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Daniel
No tenemos suficiente dinero. Es en lo que pienso mientras recorro el
campo escuchando los gritos del entrenador a mis compañeros pero sin captar nada de lo que dice. He pillado a mi madre esta mañana con la cabeza metida en las facturas, hay que pagar la luz, el agua…la renta, y no tenemos suficiente, nunca hay suficiente. Espero tener suerte este sábado, que vengan a apostar los peces gordos. Sé que mi mamá no estará lo que se dice contenta con ello, pero dudo que la haga más feliz una visita de los `amigos` de Caleb Morgan. Solo recordar la última vez que aparecieron en nuestra casa me dan ganas de darle un puñetazo a algo…o alguien, y lo peor es que no podemos hacer nada, no tenemos algo mejor que hacer después de todo. Me enferma solo de pensarlo, mi mamá no se lo merece, y a todas estas, yo tampoco, joder. “Daniel” Debería dejar de resignarme, debería dejar autocompadecerme y buscar una solución, debería… “¡Daniel!” esta vez sí que escuché la voz de Dylan, incluso noto su expresión preocupada desde el centro del campo. Tengo la respiración agitada, y solo ahora me doy cuenta de que casi no me llega aire a los pulmones. Eso, y que todos parecen haberse detenido hace algún minuto. “Tío, casi le das una vuelta de más al campo” Dylan se acerca a mí, todavía frunciendo el ceño del modo que solo hace cuando está preocupado o intrigado por algo. Esta vez puedo decir que se debe a ambas. “¿Estás bien?” me dice, poniéndome una mano en el hombro. Otro gesto tan típico de él que casi me hace sonreír, lo hubiera hecho, de no ser por todo lo que traigo en la cabeza. Estaba a punto de responderle que no me pasa nada, cuando diviso una figura aparentemente diminuta cruzando el campo de fútbol y no soy yo el único que lo nota. La entrenadora, bueno, mi madre, cabe recalcar, la mira con una clara mueca de confusión. Me olvido de todo por un momento cuando veo a Karina acercándose cada vez más, con paso decidido, cara de pocos amigos, y vestida únicamente con un abrigo negro que le llega hasta por encima de las rodillas. Para rematar, se dirige peligrosamente hasta donde estamos Dylan y yo. “Daniel ¿qué le hiciste a la chica esta vez?” Dylan me regaña con la mirada y yo me abstengo de poner los ojos en blanco porque, vale, que me he pasado la semana entera jodiéndole la existencia al ángel caído, pero… “Esta vez te juro que yo no he sido” manifiesto mis pensamientos gen voz alta. “Pero considerando ese carácter tan hermoso que se carga, no me sorprendería que se haya ganado algún que otro enemigo además de mí” mis murmullos venenosos fueron ahogados por los gritos del mi madre. “Cariño, no sé cómo será en España, pero no puedes estar aquí” joder, si a Karina se le ocurre reclamarme por algo en este momento Daniela me mata, pero me cuelga, no creo que le importe mucho que sea su hijo, la vena de feminista le puede más. “Claro, porque eso no tiene nada que ver con el hecho de que estás empeñado en que todo el mundo la odie ¿no?” no me dio tiempo decirle a mi mejor amigo que se fuera a la mierda antes de que Karina llegara a nuestra posición, y, para mi sorpresa, no era su intención hablar con Dylan(nótese el sarcasmo por favor) “Te crees muy machito ¿no?” sus manos chocaron contra mi pecho, en un intento de empujarme hacia atrás, conseguido a medias. Tiene fuerza la muy hija de su madre, o puede ser también el hecho de que parece tener un cabreo de mil demonios, y esta vez, yo no soy el responsable. Aunque lo estoy disfrutando, a medias, también. “¿Dónde está mi ropa?” después del tercer empujón ya todo el mundo nos mira raro, por no hablar de mi madre que se ha cansado de gritar y ahora mira la situación como si estuviera analizando cada detalle de lo que está pasando entre nosotros, aunque estemos a una distancia considerable. Le agarro las muñecas a Karina antes de que pueda golpearme de nuevo. Soy de exasperarme fácil, y no es como que quiera un problema con mi madre por su culpa después de que me he pasado la semana entera intentando convencerla de que no estoy detrás de todas las jugarretas que le han hecho desde que llegó. “No sé de lo que estás hablando pero te recomiendo que no montes un espectáculo aquí” le digo en voz baja, tratando de controlar mi rabia ¿quién cojones se cree que es? Ni si quiera le hice nada esta vez. “Me importa una puñetera mierda montar un espectáculo” gritó un par de palabras en español que entiendo como qué le importa muy poco ponerme en evidencia frente a mi madre y mis amigos. Su pulso martillea bajo mis manos, y su cara es un poema de rabia, ira, y…me atrevería a decir que decepción. “Esto fue demasiado bajo hasta para ti, Daniel ¿Dónde está mi ropa?” volvió a gritar de nuevo, esta vez en nuestro idioma, y, dejando de lado las caras de todos a nuestro alrededor, no tengo una mínima idea de lo que está hablando. Sé que no la estoy tratando bien ni mucho menos, pero ¿para qué tendría que quitarle la ropa? No entiendo una puta mierda. “Deja de gritar joder, no sé de qué cojones estás hablando” le digo, con varios tonos menos de los que ella usó, y su ceño se contrajo de rabia. Sentí sus manos retorciéndose bajo mi agarre con una fuerza brutal. Antes de que pudiera reaccionar una de sus muñecas ya se había deslizado fuera de mi alcance y trazaba su camino directo a mi cara. Lo que me faltaba. No sé cómo, pero pude sostener su mano antes de que llegara esa bofetada, y fue el detonante que necesité para explotar. Ni de coña me voy a quedar aquí dejando que esta estúpida tire por la borda todo lo que me ha costado construir. Su rabia no desapareció al ver que no había logrado su cometido, pero ahora yo también estoy cabreado. La acerqué a mí aprovechando que aún estoy sosteniendo sus manos, envolviéndola en un abrazo forzado demasiado apretado. “Suéltame” siseó en mi pecho, demasiado conmocionada para poder decir algo coherente. Tan cerca puedo sentir el olor a vainilla que emerge de su cabello y la forma en que se retuerce entre mis brazos, lo suficientemente fuertes para evitar que se escape y haga o diga alguna otra tontería. Acerco lentamente mi boca su oído, de manera que para los espectadores que tenemos parece que solo la abrazo más fuerte. “Escúchame bien, vamos a ir hasta las duchas del equipo y hay hablaremos ¿entendiste?” traté de sonar lo más calmado posible mientras le susurraba al oído. Su respiración se volvió inconstante, y sentí como apretaba los puños contra mi pecho, casi sonrío, no puede solamente rendirse ¿verdad? “Vas a ser una buena chica, y te comportarás hasta que lleguemos allá ¿me has entendido?” la sentí tomar aire trabajosamente, y casi puedo imaginármela apretando la mandíbula. No creo que esté muy feliz sintiendo mis brazos en su espalda, aunque yo, detesto admitir que ya no recuerdo por qué estaba tan molesto. Ahora tengo curiosidad, ¿Qué habrán hecho con la ropa del ángel caído? “¿Me has entendido?” vuelvo a preguntarle, solo para dejarlo claro, y su cabeza se mueve forzosamente arriba y abajo, diciéndome que me ha entendido pero tampoco le hace una puta gracia. Me permito soltar una pequeña risita por los ovarios que tuvo para aparecerse aquí y gritarme como lo hizo. Me separo de ella y paso uno de mis brazos alrededor de sus hombros, manteniéndola cerca de mí, para hacer más creíble la historia que me voy a inventar. Karina me mira como si fuera un zombie que acaba de salir de una tumba o algo así, y cuando le echo a mi madre una pequeña mirada por encima del hombro, siento como una punzada en el pecho la pizca de decepción que puedo ver en sus ojos. Suspiro, derrotado, y decido que puedo lidiar con ello más tarde. Camino con una mano en la cintura de Karina a través del campo, tratando de hacer la mejor actuación que pueda, considerando que la chica parece sentir mi tacto como si fuera radiactivo. Sé que me detesta, pero joder, esto es innecesario. “¿Ya has dejado de fingir para que tus amiguitos no sepan lo poco hombre que eres?” me dijo desde que estuvimos en los vestuarios, a salvo de oídos indiscretos. El asco en su mirada parece traspasar mi piel. Tengo que hacerlo, para que deje de montar numeritos que me pongan en malas situaciones con mi madre, pero, por una extraña razón, quiero dejarle claro que no sería capaz de esconder la ropa de una mujer, sea lo que sea que signifique eso, ya que no sé qué mierda fue lo que pasó.