Historia Eclesiástica 4

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Unidad IV:

Encuentros y
Desencuentros en la
Iglesia Imperial

E
ste período comenzó con el triunfo de Constantino ganando
para sí el Imperio Romano. Antes de su famosa batalla con-
tra Majencio, Constantino dijo que había visto en los cielos
la forma de una cruz con la siguiente inscripción: In hoc signo vin-
ces, esto quiere decir: “En esta señal vencerás”. Y puesto que, en la
mencionada batalla venció, comenzó a beneficiar al cristianismo.
Así, en el año 313 d.C., Licinio y él promulgaron el famoso decre-
to de tolerancia religiosa refiriéndose especialmente al cristianis-
mo. Este decreto es conocido también como el decreto de Milán.
Sin embargo, debemos notar que Constantino no hizo que el
cristianismo fuera la religión establecida del imperio, sino que se
limitó a reconocerla con tolerancia y favores especiales. Después de
Constantino es cuando llegó a ser la religión establecida. En otras
palabras, este gobernante sólo proclamó la libertad de conciencia en
cuestiones religiosas. El mismo se decía convertido al cristianismo.
No debemos culpar a Constantino por lo que hicieron sus sucesores
para establecer el cristianismo como la religión del Estado; pero lo
que no podemos negar es que esta religión favorecida por el empe-
rador y él mismo como cristiano, contribuyeron a la apertura de las

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

puertas para que todo el mundo pagano entrara, inclusive con sus
supersticiones.
En el Oriente, por ejemplo, gran número de templos paganos
fueron confiscados y dedicados al servicio de los cristianos. Tam-
bién, como Constantino se diera cuenta de que entre los cristianos
se guardaba el primer día de la semana, siendo considerado santo
por causa de la resurrección de Cristo, promulgó un edicto para que
ese día fuera considerado de fiesta religiosa en todo el imperio.
Aquí debemos considerar que, Constantino promulgó el decreto
porque vio que los cristianos guardaban el domingo, recordemos
que la iglesia era gentil en este tiempo, y que no guardaba el sába-
do como los judíos.
Posteriormente, Constantino comenzó a considerarse cabeza
del cristianismo o Sumo Pontífice que era un título del paganismo,
con lo que intervino en la convocación de concilios y cuestiones
religiosas. Todo esto trajo gran confusión dentro del cristianismo,
puesto que, comenzaron a mezclarse costumbres paganas con cos-
tumbres cristianas. Una de estas era dar los nombres de virgen y de
santos a las divinidades de las religiones falsas. El cristianismo se
fue haciendo tan popular que, se fundió íntimamente con el paga-
nismo entrando en esta época en un verdadero peligro para el cris-
tianismo.
En el año 330 d.C., Constantino trasladó la sede de su gobier-
no imperial a Bizancio, principalmente por estar disgustado con el
paganismo que aún prevalecía en Roma. La elección de Cons-
tantinopla (la ciudad aún estaba en construcción cuando éste
murió) como la nueva capital, afectó profundamente el curso de la
historia. Uno de los resultados fue un imperio dividido y una igle-
sia también dividida, a pesar del esfuerzo de Constantino para
hacer de la sede del nuevo gobierno el verdadero centro del cris-
tianismo. Construyó en la nueva capital del imperio magníficos
templos cristianos, trajo de todas partes del mundo obras de arte
y elevó al obispado de Constantinopla a una posición igual a la del
obispo de Roma.

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Al morir Constantino, el imperio se dividió entre sus hijos, los


cuales no se mostraron como hombres hábiles. Por esta razón a la
muerte de ellos, el sobrino de Constantino, conocido como
“Juliano el apóstata” fue proclamado emperador por el ejército.
Juliano se había criado bajo la vigilancia estricta de Constantino y
de sus hijos y lo habían tenido más bien como prisionero, razón
por la cual éste guardaba un odio fanático contra el cristianismo de
sus parientes.
Juliano fue un hombre de excelentes cualidades militares y
civiles, sin embargo, el odio que guardaba contra el cristianismo lo
llevó a maquinar su destrucción. Pretendió restaurar el paganismo
en toda su gloria primitiva en Constantinopla y en todo el impe-
rio, para lo cual actuó de la siguiente manera:

1. Procuró alentar el cisma y la discordia entre los cristianos.


2. Mandó clausurar las escuelas cristianas; y, como se figura-
ba que no podían existir los dogmas del cristianismo sin
descansar en las bases clásicas, prohibió a los cristianos la
lectura de los autores latinos y griegos.
3. Rehabilitó por completo a los judíos y a fin de probar que
era falsa la profecía de nuestro Señor en Mateo 23:38 y 24:2.
Por esto se propuso edificar el templo de Jerusalén, cuyo
intento se frustró completamente.
4. Mandó a su ejército que asistiera al culto pagano.
5. Privó al clero de sus inmunidades.
6. Dejaba sin castigo a los súbditos paganos que cometían vio-
lencia contra los cristianos.
7. Mandó a castigar a los cristianos por las faltas más triviales.
8. Sostenía el culto pagano e hizo construir templos con dine-
ro del Estado.
9. Publicó una obra llamada “En defensa del gentilismo”, la cual
ya no existe.

Por fin murió el mencionado emperador en una batalla contra


los persas. Se dice que al caer moribundo exclamó: “Venciste al fin,

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oh Galileo”. Después de Juliano, los emperadores favorecieron al


cristianismo y fue considerado como la religión establecida.
A continuación presentamos cuáles son las características más
destacadas en esta época.

La extensión del cristianismo


Durante esta época, el paganismo iba muriendo gradualmen-
te. Es decir, que según la forma, murió lo antiguo para dar lugar al
nuevo paganismo bajo formas cristianas. Se calcula que al princi-
pio de este período solamente la décima parte de la población del
imperio era cristiana, pero al terminar todos lo eran aunque de
una forma nominal. Muchos de los godos habían ingresado en la
Iglesia Cristiana, de modo que al establecer un reino en el sur de
las Galias, su fe era la cristiana. Con la conversión de Clodoveo, los
francos, burgundios y todas las tribus que tenía bajo su dominio
llegaron también a ser cristianos, unos influenciados por el pres-
tigio de la civilización romana pero otros bajo amenaza de gue-
rra. Así, los alemanes fueron arrianos y la mayor parte de los
demás se llamaban ortodoxos, pero poco a poco se fueron entre-
gando al papismo.
Fuera del imperio, un bretón, Patricio, llevó el Evangelio a Ir-
landa. Pronto toda la isla se convirtió al cristianismo. Esta obra se
hizo sin depender de Roma. En el año 596 d.C., el Papa Gregorio
Magno envió a Gales al monje Agustín, y junto con treinta misio-
neros empezaron la conversión de los bretones y anglos al cristia-
nismo, lo cual se realizó con éxito.
Los nestorianos (cristianos de oriente) llevaron el evangelio a
Persia, a la India y aun a la China. Se conoce que en esta forma se
establece el cristianismo en Abisinia. Hacia el fin del período los
alemanes aceptaron la religión de Roma en lugar del arrianismo.
También fue notable en este período La Vulgata Latina. Esta Biblia
fue un gran aporte de San Jerónimo, al mundo católico.

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Desarrollo de la teología:
Controversias doctrinales y
movimientos que intentaron
restaurar la doctrina
La persecución y la lucha por la propia existencia del cristianis-
mo durante los tres primeros siglos no permitieron que los cristia-
nos tuviesen tiempo para razonar mucho sobre las doctrinas fun-
damentales de sus creencias. Pero una vez que vino la paz, comen-
zaron a hacerlo, es así que, se produce la sistematización de las doc-
trinas cristianas, ya que, fueron presionados por una parte por el
gnosticismo y por otra, por las disidencias en las filas de los mis-
mos cristianos.
En este período se desarrollan las doctrinas cristianas bajo la
influencia de la cultura clásica, en especial de la filosofía. Las fuen-
tes de discusiones fueron las Sagradas Escrituras, inclusive los
libros apócrifos y la tradición, los cuales determinaban el con-
tenido de la Biblia y la interpretaban. El proceso fue la contro-
versia, provocada principalmente por los orientales, y las reso-
luciones convertidas en fórmulas de doctrinas por los concilios
ecuménicos, los cuales fueron considerados como inspirados y su
aceptación necesaria a los que quisieran salvarse.
Sin embargo, debemos indicar que, algunas veces estos conci-
lios provocaron intrigan y violencia que terminaban en cismas,
pero aún así fueron aceptados como leyes del imperio y en la
mayor parte de los casos fueron apoyados por el poder imperial.
Los concilios reconocidos de esta época fueron los siguientes:

1. Nicea I, 325 d.C.


2. Constantinopla I, 381 d.C.
3. Efeso, 431 d.C.
4. Calcedonia, 451 d.C.
5. Constantinopla II, 553 d.C.

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6. Constantinopla III, 680-681 d.C.


7. Nicea II, 787 d.C.

CONTROVERSIAS DOCTRINALES
DE ESTE PERÍODO

Las principales discusiones teológicas de este período abarca-


ron cuatro aspectos: La administración de la Iglesia, la Trinidad, la
cristología y la antropología. Entre las principales controversias
que surgieron en este período tenemos: El arrianismo, el nesto-
rianismo, el monofisismo y el pelagianismo.

El arrianismo

En este tiempo, Alejandría era el centro más grande de la ilus-


tración humana. A más de eso poseía los más profundos y exten-
sos adelantos en las doctrinas cristianas. Arrio era un ministro de
la iglesia de Alejandría. No daba mucho énfasis a la unidad de la
naturaleza divina y no le pareció buena la doctrina de la Trinidad.
La controversia comenzó por el año 318 d.C. en la misma ciu-
dad de Alejandría. Arrio decía que hubo un tiempo cuando el Hijo
no existió y por lo tanto, no era de la misma naturaleza del Padre.
Que el Hijo fue creación del Padre; este era el primero de toda la
creación, venido a la existencia antes del universo o de los ángeles,
el ser superior de toda la creación, pero no obstante, era criatura
no igual ni de la misma substancia del Padre. Fue degradado del
presbiterado pero la controversia siguió.
El argumento de fuerza en la posición de Arrio, era su vida
irreprochable. El emperador Constantino dio orden de que cesara
la controversia, pero no le obedecieron. Entonces, convocó a un
concilio para tratar el asunto. Este fue el concilio Niceno que se
reunió en Nicena de Bitinia el año 325 d.C. Este concilio condenó
a Arrio como hereje y aceptó el credo Niceno. La victoria fue gana-
da por la poderosa influencia del emperador y del teólogo
Atanasio, quien dirigió la defensa de la doctrina bíblica con una

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habilidad muy extraordinaria. El credo Niceno decía que Cristo


era de la misma substancia del Padre. Esta es la verdadera doctri-
na de la Trinidad.
Pero Arrio era poderoso políticamente y tenía a su favor a las
clases elevadas, hasta que finalmente Constantino se pasó al lado
de Arrio y en los concilios de Tiro y de Constantinopla Atanasio
fue condenado y desterrado. Cinco veces fue y volvió del destie-
rro, cuando un amigo le dijo: “Atanasio, tienes a todo el mundo en
contra tuya”, él respondió: “Sea así, Atanasio contra el mundo”.
Atanasio murió en paz en Alejandría en el año 373 d.C.
Constancio, el hijo de Constantino, estableció por la fuerza el
arrianismo en todo el imperio. Después de él, los emperadores
favorecieron la doctrina de Atanasio. En el Oriente, por lo general
aceptaron el credo Niceno, pero en Occidente casi todo el cristia-
nismo seguía la doctrina de Arrio. Finalmente y poco a poco, el
credo Niceno fue prevaleciendo. Este credo dice:

Yo creo en el Espíritu Santo, el Dador de la Vida, quien procede


del Padre (“y del Hijo” fue un agregado occidental posterior),
quien con el Padre y el Hijo juntos, es adorado y glorificado, y
quien habló por los profetas. Y yo creo en una Iglesia Católica y
Apostólica. Yo reconozco un bautismo para la remisión de peca-
dos. Yo espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo venidero 10.

El nestorianismo

Tuvo su centro en Constantinopla cuando Nestorio era el pa-


triarca de esta ciudad en el año 428 d.C. Por este tiempo ya se
comenzaba a hablar mucho de la virgen María como la “Madre de
Dios”, lo que consideró el mencionado patriarca de malos resul-
tados. De este germen provendría posteriormente toda la mario-
latría.

10Lacy, G. H. Breve historia del cristianismo. El Paso: Casa Bautista de Publicacio


nes, 1962., p. 28.

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Nestorio en su afán de defender la idea de que Cristo recibió


de María solamente la carne y nada de divinidad, fue al extremo
negando la verdadera unión de las dos naturalezas. Él dijo que
Jesús era Dios y hombre y no hombre-Dios. Más tarde, este hom-
bre fue condenado por sínodos y concilios y al fin desterrado, por
lo que la expresión “Madre de Dios”, quedó aprobada con todas
sus terribles consecuencias.
Sus discípulos fueron desterrados a Persia, en donde han se-
guido separados tanto de la iglesia romana como de la griega. Los
nestorianos rehúsan dar culto a María o a las imágenes, niegan la
doctrina del purgatorio y la transubstanciación. Su culto es mucho
más sencillo que el romano.

Los monofisistas

En estos tiempos surge otro error liderado por Eutiques. Él


enseñaba que Cristo tuvo solamente una naturaleza y una per-
sona.
Nestorio separaba las naturalezas hasta casi decir que tenía
también dos personas. La doctrina bíblica es que tenía dos natura-
lezas sin mezcla y no solamente una persona.

El pelagianismo

Hubo también controversias en cuanto a la antropología o la


naturaleza del hombre. La herejía principal en este punto fue el
pelagianismo. Pelagio era un monje de Inglaterra, quien tenía
pleno dominio sobre sus pasiones y siempre había llevado una
vida modelo. Su controversia fue rebatida por el más grande teó-
logo de esa época, Agustín de Hipona, quien por el contrario, no
había tenido una vida intachable, sino más bien su salvación fue
un ejemplo notable de la salvación por gracia, concedida a un
pecador muerto en sus delitos y pecados.

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McGlothlin, mencionado por Lacy11, establece que la contro-


versia se dio en los siguientes aspectos:
El hombre primitivo: Para Pelagio, el hombre era inocente, dota-
do de libre albedrío pero mortal. Para Agustín, era inocente, dotado
de libre albedrío, inclinado al bien y capaz de desterrar la capacidad
de pecar por una obediencia continua y así sería inmortal.
La caída: Para Pelagio, la caída trajo la muerte espiritual para
Adán, pero afectó la posteridad de él solamente como un ejemplo.
Para Agustín, trajo la muerte espiritual y física a Adán y por él a
la raza entera, produciendo la esclavitud de la misma voluntad.
El hombre después de la caída: Para Pelagio, todo hombre entra
en el mundo inocente y limpio como estaba Adán antes de la caída,
y cae en el pecado solamente por el ejemplo. Para Agustín, todo
hombre entra en el mundo con una naturaleza corrompida, una
voluntad esclavizada por el mal, incapaz de verdadera justicia.
La voluntad: Pelagio sostenía que ésta era libre, igualmente
capaz para escoger entre lo bueno y lo malo. Agustín en cambio
sostenía que esta era libre antes de la caída e inclinada a la justicia,
pero con la caída perdió su inclinación y está esclavizada al mal y
solamente puede escoger la justicia civil.
El pecado: Para Pelagio es solamente un acto, que brota de la vo-
luntad y no de la naturaleza del individuo, por lo tanto, los hombres
no son necesariamente pecadores y algunos han vivido sin pecado.
Para Agustín, el pecado (pecado original) pertenece a la naturaleza
humana y se manifiesta por medio de los actos pecaminosos. Por lo
tanto, todo hombre, menos Cristo, es necesariamente pecador desde
su nacimiento.
La gracia: Para Pelagio, es un don natural del individuo como la
voluntad, el intelecto, etc. Para Agustín, es la operación de la verdad
y del Espíritu de Dios, por la cual la vida espiritual comienza, conti-
núa y se completa. Sin ella, el hombre no puede ni arrepentirse ni

11 Lacy, G. H. Breve historia del cristianismo. EE. UU: Casa Bautista de Publicacio
nes, 1962, pp. 35-36.

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creer. La gracia redentora es irresistible en su operación sobre los


elegidos.
La elección: Par Pelagio no hay tal cosa como la elección in-
condicional. Para Agustín, la elección es eterna, absoluta y sin con-
diciones.
El bautismo infantil: Para Pelagio es una práctica buena pero no
indispensable para la salvación del infante. Para Agustín, es necesa-
ria para la salvación de los infantes, puesto que son pecadores. El bau-
tismo es el único medio que la iglesia dispone para la regeneración.
Algunos de estos regenerados en el bautismo caerán, pero no así los
elegidos.
Así se presentaron las cuestiones en la controversia. Pelagio
fue sostenido por algunos sínodos y Papas y condenado por otros.
Finalmente, las doctrinas de Agustín prevalecieron en una
forma modificada. Sin embargo, la doctrina de la iglesia Católica
actual se inclina más hacia las doctrinas algo modificadas del pela-
gianismo.

MOVIMIENTOS QUE INTENTARON


RESTAURAR LA DOCTRINA

Estas doctrinas se propagaban por todo el mundo cristiano


influyendo en el pueblo y aún en los líderes, lo que provocó que se
levantaran protestas contra estas doctrinas.
De los que protestaban en contra de las innovaciones de Roma
en este período se destacan los siguientes movimientos:

Los donatistas

Este movimiento se originó en la ciudad de Numidia, África en


el año 311 d.C. Con gran facilidad y rapidez se extendieron por to-
das partes. Para ellos, su principio fundamental era que la iglesia
debía ser un cuerpo santo. Además, ellos creían lo siguiente:

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a. En cuanto a la pureza de los miembros de la iglesia, afir-


maron que ninguno debía ser admitido si no daba muestras
de ser verdadero creyente y santo.
b. Abogaban por la pureza de la disciplina en la iglesia.
c. Defendían la independencia de la iglesia del Estado.
d. Bautizaban nuevamente a aquellos cuyo bautismo estaba
en duda, por lo que los llamaron rebautizadores o anabap-
tistas.
e. Rechazaban el bautismo infantil.
f. Defendían la libertad de conciencia. Negaban que el Estado
tuviera el derecho de persecución, por ello cuando el empe-
rador envió comisionados a Cártago para entablar negocia-
ciones con Donato, pastor de aquella iglesia, obtuvo la
siguiente respuesta de éste: “¿Qué hay entre el emperador
y la iglesia?”

Ellos protestaban contra la mundanalidad de la iglesia y desea-


ban una vida disciplinada y más santa. Por esa razón fueron per-
seguidos sin misericordia.

Los jovianistas

Joviano, llamado “el protestante de su tiempo” fue un monje


romano que vivió por largos años en riguroso ascetismo. En el
año 378 d.C. inició sus fuertes ataques contra las enseñanzas de
Jerónimo y sus adeptos. Jerónimo lo acusó de cuatro “herejías” las
cuales serían:

a. Las vírgenes, viudas y mujeres casadas salvadas por Cris-


to, si no difieren en otros puntos, gocen de méritos equiva-
lentes.
b. Que aquellos que han sido bautizados, no pueden ser
dominados por el diablo, aclarando que “los que caen en la
tentación después de bautizados prueban que recibieron

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sólo el bautismo del agua y no del Espíritu, como en el caso


de Simón el mago”. Con esta afirmación le quitaban el
valor mágico al bautismo.
c. Que no hay diferencia entre los que hacen abstinencia de
alimentos y los que participan de ellos dando gracias.
d. Que para cuantos se hayan preservado en el bautismo
que recibieron, hay una sola recompensa en el reino de
los cielos.

Si nos damos cuenta, lo que Joviano quería hacer era reformar


la iglesia de los errores en los que había caído. Sin embargo en los
tribunales de Roma y Milán se establecieron procesos públicos
contra Joviano, lo cual constituyó una prueba clara de la influen-
cia producida por su actitud de protesta. A pesar de las persecu-
ciones contra los jovianistas, éstos no desaparecieron del todo
pues buscaron refugio en los valles alpinos, conservando allí la
llama de sus enseñanzas hasta el siglo XII.

Los iconoclastas
En el comienzo del siglo VIII, la adoración de imágenes ya
estaba sumamente extendida. Sin embargo los judíos, mahome-
tanos, monofisitas y un pequeño grupo de cristianos de las iglesias
oficiales le hicieron una tenaz oposición. Y mientras duraba esta
larga y sangrienta controversia, en Oriente la reforma se intentó
por medio del emperador León, quien prohibió en el año 726d.C.
la adoración de las imágenes, ordenando que fuesen retiradas de
las iglesias. Estos decretos fueron ejecutados violentamente con
apoyo del ejército, pero el patriarca de Constantinopla, Germano,
se negó a cumplir las órdenes imperiales por lo cual fue preso y
desterrado.
Igual suerte tuvieron los monjes que persistían adorando imá-
genes, cuando en el año 780 d.C., Irene subió al trono como regen-
te por su hijo Constantino quien entonces era un niño. Pero ella,
convocó el Sínodo de Nicea en el 787 d.C., el cual se declaró a favor

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de las imágenes haciendo una sutil distinción entre el culto a las


imágenes y el ofrecido a Dios (dulía y latría).
Las imágenes fueron puestas de nuevo en las iglesias hasta que
el emperador León V las mandó a retirar nuevamente, prohi-
biendo su adoración. Esta segunda prohibición duró sólo hasta
el 842 d.C., cuando la regente Teodora ordenó la reposición de las
mismas en los templos cristianos y desde allí han sido conservadas
en las iglesias católicas sin la menor oposición.
En el occidente la reforma no resultó, pues el Papa era amigo
decidido de las imágenes habiendo excomulgado en el 731 d.C. a
los iconoclastas. A esta acción, el emperador respondió supri-
miendo las rentas del Vaticano en la Italia meridional y anexando
las iglesias de Iliria a Constantinopla. Con todo esto, el Papa al fin
triunfó, habiendo esta cuestión conmovido a toda Italia, al extre-
mo de que ésta se separó del imperio.
Carlomagno también se mostró hostil al culto de las imágenes, y
en el año 794 d.C. convocó a un concilio de obispos alemanes, el cual
condenó la adoración de las imágenes, pero esto no hizo cesar esta
práctica, sino hasta que se produjo años más tarde la reforma pro-
testante.
Con la controversia que hemos terminado de revisar, comenzó la
distinción que prevalece hasta hoy entre las iglesias orientales y la
Iglesia Católica Romana respecto a la veneración de imágenes y el
culto a Dios.

La caída del Imperio


Romano occidental
En este período debemos anotar los acontecimientos que ocu-
rrieron entre el 323 y el 600 d.C., los cuales cambiaron todo el pano-
rama de Europa, y que culminan con la caída del imperio romano
occidental.
Durante el reinado de Constantino, el imperio parecía estar
bien protegido e inexpugnable, sin embargo, ya había comenzado

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la decadencia política y moral. Así, las tribus germánicas que viví-


an en los bosques de la parte septentrional del Danubio y en el
lado oriental del Rhin, trataron de entrar en territorio romano. Por
muchos años, a Roma le había resultado difícil conservarlos tras
sus barreras naturales y más de un ejército romano fue com-
pletamente aniquilado ante el valor guerrero de dichas tribus.
Éstos eran semibárbaros. No poseían literatura ni lengua escrita, se
ocupaban del cultivo de la tierra, pero eran valientes y crueles y
habían mirado con ojos codiciosos las tierras que estaban más allá
de las fronteras de sus territorios, los campos fértiles y las ciuda-
des encantadoras del imperio.
El Imperio Romano estaba muy debilitado por las guerras
civiles, llevadas a cabo por espacio de generaciones por distintos
pretendientes al trono, por otra parte, los pesados impuestos esta-
ban despoblando a los países sometidos a Roma y empobrecien-
do al pueblo. Por este motivo, el imperio permitió que tribus ger-
mánicas traspasasen sus fronteras y se estableciesen en sus terri-
torios los “visigodos” en Tracia y Mesia y los “ostrogodos” en las
tierras del norte del mar Negro. Estas tribus a su vez, estaban sien-
do acosadas por los “hunos”, pueblo bárbaro procedente de Asia.
Poco a poco, los inmigrantes obtuvieron puestos importantes
en el ejército imperial y en las reparticiones civiles y de este modo,
estaban realizando una invasión pacífica. Por el año 450 d.C., los
terribles “hunos”, bajo el mando de Atila, invadieron Italia y ame-
nazaron no sólo con destruir el Imperio Romano sino también los
reinos establecidos dentro de sus fronteras. Los godos, vándalos y
francos bajo la dirección de Roma se unieron contra los hunos, una
gran batalla se llevó a cabo en Chalons al norte de Francia, donde
los hunos fueron derrotados en medio de una gran matanza y, con
la muerte de Atila el poder de éstos se detuvo.
Por esta y por otras sucesivas invasiones, vasto territorio de
Roma quedó reducido a un pequeño territorio alrededor de la
capital. En el 476 d.C., una tribu de germanos, los hérulos, al
mando de su rey Odoacro, tomó posesión de la ciudad y destronó
al niño emperador Rómulo Augusto. Odoacro asumió el título de

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rey de Italia y desde ese año el Imperio Romano Occidental desa-


pareció, el fruto de la civilización romana quedó completamente
destruido.
Pasado un tiempo, los invasores se desparramaron por todas
partes y crearon sobre las ruinas del gobierno imperial gobiernos
nacionales. Los primeros resultados de esta invasión parecieron
desastrosos, pero los invasores no vacilaron en recibir de los ven-
cidos su civilización y su religión. De esta manera, resultó una
amalgama que produjo una nueva base para la vida de Europa
occidental.

El surgimiento del poder papal


A través de este período la iglesia de Roma estaba ganando
prestigio y poder, aunque durante los tres primeros siglos su con-
tribución a la teología fue muy poca, principalmente porque en ella
no se produjeron grandes controversias. Sin embargo, el obispo de
Roma, llamado “Papa” reclamaba para sí el derecho de autoridad
sobre todo el mundo cristiano y el ser reconocido como cabeza de
la iglesia en toda Europa. Es interesante notar, por otra parte, que
la autoridad del obispo de Roma no pesaba más ni ejercía mayor
poder en los concilios de los primeros siete siglos que la de los
obispos de otras iglesias. Esta autoridad se desarrolla más bien en
la Edad Media.

CAUSAS PARA EL SURGIMIENTO


DEL PODER PAPAL DE ROMA

De acuerdo a Gonzaga12, fueron las siguientes:


1. La destrucción de Jerusalén, que rompió el centro normal
de la cristiandad, y motivó la dispersión del más impor-
tante núcleo de dirigentes cristianos.

12 Gonzaga, Javier. Concilios Tomo I. USA: International Publications, 1965., pp. 33-35.

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

2. El carácter cosmopolita de la ciudad de Roma, que prestó a


la Iglesia de la capital del Imperio su carácter representa-
tivo y universal.
3. El martirio de Pedro y Pablo en Roma, que ligó los nombres
de los insignes apóstoles a la iglesia de la capital imperial.
4. El traslado de la capitalidad de Roma a Constantinopla, que
dejó a la iglesia romana en plena libertad de movimientos
para desarrollar su propia hegemonía eclesiástica sobre occi-
dente.
5. El hecho de que Roma fuese el único patriarcado occidental.
De ahí que los emperadores residentes en Constantinopla
ensanchasen los poderes jurisdiccionales del obispo de Roma,
para que en nombre de la autoridad imperial, dirigiese la dis-
ciplina eclesiástica en Occidente. El código de Justiniano vino
a legalizar este estatuto especial de la sede romana. Hasta
aquí, los privilegios que gozaba la cristiandad romana tenían
que ver más con su sede que con su obispo; se relacionaban
más con la iglesia de Roma en su conjunto que con los Papas
romanos en particular.
6. Las invasiones bárbaras, que separaron todavía más a Roma
de la cristiandad oriental como del control imperial de
Bizancio.
7. Las donaciones de extensos territorios que los reyes fran-
ceses hicieron a los Papas. Esto inauguró los Estados Pon-
tificios.
8. La proliferación de documentos, como las Decretales
Pseudo- Isidorianas, que apoyaban las pretensiones romanas.
9. La romanización de las liturgias y usos canónicos tradicio-
nales de las otras iglesias de occidente que terminó con la
independencia de éstas.
10. La irrupción del Islam en regiones de larga tradición cris-
tiana, que sirvió para fines del papado.
11. La teología escolástica, que tomó de las Decretales la base
para su doctrina sobre el Papa.

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

Con esto podemos concluir que, la supremacía de Roma, por


mucho tiempo predicada y defendida, fue prácticamente estable-
cida, a partir del siglo séptimo, aunque no decretada por concilio
alguno y así el obispo de Roma ganó el control de la cristiandad de
aquella época.

MOVIMIENTOS QUE AYUDARON


AL ESTABLECIMIENTO DEL PAPADO

Entre los movimientos que ayudaron al establecimiento del


papado en este período, según Muirhead13, tenemos:

El reinado merovingio (496-752 d.C.)

La conversión de Clodoveo, jefe merovingio, a la fe católica fue


de mucha importancia, ya que consiguió en poco tiempo, gracias
a sus proezas militares, atraer a un gran número de tribus. Más
tarde, se casó con una princesa católica. Observando la influencia
y la fuerza que comenzaba a tener el papado, procuró ganar su
apoyo haciendo profesión de fe en el año 496 d.C.
En su serie de victorias, Clodoveo expandió su reino sobre las
Galias, Borgoña y Bavaria, reuniendo todas estas naciones bajo su
cetro. En esa forma se extendió el poder católico, pues su mayor
preocupación fue el de promover y engrandecer la autoridad
papal, a su vez, los Papas correspondieron a los merovingios tra-
bajando por su engrandecimiento.

Gregorio I, El Grande (590-604 d.C.)

Gregorio subió al papado en medio de plagas y luchas internas


por la fama de su santidad, unida a su cultura le convirtieron en
uno de los mayores y más notables Papas. Gregorio estableció la

13 Muirhead, H. H. Op. Cit. pp. 188-193.

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

costumbre de conferir el palio en la consagración de los obispos,


con el fin de hacer necesario el apoyo del papa a la validez de las
ordenanzas del episcopado; de esta manera, fortificaba la relación
del poder civil con el gobierno de la iglesia. A más de esto, insistió
en el celibato, el cual no pudo ser establecido totalmente.
Gregorio continuó con la práctica de extender el prestigio y la
autoridad de la sede romana por medio de empresas misioneras y
alianzas ventajosas de los gobiernos civiles. Pensó que era mejor
conseguir la unidad católica por medio de la unificación de la
forma de culto, para lo cual estableció el latín. Fue un fuerte defen-
sor de las órdenes monásticos y en cierta forma, fundó la teología
de la Edad Media a través de sus escritos. Las doctrinas sobre el
purgatorio, las buenas obras, misas y eucaristía se afirmaron en su
período.
Gregorio fue el último de los llamados “padres latinos” de la
Iglesia, el último obispo de Roma y el primer papa medieval.

El reinado Carlovingio

Los francos continuaron ejerciendo su dominio en el continen-


te y su imperio se extendía por Austria, Neustria y Borgoña
constituyendo una sola nación en el 613 d.C. Cada división estaba
bajo la jurisdicción de un gobernador (Prefecto de Palacio), cada
uno de los cuales fue haciéndose más fuerte que los propios reyes.
En el 687 d.C. Pepino de Austria se constituyó en el Prefecto de
todo el imperio. Su hijo Carlos Martel, venció a los nobles france-
ses rebeldes, peleó contra los sajones y los frigios y los derrotó,
hizo retroceder a los musulmanes en el 732 d.C. A su muerte, su
hijo “Pepino el Breve” depuso al propio rey y fue coronado con el
consentimiento del papa, iniciándose así el período carlovingio.
Pepino venció además a los lombardos y apoyó el gobierno
del papa. En este tiempo aparece el documento falso de Constan-
tino, en el cual supuestamente, este emperador habría recibido la
absolución del Papa Silvestre I, y a cambio el emperador le había
concedido la absoluta supremacía sobre todas las iglesias de la

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

cristiandad, una gran parte de bienes terrenales y un dominio


sobre Roma, Italia y el occidente de Roma.

Carlomagno (768-814 d.C.)

Carlomagno destruyó el imperio de los lombardos en el año


773 d.C. Apoyó y aumentó los estados papales y se declaró rey de
Italia. Después de muchas conquistas, fue coronado emperador
por el propio Papa León III, resurgiendo así el viejo Imperio
Romano de occidente. El “Santo Imperio Romano” comprendía
entonces la mayor parte de Francia y casi toda Alemania, Suiza,
Italia y otros estados modernos.
Los misioneros católicos, en este tiempo, contaban con el apo-
yo de los poderes civiles en el afán de exterminar la herejía y el
paganismo. Los obispos fueron reconocidos como administrado-
res con igual autoridad que los oficiales y empleados civiles, ejer-
ciendo la misma jurisdicción y cooperación recíproca. En síntesis,
la Iglesia Católica Romana y el Santo Imperio Romano fueron
considerados como partes homogéneas y la meta de ambas era la
conquista y dominación del mundo entero.

Los monasterios
y su desarrollo
Después de que el cristianismo llegó a dominar el imperio, la
mundanalidad entró en la iglesia y llegó a prevalecer. Muchos que
anhelaban una vida más elevada estaban descontentos con el
mundo que les rodeaba, comenzaron a retirarse del mundo. Ya
fuese solos o en grupo, habitaban en retiro, procurando cultivar la
vida espiritual por medio de la meditación, la oración y los hábi-
tos ascéticos. Este espíritu monástico empezó en Egipto.
En la Primitiva Iglesia Cristiana no encontramos casos de vida
solitaria, pero podemos considerar a Antonio como su fundador,
pues en el año 320 d.C., llamó la atención con su vida y sirvió de
ejemplos a miles. Vivió solo por espacio de muchos años en una

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

cueva en Egipto. Era conocido por todos y se le reverenciaba por la


pureza y sencillez de su carácter, así las cuevas del norte de Egipto
llegaron a estar llenas de sus discípulos a los cuales se llamó “ana-
coretas”. Los que formaban comunidades se llamaron “cenobitas”.
En la iglesia oriental, la vida monástica fue adoptada por hombres
y mujeres.
Una forma peculiar de ascetismo fue adoptada por los “santos
de los pilares”, el primero de los cuales fue un monje sirio llama-
do Simón, quien en el 423 d.C. salió de su monasterio y construyó
varios pilares, cada vez más altos, hasta que el último medía casi
dos metros de altura por 1,20 de ancho. Miles siguieron su ejem-
plo y Siria llegó a tener muchos santos de los pilares entre los
siglos V y XII. Pero esta forma de vida, nunca llegó a Europa.

Surgimiento del islam


En un momento de la historia en que el cristianismo, ahora
dirigido por el Papa, intentaba conquistar a los pueblos bárbaros,
destruir o asimilar las creencias paganas y preparar el camino para
alcanzar una sólida organización político - eclesiástica, surgió en
Oriente un poder que arrebató provincia tras provincia de los
emperadores griegos en Constantinopla, hasta su extinción final y
que amenazó con la conquista de Europa. Este fue el islamismo.
Islam significa “sumisión”, es decir, obediencia a la voluntad
de Dios y sus seguidores son llamados “musulmanes”. Esta reli-
gión fue fundada por Mahoma (570-632 d.C.), nacido en La Meca,
Arabia. Él empezó su carrera como profeta y reformador en el 610
d.C. a los cuarenta años de edad. Al principio ganó discípulos len-
tamente, pero su causa creció lo suficiente como para encontrar
persecución por parte de los sacerdotes, siendo obligado a huir en
el 622 d.C. hacia Medina. Esta huida, la “Hégira”, proporcionó la
fecha por la cual se rige el calendario musulmán. Mahoma conti-
nuó predicando y organizó una gran comunidad, reuniéndose con
él muchos clanes. Medina fue el centro de un gran imperio cuya

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

unidad política le vino por la fe. En cuanto a la doctrina de


Mahoma, los puntos principales son:

1. Hay un solo Dios, al que llaman Alá.


2. Todos los eventos malos o buenos han sido preordenados
por Dios y en consecuencia, en cada acto están llevando a
cabo la voluntad de Dios.
3. Hay multitudes de ángeles, buenos y malos, invisibles y
que tratan continuamente con los hombres.
4. Dios ha dado su revelación por el Corán, una serie de men-
sajes dados a Mahoma por medio del ángel Gabriel.
5. Dios ha enviado profetas inspirados a los hombres, de los
cuales los cuatro mayores son: Adán, Moisés, Jesús y el últi-
mo y más sobresaliente es Mahoma.
6. No niega la venida de Jesús como Mesías y profeta, pero
repudia su divinidad.
7. Todos los profetas bíblicos, los apóstoles cristianos y los
santos que vivieron antes que Mahoma son reconocidos y
adoptados como suyos.
8. Que en el más allá habrá una resurrección final, el juicio, el
cielo o el infierno para todo hombre.

Al principio, Mahoma dependía de las influencias morales al


predicar su fe, pero pronto cambió sus métodos y se hizo guerre-
ro, conduciendo a sus unidos y feroces árabes a la conquista de los
incrédulos. Presentó a todo país o tribu la alternativa entre el isla-
mismo, el tributo o la muerte para aquellos que resistían con las
armas. Palestina y Sira cayeron ante este poder en el 639 d.C.,
Egipto en el 641 d.C. y todo el África en el 711 d.C.
Provincia tras provincia, el Imperio Greco-romano fue con-
quistado y pronto todo lo que quedó de la ciudad de Constan-
tinopla, de modo que todos los países del cristianismo primitivo
fueron hecho súbditos. Hacia el oriente el imperio de los califas se
extendió más allá de Persia hasta la India. Hacia el occidente toma-
ron todo el norte de África y la mayor parte de España. Pero su

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

progreso en la Europa occidental fue contenido al sur de Francia


por Carlos Martel, quien obtuvo sobre ellos la victoria en la bata-
lla de Tours en el 732 d.C. De no ser por esta batalla, los musul-
manes probablemente hubiesen conquistado Europa y la media
luna, quizá hubiese tomado el lugar de la cruz.

Personajes destacados
de este período
Vamos a continuación a nombrar a algunos de los dirigentes más
destacados de este período; de acuerdo a Hurlbut14, éstos fueron:

ATANASIO (293-373 D.C.)

Él fue el gran defensor de la fe en el principio del período. Se


levantó en contra de la controversia de Arrio y fue el principal
controversista, aunque no tenía voto en el Concilio de Nicea. A los
treinta y cinco años fue nombrado obispo de Alejandría. Cinco
veces fue desterrado, pero siempre luchó por la fe, finalmente, ter-
minó su vida en paz y honor.

AMBROSIO DE MILÁN (340-397 D.C.)

Fue el primero de los padres latinos, se le eligió obispo mien-


tras todavía era un laico. Tanto los arrianos como los ortodoxos se
unieron en su elección. Fue una figura prominente en la iglesia y
reprendió al emperador Teodosio, por un acto cruel obligándole a
hacer confesión; después fue tratado con mucha estima por el
emperador y lo eligió para que predicase en su funeral. Escribió
muchos libros, pero su mayor honor fue recibir en la iglesia al gran
Agustín de Hipona.

14 Hurlbut, Jesee (et. al.). La historia de la iglesia cristiana. EE. UU.: Editorial Vida,
1989., pp. 87-89.

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HISTORIA ECLESIÁSTICA I

JUAN CRISÓSTOMO (345-407 D.C.)

Llamado “la boca de oro”. Fue el mayor predicador del pe-


ríodo. Nació en Antioquía y llegó a ser obispo de Constantinopla.
Predicó a las multitudes en la iglesia de Santa Sofía, distinguién-
dose por su fidelidad, independencia, su celo reformador y valor
lo cual hizo que desagrade a la corte. Fue exiliado y murió en el
exilio, pero después de su muerte fue vindicado y enterrado con
honores.

JERÓNIMO (340-420 D.C.)

Fue el más erudito de los padres latinos. Recibió en Roma una


educación en literatura y oratoria, pero renunció a los honores del
mundo por una vida religiosa cargada de ascetismo. Estableció un
monasterio en Belén y vivió allí por muchos años. Escribió muchos
libros, pero su obra más extensa y conocida es la traducción de la
Biblia a la lengua latina, conocida como La Vulgata.

AGUSTÍN (354-430 D.C.)

Fue el hombre más eminente de todo este período. Nació en el


norte de África y siendo muy joven llegó a ser un brillante erudi-
to, pero era mundano, ambicioso y amante del placer. A los trein-
ta y tres años se convirtió al cristianismo por la influencia de su
madre Mónica, las enseñanzas de Ambrosio de Milán y el estudio
de las epístolas de Pablo. Fue nombrado obispo de Hipona en el
395 d.C. al empezar las invasiones de los bárbaros.
Entre sus muchas obras se destacan “La ciudad de Dios” y “Con-
fesiones” que nos revelan su propio corazón y vida. Por su fama y
la influencia de sus escritos en la teología cristiana, se lo ha consi-
derado el mayor expositor desde tiempos de Pablo.

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