Introducción Al Psicoanálisis Con Niños 1 - Florencia Delgado
Introducción Al Psicoanálisis Con Niños 1 - Florencia Delgado
Introducción Al Psicoanálisis Con Niños 1 - Florencia Delgado
1º CLASE
Para comenzar, me parece necesario plantear cuáles son las diferentes posiciones y
controversias que existen en torno de la clínica con niños, siendo necesario precisar cuál
es el camino propuesto por Freud y Lacan, y estableciendo que es ese el eje desde el cual
sostengo mi propuesta.
La clínica con niños que postulo se sostiene en la enseñanza de Freud y Lacan. Por lo cual,
no se plantea como una especialidad sino como una clínica del sujeto con sus
especificidades y particularidades en cuanto a la operatoria del analista. Esto quiere decir
que la clínica con niños es clínica del sujeto, con la particularidad de que acompaña a los
tiempos constitutivos de la subjetividad, y tiene además la posibilidad de intervenir sobre
ellos.
Una primera discusión se sitúa en torno de la posibilidad de practicar el psicoanálisis con
niños. Quizás no ya con tanta insistencia, en el medio hay analistas que postulan que en la
medida en que durante la infancia el aparato psíquico no ha acabado su constitución y,
fundamentalmente, no se ha consolidado el fantasma, la praxis analítica propiamente
dicha no sería posible con niños. Esta posición abre a una discusión en el seno de la
episteme del psicoanálisis y pone en cuestión no sólo la clínica con niños, sino muchos
abordajes ya sea en el terreno de la neurosis, la perversión o la psicosis donde no se
pueda pensar en un atravesamiento fantasmático. La cuestión es: si el fantasma no se ha
consolidado, ¿cómo pensar el final de análisis en la clínica con niños? Cómo se podría
pensar el final de análisis con un niño? Podemos hablar de estructura en la niñez? Este
cuestionamiento, ¿es suficiente para pensar como imposible la praxis con la infancia?
Cuál es la clínica posible cuando no hay consolidación del fantasma, en qué consiste
entonces, cómo se puede pensar el final del análisis de un niño.
Encontramos respuesta en los maestros:
En la conferencia 23º Freud ubica la importancia de la clínica con niños, al plantear allí una
serie de cuestiones: que existen neurosis en la infancia, donde el factor de diferimiento
temporal entre el suceso traumático y la neurosis “falta por completo”. Esto, más que
pensarlo en términos de la cuantificación del tiempo, lo pensamos desde la propuesta
freudiana de los dos tiempos del trauma en donde sólo el segundo resignifica al primero,
no importa cuánto tiempo cronológico transcurra entre ellos, se trata de una medida
lógica. Plantea allí que lo que suele calificarse como capricho, malcrianza, signos de
maldad o malas costumbres, a menudo da cuenta de la existencia de una neurosis.
Plantea también la continuidad entre la neurosis del niño y la neurosis del adulto, a veces
sin interrupciones. Y establece también la importancia de los análisis tempranos dando
cuenta de los puntos de fijación que quedan establecidos en la infancia y que producen
efectos en la neurosis del adulto. Además, si bien no está explicitado en este texto, el
análisis temprano tiene la oportunidad de intervenir en lo que Freud califica como
“desarrollos indeseados del carácter”, ese punto que en el adulto puede permanecer
inaccesible al análisis. Esto es posible en la medida de que quienes trabajamos con niños
acompañamos los tiempos constitutivos de la subjetividad y una intervención oportuna
puede torcer un camino en un sentido favorable, en palabras de Alba Flesler, acompañar a
que el nudo se haga bien.
Ahí, la necesidad de que a la hora de pensar la clínica con niños sea indispensable un
recorrido acerca de los tiempos de la constitución subjetiva y precisar algunas cuestiones
en relación a las vicisitudes de la neurosis del adulto: no es posible disociar dónde
empieza uno y termina el otro. El niño va a ser en la medida en que sea alojado por el
Otro, pero ese sólo se encarna en otros con sus propias vicisitudes. Fundamentalmente,
tendremos que recorrer algunas cuestiones en relación a la feminidad para ubicar el lugar
que el niño ocupa allí.
Lacan, en su reconocimiento al trabajo de Melanie Klein y Francois Doltó, además de su
propia lectura del caso Juanito, y de los desarrollos sobre todo del seminario 4, da cuenta
de que el abordaje psicoanalítico del niño no está en discusión para él.
Entonces, y tomando las palabras freudianas, otro punto a despejar es que se articula a la
pedagogía a través de la idea de profilaxis. Freud es claro en cuanto a su posición en la
conferencia 23º: es inútil pensar en la posibilidad de una profilaxis. Es una posición que
también toma en “Consejos al médico”, cuando plantea que un psicoanálisis no es una
medida educativa.
RESALTAR LA CUESTIÓN DE LA PROFILAXIS EN RELACIÓN A LAS CONSULTAS RECIBIDAS Y A
LOS PEDIDOS SOBRE TODO EN EL MARCO INSITUCIONAL.
Otro punto de controversia es el que refiere al lugar de los padres –o adultos referentes-
en el tratamiento de un niño. Hay analistas que sostienen que el niño está en igualdad de
condiciones que el adulto, y por lo tanto sostienen una praxis que deja fuera a los padres,
para trabajar exclusivamente con el niño. Hay otros, y esto en relación a lo anterior, que
trabajan con los padres con una orientación indicativa (que no es lo mismo que algunas
intervenciones de corte indicativo). Sostenida en lo que cité de Lacan en Dos notas sobre
el niño, mi posición es que el trabajo con los padres es imprescindible, en la medida en
que el niño, justamente por encontrarse en el tiempo de constitución de su subjetividad,
depende de los padres. Se trata de una dependencia real, mayor o menor según en qué
tiempo se encuentre ese niño, cuya temperatura debemos tomar en las entrevistas con
los padres, y de lo cual dependerá la modalidad de trabajo que elijamos.
También porque la transferencia depende del lazo transferencial que podamos establecer
con los padres. La atribución de saber, requisito para que exista un análisis, es necesaria
tanto de parte del niño como de parte de los padres, ya que son ellos quienes sostienen el
análisis de sus hijos. En el marco institucional, se agregan otros elementos que
complejizan la práctica, y que es la doble vía que se establece entre la institución en la que
nos desempeñemos, la transferencia de los padres y el niño respecto del Otro de la
institución, como también los pedidos que nos llegan a través del diálogo
interinstitucional.
Cuestión de los tiempos: diferenciar cuando un niño se encuentra en un tiempo inaugural
de su constitución, en que la dependencia es casi absoluta, y entonces debemos trabajar
con los padres de manera frecuente, en la medida en que sus vicisitudes están
entrelazadas con las del niño. Diferente será la situación y nuestra operatoria con un niño
que se encuentre más en posición de desasirse de los padres reales, para ir marcando el
tránsito hacia la pubertad, y entonces una modalidad de abordaje podrá estar dada
justamente por reducir las intervenciones de los padres en el espacio del niño. EJEMPLOS.
CUESTIÓN DE LOS PEDIDOS DE CONSULTA
Teniendo en cuenta todo lo anterior, un primer objetivo de nuestro trabajo es atender al
motivo de consulta y trabajar sobre el pedido que se nos dirige, tratando de precisar qué
se nos supone y cómo manejar nuestras intervenciones en la medida de qué respuesta ir
dando para favorecer la instalación de la transferencia pero cuidando de no derrapar
hacia la realidad. ABRIR QUÉ QUIERE DECIR EL DERRAPE HACIA LA REALIDAD.
Ubicar cuál es el lugar que el niño sobre el que nos consultan tiene para esos padres. Alba
Flesler plantea que lo habitual es pensar que los padres llegan a consulta por su hijo, pero
el niño en cuestión no siempre tendrá el lugar de hijo. Es muy claro el ordenamiento que
ella propone, cuando dice que un niño puede llegar a la consulta como objeto de deseo,
de amor o de goce, articulándolo con las diferentes modalidades de la transferencia.
(pág.142)
Ella ubica que cuando los padres traen una pregunta, un enigma que los inquieta acerca
del goce que en el síntoma del niño se juega, cuando aparece un interrogante acerca de la
verdad que ese síntoma vela y revela, podemos pensar que el niño está ubicado como
objeto de deseo de estos padres, y que existe la posibilidad de una transferencia
simbólica, atribución al analista de un saber sobre ese goce.
Por otra parte, a veces los padres llegan con una demanda de normalización, más que una
consulta en tanto pregunta. Ubicado el niño como objeto de amor, algo del síntoma ha
roto el narcisismo de los padres, el niño ya no cumple con los requisitos de esa persona
total que colma a los padres, y entonces se nos dirige una demanda de normalización,
vertiente imaginaria de la transferencia.
Finalmente, están los padres que llegan mandados, conmovidos solamente por la
indicación de una terceridad que incomoda y que los pone en una situación que ellos no
hubieran generado. No hay pregunta, ni demanda, suele haber malestar ante lo que
aparece como Otro caprichoso. El niño ocupa el lugar de objeto de goce para estos
padres, lugar no ha logrado ser conmovido por el síntoma, que sin embargo otro advierte.
La transferencia aparece en su costado más real. Dificultad de trabajar estos casos.
El trabajo con los padres nos pone ante el difícil desafío de precisar estas cuestiones para
delinear una dirección de la cura, pero también pone a prueba el deseo del analista y la
abstinencia.
Para eso se hace necesario ubicar, para quienes trabajamos con niños, qué es un niño. ¿Es
una víctima de sus padres? ¿Ente indefenso frente al cual debemos “hacer algo” en
términos de los cuidados, por ejemplo, cuidarlos de los padres?