600-Texto Del Artículo-1008-1-10-20221230
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resumen summary
El trabajo que desarrollamos tiene como propó- The work we carry out has as purpose to
sito realizar una reflexión mediante la articula- make a reflection articulating some concepts
ción de algunos conceptos y autores que, desde and authors that, from Latin American geo-
la geo-cultura latinoamericana y la geografía cultures and critique geography, can contribute
crítica, pueden contribuir a la comprensión, to the enriched and complex understanding of
enriquecida y compleja, de los conflictos socio- socio-environmental conflicts; as well when
ambientales. A su vez, al problematizar, nos problematizing we orient ourselves to contrast
orientamos a contrastar concepciones desde el conceptions from situated thinking and apply
pensamiento situado y aplicarlas al análisis de them to their analysis, including assumptions,
estos conflictos, lo cual incluye supuestos, va- values and practices that, from the development
lores y prácticas que, a partir del desarrollo de la of industrial agriculture they were generating
agricultura industrial, fueron generando más in- more unresolved concerns than assertive
quietudes sin resolver que definiciones asertivas. definitions.
temas y debates 44 / año 26 / julio-diciembre 2022 / pp. 161-173
Solo basta con abrir un periódico local o regional, navegar las redes sociales y,
más aún, recorrer los pueblos y pequeñas ciudades de la pampa gringa para perca-
tarse del cambio de geografías, escenarios y relaciones sociales que muestra desde
la última década del siglo anterior.
La metamorfosis de la vieja chacra, genuina productora de alimentos, portadora
de una cultura propia, mixturada de elementos europeos con criollos, ha devenido
en fábricas de cultivos industriales con fuerte tendencia al monocultivo que mo-
difican el perfil y la funcionalidad de las unidades productivas. Concretamente, la
introducción de la soja transgénica hacia 1996 se constituyó en el ariete final para
la reconversión socio-productiva y para decirle adiós a una praxis, hoy cada vez
más reivindicada desde otros enfoques, como la soberanía alimentaria.
García y Rofman señalan que:
Los actores de la región pampeana asistieron a una importante transfor-
mación en los últimos decenios del siglo XX, y más aún en el de 1990. En
síntesis, las grandes y medianas explotaciones accedieron a innovaciones
de tecnología y de proceso con las que pudieron integrarse exitosamente a
la transnacionalización agroindustrial de la época. En aquella década, los
pequeños productores –muchos endeudados– encontraron serias dificulta-
des para reproducirse en un contexto de precios bajos y fueron a la quiebra
(2009: s/p).
Conceptualización
Ahora bien, ¿hablamos de conflicto ambiental o socio-ambiental? Walter nos
ilustra del siguiente modo:
¿En qué consiste la dimensión ambiental de los conflictos? Algunos auto-
res plantean una distinción entre conflicto ambiental y conflicto socio-am-
biental. En el primer caso, se trataría de conflictos relacionados con el daño
a los recursos naturales, donde la oposición proviene principalmente de ac-
tores exógenos, por lo común activistas de organizaciones ambientalistas.
Esta lectura toma en cuenta las organizaciones que defienden el ambiente
y los recursos naturales. En el segundo caso, los conflictos también involu-
cran a las comunidades directamente afectadas por los impactos derivados
de un determinado proyecto. Esta distinción ha sido sin embargo discutida
pues no existe “conflicto ambiental” sin dimensión social (2009: 2).
En diálogo
Entonces, este proceso de ordenamiento socio-productivo territorial encuentra
en el neoliberalismo su anclaje teórico y político mientras, paradójicamente, des-
ancla a los territorios de lo que Kusch (2012a) denomina los operadores semina-
les, en este caso, la naturaleza.
¿Por qué decimos esto? Porque ya no se siguen los ciclos, climas, condiciones
edáficas como sí lo hicieron los colonos que escribieron la historia económica de
la pampa. A pesar de que gran parte de la población se dice creyente en Dios, no es
guiada ni ordenada por ese otro operador seminal, provocando su ira manifestada
a través de las cada vez más extrema variabilidad climática.
Ahora bien, ¿qué produjo ese paulatino desanclaje territorial, que promovió la
gradual escisión de la tierra, la naturaleza y su cultura? Precisamente, al no seguir
con los ciclos de la naturaleza en lo que respecta a suelos y climas, las agro-
culturas de la pampa húmedas mutaron en agriculturas sin agricultores. Culminó,
de este modo, el ciclo de producción de alimentos para autoconsumo huertero y
aves de corral.
La tecnificación de punta, como la siembra directa, reemplazó la mano de obra
y las migraciones hacia las ciudades cercanas en busca de nuevos mercados de
trabajo, que devinieron en hechos de supervivencia.
Precisamente, desde mediados de la última década del siglo XX en Argentina,
señala Teubal que:
En efecto, a partir de este desarrollo, la Argentina se transforma en uno
de los principales países del tercer mundo en el que se impulsan los culti-
vos transgénicos. Todo ello de la mano de la siembra directa, la semilla RR
resistente al glifosato y las empresas transnacionales, sus principales favo-
recidas. Nos hallamos –afirman los defensores del modelo– en una frontera
tecnológica de enormes proporciones. “Quien no esté a favor de los trans-
génicos, está en contra del progreso.” “No matemos la gallina que pone
los huevos de oro”, se nos dice. Se trata del boom de la soja transgénica
que, dicho sea de paso, coyunturalmente permite la expansión de grandes
superávits fiscales y de la balanza comercial, esenciales para el pago de los
servicios de la deuda externa. Cabría preguntarse si esto también significa
indefectiblemente mayor bienestar para todos nosotros. Ahora y en el largo
plazo (2006: 71).
Aquí nos detendremos a analizar y a contrastar tres ideas-fuerza de Kusch (2012a temas y debates 44 / año 26 / julio-diciembre 2022 / pp. 161-173
y 2012b): progreso/desarrollo, bienestar/nosotros y, de una manera subyacente, la
fagocitación. Se trata de nociones que entendemos como corpus explicativo de los
conflictos socio-ambientales a partir de la mutación de los valores que orientaron
la agricultura pampeana previa a la introducción de la soja transgénica hacia 1996.
El desarrollo rostoviano, traccionado por el progreso y el crecimiento econó-
mico a secas, es contrastado desde Kusch (2012a) por dos conceptos centrales: la
eticidad del desarrollo que resultare beneficiada del mismo: los valores comparti-
dos (que en el pasado de colonos supieron compartir con la comunidad fundante y
precisamente, el mencionado proceso de sojización comenzó a escindir la historia
común) el suelo como semilla y cultivo, el arraigo como domicilio existencial al
cobijo de un nosotros que jamás permitiría quedarse, a la intemperie.
A su vez, observamos cuán lejos de todo eso se encuentra el proceso dominante
de estas concepciones. El progreso material nada referencia a la idea del ampa-
ro comunitario que genera un desarrollo con eticidad, en el cual, y como señala 165
Kusch (2012b), el tránsito de la indigencia hacia la divinidad se encuentra en las
antípodas del progreso material. Se encuentra, en cambio, en la satisfacción de
las necesidades básicas tanto materiales como espirituales ordenadas por los ope-
radores seminales. La idea del suelo, como cultura, semilla, cultivo, arraigo son
resultantes antagónicas de la visión dominante que permite señalar dos procesos
socio-demográficos: uno de ellos, la taperización o abandono de las casas y sus
vidas y proyectos en el campo como consecuencia de la escasez de trabajo; el otro,
las migraciones de los trabajadores hacia la ciudad en busca de una inserción labo-
ral perdida de la mano de la mecanización y la digitalización de la actividad. Toda
cultura es geo-cultura, aun las que ostentan un carácter expulsivo.
Como señalan Brailovsky y Foguelman, “el ambiente es la resultante de la in-
teracciones de sistemas ecológicos y socio-económicos susceptibles de provocar
efectos sobre los seres vivientes y las actividades humanas” (1993: 17). Por ello,
resultaría enriquecedor pensar e implementar un modo de desarrollo basado en la
eticidad entendida no exclusivamente en términos materiales sino como la satis-
facción de las necesidades de alimentación de la comunidad y espirituales, como
el cuidado colectivo, de trascendencia y determinación de un domicilio existencial
a partir del suelo como arraigo, desde el ser pero, fundamentalmente, desde el
estar siendo kuschiano. La resultante ambiental será claramente diferente a lo que
venimos describiendo.
Otras de las ideas del párrafo más arriba citado la constituyen el bienestar y el
nosotros: he aquí la verdadera hondura ontológica kuschiana. El bienestar nunca
será motivado por lo económico en primera instancia y, además, será la comu-
nidad, como decíamos con anterioridad, la tributaria de un proyecto ético. Por
lo tanto, el nosotros contrastaría de modo radicalmente diferente: en el modelo
dominante, el nosotros es generado por una clase de propietarios (cada vez me-
nos) pequeños y (más) medianos y tendientes a la concentración, que, a partir del
producido, “derramarían” su rentabilidad a los pueblos y pequeñas ciudades que
giran, en términos económicos, en torno de esta lógica. El nosotros se encuentra
jerarquizado ya que, simbólicamente, son más importantes los que generan rique-
za económica antes que los que esperan de ello, incluido el Estado, que ejerce su
función recaudadora desde allí. Más que un nosotros como pertenencia colectiva,
resultaría de una sumatoria de yoes productores individuales que lo conformarían,
sin más proyectos que los proyectos de cada uno, para ser “derramados” a la socie-
dad. No se trata de un nosotros colectivo, aunque, no obstante, pueden encontrarse
rasgos desde otra perspectiva, como, por ejemplo, las rivalidades con localidades
vecinas. Huelga aclarar que ese nosotros colectivo es el que fue extinguiéndose
junto con la desaparición de la identidad rural de los colonos previa a la soja trans-
génica: la ruralidad como proyecto colectivo estaba signada por la comunidad de
escuelas, almacenes, ritos y valores, como el del trabajo de la tierra y la produc-
ción de sus propios alimentos, incluso con prácticas de intercambio del excedente
del consumo familiar con los vecinos de aquella comunidad rural.
Es la idea de común-idad con desarrollo ético, tal vez, lo que mayormente nos
interpela en el actual tiempo histórico, donde la producción de subjetividades indi-
viduales a partir del neoliberalismo nos impida pensar y sentir un bienestar colec-
tivo con una naturaleza que nos subjetive y nos revincule como especie.
Por último, una de las ideas más álgidas para el análisis de los conflictos so-
cio-ambientales en la región pampeana resulta la de la fagocitación, entendida
como la asimilación sin destruir, es decir, la resignificación de cuestiones traídas
de otras culturas. Más que nada, esta idea nos permite preguntarnos si el proceso
de sojización es secuencia del proceso de fagocitación pero de connotación posi-
tiva. Creemos que no, claramente. La fagocitación como práctica de deglución y
asimilación, efectivamente y por estos territorios, destruye. Destruye y expulsa,
desde los Gases de Efecto Invernadero, los trabajadores rurales que desaparecen,
hasta las comunidades campesino-indígenas en distintas regiones del país. Sassen
(2015), en términos de la economía global, describe estas lógicas de dimensiones
múltiples, aunque integradas bajo el común denominador de las expulsiones. En
este caso, las consecuencias más ostensibles son los conflictos socio-ambientales
que proliferan paulatinamente.
La asunción y práctica cultural de la idea de progreso indefinido a partir de
recursos naturales infinitos está finalizando, como lo demuestran los periódicos
Informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático. De acuerdo con lo
que se analiza actualmente, la sojización como práctica de fagocitación induce a
la intemperie kuschiana. La incorporación de los conceptos trabajados nos permi-
tirían repensar el hecho de que los abordajes propuestos complejizarían el debate
sobre las consecuencias socio-ambientales de la agricultura industrial y del mode-
lo de acumulación vigente global, a partir de un pensar situado.
La ecología política
Dice Leff que “a la Ecología Política le conciernen no sólo los conflictos de
distribución ecológica, sino el explorar con nueva luz las relaciones de poder que
se entretejen entre los mundos de vida de las personas y el mundo globalizado”
(2006: 22). A continuación, señala que:
La ecología política no solamente explora y actúa en el campo del poder temas y debates 44 / año 26 / julio-diciembre 2022 / pp. 161-173
que se establece dentro del conflicto de intereses por la apropiación de la
naturaleza; a su vez, hace necesario repensar la política desde una nueva
visión de las relaciones de la naturaleza, la cultura y la tecnología (Leff,
2006: 36-37).
Conclusiones líquidas
Machado Aráoz analiza los conflictos socio-ambientales en un contexto de crisis
ecológica. Describe un orden colonial donde la expoliación de los recursos de-
viene en la profundización de los recursos naturales. Las relaciones Norte-Sur en
clave de dominación surgen de este enfoque, y se sustentan en la mirada política
de los conflictos socio-ambientales. Machado Araoz señala que:
En las dos últimas décadas, la lucha por la disposición de los territorios
se ha tornado en un eje fundamental de los procesos políticos en curso.
Considerando que el análisis y la interpretación de estos conflictos –sus
contenidos, alcances, implicaciones y los sentidos políticos de las disputas
en proceso– constituye un campo de investigación clave y un desafío es-
tratégico tanto para las ciencias sociales de raíz crítica como para los mo-
vimientos sociales con vocación emancipatoria en la región y en el mun-
do, en las líneas que siguen nos proponemos desarrollar una hermenéutica
crítica de tales procesos políticos, con la intención de colaborar con dicha
tarea y desafíos (2013: 118).
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