dice una voz de repente, sacándome de mis
pensamientos.
—Hola —respondo, clavando mis ojos en Pierce, de todas formas él no
me mira a mi, sino al teléfono en mi mano.
—¿Todo bien? —Pregunta.
—Si —respondo, dudosa. —¿Pasa algo?
—Nada —dice de repente, de todas maneras parece pensarlo unos
instantes, porque termina preguntando: —¿Has hablado con Dean?
Bueno..., la mierda del instinto, ¿ven?
—¿Qué está pasando? —Pregunto, entrecerrando mi mirada en su
dirección.
No llega a responder, porque de repente mi teléfono comienza a sonar en
mi mano.
Es Isa.
—Hola —murmuro.
—Hola, ¿qué hacías?
Frunzo el ceño, confundida, porque..., bueno, Isa nunca llama para saber
que estoy haciendo, mucho menos a las seis y media de la mañana.
—Jugando con mi consolador, ¿y tu? —Pregunto con ironía.
Escucho decir a Pierce algo por lo bajo, antes de que se gire y comience a
hacer su propio café.
—Minerva —se queja, riendo. Luego, como si hubiera recordado para
que llamaba, dice: —Necesito hablar contigo.
—¿Sobre que? —Pregunto, mirando la espalda de Pierce.
Sus hombros están tensos y por más que está preparando su café, se que
en realidad está atento a mi conversación con Isa.
—Será mejor que lo hablemos en persona —responde ella.
—Isabella, no me llamaste por nada —digo con la voz calma y pausada
—, como que no me digas que está pasando, pondré laxante en tu café
durante una semana.
—No lo harías —responde rápidamente.
—¿Quieres apostar? —Respondo y cuando la siento dudar, agrego: —Me
enteraré de todas formas, así que suelta lo que tengas que decir.
—¿Estas sola? —Pregunta de repente y sé que la tengo.
—Si —digo y Pierce clava sus ojos en mi.
Me encojo de hombros, mientras le lanzó dagas mentales para que se
meta en sus asuntos.
Parece entenderlo, porque se aleja de la cocina, dejándome nuevamente
sola.
—Bueno... —comienza diciendo Isa, un poco titubeante—, no va a
gustarte, ¿vale? Pero creo que mereces saberlo por mi, antes de que por una
mierda que veas en internet.
—Isa, me estás poniendo extremadamente nerviosa.
Escucho su suspiro al otro lado del auricular, como si se estuviera
replanteando este llamando, de todas maneras ya lo hizo, no es como si
pudiera cortarme el teléfono ahora mismo.
—Vale, que..., hum.
—¡Isabella!
—¡Salió en todos los medios el anuncio del compromiso de Dean! —
Medio grita del otro lado.
Y después se hace silencio.
Un pesado y maldito silencio.
Lo poco que había logrado meter en mi estómago se revuelve, mientras
un leve mareo me hace agarrarme firmemente a la mesa de la cocina.
Mierda.
—¿Mine...? —Pregunta mi amiga al otro lado del auricular.
—¿Qué acabas de decir? —Susurro.
—Mine, yo..., lo siento mucho.
A decir verdad, no es como si la noticia me hubiera destruido, porque no
lo hizo, ahora simplemente estoy sintiendo una calma casi letal.
¿Y saben que viene después de la calma?
Si, muy bien, el Tsunami, la tempestad, la tormenta, el huracán y todo eso
fusionado.
—Está bien —murmuro.
—¿Lo está? —Pregunta ella y luego parece percatarse de algo, porque
agrega: —¿Por qué no estás gritando y llorando como una desquiciada?
—Porque no quiero hacerlo —respondo con naturalidad.
—Pero... —dice mi amiga, confundida. —¿Cómo que no quieres
hacerlo? Primero debes enojarte y romper cosas y después llorar.
Se me sale una risa rara, pues porque Isa está medio loca.
—No quiero hacer eso —digo con un suspiro y me sorprendo un poco
por la verdad que albergan mis palabras.
Me siento... serena.
—Mine, si necesitas llorar, solo hazlo.
—Que no quiero llorar, pesada —me quejo.
—Vale, esto es raro —murmura ella. —¿Qué no me estás diciendo?
—¿De qué demonios estás hablando?
—Que no puedes estar así tan tranquila, no es normal —farfulla
exasperada.
—Que tu seas una desquiciada con las rupturas no significa que todo el
mundo también lo sea.
—Eso no estuvo cool de tu parte —responde.
—¿Cuándo? —Pregunto y se hace nuevamente el silencio.
Sé que sabe que estoy preguntando por el compromiso, volviendo a la
seriedad del momento.
—Mine...
—Anda Isabella, dime —insisto.
—Esta noche —responde.
Bueno, ahora si estoy un poco enojada.
—No puede ser —murmuro, casi sin pensar.
—Lo siento, cari —dice ella, la comprensión llena su voz.
—Esta bien —digo de inmediato, reagrupando las tropas entremezcladas
en la que se convirtieron mis sentimientos. —¿Crees que podría pasar la
noche contigo hoy? —Digo de repente. —Ayudara a que no cometa locuras
—agrego con total sinceridad.
—Yo..., hum, Mine, yo...
Nada más escuchar su balbuceo, me percato de que algo no me está
diciendo y puedo imaginar que es.
—Isabella, ¿asistirás al compromiso de Dean? —Pregunto, tan
lentamente que sueno aterradora como la mierda.
—Usted se ha comunicado con la casilla de mensajes del numero...
—Isabella, no te atrevas a cortar el teléfono —amenazo.
—Por favor, deje su mensaje después del tono... veeeeeeeep.
Y me corta.
Jodida hija de...
—¿Te lo dijo? —Pregunta Pierce, llegando nuevamente a la cocina.
—¿Desde cuándo lo sabes? —Pregunto en cambio.
Él en respuesta simplemente se encoge de hombros.
—Podrías habérmelo dicho —acuso en su dirección, enojada.
—No me correspondía a mi decirlo —es todo lo que responde él.
—De todas maneras, podrías haberlo hecho —insisto.
—Yo no tengo la culpa de lo que decidió hacer Dean, Minerva —
responde Pierce con dureza en mi dirección. —No la tomes conmigo.
Ahí tiene razón.
—Joder, lo siento —murmuro en voz baja, sintiendo mis mejillas arder
por la vergüenza. —Iré al trabajo —digo, poniéndome de pie.
—No comiste nada —dice él, su tono más enojado que antes.
De todas maneras no respondo, sino que hago mi camino a la salida,
tomando mi abrigo antes de salir y una vez en el ascensor, saco mi teléfono,
buscando el mensaje de Dean.
Yo:
¿De qué querías hablar? ¿De que no tuviste la jodida delicadeza de
avisarme que ibas a comprometerte esta maldita noche? No te preocupes,
con todas las decisiones de mierda que has tomado últimamente,
honestamente no me sorprende.
Por cierto, feliz jodido compromiso, Dean. Que seas muy feliz.
Dean:
Contesta el jodido teléfono.
Yo:
Chúpate un limón agrio.
Y apago el teléfono.
Primero por que no quiero tentarme a atender.
Y segundo por la mamada que le respondí.
¿Un limón agrio? ¿En serio Minerva? ¿En serio?
• ──── ✾ ──── •
—¿Qué mierda estás queriendo decirme con que vives en casa de Pierce?
La pregunta de Isabella es lenta y tranquila, de todas formas sé que está
enojada, no solo por estar viviendo con Voldy, sino porque no le conté.
—Ya te explique —me excuso, aunque no le explique muy bien.
—Minerva, me explicas de vuelta —dice y al ver que no le presto
atención, fingiendo que la basurita de la mesada es más interesante, me
quita el trapo de la mano y lo pasa por mi boca.
—¡¡¡PERO ISABELLA! —Me quejo. —¡Que puto asco!
—Eso te pasa por no darme atención, te estoy preguntando algo —se
queja.
Me limpio con el dorso de la mano la boca para quitarme el feo gusto.
—Vale, te cuento, pero deja de actuar como una lunática —digo en su
dirección. —Entraron a mi departamento hace un tiempo —digo, no siendo
aquello una mentira del todo.
Su rostro de repente se pone pálido, mientras su mano se cierra
fuertemente en mi brazo, obligándome a sentar.
—¿Qué quieres decir? ¿Tu estabas ahí? —Pregunta rápidamente.
—No, no estaba ahí —me apresuro a responder. —Pero lo destrozaron —
digo, haciendo una mueca de dolor al recordar cómo quedó todo—, no
podía quedarme ahí.
—¿Por qué no me llamaste?
—Por que entre en pánico, ¿vale? —Digo, porque eso tampoco es una
mentira del todo. —Dean y Pierce estaban conmigo en ese momento —
también una mentira piadosa—, la cosa es que con todo lo del compromiso
no podía ir a lo de Dean —explico—, así que termine en lo de Pierce.
—¿Y él accedió? —Dice, medio incrédula.
—Si —digo, porque de hecho es la verdad. —Yo estoy quedándome ahí
—explico—, tengo mi propia habitación y tanto Pierce como yo casi no nos
vemos por trabajar todo el día.
—Pero..., ¿no es raro? Es decir..., ¿qué pasa con Dean?
—Dean prefiere que esté ahí —digo con total sinceridad. —Ha pasado
algunas noches conmigo, de hecho —confieso.
—¿Y a Pierce no le molesta? —Pregunta ella, un tanto incrédula.
—¿Por qué hablas como si Pierce hubiera estado enamorado de mi en
algún momento? —Me quejo.
—Tienes razón —responde ella.
Perra.
Me encojo de hombros, porque no se que otra cosa decir.
—Sigo sin entender el porqué de que tu y Dean rompieran.
—Dice que no quiere exponerme —murmuro lo mismo de siempre—,
que si estuviéramos juntos, mi vida no podría ser la que llevo hoy.
—¿Por qué casarse? —Pregunta.
—Cosa de negocios —respondo, fingiendo desinterés—, aunque si me
preguntas, para mi hacer esas cosas por conveniencia me sigue pareciendo
arcaico.
Espero una sonrisa por parte de mi amiga, algo, pero cuando clavo mis
ojos en los suyos, simplemente aparta la mirada.
—¿Isa?
—Ven a dormir a mi departamento esta noche —dice de repente. —Yo no
estaré en ese lugar mucho tiempo —agrega, haciendo referencia al
compromiso de Dean. —Solo diré hola, intentaré ponerle la traba a la novia
para que se caiga en tu honor y me iré de ahí, cuando llegue podemos ver
una película y comer una cantidad insana de helado y si quieres llorar, hasta
podemos mirar porno para que te sientas mejor.
—Estoy bien —digo, riéndome por sus ocurrencias. —De todas formas
me encantaría que pasemos tiempo juntas y ha pasado un tiempo desde que
vi a Dante.
—Excelente —murmura ella, sonriendo.
Siquiera paso por el departamento de Pierce después de la cafetería, sino
que voy directamente a casa de Isabella.
Mi mejor amiga dice que ha quedado con su madre para prepararse, de
todas maneras creo que lo hace para no hacerme sentir mal y la amo por
ello.
En un momento medio me confesó que se sentía mala amiga, pero le
reste importancia, porque Isabella había recuperado a su familia hacía poco
tiempo y estaba segura que ella odiaba este tipo de eventos, pero que
simplemente iba para complacer a sus padres y yo nunca podría juzgarla,
porque entendía lo solo que se siente no tener familia.
—Hola, vagabunda —dijo Dante nada más verme.
—También te extrañé —murmuro en su dirección, sonriéndole cuando
entra a su departamento, encontrándome aquí.
Dante me da un ligero abrazo, pero me suelta rápidamente murmurando
que huelo a fracaso y desastre amoroso.
Idiota.
—Entonces..., ¿qué estás haciendo aquí? —Pregunta, abriendo una
cerveza para mi y otra para él.
—Tiempo —respondo, encogiéndome de hombros—, pero si molesto,
me voy —bromeo.
—No seas idiota —dice, relajándose en el sillón. —Ahora, ¿puedo
preguntar algo?
—Dispara —murmuro.
—¿Por qué no estás en el compromiso de Dean? —Larga, así como si
nada.
—¿Estas bromeando? —Pregunto y al ver que niega lentamente con la
cabeza, agrego: —Dante, ¿qué demonios voy a hacer allí?
—No lo sé —dice él con ironía—, ¿tal vez evitar que el amor de tu vida
se case?
—No es el amor de mi vida —refuto.
—Minerva, hace unas semanas atrás, estabas planeando cuántos hijos
tendrían.
—No hice eso —me quejo, con las mejillas ardiendo.
—Si, viniste a dormir aquí, te pusiste ebria y empezaste a hablar
mamadas —me pincha.
—Eres insoportable —me quejo.
—Es que no follo hace rato, iba a hacerlo esta noche, pero contigo aquí
no puedo —dice.
—¡Dante! —Me quejo, tirándole un cojín que logra esquivar.
—Bueno... —se queja con un suspiro, terminando su botellín de un solo
trago—, si tengo que pasar la noche contigo, por lo menos me embriagare.
Y eso hacemos.
Verán, les voy a confesar algo y tengan presente que deben tener esto en
mente de aquí a lo que quede de historia, ¿si?
Dante es como el gemelo malvado, el diablillo.
¿Vieron que siempre está el angelito? Pues ese es definitivamente
Isabella, Dante siempre te llevara por el camino del pecado y del mal.
Una vez dicho esto..., continuemos:
La carcajada es estruendosa y ya estoy un poco mareada, pero es que
Dante es la hostia.
Lleva puesta una camisa de color lila floreada abierta, unos pantalones de
cuero blanco ajustados a sus largas piernas, unos zapatos brillantes de color
negro y una cosa peluda de color rojo rodeando su cuello.
—Anda, te toca —dice, tendiéndome un vestido indecentemente corto.
—Se me verá el culo con eso —me quejo.
—Pues estamos solo nosotros aquí —dice él, rodando los ojos. —Y no
tienes nada que me guste —agrega, pero sin maldad.
—Esta bien, pero date la vuelta —murmuro en su dirección.
Rueda los ojos, pero lo hace. Comienzo a ponerme el vestido, tengo que
quitar también mi sujetador, ya que tiene la espalda descubierta, con una
caída preciosa que llega por encima de mi trasero y una cinta rodeando mi
cuello. Por delante el escote no es muy pronunciado, pero teniendo en
cuenta que casi se me ve la raya del culo..., está bien y a ver, que no lo digo
por la espalda descubierta, sino porque es demasiado, pero demasiado
corto.
Dante tiene una sonrisa increíble en el rostro cuando se gira a mirarme,
antes de comenzar a joder el vestidor de Isa, decidimos también usarle
todos sus caros maquillajes.
Joder, nos va a matar cuando vuelva.
Para no pensar en esas cosas feas, solo tomo un poco más de mi cerveza.
—Vas a moverte el labial —dice Dante, quitándome la botella de la
mano, llegando a mi lado—, y para lo que harás, no puedes estar demasiado
ebria —agrega y yo lo miro confundida. —Mírate ahí —dice, poniéndose
detrás de mi en el espejo de pie del cuarto de mi amiga.
Dante me obliga a subirme a unos zapatos negros que me hacen ganar
unos cuantos centímetros más, con cintas que lo aprisionan a mis pies
llegando hasta mis pantorrillas. Mis ojos están maquillados de un negro
difuminado, mientras que mis labios brillan de un rojo pasión y las pestañas
postizas me hacen lucir una mirada matadora. El vestido de color rojo brilla
con pequeños destellos por la luz de la habitación.
—Imagina lo que pensara cuando te vea llegar —murmura Dante,
quitando el broche de mi cabello, esté cayendo en pesadas ondas a mis
costados. —¿Tu crees que sería capaz de dejarte pasar? ¿De no elegirte?
—¿De qué estás hablando? —Pregunto, aunque algo me imagino.
—¿En verdad dejaras ganar a esa remilgada? —Dice él y si pudieran
verlo, la perversidad brillando en sus ojos. Es el mal en persona, les digo.
—¿En verdad no pelearas por él? —Agrega, negando con la cabeza.
—No me quiere ahí —digo, mirando mi reflejo en el espejo. —Ya lo dejó
claro, Dante.
—¿Y tú harás caso? —Dice él. —Las grandes mujeres tienden a escribir
su propio destino, ¿cómo es que tu no lo haces? ¿Cómo es que no te abres
paso ante todos ellos?
—No creo que sea una buena idea —murmuro, aunque no muy
convencida.
—¿Y desde cuando nosotros tenemos buenas ideas? —Dice, con una
sonrisa enormemente maliciosa. —Minerva, ¿sabes que hora es? —
Pregunta.
—¿Cuál?
—Es hora de que comience el show —susurra en mi oído.
Y yo, por Dios bendito, yo..., le devuelvo la sonrisa.
• ──── ✾ ──── •
BUENAS BUENAS
MIS AMORES
AQUÍ ESTOY YO, TRAYENDO LO QUE PROMETÍ
¿ESTAN LISTXS PARA EL DESMADRE? PORQUE ESO ES LO
QUE SE VIENE XD
ESTE DANTE ES UNA COSA SERIA, SIEMPRE LLEVANDO
POR EL CAMINO DEL MAL XD
NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN MIS REDES
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POR CIERTO, SUBÍ UNA NUEVA HISTORIA, PARA LOS
AMANTES DE LA FANTASÍA, NECESITAN LEERLA Y PARA LOS
QUE NUNCA LE DIERON LA OPORTUNIDAD, ¿QUE ESPERAN
PARA HACERLO?
LXS AMO MIS PECADORES FAVORITOS
NO SE OLVIDEN DE VOTAR
CON AMOR
LATIN LOVER DEBIE
CAPÍTULO VEINTINUEVE
• ──── ✾ ──── •
Está vez cantamos todos el estribillo, así como también la gente de las
fogatas que están a nuestro alrededor, que para que negarlo, la nuestra es la
más animada.
Todos reímos a medida que la canción sigue, obviamente cantando y yo
sinceramente no puedo evitar estar agradecida, estar muy, pero muy
agradecida por los amigos que hice, por las personas que encontré a lo largo
del camino, por todas las que tuve que dejar atrás y por todas aquellas que
vendrán.
Por qué no puedo negarlo, estoy aquí, en una playa paradisiaca, rodeada
de gente que quiero, por que si, los aprecio a todos de una manera distinta y
clavo mi mirada en cada uno de ellos.
Xander pareciera estar en una especie de trance místico, con los ojos
clavados en los de Isa y hay tanto, pero tanto allí. No hay otra manera de
explicarlo, ¿saben? Sino que simplemente cada que los veo a ellos dos
pienso en mucho o tanto, no se si me explico.
Isabella canta, canta concentrada en las notas, en las palabras, en la letra
de la canción, ¿pero saben que? Conozco a mi amiga, la conozco tanto que
a veces me da un poco de miedo, por la conexión que tenemos, por todo lo
que implica nuestra amistad, por todo lo que implica ella en mi vida y como
la conozco, sé que en realidad intenta por todos los medios ahogar la voz de
Xander, ahogar lo que escucharlo cantar le produce, pero déjenme que les
cuente un secretito, ellos dos juntos simplemente hacen la melodía.
Tengo ganas de decirle a mi amiga que de algo así no se escapa, pero
supongo que tendrá que darse cuenta ella sola.
Le sigue Dante, que a pesar de que Xander no le caiga muy bien, canta,
canta a todo pulmón, haciéndome reír cuando lo miro, mientras él envuelve
un brazo alrededor de los hombros de Mika y luce tan raro, porque es
considerablemente más pequeño que mi amigo, de todas maneras no se
detiene, no, incluso intenta meter la mano dentro de la camisa de Mika, que
le pega un manotazo cuando se da cuenta.
Y luego sigue él, Mika, que cuando lo estoy mirando clava sus ojos en
los míos y con un movimiento de labios, me doy cuenta que me dice: «Te
quiero, pequeña» y yo sonrió más, porque yo también le quiero y mucho,
porque Mika, sin siquiera darse cuenta, ha sanado muchas cosas en mi y
estoy segura de que yo también a él.
Le sigue Tatiana, que por más que no cante, tiene una sonrisa suave en su
rostro, disfrutando el momento y le envidio un poco, ¿saben? Le envidio la
manera en la que arquea su espalda y hecha su cabeza hacia atrás,
respirando profundamente, sintiendo la libertad que la rodea y me doy
cuenta ahora que Tatiana es de esas personas que viven todo como si no
hubiera un mañana, que no tiene miedo de decir cualquier cosa que pase por
su cabeza, que es autentica y original y no le teme a nada.
Creo que todos tendríamos que ser un poco como ella.
Me pregunto qué se sentiría ser así.
Le sigue Dean, que mira las llamas que arden en el centro de la fogata, un
poco perdido en sus propios pensamientos, de todas maneras tiene una
pequeñísima sonrisa en su rostro.
Como si sintiera mi mirada, clava sus ojos en los míos y yo medio me
estremezco, porque muchas cosas me pasan cuando me mira, muchas cosas
me pasaron y muchas me seguirán pasando, porque déjame decirte algo, un
pequeño spoiler: Dean no es de esas personas que se superan, nunca, es
imposible.
Él medio asiente cuando me mira, como si algo que pasaba por su cabeza
se estuviera cumpliendo en este momento, me pregunto si eso tiene algo
que ver conmigo.
Aparto la mirada, porque a decir verdad se me estaba cruzando la loca
idea de que todo me importe un carajo e ir a sentarme en su regazo, que me
abrace, que todo bien con la fogata, pero que a mi me a dado un poco de
frío con la brisa marina.
Es en ese momento exacto que una enorme sudadera con un perfume
exquisito es puesta en mi espalda, abrigándome.
Mis ojos se clavan en los de Pierce y joder, tengo que tragar y apartar la
mirada cuando se sienta a mi lado. Cerca. Bastante cerca.
—¿Mejor? —Pregunta.
—Si, gracias —respondo.
Y lo miro.
Y es un error, porque él también me mira y, ¿sinceramente? No se muy
bien qué demonios está pasando con Pierce en este momento, porque él
siempre fue una incógnita, alguien difícil de entender.
Y yo como que no quiero entenderlo, me canse de intentar descifrarlo, de
todas maneras no puedo evitar preguntarme qué demonios está pasando por
su cabeza en este momento.
«¿En que estas pensando, Pierce?»
—Tu sabes en qué estoy pensando —dice él de repente.
Pero estoy segura de que esta vez la pregunta no se me escapó, estoy
segura de que esta vez él supo lo que estaba pasando por mi cabeza, porque
Pierce siempre supo entenderme como nadie me entendió jamás.
Aparto la mirada porque la intensidad de la suya me abruma un poco,
Pierce siempre me abrumo, sin embargo ahora lo siento diferente, siento
que ahora no me afecta.
Clavo mis ojos en las estrellas, intentando apartar todo lo que pasa por mi
cabeza en este momento.
«Mundo, ¿qué tienes preparado para mi?»
«Cosas increíbles, Minerva, cosas que siquiera esperas»
«¿Seré feliz?»
«Las cosas buenas llegan a quien sabe esperar»
«Vete a la chingada, Mundo» no puedo evitar pensar con una sonrisa en
el rostro.
«Tu también, Minerva, tú también»
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PERDÓN POR LA DEMORA BEBIS
ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO EL CAPÍTULO
SE VIENEN COSAS BUENAS
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DEBIE LATINLOVER
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
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BUENAS BUENAS
YA SE QUE ME EXTRAÑARON, YO TAMBIEN LO HICE Y
MUCHO
ESPERO SEPAN ENTENDER QUE ESTOY CON MUCHO
TRABAJO, SINO ACTUALIZO, ES POR ESO.
HAGO SIEMPRE LO QUE ESTÁ A MI ALCANCE PARA
TRAERLES CAPÍTULOS.
NO SE OLVIDEN DE VOTAR
EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO HAY SALSEO
¿SE IMAGINAN CON QUIEN?
EL TITULO SERA: SI QUIERES FOLLAR, SOLO APRENDETE
UNA CANCION DE DOJA CAT
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DEBIE
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
—Yo creo que con esto ya estamos —digo con un suspiro cansado.
—¿No lo sientes como un deja vu? —Responde con una sonrisa suave en
el rostro.
Ruedo los ojos, sin embargo logro devolverle la sonrisa.
—Puede... —murmuro, acomodando las últimas cosas en el mueble. —
Mika, en serio voy a pagarte por todo.
Lo siento chasquear con la lengua, antes de que me empuje con su
hombro para hacerse lugar.
—Y te dije cientos de veces que dejes de fastidiar con ello, que estas
cosas estaban guardadas y sin uso —dice nuevamente, para luego clavar sus
ojos, un tanto molestos, en los míos. —No puedo creer que no me hayas
dicho nada —se queja.
—No quería preocuparte —respondo, apartando la mirada.
—Me preocupa que confíes más en esos dos hombres que en mi —
recrimina.
Tiene un poco de razón, pero él no sabe toda la historia.
—Ellos solo estaban en el momento indicado en el lugar indicado y una
cosa llevó a la otra...
—Minerva...
—Ya me fui, ¿vale? Estoy lejos de los dos y no he sabido nada de ellos
en la última semana, asique no tienes de qué preocuparte, ya que por cierto,
yo no lo estoy haciendo.
Después de eso, ninguno de los dos dice nada más.
La verdad es que mi mente ha ido entre Dean y Pierce, pero a decir
verdad, cada que uno de ellos se me viene a la cabeza, directamente me
obligo a pensar en otra cosa.
Estamos a sábado y se supone que el martes sale el vuelo a Madrid.
Y todavía no he hablado con Pierce.
De hecho no he vuelto a verlo desde la charla que tuvimos esa
madrugada.
Hoy he traído la última de las cosas que me habían quedado en su casa, le
he dejado las llaves a Harry, el conserje del edificio y le envié un mensaje
avisándole, el cual no respondió.
No se si está manteniendo las distancias porque quiere darme mi tiempo
para que decida lo del viaje o si algo más está pasando, de todas maneras
tampoco tengo ganas de averiguarlo.
Con Dean..., bueno, de él si que no quiero saber, por lo menos por el
momento.
Cada que sale una noticia de él en la televisión, cambio el canal, o si en
el periódico aparece en primera plana, simplemente lo cierro, porque no
quiero saber como va su compromiso, no quiero saber la unificación de su
empresa con la del padre de Rebecca, no quiero saber que está logrando
salir adelante sin mi.
Y no es por ser mala, o por que todavía duela —que si lo hace—, pero es
solo que necesito no saber de él por un tiempo largo, esto es lo mejor, pero
como dije una vez, Dean no se supera.
Nunca.
En fin, pasemos a lo interesante...
—¿Y qué pasó al final con el policía? —Pregunta Mika, con evidente
curiosidad.
Gruño por lo bajo, pero es que Marcus es un grano en el culo, que me
hace palpitar el chocho, eso si, pero un grano en el culo al final.
Y no, no es como si hubiera pasado algo, pero desde que había tenido esa
charla con Isabella, mi chocho parecía cantar serenatas para él.
Por el amor de Dios, que podía llegar a ser insoportable y lo peor es que
parecía que Marcus podía olerlo, por que cada vez que me hablaba, sus
palabras sonaban una más sugerente que la otra.
—Nada, no paso nada y dudo que vaya a pasar algo —respondo,
malhumorada, porque Marcus sin hacer nada, logra sacarme de mis casillas.
—¿Pero porque te pones así? —Pregunta mi amigo, riéndose.
—¡Porque tengo ganas de follar! —Respondo con completa sinceridad.
—Pues folla —dice él, encogiéndose de hombros sin dejar de reírse a mi
costa.
—Pero es que me faltan voluntarios.
—¿Cómo que te faltan voluntarios? —Responde él. —Minerva, a ti lo
que menos te faltan es voluntarios.
—A ver, entonces, ¿dónde está la lista de pretendientes? —Me quejo.
—Pequeña, no necesitas una lista de pretendientes para follar, solo
alguien con quien follar y ya.
—No es tan fácil.
—Tu lo estás haciendo difícil.
—No sé si sé como se hace.
—¿Cómo se hace qué, exactamente?
—Eso de follar con un desconocido —confieso.
—¿Nunca tuviste un rollo de una noche? —Pregunta y me molesta que
luzca tan sorprendido.
—Pues no —digo, indignada. —¿Qué tiene eso de malo?
—Nada, pequeña —se apresura a decir. —Es solo que me sorprende que
con tu edad no hayas tenidos rollos esporádicos.
—Pues ya ves que no —respondo, mordaz.
—Pero no te pongas así —dice él, riendo, mientras pasa un brazo por mis
hombros para acercarme a su costado.
En respuesta simplemente me encojo de hombros, todavía refunfuñada.
—Anda, sal con Isabella esta noche —murmura Mika, intentando
animarme. —Pero no vayas con la idea de follar, sino que simplemente sal a
divertirte, ¿porque sabes que? Las mejores anécdotas suceden cuando no
planeas las cosas, de seguro conoces al amor de tu vida y todo.
—¿Y tu como sabes eso?
—Porque te conocí una noche en la que para mi iba a ser una mierda,
¿recuerdas? Y de repente llegaste tu, distraída por mirar a un idiota que no
te hacia caso, luego fingimos que estábamos interesados el uno en el otro y
de paso aprovechaste a toquetearme.
—¡¡¡Yo no hice eso!!! —Le golpeo el brazo, indignada.
—Y desde entonces, no te pude sacar de mi vida, no pude y no quiero,
nunca querré.
Aww.
—Mika, deja de decirme cosas tan lindas —me quejo, mientras saco las
fuentes para comenzar a hacer nuestro almuerzo.
—¿Y eso porque? —Pregunta.
—Por que haces que me pregunte por que carajos eres gay —bromeo.
—Ay pequeña —dice él, suspirando—, que el amor de tu vida debe estar
a la vuelta de la esquina y tú siquiera logras verlo.
Si, claro...
-------- ≪ °✾° ≫ --------
—Esto es para que siga el fiestón, es para seguirle borrachote y locochon
—canturrea Isabella mientras hacemos nuestro camino hacia el antro.
—Oye, ¿y qué pasó con el señor Royal? —Pregunto de repente, sin dejar
de caminar colgada de su brazo.
—Nada, no volví a saber de él —responde, evasiva.
—¿Cómo que no? ¿Qué pasó? —Inquiero, pero es que necesito el
chisme. —¿Ya no tenemos un suggar?
Isabella rueda los ojos, sin embargo casi se le escapa una sonrisa.
—No lo sé, simplemente dejo de escribirme —responde, encogiéndose
de hombros.
—¿Y Xander? —Pregunto, esta vez con un poco más de cuidado.
Por que si saben, ¿no? Con Xander e Isabella siempre hay que ir con
cuidado.
—¿Qué con él? —Murmura, distraída.
—¿No has sabido nada?
—No, lo he estado ignorando.
—¿Y eso?
—Mine, sé que no sabes la historia completa, pero a Xander es mejor
tenerlo lejos —responde.
—Si tu lo dices —murmuro, pero la verdad no se cuanto tiempo le dure
toda esa determinación de Isabella de lograr mantener lejos a Xander, por
que estoy seguro de que él no lo hará.
Los bajos de la música se escuchan por los parlantes una vez que estamos
en la entrada del antro, donde no tenemos que siquiera hacer fila, porque
Isabella conoce al tipo de la entrada.
Contactos, ¿si saben?
La música casi de inmediato logra sacarme una sonrisa, antes de que
Isabella me guíe a la barra, donde nos pedimos las dos primeras cervezas de
la noche.
—Por que esta noche nos metan el pez en la pecera —brinda mi amiga,
haciéndome largar una carcajada.
—Salud —digo, saboreando el sabor amargo de la cerveza en mi paladar.
La fiesta todavía no ha empezado, pero si se encuentra lo suficientemente
animada, Dante nos dijo que si no le gustaba su cita de Tinder, vendría para
aquí. De todas maneras sé que algo me oculta, por que cuando lo contó, lo
dijo casi con desinterés y Dante cualquier otro día no hubiera hecho otra
cosa más que alardear de con quien iba a salir y seguramente follar.
—Oye, mira quienes vienen ahí —llama mi atención Isa, chocándome el
hombro.
—Pero Isa, ¿en serio? —Me quejo, cuando veo a Sam y Marcus
acercarse donde nos encontramos.
El primero me saluda con un beso en la mejilla y a mi amiga la toma por
la cintura y le da un beso en la comisura.
Marcus asiente en nuestra dirección y nada más.
Ni un hola, nada.
No se porque el hecho de tenerlo cerca me está poniendo de los nervios,
será por todos los descubrimientos de mi chocho últimamente, que ahora
que lo tengo al lado se ha puesto como ansioso, queriendo palpitar,
queriendo...
«Chocho, estate quieto» pienso, removiéndome un poco incómoda en la
banqueta.
Marcus me mira con el ceño fruncido y esa cara de haberse chupado un
culo sucio que lleva siempre.
—¿Tienes hormigas en el culo o que?
Siempre tan amable, Dios, que mi chocho tiene una brújula para los
pendejos.
—Es que tengo herpes vaginal —suelto, con una sonrisa irónica.
La mueca de asco de Marcus me hace reír, sin embargo es Isa quien me
borra la sonrisa.
—Así no vas a follar nunca en la vida —me sisea al oído.
—Él empezó —me quejo, también por lo bajo.
—Consiente un poco a tu chocho —dice ella a modo de reprimenda. —
Que se te va a clausurar por falta de uso.
Ruedo los ojos, clavando nuevamente mis ojos en Marcus, que observa la
pista de baile con interés.
—¿Quieres tomar algo? —Pregunto. —Te invito la primera ronda —
agrego.
Él clava sus ojos en los míos, mirándome nuevamente con esa mueca...
—Eres la persona más exasperante que conocí nunca —me quejo antes
de que él abra la boca.
—¡Pero si no he hecho nada! —Se exaspera él.
—¿Por qué me estás mirando siempre de ese modo?
—¿De qué modo?
—¡De ese! —Digo, señalándolo con la palma de mis manos. —¡Como si
fuera una loca demente!
—¡¡Tal vez por que pienso que eres una loca demente!!
Esto no va a funcionar una mierda.
—¿Sabes que? Mejor deja de mirarme —murmuro, cruzándome de
brazos enojada.
—Siquiera estaba mirándote —farfulla él por lo bajo.
—Te invite un puto trago, Marcus —digo—, ¿podrías intentar por una
sola vez fingir ser amable y largar un puto si?
—¿Por qué coño querría ser amable contigo?
—Chicos, parecen un matrimonio que lleva veinte años juntos —dice
Sam de repente, intentando no reír.
—Pero la diferencia con un matrimonio y ustedes dos —agrega Isabella
con maldad—, es que ustedes no van a tener de ese alucinante sexo de
reconciliación —y nada más decir la palabra sexo, me ha guiñado el ojo.
—Yo nunca follaria con esta loca del carajo —se queja él, de repente
muy malhumorado.
—Pues yo tampoco follaria con un idiota como tu —me quejo también.
—Bien —dice él.
—Bien —murmuro yo.
Cruzándome de brazos.
Son un par de segundos los que nos quedamos en silencio, antes de que
Marcus murmure: —Me vas a invitar la jodida cerveza o no.
Que yo lo mato.
Cierro los ojos para intentar apaciguar el enojo que de repente tengo,
pero cuando los cierro, no puedo evitar pensar en nosotros dos follandonos
con odio, con enojo por tener el deseo de estar juntos, por...
Basta.
—No me dijiste que carajo te gusta —respondo, tambien de mala
manera.
Marcus se gira en dirección al barman, que nos mira un tanto sorprendido
y atento a todo el intercambio que tuvimos.
—Una cerveza negra importada, paga ella —es todo lo que dice.
Jodido hijo de...
—El sexo entre ustedes dos sería extraordinario —suelta el joven
muchacho de repente.
—¡¡Quiere todo el mundo dejar de decir eso!! —respondemos los dos al
mismo tiempo.
Y entonces nos miramos.
Sorprendidos por haber soltado lo mismo.
Al mismo tiempo.
Con enojo.
Pero también con frustración.
—Ya quisieras que folle contigo —le suelto.
—Lo mismo para ti —responde él.
Pero no me mira.
Y yo no le miro.
Joder.
Que puta noche de mierda.
Que puto Marcus.
Puto Marcus.
Cuando el barman le tiende su cerveza, la destapa, de todas maneras
antes de darle un trago, me mira, enojado, pero me mira.
—Salud —dice, levantando su botellín.
Lo miro, enojada también, sin embargo termino levantando la mía propia
para brindar con él.
—Salud —respondo.
Y luego bebo la mitad de la botella.
Enojada.
Pero también frustrada.
Muy frustrada.
Coño.
Tengo frustración sexual.
—Anda —dice Marcus, de repente más animado—, no frunzas tanto el
ceño, que si de por sí pareces mayor de lo que eres, enojada aún más.
Se ve que nota algo en mi mirada, por que de repente trata de corregirse.
—No quise decir eso —dice de inmediato—, ósea, de que pareces mayor,
eso sí, pero...
—Te voy a cortar las pelotas —siseo en su dirección y Marcus abre los
ojos grandes, como sorprendido.
—Vale, ¿qué te sucede hoy? Estás más agresiva de lo normal.
—No estoy para gilipolleces, eso me pasa.
—Eso en mi idioma quiere decir que no estás follando.
—No sabes un carajo.
—Pero... —sigue diciendo él, ignorando cualquier cosa que diga yo—,
como buen cliente tuyo que soy, voy a ayudarte.
—¿Cliente? —Murmuro, un tanto sorprendida.
—Si, cliente, no somos amigos.
—Marcus, en verdad eres muy odioso, ¿eres así con todo el mundo?
—No, con las chicas que quiero follar, soy simplemente encantador.
—Pues finge que quieres follarme —me quejo.
—No podrías soportarlo —dice, haciéndose el galán.
—¿Qué no podría soportar?
—Ese lado mío, que no estás lista, que de seguro te enamoras.
—Tienes el ego más grande que conocí nunca —respondo con completa
sinceridad—, y créeme que conocí unos bastante grandes.
—Muñeca —dice él con calma y una sonrisa de lado—, tu nunca
conociste a nadie como yo. Nunca.
Dios, como lo odio.
—¿Sabes que? No me importa —termino diciendo, volviendo a clavar
mis ojos en la pista de baile.
—Anda, no te pongas así —murmura él, acercándose a mi costado y
pegándose a mi lado.
Joder, Marcus, fuchi, fuchi.
—¿Qué haces? —Murmuro, medio nerviosa cuando pasa su brazo por
sobre mi hombro.
—Te ayudaré a encontrar un ligue de una noche.
—No me jodas —digo con frustración.
—A ver, pero tendrás que sonreír un poco más, que así con esa cara agria
no conseguimos nada.
—No necesito que me ayudes.
—Que sí, que lo tengo —responde él, ignorándome. —¿Qué te parece
ese?
—¿Cuál? ¿El que va hasta arriba de drogas? —Pregunto con ironía
cuando veo a quien señala, que no para de dar saltitos descoordinados y
tiene unos lentes de sol puestos.
En un bar.
A las diez de la noche.
—Vale, ese no —murmura con un suspiro—, ¿y ese?
—Marcus, ¡que acaba de proponérsele a la chica que está a su lado!
—¿Cómo te diste cuenta de eso? —Pregunta él.
—¡¡¡Todo el puto bar lo vio!!! —Me quejo, frustrada.
Frustrada porque él quiere que folle con alguien y yo con quien quiero
follar es con él.
—Pensé que no te darías cuenta —bromea.
—Tu lo que quieres es que pase penas —me quejo yo, enojada,
poniéndome de pie para buscar a Isa que baila en la pista de baile.
—Espera, no te vayas —se apresura a decir él riéndose, mientras me
detiene tomándome por el brazo. —Está bien, buscaremos a alguien en
serio.
—Marcus, que no necesito que me consigas a alguien para follar, que si
quisiera follar ya tendría a alguien —miento.
—¿A si? —Responde él. —A ver, ¿con quien te vas esta noche?
—No dije que me fuera a ir con alguien —me quejo, nerviosa. —¿Y tu?
¿Con quién te vas esta noche? —Pregunto, intentando apartar la atención de
mi.
—No lo sé —dice con tranquilidad, encogiéndose de hombros—, todavía
no lo decido.
—Pero..., ¿cómo cuál es tu tipo?
Intento sonar desinteresada, de todas maneras siento las mejillas al rojo
vivo delatándome y lo único que espero es que las luces del bar lo
disimulen.
La mirada de Marcus se entrecierra en mi dirección, de todas maneras no
lo miro.
—Rubias, por supuesto —responde.
—¿Solo rubias? —Pregunto, con la voz un poco más aguda de lo que
pretendía.
—Puedo hacer la excepción con una morena, pero tiene que ser
pechugona.
Sin siquiera poder evitarlo, bajo la mirada a mis chichis, que a ver, que
no son enormes, pero que están bien.
—Muñeca —dice de repente Marcus, con su dedo índice en mi mentón,
obligándome a mirarlo: —¿Qué está pasando contigo?
—Nada —respondo rápidamente.
—Minerva —insiste.
—¿Qué, pesado? —Me quejo.
—¿Tu no estarás pensando...? —Murmura en voz baja, deteniéndose
antes de decir nada.
—¿Qué? —Pregunto, haciéndome la loca.
—Si tu...
—¿Si yo que?
—Eso...
—¿Eso de qué? ¡Habla bien!
—Que entre tu y yo no pasará nada —sentencia.
—Ya lo sé —respondo, enojada.
—Pero es que... —insiste él y yo estoy que lo mato—, no eres mucho mi
tipo.
—Estoy muy segura que todas las mujeres del bar son tu tipo menos yo
—respondo con ironía, poniendo los ojos en blanco.
—Pues un poco de razón llevas —dice y mis ojos casi largan chispas. —
Pero no lo tomes a mal —se apresura a decir.
—¿No eres tu soy yo? —Agrego con sarcasmo.
—Más o menos —responde. —De todas formas, ¿tu quieres que pase
algo?
—No tienes lo necesario —digo, intentando pagarle aunque sea un poco
con la misma moneda.
—¿Y eso cómo lo sabes?
—Intuición femenina —respondo, evasiva.
—Tu no me conoces.
—Y tu a mi tampoco —respondo—, y así y todo decidiste que no me
tocarías ni con un bate de béisbol.
—¿Acaso te enojaste por eso? —Pregunta, pero vuelve a sonreír.
Y a mi medio que me quiere asomar la sonrisa, pero intento controlarla.
—Para que pueda enojarme contigo, deberías importarme aunque sea un
poco y ya vez, que tu no me importas un carajo —suelto con naturalidad.
—Pero así y todo nos imaginaste juntos —dice él y no es pregunta.
—Es que Marcus, tu pareces de esos... —murmuro.
—¿De esos? ¿De esos cuales?
—De esos que no saben usar bien la picha.
—No dijiste esa mierda —murmura.
—Que de seguro eres de esos que solo la meten para terminar y ya, sin
siquiera preocuparse por su compañera de cama...
—No he escuchado a ninguna quejarse —dice rápidamente.
—Por que de seguro también eres de esos que nada más terminar, les
pides que se vayan.
—No siempre...
—Pero lo haces —acuso en su dirección. —Y ni me digas, que de seguro
no repites con ninguna tampoco.
—Depende de si me gusto mucho o no.
—Pero cuando las llamas por teléfono, las llamas en privado, para que
luego no puedan devolverte la llamada.
—Detente —sisea, perdiendo la sonrisa.
—¿Por qué? —Respondo, de repente de mejor humor.
—Por que eso no es del todo la verdad —se queja.
—¿A no? —Pregunto y me pongo de costado para verlo mejor, él
imitando mi posición. —¿Cómo se llamaba la última persona con la que
follaste?
Marcus entrecierra la mirada, enojado y también frustrado, apretando los
dientes entre sí.
—Eso no viene al caso —responde, evasivo.
—¡No me digas que no te acuerdas! —Me carcajeo. —¿Cuándo fue la
última vez?
—No te importa.
Mi carcajada llama un poco la atención y ahora es él quien lucha contra
una sonrisa.
—Marcus.
—¿Qué?
—¿Cuándo? —Insisto.
Sus ojos oscuros me miran, enojados, antes de negar con la cabeza y
rodar los ojos.
—Esta mañana —confiesa.
—¿Con quien?
—No lo se —dice, como si nada.
—¿Cómo no lo sabes? ¿Dónde fue?
—En una cafetería.
—No te creo —digo y cuando me mira con una ceja arqueada, me corrijo
—, en realidad si te creo.
Nos quedamos nuevamente en silencio, Marcus pide otras dos cervezas y
termina tendiéndome una para mi.
—¿Y tu?
—¿Yo que?
—¿Cuándo fue la última vez que follaste?
Ruedo los ojos, suspirando con cansancio.
—Hace un par de semanas, con mi ex —confieso con amargura.
—¿Y después nada de nada?
—Nada de nada.
—¿No dice el dicho que para olvidar a alguien hay que follar con
extraños?
Me río, no puedo evitarlo.
—Estoy segura que el dicho no dice así —murmuro en su dirección.
—Vale, pero, ¿no follas porque todavía estás mal por él?
Me quedo unos cuantos segundos pensando en lo que acaba de decir,
sopesando la respuesta.
—No lo creo —respondo—, es decir, si le extraño, pero no creo que no
esté follando por ello.
—¿Y entonces?
—Que no se —respondo con completa sinceridad—, creo que no me sale
mucho eso del sexo esporádico.
—¿Por qué?
—Creo que no soy de ese modo.
—No me digas que eres de esas que para follar necesitan una conexión.
Mis ojos se clavan en los de él, volviendo a pensar en la respuesta.
—No es que juzgue, pero..., creo que no sé muy bien de qué manera soy,
creo que no sé tener sexo esporádico con alguien, porque nunca lo he
hecho.
—¿Nunca? ¿Nunca has conocido a alguien una noche y te has ido con él,
sin volver a verlo jamás?
—No —respondo, rodando los ojos.
—Pero..., ¿cuántos años tienes?
—La cantidad de veces que me haya acostado con alguien no define
nada.
—Lo sé —murmura, luciendo sorprendido.
—De todas maneras siempre voy a sostener que el mejor sexo es cuando
estas con alguien que conoces.
—¿Y eso?
—Hay más confianza, puedes decir lo que te gusta, lo que no, sé qué le
mejor sexo es el que tienes cuando tienes una pareja, ya sea sexual o
amorosa, pero a la larga es mejor.
—No estoy muy de acuerdo en eso —murmura Marcus.
—El día que tu estés de acuerdo en algo que yo diga, el mundo se acaba.
La sonrisa de Marcus es suave, mientras asiente y justo en el momento en
el que va a decirme algo, una voz lo interrumpe.
Y su semblante cambia.
Y su sonrisa se vuelve superficial.
—Hola Samy —murmura, tomando a la muchacha por la cintura.
—Es Sally —corrige ella, su sonrisa perdiéndose unos segundos, antes de
volver más luminosa que antes.
No puedo evitar analizarla, sépanlo, es algo que las mujeres hacemos y a
ver, no está bien compararnos entre nosotras, pero es algo que en ocasiones
simplemente pasa sin siquiera darnos cuenta.
Sally tiene el cabello rubio platinado, tan lacio que parece que estuvieran
minuciosamente peinados uno al lado del otro. Ni un cabello fuera de lugar,
llegándole por debajo de los hombros. Tiene la cara pequeña, una nariz
respingona y un rostro simétrico. El maquillaje es sutil, pero perfecto y es
pequeña, quedando a la misma altura mía por los enormes tacones que lleva
puestos.
Un vestido ajustado abraza sus curvas y se nota a leguas que no lleva
sostén.
Y les voy a confesar algo: siempre, toda la vida, envidiare a las chicas
que pueden usar ropa sin sostén, por que si lo hago yo, de seguro se me
escapa una teta por el costado.
Samy se percata por fin de mi presencia y tal como yo hice antes, me
repasa con la mirada, pero es que a ver, a decir verdad hoy no me esmere
mucho con la vestimenta, que en realidad no tenía muchas ganas de salir,
sin embargo voy bien. Es decir, llevo un jean ajustado, unos zapatos bajos
de vestir que me prestó Isa, una blusa con un poco de escote y el cabello
suelto, cayendo en ondas y enmarcando mi rostro.
El maquillaje, bueno, digamos que tuve que hacerlo muchas veces, por
que no me salía bien el delineado en los ojos.
En fin.
—¿Tu eres...? —Pregunta de repente y no me pasa por alto que en verdad
quiere saber si será el ligue de la noche de Marcus o no.
—Minerva —me presento, extendiendo mi mano, la cual toma dudosa.
—Que nombre tan..., peculiar —termina largando.
Odio que digan eso de mi nombre.
—A mi me parece bonito —interrumpe Marcus y mis ojos se clavan en
los suyos.
—Gracias —respondo, pero él simplemente asiente y aparta la mirada,
como si se hubiera percatado tarde de lo que dijo.
Samy termina de pegarse a su costado y Marcus no duda un instante en
pasar su enorme brazo por su pequeña cintura, acercándola y eso es todo lo
que necesito para saber que aquí voy de sobra.
—Nos vemos luego —murmuro, tomando mi cerveza, caminando a la
pista de baile sin esperar respuesta.
Isabella me pone cara de perrito mojado, de todas maneras sonrió cuando
llego a su lado.
—Lo siento por eso y siento siempre poner ideas de mierda en tu cabeza
—dice rápidamente.
—No metiste una idea de mierda en mi cabeza —digo—, de todas
maneras sabía que nunca pasaría nada —agrego.
—Pero...
—Y no sigas —advierto.
—Vale, embriaguémonos y que no decaiga, que no es el único nombre en
el planeta —sentencia.
—Ni que lo digas —murmuro.
Sam nos trae más cerveza una vez que terminamos la nuestra y con Isa
no paramos de bailar, el DJ está luciéndose con la música, mientras que las
máquinas de humo y luces ponen la noche más en ambiente.
Mi mirada, sin poder evitarlo, se dirigió un par de veces allí donde se
encuentra Marcus, que ahora está mucho más cerca de Samy o Sally o
como se llame, metiéndose mano disimuladamente.
No puedo negar que un poco me molesta, aunque no sepa por qué, no
somos nada, por todos los cielos, de todas maneras me digo que no me
importa, puedo follar con quien quiera esta noche.
A nuestra ronda se nos unen unos amigos de Sam y supongo que también
de Marcus, son todos geniales y no dudan un segundo en integrarnos.
Una de las muchachas no deja de mirar fijamente allí donde se encuentra
Marcus y Sally, antes de que murmure casi sin pensar: —Maldita
afortunada.
—¿Te gusta? —Pregunta Isabella, guiñándome el ojo como si me
estuviera haciendo un favor.
Está loca, porque aunque sí quería saber, nunca hubiera preguntado,
porque intuyo lo mucho que puede molestarle a Marcus que cotilleen sobre
su vida privada.
—No, que va, Marcus no es de esos que pueden gustarte.
—¿Y eso? —La pregunta sale casi sin mi permiso, pero ya no puedo
volver el tiempo atrás.
—Pues... —murmura la muchacha y por como habla de Marcus, estoy
segura de que ya follaron—, es la persona más fría que conocí en mi vida
—dice con seriedad—, nunca, jamás, le he conocido una novia —agrega.
—Eso es normal —murmuro, en un vago intento de defenderlo, aunque
no sé muy bien de que.
—Puede... —responde ella, con un encogimiento de hombros—, de todas
maneras todas saben que no pueden pretender mucho de él, más que un
simple polvo, que por cierto, son bestiales.
—¿Tu ya estuviste con él? —Pregunta Isa, pero ambas ya sabemos la
respuesta.
—¿Sabes qué es lo mejor de follar con Marcus? —Murmura ella,
intentando dar un aire de confidencialidad, de todas formas todos la han
escuchado. —Que él siempre te folla como si te odiara —dice y a mi la piel
se me pone de gallina. —Es algo difícil de explicar —aclara—, pero Dios,
él simplemente folla como los dioses.
—A Marcus no va a gustarle que estés hablando de él, mucho menos con
su nueva amiga —dice Sam y cuando la palabra amiga sale de sus labios,
sus ojos se clavan en los míos.
—A mi lo que haga él me tiene sin cuidado —me apresuro a decir,
demasiado rápido.
Demonios.
—Lo se —dice Sam con una sonrisa suave en el rostro—, pero no creo
que a él le guste que tu sepas todas esas cosas.
Y después se pone a conversar con uno de sus amigos, pasando de mi.
Y yo me quedo un tanto sorprendida, no voy a negarlo, de todas maneras
decido ignorar aquel intercambio de palabras y charlar nuevamente con Isa.
Chillo cuando de repente comienza a sonar Need to know de mi amada
Doja Cat y Isabella se prepara, por que sabe que tengo una pequeña
obsesión con esta cantante, por lo que me escuchara cantarla a todo pulmón.
Isa se pega a mi espalda y juntas comenzamos a murmurar la canción por
lo bajo, meneando las caderas de manera lenta.
Por el rabillo del ojo veo que Sam se muerde los labios, mirando a mi
amiga con el deseo bailando en todo su semblante.
Cierro los ojos, dejándome llevar, mis manos van a mi cabello,
sacudiéndolo.
Nada más cantar esa parte, mis ojos se abren y se clavan en los de
Marcus, ¿y adivinen que? Él también estaba mirándome.
«Tengo que saber como es» sus ojos oscuros se clavan en el movimiento
de mis labios.
«Podríamos empezar a las diez y terminar a las cinco»
«Tengo muchos trucos nuevos para ti, cariño»
«Solo digo que soy flexible»
La canción parece estar simplemente escrita para él, por que está
diciéndole todo lo que yo quiero decirle, lo que me moría porque supiera
pero no encontraba las agallas para hacerlo.
Nunca lo haría.
Bendita sea Doja.
«Eres excitante»
«Chico, ven a buscarme»
Cuando canto esa parte, le hago una señal con dos dedos para que se
acerque y..., demonios, él lo hace.
***
BUENAS BEBIS
LO PROMETIDO ES DEUDA
MI INTERNET ES UNA MIERDA, ESTOY HACE MUCHO
INTENTANDO ACTUALIZAR
ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO DEL CAPÍTULO
¿LO QUE SE VIENE?
PREPARENSE PARA UN POV POR PIERCE
LOS AMO MIS PECADORES
GRACIAS POR EL AMOR, LA PACIENCIA Y EL APOYO
POR SIEMPRE
DEBIE LA DE LAS POESIAS
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
Minerva:
Llegas temprano, dijiste a las 6.
Yo:
Mueve tu culo rápido.
Minerva:
No le digas a mi culo que hacer.
Él es libre, hace lo que quiere.
Minerva:
Creo que me he perdido.
Minerva:
Y luego había mucho descuento en las tiendas de ropa y tuve que
comprar, por que ya sabes, una en el aeropuerto tiene que comprar, como
también sabes que esta la regla de que debes comprarte un perfume.
Minerva:
Pues me he comprado cinco.
CINCO.
Que me he gastado la mitad de mi dinero en perfumes, coño.
Minerva:
En fin, ¿me ayudas?
***
HOLA BEBIS
¿COMO ESTÁN? ¿ME EXTRAÑARON?
YO SI, UN MONTON, LES PROMETO QUE FALTA MUUUY
POQUITO PARA QUE LOS CAPÍTULOS VUELVAN A SER TAN
FRECUENTES COMO ANTES.
EN ESTOS DIAS VOY A HACER UN VIVO EXPLICANDOLE EL
PORQUE DE DESAPARECER TANTO, MIENTRAS TANTO,
TENGANME PACIENCIA, ¿SI? QUE UNA VEZ QUE VUELVA A
TENER TIEMPO LIBRE, PECADO VA A TERMINAR ANTES DE
LO QUE ESPERAN.
POR CIERTO, ¿CREEN QUE LLEGUEMOS AL MILLON CON
ESTA SEGUNDA PARTE ANTES DE QUE TERMINE?
GRACIAS A LAS PERSONITAS QUE SE TOMAN EL TIEMPO
PARA HACER UN EDIT, UNA RECOMENDACION, ETC..., YA
QUE ULTIMAMENTE NO TENGO TIEMPO.
OTRA COSITA, ADIVINEN DE QUIEN ES EL CUMPLE
DENTRO DE EXACTAMENTE UNA SEMANITA
JEJE, SI, MIO, ¿Y SABEN QUE? AMO DEMASIADO FESTEJAR
MI CUMPLE, ASIQUE ESPERO AUNQUE SEA COMPARTIR UN
POQUITO CON USTEDES, POR AHI SALE OTRO VIVO DE
SORPRESA.
SIN MUCHO MÁS QUE DECIR, NO SE OLVIDEN DE
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QUE ACTIVAR UN POCO, JE)
NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
LXS AMO
DEBIE LATIN LOVER
PECADO CON SABOR A TI
PIERCE:
***
MUCHAS GRACIAS POR LA ESPERA BEBIS, PERDON LA
TARDANZA, PERO..., ¿BUENAS NOTICIAS? DEBIE ESTÁ DE
REGRESO Y PARA QUE VEAN, ESTE CAPÍTULO LO EMPECE
EL MARTES.
¡¡¡EL MARTES!!!
YA VOLVI A TENER TIEMPO LIBRE Y TIEMPO
LIBRE=ESCRIBIR MUCHO
TENGO MUCHÍSIMAS COSAS QUE CONTARLES,
MUCHISIMAS, ESTOS MESES ME SIRVIERON PARA PENSAR
EN UNAS HISTORIAS QUE UFF, PERO NO SE PREOCUPEN,
TODAVÍA FALTA MUCHO DE PECADO POR CONTAR Y
MINERVA, PTM, MINERVA VIENE CON EL DESMADRE EN
TODA REGLA, LES DIGO, NO SE LO ESPERAN.
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VAYAN TODXS A SEGUIRME Y HAGANME VIRAL, DELEN
JEJE
LOS AMO UN MONTON
GRACIAS POR EL AMOR
AQUI SU LATIN LOVER
DEBIE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
***
HOLA BEBIS
COMO PROMETÍ, CAPÍTULOS SEGUIDOS :)
ESTE CAPITULO VA DEDICADO A LA PERSONITA QUE SE
CREO UN PERFIL FALSO PARA DEJARME MENSAJES DE HATE
TANTO EN LA HISTORIA, COMO EN EL TABLERO, ESTO ES
PARA VOS BEBE, ESPERO QUE SIGAS SIENDO TESTIGO DE MI
ÉXITO ;)
Y TAMBIÉN PARA MI PODEROSÍSIMA STEPH (MI NERD),
QUE ME ESTÁ HACIENDO EL GRANDIOSISMO FAVOR DE
CORREGIRME LOS CAPÍTULOS, TE AMO MI REINA
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO
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LXS AMO MUCHO AMORES
GRACIAS POR TANTO
DEBIE, LA DE LAS POESÍAS
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
«Coño apretado»
«Coño limpio»
«Coño fresco»
«Coño lindo»
«Coño lleno de carne»
Apago la maldita canción que tengo puesta como alarma, mientras cierro
los ojos con fuerza, sintiendo un bochorno tremendo recorrerme el orgullo.
Así como también una humedad en mis bragas y las intensas ganas de
follar.
No puedo creer que estuve a punto de follarme a Pierce en sueños.
Joder.
Demonios.
Dos golpes se escuchan en mi puerta y me tensiono por completo.
—¿Estas despierta? —Se escucha la voz de Pierce.
Me las arreglo para murmurar un escueto «Si»
—¿Estas desnuda? ¿Puedo pasar?
Cierro los ojos, su voz, joder, su voz hace unos cuantos minutos estaba
susurrando mi nombre de manera jadeante.
—Pasa —digo, cuando siento que me he quedado demasiado tiempo en
silencio.
Pierce abre la puerta y..., joder, me entierro aún más debajo de las
mantas. Tiene todavía puesto su pijama, pero parece que lleva un tiempo
despierto, aunque todavía tiene los ojos un poco hinchados.
—Buen día —murmura, antes de llevarse la taza de café a los labios.
—Buen día —respondo, solo con los ojos fuera de la manta, pero es que
siento un sonrojo eterno en las mejillas y tengo el presentimiento de que si
se percata, va a darse cuenta de las cochinadas que estaba soñando.
—¿Cómo dormiste? —Pregunta y tiene en el rostro una sonrisa secreta,
como si conociera todos y cada uno de mis pensamientos.
—Bien —me obligo a decir, pero es que casi no puedo sostenerle la
mirada. —¿Tú?
Él no responde, solo me mira, recorre mi cuerpo tapado por las mantas
antes de volver a mirarme a los ojos.
—Levántate, hice café —es todo lo que dice, a lo que simplemente
asiento, sin embargo cuando se gira para irse, se detiene, y por sobre su
hombro, murmura: —Así que..., ¿coño apretado, coño limpio, coño fresco?
Esta vez no respondo, sino que me termino de tapar con las mantas,
escuchando como la puerta se cierra detrás de él, junto con el sonido de sus
carcajadas.
***
BUENAS BUENAS
MEJOR TARDE QUE NUNCA, ¿NO?
¿QUÉ LES PARECIÓ EL CAPÍTULO BEBIS?
NO SE OLVIDEN POR FIS DE VOTAR ¿SI?
TARDE EN ACTUALIZAR PORQUE, SI BIEN NO TUVE UN
BLOQUEO, SI ME COSTÓ UN POCO ACOMODAR LAS IDEAS
DEL CAPÍTULO Y DE LO QUE SE VIENE.
COMO YA SABEN, PECADO CON SABOR A CARAMELO
SERÁ DIVIDIDO EN DOS PARTES (LA SEGUNDA PARTE
"PECADO CON SABOR A TI") LA IDEA ES TAL VEZ EN UN
FUTURO SUPER SUPER LEJANO, DEJAR LA HISTORIA
DIVIDIDA EN 3 (OSEA TRES LIBROS) PERO YA SABEN, MUCHO
TRABAJO, #PEREZA.
POR AHÍ ES INSEGURIDAD MIA, PERO NO QUIERO QUE
SIENTAN QUE LA HISTORIA SE VUELVE EXTENSA O SIN
SENTIDO, SINO QUE TOMEN TODO LO QUE VA PASANDO,
COMO PARTE DE LA HISTORIA DE LA TRAMA (LO DIVIDI EN
DOS PARA QUE NO SE HAGA TAN CUESTA ARRIBA)
SE VIENEN COSAS BUENAS, DEMASIADO BUENAS, PERO NO
QUIERO DAR SPOILER
JE
CAPITULO DEDICADO A JOH Y MAFE QUE FUE SU CUMPLE
Y YO BIEN PERRA ME OLVIDE
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RECOMIENDEN LA HISTORIA
LXS AMO MUCHO
GRACIAS POR SU APOYO Y SU AMOR Y TODO ESO QUE
HACEN QUE ME HACE FELIZ
CON AMOR
SIEMPRE CON AMOR
DEBIE
CAPÍTULO CUARENTA
Dejamos el coche cerca del centro, o lo que al menos consideraba que era
cercano al Casco Antiguo de toda ciudad Europea que se preciara. En pocos
minutos estábamos recorriendo las calles medievales del centro de Madrid,
donde se encontraban los principales monumentos de la Edad Media y
Moderna: una auténtica maravilla visual para cualquier chica que no haya
salido mucho más allá de los rascacielos de Nueva York o las montañas de
Denver.
Yoshio caminaba a mi lado, luciendo casi tan interesado como yo, a pesar
de que llevaba tiempo en la ciudad.
Si tengo que ser sincera, recorrer la ciudad con Yoshio termina siendo
divertido, él es un hombre que puede hacerte reír casi sin esforzarse: hace
bromas y escucha todas mis preguntas. Se interesa por mi vida y responde
cuando le pregunto por la suya. Me cuenta de sus viajes, de cómo llegó a
amar la cocina y como es la vergüenza de su familia por ello —teniendo en
cuenta que todos son importantes comerciantes de tecnología en Japón —,
aunque si tengo que ser sincera, no parece siquiera importarle, a veces
pareciera que en realidad nada es de su entera importancia, como que todo
le da lo mismo, aunque eso sí, es casi tan cotilla como yo.
—Entonces... —murmura de repente Yoshio—, ¿tu y Pierce?
Me tomo mi tiempo para responder, saboreando el chocolate caliente con
el crocante churro que estoy degustando.
—Asique..., ¿tu y Catalina? —Es todo lo que digo en respuesta.
—Lo bastante justo —responde con una sonrisa que hace que se le
marquen dos hoyuelos en sus mejillas. —¿Entonces? —Insiste.
—Eres bastante chismoso, ¿sabias? —Él en respuesta simplemente se
encoge de hombros, sin lucir ni mínimamente ofendido. —Tuvimos algo,
hace un tiempo.
—Dame más —murmura él y ahora sus codos están sobre la pequeña
mesa, mirándome con interés. —Sé que tuvieron algo...
—Y yo me pregunto cómo es que lo sabes —me quejo de manera
acusadora, pero por supuesto, a él le vale. Suspiro, mirando hacia la avenida
transitada y el cielo despejado a pesar del frío. —No tuvimos nada serio —
termino diciendo.
Yoshio asiente, sé que espera a que diga más, de todas maneras no
presiona.
—Pero... —agrego y él vuelve a mirarme—, si había algo más, por más
que ninguno de los dos quisiera reconocerlo.
—¿Ninguno de los dos o solo él? —Pregunta con malicia.
—Creo que ninguno de los dos estaba preparado para que las cosas
siguieran su curso —digo, sincerándome con él y también conmigo misma
—, él se asustó, pero yo también estaba asustada, tengo ese defecto, a veces
pareciera que siento mucho, todo muy intenso, todo muy rápido —suelto y
creo que nunca había sido tan sincera con nadie como lo estoy siendo con
él.
Yoshio asiente, como si comprendiera, de todas maneras no hace
comentarios al respecto.
—¿Qué pasó después? —Es todo lo que pregunta.
—Me enamore de su mejor amigo —suelto sin tapujos.
Ahora si que me mira con atención.
—¿Cuál de los dos? —Pregunta, con nuevo interés. —¿El eterno joven o
el eterno maduro?
Suelto una risotada al escucharlo describir a Xander y Dean.
—El eterno maduro —respondo con una sonrisa pequeña.
—Tan típico —dice, negando con la cabeza. —¿Y que paso?
Ruedo los ojos, porque mi historial amoroso es una mierda.
—No funciono —suspiro cuando Yoshio clava los ojos en mi, esperando
más detalles. —Lo dejamos, ¿si?
—¿Por qué? No me imagino a Pierce enojándose por ello.
—Es que a Pierce siquiera le importo —respondo demasiado rápido.
—No digas eso —responde Yoshio, pero para nada juzga, sino que
simplemente me da otra versión de los hechos. —Mira, conozco a Pierce
hace un tiempo y no, no somos los mejores amigos, pero conozco cómo
funciona.
—¿Y como es eso?
—Es de esos que siempre quiere ver bien a los que quiere, que deja de
lado su propia felicidad para que el resto esté bien, a veces no lo parece,
pero no es la persona fría que piensa todo el mundo que es.
—Yo no creo que Pierce sea frío.
—¿Por qué terminaste las cosas con Ross?
—Por qué no podemos estar juntos.
—¿No pueden o no quieren?
—No podemos —respondo, un poco agitada por la conversación que
estamos teniendo. —En su momento fue difícil de aceptar —digo, en un
vago intento de defender a Dean—, pero entiendo la razón por la que lo
hizo, entiendo el porque alejarse de mi.
—A veces esa es la única solución —murmura Yoshio con comprensión.
En respuesta simplemente asiento, antes de preguntar: —¿Tu y Catalina?
Él vuelve con esa sonrisa que muestra todos sus dientes, arrugando de
por sí sus ojos achinados, haciéndolo lucir encantador.
Y es que no voy a mentirles, él en verdad es un muy lindo y exótico
espécimen del sexo masculino, pero por sobre todas las cosas, porque tiene
como un aura prohibida que lo envuelve alrededor.
—Sufro de desapego emocional, Minerva —murmura de repente.
Frunzo un poco el ceño, porque a decir verdad no se muy bien qué
significa eso y Yoshio al ver mi confusión, se explica: —No tengo la
capacidad de generar sentimientos por las personas y podría decirte todos y
cada uno de los motivos de ello, pero sería una charla sumamente aburrida
y de la cual no tengo ganas de hablar.
Boqueo como un pez fuera del agua, porque no se muy bien qué decir.
—Había cierto algo entre ustedes anoche —es todo lo que puedo largar.
—Si, eso es verdad —responde él—, pero Catalina es una persona que
necesita constante afecto y yo soy alguien incapaz de darlo, entonces eso
complicaba las cosas —explica con calma. —Si, hay mucha tensión entre
nosotros, así como también hay una atracción indudable, pero ambos
sabíamos en su momento que si nos dejábamos llevar, uno de los dos iba a
terminar destruido y esa persona no iba a ser precisamente yo, porque si
tengo que ser sincero contigo, no entiendo los sentimientos, sencillamente
no me importan.
—Eso es demasiado frío.
—¿Lo es? —Pregunta él, pero no de mala manera, sino intentando
hacerme entender su punto. —Sufro de desapego emocional —repite—, y
digo sufrir, como para que puedas entenderlo, pero para mi no es una
dolencia, simplemente es un estado, una condición y estoy bien con ello. No
creo que sea frío lo que hice, sino que fue por Catalina la primer persona
que me preocupó lo suficiente como para no actuar sin que me importe, si
quieres llamarlo de alguna manera, fue la primera persona que me importo
lo suficiente como para no querer lastimarla y eso es algo que ella nunca me
perdonó.
—Has de tener una vida demasiado solitaria —es todo lo que puedo
decir.
—No estoy mal con mi vida, ni tampoco me siento solo —responde con
simpleza.
—Pero... —me quejo nuevamente—, el amor es increíble, los
sentimientos, las acciones que nos llevan a cometer, la pasión, ¿cómo
puedes vivir sin todo eso?
Él me sonríe, sin dejar de mirarme fijamente y con una intensidad que me
hace remover incómoda.
—¿No es algo curioso? —Pregunta de repente. —Y aquí estamos, una
persona que tiene desapego emocional y una que se queja de que siente
demasiado, demasiado rápido.
Ruedo los ojos, pero no puedo evitar reír a su ocurrencia acertada.
—Menudo par —murmuro y luego suelto algo que viene dando vueltas
por mi cabeza. —¿Por qué yo?
—¿Por qué tu qué? —Pregunta.
—¿Por qué me invitaste a salir? ¿Por qué tu repentino interés por mi?
—El primero de mis motivos es porque de más está decir que te
considero atractiva —dice y a mi se me colorean un poco las mejillas—, el
segundo es porque fastidiar a Pierce es algo que me resulta por demás
entretenido, sin contar que siempre se termina quedando con las mujeres
que me resultan interesantes.
—¿Te resulto interesante? —Pregunto con retintín.
—Si lo haces —dice él, sin una pizca de vergüenza y yo me arrepiento de
mi pregunta. —Desde la primera vez que te vi supe que eras una persona
intensa —y al ver mi mueca, ríe y agrega—, no intensa de la manera que
estas pensando, sino intensa con sus sentimientos, a veces eres como un
libro abierto, todo los sentimientos que te recorren se reflejan en esa bonita
cara tuya.
—Eres alguien muy observador —murmuro por lo bajo.
—Lo soy —está de acuerdo él.
Luego de eso nos quedamos en silencio y después de pagar por la
comida, comenzamos el regreso al lugar donde dejamos el auto estacionado
para que me lleve de regreso al departamento.
—¿Qué pasa con Pierce ahora? —Pregunta de repente.
Pienso en que responder, a decir verdad serle sincera a Yoshio es como
que me sale natural, será que es porque no lo conozco y sé que no va a
juzgarme ni mucho menos.
—Lo único que sé es que no quiero volver a pasar por lo que pasamos
antes, ni mucho menos repetir el pasado.
—¿Y porqué habrías de hacerlo?
—La tensión sigue ahí, ¿vale? No soy estúpida, el coqueteo, las ganas,
todo se palpa en el ambiente, es solo que no quiero estropear las cosas.
Yoshio se queda pensativo unos instantes, antes de responder.
—Creo que Pierce es una persona bastante sencilla y tu bastante
complicada.
—¡Hey! —me quejo, golpeando su hombro.
—¿Sabes que creo? Que deberías soltarte un poco.
—No es tan fácil.
—Si lo es —me contradice rápidamente—, solo que estas
constantemente pensando en el resto, lo que sentirán, a quien podrás
lastimar con lo que hagas.
—No es tan así —me quejo, pero mi voz suena insegura.
Poner una película de terror fue la peor idea del mundo, no sé en qué
estaba pensando, pero seguramente no con la cabeza sino con el chocho.
Supuse que una película que me mantuviera todo el tiempo alerta, evitaría
que mi mente viajara a pensamientos inapropiados.
—Si te pasas toda la película tapándote los ojos, no vas a entender nada
—murmura Pierce.
El vino quedo olvidado hace rato en nuestras copas sobre la mesita
ratona, mientras que debido a las bajas temperaturas, decidimos taparnos
con las mantas que usa Pierce para dormir.
Huelen a él y me encantaría decir que aquello logra desconcentrarme,
pero no, la puta película me mantiene bastante ocupada de cualquier otra
cosa.
—Está a punto de pasar algo —murmuro, apenas abriendo los dedos para
ver.
—Llevas diciendo eso desde que empezó la película —murmura—, hace
una hora.
—¿Cómo es que no te da miedo? —me quejo.
—Si me da miedo —responde él y por unos instantes mis ojos se clavan
en los suyos.
—¿Y como es que no pareces asustado ahora?
—Es que estoy tratando de impresionarte —responde él.
Ruedo los ojos, porque no recuerdo el momento exacto en que hemos
empezado a coquetear, pero lo estamos haciendo y no me molesta para
nada.
Justo en el momento que vuelvo a clavar la mirada en la película, es
cuando el asesino sale con una motosierra a cortar extremidades de la gente.
Por todos los cielos.
El chillido que largo hace reír a Pierce, sin embargo me deja pegarme a
su costado, mientras pasa su brazo por mi hombro para darme más
comodidad.
—No se porque elegiste esta película —vuelve a murmurar.
—Por que parecía buena —respondo.
—Podemos cambiarla si quieres, elegir otra.
—No —me apresuro a decir. —Quiero ver quien sobrevive.
—Minerva, eran diez amigos —responde él. —Solo quedan dos y los
asesinos siguen siendo tres.
—Vamos a terminarla —es todo lo que respondo, pegándome más a su
costado.
Pierce no se queja por ello.
No se cuanto tiempo pasa, pero hemos puesto otra película.
En la anterior murieron todos.
Fue la peor película que vi en mi vida.
Esta es de guerra y a mi las pelis de guerra siempre me dan mucho sueño,
sin contar que muere mucha gente —siempre suelen ser los más dulces y
graciosos—, pero me parecía justo que sea Pierce quien elija la película esta
vez.
Es por eso que cuando menos me lo espero, comienzo a dormitarme, los
párpados me pesan y el calor del cuerpo de Pierce, el movimiento de su
respiración lenta, no es más que un arrullo para mis cansados pensamientos.
Medio entre sueños intento acomodarme, Pierce pasa una de sus piernas
por detrás de mi cuerpo, yo me acomodo en su pecho, sus brazos me
aprietan más cerca, mi cuerpo está prácticamente encima del suyo, nuestras
piernas enredadas, nuestras respiraciones lentas y constantes, señal de que
ambos estamos medios dormidos.
La tv en algún momento se apaga sola cuando da el aviso de que hace
tiempo no la usamos.
Supongo que los dos estamos demasiado cansados para hacer algo al
respecto, o por lo menos eso es lo que me digo a mi misma mientras me
permito dormirme en la comodidad de los brazos de Pierce, en su calor y su
perfume.
A la mañana siguiente, siquiera antes de abrir los ojos, sé dónde estoy, sé
quién está abrazándome cerca de su cuerpo, sé de quién es el perfume que
me envuelve. De todas maneras, me permito solo unos minutos antes de
entrar en pánico y solo hago esto por que sé que Pierce sigue dormido.
Sus manos están apretando mi piel, uno de sus brazos estoy usándolo
como almohada, mientras el otro envuelve mi cintura, manteniéndome
cerca. Mi rostro está a la altura de su pecho mientras que nuestras piernas
están enredadas, una de las mías por encima de su cintura. En algún
momento de la noche de seguro ladeo nuestros cuerpos para estar más
cómodos.
Respiro lentamente, embriagándome del perfume —de seguro importado
— que se aferra a su piel. Sea como sea que termine esta situación, será
embarazosa y difícil de sobrellevar, pero culparemos al añejo vino y las
películas de terror por ello.
Abro los ojos lentamente y por la poca luz que entra por las ventanas, me
doy cuenta de que todavía es temprano, por lo que la alarma de Pierce de
seguro suene en unos minutos ya que olvide poner la mía.
Pierce se remueve, apretándome un poco más cerca de él y es en ese
momento que decido que debo levantarme y no saben qué pereza, porque
hace un frío terrible.
—Todavía no —murmura Pierce medio dormido cuando me quiero
deshacer de su agarre, su voz ronca erizando mi piel.
De todas maneras intento nuevamente y él vuelve a presionarme,
quejándose por lo bajo y es en ese momento que pienso que tal vez cree que
soy otra persona.
—Minerva —se queja de nuevo, sacándome de mis dudas.
Entonces si sabe que soy yo.
Je.
—Es tarde —me quejo, de todas maneras no intento levantarme de
nuevo.
—La alarma todavía no suena, vuelve a dormir —ordena, casi no dando
lugar a la réplica.
«Una pequeña cabeceada más no hace daño a nadie» pienso para mis
adentros y en ese momento decido que unos minutos más no me vendrían
mal, por lo que medio me acurruco debajo de las mantas y más cerca de
Pierce, que me recibe gustoso y creo que en un acto inconsciente, su
enorme mano que me sostenía por la cintura, se cuela por debajo de mi
camiseta y tengo que apretar los labios para no hace un solo sonido.
Sus dedos acarician mi piel unos instantes hasta que parece volver a
quedarse dormido.
Yo ahora medio que me cachondee con su toque, pero me obligo a
respirar hondo y tratar de relajarme.
Creo que me debo dormir, por que la próxima vez que entreabro los ojos,
Pierce se está estirando en dirección a la mesa de noche, intentando apagar
el incesante sonido de la alarma y una vez que la apaga, rápidamente vuelve
a abrazarme por la cintura.
—No me quiero levantar —murmuro con la voz pastosa por el sueño.
Siento que su cuerpo medio se sacude por la risa silenciosa, mientras que
siento como su mano acaricia la piel expuesta de mi espalda,
distrayéndome.
—Podemos seguir así unos minutos más —murmura él. —Todavía
tenemos tiempo antes de empezar el día —agrega.
Y no lo dice, pero el «volver a la realidad» nos queda flotando por el
aire.
—Vale, pero no mucho más —murmuro y mi nariz ahora acaricia
suavemente la piel de su cuello.
Joder, sé que no estoy soñando, pero esto se siente mucho mejor que
cualquier sueño vivido que haya tenido antes.
Los dedos de Pierce se crispan sobre mi espalda, antes de ladear el cuello
para darme más acceso y yo sin pensarlo mucho, acerco mi rostro allí,
aspirando casi de manera sonora.
Nuestras piernas siguen enredadas entre sí, pero nos resistimos al
impulso de acercarnos, porque si rompiéramos la distancia que nos separa,
se que no habría retorno, no podríamos detenernos, mantenernos así, con
una mínima distancia, estamos a salvo..., todavía.
Mis labios apenas si rozan la piel y en ese momento la mano de Pierce
sube, levantando mi camiseta en el proceso, para colocar su palma entre mis
omoplatos, aplastándome más cerca de él.
Cierro los ojos por lo que su repentina cercanía me produce, por lo que su
simple tacto está haciendo en mí.
De repente mi respiración no es tan calmada como antes y ahora estoy
con unas desesperadas ganas de más, de sentir más piel, de sentirlo más a
él, más cerca mío.
Más.
Más.
Más.
Saco el rostro de mi escondite y Pierce por su parte hace lo mismo,
clavando sus ojos hinchados y profundamente azules en los míos.
—Hola —susurra.
—Hola —respondo, también con un susurro, sonriéndole apenas.
—¿Cómo dormiste? —Pregunta en voz baja.
—Bien —murmuro, siguiendo con la voz apenas audible, como si esto
fuera algo así como un secreto. —Creo que es la primera vez que no paso
frío —confieso.
—Me alegro de haber podido ayudar —murmura y ahora su rostro está
más cerca del mío, tanto que nuestras narices se rozan.
Tanto que un solo movimiento de mi rostro y nuestros labios estarían
tocándose.
—¿Pierce...?
—¿Si? —Dice, sin embargo sus ojos mirando mis labios, antes de
acercarse un poco más y ahora compartimos aliento.
Demonios, espero no tener aliento a fosa de momia, sin embargo sé que
esas cosas a Pierce no le importan.
—¿Crees que...? —Carraspeo, intentando encontrar las palabras que
decir. —¿Esto esta bien?
—¿Esto? —Pregunta, arqueando una ceja. —Pero si no estamos haciendo
nada —sonríe al final.
Y a mi la sonrisa se me contagia y de repente siento unas enormes ganas
de que me bese.
«Anda Pierce, no seas cobarde y bésame»
Sin embargo, por la mirada que me larga, pareciera que él está
diciéndome lo mismo, como si me retara a ser yo quien rompa con esta
tensión que nos consume.
—Es verdad —susurro y arqueo un poco mi espalda para acercarme a él
un poco más—, no estamos haciendo nada.
—Nada de nada —susurra en respuesta.
Su enorme mano ahora sube hasta acariciar mi cuello, sacándome un
gemido involuntario cuando presiona en los nudos que tengo allí.
—Tan perfecta —murmura.
Y no se quien termina de acercarse, si él o yo, pero cuando quiero darme
cuenta, sus labios están sobre los míos.
• ──── ✾ ──── •
CAPÍTULO DEDICADO A PILAR, QUE COMO DICE SU NOMBRE,
ES EL PILAR DE ESTA HISTORIA, GRACIAS POR AYUDARME
CUANDO MÁS TE NECESITO DESDE MUCHO ANTES DE QUE
ESTA HISTORIA SIQUIERA SALIERA A LA LUZ.
Y DEDICADO TAMBIEN A TODAS MIS LECTORAS ESPAÑOLAS.
ESPERO ALGUN DIA VOLVER A LA HERMOSURA QUE
SIGNIFICA ESPAÑA
GRACIAS POR LA PACIENCIA.
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DEBIE
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
***
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DEBIE :)
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
PIERCE:
Minerva va acurrucada a mi lado una vez que nos subimos al taxi para
volver al departamento. Tiene los ojos caídos por el cansancio post
orgasmo, cuando yo todavía cargo con una erección que está a punto de
explotar. De todas maneras no es que este esperando que pase nada una vez
que lleguemos, aunque si ella es quien comienza todo, tampoco me verán
quejarme. Sin embargo lo único que espero es que las cosas no cambien
entre nosotros, quiero permanecer de este modo, bueno, no por siempre, por
supuesto. Si bien todavía no puedo ponerle nombre a lo que me pasa con
ella, estoy muy seguro que es fuerte y como la mierda que esta vez no la
dejaré escapar, de eso estoy completamente seguro.
Minerva se remueve contra mi costado y yo aprieto mi agarre en sus
hombros, manteniéndola cerca, mi piel erizándose cuando pasea su nariz
por mi cuello.
—Tu perfume me encanta —murmura, medio entre dormida.
—Lo sé —respondo con una sonrisa. —Por eso lo uso a diario, eres una
chica de perfumes.
—Lo soy —responde, riendo.
Pago al taxi una vez que estaciona en el rellano del departamento y
espero a que Minerva baje antes de hacerlo yo y una vez fuera, tomo de su
mano para caminar juntos.
No puedo evitar deleitarme con la naturalidad que hacemos estas cosas.
—Estás callado —murmura cuando entramos al ascensor.
Le sonrió, tirando de su brazo para que su espalda esté contra mi pecho y
se acurruque contra mi.
—Igual no me quejo —dice, cuando comienzo a dejar besos por su
clavícula. —Que este Pierce me encanta.
—Siempre soy el mismo —murmuro.
—No siempre... —responde ella en voz baja.
Antes de que pueda responder nada, las puertas del ascensor se abren y
ambos salimos con dirección al departamento en silencio, mientras me
maldigo para mis adentros por haberme cargado el momento, sintiéndome
un imbécil por lo que dije.
Por supuesto que no siempre soy el mismo, espero por lo menos no serlo,
cuando ella más me necesito, la abandone.
Joder.
—Minerva... —digo una vez que cierro la puerta del departamento.
De todas formas no llegó a decir nada cuando se abalanza a mis brazos,
llegando a sostenerla justo a tiempo antes de que me bese como solo ella
sabe hacerlo.
Su lengua incita a mis labios a abrirse para besarnos profundamente y no
puedo —ni quiero— siquiera controlar el gruñido que sale de lo profundo
de mi.
Comienzo a caminar sin siquiera poder ver donde, con sus piernas
enredadas alrededor de mi cintura y mis manos amasando su culo por
debajo del vestido que se ha subido, pellizcando y escuchándola quejarse
por el dolor que seguro provoque.
Mis rodillas chocan con el sofá, por lo que me giro y me dejo caer en él,
arrastrando a Minerva conmigo.
Nos separamos unos instantes para recuperar el aliento y nos miramos
fijamente por unos segundos.
Sus mejillas están sonrojadas nuevamente, sus labios hinchados por los
besos compartidos y su mirada brillosa.
—Minerva, yo...
—¿Recuerdas que recién dije que me gustaba ese tierno tu? —Dice ella,
con una sonrisa maliciosa en el rostro. —Pues ahora necesito al otro Pierce,
al que me folla duro.
Abro la boca para responder, de todas maneras las palabras no me salen,
no puedo emitir un sonido.
—¿Quieres follar? —Pregunto, como un idiota.
—Si, eso dije —murmura ella y ahora se contonea de forma descarada
contra mi erección.
La tomo de las caderas para detenerla, porque con ella haciendo esto no
me deja pensar y en este momento necesito pensar con la cabeza de arriba y
no con la de abajo.
—Pierce... —gimotea con esa voz que casi me hace perder las cabezas.
Si, la de arriba y la de abajo.
—¿Que...? —Intento decir, pero no puedo encontrar las palabras. —¿Que
estas haciendo?
Ella de repente deja de luchar contra el agarre férreo con el que la
sostengo y se le forma un ceño fruncido entre sus cejas.
—Creo que fui bastante explícita con lo que dije —murmura, la muy
listilla. —Aunque si quieres te puedo guiar.
—Minerva... —me quejo.
—¿Que? —Pregunta, con su mejor cara de inocente y vuelve a contonear
las caderas.
—Que esto... —digo, bajando la mirada. Mala idea, puedo ver sus bragas
desde aquí. —Yo no se si...
—¿Acaso no quieres? —Pregunta, todo su aire juguetón perdido. —Lo
siento, yo creí... —hace el amago de levantarse, pero presiono mi agarre
para que no se aleje.
—No es que no quiera, joder —digo, frustrado y confundido. —Es que...,
¿tu quieres esto?
Abre la boca para responder, como si no entendiera mis palabras.
—Creo que lo deje claro en el momento en que me abalance sobre ti —
responde.
—Si pero...
—Mira Pierce —me interrumpe ella—, no quiero complicar las cosas,
¿vale? Lo dije antes, solo quiero follar. Follar sin complicaciones, sin tener
que estar pensando si digo o hago algo que de repente nos haga salir
corriendo —dice y me sorprende un poco la seguridad con la que me dice
las cosas, como si lo tuviera lo suficientemente claro.
Minerva, al ver que no respondo, continua: —De todas maneras, si
sientes que esto podría, no lo sé, cambiar la relación que tenemos hasta
ahora, me levantaré y me iré a la cama, frustrada, vale aclarar, pero mañana
por la mañana seguiré siendo la misma y espero que tu sigas siendo el
mismo.
—Yo...
—De todas maneras, cuando tuviste tu lengua en mi clítoris y tus dedos
metidos casi hasta tocarme el útero, creí que no pondrías tanta traba a follar.
Mi polla salta cuando la escucha decir eso, yo sin embargo...
—Vale, lo tengo claro ahora —murmura, un poco decepcionada, esta vez
se pone de pie cuando siente que mi agarre se afloja.
Comienza a caminar en dirección a su habitación y son solo unos cuantos
segundos los que tardo en ponerme de pie y detenerla, tomándola por el
brazo.
—¿Dónde demonios crees que vas? —Siseo en su oído y siento como la
piel de su brazo se eriza cuando le hablo.
—Yo..., creí que...
—¿Que creíste? —Pregunto, apoyando mi erección en su culo respingón.
—¿Que te irías a dormir así como así? ¿Antes de que te meta la polla en el
coño? Lo llevas claro si pensaste eso —sentencio.
Me río para mis adentros cuando Minerva permanece allí, simplemente
en silencio.
Parece que la deje sin palabras.
La obligo a caminar y ella medio se tropieza con los tacones, por lo que
se los saca de inmediato y camina descalza.
La llevo al brazo del sillón, empujándola suavemente para que se doble
sobre él.
—Pierce..., ¿que...?
Jadea cuando le subo el vestido por encima de las caderas, dejando su
piel cubierta solo por sus bragas.
—Mantente callada —murmuro, enganchando su pequeña braguita con
mi dedo índice, despegándolo de su culo. Minerva hace el amago de
levantarse, por lo que con mi mano libre la detengo poniéndola en medio de
su espalda. —Y quieta también.
Cuando veo que va a obedecer, acaricio su piel hasta enganchar ambos
lados de su ropa interior y bajarla por sus piernas.
Me arrodillo detrás de ella, deleitándome con la vista. El coño de
Minerva siempre será mi vista favorita y si bien esta noche ya la he
probado, me muero por volver a hacerlo.
No pierdo tiempo, aplano mi lengua por todo su centro, metiéndola en su
vagina y luego subiendo para lamerle también el culo.
—Por todos los cielos —la escucho jadear, intentando moverse hacia
adelante, pero mi mano la toma por la cadera para mantenerla en su lugar.
—Pierce... —quiere quejarse, por lo que vuelvo a ir su vagina, chupándola
nuevamente.
Su espalda se arquea, intentando darle una fricción que solo con mi
lengua no va a encontrar, sin embargo me encanta torturarla, por lo que me
concentro en chuparle el clítoris, mover la lengua de un lado al otro, lo
mordisqueo con mis dientes y cuando creo que se va a correr, me separo.
—Mierda, mierda, mierda —murmura en voz baja.
Me pongo de pie, apurándome en quitar la ropa que todavía llevo puesta,
pateando mis pantalones y los bóxer lejos de mi cuerpo.
Minerva hace el amago de incorporarse, pero vuelvo a poner mi mano en
su espalda, deteniéndola.
—No, quédate así.
—Pero es que quiero verte mientras follamos —se queja y por el susurro
de su voz, supongo que en realidad no quería decir aquello en voz alta.
—Yo también, pero quiero follarte primero en esta posición, mirarte el
culo mientras lo hago —respondo, rompiendo el paquete del condón que
tome de mi billetera y desenrollándolo sobre mi polla a punto de explotar.
Bien, me lo tomaré con calma, follarla en esta posición ayudara, porque
si la miro a la cara ni bien me entierro en ella, me voy a venir y eso será
vergonzoso.
Muy vergonzoso.
—¿Tengo que estirarte con los dedos? —Pregunto una vez que la punta
de mi polla acaricia sus pliegues húmedos. —¿O ya estas lista para mi,
douce?
—Pierce... —gimotea ella, contoneando las caderas para que me entierre
en ella.
Esa fricción que necesita.
Que yo también necesito.
Dios, dulce tortura.
—¿Entonces...? —Pregunto, torturándola un poco más, separándome un
poco y reemplazando mi polla por mis dedos.
—No, Pierce —se queja con voz ronca.
—¿No que, preciosa? —Pregunto, jugando con ella, mis dedos patinando
por la humedad de su excitación.
—No necesito... —su gemido ronco casi me hace perder la cabeza. —
Métela, Pierce, por favor, por lo que más quieras...
Antes de que termine de hablar, reemplazo mis dedos por mi polla,
deslizándome dentro suyo con suavidad pero sin detenerme hasta que estoy
enterrado por fin dentro suyo.
Y me quedo allí por unos instantes, sintiéndola, joder, sintiendo lo que
significa volver a estar dentro de ella.
Es el paraíso y de repente lo entiendo, entiendo el porque estaba loco por
ella, entiendo el significado de lo que teníamos y como lo eche todo a
perder.
Mis manos se cierran firmemente sobre su cadera, antes de hacer las mías
hacia atrás y luego volver a enterrarme, tan lentamente que sé que es una
tortura para ella así como también para mi, sin embargo quiero que este
momento dure para siempre, quiero que esta noche no termine nunca.
Repito el movimiento dos veces más, antes de acostarme prácticamente
encima suyo —teniendo cuidado de no recargar todo mi peso en ella— y
comienzo a besar la piel de su hombro, llegando la lugar donde éste se une
con su cuello, mordiendo levemente.
El movimiento de mis caderas es constante, sin dejar de follarla en
ningún momento. Me apresuro a desajustar su sostén, quitándolo para
amasar suavemente sus tetas sensibles.
Minerva gimotea, los ojos fuertemente cerrados, sus manos sosteniendo
su peso contra el sillón. Dejo besos en sus mejillas, hasta llegar a la
comisura de sus labios y ella gira su rostro para que nuestras lenguas
puedan moverse al igual que nuestros cuerpos.
Mis movimientos se detienen, solo porque necesito besarla más.
Tocarla más.
Sentirla más.
Y de repente es como si una especie de desesperación me arrasara,
porque quiero todo de ella, absolutamente todo.
Cuando salgo de adentro suyo, Minerva gimotea, pero no digo nada, solo
porque me dejo caer en el sillón y la tomo de las caderas para que se suba a
horcajadas. En la desesperación por hacerlo más rápido, el pie de Minerva
golpea con la mesa ratona y chilla de dolor.
—Mierda, ¿estas bien? —Pregunto, observando como se frota el dedo
chiquito del pie.
—No —gimotea y yo la tomo nuevamente de las caderas para ponerla
entre mis piernas.
—Déjame ver —murmuro, intentando tomarla del pie.
—No —se apresura a responder. —Quiero seguir follando —agrega.
—Te seguiré follando —respondo, riendo. —Solo quiero ver que no te
hayas lastimado.
—Que no —responde, alejando su pie.
—Minerva...
—Es que si me tocas el pie me darán unas cosquillas horribles y te juro
que no podrás follarme —explica y yo siento que por dentro me rompo un
poco por la ternura que me causan sus palabras. —Yo quiero follar —
asegura.
Sonrío suavemente y ella me devuelve la sonrisa. Sus piernas están a
cada lado de las mías, sin embargo nos tomamos unos cuantos segundos
antes de volver a lo que hacíamos antes. Mis pulgares acarician la piel de
sus caderas, frotando suavemente a lo largo de sus piernas, ganándome un
estremecimiento de su parte.
Una de mis manos sube para tomarla suavemente por su cuello,
rodeándolo con mi palma para atraerla a mi. Ella viene gustosa, besándome
con la suavidad con la que solo ella puede besar. Minerva tiene una forma
de besar que parece que lo hiciera con el alma, un beso suyo es capaz de
devolverte a la vida, es capaz de hacerte replantear todos los besos que diste
antes de los suyos, como si el resto no fueran más que besos vacíos y sin
sentido.
Sus manos se entierran en mi cabello, acercándome un poco más a ella y
sus caderas se elevan, mientras que yo me tomo mi tiempo para pasear la
punta de mi polla por sus pliegues húmedos antes de ponerlo nuevamente
en su entrada. El recuerdo de nosotros follando a pelo se cuela en mi
cabeza, la sensación de su calor envolviendo mi dureza..., aparto aquellos
pensamientos, porque solo harán que me desconcentre del placer de volver
a follarla.
Minerva baja sus caderas suavemente sobre las mías, sin dejar de
besarme, sin dejar de tirar de mi cabello. Mis manos aprietan sus caderas,
mientras ladeo las mismas para encontrarme con sus movimientos,
profundizando la penetración.
—Tan bien, Douce, se siente tan bien —susurro contra sus labios.
Minerva gime cuando me escucha decirle esas palabras y sé que le
calienta que le hable mientras la follo, que le diga todo lo que pasa por mi
cabeza y cuerpo cuando la siento a mi alrededor.
»Sigue así...
»Sigues siendo igual de dulce.
»Eso, gira tus caderas de ese modo, úsame para tu placer.
»¿Sientes lo mojada que estas? ¿Sientes lo dura que me la pones?
»Todo para ti, todo.
»¿Ya quieres correrte? No lo hagas todavía, vamos a venirnos juntos.
La mano que tenía alrededor de su cuello se cierra haciendo un poco de
presión. Los ojos de Minerva, oscurecidos por la lujuria, se clavan en los
míos, mientras comienzo con mi otra mano, a frotar su clítoris la mismo
tiempo que ella aumenta sus movimientos.
—Eso es —digo, asintiendo, ejerciendo más presión en su cuello casi de
manera inconsciente. —Córrete, córrete por toda mi polla, Douce...
Los labios de Minerva se entreabren cuando comienza a venirse, mientras
que yo enredo mi brazo en su cintura y con ayuda de la mano que se cierra
en su garganta, ayudo a los movimientos cuando comienzo a correrme
también, golpeando su centro con fuerza, tanta que los sonidos que hacen
nuestros cuerpos al chocar son como una sinfonía para mis oídos.
El orgasmo que me golpea genera tanto placer, que tengo que cerrar los
ojos por el mareo que me recorre.
Cierro con más fuerza mi brazo alrededor de Minerva, acercándola a mi
pecho y enredado mi mano —esa que rodeaba su cuello— en su cabello,
para que esconda su rostro en mi pecho, necesitando tenerla de ese modo
unos minutos hasta que logre recomponerme de lo que acabamos de hacer.
El sudor me cubre las sienes, mientras tomo respiraciones profundas para
recuperar el aliento, ya que el corazón todavía me late de manera errática.
Cierro los ojos, apretando a Minerva cerca mío, el contacto de sus tetas
en mi pecho hace que la polla me de una sacudida y cuando estoy pensando
la manera en la que voy a follarla, de las formas en la que lo haré, esta vez
en la cama, ella se remueve.
Mi polla sale de adentro suyo y cuando se hace hacia atrás, quito el
condón y lo anudo, tirándolo al suelo de cualquier manera.
Abro la boca para decir algo, cuando Minerva se me adelanta.
—Eso fue una buena forma de limar tensiones —dice de manera jovial.
—Ahora... —agrega, poniéndose de pie y tomando su ropa del suelo—,
tengo que ir a dormir y tu deberías hacer lo mismo, tenemos que
levantarnos temprano.
Frunzo el ceño, sorprendido por su actitud, poniéndome también de pie
cuando comienza a caminar por el pasillo a su habitación.
—¿Donde vas?
Ella se detiene, me mira como si fuera estúpido y luego, de manera
obvia, agrega: —A dormir, a la habitación, la cama...
—Pero... —me corto a mi mismo, porque a decir verdad no sé qué es lo
que iba a decir.
¿Querer dormir juntos? ¿Dejarme que la abrace mientras duerme? Perdí
esos privilegios, lo sé y también sé que Minerva no va a ponérmelo fácil,
por lo que suspirando, me obligo a decir: —Descansa, Minerva.
Ella me sonríe, como si no acabáramos de follar hace menos de cinco
minutos, como si solo hubiera sido eso que dijo antes: «limar tensiones» un
polvo.
Joder, me siento usado.
—Buenas noches, Pierce —dice ella con una sonrisa dulce y se pierde
dentro de la habitación. Me dejo caer en el sillón, suspirando y perdiendo
cualquier placer post orgasmo que había conseguido.
Me digo a mi mismo que no debo sentirme un idiota —tal como me
siento ahora— y darle tiempo. Minerva dijo que no quería las cosas que
quería antes y la entiendo, joder, con todo lo que le ha pasado los últimos
meses, es obvio que no querrá involucrarse con alguien de manera seria.
Aún más teniendo en cuenta como tuvo que terminar las cosas con Dean.
Dean.
Joder, intento que algo de culpa entré a mi sistema, pero eso no pasa, no
pasa porque con lo que respecta a Minerva, no hay tiempo para culpas, aún
más ahora que siento que puedo ponerle nombre a lo que siento.
No voy a decir la palabra amor, porque soy un fiel creyente que el amor
se construye entre dos, pero si sé que quiero verla todas las mañanas, reírme
de su mal humor a primera hora del día, cocinarle mientras tomamos un
vino y ella me parlotea de todo sin parar a mi lado.
No lo se, supongo que quiero las cosas cotidianas con ella, el tenerla a mi
alrededor.
Me dejo caer en el sillón, respirando hondo y sintiendo el perfume de ella
todavía pegado a mi piel. Aquello, sin poder evitarlo, me saca una sonrisa,
mientras pienso como un pervertido en no bañarme para que me quede su
olor impregnado.
Sonrió más imaginando la cara que pondrá Minerva mañana en el
desayuno cuando le diga estas palabras.
Y así, con una sonrisa en el rostro, termino durmiéndome, pensando en
todos los planes que tengo para recuperar a Minerva de una vez por todas.
De todas maneras, siquiera llego a imaginar que por supuesto, las cosas
no van a ser tan fáciles como espero.
Malditamente nunca lo son.
*
MINERVA
Con Pierce, a la mañana siguiente, nos quedamos dormidos, cuando era
el anteúltimo —y uno de los días más importantes— días de la convención.
Por suerte no cundió el pánico, nos cambiamos rápidamente —a él no le
dio tiempo de bañarse— y salimos corriendo del departamento.
Llegamos, gracias a todos los cielos, tres minutos antes de que
comenzara.
Hoy había sido el día de cocinar y los mejores cocineros del mundo,
probarían nuestras comidas.
Me anote —para sorpresa de él—, en el stand de Pierce. Cuando me vio
que estaba allí, se le formo una sonrisa enorme en el rostro y no pude evitar
el rubor que se extendió por todo mi cuerpo por ello, pero la verdad es que
no quería que las cosas se pusieran raras entre nosotros.
Si, habíamos follado.
Si, me había encantado, joder, toda esa química que habíamos tenido
alguna vez, ahora simplemente parecía haber aumentado.
Sé que probablemente me hace una cobarde haber huido de la manera en
la que lo hice, pero sinceramente, no quería que las cosas se pusieran raras
entre nosotros. No quería volver a repetir los patrones que habíamos
atravesado alguna vez, no le quería hacer eso a él, ponerlo en aquella
posición, pero por sobre todas las cosas, no me lo quería hacer a mi misma.
Sé que suelo bromear mucho con esto, pero sinceramente ya no estoy
buscando una relación en el amplio sentido de la palabra. La verdad es que
solo quiero pasarlo bien y por sobre todas las cosas, cuidar mi corazón,
porque después de la ruptura con Dean, bueno, quedó bastante magullado.
Sé que Pierce se sorprendió por mi arrebato, pero prefiero seguir
manteniendo las distancias, si, follamos, si, lo más probable es que
volvamos a hacerlo, pero no quiero las caricias del después. No quiero que
las cosas se confundan.
Pierce, por suerte, pareció comprender mi postura, por que no hizo las
cosas raras, se siguió comportando como siempre y yo por mi parte hice lo
mismo.
Sin cosas raras.
¿Ven que fácil?
De todas maneras, hay algo que me está molestando, si, si, si, no lo
digan, soy una persona complicada, suelo pelear mucho conmigo misma,
pero..., siento culpa.
Te preguntaras porque demonios siento culpa.
Pues por Dean.
Si, lo sé, realmente no tienen que decirlo, pero es que..., se siente como si
lo hubiera superado todo demasiado rápido, aunque quien va a casarse es él,
sé que no es por amor y tampoco me trague mucho todas las excusas que
me dio cuando se las pedí, sé que hay algo más aunque seguramente nunca
vaya a descubrirlo.
A decir verdad, no puedo evitar extrañarle un poco, ¿saben? Dean era esa
clase de persona a la que podías escribirle todo el rato al teléfono, podías
hablar de todo y de nada a la vez y él simplemente escucharía con atención,
como si estuvieras diciendo la cosa más interesante del mundo y la verdad
era que extrañaba muchísimo aquello.
Hubieron algunos momentos en este viaje en los que estaba lo
suficientemente distraída como para abrir su chat y tomar una foto de
cualquier cosa para enviarle.
Cuando me percataba de lo que estaba haciendo, me sentía como una
mierda.
Y cerraba su chat.
Si, yo también siento pena por mi misma a veces, pero no estamos aquí
para juzgar.
Bueno, la cuestión es que una cosa llevó a la otra y aquí estoy, esperando
que conteste el teléfono, porque creí que era una buena idea llamarlo.
Detente, que no estamos aquí para juzgar, he dicho.
—¿Hola? —Pregunta nada más atender el teléfono.
Abro los ojos como platos, se suponía que debía cortar antes que
atendiera.
Si, si, lo sé, es una pendejada que a veces hacemos las pendejas como
yo, pero..., no juzgamos, quedamos en eso, ¿okey?
—¿Minerva...? ¿Eres tu? —Pregunta, supongo que alejando su teléfono
para ver la pantalla y corroborar que indudablemente mi número está en su
pantalla.
—Hola —me obligo a responder, luego de carraspear.
—Hola, cariño —murmura casi de manera inconsciente y yo cierro los
ojos con fuerza, joder, que es demasiado dulce.
Dean carraspea, supongo que dándose cuenta del mote cariñoso que usó
conmigo.
—¿Como estas? —Pregunto, obligándome a sacarnos a los dos del
incómodo momento.
—Bien, ¿y tu? —Pregunta y me atrevo a decir que sentí un suspiro de
alivio por el auricular. —¿Cómo está yendo todo?
—Bien, bien —respondo, alejándome de la entrada que daban a los
balcones para acercarme al barandal, observando los autos debajo. —
Madrid es... —tomo aire profundamente, respirando esta ciudad que me
tiene enamorada—, es sencillamente increíble.
—Si, es una ciudad preciosa —está de acuerdo él.
Y volvemos a quedarnos en un silencio incómodo.
Demonios.
—Entonces... —me obligo a murmurar—, ¿para que llamabas?
Se escucha una risa del otro lado.
—Tu me llamaste, Mine —murmura Dean, divertido, al otro lado del
mundo.
—Oh, si claro —murmuro, sintiéndome una idiota. —Fue sin querer, ya
sabes..., simplemente se marcó el número —me excuso.
—Ya veo... —responde él. —¿Tu estas bien? ¿Pierce te mostró la
ciudad?
—No, fue Yoshio —respondo, porque estoy segura de que Dean lo
conoce.
—Joder Minerva —murmura Dean del otro lado—, no te acerques
mucho a él, ¿si? Es un jodido pervertido.
Se me escapa una carcajada por la manera en la que lo dice, que por
cierto es bastante seria.
—Es un buen chico —lo defiendo.
—A metros de él, cariño —insiste Dean. —Es serio, que querrá hacerte
cosas... —se escucha un sonido ahogado al otro lado que solo me hace reír
más—, sólo tenlo a unos cuantos metros de distancia, ¿si?
«Ay Dean, si supieras»
—Lo tendré en cuenta —murmuro y luego—, ¿Tu...? ¿Como van tus
cosas?
No digo la palabra compromiso porque ya saben, corazón roto y esas
cosas.
—Bien —responde él, luego de carraspear. —Supongo que las cosas van
siguiendo su curso —agrega.
—No suenas muy contento —se me escapa.
—Por qué no lo estoy —se le escapa a él también.
—¿Entonces porqué lo haces? —Se me escapa la pregunta.
—¿Quieres volver a tener esta conversación? —Pregunta él también.
—No, yo... —tomo una respiración profunda, cerrando los ojos con
fuerza cuando comienzan a arderme. —Yo solo quería decirte que..., que no
te guardo rencor ni nada, ¿vale?
—Lo sé Mine, eso solo te hace aún más increíble de lo que ya eres...
—Y Dean, tienes mi bendición.
—¿Tu bendición? —Pregunta, confundido.
—Si, tu sabes, en el caso de que quieras consumar tu compromiso, ya
sabes , puedes hacerlo, es decir —me corrijo, tomando aire profundamente
—, no es como si necesitarás mi permiso para follar, es solo que puedes
hacerlo, sin problema, ¿si? Solo..., solo tal vez piensa en mi, ¿quieres? —Y
luego, pensando en la mierda que acabo de decir, vómito las palabras
nuevamente: —Joder, no, no hagas eso, es asqueroso, no pongas mi rostro
en..., nadie.
La risa de Dean me saca de mis pensamientos, haciéndome al fin reír a
mi también.
—Extrañaba esto de ti —murmura una vez que dejamos de reír y no hace
falta que diga que extrañaba cuando hablaba sin parar.
—Yo solo quiero que seas feliz, ¿okey? —Suelto por fin. —Solo, sigue
adelante... —agrego.
No hace falta ser un genio para darse cuenta que le estoy confirmando
que estoy follando nuevamente.
—Oh... —murmura luego de unos segundos. Carraspea y vuelve a hablar:
—Está bien Mine, yo... —suspira—, yo estoy feliz por ti, por que seas feliz
y estoy muy orgulloso de que estés cumpliendo todos tus sueños, sabes eso,
¿verdad?
—Si, lo sé —me obligo a responder, con un nudo en la garganta.
—Bien.
—Dean, yo... —parpadeo de manera repetida para ahuyentar las lágrimas
—, yo te aprecio, eso no ha cambiado, yo..., no quiero que cambie.
—Yo también te quiero, Mine.
Y después la llamada se corta.
Me quedo unos cuantos segundos allí, mirando la pantalla oscurecida de
mi teléfono, pensando en todas las cosas que quería decirle pero que no
dije, que no encontré las palabras, que simplemente no salieron.
¿Así es como termina todo, entonces? ¿Así es el final de mi historia con
Dean? Es decir, si, él va a comprometerse, pero una parte muy mía creía
que las cosas no iban a suceder de ese modo, porque..., ya saben, una nunca
puede soñar lo suficiente y son estos momentos los que nos hacen darnos
cuenta de que en realidad los cuentos de hada no existen.
¿No tendré, entonces, mi final feliz? ¿Nada de lo que siempre quise va a
pasarme? ¿Nada...?
—¿Minerva?
La voz de Pierce me hace girarme, sorprendida como si me hubiera
encontrado haciendo alguna travesura, con el teléfono firmemente agarrado
entre mis manos.
—Hola —murmuro con una sonrisa un tanto tensa.
Él, por supuesto, se percata de aquello y se apresura a preguntar.
—¿Estas bien?
—Si, si, no es nada —respondo rápidamente.
—Bien.
—¿Necesitabas algo? —Pregunto y me pego a la baranda detrás mío
cuando se acerca unos cuantos pasos.
Y aquello me lleva a pensar en la noche anterior, cuando estuvimos
follando, el contacto de su piel, de la mía, las cosas que hicimos...
—Yo..., Minerva —comienza diciendo Pierce. —Tengo una propuesta
para hacerte —dice. —Una propuesta a la que no podrás decir que no.
La sonrisa —enorme sonrisa— de Pierce, es contagiosa, por lo que
termino devolviéndosela. Esta vez es una sonrisa real y toda la tristeza de
unos minutos atrás termina disipándose.
—Estoy escuchando...
***
HOLA BEBIS, AQUÍ OTRO CAPÍTULO DE PECADO,
DISCULPEN LA DEMORA
SOLO QUERÍA ACLARAR, YA QUE VI MUCHOS
COMENTARIOS DICIENDO QUE LA HISTORIA NO IBA A
NINGUN LADO, QUE RECUERDEN QUE PECADO CON SABOR A
CARAMELO SE DIVIDIO EN DOS PARTES, ¿PORQUE HICE
ESTO? POR EL HECHO DE QUE LA HISTORIA SE HARÍA MUY
LARGA, DE ESTA MANERA, ES COMO SI VOLVIERA A
EMPEZAR, SI QUIEREN VERLO DE UNA MANERA MÁS
SENCILLA, HAGAN COMO SI LA HISTORIA HUBIERA
TERMINADO Y DESDE QUE ANUNCIE ESTA SEGUNDA PARTE,
FUERA UN NUEVO LIBRO. CON UN NUEVO COMIENZO Y UN
NUEVO GIRO DE LA TRAMA, TODAVÍA FALTA EL "DRAMA"
DE ESTA SEGUNDA PARTE.
ALERTA SPOILER? MINERVA VA A HACER EL VIAJE DE SU
VIDA EN LOS PROXIMOS CAPÍTULOS, SE VIENEN COSITAS
MUY BUENAS, PERO COMO SIEMPRE, TIENEN QUE TENERLE
PACIENCIA A LA HISTORIA Y EN EL CASO DE QUE YA NO LES
GUSTE, SIEMPRE SON BIENVENIDXS A NO LEER MÁS.
CAPÍTULO DEDICADO A VICTORIA QUE HOY ESTÁ
CUMPLIENDO AÑITOS :)
GRACIAS A LAS PERSONAS QUE SIGUEN AQUI, GRACIAS
POR EL APOYO, GRACIAS POR LOS EDITS.
MUCHO MUCHO AMOR PARA USTEDES SIEMPRE.
SIGANME EN MIS REDES:
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LOS LINKS DE MIS REDES SOCIALES ESTAN EN MI PERFIL.
BESITOS
DEBIE
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
Dean:
Las decisiones que he tenido que tomar las últimas semanas, realmente
van a acabar conmigo.
Tengo ganas de rendirme, de dejar todo esto de lado e ir a lo que
realmente me haría feliz.
La cuestión es que soy un Ross, y los Ross no hacemos lo que nos hace
felices, sino que hacemos lo que es correcto. Sé que esto es necesario, sé
que probablemente después de esto, nunca pueda volver a ser el mismo, sin
embargo sé que tengo que hacerlo, sé que a pesar de todo, tuve mi suspiro
de felicidad. La tuve y por más que hoy sienta que fue un momento fugaz
nunca dejaré de estar agradecido por los momentos que me regalo, por la
felicidad que tuve y que siento que aproveche al máximo.
Haberla tenido, que ella me haya amado es algo que me hace saber que
sea lo que pase después, habrá valido la pena.
Sin embargo, toda esa decisión que tenía se fue al carajo nada más
escuchar su voz.
Joder, ¿como la simple voz de una persona puede provocarnos tantos
sentimientos al mismo tiempo? ¿Cómo es que, a pesar de todo este tiempo,
sigue significando incluso más de lo que significaba cuando aún estábamos
juntos?
No estoy enojado, para nada, solo dolido, frustrado con la vida por no
poder estar con la mujer que quiero, porque dejar todo por ella no es algo
que pueda hacer, no es algo que vaya a hacer.
Sé que ahora es difícil de entender, pero todo tendrá una explicación y así
no vuelva a verla nunca más, no después de lo que haré en un par de
semanas, sé que ella podrá ser por fin feliz.
Espero que lo sea, estoy seguro que nadie más que ella lo merece.
Minerva es esa clase de persona que por más que el mundo la tire mil
veces al piso, ella volverá a levantarse, ella sonreirá como si nada hubiera
pasado, ella seguirá dando todo de si misma porque así es como es ella, no
conoce la vida de otra manera.
Sentado en mi despacho, sonrío ante el pensamiento.
Minerva.
Minerva.
Minerva.
Demonios, como la extraño, es como si la constante presión en mi pecho
no desapareciera nunca, como si el vacío que se plantó en mi desde que
terminé con lo nuestro, nunca podría volver a llenarse.
Carajo, sé que nunca va a volver a llenarse, porque Minerva..., Minerva
es..., joder.
Me froto el rostro, frustrado, la garganta se me cierra y los ojos me
escuecen, pero aparto la angustia, porque en estos momentos no puedo ser
débil, no puedo simplemente rendirme a la pesadumbre que me invade, no
puedo porque me hice una promesa a mi mismo y también a ella, todo
siempre será por ella.
Sin embargo..., miro nuevamente la pestaña abierta en mi buscador...
Pensando.
Pensando.
Pensando.
Si mi vida de todas maneras se irá al carajo, ¿que tal si...? ¿Que tal una
última locura?
¿Qué más puedo perder? Ya lo he perdido casi todo, simplemente no
puedo solo..., ¿no puedo ser aunque sea un poco egoísta y pensar una sola
puta vez en mi? ¿En lo que yo quiero?
¿Qué es lo que quiero? Lo quiero todo.
La quiero a ella.
La necesito a ella.
Una sola locura más.
La última.
La última saboreada a la libertad que podré tener, si todo sale como lo
planee, en mi vida.
El último suspiro de felicidad que me voy permitir y solo hay una
persona que puede brindármelo.
Y como la mierda si no tomaré esta última oportunidad.
***
CAPÍTULO CORTISIMO, LO SÉ, PERO YA ESTOY
TRABAJANDO EN EL SIGUIENTE, ESTO ES SOLO UNA
PEQUEÑÍSIMA MUESTRA DE LO QUE SE VIENE.
SI ME ESTOY TARDANDO TANTO CON LAS
ACTUALIZACIONES, ES PORQUE ESTOY CON
MUCHÍSIMO TRABAJO Y APARTE ALGUNOS
INCONVENIENTES FAMILIARES QUE REQUIEREN MI
COMPLETA ATENCIÓN TODO EL DIA. POR FIS, TENGAN
PACIENCIA.
LOS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
MINERVA
—¿De viajes? ¿Solos? ¿Tu y yo?
Repito la pregunta por tercera vez, sin dejar de leer los papeles que hay
sobre la barra del departamento de Pierce.
—Si —responde él, con esa estúpida sonrisa que no ha quitado de su
rostro desde que me saco, literalmente, a rastras del evento.
—¿Te volviste loco?
Pierce rueda los ojos, también por tercera vez, luego de escuchar mi
pregunta.
—No se porque te haces tanto problema, deja de pensar tanto —
murmura, haciendo un ademan con las manos, mientras toma un sorbo de
su copa de vino.
Si, lo obligue a abrir otro de sus caros vinos, asique vamos medio pedos,
pero es que no podía afrontar esta conversación de otra manera.
—Pierce, es un viaje que durara casi tres semanas, ¿como quieres que no
lo piense tanto?
Abre la boca para responder, pero levanto el dedo índice, acallándolo y
dándole a entender que aún no he terminado. Rueda los ojos nuevamente,
bebe de su vino una vez más y se cruza de brazos, apoyando su cadera en la
pared detrás sin dejar de mirarme.
Estúpido y sensual Pierce.
—Sin contar, que de hecho, te harás cargo de todo los gastos del viaje.
—Puedes invitarme a cenar si quieres, no tengo gustos caros —se burla.
Ruedo los ojos, poniendo las manos en mi cintura y mirándolo con
molestia.
—Mira... —dice, acercándose unos pasos a mi antes de que pueda decir
nada—, no tienes que pensarlo tanto, mis padres tienen pequeños
departamentos por casi todo Europa, asique eso no será un gasto, sabes que
los vuelos por aquí tampoco son tan caros —cuando abro la boca para
rebatir nuevamente, me interrumpe—, sé que has estado buscando vuelos.
—¿Como sabes eso? —Pregunto.
—Revise tu computador.
—¡Pierce!
—Fue sin querer, lo juro —dice, intentando apaciguar mi reciente enojo
—, por cierto, cuando mires porno, hazlo en la ventana de incognito, que
sino queda en le buscador.
Siento como mis mejillas se vuelven rojas en cuestión de nada y antes de
que pueda decir nada, vuelve a hablar: —La cosa es que pensé que sería
buena idea.
—Planeaste todo un viaje, por Europa Pierce.
—Si, lo sé —responde, asintiendo y luciendo orgulloso como la mierda.
—Tengo una vida —digo, solo para que quede claro.
Mueve la cabeza de un lado al otro, como si pudiera rebatir aquello.
—¡Pierce! —Me quejo.
—Esta bien, pero estoy seguro que un par de semanas más no le hace
daño a nadie.
—¿Un par de semanas...? —Repito, indignada. —¿Que hay de la
cafetería?
Pierce lo piensa unos instantes, supongo que sopesando mi pregunta.
—En una semana comienzan las vacaciones de verano, sabes que sería en
vano que la cafetería permaneciera abierta, porque habías planeado cerrarla,
¿verdad?
No puedo rebatir a eso, porque tiene razón, iba a cerrar la cafetería por
las vacaciones de verano. No por todas, obviamente, pero si un par de
semanas.
Pierce debe ver la duda pintada en mi rostro, por que de repente rompe la
distancia que nos separa.
—Prometo que lo pasaremos increíble —dice, tomando mi rostro entre
sus manos. —Lo tengo todo planeado.
—¿Cuando comenzaste a planearlo? —Pregunto, la voz me sale rara
porque tiene mis mejillas apretujadas.
—Anoche —responde, sin dejar de sonreír.
—Eso es poco tiempo.
—Suelo ser bastante eficiente cuando me propongo algo que quiero.
Ruedo los ojos, sin embargo no puedo no sonreír.
Joder, que Pierce me ha invitado a recorrer prácticamente toda Europa.
Toda.
Europa.
¿Como diablos se niega una a eso?
—¿Entonces? ¿Tu respuesta es si? —Pregunta en voz baja, sus pulgares
acariciando mis mejillas con suavidad.
—Es una locura, ¿si eres consiente de ello? —Pregunto en su lugar.
—Si, lo sé, pero de todos modos quiero hacerlo.
—¿Seguro? —Pregunto y sé que puede ver la inseguridad en mis ojos. —
¿No tendrás, hum..., problemas?
Pierce me observa unos instantes, creo que sin comprender el trasfondo,
hasta que vuelve a su sonrisa habitual antes de responder.
—No, nunca podría tener problemas por pasar tiempo con una hermosa
mujer.
Ruedo los ojos, queriendo tomar un poco de distancia, que tenerlo tan
cerca me alborota las neuronas y no me deja pensar con claridad, de todas
maneras no me deja ir, sino que en su lugar, arrastra sus labios a los míos,
dándome un beso que me corta un poco el aliento.
—Di que si —murmura, sus labios acariciando los míos cuando habla.
—Yo...
Antes de que pueda responder, vuelve a besarme, esta vez usando su
lengua para acariciar mis labios.
—Di que si —insiste.
Sus ojos, profundamente azules, me miran, expectantes.
—Pierce... —medio niego con la cabeza.
Vuelve a besarme, esta ves un beso de verdad, esos de lo que te tienes
que separar para recuperar el aliento.
—Di que si, Douce —susurra nuevamente, esta vez cerrando sus ojos y
apoyando su frente en la mía. —Por favor, di que sí, Minerva.
Será la suplica que escucho en su voz, el que no pueda mirarme a los ojos
por miedo a que diga que no, a que lo rechace.
Me deleito un poco con el momento, con el silencio expectante, antes de
unir mis labios con los suyos, en un beso que empieza esta vez por mi.
Poniéndome en puntas de pie para poder profundizarlo, enredando mis
manos en el cabello de su nuca.
—Esta bien —respondo y él abre sus ojos para mirarme, sorprendido.
—¿Que dijiste? —Pregunta, aunque creo que si sabe lo que respondí.
—Que si, que hagamos el...
Antes de que pueda terminar la frase, Pierce vuelve a besarme.
Chillo cuando sus brazos se envuelven a mi alrededor, levantándome en
el aire cuando nos hace girar.
—¡Pierce! —Grito, sin poder dejar de reír, mientras camina conmigo
hasta sentarse en el sillón, dejándome a horcajadas en sus piernas.
Sus brazos siguen firmemente enredados en mi cintura, manteniéndome
cerca, mientras que por un momento nos miramos fijamente, en silencio.
Es como si fuéramos los de antes, pero también unos nuevos. Más
maduros. Más rotos, pero también más nosotros mismos.
Y de repente el aire se llena de una tensión que no extrañaba para nada,
que no quiero sentir.
Creo que una parte de mi está negada a sentir nuevamente, porque cada
vez que me permití sentir, simplemente salí lastimada y muy dentro mío,
me niego a pasar por ello de nuevo, mientras me digo a mi misma que
puedo salir bien parada esta vez, que puedo controlar hasta donde quiero
sentir, hasta donde dejo a Pierce entrar esta vez.
Carraspeo, removiéndome en su agarre y él, como si adivinara todo lo
que paso por mi mente en cuestión de nada, me deja ir.
—Entonces... —murmuro, caminando nuevamente a la barra donde
quedo mi copa de vino abandonada—, ¿donde empieza nuestro viaje? —
Pregunto, girándome con una sonrisa enorme después de darle un trago a mi
copa.
Pierce me observa unos instantes pensativo, antes de volver a su sonrisa
maliciosa y su actitud habitual de que el mundo le importa un carajo.
—Por donde todos los viajes por Europa deben empezar —dice y su
sonrisa, por todos los cielos, es una sonrisa que jamás le había visto.
—¿Y donde es eso? —Pregunto y no puedo evitar contagiarme de su
actitud juguetona.
—En Ibiza, claro esta.
Joder.
Jo-der.
**
—Minerva, en verdad fue un placer volver a verte —murmura Yoshio en
mi oído, haciéndome saltar en mi lugar.
—Me asustaste —me quejo en su dirección.
La cosa es que hoy es el último día de convención, en la cual
simplemente estamos aquí, conversando entre todos, haciendo sociales y
rememorando estas ultimas dos semanas. He perdido a Pierce nada más
llegar y después de hablar con algunas de mis compañeras que compartí la
mayoría de las clases, simplemente me acerque a un pequeño rincón con un
ventanal enorme que da a la calle, observando Madrid.
Me encanta Madrid.
—Lo siento, no pretendía asustarte —se disculpa Yoshio, parándose a mi
lado para observar también la transitada avenida fuera.
Nos quedamos en un cómodo silencio por unos cuantos segundos, hasta
que decido romper el silencio.
—¿Que harás ahora? —Pregunto.
Yoshio sonríe de lado, seguro imaginando alguna pervertida travesura en
su cabeza.
Se encoge de hombros y sin mirarme, responde: —No lo sé, tal vez
arruinar algún matrimonio, ¿quien sabe?
Inmediatamente mis ojos se dirigen a Catalina, quien tiene el brazo de su
marido envuelto alrededor de su cintura, quien por casualidad nos estaba
mirando.
Mierda.
Aparto la mirada de inmediato.
La risa de Yoshio me hace mirarlo con enojo, de todas maneras no es
como si él me hubiera dicho que mirara.
—No es la única mujer en mi radar, ¿sabes?
—Pero si la única por la que te preocupaste —rebato.
—Touche... —responde con una sonrisa. —¿Sera ese no se que, que tiene
Madrid? —Pregunta de repente.
—¿Que quieres decir?
—¿No se te hace a que esta ciudad es mágica? Siempre es Las Vegas
quien se lleva todas las alabanzas —se queja, haciéndome reír—, pero no lo
sé, Madrid tiene ese no se que...
Parece que Yoshio en realidad estuviera pensando en voz alta, pero como
es habitual en él, parece importarle demasiado poco compartir esos
pensamientos conmigo.
—Como de nuevas oportunidades —me encuentro respondiendo.
Él me mira unos segundos, antes de asentir en acuerdo.
—Como de nuevas oportunidades —asiente.
—Fue bueno conocerte un poco más esta vez—murmuro en su dirección.
Yoshio sonríe enorme y cuando me percato de lo que acabo de soltar —
teniendo en cuenta lo que compartimos—, mis mejillas se encienden de un
rojo furioso antes de abrir la boca para comenzar a balbucear idioteces.
—Lo mismo —interrumpe Yoshio, sacándome de mi miseria y para mi
total sorpresa, sus brazos me envuelven en un apretado abrazo.
—No sabia que eras de esos que dan abrazos —me rio de manera
nerviosa una vez que nos separamos.
De seguro tengo las mejillas de un color nunca antes visto en la piel
humana.
—No lo soy, pero es que Pierce nos estaba mirando.
—Debí imaginarlo —respondo, rodando los ojos.
—Hey, que igual si me gusto abrazarte, pude sentirte un poco las tetas y
todo.
—Por Dios... —me quejo abochornada, mirando a mi alrededor con
nerviosismo.
Escucho la risa de Yoshio luego de que alguien carraspeara detrás mío.
—¿Estas lista para irnos? —Pregunta Pierce.
—Si —digo, sin siquiera poder mirarlo.
—¿Que le dijiste para avergonzarla? —Pregunta Pierce en dirección a
Yoshio.
—¡Que fue un placer conocerla! —Responde él, sin poder borrar la
sonrisa de su cara. —Por que lo fue, ¿verdad Mine?
—Adiós Yoshio —respondo, rodando los ojos y caminando en dirección
a la salida, con Pierce siguiéndome de cerca.
—¿Estas lista? —Pregunta Pierce una vez que estamos en la calle
esperando el taxi que nos llevara al aeropuerto.
Las valijas las habíamos dejado en una oficina de la convención y
estamos preparados para que comiencen estas vacaciones.
—Una siempre está preparada para ir a Ibiza —respondo con una sonrisa
enorme.
—¿Y para el avión? —Pregunta, mirándome de reojo. —¿Estas lista?
Carraspeo, sintiéndome nerviosa de repente, antes de asentir.
—Si, he comprado unas pastillas para relajarme en caso de que las cosas
se salgan de control —respondo sin mirarlo.
—Igual la mayoría de los viajes los haremos en tren o alquilaremos un
auto, ¿es eso mejor?
—Uno de mis sueños siempre fue hacer un viaje en carretera —se me
escapa casi sin pensar.
—A por los sueños entonces —murmura en respuesta.
A por los sueños entonces.
Tome una pastilla antes de subir al avión, no se si fue eso o que, pero
siquiera me había terminado de acomodar en mi asiento cuando
comenzamos con el descenso.
Pierce solo se rio cuando se lo comente.
El calor de Ibiza me sorprendió, a decir verdad no creo haber estado
preparada para ello, de todas maneras lo agradecí, porque el olorcito de la
brisa marina fue delicioso.
Por un momento debo confesar que me sentí medio fuera de lugar, es
decir, no sabía muy bien como actuar con Pierce a mi alrededor.
No habíamos vuelto a follar.
¿Quería que volvamos a hacerlo? Si respondía con la cabeza te diría que
no, que eso iba a complicar las cosas, que mejor que las cosas quedaran
como estaban, en definitiva nos habíamos rascado la comezón.
Mi chocho y lívido, por supuesto, pensaban de otra manera, de echo
creían que todavía les picaba y mucho.
En fin.
Sin embargo, debo confesar, que fue Pierce quien se encargo de romper
el hielo, porque actuó como si nada hubiera pasado nunca, me trato con la
misma naturalidad de siempre.
El hotel que había reservado era bastante sencillo y, cruzando una
pequeña calle adoquinada, llegabas a la orilla del mar, donde cientos de
botes de todos colores te saludaban, era, a decir verdad, una de las vistas
más hermosas que había visto nunca.
La pastilla todavía corría por mi torrente sanguíneo, es por eso que
quedamos en que dormiríamos una pequeña siesta y luego iríamos a
recorrer.
La siesta, por supuesto, duró como cuatro horas y una vez que nos
volvimos a encontrar en el lobby del lugar, ambos con caras dormidas,
reímos.
—Ya veo que esta noche no dormimos —murmure, saliendo del
complejo.
—Podemos ir a tomar algo, escuche que en uno de los bares cerca
siempre hay fiestas.
—Pierce, es Ibiza, aquí siempre hay fiestas —murmure con obviedad.
Él río, negando con la cabeza, antes de responder: —¿Sabes? Muchas
familias vacacionan en Ibiza, solo para que sepas.
Observo de reojo a Pierce y tengo que admitir que el clima cálido le
queda precioso: lleva puesta una camiseta fina de color blanca y unos
pantalones cortos de color negro que marcan sus largas piernas.
Joder.
Deja de mirar, Minerva, por todos los cielos.
—¿Ah si? —Pregunto, de manera distraída, obligándome a mirar hacia
adelante.
Y de paso me repaso la ropa que llevo puesta. Unos pantalones cortos de
color blanco y una camiseta de tiras de color negra.
Genial, parece que combinamos colores.
Carraspeo, de repente sintiéndome nerviosa, mientras Pierce me dice algo
sobre el clima y el lugar, asiento en respuesta, solo porque no sé que decir,
¿porque de repente estoy tan nerviosa?
Niego con la cabeza.
Sigo caminando.
Miro de reojo a Pierce y me percato de que él también me está mirando.
Mierda.
Vuelvo la vista rápidamente al frente.
Me tropiezo.
Joder.
Las manos de Pierce se envuelven a mi alrededor, sosteniéndome para
que no me caiga.
—¿Por que de repente comienzas a actuar como una psicópata? —
Pregunta y la curiosidad con la que sale la pregunta me molesta.
—No estoy actuando como una psicópata —me quejo, enderezándome y
volviendo a caminar.
—¿Que te puso tan nerviosa de repente? —Pregunta.
Lo miro de reojo, vuelvo a repasarlo con la mirada, niego con la cabeza y
por lo bajo refunfuño: —Parece que nos pusimos de acuerdo con la ropa.
Pierce me mira, extrañado, luego se mira a si mismo, luego a mi y luego
de vuelta a él, y después, se ríe.
Idiota.
—Es verdad —responde.
Seguimos caminando por las pintorescas calles de Ibiza, que esta a
rebosar de gente, por más que no sea temporada alta.
Nos acercamos a la costa cuando el atardecer llega, sentándonos en
silencio en un barcito que todavía está medio vacío, mientras Pierce se pide
una cerveza y yo un trago mientras observamos el paisaje.
Hablamos de cosas aquí y allá, conversamos de la convención, que fue lo
que más nos gusto y que no y cuando queremos darnos cuenta, la noche ha
caído por completo, el bar esta lleno de gente y la música animada suena
por los parlantes, dándole un aire festivo al lugar.
—Esto es un asco —se queja Pierce por tercera vez.
—No es un asco, es solo comida chatarra —respondo, riéndome.
—Por eso, un asco —insiste como un niño pequeño.
—Que es solo una hamburguesa con papas fritas, ¿que demonios
esperas?
—No se, pero estoy seguro que si hiciera esta comida no sabría así —se
queja, volviendo a mirar la comida. —¿Que demonios se supone que es
esto?
—Es huevo Pierce —suelto con una carcajada. —Y eso que agarras con
tanto asco, es tocino.
—Me alegra que te diviertas a mi costa —dice Pierce con ironía, molesto
por mis carcajadas, pero es que en verdad luce frustrado.
Justo en el momento que abro la boca para responder, una pareja de lo
que parecen recién casados, hablan en nuestra dirección.
—Disculpen, ¿sería mucha molestia si compartiéramos mesa? Es que
esta todo lleno y en verdad mi esposa necesita comer algo.
Pierce abre la boca para responder, de seguro una negativa, cuando me
adelanto y con una sonrisa, respondo: —Seguro, no hay problema.
De todas maneras, el hombre, que parece tener algo así como cuarenta
años, mira a Pierce inseguro.
—Igual si es molestia para la pareja...
—Es que no somos pareja —respondo, demasiado rápido y cuando
Pierce mira en mi dirección con el ceño fruncido, suelto lo primero que se
me viene a la mente: —Somos hermanos.
—Oh —responde el señor, tomando asiento.
—¿Hermanos? —Pregunta Pierce, de todas maneras no insiste en el tema
cuando lo golpeo en la espinilla, haciéndolo saltar en el lugar.
La pareja que se sienta a nuestro lado parece tener muchas ganas de
conversar.
Nos que están aquí porque renovaron sus votos luego de veinte años de
casados.
Si, leíste bien, son veinte años de casados.
Por lo que nos cuentan, en un acto de locura, se casaron cuando
cumplieron ambos los dieciocho, ya que sus familias se oponían a su
relación.
Ella estaba embarazada asique no hubo nada que pudieran hacer y ahora,
veinte años después y con dos hijos, siguen juntos.
¿No aman los finales felices? Anda destino, que yo también quiero una
historia así.
En fin.
Yo tengo una cara de soñadora en mi rostro, Pierce luce como si hubiera
comido bolas de mono.
—Entonces, ¿de donde son? —Pregunta Carla, la pareja de Robert.
—Colorado —respondo.
—Francia —dice Pierce al mismo tiempo.
La pareja nos observa extrañados, hasta que con una sonrisa incómoda,
agrego: —Es que a mi me crio mi madre y a él nuestro padre.
—Oh —murmura ella, extrañada. —Que pena que se separaran tan
pronto.
—Pero si están felizmente casados —agrega Pierce, con una sonrisa en
su rostro.
Estúpido y fastidioso Pierce.
—Entonces, ¿los criaron por separado?
—No —dice Pierce.
—Si —respondo al mismo tiempo.
La sonrisa de Voldemort es enorme, mientras que yo suspiro frustrada,
cuando quiero volver a golpearlo en el pie y el corre su pierna,
esquivándome.
—Es que... —piensa rápido, Minerva. —Es que...
—Es que en realidad ella es producto de una aventura de mi madre —
dice Pierce.
Abro los ojos como platos, maldito hijo de...
—Oh —murmuran tanto Carla como Robert al mismo tiempo.
—Si, fue terrible para la familia, ¿saben? —Sigue Pierce con su discurso.
—El engaño de nuestra madre nos devasto a todos, aún más a mi padre.
—¿Ah si? —Pregunto con ironía.
—Si, sin embargo él no dudo en hacerse cargo de ella —dice Pierce,
asintiendo y metido de lleno en el papel. —Él acepto a Minerva como si
fuera de la familia, incluso perdonándola cuando comenzó a robarle.
Se escucha un jadeo general, tanto de la pareja sentada con nosotros
como el mío propio.
—¿Le robabas a quien te crio?
—Bueno... —digo, boqueando como un pez fuera del agua—, solo fue
una pequeña época de rebeldía —intento arreglar.
—¿Recuerdas cuando falsificaste su identidad y te compraste todos esos
muñecos de conexión con los que estabas obsesionada?
Yo lo mato.
—¿Cuales muñecos? —Pregunto con los dientes apretados.
—Esos, los que se parecen a la de la película esa aterradora...
—¿Anabelle? —Pregunta Carla.
—Si esa —dice Pierce, sin borrar la sonrisa de su cara.
—Si —murmuro, asintiendo en acuerdo con él. —Fueron de mis peores
épocas —admito. —No olvidemos por todo lo que pasó debido a ti también
cuando te pusiste celoso por la atención que recibía.
—Era solo un niño —murmura Pierce, con los ojos entrecerrados.
—Si a los diecisiete años le sigues llamando niño —me encojo de
hombros y clavo la mirada en la pareja que nos observa con asombro. —
Pierce, pobre, a esa edad comenzó a obsesionarse con el porno.
Robert carraspea, sus mejillas coloradas.
—Supongo que es normal a esa edad —murmura.
—Si, supongo que es normal hacerse adicto al porno de personas enanas.
—¿Disculpa? —Jadea Carla.
—Si —murmuro, negando con la cabeza y dándole un sorbo a mi
cerveza. —No podía dejar de verlo, se lo pasaba día y noche mirando porno
entre enanos, que no soy de las que juzga, eh —me apresuro a decir—, pero
si que era un poco raro —termino, clavando mis ojos en los de Pierce.
Esta enojado, mientras que yo casi que no puedo contener la carcajada
que tengo en la garganta.
—Bueno... —murmura de repente Robert y no me pasa por alto como
había tomado la cartera de su esposa cuando Pierce soltó aquella estupidez
—, ha sido un placer conocerlos.
—Si, un placer —lo segunda su mujer.
—Pero debemos irnos —insiste él.
—Minerva, no tomaste su cartera, ¿verdad?
Hijo de puta.
—¡Por supuesto que no! —Grito, enojada.
—Yo que ustedes revisaría —dice Pierce en dirección a la pareja. —En
ocasiones no puede controlarlo, viejos hábitos, ¿si saben?
—Eres un idiota —me quejo en su dirección, mientras él presiona sus
labios entre sí para no reírse, entre que Carla revisa tener todas sus
pertenencias.
—Está todo aquí —murmura, con una sonrisa avergonzada.
—Por supuesto —me quejo, enojada.
—Bien Minervita —dice Pierce, cruzándose de brazos. —Estoy muy
orgulloso de ti.
Antes de que pueda responder nada, la pareja termina por despedirse,
alejándose rápidamente de nosotros, mientras que nos llega una nueva
ronda de cervezas.
—¿Cleptómana? ¿¡En serio!? —Medio chillo en su dirección.
—¿Porno de enanos? ¿En serio? —Rebate él.
Tiene razón.
—Tu empezaste —me defiendo.
Pierce rueda los ojos, sin embargo termina preguntando: —¿Por que
dijiste que éramos hermanos?
—Por que no somos pareja.
—Podrías haberles dicho que éramos amigos —murmura, encogiéndose
de hombros.
—¿En un viaje por Ibiza? ¿Juntos? Si, Pierce, eso nos hace muy amigos
—respondo con ironía.
—¿Por que no? ¿No es exactamente lo que estamos haciendo ahora? —
Pregunta, ladeando su cuerpo hacia adelante para estar más cerca mío.
De repente me pongo nerviosa, porque no se porque, le estoy mirando los
labios, con unas ganas locas de besarlo.
—Vamos a bailar —suelto de repente.
—No me gusta bailar —responde él, de todas maneras no se queja
cuando lo tomo de la mano y lo pongo de pie.
—Bueno, pero te empezara a gustar ahora —es todo lo que respondo,
tomando mi cerveza y yendo a la pista de baile.
Comienzo a contonear las caderas a medida que el ritmo de la música se
me pega, es un tema en español del cual no entiendo nada, pero tampoco
me importa. Una de las manos de Pierce, la que no sostiene su cerveza, me
toma de las caderas, moviendo también la cabeza al ritmo de la música.
A medida que pasan las canciones, me dejo llevar, relajándome y debo
también culpar al alcohol por eso, ya que he tomado unas cuantas cervezas
y cuando quiero darme cuenta, mis caderas están pegadas a las de Pierce, su
brazo firmemente cerrado a mi alrededor y su boca rozando mi cuello, con
mi espalda pegada a su pecho.
Tengo una nueva cerveza en la mano y debo confesar que me gustan
estos momentos, en los que simplemente me dejo llevar y no pienso en
nada, mi cabeza queda en blanco.
—Debo confesar que esto es mucho mejor que mirar porno de enanos —
susurra Pierce en mi oído.
Y de nuevo voy a culpar al alcohol, pero me entra una risa de esas que te
hacen sacudir el cuerpo, de esas que terminan en un dolor de panza.
Pierce niega con la cabeza, con una risa un poco más contenida, antes de
tomar mis caderas con las dos manos y mirarme de una manera que hace
que la risa se me corte de repente.
—Eres preciosa cuando estas así —murmura, medio para si mismo que
para mi. —Estas preciosa cuando dejas de pensar en lo que hay a tu
alrededor y solo disfrutas.
La sonrisa se me borra poco a poco, solo porque a veces siento que me
mira de una manera que nunca pensé que él podría mirarme. No se si la
palabra es enamorado, pero puedo decir que me mira como si significara
algo para él.
Cuando estoy a punto de separarme de él, debido a la intensidad y
tensión que se respira en el ambiente, me doy cuenta que hay dos pares de
ojos abiertos de par en par clavados en nosotros.
La pareja de antes.
Joder.
—Aparta —murmuro de repente, con las mejillas de un rojo intenso.
Pierce frunce el ceño, antes de observar a la pareja y volver a mirarme a
mi, con una sonrisa descarada en el rostro.
—Si sabes que no somos hermanos de verdad, ¿no?
Ruedo los ojos a su pregunta irónica.
—Si lo se, pero es que ellos no lo saben, que pueden denunciarnos.
—No lo harían.
—Pierce, que el incesto es ilegal —me quejo y me pego una patada
mental cuando un par de chicas nos observan de reojo por que hable en voz
alta.
—Pero si no somos hermanos —se queja él, de todas maneras sigue
luciendo divertido.
—Que nos pueden denunciar —insisto, porque yo cuando voy peda me
pongo de lo más dramática.
—Si es así, le explicaremos a los policías que no era verdad, solo que tu a
veces dices las cosas antes de pensar.
—¿Nos imaginas? ¿La policía viniendo? Con cámaras y todo el rollo —
digo, de repente agitada. —Pierce, ¡¿que si salimos en presos en el
extranjero?!
—Por Dios... —farfulla él, antes de tomarme de la muñeca y llevarnos
fuera del barcito en el que estábamos.
Sin saber muy bien como, terminamos caminando por la arena de camino
al hotel en que nos alojamos, va, eso creo, supongo que Pierce sabe donde
nos dirigimos por que yo solo lo voy siguiendo.
—La playa siempre me trae mucha paz —murmuro de repente, dándole
un sorbito pequeño a mi cerveza, Pierce se termino la de él hace rato.
—¿Si? —Pregunta a mi lado, dándome pie a que siga hablando.
—Si —respondo, encogiéndome de hombros. —Siempre me pregunte
como seria vivir en un lugar así, con playa a diario, con el sonido del mar.
—¿Cambiarias la ciudad por esto? —Pregunto, curioso.
—Joder, no lo se —respondí luego de pensarlo unos instantes. —¿Pero
no te da curiosidad? ¿El como sería?
—Supongo que cuando compartes las cosas con alguien que realmente
vale la pena, cualquier cosa saldría bien.
—¿Y solo? ¿Lo harías solo?
Pierce se lo piensa unos instantes, antes de responder: —He vivido
mucho tiempo solo, de aquí para allá y te aseguro que la vida es más
sencilla cuando compartes las cosas con la gente que quieres, cuando
cualquier día puedes organizar una cena y así —murmura—, de todas
maneras es mi opinión, hay gente a la que simplemente le gusta la soledad
de una casa en el medio de la playa.
—Puede ser —murmuro, pensativa y medio peda. —¿No crees que se
tienen charlas muy interesantes cuando uno va medio ebrio?
La risa de Pierce hace que una sonrisa comedida se forme en mi rostro.
—Las charlas contigo siempre son de lo más interesantes —responde él y
trago saliva por la mirada que me da, así como también la sinceridad que
escuche en su voz.
—¿Alguna vez haz follado en la playa? —Suelto de repente.
Pierce detiene su caminar y me observa sorprendido.
Si, si, si, sé que a veces largo mierdas raras, aún más cuando estoy un
poco achispada, pero son mi mecanismo de defensa para mantener los
sentimientos a raya. Silenciosa como una ninja, ¿recuerdan?
—Yo...
—¿Si o no? Es que me da curiosidad —presiono.
—¿Acaso quieres que follemos aquí? —Pregunta.
—¿Te sientes afortunado esta noche, Voldy? —Bromeo y él rueda los
ojos al escuchar mote que uso.
—¿Acaso piensas follar con alguien al azar? —Rebate él.
Ruedo los ojos antes de retomar nuevamente la caminata.
—Solo tenia curiosidad, nada más —murmuro.
Nos quedamos en silencio unos instantes, puedo sentir los ojos de Pierce
mirarme cada tanto, abriendo la boca para decir algo y luego cerrándola
nuevamente.
Suspira y al final dice: —Nunca lo he hecho, creo que ahora también
tengo curiosidad.
Sonrío, no puedo evitarlo y él me devuelve la sonrisa, negando con la
cabeza y farfullando por lo bajo que no tengo remedio.
—¿Acaso quieres que te ayude a saciar tu curiosidad?
—Sabes la respuesta a eso —murmura él, observándome de reojo.
—¿Si o no?
—¿Acaso quieres que admita que me muero por follar contigo, Minerva?
—Murmura él. —No sabia que necesitabas que hinche tu ego, te repetiré lo
hermosa que me pareces todas las mañanas si eso te hace feliz.
—No era eso lo que decía —refunfuño por lo bajo, de repente enojada.
—¿Y ahora que dije?
—Nada, no dijiste nada.
¿En que momento me cabree tanto?
Antes de que siquiera lo vea venir, las manos de Pierce se cierran a mi
alrededor, levantándome en el aire antes de que comience a clavar las
puntas de sus dedos en mis costillas.
—No por favor, por favor, por favor —chillo sin parar.
Él, por supuesto, se ríe, mientras que yo inútilmente intento pegarle en
las pelotas, pero fallo miserablemente en el intento.
—Pierce, que me haré pis encima —me quejo.
Estoy gritando como una loca, pero sorprendentemente somos los únicos
en la playa y dudo que alguien venga a mi rescate.
No se cuanto tiempo me tortura de aquella manera, lo siento como horas,
sin embargo de seguro que fueron no más que un par de minutos.
Ambos tenemos la respiración agitada y cuando mis ojos se clavan en los
suyos, profundamente azules, me doy cuenta en la posición en la que
estamos: sus piernas enredadas con las mías, mis brazos por encima de la
cabeza, mientras él me las sostiene con una mano, mientras que con la otra
soporta todo el peso de su cuerpo.
La sonrisa se nos pierde poco a poco a ambos cuando yo me pierdo en
sus ojos y él en mis labios.
—¿Te gustaría saciar esa curiosidad, douce? —Pregunta lentamente, con
la voz ronca y cargada de deseo.
—Yo...
—Si o no —murmura él con esa sonrisa descarada que tanto le odio pero
que a la vez me vuelve loca. —No es una pregunta tan difícil.
Abro la boca para responderle una pulla, pero Pierce decide que es un
buen momento para dejar caer sus caderas contra las mías, mostrándome
cuan dispuesto está para saciar mi curiosidad.
Sus ojos se clavan en mis labios cuando de repente los remojo, sintiendo
la boca seca, sin embargo no me besa, sino que espera una respuesta.
Mis caderas, como por voluntad propia, se elevan, queriendo más de ese
contacto de antes.
Los ojos de Pierce, a pesar de la penumbra, parecen oscurecerse, antes de
que sus caderas se muevan, encontrándose con mis movimientos.
—Tendrá que ser rápido, ¿vale? —Murmura en voz baja.
—Aja —es todo lo que puedo responder.
Es que la verdad que tengo la espalda un poco sudada y me ha entrado
arena por debajo de la camiseta y es incómodo.
El brazo de Pierce, ese con el que sostenía su peso, baja para desajustar
los botones del pantalón corto que llevo puesto, antes de tironear hacia
abajo junto con las bragas.
Esta haciendo lo mismo con su pantalón, sacando su polla ya erecta,
cuando mi culo se apoya en la arena.
—No, no, no, no —digo de repente, removiéndome como una loca, pero
es que siento que de repente miles de bichos me caminan por el cuerpo. —
Tengo arena en el chocho —digo, agitada.
Siento la risa de Pierce, antes de que me deje ponerme de pie. Siquiera lo
pienso mucho cuando hago que se siente y me subo a horcajadas de él.
—Ahora si —murmuro y justo cuando voy a besarlo, hace su rostro a un
lado y me detiene.
—No joder, no puedo —dice, frustrado. —Se me ha metido también
arena en el trasero, así es imposible.
No puedo evitar la carcajada que me sale de la garganta y las lágrimas
que escapan de mis ojos cuando la mirada enojada de Pierce se clava en la
mía.
Soluciona el problema relativamente rápido cuando se quita la camiseta
de un tirón sentándose sobre ella y me toma de las caderas para volver a
ponerme encima suyo.
—Así está mejor —murmura de repente—, tenemos que cumplir esta
fantasía.
—Yo no dije que era una fantasía, dije que solo tenia curiosidad —
murmuro, solo para molestarlo.
—Cuando te vengas sobre mi polla vas a ver como si se convierte en una
fantasía —es todo lo que responde y después, me besa.
No, me corrijo, no me besa, sino que me devora, muerde mis labios con
fuerza sacándome un siseo y cuando sus ojos, desafiantes y llenos de deseo,
se clavan en los míos, le devuelvo el beso con la misma ferocidad que él.
Una de sus manos me aprieta el pecho, pellizca mi pezón y vuelve a
tomarlo entero con su mano, mientras que me elevo por sobre mis rodillas
cuando su otra mano va a mi centro, tanteando estar lista para él.
—Joder —murmura cuando nota que mojada me tiene con un par de
besos. —Joder, joder, joder.
Me río al ver su desesperación por sacar un condón de su cartera, cuando
insinúa que se lo ponga yo, le digo que de seguro le lleno la polla de arena
con mi torpeza.
No lo piensa un segundo más, se enfunda en el preservativo y acomoda la
punta en mi entrada, esperando que sea yo quien me mueva.
Lo meto dentro mío lentamente pero sin detenerme, hasta que nuestras
caderas se tocan entre si y lo siento profundo, por que en esta posición
siempre se siente más adentro, pero lo malo es que nos toca hacer todo el
trabajo a nosotras.
Nos tomamos unos segundos antes de empezar a movernos, a buscar la
liberación. Los dos sabemos que esto será rápido, sin embargo, aunque
ninguno de los dos vaya a admitirlo, nos dejamos disfrutar de la intimidad
que nos envuelve ahora mismo y entonces..., entonces giro mis caderas,
lentamente.
Sus manos se cierran en mis caderas, ayudando a mis movimientos,
empezamos lento.
Un giro de caderas.
Arriba.
Abajo.
Otro giro de caderas.
Sus cuerpo se ladea con fuerza hacia arriba para encontrarse con las mías.
Siento el dolorcito más leve que me encanta cuando me folla con fuerza,
como si me odiara y me doy cuenta que aunque lo más probable es que no
vaya a correrme, me encanta follar medio peda, no sé, es como si sintiera
todo mucho más, así como también las inhibiciones las mando al carajo y
me convierto en una puerca pervertida.
—¿Te gusta? —Pregunto con la respiración agitada. —¿Te gusta como te
follo, Pierce?
—Si, joder si —dice, cerrando los ojos cuando clava unos instantes la
vista allí donde se entierra dentro mío, como si no soportara aquella vista,
como si perdiera el control solo por verse dentro de mi.
—¿Vas a correrte? ¿Ya no te aguantas? —Insisto.
Se muerde los labios con fuerza, tanto que se le ponen blancos por la
presión.
—Contigo, vamos a corrernos juntos —responde él con un siseo.
Roto las caderas nuevamente, antes de empujarlo suavemente por los
hombros para que se recueste.
Pierce me observa con los ojos entrecerrados, antes de soportar mi peso
con los talones y apoyar mis manos en su pecho para mantener el equilibrio
y entonces..., entonces comienzo a follarlo.
El sonido que hacen nuestros cuerpos al chocar es de lo más erótico,
mientras que el arrullo del mar es una melodía de fondo.
Se escucha el bullicio de la gente a lo lejos, por que si, no estamos
demasiado lejos de la calle, sin embargo en este momento no me importa, lo
único que tengo en mente es follarme a Pierce y hacerlo acabar.
—Joder..., para, para —insiste, cerrando los ojos, evitando mirar mis
movimientos, pero seguro como la mierda que no puede evitar sentirlos. —
Joder, Minerva, que voy a... —suelta una maldición por lo bajo—, voy a
correrme, carajo.
No me molesto en decirle que baje la voz, por que la verdad es que no me
importa mucho que digamos, sino que me deleito más bien en observar
como se pierde a sí mismo y les digo que este Pierce deja que lo monte
hasta hacerlo correr por que va medio pedo, por que no hay manera en el
mundo que me deje tomar las riendas así sin correrme.
Pero como dije, cuando voy peda me cuesta correrme.
Los ojos de Pierce se clavan en los míos, medio suplicantes, como
pidiéndome que me detenga, que no se quiere correr tan rápido, sin
embargo también esta esa otra parte suya, esa que va detrás del éxtasis que
te produce un orgasmo. Pierde la batalla cuando sus manos aprietan mis
caderas, guiando mis movimientos y subiendo las suyas propias para
encontrarse con mis golpes.
Verlo correrse a Pierce es igual de bueno que un orgasmo. Sus labios
entreabiertos, la leve capa de sudor en su frente, los ojos caídos por el
placer y el gemido bajo y ronco que larga me hacen perder un poco el norte.
Debo decir que es uno de los orgasmos más largos que le he visto tener,
luego de unos segundos todavía lo siento palpitad adentro mío.
—No te corriste —murmura.
Niego con la cabeza, pero la verdad es que no me molesta no haberlo
hecho, sin embargo Pierce decide que no puede correrse sin que yo lo haga,
por lo que saliendo de adentro mío —sin siquiera molestarse en quitarse el
condón—, me abre las piernas y sus labios se cierran sobre mi clítoris sin
siquiera dejarme preparar psicológicamente para ello.
Mi espalda se arquea y tengo que taparme la boca con una mano porque
el gemido que largo me avergüenza, mientras que con la otra tomo a Pierce
por el cabello, queriendo alejarlo, o acercarlo, quien sabe.
—Minerva, tienes que correrte rápido —murmura él, su aliento cálido
erizándome la piel.
—Es que... —cierro la boca cuando su lengua se aplana sobre mi centro,
recorriéndome desde la hendidura hasta el clítoris, antes de chupar este
último con fuerza.
—¿Si?
—Que no creo que pueda —me las arreglo para decir, sintiendo un placer
enorme.
—¿Como que no? —Pregunta, sonando retador y entonces sus labios se
cierran en mi clítoris, su lengua moviéndose de un lado al otro sin parar y
dos de sus dedos adentro mío.
¿Se acuerdan que dije que yo peda no me podía correr? Bueno, pues
parece que mentí, porque si puedo.
Estoy a punto de correrme cuando lo escucho, el sonido de voces y risas
no muy lejos de aquí y cuando Pierce se percata de lo mismo, acelera sus
movimientos y entonces me corro.
Debo haber largado un gemido particularmente fuerte, porque Pierce
escala sobre mi cuerpo, acallándolo con un beso, sintiendo mi propio sabor
en sus labios.
Mi orgasmo también es largo y siento como mis propias paredes aprietan
los dos dedos de él que todavía tengo dentro.
Entonces la realidad me golpea y las voces están solo a un par de metros
y Pierce se apresura a ponerme las bragas y los pantalones de cualquier
manera, llenándome el chocho de arena mientras que se sube los suyos
propios antes de que el grupo de chicas pase por enfrente nuestro.
A nuestro favor, la noche nos tapa un poco las vergüenzas que debemos
tener en nuestros rostros, pero el grupo de muchachas igual cuchichea y se
ríe por lo bajo, aumentando mi bochorno que bien solita me lo busque y
entonces se pierden en la noche en una playa cualquiera de Ibiza, y
entonces yo miro a Pierce y la carcajada que largo lo hace reír también
conmigo.
—Demonios —susurra él, dejándose caer a mi lado, de seguro todavía
tiene el condón puesto.
—Si, demonios —murmuro, sintiéndome ligera y cansada por partes
iguales.
No se cuanto tiempo nos quedamos allí, tirados en la arena fresca, pero
creo que ya hasta me acostumbre a sentirla por todo el cuerpo y la
incomodidad paso a otro plano.
—Estuvo bien, pero no creo que quiera repetirlo —murmuro de repente.
—Gracias a Dios —responde Pierce con un gruñido.
Y entonces reímos, todavía tumbados en una playa cualquiera de Ibiza.
Todavía mirando las estrellas y escuchando el sonido del mar de fondo.
Todavía con nuestras pieles sudadas por la intimidad que acabamos de
compartir.
Todavía siendo Pierce y Minerva.
Voldy y Douce.
Todavía siendo nosotros mismos.
Pero también siendo un poco más de estos nuevos que siento que ahora
somos.
¿Y les cuento un secretito? Me gusta esto nuevo en lo que me estoy
convirtiendo.
***
BEBIS, SIENTO LA TARDANZA, DISCULPEN SI HUBO
ERRORES, PERO LA VERDAD SUBI EL CAPITULO SIN
CORREGIR PORQUE SIENTO QUE ESPERARON DEMASIADO.
GRACIAS POR LA PACIENCIA, SIGO AQUÍ, SIGO VIVA,
ESCRIBIENDO CUANDO ENCUENTRO ALGUN MOMENTO
(QUE SEAN MÁS DE VEINTE MINUTOS) LIBRE.
SIGANME EN MIS REDES;
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LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
GLOSARIO:
Là tu as, mon garçon: Ahí estás, mi niño
Es-tu sa mére? : ¿Eres su madre?
Non, je ne l'ai pas : *No, no lo soy
Je suis sa nourrice, c'était supposé qu'il allait rester à la charge de sa
mare, mais je..., elle... : *Soy su niñera, se suponía que iba a quedar al
cuidado de su madre, pero yo..., ella...
Ne te préoccupe pas: *No te preocupes
Nous seulement jouions un peu avec loi jusqu'à ce qu'il soit endormi,
ne l'arrive rien mauvais: *Solo jugamos con él un poco hasta que se
quedó dormido, no le paso nada malo.
Merci, merci beaucoup : *Muchas, muchas gracias)
Si tu as aimé: *¿Te gusto?
Si tu as adoré: *Si te gusto...
Qu'est que ce, exactement, ce que tu as senti quand m'as écouté
parler en français, Douce?: *¿Que fue exactamente lo que sentiste cuando
me escuchaste hablar en francés, Douce?
Je t'excite? Peut-être t'excite la forme en que je parle? Tu aimerais
que je te parle comme ça?: *¿Te excito? ¿Acaso te excito escucharme
hablar de ese modo? ¿Te gustaría que te hable así?
Peut-être tu adorerais o aimerais que quand je t'ai dessous moi,
entendait gémir mon prénom, je te parlerai en françois? Ça te ferais
jouir plus fort, Douce?: *¿Acaso te gustaría que cuando te tenga debajo
mío, gimiendo mi nombre, te hablara en francés? ¿Eso haría que te corras
más fuerte, Douce?
***
HOLA BEBES, LO PROMETIDO ES DEUDA, NO SABEN LO QUE
CORRÍ PARA PODER TERMINAR ESTÉ CAPÍTULO.
SI BIEN PEQUEÑAS FALLAS DE EDICION/CORRECION, ES
PORQUE SINCERAMENTE IBA A ACTUALIZAR EL VIERNES SI LO
HACIA Y SÉ QUE NO MERECEN ESPERAR TANTO
MUCHAS GRACIAS POR TODA LA PACIENCIA QUE ME TIENEN,
POR EL CARIÑO QUE RECIBO YO Y LA HISTORIA
UN LLAMADO A LA SOLIDARIDAD QUE QUERÍA HACERLES,
ES PEDIRLES QUE RECOMIENDEN LA HISTORIA, EN TIKTOK,
INSTAGRAM, FACEBOOK YA QUE YO NO HE TENIDO TIEMPO
PARA HACERLO (PRONTO TERMINARA EL TRABAJO Y TENDRÉ
MÁS TIEMPO LIBRE)
ESO ME AYUDARÍA MUCHÍSIMO :)
NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN REDES;
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RECUERDEN QUE TAMBIEN HAY UN GRUPO DE WASAP, POR SI
QUIEREN METERSE DEBEN ESCRIBIRME POR INSTA
DESDE YA MUCHAS GRACIAS
LXS AMO
DEBIE
CAPITULO CUARENTA Y OCHO
Je t'aime, Douce
La neblina del sueño no me deja despertarme del todo, pero sin embargo
hay algo que esta intentando arrancarme de ella. Siento algo suave pasearse
por mi rostro, el hundimiento de la cama a mi lado.
Me remuevo, por más que mis ojos intentan abrirse, hay una parte
remolona de mí que me lo impide, así que me aferro con todas mis fuerzas
al sueño, a los ojos fuertemente cerrados, sin embargo ese algo que sigue
paseándose por mi rostro, no deja de insistir.
Frunzo el ceño cuando ese algo suave, comienza a presionar por entre
mis labios que intento mantener cerrados.
—Abre —murmura una voz, ronca y baja.
Intento correr el rostro, pero una mano fuerte y grande se presiona por un
lado de mi cabeza, manteniéndome en el lugar.
—Abre la boca, Minerva —insiste la voz.
Mis ojos, inevitablemente, se abren encontrándome de lleno con unos
ojos profundamente azules que me miran de una manera que, si tuviera
poder de reacción, me haría removerme incómoda.
Lo segundo con lo que se encuentran mis ojos, es con la cabeza de la
polla de Pierce, el aro de color plateado atravesándola, mientras éste vuelve
a presionarla contra mis labios, intentando abrirlos con ella.
Frunzo el ceño y cuando abro la boca para decirle que es lo que está
haciendo, aprovecha para callar lo que iba a decir metiéndola hasta el fondo
y produciéndome una arcada.
«Vaya manera de despertar» pienso para mis adentros.
—Lo siento —murmura, de todas maneras la saca un poco para volver a
meterla, esta vez con un poco más de calma.
Y así es como Pierce —vaya una a saber la hora—, comienza a follar mi
boca.
No dice nada y yo por supuesto tampoco puedo hablar mucho, pero si me
concentro en hacer lo que se me encomendó.
Chupar polla, por supuesto.
No tengo idea de que hora es, lo último que recuerdo es haberme,
literalmente, echado en la cama una vez que llegamos al hotel en roma y
dormirme profundamente por el cansancio con el que cargaba, supongo que
Pierce había hecho lo mismo en su propia habitación.
Y supongo que se había despertado un poco cachondo, pero quienes
somos nosotros para juzgar, ¿verdad?
Pierce sigue follando mi boca, su cuerpo se encuentra por encima del
mío, su miembro entrando cada vez más en mi garganta, haciendo que se
acumule un poco de saliva en mi boca y aquello haciendo más fácil poder
chupársela.
Mis ojos se clavan en los de él, que los alterna en cómo la mete en mi
boca y mis ojos, me percato de que él también parece recién despertado, su
cabello está revuelto, sus ojos achinados.
Joder, que Pierce recién despierto es caliente como el infierno.
Sus dientes se clavan en su labio inferior concentrado en follarme la
boca, no le importa cuando la mete con un poco más de fuerza,
provocándome una arcada, tampoco cuando casi me asfixia con ella,
metiéndola tan adentro que tengo que golpearle el vientre con la mano para
que la saque.
Son solo segundos los que se aleja, dejándome recuperar el aliento, para
luego volver a meterla y así seguir follandome, como si aquella fuera su
única tarea en el mundo. Me sorprende decir que es la primera vez que lo
veo concentrado solo en él, Pierce por lo general suele dar placer a su
pareja, como si eso fuera lo que le excitara, pero no hoy, me encantaría
preguntarle qué fue lo que soñó, que demonios fue lo que imagino para
venir a mi habitación y despertarme de la manera en la que lo hizo.
Sus dos piernas pasar por encima de mi cuerpo, quedando una a cada
lado de mi cabeza, aprisionándome.
Me pone un poco nerviosa, no voy a mentirles, porque ahora si tiene un
control total sobre mi boca y me preocupa un poco lo que vaya a hacer.
Pierce parece ver aquella indecisión en mi rostro porque medio sonríe,
pero no es una sonrisa que me calma para nada, sino todo lo contrario, es
una sonrisa maliciosa, como si me dijera »estaba siendo bueno contigo,
ahora dejaré de serlo»
¿Ven lo que quiero decir? Este Pierce no es el normal.
—Toma aire —suspira, pero parece perdido en su propio mundo de
orgasmos, por que casi no espera a que tome dicho aire.
No voy a mentirles, es completamente afrodisiaco ver como se pierde un
instante en él mismo, como echa su cabeza hacia atrás preso del placer
cuando la mete de lleno en mi boca, es completamente placentero el jadeo
ronco que larga y yo, a pesar de las lágrimas que se acumulan en mis ojos,
me esfuerzo para parpadear y no perderme ni un detalle de él, de lo
hermoso que se ve cuando se deja llevar.
Si, dije que Peirce era hermoso, pero es que lo es, no pueden juzgarme,
ver a Pierce recién despierto y caliente como los mil infiernos hace estragos
en las hormonas de una.
Los ojos azules de él me miran, me miran y me sonríe, esta vez con
suavidad, sus pulgares acariciando las lágrimas de mis mejillas, comienza a
mover suavemente sus caderas, no metiéndola del todo, pero si follandome
la boca de una manera tan erótica que me hace perder un poco la cabeza, en
la que puedo solo imaginarlo a él follandome de esta manera.
—Te ves tan malditamente bien ahí —susurra sin dejar de mover sus
caderas con suavidad y yo chupando, pasando mi lengua por ella, moviendo
el aro de la cabeza de un lado al otro cuando ladea sus caderas hacia atrás.
—Eres un puto sueño erótico, pero eso ya lo sabes, ¿verdad? —murmura,
yo en respuesta solo puedo sonreír. —Por supuesto que lo sabes, metiéndote
en mi cabeza a cada rato, en mis putos sueños, poniéndome la polla
jodidamente dura incluso mientras duermo.
Pierce de repente saca la polla de mi boca, antes de darse la vuelta y
girarnos a ambos, haciéndome chillar por la impresión cuando quedó
encima de él, con las piernas abiertas de par en par justo en su rostro.
—Si, este es el mejor desayuno —murmura mientras yo me quedo ahí,
impresionada, reaccionando recién cuando hace mi braga a un lado y su
lengua aplanada se pasea por...
Por.
Toda.
Mi.
Puta.
Vagina.
—Dios..., ¿qué...? —jadeo, sin siquiera poder articular una palabra
mientras Pierce me chupa como..., demonios, siquiera puedo describirlo.
Intento alejar mi cuerpo de su ataque, pero entonces de un solo tirón
logra romper mis bragas, para luego con sus dos brazos presionar mi cintura
para que no pueda alejarme ni un puto centímetro.
—Pierce, demonios... —me quejo, ho agradezco, creo, no lo sé.
Solo puedo pensar en su lengua que se mueve de un lado a otro en mi
clítoris, solo puedo sentirlo a él y a sus dientes mordisqueando mis labios,
solo puedo sentir cómo hace su rostro un poco hacia atrás y mete la lengua
dentro mío.
Dios.
DIOS.
—Chúpamela —gruñe unos segundos cuando siquiera se donde
demonios estoy. —Chúpame la polla, Minerva.
Y eso hago, por que vamos, hay que devolver el favor.
Debo confesarles que no soy muy fanática de esta posición, créanme, no
es la más cómoda, pero como siempre me pasa con Pierce, él logra hacer
que cualquier puta cosa sea una fantasía erótica y si bien me encanta
correrme con él dentro mío, debo confesarles que Pierce da unos orales que
por momentos no sabes que te gusta más de él, si su lengua o su polla.
—Minerva... —se queja cuando dejo de chuparlo, pero es que..., es que
me distrae y como reprimenda, Pierce comienza a mover sus caderas. —
Solo no cierres la puta boca —instruye y eso es lo que hago, dejo mi boca
abierta para que la folle como quiera y lo hace, la mete tan profundo que me
da una arcada, pero sigue sin detenerse, persiguiendo sus propio placer,
canalizándolo en la manera en la que chupa mi clítoris, cerrando sus labios
tan fuerte que un poco me duele.
Si, duele, pero es ese tipo de dolor que te prepara para un orgasmo
devastador.
Las caderas de Pierce siguen azotando mi garganta, pero no me importa,
no me importa por que siento que estoy a punto de correrme, su lengua está,
literalmente, acribillando mi clítoris y los gemidos que estoy largando,
ahogados por su polla en mi boca, así lo demuestran.
—Eso es... —suspira Pierce y entonces grito cuando clava sus dientes en
él y un segundo después, me estoy corriendo y aquello es lo que le incita a
chuparme más fuerte, tanto, que se me forman pequeños puntos blancos en
la vista.
Pierce sigue chupándomela mientras que, en un movimiento que siquiera
veo venir, nos gira, dejándome ahora debajo de él y es entonces cuando
comienza a follarme la boca de verdad, con ganas, persiguiendo su propio
orgasmo.
Siquiera puedo quejarme, todavía con las réplicas de mi orgasmo, de las
contracciones que siento en mi vagina, de su lengua que parece querer
beber todo de mi.
De todas maneras son solo segundos los que Pierce me la clava en la
garganta y entonces comienza a correrse.
Siento su orgasmo en mi boca, pero siquiera lo paladeo porque por acto
reflejo todo lo que hago es tragar.
—Si, así, joder, traga, Minerva, traga, no te atrevas a dejar caer nada...
Tengo ganas de responderle algo así como: »para servir estamos», pero
debido a que su polla sigue en mi boca, todavía completamente erecta, no
puedo.
Son solo unos cuantos segundos los que nos quedamos en aquella
posición —bendito sesenta y nueve—, hasta que por fin Pierce se levanta y
baja de la cama..., no irá a irse, ¿verdad?
No, solo va al baño por un vaso de agua que me tiende, sin dejar de
mirarme.
Le devuelvo la mirada, agradeciendo el frescor del agua en mi garganta,
antes de rodar los ojos cuando él sonríe.
—¿Qué hora es? —Pregunto, de repente sintiéndome un poco
avergonzada, aunque no se porque.
Es Pierce, por Dios, me conoce hasta el apellido, pero pienso que tal vez
me siento de este modo, por que es él quien comenzó con esto, apareciendo
en mi cuarto, por lo general soy yo quien decide cuando se folla.
—Demasiado temprano —murmura él y para mi sorpresa se mete debajo
de mis frazadas, en mi cama.
—¿Qué...?
—Solo vamos a dormir un poco más —murmura, antes de acurrucarse
detrás mío, abrazándome con fuerza, nuestros cuerpos desnudos.
Quiero decir algo, aunque no sé que, debo confesar que me sorprende un
poco este nuevo acercamiento, pero no voy a quejarme, porque
simplemente se siente... bien.
Correcto.
Pierce suspira con algo parecido al alivio cuando me relajo en sus brazos,
cuando me acomodo más cerca de él, cuando respiro con fuerza su olor, su
perfume, cuando me dejo por fin sentir el calor de su cuerpo, la fuerza de
sus brazos a mi alrededor.
Deja un suave beso en mi cabeza, antes de terminar de acurrucarse y
dormirse prácticamente unos segundos después.
Le sigo de cerca, siquiera replanteándome este repentino acercamiento,
siquiera recriminándome a mi misma que me había prometido no hacer esta
mierda, esto de acurrucarse, se suponía que sería silenciosa como una ninja
entre los sentimientos y eso, pero...
¿Puede salir tan mal bajar la guardia? ¿Aunque sea un poco?
Bueno, no hace falta que respondan a eso, sé la respuesta, es solo que se
siente bien, ¿okey? Simplemente eso, se siente bien.
***
Me despierto un par de horas después y me encuentro con que Pierce no
está en la cama, sino tomando un baño y sin siquiera hacer caso a lo que
pasó un rato antes, ambos nos cambiamos y decidimos comenzar a recorrer
Roma, que solo tenemos dos días en esta ciudad, antes de partir hacia
Londres.
Visitamos, en primer lugar, el valle del Foro Romano que fue centro de
las instituciones de Roma. Luego, subimos hasta la colina del Palatino que
alojó los palacios imperiales, lugar donde había nacido la ciudad de la luz.
Por último, visitamos el Coliseo, uno de los edificios más emblemáticos que
emerge como símbolo de Roma. En su interior caminamos al borde de la
arena no sobre la parte reconstruida en madera, asomándonos para
contemplar los espacios subterráneos que se encontraban debajo de ella. De
esta para contemplar de cerca los entramados que hacían posible los
grandiosos y terribles espectáculos.
Estar en el interior del Coliseo Romano te hace revivir los juegos que
tenían lugar en esta maravilla del mundo antiguo: el Anfiteatro Flavio.
Más tarde, desde la Plaza Venecia Pierce reserva un conductor privado de
donde saldremos hacia el Aventino, una de las siete colinas de Roma y
probablemente una de las más hermosas. En la cima del Aventino se
encuentra el Jardín de los Naranjos, nuestra primera parada: se trata de uno
de los miradores más románticos desde el que asistir a la puesta del sol y al
increíble cambio de colores del cielo romano.
Tras contemplar la vista panorámica desde el Aventino, nos dirigimos al
otro lado del río Tíber donde nos espera la Fontana dell'Acqua Paola,
mundialmente conocida como el Fontanone y por la escena inicial de la
Gran Belleza del director Paolo Sorrentino. El Janículo cuenta con una vista
prácticamente a 180 grados de la Ciudad Eterna.
Vale la pena subir por sus vistas cinematográficas, sobre todo al atardecer
cuando el cielo se tiñe de colores rojizos.
El mismo atardecer desde dos puntos de vista distintos.
Pierce debió escoger estos dos miradores por su innegable belleza y por
permitir una vista del atardecer desde dos puntos de vista opuestos. Desde
la terraza del Jardín de los Naranjos observamos como el Sol se esconde al
horizonte. Por otro lado en el Janículo, el sol que desaparece a nuestras
espaldas ilumina la ciudad con colores totalmente inesperados.
Después, bajamos al barrio de Trastevere, situado bajo la colina del
Janículo. Se trata del barrio más emblemático y conocido de la ciudad: sus
callejuelas y la movida es una de las cosas más fascinantes que he tenido la
oportunidad de ver.
En este escenario perfecto para una cita disfrutamos de una degustación
de vinos y quesos típicos del territorio. Tenemos tantas opciones que
podemos elegir entre diferentes tipos de vino tinto y blanco y acompañarlo
con una tapas de pecorino. Pierce me comenta que se trata de un queso de
oveja típico de Roma y un ingrediente fundamental de platos como la
carbonara. Ya ni hablar de saborearlo con la combinación del pistacho o con
pimienta negra, o aceite balsámico o con romero... ¿Cuántas posibilidades
tendrá de ser degustado?
¡Infinitas!
Al estar ya en Trastevere, disfrutamos de un paseo nocturno por las
callejuelas del barrio.
Durante la época álgida de verano este barrio se anima de alegría y vida
por la noche. Su vitalidad en conjunto con su patrimonio artístico hacen de
este rione una de las metas obligatorias e imperdibles de la ciudad.
—Esto es simplemente asombroso —murmuro mientras paseamos por
las callejuelas.
—Sí —murmura Pierce en un tono monocorde.
—¿Qué sucede? —inquiero a la vez que me detengo, lo que a su vez
provoca que Pierce se pare un par de centímetros por delante de mí.
Pierce no es capaz de mirarme directamente a los ojos, sino que su
mirada permanece perdida entre los caminos que se abren y se cierran a
nuestro alrededor mientras los lugareños pasan por nuestro lado entre risas
y diversión, a la que por desgracia, no me puedo unir.
—Nada —responde tras unos segundos de inquebrantable silencio y para
dar más énfasis a lo que acaba de decir, me mira y sonríe. Sonríe de ese
modo que puede hacer que una chica caiga rendida a sus pies—. Estoy
cansado. ¿Qué te parece si vamos a cenar algo ligero y volvemos al hotel?
Mañana tenemos un largo viaje hasta Pompeya y Herculano.
Está en la punta de mi lengua seguir preguntando cosas, el porque me
miente, que sé que algo le sucede y sin embargo me encuentro incapaz de
adivinar qué es y aquello me frustra más de lo que estoy dispuesta a admitir.
Hay una parte de mi, una parte bastante fuerte, que quiere insistir en el
tema, que quiere preguntarle qué le pasa, hacerle saber que puede confiar en
mi.
Que quiero que confíe en mí.
Pero también está esa otra parte, esa otra que me detiene, qué me dice
que ya hemos cruzado demasiadas líneas, que esto de una manera o otra va
a terminar mal y como siempre, seré yo quien termine peor.
Así que es esa última parte la que gana, es esa última y me digo que esta
bien, que también debo protegerme a mi, que debo dejar de pensar en el
resto antes que en mi, anteponiendo siempre a los demás por encima de mi
felicidad, si Pierce está mal y no quiere confiar en mí para decirlo, no hay
nada que pueda hacer.
Asiento, sin querer decir nada más y sé que Pierce se da cuenta, porque
quiere acercarse a mi, tomarme de la mano para detenerme cuando me
quiero alejar, pero lejos de que sea la verdad, sonrió, sonrío grande cuando
clavo mis ojos en los de él, le comento que bajando por la escalinata que
tenemos a la derecha llegaremos a uno de los jardines más lindos del lugar,
le cuento lo que leí, del porque fue creada la fuente contra la que chocamos
unos cuantos pasos después.
Le cuento que en realidad fue un escándalo, que el duque hizo hacer la
fuente para su amante, que era una chica mucho más joven que él, hija de su
mejor amigo.
Si, le cuento que el chisme está interesante, que habían comenzado la
relación cuando la chica no era más que una adolescente y que si bien se
habían separado por varios años intentando apaciguar la pasión que los
atacaba cada vez que se veían, no podían negar el irremediable amor que
los apresaba a ambos.
Si, fue aún peor, porque él estaba casado, pero ella también.
La cuestión fue que el duque hizo hacer la fuente para ella, todos lo
sabían, era un secreto murmurado a toda voz, pero ya que, los escándalos
existieron siempre.
—Acabas de inventar todo eso —murmura Pierce, que lleva un rato
aguantándose la risa.
Ruedo los ojos, mirando también hacia otro lado, para que no me vea la
sonrisa.
—Por supuesto que no, que fue un escándalo —insisto.
—A ver, ¿y como se llamaba este duque?
—Él era... —carajo, mi tiene. —Él era el duque Drácula, por supuesto.
Pierce ya no se aguanta la carcajada, por supuesto y yo tampoco, no
puedo negarlo, mientras ambos nos sentamos en dicha fuente, nuevamente
en silencio, pero cualquier resquicio de incomodidad olvidado.
Mejor.
Mucho mejor.
¿Ven que fácil es? No hay que hacer drama por cualquier cosa...
Bueno, ahora digan eso, pero sin llorar...
Je.
Para cenar vamos a un pequeño restaurante que está a solo unas cuantas
cuadras del hotel. Las calles están abarrotadas de gente, en su mayoría
parecen ser turistas, que al igual que nosotros buscan un lugar donde comer
y pasar un agradable momento.
Nos sentamos en una mesita que da a la calle, yo me pido una friatta
mediterránea como plato y Pierce unas pastas con una salsa de pesto que
inmediatamente llama mi atención.
De más está decir que le termino sacando su plato y él tiene que comer el
mío por que por supuesto a mi no me gusto lo que pedí.
La conversación se mantiene fácil, nada volvió a ponerse raro como hoy
en la tarde, por lo que todo volvió a ser risas y diversión.
Si, había algo dentro mío que me decía que algo andaba mal, algo había
pasado con Pierce para que se volviera de aquella manera.
No voy a mentirles, muchas cosas pasaron por mi cabeza, las
inseguridades, que la historia se repitiera, que las cosas se pusieran raras y
este viaje, que era un sueño hecho realidad, se arruinara, comenzaron a
hacer que me pique la piel.
Pero disimule, fingí que estaba todo bien, no quería arruinar las cosas, no
quería que Pierce se arrepintiera de haberme invitado a este viaje, no
quería...
—Minerva... —volvió a llamarme Pierce y parecía que no era la primera
vez que lo hacía.
—¿Si? —Pregunte con una sonrisa un tanto incómoda.
Habíamos decidido caminar un rato luego de terminar la cena, las calles
de Roma eran simplemente de cuento de hadas, los adoquines hacían un
poco difícil caminar con zapatos, pero el lugar simplemente parecía calmar
partes de mi que no sabía que estaban revueltas.
La gente se reía a nuestro alrededor, había faroles que le daban una luz
amarillenta a las calles, el cielo comenzando a volverse completamente
negro, la noche despejada dando lugar a los cientos de estrellas que
comenzaban lentamente a divisarse.
—¿Qué está mal? —Pregunto Pierce, tomándome suavemente de la
mano para detener mi andar nervioso.
—Nada, no pasa nada —respondí rápidamente, girándome para observar
el agua que corría por debajo del puente que estábamos atravesando.
—Minerva... —insistió Pierce.
—No hagas esto, Pierce —murmure rápidamente, interrumpiendo lo que
sea que fuera a decir, sin siquiera atreverme a mirarlo, solo observando la
nada.
El vacío.
No quería tener esta conversación, por que todo iba a arruinarse, esto que
teníamos ahora, que era divertido, que era fácil y sencillo, no quería
perderlo, no quería tener que volver a enfrentar lo mismo que hace unos
cuantos meses atrás, no quería volver a equivocarme, a no aprender de mis
errores.
Respire hondo cuando lo sentí situarse detrás de mí, cuando sus manos se
apoyaron a cada lado de las mías, cuando aspiro el olor de mi cabello como
si fuera el aire más puro del mundo.
Dejo un beso en mi cabeza y luego otro.
Y otro.
Y otro.
Y yo me relaje, porque esos besos me dijeron que todo iba a estar bien,
que las cosas no tenían porque irse al carajo tan pronto.
—No quiero hacerte daño, Minerva —murmuro después de unos cuantos
segundos en silencio. —Yo no quiero hacerlo...
—Entonces no lo hagas.
—No se como hacerlo —pareció confesar.
No supe qué responder en ese momento, no supe como reaccionar.
Parecíamos dos críos confesándose secretos a mitad de la noche, solo
haciéndolo por que no podíamos mirarnos a los ojos.
Tal vez la realidad era que éramos dos cobardes, dos cobardes que no se
animaban a enfrentar lo que les estaba pasando, todas las cosas que tenían
que ser dichas pero que ninguno de los dos era capaz de ponerle nombre, de
enfrentarlas.
Y supongo que estábamos bien con aquello, con eso de ser cobardes,
porque tal vez el enfrentar eso que nos pasaba haría que nos separarnos y
esta vez para siempre, tal vez..., tal vez no íbamos a poder manejarlo, tal
vez Pierce seguiría atado a su pasado y yo seguiría presa de mis
inseguridades y supongo que ambos pensábamos lo mismo, ambos
pensábamos en que las cosas saldrían mal sin importar que nosotros
quisiéramos que fueran bien.
Éramos unos cobardes, unos cobardes en toda regla.
—Yo tampoco se como hacerlo —respondí, solo por decir algo, pero es
que en realidad no sabía qué era lo que no sabía hacer.
No sabía si sabía enfrentar lo que me pasaba con él, lo que me había
pasado.
No sabía si podría perdonarle por los errores que había cometido.
No sabía si podría ser suficiente para él, porque había veces en las que ni
siquiera me sentía bien conmigo misma, había veces en las que sentía que
no era suficiente ni para mi misma, ¿cómo podría alguien amarme,
entonces?
Pierce esta vez me abrazo, encerró sus brazos fuertemente a mi alrededor,
no hubo una parte de nuestros cuerpos que no se tocara, que no lo sintiera
con todo mi corazón.
Me abrazó un poco más, esta vez su rostro asomó por mi costado, su
mejilla sobre la mía, dejo un pequeño beso sobre mi piel, uno que me hizo
sonreír un poco a pesar de la situación.
—No se como resolver todo esto que nos pasa —murmuro en voz baja,
nuevamente como un secreto. —Solo sé que no puedo estar sin ti, solo sé
que si no te veo cada mañana, cada día, no podre funcionar.
Me tensione al escuchar sus palabras, la verdad escondida en ellas, el
miedo y la vulnerabilidad que había ahí, sabía que se sentía de ese modo,
porque yo me sentía igual.
—Pierce... —suspire.
Un pedido y una advertencia.
Un pedido de que no me lastime de esta forma ahora, que no me sentía
lista para tomar decisiones.
Y una advertencia, una advertencia a que lo que sea que estaba a punto
de decir, podría cambiarlo todo para siempre.
—No voy a ponerle nombre, no todavía, sólo porque sé que no estas lista
—murmuro, comenzando nuevamente a dejar besos por mi cuello, con una
dulzura que hizo que mi cuerpo prácticamente se apoyara en el de él. —
Pero en algún momento habrá que hacerlo, en algún momento tendremos
que hablar de esto.
Asentí.
—Lo sé.
—Je t'aime, Douce
Abrí la boca para preguntar qué significaban aquellas palabras, pero una
parte cobarde en mi, una que predominaba por encima de todo, me dijo que
no lo hiciera, me dijo que no estaba lista para hacerlo, para saber lo que
significaba.
—Tu también das unos orales de infarto, Pierce —respondí, casi sin
pensar, solo para responder algo.
Su carcajada como respuesta es todo lo que necesite para saber qué sea lo
que sea que pasara a futuro, iba a estar bien.
Yo iba a estar bien.
Y en definitiva, aquello era todo lo que importaba.
***
FELIZ DÍA DE ACTUALIZACIÓN.
NO SE OLVIDEN DE VOTAR EL CAPÍTULO
COMENTEN LA HISTORIA, COMPARTAN Y RECOMIENDEN
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GRACIAS POR LA PACIENCIA
BESOS
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
***
BUENAS BUENAS
¿ME EXTRAÑARON? YO UN MUNDO
SOLO GRACIAS POR LA PACIENCIA, GRACIAS POR SEGUIR
BANCANDO PECADO A PESAR DE LA TARDANZA, GRACIAS,
GRACIAS, GRACIAS.
LES VOY COMENTANDO QUE NO FALTAN MUCHOS
CAPITULOS PARA TERMINAR LA HISTORIA, LA IDEA ES QUE
PARA DICIEMBRE YA ENTREMOS EN LOS ULTIMOS
CAPÍTULOS
POR AHORA A DISFRUTAR DE TODO LO QUE SE VIENE,
QUE LOS PROX CAP VAN A ESTAR LLENOS DE SORPRESAS.
POR FIS, AQUELLOS QUE PUEDAN, RECOMIENDEN LA
HISTORIA, QUE ESO ME AYUDA MUCHISIMO.
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GRACIAS BEBIS
VOTEN VOTEN Y COMENTEN MUCHO
CON AMOR, SIEMPRE CON AMOR
DEBIE
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE (PTE DOS)
Suspiro, más refunfuñada que antes y abro la próxima foto que envía, en
ella se encuentra Dante y su mejilla presionada contra la de Mika, que lo
mira con el ceño fruncido.
Dante: Tengo algo aquí entre manos y antes de que preguntes, no, no es
su polla (todavía)
Dante: Asique, deja de molestar, muchas gracias.
Ruedo los ojos por más que nadie pueda verme, antes de abrir el chat
privado con Isa, pero por como tiene el visto hace un par de horas, no creo
que vaya a responderme.
Decido darme una ducha rápida, para una vez que salgo, elegir algo de
ropa para salir y proceder a poner música, mientras me cambio, maquillo y
plancho mi cabello.
No se muy bien que idea tendrán los chicos para hoy, pero decido que los
invitare a tomar algo por ahí, aunque sea para distender un poco el
ambiente.
En ese mismo instante, llega un mensaje de audio de Dante, esta vez en
privado y una vez que lo reproduzco, no puedo evitar la sonrisa que me
parte la cara a la mitad.
***
HOLA BEBIS
FELIZ LUNES DE ACTUALIZACION
¿LES GUSTO LA SORPRESA? PARA LXS QUE NO SABEN, EL
LUGAR QUE SE MENCIONA ES SEKS, ESTÁ AMBIENTADO EN
EL LIBRO DE SINESTESIA DE
OBVIAMENTE ANTES DE ESCRIBIR ESTO, LE PEDI
PERMISO A ELLA Y LE MOSTRE LO QUE HABIA ESCRITO, DE
TODAS MANERAS NADA SE ASEMEJA A ESE MUNDO LLENO
DE BDSM QUE SE QUE LES VA A ENCANTAR, POR LO QUE SI
TODAVIA NO LO LEYERON, ¿QUE ESPERAN?
RECUERDEN QUE ESTAMOS ENTRANDO EN LA ETAPA
FINAL DE LA HISTORIA, Y SI, YA NO TENDRÁ
CONTINUACION.
POR FAVOR, NO SE OLVIDEN DE VOTAR EL CAPÍTULO
GRACIAS POR SEGUIR ACA A PESAR DE MIS TARDANZAS,
PERO EN RECOMPENSA LES TRAJE UN CAP BIEN LARGO
NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN MIS REDES Y
CONTARME QUE LES PARECIO EL CAPÍTULO
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GRACIAS, COMO SIEMPRE, A
QUE SIEMPRE ME AYUDA CON LOS CAPITULOS
LXS AMO
DEBIEE
CAPÍTULO CINCUENTA
• ──── ✾ ──── •
HOLA BEBES, TANTO TIEMPO.
POR FAVOR NO SE OLVIDEN DE VOTAR EL CAPÍTULO...
ESPERO QUE ESTEN BIEN, AQUI EL CAPITULO PROMETIDO
HACE TANTO TIEMPO, PIDO PERDON, PERO HABIA ENTRADO EN
UN BLOQUEO TERRIBLE POR LEER ALGUNOS COMENTARIOS EN
EL CAPITULO ANTERIOR.
DESPUES DE MUCHO ESFUERZO, LOGRE LLEGAR A ESTO QUE
TENEMOS, ASI COMO TAMBIEN ME REPITO UNA Y OTRA VEZ,
QUE LA HISTORIA TIENE QUE HACERME FELIZ A MI POR SOBRE
TODAS LAS COSAS.
GRACIAS A TODAS ESAS PERSONITAS QUE SE TOMAN UN
MOMENTO PARA HACERME SENTIR TAN QUERIDA.
PARA QUIENES TODAVIA NO LO HACEN, SIGANME EN MIS
REDES, QUE SIEMPRE ANDO SUBIENDO SPOILERS:
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GRACIAS POR LA PACIENCIA NUEVAMENTE
LLUVIA DE CORAZONES PARA USTEDES
SIEMPRE CON AMOR
DEBIE
CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO
AMSTERDAM
***
IM BACK BEBÉS
¿ME EXTRAÑARON? YO UN MUNDO.
NO SE OLVIDEN DE VOTAR EL CAPITULO Y SEGUIRME EN
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SIEMPRE ME AYUDAN MUCHO :')
SI VEN O HACEN ALGUN EDIT, ETIQUETENME ASI LO VEO
DESDE YA MUCHAS GRACIAS
LA DEBIE DE LAS POESIAS
MUACKKKK
CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS
***
HOLA BEBIS, VOLVÍ
ESPERO PODER SUBIRLES CAPITULOS MÁS SEGUIDO
GRACIAS POR LA PACIENCIA Y EL CARIÑO QUE SIGUE
RECIBIENDO PECADO
ESPERO QUE LES ESTE GUSTANDO LA HISTORIA, NO
QUEDA DEMASIADO PARA QUE TERMINE Y SEPAMOS EL
DESENLACE DE MINERVA :(
POR FIS, NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y SIGANME EN REDES:
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LXS AMO MUCHISIMO
LES MANDO MILLONES DE BESOS Y CARIÑOS, HASTA LA
LUNA IDA Y VUELTA
DEBIE
CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES
Hace por lo menos veinte minutos que el avión despegó y yo sigo sin
poder pronunciar palabra, mientras que Pierce tomó el código civil de mi
bolso y está leyéndolo muy entretenido.
No, no me pregunten porque todavía lo conservo, porque siquiera yo
misma lo sé.
—Entonces, tu casa —murmuro, mirando por la ventanilla hacia el cielo
inmenso.
—Aja —responde Pierce, concentrado en el libro.
Por Dios.
—Pierce —murmuro, intentando llamar su atención.
—Dime —responde, pero no me mira.
—¿En serio estamos yendo a casa de tus padres? —Pregunto por primera
vez, muerta de nervios.
—Si —se limita a responder él sin más.
—¡Pierce! —Me quejo, quitándole el libro de las manos y haciéndolo
saltar en el lugar por la sorpresa. —Préstame atención, demonios.
Pierce mira a su alrededor por mi exabrupto que como no, llama la
atención de la gente que nos rodea, sin embargo, termina por clavar sus ojos
en los míos y con una calma que sé que no siente, pregunta: —Tienes mi
entera atención ahora, Douce, dime...
—¿Cómo es que vamos a ir a ver a tus padres?
—¿Qué tiene?
—¿Cómo que qué tiene? Son tus padres Pierce, por amor a Dios.
Se lo piensa unos instantes, para luego asentir y decir: —Si, la última vez
que lo comprobé, eran mis padres.
—No estás tomándome en serio —refunfuño.
—Hey... —murmura él, llamando mi atención. —¿Acaso no quieres
conocerlos? ¿Es eso? —Pregunta y no me pasa por alto la desesperación en
su mirada.
—No, no es eso, pero es que... —me muerdo los labios para luego
obligarme a soltar las siguientes palabras—, ¿en carácter de que vas a
presentarme?
Nada más decir aquellas palabras, me arrepiento.
¿Cómo, en el infierno, se me ocurre largar algo así?
Pierce suspira, como si estuviera juntando paciencia, antes de tomarme
de las mejillas y decir en su lugar: —¿De que manera te sentirías cómoda
tu?
—Yo... —niego con la cabeza—, no lo sé —termino diciendo.
—Mira, solo quiero ver a mis padres, ha pasado un tiempo, ¿sabes? Y
estábamos cerca, iban a cortarme de las pelotas si no pasaba por lo menos
una noche a saludar.
—Está bien —respondo, sintiéndome un poco culpable por acaparar todo
su tiempo con este viaje, cuando de seguro él hubiera venido antes a verlos.
Pero, a decir verdad, siquiera me di cuenta de ello, mi familia se limita a
Genevieve y no es como si tuviera la libertad para verla cada vez que
quisiera.
En ese momento recuerdo que ha pasado una barbaridad de tiempo desde
la última vez que la vi y un nudo se me forma en la garganta.
—Hey... —murmura Pierce, llamando mi atención y tomándome
suavemente del mentón para que le mire—, ellos van a adorarte, Mine, no
hay una parte de ti que no vayan a querer, lo sabes, ¿verdad?
Me trago que de seguro sus padres prefieran a Alyssa, pero la realidad es
que no tengo idea de que relación tenían sus padres con quien fue pareja de
Pierce tantos años.
Demonios, siquiera sé qué relación tienen Pierce y ella todavía, de todas
maneras, me digo a mi misma que todavía no estoy lista para saberlo, para
preguntar, así que me limito a sonreírle con una confianza que no tengo y
dejo que sus labios acaricien los míos suavemente, mientras me repito a mi
misma una y otra vez que todo va a estar bien, solo tengo que dejar que el
universo disponga.
Si, eso, confiaremos en el universo.
Universo, por lo que más quieras, no la cagues esta vez.
***
HOLA BEBES
PROMETIDO ES DEUDA ¿NO? UN NUEVO CAPITULO
¿ESTÁN PREPARADXS PARA LA RECTA FINAL? SI LOS
CÁLCULOS NO ME FALLAN, QUEDAN MENOS DE DIEZ
CAPÍTULOS PARA EL FINAL Y SOLTAR A MINERVA Y A TODOS
ESOS PERSONAJES QUE SUPIERON LLENARME EL CORAZÓN
ME DA COSITA DECIRLO, PERO DE SEGURO UNA VEZ QUE
TERMINE, DE SEGURO UNA QUE OTRA LAGRIMAS SE ME SALE
NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
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Y OBVIAMENTE ME AYUDARIAN MUCHISIMO SI
COMPARTIERAN LA HISTORIA CON OTROS LECTORES, O ESOS
FAMOSOS QUE HACEN VIDEOS, JEJE
DESDE YA MUCHAS GRACIAS
LXS QUIERO
DEBIE
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO
UN MINUTO ENTRELAZADOS
Aún no estoy despierta del todo, sin embargo, puedo sentir como Pierce
intenta despertarme poco a poco, los besos sutiles llueven por mis mejillas,
mis labios, mi cabello y mi clavícula. Sonrío antes de siquiera abrir los ojos
y entonces él esta besando mi sonrisa, su mano acaricia con delicadeza mi
vientre por debajo de la camiseta que use para dormir. Se escucha el cantar
de los pájaros fuera, aunque por la luz que logra colarse por la ventana, me
doy cuenta que no es tan temprano como imagine.
—Buenos días, Douce —murmura Pierce.
Tiene los ojos brillantes, más brillantes de lo que se los he visto nunca y
una sonrisa suave en su rostro, relajada. Una sonrisa que me gustaría verle
para siempre.
—Buenos días, Voldy —murmuro en respuesta.
Pierce rueda los ojos, sin embargo, no borra la sonrisa del rostro.
—Listilla, es hora de levantarse —murmura, poniéndose de pie.
Hago una mueca con el sonido que hace el piso cuando se pone los
pantalones que traía puestos anoche.
—¿Todos duermen todavía? —Pregunto, estirando mis brazos en alto y
aprovechando para quitarme su camiseta.
Río al ver como Pierce se queda mirando mis pechos fijamente, por lo
que me apresuro a taparme con la sábana e insisto: —¡Pierce!
—Todos despiertos, mi padre debe ir por su segundo desayuno.
Cualquier rastro de sonrisa y diversión se borra de mi semblante.
—¿Qué estás diciéndome? ¿Cómo que todos despiertos?
—Si —se encoge de hombros como si nada, pero es que este hombre no
entiende nada.
—¿Genevieve?
—Bajo hace por lo menos una hora.
—¿Desde que horas estas despierto tu?
—Un poco después de que amaneciera.
—¿Y no se te ocurrió, no se, que tal vez no quería dormir hasta tan tarde?
—¿Querías que te despertara? —Pregunta en respuesta.
—Pierce, es mi primera noche en casa de tus padres, por supuesto que
quería que me despertaras, debo de estar dando una horrible impresión
durmiendo hasta tan tarde.
—No son ni las diez —intenta consolarme él.
—¡Pierce! —me quejo, mirando la hora en mi teléfono. —¡Faltan cinco
minutos para las diez! —Me quejo, fastidiada y nerviosa, mientras bajo de
la cama y me apresuro a cambiarme.
—Pareciera como si estuvieras cabreada conmigo —murmura él por lo
bajo.
—Por que estoy enojada contigo.
—¿Y ahora que hice?
—El que no te des cuenta solo me enoja más —agregó y luego comienzo
a empujarlo fuera de mi habitación, ignorando el ruido molesto que hacen
los pisos cuando caminamos. —Ahora, fuera.
—¿Por qué me echas?
—Baja la voz, con un demonio —me quejo en susurros. —Ve primero tu,
yo bajaré en un rato.
—¿Por qué?
Cierro los ojos y suspiro, intentando tener paciencia con él.
—Pierce, no quiero, en el caso de que haya ocurrido algún milagro
anoche, que para tus padres sea más que evidente que estuvimos haciendo
el sin respeto bajo su techo.
Él abre la boca para decir algo, sin embargo, no le salen las palabras y al
final termina murmurando: —Mis padres saben que tengo una vida sexual
activa.
Le cierro la puerta en la cara y suspiro con alivio cuando escucho sus
pasos yendo en dirección a las escaleras.
Bueno, ahora a arreglar el desastre que es mi cabello y lo recién follado
que luzco.
Por todos los cielos.
Cuando me siento con la suficiente confianza para bajar las escaleras, lo
hago, pero no puedo evitar el sonrojo monumental que tengo cuando la
mirada de los padres de Pierce, de él mismo y de Genevieve, se clavan en
mi y es como si pareciera que tuviera un cartel titilante en el que se leyera:
«Folle con su hijo en la noche, bajo su mismo techo, se corrió dentro de mi,
no usamos condón»
—Buenos días, dulce —murmuro Marie, la madre de Pierce.
Sonreí, solo por que tal vez no había escuchado nada y todo estaba en mi
cabeza.
—Buenos días —murmure y antes de sentarme, deje un beso en la
mejilla de Gen y ella me sonrío en respuesta.
La madre de Pierce me sirvió un poco de café y el padre dejo unos
croissants recién horneados.
—Los hice yo mismo —murmuro, con un inglés bastante marcado, como
si no lo usara mucho y estuviera haciendo el esfuerzo por mi.
—Gracias —murmure, sintiendo que tal vez no habían escuchado nada,
que todo estaba bien.
La charla fue más que nada entre los padres de Pierce y Genevieve,
mientras que él, que se había sentado a mi lado, murmuro por lo bajo que, si
me parecía bien, por la tarde podíamos ir a recorrer el pueblo. Había una
feria en la plaza principal y me aseguro que iba a adorarla.
Estaba a punto de responderle que me encantaría, cuando me percate de
la conversación que estaba teniendo Gen con los padres de Pierce.
—¿Están seguros? Por que estoy casi segura que escuche ruidos.
La respiración se me atasco mientras Pierce me observaba sin entender
bien qué estaba pasándome.
—Estoy segura, nunca hemos tenido animales por aquí.
—Mmm, no lo sé, deberías revisarlo, fue un ruido bastante molesto,
cerca de la medianoche, constante, como si una especie de animal estuviera
sacudiendo las maderas sin parar.
¿Les cuento un secretito? No importa cuantos años tengas, siempre
puedes sonrojarte como una adolescente, siempre, incluso cuando eres
viejita y todo.
—No lo se, ¿tu escuchaste algo, Gerard? —Pregunto con inocencia
Marie.
Gerard respondió algo, pero en francés, asique no le entendí y entonces
cuando volví a mirar a Pierce, me di cuenta de que se había percatado de lo
que estaban hablando y estoy segura de que él también se sintió como un
adolescente que había sido atrapado y me di cuenta de que a Pierce también
le preocupaba un poco que sus padres supieran que habíamos follado como
puercos en la habitación de huéspedes y toda esa seguridad que siempre
tenía, de repente se esfumo.
Dios, llévame.
El padre de Pierce simplemente negó con la cabeza y entonces mi abuela,
que estoy segura de que estaba necesitando ayuda psiquiátrica, clavó sus
ojos en nosotros y con una sonrisa que era para nada inocente, pregunto: —
¿Ustedes dos no escucharon nada? —Y al ver mi mirada asesina y también
suplicante, solo para molestar, agrego: —Juro, Minerva, que el sonido
provenía de tu habitación.
Pierce, como un buen cobarde, simplemente se quedó mirando fijamente
el mantel floreado que cubría la mesa, por lo que no me quedó de otra que
responder: —No, Genevieve —dije, la mandíbula tan apretada entre sí, que
un poco me dolía. —Estoy segura que son cosas de tu imaginación, ¿sigues
tomando tus medicamentos tal cual te lo receto el medico?
Sabía lo mucho que ella odiaba que sacara a relucir estas cosas, así como
también sabía que Genevieve era una vieja loca y tomaría represalias.
—¿Pero qué clase de sonidos escuchaste, Gen? —Pregunto Marie con
inocencia y ajena a la batalla de voluntades que estaba teniendo con mi
abuela.
Y entonces yo le estaba ordenando con la mirada que no lo hiciera, pero
como dije, esta vieja del carajo, había venido a este mundo solo a hacer de
mi vida un martirio y entonces, antes de que pudiera decir nada, mi abuela
respondió: —Oh, tu sabes —murmuro haciendo un gesto con la mano. —
Era algo así como ñiqui, ñiqui, ñiqui.
Pierce en ese momento, justo estaba dando un sorbo a su café, café que
salió disparado por todo el mantel cuando se atraganto con el líquido y
empezó a toser como loco.
—¡Pierce! —Medio grito su madre alarmada y entonces estaba corriendo
detrás de él para golpearle la espalda.
Mis ojos se clavaron en los de mi abuela de manera acusadora y ella en
respuesta solo me sonrío, porque Genevieve era así, simplemente le
encantaba incitar al desorden.
Fueron dos días los que compartimos con mi abuela, dos días en que
puedo reconocerme a mí misma, que fueron los mejores de mi vida.
Recorrimos el pueblo juntas, luego lo hice con Pierce y por las noches
salíamos todos a pasear después de comer.
Me toco cocinar un postre un día y sentí que mi vida estaba realizada
cuando los Greco me lo elogiaron. No volvimos a follar con Pierce, pero en
las dos noches que le siguieron a esa, una vez que todos estaban durmiendo,
él se colaba en mi habitación y se acurrucaba conmigo hasta que nos
dormíamos.
En un momento llegué a sospechar que sus padres lo sabían, no me
pasaba por alto la manera en que su padre observaba los pequeños detalles
que tenía Pierce conmigo, el murmurarme en el oído lo bonita que me veía
en la mañana y no era como que lo dijera en voz alta, sino que el sonrojo en
mis mejillas solía delatarme. Así como también solía estar al pendiente de si
necesitaba algo o cada que podía, comentaba lo buena que era en la cocina,
lo rápido que aprendía todo.
No iba a negarlo, estos días con Pierce había sido como estar en una
montaña rusa, aunque esta montaña solo subía y tenía un jodido miedo de
como seria el descenso, tenía miedo de que pasaría después y cuando él se
percataba de aquellos pensamientos que me abrumaban, me arrastraba a un
rincón y me besaba como si la vida se le fuera en ello. Sé porque todavía no
habíamos tenido la charla, pero supongo que él sabía que no estaba lista y lo
respetaba y yo no podía negar que adoraba aquello, adoraba que él fuera
más consciente de mis sentimientos que yo misma.
La madre de Pierce no había sido tan cuidadosa con respecto a nosotros,
sino que simplemente, cada vez que nos veía interactuar, soltaba algo sobre
cómo le encantaría tener nietos. Lo mucho que disfrutaría de ellos. Le
comentaba a Pierce que ya era hora de que sentara cabeza, que más pronto
que tarde ella iba a morir. Le decía por lo bajo —aunque todos podíamos
escucharla— lo linda que era yo, lo buena, lo simpática.
Me preguntaba, cada que podía, si me gustaría tener hijos.
Y si, no es como si tuviera mucho tacto que digamos.
Genevieve, por todos los cielos, a Genevieve todo le importaba un carajo,
no es como si aquello fuera una novedad, de todas maneras, luego de que le
amenazara con internarla en un geriátrico en reiteradas ocasiones, alegando
de que de seguro ella no pasaría los exámenes psicológicos, comenzó a
medirse un poco más con lo que decía, sin embargo, solía sacar temas de lo
más incómodos cuando estábamos todos reunidos.
«Minerva no cree en los anticonceptivos convencionales, no dudo que
pueda quedar embarazada en cualquier momento»
«¿Recuerdas aquella vez, Minerva, cuando eras pequeña, que apareciste
con un tampón en la nariz porque lo habías confundido con algodón?»
«Minerva no cree en la política, ella piensa que todos deberíamos ser
anarquistas»
«¿Les conté aquella vez que Minerva embadurno con chocolate a
Pierce?»
Amaba a mi abuela con todo mi corazón, pero había días en que
simplemente quería matarla.
De todas maneras, aquello no evitó que cuando llegara el momento de
despedirnos, no soltara alguna que otra lágrima. Me despedí de los padres
de Pierce en el aeropuerto, ya que, desde allí, nosotros iríamos a un
departamento que tenía Pierce en París y pasaríamos nuestros últimos dos
días de vacaciones allí antes de volver a Estados Unidos.
Marie me dice que le ha encantado conocerme, que le cuente más sobre
que tipo de anticonceptivos uso y si es verdad que puedo quedar
embarazada pronto. El padre de Pierce me da un beso en cada mejilla y en
un francés que Pierce luego me traduce, me dice que le ha encantado
conocerme, que espera verme pronto.
Genevieve se despide de Pierce murmurándole que lo estará vigilando de
cerca, que «cuide sus malditos pasos a mi alrededor»
Le largo una reprimenda por lo bajo, apartándola de la familia Greco y
entonces antes de que pueda decir nada, estoy abrazándola y ella sin
resistirse mucho, me devuelve el abrazo.
Quiero decirle a Gen lo mucho que la quiero, que me ha encantado
compartir estos días con ella, sin embargo las palabras no me salen y el
nudo en mi garganta me impide expresarme.
—Esta bien —me murmura ella una y otra vez al oído, abrazándome
fuerte.
Mi abuela no es de esas que abrazan mucho, pero lo hace por mi, por que
soy su vida entera.
—Estoy muy orgullosa de ti, Mine —me dice, tomándome por las
mejillas y sonriéndome con los ojos brillantes. —Estoy orgullosa de la
mujer en la que te estas convirtiendo, estoy orgullosa de tus logros, de todo
lo que estás consiguiendo por tu fuerza de voluntad inquebrantable. Sigue
de esta manera, Mine, que estás haciéndolo increíble y yo siempre estaré
ahí para ti, ¿vale? Aunque no estemos cerca la una de la otra, voy a estar
aquí toda la vida —dice al final, poniendo su palma en mi corazón.
Asiento, porque las palabras siguen sin salírseme y entonces una mano se
cierra en mi cintura y soy arrastrada hasta un pecho fuerte y el mentón de
Pierce se apoya en mi cabeza, mientras mi abuela nos da una última sonrisa
y camina en dirección a la zona de embarque.
—¿Estas bien? —Pregunta Pierce, pasando un brazo por mi costado para
acercarme a él. —Odio verte así —agrega en voz baja.
—Estaré bien —murmuro—, es solo que me gustaría poder verla más
seguido —confieso.
Pierce asiente, mientras deja besos distraídos en mi cabello y entonces,
cuando estamos en el taxi y me acurruco contra su pecho, murmura en mi
oído: —Prometo que verás a tu abuela más seguido, Mine.
—¿Cómo?
—No lo se, solo se que voy a encontrarle una solución para ti, para no
tener que ver nunca más esa mirada en tus ojos.
A pesar de la tristeza que sentía, Pierce logró sacarme la primera sonrisa
sincera del día.
Voldy:
¿Es raro que sientas que me faltas? Supongo que me acostumbre a tener
tu cuerpo enredado con el mío cada noche y ahora pareciera que me olvide
cómo conciliar el sueño sin ti, por muy cansado que esté.
Bueno, mierda.
Me quedé en blanco nada más leer aquel mensaje, porque..., carajo, no
me lo esperaba.
No podía siquiera salir del WhatsApp porque ya había dejado en visto a
Pierce y él seguía en línea, por lo que tenía que improvisar y me dije a mi
misma que lo mejor era que fuera sincera, aunque me costara una
barbaridad expresarme, incluso más por mensaje, pero..., allí vamos:
Yo:
😉
Nada más mandar ese emoji, Pierce lo leyó enseguida, me di cuenta por
la doble palomita azul y después de eso se desconecto y me maldije para
mis adentros, porque en realidad no quería mandar aquel emoji tan..., tan
frío.
Comencé a teclear en el teléfono, intentando pensar lentamente las
palabras para no cargarla más.
Yo:
Creo que a mi me pasa igual, mi cama nunca me había parecido tan
grande como lo parece justo ahora que estoy en ella y por más que haga un
calor salido del infierno, siento un poco de frío al no poder deleitarme con
tu culo al aire, que por cierto, ¿nunca duermes con nada, más que tu propia
piel? De todas formas no te preocupes por mi, jamás me escucharas
quejarme.
Pasaron unos cuantos instantes en los que esperé que volviera a
conectarse y lo hizo diez minutos después y se quedó en línea un minuto
entero más, antes de que comenzara a escribir.
Voldy:
Jajaja
Escribiendo nuevamente.
—Anda Pierce, escribe más rápido, con un demonio.
Voldy:
Por lo general duermo con un pijama, pero me pasa que cada que te tengo
durmiendo en la misma cama que yo, siento la necesidad de dormir
desnudo, porque eso me permite meterte la polla en mitad de la noche
cuando estoy cachondo y resulta que teniéndote a mi alrededor, siempre
estoy cachondo, en eso has convertido mi vida, Douce.
No pude evitar largar una carcajada nada más leer el mensaje, porque
solo Pierce podía ser dulce y un mensaje después, la persona más guarra del
mundo.
Yo:
No tienes arreglo.
Yo:
Un loco de remate.
Voldy:
¿Me abres, porfi?
***
BUENAS BEBES
AQUÍ OTRO CAPÍTULO, NO PUEDEN AMARME MÁS CON
ESTAS ACTUALIZACIONES A CADA RATO
NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
EMPIEZA LA RECTA FINAL
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POR FAS, RECOMIENDEN LA HISTORIA SI PUEDEN
DESDE YA MUCHAS GRACIAS
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE
Piercecito:
Douce, surgió algo y no podre ir hoy a tu departamento, lo siento,
mañana iré a verte temprano. Envíame un mensaje antes de ir a dormir.
***
BUENAS
AQUI UN NUEVO CAPÍTULO
¿COMO SE PREPARAN PARA EL FINAL? YA QUEDA NADA,
DE NADA, DE NADA.
POR FAVOR, NO SE OLVIDEN DE VOTAR :S
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DESDE YA MUCHAS GRACIAS
LXS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO
Antes de que lean este capítulo, les pido que disfruten de lo que se viene, si
mis calculos no me fallan, faltan menos de 7 capítulos para que termine
esta historia. Si bien no tendría que estar explicando esto, quiero que sepan
que hacía mucho tiempo no me reía escribiendo a Minerva y espero que
ustedes también lo hagan. Les prometo que en los próximos capítulos, todo
va a ir cayendo en su lugar y se irá acomodando y solo para advertirles, no
den nada por hecho.
Las amo, gracias por seguir acompañándome.
Ahora, a disfrutar.
Riddle:
Estás matándome, nena.
Señor Ross:
Mine, me llego una foto tuya, ¿la enviaste sin querer?
Riddle:
¿Por qué no me respondes?
No puedes mandar ese tipo de fotos y desaparecer, dulzura.
Riddle:
¿Estas enojada por algo?
Okey, de ahora en más, solo voy a pedirles que confíen en mí, en lo que sea
que pase en la historia, solo disfrutenlo y POR LO QUE MÁS QUIERAN,
ahorrense los comentarios de: "la historia no va a ningún lado" en verdad
se los agradecería.
***
EMPIEZA LA CUENTA REGRESIVA, BEBES
DESEENME SUERTE QUE EL DOMINGO TENGO LA CHARLA
EN LA FERIA DEL LIBRO
LAS AMO, GRACIAS POR ESTAR ACA, POR ACOMPAÑARME
EN TODO ESTE CAMINO
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NOS LEEMOS PRONTO
LAS AMO
DEBIE
CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE
***
AHORA SI PECADORAS
RECTA FINAL
¿SE ESTÁN PREPARANDO?
EL PROXIMO CAPITULO YA ESTÁ EN EL HORNO
NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO
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LAS AMO MUCHISIMO
DEBIE
CAPÍTULO SESENTA
***
NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR QUE LES
PARECIÓ
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NOS LEEMOS PRONTO
DEBIE
CAPÍTULO SESENTA Y UNO
***
SOLO CINCO CAPITULOS PARA EL FINAL BEBES
QUE EMPIECE LA CUENTA REGRESIVA
NO SE OLVIDEN, POR FAVOR, DE VOTAR
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LES MANDO MUCHOS BESITOS
DEBIE
CAPÍTULO SESENTA Y DOS
PIERCE:
Camino tranquilamente en dirección a la cafetería de Minerva.
Y voy a paso tranquilo para poder tomarme mi tiempo, para ensayar en
mi cabeza las cosas que quiero decirle.
De la manera en las que se las quiero decir.
No quiero que haya malos entendidos.
Esta vez quiero ser claro, lo suficientemente claro para decirle que la amo
con todo mi corazón. Para mirarla a los ojos y decirle que ya no quiero estar
sin ella, que me di cuenta en los últimos días, en los que intentaba darle el
espacio que sabía que necesitaba, que ya no puedo, ni quiero, estar sin ella.
Me di cuenta no solo de que la amo como nunca antes ame a nadie, sino
que la necesito y sé que no está bien necesitar a las personas, pero cuando
conoces a alguien como Minerva, simplemente te das cuenta que los días
sin su presencia se vuelven grises.
Ella es como todos los colores en uno, con sus ocurrencias, sus
comentarios sin sentido en cualquier momento, pero también su dulzura y la
manera incondicional que tiene de ser para la gente a la que ama.
No puedo vivir sin ella.
Espero que ella tampoco pueda vivir sin mi.
La noche anterior cuando la vi entrar al restaurante, fui completamente
consciente de que era la mujer con la que quería pasar la vida entera, no
necesitaba nada más, no tuve dudas en el momento en el que me sonrío y
tan distraído como estaba, acortando la distancia que quedaba entre
nosotros, fue que no vi a Aly corriendo en mi dirección, debo admitir
incluso que hasta que no envolvió sus brazos en mi cuello y me beso,
siquiera me había percatado de ella. Y eso era porque Minerva, desde hacía
ya algún tiempo largo, había acaparado toda mi atención, cuando ella
entraba en una habitación, era todo lo que podía ver, todo lo que podía
sentir y estoy seguro que la noche anterior ella también estaba lista para dar
el siguiente paso en nuestra relación, vi en sus ojos las ganas de terminar
con la estúpida distancia que ella había impuesto para ambos y empezar a
construir nuestra vida juntos desde los cimientos que poco a poco habíamos
levantado, pero como si de un capricho del universo se tratara, todo se había
ido al carajo, como si el destino estuviera empecinado en no dejarnos ser
felices de una vez por todas.
No había querido hablar conmigo, por supuesto y quise darle su tiempo
para que lo pasara con sus amigos, era el cumpleaños de Mika y sabía que
no le gustaría que armáramos una escena ahí.
La conversación con Aly no había sido fácil y me sentí un imbécil por no
haberla llamado por teléfono antes para aclarar las cosas, pero a decir
verdad, siquiera había pensado en ella.
Me sentía un imbécil por aquello, pero los días con Minerva siempre eran
una aventura y entonces no me había detenido a pensar en que tal vez era
hora de aclarar las cosas con la mujer que había sido mi pareja por tantos
años, de una manera tan incondicional.
No entre en muchos detalles cuando tuvimos la conversación en mi
oficina, pero sí le dije que desde hacía mucho tiempo había conocido a una
mujer que había cambiado mi perspectiva de todo. Lo difícil de terminar
con alguien no es solo dejar ir todo aquello que habías planeado con esa
persona, sino que con Aly había mucho cariño, no hubo una discusión de
por medio, sino que pasó algo que no había podido manejar, algo que
sabíamos que nos podía pasar al estar uno en cada continente diferente.
Me permitió abrazarla, porque como dije, nos teníamos muchísimo
cariño, pero por sobre todas las cosas, estaba seguro de que ella jamás me
desearía el mal. Aguante las lágrimas cuando nos despedimos, una vez que
la deje en el hotel en el que pasaría la noche, porque sabía que esta vez la
despedida era para siempre, pero la mujer que amaba estaba de seguro
pasándola mal y no quería estar un segundo más separado de ella.
Por supuesto que no me atendería el teléfono, no esperaba que lo hiciera,
pero si me dolió la hora que estuve fuera de su puerta, llamándola con la
esperanza de que la abriera de una vez por todas, hasta que al final decidí
que de seguro se había ido a dormir a lo de Isabella y era por eso que no
respondía.
Me paré fuera de la cafetería, respirando hondo para armarme de valor.
Era ahora o nunca.
Minerva levantó la mirada de lo que sea que estuviera mirando en la
mesada de detrás de la barra.
No parecía sorprendida de verme allí.
Intente sonreír mientras reparaba su rostro, a pesar del maquillaje, se
notaba el cansancio y las ojeras debajo de sus ojos, el semblante triste.
Quise abrazarla y susurrarle al oído que nunca más la lastimaría, que
había terminado con eso.
—Hola —susurro con voz ronca.
—Hola —respondí de inmediato. —Intenté llamarte, pero no respondiste
el teléfono —dije.
—Lo sé —respondió ella después de unos segundos de pensarlo. —Era
solo que necesitaba pensar.
—Lo entiendo —dije, rompiendo la distancia, solo separados por la barra
de por medio. —Me moría por hablar contigo, con respecto a lo que pasó
anoche...
—Está bien, no tienes que darme explicaciones —se apresuró a decir.
—No —estuve de acuerdo—, pero quiero hacerlo.
Nos miramos unos cuantos segundos, había algo..., distinto en ella, algo
que no me gusto mucho encontrar en su mirada de chocolate.
—Te amo —dije y ella jadeó cuando me escucho decir aquellas palabras,
mas no reaccionó. —Te amo —repetí. —Y quiero que estemos juntos,
Douce, porque yo ya no quiero estar sin ti.
Nada salió de esos bonitos labios que solían quitarme el sueño y por mi
parte esperé..., esperé que dijera algo, pero nada salió y entonces una
molestia se formó en mi estómago, una que me dijo que la había perdido,
aunque no entendía bien el porqué, estaba dispuesto a explicarle todo, a
rogar si fuera necesario.
—Pierce... —murmuro al final, apartando la mirada. —Yo...
—Douce —dije, cortándola y esperando a que volviera a mirarme antes
de continuar. —Te amo —insistí. —No pasó nada con Alyssa, lo juro, no te
haría algo como eso, te lo prometí la semana anterior, no mentía, lo juro, no
mentía, quiero todo contigo, todo...
—No, Pierce, no —dijo, cortándome y me sorprendió un poco la dureza
en sus palabras. —¿Es que no lo entiendes? —Dijo. —¿No entiendes que tu
y yo no estamos hechos para estar juntos?
—¿A qué te refieres con eso?
—A que se supone que el amor no tiene que ser de este modo —
murmuro con los ojos llenos de lágrimas. —No se supone que el amor
duela, que este lleno de miedos, que cada vez que parece que todo va a estar
bien, algo la pase a cagar, Pierce, estoy cansada de eso y ya no lo quiero
más.
—Pero estoy diciéndote que quiero intentarlo —respondí con voz
pequeña.
—Lo sé —responde y pareciera que un dolor físico la recorre antes de
soltar las siguientes palabras. —Es que ya no es suficiente para mí.
—Puedo darte lo que quieras —me apresuro a responder, apoyando mis
manos en el vidrio de la barra que nos separa. —Lo que quieras, pídemelo y
te lo daré.
—No puedes, Pierce, no puedes —responde, frotándose el rostro con las
manos, pasando a limpiar las dos lágrimas que se permitió derramar.
—¿Que quieres? Dilo y lo tienes.
Y entonces dijo las palabras que tanto temía.
Pidió lo único que no podía darle.
—Dean —su voz salió insegura, hasta que sus ojos volvieron a
encontrarse con los míos y repitió: —Quiero a Dean.
Nos quedamos en silencio después de aquellas palabras, simplemente
mirándonos.
Había una nueva determinación en ella, una que me decía que ya la había
cagado demasiado, que no podía perdonarme todo lo que había pasado entre
nosotros.
—Lo siento —dijo, cuando el silencio se prolongó demasiado. —Ojalá
pudiéramos elegir lo que queremos sentir y en verdad me gustaría intentarlo
contigo, me hubiera gustado más que nada en el mundo, pero si tengo que
ser sincera conmigo misma, Pierce, la realidad es que amo a Dean.
Asentí, agachando la mirada, solo porque no quería que viera cuanto me
estaban doliendo las palabras que estaba confesándome.
A decir verdad, no estaba seguro de que mi corazón hubiera dolido tanto
nunca como estaba doliendo justo ahora. Supongo que era lo
suficientemente justo que ella estuviera enamorada de Dean, estaba seguro
de que ella me amaba a mí también, pero amaba más a mi amigo y con
razón, porque Dean siempre había sido el mejor de los dos, el que más la
merecía a ella.
—Esta bien —dije, en voz baja. —Lo entiendo —agregue.
Me permití volver a mirarla nuevamente y en sus ojos, a pesar de esa
determinación de antes, también había dolor, supongo que las despedidas
siempre dolerán una barbaridad, aún más cuando era de la que más amabas
en el mundo.
—Estoy seguro... —carraspee, porque el nudo de la garganta no me
estaba permitiendo hablar con claridad. —Estoy seguro de que Dean no va
a llevar a cabo el casamiento con Rebecca —confesé. —Él nunca la amo —
agrego—, creo que no podría amar a nadie de la manera en la que te ama a
ti.
—Lo sé —medio sollozo ella. —Me lo confesó hace un rato —agrega.
Asiento, tragando el nudo en la garganta, mientras camino en dirección a
la puerta, dejando mi corazón hecho pedazos en los pisos de la cafetería.
Dios, creo que nunca me había sentido tan devastado.
—Adiós Pierce —dice ella, sin dejar de mirarme nunca.
—Adiós, Douce —respondo y me regala una última pequeña sonrisa en
respuesta.
La gente me empuja al pasar una vez que salgo de la cafetería, los rayos
intentan colarse en un cielo colmado de nubes que poco a poco comienza a
oscurecer y las personas están desesperadas por encontrar resguardo cuando
los truenos se escuchan a la distancia.
Repito en mi cabeza, mientras camino sin rumbo alguno, todas las cosas
que me dijo Minerva hace un par de minutos. Todas las cosas que yo le dije.
Me pregunto en todo lo que pasó desde que nos conocimos.
En como desde el primer día que la vi, colándose en mi cocina, hubo algo
en ella que me hizo orbitar a su alrededor. Esa especie de magnetismo que
me atraía como una polilla a la luz.
Cuando se coló en mi ducha.
La primera vez que la folle, siendo tan insegura sobre ella, pero al mismo
tiempo tan perfecta.
Cuando me embadurno de chocolate, unos días después, de seguro en
venganza porque me había comportado como un idiota.
Cuando descubrir quién era realmente.
La segunda vez que follamos.
Cuando quien se coló en la ducha de ella fui yo.
Cuando le dije que sería su mentor y ella entendió que haríamos una
especie de contrato de sexo.
Cómo comenzó a descubrirse a sí misma en el sexo.
La noche en que la trate mal.
Esa misma noche yendo borracho a su departamento.
Dormir con ella.
Volver a cagarla.
La cena.
Navidad.
Su sonrisa a pesar de todo.
La noche que le prometí que estaría siempre con ella.
La primera promesa que rompí.
Volver y encontrarla de novia con Dean.
Ver como lo de ellos se terminaba.
Convivir juntos en mi departamento.
Europa.
Volver a besarla.
Volver a follarla.
Ella.
Ella.
Ella.
Amarla.
Amarla para siempre.
Me detengo, no puedo perderla.
«No voy a perderla»
Retrocedo sobre mis pasos, casi corriendo nuevamente a la cafetería.
No voy a dejarla ir así como así, con un demonio.
Nuestra historia, después de todo, no puede terminar de esta manera.
No voy a dejar que termine de esta manera.
Si tengo que convencerla a folladas, lo hare, mierda.
Haré incluso que me ame más de lo que ama a Dean.
Si él la quiere, tendrá que luchar por ella, no voy a entregarla en bandeja
de plata, haré lo que sea por estar con ella, porque joder, la amo más que a
mi vida.
Más que nada.
Y con esa resolución diviso nuevamente la cafetería y con el cabello
pegado a la piel por la lluvia torrencial, entró nuevamente allí, con la
determinación de decirle a los ojos que no dejaré de pelear por ella pase lo
que pase, incluso si aquello me lleva toda la vida.
Y entonces me detengo, dándome cuenta que en realidad peleare por ella
si logramos salir de esta vivos.
Porque cuando entro nuevamente a la cafetería, Harold tiene a Minerva
tomada del cuello y un arma apuntando a su cabeza.
***
PROCESENLO TRANQUILAS
VOTEN EN CAPÍTULO, POR AMOR A DIOS
NOS LEEMOS LA SEMANA QUE VIENE
LAS AMO, SIEMPRE
GRACIAS POR LLEGAR HASTA AQUÍ.
DEBIE
CAPÍTULO SESENTA Y TRES
NO HAY TIEMPO
Creo que hay diferentes tipos de terror: hay situaciones que nos dejan
simplemente paralizados, existen esos tipos de terror en los que sabes que
nada volverá a ser lo mismo, que nos cambiaran para siempre. Existe esa
clase de terror que hace que quieras vomitar, morirte de miedo.
Pues lo que yo estaba sintiendo en este preciso momento, eran todos esos
tipos de terror juntos.
Yo simplemente no podía creer que había vuelto después de todo lo que
le había soltado para que se largara de aquí.
—Por favor, no —dije y esta vez las lágrimas de tristeza, de dolor, de
impotencia, fue todo junto y no pude evitarlo, simplemente, no pude.
Ya no podía seguir siendo fuerte, no después de lo que me había costado
romperle el corazón, haciendo añicos el mío en el proceso.
—¿Qué haces aquí? —Jadee con la voz ronca, sintiendo el agarre férreo
de Harold en mi cuello.
Pierce me repasó con la mirada, supongo que asegurándose que no
hubiera heridas graves más allá del moratón en mi mejilla.
—Bueno, bueno, bueno —canturreo Harold en mi espalda, una mano en
mi cuello, la otra sosteniendo el arma contra mi clavícula—, más gente se
va uniendo a la fiesta, ¿no Anny? Y tu que creías haber sido lo
suficientemente contundente.
—Suéltala —fue todo lo que dijo Pierce, su mirada azulada llena de odio
e impotencia, sin dejar de mirarme a los ojos, como si estuviera intentando
por todos los medios decirme algo.
—Oh, por supuesto, claro —respondió Harold con ironía—, enseguida la
suelto, ya que quien está a cargo eres tu, ¿no?
—Suéltala —volvió a repetir él, con la voz calma.
Negué con la cabeza sutilmente, pidiéndole que no lo provocara, que era
peor.
Intente expresarle con el terror de mi mirada que se fuera, que corriera y
escapara, que de ser necesario gritara por ayuda, pero que por favor saliera
de aquí, que no me hiciera ver como Harold le hacía daño.
Por que Harold iba a matarlo, de eso no había duda y yo no creía estar
preparada para eso, porque me rompería más allá de lo reparable, porque si
Pierce moría, me aseguraría de morir con él, no quedaría nada por lo que
pelear, nada.
Harold, como si siguiera el rumbo de mis pensamientos, comenzó a
caminar en dirección a la puerta, intenté resistirme, pero me golpeo con la
empuñadura del arma en la cabeza, no tan fuerte como para desmayarme,
pero sí lo suficientemente como para aturdirme.
—Quieto ahí —le dijo Harold y sentí su sonrisa maliciosa en su voz.
Había llegado a la cafetería antes de que pudiera abrir el mensaje que me
había enviado Dean. Supe que no era el Harold que se había presentado la
semana anterior, este era otro completamente diferente, era al que me había
enfrentado los últimos meses juntos, ese que tenía las pupilas tan dilatadas
que eran solo dos pozos negros y vacíos. No hubo mucho que hacer, no me
dio tiempo a nada y cuando quise darme cuenta, ya me estaba apuntando
con el arma, para unos segundos después, ver a Pierce por el ventanal,
dándome el tiempo necesario para convencerlo de que se fuera si quería que
conservara su vida.
Abrí los ojos a duras penas, dejándome arrastrar por Harold que
caminaba sin darle la espalda a Pierce en dirección a la puerta.
Pierce tenía las manos hechas puño a sus costados, las fosas nasales
dilatadas y la respiración comenzando a agitarse.
Comencé a negar nuevamente con la cabeza, ignorando el dolor punzante
que sentía en mi costado. Las lágrimas no paraban de caer y me di cuenta
en ese momento el miedo que sentía, pero no tanto miedo por mi, por él,
por Pierce, si algo llegara a pasarle...
—Harold, por favor..., por favor, detente —solté con un sollozo.
Cerré los ojos con fuerza cuando sentí sus labios presionar mi cabeza,
justo donde me había golpeado, haciéndome estremecer por el dolor.
—Ya Anny, todo va a estar bien —murmuro él con la voz calma, como si
estuviera hablando con un niño. —Solo deja que me ocupe de él, una vez
que no sea un estorbo nos iremos de aquí, solo tu y yo.
—Déjala ir —siseo Pierce de nuevo.
Volví a negar con la cabeza, pero la mano de Harold en mi cuello
presiono su agarre tan fuerte que me cortó la respiración y comencé a jadear
por aire, intentando quitar sus manos de mi cuello.
—Un movimiento más —siseo Harold—, una palabra más que dices y
veras como logro desmayarla con un simple movimiento —amenazó—,
arrebatarle la vida con dos.
Pierce se quedó tan inmóvil que por un momento me pareció que no era
real, sin embargo un solo asentimiento fue lo que se permitió responder,
retrocediendo un solo paso.
Se comenzaron a formar estrellas en mi visión debido a la falta de aire
cuando por fin Harold me soltó, jadee desesperada, intentando llenar mis
pulmones y cuando las piernas me cedieron, envolvió un brazo a mi
alrededor para sostenerme.
—No Anny, no quieres perderte de la fiesta, ¿verdad? Todavía queda
mucho por hacer.
Asentí, solo porque me dolía demasiado la garganta para responder. Si
quería tener aunque sea una sola oportunidad de sacar a Pierce de aquí,
tenía que mantenerme cooperativa, si, eso, haría lo que fuera con tal de que
él saliera con vida de aquí.
Sentí como utilizaba la llave para bloquear la cerradura, el llavero
sonando cuando lo metió en su bolsillo.
Fuera estaba completamente oscuro y la lluvia parecía caer con más
fuerza que antes.
«Nadie va a escucharnos» pensé con amargura. «Nadie va a saber que
estamos aquí»
Los labios me temblaban, sentía todo el cuerpo entumecido y mis ojos
clavados en Pierce.
Tenía ganas de decirle a voz de grito que lo sentía, que sentía mucho que
tuviera que pasar esto, ver lo que haría Harold a continuación, sea lo que
sea que tuviera en mente.
«Te amo» quise decir, gesticular con los labios, pero estaba temblando
tanto, que estaba segura que no había podido distinguir las palabras.
Pierce alternaba la mirada entre el rostro de Harold y el mío, tenía la
mandíbula presionada tan fuerte que de seguro estaba lastimándose y el
semblante lleno de impotencia.
—¿Qué les parece si nos sentamos a conversar como la gente civilizada
que somos? —Murmuro Harold, que sin esperar respuesta, comenzó a
avanzar en dirección a una de las mesas más cercana.
—Tu eres Pierce, ¿verdad? —Pregunto, aunque ya sabía la respuesta.
—Por que de seguro que Dean Ross no eres —agrega—, a él sí que lo
conozco y créeme que tengo cuentas pendientes que saldar con él.
El nombre de Dean saliendo de sus labios me hizo cerrar los ojos con
fuerza, con más pánico aun.
Esto tenía que ser una pesadilla, un error, esto..., esta clase de tortura no
podía estar pasándome nuevamente.
—Siéntate —le ordenó a Pierce, quien obedeció sin decir nada.
Luego él se dejo caer en la silla frente a Pierce, obligándome a mí a
sentarme entre sus piernas.
Su contacto, todo él me daba un asco tremendo, pero me resistí, no me
queje, a pesar de que antes había pensado pelear con uñas y dientes, a pesar
de que me dije que moriría antes de que él volviera a ponerme una mano
encima..., ahora estaba Pierce aquí y yo debía protegerle, iba a hacer lo que
estuviera en mis manos para no dejar que nada le pasase.
Harold apoyó el arma apuntando a Pierce en la mesa, su dedo sobre el
gatillo y su otra mano la envolvió a mi alrededor, acercándome a su pecho.
Hundió el rostro en mi cuello, sintiéndome mi perfume y con sus labios
cepillando mi piel, murmuro: —¿Qué sentiste al coger a mi mujer, Grecco?
«No respondas» intente decirle a Pierce. «No entres en su juego»
—Su coño es una delicia, ¿no crees? —Agrego.
Sentí la sonrisa en su voz cuando lo dijo.
Pierce de repente se relajó en su silla, una mano sobre la mesa con sus
dedos tamborileando sobre la misma y la otra la apoyó sobre su muslo.
—Lo es —respondió con simpleza y un encogimiento de hombros.
Cerré los ojos con dolor cuando lo escuche hablar, con palabras tan
simples como esas, había entrado en el juego de Harold, de todas maneras
algo me decía que fuera como fuera, las cosas no saldrían bien.
Lo supe, lo supe en ese instante, esta noche habría muertes, habría dolor
y yo en lo único que podía pensar, era en que ojalá fuera yo.
Le rece a algún Dios si existía, que por favor no dejará que nada le pasara
a Pierce.
—¿Cuántas veces entraste en ella? —Preguntó con la voz calma Harold,
pero yo lo conocía bien, tan malditamente bien.
Esas preguntas iban a llevarlo a tener un ataque, lo sabía.
—Más de las que puedo recordar —respondió Pierce con una sonrisa
sobradora. —Más de las que te imaginas.
Los dedos de Harold se crisparon sobre mi piel, quitándome una mueca
de dolor que intente disimular, pero por la mirada que me largo Pierce,
sabía que se había dado cuenta.
—Tu, pequeña perra... —siseó en mi oído—, siempre te gustaron mucho
las pollas, ¿verdad?
El pecho me tembló cuando intente ahogar el sollozo, de todas maneras
no respondí, no había nada que pudiera decir que no sacara la furia de
Harold sobre mi y si aquello llegaba a pasar, no tenía idea de cómo
reaccionaria Pierce.
—Puedes estar seguro de que la mía particularmente le encanta —soltó él
de repente, volviendo la atención a él.
La atención de Harold volvió nuevamente a Pierce y me obligue a
acompasar mi respiración, sea lo que sea que estuviera planeando, tenía que
detenerlo, Harold iba a matarlo, joder, iba a matarlo y me obligaría a mirar
todo.
Intente enderezarme un poco, despegarme del cuerpo de Harold, pero él
no lo permitió, sino que presionó aún más su agarre, lastimándome.
—No lo creo —respondió Harold con voz tranquila, demasiado tranquila
para lo que podía ser normal—, o por lo menos no será así hasta que vuelva
donde pertenece.
—Ella no te pertenece —respondió Pierce rápidamente.
—¿A no? —Se burló Harold. —¿Y a quién le pertenece? ¿A ti? Quien no
duda un segundo en volver con la puta de tu ex cada que se aparece —
suelta y cierro los ojos, preguntándome cómo demonios lo sabe, como
mierda sabe todo eso—, por cierto, es preciosa, tan distinta a Minerva que
es en comparación —parece pensarlo unos instantes, antes de decir—,
bastante insulsa.
Los dedos de Pierce se endurecieron por unos segundos, de todas
maneras no dijo nada.
—¿O acaso le pertenece a Ross? Quien no dudó un solo instante en
pactar compromiso con alguien de la alta sociedad —Harold chasquea con
la lengua, dejando un beso en mi mejilla—, nadie más que yo te merece.
—¿Por qué no la dejas ir, si es tan insulsa como dices? —Pregunta Pierce
lentamente.
—Por que ella es mía, siempre será mía —responde Harold con la voz
dura. —Y si no es mía, no será de nadie más.
—Creí que estabas saliendo con alguien —murmuro con la voz ronca—,
Sarah, ¿verdad?
—Ella es solo una distracción para el otro, pero no me interesa, me da
asco, solo lo deje que la tenga para que no molestara, para hacerle creer que
no volveríamos por ti.
Mis ojos se clavaron en Pierce y ambos parecimos entenderlo al mismo
momento, Harold se refería a sí mismo como dos personas diferentes, él
simplemente estaba fuera de sí.
No existía posibilidad de salir de esta, de intentar razonar con él.
Mis hombros parecieron hundirse, en una clara señal de derrota, pero
fueron los ojos de Pierce, que brillaban más que nunca, los que me dijeron
que no lo haga, que todavía teníamos una oportunidad, que no me rindiera.
Asentí, pelearía por mi, demonios que lo haría, pero también pelearía por
él, para decirle mirándolo a los ojos lo mucho que lo amaba, para decirle
que quería pasar la vida con él, construir un futuro.
Juntos.
—¿Dónde está? —Pregunte y Pierce me observo confundido, sin
entender a qué me refería, sin embargo Harold si entendió.
—Durmiendo, cree que estamos de camino a lo que él cree su hogar —
respondió con calma.
—¿Qué pasaría si despierta y descubre lo que estás haciendo?
—Lo pondré a dormir de vuelta —dice y luego sus dedos se clavan en mi
cadera de forma dolorosa—, y deja de hacer tantas putas preguntas, que
estoy enojado contigo, pero ya luego te haré pagar.
Sus palabras me hacen tragar con dificultad por el miedo que me
provocan, mientras observo como su dedo juguetea con el gatillo del arma,
la cual apunta justo al pecho de Pierce.
—En cuanto a ti, me encantaría borrar cualquier rastro que tengas de ella,
nunca debió ser tuya —sisea.
Pierce, para mi completa sorpresa, sonríe, esa sonrisa maliciosa que tanto
llegue a amar, sin embargo ahora me provoca un vacío enorme en el
estómago.
—Nuestra —murmura en voz baja y yo siento que toda la sangre de mi
cuerpo se drena.
—Por favor, no lo hagas —suplico en voz baja, mientras siento que las
lágrimas comienzan a correr por mis mejillas nuevamente.
No me di cuenta el momento exacto en el que habían dejado de caer, para
ser sincera.
—¿Qué quieres decir? —Preguntó Harold, incorporándose un poco en su
silla.
—No lo... —intente de nuevo, pero el agarre de Harold en mi piel me
hizo sisear de dolor.
Pierce pareció no inmutarse, aunque sus ojos se cerraron levemente.
—Quiero decir... —murmuró, él también incorporándose en su silla—,
que no fue solo mía, fue nuestra, de los dos, al mismo tiempo —terminó
diciendo, solo por si no había entendido el punto.
Entendí en ese momento lo que estaba haciendo, Harold estaba
demasiado concentrado en mi y Pierce quería que ya no lo estuviera, quería
que todo ese enojo se trasladara a él.
El cuerpo de Harold se endureció y una calma y silencio letal parecieron
recorrer la cafetería entera.
Me estremecí con un viento helado que pareció recorrerme todas las
extremidades.
La calma antes de la tormenta.
—¿A qué te refieres, exactamente? —Preguntó Harold, pero sé que se
hacía una idea.
—Vamos —lo molesto Pierce, todavía con esa sonrisa—, creí que eras un
poco más inteligente de lo que aparentabas.
Me atreví a observar a Harold y lo que encontré allí no me gusto para
nada, en su mirada seguía esa demencia que le había visto nada más verlo
entrar por la puerta, pero también había una furia ciega y sorda, sin
escrúpulos.
—¿Estás diciéndome...?
—Si, eso exactamente estoy diciéndote —lo interrumpió Pierce—. Estoy
diciéndote que ella estuvo por varios meses saliendo con los dos,
compartiendo cama con los dos, follando con los dos.
—Detente... —siseo Harold, de repente con los ojos cerrados, los
nudillos fuertemente presionados en el arma.
—¿Y quieres que te cuente un secreto? —Dijo, su voz no más que un
susurro. —Ni una sola vez se acordó de ti.
—Cierra. La. Puta. Boca.
Estaba preparada cuando Harold me aparto de un brusco empujón al piso,
mis palmas ardieron cuando chocaron con fuerza el suelo helado.
—¡CORRE! —Grito Pierce, en el momento exacto en el que Harold se
lanzaba sobre él, arma en alto.
Logre ver como Pierce lo detenía justo a tiempo, levantando su mano
para que el arma no le apuntara a él.
Sabía que no había mucho que pensar, por lo que haciendo lo que Pierce
me dijo, corrí.
—Voy a descuartizarte —jadeaba Harold y con muchísimo terror, me di
cuenta de que tenían la misma complexión física, la misma fuerza. —Voy a
cortarte en pedazos, hijo de puta.
No llegue a escuchar que respondía Pierce, porque ya estaba camino a la
cocina, tomando el primer cuchillo grande que encontré y corriendo de
regreso a ellos.
Pierce abrió los ojos con horror cuando me vio correr en dirección a
Harold y aquel pequeño descuido, le costó.
Harold logro asestar un puñetazo en su estómago que lo hizo jadear y
aflojar el agarre con la que sostenía su mano en alto, para luego con la
culata del arma pegarle en la cabeza.
Pierce se sostuvo el lugar golpeado, retrocediendo unos cuantos pasos.
No quise pensar en la mancha roja que se escurría por entre sus dedos, ya
que mi objetivo era Harold y evitar que lo matara. Llegué justo a tiempo
cuando logró apuntar a Pierce en la cabeza, que aún aturdido no se
percataba de lo que pasaba, y cuando estuve a menos de un metro, salte
sobre él para empujarlo y evitar el disparo.
Logre hacerlo caer ya que lo había tomado por sorpresa, sin embargo se
recuperó más rápido de lo que creía, su pie se estampo con mi mano cuando
quise tomar el cuchillo.
Mi grito de dolor alertó a Pierce, que todavía aturdido, intentó llegar a
mi.
—No —jadee, sintiendo que los dedos de mi mano se rompían cuando
Harold presionaba con fuerza.
—Déjala, joder —gritó Pierce.
Una sola vez en mi vida había escuchado un disparo, había sido
muchísimos años atrás, creo que tenía dieciocho años recién cumplidos y
había acompañado a Harold a un acto de su padre.
Hubo un atentado y un disparo salió en dirección al estrado, donde
precisamente su padre estaba hablando.
Recuerdo que el sonido de él me hizo saltar en mi lugar y el pitido en mis
oídos me aturdió muchísimo.
Soñé noches enteras con el sonido del disparo.
Con el eco que parecía resonar en mis oídos todo el tiempo.
—¡¡¡NO!!! —Grité, pero era demasiado tarde.
Pierce tenía los ojos abiertos de par en par, para muy lentamente bajar la
vista a su estómago, allí donde la sangre comenzaba a escurrirse y manchar
su remera de color carmín.
—Por favor, no —llore por la imagen que tenía enfrente, por el dolor que
me causaba, esto tenía que ser una especie de tortura agónica e
interminable.
—Que bien —logré escuchar a Harold decir a pesar de mi llanto
descontrolado, que lentamente había aflojado un poco el apretón en mi
mano. —Y solo para estar seguros...
Otro disparo.
Por Dios.
No, no, no, no.
No.
Mi visión estaba empañada por las lágrimas y el dolor, el dolor que sentía
en el pecho, era algo que no había sentido nunca.
Era el peor dolor del mundo.
Comencé a arrastrarme en dirección a Pierce, que después del segundo
disparo, había caído hacia atrás y el charco de sangre que estaba
formándose...
Era demasiada.
Demasiada.
Demasiada sangre.
Harold me agarró del cabello, dándome una sacudida que me hizo sentir
mareada, pero no me importaba, yo solo..., si él..., sí Pierce...
Yo no podía soportarlo, no iba a sobrevivir, yo solo...
—¿Así que estuviste probando varias pollas al mismo tiempo, pequeña
sucia puta codiciosa?
No le respondí.
Solo quería que terminara esta tortura de una vez.
Quería que ocurriera un milagro y llegar a Pierce, salvarlo, decirle que
todo estaría bien.
Necesitaba decirle que le amaba.
Que le amaba como nunca había amado a nadie.
Como nunca volvería a amar.
El puñetazo que me dio Harold me hizo caer lejos de él por la fuerza del
impulso, seguido por una patada en el estómago que me quito todo el aire
de los pulmones.
Intente ponerme de pie, sosteniéndome con las manos y las rodillas, pero
otra patada me hizo caer más lejos aún.
Sentí el regusto de cobre en la boca, pero lo ignore, solo quería morir,
quería...
Pierce estaba muerto.
Y si él estaba muerto yo...
—Minerva...
Aquel jadeo llamó mi atención, mis ojos se encontraron con los de
Pierce, que a pesar de que le habían disparado dos veces, intentaba llegar a
mi, arrastrándose..., pero él estaba con vida y peleaba para llegar a mi y
yo...
El sollozo me rompió un poco más el alma ya destrozada, sin embargo
intente también llegar a él, intente arrastrarme.
—Me das tanto asco, Annalise.
El siguiente golpe siquiera lo sentí, sin embargo me obligue a abrir los
ojos, parecía que me había desmayado unos cuantos segundos, porque
ahora Harold venía caminando hacia mi con el rostro en una mueca
enojada.
Entendí que ese seria mi fin, lo único que esperaba era que Pierce no lo
viera y que sea como sea, él sobreviviera a esto.
Intente incorporarme nuevamente, preparándome, preparándome para lo
que iba a venir a continuación, estaba lista, estaba...
El mango del cuchillo toco mi dedo índice y estoy segura de que Harold
creyó que era un sollozo de miedo, no distinguió que era en realidad de
alivio.
Volvió a tomarme del cabello para arrastrarme con él.
—Vamos, quiero que veas como termino de matarlo —murmuro, como si
aquello fuera lo más normal del mundo. —Tal vez te obligue a ti a disparar
y todo.
Las lágrimas en mis ojos milagrosamente habían cesado, mientras que mi
mano presionaba el mango del cuchillo con tanta fuerza.
Tanta maldita fuerza.
—No me obligaras una mierda —sisee y luego el cuchillo se clavaba en
su muslo.
Sentí como se le rompía la piel, el alarido de dolor, era un cuchillo
grande, pero no lo suficientemente grande y para mi total dolor, tampoco
sería letal, no cuando casi no podía mantenerme en pie.
—¿Qué hiciste? —Siseo, mirando su pierna, la sangre escurriéndose.
—Púdrete —logre responder, viéndolo retroceder, todavía con el arma en
la mano.
—Vas a pagar tan caro, Annalise —murmuro.
Negué con la cabeza y con esfuerzo me arrastre donde estaba Pierce.
Las lágrimas no tardaron en volver a caer.
Pierce clavó sus ojos en los míos y yo me obligue a no estremecerme
cuando mis manos se mancharon con la sangre que había debajo, cuando mi
propia ropa se llenó de ella.
Tenía los ojos vidriosos, el rostro pálido.
—Lo siento tanto —logre decir con un sollozo. —Lo siento tanto, tanto...
Cerré los ojos cuando con esfuerzo intentó levantar su mano para
tocarme el rostro. Para ayudarlo la tome con la mía propia, llevándola en
dirección a mi rostro.
—Te amo, douce —susurro.
Asentí, intentando sonreírle, porque a pesar de todos, eran las palabras
más lindas que me habían dicho nunca.
—Yo también te amo —respondí, besando su palma y presionándola
cerca mío. —Te amo tanto —insistí.
Quería congelar este momento para siempre, quedarme aquí, a pesar de
todo, quería quedarme aquí, porque sabía que no quería seguir viviendo en
un mundo que él no estuviera, no iba a soportarlo, no quería soportarlo.
Ni mucho menos estaba lista para esta despedida.
—Yo..., quería protegerte, lo siento.
Y después de eso tosió y todo su cuerpo se estremeció con dolor.
—Shhh..., no hables, no te hace bien —murmuré, acercándome para
acariciar su mejilla. —La ayuda vendrá poco —mentí, pero sin embargo
tenía la esperanza de que alguien hubiera escuchado los disparos, que la
ayuda estuviera llegando.
—Dilo de nuevo —murmuro Pierce y sentí como el agarre se aflojaba
levemente de mi mejilla.
Llore con fuerza, porque sabía a qué se refería, aunque fuera tarde,
aunque no hubiera querido reconocerlo antes, aunque no me hubiera
animado a decirlo y ahora era tarde.
—Te amo —susurre y mis labios dejaron un cálido beso sobre los de él,
que estaban de un color grisáceo.
—Que privilegio —dijo, mirando mi rostro al detalle e intentando sonreír
—, qué privilegio ser amado por Minerva Wilson.
—Por favor no me dejes —susurre contra sus labios sin poder dejar de
llorar. —No quiero vivir sin ti...
Dos lágrimas cayeron por las esquinas de sus ojos y cuando abrió la boca
para decir algo, la voz de Harold lo interrumpió.
—Qué cuadro más lindo hacen los dos —dijo, el sarcasmo chorreando su
voz. —Tendré que recordarte, Annalise, que tu solo puedes amarme a mi.
Me negaba a dejarlo ir, me negaba a despegarme de Pierce, a tener que
ver como Harold terminaba con su vida. Me obligaría a mirar, me obligaría
a mirar y eso iba a romperme de una forma irremediable.
—Ven aquí, Annalise —agrego con la voz fría y ya sin paciencia.
Negué levemente con la cabeza, mis lágrimas golpeaban las mejillas de
Pierce y caían. El charco de sangre era cada vez más grande y él estaba
cada vez más pálido.
—Te amo —repetí, porque quería que lo supiera—, siempre voy a
hacerlo, no importa que pase, voy a amarte toda la vida.
—Douce...
Chille cuando Harold me arrastró lejos de Pierce, tomándome del
cabello, mientras yo pataleaba e intentaba rasguñar su mano para que me
suelte.
—Estate quieta, demonios —farfulló cuando de seguro lo rasguñe tan
fuerte que logre sacarle sangre.
Pero..., yo no iba a dejar de pelear, nunca, pelearía con todo lo que tenía,
pelearía hasta que tuviera que matarme.
Me golpeó nuevamente con la culata del arma y aquello volvió a
marearme un poco, mientras que intentaba por todos los medios no
desmayarme, no podía, pelearía por Pierce, pelearía con todo lo que tenia y
si tenía que morir con él, lo haría, ya no me importaba.
—No deberías haberme hecho enojar, Anny —murmuro Harold en mi
oído mientras me obligaba a ponerme de pie.
—Douce —susurro la voz jadeante de Pierce, que a duras penas lograba
incorporarse un poco con la fuerza de sus manos, intentando llegar a mi.
—No lo hagas —murmure, las lágrimas no paraban de caer cuando lo
veía prácticamente arrastrarse en mi dirección intentando ayudarme
inútilmente.
Harold tenía una mano cerrada en torno a mi cintura, manteniéndome
cerca de él y la otra volvía a apuntar a Pierce.
—Ahora vas a ver como muere —murmuro.
Volví a luchar, pero él volvió a golpearme con fuerza, esta vez en la nuca.
El mundo de repente se puso borroso, todo a mi alrededor giraba y sentía
el cabello húmedo, señal de que esta vez había abierto una herida en mi.
Otra más.
Cuando logré recuperarme, estoy segura de que no habían pasado más de
dos minutos, pero la imagen que se me presentó en frente, simplemente
hizo que se me revolviera el estómago.
Pierce estaba apenas incorporado, sosteniéndose con las rodillas, una
mano sobre su abdomen, la otra sobre el suelo para ayudarse, pero el mayor
horror fue que el arma estaba sobre su cabeza y mis manos encerradas sobre
ella, mi dedo sobre el gatillo mientras las manos de Harold me aprisionaban
ahí.
—Por favor, no... —logré decir, sentía la boca hinchada, no podía
respirar bien y..., oh por Dios, no. —Por favor, por favor, por favor...
Pierce levantó la cabeza cuando me escucho suplicar de esa manera y
para mi completa sorpresa, logró sonreírme un poco, sin importarle que
ahora el arma estaba sobre su frente.
—Esta bien —susurro sin dejar de mirarme—, está bien, Douce...
Yo solo quería morir.
Este era el peor tipo de tortura que podía existir y yo..., yo no sabia que
hacer, no sabia..., no sabia como ayudar.
Casi sin pensar, murmure: —Hardy...
El agarre de Harold de repente se endureció, como si aquel sobrenombre
que solía usar con él hubiera despertado algo.
Retrocedimos unos cuantos centímetros, sin embargo mi mano seguía
sobre el arma, el dedo sobre el gatillo haciendo fuerza.
—Por favor, Hardy, detente —intente de nuevo.
—Cierra la puta boca.
—¿Recuerdas...? —Intente decir, respirando hondo para poder hablar con
claridad, estaba funcionando, mierda, estaba funcionando. —¿Recuerdas la
ultima vez que nos vimos? Dijiste que querías que fuera feliz, ¿recuerdas?
—Que te calles, mierda.
—Dijiste que me merecía todo lo bueno, Hardy —insistí un poco más,
sin dejar de mirar a Pierce, sin dejar de intentar expresarle con la mirada lo
mucho que le amaba. —Por favor, no me obligues a hacer esto, Hardy, por
favor, lucha conmigo.
Su agarre se aflojó solo un poco y me atreví a mirar por el rabillo del ojo.
Su mirada parecía despejarse, sus ojos clavándose en los míos con horror,
mirando mi rostro magullado, la sangre.
Había tanta puta sangre por todos lados.
—¿Anny...? —Pregunto con duda. —Joder, no, no otra vez... —se
lamentó.
Justo en el momento que el agarre se aflojaba del arma, justo cuando
parecía que me dejaría ir, los ventanales de la cafetería estallaron y ambos
chillamos con horror.
Por el rabillo del ojo vi que Pierce se dejaba caer ya sin fuerzas, mientras
que decenas de policías vestidos todos de negro y con pasamontañas
cubriendo sus rostros, entraban con las armas en alto, apuntando en nuestra
dirección.
—¡ALTO AHÍ! LAS MANOS EN ALTO —Gritó uno en voz firme y
clara en nuestra dirección.
A decir verdad, debería sentirme aliviada, pero sin embargo en lo único
que podía pensar, era en que quería que ayudaran a Pierce, no importaba si
Harold me llevaba con él, no me importaba lo que pudiera pasarme a mi, yo
solo quería que Pierce estuviera a salvo.
El agarre de Harold volvió a endurecerse, volvía a ser el maniático.
—¡Déjala ir lentamente! —Dijo una voz y logre reconocerla.
Joder.
Joder.
Joder.
El arma estuvo en mi cabeza nuevamente, Harold cubriendo su cuerpo
con el mío.
—Ni de coña —respondió él como si nada—, si quieren matarme, la
matan también a ella —amenazó. —Que de aquí nos vamos juntos o no nos
vamos un carajo.
—Déjala ir —insistió Marcus, el arma apuntando en nuestra dirección.
Me di cuenta que en realidad no era la policía, sino el FBI los que
estaban aquí.
Lo ignore.
Quería que todo esto terminara.
—Por favor —sollocé, muerta de miedo.
Pierce se había desmayado.
Tenía que estar desmayado.
No me anime a comprobar si su pecho se movía.
—Por favor... —volví a repetir.
—Cállate, puta —siseó Harold, apretando mi cuello.
No me importaba.
Pierce, solo Pierce.
Creo que le hablaron por el auricular que debía tener Marcus, porque de
repente su voz clara y firme se encontró diciendo: —Tenemos al señuelo
con el objetivo, esperando órdenes.
Ignore esas palabras también, ignore lo que querían decir.
No me importaba.
—Por favor, ayúdenlo —repetí, intentando mover mi rostro en dirección
a Pierce.
Nadie me hizo caso, ¿por qué nadie me hacía caso?
—¡MATENME, CARAJO! —Grité, de repente frustrada. —
¡MATENME, PERO AYUDENLO A ÉL!
Alguien se adelantó un paso, Harold clavo más el arma en mi costado,
todo el mundo pareció dejar de respirar.
—¿En verdad estas dispuesta a morir por él? —Susurro Harold en mi
oído. —¿Tanto lo amas?
La tristeza que albergaba en mi corazón parecía romperme el alma en
pedazos, los labios me temblaban, las lágrimas mojaban mi piel.
—Más de lo que nunca creí posible amar —respondí con sinceridad,
cerrando los ojos y esperando mi final.
Harold nunca permitiría que siga con vida sabiendo que amaba a otro,
nunca me dejaría ser feliz y si la única manera que tenía de ser libre, era
muriendo, que así sea.
—No puedo dejarte vivir sabiendo eso, Anny —dijo en mi oído y podía
sentir las lágrimas en su voz. —No vamos juntos, ¿entiendes eso?
Él sabía que una vez que me disparara, iban a matarlo.
Él lo sabía y yo también.
—Minerva, no... —dijo una voz con súplica de repente.
Y demonios, no quería que él viera esto, no quería que Dean sea testigo
de cómo su mejor amigo y la mujer que amaba morirían.
Pero esto tenía que terminar, porque de seguro entre más pronto
terminara, más rápido llegaría la ayuda para Pierce y yo podía hacer eso,
podía sacrificarme por él.
Intente buscar a Dean, pero eran solo rostros oscuros, tapados y con
cascos y chalecos antibalas.
Me hubiera encantado mirar esos ojos una última vez.
—Haz que se detenga —susurre de repente.
Quería que terminara, joder, que terminara esta pesadilla de una vez.
Mis ojos buscaron los de Marcus, a esos si podía distinguirlos, porque de
manera imperceptible era el único que había roto el perímetro, estaba un
paso más adelante que los demás, como si la desesperación por llegar a mi,
hubiera ganado.
Tenía los ojos bien abiertos, el arma el alto y me sorprendí que ni un solo
músculo le temblaba.
Sabía que él sentía algo por mí, lo sabía, lo había dejado claro unos
cuantos días atrás, es por eso que apele a su lado humano, ese que tenia bien
adentro y que por alguna extraña razón yo había logrado sacar.
—Por favor —susurre en su dirección, cansada. Estaba tan cansada, me
dolía demasiado el cuerpo, el alma y el corazón —Haz que se termine... —
suplique.
Por favor, Marcus, haz que esto se detenga.
Todo lo que obtuve de su parte fue un pequeño asentimiento y no se
porque, me di cuenta que con Marcus compartíamos una extraña conexión,
como si el uno comprendiera el dolor del otro y viceversa.
—Quédate quieto o te juro que...
Harold no tuvo tiempo de responder, porque se desató el caos.
Un ardor fuerte en mi costado izquierdo, intenso, abrasador, quemaba y
ardía y de repente yo estaba tirada en el suelo, aturdida.
Todos gritaban, alguno comandaba órdenes.
Yo me arrastraba en dirección a Pierce.
—¡TRAIGAN UN PUTO MÉDICO, JODER! —Grito alguien, creo que
Marcus.
Los oídos me pitaban y sentía la sangre escurrirse por mi costado.
—¡MÉDICO!
No me anime a comprobar donde había ido el disparo de Marcus en
dirección a Harold.
Yo solo quería llegar a Pierce.
Solo quería verlo una vez más.
La sangre en el suelo estaba fría, pero logre llegar a su lado.
Sus ojos estaban cerrados.
—Pierce —sé que quien dijo esas palabras fui yo, pero sin embargo no
las escuche.
Los oídos no dejaban de zumbarme, me dolía todo.
Todo el cuerpo.
No había nada que no doliera.
—Pierce...
Esa no fui yo, lentamente el bullicio a mi alrededor comenzó a aturdirme.
El caos, había mucho caos a mi alrededor.
—Por favor, no... —murmuró alguien, la voz rota.
Dean se quitó el casco, el pasamontañas que traía debajo.
Su cabello rubio estaba desordenado, los ojos llenos de lágrimas, sus
rodillas golpearon el suelo cuando vieron a su amigo.
—¿¡DONDE CARAJOS ESTÁN LOS MÉDICOS!? —Grito y la voz se
le rompió en la última palabra.
Los labios me temblaban, no había forma en que pudiera disculparme, en
que le dijera cuánto lo sentía.
Como si sintiera el rumbo de mis pensamientos, sus ojos, llenos de horror
se clavaron en los míos.
—Cariño... —susurro y dos lágrimas cayeron por sus mejillas.
—Lo siento mucho —dije, porque lo único que podía hacer era
disculparme, mientras que mi mano se posaba en la mejilla de Pierce.
Estaba frío.
Muy frío.
Esto era mi culpa, yo había matado a Pierce, yo había causado todo esto.
—Lo siento mucho —repetí, pero de repente unas manos se cerraron
alrededor de mi cintura, apartándome de Pierce.
Yo no quería separarme de él, quería estar a su lado, pasara lo que pasara,
todavía no le había dicho lo mucho que lo amaba, él necesitaba saberlo,
necesitaba...
Patalee y luche y grite y llore por volver a su lado.
—Muñeca, cálmate —dijo Marcus en mi oído. —Los médicos están aquí
—murmuro—, ellos van a tratar, van a tratar de...
No termino las palabras y mi llanto era lo único que se escuchaba en el
lugar.
—Lo siento mucho —susurro, sus manos me sostenían, me abrazaban,
él...
No podía ser, yo tenía que volver con Pierce, tenía que decirle que le
amaba, tenia que decirle..., yo tenía que decirle...
Volví a pelear, arañe las manos de Marcus para que me dejara ir, lo patee,
tenía que volver con Pierce.
—¡Pierce! —Grite en su dirección. —¡TE AMO!
Mi llanto, mi llanto desgarrado lastimaba mis cuerdas vocales. Logré
liberarme de Marcus para llegar al lado de Pierce, médicos lo rodeaban,
habían cortado su camiseta, dos agujeros de los que seguía saliendo
sangre...
—Pierce —llore cuando llegue a su lado, mis lágrimas empañaban mi
visión, comencé a llenarle la cara de besos. —Te amo, te amo, no me dejes,
te amo —repetí sin parar.
Pero volvieron a separarme, esta vez no luche, porque reconocí el
perfume, reconocí sus manos suaves, sus besos en mi cabeza.
—Esta bien, cariño —susurro Dean y supe que, al igual que yo, estaba
llorando—, esta bien, te tengo.
Me deje abrazar por él, deje que susurrara que todo iba a estar bien, me
obligue a creerle, necesitábamos un milagro, pero..., me obligue a creerle.
—Dean... —lloré, mis uñas se clavaron en sus brazos, de seguro
lastimándolo, pero como siempre a él no le importó, sino que me abrazó
más fuerte.
—Lo sé, cariño —dijo y sorbió por la nariz, mientras ambos mirábamos
como comenzaban a reanimar a Pierce. —Oh Dios...
Las náuseas de repente me sacudieron, un temblor me recorrió el cuerpo
y sentí como por fin mi cuerpo sucumbia a los golpes, a las patadas, al
disparo que había atravesado mis costillas para detener a Harold.
—¿Mine? —Murmuro Dean, dejándome en el suelo suavemente. —¿Qué
tienes, cariño? —Pregunto, sus ojos dulces llenos de pánico.
Era tan hermoso.
A él también le quería un mundo, sin embargo no podía, no quería seguir
aquí, quería descansar.
—Te amo —susurré y luego mire el techo de la cafetería.
Como había amado este lugar, como había sido feliz aquí y ahora estaba
lleno de recuerdos de dolor y muerte y...
—¡Médico! —Dijo Dean de repente, sacudiéndome por los hombros,
hasta que de repente se dio cuenta de la sangre que salía por mi costado,
hasta que se dio cuenta de que nadie lo había escuchado. —¡MÉDICO,
POR FAVOR! —Grito, preso del pánico. —Cariño... —murmuró,
tomándome de las mejillas—, no me hagas esto, ¿vale?
Solo podía mirarlo, quería hablar, pero las palabras no salían, yo solo...,
el cansancio me estaba venciendo.
—No, por favor —murmuro, sacudiendo mis mejillas para despertarme
—, no me hagas esto, cariño, por favor.
Un sollozo desgarró su garganta y me obligue a abrir los ojos, no me
gustaba escucharlo así, no me gustaba que Dean...
—Mine, por favor, no me dejes tú también, por favor —suplicó, pero...
Yo estaba cansada y si Pierce..., si él...
No podía hacer esto.
—Cariño, por favor —volvió a decir, besando mis labios, mis mejillas,
sus lágrimas empapaban mi piel y yo estaba cansada, quería luchar, pero
sentía que mis fuerzas menguaban. —¡Alguien que me ayude, por favor! —
Suplico.
De repente sentí manos tocándome, pidiendo una camilla, apenas si logré
abrir los ojos.
La mano de Dean sostenía la mía fuertemente, presionando, como si
quisiera que me mantuviera aquí.
Intente mirar en la dirección donde se encontraba Pierce, pero no logré
verlo.
—Minerva, por Dios —suplicó Dean de nuevo y se me rompió un poco
el corazón al escuchar su desesperación.
—¡Al hospital ahora mismo, joder! —Gritó Marcus, que apareció en
frente mío. —No te vas a morir, ¿entiendes? Ni de coña, muñeca, ni de coña
—repitió.
Yo solo quería descansar, un poco de paz, quería..., quería perderme,
había aguantado demasiado, demasiado dolor, demasiada tristeza, me
merecía este descanso, en verdad lo hacía, así que eso fue lo que hice, cerré
los ojos y lo único que le pedí al universo fue, que si volvía a despertar, que
el dolor de la pérdida no fuera tan grande.
***
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CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO
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DEBIE
CAPÍTULO SESENTA Y CINCO
POV PIERCE:
El sonido de un pitido molesto hace que la cabeza me palpite con fuerza.
Intento abrir los ojos, estirar un brazo para apagar lo que sea que fuera ese
ruido, pero las extremidades no me responden.
Intento también emitir algún tipo de sonido, pero me doy cuenta lo seca
que está mi boca en ese momento, siento la lengua como si fuera lija.
Siento que un poco de sudor se forma en mi frente, antes de cerrar los
ojos con fuerza intentando descubrir que demonios está pasando y es
entonces que lo recuerdo.
Mierda.
Mierda.
Carajo.
Siento que la máquina pita más fuerte y me imagino que aquello es que
estoy en un hospital.
Vivo.
Sobreviví.
Lo último que recordaba era su rostro, el rostro de ella, Minerva.
Douce.
Y las mejillas empapadas de lágrimas y de dolor...
¿Y si ella...? ¿Y si acaso ella...?
Siquiera podía pensar aquella palabra sin que el dolor de cabeza se
incrementara.
Me obligue a mi mismo a ordenar mi cuerpo, mis músculos.
Me concentré tanto en abrir los ojos que me llevo varios intentos
lograrlos, para nada más abrirlos, volver a cerrarlos por la luz que había en
la habitación, que si bien era tenue, mi vista no estaba acostumbrada.
Parpadee un par de veces antes de poder acostumbrarme a ella. El dolor
solo se hizo más intenso cuando logre enfocar la vista en el techo, era como
si me estuvieran clavando agujas detrás de los ojos.
Respire hondo intentando contener las arcadas que me atacaron de
repente, mientras hacía un repaso mental de que demonios era lo que me
dolía: me dolía todo, con distintos niveles de intensidad.
Una vez que las náuseas pasaron un poco, respire con más calma, el
pitido de la máquina era lo más fastidioso que había escuchado en la vida.
Remoje mis labios con mi lengua, pero apenas si surtió efecto y entonces,
mientras lentamente recuperaba el sentido de mi cuerpo, lo sentí.
La sentí.
No sabía muy bien cómo, pero sentía una mano pequeña tomando la mía,
un aliento caliente chocando contra mi piel.
Sentí un nudo en la garganta y un alivio que se sintió difícil de explicar,
pero era ella, lo sentía en cada poro de mi piel, en cada respiración que
tomaba.
Lentamente lleve mi rostro hacia abajo, casi sin prestarle atención a la vía
que tenía en el brazo donde ella sostenía mi mano, la manta que me llegaba
por el pecho y que descendió un poco cuando apenas me incorporé.
Sisee cuando el dolor en mi abdomen ardió, entonces vi las vendas que
me cubrían todo el vientre.
Ese hijo de puta me había disparado.
Dos jodidas veces.
Si todavía no había muerto, lo mataría con mis propias manos.
De todas formas cualquier pensamiento coherente abandonó mi mente
cuando la vi.
Ella.
Minerva.
Douce.
Una nueva emoción me embargo. Una a la que no pude ponerle nombre
del todo, pero que se sintió como alivio y amor..., mucho amor.
Tenía la mejilla apoyada en el colchón, estaba sentada sobre una silla y la
posición se veía incomoda.
Podía notar sus mejillas más hundidas de lo que podía ser sano, las ojeras
debajo de sus ojos resaltaban en su piel pálida, un moratón de color verde
desapareciendo poco a poco y me pregunte cuánto tiempo había pasado
desde aquella fatídica noche, cuanto tiempo desde que ella estaba aquí
conmigo, porque conociéndola, de seguro no se había movido de aquí.
Como si el peso de mi mirada la hiciera volver a la conciencia, Minerva
comenzó a parpadear lentamente.
Su respiración se cortó de repente y lentamente levantó la mirada con la
mía.
Jadeo y abrió esos ojos color chocolate muy grandes y quiso decir algo,
pero negó con la cabeza como si no pudiera creerlo, hasta que me obligue a
mi mismo mover mi pulgar y acariciar su suave piel y entonces, ella
empezó a llorar.
Apoyó su cabeza en el colchón y lloro como nunca la había visto, con un
dolor que lo sentí en mis huesos, mientras decía una y otra vez la palabra
perdón.
Me sentí impotente por no poder consolarla, por no poder mover el puto
cuerpo para atraerla a mi pecho y calmar aunque sea un poco de esa
angustia.
Intente hablar, pero la garganta seca me hizo toser, obligándome a gemir
con dolor.
—Mierda —murmuro ella de repente, poniéndose de pie—, debo ir a por
los médicos.
La tome de la muñeca para que no se fuera, no podía ni quería tenerla
lejos de mi vista ni un puto segundo más.
Me las arregle para apenas susurrar la palabra agua, que ella entendió y
me acerco un vaso que me ayudó a tomar.
Suspire con alivio, cerrando un momento los ojos cuando la sequedad de
mi garganta se disipó.
Abrí los ojos y la encontré mirándome y en ese momento me di cuenta de
cuánto la amaba y entonces el recuerdo de ella diciéndome que me amaba
me golpeo.
De sus ojos no dejaban de caer amargas lágrimas y cuando abrí la boca
para decirle que se acerque, la puerta de la habitación se abrió y entonces la
enfermera abrió los ojos como platos y salió corriendo.
Minerva se quedó allí, mirándome.
Me preocupe un poco, porque de repente parecía ida, como si no supiera
si estaba soñando o yo realmente había despertado.
Había sobrevivido.
—Douce... —susurre y ella tembló en respuesta, junto con su labio.
No entendía que era lo que le pasaba, porque estaba tan triste, porque
lucía tan devastada.
Y entonces me dije a mi mismo que era un idiota, porque ella había
pasado por un infierno que creyó nunca más vivir y yo casi muero y solo
podía imaginarme la culpa que estaba sintiendo en estos momentos.
Un médico se apresuró a tomarme los signos vitales, observar las
máquinas, ladrar órdenes a una enfermera, me preguntaba cosas que no
estoy muy seguro que haya respondido, porque solo podía mirarla a ella,
ver como poco a poco la alejaban de mi para dejarlos a ellos trabajar.
Me dieron ganas de mandarlos al carajo a todos, lo único que necesitaba
era a ella, ella para volver a respirar, a vivir.
—Retiren a la señorita de aquí —dijo el médico no de muy buena
manera, pero evidentemente harto de que no le prestara atención.
—Ella no sale de la puta habitación —murmure.
Mi voz estaba demasiado rasposa por la falta de uso mientras Minerva
caminaba hacia la puerta, sin embargo se detuvo cuando me escucho hablar.
—Ella no puede estar aquí —respondió el médico, cortante. —
Demasiadas cosas se están dejando pasar por alto...
—Me importa un carajo —respondí y ahora si lo mire. —Si ella sale de
esta habitación, me piro de aquí.
—No puede hacer eso —murmuro.
—Pruébeme —fue todo lo que respondí, cabreado como pocas veces. —
Haga que la señorita salga por esa puerta y me iré a la mierda de su hospital
del carajo.
—Por todos los cielos, Pierce —se escuchó decir a Minerva por lo bajo.
Me hacía una idea de cuál era el hospital y sé que no había ninguno
mejor que este, pero con lo que me cobraban del seguro, como la mierda
que haría valer mis derechos y si querían sacar a Minerva de la habitación,
pues me iría con ella.
El médico debe de haber visto algo en mi mirada, porque entonces
murmuró algo por lo bajo y le dio un breve asentimiento a Minerva para
que se quedara, que tenía las mejillas rojas, aunque no podía negar que
aquello le había dado un poco más de vida a su semblante.
Respondí todo lo que preguntaron, con cada puto detalle, incluso cuando
preguntaban que era lo que había pasado y me hicieron que lo contara con
putos lujos de detalle.
No pude evitar mirarla, pero agacho la mirada y se cruzó de brazos,
mirando a cualquier otra cosa que no sea yo, aunque creo que ya no lloraba.
Habían incorporado la camilla apenas, porque los puntos del abdomen
seguían molestándome.
Entonces, por fin volvimos a quedarnos solos, pero ella no se acercó
donde yo estaba, sino que permaneció en la misma posición y yo no podía
seguir aguantando esta distancia que se estaba formando, esta tensión
palpable que se sentía entre nosotros, incómoda y triste.
—Ven aquí —susurre y no hizo falta que levantara la voz para que me
escuchara.
Ella negó con la cabeza y volvió a llorar y no pude evitar el nudo en la
garganta al verla de aquella forma, quería sacudirla por los hombros, pedirle
que reaccione y que por lo que más quiera, me ame.
Que nunca dejara de amarme.
—Por favor, Douce, ven aquí —rogué nuevamente.
Ella se acercó hasta que pude tomar su mano y darle un leve tirón y
cuando vio mi intención, negó con la cabeza y miró la puerta de la
habitación.
—Anda, sube —dije, corriéndome un poco hacia mi costado para hacerle
lugar.
—No Pierce, que puede venir alguien y cabrearse —respondió, secando
sus lágrimas con las palmas de sus manos.
Tuve el leve impulso de limpiárselas con mis labios.
—Que me chupen la polla —fue todo lo que respondí, dándole otro tirón.
—Anda, no le digas que no a un inválido —insistí.
Pude ver el fantasma de una sonrisa en su rostro y me alivio como pocas
cosas me habían aliviado nunca.
Rodó los ojos, de todas maneras subió a la camilla y se tumbó a mi lado,
teniendo especial cuidado de no engancharse con las vías.
Pase mi brazo por detrás de su cabeza con cuidado y entonces ella apoyó
su rostro en mi pecho y suspiro con algo parecido al alivio.
Y entonces volvió a llorar, pero esta vez en mi pecho y con mis manos
acariciando cada parte que podía tocar de ella.
Lloro por lo que parecieron horas, hasta que creo que sus lágrimas
pudieron secarse, o definitivamente se había quedado sin.
Cada que podía, dejaba un beso en su cabeza y ella medio se estremecía
con aquel contacto.
Por un rato ninguno de los dos decía nada, porque en este momento
sobraban las palabras, parecía que lo único que podía aliviarnos era el
hecho de tocarnos, de saber que habíamos sobrevivido, que contra todo
pronóstico, estábamos aquí, vivos y juntos.
—¿Qué estás pensando? —Murmure.
La noche, por lo que podía ver desde la pequeña ventana que había en
una de las paredes laterales, había caído hace rato y un puñado de estrellas
podían verse por detrás del ventanal.
—En que me gustaría tener un patio —respondió casi sin pensar.
—¿Cómo es eso? —Pregunte, emocionado de que estuviera hablando
conmigo, porque desde que nos habíamos quedado solos, Minerva lucia
ausente.
—En que probablemente lo haría todo yo —dijo—, no compraría ese
pasto ya hecho, sino que trabajaría en la tierra, plantaría las semillas,
tampoco tendría riego automático, compraría esos aparatos que hay que
cambiar de lugar y lo haría todo yo, ¿si sabes cuales?
—Creo que si —murmure distraído, imaginándome aquella vista.
Minerva llena de tierra y frustrada por que su patio de seguro crecería por
pedazos.
Aquel pensamiento me hizo sonreír.
—Y plantaría muchos rosales, y margaritas y flores de colores...
Nos quedamos nuevamente en silencio y entonces entendí lo que quería
decirme con sus palabras y me dolieron tan adentro que no pude evitar que
los ojos se me llenaran de lágrimas.
—Me hubiera encantado estar ahí para ver como plantabas tu jardín —
susurre contra su cabello.
Minerva se estremeció cuando escucho mi voz ronca y entonces volví a
sentir sus lágrimas en mi piel.
—A mi también —respondió ella y beso con ternura mi piel. —Podría
haber pasado la vida entera contigo, Pierce.
—Yo también, Douce —susurre en respuesta, apretando mi brazo a su
alrededor.
Nos volvimos a quedar en silencio por un rato largo, hasta que entonces
sus siguientes palabras me rompieron el corazón más de ser posible.
—Se que es mucho pedir, pero..., ¿podrías quedarte con Pimienta y Sal?
Me tranquilizaría mucho saber que se quedan contigo, que vas a cuidarlos
bien.
Sonreí con tristeza cuando me pidió aquello, sabiendo que sus mascotas
eran su familia para ella.
—Por supuesto —respondí sin dudar.
—Lo siento tanto, Pierce —dijo nuevamente llorando. —Tanto, pero
tanto —agrego y entonces me miro a los ojos y el corazón se me desarmó al
ver la devastación que había en su mirada. —Si pudiera, si quedara algo
aquí —agrego, tocando su pecho. —Sería completamente tuyo, pero no me
queda nada —jadeo con dolor. —No me queda nada, nada para darte, nada
de mi y siento... —negó con la cabeza sin dejar de llorar. —Siento cosas
que no están bien, quiero cosas que no debería querer y temo que ya no
tenga arreglo, temo que nunca vaya a ser la que era, entonces..., sigue con
tu vida, por favor, sigue...
—Shhh... —murmure, intentando que se calmara porque parecía que
tendría un ataque de pánico en cualquier momento.
Volví a apretarla contra mi pecho, intentando calmarla y una vez que sus
hipidos lo hicieron, dije: —No me pidas que siga con mi vida, porque mi
vida eres tu ahora —dije con seguridad. —Y no importa que, voy a estar
esperándote, Minerva, y si tengo que esperarte toda la puta vida hasta que
vuelvas a mi, que así sea.
Volvimos a quedarnos en silencio, pero la verdad es que ya no habían
más palabras para decir.
No se el momento exacto, pero debo de haberme quedado dormido con
ella en mis brazos. Intente con todas mis fuerzas aferrarme a la conciencia,
porque sabía que una vez que me durmiera, una vez que despertara, ella no
estaría allí.
Intente, intente con todo lo que me quedaba, pero de todas maneras el
cansancio me venció, o algún medicamento que pusieron por intravenosa.
El susurro de un beso en mis labios casi me hace abrir los ojos, un te amo
que arraigo raíces dentro de mi alma y se sintió como una suave caricia fue
lo último que supe de ella, o tal vez lo soñé y por más que intente pedirle
que no me dejara, las palabras no me salieron y la negrura volvió a
invadirlo todo, arrastrándome con ella.
Y entonces, cuando me desperté a la mañana siguiente, supe que Minerva
se había ido y se había llevado con ella una parte de mi en el proceso.
Y entonces, esa fue la última vez que la volví a ver.
Esa fue la última vez que supe de Minerva Wilson.
***
YO NO ESTOY LLORANDO, TU ESTAS LLORANDO.
GRACIAS POR TODO ESTE CAMINO RECORRIDO CHIQUIS.
UN CAPÍTULO MÁS Y EL EPÍLOGO Y LE DECIMOS ADIOS A
ESTA HISTORIA
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CAPÍTULO SESENTA Y SEIS
Harold Leathy
1997-2023
Amigo y padre amado.
Te recordaré por siempre, a ti y a tu sonrisa.
Si, esa mierda fue algo que también pasó. Harold fue condenado a cadena
perpetua una vez que salió del hospital, en un juicio oral y público, con los
medios de todo el mundo cubriéndolo y con más de una persona importante
intentando detener la vorágine mediática que se armó luego de todos los
videos publicados por él mismo, en la que no solo su padre quedó imputado
por tráfico de menores, violación y asesinato, sino que muchos más de su
rango e incluso más importantes, también cayeron con él.
Eran demasiadas las pruebas.
Demasiadas de una vida llena de tormentos.
Llena de maldad.
Demasiado para alguien, incluso si ese alguien era Harold.
Una vez trasladado a una penitenciaria de alta seguridad, solo tardó dos
meses en meterse en una pelea y terminar acuchillado, muriendo
desangrado antes de que siquiera lo encontraran. O por lo menos eso es lo
que los medios se encargaron de decir, la noticia oficial. Yo creo que solo
fue otra voz silenciada, una de tantas.
No puedo decirles que me alegre con la noticia, sinceramente siquiera sé
como me hizo sentir al respecto, lo único que sé, lo único que quiero para
mi, es creer que me despedí de Harold aquella primera vez que me
encontró, cuando se disculpo conmigo, cuando me deseo que fuera feliz,
creo que ese Harold en realidad si existía, existía incluso cuando tenia que
pelear con todos sus demonios internos para salir a la luz, para encontrarme,
para asegurarse de que había sobrevivido. Me gustaría pensar que encontró
por fin la paz, no es que justifique sus actos ni mucho menos, es solo que no
puedo evitar pensar en donde hubiera terminado él si no lo hubieran hecho
pasar por toda la mierda que pasó cuando no era más que un chico. No creo
que Harold hubiera sido un demente, solo que su realidad lo obligo a
convertirse en un monstruo, en un monstruo para combatir a quienes lo
obligaron a convertirse en uno, aunque me haya arrastrado con él en el
proceso.
—Te perdono —susurro en voz baja a su tumba. —Te perdono por el
niño que una vez fuiste, por el niño que conocí —agrego—, espero que
donde sea que estés, hayas encontrado la paz y el descanso, yo por mi parte
planeo cumplir todos mis sueños, Hardy.
Asiento, más para mi misma que para nadie, que vamos, que estoy sola
en un cementerio, ¿existe algo más raro que eso?
—Voy a cumplir todos mis sueños —vuelvo a decir, murmurando
nuevamente a la nada.
Al universo.
A mi.
De repente la risa de un niño pequeño y el grito de una madre llamándolo
llama mi atención. Al principio no logro reconocerlos, pero luego si y antes
de que siquiera pueda reaccionar, el pequeño de no más de cuatro años, ha
llegado donde me encuentro, sin siquiera dedicarme una mirada, antes de
poner una flor de girasol en la tumba de Harold.
No se porque los ojos se me llenan de lágrimas, supongo que no puedo
evitarlo, no puedo evitarlo por que la madre del pequeño llega y nada más
reconocerme, se queda de piedra y entonces, cuando escucha lo que dice su
hijo, rompe a llorar.
—Hola, papi...
Sin siquiera poder evitarlo las lágrimas caen, pesadas, amargas, con un
regusto a injusticia que me rompe el poco corazón que sigue latiendo en mi
pecho.
No se que decir y supongo que ella tampoco sabe.
Es Claire y el pequeño que ahora se ha sentado en la tumba de Harold
debe ser su hijo, Aiden.
Ambas nos quedamos en silencio, en un principio nos observamos con
curiosidad, para luego clavar los ojos en el pequeño que ahora habla a la
tumba como si Harold en realidad estuviera ahí, parlotea sin parar, de lo que
hace en el kínder, de sus amigos, de que todavía escucha a su mamá
dormirse llorando, pero que sabe que pronto dejara de hacerlo, porque ahora
es él quien la cuida.
Él dice que todo va a estar bien y no se porque, pero le creo.
—Yo... —murmuro, al mismo tiempo que ella abre la boca para hablar,
es por eso que con una sonrisa de lo más incomoda, murmuro: —Tu
primero...
Ella se aleja unos pasos, antes de negar con la cabeza e intentar secarse
las lágrimas de las mejillas, aunque sea en vano, debido a que no dejan de
caer.
—Lo siento tanto... —es lo primero que dice y pareciera que no es capaz
de mirarme a la cara. —Yo..., te juro que él estaba bien —murmura. —Juro
que se hacia los estudios todas las semanas, él estaba bien... —insiste,
negando con la cabeza.
Asiento, solo porque no se que otra cosa decir. Ella pareciera estar
diciéndoselo a sí misma, pareciera que se culpa por lo que hizo Harold y no
me cabe duda que lo hace, ellos se conocieron cuando ella era su psiquiatra,
se supone que estas preparado para estas cosas, que tienes que ser capaz de
prevenirlo.
—Esta bien —es todo lo que atino a decir, solo porque no se de que
manera comportarme.
—Él nunca dijo una sola cosa mala de ti —murmura, con una sonrisa un
tanto triste en el rostro. —Él siempre contaba lo increíble que eras, antes de
que estuviéramos juntos, cuando todavía hacia terapia conmigo. —Sorbe
por la nariz, mientras que no puedo dejar de imaginar a Harold hablándole
de mi, me pregunto si cuando se enamoro, sintió lo mismo que yo cuando
me entere de ellos.
—Él hablo de ustedes —murmuro de repente, encontrando mi voz.
Sus ojos negros se levantan como un resorte, sorprendidos.
—¿Lo hizo?
—Si —asiento, alternando los ojos entre ella y el pequeño que ahora
corretea por el cementerio, su inocencia logra hacerme esbozar una sonrisa.
—Creo que ustedes fueron lo mejor que pudo pasarle, su felicidad y su
sueño de una familia real y feliz —agrego con una entereza que hacia
mucho no sentía. —Pero no puedes culparte —agrego—, porque había algo
roto en él, algo que otros se encargaron de destruir y no había nada ni nadie
que pudiera curarlo, arreglarlo.
Ella asiente en acuerdo, retorciendo sus dedos con nerviosismo.
—Aunque estoy segura de que nunca fue tan feliz como lo fue con
ustedes —digo y ella levanta los ojos enrojecidos hacia los míos. —Estoy
segura de que por un momento tuvo la esperanza de dejar todo eso atrás,
pero Harold estaba atrapado por su pasado, atrapado por una venganza que
lo termino llevando a su final —murmuro.
Mis manos se han cerrado en torno a las de Claire, evitando que siga
retorciéndolas por su nerviosismo.
—No es que sea la mejor persona dando consejos —digo, dándole un
ligero apretón que devuelve—, pero solo puedo decirte que se vayan lejos,
por que todavía hay muchos allí que buscaran cobrarse lo que Harold
provoco, la guerra que se desato por su causa —digo con más firmeza y
luego insisto: —Debes tomar a tu hijo y salir de aquí, lo más lejos que
puedan.
Ella sonríe antes de volver a llorar y suspirando hondo, murmura: —
Había una parte de él que lo sabía —dice, mirando a su hijo que ahora nos
observa con curiosidad. —Él nos dejo una carta cuando se fue, con
indicaciones, lo tenia todo planeado —suspira, mirando al cielo, como si
pudiera verlo allí. —Nos dejo una barbaridad de dinero e indicaciones para
irnos —y mirándome nuevamente, agrega: —Viajamos a Australia en un
par de horas —murmura. —Él lo sabia —dice, más convincente ahora. —Él
sabia que tarde o temprano el pasado lo alcanzaría, aunque creo que ambos
esperábamos tener un poco más de tiempo.
Me despido de Claire y su hijo, deseándole una buena vida, antes de
alejarme de la tumba de Harold, a la que deseo no volver nunca a visitar y
lanzando una plegaria al universo, deseando que en el caso de que exista
algo después de la muerte, que él por fin pueda descansar.
Y así mi tarde paso y no se porque, me sentí más ligera y supongo que
eso se debe a que aquel es el sentimiento que nos embarga cuando vamos
cerrando etapas de nuestra vida.
Siempre fui una optimista empedernida, me gusta ser de esa manera, es
por eso que esa tarde me fui diciendo a mi misma una y otra vez: «Todo va
a estar bien, todo va a estar bien»
«Lo bueno esta a punto de empezar»
Y en verdad creí en esas palabras, creí en mi misma y creí en esta vida,
que a pesar de todo, así como me había quitado mucho, me había dado
también otro tantísimo.
Y de nuevo me dije que tenia mucho por lo que vivir, por más que había
tenido que dejar muchos sueños atrás, todavía tenia otros que cumplir,
todavía tenia metas, aspiraciones.
Todavía seguía siendo Minerva y nadie iba a quitarme eso.
El almuerzo con Gen había salido bien, no le había contado que había ido
al cementerio, solo por que sabia que aquello la disgustaría, pero si
hablamos de otras cosas, hablamos de mi padre, de que lo veía mejor,
hablamos de ella y su novio, que seguía siendo su chofer y ella decía que ya
iba siendo hora de cambiarlo, aunque no podía negar el brillo pícaro en sus
ojos, ese que te da a entender que a pesar de no querer, comienzas a sentir
algo.
No hablamos de mi, intentaba no hacerlo, cuando había preguntas
demasiado personales, cambiaba de tema.
Si, para algunas cosas me seguía costando no evadir la realidad, pero
supongo que un paso a la vez.
Un paso a la vez, Minerva.
Decidí caminar hasta mi departamento, si bien eran bastantes manzanas
hasta llegar, teniendo en cuenta que Gen vivía en uno de los barrios más
alejados, caminar era algo que había comenzado a hacer hacía ya algunos
meses. Me hacía bien, me dejaba pensar en mi, en el resto, en el mundo y
respirar el aire fresco hacía maravillas con mi psiquis, así como el ejercicio
hace maravillas con mi trasero.
Iba tarareando una canción de Rihanna cuando divise a lo lejos la
escalinata de mi departamento y supongo que en un principio no quise darle
importancia, me dije a mi misma que era alguien más, aunque una vez que
estuve a unos cuantos pasos, me detuve al reconocerlo.
Creo que, en ese momento, algo cambio en el aire que respirábamos. O
tal vez fuimos nosotros, no puedo saberlo con exactitud, pero se sintió
como si algo dentro mío se detuviera y luego comenzara a latir con mucha
velocidad, me encantaría decir que ese fue mi corazón, que si lo fue, pero
también fueron mis pulmones y mi estomago y mis riñones y el hígado,
todos latiendo a un ritmo desenfrenado cuando nuestros ojos volvieron a
reencontrarse después de tanto tiempo.
Si, fueron muchos meses, pero también parecieron muchos años.
Seguía siendo el mismo, tal y como lo recordaba.
Se puso de pie lentamente, como si tuviera miedo de hacer algún
movimiento brusco que pudiera espantarme, aún cuando no había podido
dar un solo paso más.
Tenía puesto un pantalón ajustado al cuerpo, unas botas y un saco largo
que le quedaba pintado.
Estaba hermoso.
Estaba igual de hermoso que siempre.
El viento le alborotaba el cabello un poco más crecido que la última vez,
la barba también estaba un poco más larga, aunque prolija.
No me aguante más cuando mi nombre salió con un suspiro de sus labios,
como si fuera una plegaria.
Mis pies se despegaron del suelo y corrieron a su encuentro y sus brazos
me esperaron abiertos para recibirme, encerrándome en un abrazo que no
sabía que necesitaba.
—Minerva, Minerva, Minerva... —susurraba sin parar con su rostro
escondido en mi cuello.
Por mi parte enterré mis manos en su cabello, tironeando de él,
asegurándome que era real.
Era real.
Y estaba aquí.
Y me abrazaba como si tuviera miedo de que desapareciera, me abrazaba
como abrazas a alguien que extrañaste más de lo que siquiera puedes decir
con palabras.
Me abrazaba como si todavía me amara.
No se cuanto tiempo estuvimos abrazados, solo se que no quería
despegarme, era algo más bien físico el que no pudiera hacerlo, era como si
mi piel necesitara impregnarse de él.
Alejo su rostro del escondite de mi cuello, luego de dejar un beso que me
erizó hasta el alma.
—Hey tu... —susurro, sus ojos mirándome, mirándome con tanto amor.
Mirándome como si fuera lo más hermoso que había visto en su vida.
Tenía una sonrisa bonita en el rostro, los ojos brillantes, iguales que
siempre, pero más.
Todo parecía más.
—Hola —respondí y no pude evitar el sollozo que me corto la voz.
Negué con la cabeza y me permití llorar, me permití a mi misma dejar
que todo el dolor saliera de una vez, me permití sentirlo, así como también
me permití a mi misma admitir lo mucho que lo había extrañado.
—Está bien —susurro, acariciando mi espalda con mimo. —Esta bien,
Douce..., estoy aquí ahora.
Medio reí en medio del llanto, pero es que lo había extrañado tanto, tanto
pero tanto.
Me separe, solo porque necesitaba verle los ojitos azules, necesitaba
asegurarme de que estaba aquí otra vez.
Mis manos fueron a sus mejillas y mis labios por voluntad propia se
pegaron a los suyos y entonces nos estábamos besando, y si, éramos
nosotros, los que habíamos sido hace ya casi tres años desde que habíamos
entrelazados nuestros caminos, pero también éramos unos nuevos, más
maduros, más confiados, también un poco más rotos pero que habían sabido
salir adelante a pesar de todo.
—Te amo —susurre entre beso y beso, las lágrimas mojándonos la piel.
—Te amo tanto —repetí, solo porque necesitaba que lo supiera.
A Pierce le brillaron un poco más los ojos y me di cuenta que estaba
aguantándose las lágrimas.
Asintió, pero las palabras parecían no salirle y entonces me besó de
nuevo y tuve que suspirar en el beso, porque no era tranquilo como el
primero que le había dado yo.
Este beso tenía nombre y apellido y era Pierce Greco.
Era un beso cargado de te amo.
Era un beso que intentaba explicarme lo mucho que me había extrañado,
lo mucho que me necesito cada día al abrir los ojos y darse cuenta que no
estaba a su lado, cada noche antes de lograr dormirse, con el recuerdo de mi
brazo enredado en su cintura.
Era un beso lleno de promesas, de ilusiones.
Era un beso lleno de sueños que quería cumplir conmigo y solo conmigo.
Era un beso que pedía una única oportunidad, la oportunidad de estar
conmigo para siempre, pase lo que pase.
—Te quiero de regreso —murmuro luego de un rato de besarnos.
Sus ojos me miraban suplicantes, cargados de miedo.
—Se que tal vez necesites tiempo, lo se —dijo, asintiendo y tomando aire
antes de seguir. —Solo en el caso de que todavía no estés lista, quiero que
sepas que no importa el tiempo que necesites, yo te voy a esperar Minerva,
semanas, meses, años, no importa, voy a esperarte, porque joder, quiero
pasar la puta vida contigo.
—Pierce... —susurre con la voz rota.
—No, escucha —dijo y luego sacó algo de su bolsillo.
En un principio no entendí que era, pero luego si y mis ojos se abrieron
como platos al ver esa cajita de tela suave de un color azul oscuro.
—Esto para mi no significa nada —dijo, abriendo la cajita y
mostrándome el anillo con una perla delicada en medio—, pero se que para
ti si puede significarlo, entonces esta será mi promesa —murmuro,
mirándome de una manera que me hizo saber que habría un antes y un
después luego de que hablara:— Esta va a ser la promesa que voy a hacerte,
de esperarte, de estar para ti cuando me necesites, de quererte incluso
cuando sientas que ni tu misma te quieres, será mi promesa de que cada
puto día intentaré hacerte sonreír, por que Dios... —murmuro, negando con
la cabeza—, me di cuenta que mis días no valen la pena si no te veo sonreír
y han sido muchos jodidos meses, Douce —agrega, haciéndome reír.
Sus ojos se enganchan en ese momento de la curva de mis labios,
haciéndome sonreír todavía más.
—Prometo ser todo lo que necesites, prometo no apartarte de mi lado y
follarte cada noche, cada día.
—Pierce... —digo, riendo mientras lo golpeo juguetonamente en el pecho
y sintiendo las mejillas arder.
—¿Estás lista, Douce? ¿O es que todavía sigues necesitando tiempo? —
Pregunta.
Me quedo en silencio, no porque no sepa la respuesta, sino porque creo
que nunca había sentido tanto amor en el pecho, en el alma.
Nunca me había sentido así y es un sentimiento maravilloso.
Pierce medio se impacienta cuando no le respondo y como queriendo
convencerme, murmura: —Llevo muchos meses sin follar, Minerva, por
Dios, ten compasión de mi y de mi polla.
Y la suplica que escucho en su voz, no por lo de follar, porque luego de
todo lo que confesó, sé que me esperaría por años, sino porque puedo ver el
miedo a mi rechazo, el que le diga que ya no quiero estar con él, que ya no
podremos seguir con lo nuestro.
—Por supuesto que estoy lista para ir a casa contigo, Pierce —respondo,
acariciando sus mejillas con mimo.
—Gracias a Dios —murmura él con alivio y abrazándome con tanta
fuerza que un poco me corta la respiración.
—¿Le dijo que no? —Se escucha una voz de repente.
—Creo que le dijo que no —habla otra que reconozco muy bien. —Me
parece que Pierce está llorando.
—¿Y que hacemos? No se suponía que dijera que no.
—Bajen la voz que van a escucharnos —. La voz de la razón, por
supuesto.
—Ya valimos —murmura la segunda voz que habló con exceso de
dramatismo. —Se fue todo al carajo, esto es un desastre.
—Dante —se queja Isa. —Que tal vez cuando nos vea, recapacita.
—Están sacando conclusiones apresuradas —dice Mika. —Tal vez dijo
que si.
—Conociéndolo a Pierce, si le hubiera dicho que si, ya le estuviera
arrancando la ropa. —Murmura Dante. —Nunca estuvo tanto tiempo sin
follar, doy fe de eso, que esto es un desastre, se de lo que hablo.
—No puedo creer que haya dicho que no —murmura Isa. —¿Y ahora
que hacemos?
—No se —murmura Mika. —Esto va a ser incómodo —agrega con voz
quejosa.
—Ese par de estúpidos —murmura Pierce, enojado.
No puedo evitarlo y rompo a reír, antes de ponerme de pie y salir
corriendo al rellano del edificio. Isa no puede aguantarse y sale de detrás de
la puerta donde se escondían para envolverme en un abrazo que siento que
hace que algo en mi alma se cure, se siente algo que tenía perdido volver a
su lugar.
Siento unos brazos que nos envuelven por detrás: Dante.
Y luego otros brazos más poderosos, que nos encierran a todos: Mika.
Y con mis amigos rodeándome, con la persona que amo mirándonos con
una sonrisa en una pose casual desde la entrada, sé que todo va a estar bien,
que mi vida empieza ahora.
—Gracias —le susurro a Pierce con los labios.
Él me sonríe, esa sonrisa que logra volverme loca.
Y espero que entienda mi gracias...
Gracias por darme una oportunidad de trabajar contigo después de aquel
primer día en la Troufe de Rouge.
Gracias por enseñarme a superar mis miedos.
Gracias por ayudarme a amar mi cuerpo.
Gracias por aprender de tus errores.
Gracias por el viaje a Europa.
Gracias por esperarme.
Gracias por traer a mis amigos a verme.
Gracias por volver por mi aquel día en la cafetería.
Gracias por sobrevivir pese a que casi no había esperanzas.
Gracias por amarme.
Gracias Pierce, gracias.
Nos ponemos todos al día, ellos dicen que van a ir a un hotel aquí cerca a
dormir, pero Isabella ya esta tirando unos colchones y mantas en mi
comedor. Mika observa dudoso, teniendo que dormir al lado de Dante, ellos
lo terminaron unos días después del cumpleaños de Mika y decidieron
quedar como amigos, aunque todavía se aman, eso se nota a leguas. Dante
amenaza con que es sonámbulo, que puede meter mano en cualquier
momento, haciendo que Isabella se desternille de risa.
Observo todo desde donde estoy, en la entrada a la pequeña cocina,
engullendo el sonido de sus voces, la vibración de sus carcajadas.
Pierce los observa desde un sillón con molestia, porque estoy segura de
que esto no estaba en sus planes, pasar nuestra primera noche todos en un
espacio de por sí reducido.
Sus ojos se clavan en los míos, antes de ponerse de pie y sonreírme con
cariño. Se para detrás mío, haciendo que apoye mi espalda en su cuerpo,
relajándome con la comodidad de esta nueva pose, con sus brazos
envolviéndome de atrás, sus pulgares debajo de mi camiseta acariciando
suavemente mi piel.
—Él quiso venir también —susurra en mi oído, asiento, agachando la
mirada.
Estuve toda la tarde preguntándome porque Dean no estaba aquí, con el
grupo, porque él también es parte del grupo.
Siempre va a ser de las personas que más quiera en mi vida.
—No pudo, él en verdad lo intento, pero no puede salir...
—Lo entiendo.
Debe tener alguna especie de restricción que no le permite moverse de
Nueva York. Espero que sea eso, espero por todos los cielos que sea eso y
no que está preso.
—Todo va a estar bien —susurra Pierce en mi oído.
Sonrío, antes de asentir.
—Ahora lo estará —le respondo.
Y en respuesta, sus brazos me aprietan más a su pecho.
Esa noche dormimos todos en mi pequeño departamento, por suerte
tenemos una habitación solo para nosotros dos, pero sin almohadas, Dante
se las llevo diciendo que sino se contracturaba.
Me reí, porque no necesitaba almohadas, tenía a Pierce, que era mucho
mejor que cualquier cosa.
Esa noche no follamos, ni tampoco hicimos el amor, sino que nos
miramos, nos miramos como si quisiéramos memorizarnos por completo.
Hubieron algunas caricias, asegurándonos de que seguíamos ahí.
A mitad de la noche nos encontrábamos si nos habíamos separado un
poco y nos abrazábamos, enredábamos nuestras extremidades y volvíamos
a dormir.
Volví a memorizar el olor de su piel, su perfume, su calor.
Volví a casa y me di cuenta que nunca más quería volver a irme de ahí.
Isabella, Dante y Mika, viajaron al otro día a la mañana. Con Pierce lo
hicimos unos cuantos días después, ya que tenia que hacer una mudanza,
aunque no fueran muchas mis pertenencias.
No quería pensar mal de Genevieve, pero parecía aliviada de que me
fuera.
—Necesito follar tranquila —murmuro en el aeropuerto. —Contigo
llamándome cada dos horas era imposible.
Si.
Así era Gen.
Llegamos a Nueva York, pero nadie nos estaba esperando y cuando
tomamos un taxi, Pierce no dio la dirección de su departamento, ni tampoco
del mío, sino que dio la dirección de un barrio residencial a las afueras de la
ciudad.
Paramos fuera de una casa estilo victoriana, era preciosa, pero necesitaba
arreglos. Me baje del taxi y me quede a unos cuantos metros mirándola, sin
siquiera saber que pensar al respecto.
Pierce pago el taxi y bajo nuestras cosas, para pararse a mi lado y
observar la casa.
Lo primero que dijo fue: —Compre esto para nosotros, no para empezar
de cero, sino para continuar, continuar y construir todo desde donde lo
dejamos y mejorarlo, mejorar nosotros y empezar la vida, ¿quieres empezar
la vida conmigo, Douce? —Pero fue lo segundo que dijo lo que me hizo
romper en llanto. —Tiene un patio trasero y mucho césped que puedes
regar y plantar lo que quieras y...
No siguió porque vio que me había puesto a llorar. No pregunto nada,
sino que me abrazo y entendió, porque Pierce siempre me había entendido
sin necesidad de usar palabras.
Entramos y la casa se veía desordenada, pero entonces alguien salió de la
cocina y rompí a llorar de nuevo.
No me pude mover, pero sentí que sus brazos me envolvían y me decía
que todo estaba bien, y entonces abracé a Dean y le dije que gracias, porque
sin él tampoco lo habría logrado.
Y entonces Dean dijo que tenía una noticia para darnos, que no sabía si
era buena o mala, era solo una noticia.
Entonces nos llevó a una pequeña trastera vacía y allí estaban: Sal y
Pimienta.
Juntos, en un pequeño nidito que se habían hecho para ellos dos y ahí,
entre sus cuerpos dormidos, habían cinco gatitos que eran una mezcla de los
dos.
Volví a llorar, porque ahora era abuela.
Pierce le empezó a decir a Dean que como había dejado que aquello
pasara, que solo se los dejo a cargo por unos cuantos días.
Dean le dijo que no sea idiota, que como él no se había dado cuenta de
que la gata estaba en celo.
Y empezaron a pelear, pero le reste importancia, porque Pimienta abrió
sus ojos y me miró.
Y el reconocimiento brillo en sus ojos oscuros, antes de ponerse de pie y
venir a mi encuentro. No fui efusiva ni nada porque sabemos como es
Pimienta, pero entonces vino y se me subió a upa y empezó a ronronear y
me dejo que lo acaricie.
Le dije que como había hecho semejante barbaridad, que esto era
prácticamente incesto, pero el solo ronroneo más fuerte y luego se bajó y
comenzó a lamer a Sal, como diciéndole que se despierte. Ella fue un poco
más efusiva cuando me reconoció y después me presentaron a sus gatitos
que no tenían más de dos días.
Dean me dijo que ninguno de los dos lo habían dejado acercarse a más de
dos metros, los arañazos cada vez que les dejaba comida eran prueba de
ello.
Los dejamos solos y entonces Dean murmuro que tenia que irse porque
en realidad no podía estar aquí, se había escapado con ayuda de su padre y
Mía, que ya había salido de rehabilitación.
La despedida la murmure con la promesa de visitarlo pronto.
Y entonces nos quedamos solos en nuestra nueva casa.
Era enorme y hermosa y necesitaba arreglos, empecé a planear cómo
quería que quedara.
Pierce me llevó fuera y me mostró el patio.
El césped era inexistente, mañana mismo me pondría a ello.
Y entonces Pierce cocino algo rápido y nos fuimos a dormir, muertos de
sueño.
Y entonces llego Pimienta y se acurruco a los pies y luego llego Sal, que
tuvo que hacer varios viajes porque trajo con ella a todas sus crías.
Pierce no estaba muy contento que digamos, murmuró que solo por esta
noche.
De más está decir que siguió pasando hasta que regalamos a las crías.
Y entonces así empezó el comienzo de una nueva etapa, la etapa
definitiva.
Y quiero contarles que soy muy feliz.
Que por fin fui feliz y la vida se mantuvo estable.
Que amo mucho a la persona con la que comparto la vida, que es Pierce.
No hicimos fiesta de compromiso, porque esas cosas no nos importaban,
pero nos decimos que nos amamos cada noche.
Me río todos los días de mi vida a carcajadas.
Soy feliz.
Me amo, me amo como nunca pensé que lo haría.
Tengo mis bajones, pero es normal, logro salir de ellos rodeada de la
gente que me quiere. ¡Ah! La que se va a casar es Isabella, pero no con
Xander, aunque eso es chimento para otro día.
Y así va llegando la hora de que me despida, pero antes de hacerlo,
quiero agradecerte a ti, querido lector.
A ti, siempre a ti, que me acompañaste en este camino.
Que reímos muchísimo a lo largo del camino.
Qué lloramos juntos.
Que nos contuvimos entre nosotros.
Que me ayudaron a salir adelante.
Que los ayude a salir adelante.
Gracias por estos casi dos años de aventuras.
A los que llegaron cuando comencé a contarles mi historia, aquel primer
día llegando tarde a La Troufe...
Con los que me encontré a mitad de camino y por aquellos que llegaron
cuando ya habíamos llegado al final.
Estaré eternamente agradecida con ustedes por el cariño que me dieron
todo este tiempo, por la aceptación.
Para todas esas Minervas en el mundo, pero también para todas esas
Annalise que siguen luchando, y también para los Harold que caen en un
sistema lleno de injusticia.
Esta historia va dedicada a todos ustedes.
A todos ellos.
Yo, por siempre, esa de las fantasías, Minerva.
FIN
EPÍLOGO
DEAN
Primero que nada, gracias por tomarte el tiempo de llegar hasta aca, más
allá de la historia, para mi es super importante agradecer, pero también yo,
Debie, despedirme.
Pecado fue un viaje larguísimo y del que todavía queda mucho por
recorrer y sin lugar a dudas, espero que nuestros caminos sigan
entrelazandose a travez de la lectura.
Escribir a Minerva para mi fue un placer y creo que nunca podría volver
a escribir a alguien con su inocencia. A veces la palabra inocencia hace
referencia a que la persona es ingenua y para mi no hay nada más lejos de la
realidad, la inocencia de Minerva significa que a pesar de que la gente
puede ser mala, a pesar de que te pueden golpear una mejilla, ella va a ser
quien ponga la otra, ella siempre va a ver el lado bueno de las cosas, de la
gente.
En eso nos parecemos una barbaridad.
No la quiero hacer larga, pero tampoco me quiero despedir sin decirles
eternamente gracias, como dijo Mine en el último capítulo, gracias a esos
que llegaron cuando el primer libro se actualizaba, gracias a esos que
llegaron después, durante y gracias al lector que está leyendo ahora y el
resto estamos caminando por otros lados.
Gracias por tenerme paciencia cuando pedí que me la tengan, cuando a
pesar de todo, les pedí que confiaran en mi y lo hicieron y como dije, no
defraude.
Espero haber estado a la altura de la historia que intente contar, de seguro
en muchas cosas me equivoque, pero también estoy segura de que en
muchas otras no y el haber logrado sacarles una sonrisa a través de lo que
yo considero mi arte, es algo que me llena el corazon y el pecho de alegría.
Gracias, gracias por todo este tiempo.
Espero seguir leyéndonos con el paso del tiempo, todavía me quedan
muchas cosas por contar.
Lxs amo
Yo, por siempre, esa Debie de las poesias...
EXTRA N° 1
Yo sabía cómo se hacían los bebés, digamos que conocía muy bien la
dinámica de por lo menos como hacerlo y no, no se preocupen, no voy a
entrar en detalles de cómo se haceN. Bueno, a ver, si se que ustedes quieren
que les cuente todas esas chanchadas, pero paso a paso, ¿okey?
Había hablado con Pierce con respecto a ello, por recomendación de mi
ginecóloga, había decidido darme un descanso con las pastillas
anticonceptivas y la cuestión fue que, cada vez que quería hacer el sin
respeto con Pierce, por lo general, teniendo en cuenta lo cachondo que era
mi futuro marido, se le ocurría hacerlo en los lugares más extraños, como
por ejemplo el pasillo de la antesala que había ni bien llegábamos a nuestro
departamento.
Pierce se había acostumbrado a dejar preservativos por toda la casa,
porque, ya saben, uno nunca puede estar lo suficientemente prevenido y
entonces había preservativos por toda la maldita casa, incluso si habrías
algún cajón de la cocina, podrías encontrar alguno. Supongo que en realidad
Pierce lo hacía un poco para molestarme, porque cada vez que descubría
alguno de esos escondites secretos, se regodeaba con mi sonrojo y entonces
me besaba como si fuera la última vez y después, tomando uno de esos
condones, me hacía el amor.
Si, hacíamos mucho eso de hacer el amor, éramos buenos en ello, no les
voy a mentir, pero tampoco les iba a negar que las cosas entre nosotros iban
muy bien, parecía que amarnos sin barreras, sin miedo y sin medida nos
hacía esto, libres de estar juntos cuando quisiéramos, sin miedo a que
alguno de los dos pudiera salir corriendo cuando menos lo esperábamos.
A pesar de que había pasado un tiempo, ambos seguíamos poco a poco
superando los traumas del pasado, Pierce todavía se desesperaba si no
llegaba a responderle un mensaje dentro del rango de tiempo estimado y
había noches en las que yo me despertaba con el cuerpo lleno de sudor, con
el sonido de los disparos en mis oídos, mientras sentía bajo mis dedos la
espesa sangre que salía de sus heridas y él siempre estaba ahí, me abrazaba
por la espalda y me susurraba al oído una y otra vez que todo iba a estar
bien, y cuando los frenéticos latidos de mi corazón se calmaban y podía
tomar nuevamente aire, me abrazaba un poco más, solo por el placer de
hacerlo y después nos poníamos frente a frente y nos mirábamos,
asegurándonos de que estábamos allí y que seguíamos vivos.
Si, viendo esa mierda escrita ahora, me doy cuenta de que es rara del
carajo, pero entonces en ese momento no lo es, les prometo que es dulce.
Y fue cuando una noche, mientras estábamos en ese pasillito que les dije
antes —y no tan sorprendentemente— a Pierce se le habían agotado las
reservas de preservativos que tenía escondidas por toda la casa.
—No puede ser —gemí, cachonda.
Pero es que habíamos tenido una cena con nuestros amigos y después de
ello, habíamos ido a tomar algo a un bar y entonces hicimos eso que hacen
las parejas a veces: fingimos que no nos conocíamos.
Fue divertido del carajo, porque entonces yo le dije a Pierce que era una
monja que se había dado cuenta que no había nacido para monja por que
siempre estaba cachonda.
Pierce había tenido que morderse los labios con fuerza para no soltar una
carcajada que rompería con la escena del momento, porque como saben,
había que seguir con el papel.
Miro al cielo, tomo aire unos cuantos segundos, dio un par de sorbos a su
trago y un poco más recompuesto, soltó: —Yo soy un actor porno —
murmuro.
—Bastante obvio —respondí, también teniendo que morderme los labios
para no reírme también.
Y entonces la noche siguió con sus juegos.
En algún momento perdimos a nuestros amigos de vista, pero no nos
importó, solo porque estábamos demasiado ocupados rozando nuestras
manos como si en verdad no fuéramos dos personas que tenían planeado en
algún momento casarse. Se sintió bien el coqueteo, el que me persiguiera
con la mirada cuando me acercaba a decirle algo a Isa, que no pudiera
quitarme los ojos de encima, por más que conociera mi cuerpo de memoria,
como si no se hubiera encargado de memorizar cada parte de él.
Se sintió bien también que cuando él avisó, no de manera tan sutil, que
iría al baño, seguirlo. Intentando esconderme para que no me viera, aunque
siquiera me importó disimular, sino que en todo caso sonreí coqueta cuando
manos que no eran las que quería intentaron retenerme ajustándose a mi
cintura, el brillo posesivo en sus ojos cuando se percató de aquello parecía
que dijera: —Si, toquen todo lo que quieran, pero al final de la noche ella
sigue siendo mía.
Mía.
Mía.
Igual chillé cuando de repente lo perdí de vista de camino a los sanitarios
y una mano que conocía bien, se enredó en mi cadera y me atrajo a un
amplio pecho, mi espalda pegada a él, su erección presionada encima de mi
culo por la diferencia de altura.
Gemí en su boca cuando nuestros labios se encontraron en un beso
cargado de deseo, pero también de alivio, porque habíamos estado toda la
noche jugando entre nosotros, llenos de ganas de romper la distancia que
nos auto habíamos impuesto, pero que resulto en esto, en este choque de
dientes y lengua y gemidos.
Sus manos me tomaron para girarme entre sus brazos, pero entonces mi
espalda choco con la pared y su boca volvió al ataque, parecía que ninguno
de los dos podía tener suficiente del otro y mis manos estaban tirando de su
cabello con ganas de acercarlo más a mi y sus manos presionaban la piel
expuesta de mis muslos con fuerza y sabía que probablemente dejaría
marcas, marcas que después se encargaría de adorar con besos suaves más
tarde.
—Parece que la monjita si está cachonda —soltó con voz ronca en mi
oído cuando decidimos que, si no queríamos ir presos por desorden público,
debíamos parar.
—Y tu para actor porno dejas bastante que desear —solté, solo porque mi
cerebro estaba todavía alborotado por sus besos.
Se separo entonces para poder mirarme a los ojos y creo que cuando
nuestras miradas se encontraron, me enamoré un poco más de él, de ser
posible, viendo de la manera en la que me observaba, lleno de lujuria y
deseo, pero también allí había amor, mucho amor, y cariño y ternura y
muchas cosas cursis.
—Es que veras, Douce, lo mío se aprecia más con mi polla dentro tuyo,
ese es mi campo...
—Oh... —solté.
—Si, oh, así es como deberás tener los labios para que te meta la verg...
Puse mis manos sobre su boca, cortándolo y sentí su sonrisa crecer detrás
de mis palmas.
—¿Que dices si vamos a algún lugar a probar eso que dices? —Pregunte.
—Guía el camino —murmuro.
Y entonces nos despedimos de nuestros amigos, aunque manteniendo las
distancias, estábamos los dos bastante achispados como para pensar que
alguno de ellos podía darse cuenta, pero entonces no nos importaba, porque
mi sonrisa era tan grande por lo que estaba por venir que pensé que tal vez
no nos estábamos despidiendo lo suficientemente rápido.
Nos subimos a un taxi sin hablar, sentía que mi respiración estaba un
poco agitada porque estaba un poco excitada, Pierce, sin embargo, se
mantenía impasible, pero aquello no impidió que mientras le decía la
dirección al chofer, su mano se posara sobre mi pierna y comenzara a
acariciarla lentamente y por más que su mano subía y bajaba —a veces
subía un poco más de lo que era éticamente correcto para dos personas que
supuestamente acababan de conocerse—, mientras conversaba con el chofer
de algo que siquiera me moleste en intentar escuchar, porque solo podía
pensar en esa mano y en nosotros y en lo que haríamos una vez que
llegáramos a casa.
Sorprendentemente, logramos mantener las formas en la entrada del
departamento que compartíamos —ya que la casa que Pierce había
comprado para nosotros todavía no era posible habitar por las reparaciones
que estábamos haciéndole—, así también en el ascensor, sin embargo
comenzamos a arrancarnos la ropa cuando llegamos al pasillo de entrada,
sus manos bajaron el tirante de mi vestido para besar la piel expuesta y
después de eso tiraron un poco más y entonces sus labios estaban sobre mi
teta y creo que gemí demasiado fuerte, por que su mano estaba sobre mi
boca y entonces, sin soltarme, nos metía dentro del departamento.
—¿Que hacemos ahora? —Pregunte, un poco incómoda por sentarme en
la banqueta de la cocina sin bragas y con las piernas expuestas.
Pierce, pobre, caminaba con el pantalón caído entre las piernas y me
obligue con todas mis fuerzas a no reírme en su cara, solamente por el dolor
y la desesperación en su semblante al verse sin condones para follar.
Le sonreí, dulce y murmure: —Ven aquí.
Él lo hizo, sin poder quitar el seño fruncido de su mirada incluso cuando
apreté sus caderas entre mis piernas abiertas y lo abracé.
—Podemos hacer otras cosas, ¿sabes? —Susurre en sus labios.
Pierce me miro, todavía refunfuñado y se encogió de hombros.
Sonríe de nuevo, solo porque parecía un niño pequeño al que le habían
quitado un dulce.
Y entonces, de nuevo, estábamos besándonos, al principio lento, como
hacíamos a veces, tomándonos todo el tiempo del mundo, por que la
realidad era que ahora lo teníamos, teníamos toda la vida para besarnos
como estábamos haciéndolo en este momento, pero como también siempre
nos pasaba, las cosas subieron de nivel y escalaron y escalaron hasta que de
repente me encontraba desnuda y su pene empujaba contra mi entrada.
—Mierda, mierda, mierda —gimió y retrocedió, pero no lo deje,
aprisionándolo entre mis piernas y volvió a avanzar hasta que tuve la mitad
dentro y...
Oh, el estiramiento se sintió tan, pero tan bien y la fricción y su piel
tocando mi piel...
¿Hacia cuanto tiempo que no follabamos sin condón? No lo recordaba,
parecía una eternidad, parecía que era la primera vez que lo hacíamos y se
sentía tan bien y quería, Dios, yo realmente quería que el acabara dentro y...
—Minerva, carajo, Minerva... —se quejo, mirando allí donde nuestros
cuerpos se unían. —No podre, no voy a poder..., tenemos que parar...
—Es que no quiero parar —respondí, clavando mis uñas en sus brazos.
—Es que no voy a salir, no cuando estas tan putamente mojada, mierda...
—No lo hagas —respondí.
Siquiera tuve que pensarlo.
Entonces Pierce detuvo sus movimientos.
Y yo me quede allí, al principio intentando que siga moviéndose y
después entendiendo lo que acababa de decir y...
Levanté la mirada y nuestros ojos se encontraron y había tantas preguntas
en los ojos de Pierce, tanta incertidumbre, pero también tanto amor y
también miedo y duda y...
—Podrías quedar embarazada —dijo lo obvio.
Ya lo sabía, entendía la mecánica de hacer bebes.
—Lo sé —respondí.
La realidad es que había tenido el pensamiento dándome vueltas por la
cabeza, siempre había querido ser madre, pero no había sabido como
enfrentar el tema con él.
—¿Y tu quieres? —Preguntó, dudoso.
—Solo si tu quieres —respondí la verdad.
—Yo quiero todo contigo.
—¿Pero quieres esto? ¿Justo ahora? ¿No te molestaría?
Abrió la boca, pero parecía que las palabras no le salían, por lo que
respondió terminando de hundirse nuevamente en mi, esta vez con otro tipo
de desenfreno, con un afán que me respondió sin palabras lo mucho que
quería hacer bebes conmigo.
Esa noche me hizo correr dos veces antes de hacerlo él..., adentro mío.
Una vez que termino, me miro con esos ojos azules más brillantes de lo
que los había visto nunca y una sonrisa tan dulce que me emociono.
—Te amo —dijo, mientras dejaban un beso en mis labios magullados. —
Te amo tanto que a veces siento que no me entra tanto amor en el pecho, te
amo tanto que a veces siento que todavía no se inventaron las palabras que
puedan expresar lo que siento por ti.
Y entonces, sin salir de adentro mío, nos levanto y nos llevo a nuestra
cama, donde nos acostamos y nos dormimos abrazados.
De esa noche habían pasado tres semanas y media.
No habíamos vuelto a hablar del tema.
Nada.
Como si no hubiera pasado.
Y aunque había veces que Pierce usaba preservativos cuando hacíamos el
amor, había otras veces, la mayoría, en las que no lo usaba y entonces esas
veces, me follaba como un loco, para después decirme de diferentes formas
que me amaba.
Y entonces, estos días se suponía que tenia que venirme la regla, pero
como estaba tan alocado mi ciclo con esto de no tomar pastillas, se me
había pasado y una tarde, un poco con la duda de si ya debería haberme
venido la regla o no, decidí parar en una farmacia y compre una prueba de
embarazo.
Las mejillas se me incendiaron cuando la empleada me tendió la bolsa,
me sentí como cuando era la primera vez que le tocaba a una ir a comprar
sus toallitas femeninas, nunca entendí porque aquello nos daba tanto pudor
y no estaba, de una manera u otra, más normalizado.
En fin, había llegado al departamento y, fingiendo que no estaba de lo
más nerviosa, me había tomado dos litros de agua y esperado a que me
dieran ganas de hacer pis.
Tarde menos de cinco minutos y entonces saque la prueba de embarazo,
apretando las piernas entre si porque me meaba encima. Leí las
instrucciones, no debía ser tan difícil, pero una no podía estar lo
suficientemente preparada y entonces me senté en el retrete y el chorro de
pis que me salió me salpico la mano y chille, porque pues, que asco, pero
además, parecía que había abierto una canilla en mi vagina y no podía parar
de mear.
Nerviosa y temiendo que no hubiera el suficiente pis, metí la varillita
nuevamente para que le pegara el pis y me termine salpicando con más pis
la mano, pero cerré los ojos y conté hasta diez...
El pis seguía saliendo.
Saque la prueba de embarazo, porque la cantidad de orina alcanzaba para
otras diez pruebas más y una vez que me lave las manos hasta que sentí que
ningún germen me tocaba, mire de reojo la prueba.
Los ojos se me llenaron de lágrimas rápidamente, no se por que, la
realidad era que no esperaba estar embarazada, entonces, ¿porque me
sorprendía cuando la prueba había dado negativo?
No pasaba nada, incluso Pierce no había vuelto a hablar del tema, talvez
la realidad era que no estaba tan entusiasmado por esto de tener hijos, de
todas maneras, no importaba, no era como si la gente quedara embarazada
enseguida, había gente que tardaba años, eso, años porque...
Con los ojos llenos de lágrimas, volví a mirar la prueba y entonces los
ojos se me abrieron enormes y las lágrimas se me congelaron en el lugar.
—Carajo, eso es positivo, no negativo —murmure para mi misma,
mirando detenidamente la prueba.
Una nueva especie de pánico me contrajo el estómago, porque, ¿no se
suponía que las personas tardaban mucho tiempo en quedar embarazadas?
Es decir, no había pasado ni un mes desde aquella vez que le dije a Pierce
que abramos la fábrica de bebes.
¿Y si en realidad se molestaba? No era como si hubiéramos hablado
mucho del tema que digamos, pero supongo que, si había veces en las que
no se molestaba en ponerse el condón, teniendo en cuenta de que yo no me
cuidaba, no debería importarle, ¿o sí?
Respire hondo y me dije a mi misma que debía calmarme, por un instante
me replantee llamarle a Isa para contarle, pero entonces me dije a mi misma
que la primera persona que quería que lo supiera, era Pierce.
No me di cuenta que un par de lágrimas me caían por las mejillas hasta
que salí del baño y las limpié con el dorso de la mano, mientras caminaba
mirando la prueba de embarazo positiva en dirección a la cocina a sentarme
y pensar por unos instantes que demonios se suponía que iba a hacer |ahora.
Tenía una pequeña cosita viviendo dentro mío y no sabía muy bien que
hacer a continuación, por lo que recordé esas mujeres embarazadas que
solía ver, tomándose de la cintura y cambiando con las piernas medio
abiertas cuando la panza pensaba lo suficiente y entonces me encontré
haciendo lo mismo. Comencé a largar aire por la boca como si en realidad
estuviera agitada, mientras que pensaba que en realidad todavía lo que tenía
dentro siquiera pesaba, de todas maneras...
—¿Douce? —Preguntó Pierce de repente detrás mío. —¿Qué estás
haciendo? ¿Te sientes mal?
Me gire rápidamente, enderezándome mientras que escondía la prueba de
embarazo en mi espalda.
—¿Por? —Pregunte demasiado rápido, con una voz veinticinco tonos
más aguda que la normal.
Pierce me repasó con la mirada, de seguro checando que no me haya
vuelto loca del todo, antes de clavar nuevamente sus ojos en los míos.
—¿Segura que estas bien?
—Perfecta.
—¿Qué me estas ocultando? —Insistió, acercándose un paso.
Por inercia, me aleje uno también.
—Nada.
—Minerva.
—No me digas Minerva.
—Es tu nombre.
—Suena horrible cuando me lo dices.
—Nada que tenga que ver contigo puede ser ni remotamente horrible.
Mientras teníamos esta absurda conversación, Pierce avanzaba y yo
retrocedía.
—No pensabas lo mismo la noche de los jalapeños.
Entorno sus ojos sin dejar de mirarme.
—Vomitaste todo mi auto —acusó.
—Solo un poco.
—Y después, mientras te ayudaba a bajar del auto, me vomitaste a mi.
Apreté los labios entre sí, porque si, esa noche no había salido del todo
bien.
—¿Que tienes en la espalda que me escondes? —Insistió nuevamente.
—Nada —respondí, mirando a mi alrededor e intentando buscar una vía
de escape.
—Douce... —advirtió.
Pero yo ya había empezado a correr como loca, chillando cuando él sin
dudarlo me siguió, pero entonces recordé, una vez que Pierce me tomo de la
cintura envolviendo su brazo alrededor de mi estómago, que ahora cargaba
con un bebe, nuestro bebe, en el vientre y que debía tener cuidado.
Aparte su brazo de mi alrededor casi con violencia y entonces él me miró
extrañado y cuando bajó la mirada, se quedó mirando fijamente mi mano y
entonces...
—Mierda —dije, porque estaba viendo la prueba de embarazo y si sumo
dos más dos...
—Eso es una prueba de embarazo —señaló, sin dejar de mirar mi mano.
—Lo es —murmure.
Y entonces sus ojos se clavaron en los míos.
Abrió la boca, pero las palabras no le salieron y cuando pasó un minuto
en los que ninguno de los dos dijo nada, murmure: —Positiva.
Pierce asintió, estupefacto y luego se pasó la mano por su cabello. Estaba
igual de hermoso que siempre, tenía la camisa medio abierta y fuera de su
pantalón ajustado de vestir, si mal no recordaba, había tenido una reunión
en la mañana y su perfume varonil, incluso a pesar de la poca distancia que
nos separaba, se sentía como si estuviera oliéndola de su propio cuello.
Me dio la espalda y se alejó unos cuantos pasos, volvió a girar y me miró,
miró mi estómago, negó con la cabeza y se volvió a girar y entonces yo me
preocupe, porque de todos los escenarios que había creado en mi cabeza,
bueno, este no era el que esperaba.
—¿Es...? ¿Cómo sabes que es positiva? —Pregunto, todavía sin mirarme.
Me acerque unos pasos, pero sin tocarlo.
—Por que es lo que salió, fueron dos rayitas y en la cajita decía que eso
era positivo —dije en voz baja.
—Está bien —respondió.
Bueno, estaba comenzando a cabrearme.
—Pierce... —llame.
—¿Sí? —Contestó, pero todavía no me miraba.
—¿Qué sucede? —Pregunté, demasiado nerviosa como para enfrentarlo
cara a cara. —Sé que no habíamos hablado formalmente de esto, pero creí
que tal vez, no lo sé, sino lo hubieras querido, hubieras usado condón y
eso..., yo... —negué con la cabeza, no sabía muy bien que decir—, ¿estas
enojado?
Pierce entonces se giró y me encontré con su rostro y los ojos llenos de
lágrimas, una sonrisa de felicidad le partió la cara de repente y contagio la
mía propia.
—Estamos embarazados —murmuro y una de sus lágrimas acaricio su
mejilla y siquiera se molestó en limpiarla.
Asentí, sonriendo y de repente también llorando.
—Estamos embarazados —respondí y entonces se acercó y me rodeo con
sus poderosos brazos y me hizo girar mientras me llenaba de besos por toda
la cara, repitiéndome una y otra vez lo mucho que me amaba mientras yo
reía.
Cuando dejo de girarme, todavía sosteniéndome, nos llevó a los dos al
sillón y me hizo sentarme a horcajadas suyo.
—Estas embarazada —dijo, su sonrisa era preciosa.
Asentí, solo por que de repente la emoción no me dejo hablar.
Levantó lentamente la camiseta que traía puesta y dejo mi vientre plano
expuesto, acarició con ternura allí donde me adornaba la cicatriz y luego,
con voz calma, le habló al bebé: —Hola, renacuajo.
Reí, acariciando su cabello y disfrutando de su caricia, de todas maneras
de repente su cuerpo se endureció y apartó la mano rápidamente, al mismo
tiempo que con la otra bajaba su camisa y entonces dejo caer su cabeza en
el respaldo del sofá y cerró los ojos, frotándoselos con la punta de los
dedos.
—¿Qué sucede? —Pregunté, insegura.
—No deberíamos emocionarnos tanto, tan pronto —murmuro, cabizbajo.
—¿Por qué?
—Podríamos perderlo —agregó, tragando saliva con dificultad.
Entendía que él había intentado ser padre alguna vez y que aquello no
había salido bien, perdiendo múltiples embarazos y me rompió un poco el
corazón el dolor en su voz.
Tome delicadamente sus mejillas y lo obligue a mirarme.
—Nada malo va a pasar, Pierce —susurré. —Vamos a tener este bebe —
dije. —Será el primero que tengamos juntos y va a ser increíble, tu vas a ser
increíble y nada ni nadie va a separarnos —agregue. —No importa que pase
de ahora en adelante, esta es nuestra familia, nuestra pequeña familia de tres
—y como si el gato del demonio entendiera, Pimienta se subió al respaldo
del sofá y golpeó con su cola a Pierce, haciéndome reír a mi y refunfuñar a
él. —Está bien, nuestra familia de cuatro...
—Y pronto cinco —agregó él, acariciando de manera distraída a Sal.
—Y pronto cinco —respondí en acuerdo.
Pierce suspiro, se mordió los labios y luego volvió a bajar sus ojos a mi
vientre, entonces repitió la acción de antes y levantó mi camiseta.
—Te amo, renacuajo —susurro.
Y yo lo ame, de ser posible, un poco más a él.
—Que ya estés embarazada no significa que no podemos intentar eso de
tener más bebés, ¿no?
Si, definitivamente amaba a este idiota un poco más cada día.
No respondí con palabras, sino con acciones.
***
HOLA MIS BEBES PRECIOSXS!!!!!
¿ME EXTRAÑARON?
YO SI, UNA BARBARIDAD, PERO MÁS A MINERVA Y SUS
LOCURAS.
¿LES GUSTARÍA OTRO EXTRA DE ELLA PERO CUANDO
ESTÁ POR TENER AL BEBÉ?
SERÍA EPICO, NO CREEN?
LXS AMO
DEBIE, ESA LA DE LAS POESÍAS