El Conde de Monte Cristo

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Q.

2

EL CONDE
DE

MONTE - CRISTO.
TOMO II.

I
1
.
II
T.

Sebastian
.San
de
Catacumbas
Las
EL CONDE
DE

MONTE-CRISTO novela original


DEL

CÉLEBRE ALEJANDRO DUMAS.


TRADUCCION DE

D. Victor Balaguer .

TOMO II .

BABGELONA :
Librería de la Sra. Viuda é Hijos de Mayol, calle de Fernando VII, núm . 29

1846 .
Esta traduccion es propiedad
de los editores.

BI
GLEBAYER

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O N I
OEK

NOBEK
T

IMPRENTA HISPANA ,

calle de los Baños , número 17;


Á CARGO DE LA Sra . VIUDA É HIJOS DE MAYOL .
AMBAUMEAMUAHAWANAOSHIMA 808

EL CONDE
DE

MONTE - CRISTO.
Ett

PARTE SEGUNDA.

1.
ITALIA . SIMBAD EL MARINO.

principios de 1838 se hallaban en Florencia dos


jóvenes pertenecientes a la clase mas elegante de la
sociedad de París : el uno era el vizconde Alberto
de Morcef , el otro el baron Franz d'Epinay. Ha
>
6
bían convenido entre sí que irian á pasar el carna
val de aquel año en Roma , en donde Franz , que
hacia cuatro años habitaba en Italia serviria de ci
cerone á Alberto . Pero como no es negocio de poca
monta ir á pasar el carnaval en Roma , sobre todo
cuando no puede uno echarse á dormir en la plaza
del Popolo ó en el Foro Romano , escribieron á mae
se Pastrini , propietario de la fonda de Lóndres en
la plaza de España, rogándole les reservára un apo
sento cómodo y divertido . Maese Pastrini les contes
tó que solo podia poner aá su disposicion dos cuar
tos y un gabinele situados en el segundo piso ,
los cuales les ofrecia mediante la módica retribu
cion de un luis diario. Los dos jóvenes aceptaron y
queriendo aprovechar el tiempo que les quedaba ,
Alberlo parlió á Nápolės y Franz quedó en Floren
cia. Cuando hubo disfrutado por algun tiempo de la
vida que proporcionaba la ciudad de los Médecis ,
cuando hubo paseado bastante en ese Eden llamado
Cassines , despues de haber sido admitido en los pa
lacios magníficos llamados Corsini-Montfort ó Po
nialowki, le dió el capricho habiendo ya visitado la
isla de Córcega cuna de Bonaparte , de ir á ver la
isla de Elba , esa morada de Napoleon.
Una larde pues , mandó desatar una falùa del
>

anillo de hierro que la sujetaba al puerto de Liorna,


recostose en el fondo de aquella, bien envuelto en su
capa y dijo a los marineros estas únicas palabras :
Á la isla de Elba !
La lancha se separó del puerto como la gallina
de mar que abandona su nido , y al otro dia de
sembarcaba Franz en Portoferrajo. Alravesó la isla
7

imperial despues de haber recorrido todas las hue


llas que allí dejára el paso del jigante уy fué á em
barcarse en Marciana. Dos horas despues de haberse
embarcado volvió a saltar en tierra en la Pianosa ,
donde le aseguraron encontraria numerosas banda
das de perdices rojas . La caza fué pésima ; Franz á
duras penas logró matar algunas perdices muy fla
cas , y como todo cazador que se ha cansado en va
no , volvió a embarcarse pero de un endiablado mal
humor .
.
- Ah I si V. E. quisiera , le dijo el patron , po
dria hacer una caza escelenle.
-
Y en donde ?
- Veis aquella isla , continuó el patron esten
diendo el brazo hacia el mediodia é indicando con
el dedo una masa cónica que salia del centro del
mar teñida de un bello azul oscuro .
- Y bien ! que isla es esa ? preguntó Franz.
- La de Monte-Cristo , contestó el liornés.
Pero no tengo permiso para cazar en ella.
- Tampoco hace falta , pues que está desierla.
>

- Per Bacco ! dijo el jóven , una isla desierta en


medio del Medilerráneo es una cosa curiosa.
Y natural , escelencia. Esa isla es un banco de
rocas , y en toda ella no hay una fanega de tierra de
labor .
-Y a quien pertenece esa isla ?
Á la Toscana.
Qué caza encontraré en ella ?
- Miles de cabras salvajes.
-Que se alimentan lamiendo las piedras ? dijo
Franz con incrédula- sonrisa.
8
-
- No : que se alimentan de las yerbas , mirlo y
lentisco que brotan entre sus peñas.
Pero y en donde dormire ?
-En tierra , en las grulas , ó á bordo embozado
>

en vuestra capa. A mas de que si S. E. quiere ,> po


dremos partir concluida la caza : lo mismo navega
mos de noche que de dia У lo mismo con vela que
con remo .

Como le sobraba aun á Franz bastante tiempo


antes no se reuniría con su compañero y no tenia
por que pasar cuidado de su alojamiento en Roma ,
aceptó la proposicion de desquitarse de la primera
caza. Una vez resuelto los marineros se dirijieron
algunas palabras en voz baja.
- Que hay ? pregunló, ha sobrevenido algun es
lorbo ?
- No ; contestó el patron , pero debemos advertir
á V. E. que la isla está en rebeldía .
-Que quiere decir eso ?
Eso quiere decir que , como Monte-Cristo está
inhabitado ,> sirve muy a menudo de escala a los con
trabandistas y piratas que vienen de Córcega , de
Cerdeña ó de Africa ; por lo tanto si se llegase á
descubrir , por una casualidad cualquiera , nuestra
arribada a la isla, nos veriamos precisados, cuando
volviesemos á Liorna , á hacer una cuarentena de
seis dias.
Diablo 1 cso cambia del todo el aspecto la
cuestion ! seis dias ! Precisamente tantos como nece
siló Dios para crear el mundo. Lo encuentro un pla.
zo bastante largo.
9
- Pero de otra parte quien irá á decir que S. E.
ha estado en Monte -Cristo ?
- Oh ! no seré yo por cierto , esclamó Franz.
-Ni nosotros tampoco , añadieron los marine
>

ros .
En ese caso , vamos á Monte -Cristo.
El patron mando la maniobra , dirijiendo la proa
haciala isla , el barco empezó á vogar en derechu
ra á ella . Franz esperó áá que concluyese la opera
cion , y una vez entrados en la nueva ruta , cuando
las velas empezaron á hincharse al impulso del vien
to y cuando los cuatro marineros se hubieran colo
cado en sus puesto , tres en la proa y uno en el ti
mon , anudó el hilo interrumpido de la convesacion .
-Amigo Gaetano , dijo al patron , acabais de
>

decirme segun creo , que la isla de Monte -Crio sirve


de refujio á los contrabandistas y piratas, lo queme
parece una caza muy distinta de la de las cabras.
--Eso he dicho , señor , y es la pura verdad.
— Ya yo sabia la existencia de esos contraban
distas , pero creía al mismo tiempo que desde la
toma de Argel y la destruccion de la regencia , los
piratas no existian mas que en las novelas de Coo
per y del capilan Maryat.
Pues ha de saber V. E. que se engañaba ; hay
piratas lo mismo que bandidos , que se creen es
terminados por el papa Leon XII y no dejan por
eso de detener a los viajeros hasta en las mismas
puertas de Roma. No habeis oido decir que , hace
seis meses , el encargado de negocios de Francia
cerca de la Santa Sede habia sido robado á cincuen
ta pasos de Velletri ?
TOMO II .
-
10
-Si por cierlo .
- - Pues bien ! si V. E. habitase en Liorna como
nosotros , oiria decir de vez en cuando que un pe
>

queño buque cargado de mercancías ó que un her


moso yate inglés , que estaban esperando en Baslía,
Portoferrajo ó Civitavecbia , no ha llegado al punto
de su destino , que no saben lo que ha sido de él y
que sin duda se habrá estrellado contra alguna roca.
Ahora pues , esa roca que ha encontrado en el ca
mino es una embarcacion baja y oblonga , tripula
da por seis ú ocho hombres que la ban sorprendido ó
saqueado en una noche oscura y borrascosa , al re
volver algun islote salvaje é inhabitado , lo mismo
que detienen y saquean los bandidos una silla de
posla en la encrucijada de un bosque.
Pero como es , repuso Franz siempre tendido
en la barca , como es que aquellos a quienes sobre
viene semejante fracaso no dan el parle competenle ?
como no piden venganza á los gobiernos francés ,
sardo ó toscano contra esos piratas ?
-
- Por qué ? dijo Gaelano sonriendo.
-Sí , por qué ?
- Porque en primer lugar y por primera ope
racion , trasladan a su bordo todo lo que les convie
>

ne del buque ó yale apresado ; luego atan de piés


y manos á loda la tripulacion , sujetan al cuello
>

de cada uno una bala de á veinte y cuatro , abren


un agujero del diámetro de una barrica en la qui
lla del buque capturado ; vuelven luego á subir al
puente , cierran las escotillas y se pasan a su bu
que. Al cabo de diez minutos la embarcacion em
pieza á bambolearse y á gemir. Poco a poco se va
11
hundiendo : primero se sumerje un costado , luego
otro ; vuelve á levantarse , para volver á sumerjirse
y así sucesivamente hasta que se hunde del todo : de
repente suena un estampido semejante al de un
cañonazo : es el aire que rebienta el puente. En
lonces la embarcacion se ajita cual un náufrago que
lucha con las olas pero que se hunde mas y mas á
cada momento. Muy luego el agua sumamente com
primida hasta entonces en aquella cavidad , se lan
za por las aberturas semejante á esas columnas de
líquido que arrojaria por sus agallas un jigantesco
celáceo. Por fin lanza su postrer gemido , da una
última vuelta sobre sí mismo y se sumerje esca
vando en el abismo un vasto embudo , que se cierra
poco áa poco y acaba por borrarse del todo, en tér
>

minos que al cabo de cinco minutos es preciso el


ojo certero y penetrante de Dios para ir á encon
trar en el fondo de aquel mar tranquilo el buque
perdido. Comprendéis ahora , continuó el patron
sonriendo , porque el buque no entra en el puerto ,
y porque la tripulacion no se queja ?
Si Gaetano hubiese contado todo eso antes de pro
poner la espedicion , es probable que Franz lo hu
biera reflexionado mucho antes de delerminarse á
ello , pero la barca vogaba en direccion a la isla
y le pareció cobardía el retroceder . Era Franz uno
de esos hombres que jamas van en busca del pe
ligro , pero que cuando este les sale al encuentro
conservan su inalterable sangre fria para arrostrar
le : era uno de esos hombre de ánimo tranquilo y
que consideraba los peligros que podian sobreve
nirle durante la vida , cual a su adversario en un
- 12
CR

duelo , calculando sus movimientos , estudiando su


fuerza , que retrocede para tomar aliento si es co
barde, y en fin que conociendo todas las ventajas
que tienesobre su contrario le mala á la primera
estocada .
Bah ! repuso , he atravesado la Sicilia y la Cala
bria , he navegado dos meses en el Archipiélago y
jamás he visto la sombra de un bandido ni de un
pirala.
-No creais que yo haya dicho eso para haceros
desistir de vuestro proyeclo, no. Se me ha hecho una
pregunta y he contestado.
-Sí , mi querido Gaetano , lo creo muy bien , y
como vuestra conversacion es sobremanera intere.
sante y deseo disfrutarla la mayor parte posible de
tiempo , vamos á Monte -Cristo .
Durante esta conversacion se aproximaban con
rapidez al término de su viaje ; el viento venia fresco
y en popa y el buque hacia de seis á siete millas por
hora. A medida que se iban aproximando, la isla pa
recia salir é ir creciendo del seno del mar ; y á tra
vés de la admósfera despejada con los últimos rayos
del dia , se distinguian , como las balas en un arse
nal , aquel grupo de rocas amontonadas unas sobre
>

otras en cuyos intérvalos se distinguian las matas de


arbuslos y mirtos. En cuanto a los marineros, aun
que en apariencia perfeclamente tranquilos , era evi
dente que tenian suma vigilancia y que estaban en
continua alarma, pues su mirada investigaba el vas
to espejo por el que se deslizaban , cuyo horizonte se
veia poblado aqui y alli por algunas blancas velas
pertenecientes á barquichuelos pescadores que se
13
mecian , en lontananza , como una gaviota sobre la
,

espumosa superficie de las olas.


Apenas distarian quince millas de Monte-Cristo ,
cuando empezó el sol á ocultarse tras la isla de Cór
cega cuyas montañas se divisaban a la derecha , pro
veclando en el cielo su recortada sombra é iluminan
do aun la punta de aquella masa de piedras que, se
mejanles al jigante Adamastor, se elevaban frente
el barquichuelo. Poco a poco fué ascendiendo la som
bra desde el mar y pareció que con ella se llevaba el
3
último reflejo del dia próximo á concluir: llegó por
fin el rayo luminoso á verse impelido hasta la pun
ta del cono en el que se deluvo un momento como
el penacho inflamado de un volcan : en fin la sombra ,
siempre ascendente , invadió progresivamente la ci
ma cual habia invadido la base presentándose luego
cual una montaña gris cuyo color se iba ennegre
ciendo mas y mas. Media hora despues era ya com
pletamente de noche. its or
Felizmente los marineros estaban en su centro ha
bilual y conocian hasta la mas pequeña roca del ar
chipiélago toscano, pero con todo , en medio de la
>

profunda oscuridad que rodeaba al barquichuelo , >

Franz no era libre de dominar su inquietud . La isla


de Córcega habia desaparecido del todo , y la isla de
Monte - Cristo se habia hecho invisible ; pero los ma
rineros parecian tener como el lince la facullad de
penetrar las tinieblas,, y el piloto que dirijía el ti
mon no daba muestras de la menor indecision .
Una hora se habia pasado á poco diferencia desde
la desaparicion del sol, cuando Franz creyó apercibir
á su izquierda , á un cuarto de milla distante , una
TOMO II . 3
14
masa oscura , pero no podia distinguir lo que era :
temoroso , pues de escitar la risa y burlas de los mari
neros si fuesen casualmente algunas nubes flotantes
en vez de tierra firme, guardó silencio : de repente
apareció en ella un vivo resplandor : la tierra podia
parecer una nube, mas el fuego no era un meteoro.
-Que significa esa luz ? preguntó Franz.
--Silencio ! dijo el patron , es una hoguera.
Pero no deciais que estaba inhabitada ?
- Os dije que no tenia poblacion fija; pero os
añadí que es un punto de arribada para los contra
bandistas .
Y para los piratas ?
-- Y para los piratas, continuó Gaetano repitien
do las palabras de Franz , por esta razon he dado
órden de ir mas allá , al lado opuesto , pues que esa
hoguera ahi donde la veis eslá á nuestras espaldas.
Pero ese fuego , continuó Franz , mas me pare
ce un motivo de seguridad que de inquietud : si fue
sen gentes que temiesen ser vistas no irian á encender
fuego .
-

Ohi lo que es eso no quiere decir nada , contes


tó Gaetano ; si pudieseis juzgar , en medio de la os
curidad que nos envuelve, de la posicion de la isla ,
veriais que tal como está colocada , esa hoguera no
puede ser vista ni desde la Córcega ni desde la Pia
nosa , sino desde alta mar.
Con qué temeis que ese fuego nos indique mala
compañía ?
--Esto es lo que convendrá cerciorarse, replicó
Gaetano con los ojos constantemente fijos en aquella
estrella terrestre.
15
Y de que manera ?
- Vais á verlo.
A estas palabras , Gaetano , en voz baja , confe
rençió con sus compañeros, y al cabo de cinco minu
tos de discusion ejecutaron en silencio una maniobra,
con cuya ayuda viraron pronto de bordo : entonces
volvieron a tomar el camino que acababan de hacer,
y apenas transcurrieran algunos segundos , despues
de este cambio , la hoguera desapareció en un reco
do delterreno . Entonces el piloto , por medio del ti
mon , dió al barquichuelo una nueva dirección con
la que se aproximó visiblemente á la isla ,> de la que
muy luego solo se halló á distancia de unos cincuen
ta pasos. Gaetano amainó velas y la barca se man
tuvo al pairo.
Todas estas operaciones fueron ejecutadas en me
dio del mayor silencio y desde que se cambió la direc
cion, no se pronunció una sola palabra á bordo. Gae
lano al proponer la espedicion habia cargado con la
.

responsibilidad de sus resullas. Los otros tres mari


neros no separaron un momento deél la vista, prepa
rando los palos de virar , prontos evidentemente á
huir á fuerza de remo , cosa no muy dificil gracias a
la oscuridad. En cuanto á Franz , preparó sus armas
con aquella sangre fria que ya le conocemos : lleva
ba consigo una escopeta dedos cañones y una cara
bina ; las cargó , aseguróse bien de los cebos, y es
peró.
Durante este tiempo el.patron se habia despojado
de su gaban y su camisa y habia sujetado el pantalon
á su cintura, ahorrándose, por ir descalzo , el tiempo
que hubiera tardadoen quitarse sus zapatos y medias;
16
una vez en este traje, llevó un dedo á sus labios co.
mo indicando guardasen el mayor silencio , y desli
zándose al mar , nadó hácia la playa con tanta pre
caucion que era imposible oir el menor ruido. Tan
solo podia seguirse su ruta por el surco plateado que
promovia con sus movimientos. Mas luego hasta ese
surco desapareció : era evidente que Gaelano habia
tomado tierra .
Todos los que quedaron en el barquichuelo perma
necieron inmóviles durante media hora , trascurrida
la cual vieron aparecer en la orilla y acercarse á la
embarcacion el mismo plateado surco. Pocos ins
tantes despues , Gaetano se habia reunido con sus
compañeros.
- Qué hay ? dijeron á una Franz y los tres ma
rineros .
-Son contrabandistas españoles , en cuya com
pañía se hallan dos bandidos corsos.
-Y que relaciones pueden mediar entre bandi
dos corsos y contrabandistas españoles ?
- Qué quereis I replicó Gaetano con un tono de
profunda caridad cristiana , es preciso ayudarge
unos á otros. Con frecuencia , con mucha frecuen
.

cia se encuentran acosados en tierra los bandidos


por los gendarmes y carabineros; qué hacen enton
ces ? buscan una barca cualquiera , se refujian en
ella , y en elia valientes muchachos como nosotros
mismos vienen a pedirnos que les concedamos hos
pitalidad en nuestra casa flotante. Cómo rehusarlo ?
Les recibimos con la mas buena fe del mundo y pa
ra mayor seguridad nos largamos mar adentro . Esto
nada nos cuesta y al fin y al cabo salvamos la vida
17
ó á lo menos la libertad á uno de nuestros seme
jantes , que , cuando llega la ocasion , reconoce el
servicio que le hemos hecho y lo satisface indicán
donos unsitio apto y seguro donde peder desembar
car nuestras mercancías sin temor de ser molesta
dos por los curiosos.
-

- Vaya , vayaldijo Franz : con qué tambien sois


>

algo contrabandista , mi querido Gaetano ?


Qué quereis ! escelencia , dijo con una sonrisa
imposible de describir , bueno es saber de todo , es
>

preciso vivir .
En este caso os hallais en pais conocido con
los que ahora se encuentran en la isla de Monte
Cristo ?
- Casi , casi : nosotros los marinos somos como
los fracmasones , nos reconocemos por medio de
ciertas señales .
-Y os parece que podemos desembarcar á nues
Ira vez sin ningun temor ?
- Ninguno absolutamente los contrabandistas
no son salteadores.
Pero esos dos bandidos corsos... repuso Franz,
calculando de antemano todos los peligros posibles.
- Eh ! dijo Gaelano ; no es culpa suya si son
bandidos, quien la tiene es la justicia.
La justicia ?
-Claro está ! se les persigue por haber abierto
un ojal y no otra cosa , como si no estuviese en la
masa de la sangre de los corsos el vengarse.
Y que entendeis por abrir un ojal ? Asesinar
á un hombre ? dijo Franz continuando sus observa
ciones .
18
- Malar á un enemigo , repuso el patron , lo que
es ya muy diferente.
Vaya pues , dijo el jóven : pidamos hospitali
dad a los contrabandistas y á los bandidos. Creis
que nos la concederán ?
-Quién lo duda !
C
-Cuántos son ?
- Tres , y los dos bandidos ; lotal , cinco .
- Pues bien ; son exactamente tantos como no
sotros y estamos en el caso de que si esos señores nos
reciben de mala gana ó con siniestras intenciones ,
tenemos fuerzas iguales y podremos por consiguien
te defendernos. Con qué , por última vez : á Monte
Cristo !
- Está bien , pero permitidnos antes que tome
mos algunas prevenciones.
- Comomejor os parezca , querido ; sois sábio co
mo Nestor y prudente cual Ulises. No solo os lo per
mito si que os invito á ello .
- Corriente , silencio pnes i dijo Gaetano.
Todos callaron .
Para un hombre que como Franž examinaba to .
das las cosas bajo su verdadero punto de vista , la
posicion , sin ser peligrosa , no dejaba de lener cier
la gravedad . Encontrábase sumido en las tinieblas
mas profundas ; aislado en medio del mar con unos
marinos a quienes no conocia y que no tenian mo
tivo alguno para serle adictos ; que sabian llevaba
en su cinto algunos miles de francos y que habian
examinado diez veces , sino con envidia á lo menos
>

con curiosidad , sus armas que por cierto eran muy


>

hermosas y buenas. Por otro lado iba a abordar ,


19
sin otra escolta que aquellos bombres, á una isla
que llevaba un nombre religioso en estremo pero
que no prometia , gracias a los contrabandistas y
bandidos, ofrecer otra hospitalidad que la que ha
lló Cristo en el Calvario : á mas , aquella historia
de embarcaciones echadas á pique y que él creyera
exajeradas siendo de dia , le parecian mas proba
bles por la noche. Así , pues , colocado entre este
doble peligro , tal vez imaginario , tal vez real , no
perdia de vista á aquellos hombres ni soltaban sus
manos el fusil.
Mientras tanto los marineros habian izado velas
y emprendido de nuevo su ruta que cortaran dife
rentes vecesyendo y viniendo. A través de la oscu
ridad , Franz , habituado ya un poco a lastinieblas ,
distinguia el jigante de granito que iban costean
do ; luego, en fin , revolviendo denuevo la punta de
una roca apercibió el fuego que brillaba mas res
plandeciente que nunca yá
y cuyo alrededor estaban
sentadas cuatro o cinco personas. Los reflejos de la
hoguera se estendian y dilalaban hasta unos cien
pasos en el mar. Gaetano fué costeando la luz , man
teniéndose siempre en el punto menos iluminado ;
mas bien pronto se colocó frente a frente del hogar,
dirigióse á el en derechura y entró con impavidez
en el cerco luminoso entonando una trova marítima
cuyo estribillo cantaban en coro los marineros.
A la primera palabra de la cancion , los indivi
duos sentados al rededor de la hoguera se levanta
ron y acercaron al desembarcadero , fijos sus ojos en
el barquichuelo , cuya fuerza trataban evidente
meute de juzgar y de adivinar sus intentos. Pronto
20
parecieron haber hecho el exámen suficiente , pues
que volvieron las espaldas, yendo á sentarse nueva
mente junto a la hoguera en la cual estaban asando
una cabra entera : un solo hombre quedóse de pié
en la orilla.
En cuanto hubo llegado la falúa á distancia de
unos veinte pasos de la orilla , el hombre quo que
dára en la playa hizo maquinalmente con su cara
bina el ademan de un centinela que oye llegar una
patrulla , púsose en guardia y gritó en patués sardo:
Quién vive?
Franz preparó con la mayor serenidad su esco
peta de dos tiros.
Gaetano cambió entonces con aquel hombre algu
nas palabras de las que nada comprendió el viajero,
pero que evidentemente le concernian .
- Su escelencia , preguntá el patron , quiere
nombrarse ó guardar el incógnito ?
Mi nombre debe quedar del todo desconocido
para esa gente , contestó Franz , decidles tan solo
que soy un francés que viaja por divertirse.
En cuanto Gaetano hubo transmitido esta contes
tacion , el centinela dió una voz á uno de los hom
bres sentado delante del fuego , que se levantó al
momento, desapareciendo tras de las rocas. Hubo un
momento de silencio. Cada uno parecia ocupado en
sus negocios: Franz , en su desembarco ; los mari
neros , en recojer sus velas ; los contrabandislas, en
su cabrito ; pero en medio de esa aparente indife
rencia , todos se observaban mutuamente .
El hombre que se habia alejado apareció de re
pente por el lado opuesto aá aquel por el que habia
21
desaparecido, hizo con la cabeza un signo al centi
nela que se volvió y se contentó con solo pronunciar
estas palabras :
S'accómmodi !
El s'accommodi italiano es intraducible : quiere
decir á la vez : «Venid , entrad, sed bienvenido, es
(

tais en vueslra casa , sois el amo , » el s'accommodi


> 2

es como aquella frase turca de Moliere que tanto


admira al campesimo hidalgo por la multitud de
sinónimos que abraza.
Los marineros no se lo hicieron repetir y en cuatro
golpes de remo , el barco dió fondo.
Gaetano bajó á la arena, cambió algunas palabras
mas en voz baja con el centinela , y sus compañeros
saltaron uno despues de otro llegando por fin el tur
no á Franz .
Llevaba este una de sus escopetas cruzada a la
espalda en forma de bandolera , Gaetano la otra y
uno de los marineros su carabina. Su traje partici
paba del de artista y del de dandy á la vez , asi que
no inspiró á los huéspedes sospecha alguna y por
consiguiente tampoco les ocasionó inquietud. Amar
raron la barca a la ribera , y adelantaron algunos
pasos para encontrar punto en que establecer un có
modo vivac , pero sin duda el lugar á que se enca
minaban no era á gusto del contrabandista que es
taba de centinela , porque grito á Gaetano.
- Por otro lado , mi amigo !
Gaetano balbuceo alguna escusa, y sin insistir mas
se dirijió hacia el lado opuesto , mientras que dos
>

marineros para alumbrar el camino iban á encender


dos antorchas en el hogar. Andaron como unos trein
4
TOMO II .
22 -

la pasos , é hicieron alto en una pequeña esplanada


>

rodeada de rocas , en que habian arreglado una es


>

pecie de tinglados á propósito para servir de garitas,


en las que hacian centinela sentados. En el centro
amontonaron algunos troncos de olivo y espesos ra
mages de mirtos. Franz acercó á ellos una antorcha
y dedujo por un monton de cenizas que alli vió , que
no eran ellos los primeros en reconocer tan delicioso
lugar y que era allí probablemente donde se alber
gaban habitualmente los nómadas visitadores de la
isla de Monte-Cristo .
Por lo que hace á los sucesos que esperaba nada
habia acontecido.
En cuanto hubo puesto el pié en tierra firme ,
en cuanto hubo visto las disposicines sino amisto
sas , al menos indiferentes de sus huéspedes , habia
> >

desaparecido toda su preocupacion , y al olor de la


cabra que asaban en el vivac prócsimo , la preocu
pacion se habia convertido en apetilo.
Dijo algunas palabras acerca de este nuevo inci
dente á Gaetano , quien le respondió que nada ha
bia mas fácil que una cena , cuando se tenia , como
les sucedía á ellos en su barca , pan , vino , seis
perdices y un buen fuego para asarlas.
- Por otra parte , añadió, si V.E. encuentra tan
-

incitativo el olor de la cabra , puedo ir á ofrecer á


nuestros vecinos dos aves por un trozo de su cua
drúpedo .
-Si , marchad , Gaetano , marchad , dijo Franz ;
-

habeis nacido verdaderamente con el génio de la


negociacion .
Durante este tiempo >, los marineros habian arran
23
cado muchos montones de yerba seca y ramas de
encina , que aplicaron al fuego que presentó áa poco
rato una hoguera bastante respetable. Franz espe
raba con impaciencia la vuelta del patron , cuando
este se presentó dirijiéndose á él con aire preocu
pado.
- Y bien ! preguntó Franz , que tenemos ? recha
zan nuestra oferta ?
Al contrario , dijo Gaetano : el gefe á quien se
le ha dicho que sois un joven caballero francés , os
invita á cenar con él .
- Pues bien l esclamó Franz , no seré yo quien
rehuse , tanto mas cuanto que llevo mi parte de la
cena .

Oh ! no es eso ; tiene comida abundante ; sino


que añade al convite a su casa una singular con
dicion .
- Á su casa I replicó el jóven , hamandado aca
so edificar una casa ?
- No , mas sin embargo , no deja de tener un
silio bastante cómodo, segun me han asegurado.
- Conoceis á este gefe ?
He oido hablar de él .
Bien ó mal ?

.
De ambos modos.
- Diabloly qué condicion es lo que me impone ?
-Que os dejeis vendar los ojos y que no os qui
teis la venda hasta que él mismo os lo diga .
Franz sondeó cuanto le fué posible la mirada de
Gaetano , para saber lo que ocultaba aquella pro
posicion.
Ahi diantre , replicó este respondiendo al pen
24

samiento de Franz , bien lo conozco , la cosa mere


ce reflexionarse .
- Qué hariais vos en mi lugar ? esclamó el jóven .
-- Yo que nada tengo que perder , iria.
-Con qué ..... aceptariais ?
-

-Si , aunque no fuese mas que por curiosidad.


-

Si ? Luego en ese gefe hay que ver algo de


curioso ?
-
- Escuchad , dijo Gaetano bajando la voz ; no sé
si será cierto lo que se cuenta..... y se detuvo mi
rando á su alrededor para ver si era escuchado.
- Y qué se ouenla ?
-

- Que ese gefe habita un palacio sublerráneo , al


-

lado del cual el palacio Pillí es bien poca cosa.


-Soñais ! dijo Franz sentándose.
Oh I no es un sueño , continuó el patron , es
.
>

realidad. Cama ,' el piloto del San Fernando , entró >

en él un dia y salió maravillado , diciendo que tales


tesoros no existen sino en los cuentos de las hadas .
-Sabeis , dijo Franz , que con semejantes pala
bras me hariais descender á la caverna de Ali-Baba ?
-

-Os repito lo que me han dicho , escelencia.


- Con qué me aconsejais que acepte ?
-Oh ! no digo eso ; su escelencia hará lo que
mejor le parezca , pues yo no quisiera aconsejarle
en semejante ocasion .
Franz reflexionó algunos instantes , comprendió
que aquel hombre tan rico no podia intentar nada
contra él , que solo llevaba algunos miles de fran
cos ; y como no veía en todo esto sino una escelente
cena , aceptó.
Gaetano fué á llevar la respuesta.
25
Pem Sin embargo , ya lo hemos dicho , Franz era pru
dente ; así, pues , trató de adquirir todos los detalles
]. posibles acerca de aquel huésped misterioso. Vol
vióse pues hacia el marinero , que habia desplu
mado las perdices durante este diálogo con la gra
vedad de un hombre orgulloso de ejercer sus fun
ciones , y le pregunto donde habian podido abordar
aquellos hombres, puesto que no se veía ni barca ,
ni tartana .
No os inquieteis por eso , dijo el marinero , co
nozco la embarcacion que montan .
Es bonita ?
Deseo á su escelencia una semejante para dar
una vuelta al mundo.
- De qué fuerza es ?
- Casi de mas de cien toneladas . Por lo demas
es un buque de capricho , un yate , como dicen los
> >

ingleses ; pero construido de manera que pueda con


trarestar al mar en todos tiempos.
Donde ha sido construido ?
- Lo ignoro ; sin embargo , creo que es genovés.
- Y cómo es que un gefe de contrabandistas, con
tinuó Franz , se atreve a construir un yate desti
nado a su comercio , en el puerto de Génova ?
- Yo no he dicho , dijo el marinero , que el due
ño de ese yate fuese un gefe de contrabandistas.
Ya se vé que no , pero lo ha dicho Gaetano ,
si no he oido mal .
-Gaetano habia visto la tripulacion de lejos ,
-

pero aun no habia hablado con nadie.


- Y si ese hombre no es un gefe de contraban
dislas , qué es entonces ?
>
26
Un señor muy rico que viaja por gusto.
- Vaya ! pensó Franz , el personaje es mucho
>

mas misterioso ahora , puesto que las opiniones acer


ca de él son diferentes.
Y no sabriais decirme su nombre ? siguió
Franz .
-Cuando se le pregunta , contesta que se llama
Simbad el marino ; pero dudo que sea su verdadero
nombre.
Simbad el marino ?
- Sí.
Y dónde habila ?
En el mar .
- De qué país es ?
- No sé .
Le habeis visto ?
Algunas veces .
- Qué clase de hombre es ?
- Su escelencia juzgará por sí mismo.
Y dónde me va á recibir ?
-Sin duda en ese palacio subterráneo de que os
ha hablado Gaetano .
Y nunca habeis tenido curiosidad , cuando ha
beis arribado aquí y hallado la isla desierta , de pro
curar penetrar en ese palacio encantado ?
-
- Oh si por cierto , replicó el marinero , y
>

mas de una vez ; pero nuestras pesquisas han sido


inútiles : hemos registrado la roca por todos lados,
y no hemos encontrado la mas minima abertura .
Por otra parte , dicen que la puerta no se abre con
llave , sino por medio de una palabra mágica .
- Vamos , héme aquí decididamente transforma
27 C.

do en un héroe de las mil y una noches , balbuceo


Franz .
Su escelencia os espera , dijo una voz á su es
palda , que reconoció por la del centinela ..
Acompañaban al recien venido dos hombres per
tenecientes a la tripulacion del yale. Por toda res
puesta Franz sacó su pañuelo del bolsillo y lo pre
sentó al que le habia hablado. Este , sino decirle
una palabra siquiera , le vendo los ojos con un cui
>

dado que indicaba el lemor de cometer alguna in


discrecion , despues de lo cual le hizo jurar que no
trataria de quitarse la vendit hasta tanto que se lo
dijera su gefe. Franz lo juró.
Entonces los dos hombres le cojieron cada uno por
un brazo , y empezó á caminar guiado por ellos y
precedido del centinela. Despues de andar unos
treinta pasos , conoció a causa del fuerte calor de
>

la hoguera y del olor cada vez mas apetitoso de la


cabra , que pasaba por delante del vivac ; le hicie
ron continuar caminando unos cincuenla pasos mas ,
avanzado evidentemenle hacia el lado por donde no
habian querido dejar pasar á Gaetano , cuya probi
bición se esplicaba entonces perfectamente. Pronto
conoció Franz , por el cambio de atmósfera , que en
traba en un subterráneo . Al cabo de algunos segun
dos de marcha , oyó un crujido y le pareció que la
almósfera cambiaba de nuevo volviéndose tibia y
perfumada ; en fin , sintió que sus pies pisaban una
alfombra blanda y tupida: entonces sus guias le
abandonaron . Hubo un momento de silencio , y una
voz dijo en buen francés aunque con acento estrap
jero :
.
28 .

-Señor mio ; bien venido seais á mi casa , po


deis quitaros la venda .
co
Como ya se figurarán nuestros lectores , no aguar
dó Franz á que se le repitiese segunda vez esta in
vitacion ; desanudóse el pañuelo , y se encontró en
frente de un hombre de treinta y ocho á cuarenta
años , vestido con un traje griego ; es decir , un cas
>

quete encarnado con una larga borla de seda azul ,


una túnica de terciopelo negro bordada de oro ,
calzones de color de sangre muy anchos , polainas
del mismo color bordadas de oro como la túnica ,
y babuchas amarillas ; un magnífico chal de cache
mira le ceñia la cintura , y pendia de este chal una
pequeña daga aguda y algo encorvada. Aunque de
una palidez lívida lenia este hombre una fisonomía
notablemente hermosa ; sus ojos eran vivos y pene
trantes ; su nariz recta y casi al nivel de la frente ,
indicaba el tipo griego en toda su pureza , y sus
dienles blancos como perlas , resaltaban mucho mas
bajo el negro bigote que los cubria. Un no sé qué
de estraño tenia aquella pálidez ; hubiérase dicho
que era la de un hombre encerrado largo tiempo en
una tumba y que aun no habia podido recobrar el
color de los vivos. Sin ser de gran estalura , era
muy bien formado , y como todos los hombres del
Mediodia , tenia las manos y los pies pequeños. Pe
ro lo que mas asombró á Franz , que tomára por un
sueño todo lo que le habia dicho Gaetano , fué la 1
suntuosidad уy magnificencia del mueblaje.
Toda la habitacion estaba forrada de una tela tur
ca de color carmesí, bordada de grandes flores de
oro : en un lado habia una especie de divan. , sobre
29
el cual eslaba colocado un trofeo de armas árabes
adornado con resplandecientes piedras preciosas ;
del techo colgaba una lámpara de cristal de Venecia
de una forma y de un color encantadores, y los pies
reposaban sobre una alfombra de Turquía en la que
se sumerjian hasta el tobillo ; unas trampas cubrian
la puerta por donde Franz habia entrado , vién
dose a través de otra puerta una segunda habila
cion que parecia espléndidamente iluminada. El jefe
dejó por un instante á Franz entregado á su sor
presa , devolviéndole al propio tiempo su exámen ,
pues no dejaba un momento de mirarle con suma
atencion .
Caballero , le dijo al fin , os pido mil veces
perdon por las precauciones que se os han exijido
para introduciros en mi casa ; pero como la mayor
parte del tiempo está desierta esta isla , si el secre
to de esta morada fuese conocido , sin duda la ha
llaria al volver en muy mal estado , lo cual me se
ria muy desagradable , no tanto por la pérdida que
>

eslo me causaria , como porque ya no tendria la cer


teza de poder separarme de los demás hombres y
aislarme del todo, cuando así lo deseo. Ahora voy
>

á procurar haceros olvidar , la pequeña contrarie


>

dad , que no dudo habreis sufrido , ofreciéndoos lo


que seguramente no esperariais hallar, es decir una
cena bastante regular y una buena cama. Some
A fé mia , querido huésped , respondió Franz ,
que no se os debe escusar por eso . Siempre he visto
que se vendaba los ojos a las personas que penetra
ban en los palacios encantados; ahí teneis sino á
Raoul en los Hugonotes , y verdaderamente no ten
30 -

go porque quejarme , pues lo que me mostrais és


digno de las maravillas de las Mil y una noches .
C
Pues yo os diré como Lúculo : si hubiese sabi
do que tendria el honor de vuestra visita , me hubie
ra preparado para ella. Pero en fin , tal como es mi
.

choza , la pongo a vuestra disposicion , y os ofrez


co mi frugal cena con toda cordialidad . Alí puedes
ya servirnos ?
En aquel mismo instante la trampa se levantó y
un negro de la Nubia , de color de ébano , vestido
con una sencilla túnica blanca hizo señas a su amo
de que podia pasar al comedor.
Ahora , dijo el desconocido á Franz , no sé si
>

sois de mi opinion , pero me parece que no hay na


da mas desagradable que tener una conferencia de
dos ó tres horas sin saber con que nombre llamar
se . Me son demasiado caras las leyes de la hospi
talidad para atreverme á preguntaros el vuestro
y os ruego solamente que me designeis un nombre
cualquiera , por medio del cual pueda dirigiros la
palabra. En cuanto a mí os diré que acostumbran
llamarme Simbad el marino.
-
Y yo , replicó Franz , os diré que como no me
falta para estar en la situacion de Aladino , mas
que la lámpara maravillosa , no veo que nada se
oponga á que por ahora me llameis Aladino. A mas,
esto me servirá para no salir del Oriente á donde
creo haber sido trasportado por medio del poder de
algun buen génio.
- Pues bien I señor Aladino , esclamó el estraño
anfitrion , ya habeis oido que la cena estaba pron
ta ; dignaos pues, tomaros la molestia de pasar al
31

comedor ; vuestro humilde servidor os precede pa


ra mostraros el camino .
Y en efecto , á estas palabras, levantando la
trampa , Simbad echó á andar delante de Franz.
Este marchaba de encanto en encanto ; la mesa
estaba esplendidamente servida. Una vez convenci
do de este punto imporlante , dirijió los ojos á su
alrededor. El comedor era menos espléndido que
la sala que acababa de abandonar ; era todo de
mármol , con bajos relieves, antiguos de gran va
lor , y en los cuatro ángulos de la habitacion , cua
tro magníficas estátuas ostentaban sobre sus cabezas
otros tantos canastos que contenian , en forma de
pirámide , diversas frutas ;; ananas de Sicilia , gra
nadas de Málaga , naranjas de las islas Baleares ,
abridores de Francia y dáliles de Tunez. En cuan
to á la cena se componia de un faisan asado y ro
deado de mirlos de Córcega , un jamon de jabali con
jalelina , un cuarto de cabra a la tártara , un mag
>

nífico rodaballo , y una enormelangosta . Los inter


>

medios de los grandes platos se veian ocupados por


otros mas pequeños que componian los entremeses.
Las fuentes eran de plata , los platos de porcelana
del Japon . Franz se frotó los ojos para asegurarse
de que no era un sueño todo lo que ante sus ojos le
nia lugar. Alí era el único sirviente y por cierto que
no lo desempeñaba mal .
-Sí , replicó Simbad , haciendo los bonores á
-

su cena con desembarazo ; sí, este es un pobre dia


se acue
rda de
blo que ;
que le he salvado la vida , y como segun pareceiba
- 32
á perder la cabeza , me ha guardado algun recono
cimiento por habersela conservado .
Aunque no entendiese el francés , Alí conoció por
las miradas de Simbad que hablaba de él ; se acer
có pues á la mesa , lomó una mano de su bienhe
chor y la besó.
- Y pasaria a vuestros ojos por indiscreto , señor
-

Simbad , dijo Franz , si preguntáse en que circuns


tancia habeis hecho tan buena accion ?
-Oh , Dios miol bien sencillo es , replicó Sim
>

bad ; segun parece este truan habia rondado el ser


rallo del bey de Tunez mas cerca de lo que conve
nia á un lunante de su color , de suerte que fué
condenado por el bey á que se le cortase la lengua ,
una mano y la cabeza : la lengua el primer dia , la
mano el segundo y el tercero la cabeza. Yo siem
pre habia deseado con ansia tener á mi servicio un
mudo ; esperé á que tuviese la lengua cortada , y
>

fuí á proponer al bey que me le diese en cambio de


un magnífico fusíl de dos cañones que el dia ante
rior me pareció escitaba en su alteza los deseos de
poseerle . Vaciló un instante , lanta era su gana de
acabar con el pobre diablo : pero añadí al ſusíl un
cuchillo de caza inglés , con el cual ha bia hecho
pedazos el yatagan de su alleza , y entonces vencido
por mis ofertas , se decidió á concederle el perdon
de la mano y de la cabeza , bajo la condicion de que
no volveria á poner los pies en Tunez . La reco
mendacion era inútil , pues en cuanto apercibe las
costas de Africa se refugia en la sentina y no vuel
ve á parecer hasta que se ha perdido de vista la
tercera parle del mundo .
33
Franz permaneció un momento mudo y reflexivo,
no sabiendo que pensar de la bondad cruel con que
Simbad acababa de hacerle aquel relato .
- Y así como el marino, cuyo nombre habeis
tomado , dijo cambiando de conversacion , pasais
vuestra vida viajando ?
-Sí ; es un voto que hice en un tiempo en que
no creia poderlo cumplir , dijo sonriendo el desco
nocido ; tambien tengo hechos algunos votos mas co
mo este , los cuales espero que se cumplirán áa su
>

vez .
Aunque Simbad pronunció estas palabras con la
mayor sangre fria , sus ojos lanzaron una mirada
de estraña ferocidad .
- Habreis sufrido mucho , caballero ? preguntó
Franz . le soleil etist
Simbad se estremeció y le miró fijamente.
-En qué lo conoceis ? pregunto.berta
- En todo , replicó Franz ; en yuestra voz , en
vuestra mirada , en vuestra palidez y en la vida que
llevais.
Yo I si llevo la vida mas feliz que darse pue
da , una verdadera vida de bajá ; soy el rey el ver
dadero rey de la creacion : me gusta un lugar , me
quedo en él ; me fastidio , parto ; soy libre como el
pájaro , y como él lengo alas. Las personas que me
rodean me obedecen á la mas mínima señal ; de vez
en cuando me divierto en burlarme de la justicia
libertando de sus garras algun bandido a quien bus
ca , ó algun criminal a quien persigue. A mas de
eso , tampoco me falta mi justicia baja y alta , sin
prórroga ni apelacion , que condena ó que absuel
34

ye , y con la cual nadie tiene nada que ver. La vi


da que llevo , decis....? Oh ! si hubieseis disfrutado
de ella ni anhelariais otra , ni volveriais al mun
do , á ese mundo tan miserable , á menos sin em
bargo que debieseis , como yo , realizar en él al
>

gun proyecto.
- Tal vez una venganza ! dijo Franz.
Simbad arrojó al jóven una de esas miradas que
penetran hasta lo mas profundo del corazon y del
pensamiento.
- Y por qué una venganza ? preguntó.
-

- Porqué , continuó Franz , me pareceis un hom


bre que , perseguido por la sociedad , tiene que ar
reglar con ella alguna cuenta terrible.
-Oh ! desechad semejante absurdo , esclamó
Simbad riendo y mostrando sus dientes blancos y
agudos ; tal como me veis , soy una especie de fi
lántropo , y acaso algun dia vaya a París aun que
solo sea para reunirme con Apper y con el hom
bre de la pequeña capa azul .
- Y será probablemente la primera vez que ha
ceis ese viaje ?
-Oh ! sí ; á decir verdad no soy de los mas cu
riosos, pero os aseguro que no es culpa mia , si he
tardado tanto ; un dia ú otro será.
- Y pensais hacerlo pronto ?
- Esto es lo que no sé porque depende de las cir
cunstancias sometidas a algunas inciertas combina
ciones.
Mucho me complaceria hallaros en la corte
francesa y con tanto mas motivo , cuanto procu
>
35
raria devolveros la amable hospitalidad que me dais
en Monte -Cristo .
- Con mucho gusto aceptaria vuestra oferta >

replicó Simbad ; pero desgraciadamente , si voy ,


será de incógnito .
Próxima á concluirse estaba ya la cena , y en
verdad que parecia haber sido servida espresamen
te para Franz porque aá penas gustára el desconoci
do de alguno que otro plato de los que le habia
ofrecido en su espléndido festin , y al que el ines
perado convidado habia hecho tan bien los honores.
Al concluir , Ali trajo los postres , ó mas bien to.
>

mó las canastas de las cabezas de las estáluas y las


puso sobre la mesa , colocando entre dos de ellas una
copa de oro cubierta con una tapadera del mismo
metal .
El respeto con que habia traido Alí esta copa des
pertó la curiosidad de Franz . Levantó la tapadera y
vió una especie de pasta de color verde que le era 1
del todo desconocida , volvió entonces á colocar la
tapadera , quedando tan ignorante de lo que conte
>

nia despues de haberla cubierto como antes de des


cubrirla. Ocurriósele en aquel momento mirar a su
huésped , y este que se sonreia de sa admiracion , le
dijo : su admiracion, le
-Querido mio , difícil me parece que os sería
adivinar cual es la clase de alimento queen esa copa
se encierra . ase de alimento queen esa copa
- En efecto .
-Pues bien , esa especie de confite verde no es si
no la ambrosia que Hebe servia en la mesa de Jú
piter . ) ES !
36
- Pero esa ambrosia , dijo Franz, al pasar por la
mano de los hombres , precisamente debe haber per
dido su nombrecelestial para tomar un nombre huma
no. Servios pues indicarme como se llama entre los
hombres ese manjar de los Dioses, hacia elcual , por
otra parte , no siendo gran simpatía ?
>

Hé ahí justamente lo que revela vuestro origen


material , esclamó Simbad ; muy a menudo pasamos
junto a la felicidad sin verla , sin mirarla , ó si la
hemos visto y mirado , sin conocerla. Vamos á ver !
>

Sois positivista y el oro es vuestro Dios ? quitad esa


pasta , y láminas del Perú , de Guzcarate Уy de Gol
conda se presentarán á vaestros ojos. Sois poeta ?
quitadla de nuevo , y desaparecerán las barreras de
lo posible ; el infinito desplegará ante vuestros ojos
sus dilatadas llanuras; recorrereis con el corazon
palpitante de placer , con la mente henchida de li
bertad, los campos sin límite de la fantasía. Sois am
bicioso ? corréis tras las grandezas de la lierra ?qui
tadla de nuevo y en una hora seréis rey , y no rey de
un pequeño estado oculto en un rincon de Europa ,
como la Francia , la España ó la Inglaterra ; sino rey
del mundo , rey del uuiverso , rey de la creacion .
Vuestro trono estará colocado en la cima del monle
donde Salarás llevó á Jesús ; y sin tener necesidad
de rendirle homenage , sin veros obligado á besarle
las garras, seréis el soberano dueño de todos los rei
nos de la tierra . Decidme ahora ; os seducen los cua
dros que os presento ?... En todo caso , para que una
pronta realizacion acompañe mis palabras, no hay
mas que hacer esto... mirad !
Y luego de pronunciadas estas palabras, descubrió
37
Simbad la copa de oro que encerraba el tan encomia
do manjar ; tomó un poco de aquel májico confile
con una cucharita de café, llevóselo á la boca y lo
saboreó lentamente , con los ojos medio cerrados y
la cabeza - inclinada hacia atrás. Franz le dejó todo el
tiempo necesario para saborear aquel manjar favo
rito ; cuando le vió algun tanto repuesto esclamo : 2

- Pero en fin qué manjar es ese tan precioso ?


Habeis oido hablar del viejo de la montaña, le
preguntó su huésped , el mismo que intentó asesinar
>

á Felipe Augusto?
Sin duda .
.
Pues bien ; ya sabeis que reinaba en un rico va
lle dominado por la montaña cuyo nombre pintores
co habia tomado. En ese valle habia magníficos jar
dines plantados por Hasseu -beu -Sabah , y en el cen
tro deestos jardines se levantaban ricos y aislados
cenadores. En estos cenadores , pues , hacia entrar
á sus elejidos y alli les hacia comer , segun dice Mar.
co Polo , cierta yerba que los trasportaba al Paraiso
en medio de flores siempre abiertas , de frutos siem
pre sazonados, de mujeres siempre vírgenes. Ahora
pues; lo que aquellos jóvenes bienaventurados toma
ban por la realidad, era sueño; pero un sueño tan dul
ce, tan embriagador , tan voluptuoso, que se vendian
>

en cuerpo y alma al que se lo habia proporcionado, y


obedeciendo sus órdenes como a las de Dios , iban á
clavar sin compasion el homicida puñal en el pecho
de la víctima que su amo les mostraba con el dedo ;
muriendo despues en los tormentos sin quejarse, con
la única idea de que la muerte que sufrian no era si
no una transicion á aquella vida de delicias , de la
TOMO II . 5
38
cual esa yerba santa que ante vos teneis , les habia
dado una idea .
En este caso , esclamó Franz , será el hatchis.
>

Ya, ya le conozco , es decir , de nombre .


Justamente habeis dicho la palabra señor Ala
-

dino ; es el hatchis , el mejor y mas puro qne se fa


brica en Alejandria ; el hatchis de Abu -Gor, el gran
fabricante , el hombre único ; hombre á quien se de
biera edificar un eterno y magnífico monumento con
la siguiente inscripcion : Al fabricante de la felici
dad, el mundo reconocido.
-- Creeréis que me van entrando deseos de probar
-

por mí mismo lo que hay de real ó exajerado en vues


tras palabras?
- Juzgad por vos mismo mi querido huésped ,
juzgad ; pero no os fieis de la primera esperiencia.
Lo mismo que en todas las cosas , es preciso acos
tumbrar los sentidos á una impresion nueva , dulce
ó violenta , triste ó alegre. Hay una lucha de la na
>

turaleza contra esa divina sustancia , pues aquella


no está acostumbrada a la alegria , y antes bien se
inclina al dolor. Es preciso que la naturaleza venci
da sucumba al combale; es preciso que la realidad'su
ceda al sueño , y entonces el sueño reina, entonces es
el sueño el que se vuelve vida y la vida sueño , pero
>

qué diferencia hay en esta transfiguracion , es decir,


comparando los dolores de la existencia real con los
goces de la existencia ficticia ? Ya no querriais vivir
mas, y siempre querriais soñar. Cuando abandoneis
vuestro mundo por el mundo de los demás, os pa
recerá que pasais de una primavera napolitana á un
invierno de la Laponia , os parecerá abandonar el
>
39
paraiso por la tierra, el cielo por el infierno. Pro
bad el hatchis, mi querido buesped , probadlo !
La sola contestacion de Franz fué tomar una cu
charada del maravilloso manjar, en igual cantidad
poco mas o menos que la tomara el otro , y llevarla á
su boca.
- Diablol esclamó despues de haber tragado
aquel divino manjar ,no sé aun siel resultado será lan
agradable como decis , pero la cosa no me parece lan
sabrosa como afirmais.
-Y sabeis porque no os parece tan sabrosa ?...
porque vuestro paladar no está aun costumbrado á
la sublimidad de la sustancia que gusta. Decidmé,
acaso habeis comido con gusto desde la primera vez
las ostras , el té , las truchas, todo lo que habeis
anhelado despues ? Comprendeis acaso á los romanos
que sazonaban los faisanes con asa félida, y á los chi
nos que comen nidos de golondrinas ? Pues bien ! lo
mismo sucede con el hatchis, comedle por espacio de
ocho dias y al cabo de este tiempo , ningun alimento
del mundo os parecerá reunir la delicadeza de ese
gusto que hoy se os figura desabrido y nauseabundo.
Ahora , si os parece, pasemos á esa babitacion cerca
na , es decir , á yuestro cuarto , donde Alí nos servirá
el café y nos dará pipas.
Los dos se levantaron y mientras el llamado Sim
bad daba algunas órdenes á su criado, Franz entró
en dicha habilacion .
Estaba esta amueblada con sencillez, aunque no
por eso menos ricamente. Erà de forma circular ,
y un gran divan la rodeaba : divanes , paredes y pa
vimentos , todo se hallaba cubierto por pieles mag
40
níſicas, lupidas y blandas como los mas muelles la
pices; habia pieles de leon del Atlas , de pobladas
crines ; pieles de tigre de Bengala de hermosas y
marcadas rayas ; pieles de pantera del Cabo , man
chadas graciosamente como la que se apareció al
Dante ; en fin , pieles de oso de la Siberia , y de zor
ros de Noruega , y todas ellas estaban arrojadas unas
sobre otras con profusion , de manera que los pies pa.
recian descansar sobre el césped mas espeso y repo
sar sobre la cama mas blanda. Los dos se recostaron
sobre el divan1 ; houkas con lubos de jazmin y boqui
llas de ámbar estaban á la altura de la mano dispues
los para no tener el trabajo de fumar dos veces en el
mismo. Tomaron uno de ellos cada uno, encendiólos
Ali y salióse luego en busca del café.
Reynaron algunos instantes de silencio , durante
los cuales se dejó Simbad apoderar por las ideas que
vagaban siempre por su mente , ideas que ni un mo
mento dejaban de ocuparle aun cuando estuviese en
tretenido en la mas acalorada conversacion . Por lo
que toca á Franz se entregó tambien , durante aque
llos instanles, a esa especie de natural abandono y mu
da languidez en que se cae siempre al fumar un ta
baco escelente, que parece llevarse con el humo lo
das las penas del corazon , y devolver en cambio to
dos los pensamientos al alma.
Ali sirvió el café.
- Como os gusta mas ? dijo el desconocido ; á la
francesa ó á la turca, fuerte ó lijero, dulce ó con poco
azúcar , pasado ó en el momenlo de hervir ? á vues
Tra eleccion : lo hav preparado de todos modos .
-
41 -

- Pues entonces , lo lomaré á la turca , respondió


Franz .
- Y en verdad que haceis divinamente , esclamó
su huésped ; esto prueba que teneis disposiciones pa
ra la vida oriental . Abl los orientales, esos son en el
mundo los que saben vivir. En cuanto a mí , añadió
con una de esas sonrisas que no se escapaban al jó
ven , cuando haya concluido mis asuntos en Paris,
iré á buscar mi tumba en Oriente , y si queréis en
contrarme, será preciso que vayais á buscarme al
Cairo >, á Bagdad ó á Ispahan.
Y por cierto , dijo Franz, que creo será la cosa
>

mas fácil del mundo , pues me parece que me han


colocado alas de águila, y con estas alas daria una
vuella por todo el globo en menos de veinte y cuatro
horas .
-Ah! ahl el hatchis va operando ; entonces creed
me , desplegad vuestras alas y elevaoos hasta la ce
rúlea esfera ; no temais >, no , el hatchis vela por vos,
y si , como las de Icaro , vuestras alas se derriten al
sol, aqui estamos para recibiros.
Dicho esto , dirijió en árabe algunas palabras á Ali
que haciendo un signo de obediencia se retiró , mas
sin salir del aposento. Por lo que toca á Franz , una
.estraña transformacion se operaba en él : toda la fa
tiga física de aquel dia, toda la preocupacion de espí
ritu que en él habian hecho nacer los acontecimien
tos de la noche , desaparecia como en un primer
momento de reposo , donde se vé lo suficiente para
sentir venir el sueño. Su cuerpo parecia adquirir
una ligereza inmaterial; su imaginacion se aclara
.
42
ba de una manera estraña ; sus sentidos parecian au
menlar sus facultades.
Poco á росо íbase ensanchando ante sus ojos el ho
rizonte , no aquel horizonte sombrío y negruzco cu
bierto por las nieblas de un vago é indefinible terror,
sino un horizonte azul , transparente , vasto , con lo .
do el azul é inmensidad del mar , con todo el brillo
y luz del sol , con todo el aroma y perfume de la bri
sa ; á poco , arrullado por los cantos de sus marine
ros , cantos tan dulces y tan puros que se parecian
á un coro de celestes virjenes , veia aparecer la isla
>

de Monte-Cristo , no ya como un escollo amenazador


sobre las olas , sino como un Oásis perdido en el de
sierlo ; luego , a medida que la barca se acercaba ,
los cantos se volvian mas numerosos , porque una
armonía divina y misteriosa subia desde aquella isla
hasta Dios , como si alguna hada como Yorelay ó
algun encantador como Anfion , hubiese querido
atraer á ellla una alma o edificar una ciudad.
Al fin la barca tocó la orilla , pero sin esfuerzo , sin
sacudimiento , asi como los labios locan a los labios,
y Franz se imaginó entrar en la gruta sin que cesa
se aquella encantarora música. Bajó , ó mas bien le
pareció bajar algunos escalones, respirando un aire
fresco y embalsamado como el que debia reinar al
rededor de la gruta de Circe, compuesto de tales
perfumes que estasian , de las tales ardores que abra
san , y volvió á ver lodo lo que habia visto antes de
su sueño , desde Simbad , el huésped fantástico , has
ta Alí , el servidor mudo ; despues le pareció que to
>

do se borraba , y confudia ante susojos , como las


>

últimas sombrasde una linterna mágica que se apa


43
ga , encontrándose en la habitacion de las estaluas,
>

iluminada solamente por una de estas lámparas an


tiguas que velan en medio de la noche el sueño de la
voluptuosidad .
Eran aquellas estatuas ricas en formas de luju
ria y de poesía , de ojos magnéticos, de sonrisa las
civa, de undosa y abundante caballera . Representa
ban Frinée , Cleopatra , Mesalina , las tres mas her
>

mosas cortesanas , y en medio de aquellas sombras


impúdicas se deslizaba como un rayo puro , como un
ángel cristiano en medio del Olimpo , una de esas
figuras castas, una de esas visiones dulces que parecia
velar su frente virginal bajo todas aquellas impure
zas de mármol .
Entonces le pareció qne aquellas tres estatuas ha
bian reupido sus tres amores para un solo hombre,
y que este hombre era él ; quese acercaban a la cama
donde dormitaba bajo el el influjo de un segundo sue
ño , con los pies perdidos en sus largas túnicas blan
cas , desnuda su alabastrina garganta, los cabellos
sueltos formando ondas , en una de esas actitudes á
las queresistian los santos , mas ante la cual sucum
bian los dioses; con una de esas miradas inflexibles,
ardientes, magnéticas , como las de una serpiente
>

sobre el pájaro; le pareció á Franz que se abandona


ba á esas miradas dolorosas como una presion , pero
voluptuosas como un beso ; le pareció que cerraba
los ojos, y que a través de la última mirada que arro
jaba en derredor suyo , entreveía la estatua púdica
que se velaba enteramente ; y cerrando los ojos a las
cosas reales , sus sentidos se abrieron a las impresio
nes imposibles.
44
Entoncess gozó de una voluptuosidad completa ,
de un amor sin reposo , como el que pomelia el profe
ta á sus elegidos. Entonces todas aquellas bocas de
piedra se animaron hasta el punto que para Franz,
sufriendo por la primera vez la influencia del hat
chis , aquel amor era casi un dolor , aquella volup
>

tuosidad casi un tormento , cuando sentia pasar por


su boca los labios de aquellas estátuas, flexibles y
frios como los anillos de una culebra. Pero mientras
mas intentaban rechazar sus brazos aquel amor des
conocido , mas sufrian sus sentidos el encanto de
>

aquel sueño misterioso ; tanto que despues de una


lucha por la cual hubiera dado su alma, se abandono
sin reserva y concluyó por caer sin aliento , fatiga
do, aniquilado por el cansancio, bajo los encantos de
aquel sueño inaudilo .
45

2.

AL DESPERTAR .

F alvolver en si,tomó
Flusz,
RANZ , , los objetosesteriores
como una continuacion de su sueño ; creyó hallarse
en un sepulcro donde apenas penetraba , como una
mirada de piedad , un rayo de sol ; estendió la mano
y tocó la piedra , se incorporó , y vió entonces que
> >

estaba tendido sobre una suave y blanda cama de


musgo . Habian desaparecido las visiones , y como si
las estátuas no hubiesen sido mas que sombras sali
das de sus tumbas durante su sueño , se habian
desvanecido al tiempo de dispertarse ; dió entonces
6
TOMO II .
C
46
algunos pasos hacia el punlo por donde penetraba la
luz ; á toda la agitacion del sueño sucediera la calma
de la realidad. Se encontró en una gruta, se adelantó
hacia la abertura y al través de la puerta , vislumbró
un cielo azul y un mar tambien azúl . El aire y el
.

agua brillaban a los rayos del sol de la mañana , los


marineros estaban sentados en la orilla hablando y
riendo; y a diez pasos en el mar, la barca se balancea
ba graciosamente sobre su ancora.
Aspiró entonces por largo tiempo la fresca brisa
que mecia su frente ; escuchó el débil ruido de las
olas que iban á morir en la orilla , y que dejaban
>

sobre las rocas una franja de espuma blanca como


la plata ; abandonose á su languidez sin reflexionar,
sin pensar en aquel encanto divino que hay en los
objetos de la naturaleza , sobre todo cuando se sale
de un sueño fantástico ; luego , poco áa poco aquella
vida del esterior tan tranquila , tan pura , tan gran
de le fué recordando la inverosimilitud de su sue
ño , y los recuerdos empezaron a entrar en su me
moria. Se acordo de su llegada á la isla , de su pre
sentacion á un jefe de contrabandistas , de un palacio
subterráneo lleno de esplendores , de una cena es
celente у de una cucharada de hatchis. Y en ver
dad que le era forzoso hallarse frente á frente con
toda aquella realidad para no creer que ya hacia lo
menos un año que habian pasado tales cosas ; tanta
era la importancia que tenia para él aquel sueño.
Así , pues , de vez en cuando mentíale su imagina
cion como sentada en medio de los marineros ó tre
pando por una roca , ó cerniéndose por encima de
la barca, una de las sombras que se le presentaron
durante la noche con sus miradas y con sus besos.
Por lo demás tenia la cabeza perfectamente libre y
el cuerpo descansado , ninguna pesadez en su cére
bro ; al contrario , un cierto bienestar general , una
facultad de absorver el aire у el sol mayor que nun
ca. Acercóse alegremente á sus marineros. A penas
le vieron, se levantaron y el patron se le acercó.
-El señor Simbad , le dijo , nos ha encargado
que presentemos sus respetos á V. E. , y nos ha di
cho que os espresemos su vivo sentimiento por no
haberle sido posible despedirse de vos ; espera sin
embargo que le dispensareis cuando sepais que un
asunto muy urgente le llama á Málaga.
Ah ! querido Gaetano , dijo Franz , verdade
ramente todo ha sido una realidad ? Existe en ver
dad un hombre que me ha recibido en esta isla , que
me ha dado en ella una hospitalidad real , y que
ha partido durante mi sueño ?
-Existe , y la prueba es que alli teneis su yate
que se aleja á toda vela ; si qaereis tomar vuestro
anteojo de larga vista , aun me parece que os será
fácil distinguir á vuestro huésped en medio de su
tripulacion.
Y al decir estas palabras , Gaetano estendió el
brazo señalando una pequeña embarcacion que vo
gaba hacia la punta meridional de Córcega ; Franz
sacó su anteojo , lo graduó á su vista y lo dirijió
hacia el lugar indicado. Gaetano no se engañaba.
En la popa del buque estaba de pié el misterioso
estranjero , vuelto hacia él y como él con un anteo
jo en la mano. Llevaba el mismo traje bajo el cual
se habia presentado la víspera á su convidado , y
48
agilaba un pañuelo en señal de despedida ; Franz
le devolvió su saludo , sacando a su vez un pañuelo
y agitándolo como su huésped agitaba el suyo . Des
pues de un segundo , una lijera nube de humo se
dibujó en la popa del buque , y subió lentamente
hácia el cielo ; una débil detonacion hirió los oi
dos de Franz .
Ois ? dijo Gaetano , se despide de vos .
El jóven tomó su carabina y la descargó al aire ,
pero sin esperanza de que el ruido pudiese atra-
vesar la distancia que separaba el yate de la costa.
– Tiene algo que mandar S. E ? dijo Gaetano .
- En primer lugar que encendais una antorcha .
- Ah I si , comprendo , replicó el patron , para
buscar la entrada de ese palacio encantado. Bueno ,
excelencia , con mucho gusto voy a encenderos la
antorcha ; solo os advierto que tambien he tenido
yo la misma idea y que despues de inútiles tenta
tivas me he visto precisado á abandonar mi inten
to. Giovanni , añadió , enciende una antorcha y en
trégala á S. E.
Giovanniobedeció.
Franz tomó la antorcha y entró en el subterrá
neo seguido de Gaetano.
Reconoció el lugar donde se habia despertado por
la cama de musgo ; dió una vuelta con la antorcha
en la mano por la superficie esterior de la gruta ,
pero nada vió , á no ser lijeras trazas de humo , lo
>

cual probaba que otros antes que él habian inten


tado inútilmente la misma investigacion .
Sin embargo , no dejó por eso sin examinar la
menor rendija de aquella muralla de granilo. Por
49
todas introdujo la hoja de su cuchillo : se apoyaba
sobre cualquier punto saliente que veia con la espe
ranza de que cederia , pero todo fué completamente
inútil , y perdió sin resultado dos horas mortales en
esta pesquisa. Al cabo de este tiempo renunció a
ella . Gaetano triunfó .
Cuando Franz volvió a la playa , el yale ya no
aparecia mas que como un punto blanco en el hori
zonle ; recurrió a su anteojo , pero ni aun con su
ausilio era imposible distinguir nada. Gaetano le re
cordó que habia venido para cazar cabras , lo cual
habia olvidado completamente. Tomó su fusil , y
se puso á recorrer la isla con el ademan de un hom
hombre que cumple con un deber mas bien que
con el de quien se entrega á una diversion , y al
cabo de un cuarto de hora babia matado una cabra
y dos cabritillos. Pero las cabras , aunque salvajes
y lijeras como gamuzas , se asemejaban mucho á
nuestras cabras domésticas, y Franz no las consi
deraba como caza.
Además, ideas enteramente distintas preocupaban
su imaginacion. Desde la víspera era verdadera
mente el héroe de un cuento de las Mil y una no
ches , y casi insensiblemenle se dirijió hacia la gru
ta. Entonces,? áa pesar de la inutilidad de su primera
pesquisa , volvió a empezar la segunda , despues de
haber dicho á Gaetano que mandase asar uno de
los dos cabritillos. La segunda visita duró bastante
liempo , el suficiente para que el cabritillo al vol
ver estuviese asado , y preparado el almuerzo.
Franz se sentó en el mismo lugar que ocupaba la
víspera cuanto habian ido á invitarle á cenar de
50
parle del huésped misterioso , y aun apercibia como
una paviota que se mece sobre las olas, el lijero
yale que seguia avanzando hacia la Córcega.
Me babias dicho , dijo á Gaetano , que el señor
Simbad hacia vela para Málaga , pero me parece
que se dirije en línea recta á Porto - Vecchio .
- No recordais que os dije , contestó Gaela
no , que entre las personas que ahora componen su
tripulacion , se hallaban accidentalmente dos ban
didos ?
- Ah ! ya , ya.. ! irá á dejarlos en la costa , eh ?
-
Pues....! Oh ! el tal Simbad es , segun dicen ,
un sujeto , que no teme ni á Dios ni al diablo , y
que andaria cincuenta leguas para hacer un servi
cio á un pobre hombre.
- Pero ese género de servicio podria malquis
tarle con las autoridades del país donde ejerce esa
clase de filantropía ? exclamó Franz.
-Y que le importan á él las autoridades ? es
clamó Gaetano. Se burla de ellas , y cuando pro
curan perseguirle , no es ya su yate un buque ve
lero , es un pájaro , y luego no tiene mas que to
mar lierra en cualquier costa para encontrar ami
gos en todas partes.
Lo único que se podia deducir de esto es que el
señor Simbad , el huésped de Franz , tenia el ho
>

nor de estar en relaciones con todos los contraban


distas y bandidos del Mediterráneo , lo cual no de
jaba de procurarle una posicion bastante rara. En
cuanto á Franz , nada le detenia ya en Monte -Cris
to ; habia perdido toda esperanza de encontrar el se
creto de la gruta ; apresuróse , pues , á almorzar ,
51 -

ordenando a los marineros que dispusiesen la barca


para en seguida que diera cuenta del almuerzo.
Media hora después estaba ya á bordo.
Dirijió la última mirada al yate que se hallaba
próximo á desaparecer en el golfo de Porto -Vec
chio , y dió la señal de partir.
En el mismo instante en que la barca de Franz
se puso en movimiento , cesó de verse el yate ; bor
rábase con él hasta la poslrera realidad de la noche
precedente ; así es que la cena misteriosa , Simbad
el fantástico , el hatchis y las estatuas , todo empe
zaba ya á confundirse para Franz en el mismo sue
ño. La barca caminó todo el dia y toda la noche ,
y al dia siguiente cuando salió el sol , la isla de
Monte - Cristo desapareció a su vez . Así que Franz
hubo puesto los pies en tierra , olvidó , á lo menos
momentáneamente , los acontecimientos que acaba
ban de pasar, para concluir sus asuntos de placer
y de política en Florencia , y no ocuparse mas que
de reunirse con su compañero que le esperaba en
Roma. Partió , pues , y el sábado por la noche en la
plaza de la Aduana bajó de la silla correo .
La habitacion estaba guardada, como ya sabemos ,
de antemano ; no habia mas que dirijirse á la fonda
de maese Pastrini, lo cual no era muy
m fácil , pues
una inmensa multitud de gente poblaba ya las ca
lles , y Roma se hallaba poseida de ese rumor sordo
y fébril que precede á los grandes sucesos . Bueno
será notar aquí que en Roma hay cuatro grandes
acontecimientos al año; el Carnaval , la Semana
Santa , el dia del Corpus y el de san Pedro. Todo el
resto del año la ciudad vuelve á caer en esa triste
52 .

apalia , estado intermedio entre la vida y la muerle


que la hace semejante á una especie de estacion
sublime , reposo lleno de poseía y de carácter que
Franz habia observado cinco ó seis veces , y que
cada vez habia encontrado mas maravilloso y mas
fantástico aun . En fin , del mejor modo que le fué
>

posible atravesó aquella turba siempre creciente y


siempre agitada , y llegó á la fonda. A su primera
pregunta , le respondieron , con esa impertinencia
>

particular á los cocheros de alquiler ya apostados


y á los posaderos , que en la fonda de Londres no
>

habia ni siquiera una habitacion para él . Entonces


envió su tarjeta á maese Pastrini y preguntó por
Alberto de Morcerf. El medio fué escelente pues que
maese Pastrini corrió en persona , escusándose de
haber hecho esperar ás. E. , regañando á sus cria
dos , tomando la bujía de la mano del cicerone que
se habia apoderado ya del viajero , y preparándose
á conducirle al lado de Alberto , pero no les dió este
tiempo para llegar , puesto que les salió a su en
cuentro .
Componian la indicada habitacion dos pequeñas
piezas y un gabinele , lodo con ventanas que daban
á la calle , circunstancia que maese Pastrini hizo
valer añadiendo que lenia aquella pieza un mérito
inapreciable. El resto de aquel piso estaba alquila
do á un personaje muy rico , que creian siciliano ó
maltés ; pero el posadero no pudo decir de cierlo á
cual de las dos naciones pertenecia el tal viajero.
--Está bien , maese Pastrini, dijo Franz, pero
necesitaríamos por el pronto una cena cualquiera
53
para esta noche , y un carruaje para mañana y dias
siguientes.
En cuanto a la cena , respondió el posadero ,
sereis servidos inmediatamente : pero en cuanto al
carruage .....
-
Dudais maese Pastrini ? vamos ,> no os chan
ceeis , necesitamos un carruaje.
- Caballero , se hará todo lo posible para pro
porcionaros uno , esto es cuanto puedo deciros.
- Y cuando sabremos la respuesta ? preguntó
Franz .
– Mañana por la mañana , respondió el posadero.
>

- Qué diablo 1 dijo Alberto , se pagará más ca


ro..... ya sabemos lo que es..... en casa de Drake
y Aaron , veinte y cinco francos por los dias ordi
narios y treinta oó treinta y cinco por los domingos
ó dias de fiesta ; añadid , pues , cinco francos al dia
por correlaje , resullan cuarenta y así no volvamos
á hablar de ello .
- Temo que vuestras escelencias , aun ofrecien
do el doble no podrian procurárselo.
Pues entonces que pongan caballos al mio , >

que aunque está algo estropeado á causa del cami


no..... no imporla .
-- Paréceme que será imposible hallar, caballos.
Alberto miró á Franz como un hombre á quien
se le dá ma respuesta que le parece incomprensible.
-Comprendeis eso , Franz ? no hay caballos ,
dijo , pero no podria haber caballos de posta ?
- Todos están alquilados hace quince dias , y
no quedan mas que los necesarios para el servi
cio .
TOMO II .
54
- Qué decís ahora ? preguntó Franz á Alberlo .
-
- Digo que cuando no comprendo una cosa len
go la costumbre de no detenerme mucho en ella y
de pasar á otra. Está pronta la cena , maese Pas
trini ?
-Sí , escelencia .
-
Pues bien , ante todo cenemos.
Pero уy el carruaje ? y los caballos ? dijo Franz.
Tranquilizaos , querido amigo , ya vendrán
por si solos ; solo se trata de fijar el precio.
Y Morcerf, con esa admirable filosofía del hom
bre que no cree nada imposible mientras siente
bien lleno su bolsillo , ceno , se acostó, durmió per
fectamente уy soñó que , durante el carnaval , pasea
ba las calles de la metrópoli romana en un car
ruaje tirado por seis caballos.
55

.
3

BANDIDOS ROMANOS .

A, siguiente dia Franz, dispertó primero que su


compañero y asi que estuvo dispierto , tiró del cor
don de la campanilla. Aun vibraba el sonido de es.
ta , cuando maese Pastrini entró en el aposento .
-Y bien ! dijo el huésped triunfante sin esperar
á que Franz le interrogase , bien lo sospechaba ayer
cuando no queria prometeros nada ; habeis acudi
do demasiado tarde , y ya no hay en Roma un solo
carruaje desalquilado, para los tres últimos dias ,
se entiende.
56 -

Casualmente , exclamó Franz , para los dias


que mas falla nos bace.
- Qué hay ? preguntó Alberto entrando , no te
nemos carruaje ?
-

Justamente , querido amigo , respondió Franz;


lo habeis adivinado .
C
- Vaya una ciudad I buena está la lal Roma !
- Es decir , replicó maese Pastrini, que desea
-

ba sostener dignamente , con los estranjeros , el pa


bellon de la capital del mundo cristiano , es decir ,
que no hay carruaje desde el domingo por la ma
ñana hasta el martes por la noche , pero de aquí
allá encontrareis cincuenta si quereis.
-

- Ah 1 eso ya es algo , dijo Alberto ; loy es jue


>

ves , quien sabe de aquí al domingo lo que puede


>

suceder ?
Lo que sucederá es que llegarán diez ó doce
mil viajeros , respondió Franz , los cuales harán
mayor aun la dificultad .
- Amigo mio, dijo Morcerf, aprovechemos el pre
sente y olvidémonos por ahora del porvenir.
--- Pero á lo menos , preguntó Franz , tendremos
una venlana ?
-Donde ?
En la calle del Cours,
Oh I una ventana i esclamó maese Pastrini ,
imposible de toda imposibilidad : una solamente que
daba en el quinto piso del palacio Doria , y ha sido
alquilada á un príncipe ruso por veinte zequies al
dia .
Los dos jóvenes se miraron con aire estupefaclo.
-Pues mira , querido, dijo Franz á Alberto ; lo
)

57
mejor que podemos hacer es irnos á pasar el Carna
val en Venecia ; al menos alli, sino encontramos car
ruaje , encontraremos góndolas.
--No , no , esclamó Alberto ; estoy decidido á
ver el carnaval en Roma , y lo veré aun que sea en
zancos .
-
Callel esclamó Franz ; es una idea magnífica
sobre lodo para apagar los moccoletti ; nos disfraza
remos de polichinelas,> vampiros ó de habitantes de
las Landas y tendremos un éxito brillante.
Desean aun SS . EE. tener un carruaje para
el domingo ?
Pues quél creeis que vamos á recorrer las ca
lles de Roma á pié como si fueramos pasantes de
escribano ?
-
- Bien ! voy aá apresurarme á ejecutar las órde
nes de SS. EE . , dijo maese Pastrini ; pero les pre
vengo ya de antemano , que les llevarán por el car
>

ruaje seis piastras al dia .


-Y yo, querido maese Pastrini, dijo Franz, yo
que no soy vuestro vecino el millonario , os pre
vengo que como es la cuarta vez que vengo a Ro
ma , conozco el precio de los carruajes , tanto los
domingos y dias de fiesta como los que no lo son,
os daremos doce piastras por hoy , mañana y pasado,
y aun sacaréis muy buen producto .
Sin embargo , escelencia , dijo maese Pastrini
procurando rebelarse.
- Andad , andad, mi querido huésped, dijo Franz,
ó voy yo mismo á ajustar el carruaje con vuestro
affettatore, que es tambien el mio ; es un antiguo
amigo que me ha robado bastante dinero en su vi
8
TOMO II .
58

da , y que con la esperanza de robarme mas , pasa


rá por un precio menor que el que os ofrezco ; de
este modo perdereis la diferencia , y vos tendréis la
culpa .
-Oh ! no os tomeis esa molestia , escelencia , di
jo maese Pastrini con la sonrisa del especulador ita
liano que se confiesa vencido , cumpliré vuestro en
cargo lo mejor que me sea posible y espero que
quedareis contento.
- A las mil maravillas, eso se llama hablar con
juicio.
Cuando quereis el carruaje ?
Dentro de una hora .
Pues dentro de una hora estará á la puerta.
En efecto , una hora despues el carruaje esperaba
á los dos jóvenes ; era un modesto fiacre que alen
dida la solemnidad de la circuntancia , habian ele
vado al rango de carruaje. Pero a pesar de la me
diana apariencia que tuviese, los dos jóvenes se
hubieran dado por muy felices con tener una cova
cha semejante para los tres últimos dias.
-

Escelencia , gritó el cicerone al ver á Franz


asomarse á la ventana >, se acerca la carroza al pa
lacio ?
Por acostumbrado que estuviese Franz al énfasis
italiano su primer movimiento fué mirar á su alre
dedor ; pero en efecto , á él era á quien se dirijian
aquellas palabras. Franz era la escelencia , la ca
rroza era el fiacre , y el palacio era la fonda de
Londres. Todo el genio laudatorio de la nacion es
taba encerrado en aquella frase .
Franz y Alberto bajaron , la carroza se acercó al
59
palacio , sus escelencias subieron , y el cicerone se
colocó en la trasera .
-- A dónde quieren SS. EE. que les conduzca ?
- Primero a San Pedro , luego al coliseo , dijo
>

Alberto .
Pero Alberto ignoraba que para ver á San Pedro
se necesita un dia , y para estudiarlo un mes.
Quiere decir que se pasó el dia en ver á San Pedro .
Los amigos no echaron de ver que se hacia tarde
hasta que el dia empezó a declinar. Franz sacó su
reloj; eran las cuatro y media. Al punto empren
dieron el camino de la fonda , y al apearse dió Franz
al cochero la orden de estar allí á las ocho. Queria
hacer conlemplar á Alberto el coliseo á la luz de la
luna , así como le habia hecho ver á San Pedro con
la luz del sol .
Cuando se hace ver á un amigo una ciudad que
no conoce , se usa de la misma coqueteria que para
enseñarle la mujer a quien se ama ; de consiguiente
Franz trazó al cochero su itinerario ; debia salir por
la puerta del Popolo , costear la muralla esterior y
entrar por la puerta de San Juan . De este modo el
coliseo se les aparecia de improviso y sin que el Ca
pitolio, el Foro, el arco de SeptimioSevero, el tem
plo de Antonino Faustino y la Via Sacra , hubiesen
servido de escalones situados en medio del camino
para acortarlo.
Se sentaron a la mesa y aunque Maese Pastrini
habia prometido á sus huéspedes un festin escelente ,
sin embargo solo les dió una comida pasable de la
que no tuvieron á lo menos que quejarse.
Al fin de la comida entró el posadero : Franz cre.
60
yó que era para recibir las gracias >, y se disponia
á dárselas, cuando les interrumpió á las primeras
palabras.
- Escelencia , dijo , mucho me lisongea vuestra
>

aprobacion , pero no he subido para eso á vuestro


cuarto .
-
Era acaso para decirnos que habiais encontra
do carruaje ? preguntó Alberto encendiendo un ci
garro .
- Mucho menos ; ademas que sobre este punto lo
mejor que podeis hacer es no acordaros mas, y
mar un partido. En Roma las cosas se pueden ó no se
pueden y cuando se os ha dicho que no se podia ,
punto concluido.
-
Ohl pues en Paris es mucho mas cómodo ; cuan
do una cosa no se puede se paga el doble y al instan
te se tiene lo que se pide.
-Sí , sí; ya he oido decir eso á todos los france
ses , dijo maese Pastrini algun tanlo picado , y en
>

tonces no comprendo como viajan .


-Es que los que viajan, dijo Alberto arrojando fle
malicamente una bocanada de humo hacia el techo,
y balanceándose sobre los pies traseros de su silla,
son solamente los locos y los necios como yo , pues
que las personas sensatas no abandonan su habita
cion en la calle de Helper, el paseo de Gand y el
café de Paris .
Diremos de paso que Alberto vivia en la dicha ca
lle , daba lodos los dias su paseo fashionable y co
mia cotidianamente en el único café en que se come
cuando se está en relaciones con los jóvenes solteros
de Paris ; maese Pastrini permaneció un momento
61
silencioso ; era evidente que meditaba la respuesta
que le habia dado Alberto , respuesta que sin duda
alguna no le parecia del todo clara .
- Pero en fin , dijo Franz á su vez interrumpien
-

do las reflexiones geográficas de su huesped , para


algo habreis subido á nuestro aposento ; servios ,
pues , indicarnos el objeto de vuestra visila.
Oh ! es muy juslo , hélo aquí ; habeis manda
do venir el carruaje a las ocho ?
Cabal .
- Teniais intencion de visitar el coloseo ?
Es decir , el coliseo .
-Lo mismo tiene.
- -Sea .
-- Habeis dicho á vuestro cochero que subiera por
la puerta del Popolo , que diese la vuelta por el la
do esterior de las murallas y que enlrase por la puer
ta de San Juan ?
Esas son mis propias palabras.
- Pues bien ! ese itinerario es imposible , 6 á lo
menos muy peligroso.
- Peligroso y por qué ?
- A causa del famoso Luis Vampa.
- Ante todo , mi querido huésped , quien es el
famoso Luis Vampa ? preguntó Alberto. Puede ser
muy famoso en Roma , pero os prevengo que en Pa
ris es enteramente desconocido .
Como I no le conoceis ?
No tengo ese honor.
Pues bien ! es un bandido junlo al cual son ni
ños de tela los Decesaris y los Gasparone.
- Atencion , Franz , esclamó Alberto ; al fin ha
62
llamos un baadido I os prevengo , querido huésped ,
que no voy á creer una palabra de lo que digais . Sa
bido esto , hablad cuanto querais, estoy pronto á
escucharos. - Érase que se era .... - Vaya , y qué !
-

no proseguis ?
Maese Pastrini se volvió hacia Franz que le pare
cia mucho mas juicioso que su compañero , y le di
>

jo gravemenle :
- Escelencia , si creeis que miento , inútil es que
os diga lo que queria déciros; puedo , sin embargo,
afirmaros que lo hacia por el interés de vuestras es
celencias .
Alberto no os dice que mentis , querido señor
Pastrini, replicó Franz ; dice que no os creerá ente
ramente , pero yo sí os creeré ; tranquilizaos , puies,
y hablad .
- Mas sin embargo , escelencia , bien compren
déis que si ponéis en duda mi veracidad .....
- Querido, interrumpió Franz, sois mas suscep
>

tible que Casandra la cual era una profelisa a quien


nadie escuchaba ; siendo asi que vos , á lo menos es
tais seguro de la milad de vuestro auditorio : vamos,
sentaos , y decidnos quien es ese señor Vampa.
>

Ya os lo he dicho, escelencia, es un bandido co


mo nunca se ha visto otro despues del famoso Mas
trilla.
Pero , vamos a ver 1! Que tiene que ver ese
bandido con la órden que he dado á mi cochero de
salir por la puerta del Popolo y de entrar por la
puerta de san Juan ?
--Tiene , respondió maese Pastrini , que por la
63
una podreis salir , pero dudo que por la otra podais
en trar
- Y eso por qué , señor Pastrini ? preguntó
Franz .
- Porque llegada la noche , ya no se está en se.
guridad á cincuenta pasos de las puertas.
– Palabra de honor ? esclamó Alberto .
-Señor conde , dijo maese Pastrini siempre pi
cado por la duda que lenia Alberto de su veracidad,
lo que digo no va dirijido áá vos , sino á vuestro com
pañero de viaje , que conoce a Roma y que sabe que
no se gastan chanzas sobre tal punto.
- Oye , querido , dijo Alberto dirigiéndose á
Franz , puesto que se nos presenta ocasion de em
prender una aventura , oye lo que podemos hacer :
alestamos nuestro coche de pistolas , trabucos y esco
petas de dos cañones. Luis Vampa viene á prender
nos, y en lugar de prendernos él á nosotros , le coje
mos nosotros á él . Conducimosle en seguida á Roma ,
le presentámos á Su Santidad que nos pregunta que
puede hacer en reconocimiento á nuestro servicio ,
y entonces reclamamos pura y sencillamente una
carroza y dos caballos de sus caballerizas , y vemos
el carnaval en carruaje , sin contar con que pro
bablemente el pueblo romano , reconocido tambien ,
nos corone en el Capitolio , y nos proclame, como á
Curcio y á Horacio Coclés, salvadores de la patria.
Mientras que Alberto deducia esta consecuencia ,
maese Pastrini gesticulaba de una manera difícil,
sino imposible de describir.
En primer lugar , preguntó Franz á Alberto ,
dime donde encontrarás esas pistolas', esos trabu
64
cos , esas escopetas de dos cañones , con que quie
res atestar el coche ?
- Lo que es en mi armeria no será , dijo Alber
to , pues que en la Terracine , me despojaron hasta
de mi puñal , y á tí ?
>

- A mi mesucedió otro tanto en Acuapendente.


Ah ! querido huésped , dijo Alberto encendien
>

do su segundo cigarro en la punta del primero , sa


héis que es muy cómoda para los ladrones esa me
dida , y que me parece ha sido tomada de acuerdo
con ellos !
Sin duda maese Pastrini halló aquella pregunta
muy embarazosa, pues no respondió sino á medias,
dirijiendo aun la palabra á Franz como al único ser
razonable con el cual pudiera entenderse.
Su escelencia sabe que cuando uno se vé ala
cado por bandidos , no es costumbre defenderse.
>

Como l esclamó Alberto cuyo valor se exalta


ba á la sola idea de dejarse robar sin pronunciar
una sola palabra ; como ! qué no es cosiumbre de
fenderse ?
-No , porque toda defensa seria indtil . Qué que
réis hacer contra una docena de bandidos , que sa
len de un foso , de una choza ó de la misma tierra ,
si así puede decirse , y que os apuntan a boca de jar
ro todos á un tiempo ?
-Pues bien I quiero hacerme malar , esclamó
Alberlo .
El posadero se volvió hácia Franz , con un aire
>

que queria decir : decididamente vuestro camarada


está loco.
- Querido Alberto , replicó Franz vuestra res
>
65

puesta es sublime , y vale tanto como el qu' il mou


rut de Corneille ; solo que cuando Horacio respon
dia esto , se trataba de la salvacion de Roma , y la
>

cosa valia por cierto la pena. Pero en cuanto á nos


otros notad que se trata solo de un capricho que
queremos satisfacer y que seria ridículo que por este
capricho arriesgasemos nuestra vida.
Ah ! per Bacco !esclamó maese Pastrini , eso se
>

llama saber hablar .


Alberto se llenó un vaso de Lacryma-Christi, el
cual bebió á pequeños sorbos murmurando ininteli
gibles palabras.
– Y bien , maese Pastrini , replicó Franz , ya
que mi compañero está tranquilo , y ya que habeis
>

podido apreciar mis disposiciones pacíficas , decid


>

nos , ahora quien es ese señor Vampa ? es paslor ó


patricio ? es jóven ó viejo ? alto ó bajo ? describid
ros su figura á fin de que si le encontramos por ca
sualidad en el mundo , como Juan Sbogard ó Lara ,
podamos á lo menos reconocerle.
Pues para adquirir detalles exactos á nadie
mejor que á mi pudierais dirijiros ; porque he cono
cido á Luis Vampa desde la niñez y un dia que
habia caido en sus manos al ir de Florencia á Alatri,
se acordó , felizmente para mi , de nuestro antiguo
conocimiento ; entonces me dejó ir no tan solo sin
hacerme pagar nada , sino que quiso echarla de ge
>

neroso , me regaló un precioso reloj y me contó su


historia .
- Enseñadnos el reloj, dijo Alberto.
Maese Pastrini sacó de su bolsillo un magnífico
66
Breguet en que se veia grabado el nombre de su
autor , el limbre de París y una corona de conde .
-Aquí le teneis .
- Diantre , esclamó Alberto , os doy la enhora
buena. Tengo uno semejante , añadió sacando a su
vez el reloj del bolsillo de su chaleco , que me ha
costado tres mil francos.
- Ahora vamos a la historia , dijo Franz á su
vez haciendo señas á maese Pastrini para que se sen
tára .
-Si me dais permiso ....
- Que diablos ! dijo Alberto , no sois ningun
predicador para estar hablando en pié.
El posadero se sentó , despues de haber hecho á
cada uno de sus oyentes una profunda y respeluosa
cortesía , lo cual indicaba que eslaba pronlo á dar
los informes que pedian acerca del famoso bandido
Luis Vampa.
- A propósito, esclamó Franz deteniendo á mae
se Pastrini en el momenlo en que abria la boca ,
decis que habeis conocido á Luis Vampa desde su ni
ñez ; es todavia jóven ?
- Como ! pues no ha de ser jóven , escelencia ,
si apenas tiene veinte y dos años ! Oh ! todavía ha
de meter mucho ruido .
Que os parece , Alberto ? es muy raro el ha
>

berse adquirido ya á los veinte y dos años una re


putacion , dijo Franz .
Sí, ciertamente , rá su edad Alejandro , Cé
sar y Napoleon , que despues han figurado tanto, no
habian adelantado lo que él .
- Así, pues , replicó Franz dirijiéndose a su hués
67
.
ped , el héroe cuya historia vais a contar , tiene
veinle y dos años ?
Aun tal vez no los ha cumplido , como he te
nido el honor de deciros .
-Es alto ó bajo ?
De estatura mediana , así como vuestra esce
lencia , dijo el huésped señalando á Alberlo.
-Gracias por la comparacion , dijo este incli
nándose.
-- Vayal proseguid maese Pastrini , replicó Franz
sonriéndose de la susceptibilidad de su amigo. Y á
qué clase de la sociedad pertenecía ?
Era un simple pastor de la quinta de san Fe
lice , situada entre Palestrina y el lago de Cabri :
habia nacido en Pampinara , y entrado á la edad de
>

cinco años al servicio del conde. Su padre , pastor


>

en Anagui, poseía un pequeño rebaño , y vivia de


la lana de sus carneros y de la leche de sus ovejas
que venia á vender á Roma. Cuando niño, el pequeño
Vampa tenia un carácter muy estraño. Un dia a la
edad de siete años , fué á buscar al cura de Pa
lestrina y le rogó que le enseñase á leer , lo cual
era difícil, pues el jóven pastor no podia abandonar
un instante su ganado : pero el buen cura iba lodos
los dias á decir misa á una pobre aldea demasiado
reducida para pagar un sacerdote , y que no tenien
>

do nombre , era conocida bajo el de Borgo. Díjole á


Luis que se hallase en el camino por donde el pre
cisamente pasaba á su vuella , y que de este modo
lé daría su leccion , previniéndole que esta sería cor
ta , y que por consiguiente lendria que aprovecharse
de ella. El pobre muchacho aceptó lleno de jubilo.
68 .

Todos los dias Luis llevaba á apacentar su ganado


hacia el camino de Palestrina á Borgo y lodos los
dias , á las nueve de la mañana , el cura y el mucha
cho se sentaban sobre la yerba , y el paslorcillo daba
su leccion en el breviario del sacerdote. Al cabo de
tres meses sabia leer , pero no era esto suficiente ; ne
>

cesitaba aprender a escribir . El sacerdote encargó á


un profesor de escritura de Roma que le hiciera
tres alfabetos : uno con letra muy gruesa , otro con
letra mediana y el tercero con una letra muy peque
ña. Al recibirlos , el cura dijo a Luis que copiando
>

aquellas cifras en una pizarra , podia , con ayuda de


>

una punta de hierro , aprender á escribir. Aquella


misma noche , así que hubo metido el ganado en la
quinta , Vampa corrió a casa del cerrajero de Pa
lestrina ; tomó un grueso clavo , lo forjó lo macha
có , lo redondeo , consiguiendo hacer de él una es
>

pecie de styletantiguo . Al dia siguiente , habia reu


nido una porcion de pizarras y trabajaba en ellas.
Al cabo de Ires meses ya sabia escribir.
Asombrado el cura de aquella maravillosa inle
ligencia , é interesándose vivamente por tan rara
disposicion , le regaló unos cuantos cuadernos de pa
pel, un mazo de plumas y un corlaplumas. Este fue
un nuevo estudio , estudio que no era nada al la
do del primero ; así que ocho dias despues maneja
ba la pluma lo mismo que el stylet. El cura contó
esta anécdota al conde de San Felice , que quiso
ver al pequeño pastor , le hizo leer y escribir de
lante de él, mandó á su mayordomo que le hicie
se comer con sus criados , y le dió dos piastras al
mes. Con este dinero , Luis compró libros y lapices.
69 CNC

En efecto , habia aplicado a todos los objetos aque


lla facultad de imitacion que tenia , y , como Giot
to , dibujaba sobre sus pizarras sus ovejas , los ár
>

boles , las casas , y con la punta de su cortaplamas


>

empezó á tallar la madera , yУ á darla todas las for


mas que queria. Así fué como empezó Pinelli , el
escultor popular. Una joven de seis ó siete años , es
decir , un poco mas jóven que Vampa , guardaba
por su parte el rebaño de una quinta próxima á
Palestrina ; era huérfana , habia nacido en Valmon
tone , y se llamaba Teresa . Los dos niños se encon
traban , se sentaban el uno junto alotro , dejaban
que sus rebaños se mezclasen y paciesen juntos ,
hablaban , reian y jugaban , y despues por la no
>

che , apartaban los carneros del conde de San Feli


>

ce , de los del baron de Cervetri , y se separaban


para volver á su quinta respectiva , prometiendo
reunirse al dia siguiente. Cada nuevo dia volvian á
darse y cumplir la cita , y de este modo fueron
creciendo juntos ; Vampa llegó a los doce años y
Teresa á los once .
Iban entretanto desarrollandose tambien sus di
ferentes caractéres. A su nolable aficion a las artes,
en que habia sobresalido cuanto le era posible en su
aislamiento >, unia Luis crueles arrebatos de un ca
rácter imperioso , colérico , burlon . Ninguno de
los jóvenes de Pampinara , de Palestrina.ó de Val
>

montone habia podido no solamente tener influen


cia alguna sobre él , sino que ni llegar á ser su
>

compañero. Su temperamento allanero , siempre


dispuesto a exigir, sin querer nunca conceder, apar
taba de su lado lodo instinlo
w amistoso , toda de
any
1
70 .

mostracion simpática. Teresa era la única queman


daba con una palabra , con una mirada , con un
gesto , aquel carácter fiero que se humillaba bajo la
mano de una mujer , y que bajo la de un hombre
cualquiera hubiérase rebelado como una serpiente
al sentirse pisoteada.
Teresa era de un carácter entera y totalmente
opuesto; viva , alegre , pero coqueta hasta el es
tremo; las dos piastras que daba á Luis el mayor
domo del conde de san Felice , y el precio de lodos
los juguetillos que vendia en Roma , se gastaban en
pendientes de perlas , en collares , en alfileres , asi
es que gracias a aquella prodigalidad de su jóven
amigo, Teresa era la mas bella y la mas elegante
aldeana de los alrededores de Roma. Los dos jóve
nes seguian creciendo , pasando todo el dia juntos,
y entregándose sin obstáculos á los instintos de su
carácter ; asi , pues , en sus conversaciones , en sus
deseos , en sus sueños , Vampa se veia siempre he
cho on capitan de navío , general de ejército , 6 go
>

bernador de una provincia , y Teresa se imagina


ba rica , envidiada , vestida con un hermoso traje,
adornada con hermosos diamantes y seguida de la
cayos con librea . Ademas , cuando habian pasado
el dia juntos, adornando su porvenir con aquellos
locos y brillantes arabescos , se separaban para
>

conducir los rebaños á los establos y descender des


de la elevacion de su sueño hasta la humildad de
su posicion real . Un dia , el joven pastor dijo al ma.
yordomo del conde que habia visto que un lobo
salido de las montañas de la Sabina acechaba su
ganado. El mayordomo le entregó una escopeta ;
71
esto era lo que queria Vampa. El arma aquella
tenia por casualidad un escelente cañon de Bres
cia , que calzaba bala como una carabina inglesa ;
solo que un dia el conde persiguiendo á un zorro,
rompió la culata, y ya habian arrinconado el arma
como inútil . Esto no era una dificultad para un es
cultor como Vampa. Examinó la culata primitiva,
calculó la figura que habia de tener , y al cabo de
unos cuantos dias hizo otra culata cargada de ador
nos tan maravillosos, que , si hubiese querido ven
derla sin el cañon , hubiera ganado seguramente
quince ó veinte piastras ; pero él no pensaba ha
cer tal uso de ella porque una escopeta babia sido
durante su vida el pensamiento fijo del jóven .
En todos los paises en que la independencia ha
sustituido á la libertad , la primera necesidad que
esperimenta todo corazon fuerte, toda organizacion
poderosa , es la de una arma que asegure al propio
liempo el ataque y la defensa , y que haciendo terri
ble al que la lleva, le haga tambien temido. Desde es
le momento Vampa , dedicó lódos los instantes que le
quedaron libres al ejercicio del arma ; compró pól
vora y balas é hizo servir de blanco todos los objetos
que sepresentaban : tan pronto ensayaba su punteria
en el tronco de un olivo , como en el zorro que salia
de su cueva al anochecer para comenzar su caza
nocturna : tan pronto era su blanco la mata mas in
significante del borde de un camino , como el águila
que orgullosamente se cernia en el aire. Pronto llegó
á ser tan diestro , que Teresa venció el temor que en
un principio esperimentara al oir la delonacion , y
se divertía en ver á su jóven compañero ponerla ha
72
la en el punto que de antemano advertia , con tanta
exactitud y limpieza como si la colocára alli con su
propia mano.
Una noche salió en efecto un lobo de un bos
que , cerca del cual tenian por costumbre reunirse
los dos jóvenes , pero apenas hubo dado el animal
diez pasos por el llano , cayó atravesado por una
bala. Envanecido Luis de tan buen liro , cargóse
el lobo á cuestas y lo llevó á la quinta.
Estos y parecidos detalles daban á Vampa cierta
reputacion en todos aquellos alrededores , porque es
una verdad que el hombre superior , do quier que se
halle y por ignorado que sea, se forma un círculo
mas o menos mayor de admiradores. Hablábase en
todo el contorno de aquel jóven pastor como del mas
fuerte y del mas valiente contadino que habia en el
circuito de diez leguas, y aunque Teresa por su parte
pasase por una de las jóvenes mas hermosas de la
Sabina , nadie osaba decirle una palabra porque sa
bian que Vampa la amaba.
Y sin embargo , los dos jóvenes no se habian con
fesado nunca semejante amor. Habian ido creciendo
el uno y el otro como dos árboles que mezclan sus
raices bajo la tierra , sus ramas en el aire , su per
fume en el cielo ; pero su deseo de vivir juntos era el
mismo ; solo que este deseo habia llegado a ser una
necesidad y mejor hubieran preferido la muerte que
la separacion de un solo dia, por mas que esta idea no
les hubiese jamás venido a la imaginacion. Teresa
tenia diez y seis años y Vampa diez y siete.
Por este tiempo empezóse a hablar mucho de una
compañia de bandidos que se iba organizando en los
73
montes Lepini. Los salleadores no han sido nunca en
teramenteestinguidos en los alrededores de Roma y
aunque algunas veces les faltan gefes , cuando se
presenta unojamás le falta una partida. El célebre
Cucumetto perseguido en los Arbruzzes, arrojado
del reino de Nápoles , donde habia sostenido una ver
dadera guerra , atravesó el Garigliano , como Man
fredo , y fué á refugiarse entre Sonnino y Juperno , á
>

orillas del Amasina. El era quien se ocupaba en


reorganizar alguna tropa y quien seguia las huellas
de Decesaris y de Gasparone á quienes pronto espe
raba sobrepujar. Muchos jóvenes de Palestrina , de
Frascati y de Pampinara desaparecieron, y aunque
al principio sus amigos y allegados ignoraron su pa
radero, pronto supieron que habian ido á reunirse
con la banda de Cucumetlo. Al cabo de algun tiem
po , Cucumelto llegó a ser el objeto de la atencion ge
neneral , citándose á propósito de este gefe rasgos
llenos de una audacia y de una brutalidad estraor
dinaria y casi sin ejemplo.
Un dia robó á una jóven : era la hija del agrimen
sor de Frosinone. Las leyes de los bandidos son en
cuanto a esto terminanles: una joven pertenece al
que la roba , despues á cada uno por suerte , y la
desgraciada sirve para los placeres de toda la com
pañía hasta que la abandonan ó muere. Cuando los
parientes son bastante ricos para rescatarla , envian
un mensajero que trata del rescate , y la cabeza del
prisionero responde de la seguridad del emisario ,
pero si las condiciones del rescate son rehusadas , el
prisionero es condenado irrevocablemente. La jóven
de que hemos hablado, tenia a su amante en la par
TOMO II . 9
-
74
lida de Cucumetto ; se llamaba Carlini . Al reconocer
al jóven , se creyó salvada y le tendió los brazos; pe
ro el pobre Carlini al verla , sintió despedazarse su
corazon, porque aun ignoraba la suerte que estaria
destinada a suquerida.
Sin embargo , como era el favorilo de Cucumetto ,
como babia comparlido con él sus peligros bacia mas
de tres años , como le habia salvado la vida ma
tando de un pistoletazo á un carabinero que tenia
ya el sable levantado sobre su cabeza , espero que
Cucumetto se apiadaría de él. Llamó, pues, aparte á
su capitan , mientras que la jóven , apoyada contra
el tronco de un gran pino que se elevaba en medio
de una plazuela del bosque , habia hecho un velo
con su adorno , traje pintoresco de las paisanas ro
manas , y ocultaba su rostro á las lujuriosas miradas
de los bandidos . Alli se lo contó todo : sus amores
con la prisionera, sus juramentos de fidelidad , y co
mo cada noche desde que estaban en aquellos alre
dedores, se daban cita en unas ruinas. Aquella no
che justamente Cucumetto envió a Carlini á un pue
blo vecino , y no pudo acudir a la cita : pero el ca
pilan se habia hallado alli por casualidad segun de.
cia y entonces robó á la jóven .
Carlini suplicó á su gefe que hiciese una escepcion
en favor suyo y que respetase á Rita , diciéndole que
su padre era rico y que pagaria un buen rescate. Cu
cumetto pareció rendirse á las súplicas de su amigo
y le encargó que buscase un pastor a quien pudiese
enviar á casa del padre de Rita , á Frosinone. En
tonces Carlini se acercó gozoso á la joven , la dijo
que estaba salvada , y la inviló á que escribiese á su
>
s 75

padre una carta en la cual le contase lodo lo que ha


bia pasado, y le anunciase que su rescate estaba fija
do en trescienlas piastras . Concedian al padre por
todo término , doce horas , es decir hasta el dia si
guiente a las nueve de la mañana.
Escrita la carta , Carlini se apoderó de ella al pun
ło , corrió a la llanura para buscar un mensagero y
encontró á un joven pastor que guardaba un reba
ño. Los mensajeros naturales de los bandidos son los
pastores que viven entre la ciudad y la montaña ,
entre la vida salvaje y la vida civilizada. El joven
pastor partió inmediatamente , prometiendo estar en
Frosinone anles de una hora, y Carlini volvió lleno
de gozo á reunirse con su querida para anunciarla
aquella buena noticia.
Encontró a toda la compañía en la plazuela don
de cenaba alegremente las provisiones que los ban
didos exigian de los paisanos como un tributo : tan
solo en medio de aquellos alegres compañeros , bus
có en vano á Cucumello y á Rita. Preguntó por ellos
y le contestaron los bandidos con una carcajada.
Carlini sintió que un sudor frio empezaba á inun
dar su frente y que una mortal zozobra empezaba á
helar su carazon . Renovó su pregunta; uno de los
bandidos llenó un vaso de vino de Orbietto y se lo
presentó , diciendo :
- A la salud del valiente Cucumelto y de la
hermosa Rila !
En este momento , Carlini creyó oir un grito de
mujer , todo lo adivinó ; tomó el vaso , le hizo pe
>

dazos contra el rostro del que se lo presentaba , y


se lanzó en direccion de donde oyera el grilo. A los
-
76 C

cien pasos , á la vuelta de un matorral , vió á Rita


desmayada en los brazos de Cucumello. Al ver á
Carlini , Cucumelto se levantó con una pistola en
cada mano y ambos bandidos se miraron durante un
momento , el uno con la sonrisa de la lujuria en los
labios , el otro con la palidez de la muerte en la
frente. Hubiérase creido que iba a pasar alguna es
cena terrible entre aquellos dos hombres, pero po
poco las facciones de Carlini se apaciguaron
co áa росо
volviendo a su estado normal ; su mano , que ha
bia llevado a una de las pistolas de su cinturon ,
permaneció inmóvil ; Rila estaba ten dida entre los
dos , y la luna iluminaba esta escena.
Y bien ! le dijo Cucumello , has hecho la co
mision que te habia encargado ?
-Sí, capitan , respondió Carlini , y mañana an
les de las nueve el padre de Rita estará aquí con el
dinero .
- Perfectamente . Mientras tanto vamos á pasar
una noche deliciosa. Esta jóven es encantadora , y
en verdad que tienes buen guslo , Carlini : así pues
como no soy egoista , vamos á volver al lado de los
camaradas y sortear áa quien perlenecerá ahora .
-Estais entonces decidido á abandonarla á la ley
comun ? preguntó Carlini .
-Y por qué se habia de hacer una escepcion en
su favor ?
- Creí que mis súplicas.....
- Y por qué has de ser tú mas que los demás ?
-Es justo.
- Pero tranquilizate , prosiguió Cucumelto rien
77

do , un poco antes ó un poco despues , ya llegará


tu turno .
Los dientes de Carlini chocaban convulsivamente.
- Vamos ‫و‬, dijo Cucumelto dando un paso hacia
los bandidos , vienes ?
- Os sigo al momento.
Cucumello se alejó sin perder de vista à Carlini ,
porque temia que le biriese por detrás;; pero nada
anunciaba en el bandido una intencion hostil . En
pié , con los brazos cruzados , estaba al lado de Rita
>

que seguia desmayada. Cucumetto creyó por un


instante que el jóven iba a tomarla en sus brazos y
huir con ella ; pero poco le importaba , habia con
seguido lo que deseaba ; y en cuanto al dinero,
trescientas piastras repartidas entre los compañeros
hacian una suma tan pobre que le era indiferenle
el que se las diesen ó no. Continuó pues su camino
hacia la plazuela ; pero con gran asombro suyo, Car
lini llegó casi al propio tiempo que él .
-El sorteo I el sorteo I gritaron todos los bandi
dos al divisar á su jefe.
Y los ojos de aquellos hombres brillaron de ale
gría , mientras que la llama de la hoguera espar
cia sobre sus rostros un resplandor rojizo que los
hacia asemejarse á los demonios .
Nada mas justo que lo que pedian , y por lo tanto
hizo el capitan un signo con la cabeza indicando
que accedia á su demanda . Pusiéronse todos los
nombres en un song brero >, así el de Carlini como el
de los demás y el mas jóven de la compañía sacó
una papeleta de aquella improvisada urna. Un
nombre se leyó y pronunció en voz alta : Era el de
1
78
Diavolaccio , el mismo que habia propuesto á Car
lini un brindis á la salud del jefe, y a quien Carli
ni contestó haciendo pedazos el vaso contra su ros
Iro. Una estensa herida que le cojia de la sien hasta
la boca , daha sangre en abundancia : Diavolaccio ,
al verse así favorecido por la fortuna arrojó una
carcajada.
-

Capilan , dijo , hace poco que Carlini no quiso


beber á vuestra salud , proponedle que beba ahora
á la mia : tal vez tenga para con vos mas condes
cendencia que para conmigo.
Todos esperaban una esplosion de parle de Car
lini , pero , con gran asombro de los bandidos , to
mó un vaso con una mano , con la otra una botella
у llenando el vaso dijo con voz perfectamente tran
quila :
-- A tu salud , Diavolacciol y bebió el contenido
del vaso sin que ajitáse su mano el mas mínimo
temblor .
Hecho esto , fué á sentarse junto a la hoguera.
Dadme la parte que en la cena me toca , dijo,
pues que el camino que acabo de hacer me ha abier
to el apetito .
- Viva Carlinil exclamaron los bandidos.
Enhorabuena ; eso se llama lomar las cosas co
mo buenos compañeros.
Y todos formaron un círculo al rededor de la ho
guera , mientras que Diavolaccio se alejaba.
Carlini comia y bebia como si nada hubiese su
cedido.
Los bandidos le observaban con asombro sin com
prender aquella impasibilidad , cuando oyeron re
79
sonar de pronto ,junlo á ellos , unos pasos lentos y
pausados. Se volvieron y divisaron á Diavolaccio
que conducia a la joven en sus brazos ; tenia la ca
beza inclinada hacia alrás de modo que sus largos
cabellos rozaban la tierra. Á medida que iban en
trando en el círculo de la luz proyectado por la ho
guera , notaban la palidez de la joven y del ban
dido. Esta aparicion tenia un aspecto tan estraño y
tan solemne , que todos se levantaron escepto Car
lini , que se quedó sentado y continuó comiendo y
bebiendo como si nada pasase á su alrededor. Dia
volaccio siguió avanzando en medio del mas pro
fundo silencio y depositó á Rita á los pies del ca
pitan.
Entonces lodos pudieron conocer la causa de la
suma palidez de la jóven y del bandido porque Rita
tenia un cuchillo clavado hasta el puño en el co
razon .
Todas las miradas se fijaron en Carlini : la vaina
que colgaba de su faja , estaba vacía.
Ya , dijo el capilan , yal ahora comprendo por
-
>

que se quedó atrás Carlini.


Todo carácter por salvaje que sea , se inclina anle
una accion sublime , y aunque es probable que nin
guno de los bandidos hubiese hecho lo que Carlini ,
todos apreciaron el valor de aquella accion .
-
Y ahora , dijo Carlini levantándose a su vez
con la mano apoyada en el gatillo de una de sus
pistolas , y ahora bay alguno que se atreva á dis
putarme esta mujer ? -
- No, dijo eljefe , tuya es .
Entonces Carlini la tomó en sus brazos y la con
80
dujo fuera del círculo de luz que proyectaba la lla
ma de la hoguera.
Cucumetto distribuyó los centinelas como de cos
tumbre , y los bandidos se tendieron , envueltos en
sus capas , al rededor de la hoguera.
Á media noche, el centinela dió la señal de alar
ma y en un instante se hallaron en pie el capitan y
sus compañeros. Era el padre de Rita que venia en
persona á traer el rescate de su hija .
-- Toma , dijo á Cucumello , presentándole un sa
co lleno de dinero , aquí tienes trescientos doblo
nes , devuélveme a mi hija .
El gefe sin pronunciar una sola palabra y sin lo.
mar el dinero, le hizo señas de que le siguiese.
El anciano obedeció : los dos se alejaron y per
dieron entre los árboles a través de cuyas ramas
penetraban los débiles rayos de la luna. En fin Cu
cumello se detuvo , lendió la mano y mostrando al
anciano dos personas agrupadas al pie de un árbol,
le dijo :
Mira : pide tu hija á Carlini , que él mas que
nadie puede darte cuenta.
Y sin decir mas palabra , volvió la espalda , en
caminándose al sitio donde se hallaban sus compa
ñeros.
El anciano permaneció inmóvil y con los ojos fi
jos. Sentia que pesaba sobre su cabeza alguna des
gracia, desconocida inmensa, pero tomando de pron
to una resolucion , dió algunos pasos hacia el gru
>

po. Al ruido que hizo , Carlini levantó la cabeza ,


у las formas de dos personas comenzaron á apare
cer mas distintas á los ojos del anciano. Vió á una
-
81
mujer tendida en tierra con la cabeza apoyada so
bre las rodillas de un hombre sentado é inclinado
hacia ella. Al levantarse este hombre , fué cuando
pudo descubrir el rostro de la mujer que apretaba
contra su corazon . El anciano reconoció a su hija ,
y Carlini reconoció al anciano.
Te esperaba ; dijo el bandido al padre de Rita.
- Miserable contestó este , qué has hecho ?
Y miraba con terror á Rita , pálida , inmóvil ,
ensangrentada , con un cuchillo hundido en el pe
cho. Un rayo de luna la iluminaba con su blanque
cina luz .
- Cucumetto habia violado á tu hija , dijo el
>

bandido ; y como yo la amaba mas que á mi vida ,


la he muerto , porque despues de él iba á servir de
juguete á toda la compañía.
Los labios del anciano no se entreabrieron para
murmurar la mas mínima palabra , pero su rostro
se tornó tan pálido como él de un cadáver.
Ahora , prosiguió Carlini, si he hecho mal
véngala.
Y arrancó el cuchillo del seno de la joven que
presentó con una mano al anciano mientras que con
la otra apartaba su camisa y le presentaba su pe
cho desnudo.
Bien has hecho , ledijo el anciano con voz sor
da. Abrázame , hijo mio
Carlini se arrojó llorando en los brazos del padre
de su querida. Eran aquellas las primeras lágrimas
que vertian los ojos de aquel hombre.
-Y pues que todo acabó , dijo tristemente el an
ciano á Carlini , ayúdame á enterrar á mí hija.
>
10
TOMO II .
-
82
Carlini fué á buscar dos azadones , y el padre y
el amante se pusieron á cavar al pie de una encina
cuyas espesas ramas debian cubrir la lumba de la
jóven . Asi que hubieron abierto una fosa suficiente ,
el padre abrazó el primero al cadáver , el amante
despues , y en seguida levantándole uno por los pies
y el otro por los brazos >, lo colocaron en la boya.
Arrodilláronse luego áa los dos lados y rezaron las
oraciones de difuntos ; cuando concluyeron , cubrie
ron el cadáver con la tierra que habian sacado hasta
tanto que la fosa estuvo llena. Entonces presentán
dole la mano :
- Gracias, hijo mio , dijo el anciano a Carlini ;
ahora déjame solo.
- Pero ..... replicó este.
- Déjame solo..... te lo mando.
-

Carlini obedeció ; fué á reunirse con sus compa


ñeros , se envolvió en su capa , y pronto pareció
>

lan profundamente dormido como los demás. Como


el dia anterior se habia decidido que iban á mudar
de campamento , cosa de una hora antes de ama
necer , Cucumetto dispertó á sus camaradas y se
dió la orden de partir , pero Carlini no quiso aban
donar el bosque sin saber lo que habia sido del pa
dre de Rita. Dirijiose hacia el lugar donde le habia
dejado y encontró al anciano ahorcado de una de
las ramas de la encina que daba sombra á la tum
ba de su hija. Entonces hizo sobre el cadaver del
uno y la tumba de la otra el juramento de vengar
los ; mas este juramento no pudo cumplirse , porque
dos dias despues , en un encuenlro con los carabi
>

neros romanos , Carlini fué muerto . Aunque lo que


83
á todos llenó de asombro fué que haciendo frente al
enemigo hubiese recibido la bala por la espalda ,
cesó sin embargo este asombro , cuando uno de los
bandidos hizo notar á sus compañeros que Cucu
metto estaba colocado diez pasos detrás de Carlini
cuando este cayó .
La madrugada del dia en que partieron del bos
que de Frosinone habia seguido á Carlini en la os
curidad y escuchado el juramento que hiciera , por
lo que á fuer de hombre cauto y previsor habia tra
tado de evitar el resultado .
Aun se conlaban sobre este terrible jefe de ban
didos otras muchas historias no menos curiosas que
esla ; de manera que desde Fondi á Perousse todo
el mundo lemblaba al solo nombre de Cucumello.
Eslas historias habian sido con frecuencia el ob
jeto de las conversaciones de Luís уy de Teresa. La
jóven temblaba al oir tales aventuras , pero Vampa
la tranquilizaba con una sonrisa dirijiendo una mi
rada á su soberbia escopeta que tan certero tiro te
nia, yy si esto no bastaba á tranquilizarla, le mostra
ba á cien pasos un cuervo sobre alguna rama , le
apunlaba , salia el tiro y el animal herido caia al
pie del árbol ; sin embargo el tiempo corria ; los dos
jóvenes habian proyectado casarse cuando Vam
på tuviese veinte años y Teresa diez y nueve , y
como los dos eran huérfanos y no tenian que pedir
permiso a nadie mas que áá sus amos ; á estos lo ha
bian ya pedido y les habia sido concedido.
Un dia que hablaban de sus futuros proyectos,
oyeron dos o tres tiros y de repente un bombre sa
lió del bosque , cerca del cual acostumbraban los
84 -

dos jóvenes llevar á apacentar sus ganados, y cor>

rió hacia ellos .


Así que estuvo á distancia de poder ser oido : es
clamó ::
Me persiguen ; podeis ocultarme ?
Los jóvenes echaron de ver desde luego que aquel
fugitivo debia ser algun bandido ; pero hay entre el
paisano y el bandido romano una simpatía descono
cida que hace que el primero esté siempre pronlo á
hacer un servicio al segundo. Vampa , sin pronun
ciar una palabra corrió á la piedra que encubria la
entrada de la gruta , descubrió dicha entrada apar
tándola , hizo una señal al fugitivo para que se re
fugiase en aquel sitio desconocido de todos , volvió
luego á colocar en su lugar la piedra y se sentó
tranquilamente junto a su novia .
Pocos instantes tardaron en salir de la espesura
del bosque cuatro carabineros á caballo ; tres de
ellos parecian buscar al fugitivo , el cuarlo condu
cia por el cuello á un bandido prisionero. Los tres
primeros esploraron el país con una ojeada , aper
cibieron a los dos jóvenes , corrieron á galope hacia
ellos y varias preguntas les fueron hechas ; nada
sabian ni habian visto .
– Lo siento , dijo el cabo , porque el bandido á
-

quien buscamos es el capitan .


Cucumelto1 esclamaron a la vez Luis y Teresa .
-Sí , contestó el cabo ; y como su cabeza está
-

pregonada en mil escudos romanos , os darian qui


nientos á vosotros si nos hubieseis ayudado á des
cubrirle .
Los dos jóvenes se miraron reciprocamente y el
85
cabo tuvo alguna esperanza. Quinientos escudos ro
manos son tres mil francos , y tres mil francos son
una inmensa fortuna para dos pobres huérfanos que
van á casarse.
-Sí , yo tambien lo siento , pero no le hemos
visto ; dijo Vampa.
Entonces los carabineros recorrieron el terreno
en diferentes direcciones pero fueron inútiles lodas
las pesquisas. Al fin se reliraron .
Vampa apartó entonces la piedra y Cucumello sa
lió del escondrijo.
Habia visto , al través de las rendijas de la puerta
de granilo , á los dos jóvenes hablar con los carabi
neros ; dudó al pronto del resultado de la conversa
cion , pero leyó en el rostro de Luis y de Teresa la
firme resolucion de no entregarle ; sacó pues de su
hólsillo una bolsa llena de oro y se la ofreció , mas
>

Vampa levantó la cabeza con orgullo , y en cuanto á


Teresa , sus ojos brillaron al pensar en las ricas joyas
yhermosos vestidos que podria comprar con aquella
gran canlidad de oro .
Cucumetto era un demonio muy hábil ; pero habia
tomado la forma de un bandido en vez de tomar la
de una serpiente. Sorprendió aquella mirada , reco
noció en Teresa una digna hija de Eva , y entró en
el bosque volviendo muchas veces la cabeza bajo el
pretesto de saludar á sus libertadores. Muchos dias
pasaron sin que se volviese á ver á Cuccumetto , sin
que se oyese hablar de él . La época del carnaval se
acercaba, el conde de San Felice anunció que iba á
dar un baile de máscaras, al cual seria convidada to
da la elegancia de Roma , y como abrigaba Teresa
86

vivos deseos de ver esle baile , Luis pidió a su pro


>

tector el mayordomo , permiso para asistir él y Tere


sa á la funcion mezclados entre los sirvientes de la ca
sa , permiso que le fue concedido.
>

Si daba el conde esle baile era solo para dar gusto


á su hija Carmela á quien adoraba. Carmela tenia la
misma edad y la misma estalura de Teresa , y Te
resa era á lo menos tan hermosa como Carmela. La
noche del baile , Teresa se vistió su traje mas bello ,
se adornó con sus mas brillantes alhajas. Llevaba el
traje de las mujeres de Frascati : Luis veslia el de
campesino romano en los dias de fiesta y ambos se
mezclaron , como se les habia permitido , entre los
> >

sirvientes y paisanos.
Magnífica era la fiesta. No solamente la quinta es
taba profusamente iluminada , sino que millares de
>

linternas de varios colores estaban suspendidas de


los árboles del jardin. En cada salon habia una or
questa y refrescos , las máscaras se detenian, formá
banse cuadrillas, y se bailaba donde mejor les pare
cia. Carmela iba vestida de paisana de Sonnino, lleva
ba su gorro bordado de perlas, las agujas de sus ca
bellos eran de oro y de diamantes, su cinturon era de
seda turca con grandes flores , su sobretodo y su ju
bon de cachemir , su delantal de muselina de las In
dias, y por fin los botones de su jubon eran otras
tantas piedras preciosas. Otras dos de sus compañe
ras iban vestidas , la una de mujer de Nettuno , la
otra de mujer de la Riccia .
Cuatro jóvenes de las familias mas ricas y mas no
bles de Roma las acompañaban con esa libertad ita
liapa que no liene igual en ningun otro pais del
87
mundo : iban vestidos de aldeanos de Albano , de
Velletri, de Civita -Castellane y de Sora. Ademas,
tanto en los trajes de los aldeanos como en los de las
aldeanas, el oro y las piedras preciosas deslumbra
ban .
Carmela deseó formar una cuadrilla uniforme;
pero faltaba una mujer, y aunque la hija del conde
no cesaba de mirar á su alrededor , ninguna de las
convidadas llevaba un traje análogo al suyo y á los
de sus compañeros. El conde de San Felice le seña
ló , en medio de las aldeanas, á Teresa , apoyada en
-el brazo de Luis.
--Permitís acaso , padre mio ?
-Sin duda , respondió el conde , no estamos en
carnaval ?
Carmela se inclinó hacia un joven que la acompa
ñaba , y le dijo algunas palabras en voz baja mos
trándole con el dedo á la jóven . El caballero siguió
con los ojos la direccion de la linda mano que le servia
de conductor ; hizo un ademan de obediencia , y fué á
invitar á Teresa para figurar en la cuadrilla dirijida
por la hija del conde.
Teresa sintió arder su frente; interrogó con la mi
rada á Luis: no podia rehusar : Luis dejo deslizar
lentamente el brazo de Teresa que se apoyaba en el
suyo , y Teresa alejándose conducida por su elegan
te caballero , fué á ocupar lemblando su puesto en la
aristocrática cuadrilla. Seguramente , a los ojos de
un artista , el exacto y severo traje de Teresa hubiera
>

tenido un carácter muy distinto del de Carmela y sus


compañeras, pero Teresa era una joven frívola y co
queta , y los bordados de muselina , las perlas de
88
los brazelelas y pendientes , el brillo de la cachemi
ra , el reflejo de los zafiros y de los diamantes la vol
vian loca. Por su parte Luis sentia nacer en su cora
zon un sentimienio desconocido : una especie de do
lor sordo desgarraba primero su alma y despues cir
culaba por sus venas y se apoderaba de todo su cuer
po. Seguia con los ojos los menores movimientos de
Teresa y de su pareja : cuando susmanos se tocaban ,
sus arterias latian con violencia , y hubiérase dicho
que el sonido de una campana vibraba en sus oidos.
Cuando se hablaban , aunque Teresa escuchase lími
da y con los ojos bajos los discursos de su caballero,
como Luis leía en los ojos ardientes del bello jóven
que aquellos discursos eran lisonjas , le parecia que
la tierra se abria bajo sus pies y que todas las voces
del infierno murmuraban sordamenie á su oido pa
labras de muerte y de asesinato. Entonces, lemien
do dejarse arrastrar por su locura , se cojia con una
mano al sillon en el cual se apoyaba , y con la otra
oprimia con un movimiento convulsivo el puñal de
mango cincelado que pendia de su cinturon , y el
cual , sin apercibirse de ello , sacaba algunas veces
casi enteramente de la vaina.
Luis estaba celoso , sentia que llevada de su nalu
raleza lijera y orgullosa , Teresa podia olvidarle. Y
sin embargo la bella aldeana , tímida y casi espanta
da al principio , pronto se habia repuesto. Ya hemos
>

dicho que Teresa era hermosa , pero aun no es esto


>

todo :. Teresa era coquela , con ese coquetismo sal


vaje mucho mas poderoso y atractivo que nuestro
coquetismo afectado. Eso , unido a su gracia , á su
candor , á su belleza , porque era bella y muy
89

bella , le atrajo todos los obsequios de los caballe


ros de la cuadrilla , y si bien podemos asegurar que
Teresa tenia envidia á la hija del conde , sin em
bargo , no nos alreveríamos á decir que Carmela no
estuviese celosa de ella .
Concluida la danza , su elegante caballero , no sin
escasear los cumplidos y obsequios , la volvió á
conducir al punto del que la habia sacado á bailar
y donde la esperaba Luis.
Dos ó tres veces durante la contradanza la jóven
le habia arrojado una mirada , yу cada vez le habia
visto pálido y con las facciones desnudadas. Una vez
la hoja de su puñal , medio sacada de su vaina , ha
bia brillado á sus ojos con un resplandor siniestro ,
y he ahí porque temblaba como el azogue cuando
volvió a apoyar su brazo en el de su amante .
La cuadrilla habia obtenido un triunfo tan lison
jero que se trató de repetir la danza , y aunque Car
mela se oponia , el conde de San Felice rogó con
tanta ternura-a su hija , que al fin consintió.
Al punto uno de los caballeros se dirigió a invi
tar á Teresa , sin la cual era imposible que la con
>

(radanza se verificase ; pero la jóven habia desapa


recido . En efecto , Luis no se sintió con fuerzas
para sufrir una segunda prueba ; y sea por per
suasion ó por fuerza , arrastró á Teresa hácia olro
punto del jardin. Teresa cedió bien á pesar snyo ;
pero habia visto la alterada fisonomía del jóven , y
comprendia por su silencio entrecortado , por sus
estremecimientos nerviosos que pasaba en él algo de
extraordinario . Tampoco ella dejaba de sentir una
ajitacion interior ; y sin haber hecho sin embargo
TOMO II .
11
90
nada malo comprendia que Luís lenia derecho, para
quejarse ; de qué ....? lo ignoraba ; pero no por eso
dejaba de conocer que sus quejas serian merecidas.
No obstante , con gran asombro de Teresa , Luís
>

permaneció mudo y ni siquiera entreabrió sus labios


para decir una palabra durante el resto de la noche.
Mas cuando el frio hizo salir de los jardines á los
convidados , y cuando las puertas se hubieron cer
rado para ellos ,, pues iba a comenzar una fiesta in
terior , se llevó á Teresa , y al entrar en su casa la
dijo :
- Teresa , en qué pensabas cuando bailabas en
frente de la joven condesa de San Felice ?
Pensaba respondió la jóvén con toda la fran
queza de su alma , que daria la mitad de mi vida
por tener un traje como el que ella llevaba.
- Y qué le decia tu pareja ?
-

Deciame que solo me bastaba pronunciar una


palabra para tenerle.
Y no le faltaba razon , contestó Luis con voz
sorda. Deseas pues ese traje lan ardientemente como
dices ?
si .
Pues bien ! lo tendrás .
Asombrada la joven levantó la cabeza para pre
guntarle ; pero su rostro estaba tan sombrío y tan
terrible que la voz se heló en sus labios. Por otra par
te , al pronunciar estas palabras Luis se habia ale
jado : Teresa le siguió con los ojos en la obscuridad
mientras pudo y asi que hubo desaparecido entró en
su cuario suspirando .
Aquella misma noche tuvo lugar un desagrada
91
ble acontecimiento , tal vez por la poca precaucion
de algun criado al apagar las luces ; el fuego se ha
bia apoderado de la quinta de San Felice , justa
mente en los alrededores de la habitacion de la her
mosa Carmela. Despertada esta en medio de la no
che por el resplandor de las llamas , habia saltado
de su cama , se habia envuelto en su bata, y habia
intentado huir por la puerta : pero el corredor por
el cual debia pasar estaba ya invadido por las lla
mas . Entonces entró en su cuarlo pidiendo socorro ,
cuando de repente se abrió el balcon, situado á vein
te piés de altura ; un joven aldeano se arrojó en el
aposenlo , cojió a la casi exanime jóven entre sus
brazos, y con una fuerza y agilidad estraordinarias
y sobrehumanas la transportó fuera de la quinta de
posilándola sobre la yerba del prado , donde quedó
desmayada. Al recobrar el sentido , su padre se ha
llaba delante de ella , lodos los criados la rodeaban
prodigándola socorros . Un ala entera del palacio ha
bia sido devorada por el terrible elemento , pero,
qué importaba si Carmela se habia salvado ! Busca
ron por todas partes á su libertador , pero este no
pareció ; preguntaron á lodos , pero nadie le habia
>

visto. Carmela estaba tan turbada que no le habia


reconocido . Por otra parte , como el conde era in
mensamente rico , escepto el peligro que habia cor
rido su hija, y que le pareció por la milagrosa ma
>

nera con que se habia salvado , mas bien un nuevo


favor de la Providencia que una desgracia real , la
pérdida ocasionada por las llamas fue insignificante
para él.
Al dia siguiente , a la hora de costumbre , los dos
92 -

jóvenes pastores se encontraron en su silio de or


dinario cerca del bosque ; Luis era quien habia lle
gado primero a la cita , y salió al encuentro de la jó
ven con gran alegria ; parecia haber olvidado com
plelemente la escena de la víspera . Teresa estaba vi
siblemente pensativa , pero al ver á Luis tan ale -

gre , afectó por su parte un gozo que no sentia , á


pesar de ser propio de su carácler cuando alguna
otra pasion no venia a turbarla . Luis tomó el brazo
de Teresa y la condujo hasta la entrada de la gru
ta. Allí se detuvo. La joven comprendió que habia
algo de estraordinario en la conducta del joven y en
su consecuencia le miró fijamente como queriendo
interrogarle con los ojos.
Teresa , dijo Luis , ayer por la noche me di
>

jiste que darias la mitad de tu vida por lener un tra


je semejante al de la hija del conde.
-Seguramente , dijo Teresa , pero estaba loca al
desear tal cosa .
Y yo te respondi : « está bien , lo tendrás. »
-Sí , respondió la joven , cuyo asombro crecia
á cada palabra de Luis ; pero respondiste aquello
sin duda por no disgustarme.
-- Nunca te he prometido nada que no lo haya
dado. Teresa , dijo Luis con orgullo , entra en la
gruta y vistete.
Al pronunciar estas palabras , retiró la piedra y
mostró á Teresa la gruta iluminada por dos bugías
que ardian á cada lado de un soberbio espejo ; so
bre la mesa rústica , hecha por Luis , estaban colo
cados el collar de perlas y las agujas de diamantes ;
sobre una silla estaba depositado el resto del ador
93
no. Teresa arrojó un grito de júbilo , y sin infor
marse tan solo de donde habia salido aquel brillan
te traje , y,sin dar tampoco las gracias a Luis , se
lanzó á la gruta transformada en un gabinele de lo
cador. Detras de ella Luis colocó la piedra , porque
acababa de apercibir sobre la cumbre de una pe
queña colína que impedia ver á Palestrina, un via
jero á caballo , que se detuvo un momento como in
cierto y vacilante en saber que camino era el que
debia seguir.
Al ver á Luis , el viajero espoleó su caballo , y
>

se acercó a él . Luis no se habia engañado , el viaje


>

ro que se dirigia de Palestrina á Tivoli no sabia á


punto fijo cual era el camino que debia tomar. El
jóven se lo indicó : pero como á un cuarto de milla
de allí el camino se dividia en tres senderos , y lle
gado á ellos el viajero podia estraviarse de nuevo,
rogó á Luis que le sirviera de guia. Luis se quitó la
capa y la colocó en tierra , se echó la escopeta al
hombro y marchó delante del viajero con ese paso
rápido del montañés , que á duras penas puede se
guir el trote de un caballo .
En diez minutos Luis y el viajero estuvieron en
el sitio designado por el joven pastor y esle enton
ces con el soberbio y magestuoso ademan de un em
perador , estendió el brazo señalando con el dedo la
senda que debia seguir el viajero.
Este es vuestro camino , dijo , ya no es fácil
ahora que su escelencia se equivoque.
Aqui tienes tu recompensa , dijo el viajero
ofreciendo al jóven pastor algunas monedas.
TOMO II . 12
94
-Gracias , dijo Luis retirando su mano , os hago
>

un servicio , pero no os le vendo.


-Sin embargo , dijo el viajero que parecia acos
tumbrado á aquella notable diferencia entre la ser
vidumbre del hombre de las ciudades y el orgullo
del campesino , si rehusas un salario no desdeñarás
un regalo.
Ah ! eso ya es otra cosa.
-Pues bien ! toma estos dos cequies venecianos
y dalos á tu novia para unos zarcillos.
- Y vos tomad este puñal , dijo el jóven pastor ;
no encontrareis otro cuyo mango esté mejor cince
lado desde Albano á Civita de Castelane .
Acepto , dijo el viajero , pero entonces yo soy
el que le quedo agradecido , porque este puñal vale
mucho mas de dos cequies.
- En la ciudad tal vez , pero como lo he cincela
do yo mismo, apenas vale una piastra.
- Cómo te llamas ? preguntó el viajero.
-Luis Vampa , respondió el pastor con el mis
mo tono que si hubiera contestado : Alejandro , rey
de Macedonia . Y vos ?
--Yo ..... dijo el viajero , me llamo Simbad el
marino .
Franz de Epinay arrojó un grilo de sorpresa .
- Simbad el marino ! esclamó.
-Sí , respondió el narrador , ese es el nombre
que el viajero dijo á Vampa.
-

-Y bien ! que es lo que os llama la atencion en


ese nombre ? interrumpió Alberto ; es un nombre
muy bello , y las aventuras del patron de este ca
95
ballero , debo confesarlo , me han divertido mucho
en mi juventud.
Franz no insistió mas. Aquel nombre de Sim
bad el marino , como se comprenderá , dispertó en
>

él una multitud de recuerdos, como le habia sucedi


do el dia anterior con el del conde de Monte-Cristo .
- Continuad , dijo al posadero .
Vampa guardó desdeñosamente los dos cequies en
su bolsillo y emprendió de nuevo el camino que
trajera al venir. Asi que hubo llegado á unos dos
cientos pasos de la gruta parecióle oir un grito. Se
detuvo procurando descubrir el lado de donde sa
liera aquel , уy al cabo de un segundo oyó su nom
bre pronunciado distintamente , viniendo el sonido
de la voz del lado donde estaba la gruta.
Saltó como un gamo , montando el gatillo de su
>

escopeta a medida que corria, y en menos de un mi


nuto estuvo en lo alto de la colina opuesla á aquella
en que apercibió el viajero. Allí los gritos de socor
ro llegaron mas distintos á sus oidos. Arrojó una
mirada por el espacio que dominaba : un hombre
robaba á Teresa como el centauro Nessus á Dejani
ra . Este bombre , que se dirijía hacia el bosque, ha
bia ya andado las tres cuartas partes del camino
que mediaba entre aquel y la gruta . Vampa midió
la distancia ; aquel hombre le llevaba mas de dos
cientos pasos de delantera : era pues imposible al
canzarle antes de que hubiese llegado al bosque. El
jóven pastor se detuvo como si le hubiesen clavado
en aquel lugar. Apoyó en su hombro derecho la cu
lala de su escopeta , apuntó lentamente el cañon en
96
la direccion del raptor , le siguió un segundo en su
carrera y al fin hizo fuego.
El raptor se detuvo : sus rodillas flaquearon , y
cayó , arrastrando á Teresa en su caida. Pero esla
se levantó al punto ; en cuanto al fugitivo perma
neció tendido , luchando con las convulsiones de la
agonía. Vampa se lanzó hácia Teresa , porque á
diez pasos del moribundo habia caido tambien de
rodillas, y el joven lemia que la bala que acababa
de matar a su enemigo hubiese herido á Teresa.
Felizmente no sucedió nada de esto ; era el terror
solamente el que habia paralizado las fuerzas de Te
resa . Cuando Luis se hubo asegurado de que estaba
sana y salva , se volvió hacia el herido ; acababa de
espirar con los puños crispados , la boca contraida
por el dolor , y los cabellos erizados por el sudor
de la agonía ; sus ojos se habian quedado abiertos y
amenazadores .
Vampa se acercó al cadáver , y reconoció á Cucu
metto .
El dia en que el bandido habia sido salvado por
los dos jóvenes , se habia enamorado de Teresa , y
habia jurado que la joven le pertenecería . Desde en
tonces la habia espiado , y , aprovechándose delúni
co momento en que su amante la dejara sola para
indicar el camino al viajero , la habia robado , y
ya la creia suya , cuando la bala de Vampa , guia
da por la infalible puntería del jóven pastor , le
habia atravesado el corazon. Vampa le miró un ins
tante sin que la menor emocion se pintase en su
semblanle, mientras que Teresa , temblorosa aun ,
97
no osaba acercarse al bandido muerto sino con len
tos pasos, arrojando solo alguna que otra ojeada so
>

bre el cadáver por encima del hombro desu aman


te . Al cabo de un instante , Vampa se volvió hacia
su querida .
Bueno , dijo , tú le has vestido ya ; ahora me
toca á mi .
Teresa estaba en efecto vestida de pies á cabeza
con el rico cuanto lujoso traje de la hija del conde de
san Felice. Vampa cojió el cuerpo de Cucumetto en
tre sus brazos , y lo llevó a la gruta , mientras que
á su vez Teresa permanecia fuera .
Si un segundo viajero hubiese pasado entonces ,
hubiera visto una cosa estraña ; una pastora guar
dando sus ovejas , con bata de cachemir , un co
llar de perlas , pendientes y alfileres de diamantes ,
>

y botones de zafiro , de esmeraldas y rubíes. El via


jero que tal hubiera visto no bay duda que se ha
bria creido transportado al tiempo de Florian , y
hubiera asegurado á su vuelta á París , que habia
encontrado la pastora de los Alpessentada al pie de
los montes Sabinos
Al cabo de un cuarlo de hora , volvió a salir Vam
ра de la gruta. Su traje no era en su género menos
elegante que el de Teresa.
Vestia una almilla de terciopelo color de grana ,
con botones de oro cincelados , un chaleco de seda
cuajado de bordados , una banda romana atada al
cuello , un portapliegos bordado de oro y de seda
encarnada y verde , calzones de terciopelo azul ce
>

leste atados por encima de sus rodillas con dos he


billas de diamantes , unos botines de piel de gamo
98
bordados de mil arabescos , y un sombrero en que
flotaban cintas de todos colores ; dos relojes pendian
de su cinturon , que sujetaba al propio tiempo un
rico y magnífico puñal .
Teresa arrojó un grito de admiracion , Vampa
con este traje se asemejaba á una pintura de Leo
poldo Robert ó de Schenetz. Se habia vestido , el
traje completo de Cucumello . El joven reparó en el
efecto que producia en su querida , y una sonrisa
de orgullo satisfecho asomó á sus labios.
- Ahora , dijo á Teresa , dime , estás pronta á
>

partir mi suerle , cualquiera que sea ?


>

-Oh ! si , esclamóla joven con entusiasmo , si .


>

- Te hallas pronta áa seguirme donde yo vaya ?


- Aunque sea al cabo del mundo !
Entonces coje mi brazo y partamos , porque
no tenemos tiempo que perder.
La joven cojió el brazo de su amanle , sin pre
guntarle siquiera donde la conducia ; porque en
aquel momento le parecia hermoso , fiero y potente
como un Dios. Entonces ambos avanzaron hacia el
bosque atravesando la llanura en menos de un mi .
nuto .
Preciso es decir que ni un sendero habia en la
montaña que fuese desconocido á Vampa ; avanzó
pues en el bosque sin vacilar , aunque no hubiese
ningun camino , reconociendo solamente el quede
bia seguir por la posicion de los árboles , y por la
maleza ; un torrente seco que á una profunda gar
ganta conducia , se presentó á sus pasos y Vampa
siguió este estraño camino , que , enterrado por de
cirlo así y oscurecido por la espesa sombra de los
99
elevados pinos , se asemejaba á aquel sendero del
Averno de que nos habla Virgilio. Teresa , teme
rosa al aspecto de aquel lugar salvaje y desierto , se
estrechaba contra su guia sin pronunciar una pala
bra , pero como le veia caminar siempre con un pa
so igual y como la mas profunda tranquilidad bri
llaba en su semblante , encontró fuerzas bastantes
en si misma para disimular su emocion .
De repente , á diez pasos de donde ellos estaban ,
un hombre pareció destacarse de un árbol detrás
del cual estaba oculto , y apuntando con un trabuco
á Vampa :
Si das un paso mas , esclamó , eres muerto !
- Vaya ! dijo Vampa levantando la mano con
despreciativo ademan , acaso se devóran los lobos á
si mismo ?
-Quien eres ? preguntó el centinela .
- Soy Luis Vampa, el pastor de la quinta de san
Felice.
- Y que es lo que quieres ?
-Quiero hablar á tus compañeros que están en
el bosque de Rocca - Bianca.
-Entonces sígueme , dijo el centinela , ó mas
bien , puesto que sabes el camino , marcha de
lante.
Vampa se sonrió con aire de desprecio de aquella
precaucion del bandido , pasó delante con Teresa , y
continuó su camino con el mismo paso tranquilo y
firme que le habia conducido hasta allí.
Al cabo de cinco minutos , el bandido les hizo se
ñas para que se detuviesen , y ambos jóvenes obede
cieron. El centinela entoncesimitó por tres veces el
St
Bibliothek
Bambe ?
100
graznido del cuervo y un murmullo de voces res
pondió á este triple llamada .
-
Bueno , dijo el bandido ; puedes abora conti
nuar tu camino.
Ambos jóvenes adelantáronse entonces , pero á
medida que avanzaban , Teresa , cada vez mas tré
mula y sobrecojida , se iba arrimando á su querido,
porque al través de los árboles veianse aparecer
hombres y relucir los cañones de las carabinas.
El bosque de Rocca - Bianca hallábase situado en
la cumbre de un montecillo que antiguamente habia
sido un volcan , volcan estinguido antes que Rómu
lo y Remo hubiesen abandonado á Alba para ir á
ſundar Roma.
Teresa y Luis llegaron a la cima , y se encontra
ron cara á cara con veinte bandidos .
Aquí teneis un joven que os busca y desea ha
blaros , dijo el centinela.
--YY que quiere decirnos ? preguntó el que hacia
las veces de capitan en ausencia de este.
- Quiero deciros que estoy fastidiado de ser pas
tor , replicó Vampa.
Ah ! ya ! dijo el teniente ; y vienes á pedirnos
que te alistemosen nuestra partida ?
- Bien venido sea , gritaron muchos bandidos de
>

Ferrusino , de Pampinara y de Anagui que habian


reconocido á Luis Vampa . b
--Si , pero vengo á pediros olra cosa mas que ser
vuestro compañero.be
Y qué vienes á pedirnos ? dijeron los bandi
dos con asombro.
101
Vengo á pediros.... ser vuestro capilan , dijo el
jóven con aire resuelto .
Una estrepitosa carcajada contestó á esle rasgo de
audacia.
- Y que has hecho para aspirar á tal honor ?
preguntó el leniente.
- He muerlo a vuestro jefe Cucumetto , cuyos
despojos teneis á vuestra vista , dijo Luis , y he in
cendiado la quinta de San Felice para dar un tra
je de boda á mi novia.
Una hora despues Luis Vampa era elegido capitan
en reemplazo de Cucumello.
- Y bien ! mi querido Alberto , dijo Franz , vol
viéndose hacia su amigo ; qué pensais ahora del ciu
dadano Luis Vampa . ? CIDERE
-

--Digo que eso es mitológico y que jamás ha exis


tido.
- Que significa mitológico ? preguntó màese Pas
trini ?
Seria largo de esplicároslo , querido huésped,
respondió Franz. Decia, pues , que el lal Vampa ejer
ce en este momento su profesion en los alrededores
de Roma ? cat
Y con una habilidad tal que jamás ha demos
trado otro bandido antes que él.
- Y la policía no ha intentado apoderarse de su
persona ?? Portomou o apoio de
- Ya se vé que si , pero está de acuerdo á un
tiempo con los pastores de la llanura , los pescado
res del Tiber y los contrabandistas de la costa ; qnie
re decir que le buscan por la montaña , y se está en
el rio ; le persiguen por el rio y le teneis en alta
TOMO II . 13
102
mar : de repente cuando se le cree refugiado en la
isla de El-Giglio , de El-Guanocelli ó de Monte -Cris
10 , se le ve aparecer en Albano , en Tívoli ó en la
Riccia.
--Y cual es su proceder con respecto a los via
jeros ?
Oh ! muy sencillo. Segun á la distancia en que
esté de la ciudad , da de término ocho horas , doce ,
ó un dia para pagar su rescate ; pasado esle liempo
concede aun una hora , trascurrida esta , sino tiene
>

el dinero , hace saltar de un pistolazo la tapa de los


>

sesos del prisionero ó le hunde un puñal en el cora


zon y punto concluido .
Y bien | Alberto , preguntó Franz á su com
pañero , estais aun dispuesto a ir al Coliseo por los
paseos esteriores ?
- Sin duda >, dijo Alberto , no habeis dicho que
>

es el camino mas pintoresco!


En este momento dieron las nueve , la puerta se
abrió y el cochero apareció en ella.
- Escelencia , dijo , el coche os espera .
Bien , dijo Franz , en este caso al Coliseo.
- Por la puerta de Pópolo , 6ó por las calles , esce
>

lencia ? 999
Por las calles , que diantre ! por las calles , es
clamó Franz .
- Ah ! querido mio , dijo Alberto levantándose á
su vez y encendiendo el tercer cigarro ; á decir ver
dad os creia mas valiente .....
Y dicho esto , los dos jóvenes bajaron la escalera
y subieron al coche.
103
o
FOR
OS Que

4.

APARICIONES .

TIE

Furz
Ranz habia encontrado un término medio para que
Alberlo llegase al Coliseo sin
pasar por delante de
ninguna ruina antigua , y por consiguiente sin que
las preparaciones graduales quitasen al Coliseo un
solo ápice de sus jigantescas proporciones. Era este
lérmino medio seguir la Via Sistina , cortar el án
>

gulo derecho delante de Santa Maria la Mayor , y


llegar por la via Urbana y San Pietro-in - Vincoli has
la la via del Coliseo .
Este itinerario ofrecia por otra parte otra ventaja;
-
104
la de no distraer en nada á Franz de la impresion
producida en él por la historia que habia contado
Pastrini , en la cual se hallaba mezclado su miste
rioso anfitrion de Monte -Cristo. Así , pues , habia
vuelto a aquellos mil interrogatorios sin fin que se
habia hecho á sí mismo , y de los cuales ni uno si
quiera le habia dado una respuesta satisfactoria
Una cosa , por olra parte , le habia aun recorda
do á su amigo Simbad el marino : eran aquellas
misteriosas relaciones entre los bandidos y los mari
neros. Lo que dijera Pastrini del refugio que encon
Iraba Vampa en las barcas de los pescadores contra
bandislas , recordaba á Franz aquellos dos bandidos
corsos que habia encontrado cenando con la tripula.
cion del pequeño yale que habia virado de rumbo y
habia abordado en Porto-Vecchio , con el único fin
de desembarcarlos . El nombre con que se hacia lla
mar su huésped de Monte-Cristo , pronunciado por
su huésped de la fonda de Londres , le probaba que
representaba el mismo papel filantrópico en las cos
las de Piombino , de Civitavecchia , de Ostia y de
Gaela , que en las de Córcega , Toscana , España , y
aun en las de Tunez y Palermo : lo cual era una
prueba de que abrazaba un círculo bastante esten
so de relaciones.
s . Sin embargo , por fijas que estuviesen en la ima
ginacion del jóven todas aquellas reflexiones , por
mas preocupado que le laviesen , desvanecieronse
repentinamente cuando vio elevarse ante sí el som
brio y jiganlesco espectro del Coliseo al través de
cuyas puntas y aberturas la luna proyectaba aque
llos pálidos y prolongados rayos que arrojan los ojos
105
de las fantasmas. El carruaje se deluvo á algunos
pasos de la Mela Sudans. El cochero fué á abrir la
porlezuela ; los dos jóvenes bajaron del carruaje y
se encontraron en frente de un cicerone que parecia
haber salido de la tierra. Como lambien les habia se
guido el de la fonda , resultó que tenian dos.
Imposible es por otra parte evitar en Roma esle
lujo de guias ; ademas del cicerone general que se
apodera de vos en el mismo instante en que poneis
el pié en el dintel de la puerta de la fonda , y que
no os abandona hasta el dia en que poneis el pié
fuera de la ciudad , hay aun un cicerone especial
en cada monumento , y casi diré en cada fraccion
del monumento ; juzgaese si no se debe ir acompa
ñado de un cicerone en el Coliseo , es decir , en el
monumento por escelencia que obligó á decir á Mar
cial. « Cese Menfis de ponderarnos los estrepitosos
milagros de sus pirámides, que no se canten mas
las maravillas de Babilonia , todo debe ceder ante
>

el inmenso trabajo del anfiteatro de los Césares , y


todas las voces de la fama deben reunirse para pon
derar este monumento . » Franz y Alberto no inten
taron sustraerse á la tiranía cicerónica , y á mas es
to seria tanto mas difícil cuanto que solo los guias
tienen derecho de recorrer el monumento con antor
chas . No hicieron , pues, ninguna resistencia , y se

Franz conocia este paseo por haberle dado diez


veces ; pero como su compañero , mas novicio >

ponia el pie por primera vez en el monumento de


Flavio Vespasiano , debo confesarlo en alabanza su
ya , a pesar de la ignorante charlatanería de sus
106

guias , estaba fuertemente impresionado. En efecto , >

no se puede formar una idea , cuando no se ha vis


to , de la majestad de semejante ruina , cuyas pro
>

porciones eslán aumentadas mas y mas por la mis


teriosa claridad de la luna meridional cuyos rayos
se asemejan á un crepúsculo de Occidente.
Así , pues , á penas Franz pensativo y cabizbajo ,
hubo andado cien pasos bajo los pórticos interiores ,
que abandonando á Alberlo y á sus guias , que no
querian renunciar al imprescriptible derecho de ha
cerle ver detalladamente la Fosa de los Leones , la
mansion de los Gladiadores , el Podium de los Cé
sares , se dirijió hacia una escalera medio arruina
da , y haciéndoles continuar en simétrico camino,
fué á sentarse á la sombra de una columna enfrente
de una abertura que le permitia abrazar al jigante
de granito en toda su majestuosa estension .
Franz estaba allí hacia un cuarto de hora , per.
dido como se ha dicho en la sombra de una colum
na , ocupado en mirar á Alberto que en compañía
de sus dos hombres con antorchas , acababa de
salir de un vomitorium colocado al estremo del Co
liseo , y los cuales , semejantes á dos sombras que
siguen un fuego vago , descendian de grada en gra
>

da hasta los silios reservados a las vestales , cuan


do le pareció oir rodar en las profundidades del mo
numento una piedra desgajada de la escalera situa
da enfrente de la que él acababa de subir para co
locarse en el lugar en que estaba sentado. Nada
hay de estraño en una piedra que se desprende bajo
el pié del tiempo y baja rodando á un abismo , pe
ro á Franz le pareció que aquella piedra habia ce
107

dido ante el pié de un hombre , y que un ruido de


pasos llegaba hasta él , aunque el que le ocasionaba
hiciese cuanto pudiera para apagarlo.
En efecto , al cabo de un instante , un hombre
>

apareció, saliendo gradualmente de la sombra á me


dida que subia la escalera , cuyas gradas confor
me iban bajando se confundian en las tinieblas.
Nada impedia que fuese un viajero como él que
se hubiese retirado , prefiriendo una meditacion so
litaria a la insignificante charla de sus guias, y
por consiguiente su aparicion no tenia nada que pu
diese sorprenderle ; pero en la indecision con que
sudia los últimos escalones , en la manera con que
llegado que hubo á la plataforma , se detuvo y pa
reció escuchar , era probable que habia venido con
>

un fin particular y que esperaba áa alguno . Por un


movimiento instintivo y maquinal , Franz se ocultó
todo lo mas que pudo detrás de la columna. A diez
pasos del pavimento donde ambos se encontraban ,
la bóveda estaba algun tanto derribada , y ana aber
tura redonda semejante á la de un pozo , permitia
apercibir el cielo sembrado enteramente de estre
llas. En rededor de esta abertura que casi mas de
cien años hacia daba paso a los débiles y pálidos ra
yos de la luna , habian nacido una infinidad de yer
bas silvestres , cuyas ramas se destacaban erguidas
sobre el azul mate del firmamento , mientras que
las enredaderas y la yedra pendian de aquel terrado
superior y se balenceaban bajo la bóveda , pareeidas
á cuerdas flotantes .
El personaje cuya misteriosa llegada hahia lla
madola atencion de Franz estaba colocado en una
108 LU

media tinta que aunque impedia examinar sus fac


ciones , no era sin embargo suficientemente oscura
para impedir quo se distinguiese su traje : iba en
vuelto en una gran capa parda , cuyo embozo cai
do sobre el hombro izquierdo le ocultaba la parte
inferior del rostro , mientras que su sombrero de
anchas alas cubria la parte superior. Solamente el
estremo de su traje que se hallaba iluminado por
la luz oblicua que atravesaba la abertura , permi
>

lia distinguir un pantalon negro , cuyo bolin cua


draba coquetamente una bota charolada. Este hom
bre pertenecia evidentemente si no á la aristocracia
á lo menos a la alta sociedad .
Estaba allí hacia algunos minutos , y ya comen
zaba a impacientarse , cuando un lijero ruido se dejó
oir en el terrado superior. Al punto una sombra
interceptó la luz : un hombre apareció en la abertu
ra , arrojó una ojeada penetrante por las linieblas ,
y al fin apercibió al hombre de la capa : al punto
cojiéndose á un puñado de aquellas enredaderas y de
aquellas yedras flotanles , se dejó deslizar y cuan
do llegó a tres ó cuatro pies del pavimento , dejóse
caer lijeramenle. Es de advertir que el nuevo per
sonaje vestia un traje de transtevere .
- Dispensadme , escelencia , dijo en dialecto ro
mano , si os hecho esperar ; sin embargo no me he
retardado mas que algunos minulos, porque las
diez acababan de dar en san Juan de Letran .
- Mas bien soy yo quien se ha adelantado , res .
pondió el extranjero en el mas puro toscano ; así,
pues >, nada de ceremonias ; y luego , aunque hu
bieseis tardado mas , ya me habria figurado que
>
109
seria por una causa independiente de vuestra vo
luntad .
- - Y os lo hubierais figurado con razon , esce
lencia ; vengo del castillo de san Angelo , y me ha
coslado un trabajo infinito el hablar á Beppo .
- Quién es Beppo ?
- Beppo es un empleado de la cárcel al que le
tengo destinada una rentita para saber todo cuanto
dad
pasaa en el interior del castillo de su santi .
- Ah ! ah ! veo que sois hombre caulo , querido.
-Quéquereis , escelencial nadie sabe lo que al
gun dia puede suceder ; tal vez á mí mismo me
echarán un dia el guante como ha sucedido con él
pobre Pepino y necesitaré entonces un ralon que me
roa las puertas de la cárcel.
- En fin , que habeis sabido ?
- El martes habrá dos ejecuciones , á las dos
>

como es costumbre en Roma ; un condenado será


mazzolato , este es un miserable que ha asesinado
á un sacerdote que le educó y que no merece nin
gun interés ; el otro será decapitato ; y este es el
pobre Pepino .
-Ya veis , queridol inspirais un terror tan gran
de , no solamenle al gobierno pontifical , sino á los
reinos vecinos , que quieren hacer un ejemplar.
>
- Pero Pepino no forma parle de nuestra parti
da , es un pobre pastor que no ha cometido mas crí
men que el de proporcionarnos víveres.
Pues eso basta y sobra para que se le considere
como vuestro cómplice , así pues , ya veis que le
guardan algunas consideraciones. En lugarde mar
tirizarlo como barian con vos , si os llegáran á echar
110 .

la mano , se contentan con guillotinarlo. Esto va


riará los planes del pueblo , y habrá espectáculo
>

para toda clase de gusto.


Sin el que yo preparo y con el cual no cuen
-

tan , prosiguió el transtevere.


>

- Amigo mio , permitidme que os diga , prosi


guió el hombre de la capa , que me pareceis dis
puesto a hacer alguna simpleza .
Estoy dispuesto a todo para impedir la ejecu
cion del pobre diablo que morirá por causa mia ;
por la madona I me consideraria muy cobarde si no
hiciese algo por ese valiente muchacho.
--Y
-

Y que es lo que pensais hacer ? veamos.....


Colocaré unos veinte hombres al rededor del
cadalso , y en el momento en que le conduzcan , á
una señal hecha por mí , nos lanzarémos daga en
mano sobre la escolla , y le libertaremos.
-Esome parece muy peligroso , y decididamen
te creo que mi proyecto vale mucho mas que el
vuestro .
-Y cuál es vuestro proyecto , escelencia ?
Daré dos mil piastras á una persona que yo
conozco , y que obtendrá que la ejecucion de Pepi
no se dilate hasta dentro de un año ; luego daré
otras mil piastras á otra persona que tambien yo
sé , y le haré evadir de la prision .
Estais seguro de obtener buen éxito ?
– Diantre ! dijo en francés el hombre de la capa .
-
Qué ? preguntó el transtevere.
- Digo , querido , que mas he de hacer yo con
mi oro que vos y loda vuestra gente con sus puña
111
les , sus pistolas, sus carabinas y sus trabucos. De
jadme y vereis.
- Perfectamente ; pero por si acaso , estaremos
pronlos.
- Bueno >, estas prontos si así lo quereis, pero
estad tambien seguro de que he de obtener la dila
cion indicada .
No olvideis que el martes es pasado mañana y
que por consiguiente no os queda mas dia que ma
ñana .
Db
Y bien ! qué? un dia se compone de veinte y
cuatro horas , cada hora se compone de sesenta mi
nutos, cada minuto de sesenta segundos : y en ochen
ta y seis mil cuatrocientos segundos se pueden hacer
muchas cosas .
-
- Y si habeis oblenido buen éxito , cómo lo sa
bremos ?
- De un modo sencillísimo : he alquilado los tres
últimos balcones del café Rospoli ; si he obtenido
la próroga , los dos balcones de los lados estarán
eolgados de damasco amarillo , pero el de en medio
de damasco blanco con una cruz roja.
- Perfectamente ; y por quién hareis entregar el
perdon ?
Enviadme uno de vuestros hombres disfrazado
de penitente , y se lo daré : gracias a su traje , lle
gará hasta el pié del cadalso , y entregará la órden
al gefe de la hermandad , que la pasará al verdugo.
Mientras tanto , haced saber esta noticia á Pepino , .

para que no se vaya a morir de miedo ó á volverse


loco , lo cual seria causa de que hubiésemos hecho
un gasto inútil.
112
- Escuchad , escelencia , dijo el aldeano , os pro
>

feso un gran afecto , bien lo sabeis ; no es así ?


- Lo creo al menos.
Pues bien ! si salvais á Pepino , no será afec
lo lo que os profese , será obediencia.
- Mide lo que dices , amigo mio , porque acaso
algun dia te lo recuerde , y ese dia será el en que
te necesite .
Pues bien .... I enlonces , escelencia , me en
conlrareis en la hora de la necesidad , como vo os
he encontrado en esta misma hora ; y aun cuando
os fueseis al fin del mundo , no lendreis mas que es
cribirme : « Haz eslo , » y lo haré á fé de.....
-Silencio! dijo el desconocido, oigo ruido.
-

Son viajeros que visitan el Coliseo con anlor


chas.
- Es inútil que nos encuentren juntos. Estos de
monios de guias podrian reconoceros , y por hon
rosa que sea vuestra amistad , amigo mio , si su
piesen que estábamos tan unidos como lo estamos ,
esta union me haria perder un poco de mi crédito.
- Con que si conseguis la próroga ....?
El balcon del centro colgado de damasco blan
co con una cruz roja.
Y si no la conseguís ?
-Tres colgaduras amarillas .
- Y entonces .... ?
Entonces , querido amigo , manejad el puñal
como gusteis ; os lo permilo , y yo estaré allí para
veros maniobrar.
- Adios , escelencia , cuento con vos ; contad vos
conmigo.
113
Y dichas estas palabras , desapareció el transte
vere por la escalera , mientras que el desconocido
embozándose bien en su capa y ocullándose entera
mente el rostro , pasó a dos pasos de Franz , y des
cendió al circo por las gradas esteriores . Un se
gundo despues , Franz oyó resonar su nombre en
aquellas bóvedas ; era Alberto que le llamaba . Es
peró para responder aá que los dos bombres se hu
biesen alejado, procurando no revelarles que ha
bian tenido un tesligo que , si no habia visto su
rostro , no habia almenos perdido una sola pala
bra de su conversacion . Diez minulos no babian
pasado aun , cuando Franz eslaba ya en camino de
la fonda de Londres, escuchando con una distraccion
impertinente el erudilo discurso que Alberto hacia ,
segun Plinio yу Calparipi, acerca de las rejas guar
>

necidas de puntas de hierro que impedian á los ani


males feroces lanzarse sobre los espectadores. Franz
le dejaba hablar sin contradecirle , pues deseaba ha
‫و‬

llarse solo para pensar sin distraccion alguna en lo


que acababa de presenciar. hos
De estos dos hombres , el uno seguramente era
>

extranjero , y aquella era la primera vez que le


veia y oia , pero no sucedia lo mismo con el otro ,
y aunque Franz no hubiese distinguido su rostro
constantemente macro en la sombra ú oculto en
su capa ,> el acento de aquella voz le habia llamado
demasiado la atencion desde la primera vez que la
demasi
oyer ado laqueatenpudie
a para cidiece
se resonar alguna vez en su
la reconociese . Habia sobre lodo
prese ncia sinacion
las enton queeslairónicas algo de agudo y metá
lico que le habia hecho estremecer en las ruinas
114
del Coliseo , lo mismo que en la gruta de Monte -Cris
to ; así , pues , eslaba perfectamente convencido de
que aquel hombre no era otro que Simbad el ma
rino .
En cualquiera otra circunstancia , la curiosidad
que le habia inspirado aquel hombre , le hubiera
arrastrado á darse á conocer , pero en aquel caso ,
la conversacion que acababa de oir era sobrado ín
tima para que no se detuviese por el temor de
masiado fundado de que su aparicion les causaria
una sorpresa bien poco agradable. Le habia dejado
puesalejarse , como se ha visto , pero prometiendo
si le encontraba otra vez no dejar escapar la segun
da ocasion como lo habia hecho con la primera.
La preocupacion de Franz le impidió entregarse
al sueño , de modo que loda aquella noche la empleó
en renovar en su imaginacion todas las circunstan
cias concernientes al hombre de Monte - Cristo y al
desconocido del Coliseo , circunstancias que pare
cian hacer de aquellos dos personajes el misino
individuo ; ademas, mientras más pensaba Franz ,
mas se afirmaba en esta opinion . Se durmió , cer
ca del amanecer , lo que hizo que no disperlára si
no muy tarde. Alberto , á fuer de verdadero pari
sien , habia tomado ya sus precauciones para la no
che , habia enviado por un palco al teatro Argenti
no y como Franz tenia que escribir muchas cartas
para Francia , cedió el carruaje á Alberto por to
do el dia .
A las cinco entró Alberto ; habia entregado las
cartas de recomendacion , tenia billeles para todas
las terlulias y habia visto a Roma .
115
Un dia habia bastado á Alberto para todo esto .
Y todavia habia tenido tiempo para informarse de
la pieza que se representaba y de los actores que
le ejecutaban. La pieza tenia por título : Parisi
na: los actores se llamaban Coselli , Moriani y la
Spech .
Nuestros dos jóvenes no eran lan desgraciados
como se vé , pues que iban á sistir a la represenla
cion de una de las mejores óperas del autor de Lu
cia di Lammermoor , ejecutada por tres artistas de
los de mas nombradia en Italia.
Alberto no habia podido jamás acostumbrarse á
los teatros ultramontanos,, cuya orquesta no se
puede oir, y que no tiene ni balcones ni palcos des
cubiertos ; esto era bastante duro para un hombre
que tenia su luneta en los Bouffes y su parte de pal
co en la ópera. Sin embargo no impedia que Al
berto se vistiese de gran etiqueta siempre que iba á
la ópera con Franz ; tiempo perdido, pues , preciso
es confesarlo para vergüenza de uno de los repre
sentantes de nuestra elegancia ; despues de cuatro
méses que paseaba la Italia en todos sentidos, Alber
to no habia tenido ni lo que se llama una sola aven
tura.
Y no era que Alberto dejase de hacer lo posible
para que esta se le presentára , no , porque Alberlo
>

de Morcef era uno de los jóvenes quee mas fastidia


dos debian estar por hallarse en tal descubierto. La
cosa era tanto mas penosa , cuanlo que segun la
modesta costumbre de nuestros queridos compatrio
tas, Alberto habia salido de Paris con la conviccion
de que iba a tener los mejores lances, y que volve
116 -

ria á entretener á sus amigos del boulevard de


Gand con la relacion de sus aventuras, pero des.
graciadamente nada de esto habia sucedido : las
encantadoras condesas genovesas , florentinas y na
politanas habian lemido , no á sus maridos sino á
sus amantes , y Alberto habia adquirido la cruel
conviccion de que las ilalianas tienen á lo menos
sobre las francesas la ventaja de ser fieles a su in
fidelidad ; sin embargo no quiero decir con esto
que en Italia como en todas partes, no haya regla
sin escepcion .
Y no obstante , Alberlo era no solamenle un jó
ven muy elegante , sino un hombre de mucbo talen
to ; era ademas vizconde , vizconde de moderna no
>

bleza , es muy cierlo, pero en el dia que no se hacen


pruebas, qué importa que sea uno noble desde 1399
>

ó desde 18157 Sobre lodo esto , tenia cincuenta mil


libras de renta ; y siendo mas de lo necesario para
vivir en Paris á la moda, era pues algo humillante
el no haberse hecho notable en ninguna de las ciu
dades por donde habia pasado..
Contaba sin embargo que no seria lo mismo en
Roma , mucho mas siendo el carnaval , una de las
épocas de mas libertad y en que las mas severas se
dejan arrastrar á algun acto de locura . Como el car
naval empezaba al siguiente dia , era muy impor
>

tante que Alberto echára á volar su prospecto anles


de aquella abertura.
Alberto habia alquilado , pues , con esa intencion
uno de los palcos mas visibles del leatro , y se habia
vestido con mucha elegancia. Estaba en la primera
fila, que reemplaza en nuestros teatros la galería.
117
Por otra parte , los tres primeros pisos son lan aris
tocrálicos los unos como los otros, y por esta ra
zon son llamados los palcos nobles. Aqui diremos
como de paso que aquel palco, donde podrian estar
doce personas sin estrechez, habia costado a los dos
amigos un poco mas barato que un palco de cuatro
personas en el ambigú cómico.
Alberto , preciso es decirlo , lenia aun otra espe
ranza : y era que si llegaba á encontrar cabida en
el corazon de una bella romana , esto le conduciria
naturalmente á conquistar un puesto en un carruaje,
y por consiguiente á ver el carnaval en algun balcon
de principe .
Unidas todas estas circunstancias , hacian que
>

Alberto fuese mas emprendedor de lo que nunca lo


habia sido. Volvia la espalda á los actores, incli
nándose fuera del palco , y mirando a todas las per
sonas con unos anteojos de seis pulgadas de largo ,
lo cual no hacia que ninguna mujer recompensase ,
con una sola mirada ni aun de curiosidad , todos
sus estudiados ademanes y movimientos. En efeelo .
cada cual hablaba de sus asuntos, de sus amores ,
de sus placeres , del carnaval que comenzaba al dia
siguiente, de la próxima semana santa , sin fijar
>

la alencion ni un solo instante ni en los actores , ni


en la ópera, escepto en los momentos muy marca
dos en que todos se volvian , sea para oir un trozo
del recilado de Coselli , sea para aplaudir algun rasa
go brillante de Moriani, sea en fin para gritar bra
vo á la Spech ; pasados estos instantes tan fugaces
y momentáneos , las conversaciones particulares
recobraban su objeto primordial.
TOMOII . 14
118 -

Hacia el final del primer acto , la puerta de un


palco que habia hasta entonces permanecido vacio
se abrió , y Franz vió entrar á una mujer a la cual
habia lenido el honor de ser presentado en Paris ,
y que creía aun en Francia. Alberlo vió el movi
miento que hizo su amigo al aparecer aquella dama
y volviendose hacia él :
- Conoceis acaso á esa dama ? dijo .
-Sí , qué os parece ?
Es una encantadora rubia , querido. Ohl que
cabellos tan adorables; es francesa ?
No, veneciana,
Y se llama ?
-La condesa G.....
-Oh ! la conozco de nombre, esclamó Alberlo ;
dicen que ademas de ser hermosa tiene mucho la
lento : Diantrel cuando pienso que hubiera podido
ser presentado á ella en el último baile dado por
la señora de Villefort, en el cual estaba, y que enton
ces no quisel no es verdad que soy un necio !
- Queréis que repare esa falla ? preguntó Franz .
Comol la conoceis tan inlimamente para con
ducirme á su palco?
- He tenido honor de hablarla tres ó cuatro
veces en mi vida , pero , bien lo sabeis , es lo bas
tante para no comeler una indiscrecion .
En este momento , la condesa reparó en Franz y
le hizo con la mano un ademan gracioso , al cual
respondió él con una respetuosa inclinacion de ca
beza.
Olal meparece que estais en buena armonía ?
dijo Alberlo .
119
- Pues os engañais , y hé aquí lo que nos hará
comeler mil necedades á nosotros los franceses en el
estranjero , por someterlo todo á nuestro punlo de
>

vista parisiense. En España y en Italia , sobre todo,


>

no juzgueis jamás de la intimidad de las personas


por lo espresivo de los cumplimientos. Hemos sim
palizado la condesa y yo , pero nada mas .
-Simpalía de alma? preguntó Alberto sonrien
dose .
-No , de carácter , respondió gravemente Franz.
> >

Y en donde comenzó , en donde tuvo lugar


tal simpalía ?
-En un paseo que dimos por el Coliseo semejante
al que juntos hemos dado.
- A la luz de la luna ?
-Sí .
-Solos ?
Casi .
Y hablasleis ... ) པ ས སས ་ ས ་ ་ ་ ་ ་
De los muertos.
Ahl esclamó Alberto pues entonces la conver
sacion no dejaria de ser agradable y por lo mismo os
prometo que si tengo la dicha de servir de caballe
ro á la bella condesa en un passo semejante al vues
tro , no la hablaré sino de los vivos.
– Y tal vez haréis mal .
-- Mientras tanto , vais á presentarme a ella co
mo me lo habeis prometido.
Así que se baje el telon.se O novie
Cuan largo es este diablo de primer actos
Escuchad el final, querido, porque á mas de
>

ser muy bello , Coselli lo canta admirablemente.


120
-Si pero qué talle!
-La Spech está sumamenle dramática.
- Si, no lo dudo , pero ya conoceis qu cuando se
>

ha oido á la Lontag y la Malibran ...


-

No os parece escelenle el método de Mo


riani ?
- No me gustan los morenos que cantan rubio.
- Amigo mio , dijo Franz volviendose , mientras
que Alberto continuaba mirando con los anteojos, á >

decir verdad estais hoy muy insulso y distraido..


En fin el lelon se bajó , con gran satisfaccion del
visconde de Morcerf que tomó su sombrero , se ar
reglo sus cabellos compuso su corbata y sus puños,
é hizo observar á Franz que le esperaba. Como por
su parle la condesa , a quien Franz interrogaba con
la mirada , le hizo comprender que seria bien reci
bido , no tardó esle en satisfacer la impaciencia de
Alberto y dirigiéndose al palco seguido de su com
pañero , que se aprovechaba del paso para compo
ner los falsos pliegues que los movimiento habian
podido imprimir en el cuello de la camisa y en las
solapas de su frac , llamó al palco número 4 , que
era el que le ocupaba la condesa . Esla se levantó al
punto , cediendo su lugar al recien venido , segun
es costumbre en Italia y segun se cede siempre cuan
do llega una visita. es
Franz presentó Alberto á la condesa como uno de
los jóvenes franceses mas distinguidos por su po
sicion social , por sus nada escasos conocimientos
y por las muchas otras cualidades que le adornaban
todo lo cual no dejaba de ser cierto , porque tanto
en Paris como en cualquiera parte que esluviese , se
121
tenia á Alherlo por un cumplido caballero. Tuvo
Franz cuidado de añadir que pesaroso su amigo de
po haber sabido aprovechar la permanencia de la
condesa en Paris , para hacer que le presentasen á
ella , le habia encargado que reparase su falla , mi
sion que cumplia , rogando a la condesa , á cuyo
lado lambien él hubiera necesitado un introductor ,
que escusase su indiscrecion .
La condesa respondió haciendo un saludo encan
lador á Alberto y presentando la mano á Franz.
Invitado por ella , Alberto , se sentó en el lugar de
socupado de la delantera , y Franz lo verificó en
segunda fila , detrás de la condesa.
Alberto habia encontrado un escelenta lema para
conversacion ; Paris ; y por consiguiente hablaba á
la condesa de sus conocimientos comunes. Franz
comprendió que se hallaba en su terreno ; dejóle
pues , y pidiéndole sus jigantescos anteojos , se pu
so á su vez á esplorar el salon . Sola , sentada
en el sillon delantero de un palco de tercera fila
en frente de ellos , estaba una mujer admirable
menle hermosa , vestida con un Iraje griego que
llevaba con tanta gracia y soltura que era eviden
temente su traje habitual. Detrás de ella , entre la
sombra , se dibujaba la forma de un hombre cuyo
rostro era imposible distinguir. Franz interrompió
la conversacion de Alberto y de la condesa para
preguntar a esta última si conocia a la bella alba
nesa , digna de atraer no solamente la atencion de
los hombres , sino tambien la de las mujeres.
- No , dijo ; todo cuanto sé és que está en Ro
>

ma desde el principio de la estacion ; porque desde


122 .

que está abierto el teatro la he visto colidianamenle


en el palco mismo en que hoy se encuentra , unas
veces acompañada del hombre que en este momen
to está con ella , yolras seguida tan solo de un cria
do negro .
-
- Qué os parece , condesa ?
- Estremadamente linda ; Medora debió aseme
jarse á esa mujer.
Franz y la condesa cambiaron una sonrisa , vol
viendo de nuevo esta última á entablar su interrum
pida conversacion con Alberto , y Franz á mirar
á su albanesa. En esto , levantóse el telon para el
baile. Era uno de esos bailes italianos puestos en
escena por el famoso Henry, que se ha formado co
mo coreógrafo una reputacion tan colosal en Italia ,
y que el desgraciado ha venido por fin á perder en el
teatro Náutico ; uno de esos bailes en que todo el
mundo , desde el primer bailarin al último compar
så , toman un parte lan acliva en la accion , que
ciento cincuenta personas hacen a la vez el mismo
ademan y levantan á un tiempo el mismo brazo ó
la misma pierna. Llamaban á este baile Dorliska .
Á Franz le tenia en demasía preocupado su hermo
sa albanesa para ocuparse del baile por interesante
que fuese. En cuanto a la desconocida, parecia espe
rimentar un placer visible en aquel espectáculo,
placer que formaba un contraste bastante notable con
el profundo desden del que la acompañaba, y que
mientras duró la escena coreográfica , no hizo un
movimiento , pareciendo , á pesar del ruido infer
> >

nal producido por las trompetas,, los timbales y los


123
chinescos de la orquesta , gustar de las celestiales
dulzuras de un sueño pacífico y embelesador .
En fin , concluyó el baile‫و‬, ! el telon volvió a caer
en medio de los frenéticos aplausos de un público
embriagado de entusiasmo. Gracias a esa costumbre
de interpolar un bailecito en las óperas , los en
treactos son muy cortos en Italia , leniendo tiempo
para descansar y cambiar de traje mientras que los
bailarines ejecutan sus piruetas y ensayan sus ca
briolas .
De allí á un instante empezóse el acto segundo.
Á los primeros sonidos de la orquesta , Franz vió
al soñolienlo desconocido levantarse lenlamente y
acercarse á la griega , que se volvió para dirigirle
algunas palabras , y se apoyo de nuevo sobre el an
tepecho del palco. La fisonomía de su interlocutor
seguia oculta en la sombra , y Franz no podia dis
tinguir ninguna de sus facciones.com
Comenzado ya el acto , la atencion de Franz fué
>

alraida por los actores , y sus ojos abandonaron un


instante el palco de la hermosa griega para fijarlos
en el escenario.
El acto comienza , como ya se sabe , por el duo
del sueño. Parisina , acoslada, deja escapar delanle
de Azzo el secreto de su amor por Hugo. El esposo
engañado sufre todos los furores de los celos , hasta
que , convencido de que su esposa le es infiel , ladis
pierta para anunciarla su próxima venganza . Este
duo , es uno de los mas hermosos , de los más es
presivos y de los mas terribles que han salido de la
fecunda pluma de Donizelti, Franz le oia por la ter
cera vez , y sin embargo , produjo en el un efecto
124
profundo. Iba , pues , á unir gus aplausos á los del
salon , cuando sus manos , prontas á chocar, per
manecieron separadas y el bravo que iba a escapar.
se de su boca , espiró en sus lábios.
El hombre del palco se habia levantado, y avan
zando su cabeza hasta un punto en que le diera de
lleno la luz , habia permitido á Franz reconocer en
él al mismo habitante de Monte -Cristo , á aquel cuya
voz y talle habia creido descubrir en las ruinas del
Coliseo ; ya no le cabia duda , el estraño viajero
vivia en Roma .
Sin duda la espresion de la fisonomía de Franz
estaba en armonía con la turbacion que en el pro
dujera semejante encuentro , porque la condesa le
miró , empezó á reir , y le preguntó que era lo que
tenia .
-Señora , respondió Franz, hace poco os he pre
guntado si conociais á esa mujer albanesa ; ahora
os pregunto si conoceis á su marido.
Menos todavia , respondió la condesa.
Nunca habeis fijado en él la atencion ?
- Hé ahi una pregunta enteramente francesa !
Bien sabeis que para nosotras las italianas no hay
otro hombre en el mundo mas que aquel á quien
Amamos !
Es verdad , respondió Franz.
- Sin embargo , os diré , dijo ella acercando los
>

gemélos de Alberlo a sus ojos y dirijiéndolos hácia


el palco , que debe ser algun recien desenterrado ,
algún muerto salido de su lumba, con el competente
permiso del sepulturero , se entiende , porque me
parece horriblemente pálido.
125
-Pues siempre está lo mismo, respondió Franz.
Luego le conoceis ? preguntó la condesa ; en
tonces yo soy la que os preguntaré quien es.
-Estoy seguro de haberle vislo antes de ahora
pero no atino ni donde ni cuándo . O
- En efecto , dijo ella haciendo un movimiento
con sus hermosos hombros , como si un estremeci
miento circulase por sus venas , comprendo que
cuando se ha visto una vez á un hombre semejante
jamás se le olvida .
El efecto que Franz habia esperimenlado no era,
pues , una impresion particular ), puesto que otra
persona le sentia tambien. per
-Y decidme , preguntó Franz á la condesa des
pues que le hubo observado por segunda vez ; qué
pensais de ese hombre ?
Que creo ver á lord Ruthwen en carne y hueso .
Este nuevo recuerdo de lord Byron admiró á
Franz , porque , en efeclo , si alguien podia hacerle
HAUST
crer en los vampiros , no era otro que el hombre que
ante sus ojos tenia .
— Es preciso que sepa quien es , dijo Franz le
vantándose. osoits hos
Sohl no , esclamó la condesa ; no, no me aban
doneis ; cuento con vos para que me acompañeis ,
y os quiero tener á mi lado. One
-Cómo ! la dijo Franz al oido , tendríais miedo ?
- Escuchad , le dijo ella ; Byron me ha jurado
que creia en los vampiros y aun que los habia vis
to. Me ha descrito su rostro , que es absolutamente
semejante al de ese hombre ; esos cabellos negros,
esos ojos tan grandes , en que brilla una llama es
TOMO II . 15
126
traña , esa palidez mortal ; ademas , polad que no
está con una mujer como las demas ; eslá con una
estranjera ..... una griega..... una cismática ..... sin
duda con una mágica como él ... Os ruego que no os
vayais. Mañana podreis buscarle , si asi os parece ;
pero hoy os declaro que teneis que acompañarme.
Franz insistió .
-Pues bien , dijo la condesa levantándose , me >

voy ; no puedo quedarme hasta el fin de la funcion ,


porque tengo tertulia esta noche en mi casa ... seréis
tan poco galante que me rehuseis vuestra compañía ?
Franz no podia dar otra respuesta que la de tomar
el sombrero , abrir la puerta y ofrecer su brazo á la
condesa ; y esto fue lo que hizo.
La condesa estaba efectivamente muy conmovida,
y el mismo Franz no dejaba tampoco de esperimen
tar cierto terror supersticioso , tanto mas natural,
cuanto que lo que era en la condesa el producto de
una sensacion instintiva , era en él el resultado de
un recuerdo. Sintió que lemblaba al subir al carrua
ge . La condujo hasta su casa : no habia nadie, y no
era esperada por nadie ; Franz la reconvino .
- En verdad , dijo ella , no me siento buena , y >

tengo necesidad de estar sola : la vista de ese hombre


me ha conmovido .
Franz procuró reirse.
- - No os riais ; le dijo ella ; ademas , prometedmo
una cosa .
-
Cuál ? 201
Prometéd mela .
-Todo cuanto querais , esceplo renunciar a des
cubrir á ese hombre. Tengo motivos , que me es im
127
posible comunicaros, para desear saber quien es, de
donde viene y á donde vá.
- De donde viene lo ignoro ; pero donde va pue
do decíroslo : va al infierno , no lo dudeis.
Volvamos
mula a la promesa que queriais exijir de
mí , condesa , dijo Franz.
ente en
-Ah , es la siguiente : Lurrectam
vuestra casa y no buscar esta noche á ese hombre.
Hay cierta afinidad entre las personas que se sepa
ran y las que se reunen . No siryais de conduclor
entre ese hombre y yo. Mañana corred tras él cuan
to querais , pero jamás me lo presenteis sino quereis
bacerme morir de miedo : asi , pues, buenas noches,
procurad dormir ; yo sé bien que no podré cerrar
los ojos en toda la noche.
Y con estas palabras la condesa se separó de Franz ,
dejándole fluctuando en la indecision de si se habia
divertido á su costa, ó si verdaderamente habia sen
tido el temor que espresára .
Al entrar en la fonda , Franz encontró á Alberlo
con bata y pantalon sin trabillas , voluptuosamente
arrellanado en un sillon y fumando un buen tabaco.
- Ab ! sois vos ! le dijo , en verdad que no os es
peraba hasta mañana .
Querido Alberto , respondió Franz, me felicito
por tener una ocasion de deciros una vez por todas,
que teneis la idea mas equivocada de las mujeres
italianas ; y no obstante, me parece , que vuestras
desdichas amorosas debian habérosla hecho perder.
-Qué quereis ! esas mujeres el diablo que las
-

comprenda los dan la mano , os la estrechan , os


hablan al oido , hacen que las acompañeis á su casa :
2
128
con la cuarta parte de ese modo de tratar a un hom
bre una parisiense perderia pronto sui reputacion .
--- Pues justamente porque nada tienen que ocul
tar , porque viven con lanta liberlad , es por lo que
las mujeres se cuidan lan poco del público en el be
llo pais donde resuena el si , como decia Dantés . Por
olra parle bien habeis visto que la condesa tenia
miedo .
- Miedo, de qué ? de aquel honrado caballero que
estaba en frente de nosotros con aquella hermosa
griega ? pues yo al salir me los encontré en el corre
dor y á fe que no sé de donde diablos os han venido
esas ideas del olro mundo ! Es un hombre buen mo
zo y muy elegante , no parece sino que se viste en
Francia en casa de Blin ó de Humanes . Un poco pá
lido , es verdad ; pero bien sabeis que la palidéz es
>

un signo de distincion .
Franz se sonrió ; Alberlo lenia tambien preten
siones á estar pálido.
-Si , si , le dijo Franz , estoy convencido de que
>

las ideas de la condesa acerca de ese hombre , no >

tienen sentido comun ; pero decidme , ha hablado á


vuestro lado y habeis oido alguna de sus palabras ?
- Ha hablado , pero en griego. He reconocido el
idioma en algunas voces griegas desfiguradas. Oh !
me acuerdo que en el colegio me daba muy malos
ratos el lal griego !
Con qué hablaba en griego ?
Es probable .
- No hay duda , murmuró Franz , él es.
-Que , qué decis ? ....
Nada. Qué eslabais haciendo !
129
Os preparaba una sorpresa .
Cual ?
- Bien sabeis que es imposible encontrar un co
che ?
-Diantre ! por lo menos se ha hecho para ello
cuanto humanamenle se podia hacer.
Pues bien ! me ha ocurrido una idea maravi
llosa.
Franz miró á Alberto coino dudando del estado
de su imaginacion .
-- Querido , dijo Alberto , me honrais con una
mirada que mereceria os pidiese reparacion.
- Estoy pronto á dárosla , querido amigo , si la
idea es tan maravillosa como decís.
Escuchad .
- Escucho.
No hay medio de encontrar carruaje ?
No.
- Ni caballos ? tilii ‫ܢ‬ ;
- Tampoco . Sher B
– Pero una carreta bien se podrá encontrar ?
- Tal vez .
- Y un par de bueyes ?
-Tambien es probable.
- Pues bien ; esa es la nuestra . Mando adornar
la carrela , nos vestimos de segadores napolitanos ,
y representamos al natural el magnífico cuadro de
Leopoldo Robert. Si para mayor propiedad la con
desa quiere vestirse de paisana de Puzzole é de Sor
renlo , esto completará la mascarada ; y seguramen.
le la condesa es demasiado hermosa para que la lo
men por el original de la mujer del niño.
130 -

- Diantre , esclamó Franz , por esla vez teneis


razon , Alberlo , y esa es una idea feliz.
-Y nacional . Ah señores romanos i creeis que
-

se correrá á pié por vuestras calles como unos lazza


roni , porque no teneis calesas ni caballos ? Pues
bien ! ya se inventarán.
Y habeis comunicado a alguno esa triunfaple
idea ?
-Solo á nuestro huésped . Al entrar le hice subir
y le manifesté mis deseos. Me ha asegurado que na
da era mas fácil : yo queria hacer dorar los cuernos
de los bueyes , pero él me ha dicho que para eso se
necesitarían tres dias : por lo que será preciso pa
sar sin esa superfluidad .
Y donde está ?
- Quién ?
- Nuestro huésped .
-

--- En busca de la carrela , porque mañana será


-

ya tarde.
De modo y manera que esta misma noche ten
dremos la contestacion ?
-La espero .
En este momento la puerta se abrió y maese Pas
trini asomó la cabeza.
-Se puede entrar ? dijo.
Pues no se ha de poder ! esclamó Franz.
- Y bien ! dijo Alberto ,> nos habeis encontrado
la carreta y los bueyes ?
- He encontrado algo mejor que eso : respondió
con aire perfectamente satisfecho de sí mismo.
-

- Ah ! mi querido huésped , andad con tiento en


lo que decis .
131
-Fiese vuestra escelencia en mí , dijo maese
>

Pastrini .
- Pero en fin , qué hay ? esclamó Franz á su vez.
Ya sabeis , dijo el posadero , que el conde de
>

Monte -Cristo vive en este mismo piso...?


-

Yo lo creo , dijo Alberlo , pues que gracias á él


>

no hemos podido alojarnos sino como dos estudian


tes en la calle de Saint-Nicolas-du -Charnedot.
- Y bien , sabe en el apuro en que os encontrais
>

y os ofrece dos asientos en su carruaje y dos sitios


en sus ventanas del palacio Rospoli.
Alberto y Franz se miraron .
- Pero , preguntó Alberto , debemos aceptar la
oferta de ese extrangero ? de un hombre á quien no
conocemos ?
Y qué clase de hombre es ese conde de Monte
Cristo ? preguntó Franz á su huésped .
- Un gran señor siciliano ó maltés, no lo sé á
punto fijo , pero noble como un borgliese y rico co
mo una mica de oro,
- Me parece , dijo Franz á Alberto , que si ese
hombre fuese de tan buenas cualidades como dice
nuestro huésped , hubiera debido hacernos su invi
lacion de otra manera, ya fuese escribiéndonos, ya...
En este momento llamaron á la puerta.
- Adelante , dijo Franz .
Un criado perfectamente vestido con una elegante
librea , se presentó en el dintel de la habitacion.
- De parte del conde de Monte -Cristo , para el
señor Franz d'Epinay y para el señor vizconde Al
berto de Morcerf , dijo.
-
132
Y presentó al huésped dos tarjetas que este en
Iregó á los jóvenes.
-El señor conde de Monte -Cristo , continuó el
criado , me manda que pida á estos señores permi
so para presentarse mañana por la mañana en su
cuarto como vecino ; lendré el honor de informarme
por estos señores á que hora estarán visibles.
- A fe mia , dijo Alberto á Franz , que no nos
podemos quejar.
-- Decid al conde , respondió Franz , que nosotros
tendremos el honor de anticiparnos á su visila.
El criado se retiró .
Eso es lo que se llama un asalto de elegancia ;
dijo Alberlo ; vamos , decididamente vos leniais ra
>

zon , maese Pastrini , y el conde de Monte-Crislo es


un hombre enteramente perfecto.
--Luego aceplais su oferta ? dijo el huésped.
- Yo lo creo , respondió Alberto ; sin embargo,
os lo confieso , siento que no se realice nuestro plan
de la carrela y los segadores ; yу si no hubiese lo del
balcon del palacio Rospoli para compensar lo que
perdemos , creo que volvería á mi primera idea ;
qué os parece , Franz ? [ફાઈ માતા
Me parece que tambien son los balcones los que
me deciden , respondió Franz á Alberto.
En efecto , esta oferta de dos sitios en un balcon
del palacio Rospoli, habia recordado á Franz la con
versacion que overa en las ruinas del Coliseo , entre
su desconocido y el transtevere , conversacion en la
cual el hombre de la capa habia prometido obtener
la gracia del condenado. Ahora pues , si el hombre
de la capa , era , segun todo se lo probaba á Franz,
133
el mismo cuya aparicion en la sala Argentina le ha
bia preocupado tanto , sin duda alguna le recono
ceria , y enlonces nada le impediria salisfacer su
curiosidad respeclo á este punto.
Franz pasó una parle de la noche pensando en sus
dos apariciones y deseando que llegase el dia si
guiente. En efeclo , el siguiente dia debia aclararlo
todo , y esta vez , á menos que su huésped de Monte
Cristo poseyese el anillo de Gyges y gracias a este
anillo su facullad de bacerse invisible , era evidente
que no se le escaparia. Así , pues , se desperló á las
ocho , hora en que Alberto como no lenia los mis
mos motivos que Franz para madrugar tanto , dor
mia aun apaciblemente. Franz mandó llamar á su
huésped, que se presentó con sus saludos ordinarios.
Maese Pastrini, le dijo , no debe haber hoy
una ejecucion ?
--Sí escelencia , pero si preguntais eso para te
ner un balcon , os acordais de ello muy tarde.
- No , prosiguió Franz ; por otra parte , si lo
hiciese absolutamente para ver ese espectáculo , en
contraria sitio en monte Pincio.
-Oh ! yo creia que V. E. no querria mezclarse,,
con la canalla , cuyo anfitealro es ese.
-Es probable que no vaya , dijo Franz , pero
>

desearia adquirir algunos detalles.


Cuales ?
Quisiera saber el número de condenados , sus
nombres y su género de suplicios. einesi
– Oh I no lo podiais pedir mas á tiempo , esce
lencia ; ahora justamente me acaban de traer las ta
volette .
TOMO II . 16
134
Que es eso de las tavolette ?
- Las tavolette son unas tabletas de madera que
se cuelgan en todas las esquinas de las calles la vís
pera de las ejecuciones , y en las cuales están ins
critos los nombres de los condenados, la causa de su
condenacion , y la clase de suplicio . Este aviso tie
ne por objeto invitar a los fieles á que ruegen á
Dios para que dé á los culpables un sincero arre
pentimiento.
- Y os traen esas lablelas para que unais vues
tra súplicas á los fieles ? preguntó Franz jronica
mente.
No , escelencia ; yo me entiendo con el repar
lidor y me trae esos anuncios , así como me trae
tambien los anuncios de espectáculos de otros géne
ros , a fin de que si alguno de los viajeros que tengo
la honra de albergar en mi casa , desea asistir á la
ejecucion , lo sepa anticipadamente.
- Ah ! ya comprendo , maese Pastrini , esclamó
Franz;; sois hombre en estremo solicito y delicado en
todo lo que se trata de complacer à vuestros huéspe
des !
Ob ! dijo maese Pastrioi sonriendo : puedo va
nagloriarme de que hago todo cuanto está en mi ma
no para satisfacer los deseos de los nobles extranje
ros que me honran con su confianza .
- Eso es lo que veo , querido huésped , y lo que
repetiré á quien quiera oirlo , estad cierto de ello.
Mientras lanto desearia leer una de esas tavolette.
Nada mas fácil , dijo el huésped abriendo la
puerta ; be mandado poner una en el corredor.
135
Salió, descolgó la tavolette, y la presentó á Franz;
Hé aquí la traduccion literal del cartel patibular.
Se hace saber á todos los que la presente vieren y
entendieren , que el martes 22 de febrero, primer dia
de Carnaval, y en virtud de sentencia dada por el
tribunal de la Rota , serán ejecutados en la plaza del
3

Pópolo los llamados Andres Róndolo, culpable de ase


sinato en la persona muy respetable y venerada de don
César Torlini , canónigo de la Iglesia de San Juan
de Letran , y el llamado Pepino , alias Rocca Priori,
convencido de complicidad con el detestable bandido
Luis Vampa y los demas de su banda . El primero se.
rá mazzolato , y el segundo decapitato. Se ruega á
las almas caritativas que pidan al Ser Supremo un
sincero arrepentimiento para estos dos infelices reos .
Eslo mismo era lo que Franz babia oido la ante
víspera en las ruinas del Coliseo , y nada habia cam
biado en el programa ; los nombres de los condena
dos , la causa de su suplicio y el género de su ejecu
cion eran esactamente los mismos. Asi pues , segun
toda probabilidad , el transtevere no era otro que el
bandido Luis Vampa , y el hombre de la capa Sim
bad el marino, que en Roma como en Porto - Vechino
y en Tunez proseguia el curso de sus filantrópicas
espediciones.
Entretanto el tiempo corria , eran las nueve , y
Franz iba a despertar á Alberto , cuando con gran
asombro de parte suya, le vió salir de su cuarto ves
tido ya de piés á cabeza. El carnaval le habia hecho
despertar mas de mañana de lo que su amigo espe
raba.
-Vaya pues ! dijo Franz á su huésped , ahora que
136
estamos prontos, creeis , señor Pastrini, que podre
mos presentarnos en la habitacion del señor conde
de Monte-Cristo ?
-Oh ! seguramente , respondió ; el conde de Mon
le - Cristo acostumbra á madrugar , y estoy seguro
de que hace dos horas que se ha levantado.
Y creeis que no será indiscrecion el irle a ver
ahora mismo ?
Nada de esto .
-En ese caso , Alberto , si estais pronto .....
-

Si, amigo mio , si ; estoy pronto á todo , dijo


Alberto.
Vamos á dar gracias a nuestro vecino por su
atencion .
-Vamos enhorabuena .
Franz y Alberto no tenian que atravesar mas que
el corredor. El posadero se adelantó y llamó por
ello ; un criado salió a abrir.
- YY signori francesi, dijo Pastrini.
El criado se inclinó y les hizo señas de que en
trase n. hose na
Atravesaron dos piezas amuebladas con un lujo
no
que creian encontrar en la fonda de maese Pas
trini, y llegaron en fin á un salon sumamente ele
gante : cubria el pavimento una alfombra de Tur
quía, magníficas sillas de blandos almohadones y de
anchos espaldares encorvados hacia atras , brinda
ban con un descanso lan cómodo como agradable,
riquísimos cuadros pintados al óleo , que represen
taban retratos de diferentes personajes , intermedia
dos con trofeos de espléndidas armas , colgaban de
Enstoris
app boca de
137
las paredes , y por fin anchas cortinas de hermosa
lapicería flotaban delante de cada puerta.
-Si sus escelencias guslan sentarse , dijo el cria
do , pueden hacerlo mientras entro aviso al señor
conde .
Y desapareció por una de las puertas.
En el momento en que esta puerta se abrió , el
sonido de una guzla llegó a los oidos de los dos ami.
gos , pero al punto se apagó ; la puerta cerrada casi
al mismo tiempo que abierta , no habia podido por
decirlo así , dejar penetrar en el salon mas que un
soplo de armonía. Franz y Alberto cambiaron una
mirada y volvieron los ojos hacia los muebles , los
cuadros y las armas . Todo esto a segunda vista les
pareció aun mas magnífico que al primer golpe.
-Qué tal os parece ? preguntó Franz á su amigo,
- A fe mia , querido , dijo , que es preciso que
nuestro vecino sea algun agentede cambio que ha
jugado á la baja sobre los fondos españoles , ó al
gun príncipe que viaja de incógnito.
-
Silencio ! le dijo Franz , eso es lo que vamos
á saber , pues que aqui viene.
En efecto , el ruido de una puerta que giraba só .
bre sus goznes acababa de llegar hasta los oidos de
los dos amigos , y casi al mismo tiempo levantan
dose el corlinaje , dió paso al propietario de todas
aquellas riquezas. Alberto se levantó y le salió al
encuentro ; pero Franz al verle se quedó clavado en
su silio.
El que acababa de entrar no era otro que el hom
bre de la capa del Coliseo, el desconocido del palco,
el huésped misterioso de Monte -Cristo.
TOMO II . 17
+

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LA MAZZOLATA .

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Set
EÑORES , dijo al entrar el conde de Monte
Cristo , recibid mis escusas por haber dado lugar
á que os hayais adelantado , pero al presentarme
antes en vuestra casa hubiera temido ser indiscreto.
Por otra parte , me habeis dicho que vendriais y os
he estado esperando .
– Venimos á daros mil y mil gracias , Franz y
-

yo , señor conde , dijo Alberto ; pues que verdade


>

ramente nos sacais de un gran apuro , tanlo, que ya


estábamos á punto de inventar la estralagema mas
- 140
.

fantástica en el momento en que nos parliciparon


vuestra atenta invitacion .
Eh ! Dios mio I señores, dijo el conde hacien
do seña á los jóvenes de que se sentasen en un di
van ; ese imbécil de Pastrini tiene la culpa de que
os haya dejado tanto tiempo en esa angustia ; no me
habia dicho una palabra de vuestro apuro , á mí que,
solo y aislado como lo estoy aqui, no buscaba mas
que una ocasion de hacer conocimiento con mis ve
cinos. Asi , pues, desde el momento en que supe
>

que podia seros útil en algo, ya habeis visto con qué


prisa be aprovechado la ocasion de presentaros
mis servicios. Pero , tomad asiento , señores ; me
habia distraido .
Y el conde señaló á los dos jóvenes un precioso
confidente que junto a ellos tenian.
Ambos amigos se inclinaron : Franz no habia en
contrado aun una sola palabra que decir, aun no ha
bia tomado ninguna resolucion , y como nada indi
caba en el conde su voluntad de reconocerle ó su
deseo de ser conocido por él , no sabia si hacer, por
una palabra cualquiera, alusion á lo pasado , ó de
jar liempo al porvenir para que les diese nuevas
pruebas. Por otra parte , aun cuando estaba seguro
de que la víspera era él quien estaba en el palco, no
>

podia sin embargo responder lan positivamente de


que fuese él quien eslaba la antevíspera en el Coli
seo . Resolvió , pues , dejar marchar las cosas sin ha
cer ninguna pregunta directa. Ademas , tenia una
superioridad sobre él, era dueño de su secreto , mien
tras que el conde no podia tener ninguna accion so
bre Franz , que nada tenia que ocultar. Esto no
141
obstante , resolvió hacer girar la conversacion sobre
un punto que podia aclarar un poco sus dudas.
-Señor conde, le dijo ; ya que nos habeis ofre
cido dos asientos en vuestro carruaje y dos sitios en
vuestras ventanas del palacio Rospoli ; podriais de
cirnos ahora de que medios dos valdriamos para
procurarnos un posto qualquiera, como se dice en
Italia , en la Plaza del Popolo ?
>

Ahlsí , es verdad , dijo el conde con aire dis


>

traido y mirando á Morcerf con una atencion sos ! e


nida, no hay en la plaza del Popolo una... una eje
cucion ? че
Si, respondió Faanz , viendo que por sí mismo
iba donde él queria conducirle .
- Esperad , esperad , creo haber dicho ayer á mi
mayordomo que se ocupase de eso , tal vez pueda
haceros todavia otro pequeño servicio.
Y tendió la mano hacia un cordon de campanilla.
Al punto vió entrar Franz á un individuo de cua
renta y cinco á cincuenta años que parecia aseme
jarse , como una gota de agua se asemeja á otra , al
contrabandista que le habia introducido en la gruta,
pero que no pareció reconocerle. Sin duda estaba
.

prevenido.
- Señor Bertuccio , dijo el conde , os habeis ocu
pado como os dije ayer , de procurarme una venta
na en la plaza del Popolo ?
-Si, escelencia respondió el mayordomo, pero
>

ya era tarde . AD

- Como ! dijo el conde frunciendo las cejas, no


os dije resueltamente que queria tener una á midis
posicion ? okide to add 1979
142
Y vueslra escelencia tiene una , la que estaba
alquilada al príncipe Labanieff; pero me he vislo
obligado á pagarla en ciento...
- Basta , basta , señor Berluccio ; dejémonos de
cuentas; tenemos una ventana , esto es lo principal.
Dad las señas de la casa al cochero , y estad en la
escalera para conducirnos. Esto basla : podeis reli
raros .
El mayordomo saludo y dió un paso para reli
rarse .
- Ab ! Prosiguió el conde , tened la bondad de
preguntar á Pastrini si ha recibido la tavolette y si
quiere enviarme el programa de la ejecucion .
- Es inúlil , dijo Franz sacando su cartera del
bolsillo ; he tenido en la mano ese programa у lo he
copiado : aqui lo teneis.
- Está bien : entonces señor Berluccio , podeis
retiraros , ya no os necesito . Decid que nos avisen
cuando esté pronto el almuerzo. Estos señores , con
tinuó volviéndose hacia los dos amigos, me harán
el honor de almorzar conmigo , verdad ?
Señor conde, dijo Alberto , eso sería abusar.
-Todo lo contrario ; me dareis en ello una parti
cular satisfaccion , á mas de que lodo esto , uno ú
otro de vosotros, 6 lal vez los dos me lo pagareis en
igual moneda cuando yo vaya áá Paris. Señor Ber
tuccio hareis poner Ires cubiertos.
El conde de Monte-Cristo lomó la cartera de las
manos de Franz y el señor Bertuccio salió .
Con que, decíamos , conlinuó con el mismo lo
no que si hubiera leido un anuncio de teatro que...
hoy 22 de Febrero ... serán ejecutados en la plaza
143
del Popolo los llamados Adrea Rondolo , culpable de
asesinato en la persona muy respetable y venerada
de D. César Torlini , canónigo de la iglesia de san
Juan de Letran , y el llamado Pepino , alias Rocca
Priori , convencido de complicidad con el detesta
ble bandido Luis Vampa y los demasdesu banda . »
Huml « El primero será mazzolatto , el segundo
decapitato .» Si , en efecto , prosiguió el conde , asi
.

era como debia suceder al principio , pero tengo en


tendido que de ayer aca han sobrevenido algunos
cambios en el orden yу marcha de la ceremonia .
Bah ! dijo Franz .
Si, ayer en casa del cardenal Rospigliosi,
donde estuve de tertulia , se hablaba de una proroga
concedida a uno de los condenados.
- Andrea Rondolo ? preguntó Franz..
No... replicó sencillamente el conde ; al olro...
y diriguiendo la visla sobre la cartera como para
acordarse del nombre añadió , á Pepino , llamado
Roca Priori. Estó os priva de asistir- á ver guilloti
nar , pero os queda la mazzolata , que es un supli
cio muy curioso cuando se vé por primera vez , y
aun por segunda, mientras que el otro , que debeis
ya conocer , es muy sencillo y no tiene nadade par
licular. El Mandaia no se engaña , no liembla , no
>

dá golpe en vago , no vuelve a herir treinta veces


>

como el soldado que corlaba la cabeza al conde de


Chalais y al cual acaso Richelieu recomendára el
paciente. Ahl callad , continuó el conde con lo
no despreciativo , no me hableis de los europeos
para los suplicios, no entienden nada de eso y pue.
see on me
144
de decirse que están en la infancia respeclo de este
punto.
- En verdad , señor conde , respondió Franz , se
creeria al oiros que habeis hecho un gran esludio
comparando los diferentes suplicios de todas las par
tes del mundo.
- Pocos habrá que no haya vislo , respondió fria
mente el conde.
- Y habéis encontrado algun placer asistiendo á
tan horribles espectáculos ?
-El primer sentimiento que esperimenté fué el
de la repugnancia, el segundo la indiferencia y el
tercero la curiosidad .
-La curiosidad ! habeis medido esta palabra ?
sabeis que es terrible ?
CE

Por qué? una sola preocupacion hay en la vi


da ; esta es la de la muerte; y qué , no os parece cu
rioso estudiar de cuantas maneras puede el alma
salir del cuerpo , y como segun los caractéres, los
temparamentos , y aun las costumbres del pais , su
fren los individuos ese supremo traspaso del ser á
la nada ? En cuanto á mi os respondo de una cosa ,
que mientras mas he visto morir , mas fácil me pa
rece á mi juicio ; la muerte será tal vez un suplicio,
pero no una espiacion .
No os comprendo bien , dijo Franz ; esplicaos ,
pues no sabeis hasta que punto me interesa lo que
decís. bols astaga
-Oid , dijo el conde , y su rostro tomó una es
presion de ódio. Si un hombre hubiese hecho pe
recer por medio de un tormento alroz , un tormen
lo terrible, un tormento sin fin , à vuestro padre , á
145

vuestra madre , á vuestra querida , á uno de esos


>

séres , en fin que , cuando se les separa del corazon,


dejan en él un vacio eterno y una llaga siempre san
grienta ; creeriais la reparacion que os concede la
sociedad suficiente , porque el hierro de la guilloti
na ha pasado entre la base del occipital y los mús
culos trapecios del cuello , y por qué aquel que os
ha hecho sentir años de sufrimientos morales ha es
perimentado algunos segundos de dolores físicos.. ?
-Sí , ya lo sé , replicó Franz , la justicia hu
mana es lan insuficiente como consoladora ; puede
derramar la sangre en cambio de la sangre ; pre
ciso es preguntarla lo que puede y nada mas.
- Y aun os supongo un caso material , replicó
el conde , aquel en que la sociedad , atacada por
la muerte de un individuo en la base sobre la cual
se reposa , venga la muerte con la muerte. Pero de
cidme , no hay millaresde dolores con los que pue
den ser desgarradas las entrañas de un hombre , sin
que la sociedad se ocupe de ello , sin que le ofrez
ca el medio insuficiente de venganza de que habla
mos hace poco ? No hay crímenes para los cuales el
palo de los turcos , las gamellas de los persas , los
nervios retorcidos de los iroqueses , serian suplicios
demasiado dulces , y que sin embargo la sociedad
indiferente deja sin castigo ....? responded , no hay
tales crímenes ?
Sí, respondió Franz , y para castigarlos está
>

tolerado el duelo .
El duelo I el duelo 1 esclamó el oonde , buen
modo , á fé mia , de conseguir el objelb , cuando esle
>

es la venganza ! Un hombre as ha robado una que


-
146
rida ; un hombre ha deshonrado á vuestra hija: de
una vida entera , que teniais derecho a esperar de
Dios la parte de felieidad que ha prometido a todo
ser humano al crearlo , ha hecho una existencia de
dolor , de miseria ó de infamia , y os creeis venga
do , porque á ese hombre , que ha hecho nacer el de
lirio en vuestra mente y la desesperacion en vuestra
alma , os creeis vengado , digó , porque le habeis
>

dado una estocada en el pecho ó porque de un pis


tolelazo le habeis hecho saltar la tapa de los sesos !
Oh ! y eso sin contar con que es él quién sale á me
nudo triunfante de la mancha á los ojos del mundo ,
y en cierlo modo absuello por Dios. No, no , conti
nuó el conde : si alguna vez tuviera que vengar
me , no me vengaria así.
- Con qué desaprobais el duelo ? con que no os
batiriais en duelo ? preguntó a su vez Alberto ,
asombrado de oir tan estraña teoría .
-Oh ! si tal , dijo el conde. Entendámonos : me
batiria por una miseria , por un insulto , por una
palabra , por una bofetada, y eso con tanto mas des
precio , cuanto que , gracias a la habilidad que he
adquirido en todos los ejercicios de armas y en la
costumbre que tengo del peligro , estaria casi segu
ro de matar á mi contrario . Oh ! si , me batiria en
duelo por todo eso ; pero por un dolor lento , pro
fundo , infinito , eterno , devolveria era posible ,
un dolor semejante al que me habrian hecho ; ojo
por ojo , diente por diente , como dicen los orienta
les, nuestros maestros en todo , esos elegidos de la
creacion que ban sabido formarse una vida de sue
ños y un paraiso de realidades .
147
- Pero , dijo Franz al conde , con esa teoría que
os constituye juez y verdugo en vueslra propia cau
sa , es difícil que vos mismo escapeis del poder de
la ley. El odio es ciego , la cólera alurdida , y el
que toma á su cargo la venganza arriesga el beber
un amargo brevaje.
-Sí , si es pobre y torpe ; no , si es millonario
у hábil . Por otra parte , lo peor seria ese último
suplicio de que hablábamos hace poco , el que la
filantrópica revolucion francesa ha sustituido al des
cuartizamiento y á la rueda . Y bien ! qué es el su
plicio si se está vengado ! En verdad que casi siento
que ese miserable Pepino no sea decapitado , como
ellos dicen ; veriais el tiempo que dura y si merece
la pena de hablarse de ello. Pero, en verdad , señores,
que tenemos una conversacion un poco singular para
un dia de carnaval . Cómo hemos venido á parar á
este asunlo ? Al ya recuerdo : me habiais pedido
un silio en mi balcon ; pues bien lo tendreis : pero
primero sentémonos a la mesa , pues justamente nos
vienen a anunciar que ya está el almuerzo servido.
En efecto , un criado abrió una de las cuatro puer
>

tas del salon , y pronunció las palabras sacramen


Lales de :
Al suo commodo !
Los dos jóvenes se levantaron y pasaron al co
medor. Durante el almuerzo ; que era excelente , y
servido con un esmero delicado , Franz buscó con
los ojos las miradas de Alberto , á fin de leer en
ellas la impresion que no dudaba habrian produci
do en él las palabras de su huésped ; pero ya sea
que en medio de su desden habilual no les hubiese
148
preslado grande atencion , ya sea que lo que el conde
de Monte - Cristo le habia dicho respecto al duelo le
hubiese agradado , sea en fin que los antecedentes
que hemos contado , conocidos solo de Franz hubie
sen aumentado para él el efecto de las teorías del
conde , no se apercibió de que su compañero estu
viese lan preocupado ; hacia los honores a la comida
como hombre condenado desde cualro á cinco años
á la cocina italiana , es decir , á una de las peores
>

cocinas del mundo. En cuanto al conde , poseido de


una viva preocupacion que parecia inspirarle la per
sona de Alberto , apenas probó un bocado de cada
plato ; hubiérase dicho que al sentarse á la mesa con
sus convidados cumplia un sencillo deber de poli
tica , y que esperaba sa parlida para hacerse ser
vir algun plato estraño ó particular. Esto le recor
daba á Franz el terror que habia inspirado el con
de á la condesa G..... y la conviccion en que le ha
bia dejado de que el conde , el hombre que él le
>

mostrara en el palco de enfrente , era un vampiro.


Al fin del almuerzo Franz sacó su reloj.
Y bien ! le dijo el conde , que haceis ?
- Nos escusareis , señor conde , respondió Franz,
pero tenemos mil cosas que hacer.
Cuales
- Nos ballamos sin disfraces , y hoy estos son de
rigor.
-No os ocupeis de eso . Tenemos , segun creo ,
en la plaza del Popolo , un cuarto particular ; haré
llevar á él los trajes que me indiqueis , y nos dis
>

frazaremos inmediatamente.
- Despues de la ejecucion ? exclamó Franz.
149
Sin duda ; despues , durante o antes , como
gusteis .
- En frente del patibulo ?
-Y porqué no ? el patíbulo forma parle de la
fiesta .
- Pues bien , señor conde , he reflexionado , dijo
Franz ; mucho os agradezco vuestras ofertas, pero
me contentaré con aceptar un asiento en vuestro
carruaje , y un sitio en el palacio Rospoli , deján
doos en libertad de disponer del lugar del balcon de
la piazza del Popolo. al
- Pues os prevengo que perdeis un espectáculo
curioso , respondió el conde .
Ya me lo contareis , replicó Franz , y en vues
tra boca
ca me impresionará tanto como si la viese.
Por otra parte , mas de una vez he querido asistir
á una ejecucion , y nunca me he podido decidir ; y
vos Alberto ?
-Yo , respondió el vizconde, he visto ejecutar á
Casleins ; pero creo que estaba un poquillo alegre
aquel dia , pues era el de mi salida
med del colegio .
Pero , respondió el conde , el que no hayais
hecho una cosa en Paris no es razon para que
dejeis de hacerla en el estranjero ; cuando se via
ja es para instruirse ; cuando se cambia de luga
res para ver . Pensad que papel hariais cuando os
preguntasen como ejecutan en Roma >, y que res
pondieseis : no sé. Y ademas ,, dicen que el conde
nado
o es
es un lunante , un pícaroo que ha matado á
fuerza de golpes con un caballete de chimenea á un
buen canónigo que le habia educado como si fuese
su hijo. Sí viajarais por España. , iriais á ver las
150 -

corridas de toros , verdad ? Pues bien ! suponed que


vamos a ver un combale ; acordaos de los antiguos
romanos en el circo , de las cazas en que se mata
ban trescienlos leones y un centenar de hombres.
Acordaos de aquellos ochenta mil espectadores que
aplaudian , de aquellas matronas que conducian
allí á sus bijas, y de aquellas vestales de blancas
manos que hacian con el índice una encantadora
señal que queria decir : - - Vamos , no haya pereza,
acabad con ese hombre que ya está moribundo !
- Ireis , Alberto ? preguntó Franz.
Por cierto que sí, querido ; vacilaba como vos,
pero la elocuencia del conde me decide.
- Vanios , puesto que asi lo quereis ; dijo Franz ,
.

pero al dirigirme á la plaza del Popolo , deseo pa


sar por la calle del Cours. Es posible , señor conde ?
- A pié ,> sí ; en carruaje, no.
-Pues bien , iré á pié.
Es indispensable que paseis por la calle del
Cours ?
-Sí , tengo que ver cierta cosa .
- Pues bien ! pasemos por la calle del Cours ,
enviaremos el coche á que nos espere en la plaza
del Popolo por la entrada del Babuino ; y á mas ,
ahora que recuerdo , tampoco me vendrá mal pasar
por la calle del Cours para ver si se han puesto en
práclica algunas órdenes que he dado.
-- Escelencia , dijo el criado abriendo la puerta,
-

un hombre vestido de penitente pregunta si puede


hablaros.
estido de penitent
- Ah ! si , dijo el conde , ya sé lo que es ; seño
res si quereis pasar alsalon , allí encontrareis esce
151
lentes cigarros de la Habana ; y os suplico me ha
gais gracia del corto momento que lardaré en reu
nirme con vosotros .
Los dos jóvenes se levantaron y salieron por una
puerta , mientras que elconde , despues de haberles
renovado sus escusas , salió por la otra .
Alberto , que desde que estaba en Italia , se veia
privado de los cigarros del café de Paris , gran sa
crificio para él , se acercó a la mesa y lanzó un grito
de alegria al observar verdaderos puros.
- Querido , le preguntó Franz , qué pensais del
conde de Monte -Cristo ?
-
- Qué pienso ? dijo Alberto visiblemente admi
rado de que su compañero le hiciese tal pregunta ;
pienso que es un hombre encantador , que hace los
honores de su casa á las mil maravillas , que ha >

visto mucho , que ha estudiado mucho , reflecsiona


do mucho , que es como Bruto de la escuela estói
ca , y sobre todo , añadió arrojando coquetamente
una bocanada de humo que subió en forma de es
piral hacia el techo , que posee escelentes cigarros.
Tal era la opinion de Alberto respecto al conde ;
y de consiguiente , como Franz sabia que Alberto
tenia pretension de no formar una opinion de los
hombres y de las cosas sino despues de muchas re
flexiones , no intentó cambiar en nada la suya.
- Pero , dijo , habeis notado una cosa singular ?
Cuál ?
La atencion con que os miraba.
- A mi ?
Sí , á vos .
Alberto reflexionó un inslanle.
152 -

- Ah ! dijo lanzando un suspiro , nada liene eso


de estraño. Estoy ausente de Paris hace un año , y
el conde, al reparar en mi traje , que no está cor
tado segun la última moda , me habrá supuesto un
provincial ; sacádle pues de tal error , amigo mio ,
y decidle , os ruego , en la primera ocasion que se
os presente , que no hay nada de eso.
Franz se sonrió ; un instante despues entró el
conde.
· Aquí estoy , señores , á vuestra disposicion ;
las órdenes están dadas para que el carruaje vaya
por su lado á la plaza del Popolo , mientras iremos
nosotros , si quereis , por la calle del Cours. Tomad
>
algunos cigarros de eslos , señor de Morcef , andeaña
dió apoyando su acento de una manera estraña so
bre este nombre que pronunciaba por la vez pri
mera .
- Aceplo con mucho gusto , dijo Alberlo , por
que los cigarros italianos son peores aun que los
de la tercena. Cuando vayais à Paris os devolveré
todo esto .
-

- No lo rehuso , pues cuento con ir allí algun


dia , y puesto qne lo permilis , iré á llamar á vues
tra puerta. Vamos , señores , vamos , no tenemos
tiempo que perder, son las doce y media , partamos.
Los tres bajaron la escalera. Entonces el cochero
recibió las órdenes de su amo y siguió la via del
Babuino mientras que los que iban á pié subian
por la plaza de España y por la via Frallina , que
les conducia en derechura entre el palacio Tiano y
el palacio Rospoli . Todas las miradas de Franz se
dirijieron a los balcones de este último palacio ; no
153
habia olvidado la señal convenida en el Coliseo en
tre el hombre de la capa y el transtevere .
Cuáles son vuestros balcones ? preguntó al con
de con el lono mas natural que pudo dar á su pre
gunta .
--Los últimos , respondió este sencillamente ,
pues no podia adivinar en que sentido se le hacia
aquella pregunta .
Los ojos de Franz se dirijieron rápidamente há
cia los tres balcones. Los dos laterales estaban col
gados de un damasco amarillo , y el de en medio
de damasco blanco con una cruz roja . El hombre
de la capa habia cumplido su palabra al transte
vere , y ya no le quedaba duda alguna de que el
embozado del Coliseo y el conde eran una misma
persona .
Los tres balcones estaban aun vacíos.
Ademas , por todas partes se hacian preparati
vos , se colocaban sillas >, se levantaban tablados ,
se colgaban los balcones y las ventanas. Las más
caras no podian presentarse , y los carruajes no po
dian circular hasta el toque de la campana ; pero
scntíanse á las máscaras detrás de todas las ven
tanas , á los carruajes detrás de todas las puertas.
Franz , Alberto y el conde continuaron bajando
14

piepria calle del Cours. A medida que se acercaban


á la plaza del Popolo , la lurba era cada vez mas
>

espesa , y por encima de las cabezas de aquella


multitud veíanse elevarse dos cosas , el obelisco fi
nalizando con una cruz que indica el centro de la
plaza , y delante del obelisco, justamente en el pan
to de correspondencia visual de las tres calles del
TOMO II . 18
154
Babuino , del Cours y de Ripella , los dos lerribles
potros del patíbulo , entre los cuales brillaba el
hierro de la Mandaia. En el ángulo de la calle en
contraron al mayordomo del conde que esperaba á
su señor. El balcon alquilado á un precio exorbi
tante sin duda , pertenecia al segundo piso del gran
palacio situado entre la calle del Babuino y el mon
te Pincio ; era una especie de gabinele de tocador
que comunicaba con una alcoba , demanera que los
que estuviesen en el gabinete quedaban perfecta
mente independientes; sobre las sillas se habian co
locado trajes de pallazo , de seda blanca y azul, de
los mas elegantes.
-Como me habíais dejado la eleccion de los trajes,
dijo el conde á los dos amigos, os he hecho prepa
rar estos. En primer lugar , será lo que mas se lle
ve este año ; en segundo, son los mas propios y có
modos para recibir lasdescargas de confetti ...
Franz no oyó bien las palabras del conde , y no
apreció lal vez como debia aquel nuevo servicio ,
pues absorvia toda su atencion el espectáculo que
presentaba la plaza del Popolo y el instrumento ter
rible que entonces formaba su principal adorno .
Aquella era la primera vez que Franz veía una
guillotina, porque la Mandaia romana tiene casi la
misma forma que nuestro instrumento de muro ..
La cuchilla es un semicirculo que corta por la parte
convexa , pero cae de menos altura .
Dos bombres sentados sobre la plancha donde lien
den al condenado , almorzaban mientras tanto ; y
comian , segun podia alcanzar la vista de Franz ,
pan y salchicha ; uno de ellos levantó la plancha , sa
155
có un frasco de vino , bebió un trago y pasó el fras
co á su compañero, estos dos hombres eran los ayu
dantes del verdugo ! A este solo aspecto, Franz esta
ba ya horrorizado.
Los condenados, trasportados, la víspera por la
>

noché, desde las carceles nuevas á la reducida iglesia


de Santa María del Popolo habian pasado la noche
asistidos cada uno de ellos por un sacerdote , en una
capilla cerrada por una reja delante de la cual se
paseaban los centinelas relevándose de hora en hora .
Dos filas de carabineros colocados á cada lado de la
puerta se estendian hasta al patíbulo , á cuyo rede
dor iban formando un circulo , dejando libre un ca
mino de dos pies de ancho , y en torno de la guillo
tina un espacio de unos cien pasos de circunferen
cia .
Todo el resto de la plaza estaba82 atestado de hom
bressyy de mugeres. Muchas de eslas sostenian á sus
hijos sobre sus hombros ,> y estos niños que domina
ban la lorba , estaban admirablemente colocados.
El monte Pincio parecia un vasto anfiteatro , cu
yas gradas estuviesen cargadas de espectadores; los
halcones de las dos iglesias que formaban el ángulo
de las calles de Babuino y de Ripelta eslaban ya
tlenos de curiosos privilegiados; los escalones de los
peristilos parecian una ola movible y de varios colo
res que empujaba hacia el pórtico una incesante ma
rea ;cada ángulo saliente de la pared capaz de soste
nera un hombre,tenia su estátua viviente. Lo que de
cia el conde era verdad ; lo mas curioso que hay en
Ja vida es el especiáculo de la muerte. Y sin embargo,
en lugar del silencioque parecia exigir la solemni
- 156

dad del espectáculo , un gran ruido reinaba en aque


Ha turba; informe mezcolanza de risas, silvidos y
gritos de gozo ; era evidente , como habia dicho el
conde , que aquella ejecucion no era otra cosa para
todo el pueblo que el principio del carnaval.
De repente cesó este ruido como por encanto ; la
puerta de la iglesia acababa de abrirse . Una cofra
dia de penitentes , de la cual , cada miembro vestia
un saco gris con dos agujeros para los ojos únicamen
te, y con un cirio encendido en la mano , se dejó ver
lo primero, llevando a su cabeza el gefe de la cofra
día. Detrás de los penitentes iba un hombre de ele
vada estatura ; este hombre iba desnudo , esceplo un
calzon de lienzo que le cubria de medio cuerpo aba
jo y unas sandalias que ceñian á sus piernas unas
groseras cuerdas ; de su cintura colgaba un enorme
cuchillo oculto en su correspondiente vaina y su
hombro derecho sostenia una pesada maza de hier
ro ; era el verdugo.
Tras de este marchaban , en el orden que debian
ser ejecutados, primero Pepino, en seguida Andrea ,
acompañado cada uno de un sacerdote. Ni uno ni
otro iban con los ojos vendados. Pepino caminaba
con paso firme porque sin duda debió ser prevenido
de lo que debia acontecer. Andrea iba sostenido por
un sacerdote y ambos besaban de cuando en catat
do el crucifijo que les presentaban su confesor.
Franz sinlió á este aspecto que le flaqueaban las
piernas; miró á Alberto. Estaba pálido como su ca
misa , y por un movimiento maquinal arrojó lejos de
sí su cigarro , a pesar de no haberlo fumado mas que
hasta la mitad . El conde era el único que parecia im
157
pasible , antes bien una lijera linta sonrosada habia
>

cubierto sus mejillas de una palidéz lívida. Su na


riz se dilataha como la de un animal feroz que hue
le la sangre , y sus lábios lijeramente abiertos, de
jaban ver sus dientes blancos , pequeños y agudos
como los de un chacal. Y no obstanle , á pesar de
todo esto , su fisonomia brillaba con una espresion
de dulzura que Franz no le habia visto aun ; sus
ojos negros sobre todo tenian una espresion de bondad
admirable.
Entretanto , los dos condenados continuaban an
dando hacia el patíbulo , y á medida que avanzaban ,
podíanse distinguir sus facciones. Pepino era un
muchacho buen mozo , de veinte y cuatro á veinle y
seis años , de lez loslada por el sol , de mirada fran
ca y salvaje. Andaba con la cabeza erguida , y la
ajilaba en diferentes direcciones como para ver de
que lado vendria su libertador. Andrea era grueso y
rechoncho ; su rostro de una bajeza cruel , no indi
caba la edad ; sin embargo, podria tener unos trein
ta años. En la prisión habia dejado crecer su bar
ba. Su cabeza caia sobre uno de sus hombros, y sus
piernas se doblegaban bajo su peso ; lodo su ser pa
recia obedecer á un movimiento maquinal en el
alno entraba ya para nada su volanlad .
- Me parece , dijo Franz al conde , que me habiais
anunciado que no habria mas que una ejecucion.
- Os he dicho la verdad , respondió el conde fria
mente .
Sin embargo, dos son los condenados.
Si ; pero de esos dos condenados , el uno pron
158
lo va á morir , y al otro le quedan aun largos años de
vida y de perdon.
- Pues me parece que si ha de venir , no tiene
liempo que perder.
-

- Pues justamente alli viene ; mirad , dijo el


conde .
En efecto en el momenlo en que Pepino llegaba al
pie de la Mandaia , un penitente que parecia haber
se retardado , atravesó por entre las dos filas sin que
los soldados le opusiesen ningun obstáculo , y ade
lantándose hacia el gefe de la cofradía , le entregó un
papel plegado en cualro dobles. La mirada ardien
te de Pepino po babia perdido ninguno de estos de
lalles; el gefe de la cofradía , desdobló el papel, lo
leyó y levantó la mano.
El señor sea bendecido y su Santidad sea loa
da , dijo en alta é inteligible voz ; hay perdon de la
vida para uno de los reos.
-Perdon ! esclamó el pueblo á un solo grilo ;
hay perdon ?
A esta palabra de perdon , Andrea , pareció sal
>

tar y levantar la cabeza .


- Perdon , para quién ? gritó.
Pepino permaneció inmóvil , mudo y jadeante.
>

- Hay perdon de la pena de muerte para Pepn for


llamado Rocca -Priori, dijo el gefe de la cofradía en
pasó el papel al capitan que mandaba los carabine
ros , el cual despues de haberlo leido , se lo devol
>

vió.
- Perdon para Pepino 1 esclamó Andrea entera
mente libre del estado de entorpecimiento en que
159
parecia estar sumerjido. Por qué perdon para el y
no para mí ? Debiamos morir juntos, me habian
prometido que moriria antes que yo , no lienen de
recho para hacerme morir solo ; no quiero morir
solo , no quiero !
Y se agarró á los brazos de los dos sacerdotes,
torciéndose , abullando , rugiendo y haciendo es
>

fuerzos insensalos para romper las cuerdas que le


ligaban las manos. El verdugo bizo señal á sus dos
ayudantes que bajaron del cadalso y se apoderaron
del reo .
- Qué ha ocurrido ? preguntó Franz al conde ,
pues como todo esto pasaba en lengua romana , no
habia comprendido muy bien.
- No lo adivinais ? dijo el conde; ha ocurrido
que esa crialura humana que va á morir , está fu
riosa porque su semejante no muere con ella , y que
si le dejasen le desgarraria con sus uñas y eon sus
dientes mas bien que dejarle gozar de la vida de que
se va á ver privada. Oh , hombres , hombres ! raza
de cocodrilos , como dice Karl-Moor , esclamó el
conde estendiendo los dos puños bácia toda la tur
ba ; que bien se os conoce en eso , y que dignos sois
en todo tiempo de vosotros mismos !
Entretanto , Andrea y los dos ayudantes del ver
Argo se revolcaban por el suelo , mientras que el
condenado seguia grilando : (« debe morir , quiero
que muera , no tienen derecho para matarme á mi
solo . »
- Mirad , mirad , continuó el conde cojiendo a
cada uno de los jóvenes por la mano i; mirad , por
160
que á fe mia es cosa curiosa ; allí leneis un hombre
que estaba resignado á su suerte , que marchaba al
palibulo , que iba a morir como un cobarde , es
verdad , pero en fin iba á morir sin blasfemar y sin
resistirse ; y sabeis lo que le daba alguna fuerza ?
sabeis lo que le consolaba ? sabeis lo que le hacia
sufrir el suplicio con resignacion ?... que otro par
ticipaba de su angustia , que otro iba a morir como
él , que otro iba á morir antes que él . Llevad dos
carneros ó dos bueyes al maladero , y haced com
prender áá uno de ellos que su compañero no mori
rá ; el carnero balará de gozo y el buey mujirá de
placer ; pero el hombre , el hombre que Dios ha
creado á su imágen , el hombre á quien Dios ha im
puesto por primera , por única , por suprema ley,
el amor al prójimo, el hombre á quien ha dada una
voz para espresar su pensamiento , cuál será su pri
mer grito al saber que su compañero se ha salvado ?
una blasfemia . Oh ! honor al hombre , á esa obra
maestra de la naturaleza , á ese rey de la creacion !
Y el conde empezó á reir , pero con una risa ter
rible , feroz , verliginosa , que indicaba haber su
frido horriblemente para conseguir reir de aquella
manera .
No obstante , la lucha continuaba , y era una cf
sa espantosa. Los dos ayudantes llevaban á Andreas
al patíbulo ; todo el pueblo habia tomado parliuo
contra él, y veinte mil voces gritaban áá un tiempo :
« inuera ! muera l » Franz se retiró , pero el conde
cojió su brazo y le detuvo delante de la ventana.
-Qué haceis ?le dijo, teneis piedad ? Si oyeseis
161
ladrar á un perro rabioso , tomariais vuestra esco
saldriais á la calle , malariais sin misericor
dia á boca de jarro al pobre animal , que al fin y al
cabo no seria culpable mas que de haber sido mor ·
dido por otro perro , y devolver lo que le habian
hecho ; y ahora teneis piedad de un hombre á quien
ningun otro hombre ha mordido, y que sin embar
go despues de haber asesinado vilmenle á su bien
hechor , no pudiendo ya ahora matar a nadie, por >

que tiene las manos aladas , quiere a toda fuerza


>

ver morir á su compañero de cautiverio , á su ca


marada de infortunio ! No , no , mirad , mirad !
La recomendacion era inútil , Franz estaba como
fascinado por el horrible espectáculo. Los dos ayu
dantes habian llevado el condenado al palíbulo , y
allí a pesar de sus esfuerzos , de sus mordeduras , de
sus gritos, le habian obligado á ponerse de rodillas ;
durante este tiempo el verdugo se habia colocado á
su lado con la maza levantada, entonces á una señal
los dos ayudantes se separaron . El condenado quiso
volverse á levantar , pero antes que hubiese tenido
tiempo para ello desplomóse la maza sobre su sien
izquierda : oyóse un ruido sordo y seco , y el pa
ciente cayó como un buey , con el rostro contra la
i tersa ; mas despues , áá consecuencia del choque se
e bio de espaldas , entonces el verdugo dejó la ma
za , sacó el cuchillo de su cinturon , de un solo golpe
le cortó la garganta , y subiendo al punto sobre su
>

vientre , empezó á palearlo con furor. A cada pre


sion saltaba un caño de sangre del cuello del conde
nado.
TOMO II . 19
162
Al ver esta operacion , Franz no pudo tenerse en
pié , se retiró vacilando y fue á caer medio desfalle
cido sobre un sillon .
Alberto, con los ojos cerrados, permaneció de pié,
pero asido á las cortinas del balcon sin cuyo apoyo
hubiese caido seguramente.
El conde estaba en pié y su rostro denolaba una
espresion salánica y triunfante como debia tenerla
el ángel malo en el dia del triunfo.
Nova

O
ter is 24
che ! JA
Odos la sobie
Lager bis à notot nou die 93 ?
haos labai lab segase moi
163

OSISSISSISSISSELIS

BERTPRO

6.

EL CARNAVAL EN ROMA .

CuandDOo Franz volvió en sí, encontró á Alberlo be


biendo un vaso de agua , juzgando por su palidez lo
mucho que le convenia , y al conde vistiéndose ya
de pallazo. Arrojó maquinalmente una mirada a la
plaza : lodo habia desaparecido , palíbulo , verdu
gos , víctimas ; no quedaba mas que elpueblo ani
mado , alegre , bullicioso ; la campana del Monte Ci
lorio, que no se loca sino para la muerte del Papa,
y la abertura de la mascarada, repicaba velozmente .
-Y bien ! preguntó al conde, qué ha sucedido ?
164 .

- Nada , absolutamente nada , como veis ; pero


el carnaval ha comenzado, vistámonos pronto.
-En efecto , respondió Franz al conde , solo res
ta de tan horrible escena las huellas de un sueño .
- Es que no es otra cosa que un sueño lo que ha
beis tenido.
- Si, yo , pero y el condenado ?
- Tambien es un sueño ; con la sola diferencia de
que él ba quedado dormido , al paso que vos os ha
beis despertado.
- Pero que ha sido de Pepino ?
-
- Pepino es un muchacho juicioso que no tiene
ningun amor propio , y que , contra la costumbre de
los hombres que se enfurecen cuando no se ocupan
de ellos , se ha alegrado de que la atencion general
se fijase en su compañero ; por consiguiente , se ha
aprovechado de esa distraccion para deslizarse por
entre la turba y desaparecer , sin dar siquiera las
gracias a los dignos sacerdotes que le habian acom
pañado. Decididamente , el hombre es un animal
muy ingralo y egoista... Pero vestíos ; mirad como
os da el ejemplo el señor de... Morcerf.
- En efecto , Alberto pasaba maquinalmente su
pantalon de tafetan por encima de su pantalon ne
gro y sus botas charoladas.
Y bien ! Alberto , preguntó Franz , estáis dis
puesto á cometer algunas locuras ? Veamos , respon
>

ded francamenle .
- No , dijo, pero en verdad ahora me alegro de
haber visto una cosa semejante, y comprendo lo que
decia el señor conde ; que cuando uno ha podido
Sole
165
acostumbrarse á semejanle espectáculo es el único
que aun puede causar algunas emociones.
Sin contar con que en ese momento se pueden
hacer estudios de los caractéres , dijo el conde ; en
el primer escalon del palíbulo , la muerte arranca
la máscara que se ha llevado toda la vida y aparece
el verdadero rostro. Preciso es convenir que el del
infame Andrea no estaba muy interesante..... Vis
támonos , señores , vistámonos ! lengo necesidad de
ver máscaras de carlon para consolarme de las más
caras de carne .
Ridículo hubiera sido para Franz el aparentar aun
conmocion y no seguir el ejemplo que le daban sus
compañeros. Visliose , pues , su Iraje , y pusose su
> .

careta que seguramente no era tan descolorida como


su rostro. Cuando hubieron concluido de disfrazarse
bajaron la escalera y encontraron al coche que les
esperaba á la puerta , lleno de dulces yу de ramille
tes .
Difícil es formarse una idea de un cambio mas
complelo que el que acababa de operarse.
En lugar de aquel espectáculo de muerte , som
brío y silencioso , la plaza del Popolo presentaba el
aspecto de una orgía loca y bulliciosa. Una lurba de
máscaras salia por todas partes escapándose de las
puerlas, descendiendo por los balcones; los carrua
>

ges desembocaban por lodas las calles cargados de


pierros , de figuras grotescas , de dominós , de mar
queses , de transteveres , de arlequines , de caba
Jleros , de aldeanos ; todo esto gritando , gesticulan
do , voceando , lanzando huevos llenos de harina ,
confites , ramilletes ; atacando con palabras y pro
166 -

yectiles á los amigos y á los estraños , á los cono


cidos y á los desconocidos , sin que nadie tuviese
derecho para enfadarse , sin que nadie hiciese otra
cosa que reir.
Franz y Alberto se hallaban en la posicion de
esos hombres que para distraerse de un violento pe
sar son conducidos á una orgía , y á medida que be
ben y se embriagan , sienten interponerse un denso
velo entre lo presente y lo pasado. Aunque siem
pre tenian á la vista >, ó mas bien continuaba obran
do en ellos el reflejo de lo que habian visto, poco á
poco , sin embargo , les iba dominando la embria
guez general ; pareciales que su razon vacilante iba
abandonándoles ; senlian una necesidad estraña de
tomar parle en aquel ruido , en aquel movimien
to , en aquel vérligo . Un puñado de confites di
rijido á Morcef desde un carruaje próximo, y que ,
cubriéndole de polvo , así como á sus dos compañe
ros, pegó en su cuello y parte de rostro que no es
laba cubierla por la máscara , como si le hubiesen
lanzado cien alfileres , acabó por impelerle á la lu
cha general , en la que entraban todas las máscaras
que encontraban. Púsose de pié a su vez en el car
‫ می‬2

ruaje; cojió puñados de proyectiles de los sacos, y


con todo el vigor y la habilidad de que era capax ,
envió a su vez huevos y yemas de dulce á sus veci
nos .
Desde entonces se trabó el combale . El recuerdo
de lo que habian visto media hora antes , se borró
enteramente de la imaginacion de los dos jóvenes ;
lanto habia influido en ellos aquel especiáculo mo
vible , alegre , bullicioso , que tenian á la visi a. Por
>
167
lo que al conde de Monte -Cristo toca , ya hemos pro
curado probar que ni un momento tan solo habia
parecido impresionado ó conmovido.
Ahora , si es posible , que se figure el lector aque
Ila ancha y grandiosa calle en cuyas aceras se levan
tan magníficos palacios de cuatro 6 cinco pisos , con
todos sus balcones guarnecidos de colgaduras ; en es
tos balcones , trescienlos mil especladores romanos ,
italianos , estranjeros , venidos de las cuatro partes
del mundo ; todas las aristocracias reunidas , aristo
cracias de nacimiento , de dinero , de talento ; mu
jeres encantadoras que , sufriendo la influencia de
aquel espectáculo , se inclinan sobre los antepechos
de los balcones , sacan su cuerpo fuera de las venta
nas , hacen llover sobre los carruajes que pasan una
granizada de confites que se las devuelve por rami
lletes , oscurecida la luz con los dulces que descien
den y las flores que suben ; y sobre el pavimento de
las calles una turbạ gozosa , incesante , loca , con
trajes insensatos, jigantescascoliflores que se pasean,
cabezas de bucefalo que mugen sobre cabezas de
hombre , perros que parecen andar con las patas de
lanteras : en medio de todo esto una máscara se le
vanta y en esa tentacion de San Antonio soñada por
Fallot, alguna Astarté que muestra su lindísima
fisonomía , que se la desea seguir y de la cual se
vé separado por especies de demonios semejantes á
los que se ven en sueños , y tendrá unadébil idea de
lo que es el carnaval en Roma is for
A la segunda vuelta el conde hizo detener el car
ruaje y pidió á sus compañeros permiso para sepa
rarse de ellos dejándoles aquel á su disposicion.
168
Franz levantó los ojos ; estaban enfrente del palacio
Rospoli, y en el balcon de enmedio , en aquel que es
>

laba colgado de damasco blanco con una cruz roja ,


habia un dominó azul bajo el cual la imaginacion de
Franz se representó sin trabajo la bella griega del
teatro Argentino .
-Señores, dijo el conde bajando del coche , cuando
os canseis de ser actores y querais ser espectadores,
ya sabeis que teneis un sitio en mi balcon , mientras
tanto disponed de mi cochero, de mi carruaje y de
mis criados.
Hemos olvidado decir que el cochero del conde
iba vestido gravemente con una piel de oso , negra ,
exactamente semejante á la de Odri, en el oso y el
Pachá , y que los dos lacayos iban en pié detras del
carruaje con dos vestidos de mono verdes , perfecta
mente ajustados á su cuerpo , y con caretas de resor
te con las que hacian gestos á los transeantes.
Franz dió gracias al conde por su delicada oferla .
En cuanto á Alberto , estaba á la sazon distraido
>

mirando á un coche lleno de campesinas romanas


detenido como el del conde por una de esas paredes
de genles tan comunes en los sitios en que se agol
pa la multitud. Fatalmente para Morcef , cuando
mas entusiasmado estaba en arrojar ramos á aque
lla linda comparsa , la pared de carne recobró sn
movimiento , y mientras que el bullicioso jóven des
cendia hacia la plaza del Popolo , el carruaje que ha
bia llamado su atencion subia hacia el palacio de
Venecia. Tot
Ah ! querido , dijo Franz , no habeis visto ese
carruaje que va cargado de aldeanas romanas ?
169
No.
- Pues estoy seguro que son mujeres encantado
S

ras .

Que desgracia que esteis enmascarado , que


rido Alberto ! dijo Franz , este era el momento de
desquitaros de vuestras desdichas amorosas.
-Oh ! respondió Alberto , medio risueño , me
dio convencido , espero que no pasará el carnaval
sin haberme proporcionado alguna indemnizacion.
A pesar de esta esperanza de Alberto, todo el dia
pasó sin otro suceso que el encuentro renovado dos
ó tres veces del carruaje de las aldeanas romanas ;
en uno de estos encuentros sea por casualidad , sea
por cálculo , se le desprendió á Alberlo la careta :
entonces cojió todos los ramilletes que en su coche
quedaban y los arrojó al grupo femenil del cual ni
un solo instante apartaba sus ojos.
Indudablemente una de aquellas na ujeres encan
tadoras, á lomenos como tales las juzgaba Alberlo,
se commovió a esta galanteria ; pues a su vez , cuan
do volvió a pasar el carruaje de los dos amigos , ar
rojó un ramillele de violelas. Alberto se precipitó
sobre él : como Franz no tenia ningun motivo para
creer que iba dirijido á su persona , dejó á Alberto
que lo cojiese y que con aire de triunfo se lo pusie
se en uno de los ojales de su veślido. El coche con
linuó su camino .
Vayal dijo Franz. Se me figura que acaba de
dar principio una aventura amorosa.
-Si , si, reios cuanto gusteis , replicó Alberto ,
pero como estoy en esta misma persuasion , me re
suelvo á no desprenderme de mi ramo . 20
TOMO II.
170 -

- - Por supuesto , contestó Franz sonriendo , como


que será una señal para reconocerse I
La broma , por otra parte , tomó un carácter
de realidad , porque cuando , siempre conducidos
por la fila , Franz y Alberto se cruzaron de nuevo
con el carruaje de las aldeanas , la que habia lan
zado el ramillele comenzó a aplaudir al verle en el
ojal del traje de Alberto.
- Bravo , querido , bravo ! le dijo Franz , esto se
va preparando perfectamente ; quereis que os deje
si preferis estar solo ?
-No, dijo, no arriesguemos demasiado. No quie
-

ro dejarme engañar como un tonto a la primera de


mostracion , á una cita bajo el reloj , como decimos
en el baile de la ópera. Si la bella paisana tiene ga
na de ir mas allá ya la encoolraremos mañana , 6
mas bien ella nos encontrará , enlonces me dará una
señal... de existencia y yo veré lo que he de hacer .
En verdad , mi querido Alberto , dijo Franz,
que sois sabio como Neslor y prudente como Ulises,
y si vuestra Circé llega á cambiaros en un animal
cualquiera , preciso será que sea muy diestra ó muy
poderosa .
Alberlo tenia razon : la bella desconocida habia
resuelto sin duda no llevar la intriga mas lejos aquel
dia , pues aunque los jóvenes dieron aun muchas
vueltas , no volvieron á ver el carruaje que busca
ban con los ojos : habia desaparecido por una de las
calles adyacentes. Entonces se dirijieron al palacio
Rospoli ; pero el conde tambien habia desaparecido
con el dominó azul y los dos balcones colgados de

1
171
damasco amarillo estaban enteramente ocupados por
personas que él sin duda habia convidado.
En este momento la campana que habia sonado
para la abertura de la mascarada sono para anun
ciar la suspension ; la fila de coches que poblaban
la calle del Cours se rompió casi instantaneamente,
y en un abrir y cerrar de ojos todos desaparecieron
por las calles transversales. Franz y Alberlo esta
ban en este momento en frente de la via de la Ma
ralle ;el cochero arreó los caballos y llegando a la
plaza de España , se detuvo delante de la fonda .
Maese Pastrini salið á recibir a sus huéspedes
hasta el umbral de la puerta .
El primer cuidado de Franz fué informarse del
conde , y espresar el senlimiento de no haberle ido
á buscar á tiempo; pero Pastrini le tranquilizó , di
ciéndole que el conde de Monte -Cristo habia man
dado un segundo carruaje para él y que este car
ruaje habia ido á buscarle a las cuatro al palacio
Rospoli. Ademas estaba encargado de ofrecer á log
dos amigos la llave de su palco en el teatro Argen
tino. Franz interrogó á Alberto acerca de sus dispo
siciones; pero Alberto tenia que poner en ejecucion
grandes proyectos antes de pensar en ir al teatro.
En su consecuencia, en lugar de responder, se infor
>

mó de si maese Pastrini podia procurarle un sastre.


Un sastre ? preguntó el huésped y para qué ?
-Para hacernos de aqui á mañana dos trajes de
campesinos romanos lo mas eleganle posible , dijo
Alberto .
Maese Pastrini meneó la cabeza.
-Haceros de aqui á mañana dos trajes esclamó;
172
Sus Escelencias me perdonarán si les digo que una
demanda como esla se conoce á la legua que es una
demanda francesa ; dos trajes, cuando de aqui á
ocho dias no encontrariais seguramente un sastre
que consintiese en coser seis bolones á un chaleco,
aunque le pagaseis á escudo por boton ?
-Entonces, es preciso renunciar á procurarnos
los trajes que deseo ?
No , escelencia , pues que hallaremos esos Ira
jes hechos. Dejad que me ocupe de eso , y mañana
encontrareis al despertaros una coleccion de som
breros , de chaquelas y de calzones , de los cuales
no dudo quedareis salisfechos.
- Querido , dijo Franz á Alberlo , fiemonos en
nuestro huésped , ya nos ha probado que era hom
hre de recursos ; comámos pues tranquilamente , y
despues de la comida vamos a ver la Italiana en
Argel.
-Estoy conforme, dijo Alberlo ; pero pensad ,
>

maese Pastrini , que este caballero y yo , continuo


señalando á Franz , tenemos mucho interés en po
seer esos trajes mañana .
El posadero afirmó por última vez á sus huéspe
des que no se inquielasen pues que serian servidos
á medida de su deseo , con lo cual Franz y Alberto
subieron para quitarse sus vestidos de pallazo. Al
berlo aldespojarse del suyo , guardó con el mayor
cuidado su ramillele de violetas ; como que era la
señal indispensable para darse á conocer a sus al
deanas el siguiente dia.
Sentáronse á la mesa ambos amigos , pero a los
primeros bocados Alberto, no pudo menos de obser
173

var la diferencia nolable que existia entre los mé


ritos respectivos del cocinero de maese Pastrini,
el del conde de Monte - Cristo . La verdad obligó á
Franz á confesar , a pesar de las prevenciones que
>

parecia tener contra el conde, que la ventaja no es


taba de parte de maese Pastrini.
A los postres , el criado del conde se informó de
la hora á que deseaban los jóvenes el carruaje. Al
berto y Franz se miraron , lemiendo ser indiscre
.

tos. El criado les comprendió.


Sa escelencia , el conde de Monte -Cristo , les
sdijo , ha dado órdenes terminantes para que el car
ruaje permaneciese todo el dia a la disposicion de
sus señorías , por lo tanto , sus señorías pueden dis
poner de él sin temor de ser indiscrelos.
Los jóvenes resolvieron aprovecharse hasta el fin
de la amabilidad del conde , y mandaron engan
char , mientras que sustituian un traje de etique
la á su traje de calle , un si es , no és descompuesto
>

por los numerosos combates á los cuales se habian


entregado. Tomada esta precaucion , se dirijieron
al teatro Argenlino , y se instalaron en el palco del
conde .
Durante el primer acto , entró en el suyo la con
desa G..... su primera prirada se dirijió hacia el la
do donde la víspera habia visto al singular desco
nocido , de suerte que apercibió á Franz y Alberto
en el palco de aquel acerca del cual habia formado
una opinion tan estraña.
Sus anteojos estaban dirijidos á él con una per
tinacia tal, que Franz vió que seria una crueldad
el tardar mas tiempo en salisfacer su curiosidad.
TOMO II . 21
174
Así pues , usando del privilegio concedido á los es
pectadores de los teatros italianos , que consiste en
hacer de las salas de espectáculo un salon de reci
bo , los dos amigos salieron del palco para ir a pre
sentar sus respelos a la condesa . Apenas hubieron
entrado en su palco , hizo una seña á Franz para
que se colocase en el sitio preferente; colocándose
Alberto á espaldas de la señora.
- Y bien ! dijo a Franz sin darle siquiera tiem
po de sentarse , no parece sino que no habeis teni
do nada que os interesara tanto como hacer conoci
miento con el nuevo lord Ruthwen , y segun veo ya
sois los mejores amigos del mundo ?
Sin que estemos tan adelantados , como decís ,
en una intimidad reciproca , no puedo negar , se
ñora condesa , respondió Franz , que durante todo
el dia hemos estado abusando de su amabilidad y
cortesanía .
Como todo el dia ?
Si por cierto , señora : esta mañana hemos
aceptado su almuerzo ; durante la mascarada hemos
ido siempre en su carruaje ; en fin , esta noche ve
nimos al teatro y ocupamos su palco.
Con qué le conoceis ?
Si..... y no.
Cómo es eso ? Cele
Es una larga hisloria .
Qué supongo me contareis ....?
- Os ha de asustar si llegais á oirla .
Razon mas para referirmela.
-Esperad al menos que esta historia tenga un
desenlace.
-
175 -

- Conforme. Me gustan las historias completas.


Mientras tanto , decidme , como os habeis encontra
do en contacto ? quién os ha presentado á él ?
- Nadie ; él es quien se ha hecho presentar á
nosotros ayer noche , despues de haberme separado
>

de vos .
- Por qué intermediario ?
Oh ! Dios mio ! por el muy prosaico interme
diario de nuestro huésped .
Vive , pues , en la fondade Londres como vos ?
-No solamente vive en la misma fonda , sino en
el mismo piso .
Cómo se llama ? porque sin duda sabreis su
nombre.
El conde de Monte -Cristo .
Qué nombre es ese ? Me parece que no es nom
bre de familia ?
No , es el nombre de una isla que ha com
prado.
Y es conde ?
- Conde toscano.
En fin , quiere decir que lo sufriremos como á
otrosmuchos de su clase , respondió la condesa que
era de una de las mas antiguas familias de los al
rededores de Venecia. Y qué clase de hombre es ?
- Preguntad al vizconde de Morcerf.
Ya lo oís , caballero , me envian á vos , dijo la
>
condesa .
- Haríamos muy mal si no le juzgásemos encan
tador, señora, respondió Alberto ; un amigo dediez
años no hubiera tenido con nosotros tantas galan
les atenciones como las que él ha tenido , y esto con
176
una gracia , con una delicadeza , con una amabili
dad que indican verdaderamente un bombre de
mundo .
Vamos , dijo la condesa riendo ; vereis como
mi vampiro será sencillamente algun nuevo millo
nario , que quiere gastar sus millones. Y á ella la
babéis visto ?
- A quién ? pregunló Franz sonriendo .
- A la linda griega de ayer ?
-

- No , nos pareció lan solo haber oido el sonido


de su guzla , mas en cuanlo á ella permaneció in
visible .
- De modo , que cuando decis invisible , mi que
-

rido Franz , dijo Alberto , es con el fin de hacerlo


mas misterioso . Quién , pues, creeis que fuese aquel
>

dominó azul que estaba en el balcon colgado de da


masco blanco en el palacio Rospoli ?
- Pues quél el conde tenia balcones en el pala
cio Rospoli ?
- Sí . Habeis pasado por la calle del Cours ?
- Sin duda. Quién es el que hoy no ha pasado
por la calle del Cours ?
Pues bien ! no visteis tres balcones y uno de
ellos colgado de damasco blanco , con una cruz ro
ja ? eran los del conde !
- Acaso ese hombre es algun nabá ? Sabeis lo
que cuestan tres balcones como esos durante los
ocho dias de carnaval , y en el palacio Rospoli ;
es decir , en el mejor sitio de Roma para esto ?
>

- Doscientos ó trescientos escudos romanos.47


- Decid mas bien dos o tres mil .
- Diantre ! Des 2017
177
Será acaso su isla la que le produce tanto ?
--Su isla do produce ni un solo sarmiento.
-Entonces porque la ha comprado ?
- Por capricho .
Es un hombre original . I BERTINDAL
-- El caso es , dijo Alberto , que me ha parecido
bastante escéntrico . Si habilase en Paris , si frecuen
tase nuestros teatros , os diria que es un pobre dia
blo á quien la literatura moderna ha trastornado la
cabeza , porque á decir verdad me ha dado una
media docena de miradas dignas de Didier ó de An
tony.
En este momento entró una visita y segun la cos
tombre , cedió Alberto su lugar alr ecien venido ;
esta circunstancia ademas de mudar de asiento hizo
tambien cambiar de conversacion . Una hora des
pues , los dos amigos volvieron a entrar en la fon
da. Maese Pastrini estaba ya ocupado en sus dis
fraces para el dia siguiente y les prometió que que
darian satisfechos de su inteligente actividad .
En efecto , al dia siguiente a las nueve entró en
el cuarto de Franz acompañado de un sastre carga
do con ocho o diez clases de vestidos de aldeanos.
Los dos amigos escogieron dos parecidos y que casi
ajustaban a su cuerpo ; encargaron a su huésped
que les pusiese unas veinte cintas en cada uno de
sus sombreros y que les procurase dos de esas fajas
de seda de listas transversales y colores vivos, con
las cuales los hombres del pueblo en los dias de
fiesta tienen la costumbre de ceñir su talle.ro
Alberlo estaba impaciente por ver como le senta
ria su improvisado vestido , el que se componia de
178
unos calzones y de una chaqueta de terciopelo azul,
medias con cuchillas bordadas , zapatos con hebillas
y un chaleco de seda. Por consiguiente el joven no
podia menos de ganar con este traje tan pintoresco ,
y cuando su cinturon hubo oprimido su elegante ta
lle , cuando su sombrero , lijeramente inclinado á un
lado , dejó caer sobre su hombro una infinidad de
cintas , Franz se vio obligado á confesar que el traje
influye mucho en la superioridad física en ciertas
poblaciones.
Los turcos tan pintorescos antes con sus trajes lar
gos de vivos colores, están ahora tan horribles con
sus levitas azules abotonadas y su gorro griego, que
no parecen otra cosa que botellas de vino con tapon
encarnado. Franz felicitó á Alberto , que en pié de
lante del espejo, se sonreia con un aire de satisfac
cion que nada tenia de equívoco. En tal cosa se
ocupaban cuando entró el conde de Monte -Cristo.
-Señores , les dijo , como por agradable que sea
un compañero de placer , la libertad es mas agra
dable aun , vengo á anunciaros que por boy y los
dias siguientes dejo a vuestra disposicion el carrua
je de que os habeis servido ayer. Nuestro huésped
ha debido deciros que tenia tres o cuatro en las cua
dras de su casa ; no os priveis , pues , de ir en car
ruaje , y servios del mio libremente , ya para ir á
divertiros, como para ir a vuestros asuntos. Nuestra
cita , si algo tenemos que decirnos , será en el pa
lacio Rospoli. oldefels
Los dos jóvenes quisieron hacer algunas observa
ciones , pero verdaderamente no tenian ninguna ra
179
zon para rehusar una oferta que por otra parte les
era agradable. Concluyeron por aceplar.
El conde de Monte-Cristo permaneció un cuarto
de hora con ellos , hablando de todo con una estre
mada facilidad y buen gusto . Estaba , como ya se
habrá podido notar muy al corriente de la literatu
ra de todos los paises ; una ojeada que dió a las pa
redes de su cuarto habia probado á Franz y Alberto
que era aficionado á cuadros; algunas palabras que
pronunció al pasar, les indicó que no le eran estra
ñas las ciencias, sobre todo parecia haberse ocupa
do particularmente de química.si
Los dos amigos no tenian la pretension de devol
ver al conde el almuerzo con que aquel les obsequia
ra , porque no dejaban de conocer que hubiera sido
una necedad ofrecerle,> en cambio de su escelente
mesa , el servicio apenas mediano de maese Pastrini.
Se lo dijeron francamente el recibió sus escusas
como hombre que sabia apreciar su delicadeza.
Alberto estaba encantado de los modales del con
de , en quien , sin su ciencia , hubiera reconocido
un noble caballero . Forzoso nos parece decir lam
bien que la libertad de disponer á su arbitrio del
carruage era lo que mas alegria le causaba : tenia
ya sus miras respecto a las encantadoras y graciosas
aldeanas, y como en la víspera se le habian apareci.
do en un carruaje muy elegante, no le desagrada
ba presentarse á sn vista , acerca de este punto, bajo
un pié de igualdad.
A la una y media los dos jóvenes bajaron : el co
chero y los lacayos habian imaginado poner sus li
breas sobre sus pieles de animales, con la cual era
180
tan sumamente grotesca su figura , que promovió la
risa de Franz y de Alberto , valiendoles mil elojios
de ambos amigos.
Preciso es advertir que Alberto habia colgado sen
timentalmente de uno de los ojales de su vestido el
simpático ramillele de violetas, ajadas ya en su tota
lidad.
Al primer toque de la campana partieron y de
sembocaron en la calle del Cours por la via de Villo
ria. A la segunda vuelta un ramillete de violetas
frescas que salió de un carruaje de pallazas , y que
vino á caer dentro el carruaje del conde , indicó á
Alberto , que como su amigo y él, las paisanas de
la víspera habian cambiado de traje, y que , sea por
casualidad , sea por un sentimiento semejante al que
>

le habia hecho obrar, asi como él habia adornado


elegantemente su traje, ellas por su parte habian en
galanado el suyo .
Alberto sustituyó el ramillete ajado con el fresco ,
conservando empero aquel en la mano y cuando cru
zó de nuevo el carruaje lo llevó amorosamente a sus
labios ; accion que pareció divertir mucho no solo á
la que se lo habia arrojado , si que tambien á sus bu .
lliciosas compañeras. El dia no fué menos animado
que el anterior y es probable que un profundo obser
vador hubiese reconocido aun cierto aumento de rui
do y de alegria. En una de las vueltas percibieron
al conde en su balcon , pero cuando el carruage vol
vió áa pasar habia ya desaparecido.
Inutil es decir que el cambio de coqueterías enire
Alberto y la pallaza de los ramilletes de violetas du
ró todo el dia. Por la noche al entrar Franz en casa
181 ___

encontró una carta de la embajada, en la que le


anunciaban que tendria el honor de ser recibido al
dia siguiente por su Santidad . En cada viaje de los
que precedentemente hiciera a Roma , babia solici
tado y obtenido el mismo favor , y tanto por relijion
cuanto por conocimiento , no babia querido aquella
vez salir de la capital del mundo cristiano, sin ren
dir su respetuoso homenaje a los pies de uno de los
sucesores de San Pedro que ha dado el raro ejena
plo de todas las virtudes. De consiguiente en este
dia no habia que pensar en el carnaval, pues á apesar
de la bondad y dulzura con que rodea su grandeza ,
siempre es con un respeto lleno de profunda emo
cion , como se dispone uno á inclinarse ante ese no
ble y santo anciano a quien llaman Gregorio XVI .
Al salir del Vaticano , Franz se volvió a la fonda
en derechura evitando el pasar por la calle del Cours .
Llevaba un tesoro de piadosos pensamientos, para
los que hubiese sido una profanacion el contacto de
los bulliciosos placeres del carnaval. A las cinco y
cuarto llegó Alberto, embriagado de alegria; la pa
llaza habia vuelto nuevamente á vestir su airoso tra
je de aldeana , y una vez en que su coche habia pa
sado muy cerquita del en que iba Alberto , habia
levantado su mascara ; al decir de este no habia en
el mundo rostro ni mas lindo ni mas embelesador.
Franz dió á Alberto la mas sincera enborabuena ,
y este la recibió como hombre que la merecia . Habia
conocido, decia , en ciertos inimilables ademanes de
elegancia , qus su bella desconocida debia pertene
cer a la mas alla aristocracia y estaba decididido á
escribirla al siguiente dia.com
TOMO II . 22
.
182
Al recibir esta confianza , Franz notó que Alberto
parecia tener que pedirle alguna cosa , y que sin em
bargo vacilaba en dirigirle esta demanda. Insistió
declarando de antemano que estaba pronto á hacer
por su dicha todos los sacrificios que estuviesen en
sa poder. Alberto se hizo de rogar todo el tiempo
que exigía una política amistosa ; en fin , confesó á
>

Franz que le haria un gran servicio si le dejase pa


ra el dia siguiente el carruaje á él solo.
Alberto atribuía á la ausencia de su amigo la
estremada bondad que habia tenido la bella aldeana
de levantar su máscara. Ya se comprenderá que
Franz no era tan egoista , que detuviese á Alberto
en medio de una aventura que prometia a la vez ser
tan agradable para su curiosidad , y tan lisonjera
para su amor propio. Conocia bastante la perfecta
indiscrecion de su digno amigo para estar seguro de
que le tendria al corriente de los menores detalles
de sú aventura ; y como despues de dos o tres años
que recorria la Italia en todos sentidos , jamás ha
bia tenido ocasion de meterse en una intriga seme
jante por su cuenta , no le supo mal á Franz el que
se le presenlára ocasion de saber como pasarian las
cosas en semejante caso . Promelió , pues , á Alberto
>

que se contentaria al dia siguiente con mirar el es


pectáculo desde los balcones del palacio Rospoli.
.
En efecto , al dia siguiente vió pasar y volver á
pasar á Aberto, llevando un enorme ramillele, co
misionado sin duda para ser el portador de su amo
rosa epistola. Esta probabilidad se cambió en cer
tidumbre, cuando Franz vió el mismo ramille , no
table por un círculo de camelias blancas , en manos
>
183
de una encantadora pallaza vestida de salin color de
rosa . Así pues , aquella noche al retirar no era ale
gría , era delirio lo que Alberto sentia y no dudaba
de que su bella desconocida le respondiese del mis
mo modo. Franz previno sus deseos, diciendo que to
do aquel ruido le fatigaba , y que estaba decidido á
emplear el dia siguiente en copiar algunas vistasen
su album y en tomar algunas notas. Por otra parte,
Alberto no se habia engañado en sus previsiones : al
siguiente dia por la noche , Franz le vió entrar en su
aposento gózoso, alegre, medio loco y mostrando con
aire de triunfo un pedazo de papel que sostenia por
una de las puntas.
Y bien ! dijo, me habia engañado ?
Ha contestado , pues ? esclamó Franz.
-Leed.
Esta palabra fué pronunciada con una entonacion
imposible de pintar. Franz tomó el billele y leyó :
« El martes por la noche , á las siete , bajad de
« vuestro carruaje en frente de la Via Pontifici , y
« seguid á la aldeana romana que os arranque vues
« tro moccoletto. Cuando llegueis al primer esca
« lon de la iglesia de San Giacomo , tened cuidado ,
« para que pueda reconoceros , de atar una cinta
>

« color de rosa en el hombro de vuestro traje de pa


« llazo .
« Hasia entonces no me volvereis á ver .
« Constancia y discrecion .
Y bien ! dijo á Franz cuando este hubo termi
nado su lectura : qué pensais de esto , mi querido
amigo ?
Pienso , respondió Franz , qae la cosa ya to
>
184
mando el carácter de una aventura interesanti
sima.
Esa es lambien mi opinion dijo Alberto , y mu
cho me temo que ireis solo al baile del duque de
Bracciano .
Franz y Alberto habian recibido por la mañana
cada uno una invitacion parael soiree que daba el
célebre banquero romano .
- Tened presenle , mi querido Alberto , dijo
Franz, que loda la aristocracia irá á casa del du
que ; y si vuestra bella desconocida es verdadera
mente de la aristocracia , no podrá dispensarse de
concurrir .
Que vaya ó no , sostengo mi opinion acerca
de ella , continuó Alberlo. Habeis leido el billete ;
ya sabeis la pobre educacion que reciben en Italia
las mujeres del Mezzo-sito , como llaman aquí á la
clase media , por lo lanto , volved á leer este bi
llete , examinad la letra , y buscadme una falta de
lenguaje ó de orlografía . UTIST ਤਰੀਆਂ ,
En efecto ; la letra era preciosa y la ortografia
purísima .
Sois un predestinado , dijo Franz á Alberto ,
devolviéndole por segunda vez el billete .
Reid cuanto querais , burlaos cuanto os diere
la gana , replicó Alberto , pero , amigo querido , no
puedo remediarlo , y por esta vez os confieso que
estoyOhlocame
-
nteenamorado.
, Diosmio ! me asuslais , esclamó Franz , y
>

veo que no solamente iré solo al baile del duque de


Bracciano , sino que podré volver solo á Florencia.
Como sea mi desconocida tan amable segun es
185
linda yу hermosa , desde ahora os declaro terminan
lemente que me fijo en Roma lo menos por seis se
manas. Si señor , sí , me gusta mucho Roma , estoy
prendado de la ciudad de los Césares y de los Pa
pas , y á mas , siempre he tenido una decidida afi
cion á la arqueolojía , ya las antigüedades sobre todo.
Vamos , un encuentro ó dos como ese , y no
desespero de veros miembro de la academia de las
inscripciones y de las bellas letras.
Sin duda Alberto iba á discutir sériamente sus
derechos al sillon académico , pero vinieron a anun
ciar a los dos amigos que la comida estaba pronta ,
y como el amor en Alberto no era contrario al ape
tito >, se apresuró , lo propio que su amigo , á sen
tarse a la mesa , prometiendo proseguir la discusion
despues de comer.
Mas al concluir la comida , anunciaron al conde
de Monte -Cristo , al cual hacia dos dias que los jó
venes no babian visto. Un asunto , habia dicho
maese Pastrini , le llamó á Civita - Vecchia. Habia
partido la víspera por la noche, y se hallaba de
vuelta hacia una hora solamente. El conde estuvo
amabilísimo , y ya fuese que estaba muy sobre si
ya que la ocasion no despertase en él las fibras
acrimoniosas , que cierlas circunstancias habian ya
hecho resonar dos o tres veces en sus amargas pa
labras , lo cierto es que se mantuvo durante toda
>
o
la cconvers acion en una profunda reserva .
El tal conde era un verdadero enigma para Franz ;
no podia dudar que el joven viajero le hubiese re
conocido , y sin embargo , ni una sola palabra des
de su nuevo encuentro parecia indicar que se acor
186

dase de haberle visto en otro paraje. Por lo que ha


ce á Franz , por mas deseos que esperimentase de
hacer alusion á su primera entrevista , el temor no
obstante de ser desagradable a un hombre que le
habia colmado , tanto a él como á su amigo , de bon
dades , le detenia ; así , pues , determinó mantener
>

se en la misma reserva que demostraba el otro.


El conde habia sabido que los dos amigos habian
tratado de tomar un palco en el leatro Arjentino , y
que se les habia contestado que se hallaban vendi
das todas las localidades ; de consiguieute , les traia
>

la llave del suyo ; á lo menos este era el molivo apa


rente de su visita. Franz y Alberto pusieron algu
nas dificultades , alegando el temor de que él se pri
>

vase de asistir ; pero el conde les respondió que co


mo iba aquella noche al teatro Valle , su palco del
teatro Argentino quedaria desocupado si ellos no lo
aprovechaban.
Esta razon délerminó á los dos amigos á acep
tar. Se habia ido acostumbrando Franz á aquella
palidez del conde que tanto le habia admirado la
primera vezque le viera , y no podia entonces evi
tarse de hacer justicia á la belleza de aquella cabe
za severa , en la que la palidez era el único defecto
ó tal vez la principal cualidad. Verdadero héroe de
Byron , le era imposible á Franz, no diremos ver
le , pero ni pensar siquiera en él sin que se repre
sentase aquel rostro sobre los hombros de Manfre
do , ó bajo el tocado de Lara. Tenia esa arruga en
la frente que indica la incesante presencia de algun
amargo pensamiento ; tenia esos ojos ardientes que
leen en lo mas profundo de las almas ; tenia en fin
C
187
esa disposicion de labios burlona уy altanera que dá
á las palabras que de ellos se escapan un carácter
singular que hacen se graven profundamente en la
memoria de los que las escuchan .
El conde no era jóven ; tendria ya por lo menos
sus cuarenta años y sin embargo, comprendíase muy
bien al verle que aun conservaba todo el vigor de
los veinte y cinco . Lo cierto es que , como para
>

completar la semejanza con los héroes fantásticos del


poeta inglés , el conde parecia tener el don de la
fascinacion .
Alberto no cesaba de hablar de la felicidad que
habian tenido él y Franz en encontrar á semejante
hombre , y aun cuando Franz era menos entusias
ta , no dejaba por esto de sentir la influencia que
ejerce todo hombre superior sobre el espíritu de los
que le rodean . Pensaba en aquel proyecto que ha
bia manifestado varias veces el conde de ir a París ,
y no le quedaba duda de que con su caracter és
céntrico , su rostro caracterizado y su fortuna colo
sal >, el conde atraeria sobre si la alencion de lodo
París produciendo lo que se llama un gran efecto .
Y sin embargo no deseaba hallarse en París cuan
do él fuese .
+

La noche pasó como se pasan las noches porlore.


gular en el leatro de Italia , no en escuchar a los
cantantes , sino en hacer visitas 6 hablar. La conde
sa G ..... queria hacer recaer de nuevo la conversa
cion acerca del conde ; pero Franz la anunció que
lenia que revelarla un acontecimiento mucho mas
nolable é interesante que la persona del misterio
so extranjero , y á pesar de las demostraciones de
188
falsa modestia á que se entregó Alberto , conló á la
condesa el gran acontecimiento que , hacia tres dias,
>

formaba el objeto de la preocupacion de los dos


amigos.
Como estas intrigas no son raras en Italia , á lo
menos si se debe creer á los viajeros , la condesa lo
creyó y felicitó á Alberto por el principio de una
aventura que prometia terminarse de una manera
en estremo satisfactoria. Se separaron promelién
do encontrarse en el baile del duque de Braccia
no , al cual , Roma en peso , como vulgarmente se
dice , habia sido convidada.
Por lo que toca á la dama del ramillele , único
nombre con que hasta ahora la conocemos , eum
plió su promesa : ni el dia siguiente ni el otro dió
á Alberto señal alguna de existencia.
En fin , llegó el martes , el último y el mas rui
doso de los dias de carnaval. El martes , los tealros
se abren a las diez de la mañana , porque pasadas
las ocho de la noche entra la cuaresma ; el martes,
todos los que , por falta de tiempo , de dinero 6 de
entusiasmo, no han tomado aun parte en las fies
>

tas precedentes , se mezclan en la bacanal ,> se de


jan arrastrar por la orgía , y unen su parte de
ruido y de movimiento al movimiento y al ruido
general. Desde las dos hasta las cinco , Franz y Al
berto siguieron la fila , cambiando puñados de dul
ces con los carruajes de la fila opuesta y con los que
iban á pié y circulaban entre los caballos, entre las
carrozas , sin que aconteciese en medio de esta es
pantosa mezcla un solo accidente , una sola dispu
>

ta , un solo reto. Los italianos son el pueblo por


189
escelencia respecto á este punto . Las fiestas son para
ellos verdaderas fiestas. El autor de esta historia , >

que ha vivido en Italia por espacio de cinco ó seis


años , no se acuerda de haber visto nunca solemni
>

dad alguna torbada por uno solo de esos aconleci -


mientos que sirven siempre de corolario a los nues
tros .
Alberto triunfaba con su traje de pallazo. Tenia
sobre el hombre un lazo de cinta color de rosa ,
cuyas puntas le colgaban bastante , para que no le
confundieran con Franz. Este habia conservado su
traje de aldeano romano.
Mientras mas avanzaba el dia , mayor se hacia
el tumulto ; no habia en todas las calles , en todos
los carruajes , en todos los balcones , una boca que
estuviese muda , un brazo que estaviese quielo ;
era verdaderamente una tempestad humana , com
puesta de un trueno de gritos y de una granizada de
grajeas , de ramilletes , de huevos , de naranjas y de
>

flores . A las tres , el ruido de los cohetes dispara


dos por encima de la plaza del Popolo y palacio de
Venecia , dominando á duras penas aquel horrible
lumullo , anunció que iban á comenzar las carreras.
Las carreras , como los moccoli , son unos episo
dios particulares de los últimos dias del carnaval .
Al ruido de los cohetes , los carruajes rompieron al
instante las filas y se refugiaron en la calle trans
versal mas cercana al sitio en que se hallaban . To
das estas evoluciones se hacen , por otra parte , con
una habilidad inconcebible y una rapidez maravi
llosa , y esto sin que la policía se ocupe de señalar
á cada uno su puesto ,> ó de trazar a cada uno su
190 -

camino. Las gentes que iban a pié , se refujiaron en


los portales ó se arrimaron a las paredes , y en se
guida se oyó un gran ruido de caballos y de sables.
Un escuadron de carabineros á quince de frente ,
recorria al galope y en todo su ancho la calle del
Cours , la cual barria para dejar sitio á los barberi.
>

Cuando el escuadron llegó al palacio de Venecia , el


estrépilo de nuevos disparos de cohetes anunció que
la calle estaba libre.
Casi al mismo tiempo en medio de un clamor in
menso , universal , inesplicable , pasaron como som
>

bras siete ú ocbo caballos escitados por los gritos


de trescientas mil personas y por las bolas de hier
ro que les saltan sobre la espalda : poco despues el
cañon del castillo de San - Angelo dió tres caño
nazos , era para anunciar que el número tres habia
ganado.
Al punto , sin otra señal que esta , los carruajes
se volvieron a poner en movimienlo , llenando de
nuevo el Cours , desembocando por todas las boca
calles como torrentes contenidos un instante , y que
se lanzan juntos hacia el rio que alimentan , y la
ola inmensa de cabezas volvió a proseguir mas rá
pida que antes su carrera entre los dos rios de gra
nito. Pero un nuevo elemento de ruido y de anima
cion se habia mezclado aun á esta mullitud , porque
los vendedores de moccoli acababan de entrar en la
escena .

Los moccoli ó moccoletti son bugías que varian de


grueso , desde el cirio pascual hasta el cabo de la
vela , y que recuerdan á los actores de esta gran
escena que termina el carnaval romano , suscitan
191 -

do dos preocupaciones opuestas, cuales son , prime


ro la de conservar encendido su moccoletto‫و‬, y des
pues la de apagar el moccoletto de los demás.
Con el moccoletto sucede lo que con la vida. Es
verdad que el hombre no ha encontrado hasta ahora
mas que un medio de transmitirla y este medio se
lo ha dado Dios , pero en cambio ha descubierto mil
medios para quitarla , si bien es cierto que para tal
operacion el diablo le ha ayudado un poco.
El moccoletto se enciende acercándolo á una luz
cualquiera. Pero quién será capaz de describir los
mil medios que para apagarlo se han inventado ?
Quién podria describir los fuelles monstruos , los
estornudos de prueba , los apagadores gigantescos,
>

los abanicos sobrehumanos que se ponen en prác


tica ? Cada cual se apresuró á comprar y encender .

moccoletti, Franz y Albelo como los demás.


La noche se acercaba rápidamente , y ya al grito
de Moccoli ! repetido por las estridentes voces de un
millar de industriales , dos o tres estrellas empeza
>

ron á brillar encima de la turba . Esto fué lo sufi


ciente para que antes de pasarse diez minutos , cin
cuenta mil luces brillasen descendiendo del palacio
de Venecia a la plaza del Popolo , y volviendo á su
bir de la plaza del Popolo al palacio de Venecia.
Hubiérase dicho que aquella era una fiesta de fue
gos fáluos , y tan solo viéndolo es como uno se pue
de formar una idea de aquel maravilloso espectá
culo.
Supóngase que todas las estrellas se destacan del
cielo y vienen a mezclarse en la tierra á un baile
insensato : todo acompañado de grilos cual nunca
192
oidos bumanos han percibido sobre el resto de la
superficie del globo.
En este momenlo sobre todo es cuando ya no hay
distincion social. El facchino se une al príncipe , el
principe al transteverino , el transteverino al hom
bre de la clase media , cada cual soplando , apagan
do , encendiendo. Si el viejo Eolo apareciese en este
momento , seria proclamado rey de los moccoli, y
Aquilon , heredero presunto de la corona .
Esta escena loca у ardiente suele durar unas dos
horas ; la calle del Cours eslaba iluminada como si
fuese de dia ; dislinguíanse las facciones de los es
pectadores hasta el tercero o cuarto piso. De cinco
en cinco minulos Alberto sacaba su reloj; al fin es
te señaló las siete. Los dos amigos se hallaban jus
tamente a la altura de la Via del Pontifici : Alber
to saltó del carruaje con su moccoletto en la mano.
Dos o tres máscaras quisieron acercarse á él para
arrancarlo ó apagárselo ; pero , á fuer de hábil lu
chador , Alberlo las envió a rodar una trás otra á
diez pasos de distancia continuando su camino há -

cia la iglesia de san Giácomo. Las gradas estaban


cargadas de curiosos y de máscaras que luchaban
sobre quien se arrancaria de las manos la luz. Franz
seguia con los ojos á Alberto , y le vió poner el pié
sobre el primer escalon ; casi al punto una másca
ra con el traje bien conocido de la aldeana del ra
millele , estendiendo el brazo , y sin que esta vez
hiciese él ninguna resistencia , le arrancó el mocco
letto .
Franz se hallaba muy lejos para escuchar las pa
labras que cambiaron , pero sin duda nada tuvie
193
ron de hostil , porque vió alejarse á Alberto y á la
aldeana ambos cojidos amigablemente del brazo. Por
espacio de algun liempo los siguió con la vista en
medio de la multitud , pero en la via Macello los
perdió de vista. . .

De repente el sonido de la campana que dá la se


ñal de la conclusion del carnaval , sonó , y al mis
mo instante todos los moccoli se apagaron como por
encanto .
Hubiérase dicho que un solo é inmenso soplo de
viento los habia aniquilado . Franz se encontró en
la oscuridad mas profunda.
Con el mismo toque de campana cesaron los gri
los , como si el poderoso soplo que habia apagado
las luces hubiese apagado tambien el bullicio , y ya
nada mas se oyó que el ruido de las carrozas que
conducian á las máscaras á su casa ; ya nada mas
se vió que las poquísimas luces que brillaban de
trás de los balcones.
El carnaval habia concluido.
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‫‪.‬‬ ‫‪-‬‬ ‫درادرار در !‬ ‫را‬ ‫او‬
‫وا‪.‬دوب‬ ‫‪. .‬‬
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‫امن و أنا ‪ :1‬من‬
195
lle

14
7.

LAS CATACUMBAS DE SAN SEBASTIAN .

MomentoningunodesuvidahabiasidoparaFranz
LOMENTO
tan impresionable , lan vivo , como el paso rápido
>

que de la alegria a la tristeza sintió en aquel ins


tante ; hubiérase dicho que Roma , bajo el soplo
mágico de algun demonio de la noche , acababa de
cambiarse en una vasta tumba . Por una casualidad
que aumentaba aun las tinieblas , la luna , que es
taba en su menguante , no debja salir hasta las doce
de la noche ; las calles que el joven alrayesaba esta
196
ban sumerjidas en la mayor oscuridad , pero quiere
decir que como el tránsito era corlo , al cabo de diez
minutos su carruaje , ó mas bien el del conde se de
tuvo delante de la fonda de Londres.
La comida estaba prevenida , pero como Alberto
babia avisado que no le esperasen , Franz se sentó so
lo a la mesa . Maese Pastrini, que acostumbraba ver
los comer juntos , se informó de la causa de su au
sencia ; pero Franz se contentó con responder que
Alberto babia recibido una invitacion , á la cual
habia acudido .
La súbita estincion de los moccoletti , aquella os
curidad que habia reemplazado á la luz , aquel si
lencio que habia sucedido al ruido , habian deja
do en el espíritu de Franz cierta tristeza que par
Licipaba tambien de alguua inquielud .Comió , pues,
silenciosamente , apesar de la oficiosa solicitud de
su huésped , que entró dos ó tres veces para infor
marse de si tenia necesidad de algo.
Franz estaba resuelto á esperar á Alberlo hasta
bastante tarde. Pidió , pues , el carruaje para las
>

once , rogando á maese Pastrini que le avisase al


instante mismo en que volviese Alberto , pero trans
currieron las horas una trás otra y al dar !las once
Alberto no habia llegado aun . Franz se vistió y par
tió , previniendo á su huésped que pasaba la noche
en casa del duque de Bracciano .
La casa del duque de Bracciano es una de las
mejores casas de Roma ; su esposa una de las últi
mas herederas de los Colonna , hace los honores de
ella de una manera perfecta , y de esto resulta que
las fiestas que dá tienen una celebridad europea.
.
197
Franz y Alberto habian llegado a Roma con carlas
de recomendacion para él ; así pues , su primera
pregunta fué decir á Franz que habia sido de su com
pañero de viaje ; Franz le respondió que se habia
separado de él en el momento de apagar los mocco
letti : y le habia perdido de vista en la via Macello .
-Entonces no habrá vuello ? preguntó el du
que .
-Hasta ahora le he estado aguardando , respon
dió Franz.
- Y sabeis donde iba ?
- No precisamente ; sin embargo , creo que se
tralaba de una cita.
Diablol dijo el duque , mal dia cs esle ó ma
la noche pra tardar de ese modo , verdad señora con
desa ?
Estas últimas palabras se dirijian á la condesa de
G..... que acababa de llegar y que se paseaba apo
gada en el brazo del señor de Torlonia hermano del
duque.
Creo al contrario que es una noche encantado
ra , respondió la condesa , y los que están aquí no
se quejarán mas que de una cosa ; de que pasará de
masiado pronto.
- Pero , replicó el duque sonriendo, yo no hablo
de las personas que están aquí porque eslas no cor
ren mas peligro los hombres que el de enamorarse
de vos, y las mujeres que el de caer enfermas de celos
al contemplar vuestra hermosura : hablo de los que
recorren las calles de Roma .
-Oh ! preguntó la condesa , y quien recorre las
TOMO II . 23
calles de Roma á esta ho19
ra 8, como no sea para venir
á esle baile ? >

- Nuestro amigo el vizconde de Morcef , señora


condesa , de quien me separé dejándole con su des
conocida á eso de las siete de la noche , dijo Franz,
y á quien no he vislo despues .
-Quél y no sabeis donde está ?
- Ni lo sospecho ,
- Y tiene armas ?
Como si iba de máscara ?
- No deberais haberle dejado ir , dijo el duque á
Franz , vos que conoceis mejor á Roma.
>

-Si , si , lo mismo hubiera adelantado que si hu


-

biese intentado detener al número tres de los barberi


>

que ha ganado hoy el precio de la carrera , respon


dió Franz ; ademas , qué quereis que le suceda?
-Quien sabe I la noche está sombría, y el Tiber
está cerca de la via Macello.
Franz sintió circular por sus venas un estreme
cimienlo al ver al que el duque y la condesa estaban
lan acordes en sus inquietudes personales.
-Tambien he dejado dicho en la fonda que tenia
el honor de pasar la noche en vuestra casa ,
duque , dijo Franz , y deben venir á anunciarseño
me sur
vuelta .
- Mirad , dijo el duque , creo que allí viene uno
de mis criados buscándoos.
El duque no se engañana ; al ver á Franz el cria
do se acercó a él .
- Escelencia , dijo , el dueño de la fonda de Lón
dres , os manda avisar que un hombre os espera en
su casa con una carta del vizconde de Morcef.
199
- Con una carta del vizconde I esclamó Franz.
-Si .
Y quien es ese hombre ?
Lo ignoro.
- Porque no ha venido a traerla aquí ?
- El mensajero no ha dado ninguna esplicacion .
-- Y en donde está el mensajero ?
- Partió en cuanto me vió entrar en el salon del
baile para avisaros.
-Oh ! Dios mio ! dijo la condesa á Franz , id
pronto ; pobre jóven , tal vez le habrá sucedido algu
na desgracia.
Voy volando , dijo Franz.
Os volveremos á ver para saber de él ? pre
guntó la condesa .
-Si , si la cosa no es grave ; si no , no respondo
> >

de lo que será de mí mismo.


- En todo caso , prudencia , dijo la condesa.
- Perded cuidado .
Franz tomó el sombrero y partió inmediatamente.
Habia mandado venir su carruaje a las dos ; pero
felizmente , el palacio Bracciano , que da por un la
do á la calle del Cours, y por otro á la plaza de los
Santos Apóstoles , está á diez minutos de la fonda
de Londres. Al acercase á esta >, Franz vió un hom
bre en pié en medio de la calle ; no dudó un solo
instante de que era el mensajero de Alberio. Este
hombre iba envuelto en una gran capa. Se dirijió
á él ; pero con gran asombro de Franz , el descono
cido fué quien primero le dirijió la palabra.
- Qué me quereis , escelencia ? dijo dando un
200

paso atrás como un hombre que desea estar siem


pre á la mira .
- No sois vos , preguntó Franz , quien me trae
una carta del vizconde de Morcef.
- Es vuestra escelencia quien vive en la fonda
de Pastrini ?
Si .
- Es vuestra escelencia el compañero de viaje del
-

vizconde ?
si .
Como se llama vuestra escelenciai
El baron Franz d'Epinay .
Eslá bien : á vuestra escelencin es enlonces á
quien va dirijida esta carta .
- Exije respuesta? preguntó Franz lomándole la
-

carta de las manos.


Si , al menos vuestro amigo la espera .
-Subid á mi cuarto , alli os la daré.
-
>

- Prefiero esperar aqui , dijo riéndose el men


sagero.
- Porqué ?
- Vuestra escelencia lo comprenderá cuando ha
-

yaleido la carla .
-Entonces os encontraré aqui ?
Sin duda alguna.
Franz entró ; en la escalera encontró á maese
Pastrini .
-Y bien ! le preguntó.
-

- Y bien ! qué ? le respondió Franz.


-Habeis visto al hombre que desea hablaros de
parle de vuestro amigo ? preguntó á Franz.
201
-Si le he vislo , respondió éste , y me ha en
tregado esta carla . Haced que Iraigan una luz á mi
cuario .
El posadero dió esta órden á un criado.
El jóven habia encontrado á macse Pastrini muy
asustado , y esto habia aumentado naturalmente su
deseo de leer la carla . Acercóse á la bujía , asi que
estuvo encendida , y desdobló el papel. La carta es
taba escrila de la mano de Alberto , firmada por el
mismo y Franz la leyó dos ó tres veces una trás de
otra , 'tan lejos estaba de esperar su contenido.
Ile aqui lo que decia.
« Querido amigo, en el mismo instante quc reci
« bais la presente , tened la bondad de lomar de mi
« cartera , que hallareis en el cajon cuadrado del es
« critorio , la letra de crédito , unidla a la vuestra ;
« si no es suficiente , corred á casa de Torlonia , to
« mad inmediatamente cuatro mil piastras y entre
agadlas al portador. Es urgente que esta suma me
« sea dirijida sin lardanza. No quiero encareceros
« mas la puntualidad , porque cuenlo con vuestra
a eficacia , como en caso igual pudierais contar con
« la mia .
« P.D. I beliere now to be italien banditti.
« Vuestro amigo
( ALBERTO DE MORCEF . )

Debajo de estos renglones habia escritas con una


letra estraña eslas palabras italianas :
« Se alle sei della mattina , le quattro mila piastre
C
202 -

a non sono nelle mie mani , alle sete il conte Alberto


« avra cesato di viviré. ( 1)
( LUIS VAMPA , »

Esta segunda firma lo esplicó lodo á Franz , y en >

lonces comprendió la repugnancia del mensagero en


subir a su cuarto ; la calle le parecia mas segura . Al
berto habia caido en manos del famoso gefe de ban
didos cuya existencia lan fabulosa le pareciera.
Nobabia tiempo que perder. Corrió al escritorio ,
lo abrió , halló en en el cajon indicado la consabida
cartera , y en ella la carta de crédito que era de va
lor de seis mil piastras, pero áá cuenta de la cual Al
berlo habia ya tomado y gastado la mitad , es decir ,
tres mil . En cuanto a Franz , no tenia ninguna letra
de crédito; como vivia en Florencia , y habia venido
á Roma para pasar en ella siete ú ocho dias solamen
le , habia tomado unos cien luises, y de estos cien
luises , le quedaban cincuenta todo lo mas. Necesita
ba , de consiguiente, siete ú ochocienlas piastras
para que entre los dos pudiesen reunir la suma pe
dida. Es verdad que Franz podia contar en un caso
semejante con la bondad del señor Torlonia. Asi
pues, se dispodia á volver al palacio Bracciano sin
perder un instante , cuando de repente una idea le
pasó por la imaginacion .
Pensó en el conde de Monte-Cristo .
Franz iba á dar la orden de que avisasen á maese

( 1 ) Si á las seis de la mañana las cuatro mil piastros no


se hallan en mí poder , a las siete el conde Alberto habrá
cesado de existir.
203
Pastrini , cuando éste en persona se presentó á la
pueria.
-Querido señor Pastrini, le dijo vivamente,
creeis que el conde esté en su cuarto ?
--Si , escelencia , acaba de entrar.
- Habrá tenido tiempo de acostarse ?
- Lo dudo .
- Entonces , llamad á su puerta , y pedidle en mi
nombre , permiso para presentarme en su habita
cion .
Maese Pastrini se apresuró a seguir las instruccio
nes que le daban ; cinco minutos despues estaba de
vuelta .
-El conde espera á vuestra escelencia, dijo.
>

Franz atravesó el corredor , un criado le introdu


jo en la habitacion del conde. Hallábase en un peque
ño gabinete que Franz no habia visto aun , y que es
taba rodeado de divanes. El mismo conde le salió al
encuentro ..
Oh ! á que debo el honor deesta visila? dijo ;
vendriais á cenar conmigo ? Si tal cosa fuese , por
cierto que me complaceria en estremo vuestra fran
queza .
No, vengo a hablaros de un asunto grave.
De un asunto ! dijo el conde mirando á Franz
con la perspicacia y atencion que le eran habituales
y de que asunto ?
Estamos solos ?
El conde sedirijió á la puerta y volvió .
-Perfectamente solos , dijo.
Franz le presentó la carta de Alberto .
Leed , le dijo.
204
El conde leyó la carla .
Yal ya l esclamó cuando hubo lerminado la
lectura .
Habeis leido la posdala ?
- Si, la he leido tambien .
« Se alle sei della mattina le quattro mila piastre
non sono nelle mie mani , il conte Alberto avrà cessato
di vivere. »
( LUIS VAMPA . »
-Que decís á eslo , preguntó Franz.
Teneis la suma que os pide ?
-Si , menos ochocientas piastras.
En conde se dirijió á su gabeta , la abrió , y tiran
do de un cajon lleno de oro que se abrió por medio
de un resorte :
-Espero, dijo a Franz , que no me hareis la in
juria de dirijiros á otro que á mi ?
- Bien veis , dijo este, que á vos me he dirijido
primero que á olro.
-De lo que os doy gracias: tomad .
É hizo señas á Franz de que tomase del cajon
cuanto necesitase .
Es necesario enviar esta suma á Luis Vampa ?
preguntó el jóven mirando a su vez fijamente al
conde .
-Que si es preciso ? Juzgadlo vos mismo por la
-

posdata que ni puede ser mas concisa ni mas termi


nante .
-Me parece que si os lomaseis el trabajo de
buscar, hallariaisalgun medio que simplificase mu
cho el negocio, dijo Franz .
-Y cual ? preguntó el conde asombrado.
205 -

- Por ejemplo , si fuesemos a ver á Luis Vampa


juntos estoy seguro que no os rehusaria la libertad
de Alberto .
-.- A mí ? Y que influencia quereis que tenga yo
sobre ese bandido ?
Noacabais de hacerle uno de esos servicios que
jamás se olvidan ?
Cual ?
-No acabais de salvar la vida á Pepino ?
-

- Ah ! Ah ! dijo el conde , quien os ha dicho eso ?


-Que importa si lo sé ?
El conde permaneció un momento silencioso y con
las cejas fruncidas.
- Y si yo fuese á ver á Vampa , me acompaña
riais ?
-Si mi compañia no os fuese desagradable, por
qué no ?
- Pues bien , vámonos al inslanle ; el tiempo es
hermoso y un paseo por el campo de Roma no pue
de menos de aprovecharnos.
· Llevaremos armas ?
- Para qué ?
Dinero ?
-Es inutil. Donde está el hombre que ha traido
-

esle billete ?
En la calle .
En la calle ?
si .
-Voy a llamarle , porque preciso será que ave
riguemos hacia que parte debemos encaminarnos .
Podeis ahorraros este trabajo , pues por mas
inslancias que le he hecho , no ha querido subir.
24
TOMO 11 .
206
-Si yo le llamo vereis como no opone dificultad.
El conde se asomó á la ventana del gabinele que
caia á la calle , y silvó de cierta manera. El hombre
de la capa se separó de la pared y se planló en me
dio de la calle .
Salitel dijo el conde con el mismo tono que si
hubiera dado una orden a su criado .
El mensajero obedeció sin tardanza , sin vacilar,
mas bien con prisa , y subiendo la escalera , entró
en la fonda ; cinco segundos despues estaba á la
puerla del gabinete.
-- Ahl eres tú , Pepino ? dijo el conde.
>

Pero Pepino en lugar de responder , se arrojó de


rodillas , cojió una mano del conde , y la aplicó á
sus lábios repetidas veces.
- Ahi ah ! dijo el conde , aun no has olvidado
que te he salvado la vida i eso es estraño , porque
hace ya ocho dias.
- No , escelencia , y nunca lo olvidaré , respon
dió Pepino con el acento de un profundo reconoci
miento .
- Nunca ! ese es mucho decir , pero en fin , bue
no es que asi lo creas. Levántate y responde.
Pepino arrojó sobre Franz una ojeada inquieta.
-Oh ! puedes hablar delante de S. E. , dijo , es
-

uno de mis amigos. Permitís que os de este título ?


dijo en francés el conde , volviéndose hacia Franz ;
es necesario para escitar la confianza de este hombre .
-
· Podeis hablar delante de mí , esclamó Franz
dirijiendose al mensajero ; soy un amigo del conde.
-Enhorabuena , dijo Pepino volviéndose a su vez
207

hácia el conde , interrógueme S. E. que yo res


ponderé.
Como ha el conde Alberto en manos de
Luis ?
-Escelencia , el carruaje del francés se ha encon
trado niuchas veces con aquel en que iba Teresa.
-- La querida del gefe ?
Si ,> escelencia. El francés la empezó a mirar
y á hacer signos; Teresa se divertia en dar á enten
der que no le disgustaban ; el francés la arrojó al
gunos ramilletes y ella hizo olro tanlo , pero lodo
con consentimiento del gefe que iba en el coche.
- Como I esclamó Franz , Luis Vampa iba en el
mismo carruaje de las aldeanas romanas ?
-- Era el que le conducia disfrazado de cochero ,
respondió Pepino.
- Y despues ? preguntó el conde.
- Despues el francés se quiló la máscara ; Tere
sa , siempre con consentimiento del gefe , hizo olro
tanto ; el francés pidió una cila ; Teresa concedió la
cita pedida ; pero en lugar de Teresa , fué Beppo
quien estuvo en las gradas de San Giácomo.
- Cómo! interrumpió Franz , aquella aldeana que
le arrancó el moccoletto ? ...
-
Era un muchacho de quince años , respondió
Pepino ; pero no debe en manera alguna avergon
zarse el amigo de su escelencia de haber caido en el
lazo, porque no es el primero a quien Beppo ha he
chado el guante de este modo.
- Y qué hizo Beppo ? le condujo fuera de la ciu
dad ? preguntó el conde.
-Justamenle : un carruaje esperaba al estremo
208

de la Via Macello ; Beppo subió invitando al francés


á que subiera tambien , lo cual no aguardó que se
lo dijera segunda vez ; Beppo le anunció que le iba
á conducir á una poblacion que estaba á una legua
de Roma , y el francés dijo que estaba pronto á sc
guirle al cabo del mundo. Al punto el cochero se di
rigió a la calle de Ripelta , llegó á la puerla de San
Pablo , y á unos doscientos pasos de la misma, es
tando ya en el campo , como el francés redoblase sus
instancias amorosas , siempre persuadido de que iba
junto áa una mujer , Beppo se levantó y le puso en
>

el pecho los cañones de dos pistolas ; al punto el co


chero deluvo los caballos , se volvió sobre su asien
10 , é hizo olro tanto. Al mismo tiempo cualro de los
nuestros que estaban ocullos en las orillas del Almo
se lanzaron a las portezuelas . El francés tenia , por
lo que se vió , bastantes deseos de defenderse , y aun
>

estranguló un poquillo á Beppo , segun he oido de


cir ; pero nada podia contra cinco hombres comple
lamente armados , y no luvo por consiguiente mas
femedio que rendirse ; le hicieron bajar del carrua
je , siguieron la orilla del rio , y le condujeron ante
Teresa y Luis que le esperaban en las catacumbas
de San Sebastian.
-Que lal, dijo el conde dirigiéndose á Franz
> >

qué os parece de esta historia , vos que sois cono


cedor ?
-Que la encontraria muy chistosa , contesto , si
no fuese el pobre Alberto su protagonista .
- El caso es , dijo el conde , que si no llegais á
encontrarnie en casa , hubiera sido una aventura
que hubiese coslado bastante cara á vuestro amigo;
209

pero tranquilizaos , tan solo el susto será el que le


cueste .
Con qué vamos en su busca en seguida ? pre
guntó Franz .
Si por cierto : y tanto mas cuanto que se halla
en un lugar muy pintoresco. Habeis alguna vez vi
sitado las catacumbas de San Sebastian ?
- No, jamás he descendido á ellas ; pero me ha
bia propuesto verificarlo algun dia.
Pues he aquí que se os presenta una buena oca
sion , ocasion la mas oportuna que desearse pueda.
>

- Teneis pronto vuestro coche ?


No , pero poco importa porque es mi costum
bre el tener siempre uno prevenido y enganchado
noche y dia .
- Del todo corriente ?
Sí , porque soy muy caprichoso , preciso es
confesarlo ; muchas veces al levantarme, al acabar
de comer , á media noche , me ocurre marchar á un
punto cualquiera y parto en seguida.
El conde sonó la campanilla ; y se presentó su
ayuda de cámara.
Mandad sacar el coche y haced que quiten las
pistolas de las bolsas ; en cuanto al cochero es inú
lil que se le despierte , porque Alí lo guiará.
Al cabo de un instante oyóse el ruido del carrua
je que paraba delante la puerta. El conde sacó su
reloj.
- Las doce y media , dijo , hubiéramos tenido
lugar hasta las cinco de la mañana para marchar,
llegando aun á tiempo , pero tal vez esta demora
>

hubiese hecho pasar una mala noche à vuestro com


210
pañero, vale mas que vayamos en seguida á arran
carle del poder de los in fieles. Estais aun decidido a
acompañarme ?
- Mas que nunca .
Ea pues , venid .
Franz y el conde salieron seguidos de Pepino. A
la puerta encontraron el carruaje. Alí estaba ya en
el pescante y Franz reconoció en él al esclavo mudo
de la gruta de Monte-Cristo. Franz y el conde mon
taron en el carruaje, Pepino se colocó al lado de Alí ,
y los caballos arrancaron á escape. Seguramente que
de antemano recibiera instrucciones puesto que se
dirijió a la calle del Cours , atravesó el campo Vac
cino , subió por la Via de san Gregorio y llegó á la
puerta de san Sebastian : al llegar a ella el conserge
quiso oponer algunas dificultades , mas el conde de
Monte- Cristo le presentó una autorizacion del go
bernador de Roma para entrar y salir de la ciudad
á cualquiera hora asi de dia como de noche, abrióse
pues el rastrillo, recibió el conserje un luis por este
trabajo y pasaron .
El camino que siguió el coche fue la antigua Via
Apenina que ostenta una pared de tumbas á uno y
otro lado. De trecho en trecho , á la luz de la luna
que comenzaba á salir , parecíale á Franz ver un
cenlinela destacarse de las ruinas ; mas al punto , á
una señal de Pepino, volvia á ocultarse en la sombra
y desaparecia . Un poco antes de llegar al circo de
Caracalla, el carruaje se paró, Pepino se presentó á
abrir la porlezuela, y el conde y Franz se apearon.
-Dentro diez minulos, dijo el conde á su compa
ñero , habremos llegado al término de nuestro viaje.
211
Llamó en seguida á Pepino , á quien separó á par
>

le у dió alguna órden en voz baja , y Pepino mar


chó despues de haberse provisto de una antorcha
que sacó del cajon del coche. Cinco minutos se pa
saron , durante los que Franz vió al pastor entrar
se por un estrecho y tortuoso sendero practicado
en el movedizo terreno que forma el piso de la lla
nura de Roma , desapareciendo trás los jigantescos
>

arbustos rojizos', que parecen las erizadas melenas


de algun disforme leon.
-Ahora , dijo el conde , sigámosle.
Franz y el conde avanzaron a su vez en el mis
mo sendero , el que , á unos cien pasos , declinan
> >

do notablemente el terreno , les condujo al fondo de


un pequeño valle , en el que divisaron dos hombres
platicando a la sombra de los arbustos .
-
- Debemos seguir avanzando , preguntó Franz
al conde , ó será preciso esperar ?
- Avanzemos , porque Pepino debe haber adver
tido al centinela nuestro arribo.
En efecto , uno de aquellos dos hombres era Pe
pino , el otro un bandido que estaba de centinela.
Franz y el conde se le acercaron , y el bandido les
saludo.
-
- Escelencia , dijo Pepino dirijiéndose al conde,
si quereis seguirme, la entrada que conduce a las
catacumbas está á dos pasos de aqui.
-No tengo inconveniente , contestó el conde ,
marcha delante.
En efecto , detrás de un espeso matorral y en el
centro de un monton de rocas se presentaba una
abertura que apenas podia dar paso á un hombre.
212
Pepino se deslizó el primero por aquella rendija ,
mas apenas se internó algunos pasos, el sublerráneo
fue ensanchándose . Entonces se deluvo, encepdió su
anlorcha , y volvió su rostro para ver si le seguian.
El conde fue el primero que se introdujo por aque
lla especie de lumbrera , y Franz siguió trás él . El
ierreno se inclinaba en una pendiente suave y á
medida que se iba uno internando , mayores di
mensiones presentaba aquel conducto subterráneo ;
mas Franz y el conde se veian aun precisados á ca
minar agachados y en manera alguna podian ade
lantarse dos de frente. Andaron asi trabajosamente
como unos cincuenta pasos , cuando se vieron dete
nidos por un quien vice , viendo al mismo instanle
brillar en medio de la oscuridad sobre el cañon de
una carabina el reflejo de su propia antorcha.
- Amigos , contestó Pepino.
Y adelantándose solo , dijo en voz baja algunas
palabras á este segundo centinela , quien como el
primero , saludó á los visitadores nocturnos , dando
á entender con un gesto que podian continuar su ca
mino . El centinela guardaba la entrada de una es
calera , que conlendria como unas veinte gradas ,
por las que bajaron Franz y Alberto encontrándose
en una especie de encrucijada de edificios morluo
rios. Cinco caminos diferentes salian divergentes de
aquel punto como los rayos de una estrella , y las
paredes que los limitaban , alesladas de nichos so
brepuestos y que guardaban la forma del alaud , in
dicaban que habian por fin entrado en las calacum
bas. En una de aquellas cavidades cuya estension
era imposible apreciar , se divisaba una luz , ó por
>
- 213
lo menos sus reflejos. El conde golpeó amigable- .
mente con una mano el hombro de Franz .
-Quereis ver un campamento de bandidos ? le
dijo.
- Con muchísimo gusto , contestó Franz .
Pues bien , venid conmigo... Pepino apaga la
antorcha .
Pepino obedeció , yу Franz y el conde se hallaron
sumidos en la mas profunda oscuridad ; tan solo a
unos cincuenta pasos ante sí , continuaban refleján
dose en las paredes algunos destellos rojizos , que
>

se habian hecho mas visibles despues que Pepino


apagó la antorcha. Avanzaron pues silenciosamen
le , guiando el conde á Franz como si hubiese tenido
la singular facultad de distinguir los objetos a través
de las linieblas. Al fin , Franz empezaba a distin
9

guir con mayor claridad los lugares por que pasaba


á medida que se aproximaban a los reflejos que les
servian de norte .
Tres arcadas, de las que la del centro servia de
puerta de entrada , les dió paso. Estas arcadas, da
ban por un lado al corredor en que estaba Franz y
el conde y por el otro á un grande espacio cuadrado,
enteramente cuajadas sus paredes de nichos seme
jantes á los de que ya hemos hablado. En medio de
esle cuarto se elevaban cuatro piedras que probable
mente en otro tiempo sirvieron de altar >, como lo in
dicaba la cruz en que terminaban . Una sola lámpara
colocada sobre el pedestal de una columna iluminaba
con su pálida y vacilante luz la estraña escena que
se ofreció a la vista de los dos visitadores ocultos en
la sombra.
TOMO II . 25
214 -

Veíase un hombre senlado , apoyando el codo en


>

la dicha columna , leyendo, vuelto de espaldas á las


arcadas, por cuya abertura le observaban los recien
llegados. Este era el gefe de la banda , Luis Vampa .
Á su alrededor , agrupados á discrecion , envueltos
en sus capas ó tendidos sobre una especie de banco
de piedra que circuia aquella especie de Colomba
rium , se distinguian una veintena de bandidos to
dos con las armas junto á sí . En el fondo , silencioso ,
apenas visible, y semejante a una sombra , paseaba
se un centinela por delante una especie de agujero
que lan solo se distinguia porque parecian ser en
aquel punto las linieblas mucho mas densas.
En cuanto le pareció al conde que Franz habia
saboreado lo bastante sus miradas en este pintoresco
cuadro , aplicó el dedo sobre sus lábios para reco
mendarle el silencio , y subiendo los tres escalones
que mediaban entre el corredor y el Colombarium ,
entró en la sala por la arcada del centro dirijiéndose
á Vampa , que tan embebido estaba en su lectura
que ni menos oyó el ruido de sus pasos.
- Quién vive ? gritó el centinela menos preocu
pado y que distinguió a la luz de la lámpara una es
pecie de sombra que aumentaba de dimension á me
dida que se acercaba por detras á su gefe.
Á este grilo , Vampa se levantó con prontitud , li
rando al propio tiempo de una pistola que en su cin
turon llevaba. En un abrir y cerrar de ojos todos
los bandidos estuvieron en pié yу veinte bocas de ca
rabinas se dirijieron al conde.
-Que es eso ? dijo tranquilamente este, con una
voz enteramente segura y sin que se contrajese un
2:13
solo músculo de su rostro ; qué es eso ? mi querido
Vampa , me parece que moveis mucho estrépito pa
ra recibir a un amigo !
Abajo las armas i griló el gefe haciendo con la
mano un ademan imperativo , mientras que con la
olra se quitaba respetuosamente el sombrero , y lue
go dirigiéndose al singular personage que dominaba
en esta escena : Perdonad , señor conde , le dijo, pe
>

ro estaba tan lejos de esperar el honor de vuestra


visita , que no os habia reconocido.
Parece que sois fallo de memoria en muchas
cosas , Vampa , dijo el conde ; y que no tan solo
olvidais las facciones de ciertos sugelos , si que lam
bien los pactos que median enlre vos y ellos.
Y qué pactos he olvidado , señor conde ? pre
gunló el bandido con un tono que demostraba estar
dispueslo á reparar el error caso de haberlo come
lido .
-No habiamos convenido, dijo el conde , en que
no tan solo mi persona si que tambien las de mis
amigos , os serian sagradas ?
- Y en qué he faltado á tales paclos, escelencia ?
- Habeis hecho prisionero esta noche y transpor
lado aquí al vizconde Alberto de Morcerf , y el viz
conde Alberto de Morcerf , añadió el conde con un
>

timbre lal de voz que hizo estremecer á Franz , es


uno de mis amigos ; vive en la misma fonda que yo,
ha paseado el Cours los ocho dias de carnaval en mi
propio coche , y aá pesar de todo esto , os lo repito
>

le habeis hecho prisionero , le habeis transportado


aquí y , añadió el conde sacando una carta de su
.
216
bolsillo , le habeis puesto á precio como si fuese un
>

cualquiera.
-
- Por qué no me habeis prevenido todas estas
circunstancias , vosotros ? dijo el gefe dirigiéndose
>

bácia aquellos hombres , que retrocedian ante su


mirada , por qué mehabeisespuesto de este modo á
faltar á mi palabra con un sugeto como el señor con
de , que tiene nuestra vida en sus manos ? Por la
sangre de Cristo I si llegase á sospechar que alguno
de vosotros sabia que el jóven era amigo de su esce
lencia , le levantaria la tapa de los sesos con mi pro
pia mano.
-
-Lo veis i dijo el conde dirigiéndose á Franz,
no os habia dicho yo que en esto habia alguna equi
vocacion ?
-Qué , no venís solo ? preguntó Vanipa con in
quielud .
- He venido con la persona a quien iba dirigida
esta carta y á quien he querido probar que Luis
Vampa es un hombre que sabe guardar su palabra.
Acercaos , escelencia , dijo á Franz , aquí teneis á
Luis Vampa que va á deciros lo contrariado que le
tiene el error que ha cometido.
Franz se acercó : el gefe se adelantó unos pasos.
Sed bien venido entre nosotros , escelencia , le
dijo , ya babeis oido lo que acaba de decir el señor
conde yy mi contestacion1 ; ahora os añadiré que de
searia , aunque me costára las cuatro mil piastras en
que habia fijado el rescale de vuestro amigo, que no
hubiese acontecido semejante suceso .
- Pero , dijo Franz mirando con inquietud á su
-

alrededor , no veo al prisionero ... En donde está ?


217
- Supongo que no le habrá sobrevenido desgra
cia alguna ? preguntó el conde frunciendo las cejas
casi imperceptiblemente.
- El prisionero está allí , dijo Vampa indicando
con la mano el agujero ante cuya entrada se pasea
ba el bandido de centinela d; y voy yo mismo á anun
Ceath en liberla .
ciarle que
El gefe se adelanló , seguido del conde y de Franz ,
hácia el sitio que como cárcel de Alberto habia de
signado. саналата
PJ годината на
Qué hace el prisionero ? preguntó Vampa al
centinela .
1 - Os juro , capilan , que no lo sé , contestó ésle,
>

hace mas de una hora que ni siquiera le he oido me


nearse.
- Venid , escelencias , dijo Vampa.
El conde y Franz subieron siete ú ocho escalones,
precedidos por el gefe , que tiró de un cerrojo y em
pujó una puerta. Entonces , á la luz de una lámpa
>

ra semejante a la que iluminaba el Colombarium ,


vieron a Alberto que envuelto en una capa que le
prestára uno de los bandidos , estaba tendido en un
rincon gozando las dulzuras del sueño mas pacífico
y profundo.
- Vaya , dijo el conde sonriendo del modo que
le era peculiar , no me parece mal para un hombre
que debia ser fusilado a las siele de la mañana !
Vampa miraba al dormido jóven con cierla admi
racion pudiéndose deducir muy bien de su mirada
que no era en verdad insensible á una prueba , sino
de valor , cuanto menos de serenidad .

TOMO II . 26
218
-
Teneis razon , señor conde , dijo ; este hombre
>

debe ser uno de vuestros amigos.


Luego acercándose á Alberlo y tocándole en la
espalda.
Escelencia , dijo , haced el favor de disperlaros
si os place.
Alberto estendió los brazos, se frotó los párpados
y abrió los ojos.
- Ah ! dijo , sois vos capilan ? Pardiez , que hu
biérais hecho muy bien en dejarme dormir ; estaba
soñando agradablemente , y creia que bailaba una
galop en casa Torlonia con la condesa G...
Dicho esto sacó el reloj y lo miro para saber el
tiempo que habia transcurrido.
La una y media de la madrugada , por qué
diablos me disperlais á esta hora ?
-Para deciros que estais en libertad ,> escelencia .
-Querido , dijo Alberto con una perfecta segu
ridad , en lo sucesivo guardad bien en la memoria
esla máxima del gran Napoleon : « No me disper
leis sino para las malas nuevas. » Si me hubieseis
dejado dormir hubiera acabado mi galop , y os hu
biera estado reconocido toda mi vida... Pero supues
to que dices que estoy libre será señal de que habrán
pagado mi rescale , no es esto ?
No escelencia .
Pues como me poneis en liberlad ?
- Un sugeto al que nada puede negarse , ha ve
nido á reclamaros .
Hasta aquí ?
- Hasta aquí .
219
Oh ! por Cristo que es una estremada galan
leria !
Alberto miró a su alrededor y descubrió á Franz.
– Cómo ! le dijo , sois vos , mi querido Franz ?
es posible que hasta tal punto haya llegado vuestra
amistad para conmigo ?
- No , contestó este , á quien se lo debeis es á
>

nuestro vecino el conde de Monte -Cristo .


Pardiez , señor conde , dijo con jovialidad Al
2
berio ajuslándose el corbatin y arreglándose el tra
je , que sois un hombre precioso en todos conceptos;
espero que me consideraréis ligado á vos con los
vínculos de una elerna gratitud , primero por la ce
sion de vuestro carruaje , luego , por este suceso ; y
tendió al conde su mano , que este vaciló un mo
menlo en aceptar , pero que se la estrechó por fin
>

de la manera más cordial.


El bandido contemplaba esta escena con aire es
tupefacto ; hallabase acoslumbrado á ver lemblar
en su presencia á los prisioneros, mas al presente
habia encontrado uno cuyo humor festivo no sufrie
ra la menor alteracion . Por lo que hace á Franz,
estaba allamente satisfecho y envanecido al conside
rar que Alberto habia sabido sostener el honor na
cional ante toda una reunion de bandidos.
- Mi querido Alberto , le dijo , si quereis daros
prisa aun llegaremos á liempo de poder acabar la
noche en casa Torlonia . Continuareis vuestra galop
en el punto mismo en que la suspendisteis, y
de este modo no guardareis rencor alguno al señor
Luis , que verdaderamente se ha portado , en esle ne
1

gocio , con una estremada galanteria.


220
-Teneis razon en efecto , puesto que si nos apre
suramos podemos llegar casi antes de las dos. Se
ñor Luis ,continuó Alberlo , hay que cumplir algu
>

na otra formalidad anles de marchar ?


-Ninguna , caballero , contestó el bandido , sois
tan libra como el aire .
En esle caso, procurar conservarse sin novedad .
Vamos , señores, vamos!
Y Alberlo , seguido de Franz y del conde , bajó la
escalera , y atravesó la gran sala cuadrada. Todos
los bandidos estaban de pié sombrero en mano.
- Pepino, dijo el jefe , dadme la antorcha.
-

-Que vais á hacer ? preguntó el conde.


- Conduciros hasta fuera , dijo el capitan ; es la
mas pequeña prueba que puedo dar de mi adhesion
á vuestra escelencia .
Y tomando la antorcha encendida de las manos
del pastor , marchó delante sus huéspedes, no como
>

un criado que ejecuta un acto de servidumbre , sino


como un rey que precede á los embajadores. Al lle
gará la puerta se inclinó.
- Ahora , señor conde, dijo , os renuevo mis pro
-

leslas y espero que no me guardareis ningun resen


timiento por lo que acaba de suceder .
-No, mi querido Vampa; á mas de que enmendais
vuestros errores con tanta galantería , que casi uno
se ve lentado á agradecer el que los hayais comelido.
--Señores, repuso el jefe dirijiéndose á los dos
jóvenes , tal vez la oferta os presentará poco atrac
livo , mas si algun dia llegaseis á lener deseos de ha
cerme una nueva visita , estad seguros de que sereis
bien recibidos do quiera que me encuentre. Die
221
Franz y Alberto saludaron . El conde salió el pri
mero , Alberto en seguida , Franz quedó el último.
- Vuestra escelencia liene algo que mandarme ?
dijo Vampa sonriendo. sini de payt
-Sí ; deseo, contestó Franz, quiero decir, lengo
curiosidad de saber que obra era la que leíais con
tanta atencion cuando hemos llegado rast
- Los Comentarios de Cesar , dijo el bandido , es
>

mi libro predilecto. asetetals


- Qué hacéis! preguntó Alberto , nos seguis ú os
quedais ? isbahsol la carena
1- Al momento , héme aquí contestó Franz .
Y salió a su vez del pasadizo . Habrian andado ya
algunos pasos cuando Alberto les deluvo para vol
ver atrás .
-

- Me haceis el obsequio de la candela capilan ?


Dijo y encendió tranquilamenle su cigarro en la
antorcha de Vampa .
– Ahora , señor conde , dijo asi que hubo con
cluido , apresurémonos cuanlo sea posible , porque
deseo con viva impaciencia terminar la noche en ca
sa del duque de Bracciano.
Encontraron el coche en el punto en que le deja
ron . El conde dijo una sola palabra en árabe á Alí y
.

los caballos partieron á escape. Marcaba .as dos en


punto el reloj de Alberto cuando los dos amigos en
traban en el salon de baile. Su regreso llamó alta
mente la atencion , mas como entraron juntos, todas
las inquietudes que la ausencia de Alberto motivára
cesaron desde el momento.
-

-Señora , dijo Morcerfdirigiéndose á la condesa,


ayer tuvisleis la bondad de prometerme una galop;
222
cierto es que vengo algo tarde á reclamaros tan sa
tisfactoria promesa , pero aquí está mi amigo , cuya
veracidad conoceis , que os dirá que la tardanza no
ha sido por culpa mia.
Y como en este momento la música preludiaba
una galop , Alberto ciñó con su brazo el talle de la
condesa yу desapareció con ella entre el torbellino de
los danzantes.
Durante el resto de la noche Franz no pudo apar
tar de su imaginacion el singular estremecimiento
que recorrió todo el cuerpo del conde de Monte -Cris
to en el instante en que se vió precisado á estrechar
la mano que Alberto le lendiera.

07
223 .

exy December 200

4.

LA CITA ,

Las primeras palabras que pronunció Alberto al


levantarse el dia siguiente , fueron para proponer á
>

Franz el ir á visitar al conde. Ya le habia dado las


gracias la víspera , pero creia que un servicio como
aquel valia la pena de repetirselas. Franz, á quien
una atraccion mezclada de lerror atraia hacia el con
de de Monte -Cristo , no quiso dejarle ir solo á casa
de aquel hombre, y le acompañó. Ambos fueron
introducidos y cinco minutos despues se presentó el
conde.
224 -

Señor conde , le dijo Alberlo dirigiéndose á él ,


-

permitidme que os repita hoy lo que ayer os espre


sé mal ; y es que no olvidaré jamás en que circuns
lancia me habeis socorrido , y que siempre recorda
ré que os debo casi mi vida.
- Querido vecino , respondió el conde riendo ,
exagerais vuestras obligaciones respecto á mi ; me
debeis una pequeña economía de unos veinte mil
francos en vuestra cartera de viaje, y nada mas.
Bien veis que esto no merece la pena de volver á
hablar de ello , y por mi parte os doy sincera y cor
dialmente el parabien , pues habeis estado admirable
en valor y en sangre fria .
- Qué quereis, conde ! dijo Alberto; me he fi
-

gurado que habia tenido una dispula , que áa ella ha


bia seguido un duelo , y he querido hacer compren
der una cosa á esos bandidos, que aunque en lodos
los paises del mundo se balen , solo los franceces se
balen riendo. No obstante, como mi agradecimien
to para con vos no es menos grande , vengo á pre
gunlaros si yo , mis amigos ó mis conocidos, os po
>

drian ser útiles en algo . Mi padre , el conde de Mor


cerf, que es de origen español, ocupa una elevada
posicion en Francia y en España ; vengo , pues, á
ponerme yo y las personas que me aprecian , á vues
tra disposicion.
- Para que veais hasta que punto llega mi fran
queza , dijo el conde , os confieso , señor de Morcerf,
>

que esperaba vuestra oferta y que la aceplo de todo


corazon. Ya habia yo contado con vos para pediros
un servicio.
-
Cuál ?
.
225
-Jamás he estado en Paris y de consiguiente ni
le conozco siquiera.
- Cómol esclamó Alberlo, habeis podido vivir sin
ver á Paris ? parece increible..
-

Y sin embargo ya veis que no lo es. Pero conoz


co como vos que continuar por mas tiempo en la ig
norancia de la capital del mundo intelijente es cosa
imposible. Aun hay mas; tal vez hubiera hecho ese
indispensable viage hace tiempo, si hubiese conocido
á alguno que pudiera introducirme en ese mundo ,
en el que no tengo relacion ninguna.
Ohl un hombre como vos 1 esclamó Alberlo .
Me favoreceis demasiado , pero como yo no co
nozco en mí mismo otro mérito que el de poder com
petir , en cuanto á millones , con vuestros mas ricos
banqueros , y como mi viaje á Paris no es para ju
gar á la bolsa , quiere decir que esto es lo único que
me ha detenido. Ahora me decide vuestra oferla .
Veamos ; os compromeleis, mi querido señor de
Morcerf y el conde acompañó eslas palabras con una
soprisa singular , os comprometeis cuando vaya á
Francia , á abrirme las puertas de ese mundo, al que
seré tan estraño como un Hurano ó un Conchinchi
niano ?
10-Oh ! en cuanto á eso , señor conde , con sumo
guslo me tendreis á vuestras órdenes, respondió Al
berto ; y tanto mas , cuanto que por una carta que
esta misma mañana he recibido , se me llama á
París , -amigo Franz no os burleis de mi, - donde
se lrala de una alianza cona una de las familias de
mas auje , de mas prestijio y de mejores relaciones
en el mundo parisiense .
226
Alianza por casamiento ? dijo Franz riendo.
- Y porqué no ? Así pues , cuando vayais á Pa
ris , me hallareis hecho un hombre de juicio, un
padre de familia . No se hallará esta nueva posicion
social en armonía con mi natural gravedad ? En to
do caso conde , os lo repilo , yo y los mios estamos
>

á vuestra disposicion.
- Acepto , dijo el conde ; porque osjuro que solo
me faltaba esta ocasion para realizar ciertos planes
que proyecto hace mucho tiempo.
Franz no dudó que estos proyectos serian los mis
mos acerca de los cuales el conde habia dejado es
capar una palabra en la gruta de Monte -Cristo , y
miró al conde mientras decia estas palabras , para
procurar leer en su fisonomía alguna revelacion de
aquellos planes que le conducian á Paris , pero era
muy dificil penelrar en el alma de aquel hombre,
sobre todo cuando encubria con una sonrisa sus sen
saciones .
- Pero seamos francos, conde , dijo Alberto cu
yo amor propio no dejaba de alhagar el ser intro
ductor de Monte-Cristo en los salones de Paris , sea
mos francos; es acaso lo que decís solo uno de esos
proyectos que edificados sobre arena , son destrui
dos por el primer soplo de viento ?
- No , palabra de honor , dijo el conde , deseo ir
á Paris y no solo lo deseo, si que hasta es indispen
sable que vaya .
-
- Y cuando ?
- Cuando estareis allí vos mismo ?
Yo ! dentro quince dias o tres semanas á mas
tardar ; el tiempo para llegar allá nada mas.
-
227
- Pues bien ! dijo el conde , os doy de lérmino
tres meses ; bien veis que no ando indeciso en seña
laros el plazo que debe mediar hasta nuestra próxi
ma enlrevista .
- Y dentro tres meses , esclamó Alberto lleno de
gozo , ireis á llamar á mi puerta ?
- Queréis mejor una cila dia por dia , hora por
hora ? dijo el conde. Os prevengo que soy muy
exaclo .
- Dia por dia yу hora por hora ; perfectamente;
dijo Alberto.
-
Pues bien ! sea .
Y tendió la mano hacia un calendario colgado
junto á un espejo.
Hoy estamos , dijo , á 21 de febrero) ; sacó su
reloj; son las diez y media de la mañana . Quereis
esperarme el 21 de mayo próximo á las diez y me
dia de la mañana ?
-Sí , síl exclamó Alberlo , el almuerzo estará
>

preparado.
Donde vivís ?
- Calle de Helder , número 27.
- Vivís en vuestra casa..... solo ? tendré que in
comodar á alguno ?
– Vivo en el palacio de mi padre, pero en un pa
bellon en el fondo del patio , enteramente separado
del resto de la casa .
- Bien .
El conde sacó su cartera y escribió : « Calle de
Helder , número 27— 21 de mayo , á las diez y
S

media de la mañana. »

--- Y ahora , dijo el conde guardando su cartera


228
en el bolsillo , perded cuidado , porque os advierto
que la aguja de vuestro reloj no será mas exacta que
la del mio.
Os volveré á ver antes de mi partida ? pre
gunló Alberto.
-Segun ; cuando partís ?
-
- Mañana á las cinco de la tarde .
- En ese caso , me despido de vos. Porque ten
go que irme á Nápoles , y no estaré aquí de vuelta
sino el sábado por la noche ó el domingo por la ma
nana.
Y vos , preguntó elconde á Franz, parlís tam
bien , señor baron ?
-Si
- Para Francia ?
- No , para Venecia. Me quedo lodavía un año
ó dos en Ilalia .
-Entonces no nos veremos en París ?
Mucho temo no tener ese honor .
- Vamos , señores , buen viaje , dijo el conde á
>

los dos amigos presentándoles una mano á cada uno.


Era la primera vez que Franz tocaba la mano de
aquel hombre , y al tocarla se estremeció , porque
aquella mano estaba helada como la de un cadáver.
-

Por última vez , dijo Alberto , queda dicho ;


bajo palabra de honor , no es verdad ? calle de Hel
der , número 27 , el dia 21 de mayo , á las diez y
>

media de la mañana .
El 21 de mayo , á las diez y media de la ma
ñana , calle de Helder , número 27 , respondió el
>

conde.
229
Despues de lo cual los dos jóvenes saludaron al
conde y salieron .
-
- Qué teneis , dijo al entrar en su cuarlo Alber
lo á Franz ; pareceis disgustado ?
-Si , dijo Franz , os lo confieso , el conde es un
hombre singular y contemplo con inquietud esa cita
que os ha dado en París .
- Esa cila ..... con inquietud I ja I ja I ja ! estais
loco , mi querido Franz , esclamó Alberto .
- Qué quereis i dijo Franz , loco ó no , tal es mi
>

idea .
- Escuchad , dijo Alberto , y me alegro que se
presente ocasion de deciroslo ; siempre os he encon
trado muy frio , respecto al conde , quien por su
parte no puede haber estado mas fino y espresivo
para con nosotros. Teneis algun motivo particular
de resentimiento contra él ?
Tal vez .
Le habeis visto ya en alguna parte antes de
encontrarle aquí ?
-Si .
Donde ?
Me prometeis no decir una palabra á nadie de
lo que voy áa contaros ?
Os lo prometo.
- Está bien. Escuchad , pues.
Y entonces Franz contó á Alberlo su escursion á
la isla de Monte -Cristo , como habia encontrado allí
una tripulacion de contrabandistas , y entre ellos
dos bandidos corsos. Contó la hospitalidad mágica
que el conde le dió en su gruta de las mil y una no
ches ; habló de la cena , no pasó por alto el hatchis,
230
las estáluas , la realidad y el sueño , le dijo que al
despertar, por única prueba de lan estraños acon
tecimientos , ya no quedaba mas que aquel velero
yale , en alla mar ,> muy lejano , en vuelto entre la
niebla que se desprende del horizonte y encaminán
dose á toda vela á Porto -Vecchio. Luego habló de
Roma , de la noche del Coliseo , de la conversacion
que habia oido entre él y Vampa , conversacion re
lalíva á Pepino , y en la cual el conde habia pro
melido oblener el perdon del bandido , promesa que
tan bien habia cumplido , como habrán podido juz
gar nuestros lectores.
Llegó , por fin , á la aventura de la noche pre
>

cedente , al embarazo en que se habia encontrado


>

al ver que le fallaban , para complelar la suma ,


seis ú ochocientas piastras ; en fin , á la idea que le
ocurriera de dirijirse al conde , idea que habia te
nido a la vez un resullado lan novelesco Y tan satis
factorio .
Alberto escuchó á Franz con la mas profunda
atencion .
Y bien ! le dijo cuando hubo concluido , qué
hallais en lodo eso de particular ? el conde es viaje
ro , el conde tiene un buque suyo porque es rico .
Id á Porsmouth y á Southampton , vereis los puer
los llenos de yales pertenecientes a ricos ingleses que
tienen el mismo capricho. Para saber donde hospe
darse en sus escursiones , para no probar nada de
esa espantosa cocina , á que estoy sujeto yo hace
cualro meses, vos hace cuatro años ; para no dor
mir en esas abominables camas donde no pueden
cerrar los ojos, hace amueblar una habitacion en
231
Monte -Cristo : cuando su habitacion eslá amueblada
:

leme que el gobierno loscano le despida y sus gas


los sean perdidos , entonces compra la isla y loma
el nombre de ella . Amigo mio , buscad en vuestra
memoria , y decidme , cuantas personas conocidas
de nosotros toman el nombre de una propiedad que
jamás han tenido ?
-

Pero , dijo Franz á Alberto , esos bandidos cor


sos que se hallan entre su tripulacion ?....
- Vuelvo á preguntaros que encontrais en eso de
parlicular ? Sabeis mejor que nadie , que los bandi
dos corsos no son ladrones , sino pura y sencillamen
le fujitivos á quienes alguna vendetta ha proscrito
de su ciudad ó de su aldea ; bien puede uno verlos
sin comprometerse. En cuanto a mi os declaro que si
alguna vez voy á Córcega , antes de hacerme pre
sentar al gobernador y al prefecto , me hago pre
sentar a los bandidos de Colomba , por lo que pue
da suceder; simpatizo mucho con ellos.
Pero Vampa y su banda , dijo Franz , son ban
didos que detienen para robar , no lo negareis,, por
que hartas pruebas podemos dar; que direis, pues,
de la influencia que ejerce el conde sobre semejan
les hombres ?
- Diré , querido , que , como , segun toda pro
2

babilidad , debo la vida á esa influencia, no debo juz


garla con rigidez. Así , pues , en lugar de calificarle
como vos , deun crimen capital , deberé escusarle,
2

si no por haberme salvado la vida , lo cual es exa


jerar mucho las cosas , á lo menos por haberme ahor
rado cuatro mil piastras que son veinte y cuatro
mil libras de nuestra moneda , suma en la que segu
232 CA

ramente no me hubieran estimado en Francia ; lo


cual prueba , añadió Alberto , que nadie es profela
en su pais.
- A propósito , decidme, de que pais es el con
>

de ? cuales son sus medios de existencia ? de donde


le ha venido esa inmensa fortuna ? cual ha sido esa
primera parte de su vida misteriosa y desconocida ?
quien ha esparcido en la segunda esa tinta sombría
y misantrópica ? eso es lo que yo quisiera saber.
-Querido Franz , dijo Alberto , cuando al reci
bir mi carta , habeis visio que leniamos necesidad
>

de la influencia del conde , habeis ido á decirle :


Alberto de Morcef , mi amigo , corre un gran pe
ligro , ayudadme á sacarle de él : >> no es verdad ?
Sí .
Os preguntó entonces : quien es ese Alberto
de Morcef ? de donde le viene ese nombre , su for
>

tuna ? cuales son sus medios de existencia ? cual es


su pais ? donde ha nacido ? os ha preguntado todo
eso ? decid .
- No , lo confieso.
Fué y me libro de las ipanos de Vampa , don
de á pesar de mi apariencia llena de desenvoltura,
como decis , hacia una triste figura, lo confieso ;
pues bien, querido , cuando en cambio de semejante
servicio , me pide haga por él lo que se hace todos
>

los dias por el primer príncipe ruso ó italiano que


pasa por Paris , es decir , presentarlo en el mundo,
quereis que se lo rehuse ? Vamos , Franz , estais lo
co !
Preciso es decir que , contra su costumbre , la ra
zon eslaba entonces de parte de Alberto. stallo
233
-En fin , dijo Franz dando un suspiro, haced lo
que gusteis , querido vizconde ; todo cuanto me es
tais diciendo es muy convincente , pero no por eso
dejo de creer que el conde de Monte-Cristo es un
hombre estraño .
- Elconde de Monte -Cristo es un filántropo ; no
os ha dicho que objeto le guiaba á Paris ? pues estoy
seguro que va para concurrir al premio de Mont
yon , y si solo necesila mi volo para obtenerlo , se
lo daré . Con qué , mi querido Franz , no hablemos
de esto , sentémonos á la mesa , y vamos en seguida
á hacer la última visita á San Pedro .
Así lo hicieron y al dia siguiente a las cinco de la
tarde los dos jóvenes se separaban ; Alberto de Mor
cerf para volver á Paris , y Franz de Espinay para ir
á pasar unos quince dias en Venecia .
No obstante , pocos momentos antes de subir al
carruaje , Alberto entregó al mozo de la fonda , tan
> >

to lemia que su convidado faltase á la cita , una tar


>

jeta para el conde de Monte -Cristo , en la cual bajo


estas palabras ; « Vizconde Alberto deMorcerf,» ha
bia escrilo con lapiz : 21 de mayo , á las diez y me
dia de la mañana , número 27 >, calle de Helder.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE .

TOMO 11 . 27
2. งาน บ . . : (. : ..
ODDBE!! ). obiiciéis!,

olosind this
tres

Assistir , 9649.) flyin's

- ‫ ܀‬::::f: ‫ ܀ ܂ ܃ ܂‬:, : ‫ܕܪܫܪ‬ii!, ;.:ii ,{ {ai.: i- n: ;( :::-::.;| : ;


Bir bita ! c6-11-1993 : sbsei la Bye
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1336 Ps 15.04.2015416 };*!!!

terdiste

10205
235

PARTE TERCERA.
t

1.

EL ALMUERZO .

En la casadelacalledeHelderdonde Alberto de
Morcerf habia citado en Roma al conde de Monte
Cristo , todo se preparaba para hacer honor a la pa
labra del jóven .
Alberto de Morcerf habitaba un pabellon situado
1
en el ángulo de un gran patio y que bacia frente á
otro edificio ; dos ventanas de este pabellon caian so
236
lo á la calle, las otras tres al palio y otras dos al
jardin .
Entre este palio y el jardin se elevaba, construi
do con el mal gusto de la arquitectura imperial, el
vasto y espacioso palacio en que vivian el conde y
la condesa de Morcerf.
Lindado con la calle , elevábase una pared baja
dividida por una grande reja dorada queservia pa
ra dar entrada a las personas de gran etiqueta: una
puerla pequeña casi pegada al cuarto del portero
daba paso á los sirvientes ó á los que entraban y
salian á pié.
En la eleccion del pabellon de Alberto , adiviná
base el delicado lacto de una madre que sin querer
separarse de su hijo , habia conprendido no obstan
te que un joven de la edad del vizconde necesitaba
de toda su libertad. Conociáse tambien por otro lado,
debemos decirlo , el intelijente egoismo del joven ,
amante de aquella vida libre y ociosa , cual es la de
>

los hijos de familia,


Por las ventanas que daban a la calle , Alberlo
de Morcerf podia hacer, digámoslo asi , sus esplora
ciones exteriores. La vida del exlerior es lan nece
saria á los jóvenes, que quieren siempre ver al mun
do a través del horizonte , aunque este horizonte no
2

tenga mas estension que el corlo espacio de una ca


Ilel una vez becha una esploracion , si merecia un
examen mas profundo, Alberto podia , para entre
garse á sus pesquisas , salir por una puerlecila si
luada frente a la que hemos mencionado , junto al
cuarto del portero , y que merece una descripcion
particular.
237
Era una puerlecila que se hubiera creido olvi
dada de todo el mundo desde el dia en que la ca
sa fué construida , y que se la hubiera creido tam
bien condenada desde largos años , tan sucia estaba
y lanto era el polvo y telerañas que la cubrian ;
sin embargo , su cerradura y goznes cuidadosamente
untados de aceite anunciaban un uso misterioso y
continuado. Esta puertecita hemos dicho que daba
frenle á la otra y se burlaba del portero , de cu
ya vigilancia escapaba , abriéndose como la famosa
puerla de la caverna de las Mil y una noches , como
el Sésamo encantado de Ali - Baba , por medio de al
gupas palabras cabalísticas ó de algunos golpccilos
convenidos , pronunciados por una dulce voz ó da
dos por los dedos mas delicados del mundo.
Al estremo de un corredor largo y solitario , con
>

el cual comunicaba esta puerta , y que servia de an


lesala , estaban, á la derecha el comedor de Alberlo
que caía al palio , y á la izquierda su saloncito que
daba al jardin. Verdes y espesas enredaderas que
nacian delante de la ventana , ocultaban al patio y
al jardin el interior de estas dos piezas , las únicas
en el piso bajo donde pudiesen penetrar las mira
das indiscretas .
En el principal , en lugar de estas dos piezas , ha
bia tres : un salon , una alcoba y un gabipele .
El salon del cuarto bajo era una especie de divan
destinado a los fumadores.
El gabinele del principal estaba al lado de la al
coba , y por una puerla invisible comunicaba con
la escalera. Bien se vé que estaban tomadas lodas
las medidas de precaucion...
238
Encima de este piso principal reinaba un vasto la
ller que habian agrandado echando abajo los tabi
ques , sala que el artista disputaba al dandy. Allí se
refugiaban y se confundian todos los caprichos suce
sivos de Alberto , los cuernos de caza , las flautas ,
los violines , una orquesta complela , pues Alberto
babia tenido por un instante, no el gusto, sino el ca
pricho de la musica ; los caballetes , las paletas , los
pasteles , porque el capricho de la música habia se
guido al de la pintura ; en fin , los floretes, los guan
les de boxear , las espadas y las cañas de lodos gé
neros , porque en fin , siguiendo las tradiciones de
los jóvenes a la moda de la época á que hemos lle
gado , Alberto de Morcerf cultivaba con una per
severancia infinitamente superior a la que habia le
nido con la pintura y la música estos tres arles ,
que completan la educacion de un calavera , es de
cir : la esgrima , el boxeo y el palo , y recibia su
cesivamente en esta pieza destinada a todos los ejer
cicios del cuerpo á Grisier , Cools y Cárlos Lecourt.
El resto de los muebles de esta pieza privilegia
da , eran antiguos cofres y mesas del tiempo de
>

Francisco I , cofres llenos de porcelana de la Chi


>

na , de vasos del Japon , jarrones de Lucca y de la


Robbia , y platos de Bernard y de Pahssy : antiguos
sillones donde tal vez se habrian sentado Enrique
IV , Luís XIII ó Richelieu , porque dos de estos si
llones , adornados de un escudo esculpido , donde
>

brillaban en campo azul las tres flores de lis de Fran .


cia , encima de las cuales habia una corona real ,
habian salido por fuerza de los guardamuebles del
Louvre , o de algun castillo real. Sobre estos sillo
239
nes de fondos sombrios y severos , estaban esparci
das en profusion ricas telas de vivos colores , lejidas
al sol de la Persia ó bajo los dedos de las mujeres
de Calcuta y de Chandernagor. Lo que hacian allí
estas telas , no se sabe ; esperaban sin duda, recrean
do la vista , un destino desconocido á su propieta
rio , y mientras tanto iluminaban la habitacion con
sus espejos sedosos y dorados .
En el lugar mas preferente se elevaba un piano ,
construido por Roller y Blanchet , de madera de ro
sa , piano que contenia una orquesta en su estrecha
y sonora cavidad , y que gemia bajo las obras de
Behoven , de Weber , de Mozart, Haydin , Grelry y
Porpora .
Además en la pared , en el techo , en las puertas, >

habia colgados puñales , espadas, lanzas , corazas ,


hachas , armaduras completas doradas é incrusta
>

das ; pájaros disecados abriendo por un vuelo inmó


vil sus alas color de fuego y su pico que jamás se
cierra .
Falta decir que esta pieza era la predilecta de Al
berto de Morcerf.
Sin embargo , el dia de la cita , el jóven , vesti
>

do con elegante abandono , habia establecido su


cuartel en el saloncito del piso bajo. Allí , sobre una
mesa de caoba se veian todos los tabacos buenos co
nocidos , desde el tabaco de Petersburgo hasta el la
baco negro de Sinaí . Al lado de estos , en cajas de
madera odoríferas , estaban arreglados por orden
de tamaños y de calidad de puros , los de regalía ,
los habanos y los manileños : en fin , en un arma
rio abierto , una coleccion de pipas alemanas , con
>
240
boquillas de ambar , adornadas de coral , é incrus
>

ladas de oro , con largos lubos de lafilele arrollados


como serpientes, esperaban el capricho ó la simpa
tía de los fumadores. Alberto habia presidido el ar
reglo ó mas bien el desórden simétrico que gustan
tanto de contemplar despues del café , los convida
dos de un almuerzo moderno , al través del vapor
que se escapa de su boca y que sube hasta el te
cho en ondulantes y caprichosas espirales.
A las diez menos cuarto entró un criado . Iba
acompañando á un pequeño groom de quince años ,
que no hablaba mas que inglés , y que respondia al
nombre de Jonh .
El criado que se llamaba German , y que goza
ba de la entera confianza de su jóven amo , llevaba
en la mano an lio de periódicos que deposito sobre
la mesa y un paquele de cartas que entregó á Al
berto.
Esle arrojó una mirada distraida sobre estos di
ferentes objetos , lomó dos cartas de papel satinado
y perfumado , las abrió y las leyó con cierta aten
cion .
- Cómo han venido estas cartas ? preguntó.
-
- La una por el correo , la otra la ha traido el
criado de la señora Danglárs.
- Dirás á la señora Danglárs que acepto el lu
gar que me ofrece en su palco ... Espera ... á eso de
medio dia , te llegarás á casa de Rosita á decirla que
>

iré , como me ha invitado , á cenar con ella al salir


de la ópera..... Ah ! se me olvidaba..... cuidado
cou llevarla seis bolellas de vinos de Chipre , de
Jerez , de Málaga , y un barril de ostras de Oslen
.
241
de..... puedes lomar las ostras en casa de Borel , y
sobre todo dile que son para mí .
- A qué hora quereis se os sirva el almuerzo?
-

Qué hora es ?
Las diez menos cuarto .
Pues bien , nos le servirás á las diez у media
en punto. Debray se verá obligado á ir á su minis
terio..... Y por otra parte ..... Alberto miró su car
tera . Sí , esa es la hora que indiqué al Conde ; el 21
>

de mayo , á las diez y media de la mañana , y aun>

que no cuente con su promesa , quiero ser exaclo .


A propósito ; sabes si se ha levantado la señora con
desa ?
- Si el señor vizconde gusta me informaré.
-Sí , sí , suplícala que me haga el obsequio de
>

entregarte la llave de una de sus cuevas de licores ,


porqué la mia está incomplela ; la dirás tambien
que lendré el honor de pasar á sa cuarto á eso de
su

las tres , y que le pido permiso para presentarle


una persona .
El criado salió. Alberto arrellenándose entonces
en un divan , rasgó la faja de dos ó tres periódi
cos , miró los teatros , hizo un gesto al ver que re
presentaban una ópera y no un baile ; buscó en va
no en los anuncios de perfumería cierta agua para
los dientes , de que le habian hablado , y arrojó uno
>

trás olro los periódicos, murmurando en medio de


un profundo bostezo .
A decir verdad estos periódicos se van volvien
do cada vez más insípidos !
En este momento un carruaje se deluvo delante
2
TOMO II . 28
242
de la puerta , y un instante despues abriendo el cria
do la puerla del salon anunció :
-El señor Luciano Debray !
Un jóven alto , rubio , de ojos grises y mirada
fija , de labios delgados y pálidos, frac azul con bo
>

tonesde oro , corbata blanca , lente de concha , sus


pendido del cuello por una cinta de seda negra , y >

que por un esfuerzo del músculo superciliar lapza


ha miradas profundas fijas, entró sin sonreir , sin
hablar , y con un aire medio oficial.
Buenos dias , Luciano , buenos dias , dijo Al
berlo. Ah ! me asombra vuestra exactitud ! Exacti
tud , repito ....! Yo que os esperaba el último , y lle
gais á las diez menos cinco minulos , siendo asi que
la cita era á las diez y media 1 esto es milagroso !
ha caido el ministerio ?
No , querido , dijo el joven tendiéndose casi en
el divan , tranquilizaos , vacilamos siempre , pero
nunca caemos , y empiezo á creer que pasamos bue
namente á la inmovilidad , sin contar con que los
>

asuntos de la Península nos van á consolidar enle


ramenle .
-

- AbI sí , es verdad , arrojais de España á don


Cárlos .
- No , querido , no nos confundamos , le trae
mos del olro lado de la frontera de Francia , y le
ofrecemos una hospitalidad real en Bourges.
- En Bourges ?
-Sí , no tendrá porque quejarse , qué demonio !
Bourges es la capital del rey Carlos VII. Cómo no
sabiais tal acontecimiento , siendo así que desde
ayer lo sabe todo París ? A mas , anteayer la cosa no
>
243
podia marchar mejor en la bolsa , pues que Dan
glárs, el banquero , - no sé porque medios sabe
ese diablo de hombre las noticias al propio tiempo
que nosotros , - Danglárs , pues , jugó á la alza y
se embolsó un millon .
-Y vos una nueva cinta , segun parece .
Psch ! me han enviado la placa deCarlos III ,
respondió sencillamente Debray .
- Vamos , no os hagais el indiferente , y confe
sad que la noticia os habrá agradado.
- Si , á fé mia , una placa siempre resalta sobre
>

un frac negro abotonado ; es elegante.


- Y , dijo Morcerf sonriendo , se liene el aire de
un príncipe de Galles ó de un duque de Reichstadt.
- Por eso me veis tan de mañana , querido .
- Porqué teneis la placa de Carlos III y queriais
anunciarme esta buena noticia ? .
- No , porque he pasado la noche espidiendo car
las : veinte cinco despachos diplomáticos. De vuelta
á mi casa , quise dormir , pero me dió un fuerte
dolor de cabeza y me levanté para dar un paseo á
caballo . En Boloña me advirtieron de tal modo el
hambre y el fastidio , que me acordé de que hoy dá
bais un almuerzo , y aquí me teneis : tengo ham
bre , dadme de comer ; me fastidio , distraedme.
>
G
-Tal es mi deber de anfitrion , querido amigo ,
dijo Alberto llamando á un criado , mientras que
Luciano hacia saltar , con el estremo de su baslon
con puño de oro incrustado de turquesas , los perió
dicos ; German , Jerez y vizcochos ! Mientras tanto ,
querido Luciano , aquí teneis cigarros de contra
bando; os invilo a que los probeis y tambien po
244
dreis decir á vuestro ministro que nos venda como
estos en lugar de esas especies de hojas de nogal que
condena á los buenos ciudadanos á fumar.
Diablo ! yo me guardaria muy bien de hacer
lo. Desde el momento en que os viniesen del gobier
no os parecerían detestables. Por otra parte , eso no
conviene al interior , sino á la hacienda ; dirijios al
señor Human , seccion de contribuciones indirec
las , corredor A. número 26.
- En verdad , dijo Alberlo , que me asombrais
con la estension de vuestros conocimientos. Pero
tomad un cigarro !
Ah ! querido Morcef, dijo Luciano encendien
do un cigarro babano en una bugia de rosa ardien
do en un candelabro sobre dorado , y recoslándose
en el divan , ah ! querido Morcef , qué feliz sois en
no lener nada que hacer ! Sea dicho entre nosotros
que no conoceis viiestra felicidad .
- Y que hariais , mi querido pacificador de rei
nos , repuso Morcerf con una lijera ironía , si no bi
cieseis nada ? Cómo I secretario particular de un mi
nistro , lanzado a la vez en el mundo europeo y en
las intrigas de París ; teniendo reyes , y mucho me
jor aun , reinas que prolejer , partidos que reunir ,
> >

elecciones que dirijir, haciendo mas de vuestro ga


binele , con vuestra pluma y vuestro telégrafo , que
>

Napoleon hacia de sus campos de batalla con su es


pada y sus victorias , poseyendo veinte y cinco mil
>

libras de renta , un caballo por el que Chateau Re


naud os ha ofrecido cuatrocienlos luises :: un sastre
que no os falta en un pantalon , teniendo asienlo en
la ópera , Jockey , Club y el teatro de Variedades,
>
215
no hallais en lodo esto con que distraeros ? Pues
bien , yo os distraeré.
Cómo ?
Haciéndoos contraer un conocimiento nuevo .
De hombre ó de mujer ?
- De hombre.
- Conozco ya tantos !
Pero no conoceis al hombre de que os hablo !
De dónde viene ? del cabo del mundo ?
De mas lejos tal vez .
- Diablo ! espero que no se lleve nuestro al
muerzo .
- No , tranquilizaos ; nuestro almuerzo está se
guro . Pero teneis hambre ?
- Sí, lo confieso por humillante que sea decir
lo . Ayer comí en casa del señor de Villefort , y.....
no lo babeis nolado acaso ? se come bastante mal en
casa de todas esas personas del estrado de jueces;
cualquiera diria que tienen remordimientos.
- Ah ! diantre ! despreciad las comidas de los
-

demás ; en cambio se come bien en casa de vuestros


ministros.
-Si , pero no convidamos á ciertas personas al
menos ; y si no nos viésemos obligados a hacer los
honores de nuestra mesa á algunos ipfelices que
piensan y sobre lodo que volan bien , nos guarda
>

riamos como de la peste de comer en nuestra ca


sa ; debeis creerlo . TELE
— Entonces , querido , tomad un segundo vaso de
Jerez y otro vizcocho. lo
- De buena gana , vuestro vino de España es
246
escelente ; ya veis que hemos hecho bien en pacifi
car el país.
-Si , pero D. Cárlos ?
- - Don Carlos beberá vino de Burdeos , y dentro
de diez años casaremos a su hijo con la reinila .
Lo cual os valdrá el Toison de Oro , si aun es
tais en el ministerio .
-Creo , Alberto , que babeis adoptado por siste
ma esta mañana alimentarme de humo.
- Y eso es lo que divierte al estómago , convenid
en ello , pero, justamente oigo la voz de Beauchamp
en la antesala , disputareis con él , y eso hará que no
os impacienteis.
Sobre que?
-

- Sobre los periódicos.


-Qué, acaso leo yo los periodicos ? dijo Luciano
-

con despreciativo ademan .


- Razon de mas , disputareis mejor.
- El señor de Beauchamp! anunció el criado.
Entrad , enlrad , pluma terriblel dijo Alberto
saliendo al encuentro del jóven , mirad , aqui leneis
>

á Debray que os detesta sín leeros , segun el dice á lo


menos .
- Tiene razon , dijo Beauchamp, lo mismo hago
C

yo , que le crilico sin saber lo que hace. Buenos dias


comendador.
- Ah ! lo sabeis ya , dijo el secretario particular
cambiando con el periodista un apreton de mano y
una sonrisa .
Pues no faltaba otra cosa ! replicó Beau
champ. 2008
247
-A
Y que se dice en el mundo !
En que mundo ? Tenemos muchos mundos en el
año de gracia de 1838 .
En el mundo crítico - político del que formais
parle.
Oh ! se dice que es una cosa muy justa y que
sembrais bastante rojo para que nazca un poco de
azúl .
- Vamos , vamos , no va mal , dijo Luciano ;
>

porque no sois de los nuestros, querido Beauchamp


y con el talento que teneis , hariais forluna en tres ó
cuatro años ?
Solo una cosa espero para seguir vuestro con
sejo: un ministerio que esté asegurado por seis me
ses. Ahora , una sola palabra, mi querido Alberto ,
porque es preciso que deje respirar á ese pobre Lu
ciano. Almorzamos ó comemos ? Tengo que hacer .
No es todo rosas , como decís , en nuestro oficio .
Se almorzará solamente : ya no esperamos mas
que dos personas y nos sentaremos a la mesa en cuan.
to hayan llegado , dijo Alberto.
Y qué clase de sugetos son los que esperais á
almorzar ? dijo Beauchamp.
Un gentil hombre y un diplomático repuso Al
berto .
En este caso es négocio de tener que esperar
cerca dos horas al gentil hombre y mas de dos horas
al diplomático. Me marcho pues y volveré á los pos
tres ; guardadme pues unas fresas, café y cigarros,
que de lo demás tendré bastante con comer una chu
ч

leta.
No hagais tal, Beauchamp, porque aunque el
248

gentilhombre fuese un Montmorency y el diplomá


lico un Metternich , almorzariamos a las once en
punto ; mientras tanto seguid el ejemplo de Debray ;
probad mi Jerez y mis vizcochos.
Ea pues , sea como decis , me quedo . Asi co
mo asi , es preciso que emplee en algo esta ma
ñana .
-Bueno ; ya lo veis , Debray ; me parece que des
de que el ministerio presenta síntomas de sucumbir
la oposicion está mas alegre.
Se conoce , amigo mio , que no sabeis el fasli
dio que me aguarda. Tendré que oir esta mañana un
discurso de Danglrás en la cámara de los dipulados
y esta noche en casa su muger una tragedia de un
par de Francia. Llévese al diablo al gobierno consti
tucionall y puesto que segun decis , somos libres de
enlablar la conversacion sobre un punto cualquiera,
porqué habeis ido á escojer la política ?
- Comprendo: teneis necesidad de bromear aho
-

ra , para conservar luego un aire de gravedad.


No hableis mal de los discursos de Danglárs ,
dijo Debray , puesto que es de vuestra bandera, y se
sienta en los bancos de la oposicion.
-Oh I Dios miol he ahi todo el mal ; como que
espero le envieis al Luxemburgo á inprovisar discur
sos para poder reir á mis anchuras.
Querido, dijo Alberto á Beauchamp, todo el
mundo sabe que los asuntos de España están ya en
teramente arreglados , y vos estais animado esta ma
ñana de un espíritu revolucionario . Acordaos pues ,>

de que la crónica parisiense habla de un casamiento


entre la señorita Eugenia Danglárs y yo. No puedo
249
pues , en conciencia , permitir que hableis mal de la
> >

elocuencia de un hombre que vendrá á decirme un


dia. «Señor vizconde ya sabeis que doy á mi hija
dos mil florines . »
--Vaya , pues yo os digo , esclamó Beauchamp,
que ese casamiento no se realizará jamás. El rey ha
brá podido darle el título de conde, podrá hacerle
par ; pero no le hará gentilhombre , y el vizconde
de Morcerf tiene unas ideas demasiado aristocráti
cas para consentir , por dos miserables millones , en
semejante alianza. El vizconde de Morcerf no debe
casar por lo menos sino con una marquesa.
Dos millones ! sabeis que es una cosa muy lin
da ?? repuso Morcerf.
- Para un capital social de un leatro del boule
vard ó para un camino de hierro desde el jardin bo
tánico á la Repée no se necesita
- Dejadle decir , Morcerf, repuso chanceándose
Debray , y casaos. Vos os casais con los talegos , no
es asi ? y bien ! qué importa l son preferibles esos ta
legos con un blason de menos, mientras podais con
tar un cero de mas . Tereis siete blasones en vues
tras armas , podreis dar tres á vuestra esposa , os
quedarán de este modo cuatro , y todavia contareis
uno mas que los Guisas que tuvieron pretensiones al
trono de Francia , y cuyo primo hermano llegó á ser
emperador de Alemania.
Por mi vida , creo que teneis razon , Luciano,
contestó Alberto distraido .
- A mas de que , todo millonario es noble como
un baslardo, es decir que puede llegar a serlo.
- Chutl no digais tal heregia, Debray, repuso
TOMO II .
29
250
riendo Beauchamp, porque ahi leneis á Chaleau -Re
naud , que para curaros de vuestra mania de senlar
tales paradojas, os atravesará el cuerpo con la espa
da de Renaud de Montauban , su antepasado.
Perderia de su mérito en tal caso , contestó Lu
ciano porque soy un plebeyo muy plebeyo.
- Bueno ! esclamó Beauchamp , abi teneis al
ministerio cantando la balada de Beranger , á don
donde vamos á parar , Dios mio !
- El caballero de Chateau -Renaud ! el señor Ma .
ximiliano Morrél !dijo un criado anunciando á eslos
dos nuevos convidados.
Ya estamos todos ! dijo Beauchamp, con que
vamos á almorzar , porque si no me engaño , no es
perabais mas que á dos personas, verdad, Alberto ?
-Morrélt murmuró Alberto sorprendido , Mor >

réll no conozco ese nombre !


Pero antes que hubiese concluido esla reflexion ,
el caballero de Chateau - Renaud , joven de unos
treinta años , el tipo del verdadero gentil- hombre ,
es decir con la apostura de un Guiche y las ideas
de un Mortemart , babia tomado á Alberto por la
mano.
Permitidme querido , le dijo , presentaros al
capitan de Spasis el señor Maximiliano Morrét mi
amigo intimo , y de mas á mas mi salvador ; á par
>

le de que no necesita de mi recomendacion pues su


misma presencia le recomienda ; saludad pues á mi
héroe , vizconde.
Y se retiró á un lado para dar lugar áá que se ade
lantára aquel joven de elevada y magestuosa estalu
ra , de despejada frente , de ojo penetrante , de bi
251
goles negros , á quien nuestros lectores recorda
rán haber visto en Marsella , en una circunstancia
bastante dramática para que pueda baberlo olvi
dado facilmenle . Un rico uniforme semi- francés se
mi -oriental, de elegante apostura , daba un gran
realce á su desarrollado pecho condecorado con la
cruz de la Legion de Honor , yу á su galante y apues
to taile .
El joven oficial hizo una inclinacion con una polí
lica elegante : Morrél era gracioso en cada uno de
sus movimientos , aunque demostraba ega robastez
á loda prueba .
Caballero , dijo Alberto con una afectuosa cor
tesía ,> el baron de Chaleau -Renaud sabia ya de anle
mano el sumo placer que debia causarme el trabar
conocimienlo con vos ; y puesto que sois uno de sus
amigos , espero que de hoy en adelante lo sereis tam
bien nuestro .
- Y si efectivamente llega a serlo vuestro , que
rido vizconde , podreis contar con un amigo á icdo
trance que no dudo hará por vos lo que no ha mu
cho hizo por mí.
Qué servicio os ha prestado ? preguntó Alberto .
Oh I dijo Morrél , una cosa que no vale la pe
5

na de mentarlo siquiera , el señor lo exagera en ese


iremo .
- Como ! repuso Chateau - Renaud , eslo no vale
la pena de recordarlo ? Tan insignificante es la vida
que no vale la pena de que se hable de ello ?..... En
verdad, que no creo muy filosófico lo que estais di
ciendo , mi querido señor Morrél.... Esto será bueno
para vos que esponeis vuestra vida á cada instante...
252 -

pero no para mi que el esponerla fué una casuali


dad I .....
Lo único que de lodo eslo saco en claro , ba
ron , es que el capitan Morrél os ha salvado la vida.
-

Y es con efecto la pura verdad , repuso Cha


leau -Renaud .
- Y como fué ? preguntó Beauchamp.
- Beauchamp , amigo mio , lened presenle que
me muero de debilidad y por lo mismo no deis pié
ahora para largas historias,
-Ybien ! qué ?.... dijo Beauchamp , eso no im
pide que nos sentemos a la mesa , y Chaleau -Re
naud nos la contará mientras ( comamos.
Señores , dijo Morcerf, no son mas que las diez
> >

y cuarto , lenedlo en cuenta ; á mas de que debemos


esperar olro convidado .
-- Ahl es verdad , un diplomático , repuso De
bray .
- Un diplomático , u otra cosa , yo no lo sé ; lo
que si sé es que por mi parle le encargué una em
bajada que terminó muy á mi satisfacion , yy si yo
hubiese en aquel entonces sido rey , le hubiera des
de luego creado caballero de todas mis Ordenes ,
aunque hubiese podido disponer a la vez del Toison
de Oro y de la Jarretiera.
Ya pues que no nos podemos sentar a la mesa ,
escanciadme un vaso de Jerez como habeis hecho ya
otra vez , y contadnos vuestra historia , baron .
- Todos sabeis ya la idea que me ocurrió de ir á
Africa ....
Es un camino que os trazaron vuestros anle
253 -

pasados, mi querido Chateau -Renaud , contestó con


galanteria Morcerf.
Sí , pero dudo mucho que como á ellos le guia- ,
se á nuestro amigo la idea de libertar el Santo se
pulcro.
- Teneis razon , Beauchamp , dijo el jóven aris
tócrala , pues fué tan solo para tirar la pistola á que
soy tan aficionado. El duelo me repugna , como sa
beis , desde que dos testigos, que elegi para arre
glar un negocio , me obligaron á romper el brazo á
uno de mismejores amigos .... Por cierto , que fué
á ese pobre Franz de Epinay al que todos conoceis.
-- Ah ! si , es cierto , dijo Debray , que os habeis
batido en otro tiempo ..... por qué causa ?
- Lléveme el diablo si lo recuerdo I dijo Chaleau
Renaud , pero lo que si recuerdo perfectamente , es
que dándome vergüenza el largo reposo á que habia
condenado mis profundos conocimientos en el arma,
quise probar con los árabes un par de pistolas nue
vas que acababan de regalarme. En su consecuen
cia me embarqué para Oran ; de Oran pasé á Cons
tantinopla , y llegué a tiempo de poder presenciar
el levantamiento del sitio. Emprendí la retirada co
mo los demás . En las primeras cuarenla y ocho ho
ras aguanté bastante bien de dia la lluvia , de noche
la nieve : en fin al tercer dia por la mañana mi
caballo murió de frio . Pobre animal 1 acostumbra
da á las mantas de abrigo , al alhago y á la tem
plada atmósfera de la caballeriza ...... un caballo
árabe que al encontrarse en su pais con un frio de
diez grados se veía ya perdido !
- Por esa razon será que me quereis comprar mi
TOMO II . 30
254
caballo inglés , dijo Debray ; seguramente supon
dreisque aguantará mejor el frio que vuestro árabe.
Os equivocais , pues bice volo de no volver
mas al Africa .
-Con qué habeis tenido miedo de veras ? pre
guntó Beauchamp.
Os lo confieso , si , contestó Chaleau -Renaud,
y habia por que tenerlo ! Figuraos que muerlo mi
caballo y viéndome en la precision de verificar á
pié mi retirada ; figuraos , digo , que me vi de im
proviso atacado por seis árabes que por lo visto abri
gaban deseos de cortarme la cabeza ; malé á dos
de dos liros de fusil; á otros dos de dos pistoletazos ,
cargadas las armas hasta la boca ; pero quedaban
de pié dos y yo estaba desarmado. El uno me cogió
por los cabellos , por esta razon desde entonces los
-

llevo corlos , pues nadie sabe lo que podrá suceder


el otro amagó mi cuello con su yalagan ; ya sentia
la aguda y repugnante frialdad del hierro sobre mis
carnes , ya casi no habia remedio humano para mi,
cuando el señor aquí presente , cargó a su vez sobre
ellos ; malo de un pistoletazo al que me lenia por
los cabellos , y hendió la cabeza del que se prepara
ha á cortarme el gaznate con su sable. El señor se
habia impuesto en aquel dia la obligacion de salvar
un hombre, la casualidad hizo que este hombre fuese
yo , de suerle que cuando llegue á ser rico manda
ré á Kaygman o á Morocheti , erijir una estalua a la
>
Casualidad .
--- Sí , dijo sonriendo Morrél ; era el cinco de se
-

tiembre , es decir , el aniversario del dia en que mi


padre fué salyado milagrosamente , así que en cuan
255
to está en mi mano , celebro todos las años esle dia
con alguna accion ....
- Héróica , no es así ? interrumpió Chateau -Re
naud ; en una palabra , fuí yo el aforinnado ; pero
no está aquí todo . Despues de libertarme del hierro
( nemigo , mesalvó del frio dándome, no la mitad
de su capa como hizo San Martin , sino todo ella; y
no contento aun con tanta generosidad , acalló mi
>

hambre partiendo conmigo ..... adivinad qué ?


- Algun pastel de casa Felix ? dijo Beauchamp.
- No , su caballo , del que comimos cada uno
un trozo con sumo apetito , y por cierto que era al
go duro ......
- El caballo ? preguntó riendo Morcerf.
-

- No, el sacrificio , contesto Chaleau -Renaud .


Preguntad á Debray si sacrificaria su cuadrúpedo
inglés por un desconocido ?
-
- Por un desconocido no , dijo Debray ; por un
amigo tal vez
- Y así como así estaba tambien persuadido que
el mio moriria , dijo Morrél , á mas de que ya lo
he dicho , heroismo ó no heroismo , sacrificio o no
sacrificio , era un deber para mi tributar en lal dia
una ofrenda á la mala fortuna , en recompensa del
inmenso favor que en otro tiempo me dispensára
la buena.
- La historia á que alude el señor Morrél es su
mamente interesante , continuó Chaleau - Renaud ,
y no dejaré de contárosla algun dia , cuando hayais
>

estrechado mas vuestras relaciones; pues por lo que


loca á hoy no debemos tratar de otra cosa que de
256
proveer el estómago y dejar en reposo la memoria.
Á que hora se almuerza en esla casa , Alberlo ?
- A las diez У media.
- En punto ? pregunló Debray sacando su reloj.
Oh i bien me concedereis cinco minutos de gra
cia , dijo Morcerf , porque yo tambien espero un
salvador .
-De quién ?
- Mio , pardiez ! contestó Morcerf. Os figurais
que no se me pueden presentar ocasiones en que sea
necesaria la intervencion de un salvador , y que so
lo hay árabes que puedan cercenar cabezas ? Nues
tro almuerzo es un almuerzo filantrópico, y vere
inos sentados á nuestra inesa , por lo menos así lo
espero , dos bienhechores de la humanidad.
-Siendo asi no alino como podremos gobernar
nos , dijo Debray , puesto que no tenemos mas que
un premio Montyon .
- Y que imporlal repuso Beauchamp, lo concede
remos á aquel que nada haya hecho para obtenerle.
Generalmente es este el medio de que se vale la Aca
demia para evitar compromisos.
-Yde donde viene vuestro libertador ? pregun
tó Debray. Dispensadme si otra vez os dirijo la mis
ma pregunta , pues si bien es verdad que habeis
>

contestado á ella , lo habeis hecho sin embargo tan


superficialmente que me he quedado á oscuras.
- De donde viene ? Si he de deciros la verdad ,
contestó Alberlo , no lo sé. Cuando le convidé hace
dos meses , estaba en Roma ; mas desde entonces
quien podrá decir los lugares que habrá recorrido ?
=
257
- Y le creeis hombre de cumplir con exactitud ?
preguntó Debray.
Le creo capaz de todo , contestó Morcerf.
- Tened presente que hemos concedido cinco mi
nutos de espera , y que por lo tanto solo faltan diez .
- Pues bien estos los aprovecharé para deciros
dos palabras acerca mi convidado.
- Perdonad , dijo Beauchamp , habrá maleria
para un folletin en lo que vais á contarnos ?
-Si por cierto , dijo Morcerf , la hay y para un
follelin en estremo interesante .
Entonces hablad , pues ya veo que no me será
posible asistir a la cámara , y por lo mismo preciso
>

será que me indemnice.


- Estuve en Roma en el último carnaval .....
- Ya lo sabíamos , dijo Beauchamp.
-
-Sí , mas lo que no sabeis es que fuí robado
por unos bandidos.
--Si por allí no hay bandidos ! dijo Debray.
Y tanto como los hay ! Si señor , los hay ,> y
L

capazes de meter el susto en el corazon mas vale


roso .
Vamos, mi querido Alberto , dijo Debray ;
confesad que yuestro repostero se ha descuidado ,
que no han llegado aun las ostras de Merennes ó de
Ostende , y que á ejemplo de la señora de Mainte
non tratais de sustituir un plato con vuestro cuen
to. Decidlo francamente , querido , somos demasia
>

do amigos para no dispensaros y para escuchar


vuestra historia , por fabulosa que ella sea segun pa
rece .
- Y yo os digo , que por fabulosa que sea , os
>
258
la cuenlo por verdadera desde el principio hasta el
fin . Habiéndome robado los bandidos , me condu
jeron á un lugar muy triste , que se llama las ca
tacumbas de San Sebastian .
- Ya conozco ese sitio , dijo Chaleau-Renaud ;
me falló poco para cojer allí unas calenturas de to
dos los diablos.
-
Y yo , dijo Morcerf , las tuve realmente. Me
habian anunciado que estaba prisionero y me pedian
por mi rescate la friolera de cuatro mil escudos ro
manos , es decir , veinte y seis mil libras tornesas.
Desgraciadamente no tenia mas que mil quinientas;
estaba al fin de mi viaje y mi crédito se habia con
cluido. En semejante apuro le escribí á Franz , y
por cierto que de él podeis saber la verdad puesto
que todo lo presenció : escribí , como digo , á Franz,
que si no llegaba á las seis de la mañana con los
cuatro mil escudos , á las seis y diez minulos me
habria ido á reunir con los bienaventurados santos
y los gloriosos mártires, en compañía de los cua
les tendria el honor de encontrarme , y Luis Vam
pa , ese era el nombre del jefe de los ladrones , hu
biera cumplido escrupulosamenle su palabra .
- Pero llegó Franz con los cuatro mil escudos ?
dijo Chateau -Renaud. Qué diantrel cuatro mil es
cudos romanos son bien pobre cosa para un Franz
de Epinay y un Alberto de Morcef !
- No ; llegó simplemente acompañado del con
vidado que os anuncio y que espero presentaros.
— Volo á tall es por ventura vuestro hombre un
Hércules malador de Caco ó un Perseo liberlador
de Andrómeda ?
259
- No , es un hombre de mi eslatura poco mas ó
menos .
Iria armado de pies á cabeza ?
Ni siquiera llevaba consigo un corlaplumas ..
- Pero trató de vuestro rescate ?
- Dijo dos palabras al oido del jefe y fuí puesto
en libertad .
- Y encima le pediria perdon por haberos preso !
dijo Beauchamp.
-Justamente , respondió Morcerf.
- Pero señor ,> es un ser sobrenatural el tal hom
bre ?
No , es lisa y llanamente un hombre como los
demás y lleva por título el conde de Monle -Cristo .
No existe semejante condado , dijo Debray.
En efecto , añadió Chaleau-Renaud con la se
guridad de un hombre que tiene en la punla de los
dedos el moviliario europeo . Y si no , que se me di
ga si hay alguien que haya conocido en parte .al
guna al tal conde de Monte -Cristo ?
- Puede ser que venga de la Tierra Santa , dijo
Beauchamp ; alguno de sus ascendientes habrá po
seido el calvario , como los Montemar el mar muerto.
--Perdonad , dijo Maximiliano , pero creo que os
voy á confundir. Señores , Monte-Cristo es una pe
queña isla , de la que he oido hablar muchas veces
á los marinos que empleaba mi padre , un grano de
arena en medio del Mediterráneo , en fin , un áto
mo en el infinito.
— Eso es exactamente , dijo Alberto. Pues bien !
de ese grano de arena , de ese átomo , es señor y
y rey ese de quien os hablo ; y en cuanto a su título
260
de conde lo habrá comprado en alguna parle de Tos
cana .
Será muy rico vuestro conde ?
Yo lo creo .
Pero se deberá ver , me parece.
>

Os engañais , Debray.
- No os comprendo.
Habeis leido las mil y una noches ?
- Vaya una pregunta necia !
- Pues bien ! sabeis si las personas que allí se
ven son ricas ó pobres ? si sus granos de trigo son
de rubíes ó de diamantes ? Tienen el aire de misera
bles pescadores , no es eso ? Los tratais como lales,
y de repenle os abren alguna caverna misteriosa ,
en donde os encontrais un tesoro que bastaria para
comprar la India .
Y bien ?
Y bien ! mi conde de Monte - Cristo es uno de
esos pescadores. Tiene ademas un nombre adecuado ;
se llama Simbad el marino y posee una caverna lle
na de oro .
Y habeis visto esa caverna , Morcerf? pregun
to Beauchamp.
Yo no , quien la ha visto es Franz..... Pero ,
>

silencio ; es menester no decir una palabra de esto


delante de él . Franz ha bajado alli con los ojos ven
dados , y ha sido servido por mudos y por mujeres,
al lado de las cuales , á lo que parece , nada hubic
ra sido Cleopatra. Lo que es de las mujeres, no es
tá muy seguro , puesto que no entraron hasta des
pues de haber comido el hatchis ; de suerte que po
261

dria muy bien suceder que lo que creyó mujeres


fuesen una cuadrilla de estatuas.
Los jóvenes miraron á Morcerf de un modo que
parecia decir :
Querido , os habeis vuelto loco , ó quereis bur
laros de nosotros ?
· En efecto , dijo Morrél pensativo ; he oido con
tar á un viejo marino , llamado Penelon , alguna cosa
parecida á lo que ha dicho el señor de Morcerf.
- Ah ! dijo Alberto , me alegro que el señor
de Morrél venga en mi ayuda. Eslo os contraria ?
eh ! tanto mejor .....
- Perdonad , mi querido amigo , dijo Debray ;
pero nos contais unas cosas tan inverosímiles.....
- Ah ! es porque vuestros embajadores , vuestros
cónsules no os hablan ! no tienen tiempo ; es menes
ter que incomoden á sus compatriotas que viajan.
--- Ah ! hé aqui por lo que nos incomodais, cul
pando á nuestros pobres agentes. Y con qué quereis
que os protejan ? La cámara les destruye todos los
dias sus sueldos hasta el punto de no encontrar nin
guno. Quereis ser embajador , Alberto ? Yo os ha
go nombrar en Constantinopla.
-
-- No , porque el sultan á la primera demostra
cion que hiciera en favor de Mehemet - Ali , me en
viaria el cordon , y mis secretarios me ahorcarían .
-Lo veis ? dijo Debray.
-Sí ; pero lodo esto no impide que ecsista mi
conde de Monte - Cristo .
-- Por Dios ! todo el mundo existe : qué tiene eso
de particular
TOMO II .
? 31
C
262
- Todo el mundo existe , sin duda , pero no en
>

condiciones semejantes. Todo el mundo no tiene es


clavos negros , armas á la Casamba , caballos de seis
>

mil francos , damas griegas !


- Habeis visto la dama griega ?
----

-Si , la he visto y oido. La he visto en el teatro


del Valle , y la he oido un dia que almorzaba en
casa del conde .
- Cóme acaso ese hombre estraordinario ?
Si., pero tan poco , que no vale la pena de
hablar de ello .
-
Ya vereis como es un vampiro.
- Reios si quereis. Tal era á lo menos la opinion
de la condesa de G..... que como sabeis ha conoci
do á lord Ruthwen .
- Ahl muy bien ! dijo Beauchamp aqui tenemos
para un hombre que no es periodista , la cuestion
de la famosa serpiente de mar del Constitutionel ;
un vampiro , eso es magnífico !
- Ojo de color leonado , cuya pupila disminuye
y se dilata segun su voluntad , dijo Debray ; aire
sombrio , frente marmorea y despejada , tez lívida,
barba negra , dientes blancos y agudos , y modales
desenvueltos .
- Y bien , eso es justamente , dijo Alberto , yV las
señas están trazadas perfectamente. Si, política agu
da é incisiva. Este hombre me ha dado frecuente
mente miedo , y un dia entre otros que presenciá
bamos juntos una ejecucion , creí que iba á poner
me malo , mas bien de verle y oirle hablar fria
>

mente sobre todos los suplicios de la tierra , que de


263
ver al verdugo cumplir su oficio y oir los gritos del
paciente.
- No os ha conducido un poco á las ruinas del
Coliseo para ver correr la sangre , Morcerf ? pre
guntó Beauchamp.
-Y despues de haberos libertado , no os ha he
-

cho firmar algun pergamino color de fuego , por el


cual le cedeis vuestra alma como Esaú su derecho
de primojenitura ?
- Burlaos ! burlaos cuanto querais señores i dijo
Morcerf un poco picado . Cuando os miro á vosotros
bellos parisienses, habitantes del boulevard de Gand,
paseantes del bosque de Bolonia , y me acuerdo de
ese hombre , os lo digo francamente , me parece que
no somos de la misma especie.
- Me lisongeo de ello I dijo Beauchamp.
-
- Siempre será , añadió Chateau -Renaud , vues
tro conde de Monte- Cristo un hombre galante en
sus momentos perdidos , escepto alguna vez en sus
pequeños arreglos con los bandidos italianos.
-Ya no hay bandidos italianos! dijo Debray.
— Ni vampiros 1 añadió Beauchamp.
- Ni condes de Monte -Cristo , respondió Debray .
Os hago presente, querido Alberlo, que son las diez
y media .
-- Decid que habeis tenido una pesadilla , y va
mos á almorzar , dijo Beauchamp.
Pero apenas se habia estinguido la vibracion del
reloj cuando se abrió la puerta y German anunció :
Su escelencia el conde de Monte - Cristo !
Todos los oyentes hicieron un movimiento de sor
264 -

presa que demostraba lo mucho que les impresio


nara la estraña relacion de Morcerf. El mismo Al
berto no pudo disimular una emocion instantánea .
Nadie oyó ni ruido de carruaje , ni pasos en la an
tecámara ; la puerta se abrió por sí misma sin oca
sionar el mas leve ruido.
El conde apareció en el dintel , y aunque vestido
con la mayor y mas grande sencillez , no hubiera
sin embargo encontrado el mas exijente dandy la
menor cosa en su traje digna de criticarse.
Tendria al parecer unos treinta años escasos , y lo
que mas llamó la atencion de todos , fue sii estrema
semejanza con la pintura que de él hiciera Debray.
El conde se adelantó sonriendo hasta el centro del
salon , dirigiéndose á Alberlo en derechura , que
saliéndole al encuentro le tendió cordialmene su
mano .
-En la esactilud , dijo Monte -Cristo , consiste la
política de los reyes , pretension que ha tenido , se
gun creo , uno de vuestros soberanos ; mas por gran
des que sean sus deseos, no siempre les es dado a los
viajeros el satisfacerlos. Espero , pues , mi querido
vizconde , que me dispensareis , en favorde la inten
cion , los dos 6 tres segundos que creo haber retar
dado en comparecer á la cita. Quinientas leguas no
se andan como quiera y sin sufrir contraliempos , y
particularmente en Francia , en donde , segun pa
>

rece , está prohibido sacudir el polvo á los posti


llones .
-Señor conde, contestó Alberto ; estoy en el ca
so de anunciaros á algunos de mis amigos á quienes
14
265
he reunido con motivo de la promesa que luvisleis á
bien hacerme , por lo tanto tengo el honor de pre
sentárosles. Y son ; el señor conde de Chateau-Re
naud , cuya nobleza reconoce su origen en los doce
pares, y cuyos antepasados ocuparon un lugar en la
Mesa Redonda ; el señor Luciano Debray , secrela
rio privado del ministro del interior ; el señor Beau
champ >, gran publicisla , la pesadilla del gobierno
francés , pero del que tal vez , á pesar de su celebri
dad nacional >, no habreis oido bablar jamás en Ila
lia , atendido que su diario no liene entrada en aquel
>

reino : en fin el señor Maximiliano Morrél, capitan


.

de spahis .
Al oir este último nombre , el conde , que basta en
tonces se habia limitado á saludar con la mayor cor
tesia , y con una frialdad é impasibilidad verdadera
mente inglesa , adelantó maquinalmente y á su pesar
>

un paso , y un ligero tinte encarnado coloreó con la


instantaneidad del relámpago , sus pálidas mejillas.
-El señor viste el uniforme de los modernos fran
ceses vencedores ? dijo , oh I es un bello traje !
Dificil si no imposible, hubiera sido descifrar el
>

sentimiento que diera á la voz del conde una vibra


cion tan profunda, y que hiciera brillar , como á pe
sar suyo , sus hermosos ojos , siempre tan impasibles
y tranquilos cuando no tenia un motivo para cubrir
los con un impenetrable velo.
No habeis visto nunca á nuestros africanos ,
señor conde ? dijo Alberio .
-Jamás, contestó éste habiendo logrado dominar
se enteramente .
266
- Pues bien , caballero : bajo este uniforme lale
uno de los mas valientes y mas nobles corazones del
ejército.
-Oh ! señor conde... interrumpió Morrél.
- Permitidme decirlo , capitan... Y acabamos,
continuó Alberto , de saber una heróica accion del
señor , que me impele , aunque es hoy el primer dia
que tengo el honor de conocerle , á pedirle el favor
de permitirme presentárosle como un amigo.
- Ah I el señor tiene un corazon noble?... Bueno,
muy bueno es eso !
Estas palabras del conde que mas bien eran una
contestacion á su propio pensamiento , que a lo que
Alberlo acababa de decir , sorprendieron a todos los
circunstantes , y mas que á ninguno á Morrél que
>

miró de hilo en hilo á Monte - Cristo con una mezcla


de asombro y de admiracion . Sin embargo , era su
acento tan dulce óó por mejor decir , lan suave , que
por estraña que fuese esta esclamacion , no babia
medio de incomodarse.
- Por qué habia de dudar ? dijo Beauchamp á
Chateau - Renaud .
En verdad , respondió éste quien con su tralo
de mundo y su mirada aristocrática habia penetra
do en Monte - Cristo todo lo que se podia penetrar en
él ; en verdad que Alberto no nos habia engañado ,
y que es un personage singular el conde ; qué decís
vos , Morréli
Por vida mia , dijo ésie , liene la mirada fran
ca y la voz simpálica de manera que me agrada á
pesar de la estraña reflexion que acaba de hacerme.
267
-Señores, dijo Alberto , German me anuncia
que el almuerzo está servido. Mi querido conde , per
milidme enseñaros el camino .
Pasaron silenciosamente al comedor donde cada
uno ocupó su sitio .
-Señores , dijo el conde sentándose , permitidme
que os haga una confesion que será mi escusa po
todas las faltas que pueda comeler ; soy estranjero;
pero hasta tal punto , que es la vez primera que ven
go á Paris. Las costumbres francesas me son parti
cularmente desconocidas, y no he practicado basta
ahora sino las costumbres orientales , las mas an
lipáticas á las parisienses. Os suplico , pues , que me
escuseis si encontrais en mi algo de turco , de napo
litano ó de árabe. Dicho esto , señores , almorcemos.
- Por lo que há dicho , murmuró Beauchamp , es
decididamente un gran señor.
-. Un gran señor estrangero, añadió Debray.
-- Un gran señor de todos los paises, señor De
bray , dijo Chateau - Renaud .
El conde segun hemos dicho , era un convidado
bastante sobrio . Alberlo se lo hizo observar, atesti
guando el temor que desde el principio tuvo de que
la vida parisiense no agradase al viajero en su par
te mas material >, pero al mismo tiempo mas nece
saria.
- Mi querido conde , dijo , estoy poseido de un
>

lemor , y es que la cocina de la calle de Helder, no


os agradará tanto como la de la plaza de España.
Hubiera debido preguntaros vuestro gusto , y hace
ros preparar algunos platos que os agradascn .
268
Si me conocieseis mas á fondo , respondió son
riendose el conde , no os preocupariais por un cuida
do casi humillanle para un viajero como yo , que ha
pasado sucesivamente con los macarrones en Nápo
les , la polenta en Milan , la olla podrida en Valen
>

cia , el pilau en Constantinopla , el karik en la India,


y los nidos de golondrinas en la China. Ya veis,
pues, que no puede haber cocina determinada para
un cosmopolita como yo. Como de todo y en todas
partes, solamente que como poco, y hoy que os
quejais de mi sobriedad , estoy en uno de mis dias
>

de apetito , porque desde ayer mañana no he co


mido .
Cómol desde ayer mañana ? esclamaron lodos
á una ; no habeis comido desde hace veinte y cuatro
horas ?
- No , contestó Monte - Cristo ; me fué preciso se
pararme de mi camino para tomar algunos infor
mes en las cercanías de Nimes, y como hube de re
trasarme algun tanto no he querido detenerme.
- Y habeis comido en vuestro carruaje ? preguntó
Morcerf.
No , lo que he hecho ha sido dormir como su
.

cede cuando me fastidio , sin tener resolucion para


distraerme, ó cuando tengo hambre y no quiero
>

ocuparme en comer.
- Pero mandais en vuestro sueño , señor ? pregun
ló Morrél .
-
Casi.
- Teneis alguna receta para ello ?
- Tengo una que es infalible.
269 C

- He aqui lo que seria bueno para nosotros los


africanos, que no siempre tenemos que comer , y ra
ra vez que beber, dijo Morrél.
-Si , dijo Monte -Cristo , pero desgraciadamente
mi recela que es escelente para un hombre como yo,
que lleva una vida escepcional, seria muy peligro
si aplicada á un ejército que no se dispertaria cuan
do se tuviese necesidad de él .
-- Y se puede saber cual es esa receta ? preguntó
Debray.
-No hay incoveniente ninguno , dijo Monte - Cris
to , porque tampoco hago de ello un misterio ; es una
mezcla de un escelente ópio que he ido á buscar yo
mismo á Canton , a fin de estar cierto de obtenerlo
1

puro , yy del mejor hatchis que se recoje en Oriente ,


es decir , entre el Tigris y el Eufrates ; se reunen es
tos dos ingredientes en porciones iguales , y se hace
una especie de píldoras , que se tragan cuando bay
>

necesidad . Diez minutos despues producen el efecto.


Preguntad al baron (Franz d 'Epinay , que creo las
ha probado un dia.
Si, respondió Morcerf, me ha dicho algunas
>

palabras de ello , y ha conservado al mismo tiempo


un recuerdo muy agradable.
- Pero , dijo Beauchamp, quien en su calidad
de periodista era muy incrédulo , llevais esas drogas
siempre con vos ?
-Siempre , respondió Monte - Cristo.
-Yachacariais á indiscrecion si os pidiese que
nos hicieseis el obsequio de mostrarnos tan precio
270
sas píldoras ? continuó Beauchamp esperando coger
al estranjero en falta.
No , señor , respondió el conde ; y sacó de su
bolsillo una maravillesa cajita incrustada en una so
la esmeralda , y cerrada por medio de un cilindro
de oro , que destornillándose , daba paso á una bo
lita de color verdoso y del grueso de un guisante.
Esta bola tenia un olor agrio y penetrante , y habia
cuatro oó cinco iguales en la esmeralda que bien po
dria contener hasta una docena .
La cajita pasó de mano en mano por todos los
convidados , escitando la atencion y admiracion de
los presentes , no tanto las píldoras que contenia ,
>

como la hermosa piedra en que se hallaba labrada .


- Es vuestro cocinero quien os prepara este man
jar ? preguntó Beauchamp.
- No , señor ; dijo Monte-Crislo ; jamás libro mis
goces reales á merced de manos indignas. Soy bas
tante buen químico , y preparo las píldoras yo
mismo.
Señores , dijo de pronlo Chateau-Renaud , en
mi familia , hay algunos diamantes heredatarios de
valor incalculable , pero cuidado que una esmeral
da del tamaño de esta no la habia visto jamás.
-Tres tenia enteramente iguales , contestó Mon
te -Cristo , la una se la regalé al gran Señor que la
hizo engarzar en el puño de su sable , la otra se la
di á nuestro Santo Padre el Papa , que la hizo in
>

crustar en su tiara junto a otra esmeralda casi del


mismo tamaño , aunque no de tanto mérito , que
habia sido regalada á su antecesor Pio VII , por el
271
emperador Napoleon ; he guardado la tercera pa
ra mí , y la he hecho ahuecar , lo que la ha qui
tado la mitad de su valor , pero la ha hecho mas
cómoda para el uso que he querido hacer de ella.
Todos miraban á Monte -Cristo con admiracion ;
hablaba con tanta sencillez , que era evidente ó que
decia la verdad , ó que estaba loco ; sin embargo ,
la esmeralda que habia quedado entre sus manos ,
hacia que se inclinasen naturalmente hacia la pri
mera suposicion .
-

Y qué os han dado esos dos soberanos en cam


bio de tan magnífico presente ? preguntó Debray .
- El gran Señor , la libertad de una mujer , res
pondió el conde ; nuestro Santo Padre el Papa , la
vida de un hombre. De manera que una vez en mi
vida he sido tan poderoso , como si Diosme hubiese
hecho nacer en las gradas de 'un trono.
-

Fué Pepino el que os debió la libertad , no es


cierto ? exclamó Morcef.
- Puede, dijo Monte -Cristo sonriendo.
--Señor conde , imposible es que podais forma
ros una idea del placer que esperimento al oiros
hablar así , dijo Morcerf. Os habia anunciado antes
á mis amigos como un hombre fabuloso , como un
encantador de las mil y una noches , como un ni
gromántico de la edad media ; pero los parisienses
son tan sútiles y materiales , que toman por capri
cho de la imaginacion las verdades mas incontesta
bles , cuando eslas verdades no entran en las condi
ciones de su cotidiana existencia. Por ejemplo , aquí
teneis á Debray que lee , y á Beauchamp que impri
272 -

me , lodos los dias , que han sorprendido y robado en


el boulevard á un miembro del Jockey Club que se
retiraba tarde, que cuatro personas han sido asesina
das en la calle de san Dionisio ó en el barrio San -Ger
man , que han sido delenidos diez , quince ó veinte
rateros ya sea en un cafetin del temple , ya en cual
quiera otra parte ; y sin embargo el que tal lee y
el que tal imprime niegan la existencia de los ban
didos de Roma. Decidles pues , vos mismo >, os lo su
>

plico , señor conde , que he sido cogido por esos ban


>

didos , y que sin vuestra generosa intercesion espe


raria hoy probablemente la resurreccion eterna en
las catacumbas de san Sebastian , en lugar de dar
les una comida en mi indigna casita de la calle de
Helder .
Bah ! dijo Monte-Cristo , me habiais prometido
>

no hablarme jamás de esta miseria.


No soy yo , señor conde , exclamó Morcerf, es
algun otro á quien habeis hecho el mismo servicio
que á mí , y que confundireis conmigo. Continue
mos hablando de ello , os lo suplico , porque si se
guimos comentando esta circunstancia , tal vez no
>

solo me recordareis lo que ya sé , si que tambien


me direis algo de lo que no sé.
- Pero me parece , dijo sonriendo el conde, que
habeis representado en todo este asunto un papel
bastante importante para saber tan bien como yo lo
que ha pasado.
Me prometeis , si digo cuanto sé , replicóMor
cerf, instruirme de lo que sepais relativo á ello ?
- Es muy justo , respondió Monte -Cristo.
273
- Pues bien , respondió Morcerf , aunque padez
>

că mi amor propio , os diré que por espacio de tres


dias tuve la fatuidad de creerme objeto de las aten
ciones de una máscara , á quien tomaba por una
descendiente cuanto menos de los Tullié ó de los
Poppeo , siendo así que mi heroina era una sencilla
aldeana. No es esto solo : Un jóven bandido de quin
ce á diez y seis años , imberbe , delgadilo , bien for
mado , se disfrazó con el vestido de la aldeana , y
yo , necio de mí , dando por sentado que era ella,
empezé á requebrarla como en tales casos se acos
tumbra , quiero decir , que cuando trate de impri
mir un casto beso en sus hombros , se levantó de
pronto , asestóme la boca de una pistola y ayuda
do por siete á ocho compañeros que aparecieron no
sé cómo , me condujo , ó mejor dicho , me arrastró
>

á las catacumbas de san Sebastian , en donde en


contré al jefe de los bandidos , por cierto muy ins
truido , que leia los Comentarios de César , y que se
dignó interrumpir su lectura , para decirme que si
al dia siguiente á las seis de la mañana no entre
gaba cuatro mil escudos , el dia siguiente a las seis
y cuarto habria dejado de existir. Si lo dudais , aun
debe obrar en poder de Franz la carta que le escri
bi dándole parte de mi prision , áá cuya carta puso
una posdata el mismo Luis Vampa. Hé aquí lo que
sé. Lo que yo no sé ahora , es como fuisteis , señor
>

conde , á infundir tanto respeto a los bandidos de


Roma , que respetan tan pocas cosas. Os confieso
que Franz y yo nos quedamos sorprendidos.
- Nada mas sencillo , respondió el conde: co
274
nocia al famoso Vampa hacia mas de diez años. Muy
jóven , cuando era pastor , un dia que le di una mo
neda de oro por haberme enseñado mi camino , me>

dió , para no deberme nada , un puñal esculpido


por él y que habreis visto en mi colección de ar
mas. Mas tarde ,> sea que hubiese olvidado este cam
bio de regalos, óo que no me hubiese reconocido , in
lentó robarme, pero fuí yo al contrario quien le
puse preso con una docena de los suyos. Podia en
tregarle á la justicia romana , que es ejecutiva y
que lo hubiera sido aun mas con ellos , pero no hi
ce nada;; a todos les di libertad .
-Con condicion de nunca mas pecar ? dijo el pe
riodista riendo. Veo con placer que han cumplido
escrupulosamente su palabra.
- No, señor, respondió Monte -Cristo, con la sim
ple condicion que me respetarian á mí y á los mios.
Lo que voy a deciros puede que os parezca estraño
á vosotros , señores socialistas, progresistas , hu
manistas , pero fuerza es saber que yo no me ocupo
nunca de mi próximo, no procuro nunca protejer á
>

una sociedad queno me proteje, y diré aun mas , que


no se ocupa generalmente de mi , sino para perju
dicarme; por manera que retirándoles mi estima
cion , y siendo neutral para con ellos , es aun la
sociedad y mi prójimo , quienes me deben agrade
>

cimiento.
-Sea en buen horal esclamó Chateau -Renaud ,
hé aquí el primer hombre intrépido á quien he oido
predicar desembozadamente en favor del egoismo;
es hermoso ; bravol señor conde, bravo!
275 -

-A lo menos es franco , dijo Morrél ; pero estoy


seguro que el señor conde habrá faltado alguna vez
á los principios que acaba sin embargo de esponer
nos de una manera tan absoluta .
- Como que he fallado á esos principios? pregun
tó Monte Cristo , que de vez en cuando no podia de
jar de mirar á Maximiliano con tanta atencion , que
ya por dos ó tres veces , el joven habia tenido que
bajar la vista ante la fija y penetrante mirada del
conde .
- Me parece, respondió Morrél, que en el mero
hecho de haber proporcionado la libertad al señor de
Morcerf , á quien no conociais , serviais á nuestro
prójimo y á la sociedad.
De la cual es su mas bello adorno , dijo grave
mente Beauchamp , vaciando de un solo sorbo un
vaso de vino de Champaña.
Señor conde , interrumpió Alberlo , ya estais
cojido en el lazo , porque la observacion del señor de
Morrél no admite réplica.
-- No veo la cuestion como vosotros, mi querido
vizconde , dijo Monte -Cristo , y lo que hice con vos
no tiene en verdad el mérito que se le quiere atri
buir. Vos no erais un estraño para mí , porque os
conocia , porque os habia cedido dos habitaciones ,
porque os habia dado de almorzar , porque os babia
prestado uno de mis carruajes, porque habiamos vis
to pasar las máscaras juntos en la calle del Cours , y
en fin porque habíamos mirado desde una ventana,
de la plaza del Popolo , esa ejecucion que tanto os
afectó : de consiguiente, pregunto á esos señores si
276
podia yo dejar á mi huésped entre las manos de es
los infames bandidos , cómo vos los llamais? Por otra
parte , vos lo sabeis; tenia , salvándoos , un pensa
miento en proyecto , que era el servirme de vos
para introducirme en los salones de Paris cuando vi
niese á visitar la Francia. Algun tiempo habeis po
dido considerar esta resolucion como un proyecto
vago y fugitivo , pero hoy , bien lo veis , es una rea
lidad a la cual es menester someleros , sopena de
faltar á vuestra palabra.
- Y la cumpliré, dijo Morcerf, pero lemo que
quedeis descontento , mi querido conde , acostum
brado como estais á los grandes parages, á los acon
tecimientos pintorescos , á los horizontes fantásticos.
Nosotros no conocemos el menor episodio del género
de aquellos á que os ha acostumbrado vuestra vida
aventurera. Nuestro Cimborazzo es Montmartre ;
nuestro Himalaya , el Mont-Valerien ; nuestro gran
desierto la llanura de Grenelle , en la que hay al-
guno que otro pozo para que las caravanas en
cuentren agua. Tenemos ladrones , pero de esos la
drones que temen mas á un muchacho del pueblo
que á un gran señor ; en fin , la Francia es un país
tan prosaico , y Paris una ciudad tan civilizada ,
que no encontrais en nuestros ochenta y cinco de
partamentos , digo ochenta y cinco , porqué escep
tuo á la Córcega ; no encontrareis en nuestros ochen
ta y cinco departamentos la menor montaña sobre
la que no haya un telégrafo , y la menor gruta , por
negra que sea , en la que un comisario de policía
no haya hecho poner un depósito de gas. Solo un
277

servicio puedo haceros , mi querido conde , y es


presentaros por todas partes , ó haceros presentar
por mis amigos ; por olra parle , vos no leneis ne
cesidad de nadie para eso ; con vuestro nombre ,
vuestra fortuna y vuestro talento. Monte- Cristo
se inclinó con una sonrisa lijeramente irónica , -

os podeis presentarsin necesidad de nadie , y sereis


bien recibido de todo el mundo. En realidad solo
os puedo servir en una cosa , si alguna de las cos
tumbres de la vida parisiense , alguna esperiencia ,
algun conocimiento de nuestros bazares pueden re
comendarme á vos , me pongo a vuestra disposicion
para buscaros una casa de las mejores. No me alre
vo á proponeros que compartais conmigo mi habi
tacion , así como yo lo he hecho en Roma con la
>

vuestra , yo que profeso el egoismo , pero que soy


egoista por escelencia , porque en mi casa , escepto
yo , no habria una sombra , á no ser la de una
>

mujer.
- Ah ! esa es una reserva conyugal . En efecto ,
me habiais dicho en Roma algo acerca de un casa
miento..... debo felicitaros por vuestra próxima fe
licidad.
-La cosa sigue en proyecto , señor conde.
- Y quien dice proyecto , dijo Debray , dice in
seguridad .
-No ! no ! dijo Morcerf , mi padre está empe
ñado , y yo espero antes de poco presentaros , sino
á mi mujer , á lo menos á mi fulura, la señorita
Eugenia Danglárs.
–TOMO
Eugenia Danglárs. replicó el conde de Monle
II . 32
278
Cristo , esperad , no es su padre el conde Danglárs ?
-Sí , respondió Morcerf: pero conde de nueva
creacion .
- Y eso que importa l respondió Monte-Cristo ,
que importa , digo , si ha hecho al Estado servicios
que le hayan merecido tal distincion !
-Oh ! enormes , dijo Beauchamp. Aunque libe
ral en el alma , ha completado en 1829 un emprés
tito de seis millones para el rey Carlos X, que le ha
hecho conde y caballero de la legion de honor , de
suerte que lleva su cinta, no en el bolsillo del cha
leco como pudiera creerse ,, sino en el ojal del frac.
- Ah ! dijo Morcerf riendo , Beauchamp , Beau
champ! guardad eso para el Corsario y el Chari
vari , pero delante de mi no hables así de mi futu
ro suegro .
Volviéndose despues hácia Monte -Cristo :
Pero hace poco habeis pronunciado su nombre
como si conociérais al conde ? dijo.
- No le conocia , respondió sencillamente el con
de de Monte - Cristo , pero no tardaré en conocerle ,
atendido á que tengo un crédilo abierto contra él
por la casa de Richard y Blount de Londres , Ars
tein y Eskeles de Viena , y Thompson y French de
Roma.
Y al pronunciar estaspalabras , Monte-Cristo mi
ró de reojo á Maximiliano Morrél.
Si el extranjero habia esperado producir alguna
emocion en Maximiliano Morrél , no se habia enga
ñado , porque el jóven oficial se estremeció comosi
hubiese recibido una conmocion eléctrica .
279
Thompson y French , dijo , conoceis esa casa ,
>

caballero ?
-Son mis banqueros en la capital del mundo
cristiano , respondió tranquilamente el conde ; pue
do serviros en algo respecto á esos señores ?
- En mucho , señor conde ; podriais ayudarnos
en unas pesquisas que hasta ahora han sido infruc
tuosas : esta casa ha hecho bace tiempo un gran ser
vicio á la nuestra , y no sé porque siempre ha ne
gado habernos hecho este servicio.
-Estoy á vuestras órdenes , caballero , respon
dió Monte - Cristo inclinándose .
- Pero , dijo Morcerf nos hemos apartado de la
conversacion que teniamos. Se trataba de buscar
una buena habitacion al conde de Monte-Cristo. Vea
mos , señores , formémos una idea : donde colocare
mos á este nuevo habitante de Paris ?
En el barrio de San German , dijo Chateau
Renaud : este caballero encontrará alli una casa en
cantadora entre patio y jardin .
-Bah ! dijo Debray : no conoceis mas que vues
tro triste barrio de San German ! no le escucheis,
señor conde ; buscad casa en la Chaussée d ' Antin ;
este es el verdadero centro de Paris .
- En el Boulevard de la Opera , dijo Beauchamp;
en el piso principal , una casa con balcones. El se
nor conde hará llevar á ella almohadones de tercio
pelo bordados de plata , y verá, fumando en pipa ó
tragando sus píldoras, desfilar á sus ojos la capital
enlera .
280

-Y vos Morrél , ninguna idea os acude ? no pro


poneis nada ? dijo Chateau -Renaud .
Si tal , dijo sonriendo el jóven ; al contrario,
>

tengo una , pero esperaba que el señor conde admi


tiese alguna de las brillantes proposiciones que aca
ban de hacerle . Ahora , como no ha respondido , creo
poder ofrecerle una habitacion en una casa encan
tadora , á la Pompadour , que mi hermana alquiló
hace un año en la calle de Meslay.
- Teneis una hermana ? preguntó Monte - Cristo.
-Si señor , y una hermana escelente.
-

-
- Casada ?
-
- Pronto hará nueve años .
- Feliz ? preguntó de nuevo el conde.
-

- Tan feliz como puede serlo una criatura huma


na , respondió Maximiliano ; se ha casado con el bom
bre que amaba , él cual nos ha sido fiel en nuestra
mala fortuna ; Manuel Herbaut.
Monte-Cristo se sonrió imperceptiblemente.
-En su casa vivo cuando estoy de paso ó de asien
to en París , continuó Maximiliano , y están con mi
cuñado Manuel á la disposicion del señor conde , pa
ra todo lo que necesile.
Un momento : esclamó Alberlo antes que Mon
te -Cristo hubiese podido responder , cuidado con lo
que haceis , señor Morrél , vais á hacer entrar á un
>

viajero , á Simbad el Marino , en la vida de familia .


Vais á convertir en patriarca áa un hombre que ha
venido para ver á París.
-Oh ! no , respondió Morrél sonriendo , mi her
mana tiene veinle y cinco años , mi cuñado treinla,
>
281
son jóvenes , alegres y dichosos ; por otra parle el
señor conde estará en su casa y no encontrará á sus
huéspedes , sino cuando quiera bajar á verlos.
-Gracias , señor mio , gracias , dijo Monte -Cris
>

to , me alegraria de que me presentaseis á vuestra


hermana y cuñado , si gustais hacerme este honor ,
pero no he aceptado la oferta de ninguno de eslog
señores puesto que tengo ya mi habitacion prepa
rada .
-Cómol esclamó Morcerf, vais a ir a una fonda;
eso seria muy mezquino para vos.
-Tan mal estaba en Roma ? preguntó Monte
Cristo .
-Que diantrel en Roma , dijo Morcerf , gastás
teis cincuenta mil piastrás para haceros amueblar
una habitacion , pero presumo que no estais dispues
to á renovar todos los dias un gasto semejante.
-No es eso lo que me ha detenido , respondió
Monte- Cristo ; pero estaba resuelto á tener una casa
en Paris , una casa mia , se entiende. Envié de an
temano á mi criado , y ya ha debido habérmela
comprado y amueblado.
Pero el criado ese no conoce á Paris , esclamó
Beauchamp.
Es la primera vez como yo que viene a Fran
cia , caballero , es negro , y no habla , dijo Monle
Cristo .
Entonces es Ali ? preguntó Alberto en medio
de la sorpresa general.
Si, señor , es Alí , mi nubio , mi esclavo mu
>

do , el que segun creo habeis visto en Roma.


-
282
-Si , me acuerdo perfectamente , dijo Morcerf.
- Pero como babeis encargado á un nubio el com
praros una casa en Paris , y á un mudo el hacerla
amueblar ? Hará las cosas al revés .
- No lo creais , persuadido estoy de que todas las
>

cosas las habrá hecho á gusto mio , porque bien sa


beis que mi gusto no es el de todos los demas. Ha
llegado hace ocho dias , habrá recorrido toda la
ciudad con ese instinto que podria tener un buen
perro cazador y como sabe mis caprichos, mis nece
sidades, todo lo habrá organizado á mi placer. Sabia
que yo habia de llegar hoy á las diez, y me esperaba
ya desde las nueve en la barrera de Fontainebleau .
Me entregó este papel ; en él están escritas las señas
de mi casa ; podreis leerlo , y Monte-Cristo pasó un
papel á Alberto.
- Campos Eliseos, número 30 , leyó Morcerf.
- Ah ! eso esoriginal, no pudo menos de escla
mar Beauchamp.
- Cómo I aun no sabeis donde está vuestra casa ?
preguntó Debray.
No , dijo Monte -Cristo ; ya os he dicho que no
queria faltar a la hora. Me be vestido en mi carrua
je , y me he apeado en esta casa.
Los jóvenes se miraron ; no sabian si era una co
media representada por el conde de Monte -Cristo ;
pero lodo cuanto salia' de su boca tenia un carácter
tan original, tan sencillo , que no se podia suponer
que debiese mentir. Y luego , porque habia de ha
ber mentido ?
Preciso será contentarnos , dijo Beauchamp,
283
con prestar al señor conde lodos los servicios que
estén en nuestra mano ; yo como periodisla le ofrez
co entrada en todos los teatros de Paris .
Gracias, caballero , dijo sonriéndose Monle
Cristo ; mi mayordomo ha recibido ya la orden de
abonarme a todos ellos , pero no por eso os quedo
menos agradecido.
-Y vuestro mayordomo es tambien algun mu
do ? preguntó Debray .
- No señor , es un compatriota vuestro , si es
posible que un corso sea compatriota de alguien ;
pero , ahora que recuerdo , vos le conoceis, señor
de Morcerf.
-Seria por casualidad aquel Bertuccio , que es
tan hábil para alquilar balcones ?
SE

- Justamente , y le visteis el dia en que tuve el


honor de almorzar en vuestra compañía . Es todo
un hombre ; tiene un poco de soldado , de contra
bandista , en fin , de todo cuanlo se puede ser. Y no
juraria que no haya tenido algun altercado con la
policía... una miseria , por no sé que cuchilladas.
Y habeis escojido á ese honrado ciudadano pa
ra vuestro mayordomo ; cuánto os roba cada año ?
-Tal vez mas que cualquiera otro , estoy seguro,
pero para él no hay imposibilidad ninguna , y por
eso le conservo .
-Entonces , dijo Chateau -Renaud , ya teneis la
-

casa puesta , poseeis un palacio en los Campos Eli


seos , criados , mayordomo , no os falta sino una
esposa .
Alberto se sonrió ; pensaba en la hermosa griega
284
que habia visto en el palco del conde en el teatro
Valle y en el teatro Argentino.
- Mas que eso poseo , dijo Monte -Cristo ; tengo
una esclava ; vosotros escojeis vuestras señoras en
tre las que asisten al teatro de la Opera , del Vau
>

deville , de Variedades , mas yo he comprado la mia


en Constantinopla , y aunque es verdad que me ha
costado algo cara , no por eso lo siento.
- Pero os olvidais , dijo riéndose Debray , que
somos como dijo el rey Carlos , francos de nombre,
francos de naturaleza , y que en poniendo el pié en
tierra de Francia , el esclavo es ya libre ?
Y quién se lo ha de decir ? preguntó Monte
Cristo .
-El primero que llegue.
No habla mas que romano .
- Ah ! eso es otra cosa .
Pero la veremos al menos ? preguntó Beau
champ: teniendo un mudo , tendreis tambien eu
nucos .
No á fé mial dijo Monte-Cristo ; no llevo el
orientalismo hasta tal punto ; todos los que me ro
dean pueden dejarme, y no tienen necesidad de mi
ni de nadie; he ahí acaso por lo que no me aban
donan .
Despues de mucho tiempo , pasado en los postres
y en fumar :
- Querido , dijo Debray levantándose , son las
dos y media ; vuestro convite ha sido delicioso , mas
no hay compañia , por buena que sea , que no sea
necesario dejar , y aun algunas veces por otra peor ;
285
es preciso que vuelva á mi ministerio. Hablaré del
conde al ministro y será menester que sepamos
quien es .
Tened cuidado , dijo Morcerf , los mas atrevi
dos han renunciado á ello .
- Bah ! tenemos tres millones para nuestra poli
cía , y aunque no deja de ser cierto que ordinaria
mente se gastan en otras cosas , sin embargo , siem
pre quedan unos cincuenta mil francos.
- Y cuándo sepais quien es me lo direis ?
- Os lo prometo. Adios , Alberto . Señores , ser
vidor vuestro .
- Bueno ! dijo Beauchamp á Alberto , no iré á
la cámara ; ya tengo para ofrecer á mis lectores al
go mejor que un discurso de Danglárs.
Dispensadme un obsequio , Beaucbamp; os su
plico que no digais la menor palabra ... Qué diantre !
no me robeis el mérito de presentarle y darle á co
nocer. Verdad que es hombre curioso ?
Es mucho mejor que eso , replicó Chatean
>

Renaud ; es verdaderamente uno de los hombres


mas estraordinarios que he visto en mi vida. Venis,
Morrél ?
- Esperad ; voy a dar una tarjeta al conde que
-

me ha prometido ir á hacerme una visita , calle


Meslai , número 14.
Estad seguro de que no faltaré , dijo el conde
>

inclinándose .
Y Maximiliano Morrél salió con el baron de Cha
teau-Renaud , dejando solos á Monte-Cristo y Mor
>

cerf.
TOMO II . 33
287

llll
00 000 000 000 000

2.

PRESENTACION .

Corp
ANDOo Alberto se encontró á solas y cara á cara
con Monte - Cristo le dijo :
-Señor conde, permitidme que empiece mi pue
vo oficio de Cicerone, mostrándoos detalladamente
la habitacion de un joven , que no pasa de ser de
los que peor están alojados. A medida que vayamos
pasando de una pieza á otra , abriremos las ventanas
para que podais respirar.
Como Monte -Crislo conocia ya el comedor y el sa
lon del piso bajo , Alberto le condujo á su taller ;
este era su cuarto predilecto.
C
288
El conde apreció en su justo valor todas las cosas
que Alberlo habia acumulado en esta habitacion ;
antiguos cofres, porcelanas del Japon , alfombras
de Oriente , juguetes de Venecia , armas de todos los
>

paises del mundo , todo le era familiar , y á la pri


mera ojeada conocia el siglo , el pais y el origen.
Morcerf habia creido ser el que esplicase , y era por
el contrario quien estudiaba bajo la direccion del
conde, un curso complelo de arqueolojía , de mi
neralojia y de historia natural. Alberto introdujo á
su huésped en el salon . Las paredes estaban cubier
las de cuadros de pintores modernos ; paises de Du
pré con sus hermosos arroyos , sus árboles desgaja
dos , sus vacas paciendo y sus azules cielos ; lenia
tambien jinetes árabes de Delacroix con largos al
bornoces blancos , cinturones brillantes y con armas
damasquinas , y cuyos caballos se muerden el freno
con rabia , mientras que los hombres se desgarran
con mazas de hierro ; las aguadas de Boulanger re
presentando toda Nuestra Señora de Paris con aquel
vigor que hace del pintor el émulo del poeta ; telas
de Diaz que hace á las flores mas bermosas de lo que
son las flores, el sol mas brillante de lo que es el sol ;
dibujos de Decamp con un colorido como el de Sal
vador Rossa, pero mas poético ; pasteles de Giraud y
de Muller representando niños con cabezas de án
géles , mujeres de facciones virginales , bocelos ar
rancados del album del viaje a Oriente de Dacorals,
que habian sido trazados en algunos segundos sobre
la silla de algun camello ó sobre la cúpula de una
mezquila ; en fin todo lo que el arte moderno puede
289
dar en cambio y en indemnizacion del arle perdido
con los siglos precedentes.
Alberto esperó mostrar es la vez al menos alguna
cosa nueva al estraño viajero , pero con gran admi
racion , este , sin tener necesidad de buscar las fir
mas , algunas de las cuales no estaban por otra par
te representadassino con iniciales , aplicó al instan
te el nombre de cada autor á su obra ; de manera
que era fácil ver que no solamente cada uno de estos
nombres le era conocido, sino que cada uno deestos
talentos habian sido apreciados y estudiados por él.
Del salon se pasó al dormitorio . Era a la vez un
modelo de elegancia y de gusto severo ; un solo re
trato , pero firmado por Leopoldo Robert , resplan
decia encerrado en su marco de oro mate .
Este retrato atrajo al principio las miradas del
conde de Monte-Cristo, porque dió tres pasos rápi
dos en la habitacion , y se paró de repente delante
de él .
Era el de una joven de 25 á 26 años , de tez mo
rena , de mirada defuego; velada bajo unos párpa
dos hermosos : veslia el pintoresco traje de las pesca
doras catalanas con su corpiño encarnado y negro,
y sus agujas de oro enlazadas en los cabellos; mira
mar ,
ba alr su elegante contorno se destacaba so
bre el doble azúl de las olas y del cielo.
Como la babitacion estaba bastante oscura, Alber
to no reparó en la fisonomía del conde , pues de lo
contrario fácil le hubiera sido ver la cadavérica pa
lidez que se estendia por sus mejillas y el lemblor
nervioso que estremeció todo su cuerpo .
290
Hubo un instante de silencio , durante el cual
Monte -Cristo permaneció con la mirada obstinada
mente fija sobre esta pintura.
Teneis ahi una hermosa jóven , vizconde , di
jo Monte - Cristo con una voz perfectamente segura ;
y ese traje que será sin duda de baile , le sienta á
las mil maravillas.
C
-Señor conde , vos no conoceis á mi madre y á
ella es áa quien veis en este lienzo , pues se hizo re
tratar asi hace seis ú ocho años. Ese traje es de ca
pricho, á lo que parece , y la semejanza es tan gran
de , que creo aun ver á mi madre tal como era en
1830. La condesa mandó hacer este retrato durante
una ausencia del conde creyendo sin duda causarle
á su vuelta una agradable sorpresa , pero , cosa ra
>

ra / ese retrato desagradó á mi padre , y el valor de


la pintura , que es como ya veis , una de las me
>

jores de Leopoldo Robert , no pudo hacerle pasar


sobre la antipatia que le habia tomado. La verdad ,
aquí para entre nosotros , mi querido conde , es
que el señor Morcerf es uno de los pares mas asi
duos al Luxemburgo , un general muy afamado
en la táctica pero un amante del arte de los me
dianos ; no es lo mismo mi madre , que pinta de
un modo bastante notable , y que estimando dema
siado una obra semejante para separarse de ella ,
me la ha dado , para que en mi habitacion esté me
nos espuesta a desagradar al señor de Morcerf, del
cual os haré ver á su vez el retrato pintado por
Gros. Perdonadme si os hablo de una manera tan
familiar; pero como voy a tener el honor de con
291
duciros a la habitacion del conde , os digo eslo para
que no se os escape elogiar este relrato delante de
él. Por lo demás, liene una funesta influencia , por
que es muy raro que mi madre venga á mi casa
sin mirarle , y mas raro aun , que le mire sin llo
rar . La nube que condujo la aparicion de esta pin
tura al palacio , es la sola que se ha elevado entre
el conde y la condesa , quienes aunque casados des
de hace mas de veinte años , están aun unidos como
el primer dia .
Monte -Cristo arrojó una mirada rápida sobre Al
berto , como si quisiese rastrear alguna oculta in
tencion en estas palabras , palabras que era eviden
te habia pronunciado el joven con la mayor senci
llez y sin el menor amago .
- Ahora , dijo Alberto, que habeis visto todas mis
-

riquezas , señor conde , permitidme ofrecéroslas por


indignas que sean ; consideraos estando aquí como
en vuestra casa ; y para mas franqueza aun , dig
naos acompañarme hasta el cuarto del señor de
Morcerf á quien ya desde Roma escribí el servicio
inmenso que me prestasteis y á quien he anunciado
lambien la visita que me teniais prometida , de mo
do que , puedo decirlo con toda seguridad , el conde
y la condesa esperaban con impaciencia que les fue
se permitido daros las gracias. Estais un poco can
sado de estas cosas , lo sé, señor conde , y las esce
nas de familia no tienen para Simbad el marino mu
cho atractivo : habreis visto tantas escenas I Sin em
bargo , aceptad la que os propongo como prólogo de
292
la vida parisiense , vida de política , de visitas y
de presentaciones.
Monte -Cristo se inclinó sin responder ; aceptaba
la proposicion sin entusiasmo y sin pesar , como
>

una de esas conveniencias de sociedad en que todo


hombre político y delicado vé una precisa obliga
cion . Alberto , llamando a su criado , le mandó ir á
anunciar al señor y señora de Morcef la llegada del
conde de Monte-Cristo. Este y el vizconde le si
guieron .
Al llegar a la antesala del conde, veíase enci
ma de la puerta que caia al salon un escudo que
por sus ricos adornos y su armonia indicaba la im
portancia que el propietario daba á este blason.
Monte -Cristo se detuvo delante de este blason ,
que examinó atentamente .
-Campo azul Yy siete aves de oro puestas en fila .
Sin duda será este el escudo de vuestra familia , caba
llero ? preguntó. Escepto el conocimiento de las pie
zas quemepermite descifrarlo , soy muy ignorante
en cuanto á heráldica yo , conde de casualidad , fa
bricado por la Toscana , ayudado por una encomien
da de san Estéban , y que hubiera pasado siendo gran
señor , si no me hubiesen repetido que cuando se
viaja mucho es cosa absolutamente necesaria contar
un blason , porque al fin siempre es preciso , aun
que no fuese mas que para cuando los aduaneros os
registran , tener algo en la portezuela de vuestro
carruaje. Escusadme , pues , si os hago semejante
pregunta .
- De ningun modo es indiscrela , dijo Morcerf
293
con la mayor sencillez de la conviccion , y lo habeis
adivinado ; son nuestras armas!, es decir las de la
casa de mi padre , pero como veis , están unidas á
olro escudo con torre de oro que es de la casa de
mi madre ; por las mujeres soy español ; pero la ca
sa de Morcerf es francesa , y segun he oido decir ,
una de las mas antiguas del mediodia de la Francia.
-Si , replicó Monte -Cristo , lo indican las aves;
C

casi todos los peregrinos armados que intentaron ó


que hicieron la conquista de la lierra Santa, toma
ron por armas, ó cruces, señal de lá mision que iban
á cumplir , ó aves viajeras, símbolo del largo viaje
que iban a emprender y que esperaban acabar con
las alas de la fé. Uno de vuestros abuelos paternos
habrá perlenecido á una de las cruzadas , y supo
niendo que no sea mas que la de san Luis , ya esto
os remonta al siglo XIII , lo cual no deja de ser hon
roso .

-- Es muy posible , dijo Morcerf; mi padre liene


en su gabinete un árbol genealógico que nos espli
cará eslo. Pero ahora no pensemos en ello , aunque
sin embargo os diré , señor conde , y eslo entra en
9

mis obligaciones de Cicerone , que empiezan á ocu


parse mucho de estas cosas en estos tiempos de go
bierno popular,
--Pues bien ! vuestro gobierno debia haber ele
jido alguna cosa mejor que esos dos carteles que he
visto en vuestros monumentos , y que no tienen nin
gun sentido heráldico . En cuanto á vos , vizconde ,
sois mas feliz que vuestro gobierno , porque vues
tras armas son verdaderamente hermosas y hablan
TOMO II . 34
294 -

á la imaginacion. Si , eso es , sois á un tiempo de


Provenza Yy de España , lo cual está esplicado, si el
retrato que me habeis mostrado es semejante , por
su hermoso color moreno que tanto admiraba yo en
el rostro de la noble catalana .
Preciso hubiera sido ser otro Edipo ó la misma
Esfinge para adivinar la ironía que dió el conde a
estas palabras , llenas en la apariencia de la ma
yor política; Morcerf le dió gracias con una sonri
sa , y pasando primero para mostrarle el camino ,
abrió la puerta que estaba debajo de sus armas,
y que , como hemos dicho , comunicaba con el salon .
> >

En el lugar principal de este salon se veia tam


bien un retralo ; era el de un hombre de treinta y
cinco a treinta y ocho años , vestido con un unifor
mede oficial general , con sus dos charreteras , se
ñal de los grados superiores ; la cinta de la legion de
honor pendiente del cuello , lo cual indicaba que era
comendador ; y en el pecho , á la derecha , la placa
de gran oficial de la orden del Salvador , y á la iz
quierda , la de la gran cruz de la orden de Cár
1

los III , lo cual indicaba que la persona represen


tada por este retralo habia debido hacer la guerra
en Grecia y España , ó lo que viene a ser lo mis
mo , habia cumplido alguna mision diplomálica en
ambos paises .
-- Monte - Cristo estaba ocupado en detallar esle
retrato con no menos cuidado que habia hecho con el
otro , cuando se abrió una puerta laleral y apare
ció el mismo conde de Morcerf.
Era un hombre de cuarenta y cinco años, pero
295

que representaba cincuenta lo menos , cuyo bigole


y cejas negras contrastaban con unos cabellos casi
hlancos y enteramente cortados segun la moda mili
tar : iba vestido de paisano , уy llevaba en un ojal una
cinta , cuyos diferentes colores recordaban las dife
rentes órdenes de que estaba condecorado. Este hom
hre entró con paso bastanle noble y apresurado ;
Monte -- Cristo le vió venir sin dar un paso ;; hubiérase
dicho que sus pies estaban clavados en el pavimento
como sus ojos sobre el rostro del conde de Mor
cerf.
- Padre mio , dijo el jóven , lengo el honor de
presentaros al señor conde de Monte- Cristo, el gene
roso amigo que me prestó su ayuda en las críticas
circunstancias de que os hice sabedor.
- Mucho placer recibo en ver á este caballero,
dijo el conde Morcerf sonriéndose, pues que ha he
cho a nuestra casa, conservándole su único heredero,
un servicio que escitará eternamente nuestro reco
nocimiento.
Y al pronunciar estas palabras , el conde de Mor
cerf señalaba un sillon al conde de Monte-Cristo ,
mientras él se sentaba en frente de la ventana.
En cuanto á Monte-Cristo , mientras tomaba el si
llon señalado por el conde de Morcerf , se arregló de
manera que permaneciese oculto en las sombras de
las grandes cortinas de terciopelo y pudiera leer en
las facciones del conde una historia de secretos dolo
res , escritos en cada una de sus arrugas.
- La señora condesa , dijo Morcerf , estaba en su
tocador cuando el vizconde le mando avisar la visita
296

que iba a tener el honor de recibir ; va á hajar y den


iro diez minnlos estará en el salon .
- Mucho honor es para mí , dijo Monte - Cristo ,
el entrar , acabado de llegar a Paris, en relaciones
con un hombre , cuyo mérilo iguala á la repulacion,
y con quien la fortuna nunca se ha mostrado adver
sa ; pero decidme, ya nada tiene esta que ofreceros
en las llanuras del Misisipi ó en las montañas del
Atlas , ni tan solo un baston de mariscal ?
-Oh ! repuso Morcerf sonrojándose , he be dejado
el servicio , caballero. Nombrado par en liempo de
la restauracion , yo estaba en la primera campaña,
>

y servia bajo las órdenes del mariscal de Bourmont,


podia pues aspirar á un mando superior , y quien sa
be lo que hubiese sucedido, si la rama mayor hu
biese permanecido en el trono. Pero la revolucion de
julio era , segun parece , demasiado gloriosa para
ser ingrala , уy lo fué sin embargo para todo servicio
que no databa del periódico imperial: porque cuan
do como yo , se han ganado las charrateras en los
camposde batalla , no se sabe maniobrar sobre el res
baladizo terreno de los salones ; he abandonado la
espada para lanzarme en la política, me dedico á la
industria , estudio las artes útiles. Durante los veinle
años que habia permanecido en el servicio lo habia
deseado mucho , pero me faltó tiempo.
>

Semejantes ideas son las que mantienen la su


perioridad de vuestra nacion sobre los otros paises ,
caballero , respondió Monte-Cristo ; gentil-hombre
perteneciente a una gran casa , con una brillante
fortuna, habeis consentido antes en ganar los prime
297

ros grados como soldado oscuro , esto es rarísimo ;


despries general , par de Francia , comendador de la
legion de honor , consentis en volver a empezar una
segunda carrera, sin otra esperanza , sin otra recom
>

pensa que la de ser algun dia útil á vuestros seme


jantes ... Ah ! caballero, eso es hermoso , diré mas ,
sublíme !
Alberto miraba y escuchaba á Monte-Cristo con
asombro ; no estaba acostumbrado á verle elevarse a
semejanles ideas de entusiasmo.
- Ay ! contínuó el cstranjero , sin duda para ha
cer desaparecer la imperceptible nube que estas pa
labras acababan de hacer cruzar por la frente de
Morcerf ; nosotros no hacemos lo mismo en Italia ,
obramos segun nuestra cuna y clase , y siempre que
podamos haremos lo mismo toda nuestra vida .
- Pero caballero , repuso el conde de Morcerf pa
ra un hombre de vuestro mérito , la Italia no es una
patria , yy la Francia os abre sus brazos; venid á ella,
la Francia no será tal vez ingrala para todo el mun
do; trata mal á sus hijos , pero generalmente recibe
bien a los estranjeros.
- Ah !padre mio , dijo Alberto sonriéndose ; bien
se vé que no conoceis al señor conde de Monte-Cristo.
-No aspira á los honores y solo se cuida de loque
le puede facilitar un pasaporte.
- Esa es, á mi juicio, la espresion mas exacta que
jamás he oido , respondió el estranjero.
Vos habeis sido dueño de vuestro porvenir,
respondió el conde Morcerf con un suspiro, y habeis
elegido el camino de las flores.
TOMO II . 35
298
- Exactamente , caballero , replicó Monte- Cristo
con una de esas sonrisas que jamás podrá copiar un
pintor , y que en vano tratará de analizar un fisio
logo.
-Si no hubiese lemido fatigar al señor conde , di
-

jo el general encantado de los modales de Monte


Cristo , le habria conducido á la cámara ; hoy tene
mos una sesion curiosa para el que no conozca a nues
tros senadores modernos.
- Muy agradecido os quedaré, caballero , si que
-

reis renovarme esa oferta otra vez ; pero hoy me he


lisonjeado con la esperanza de ser presentado á la se
ñora condesa , y esperaré.
- Ah I aquí está mi madre , esclamó el viz
conde.
En efecto , Monte -Cristo , volviéndose vivamente ,
vió a la señora de Morcerf en la puerta del salon
opuesta á la otra por donde babia entrado su mari
do : pálida é inmóvil , dejó caer , cuando Monte
Cristo se volvió hacia ella , su brazo que , no se sabe
porque , se habia apoyado sobre el quicio dorado
la puerta ; estaba allí hacia algunos momentos y
habia oido las últimas palabras pronunciadas por el
estranjero.
Este se levantó y saludó profundamente a la con
desa , que se inclinó a su vez muda y ceremoniosa .
Ah , Dios míol señora , preguntó el conde ,
que teneis ? os daña el calor que hace en este salon ?
Sufris, madre mia ? esclamó el vizconde lan
zándose al encuentro de Mercedes.
Ambos fueron recompensados con una sonrisa.
299

- No , dijo , pero he esperimentado alguna emo


cion al ver por primera vez al sujeto sin la interven
cion del cual en este momento estariamos sumergidos
en lágrimas y desesperacion. Caballero , continuó la
condesa adelantándose con la majestad de una reina,
os debo la vida de un hijo, y por este beneficio os
quedo reconocida y os bendigo en el fondo de mico
razon .
El conde se inclinó de nuevo , pero mas profun
damente que la primera vez , estaba aun mas páli
do que Mercedes.
Señora , dijo , el señor conde y vos me recom
pensais con demasiada generosidad por una accion
muy sencilla ; salvar á un hombre , ahorrar tor
mentos á un padre y á una madre , esto no es solo
una buena obra , es un acto de humanidad .
A estas palabras pronunciadas con política y de
licada dulzura , la señora de Morcerf respondió con
acento profundo :
- Mucha felicidad es para mi hijo , caballero, el
teneros por amigo , y doy gracias a Dios que lo ha
dispuesto todo así.
Y Mercedes levantó al cielo sus hermosos ojos con
una espresion tal de gratitud , que el conde creyó
ver emblar en ellos dos lágrimas.
El señor de Morcerf se acercó á ella.
Señora , dijo , ya he dado mis escusas al señor
conde por verme obligado a dejarle , y os suplico
que vos se las renoveis. La sesion se abre a las dos,
son las tres y debo hablar en ella.
- Podeis iros , pues queda a mi cargo el obse
300 -

quiar lan cumplidamente como se merece á esle


caballero , dijo la condesa con el mismo acento de
sensibilidad ; señor conde , continuó en seguida vol
viéndose hácia Monte -Cristo , nos bareis el honor de
pasar el dia con nosotros ?
-
Gracias , señora , quedo sumamente agradeci
do á vuestra oferta , pero he bajado esta mañana á
vuestra puerta de mi coche de camino, y absoluta
mente desconozco como estoy instalado en Paris. Es
ta es una inquietud lijera, lo sé , pero sin embargo
muy natural.
- A lo menos tendremos otra vez este placer;
nos lo prometeis ? preguntó la condesa.
Monte -Crislo se inclinó sin responder pero esta in
clinacion podia pasar por un asentimiento .
-Entonces , no os detengo , caballero , dijo la
>

condesa , porque no quiero que mi reconocimiento


sea una indiscrecion ó una importunidad .
Querido conde , dijo Alberto , si quereis , voy
á devolveros en Paris el inapreciable favor que en
Roma me hicisteis , quiere decir, que podréis dispo
>

ner de mi cabriolé hasta que tengais tiempo de arre


glar vuestros carruajes.
-Gracias mil veces por vuestra bondad , vizcon
de , dijo Monte-Cristo; pero presumo que el señor
Bertuccio habrá empleado las cuatro horas y media
queacabo de dejarle , y que encontraré á la puerta
un carruaje preparado.
Alberto estaba acostumbrado á los modales del
conde ; sabia que iba como Neron en busca de lo
imposible , y no se asombraba de nada ; pero queria
301
juzgar por si mismo de que modo habian sido eje
cutadassus órdenes , y le acompañó hasta la puer
ta de su casa .
Monte-Cristo no se habia engañado : á penas se
presentó en la antesala , un lacayo , el mismo que
en Roma fué á llevar la carta a los dos jóvenes y á
anunciarles su visita , se habia lanzado fuera de la
>

casa , de modo que al llegar al pie de la escalera, el


estraño viajero encontró efectivamente su carruaje
esperándole.
Era un cabriolé acabado de salir de los talleres
de Keller , y un tiro por el que Drake no habia
admitido la víspera diez y ocho mil francos.
- Caballero , dijo el conde á Alberlo , no os pro
pongo que me acompañeis á mi casa , pues no po
dria mostraros mas que una cosa improvisada. Con
cededme un solo dia , y permitidme entonces con
vidaros. Estaré de este modo mas snguro de no fal
tar á las leyes de la hospitalidad .
C

-Si pedis un dia , estoy tranquilo ; no será en


tonces una casa la que mostrareis ; será un pala
cio. Decididamente teneis algun génio á vuestra
disposicion .
-Creedlo así , dijo Monte - Cristo , poniendo el pié
en el estribo forrado de terciopelo de su espléndido
carruaje; creedlo así , porque esto me pondrá en
lisonjera posicion con las señoras.
Y subió á su carruaje , que partió rápidamente ;
pero no lanto que el conde no pudiese distinguir el .
movimiento imperceptible que hizo temblar las cor
tinas del salon en elcual babia dejado á Mercedes.
302
Cuando Alberto entró en el aposento de su ma
dre vió a la condesa recostada en un gran sillon de
terciopelo , pero como el aposento estaba bastante
oscuro , apenas pudo Alberto distinguir elrostro de
su madre ; observó si que su voz era trémula, y dis
tinguió tambien entre los perfumes de las rosas y de
losheliotropos del florero el olor agrio de las sales
de vinagre que habia sobre una de las copas cince
ladas de la chimenea : en efecto el pomo de la con
desa atrajo la inquieta atencion del jóven.
Snfrís , madre mia ? esclamó entrando : os ba
beis puesto mala durante mi ausencia ?
- Yo ? no , Alberto , pero ya comprendereis que
estas rosas y estas flores exalan durante estos pri
meros calores , á los cuales no estoy acostumbrada,
tan violentos perfumes .....
Entonces , madre mia , dijo Morcerf llevando
la mano á la campanilla , es preciso llevarlas á vues
tra antesala . Estais indispuesta y cuando entrasteis
estabais ya muy pálida.
- Pálida decis , Alberto ?
- Con una palidez que os sienla perfectamenle,
madre mia ; pero que no por eso nos ha asustado
menos á mi padre y á mí .
- Os ha hablado de ello vuestro padre ? preguntó
vivamente Mercedes.
- No , señora , pero á vos, acordaos , os hizo es.
ta observacion .
- No me acuerdo , dijo la condesa.
Entró entonces un criado que acudia al ruido de
la campanilla.
=
303
-Llevad esas flores á la antesala ó al gabinele de
locador , dijo el vizconde : hacen daño a la señora
condesa .
El criado obedeció .
Hubo un largo silencio , que duró todo el tiempo
que se tardó en cumplir esta órden .
-Que nombre es ese de Monte -Crislo ? preguntó
la condesa así que el criado hubo llevado el último
vaso de flores. Es algun nombre de familia, de tierra,
>

un simple título ?
-Creo , madremia , que es un lítulo y nada mas.
El conde ha comprado una isla en el archipielago
toscano , y ha fundado un pequeño reino , segun el
decia esa mañana. Ya sabeis que eso se suele hacer
por San Esteban de Florencia, por San Jorge Cons
lantino de Parma y aun por la orden de Malla. Por
los demas , no tiene ningunas prétensiones de roble
za , y se llama un conde de casualidad , aunque la
>

opinion general de Roma es que el conde es un gran


señor.
-Sus modales son escelentes , dijo la condesa , á
lo menos segun lo que he podido juzgar por los cor
los instantes que ha permanecido aquí.
Si, son escelentes y lan escelentes , madre
mia , que sobrepujan en mucho á todo lo aristocrá
tico
que yo he conocido en las tres noblezas princi
pales , es decir, en la inglesa , la española y la ale
mana .
La condesa reflexionó un instante, despues replicó.
- Habeis visto , mi querido Alberto ..... es una
pregunta de madre la que os dirijo .... habeis vislo
304
al señor de Monte - Cristo en su interior , y digo en
su inlerior para preguntaros si creeis que el conde
sea realmente lo que parece ser ?
-
Pero , y que os parece á vos misma , señora ?
-Lo que hace un instante habeis dicho , un gran
señor .
-- Os he dicho madre mia , que le tenia por tal.
-

- Pero vos qué creeis , Alberto ?


- Yo no tengo opinion fija acerca de éll , lo creo
Maltés.
-No os pregunto sobre su orígen ; os pregunto
sobre su persona .
- Ah i sobre su persona , eso es otra cosa ; he
visto tantas cosas estrañas de él , que si quereis que
os diga lo que pienso , os respondere que le miraria
como uno de los hombres de Byron , á quienes la
desgracia ha marcado con un sello fatal; algun Man
fredo , algun Lara , algun Werner : como uno de
esos restos en fin de alguna familia antigua que ,
desheredados de su fortuna paterna , se han adqui
rido una por la fuerza de su genio aventurero , que
les ha hecho superior a las leyes de la sociedad ...
-
Qué decis ? ...
-Digo que Monle-Cristo es una isla en medio del
Mediterráneo , sin habitantes, sin guarnicion, guari
da de contrabandistas de todas naciones, de piratas
de todos los paises. Quién sabe si estos dignos indus
triales pagarán á su señor un derecho de asilo ?
Puede ser , dijo la condesa reflexionando.
- Pero no imporla , replicó el jóvenl ; contraban
disla o no , convendreis , madre mia , puesto que le
>
5
habeis visto , en que el 3se0ñor conde de Monte -Cristo
-

es un hombre notable , y que hará mucho efecto en


los salones de Paris ; y por cierto que esta mañana
en mi cuarto emposezó su entrada en el mundo , de
jando estupefact a todos los que allí estaban , y
aun-alYmiqsumeo ed ateauued-Reenane
ud
Chad p te r . el conde ? preguntó
Mercedes , dando simplemente gran importancia á
Tiene de treinta y cinco á treinta y seis años,
esta pregunta .
n ven I es imposible ; dijo Mercedes , res
- Ta jó
madrieemnidao .
pon d al mismo tiempo que a lo que decia Al
á
berlo , á lo que le habia preguntado su propio pen
Sin embargo, es vnetredad ; tres o cuatacroiovneces me
sa icio
hamiden y segurame sin premedit
ho. , , en tal
época yo tenia cinco años , en tal otra tenia diez , en
aquella doce. Yo , que por mi curiosidad estaba aler
>

ta siempre que hablaba de estos detalles , reunia las


fechas , y jamás le cojí en falta . La edad de este
hombre singular , que no tiene edad , es treinta y
cinco años , todo lo mas . Acordaos , madre mia,
>

>
cuan viva es su mirada , cuan negros están sus ca
bellos , y su frente , aunque pálida , no tiene una
arruga ; es una naturaleza no solamente vigorosa,
La condesa bajó la cabeza como agoviada por
sino jóven .
amargYosespe rentesosu.n amigo verdadero ? pregun
mbie
e hnsoam
nto
ló con un estremecimie nervioso.
306
- Á lo menos , asi 19 creo , señora.
- Y vos .. , le apreciais tambien ?
-

-Meagrada , señora , diga lo que quiera Franz


>

d'Epinay que queria hacerle pasar á mis ojos por


un hombre venido del otro mundo.
La condesa hizo un movimiento de terror.
-Alberto , dijo con voz alterada , siempre os he
>

encargado que pongais sumo cuidado en contraer


nuevas amistades , y aunque ahora sois ya hombre
y podeis darme consejos , sin embargo , escusadme
>

si os repito que seais cauteloso y prudente.


- Pero seria preciso , querida madre , para po
der aprovechar el consejo , saber de que tengo que
desconfiar. El conde no juega nunca , no bebe mas
>

que agua dorada con una gota de vino de España :


el conde se ha anunciado rico , y en efecto lo es :
qué quereis pues , que tema de parte del conde ?
-Teneis razon , dijo la condesa , y mis temores
>

son locos, tratándose sobre todo de un hombre que


os ha salvado la vida. A propósito , le ha recibido
bien vuestro padre ? Es importante que estemos mas
que amables con el conde yY el señor de Morcerf es
tá tan ocupado á veces , sus negocios le ponen lan
>

disguslado , que podria ser que sin querer ...


-- Mi padre ha estado muy amable , señora , in
terrumpió Alberto ; diré mas: ha parecido infinita
mente lisonjeado de dos o tres cumplimientos que le
ha dirigido tan á propósito el conde, como si le hu
biese conocido hace treinta años . Cada una de estas
flechas lisonjeras han debido agradar á mi padre,
añadió Morcerf riendo , de suerte que se han separa
307
do como los mejores amigos del mundo , tanto que
cl señor de Morcerf queria llevarle á la cámara pa
ra hacer que oyese su discurso.
La condesa no respondió; eslaba absorla en una
meditacion tan profunda que sus ojos se habian cer
rado poco a poco. El jóven , en pié delante de ella,
la miraba con ese amor filial mas tierno y afectuo
so en los hijos , cuyas madres son aun hermosas ;
despues de haber visto cerrarse sus ojos , la escuchó
respirar un instante en su dulce inmovilidad , y cre
yéndola dormida, se alejó de puntillas, abriendo con
precaucion la puerta del aposenlo .
-Este diablo de hombre, murmuró meneando la
cabeza, ya yo le habia predicho que haria sensacion
en el mundo , unido su efecto sobre un lermómelro
infalible. Mi madre ha parado mucho la atencion
en él , de consiguiente debe ser notable.
Y bajó á las caballerizas , no sin cierto despecho
secreto , de que , sin malicia alguna , el conde de
Monte-Cristo hubiese logrado tener un tiro de caba
llos mejor que el suyo , el cual desmereceria mu
cho en la opinion de los conocedores.
Decididamente, dijo, los hombres no son igua
les , es preciso suplicar á mi padre que aclare este
teorema en la cámara alta.
1

Es Uso
The Beatles
C
OK
11
Sie
309

WVMT
ben
30000

3.

EL SEÑOR BERTOCCIO .

Emper
NTRETANTO el conde habia llegado a su nueva ca
sa , no empleando mas que seis minutos en el cami
no , pero seis minutos que fueron bastante para que
mas de veinte jóvenes , conociendo el precioso tiro
de caballos que ellos no habian lenido posibilida
des para comprar , pusiesen sus alazanes á galope
para conocer al espléndido señor que usaba caballos
de 10,000 francos cada uno.
La casa elegida por Alí , y que debia servir de
residencia á Monte - Cristo , estaba situada a la dere
310 -

cha subiendo los Campos Eliseos , colocada entre un


patio y jardin ; una plazuela de árboles muy espe
sos que se elevaban en medio del patio, cubrian una
parte de la fachada ; al rededor de esta plazuela se
cslendian en forma de dos estendidos brazos , dos
calles de árboles que conducian los coches desde la
reja á una doble escalinata que sostenia en cada una
de sus gradas un jarron de porcelana lleno de flores.
Esta casa aislada en medio de un ancho espacio, te
nia ademasde la entrada principal olra entrada que
caía á la calle de Ponthieu .
Antes de que el cochero hubiese llamado al por
tero , la reja maciza giró sobre sus goznes : habian
visto venir al conde , y en Paris como en Roma , co
>

mo en todas partes , era servido con la rapidez del


relámpago. El cochero entró pues , describió el se
micírculo , y la reja estaba ya cerrada cuando las
ruedas rechinaban aun sobre la arena de la calle de
árboles.
A la izquierda de la escalera el carruaje se paró ;
dos hombres se presentaron en la portezuela ; uno
era Alí , que se sonrió con una franqueza increible
de alegría al ver á su señor , y que fué pagado por
una mirada de Monte-Cristo .
El otro saludó humildemente y presentó su brazo
al conde para ayudarle á bajar del carruaje.
- Gracias, señor Bertuccio , dijo el conde sal
tando lijeramente del carruaje, y el notario ?
- Está en el saloncilo, escelencia, respondió Ber
tuccio.
311
- las tarjetas que os he mandado grabar en
cuanto supieseis el número de la casa ?
Están ya , señor conde : me he visto para ello
con el mejor grabador del Palais -Royal , que grabó
la plancha delanle de mí ; la primera que tiraron
fué llevada al instante á casa del señor baron Dan
glárs , diputado, calle de la Chaussée -d'Antin , nú
mero 7 , las otras están sobre la chimenea de la al
coba de S. E.
Bien , que hora es ?
Las cuatro .
Monte- Cristo dió sus guantes , su sombrero y su
baston al mismo lacayo francés qne se habia lanza
do fuera de la antesala de Morcerf para hacer apro.
ximar el carruaje; despues pasó al saloncito , pre
cedido por Bertuccio , que le mostró el canino.
- Vaya una pobreza de mármoles en esta antesa
la , espero que los cambien inmediatamenle.
Bertuccio se inclinó .
Como habia dicho el mayordomo , el notario es
peraba en el salon .
Era un hombre en cuya calmosa y pacífica fiso
nomía se pintaba la mayor honradez.
Sois vos señor mio , dijo Monte -Cristo el co
misionado para vender la quinta que deseo com
prar ?
Si , señor conde , respondió el notario .
Está estendida el acta de venta ?
Si , señor conde .
- La teneis aquí ?
Si señor.
312 -

- Perfectamente . Y donde está la quinta que


compro ? dijo el conde dirijiéndose á Berluccio Уy al
notario .
El mayordomo hizo un gesto que significaba :
No sé.
El notario miró á Monte -Cristo con asombro.
-

Como ? dijo , el señor conde no sabe donde es


>

lá la quinta que compra ?


- No.
No tiene el señor conde la menor idea de su
situacion ?
Y como demonios habia de saberlo ? acabo de
llegar de Cádiz esta mañana , jamás he estado en Pa
rís , y esta es la primera vez que pongo los pies en
Franoia .
C

- Entonces es otra cosa , respondió el notario,


la casa que el señor conde compra está situada en
Auleuil.
A este nombre, Bertuccio palideció visiblemente.
-Y donde está Auteuil? preguntó Monte - Cristo.
- A dos pasos de aqui , señor conde , respondió
-

el notario , un poco mas allá de Passy , en una situa


cion encantadora , en medio del bosque de Bolonia.
- Tan cerca i dijo Monte -Cristo ; pero eso no es
campo . Como diablos me habeis ido á escojer una
quinta junto a las puertas de Paris, señor Bertuccio?
Yol esclamóel mayordomo, turbado, no segu
ramente , no es á mi á quien el señor conde encar
gó que le elijiese una casa ; acuérdese el señor con
de , busque en su memoria , reuna bien sus ideas.
- Ahl es cierto , dijo Monte -Cristo; me acuerdo
313
ahora que he leido ese anuncio en un periódico ,
y me he dejado seducir por este título : Casa de
campo .
___

Aun es tiempo , dijo vivamenle Bertuccio , y


> >

si su escelencia quiere encargarme que busque otra ,


la encontraré mucho mejor, en Enghien , en Fonte
pay - aux - Roces , ó en Bella - vista .
-
- No , no , dijo desdeñosamente Monte - Cristo ;
>

puesto que ya tengo esta , la conservaré.


- Y hareis bien , dijo vivamente el notario te
miendo perder sus ganancias, porque es una pro
piedad encantadora : aguas cristalinas y abundan
tes , bosques espesos , habitaciones cómodas , aunque
abandonadas hace tiempo : sin contar con los mue
bles que , aunque un poco antiguos , tienen valor ,
sobre todo en el dia que solo se buscan las cosas an
tiguas. Perdonad , pero creo que el señor conde ten
drá el gusto de la época.
-Hablad , hablad , dijo Monte - Cristo ; es cosa
conveniente ?
- Ah señor , mucho mejor , es magnífica.
- Pues nada , no hay que desperdiciar esta oca
sion , dijo Monte -Cristo ; el contrato , señor notario .
Y firmó rápidamente despues de haber echado
una ojeada hacia el sitio donde estaban designados
los nombres de los propietarios y la siluacion de la
casa,

- Berluccio , dijo , entregad cincuenta y cinco


mil francos a este caballero.
El mayordomo salió con pasos no muy seguros,
y volvió con un pliego de billetes de banco que el
TOMO II . 36
314
nolario contó como un hombre poco acostumbrado
á recibir el dinero sin el descuento competenle.
--Y ahora , preguntó el conde , están cumplidas
todas las formalidades ?
- Todas, señor conde .
-
Traeis las llaves ?
-
Se hallan en poder del portero que guarda la
casa ; pero aquí teneis la órden que le he dado de
instalaros en vuestra nueva propiedad .
Muy bien .
Y Monte -Cristo hizo al notario an especie de sa
ludo que queria decir :
Ya no tengo necesidad de vos ; podeis retira
ros .
- Pero , esclamó el hoprado notario , el señor
conde se ha engañado , me parece ; comprendido to
do , no son mas que cincuenta y cinco mil francos.
-Y vuestros honorarios ?
- Están pagados con esta suma , señor conde.
— Pero no habeis venido de Auteuil aquí ?
-Si señor , es cierto.
-

-Pues bien ; preciso es pagaros vuestra incomo


didad , dijo el conde. Y le despidió con una mirada.
El notario salió lentamente , haciendo una pro
funda cortesia á cada paso que daba, porque era la
vez primera desde el mismo dia que empezara á
ejercer su profesion , que daba con un cliente seme
janle.
- Conducid á este caballero, dijo el conde a Ber
tuccio .
Y el mayordomo salió detras del notario.
315
Apenas estuvo solo el conde , sacó de su bolsillo
una cartera con cerradura , que abrió con una lla
vecita que pendiente del cuello llevaba y de la que
no se separaba nunca .
Despues de haber buscado un momenlo, se detuvo
en una hoja que contenia varias notas , comparó es
tas notas con el acta de venta que habia puesto sobre
la mesa , y reflexionando un momento :
- Auteuil, calle de la fuente, número 28 , esto
es , dijo : ahora deberé arrancar esa confesion por
el terror religioso ó por el terror físico ? Dentro de
una hora lo sabré todo.
- Bertuccio ! esclamó en seguida dando un gol
-

pe con una especie de martillo sobre un timbre , >

que produjo un sonido agudo y sonoro : Berluccio !


El mayordomo se presentó.
-Señor Bertuccio , dijo el conde , no me habeis
dicho otras veces que habiais viajado por Francia ?
- Por ciertas partes de Francia , sí , escelencia .
--Conoceis acaso los alrededores de Paris ?
- No , escelencia , no , respondió el mayordomo
con cierlo temblor nervioso , que Monte -Cristo , co
nocedor en punto á emociones , atribuyó con razon
>

á una viva inquietud .


-Siento que no hayais recorrido los alredores
de París , dijo , porque quiero visitar esta tarde mi
nueva propiedad , y viniendo conmigo hubierais po
dido darme útiles informes .
- A Auteuil I esclamó Bertuccio , cuya tez los
tada se volvió casi lívida : yo ir á Auteuil !
Y que hay en eso de estraño ? Cuando yo vi
316 _

va en Auleuil , forzoso será que vengais comigo ,


puesto que formais parte de la casa .
Bertuccio bajó la cabeza ante la imperiosa mi
rada de su señor , y permaneció inmóvil sin res
ponder.
-
- Y ahora ? Vais á hacerme llamar segunda vez
para pedir el coche ? dijo Monte -Cristo con el tono
con que Luís XIV pronunció aquella frase ; « hé le
nido que esperar ! »
Bertuccio se lanzó á la antesala , y gritó con voz
ronca.
Los caballos de su escelencia .
Monte -Cristo escribió dos ó tres esquelas; cuando
cerraba la última , volvió a presentarse el mayor
domo .
El coche de su escelencia está pronto , dijo.
- Pues bien , tomad vuestros guantes y vuestro
sombrero , dijo Monte -Cristo.
Y qué ! voy al fin con el señor conde ? escla
mó Bertuccio cada vez mas pálido.
- Sin duda ; es preciso que deis vuestras órde
nes , puesto que quiero habitar aquella casa .
Réplica ninguna admitia semejante órden ; así
pues el mayordomo sin pronunciar una palabra si
guió á su señor que subió al carruaje baciéndole se
ñal de que le siguiese.
El señor Bertuccio subió por consiguiente al co
che.
C
317
OT

000000000000

4.

LA CASA DE AUTEUIL .

MONTE-cisto había reparadoquealbajar la ese


calera , Bertuccio se habia persignado a la manera
de los corsos >, es decir cortando el aire en forma de
una cruz con el pulgar, y que al tomar asiento
en el carruaje habia murmurado una corta oracion .
Cualquiera otro que no fuera un hombre curioso hu
biera tenido piedad de la singular repugnancia ma
nifestada por el digno mayordomo para el paseo
318

premeditado estramuros por el conde; pero segun


parece , este era demasiado curioso para poder dis
pensar á Bertuccio este viaje.
Veinte minutos les bastaron para llegar á Au
teuil . La palidez y emocion del mayordomo iban
creciendo por instantes, y desde el momento en que
en el pueblo entraron , Bertuccio , arrimado á un
ángulo del carruaje , comenzó a examinar con una
emocion febril todas las casas , por delante de las
cuales pasaban .
Parareis en la calle de la fuente , número 28 ,
dijo el conde fijando despiadadamente su mirada so
bre el mayordomo , al cual daba esta órden.
El sudor inundaba la frente de Bertuccio , y aso
mando la cabeza por la porlezuela del coche , griló
>

al cochero :
Calle de la fuente , número 28.
Este número 28 eslaba situado en un estremo del
pueblo. Durante el viaje se habia acercado la no
che , ó mas bien una nube negra , cargada de elec
tricidad , que daba a estas tinieblas la apariencia y
la solemnidad de un episodio dramático . El carruaje
se detuvo , y el lacayo se precipitó á la porlezuela
para abrirla .
-Y bien , dijo el conde, no bajais , señor Ber
>

tuccio ? os quedais dentro ? en que diablos pensais


hoy ?
Bertuccio se precipitó por la portezuela ,> y pre
sentó su hombro al conde , quien se apoyó esta vez ,
>

y bajó uno á uno los tres escalones del estribo .


-Llamad , dijo el conde, y anunciadme.
319
Bertuccio llamó , la puerta se abrió , y el portero
se presentó en ella.
Quién es ? preguntó .
Es vuestro nuevo amo ; y presentó al portero
el billete de reconocimiento , entregado por el no
tario.
- Luego se ha vendido la casa ? preguntó el por
-

tero , y es este caballero quien la viene a habitar ?


-Sí , amigo mio , dijo el conde , y en verdad
-

que procuraré hacer todo lo posible para que que


deis contento de vuestro nuevo amo .
-Oh ! caballero , dijo el portero , no tendrému
cho que sentirlo , porque al antigao le veiamos ra
ra vez ; hace mas de cinco años que no ha venido ,
у bien ha hecho en vender una casa que no le ser
viria de nada .
- Y como se llamaba vuestro amo ? preguntó
Monte-Cristo .
-- El señor marqués de Saint- Meran , respondió
el portero .
- El marqués de Saint- Meran I replicó Monte
Cristo ; paréceme que este nombre no me es des
conocido >, dijo el conde ; el marqués de Saint-Me
ran .....

Y pareció reunir sus ideas.....


-Un anciano gentil-hombre , continuó elconser
ge , un fiel servidor de los Borbones ; tenia una hija
única que caso con el señor de Villefort, que ha
sido procurador del rey en Nimes y despues en Ver
salles.
Monle -Cristo arrojó una mirada á Bertuccio y le
320
vió mas pálido y blanco que la pared , contra la
cual se apoyaba para no caer.
Y esa jóven no ha' muerto ? preguntó Monte
Cristo ; me parece haberlo oido decir.
Si señor , hace veinte y un años , y desde este
tiempo apenas hemos vuelto á ver tres veces al po
bre marqués .
--Gracias , gracias , dijo Monte-Cristo , juzgan
do por la postracion del mayordomo que ya no po
dia tirar mas de aquella cuerda sin temor de rom
perla ; gracias , dadme una luz.
- Os he de acompañar ?
- No , es inútil ; Bertuccio me alumbrará .
Y Monte -Cristo acompañó estas palabras con el
regalo de dos piezas de oro, que hicieron deshacerse
al conserje en bendiciones y suspiros.
- Ab , caballerol dijo el conserje despues de ha
ber buscado inútilmente sobre la chimenea ; es que
no tengo aqui bujías.
- Tomad una de las linternas del carruaje , Ber
tuccio , уy mostradme las habitaciones, dijo el conde.
El mayordomo obedeció sin mumurar , pero era
fácil ver en el temblor de la mano que sostenia la
linterna cuanto le coslaba obedecer .
Recorrieron un piso bajo bastante grande, un
piso principal compuesto de un salon , una sala de
baños y dos alcobas. Por una de estas dos alcobas
se iba a una escalera de caracol que terminaba en
el jardin .
Calle ! aquí hay una escalera , dijo el conde ;
esto es bastante cómodo. Alumbradme, señor Ber
321
tuccio ; pasad delante , y vamos á donde nos con
duzca esta escalera .
-Señor , dijo Bertuccio , conduce al jardin ,
- Y como sabeis eso ?
-Es decir , lo supongo .....
-Pues bien ! nos aseguraremos.
Bertuccio lanzó un suspiro y camino delante . La
escalera desembocaba efectivamente en el jardin .
En la puerta esterior se paró el mayordomo.
- Vamos , señor Bertuccio , dijo el señor conde.
Pero este estaba aniquilado , aturdido , casi sin
conocimiento. Sus ojos buscaban á su alrededor co
mo las huellas de un pasado terrible , y con las ma
nos crispadas parecia separar recuerdos espantosos.
- Y bien ! insistió el conde.
- No , no ,2 esclamó Bertuccio colocando la lin
terna en el ángulo de la pared anterior ; no señor ,
no iré mas lejos , es imposible.
-Que estais diciendo ? articulo la irresistible voz
de Monte -Cristo.
- Pero no veis , señor , esclamó el mayordomo,
que no es natural que teniendo una casa que com
prar en París , la compreis justamente en Auteuil , y
9

que comprandola en Auteuil esta casa haya de ser


el número 28 de la calle de la fuente ! Ab ! porqué
no os lo he contado todo , monseñor ? Seguramente
no hubierais exijido que viniese. Yo esperaba que
seria otra la quinta del señor conde. Como si no hu
biese otra casa en Auteuil que la del asesinato !
Oh 1 oh ! exclamó Monte-Cristo deteniéndose de
repenle , qué palabra acabais de pronunciar 1 dia
>

TOMO II. 37
322 -

blo de hombre ! corso maldito I siempre misterios


ó supersticiones ! Vamos , tomad esa linterna y vi
sitemos el jardin , conmigo espero no tendreis miedo.
Bertuccio recojió la linterna y obedeció . La puer
ta , al abrirse , descubrió un cielo opaco , en el que
la luna se esforzaba en vano para luchar contra un
mar de nubes que la cubrian con sus olas sombrias
que iluminaba un instante , y que iban a perderse
en seguida, mas sombrias aun , en las profundidades
del firmamento .
El mayordomo Bertuccio quiso dirijirse por un
sendero de la izquierda.
-No , no , por allí , no , dijo Monte-Cristo ; á
que seguir por las calles de árboles ? aqui se dis
tingue una plazoleta , sigamos de frente .
Bertuccio se enjugó el sudor que corria por su
frente , pero obedeció ; sin embargo , seguia incli
nándose a la izquierda; Monte Cristo seguia á la de
recha , y así que hubo llegado junto a unos cuan
tos árboles corpulentos y añosos , se detuvo.
El mayordomo no pudo mas.
.

- Alejaos , señor , exclamó ; alejaos os lo supli


>

co , estais justamente en el sitio .


-En qué sitio ?
-En el sitio donde cayó.
-

- Querido señor Bertuccio , dijo Monte -Cristo


riendo , volved en vos , os lo ruego , aqui no esta
>

mos en Sartena ó en Córte. Esto no es un bosque


sino un jardin ingles , y no sé porque tengais tanta
repugnancia en ir por él .
Señor I no esteis abí ! no esleis ahí .... !
323
Creo que os volveis loco , maese Bertuccio ,
dijo friamente el conde ; si es asi avisadme, porque
os haré encerrar en alguna casa de salud antes de
que suceda una desgracia.
- Ayl escelencia , dijo Bertuccio meneando la
cabeza y cruzando las manos con una aclitud que
hiciera reir al conde si pensamientos de mayor im
portancia no le ocupasen en este momento y no le
hubiesen hecho prestar atencion a las menores pala
bras de su mayordomo , ayl escelencia , la desgra
cia ha sucedido.
-Señor Berluccio , dijo el conde , me agrada el
veros torcer los brazos y abrir unos ojos de conde
nado ; y siempre he notado que no hacen tanlas con
torsiones sino los que tienen algun secreto . Yo sabia
que erais corso , sabia que erais sombrío y algunas
veces hablabais entre dientes de una historia de
vendetta , y esto os lo pasaba en Italia porque es
tas cosas están de moda en aquel país , pero en Fran
cia el asesinato es de muy mal gusto ; hay gendar
mes que se ocupan de él , jueces que lo condenan y
cadalsos que lo vengan .
Bertuccio cruzó las manos , y como al ejecutar
estas diferentes evoluciones no habia dejado su lin
terna , la luz iluminó su rostro descompuesto .
Monte - Cristo le examinó con la misma mirada
con que habia examinado en Roma el suplicio de
Andrea ; despues , con un tono que hizo estremecer
al pobre mayordomo dijo.
Luego mintió el abate Busoni, cuando despues
de su viaje a Francia en 1629 , os envió á mi casa
-
324
con una carta en la que me recomendaba vuestras
buenas cualidades. Y bien ! voy a escribir al abale ,
le haré responsable de su protegido , y sin duda sa
bré toda la historia de ese asesinato ; solamente os
prevengo , señor Berluccio , que cuando vivo en un
país estoy acostumbrado a conformarme con sus le
yes , y que no tengo ganas de andar en dimes y di
retes con la justicia de Francia .
-Oh ! no hagais eso , escelencia , os he servido
-

fielmente , no es verdad ? esclamo Berluccio deses


perado ; siempre he sido hombre honrado y he he
cho todas cuantas buenas acciones he podido.
-
- No digo que no , replicó el conde ; pero por
qué diablos estais tan agitado ? Esa es una mala se
ñal; una conciencia pura no pone las mejillas tan
pálidas.....
.

Pero señor conde , repuso vacilando Bertuccio ,


no me habeis dicho vos mismo que el abate Buso
ni , que oyó mi confesion en las prisiones de Nimes ,
os habia advertido , al enviarme á vuestra casa ,
que tenia una accion sola que reprenderme ?
-Sí; pero como os dirigia á mi diciéndome que
seriais un mayordomo escelente , creí que habriais
robado nada mas .
-Oh I señor conde , esclamó Berluccio con des
-

precio.
- Porque como erais corso , no habiais podido
resistir al deseo de hacer una piel , como suele de
>

cirse en vuestro país , cuando al contrario , se des


hace una .
--Pues bien ! s , monseñor , sí , mi buen señor ;
>
325 -

eso es , exclamó Bertuccio arrojándose á los pies del


conde ; sí, es una venganza , lo juro, solo una ven
ganza .
- Comprendo ; pero lo que no comprendo es que
esta casa sea justamente la que os galvanice hasta
tal punto .
C.

Pero , monseñor, acaso no es natural , replicó


>

Bertuccio , puesto que la venganza fué ejecutada en


vuestra casa ?
Cómo 1 en esta casa ?
Oh ! monseñor : aun no era vuestra .....
Pero , de quien era ? El portero nos ha di
cho que el marqués de Saint-Meran ! Por que dia
blos teniais que vengaros del marqués de Saint-Me
ran ?
Oh I no era de él >, monseñor , era de olro .
Es particular , dijo Monte -Cristo , parecien
>

do ceder á sus reflexiones , que os encontreis por


casualidad , y sin preparacion ninguna , en una ca
sa donde ha pasado, lo que tan desgarradores re
mordimientos os produce.
-Oh ! señor , dijo el mayordomo, la mano de la
fatalidad es quien conduce todo esto , estoy seguro ;
primero comprais una casa justamente en Auteuil ;
esta casa es la misma donde yo comelí el asesinato;
bajais al jardin , juslamente por una escalera por
donde él bajo ; os deteneis precisamente en el lugar
donde recibió el golpe ; a dos pasos , debajo de este
plátano , estaba la fosa donde acababa de enterrar
al niño , y lodo esto , señor , todo eslo no es casua
lidad ; es providencia ..
326 -

-Pues bien ; veamos , señor corso : supongamos


que sea providencia , porque yo supongo siempre lo
que quiero y ademas , á los espírilus débiles es pre
ciso concederles todo lo que desean . Veamos; reunid
vuestras ideas , y contadme eso.
-

No lo be contado mas que una vez , señor , y


fué al abate Busoni. Tales cosas , añadio Bertuccio
menando la cabeza >, no se dicen mas que bajo el se
llo de la confesion .
-Entonces, mi querido Sr. Bertuccio, dijo el con
de, me veré en la precision de mandaros con vues
tro confesor ; con el os hareis cartujo ó bernardino;
y hablaréis de vuestros secreto . Por lo que aá mi ha
ce ni me gusta un hombre que se asusta de seine
jantes fantasmas ; ni tampoco me gusta que mis ser
vidores no se atrevan á pasearse por la noche en mi
jardin , despues , lo confieso , me agradaría poco
alguna visita del comisario de policía ; por que, sa
bedlo , señor Bertuccio , en Italia no se paga la justi
cia como no se calle , pero en Francia no se le paga,
al contrario , sino cuando habla. Diantre os creia
un poco mas corso , un gran contrabandista , on há
bil mayordomo; pero veo que teneis otras cuerdas en
vuestro arco. Señor Bertuccio , ya no estais á mi
servicio .
-Oh , monseñor , monseñor ! esclamó el mayor
domo admirado y aterrado de esta amenaza. Oh ! si
no se necesita mas que eso para quedar á vuestro
servicio , hablaré , lo diré todo ; y si me separo de
vos , será para ir al cadalso !
Eso ya es otra cosa , dijo Monte -Cristo : pero
327
si quereis , reflexionadlo ; mas vale que no bableis
nada.
- No señor I os lo juro por la salvacion de mi
alma , os lo diré todo , todo , mas aun de lo que dije
al abate Busoni , pero primero , os lo suplico , ale
jaos de ese plátano ; mirad , la luna va á salir , y
ahí , colocado como estais , envuelto en esa capa que
oculta vuestro cuerpo , estaba el señor de Ville
fort .....
- Como ! esclamó Monte-Cristo , el señor de Vi
llefort ?
- Su escelencia le conoce ?
- sEl antiguo procurador del rey en Nimes ?
i.
4
Que se casó con la hija del marqués de Saint
Meran ?
-Si .
- Y que tenian la reputacion del magistrado mas
honrado , mas severo , mas rígido.....
Pues bien , señor , esclamó Bertuccio ; ese hom
bre de una reputacion tan sólida y tan irrepro
chable.....
· Y bien ? ese hombre....
Es un infame .....
- Bah ! dijo Monte-Cristo , imposible.
- Sin embargo , es la pura verdad .
>

-Sí?.... dijo Monte -Cristo , y teneis pruebas de


>
ello.....
Las tenia al menos .
- Y las habeis perdido , torpe ?
C
328
-Sí, pero buscándolas bien , podremos encon
Irarl as .
-Bien ! bien ! ahora contadme eso , señor Ber
tuccio , porque os digo a la verdad que la historia
me va interesando.
Y el conde tatareando entre dientes una aria de la
Lucia , fué á sentarse sobre un banco , mientras que
Bertuccio le seguia reuniendo sus ideas
Berluccio permaneció en pié delante del conde.

PEN
329

.
5.

LA VENDETTA ,

-COR donde queréis , señor conde , que os


>

empieze á contar los sucesos ? preguntó Berluccio .


- Por donde gusteis , dijo Monte- Cristo , pues os
advierto que estoy ignorante de todo.
Pues yo creia que el abate Busoni habia con
tado algo á vuestra escelencia .....
-Sí , algunos pormenores..... es cierto ; pero
>

como han pasado siete ú ocho años despues , lo he


olvidado todo.
TOMO II. 38
330
Pues en ese caso puedo , sin temor de fastidiar
á vuestra escelencia .....
-
- Hablad , señor Bertuccio , hablad , pues ogén- ,
doos , mas gustoso pasaré la noche .
-
Los sucesos se remontan á 1815.
- Ah ! ah ! dijo Monte -Cristo , no es de ayer esa
fecha de 1815.
-Es cierto , y sin embargo tengo tan gravados
todos sus pormenores en mi memoria como si hu
biesen pasado ayer. Yo tenia una hermana y un her
mano mayor que estaba al servicio del emperador
sirviendo de teniente en un regimiento compuesto de
corsos. Mi hermano era mi único amigo, porque ha
biéndonos quedado huérfanos , yo a los cinco años ,
y él á los diez y ocho , me crió yy educó como si bu
biese sido su hijo. Se casó en 1814 en liempo de los
Borbones , y cuando el emperador salió de la isla de
>

Elba , mi hermano volvió á seguir al instante en el


servicio ; pero herido lijeramente en Waterloo , se
retiró con el ejército detrás del Loire.
- Pero esa historia de los cien dias que me con
tais , señor Bertuccio , la he oido ya si no me en
gaño.
- Perdóneme su escelencia , pero estos primeros
pormenores son indispensables y me habeis prome
tido tener paciencia .
Proseguid I proseguid I cumpliré mi palabra.
Un dia recibimos una carta ; antes es necesario
deciros que habitábamos en la pequeña aldea de Ro
gliano , en la estremidad del cabo Corso : esta carta
era de mi hermano , en la cual nos decia que el
>
331 C

ejército estaba licenciado , que volvia por Chaleau


Roux , Clermont- Ferrand , el Puy y Nimes ; y me
suplicaba que si tenia algun dinero , se lo mandase
á Nimes á casa de un posadero conocido nuestro , con
el cual tenia yo algunas relaciones.
- De contrabando, no es así ? respondió Monte
Cristo .
-Pero por Dios I señor conde , no es ningun de
>

lito buscarse la vida .


- Es cierto ; continuad , pues.
- Ya he dicho á su escelencia que amaba tierna
mente a mi hermano , y no es estraño que no me re
solviese á enviarle el dinero , sino á llevárselo en
persona . Poseia mil francos, de los cuales dejé qui
nientos á Assunta , que era mi cuñada , y tomando
los quinientos restantes , me puse en camino para
Nimes : viaje poco difícil, porque teniendo mibarca
un cargamento que hacer en el mar , todo secun
daba mi proyecto.
Pero hecho el cargamento , se volvió contrario el
viento , de modo que estuvimos cuatro ó cinco dias
sin poder entrar en el Ródano , lo que trás muchos
esfuerzos conseguimos y llegando hasta Arlés , dejé
el barco entre Bellaguarda y Belcaire para tomar
el camino de Nimes .
-Y llegasteis por fin !
- Si, señor ; pero como ve vuestra escelencia ,
yo no le cuento mas que las cosas absolutamente
necesarias , porque es menesler advertiros que en
aquel entonces tenian lugar las famosas mortanda
des de Mediodía . Habia allí , dos o tres bandidos que
332

se llamaban Trestaillon , Truphemy y Graffan , que


degollaban por las calles a todos los que se sospe
chaba bonapartistas , y no dudo que el señor conde
habrá oido hablar de estos asesinatos.
– Vagamente porque estaba muy lejos de Fran
cia en quella época. Continuad .
Al entrar en Nimes , los piés hollaban torren
tes de sangre y tropezaban por do quiera con mutila
dos cadáveres ; los asesinos organizados en bandas,
mataban , saqueaban , y quemaban. Al ver tan san
grienta carnicería tuve miedo , no por mí , simple
pescador corso que no tenia mucho que temer , pues
por el contrario, aquel tiempo era bueno para no
sotros los contrabandistas, sino por mi hermano,
>

por mi hermano soldado del imperio , que volvia


del ejército del Loire con su uniforme y sus char
releras , y que por consecuencia debia de temerlo lo
do. Corrí á casa de nuestro posadero : mis presenti
mientos no me habian engañado ; mi hermano habia
llegado á Nimes , y á la puerta misma del que ve
nia á pedir hospitalidad habia sido cobardemente
asesinado. Pregunté a todo el mundo quienes eran
los asesinos , pero nadie se atrevió á decirme sus
nombres , que tanto temor infundian . Pensé enton
ces en la justicia francesa de cuya rectitud é inflec
sibilidad habia oido lantas alabanzas, y me presen
té en casa del procurador del rey.
-Y ese procurador del rey se llamaba acaso Vi
llefort ? preguntó sencillamente el conde de Monte
Cristo .
- Ese era su nombre , señor : y venia de Marse
333
lla , en donde habia sido sustiluido y cuyo celo le
habia valido el ascenso. Se decia que era uno de los
primeros que habian anunciado al gobierno el de
sembarco de la isla de Elba .
-Pero , respondió Monte -Cristo , vos os presen
tasleis en su casa ?
-Señor , le dije yo con entereza , mi hermano
ba sido asesinado en las calles de Nimes , no sé
porque , pero es vuestra obligacion el saberlo por
quesois aquí el jefe de la justicia , y á la justicia to
>

ca vengar á los que no ba sabido defender.


-Qué era vuestro hermano ? preguntó el pro
curador del rey .
Teniente del balallon corso .
-En ese caso era un soldado del usurpador ?
Solo sé deciros que era un soldado de los ejér
citos franceses.
- Y bien ! replicó , se ha servido de la espada y
>

ha muerto por la espada .


Os engañais, señor , ha muerlo por el puñal .
>

-Yqué quereis que haga yo ? respondió el ma


gistrado.
- Ya os lo he dicho , quiero que le vengueis.
De quién ?
C
De sus asesinos.
· Los conozco yo acaso ?
- Buscadlos.
- Para qué ? Vuestro hermano habrá tenido al
guna querella , y se habrá batido en desafío , pues sé
>

muy bien que todos esos antiguos soldadosse en


tregan á culpables escesos que tenian buen éxito en
TOMO II . 39
334
tiempo del imperio , pero que se convierten ahora
en su daño ; y debeis de saber que nuestras gentes
del mediodia con la misma aversion miran á los sol
dados que á los escesos.
- Señor , respondi yo , no os suplico por mí ,
>

porque lloraria ó me vengaria , nada mas : pero


mi pobre hermano lenia una mujer , y si me suce
>

diese la misma desgracia , esla pobre crialura mo


riria de hambre , porque se mantenia solo con el
trabajo de mi hermano . Si obtuvieseis para ella una
pequeña pension del gobierno...
- Todas las revoluciones llevan tras sí esas calás
trofes , respondió el señor de Villefort, y vuestro
hermano ha sido víctimade esta ; ya veo que es una
desgracia ; pero el gobierno no debe nada a vuestra
familia por eslo. Si luviésemos que juzgar lodas las
venganzas que los partidarios del usurpador han
ejercido contra los partidarios del rey cuando á su
vez lenian en sus manos el poder , vuestro hermano
lal vez hubiese sido hoy condenado a muerte. Lo que
se ha verificado es cosa muy natural porque no es
mas que la ley de las represalias.
-

Y quél señor , esclamé yo , es posible que me


hableis asi , vos que sois un magislrado !
>

- Todos estos corsos están locos, contestó el señor


de Villefort, y están en la creencia de que aun su
compalriola es emperador. Vivis engañado, querido
mio, y hubiera sido menester que me hubieseis dicho
eslo dos meses atrás , pero ahora es demasiado tarde .
Marchaos pues , porque si no quereis de grado , me
veré obligado á precisaros á ello.
335
Yo te miré un instante creyendo que una nueva
súplica podria tener mejor éxito, pero aquel hombre
era de piedra. Me aproximé á él no obstanle.
- Pues bien , le dije a media voz , ya que vos co
noceis tan bien a los corsos , debeis saber igualmen
te como cumplen su palabra : ya que vos creeis que
han hecho bien en malar á mi hermano , que era bo
napartista, porque vos sois realista , yo que soy bo
napartista lambien , os declaro una cosa ; y es , que
os he de malar . Desde este momento , os declaro la
rendetta : y ya que lo sabeis , guardaos mucho ,
porque la primera vez que nos encontremos cara á
cara , habrá llegado vuestra última hora .
Y antes que bubiese vuelto de su sorpresa , abrí
la puerta y me marché.
Muy bien ! dijo Monte-Cristo , con vuestra hu
milde figura decis esas cosas, señor Bertuccio , á un
procurador del rey ? Sabia él al menos lo que quie
re decir la palabra vendetta ?
- Lo sabia de modo , que desde aquel momento
no salió sin que lo acompañasen y se encerró en su
casa , haciéndome buscar por todas parles , pero fe
lizmente estaba tan bien oculto que no pudo en
contrarme. Entonces se apoderó de él el temor ,
y lemblo con la idea de quedar mas tiempo en
Nimes; solicitó su cambio de residencia , y como
era en efecto un hombre influyente , fue nombra
do en Versalles ; pero , vos ya sabeis , no hay dis
>

tancia para un corso que ha jurado vengarse de


su enemigo , y su carruaje , por bien conducido
que fuese , nunca logró adelantarme mas de me
>
336 -

dia jornada , sin embargo de que yo le seguia á pié.


Lo importante no era malarle , pues cien veces
habia encontrado yo ocasion de hacerlo ; pero era
preciso matarle sin ser descubierlo , y sobre todo
sin ser arreslado , y aunque por otra parte , yo no
me pertenecia ya , tenia que proteger y mantener á
mi cuñada. Por espacio de tres meses espié al señor
Villefort; en esos tres meses no dió un paso , un mo
vimienlo , un paseo , que mi mirada no escudriñase
con constancia. Por fin , descubrí que venia misle
riosamente á Auteuil ; le seguí con la misma cautela
y le ví entrar en esla casa en que estamos ; con la di
ferencia de que , en lugar de entrar como todo el
mundo , por la puerta de la calle , venia , unas ve
> >

ces á caballo , y otras en carruaje, dejaba el car


ruaje ó el caballo en la posada , y entraba por esta
pequeña puerta que veis en ese lado.
Monte -Cristo hizo con la cabeza un movimiento ,
por el cual claramente se conocia que en medio de
la oscuridad distinguia en efecto la entrada que in
dicaba Bertuccio .
-Ningun asunto de importancia me detenia en
-

Versalles , y por eso me fijé en Auteuil para infor


marme, porque si queria cojerle, aquí es donde in
faliblemente debia encontrarle . La casa perlenecia ,
como ha dicho el portero á vuestra escelencia, al se
ñor de Saint-Meran , suegro de Villefort. El señor de
-
Sainl-Meran vivia en Marsella , de modo que sién
dole esta casa inútil , decian que acababa de alqui
larla á una joven viuda a quien conocian bajo el
nombre de la baronesa .
337
En efecto , una noche mirando por encima de la
tapia, ví una mujer joven y hermosa que se paseaba
sola por el jardin ; y como miraba con frecuencia á
la puerlecita, creí que aquella noche esperaba á Vi.
lleforl. Cuando estuvo lan cerca de mí que a pesar
de la oscuridad pudiese distinguir sus facciones , ví
una mujer de edad de diez y ocho á diez y nueve
años , alta y rubia . Como estaba vestida solo con un
peinador y nada ceñia su cintura , noté que estaba
en cinta y que su embarazo parecia muy adelanta
do . Pasados algunos momentos abrieron la puerteci
la ; un hombre entró , la joven corrió precipitada
mente á su encuentro , ambos se arrojaron en los
brazos uno de otro , abrazáronse tiernamente y en
traron juntos en la casa .
El hombre que acababa de entrar era el señor Vi
llefort , y entonces juzgué que al salir , sobre todo
>

si salia de noche , debia atravesar el jardin .


-

-Y , habeis sabido despues el nombre de esa mu


jer ? preguntó el conde.
– No , escelencia , respondió Bertuccio ; porque
vais á ver que no tuve tiempo de saberlo.
Continuad , pues.
-

Aquella noche,replicó Bertuccio , hubiera po


dido acabar mi empresa si hubiese conocido mejor
el jardin ; pero temí no matarle bien , y pensé que
si alguno acudia á sus gritos no podria huir : por cu
ya razon lo dejé para la próxima cita y para que
nada se me escapase , lomé un cuartilo en frente de
la tapia del jardin.
Tres diasdespues , serian las siete de la noche,
338
vi salir de la casa un criado á caballo que tomó á
galope el camino que conducia al de Sevres ; presu
mí que iba á Versalles; no me engañaba , porque
habrian pasado tres horas cuando el mismo criado
volvió cubierto de polvo , lo cual me indicaba bien
claramente que su mensaje estaba terminado. Diez
minutos despues, otro hombre a pie yy cubierlo con
una capa , abria la puertecila del jardin que se vol
vió á cerrar detras de él .
Yo bajé entonces con rapidez y á pesar de que no
habia visto el rostro de Villefort, le reconocí por los
latidos de mi corazon ; crucé la calle, me arrimé á
un posle colocado junto a la lapia , desde la cual
habia mirado otra vez al jardin , pero no me quedé
satisfecho esta vez con mirar , pues sacando mi cu
chillo del bolsillo, y asegurándome de que la punta 1

estaba bien afilada , salté por encima de la tapia.


Mi primer cuidado fue correr a la puerta y ví
habia dejado la llave dentro , tomando la simple
precaucion de dar a la cerradura dos vuellas , y
estando seguro de que nada impediria mi fuga por
este lado , me puse á estudiar las localidades. El jar
din formaba un cuadrilongo ; un prado de fino mus
go se estendia bácia en medio , y en sus ángulos se
veian sombrear algunos árboles de follaje espeso y
mezclados de flores de otoño .
Para dirigirse de la casa á la puerlecita , el señor
de Villefort tenia que pasar forzosamente junto á
uno de estos árboles .
Era el fin de setiembre y el viento soplaba con
fuerza ; el escaso fulgor de una luna pálida y velada
339
á cada instante por gruesas y pardas nubes , blan
queaba la arena de las calles de árboles que condu
cian á la casa ; y dejaba en negra oscuridad el som
brío verdor de los espesos árboles , en los que un
hombre podia permanecer oculto sin lemor de ser
vislo .
Yo me ocultaba en uno de ellos por donde debia
pasar Villeforl , pero apenas estaba allí , cuando en
medio de las bocanadas de viento que encorvaban las
espesas ramas de los árboles sobre mi frente , creí
distinguir como unos gemidos. Pero ya sabeis , o tal
vez no sabeis , señor conde , que el que espera el
>

momento de comeler un asesinato , cree siempre so


nar en torno de sus oidos grilos sordos y murmullos
confusos que se pierden en el espacio , de modo que
dos horas pasaron durante las cuales , repetidas ve
ces crei oir los mismos gemidos.
Al fin dieron las doce de la noche y aun se oia
el eco confuso de la última campanada , lúgubre y
misteriosa , cuando apercibí una débil ráfaga que
doraba las ventanas de la escalera oculta , por la
que hemos descendido hace poco.
La puerla se abrió , y el hombre de la capa vol
vió á aparecer ; el momento era terrible , pero como
hacia mucho tiempo que estaba preparado á este
momento para poder dudar , saqué sin turbacion mi
cuchillo y me preparé.
El hombre de la capa se dirijia hácia mi lado ,
cuando a medida que avanzaba en el espacio , creí
notar que tenia un arma en la mano derecha у tu
ve miedo , no de una lucha , sino de un mal éxito ;
340
pero asi que estuvo retirado de mí solo algunos pa
lo que yo habia tomado por arma,
SOS , conocí que lo
no era otra cosa que un azadon .
Todavia no habia tenido tiempo de adivinar con
que objeto tenia en la mano el señor de Villefort on
azadon , cuando se detuvo al lado del árbol , arrojó
en derredor suyo una mirada , se puso á cavar pa
ra hacer un agujero en la tierra y advertí que lle
vaba algo debajo de la capa que acababa de colocar
sobre el musgo para que fuesen mas libres sus mo
vimientos .
Una devoradora curiosidad me deluvo , y que
riendo ver que era lo que iba a hacer Villefort,
permanecí inmóvil , sin alienlo , esperando el re
sultado , pero despues me ocurrió una idea que ví
>

confirmada cuando observé que el procurador del


rey sacaba de debajo de su capa un cofrecito de dos
piés de largo y de seis á ocho pulgadas de ancho.
Le dejé colocar el cofre en el agujero , que cubrió
de tierra , la cual pisoteó para hacer desaparecer
la huella de la obra nocturna, y lanzándome enton
ces sobre él , le hundí mi cuchillo en el pecho , di
ciéndole :
Soy Giovanni Berluccio ! tu muerle me venga
ini hermano, tu lesorode su viuda ; bien ves que
de mi
mi venganza es mas completa de lo que yo esperaba.
Ignoro si oiria mis palabras , pero no lo creo por
que cayó sin arrojar un grito ; luego senti su san
gre sallar humeante y ardiente sobre mis manos y
sobre mi rostro, pero estaba ébrio , delirante , y me
refrescaba en lugar de quemarme . Muy pronto de
341
senterré el cofre con la ayuda del azadon , y para
que no viesen que lo habia desenlerrado , tapé tam
bien el agujero , arrojé el azadon por encima de la
tapia , y me abalancé hacia la puerta que cerré por
fuera , llevándome la llave.
-Muy bien , dijo Monte-Cristo , eso fue un ase
>

sinato y un robo.
-No deis ese nombre , respondió Berluccio , á
lo que no fué mas que una vendetta seguida de una
restitucion .
- Y la suma estaria al menos en buena moneda ?
-No era dinero.
-Ah ! si, me habia olvidado de que me hablas
teis de un niño !
-Justamente , escelencia ; corrí hacia el rio , me
-

senté sobre la orilla , y ansiando saber lo que conte


nia el cofre, hice saltar la cerradura con un cuchi
llo ; envuelto en unos paños de finísima balista es
taba un niño acabado de nacer en quien su rostro
color de púrpura , sus manos color de violeta daba á
conocer que habia sucumbido á una asfixia causada
por ligamentos naturales arrollados al rededor del
cuello ; no obstante , como aun no estaba frio , pro
curé bañarle en el agua que corria á mis piés , y
pasados algunos instantes creí sentir un ligero la
tido bácia ' la region del corazon ; desembaracé su
cuello del cordon que le envolvia , y como habia
sido enfermero en el hospital de Bastia , hice lo que
>

hubiera hecho un médico en mi lugar , es decir >

le introduje aire en los pulmones , y despues de un


cuarto de hora de inauditos esfuerzos , le vi respi
TOMO II . 40
342 -
rar y oí salir de su tierno pecho un débil quejido.
Yo lambien arrojé un grito : pero fué un grito de
alegría: pues Dios no me maldice , dije , ya que per
mite que devuelva la vida á una criatura humana en
cambio de la vida que he quitado a otro !
--Y Y que hicisteis del niño? preguntó Monle -Cris
to , era una carga demasiado embarazosa para un
hombre que tenia que huir.
Por esa razon , ni un instante abrigué la idea
de conservarle conmigo , y como sabia que habia
en París un hospicio donde se recibian estas pobres
criaturas, pasando por una barrera conté como la
casualidad me habia procurado hallar aquel niño en
el camino , y me informé. El cofre estaba allí y po
dia dar testimonio : los pañales de batista indicaban
que el niño pertenecia á parientes ricos: la sangre
de que yo estaba cubierto podia pertenecer lo mismo
á la criatura que á cualquiera otra persona, y apre
ciadas estas razones , no pusieron ninguna dificul
lad , me dieron las señas del Hospicio, que estaba
>

situado en la calle del Infierno, y despues de haber


tomado la precaucion de cortar el pañal en dos pe
dazos , de manera que una de las dos letras que lo
marcaban envolviese el cuerpo del niño , mientras
que yo conservaria la otra , deposité mi carga en
el lorno , llamé, y entonces fué cuando empezé á
>

correr sin descansar y con tanta prisa que quince


dias despues estaba de vuelta en Rogliano , yy decia
á Assunta :
-Consuélate, hermana mia , Israel ha muerto ;
pero le he vengado.
343
Entonces me pidió la esplicacion de estas palabras,
y le conté lodo lo que habia sucedido.
- Giovanni , me dijo Assunta , tu debias haber
traido ese niño áquien hubiéramos servido de padres,
le habriamos llamado Benedetto , y en favor de esa
buena accion , Dios nos hubiera bendecido .
Pusé en sus manos sin responderle la mitad del
pañal que habia conservado con el objeto de hacer
reclamar el niño si algun dia llegábamos á ser ricos.
-Y con qué letras estaba marcado ese pañal? pre
guntó Monte-Cristo .
Con una H y con una N debajo de una diadema
de baron .
-Creo , Dios me perdone, que os servís de tér
mino de blason : señor Bertuccio ! donde diablos ha
beis hecho vuestros estudios heráldicos !
Estando á vuestro servicio , señor conde, donde
todo se aprende.
- Continuad , porque estoy ansioso de saber dos
cosas .
-
Cuálés señor conde ?
- Primero que se hizo del niño ; no me habeis
dicho que era un niño, señor Bertuccio ?
No , escelencia no me acuerdo haberos dicho
nada de eso .
- Ah ! creí haber oido....... me habré engañado
pues.
-No os habeis engañado porque efectivamen
te era un niño ; pero vuestra escelencia desearia,
ségun me dijo , saber dos cosas ; cuál es la se
gunda ? camera
344
- La segunda es de que crimen fuisteis acusado
cuando pedisleis un confesor , y el abate Busoni fué
á veros á la prision de Nimes?
- Y si es muy larga esa relacion ?
- Qué importa. ? á penas son las diez , bien sabeis
>

que yo no duermo , y supongo que lampoco vos ten


dréis muchas ganas de hacerlo .
Berluccio se inclinó , y prosiguió su narracion.
- Ya para arrojar de mi imaginacion los recuer
dos que me perseguian , ya para ayudar a las necesi
dades de la pobre viuda , me dediqué , con ardor al
oficio de contrabandista .
Las costas del Mediodia estaban muy mal guarda
das , á causa de los contínuos movimientos de los que
eran la mas frecuente escena, ya en Avignon , ya en
Nimes, ya en Uzés , y nos aprovechamos de esta es
pecie de tregua que nos concedia el gobierno. Des
pues del asesinato de mi hermano en las calles de
Nimes , no habia entrado mas en esta ciudad , de lo
2

que resultó que el posadero, con el cual haciamos


nuestros negocios , viendo que no queriamos bus
carle nos buscó él á nosotros , y fundó una posada
en el camino de Bellaguarda á Belcaire , con el nom
bre de la posada del puente de Gard. Así teníamos ,
ya sea en Aguasmuertas , ya en Martignes , ó en
Bouc , una docena de casas donde depositábamos
nuestras mercancías , y donde , en caso de necesidad ,
hallábamos un refugio contra los aduaneros y los
gendarmes. Este oficio de contrabandista es muy lu
cralivo , cuando se aplica a él cierta intelijencia
>

acompañada de algun valor ; y como yo vivia en las


345
montañas, inspirábanme dobles temores los gendar
mes y aduaneros , pues reflecsionaba con razon que
toda presentacion delante de jueces podia producir
una pesquisa , y esta pesquisa es siempre una escur
sion de lo pasado, en el cual se ocultaban delitos de
mas consecuencia que el de hallarme algunos cigar
ros de contrabando , ó barriles de aguardiente circu
lando sin pagar derechos . Por esta razon , prefiriendo
mil veces la muerle á un arresto , hacia bazañas
asombrosas, las que , mas de una vez , me probaron
que el tener lanto cuidado con el cuerpo, es el único
obstáculo que se opone al buen éxito de aquellos pro
yectos que necesitan una decision rápida y una eje
cucion vigorosa y determinada. Asi una vez hecho
el sacrificio de la vida , nos diferenciamos de los otros
hombres , ó mas bien los otros hombres son diferen
tes de nosotros y una vez lomada esta resolucion ,
siente uno aumentarse sus fuerzas y agrandarse el
horizonte de su porvenir.
- Tambien filosofais, señor Berluccio ? interrum
pió el conde ; ya veo que de todo sabeis un poco.
Pero señor conde...
- No , no : solamente advierto que es hora muy
>

avanzada las diez de la noche para pararse en filo


sofar , y esta es la única observacion que tengo que
haceros, atendido a que la encuentro exacla , lo que
no sepuededecir de todas las filosofías.
- Mientras mas estensas eran mis correrias , mas
utilidades y ganancias me producian , y siendo Assun
la el ama de casa , nuestra pequeña fortuna se iba
>

aumentando. Un dia que yo partía para una de mis


-
346
correríasme dijo: a tu vuelta te preparo una sorpresa .
La interrogue inulilmente , porque nada quiso de
cirme y parti.
La correria duró mas de seis semanas lasque em
pleamos en cargar aceite en Lucques y tomar algodo
nes ingleses en Livuruz ; nuestro desembarque se
hizo sin ningun acontecimiento contrario viendo rea
lizados nuestros beneficios , y volviendo mas gozosos
que nunca.
Al entrar en casa , el primer objeto que llamó mi
atencion fué en el sitio mas descubierto del cuarto de
Assunta , en una cuna suntuosa , relativamente al
resto de la habitacion , un niño de siete á ocho mest:s .
Arrojé un grito de alegria.
Los únicos momentos de tristeza que habia espe
rimentado desde que asesiné al procurador del rey ,
habian sido causados por el abandono de ese niño ;
porque lo que es remordimientos por el asesinaloja
más tuvo ninguno cabida en mi corazon .
Nada se habia escapado a la penetracion de la
pobre Assnala, porque aprovechándose de mi ausen
cia, con la mitad del pañal, - habiendo escrito para
no olvidarlo el dia y la hora en que fué depositado
el niño en elhospicio , - habia partido á París don
de habiéndole reclamado , no la pusieron ninguna
dificultad , y el niño le fué entregado. Ab i no pue
>

do menos de deciros , señor conde , que al ver á


>

aquella pobre criatura dormir tranquilamente en su


cuna , se me enterneció el corazon , y no pude re
primir algunas lágrimas que involuntariamete bro
taron de mis ojos.
347 -

- Assunta , exclamé, eres una buena mujer , y


la Providencia bendecirá tan buena accion .
Lo que acabais de decir es mas eventual que
vuestra filosofia , dijo Monte -Cristo , aunque ya me
hago cargo de que todo consiste en la fé.
- Qué quereis ? repuso Bertuccio ; yo no sospe
chaba que este niño habia de ser el ejecutor de la
venganza del cielo ; pero nunca se declaró lan pron
to una naluraleza mas perversa , siendo así que no
se podia decir que estuviese mal educado , porque
mi hermana le trataba con las mismas atenciones
que si fuera un príncipe ; y habiais de haberlo visto
con su fisonomia encantadora , sus rasgados ojos de
azul claro , escepluando sus cabellos , de un rubio
muy vivo , que daban a su fisonomía un carácter
estraño , que aumentaba el brillo de su mirada y
la malicia de su sonrisa. Es forzoso confesar que la
dulzura de su madre animó sus primeras inclina
ciones; y el pobre niño , por quien mi pobre her
mana iba al mercado de la ciudad , distante á cua
>

tro ó cinco leguas de allí , para comprarle las pri


meras y mejores futas y los dulces mas delicados ,
despreciaba por las naranjas de Palma las con
servas de Genés , y le eran mas sabrosas las cas
tañas robadas á su señor , que las que tenia áa su
disposicion en nuestro jardin cuyas manzanas des
preciaba por la circunstancia de no ser ajenas.
Un dia cuando apenastenia Benedetto cinco ó seis
años , nuestro vecino Basilio , que siguiendo las pu
ras y sencillas costumbres de nuestro pais , no en
cerraba ni su dinero ni sus joyas, - indiscrecion que
348
no condenará su escelencia que sabe muy bien que en
Córcega no hay ladrones;-se nos quejó amargamen
te de que habia desaparecido un luis de su bolsillo,
y viendo que todos estaban en la creencia de que se
equivocaba , dijo con seriedad que estaba bien se
guro de que le faltaba. Este dia Benedetto faltaba de
casa desde por la mañana , y estábamos con mucha
inquietud cuando muy entrada la noche le vinos
venir con un mono que se habia encontrado , segun
él decia , encadenado al pie de un árbol. Hacia un
mes que impelido por susincesantes caprichos , no
çesaba de pensar en un mono ; y este obstinado de
seo nació con la aparicion en Rogliano de un ba
telero que tenia muchos de estos animales .
-No se crian monos en nuestros bosques , le dije
>

yo , y menos encadenados : confiésame pues como


este ha venido a parar a tus manos.
Benedetto sostuvo su mentira , acompañándola de
tan verosímiles pormenores que hacian mas honor
á su imaginacion que a su veracidad , pero aunque
me enojé , el se echó á reir ; y habiéndole amena
nazado se retiró dos pasos.
-Tu no puedes pegarme, dijo , pues no tiene
derecho á hacerlo quien no es mi padre.
Nunca hemos podido saber quien le reveló tan fa
tal secreto , que con tanto cuidado le habíamos ocul
tado ; y os lo confieso , esta respuesta en la cual el
muchacho se revelaba abiertamente , casi llegó á
inspirarme espanto , por cuya razon mi brazo le
vanlado volvió a caer sin tocar al culpable , el mu
chacho triunfó y dió tantas creces esta vicloria á su
349 -

audacia , que desde entonces todo el dinero de


Assunta , cuyo amor hacia él parecia aumentarse á
medida que era menos digno de él , se vió Trans
formado en necios caprichos. Durante mi perma
nencia en Rogliano , las cosas marcharon bastante
bien ; pero á penas hube partido y Benedetto quedó
dueño de la casa , cuando empezó a ir de inal en
peor ; porque á penas contaba once años escasos >

cuando ya habia elejido para amigos á los jóvenes


de ocho á veinte años que en Bastia guardaban la
conducta mas depravada, dando lugar á que por al
gunos incidentes , la justicia nos avisase repetidas
veces .
Yo estaba asustado :: cualquier informe podia te
ner funestas consecuencias; casualmente pronto me
iba a ver obligado á salir de Córcega para una es
pedicion importante , y despues de largas reflexio
nes y con el presentimiento de evitar grandes des
gracias , me decidi á llevar conmigo á Benedetto ,
porque creia que la vida laboriosa y ajitada del
contrabandista , y la disciplina severa del Norte ,
cambiarian su carácter dispuesto á corromperse , si
ya no lo estaba completamente .
Llamé con este objeto á Benedetto á parte y le
hice la proposicion de seguirme, adornando esta
proposicion con todas las brillantes promesas que
pueden seducir á un niño de doce años.
Me escuchó al parecer con atencion mientras ha
blé, y á penas hube acabado , solló una carcajada
>

diciendo :
- Os habeis vuelto loco , tio ? dijo , porque este
-
350
era el nombre que me daba cuando estaba de buen
humor ; que cambié la vida que llevo con la que vos
llevais , mi escelente holgazanería por el horrible
trabajo que os teneis impuesto ? Me convidais à pa
sar la noche al frio , el dia al calor , á ocultarme
sin cesar, á recibir tiros sin cuento ; y lodo esto por
ganar un miserable puñado de dinero ? Dinero ten
go yo cuanto quiero , porque madre Assunta me dá
todo lo que le pido ; y no dejareis de conocer , que
seria un imbécil si aceptase vuestra propuesta. Ab
sorto me dejó tanta audacia y tan altiva contesta
cion , y mas aun al verle seguir jugando con sus
camaradas , áa quienes me mostraba con bulliciosa
>

mofa como á un idiota.


-Oh ! niño encantador ! murmuró Monte -Cristo .
-Si hubiese sido mio , respondió Berluccio , si
-

hubiese sido mi hijo , si tan solo hubiese sido mi so


brino , yo le hubiera correjido sus vicios, pero el re
cordar que habia sido el asesino de su padre, me ha
cia imposible toda correccion ; me contenté con dar
buenos consejos a mi hermana , que siempre lomaba
la defensa del desgraciado ; mas cuando me confesó
que muchas veces le habian fallado sumas conside
rables, le indiqué un sitio donde podia ocultar nues
tro pequeño tesoro. Respecto á mí , mi resolucion
estaba tomada. Benedetto sabia leer , escribir y con
tar con perfeccion , porque uno de los rasgos que
le caracterizaban era que si por casualidad queria
dedicarse al trabajo , aprendia en un dia lo que
los otros aprendian en una semana : por eso mi re
solucion estaba tomada. Pensando emplearle de se
351
cretario en algun buque , queria , sin avisarle , ha
cerle venir conmigo una mañana y trasportarlo á
bordo ; de este modo , recomendándole al capitan,
todo su porvenir dependia de él .
Dispuesto este plan, que me pareció escelente
parli para Francia.
Todas nuestras operaciones debian ejecutarse esta
vez en el golfo de Lion donde eran cada vez mas
difíciles , en atencion á que estábamos en 1829 ,
época en que la tranquilidad reinaba por dó quier,
y en la que por consiguiente el servicio de las cos
tas estaba mas regularizado y mas severo que nunca.
Esta vigilancia habia aumentado momentaneamente
por motivo de la feria de Belcaire que habia princi
piado .
Hicimos nuestra primera operacion sin ningun
tropiezo y despues de amarrar nuestra barca que
tenia un doble fondo , en el que ocultábamos nues-
tras mercancías de contrabando en medio de una
multitud de bateles que llenaban las dos orillas
del Ródano desde Belcaire hasta Arlés , llegamos á
la feria , empezamos a descargar nuestrasmercan
>

cías prohibidas , y á hacerlas pasar por medio de


las personas que estaban en relaciones con noso
tros , ó de posaderos , en cuya casa las íbamos de
positando. Ora fuese que felices éxitos anteriores nos
hubiesen hecho imprudentes , ora que estabiése
>

mos traidoramente vendidos , una tarde , á las cin


co y media , cuando comenzábamos nueslros tra
bajos, uno de nuestros espías llegó sudoroso y lle
no de torbacion anunciándonos que habia vislo un
352
grupo de aduaneros , que se dirijian hacia aquel la
do. No era precisamenle el grupo el que nos asus
taba ; sino que en aquellas circunstancias, como me
dida de precaucion , compañías enteras rondaban por
las orillas del Ródano , sitio que cautelosamente
escojian segun decia el muchacho para no ser vis
tas. En un instante estuvimos sobre pié ; pero ya
era muy tarde , nuestra barca que era sin duda el
blanco de las pesquisas , estaba rodeada , y confun
didos entre los aduaneros ví á algunos gendarmes,
gente que me inspiraban tanta cobardía como va
lor me despertaba el verme frente á frente con
cualquier otro cuerpo militar ; por lo que descendí
á la sentina y deslizándome por una tronera , me>

dejé caer en el rio , y nadando entre dos aguas , y


no pudiendo respirar sino á largos intervalos , sin
ser visto llegué al canal que se dirije desde Belcai
re basta Aguasmuertas. Segura creí mi salvacion
luego que llegué allí , porque podia seguir sin ser
visto este canal. No era por casualidad y sin pre
meditacion el preferir este camino para mi fuga ,
pues ya he hablado á vuestra escelencia de un
posadero de Nimes que habia establecido una posa
da en el camino real de Bellaguarda á Belcaire.
-Si, dijo Monte -Cristo , lo tengo presente ; ese
hombre era lambien , si mal no me acuerdo , vuestro (
asociado .
- Asi es , respondió Bertuccio ; pero pasados que
fueron de siete ú ocho años, cedió su establecimiento
á un antiguo sastre de Marsella que , despues de ha
berse arruinado en su oficio , quiso probar fortuna en
>
353
olro ; y como las relaciones que teniamos con el pri
mero siguieron con el segundo , creí hallar en su casa
el asilo que buscaba.
- Y como se llamaba ese hombre ? preguntó el
conde que parecia volver á oir con interés la relacion
de Bertuccio.
- Su nombre era Gaspar Caderousse, estaba casa
-

do con una mujer del pueblo de la Carconta á quien


nosotros no conociamos por otro nombre que por el
de su pueblo : era una pobre mujer atacada de una
penosa enfermedad que la empujaba insensiblemen-.
te al sepulcro : en cuanto a él , era un hombre robus
to de cuarenta y cinco años , y que mas de una vez
nos habia dado en circunstancias apuradas relevantes
pruebas de constancia yу de valor.
--Y decis, preguntó Monte -Cristo , que estas cosas
pasaban en el año...
Mil ochocientos veinte y nueve , señor conde.
>

-En qué mes ?


-

-En el mes de junio.


Al principio ó al fin ?
- El tres por la noche,
-Ahl dijo Monte-Cristo, el tres de junio de 1829 ..
Podeis continúar.
-Caderousse era pues quien tenia que darme esta
vez asilo, y recordando que por lo regular no entra
bamos en su casa por la puerta que daba al cami
no , creí prudente no alterar las costumbres; sallé el
vallado del jardin , me deslizé al través de los olivos
y de las higueras , y tomé alegremente posesion de
una especie de caramanchon donde mas de una vez
-
334
habia pasado la noche tan bien como en la mejor ca
ma ; no sin lemer que Caderousse tuviera en su posa
da algun viajero. Un tabique de tablas, separadas un
poco las unas de las otras , hechas casi con el objeto
de ver desde alli el momento mas oportuno de pre
sentarnos , separaba á este caramanchon de la sala
comun situada en el piso bajo.
Mi intencion era , sí Caderousse estaba solo , avi
sarle mi llegada, cenar con él aprovecharme de la
tempestad que se preparaba para llegar a las orillas
del Ródano, y asegurarme del fin que habia tenido
la barcabyy los que la montaban . Tomé posesion, pues,
de mi aposento y me alegré no haber dado la se
ñal , pues en el mismo momento ví á Caderousse en
trar en su casa con un desconocido.
Me agazape alli y esperé , no con la intencion de
sorprender los secretos de mi huésped , sino porque
no podia hacer otra cosa ; y ademas porque mas de
diez veces habia sucedido ya un caso semejante.
El hombre que acompañaba á Caderouse era sin
duda extrangero en el Mediodia de la Francia : era
uno de esos negociantes que vienen a vender joyas á
la feria de Belcaire, y que , durante el mes que dura
esta feria , en la cual reunen mercaderes de todas las
partes de Europa, hacen algunas veces negocios de
ciento cincuenta mil francos.
Caderousse entró con precipitacion y el primero.
Al ver la sala vacia como de costumbre guardada
solo por su perro, llamó a su mujer.
-Ola ! ... Carconta , dijo ; el buen sacerdote no nos
-

habia engañado ; el diamante era bueno.


355 -

Oyóse una esclamacion de alegría y casi al mismo


tiempo la escalera crujió bajo un peso vacilante y pe
sado .
- Qué es lo que dices ? preguntó mas palida que
una muerla .
-Digo que el diamante era bueno ; que aqui
lienes al señor , uno de los primeros joyeros de Pa
ris , quien nos dá por él cincuenta mil francos. Sola
>

mente me ecsije , para estar mas seguro de que el dia


mante es nuestro , que le cuente , como acabo de ha
>

cerlo de que manera vino á nuestras manos. Mientras


tanto , caballero, sentaos, si guslais , y como el
tiempo está algo caloroso , os voy a traer algo con
que refrescar.
El joyero examinó con atencion el interior de la
posada y la visible pobreza de los que iban a vender
le un diamante digno de un príncipe.
- Cortad , señora , dijo, queriendo sin duda apro
vecharse de la ausencia de su marido para que nin
guna señal de parte de este influyese en la muger ,
y para ver si entrambas relaciones estaban acordes
la una con la otra .
-Oh ! Dios mio ! dijo la mujer con volubilidad ,
es una bendicion del cielo que estábamos muy lejos
de esperar. Imaginaos , caballero, que mi marido
tuvo relaciones en 1814 ó 1815 con un marino , lla
>

mado Edmundo Dantés , que era un pobre mucha


cho á quien Caderousse habia olvidado completamen
te , pero no le ha olvidado él , porque le ha dejado
al morir el diamante que acabais de ver.
- Pero como llegó á ser poseedor de ese diaman
356
te ? preguntó el joyero. Le tenia cuando entró en la
prision ?
-No señor , respondió la mujer , pero en la pri
sion trabó conocimiento con un inglés muy rico , y
como cayó enfermo su compañero de prision y Dan
lés le cuidó como si hubiese sido su hermano, el in
glés, al salir de la carcel, dejó al pobre Dantés
que menos feliz que él , murió en la prision , este
diamante que nos legó a su vez al morir, y que pa
ra que llegase con mas seguridad á nuestras manos
entregó al digno abate que esta mañana ha venido á
cumplir fielmente su comision .
- Bien; las dos historias son iguales murmuró el
joyero ; y al cabo , bien puede ser verdad aunque
parezca inverosimil á primera vista. Solo resta
convenirnos en el precio , con el cual no estoy de
acuerdo .
-

- Como ! dijo Caderousse , creia que habriais


consentido en el precio que yo pedia.
-

-Es decir , replicó el joyero , que yo be ofreci


>

do cuarenta mil francos.


-
Cuarenta mil i esclamó la Carconta ; no le da
remos por ese precio. El abate nos ha dicho que va
liacincuenta francos.
mil
- Y cómo se llama ese abale ? preguntó el infati
-

gable joyero .
- El abale Busoni.
- Era un estranjero !
-Era un italiano de los alrededores de Mantua ,
segun tengo entendido.
-Enseñadme ese diamante , repuso el joyero , 2
357
véalo yo por segunda vez , porque a veces se juzga
mal de las piedras á primera vista.
Caderousse sacó de su bolsillo un estuchito ne
gro, lo abrió y lo pasó al joyero, quien a la vista del
diamante que era casi tan grueso como una nuez
pequeñita, me acuerdo como si lo estuviese viendo,
advirtió quelos ojos de la Carconta brillaban de co
dicia.
• Y vos , señor Bertuccio, qué opinion formabais
de todo eso ? preguntó Monte -Crislo, dabais crédito
á esa fábula ?
-Sí , escelencia , yo no pensaba que Caderousse
fuese un mal hombre , y le creia incapaz de haber
cometido un crimen ó un robo .
Eso hace mas honor á vuestro corazon que á
vuestra esperiencia , señor Bertuccio ; habiais cono
cido á ese Edmundo Dantés de quien hablabais ?
- No , escelencia , jamás habia oido hablar de él
hasta entonces , y solo otra vez volví á oir lamentar
>

se de esto al abate Busoni , cuando le ví en la cár


cel de Nimes.
- - Bien , continuad .
Tomó el platero la sortija de manos de Cade
rousse , sacó de su bolsillo una pinza de acero y dos
balanzas de cobre , despues separando el cerco de
>

oro que sujetaba la piedra en la sortija , bizo salir


el diamante de su engarce y lo pesó minuciosamen
le en las balanzas.
Daré hasta cuarenta y cinco mil francos , dijo,
pero no daré un ochavo mas ; porque estando segu
TOMO II . 41
358

ro de que este era el valor del diamante , no he to


mado de casa mas que esla suma.
-Oh ! eso no importa , dijo Caderousse, yo vol
veré con vos á Belcaire por los otros cinco mil.
- No, dijo el platero devolviendo el anillo y el
diamante á Caderousse : no , eso no vale mas , y
aun ya siento haber ofrecido esa suma , consideran
do que tiene la piedra un defecto que no habia
visto ; pero no importa , no tengo mas que una pa
labra , he dicho cuarenta y cinco mil francos y no
me desdigo.
- Al menos volved á colocar el diamante en la
sortija, dijo la Carconta con aspereza.
-Justo es , dijo el platero ; y volvió á engarzar
la piedra .
-Bueno , bueno , bueno , dijo Caderousse me
tiendo el estuche en el bolsillo , á otro se lo vende
remos .

-Si , replicó el platero; pero otro no hará lo que


>

yo , otro no se contentará con los informes que me


>

habeis dado ; porque como no es natural que un


hombre como vos tenga un diamante de cuarenta y
cinco mil francos, yo avisaré á los magistrados que
tendrán cuidado de buscar al abate Busoni ; y como
los abates que dan diamantes de dos mil luises son
raros , la justicia empezará por enviaros á la cár
cel , donde si sois reconocido inocente , no os quita
>

reis tres o cuatro meses de encierro; despues de cuyo


tiempo os dirán que se ha perdido la sortija , ó bien
>

os darán una piedra falsa que solo valdrá Ires fran


cos en lugar de un diamante que vale cincuenta mil.
359
Caderousse y su mujer se interrogaron con una
mirada.
---No , dijo Caderousse , no somos tan ricos para
poder perder asi como asi cinco mil francos.
Como querais , amigo mio , sin embargo , co
mo veis , habia traido buena moneda , dijo el plate
ro sacando de uno de sus bolsillos un puñado de oro
que hizo brillar á los deslumbrados ojos del posade
ro , y del otro un paquete de billetes de banco.
Un rudo combate sufria en aquel momento Cade
rousse ; parecíale un sueño que aquel estuchito que
daba vueltas en su mano pudiese corresponder a la
enorme suma que fascinaba sus ojos.
Volvióse hacia su mujer , y la dijo en voz baja :
Qué piensas tú ?
--Dáselo , dáselo , dijo ella ; si vuelve á Bel
caire sin el diamante , nos denunciará ; y segun
él dice , quien sabe si podremos encontrar al abate
>

Busoni .
-Pues bien ! no hablemos mas , dijo Caderousse,
tomad el diamante por cuarenta y cinco mil fran
cos ; pero mi mujer quiere una cadena de oro , y yo
un par de hebillas de plata.
El platero sacó de su bolsillo una cajita de plata
larga y aplastada que contenia muchos objetos delos
que habian pedido.
- Tomad ,dijo , acabemos de una vez , elegid.
La mujer eligió una cadena de oro que podria va
ler cinco luises, y el marido un par de hebillas de
>

plala de unos quince francos.


--- Espero que no os quejarcis ? dijo el plalero.
'
360
-El abate habia dicho que valia cincuenta mil
francos , murmuró sordamente Caderousse.
- Vamos ! vamos ! Sois un hombre estraño y
descontentadizo , replicó el joyero sacándole el dia
mante de las manos ; os doy cuarenta y cinco mil
francos, dos mil quinientas libras de renta , es de
cir , una fortuna como yo quisiera tenerla , y aun no
estais contento !
-
- Y los cuarenta y cinco mil fancos dónde están ?
preguntó Caderousse con voz ronca ; veámos , donde
están ?
- Aquí , dijo el platero.
Y contó sobre la mesa quince mil francos en oro
y treinta mil en billetes de banco.
- Esperad á que encienda la lámpara , dijo la
Carconta , porque ya no se ve muy bien y nos po
driamos engañar.
Era asi en efecto , porque una noche sombría ha
bia tendido sus alas durante esta discusion , y hacia
una hora que amagaba una tempestad , que sorda
mente y á lo lejos dejaba oir el trueno ; pero ni el
platero , ni Caderousse, ni la Carconta parecian ocu
parse de ello , poseidos como estaban los tres de
una diabólica avaricia.
Yo tambien esperimentaba una estraña fascina
cion a la vista de todo aquel oro y de los billetes :
creia soñar , y como sucede en un sueño , me sentia
clavado en el sitio donde estaba .
Caderousse contó y volvió a contar el oro y los bi
lletes , despues los entregó á su mujer que los contó
y volvió a contar a su vez , y durante este tiempo el
361
1 plalero hacia brillar el diamanle que á la luz de la
lámpara , arrojaba resplandores que le bacian olvi
I dar los que , precursores de la tempestad , comen
zaban á inflamar las ventanas.
-Y bien ! está la cuenta cabal ? preguntó el
platero .
-

-Sí , dijo Caderousse , dame la cartera y busca


un saco , Carconta .
La Carconta se dirijió á un armario , y volvió con
una vieja cartera de cuero de la cual sacaron algunas
cartas grasientas, las que estraidas dieron cabida á
los billetes de banco , y un saco que conlenia dos ó
tres escudos de seis libras, que probablemente com
ponian toda la fortuna del miserable matrimonio ,
donde pusieron los quince mil francos.
Ea I dijo Caderousse , aunque nos hayais deja
do sin una docena de mil francos tal vez , queréis
cenar con nosotros? os lo ofrezco con buena voluntad .
-Gracias , dijo el platero , debe ser tarde y es
preciso que vuelva á Belcaire , mi mujer estaria in
.

quieta. Despues sacando su reloj : diantre 1 esclamó,


son las nueve , y tardaré tres horas en ir á Belcai
re. Adios , amigos mios , si viene por aqui un nuevo
>

abale Busoni , no me olvideis.


Dentro de ocho dias ya no estareis en Belcaire,
dijo Caderousse , puesto que la feria concluye la se
mana que viene.
-No , pero eso no importa ; escribidme à Paris :
al señor Joanés, Palais -Royal, número 45 ; y haré
espresamente un viaje si vale la pena.
De repente un trueno espantoso bramó seguido
1
362
de un relámpago deslumbrador y violento , entre
cuyos fulgores se apagó la lámpara.
-Oh ! oh I dijo Caderousse , vais à partir con
ese tiempo ?
-Yo no temo á los truenos , dijo el platero.
C

- Y á los ladrones ? preguntó la Carconla. Aho


ra durante la feria no está el camino muy seguro.
-Oh ! en cuanto a los ladrones , dijo Joannes,
>

estoy preparado contra ellos.


Y sacó de su bolsillo un par de pistolas cargadas
hasta la boca.
-- He aquí , dijo un par de cachorros qne ladran
y muerden al mismo tiempo : los tengo destinados
para los dos primeros que tengan ganas de poseer
vuestro diamante , tio Caderousse .
Caderousse y su mujer cambiaron una mirada
sombría en la que dejaban entrever que al mismo
tiempo habian tenido algun terrible pensamiento.
Entonces , buen viaje i dijo Caderousse.
>

-Gracias, contestó el platero que tomando el


baston partió ; pero apenas abrió la puerta , cuando
una bocanada de viento entró por ella violentamente,
y poco faltó para que de nuevo apagase la lámpara.
Oh I dijo ; vaya un tiempo que va a hacerl co
mo que no será nada agradable caminar ahora dos
leguas por despoblado.
-Quedaos dijo Caderousse ; aquí dormireis.
-Sí , quedaos , dijo la Carconta con voz temblo
rosa ; os cuidaremos mucho.
- No , es preciso que vaya a dormir á Belcaire.
>

Adios.
363
Caderousse llegóse lentamente hasta el umbral.
- No se vé el cielo ni la tierra , dijo el platero ya
fuera de la casa ; sigo la derecha ó la izquierda ?
La derecha , dijo Caderousse , no os podeis per
der , el camino está limitado por árboles á entram
bos lados.
- Bueno , ya estoy , dijo la voz cuyo eco se ha
bia perdido casi á lo lejos entre los rujidos de la
tempestad.
Cierra la puerta 1 dijo la Carconta , no me gusta
la puerta abierta cuando truena.
Y cuando hay dinero en la casa , no es ver
>

dad ? respondió Caderousse dando dos vueltas á la


cerradura.
Entró , se dirijió al armario , retiró el saco y la
carlera , y ambos se pusieron a volver á contar por
tercera vez su oro y sus billetes.
Jamás he visto una espresion semejante á la de
aquellos dos rostros que iluminaba la pálida luz de
la lámpara , en medio de su frenética codicia , y aun
>

recuerdo a la mujer que estaba odiosa , porque el


temblor febril que la animaba generalmente se habia
aumentado , su rostro se habia vuelto livido , y sus
ojos hundidos brillaban en el fondo de sus órbilas.
- Para qué , preguntó ella con voz sorda , le
ofrecisleis que se quedase aquí a dormir ?
Oh ! respondió Caderousse estremeciéndose ,
para ..... para que no luviese la molestia de volver
á Belcaire.
-Ah ! dijo la mujer con una espresion imposible
de pintar , yo creia que era para otra cosa.
364
Mujer ! mujer ! esclamó Caderousse , por qué
tienes lales ideas ? y por qué al tenerlas no las callas ?
-Es igual , dijo la Carconta despues de un ing
-

tante de silencio ; tú no eres hombrel


-
Cómo ! esclamó Caderousse.
-Si tú hubieses sido hombre , no hubiera salido
>

de aquí.
- Mujer !
.

Ó bien no habria llegado á Belcaire.


-Mujer !
- El camino hace un recodo , el cual seguirá sin
duda mientras que junto al canal bay olro camino
mucho mas corio.
- Mujer , tú ofendes á Dios. Mira , escucha.....
>

El ronco estampido de un espantoso trueno oyóse


efectivamente al mismo tiempo que un relámpago
azulado inflamaba toda la sala , y un rayo descen
diendo en rápidas oscilaciones , pareció alejarse con
sentimiento de la casa maldita.
- Jesus 1! dijo la Carconta santiguándose.
En el mismo instante y en medio del silencioso
terror que sucede generalmente á la lormenia , se
oyó llamar precipitadamente á la puerta, á cuyo rui
do Caderousse y su mujer se estremecieron y se mi
raron espantados.
Quién vá ? esclamó Caderousse levantándose
y reuniendo en un monton que cubrió con ambas
manos el oro y los billetes esparcidos sobre la mesa .
Yo 1 dijo una voz .
-Quién sois vos ?
Eh ! Qué diantre ! Joannés , el platero !
373

Después corrió al armario de donde sacó sus bi


lletes y su oro que colocó los unos en el bolsillo de
su pantalon y el otro en los de su chaquela , lomó
dos ó tres camisas y lanzándose hacia la puerta ,
desapareció entre la oscuridad. Entonces lo con
prendí lodo claramente ; y echándome en cara lo
que había pasado como si yo hubiese sido el ver
dadero culpable , me pareció oir gemidos ; pensaba
que podia el desgraciado platero no haber muerto ,
que tal vez estaba en mi mano , socorriéndole , re
>

parar una parte del mal que no habia hecho , pe


ro que habia dejado hacer , y apoyando mi es
palda contra una de aquellas tablas lan mal uni
das que me separaban de la sala superior , todas
cedieron y me encontré dentro de la casa.
Cojí la lámpara , me lanzé á la escalera donde
un cuerpo la alravesaba é impedia el paso , era
el cadáver de la Carconta porque él pistoletazo que
yo habia oido habia sido disparado á ella ; lenia
la garganta atravesada de parte á parle , y ademas
de su doble herida que desangraba á borbotones ,
vomitaba sangre por la boca .
Estaba enteramente muerta.
Dí un salto por encima de su cuerpo y pasé ; pe
ro el cuarto ofrecia el aspecto del mas espantoso
desórden. Dos o tres muebles rodaban por el sue
lo ; arrastraban por el pavimento las sábanas a las
cuales se habia asido el infeliz platero , cuyo cadá
ver tendido , con la cabeza apoyada contra la pa
>

red , nadaba en un mar de sangre que salia de


>

tres anchas heridas recibidas en el pecho.


TOMO II . 42
374 C

En la cuarta habia quedado un largo cuchillo de


cocina , del que no se veia mas que el mango ; to
mé la segunda pistola , que no se habia disparado,
sin duda porque la pólvora se habia mojado y me
acerqué al platero ; efectivamente no estaba muer
to ; al ruido que hice, al ruido de las tablas rotas so
bre todo, abrió los ojos, qne fijó un momento en mí,
movió los labios como si quisiese hablar , y espiró.
>

Este espantoso espectáculo me dejó casi insensa


to ; y viendo que ya no podia socorrer a nadie , no
esperimenlaba mas necesidad que la de huir , y
me precipité á la escalera , arrojando un grito de
terror ; en la sala interior habia cinco ó seis adua
neros y dos o tres gendarmes que se apoderaron
de mí ; yo no opuse ninguna resistencia , no era
dueño de mis sentidos ; procuré hablar , y solo pu
de lanzar algunos quejidos inarticulados.
Vi tan solo que los aduaneros y gendarmes me
señalaban con el dedo ; a su vez me miré tambien,
y estaba cubierto de sangre. Aquella lluvia tibia y
abundante que habia sentido caer sobre mí al tra
vés de los escalones de la escalera , era la sangre de
la Carconta .
Yo enlonces mostré con el dedo el lugar donde
estaba oculto.
-Que quiere decir ? preguntó un gendarme.
Un aduanero fué á ver lo que era.
-Quiere decir que ha pasado por aquí, res
pondió.
Y mostró el agujero por donde efectivamente ha
bia yo pasado.
C
375
Comprendí entonces que me tomaban por el ase
sino ; recobré mi voz , recobré mis abalidas fuer
zas , me desembaracé de las manos de los dos hom
bres que me sujetaban , exclamando : No he sido
yol no he sido yo !
Dos gendarmes me apuntaron con sus carabinas.
Si te mueves , ron , es muerto .
- Pero , exclamé , os repilo que no he sido yo !
-Eso lo dirás á los jueces de Nimes , respon
dieron. Entretanto , síguenos , y si quieres seguir
nuestro consejo , no hagas resistencia ninguna. Cier
tamente que no era esta mi intencion porque esta
ba aniquilado por el asombro y por el terror . Me
pusieron grillos , me ataron á la cola de un caballo ,
y me condujeron á Nimes.
Habia sido seguido por un aduanero que habién
dome perdido de vista en los alrededores de la ca
sa , sospechó que pasaria allí la noche , y. fué á avi
sar á sus compañeros que llegaron por mi desgracia
en el momento en que sonó el pistoletazo y cuando
recaian sobre mi todas laspruebas de culpabilidad ;
de modo que al momento comprendí que lo difícil
me seria reconocer mi inocencia.
Así, pues , lo primero que pedí al juez de ing
truccion fué que buscase por todas partes un cierta
abate Busoni , que la mañana de aquel triste dia se
habia detenido en la posada del puente de Gard ;
si Caderousse habia inventado una bistoria , si el
abate no existia , sin remedio era perdido , á me
nos que Caderousse no fuese preso tambien y todo
lo confesase.
376
Dos meses pasaron , durante los cuales , debo de
cir en alabanza de mi juez que se hicieron lodas
las pesquisas posibles para hallar al abate que yo
deseaba ver ; pero ya habia perdido toda esperan
za , y Caderousse no habia sido preso . Iba á ser juz
gado en la primera sesion , cuando el 8 de setiembre,
es decir , tres meses y cinco dias despues del acon
tecimiento >, el abate Busoni, á quien yo ya no espe
paba, se presentó en la cárcel diciendo que habia
en Marsella sabido que un preso deseaba hablarle ,
y que se apresuraba á complacerme.
Ya podeis figuraros con qué afan le recibí; le
conté todo lo que habia presenciado , la historia
del diamante que como yo esperaba , era verdadera,
y como yo menos pensaba creyó lodo lo que le dije.
Entonces fué cua do arrastrado por su dulce cari
dad >, reconociendo que no ignoraba las cos!umbres
de mi pais , pensando que el perdon del único crímen
que habia cometido podia venir tal vez de sus labios
tan caritativos, le conté , bajo el sello de la confe
>

sion , la aventura de Auteuil con todos sus pormeno


rés , de modo que lo que yo habia hecho por arreba
to obtuvo el mismo resultado que si hubiese sido he
cho por cálculo : la confesion de mi primer asesina
to que yo no estaba obligado á confesarle le probó
que no habia cometido el segundo , y se separó de
mi encargándome que esperase , y prometiéndome
hacer todo lo que estuviese en su poder para conven
cer á mis jueces de mi inocencia.
Pronto conoci que en efecto se habia ocupado de
mí , cuando ví dulcificarse gradualmente miprision,
>
365 -

- Qué tall no decias tú antes , replicó la Car


conta con una sonrisa infernal , que yo ofendia á
Dios ? .... pues mira , el mismo Dios nos le envia !
Caderousse cayó pálido y desfallecido sobre su si
lla ; pero la Carconla , al contrario , se levantó y
llegándose á la puerta con paso firme , la abrió.
Entrad , querido señor Joannés , dijo ella.
- Á fe mia i dijo el platero empapado en agua y
sacudiéndose , que parece que el diablo no quiere
que vuelva á Belcaire esta noche , y ya que me ha
beis ofrecido hospitalidad , la acepto , y vuelvo á
dormir en vuestra casa.
Caderousse murmuró algunas palabras enjugando
el sudor que inundaba su frente , y la Carconta cerró
cuidadosamente y con llave la puerta que acababa
de dar paso al platero .

TOMO II . 43
.
367

6.

LA LLUVIA DE SANGRE .

AzIl entrar ,,el platero arrojó una mirada interro


gadora á su alrededor, pero nada parecia inspirarle
sospechas porque Caderousse tenia siempre su oro y
sus billetes entre sus manos , y Carconta se mostraba
risueña con su huésped lo mas placenteramente que
podia.
- Ah ! ahl dijo el platero , parece que temiais
2

no haber contado bien , estabais repasando vuestro


tesoro despues de mi partida ?
368
- No , dijo Caderousse , pero el acontecimiento
que nos ba hecho poseedores de él es tan inesperado.
que á penas podemos darle crédilo, y cuando no te
nemos a la vista la prueba material , creemos soñar.
>

El platero se sonrió.
- Teneis viajeros en vuestra posada ? preguntó.
-No >, respondió Caderousse , no duerme aquí
nadie ; estamos muy cerca de la ciudad para que na
die se detenga en ella.

- Entonces voy á incomodaros horriblemente !


- Incomodarnos / vos ? oh I no lo creais.
- Veamos , donde me pondréis ?
En el cuarto de arriba .
-Que tal vez es el vuestro ?
- Ohi no imporla , tenemos una segunda cama
en la pieza que está al lado de csa .
Caderousse miró a su mujer con asombro y el pla
lero se acercó á calentarse junto á un poco de lum
bre que habia encendido la Carconta en la chimenea
para secar a su huésped .
Durante esle tiempo , colocaba sobre una esquina
de la mesa donde habia estendido una servilleta, los
restos de una cena , la cual acompañó de dos o tres
huevos frescos , y Caderousse encerrando de nuevo
los billetes en su cartera , su oro en saco y todo en
el armario , se paseaba por la sala , sombrío y pen
sativo , levantando de cuando en cuando la cabeza
para mirar al platero que estába fumando delante
del hogar, y que a medida que se secaba de un lado
>

se volvia del otro .


- Aquí! dijo la Carconta , colocando una bole
>
369
lla de vino sobre la mesa ; cuando querais cenar lo
do está preparado.
- Y vos ? preguntó Joannés.
-Yo no cenaré , respondió Caderousse.
>

- Hemos comido tarde, se apresuró á decir la


Carconta.
- Es decir que voy a cenar solo ? dijo el platero.
- Nosotros tendremos el gusto de serviros , dijo
>

la Carconta con una amabilidad que no le era ha


bitual ni aun con los huéspedes que pagaban : en
cuanto á Caderousse lanzaba sobre ella una mirada
rápida como un relámpago.
La tempestad continuaba.
Ois ? ois ? dijo la Carconta , bien habeis hecho,
>

á fé mia , en volver.
-
- Lo cual no impide, dijo el platero , que si du
rante micena se aplaca ese temporal , me vuelva á
>

poner en camino.
-
- Ese es el mistral , dijo Caderousse arrojando
un suspiro ; y meparece que lo tenemos basta ma
ñana .
-Oh ! tanto peor para los que esten-fuera , dijo
el platero sentándose á la mesa .
-Si replicó la Carconta , mala noche pasarán.
La Carconta prodigaba los mas solícitos cuidados
al platero que empezó á cenar , y si el platero la hu
biese conocido de antemano , tal cambio le hubiera
asombrado , y no hubiera dejado de inspirarle te
mores: Caderousse no pronunciaba una palabra
seguia paseando y parecia vacilar aun en mirar á
su huesped.
370
Cuando se hubo terminado la cena , Caderousse
fué el mismo a abrir la puerta.
-Creo que calma la tempestad , dijo.
Pero al mismo tiempo , como para desmentirle,
un trueno terrible hizo temblar la casa desde sus
cimientos , y una bocanada de viento mezclada de
lluvia entró y apagó la lámpara.
Caderousse volvió a cerrar la puerta ; su mujer
encendió un cabo de vela en la moribunda hoguera,
– Mirad , dijo al platero , debeis estar fatigado ,
os he puesto sábanas limpias en la cama , subid
pues á acostaros y dormid bien .
Joannés se quedó aun un instante para asegurar
se de que el huracan no se calmaba , y cuando se
cercioró de que el trueno y la lluvia crecian con
siderablemente , dió a sus huéspedes las buenas no
ches y subió la escalera .
Pasaba por encima de mi cabeza , y yo senlia
crujir cada escalon bajo sus pasos que seguia la
Carconla con miradas ávidas , mientras que por el
contrario Caderousse le volvió la espalda sin mi
rarle ; pero todos estos pormenores que recordé des
pues de algun tiempo , no me chocaron en el mo
mento en que los presenciaba , porque nada era para
mi mas natural que lo que estaba pasando , y esceplo
la historia del diamante que parecia un poco inve
rosimil , todo lo encontraba fundado.
Así , pues , como estaba estenuado de fatiga , re
solví dormir algunas horas yУ alejarme a media no
che.
Yo sentia en la pieza de encima al platero bacer
371 -

todas las disposiciones para pasar mejor la noche y


bien pronto su cama crujió bajo su cuerpo , porque
acababa de acostarse.
A impulso de un dulce sueño doblabánse mis
párpados á pesar mio ; como no habia concebido nin
guna sospecha , no intenté luchar contra el sueño ,
v arrojé una última mirada a la cocina. Sentado
sobre uno de esos bancos de madera , que en las po
sadas de aldea reemplazan á las sillas , estaba Ca-,
>

derousse al lado de una larga mesa ; me volvia laes


palda , de suerte que no podia ver su fisonomía , la
>

que no hubiera podido ver aun cuando hubiese es


tado en la posicion contraria , porque tenia la ca
beza sepultada entre sus dos manos.
La Carconta le miró algun tiempo ; se encojió de
hombros y fué á sentarse delante de él ; pero en
este momenlo la moribunda llama encendió un mon
ton de leña seca que antes olvidára ; un resplandor
mas vivo iluminó aquel sombrío cuadro y la Car
conta que tenia sus ojos fijos en su marido, como este
permanecia en la misma posicion , estendió un bra
zo hacia él y tocó con su descarnada mano su aba
tida frente .
Caderousse se estremeció y me pareció que la
mujer movia los lábios , pero sea que hablase ba
jo , ó que mis sentidos estuviesen embotados por el
sueño , sus palabras , si las pronunció , no llegaron
á mis oidos , porque todo lo veia al través de una
densa niebla , y con esa duda precursora del sue
ño , durante la cual se cree comenzar a soñar. En
fin , mis ojos se cerraron y quedé completamente
372

dormido ; pero en lo mas profundo de mi sueño ,


disperté al estruendo de un pistoletazo seguido de
un grilo terrible .
Algunos pasos vacilantes resonaron sobre el pa
vimento del cuarto y una masa inerte fué á rodar
hasta la escalera , casualmente encima de mi ca
beza ; aun no era yo dueño de mí. Llegaban á
mis oidos lastimeros gemidos , muchos gritos aho
gados como los que acompañan á una lucha , y un
último grito, mas prolongado que los demás , y
que se trocó en gemido , me sacó completamente de
mi letargo ; entonces me levanté apoyado en un bra
zo, y al abrir perezosamente mis ojos que nada dis
tinguieron en medio de las tinieblas , llevé las ma
nos a la frente , sobre la que me parecia que gotea
ba a través de las rendijas de la escalera una llu
via tibia y abundante ; el mayor silencio habia
sucedido á este espantoso ruido. Oí los pasos de un
hombre que andaba sobre la pieza que estaba so
bre mi cabeza ; sus pies hicieron crujir la escale
ra , el hombre descendió a la sala inferior , se acer
có á la chimenea y encendió una luz.
Era Caderousse. Su rostro estaba pálido , su ca
misa ensangrentada , y á penas hubo encendido el
cabo de la vela , subió rápidamente la escalera :
entonces oí de nuevo sus rápidos y vacilantes pasos.
Pasado un instante volvió a bajar : llevaba en la
mano el estuche , y asegurándose de que el dia
mante estaba dentro >, buscó un instante en cual
de sus bolsillos le guardaria , pero no hallando bas
tante seguridad en el bolsillo , lo lió en su pañuelo
encarnado que se ato al cuello.
377
y cuando supe que iban aá reunir el tribunal para
juzgar , en cuyo intervalo , la providencia permi
lió que Caderousse fuese preso en el estranjero, con
ducido á Francia confesándolo todo y culpando á su
mujer de haberlo pensado y de haberle instigado, de
modo que fué condenado á un presidio perpetuo , y
yo fuí puesto en libertad .
-

Y entonces , dijo Monte -Cristo , fue cuando os


presentasteis en mi casa con una carta del abate
Busoni ?
-
Sí, escelencia , tomó por mi un interés que no
)

puedo olvidar vuestro estado de contrabandista os


vá á perder, me dijo , si salis de aquí , dejádlo.
- Pero , padre mio , como quereis que viva y
mantenga con decencia á mi pobre hermana ?
- Uno de mis penitentes, me respondió , me ama
sobremanera , y me ha encargado que le busque un
hombre de confianza . Quereis ser vos ese hombre? os
dirigiré á él .
Oh padre mio, esclamé , cuanla bondad !
Pero me jurais que no tendré nunca que arre
pentirme?
Entonces estendí la mano con solemnidad y quise
jurar.
- Es inútil , dijo, conozco y amo á los corsos , to
mad mi recomendacion .
Y escribió algunos renglones que yo os entregué,
y por los cuales vuestra escelencia tuvo la bondad
de tomarme á su servicio . Ahora , lo pregunto con
orgullo á vuestra escelencia, ha tenido nunca alguna
queja de mí ? ..,
TOMO II . 44
378

- No respondió el conde, y confieso con placer


que sois un buen servidor, Bertuccio, aunque sois po
co amigo de confianzas ajenas.
- Yol señor conde.
- Si , vos. Cómo es que teneis una hermana y un
hijo adoplivo, y nunca me habeis hablado ni del uno
>

ni del otro ?
--- Ay ! escelencia , es que aun me queda por con
taros la parte mas triste de mi vida. Partí á Córce
ga , porque tenia muchos deseos de ver y de consolar
á mipobrehermana ; pero cuando llegué á Rogliano
hallé la casa vacía y una escena espantosa de la cual
conservan aun memoria los vecinos habia llenado de
consternacion la comarca : mi pobre hermana, se
gun mis consejos, resistia á las exijencias de Bene
detto que queria le diese á cada instante el dinero
quehabia en la casa , pero una mañana la amenazó
y desapareció durante todo el dia. La pobre Assunta
lloró porque tenia para el infame un corazon de ma
dre, y cuando llegó la noche, le esperó sin acostarse.
A las once entró con dos de sus amigos, compañeros
>

te todas sus locuras , y con maternal cariño Assunta


le tendia los brazos, cuando se apoderaron de ella ,
y uno de los tres , creo que fué ese infernal Benedel
>

to , dijo :
Señores , seria bueno darla tormento para ver
si nos dice donde tiene el dinero .
Casualmente el vecino Basilio estaba en Bastia ,
en cuya casa se hallaba sola su mujer que podia ver y
oir lo que pasaba en casa de mi hermana; dos delu
vieron a la pobre Assunta , que no pudiendo creer
379
en la posibilidad de tal crímen , se sonreía ; el ter
cero fué á barricar puertas y ventanas yy reuniéndose ,
al volver , con los otros dos , ahogaron los gritos que
el terror la arrancaba ante estos preparativos mas
graves , acercaron los pies de Assunta al brasero pa
ra ver si al impnlso del dolor lograban arrancarla el
secreto de nuestro pequeño tesoro ; pero en medio
de la lucha prendió el brasero fuego á sus vestidos,
y para no quemarse con ellos, soltaron á la pobre
paciente que con sus vestidos inflamados corrió a la
puerta que halló por desgracia cerrada y se lanzó
hacia la ventana que estaba barricada. Entonces la
vecina oyó gritos espantosos de Assunta que pedia
socorro, oyó que se ahogaba su voz, que los gritos se
trocaron en gemidos , y al dia siguiente, despues de
una noche de terror y de angustias, cuando la mu
jer de Basilio se atrevió a salir de su casa y mando
abrir la puerta de nuestra casa por el juez , encon
traron a Assunta medio quemada , pero respirando
aun , y los armarios abiertos , de los que el dinero
habia desaparecido.
En cuanto á Benedetto, salió de Rogliano para no
>

volver á él jamás: despues de este dia no le he vuel


to á ver y tampoco he oido hablar de él , porque ha
biendo sabido estas noticias , prosiguió Bertuccio ,
me decidi á presentarme á vuestra escelencia. No
tenia que hablaros de Benedetto , puesto que habia
desaparecido, ni de mi hermana , puesto que habia
muerto .
-Y qué habeis pensado de ese acontecimiento ?
preguntó Monte -Cristo.
380
Que era el castigo del crímen que habia come
tido , respondió Bertuccio. Ab ! esos Villefort son
una raza maldita .
- Lo creo , murmuró el conde con acento lúgu
bre .
- Y ahora , replicó Bertuccio , vuestra escelen
cia comprenderá como esta casa que no he visto ha
ce tanto tiempo , este jardin donde me he encontrado
de repente , y este silio donde he malado á un bom
>

bre , han podido causarme las sombrias emociones ,


cuyo origen habeis querido saber , porque al fin yo
no estoy seguro de que aqui, delante de mi , no esté
>

enterrado el señor de Villefort en la fosa que el mis


mo cavó para su hijo.
- En efecto , todo es posible, dijo Monte - Cristo
>

levantándose del banco donde estaba sentado ; aun


cuando , añadió mas bajo, el procurador del rey no
haya muerto. El abate Bussoni ha hecho bien en envia
ros á mi , habeis hecho muy bien en contarme vues
tra historia , porque ya no tendré malos pensamien
tos respecto a este negocio. En cuanto a ese Benedetto
tan infamemente desagradecido , no habeis procura
>

do saber su paradero , ni lo que habrá sido de él ?


- Jamás ; porque si hubiese sabido donde estaba,
en vez de ir a buscarle , hubiera huido de él como de
un monstruo ; pero felizmente , jamás he oido hablar
de él y espero que habrá muerto.
-No lo espereis, Bertuccio , dijo el conde : los
malos no mueren tan facilmente porque Dios parece
protejerlos para hacerlos instrumentos de sus ven
ganzas .
381 -

Bien ! sea , dijo Berluccio. El único favor que


pido únicamente al cielo es no volverle á ver jamás.
Abora , continuó el mayordomo bajando la cabeza ,
todo lo sabeis, señor conde : sois mi juez en la tierra
como Dios lo será en el cielo, no me direis alguna
palabra de consuelo ?
Teneis razon , en efecto , y puedo deciros lo que
os diria el abate Bussoni. Ese á quien habeis dado
muerte, ese Villefort merecia un castigo por lo que
á vos os habia hecho y tal vez por otra cosa , y Be
nedetto, si vive , servirá como os he dicho para al
guna venganza divina , despues de la que recibirá su
justo castigo. En cuanto á vos , en verdad , no leneis
que echaros en cara mas que una cosa ; no os habeis
preguntado jamás porqué habiendo salvado la vida
á ese niño , no le devolvisteis á su madre ? En eso veo
yo vuestro crimen , Berluccio.
-Si señor; en eso falté y ese es el verdadero crí
men , porquehe obrado muy mal en eso , porque una
vez devuelta la vida alniño , no tenia que hacer mas
que devolvérselo á su madre ; pero para eso tenia
que hacer pesquisas , llamar la atencion , entregar
>

me tal vez y tenia miedo a la muerle ; deseaba la vi


da por mi amor propio de salir victorioso de una
venganza ; y luego despues, tal vez deseaba la vida
por el natural apego que tenemos a la vida. Ohl yo
po soy tan valiente como mi hermano !
Berluccio ocultó su rostro entre sus manos , y
Monte-Cristo fijó sobre él una larga é indefinible
mirada , despues de un instante de silencio , mas $0
>

lemne aun por la hora y el sitio en que se hallaban.


382
-Paralerminar debidamente esta conferencia que
será la última sobre estas aventuras >, señor Bertuc
cio , dijo el conde con un acento de melancolía que no
le era habitual ; conservad bien en la memoria estas
palabras que varias veces heoido pronunciar al aba
te Bussoni : todo mal tiene dos remedios, el tiempo
y el secreto. Ahora , señor Berluccio , dejadme pa
>

sear un instante por este jardin, y lo que tanto os


afecta á vos , actor de esa terrible escena,
> será para
mi una sensacion casi dulce y que dará doble precio
á esta propiedad. Los arboles ,señor Bertuccio , solo
gustan porque hacen sombra , y la sombra causa mu
cho placer porque está llena de fantasmas y visiones .
Coneste objeto compré un jardin creyendo comprar
un simple huertecillo rodeado de cuatro tapias y na
da mas ; pero de repente este huertecillo se trueca
en un jardin lleno de fantasmas que no están en el
contrato... abora pues, me gustan las fantasmas ;
pero nunca he oido decir que los muertos hayan he
cho en seis mil años tanto daño como los vivos en un
solo dia. Volved a casa , señor Berluccio , y dormid
en paz , que si vuestro confesor en el momento su
premo es menos indulgente que lo fué el abate Buso
ni , mandadme llamar, si aun existo en el mundo, y >

os diré palabras que mecerán dulcemente vuestra


alma enel momento en que esté pronta áa ponerse en
camino para emprender ese enojoso viaje que llaman
la eternidad .
Bertuccio se inclinó respetuosamente ante el con
de, y se alejó suspirando , Monte - Cristo se quedó
-
383
solo , y dando cuatro pasos hacia adelante , mur
muró :
- Aquí, junto aá ese plátano , la fosa donde fué
depositado el niño : allí abajo la puertecita por la
cual se entraba al jardin , en aquel ángulo la esca
>

lera oculta que conduce á la alcoba. No creo tener


necesidad de escribir esto en mi cartera , porque
aqui tengo á mi vista , a mi alrededor , á mis piés,
>

todo el plan en relieve.


Y el conde, despues de dar una última vuelta por
el jardin , fue a buscar su carruaje. Bertuccio que
>

le veia pensativo , subió sin decir nada sobre el pes


cante al lado del cochero que dirijió el carruaje via
de Paris. Aquella misma noche , cuando llegó á la
>

casa de los Campos Eliseos , el conde de Monte -Cris


to visitó toda la habitacion como hubiera podido ha
cerlo un hombre familiarizado con ella despues de
muchos años ; ni una sola vez abrió una puerta por
otra , y no siguió ni una escalera ni un corredor que
no le condujese donde queria ir.
Alí le acompañaba en esta revista nocturna , en
la que el conde dió á Bertuccio muchas órdenes pa
ra el adorno ó la nueva distribucion de las habita
ciones , y sacando su reloj, dijo alnegro :
- Son las once y media , Haydée no puede tar
dar en llegar. Habeis mandado avisar á las cama
reras francesas ?
Estendió Alí por única respuesta la mano hacia
la habitacion destinada a la bella griega , y que es
taba de tal modo aislada que ocultando la puerta
detrás de una colgadura, se podia visitar toda la ca
384
sa sin sospechar que hubiese allí un salon y dos
cuarios habitados. Ali , repetimos , eslendió la ma
no hacia la habitacion , señaló el número tres con
los dedos de su mano izquierda , y sobre la palma
de esta misma mano , apoyando su cabeza , cerró
los puños .
- Ah ! dijo Monte -Cristo acostumbrado a este len
guaje , son tres y esperan en la alcoba , no es ver
dad ?
-Sí , espresó Ali bajando la cabeza .
- La señora estará fatigada esta noche , conti
nuó Monte- Cristo , y sin duda querrá dormir ; que
no la importunen para que hable , que las camare
ras francesas se contenten con saludar á su nueva
señora y retirarse ; y estareis en vela , para que la
criada griega no se comuniqne con las camareras
francesas.
Ali se inclinó , y pasados algunos momentos se
oyó dar voces como de contraseña ó llamada á la
reja , esta se abrió , un carruaje rodó por la calle de
árboles y se paró delante de la escalera. El conde
bajó de su cuarto para recibir a la persona que sa
lia del carruaje , y dió la mano á una jóven envuel
ta en una especie de capuchon de seda verde borda
do de oro que la cubria la cabeza. La jóven tomó la
mano que la presentaban , la besó con cierto amor
mezclado de respecto , y trocáronse algunas pala
bras llenas de ternura de parte de la joven y rebo
sando una dulce gravedad de parte del conde de
Monte -Cristo : precedida entonces de Ali , que lle
vaba una antorcha de cera de color de rosa , la jó
385
ven , en quien reconoceremos a la bella griega, com
pañera ordinaria de Monte -Cristo en Italia, fue con
ducida á su habitacion , del cual salió poco despues
>

el conde para retirarse al pabellon que le estaba re


servado.
A las doce y media de la noche todas las luces es
taban apagadas en la casa , y hubiérase podido. creer
que todos dormian.
5.2 ";BRANDS

Git
387
MOMOM 8m

Wewewewewe Wow W.WRW We

7.

EL CRÉDITO ILIMITADO .

SBRIAN las dos de la tarde del dia siguiente cuando


una carretela tirada por tres magníficos caballos in
gleses , se paró delante de la puerta del palacio de
Monte-Cristo ; un hombre vestido con frac azul , bo
tones de seda del mismo color, chaleco blanco ador
nado de una enorme cadena de oro , y pantalon co
lor de nuez , con unos cabellos tan negros y peina
dos , arreglados de modo que descendian tanto so
bre las cejas , que se hubiera podido dudar si eran
naturales , advirtiendo la poca armonía que guar
388
daban con las arrugas inferiores que no podian ocul
tar ; un hombre en fin de cincuenta á cincuenta y
cinco años y á guisa de aparentar cuarenta , asomó
su cabeza por la ventanilla de su carretela , sobre
cuya portezuela estaba pintada una corona de ba
ron , y mandó á su lacayo que preguntase al porle
ro si estaba en casa el conde de Monte-Cristo .
Mientras tanto , este hombre contemplaba el este
rior de la casa, lo que se podia distinguir del jardin ,
la librea de algunos criados que iban y venian de
un lado á otro , con una atencion tan minuciosa que
rayaba en impertinencia : su mirada era viva , pe
ro astuta , sus lábios eran tan delgados que mas bien
que salir , entraban en su boca , y lo prominente de
los pómulos , señal infalible de astucia , y su frente
>

achatada , se aunaba para imprimir un carácter ca


>

si repugnante á la fisonomía de este personaje , muy


recomendable á los ojos del vulgo por sus magnífi
cos caballos , por el enorme diamante que llevaba
en su camisa , y por la cinta encarnada que se es
tendia de un ojal á otro de su frac .
El lacayo llamó á los cristales del cuarto del por
tero y preguntó:
Cristo ?
- Vive aquí el señor conde de Monte
-

- Aquivive S. E. , respondió el portero , pero ...


y consultó á Alí con una mirada.
Ali hizo una seña negativa .
-Pero qué ?... preguntó el lacayo.
-Pero S. E. no está visible, respondió el portero.
En este caso , lomad la targeta de mi amo , el
señor conde Danglárs que procurareis llegue á las
389

manos del conde de Monte -Cristo á quien diréis que


al ir a la cámara , mi amo se ha detenido para te
ner el honor de visitarle.
Yo no hablo a S. E. , dijo el portero: su ayuda
>

de cámara desempeñará la comision .


El lacayo se volvió al carruaje.
- Y bien ? preguntó Danglárs.
El lacayo, bastante avergonzado de la leccion que
habia recibido , repitió a su amo la respuesta del
portero.
-Oh ! dijo Danglárs, es algun príncipe ese ca
ballero para que le llamen escelencia y para que so
lo su ayuda de cámara pueda hablarle ? No impor
ta ; puesto que tiene un crédito contra mí , será me
nester que yo le vea cuando quiera dinero.
Y Danglárs se recostó en el fondo de su carruaje
gritando al cochero de modo que pudieran oirle del
otro lado del camino :
Á la cámara de los diputados!
El conde de Monte -Cristo avisado oportunamente
y a través de una celosia de su pabellon , habia ob
servado al baron con la ayuda de unos escelentes an
teojos, con nomenos importuna y minuciosa atencion
que laque el señor Danglárs habia empleado en exa
minar la casa , el jardin y las libreas.
.
- Bien claramente se deja ver , dijo con un gesto
de disgusto haciendo entrar los tubos de sus anteojos
en las fundas de marfil ,que es una criatura bien fea
ese hombre ; cómo se reconoce en él á primera vista
á la serpiente de frente achatada , y al buitre de crá
neo redondo y prominente !
390
Ali ! grito dando un golpe sobre su timbre.
Alí se presentó.
- Llamad á Bertuccio.
Al mismo tiempo entró Berluccio.
- Preguntaba por mí vuestra escelencia ? dijo
el mayordomo.
-Si señor , dijo el conde. Habeis visto los caba
llos que acaban de parar delante de mi puerta ?
-Seguramente , escelencial son hermosos!
- Y cómo es posible , dijo Monte - Cristo fruncien
do las cejas , que habiéndoos pedido los dos caballos
>

mas hermosos de Paris , vea en Paris otros dos tan


hermosos como los mios , sin estar en mi cuadra ?
Al fruncimiento de cejas y á la severa entonacion
de esta voz , Ali bajó la cabeza y palideció.
-No es culpa tuya , buen Ali , dijo en árabe el
conde con una dulzura que no se hubiera creido po
der encontrar ni en su voz ni en su rostro , porque
no entiendes mucho de caballos ingleses.
La serenidad volvió a las facciones de Ali.
-Señor conde, dijo Bertuccio , los caballos de
-

que me hablais no estaban de venta.


4

Monte-Cristo se encojió de hombros.


-Sabed , señor mayordomo , dijo , que a buena
>

ganancia , para lo mas precioso es facil encontrar


vendedores.
-El señor Danglárs los pagó á diez y seis mil
francos, señor conde.
- Pues bien , debiais haber ofrecido treinta y dos
mil ; es banquero y un banquero no desperdicia
nunca una ocasion de duplicar su capital.
391
Habla con formalidad el señor conde ? pregun
ló Berluccio .
El conde miró al mayordomo, asombrado de que
>

tuviese la osadia de preguntarle.


- Esta tarde , dijo , tengo que hacer una visita ;
quiero que esos dos caballos estén uncidos á mi car
ruaje con unos arneses nuevos.
Bertuccio se retiró saludando , y junto al dintel
de la puerta se paró.
- A qué hora , dijo , piensa hacer esa visita su
escelencia ?
Á las cinco , dijo Monte-Cristo.
— Haré observar á vuestra escelencia , replicó ti
midamenle el mayordomo , que ya son las dos.
-

- Lo sé , se contentó con responder Monte-Cris


to. Volviéndose despues bácia Alí :: Haced pasar to
dos los caballos por delante de la señora , dijo , á >

quien advertireis que escoja el tiro que mejor le con


venga , y que me mande decir si quiere comer con
migo , porque en ese caso se servirá la comida en su
habitacion . Marchaos , y cuando bajeis meenviareis
al ayuda de cámara .
Apenas habia desaparecido Alí , cuando entró el
ayuda de cámara.
– Señor Bautista , dijo el conde , hace un año
.

que estais á mi servicio y este es el tiempo de prueba


que yo impongo a mis criados : os aseguro que me
convenis .
Bautista se inclinó .
- Ahora resta saber si yo os convengo .
-Oh ! señor conde! se apresuró á decir Bautista .
392
- Dejadmeacabar , repuso el conde. Vos ganais
quinientos francos al año ; es decir, el sueldo de un
oficial que todos los dias arriesga su vida ; teneis
una mesa como la desearian muchos jefes de oficina,
infinitamente mas ocupados que vos, criados que
cuiden de vuestra ropa y de vuestros efectos ; y bien
podemos asegurar que ademas de vuestros quinien
los francos de sueldo , bien me robareis con las com
prasde mi locador y otras cosas ... olros quinientos
francos al año .
Oh I escelencia.....
-No me quejo de ello , señor Bautista ; porque
es muy justo , y por lo mismo no quiero ninguna
innovacion : en ninguna parte encontrariais un pues
to semejanle al que os ha dado la buena fortuna ;
porque ya babreis visto que jamás maltrato á mis
criados, no juro nunca , no me encolerizo , perdono
>

siempre un error , esceptuando un descuido o un ol


vido : mis órdenes son generalmente corlas , pero
claras y terminantes , porque mejor quiero repetir
las dos veces y aun tres , que verlas mal interpre
tadas : tengo las suficientes riquezas para saber todo
lo que quiero saber , y os prevengo que mi flaco es
la curiosidad ; y si yo supiese que vos habeis ha
blado bien o mal de mí , comentado mis acciones ,
procurado saber mi conducta , saldriais de mi casa
al instante , porque nunca advierto las cosas mas
que una vez. Ya estais enterado y podeis marcharos.
- A propósito , continuó el conde, olvidaba de
ciros que cada año separo cierla suma para mis
criados. Los que despido pierden forzosamente este
393

dinero , que recae en provecho de los que se que


dan , y que tendrán derecho á ella despues de mi
muerte;; considerando que hace un año que eslais
en mi casa , vuestra fortuna ba empezado y os seria
prudente continuarla .
Eslas últimas palabras pronunciadas delante de
Ali que permanecia impasible porque no entendia
una palabra de francés, produjeron á Baulista un
efecto que comprenderán todos los que han estu
diado un poco la fisiologia del criado francés.
C
Procuraré conformarme en todo con los deseos
de vuestra escelencia , dijo ; por otra parte tomaré
por modelo al señor Ali .
-Oh I no , no , dijo el conde con una frialdad de
mármol , Ali tiene muchos defectos mezclados con
sus cualidades; no le tomeis por modelo porque Ali
es una escepcion ; no tiene sueldo , no es un criado,
es mi esclavo , es... mi perro ; perro que si faltase á
>

su deber , no le echaria de mi casa , porque lo ma


taria.
Bautista abrió unos ojos de á palmo.
-Lo dudais ? dijo Monte-Cristo .
Y las mismas palabras que acababa de decir en
francés á Bautista , repitió en árabe à Ali que las
escuchó , se sonrió , se acercó a su amo , hincó una
rodilla en tierra , y le besó respeluosamente la ma
no , cuya pantomima sirviéndole de leccion dejó su
mamente estupefacto á Bautista á quien él hizo una
seña de que saliese y á Alí de que le siguiese.
Ambos pasaron áá su gabinete, y allí estuvieron lar
go tiempo ; mas a las cinco , el conde dió tres gol
TOMO II. 43
394
pes sobre su timbre. Un golpe llamaba á Ali , dos á
Bautista , y tres á Bertuccio.
El mayordomo entró.
- Mis caballos 1 dijo Monte -Cristo.
- Están en el carruaje , escelencia , replicó Ber
tuccio. He de acompañar al señor conde ?
- No , elcochero , Bautista y Alí , nada mas.
El conde descendió y vió , uncidos a su carrua
je , los caballos que habia admirado por la maña
na en el carruaje de Danglárs.
Al pasar junto a ellos les dirigió una ojeada.
-- Ahora veo que son muy hermosos, dijo , y ha
2

beis becho bien en comprarlos , pero ha sido un po


co tarde.
Escelencia, dijo Bertuccio , mucho trabajo me
ha coslado poseerlos , y me han costado muy caros.
- Pierden por eso su hermosura los caballos ?
preguntó el conde encogiéndose de hombros.
- Vuestra escelencia está satisfecho , dijo Ber
tuccio , no hay mas que decir : dónde va vuestra es
celencia ?
- A la Chaussée d'Antin , á casa del baron Dan
-

glárs .
Esta conversacion pasaba en medio de la escale
ra. Bertuccio dió un paso para bajar primero.
- Esperad , dijo Monte -Cristo deteniéndole. Ne
cesito una tierra en las orillas del mar ,> en Norman
día,., por ejemplo , entre el Havre y Boloña. Ya veis
que os doy tiempo suficiente , pero seria necesario
que esta adquisicion tuviese un pequeño puerto ,
una pequeña bahía , donde pudiese entrar y poder
395
estar mi corbela , porqué el buque estará siempre
pronto á darse al mar á cualquier hora del dia o de
la noche que a mi me plazca hacer la señal. Os in
formareis en casa de todos los notarios , de una pro
>

piedad con las condiciones que os esplico , y cuan


do veais logrado el fruto de vuestras pesquisas iréis
á visitarla , y si os agrada la comprareis en vuestro
nombre. La corbeta debe estar en camino para Fe
camp , no es así ?
-La misma noche que salimos de Marsella , la ví
darse á la vela.
- Y el yate ?
-El yate tiene órden de permanecer en Marti
gues.
- Bien los entendereis de cuando en cuando con
los dos patrones que la mandan , a fin de que no se
duerman .
- Y en cuanto al barco de vapor.....
- El que está en Chalons ?
- -Si.
- Dareis las mismas órdenes que a los otros dos
buques.
Bien !
Luego que esa propiedad esté comprada , es
pero tener tiros preparados de diez en diez leguas,
en el camino del Norte y en el camino del Mediodia.
Vuestra escelencia puede descansar y contar
conmigo.
El conde hizo un movimiento de satisfaccion , ba
jó los escalones , subió a su carruaje, que , arras
>

trado al trole por el magnífico tiro , no sedetuvo si


396
no delante de la casa del banquero , que estaba pre
sidiendo una comision nombrada para un camino
de hierro , cuando le anunciaron la visita del con
de de Monte - Cristo . Por otra parte la sesion estaba
para cerrarse .
Al oir el nombre del conde , se levantó .
-Señores , dijo dirijiéndose á sus colegas , de
los cuales muchos eran respetables miembros de
una ú otra cámara ; perdonadme si os dejo así, pe
ro imaginaos que la casa Thomsson y French de
Roma , me dirije un cierto conde de Monte - Cristo ,
abriéndole en mi casa un crédito ilimitado , lo que
veis claramente que es la broma mas chistosa que
han hecho conmigo mis corresponsales del estranje
ro . Como es muy regular , esto me picó la curiosi
dad , y fuí esta mañana á casa del pretendido con
de , que si lo era verdaderamente ya os figurareis
que no podia ser tan rico . Se me respondió con or
gullo que el señor conde no estaba visible. Qué os
parece ? no son maneras de un príncipe ó de una
linda señorita las del conde de Monte - Cristo ? Por
otra parte , la casa situada en los campos Eliseos , y
que le pertenece , me ha parecido bastante bien . Pe
>

ro un crédito ilimitado , vayal añadió Danglárs


riendo con su astuta sonrisa , eso hace exijente al
banquero en cuya casa se abre el crédito y por lo
mismo tengo deseos de ver a nuestro hombre. No
saben aun con quien se las pegan ahl ah !
A penas hubo acabado estas palabras dichas con
un énfasis que binchó las narices del baron , se se
paró este de sus colegas y pasó á un salon tapizado
-
397
de salin con esculturas doradas , y del cual se ha
blaba mucho en la Chaussée de Antin .
Aquí mandó introducir al conde para deslum
brarlo al primer golpe ; pero el conde eslaba en
pié , contemplando algunas copias de Albano y del
Fattore , que habia hecho pasar el banquero por ori
ginales y que hacian mal contraste con los adornos
dorados y de diferentes colores del techo y de los án
gulos del salon .
Al ruido que hizo Danglárs al entrar , el conde
se volvió : Danglárs le saludó lijeramente con la ca
beza , y le hizo seña de que se sentase en un sillon
.

de madera dorado con forro de satin blanco borda


do de oro : el conde se sentó.
- Tengo el honor de hablar tal vez al señor de
Monte-Cristo ?
-Y yo, replicó el conde, al señor baron Danglárs,
caballero de la legion de honor , miembro de la cá
mara de los diputados ?
Monte - Cristo hacia la nomenclatura de todos los
títulos que habia leido en la tarjeta del baron que
conoció facilmente la pulla y se mordió los la
bios.
-Perdonadme caballero , dijo , si no os he dado
.

el título bajo el cual me habeis sido anunciado ;‫ ܪ‬pe


ro como sabeis muy bien , vivo en tiempo de un go
bierno popular , y soy un representante de los in
tereses del pueblo.
- Demodo , respondió Monte -Cristo , que conser
vando la costumbre de haceros llamar baron , ha
beis perdido la de llamar á los otros por sus títulos.
398

- Ah ! tampoco lo hago conmigo , respondió can


didamente Danglárs ; me han nombrado baron y
hecho caballero de la legion de bonor por algunos
servicios pero.....
-
-Pero habeis abdicado vuestros títulos como hi
cieron otras veces los señores de Montmorency y de
Lafayette ? Abi ese es un buen ejemplo , caballero.
-No tanto, replicó Danglárs embarazado , pero
ya comprendeis que por los criados.....
C

-Sí , sí , os llamais monseñor para los criados ,


para los periodistas, os llamais caballero , y para
los del pueblo ciudadano. Esas son medidas muy
aplicables al gobierno constitucional. Lo entiendo
perfectamente.
Danglárs se mordió los labios ; vió su inferioridad
en este terreno con respeto a Monte -Crislo , y pro
curo hacer volver la cuestion al terreno que le era
mas familiar.
- Señor conde , dijo inclinándose , he recibido
una carta de aviso de la casa Thomson y French .
-Oh ! señor baron , permilidme que os llame
como lo hacen vuestros criados : bien conozco que
es una mala costumbre que he adquirido en paises
donde justamente no hay barones porque aun no se
han creado ; pero es decir que no tendré necesidad
de presentarme en persona , cosa que es por demás
embarazosa . Deciais que habiais recibido una carta
de aviso !
-Sí , respondió Danglárs , pero os confieso que
no he comprendido bien el sentido.
Bah !
399
Y aun habia tenido el honor de ir á vuestra
casa para pediros esplicaciones.
Decid , señor baron , os escucho , y estoy dis
puesto á responderos.
- Esta carla , repuso Danglárs , creo que la ten
go aquí -y registró su bolsillo , -- sí , aquí está en
efecto . Esta carta abre al señor conde de Monte
Cristo un crédito ilimitado sobre mi casa .
Y bien I señor baron , que hay para vos de in
comprensible en eso ?
-Nada , caballero ; pero , la palabra ilimita
do.....
Pues bien 1 acaso esa palabra no es france
sa .... ? ya os podeis hacer cargo de que son anglo
alemanes los que la escriben .
-

Oh I si tal , caballero , y en cuanto a la sintaxis


no hay nada que decir , pero no sucede lo mismo en
punto á contabilidad .
Acaso la casa Thomson y French , preguntó
Monte -Cristo con el aire mas sencillo que pudo afec
tar , no está perfectamente segura , bajo vuestro
concepto , señor baron ? Diablo 1 esto me contraria
ria sobremanera , porque tengo algunos fondos co
locados en ella.....
- Oh..l completamente segura , respondió Dan
glárs con una sonrisa casi burlona ; pero el sentido
de la palabra ilimitado en punto á los negocios mer
cantiles , es tan vago ....
9

-Que casi es ilimitado , no quereis decir eso?


dijo Monte-Cristo.
-
Justamente , caballero , eso queria decir. Aho
400
ra , pues, una cosa vaga , se diferencia poco de la
.

duda , y segun dice un sabio es muy peligroso el


dudar.
-
- Lo cual significa , replicó Monte- Cristo , que
si la casa Thomsson y French está dispuesta á ha
cer locuras, no lo eslá á seguir su ejemplo la casa
Danglárs.
Cómo , señor conde ?
Sí , esto no admite duda : los señores Thomsson
y French hacen los negocios sin cifras ; pero el se
ñor Danglárs tiene un límite para los suyos ; lo que
dá á conocer que es un hombre prudente , como de
cia hace poco .
- Caballero I respondió orgullosamente el ban
quero , nadie ha contado aun lo que hay en mi caja .
-Entonces , dijo Monte-Cristo con frialdad , seré
> >

yo el primero segun veo ?


Quién os lo ha dicho ?
Las esplicaciones que me pedis , caballero , y
que distan muy poco de la indecision .
Danglárs se mordió los lábios , porque era la se
gunda vez que era vencido por aquel hombre , y so
bre un terreno que le era tan fácil , de tal modo
>

que su política irónica era afectada y casi rayaba


en impertinencia ; pero Monte Cristo , al contrario ,
se sonreia con gracia , y observaba silenciosamente
el despecho interior del banquero.
- En fin , caballero , dijo Danglárs despues de
un momento de silencio ; voy a ver si me hago en
tender suplicándoos que vos mismo fijeis la suma
que quereis se os entregue.
401

Pero , caballero , replicó Monle -Cristo , deci


>

dido á no perder una pulgada de terreno en la dis


cusion , si he pedido un crédito ilimitado sobre vos ,
es porque no sabia justamente que sumas necesitaba.
Pensó el banquero que habia por fin llegado el
momento oportuno para dar el golpe decisivo , y
recostándose en su sillon , dijo despues de haberse
sonreido con orgullo :
-Oh ! caballero , no tengais reparo en desear
porque pronto os convencereis de que el caudal de
la casa Danglárs , por limitado que sea , puede sa
>

lisfacer las mayores exigencias , y aunque pidieseis


un millon .....
- Cuanto ? preguntó Monte-Cristo.
- He dicho un millon , repitió Danglárs con el
aplomo de la tonteria .
- Un millon ! y que baria yo con un millon ? di
jo el conde. Pardiez I caballero , que si no hubiese
necesitado mas que un millon no me hubiera he
cho abrir en vuestra casa un crédito por semejante
miseria. Un millon ! yo siempre llevo un millon en
mi cartera ó en mi neceser de viaje.
Y Monte -Cristo sacó de un tarjetero dos billetes de
quinientos mil francos cada uno pagables al porta
dor sobre el tesoro.
Preciso era atacar de este modo á un hombre co
mo Danglárs ; el golpe hizo tanto efecto , que el
banquero se levantó estupefacto y abrió desmesura
damente sus ojos cuya púpila se dilató espantosa
mente .
- Vamos , confesadme con franqueza , dijo Mon
TOMO II. 46
402
te -Cristo , que desconfiais de la casa Thomson y
French ‫و‬, ‫ا‬y‫ ل‬nada mas. He previsto el caso , y aun
que poco entendedor en esta clase de asuntos, tomé
mis precauciones que vereis en estas otras dos car
tas semejantes a la que os está dirijida , la una de
casa Arestein y Eskeles de Viena sobre el señor ba
ron de Rothschild , la otra de la casa Baring de
Londres sobre el señor Laffite , y no teneis que decir
mas que una palabra , caballero , y os quitaré toda
>

preocupacion presentándome en una ó en otra de


estas dos casas .
Ya no habia que dudarlo , Danglárs estaba ven
cido ; abrió con un temblor visible la carta de Ale
mania y la carta de Londres que le presentaba con
el estremo de los dedos el conde , y comparó las fir
mas con una minuciosidad que rayaba en imperti
nencia.
-Oh ! caballero , aquí teneis tres firmas que va
len bastantes millones , dijo Danglárs. Tres crédi
tos ilimitados sobre nuestras tres casas. Os pido mil
perdones , señor ; pero al dejar mi natural, descon
fianza , no puedo menos de quedarme asombrado .
-Oh una casa como la vuestra no se asombra
con tanta facilidad , dijo Monte - Cristo con mucha
política ; es decir que podreis enviarme algun dine
ro , no es verdad ?
Hablad , señor conde; estoy á vuestras órdenes .
>
-

Pues bien ! replico Monte -Cristo , ahora que nos


entendemos... porque nos entendemos ya , no es así ?
>

Danglárs hizo un movimiento de cabeza afirma


tivo .
403
-Y ya no teneis la menor desconfianza ? conti
nuó Monte -Cristo .
-Oh ! señor conde , exclamó el banquero , jamás
la he tenido .
- Deseabais una prueba , nada mas. Pues bien !
repitió el conde , ahora que nos entendemos , ahora
que no teneis ninguna desconfianza , fijémos si os pa
rece una suma en general para el primer año .....
por ejemplo seis millones.
-
-Seis millones I exclamó Danglárs sofocado.
-Si necesito mas , repuso desdeñosamente Mon.
te Cristo buena prisa tendré de pediros mas ; pero
no pienso permanecer mas que un año en Francia ,
y durante este año no creo gastar mas que lo que
os he dicho..... en fin , allá veremos ..... Hacedme
el favor para empezar , de mandarme quinientos
mil francos mañana que estaré en casa hasta medio
dia ; y si por fortuna no estuviese , ya dejaré un re
cibo á mi mayordomo.
El dinero estará en vuestra casa mañana por
la mañana á las diez , señor conde , respondió Dan
glárs ; quereis oro , billetes de banco ó plata ?
-Oro y billetes por mitad .
Y el conde se levantó.
Debo confesaros una cosa .), señor conde , dijo
Danglárs á su vez ; creia tener noticia de todas las
mejores fortunas de Europa , y sin embargo os con
fieso que la vuestra me era enteramente desconoci
da, siendo así que me parece muy considerable : es
reciente ?
404 ___

- No señor , respondió Monte Cristo , al contra


> >

rio , es muy antigua , era secreto tesoro de familia


de quenadie podia disponer , y cuyos intereses acu
mulados triplicaron el capital ; pero como la época
fijada por el lestador concluyó hace algunos años
solamente , desde cuyo tiempo estoy disfrutandolo,
>

vuestra ignorancia respecto a este punto es muy na


tural ; por otra parte , dentro de algun tiempo la
conocereis mejor .
Y el conde acompañó eslas palabras con una de
aquellas sonrisas que tanto terror causaban á Franz
d'Epinay
- Con vuestros gustos y vuestras intenciones , ca
ballero , continuó Danglárs , vais a desplegar en la
capital un lujo que nos vá a oscurecer á nosotros
los pobres millonarios ; sin embargo , como me pa
receis bastante inteligente , pues al entrar mirabais
mis cuadros , me atreveré á pediros que me conce
dais un dia para enseñaros mi galería donde todos
son cuadros antiguos , porque yo no soy entusiasta
>

de la escuela moderna .
-
- Y haceis bien , caballero , porque todos tienen
un gran defecto , el de no haber tenido tiempo de
ser antiguos.
- Podré mostraros algunas estátuas de Thorwald
sen , de Bartolini, de Cánova ,todos artistas estranje
>

ros. Comoveis , yo no aprecio á los artistas franceses.


- Creo que les haceis una injusticia , caballero,
basta que sean vuestros compatriotas.
Pero todo esto lo dejaremos para mas tarde,
pues por hoy me contentaré, si lo permitis , con pre
405
senlaros á la señora baronesa Danglárs , y me dis
pensareis que me dé tanta prisa, señor conde, por :

que un cliente como vos debe considerarse como de .

la familia .
Monte -Cristo se inclinó dando a entender que acep
laba el honor que le hacia el banquero, que tiró de
la campanilla , y se presentó un lacayo vestido con
una librea cuajada de bordados.
- Está en su cuarto la señora baronesa? pregun
tó Danglárs.
-Si , señor baron , respondió el lacayo.
-Sola ?
- No , tiene visita .
- No será indiscrecion presentaros delante de al
guien señor conde ? no guardais incógnito ?
-No , señor baron , dijo sonriendo Monte -Cristo ;
de ningun modo.
- Y quién está con la señora ?... el señor Debray ?
eh ? preguntó Danglárs con una bondad que hizo
sonreir interiormente al conde de Monte -Cristo , in
formado ya de los secretos de familia del ban
quero.
-Si , señor baron , el señor Debray ; respondió
>

el lacayo.
Danglárs le mandó salir, y volvióse despues hacia
el conde de Monte-Cristo.
-E! señor Luciano Debray , dijo , esun antiguo
amigo nuestro , intimo secretario del ministro del
interior ; mi esposa , es la señorita de Servieres
viuda del coronel marqués de Nargonne.
No tengo el honor de conocer a la señora baro
406
nesa Danglárs , pero no diré lo mismo del señor Lu
ciano Debray .
Olal dijo Danglárs , donde le habeis conocido ?
- En casa del señor de Morcerf.
- Ah ! con qué conoceis al vizconde ? dijo Dan
glárs.
- Hemos estado junlos en Roma en la época del
carnaval.
-

Ah ! si, dijo Danglárs , be oido hablar de una


aventura singular con bandidos en unas ruinas de
donde salió milagrosamente, y fué una de las nove
dades que contó á mi mujer y á mi hija cuando re
gresó de Italia.
- La señora baronesa espera á estos señores, di
jo el lacayo asomándose á la puerta.
Paso delante de vos para mostraros el camino,
dijo Danglárs saludando .
-Y yo os sigo , dijo Monte -Cristo.
407

8.

EL TIRO DE CABALLOS TORDOS .

Mac
Lochashabitaciones, notables porsu fastuoso mal
gusto y suntuosidad recargada y fria , atravesó el
baron seguido del conde , hasta que llegó á un sa
lon perteneciente a las habitaciones de la señora
Danglárs; esta sala era octógona forrada de salin de
color de rosa y colgaduras de muselina de las Indias;
los sillones eran de madera antigua , dorados y for
rados de telas antiguas tambien ; en fin , dos lindos
pasteles en forma de medallon , on armonia con el
408

resto de la habitacion, hacian que esta estancia fue


se la única de la casa que tuviese algun carácter ;
aunque es forzoso advertir que no estaba incluida en
el plano general trazado por el señor Danglárs y su
arquitecto , una de las mejores y mas eminentes ce
lebridades del imperio , y cuyo adorno babia dis
puesto la baronesa en union con el señor Debray.
De modo que , el señor Danglárs, gran admirador
de lo antiguo , segun lo comprendia el directorio ,
despreciaba mucho esta coqueta sala , donde por
otra parte no era admitido sino escusaba su presen
cia el presentar algun amigo á la señora Danglárs,
cuya belleza podia aun ser citada á pesar de sus
treinta y seis años. Esta tocaba á la sazon su piano ,
mientras que Luciano Debray , sentado delante de
>

un velador , ojeaba un album .


Luciano habia ya en olras ocasiones contado á la
baronesa muchas cosas relativas al conde , pues ya
sabemos cuan admirados quedaron todos durante el
almuerzo en casa de Alberto , y cuanta impresion
dejó en el ánimo de los convidados el conde deMonte
Crislo ; impresion que aun no se habia borrado de la
imaginacion de Debray , como lo demostraban cla
ramente los informes que habia dado á la baronesa ,
cuya curiosidad escitada por los antiguos pormeno
res dados por Alberto de Morcerf y los recientes oi
dos de boca de Luciano , habia llegado a su colmo.
Así , pues , este arreglo de piano y de album no
era mas que una de esas escenas del mundo con las
cuales se cubren las mas fuertes preocupaciones ; la
baronesa recibió al señor Danglárs con una sonri
409
sa , con la cual no acostumbraba á halagarle nunca ;
el conde , recibió en cambio de su saludo, una amo
rosa , cuanto linda y graciosa reverencia ; mientras
>

Luciano por su parte , cambió con el conde un salu


do de medio conocimiento , y con Danglárs un ade
>

man de intimidad .
Señora baronesa , dijo Danglárs, permitid que
>

os presente al señor conde de Monte-Cristo , dirigido


á mí por uno de mis corresponsales de Roma con las
mayores recomendaciones ; de quien solo tengo que
deciros , que ha venido á Paris con la intencion de
permanecer un año en él , y de gastarse seis millo
nes durante este año; determinacion que promete
una série de bailes y de comidas, en las cuales espe
ro que el señor conde no nos olvidará , como tam
poco nosotros le olvidarémos en nuestras pequeñas
fiestas.
Aunque la presentacion fuese hecha con bastante
grosería, es una cosa lan rara que un hombre venga
à Paris á derrochar en un año la fortuna de un prin
cipe , que la señora Danglárs arrojó sobre el conde
una ojeada que no dejaba de espresar bastante in
terés.
Y cuando babeis llegado, caballero ?... pre
guntó la baronesa.
- Ayer por la mañana , señora .
-

-Y vendreis sin duda , segun vuestra costumbre ,


.

del fin del mundo.


-De Cádiz tan solo , señora .
Ohl venís en una estacion espantosa porque Pa
ris está detestable en el verano en que no bay bailes,
TOMO II .
410
ni reuniones ,> ni fiestas, en que la ópera italiana es
tá en Londres, la ópera francesa en todas partes , es
cepto en Paris, y en la que el teatro francés, no está
en ninguna parte. No nos queda para distraernos ,
mas que algunas desgraciadas corridas en el campo
de Marte y en Satory. Haréis correr , señor conde ?
-Yo señora , dijo el conde , baré todo lo que se
>

haga en Paris, si logro la ventura de encontrar quien


me enseñe las costumbres francesas.
Os gustan los caballos , señor conde ?
He pasado una parte de mi vida en Oriente , se
ñora, y sabreis muy bien que los orientales no aman
mas que dos cosas en el mundo , la nobleza de los
caballos, y la belleza de las mugeres..
-Ahl señor conde , dijo la baronesa sonriéndose ,
abeis hecho mal en anteponer los caballos a las
mujeres.
Ya veis, señora , como tenia mucha razon
cuando os dije hace un momento que deseaba un pre
ceptor , un amigo que me pudiese instruir en las cos
tumbres francesas .
Entró entonces la camarera favorita de la señora
Danglárs y acercándose á su señora , la dijo algu
nas palabras al oido.
La señora Danglárs palideció .
- Imposiblel dijo.
-Es la pura verdad , señora , respondió la cama
rera , podreis creerme con toda seguridad .
La baronesa se volvió bácia su marido.
-Quél señora ? preguntó Danglárs con notable
ajitacion .
411
Lo que medice mi camarera...
Y qué os dice ?
No lo sabéis ?
-Lo ignoro completamente.
Pues bien dice que en el momento en que mi
cochero fué á sacar mis caballos para uncirlos al
carruaje , no los encontró en la cuadra ; que quiere
decir esto ?
-Señora ,,dijo Danglárs , escuchadme.
- Oh ! ya os escucho , caballero, porque tengo
>

curiosidad de saber lo que me vais a decir y estos


señores serán testigos. Señores, Danglárs tiene diez
caballos en las cuadras , entre los cuales hay dos
caballos encantadores , los mas hermosos de Paris
que son absolutamente mios ; ya los conoceis, se>

for Debray ; mis caballos tordos. Pues bien , en el


momento en que la señora Villefort me pide un car
ruaje , y yo se lo prometo, para ir al bosque , no pa
recen los caballos porque el señor Danglárs habrá
encontrado quien le haya dado algunos miles de
francos mas de su precio y los habrá vendido. Ah !
ha sido una infame especulacion .
--Señora, respondió Danglárs, los caballos eran
demasiado fogosos , apenas tenian cuatro años y
siempre estaba temiendo por vos.
-Eh ! caballero, dijo la baronesa, bien sabeis
que hace un mes que tengo á mi servicio el mejor
cochero de Paris , siesque no lo habeis tambien ven
dido con los caballos.
- Querida amiga , ya encontrarémos otros igua
les , mas hermosos aun , si los hay , pero caballos
-
412 cu

que sean mansos y tranquilos para que no me ins


piren terror ninguno.
La baronesa se encogió de hombros con profundo
desprecio , Danglárs no pareció apercibirse de este
gesto mas que conyugal, y volviéndose hácia Monte
Cristo :
Siento cierlamente no haberos conocido an
les , señor conde , dijo , estáis arreglando vuestra
casa ?
Si, dijo el conde.
- Os los hubiera propuesto; podeis pensar que los
he dado por nadal... pero como os he dicho , queria
>

deshacerme de ellos porque son caballos para un


jóven .
-Caballero , dijo el conde, os doy gracias, pero
>

esta mañana he comprado unos bastante hermosos .


Miradlos, señor Debray, vos que lo entendeis.
Mientras que Debray se acercaba a la ventana ,
Danglárs se acercó a su mujer.
-- Reflecsionad , señora , le dijo en voz baja, que
.

vinieron á ofrecerme por los caballos un precio


exborbitante de parte de algun loco que tal vez tie
ne ganas de arruinarse , y que me ha enviado esla
mañana su mayordomo : y si accedi fué por que he
ganado diez y seis mil francos; pero no os pongais de
mal humor que os pagaré cualro mil á vos y dos mil
á Eugénia.
La señora Danglárs dirijióá su marido otramirada
de desprecio.
Oh , Dios mio ! esclamó Debray.
- Qué? preguntó la baronesa.
413
-
Pero , no me engaño, no , son vuestros propios
caballos los que estan uncidos al carruaje del conde.
Mis caballos tordos ! esclamó la señora Dan
glárs.
Y se lanzó hacia la venlana.
-- En efecto , ellos son , dijo.
Danglárs eslaba absorto .
- Es posible ? dijo Monte - Cristo linjiendo asom
bro .
- Parece increible! murmuró el banquero.
-

La baronesa dijo dos palabras al oido de Debray ,


que se acercó despues á Monte -Cristo .
La baronesa me encarga que os pregunte por
cuanlo os ha vendido su marido ese liro de caballos ?
- Es cosa que ignoro , dijo el conde porque es
-

una sorpresa que mi mayordomo me ha hecho y ...


y no puedo asegurároslo ; pero creo que me habrán
costado unos treinta mil francos.
Debray fué á llevar esta respuesta a la baronesa, y
estaba Danglárs tan pálido y lan desconcertado, que
el conde afecló tener piedad de él .
Ya veis , le dijo , cuan ingratas son las mujeres
-

siendo asi que este obsequio de parle vuestra no ha


conmovido á la baronesa.... mal he dicho llamándola
ingrata , porque debiera haber dicho loca ; pero , no
es estraño, porque siempre se desea lo que fastidia :
y lo mejor que podeis hacer, señor baron , es no vol
ver á hablar una palabra del asunlo ; este es mi pa
recer aunque vos obraréis como mejor gusteis.
Danglárs no respondió nada, presajiándose en su
>

próximo porvenir una escena desastrosa , pues habia


TOMO II . 48
414
vislo cual se arrugaban las cejas de la señora baro
nesa ; que cual olro Júpiler Olimpo presajiaba una
lempestad ; Debray , que la oia ya empezar á mu
jir , dió una escusa cualquiera y se marchó, y Monte
Cristo , que no queria incomodar de ninguna ma
nera al enojado matrimonio , saludó á la señora Dan
glárs y abandonó al baron , relirándose, á la cólera
de su mujer .
- Bueno , dijo Monte-Cristo cuando se marchaba ,
he conseguido lo que deseaba y tengo en mis manos
la paz del malrimonio con la que de un solo golpe
voy aá adquirir el corazon del baron y el de la barone
sa por dicha mia. Aun no he sido presentado á la se
ñorita Eugenia Danglárs , á quien hubiera deseado
conocer; pero , replicó con aquella sonrisa que le era
particular, ya que estoy en Paris me queda mucho
tiempo ... mas tarde será ...
Con esta reflexion , el conde subió a su carruaje
y volvió a su casa donde pasadas dos horas, escribió
una carla encantadora á la señora Danglárs ,> en
la que la declaraba que , no queriendo comenzar su
entrada en el mundo parisiense desesperando á una
mujer tan linda , la suplicaba que aceptase sus ca
ballos. Tenian los mismos arneses con que ella los
habia visto por la mañana , esceptuando que en el
centro de cada una de las roselas que llevaban so
bre la oreja , el conde habia hecho engarzar un dia
manle .
Danglárs recibió tambien una carta , en la que el
conde le pedia permiso para dar a la baronesa este
pequeño capricho de un millonario , rogándole que
415
disimulase las maneras orientales con que iba acom
pañado el regalo de los caballos.
Aquella tarde, Monte-Cristo partió para Auteuil,
acompañado de Alí , que al dia siguiente a las tres,
llamado por un golpe en el timbre , entró en el ga
binete del conde .
- Alí , le dijo, varias veces me has hablado de tu
>

habilidad para echar el lazo.


Ali hizo una señal afirmativa incorporándose con
orgullo .
- Bien ..... asi pues , podrias detener un toro ?
Ali hizo seña afirmativa.
- Un ligre ?
La misma respuesta por parte de Alí .
Un leon ?
Ali hizo el ademan de un hombre que echa el lazo ,
é imitó un rugido abogado.
- Bien I comprendo , dijo Monte - Cristo ; has ca
zado leones ?
Ali hizo un orgulloso movimiento de cabeza.
Pero , detendrias en su carrera dos caballos
desbocados .
Ali se sonrió .
- Pues bien ! escucha , dijo el conde ; dentro de
poco un carruaje pasará por aquí arrastrado por dos
caballos lordos , que son los que tenia ayer , y aun
que te rebientes, es preciso que delengas ese carrua
je delante de mi puerta .
Alí descendió a la calle , hizo ante la puerta una
raya sobre la arena , y volviendo despues mostró la
raya al conde que le habia seguido con la vista уy le
416 CU

dió dos golpes en el hombro , que era su modo de


dar las gracias a Ali ; reliróse el negro á fumar en
pipa á la esquina que formaba el ángulo de la casa
y de la calle , en tanlo que Monte-Crislo volvia á su
gabinete.
À las cinco de la tarde , es decir, a la hora en que
>

el conde esperaba el carruaje, hubieran podido ob


servarse en él las señales casi imperceptibles de una
ligera impaciencia ; paseábase por una sala que da
ba a la calle , aplicaba el oido por intervalos , y se
acercaba de cuando en cuando a la ventana por la
cual apercibia á Ali arrojando bocanadas de humo
con una regularidad que probaba que el negro esta
ba dedicado enteramente á esta importante ocupa
cion ; cuando de pronto se oyó un ruido lejano , pero
que se acercaba con la rapidez del rayo ; despues
apareció una carretela, cuyo cochero queria en vano
detener los caballos que avanzaban furiosos con las
crines erizadas , mas bien sallando con insensala fo
gosidad que galopeando.
Una joven y un niño dulcemente abrazados , que
Irabian perdido por el esceso del terror hasta la fuer
za de lanzar un grito , ocupaban la carretela que
crujía y que una piedra debajo de las ruedas ó un
árbol en medio del camino hubieran baslado para
romper : venia el carruaje por el centro de la calle
en la que se oian los gritos de terror de los que le
veian venir .
De repente Alí tirando á un lado su pipa , saca de
>

su bolsillo el lazo, lo arroja, y envuelve en una triple


vuella las piernas delanteras del caballo de la iz
417

quierda , que se deja arrastrar tres ó cuatro pasos


>

por la violencia del impulso, pero que al cabode estos


tres ó cuatro pasos cae sobre la lanza que rompe , pa
ralizando los esfuerzos que hace el caballo que queda
en pié para continuar su carrera ; el cochero apro
vecha este instante para saltar de su pescanle , pero
ya Ali habia agarrado las narices del segundo ca
ballo con sus dedos de hierro, y el animal relinchan
do de dolor , cae convulsivamente al lado de su com
pañero .
En menos tiempo que hemos empleado en descri
birla , habia pasado esta escena que dejó lo suficiente
no obstante para que de la casa , en frente de la cual
>

habia pasado esle accidenle , saliese un hombre se


guido de muchos criados , que en el momento en que
el cochero abria la portezuela , arrebató de la carre
tela á la dama que con una mano se agarraba á los
almohadones , mientras que con la otra estrechaba
contra su pecho á su hijo desmayado , y los trasladó
á un salon , colocándolos sobre un sofá .
No tengais miedo, señora, dijo, estais en salvo.
La mujer volvió en sí , y por respuesta , con una
mirada mas elocuente que todas las súplicas, le pre
sentó a su bijo que estaba desmayado.
-Si , señora , comprendo , dijo el conde exami
nando alviño ; pero Iranquilizaos , pues nada le ha
sucedido , y solo el miedo ha embargado sus sen
tidos .
-Oh ! caballero , exclamó la madre , decis eso
para tranquilizarme ? mirad cuan pálido está ! Hi
jo mio ! mi Eduardo I no respondes á lu madre !
418 -

Ah , caballero 1 enviad á buscar un médico ; loda


mi fortuna á quien me delvuelva mi hijo !
Monte-Cristo hizo con la mano un movimiento pa
ra tranquilizar a la madre desolada, y abriendo un
cofre del que sacó un frasco de crislal de Bohemia,
que contenia un licor rojo como la sangre, lo apli .
có sobre los lábios del niño , donde solo dejó caer
una gola.
Este., aunque siempre pálido , abrió al punto los
>

ojos, lo que al ver la madre , llenose de una alegria


>

deliranle .
- Dónde estoy ? esclamó , y á quién debo tanta
felicidad despues de una prueba tan cruel ?
- Estais , señora, respondió Monte-Cristo, en ca
>

sa de un hombre que se cree muy feliz porque ha


podido evitaros un pesar .
--Oh , maldita curiosidad la mia ! lodo Paris ha
blaba de esos magníficos caballos de la señora Dan
glárs ,, yу he tenido la locura de querer probarlos.
- Cómo! esclamó el conde con una sorpresa ad
mirablemenle finjida ; son esos caballos los de la
baronesa ?
- Si , señor ; la conoceis ?
Tengo ese honor , y mi alegria es doble por
haberos salvado del peligro que os han hecho cor
rer, porque ese peligro , es á mí á quien lo podeis
alribuir ; habiendo comprado ayer estos caballos al
baron , pareció que la baronesa lo sentia tanto que
se los envié casi en seguida suplicándola que los
aceptase de mi mano .
Pues entonces , vos sois el conde de Monte
-
- 419 -

Cristo de quien tanto me ha hablado Hermina ?


-Si , señora , dijo el conde.
-Y yo , caballero , soy Eloisa de Villefort.
-

El conde saludó como si se pronunciára delante


de él un nombre completamente desconocido.
-

Oh ! cuán reconocido quedará el señor de Vi


llefort ! repuso Eloisa , pues á vos tan solo le debe
nuestras dos vidas , y no hay duda que sin vues
tro generoso servidor , éramos muerlos nuestro bijo
у уо .
– Ay ! señora , aun me estremezco al pensar en
-

el peligro que habeis corrido.


-Oh ! yo espero que me permitireis recompen
-

sar debidamente la accion de ese hombre.


-Señora , dijo Monte -Cristo os ruego que no me
echeis á perder á Ali , ni con alabanzas , ni con re
compensas, ni con vicios que no quiero yo que ad
quiera. Alí es mi esclavo : salvandoos me sirve , y
su deber es servirme .
Pero ha arriesgado su vida l esclamó la señora
de Villefort á quien ese lono lan superior imponía
singularmente.
– He salvado esa vida , señora , respondió Mon
te -Cristo , y por consiguiente me pertenece.
Calló la señora de Villefort porque tal vez re
flexionaba en aquel hombre que , á primera vista,
hacia una impresion lan profunda sobre todos los
ánimos , y durante este intervalo de silencio , el con
de pudo considerar el niño que su madre cubría de
de besos. Era flaco , blanco como los niños rubios, y
un bosque de cabellos cubría su frente , que cayen
420

do sobre sus hombros adornaban su rostro , y au


menlaban la vivacidad de sus ojos llenos de malicia
y de juvenil maldad ; su boca apenas sonrosada , era
delgada y ancha , y todas las facciones de este niño
anunciaban ya doce años lo menos . Su primer mo
vimiento fué desembarazarse por un fuerle impulso
de lo brazos de su madre para ir a abrir el cofre de
donde el conde habia sacado el frasco de elixir , y
despues , sin pedir permiso a nadie , y como un ni
ño acostumbrado a hacer todos sus caprichos , se pu
so á destapar todos los botes .
- No toqueis eso , amiguito mio , dijo vivamente
el conde , algunos de esos licores son peligrosos, no
solamente bebiéndolos , sino respirando su olor.
La señora de Villefort palideció y detuvo el brazo
de su hijo á quien atrajo hácia sí , pero calmado su
temor , arrojaba sobre el cofre una breve aunque es
presiva mirada que el conde apercibió ; entonces en
iró Ali , la señora de Villefort hizo un movimiento
de alegría , y llamando al niño le dijo :
Eduardo , mira á esle buen servidor ; es un va
liente que ha espuesto su vida por detener los ca
ballos que nos arrastraban , y el carruaje que iba
á romperse. Dale las gracias , porque probablemen
>

te á no ser por él hubiéramos muerto los dos.


El niño entreabió la boca y volvió desdeñosamen
te la cabeza .
- Es muy feo 1 dijo.
El conde se sonrió como si el niño acabase de rea
lizar una de sus esperanzas , y la señora de Villefort
reprendió a su hijo con una moderacion que no hu
1

-
421

biera sido seguramente del gusto de Juan Jacobo


Rousseau , si el pequeño Eduardo se hubiese lla
mado Emilio
- Mira , dijo en árabe el conde á Ali ; esta seño
ra dice á su hijo que le dé las gracias por la vida
que has salvado a los dos , y el niño responde que
eres muy feo .
Ali volvió un instante su inteligente cabeza , y
miró al niño sin espresion aparente ; pero un lijero
estremecimiento de narices probó á Monte - Cristo que
el árabe acababa de ser herido en el corazon .
- Caballero , preguntó la señora de Villefort le
vantándose para retirarse , es esta casa vuestra mo
rada habitual ?
-
-No , señora , respondió el conde , es una espe
> >

cie de quinta que he comprado , para solazarme;


vivo en los Campos Eliseos , número 30. Pero como
veo qne estais perfectamente repuesta y que deseais
retiraros , acabo de mandar que pongan esos caba
llos en mi carruaje ; y Ali , ese muchacho tan feo,
>

dijo al niño sonriendo , vá á tener el honor de con


duciros á vuestra casa , mientras que vuestro coche
ro quedará aquí cuidando de la compostura del car
ruaje. Una vez terminada esta , uno de mis tiros
de caballos lo volverá á conducir directamente á ca
sa de la señora Danglárs .
- Pero, dijo la señora de Villefort, no me atrevo
á ir con esos mismos caballos.
-Oh I vais á ver , señora , dijo Monte-Cristo co
mo se volverán en manos de Ali lan mansos como
dos corderos.
TOMO II . 49
422
En efecto , Ali se habia acercado á los caballos
que habian puesto de pié con mucho trabajo ; tenia
en la mano una esponja empapada en vinagre aro
málico con la que frotó las narices .y las sienes de los
caballos , cubiertos de espuma y de sudor, y casi al
> >

punto empezaron á relinchar estrepitosamente y á


estremecerse durante algunos segundos.
Despues , en medio de un jentío numeroso á quien
los restos del carruaje y el rumor que se habia es
parcido de aquel suceso , habia atraido delante de la
casa, Ali unció los caballos al cupé del conde, reunió
en su mano las riendas, subió sobre el pescante, y con
gran asombro de los asistentes que habian visto á es
los caballos impelidos como por un torbellino , se vió
obligado a usar del látigo para hacerlos partir , no
pudiendo obtener de los famosos tordos , ahora pe
trificados y casi muertos , mas que un trole tan po
co seguro y tan lánguido , que emplearon dos horas
en conducir a la señora de Villefort al bario de Saint
Honoré , donde tenia su casa .
Apenas hubo llegado á ella , y aplacadas las pri
meras emociones, escribió el siguiente billete a la
señora baronesa Danglárs :
423

QUERIDA HERMINIA :

<< Acabo de ser milagrosamente salvada con mi


hijo por ese mismo conde de Monte -Cristo , de quien
tanto hemos hablado ayer tarde, y que tan lejos esta
ba yo de sospechar que le habia de ver hoy. Como
me hablasteis ayer con tanto entusiasmo de él , me
burlé de vuestras alabanzas creyéndolas exajera
.
das ; pero he tenido hoy ocasion para convencerme
de que eran bien fundadas. Desbocáronse vuestros
caballos en Ranelagh , y seguramente ibamos á ser
despedazados mi Eduardo y yo , cuando un árabe
ó un indio , un hombre negro en fin , al servicio
del conde, detuvo á una señal suya, el impulso de los
caballos, á riesgo de haber muerlo él mismo lo que
fué un milagro que no sucediese así . Entonces acudió
él conde , nos trasportó a su casa á Eduardo y á mi ,
é hizo volver en sí á Eduardo : despues en su propio
carrruaje fuí conducida á casa porque el vuestro os
lo enviarán mañana. Encontraréis bastante débiles
á los caballos que despues de este incidente estan
alontados, como si no pudieran perdonarse á si mis
mos el haberse dejado domar por un hombre ; pero
el conde me encarga que os diga que dos dias de re
poso por todo alimento cebada , los volverán á un
estado lan floreciente , quiere decir , tan espantoso
como estaban ayer.
« Adios ! no os doy las gracias por mi paseo : y
bien reflexionado todo , seria ingrata si os guardase
rencor por los caprichos de vuestros caballos , por
>
424 -

que á uno de esos caprichos debo el haber visto á


Monte-Cristo , ese ilustre estranjero que me parece
un hombre tan curioso y tan interesante, que quiero
estudiarle a todo precio , aun cuando tenga que dar
>

otro paseo por el bosque con vuestros mismos ca


ballos.
« Eduardo ha sufrido el accidente con valor mila
groso. Se desmayó , pero sin lanzar un grito, sin der
ramar despues una lágrima. Veremos si ahora me
direis que me ciega el amor maternal , cuando en
ese cuerpo tan débil y delicado hay una alma de
hierro.
« Nuestra querida Valentina me dá mil recuer
dos para vuestra hija Eugenia , y os abraza de to
do corazon ,
ELOISA DE VILLEFORT .

« P. D. Haced de modo que vea en vuestra casa


con cualquier pretesto á ese conde de Monte - Cris
to á quien quiero absolutamente volver á ver ; no
obstante de que acabo de obtener del señor Ville
fort que le haga una visita , y espero que se la de
volverá. »

Objelo de todas las conversaciones era aquella


noche el suceso de Auteuil ; Alberto lo contaba á
su madre , Chateau Renaud en el Jockey Club , De
bray en el salon del ministro , y hasta Beauchamp
tambien hizo al conde la galantería de poner en
425
su periódico un párrafo que le elojiaba compa
rándole con un héroe. En fin esta accion le valió á
Monte - Cristo la admiracion y el interés de todas las
mujeres de la aristocracia , yy muchas personas fue
ron á inscribirse en la sociedad de la señora de Vi
llefort á fin de tener derecho a renovar su visita en
tiempo útil , y oir entonces de su boca todos los de
talles de esta pintoresca aventura .
El señor de Villefort , como habia dicho Eloisa á
su amiga la señora Danglárs , vistiéndose un pan
talon , frac de igual color , chaleco y corbata blan
cos y guantes amarillos , subió a su carretela que
le condujo aquella misma tarde á la puerta de la ca
sa número 30 de los campos Eliseos.
.
427

000 ୪୪୪୪୪୪୪ 32

9.

IDEOLOGIA.

ML aprecio hubiera hecho sin duda elConde de


Miron
AYOR
Monte -Cristo de la visita que le hacia el señor de
Villefort , si hubiera permanecido mas tiempo en el
nundo parisiense ; porque gozando de la reputacion
de hombre hábil , favor que alcanzan generalmente
lis personas que no han sufrido ningun choque po
Itico , aborrecido de muchos , pero protegido con
ardor por algunos , sin ser por eso mejor querido de
>

nadie , el señor de Villefort se hallaba en una de


las allas posiciones de la magistratura y estaba en
428
esla allura como un Harley ó como un Molé. Sus sa
lones , regenerados por una mujer jóven y por una
hija de su primer casamiento , de edad apenas de
diez y ocho años , no dejaban de ser por ello de esos
salones severos de Paris donde se observa el cullo
de las tradiciones y la religion de la etiqueta : la po
lítica fria , la fidelidad absoluta á los principios del
gobierno y un desprecio profundo á los ideólogos ,
eran los elemenlos de la vida privada y pública del
señor de Villefort.
El señor de Villefort no era solamente un magis
trado , era casi un diplomático , porque sus relacio
>

nes con la antigua córte , de la que siempre habla


ba con dignidad y respeto , le hacian respetar de la
moderna , y sabia tantas cosas , que no solamente
le admiraban todos sus conocidos, sino que á ve
ces le consultaban .
A haberse podido desembarazar del señor de Vi
llefort, hubiera sucedido todo lo contrario ; pero ha
hita como esos señores feudales rebeldes á su sobe
rano , una fortaleza inespugnable que estaba á su
cargo como procurador del rey , cuyas ventajas es,
plotaba maravillosamente , y que no hubiera aban
donado sino para hacerse dipatado y reemplazar as
la neutralidad por la oposicion .
El Señor de Villefort , regularmente , si no devo
>

via , hacia muy pocas visitas , encargo que dejala


para su mujer como costumbre admitida en el mur
do donde siempre disculpaban al magistrado por
sus graves y numerosas ocupaciones , no siendo esto
>

en realidad mas que un cálculo de orgullo , una


-
129

quinla esencia de aristocracia , la aplicacion en fin


de este axioma: Apreciate en mucho á ti mismo , y
serás apreciado en mucho por los demás ; que es mas
útil cien veces en nuestra sociedad que el de los
griegos: Conócete á ti mismo , reemplazado en nues
tros dias por el arte merios difícil y mas ventajoso
de conocer á los demás.
El señor de Villefort era un poderoso prolector de
sus amigos ; para sus enemigos un adversario sordo,
pero encarnizado,, y para los indiferentes era la es
iátua de la ley convertida en hombre , con su fiso
nomía impasible , porte altanero , mirada apagada
>

y brusca ó insolentemente penetrante y escudriña


dora , con cuyas palabras se completa el retrato del
hombre á quien cuatro revoluciones seguidas unas
á otras , habian construido y despues afirmado en su
>

pedestal .
El señor de Villefort tenia la reputacion de ser el
hombre menos curioso de Francia : porque si daba
un baile todos los años no se presentaba en el mas
que un cuarto de hora , es decir , cuarenta y cinco
minutos menos que el rey en los suyos ; jamás se le
hallaba en los teatros ni en los conciertos , ni en nin
gun lugar público ; y algunas veces , pero raramen
te , jugaba una partida de whist , para la que cui
daban de elejirle jugadores dignos de él ; como algun
embajador , algun arzobispo , algun príncipe , al
gun presidente , ó en fin , alguna duquesa viuda.
Este era el hombre cuyo carruaje acababa de pa
rar delante de la puerta del conde de Monte -Cristo ,
y que el ayuda de cámara anunció al conde que en
430

aquel momento , inclinado sobre una gran mesa ,


seguia sobre un mapa un itinerario de san Peters
burgo á China.
El procurador del rey entró con el mismo paso
grave y compasado con que entraba en el tribunal , y
era el mismo hombre , ó mas bien , la continua
cion del mismo hombre á quien hemos conocido de
sustituto en Marsella , porque la naturaleza no ha
bia cambiado en nada el curso que debia seguir, pues
de delgado se habia vuelto flaco ; de pálido se ha
bia vuelto amarillo ; sus ojos hundidos se habian
internado mas aun en sus lívidas cuencas , y su len
2

te de oro , al colocarle sobre la órbita , parecia for


mar parte del rostro. Vestia un traje completamen
te negro , si escepluamos su corbata blanca , y este
color fúnebre no era interrumpido mas que por la
lijera tinta de su cinta encarnada , que pasaba im
perceptiblemente por un ojal, y que se parecia á
una línea de sangre trazada con un pincel.
Por muy dueño de sí mismo que fuese Monte -Cris
to , examinó con una curiosidad visible , devolvién
dole su saludo , al majistrado que , desconfiado por
costumbre , y poco crédulo sobre todo en cuanto á
las maravillas sociales , estaba mas dispuesto áa ver
en el noble estranjero , que era el nombre que da
ban ya al conde de Monte - Cristro , un caballero de
industria que venia á esplorar un nuevo teatro , que
un príncipe de la Santa Sede ó un sultan de las Mil
y una noches.
- Caballero , dijo Villefort con ese tono afectado
>

que usan los magistrados en sus períodos oratorios',


431
У del cual no quieren prescindir en la conversa
cion ; caballero , el señalado servicio que hicisteis
ayer á mi mujer y á mi hijo , me ha impuesto el
deber de daros las gracias ; vengo pues á cumplir
con este deber y á espresaros lodo mi reconoci .
miento.
Nada de su arrogancia y orgullo característico
habia perdido al pronunciar estas palabras la seve
ra mirada del majistrado , que las habia pronun
ciado en pié y con aquella rigidez de cuello y hom
bros que le hacia asemejarse , como ya hemos di
cho , á la estátua de la ley .
Caballero replicó el conde á su vez con una
frialdad glacial , soy muy feliz por haber podido
conservar un hijo a su madre , y como sabeis que
el amor maternal es el mas santo y poderoso de los
sentimientos , esta felicidad que disfruto os dispen
saba caballero , de cumplir un deber , cuya egecu
cion me honra sin duda alguna , porque sé que el se
ñor de Villefort no acostumbra á prodigar el favor
que me hace .
Villefort, admirado de esta salida que no espera
ba , se estremeció como un soldado que siente el
golpe que le dan , a pesar de la armadura de que
está cubierto , y un gesto de su desdeñoso lábio in
dicó que desde el principio no tenia al conde de Mon
le -Cristopor un gentil-hombre muy civilizado.
Arrojó una mirada a su alrededor para hacer va
riar la conversacion , y reparando en el mapa que
examinaba Monte-Cristo en el momento en que ha
bia entrado , esclamó :
432

-Os ocupais de geografia , caballero ? Es un es


tudio muy bueno para vos sobre todo que , segun
aseguran , habeis vislo tanlos paises como hay gra
bados en este mapa .
-Sí , señor , respondió el conde , he querido ha
cer sobre la especie humana en general, lo que
vos haceis cada dia sobre la especie humana en par
ticular, es decir, un estudio fisiolójico, pensando que
me seria mas facil descender de una vez del todo á
la parte , que subir de la parte al todo ; este es un
axioma algebraico que exige el que se proceda de lo
conocido á lo desconocido y no de lo desconocido á
lo conocido... Pero caballero , os suplico que tomeis
asiento.
Y Monte -Cristo indicó con la mano al procurador
del rey un sillon que luvo este que tomarse la moles
tia de arrimar , mientras que el conde no tuvo mas
que dejarse caer sobre el mismo en que estaba arro
dillado cuando entró aquel ; y de este modo el con
de se encontró en frente de su interlocutor , con la
>

espalda vuelta a la ventana , уy el codo apoyado so


bre el mapa geográfico , entonces objeto de la con
versacion , conversacion que tomaba como cuando
habló en casa de Morcerf y Danglárs, un giro aná
logo, sino a la situacion, al menos á los personajes.
- Ah ! caballero , replicó Villefort despues de un
instante de silencio , durante el cual >, como un at
leta que encuentra un rudo adversario , habia hecho
provision de fuerzas : os confieso sinceramente que
buscaria una ocupacion menos trisle , si , como vos,
no tuviese nada que hacer.
433
- Es verdad , caballero , replicó Monte -Cristo ,
y el hombre tiene sus caprichos parliculares; pero
vos acabais de decir , segun creo , que yo no tenia
nada que hacer . Veamos, creeis vos tener algo que
hacer ? ó para hablar mas claramente , creeis vos
que lo que haceis vale la pena de llamarse tra
bajar ?
El asombro de Villefort se aumentó á este segundo
golpe tan bruscamente dado por su estraño adversa
rio , porque mucho tiempo hacia que el magistrado
no habia oido que le hablasen de esta manera, ó mas
bien para hablar con exactitud , esta era la primera
>

vez que oia que le tratasen asi ; de modo que se pre


paró para responder .
- Caballero , dijo , sois estranjero , y vos mismo
decis que habeis pasado una gran parte de vuestra
vida en los paises orientales ; no sabeis , pues , cuan
>

tos pasos prudentes de justicia humana se pueden


citar en esos paises bárbaros ?
-Oh I si tal , caballero >, si tal ; es el pede claudo
antiguo. De todo estoy bien enterado , porque de la
.

justicia de todos los paises ha sido de lo que mas en


particular me he ocupado ; he comparado el procedi
miento natural de todas las naciones con la justicia
natural y debo decirlo con franqueza caballero , esa
ley de los pueblos primitivos ha sido la que he en
contrado mejor segun mi parecer .
-Si se adoptase esa ley , caballero, dijo el pro
curador del rey , simplificaria mucho nuestros co
digos.
- Con el tiempo se adoptará probablemente , di
434
jo Monte -Cristo , pues bien sabeis señor mio , que
>

las invenciones humanas marchan de acuerdo con


la perfeccion.
-Mientras tanto , caballero , dijo el magistra
do , nuestros códigos existen con sus artículos con
>

tradictorios, sacados de las costumbres de la Gália ,


de las leyes romanas , y debeis convenir conmigo en
>

que el conocimiento de todas estas leyes, no se ad


quiere sin largos trabajos y que es preciso un lar
go estudio para adquirir este conocimiento , y una
gran memoria para no olvidarlo una vez adqui
rido.
Soy de ese parecer, caballero ; pero todo lo que
vos sabeis respecto al código francés , lo sé yo , no
solamente de ese código , sino del código de todas las
>

naciones ; las leyes inglesas, turcas , japonesas, in


dias , me son tan familiares como las leyes france
sas ; y yo hacia bien en decir que relativamente a
todo lo que he hecho , vos teneis poco que hacer , y
que relativamente a lo que yo he aprendido , vos le
>

neis que aprender aun muchas cosas.


Pero con qué objeto babeis aprendido todo eso ?
replicó Villefort asombrado.
Monte -Cristo se sonrió y dijo :
- Estoy viendo , caballero , que a pesar de la re
-

putacion que teneis de hombre superior , mirais to


das las cosas bajo el punto de vista material y vul
gar de la sociedad, empezando por el hombre y aca
bando por el hombre ; es decir , bajo el punto de
vista mas estrecho que le está permitido abrazar a la
especie humana.
435

- Esplicaos , caballero , dijo Villefort cada vez


mas asombrado ; no os coniprendo bien.
- Pigo , caballero , que con los ojos fijos sobre la
organizacion social de las naciones no veis mas que
los resortes de la máquina olvidando al sublime
obrero que la hace andar : digo que no conoceis de
lante de vos y á vuestros alrededores mas que los
ejecutores de los destinos cuyos despachos han sido
firmados por ministros ó por un rey , y que los hom
bres que Dios ha creado superiores á los ejecutores
de los ministros y de los reyes encargándoles que
prosigan una mision , en lugar de llenar su deber ,
tal vez sin conocerlo vos , se escapan á vuestra cor
ta vista . Tobías tomaba al ángel que debia devol
verle la vista por un joven ordinario , y las nacio
nes tomaban á Atila , que debia aniquilarlos , por
un conquistador como todos los conquistadores , ha
biendo sido preciso que ambos revelasen sus misio
nes celestiales para que se les reconociese ; que el
uno dijese : « Soy el ángel del Señor : » y el otro :
« Soy el martillo de Dios , » para que fuese revela
da la esencia divina de ambos .
-Entonces , dijo Villefort cada vez mas asom
brado y creyendo dirijirse á un loco , os conside
rais como uno de esos séres estraordinarios que aca
bais de citar.
Por qué no ? dijo Monte - Cristo .
- Perdonad , caballero, replicó Villefort estu-
pefacto , pero me dispensareis si presentándome en
vuestra casa ignoraba que me presentaba en casa
de un hombre cuyos conocimientos y cuyo talento
436
sobrepujan tanto a los conocimientos ordinarios y al
talento habitual de los hombres ; porque no es cos
tumbre en nosotros , desgraciados corrompidos de la
civilizacion , que los gentiles hombres , poseedores
como vos de una fortuna inmensa, á lo menos segun
se asegura , no es costumbre , digo , que esos privi
>

legiados de las riquezas pierdan su tiempo en espe


culaciones sociales , ensueños filosóficos para conso
lar á aquellos aá quienes la suerte ha desheredado de
los bienes de la tierra.
-Y por fortuna ,> caballero, antes de haber alcan
zado con vuestros afanes la encumbrada posicion que
ocupais en la sociedad , no habeis admitido , ó por
lo menos encontrado escepciones ? no ejercitais el
poder de vuestra mirada , que tanta necesidad ten
dria sin embargo de penetracion y de seguridad ,
para adivinar á primera vista que clase de hombre
se halla bajo la influencia de ella ? Un magistrado
debiera ser , no digo el mejor aplicador de la ley ,
ni el intérprete mas astuto , sino una sonda de acero
>

para probar los corazones , una piedra de toque para


probar el oro de que está formada cada alma con
mas ó menos mezcla de metal .
1

- Caballero , me confundís , y jamás he oido ha


.

blar á nadie como vos lo haceis.


--Es porque encarcelado en el mezquino círculo
de las condiciones jenerales constantemente , no ha
beis salido de él para hacer remontar vuestro pensa
miento á las esferas superiores que Dios ha poblado
de seres invisibles y escepcionales .
Y voz creeis, caballero , que esas esferas exis
437
tan , y que los seres escepcionales e in visibles se mez
clan con nosotros ?
- Por qué no ? acaso veis el aire que respirais , y
sin el cual no podriais vivir ?
Pero acaso vemos á esos seres de que hablais ?
-Si tal ; los veis cuando Dios permite que se ma
terialicen y entonces les locais , les hablais y os res
ponden .
- Ah ! dijo Villefort sourriéndose, confieso que
querria que me avisasen cuando uno de esos séres se
encuentre en contaclo conmigo.
- Habeis sido servido á vuestro gusto , caballero ,
porque habeis sido avisado hace poco , y ahora mis
mo os hallais en presencia de uno ...
- De modo que vos...
-Yo soy uno de esos seres escepcionales , no lo
dudeis, y creo que hasta ahora ningun hombre se ha
encontrado en una posicion semejante á la mia , por
que siendo los imperios de los reyes limitados , sea
por montañas , por rios , por un cambio de costum
bres , ó por una mutacion de lenguaje , mi imperio
es grande como el mundo , porque no soy ni italia
no , ni francés, ni indio , ni americano , ni español;
>

soy cosmopolita . Ningun país puede decir que me


ha visto nacer , y solo el ser supremo sabe que país
me verá morir . Adopto todas las costumbres , ha
ba
blo todas las lenguas . Me creeis francés porque ha
blo el francés con la misma facilidad y la misma puº
reza que ros? pues bien ! Ali, mi negro me cree árabe;
Bertuccio,mi mayordomo, me cree romano; Haydée,
mi esclava , me cree griego, y de esta manera podeis
TO MO II . 50
438
comprender que no siendo de ningun país, no pidien
do proteccion á ningun gobierno , no reconociendo á
ningun hombre por hermano , ninguno de los escrú
pulos que delienen a los poderosos, ni ninguno de los
obstáculos que paralizan a los débiles, me paraliza
ni me detiene. No tengo mas que dos adversarios, por
no decir vencedores, porque con persistencia los so
melo , y son la distancia y el tiempo ; mas el tercero ,
y el mas terrible , es mi condicion de hombre mortal .
Este es el único que puede detenerme en el camino
que he comenzado , y para alcanzar sin obstáculos el
objeto que deseo , todo lo demas lo tengo calculado.
Tengo ya previsto de anternano lo que los hombres
llaman reveses de la suerte, es decir, la ruina, el cam
bio , las eventualidades , y si alguna me falla , no
por eso puede derribarme ; porque á no ser que la
muerte se interponga , siempre seré lo que soy : hé
aquí porque os digo cosas que nunca habeis oido, ni
de boca de los reyes porque os necesitan , ni de boca
de los demas hombres porque os tienen miedo. Quien
es el que está libre de decir en una sociedad tan ridi
culamente organizada como la nuestra : « si lendré
algun dia que buscar al procurador del rey !»
Pero vos mismo , caballero , podreis decir eso ,
porque desde el momento en que habitais la Francia,
naluralmente teneis que someteros á las leyes fran
cesas .
- Ya lo sé , caballero , respondió Monte-Cristo ,
pero cuando debo ir á un país , empiezo a estudiar
por medios que me son propios, á todos los hombres
de quienes puedo lener algo que esperar ó que lemer,
439 -

y llego a conocerlos tan bien ó mejor tal vez que


ellos se conocen á si mismos. De eslo resulta que el
procurador del rey , cualquiera que fuese , á quien
yo buscase , se veria seguramente mas embarazado
que yo mismo.
- Lo cual quiere decir, replicó con indecision
Villefort, que siendo débil la naturaleza humana...
todo hombre , segun vuestro parecer , ha comeli
do... faltas.
-Fallas... ó crímenes , respondió sencillamente
Monte - Cristo .
- Y qué , vos entre los hombres a quienes no re
>

conoceis por hermanos, repuso Villefort con voz al


terada , desde vuestra misteriosa altura os creeis solo
>

perfecto ?
-

- No , perfecto no , respondió el conde impene


trable nada mas. Pero dejemos esto , caballero, por
si la conversacion os desagrada , ni dejo yo de ver
me amenazado de vuestra justicia ni vos de mi do
ble vista .
— No ! nol caballero , dijo vivamente Villefort,
que temia sin duda que pensasen que trataba de
abandonar el terreno , nól con vuestra brillante y
casi sublime conversacion , me habeis elevado so
>

bre los niveles ordinarios , y ahora ya no hablamos


sino discutimos . Por esta razon debeis recordar
cuantas crueles verdades se dicen á veces los teó
logos de Sorbona , ó los filósofos en sus disputas :
pues suponiendo que hablásemos con la teolojía so
cial y la filosofía teolójica, os diria siguiendo el es
píritu de esta por ruda que sea ; hermano, os sacri
440

ficais al orgullo pues si sois superior á los demás ,


Dios es superior á vos.
Superior a todos , caballero , respondió Monte
Criste con un acento tan profundo que Villefort se
estremeció involuntariamente. Yo tengo mi orgullo
para con los hombres , esas serpientes siempre pron
las á atacar al que las sobrepuja sin hollarlas con
sus piés , abandonando , empero , este orgullo delan
te de Dios que me ha sacado de la nada para hacer
me lo que soy
- Entonces , señor conde , os admiro , dijo Ville
fort que , por primera vez en este estraño diálogo ,>

acababa de emplear esta fórmula aristocrática para


con el estranjero á quien hasta entonces no habia
llamado mas que caballero; y os lo repito , si sois
>

realmente fuerte, realmente superior , realmente in


flexible é inpenetrable , lo que viene a ser lo mis
mo , segon decís , debeis ser soberbio , caballero ,
porque esa es la ley de las dominaciones. Pero sin
embargo, teneis alguna ambicion ?
- Tengo una , caballero .
Cual?
-

Tambien yo , como sucede alguna vez á todos


los hombres en el curso de su vida , he sido condu
cido por Satanás sobre la montaña mas alta de la
tierra ; cuando llegamos á su cima , me mostró el
mundo entero , diciéndome como habia dicho otra
vez á Cristo « veamos , hijo de los hombres , que
quieres para adorarme? » Entonces reflexioné por
largo espacio porque hacia mucho tiempo que una
ambicion terrible devoraba en efeclo mi corazon ;des
441
pues le respondi: « escucha , siempre he oido hablar
de la Providencia y sin embargo nunca la he visto
ní nada que se le parezca , lo cual me hace creer
>

que no existe ; quiero ser la Providencia porque lo


mas hermoso y grande que puede hacer un hombre
es recompensar y castigar. » Pero Satanás bajó la
cabeza y lanzó un suspiro. « Engañado vives si estais
en la creencia de que esa Providencia no exisle : pe
rotu no la ves , porque como hija de Dios es invisi
ble comosu padre ; lú no has visto nada que se le
parezca , porque obra milagrosamente por resorles
ocullos, y marcha por caminos oscuros , lo único que
>

puedo hacer par lí , es hacerte uno de los agentes


de esa Providencia . » Se hizo el trato en el cual tal
vez perderé mi alma ; pero no importa , repuso
Monte-Cristo , pues que si este trato tuviese que vol
verle a hacer abora, tampoco vacilaría .
Villefort miraba á Monte-Cristo con asombro.
-Señor conde , dijo , tenéis parienles ?
No , caballero , estoy solo en el mundo.
Tanto peor !
Porqué ? preguntó Monte -Cristo.
- Porque hubierais podido ver un espectáculo
que destruyese vuestro orgullo. Decís que no temeis
mas que la muerte.
- No digo que la temo, sino que ella sola puede
detenerme.
- Y la vejez ?
Mi mision se habrá cumplido antes de que sea
viejo.
- Y la locura ?
442
Poco me ha fallado para que me haya vuelto
loco , y ya conoceis el axioma non bis in idem ; axio
ma criminal, y que por consiguiente está en vues
tra cuerda .
-Caballero , repuso Villefort. En efecto que se
tema la muerte , la vejez y la locura ; pero existe
otro mal peor , y que mas temor nos inspira. No ha
beis oido hablar de la apoplejía , por ejemplo , ese
rayo que os hiere sin destruiros , y que despues del
cual sin embargo sois enteramente otro ; á cuyo im
pulso vos que casi érais como un Ariel , un ángel,
ya no sois mas que una masa inerte , que como Ca
líbiano es casi una bestia. Pues este mal se llama,
segun digo, apoplegia. Venid, si quereis, á continuar
esta conversacion en mi casa , señor conde , cuan
do deseeis encontrar un adversario capaz de com
prenderos y ansioso de contestaros , y vereis á mi
padre, el señor Noirtier de Villefort, uno de los mas
fogosos jacobinos de la revolucion francesa , es de
cir , la audacia mas brillante puesta al servicio de
la organizacion mas vigorosa;; el hombre que , como
vos , no habia visto tal vez todos los reinos de la
tierra , pero que ayudó á derribar uno de los mas
poderosos ; el hombre en fin que , como vos se creia
como uno de los enviados , no de Dios , sino del Ser
Supremo; no de la Providencia, sino de la fatalidad;
y vereis caballero , como todo esto fué destruido , no
en un dia , ni en una hora sino en un segundo. Una
mañana el señor Noirtier, antiguo jacobino , antiguo
>

senador , antiguo carbonario , que se reia de guillo


lina , del cañon уy del puñal , el señor Noirlier que
2
443
jugaba con las revoluciones ; el señor Noirlier , para
quien la Francia no era mas que un vaslo partido
de ajedrez del cual peones , lorres , caballeros y
reinas debian desaparecer con tal que el rey hicie
se jaque mate , aquel señor Noirtier tan lemido y tan
terrible , convirtiose al siguienle dia , en ese pobre
>

señor Noirtier , anciano inmóvil , sojuzgado a la vo


luntad del ser mas débil de la casa , es decir , de
>

su nieta Valentina ; en un cadáver mudo y helado


en fin , que arrastra una existencia sin alegría y sin
sufrimiento , dejando solo tiempo a la materia de
llegar sin tropiezo á su entera descomposicion .
-Ay ! caballero , dijo Monte-Cristo , ese espec
táculo no es estraño á mis ojos ni á mi pensamiento,
porque entiendo un poco de medicina , y como mis
cofrades , he buscado mas de una vez el alma en la
>

materia viva ó en la materia muerta ; materia que


como la providencia , ha permanecido invisible a mis
ojos, aunque presente en mi corazon . Cien autores,
1

desde Sócrates hasta Séneca , desde San Agustin


>

hasta Gall , han hecho en prosa ó en verso la misma


descripcion que vos acabais de bacer , pero sin em
bargo comprendo que los sufrimientosde un padre
pueden operar grandes cambios en el espíritu de su
hijo. Iré , caballero , puesto que quereis á contem
plar ese terrible espectáculo que debe entristecer
vuestra casa .
--Eso sucederia sin duda , si Dios no me hubiera
dado una compensacion á esta desgracia , colocando
al lado del anciano que desciende hácia esa tumba,
$
444
las floridas esperanzas de dos hijos que entran en la
vida ; Valentina, una hija de mi primer casamiento
con la señorita Reneé de Saint-Neran , y Eduardo ,
ese á quien habeis salvado la vida.
-- Y que resulta de esa compensacion ? preguntó
Monte- Cristo .
— Resulta que mi padre , estraviado por las pa
siones , ha cometido una de esas faltas que se liber
tan de la justicia humana , pero no de la justicia de
Dios ..... y que Dios no queriendo castigar mas que
á una persona , le ha castigado á él solo.
Monte-Cristo , con la sonrisa en los lábios , arro
jó en el fondo de su corazon un rugido que habria
hecho huir à Villefort, si hubiese podido oirle.
- Adios , caballero , replicó el magistrado que
hacia algun tiempo estaba levantado y hablaba en
pié : os dejo llevando de vos un recuerdo de estima
cion que confio que ha de seros agradable cuando
me conozcais mejor, y asegurándoos que por otra
parte habeis adquirido en la señora de Villefort una
amiga eterna.
Contentose el conde despues de su saludo con
acompañar hasta la puerta de su gabinete á Ville
fort, que subió en su carruaje , precedido dedos la
cayos que , á una señal de su amo , se apresuraron
á abrir la portezuela.
Despues , asi que el procurador del rey hubo de
saparecido :
Vamos , dijo Monte-Cristo sacando con gran
esfuerzo un suspiro de su oprimido pecho ; vamos ,
445

basta de veneno , y ahora que mi corazon está hen


chido , vamos a buscar el remedio !
Y llamando sobre el timbre sonoro :
-Subo al cuarto de la señora , dijo á Ali ; que
esté preparado el carruaje para dentro de media
hora !

TOMO II . 51
1
447

000 UOMO

ce

10.

HAYDEÉ .

Ureo que no habrán echado al olvido mis lectores


cuales eran los nuevos, ó mas bien los antiguos ami
gos del conde de Monte -Cristo , que vivian en la ca
lle Meslay ; eran Maximiliano Morrél , Julia y Ma
nuel .
Una tranquila y encantadora serenidad brillaba
en el rostro del conde luego que perdió de vista á Vi
llefort; y halagaba dulcemente su corazon la espe
448 ..

ranza de esta visita que iba a hacer , de los corlos


momenlos felices que iba á pasar , del resplandor
del paraiso que penetraba en el infierno , donde ha
bia entrado voluntariamente; asi es que Alí, que ha
bia acudido al ruido del timbre, al ver aquel rostro
tan radiante de una alegria tan rara , se habia re
lirado de puntillas suspendiendo la respiracion para
no alterar los buenos pensamientos que creia leer
en el rostro de su amo .
Eran las doce del dia : el conde se habia reserva
do una hora para subir al cuarto de Haydeé ; hu
biérase dicho que la alegria no podia entrar de
pronto en aquella alma ulcerada por tanto tiempo,
y que necesitaba prepararse para las emociones dul
ces como las otras almas necesitan prepararse para
las emociones violentas.
La jóven griega estaba , como hemos dicho , en
una habitacion enteramente separada de la del con
de. Esta habitacion estaba amueblada con el fantás
lico fausto del Oriente , con el pavimento cubierlo
de espesas alfombras de Turquía, con inmensas cor
tinas de brocado que tapizaban las paredes , y con
un ancho divan con almohadones forrados de ricas
telas de la Persia al rededor de cada aposenlo .
Haydeé tenia á su servicio tres mujeres francesas
y una griega : las tres mujeres francesas en la pri
mera pieza , prontas á correr al sonido de una cam
panilla de oro , y á obedecer las órdenes de la es
clava griega , la cual sabia lo bastante el francés
para poder transmitir las voluntades de su señora á
sus tres camareras , á las que Monte -Crislo habia

‫الج‬
449
recomendado tuviesen las mismas consideraciones
con Haydeé que con una reina.
La joven estaba en la pieza mas retirada de su
habitacion , que era una especie de saloncito redon
do, en el que tan solo penetraba la luz por la parte
superior al través de cristales color de rosa. Mue
llemente recostada sobre unos almohadones de raso
azul bordados de plata , apoyando su cabeza sobre
>

su brazo derecho , mientras que con el izquierdo


fijaba sus lábios en el tubo de coral que estaba
unido á olro tubo flecsible que no dejaba pasar el
lijero vapor á su boca sino perfumado por el agua
de Benjuí , al través de la cual le obligaba á pasar
su dulce aspiracion : afectaba una postura lan na
tural para una mujer de Oriente como de afectacion
y coquetería hubiera parecido en una mujer france
sa. Su traje como el de las mujeres de Oriente , era
compuesto de unos calzones anchos de satin blanco
bordado de flores, y que dejaban descubierlos dos
piés de niño que se hubieran creido de mármol de
Paros , si no se les hubiera visto mover entre dos
pequeñas sandalias de punta retorcida , bordadas
de oro y de perlas; de una túnica corta con lar
gas rayas azules y blancas , y anchas mangas abier
tas con botones de plata y perlas ; y de una especie
de corpiño entreabierto por delante que dejaba ver
el cuello y la mitad del pecho , y que se abrochaba
por debajo de su seno con tres botones de diaman
tes. Su esvelta cintura desaparecia 'bajo uno de esos
chales de seda , con anchas franjas de vivos colores
que tanlo ambicionan nuestras elegantes parisien
450
ses : cubria su cabeza un gorro de oro bordado de
:

perlas, inclinado á un lado, y debajo de este gor


ro resallaba una hermosa rosa natural sobre unos
cabellos de seda tan negros como el azabache.
La belleza de este rostro , era la belleza griega
>

en toda la perfeccion de su tipo , con sus grandes


y hermosos ojos negros velados , su frente de már
mol , su nariz recta , sus lábios de coral y sus dien
tes de perlas , sobre cuyo hermoso conjunto la flor
de la juventud habia esparcido todo su brillo y todo
su perfume.
Haydeé podia tener diez y nueve ó veinte años.
Monte-Cristo llamó á la criada griega уy la dijo
que pidiera permiso á Haydeé para entrar á verla,
y por única respuesta , Haydeé hizo seña á la cria
da de que levantase la colgadura que habia delante
de la puerta .
Monte - Cristo entró , y Haydeé se levantó sobre
un codo , presentando su mano al conde mientras
le dirigia una sonrisa.
Por qué , dijo , en la lengua sonora de las hi
jas de Atenas , porqué me pides permiso para en 4

trar á verme ? No eres mi dueño ? no soy yo tu es


clava ?
Monte -Cristo se sonrió tambien .
- Haydeé, dijo, sabeis muy bien.....
- Porqué no me hablas de lú como de costum
bre ? interrumpió la jóven griega ;; he cometido al
guna falla ? En este caso , caslígame , pero no me
hables de ese modo .
- Haydeé , replicó el conde , bien sabes que es
451
tamos en Francia , y por consiguiente que eres libre .
-- Libre , de qué ? preguntó la jóven .
- Libre de dejarme.
- Dejarte , y por qué le habia de dejar ?
- Qué se yo ? Para ver el mundo.
-

Yo no quiero ver a nadie .


- Y si entre los bellos jóvenes que encuentres 4

hubiese alguno que te guslase , yo no seria tan in


justo.
- Jamás he visto hombre mas hermoso que tú ,
.

y no he amado á nadie mas que á mi padre y á tí .


- Pobre Haydeé, dijo Monte -Cristo , dices eso
porque nunca has hablado á nadie mas que á tú
padre y á mí .
- Pues bien ! que necesidad tengo yo de hablar
á nadie mas ? Mi padre me llamaba su alegria , tú
me llamas tu amor y ambos me llamais vuestra hija.
Te acuerdas de tú padre , Haydeé ?
La jóven se sonrió.
- Está aquí >, y aquí , dijo poniendo la mano so
bre sus ojos y sobre su corazon .
-Y yo , donde estoy ? sonriéndose Monte - Cristo.
-

- Tú , dijo ella , estás en todas partes.


Monte-Cristo tomó la mano de Haydeé para be
sarla ; pero la sencilla joven retiró su mano , y
presentó su frente .
Haydeé , le dijo , ahora ya sabes que eres libre,
que eres aquí la dueña , que eres reina ; puedes con
servar tu traje ó dejarle segun tú capricho ; perma
necerás aquí cuando quieras, saldrás cuando gus
tes ; siempre estarámicarruaje preparado para lí.
452
Alí y Myrtho te acompañarán á todas partes y es
tarán á tus órdenes ; pero te suplico una cosa. .

Dila .
Guarda el secreto acerca de tú nacimiento , .

no digas una palabra de lo pasado ; no pronuncies


en ninguna ocasion el nombre de tu ilustre padre
ni el de tu pobre madre.
Ya te lo he dicho una vez señor , no deseo ver
>

á nadie .
- Escucha , Haydeé , tal vez no será posible esta
reclusion oriental en París ; sigue aprendiendo la
vida de nuestros paises del Norte ; lo has hecho en
Roma , en Florencia , en Milan y en Madrid ; eslo
le servirá siempre, ya sigas viviendo aquí , ya nos
>

volvamos á Oriente .
La jóven dirijió al conde sus rasgados ojos húme
dos y respondió :
-ó que volvamos á Oriente , quieres decir , no
9

es verdad , señor ?
- Si, hija mia , dijo Monte - Cristo ; bien sabes
>

que nunca seré yo quien te deje. No es el árbol


quien abandona á la flor ; la flor es la que abando
na al árbol .
Yo nunca te abandonaré , señor , dijo Haydeé,
porqué estoy segura de que no podria vivir sin lí .
-
Pobre niña I dentro de diez años yo seré vie
jo , y dentro de diez años lú serás jóven aun.
- Mi padre tenia una larga barba blanca , que
no impedia que yo le amase ; mi padre tenia sesenla
años , y me parecia mas hermoso que todos los jó
venes que veia .
433 C

Pero veamos , dime , crees tú que le podrás


acostumbrar á esla vida ?
Te veré ?
-
- Todos los dias.
Pues bien : qué es lo que pides , señor ?
-

– Temo que te fastidies.


- No temas eso porque por la mañana pensaré
C

que vendrás á verme , y por la noche me acordaré


de que has venido : por otra parte , cuando estoy
sola tengo grandes recuerdos ; pues vuelvo á ver in
mensos cuadros , grandes horizontes con el Olimpo
en lontananza , y guardo dentro del corazon tres
sentimientos con los cuales no se puede una fasti
diar : tristeza , amor y reconocimiento.
>

- Eres una digna hija del Epiro , Haydeé y se


conoce en tu gracia y poesia que desciendes de esa
familia de diosas que ha nacido en tu país : tran
quilízate , bija mia , yo haré de manera que tu ju
>

ventud no se pierda porque si me amas como á un


padre , yo te amo como á una hija.
- Te engañas , señor , yo no amaba á mi padre
-

como á li te amo , pues conozco que mi amor hácia


tí es otro amor ; mi padre ha muerlo y yo no he
muerto , y si tú murieras moriria contigo .
Exalando una sonrisa llena de profunda ternura
dió su mano á Haydeé , que imprimió en ella sus
labios como de costumbre,, y el conde dispuesto así
para la entrevista que iba á tener con Morrél y su
familia , partió murmurando estos versos de Pin
daro :
a La jóven es una flor , y el amor es su fruto .....
>
TOMO II . 52
454
Dichoso el que le obtenga despues de haberle visto
madurar lentamente . »
Segun sus órdenes , estaba pronto el carruaje al
que subió como siempre , partiendo rápidamente al
>

galope de sus caballos.


455

Wow

11.

LA FAMILIA MORRÉL .

á
In pocos minutos llegó el conde á la calle Mesa
lay , número 7 , cuya casa estaba blanqueada , ri:
sueña y precedida de un patio en el cual dos enor
mes macetas contenian hermosísimas flores.
El conde reconoció á Coclés en el portero que le
abrió la puerta. Pero como este , segun se acordará
el lector, no tenia mas que un ojo, y despues de
nueve años esle ojo se habia debilitado considerable
mente , Coclés no reconoció al conde.
$
456
Los carruajes para delenerse delante de la entra
da debian dar una vuelta , á fin de evitar un sur
tidor de agua cristalina que salia del centro de una
gran taza de mármol , en forma de concha , la cual
9

habia escilado bastantes envidias en el barrio , y era


. causa de que llamasen á esta casa el pequeño Ver
salles ; es inútil decir que en esla nadaban una mul
titud de peces encarnados y de diversos colores.
Elevada sobre un piso de cocinas y de cuevas , la
casa tenia además del piso bajo otros dos ; los jóve
nes la habian comprado con sus dedenpencias , que
>

consistian en un inmenso taller , dos pabellones en


el fondo de su jardin y el mismo jardin . Una es
peculacion á su gusto habia reconocido Manuel des
de la primera ojeada en esla disposicion ; porque
babiéndose reservado la casa , la mitad del jardin, y
habiéndose tirado una línea , habia construido una
tapia entre este y los talleres , que alquiló con los
pabellones y la otra mitad del jardin ; de suerte que
vivia en una casa sumamente agradable por una
cantidad bastante módica.
Eran de terciopelo azul y de caoba los adornos
del salon , de nogal y de damasco verde los de la
alcoba y de encina los del comedor ; además habia
un gabinete de trabajo para Manuel que no traba
jaba , y un salon de música para Julia , que no es
tudiaba este bello arte ; el segundo piso estaba con
sagrado á Maximiliano ; y era una repeticion exacla
de la habitacion de su hermana con la diferencia
"
de que el comedor habia sido convertido en una sala
de billar donde llevaba á sus amigos.
1
457
El mismo estaba limpiando su caballo , y fuman
do á la entrada del járdin , cuando se detuvo á la
puerta el carruaje del conde de Monte-Cristo. Co
clés abrió la puerta como hemos dicho , y Bautis
ta , bajando del pescanle , preguntó si el señor y
>

la señora Herbault y Maximiliano Morrél estaban


visibles para el conde de Monte - Cristo .
. Para el conde de Monte-Cristo ! exclamó Mor
rél tirando su cigarro y saliendo al encuentro del
conde ; ya lo creo que estamos visibles para él .
Ah ! gracias , mil gracias , señor conde , por no ha
ber olvidado vuestra promesa .
Y el joven oficial estrechó tan cordialmente la
mano del conde , que este no pudo menos de cono
cer por la franqueza del hijo de Morrél , que se es
peraba su visita con impaciencia .
-
- Venid , venid, dijo Maximiliano , quiero servi
ros de introductor, pues que un hombre como vos no
debe ser anunciado por un criado : Mi hermana está
en su jardin cortando las flores marchilas ; mi cu
ñado lee sus dos periódicos , la Prensa y los Deba
tes , á seis pasos de ella , porque donde quiera que
se vé á la señora Herbault , no hay mas que mirar
á cuatro varas de distancia , donde indudablemenle
tendreis que ver al señor Manuel , y reciprocamente
como decimos en la escuela politécnica.
Una joven de veinte á veinte y cinco años , vestida
de una bata de seda , уy cortando cuidadosamente las
rosas marchitas de un soberbio rosal , levantó la
cabeza al ruido de sus pasos ; esla mujer era nues
tra antigua Julia , que á poco tiempo , segun se lo
TOMO II . 53
458
habia predicho el representante de la casa Thomson
y French , fué la señora Herbault.
Arrojó un pequeño grito al ver al estranjero, y
Maximiliano dió al oirlo una carcajada.
-No te incomodes , hermana , dijo ; el señor
conde hace solo dos ó tres dias que eslá en París ;
pero sabe lo que es una apasionada á las flores , y
si no lo sabe , tú se lo enseñarás.
- Ah ! caballero dijo Julia , traeros así es una
traicion de mi hermano , que no usa de ninguna
etiqueta .... Penelon ....! Penelon ....!
Un anciano cuya cabellera aun espesa blanquea
han algunos mechones canos , de tez bronceada y
>

mirada osada y vivaz que recordaban al viejo ma


rino tostado por el sol del ecuador y fortalecido con
los vientos de las tempestades , estaba regando un
plantio de rosales de Bengala cuando oyó su nom
bre , y depositando su regadera en tierra , se acer
có con la gorra en la mano.
-Creo que me habeis llamado , señorita Julia ,
dijo , héme aquí.
Penelon habia conservado la costumbre de lla
mar á la hija de su patron la señorita Julia , y ja
más habia podido acostumbrarse á decirla señora
Herbault .
- Penelon , dijo Julia , id á avisar á Manuel la
visita que tenemos , mientras que Maximiliano con
duce á este caballero al salon .
Volviéndose despues hácia Monte-Cristo.
-
- Me permitireis que me retire un momento !
dijo..
459
Y sin esperar el consentimiento del conde desa
pareció por una calle de árboles que conducia á la
casa.
- Ah ! mi querido Morrél , dijo Monte- Cristo ,
veo con sentimiento mio que mi visita causa un tras
torno en toda la casa .
-

Mirad , mirad , dijo Maximiliano riendo : veis


allí al marido que por su parte va á cambiar su
chaqueton con una levita ? Oh ! no digais que os de
jan de conocer en la calle de Meslay , estabais anun
ciado .
- Me parece que es una familia feliz , caballero ,
dijo el conde respondiendo a su propio pensamiento .
-Oh ! sí , os lo puedo asegurar señor conde, que
-

quereis ? no les falta nada para ser felices , gozan


de la juventud y de la alegría , se aman , tienen sus
veinte у cinco mil libras de renta con las que se fi
guran,, ellos que tan inmensas fortunas han maneja
do , se figuran , digo, poseer las riquezas del Perú.
-Sin embargo , veinte y cinco mil libras de ren
ta es poco , dijo Monte-Cristo con una dulzura tan
suave que conmovió á Maximiliano , como hubiera
podido bacerlo la voz de un padre; pero no para
rán ahí nuestros jóvenes , ya serán a su vez millo
narios. Vuestro cuñado es abogado..... ó médi
CO..... 6 .....
- Era comerciante , señor conde , y tomó á su
cargo la casa de nuestro pobre padre ; pero el se
ñor Morrél ha muerto dejando quinientos mil fran
cos de fortuna de los que tenia una mitad y mi her
mana otra , porque no erámos mas que dos niños.
460 -

Su marido , que se habia casado con ella sin tener


otro patrimonio que su noble probidad , su inteli
gencia de primer orden y su reputacion ilesa ; quiso
poseer tanto como su mujer , trabajó hasta que hu
bo reunido doscientos cincuenta mil francos para
lo que seis años le bastaron . Era un tierno espec
táculo el de estos dos jóvenes tan laboriosos , lan
unidos , destinados por su capacidad á la fortuna
mas alla , y que no queriendo cambiar nada de las
costumbres de la casa paterna , gastaron seis años
en hacer lo que otros comerciantes hubieran becho
en dos ó tres ; de modo que Marsella entera colmo de
alabanzas una abnegacion tan laboriosa . En fin , un
>

dia Manuel fué á buscar a su mujer que acababa de


pagar las cuentas atrasadas.
- « Julia , le dijo , aquí está el último cartucho
de cien francos que acaba de entregarme Coclés , y
que completa los doscientos cincuenta mil francos
que hemos fijado como límite de nuestras ganan
cias. Preciso será contentarnos de aquí en adelante
con el poco capital que nos resla , y que pienso ar
reglar de modo , que despues de reflexionar que la
casa hace por un millon de negociosal año , tendre
mos un producto de cuarenta mil francos de benefi
cios. Venderemos la clientela , si te parece , en tres
cientos mil francos en una hora , porque aquí tengo
una carta del señor Delaunay que nos lo ofrece en
cambio de nuestros fondos que quiere reunir á los
suyos. Con qué á ver que te parece que hagamos ?
Amigo mio , dijo mi hermana , la casa Morrél
no puede sostenerse sino por un Morrél y salvar
461 C

para siempre de los vaivenes de la fortuna el nom


bre de nuestro padre, bien puede apreciarse en
trescientos mil francos.
- Eso pensaba yo , respondió Manuel ; sin em
bargo , queria saber tu parecer.
- Pues bien ! amigo mio , abí le tienes. Todas
nuestras entradas se han verificado ; nuestras letras
pagadas; podemos echar una raya debajo de la cuen
ta de esta quincena y cerrar la casa . Echemos esta
raya y cerrémosla . Todo esto fué hecho inmediata
mente ; eran las tres , á las tres y cuarto se presentó
un cliente para hacer asegurar un paso de dos bu
ques ofreciendo beneficio de quince mil francos con
tantes.
-
- Caballero , dijo Manuel , tened la bondad de
dirigios á nuestro cofrade el señor Delaunay porque
nosotros ya hemos dejado el comercio .
- Y desde cuando ? preguntó el cliente asom
brado .
Desde hace un cuarto de hora .
- Y esta es la razon caballero , continuó sonrién
dose Maximiliano , porquemihermana y mi cuña
dono tienen mas que veinte y cinco mil libras de
renta.
Maximiliano acababa apenas su narracion du
rante la cual el corazon del conde se habia dilatado
cada vez mas , cuando apareció Manuel con una le
vita abrochada , saludó como un hombre que cono
ce la importancia del personaje á quien babia , y
despues condujo al conde á la casa .
El aroma de las flores contenidas con gran Ira
462
bajo en un inmenso vaso del Japon con asas natu
rales embalsamaban el salon donde Julia , bíen ves
tida y peinada con coquetería , se presentó para
recibir al conde. Los cantos de los pájaros del jardin
y de una pajarera próxima al salon , las ramas de
jazmines yУ de acacias color de rosa bordando con
sus hojas las cortinas de terciopelo azul , daban áes
ta encantadora morada un tinte de placentera tran
quilidad y del mas completo reposo , desde los gor
jeos de los pájaros hasta la sonrisa de los dueños de
la casa .
El conde desde su entrada en la casa , se habia
impregnado ya de esta felicidad , de modo que se
quedó mudo y pensativo , olvidando que le mira
sen y que le oyesen para proseguir la conver
sacion interrumpida despues de los primeros cum
plimientos de este silencio que era ya impolíti
co , y saliendo con un gran esfuerzo de su medi
tacion .
-Señora , dijo en fin , perdonadme una emocion
que debe asombraros , á vos acostumbrada a la paz
y á la felicidad que aquí encuentro ; pero para mi
es una cosa tan nueva la satisfaccion sobre un ros
tro humano , que no mecanso nunca de miraros á
vos y á vuestro marido.
-
-Señor conde , es cierto que gozamos de una
perfecta ventura , repuso Julia ; pero hemos sufrido
mucho tiempo , y pocas personas habrán comprado
su felicidad tan cara como nosotros.
La curiosidad se pintó en las facciones del conde.
-Oh ! es una historia de familia , como os de
.
463

cia el otro dia Chateau -Renaud , replicó Maximilia


no ; una pobre historia , un cuadro poco interesan
te de familia que os haria: poca impresion á vos ,>
señor conde , que estais acostumbrado á ver ilus
tres desgracias y espléndidas alegrías , pero son mu
chos , muchísimos dolores los que hemos sufrido ,
omo os decia Julia , aunque estuviesen encerrados,
en este pequeño cuadro.
Y Dios os ba dado consuelos para vuestros su
frimientos ? preguntó Monte - Cristo.
-Sí , señor conde ,> dijo Julia , podemos decir
lo , porque hizo por nosotros lo que no hace mas
que por sus elegidos; nos envió uno de sus ánge
les. Y al oir esto un vivo carmin cubrió las me
jillas del conde que losió para disimular y se llevó
el pañuelo á la boca.
Los que han nacido en una cuna de púrpu
ra , y nunca han deseado nada , dijo Manuel , no
>

pueden apreciar debidamente las dichas de la vida ,


como no es dado conocer el precio de un cielo puro
á los que no han entregado nunca su vida á mer
ced de cuatro tablas fluctuantes en un mar enfure
cido .
Monte -Cristo se sonrió , sin responder nada , por
que solo en el temblor se hubiera conocido la emo
cion de que estaba agitado, y se puso á recorrer el
salon á largos pasos.
- Nuestra magnificencia os hace sonreir , se
ñor conde , dijo Maximiliano que le seguia con la
>

vista.
No , no respondió Monte-Crisio muy pálido , y
>
464 -

conteniendo con una mano los latidos de su cora


zon , mientras que con la otra mostraba aljóven un
globo de cristal bajo del que reposaba un bolsillo
de seda sobre una almohadilla de terciopelo negro.
Me preguntaba solamente para que sirve este bol
sillo , que en un extremo contiene un papel , segun
veo , y en el otro un hermoso diamante.
Maximiliano tomó un aire grave y respondió :
- Eslo , señor conde, es el tesoro mas precioso
de nuestra familia.
-En efecto , este diamante es bastante hermoso,
repuso el conde de Monte-Cristo .
-Oh ! mi hermano no os habla del valor de la
piedra , aunque está estimada en cien mil francos,
>

señor conde : quiere solamente deciros que los obje


los que encierra ese bolsillo son las reliquias del án
gel de quien hablabamos hace poco.
No me es posible penetrar ese misterio , y con
fieso sin embargo que seria indiscreto preguntáros
lo , señora , replicó el conde de Monte -Cristo incli
nándose ; os ruego pues que me perdoneis mi im
prudencia.
-Imprudencia é indiscrecion habeis dicho ? oh !
qué felices nos haceis , señor conde , al contrario ,
ofreciendo una ocasion de oirnos acerca de ese asun
toi Si ocullásemos como un secreto la accion mas
hermosa que recuerda ese bolsillo >, no le espondría
mos de ese modo a la vista de todos.
--Oh ! quisiéramos poderla publicar por todo el
universo , para que un estremecimiento de nuestro
bienhechor desconocido nos revelase su presencia.
-
465
- Ah ! voy comprendiendo , dijo Monte -Cristo
con voz ahogada.
- Caballero , dijo Maximiliano levantando el glo
bo , y besando religiosamente el bolsillo de seda ; la
mano del hombre bienhechor que salvó la vida á mi
querido padre , y nos sacó á nosotros de la ruina y
nuestro nombre de la vergüenza ; del hombre , gra
cias al cual , nosotros pobres niños entregados á la
miseria ó á las lágrimas, podemos oir hoy á la gen
te estasiarse en nuestra felicidad , ha tocado esto que
miro como sagrado. Esta carta , y Maximiliano sa
cando un billete del bolsillo lo presentó al conde ,
esta carta fue escrita por él , un dia en que mi padre
habia tomado una resolucion desesperada , y esle
diamante fue regalado para su dole á mi hermana
por esle generoso desconocido.
Monte -Cristo abrió la carta , y la leyó con una es
presion indefinible de felicidad ; era el billete que
nuestros lectores conocen , dirijido á Julia , y fir
mado por Simbad el Marino.
Desconocido , decis ? con que , el hombre que
os ha hecho ese servicio ha permanecido descono
cido ?
-Si , señor, jamás hemos tenido la dicha de es
trechar su mano ; favor que hemos pedido á Dios
con afan todos los dias , añadió Maximiliano ; pero
ha habido en toda esta aventura un misterio que
aun no heinos podido penetrar; todo ha sido condu
cido por una mano invisible lan poderosa como la
de un mago .
-Oh ! dijo Julia , aun no he perdido toda espe
466
ranza de besar un dia aquella como ahora beso el
bolsillo que ha tocado. Habeis de saber que hará
unos cuatro años que Penelon estaba en Trieste ; Pe
nelon , señor conde, es ese valiente marino á quien
habeis visto con una regadera en la mano , y que de
contramaestre se ha hecbo jardinero. Penelon estan
do pues en Trieste , vió en el muelle un inglés que
iba á embarcarse en un yale y reconoció al que fué
á casa de mi padre el 5 de junio de 1829 y que me
escribió el billele el 5 de setiembre. Era el mismo,
segun el
él asegura , pero no se atrevió a hablarle.
Un inglés I esclamó Monte-Cristo , y que se in
quietaba á cada mirada de Julia , un inglés decis ?
---- Si, replicó Maximiliano, un inglés que se pre
sentó en nuestra casa como un representante de la
casa Thomson y French de Roma. Hé aqui porque
cuando dijisteis el otro dia en casa de Morcerf que
los señores Thomson y French eran vuestros ban
queros, me estremecí involuntariamente. Y os juro
por el cielo, caballero , esto pasaba, como os hemos
> >

dicho , en 1829. Habes conocido á ese inglés ?


Pero no me habeis dicho lambien que la casa
Thomson y French habia siempre negado que os hu
biese becho ese servicio ?
-Si.
- Entonces ese inglés no podia ser un hombre
que reconocido á vuestro padre por alguna buena
accion que él mismo habria olvidado, pudiera haber
lomado ese pretesto para hacerle un servicio ?
-Todo es posible , caballero , en semejante cir
cunstancia , hasta un milagro .
!
467
- Cuál era su nombre ? preguntó Monte- Crislo .
- Nunca hemos podido saber otro , respondió Ju
lia mirando al conde con profunda alencion , que el
nombre con que se firmó en el billete :: Simbad el
Marino .
- El cual por vuestra desgracia lal vez no seria
-

el suyo propio.
- Es probable , dijo Julia , mirándole siempre.
>

El conde iba á proseguir , pero como vió que Ju


lia le examinaba con escudriñadora atencion como
queriendo conocer el sonido de su voz , se detuvo
para reponer algun tanto su emocion y continuó con
voz alterada .
- Hagamos su retrato para ver si podemos cono
cerle . Era un hombre de mi estatura casi, tal vez
un poco más alto , un poco mas delgado , enterrado >

en una inmensa corbata ,> con una levita abrochada


hasta arriba y siempre con el lápiz en la mano ?
Oh ! sí... síl entonces , le conoceis , señor con
de , no es verdad ? esclamó Julia con los ojos brillan
>

les de alegria.
- No, dijo Monte-Cristo , le supongo solamente .
He conocido á un tal ..... lord Wilmore que tenia
tambien rasgos de generosidad que admiraban .
-
Sin darse á conocer ?
-Era uo hombre estraño y que no creia en el re
conocimiento .
- Oh , Dios mio ! esclamó Julia con un acento
sublime y cruzando las manos ; en qué creia enlon
ces ese desgraciado ?
– Å lo menos asi le sucedia en la época en que yo
.
468
le conocí, dijo Monte- Cristo , á quien esta voz que
partia del fondo del alma habia estremecido hasta la
última fibra ; pero despues de este tiempo , tal vez
babrá tenido alguna prueba de que exista el reco
nocimiento .
- Y vos conoceis á ese hombre , caballero ? pre
guntó Manuel .
-Oh ! si le conoceis , caballero >, esclamó Julia ;
decidnos su nombre... su nombre ... llevadnos si os
es posible a su lado , enseñadnosle , decidnos donde
está ?... Oh ! Maximiliano, oh ! Manuel, si le encon
trásemos le hariamos creer en el reconocimiento .
Monte - Cristo conoció que brotaban dos lágrimas
de sus ojos, y se pusoláa pasear de nuevo por el salon.
-En nombre del cielo , caballero, dijo Maximilia
-

no, si sabeis alguna cosa deese hombre , decidnoslo !


- Ayl dijo Monte-Cristo conteniendo la emocion
de su voz , si vuestro bienhechor es lord Wilmore,
temo que no le encontrarémos nunca. Me separé de
él en Palermo , y partia para los paises mas fabulo
sos ; con que mucho dudo que vuelva .
No poderle ver ! Ah I sois demasiado cruel ca
ballero ! esclamó Julia con espanto .
Y las lágrimas asomaron a los ojos de la jóven .
Señora , dijo gravemente Monte-Cristo devo
rando con los ojos las dos perlas líquidas que ro
daban por las megillas de Julia ; si lord Wilmore
hubiese visto lo que yo acabo de presenciar, amaria
la vida que aborrece , porque las lágrimas que der
ramais le reconciliarian con el género humano.
Y presentó la mano á Julia que le dió la suya ,
469
arrastrada como se sentia por la mirada y por el
acento del conde .
- Pero ese lord Wilmore , dijo , debe tener una
>

patria , una familia , parientes... debe forzosamen


te ser conocido en alguna parte... No podriamos...
Oh ! no os canseis , señora , dijo el conde , no
>

procureis interpretar esas palabras que se me han


escapado. No , lord Wilmore , no es probablemente
el hombre que buscais , era mi amigo , conocia to
>

dos sus secrelos , y me hubiera contado ese.


- Y no os ha dicho nada ? esclamó Julia .
- Nada.
- Ni una palabra que os hiciera sospechar .....
C
Nunca.
-Sin embargo hace poco le nombrasteis.
- Ah ! fué una suposicion .
-Hermana , hermana , dijo Maximiliano ayudan
do al conde , el señor tiene razon . Acuérdale de lo
que tantas veces nos ha dicho nuestro padre ; no es
un inglés el que nos ha hecho lan felices.
Monte -Cristo se estremeció .
-Vuestro padre os decia..... qué os decia , señor
>

Morrél ?? repuso vivamente.


- Mi padre , caballero , veia en esa accion un
milagro. Mi padre creia en un bienhechor que habia
salido por nosotros de su tumba. Oh ! que tierna su
persticion ! caballero , y sin embargo , sin creerlo,
yo mismo cslaba lejos de querer destruir esta creen
cia en su noble corazon I Cuantas veces halagado
dulcemente por ese pensamiento , pronunciaba en
voz baja un nombre que le era muy querido , un
470 -

nombre de amigo perdido ! уy cuando vió de cerca


la tumba que iba devorar su ecsistencia , cuando co
lumbrando no muy lejos el misterio de la eternidad
hubo dado á su imajinacion una cosa parecida á la
iluminacion de la agonía ; este pensamiento , que
hasta entonces habia sido una duda , se trocó en con
viccion , y las últimas palabras que pronunció al
morir fueron estas :
- « Maximiliano , era Edmundo Dantés ?.....)
>

Espantosa era la palidez del conde , que despues


de algunos segundos iba creciendo , cuando pronun
ció el hijo de Morrél estas palabras ; toda su sangre
se agolpó a su corazon , la voz se secó en su gar
ganta , sacó su reloj como si hubiera olvidado la
hora , tomó su sombrero , hizo a la señora Herbault
una cortesia brusca y embarazada , y estrechando
las manos de Manuel y Maximiliano :
- Señora , dijo , permitidme que venga algunas
.

veces á visitaros. Aprecio mucho vuestra casa , y os


estoy sumamente reconocido por vuestra acogida,
porque es la primera vez que me he olvidado de mi
mismo después de muchos años.
Y salió con precipitacion .
Este conde de Monte-Cristo es un hombre bien
singular , dijo Manuel .
-Si , respondió Maximiliano , pero yo creo que
tiene un corazon escelente , y estoy seguro de que
nos ama .

- Y á mí , dijo Julia , me ha llegado su voz has


la el fondo del corazon , y dos ó tres veces se me ha
figurado que no era esta la primera vez que le veia .
471

12.

PYRAMO Y TISBE .

Ux vastojardin cuyosespesos castañossobrepujan


con mucho las enormes tapias, y dejan caer cuando
llega la primavera sus flores sobre dos enormes jar
rones de mármol colocados paralelamente sobre dos
pilastras cuadrangulares en las que encaja una reja
de hierro del tiempo de Luis XIII , se estiende por
detrás de una hermosa y opulenta casa notable en
tre las demas que descuellan cerca del suntuoso bar
rio de Saint-Honoré.
Condenada á pesar de los magníficos geranios que
472
brolan en los dos jarrones y que entregan al vienlo
sus hojas blanquizcas y sus flores de púrpura , esta
>

entrada grandiosa , desde que los propietarios de la


caşa se privaron de ella , de la posesion , del patio
planteado de árboles que cae á la calle principal , y>

del jardin que cierra esta reja, la cual caia antes á


una magnífica huerta de una fanega de tierra fran
cesa , perteneciente a la propiedad. Pero el demonio
de la especulacion babiendo tirado una línea , es de
cir , formado una calle en el estremo de esta huer
ta , y habiendo recibido la calle un nombre antes de
existir , gracias á una placa de vidrio , pensaron po
der vender esta huerta para edificar casas en la ca
lle , y facilitar el tránsito á ese magnífico barrio de
Saint -Honoré.
Pero en punto á especulacion el hombre propone
y el dinero dispone ; porque la calle baulizada murió
en la cuna , y el que adquirió la huerta , despues de
haberla pagado á buen precio no pudo lograr el ven
derla por la suma que queria , de inodo que espe
rando una subida de precio que no podia dejar de
indemnizarle un dia ú otro , se contentó con alquilar
la huerta á unos hortelanos por quinientos francos al
año.
No obstante, ya lo hemos dicho, la reja del jardin,
que caia á la huerta , está condenada y el orin roe
sus goznes ; añadiendo que á efecto de que los inno
bleshortelanos no profanen con sus miradas vulga
res el interior del jardin aristocrático , hay un labi
que de tablas unido a las barras hasta la altura de
seis pies. Es verdad que las tablas no están tan her
473
mélicamente unidas que no se pueda dirijir una mi
rada furtiva por entre las rendijas ; pero esta casa
no es una casa severa que tema las indiscreciones.
Grandes alfalfas , único cultivo que anuncia que
no se ba olvidado del todo este lugar abandonado ,
> descuellan sus verdes hojas en esla huerta en vez de
las coliflores , ensaladas, verduras , rábanos y pa
latas. Una puertecita baja, abriéndose á la calle pro
yectada , dá entrada á este terreno cercado de ta
pias , que sus habitantes acababan de abandonar á
causa de su esterilidad , y que despues de ocho dias,
en lugar de producir un cincuenta por ciento como
antes , no producia absolutamente nada.
Por el lado de la casa , los castaños de que he
mos hablado coronan la tapia , lo cual no impide
que otros árboles verdes y floridos deslicen en los
espacios que median entre unos y otros , sus ramas
ávidas de aire ; y en un ángulo donde la espesura
del follaje no permite un rayo de luz que ilumine su
oscuro verdor, un ancho banco de piedra y sillas de
jardin indican un lugar de reunion ó un retiro favo
rito de algun habitante de la casa situada á cien pa
sos , y que apenas se percibe al través del espeso ra
maje que la envuelve . En fin , la eleccion de este
asilo misterioso , está justificado a la vez por la au
sencia del sol , por la frescura eterna , aun durante
los dias mas ardorosos del eslío , por el gorjeo de los
pájaros y por el aislamiento de la casa y de la calle,
y últimamente de los negocios y del ruido.
Un libro , una sombrilla , un canastillo de labor y
un pañuelo de batista con bordado á medio concluir,
TOMO II . 54
474

eran los objetos que se veian sobre este banco de pie


dra en una tarde del dia mas caluroso de la prima
vera ; y no lejos de este banco , junto a la reja , en
pié , delante las tablas , con los ojos fijos en una de
>

las aberturas , habia una joven cuyas miradas pene


traban en el terreno desierto que ya conocemos.
Casi al mismo tiempo la puertecita de este terreno
se cerraba sin hacer ruido , y un joven alto , vigo
roso , vestido de una blusa azul, una gorrilla de ter
ciopelo , pero cuyos bigotes, barba y cabellos negros
cuidadosamente peinados , desdecian de este traje
popular , despues de una rápida ojeada á su alrede
dor para asegurarse de que nadie le espiaba, pasan
do por esta puerta , que cerró tras sí , se dirigió con
> >

pasos precipitados hacia la reja.


Dió dos pasos atrás con muestras bien marcadas
de temor la hermosa jóven a la vista del que es
peraba , aunque no probablemente en aquel traje,
segun manifestaba en su sorpresa ; y no obstante ,
ya al través de las hendiduras de la puerla , el jóven
con esa mirada que solo pertenece a los amantes,
habia visto flotar el vestido blanco y el largo ciniu
ron azul ; se lanzó hacia el tabique , y aplicando su
boca á una abertura :
- No temais , Valentina , díjo , soy yo.
-

La joven se acercó .
--Oh ! caballero , dijo , por qué habeis venido
7

hoy tan tarde? Sabeis que muy pronto es hora de


ir á comer y que me he lenido que valer de mil me
dios para desembrazarme de mi madrastra que me
espia , de mi camarera que me persigue, y de mi
.
475
hermano que me atormenta , para venir á trabajar
en este bordado, que temo no se acabe en mucho
tiempo?... Asi que os escuseis de vuestra lardanza ,
me direis el motivo de este nuevo traje que habeis
adoplado, y que casi ha sido causa de que no os ha
ya conocido ?
-

- Querida Valentina , dijo el jóven , demasiado


conoceis mi amor , para que os bable de él , y sin
embargo siempre que os veo tengo necesidad de de
ciros que os adoro , á fin de que el eco de mis pro
pias palabras me alhague dulcemente el corazon
cuando no os veo. Mil gracias os doy ahora por vues
tro sermon , que para mi ha sido encantador , porque
me prueba , no me atrevo á decir que me esperabais,
pero si que pensabais en mi . Quereis saber la causa
de mi tardanza y el motivo de mi disfraz ? voy a de
círosla, y espero que me escusareis; he tomado ya es
tado .
– Estado ... Que quereis decir , Maximiliano ? so
mos hastante dichosos para que hableis de lo que nos
concierne con ese tono de broma ?
-Oh ! Dios me libre, dijo el jóven , de chancearme
con lo que decidirá de mi suerte ; pero , fatigado de
ser un corredor de campos , y un asaltador de mu
rallas , espantado a la idea que me infundisleis la
otra tarde de que vuestro padre me haria juzgar un
dia como ladron, aventura que haria bien poco bo
nor al ejército francés , no menos espantado de la
posibilidad de que se asombren de ver eternamente
rondar al rededor de este terreno , donde no hay la
menor ciudadela que sitiar ó el mas pequeño blo
476
queo que defender , á un capilan de spahis , me he
convertido en hortelano , y he adoptado el traje de
mi profesion .
Pero eso es una locura !
Esta es al contrario la cosa mas bien pensada
que he hecho en toda mi vida , porque á lo menos
nos deja en toda seguridad ..
- Veamos , esplicaos.
Pues bien ; fuí á buscar al propietario de esta
huerta , el arrendamiento con los antiguos inquili
nos habia concluido , y yo se la alquilé. de nuevo.
Toda esta alfalfa me pertenece , Valentina de modo
que nadie me impedirá de aqui en adelante el que
mande construir una cabaña aquí cerca , y viva á
veinte pasos de vos. Oh ! no puedo contener mi ale
gría y mi felicidad . Comprendeis , Valentina , que
>

tengan precio estas cosas ? Es imposible, no es ver


dad ? pues bien ! toda esta alegría , por la que yo
hubiera dado diez años de mi vida , me cuesta , no
adivinais cuánto ?.... quinientos francos al año , pa
gados por trimestres. Por esla razon , ya veis que de
aqui en adelante no hay nada que temer . Aquí es
toy en mi casa , puedo poner una escalera apoya
da en mi tapia , y mirar por encima sin temor de
que venga una patrulla á incomodarme , tengo de
recho para deciros que os amo , con tal que vues
tro orgallo no se resienta de oir salir esa palabra de
la boca de un pobre jornalero con una gorrilla y
una blusa .
Arrancó la sorpresa un lijero grito á Valentina ,
que luego y repentinamente dijotristemente como
477
si una nube hubiese velado el rayo de sol que daba
luz a su corazon .
- Ay ! Maximiliano, quien sabe si gozando de li
bertad en demasia , nuestra ventura nos hará tentar
á Dios , y si abusando de nuestra seguridad nos per
derá 1
- Podeis decirme eso , amiga mia , á mi que des
de que os conozco os pruebo cada dia hé subordi
nado mis pensamientes y mi vida á vuestra vida y
vuestros pensamientos! Quién os ha dado confianza
en mí ? no ha sido mi honor ? cuando me dijisteis
que un vago instinto os aseguraba que corriais al
gun peligro, lodo mi anhelo fué serviros, sin pediros
> >

otra recompensa que la felicidad de serviros. Desde


entonces ; decidme os he dado motivo por una pala
bra , por una accion , de arrepentiros por haberme
>

preferido á los que hubieran sido felices en morir por


vos? Me dijisteis, pobre niña , que estabais prome
tida al señor Franz de Epinay , que vuesto padre ha .
bia decidido esta alianza , es decir que era segura ;
porque todo lo que quiere el señor de Villefort se
efectúa infaliblemente ; y me habeís visto perma
necer á la sombra , esperando , no de mi volun
tad ni de la vuestra , sino de los sucesos , de la pro
videncia, de Dios. Valentina , vos sin embargo me
amabais; tuvisteis piedad de mi , y vos misma me lo
habeis dicho. Gracias os doy por esta dulce palabra ,
que no os pido que me repitais sino de cuando en
cuando , y que me hará olvidarlo todo.
Maximiliano si eso es lo que os ha animado ;
eso mismo me proporciona una vida dulce y desgra
-
478

ciada, de manera que me pregunto á veces si es mas


poderoso para mi el pesar que me causaba antes el
rigor de mi madrastra y su ciega preferencia á su
hijo, ó la felicidad llena de peligros que esperimen
to al veros .
- Nodigais una palabra tan dura y tan injusta ;
esclamó Maximiliano , de peligros ! Habeis visto nun
ca un esclavo mas sumiso que yo? Me habeis permi
tido dirigiros algunas veces la palabra, Valentina ,
pero me habeis prohibido seguiros; he obedecido.
Desde que encontré un medio para penetrar en esta
huerta para hablaros al través de esta puerta y de es
lar, en fin , tan cerca de vos sin veros , os he pedido
alguna vez que me deis vuestra mano al través de es
ta reja ? He intentado siquiera saltar esta tapia , fúlil
obstáculo para mi juventud y mi fuerza? Nunca me
he quejado de vuestro rigor , nunca os he manifesta
do en voz alta un deseo ; he sido fiel á mi palabra como
un caballero de los tiempos pasados. Confesad al me
nos que digo verdad para que no os crea injusla pa
ra mí .
-- Es verdad , es verdad ; dijo Valentina pasando
por entre dos tablas el estremo de dos de sus dedos
afilados, sobre los cuales aplicó Maximiliano los la
>

bios ; es verdad , sois un amigo honrado. Pero en fin ,


vos no habeis obrado sino por vuestro interes , mi
querido Maximiliano; bien sabiais que desde el dia
en que la esclava fuese exigente , todo lo debia per
der. Y á esta pobre mujer que no tiene amigos ,
á mí , á quien mi padre olvida , á quien mi madrastra
persigue, y que no lengo por consuelo mas que un
479
anciano inmóvil , mudo , helado , cuya mano no
puede estrechar la mia , cuya mirada sola puede ha
>

blarme , cuyo corazon late sin duda por mi con un


resto de calor. Amarga y sarcástica irrision de la
suerte que me hace enemiga y víctima de todos los
que son mas fuertes que yo , y que me dá un cadáver
por único sosten y amigo; si á mi me habeis prome
tido la amistad de un hermano... oh ! Maximiliano ,
Maximiliano , haceis bien en en amarme por mi y no
por vos porque yo soy muy desgraciada !
- No diré , Valentina , dijo el joven con una
emocion profunda , que a nadie sino á vos amo en
el mundo , porque tambien amo á mi hermana y á
mi cuñado ; pero este es un amor mas dulce y tran
quilo que nada se asemeja al sentimiento que es
perimento hácia vos ; dulce ardor que al recordar
mi frente , siento que toda mi sangre se agolpa á
>

las venas , y el corazon se dilata ; pero esta fuerza ,


este ardor , este poder sobrehumano los emplearé
en amaros solamente hasta el dia en que me digais
que los emplee en serviros. El señor Franz d’Epi
nay estará ausente un año , segun dicen , y en un
año cuantos sucesos favorables pueden secundar
nuestros proyeclos! Esperemos siempre ; es tan her
mosa y halagüeña la esperanza ! Pero mientras lan
Valentina , vos queme echais en cara mi egois
mo , qué habeis hecho por mi ? Hermosa « y fria
estátua de la Venus púdica , en cambio de este in
terés , de esta obediencia , de este cariño , qué pro
mesas me habeis hecho ? nada ; qué me habeis con
cedido ? bien poco á la verdad . Me hablais del señor
480
d'Epinay , vuestro prometido , y suspirais á la idea
de ser un dia su esposa . Decidme, Valentina , es
todo lo que siente vuestro corazon ? Si yo os doy mi
vida y mi alma , si os consagro hasta el mas insig
pificante latido de mi corazon ; si cuando ya soy
vuestro , cuando ya me digo á mi mismo en voz
baja que moriré si os pierdo , no no os espanlais á
la sola idea de permanecer á otro ? Oh ! Valentina,
Valentina I si yo fuese lo que vos sois , si yo me sin
liese amado como vos estais segura de que os amo,
cien veces hubiera pasado ya mi mano por las bar
ras de esa reja , y hubiera estrechado la mano del
pobre Maximiliano , diciéndole : « Seré vuestra ,
vuestra solamente , Maximiliano , en la vida y en
la eternidad . »
Nada respondió Valentina , pero el jóven la oyó
llorar .
-Oh ! exclamó, Valentina ! Valentina ! olvidad
mis palabras si hay en ellas algo que haya podido
causaros un leve pesar.
-Decís verdad , dijo ella : lo conozco : pero no veis
que yo soy una pobre mujer abandonada en una casa
casi estraña ; porque mi padre es para mí un estra
ño , y cuya voluntad ha ido desapareciendo despues
de diez años , dia por dia , hora por hora , minuto
por minuto 1 A nadie sino á vos he hablado de lo
mucho que sufro : pues şi en la apariencia , y á los
ojos del mundo , todos son buenos , todos son afec
luosos , en realidad todos son hostiles. El mundo di- .
>

ce ; el señor de Villefort es demasiado grave , de


masiado severo para mostrarse tierno con su hija ;
481
pero á lo menos tiene la felicidad de encontrar en
la señora de Villefort una segunda madre ; y al de
cirlo , el mundo se engaña , porque mi padre me
abandona con indiferencia , y mi madrastra me
aborrece con un encarnizamiento tanto mas terri
ble cuanto que está velado por una sonrisa eterna.
- Aborreceros 1 á vos , Valentina ! y cómo pue
den aborreceros ?
- Ay I amigo mio , dijo Valentina, me veo obli
>

gada á confesaros que este odio proviene de un sen


limiento casi natural . Adora á su hijo , à mi her
>

mano Eduardo.
Pero .... ?
-
Estrañareis sin duda que se interponga en lo
que os estoy diciendo una baja y mezquina cues
tion de dinero ; pero ; ayl amigo mio , yo creo que
su odio proviene de ahí, os lo aseguro . Cómo ella
por si no tiene fortuna , como yo soy ya rica , y esta
> >

fortuna será aun aumentada por la del señor y se


ñora de Saint -Meran , yo creo que está envidiosa.
Oh ! Diosmio ! si yo pudiese darle la mitad de esa
fortuna en cambio de ser mirada en casa del señor
de Villefort como una hija en la casa de su padre ;
no vacilaria un momento en hacerlo.
Pobre Valentina !
--Sí, me siento encadenada , y al mismo tiem
-
>

po conozco que tengo tanta debilidad , que me pa


rece que estos lazos me sostienen y lengo miedo de
romperlos. Por otra parte mipadre no es un hom
bre cuyas órdenes se puedan revocar impunemente;
es poderoso contra mí , lo seria contra vos , lo seria
TOMO II . 55
482 -

contra el mismo rey , protegido como está por una


posicion á donde nadie puede llegar. Oh I Maximi
liano ! os lo juro, no lucho porque tanto vos como
yo temo que seamos vencidos en esta lucha.
- Pero en fin , Valentina , repuso Maximiliano ,
porqué desesperar así, y ver el porvenir siempre
sombrío ?
- Ah ! amigo mio , porque lo juzgo por el pa
sado .
Esplicaos : si yo no soy un partido ilustre bajo
el punto de vista aristocrático , soy considerado en
algo por muchos motivos en el mundo en que vivís ;
el tiempo en que habia dos Framiers en la Francia
.
no existe ya ; las familias mas altas de la monar-
quía se han mezclado con las familias del imperio ,
у la aristocracia de la lanza se ha desposado con la
nobleza del cañon. Pues bien ! yo pertenezco á esta
última : y gozo de la perspectiva de un bello por
venir en el ejército , con una fortuna limitada , pero
independiente , y la memoria de mipadre , en fin ,
>

que es venerada en nuestro país, como la de uno


de los comereiantes mas honrados que han existi
do. Hablo de nuestro país , Valentina , porque vos
sois casi de Marsella .
- Maximiliano , no me hableis de Marsella , por
que en esa sola palabra se encierra el gralo recuer
do de mi buenamadre , ese ángel que todo el mun
do ba llorado , y que , despues de haber velado
por su hija durante su corta permanencia en la tier
ra , espero que vela aun por ella durante su eterna
morada en el cielo. Oh ! si viviera mi pobre ma
483
dre , Maximiliano , nada tendria que temer ; le di
ria que os amo , y me protegeria.
- Ab ! Valentina replicó Maximiliano , si vivie
>

ra , sin duda yo no os conoceria ; porque vos mis


ma me habeis dicho que seriais feliz si viviera , y
Valentina feliz ,> me habria mirado desdeñosamente
desde lo alto de su grandeza.
- Ah ! amigo mio , exclamó Valentina , sois in
justo ..... pero , decidme .....
Que quereis que os diga ? replicó Maximilia
no , viendo que Valentina vacilaba.
- Decidme, continuó la jóven , si ha habido al
guna vez en Marsella algun motivo de rencilla ó
rivalidad entre vuestro padre y el mio.
-
- No puedo deciros mas respondió Maximiliano,
sino es que el vuestro era un partidario acérrimo
de los Borbones , y el mio del emperador ; siendo
segun presumo este el único motivo que han tenido
para enemistạrse. Pero por qué me preguntais eso,
Valentina ?
-
- Voy a deciroslo , replicó la jóven , porque to
do lo debeis saber. Oidme : esto pasaba el dia en
que fué publicado en los periódicos vuestro nom
bramiento de oficial de la legion de honor : estába
mos todos en el cuarto de mi abuelo : el señor Noir
tier , estaba con nosotros , y además el señor Dan
>

glárs; ese rico banquero , cuyoscaballos estuvieron


á pique de matar antes de ayer á mi madre y á mi
bermano : yo en voz alta leia el periódico ámiabue
lo , mientras que los demas hablaban del proyectado
casamiento entre Morcerf con la señorita Danglárs:
484
apenas hube llegado al párrafo que os concernia ,
y que yo habia ya leido , porque desde el dia an
terior por la mañana me habia anunciado esta bue
na noticia ; cuando llegué a él , pues , es decir , al
párrafo que os concernia , llena estaba de placer...
pero lemblaba tanto por verme obligada á pronun
ciar vuestro nombre , que seguramente lo hubiera
omilido á no ser por el temor que yo esperimenté
de que interpretasen mal mi silencio ;; reuní lodo
mi valor y lei.
-Querida Valentina !
- Y cuando mis labios trémulos y agitados bicie
ron resopar vuestro nombre , mi padre volvió la
cabeza ; pero estaba tan persuadidade que todo el
mundo se iba a admirar, que creí ver estremecerse á
mi padre , y aun al señor Danglárs , lo que regular
mente , en especial este último , seguramente seria
una ilusion .
--- Morrél ,dijo mi padre, esperad ! y frunció las
>

cejas. Seria uno de esos Morrél de Marsella , uno de


esos bonaparlistas acérrimos que tanto nos dieron
que hacer en 1815?
-Sí , respondió el señor Danglárs, creo que es
el hijo del antiguo armador.
De veras , esclamó Maximiliano ; y que respon
dió vuestro padre ?
-Oh ! hablad , replicó Maximilano sonriéndose.
-Su emperador , continuó frunciendo las cejas,
sabia el puesto que debian ocupar esos ilusos fanáti
cos , a quienes llamaba carne de cañon , y era el úni
co nombre que merecian. Estoy viendo con gozo que
485
el nuevo gobierno renueva este saludable principio
ahora que con tanto ahinco trata de conservar á Ar
gel , y le felicitaría gustoso á pesar de que nos cues
ta un poco caro.
-Eso es en efecto una política bastante brutal,
dijo Maximiliano ; pero no os sonrojeis, querida ami
ga , por lo que ha dicho el señor de Villefort, porque
>

mi valeroso padre no cedia en ese punto al vues


tro , y repetia sin cesar a Por que el emperador que
tan buenas cosas hace , no forma un regimiento de
jueces y abogados y no los envia siempre al primer
fuego ?» Ya veis, querida amiga , que solo en las
rivalidades de los partidos nacen esas ideas que se
hacen notables porlo pintoresco de la espresion y la
dulzura del pensamiento. Pero que dijo Danglárs al
oir las palabras del procurador del rey ?
Oh ! comenzó á reir con esa risa burlona que
le es peculiar y que a mi me parece feroz y en se
guida se levantaron para salir juntos. Que agitado
eslaba entonces mi abuelo ! Porque es forzoso que
sepais ,'Maximiliano , que yo sola adivino sus agita
ciones , pero ademas ya sospechaba que la conversa
cion que habia tenido lugar delante de él , le habia
causado mucha impresion atendido á que habian ha
blado mal del emperador, de quien parece que siem
pre ha sido fanático defensor.
En efecto , es uno de los nombres mas conoci
>

dos del imperio ; ha sido senador, y como vos sabeis,


Valentina , estuvo metido en todas las conspiracio
nes bonapartistas que hubo en tiempo de la Restau
racion .
486
-Si , algunas veces oigo decir en voz baja esas
cosas que me parecen muy estrañas; el abuelo bo
napartista , el padre realista . Por fin qué quereis
que hiciera ? me volví hacia él .
Mostróme con él dedo el periódico.
-Que teneis , buen papá ? le dije , estais con
>

lento ?
Hizo con la cabeza una señal afirmativa.
- Por lo que acaba de decir mi padre ? pre
gunté ?
Hizo entonces una seña negativa.
- Por lo que ha dicho el señor Danglárs ?
Hizo tambien seña de que no.
--- Acaso por qué el señor Morrél ha sido nombra
do oficial de la Legion de honor ?
Hizo seña de que sí.
- Lo creereis, Maximiliano ? estaba contento por
que hubieseis sido nombrado oficial de la Legion de
honor siendo así que no os conoce , y confieso que
será una locura mia sin duda , pero le quiero mu
cho mas por eso .
- Es estraño , pensó Maximiliano , vuestro padre
me aborrece , al paso que vuestro abuelo.... Estra
ños ódios y afectos de partido 1
-Silencio , esclamó Valentina. Ocultaos y huid
porque creo que alguien viene.
Maximiliano cojió un azadon y se puso á arrancar
desapiadadamente las raices y las hojas de las al
falfas.
Señorita I señorita ! gritó una voz detrás de los
-
487 -

árboles, la señora de Villefort os busca por todas


partes y os llama ; hay una visita en el salon.
-
- Una visita ! dijo Valentina con agitaciou ; y
quien nos hace esa visita ?
– Un gran señor, un príncipe, segun dicen , el se
ñor de Monte -Cristo .
Ya voy , ya voy ! dijo Valentina .
Este nombre hizo estremecer del otro lado de la
reja á aquel á quien el ya voy iba dirijido como á
despedida .
- Calle ! dijo para sí Maximiliano apoyándose
pensalivo en su azadon , como diablos el conde de
Monte - Cristo conoce al señor de Villefort ? ....
489

BỘ1
XIXOS
euse Decorso one

13.

TOXICOLOGIA .

Com objeto de devolver la visita, con queel pro


curador del rey le habia honrado acababa
2

, de en
trar en casa de Villefort, el conde de Monte-Cristo,
á cuyo nombre , pronunciado por un criado para
anunciarle , loda la casa se habia revuelto.
>

La señora de Villefort , que estaba sola en el sa


lon cuando anunciaron al conde , hizo venir al pun
TOMO II . 56
490
to á su hijo para que le reiterase su agradecimiento ;
у Eduardo , que no habia cesado de oir hablar hacia
dos dias del gran personaje, se apresuró á acudir al
salon , no por obediencia á su madre , no para dar
gracias al conde , si tan solo por curiosidad y para
decir alguno de aquellos chistes que hacian esclamar
á la madre : Oh , si es tan malo ! pero es preciso per
donarle ; si viereis que talento tiene !
Despues de haber cambiado las primeras frases
de política acostumbradas , el conde se informó del
señor de Villefort.
Mi marido come, hoy en casa del Canciller, re
pondió la señora de Villefort ; acaba de salir ahora
mismo y sentirá muchísimo el no haber podido tener
el placer de veros .
Devoraban con sus miradas al conde dos caballe
ros que estaban de visita en el salon antes que él ;
pero se retiraron despues del tiempo razonable exi
jido a la vez por la política y por la curiosidad.
-
A propósito , que hace tu hermana Valentina ?
dijo la señora Villefort á Eduardo ; que la avisen pa
ra que lenga el honor de presentarla al señor conde.
- Teneis una hija , señora ? preguntó el conde :
deberá ser una niña ?
Es bija del señor de Villefort,replicó la jóven :
una hija del primer casamiento , una jóven belli -
sima .
-Peró muy melancólica , interrumpió Eduardo
arrancando, para hacer un plumero á su sombrero,
las plumas de la cola de an magnifico papagayo que
chillaha de dolor en su dorada jaula.
491
La señora de Villefort se contentó con decir .
- Calla , Eduardo !
Despues añadió :
Este niño sin seso casi tiene razon , y repite
lo que bastantes veces me ha oido decir á mi con
dolor ;‫ ܕ‬porque la señorita de Villefort tiene , a pesar
de todo lo que hacemos por distraerla , un carácter
triste y un humor taciturno que casi llega á borrar
el efecto que produce su belleza. Pero no viene ;
Eduardo , id á ver por que tarda lanto.
- Porque la buscan donde no está.
- Donde la buscan ?
En el cuarto del abuelo Noirtier .
Y dices que allí no está ?
- No 1 noinol noi noi no ! no está ! respondió
Eduardo gritando con todos sus pulmones.
- Donde está ? Decidlo pues si lo sabeis.
- Está ..... está debajo de los grandes castaños ,
continuó el niño : presentando a pesar de los gritos
de su madre , moscas vivas al papagayo , que pare
cia muy aficionado á esta especie de caza.
Entró Valentina , cuando la señora de Villefort
>

estendia la mano para llamar , 6ó para dar la órden


de que la buscasen en el lugar que le habian dicho.
Un tinte de melancolía brillaba en efecto en su
rostro , y si se la hubiera mirado con atencion hu
biérase podido notar que sus ojos estaban humede
cidos aun por las lágrimas .
Valentina , en quien todavia no hemos parado la
atencion , era una joven alta y esbelta , de diez y
nueve años , con cabellos de un castaño claro , ojos
492
azules , y andar lánguido acompañado de aquella
misma distraccion que caracterizaba a su madre ;
sus manos blancas y afiladas , su cuello anacarado,
sus mejillas lijeramente sonrosadas, la hacian ase
mejarse á primera vista á una de esas hermosas
inglesas que se comparan en sus movimientos con
bastante poesia á cisnes recreándose en el agua.
Entró , pues, y al ver al lado de su madre al es
tranjero , de quien tanto habia oido hablar , saludo
>

sin ese encojimiento natural de las jóvenes , y sin


bajar los ojos, con una gracia que aumentó la aten
cion del conde que al punto se levantó .
- Os presento a la señorita de Villefort, mi hija
politica , dijo la señora de Villefort á Monte-Cristo
inclinándose sobre el sofá y mostrándole á Valen
tina .
- Y el señor ..... es el conde de Monte-Cristo , rey
de la China y emperador de la Cochinchina , dijo
el gracioso niño , lanzando á su hermana una mira
da maliciosa .
La señora de Villefort no pudo reprimirse esta vez,
se puso pálida y faltó muy poco para que se enoja
se con el lindo muchaho que se quedó riendo de la
gracia ; pero al contrario , el conde se sonrió y pa
reció mirar al niño con bondad , lo cual llevó al col
>

mo la alegría y el entusiasmo de la madre.


Pero decidme , señora , repuso el conde prosi
guiendo la conversacion y mirando alternativamen
te á la señora de Villefort y á Valentina : no he te
nido ya el honor de veros en otra parte , á vos y á
esla señorita ? Ahora poco eslaba pensando en ello ,
493
y cuando entró esta señorita , su visla fué un rayo de
luz para mi confusa memoria ; perdonadme esta pa
labra...
- No es probable , caballero. A la señorita de
Villefort no le gusta la sociedad , y salimos rara vez ,
dijo la joven esposa .
--

Oh I es que no es en la sociedad donde yo he


visto á esta señorita , á vos y á este niño encanlador .
El mundo parisiense me es absolutamente descono
cido , porque creo haber tenido ya el gusto de deci
ros olra vez que hace pocos dias que estoy en Paris...
Si permitís que haga memoria... esperad...
El conde puso la mano sobre su frenle con una es
presion que parecia reunir pasadas ideas.
-
- No : fué en otra parte... fué... no sé ... pero me
parece que este recuerdo está acompañado de un her
moso sol y de una fiesta religiosa . La señorila tenia
flores en la mano ; el niño corria delrás de un pavo
real en el jardin , y vos , señora , vosestabais debajo
de un emparrado... Ayudadme , señora ; no os des
pierta ningun recuerdo las cosas que os digo ?
No , nada , respondió la señora de Villefort ,
porque estoy bien segura , caballero , que si yo os
hubiera encontrado en alguna otra parte , vuestro
recuerdo hubiera permanecido fijo en mi memoria.
- Ab ! tal vez nos haya visto el señor conde en
Italia , dijo tímidamente Valentina .
-En efecto , en Italia... es posible , dijo Monte
Cristo. Habeis viajado por Ilalia , señorita ?
Mamá y yo estuvimos allí hace dos años. Los
médicos lemian por mi salud , y me recomendaron
TOMO II .
canine 494
los aires de Nápoles. Pasamos por Boloña , por Pe
rousse y por Roma .
- Ah I es verdad , señorita , esclamó Monte-Cris
lo como si solo esta indicacion hubiese baslado pa
ra fijar sus recuerdos. En Perousse , en el dia de
>

Corpus , en el jardin de la fonda de la Posta , fué


>

donde la casualidad nos reunió , á vos , a la seño


rila , á vuestro hijo y á mí . Me acordaba perfecla
>

menle de haber tenido el placer de veros.


-Oh ! yo me acuerdo perfectamente de Perousse,
caballero , de la fonda de la Posta y de la fiesta de
que me hablais , dijo la señora de Villefort ; pero
por mas que hago por acordarme , me avergüenzo
de mi flaca memoria , porque no recuerdo haber le
nido el gusto de veros.
— Es estraño 1 ni yo tampoco , dijo Valentina,
>

mirando á Monte -Cristo .


-- Ah ! pues yo si me acuerdo , dijo Eduardo.
Voy a ayudaros , señora. Era un dia muy ca
luroso ; vos esperabais unos caballos que no llega
ban á causa de la solemnidad del dia , esta señorita
desapareció por las calles del jardin , y vuestro hijo
siguió corriendo detrás del pavo real .
-Oh ! sí , acuérdate , mamá i no te acuerdas di
jo Eduardo , que despues de haberle cogido , le ar
ranqué de la cola tres plumas de las mas largas ?
- Vos , señora , estabais debajo del emparrado ;
os habeis olvidado tambien de haber hablado con
una persona cuando estabais senlada en el banco de
piedra , mientras la señorila de Villefort y vuestro
hijo estaban ausentes ?
495
-Si , si , dijo la joven sonriéndose , ya me acuer
do ; con un hombre envuello en una gran capa de
paño... con un médico , si no me engaño.
Asi mismo , señora ... ese hombre era yo que
despues de quince dias que hacia que habitaba la
casa , curé á un criado de una fiebre bastante perti
>

naz y á mi patron de unos dolores en la pierna ; de


suerte que lodos me miraban como un gran doctor.
Hablamos largo tiempo , señora , de cosas indiferen
>

tes , de Perugina , de Rafael , de las costumbres


italianas y de aquella famosa agua -tofana , cuyo
secreto conservaban aun algunas personas en Pe
rousse .
Ahl es verdad , dijo vivamente la señora de
Villefort con cierta inquietud , me acuerdo muy
bien .
- Yo no sé ya lo que vos me dijisteis minuciosa
mente , señora , replicó el conde con una tranquili
dad perfecta , pero participando del error general,
me consultásteis sobre la salud de la señorita de Vi
lleforl.
– Pero , sin embargo , vos erais médico , dijo la
señorita de Villefort, puesto que habiais curado va
rios enfermos .
- Moliere ó B?aucharnais , os hubieran respon
dido , señora , que justamente porque no lo era no
he curado á mis enfermos, sino que mis enfermos se
han curado ; yo me contentaré con deciros que he
Estudiado bastante á fondo la química y las ciencias
naturales , pero solo como aficionado... ya os lo po
deis figurar , señora.
-
596
En aquel momento dieron las seis .
-Son las seis , dijo la señora de Villefort , vi
>

siblemente agilada ; no vais ya siquiera á ver co


mer á vuestro abuelo , Valentina ?
Valentina se levantó , y salió de la sala sin pro
2

nunciar una palabra ,. despues de haber saludado


con gracia al conde de Monte - Cristo .
-Oh ! Dios mio , señora ,por mi causa tal vez
habeis despedido á la señorita de Villefort i dijo el
conde así que Valentina hubo salido.
- No lo creais , repuso vivamente la joven ; pe
ro esla es la hora en que hacemos dar al señor Noir
lier la triste comida que sostiene su mísera existen
cia. Ya sabreis, caballero en qué deplorable estado
se halla el padre de mi marido !
-Sí , señora , el señor de Villefort me ha habla
do de ello ; una parálisis segun creo .
- Es un espectáculo muy triste el que presenta
-

ese mísero anciano , que sin lener movimiento , pá


rece que tan solo el alma vela en esa máquina hu
mana ,pálida y lemblorosa como una lámpara pron
ta á apagarse. Pero perdonad que os hable de nues
tros infortunios domésticos y que os haya inter
rumpido en el momento en que me deciais que erais
un hábil químico.
No he dicho yo eso , señora , respondió el con
de sonriéndose ; he estudiado la química porque ,
decidido á vivir particularmente en Oriente , he
querido seguir el ejemplo del rey Mitrhídales .
Mithridates rex Ponticus , dijo el niño cor
lando de un magnífico album unos dibujos de pai
497 -

saje que iba doblando y guardándose en el bol


sillo .
Eduardo ! no seas malo ! exclamó la señora
de Villefort arrancando el libro mutilado de las ma
uos de su hijo , eres insoportable , y me desespe
ras : déjame, vé con Valentina al cuarto del abue
lito Noirtier .
- El album ....I dijo Eduardo .
Cómo el album ?
- Sí, síl yo quiero el album.....
-

Porqué has cortado los dibujos ?


- Porque me divierto .
- Vete , vete !
- Nol no ! Yo quiero y requiero el album , y
no me iré de aquí hasta que me den el album , dijo
sentándose en un sillon el niño , fiel siempre a su
costumbre de no ceder nunca .
- Toma y déjanos en paz , dijo la señora de Vi.
-

llefort, y dió el album á Eduardo , que salió acom


pañado de su madre.
El conde siguió con la vista a la señora de Vi
llefort.
Veamos si cierra la puerta tras de sí cuando
entre , dijo entre dientes.
La señora de Villefort cerró la puerta con mu:
cho cuidado , al volver á entrar, pero el conde apa
rententó no apercibirse de ello.
Despues arrojó una mirada á su alrededor , y vol
vió á sentarse en su butaca.
– Permitidme que os haga observar , señora ,
dijo el conde con aquella bondad que ya conoce el
498 C

leclor , que sois muy severa con ese niño lan encan
lador .
- Es necesario , caballero , replicó la señora de
>

Villefort , con un verdadero aplomo de madre .


- Le habeis interrumpido justamente cuando
pronunciaba una frase que prueba que su preceptor
no ha perdido el tiempo con él , y que vuestro hijo
>

está muy adelantado para su edad .


-Oh I eso sí : tiene mucha facilidad y aprende
todo lo que quiere. No tiene mas defecto que ser
muy testarudo. Pero á propósito de lo que decia ;
creeis vos , por ejemplo , señor conde , qne Mitbrí
dales usase de aquellas precauciones y que pudie
ran ser eficaces ?
Lo creo con tanta mas razon , señora , cuanto
que yo las he usado para no ser envenenado en Pa
lermo , Nápoles y Smirna , es decir , en tres oca
siones , donde , á no ser por eslas precauciones hu
hiera perecido.
- Y os salió bien ?
Perfeclamente.
-Sí , es verdad ; me acuerdo de que en Perousse
me contasteis una cosa parecida.
- De veras ! exclamó el conde con una sorpresa
admirablemente fingida ; ved abi una cosa de que
yo no hago memoria.
- Os pregunté si los venenos obraban lo mismo
y con la misma energía sobre los hombres del Norte
que sobre los del Mediodia , y me respondisteis que
los temperamenlos frios y linfálicos de los seplen
trionales no presentaban la misma disposicion que
499
la enérgica naturaleza de los ardientes hijos del Me
diodia.
- Es verdad , dijo Monte Cristo ;; yo he visto á
rusos devorar sustancias vejela !es que hubieran ma
tado infaliblemente á un napolitano ó á un árabe.
- Con qué vos creeis que el resultado seria aun
mas seguro entre nosotros que entre los orientales ,
y que en medio de nuestras brumas y nuestras llu
vias >, un hombre se acostumbraria mas fácilmente
que bajo un clima caliente , á esa absorcion progre
siva del veneno ?
-

-Seguramente ; se entiende sucederá siempre


que se esté preparado contra el veneno á que se ha
ya uno acostumbrado.
-Sí , ya os entiendo ; y como os acostumbra
riais vos , por ejemplo , ó mas bien , como os ha
>

beis acostumbrado ?
Nada mas fácil. Suponed que vos sabeisde an
temano el veneno que han de usar contra vos.....
suponed que este veneno sea..... la brucina , por
ejemplo .....
-Sí , que se saca de la falsa angustura , (1 ) se
gun tengo entendido , dijo la señora de Villefort.
Es muy exacto lo que decís ,, señora , respon
dió Monte -Cristo ; pero veo que me queda muy po
co que enseñaros y recibid mi enhorabuena , pues
semejantes conocimientos no son muy comunes en
el bello sexo .
-Oh ! lo confieso , dijo la señora de Villefort,
( 1) Bruccea ferruginea.
500

soy muy apasionada á las ciencias ocultas que ha


blan á la imaginacion como una poesia , y se resuel
ven con cifras como una ecuacion algebraica ; pero
os suplico que continueis , porque lo que me decís
me interesa sobremanera .
- Pues bien I repuso Monte -Cristo , suponed que
este veneno sea la brucina , por ejemplo , y que to
maseis un miligramo el primer dia , dos miligramos
el segundo ; pasados diez dias tendreis un centígra
mo ; despues de veinte dias , aumentando otro mi
lígraino , tendreis tres cenlígramos , es decir , una
dósis que sufrireis sin inconveniente , pero que se
ria muy peligrosa para otra persona que no hubiese
tomado las mismas precauciones que vos ; en fin ,
al cabo de un mes , bebiendo agua en la misma jar
ra , matareis à la persona que haya bebido en aquel
>

la agua al mismo tiempo que vos , sin notar mas que


un poco de malestar , causado por una sustancia
>

venenosa mezclada en aquel líquido.


No conoceis otro contra - veneno ?
-

No conozco ningun olro .


Yo habia leido varias veces esa historia de
Mithridates , dijo la señora de Villefort pensaliva ,
у habia creido que era una fábula.
No señora ; es una verdad , á pesar de hallar
se en la historia tan pocas verdades ; pero lo que
me decís , señora , lo que me pregunlais no es el
resultado de una pregunta caprichosa , puesto que
hace dos años me hicisteis preguntas iguales , y me
habeis dicho que esa historia de Mithridates os ocu
paba hace tiempo.
501
- No os engañais , caballero; la botánica y la
mineralojía han sido los dos estudios favoritos de mi
juventud y cuando he sabido mas tarde que el uso
de los simples era el lenguaje con que se esplicaba
por lo regular toda la historia y toda la vida de los
individuos de Oriente , como las flores esplican to
dos sus pensamientos de amor ; sentí no ser hom
bre para llegar a ser un Flamet , un Fontanal ó un
Cabanís.
- Tanto mas , señora, repuso Monte -Cristo, cuan
to que los orientales no se limitan , como Mithridates,
á hacer de los venenos una coraza , sino tambien un
puñal ; la ciencia es entre sus manos no solo un arma
defensiva , sino a veces ofensiva ; aquella les sirve
contra sus sufrimientos, esta contra sus enemigos :
con el ópio , la belladona , el hatchis, se procuran en
sueñosla felicidad que Dios les ha negado en realidad;
con la falsa angustura , la belladona , el laurel cerezo ,
adormecen a los que quieren; y no hallareis una sola
de esas mugeres , egipcia , turca ó griega , que aqui
llaman buenas mugeres, que no sepan en materia de
química con que dejar estupefacto á un médico , y
en materia de psicologia con que espantar á un con
fesor .
De veras ! esclamó la señora de Villefort cuyos
ojos brillaban durante esta conversacion .
-Oh ! si vos supierais, señora , continuó Monte
cristo como de este modo los secretos , dramas de
Oriente se desenvuelven y se desarrollan , desde la
planta que hace morir , desde el brevage que abre el
cielo hasta el que sumerge a un hombre en el infierno!
TOMO II. 58
502

Tienen tantas rarezas de este género, como caprichos


encierran en su naturaleza humana , fisica y moral ,>

y añadiré que el arte de estos químicos sabe aplicar


admirablemente el remedio y el mal á sus necesida
des de amor ó á sus deseos de venganza.
-Pero, caballero , repuso la jóven , esas socie
dades orientales, en medio de las cuales habeis pa
sado una parle devuestra vida , son tan fantásticas
como las pintan los cuentos que hemos oido de su
hermoso pais ? existe en realidad el Bagdad ó Bas
sorra de Gallard ? Los sultanes y los visires que
rigen esas sociedades, y que constituyen lo que se
llama en Francia el gobierno , son otros Haraun - al
Raschild y Giaffar, que no solo perdonan á un enve
nenador , sino que le hacen primer ministro , si el
crimen ha sido ingenioso , haciendo en este caso gra
bar la historia en letras de oro para diversion y pa
saliempo de sus ratos de ocio?
- No señora , no existen tampoco en Oriente esas
fantasías, porque hay allí tambien , conocidos ba
jo otro nombre , y con diferentes atribuciones por
ser otras las costumbres , comisarios de policía , jue
ces de instruccion , procuradores del rey , y peritos.
>

Allí se ahorca , se decapita y empala con la mayor


frescura á los delincuentes, con la diferencia de que
aquí un astuto criminal puede burlar impunemen
le la justicia humana y asegurar el éxito de sus em
presas por medio de hábiles combinaciones. En nues
tra sociedad , un nécio á qnien domina el espíritu de
>

la venganza ó la concupisencia , que tiene un enemi


go al que intenta destruir ó un pariente al que le
503
conviene aniquilar ; se vá á casa de un droguero, dá
un nombre falso , que contribuye luego á probarle
mejor el crímen , y compra, bajo pretesto de que los
ratones le privan disfrutar del sueño , cinco ó seis
escrúpulos de arsénico; si tiene alguna sagacidad ,
repite su compra en casa de cinco.6 seis drogueros,
con lo que aumenta al número de testigos que podrán
deponer contra él ; luego , dueño de su anhelado es
pecífico, administra á su próximo pariente una dó
sis de arsénico capaz de hacer rebentar á un toro ,
y que sin saber como ni porque , obliga a la víctima
á dar ahullidos y lamentos que ponen en conmocion a
todo el barrio. Preséntanse entonces una multitud de
agentes de policía y de gendarmes , se vá luego en
busca de un facultativo , que reconoce el cadáver y
recoje en sus entrañas el arsénico administrado ; y al
dia siguiente los periódicos relatan el hecho con los
nombres de la víctima y de su asesino . En la misma
tarde el droguero , 6 drogueros , se pesentan á decla
rar : « Yo soy quien ha vendido el arsénico al señor.
y en vez de hallar un vendedor encuentran veinte.
El imbécil delincuente en aquel caso , es conducido á
la cárcel donde le encierran , le interrogan , le ca
rean , le confunden , condenan y guillotinan , o si es
una mujer de lindas facciones y de relaciones con
sugetos de alguna valía , la encierran para toda su
vida.
He aqui como vosotros los hijos del norte enten
deis la química , señora. Desrues sabia más que todo
eso , debo confesarlo.
- Qué quereis, caballerol dijo riendo la jóven ,
504

se hace lo que se puede. No todo el mundo posee el


secreto de los Médicis o de los Borgias.
- Quereis pues que os diga , continuó el conde
-

encojiéndose de hombros, la causa que dá márgen á


todas esas necedades ? en todos vuestros teatros, se
gun he podido juzgar por la sola lectura de los anun
cios de las piezas que se representan, salen á la esce
>

na todos los dias personas que sorben el contenido


de una botellita , ó se tragan el veneno que encier
ra el secreto de una sortija , cayendo muertas en el
acto, y cinco segundos despues cae el telon y los es
pectadores se van a sus casas. Pero se ignoran las
consecuencias del asesinato , no se vé jamas ni al co
misario de policía con su faja , ni al cabo con sus
cuatro soldados , lo que dá á entender á mas de cua
tro botarates que estos negocios terminan asi ; mas
alejaos un poco de Francia, idos ya sea á Alep, ya al
Cairo, ó tan solo á Nápolessyy á Roma , y vereis tran
sitar por las calles personas con la cabeza erguida ,
rollizas y frescas, de las que si el diablo Cojuelo os en
volviera en su capa , podria deciros : « Este caballe
ro hace tres semanas que está envenenado , y dentro
de un mes á mas tardar , habrá dejado de existir.
- En este caso , dijo la señora de Villefort, es cier
to que no se ha perdido para todo el mundo el secre
to de aquella famosa agua -tofana que se decia haber
se perdido en Perousse?
-Oh ! Dios mio ! señora, se pierde acaso alguna
cosa entre los honbres? las artes se sustituyen y dan
vuelta al mundo ; las cosas cambian de nombre, sir
viendo para varios objetos a la vez, y para engañar asi
505
al necio vulgo, pero siempre el resultado es el mismo;
el veneno. Cada veneno obra con especialidad sobre
tal o cual órgano: este sobre el estómago , aquel sobre
el cérebro , y el otro sobre los intestinos. He aqui
como el veneno promueve la tos , esta tos una flu
xion de pecho ú otra enfermedad análoga , conocida
>

en la ciencia bajo un nombre especial, lo que no im


pide que llegue á hacerse necesariamente mortal , y
si por casualidad no habia llegado á serlo , vendria á
causar tambien la muerte, gracias a los remedios ad
ministrados por algun médico nécio é ignorante , en >

general malos químicos , y que darán á la enferme


dad el giro que tanto deseais; de modo que tendreis
muerto á vuestro hombre con todas las reglas del ar
te, sobre el que nada tendrá que ver la justicia , se
gun decia un gran químico amigo mio , el abate
Adelmonte de Taormine, en Sicilia , sabio aprecia
ble que se habia dedicado con especialidad al estudio
de estos fenómenos , su ocupacion predilecta.
- Eso es horroroso , pero admirable ; dijo la joven
que hasta entonces habia estado escuchando con su
ma atencion ; yo creia , os lo confieso , que todas esas
>

historias , eran cuentos de la edad media.


- Y asi es , señora , sin duda alguna , con la di
ferencia de que de entonces acá se han perfeccio
nado sobremanera. Para que quereis que sirvan el
tiempo que en ello se emplea , la proleccion quese
les dispensa , las medallas , las cruces , los premios
>

de Monthyon , sino es para encaminar la sociedad á


su mayor perfeccion ? El hombre no llegará á ese
estremo de perfeccion hasta que sepa crear y des
506
truir cual un Dios , y como hasta el presente no sa
be mas que destruir , tiene tan solo, pues , adelanta
>

do la mitad del camino.


De modo , repuso insistiendo con pertinacia en
el mismo asunto , que los venenos de los Borgias ,
de los Médicis >, de los Renée , de los Ruggieri , y
los que en siglos posteriores han hecho famoso al ba
ron de Trench, de que tan gran partido han sacado
los autores dramáticos y novelistas.....
- Eran objetos á que el arte se dedicaba con pre
dileccion , señora , y no otra cosa , conlestó el cod
de ; creeis vos queel verdadero sábio no tiene mas
objeto por término de sus conocimientos que el hom
bre solo ? No lo creais; eso seria muy limitado. La
ciencia ama los rodeos, las desviaciones... lo fantás
tico para decirlo deuna vez. Asi , por ejemplo , ese
escelente abate Adelmonte , del que os hablaba bace
poco , ha hecho con este objeto esperimentos mara
villosos.
Es cierto ?
- Es cierto , señora , y me contentaré con citatos
uno tan solo. Tenia un hermoso jardin lleno de le
gumbres, de flores y de frutas , y de entre estas le
gumbres , escojió la mas inocente de todas , una col
por ejemplo : por tres dias consecutivos , la regó
con una disolucion de arsésino ; al tercer dia la
col enfermo y se volvió amarillenta , y ya habia
llegado el momento de arancarla. A la vista pa
recia estar en sazon y conservaba su apariencia de
bondad , porque tan solo para el abate Adelmonte
estaba emponzoñada. En este estado se llevó la col
-
507 -

á su casa , cojió un conejo ; - es preciso advertir


que el abate Adelmonte tenia una coleccion de co
nejos, gatos y conejillos de la India , que en nada
cedian á su coleccion de legumbres , flores y fru
los ; -el abate Adelmonte tomó, pues, un conejo al
que hizo comer una hoja de col y murió. Que juez
de instruccion se atreveria a reprender esta accion,
ni que procurador del rey se ha visto jamás obliga
do á espedir requisitorias contra el señor Magendie
ó el señor Flourens, en alguna causa sobre conejos,
conejillos de la India , ó gatos que hayan muerto ?
Ninguno. Héos aqui un conejo muerlo sin que la
justicia haga el mas mínimo caso de su muerte. Lue
go que murió el conejo, el abate Adelmonte lo man
dó destripar por su cocinero y arrojar los intestinos
á un estercolero : en este estercolero habia una ga
llina que empezó a picotear los intestinos , cayó en
ferma á su vez, y murió al dia siguiente : en el mo
mento en que se estremecia con las convulsiones de
la agonía acierta a pasar un buitre , - debo adverti
-

ros que abundan mucho los buitres en Alemania , --

precipitándose sobre el cadáver lo arrebala y lleva


sobre una roca en la que hace su improvisada comida.
Tres dias despues, el pobre buitre , que desde aquel
festin se habia encontrado indispuesto , hallándose
revoloteando cerca las nubes >, se vió acometido de
un desvanecimiento , empezó a rodar por el vacío , y
vino á caer pesadamente en nuestro estanque , de
cuyo cadáver el sollo , la anguila y la morena co
mieron con avidez ,, pues ya sabeis que el buitre es
uno de sus manjares favoritos. Pues bien , suponed
508
que al dia siguiente os presentan ese sollo , esa an
guila ó esa morena , envenenados en cuarta escala :
vuestro convidado lo será en la quinta 5 morirá á los
ocho o diez dias, de dolores en las vísceras, de algun
vicio en el corazon ó de escirro en el pilóro. Se hará
la autopsia y los inédicos dirán :
- Este individuo ha muerto á causa de un tumor
en el hígado ó de una fiebre tifoidea .
-- Pero , todas esas circunstancias, dijo la señora
de Villefort , que vos enlazais unas con otras pue
den perder la cadena que las une faltando alguna
de ellas por un accidente insignificante : puede muy
bien el buitre no acertar á pasar , ó caer á cien pa
sos del estanque.
Pues hé aquí cuando se necesita del arte ; por
que para ser un gran químico en Oriente, es preciso
dirijir el acaso , y esto han llegado ya á alcanzarlo.
La señora de Villefort estaba meditabunda y es
cuchaba .
-Pero, repuso ella , el arsénico es indeleble ; sea
cual fuere la forma bajo la que se observa , siempre
se le encontrará en el cuerpo del bombre cuando ha
ya entrado en cantidad suficiente para producir su
muerte .
-Muy bien ! esclamó Monte Cristo , muy bien !
bé aquí las mismas palabras que dije á Adelmonte;
mas él reflexionó , se sonrió , y me contestó con un
proverbio siciliano , que lo es tambien de la genera
lidad de las naciones. « Hijo mio, no se hizo el mun
do en un solo dia , que se necesitaron siete ; vuelve
el domingo. »
509
El domingo siguiente , en vez de regar su colcon
arsénico , la regó con una disolucion de sales de
stricnina , stricnina - colubriana , como dicen los sá
9

bios. Esta vez la col presentaba un aspecto perfec


tamenle sano , de modo que el conejo no sospechó
nada , y á los cinco minutos habia muerto : la ga
llina picoteó las tripas del conejo , yу al dia siguien
te dejó de existir ; entonces nosotros hicimos las ve
ces de buitres , cojimos la gallina y la destripamos.
Esta vez habian desaparecido todos los síntomas par
ticulares , y no quedaban mas que los sintomas ge
nerales. Ninguna alteracion particular en ningun
órgano se notaba , y solo exasperacion del sistema
nervioso; la gallina no habia sido envenenada, por
que habia muerto de apoplejía. Veo muy bien que es
un caso raro en las gallinas ,> pero muy comun en los
hombres.
La señora de Villefort parecia cada vez mas pen
sativa.
Es una felicidad , dijo , que tales sustancias no
>

puedan ser preparadas mas que por químicos , por


que creo , señor conde, que entonces la mitad del
mundo envenenaria á la otra mitad .
Por químicos ó por personas que se ocupen
de la química , respondió cándidamente Monte
Cristo.
-Y luego despues , dijo la señora de Villefort ,
.

por bien combinado que esté , el crimen siempre es


crímen ; y si se libra de la investigacion humana,
no le sucede otro tanto con la mirada de Dios. Los
orientales son mas despreocupados que nosotros en
-
510
punto á conciencia , y se conoce cuán prudentes son
en haber suprimido el infierno.
-Oh ! señora , ese es un escrúpulo que debe
nacer naturalmente en un alma honrada como la
vuestra pero que desapareceria pronto con el razo
namiento . Lo peor que puede idear el pensamiento
humano se reasumirá siempre por esla máxima de
Juan Jacobo Rouseau : « el mandarin que mala á cin
co mil leguas levantando el estremo del dedo. » La
vida del hombre se pasa en ejecutar estas cosas y su
inteligencia se agota en pensarlas. Habeis hallado
muchas personas que vayan á clavar brutalmente
un cuchillo en el corazon de su semejante, ó que le
administren para hacerle desaparecer de la superfi
cie del globo , la cantidad de arsénico de que bablá
bamos hace poco ? Para llegar a este punto es me
nester que la sangre se caliente á treinta y seis gra
dos , que elpulso lata á noventa pulsaciones , y que
el alma salga de sus límites ordinarios ; pero si pa
sando de la palabra al sinónimo, haceis una sencilla
eliminacion , si en lugar de cometer an asesinato
innoble, apartais pura y sencillamente de vuestro
>

camino al que os incomode, sin publicidades que


comprometen , sin violencia que haga ecsalar gritos
acusadores , y sin el ruidoso aparato de esos sufri
mientos que hacen de la víctima un mártir ; si no
hay sangre , ni agonía , ni contorsiones , ni sobre
todo esa borrible instantaneidad del asesinato , en
>

tonces os libertais de la ley humana que os dice :


No turbes la sociedad I ... Hé' aquí como proceden
los orientales , personajes graves y flemáticos , que
511

se inquietan muy poco de las cuestiones de tiempo


en los casos de cierta importancia .
- Pero queda la conciencia , dijo la señora de Vi
llefort con voz commovida y exalando un suspiro
ahogado.
-Si , dijo Monte-Cristo , si ; felizmente queda la
conciencia , sin la cual seriamos muy desgraciados.
La conciencia nos salva , despues de una accion un
poco fuerte yУ trascendental , porque nos provee de
mil escusas de las que nosotros solos somos los jue
ces , y estas razones por escelentes que sean para con
>

servar el sueño , serian medianas tal vez anle un tri


bunal para conservaros la vida. Así pues , Ricardo
III , por ejemplo , ha debido estar sumamente agra
decido a su conciencia despues de la muerte de los
dos hijos de Eduardo VI ; pues que en efecto podia
decir para sí ; « estos dos hijos de un rey tirano ,
cruel y perseguidor , que han heredado los vicios de
su padre y que yo solo he sabido reconocer en sus
inclinaciones juveniles; estos dos niños me incomo
daban para hacer la felicidad del pueblo inglés cuya
desgracia habrian causado infaliblemente . >>
Lady Machet tambien sin duda debió de dar gra
cias a su conciencia cuando le atenuaba la accion
criminal de querer quitar el trono á su marido para
dárselo á su hijo... Ah ! señora , el amor maternal
es una virtud tan grande , un móvil lan poderoso,
>

que hace escusar muchas cosas ; y por eso despues


de la muerte de Doncan >, lady Macbeth hubiera sido
una mujer desgraciada á no ser por su conciencia .
La señora de Villefort absorvia con avidez estas
512
espantosas palabras pronunciadas por el conde con
aquella ironía sencilla que le era particular.
Despnes de un instante de silencio :
-Sabeis , señor conde , dijo ella , que sois un
terrible argumentista , y que veis el mundo bajo
una luz algun tanlo siniestra ? Teníais razon cuando
dijisteis que erais un gran químico , y el elixir que
hicisteis tomar á mi hijo , y que tan rápidamente le
devolvió la vida .....
Oh ! no os fieis en eso , señora , dijo Monte
Cristo , una gota de aquel elixir bastó para devol
ver la vida á aquel niño que se moria ; pero tres.go
tas hubiesen agolpado la sangre á sus pulmones y le
hubieran causado una fluxion en el pecho ; seis le
hubieran cortado la respiracion y le hubieran cau
sado un desmayo muchísimo mas grave que aquel
en que se hallaba ; y por último , diez le habrian
muerto en el acto. Bien visteis , señora , como le se
paré vivamente de aquellos frascos á los cuales le
nia la imprudencia de tocar !
Acaso es algun veneno terrible ?
-Oh ! no ! En primer lugar , es menester que
.

sepais que la palabra veneno no existe , puesto que


en medicina se sirven de los venenos mas violentos,
que se convierten por la manera con que son admi
nistrados, en remedios saludables.
-

Entonces que era aquello ?


Era una magnífica preparacion de mi amigo,
el abate Adelmonte , cuyo uso me enseñó.
- Oh ! dijo la señora de Villefort, debe ser un es
2

celente antiespasmodico .
513 -

Muy eficaz l bien lo habeis vislo , señora , res


pondió el conde , y yo hago de él un uso bastante
frecuenle... con toda la prudencia posible se entien
de , añadió el conde riendo.
-Lo creo , replicó la señora de Villefort en el
-

mismo tono. En cuánto á mí , tan nerviosa y tan


propensa á desmayarme como soy , necesitaria de
>

algun doctor Adelmonte para que me inventase un


medio para poder respirar libremente y me tranqui
lizase sobre el temor que esperimento de morir un
dia sofocada. Mientras tanto , como es difícil encon
trar en Francia á vuestro abate que no estará dis
puesto aá hacer por mí un viaje aá Paris, me contento
con los antiespasmódicos del señor Blanche уy las go
tas de Hoffmann , que hacen en mi organizacion un
gran papel. Mirad , aquí teneis unas pastillas hechas
á propósito para mí ; tienen doble dosisde la que se
acostumbra dar .
Monte -Cristo abrió la caja de concha que le pre
sentaba la jóven , y aspiró el olor de las pastillas co
>

mo conocedor de aquella preparacion.


Ya veo que son esquisitas; pero encuentro en
ellas un inconveniente que hace preferible á ellas mi
específico , y es que forzosamente se han de tragar ,
cosa no muy fácil para quien está desmayado.
-Oh ! yo tambien le preferiria y particularmen
te despues de los efectos que he visto ; pero sin duda
será un secreto , y no soy tan indiscreta que os lo
vaya aá pedir.
Pero yo , señora , dijo Monte - Cristo levantán
dose , soy bastante galante para ofrecéroslo.
514 -

--Oh ! caballero.....
--Pero , acordaos sobre todo de la adverlencia
de que á pequeñas dosis es un remedio , y en mayor
cantidad un veneno . Una gota devuelve la vida, co
mo ya habeis visto ; cinco ó seis matarian infalible
mente de una manera tanto mas terrible , cuanto
que mezcladas en un vaso de vino no cambiarian
absolutamente en nada el gusto. Pero soy demasiado
minucioso , señora , y cualquiera diria que intento
aconsejaros.
Las seis y media acababan de dar , y anunciaron
á la señora de Villefort que venia á comer con ella
una amiga suya.
-Si yo tuviera el placer de veros por la tercera
ó cuarta vez , señor conde, asi como es la segunda
que tengo ese honor , dijo la señora de Villefort; si
uviese la dicha de ser vuestra amiga , en lugar de
ser solo vuestra deudora ; insistiria en deteneros á
comer , y no me dejaria vencer por la primera ne
gativa.
-

- Mil gracias, señora , respondió Monte-Cristo ,


>

pero tengo un compromiso al cual no puedo faltar.


He prometido llevar al teatro á una princesa griega
que aun no ha visto la ópera , y que cuenta conmi
go para ir esta noche.
- Os dejo ir , caballero ; pero no olvideis mi re
ceta .
- Cómo es posible , señora ? para eso era preciso
que olvidase la hora de conversacion que acabo de
tener á vuestro lado , lo cual es enteramente impo
sible .
515
Monte -Cristo saludó y salió .
La señora de Villefort se quedó pensaliva.
- Qué hombre tan estraño ! dijo , debiera lla
marse tambien Adelmonte .
En cuanto á Monte-Cristo , el resullado fuémejor
>

de lo que él esperaba.
- Vamos 1 dijo al tiempo de marcharse , esta es
una tierra fértil; estoy bien convencido de que cual
quiera clase de grano que en ella se siembre germi
nará inmedialamente .
Y al dia siguiente , fiel a su promesa , envió á la
señora de Villefort la receta que le habia pedido .

.IT
517

VRWOW QRWSW

>

14.

ROBERTO EL DIABLO .

D.BÁBASEA aquella noche una gran funcion en la


Academia Real de música , y la escusa de ir á la
ópera , tenia con este suceso mas espontaneidad. El
célebre Levasseur, despues de una larga indisposi
cion , se presentaba a desempeñar la parte de Bel
>

tran , y , como siempre , la obra del artisla de mo


da , atrajo al teatro la sociedad mas escojida do
Paris .
TOMO II . 69
518
Ademas de diez palcos de personas conocidas su
yas, que le hubieran cedido un asiento con franqueza,
sin contar con aquel al cual tenia derecho de ir , es
>

decir , al palco de los calaveras de buen tono , tenia


Morcerf, á imitacion de los jóvenes mas ricos, su lune
ta de orquesta .
Chateau Renaud lenia su lunela próximo á la
suya .
Beauchamp, como periodista , era el rey del salon
уy hallaba sitio en todas partes .
Tenia aquella noche Luciano Debray á su disposi
cion el palco del ministro , y lo habia ofrecido al con
de de Morcerf, el cual , por no haberlo aceptado Mer
cedes, lo habia enviado á Danglárs, mandándole decir
que probablemente él iria á hacer aquella noche una
visita á la baronesa y á su hija, si querian aprove
charse del palco que las ofrecia . La señora Danglárs
y su hija aceptaron .
Pero Danglárs habia declarado que sus principios 1

políticos y su cualidad de diputado de la oposicion no


le permitian ir al palco del ministro ; por cuya razon
la baronesa escribió á Luciano suplicándole que fue
se á buscarla , diciéndole que no podia ir á la opera
sola con Eugenia ; pues hubiera sido accion reputada
de mal tono, el haber ido solas las dos mujeres , al
paso que yendo la señorita Danglárs á la opera con
su madre y el amante de su madre, no habia nada
que decir .
Levantóse el telon , como de costumbre , cuando
el salon estaba casi vacío : porque es una de las cos
tumbres del mundo parisiense llegar al teatro cuando
-
519

la funcion se ha empezado , lo que ocasiona que el


primer acto pasa, de parte de los espectadoresque han
llegado, no en mirar ó escuchar la pieza , sino en re
>

pasar los espectadores que llegan y no oir mas que el


ruido de las puertas y conversaciones .
Paso 1 dijo Alberto de repente , al ver abrirse
un palco de primer piso, pasol la condesa G...
-Quien es esa condesa G ?.. pregunló Chateau
Renaud .
Oh ! baron , esa es una pregunta que no os
perdono: me preguntais quien es la condesa G ?...
-Si , es verdad , dijo Chateau -Renaud ; no es esa
encantadora veneciana ?...
- La misma.
En este momento la condesa G ... apercibió á Al
berto , y cambió con él un saludo acompañado de
una sonrisa .
-La conoceis? dijo Chateau - Renaud .
-Si , esclamó Alberto , Franz me presentó á ella
en Roma .
- Queréis hacerme en Paris el mismo favor que
Franz os hizo en Roma ?
- Con mucho gusto .
- Silencioł gritó el público.
Los dos jóvenes continuaron su conversacion , sin
demostrar inquietud por el deseo que parecia tener
el patio de oir la música .
- Estaba en las carreras del Campo de Marte , dijo
Chateau - Renand .
– Hoy ?
-Sí .
520 -

- Como !habia carreras ? Eslabais comprometido


en ellas?
-Oh ! por una miseria; por cincuenta luises.
Y quién ganó ?
Nantilus : yo apostaba por él .
Pero habia tres carreras ?
-Si , el Jockey -Club babia propuesto un premio,
una copa de oro . Y por cierto que pasó una cosa
muy chocante.
- Cual ?
-

- Chist .... gritó el público impacientado.


-Cual ?... repitió Alberto .
- Que un Jockey y un caballo completamente
desconocidos han ganado esta carrera .
Como ?
Es cosa muy notablel nadie habia fijado la
atencion en un caballo señalado con el nombre de
Vampa , y un Jockey con el nombre de Job ; cuando
de repente vieron avanzar un admirable alazan y un
Jockey , que no levantaba un palmo , y despues de
verse obligados a introducirle veinte libras de plomo
en los bolsillos, no ha impedido que se adelantase diez
>

varas á Ariel y Bárbara que corrian con él .


-
Y no se ha sabido á quien perlenece el caballo
y el Jockey ?
No.
Decis que el caballo tenia el nombre de...
-Vampa.
Entonces , dijo Alberto , yo estoy mas adelan
tado que vos ; sé á quien pertenece.
-Silencio .... grito por lercera vez el paljo.
521
Las voces fueron creciendo hasta tal punto esta vez,
que al fin los jóvenes notaron que el público se diri
jía á ellos. Volviéronse un momenlo buscando en
aquella multitud un hombre que lomáse a su cargo
la responsibililidad de lo que miraban como una im
pertinencia; pero nadie reiteró la invitacion , y se
volvieron hacia la escena.
En este momento el palco del ministro se abrió y
la señora Danglárs, su bija, y Luciano Debray se
colocaron en sus asientos.
- Ah ! Ah ! dijo Chateau -Renaud, abi teneis á va
rias personas conocidas vuestras, vizconde. Qué
diablos mirais á la derechal No advertís como pa
rece que tratan de llamar vuestra atencion
Alberto se volvió y sus ojos encontraron efectiva
mente los de la baronesa Danglárs , que le hizo un
>

saludo con su abanico. En cuanto a la señorita Eu


genia apenas, se dignó inclinar hacia la orquesta sus
rasgados y hermosos ojos negros.
En verdad , querido, dijo Cateau-Renaud, que
no comprendo que es lo que podeis tener contra la
señorila Danglárs ; es una joven bellisima.
No lo niego, dijo Alberto ; pero os confieso que
>

en cuanto á belleza preferiría una cosa mas dulce ,


mas suave ,mas femenina , en fin .
>
>
' - Qué jóvenes estos ! dijo Chateau - Renaud , que
como hombre de treinta años tomaba con Morcerf
cierto aire paternal ; nunca están satisfechos. Como !
encontrais una novia o mas bien otra Diana cazadora
y no eslais contento !
- Por eso mismo no estoy contento , pues hubiera
522
preferido una Venus de Milo ó de Cápua. Esta Diana
cazadora siempre en medio de sus ninfas me es
panta un poco, pues temo que me trate cual otro AC
teon .
En efecto , una ojeada arrojada sobre la joven , po
dia esplicar casi el sentimiento que acababa de con
fesar Morcerf.
Como acababa de decir Alberlo, era muy hermosa
la señorita Danglárs; pero era su belleza un poco
varonil; sus cabellos eran de un negro hermoso , pe
ro un tanto rebeldes a la mano que queria arreglar
les : sus ojos eran negros como sus cabellos , ador
nados de magníficas cejas, que no tenian mas que el
defecto de fruncirse con demasiada frecuencia, yeran
notables por una espresion de firmeza que todos se
admiraban de encontrar en la mirada de una mujer;
su nariz tenia las proporciones exactas que un escul
tor habria dado á la diosa Juno ; su boca aunque era
demasiado grande , estaba empero adornada de unos
dientes bermosos que hacian resaltar unos lábios cu
yo carmin demasiado vivo hacia notable contraste
con la palidez de su cútis; en fin dos hoyitos mas pro
nunciados que de costumbre en los ángulos de su
boca , acababan de dar a su fisonornía ese carácter
de decision que lanto imponia á Morcerf.
En armonía con la cabeza que acabamos de des- *
cribir , guardaba una notable severidad el resto del
cuerpo de Eujenia , que segun la espresion verdade
ra de Chateau-Renaud , era Diana la cazadora , pero
con un aire mas fuerte y mas muscular en su be
lleza ..
523
El mismo defecto que hemos notado en su fisono.
mía que acabamos de describir , se estendia á la
educacion que habia recibido ; es decir , el de per
tenecer un poco al otro sexo. Hablaba en efecto dos
ó tres lenguas , dibujaba con facilidad y soltara ,
hacia versos y componia música , de cuyo arte era
sobre todo muy apasionada ; estudiábalo con una
de sus amigas de colejio , jóven sin fortuna , pero
con todas las disposiciones posibles para llegar a ser
una escelente cantatriz. Un gran compositor pro
fesaba a esta , segun decian , un interés casi pater
>

nal , y la hacia trabajar con la esperanza de que al


>

gun dia encontrase una forluna en su voz .


La posibilidad de que la señorita Luisa de Ar
milly- este era su nombre , entrase un dia en el
CN

teatro era la causa de que la señorita Danglárs ,


aunque la recibia en su casa , no se mostraba en
público con ella .
Por otra parte , Luisa sin tener en la casa del
banquero la posicion independiente de una amiga ,
disfrutaba de mucha franqueza y confianza .
Algunos segundos despues de la entrada de la se
ñora Danglárs en el palco , el telon se habia baja
do , y gracias a la libertad de dejar pasear por los
corredores ó hacer visitas en los entreaclos , á causa
de ser demasiado largos , las lunetas se habian de
socupado aá«poco rato.
Morcerf y Chaleau - Renaud habian salido de los
primeros. La señora Danglárs creyó por un momen
to que aquella prisa de Alberto por salir lenia por
objeto el irla á ofrecer sus respetos, y se inclinó al
524
oido de su hija para anunciarle esta visita , pero esta
se contentó con mover la cabeza sonriendo , y al
mismo tiempo , como para probar cuan fundada
>

era la incredulidad de Eugenia respecto a este punto ,


apareció Morcerf en un palco del primer piso.
Esle palco era el de la condesa G.....
Olal al fin se os vé por alguna parte , señor
viajero , dijo esta presentándole la mano con toda la
cordialidad de una antigua amiga :: Os reconozco por
muy amable, ya por haberme reconocido, ya por ha
berme dado la preferencia de vuestra primera visita.
-Creed ,señora , respondió Alberto , que á ha
ber sabido vuestra llegada á Paris y las señas de
vuestra casa no hubiera esperado tanto tiempo. Pe
ro permitidme que os presente á mi amigo, el baron
de Chateau -Renaud , uno de los pocos gentil-bom
bres queaun se conservan en Francia , y por el cual
acabo de saber que habeis asistido á las carreras del
campo de Marte.
Chateau - Renaud se inclinó .
- Ah ! estabais en las carreras ? caballero , dijo
vivamente la condesa .
si , señora.
Y bien ! repuso la señora G..... podeis decir
me á quien pertenece el caballo que ganó el premio
del jockey club ?
No señora , dijo Chateau - Renaud , porque la
misma pregunta acabo de hacer no ha mucho á Al
berto .
- Deseais saberlo ..... señora condesa ? preguntó
Alberto .
525
Con toda mi alma. Imaginaos que ..... pero lo
sospechais acaso , vizconde ?
Señora , no ibais á contar una historia ? Habeis
dicho , imaginaos.....
- Pues bien ! imaginaos que aquel encantador
caballo y aquel diminutivo jockey de casaca color
de rosa , me inspiraron á primera vista una simpa
tía tan viva , que yo en mi interior deseaba que ga
nasen lo mismo que si hubiera apostado por ellos la
mitad de mi fortuna ; de modo que apenas los ví
llegar al punto , dejando un buen espacio atrás á
los demás caballos, fué tal mi alegría, que empezé
á palmolear como una loca. Figuraos cual seria mi
asombro cuando al entrar en ‘mi casa encuentro en
la escalera al jockey de casaca color de rosa 1 Cre
yendo que el vencedor de la carrera viviria por ca
sualidad en la misma casa que yo , me dirijia á mi
estancia , cuando al abrir la puerta del salon , lo
primero que ví fué la copa de oro , es decir el pre
mio ganado por el caballo уy el jockey desconocidos.
En la copa habia un papelito que contenia estas
palabras :
« A la condesa G..... lord Rutwen . »
- Ese es su nombre por cierto , dijo Morcerf.
Cómo l que quereis decir ?
Quiero decir que es lord Ruthwen en persona .
- Quién es lord Ruthwen ?
C

El nuestro , el vampiro , el del teatro Argen


tino 1
Cierto ? exclamó la condesa , está aquí ?
Si señora . 3

TOMO II . 60
526
Y le habeis visto ? le recibís ? vais a su casa ?
-Es mi intimo amigo , y el señor de Chateau
Renaud tambien tiene el honor de conocerle.
-

Qué es lo que puede haceros creer que es él


quien ha ganado ?
- Su caballo que llevaba el nombre de Vampa .
Cómo ?
- Cómo ! no os acordais del nombre del famoso
bandido que me hizo prisionero !
Ah 1 es verdad .
-De cuyas manos me arrancó milagrosamente
el conde ?
-Sí tal .
- Llamábase Vampa . Bien veis que era él .
-

- Pero , porque me ha enviado esa copa ?


Por muchas razones , señora condesa , porqué
yo le habia hablado mucho de vos , como podeis
creerlo , porque se habrá quedado encantado de en
contrar una compatriota como vos , y por último
porque le habrá halagado tal vez el interés que to
mabais por él.....
- Espero que no le habreis contado las locuras
que hemos dicho de él ?
- Obi de ningun modo. Pero me estraña la ma
nera de ofreceros esa copa bajo el nombre de lord
Ruthwen .....
- Pero eso es espantoso..... me compromete
atrozmente !
-Es por ventura de un enemigo ese proceder ?
.

- No , lo confieso .
>

Ya lo veis pues .

1
527

Con qué está en París ?


-Sí.
- Y qué sensacion ba producido ? 1

-Oh ! dijo Alberlo , se habló de él ocho dias ,


pero como tuvo lugar despues la coronacion de la
reina de Inglaterra y el robo de los diamantes de
la señorita Mars , no se ha hablado mas que de esto.
Querido, dijo Chateau-Renaud , bien se vé que
el conde es vuestro amigo y qué le tratais como tal .
No creais lo que dice Alberto , señora condesa, por
qué en Paris no se habla por el contrario mas que
del conde de Monte -Cristo . Primeramente empezó
por regalar a la señora Danglárs dos caballos de
treinta mil francos de valor , despues salvó la vida
á la señora de Villefort, y hoy ha ganado la carrera
del jockey club , segun parece. Pero sea cualquiera
la opinion de Morcef , yo os aseguro que en la ac
tualidad no se ocupa la gente mas que del conde
de Monte -Cristo y no se ocuparán sino de él por es
pacio de un mes , si continua con sus rarezas , las
cuales , por otra parte , forman su modo de vivir.
- No lo dudo , dijo Morcerf , pero , quien ha to
mado el palco del embajador de Rusia ?
-Cual ? preguntó la condesa .
-

- El entre columnas principal ; me parece per


fectamente renovado.
- En efecto , dijo Chateau-Renaund1 ; habia en él
alguien durante el primer acto ?
Donde ?
-En ese palco ?
- Creo que no ; repuso la condesa , no he visto á
528

nadie ; y olvidando esta pequeña observacion con


tinuó volviendo a la primera conversacion , creeis
que vuestro conde de Monte -Cristo es quien ba ga
nado el premio ?
- Estoy seguro .
-

Y quien me ha enviado la copa ?


Sin duda .
- Pero yo no le conozco , dijo la condesa , y len
go ganas de devolvérsela.
-Oh I no hagais tal cosa ; porque entonces
.

viaria otra tallada en algun zafiro ó en algun rubí :


son sus maneras de obrar..... qué queréis ? es preci
so conformarse con sus manías.
En este momento se oyó la campanilla anuncian
do que el segundo acto iba a comenzar. Alberto se
levantó para volver a su asiento.
- Os volveré á ver ? preguntó la condesa.
- En los entractos , si lo permitis. Vendré á in
formarme si puedo seros útil en algo en Paris.
- Señores , dijo la condesa , todos los sábados por
-

la noche , callé de Rivoli número 22,9 estoy en casa


para mis amigos.
Los jóvenes saludaron y salieron .
Al entrar en el salon , vieron a todo el patio en pié
con los ojos fijos en solo un punto, y siguiendo sus mi
radas la direccion general se detuvieron en el anti
guo palco del embajadorde Rusia. Un hombre ves
tido de negro , de treinta y cinco á cuarenta años,
>

acababa deentrar en él con una mujer vestida con


traje oriental ; pero era tan admirablemenle her
mosa y el traje de tanta riqueza , que , como he
.
529
mos dicho , todos los ojos se habian vuelto hácia
ella .
--Calle i dijo Alberto , Monte -Cristo y su griega.
En efecto , eran el conde y Haydeé.
No tardó mucho la joven griega en ser el blanco
de todas las miradas : la atencion general se fijó so
bre ella y hasta las damas inclinaban sus flexibles ta
lles fuera de los palcos, para ver brillar bajo los lu
minosos rayos del quinqué aquella cascada de dia
mantes.
El segundo acto pasó en medio de ese rumor sordo
que indica en las grandes reuniones de personas un
suceso notable. Nadie pensó en gritar que callaran .
Aquella mujer tan jóven , tan bella , lan deslum
branle , era el espectáculo mas curioso que se hubie
ra podido ver.
Esta vez una seña de la señora Danglárs indicó cla
ramente á Alberto qne la baronesa deseaba que la
visitase en el entreacto siguiente , y como Morcerf
era demasiado amable para hacerse esperar cuandı)
le daban señales manifiestas de ser esperado , luego
que hubo concluido el acto , se apresuró a subir al
>

palco .
Saludó á las dos señoras y presentó la mano á
Debray.
La baronesa le acogió con una sonrisa encantado
ra , y Eugenia con su frialdad habitual.
- Ved aquí por mi vida , querido, dijo Debray, á
un hombre sumamente apurado y que os llama para
que le saqueis del compromiso. La señora baronesa
me aniquila á fuerza depreguntas respecto al conde,
530
y quiere que yo sepa de donde es , de donde viene ,
á donde vá, y par diez i que como yo no soy ningun
>

Cagliostro , para librarme de sus preguntas, dije :


averiguadlo lodo por medio de Morcerf que conoce áa
Monte - Cristo bastante á fondo , y entonces os llama
ron .
- Como es creible , dijo la baronesa , que le
niendo medio millon de fondos secretos á su dispo
sicion , no pueda estarse mucho mejor instruido ?
>

- Señora, dijo Luciano, creed que si yo tuviese


medio millon á mi disposicion , lo emplearia en otra
cosa que no en tomar informes acerca del conde de
Monte-Cristo, quien á mis ojos no tiene otro mérito
que el de ser dos veces mas rico que un nabá ; pe
ro he cedido la palabra á mi amigo Morcerf y arre
glaos con él .
- Un nabá no me habria enviado seguramente
un par de caballos de treinta mil francos , con cua
tro diamantes de cinco mil francos cada uno .
-Oh ! los diamantes , dijo Morcerf riendo , esa
>

es su mania. Yo creo que, cual otro Polemkin, lleva


>

siempre los bolsillos llenos , y los va sembrando por


el camino .
- Habrá encontrado alguna mina, dijo la señora
Danglárs, sabeis ya que tiene un crédito ilimitado
sobre la casa del baron ?
-Os juro que lo ignoraba , respondió Alberlo ,
> >

pero eso debia ser.


Y que ha anunciado al señor Danglárs que
pensaba permanecer un año en Paris y gastar seis
millones ?
531 -

-Es el shah de Persia que viaja de incógnito.


-Señor Luciano, dijo Eugenia , habeis reparado
qué hermosa es esa mujer ?
- En verdad , señorita , que no he conocido á otra
que sepa hacer justicia como vos.
Luciano acercó el lente á su ojo derecho.
- Encantadora ! dijo.
-Y sabe el señor de Morcerf quien es esa mu
jer ?
-Señorita , dijo Alberto , respondiendo a tal in
directa interpelacion , casi lo sé ; quiero decir , como
>

sé todo lo que concierne al misterioso personaje de


que nos ocupamos. Esa mujer es una griega.
C

– Eso se conoce por su traje , de modo que saca


mos en claro que no me habeis dicho sino lo que lo
dos en el salon sabe tan bien como nosotros.
- Siento , dijo Morcerf , ser un cicerone tan igno
rante ; pero confieso que á eso se limitan mis cono
cimientos. Sé ademas que es música , porque un dia
que almorce en casa del conde , oí los sonidos de
una guzla que seguramente no podian venir sino de
ella.
- Recibe vuestro conde ? preguntó la señora de
Danglárs.
- Y de una manera espléndida, señora.
Es preciso que me empeñe con el señor Dan
glárs para que le ofrezca alguna comida , algun bai
>

le , a fin de que nos le devuelva.


3

- Como ! iriais tal vez a su casa ? dijo Debray


riendo .
-Por que no ? con mi marido !
532
--Advertid que el misterioso conde es soltero.
- Bien veis que no , dijo riendo la baronesa y
mostrando a la bella griega.
-

Esa mujer es una esclava , segun el mismo me


ha dicho , recordais Morcerf que lo dijo el dia que
almorzó en vuestra casa ?
- Convenid , mi querido Luciano , dijo la baro
nesa , en que su aire mejor que a una esclava perte
nece á una princesa.
De las mil y una noches.
- De las mil១y una noches, no digo; pero qué es lo
que constituye á una princesa ? no son los diaman
tes ? pues en esta no se vé otra cosa .
- Tiene demasiados , dijo Eugenia ; estaria mas
hermosa á no ser por eso , porque dejaria al descu
bierto su cuello y sus brazos , que son de encantado
ras formas !
-Ved aqui á la artista 1 dijo la señora Danglárs,
cómo se entusiasma !
Soy apasionada por todo lo hermoso ,dijo Eu
genia.
Pero qué decís entonces del conde ? dijo De
bray , me parece tambien bastante buen mozo.
.

- El conde ? dijo Eugenia , como si aun no le hu


biese mirado ; el conde está demasiado pálido.
- Justamente , dijo Morcerf, en esa palidez está
el secreto que buscamos. La condesa G..... dice que
es un vampiro.
- Está de vuelta la condesa G ?..... preguntó la
baronesa .
- En ese palco del lado , dijo Eugenia , casi en
533
frente de nosolros , madre mia ; esa mujer de unos
cabellos rubios admirables , miradla allí .
- Ah I si , dijo la señora Danglárs , no sabeis lo
que debiérais hacer , Morcerf ?
- Mandad , señora.
Debiérais ir á hacer una visita á vuestro conde
de Monte -Cristo y traérnosle.
- Para qué? dijo Eugenia.
-Oh ! para hablarle; no tienes tú curiosidad de
verle ?
- Absolutamente ninguna.
- Qué estraña eres ! murmuró la baronesa .
.

- Oh ! dijo Morcerf , vendrá probablemente él


mismo. Ya os ha visto , señora , y os saluda .
La baronesa devolvió al conde su saludo acompa
ñado de la sonrisa mas encantadora.
-Vamos , dijo Morcef, voy aá hacer el sacrificio de
dejaros y voy a ver si hay medio de hablarle.
- Id á su palco ; es lo mas sencillo.
-

- Pero aun no he sido presentado ...


- A quién ?
Á la hermosa griega.
Es una esclava , segun decís.
-Sí , pero vos decís que una princesa...... No.
Espero que me vea salir yу . él tambien saldrá.
-Es posible , id.
Allá voy .
Morcerf saludo y salió.
Dijo el conde algunas palabras árabes á Ali que
estaba en el corredor , despues de abrirse la puerta
de su palco , y en el mismo momento que pasaba
TOMO II . 61
-
534
Morcerf, de cuyo brazo se cojió con amistosa franque
za ; entonces volviendo Alí á cerrar la puerta , que
dose en pié junto á ella , sirviendo de curioso espec
táculo á un numeroso círculo de jentes que en el
corredor habia atraido su presencia.
- En verdad , dijo Monte-Cristo que vuestro Pa
-

ris es una ciudad estraña y vuestros parisienses un


pueblo singular. Diríase que es la primera vez que
ven á Nubio . Miradlos estrecharse al rededor de ese
pobre Alí , que no sabe que significa eso . Solo os di
go una cosa, y es que un parisiense puede ir á Tunez,
á Constantinopla , á Bagdad ó al Cairo , y no se reu
>

nirá á su alrededor la gente como aquí .


Es que vuestros orientales son personas sensa
tas y que no miran lo que vale la pena de mirarse ;
pero, creedme, Alí no goza de esa popularidad sino
porque os pertenece , y en este momento vos sois el
hombre á la moda.
-

De veras ! y no puedo saber a que causa debo


ese favor ?
– Diantrel á vos mismo. Regalais caballos de
mil luises ; salvais la vida a la mujer del procura
dor del rey ; haceis correr bajo el nombre del ma
yor Black caballos de raza , y jockeys no mayo
tes que un huevo ; en fin ganais una copa de oro,
que regalais á una mujer que es un portento de
hermosura .
Y quién diablos os ha contado todas esas lo
curas ?
- Primero la señora Danglárs , que desea con
ansia veros en su palco , ó mas bien que os vean
535

en él ; despues el periódico de Beauchamp , y úlli


mamente mi imaginacion. Por qué llamais á vuestro
caballo Vampa , si quereis guardar el incógnito ?
Ab ! es verdad I dijo el conde , es una impru
dencia. Pero decidme , el conde de Morcerf , no
viene algunas veces a la ópera ? Le he buscado por
todas partes , y no le he visto.
- Vendrá esta noche.
- Á donde ?
- Al palco de la baronesa , sin duda alguna.
>

- Esa encantadora jóven que está con ella es su


hija ? S
i.
Os doy la enhorabuena.
Morcerf se sonrió.
Ya hablaremos de eso mas tarde y detallada
merite , dijo. Qué me decís de la música ?
- De qué música ?
- De cual ha de ser ?..... de la que acabamos
de oir .
- Digo que es una música bellísima para ser
escrita por un compositor humano , Уy cantada
por pájaros sin pluma , de dos pies , como decia
Platon .
Ah ! querido conde , parece que pudiérais oir
cantar los siete coros del Paraiso !
-Sí, eso es. Cuando quiero oir música admira
ble , vizconde , música como jamás ningun mortal
ba oido, la busco en el misterio de los sueños . 1

-Pues bien , querido conde , dormid porque la


ópera no se ha inventado para otra cosa .
536
- No , en verdad ; vuestra orquesta hace dema
>

siado ruido , y para dormir yo con el sueño de que


os hablo , necesito tranquilidad y silencio , y ade
mas cierta preparacion .....
Ahl el famaso hatchis ?
El mismo vizconde , cuando querais oir músi
ca , venid á cenar conmigo.
Pero ya lla he oido cuando fuí á almorzar en
vuestra casa , dijo Morcerf.
En Roma ?
Sí .
-Ahl era la guzla de Haydée. Si, la pobre des
>

lerrada se entretiene á veces en tocarme algunas


composiciones de su país.
Morcerf no insistió mas ; por su parte el conde
tambien guardó silencio.
En este momento oyóse la campanilla.
- Dispensadme , dijo el conde dirijiéndose hacia
su palco.
Pues no !
-Mil recuerdos de parte mia a la condesa G.....
de parte de su vampiro.
Y a la baronesa ? ....
--- Decidla que si permite , iré á ofrecerla mis
respelos luego que se concluya el acto.
El tercer acto empezó.
Durante este acto entró el conde de Morcerf en el
palco de la señora Danglárs , segun se lo habia pro
metido .
Pero Morcerf no causó impresion ninguna con su
presencia porque era de esos hombres que se miran
537
con indiferencia , de modo que nadie se apercibió
de su llegada mas que las personas en cuyo palco
entraba.
Monte -Cristo le vió sin embargo, y una lijera son
risa asomó á sus labios.
Haydée , como todas las naturalezas virgenes y en
tusiastas , no veia nada despues de levantarse el te
lon , y adoraba todas las sensaciones que hablaban
al oido y á la vista.
El tercer acto pasó como de costumbre. Las señori
tas Noblet, Julia y Leroux , cantaron sus respectivos
papeles ; el príncipe de Granada fué desafiado por Ro
berlo-Mario ; el magestuoso rey dió su vuelta por el
tablado para lucir su manto de terciopelo llevando
á su hija de la mano y bajándose despues el telon ,
toda la concurrencia se dispersó por la sala de des
canso y los corredores.
El conde salió de su palco , y un instante despues
apareció en el de la baronesa Danglárs.
Esta no pudo contener un lijero grito de sorpre
sa , mezclado de alegría.
- Ah ! venid señor conde , exclamó , porque no
puedo negaros , que anhelaba daros mis gracias de
palabra no contentándome con las que os he dado
por escrito .
Oh I señora , dijo el conde , aun os acordais de
esa miseria ? yo ya la habia olvidado.
-Sí , pero jamás puedo olvidar el segundo fa
vor que me hicisteis salvando al siguiente dia á una
de mis mejores amigas , la señora de Villefort,
TOMO II . 62
538
del peligro que la hicieron correr los mismos ca
hallos.
Tambien esta vez , señora no merecí vuestro
agradecimiento que solo se debe á Alí mi Nubio ,
quien tuvo el honor de hacer a la señora de Ville
fort ese inminente servicio .
- Y fué tambien Ali , dijo el conde de Morcerf,
quién sacó á mi hijo de las manos de los bandidos
romanos ?
- No , señor conde , dijo Monte -Cristo estrechan
do la mano que le presentaba el conde; no , ahora
me reservo las gracias , pero ya me las habeis da
do , las he recibido y me avergüenzo a la verdad de
que quedeis tan reconocido á una pequeñez de esa
clase. Señora baronesa , hacedme el honor , os lo
suplico, de presentarme á vuestra encantadora hija.
-Oh ! ya estais presentado , de nombre al me
nos , porque hace dos ó tres dias que no hablamos
mas que de vos. Eugenia , continuó la baronesa
volviéndose hacia su hija , tengo el placer de pre
sentarte al señor conde de Monte - Cristo .
El conde se inclinó) ; la señorila Danglárs hizo un
lijero movimiento de cabeza.
Estais en vuestro palco con una mujer admi
rable , señor conde , dijo Eugenia ; es vuestra bija ?
>

- - No, señorita , dijo Monte -Cristo , asombrado


>

de aquella ingenuidad estremada , 6 de aquel aplo


mo asombroso ; es una pobre griega de la que soy
tutor .
-
-Cual es su nombre ?
- Haydeé , respondió Monte-Cristo.
539
- Una griega l murmuró el conde de Morcerf.
-Sí , conde , dijo la señora Danglárs ; y decid
me si habeis visto jamás en la corte de Ali- Tebe
lin , donde habeis servido tan gloriosamente , un
traje tan admirable como el que tenemos delante.
- Ab ! dijo Monte -Cristo , habeis servido en Ja
nina , señor conde ?
- He sido general instructor de las tropas del
pachá , respondió Morcerf , y tengo por el mejor ho
nor el no ocultar que mi pobre fortuna solo es de
bida a las nobles liberalidades del ilustre jefe al
banés .
- Pues miradla I insistió la señora Danglárs.
- Donde ? balbuceó Morcerf.
- Alli , dijo Monte-Cristo .
Y apoyando el brazo sobre el hombro del conde ,
se inclinó con el fuera del palco.
Haydée , que anhelosa buscaba con sus miradas
en aquel mismo instante al conde , distinguió su
pálida cabeza junto a la de Morcef á quien estre
chaba con sus brazos ; este espectáculo le produjo
el terrible efecto de la cabeza de Medusa ; hizo un
movimiento bácia delante como para devorar á los
dos con sus miradas, y al mismo tiempo se reliró
al fondo del palco arrojando un débil grito , que
fué oido sin embargo de las personas que estaban
próximas á ella , y de Ali , que al punto abrió la
puerta .
-- Mirad , dijo Eugenia : qué acaba de suceder
le a vuestra pupila , señor conde ? Parece que se ha
sentido indispuesla .
540
- Así será en efecto , dijo el conde ; pero no os
asusteis , señorita : Haydeé es muy nerviosa , y por
>

consiguiente muy sensible a los olores ; un perfu


me que la sea antipático , basta para causarla un
desmayo , pero por dicha mia lengo aqui el remedio
añadió el conde sacando un pomo de su bolsillo.
Y despues de haber saludado á la baronesa y á
su hija , cambió un apreton de mano con el conde
y con Debray yу salió del palco de la señora Dan
glárs.
Cuando entró en el suyo , estaba aun muy pálida
>

Haydée , que apenas le vió le cojió una mano.


Monte-Cristo notó que las manos de la joven esta
ban húmedas y heladas.
-- Con quien hablabais , señor ? preguntó la
>

griega .
-

Con el conde de Morcerf que ha estado al ser


vicio de tu ilustre padre , y que confiesa deberle su
fortuna , respondió el conde.
>

- Ah , miserable ! exclamó Haydeé, él fué quien


le vendió a los turcos , y esa fortuna es pago de
su traicion . No sabiais eso , señor ?
- Habia oido algo de esta historia en Epiro , dijo
Monte -Cristo , pero ignoro los pormenores. Ven ,
hija mia , ven y me contarás esa historia que no
dudo será muy curiosa .
Oh ! sí , vamos , vamos ; me parece que me
moriria si permaneciese mas tiempo en frente de
ese hombre.
Y levantándose vivamente , Haydee se envolvió
en su albornoz de cachemir blanco , bordado de
541
perlas y de coral, y salió con presteza en el momen
lo en que se levantaba el telon.
-En nada se parece ese hombre á los demás !
dijo la condesa G..... á Alberto que habia vuelto
á su lado ; escucha relijiosamente el tercer acto de
Roberto , y se va en el momento en que vá a em
pezar el cuarto.

FIN DEL TOMO SEGUNDO .


.
‫ہمارا‬
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Posts se con
543 -

ÍNDICE
DEL TOMO SEGUNDO .

PARTE SEGUNDA .

1.° Italia .. — Simbad el Marino . Pág. 5.


2.° Al despertar .. 45 .
3.° Bandidos Romanos. . 55.
4.° Apariciones. . 103 .
5. ° La Mazzolata . .
139 .
6. ° El carnaval de Roma. 163 .
7. ° Las catacumbas de San Sebas
tian . , . 195 .
8. ° La Cita . 223 .

PARTE TERCERA .

1.° El Almuerzo . 235 .


2. ° Presentacion .. . 277 .
3. El señor Bertuccio . 309.
4.° La casa de Auteuil. . 317 .
5.° La Vendetta .. . . 329.
544

6.° La lluvia de Sangre . 367 .


7.° El Crédito ilimitado . 387 .
8.• El tiro de caballos blancos. 407 .
9.° Ideología .. 427 .
18. Haydée. . 447 .
11. La familia Morrél. 455 .
12. Piramo Y Tisbe . . 471 .
13. Toxicología.. 489 .
14. Roberto el Diablo . . 517 .

FIN DEL ÍNDICE DEL TOMO SEGUNDO .

16 Loth
Bamberg
20

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