Tecnicas para Conductas Inadaptativas

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• ELOGIAR

• IGNORAR
• DISCO RAYADO
• DAR RECOMPENSAS
• USO DE GRÁFICOS
TÉCNICAS PARA EL CONTROL DE CONDUCTAS INADAPTADAS

Los padres piensan que la disciplina equivale al castigo. Disciplina


significa realmente formar o enseñar, y combina técnicas
positivas y negativas.

Decimos que disciplinamos a los niños cuando les enseñamos a


comportarse. Para que pongan algo en práctica debemos
previamente darles instrucciones. Nos convertimos en modelo de
comportamiento para ellos. Les señalamos aquello que están
haciendo correctamente. Les indicamos lo que hacen bien y lo
que no hacen bien. Disciplina es ignorar cuando un niño intenta
interrumpir una conversación y también prestarle atención
después de que haya esperado su turno con paciencia. Los «síes»
son muchas veces más importantes que los «noes» porque con el
sí el niño sabrá cuándo se está comportando tal como los padres
desean.
Tenemos mucho que enseñar a un niño, como valores,
creencias y conductas y esto lleva tiempo. Además, el
niño no estará siempre dispuesto a aprender la lección.
Los padres deben aprender a relajarse para afrontar los
hechos con más calma y eficacia. Debemos examinar
metas y necesidades del niño para saber lo que se
puede esperar. Se debe hacer lo posible por ser
constante y consecuente, diciendo lo que se piensa y
pensando lo que se dice, y mantenerse firme en ello.

Las técnicas básicas para educar se deben comprender


a fondo antes de empezar a aplicarlas para llegar a ser
padres seguros y eficaces, para que el niño tenga la
buena conducta que el padre desea.
EL ELOGIO

Luisa y Sofia están jugando tranquilamente en su cuarto y nadie les dice


lo bien que están compartiendo los juguetes. Pero poco después,
cuando están riendo, mamá les grita en seguida. Casi siempre los
padres centran su atención en lo que los niños hacen mal y no se fijan
en lo que hacen bien.

Los padres se afanan en educar y cuidar de sus hijos que es probable


que piensen que la buena conducta está garantizada. Cuando todo va
mal es fácil sacar a relucir otras malas conductas. Les criticamos y
acabamos sintiéndonos mal. La crítica constante combinada con pocos
elogios da otros resultados. El niño requiere la atención del padre y la
conseguirá como sea. Si el modo de enfocarlo es negativo, entonces el
niño usará medios negativos para llegar a sus padres. Si éstos se
concentran en los hechos positivos. se conseguirá una mejor conducta
como respuesta porque de este modo el niño obtendrá más atención. Si
no se está acostumbrado a elogiar al niño, puede resultar difícil al
principio.
Pero cuanto más se aplique más natural y fácil será. En seguida se
comprobará que los elogios son una influencia tan poderosa que
sólo con unos pocos se puede lograr una nueva conducta y con un
poco menos se mantendrá el cambio.

A veces los padres temen que los niños se acostumbren a


depender de los elogios. Es posible que los elogios indiscriminados
provoquen problemas con un niño inseguro o que siempre haya
sido el centro de atención. Pero se sabe por experiencia que son
más los niños que no reciben bastantes elogios que los que
reciben demasiados, y se sabe que los elogios pueden hacer
milagros. Si se usan estas directrices al aplicarlos, se comprobará
muy pronto que el elogio es una técnica de disciplina netamente
eficaz.
Elogiar el comportamiento y no la personalidad

Cuando los padres nos consultan porque están teniendo problemas en la


relación con su hijo muchas veces están tan exasperados que no tienen
nada positivo que decir del niño. Describen su personalidad con términos
tales como rebelde, vago y egoísta.

Este es un círculo vicioso que no conduce a ningún sitio. Puede cambiarse


su conducta y ahí debe estar el objetivo. La personalidad es más resistente
a los cambios. Si se centran los esfuerzos en la conducta, es mucho más
probable que se pueda llegar a la meta propuesta. No se debe decir, «Eres
una niña buena!» que conlleva el mensaje de que el objetivo es ser bueno
siempre, lo cual es una expectativa imposible de cumplir. En lugar de esto
se debe decir <<Me gusta cómo has hablado a la abuela>>. Por muchas
veces que se diga «niño bueno» o «niña buena» el niño no se formará un
concepto positivo de sí mismo, a no ser que tenga respuestas específicas a
las propias conductas correctas, ya que la imagen de sí mismo está hecha
de sus logros.
El modo más eficaz de formar una buena conducta es moldearla con
elogios. Moldear con elogios es una herramienta educativa que debe
usarse repetidamente para mostrar la aprobación de los comportamientos
nuevamente establecidos del niño.

Usar elogios concretos

El propósito de elogiar es aumentar conductas deseables, de modo que es


necesario hacer hincapié en qué conducta concreta se persigue. Cuanto
más concreto sea el elogio, mejor comprenderá el niño qué es lo que hace
bien y será más probable que lo repita. Una mañana, por ejemplo, uno se
da cuenta de que la niña se ha hecho la cama. En ese momento se está
peinando. Si sólo se le dice, «Queda muy bien», no sabrá si los padres se
refieren a la cama o a su pelo. Es mejor decir: «Me gusta mucho cómo has
hecho la cama esta mañana. Gracias».
Cuando los padres tienen dificultades para manifestar algo
positivo de su hijo, se les pide que mantengan un registro de
buenas conductas, donde apuntarán todo lo que el niño hace
correctamente. Algunos padres exclaman: «Las páginas estarán en
blanco!», pero, normalmente, se asombran de ver cuántas
conductas positivas pueden anotar y cuánto les ayuda para
aprender a elogiar al niño. Al utilizar esta técnica, se deben
compartir las notas con el niño al final del día. Es una buena
manera de hablar de los acontecimientos del día y hará bien tanto
a los padres como al niño.
Elogiar los adelantos

Se debe empezar a elogiar cada pequeño paso dado hacia la


conducta deseada, procurando atrapar al niño en un buen
comportamiento. Supongamos que le ha dicho al niño que tiene
que recoger sus juguetes cuando haya terminado de jugar con
ellos, aunque nunca lo haya hecho antes. Elogie cada progreso, por
pequeño que sea. Al principio se le elogiará por recoger un juguete
aunque los demás sigan en el suelo. Se podría decir: «Está muy
bien que recojas tu camión y lo pongas en la caja de juguetes. Te
voy a ayudar a que recojas los demás». La próxima vez, se le puede
elogiar por recoger dos juguetes, etc.
O supongamos que el niño está acostumbrado a que se le atienda
enseguida y no deja terminar una conversación telefónica sin interrumpir.
La primera vez que espere treinta segundos, es bueno hacer una pausa en
la conversación y darle las gracias por no interrumpir. Hay que responder
al niño antes de seguir hablando. A la siguiente oportunidad, se debería
esperar un poco más antes de hacer la pausa para darle las gracias a fin
de que su espera sea «moldeada». Es mejor empezar con objetivos
modestos a fin de alcanzar la meta propuesta.

Cuando el nuevo comportamiento esté bien establecido, se necesitarán


menos elogios para mantenerlo. No es necesario continuar elogiando al
niño constantemente. Es mejor elogiarle de vez en cuando, quizás cada
quinta o décima vez que actúe apropiadamente. Esto será suficiente para
ir reforzando la nueva conducta y pronto se hará natural para ambos. No
obstante, no suprima nunca los elogios de forma radical.
Elogiar adecuadamente

Para suscitar la respuesta requerida, el elogio debe ser adecuado.


Abrazos, besos y otras señales físicas de afecto junto con las
palabras correspondientes son muy eficaces. Sin embargo, a
algunos niños un poco más mayores les gusta ser elogiados
discretamente y en ese caso es mejor mantener una cuenta
silenciosa o usar signos secretos especiales. Un guiño o levantar el
pulgar le indicará, sin llamar la atención excesivamente, que se ha
notado su comportamiento. Más tarde, hay que manifestarle lo
bien que lo ha hecho.

Muchos niños mayores aceptan comentarios simpáticos, más que


elogios directos. Decir. «Me pregunto qué brigada de limpieza ha
pasado por aquí» puede ser mejor acogido por un preadolescente
que decir: «Has hecho la cama realmente bien v has limpiado
maravillosamente». ..
Deben ustedes juzgar las reacciones de su propio hijo a los elogios
para ver si están actuando de la mejor manera posible con él. Si el
niño parece no dar importancia a los comentarios paternos pero
más adelante repite el buen comportamiento, está usted
comprobando que esta forma de elogiar es eficaz.

Hay que recordar que todo el mundo se cansa de las cosas buenas
si se tienen demasiadas. Las mismas frases utilizadas una y otra vez
perderán su efecto. Hay que ser creativo. Pequeñas notas dejadas
debajo de una almohada o en una cartera pueden ser más
especiales. También puede serlo que el niño oiga que usted le
elogia delante de un amigo. Para realzarlo más, se pueden
acompañar los elogios de un premio.

Dígale a su hijo qué es lo que le ha gustado y prémielo con un


pequeño regalo, pero reserve las sorpresas para ocasiones
especiales para que no se acostumbre.
Elogiar inmediatamente
Los elogios son más eficaces, especialmente en niños muy
pequeños cuando se producen pronto. No debe pasar demasiado
tiempo entre el comportamiento positivo del niño y la respuesta
paterna, aunque los niños más mayores pueden apreciar el
reconocimiento posterior. El espacio entre la acción de un niño y la
respuesta del padre se puede llenar con un gesto si es necesario, y
si se escribe en el diario de la buena conducta se puede convertir
en una señal privada entre ambos.

Al anotar lo que el niño está haciendo correctamente y enseñarle


el diario, es conveniente decirle algo, como por ejemplo, «Me
alegro de ver que estás compartiendo el papel con tu hermana».
Más adelante, se puede hacer la cuenta sin largos comentarios
escritos, y a la larga la cuenta se puede convertir en una señal de
elogio silencioso en el aire, lo que le dará un sentido personal.
Combinar elogios con amor incondicional

Los niños se vuelven locos por conseguir elogios de sus padres cuando esos son
los únicos momentos en los que consiguen que se les preste atención.

Algunos padres se preocupan pensando que sus hijos se comportarán bien sólo
si reciben el reconocimiento.

Cuando se trabaja para establecer un nuevo comportamiento, es necesario


elogiar constantemente al principio, y luego reducir los elogios gradualmente.
Cuando el niño lo ha aprendido, se debe elogiar sólo de vez en cuando. De todos
modos no es posible estar presente cada vez que el niño hace algo
correctamente. Cada vez que se hagan comentarios concretos y positivos sobre
su conducta, el niño tendrá una visión positiva de sí mismo, y estará así más
seguro de si mismo.

Al mismo tiempo el niño debe saber que se le valora y se le quiere


incondicionalmente. aun cuando no se esté trabajando para mejorar su
conducta. Abrácele, préstele atención, escúchele, apréciele. Esto garantiza al
niño que no necesita «ganarse» su amor porque ya lo tiene.
IGNORAR DETERMINADOS COMPORTAMIENTOS

Un modo eficaz de eliminar comportamientos específicos que


irritan es simplemente ignorarlos.

Puede que al aplicar esta técnica le parezca que no está haciendo


nada en absoluto para cambiar las cosas, pero comprobará cómo al
ignorar sistemáticamente ciertos comportamientos, y actuando
como si no existieran, se consiguen resultados asombrosos.
Cuando quieren, los niños hacen cualquier cosa para conseguir la
atención total e inmediata de sus padres. Saben exactamente lo
que más les puede alterar o irritar especialmente en los momentos
más delicados, en el recibidor de la casa justamente cuando llegan
los invitados, por ejemplo, o cuando se está hablando por teléfono
o en la caja del supermercado. Si se puede ignorar el
comportamiento irritante cada vez que se produzca, el niño dejará
de actuar de ese modo, pues no obtiene los resultados que busca.
La ignorancia sistemática es el arte de ignorar los comportamientos
que desagradan y prestar atención positiva a los que agradan.
Nunca se debe hacer una cosa sin la otra. Sin embargo, antes de
intentar esta estrategia, valore usted el comportamiento y decida si
se puede ignorar sin problemas.

Es evidente que no se pueden ignorar conductas peligrosas como


correr por la calzada o subirse al frigorífico y tampoco se pueden
ignorar acciones intolerables como pegar y morder.

La ignorancia sistemática es una técnica que utilizan sólo algunos


padres eficazmente. En otros, sólo se consigue aumentar la tensión
porque su capacidad para ignorar es demasiado baja. Si éste es su
caso, puede intentar alguna otra de las soluciones que se ofrecen
para tratar el problema.
Decidir lo que se puede y lo que no se puede ignorar

Si Luisa arroja objetos pesados o juega con enchufes, no se puede


ignorar este modo de actuar.

Los padres no deben empezar con algo que no van a ser capaces
de ignorar durante mucho rato; es preferible no empezar. La
mayoría de los comportamientos empeoran antes que mejorar.
Hay que preguntarse:«¿Qué es lo peor que puede ocurrir?»
«¿Podré soportarlo?» ¿Podrá la madre aguantar los gritos de su
hijo en el supermercado pidiendo donuts mientras cl público se
vuelve a mirarla con muestras de indignación ante su dureza? Si el
niño dice palabrotas delante de la abuela, ¿será capaz el padre de
hacerse el sordo? Si no, es mejor elegir otra opción para hacer
frente a este comportamiento.
La ignorancia es particularmente eficaz en conductas que han sido
previamente alimentadas por la atención del padre y no funcionará bien
con aquellas conductas que sean normales a ciertas edades o en etapas
de desarrollo. La mayoría de los niños de dos o tres años hacen rabietas, y
por mucho que se ignoren, es poco realista esperar que desaparezcan. No
obstante. la ignorancia sistemática de las primeras rabietas reducirá su
persistencia más tarde.

La ignorancia funciona bien normalmente para detener un


comportamiento que siempre ha provocado la atención y ha permitido al
niño salirse con la suya con anterioridad. Las rabietas son un buen
ejemplo. El quiere un caramelo v usted le dice, «No. ahora no». Llora, se
cae al suelo, patalea y grita. Usted intenta resistir, pero al final no lo
soporta más y se rinde. Le da el caramelo para detener la rabieta. Las
lágrimas se secan, su táctica ha funcionado. Ha reforzado usted la
dependencia del niño en las rabietas para el futuro. La próxima vez, en
lugar de esto intente salir de la habitación. Puede resultar sorprendente
lo rápidamente que el niño deja de llorar.
No prestar atención al comportamiento indeseado

No se debe reaccionar al comportamiento indeseado de ninguna


manera, verbal o no verbal. No hay que decir nada al respecto. No
se debe mirar al niño cuando esté actuando. No hay que mostrar
ninguna expresión facial o hacer gestos como reacción a ello. Se
debe mirar a otro sitio, hacer como si se estuviera ocupado en otra
cosa, salir de la habitación. Si no se puede salir, hay que apartarse
disimuladamente todo lo posible. Se debe continuar tanto tiempo
como el niño prolongue su comportamiento. Esto no significa
tratarlo fríamente, ya que esa es otra forma de atención. Tampoco
hay que reírse como si tuviera gracia porque la actitud protectora
le hará más desafiante. Simplemente se debe simular que se está
tan concentrado en lo que se está haciendo que uno no se da
cuenta de nada.
Un niño solía meter la cabeza en el plato y llorar cuando no se le
servía más de algo que le gustaba. Sus padres aprendieron a
hablar entre ellos de lo sucio que estaba el candelabro o de sus
planes para la cena, ignorando sus lloriqueos. Con el tiempo,
cuando aprendió que no era probable que le dieran más comida
en ese momento, el niño cogía su cuchara para comer otra cosa
que hubiera en el plato. Actualmente, el hábito ha desaparecido.
Considere que cualquier intento del niño para captar su atención
es un signo de progreso y redoble los esfuerzos por parecer
indiferente. No responder, tararear, subir el volumen de la radio,
mirar al techo, hablar con uno mismo de sus cosas, todos son
medios eficaces de no prestar atención.
Esperar que los comportamientos empeoren antes de mejorar

Cuando se empieza ignorando una mala conducta, el niño hará todo lo que
pueda para atraer una atención a la que está acostumbrado. Incrementará la
intensidad, volumen y frecuencia de sus actos hasta saber que obtendrá
respuesta. Pero no hay que abandonar. No le deje dar por sentado que sus
travesuras van a llamar la atención como lo habían hecho antes, intente llevar
un registro del tiempo que duran, o cuente las ocasiones en que se producen
estas conductas para poder superarlas: ello será indicativo de los progresos que
se hacen.

Aunque las pataletas y las quejas parecen durar una eternidad, se pueden
medir en segundos e incluso minutos. En el espacio de pocos días, se podrá
comprobar cuándo la conducta se intensifica y cuándo va disminuyendo.

Cuando compruebe que los quejidos duran diez minutos el día que no se da al
niño una galleta y sólo ocho minutos al día siguiente, se animará a seguir con la
táctica. Después de poco tiempo, el patalear porque no ha conseguido una
galleta será sólo un recuerdo. Téngase presente que cuanto más firme se haya
sido y menos atención se haya prestado a la conducta, menor será su duración.
Reforzar las conductas deseables

Se puede activar la extinción de las conductas indeseables


reforzando las buenas conductas con elogios y recompensas. Si se
está intentando terminar con los lloriqueos, elogie al niño
inmediatamente si se pone a jugar con tranquilidad después de
haber dejado de lloriquear. Acérquese a él y demuestre interés en lo
que hace. Si el lloriqueo comienza otra vez, ignórelo hasta que pare.
Si el niño está jugando con la comida y se ignora lo que está
haciendo, préstele atención cuando coja el tenedor. Dígale lo mucho
que se aprecia la forma en que está comiendo los guisantes.
En ocasiones, se pueden potenciar las conductas positivas
dirigiendo la atención hacia el niño que se está portando bien,
para que el que se está portando mal quiera imitarle. Por
ejemplo, en un hogar en el que un niño se levanta
continuamente de la mesa mientras los otros están sentados
comiendo correctamente. Lo más apropiado es elogiar la
conducta de los niños que están sentados correctamente v hacer
caso omiso del ir de aquí para allá del otro. Pero cuidado!. si la
táctica anima al que se porta mal, no se debe proseguir. Reserve
esta táctica en su archivo de todas formas. En otra ocasión
funcionará.
USO DE LA TÉCNICA DEL DISCO RAYADO

No intente razonar con un niño que rechaza el «no» como


respuesta. Este niño ha aprendido que su perseverancia da
resultados y que si él persiste los demás ceden al final. El repetir
varias veces «Pero. ¿por qué no puedo?» puede convertirse en
algo muy molesto, especialmente si ya se le ha contestado varias
veces. No hay que enfadarse: esto conduce la mayoría de las veces
a un sentimiento de culpa en lugar de al éxito. Tampoco hay que
ceder. Si el ignorar no encaja con el carácter de algunos padres o si
no es factible en ciertos momentos, hay que intentar la técnica del
disco rayado. Esto significa que hay que responder con una versión
adulta de la misma conducta. Es el caso de Brian, que está dando la
lata porque quiere picar algo antes de la cena. En primer lugar no
puede estar demasiado hambriento, y tampoco se le quiere dar
nada para no estropear su apetito para la cena. Se le explica la
decisión que se ha tomado de forma razonable una vez.
Después, como respuesta a sus súplicas adicionales, se le repite lo
mismo, de forma corta como, por ejemplo, «No comerás nada antes
de la cena». No importa lo creativos que se vuelvan los argumentos
de Brian, repita sólo «No comerás nada antes de la cena».

Esta técnica es más efectiva cuando se simula prestar poca atención


a las quejas. Los padres deben continuar lo que estaban haciendo,
cantando la respuesta cada vez que el niño ruegue de nuevo. Se
obtienen resultados interesantes. El niño puede reaccionar primero
enfadándose. Puede hacer una rabieta, gritar o quejarse. Pero sus
peticiones irán disminuyendo porque se cansará de pedir y obtener
siempre la misma respuesta.
DAR RECOMPENSAS

Las recompensas de conductas deseables actúan como refuerzos


que hacen que el niño se sienta bien por lo que ha hecho y quiera
hacer lo mismo más a menudo. Proporcionan motivación.
La primera vez que el niño dijo papá o mamá, usted reforzó la
conducta con sonrisas y caricias. El niño comprobó lo agradable que
esto era. La primera vez que se encaramó a la mesa de la cocina y
alcanzó la caja de galletas, su recompensa fueron las galletas. En
ambos casos, su conducta inicial fue recompensada por los
resultados.
No siempre es fácil la elección de una recompensa apropiada para
las conductas correctas del niño. Es un tema de una labor
detectivesca, sentido común y un poco de imaginación para detectar
qué le puede gustar al niño. Se sugiere preguntar a los niños más
mayores qué les gusta para así tener la información necesaria, y
también para poder seguir manteniendo el control de la selección.
Hacer un cuestionario

Para ayudarle a lograrlo sugerimos que se haga un cuestionario de las


preferencias del niño como el que se muestra a continuación. Dado que las
preferencias del niño cambian con frecuencia, repita el proceso de vez en
cuando.
CUESTIONARIO DE REFUERZOS
1. Dime tres cosas que desearías.
2. Si tuvieras este dinero, ¿ cómo lo gastarías?
Pesos 500
1000
2500
5000
8000 o más

3. Si pudieras hacer algo con papá, ¿qué harías?


4. Si pudieras hacer algo especial con mamá ¿qué harías?
5. ¿Qué privilegios especiales te gustaría tener? (ver más televisión, irte más tarde a la
cama, etc.).
6. ¿Qué te gustaría hacer con un amigo? (ir al cine, jugar juegos de video, comer un
helado, etc.).
El cuestionario le dará una lista de recompensas posibles. Divídalas
en listas de pequeñas recompensas que se pueden usar a diario y
en recompensas mayores que serán apropiadas para los progresos
semanales o mensuales. Por ejemplo:

Recompensas diarias: Pegatinas, Postre, juegar en el juego de


video o tablet - etc

Recompensas semanales: Libro – Película - etc

Recompensas mensuales: Muñeco – Juego – paseo - etc


Variar las recompensas

Hay algunas estrategias para que la selección de recompensas sea


más eficaz. Una de ellas es variar las recompensas para que no
pierdan su atractivo.

Pepín estaba muy contento de conseguir un animalito de plástico


cada vez que utilizaba el orinal en lugar de mojar sus pantalones.
Ganó muchos. Pero después de un par de semanas perdió interés
en los animalitos de plástico. Seleccione varios tipos diferentes de
recompensas del repertorio que se ha extraído de los cuestionarios.
Posteriormente, alterne las recompensas materiales con
actividades y privilegios especiales. Cuando sea posible, ofrezca
recompensas apropiadas a la conducta que se está reforzando. El
acostarse media hora más tarde puede ser una recompensa lógica
por haber estado listo para ir a la escuela a tiempo y de buen
humor.
Cumplir siempre

Se deben entregar siempre las recompensas inmediatamente. Para


el niño, el incumplimiento o el retraso al entregar una recompensa
prometida, suponen una traición. No se deben hacer promesas que
no se pueden cumplir y tampoco haga cambios. Cuando el niño se
gana una recompensa, los padres deben entregársela. El niño debe
saber que se cumplirán las promesas.

Recuerde: se necesita tiempo

El modificar la conducta de un niño requiere tiempo y también la


motivación adecuada. Al principio, hay que recompensar cualquier
progreso. usando la recompensa para dar forma a la nueva
conducta. Posteriormente. se requerirán menos esfuerzos para
mantenerla. Se puede comentar el caso de Luisa, una pequeña que
quería hacerlo todo sin ayuda siempre y que no quería admitir que
a veces la necesitaba.
A pesar de la seguridad que le daban sus padres y los maestros, las
lágrimas eran la respuesta a sus frustraciones en la escuela. Se
estableció un sistema para ayudar a la niña a pedir ayuda o a
proseguir con sus tareas sin llorar. Se le dijo a Luisa que ganaría un
punto cada vez que pidiera ayuda o persistiera en una tarea sin
llorar. Sus maestros la ayudaron a llevar la cuenta. Cada tarde,
ganaba una recompensa de su lista (lazos, pasadores. baratijas de
plástico, la ocasión de ir en bici con papá después de la cena, o más
tiempo para leer antes de ir a dormir). Sus puntos también podían
ser utilizados para que ganara el color adecuado en la parte de un
gráfico para una recompensa más importante. Primero se
recompensaron los ojos llorosos, pero no los sollozos, luego la
ausencia total de lágrimas. Lentamente, los puntos necesarios para
la recompensa se fueron incrementando para que pudiera ganar una
recompensa en días alternos, después, una vez por semana.
Los cambios en la conducta de Luisa fueron notables. Lloraba
menos, perseveraba más en sus tareas, pedía ayuda cuando la
necesitaba y sonreía más a menudo. A medida que su tolerancia a
la frustración se iba incrementando y su nueva conducta, más
madura, se iba estabilizando, la frecuencia de las recompensas se
hizo menos progresivamente y el maestro enviaba notas
semanales, en lugar de notas diarias. Los rostros sonrientes de la
familia reemplazaron al gráfico y finalmente, incluso las notas
semanales se hicieron discontinuas ante la insistencia de Luisa. En
la actualidad, sus padres siguen sorprendiéndola con
recompensas de vez en cuando, para que sepa que aprecian su
conducta. El progreso de esta niña demuestra que unas reglas
básicas ayudan al uso eficaz de las recompensas.
Los padres han de definir con exactitud lo que quieren que el niño
haga más a menudo. Con la máxima precisión que sea posible, se
debe definir qué debe hacer para obtener la recompensa. No hay
que decir <<Debes ser más responsable>> sino: «Por favor, hazte
bien la cama por las mañanas».

Recompense los progresos iniciales con recompensas inmediatas o


diarias. La capacidad del niño de adquirir premios debe ser el
doble al inicio del plan. La primera vez que guarde correctamente
sus juguetes, puede ser recompensado con una pegatina, además
de un punto de una recompensa que vale cinco puntos. Utilice
marcas o estrellas en un gráfico para anotar los puntos, o deje que
el niño coloree una parte del cohete (ver Fig. 1). Las medidas
visuales son más importantes cuanto más pequeño es el niño.
Incremente gradualmente los requisitos, a medida que el
niño haga progresos. Por ejemplo, si la meta es que el
niño ordene los juguetes en su sitio cuando haya
terminado de jugar, al principio hay que darle una
recompensa inmediata cuando ordene un juguete.
Cuando ya haya obtenido varias recompensas, habrá que
cambiar el criterio, para que tenga que ordenar dos o tres
juguetes para obtener la recompensa. Con el tiempo, hay
que ir incrementando lo que se espera del niño todavía
más para dar forma a la conducta ,pero no hay que hacer
cambios demasiado rápidos. No hay que aceptar un
comportamiento mediocre una vez que padres y niño han
aceptado la apuesta.
Figura 1 Gráfico del cohete de _________

Colorear una parte cada vez que se cepille los dientes.


Una vez incrementados los requisitos, si el niño no obtiene una
recompensa cada día, los padres deben decirle lo mucho que lo
sienten y advertirle que al día siguiente tendrá otra oportunidad. Y
deben decirle además que ordene los juguetes que ha olvidado.

Hay que ir eliminando gradualmente las recompensas diarias.


Cuando se haya llegado a la conclusión que la nueva conducta ha
quedado bien establecida, se han de disminuir lentamente las
recompensas diarias, explicándolo en términos positivos. «Lo estás
haciendo tan bien que no creo que necesites una sorpresa cada día.
Ahora puedes ganar una sorpresa mayor al final de la semana».
Entregue las recompensas diarias en día alternos, y después del
tercer día, hasta llegar a recompensar sólo excepcionalmente.
Alargue gradualmente el tiempo necesario para obtener una gran
recompensa. Las conductas establecidas requieren menos refuerzos para
mantenerse, así que hay que empezar a poner el listón de requisitos más
alto para las grandes recompensas. Elegir un elemento o actividad que
requiera varias semanas. El uso de uno de los gráficos para visualizar el
progreso del niño hacia los objetivos define claramente cuántos puntos debe
ganar para recibir la recompensa. Con cada recompensa, incremente el
«precio», para que la próxima vez se tarde más tiempo en conseguirla.
Mientras tanto se debe elogiar y dar ocasionalmente pequeñas recompensas
para reforzar la nueva conducta.

Comience a dejar la fase de las recompensas para sustituirla por las


consecuencias naturales y el reconocimiento. Cuando los padres están
seguros de que la nueva conducta se ha convertido en un hábito positivo,
deben sustituir las recompensas por consecuencias naturales positivas y
mantenerlas con su reconocimiento. Una consecuencia natural de haber
aprendido a comportarse en la mesa sería la de dejar que el niño elija su
restaurante favorito para acudir un día ya que tiene tan buenos modales en
la mesa. Coméntele lo bien que se está comportando y anime a los demás a
que hagan lo mismo.
EL USO DE LOS GRÁFICOS

Amelia muestra con orgullo sus gráficos a todas las visitas. Está lleno de estrellas
que ha ganado por cepillarse los dientes después de cada comida, sin que sus
padres tengan que recordárselo.

Juan se lleva al colegio una tarjeta-índice dividida en columnas diarias. Su


maestro hace una marca en la tarjeta cada vez que el niño termina a tiempo una
tarea. Corre hacia su casa después de la escuela y transfiere las marcas al gráfico
que tiene colgado en el frigorífico, ya que está acumulando puntos para ganar un
video-juego. Muchos profesionales utilizan gráficos para anotar sus beneficios,
hallazgos de investigación y resultados de pruebas. Los gráficos suponen una
forma excelente de poner de manifiesto las nuevas conductas del niño de manera
clara y simple.

Para que sea eficaz un gráfico debe ser simple y de fácil lectura. Algunos padres
nos han enseñado gráficos con los que habían tenido poco éxito y era bastante
evidente el motivo de su fracaso. Eran complicados, con múltiples conductas que
sólo un ingeniero hubiera podido seguir. Los gráficos no están pensados para
complicar la vida a los padres y a los niños. Su objetivo es proporcionar un medio
visual para trazar la conducta del niño.
Algunas sugerencias:

• Dejar que el niño decore su propio gráfico con dibujos, pegatinas,


o recortes.

• El gráfico puede tener una forma de lago que sea del agrado del
niño, de la conducta que se está aprendiendo o bien de la
recompensa para las que se está trabajando.

• Puede colocarse donde el niño quiera: en la cocina, en el espejo


del dormitorio o escondido en un cajón.

• Cada gráfico debe ser parte de un sistema de obtención de


recompensas a corto o a largo plazo.
Los gráficos deben seguir las siguientes líneas básicas:

Centrarse en una sola conducta (o conductas asociadas) cada vez

Es imposible cambiarlo todo de golpe y el intentarlo agobiaría a


todos los implicados. Tomar un problema cada vez, e ir añadiendo
los otros de forma apropiada. Jaime tenia problemas matutinos. Se
levantaba tarde, no quería hacerse la cama y no le quedaba tiempo
para desayunar. Primero se atajó el problema de levantarse tarde.
Cuando empezó a levantarse regularmente, con el despertador, se
añadió al gráfico el hacer la cama y el criterio para ganar un punto
incluyó, a partir de entonces, ambas conductas. Cuando dichas
conductas fueron modificadas, se añadió el desayuno a la lista. Las
tres conductas se agruparon en un gráfico como «
Responsabilidades matutinas».
Hacer gráficos fáciles de usar, leer y mantener

Cuando se está tratando una conducta diaria, hay que utilizar un


gráfico inspirado en el calendario, como el de la figura 2.

Figura 2. Gráfico matutino de _________ gana un punto si se


levanta a las 7:00 sin que tengan que recordárselo.

Semana Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Total Puntos


1
2
3
4
Cuando la conducta a tratar es de las que tienen lugar varias veces al día
entonces va mejor un gráfico dividido en intervalos de tiempo apropiados
(Fig. 3). El gráfico de la Fig. 3 se utilizó para enseñar a Luisa a no quejarse.
Dado que las quejas no ocurren en horarios fijos, el gráfico le permitía
ganar estrellas cada hora que pasaba sin quejarse.

Figura 3. Gráfico de gana un punto por cada hora en que no se queja.


Hora Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado
8:00
9:00
10:00
11:00
12:00
13:00
14:00
15:00
16:00
17:00
18:00
Total
La madre de Luisa hizo el gráfico con un papel de color vivo, con
pegatinas y dibujos para hacerlo más atractivo. En ocasiones,
especialmente con los niños mayores, los periodos problemáticos
se sitúan por la mañana temprano, al final de la tarde y por la
noche. El gráfico se diseñó para animar a Tim a seguir mejor las
instrucciones. Como trabajaba para conseguir un juego de
construcción de un avión, diseñó el gráfico en forma de avión (Fig.
4).
Figura 4. Gráfico de gana puntos por seguir instrucciones
Ser muy firme hasta que la conducta haya quedado establecida

Hay que tener fe en el gráfico, no hay que olvidarlo ningún día, hav que
reforzar la nueva conducta con muchos elogios v consecuencias naturales.
Cuando el nuevo hábito haya quedado establecido, ir retirando las
recompensas.

Para resumir la técnica de utilizar gráficos de forma eficaz, tomemos a Jaime


como ejemplo. Originalmente ganó una pequeña recompensa por cada punto
ganado diariamente, con un punto por cada buena conducta. Más tarde,
cuando él consiguió cumplir las tres conductas (levantarse temprano, hacer la
cama y tomarse el desayuno) ganó un punto. Además de las recompensas
diarias, cada uno de estos puntos le permite al niño ganar una parte de una
recompensa más importante (un balón) mediante la acumulación de puntos
hasta llegar a seis. Con un poco de perseverancia ganó todos sus puntos y
obtuvo su balón. La siguiente recompensa costaba siete anotaciones y la
siguiente, ocho. De esta forma, las recompensas se hicieron menos
frecuentes, hasta su total extinción, aunque sus padres le sorprendían
ocasionalmente con una pequeña sorpresa por portarse bien.

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