Génesis L. Pantoja - Despertar
Génesis L. Pantoja - Despertar
Génesis L. Pantoja - Despertar
1
DESPERTAR
2
Sinopsis.
Emily Pérez intentará huir del seductor señor Cisneros, el único hombre
que le había hecho sentir cosas inimaginables. Ella lo ama, está segura de
ello solo que su orgullo como mujer, puede hacerla cometer errores y
León, como buen hombre que es…irá tras ella así tenga que enamorarla
todos los días de su vida.
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“No sé porque no podía dejar de pensar en él, aún cuando había
renunciado, aún cuando estuve a punto de mudarme a otra ciudad, él y
solo él me había amarrado el corazón en un bola y lo tenía donde quería,
justo entre sus manos”
--Emily.
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DEDICATORIAS
Este libro esta dedicado a mis padres, y a una amiga muy especial, que por
cosas del destino ya no se encuentra entre nosotros si no en nuestros
corazones. Esa amiga, que me enseño que escribir podría ser la mejor
forma de ser yo misma y que salir al mundo real a veces era la mejor
manera de enfrentar nuestros miedos. Gracias Neris…
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1
L
a luz de la mañana ya me comenzaba a entrar por la ventana cuando
un montón de papeles se habían comenzado a pegar a mi rostro, me
había quedado dormida en la pequeña oficina que me había hecho
en casa desde que había dejado el trabajo que tenía. Todo lo que tenía que
ver con el señor León, me traía malos recuerdos y algunos muy buenos al
mismo tiempo. Desde que había dejado de ser una niña me había prometido
a mi misma hacer lo que fuere necesario para salir adelante sola, pero,
luego del divorcio de mis padres. Todo se vino abajo.
Mi piel amarillenta estaba casi verdosa por la falta de sol, y tenía unas
banditas de Hello Kitty en mi rodilla izquierda por la última vez que me
había caído mientras dormía. Pase mi dedo por la bandita y las lágrimas se
comenzaban a acumular en mis ojos, todo en estos últimos meses habían
sido una tortura.
Pero lo peor de todo, era que lo seguía queriendo. Y eso era más real para
mí que nada en este mundo.
Había pasado las últimas semanas llorando desconsoladamente en mi
escritorio, viendo películas románticas y comiendo helado directamente del
envase. Mónica ya estaba con las cosas del bebé cuando yo había llegado
llorando ese día, cuando lo dejo todo de lado para atenderme mientras me
sostenía el cabello con delicadeza mientras lloraba. Ella era buena amiga,
pero por lo visto, las cosas malas también le ocurren a las personas buenas.
Ella embarazada de su primer hijo, y su novio dejándola sola con semejante
responsabilidad, y yo, con el trabajo de mis sueños dejado de lado por no
poder soportar al chico que me gusta con la chica que le gusta. Valga la
redundancia.
Me paré del escritorio con pesadez para darme cuenta que si no me ponía a
trabajar pronto tendría que regresar a casa de mi madre antes que las
deudas me cubrieran por completo. Miles de facturas y recibos de
electricidad y servicios básicos estaban desparramados por toda la mesa y
el suelo de mi habitación estaba cubierto por bolitas de papel periódico con
miles de tachaduras de empleos que pudiere escoger, pero ninguno me
parecía lo suficientemente bueno, ya sea porque me quedaba muy lejos del
apartamento o porque el dinero que ofrecían por todo el mes, no me 7
ayudaría a cubrir las deudas que ya abarcaba.
En repruebo, obviamente.
--Gracias M—
Las dos nos quedamos en silencio por un par de segundos. Sabía lo que
quería decirme aún antes de hablar, y ella sabía que le respondería a eso.
Pero aún así, unas palabras de ella eran mejor que nada.
--Ya sabes lo que pienso de esta situación Em—dijo aún sin soltarme del
todo con sus manos en mis hombros—Pero aún así, se que es una situación
difícil para ti y te apoyo. He estado haciendo un par de llamadas y me han
dado el visto bueno para un pequeño trabajo de publicidad para una gran
empresa que está surgiendo. Te queda cerca de casa, hasta te podrías ir en
metro si quieres—dijo alejándose un poco de donde estaba—Te extraño
Em, no eres la misma desde que renunciaste a ese empleo, te quiero de
vuelta—dijo ella nuevamente.
--Lo sé, lo lamento. Soy la peor amiga por dejarte sola en estos momentos,
y aún más cuando viene un bebé en camino. ¿Fuiste a hacerte el
ecosonograma ayer?—dije frotándome los ojos con cuidado.
--Iré más tarde, mi doctora de obstetricia me dijo que quiere hacer un eco
Doppler, porque el bebé no se quiere dejar ver—dijo Mónica mientras se
tocaba gentilmente su barriguita de embarazada.
--Claro, eres mi mejor amiga y te quiero conmigo en todos los pasos del
embarazo. Por favor, ya sal de tu letargo y vuelve a ser la misma Emily que
tanto quiero—dijo guiñándome un ojo con ternura.
Era una mala amiga por dejarla sola en estos momentos tan fuertes para 9
ellas, pero después de haber renunciado. No tenía cabeza para más nada.
--Gracias M—
León Cisneros era el hombre por el cual toda mujer moriría por tener un
chance en una relación, era guapo, inteligente y de la alta sociedad. Pero
yo, como era tan extraña le había dejado ir, en los brazos de otra mujer.
Miré los ojos cafés de Mónica estrecharse mientras mis pensamientos iban
de su cabello negro perfectamente arreglado a sus uñas de manicure,
totalmente perfectas. A ella le estaba yendo bien en su nuevo empleo, y yo,
había renunciado al único empleo por el que hubiera matado anteriormente.
--¿Todavía lo amas?—repitió con un tono tan bajo que me tuve que morder
el labio para no responderle inmediatamente.
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Ella interpretó mi silencio.
--Ya veo—la voz de Mónica retumbó por toda la habitación hasta que
sentía la vergüenza recubrir todo mi rostro.
Ella me miró por última vez antes de caminar hasta su habitación y regresar
con una pequeña lista entre sus manos.
Miel
Avena
Leche
Huevos
Tomates
Tocineta
Me reí para mis adentros cuando vi la última frase escrita por Mónica. Era
real, estaba pensando más en ese hombre que en cualquier otra cosa. Iba a
parar en loca si seguía por ese camino. Doblé el papelito y lo metí en mi
bolsito de mano y me dirigí a las duchas.
Iba a ser la primera vez que salía en más de dos semanas, y eso daba
miedo.
Caminé con torpeza hasta el baño y me despojé de mis ropas, mi piel antes
amarillenta estaba comenzando a tornarse verdosa por la falta de sol. Y mis
antes ojos que era enorme y como dos luceros, eran como si la vida hubiera
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sido arrancado de ellos, casi como si estuviera muerta en vida, casi como si
cuando dejé atrás a ese hombre todas mis esperanzas de triunfar en el amor
se hubiera esfumado con mi poco atractivo físico. Miré por debajo del
lavamanos del baño y encontré un poco de mis cremas exfoliantes con
avena y coco, me lo unté en la mano y comencé a frotarme el rostro con
lentitud.
Me comencé a frotar la esponja de baño por las piernas y los brazos con
lentitud. La paz que me transmitía el baño caliente era lo mejor para estos
momentos, me unté en el cuerpo un poco de jabón líquido en las manos y
comencé a tallarme el cuerpo, era casi majestuoso como un simple baño te
hacía revivir un poco de un trágico mes.
Cerré el agua de la ducha y salí hasta el cajón de las toallas y tomé un par
de respiraciones antes de salir.
***
Arranqué el motor y me perdí entre los miles de autos que iban por la
autopista.
***
Di dos pasos hacia atrás. ¿Por qué en estos últimos meses no me lo había
encontrado nunca? Y justo ahora cuando cargo mis peores trapos, me lo
encuentro jugosamente.
Aún antes de estar entre sus brazos, le deseaba como una loca. Y solo
quería enredarme mis dedos entre su sedoso cabello.
Era Kristina, quien como no, había regresado a buscar a León. El se separó
de mí para voltear a ver a su novia, pero todo eso, sin soltarme de su agarre
con su mano.
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--Déjame ir—rogué al ver mis súplicas no tenían ningún efecto en él—Por
favor—añadí nuevamente.
--No, Emily—dijo casi rogando mi nombre, casi como un rezo. Sentí mis
piernas bailar en mis pies, y solo deseaba que él me soltara. Su tacto con mi
piel me descontrolaba de maneras que ningún hombre me había hecho
sentir jamás.
--¡León!—reprendí.
--¿Qué?
Su voz salió fría y deseosa de mis palabras. Yo por mi parte, solo quería
que me soltara. Su cuerpo musculoso y bien tonificado ahora me mantenía
prisionera contra la pared como un escudo, y en cualquier minuto podría
llegar su novia y encontrarnos en esta incómoda situación.
--Si te suelto me dejaras aquí solo, nuevamente—dijo él con toda la ira que
pudo despedir de su boca sin sonar catárquico.
Fruncí el ceño.
--¿Qué?
--No me importa lo que diga la gente—dijo él casi como si pudiera leer mis
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pensamientos, y yo bufé débilmente—Solo me importas tú, dime que sí y
seré tuyo, te daré lo que quieras Emily. Solo dime que serás mía, por
favor—
--Lo sé, pero es que la última vez que nos vimos. Te declare mis profundos
afectos y tu simplemente me dejaste allí solo. Hasta renunciaste al trabajo.
¿Sabes que no debiste hacer eso? ¿Ahora como terminara el proyecto que
tenías montado?—tomó una respiración profunda antes de continuar—Tu
trabajo y tus logros no son nada al lado de esto que sentimos Emily, por
favor no me dejes—rogó nuevamente.
El tenía razón, había sido egoísta e impulsiva. Pero había sido por una
buena razón, para que lo que había quedado intacto de mi corazón
permaneciera así, intacto. Lo miré con el ceño fruncido, y con el corazón
hecho un manojo de nervios.
--Se que actué mal, pero te recuerdo algo. Soy una mujer adulta y soy
dueña de mis acciones, así que por favor suéltame inmediatamente o gritaré
escandalosamente—dije casi como una fiera.
--No sabes cuan importante eres para mí, te quiero más de lo que
imaginas—dijo él nuevamente y sentí mi corazón dar un vuelco en el aire
para caer desparramado contra el concreto cuando sus ojos azules
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atravesaban hasta mi alma lentamente.
No podía pasar por esto, me sentía mal conmigo misma. Era como si desear
a este hombre comprometido con otra, me rebajara a la más escoria de
todas las mujeres. Aún peor que ser comida de perros, aún peor que eso.
Kristina como siempre, tan oportuna. Su flamante cabello rubio hizo acto
de presencia en menos de dos segundos entre los miles de espectadores.
***
--¿Eh?
El se encogió de hombros.
--Me contó que renunciaste hace un par de meses y que por eso nunca me
topaba contigo en la empresa, ¿estas trabajando en otra empresa ya?—dijo
ella mientras me miraba con sus flamantes ojos azules.
Yo me encogía de hombros. 18
--Conseguí algo provisional, comenzaré el lunes—dije intentando mantener
la compostura.
Ella, con confusión en su rostro. Tal vez era demasiado inocente para salir
con un hombre como el señor Cisneros, o tal vez, era su perfección
desbordante.
--¿Si?
Mordí mi labio para no mentir y decirle que estaba con una cita o algo.
Pero la tentación me sobrepasó.
Sus ojos se abrieron con sorpresa ante mi comentario y solo deseaba que mi
mentira no me llevara al otro lado de la mentira, la verdad.
Kristina parecía alegre a su lado.
Y así fue.
Parecía que iba a explotar de la ira. Tal vez nunca llegué a pensar tan mal
de él como para que pensara que salíamos cuando nos estábamos
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conociendo y que lo había preferido al otro hombre sobre él. ¿Pero cuál era
la diferencia? El había preferido a Kristina sobre mí. Este mundo era cruel
e injusto.
D
ejé a Patty en la orilla de la carretera cuando hubiere salido
del tráfico que apañaba la ciudad. Era insaciable como mi
corazón comenzaba a bombear sangre por todas mis arterias y
venas cuando veía a ese hombre. Tan pulcro y reluciente
como una mañana de verano, el impecable y yo destruida a su
lado.
Abrí con rapidez la puerta del piloto y la lance de un portazo para tirarme
con mis dos pies contra el asfalto. Iba caminando en círculos por la acera
de la avenida pasito a pasito cuando tuve que sentarme en el borde del auto
para tomar un par de respiraciones, definitivamente estaba un poco
alterada. Puse ambas manos contra el capó del auto y miré hacia el enorme
cielo azul que se abría arriba de mí. Ni una sola nube blanca surcaba el
cielo y justo ahora un camión de helados pasó tocando la canción que tanto
me gustaba.
Genial.
Le tomé por el hombro para que se diera de cuenta que no estaba solo, que
tal vez el estuviera hablando para el mismo en estos momentos sin darse
cuenta. La bocina de un auto me sacó de mi ensueño.
El chico era más alto que yo por una pulgada, su cabello era rubio corto y
tenía los ojos grisáceos como una noche de tormenta. La piel bronceada y
no me sorprendería si eres hombre tuviera algún tatuaje escondido debajo
de ese hermoso traje de ejecutivo.
Casi dolía.
--Gracias por ayudarme, los caraqueños no son tan amables para eso—dijo
él mientras me tendía una mano para que le entregara los papeles.
Solo que este tenía una mirada divertida y joven en comparación con el
señor Cisneros.
--En aquella dirección hay un sitio muy bueno de comida vegana, espero
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que te guste el tofu—dije nuevamente mientras le sonreía.
--Gracias preciosa, soy vegano desde que tengo catorce años de edad. Un
placer conocerte. No me dijiste tu nombre—dijo coquetamente.
El era guapo, pero de una manera agradable y cálida. Hasta se podría decir,
que era una persona con la cual era agradable de conocer.
Le sonreí de vuelta.
--Nos veremos por ahí, gracias por el favor—dijo coquetamente de regreso.
Le sonreí de vuelta.
***
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El lugar donde me estacioné era cálido, casi como ir de compras a mi viejo
hogar en Valencia. Miraba por la ventana del enorme edificio para divisar
las miles de personas que pasaban por debajo de nosotros. Como pequeñas
hormigas que iban a hacer sus tareas diarias, solo las miraba a los lejos
cuando recordé que tal vez la solicitud de mi nuevo empleo me iba a llegar
al correo electrónico. Pero como siempre había dejado mi blackberry en
casa, tenía ya más de un mes sin encenderlo a menos que fuere para llamar
a mi madre en Valencia o a mi padre en Mérida. Ambos eran caprichosos
en cuanto a que los llamara por lo menos una vez al día, así no fueran los
mejores padres del mundo. Mi trabajo era hacerles saber que estaba
relativamente bien, y saludable.
Ella estaba tan preocupada por mí que hasta había recogido todos sus
ahorros para venir a Caracas a ver como estaba.
Y si estaba tan mal, como probablemente Mónica le había contado. Me iba
a llevar a casa a que viviera con ella.
Metí en una bolsa de papel el resto de los víveres y los pagué en la caja
registradora, definitivamente en estos momentos lo único que quería era
llegar a casa y darme una ducha de agua caliente.
***
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El apartamento estaba extrañamente vacio cuando llegue. Mónica de
seguro se había ido al médico sin mí por haber llegado tarde, miré el reloj y
ya daban más de las tres de la tarde.
Tenía tantos problemas encima que ni siquiera me había dado cuenta del
tiempo transcurrido hasta ahora. En el enorme mesón de la cocina estaba un
trozo de papel con algo inscrito en él.
M-
No le di chance de pensarlo. 28
--Claro Mónica, voy en camino—dije antes de colgar e ir a mi habitación
por mi monedero con las tarjetas de crédito.
E
l camino hasta el hospital fue tormentoso, primero me había
atrapado el tráfico por más de una hora por un imprudente que se
había dado la vuelta en U. Ocasionando que los demás autos que
venían detrás de él chocaran. Miraba por la ventanilla del auto con
desespero, ya quería llegar al hospital para estar al lado de Mónica. Aquí en
Caracas no teníamos familia con la cual contar, y en momentos como estos,
solo estábamos la una para la otra.
--Mierda
El oficial ya tocaba la ventanilla del auto con su bastón para que bajara la 29
ventanilla.
El oficial era moreno oscuro, con gafas. Tan profesional como pudiere
verse, era robusto y corpulento. Casi daba miedo al verle. Tenía una
verruga en su labio del lado izquierdo. Miré nerviosa mis dedos.
Martínez, R.
--Mi amiga está en el hospital, no sé bien que le sucedió pero tengo un mal
presentimiento de ello—dije aferrándome con más fuerza de la necesaria al
volante hasta que mis nudillos blanquecieron por el esfuerzo—Si me va a
multar por exceso de velocidad por favor, hágalo rápido—dije mirando
fijamente el volante.
Sabía que me multaría, pero por decir eso. Tal vez me iba a aumentar la
tasa de la multa.
Manejé con rapidez entre los motorizados y los autos. Hasta que por fin
llegue no pude evitar sentir que el peso que sentía sobre mis hombros, no
era menos que una preocupación vacía.
***
¿Qué decía?
--¿Estas bien?
--Si, Em. Solo un poco cansada. Al parecer tengo un pequeño toque de pre-
eclampsia. Y me quieren dejar esta noche hasta que mi tensión arterial se
estabilice—
--Si, ahora ve por esos medicamentos. La doctora Parra nos está mirando
mucho
Al parecer no podía entrar a esta sala del hospital sin las medidas higiénicas
necesarias.
Caminé hasta las afueras del hospital y me recosté contra uno de sus muros.
Seguí bajando los mensajes de texto hasta que encontré uno un poco más
sentimental.
¿Cómo era posible que lo amara tanto y que le dejara ir así tan fácil como
si nada?
Eran cosas que para variar, me harían sentirme expuesta con mis
sentimientos.
Le quería.
Le adoraba.
Deje de lado la blackberry para ver que tenía respuesta a los mensajes de
los trabajos a los cuales había aplicado.
Ya como a las dos de la mañana con los ojos cansados decidí recostarme de
la silla para dormir un par de horas.
Cerré los ojos lentamente mientras los párpados pesados hacían su efecto
en dejarme caer en los brazos de Morfeo.
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4
S
oñaba con un cielo abierto y una pradera de jazmines a mí alrededor,
las nubes blancas jugaban con el cielo tornándose de divertidas
formas mientras un pequeño niño de cabello azabache estaba a lo
lejos mientras juntaba un par de jazmines no muy lejos de mí. Un
sentimiento opresivo invadió mi pecho, como si esa escena me resultara
familiar de alguna manera y yo no lo supiera. La casita a lo lejos era de
madera de pino, y era lo suficientemente grande para que yo adivinara que
quienes vivieran allí eran un poco más adinerados que el resto de los seres
humanos normales. Regresé la mirada al pequeño niño quien llevaba una
camisera muy sencilla blanca y pantaloncitos cortos del lino fino en tono
azul oscuro, cuando el pequeño niño se giró sobre sus pies para verme me
encontré con unos enormes orbes de ojos azules que muy bien conocía.
Era mi ex jefe.
El señor Cisneros.
--¿León?
Abrí mis ojos y me encontraba sentada en una de las sillas de espera del
hospital.
Todo el encanto del sueño se había ido por la borda y yo solo quería
regresar al sueño para poder abrazar al pequeño niño que me esperaba con
los brazos abiertos.
*** 37
Paul, era increíblemente guapo también y con solo imaginar cómo sería un
bebé de ellos dos, me hacía sentir celos de los hermosos que podrían salir.
--¿Cómo así?
Respondí rápidamente.
Era verdad, éramos muy cercanas desde incluso muchos años atrás. No
sabría qué hacer si le pasara algo malo.
Solo quería que le dieran el alta para poder llevármela a casa, y dejar de
pensar en cosas nocivas como el café que vendían en un puesto de la
esquina.
***
Cuando la doctora de guardia nos dio el alta, ya eran las tres de la tarde y
Mónica estaba tan agotada físicamente que tuve que llevarla en silla de
ruedas al auto. En el apartamento agradecí internamente que tuviéramos
ascensor, ella estaba pálida como la cal. Y mientras subíamos en el
ascensor sentía que toda la sangre era drenada de mi rostro.
Me relajé al ver que no tenía que cargar todo el peso de Mónica por mi
sola, pero por alguna razón, su presencia me mantenía más alerta de lo que
deseaba.
Su cama era tamaño King. Con espaldar ancho de hierro forjado y una
enorme ventana ocupaba la pared del lado izquierdo de la habitación. Ella
me miraba con culpa.
--¿Qué pasa?
¿Qué?
--¿Por qué hiciste algo como eso?—dije mientras me levantaba de la cama
furiosa.
--¿Perdonar qué? ¿El hecho de que llamaste a casa a mi ex jefe para que
hablemos de cosas que nunca pasaron? ¿Por ejemplo de este retorcido
romance que mantenemos?—
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Ella me miraba con incredulidad.
--¿Qué?
--Em…
--¿Qué?—repetí.
--¿Qué compromiso?
Ella dio dos tragos más de su bebida antes de continuar.
--¿Qué dijiste?
--Tienes que prometer que hablarás con tu padre, el es que sabe toda la
historia bien. Tu madre solo te contó los detalles de la historia que le
convenía contar, no toda la verdad ha sido dicha y mereces saberla Em—
dijo ella mientras me miraba con obvia preocupación.
La mire con los ojos entrecerrados para que se diera cuenta lo iracunda que
estaba.
--Lo siento Emily, por favor no odies. Eres muy importante para mí, eres
mi mejor amiga, merecías la verdad—dijo ella mientras intentaba mantener
el aire dentro de sus pulmones—La verdad me estaba carcomiendo como
una culebra en mi corazón, que amenazaba con devorarme viva. Or favor
perdóname, e intenta hablar con León. Ambos se merecen hablar—dijo ella
nuevamente.
Y yo intentaba no golpearla con su almohada para que viera que tanto daño
me había hecho con ocultarme esa mentira.
La verdad era que estar a su lado, me ponía de los nervios. Y más por las
cosas que me había dicho la última vez que nos habíamos visto.
***
En sus ojos azules tan penetrantes, en sus hermosos labios cuando se reía
de medio lado y en cada una de sus miradas cuando me devoraba como si
fuera su presa. Lo anhelaba, lo sabía, el lo sabía, todos a mi alrededor se
habrían dado cuenta si me hubieran visto a los ojos.
Detrás de tanta ilusión, solo era una mujer con las piernas temblorosas y
con el corazón roto.
--He venido a hablar, pero primero, gracias por ayudarme con Mónica—le
dije antes de guiñarle un ojo.
--Emily, he venido a decirte que terminé con Kristina. Hasta estuve a punto
de renunciar a mi empresa por ti—dijo mientras me miraba lentamente con
sus ojos azules, tan perfectos.
--La mujer que quiero eres tú, siempre has sido tú. Puede que no recuerdes
nada sobre mí Emily, pero yo si lo recuerdo todo de ti. Eres el amor de mi
vida, si es de enamorarte todos los días de mi vida lo haré, quiero que seas
mía y solo mía—
--León…
--No aceptaré un no por respuesta, tuve que rogarle a tu amiga que me
dejara verte. Por eso me sorprendió que me llamara el día anterior, estaba
en el trabajo cuando lo hizo y minutos después estaba rompiendo con
Kristina, y casi dejando mi empleo—tomó una respiración antes de
continuar con su discurso—Dime qué quieres y te lo daré, te quiero para mí
Emily, solo dime que me quieres solo un poco y te prometo que seré solo
tuyo—
Santa mierda.
--León…yo….
Me levanté del asiento y fui a la cocina por algo de comer, saqué del
refrigerador una caja congelada de pasta al horno. De esas para recalentar
en microondas.
Pestañeé para alejarme de él. Cuando sus manos me lo impidieron sentí sus
labios crear una carretera de besos de mi nuca a mi cuello y toda fuerza de
voluntad en mí murió inmediatamente. Lo quería a él, justo aquí y ahora.
--Lo sé, solo déjame tomar un par de respiraciones—dije mirando mis pies
torpemente.
Perdí toda cordura en ese momento, junte mis labios con los suyos. Ya
nada me importaba, ni prejuicios sociales ni míos, era como si todo se
desapareciera a mí alrededor y solo quedábamos él y yo. Nos besamos con
pasión por unos dos segundos y él me sostuvo por las caderas hasta
levantarme sobre la encimera de granito azul con verde y una risa de él se
elevó por toda la cocina, luego metí mis dedos por su cabello negro casi a
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tanta prisa que me daba vergüenza que él se diera cuenta cuanto lo deseaba.
El me miraba con la misma ansia que yo hacia él.
Eran las palabras que más ansiaba escuchar por su parte, y él me miraba
como si fuere verdad.
Lo besé en la frente y en ambas mejillas, sus manos iban descendiendo por
mis costados hasta llegar a mis muslos. Nos quedamos mirando por varios
segundos, amaba a ese hombre y lo sabía pero las palabras se quedaban
enfrascadas en mi garganta. Quería poder decirlas, quería con todas mis
ganas el poder sacarlas pero no podía.
--¿Tu habitación?
Lo miré fijamente.
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--¿Qué sucede?
Dije suavemente.
--¿Qué?
--No tan perfecta como tú, bonita—me lanzó a la cama con delicadeza y el
estaba justo encima de mí con su cuerpo pegado contra el mío. El era todo
un hombre musculoso y con gran pecho, pero justo ahora que estaba
encima de mí podía divisar perfectamente lo grande que era él. Y como me
sentía pequeña a si lado.
Era como si mi pequeño cuerpo parecía aún más frágil de lo que yo creía,
que con un suave toque de sus manos me podría hacer sentir más cosas de
las que hubiera imaginado.
El y solo él me hacía acelerar el corazón con solo verme a los ojos. Y así lo
estaba haciendo.
--Hermosa—susurró.
--Por favor—supliqué.
Y sus pupilas que antes no abarcaban nada de su rostro ahora estaban
completamente dilatadas. Era como si le gustara verme, y yo me sentí un
poco apenada.
--Eres hermosa
--Te quiero León, no recuerdo nada de nuestra infancia juntos, pero de algo
estoy segura. Eres muy importante para mí, por favor no me dejes nunca—
dije mirando mis nudillos con vergüenza evidente.
Era como si estuviera desnuda delante de este hombre tan atractivo, aunque
llevaba ropa aún.
Me sentía avergonzada como nunca. Supe que no estaba lista para esto
ahora.
Me detuve inmediatamente.
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Y él solo miraba con fascinación.
El se detuvo instantáneamente, para mirarme a los ojos. Sea lo que sea que
había entendido era como si un engranaje estuviera haciendo efecto.
--Lo sé, tampoco quiero apresurarme contigo pero es que me tienes loco
Emily. Eres un diosa que quiero adorar todos los minutos de mi vida—dijo
lentamente mientras me acariciaba con sus labios la mejilla—Esperaré todo
lo que quieras, bonita—
A
las dos horas desperté en sus brazos.
--Hola
Dije tímidamente.
--¿Eh?
--Yo también quiero eso bonita, pero quiero hacer un par de cosas antes de
eso—dijo mientras miraba el techo blanco de mi habitación, y el reloj de
Hello Kitty sonaba mientras pasaban los segundos.
--¿Qué cosas?
--Bueno, quiero tener un par de citas contigo primero. Luego quiero que
vayas a ver a mi madre y a mi hermana, están la mar de locas porque te
lleve a casa y tal vez algún día formalizar esta unión—dijo levantándome
nuestras manos entrelazadas a la altura suficiente para que ambos
interpretáramos lo que ello significaba.
--¿Tu quieres?
No me dejó terminar la frase, ya me estaba besando tiernamente con sus
labios y ambos nos quedamos en silencio por varios segundos.
--Em…
--¿Sí?
Soné como un niñita que responde a su padre cuando sabe que va a estar
castigada.
--Eres una tonta—dijo pasando su largo dedo por mi labio inferior con
tanta dulzura que tuve que tomar aire para no olvidar respirar—Eres mía,
señorita Pérez—dijo de nuevo mientras acariciaba todo mi cabello castaño
casi caoba.
El me miraba embobado.
--¿Ahora qué?
--Tu también eres mío, admítelo—dije aprisionando sus muñecas con mis
manos y el casi se carcajea.
--Soy tuyo
Su mano ascendiendo por columna vertebral tan rápido que ambos nos
quedamos sin aire y enredándose con mi vestido.
Así pasamos el tiempo hasta que se nos hizo lo suficientemente tarde para
tener que salir a alimentarnos.
***
¿Dónde estaría?
Mierda.
Y nos estaba preparando el desayuno. Miré el reloj y eran casi las ocho de
la mañana.
--¿Están saliendo?
--Si
--¡Em!
--Gracias M—
--Jumn…
Casi parecía que los días grises se habían dejado de lado totalmente, y
ahora la luz era lo único que quedaba.
--No tienes porque trabajar para nadie más, si quieres puedes volver a la
empresa y te regreso tu viejo cargo como publicista—dijo él con una
sonrisa de medio lado.
--Emily…
--Lo lamento, tienes todo el derecho de escoger tu empleo. Es solo que sea
cual sea la editorial que te ofreció trabajo no te puede ofrecer lo que mi
empresa te daría—
--Em… 55
--¿Qué—dije con vehemencia.
Le miré incrédula.
Pensé que de todas las mujeres independientes de la tierra ella iba a ser la
que mejor me entendiera.
--Si
Mierda.
Mónica salió para despedirnos con la mano y los dos nos perdimos en el
ascensor para poder llegar temprano al trabajo.
***
León insistió en que tomáramos el metro de Caracas para llegar más rápido
al trabajo. El conocía Caracas mejor que yo e insistió tanto en que
dejáramos a Patty en el estacionamiento del apartamento que le creí y nos
fuimos primero a pie hasta la estación del metro y luego del metro al
edificio Villa Vicencio en taxi. El me miraba cada vez más incómodo en su
asiento del taxi.
Esta iba a ser nuestro primer día separados y no estaba lista para eso, pero
comencé a revolver mi portafolio en busca de mi blackberry para escribirle
a Mónica, por alguna extraña razón estaba preocupada por ella y por el
bebé en camino.
Extrañamente preocupada.
--Vale
Me arrinconé a su lado del taxi y el asó su mano por mis hombros en señal
sobreprotectora. Hasta que al final llegamos al sitio. Era un edificio poco
pintoresco con algunos paneles de vidrio con MEDIA VILLAVICENCIO
COMPANY. CA.
Ese León era tan directo con lo que quería que me diera risa.
***
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El día en la empresa estuvo un poco ajetreado, como era nuevo y eso, me
tocaba ponerme al día con los miles de proyectos que tenía esta nueva
empresa. Fui a una reunión de negocios tras otra por petición de mi nuevo
jefe, un señor que pasaba los cuarenta y con un bigote muy chistoso. Era el
ingeniero del Valle, el dueño de la empresa. Cuando hubo llegado las
cuatro de la tarde fue cuando pude sentarme en una silla de un cafetín que
tenía la empresa, me serví un café mediano y saqué de mi cartera un
paquete de galletas maria que dejaba para días como este, donde no podía
darme el lujo de comer algo como tal.
Escribí de vuelta.
--¿Si?
Mi jefe era un señor mayor ya, con algunas canas pintadas en su cabellera.
Y un bigote del tipo de mario bros, lo miré con vergüenza mientras me
sentaba en mi asiento.
El me miraba entretenido.
--Ya veo, que no ocurra algo así en el tiempo que trabaje con nosotros
señorita Pérez. Según su currículo dice que usted es una de las mejores en
su rama, pero si intenta algo o vuelve a ocurrir otro incidente así, la vacante
estará abierta tan rápido que no le daré tiempo de despedirse de sus demás
colegas—dijo en tono regañón.
***
Mordí mi labio inferior con tanta fuerza que sentí el sabor de la sangre.
--Vale, pero esas no son las maneras. Me has hecho que me regañen el
primer día de mi trabajo, señor gruñón—dije mientras me sentaba en la
silla de mi nueva oficina.
Miré sobre el cubículo, era más pequeño que mi antigua oficina donde tenía
una vista increíble y enormes escritorios totalmente elegantes. Pero esto,
era acogedor a su manera, y para colmo era algo que podía reclamar como
mío. Un escritorio de madera oscura con una silla de hierro, una plantita de
sábila sobre ella al lado de un ordenador, y un cuadro de una isla de las
costas venezolanas, al parecer de las islas tortugas.
Tal vez no necesitaba tantos lujos en mi vida, solo lo necesario para mí era
lo necesario para escalar en esta vida.
--Si, iré por un trago con las chicas del trabajo. Te llamo más tarde ¿vale?
--Lo lamento, trataré de que nos podamos ver más tarde en mi piso. Hay
algo que quiero mostrarte—dije mientras jugaba con el dobladillo de mi
falda.
--Digamos que mientras no te vi por estos dos meses compré algo que se
que te encantará, una especie de regalo—
Colgué el teléfono y ahora tenía que volver al trabajo, pero lo único que se
me antojaba era enredar mis dedos sobre el sedoso cabello negro de mi
novio y darle el mejor de los besos justo en sus labios.
6
C
uando regresé al cubículo mis piernas dolían por los tacones, el día
de hoy había sido tan rudo que ninguna maratonista hubiere podido
aguantar el ritmo. Me quité los tacones y había comenzado a
hacerme un mini masaje en las plantas de los pies cuando Jane mostró su
hermosa cabellera rubia por encima de mi cubículo, ella ahora llevaba un
suéter gris de chándal y el cabello suelto hacia un lado, dejando caer unos
bucles rubios por su espalda. Ella era hermosa.
--¿Lista?
--¿A si?
--¿Te ha gustado el lugar? No todos son tan amables, por aquí, pero dígame
los chicos de administración—dijo ella mientras le comenzaba a brillar la
mirada
--¿No les habéis visto? Estuvieron en la reunión de finanzas hoy. Son todos
unos caramelitos cubiertos de azúcar—dijo ella mientras me codeaba
levemente.
--¿En serio?
--No—respondí.
Su boca iba cada vez más abierta hasta que cayó en picada.
--¡No!
Grité y todos los compañeros de trabajo que iban bajando se nos quedaron
viendo.
--Debe ser muy guapo para que no andes si quiera viendo hacia los lados
querida—
Si supiera.
--¿Verdad que si? ¿Tu novio no te ha regalado uno así?—dijo ella mientras
encendía el auto y se mezclaba con los demás autos en un santiamén. Ella
manejaba como si fuera una piloto profesional de carreras.
Decía lo siguiente.
HIJA ¿ESTAS BIEN? TU PADRE IRÁ EL FIN DE SEMANA A
CARACAS, IRA A VERTE. POR FAVOR CONTESTA.
Sonreí de vuelta.
--No es eso, es solo que cada vez que mi padre viene a verme es a pedirme
dinero. No es a verme como su hija—
Como si algo malo estuviera a punto de ocurrir. Miré por la ventanilla del
auto cuando me di cuenta que nos estábamos yendo al contrario de la
civilización.
¿Secuestro?
Mi voz solo era un hilo rompible hasta que ella me dio un golpe en seco
contra mi rostro. El dolor se apoderó de mi rostro.
La ciudad estaba siendo dejada atrás por los miles de kilómetros y todo en
mi ser se comenzó a nublar. Intenté abrir la puerta del copiloto pero
estábamos a tanta velocidad que si me lanzara del auto iba a resultar muy
mal herida, o muerta. Intenté gritar pero ella se detuvo a la orilla de la
carretera y con un paño envuelto en formol me lo puso en el rostro.
69
Luego de allí todo se volvió negro.
7
E
n el sueño solo estaba yo, mi piel pálida como la cal. Estaba en
el cielo, llevaba un vestido blanco casi incandescente con miles
de diamantes incrustados en él. Una corona de plata y diamantes
estaba sobre mi cabeza, era como vivir en el paraíso, no había
frío ni calor y justo en estos momentos estaba recordando las
palabras que me leía mi madre antes de dormir de la biblia, donde los que
tienen al señor en sus corazones de ellos era el reino de los cielos. Miré mis
manos para ver si todo esto era un sueño o que.
El levaba un vestido elegante blanco con camisa de vestir azul cielo. Y una
sonrisa de medio lado tan característica de él. Pero por alguna extraña
razón su mirada estaba llena de preocupación. Quise ir a abrazarle pero mis
pies no me respondían, no podía moverme. Un prado verde se extendía
sobre nuestros pies, y la brisa del verano se llevaba las hojas del araguaney
que estaba a nuestro lado. El color amarillo del árbol nos dejaba envueltos
en un suelo amarillo y en un cielo azul. 70
Era perfecto.
Una figura delgada y pálida apareció a su lado justo por detrás del
araguaney, era idéntica a mí solo que ella llevaba un vestido rosa pálido por
las rodillas, era como si me estuviera viendo en un espejo, una versión más
joven de mi, adolescente para ser exactos. Ella lo besaba con tanto fervor.
Me quedé pasmada para verlos juntos.
León le decía algo al oído a la versión joven de mí. Ella sonreía como una
colegiala.
Mi corazón se detuvo.
Quería despertar de este delirio para poder ir a besarlo. Había tantas cosas
que quería decirle en estos momentos, juntar mis labios con los de él y no
dejarlo ir nunca. El miedo se había disipado, y ahora toda mi memoria
estaba volviendo en cascadas de agua pura a mi cabeza, recuerdos que
pensé que había perdido.
Grité.
--Eres bonita—
Arrugue el entrecejo.
Lo amaba.
72
***
Las lágrimas comenzaban a correr por mi rostro aún antes de despertar del
todo.
La mirada azul zafiro de Kristina estaba ante mis ojos. Su mirada de auto
suficiencia me heló la sangre.
--¿Kristina?
--Es más que obvio. Pero tranquila solo estamos de pasada, quiero que veas
a mis demás presas—dijo ella mientras me sujetaba por el cabello y
haciéndome fijar la vista en dirección a la esquina de la enorme bodega en
la que estábamos.
Dos figuras estaban delante de mí atadas de manos y pies con sogas y con
varios moretones en todo su rostro y cuerpo. Eran la madre y la hermana de
León. Todo el aire salió despedido por mis pulmones. 73
Esto no podía estar pasando.
No ellas no.
Ella jugaba con uno de sus rulos rubios mientras lo metía detrás de su oreja.
Intenté mover mis piernas con esmero pero un dolor sordo en mis
pulmones me impedía moverme, era casi como si ese dolor saliera de la
nada.
Caminé hasta el filo de una mesa y comencé a intentar romper con el filo,
con él.
El tiempo en esta situación era oro.
Y no iba a desaprovecharlo.
Gritó fuertemente.
Cerré los ojos hasta que pude mentalizar mi nuevo plan de escapada.
76
8
L
a emoción de la noche comenzaba a caer sobre mí como una marea
de buenas nuevas cuando sentía que la oscuridad ya no bailaba a mi
alrededor como una bailarina de ballet. Solo estaba yo con mi
teléfono celular escondido entre las medias de mis botas y mi autovalor
para enfrentarme a todo. Si Kristina iba a jugar rudo, yo también lo haría.
Caminé por el sendero del callejón oscuro con no más que miedo corriendo
por mis venas, era como si de repente podía presentir que algo malo estaba
a punto de ocurrir como si de repente todos los momentos buenos que había
pasado últimamente en mi vida iban a espumarse como la brisa fresca que
se lleva la mañana.
Miré por encima de mi hombro hacia atrás para ver si podía huir desde
donde me encontraba, no había nadie a no menos de un par de kilómetros
de longitud y ella, era cinta negra en karate hasta donde sabía. La niña rica
había sido entrenada desde pequeña para momentos como estos, donde era
ella o yo la que resultaría victoriosa.
--Eso no es mi culpa, lo que tu familia hizo, fue horrible. Pero aún así no
hice nada para que les ocurriera lo que les pasó—dije dando dos pasos
hacia donde estaba ella.
Casi no podía respirar por mi cuenta. Me recosté contra una de las paredes
del callejón para intentar tomar aliento.
El frío comenzaba a llenar mi cuerpo a tal velocidad que sentía mis fuerzas
irse poco a poco.
Este iba a ser el fin, y lo sabía. Pero no por gusto, le daría el placer de ver
mi último aliento con una expresión de miedo en mi rostro. Levanté la
mirada para toparme con sus ojos azules encendidos de tal manera que
daba la sensación de estar endemoniada o algo por el estilo.
Un ruido sordo en mis oídos y luego ya me estaba revolcando del dolor en
el otro lado del callejón, el hombre que había contratado Kristina para
lastimarme me había levantado del suelo y lanzado contra uno de los botes
de basura del callejón, todo en mi ser comenzaba a doler con violencia. Y
un dolor leve como de un raspón comenzó a propiciarse en mi frente, en mi
nuca y en mi antebrazo derecho.
Todo dolía y ella solo podía reír al otro lado del callejón.
--No es mi culpa que tus padres sean malos inversores, o acaso eso es mi
culpa también—dije cruzándome de brazos ante ella.
--No es eso, es que mi matrimonio con León iba a ser nuestro bote
salvavidas para la situación económica de nuestra empresa. Y tu pequeña
niña lo habéis arruinado completamente—dijo ella levantando sus manos
ante mí.
--¿El matrimonio con León iba a ser eso para ti? ¿Un seguro para la
empresa de tu familia?
Ahora que lo pensaba tenía sentido.
Regañe.
--Ella son buenas personas que no merecen lo que les estas haciendo—
--Ya deja esto Kristina, deja libres a la familia de León. Ellas no merecen
esto—dije casi con recelo en mi voz—Ya me tienes a mí, por favor déjalas
ir—repetí mientras las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos
cayendo en cascada sobre mis mejillas.
Definitivamente este era el fin, lo había visto venir. Solo que como para
variar, no era mi culpa y si mi vida iba a valer por la vida de las mujeres
que más amaba el hombre que más quería. Lo volvería a hacer sin dudar.
No sabía cómo esta situación se había complicado tanto, solo sabía que si
ella disparaba. Todo iba a terminar, miré por última vez el cañón de la
pistola que tenía sobre mi cabeza y de repente todo se volvió negro…
81
FIN
Continuará…
--¿Emily?
Una voz cálida como la mañana de un día de verano estaba entrando por
mis tímpanos cuando me desperté con todo mi cuerpo adolorido por alguna
extraña razón. Mis ojos no podían divisar la luz y el dolor se esparcía por
todo mi cuerpo como si una bola demoledora me hubiera chocado por
accidente, intenté abrir mis pesados párpados ante esta revelación pero era
como mucho el dolor más intenso que había experimentado en toda mi
vida. La voz de nuevo hacía su aparición por detrás de mis oídos.
--Emily, bonita. Te pondrás bien, por favor regresa con nosotros. Me haces
muchas falta—dijo León mientras me besaba los párpados supuse por el
dolor tan intenso que sentí en los ojos, al tocarme—Te amo Emily, por
favor. Regresa con nosotros—
Estaba sucumbida en una oscuridad tan terrible, que ni a los peores de mis
enemigos les hubiera deseado jamás…
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