Cuentos de La Selva 5° 2022
Cuentos de La Selva 5° 2022
Cuentos de La Selva 5° 2022
Horacio Quiroga
PROPÓSITOS
1. Proponer variadas situaciones de lectura, escritura e intercambio oral y fomentar la reflexión sobre los
contextos de producción y recepción de esas prácticas.
2. Organizar el tiempo didáctico de manera que se garantice la continuidad y la diversidad en la apropiación de
las prácticas del lenguaje, con propósitos comunicativos claros, realizables en corto plazo y compartidos con los
alumnos.
3. Proponer a los alumnos situaciones de lectura y escritura que les permitan desenvolverse de manera cada vez
más autónoma y reflexiva y usar el lenguaje para aprender, organizar el pensamiento y elaborar su discurso
contenidos
1. Escuchar leer, leer solos y con otros diversas obras literarias usando diferente soportes: leer desde una pantalla
o desde un material impreso.
2. Usar el conocimiento sobre el género, el autor y el mundo para interpretar el texto.
3. Comentar las obras leídas grupal y colectivamente.
4. Leer textos informativos en torno a la obra.
5. Buscar y seleccionar información, registrar por escrito distintos aspectos del material seleccionado.
6. Comunicar lo aprendido y elaborar textos escritos de los conocimientos adquiridos, para ser leídos por otros.
7. Organizar el texto y revisarlo en distintos momentos.
8. Explorar textos digitales que combinen información escrita, visual y con enlaces a contenidos online.
9. Escuchar audios y ver producciones audiovisuales de contenido literario.
10. Reflexionar sobre el lenguaje.
ACTIVIDAD 1
CONOCEMOS AL AUTOR, HORACIO QUIROGA
El docente les compartirá a los niños el siguiente texto informativo acerca de Horacio Quiroga.
Horacio Quiroga es uno de los autores recomendados por los diseños curriculares para que los niños de Segundo Ciclo lean,
por ser considerado uno de los mayores cuentistas latinoamericanos de todos los tiempos.
Cuentos de la selva es una colección de relatos infantiles protagonizados por animales y ambientados en la selva
misionera, publicada en el año 1918. Horacio Quiroga se lo dedicó a sus hijos, quienes lo acompañaban en ese momento de
su vida.
Algunos de los cuentos que forman parte de la obra son: “La tortuga gigante”, ”, “El loro pelado”, “La guerra de los
yacarés”, “La gama ciega”, “Historia de dos cachorros de coatí y dos cachorros de hombre”, “La abeja haragana”, “El paso
del Yabebirí”. Durante su vida, el escritor, tuvo que afrontar grandes tragedias como el accidente fatal de su padre, el suicidio
de su padrastro y de su primera esposa y el infortunado accidente que protagonizó quitándole la vida a su amigo Federico
Ferrando.
Su amigo, el escritor Ezequiel Martínez Estrada, definió la historia de vida de Quiroga diciendo: “Ha sido, sin ninguna
duda, la más dramática y tremenda de sus obras. En parte es reconocible en ella la mano del Destino (en su biografía esto es
impresionante y hasta evidente), pero en gran parte fue forjada por él, por su carácter (…) “.
Fue profesor de castellano en el Colegio Británico de Buenos Aires,
publicó en la revista Caras y Caretas, escribió para diversos diarios,
trabajó en el consulado uruguayo, vivió en ciudades y en la selva, fue
amigo de Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Baldomero Fernández
Moreno. No pudo soportar su enfermedad y su soledad (su esposa lo
había abandonado). Tomó una fatídica decisión: beber un vaso de
cianuro que lo mató pocos minutos después entre espantosos dolores.
Uno de los deseos de Quiroga era que cuando muriera su cuerpo fuera
cremado y sus cenizas esparcidas en la selva misionera. Sus amigos
resolvieron colocarlas en una urna hecha de algarrobo que en la
actualidad se encuentra en el Museo Casa Quiroga en Salto, Uruguay.
También les pedirá a los niños que recorran la web de manera segura para buscar textos escritos por Horacio
Quiroga.
Se creará un padlet para que los niños publiquen allí los textos encontrados de dicho autor. El padlet se llamará:
La biblioteca de Horacio Quiroga. De esta manera, los estudiantes tienen la posibilidad de leer y de acceder a
textos del autor que estamos trabajando.
ACTIVIDAD 2
LEEMOS: “LA GAMA CIEGA” DE HORACIO QUIROGA
El docente les pedirá a los niños que lean el siguiente cuento de Horacio Quiroga.
Había una vez un venado, una gama, que tuvo dos hijos mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato montés corrió a
uno de ellos y quedó solo la hembra.
Su madre le hacía repetir todas las mañanas la oración de los venados que decía:
• Hay que oler primero las hojas antes de comerlas, porque algunas son venenosas.
• Hay que mirar bien el río para estar seguros de que no hay yacarés.
• Cada media hora levante la cabeza bien alta para sentir el olor del tigre.
• Cuando se come pasto del suelo, hay que mirar siempre los yuyos para ver si hay víboras.
Cuando la gamita aprendió todo esto bien, su madre la dejó andar sola. Una tarde, sin embargo, vio un hueco en un
árbol lleno de bolitas rojas que colgaban. Como era traviesa le dio un cabezazo y salió de allí. Salieron muchas mosquitas
que no le picaron pero sí se acercó a las gotitas, dulces y deliciosas. ¡Era miel!
Cuando le contó lo que sucedió a su mamá, se enojó mucho y le aconsejó que no se acercara a los nidos de abejas.
—¡Pero no pican, madre! Los tábanos y las uras sí pican, las abejas, no.
—Hoy has tenido suerte, hija. Hay abejas y avispas muy malas. No te acerques a ellas, me darás un disgusto.
La gamita tranquilizó a su madre pero a la mañana siguiente fue derechito a los nidos de abeja en busca de miel. Se
acordaba de las recomendaciones de su madre pero pensó que exageraba, como todas las mamás gamas.
Ese nido era distinto; las abejas oscuras tenían una franja amarilla en la cintura. Pensando que puesto que las abejas
eran más grandes, la miel debería ser más rica, le dio un cabezazo al nido. ¡Ojalá nunca lo hubiera hecho!
Salieron enseguida cientos de avispas que le fueron a la barriga, a la cabeza, a la cola y sobre todo… a los ojos.
La gamita salió corriendo con sus ojos hinchados sin poder ver. Llorando desesperadamente gritó…
—Mamá, mamá…
Su madre salió a buscarla porque estaba tardando mucho y la halló con sus ojos rojos, completamente ciega. No sabía
qué hacer ni qué remedios hacerle. Mamá gama sabía que al otro lado del monte vivía un cazador, que cazaba también
venados, pero era un hombre bueno que tenía remedios.
La gama mamá tenía mucho miedo del cazador pero como estaba desesperada, se decidió a ir a pedirle ayuda. Obtuvo,
antes, una carta de recomendación del oso hormiguero; que era un gran amigo del hombre.
Para ayudarla no le dio nada escrito; solo una cabeza de víbora seca que aún tenía los colmillos venenosos. Esa sería su
“carta” de recomendación.
—¡¡Gracias, amigo oso hormiguero!! —le dijo la mamá gama—. Usted es también una buena persona —y salió
corriendo en busca de su hijita.
Una vez en la casa del cazador, fueron muy bien recibidas gracias a la recomendación del oso. El cazador la examinó
con un vidrio redondo bien grande y dijo:
—Esto no es gran cosa. Póngale pomada en los dos ojos todas las noches y que use estos lentes amarillos. Se curará.
El buen hombre no le cobró pero le advirtió que tuvieran cuidado con los perros de la otra cuadra, cuyo dueño usaba
para seguir el rastro de los venados.
Las dos lloraron de alegría después de veinte jornadas encerradas en el hueco de un gran árbol.
Aunque curada, sana y contenta, la gamita quería pagarle al buen hombre que la curó pero no sabía cómo. Así fue que
recolectó plumas de garza e hizo con ellas una especie de plumerito que llegó todo mojado por la lluvia.
Estaba el hombre leyendo en su cuarto cuando oyó que llamaban. Al ver a la gamita, se empezó a reír y la gamita,
avergonzada porque creía que se burlaba de su pobre regalo, se fue muy triste.
Buscó entonces plumas más grandes, secas y muy limpias y una semana después volvió con ellas.
Esta vez el hombre, cuya sonrisa había sido por cariño, no rió porque la gamita no comprendía la risa. Le dio, en
cambio, un tubo de tacuara lleno de miel que la gamita aceptó loca de contenta.
Desde entonces fueron amigos. Se pasaban las horas charlando. El cazador ponía siempre en la mesa un jarro lleno de
miel y arrimaba la sillita para su amiga.
Por temor a los perros, la gamita iba solo en las noches tormentosas. Cuando caía la tarde y empezaba a llover el cazador
la esperaba mientras tomaba café y leía, esperando el ¡tan– tan! conocido de su amiga.
● Hay que oler primero las hojas antes de comerlas, porque algunas son venenosas.
● Hay que mirar el cielo siempre para ver qué es lo que hacen las águilas.
● Cada media hora levante la cabeza bien alta para sentir el olor del tigre.
● Hay que mirar la copa de los árboles para estar seguros de que no hay pájaros carpinteros.
● Hay que mirar bien el río para estar seguros de que no hay yacarés.
● Cuando se come pasto del suelo, hay que mirar siempre los yuyos para ver si hay víboras.
El docente invitará a los niños a escuchar desde la web un texto llamado “La guerra de los yacarés” de Horacio
Quiroga.
Te invito a entrar a este link para poder hacerlo:
https://www.youtube.com/watch?v=quZrWXRSpjU
Se les pedirá a los niños que averiguen qué son los Cuentos de la selva.
Se les mostrará a los niños el índice del libro Cuentos de la selva para que puedan leer los títulos de los cuentos
que contiene.
Luego el docente les pedirá a los niños que subrayen los títulos de los cuentos que ya leyeron.
Se les pedirá que tengan el libro para poder trabajar en el recorrido lector.
Actividad 4
LA GUERRA DE LOS YACARÉS
●A continuación te presentamos la introducción del cuento “La guerra de los yacarés”, de Horacio Quiroga.
● Las siguientes palabras se escaparon del relato, ubicalas donde corresponde y así podrás encontrarle sentido
TRANQUILOS
PROFUNDO
ALARMADO
RUIDO
HUMO
HOMBRE
LEVANTÓ
SIESTA
YACARÉ
“En un río muy grande, en un país desierto donde nunca había estado el ,
…………………………………………. vivían muchos yacarés. Eran más de cien o más de mil. Comían
peces, bichos que iban a tomar agua al río, pero sobre todo peces. Dormían
la…………………………………………. en la arena de la orilla, y a veces jugaban sobre el agua cuando
había noches de luna.
Todos vivían muy………………………… y contentos. Pero una tarde, mientras dormían la siesta, un
yacaré se despertó de golpe y…………………………. la cabeza porque creía haber sentido ruido. Prestó
oídos, y lejos, muy lejos, oyó efectivamente un ruido sordo y…………………………….. . Entonces llamó
al ………………………que dormía a su lado:
Al día siguiente vieron pasar un vapor, haciendo mucho ruido y lanzando tanto…………………..
Los yacarés se miraban unos a otros: ¿qué podía ser aquello? Pero un yacaré viejo y sabio, el más sabio y
viejo de todos, un viejo yacaré a quien no quedaban sino dos dientes sanos en los costados de la boca, y que
había hecho una vez un viaje hasta el mar, dijo de repente:
—¡Yo sé lo que es! ¡Es una ballena! ¡Son grandes y echan agua blanca por la nariz! El agua cae para atrás.
Al oír esto, los yacarés chiquitos comenzaron a gritar como locos de miedo, zambullendo la cabeza. Y
gritaban:
Pero el viejo yacaré sacudió de la cola al yacarecito que tenía más cerca.
—¡No tengan miedo! —les gritó—. ¡Yo sé lo que es la ballena! ¡Ella tiene miedo de nosotros! ¡Siempre
tiene
ACTIVIDAD 5
EL LORO PELADO
Había una vez una bandada de loros que vivía en el monte. De mañana temprano iban a comer choclos a la chacra, y de
tarde comían naranjas. Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro centinela en los árboles más altos para ver
si venía alguien.
Un día un hombre bajó de un tiro a un loro centinela, el que cayó herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El
peón lo llevó a la casa, para los hijos del patrón. Los chicos lo curaron porque no tenía más que un ala rota.
El loro se amansó completamente y se curó muy bien. Se llamaba PEDRITO. Aprendió a dar la pata,
le gustaba estar en el hombro de las personas y les hacía
cosquillas en la oreja. A las cuatro o cinco de la tarde, que era la hora en que tomaban el té en la casa, el loro entraba también
en el comedor, se subía por el mantel y comía pan mojado en leche. Decía: ¡Buen día, lorito! ¡Rica la papa! ¡Papa para
Pedrito!
Decía otras cosas más que no se pueden decir, porque los loros aprenden con facilidad malas palabras. Era un loro feliz,
además de libre.
Un día de sol radiante, volaba lejos, hasta que vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que parecía una lejana y ancha
cinta blanca. Se asentó en un árbol a descansar cuando de pronto vio brillar en el suelo, dos luces verdes, como enormes
bichos de luz. Fue bajando de rama en rama, hasta acercarse. ¡Era un tigre! Estaba agachado, mirándolo fijamente.
– ¡Buen día, tigre! -le dijo- ¡La pata, Pedrito!...
– ¡Buen día! -le respondió el tigre con voz ronca.
– ¡Rico té con leche! -le dijo- ¡Buen día, Pedrito! ¿Querés tomar té con leche conmigo, amigo tigre?
El feroz animal creyó que el loro se reía de él, y además, como tenía a su vez hambre, se quiso comer al pájaro hablador.
– ¡Acercate un poco que soy sordo! -le mintió el tigre.
El loro no pensaba sino en el gusto que tendrían en la casa cuando se presentara a tomar té con leche con aquel magnífico
amigo. Y voló hasta otra rama más cerca del suelo.
– ¡Rica, papa, en casa! -repitió gritando cuanto podía.
– ¡Más cer-ca! ¡No oigo! -repetía el tigre.
El pobre loro se acercó aún más y el tigre dio un terrible salto alcanzándolo con la punta de las uñas a Pedrito.
No lo mató, pero le arrancó todas las plumas del lomo y la cola entera ¡No le quedó una sola pluma!
– ¡Tomá! -rugió el tigre-. Andá a tomar té con leche…
El loro, gritando de dolor y de miedo, se fue volando, pero no podía volar bien porque le faltaba la cola, que es como el
timón de los pájaros.
Una vez en la casa se miró en el espejo de la cocina. Era el pájaro más raro y feo que puede darse. ¿Cómo iba a aparecerse
en el comedor con esa figura?
Voló hasta un hueco de un eucalipto y se escondió tiritando de frío y de vergüenza.
Lo buscaron por todas partes. ¡Cómo lo extrañaban! Pero Pedrito permaneció en su cuevita hasta que le crecieron nuevas
plumas. Una tarde, la familia sentada a la mesa vio entrar a Pedrito muy tranquilo, balanceándose como si nada hubiera
pasado.
– ¡Pedrito, lorito! -le decían- ¿Qué te pasó, Pedrito? ¡Qué plumas tan brillantes tiene Pedrito!
El loro no hablaba, solo comía pan mojado en té con leche.
Al día siguiente, sentado en su hombro, le contó lo sucedido al dueño de casa: el paseo al Paraguay, el encuentro con el tigre.
Cantaba: ¡Ni una pluma! ¡Ni una pluma en la cola de Pedrito!
El señor que iba a comprar una piel de tigre que le hacía falta para la estufa, quedó muy contento de tenerla gratis. Y
volviendo a la casa a buscar la escopeta, emprendió junto con Pedrito su viaje a Paraguay. Convinieron que cuando el loro
viera al tigre, lo iba a entretener con su charla para que el hombre pudiera acercarse con la escopeta.
El tigre se enfureció al ver que el loro que él había atacado tenía nuevas plumas. Juró que esta vez no se le escaparía.
– ¡Buen día! ¡Rico pan con leche! ¡ESTÁ AL PIE DEL ÁRBOL!
– ¡Acercate que soy sordo!... -repitió el tigre.
– ¡Rica papa! ¡¡ATENCIÓN!! ¡¡CUIDADO VA A SALTAR!!
Evidentemente, el tigre saltó. Al mismo tiempo el hombre disparó y mató al felino.
El loro, el hombre y el tigre muerto regresaron a la casa.
Vivieron en adelante muy contentos. Pedrito no se olvidaba de lo que le había hecho el tigre y viendo su piel al lado de la
estufa, lo invita a tomar el té con leche.
– ¡Rica papa! -le decía–. ¿Querés té con leche? ¡Papita para el tigre!
Y todos se morían de risa. Y Pedrito también.
Horacio Quiroga
Recordamos: sinónimos: Que tiene el mismo significado que otra u otras palabras o expresiones.
ACTIVIDAD 6
LAS MEDIAS DE LOS FLAMENCOS
DE HORACIO QUIROGA
El docente le pedirá a los niños que observen el siguiente video, en el cual se narra el cuento
"Las medias de los flamencos", de Horacio Quiroga.
Los niños deberán ingresar este link en su buscador:
https://www.youtube.com/watch?v=nmPhunFzEhw
Luego el docente los invitará a los niños a ver y a escuchar el cuento narrado accediendo a
este link:
https://www.youtube.com/watch?v=BP6ygofmIe4
Se les pedirá a los niños que lo lean, luego podrán contestar las siguientes preguntas:
- ¿Quiénes no tenían traje para ir al baile y qué solución les dio la lechuza?
- ¿Quiénes eran las anfitrionas de la fiesta y qué paso cuando descubrieron el material con
que estaban hechas las medias?
Todos los animales querían ir al baile y, además, estar bellos. Las víboras, como eran las anfitrionas,
se esmeraron mucho para tener el mejor vestido. Los flamencos estaban muy tristes. No encontraban
ningún traje. El más pesimista de ellos decía:
-¡Si al menos encontráramos algo para pintar nuestras patas blancas...! -suspiraba otro.
Después de pensar un largo rato, a uno se
le ocurrió:
-¡Claro! -contestaron todos. Inmediatamente levantaron vuelo y fueron a la tienda del pueblo.
-¡Qué mala suerte tenemos! Yo se los anticipé: ¡no vamos a poder ir al baile! -dijo el flamenco
más pesimista.
Los pobres flamencos tenían las alas por el suelo. Se sentaron en el cordón de la vereda
para encontrar una solución a su problema. De pronto pasó una lechuza y, como los vio tan
preocupados, les ofreció su ayuda. Prometió volver con unas medias rayadas. Se fue volando y al rato
regresó con unas medias realizadas con cuero de víboras que ella había cazado la semana anterior.
-Siguiendo este consejo que les doy: bailen toda la noche, bailen sin parar, bailen de costado, de cabeza,
como ustedes quieran; pero no paren ni un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar.
Los flamencos enseguida se pusieron las medias hechas con cuero de víboras y muy contentos se
fueron volando al baile.
Cuando llegaron a la fiesta, todos se quedaron asombrados de las medias que tenían
puestas. Enseguida las víboras quisieron bailar con ellos para verlas más de cerca. Cosa
que les resultó imposible, porque los flamencos no paraban de saltar y bailar. Después de
un rato, las víboras comenzaron a desconfiar. Era raro que los flamencos no se dejaran ni ver ni
tocar sus medias.
Y así fue. Un flamenco, muy cansado, tropezó con un sapo, se tambaleó y se cayó. Enseguida las
víboras corrieron a mirar las patas del flamenco para descubrir de qué material estaban hechas aquellas
misteriosas medias.
Los flamencos temblaban de miedo y no sabían qué hacer. Quisieron volar pero estaban tan
cansados que no podían ni siquiera agitar un ala.
Sin dudarlo, las víboras se enroscaron en sus patas y empezaron a morderles las medias. Y luego
continuaron con las patas. Los flamencos no aguantaban más el dolor. Saltaban y picoteaban a las
víboras para poder sacárselas de encima. Pero era imposible. Recién cuando las víboras comprobaron
que no había ni rastros de las medias, dejaron de morderlos.
Los flamencos inmediatamente volaron hasta el río para poder meter sus patas en el agua
y aliviar su dolor. Entonces se dieron cuenta de que sus patas, que eran blancas, estaban
rojas por el veneno de las víboras. Desde ese día, los flamencos deben pasar mucho tiempo con
sus patas en el agua para calmar el ardor que sienten en ellas.
A veces el dolor es tan grande que levantan una pata y quedan así horas enteras, porque no
pueden estirarla.
De esta manera fue cómo los flamencos, que tenían patas blancas, pasaron a tener patas rojas.