Alexa Riley - Wild Card

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Sotelo, gracias K.

Cross
WILD CARD
Love is a Gamble

ALEXA RILEY

Sotelo, gracias K. Cross


Algunas veces Reddits hace brillar una historia…

Sotelo, gracias K. Cross


Wild Card

BY ALEXA RILEY

Rue está acostumbrada a huir, pero verse atrapada en un


secuestro no formaba parte del plan. Ahora, el sexy guardia de
seguridad le exige que se escondan. ¿Cómo se supone que va a
permanecer escondida... y resistirse a sus exigencias?

Maxim echó un vistazo a la pequeña ladrona y supo que ya estaba


tramando su fuga. Solo había una forma de mantenerla a su lado,
y él no está dispuesto a usar su poder de persuasión.

Advertencia: ¿Esta pareja se ensucia y se enamora en 24


horas? ¡Seguro que sí! El reclamo posesivo nunca se sintió tan
bien, ¡así que ven a ponerte salvaje con nosotros!

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 1
RUE

Así no es como pensaba que me iba a ir el día. No sé si debería


preocuparme más que el hombre armado que tengo delante sea un
policía o que haya un cadáver a unos metros de mí.
Esto me pasa por intentar salvar el día. Ha vuelto para morderme
en el culo. Supongo que ninguna buena acción queda sin castigo. Por
eso hago malas acciones. Me mantiene fuera de problemas. O tal vez
me impide meterme en situaciones como esta.
Aún me zumban los oídos por el disparo y me duele el puño de
cuando le di un puñetazo al muerto. Bueno, antes de que muriera.
Mientras evalúo la situación, estoy segura de que mi carácter alegre
no me ayudará a salir airosa.
—Está muerto. — murmura el joven llamado Marco. Está en un
rincón de la habitación, pero sus ojos están fijos en su padre.
Empujo el cuerpo con el pie. —Sí. — gimo, confirmando que
Vince Sledge está realmente muerto.
Solo llevo un mes en esta ciudad y ya conozco a Vince. Era un
hombre muy malo. Uno que intentaba meterme la mano en el vestido
hasta que recibió tres balazos en el pecho.
— ¿Quién demonios eres? — pregunta el hombre que disparó.
Su pistola cuelga a su lado.

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—Ella es Rue. — responde Marco por mí. Maldita sea. ¿Por qué
le di al chico mi verdadero nombre? Fue un momento de debilidad al
ser secuestrada.
— ¿Estás bien?— le pregunta Kelly, la hermana de Marco, antes
de ponerle las manos en el hombro.
Esto tiene que ser mucho para él. Supongo que el chico tendrá
unos trece años. No tuvimos mucho tiempo para hablar durante el
secuestro.
—Está muerto. — repite Marco, y no es tanto conmoción como
alivio. — ¿Tenemos que enterrarlo o algo así?
No voy a hacerlo.
— ¿Por qué no vas a tu habitación y recoges cualquier cosa que
quieras llevarte con nosotros? — le dice a Marco el tipo llamado Luke.
Kelly dijo que vendría a salvarnos, pero no le creí. La mayoría de
los hombres que he conocido no son de los que salvan el día, pero ella
tenía razón. Luke vino a rescatarnos, pero supongo que más
específicamente a Marco y Kelly. Todavía no estoy segura de lo que
planean hacer conmigo, y no quiero saberlo. Solo quiero largarme de
aquí.
El hombre de la pistola me mira fijamente e intento fingir que no
me doy cuenta. Sigo usando mi sonrisa alegre y mi disposición fácil
que hace que la gente piense que no soy una amenaza.
—Limpiaré esto si quieres sacarlos de aquí. — dice el Sr.
Demasiado-Observador y se mete la pistola en la funda que lleva bajo
el brazo. ¿Y qué si me doy cuenta de lo caliente que está? ¿O que pensé
que estaba aún más caliente cuando disparó a Vincent?
—Genial. Voy a salir. Fue un placer conocerlos a todos. — Me
arrastro hacia la puerta, esperando que no me echen de menos. Tienen
esto bajo control, y ya no me necesitan.
—No vas a ninguna parte. — Su mirada se vuelve más intensa
de alguna manera, y sé que no está bromeando.
Con la vida que he tenido, leer a la gente es fácil para mí, pero
de alguna manera no puedo con este tipo. Tampoco puedo entender
por qué quiere que me quede.

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— ¿Quién es él?— Kelly le pregunta a Luke en un susurro bajo,
y yo me pregunto lo mismo.
—Mi hermano de acogida Maxim.
Bueno, ese nombre encaja. Es fácilmente tres veces mi tamaño,
pero siendo así de pequeña, la mayoría de la gente es más grande que
yo. A veces mi tamaño juega a mi favor, pero no siempre. La fuerza
bruta puede hacer las cosas si pueden atraparme.
— ¿Eres policía o algo así?— le pregunto a Maxim, poniendo las
manos en las caderas y dedicándole mi sonrisa más dulce.
Nunca lo conseguiría en la cárcel. No me gusta quedarme mucho
tiempo en ningún lugar. Estoy segura de que en parte se debe a cómo
crecí. Nunca nos quedábamos mucho tiempo en ningún lugar, e
incluso ahora, que llevo aquí un mes, me estoy poniendo ansiosa.
—O algo así. — Señala el sofá con la cabeza. —Sienta tu bonito
culo. — Se me borra la sonrisa de la cara y le lanzo la misma mirada
que me ha estado lanzando. Maxim no me lo va a poner fácil, y creo
que también se le da bien leer a la gente.
—Ella nos ayudó un poco. — Kelly sale en mi defensa.
Me encontré con Kelly afuera de un centro de urgencias, pero lo
hice a propósito. Puede que le tomara algunas cosas del bolso, pero
no se dio cuenta. Oye, una chica tiene que comer, y mis dedos han
estado pegajosos desde que era pequeña. Una de las muchas
habilidades que adquirí en mi infancia.
Ese debería haber sido el final de mi interacción con Kelly, pero
sentí una punzada de culpabilidad cuando vi cuánto dinero tenía. No
iba vestida como para llevar tanto dinero encima. Estaba envuelto en
una bolsa de plástico, lo que me despertó la curiosidad. Eso es lo que
siempre me mete en problemas. Sabía que tenía que ser el tipo de
dinero que tenías cuando huías. Lo sabía porque yo tenía mi propio
alijo así.
Entonces vi a dos hombres observándola a ella y a Marco. Esa
maldita curiosidad me hizo seguirlos hasta la parte trasera del edificio,
y cuando vi las armas, supe que tenía que hacer algo. En cuanto
volvieron a salir con Kelly y Marco y vi que intentaban meterlos a la
fuerza en el todoterreno, ataqué.

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Literalmente.
Di en el blanco, pero eran dos. Por qué compré una barra de
metal para un tiroteo, no tengo la menor idea. Es lo que hizo que me
secuestraran junto con ellos.
—Se queda quieta. — responde Maxim, sacando su teléfono.
Me dejo caer en el sofá mientras Kelly y Marco recogen sus cosas
y se van con Luke. Maxim habla en voz baja por teléfono, sin perderme
de vista.
Decido que es más fácil hacer lo que dice, me siento y espero mi
momento. Solo puede observarme durante un tiempo. Entonces haré
lo que mejor sé hacer y desapareceré. Será como si nunca hubiera
estado aquí.
Es mejor así. No solo para mí, sino también para todos los
demás.

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Capítulo 2
MAXIM

— ¿Cuánto falta para que llegue su equipo?— pregunto al federal


al otro lado del teléfono.
—Veinte minutos. ¿Has conseguido dejar a alguien vivo?
Miro al pequeño petardo del sofá, que finge no escuchar mi
conversación.
—No. — digo, sabiendo perfectamente que no voy a darles nada
extra. Ya les he hecho el puto trabajo. No voy a envolverlo para regalo
también.
—Jesús, Maxim, ¿podrías hacer una misión para nosotros donde
tengamos un sospechoso que podamos procesar?
— ¿Por qué?— Pregunto, genuinamente confundido. —Los tipos
están fuera de la calle. La operación está cerrada. Caso cerrado.
Mi contacto principal con la Oficina Federal de Investigación
suspira dramáticamente, y quiero poner los ojos en blanco. —Es una
cosita llamada debido proceso.
—Sí, debido a su proceso de tráfico de drogas y chicas, le
dispararon. — Rue me mira cuando digo esto, pero no me disculpo por
ello. Es la verdad. Juegas a juegos estúpidos y ganas premios
estúpidos. Vince Sledge no era una excepción. — ¿Recibiste la
grabación que te envié antes?
—Sí, la tenemos. Es suficiente para confiscar sus bienes y
procesar a sus socios conocidos. — Incluso los federales tienen que

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admitir que es una victoria para los buenos. Aunque no estoy seguro
de confundirme con uno de esos.
—Bien. Entonces estaré en contacto. — Voy a colgar, pero me
detiene.
—Espera. Tienes que quedarte ahí. Voy a necesitar una
declaración tuya.
—No. — Puedo oír sus protestas al otro lado del teléfono
mientras termino la llamada y me guardo el teléfono en el bolsillo.
Barbra es una de sus informantes y lleva años infiltrada en este
edificio. Puede responder a todas sus estúpidas preguntas. Me
contratan para hacer la mierda sucia que ellos no pueden, y ambos lo
sabemos. Parte de que me contraten significa que no tengo que
responder ante ellos. Hago el trabajo y me largo. Fin.
—Muy bien, petardo, es hora de irse. — le digo y meto la mano
en el bolsillo trasero para sacar lo que necesito.
— ¿Qué? ¿Ir a dónde?— Está confusa mientras me acerco y me
arrodillo en el suelo frente a donde está sentada.
—Los federales están de camino.
— ¿Qué haces?
Alargo la mano, agarro su tobillo desnudo y tiro de él hacia mí.
—Oye, quítame las manos de encima.
—Supongo que una chica como tú no quiere estar cerca cuando
empiecen a hacer preguntas. — Intenta apartar el tobillo, pero soy
demasiado rápido. Antes de que pueda moverse, le he puesto el
rastreador y lo he fijado en su lugar. La suelto al mismo tiempo que
ella tira de él y lo golpea contra el sofá.
—No puedes hacer esto. Quítame esto. — Intenta quitárselo y
luego comienza a jugar con la cerradura.
—El tiempo corre, petardo. Pon tu pequeño trasero en marcha.
—El tamaño de mi culo no es de tu incumbencia. ¡Quítame las
manos de encima!— Chilla mientras la levanto fácilmente del sofá.
—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas.

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—Si por las malas es que te pegue en la polla, entonces bailemos,
policía.
Si no tuviera prisa, me reiría al ver cómo me mira la entrepierna.
—Joder. Lástima que haya sido por las buenas. — Ante su mirada de
confusión, la agarro por la cintura y la tiro por encima del hombro.
— ¡Suéltame! Secuestrar es ilegal.
—También lo es el asesinato, pero eso no parecía importarte.
—Buena observación. — murmura, más para sí misma, mientras
se abren las puertas del ascensor. —Pero no puedes ponerme un
monitor en el tobillo como si fuera una especie de criminal.
—Hazme un favor y no nos mientas a los dos. Porque los dos
sabemos que cómo has acabado hoy aquí no ha sido porque estuvieras
en una misión sagrada.
Cuando el ascensor llega a la última planta, oigo sirenas a lo
lejos. Por suerte hay un coche en la puerta con las llaves puestas.
Vince Sledge no necesitará esto pronto.
—Que te secuestren en el mismo coche dos veces en un día es
un poco cliché, ¿no crees? — Rue escupe mientras la meto en el
asiento del copiloto y le abrocho el cinturón.
—Los mendigos no pueden elegir, y cuanto antes salgamos de
aquí, antes podremos alejarnos de esos tipos. — Señalo con la cabeza
los camiones negros blindados y ella abre los ojos.
—Mierda. De acuerdo, vámonos de aquí.
—Es como si hubiera estado hablando solo. — digo mientras
cierro su puerta y me subo al asiento del conductor.
Veo a Barbra de pie en la entrada del edificio fumando un
cigarrillo mientras me alejo del bordillo. Con ella contando la historia,
sé que no tengo que preocuparme por los cabos sueltos.
— ¿Adónde vamos?— me pregunta Rue mientras tomo una calle
lateral y vemos pasar los furgones blindados con las sirenas a todo
volumen.
— ¿Te gusta la playa?— le pregunto, y me mira sorprendida.

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Hay algo en ella que no puedo evitar. Es algo familiar, como si
nos hubiéramos conocido, pero sé que no es eso. Es imposible que
haya olvidado haberla visto antes. Siempre he vivido una vida nómada,
y tal vez eso es lo que veo en ella. No me dio ninguna razón para pensar
que intentaría escapar, pero supe instintivamente que tenía que
ponerle el monitor en el tobillo.
Algo me dice que va a huir a la primera oportunidad que tenga.
No voy a ponérselo fácil.

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Capítulo 3
RUE

—Porque nena ahora tenemos mala sangre. Sabes que solía ser
amor loco. Así que echa un vistazo a lo que has hecho. Porque ahora
tenemos mala sangre. ¡Hey!— Canto a todo pulmón, y Maxim me mira
de reojo. —Ahora tenemos problemas. Y no creo que podamos
resolverlos.
Sus labios se mueven, haciéndome saber que está luchando
contra una sonrisa. Bueno, ese no era el plan. Es la tercera canción
de Taylor Swift que canto, pero no ha dicho ni una palabra. Sigo,
pensando que en algún momento tiene que molestarle. Cuando
termino “Bad Blood”, mueve la cabeza pero sigue sin hablar.
Cuando empiezo con la siguiente, golpea el volante con los
dedos.
—Sabía que eras un problema cuando entraste. Qué vergüenza.
Me llevaste a lugares en los que nunca había estado. Ahora estoy
tumbada en el duro y frío suelo. Oh, oh, problemas, problemas,
problemas.
— ¿Es este tu tema musical? — pregunta finalmente antes de
mirarme y luego de nuevo a la carretera. Esta vez me doy cuenta de
que me mira las piernas, y eso me hace moverme en el asiento.
—Estoy bastante segura de que tú eres el problema por aquí. —
Tiro del dobladillo de la falda cuando me doy cuenta de que se me ha
subido. Probablemente me ha pasado mientras bailaba en mi asiento.
Pensé que me echaría del coche cuando terminara la primera canción.

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— ¿Yo?— Sacude la cabeza. —Saqué tu pequeño trasero del
problema.
De acuerdo, tiene razón, pero lo fulmino con la mirada de todos
modos. Maxim me salvó, y sería una mentirosa si dijera lo contrario.
—Lo tenía todo resuelto. He estado en situaciones peores. — Cruzo los
brazos sobre el pecho y miro por la ventana. ¿Cuánto tiempo llevamos
ya conduciendo?
—Mentirosa. — Lo dice más para sí mismo, pero me muerdo el
interior de la mejilla para no hacer una mueca.
Estoy encontrando difícil mantener mi desinterés alrededor de
Maxim. Hay algo en él que me desequilibra. Me tiene atrapada y no
estoy segura de cómo voy a escapar.
Maldita sea, me estoy oxidando. Lo único que siempre se me ha
dado bien es escapar.
— ¿Situaciones peores? ¿Cómo cuáles? — pregunta rompiendo
el silencio. ¿Le molesta? Me lo guardo para mí. Normalmente se me va
la boca, ya sea siendo dulce, molesta u hostil.
— ¿Por qué iba a decirte eso? — Vuelvo a lanzarle.
—Podrías volver a cantar.
—No. — le digo. — ¿Eres fan de Taylor o algo así? — Todo el
mundo la adora, pero me sé todas sus canciones, así que fue una
elección fácil.
—Tienes una voz dulce. — Se me aprieta el pecho por alguna
razón inexplicable. Quizá tenga acidez. Nunca la había tenido, pero
tiene que ser eso.
Una vez más, crece el silencio. — ¿Qué tal si yo respondo a una
pregunta y tú respondes a otra? — me ofrece.
—Hmmm. — Me doy golpecitos con el dedo en los labios, no estoy
segura de que sea una buena idea. Pero, como siempre, la curiosidad
me puede. —De acuerdo. —Me siento más recta y me giro ligeramente
para mirarlo.
—No mientas. — me ordena, y pongo los ojos en blanco.
—De cuerdo. — resoplo. —Pero yo primero.

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—Trato hecho. —Otra sonrisa se dibuja en sus labios, pero
enseguida la controla. ¿Por qué quiero romper ese control?
Quizá porque disfruto llevando las cosas al límite.
— ¿Eres policía?— suelto.
—Más o menos.
— ¿Más o menos? Eso no es una respuesta.
Suelta un largo suspiro. —Para la mayoría del mundo, no. Para
unos pocos, sí.
—Ooooh, como el FBI o la CIA. ¡Espera! ¿Hay alguna agencia que
nadie conozca, como la SAA o algo así? — Apuesto a que el gobierno
tiene otra rama secreta de la que no nos hablan. Si yo dirigiera el
gobierno, sé que lo haría.
— ¿ASI?
—Agentes Secretos Imbéciles. Te quedaría bien. — Me encojo de
hombros. —No sé. Me lo he inventado.
Suelta una risita grave, profunda y demasiado sexy. No sabía
que una risa pudiera ser sexy, y me hace reír. La gente piensa que soy
estúpida o adorable. Cualquiera de las dos cosas me favorece.
—De acuerdo, mi turno. — Ya sé lo que me va a preguntar. —
Háblame de las situaciones peores que esta.
Mierda.
—Si tengo que elegir supongo que es una en la que estoy ahora.
—No voy a hacerte daño, petardo.
Sigue llamándome así, y como que no lo odio. Es diferente de
“nena” o “cariño”.
—No te tengo miedo. Físicamente al menos. — admito. —Es mi
novio.
— ¿Novio? — refunfuña, y sus cejas se fruncen.
—Ex novio, supongo. No sé. En realidad nunca lo dejé, pero lo
fantasmee, así que pensé que entendería el mensaje. Los hombres
pueden ser tan densos.

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Maxim agarra el volante con más fuerza. — ¿Cómo es esa
situación peor que tener a Vince Sledge asesinado delante de ti?
—Esa es una segunda pregunta. — señalo.
—Pero una importante. ¿Está tu ex intentando encontrarte?
—Esa es una tercera, tramposo, tramposo, come calabazas.
Sacude la cabeza. — ¿Te tomas algo en serio?
—No tengo más remedio que tomármelo todo en serio. — admito.
—Si no lo hiciera, no estoy segura de estar viva. — Una extraña mezcla
de emociones me inunda. Siempre me pasa cuando pienso en mi
educación.
—Rue. — Dice mi nombre suavemente, como si pidiera más
amablemente.
¿Estaría mal contarle algo más sobre mí?
—Crecí diferente. Eso es todo. — Me encojo de hombros,
intentando quitarle importancia como si no fuera para tanto.
—Cuéntame. — Maxim me sorprende acercándose y colocando
su mano sobre la mía. Supongo que no era exactamente una pregunta.
—Crecí en una feria ambulante. — le digo, y como la mayoría de
la gente, levanta las cejas sorprendido. —Puede ser una batalla
campal con tanta gente alrededor. Es como una familia, pero no. La
gente te cuida, pero no te vigilan de verdad. ¿Sabes?
—Joder. — murmura.
—No fue del todo malo. — Juego con el dobladillo de la falda
mientras hago memoria. —Pero tampoco era siempre lo más seguro.
— ¿Tu ex forma parte de la feria?
—No. Lo conocí cuando paramos en una ciudad durante un mes.
— No le cuento a Maxim cómo me contó muchas mentiras. Las que yo
quería creer. —Afortunadamente entré en razón. Tardé un segundo,
pero me di cuenta de que era un estafador y trataba de robarme la
virginidad. — Pongo los ojos en blanco. —Hombres.
La mano con la que Maxim sujeta la mía se tensa. — ¿Qué pasó?

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—Fue persistente. Me siguió a unos cuantos pueblos y empezó a
asustarme de verdad. Algunos de los chicos lo asustaron, pero siempre
volvía. — Miro por la ventana. —Una noche se coló en mi caravana
mientras dormía. — No menciono que he tenido problemas para
dormir desde aquella noche. —Me escapé. — Sonrío y miro a Maxim.
—Y puede que le haya robado el coche.
— ¿Y todavía te está buscando? — Asiento.
Gavin se ha acercado unas cuantas veces, pero sé que no se
detendrá. Bueno, probablemente no me esté buscando a mí, per se.
Es más probable que esté buscando las drogas y el dinero que
encontré en el maletero de su coche.
De cualquier manera, estoy bastante segura de que me quiere
muerta... O peor.

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Capítulo 4
MAXIM

— ¿Qué hacemos aquí?— me pregunta Rue cuando llego a la


puerta del hotel.
—No sé tu, pero a mí me vendría bien una ducha caliente y una
buena noche de sueño. — El valet me abre la puerta y le paso las llaves
con varios billetes. —Planta baja, sección B. — le digo, y sus ojos se
abren de par en par al ver el dinero.
—Sí, señor. — asiente antes de guardarse rápidamente el dinero
en el bolsillo, antes de que pueda cambiar de opinión.
Otro valet ya ha abierto la puerta de Rue y me interpongo en su
camino para ayudarla a salir. Me mira y luego mira a su alrededor con
los ojos muy abiertos.
—Maxim, este lugar es carísimo. — Dirige una mirada a algunas
de las personas que están afuera mientras la conduzco por el
vestíbulo. —No estoy vestida para entrar ahí.
Su pequeña mano tira de mi brazo, pero ignoro sus protestas. —
Estás bien. —Está más que bien, pero me lo guardo para mí. —
Démonos prisa. Tengo hambre.
No protesta más, pero la veo mirarse la ropa e intentar quitarse
un polvo inexistente mientras me registro.
—Sr. Longhorn, bienvenido de nuevo. ¿Podemos ofrecerle su
suite habitual?

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— ¿Longhorn?— murmura Rue, pero le aprieto la mano para
silenciarla.
—Hola, Jeffrey. Tomaremos la de luna de miel si está disponible.
— le digo al hombre que está detrás del mostrador, y sonríe mientras
saluda a Rue con la cabeza.
—Por supuesto. Y permítame ser el primero en felicitarlo.
— ¿Pero qué...?
—Gracias. — digo, más alto que Rue para detener lo que sé que
estaba a punto de decir. Luego deslizo por el mostrador la tarjeta de
crédito que uso cuando me quedo aquí. —Nos gustaría que nos
enviaran la cena a nuestra habitación lo antes posible.
—Me encargaré yo mismo. Tenemos una cena de siete platos
para nuestros invitados de luna de miel que podemos...
—Envíalo. — acepto y señalo mi tarjeta. —Y compraré algunos
artículos en las tiendas de aquí, por si puedes enviarlos también.
—Por supuesto.
Por suerte, Jeffrey se da cuenta de la urgencia de la situación y
completa el proceso de registro en un tiempo récord. En cuanto nos
entrega la llave, prácticamente arrastro a Rue detrás de mí hasta los
ascensores.
—De acuerdo, papi Warbucks, ¿qué demonios está pasando? —
dice Rue cuando se cierra el ascensor y escaneo el pase especial que
nos permite acceder al ático.
— ¿Papi?— Levanto una ceja y veo cómo se sonrojan sus
mejillas. —Hmmm, no puedo decir que lo odie.
—Bien, Sr. Longhorn.
—Sabes que ese no es realmente mi apellido. — le digo mientras
espero a que se abran las puertas.
—Estás evitando la pregunta. ¿Por qué demonios me has traído
al lugar más caro a este lado del Mississippi?
—Porque no hacen muchas preguntas si tienes dinero para
quedarte aquí. — respondo sin mirarla. —Les gusta el dinero, y tengo

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mucho para quemar. Es un lugar seguro para quedarnos un par de
días mientras todo pasa.
— ¿Un par de días?— suelta una carcajada. —Sí, eso no va a
pasar. Tengo lugares en los que estar.
— ¿Como con tu ex?— Esta vez la miro, y es un error. Puede oír
los celos en mi voz tanto como yo. Esta situación no se parece a nada
de lo que haya tenido que lidiar antes, así que estoy improvisando.
—Mi punto sigue en pie. — Rue cruza los brazos sobre el pecho.
—No me voy a quedar contigo ni con nadie. Tengo cosas que hacer que
no son de tu incumbencia. Y tengo una vida. No se puede esperar que
me quede sentada y espere a que alguien me encuentre.
Las puertas del ascensor se abren a un vestíbulo, y sus ojos se
abren de par en par al contemplar la exuberante decoración color
crema y el ridículamente grande arreglo de rosas blancas. La puerta
de nuestra suite está al otro lado de las flores, así que la guío y abro
la puerta.
En el último segundo, pienso a la mierda y la tomo en brazos
para llevarla al otro lado del umbral. Chilla entre sorprendida e
irritada, pero la pongo en pie casi tan rápido como la levanté.
—Muy gracioso. —Frunce el ceño y me resisto a sonreír.
Cuando cierro la puerta detrás de nosotros, la observo mientras
se fija en la suite. Ya había estado aquí una vez, cuando mi habitación
habitual ya estaba reservada, pero fue incómodo estar solo en un
espacio tan romántico. Es exagerado, por no decir otra cosa, pero me
gusta poder sorprenderla. Tengo la sensación de que no se sorprende
a menudo. Tal vez sea porque espera lo peor de la gente. O tal vez
porque en realidad ha visto lo peor de la gente.
—De acuerdo, ahora sé que esto es mierda de ricos; ¡hay una
piscina aquí!
—Creo que a eso lo llaman jacuzzi. — le digo mientras me apoyo
en el marco de la puerta del baño y la veo meterse en la bañera vacía.
La comisura de mi boca se tuerce cuando se tumba en ella y empieza
a hacer ángeles de nieve.

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—Soy como una estrella de mar en el fondo del océano. — Se
sienta sobre los codos y me mira con los ojos entrecerrados. — ¿Quién
eres?
Esta vez no intento ocultar mi sonrisa. Me han hecho esa
pregunta varias veces en mi vida, así que le doy la respuesta estándar.
—No soy nadie para todo el mundo. — Pero entonces, por primera vez,
me viene a la cabeza otra respuesta.

Me gustaría ser alguien para ti.

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Capítulo 5
RUE

Puede que tenga mucho más en común con Maxim de lo que


pensaba. A menudo he sentido que no soy nadie para todo el mundo,
pero me pregunto si es una vida que él ha elegido. Esto me fue dado
mientras él quiere estar en las sombras. Me escondo en ellas porque
es una necesidad. Al menos lo intento. Maxim no me deja hacerlo
ahora que soy su cautiva.
—Maxim... — dejo de hablar cuando escucho su teléfono vibrar
en su bolsillo.
—Tengo que contestar. — dice cuando mira la pantalla.
Se aleja y me deja sola en el enorme cuarto de baño. Me dejo caer
de espaldas en la bañera gigante y me quedo mirando la araña
ornamentada que hay encima. Hace brillar el techo.
Llevo horas pensando en cómo escapar, pero ahora me pregunto
si no sería tan malo quedarme un rato. ¿Qué hay de malo en jugar a
fingir en este hermoso lugar? Pero en el fondo, sé que solo conseguiré
que me hagan daño.
Me incorporo e inspecciono el dispositivo que llevo en el tobillo.
No se parece a ninguno que haya visto antes. Se me da bien forzar
cerraduras, pero este artilugio es algo nuevo. No hay lugar para una
llave, así que debe de ser algún tipo de mando eléctrico.
—No lo quitarás.

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La voz de Maxim me sobresalta cuando vuelve a entrar en el
baño.
— ¿Quién estaba al teléfono?— Finjo ignorar sus palabras. Si no
puedo quitármelo, quizá pueda romperlo. Esto parece un reto, y nunca
se me ha dado bien rechazarlos.
—Nadie que conozcas. — Se vuelve a meter el teléfono en el
bolsillo y su respuesta me irrita.
¿Qué demonios le pasa? ¿Por qué estoy aquí?
—No sabes a quién conozco. — le escupo y salgo de la bañera.
Voy a pasar junto a él en la puerta y explorar el resto de la suite,
pero Maxim me detiene. Soy más rápida, o al menos más rápida de lo
que él espera, porque consigo esquivar su mano y salir tan rápido
como puedo.
—No hay forma de escapar de mí, pequeño petardo. — lo oigo
gritar antes de que sus pesados pasos queden detrás de mí.
Sabiendo que tiene razón, llego al otro lado del sofá para que
quede entre nosotros.
—Siempre puedo escapar. — le digo, pero Maxim niega.
—Seguro que lo has hecho en el pasado, pero te prometo que
nadie ha escapado nunca de mí. — Mantiene sus ojos fijos en mí,
esperando a que haga mi siguiente movimiento.
¿Se refiere a los hombres con los que se ha enfrentado o a las
mujeres que ha secuestrado y con las que ha jugado? Quizá tenga
algún tipo de fetiche. Tan caliente como suena, no veo a ninguna
mujer tratando de escapar de él. Lo siento por él, pero no voy a jugar
a su extraño juego sexual porque está aburrido y soy conveniente.
—No sé con quién estés acostumbrado a tratar, pero puedo
asegurarte que quiero escapar, y lo haré. Al final. — le digo, y sus ojos
se entrecierran. — ¿Qué? ¿Todas las mujeres que secuestras suelen
caer de rodillas tan fácilmente?
Hago todo lo posible por sonar como si no me importara, pero
puede que se me haya colado una pizca de celos. No quiero pensar en
él con otras mujeres.

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—Petardo, puedo prometerte que no te obligaré a ponerte de
rodillas. — jura y luego se lame los labios. —Pero si quieres, estoy más
que dispuesto.
Me viene a la mente su imagen de rodillas con la cabeza dentro
de mi falda. Me recorre una oleada de deseo que no me gusta. Así que,
en lugar de contestarle, tomo lo que tengo más cerca y se lo tiro.
Resulta que era un estúpido pisapapeles, y él lo atrapa con una mano
antes de tirarlo al sofá que hay entre nosotros.
No me da tiempo a reaccionar antes de que salte por encima del
mueble y me atrape desprevenida. Suelto un pequeño grito y salgo
corriendo de nuevo. Pero esta vez no llego muy lejos. Su brazo me
rodea la cintura mientras me levanta del suelo y decido agitarme.
— ¡Bruto!— Grito mientras me lanza por encima de su hombro.
— ¡Bájame!
Una vez más, me atrapa desprevenida y me arroja sobre algo
blando. No tengo oportunidad de intentar escapar de nuevo antes de
que Maxim caiga encima de mí. Me sujeta a la cama gigante que ahora
parece pequeña con él en ella.
— ¿Qué estás haciendo?— Jadeo. ¿Por qué estoy sin aliento?
Cuando me muevo, tratando de liberarme, Maxim me agarra de las
muñecas y me las sujeta por encima de la cabeza. Su agarre es suave
pero inflexible.
—Cuidado. — me advierte, pero nunca hago lo que me dice.
Lucho con más fuerza y entonces siento que el peso del cuerpo de
Maxim me sujeta a la cama. Mis piernas se abren más y algo duro y
grande presiona mi sexo. Cuando me doy cuenta de lo que es, suspiro
profundamente y sus pupilas se dilatan. —Vas a aprender a hacer lo
que te diga.
Asiento, incapaz de hablar. Un pulso palpitante entre mis
piernas me ha consumido el cerebro, y hace falta todo lo que llevo
dentro para no volver a moverme. No porque intente liberarme, sino
porque quiero alejar ese dolor palpitante.
Maxim me mira a la boca y mis labios se separan.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Estás segura de que eres virgen? — Me aprieta las muñecas.
¿Por qué eso me excita más? —Porque creo que estás intentando jugar
conmigo.
— ¿Yo? Sigo intentando alejarme de ti.
— ¿O te gusta que te persigan? — me reta.
¿Me gusta? Sigo corriendo, y sé que no tengo dónde esconderme
en esta suite.
—Suéltame. — exijo, ignorando su pregunta.
—No. — dice con rotundidad, y aunque debería enojarme, no lo
hace.
— ¿Soy como la hierba gatera? ¿Por qué me acosan todos los
hombres de mi vida? — Finjo estar molesta y suelto un largo suspiro.
Maxim y Gavin son polos opuestos, así que no debería meterlos en el
mismo saco.
Gavin se mostró encantador y dijo todas las cosas correctas.
Durante dos segundos, pensé que era el tipo de hombre con el que
debía estar. Lo forcé, pero sabía que la relación estaba mal. Nunca
sentí atracción sexual por él y me convencí de que llegaría con el
tiempo. Seguía pensando que lo único que tenía que hacer era conocer
mejor a Gavin y entonces sentiría algo.
En cuanto vi a Maxim, la atracción fue instantánea. Fue tan
poderosa y consumidora que supe que no podría haberme convencido
a mí misma de sentir algo así por otra persona. Era como si lo sintiera
en mi alma.
—No hables de él cuando estemos juntos en la cama.
Sonrío, sabiendo que acaba de darme la manera perfecta de
enojarlo. Si voy a luchar contra esta necesidad de él, tengo que poner
distancia entre nosotros.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 6
MAXIM

Por supuesto, eso la hace sonreír. Mis celos parecen


complacerla, mientras que pensar en ella con otro me hierve la sangre.
Hay un animal posesivo dentro de mí que no piensa racionalmente.
Incluso ahora, sé que debería soltarla y dejarla ir, pero no puedo. La
necesidad de ella está por encima de todo razonamiento, y no puedo
luchar contra ella.
—Escúchame, petardo. — Siento que aprieto la mandíbula
mientras abro más sus piernas con la rodilla. —Sigue provocándome
y no te gustará lo que pase.
Sus ojos se abren de par en par cuando muevo las caderas hacia
delante y siento su calor rozándome. Mi mano en sus muñecas la
sujeta firmemente mientras uso la otra para subirle la falda por las
caderas. Miro hacia abajo y veo que lo único que la cubre son sus
braguitas blancas.
—O tal vez lo hagas. — Mi voz es como un gruñido mientras la
miro a los ojos y le doy a mi animal lo que quiere.
A ella.
Antes de que pueda pensarlo, mi boca se estrella contra la suya.
Abre la boca para gritar, pero lo único que hago es tragarme su grito.
Cuando mi lengua se desliza por la suya, oigo cómo la protesta se
convierte en gemido. No me detengo, la sujeto y me balanceo contra
ella, obligándola a sentir lo mismo que yo. Exigiéndole que busque el
mismo placer que me está llevando al borde de la locura.

Sotelo, gracias K. Cross


Cuando sus caderas se inclinan para que la dura cresta de mi
polla roce su punto húmedo, casi me corro en los pantalones.
—No finjas que no lo deseas. —Sonrío contra sus labios mientras
mi dedo recorre el centro de sus bragas. —Este dulce coñito te está
contando todos tus secretos. —Le lamo el labio inferior y froto el
algodón empapado. —Y está llorando por mí.
—Maxim. — Mi nombre es apenas un susurro antes de que se le
corte la respiración.
—Está corriendo por tus muslos. Haciéndolo tan suave. — Mis
nudillos rozan la zona húmeda sobre su clítoris. Sus caderas se agitan
de nuevo como un reflejo y la beso en el cuello. —Apuesto a que si me
dejas lamerlo, te derretirás en mi boca.
—No quiero eso. —Su protesta es a medias, y los dos lo sabemos.
—No te he preguntado si lo quieres. — Algo en el fondo de mi
mente me dice que no lo haga, pero lo ignoro y sigo. Nunca he estado
tan seguro de lo que tengo que hacer, y ella me llama como una sirena.
—Todo lo que tienes que hacer es recostarte y dejar que te haga sentir
bien.
—Por favor, Maxim.
—Dios, me encanta cuando dices mi nombre. — Le bajo la parte
delantera del top y cuando una de sus tetas asoma, mi boca desciende
sobre ella. Su pezón está duro como una pequeña baya madura, y lo
lamo antes de chuparlo.
Vuelve a gritar y lo hago con el otro, necesitando más de su
suavidad en mi boca. Su cuerpo es pequeño, pero su sabor me
consume mientras entierro la cara entre sus pechos. Está jadeando
cuando dejo mordiscos de amor en ellos y desciendo por su cuerpo.
Rue se resiste a que la sujete y la miro mientras me acomodo
entre sus piernas. —Voy a soltarte las manos, pero espero que te
portes bien. —traga saliva, pero mi mirada no disminuye. — ¿Me
entiendes?
Asiente en silencio y las suelto antes de agarrarla por los muslos
y tirar de ella hasta el borde de la cama.
—Espera, no estoy lista. Necesito...

Sotelo, gracias K. Cross


Lo que iba a decir se interrumpe cuando aprieto la cara contra
sus bragas e inhalo. El algodón húmedo se me pega a la nariz y los
labios, y cierro los ojos mientras saboreo su aroma. Se me hace agua
la boca, así que aparto el algodón con los dientes y lamo su cálido
centro rosado. Tiene rizos cortos y oscuros que acaricio y siento como
si hubiera llegado al cielo.
El valle entre sus muslos es el lugar donde me complace hacer
mi tumba porque no quiero que este momento termine nunca.
—Jodeeeeer. — gimo antes de deslizar mi lengua dentro de ella.
— ¡Maxim!— Su voz resuena por toda la suite mientras alcanza
el clímax contra mi cara. Creo que es un shock para los dos, pero yo
me recupero más rápido.
La lamo como si la hubiera follado y luego le chupo el clítoris.
Jadea y araña las sábanas mientras la inmovilizo contra el colchón y
devoro cada centímetro. Su dulzura me cubre la boca y la barbilla
mientras froto su coño sobre mí. Quiero llevar su crema como una
insignia de honor.
Cuando vuelve a alcanzar el clímax, sus palabras se vuelven
incoherentes, pero yo lo tomo como una petición de más. Le echo las
piernas por encima de los hombros y la abro en canal. Después, decido
arrancarle las bragas porque empiezan a estorbarme. Desnuda de
cintura para abajo, con las tetas al aire y las mejillas sonrojadas,
nunca había visto nada tan hermoso.
Con mi boca en su coño y sus ojos clavados en los míos, se corre
una última vez antes de desmayarse por completo.
Le robo un último golpe entre los labios de su coño antes de
dejarla ir y subirme encima de ella. Se queda profundamente dormida
cuando prácticamente me abro los pantalones y me saco la polla,
extendiendo la humedad de la punta por todo el tronco. Ya estoy
goteando mientras lo toco fuerte y rápido, y solo se necesitan tres
bombeos para que eyacule sobre ella.
Miro el desastre que he hecho y veo claramente dónde ha caído
mi semen en su coño, sus muslos y su vientre desnudo. Como no he
pensado en nada de esto, no me cuestiono lo que estoy haciendo,

Sotelo, gracias K. Cross


agacho la mano y se lo froto en su suave piel. La embadurno con mi
semen mientras mi polla sigue deseando más.
Mis pelotas están pesadas por la necesidad, y pienso en
deslizarme rápidamente mientras ella duerme. Por mucho que lo
desee, me obligo a esperar. Necesito que me mire cuando haga estallar
esa pequeña cereza. Puedo saborear lo dulce que es y eso me hace
egoísta. Ella es mía, y no hay dos maneras al respecto. Ahora solo
tengo que convencerla de que estamos en la misma página.
Empujando mi polla de nuevo en mis pantalones, decido
comprobar la comida. Si quiero que esté dispuesta, tengo que hacer
que sea imposible para ella decir que no.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 7
RUE

Abro los ojos cuando el olor a comida me despierta de un


profundo sueño. Me incorporo, miro a mi alrededor y por un segundo
no sé dónde estoy. Puede que aún esté durmiendo, porque este lugar
es un sueño. Diablos, es mejor que mis sueños.
Al mirarme, veo que no tengo bragas y que me he bajado el
vestido. Es entonces cuando todo vuelve a mi mente.
—Oh mi Dios. —susurro.
¿Qué tengo encima? Toco la suciedad casi seca y pegajosa de mis
muslos y me doy cuenta de que es semen. ¿Maxim me marcó con su
semen? Me bajo el vestido para cubrirme porque no puedo procesar
todo esto a la vez.
Supongo que lo dejé seco después de que me diera múltiples
orgasmos. Pero aun así. Me ha marcado como si fuera de su
propiedad, y empiezo a pensar que se lo cree. Lástima, porque no le
pertenezco. No pertenezco a nadie.
Una punzada de tristeza me golpea con ese pensamiento, pero lo
alejo rápidamente. No quiero pertenecer a nadie. Soy un espíritu libre
que huye. La gente causa más daño que ayuda y al final te utiliza.
Siempre se trata de lo que puedes hacer por ellos. Si hacen algo por
ti, luego se lo debes. Es un ciclo del que me mantengo alejada.
Me agacho y agarro el rastreador que llevo en el tobillo. Sí,
realmente cree que soy un objeto de su propiedad. ¿Sería tan malo si
me usara?

Sotelo, gracias K. Cross


¡Queso en una galleta, Rue, contrólate! ¿Un par de orgasmos asesinos
y ahora estoy lista para convertirme en un objeto? Esta vez sí que he
perdido la cabeza, y eso me hace tirar más fuerte del rastreador.
—Ya basta. — La voz de Maxim retumba en el dormitorio,
haciendo que me congele como un niño al que han atrapado robando
caramelos. Se acerca a mí y me aparta la mano.
—No se va a quitar. — Pongo los ojos en blanco.
—Ya lo sé. —Me la sube por el tobillo para frotarme la mancha
roja de donde estaba tirando. —Te estás haciendo daño. — Me acaricia
suavemente el tobillo y me recorre un cálido escalofrío.
—Eres raro. —Aparto la pierna antes de meterla debajo de mí.
—Si quiero tu tobillo, podría recuperarlo fácilmente, petardo.
Su tono es juguetón, pero ruedo lejos de él. Lástima que me
equivoque de tamaño y me caiga de la cama.
— ¡Ouch!— grito al caer al suelo. ¿Es que ya nadie tiene
moqueta?
—Jodido infierno. — Maxim se acerca y me levanta del suelo. —
¿Qué voy a hacer contigo?
— ¿Dejarme ir? —Le doy mi mejor sonrisa. Suele funcionar con
la gente. También le pestañeo, intentando parecer inocente. Parece
que ese barco ha zarpado con él.
—Eso no va a pasar. — Me deja de nuevo en la cama. — ¿Te
golpeaste la cabeza?— Maxim empieza a inspeccionarme todo el
cuerpo.
Es muy lindo cómo se preocupa, así que lo dejo. Hasta que me
acuerdo de cómo me chupaba los pezones. Entonces recuerdo su
cabeza entre mis muslos mientras se daba un festín conmigo como si
fuera su última comida. Me estoy excitando y noto lo mojada que
estoy.
Apartar su mano de un manotazo es la única forma de detener
esto antes de que vuelva a descontrolarse.
—Rue. — Me toma de la muñeca y me mira fijamente.

Sotelo, gracias K. Cross


—Estoy bien. —Muevo los dedos. —Me estás cortando la
circulación.
—Mentirosa. — Lo hago, pero me suelta. —Comida. Necesitas
comer.
—Comida. Necesitas comer. — repito como un loro, pero con voz
molesta. Si me voy a molestar, lo voy a molestar a él también. Lástima
que solo sonría. Le doy una patada para clavarlo en la barbilla, pero
lo atrapa. — ¿Cómo te mueves tan rápido?
— ¿Así? —Me tumba boca abajo y me presiona la espalda con la
mano. Me sujeta mientras me levanta la falda y, antes de que pueda
reaccionar, me golpea el culo desnudo con la palma de la mano.
Me quedo completamente inmóvil. ¿De verdad me ha dado un
azote? La siguiente bofetada me la da en la otra mejilla y el fuerte
pinchazo me devuelve a la realidad.
— ¿Qué haces, secuestrador loco?
—Compórtate como una mocosa y te trataré como tal. — Su
mano vuelve a caer sobre mi culo.
El escozor de la bofetada me atraviesa y va directo a mi clítoris.
Aprieto los muslos, no quiero creerlo. Esto no puede excitarme.
—Mantén los muslos abiertos, petardo. — dice Maxim y me da
otra bofetada. Me da un pequeño golpe en la parte posterior de uno de
mis muslos y los separo al instante. —Buena chica. — Su mano me
acaricia el culo. —Pero creo que aún necesitas unos cuantos más.
—Sí. — gimo, y ahora no tengo vergüenza mientras mis muslos
se abren más.
—Ahora te estás portando muy bien. — dice antes de darme unos
cuantos azotes más. Gimo cuando su mano me frota el culo y sus
golpes bajan cada vez más. Sus dedos se hunden entre mis piernas y
levanto el culo de la cama. — ¿Necesitas algo, pequeño petardo?
Su tono no es petulante, y cuando miro por encima de mi
hombro, su expresión es de hambre llena de lujuria.
—Por favor. —Me lamo los labios repentinamente secos. —Papi.

Sotelo, gracias K. Cross


Maxim respira profundamente y sus fosas nasales se dilatan. —
Ya estás jugando conmigo otra vez.
—Lo siento.
—Mentirosa. — Levanta la mano y me vuelve a dar en el culo.
— ¡Sí!— Gimo mientras levanto más el culo. No puedo evitarlo.
Maxim murmura una maldición justo antes de que sus gruesos
dedos separen mis húmedos pliegues. Una vez más, pone mi mundo
patas arriba con un placer sin precedentes.
Es la primera vez que disfruto siendo mala sin un ápice de culpa.
Podría aprender a amar esto.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 8
MAXIM

Habla cuando se pone nerviosa, pero más bien divaga. Habla de


verdad cuando está en mi regazo y relajada después de un orgasmo.
Rue se ha terminado dos platos de comida y está picoteando su
tercer pedazo de pastel. El hotel envió un pequeño pastel de boda como
sorpresa, y no puedo decir que lo odie. La forma en que se le
iluminaron los ojos cuando destapé el plato me hace querer comer
pastel nupcial todos los días.
Mientras comíamos, me contó más cosas sobre dónde había
crecido y no se puso rígida ante mis preguntas sobre su pasado.
Quiero saber todo lo que hay que saber sobre mi petardo, pero me
gusta cuando lo hace libremente. De acuerdo, puede que haya tenido
que engatusarla un poco, pero cuanto más se corre, más flexible se
muestra. Parece ansiosa por responderme cuando deslizo la mano
entre sus muslos sedosos y acaricio su clítoris.
Joder, nunca había estado tan duro ni tan goloso en toda mi
vida. ¿Cómo hemos pasado de cero a cien tan de repente? No importa
cómo hemos llegado hasta aquí; lo único que importa es que siga así.
Mi teléfono zumba en el bolsillo y maldigo en voz baja.
— ¿Quién te sigue llamando?— Debe de sentir la vibración bajo
el culo, pero veo cómo entrecierra los ojos al mirarme. — ¿Novia?
Lanzo una carcajada y sacudo la cabeza. —Solo hay una mujer
para mí. Y le estoy comiendo el coño.

Sotelo, gracias K. Cross


—Espera, ¿qué...?
La dejo en la mesa frente a mí y le abro las rodillas de un
empujón. Sus labios de gatita están húmedos, y gruño hambriento
antes de presionar mi cara contra ella y empezar a chupar.
—Maxim. — gime mientras me lleva las manos a la nuca y se
balancea contra mi cara.
La timidez que tenía cuando llegamos se disuelve lentamente
ante el placer. Gime pidiendo más cuando le meto los dedos y le chupo
el clítoris hasta que se corre. Es tan rápida que casi me enoja lo rápido
que se corre. Casi.
—Ven aquí. — le digo mientras me abro los pantalones y saco la
polla. He intentado ignorarla, pero necesito un poco de alivio mientras
la bajo de la mesa y la subo a mi regazo. —Frótamela. Eso es, buena
chica.
Su suave coño presiona mi polla y ella la recorre de arriba abajo.
Cuando está bien mojada, cojo su mano y la envuelvo alrededor de la
base.
—Nunca he hecho esto. — susurra tímidamente.
—Lo sé, por eso voy a enseñarte. — Sujeto sus caderas y la
levanto un poco hasta que la punta de mi polla está en su abertura.
—Sácame. Quiero correrme en ti otra vez.
Me aprieta mientras froto la punta por todo su clítoris y luego
hasta su húmedo agujero. La extiendo por todo mi cuerpo y estoy tan
cerca del borde que noto cómo se me tensan los huevos. Quiero
hundirme en ella y enloquecer en ese coño virgen, pero intento ir
despacio. Es demasiado tentadora.
— ¿Lo harás aquí? — me pregunta mientras coloca mi punta en
su entrada. —Quiero sentirlo.
Asiento y aprieto la mandíbula mientras mi polla palpita.
La gruesa vena de la parte inferior de mi polla bombea montones
de semen por el tronco. Corre por nuestras manos mientras empujo
un poco dentro de ella y siento el beso de su coño en la punta. Luego
se lo unto en el clítoris y su cuerpo se estremece cuando utiliza mi
semen como lubricante para sacudirme más deprisa.

Sotelo, gracias K. Cross


—Petardo. — le advierto, pero mueve las caderas hacia delante
como si quisiera más.
—Por favor. —Se inclina hacia delante y me besa en los labios
antes de susurrarme al oído: —Por favor, papi.
—Eso es lo que necesitas, ¿no? — le pregunto mientras la aprieto
un poco más. — ¿Necesitas un papi que te cuide?
Gime mientras le froto el clítoris y su cuerpo empieza a
estremecerse. Se está corriendo conmigo y no se me ocurre nada que
me apetezca más. Aparte de estar hasta las pelotas mientras ella lo
hace.
—Sí.
—Te tengo. — le digo mientras la agarro por la cintura y la
aprieto contra mí. Se corre de nuevo y mi propia eyaculación se
extiende entre nosotros.
Su parte inferior está sucia y gotea mi semilla. Me encanta verlo,
y justo cuando estoy a punto de decírselo, mi teléfono vuelve a sonar.
—Alguien debe desearte mucho. — dice Rue mientras me besa
el cuello.
—No tanto como yo a ti. — Se incorpora para mirarme como si
no pudiera creerlo, pero es verdad. — ¿Por qué no vas a darte un baño
y me reúno contigo cuando sepa quién es?
—Bien. Pero tengo que ponerte una barba de burbujas. — Mueve
las cejas y la beso una vez más antes de que salte de mi regazo.
Me doy la vuelta para verla marcharse y aún tiene el vestido
ceñido a la cintura. Veo las marcas que le he dejado en el culo y sonrío.
Es una tortura apartar la polla y concentrarme, pero me recuerdo a
mí mismo que voy a reunirme con ella en la bañera en cuanto termine
con mi llamada.
Hay doce llamadas perdidas y maldigo mientras vuelvo a marcar
el número familiar. Pensaba llamar antes a mi contacto, pero me he
distraído.
—Soy Maxim. — digo al teléfono cuando Johnson contesta.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Dónde demonios has estado? — grita, pero no espera a que
le responda. —Me has dejado con más de dos cadáveres. Tengo una
organización entera desmoronándose y estoy intentando ordenar los
restos antes de que esto me explote en la cara.
Johnson dirige el departamento para el que técnicamente
trabajo, pero no envían exactamente mis nóminas a través de recursos
humanos. Me contratan y me pagan periódicamente en efectivo por
debajo de la mesa para que no me descubran. Eso me permite llegar
donde ellos no pueden y hacer lo que a ellos no se les permite. Lo he
ayudado en varios casos a lo largo de los años, pero no soy su perra.
—Cuida tu maldito tono o me aseguraré de que todo tu
departamento sepa sobre tu negocio en Seventh Street.
Se queda callado un segundo y se aclara la garganta. —No sé de
qué me estás hablando.
— Corta la mierda. ¿Qué quieres?
—Tienes que venir aquí. Tenemos una rueda de reconocimiento,
y tienes que identificar a los testigos antes de que se acabe el tiempo.
Queremos asegurarnos de que toda esta operación está acabada, pero
si dejamos que estos tipos se vayan, podrían reunir a los proveedores
de Sledge y volver al negocio.
Aprieto la mandíbula mientras miro hacia el baño.
—Quiero asegurarme de que no eliminaste a Vince por nada. Eso
es todo. Necesito diez minutos de tu tiempo y luego estaremos en paz.
—Bien. — acepto, pero estoy cabreadísima. —Estaré ahí pronto.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 9
RUE

Me quedo junto a la puerta intentando escuchar la llamada de


Maxim, pero no consigo distinguir nada. Poco a poco me ha ido
sacando información sobre mi vida, pero sigo sin saber nada de él.
Cuando el hombre me pone las manos encima, me derrito por él. En
el momento es liberador, pero luego cuando consigo algo de espacio y
tantos pensamientos y emociones se apoderan de mí. Me dan ganas
de huir y quedarme sola. Es la única forma de autopreservación que
conozco.
Me apresuro a entrar en el baño para abrir el grifo de la bañera
y que no me descubra espiando. Probablemente debería intentar
ganarme su confianza porque así sería más fácil escapar. No quiero
hacerlo, grita mi mente, pero la ignoro y vierto burbujas que encontré
en la encimera en la bañera gigante.
—Hola. — Maxim se acerca por detrás cuando estoy inclinada
sobre la bañera y me rodea la cintura con el brazo.
Su polla está dura y me aprieta el culo. El hombre siempre está
duro, incluso después de correrse. La evidencia de su eyaculación
todavía está en mí, y la idea de que lo haga de nuevo hace que mi
cuerpo se caliente. Maxim se está convirtiendo en una adicción.
—Estoy preparando la piscina. — bromeo, queriendo mantener
mi humor juguetón. Necesito controlarme y recordar qué es todo esto
en realidad. El sabor amargo de cuando me sacó a toda prisa de la
habitación para poder atender su llamada aún persiste.

Sotelo, gracias K. Cross


Me da un beso en el cuello y el simple roce de su boca me hace
inclinarme hacia él. Cuando estamos así, me siento segura, pero tengo
que recordar que es una ilusión. Estamos encerrados en una preciosa
suite fingiendo que el resto del mundo no existe. Al menos hasta que
alguien vuelve a llamar a su teléfono.
—Vamos a tener que darnos una ducha rápida. — Me gira en
sus brazos y le escruto la cara para que no pueda ver mi decepción.
Sé lo que me espera porque siempre me pasa lo mismo. Creo que
voy a conseguir una cosa y luego no. Me dijo que íbamos a pasar unos
días tranquilos en el hotel y empecé a desear exactamente eso. Ahora
me lo está arrancando de los dedos. Debería saberlo y no fiarme de
nada de lo que me digan. Al final, siempre hacen lo que les conviene,
y siempre se eligen a sí mismos.
—Tienes que irte. — le digo antes de que pueda. No quiero oírlo
decir esas palabras. Haría que me doliera más.
Estoy acostumbrada a arrancarme la tirita yo misma. Es mi
forma de no dejar que la gente me haga daño porque, si me hacen
daño, significa que me importaba. Eso no es algo que esté dispuesto a
considerar o permitir que ocurra con Maxim.

—Necesitamos —enfatiza la palabra— irnos. — Coloco mis manos


sobre su pecho para intentar alejarlo, pero estoy atrapada contra la
bañera.
—No iré. — le digo y mantengo la emoción fuera de mi voz.
Cuando huyes, lo último que haces es volver a la escena del
crimen. Además, nunca me quedo demasiado tiempo en ningún lugar.
Cuando vuelvo a intentar apartarlo, Maxim me agarra de las
muñecas y me lleva las manos a la boca. Me besa cada una de las
palmas sin romper el contacto visual.
—No puedes apartarme. — Su voz me tranquiliza, pero lucho
contra ella.
—Tienes razón. No es mi estilo. — Me muerdo el interior de la
mejilla porque me enoja haber dado tanto de mí. Está claro que no va
a dejarme ir, así que tendré que fingir que le sigo el juego.

Sotelo, gracias K. Cross


—Lo sé, petardo. Te encanta correr, y menos mal que me encanta
perseguirte. Pero eso tendrá que esperar a otro día.
—Claro, otro día. — repito, dedicándole mi mejor sonrisa falsa.
—Deja que te limpie. — me ofrece mientras cierra la bañera y me
lleva a la ducha.
—Si tenemos prisa, puedo lavarme sola. — le digo cuando estoy
desnuda y bajo el chorro de agua caliente. No necesito que me lave
porque es una forma más de atraerme a una falsa sensación de lo que
sea que hay entre nosotros.
— ¿Cuándo vas a aprender que lo que yo digo se hace?
Empiezo a protestar, pero me detengo cuando sus manos
recorren mi cuerpo y me enjabona. Me frota los músculos a medida
que avanza. Casi tengo un orgasmo cuando llega a mi pelo y me besa
el hombro y el cuello.
—Ahora vístete mientras termino. — dice Maxim después de
enjuagarme. —Te he tendido ropa en la cama.
— ¿Me has tendido ropa?— Confundida, me doy la vuelta para
mirarlo. — ¿Qué intentas hacer? —Un torrente de emociones no
deseadas me invade y no sé de qué se trata. Sea lo que sea, me pone
nerviosa.
—Cuando estás conmigo, cuido de ti.

Cuando. Esa palabra sobresale, y todo lo que puedo hacer es


asentir. ¿Qué pasa cuando no estoy con él?
—Ve a vestirte. Nos he tenido en la ducha más tiempo del que
debería. — Coge una toalla y me envuelve con ella antes de darme una
pequeña palmada en el trasero.
Salgo a toda prisa de la ducha, no por el golpecito en el trasero,
sino porque necesito espacio. Entonces veo las bolsas de la compra
sobre la cama y suelto un pequeño grito ahogado. Hay un bonito
vestido rosa con flores y abalorios tendido para mí. Lo levanto y me
doy cuenta de que la parte de abajo tiene volantes y parece una flor.
Nunca había visto nada tan dulce y perfecto. Incluso la tela es suave
como la mantequilla y estoy deseando ponérmelo.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Te gusta?— Maxim pregunta, entrando en la habitación con
una toalla enrollada alrededor de su cintura.
—Es precioso. — Lo estrecho contra mí. —Tengo miedo de
estropearlo. Es tan bonito.
—No pasa nada. Ya me preocupa arrancártelo. — Me dedica una
sonrisa diabólica y me recorre un escalofrío. ¿Eso es todo lo que
necesita para ponerme en marcha? Realmente es malo.
—Por supuesto que no.
—Te compraré una docena más, petardo. — Me guiña un ojo y
se quita la toalla para vestirse.
No me lo está poniendo fácil para seguir enojada con él, pero
entonces suena el teléfono y rompe la ilusión. Me doy la vuelta y me
llevo el vestido al baño. No quiero que me despida ni ver cómo se
escabulle para que no me entere de lo que se trae entre manos.
¿Cómo puede querer que deposite tanta confianza en él cuando
no puede hacer lo mismo por mí?

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 10
MAXIM

—Joder. — susurro para mí mientras mantengo una mano en la


parte baja de la espalda de Rue y la otra con el puño a mi lado.
— ¿Pasa algo? —Me mira a través de las pestañas y, de algún
modo, lo empeora.
—Debería haber pensado mejor lo del vestido. — Aprieto la
mandíbula mientras mira su reflejo en el espejo. Lo escruta
detenidamente y niego. —No me refería a eso.
—A mí me parece bonito. Quizá un poco corto, pero no me
importa.
—Claro que queda bonito.
La mano que tengo en su espalda baja hasta tocarle el culo. Los
volantes del vestido apenas lo cubren y recuerdo que no lleva bragas.
Destruí el único par que tenía y, en mi arrebato de lujuria, no pensé
que las necesitaría el resto del tiempo que pasara conmigo. Nunca me
planteé sacarla del hotel. No hasta que la idea de dejarla atrás o
tenerla lejos de mí durante cualquier cantidad de tiempo casi me hizo
entrar en pánico.
—Entonces, ¿cuál es el problema?— está haciendo puchero
ahora y quiero darle una palmada. Y sí, también follarla.
—El problema es que ahora quiero doblarte sobre mis rodillas y
ver si puedo hacer que tu culo haga juego con este bonito vestido rosa.
— Me giro hacia ella y le hago espacio hasta que se apoya contra la

Sotelo, gracias K. Cross


pared del ascensor. —El problema es que ponerte este vestido me
recuerda que necesitas un papi. — Mi rodilla se introduce entre sus
piernas y las abre para mí. Mi mano se sumerge bajo los volantes del
vestido y, cuando le acaricio el coño, mis dedos se deslizan entre sus
labios. Porque, por supuesto, está mojada. —El problema es que
mientras lleves este vestido, sé que sería muy fácil follarte.
Se le corta la respiración y se sonroja cuando le meto dos dedos
como si fuera mi polla. —Sí. — gime y me mira con los ojos
entrecerrados. Está a punto de correrse.
—Lo quieres, ¿verdad? ¿Que yo sea tu papi?— asiente y froto su
clítoris con el pulgar. —Entonces córrete para mí, córrete para papi.
— ¡Sí! — grita y mueve las caderas al ritmo de mis dedos. Noto
su coño apretándose alrededor de ellos y lo mojada que está.
Justo cuando termina, el ascensor suena y las puertas se abren
mientras saco mis dedos de su coño empapado. La pareja mayor no
parece darse cuenta de que algo va mal, sonríe y sube. Rue tiene los
ojos muy abiertos y las mejillas sonrojadas por la vergüenza mientras
se endereza y se asegura de que la falda le cubre el trasero.
Mientras tanto, me llevo los dedos a la boca y me tomo mi tiempo
chupándolos hasta dejarlos limpios. Saboreo su liberación y lo bien
que sabe su coño, y me importa una mierda lo que piensen los demás.
Cuando termino, tomo su mano entre las mías y la miro. Sigue
siendo tímida, pero veo la curva de sus labios en la comisura de la
boca. Está luchando contra una sonrisa porque, aunque no quiera ser
traviesa, le gusta.
—Que tengan un buen día. — le digo a la pareja mayor cuando
se bajan en el vestíbulo principal.
— ¿No salimos nosotros también? — Rue parece confusa, pero
niego.
—Uno más. — Presiono el botón del garaje y saco mi juego de
llaves de repuesto. —Hice que el valet lo estacionara en mi lugar
habitual por una razón. Me gusta poder salir cuando necesito hacerlo
en privado.

Sotelo, gracias K. Cross


—Oh. — es todo lo que dice mientras me mira. Veo un destello
de deseo en sus ojos y sé lo que está pensando.
—No tenemos tiempo para eso. — le digo, aunque ya estoy
calculando cómo sacar tiempo para volver a hacerlo. Estar a solas con
Rue es peligroso porque ella es todos los deseos que he tenido hechos
realidad. Unos que ni siquiera sabía que tenía.
—Lástima. Podría ocuparme de eso por ti. — Sus ojos se mueven
a la parte delantera de mis vaqueros, y no tengo que mirar hacia abajo
para saber que mi polla está obscenamente dura.
Me está dando todo tipo de ideas justo cuando se abren las
puertas del ascensor. La saco de él detrás de mí y, por suerte, la cabina
está cerca. Una vez la tengo adentro, doy la vuelta y subo.
— ¿Viene alguien?— mira a su alrededor asustada mientras yo
me agacho y me desabrocho los vaqueros.
—Yo estoy a punto de venirme. — Sus ojos se abren de par en
par cuando me ve acariciándome la polla. —No puedo ir así a una
reunión.
—Déjame ayudarte. — dice mientras se inclina más y se lame los
labios. —Quiero hacerlo, papi.
Se me ponen los ojos en blanco cuando su suave boca cubre la
punta de mi polla. La lame dulcemente y luego chupa mientras besa
alrededor. Sus carnosos labios se abren para recibir más, y gimo
cuando acaricia con la lengua la parte inferior, donde palpita mi
gruesa vena.
—Qué boca tan bonita. — es todo lo que puedo decir cuando
toma más. La agarro por la nuca y la muevo arriba y abajo hasta que
estoy al borde. —Necesito que tragues como una buena chica.
Gime, y eso es todo lo que hace falta. El sonido de su deglución
llena el silencio del coche mientras la sangre se agolpa en mis oídos.
Su boca es como una aspiradora que me extrae el alma, pero no quiero
que se acabe nunca.
Cuando abro los ojos, veo manchas negras en el rabillo del ojo
mientras Rue se incorpora y se limpia la comisura de los labios. Sin

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pensarlo, la atraigo hacia mí y la beso, haciéndole saber lo bien que lo
ha hecho.
—Has estado perfecta. — susurro contra sus labios. —Tan
perfecta.
—Sabías bien. — confiesa, y tengo que parar.
—Sigue diciendo cosas así y nunca saldremos de este
estacionamiento. — Sonrío y sacudo la cabeza mientras la suelto y la
abrocho en el asiento. —Acabemos con esto y luego te tendré
encerrada en esa habitación de hotel durante días.
Miro las zapatillas que lleva puestas, parecidas a las de ballet,
con las cintas alrededor del tobillo. Disimula el tobillo, pero no puedo
evitar pensar en utilizarlas para atarla a la cama.
— ¿Vas a decirme por fin adónde vamos? — dice, sacándome de
mis sucios pensamientos.
—Hemos quedado con uno de mis controladores llamado
Johnson. No sé si es su verdadero nombre, pero así es como me han
dicho que lo llame. Tengo que identificar a algunas de las personas
que tiene retenidas antes de que se acaben las veinticuatro horas y
tenga que liberarlas. Si consigo identificarlos, mi implicación en el
caso quedará cerrada y podrán cerrar toda la organización. Incluidos
los distribuidores.
—Esto es realmente importante entonces. — Rue se muerde el
labio inferior mientras lo piensa. — ¿Y no querías dejarme en el hotel?
—No podía arriesgarme. — digo y pongo la mano sobre su muslo
desnudo. —Hay mucho dinero en juego en este caso, y esta gente está
dispuesta a todo para quedárselo. Utilizarán a cualquiera para acabar
conmigo. Cuando sepan lo mucho que significas para mí, serás el
próximo objetivo. Eres mía para protegerte, y no me arriesgaré.
Especialmente con tu ex corriendo por ahí. Quién sabe si han hecho
la conexión de que estás ahí y han llegado a él.
— ¿Es eso realmente una posibilidad?— No quiero asustarla,
pero tiene que saber que esto es serio.
—Barbra podría haber hablado. Demonios, Johnson podría
haberlo hecho. Pero prefiero tenerte a mi lado sabiendo que puedo

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protegerte que en la habitación del hotel sola como un blanco fácil. No
nos vamos a separar.
— ¿Entonces somos un equipo? — pregunta, colocando su mano
sobre la mía.
—Si así quieres llamarlo. Pero creo que es mucho más que eso.
— Me acerco más y le doy un beso en los labios antes de arrancar el
coche y salir del garaje.

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Capítulo 11
RUE

Maxim llega a un almacén y estaciona junto a otros vehículos.


No tengo ni idea de dónde estamos y no hay ningún cartel por ninguna
parte. Me sorprende que el lugar no esté vacío y parezca una especie
de distrito de almacenes con un montón de negocios diferentes.
Las calles no están abarrotadas, pero está claro que hay gente.
Sea lo que sea, se esconde a plena vista. Este sería un buen lugar para
huir. Hay muchos lugares donde esconderse y esquinas donde doblar.
Los edificios son lo suficientemente altos y están lo suficientemente
juntos para que no tenga que ser rápida. Todo lo que necesitaría es
una ventaja.
— ¿Es algún tipo de edificio de alto secreto?— No me encanta la
idea de estar cerca de un montón de gente que puede meterme en la
cárcel, pero tengo que admitir que tienen cosas de super espías
bastante geniales.
Tengo algunos trucos propios. No es que vaya a contárselos a
nadie. Es demasiado pronto, y estoy tratando de confiar en Maxim. Es
difícil para mí cuando todos en mi vida me han decepcionado.
Especialmente cuando se han elegido a sí mismos antes que a mí.
—En realidad no, pero tampoco se transmite. — Abre la puerta.
—No te muevas.
— ¡Hey! — lo llamo cuando me cierra la puerta.

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¿De verdad me va a dejar en el coche? Supongo que no es el peor
de los casos porque podría aprovechar el tiempo a solas para escapar.
¿Quiero escapar? La verdad es que no. Tal vez Maxim realmente confía
en mí. Esta idea me da calor en el pecho y no recuerdo la última vez
que me sentí así. Estoy tan ensimismada que me sorprendo cuando
se abre la puerta del coche.
— ¿De verdad crees que iba a dejarte sola aquí afuera?
Claro, por supuesto que no. Tomo su mano, y Maxim me tira de
mi asiento hacia su gran cuerpo.
—Supongo que no. Podría alejarme de ti si lo hicieras. — Le
dedico una sonrisa juguetona para enmascarar mis verdaderos
sentimientos.
Maxim cierra la puerta del coche antes de inmovilizarme contra
ella en un santiamén. Su expresión dura me dice que no está jugando.
Me aprieta mientras sus manos bajan por la parte superior del coche.
Apuesto a que si alguien pasara cerca, ni siquiera podría verme debajo
de él. Dios sabe que él es todo lo que veo ahora mismo. Ocupa cada
centímetro de mi campo de visión y tengo que echar la cabeza hacia
atrás para mirarlo a los ojos.
—Deja de hablar de alejarte de mí, Rue. — Se inclina y me acerca
la boca a la oreja. —Te daré unos azotes cuando vuelva a tenerte a
solas. — Su cálido aliento me hace cosquillas en el cuello.
— ¿Es realmente una amenaza, Max? — pregunto antes de
apoyar las manos en su pecho. No puedo evitar acariciarlo.
Me encanta la facilidad con la que me rodea. Estamos a plena
luz del día y me siento tan segura con él. Puede proteger al mundo de
nosotros y, aunque muchas cosas de él deberían asustarme, parecen
hacer lo contrario.
—La próxima vez te azotaré el coño. — La amenaza hace que un
escalofrío recorra mi cuerpo al mismo tiempo que él levanta su muslo
y lo presiona entre mis piernas. Estoy a horcajadas sobre él, y el
contacto me hace respirar una bocanada de aire. Es imposible que me
abofetee el sexo. ¿Verdad?

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—Tú... — Me interrumpe cuando levanta la cabeza y sus ojos se
clavan en los míos. La intensidad de su mirada detiene las palabras
en mi garganta.
—Lo haría. — dice con rotundidad y se me aprieta el estómago.
Me lo imagino azotándome y tengo que contener un gemido. — ¿Eso
te excita? — Niego y sonríe. —Entonces, ¿por qué frotas tu coño contra
mi muslo, petardo?
Me quedo paralizada y dejo de mover las caderas. ¿Qué demonios
le pasa a mi cuerpo? Me he convertido en una adicta al sexo. Todo esto
es culpa suya, ¡porque ni siquiera sabía que lo estaba haciendo!
—Intentaba escaparme. — miento y hace un sonido de
chasquido.
—Ya es demasiado tarde. Frotándome el coño en público y
mintiendo. — Sacude la cabeza, fingiendo decepción. Al menos eso
creo. —Te voy a dar unos azotes por lo del coño y luego te meteré la
polla en la boca por mentir.
¿Quién se cree que es? Puedo ser una libertina y mentir si
quiero.
—Max...
Antes de que pueda decir algo, su boca se posa en la mía. El beso
es duro, y reclama mis labios mientras sus dedos se hunden en mi
pelo. Toma el control total y, cuando se separa, tengo que jadear para
recuperar el aliento.
De acuerdo, quizá pueda darme órdenes y castigarme.
—Ahora pórtate bien. — Me agarra por la muñeca, sin esperar
respuesta. No era una pregunta, era una orden.
No tengo más remedio que seguirlo y, cuando nos acercamos al
edificio, ralentiza sus pasos. Me lleva a su lado y veo cómo introduce
el código de la puerta. La cerradura se abre para que podamos entrar,
y miro por encima del hombro para ver si la puerta también necesita
un código para salir. Hace mucho tiempo que aprendí a conocer
siempre la salida.
Caminamos por un largo pasillo y Maxim se detiene ante otra
puerta antes de introducir otro código. La puerta se abre y Maxim me

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sujeta firmemente de la muñeca mientras entramos. Echo un vistazo
a la pequeña habitación y lo único que hay es una mesa de metal con
un par de sillas. Las paredes están vacías y son grises, lo que me deja
una sensación de frío. Parece una sala de interrogatorios.
—Siéntate. — Me señala una de las sillas de metal después de
soltarme la mano. Me siento en ella a regañadientes mientras mi
ansiedad empieza a aumentar. En el hotel sabía que estaba atrapada,
pero no tenía la misma sensación que este lugar. —Esperarás aquí.
— ¿Qué?— Vuelvo a levantarme de la silla.
—Esto no se discute.
—Creía que éramos un equipo. — Lucho por no inquietarme ni
mostrar ninguna emoción.
—Lo somos, pero te quedarás aquí.
—Pero...
—Volveré pronto. — Su humor cambió en cuanto entramos en el
almacén. Ahora me recuerda al hombre que conocí en casa de Vince
Sledge. ¿Cómo puede parecer que fue hace una eternidad? —Te
quedarás aquí. — Refuerza sus palabras cuando no reconozco lo que
ha dicho.
Asiento y Maxim me echa una última mirada antes de introducir
el código y dejarme sola. Debería haber recordado que soy una
mentirosa. Si cree que no puedo salir de aquí me ha subestimado.
No es el primero que lo hace y no será el último. Lo que sí estará
es equivocado.
Y definitivamente enojado.

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Capítulo 12
MAXIM

— ¿En qué demonios estabas pensando al traer a un civil aquí?—


Johnson sisea en voz baja.
Estamos en una habitación privada con un espejo de dos caras.
Al otro lado hay una rueda de sospechosos, y necesita que los
identifique.
—Me querías aquí, me tienes aquí. Ahora acabemos con esto y
me llevaré a mi civil de aquí. — Siento un tic en la mandíbula porque
no me pierdo la forma en que Johnson observa a Rue en el monitor.
Si sigue acercándose a la pantalla, voy a aplastarle la cara contra ella.
—Bien. — accede, y ambos nos apartamos de las pantallas para
mirar a los hombres de la otra habitación. —Necesito que nombres a
todos los que puedas. Todos se niegan a hablar y necesito todo lo que
pueda para cerrar bien este caso.
—Esos son Joe Stemponelli y Carl Grover a la izquierda.
Manejaban la distribución de armas en el lado oeste. Ese es Arnold, el
hermano de Joe. — Señalo al de la derecha y me tomo un segundo
para intentar recordar al resto. — ¿No pudo ayudarte Barbra con esto?
—No, protección de testigos ha intervenido. Tendrá que pasar a
la clandestinidad hasta que acabe el juicio. — Johnson suspira y cruza
los brazos sobre el pecho. —Este caso ha sido una mierda, y que
dejaras cadáveres no ayudó.
—Atrapé al malo. Ese es literalmente todo mi trabajo. — Echo
un vistazo a los monitores y veo que Rue sigue sentada donde la dejé.

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Cuando vuelvo a mirar a la alineación, señalo con la cabeza a dos más
en el centro. —Esos tipos son Jimmy y Jimmy Ployza.
—No me digas. ¿Hermanos con el mismo nombre?
—No, son primos. — Me encojo de hombros cuando Johnson me
sonríe y lo anota todo. —Son conocidos por correr chicas.
—Barbra los tiene en su informe, pero necesitábamos una
identificación positiva.
—Sí, son ellos.
Queda un tipo y no lo reconozco. Cuando se lo digo a Johnson,
me da el informe.
—Lo trajeron como persona sospechosa pero no habla. Estaba
fuera del edificio en el momento de la detención, y cuando los agentes
se acercaron a él, dijo que había quedado con alguien.
— ¿Este tipo estaba merodeando mientras los agentes federales
detenían a la gente?
—Creemos que quizá estaba en el lugar equivocado en el
momento equivocado, pero queríamos traerlo y asegurarnos de que no
lo conocías.
— ¿Buscaste sus huellas?— Pregunto, y Johnson asiente.
—Nada. Tampoco identificación.
—Qué raro. — digo y vuelvo a hojear el expediente.
—Me lo estás diciendo. El chico no ha dicho ni una palabra.
Nada.
— ¿Ni siquiera para decir que está detenido injustamente? —
Levanto una ceja y Johnson me hace una seña.
—No, pero oculta algo. Quizá no tenga que ver con este caso,
pero no tiene miedo de estar cerca del resto de estos tipos.
—Hmmm. — digo y vuelvo a mirarlo. Nunca le había visto la
cara, pero siento un cosquilleo en la nuca.
Johnson utiliza el intercomunicador situado junto al cristal
bidireccional para decir a los agentes del otro lado que se lleven a los

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detenidos. Una vez que se han ido, tomo asiento y paso unos minutos
más rellenando mi declaración antes de que llamen a la puerta.
Cuando levanto la vista, entra en la sala un agente al que no
reconozco.
—Hemos tenido que trasladar al sujeto no identificado a la
enfermería. — dice el agente, y Johnson parece desconcertado.
— ¿Por qué? — pregunta, y pienso lo mismo.
—Ha tenido un ataque. No sabemos por qué. En un segundo
estaba bien y al siguiente, en el suelo. Ahora está con el médico. Solo
quería mantenerte informado.
—Gracias. — Johnson asiente. —Mantenme informado.
Vuelvo a sentir esa punzada en la nuca, me doy la vuelta de
donde estoy sentado y miro el monitor. Es entonces cuando veo la luz
parpadeante en la pantalla donde debería estar Rue. Parpadeo y me
precipito hacia el monitor para verlo mejor. Ahí es donde debería estar,
pero la habitación está vacía.
—Joder. — digo en voz baja y miro otro monitor que pone
Enfermería. En esa pantalla también parpadea una luz y veo a alguien
con bata de laboratorio en el suelo y un charco de sangre a su
alrededor.
—Maldita sea. — dice Johnson desde detrás de mí, y luego grita
por el auricular. Está conectado con el resto de la gente del almacén
y, en cuanto da el código rojo, la alarma empieza a sonar. —Quiero
todas las salidas selladas. ¡Ahora!
Ya estoy a medio camino de la puerta cuando da la orden, pero
tengo un terrible presentimiento en el estómago.
Rue podría haberse ido. Podría haberse asustado y salir
corriendo por su cuenta. Es tan lista que podría haber encontrado una
forma o haberme visto teclear mis contraseñas y memorizarlas. O
podría ser mucho peor que eso. Me habló de su ex novio Gavin y de lo
que era capaz de hacer.
¿Y si era él quien estaba fuera del edificio y por eso no hablaba?
No estaba ahí porque tuviera algo que ver con las armas o las drogas,
sino porque siguió a la gente que secuestró a Rue, y ahí es donde la

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tenían retenida. Pudo haberme oído hablar con Barbra en la escena o
cuando llamé a Johnson. Podría haber sabido que ir con Johnson lo
acercaría a mí. Hice un gran espectáculo llevando a Rue y diciéndoles
a todos que se quedaba conmigo.
Todo esto es mi maldita culpa.
Cuando llego a la habitación donde se suponía que estaba, no
queda ni rastro de ella. Corro por el pasillo y vuelvo por donde
entramos, y se me cae el estómago cuando veo que las puertas están
abiertas de par en par. Cuando salgo, veo que mi coche ya no está, y
que no hay nada ni nadie estacionado afuera.
Se ha ido, y o se ha ido por su cuenta o ese cabrón se la ha
llevado. Es mi peor pesadilla hecha realidad.

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Capítulo 13
RUE

Estoy impaciente mientras me siento sola en esta habitación y


me pregunto qué debo hacer. Mis dedos juegan con el extremo de mi
vestido porque necesito mantener las manos ocupadas. Estoy segura
de que tengo una cámara encima, pero no quiero buscarla
abiertamente. Podrían darse cuenta de lo que voy a hacer a
continuación.
¿Quién sabe cuánta gente me está observando? A cada segundo
que pasa, mi ansiedad aumenta y mi mente se acelera con las distintas
posibilidades. Ninguna termina bien. Odio que Maxim me haya dejado
aquí. Fue tan frío al ordenarme que me quedara quieta como un perro
amaestrado. Sus cambios de humor me trastornan la cabeza más que
cualquier otra cosa.
Realmente me he metido en un aprieto. Supongo que incluso un
gato solo tiene nueve vidas. Yo seguramente he agotado todas las
mías, y ahora mi suerte está llegando a su fin. La pequeña
delincuencia es fácil, pero esto es otro nivel. Estoy dispuesta a admitir
que estoy sobrepasada.
No había ninguna señal en el edificio, y no tengo ni idea de dónde
estoy realmente.
Todo lo que Maxim me dijo podría ser mentira, pero ¿cuál sería
el propósito de eso? Por otra parte, no entendí por qué me llevó en
primer lugar. No me estaba arrestando por algo que hice, así que tal
vez hay una pieza que me estoy perdiendo. Puedo coquetear para

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escapar de muchas cosas o hacerme la tonta el tiempo suficiente para
escabullirme. Pero esta vez creo que podría haber sido superado.
¿Maxim ha jugado conmigo? Lo que me ha hecho va más allá del
coqueteo, y solo demuestra que, una vez más, estoy en el fondo de la
piscina y no tengo ni puta idea de nadar. Apenas piso el agua y cada
segundo que pasa me hundo más.
Después de cinco minutos y más pensamientos intrusivos, sé
que tengo que salir de esta habitación. Aunque solo sea para curiosear
por el edificio o salir de él. Estar sola en esta habitación es demasiado.
Estoy acorralada, y eso es lo último que debería dejar que pasara.
Afuera sería más seguro. Podría respirar y pensar con más claridad.
Tendré que ser rápida. Puede que las cámaras solo estén ahí
para grabarlo todo, pero alguien podría estar vigilándolas. No fue un
largo camino hasta esta habitación desde la salida. Me levanto
rápidamente antes de perder los nervios y tecleo el código de la puerta.
La cerradura se abre y suelto un suspiro de alivio.
Empiezo a abrir la puerta despacio, pero me detengo al oír voces.
No consigo entender lo que dicen, pero siguen caminando y las voces
se hacen cada vez más lejanas. Cuando dejo de oírlas, me asomo al
pasillo y miro a ambos lados.
Al no ver a nadie, miro más lejos y compruebo el pasillo. Por
alguna razón, parece un millón de veces más largo de lo que
recordaba. Es como El resplandor de Stephen King, pero, por suerte,
no hay gemelos espeluznantes en ninguno de los extremos.
Es mi oportunidad.
Lo sé, pero mi mano permanece en el picaporte de la puerta y
me mantiene en el limbo. Si me voy, ¿qué significará eso? No confío en
no salir corriendo cuando salgo porque es lo único que sé hacer.
Normalmente es mi primer instinto, pero ahora mismo, todo lo que
puedo pensar es, ¿qué significará para Maxim si huyo? ¿Podría
realmente dejarlo atrás? El pensamiento hace que me duela el pecho,
y es suficiente para obligarme a volver a la habitación. Pero tan pronto
como empiezo a dar un paso es demasiado tarde.
—Rue. — Se me encoge el corazón al oír mi nombre porque
conozco esa voz. Gavin. Desvío la mirada hacia el otro lado del pasillo

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y lo veo de pie, con la ropa salpicada de sangre. Esto podría ser peor
que lo de los gemelos de El resplandor. — ¡Por fin te he atrapado,
cabrona!— Gavin grita antes de lanzarse por el pasillo hacia mí.
Asustada por quedarme acorralada en la habitación, me lanzo
por el pasillo hacia la puerta de salida. Corro tan rápido como puedo,
rezando para que la puerta se abra sin necesidad de un código para
salir. Sé que no tendré tiempo de entrar con él pisándome los talones.
Cuando llego a la puerta, mis manos chocan contra ella y se
abre. El sol me da en la cara y me hace sentir la libertad, pero el alivio
dura poco. Solo he recorrido diez metros antes de que Gavin me agarre
por detrás por el pelo y me tire hacia atrás.
—Te he atrapado. — gruñe, y suelto un aullido.
Se me llenan los ojos de lágrimas por el dolor agudo que me
atraviesa el cráneo. — ¡No!— Grito, esperando llamar la atención.
Levanto el pie y lo pongo encima del suyo mientras golpeo su costado
con el codo con todas mis fuerzas. Gavin gruñe, pero no me suelta. El
dolor me atraviesa el pie porque las finas zapatillas que llevo no están
hechas para hacer daño. Bueno, quizá a mí misma.
— ¡Sí! — sisea junto a mi oreja.
El cálido aliento de Gavin me da náuseas, y cuando siento su
brazo rodeándome por detrás, me entran ganas de vomitar. Me levanta
y, aunque intento resistirme, es inútil. Dejo de forcejear, sabiendo que
solo voy a agotarme. Necesito ahorrar energía para cuando tenga una
oportunidad real de escapar.
Gavin me lleva hasta el coche de Maxim, y entonces mi miedo
aumenta. Saca una pistola y usa la culata para reventar la ventanilla
del copiloto. Se rompe y mete la mano para abrir el maletero.
— ¡No!— Empiezo a luchar de nuevo cuando me doy cuenta de
lo que está a punto de hacer.
Gavin me lleva hasta el maletero y me deja caer adentro. El
impacto me deja sin aliento, pero no tengo tiempo de reaccionar antes
de que vuelva a agarrarme del pelo. Me levanta la cabeza con rabia y
me la vuelve a golpear contra el suelo del maletero. Las manchas
bailan en mis ojos antes de ser sustituidas por la oscuridad total.

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A lo lejos, oigo cerrarse el maletero y sé que estoy sola.
Mi último pensamiento fugaz antes de perder el conocimiento es
que siempre estoy sola.

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Capítulo 14
MAXIM

—Dame las llaves. — le grito a Johnson cuando veo su moto


estacionada junto al edificio. En cuanto las digo, me las lanza. Puede
que sea un imbécil, pero no es de los que hacen muchas preguntas.
—Enviaré refuerzos. — grita mientras acelero el motor y salgo
por el estrecho callejón.
El localizador GPS del tobillo de Rue está conectado a mi reloj y
ya está sonando. Estaba programado para alertarla cuando se alejara
de mí a cierta distancia, así que ahora solo tengo que seguir la
dirección que me indica. Ir detrás de algunos edificios me ayudará a
cortarles el paso antes de que lleguen a la carretera principal.
No debo estar demasiado lejos detrás de ellos o de lo contrario
no necesitaba ir muy lejos. Hay muchas formas de que alguien
desaparezca en estos almacenes, pero él no debe saber que Rue lleva
un rastreador.
Cuanto más lo pienso, más me cuesta creer que ella haya podido
ir con él. Para empezar, estaba huyendo de él, y todo lo que me contó
sobre su vida anterior era algo de lo que sé que ya no quería formar
parte. Ella quería una salida, y eso es lo que iba a darle. Pensé que las
cosas estaban yendo demasiado lejos demasiado rápido, pero
claramente no fue lo suficientemente rápido. No volveré a cometer ese
error.
Mi reloj suena y veo que la distancia entre nosotros se acorta.
Más adelante tomo una curva cerrada y mis neumáticos chirrían.

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Cuando me detengo, planto la bota en el suelo y espero. Como había
previsto, mi coche dobla la esquina y lo veo. Gavin está al volante y
parece trastornado. Tengo que actuar rápido porque no tengo ninguna
duda de que me atropellaría en su obsesión por robarme a Rue.
Alargo la mano hacia atrás, saco mi pistola y disparo un tiro en
el parabrisas antes de disparar al neumático. El conductor se
desploma y el coche gira bruscamente contra el muro. Cuando se
detiene, corro hacia él y busco a Rue en el interior del vehículo.
No hay nadie más que Gavin, y no responde. Mi primer disparo
lo alcanza en la cabeza y, cuando intento comprobar si tiene pulso, se
desploma en el asiento del copiloto. Hay demasiada sangre para que
sobreviva a sus heridas, y no me preocupa precisamente intentar
salvarlo.
— ¿Dónde demonios está?— Grito al coche vacío.
— ¡Maxim!— grita Rue, y oigo golpes en el maletero.
Cuando intento abrirlo, no cede, así que me meto la pistola en el
cinturón y golpeo la cerradura con la bota. El pestillo metálico salta y
tiro de la tapa. En cuanto la abro, Rue prácticamente salta del
maletero a mis brazos.
—Oh, Dios, Maxim, estaba tan asustada. — solloza, y la estrecho
contra mí.
—Estás a salvo, Rue. Te tengo. Estoy aquí y no voy a dejar que
te pase nada.
—No iba a huir. —resopla, y siento lágrimas calientes en mi
cuello. —Te lo juro. Lo pensé durante medio segundo y no pude
hacerlo. No podía dejarte.
—Oye. — le digo y la obligo a levantar la cara para que sus ojos
se encuentren con los míos. —Ya no tienes que huir de mí.
¿Entiendes? Si quieres huir, de acuerdo, pero llévame contigo. — Su
sonrisa es tan hermosa mientras llora y luego suelta una pequeña
carcajada. —Te amo, petardo. Te llevaré a donde quieras y te daré todo
lo que tu corazón desee. Siempre y cuando corras hacia mí y no huyas
de mí.

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—También te amo, Maxim. —resopla y le limpio las lágrimas. —
Y te lo prometo. No correré más sin ti.
Hay una alarma a lo lejos que me hace saber que Johnson y su
equipo de limpieza están en camino. Puede que esto no formara parte
del plan para acabar con Vince Sledge, pero él se asegurará de que
esto no nos afecte a ninguno de los dos o de que nos contagiemos.
— ¿Lista para ir a casa?— Pregunto, y sus cejas se fruncen.
—No sé exactamente dónde está. — admite, y sus dedos se
enredan en mi pelo.
—Es donde tú estés, porque es donde yo siempre estaré. Mi
hogar es cualquier lugar donde recuestes la cabeza.
—Me gusta la idea de recostar la cabeza aquí. — dice y me pone
la mano sobre el corazón.
—Trato hecho. — Le sonrío y me rodea con los brazos y las
piernas antes de que nos alejemos del lugar del accidente.
Johnson no tarda mucho en darnos el alta y llamo a un servicio
de coches para que nos lleven al hotel. Una vez en la suite nupcial,
preparo el baño que le prometí antes. Cuando el agua caliente y las
burbujas llegan hasta arriba, me tomo mi tiempo para desnudarla
hasta que queda completamente desnuda para mí.
—Ven aquí. — le digo, y la meto en el agua antes de quitarme
toda la ropa. La veo mirarme la polla y lamerse los labios cuando entro,
pero niego. —Ahora no.
— ¿Por qué no? —Saca ligeramente el labio inferior cuando hace
pucheros, y me pregunto si tiene idea de que lo está haciendo.
—Porque necesito estar dentro de ti. Esta vez hasta el fondo. —
Me recuesto en la bañera y la muevo para que se siente a horcajadas
sobre mi regazo. —Así será más fácil.
—Sabes que soy virgen. — dice, casi avergonzada, y asiento.
—Yo haré todo el trabajo. Todo lo que tienes que hacer es
mantener esos muslos bien abiertos para mí.
Asiente mientras la deslizo sobre mi polla y la dura longitud roza
entre los labios de su coño. Sus gemidos resuenan en las baldosas y

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mueve las caderas. Ya está buscando la punta para metérsela, y tengo
que luchar para no correrme.
—Pórtate bien con papi. — le digo en voz baja, y gime. La cabeza
de mi polla está entrando y la presión es fuerte. La sostengo con una
mano y meto la otra entre los dos. —Eso es, déjame cuidarte.
—Se siente tan bien. — Su voz se entrecorta al pronunciar la
última palabra cuando rodeo su clítoris y presiono más
profundamente.
—Tu pequeño coño no está acostumbrado a toda esta atención.
— digo mientras me hundo más. —Está muy apretado.
—No pares. — me suplica.
—No hasta que esté hasta las pelotas, pequeña. — Mueve las
caderas un par de veces y, con la presión sobre su clítoris, se corre
rápidamente. Cuando su coño me aprieta, empujo hasta el fondo. —
Joder. — siseo y la muevo arriba y abajo sobre mi polla.
—Es demasiado. —Me clava las uñas en los hombros e intenta
zafarse de mí, pero no la dejo.
—No te atrevas a intentar quitármelo. — le ordeno, y se queda
quieta. Le abro el culo y chilla mientras sigo penetrándola. —Eso es,
tómala para papi. Pórtate bien.
Vuelve a gemir, pero no intenta detenerme mientras la follo como
quería. Cuando la sujeto contra mí y aprieto su clítoris, grita mi
nombre y vuelve a correrse. Noto cómo su coño se aprieta con fuerza
y no puedo contenerme más.
Mi polla palpita mientras vierto mi semen dentro de ella una y
otra vez. Parece que dura una eternidad y se me nubla la vista.
Correrme dentro de ella tiene que ser el mejor momento de mi vida. La
estrecho contra mí y beso sus labios mientras el último de sus
orgasmos me deja seco.
—Esa es mi pequeño petardo. — Sonrío contra sus labios y ella
hace lo mismo. —Te amo.
—También te amo. —Sonríe y me devuelve el beso. —No puedo
creer que quepa dentro de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


—Eso es porque estamos hechos el uno para el otro. — Beso sus
mejillas y luego su nariz. —Eras el comodín que nunca vi venir.
—Me alegro de haber encontrado por fin mi hogar.
—Siempre está contigo. — le digo antes de darnos la vuelta en la
bañera y meter y sacar lentamente la polla.
—Aquí mismo. — asiente y besa el espacio justo encima de mi
corazón.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo Uno
RUE

Mucho tiempo después...


¿Qué demonios? ¿Cuándo empezaron a guardar bajo llave las
pruebas de embarazo? Supongo que nunca les presté mucha atención,
así que podrían haber estado haciendo esto toda mi vida y yo no lo
sabía. Aun así, es molesto. Robarlo sería mucho más rápido que
esperar a que alguien venga a abrir el maletín. Sé que no debería, pero
tengo prisa, eso es todo. Maxim no tardará en darse cuenta de que le
he dado esquinazo.
Echo un vistazo por la farmacia para asegurarme de que nadie
me presta atención antes de acercarme al expositor de papel higiénico.
Le doy un pequeño empujón y me apresuro a pasar al otro pasillo,
oyendo caer el expositor cuando me pierdo de vista.
Cuando vuelvo a las pruebas, finjo jugar con mi pelo y saco
disimuladamente la horquilla. Mientras todos están distraídos, abro
rápidamente el estuche y robo una de las pruebas. Aunque
técnicamente no es robar porque pienso dejar dinero en el mostrador.
Es una farmacia familiar, y también me siento mal por el desorden.
—Petardo. — La mano de Maxim rodea mi muñeca al mismo
tiempo que oigo su voz. Me atrapa justo antes de que pueda meter la
prueba en mi bolso. Maldita sea. Solo él puede sorprenderme así.
—Uno de estos días voy a hacer que me quites el rastreador. —
Es mentira, y ambos lo sabemos. Su peso en mi tobillo me recuerda
su posesión, y Dios sabe que me encanta.

Sotelo, gracias K. Cross


—Eso nunca va a pasar. — Maxim me quita la prueba de la
mano. —Y esta vez no necesité el rastreador. Sabía que tramabas algo
cuando te levantaste de la mesa. — Suelto un resoplido, fingiendo
estar molesta.
Me encanta lo bien que Maxim me conoce. Nunca había tenido
eso con alguien. Presta atención a cada respiración que hago.
— ¿Así que lo sabes?— Pregunto cuando vuelve a poner la
prueba en el estuche y cierra la puerta de cristal.
— ¿Si sé que mi esposa está embarazada? — Sonríe satisfecho.
— ¿Qué es lo que no sé de ti?
—Oye, ni siquiera estoy segura de estarlo, así que no seas tan
engreído.
—Lo estás. — La mano de Maxim se mueve hacia la parte baja
de mi espalda y me empuja hacia el frente de la farmacia. Menea la
cabeza cuando pasamos por delante del expositor de papel higiénico
que he tirado. —Siempre provocas el caos allá donde vas.
—Te encanta. — digo desafiante. —Así luego puedes castigarme
por ello.
—No sé si podemos llamarlo castigo, dado lo mucho que
disfrutas con ello. — Cuando llegamos al coche, me abre la puerta del
acompañante, pero me detengo antes de entrar.
— ¿Va todo bien?— le pregunto esperanzada.
—No. — responde, y mi corazón se hunde. —Entra.
Maxim me da una palmadita en el culo y me deslizo adentro. Me
pasa el cinturón de seguridad por encima antes de que pueda hacerlo
y me abrocha el cinturón. A estas alturas ya he dejado de intentarlo
porque a los dos nos gusta que me cuide siempre. Estoy segura de que
otros pensarán que nuestra forma de ser es extraña, pero a nosotros
nos funciona. Creo que satisface cosas que ambos anhelamos. Por eso
funcionamos tan bien juntos. Nos enamoramos tan fácilmente porque
encajamos. Al menos, eso creía. Ahora no estoy tan segura. Un bebé
lo cambiaría todo, y los niños no son algo de lo que hayamos hablado.

Sotelo, gracias K. Cross


Maxim se desliza en el asiento del conductor, alejándose a toda
velocidad de la acera. — ¿Vamos a reunirnos con tu hermano y Kelly
hoy?
—Hoy no.
Eso es todo lo que dice mientras me siento y jugueteo con el
ribete del final de mi vestido. Hoy llevo un bonito vestido lavanda que
me ha tendido en la cama. Le encantan los vestidos y me gusta cómo
me mira cuando los llevo puestos.
— ¿Me vas a aclarar por qué las cosas no están bien? — pregunto
finalmente tras una larga pausa.
— ¿Quieres hacerlo ahora? — Sus ojos me miran y yo desvío la
mirada. Odio lo insegura que me siento. —Petardo. — Maxim coloca
su mano sobre mi muslo desnudo. —No tienes por qué preocuparte.
Siempre me ocuparé de todo. No te preocupes.
—No me gusta cuando te enojas conmigo. — Sé que
probablemente sueno como una niña enfurruñada, pero no me
importa. Cruzo los brazos y resoplo.
—No estoy enojado contigo. Estoy enojado conmigo mismo. —
Vuelvo a fijarme en él y veo que frunce el ceño. Entonces veo lo tensa
que está su mandíbula, y me siento más confusa.
— ¿Es porque sabías que deberías haber usado protección? —
Eso tendría sentido, supongo.
—No. —Suelta una risita. —Sabía lo que hacía cada vez que me
corría dentro de ti. — Los gruesos dedos de Maxim acarician el interior
de mi muslo.
— ¿No te molesta que esté embarazada? —pregunto, y niega. —
¿Querías esto?
No estoy segura de haber estado dispuesta a admitir lo mucho
que deseaba esto hasta que me di cuenta de que podía ser. Me encanta
la vida que llevamos desde que nos casamos. Hemos sido espíritus
libres y hemos viajado a donde queríamos, pero sentar cabeza también
suena bien. He soñado en secreto con un lugar de verdad al que llamar
hogar. Tal vez porque nunca tuve eso antes, pero tenerlo con Maxim
sería mi idea del paraíso.

Sotelo, gracias K. Cross


—Cuando se trata de ti, lo quiero todo. Odio que cuestiones eso.
O que sintieras que necesitabas ocultarme esto. — Maxim gira en la
misma calle donde vive su hermano.
—Pensé que no íbamos a casa de tu hermano.
—No vamos. — Maxim pasa por delante de su casa y se detiene
en el camino de entrada. Las puertas se abren para él y entra.
— ¿Maxim?— Me tapo la boca con la mano cuando veo la casa.
Las lágrimas me queman los ojos al asimilarlo todo.
—La mandé construir. — dice, y siento las lágrimas caer por mis
mejillas.
—Te acordaste. — Me giro hacia él y asiente. No puedo creer que
lo haya hecho.
—Claro que sí.

Una noche estábamos acurrucados viendo la tele y pusieron El


padre de la novia. Nunca la había visto, y la película era adorablemente
dulce. Le dije a Maxim que habría sido bonito crecer en un hogar así.
Tener un lugar hermoso lleno de familia y amor.
—Te dije que cuando nos casáramos te daría todo lo que
quisieras. Dije que todo lo que quería a cambio era que siempre fueras
mi chica.
—No creí que quisieras sentar cabeza. — Maxim me desabrocha
el cinturón de seguridad y me levanta fácilmente de mi asiento para
que me siente a horcajadas sobre él.
—Nunca he tenido motivos para querer asentarme en algún
lugar, pero este puede ser nuestro hogar. No tenemos por qué
quedarnos siempre aquí. Podemos ir y venir cuando queramos, pero
este es nuestro hogar. Un bebé no cambia nuestro amor, solo crea
espacio para más.
Estoy tan abrumada por todo que no puedo responder. Lo único
que puedo hacer es apretar mis labios contra los suyos.
Pero hice mi promesa y la voy a cumplir. Siempre seré su chica.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo Dos
MAXIM

Incluso más después de eso...


Cuando saco mi teléfono para comprobar la ubicación de Rue,
mi hermano suelta una carcajada. — ¿Qué?— Pregunto y arqueo una
ceja.
—Nada. — Sacude la cabeza. —Es que no me puedo creer que
sigas haciendo eso.
—A ella le gusta. — Cuando digo las palabras, ahora es él el que
levanta la ceja. —De acuerdo, bien, a mí también me gusta. Métete en
tus asuntos.
—Si tuviera que adivinar, diría que Kelly los llevó a la panadería
de más adelante.
—Buena suposición. — confirmo y me meto el móvil en el bolsillo
trasero.
—No me lo puedo creer. Todos estos años después y todavía un
poco obsesionados.
—Eres de los que hablan. — refunfuño, y él concede.
—Cierto. Quizá debería hablar con Kelly sobre un dispositivo de
rastreo.
—Ahorra tiempo. — digo con naturalidad. —Entonces, ¿te parece
bien llevarte a los niños por la noche?

Sotelo, gracias K. Cross


—Sí, los niños tienen toda la noche planeada. Van a ver una
película y luego aprenderán la coreografía para representarla mañana
en la cena.
—Me muero de ganas. — digo, y siento que una sonrisa genuina
se dibuja en la comisura de mis labios. Nuestras hijas siempre nos
tienen entretenidos, y cuando se juntan con sus primos, es casi
demasiado. Casi.
—Aquí están. — dice Luke cuando entramos en la panadería y
vemos a Kelly y Rue en el mostrador hablando con una de las
panaderas.
Los chicos se acercan corriendo y yo hablo con mis hijas un
segundo antes de que Kelly se una a nosotros con una enorme caja en
la mano. Luke se la quita y luego la atrae a su lado antes de besarla
en la parte superior de la cabeza.
— ¿Listos para irnos? — le pregunta a Kelly, y los chicos vitorean
en señal de acuerdo.
—Creo que más nos vale. — se burla ella. —Ya se han despedido
de Rue. Está en el mostrador preguntando por uno de los pasteles pero
ha dicho que no la esperemos. Creo que será mejor que saquemos a
los niños de aquí antes de que nos convenzan de comprar otra docena
de galletas. — Kelly se gira hacia mí y termino de dar a las niñas un
abrazo y un beso de despedida. —Nos vemos mañana.
—No nos lo perderíamos. — le digo, y las niñas y mis pequeños
chillan de emoción.
Luke y Kelly consiguen arrear a los niños fuera de la pastelería,
y yo solo puedo sacudir la cabeza y reírme. Deben de haber comido ya
unas cuantas galletas, porque está claro que les ha entrado el subidón
de azúcar de la fiesta de los primos.
Cuando se han ido, miro al mostrador y veo que Rue está
hablando con un tipo que lleva un delantal con el nombre de la
panadería. Se acerca demasiado a la vitrina para mi gusto. Quiero
darle tiempo para que termine, pero entonces él señala algo en el fondo
de la vitrina y ella tiene que agacharse para verlo.
No se molesta en ocultar que le está mirando el culo, y aprieto
los puños. Antes de darme cuenta, estoy caminando detrás de Rue y

Sotelo, gracias K. Cross


bloqueándole la vista. El panadero parece sorprendido de que me
interponga en su camino y parpadea un par de veces. Ahora que estoy
tan cerca puedo ver lo joven que es. Si no fuera mi esposa, lo
entendería. Pero no cuando se trata de mi petardo.
—El pastel que estás mirando está tomado, hijo. — le digo, y juro
que tiene que echar la cabeza hacia atrás del todo para encontrarse
con mis ojos.
—Yo no, yo no...
—Puedes mentirte a ti mismo, pero no me mientas a mí. — Doy
un paso hacia él, pero entonces siento la suave mano de mi esposa en
mi brazo. Me detiene al instante y la miro.
—Aquí estás, papi. — Lo dice con tanta dulzura y luego se lame
el labio inferior. Sabe exactamente lo que me provoca ese tono, y mi
polla se pone alerta. —Preguntaba por el pastel de terciopelo rojo. Sé
que es tu favorito, pero quería probarlo antes. — Se inclina para que
sus tetas presionen mi brazo. —Ya sabes cuánto me gusta cuando está
muy cremoso.
Siento un tic en la mandíbula y miro la parte superior de su
vestido. Lo lleva desabrochado desde antes de que Kelly y ella trajeran
a los niños. No puedo evitar preguntarme si esto es lo que ha estado
haciendo mientras yo me despedía de todos.
Me agacho para que solo ella pueda oírme y la miro fijamente a
los ojos. —Pequeña provocadora.
— ¿Yo?— parpadea inocentemente. —Nunca haría algo así, papi.
— Dice la última palabra con un pequeño gemido, y joder, está
cachonda. Es el sonido que hace cuando necesita que le llenen el coño.
Aprieto los labios y mis fosas nasales se dilatan. — ¿Ahora
mismo?— Digo, y sus mejillas se sonrojan, confirmando exactamente
lo que pensaba. Me doy la vuelta y el joven panadero da un respingo.
— ¿Tienen baño?
—No. — Menea la cabeza y luego se piensa mejor su respuesta.
—Quiero decir que sí. Es solo para empleados. — Antes de que pueda
decir nada, levanta una llave. —Pero estaré encantado de hacer una
excepción.

Sotelo, gracias K. Cross


—Gracias. — canta Rue mientras nos señala detrás del
mostrador y hacia la puerta marcada como Privado.
En cuanto abro la puerta y entro, me doy cuenta de que ha sido
remodelada recientemente y todo parece nuevo. Bien, una cosa menos
de la que preocuparme antes de cerrar la puerta tras nosotros y echar
el pestillo.
Rue está jugando con el dobladillo de su vestido y me mira
inocentemente mientras se apoya contra la puerta. — ¿Estás enojado
conmigo?
—Estás siendo una mocosa. — Coloco las palmas de las manos
a ambos lados de ella y me inclino para que quedemos frente a frente.
—Y sé que no llevas bragas.
—Upss. — Mueve las pestañas y no se esfuerza mucho por
ocultar su sonrisa.
—Cuando tú, Kelly y los niños nos dejaron a Luke y a mí en el
restaurante, noté algo en mi regazo justo antes de levantarme.
—Eso fue un accidente. Sé cuánto odias que no lleve bragas con
mis vestidos.
— ¿Que lo odio?— Aprieto los dientes y sacudo la cabeza. —Me
vuelve jodidamente loco, y lo sabes.
—Debo haberlo olvidado. —Alarga la mano y me recorre el pecho
con los dedos, y luego los siento en el cuello. Mi polla palpita y ella lo
sabe muy bien. —Pero ahora estoy toda mojada, y está desordenado
ahí abajo.
—Enséñamelo. —Trago saliva cuando se lleva la mano a la parte
delantera del vestido y se la sube. Veo que tiene los labios del coño
mojados y la cara interna de los muslos manchada.
Me arrodillo y le separo las rodillas antes de que me dé tiempo a
pensar en cómo me ha metido en esta situación. Así es ella y así soy
yo. Por eso encajamos a la perfección.
—Joder, eres un desastre. — La miro mientras subo lentamente
su muslo a mi hombro. —Deja que te limpie.

Sotelo, gracias K. Cross


—Gracias, papi. —Mueve las caderas en señal de invitación y no
necesito que me lo repita.
Empiezo lamiéndole primero el interior de los muslos y luego los
labios húmedos. Ya gime cuando deslizo la lengua por su clítoris y lo
chupo.
— ¡Papi! — grita, y sé que se ha olvidado de que no estamos en
casa. Quiero decirle que se calle, pero tengo la boca ocupada.
Se frota contra mi cara mientras le chupo el coño y lamo todos
sus bonitos agujeros. Me aprieta el pelo con los dedos y, cuando se
corre, no se calla. En absoluto. En cuanto la lamo, la pongo sobre sus
piernas temblorosas y la giro para que mire hacia la puerta.
—Saca ese culo. Ya sabes lo que quiero. — Llevo la mano a la
parte delantera de mis vaqueros y prácticamente los abro. Le pesan
los párpados por el clímax, pero cuando mira hacia abajo y ve mi polla
sobresaliendo, se le encienden de deseo.
Sigue provocándome mientras se da la vuelta lentamente, pero
ya he tenido bastante. La agarro por las caderas y la empujo hacia
atrás para que saque el culo y se suba el vestido por la cintura. Le
separo más los pies y me lamo la mano antes de dársela en el coño
desnudo.
—Papi —Chilla y me mira por encima del hombro.
—Cállate. — le ordeno, y luego le froto el clítoris con los dedos.
Se muerde el labio inferior y se balancea contra mi dedo. —Te lo
tomarás como una buena chica. ¿Lo harás?
—Sí. — jadea y empuja contra mis dedos.
Los aparto y vuelvo a abrirle el coño. Grita y abre los ojos.
—Sí, ¿qué? — le pregunto, y uso mi pulgar resbaladizo para
empujar su culo.
Eso llama su atención. —Sí, papi.
— ¿Qué más? —Empujo un poco más contra su culo hasta llegar
al primer nudillo.
—Siento haber sido una mocosa. Solo quería jugar. — Abre la
boca y cierra los ojos cuando le meto el pulgar hasta el fondo.

Sotelo, gracias K. Cross


—Querías atención. — le digo mientras froto mi polla por sus
húmedos pliegues y la mojo.
Gime cuando meto y saco el pulgar de su culo y luego lo retiro.
— ¿Papi?
—Esto es lo que querías, ¿verdad, petardo? — Le pregunto
mientras pongo la cabeza de mi polla chorreante en su culo. —Querías
atención, y ahora la vas a tener.
—Pero... — empieza a protestar, pero le meto la punta de la polla
en el culo.
—Eso es, déjame entrar. — Le meto otro centímetro en el culo y
se tensa. —Relájate. Lo necesitas ahora mismo. — Alargo la mano y
acaricio suavemente su clítoris. —Estás siendo una mocosa y
necesitas calmarte.
—Es demasiado grande, papi. No me cabe. — Los dos sabemos
que es mentira, pero dejaré que finja.
Me inclino hacia ella, acerco mis labios a su oreja y me deslizo
más dentro de su culo. —Sí que cabe. Y te encanta.
—No, no me gusta. —Intenta negar, pero tiro de sus caderas
hacia atrás hasta que se aprieta completamente contra mí. Estoy
hasta el fondo de su apretado agujerito, y su coño gotea sobre mis
dedos.
—Así me gusta. Toma todo lo de papi en tu culo. — Sus protestas
se convierten en súplicas cuando la saco y vuelvo a meterla
lentamente. Abre más las piernas y se inclina más para que pueda
penetrarla con más fuerza. —Eso es, acomódate y deja que te folle
como a una mocosa.
—Más fuerte, papi.
—Dilo bonito. — le ordeno.
—Por favor, papi. Fóllame el culo más fuerte. — Sus palabras
salen rápidas y fáciles.
— ¿Ves qué bonito ha sonado? Esa es la forma fácil de conseguir
lo que quieres. — le digo y la follo más fuerte. —Pero a ti te gusta así.
— Gime y se aprieta contra mi polla.

Sotelo, gracias K. Cross


Mantengo una mano en su clítoris y uso la otra para taparle la
boca. Esta vez, cuando se corre, grita contra mi palma y me hundo en
su culo por última vez. Mi polla palpita mientras su estrecho agujerito
me aprieta hasta el borde del dolor. Aparecen manchas en el rabillo
del ojo y tengo que estabilizarme para no caerme.
Mi pecho sube y baja como si hubiera corrido un maratón, pero
cuando empieza a ralentizarse, siento que la sonrisa se dibuja en mi
cara. Joder, qué bien me he sentido.
Tiro de la espalda de Rue hacia mi frente y le beso el cuello y la
mejilla. —Te amo. — le digo, y ella me devuelve la mirada. —
Jodidamente mucho.
—También te amo, pero creo que me has convertido las piernas
en gelatina. — me dice antes de devolverme el beso.
Sonríe contra mis labios, y ya estoy pensando en cómo sacarla
de aquí sin montar una escena.
—Vamos a asearnos y luego te invito a ese pastel.
— ¿Pastel? — pregunta desconcertada.
—El de terciopelo rojo. — Espero un segundo, y entonces
recuerda. — ¿De verdad crees que me voy a ir de aquí sin el?
Probablemente nos prohíban la entrada a este establecimiento
después de lo que hemos hecho en el baño. Será mejor que salgamos
en un resplandor de gloria.
— ¿No querrás decir salir con una explosión?— Sonríe, y Dios,
cómo me gusta esta mujer.
—Eso hicimos. — le digo y la beso una vez más.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross


Sotelo, gracias K. Cross

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