Ficha de Cátedra #4 - La Beneficencia Pública

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INTRODUCCIÓN AL TRABAJO SOCIAL FICHA DE CÁTEDRA Nº 4

CLASE 4
LA BENEFICENCIA PÚBLICA

ESTA FICHA FUE ELABORADO EN BASE A LA BIBLIOGRAFÍA QUE SE DETALLA AL FINAL.


LOS CONTENIDOS DE LOS TEXTOS FUERON INTERPRETADOS Y ARTICULADOS EN TORNO A LOS OBJETIVOS DE
ESTA CLASE.

INTRODUCCIÓN

Como ya les adelantamos la clase pasada, en la clase de hoy comenzaremos a


profundizar en cada una de las formas de acción social que fueron surgiendo en nuestro
país, a través de sus procesos históricos, políticos y sociales.

La bibliografía consultada para el estudio del período específico que abarca esta
Ficha N°4, nos propone pensar la relación dialéctica que se ha dado entre las clases
sociales y el Estado Moderno Argentino, dando lugar al surgimiento de diversas
acciones con la intención de intervenir sobre las necesidades específicas de un sector de
la población tipificado como “pobres”, que quedaba excluido del acceso a bienes y
servicios para alcanzar el bienestar.

En esta primera parte de la clase profundizaremos en una de las estrategias de


intervención denominada “BENEFICENCIA PÚBLICA”, su contexto de surgimiento y de
qué forma se fue dando su implementación.

Contexto en el que surge la beneficencia pública

La Beneficencia Pública será la primera forma de acción social sistemática y


organizada desde el poder público, pero como veremos ahora, con características muy
particulares, que fueron tomadas de experiencias europeas.

Para poner en marcha esta forma de acción social se crea, por decreto en 1823,
la “Sociedad de Beneficencia” (en adelante SB), impulsada por Bernardino Rivadavia,
quien era ministro del gobernador de la Prov. de Buenos Aires, Gral. Martín Rodríguez,
y en un clima de conflicto con la jerarquía eclesiástica de Buenos Aires, especialmente
con la Hermandad de la Santa Caridad (organización que funcionaba desde antes del
Virreinato del Río de La Plata – creada en 1627).
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No olvidemos que estamos en un período de post- independencia y en un


proceso de secularización de la vida social y política del Estado en el que se imbrican
la moral, la razón y la religión. Rivadavia se enfrenta a la Hermandad, y a otras
poderosas cofradías y corporaciones religiosas, por considerar que ocultaban a
enemigos del régimen independiente. Pero su conflicto no se extiende a toda la
institución eclesiástica, no asume una posición antirreligiosa, ya que pertenecer a una
orden y acceder al título de “hermano” era la más alta aspiración de la clase acomodada.
La intención de Rivadavia fue “levantar la autoridad de la razón y la filosofía, sin violar
las creencias sagradas del alma ni turbar las conciencias piadosas” (Tenti Fanfani,
1989:17).

Es así que la SB surge de lo que podría llamarse la expropiación de funciones de


caridad, ejercidas anteriormente por instituciones religiosas. “El Estado hace
beneficencia por un acto de delegación”, y para esto crea una asociación “privada” que
independientemente de las disputas por su estatuto jurídico, lo único que tiene de
público será el acto de su creación y, como más adelante veremos, los recursos de los
que va a disponer durante todo su período de funcionamiento.

Fue la “primera institución de ayuda social del Estado con una intencionalidad
claramente ideológico-política”. Ideológica, porque se basa en una concepción moral
de la miseria. La pobreza no se define en este período por un estado de necesidad e
indigencia, sino como un conjunto de características del sujeto donde las cualidades
ético-morales tienen un papel estratégico. La miseria obedece al azar, pero también a
las debilidades morales de quienes la padecen. La inmoralidad es causa y consecuencia
de la miseria.

Finalidad y plataforma ideológica

La finalidad de la SB fue perseguir “la perfección moral, el cultivo del espíritu en


el bello sexo y la dedicación del mismo a lo que se llama industria, y que resulta de la
combinación y ejercicio de aquellas cualidades” (Tenti Fanfani, 1989:9). Esta cita del
texto, marca dos ideas centrales que son: la estrategia de moralización y el lugar que se
le adjudica a la mujer para ese cometido.
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Es a través de la filantropía que se intenta desplazar el concepto cristiano de


caridad, pero a la vez se reproducen algunos patrones básicos del modelo de la caridad
cristiana, a la cual no se opone, sino que la engloba en un referente más universal
denominado moral laica, o llamada también “caridad oficial” cuya naturaleza sería más
racional que divina. Podríamos decir que la Beneficencia Pública, fue una sumatoria de
ambas formas de acción social, pero con finalidades comunes que ahora veremos.

Alianza política con las jerarquías eclesiásticas, lo que derivó en el accionar conjunto para la
beneficencia entre las damas de la alta sociedad y religiosas.

Debe quedar en claro que “la acción benéfica se instala como una iniciativa del
poder público, y no como una respuesta a demandas o exigencias de los necesitados”.
Esto marca un punto central para analizar cómo se posicionaron los distintos actores
sociales en ese momento, basados en esta mirada sobre la pobreza.

Esta organización sería administrada por mujeres que debían encargarse,


además de otras obligaciones, de la educación de las niñas en una ciudad como la de
Buenos Aires que, hasta ese momento, no contaba con escuelas para ellas. Quedaron
también a su cargo la administración de tres establecimientos caritativos para mujeres
y niños –la Casa de Expósitos, el Hospital Rivadavia, y la Casa de Huérfanas- que, hasta
entonces, habían estado a cargo de órdenes religiosas masculinas (Golbert, 2010).
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Actividades

La SB toma a su cargo las instituciones fundadas por la Hermandad de la Santa


Caridad, e inicia una larga historia de intervenciones sobre problemas sociales en el
ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, constituyéndose en el paradigma dominante de la
política social del Estado en ese momento histórico, y continuará su actividad hasta los
años 40 del siglo XX, aun cuando fueron surgiendo otras formas de acción social (como
lo vimos la clase pasada y en la “línea de tiempo”).
En cuanto a la acción educativa, la Sociedad funda escuelas para niñas en capital
y zonas rurales. Su funcionamiento solo será interrumpido durante el régimen de Rosas,
entre 1838-1852. También en 1876, por disposición de la Ley de Educación común, las
escuelas pasarán a depender del Consejo General de Escuelas por lo que se apartará a
la SB de esas funciones. A partir de esa fecha, sus actividades se concentraron en la
acción social asistencial y hospitalaria, la que venía desarrollando desde su fundación,
instalando hospitales de mujeres, de salud mental, de niños y en diversas especialidades
como la oftalmológica. Desde principios del siglo XX, en un nuevo marco legislativo en
materia de infancia, la Sociedad expande sus actividades en la atención de niños
huérfanos, ancianos, madres desamparadas, pobres vergonzantes, etc. Las instituciones
que va fundando se basan en la estrategia de tratamiento por internación y
segregación temporal o total, acorde a la propuesta de control social establecida en el
marco del Estado Nacional en proceso de conformación desde 1880.
Cómo para tener una dimensión de las acciones llevadas a cabo por la SB, a partir
de 1870 podemos señalar: en el ámbito de la salud, se crea el Hospital de Niños (1875),
una obra que perdura hasta nuestros días con el nombre de su primer director, el Dr.
Ricardo Gutiérrez. Después ven la luz otros importantes nosocomios: Hospital y
Consultorio Oftalmológico (1878); Hospital Rivadavia (1887); Hospital Nacional de
Alienadas (1898), que reemplaza al antiguo de Mujeres Dementes; Hospital Vicente
López y Planes (1916), especializado en el cuidado y asistencia de enfermos de
tuberculosis; Maternidad Ramón Sarda (1934); Sección Lucha Antituberculosa (1935),
entre otras (Torrado, 2012).

En su texto, Tenti Fanfani (1989) destaca y describe ampliamente una


característica distintiva dentro de las actividades de la SB, que fueron los llamados
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“Premios a la Virtud”, entregados todos los años a personas pobres con una finalidad
ejemplificadora y moralizante. Eran ceremonias fastuosas en las que participaba la
jerarquía eclesiástica y el presidente de la República (Goldbert, 2010). Le otorgaban un
valor simbólico a la acción benéfica, a través de la exhibición de vanidad y ostentación
de riquezas para el reconocimiento de clase, es decir, para dejar bien en claro cómo era
el orden social imperante, y quienes eran dominantes o dominados.

Además de dejar en claro, que todas las acciones llevadas a cabo por esta
organización, se basaron en la idea de que existe una estrecha relación entre “el estado
de necesidad” de los pobres y la ausencia de virtud.

A lo largo de su historia, la SB fue instituyendo otros premios: “a la madre que


haya sufrido más” (1910), “al amor maternal” (1920), “a la mujer que más abnegada y
noblemente honre la maternidad” (1924), “a una familia numerosa, compuesta de
madre con varios hijos” (1923), “a una madre abnegada que haya sabido formar una
familia numerosa”, “a las amas externas de la Casa de Expósitos que hayan cuidado
mayor número de niños de salud deficiente o defectuosos” (1935), (Golbert, 2010).

¿Cómo se financiaba la Sociedad de Beneficencia?

Como ya vimos, el Estado Moderno en su momento constitutivo (a partir de la


independencia de 1816) hace beneficencia por un acto de delegación, ya que “al quitar
la administración de las instituciones a “la Hermandad” no las transfiere directamente
al poder público” sino que crea a la SB, y la va a dotar de gran autonomía para disponer
de fondos públicos. Una “actividad para-pública”, es decir, no ejercida por funcionarios
públicos.

En este punto aparece cierta contradicción en relación al lugar que en esa época
ocupaban estas organizaciones en su modelo europeo ya que, por definición, la
filantropía aplicaba recursos privados a fines públicos, pero con la SB se plantea lo
contrario, la aplicación de recursos públicos para fines privados. Esto en realidad tiene
una explicación, y es que el Estado Moderno estaba en manos de la aristocracia porteña,
cuyos intereses privados dirigían las acciones del Estado. Más adelante veremos que la
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SB, también estaba en manos de ese mismo poder político, con lo cual las finalidades
coincidían, sin importar de dónde venían los fondos.

Este aspecto resulta de enorme importancia para comprender las características


de esta estrategia de intervención social. Al contrario de lo que se tiende a suponer, la
Sociedad de Beneficencia de la Capital contó con un discontinuo y escaso aporte
privado. A pesar del reconocimiento social que se le atribuía a la iniciativa privada en
materia de beneficencia, la mayor parte de los fondos de esta institución fueron
provistos por el presupuesto nacional. “Se trató entonces de una acción privada
constituida y subsidiada por el poder público”.
Se le destinó por ley parte de la recaudación que devengaba la Lotería Nacional
y de la cesión de terrenos y locales fiscales. La SB también recibía donaciones y legados
de particulares pertenecientes a la clase alta, quienes entendían que ser reconocidos
por ello confería prestigio. Recaudaba importantes fondos de actividades sociales
propias, como por ejemplo el 'Corso de las Flores', fiestas de caridad, ferias de
beneficencia, entre otras, cuya organización convocaba a estos sectores sociales
deseosos de alcanzar el símbolo de estatus que implicaba dicha participación (Torrado,
2012).
Hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX, esta transferencia de recursos
del erario público a la SB se duplicó, si bien aumentó también el aporte privado en menor
medida, debido a la ya mencionada expansión de instituciones para el control social de
todo tipo (asistenciales, de “menores”, hospitalarias, etc.). Por otra parte, la utilización
y destino de esos recursos se daba en forma discrecional por parte de la elite porteña
que controlaba a la SB, lo que ya hacia fines del siglo XIX, motivó críticas y el surgimiento
de concepciones asistencialistas modernas que veremos más adelante.

¿Cómo funcionó esta organización?

En sus orígenes se consideró a la beneficencia como una tarea femenina, por lo


que la Sociedad es puesta a cargo de mujeres. Pero no cualquier mujer sino aquellas
pertenecientes a la elite porteña, poseedoras de las cualidades –sociales, morales,
conductuales y cognitivas- imprescindibles para llevar a cabo esa función social. Esto
nos va marcando su “sesgo femenino y moral”.
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1918. Damas de la alta sociedad porteña que se dedicaban a la beneficencia

Dice el autor: “según los principios estructuradores de la división sexual del


trabajo imperante en ese momento histórico, la mujer es la educadora (maternal) moral
por excelencia. Para ello está dotada de cualidades, sentimientos, afectos, ´corazón`
que la colocan en condiciones inmejorables para esta tarea” (Tenti Fanfani, 1989:12).
Esta mirada sobre la mujer de clase alta, se planteaba en oposición al varón, cuyo
destino sería atender todo aquello que demanda ´empresas y conquistas`. Esto pone de
manifiesto las “relaciones de dominación basadas en el género”. Podría considerársela
como la carrera pública de las ´señoras`, que no tenían acceso a otros espacios políticos.
Estas damas provenían entonces de los estratos más altos de la estructura social
de la época, siendo esposas o parientes próximas de los grandes terratenientes,
comerciantes y propietarios de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Esto nos permite
interpretar el modelo de la beneficencia pública en el marco de la relación entre: Poder
económico – Clase dominante – Poder Político. Quienes tenían el poder económico,
accedían a los cargos políticos y detentaban el poder de dominación de clase.
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¡Pero no olvidemos algo importante! También fueron mujeres las primeras


destinatarias de la beneficencia. Pero en este caso, las mujeres pobres, consideradas
´víctimas de circunstancias fortuitas` o responsables de su pobreza por las propias faltas
morales, y en especial las huérfanas.

Ya hemos mencionado la discrecionalidad y autonomía de este tipo de estrategia


de intervención social que lleva a cabo la SB. Las ´damas` defendieron estos atributos
en diferentes momentos, cuando se vieron amenazadas por cuestionamientos de
algunos sectores del poder que no estaban de acuerdo con esta modalidad de
intervención. Esto se agudiza hacia fines del siglo XIX, cuando comienzan a introducirse
en nuestro país otras ideas en relación a la atención de la pobreza.

No solo durante el régimen de Rosas tuvieron dificultades, sino también en la


presidencia de Sarmiento (1868-1874), quien consideraba a la Sociedad de Beneficencia
un obstáculo para la fundación de un sistema educativo. Posteriormente hacia 1880, al
crearse el Departamento Nacional de Higiene, se intenta poner a la Sociedad bajo la
dependencia y contralor de ese organismo. Pero en general los intentos por sujetar su
actuación fracasaron, e incluso las damas llegaron a desplegar campañas ante la opinión
pública en defensa de su amplia libertad para proceder según sus criterios (Tenti
Fanfani, 1989:19-23).

Esto evidencia el poder alcanzado por esta institución en el ejercicio de la


“caridad oficial”. El rédito para la clase dominante estaba dado por la recompensa
religiosa “asegurarse un lugar en el cielo”, el reconocimiento y prestigio social, pero
también político, de una clase que como vimos dominaba el orden social vigente.

La lógica de la beneficencia se basa en la ya mencionada estrategia de


moralización, orientada en principio hacia el campo de la educación, y en especial la de
sectores no privilegiados, en los que se busca producir un efecto fundamentalmente de
orden moral. Pero también una estrategia de dominación (subordinación de una clase
social a otra). Más que la instrucción, pretende la imposición de una visión del mundo
conforme a un nuevo ordenamiento social. En ese momento, y desde las clases
dominantes, el individuo será definido por su condición social, identificándose códigos
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y virtudes propios de cada clase, es decir una “doble moral”. Se imponen normas y
órdenes explícitas que regulan las relaciones sociales y establecen una moral legítima.

La estrategia de la beneficencia pública intentará “convertir” a los individuos


pobres y sin moral. Su mayor preocupación no se centra justamente en las necesidades
materiales, sino en el cuidado del espíritu, de la moralidad. Esto explica por qué, hasta
comienzos del siglo XX, la Sociedad funcionara con mínimas mediaciones de personal
especializado, solo médicos o maestros, por considerarse innecesarias. En lugar de
“especialistas”, las acciones son llevadas a cabo por personas dotadas de riqueza,
tiempo y un conjunto de cualidades morales socialmente consideradas superiores. La
beneficencia se define como un “deber del que da, y no como un derecho del que
recibe”. Pero ese deber ´oculta` un conjunto de intereses y efectos muy benéficos para
el que lo practica.

Las estrategias de intervención propias de la beneficencia se caracterizan por la


“sanción ejemplificadora” o bien por la “internación y segregación física de enfermos,
huérfanos, mujeres abandonadas, etc., los que son asistidos por instituciones
disciplinarias. Se expresa como una relación de control de las necesidades sociales y de
tutela hacia el que recibe la dádiva, que queda en situación de dependencia y
subordinación.

Este modelo de asistencia fue replicado en casi todas las provincias a través de
organizaciones que practicaban la beneficencia, con características similares a la de la
Capital (Golbert, 2010).

¿Cómo categorizaba la Beneficencia Pública a la pobreza?

Como ya se mencionó, no todas las personas pobres eran merecedoras de la


acción benéfica, dependería de los motivos por los cuales había llegado a esa situación.
La población destinataria era seleccionada en base a ciertos criterios, que permitieran
distinguir quienes constituían la llamada “pobreza legítima”. Eran aquellos individuos
que podían demostrar “tesón, trabajo y resignación” y su intención de no ser una carga
para la sociedad. Tesón para salir del estado de necesidad urgente y resignación para
aceptar su condición y mantenerse en ese lugar social de dominación. Las virtudes son
en realidad las cualidades que la clase dominante quería ver encarnadas en los sectores
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pobres de la población, diferentes a las virtudes morales de la clase dominante. El


Trabajo constante, también sería una cualidad para enfrentar el infortunio y las
dificultades de la vida con aplicación, cumplimiento del deber, buena conducta, orden y
honradez, entendiendo al trabajo como medio de vida típico y exclusivo de los “pobres
honrados”. En todos los casos la familia constituye el ámbito de solución de los
problemas materiales de los pobres.

La otra categoría era la de los pobres “miserables”, que ejercían la mendicidad y


se encontraban en las posiciones más bajas de la escala social, considerados
irrecuperables y candidatos a instituciones de encierro a la menor conducta reprochable
que se le imputase.

Estas categorizaciones se sustentaban, como vimos, en una concepción moral de


la pobreza, que no se definía en ese momento por la posición que el individuo ocupaba
en el proceso de producción. La clientela de la ayuda filantrópica no se definía por su
calidad de agente económico o por su condición de clase trabajadora, no todavía. Sus
beneficiarios eran categorías sociales definidas por criterios extraeconómicos
centrados en la “peligrosidad moral de los individuos”. Más adelante veremos que, por
la evolución de las relaciones sociales capitalistas, la orientación de la ayuda filantrópica
estará vinculada con la reproducción de la fuerza de trabajo, pero eso será hacia fines
del siglo XIX.

Por eso los Premios a la Virtud eran en general recibidos por individuos de
sectores de la pobreza legítima, ya que en los sectores más bajos de la sociedad
abundaría el vicio y el mal, asociados a la miseria y la enfermedad, considerándose que
sobre estos no era posible ejercer una acción positiva.

¿Cuánto tiempo funcionó la Sociedad de Beneficencia?

Esta peculiar organización funcionó 125 años, desde 1823 hasta 1946. Por
supuesto que no de la misma manera ya que, como vimos, se vio afectada por los
cambios que se fueron dando en la sociedad argentina en especial a fines del siglo XIX
cuando se inicia el proceso de formación del Estado Nación y se producen grandes
cambios económicos, político y sociales, así como también demográficos por las oleadas
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inmigratorias europeas. Este contexto dio lugar al surgimiento de otra estrategia de


intervención social que veremos en profundidad con el texto de Andrea Oliva: la
Asistencia Social o Servicio Social (fue adquiriendo las mismas denominaciones), que
tomó el modelo de Inglaterra, pero también de EEUU.

No obstante, la lógica de la estrategia moralizante que impuso la beneficencia


pública se extendió hasta bien entrado el siglo XX, aun cuando ya habían cambiado las
circunstancias del país. No olvidemos que la clase social que sostenía a la Sociedad de
Beneficencia, era la clase política que, aunque ya existiera el sufragio y la democracia,
continuaba conservando el poder económico y político. Fue la etapa del Estado
Conservador Oligárquico, por lo que la SB tenía muchos “amigos” en el gobierno de ese
momento. Mantenían un estrecho vínculo con diputados y senadores, con quienes
compartían reuniones sociales y culturales (Golbert, 2010).

Se plantea un conflicto entre la SB y la Asistencia Pública de la Capital creada y


gestionada por médicos higienistas, como veremos luego en el texto de Oliva. La
intención de que todas las actividades relativas al campo de la salud (públicas, privadas
y religiosas) se concentraran en una sola autoridad, suponía que la SB perdiera la
administración de los hospitales e incluso las áreas de niñez y maternidad, pero no se
concretó en ese momento por el poder político que detentaba (Torrado, 2012).

Pero también hubo sectores que continuaron cuestionando su funcionamiento,


el que fue siendo limitado progresivamente a medida que el Estado se expandía en su
estructura, creando organismos de asistencia social, de salud, de educación, etc.

Lo que también ocurre en esta etapa hacia fines del siglo XIX y principios del XX,
es que la clase dominante comienza a ver otros peligros, no solo morales, sino políticos
y sociales. La inmigración había cambiado a la población pobre que ahora comenzaba a
tener conciencia de clase, por influencia de ideas anarquistas y socialistas que entraron
al país, y se sumaba a las filas de reclamos masivos por los derechos de los trabajadores,
por ejemplo. Entonces, la pobreza ya no sólo entrañará peligros morales para la
sociedad. Ahora la peligrosidad es de índole política, y la pobreza es considerada como
terreno fértil para el cultivo de esas “ideas disolventes” que alimentan la revolución y el
anarquismo.
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Argentina se inserta al sistema capitalista mundial como proveedora de


productos agropecuarios lo que altera profundamente la estructura social. Crece la
producción del campo pero también la actividad urbana en especial de Buenos Aires. El
progreso como idea fuerza se traduce en riqueza para una minoría elitista conformada
por los terratenientes, comerciantes, financistas e industriales incipientes. No obstante,
riqueza y pobreza continúan considerándose productos aleatorios de la “caprichosa
providencia”, sumado a la concepción de esta última como anormalidad y desviación de
la armonía social que promete una Argentina transformada en “emporio de bienestar y
grandeza”.

Frente a estos peligros la SB fortalece aún más los valores tradicionales de “Dios,
Patria y Familia” para prevenir el mal que se avecinaba, pero su accionar resulta
insuficiente ante tales desafíos. Las transformaciones sociales y la aparición de nuevos
actores dan lugar a relaciones de fuerza en el plano político e ideológico. Con la
mencionada expansión de la vida urbana y la inmigración surge una creciente y
pretenciosa clase media que reivindica su participación en la vida nacional.

El sector dominado ahora se diversifica y se agrupa en organizaciones sindicales


y políticas para luchar por sus intereses y derechos. Es así que la tarea de dominación
se vuelve compleja y requiere de nuevas representaciones, estrategias e instituciones
ante la planteada lucha de clases (Tenti Fanfani, 1989:33).

La SB va quedando anclada en el pasado persistiendo en recurrir a la insuficiente


estrategia filantrópico-caritativa para enfrentar los problemas y desafíos modernos.

En consecuencia, la política social moderna se integra con una nueva manera de


categorizar a la estructura social y a los sectores que ocupan posiciones menos
privilegiadas. Cambian las representaciones y también las estrategias de intervención
del Estado.

Ahora, la relación dialéctica entre las clases sociales y el Estado, fue dando lugar
a la conformación de sistemas especializados de prestación de servicios sociales
(educación, salud, seguridad social, etc.) y al surgimiento de diversas acciones con la
intención de intervenir sobre las necesidades específicas de los sectores de la sociedad
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que en las distintas épocas fueron tipificados como “pobres” y que quedaban excluidos
de la cobertura de dichos sistemas.

La amenaza más grave para la autonomía de la SB llegó en 1943, cuando se


crearon la Dirección Nacional de Salud Pública y la Dirección de Asistencia Social (en la
Secretaría de Trabajo y Previsión a cargo del general Perón). La primera tenía la función
de supervisar todos los hospitales y establecimientos sanitarios y la segunda se ocuparía
de las instituciones de caridad, orfanatos y asistencia social. Esta vez la SB no logró el
apoyo necesario y cuando se inicia el primer gobierno justicialista, en junio de 1946, se
decreta su disolución pasando al ámbito estatal todas las instituciones que había tenido
a su cargo (Torrado, 2012)

Bibliografía:

- Golbert, Laura (2010) De la Sociedad de Beneficencia a los Derechos Sociales.


Ministerio de Trabajo Empleo y Seguridad Social. Buenos Aires
- Tenti Fanfani, Emilio (1989) Estado y Pobreza: estrategias típicas de intervención.
Tomo 1. Buenos Aires. CEAL
- Torrado, Susana (2012) Asistencia social, disciplinamiento y familia. En: Historia
de la Familia en la Argentina Moderna. Buenos Aires. Ediciones de la Flor

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