PCInt Sucesion de Formas de Produccion y de Sociedad en La Teoria Marxista

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 83

SUCESIÓN DE FORMAS

DE PRODUCCIÓN Y DE SOCIEDAD
EN LA TEORÍA MARXISTA
Partido Comunista Internacional (1957)
El esquema de las sucesivas formas de producción social .................................... 3
Relaciones en la sociedad comunista primitiva ................................................... 10
Naturaleza y trabajo ......................................................................................... 10
Trabajo y producción ........................................................................................ 13
La tierra, condición indispensable para el hombre y la producción ............... 14
La comuna consanguínea: condición previa para el hombre y el trabajo ........ 17
Producción y distribución ................................................................................ 19
Formas derivadas del comunismo primitivo ................................................... 24
Sucesión de comunidades primitivas ............................................................... 25
La forma de producción social secundaria .......................................................... 29
Premisas asiáticas de la forma secundaria.......................................................30
Características generales de las formas secundarias ....................................... 35
Variante asiática de la forma secundaria ......................................................... 36
Transición a la variante antiguo-clásica de la forma secundaria ................... 40
La variante antiguo-clásica de la forma secundaria ........................................ 41
Disolución de la forma antiguo-clásica ............................................................ 46
La forma germánica de la forma secundaria.................................................... 49
Disolución de la forma secundaria en Europa ................................................. 50
Notas sobre la forma secundaria ...................................................................... 51
La forma terciaria: el feudalismo ......................................................................... 54
Relaciones feudales en el campo ...................................................................... 55
Artesanía y ciudades ......................................................................................... 58
Relaciones en la sociedad feudal ...................................................................... 59
La victoria de la forma cuaternaria: el capitalismo ............................................. 62
Las relaciones de producción capitalistas, génesis del capital dinerario ........ 64
Las dos fases del desarrollo social de la producción capitalista ...................... 66
I. Fase de sumisión formal del trabajo al capital ......................................... 66
II. fase de sumisión real del trabajo al capital ..............................................68
Las figuras productivas del esclavo, el siervo, el artesano y el asalariado....... 70
¿Saltar por encima del capitalismo? .................................................................... 77
Economía y revolución ..................................................................................... 77
¿Por qué la fase capitalista? ............................................................................ 80

2
EL ESQUEMA DE LAS SUCESIVAS FORMAS DE
PRODUCCIÓN SOCIAL 1

Marx plantea ya en 1844 la cuestión de la necesidad de la evolución histórica de


la humanidad en los Manuscritos económicos y filosóficos: «Ahora nos
preguntamos ¿cómo llega el hombre a enajenar, a extrañar su trabajo?» 2. Al
mismo tiempo que plantea la pregunta, Marx indica dónde está la solución: es
el propio desarrollo histórico de la humanidad el que plantea la pregunta, y el
que también la resolverá.
Pero, igualmente, tanto el material del trabajo como el hombre en cuanto
sujeto son al mismo tiempo resultado y punto de partida del movimiento (en
el hecho de que han de ser este punto de partida reside justamente la
necesidad histórica de la propiedad privada). 3

Marx se ve pues impulsado a estudiar las leyes de la evolución de la sociedad


humana y en particular de su actividad productiva, es decir, las leyes de la

1 Este texto es un trabajo semielaborado que, en consecuencia, ha vivido distintas versiones.

Traducimos de la versión francesa editada por Le Fil Rouge, de la que hemos tomado solo las
notas a pie de página originales y no las incluidas por los editores. De todas formas, no queremos
dejar de indicar que la versión italiana, por su mayor extensión y por el apartado final sobre el
comunismo, también tiene indudablemente mucho interés. Para obtenerlo recomendamos
ponerse en contacto con los compañeros de n+1.
A modo de nota introductoria al texto, nos parece interesante traducir el comentario de
Matériaux Critiques: «Sucesión de las formas de producción y de sociedad en la teoría marxista
se publicó en el número 9 de Le fil du temps en julio de 1972. Este texto fundamental está fechado
en realidad en 1957 y procede de un trabajo anónimo realizado en el seno del Partido Comunista
Internacional. Fue tras la escisión antiactivista de 1966 cuando el núcleo de militantes agrupados
en torno a R. Dangeville (https://maitron.fr/spip.php?article21379), J. Angot y, en Bélgica,
Hilden (Henri Heerbrant, pintor surrealista) comenzó a publicar esta revista de 14 números y
numerosas obras originales de Marx-Engels, entre ellas el capítulo inédito de El capital, los
Fundamentos de la crítica de la economía política (Grundrisse), los Écrits militaires y
numerosas colecciones temáticas. El texto que aquí se presenta es un resumen de las grandes
líneas de la historia de la humanidad —que Marx prefería calificar de “prehistoria”— desde el
“comunismo primitivo” hasta la fase específicamente capitalista de la sociedad contemporánea.
Muestra que las condiciones materiales desarrolladas por el arco histórico de las sociedades de
clase son las que hacen posible y necesaria la revolución comunista. Es de las entrañas mismas de
la sociedad capitalista explotadora de donde puede surgir una nueva sociedad sin clases y sin
Estado».
Nos permitimos añadir que es muy recomendable acompañar la lectura de este texto con
la de «Formas que preceden a la producción capitalista» en Marx: Fundamentos de la crítica de
la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 1, pp. 433-477, ed. Siglo XXI, puesto que en
muchos momentos se parafrasean y desarrollan partes enteras de él. De las colecciones temáticas
que a las que se hacen referencia, hemos traducido la introducción de Roger Dangeville al libro
de Marx y Engels: Le parti de classe, disponible en barbaria.net/2023/03/27/roger-dangeville-
introduccion-a-marx-engels-el-partido-de-clase [NdT]
2 Marx: Manuscritos: economía y filosofía, p. 118, ed. Alianza
3 Y de la alienación. Ibid., p. 145

3
sucesión de los modos de producción social.

Sin embargo, esta cuestión eminentemente práctica sólo se plantea cuando la


humanidad es capaz de resolverla, es decir, de juzgar la dirección de su evolución
y darle un rumbo consciente. Por eso el socialismo científico (del proletariado)
de Marx muestra que el desarrollo humano hacia la alienación, hacia divisiones
y contradicciones crecientes, se invertirá y se transformará en su contrario,
dando lugar a la sociedad emancipada del comunismo superior.

En la concepción de Marx, el desarrollo del hombre, la historia humana


universal, es tanto el proceso de formación del hombre a través del trabajo
humano como el devenir de la naturaleza para el hombre. Además, este proceso
es necesario y determinado, es decir, sometido a leyes científicas. El marxismo
supone, en efecto, que las ciencias del hombre no difieren de las de la naturaleza
física, y la predicción del desarrollo futuro de la humanidad descansa, por tanto,
sobre las mismas bases rigurosas (científicas) que se conocen, por ejemplo, de
los fenómenos físicos. Esto no era sólo una idea del “joven Marx”. Mucho más
tarde, en las notas preparatorias del Anti-Dühring, Engels escribió para todo el
“Partido Marx”:
El hecho de que nuestro pensamiento subjetivo y el mundo objetivo se rigen
por las mismas leyes, razón por la cual no pueden llegar, en última instancia,
a resultados contradictorios entre sí, sino que estos resultados tienen que ser
coincidentes, domina en absoluto todo nuestro pensar teórico. 4

De esta forma el marxismo, ciencia de todos los fenómenos naturales, considera


al hombre como el producto de la naturaleza y como una manifestación de la
naturaleza, que se vuelve así consciente y creadora. Pero está claro que el
objetivo de Marx no es tanto demostrar el determinismo de las leyes de la
naturaleza física, que los científicos burgueses y sus predecesores se han
encargado de establecer —más mal que bien, ya que la mayoría de las veces se
hace de manera mecanicista y no dialéctica—, como aplicarlo a las relaciones
sociales de producción humana con el fin de revolucionarlas, lo que dará lugar a
una ciencia y una humanidad superiores.

Marx analizó las leyes generales del desarrollo humano como materialista y
dialéctico que era, es decir, lo hizo en la práctica. Por eso comienza criticando la
ciencia burguesa que pretende ocuparse de las mismas cuestiones prácticas: la
economía política. Marx nos dice que esta comete un doble error, lo cual revela
sus límites históricos: «la Economía Política parte del hecho de la propiedad
privada, pero no lo explica» 5. El marxismo, por el contrario, afirma:
En el hecho de que división del trabajo e intercambio son configuraciones de
la propiedad privada, reside la doble prueba, tanto de que, por una parte, la
vida humana necesitaba de la propiedad privada para su realización, como
de que, de otra parte, ahora necesita la supresión y superación de lo propiedad
privada. 6

4 Engels: Dialéctica de la naturaleza, pp. 227-228, ed. Grijalbo. La cita está extraída de un
borrador para una nota que Engels, al principio, había previsto para el Anti-Dühring y que
finalmente incluyó en el segundo fajo de materiales de la Dialéctica de la naturaleza
5 Marx: Manuscritos: economía y filosofía, p. 104, ed. Alianza
6 Ibid., p. 175

4
Marx explica lo que la economía política burguesa considera un logro
suprahistórico definitivo. La propiedad privada y el intercambio fueron
necesarios para el desarrollo de las fuerzas productivas del hombre porque, al
principio, el hombre se manifestaba sólo dentro de límites estrechos y de forma
unilateral. Esto seguirá siendo así hasta el momento en que la propiedad
privada, junto con la división del trabajo y el intercambio, impidan el pleno
desarrollo de la humanidad debido a la fragmentación y a los antagonismos que
suscita en la actividad productiva y en la sociedad humana. El pleno desarrollo
del hombre —hombre social que se identifica con el individuo— exigirá, por
tanto, su abolición.

La producción comunitaria del comunismo primitivo no es, pues, idéntica a la


del comunismo superior, en el que el hombre se desarrolla universalmente.
La determinada condición bajo la que producen corresponde, pues, mientras
no se interpone la contradicción, a su condicionalidad real, a su existencia
unilateral, unilateralidad que sólo se revela al interponerse la contradicción y
que, por consiguiente, sólo existe para los que vienen después. Luego, esta
condición aparece como una traba casual, y entonces se desliza también para
la época anterior la conciencia de que es una traba. 7

En el campo de la producción faltan las posibilidades de un desarrollo humano


libre y pleno. El desarrollo humano estaba aún en su infancia, y se necesitarían
las condiciones de producción creadas por el capitalismo para darle «una base
material real». Por eso la construcción social simple del comunismo primitivo
se transforma en un momento dado de la evolución en una relación negativa,
por la debilidad de las fuerzas productivas, o más bien por su aumento. Un bajo
nivel de desarrollo de las fuerzas productivas conduce a un desarrollo estrecho
del hombre: el bajo nivel de las fuerzas productivas del trabajo impregna todo el
círculo de la vida material, y la estrechez de la relación del hombre consigo
mismo y con la naturaleza se refleja incluso en las superestructuras ideológicas
y en las religiones. Para superar todas estas limitaciones, el hombre debe cortar
de nuevo el «cordón umbilical de su conexión natural con otros integrantes del
género» 8. Los hombres tendrán que conquistar una nueva sociabilidad, libre de
toda unilateralidad y estrechez.

El desarrollo histórico es simple: al principio, el hombre y sus medios de trabajo


formaban una unidad con la naturaleza. Esta unidad se desintegrará en el curso
de una serie de procesos históricos que los economistas llaman acumulación
primitiva, pero que es más exacto llamar expropiación primitiva. Llamaremos
sociedad comunista primitiva a la forma social que engloba no sólo a la horda
nómada en la fase de recolección, caza, pesca, etc., sino también a la sociedad
seminómada o sedentaria en la fase de ganadería o agricultura, siempre que la

7Marx y Engels: La ideología alemana, pp. 83-84, coed. Pueblos Unidos y Grijalbo
8 «Estos antiguos organismos sociales son muchísimo más sencillos y transparentes que los
burgueses, pero o se fundan en la inmadurez del hombre individual, aún no liberado del cordón
umbilical de su conexión natural con otros integrantes del género, o en relaciones directas de
dominación y servidumbre. Están condicionados por un bajo nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas del trabajo y por las relaciones correspondientemente restringidas de los hombres
dentro del proceso material de producción de su vida, y por tanto entre sí y con la naturaleza. Esta
restricción real se refleja de un modo ideal en el culto a la naturaleza y en las religiones populares
de la Antigüedad», Marx: «El carácter fetichista de la mercancía y su secreto», El capital, Libro I,
vol. 1, p. 97, ed. Siglo XXI

5
unidad permanezca salvaguardada en el trabajo comunitario, y se mantenga la
propiedad colectiva de los objetos sobre los que actúa este trabajo y los medios
por los que actúa —aunque el producto, siempre colectivo al principio, pueda ser
asignado al individuo para su consumo particular. Podemos ver que, en esta
sociedad, ya han surgido nuevas fuerzas productivas sin afectar a las relaciones
sociales fundamentales. Cuando estas nuevas fuerzas productivas se oponen a la
base primaria, deben alcanzar una cierta extensión cuantitativa antes de
derribar la antigua forma de producción y dar nacimiento a un nuevo modo. Lo
que distingue a una formación social no es, dice Marx en El capital, los
productos consumidos; es sobre todo la forma de fabricar y los medios de trabajo
con los que se fabrica.

Así, toda una sucesión de formas de producción que presuponen estratos


sociales diferenciados, órdenes, estados y, finalmente, clases, se encuentra entre
el comunismo inferior y el comunismo superior, en el que cesará la alienación
del trabajo y del hombre y en el que, gracias al renacimiento bajo una forma
superior del tipo arcaico de propiedad y producción colectivas, el hombre se
reapropiará para sí de los elementos disociados por la evolución histórica y se
beneficiará del desarrollo productivo y técnico que ha adquirido. 9

Marx lo resume todo en El capital:


La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material de
producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de
hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control
planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una base material
de la sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia, que son a
su vez, ellas mismas, el producto natural de una prolongada y penosa historia
evolutiva. 10

La pauta de este largo y penoso proceso puede encontrarse en todas las obras de
Marx y Engels que no son directamente polémicas, como el Manifiesto
comunista, la Miseria de la filosofía, La ideología alemana, Anti-Dühring, El
origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, etc., en las que muestran
la progresión dialéctica real desde la sociedad comunista primitiva a la antigua
sociedad esclavista, al feudalismo, al capitalismo y a la sociedad comunista
superior, tras la fase transitoria de la dictadura del proletariado. Es evidente que
este esquema se encuentra claramente en los escritos económicos de Marx, como

9 «Otra circunstancia favorable a la conservación de la comuna rusa (por la vía del desarrollo) es
que no sólo es contemporánea de la producción capitalista {en los países occidentales) sino que
ha sobrevivido además a la época en que el sistema social se presentaba todavía intacto y que en
cambio lo halla, en Europa occidental como en Estados Unidos, en lucha tanto contra la ciencia
como contra las masas populares, y con las fuerzas productivas que engendra {en una palabra,
que se ha transformado en arena de antagonismos flagrantes, conflictos y desastres periódicos,
que revela al más ciego que es un sistema de producción transitorio, destinado a ser eliminado
por el retorno de la soc[iedad] a [ ... ]}. Lo halla, en una palabra, en una crisis que sólo terminará
con su eliminación, con la vuelta de las sociedades modernas al tipo “arcaico” de la propiedad
común, forma donde —como dice un autor norteamericano [Lewis Morgan], nada sospechoso de
tendencias revolucionarias, apoyado en sus trabajos por el gobierno de Washington— {“el plan
superior”} “el sistema nuevo” al que tiende la sociedad moderna “será un renacimiento (a revival)
en una forma superior (in a superior form) de un tipo social arcaico”», primer borrador de la
carta de respuesta a Vera Zasúlich, en Marx y Engels: Escritos sobre Rusia. II El porvenir de la
comuna rural rusa, p. 33, ed. Cuadernos de pasado y presente
10 Marx: El capital, t. I, vol. 1, p. 97, ed. Siglo XXI

6
El capital y los Grundrisse 11 de 1857-1858, de los que hemos extraído las grandes
líneas de este trabajo (en particular del fragmento «Formas que preceden a la
producción capitalista» 12).

La necesaria sucesión de las formas sociales de producción es evidentemente un


punto central tanto para la actitud como para las tareas de los revolucionarios:
Al hacer que maduren las condiciones materiales y la combinación social del
proceso de producción, hace madurar las contradicciones y antagonismos de
la forma capitalista de ese proceso y, por ende, al mismo tiempo, los
elementos creadores de una nueva sociedad y los factores que trastruecan la
sociedad vieja. 13

La fuerza esencial para la destrucción de la vieja sociedad es el proletariado


revolucionario.

Sin embargo, su acción no es “voluntaria”, pues es el propio movimiento real de


la historia el que prescribe su actividad, su programa:
El proletariado ejecuta la sentencia que la propiedad privada pronuncia sobre
sí misma al crear al proletariado, del mismo modo que ejecuta la sentencia que
el trabajo asalariado pronuncia sobre sí mismo, al engendrar la riqueza ajena
y la miseria propia. 14

Aunque fundamental, el punto difícil no es la necesidad de la evolución histórica


de la sociedad, sino la actitud de una clase de hombres y mujeres, los
trabajadores.

Es evidente que en una sociedad de clases, desgarrada por intereses divergentes


y antagónicos, el movimiento general de la humanidad sólo puede ser claro para
la clase cuyos intereses no están ligados a la dominación sobre otras clases. Por
eso la burguesía no puede aceptar el determinismo que rige el movimiento
histórico y su desenlace en la sociedad comunista. La clase que tiene interés en
esta sociedad, emancipada de la dominación de una clase de hombres sobre otra,
es el proletariado revolucionario.

Pero hay más: la conciencia de este movimiento histórico está directamente


ligada a la lucha de clases, que no progresa de manera constante, sino que
procede por avances y retrocesos, por victorias y derrotas más o menos
momentáneas.
No se trata de lo que este o aquel proletario, o incluso el proletariado en su
conjunto, pueda representarse de vez en cuando como meta. Se trata de lo que
el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer, con arreglo
a ese ser suyo. Su meta y su acción histórica se hallan clara e irrevocablemente
predeterminadas por su propia situación de vida y por toda la organización de

11 Traducido al francés por Roger Dangeville bajo el título Fondements de la critique de l'économie

politique – ébauche 1857-1858 publicado en ed. Anthropos en 1967-1968 (2 volúmenes) y


reeditado después en libro de bolsillo en U.G.E. 10/18 en 1972-1975 (5 volúmenes). Se ha
publicado una nueva edición traducción en Éditions Sociales en 1980
12 Marx: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-

1858, vol. 1, p. 433, ed. Siglo XXI


13 Marx: El capital, t. I, vol. 2, pp. 607-609, ed. Siglo XXI
14 Marx y Engels: La sagrada familia, p. 113, ed. Grijalbo

7
la sociedad burguesa actual. 15

Es en el programa de la clase llamada a revolucionar la sociedad donde se


consigna la tarea prescrita al proletariado por la historia, y es la organización del
Partido la que la preserva y defiende a través de fronteras y generaciones. Es en
el seno del Partido del proletariado revolucionario donde, sobre la base de las
luchas de clase internacionales del proletariado, ha surgido históricamente la
visión clara del destino humano 16:
Así como los economistas son los representantes científicos de la clase
burguesa, los socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase
proletaria. [...] Una vez advertido este aspecto, la ciencia, producto del
movimiento histórico en el que participa ya con pleno conocimiento de causa,
deja de ser doctrinaria para convertirse en revolucionaria. 17

Esta visión clara, total e irrevocable del movimiento histórico surgió a finales de
la primera mitad del siglo pasado con el Manifiesto comunista. Sin cambiar
nada de ella, trazaremos aquí las grandes líneas del movimiento histórico de la
sociedad y, por lo mismo, de su necesaria progresión hacia el comunismo.

Para concluir esta breve introducción, y para mostrar que entendemos a Marx
como él pretendía ser entendido, extraemos un pasaje de su «Epílogo a la
segunda edición alemana» de El capital, Libro I. En él, Marx cita a un autor ruso
que describe admirablemente el método y el significado de su teoría:
Para Marx, sólo una cosa es importante: encontrar la ley de los fenómenos en
cuya investigación se ocupa. Y no sólo le resulta importante la ley que los rige
cuando han adquirido una forma acabada y se hallan en la interrelación que
se observa en un período determinado. Para él es importante, además, y sobre
todo, la ley que gobierna su transformación, su desarrollo, vale decir, la
transición de una a otra forma, de un orden de interrelación a otro. No bien
ha descubierto esa ley, investiga circunstanciadamente los efectos a través de
los cuales se manifiesta en la vida social ... Conforme a ello, Marx sólo se
empeña en una cosa: en demostrar, mediante una rigurosa investigación
científica, la necesidad de determinados órdenes de las relaciones sociales y,
en la medida de lo posible, comprobar de manera inobjetable los hechos que
le sirven de puntos de partida y de apoyo. A tal efecto, basta plenamente que
demuestre, al tiempo que la necesidad del orden actual, la necesidad de otro
orden en que aquél tiene que transformarse inevitablemente, siendo por
entero indiferente que los hombres lo crean o no, que sean o no conscientes
de ello. Marx concibe el movimiento social como un proceso de historia
natural, regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la
conciencia y la intención de los hombres, sino que, por el contrario,
determinan su querer, conciencia e intenciones ... Si el elemento consciente
desempeña en la historia de la civilización un papel tan subalterno, ni qué
decir tiene que la crítica cuyo objeto es la civilización misma, menos que
ninguna otra puede tener como base una forma o un resultado cualquiera de
la conciencia. O sea, no es la idea, sino únicamente el fenómeno externo lo que
puede servirle de punto de partida. La crítica habrá de reducirse a cotejar o
confrontar un hecho no con la idea sino con otro hecho. Lo importante para
ella, sencillamente, es que se investiguen ambos hechos con la mayor precisión
posible y que éstos constituyan en realidad, el uno con respecto al otro,

15 Ibid., p. 102
16 Véase la introducción de Roger Dangeville a su recopilación de textos de Marx y Engels: Le parti
de classe, disponible en barbaria.net/2023/03/27/roger-dangeville-introduccion-a-marx-
engels-el-partido-de-clase [NdT]
17 Marx: Miseria de la filosofía, p. 81, ed. Siglo XXI

8
diversas fases de desarrollo; le importa, ante todo, que no se escudriñe con
menor exactitud la serie de los órdenes, la sucesión y concatenación en que se
presentan las etapas de desarrollo. Pero, se dirá, las leyes generales de la vida
económica son unas, siempre las mismas, siendo de todo punto indiferente
que se las aplique al pasado o al presente. Es esto, precisamente, lo que niega
Marx. Según él no existen tales leyes abstractas ... En su opinión, por el
contrario, cada período histórico tiene sus propias leyes ... Una vez que la vida
ha hecho que caduque determinado período de desarrollo, pasando de un
estadio a otro, comienza a ser regida por otras leyes. En una palabra, la vida
económica nos ofrece un fenómeno análogo al que la historia de la evolución
nos brinda en otros dominios de la biología ... Al equipararlas a las de la física
y las de la química, los antiguos economistas desconocían la naturaleza de las
leyes económicas ... Un análisis más profundo de los fenómenos demuestra
que los organismos sociales se diferencian entre sí tan radicalmente como los
organismos vegetales de los animales ... Es más: exactamente el mismo
fenómeno está sometido a leyes por entero diferentes debido a la distinta
estructura general de aquellos organismos, a la diferenciación de sus diversos
órganos, a la diversidad de las condiciones en que funcionan, etcétera. Marx
niega, a modo de ejemplo, que la ley de la población sea la misma en todas las
épocas y todos los lugares. Asegura, por el contrario, que cada etapa de
desarrollo tiene su propia ley de la población ... Con el diferente desarrollo de
la fuerza productiva se modifican las relaciones y las leyes que las rigen. Al
fijarse como objetivo el de investigar y dilucidar, desde este punto de vista, el
orden económico capitalista, no hace sino formular con rigor científico la meta
que debe proponerse toda investigación exacta de la vida económica ... El valor
científico de tal investigación radica en la elucidación de las leyes particulares
que rigen el surgimiento, existencia, desarrollo y muerte de un organismo
social determinado y su remplazo por otro, superior al primero. Y es éste el
valor que, de hecho, tiene la obra de Marx. 18

El estudio de la sucesión de las formas de producción social va seguido de un


esquema sinóptico de las sucesivas sociedades y modos de producción. De
acuerdo con la visión marxista del desarrollo de la humanidad en estratos de
sociedades sucesivas que nacen, crecen y luego mueren, pero permanecen
inscritas en la carne de las sociedades más desarrolladas de las que constituyen
un elemento histórico adquirido aunque caduco, hemos elaborado nuestro
esquema sinóptico partiendo del estrato más bajo del desarrollo humano y
avanzando hacia los estratos siguientes. El propio Marx comparó las sucesivas
sociedades acumuladas por la humanidad con las sucesivas formaciones
geológicas. Esto no significa que esta memoria histórica haya quedado
enterrada; al contrario, está más viva y presente que nunca.

La visión marxista de la historia no tiene nada de simplista ni de maniquea,


como las visiones pequeñoburguesas de Proudhon o Dühring, para quienes la
injusticia social y la desigualdad tienen su origen en la violencia y la
arbitrariedad de las clases usurpadoras. Es cierto que las relaciones de
dominación son violentas, pero su fuente y causa es el desarrollo económico de
la sociedad. La propiedad privada, por infame que sea a nuestros ojos, fue en su
momento un factor necesario y útil para el desarrollo. Del mismo modo, las
clases dominantes fueron útiles y revolucionarias en su tiempo; fueron las
fuerzas motrices de la historia, y las clases trabajadoras oprimidas tuvieron
razón al apoyarlas inmediatamente en esta lucha progresiva. Sabemos que las
clases dominantes han modelado las relaciones de la sociedad a su imagen y
semejanza y han suscitado de esta forma una fuerza productiva social

18 Marx: El capital, t. I, vol. 1, pp. 17-19

9
acrecentada (cf. El capital).

El marxismo rinde homenaje a todas estas clases revolucionarias sucesivas al


tiempo que revela su carácter reaccionario posterior (cf. el Manifiesto
comunista). Como explicaba el compañero Weydemeyer en 1850, el proletariado
une directamente su fuerza de trabajo a su misión revolucionaria para constituir
la «mayor fuerza productiva moderna que existe». Cuando se constituya en clase
dominante, oprimirá, por supuesto, a las clases burguesas y semiburguesas; sin
embargo, trabajando por sí mismo, al proletariado no le servirá de nada la
explotación económica de los demás para satisfacer intereses egoístas
inmediatos: gobernará para toda la humanidad y dejará de ser él mismo una
clase.

RELACIONES EN LA SOCIEDAD COMUNISTA


PRIMITIVA

NATURALEZA Y TRABAJO
En el comunismo primitivo, la unión del hombre y la naturaleza es a la vez simple
y más evidente que nunca. El hombre no sólo está estrechamente vinculado al
entorno natural, sino que él mismo forma parte de la naturaleza, a la que
pertenece por su carne, su sangre y su cerebro. Él mismo es una fuerza natural,
un conjunto de sustancias naturales transformadas en un organismo humano —
como también demuestra su génesis.

Las fuerzas naturales que componen su cuerpo, sus brazos, piernas y manos, son
puestas en movimiento por el hombre para utilizar la materia natural en su
provecho. El hombre se comporta activamente con la naturaleza y realiza una
actividad propiamente fisiológica tanto en el trabajo intelectual como en el
manual. Al mismo tiempo que actúa sobre la naturaleza exterior y la modifica,
modifica también su propia naturaleza y desarrolla sus facultades latentes —hay
que señalar, sin embargo, que esta acción no se limita al hombre, sino que

10
pertenece a la naturaleza en su conjunto, de la que el hombre es un producto.

Puesto que la obra del hombre es también una manifestación de la naturaleza,


procede del mismo modo que esta: no le quita a la materia su carácter natural,
solo cambia su forma. Además, en este trabajo de simple transformación sigue
apoyándose constantemente en las fuerzas naturales. Por eso el trabajo no es la
única fuente de la riqueza material y de los valores de uso que produce: si el
trabajo es el padre, la tierra es la madre. En efecto, a este nivel la tierra —o la
naturaleza en general— se manifiesta en la existencia natural del hombre, pero
sigue siendo independiente de la criatura que ha producido. La tierra no es
todavía un elemento constitutivo y subordinado del trabajo —como por ejemplo
en el capital, donde se ha convertido en un mero factor entre otros de la
producción. En este nivel primitivo, es más bien el trabajo el que es un elemento
y una manifestación de la tierra. Esta dependencia de la Madre Naturaleza
explica la actitud religiosa de estos primeros hombres, que divinizaron las
fuerzas —benéficas o perjudiciales— que la naturaleza ponía a su disposición,
fuerzas que superaban con mucho las suyas y les condicionaban. Esta religión
no es una superstición, sino que expresa la realidad de la relación entre el
hombre y la naturaleza: es la codificación social de la experiencia adquirida y se
aplica tanto a la relación entre los hombres como a su relación con la naturaleza.
Mantener esta misma superestructura ideológica en un momento en que la
tecnología domina y transforma objetivamente la naturaleza es una aberración
que atestigua un retroceso espantoso de la civilización. En tiempos de Kant
todavía era normal que las fuerzas de la naturaleza que dominaban al hombre se
expresaran como cosas externas, incluso superiores a él, «cosas en sí». Engels
nos dice en su Feuerbach:
Las sustancias químicas producidas en el mundo vegetal y animal siguieron
siendo “cosas en sí” inaprensibles hasta que la química orgánica comenzó a
producirlas unas tras otras; con ello, la “cosa en sí” se convirtió en una cosa
para nosotros, como por ejemplo, la materia colorante de la rubia, la alizarina,
que hoy ya no extraemos de la raíz de aquella planta, sino que obtenemos del
alquitrán de hulla, procedimiento mucho más barato y más sencillo. 19

Lo que Engels dice sobre la química se aplica a toda la relación entre el hombre
y la naturaleza. Como se trata de una cuestión eminentemente práctica, y no
metodológica, la discutimos aquí, donde analizamos la evolución de la
producción humana. No se nos reprochará que incluyamos análisis de formas de
producción más tardíos: como ya se ha dicho, ciertos fenómenos sólo pueden
explicarse por su desarrollo y maduración posteriores.

Por tanto al principio la naturaleza y el trabajo son los dos presupuestos, las dos
fuentes de la riqueza material, los dos únicos medios de producción. Marx
escribe ciertamente que estas dos condiciones, unidas aquí aunque la naturaleza
siga dominando el segundo elemento, el trabajo, son constantes en todas las
formas sociales de producción, ya que el hombre siempre seguirá produciendo
sirviéndose de la naturaleza y siendo producido por ella. Sin embargo, estas
condiciones no son suprahistóricas y fijas. Cronológicamente, la naturaleza es lo
primero porque existía antes de que el hombre surgiera de ella. Pero no existe
separadamente, en sí misma, del mismo modo que no hay ningún elemento

19 Engels: Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, p. 21, ed. Fundación Federico
Engels

11
inmutable en las cosas, ninguna sustancia fundamental absoluta. La materia no
es una abstracción ni una causa final. En La sagrada familia, Marx nos dice que
una de las propiedades inherentes a la materia es el movimiento, no sólo el
movimiento mecánico y matemático, sino el movimiento en forma de impulso,
vida y tensión, incluso sufrimiento. La materia y el movimiento sólo pueden
conocerse analizando los diferentes cuerpos y formas de movimiento:
conociéndolos, conocemos también la materia y el movimiento como tales. En
otras palabras, toda la naturaleza se resuelve en su movimiento, es decir, en su
historia. Las leyes de la historia —o de la naturaleza— están, por tanto, también
en constante movimiento, lo que no significa que el hombre pueda cambiarlas a
voluntad. No es por ser imaginariamente independiente de las leyes de la
naturaleza por lo que se es libre, nos dice Engels en el Anti-Dühring, sino por
reconocer estas leyes y por la posibilidad de hacerlas actuar según un plan
determinado con objetivos precisos.

Como hemos dicho, no se trata en modo alguno de un problema filosófico. Lo


que nos importa no es lo que el hombre encuentra ante sí de forma estática, sino
lo que se mueve y lo que hace, en definitiva, el modo y la forma del movimiento,
es decir, sus leyes. Y el conocimiento de estas leyes presupone la transformación
práctica de las cosas, esto es, de la producción.

Marx nos dice (Grundrisse) que la actividad que da forma consume el objeto y
se consume a sí misma. Consume la forma dada del objeto sólo para darle una
nueva forma de objeto, y se consume a sí misma sólo en su forma subjetiva de
actividad. Consume la objetividad del objeto, es decir, la indiferencia a la forma,
así como la subjetividad de la actividad: da forma a la primera y materializa la
segunda. En este sentido, el resultado del proceso de producción, el producto, es
“valor de uso”.

Ciertamente, en el comunismo primitivo el trabajo no ha alcanzado todavía el


nivel y la calidad de lo que será en el comunismo superior, donde el capital
muerto será resucitado 20. Entonces no solo producirá una modificación de la
forma de lo natural: al mismo tiempo realizará conscientemente su designio y
su finalidad en lo natural. Esta finalidad consciente determinará la forma y el
modo de su acción como ley, y el hombre subordinará su voluntad a ella.
El trabajo objetivado deja de estar muerto en la sustancia, como forma
exterior, indiferente, ya que él mismo es nuevamente puesto como momento
del trabajo vivo, como relación del trabajo vivo consigo mismo en un material
objetivo, como objetividad de trabajo vivo (como medio y objeto) (las
condiciones objetivas del trabajo vivo). Puesto que el trabajo vivo modifica el
material mediante su realización en éste —una modificación que [está]
determinada por la finalidad del trabajo y [por] su actividad finalista (una
modificación que no es como en el objeto inerte el poner de la forma en cuanto
exterior a la sustancia, simple apariencia fugaz de su existencia)—, el material
recibirá así una forma determinada, transformación de la sustancia que se
somete a la finalidad del trabajo. El trabajo es el fuego vivo, formador; la
transitoriedad de las cosas, su temporalidad, así como su modelación por el
tiempo vivo. 21

20 Referencia al artículo Homicidio de los muertos de Bordiga, disponible en


barbaria.net/2023/06/06/amadeo-bordiga-homicidio-de-los-muertos [NdT]
21 Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 1, p. 306,

12
Solo en el comunismo superior los hombres podrán determinar su producción
de acuerdo con un objetivo y un plan concertado, es decir, las cosas podrán
cobrar vida para los hombres. En el sistema capitalista, en cambio, el valor de
uso muere en el valor de cambio. La finalidad de la producción, la finalidad a la
que se somete el trabajo, es la producción de valor de cambio para crear
plusvalía.

Huelga decir que en el comunismo primitivo no se plantea que la humanidad


someta a la naturaleza a sus designios mediante su trabajo. Los hombres no
producían para generar el valor de cambio, y seguía siendo la Madre Naturaleza
quien dirigía y movía la actividad de la humanidad en todas direcciones. Trabajo
y naturaleza siguen formando un todo indisoluble: las dos condiciones previas
de la existencia y la reproducción humanas (tierra y trabajo) son naturales y
suficientes. En la sociedad capitalista, la mera existencia de estas
determinaciones naturales ya no bastará para que el hombre se realice y se
reproduzca. La naturaleza biológica del hombre se separa de las condiciones de
su realización —su fuerza de trabajo depende del capital y de las condiciones de
competencia entre los trabajadores para su explotación. Ahora depende de las
condiciones sociales (antagónicas) para su funcionamiento e incluso para el
mantenimiento de su existencia. La relación se invierte así: ya no son las
condiciones naturales las que aseguran la existencia del hombre, sino las
condiciones externas y contingentes las que permiten o no el mantenimiento y
la supervivencia de estas condiciones naturales, de la existencia biológica del
hombre.

Veamos ahora cómo evoluciona el factor trabajo.

TRABAJO Y PRODUCCIÓN
Originalmente, el hombre producía y se reproducía principalmente a sí mismo.
El crecimiento demográfico, que también forma parte de la producción, es un
elemento esencial de esta sociedad. Para empezar, el hombre se apropia de
productos terminados, preparados por la naturaleza para el consumo. Pero es ya
como productor, y no simplemente como consumidor, como debemos
considerar al hombre. En efecto, incluso el descubrimiento de productos ya
preparados exige trabajo (recolección, pesca, caza), es decir, producción, y el
desarrollo de ciertas aptitudes y de una cierta organización de los sujetos. Así es
como la propia base de consumo aparece como un elemento constitutivo de la
base productiva. También el trabajo consume sus elementos materiales, su
objeto y sus medios; es, pues, un acto de consumo, además de un acto de
producción.

Al principio el hombre toma posesión de subsistencias ya preparadas utilizando


su propio cuerpo como instrumento para recolectar, cazar o pescar. Este
instrumento natural puede complementarse con herramientas que se
encuentran ya preparadas en la naturaleza. Pero muy pronto, agrega trabajo a

ed. Siglo XXI

13
estas herramientas y convierte las cosas externas en órganos de su propia
actividad, órganos que añade a los suyos propios para ampliar su naturaleza
natural. Así como la tierra es su almacén primitivo de alimentos, también es el
arsenal primitivo de sus medios de trabajo —es decir, de sus instrumentos. Le
proporciona, por ejemplo, la piedra que utiliza para frotar, rebanar, prensar,
lanzar, etc. La tierra se convierte así en un medio de trabajo —para que funcione
como tal en la agricultura, sin embargo, se necesita previamente toda una serie
de otros medios de trabajo. En cuanto tiene un mínimo desarrollo, el trabajo no
puede prescindir de los medios ya elaborados. En las cuevas más antiguas se
pueden encontrar herramientas de piedra y armas. Junto a las conchas, las
piedras, la madera y los huesos moldeados, el animal domado y domesticado, es
decir, modificado por el trabajo, ocupa el primer lugar entre los medios de
trabajo primitivos. En la agricultura, las semillas y las plantas también se
seleccionan mediante el trabajo y no son exactamente los mismos productos que
el año anterior. Es un proceso continuo de generaciones bajo la supervisión y a
través del trabajo humano. El uso y la creación de los medios de trabajo, aunque
en germen en diversas especies animales, son eminentemente característicos del
trabajo humano.

Las condiciones de existencia de los productores son, por tanto, naturales, y


apenas se ven complementadas por el trabajo humano. El hombre es, en esta
medida, el dueño de las condiciones de su realidad. En esta forma social
primitiva, necesariamente muy estable, las condiciones de producción no
pueden ser aún los resultados de la producción humana.

LA TIERRA, CONDICIÓN INDISPENSABLE PARA EL HOMBRE Y LA


PRODUCCIÓN
En esta sociedad, donde la producción de valores de uso es el objetivo económico
y la reproducción del individuo forma parte de la reproducción de toda la
comunidad, la apropiación de la condición natural, la tierra —como instrumento
original del trabajo, a la vez laboratorio y depósito de materias primas—, no es
el resultado sino el presupuesto del trabajo.

El individuo se comporta exactamente igual ante las condiciones objetivas del


trabajo que ante sus propias condiciones de existencia. Ambas son la naturaleza
inorgánica de su subjetividad, en la que se realiza a sí mismo.

La principal condición subjetiva del trabajo no aparece en forma de producto del


trabajo, sino en forma de naturaleza. Por un lado tenemos al individuo vivo, y
por otro, la tierra, la condición objetiva de su reproducción. Así pues, no
tenemos que ocuparnos del hombre en su desnudez de trabajador, ni considerar
la relación entre trabajador y trabajador como tal. Sólo tenemos que considerar
al hombre y su trabajo, por un lado, y a la naturaleza y sus materiales, por otro.

En lugar de la vinculación del trabajador con el trabajador, debemos considerar

14
la vinculación del individuo como miembro de la comuna. 22

El individuo al trabajar encuentra en la propiedad 23 de la tierra un modo


objetivo de existencia que no es el resultado sino el presupuesto de su actividad,
del mismo modo que su piel y sus órganos sensoriales —y aunque reproduzca
estos últimos y los desarrolle en el proceso vital, siguen siendo sin embargo
presupuestos. Pero el individuo se comporta frente a la tierra como propietario
a través de sus lazos tribales, de sus vínculos con la tribu: veremos más adelante
que la apropiación pasa por la comuna.

Al inicio la propiedad (apropiación) era móvil, porque el hombre tomaba


posesión primero de los productos acabados de la tierra, entre los que se incluían
los animales, especialmente los que podían domesticarse. Sin embargo, incluso
la caza, la pesca, el pastoreo o la recolección de frutos, etc. presuponen la
apropiación de la tierra, bien como morada fija, bien para emigrar o para
apacentar los rebaños, etc. Para las tribus nómadas, la tierra, como todos los
elementos naturales, parece ilimitada —por ejemplo, en las estepas y altiplanos
de Asia. La tierra alimenta a los rebaños, que a su vez alimentan a los pueblos
pastores, aunque nunca fijan el objeto de su propiedad. Es el caso de los cotos
de caza de las tribus indias de América: la tribu considera que una región
determinada es su coto de caza y la defiende por la fuerza contra otras tribus o

22 A lo largo del texto, la palabra alemana Gemeinwesen se traduce por las palabras francesas

commune [‘comuna’] o communauté [ ‘comunidad’], que expresan eficazmente su significado


dominante. Hay que recordar, sin embargo, que en Marx, el término Gemeinwesen se utiliza
también, en todas sus variantes semánticas, para designar al hombre como ser social y genérico,
es decir, al individuo que vive en una comunidad e incluye en sí mismo las relaciones sociales de
esta comunidad: «Supongamos que hubiésemos producido como hombres. Cada uno de nosotros
se habría afirmado doblemente en su producción a sí mismo y al otro: 1.º) En mi producción
habría objetivado mi individualidad, su idiosincrasia; por tanto, mientras actuaba, no sólo habría
disfrutado proyectando mi vida individual hacia fuera, sino también siendo consciente de mi
personalidad como de un poder objetivo, perceptible sensiblemente y en consecuencia por encima
de toda duda. […] 3.º) <También me habría dado directamente el placer de> haber sido para ti el
mediador entre ti y la especie, de modo que tú mismo me sabrías y sentirías como un
complemento de tu propio ser y parte necesaria de ti mismo; por tanto me sentiría confirmado
por tu pensamiento y tu amor. 4.°) <Por último me habría dado el placer> de crear la proyección
exterior de tu vida directamente con la proyección individual de la mía, de modo que en mi
actividad individual habría confirmado y realizado directamente mi verdadero ser, mi ser
humano, mi ser en común. Nuestras producciones serían otros tantos espejos, desde los que
nuestro ser se iluminaría recíprocamente», Marx: «Extractos de lectura», también conocidos
como Cuadernos de París, en Marx y Engels: Obras, ed. Crítica, vol. 5, pp. 292-293. Marx
contrapone así la Gemeinwesen a la comunidad ilusoria (el Estado) que, como en el capitalismo,
enmascara la realidad de las relaciones reales entre los hombres en la sociedad, es decir, la
existencia de clases y la opresión de una clase por otra. La consecuencia será la denuncia de la
democracia parlamentaria liberal, que pretende basarse en los derechos humanos, porque los
derechos humanos son el fundamento del derecho a la propiedad privada; son los derechos de la
sociedad burguesa, en la que el interés egoísta está separado del ser común y donde la libertad es
la libertad del hombre para explotar a otros hombres, no para emanciparlos: «Pero el derecho
humano de la libertad no se basa en la vinculación entre los hombres sino al contrario en su
aislamiento. Es el derecho de este aislamiento, el derecho del individuo restringido, circunscrito
a sí mismo», Marx: «La cuestión judía», ibid., p. 195
23 No utilizamos aquí la palabra propiedad en su sentido estrictamente jurídico. Hay que

entenderla en el sentido general de apropiación de la naturaleza por el hombre en el marco y por


mediación de una forma determinada de sociedad. Como dice Marx, es ridículo partir de esta
propiedad (apropiación) y pasar a una forma específica de la misma, como la propiedad privada
—que tiene por condición la no propiedad. En el sentido en que la entendemos, la propiedad es
una cierta relación en la producción, no un derecho sobre las cosas y los seres

15
intenta dispersar a las demás tribus del territorio que pretende ocupar. 24

En el caso de las tribus de pastores, la comuna de hecho se reunía siempre como


una sociedad itinerante, una caravana o una horda. Las formas posteriores de
dominación y subordinación se desarrollaron en función de las condiciones
materiales de vida; al principio sólo se apropiaban del rebaño y luego de la tierra,
que antes se utilizaba en común y sólo temporalmente, en función de los
desplazamientos. Una vez que los pueblos pastores se aseguraron la propiedad
de la tierra, la propiedad de los productos naturales de la tierra —las ovejas, por
ejemplo— se fusionó con la propiedad de la tierra de pastoreo. Además, en
general, la propiedad de la tierra incluye la propiedad de sus productos
orgánicos, de la que es su fuente.

Por supuesto, las condiciones de apropiación sufren modificaciones: sólo porque


las tribus cazan una región de la tierra se convierte en coto de caza, y sólo cuando
se cultiva la tierra se convierte en una extensión del cuerpo del individuo.

La única barrera que la comuna puede encontrar a su propiedad, es decir, a la


apropiación de sus condiciones naturales de producción —de la tierra como algo
suyo— es otra tribu que ya reclame la tierra como su propio cuerpo inorgánico.
Por eso la guerra es una de las primeras tareas de esta comuna, todavía ligada a
la naturaleza, ya sea su objetivo la defensa o la conquista de la propiedad. Pese a
estar destinada a preservar una comuna, conduce sin embargo a la destrucción
de otra —o a la incorporación de los vencidos a la tribu vencedora, si las
condiciones lo permiten— y a menudo incluso a la transformación de la comuna
vencedora bajo condiciones nuevas.

En esta etapa, a diferencia de lo que ocurrirá en el comunismo superior, donde


todos los hombres estarán integrados en una única sociedad, la humanidad está
fragmentada en pequeñas comunas —tribus, razas, confederaciones de tribus—
que viven de forma autónoma. Esta estrechez de las sociedades comunistas
primitivas se debe a causas naturales. Además, la población mundial sigue
siendo pequeña y muy dispersa. Las tribus están separadas por obstáculos
naturales —montañas, desiertos, bandas de bosques protectores naturales o
artificiales, los Schutzwälder, como se les llamó más tarde. Como hemos visto,
los enfrentamientos entre ellas también tienen causas naturales: presión
demográfica repentina o gradual, baja productividad ligada a una capacidad de
producción mínima o a una producción unilateral.

Es evidente que la propia estrechez de las sociedades comunistas primitivas será


una de las causas de su necesaria disolución.

24Las relaciones del comunismo primitivo se circunscriben a una comuna determinada y no


abarcan a toda la humanidad ni a las comunas que viven separadas unas de otras

16
LA COMUNA CONSANGUÍNEA: CONDICIÓN PREVIA PARA EL
HOMBRE Y EL TRABAJO
La apropiación (propiedad) presupone aquí la pertenencia a una comuna (tribu)
en la que el individuo tiene una existencia subjetiva-objetiva; a través de la
relación de esta comuna con el suelo, que representa su cuerpo inorgánico,
tenemos así la relación del individuo con la tierra, presupuesto de su existencia.

En otras palabras, para que los individuos puedan existir y producir deben
pertenecer a una sociedad vinculada a la naturaleza, a una tribu. La pertenencia
a una determinada comuna produce una lengua común, un medio de
comunicación “intelectual” entre los individuos que componen la tribu o la
posterior confederación de tribus. Así como no sabría hablar, un individuo
aislado tampoco podría ser propietario de la tierra. En cuanto al individuo
aislado, está claro que sólo tiene lengua propia si es miembro de una comuna
humana. No tiene sentido una lengua que sea el producto de un individuo. La
lengua es el producto de una comuna al igual que, desde otro punto de vista, el
modo de hablar de esa comuna: la lengua es su modo de ser al hablar.

Si más tarde la lengua suele caracterizar esencialmente a una nacionalidad, es


porque es mucho más que una creación de la mente, un medio intelectual de
comunicación: es un medio de producción. La génesis de la lengua nos lo
muestra claramente: como todos los animales, los humanos empiezan por
comer, beber, etc. Pero para ello no entablan cualquier relación: son activos. Al
actuar, se apropian de determinados objetos del mundo exterior y satisfacen así
sus necesidades —en otras palabras, empiezan por producir. Cuando este
proceso se repite, se inscribe en sus cerebros que los objetos de los que se han
apropiado son adecuados para satisfacer las “necesidades” humanas. Los
humanos y los animales también aprenden a distinguir “teóricamente” entre los
objetos útiles y los demás. En un determinado nivel de evolución, una vez que
las necesidades humanas y las formas en que interactúan con la naturaleza se
han multiplicado, desarrollado y repetido, dan nombre a clases enteras de
objetos que han distinguido de todos los demás objetos del mundo exterior
basándose en la experiencia. Este proceso es necesario porque, en el proceso de
producción, es decir, en el proceso de apropiación de objetos, entran en una
relación de trabajo constante entre sí —dentro de la comuna— y con estos
objetos particulares. Pronto entrarán incluso en conflicto con otros hombres a
causa de estos objetos. En la práctica, la designación mediante palabras no es
otra cosa que la representación conceptual de lo que la actividad repetida ha
transformado en experiencia, a saber, que ciertos objetos externos se utilizan
para satisfacer las necesidades de los seres humanos, los cuales ya viven en
determinadas relaciones sociales.

Así pues, la existencia de una comuna directamente vinculada a la naturaleza es


la primera condición tanto para la producción como para la propiedad de la
tierra. Esta comuna puede adoptar la forma de una familia ampliada a una tribu,
o de una combinación de tribus mediante el mestizaje de familias —lo que
implica al mismo tiempo una puesta en común productiva. Sabemos que el ser
humano sólo es sedentario por naturaleza cuando la naturaleza es lo
suficientemente fértil como para que viva como un mono en un árbol. Fuera de
estos casos excepcionales, las hordas humanas son itinerantes como los

17
animales salvajes.

La comunidad de raza, la comuna, no aparece como resultado sino más bien


como condición previa a la apropiación común y al uso de la tierra, que son
temporales, como sabemos.

Cuando una comunidad se asienta definitivamente, su evolución posterior


depende tanto de las diversas condiciones climáticas, geográficas y físicas de la
naturaleza exterior como de sus propias disposiciones naturales —que son la
historia, incorporada biológicamente a la raza, de la comunidad. También en
este sentido la raza es un factor de producción 25. Así, por ejemplo, al desplazarse
los arios se convirtieron en pueblos de pastores y sus hijos se desarrollaron
mejor que antes gracias a la leche del ganado criado: esta ventaja física, obtenida
por la adhesión a un nuevo modo de producción, permitió a su vez el desarrollo
de otras actividades.

Se calcula que las hordas humanas originales, una masa itinerante compacta,
estaban formadas por entre dos y tres docenas de individuos, que era el tamaño
más adecuado para las posibilidades productivas de la época. El crecimiento de
estos grupos humanos aumentó sin duda las fuerzas productivas, pero a menudo
las condiciones ambientales dividieron la horda en dos antes de que las nuevas
fuerzas productivas pudieran manifestarse.

Ya en el Paleolítico Inferior, las hordas que vivían de la caza o la recolección


sentían la necesidad de unir sus fuerzas temporalmente o de entablar relaciones
amistosas de vecindad para llevar a cabo determinadas tareas, como cazar
presas rápidas o grandes o defenderse de los invasores.

Estas relaciones eran más fuertes cuando se basaban en la consanguinidad o el


parentesco. Probablemente fue así como se desarrolló la exogamia. La exogamia
significa que sólo se puede tomar esposa fuera del propio grupo:
Esta es la regla fundamental de la gens, el vínculo que la mantiene unida; es
la expresión negativa del muy positivo parentesco consanguíneo, en virtud del
cual los individuos emparentados constituyen una gens. 26

Esta prohibición del matrimonio dentro del propio grupo contribuyó a la


formación de una unidad mayor, el clan —o pueblo primitivo de tipo matriarcal,
que debe distinguirse del pueblo patriarcal posterior, que es una subdivisión de
la tribu, de los pueblos, del mundo antiguo.

El clan es siempre exógamo. Como vemos, las relaciones de parentesco


ayudaban a consolidar los vínculos entre los distintos grupos, así como dentro
de cada uno de ellos. El parentesco se determinaba en la línea materna, que era
la única forma de fijar el parentesco en el sistema exogámico. Es evidente que el
matriarcado, reflejo de una división natural de funciones entre los sexos,
correspondía al papel esencial de la mujer en la producción.

El clan formaba así una unidad de producción basada en el parentesco, y se

Cf. Bordiga: Factores de raza y nación en la teoría marxista [NdT]


25
26 Engels: El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado, p. 93, ed. Fundación Federico
Engels

18
caracterizaba por la ayuda mutua que se prestaban sus miembros. El clan
contaba con una media de entre 100 y 150 individuos, pero podía llegar a tener
varios centenares.

A grandes rasgos, la tribu se formaba de la siguiente manera. Dos clanes


emparentados o amigos se unían para formar una tribu. Cada clan formaba
entonces una mitad de la tribu (fratria, moiety). Ambas partes seguían siendo
exógamas. Lo mismo ocurría cuando se unían varios clanes. De vez en cuando,
surgían nuevos grupos debido al constante crecimiento de la población dentro
de los clanes y la tribu. Las partes así separadas formaban nuevos clanes y se
unían en nuevas tribus, que se asentaban en otro lugar para formar una unidad
de producción. El consejo tribal, formado por representantes de los clanes o
jefes, regulaba el destino de las tribus en sus asambleas y, sobre todo, regulaba
sus relaciones con otras tribus.

La formación de los pueblos es un proceso de integración que presupone la


reunión de hordas y clanes en tribus; continúa a través de la federación de tribus
y consolida federaciones de tribus en pueblos estables e históricamente
desarrollados. Además de las características ya mencionadas, los pueblos están
unidos por una comunidad lingüística, un arraigo más profundo en un territorio
determinado y un ámbito específico de actividad vital.

Cuando un pueblo se asienta y se mezcla con otros, la comunidad puede, si es


necesario, adoptar otra base no menos natural que la de la raza y la sangre: la
base del territorio habitado. Como prueba de esta transición, los topónimos
evocan muy a menudo los nombres de las primeras tribus que se asentaron allí.

Como ya hemos visto, para las tribus derrotadas son las condiciones naturales
del entorno las que determinan su destino: ¿serán exterminadas o incorporadas
fraternalmente entre los vencedores? De la misma manera aquí, el segundo
presupuesto natural —la tierra— determinará decisivamente el destino de la
comunidad racial que se instale definitivamente en una región determinada.

PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN
En general, podemos distinguir tres elementos esenciales en los factores de
producción: la fuerza de trabajo, los medios de trabajo y el objeto de trabajo.

Cada uno de estos elementos tiene un doble carácter: social y natural.

De hecho, la mano de obra depende de condiciones

a) sociales: organización, cualificación (competencias y conocimientos);

b) naturales: la “naturaleza del hombre”, las particularidades fisiológicas, la


raza, las características nacionales.

Es evidente que en la sociedad consanguínea primitiva estos dos tipos de hechos


están íntimamente ligados.

19
Los medios de trabajo —y aquí también entra en juego la “naturaleza del hombre”
al principio, cuando en la recolección por ejemplo el hombre utiliza su propio
cuerpo como instrumento— también dependen de condiciones

a) sociales: instrumentos, herramientas, y luego finalmente máquinas;

b) naturales: fuerzas de la naturaleza, como las propiedades del suelo, del


agua, del clima, que dan lugar a un determinado tipo de vegetación o fauna
o a un determinado tipo de producción —cría, cultivo, pesca, regadío, etc.—
, y más tarde el vapor, la electricidad, etc.

El objeto de trabajo —cuyos límites están poco definidos y dependen del nivel de
producción— también varía en función de las condiciones

a) sociales: materias primas de todo tipo, filtradas por el trabajo social


realizado previamente en su interior;

b) naturales: materias naturales tal y como existen independientemente del


trabajo humano.

En la sociedad comunista primitiva, estos tres elementos apenas se diferencian.


El elemento social apenas está desarrollado, y las condiciones naturales lo
superan con creces. En resumen, todas estas condiciones pueden relacionarse
bien con la naturaleza del propio hombre, su raza, etc., bien con la naturaleza
que le rodea. Desde el punto de vista económico, las condiciones naturales
externas pueden desglosarse en dos categorías principales: la riqueza natural de
medios de subsistencia, es decir, la fertilidad del suelo, las aguas llenas de peces,
etc., y la riqueza natural de medios de trabajo, como las cascadas, los ríos
navegables, la madera, los metales, el carbón, etc.

Al principio es la primera clase de riqueza natural la que prevalece. Más tarde,


en una sociedad más avanzada, es la segunda. Podemos verlo en el mundo
moderno, si comparamos Inglaterra con la India; o en el mundo antiguo, si
comparamos Atenas y Corinto con las regiones del Mar Negro.

Lo que nos importa aquí es que las condiciones naturales del medio ambiente
pesan mucho sobre el destino de las sociedades humanas, cuya tecnología poco
desarrollada es incapaz de compensar las limitaciones locales. La naturaleza,
demasiado pródiga, lleva al hombre de la mano como a un niño con andador; le
impide desarrollarse al no hacer de su desarrollo una necesidad natural.

Es oportuno analizar aquí las condiciones manuales de las distintas sociedades,


porque el capitalismo echa raíces en un terreno preparado por una larga serie de
evoluciones y revoluciones. La productividad que le sirve de punto de partida es
obra de un desarrollo histórico cuyos períodos no se cuentan por siglos, sino por
miles de siglos.

La patria del capital no está en el clima de los trópicos, en medio de una


vegetación exuberante, sino en la zona templada. No es la fertilidad absoluta del
suelo, sino la diversidad de sus cualidades químicas, de su composición
geológica, de su configuración física y la variedad de sus productos naturales lo
que constituye la base natural de la división social del trabajo y lo que induce al

20
hombre, en razón de las condiciones multiformes en medio de las cuales se
encuentra, a multiplicar sus necesidades, sus facultades, sus medios y modos de
trabajo. Por lo que se refiere al desarrollo espontáneo de la producción social de
una forma a otra, y no a la importación posterior de una forma avanzada en una
región, parece que podemos establecer tres categorías de condiciones naturales
y, por tanto, de producciones posteriores:

1) Si la naturaleza es demasiado exuberante en cuanto a los medios de


subsistencia, o si el suelo y el clima son demasiado ingratos, las
sociedades humanas se estancarán en las formas de producción
comunitaria que las protejan mejor y sean más estables.

2) La necesidad de gestionar socialmente una fuerza natural, de


aprovecharla, de economizarla, de apropiársela mediante obras de arte,
en una palabra, de domesticarla, desempeña un papel decisivo en la
historia del desarrollo social de las fuerzas productivas. Pero esta
necesidad de regular y distribuir una fuerza natural —el agua sobre
todo— tiene una doble consecuencia: es la condición natural de los
medios de trabajo la que se desarrolla en detrimento de las fuerzas de
trabajo individuales y sociales, y determina la dominación subsiguiente
del elemento natural sobre el elemento social del trabajo. El elemento
natural de los medios de producción produce organismos sociales —un
Estado muy poderoso y organizado que domina toda la vida social— e
impide el desarrollo autónomo de la industria y, con ella, unos
antagonismos y una división del trabajo demasiado agudos. Sin embargo,
estas sociedades crean civilizaciones notables y son una mina de técnicas
para los países que más tarde evolucionan hacia el capitalismo.

3) Las circunstancias naturales favorables hacen posible ciertamente el


plustrabajo, pero nunca lo hacen real ni en consecuencia la plusvalía que
deriva de él. Para desarrollarse la producción capitalista necesita
plustrabajo, trabajo excedente capaz de ampliar constantemente la
producción. Lo decisivo no son tanto las condiciones naturales como la
productividad del trabajo humano. El plustrabajo no puede comenzar
hasta que se alcanza el punto en que termina el trabajo necesario. Las
influencias físicas, que determinan la magnitud relativa del trabajo
necesario, le ponen así un límite natural. Ahora bien, este límite natural
debe ser capaz de retroceder para que avance la industria. El trabajo debe
poseer por tanto un cierto grado de productividad antes de que pueda
prolongarse más allá del tiempo necesario para que el productor se
procure su mantenimiento; pero nunca es esta productividad, cualquiera
que sea su grado, la causa de la plusvalía. Esa causa es siempre el
plustrabajo, cualquiera que sea la forma en que se extraiga. Por lo tanto,
el modo de producción capitalista se desarrolla allí donde las condiciones
naturales y sociales tienen más probabilidades de modificarse y
adaptarse para extraer plustrabajo al trabajo humano de una sociedad.
Esto explica la importancia del desarrollo histórico multilateral, con una
división extrema del trabajo y fuertes antagonismos sociales.

Si hemos trazado aquí las grandes líneas de la evolución social posterior de las
distintas sociedades, es porque el punto de partida de su desarrollo reside en las

21
diferenciaciones productivas que surgen en la fase a la que hemos llegado en
nuestro análisis: la separación de los distintos elementos de producción entre sí,
y el predominio de algunos de ellos.

En su sentido más banal, la distribución parece ser independiente de la


producción y referirse únicamente a los productos. En realidad, además de las
comunicaciones y el transporte, también engloba la distribución de los
instrumentos y medios de producción, así como la de los miembros de la
sociedad entre las distintas ramas de la producción, lo que implica la
subordinación de los individuos a determinadas relaciones de producción. La
distribución es, pues, inherente al proceso de producción que determina la
relación entre producción y circulación. Un modo de producción nunca se
caracteriza y distingue de otro únicamente por el modo de distribución.

En la sociedad comunista primitiva, la distribución está vinculada a la


producción, al proceso de trabajo y a la propiedad, que son colectivos: es por
tanto social. Sin embargo, esto no significa que la distribución, y especialmente
la distribución de los productos, sea igualitaria, como pretende una visión banal.
En efecto, en cuanto se parte de la producción social —entre los indios y en el
comunismo más artificialmente desarrollado de los incas peruanos—, hay que
distinguir siempre: 1) la parte del trabajo cuyo producto va directamente al
consumo individual de los productores y de sus familias; 2) la parte que va al
consumo productivo, y 3) otra parte que es trabajo excedente y sirve para
satisfacer necesidades generales, cualquiera que sea la distribución del trabajo
excedente y cualquiera que sea el representante de estas necesidades sociales. 27

La distribución de las personas en las distintas ramas de la producción al


principio era muy limitada y correspondía a funciones y tareas impuestas por el
valor de uso. Sin embargo, muchos productos que se encuentran ya preparados
en la naturaleza no son más que apéndices de la tierra, materias primas que
requieren la “mediación” del trabajo humano antes de poder ser consumidos. Es
el caso de las pieles de animales, los alimentos o las bebidas, que se transforman
antes de su consumo —preparación, cocción, etc. A partir de esta fase ya puede
entrar en juego una división natural del trabajo. Una habilidad particular en la
fabricación de armas, instrumentos, etc. puede haber dado lugar en poco tiempo
a una cierta diversidad de tareas, pero no se trata todavía de una división fija del
trabajo que especializa a una categoría de hombres en una función determinada.

La primera división del trabajo que tiende a surgir es natural; tiene una base
fisiológica en los propios individuos y depende sobre todo del sexo y la edad.

El fuego y las herramientas primitivas sirven para crear campamentos en torno


a los cuales se establecen los inicios de un proceso mediado de consumo.
Naturalmente, la crianza de los hijos ata durante mucho tiempo a las mujeres y
les impide participar en las formas itinerantes de recolección de alimentos, al
igual que a las niñitas que se dedican al trabajo concentrado en torno a las
hogueras, estando los hombres ocupados, según el entorno, en la pesca o la caza,
etc. Este reparto de funciones se debe a las obligaciones maternales de la mujer

27 Marx: El capital, libro III, capítulo LI «Relaciones de distribución y contribuciones de


producción»

22
y no, por supuesto, a una supuesta falta de “dotes” para la caza y la pesca, ni
siquiera a una debilidad “natural” que la incapacitaría para el trabajo duro: en
esta fase la mujer —como tantas veces después— trabaja más que el hombre.

Dependiendo del contexto histórico, el trabajo de las mujeres evolucionó más o


menos rápidamente desde la recolección alrededor de la hoguera hacia la
agricultura —de la que las mujeres eran históricamente responsables— y el
trabajo de los hombres evolucionó de la caza a la ganadería.

La transición a la ganadería tuvo importantes consecuencias sociales. En Asia


por ejemplo las tribus de arios y semitas, que se habían convertido en pastores,
se separaron de los bárbaros, ocuparon y crearon zonas de pastos hasta entonces
deshabitadas y desarrollaron la agricultura para alimentar a su ganado y a sí
mismos durante el invierno. Por último, el aumento de la riqueza producida les
permitió vivir en grupos más reducidos: la comuna pudo dividirse en unidades
familiares más pequeñas y, en esta etapa, pudo producirse la transición a la
propiedad privada de los patriarcas. De este modo se fue degradando la familia
hasta el punto de que sus miembros quedaron bajo el dominio del patriarca y
que disminuyó la diferencia entre esclavos y miembros de la tribu, de tal forma
que fue el esclavo doméstico —famulus en latín— quien dio nombre a la familia
más reducida.

A grandes rasgos, distinguimos dos niveles de producción en la sociedad


comunista primitiva. Estos corresponden a la distinción trazada después de
Morgan por Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
entre el estado salvaje (y sus tres etapas) y la barbarie (y sus tres etapas).

En primer lugar, está el nivel de la apropiación directa, es decir, la recolección,


la caza o la pesca, actividades mediante las cuales el hombre se apropia
directamente de los productos de la naturaleza.

Luego está el nivel de la economía de reproducción de plantas y ganado —


agricultura en el sentido amplio de Marx—, donde el hombre mismo reproduce
los productos que necesita por medio de instrumentos apropiados. Si en ciertos
casos límite las formas particularmente favorables de la economía de apropiación
inmediata pueden superar el rendimiento de la economía reproductiva, sin
embargo no cabe duda de que las formas de trabajo reproductivo son en conjunto
fundamentalmente superiores a los diversos tipos de apropiación inmediata, y
esto se debe a la capacidad superior de las fuerzas productivas puestas en
movimiento.

La etapa reproductiva superior se desarrolló sobre la base de la economía de


apropiación inmediata. En primer lugar, los productos tomados de la naturaleza
—fuego, agua, caza, peces— se conservan cuidadosamente para las horas y los
días en que puedan necesitarse inmediatamente, y luego la comunidad intenta
reproducirlos por sí misma o conservarlos domesticándolos, por ejemplo. Pero
para ello deben darse las condiciones naturales y sociales adecuadas. Cuando no
es así, los estilos arcaicos han podido sobrevivir hasta tiempos recientes, a
menudo de forma degenerada —sobre todo entre las poblaciones expulsadas a
zonas improductivas, selvas tropicales o regiones glaciares, por el flujo de los
pueblos migratorios.

23
FORMAS DERIVADAS DEL COMUNISMO PRIMITIVO
Algunos autores asimilan sociedades como las de los antiguos egipcios,
babilonios e incas, definiéndolas como simples formas asiáticas de producción
en relación con la forma asiática desarrollada de China e India de un período
bastante próximo al nuestro. En cuanto a los incas, su asimilación a los egipcios,
babilonios, chinos o indios es arbitraria. Engels nos dice que estas sociedades ya
conocían formas mercantiles, que nada tienen que ver con el comunismo
primitivo, hace miles de años. Por supuesto, es difícil distinguir entre un estrato
social, una burocracia o una casta, o entre los Estados antiguos y el Estado sin
clases, como la administración racional de los incas, que nosotros, como Marx,
clasificamos dentro del comunismo primitivo.

Es cierto que en el Perú no encontramos la forma arcaica del comunismo


primitivo, la primera forma común a toda la humanidad. Se trata ya de una
forma histórica segunda y tal vez incluso terciaria. En efecto, la producción
comunitaria y la propiedad colectiva que encontramos entre los incas del Perú
anterior a la conquista no surgieron espontáneamente de la propiedad común
arcaica, aunque dan testimonio de la tenacidad y amplia adaptación de las
formas primitivas de comunismo. Estas formas colectivas desarrolladas fueron
introducidas por tribus conquistadoras en aquellas que subyugaban, cuya forma
de producción y propiedad colectivas eran más antiguas y que fueron
modificadas como resultado de la conquista. El mismo fenómeno se había
producido en la India y entre los eslavos; y parece que los conquistadores celtas
también las introdujeron entre las tribus de Gales, que se encontraban en un
nivel social más arcaico.

Estas formas desarrolladas de comunismo primitivo se distinguen por la


perfección y elaboración de los sistemas sociales y la existencia de un centro
soberano.

En Perú, la economía natural era totalmente cerrada. El trabajo estaba muy


dividido, pero no había intercambio privado ni de productos en forma de
mercancías. En consecuencia, la contabilidad y la organización administrativa
tuvieron que adquirir gran importancia en la organización y el control de la
producción y la distribución.

Es fácil denostar el comunismo en general contraponiéndolo a las formas


unilaterales de trabajo del comunismo incaico, que se asemeja a la sociedad de
las abejas. Sin embargo, hay que recordar que en estas sociedades cada función
es esencial para la vida de todos: aunque los abejorros no trabajen como obreros,
tienen su papel y son exterminados cuando hay demasiados. En cualquier caso,
no explotan a los trabajadores y no crean sectores productivos para su propio
uso y sin interés para el conjunto. Sea como fuere, esta sociedad representa la
más maravillosa adaptación del hombre a unas condiciones ambientales
particulares en un momento en que las fuerzas productivas sociales eran aún
débiles: esto explica la tenacidad —y también la fragilidad frente a los
invasores— de esta forma de sociedad.

En todas estas sociedades comunistas, la producción es compartida y las


relaciones sociales se basan en la consanguinidad. Nadie puede unirse a menos

24
que sea el producto natural o adoptado de la comuna; la estructura social es la
de un árbol genealógico.

En la historia de la humanidad, las sociedades comunistas primitivas ocuparon,


con mucho, el período de tiempo más largo. Fue sin duda durante este periodo
cuando se produjeron los trastornos más importantes para la humanidad. Por
tanto, se podría establecer una relación directa entre la duración de las distintas
formas sociales y la mayor o menor unidad de sus estructuras: cuanto más
dividida está una sociedad en ramas de producción, en capas diferenciadas de
población con intereses divergentes, más rápido es su movimiento y, por tanto,
más corta su duración. Al final de la serie, cuando las relaciones sociales están
fragmentadas al máximo —en el capitalismo— la duración de la formación social
se vuelve infinitesimal en comparación con la larga historia de la humanidad.

SUCESIÓN DE COMUNIDADES PRIMITIVAS


La historia de las sucesivas comunidades primitivas sigue siendo muy oscura.
Sabemos sin embargo que, como en las formaciones geológicas, hubo toda una
serie de tipos de comunidad: primaria, secundaria, terciaria, etc. La vitalidad del
comunismo primitivo es tal que, dependiendo del tipo, sobrevive junto a la
propiedad individual y a sectores productivos sometidos a una apropiación
privada. Así, el comunismo primitivo puede seguir regulando las relaciones
sociales en amplios sectores de la producción y de la población, mientras que la
forma dominante ya es privada. Por último, el propio capital puede explotar las
formas comunitarias con fines de equilibrio social, permitiendo vegetar, por
ejemplo, a una superpoblación inducida por el capital.

Por consiguiente, podemos afirmar: 1) que la vitalidad de las comunidades


primitivas era incomparablemente mayor que la de las sociedades semíticas,
griegas, romanas, germánicas, etc., y, a fortiori, que la de las sociedades
capitalistas modernas; 2) que las causas de su evolución derivan de
circunstancias históricas, que les impedían sobrepasar un determinado grado de
desarrollo.

De un modo u otro, son siempre las incesantes guerras, extranjeras o internas,


las que han provocado el final del tipo primario de comuna. En Europa, el tipo
arcaico de comunismo primitivo tuvo sin duda una muerte violenta. Cuando las
tribus arias, celtas y germánicas conquistaron Grecia, Italia, Alemania, España,
etc., la primera forma de comunismo ya había dejado de existir en esta zona. Sin
embargo, su vitalidad queda demostrada por su supervivencia junto a una forma
antagónica. La comuna, por ejemplo, permite la propiedad individual sometida
al principio comunal. Una parte de la economía se asigna a pequeñas familias
durante el período limitado de un año, por ejemplo, y luego se devuelve a la
comunidad para ser distribuida de nuevo. Esta forma siguió existiendo, por
ejemplo, entre los cabileños del norte de África hasta principios del siglo XX.
Marx también la mencionó en su día en la región de Tréveris, donde la forma
había evolucionado aún más:

25
Pero hay dos hechos que demuestran su vitalidad natural [de la comuna
arcaica, NdT]. Quedan de ella ejemplares dispersos que han sobrevivido a
todas las peripecias de la Edad Media hasta nuestros días, por ejemplo, en mi
país natal, el distrito de Tréveris. Pero es lo más importante el haber señalado
tan fuertemente sus propios caracteres en la comuna que la suplantó —
comuna donde la tierra labrantía se ha vuelto propiedad privada, mientras
bosques, pastizales, baldíos, etc., siguen siendo propiedad comunal— que
Maurer al descifrar esa comuna (de origen más reciente) de formación
secundaria pudo reconstituir el prototipo arcaico. Gracias a los rasgos
característicos tomados de éste, la comuna nueva, introducida por los
germanos en todos los países conquistados, fue durante toda la Edad Media el
único foco de libertad y de vida popular. 28

Pero es importante evitar aquí cualquier posible confusión. Es cierto que en la


Edad Media seguía existiendo una forma comunitaria en los bienes comunales,
pero ya no era dominante: ¿acaso no había sido “usurpada” por los señores
feudales, que concedían su uso a los campesinos a cambio de corveas
(plustrabajo)? La forma de producción dominante en la época era la feudal, es
decir, precisamente la que permitía dos sectores, el privado y el comunitario, con
un predominio cada vez mayor de la propiedad privada. Así pues, la forma
colectiva de apropiación puede seguir existiendo en un modo de producción
diferente y desempeñar en él un papel a menudo activo, como veremos más
adelante, aunque este sea el determinante.

La confusión que hay que evitar aquí es la de considerar de forma aislada el sector
de la producción comunitaria, en otras palabras, presentarlo como un ámbito en
el que la comuna existe y funciona en estado puro. A cierto nivel histórico, es
necesario analizar todas las relaciones sociales para determinar la forma
predominante de la sociedad: ¿privada o comunitaria? A mediados del siglo
pasado, Marx pensaba que en Rusia, por ejemplo, la comunidad seguía siendo
cuantitativa y cualitativamente importante, pero estaba amenazada de disolución
y corrupción por las formas privadas de producción. De ahí el equilibrio
dialéctico: si la propiedad comunista se imponía en el mundo —es decir, en el eje
esencial en aquel momento, Europa occidental—, la propiedad comunitaria rusa
podría salvarse y regenerarse, es decir, pasar con el acervo técnico moderno al
comunismo superior. O bien, si en la propia Rusia triunfaba el capitalismo y no
se producía la revolución proletaria, la propiedad comunitaria tendría que pasar
bajo el dominio del capital y convertirse en una forma cómoda de explotación de
los trabajadores, a la espera de que el capital transformara a su imagen el
conjunto de la sociedad. En resumen, la comuna primitiva se volvería
revolucionaria o reaccionaria según la evolución general de la sociedad. Por
consiguiente, la confusión surge inevitablemente en la apreciación de la forma
comunitaria tan pronto como aislamos este elemento convirtiéndolo en una cosa
en sí misma, inmutable.

En resumen, hay aquí al menos dos niveles diferentes: 1) el de la evolución del


comunismo primitivo de la forma primaria a la forma secundaria, etc., mientras
que el comunismo primitivo sigue siendo, en general, la forma social de la
humanidad; 2) aquel en el que el comunismo primitivo en la forma primaria,
secundaria, etc., existe al mismo tiempo que otra forma (privada) de producción.
Puede entonces ser parte integrante de una forma de producción (feudal, por

Marx: primer borrador de la carta a Vera Zasúlich en «Los borradores de Marx», Escritos sobre
28

Rusia. II. El porvenir de la comuna rural rusa, p. 34, ed. Pasado y Presente

26
ejemplo), forma que a su vez evoluciona hacia la forma directamente privada
(capitalismo); o puede subsistir como una isla, un sistema cerrado, dentro de
otra forma de producción que prevalece socialmente.

A título ilustrativo, consideraremos varios tipos de producción comunitaria


secundaria o incluso terciaria. Se observará que algunos ya representan
equivalentes de la forma secundaria de producción en la que la propiedad
colectiva subsiste con la propiedad privada como forma fundamental de
producción. Sin embargo, la mayoría de estas formas comunitarias secundarias
han permanecido como islas, sobreviviendo a la decadencia a escala social del
comunismo primitivo y coexistiendo así con formas de producción posteriores.

Como observación general, podemos ver que hay muchas formas sociales que se
desarrollan y florecen sin evolucionar posteriormente hacia una forma superior
de producción. Así, en ciertas épocas, sociedades y países enteros permanecen
al margen del movimiento social progresivo, pero veremos que pueden
contribuir indirectamente al avance social general de la humanidad. Así, los
países coloniales que no evolucionaron directa y espontáneamente hacia el
capitalismo sirvieron, sin embargo, a la acumulación primitiva de los países que
sí lo hicieron al ser explotados por el imperialismo, que es la etapa suprema del
capitalismo, pero al mismo tiempo es inherente a este desde su nacimiento. Esta
explotación consiste no sólo en la rapiña de materias primas y de fuerza de
trabajo, sino también, muy a menudo, en préstamos técnicos (fabricación de
pólvora, imprenta, productos farmacéuticos, sistema algebraico, etc.). En
general, un modo de producción superior recién desarrollado incorpora las
adquisiciones de todas las formas de producción anteriores. Esta visión
dialéctica del desarrollo permite devolver al conjunto de la humanidad lo que le
corresponde, aunque la nueva forma de producción surja en un momento dado
en un país determinado.

La comuna rural rusa es uno de los tipos más recientes del estrato social
secundario y representa el equivalente oriental de la comuna germánica.
Mientras que la base económica de las comunidades primitivas, cuya existencia
había precedido a la introducción de la vida pastoril y agrícola, había sido la casa
común y el trabajo comunitario, en esta comuna la casa y su complemento, el
patio, son propiedad privada del labrador. Es cierto, sin embargo, que incluso a
mediados del siglo pasado había comunas agrícolas en las que las casas, aunque
habían dejado de ser viviendas colectivas, seguían cambiando periódicamente
de propietarios, combinándose el usufructo individual con la propiedad común.
Estas comunas se encontraban, por tanto, en un estado de transición. La tierra
cultivable, que era propiedad común e inalienable, se repartía periódicamente
entre los miembros de la comuna agrícola, cada uno de los cuales cultivaba por
su cuenta los campos que le habían sido asignados y se apropiaba de los frutos.

La debilidad de esta comuna autárquica residía en su aislamiento de las demás,


aislamiento que, trasladado a la escala de un inmenso país, constituiría la base
del despotismo oriental del Estado central. De hecho, este aparecía en todas
partes como el complemento necesario de este tipo de organización, que no
evolucionaba rápidamente hacia la forma terciaria de producción social.

Ya hemos visto la forma incaica de comunismo primitivo, que se desarrolló en

27
las formas más elevadas y evolucionadas posibles para el modo primario de
producción, pero que, al no evolucionar hacia una forma secundaria de
producción social, desapareció por completo ante los conquistadores venidos de
fuera. He aquí otras formas que no evolucionaron motu proprio hacia una forma
superior.

La zadruga de los eslavos del sur engloba a varias generaciones de descendientes


de un mismo padre, que viven todos con sus esposas en una misma granja,
cultivan juntos sus campos y poseen en común los excedentes. La comunidad
está sometida a la autoridad del señor de la casa (domàćin), que es responsable
de la buena gestión, lleva la “caja”, tiene derecho a disponer de los objetos de
poco valor y es el representante de la comunidad ante el exterior. El domàćin es
elegido y no es necesariamente el más anciano. Las mujeres están bajo la
dirección de la dueña de la casa. El poder supremo reside en la asamblea de
todos los miembros adultos, hombres y mujeres. Estas grandes asociaciones
familiares también existían en la Rusia propiamente dicha. Se pueden encontrar
en la comunidad aldeana, la obschina.

En la India y entre las cabilas argelinas, donde la tierra se cultivaba en común,


la comunidad doméstica siguió existiendo hasta hace poco. Es posible que
también existiera entre los aztecas del antiguo México. Por otra parte, Engels
nos dice que en la época de la conquista, Perú tenía una forma de comuna
bastante parecida a la germánica (la marca), donde la tierra cultivada se repartía
periódicamente.

Sin embargo, no sólo entre los romanos, sino también entre los antiguos
germanos, existían asociaciones domésticas formadas por varias generaciones
que además con bastante frecuencia incluían esclavos. Lo mismo parece haber
ocurrido, por ejemplo, entre los celtas de Irlanda.

En Francia, las asociaciones familiares de este tipo siguieron existiendo en varias


regiones hasta la Revolución de 1789 bajo el nombre de parçonneries. En la
región de Louhans (Saona y Loira), existían grandes casas de campesinos con una
sala común central, techos tan altos que llegaban hasta el tejado y habitaciones
alrededor, a las que se accedía por escaleras de 6 a 8 peldaños. Allí vivían varias
generaciones. En su carta de 3 de abril de 1895 a Lafargue, Engels nos
proporciona los siguientes detalles adicionales: la forma de parçonnerie bajo la
cual la comunidad consanguínea se ha mantenido durante tanto tiempo en
Francia es sólo una subdivisión de la antigua gran comunidad familiar que
sobrevive hasta nuestros días en la zadruga de los serbios y los búlgaros. Parece
que esta forma precedió a la comuna agrícola en Rusia, Alemania y otros lugares.
La zadruga eslava y la comunidad doméstica alemana (Hausgenossenchaft,
definida por la Lex Alemarmorum) se disolvieron para dar lugar a la comuna
formada por familias separadas —o, como ocurría muy a menudo en el pasado y
sigue ocurriendo hoy en Rusia, parçonneries— que cultivaban sus campos por
separado, aunque eran distribuidos periódicamente. En otras palabras, dieron
origen al mir ruso y a la Markgenossenschaft (comunidad de la marca
germánica).

28
LA FORMA DE PRODUCCIÓN SOCIAL SECUNDARIA

En la evolución del comunismo primitivo, las formas secundarias de producción


social que dieron un nuevo desarrollo a las fuerzas productivas de la sociedad
merecen un análisis particularmente detallado, ya que estas formas
desempeñaron un papel directo en la evolución posterior de la humanidad.

Por muy simple que fuera el edificio de la sociedad comunista primitiva,


contenía sin embargo en su interior las causas de su propia ruina, y era inevitable
que se viera transformado bajo la acción de ciertos factores naturales
inseparables de su propia realidad, como el crecimiento demográfico y el
aumento de la productividad ligado a las condiciones geográficas, climáticas y
de otro tipo. 29

Ya hemos visto que la introducción de la ganadería, por ejemplo, provocó un


aumento de las fuerzas productivas y la conquista de nuevos recursos naturales.
Pero el aumento de la población restringe, cuando no anula, los derechos que
los individuos tenían sobre una determinada superficie de tierra. Para superar
estos inconvenientes habrá que recurrir a la colonización, es decir, a las guerras
de conquista, si las nuevas tierras ya están ocupadas. Así, la antigua comuna sólo
puede preservarse destruyendo sus propios cimientos y cambiando de
naturaleza. Las tribus dejan el puesto a formas superiores o inferiores de
organización consanguínea y se diferencian cada vez más, sobre todo a medida
que se mezclan con las tribus sometidas.

Con la diferenciación entre tribus que ocupan la misma región o entre estratos
de la misma comunidad, la productividad del trabajo adquiere una dirección y
un significado nuevos. Mientras que antes el aumento de la producción estaba
directamente relacionado con el aumento de la población, ahora la relación ya
no es directa. Los dos factores reaccionan negativamente el uno sobre el otro. El
factor población se utilizará para la producción. Cuanto menor sea el número de
individuos, mayor será la parte de cada uno. Para un mismo producto, la
productividad será mayor si lo crea un menor número de trabajadores. Esta
productividad acabará regulando el número óptimo de individuos que forman la
colectividad. El acaparamiento de la producción por un determinado segmento
de la población tiene el mismo efecto. Así es como puede crearse la base del
modo de producción para la producción 30. El factor decisivo es el trabajo
29 «En el acto mismo de la reproducción no sólo se modifican las condiciones objetivas, p. ej. la
aldea se vuelve ciudad, la tierra inculta, campo despejado, etc., sino que también se modifican los
productores, en tanto despliegan nuevas cualidades, se desarrollan a sí mismos a través de la
producción, se transforman, construyen nuevas fuerzas y nuevas representaciones, nuevos modos
de interrelación, nuevas necesidades y nuevo lenguaje», Marx: Fundamentos de la crítica de la
economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 1, p. 455, ed. Siglo XXI
30 Se refiere al capitalismo, el único modo de producción en el que la producción no está dirigida

a las necesidades, aunque sea acaparada por la clase dominante, sino a la reproducción ampliada
de valor, a producir (valor) para producir (más valor) [NdT]

29
humano.

PREMISAS ASIÁTICAS DE LA FORMA SECUNDARIA


Las condiciones naturales externas desempeñan aquí un papel clave, ya que las
fuerzas naturales son decisivas para la conformación social. Por ejemplo,
probablemente gracias a la ausencia de bestias de carga en Perú, la asimilación
de las tribus conquistadas no adoptó la forma de esclavitud. De hecho, para que
la raza humana se desarrollara en medio de esta naturaleza hostil, necesitaba la
fuerza productiva de todos los hombres en grandes grupos y con una
organización comunitaria de la producción y del trabajo.

Nuestra primera tarea aquí es analizar la influencia de las condiciones históricas


del medio en la forma del trabajo humano. Existe una comunidad de destino en
una zona que convencionalmente se denomina Asia, pero que no se limita al
continente en cuestión. Se extiende a todas las regiones desde Asia hasta Oriente
Medio, el Norte de África e incluso México. Los países más clásicos son China,
India, Arabia, Egipto, Asiria y Babilonia.

Baste decir que estas últimas etapas del desarrollo de la propiedad basada en la
forma tribal, que fueron la esclavitud y la servidumbre y que necesariamente
transformaron toda la organización social, afectaron menos a la forma asiática.
Las conquistas han sido menos importantes —no es casualidad que China sea el
único país cuyo suelo ha visto continuar ininterrumpidamente la historia de una
misma raza.

Desde el punto de vista de las condiciones naturales del medio, el desarrollo de


estos países estuvo esencialmente ligado al dominio de los cursos de agua y a las
posibilidades de irrigación artificial. Desde un punto de vista físico, el proceso
de producción agrícola implica dos elementos naturales: la tierra y el agua. Lo
que crea un determinado tipo de producción no es la tierra, sino el agua que da
una forma específica al proceso de trabajo. El agua no sólo proporciona al suelo
y a las plantas la humedad sin la cual no puede haber suministro de nutrientes
a la vegetación ni a su metabolismo, sino que también transporta las sustancias
orgánicas disueltas que la planta necesita. En resumen, en el nivel social
alcanzado aquí, la clave del mecanismo social es la propiedad de la tierra; pero
la tierra es el movimiento, la actividad, la forma que adopta la tierra. Acabamos
de ver que es el factor agua el que representa el movimiento de la tierra, es decir,
el factor que determina la propiedad de la misma.

Considerada como un movimiento, el agua debe estudiarse con su elemento


determinante: el clima, la temperatura, las precipitaciones y la configuración
geográfica (agua, montañas, mar y tierra). Vemos que todos estos elementos
están relacionados. La lluvia es un factor ligado a los movimientos del viento
(clima). Es especialmente importante tener en cuenta estos últimos elementos,
ya que nos proporcionan el funcionamiento de la propiedad de la tierra, su
forma. El agua de lluvia puede regar la tierra en cantidades suficientes y en el
momento oportuno, o en cantidades insuficientes. En el primer caso, el proceso

30
de trabajo agrícola puede llevarse a cabo sin la adición de riego, mientras que en
los otros casos, la agricultura es totalmente imposible o sólo puede llevarse a
cabo con un suministro racional de agua por parte del hombre que trabaja
socialmente, es decir, riego artificial.

Toda Asia está determinada por estos factores naturales, y Marx nos dice que «la
propiedad de la tierra es la piedra angular de todo Oriente». El regadío
determina las estructuras sociales de China y la India, como escribe Marx en el
Libro I de El capital:
Una de las bases materiales del poder estatal sobre los pequeños e inconexos
organismos de producción de la India era la regulación del suministro de agua.
Los dominadores mahometanos de la India comprendieron esto mejor que sus
sucesores ingleses. Recordemos solamente la hambruna de 1866, que costó la
vida a más de un millón de hindúes en el distrito de Orisa, presidencia de
Bengala. 31

La base de las regiones nómadas y de regadío es la misma, por lo que forman


parte de la misma forma de producción determinada por la propiedad de la
tierra. Además, desde Asia hasta los confines del África septentrional y central,
las regiones nómadas y de regadío se encuentran siempre una al lado de la otra,
ya que los nómadas pueden transformar fácilmente en pastos una zona de
regadío de la que se han apoderado. La forma militar de los nómadas puede
explicarse aquí como una función directa de los medios de producción. Toda la
historia de Oriente Próximo, desde la antigua Babilonia hasta la Argelia
moderna, puede explicarse de este modo.

Hasta el siglo XII, la historia de Rusia estuvo estrechamente vinculada a la de


Europa Occidental, con la que compartía la forma social feudal, pero luego sufrió
una transformación a medias hacia la forma de producción asiática. Esto se
debió en parte a contingencias históricas —como la modificación de las rutas
comerciales y las conquistas tártaras— y en parte a la forma del país. Si la
propiedad común de la tierra no pudo convertirse en propiedad privada en todo
el territorio fue porque las condiciones naturales eran desfavorables. La tierra
sólo funciona allí unos 150 días al año —frente a los 250 de Alemania, por
ejemplo—, lo que significa que el mismo trabajador puede dedicar mucho menos
trabajo a la tierra en el mismo periodo de tiempo. En resumen, la acumulación
de trabajo en los medios de producción, es decir, la tierra, es mucho más lenta:
la propiedad privada es por tanto más difícil de desarrollar, debido al
predominio de este valor de uso natural, la tierra, en la producción. Volviendo a
nuestro esquema inicial: en Rusia, el movimiento activo de la tierra sólo es
posible durante 150 días al año porque el agua, principio del movimiento vital,
está helada e inmóvil. Este clima también determina un cierto tipo de
agricultura, caracterizada por una menor diversidad de vegetación y fauna que
por ejemplo en Europa Occidental. Estas condiciones determinan también la
forma del trabajo humano: queda inmovilizada una gran mano de obra. De
hecho, durante los meses en que hay poco trabajo, los trabajadores tienen que
intervenir rápida y masivamente, y durante los largos meses de inactividad esta
mano de obra sobreabundante buscará otras ocupaciones, oficios domésticos
ligados a la tierra y condicionados por la agricultura dominante.

31 Marx: El capital, t. I, vol. 2, p. 624, nota 6, ed. Siglo XXI

31
Naturalmente el clima de una zona determina, en el bajo nivel de producción en
el que nos encontramos aquí, el carácter tanto de la vegetación como de la fauna.
América del Sur carece de una fauna variada, y los hombres no pueden contar
con bestias de carga que les ayuden en el trabajo. En los Andes se crían llamas,
pero sólo se utilizan para producir lana y no entran en el proceso de producción
agrícola.

La historia de los millones de años a lo largo de los cuales se han ido formando
la tierra y los minerales que contiene, es decir, las reservas de materias primas y
la calidad del humus del que depende la agricultura (cf. las desfavorecidas
estepas africanas), no es más que el resultado de las condiciones climáticas y del
movimiento del agua sobre la tierra. Evidentemente, esta historia determina el
destino de las sociedades que viven en tal o cual región del globo.

Hay que insistir en el hecho de que la génesis de la tierra interesa mucho a los
capitalistas, y en especial en el período moderno: el imperialismo, etapa
suprema del capitalismo, presupone una explotación cada vez más intensiva de
las reservas de materias primas diseminadas por el mundo. A medida que
aumenta la productividad, los trabajadores transforman cantidades cada vez
mayores de materias primas en productos acabados.

Volviendo a la forma de producción asiática, vemos que las características del


suelo —que impiden la formación espontánea de la propiedad privada de la
tierra, base del posterior sistema del capital— explican todas las relaciones
sociales y el desarrollo de las fuerzas productivas. Es aquí donde encontramos
la explicación de la economía de las zonas fronterizas, de las invasiones, de las
llamadas dinastías nómadas, e incluso del fenómeno de las Grandes Murallas.

En estos países, el desarrollo está ligado al dominio social de los cursos de agua
y a la capacidad de canalizar esta fuerza. Limitado inicialmente a las zonas
fluviales, el cultivo sólo adquirió realmente importancia y productividad cuando
sus habitantes pudieron embalsar los grandes ríos y compensar la escasez de
agua, estacional o no, mediante el riego artificial, que exigía también obras de
comunicación entre infraestructuras, es decir, enormes obras públicas. La nueva
técnica, que nació inicialmente de la necesidad de fertilizar una zona ingrata,
superó rápidamente este marco. Pronto se generalizó su uso para intensificar y
multiplicar los cultivos. Al trabajar socialmente, el ser humano encontró una
“máquina natural” cuya juiciosa aplicación le permitió intensificar la agricultura
hasta darle un carácter hortícola, llegando incluso hasta cuatro cosechas al año
e impulsándola así a un grado inaudito allí donde la lluvia caía en cantidades
suficientes y en el momento oportuno.

Cuanto más se intensifica la producción en las regiones de regadío, menor es la


superficie necesaria para mantener a los productores inmediatos y menos
ventajoso resulta el uso de bestias de carga —o de esclavos. En las zonas de
regadío, la producción depende en parte del cuidado que ponga el Estado en el
mantenimiento de las obras públicas, y en parte del celo con que los trabajadores
cultiven la tierra. Una organización de este tipo requiere cierta cantidad de mano
de obra, y los auténticos esclavos que no tienen propiedades ni familia no reúnen
las condiciones necesarias. Los pocos esclavos con los que nos encontramos son
esclavos de lujo empleados como domésticos en la artesanía, la horticultura o

32
como anexo al plusproducto.

En este sistema, el individuo que posee la tierra nunca se convierte en su


propietario. No hay una fracción determinada de la población que quede
reducida al rango de condición inorgánica de reproducción de la otra parte, es
decir, reducida a la esclavitud. Más bien, es toda la población la que es
básicamente propiedad y esclava de la tierra. La valorización de la tierra domina
aquí toda la sociedad: ha producido enormes instituciones públicas a su servicio,
y el trabajo humano vivo es ínfimo respecto a las fuerzas sociales naturales; es
más, no puede ejercerse sin el presupuesto “natural social”.

La subordinación del trabajador es, por tanto, total. Esto se debe esencialmente
a la debilidad de las fuerzas productivas del trabajo humano. Por lo tanto, es fácil
comprender que la pura esclavitud que se encuentra aquí y allá no tenga ninguna
repercusión en las relaciones sociales en general.

La esclavitud, ya no latente como aquí, sino expresa, implica ya un desarrollo


completamente diferente de las fuerzas productivas y de la propiedad privada.
Muy a menudo aparecen formas aisladas mucho antes de tiempo. Es el caso de
la servidumbre, de la que Engels dice:
Es seguro que la servidumbre y la prestación de servicios no son una forma
exclusiva del medioevo feudal; las encontramos en o casi en todas partes
donde los conquistadores hacen que los antiguos habitantes cultiven la tierra
(por ejemplo, en Tesalia, en la remota antigüedad). Este hecho me ha
conducido a error a mí y a muchos otros en lo que respecta a la servidumbre
en la Edad Media; se estaba demasiado inclinado a fundarla simplemente
sobre la conquista, la que todo lo tornaba tan claro y fácil. 32

De este modo, vemos muy pronto la aparición esporádica de formas que no serán
generales ni estarán completamente desarrolladas hasta mucho más tarde. Nos
hemos acostumbrado a la inmensa mano de obra de las masas esclavizadas de la
Antigüedad oriental. Estos Estados asimilaban a los pueblos indígenas
conquistados, que proporcionaban a los antiguos asiáticos, egipcios, etruscos, etc.
una mano de obra desocupada que a veces no era agrícola. Como el monarca y los
sacerdotes tenían total libertad sobre este excedente de mano de obra, no tenían
que economizar recursos humanos y podían permitirse el lujo 33 de cubrir el país
con inmensos monumentos. Su construcción estaba asegurada por el número y la
concentración de trabajadores. Es cierto que la fuerza productiva individual de
estos trabajadores era irrisoria, y sólo eran fuertes gracias a su número.

Evidentemente, esta forma de cooperación es radicalmente distinta de la del


capitalismo. En efecto, la cooperación en el proceso de trabajo que encontramos
al principio de la historia de la humanidad, por ejemplo entre los pueblos
cazadores o las comunidades agrícolas indias, se basa en la propiedad común de
las condiciones de producción y en el hecho de que el individuo permanece tan

32 Carta de Engels a Marx, 22 de diciembre de 1882, disponible en


https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e1882-12-22.htm
33 Marx afirma que también para el capitalista el aumento de la fuerza productiva obtenido

mediante la cooperación es gratuito y no le cuesta nada: «En la sociedad moderna, ese poder de
los reyes asiáticos y egipcios o de los teócratas etruscos, etc., es conferido al capitalista, haga éste
su entrada en escena como capitalista aislado o —caso de las sociedades anónimas— como
capitalista combinado», Marx: El capital, Libro I, vol. 2, p. 406, ed. Siglo XXI

33
estrechamente ligado a la comunidad como la abeja a la colmena. Estos dos
puntos la distinguen de la cooperación capitalista.

El uso esporádico de la cooperación a gran escala en la Antigüedad se basa en


relaciones directas de dominación y servidumbre, mientras que su forma
capitalista presupone, por el contrario, un trabajador libre... para vender su
fuerza de trabajo al capital, en definitiva, trabajo asalariado. 34

Es perfectamente comprensible que un modo de producción tan sólidamente


establecido y construido, y de tan vastas dimensiones, vea surgir en su seno
formas y figuras sociales que anticipan modos de producción superiores sin que
él mismo se vea perturbado por ellas. Así, en el Apéndice al Libro III de El
capital, Engels afirma que el intercambio de mercancías se remonta a una época
antediluviana —hacia el 3.500 y quizá incluso el 5.000 a.C. para Egipto, y el
4.000 o 6.000 a.C. para Babilonia, donde los sacerdotes se reservaban el
comercio monetario; también en China las transacciones monetarias alcanzaron
proporciones fabulosas hace miles de años. Sin embargo, la organización central
estaba generalmente en condiciones de impedir que el intercambio y la usura
ejercieran su efecto disolvente sobre las relaciones sociales y socavaran las bases
del modo de producción social: de hecho, los tenía bastante controlados.

Hay que recordar que en ninguna parte el comercio aparece como un asunto
privado de los individuos. Al contrario, era un asunto social, realizado con los
medios correspondientes: dentro de la arcaica comuna primitiva, no había
intercambio mercantil de productos, ni entre individuos ni entre grupos. Sin
embargo, si había excedente de producción, este podía intercambiarse de una
comuna a otra. Estos intercambios tenían lugar en la periferia y se referían a
excedentes ocasionales o más o menos constantes. La propia comuna
participaba a menudo en estos intercambios, o los realizaban pueblos
comerciantes cuya tarea consistía en establecer las vías de comunicación y los
medios para utilizarlas, así como su defensa armada: piratería y comercio fueron
de la mano desde el principio. Los cartagineses, los fenicios y los judíos se
especializaron en esta función, eminentemente progresista y revolucionaria en
su época, ya que era un factor extremadamente activo en la disolución de las
antiguas relaciones sociales, siempre que el Estado central lo permitiera.
Ciertamente el Estado esclavista de Grecia y Roma, basado en la propiedad
privada de los patricios, era mucho más frágil y vulnerable en virtud de su
dinámica extrema que los Estados de la forma asiática, cuya base era
directamente social y arraigada en un modo de producción estable. El comercio

34 No obstante, si la esclavitud y la servidumbre pueden existir esporádicamente antes de que se

conviertan en las formas dominantes del trabajo vivo, también pueden sobrevivir a su modo de
producción propio. En otras palabras, pueden ser compatibles con el modo de producción
capitalista. Esto es lo que dice Marx en Teorías de la plusvalía: «En la segunda clase de colonias
—plantations— [que son] de antemano especulaciones comerciales productoras para el mercado,
encontramos la producción capitalista, aunque solamente de un modo formal, ya que [aquí] la
esclavitud de los negros excluye al trabajo asalariado, es decir, al fundamento de la producción
capitalista. Se trata, sin embargo, de capitalistas que hacen sus negocios con esclavos negros. El
modo de producción introducido por ellos no nace de la esclavitud, sino que se injerta en ella. En
este caso, capitalista y terrateniente son una sola persona. Y la existencia elemental de la tierra
frente al capital y [al] trabajo no opone resistencia alguna a la inversión de capital ni, por tanto, a
la competencia entre capitales. Ni se desarrolla tampoco aquí una clase de arrendatarios de la
tierra distinta de los terratenientes», Marx: Teorías de la plusvalía, vol. 2, p. 272, ed. FCE

34
era practicado allí por una casta, dependiente como las demás del Estado que lo
dominaba todo. Debido a que el conjunto de la producción estaba englobado en
un sistema unitario formal, el comercio en Asia fue incapaz de insinuarse entre
la agricultura y la manufactura, separándolas y, en última instancia, haciéndolas
autónomas. Esto requeriría un asalto en toda regla del capitalismo europeo y
americano, es decir, del colonialismo imperialista.

El comercio local tenderá entonces a subyugarse al imperialismo extranjero


sirviéndole de agente en el mercado interno, donde los comerciantes actuarán a
menudo como usureros de los campesinos a los que han endeudado
ofreciéndoles mercancías extranjeras. Es cierto que la lucha revolucionaria,
incluso de tipo puramente burgués, deberá adoptar formas complejas —
populares y campesinas— debido a la dependencia de los elementos burgueses
autóctonos respecto del imperialismo, que en efecto ha introducido el
capitalismo pero impide el desarrollo de la industria capitalista en estos países.
Vemos que el papel de las clases está determinado de forma muy compleja.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LAS FORMAS SECUNDARIAS


Ya sea en sus variantes asiática, eslava, antigua o germánica, el modo de
apropiación (propiedad) es el comportamiento del sujeto que trabaja, produce y
se reproduce en relación con las condiciones de producción y reproducción que
son —y que él considera— suyas. Si se produce una diferenciación, esta
provendrá únicamente de las condiciones reales de producción, cuyo objetivo es
la reproducción del productor en y con sus condiciones objetivas de existencia.
Este comportamiento de propietario —no como resultado, sino como condición
previa del trabajo— presupone una determinada forma de existencia del
individuo, a saber, ser miembro de una comunidad, de la que hasta cierto punto
él mismo es propiedad.

Para que el individuo se comporte —no después, sino antes del trabajo— como
propietario, su existencia debe tener una forma muy específica: debe pertenecer
—como miembro y como posesión— a una comuna o a una tribu.
Contrariamente a lo que podría pensarse, la existencia de la esclavitud o incluso
de la servidumbre no contradice esta doble posesión del individuo, activa y
pasiva. La esclavitud no es más que una forma históricamente más desarrollada
de esta relación inicial. En Roma por ejemplo un estrato de individuos, los
patricios, al apropiarse privadamente de la comuna —que se convirtió así en el
Estado esclavista— pasó a poseer la propiedad de esta sobre los individuos que
trabajan. En el otro polo, la acumulación de la propiedad privada en manos de
unos pocos arrebató la propiedad a los demás, que perdieron así sus derechos
sobre sus condiciones objetivas de existencia: habiendo sido propiedad de la
comuna, el trabajador pasa a ser propiedad de unos pocos individuos. La
condición común en Oriente, que permaneció sin embargo activa y pasiva, se
convirtió en Roma y Grecia en una condición privada, activa en un polo y pasiva
en el otro en lo que se refiere a la propiedad, y allí por tanto la esclavitud adoptó
una forma explícita.

35
En la forma secundaria, si se presupone que pertenecen al individuo sus
condiciones objetivas de trabajo, él mismo se presupone miembro de una
comuna que media su relación con la tierra. Su comportamiento hacia las
condiciones objetivas de trabajo —herramientas, materias primas, etc.— está
mediado por su existencia como miembro de la comuna, del mismo modo que
la propia existencia de la comuna está determinada por las condiciones objetivas
de trabajo. Al apropiarse de la propiedad de la comuna, los patricios entran al
mismo tiempo en posesión de los medios de trabajo, y el trabajador queda
reducido a la condición de medio de trabajo para otros.

Esta propiedad mediada por la existencia de la comuna puede ser una forma de
propiedad colectiva, en la que el individuo es sólo el poseedor y en la que no
existe la propiedad privada de la tierra (forma asiática). Pero la propiedad
también puede aparecer al mismo tiempo en dos formas, privada y común
(estatal), sirviendo una de base a la otra, según el nivel de desarrollo histórico.
Cuando la propiedad privada está vinculada a la pertenencia a la comuna
(ciudadanía estatal), teniendo al mismo tiempo una existencia individual,
estamos ante la forma clásica antigua (griega o romana), donde la propiedad
común (estatal) constituye la base de la propiedad privada del ciudadano.
Finalmente, encontramos una propiedad común fundada sobre la propiedad
individual, de la que no es más que su complemento. Toda la existencia de la
comuna se reduce aquí a la asamblea de los miembros de la comuna y a su
reunión para fines comunes (forma germánica).

Es sobre todo en estas dos últimas variantes donde el individuo, transformando


su relación con la comuna, se modifica a sí mismo y tiende a disolver la
comunidad primitiva junto con sus condiciones económicas. Pero estas mismas
condiciones económicas también cambian, desarrollándose y empobreciéndose.
Si en una sociedad semejante unos pocos individuos pueden adquirir cierta
grandeza, es sólo sobre la base de la esclavitud de la inmensa mayoría. A este
nivel, por tanto, no puede hablarse de un desarrollo libre y pleno de la sociedad
o del individuo, lo cual contradicen las relaciones fundamentales de esta forma
secundaria y comunes a todas sus variantes.

El tipo secundario aparece en todas partes como la forma final adoptada por la
organización social arcaica. En el curso de la historia europea, la comuna
agrícola ha servido de transición entre la propiedad común y la propiedad
privada. Pero esto no implica en absoluto que deba conducir siempre y en todas
partes directamente a la propiedad privada. Su constitución implica la siguiente
alternativa: o bien el elemento de propiedad privada que implica prevalecerá
sobre el elemento colectivo, o bien este último prevalecerá sobre el primero,
como en la forma asiática. Que se produzca una u otra de estas soluciones, ambas
posibles, depende del entorno histórico en el que se encuentre la comuna.

VARIANTE ASIÁTICA DE LA FORMA SECUNDARIA


En este tipo, como en todas las formas secundarias, siempre hay dos elementos:
la unidad central que engloba al conjunto, y las comunas particulares, locales,

36
que engloban a los trabajadores y a sus familias.

Veremos cómo se comporta el individuo frente a estos dos elementos. La unidad,


que engloba el conjunto y está por encima de las pequeñas colectividades,
aparece como propietaria suprema o como única propietaria, siendo las
verdaderas comunas meras poseedoras hereditarias. A los ojos del individuo, sin
embargo, es la pequeña colectividad la que puede aparecer como propietaria de
la tierra —que, por tanto, permanece siempre en posesión común—, ya que es la
colectividad local la que media para él la propiedad respecto a la unidad central.
Esta distinción entre el poder central y la colectividad local se acentúa a veces,
cuando la comuna vegeta separadamente sin relación alguna con el Estado
central, o se borra por otra parte cuando la existencia de la unidad suprema, muy
viva y activa, se deja sentir inmediatamente —a través de las obras públicas, los
funcionarios civiles y militares, etc.

En todos los casos, sin embargo, el individuo es simplemente el poseedor


hereditario.

Como el individuo sólo puede producir mediante el trabajo colectivo —el


regadío, que presupone grandes obras públicas, una red de comunicaciones bien
desarrollada, tanto material como intelectual, un conocimiento de la
meteorología, etc.—, la base colectiva es sólida. La unidad suprema que
finalmente puede encarnarse en una persona, el déspota, está de hecho
representada por las obras públicas, la burocracia civil, militar y religiosa. A esta
unidad, de la que dependen las condiciones generales de existencia, le
corresponde el excedente de producto (plusproducto), en su totalidad o en parte,
siendo el resto utilizado directamente por la comuna o las familias. En la
mayoría de los casos, estas familias cultivan las parcelas que se les ha asignado
de forma independiente, y el patriarca de la gran familia desempeña entonces el
papel de déspota —hasta este nivel, las condiciones generales tienen el mismo
efecto.

En El capital, Marx nos describe esta sociedad:


Esas antiquísimas y pequeñas entidades comunitarias indias, por ejemplo,
que en parte todavía perduran, se fundan en la posesión comunal del suelo, en
la asociación directa entre la agricultura y el artesanado y en una división fija
del trabajo, que sirve de plan y de esquema predeterminados cuando se
establecen nuevas entidades comunitarias. Constituyen conjuntos de
producción autosuficientes, con una superficie productiva que oscila entre
cien acres y algunos miles. La masa principal de los productos se produce con
destino al autoconsumo directo de la comunidad, no como mercancía y por
tanto la producción misma es independiente de la división del trabajo
establecida en el conjunto de la sociedad india, división que está mediada por
el intercambio de mercancías. Sólo el excedente de los productos se
transforma en mercancía, e incluso en el caso de una parte del mismo esa
transformación no ocurre sino cuando llega a manos del estado, al que desde
tiempos inmemoriales afluye, bajo la forma de renta en especies, determinada
cantidad de tales productos. En distintas regiones de la India existen formas
distintas de la entidad comunitaria. En la forma más simple, la comunidad
cultiva la tierra colectivamente y distribuye los productos del suelo entre sus
miembros, mientras que cada familia practica el hilado, el tejido, etc., como
industria doméstica subsidiaria. Al lado de esta masa ocupada de manera
semejante, encontramos al “vecino principal”, juez, policía y recaudador de
impuestos, todo a la vez; el tenedor de libros, que lleva las cuentas acerca de

37
los cultivos y registra y asienta en el catastro todo lo relativo a los mismos; un
tercer funcionario, que persigue a los delincuentes y protege a los forasteros
acompañándolos de una aldea a la otra; el guardafronteras, que vigila los
límites entre la comunidad y las comunidades vecinas; el inspector de aguas,
que distribuye, para su uso agrícola, el agua de los depósitos comunales; el
brahmán, que desempeña las funciones del culto religioso; el maestro, que
enseña a los niños de la comunidad a escribir y leer en la arena; el brahmán
del calendario, que en su condición de astrólogo indica los momentos
propicios para la siembra y la cosecha, así como las horas favorables o
desfavorables para todos los demás trabajos agrícolas; un herrero y un
carpintero, que construyen y reparan instrumentos de labranza; el alfarero,
que produce todas las vasijas de la aldea; el barbero; el lavandero, ocupado
en la limpieza de la ropa; el platero, y aquí y allá el poeta, que en algunas
comunidades remplaza al platero, en otras al maestro. Esta docena de
personas se mantiene a expensas de toda la comunidad. Si la población
aumenta, se asienta en tierras baldías una nueva comunidad, organizada
conforme al prototipo de la antigua. El mecanismo comunitario muestra una
división planificada del trabajo, pero su división manufacturera es aquí
imposible, puesto que se mantiene inalterado el mercado en el que vuelcan sus
productos el herrero, el carpintero, etc., y a lo sumo, según el tamaño diverso
de las aldeas, en vez de un herrero, un alfarero, etcétera, nos encontramos con
dos o tres de ellos. La ley que regula la división del trabajo comunitario opera
aquí con la autoridad ineluctable de una ley natural, mientras que cada
artesano particular, como el herrero, etc., ejecuta en su taller todas las
operaciones correspondientes a su oficio, a la manera tradicional, pero
independientemente y sin reconocer ninguna autoridad sobre él. El sencillo
organismo productivo de estas entidades comunitarias autosuficientes, que se
reproducen siempre en la misma forma y que cuando son ocasionalmente
destruidas se reconstruyen en el mismo lugar, con el mismo nombre,
proporciona la clave que explica el misterio de la inmutabilidad de las
sociedades asiáticas, tan sorprendentemente contrastada por la constante
disolución y formación de estados asiáticos y el cambio incesante de las
dinastías. Las tempestades en la región política de las nubes dejan indemne la
estructura de los elementos fundamentales económicos de la sociedad. 35

Por supuesto, el sistema corporativo de oficios que se desarrolló históricamente


en la forma secundaria no puede evolucionar hacia la manufactura (capitalista)
y la gran industria: sólo el sistema corporativo de la forma terciaria sentará
históricamente las bases del sistema industrial capitalista (forma cuaternaria).
Por ello no debe sorprendernos la estabilidad de los oficios secundarios —en
Asia, Roma y Grecia, los gremios serán incapaces de convertirse en gran
industria. Así pues, es necesario analizar más detenidamente este sistema de
oficios para comprender mejor qué los caracteriza y qué los distingue de las
formas de producción posteriores.

Si la gran industria no ha podido desarrollarse directamente en las sociedades


asiáticas, no se debe al sistema de castas de oficio en sí, sino a la gran estabilidad
social de la producción enraizada en la propiedad común de la tierra. En Asia,
como en otras partes, las castas de oficio aumentaron y multiplicaron la fuerza
productiva del trabajo humano, y constituyeron así un primer paso hacia la
autonomización y la dominación del trabajo humano. De hecho, tan pronto
como el trabajo parcelario se convierte en una función exclusiva, se perfeccionan
los métodos de trabajo (técnicas e instrumentos a su servicio): cuando un acto
sencillo se repite constantemente y la atención se centra en él, la experiencia
permite gradualmente conseguir el efecto deseado con un menor gasto de fuerza.

35 Marx: El capital, Libro I, vol. 2, pp. 434-436, ed. Siglo XXI

38
Y como en los mismos talleres conviven y trabajan siempre distintas
generaciones de obreros, los conocimientos técnicos adquiridos —conocidos
como trucos del oficio— se acumulan y se transmiten. Así, Diodoro de Sicilia
admiraba el alto nivel tecnológico alcanzado por Oriente en general y por Egipto
en particular, y lamentaba que en Roma los ciudadanos se dedicaran a
demasiadas ocupaciones diferentes e indiferenciadas. En cambio en Egipto,
decía, los artesanos nunca se inmiscuyen en los asuntos de otra clase de
ciudadanos, ya que estarán obligados por ley a cumplir su única vocación
hereditaria: así pues, nada puede perturbar a los trabajadores en su actividad
profesional. Es más, habiendo heredado de sus antepasados un sinfín de
procedimientos, recelan de inventar otros nuevos. Y Marx añade:
Castas y gremios surgen de la misma ley natural que regula la diferenciación
de plantas y animales en especies y variedades; sólo que cuando se alcanza
cierto grado de desarrollo el carácter hereditario de las castas o el exclusivismo
de los gremios son establecidos por decreto, como ley social. 36

El desarrollo de las castas de oficio es obviamente un gigantesco paso adelante


para la forma secundaria. Por supuesto, allí donde la forma secundaria es la más
estable y, por tanto, la más duradera, estos oficios se vuelven rígidos y se
fosilizan. Si los gremios de Roma y Grecia —que tanto deben a las castas de
Oriente, cuya técnica importada les permitió desarrollarse rápidamente hasta
un nivel superior— no se petrificaron fue porque toda la forma secundaria de
producción se derrumbó y dio paso a un modo de producción superior, que
produjo un sistema corporativo capaz de evolucionar.

Pero, dice Marx, es fácil ser liberal a costa de las sociedades antiguas, y constata
que al obrero nunca como en la gran industria capitalista se le ha mutilado,
parcelado, unilateralizado, sometido siempre al mismo gesto de mero apéndice
y dependencia de la maquinaria, que «dirige en todas direcciones, según sus
propias leyes, la actividad del obrero individual» 37.

En las sociedades antiguas, las fuerzas productivas eran mínimas y las


condiciones ambientales ingratas cuando se producía un estancamiento social.
La división del trabajo social era absolutamente útil y más eficaz para la
existencia de la sociedad en su conjunto. Desde la cima hasta la base de la
sociedad, como vimos por ejemplo en la sociedad inca, el trabajo era la regla y
todas las ocupaciones eran útiles para el conjunto de la sociedad. Estas causas
naturales del estancamiento social han sido sustituidas por causas de clase,
eminentemente sociales y políticas. Aquí, el estancamiento social es claramente
repugnante y contrarrevolucionario.

36Marx: ibid., p. 413


37No hemos podido encontrar la referencia de esta cita, pero sí la siguiente: la manufactura «no
sólo desarrolla la fuerza productiva social del trabajo para el capitalista, en vez de hacerlo para el
obrero, sino que la desarrolla mediante la mutilación del obrero individual. Produce nuevas
condiciones para la dominación que el capital ejerce sobre el trabajo. De ahí que si bien, por una
parte, se presenta como progreso histórico y fase necesaria de desarrollo en el proceso de
formación económica de la sociedad, aparece por otra parte como medio para una explotación
civilizada y refinada», Marx: ibid., p. 444 [NdT]

39
TRANSICIÓN A LA VARIANTE ANTIGUO-CLÁSICA DE LA FORMA
SECUNDARIA
Esta segunda variante, que al igual que la primera sufrió considerables
variaciones locales, fue el producto de una vida histórica más agitada y de
transformaciones más complejas sobre las primitivas comunas endogámicas.

La razón por la que nos ocupamos en segundo lugar de esta antigua variante
clásica es que: 1) debe mucho a la forma asiática, de la que se ha beneficiado de
todos los avances tanto en la producción material como en la organización
social; 2) nació después de la primera y contribuyó a configurar el posterior
modo de producción feudal (forma terciaria).

En resumen, esta segunda variante se caracteriza por un mayor dinamismo, es


decir, una vida más corta y más agitada. Aquí vemos mejor que en otros lugares
la decadencia y ruina de las relaciones arcaicas, a partir del desarrollo de la pura
esclavitud y la concentración de la propiedad de la tierra.

Estas transformaciones se deben al intercambio, al dinero, a las conquistas, etc.,


o en resumen a todos aquellos elementos que, hasta cierto punto, parecían
compatibles con la base de esta forma secundaria de producción y que sólo
parecían ampliar esa base.

Esta segunda variante de la forma secundaria, que apareció a orillas del


Mediterráneo (Grecia y Roma) y que, al igual que la variante germánica, se
originó en la India, estuvo evidentemente determinada por el entorno natural
en sus transformaciones.

En su Contribución a la crítica de la economía política, Marx ironiza sobre


quienes pretenden que la sociedad y la producción europeas son algo específico
en sí mismo, del mismo modo que ironiza sobre quienes pretenden que la forma
primitiva arcaica es un fenómeno específicamente eslavo o incluso ruso. En
realidad, dice,
es la forma primitiva cuya existencia podemos demostrar entre los romanos,
germanos y celtas, pero hay todo un muestrario de múltiples ejemplos que aún
se sigue encontrando —aunque parcialmente en estado ruinoso— entre los
indios. Un estudio más detallado de las formas asiáticas, en especial indias, de
la propiedad común, demostraría cómo a partir de las diversas formas de la
propiedad común natural y espontánea resultan diferentes formas de su
disolución. Así, por ejemplo, los diversos tipos originales de la propiedad
privada romana y germánica pueden derivarse a partir de diferentes formas
de la propiedad común india. 38

En una carta a Engels fechada el 14 de marzo de 1868 39, Marx —que en aquella

38 Marx: Contribución a la crítica de la economía política, p. 16, nota 4, ed. Siglo XXI
39 «Hoy es interesante advertir que el sistema ruso de reparto de las tierras al cabo de cierto
tiempo (en Alemania primero anualmente) se haya mantenido en Alemania hasta el siglo XVIII e
incluso hasta el XIX. He ahí una nueva prueba en apoyo de la idea que yo he expresado (aun
cuando M[aurer] no sepa nada de ello), según la cual las formas de propiedad asiáticas o indias
han configurado en todas partes los orígenes de Europa. En cuanto a los rusos, ven cómo
desaparecen las últimas huellas de una pretendida originalidad [of originality] incluso en este
terreno [in this line]», Marx y Engels: «Carta de Marx a Engels del 14 de marzo de 1868», Cartas

40
época disponía de poco material sobre este tema— decía que personalmente
consideraba que las formas de propiedad asiáticas, y en particular indias,
estaban en el origen de la propiedad común en Europa, como lo demostraban el
reparto colectivo, la redistribución periódica de la tierra, etc. Podía decir, por
ejemplo, que el antiguo alemán se encontraba en el yata —la casta campesina
terrateniente del norte de la India— y el antiguo griego en el brahmán 40. El
reconocimiento de este parentesco nos proporciona un hilo conductor precioso
para seguir la transformación y el paso de esta forma-madre india a modos de
producción secundarios de tipo antiguo clásico y germánico.

LA VARIANTE ANTIGUO-CLÁSICA DE LA FORMA SECUNDARIA


El origen histórico de la variante antiguo-clásica es, por tanto, muy próximo al
de la variante germánica: a medida que los pueblos migrantes se desplazaban de
Asia (India, etc.) a Europa, transformaban su modo de vida y de producción para
adaptarse finalmente a las condiciones históricas y geográficas de Europa. A
medida que el vínculo directo de la tribu con la naturaleza se debilita como
resultado del movimiento histórico y de la migración, a medida que la tribu se
aleja de su lugar de origen, ocupa tierras extranjeras y accede a nuevas
condiciones de trabajo, y a medida que la energía del individuo particular se
desarrolla a expensas del carácter colectivo de la tribu, esta adquiere un aspecto
negativo en su conjunto: es entonces cuando se crean las condiciones adecuadas
para que el individuo se convierta, tras un proceso que a veces puede durar
mucho tiempo —como en Grecia y Roma—, en propietario de una parcela de
tierra particular, cuyo cultivo es responsabilidad suya y de su familia. Las más
de las veces, durante las propias migraciones se formaba y consolidaba la familia
restringida que vivía en el mismo carro —y con ella, su propiedad privada— en
detrimento de la propiedad colectiva. El asentamiento de estas familias en zonas
poco pobladas, en regiones montañosas o pantanosas, donde el reparto anual de
tierras carecía prácticamente de sentido, establece definitivamente la propiedad
privada.

Por este motivo, la forma de organización más generalizada en el mundo antiguo


fue desde el principio la de la gens. Las tribus de los Estados antiguos,
inicialmente basadas en el parentesco y el linaje (gens, clan, Geschlecht), pronto
se basaron en la localidad —cuando se hicieron sedentarias. Era la movilidad de
las tribus lo que explicaba sus relaciones sociales. La tierra —cualesquiera que
sean las dificultades y resistencias que plantea al trabajo y a la apropiación real—
no se opone a ser la naturaleza no orgánica de los hombres, a ser su taller,
herramienta, material y alimento. Así pues, las dificultades que encuentra la

sobre “El capital”, pág. 155, ed. EDIMA. Este es sin duda uno de los ejemplos más grandiosos de
la colaboración de una raza de un continente en la creación de un nuevo modo de producción y
civilización en otro. Marx se propuso descubrirlo no sólo en una época en que las monografías
sobre etnología estaban poco desarrolladas, sino también cuando los prejuicios de los eruditos
burgueses distorsionaban sus propios estudios y conclusiones
40 Cf. Marx: «Futuros resultados de la dominación británica en la India», New York Daily

Tribune, 8 de agosto de 1853, disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-


e/1850s/1853-india.htm

41
comunidad sólo pueden provenir de otras comunidades, bien porque ya ocupan
la tierra, bien porque perturban la ocupación de la tierra por la comunidad. La
guerra es, por tanto, la gran tarea colectiva, la gran obra común necesaria, ya sea
para apoderarse de las condiciones materiales de existencia, ya para defender y
perpetuar la ocupación. Por eso, sobre todo en el caso de las tribus que están
migrando, la comunidad formada por familias se organiza primero
militarmente, como organismo armado y guerrero: es una de las condiciones de
su existencia como propietaria. Las relaciones sociales internas de las
comunidades se transforman y diferencian aún más por la mezcla con las tribus
sometidas y la apropiación de nuevas condiciones y técnicas de producción.
Cuando la comunidad se sedentariza, su carácter topográfico se extiende a todas
las tribus que la componen, imprimiéndole el sello de las condiciones históricas
locales.

La forma antiguo-clásica no supone, como la variante asiática, la predominancia


única e incontestada de la propiedad de la tierra y del campo: desde el principio
supone también la ciudad como un centro formado ya por gentes del campo —
terratenientes, que de hecho dominan también aquí todas las relaciones sociales.
Pero es desde la Ciudad desde donde los patricios dirigen la política global: los
campos aparecen como territorio de la ciudad.

Las formas de apropiación —de propiedad— van a cambiar mucho no sólo


durante las migraciones, sino también durante la propia sedentarización. De
hecho, la tendencia de las pequeñas comunidades guerreras a rebasar
constantemente los límites alcanzados persistirá incluso más tarde.

Para griegos y romanos la forma de las relaciones sociales corresponde al modo


de acceso a las condiciones de existencia. La tierra está ocupada por la comuna
y se convierte en tierra romana. Una parte queda en manos de la comunidad
como tal, es decir, separada de los miembros de la comunidad, en resumen, el
ager publicus 41 en sus diversas formas. La otra parte se distribuye entre los
miembros de la comunidad, y cada parcela de tierra es romana en el sentido de
que es la propiedad privada o el dominio de un romano, en definitiva, la parte
del territorio que le ha correspondido. Es romano sólo en la medida en que posee
este derecho soberano sobre una parte de la tierra romana y, si perdiera la
propiedad de la tierra, se pondría bajo la protección de un ciudadano romano
propietario, convirtiéndose en su cliente.

Así, la propiedad de la comuna —propiedad del Estado, el ager publicus— se


separa aquí de la propiedad privada. La propiedad del individuo particular no es
directamente propiedad de la comunidad como en la variante asiática, donde la
propiedad no puede existir fuera de la comuna y de los individuos que la
componen, es decir, donde lo único que existe es la posesión del individuo.

Por supuesto, para apropiarse de la tierra el presupuesto sigue siendo ser


miembro de la comuna, pero como miembro de la comuna el individuo es ahora

41 El ager publicus incluye no sólo la parte de la tierra que sigue siendo propiedad indivisa de la

comunidad —como la marca germánica o la propiedad comunal (bosques, pastos, etc.) cuyo uso
pertenece a todos los miembros de la comunidad en virtud del derecho antiguo y del hecho de que
dicha propiedad no puede dividirse—, sino también todas las instalaciones, bienes y obras
pertenecientes a la colectividad

42
el propietario. A este nivel, es decir, una vez que las personas se han separado
de la madre tierra que les ha visto nacer y han partido hacia otros territorios
apoyándose sobre todo en la fuerza de su comunidad, el peso de la propiedad de
la tierra disminuye un poco y los vínculos comunitarios empiezan a desempeñar
un papel importante.

La comunidad —en tanto que organización estatal— es ante todo la relación


mutua de propietarios privados libres e iguales, su vínculo contra el exterior y,
al mismo tiempo, su garantía. La organización colectiva se basa aquí, por una
parte, en el hecho de que los miembros de la comuna son propietarios de la tierra
que trabajan, campesinos parcelarios. Por otra parte, la autonomía de estos se
basa en su relación mutua como miembros de la comuna, cuya existencia está
garantizada por el ager publicus destinado a las necesidades comunes y a la
gloria común. La apropiación de la tierra está aquí condicionada a la pertenencia
a la comuna; pero como miembro de la comuna, el individuo particular es
propietario privado. Para él, la propiedad privada es su tierra, pero también es
su ser como miembro de la comuna: preservándose como tal, contribuye a la
preservación de la comuna, y viceversa.

La comuna es ahora el presupuesto de la propiedad de la tierra, es decir, de la


apropiación por el trabajador de sus condiciones naturales de trabajo, mientras
que antes era la comuna la que estaba determinada por la propiedad de la tierra.
Así que ahora la propiedad del individuo está mediada por su condición de
miembro del Estado, por la existencia del Estado. Pero la condición para que la
comuna pueda perpetuarse es que se mantenga la igualdad entre los campesinos
libres y autosuficientes, para los cuales el trabajo es la condición para perpetuar
su propiedad. Marx explica al respecto que el objetivo de la producción no era
por tanto la mayor riqueza posible, y menos aún el valor de cambio, la
producción para la producción de la sociedad capitalista: era el mantenimiento
y la subsistencia del individuo, su reproducción como miembro de la comunidad,
la reproducción de sí mismo como propietario de la parcela de tierra y, en calidad
de tal, como miembro de la comuna. La perpetuación de la comuna es la
reproducción de todos sus miembros como agricultores autosuficientes. Su
plusproducto pertenece a la comuna y a menudo se utiliza para el servicio
militar. Pero no es tanto la cooperación en el trabajo individual como la
cooperación en el trabajo comunitario lo que mantiene y perpetúa la unidad al
interior y frente al exterior. A partir de esta diferencia se desarrollaron los
antagonismos posteriores en la sociedad griega y romana. Todavía no es a través
de su trabajo en su parcela privada como el romano asegura su subsistencia y se
perpetúa, sino esencialmente como ciudadano romano en las obras públicas, la
guerra, etc. Sin embargo, basta que un ciudadano romano pierda la propiedad
de su parcela y de sus herramientas de trabajo para que su propio cuerpo deje
de pertenecerle y pierda su ciudadanía, de tal forma que para seguir subsistiendo
tendrá que ponerse bajo la protección personal de otro ciudadano romano, que
es el propietario. Así es como los ciudadanos romanos arruinados caen en el
lumpenproletariado y viven a costa de los patricios, para quienes constituyen
una masa de maniobra política. La ruina o insolvencia económica del deudor le
lleva a depender de los ciudadanos-propietarios. Así fue como los patricios
adquirieron el derecho a disponer de la tierra común (ager publicus) y luego
pusieron a sus clientes a trabajar en ella por su cuenta para ponerla en valor. De
este modo se desarrollaron tanto el sistema esclavista como el del colonato. Los

43
patricios concedían el usufructo de las tierras de las que se habían apropiado a
cambio de una renta. Antes de esta expropiación, era el propio deudor quien
poseía la tierra: hoy era su acreedor, y el antiguo propietario arruinado pagaba
una renta por el derecho a trabajarla. La diferencia entre los esclavos y los
colonos o clientes patricios era esta: los esclavos eran directamente reducidos al
rango de condiciones materiales para la producción ajena, como meras bestias
de carga o como un apéndice de la tierra. La mayoría de las veces los esclavos
eran prisioneros de guerra, es decir, extranjeros, no romanos. Los plebeyos, o
ciudadanos romanos endeudados y arruinados, debían ponerse bajo la
protección de un ciudadano romano para evitar caer en la esclavitud. El simple
hecho de no pagar una deuda conllevaba a menudo la sumisión del deudor y
aumentaba el prestigio del acreedor, que a menudo también se embolsaba las
posesiones del deudor. De este modo, el patricio al mismo tiempo acumulaba las
condiciones materiales de producción —la propiedad de sus conciudadanos— y
aumentaba su influencia privada en el Estado. Cuantos más clientes tenía, más
poderoso era. Terminó por “representar” en el Estado a todos los deudores a los
que había arruinado: los derechos de los plebeyos y de los deudores arruinados
en el ager publicus eran refrendados por sus acreedores, cuya influencia política
aumentaba considerablemente en los asuntos públicos (res publicæ): una ley
permitía compensar a los plebeyos por su participación en el ager publicus. El
propio trabajo de libertos, clientes y esclavos aumentaba así aún más el poder
de los patricios —sus patrones— y cada desarrollo de las fuerzas productivas de
estos trabajadores actuaría así de disolvente para la propiedad común originaria.
En adelante, el trabajo de la mayoría de los productores materiales no reforzaría
su propiedad, sino que aceleraría la ruina de los productores que aún no habían
sido desposeídos. En esta situación en la ya existe una separación entre los
miembros de la comuna como propietarios privados por una parte, y como
poseedores de un derecho sobre el ager publicus por otra, surgen rápidamente
las condiciones susceptibles de hacer perder al individuo su propiedad, es decir,
su doble existencia como propietario de su parcela de tierra y como ciudadano
de nacimiento igual como miembro de la comuna.

En la forma oriental esta pérdida difícilmente es posible, salvo por causas


totalmente externas. El individuo, firmemente arraigado, no puede perder su
vínculo objetivo —con la comunidad— ni su vínculo económico —con sus medios
de existencia.

La clave de la historia de la sociedad romana reside en sus relaciones sociales.


Era natural que Roma derrotara a su rival Cartago, que era ante todo una nación
mercantil, es decir, que se desarrollaba unilateralmente. El crecimiento de las
fuerzas productivas de Roma estaba directamente asociado a la organización
militar de su sociedad. Niebuhr escribe:
Una vez que los augurios le aseguraron a Numa la aprobación divina de su
elección, la primera preocupación del piadoso rey no fue el servicio del templo
sino el de los hombres. Dividió las tierras que Rómulo había ganado en la
guerra y había dejado para que fueran ocupadas: instauró el culto de Término.
Todos los legisladores antiguos, y sobre todo Moisés, fundaron el éxito de sus
preceptos en favor de la virtud, la rectitud y las buenas costumbres sobre la
propiedad de la tierra o, por lo menos, sobre la posesión hereditaria segura de

44
la tierra para el mayor número posible de ciudadanos. 42

Cultivar la tierra era unánimemente considerado por los antiguos como la


actividad del hombre libre, la escuela del soldado: es allí donde se conserva el
verdadero origen de la nación que se transforma y degenera en las ciudades, a
las que van a instalarse los mercaderes extranjeros y los artesanos metecos.

Pero, como hemos visto, las guerras y las conquistas abolieron y transformaron
las relaciones sociales en Roma. Estos acontecimientos extraordinarios
perturbaron la reproducción normal de las condiciones de vida de la población.
Sabemos que simplemente una mala cosecha puede impedir que un campesino
reponga sus semillas en especie. Las guerras permitieron a los patricios romanos
arruinar a los plebeyos, sus conciudadanos, obligándoles a realizar el servicio
militar, lo que les impidió reproducir sus condiciones de trabajo y, en
consecuencia, les empobreció. Este empobrecimiento fue el factor dominante en
la Antigüedad. Quien perdía su propiedad terrateniente perdía también su
ciudadanía libre y plena. Y mientras la masa de ciudadanos-campesinos
romanos se empobrecía en las guerras, las bodegas y graneros de los patricios se
llenaban, a través de estas mismas guerras, con la moneda de la época: el cobre.
Lejos de conceder a los plebeyos los bienes que necesitaban para sus cosechas —
trigo, caballos y ganado—, los patricios les prestaban ese cobre inútil,
aprovechándose de la situación para extorsionarles intereses usurarios que
convertían a los plebeyos en sus esclavos deudores. Es más, sabemos que como
el individuo formaba parte de las condiciones de producción en este sistema de
propiedad de la tierra, no era raro que la escasez y las hambrunas provocaran la
venta de niños como esclavos a los más ricos y que los hombres libres se
vendieran a sí mismos. Es muy normal que la conservación o la pérdida de las
condiciones de trabajo del pequeño campesino-productor dependa de mil
accidentes, y cada accidente o pérdida significa el empobrecimiento y la
posibilidad de que la usura le parasite. Basta que al pequeño campesino se le
muera la vaca para que no pueda continuar la producción a la antigua escala.

En cuanto la comunidad humana deja de estar indisolublemente ligada a la


naturaleza circundante, como en Asia, y pasa a estar determinada por las
relaciones de los propietarios individuales, libres e iguales entre sí, la
comunidad adquiere un carácter predominante. Pero como para el individuo
singular la propiedad está ligada a su comunidad, la pérdida de sus posesiones
significa la pérdida de sus derechos sociales. Todo accidente y trastorno, ya sea
natural o social, arruina al propietario privado, de modo que los lazos
comunitarios sólo sirven para sancionar la pérdida de la propiedad y la
ciudadanía de unos, y para aumentar la propiedad y los derechos sociales de
otros. En resumen, la clase dominante aprovecha cada accidente natural y cada
cataclismo social para reforzarse: los antiguos lazos comunitarios cambian de
naturaleza. Dejan de ser una garantía y una protección para convertirse en un
medio de opresión.

Esta autonomía relativa de la comuna con respecto a la tierra favoreció


posteriormente la posición privilegiada de un estrato con respecto a la gran masa

42B. G. Niebuhr: Römische Geschichte. Erster Theil, zweite, völlig umgearbeitete Ausgabe, p.
245, Berlin 1827, cit. en Marx: «Formas que preceden a la producción capitalista», Fundamentos
de la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 1, p. 438, ed. Siglo XXI [NdT]

45
de la población, lo que condujo a la creación de un Estado de clase y a una cierta
diferencia entre el campo y la ciudad, por tanto a la dominación de esta última.
La relativa autonomía de la comuna y los vínculos sociales entre los individuos
crearon una nueva esfera de actividad: la política.

Al concentrarse en la Ciudad, centro rector de la vida rural, residencia del


trabajador agrícola y centro rector de la guerra, la existencia de la comuna como
tal se orientó hacia el exterior y se distinguió de la existencia de los individuos.
Así, la historia de la Antigüedad clásica es la historia de las ciudades, pero de las
ciudades fundadas sobre la propiedad de la tierra y la agricultura. Fueron estas
ciudades ruralizadas las que constituyeron la base de la organización estatal, que
se hizo así autónoma y permanente en las ciudades.

Al disponer tanto de los medios de producción como de la organización social —


la antigua comuna convertida en el Estado esclavista de los patricios—, la clase
dominante pretendía extender su modo de producción a todos los países del
mundo antiguo mediante la colonización, al tiempo que buscaba expropiar a la
mayor masa posible de ciudadanos romanos. Toda la historia posterior de la
Antigüedad será una sucesión de expropiaciones de las masas en beneficio de
una plutocracia, y de reapropiaciones de las masas transformadas en plebe y
constantemente en rebelión contra los acreedores. Dado el carácter de tierra que
tenía la propiedad, sólo podía haber antagonismo entre la propiedad privada y
la no propiedad. La victoria de la propiedad privada (patricios) significaba la no
propiedad de las masas, y la victoria de la no propiedad (plebe y esclavos)
significaba la reconquista de la propiedad privada. La victoria de los deudores
reinició así el siguiente ciclo de expropiación. La sociedad antigua se replegó
sobre sí misma. Para la transformación de esta sociedad era necesario, tanto en
la forma antiguo-clásica como en la asiática, la intervención de un factor externo.

DISOLUCIÓN DE LA FORMA ANTIGUO-CLÁSICA


En la Antigüedad, el derecho a vender los bienes propios en caso de apuro se
convirtió en un derecho general —existía en el Norte, entre los griegos, así como
en Asia. Igualmente, casi en todas partes el acreedor tenía derecho a embargar
a un deudor insolvente para convertirlo en su siervo y obligarle a pagar
íntegramente la deuda, ya fuera haciéndole trabajar o vendiéndolo. Como los
lazos de consanguinidad se habían roto hacía tiempo, el pueblo ya no acudía en
ayuda de sus miembros caídos en la indigencia, como era su deber antaño.
Además, como la ciudadanía estaba vinculada en su origen a la propiedad de una
parcela de tierra, la situación de los expropiados se asemejaba a la de los
esclavos, que carecían de derechos cívicos. De ahí el uso de la “clientela”, un
grupo de clientes pobres reunidos en torno a un “patrón”. El patrón no tenía por
qué ser noble siempre que fuera rico, e incluso los libertos eran buscados como
patrones en cuanto gozaban de la condición de ciudadanos romanos 43. Sólo

43 El «séquito» (comitatus en latín, Gefolgschaft en alemán) adoptó diferentes formas según la

época. Entre los iroqueses, por ejemplo, eran grupos de voluntarios que se reunían en torno a un
jefe temporalmente al margen de la organización gentilicia para hacer la guerra por su cuenta.
Mientras que en la época romana el término se utilizó primero para designar a una escolta que

46
después de que el Estado romano fuera derrocado por los bárbaros germánicos,
las relaciones clientelares se transformaron en relaciones personales de
servidumbre de por vida, y las ciudades pudieron desarrollarse
independientemente del Estado (ciudades libres), ya no como centros rurales
dependientes de la propiedad de la tierra, sino como sedes industriales que se
desarrollaban sobre su propia base —el trabajo.

La concentración de la propiedad romana de la tierra no debe confundirse con


la propiedad mecanizada a gran escala de la agricultura capitalista desarrollada.
Además, el desarrollo de la agricultura romana en la época imperial condujo,
por un lado, a la extensión de la economía de pastoreo a vastas zonas y a la
despoblación del campo y, por otro, a la disgregación de los latifundios en
pequeñas parcelas arrendadas que se asignaban a colonos, es decir, a empresas
minúsculas de pequeños campesinos esclavizados —los antepasados directos de
los siervos del feudalismo. En otras palabras, este latifundio ya contenía las
semillas del modo de producción feudal.

En los sitios en los que seguían existiendo los latifundios, estos no tenían
producción mecanizada ni trabajadores libres (asalariados), sino una economía
de plantación con esclavos, bárbaros de las más diversas nacionalidades, que a
menudo no se entendían entre sí. Frente a ellos había ciertamente proletarios,
pero no trabajaban; para ser precisos, eran el lumpenproletariado parasitario.
Sin embargo, toda la riqueza de la burguesía procede de los proletarios que
trabajan.

En un intento de resolver la crisis de la economía esclavista, que por un lado


marcaba un descenso de la productividad de los campesinos libres y los
artesanos y, por otro, se quedaba sin mano de obra a medida que las guerras de
conquista se hacían cada vez más difíciles, se desarrolló el colonato. Una parte
de las grandes propiedades agrarias se dividió en parcelas, y los pequeños
colonos se instalaron en arrendamientos a muy largo plazo (enfiteusis),
obligados a realizar pagos en dinero o en especie. Estos colonos pronto se
endeudaron y pasaron a depender de los grandes terratenientes. Su situación se
asemejaba a la de los servi casati —esclavos ligados a la tierra y que sólo podían
venderse con la tierra. Por voluntad propia o por la fuerza, los campesinos libres
empobrecidos se buscaban un patrón para escapar a la arbitrariedad de los
funcionarios y del fisco. Pueblos enteros funcionaban con el sistema de precarios

acompañaba a una persona importante, y después al séquito del emperador durante sus viajes, en
la época germánica los séquitos se convirtieron en organizaciones permanentes, que existían
incluso en tiempos de paz debido a lo turbulento de la época. En tiempos de guerra, los núcleos
permanentes se engrosaban con voluntarios. El líder atendía las necesidades de los hombres de
su séquito. Líderes y subordinados se juraban lealtad mutua y personal, al margen de la existencia
del Estado. Los séquitos germánicos crearon «compañías privadas para hacer la guerra por su
cuenta» (Engels). En las regiones germánicas no ocupadas por los romanos, pero donde la guerra
hizo estragos durante varios siglos, estos séquitos adquirieron una importancia creciente y
condujeron a la disolución de la organización basada en la comunidad de sangre. A medida que
Roma perdía su posición predominante económica y políticamente, las provincias adquirían una
independencia cada vez mayor: fue el período en que se formaron confederaciones de tribus
(pueblos) germánicas, que tomaron posesión de provincias enteras, más o menos en nombre de
Roma, pero que pronto se independizaron. Dentro de estas confederaciones se formó una
jerarquía. Podemos ver que el Estado esclavista romano fue el obstáculo a superar para lograr la
organización feudal. Estas consecuencias favorecieron el advenimiento del poder monárquico,
pues la nueva nobleza se reclutaba en el séquito de los reyes conquistadores

47
(campesinos que utilizaban sus tierras a cambio de intereses) 44. Vemos que
todas estas formas ya contenían relaciones de dependencia. El emperador
Constantino y sus sucesores reforzaron y confirmaron en su legislación la
dependencia de los colonos y de los campesinos libres respecto a los grandes
latifundios, pero el propio Estado era un obstáculo para el libre desarrollo de la
dependencia personal.

El artesanado nunca pudo desarrollarse tan vigorosamente en la Antigüedad


como en la Edad Media porque la manufactura seguía vinculada a la agricultura,
y los artesanos tenían que competir con los campesinos, que alternaban el
trabajo artesanal con el trabajo de la tierra, al igual que sus esposas e hijas, y con
los esclavos, cuya mano de obra masiva y barata impedía cualquier desarrollo
independiente de estas artes.

Era entre los metecos y los libertos de Roma donde se reclutaba generalmente a
los artesanos. Los plebeyos que abandonaban la agricultura quedaban reducidos
al mismo estatus. Tenían derecho a afiliarse a gremios legales, colocados
simbólicamente bajo la alta autoridad de Numa. Había nueve gremios:
flautistas, orfebres, carpinteros, tintoreros, zapateros, curtidores, herreros del
cobre y alfareros, y el noveno gremio englobaba todas las demás ramas. Algunos
artesanos eran pequeñoburgueses, es decir, vivían en la zona situada entre las
vallas y los postes de la muralla exterior de la ciudad (Pfahlbürger, en alemán).
Otros eran isopolitas que habían adquirido el derecho de ciudad, cuando este
existía, y no se habían subordinado a ningún patrón. Por último, algunos eran
descendientes de los séquitos que se habían disuelto con la extinción de la
familia de los patrones. Es fácil comprender que estas personas se mantuvieran
al margen de cualquier disputa que pudiera surgir entre los ciudadanos y el
Estado. Marx compara su situación y su actitud con las adoptadas por los
gremios florentinos frente a los güelfos (partidarios del Papa) y los gibelinos
(partidarios de los emperadores alemanes). Por necesidad, esta actitud será
siempre la de los pequeñoburgueses, incapaces como son de constituir una
verdadera clase.

Originalmente solo los patricios tenían derecho a utilizar las tierras comunales
(ager publicus). Más tarde concedieron este derecho a sus clientes, que eran
exclusivamente plebeyos (romanos). Como toda la tierra del Estado —a
excepción de la zona alrededor de las murallas de la ciudad— solo podía ser
ocupada por estos plebeyos, la plebe romana era esencialmente campesina. Sin
embargo, era el patricio quien, como representante más “válido”, seguía siendo
el poseedor del ager publicus, que explotaba a través de sus clientes y del que,
por tanto, se apropiaba cada vez más. El Estado romano conservaba así una
existencia económica autónoma gracias a la propiedad del ager publicus.

El comercio decayó bruscamente y la economía monetaria entró en declive,


pasando cada vez más gente a realizar entregas en especie: la esclavitud se
generalizó y se hizo latente. En las ciudades, los artesanos se agrupaban en
colegios donde trabajaban bajo supervisión; no se les permitía salir de la ciudad
ni cambiar de oficio.

44 Se refiere seguramente al sistema de colonato [NdT]

48
LA FORMA GERMÁNICA DE LA FORMA SECUNDARIA
En la variante germánica del estrato social secundario, el campesino no es
ciudadano del Estado, es decir, habitante de una ciudad. La base de esta
organización es la vivienda aislada y autónoma, cuya existencia está garantizada
por su unión con las demás viviendas familiares de la tribu y por las asambleas
que tienen lugar durante la guerra o por motivos religiosos, jurídicos, etc. La
propiedad individual de la tierra por parte de individuos que trabajan y son
autosuficientes no se opone a la de la comuna, ni está mediada por ella: al
contrario, son las relaciones recíprocas entre estos terratenientes individuales
las que dan existencia a la comuna. La propiedad comunal no es más que el
complemento común de las viviendas individuales, a través de las cuales la tribu
se apropia de la tierra. La comuna no es la sustancia en relación con la cual el
individuo representaría sólo un elemento contingente. Tampoco es una unidad
encarnada en una ciudad y sus propias necesidades —diferentes de las
necesidades individuales. No obstante, y aunque la comuna sólo exista
realmente en las asambleas celebradas por los distintos propietarios, se
presupone sin embargo a estos propietarios individuales como una comunidad
racial, lingüística, etc.

En la medida en que la comuna existe económicamente en forma de tierras de


uso común para la caza, el pastoreo, etc., es realmente como propiedad común
de los propietarios individuales que las utilizan como tales, y no, como en Roma,
como representantes del Estado. Esta propiedad comunal no es comparable a la
propiedad urbana que, gracias a la existencia de funcionarios, etc., tiene una
existencia permanente distinta de la de los propietarios individuales.

Huelga decir que la forma germánica de producción no se limitaba a Alemania:


se extendía hasta Rumanía. En El capital (Libro I, cap. VIII «La jornada
laboral», 2. «La hambruna de plustrabajo. Fabricante y boyardo»), Marx
describe las vicisitudes posteriores de esta forma. Señala que la corvea rara vez
tiene su origen en la servidumbre, sino que la servidumbre, la mayoría de las
veces, tuvo su origen en la corvea. En la época de Marx, en las provincias del
Danubio, la corvea estaba vinculada a las rentas en especie y a otros atributos de
la servidumbre, pero el modo de producción primitivo se había basado en la
propiedad común, diferente de las formas eslava e india. Una parte de la tierra
era cultivada independientemente como propiedad privada libre por los
miembros de la comuna; otra parte —el ager publicus— era trabajada por ellos
en común. El producto de este trabajo común servía, por un lado, como fondo
de reserva contra las malas cosechas y otros accidentes y, por otro, como tesoro
público para sufragar los gastos de guerra, culto y otros gastos de la comuna.
Con el tiempo, los dignatarios del ejército y de la Iglesia usurparon la propiedad
comunal y con ella las prestaciones en uso. El trabajo de los campesinos libres
en sus tierras comunales se transformó en corvea para los ladrones de la tierra
común. Esto condujo al desarrollo de facto de la servidumbre, que sólo recibió
sanción legal cuando la Santa Rusia, con el pretexto de abolir la servidumbre, la
convirtió en ley. El Código de Corvea, proclamado en 1831 por el general ruso
Kisseleff, fue dictado por los boyardos.

Del mismo modo, la forma germánica de la propiedad libre seguía imperando


en las regiones de colonización al este del Elba, donde en el siglo XV el

49
campesino alemán estaba sujeto en casi todas partes a ciertos tributos en forma
de trabajo y productos, pero por lo demás, al menos de hecho, era libre. Los
colonos alemanes de Brandemburgo, Pomerania, Silesia y Prusia Oriental
también eran reconocidos como libres por ley. La Guerra de los Campesinos, que
terminó con la victoria de la nobleza, puso fin a esta situación privilegiada
incluso en estas regiones remotas. Desde mediados del siglo XVI los campesinos
libres de Prusia Oriental, Brandemburgo, Pomerania y Silesia, y pronto los de
Schleswig-Holstein fueron reducidos al estado de siervos, y durante mucho
tiempo. Todas estas formas especiales explican que se produjera una transición,
a veces variable localmente, entre el cultivo colectivo de la tierra común y su
apropiación por usurpadores que ejercían su monopolio mediante la corvea y
otros tributos, hasta desembocar directamente en la servidumbre.

La variante germánica propiamente dicha aún no existía en la época de Julio


César (hacia el año 50 a.C.) y ya no existía en su forma propiamente dicha cuando
las tribus germánicas conquistaron Italia, las Galias, España, etc. De hecho, en
la época de César, la tierra arable se distribuía anualmente entre grupos, pueblos
y tribus, pero aún no entre las familias individuales de la comuna, ya que el
cultivo se realizaba probablemente en común. En el suelo de Germania, este tipo
de comunidad más arcaica se transformó así por desarrollo natural en una
comuna agrícola como la que hemos descrito. (Sobre este tema, véase La marca
de Engels).

DISOLUCIÓN DE LA FORMA SECUNDARIA EN EUROPA


Mientras que en Europa las variantes antigua y germánica de la forma
secundaria darían lugar a través del feudalismo al capitalismo, su variante
asiática, mucho más estable, sólo se transformó —excepto en Japón— bajo los
ataques y efectos del capitalismo externo. Sin embargo, debemos ser cautelosos
a la hora de creer que las variantes germánica y clásica antigua eran más
perfectas que la variante asiática. Simplemente tenían más posibilidades de
evolucionar debido a las condiciones en las que se habían desarrollado. Sabemos
que Oriente tenía una gran superioridad industrial sobre Roma, incluso en la
época en que esta última estaba en su apogeo. Aparte de los enormes impuestos
que recaudaba allí, Roma mantenía con Oriente un comercio que se tragaba la
mayor parte de la plata romana. Oriente suministraba los artículos de lujo que
demandaban los patricios de Roma, así como esclavos de lujo —eruditos,
filósofos, administradores, etc. El vidrio y la púrpura procedían de Fenicia o de
las islas marroquíes, la lencería de Egipto, la lana y los productos de cuero de
Asia Menor y las alfombras de Babilonia. Además, la progresiva pérdida de
fertilidad en Italia convirtió a Egipto y al norte de África en el granero y
proveedor de aceite de oliva de Roma. Además, las provincias orientales, ricas
en organizaciones sociales desarrolladas a lo largo de miles de años,
comerciaban con Arabia y la India, y habían abierto una ruta comercial con
China.

Lo mismo ocurrió durante todo el feudalismo y hasta los albores del capitalismo,
cuando los europeos tomaron prestadas técnicas superiores de China, de los

50
árabes, etc.

Pero volvamos al proceso que hizo evolucionar rápidamente a Europa. En


cuanto existe una propiedad privada distinta de la propiedad común constituida
por la Ciudad y el ager publicus, algunos propietarios pueden monopolizar la
propiedad común, mientras que otros acaban perdiendo su propiedad, que les
hacía ciudadanos iguales entre sí por nacimiento. Esto casi nunca ocurre en la
forma asiática, porque allí un miembro aislado nunca tiene una relación “libre”
con la comuna, en la que está arraigado objetiva y económicamente. Además, la
manufactura y la agricultura están aquí vinculadas, al igual que la ciudad —o
más bien el pueblo— y el campo. Para los antiguos, en cambio, la manufactura
aparece ya como un efecto disolvente —trabajo de libertos, clientes, extranjeros,
etc. Ya se trate del trabajo doméstico, de las manufacturas dedicadas al culto de
lo divino o al mantenimiento de la comuna —como la construcción de templos,
calzadas y viviendas—, todo trabajo productivo que se desarrolla de forma más
o menos independiente de la agricultura implica necesariamente el contacto con
extraños, ya que requiere esclavos, gente del exterior con la que intercambiar
excedentes, etc. Por lo tanto, disuelve el modo de producción en el que se basaba
la comuna y, por la misma razón, el individuo objetivo, es decir, el individuo
determinado como romano, griego, etc. El intercambio, el endeudamiento, etc.
tienen, como hemos visto, el mismo efecto disolvente, característico de esta
variante. Así, un patrimonio pecuniario puede existir e incluso conquistar una
especie de supremacía sin que la antigua forma secundaria dé lugar al modo de
producción capitalista y a las relaciones que este determina. Al contrario, sigue
fundado en la propiedad privada de la tierra, que no contiene todavía en sí la
contradicción burguesa del trabajo asalariado y del capital, sino que sólo se
opone a la no propiedad. De lo contrario, la antigua Roma, Bizancio, etc. habrían
terminado su historia con el trabajo libre y el capital, o más bien habrían entrado
en una nueva era: la de Inglaterra en el siglo XVI capitalista. En efecto, la
disolución de las antiguas relaciones de propiedad estuvo ligada al desarrollo de
la riqueza pecuniaria, del comercio, etc., pero de hecho no condujo a la
industrialización —que presupone la autonomización previa lograda por el
feudalismo al desvincular el artesanado de la tierra—, sino a la dominación del
campo sobre la ciudad. Esta es la prueba histórica del error de los economistas
burgueses que pretenden que es el capital el que, al acumular con su dinero los
instrumentos, materias primas y medios de subsistencia necesarios para hacer
funcionar el trabajo, crea las condiciones objetivas del modo de producción
capitalista. El capital, por el contrario, no es más que el resultado del proceso
histórico que ha separado al trabajador de esos elementos y le ha desposeído de
sus medios de trabajo. Como hemos visto, la riqueza pecuniaria se constituyó
antes de la economía burguesa, y el dinero siempre ha actuado como disolvente.

NOTAS SOBRE LA FORMA SECUNDARIA


Nos ha parecido suficiente dar cuenta aquí de las tres formas esenciales de las
formas secundarias en sus diversos tipos. De hecho, existe una enorme variedad
histórica y local de formas secundarias, como la comuna rusa. Pensamos que
deberíamos situar la forma de producción asiática entre las formas secundarias.

51
La cuestión sin embargo es delicada. Puesto que la forma terciaria es el
feudalismo, y la forma cuaternaria el capitalismo, esto implica que no es posible
que la forma asiática pase directamente, de forma espontánea, al capitalismo.
Esto explica ciertamente por qué el capitalismo tuvo que ser introducido allí por
las armas y los bienes de las burguesías europeas o americanas, pero no resuelve
la cuestión de su transición posterior al capitalismo.

Marx le dio una respuesta clara a la cuestión principal. China, por ejemplo, una
vez abierta —lo que es un hecho histórico— podría hacer rápidamente su
revolución burguesa, como se desprende de su primer artículo escrito como
conclusión en la revista política y económica de la Nueva Gaceta Renana
(1850):

Cuando nuestros reaccionarios europeos, en su inminente huida por


Asia [Marx esperaba una revolución general en 1857-58, NdA], lleguen
por fin a la Gran Muralla China, a las puertas que conducen al bastión
de la reacción primordial y del conservadurismo primordial, quién
sabe si no leerán: République Chinoise. Liberté, Égalité, Fraternité. 45

Es evidente que los sucesivos fracasos de las revoluciones socialistas en Europa


durante el siglo pasado y el actual han permitido al imperialismo frenar el
ascenso espontáneo de las fuerzas productivas en los países de la forma de
producción asiática.

En nuestra opinión, esto resuelve la cuestión esencial de si el modo asiático


pertenece a la forma secundaria o terciaria. De hecho, en la práctica, el problema
de la transición de los países coloniales a las estructuras modernas forma parte
esencialmente del problema de la doble revolución de estos países, junto al
proletariado revolucionario de los países capitalistas desarrollados 46. La doble
revolución, teorizada por Marx para Alemania en 1848 sobre la base de la
experiencia de la revolución española antinapoleónica, es de hecho el medio más
clásico y eficaz de acortar al máximo el paso por la etapa capitalista, que es el
problema fundamental para los países llamados “atrasados”.

Además, siempre será debatible si la forma asiática es secundaria, en cuyo caso


debería tener, y de hecho tiene, grandes originalidades, ya que podría pasar
rápidamente al capitalismo y, con la ayuda del proletariado de los países
avanzados, al socialismo.

Nunca se insistirá lo suficiente en la importancia primordial de esta forma, que


se extiende por inmensas zonas del globo y por milenios, y que ha tenido formas
locales e históricas sumamente diversas y originales. Sea como fuere, las formas
germánica y antiguo-clásica que dieron origen al feudalismo europeo, cuando se
combinaron, derivaban del modo de producción asiático. La contribución de
este último al avance de la humanidad hacia formas superiores es, por tanto,

45 Cita traducida del francés. En castellano no se ha encontrado la referencia traducida. Puede


consultarse el artículo en inglés en www.marxists.org/archive/marx/works/1850/01/31.htm
[NdT]
46 Para el concepto de doble revolución en la izquierda italiana, ver Bordiga: Las revoluciones

múltiples. Puede consultarse nuestra crítica a esta idea y la táctica que se desprende de ella en
barbaria.net/2022/04/25/sobre-la-decadencia-del-capitalismo-la-revolucion-permanente-y-la-
doble-revolucion [NdT]

52
fundamental. Sólo teniendo en cuenta todo esto podemos clasificarla en la forma
secundaria, por ser a la vez la más antigua y la más duradera.

Como nos enseña Marx, la forma germánica tuvo poca importancia a lo largo del
tiempo. Sin embargo, la hemos analizado en detalle porque desempeñó un papel
fundamental en la formación del feudalismo, a partir del cual nació el
capitalismo en Europa. Fue gracias a un pequeño avance que se aprovechó la
energía de toda la sociedad para crear una forma superior, basada en el esfuerzo
de todos.

Su equivalente en Occidente es la comuna germana, de fecha muy


reciente. Todavía no existía en tiempos de Julio César, y ya había
desaparecido cuando las tribus germanas fueron a conquistar Italia, las
Galias, España, etc. [...] Después de su tiempo [de Tácito] la perdemos
de vista. Perece oscuramente en medio de guerras y migraciones
incesantes; acaso muriera de muerte violenta. Pero prueban su
vitalidad natural dos hechos incontestables. Algunos ejemplares
dispersos de este modelo sobrevivieron a todas las peripecias de la
Edad Media y se conservaron hasta nuestros días [siglo XIX], por
ejemplo en mi país, en el distrito de Tréveris. [...] La nueva comuna,
donde la tierra laborable pertenece en propiedad privada a los
cultivadores [la famosa parcela], al mismo tiempo que bosques,
pastizales, baldíos, etc., siguen siendo todavía propiedad común, fue
introducida por los germanos en todos los países conquistados. Gracias
a los caracteres tomados de su prototipo [que describimos en nuestro
esquema], durante toda la Edad Media fue el único foco de libertad y
vida populares. 47

La siguiente breve síntesis de Marx merece una reflexión más amplia:


La historia de la decadencia de las comunidades primitivas (sería cometer un
error ponerlas todas en un mismo plano; como en las formaciones geológicas,
hay en las formaciones históricas toda una serie de tipos primarios,
secundarios, terciarios, etc.) está todavía por hacer. Hasta ahora sólo se han
dado pobres esbozos. Pero en todo caso la exploración está lo bastante
adelantada para asegurar: 1] que la vitalidad de las comunidades primitivas
era incomparablemente mayor que la de las sociedades semitas, griegas,
romanas, etc., y a fortiori, que la de las sociedades modernas capitalistas
[mientras nos encontremos en sociedades de clase, la historia se acelera a cada
modo de producción superior]; 2] que las causas de su decadencia derivan de
datos económicos que les impedían superar cierto grado de desarrollo, de
medios históricos nada análogos al medio histórico de la comuna rusa
actual. 48

El materialismo económico es, por tanto, la explicación del avance de toda la


sociedad humana, y Marx elimina desde el principio cualquier explicación
racista.

Una última observación sobre la comparación que hace Marx entre las formas
primarias, secundarias, terciarias, etc. de la sociedad y los estratos geológicos:

47 Marx: segundo borrador de la carta a Vera Zasúlich en «Los borradores de Marx», Escritos

sobre Rusia. II. El porvenir de la comuna rural rusa, pp. 52-53, ed. Pasado y Presente. El texto
entre corchetes es de los redactores del presente texto [NdT]
48 Marx: primer borrador de la carta a Vera Zasúlich en id., pp. 33-34, nota 2. El texto entre

corchetes es de los redactores del presente texto [NdT]

53
como vemos, en ambos casos el método es el mismo, y nosotros lo hemos
asumido estrictamente (cf. en particular nuestro cuadro del apéndice al texto,
donde hemos subdividido cada forma en sus “estructuras” constitutivas,
empezando por los elementos que forman la base económica, siguiendo por la
forma de propiedad y terminando por las superestructuras sociales, que pueden
compararse así de una forma social a otra). Este esquema, que sitúa cada
elemento en el lugar y la función que le corresponden, constituye un valioso pro
memoria, así como un esquema para la introducción de una formación
destinada a los militantes. En resumen, el esquema de las formas sucesivas de
producción da cuenta del proceso de formación (génesis) de la sociedad actual,
que está constituida por las estructuras que se han desarrollado sucesivamente
en la producción y forman la columna vertebral o los órganos y miembros de la
sociedad actual, que son el producto de su historia y del trabajo de los
productores.

LA FORMA TERCIARIA: EL FEUDALISMO

Durante los últimos siglos del Imperio Romano, la ciudad había perdido su
antiguo dominio sobre el campo y no lo había recuperado en los primeros siglos
de dominación germánica, lo que se correspondía con un bajo nivel de desarrollo
tanto en la agricultura como en la industria. Esta situación estaba destinada a
producir grandes terratenientes dominantes y pequeños campesinos
dependientes. De hecho, era imposible injertar en una economía de este tipo la
economía romana de los latifundios con esclavos, por un lado, y la agricultura
moderna a gran escala con corveas, por otro. Veremos ahora cómo la relación
entre los poderosos terratenientes y los campesinos esclavizados, que para los
romanos había sido la decadencia sin esperanza del mundo antiguo,
experimentaría ahora una nueva generación y sería el punto de partida de un
nuevo desarrollo del que surgirían las nacionalidades modernas, la nueva
organización y estructura de la humanidad en Europa occidental para la historia
venidera. La disolución de los Estados de la época germánica no iba a conducir
a su sometimiento por normandos y sarracenos, sino al feudalismo mediante la

54
evolución de los prestimonios y del pacto entre el campesino y el señor armado
que le aseguraba protección. Al mismo tiempo, la población creció con tanta
fuerza que apenas doscientos años después se soportó sin mayores daños las
fuertes sangrías de las Cruzadas.

La barbarie, las costumbres gentilicias, las herencias aún vivas de la época del
derecho materno de los germanos, combinadas con su sistema exclusivamente
bárbaro de colonización por linajes, salvaron y transportaron al estado feudal un
retazo de organización gentilicia en forma de comunidades de marca 49. Tras el
hundimiento de Roma, los germanos lograron desarrollar y hacer prevalecer
exclusivamente la forma mitigada de servidumbre que ya se practicaba entre
ellos y hacia la que, como hemos visto, evolucionaba también la esclavitud en el
Imperio Romano, una forma que proporcionaba a los campesinos los medios de
emancipación colectiva y progresiva que los situaba por encima de la esclavitud,
donde sólo era posible la emancipación individual, inmediata y sin transición.
De este modo, los siervos de la Edad Media conquistaron progresivamente su
emancipación como clase, mientras que la base industrial del capitalismo se
desarrollaba en las ciudades.

RELACIONES FEUDALES EN EL CAMPO


En las provincias romanas conquistadas por los germanos, la parte individual
de campos o pastos se transformó en un alodio, lo que significaba que pasaba a
ser propiedad de su dueño y estaba exenta de todo tributo, salvo los comunes a
toda la marca. Veremos cómo se formó sobre la base de este alodio una
organización social y política que, una vez alcanzada su forma clásica (¡oh, la
ironía de la historia!), acabó por disolver el Estado y aniquilar todo alodio. Con
la existencia del alodio se hizo no sólo posible sino incluso necesario que la
igualdad original de la propiedad de la tierra se transformara en desigualdad,
porque desde el momento en que se estableció en suelo romano, el alodio
germánico se convirtió en lo que la propiedad de la tierra romana se había
convertido hacía tiempo: en una mercancía. Está claro entonces que desde el
momento en que surgió el alodio, es decir, desde el momento en que la
propiedad de la tierra se hizo libremente alienable —lo que presupone la
sedentarización—, desde el momento en que la propiedad de la tierra se
convirtió en una mercancía, era sólo cuestión de tiempo que se formara la gran

49 Cf. La marca (Die Mark) escrita por Engels en 1892. Como dice Lucien Sanial en su nota

introductoria para la edición norteamericana de 1902: «Este corto pero instructivo ensayo sobre
la forma primitiva de propiedad colectiva de la tierra en Alemania y el posterior desarrollo de la
propiedad privada, fue escrito por Engels en 1892 como apéndice a su conocidísimo trabajo
titulado Del socialismo utópico al socialismo científico. Pero al referirse en él a un asunto especial,
existe cierta ventaja en publicarlo separadamente. Aquí puede apreciarse que la institución
llamada en Alemania «la marca» de ninguna manera estaba confinada a Alemania solamente.
Restos de ella se encuentran aún en todos los países europeos, y hasta los orígenes de los commons
de los pueblos de Nueva Inglaterra se pueden seguir hasta esas costumbres de la Edad Media, que
siglos de apropiación de la tierra bajo el feudalismo no habían podido destruir completamente
cuando los puritanos arribaron a las costas de América», Engels: La marca, disponible en
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1892/engels-la-marca.htm

55
propiedad de la tierra.

Incluso después de la conquista franca seguía habiendo muchos grandes


terratenientes romanos en la Galia. Por lo general, hacían cultivar sus
propiedades a súbditos libres o siervos a cambio de un censo (tributo).

Con las conquistas de las tribus germánicas, la realeza se había convertido en


una institución permanente, y tanto las antiguas tierras del pueblo como las del
Estado romano se habían transformado en dominios del rey. Pero se
desmoronaron tan rápidamente como crecieron mediante donaciones a la
Iglesia o a particulares, francos o latinos, miembros del séquito (antrustiones en
latín) u otros favoritos del rey. Y una vez que las guerras civiles habían dado
lugar a una clase dominante de grandes y poderosos terratenientes, jefes
militares y funcionarios, su ayuda se compraba al precio de las donaciones de
tierras de los príncipes secundarios. Estas inmensas masas de tierra eran
cultivadas por súbditos no libres de la Iglesia (Hintersassen) o por esclavos
particulares o eclesiásticos (servi), o incluso por hombres libres. Las
prestaciones a las que estaban sujetos los esclavos eran originalmente
ilimitadas, pero parece que la costumbre las fijó rápidamente en un cierto nivel
para los esclavos con residencia permanente. En cambio las prestaciones de las
otras dos clases no libres, es decir, los colonos y los lites 50 estaban definidas y
consistían en ciertos servicios de trabajo y transporte, así como en una porción
determinada de las ganancias de la tierra. Pronto la Iglesia encontró una nueva
forma de monopolizar la propiedad de la tierra: a cambio de una donación de
tierras, no sólo concedía al donante el usufructo de su propiedad, sino que
también le cedía una parte de sus tierras en régimen de tenencia. Las donaciones
se hacían de dos maneras. O bien el donante se reservaba el usufructo de la tierra
de por vida, de modo que no pasaba a ser propiedad de la Iglesia hasta después
de su muerte (donationes post obitum); en este caso, la Iglesia concedía el
usufructo del doble de la propiedad donada en tierras eclesiásticas, a cambio de
lo cual exigía un censo. O bien la donación se hacía inmediatamente (cessio a
die presente), en cuyo caso garantizaba al donante el triple de la cantidad de
tierras eclesiásticas que había donado, normalmente de por vida, pero a veces
por un periodo de tiempo más corto o más largo, durante el cual el donante le
pagaba un censo.

Veamos ahora cómo se formó la institución militar y política feudal en su relación


con el campesinado. Con el fin de vincular a los grandes hombres del Imperio a
la Corona, en general no se les entregaba la propiedad real, sino que se les cedía
de por vida como prestimonio, bajo la condición de ser recuperada después. De
este modo se convertían en súbditos de la Corona. A continuación, para
garantizar que los súbditos libres de los nobles que poseían tierras estuvieran
disponibles para el servicio de guerra, se les otorgaron algunas de las
atribuciones que el conde de «Gau» (país, distrito) tenía sobre los hombres
asentados en sus tierras, y se les nombró «seniores» de estos hombres. De este
modo, los grandes señores feudales se fueron apoderando progresivamente de
las tierras comunales, al igual que hicieron los patricios con el ager publicus.

50Los lites son una figura intermedia entre el colono y el esclavo en el bajo Imperio romano.
Aunque en castellano no se encuentran muchas referencias, Engels los cita en El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado, p. 166, ed. Fundación Federico Engels [NdT]

56
El prestimonio se concedía inicialmente para el periodo en el que tanto el
donante como el cesionario vivían. Si uno de ellos fallecía, el bien regresaba al
propietario o a sus herederos. Para renovarlo había que hacer una nueva
concesión al cesionario o a sus herederos. Al igual que el feudo, el prestimonio
estaba por tanto, según la expresión posterior, sujeto al homenaje al trono, así
como a la renovación de la investidura. Pero el homenaje al trono cayó pronto
en desuso, ya que sus grandes receptores eran más poderosos que el rey 51. Y no
era infrecuente que la renovación de la investidura mantuviera la concesión de
la propiedad a los herederos del anterior receptor, con lo que el prestimonio era
prácticamente hereditario. En la jerarquía creada por los prestimonios que,
partiendo de la corona, incluía a los grandes receptores (predecesores de los
príncipes del Imperio), a los medianos (la futura nobleza) y a los campesinos
libres y no libres, la mayoría de los cuales vivían en asociaciones de marca, ya se
vislumbraba el esqueleto del feudalismo. Es cierto que el prestimonio no
siempre era una propiedad sujeta a servicios y no exigía el servicio militar para
el soberano, a diferencia del futuro feudo. Sin embargo, se observa una
tendencia creciente en general en el siglo IX a convertirse en bienes sujetos a
servicios, transformándose así en feudos allí donde nada lo impedía. Poco a
poco, el gran terrateniente se convirtió en súbdito feudal. Como consecuencia de
las constantes guerras, las tierras se entregaban cada vez más a los sargentos de
la milicia feudal que se instalaban en las tierras del señor. El poder, que hasta
entonces ejercían directamente el rey y el conde, fue adquiriendo una forma cada
vez más indirecta: entre los hombres libres del pueblo y el Estado se interponía
el señor, al que cada vez estaban más vinculados por lazos de lealtad personal.
El conde, el motor más activo de la maquinaria estatal, pasó a un segundo plano.
Al igual que los demás «seniores», los condes intentaban a su vez que los
pequeños pueblos de su vecindad se sometieran a ellos como vasallos.
Maltratados en todas partes por el poder, los hombres libres de baja condición
debían de considerarse afortunados por encontrar un señor que les protegiera,
aunque ello supusiera renunciar a su alodio —es decir, cambiar seguridad por
libertad—, del que ahora no tenían más que el mero prestimonio.

Esta es la historia de la separación del trabajador de la propiedad de la tierra, el


primer acto que disocia al individuo de las condiciones de producción. Pero aún
falta mucho para que sea totalmente “libre” y se vea obligado a vender su mano
de obra en el mercado.

Desde el punto de vista del siervo campesino ligado a la gleba de la que no es


propietario, la primitiva propiedad común de la tierra fue primero
desmembrada por la propiedad privada, luego esta propiedad privada de la
tierra le fue arrebatada y transferida al señor feudal, ocupante de la tierra
comunal y representante del Estado que él mismo tiende a disolver. La lucha
entre la propiedad privada y la propiedad común tuvo como consecuencia que
el campesino que trabajaba la tierra quedara al mismo tiempo atado a ella y
privado de su propiedad. La revolución burguesa desvinculará al siervo de su
gleba, devolviéndole la antigua propiedad de la tierra en su forma moderna de
parcela, que a partir de entonces forma parte de la economía política. La
propiedad parcelaria es el preludio de la ruptura de los últimos lazos del hombre

51Es el desarrollo de las fuerzas productivas lo que permitirá la centralización política y la


instauración de la monarquía absoluta

57
con la tierra, es decir, de la expropiación de la pequeña propiedad por la gran
propiedad capitalista.

Si queremos caracterizar a grandes rasgos la evolución de la propiedad de la


tierra desde la forma secundaria, antigua-clásica y germánica, hasta la
propiedad capitalista de la tierra, podemos decir que un primer paso fue la
distinción entre propiedad privada y propiedad común. Esta última fue
acaparada a su vez por los patricios y futuros esclavistas de la Antigüedad, luego
por los señores y la jerarquía del Estado feudal, pero estos intentos tropezaron
con la feroz resistencia de los campesinos y sólo en unos pocos países los grandes
agricultores capitalistas pudieron completar la expropiación de los trabajadores
de la tierra. Este fue particularmente el caso de Inglaterra, donde la nueva
aristocracia terrateniente era la aliada natural de la nueva burocracia, del recién
formado sector de las altas finanzas y de los grandes fabricantes; las propiedades
estatales fueron usurpadas junto con la propiedad eclesiástica —con la
Reforma—, luego las tierras cultivables fueron convertidas en pastos para
expulsar a los agricultores y finalmente el Parlamento promulgó leyes sobre el
«cercamiento de las tierras comunales» y su apropiación por los grandes
terratenientes. En resumen, sólo en el capitalismo se completa el proceso de
expropiación del trabajador de la tierra, e incluso entonces hay muchos casos en
los que la resistencia de los campesinos pudo frenar esta expropiación. En
Francia, por ejemplo, en la época de la Revolución de 1789, los campesinos
recuperaron las parcelas y se repartieron la propiedad comunal, de modo que,
aunque la tierra se había convertido en objeto de comercio, esta resistencia frenó
durante mucho tiempo la libertad del capital.

Pero hay otro aspecto de la separación del trabajador de la tierra que queda por
analizar, a saber, el establecimiento de la artesanía, el comercio, etc. sobre la
base de los gremios en las ciudades medievales que pudieron adquirir su
independencia respecto a los señores feudales: la industria podía, por fin,
desarrollarse independientemente de la tierra, con libertad.

ARTESANÍA Y CIUDADES
Junto a la Iglesia y los señores, ciertas ciudades pudieron formar un cuerpo, un
Estado (Stand), adquiriendo su independencia y desarrollando con ello una
industria. El artesano tenía la propiedad de sus herramientas en el seno de los
gremios. Podía hacerlo porque, como las fuerzas productivas estaban aún poco
desarrolladas, la herramienta era menos importante que el trabajo individual y
estaba subordinada a la habilidad del trabajador. Este trabajador-propietario o
propietario-trabajador se convierte en una fuerza autónoma, al lado y al margen
de la propiedad de la tierra: ya no es, como en la forma anterior, la forma
secundaria, un efecto de la propiedad de la tierra subordinado a ella. La
propiedad del artesano, su materia prima y sus medios de subsistencia están
mediatizados por la propiedad de la herramienta. Pero como la herramienta es
en sí misma producto del trabajo, el elemento constitutivo de la propiedad es
también en sí mismo postulado por el trabajo. Por lo tanto, ya no es la comuna
la que funda este tipo de propiedad; al contrario, es secundaria, puesto que se

58
deriva del trabajador: es una comuna producida por el artesano, por su arte. Es
evidente que allí donde la propiedad de la herramienta funda la relación con las
condiciones del trabajo, en tanto que propiedad, la herramienta aparece sólo
como medio del trabajo individual, del proceso mismo del trabajo: el arte de
apropiarse efectivamente de la herramienta, de empuñarla como instrumento
de trabajo, parece tener su fuente en la habilidad particular del trabajador,
habilidad que lo convierte en propietario de la misma.

El declive del feudalismo en el siglo XIV y la primera mitad del XV marcaron la


edad de oro en la que se emancipa el trabajo.

Lo que caracteriza al gremio y al trabajo artesanal es que reduce todas las


relaciones del trabajador a la que mantiene con su instrumento, que es su
propiedad. Para que nazca el capital, el trabajador debe perder la propiedad de
su herramienta y de los productos alimenticios —los medios de subsistencia del
individuo—, propiedades que estaban en la base de la esclavitud y la
servidumbre. De hecho, en la esclavitud y la servidumbre, los alimentos
aparecen para el trabajador como una condición natural, sin que éste se
comporte como un propietario ni hacia la herramienta ni hacia el propio trabajo.
Pero esto ya no podía ser así en el sistema artesanal de los gremios. Aunque la
artesanado urbano se basa esencialmente en el intercambio, su objetivo
principal e inmediato es mantener al artesano como tal, es decir, en tanto que
maestro artesano. Su objetivo es entonces crear valor de uso, no riqueza o valor
de cambio como tal. Sólo se produce con vistas al consumo que se ha
presupuesto; la oferta está subordinada a la demanda y sólo crece lentamente.

En el sistema medieval, el trabajo era a la vez un arte y un fin en sí mismo. La


posesión de la herramienta seguía estando garantizada por la habilidad
particular de la persona que la utilizaba —de ahí la preocupación por mantener
en secreto los nuevos inventos y técnicas. Por tanto, el trabajo sigue estando
singularizado y presupone el desarrollo de ciertas competencias específicas que
son autosuficientes (aprendizaje). Antes de producir, el individuo debe poseer
los medios de subsistencia que le permitan vivir hasta que finalice su
producción. Como productor de la tierra, parece estar directamente provisto de
los medios de consumo necesarios, pero como maestro artesano debe haberlos
heredado o ganado, y antes de ser oficial, es aprendiz. Si no es entonces un
verdadero trabajador independiente, comparte sin embargo la comida con el
maestro, a la manera patriarcal. Cuando es un verdadero oficial, los bienes de
consumo que posee el maestro también le pertenecen en cierta medida.

En el sistema gremial, las condiciones de trabajo no podían comprarse con


dinero, salvo cuando se trataba del dinero del gremio o de la maestría: el número
de oficios que podían emplearse era limitado. En resumen, la herramienta
seguía estando íntimamente ligada al trabajo vivo.

RELACIONES EN LA SOCIEDAD FEUDAL


Mientras los señores feudales arrasaban el campo, se construían ciudades: en

59
Italia, en el sur de Francia, a orillas del Rin, los municipios de la Antigüedad
romana resurgían de sus cenizas, mientras que en otros países, sobre todo en
Alemania central, se creaban otros nuevos. Siempre rodeados de murallas y
fosos, eran ciudadelas mucho más fuertes que los castillos de la nobleza, pues
sólo un gran ejército podía reducirlos. Detrás de estas murallas y fosos se
desarrollaba la artesanía medieval —aunque de forma bastante reducida y a
través de gremios—, se concentraban las primeras capitales y nacía la necesidad
de las ciudades de comerciar entre sí y con el resto del mundo, seguida, poco a
poco, por los medios para proteger este comercio.

En el siglo XV, los ciudadanos urbanos se habían vuelto más indispensables para
la sociedad que la nobleza feudal. Las necesidades de la propia nobleza habían
crecido y cambiado hasta el punto de que, incluso para ella, las ciudades se
habían vuelto indispensables. ¿Acaso no extraía la nobleza de las ciudades el
único instrumento de su producción: sus armaduras y armas? Tejidos
autóctonos, muebles y joyas, sedas de Italia, encajes de Brabante, pieles del
Norte, perfumes de Arabia, frutas del Levante, especias de la India: todo lo
compraba en la ciudad, todo menos el jabón. El comercio mundial se había
desarrollado. Mientras la nobleza se hacía cada vez más superflua y
obstaculizaba cada vez más la evolución, la burguesía urbana, por su parte, se
convertía en la clase que personificaba el avance de la producción y el comercio,
así como las instituciones políticas y sociales. Mientras tanto, era un cuerpo de
la nación, el tercer estado de las asambleas del Imperio donde la burguesía
legislaba en la Cámara de los Comunes a escala nacional. La relación entre la
burguesía y el campo se manifiesta en los impuestos especiales y derechos
recaudados a las puertas de las ciudades (octrois) y en los impuestos indirectos
en general, mientras que los impuestos directos eran de origen rural. Estos
derechos no eran, como podría pensarse, cargas que la ciudad se imponía a sí
misma, sino que eran adelantados por la población rural, que se esforzaba por
recuperarlos con el precio del producto, aunque en realidad, como en la Edad
Media la demanda de sus productos (mercancías) se limitaba a la ciudad, no
podía repercutir la totalidad de los impuestos urbanos en él.

La burguesía disponía de una poderosa arma contra el feudalismo: el dinero. En


la economía feudal típica de la Alta Edad Media apenas había lugar para el
dinero. El señor feudal obtenía lo que necesitaba de sus siervos —una
combinación de agricultura y manufactura. Todo el sistema feudal era
autosuficiente; los servicios de guerra también se exigían en especie. Mucho
antes de que los castillos feudales fueran derribados por la nueva artillería, ya
habían sido socavados por el dinero: la pólvora no era más que el alguacil al
servicio del dinero. El dinero fue el gran cincel para igualar políticamente a la
burguesía. Allí donde una relación personal era sustituida por una monetaria, o
una prestación en especie por una en dinero, una relación burguesa sustituía a
una feudal. A finales del siglo XI, la sed de oro que se apoderó de Europa
occidental demostró hasta qué punto el feudalismo había sido socavado y
carcomido internamente por el dinero. El oro era lo primero que pedía el
hombre blanco en cuanto ponía el pie en una costa recién descubierta. La
navegación era una industria claramente burguesa, y su carácter antifeudal se
imprimió incluso a todas las flotas de guerra modernas. En distritos enteros de
Holanda, Bélgica y el Bajo Rin, los campesinos daban dinero al señor en lugar
de corveas y tributos en especie. En el siglo XV, el feudalismo ya estaba en

60
decadencia en toda Europa occidental. Sólo en países recién conquistados, como
Alemania, al este del Elba, o en zonas atrasadas alejadas de las rutas comerciales,
seguía floreciendo el antiguo dominio de la nobleza. Pero en todas partes, en las
ciudades y en el campo, crecía la demanda de poner fin al eterno y absurdo
“guerrear” —y la monarquía absoluta se esforzaba por traer la paz, es decir, por
arruinar la función feudal del señor. Del caos de los pueblos de la Edad Media
surgieron poco a poco las nuevas nacionalidades. Una vez delimitados los grupos
lingüísticos, las nacionalidades comenzaron a convertirse en naciones. El poder
de este elemento a partir del siglo X queda demostrado por el rápido colapso del
Estado mixto de Lotaringia. Está claro que en el caos general del feudalismo, la
realeza era el elemento de progreso. Representaba el orden en el desorden, la
nación en ciernes frente al desmoronamiento en Estados vasallos rivales. La
alianza entre la realeza y la burguesía, a menudo interrumpida por conflictos, se
remonta al siglo X, hasta que la burguesía ayudó a la realeza a obtener la victoria
final y, en señal de gratitud, sometió y saqueó a su aliada. La presión sobre el
feudalismo era doble: en el plano económico, la nobleza feudal empezaba a ser
superflua, incluso molesta, en la sociedad bajomedieval; en el plano político, era
un obstáculo para el desarrollo de las ciudades y del Estado nacional, posible en
aquella época sólo bajo la forma monárquica.

Durante toda la Edad Media, los productos agrícolas eran relativamente más
baratos que los manufacturados; en el capitalismo, lo son en proporción inversa.
A grandes rasgos, esto significa que en el modo más rudimentario,
precapitalista, la agricultura era más productiva que la industria, porque la
naturaleza participaba en el trabajo como máquina y organismo, mientras que
en la industria se requería inicialmente sólo la fuerza de trabajo humana para
poner en movimiento las materias naturales —como en la industria doméstica o
artesanal. En la fase manufacturera del capitalismo, la productividad de la
industria creció rápidamente en relación con la de la agricultura, aunque su
desarrollo presupone que en la agricultura se haya producido un cambio
importante entre lo que más tarde se llamará capital constante y capital variable,
es decir, que una gran masa de hombres haya sido expulsada de la tierra.

En Teorías de la plusvalía, Marx explica por qué la agricultura va a la zaga de la


industria:
La división del trabajo desarrolla la productividad social del trabajo o la
productividad del trabajo social, pero a expensas de la capacidad general de
producción del obrero. De ahí que aquel incremento de la producción social
se le enfrente, no como una productividad potenciada de su trabajo, sino como
la potencia del capital que lo domina. Si el trabajador urbano [se halla] más
desarrollado que el rural, ello se debe solamente a que su tipo de trabajo le
hace vivir en sociedad, mientras que el del otro [el trabajador rural] lo lleva a
vivir directamente en contacto con la naturaleza. 52

Ciertamente, el capital no puede liberarse totalmente de las condiciones naturales


de la agricultura, que son un obstáculo para su libre funcionamiento —la
fragmentación debida a la propiedad privada tiene el mismo efecto: el capital no
puede moverse a sus anchas. Pero a cierto nivel de la industria, la desproporción
disminuye un poco. Esto supone: 1) la sustitución de ese oso que es el campesino
tradicional por el business man, el agricultor capitalista, y la transformación del

52 Marx: Teorías sobre la plusvalía, vol. 2, p. 210, ed. FCE

61
campesino en asalariado puro; 2) la agricultura realizada a gran escala y, por
consiguiente, con capital concentrado; 3) la introducción de la base propiamente
científica desarrollada por la gran industria: la mecánica ya estaba relativamente
completa en el siglo XVIII, pero sólo en el XIX, y sobre todo a finales, se
desarrollaron las ciencias susceptibles de proporcionar, directamente y a un alto
nivel, los fundamentos específicos de la agricultura moderna, explotada
industrialmente, esto es, la química, la geología y la fisiología.

LA VICTORIA DE LA FORMA CUATERNARIA: EL


CAPITALISMO

La historia demuestra que el capital no surgió creando las condiciones objetivas


del trabajo, sino que se limitó a comprarlas. Las relaciones capitalistas fueron
posibles gracias a la disolución de los antiguos modos de producción, que dieron
origen a la riqueza pecuniaria y permitieron al dinero comprar tanto las
condiciones objetivas del trabajo como el trabajo vivo. El dinero encontró así
todos estos elementos ya preparados. Se limitó a acelerar su disociación,
contribuyendo a “liberar” a los trabajadores, reduciéndolos a su expresión más
simple y privándolos de los objetos de trabajo. Pero no creó las condiciones
objetivas de producción, los instrumentos, las materias primas, la habilidad
técnica, los medios de subsistencia. Sólo contribuyó a acelerar la separación de
los trabajadores de sus condiciones objetivas, privándoles de su propiedad.

Cuando los grandes terratenientes ingleses despidieron a la gente de su séquito


que consumía junto a ellos el plusproducto de sus tierras, y cuando los
campesinos expulsaron también a los pequeños arrendatarios, se arrojó una
masa de fuerza de trabajo vivo al mercado de trabajo. Esta masa era libre en dos
aspectos: por un lado, estaba liberada de las antiguas relaciones de clientela y
servidumbre, así como de la prestación de servicios, y por otro, estaba separada
de toda propiedad y de toda forma de existencia objetiva, material: estaba libre
de toda propiedad. Sólo podía subsistir vendiendo su fuerza de trabajo o
mediante la mendicidad, el vagabundaje y el robo. Este proceso tuvo lugar

62
principalmente en el campo, pero en las ciudades también había jornaleros que
no estaban dentro de los gremios.

El dinero puede transformarse en capital porque, por una parte, encuentra a su


disposición trabajadores libres, así como alimentos y materiales que antes eran
propiedad de estos trabajadores, y por otra hereda de los gremios y de ciertas
industrias domésticas o agrícolas —los tejedores, por ejemplo— los
instrumentos y la destreza necesarios para el trabajo. El capitalista se convierte
entonces en el intermediario entre la propiedad de la tierra —o la propiedad en
general— y el trabajo.

La manufactura puede desarrollarse esporádica y localmente en el seno de


relaciones de producción de otra época, como ocurrió por ejemplo en las
ciudades italianas, donde convivía con los gremios. Sin embargo, para que se
convierta en la forma de producción dominante en una época, es necesario que
las nuevas relaciones de producción se desarrollen a gran escala. Con la
disolución de los gremios ya nada impedía que algunos maestros gremiales se
convirtieran en capitalistas industriales. Sin embargo, estos casos son raros, y es
de esperar. De hecho, los gremios suelen derrumbarse allí donde surgen el
capitalista y el obrero y, al mismo tiempo, desaparecen maestros y oficiales.

La forma histórica en la que el capital aparece de forma esporádica, al principio


junto a los demás modos de producción que va destruyendo poco a poco, es la
fábrica propiamente dicha —distinta de la fábrica ya equipada con numerosas
máquinas. Surgió allí donde existía una producción masiva orientada a la
exportación, al mercado exterior, es decir, allí donde existía un gran comercio
marítimo y terrestre, como en los emporia 53, en las ciudades italianas, alemanas
y españolas, o en Constantinopla. En general, sin embargo, la industria
manufacturera no suplantó en primer lugar a la industria urbana, sino más bien
a las industrias rurales auxiliares —hilado y tejido, que requerían menos
destreza y formación que en otras artes gremiales. Aparte de los emporia, que
ya trabajaban para el mercado exterior y producían bienes para el intercambio
—fábricas directamente vinculadas al transporte marítimo e incluso a la
construcción naval, etc.—, fue por tanto fuera de las ciudades donde primero se
estableció la manufactura, en el campo, en aldeas donde no había gremios a los
que enfrentarse. De hecho, la industria rural auxiliar se prestó a la manufactura
mucho antes de que la producción estuviera lo suficientemente desarrollada
como para que la industria urbana adoptara la forma de fábrica. La manufactura
desarrolló ciertas industrias que no podían ser explotadas por los gremios, como
vidrierías, papeleras, aserraderos y, sobre todo, metalurgia, ya que exigían una
producción en masa, una gran concentración de mano de obra y recursos, y la
utilización de grandes cantidades de fuerzas naturales.

La producción capitalista tiene así su punto de partida en el campo, aunque sólo


al final volverá allí para industrializar la agricultura, apareciendo entonces en
toda su pureza.

Si los antiguos nunca llegaron a tener una gran industria fue porque sus artes

53Un emporio es un asentamiento comercial de la Alta Edad Media. Los emporia se establecieron
en el noroeste del continente europeo, en la periferia de los reinos, junto al Mar del Norte o el Mar
Báltico [NdT]

63
no iban más allá del ámbito urbano. La gran industria, que produce por el valor
de cambio y ya no por el valor de uso, en consecuencia y por fuerza debe
comenzar a instalarse en el campo, que es así el punto de partida de la
producción capitalista. Esto no significa que la producción capitalista comience
en la agricultura. Al contrario, es la industria la que se instala en el campo.

LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN CAPITALISTAS, GÉNESIS DEL


CAPITAL DINERARIO
Como hemos visto, si la transformación del dinero en capital fue la culminación
de un proceso histórico que disoció al obrero de las condiciones objetivas del
trabajo y las volvió opuestas a él, el propio capital no dejará nunca, desde su
nacimiento, de subordinar toda la producción y de desarrollar y completar por
doquier la separación tanto del trabajo frente a la propiedad como del trabajo
frente a sus condiciones objetivas, creando así el mercado mundial.

En su desarrollo posterior el capital destruye el trabajo artesanal, la pequeña


propiedad que trabaja, etc., y finalmente se destruye a sí mismo en aquellas
formas en las que no entra en contradicción con el trabajo y con el modo de
producción clásico adecuado al capital, es decir, el pequeño capital y las formas
intermedias, híbridos entre los antiguos modos de producción o renovados
sobre la base del capital. En otras palabras, el capital se concentra cada vez más
y construye rápidamente un mercado interior destruyendo todas las industrias
auxiliares del campo. En adelante, hila y teje para todo el mundo, viste a todo el
mundo, etc., y al hacerlo da a los productos, que antes eran valores de uso
inmediato, la forma de valores de cambio.

Además, cuando intentamos definir el capital nos encontramos con dificultades


que no plantea la noción de dinero. Mientras que el dinero puede ser una simple
moneda de cuenta, de pago, de compra (en circulación), al convertirse en capital
se convierte en un proceso, que ya no se atesora como tal, sino que circula en la
producción. El capital es esencialmente el capitalista, pero al mismo tiempo es
un elemento independiente de él, la producción capitalista. Vemos también que
muchas cosas están sometidas al capital pero que, si nos atenemos a su
significado, no parecen hacer parte de él: por ejemplo, el capital se presta, se
acumula, etc. Aquí parece ser simplemente una cosa, coincidente con la materia
de la que está hecho. Sin embargo, es en su funcionamiento donde mejor
podemos ver lo que es.

Para comprender la génesis del capital dinerario, analizaremos primero su


proceso en condiciones históricas o sociales en las que el dinero sólo existe en
funciones subordinadas y esferas limitadas. Tomaremos el ejemplo de los países
donde el capitalismo no se desarrolló espontáneamente —zonas vinculadas a la
“forma asiática” de producción, es decir, básicamente todos los países coloniales
donde el imperialismo blanco exportó necesariamente el capitalismo. Veremos
que en estos países, el capital dinerario —en forma de capital usurario— no
desarrolla las fuerzas productivas sociales hacia una forma superior, sino que
conduce al estancamiento social. Esto nos mostrará también los elementos

64
autóctonos sobre los que se ha injertado el imperialismo blanco para desarrollar
el modo de producción capitalista. Volvamos a Marx:

El capital usurario, pongamos por caso, en la medida en que


(verbigracia en la India) adelanta en forma de dinero a los productores
directos materias primas, instrumentos de trabajo o unas y otros,
incluso. Los enormes intereses que obtiene; los intereses que, sea cual
sea su monto, expolia al productor directo, no constituyen más que otro
nombre de la plusvalía. Transforma su dinero en capital, de hecho,
arrancándole al productor directo trabajo impago, plustrabajo. Pero no
se inmiscuye en el proceso mismo de la producción, el cual, hoy como
ayer, se desenvuelve al margen de él, a la manera tradicional. Medra en
parte gracias a la atrofia de este modo de producción, pero en parte es
un agente de su atrofia, lo fuerza a seguir vegetando en las condiciones
más desfavorables. Aquí aún no se ha realizado la subsunción formal
del trabajo en el capital. 54

Marx nos muestra entonces la forma transitoria del modo de producción


capitalista:

Otro ejemplo es el del capital comercial, por cuando hace pedidos a


una serie de productores directos, reúne luego sus productos y los
vende; al actuar de esta suerte puede también adelantarles la materia
prima, etc., e incluso dinero. La relación capitalista moderna se ha
desarrollado, hasta cierto punto, a partir de esa forma, que aquí y allá
sigue constituyendo aún la fase de transición hacia la relación
capitalista propiamente dicha. Tampoco en este caso estamos ante una
subsunción formal del trabajo en el capital. El productor directo se
mantiene siempre como vendedor de mercancías y a la vez como
usuario de su propio trabajo. Con todo, la transición se presenta más
claramente aquí que en la relación del capital usurario. 55

Para desarrollarse en una relación de producción capitalista, el capital dinerario


debe encontrar ante sí un cierto nivel de fuerzas productivas —división del
trabajo, técnica productiva, máquinas y fuerzas de trabajo libres, así como un
cierto fondo de consumo y excedente de la producción. A partir de ahí, el proceso
por el que el dinero se transforma en capital es históricamente sencillo. Por
ejemplo, el comerciante pone a trabajar para él (Verlagssystem, industria
doméstica) a varios tejedores e hilanderos que hasta entonces simplemente
hacían un trabajo rural accesorio a domicilio. Acaba haciendo de su trabajo la
principal y única fuente de sus ingresos. Para ello basta con confinarlos a la única
tarea del tejido o del hilado. Entonces está seguro de ellos —es su único cliente—
y puede ponerlos bajo su mando como trabajadores asalariados —o dejarles la
ilusión de ser independientes para que trabajen más, si eso conviene a sus
intereses y beneficios. Un paso más y los sacará de sus casas para reunirlos en
un obrador (taller o manufactura). Poco a poco, los limita a un único trabajo en
el que sólo producen por y para él. No producen nada más que valor de cambio.

El capital es dinero en este sentido: reúne el gran número de brazos y


herramientas que existían antes de que el dinero del comerciante concentrara

54 Marx: El capital. Libro I. Capítulo VI (inédito). Resultados del proceso inmediato de


producción, p. 58, ed. Siglo XXI
55 Id.

65
los elementos constitutivos de la producción. En definitiva, es un medio de
acumulación.

LAS DOS FASES DEL DESARROLLO SOCIAL DE LA PRODUCCIÓN


CAPITALISTA

I. FASE DE SUMISIÓN FORMAL DEL TRABAJO AL CAPITAL

En el terreno económico, está en la naturaleza de las cosas que la sumisión del


proceso de trabajo al capital tenga lugar sobre la base de un proceso de trabajo
que ya existía antes de ser sometido y que por tanto había recibido su forma de
otros modos y condiciones de producción. Así, el capital se somete a un proceso
de trabajo dado y existente. Es el caso, por ejemplo, del trabajo artesanal o del
modo de agricultura de pequeña gestión campesina autónoma. Ciertamente, se
producen transformaciones en el proceso de trabajo tradicional cuando se pone
bajo el mando del capital, pero estas sólo pueden ser las consecuencias graduales
de haber sometido ya el capital esos procesos de trabajo tradicionales. 56

56 Este estudio de las etapas de la sumisión formal y real del trabajo al capital se basa en los análisis

que Marx hace de estas etapas desde el punto de vista de la producción capitalista en El capital,
la Contribución a la crítica de la economía política, los Manuscritos de 1861-1863 (Grundrisse)
[por la cita que se da a continuación, creemos que los redactores deben de referirse a
Fundamentos de la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858 y no a los Zur Kritik
Der Politischen Okonomie: Manuskript 1861-1863, aún sin traducción completa al castellano,
NdT] y El capital. Libro I. Capítulo VI (inédito). En los Grundrisse, Marx desarrolla un aspecto
diferente de la dominación formal del capital, que también denomina etapa de la plusvalía
absoluta, por oposición a la dominación real o etapa de la plusvalía relativa. Se trata de la
superación continua del consumo por la producción, que crea constantemente un valor nuevo sin
equivalente, de ahí la propensión del capital a difundirse en cuanto aparece, no sólo perturbando
la producción existente, sino también el mercado: «La tendencia a crear el mercado mundial está
dada directamente en la idea misma del capital. Todo límite se le presenta como una barrera a
salvar», Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 1,
p. 360, ed. Siglo XXI. Pero con la plusvalía relativa, el capital ya no se contenta con someterse al
mercado tradicional, sino que crea él mismo el consumo: «por lo demás, la producción de
plusvalor relativo —o sea la producción de plusvalor fundada en el incremento y desarrollo de las
fuerzas productivas— requiere la producción de nuevo consumo; que el círculo consumidor
dentro de la circulación se amplíe así como antes se amplió el círculo productivo», id. En términos
de clase, esto significa que las clases medias específicamente capitalistas, es decir, las
responsables de la valorización del capital en el mercado, además de esta función, son también la
nueva esfera natural para la absorción de las nuevas necesidades requeridas sin cesar por el
crecimiento de la producción capitalista. Al mismo tiempo que el desarrollo del capital destruye
y arruina a las clases medias precapitalistas, se rodea de nuevas clases medias parasitarias —
comercio y publicidad, finanzas, administración, ejército, empleados en las industrias de guerra
y destrucción, seguridad interior, control de la información (medios de comunicación),
organización del trabajo y gestión de los recursos humanos, etc.— dedicadas a su supervivencia,
de la que derivan su razón de ser. El plustrabajo se intercambia por el plustrabajo, y el capital
muestra así su límite en el desarrollo de las fuerzas productivas.
Otras transformaciones corresponden al paso a la dominación formal del capital, es decir, a la
fase imperialista y fascista del capitalismo [se refiere seguramente a la dominación real del
capital, NdT]: en el plano político, la instauración de la democracia “blindada” y el reforzamiento
del aparato represivo del Estado, acompañado de un control preventivo humanista-policial
ejercido ante todo sobre las clases “potencialmente” peligrosas de la sociedad; en el plano social,

66
Es más, las características del proceso real de trabajo no cambian porque el
trabajo se haga más intensivo, porque aumente la duración del proceso de
trabajo o porque el trabajo se haga más continuo y ordenado bajo la mirada
interesada del capitalista. De hecho, este modo de producción inicial contrasta
enormemente con el modo de producción específicamente capitalista que se
desarrolla cuando la producción ha progresado y la forma de trabajo y el modo
de producción real se han revolucionado al mismo tiempo que lo hayan hecho
los diferentes agentes de la producción.

En contraste con la primera fase de la sumisión formal del trabajo al capital, en


la que el capital sólo dispone de medios formales para imponer su dominación
—la coerción estatal, por ejemplo—, Marx llama a la segunda fase la sumisión
real del trabajo al capital, en la que el capital domina en virtud de sus propias
leyes y opera según su propio mecanismo específico. Cabe señalar que ambas
formas tienen en común la relación de extorsión del plustrabajo, que no surge
de una relación personal de dependencia o dominación, sino de las diferentes
funciones económicas. Sin embargo, en la primera fase, en la que el capital solo
domina mediante coacción formal, la plusvalía solo puede producirse
prolongando la duración del trabajo, es decir, extorsionando plusvalía absoluta.
Antes de ser intensiva, la explotación capitalista del trabajo es extensiva, y el
capital obtiene sus ganancias de la prolongación de la jornada laboral global,
aumentando el número de horas de trabajo que explota, en definitiva,
aumentando en primer lugar el número de sin reservas, a los que paga un salario
—se produce, por tanto, un aumento de la duración del trabajo y del número de
trabajadores asalariados. Sólo en la segunda fase, la de la dominación real del
capital sobre el trabajo, el capital obtiene plusvalía relativa. A partir de entonces,
ya no es el elemento vivo del trabajo —la fuerza de trabajo del obrero— el
elemento esencial y preponderante de la producción, sino la masa de capital
constante acumulado la que prevalece sobre el capital variable (los asalariados).
El capital extrae entonces la plusvalía relativa aumentando los medios de
producción materiales, al mismo tiempo que la masa de materias primas a
trabajar por cada obrero, es decir, aumentando la intensidad del trabajo
mediante una mayor productividad.

Incluso cuando se basa en el antiguo modo de trabajo tradicional, lo que


distingue inmediatamente el proceso de trabajo formalmente sometido al capital
—y que lo distinguirá cada vez más— es la escala creciente a la que opera, es
decir, por una parte el volumen de los medios de producción avanzados y por
otra el número de trabajadores a las órdenes del mismo patrón. Lo que parece
el máximo sobre la base del modo de producción de los gremios —donde el
número de oficiales estaba prescrito y limitado para el maestro artesano—
constituye un mínimo estricto para la relación capitalista. El capitalista tiene que
emplear suficientes trabajadores para que la plusvalía producida le baste como
renta para su consumo privado y para su fondo de acumulación, con el fin de
prescindir del trabajo inmediato, en definitiva, para poder convertirse
únicamente en capitalista, ejerciendo las funciones del capital como supervisor
y gestor del proceso productivo. Incluso antes de la dominación política de la
burguesía, esta ampliación de la escala productiva constituye la base del

la tendencia a integrar los sindicatos en el aparato del Estado; en el plano ideológico, el


perfeccionamiento de los métodos de manipulación de “masas”, en particular a través de los
medios de comunicación, etc.

67
desarrollo del modo de producción capitalista en el momento en que las
condiciones históricas sean favorables, por ejemplo en el siglo XVI, cuando
surge esporádicamente sin dominar al conjunto de la sociedad, incluso en el
seno de formaciones económicas anteriores. Pero se trata sólo de una
dominación formal del capital dentro de esferas limitadas. Cuando el capital
dispone de los medios de coerción social (el Estado político), la dominación
formal tiene acceso a todo el campo social, y la transformación en dominación
real se acelera. Pero antes de llegar a eso, veamos qué es lo esencial en la
sumisión formal del trabajo al capital:

1. La relación entre quien se apropia del plustrabajo y quien lo produce es


puramente monetaria. La subordinación del obrero se deriva del
contenido específico de la venta, no es anterior como cuando el productor
se encuentra en una relación distinta de la monetaria —es decir, distinta
de una relación de propietario de mercancía a propietario de mercancía—
sino política, por ejemplo, la relación de dependencia personal de la
servidumbre.

2. Esta relación puramente monetaria —aunque también engendra la


correspondiente dominación política— implica que las condiciones
objetivas del trabajo (los medios de producción) y las condiciones
subjetivas del trabajo (los medios de subsistencia de la fuerza de trabajo
viva) se enfrentan al trabajador como capital, es decir, no le pertenecen,
sino que son apropiadas y monopolizadas por el comprador de su fuerza
de trabajo, el capitalista.

En este doble sentido, la sumisión formal del trabajo al capital es la condición y


el preludio de la sumisión real.

Pero al inicio no hay ninguna innovación en el propio modo de producción.


Desde el punto de vista tecnológico, el proceso de trabajo procede exactamente
igual que antes, salvo que ahora está subordinado al capital. Pero las siguientes
modificaciones intervienen en el proceso de producción, en el que se
desarrollan:

1. una relación económica de dominación y subordinación, porque el


capitalista consume fuerza de trabajo, en definitiva, la supervisa y la dirige;

2. una gran continuidad e intensidad del trabajo, así como un ahorro


importante en la utilización de las condiciones de trabajo, porque todo se
hace —por parte del capitalista— para que el producto fabricado
represente solo el tiempo de trabajo socialmente necesario —o
preferiblemente menos—, tanto en lo que se refiere al trabajo vivo como a
las condiciones materiales de trabajo. Al extraer la mayor cantidad posible
de plusvalía, el capital aumenta tanto el número de asalariados como los
medios objetivos de trabajo acumulados, preparando así el camino para la
dominación real del capital sobre el trabajo (véase el Capítulo VI inédito).

II. FASE DE SUMISIÓN REAL DEL TRABAJO AL CAPITAL

Para que el capital someta realmente al trabajo, por tanto, debe haber: 1) un
determinado volumen de capital acumulado por cada capitalista; 2) un número

68
mínimo de obreros a los que explotar.

Persiste la característica general de la sumisión formal, a saber, la subordinación


directa del proceso de trabajo al capital. Pero sobre esta primera base surgirá un
modo de producción tecnológico específico que modifica la naturaleza real del
proceso de trabajo y sus condiciones reales. Con el sometimiento real del trabajo
al capital, se produce una revolución completa en el modo de producción, en la
productividad del trabajo y en las relaciones entre capitalistas y obreros,
revolución que continúa y se renueva constantemente (cf. el Manifiesto
comunista). Las fuerzas productivas del trabajo se convierten en sociales
mediante la cooperación, la división del trabajo dentro del taller, el uso de
maquinaria y, en general, la transformación del proceso de producción mediante
el uso consciente de las ciencias naturales, la mecánica, la química, etc. para
objetivos específicos. Y todo ello corresponde al trabajo productivo realizado a
gran escala. El conjunto se presenta como la fuerza productiva del capital, y no
como la fuerza productiva del trabajo. El trabajo vivo del individuo se vuelve
irrisorio no sólo cuando produce aisladamente, sino que parece impotente
incluso como trabajador colectivo frente al monstruo capitalista de máquinas,
instalaciones productivas, etc. El objetivo de la producción se convierte en la
extorsión de la mayor plusvalía relativa posible, gracias a la intensificación del
trabajo y al aumento de la productividad.

Si consideramos cada una de ellas por sí misma, como formas distintas, la


plusvalía absoluta siempre precede a la plusvalía relativa, el sometimiento
formal siempre precede al sometimiento real del trabajo al capital. Pero hay que
señalar que la forma más desarrollada —el sometimiento real del trabajo al
capital con la extorsión de la plusvalía relativa— puede constituir a su vez la base
para la introducción de la primera, no sólo en los países precapitalistas
(coloniales), sino también en las nuevas ramas de la producción.

Así que tenemos un doble movimiento:

1. La productividad del trabajo, la masa de la producción, la población y la


superpoblación desarrolladas por este modo de producción crean
constantemente —gracias al capital y al trabajo liberados— nuevas ramas
de la industria. El capital puede volver a trabajar a pequeña escala y repetir
los diversos desarrollos hasta que funcione en estas ramas de la industria
a escala social. Y este proceso es constante.

2. Al mismo tiempo, la producción capitalista tiende a conquistar todas las


ramas de la producción donde aún no domina y donde sólo reina la
sumisión formal. En cuanto se ha apoderado de la agricultura, la minería,
la fabricación de los principales tejidos para la confección, etc., se extiende
a los demás sectores donde la sumisión es sólo formal y donde los
artesanos siguen siendo independientes. Como sabemos, la introducción
de máquinas en un sector condujo a su utilización en otros, así como en
todas las partes de un mismo sector. Así, el hilado mecánico da lugar al
tejido mecánico, el hilado mecánico en la industria del algodón, de la lana,
el lino y la seda, y así sucesivamente. El creciente uso de máquinas en las
minas de carbón, las fábricas de algodón, etc., dio lugar a su vez a una vasta
industria de construcción de maquinaria (véase el Capítulo VI inédito).

69
LAS FIGURAS PRODUCTIVAS DEL ESCLAVO, EL SIERVO, EL
ARTESANO Y EL ASALARIADO
Sería un error considerar como clase productiva solo a los trabajadores
explotados de los diversos modos de producción sucesivos. En realidad, la clase
revolucionaria es por definición una clase productiva por excelencia. En este
sentido, los antiguos patricios, la jerarquía militar feudal —e incluso el clero y la
nobleza terrateniente—, así como los capitalistas burgueses, fueron clases
revolucionarias en su tiempo, y su acción determinó un considerable aumento
de las fuerzas productivas. Por lo tanto, es más fácil comprender esta noción
fundamental del marxismo: el capitalismo es superior y, por lo tanto, preferible
—y a veces es necesario apoyarlo— a los demás modos de producción.

No es solo en este rol social que dichas clases dominantes han sido
revolucionarias y, por tanto, productivas, sino que lo son en el nivel mismo del
proceso de producción. Marx, por ejemplo, describe al capitalista de la siguiente
manera:

El capitalista, como representante del capital que entra en su proceso


de valorización, del capital productivo, desempeña una función
productiva que consiste precisamente en dirigir y explotar el trabajo
productivo. Contrariamente a los co-usufructuarios de la plusvalía que
no se encuentr[an] en tal relación directa y activa con su producción,
la clase del capitalista es la clase productiva por excelencia (par
excellence). (Como conductor del proceso laboral, el capitalista puede
ejecutar trabajo productivo en el sentido de que su trabajo se integra
en el proceso laboral colectivo objetivado en el producto.) 57

Puesto que en este trabajo hemos mostrado cómo cada elemento disolvente de
la vieja sociedad y cada elemento portador de la nueva constituían un elemento
revolucionario, hemos iluminado suficientemente el papel de las clases
dominantes, portadoras de una nueva sociedad y de un modo de producción
superior. Por eso vamos a esbozar ahora el papel y el retrato del trabajador
oprimido en cada modo de producción, que hemos dejado un poco en la sombra.
Lo haremos subrayando la dinámica que impulsa la evolución de los
trabajadores oprimidos en cada sociedad, en resumen, lo que los une y lo que los
separa. Veremos que la acción de las clases oprimidas es muy a menudo
socialmente incapaz de revolucionar el modo de producción existente: se
canaliza por tanto en beneficio de la clase dominante que representa un nuevo
modo de producción. El proletariado es la única clase revolucionaria hasta el
final: como clase oprimida se erigirá en clase dominante, pero el modo de
producción que esta acción introducirá ya no conocerá clases dominantes ni
clases dominadas, sino que implicará la abolición de todas las clases.

Aunque venga de la boca de un pionero del capitalismo inglés, para quien la


noción de necesidad histórica ocupaba un lugar secundario frente a la de
utilitarismo, citaremos, después de Marx, a J. Steuart, quien explica la razón de
la introducción de la esclavitud:

En la Antigüedad, para que la humanidad trabajara más de lo que

57 Marx: El capital. Libro I. Capítulo VI (inédito), p. 89, ed. Siglo XXI

70
exigían sus necesidades, para que una parte de un estado trabajara con
la finalidad de mantener a la otra parte gratuitamente, únicamente
podía recurrirse a los esclavos; por ello se introdujo de manera general
la esclavitud. La esclavitud era entonces tan necesaria para la
multiplicación [de la producción] como hoy resultaría destructiva de la
misma. El motivo es sencillo. Si no se obligara a trabajar a la
humanidad, trabajaría solamente para sí misma; si tiene pocas
necesidades, el trabajo será poco. Pero cuando comienzan a formarse
los estados y los brazos ociosos tienen necesidad de defenderlos contra
la violencia de sus enemigos, se vuelve imperiosamente necesario
procurarles comida a quienes no trabajan; y como, en nuestra
hipótesis, las necesidades de los trabajadores son reducidas, debe
hallarse un método para aumentar su trabajo por encima del nivel de
sus necesidades. 58

Estos esclavos o bien trabajaban la tierra, o bien ocupaban puestos serviles, o


bien producían manufacturas o productos mineros, por no hablar de la
construcción de palacios, templos y otras grandes obras, que representan el
plusproducto social. La conclusión de Steuart es profundamente acertada:

Se les podía obligar a trabajar porque eran esclavos de otros, ahora se


les obliga a trabajar porque son esclavos de sus propias necesidades. 59

El motivo que mueve al hombre libre (asalariado capitalista) es mucho más


violento que el que mueve al esclavo: un hombre libre debe trabajar duro o morir
de hambre; el esclavo debe trabajar o ser azotado si se niega. Pero incluso
cuando no tiene trabajo, su patrón le da de comer por miedo a perder el dinero
invertido en la compra del esclavo; cuando el empleado ya no tiene trabajo, sólo
le queda morirse de hambre. Entre temporadas, el patrón alimenta a su esclavo
incluso cuando no trabaja, como si fuera un animal: el asalariado no tiene forma
de sobrevivir cuando no trabaja.

La relación gremial de la Edad Media se había desarrollado, de forma similar,


tanto en Atenas como en Roma en círculos estrechos. En Europa fue decisiva
para la formación de capitalistas, por un lado, y para la formación de
trabajadores libres, por otro. Pero es sólo una forma limitada que no
corresponde todavía a la relación capital-asalariado.
La relación corporativa medieval, que de manera análoga se desarrolló
también en círculos restringidos de Atenas y de Roma, y que tan decisiva
importancia tendría en Europa para el surgimiento de los capitalistas, por un
lado, y por otro para la formación de una clase de trabajadores libres,
constituye una forma limitada, inadecuada aún, de la relación del capital y del
trabajo asalariado. [...] El maestro se halla en posesión aquí de las condiciones
de producción, de las herramientas y del material de trabajo (aunque las
herramientas pueden también pertenecer al oficial): el producto le pertenece.
En cuanto a esto, es un capitalista. Pero no es como capitalista que es maestro.
El mismo es, en primerísimo término, artesano y se supone (is supposed) que
es maestro en su oficio. Dentro del proceso mismo de producción actúa como
artesano, al igual que sus oficiales, e inicia a sus aprendices en los secretos del
oficio. Mantiene con sus aprendices exactamente la misma relación que media
entre un profesor y sus alumnos. En consecuencia, su relación con aprendices

58 Cita tomada de Marx: ibid., pp. 63-64, nota a*. Las cursivas y el texto entre corchetes vienen de
ahí [NdT]
59 Id.

71
y oficiales no es la del capitalista en cuanto tal, sino la del maestro en el oficio,
quien en su condición de tal ocupa en la corporación, y por ende frente a
aquéllos, una posición superior, que is supposed se funda sobre su propia
maestría en el oficio. Su capital, pues, tanto en lo que toca a su forma material
como al volumen de su valor, es un capital vinculado, que en modo alguno ha
adquirido ya la forma libre del capital. No constituye un cuanto determinado
de trabajo objetivado (valor en general) que puede adoptar y adopta a gusto
esta o aquella forma de condiciones de trabajo según se intercambie a
discreción por esta o aquella forma del trabajo vivo para apropiarse de
plustrabajo. Sólo después de haber recorrido las categorías de aprendiz,
oficial, etc., y de haber realizado él mismo su pieza de maestría, el maestro
puede colocar dinero en esa rama de trabajo determinada, en su propio oficio,
parcialmente en las condiciones objetivas del trabajo artesanal, parcialmente
para contratar oficiales y tener aprendices. 60

Podemos ver cómo la relación puramente monetaria del maestro artesano se


limita todavía a una esfera particular y no caracteriza toda la relación, como
ocurre con el asalariado y el capitalista.
Únicamente puede convertir su dinero en capital en su propio oficio, vale
decir, emplearlo no sólo como medio de su trabajo personal, sino también
como medio de explotar el trabajo ajeno. [...] Los métodos de trabajo que
emplea no sólo se fundan en la experiencia, sino que están preceptuados por
la corporación, se les tiene por los necesarios, y de tal suerte, también desde
este punto de vista, no el valor de cambio sino el valor de uso del trabajo
aparece como el objetivo final. Entregar trabajo de esta o aquella calidad no es
cosa que dependa de su albedrío, sino que la empresa corporativa entera está
organizada para que se suministre una calidad determinada. Del mismo
modo que los métodos de trabajo, el precio de éste no se deja a su buen
criterio. La forma limitada que impide a su peculio funcionar como capital se
manifiesta además en que de hecho se ha fijado un máximo para el volumen
que puede alcanzar el valor de su capital. No puede tener más que cierto
número de oficiales, ya que el gremio debe asegurar a todos los maestros una
parte alícuota de los beneficios de la profesión. Tenemos a la postre, la relación
del maestro con otros maestros como miembro del mismo gremio; en cuanto
tal, el maestro formaba parte de una corporación que [poseía] ciertas
condiciones comunes de producción (vínculos gremiales, etc.), derechos
políticos, participación en el gobierno de la ciudad, etc. A excepción de sus
trabajos para los comerciantes, trabajaba por encargo, con vistas al valor
difuso inmediato, y conforme a ello también estaba reglamentado el número
de los maestros. No se enfrentaba como mero comerciante a sus trabajadores.
Menos aún puede el comerciante transformar su dinero en capital productivo;
sólo puede “encomendar” 61 las mercancías, no producirlas por sí mismo. No
el valor de cambio en cuanto tal, ni el enriquecimiento en cuanto tal, sino una
existencia conforme a su posición social, se presenta aquí como el objetivo y
el resultado de la explotación de trabajo ajeno. Lo decisivo es aquí el
instrumento. En muchas ramas del trabajo (por ejemplo en la sastrería), los

60 Ibid., pp. 65-66


61 Nota de Pedro Scarón en la edición citada: «A falta de traducción mejor, recurrimos a este verbo.

En el original: “verlegen”. El Verleger es un empresario que encarga a artesanos (éstos trabajan


en pequeños talleres o incluso en sus casas) la producción de mercancías de cuya venta se ocupa;
en algunos casos el Verleger suministra materias primas o herramientas a los productores. En
Das Kapital (t. I, sección IV, cap. 19, p. 376) Marx señala, por ejemplo, que conforme a las
ordenanzas de los gremios, “el comerciante podía comprar todas las mercancías, a excepción del
trabajo. Sólo se le toleraba como Verleger de los productos artesanales.” En la traducción francesa
del primer volumen de Das Kapital, hecha por Joseph Roy y revisada por el propio Marx, se utiliza
el término débitant, pero éste es más bien un commerçant qui vend au détail, un minorista.
Wenceslao Roces, traductor de Das Kapital al castellano, vierte Verleger por editor, lo que en este
caso es absolutamente inadecuado» en ibid., p. 67, nota 58

72
clientes mismos proporcionan la materia prima al maestro. Es ley aquí limitar
la producción ajustándola al total del consumo previamente existente; no se
la regula, pues, por los límites del capital mismo. En la relación capitalista
desaparecen esas limitaciones junto a las ataduras político-sociales dentro de
las cuales aún se mueve el capital y donde, por consiguiente, todavía no
aparece como capital.

La simple transformación formal del taller artesanal en empresa capitalista —


en la cual al comienzo el proceso tecnológico todavía se mantiene igual—
consiste en la supresión de todas esas limitaciones, con lo cual también se
modifica la relación de hegemonía y subordinación. El maestro ahora ya no es
capitalista por ser maestro, sino maestro por ser capitalista. La barrera a su
producción ya no está condicionada por la limitación a su capital. El capital
(dinero) puede intercambiarse a voluntad por cualquier tipo de trabajo y, en
consecuencia, de condiciones de trabajo. El maestro incluso puede dejar de
ser artesano. Con la rápida expansión del comercio y, con ello, de la demanda
de mercancías por el estamento mercantil, la empresa corporativa, empujada
de por sí más allá de sus límites, hubo de transformarse formalmente en
empresa capitalista.

En comparación con el artesano independiente que trabaja para clientes


desconocidos (strange customers), es natural que aumente la continuidad del
trabajador que labora para el capitalista, cuyo trabajo no reconoce límites en
la necesidad eventual de tales o cuales customers, sino únicamente en la
necesidad de explotación que tiene el capital que le da empleo. Confrontado
con el [del] esclavo, este trabajo se vuelve más productivo, por ser más
intenso; el esclavo, en efecto, sólo trabaja bajo el acicate del temor exterior, y
no para su existencia —que no le pertenece, aunque sin embargo le está
garantizada—, mientras que el trabajador libre trabaja para sus necesidades
(wants). La conciencia (o más bien la ilusión) de una determinación personal
libre, de la libertad, así como el sentimiento (feeling) (conciencia) de
responsabilidad (responsibility) anejo a aquélla, hacen de éste un trabajador
mucho mejor que aquél. El trabajador libre, efectivamente, como cualquier
otro vendedor de mercancía es responsable por la mercancía que suministra,
y que debe suministrar a cierto nivel de calidad si no quiere ceder el campo a
otros vendedores de mercancías del mismo género (species). La continuidad
de la relación entre el esclavo y el esclavista es tal que en ella el primero se
mantiene sujeto por coerción directa. El trabajador libre, por el contrario, está
obligado a mantener él mismo la relación, ya que su existencia y la de los suyos
depende de que renueve continuamente la venta de su capacidad de trabajo al
capitalista.

En el caso del esclavo el salario mínimo aparece como una magnitud


constante, independiente de su trabajo. En el caso del trabajador libre este
valor de su capacidad de trabajo y el salario medio que corresponde al mismo
no están contenidos dentro de esos límites predestinados, independientes de
su propio trabajo, determinados por sus necesidades puramente físicas. La
media es aquí más o menos constante para la clase, como el valor de todas las
mercancías, pero no existe en esta realidad inmediata para el obrero
individual, cuyo salario puede estar por encima o por debajo de ese mínimo.
El precio del trabajo ora cae por debajo del valor de la capacidad de trabajo,
ora lo supera. Por lo demás, [existe] libertad de movimientos dentro de
estrechos límites (within narrow limits) para la individualidad del obrero, de
lo cual resultan diferencias de salarios en parte entre diversas ramas de
trabajo, en parte dentro de la misma rama laboral, según la diligencia,
habilidad, vigor, etc., del obrero, y sin duda esas diferencias están
determinadas hasta cierto punto por la medida de su rendimiento personal.
De esta suerte, la cuantía del salario varía por obra de su propio trabajo y de
la calidad individual de este último. Ello sucede particularmente allí donde el

73
trabajo se paga a destajo. Si bien, como hemos visto 62, esto no cambia en nada
la relación general entre el capital y el trabajo, entre el plustrabajo y el trabajo
necesario, la relación se manifiesta por ello de manera diferente para el obrero
individual y precisamente según el grado de su rendimiento personal. En el
caso del esclavo, su fuerza o habilidad particulares pueden elevar el valor
venal de su persona, pero esto a él no le va ni le viene. No sucede lo mismo en
el caso del trabajador libre, propietario exclusivo de su capacidad de
trabajo 63.

El valor superior de esta capacidad laboral debe pagársele a él mismo, y se


expresa en un salario más elevado. Se producen, por consiguiente, grandes
diferencias de salarios, según tal o cual trabajo requiera o no una capacidad
laboral más desarrollada, exigente de costos de producción mayores. Con ello
se abre un campo de acción a la diversidad individual, por un lado, y por otro
se da un incentivo al desarrollo de la capacidad propia de trabajo. Por
innegable que sea que la masa del trabajo debe componerse de más o menos
trabajo simple (unskilled labour) y que, luego, también la masa del salario ha
de deteminarse por el valor de la capacidad de trabajo simple, a tales o cuales
individuos les es factible siempre, gracias a su particular energía, talento, etc.,
ascender a esferas de trabajo más elevadas, así como permanece abierta la
posibilidad abstracta de que éste o aquel obrero se transforme él mismo en
capitalista y explotador de trabajo ajeno. El esclavo pertenece a un amo
(master), determinado; el obrero, por cierto, debe venderse al capital pero no
a un capitalista determinado, de modo que dentro de ciertos límites, puede
elegir a quien quiere venderse v pueden cambiar de master. Todas estas
relaciones modificadas hacen que la actividad del trabajador libre sea más
intensa, continua, móvil y competente que la del esclavo, aparte que lo
capacitan para una acción histórica muy diferente.

El esclavo recibe en especie los medios de subsistencia necesarios para, su


manutención, y esa forma natural de los mismos está fijada, tanto por su
género como por su volumen, en valores de uso. El trabajador libre los recibe
bajo la forma del dinero, del valor de cambio, de la forma social abstracta de
la riqueza. Si bien el salario no es otra cosa, de hecho, que la forma argentada
o áurea o cúprica o papélica adoptada por los medios de subsistencia
necesarios, en la que incesantemente tiene que resolverse —y el dinero opera
aquí únicamente como forma evanescente del valor de cambio, como simple
medio de circulación—, en la imaginación [del obrero] el objetivo y el
resultado de su trabajo siguen siendo empero la riqueza abstracta, el valor de
cambio, no un valor de uso determinado, tradicional y localmente limitado.
Es el obrero mismo quien convierte el dinero en valores de uso cualesquiera,
compra con él tales o cuales mercancías, y como poseedor de dinero, como
adquirente de mercancías, se halla frente a los vendedores de mercancías
exactamente en la misma relación que todos los demás compra dores. Las
condiciones de su existencia —así como la cuantía que tiene el valor del dinero
ganado por él— lo fuerzan desde luego a resolver ese dinero en un círculo asaz
restringido de medios de subsistencia. Aun así, es factible aquí alguna varia-
ción, tal como, a modo de ejemplo, los periódicos se cuentan entre los medios
de subsistencia necesarios para el trabajador urbano inglés. El obrero puede
ahorrar algo, imaginarse que atesora. Puede, del mismo modo, malgastarlo en
aguardiente, etc. Haciéndolo, empero, actúa como agente libre que debe pagar
los platos rotos; él mismo es responsable por la manera en que gasta su salario
(spends his wages). Aprende a autodominarse, a diferencia del esclavo, que
necesita de un amo. Sin duda, esto es válido únicamente si se considera la
transformación de los siervos o esclavos en trabajadores libres, asalariados.
La relación capitalista se presenta aquí como un ascenso en la escala social. Lo
contrario, allí donde el campesino o artesano independientes se transforman

62Das Kapital, t. I, secc. VI, cap. 19: «El pago a destajo» [Nota de P. Scarón]
63Cfr. la comparación entre el trabajo asalariado y el trabajo esclavo en el tomo I de Das Kapital,
secc. VI, cap. 17 (pp. 565-567) [Nota de P. Scarón]

74
en asalariados. ¡Qué diferencia entre la orgullosa yeomanry de Inglaterra
(proud yeomanry of England), de la que habla Shakespeare, y los jornaleros
agrícolas ingleses! 64 Como en el caso de los asalariados el objetivo único del
trabajo es el salario, el dinero, un cuanto determinado de valor de cambio en
el cual se ha desvanecido toda particularidad del valor de uso, aquéllos son
plenamente indiferentes respecto al contenido de su trabajo y por tanto al tipo
particular de su actividad, mientras que ésta en el sistema corporativo o en el
de castas era tenida por actividad profesional (en el caso del esclavo, como en
el de las bestias de tiro, se trata sólo de determinado género de actividad
impuesto y tradicional, de la manifestación de su capacidad de trabajo). Hasta
tanto, pues, la división del trabajo no ha unilateralizado totalmente la
capacidad de trabajo, en principio el trabajador libre está predispuesto y
sujeto a cualquier variación de su capacidad y actividad laborales que le
prometa un salario mejor (tal como se aprecia en el caso de la sobrepoblación
(surpluspopulation) del campo, que incesantemente afluye a las ciudades). Si
el obrero adulto es más o menos incapaz de esta variación, la considera abierta
siempre para sus descendientes, y la nueva generación de jóvenes obreros está
siempre disponible para distribuirse entre las ramas de trabajo nuevas o en
las especialmente florecientes. En Norteamérica, donde el trabajo asalariado
se ha desarrollado liberándose en grado superlativo de las viejas
reminiscencias corporativas, etc., se revela también de manera particular esta
versatilidad, la indiferencia cabal con respecto al contenido determinado del
trabajo y al pasaje de un ramo a otro. Es por ello que todos los escritores de
los Estados Unidos ponen de relieve, como característica cierta del trabajo
asalariado libre en el Norte respecto al trabajo servil en el Sur, la antítesis
entre esta versatilidad y el carácter monótono y tradicional del trabajo
esclavo, que no varía con arreglo a las relaciones de producción, sino que por
el contrario exige que la producción se adapte al modo de trabajo establecido
otrora y trasmitido por la tradición. (Véase Cairnes). La formación constante
de nuevos tipos de trabajo, esta variación incesante —que corresponde a la
diversidad de los valores de uso y por tanto es también un desarrollo real del
valor de cambio—, y de ahí la creciente división del trabajo en el conjunto de
la sociedad, sólo son posibles con el modo capitalista de producción. 65

Esta movilidad continua corresponde a la diversidad de valores de cambio


producidos: la división del trabajo aumenta constantemente en toda la sociedad
con el desarrollo del modo capitalista. Marx añade:
Este comienza con el taller corporativo-artesanal libre, allí donde no
encuentra barreras en el anquilosamiento del respectivo ramo de la
producción. 66

Pero todas estas ventajas que el sistema capitalista da a los trabajadores sólo
significan la pérdida del trabajador. Podríamos repasar lo anterior punto por
punto para demostrar que las ventajas sólo son ilusorias para el trabajador y sólo
refuerzan la explotación, el capital. Nos limitaremos a ilustrar el carácter
engañoso de la movilidad laboral para los trabajadores. Para que los
trabajadores puedan cambiar de rama de actividad, las diferencias de
cualificación profesional deben haber disminuido o incluso desaparecido, y la

64 Esta distinción entre los orígenes sociales de los que han sido proletarizados es importante,
porque determina la actitud de estos estratos ante el capital y el trabajo asalariado. El artesano y
el campesino ya disponían de los medios monetarios y de ventajas en el mercado, por lo que la
proletarización pesa mucho sobre ellos. Esto plantea precisamente el problema de la alianza del
proletariado, que es importante sobre todo en los países colonizados, donde la proletarización no
tiene el mismo carácter que la de los artesanos, los campesinos o los tenderos europeos [NdA]
65 Marx: El capital. Libro I. Capítulo VI (inédito). Resultados del proceso inmediato de

producción, pp. 66-72, ed. Siglo XXI


66 Ibid., p. 72

75
división del trabajo y su simplificación, es decir, su mecanización, deben haber
aumentado. Como nos dice Marx,
la simplificación de la máquina, del trabajo, se aprovecha para convertir en
obrero al hombre que está aún formándose, al hombre aún no formado, al
niño, así como se ha convertido al obrero en un niño totalmente abandonado.
La máquina se acomoda a la debilidad del hombre para convertir al hombre
débil en máquina. 67

En el capitalismo, la disolución de las relaciones de producción y de las relaciones


sociales alcanza su punto culminante. El trabajador, separado de la comuna —el
Estado capitalista del que se apropia una clase particular se opone a la sociedad—,
está así separado del ser de la especie, de la humanidad en su totalidad. Al estar
separado de las condiciones naturales de su existencia, por ser pura fuerza de
trabajo y pura mercancía, también está separado de la naturaleza en general. Es
más, como fuerza de trabajo-mercancía está enfrentado a otros trabajadores en el
mercado, que se han convertido en sus competidores. En resumen, el trabajador
está separado de las condiciones naturales de su trabajo. Estas condiciones,
divididas en materias primas, instrumentos de trabajo e instalaciones, enfrentan a
los capitalistas con los terratenientes, y mientras la autonomía de las empresas
enfrenta a los capitalistas entre sí, el capital financiero y el industrial se enfrentan
entre sí, etc., etc.

La contradicción del sistema no hace sino intensificarse con su desarrollo: el


modo de producción social se rebela contra la forma privada de apropiación. La
burguesía es incapaz de seguir dirigiendo sus propias fuerzas productivas
sociales. El carácter social de las fuerzas productivas obliga a los propios
capitalistas a abandonar los grandes organismos de producción y comunicación,
primero a las sociedades anónimas, luego a los trusts y finalmente al Estado. La
burguesía se convierte en una clase superflua: todas sus funciones sociales son
desempeñadas ahora por empleados asalariados.

El capital está condenado, a la espera de su verdugo.

67 Marx: Manuscritos: economía y filosofía, p. 158, ed. Alianza

76
¿SALTAR POR ENCIMA DEL CAPITALISMO?

ECONOMÍA Y REVOLUCIÓN
Todas las teorías recientes sobre nuevas categorías o clases —burocracia, capas de
intelectuales y técnicos, etc.— que abrirían un camino original hacia formas
superiores de revolución o de sociedad, fracasan ante el siguiente escollo: para
llevar a cabo una nueva forma de sociedad y de producción, se necesita una clase
que desempeñe un papel fundamental y decisivo en la producción y su
desarrollo. La historia ha demostrado que los esclavos, siervos y campesinos son
incapaces de una revolución económica y social, y el marxismo lo ha establecido
firmemente también en teoría, como hemos visto.

El objetivo de los estudios económicos de Marx, especialmente de El capital, no


es en absoluto investigar cómo se gestiona la producción capitalista. Por el
contrario, tienden a demostrar que el capitalismo segrega todos los elementos
para su disolución a la vez que para una forma de producción superior, y que la
fuerza que está en el origen del ascenso de la producción capitalista y de las
condiciones materiales de la producción socialista es el proletariado, la fuerza
productiva por excelencia. Incluso cuando el proletariado no interviene
autónomamente, con sus propias reivindicaciones comunistas y objetivos de
clase, y cuando trabaja, sin conciencia de clase ni objetivos propios, como
esclavo asalariado en beneficio de las empresas capitalistas, sigue siendo,
físicamente, la clase revolucionaria, porque su plustrabajo crea plusvalía, en
otras palabras, prepara las crisis que sacuden periódicamente los cimientos
mismos del modo de producción capitalista y agravan constantemente la
contradicción fundamental entre la apropiación privada de los medios de
producción y la socialización creciente de la producción gracias al trabajo
asociado de innumerables proletarios sin reserva.

Sin embargo, el capitalismo no se derrumbará por sí solo para dejar paso al


socialismo. La actividad productiva en la base económica debe extenderse a la
actividad teórica, política y organizativa en las superestructuras, instituciones,
formas de organización y de actividad de la sociedad en su conjunto:
En un estudio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existentes o —lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo
mismo— con las relaciones de producción dentro de las cuales se habían
estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de
formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se
inicia entonces una época de revolución social. Con la modificación del
fundamento económico, todo ese edificio descomunal se trastoca con mayor o
menor rapidez. Al considerar esta clase de trastocamientos, siempre es
menester distinguir entre el trastocamiento material de las condiciones
económicas de producción, fielmente comprobables desde el punto de vista de
las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o

77
filosóficas, en suma, ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran
conciencia de este conflicto y lo dirimen. 68

En consecuencia, la sucesión histórica de los modos de producción en las


sociedades de clases incluye revoluciones y superestructuras, que aceleran o
ralentizan la dinámica de la historia, «nada permanece siendo lo que era, ni
como era, ni donde era, sino que todo se mueve, se transforma, deviene y
perece» 69. Lo que importa en primer lugar es aquello que desarrolla la base
económica y luego se proporciona una actividad superestructural: «de todos los
instrumentos de producción, la fuerza productiva más grande es la propia clase
revolucionaria» 70. El proletariado sólo es realmente una clase para sí —y ya no
simplemente una clase para los capitalistas que la explotan— cuando tiene una
actividad específica, política y teórica, que amplía su trabajo productivo de forma
compleja y dialéctica. La clase revolucionaria parte de una situación y un papel
dados en la producción existente antes de ser capaz de destruir la forma de esa
producción y de forjar una nueva —primero teórica, luego política y por último
económicamente— según el programa y el curso determinados por las fuerzas
históricas.

Para lograrlo, el proletariado debe enfrentarse, material y críticamente, al orden


capitalista, concentrado en las superestructuras políticas e ideológicas de la
violencia del Estado, el ejército, la policía, la burocracia y las instituciones
administrativas. Después debe darse una primera forma de organización,
primero económica y después política, de partido, sobre la base de su programa
histórico de clase, y por último debe erigirse a sí mismo en clase dominante,
rompiendo el poder de las clases privilegiadas y creando el Estado de la
dictadura del proletariado, condición previa para el desarrollo de las fuerzas
productivas en sentido socialista, a un nivel económico determinado.

La cuestión de una revolución social sólo se plantea a un nivel determinado de


la serie de los modos de producción, durante las crisis económicas y sociales en
las que estallan los antagonismos de clase.

La relación entre la infraestructura económica y la superestructura política


nunca estaría clara, ni en la teoría ni en la práctica, sin una observación en
profundidad y un estudio sistemático de los hechos que no sólo determinan la
superestructura, sino que también expresan su actividad. Afirmar que el
marxismo sustituye la historia de los Estados y de los pueblos por la historia de
las clases no significa en absoluto que elimine del escenario histórico los
fenómenos ligados al Estado, ni los estratos productivos precapitalistas que
siguen evolucionando en sus propias condiciones, como vestigios, o en la
atmósfera de la producción capitalista, como los campesinos, los artesanos y los
tenderos, ni finalmente los estratos más o menos híbridos, improductivos,
parasitarios, incluso antisociales, segregados por la producción y la
administración capitalistas, sobre todo en su fase senil. Más aún, el marxismo
implica un conocimiento de los mecanismos y formaciones precapitalistas, así
como una visión clara de la sociedad socialista que Marx evocó en cientos de
pasajes, sobre todo en sus escritos económicos, en oposición al desarrollo

68 Marx: Contribución a la crítica de la economía política, p. 5, ed. Siglo XXI


69 Engels: Anti-Dühring, p. 65, ed. Fundación Federico Engels
70 Marx: Miseria de la filosofía, p. 121, ed. Siglo XXI

78
capitalista —lo que algunos llaman dialécticamente el transcrecimiento del
capitalismo. Los ejércitos que el historiador convencional ve en primer plano,
con sus Estados Mayores y sus grandes capitanes que se juegan el destino de la
humanidad en el campo de batalla, no son más que una prolongación directa de
los Estados políticos e indirecta de los antagonismos económicos. Estos ejércitos
representan una de las formas —o actividades— organizadas del Estado de la
clase dominante —o de las clases que intentan alcanzar el poder político. En
cuanto a los propios Estados, son la expresión de la clase dominante y por tanto
de la división de la sociedad en clases, en la medida en que la clase en el poder
ha organizado su dominación no sólo sobre los trabajadores explotados, sino
también sobre el conjunto de la sociedad y en oposición a ella.

Sin embargo, una clase solo puede organizar su forma propia en un Estado si
antes se ha constituido en partido político, en el curso de una serie de luchas
sociales generadas por las relaciones en las que vive y produce, siendo este
partido político un órgano, una primera etapa, para la conquista y el ejercicio
del poder.

La historia puede descifrarse si seguimos los eslabones sucesivos de la cadena


de causas y efectos que configuran y mueven a las masas humanas y las obligan
a utilizar una de las principales fuerzas motrices, la violencia, partera de la
historia: los ejércitos y las fuerzas policiales del Estado; el partido político a la
cabeza de la organización del Estado que rodea a la sociedad; luego la clase que
ha comenzado en la historia a organizarse en este partido, su posición en el seno
de las relaciones de producción, sus antagonismos con otras clases o sus
intereses más o menos convergentes con otras, ya que el marxismo nunca ha
admitido la idea simplista de que se trate de un antagonismo entre solo dos
clases, por ejemplo la burguesía y el proletariado.

A lo largo de la historia pasada y presente, una clase sustituye a otra en la


dirección social de la política y la economía, a través de enfrentamientos entre
masas o Estados de diferentes zonas geográficas y orígenes raciales, en los que
se desata la máxima energía e influencia de las que son capaces las clases en
virtud de su posición en la producción interna y de su relación con otras clases
socialmente aliadas, neutrales u hostiles. En este largo recorrido hay una
inmensa riqueza de situaciones y formas sociales que el marxismo ha clasificado
en una serie histórica y causal de tipos o modelos. No sería posible hablar de
teoría, sistema o concepción marxista del desarrollo histórico si estos modelos
no fueran capaces de formar una serie continua, una gran serie de formas
sucesivas de sociedad y producción que forman el inmenso puente de múltiples
arcos entre el origen de la humanidad —la primera forma de vida asociada a
grupos humanos apenas salidos del estado animal— y la meta actual de la clase
universal del proletariado: la sociedad comunista superior.

De hecho esta visión teórica, lejos de oponerse a una inmensa multiplicidad de


combinaciones, avances e incluso inversiones en que se desenvuelven y
entretejen las series en sus diversas bases geográficas e históricas, implica por el
contrario un análisis profundo, agudo y detallado de su devenir real. Los que se
burlan de nuestra seguridad de haber encontrado por fin una dirección única
para el camino de la historia, pero utilizan, cuando les conviene, tal o cual
criterio marxista, desvirtuándolo en un contexto no marxista, son precisamente

79
los que en la actualidad, por ejemplo, no pueden captar la rica fecundidad de los
choques de Estados y de clases que enfrentan a decenas de millones de hombres
de color, que viven desde hace decenios una actividad volcánica que choca con
la pasividad de la sociedad blanca, sumida en la mayor degeneración social de
su historia.

Sólo vinculando estas luchas gigantescas al curso general de la humanidad,


considerando las condiciones y los desafíos materiales, podemos comprender
toda su grandeza dramática y su efecto regenerador sobre el movimiento de toda
la humanidad, y más particularmente sobre el proletariado de las grandes
metrópolis de Europa y América.

El marxismo es rico en una toda una gama de brillantes hipótesis sobre el curso
de las sociedades contemporáneas que deriva de su visión unitaria de la gran serie
de modelos de producción: la revolución puede ser entonces una fuerza que abra
el camino incluso para las formas sociales que se han congelado o han caído en
un callejón sin salida.

¿POR QUÉ LA FASE CAPITALISTA?


La degeneración de la Revolución Rusa llevó a la creencia de que todo lo que se
necesitaba para el establecimiento de una “economía socialista” era que el
pueblo, en algún momento de la sucesión de los modos de producción, tomara
el poder. Esta visión del socialismo retoma la perspectiva populista y socialista-
revolucionaria a la que se opuso Lenin, o lo que Marx llamó el socialismo
pequeñoburgués de Proudhon, Lassalle, Bakunin, etc., que permite que
subsistan, o incluso se desarrollen, las bases del capitalismo —el dinero, el
capital, los intercambios mercantiles, el mercado— para instaurar un supuesto
igualitarismo que aboliría la explotación del hombre por el hombre. Acabar con
la milenaria historia de clases sería un juego de niños: se toma toda la tierra, se
toma todo el capital, se reparte en otras tantas partes iguales —o entre las
empresas que lo componen— y se entregan a cada productor o grupo de
productores. Bastaría con construir una sociedad campesina de este tipo en el
campo y crear, en las ciudades, una especie de sociedad anónima extendida a
todos los productores que trabajan en ella o al conjunto del pueblo, para que se
aboliera la explotación y se construyera el socialismo.

En la propia Rusia tras la conquista del poder, Lenin ya había atacado la noción
de un “gobierno de los productores” como una desviación anarcosindicalista
pequeñoburguesa por la que algunos querían sustituir la dictadura del
proletariado y su partido, demostrando que esta solo podía dar lugar a una
democracia económica sin color definido, prácticamente impotente —pero a la
que se uniría, en la utopía estalinista, un poderoso ejército técnicamente a la
altura de las circunstancias, que se comería gran parte del producto de la
industria pesada durante mucho tiempo:
En primer lugar, el concepto de “productor” engloba al proletario con el
semiproletario y con el pequeño productor de mercancías, apartándose así,
radicalmente, del concepto fundamental de la lucha de clases y de la exigencia

80
básica de diferenciar con precisión las clases.

En segundo lugar, orientarse hacia las masas sin partido o coquetear con ellas,
como se hace en la tesis citada, es apartarse del marxismo de un modo no
menos radical.

El marxismo nos enseña —y esta doctrina no sólo ha sido confirmada


formalmente por toda la Internacional Comunista en la decisión de su II
Congreso (1920) sobre el papel del partido político del proletariado, sino que
ha sido también confirmada prácticamente por toda la experiencia de nuestra
revolución— que sólo el partido político de la clase obrera, es decir, el Partido
Comunista, está en condiciones de unir, educar y organizar a la vanguardia del
proletariado y de todas las masas trabajadoras, única capaz de contrarrestar
las inevitables vacilaciones pequeñoburguesas de estas masas, las inevitables
tradiciones y recaídas en la estrechez de miras gremial o en los prejuicios
sindicales entre el proletariado y dirigir todo el conjunto de las actividades de
todo el proletariado, esto es, dirigirlo políticamente y, a través de él, dirigir a
todas las masas trabajadoras. Sin esto, la dictadura del proletariado es
irrealizable. 71

Para Lenin, como para Marx, la economía socialista no se establece en cualquier


nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, porque el socialismo significa,
desde el punto de vista económico, la abolición progresiva —no la inflación— del
dinero, del intercambio mercantil, del trabajo asalariado, de la diferencia entre
la ciudad y el campo, entre la industria y la agricultura, entre el trabajo manual
y el intelectual. Podríamos citar decenas de pasajes de Marx-Engels, pero
preferimos referirnos aquí a Lenin, para mostrar que hace medio siglo los
comunistas veían todo esto como tareas que debían realizarse en un plazo
previsible:
El capitalismo lega inevitablemente al socialismo, de una parte, las viejas
diferencias profesionales y corporativas entre los obreros, formadas en el
transcurso de los siglos, y, de otra, los sindicatos, que sólo muy lentamente, a
lo largo de los años, pueden transformarse y se transformarán con el tiempo
en sindicatos de industria más amplios, menos corporativos (que engloban a
industrias enteras y no sólo a corporaciones, oficios y profesiones). Después,
a través de estos sindicatos de industria, se pasará a suprimir la división del
trabajo entre los hombres, a educar, instruir y formar hombres
universalmente desarrollados y universalmente preparados, hombres que lo
sabrán hacer todo. Hacia eso marcha, debe marchar y llegará el comunismo,
pero únicamente dentro de muchos años. 72

Lenin esperaba que el proletariado de los países avanzados le ayudara a alcanzar


el socialismo en Rusia. Mientras tanto, el papel de Rusia era mantener
sólidamente el poder de la dictadura del proletariado, desarrollar al máximo las
fuerzas productivas y apoyar la lucha del proletariado internacional. Rusia era
el primer eslabón de la revolución política mundial, no el modelo de “la
economía y la sociedad socialistas” en un país aislado y atrasado.

Más tarde Stalin inventó la teoría del socialismo en un solo país y emprendió la
“colectivización de la agricultura”, como si se tratara de introducir
inmediatamente el socialismo en la agricultura, mientras entregaba la tierra y el

71 Lenin: Proyecto inicial de resolución del X Congreso del PC de Rusia sobre la desviación

sindicalista y anarquista en nuestro partido (marzo 1921), t. 43, p. 95, ed. Progreso
72 Lenin: La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, p. 57, ed. Fundación

Federico Engels

81
suministro de alimentos a la clase campesina, a la que daba una parcela privada
de tierra, herramientas y ganado.

La intención de Lenin no era construir el socialismo en Rusia, sino sentar las


bases materiales, es decir, desarrollar el capitalismo en la medida en que fuera
compatible con la dictadura del proletariado, a la espera de la revolución en los
países avanzados.

Este es uno de los puntos difíciles del marxismo, y poca gente comprende que el
capitalismo, con todos sus horrores, es una etapa progresiva de producción para
la humanidad.

Marx defendió la economía burguesa —teorizada por Ricardo— contra las


fuerzas reaccionarias, explicando la necesidad de una etapa capitalista en la
evolución humana:
Ricardo, y con razón para su tiempo, considera el modo de producción
capitalista como el más ventajoso para la producción en general, [es decir,]
como el más ventajoso para la creación de riqueza. Preconiza la producción
por la producción misma, y tiene razón [al pensar así]. Y quienes, como
algunos adversarios sentimentales de Ricardo, afirman que la producción no
constituye un fin en sí, olvidan que la producción en gracia a la producción
misma no significa otra cosa que el desarrollo de las fuerzas productivas
humanas, es decir, el desarrollo de la riqueza de la naturaleza humana como
fin en sí. Contraponer, como hace Sismondi, el bien de los individuos a este
fin equivale a afirmar que debe contenerse el desarrollo del género humano
para asegurar el bien individual, que, por ejemplo, no debe librarse guerra
alguna, en la que, desde luego, están condenados a perecer algunos individuos.
(Sismondi sólo tiene razón en contra de los economistas que tratan de atenuar
o de negar esta contradicción.) No se comprende que este desarrollo de las
capacidades del género humano, aunque por el momento se logre a expensas
de la mayoría de los individuos e incluso de clases enteras de hombres, acaba
a la postre rompiendo este antagonismo y coincide con el desarrollo del
individuo y que, por tanto, el desarrollo superior de la individualidad sólo
puede lograrse a costa de un proceso histórico en que los individuos sean
sacrificados. 73

El propio capitalismo pone en el orden del día el socialismo, para el que ha


preparado las condiciones materiales, cuando alcanza la última etapa capitalista,
tal como la define Engels en el Anti-Dühring:
Esa presión de las fuerzas productivas, en imponente crecimiento contra su
condición de propiedad del capital, esa creciente constricción a reconocer su
naturaleza social, es lo que obliga a la clase de los capitalistas a tratarlas cada

73Marx: Teorías de la plusvalía, vol. 2, p. 100, ed. FCE. Se asimila erróneamente la socialización
de la producción al socialismo: «Dejando de lado la combinación del trabajo mismo, este carácter
social de las condiciones de trabajo —incluida entre otras cosas, su forma como maquinaria y
capital fixe de cualquier género— se presenta como algo absolutamente autónomo, existente
separadamente del obrero, como un modo de existencia del capital y por ende también como algo
organizado por los capitalistas independientemente de los obreros. Así como el carácter social
de su propio trabajo, el carácter social que las condiciones de producción han asumido en cuanto
condiciones de producción colectivas del trabajo combinado aparece como capitalista, como
trabajo inherente a estas condiciones de producción en cuanto tales, independientemente de los
obreros», Marx: El capital. Libro I. Capítulo VI (inédito). Resultados del proceso inmediato de
producción, p. 94, ed. Siglo XXI. De hecho, el socialismo consiste en resolver el antagonismo entre
el modo privado de apropiación, circulación e intercambio y las características sociales de la
producción, armonizándolas mediante una síntesis superior

82
vez más como fuerzas productivas sociales. [...] La transformación de las
grandes empresas de producción y transporte en sociedades por acciones y en
propiedad del Estado muestra que la burguesía ya no es imprescindible para
la realización de aquella tarea. Todas las funciones sociales de los capitalistas
son ya desempeñadas por empleados a sueldo. 74

En definitiva, la misión histórica de la burguesía es expropiar a los individuos y


extorsionar la plusvalía, concentrándola en un polo de la sociedad, lo que difiere
bastante de la opinión de que la burguesía simplemente vive pródigamente de
sus beneficios —de hecho, esta parte de la plusvalía es muy pequeña,
especialmente al principio del capitalismo. La burguesía cumple esta misión
histórica dominando la sociedad a través de superestructuras políticas. La
apología burguesa, por otra parte, atribuye a la burguesía un papel esencial en
la producción —que sólo puede ser cosa del trabajo. En resumen, la burguesía
acumula y expropia, y ella misma acabará siendo expropiada por la revolución
socialista.

Por consiguiente, en el socialismo no se dará a los trabajadores la posesión de


los medios de producción de forma privada —individualmente o en grupos o
asociaciones de productores—, como ocurría en el pasado con los artesanos en
gremios o los campesinos que trabajaban sus propias parcelas, según los deseos
del socialismo pequeñoburgués. La sociedad en su conjunto se apropiará tanto
de las condiciones como del producto de todo el trabajo —es decir, también de
la antigua plusvalía— y podremos tener la fórmula de las relaciones de
intercambio comunistas: «de cada cual según sus capacidades, a cada cual según
sus necesidades».

Desde el punto de vista político, la revolución proletaria no crea fuerzas


productivas materiales, que sólo se desarrollan gradualmente, en contacto con
el trabajo y a su propio ritmo. Su tarea consiste en derribar las barreras que
impiden el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas. En otras palabras, «el
socialismo no se construye», se desarrolla evolutivamente —habiendo pasado ya
la etapa de las revoluciones— a partir de las condiciones materiales
desarrolladas por el capital. En otras palabras, el capitalismo desarrollado —con
la socialización de los medios de comunicación y de producción y con el trabajo
asociado sobre la base del mercado mundial— constituye la base material del
socialismo, y su partera es la violencia:
Una gran cantidad de formas antitéticas de la unidad social, cuyo carácter
antitético, sin embargo, no puede ser nunca hecho estallar a través de una
metamorfosis pacífica. Por otra parte, si la sociedad tal cual es no contuviera,
ocultas, las condiciones materiales de producción y de circulación para una
sociedad sin clases, todas las tentativas de hacerla estallar serían otras tantas
quijotadas. 75

74Engels: Anti-Dühring, pp. 372-373, ed. Fundación Federico Engels


75Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 1, p. 87,
ed. Siglo XXI

83

También podría gustarte