Génesis L. Pantoja - Despertar

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Despertar

Por Génesis L. Pantoja

1
DESPERTAR

2
Sinopsis.

Emily Pérez intentará huir del seductor señor Cisneros, el único hombre
que le había hecho sentir cosas inimaginables. Ella lo ama, está segura de
ello solo que su orgullo como mujer, puede hacerla cometer errores y
León, como buen hombre que es…irá tras ella así tenga que enamorarla
todos los días de su vida.

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“No sé porque no podía dejar de pensar en él, aún cuando había
renunciado, aún cuando estuve a punto de mudarme a otra ciudad, él y
solo él me había amarrado el corazón en un bola y lo tenía donde quería,
justo entre sus manos”

--Emily.

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DEDICATORIAS

Este libro esta dedicado a mis padres, y a una amiga muy especial, que por
cosas del destino ya no se encuentra entre nosotros si no en nuestros
corazones. Esa amiga, que me enseño que escribir podría ser la mejor
forma de ser yo misma y que salir al mundo real a veces era la mejor
manera de enfrentar nuestros miedos. Gracias Neris…

5
1

L
a luz de la mañana ya me comenzaba a entrar por la ventana cuando
un montón de papeles se habían comenzado a pegar a mi rostro, me
había quedado dormida en la pequeña oficina que me había hecho
en casa desde que había dejado el trabajo que tenía. Todo lo que tenía que
ver con el señor León, me traía malos recuerdos y algunos muy buenos al
mismo tiempo. Desde que había dejado de ser una niña me había prometido
a mi misma hacer lo que fuere necesario para salir adelante sola, pero,
luego del divorcio de mis padres. Todo se vino abajo.

Miles de imágenes de mi último día de trabajo en la empresa se


abalanzaron sobre mí como si no tuviera ya suficiente tortura en esta vida,
como para añadirle un último día de trabajo traumático y un amor olvidado.
Miré por debajo de mis pestañas para ver que estaba todavía en calcetines,
y bata de dormir de algodón. Mi pijama se había vuelto una habitual prenda
de vestir para mí, ya ni recordaba la última vez que había salido a la calle,
mucho menos la última vez que me había puesto algo que mostrara las
piernas un poco como una falda.
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Mi cabello parecía una maraña, todo enredado y crespo, porque no me
había hecho un cuidado del cabello en meses. Parecía que estuviera muerta
en vida.

Mi piel amarillenta estaba casi verdosa por la falta de sol, y tenía unas
banditas de Hello Kitty en mi rodilla izquierda por la última vez que me
había caído mientras dormía. Pase mi dedo por la bandita y las lágrimas se
comenzaban a acumular en mis ojos, todo en estos últimos meses habían
sido una tortura.

Cada mínimo momento de mi vida era recordado para él. El me había


arrancado el corazón bruscamente y lo había tirado por el borde de un
crucero.

Solo en pensar que estaba con esa rubia millonaria me revolvía el


estómago.

Pero lo peor de todo, era que lo seguía queriendo. Y eso era más real para
mí que nada en este mundo.
Había pasado las últimas semanas llorando desconsoladamente en mi
escritorio, viendo películas románticas y comiendo helado directamente del
envase. Mónica ya estaba con las cosas del bebé cuando yo había llegado
llorando ese día, cuando lo dejo todo de lado para atenderme mientras me
sostenía el cabello con delicadeza mientras lloraba. Ella era buena amiga,
pero por lo visto, las cosas malas también le ocurren a las personas buenas.
Ella embarazada de su primer hijo, y su novio dejándola sola con semejante
responsabilidad, y yo, con el trabajo de mis sueños dejado de lado por no
poder soportar al chico que me gusta con la chica que le gusta. Valga la
redundancia.

Me paré del escritorio con pesadez para darme cuenta que si no me ponía a
trabajar pronto tendría que regresar a casa de mi madre antes que las
deudas me cubrieran por completo. Miles de facturas y recibos de
electricidad y servicios básicos estaban desparramados por toda la mesa y
el suelo de mi habitación estaba cubierto por bolitas de papel periódico con
miles de tachaduras de empleos que pudiere escoger, pero ninguno me
parecía lo suficientemente bueno, ya sea porque me quedaba muy lejos del
apartamento o porque el dinero que ofrecían por todo el mes, no me 7
ayudaría a cubrir las deudas que ya abarcaba.

Tendría que hacer muchos sacrificios si quería permanecer en el


apartamento con Mónica.

Me enredé los cabellos con suavidad y ellos se encontraron con un par de


nudos en el cabello mientras lo intentaba desenredar. Sabía que las ojeras
que debía de tener no eran nada normal, y que en general, me vería
demacrada en la imagen en el espejo. Pero después de perder mi empleo y
al chico que me gusta, o más que eso, me fascinaba, no me culpaba por
estar como estaba en estos momentos. Me dolía cada pequeña articulación
de mi cuerpo después de haberme quedado dormida en mala posición y al
tratar de enderezarme mi espalda crujió con violencia.

Temblé ante el sonido.

Mi cabello castaño caoba ahora estaba un poco más corto de lo habitual,


ahora me lo había cortado por los hombros para darles más forma. Y mis
ojos verdes esmeraldas estaban siendo rodeados por rímel corrido por todo
mi rostro, me había quedado dormida por segunda vez en mi escritorio y en
eso entró Mónica a la oficina.
Su cabello negro azabache era ahora más perfecto que antes. El embarazo
le sentaba muy bien, y ya la pancita se le comenzaba a demarcar por
encima de su vestido de embarazada.

Sus ojos negros se encontraron con los míos.

--¿Estas bien? ¿Te dormiste en la mesa de tu escritorio de nuevo?—ella al


final su boca se volvió un línea fina.

En repruebo, obviamente.

--Te he traído café, ya el desayuno estará listo pronto—dijo dejando una


humeante taza de café sobre mi escritorio.

--Gracias M—

Las dos nos quedamos en silencio por un par de segundos. Sabía lo que
quería decirme aún antes de hablar, y ella sabía que le respondería a eso.
Pero aún así, unas palabras de ella eran mejor que nada.

Me pare de silla reclinable en la que estaba y envolví mis brazos a su


alrededor, ella era mi mejor amiga desde siempre, y en estos momentos era 8
la única con la cual podía contar. Y ella lo sabía.

Me abrazó de regreso, envolviendo sus brazos a mí alrededor como un


pulpo abraza a la roca para que la marea no se lo lleve de nuevo en otro
rumbo.

Permanecimos así varios segundos.

Ella se despegó de mi lado. Y entrecerró los ojos dubitativos.

--Ya sabes lo que pienso de esta situación Em—dijo aún sin soltarme del
todo con sus manos en mis hombros—Pero aún así, se que es una situación
difícil para ti y te apoyo. He estado haciendo un par de llamadas y me han
dado el visto bueno para un pequeño trabajo de publicidad para una gran
empresa que está surgiendo. Te queda cerca de casa, hasta te podrías ir en
metro si quieres—dijo alejándose un poco de donde estaba—Te extraño
Em, no eres la misma desde que renunciaste a ese empleo, te quiero de
vuelta—dijo ella nuevamente.
--Lo sé, lo lamento. Soy la peor amiga por dejarte sola en estos momentos,
y aún más cuando viene un bebé en camino. ¿Fuiste a hacerte el
ecosonograma ayer?—dije frotándome los ojos con cuidado.

--Iré más tarde, mi doctora de obstetricia me dijo que quiere hacer un eco
Doppler, porque el bebé no se quiere dejar ver—dijo Mónica mientras se
tocaba gentilmente su barriguita de embarazada.

--¿Te acompaño? Quiero ver a mi ahijada antes que nadie más—

Dije recordando que Mónica me había asignado como la madrina de su


bebé a penas cumplió los dos meses de gestante.

Su barriguita era pequeña todavía.

--Claro, eres mi mejor amiga y te quiero conmigo en todos los pasos del
embarazo. Por favor, ya sal de tu letargo y vuelve a ser la misma Emily que
tanto quiero—dijo guiñándome un ojo con ternura.

--Mónica—dije con tristeza.

Era una mala amiga por dejarla sola en estos momentos tan fuertes para 9
ellas, pero después de haber renunciado. No tenía cabeza para más nada.

Y ahora me estaba pasando factura.

--Gracias M—

La abracé con ternura.

--¿Cuándo empiezo en el trabajo?—dije de nuevo con más ánimo que


antes—Necesitaré un par de faldas nuevas y un nuevo corte de cabello—
añadí rápidamente.

--El lunes, por hoy deberías tomarte el día e ir de compras—dijo ella


mientras se recostaba en la pared de mi oficina en el apartamento.—
Además tu corte de cabello está muy bonito, solo que las puntas están un
poco floreadas—dijo ella con repruebo.

--Lo sé, debería ir de compras, eso siempre me anima—dije pasando todo


mi peso a la pierna derecha de cuerpo y Mónica me miraba con
curiosidad—Con tal que no me encuentre con tu sabes quién en el camino,
todo estará bien—dije ahogándome de las risas.
--¿Todavía lo amas?

Mi corazón dejó de latir inmediatamente. Sabía la respuesta a esa pregunta


y aún antes de que ella la mencionara, la veía venir. Mis sentimientos por
León eran como una caja de Pandora. Cada vez que querían salir a
superficie, alguien terminaba herida, y esa persona terminaba siendo yo.

León Cisneros era el hombre por el cual toda mujer moriría por tener un
chance en una relación, era guapo, inteligente y de la alta sociedad. Pero
yo, como era tan extraña le había dejado ir, en los brazos de otra mujer.
Miré los ojos cafés de Mónica estrecharse mientras mis pensamientos iban
de su cabello negro perfectamente arreglado a sus uñas de manicure,
totalmente perfectas. A ella le estaba yendo bien en su nuevo empleo, y yo,
había renunciado al único empleo por el que hubiera matado anteriormente.

Sentía la piel helarse inmediatamente y mis manos comenzaron a dejar de


sentir el bombeo de sangre hacia ellas. Solo con recordarlo todo mi sistema
nervioso era alterado en gran manera.

--¿Todavía lo amas?—repitió con un tono tan bajo que me tuve que morder
el labio para no responderle inmediatamente.
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Ella interpretó mi silencio.

--Ya veo—la voz de Mónica retumbó por toda la habitación hasta que
sentía la vergüenza recubrir todo mi rostro.

--¿Podemos de hablar de otra cosa?—dije mientras mis uñas se


comenzaban a enterrar en el dorso de otra mano.

Casi hasta el punto de dejar marcas.

--Entiendo, ¿puedes comprarme algunas cosas si bajas a la ciudad?

--Claro M, lo que quieras—

Ella me miró por última vez antes de caminar hasta su habitación y regresar
con una pequeña lista entre sus manos.

Miel

Avena

Leche
Huevos

Tomates

Tocineta

Y deja de pensar en ese hombre, por el amor de Dios.

Me reí para mis adentros cuando vi la última frase escrita por Mónica. Era
real, estaba pensando más en ese hombre que en cualquier otra cosa. Iba a
parar en loca si seguía por ese camino. Doblé el papelito y lo metí en mi
bolsito de mano y me dirigí a las duchas.

Después de eso, salí a la ducha para arreglarme para ir a la ciudad.

Iba a ser la primera vez que salía en más de dos semanas, y eso daba
miedo.

Caminé con torpeza hasta el baño y me despojé de mis ropas, mi piel antes
amarillenta estaba comenzando a tornarse verdosa por la falta de sol. Y mis
antes ojos que era enorme y como dos luceros, eran como si la vida hubiera
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sido arrancado de ellos, casi como si estuviera muerta en vida, casi como si
cuando dejé atrás a ese hombre todas mis esperanzas de triunfar en el amor
se hubiera esfumado con mi poco atractivo físico. Miré por debajo del
lavamanos del baño y encontré un poco de mis cremas exfoliantes con
avena y coco, me lo unté en la mano y comencé a frotarme el rostro con
lentitud.

¿Cómo era posible que me había descuidado tan físicamente después de lo


del señor Cisneros?

Y yo que pensé que mis sentimientos no iban a interferir con mi vida


profesional.

Miré de nuevo cuando me quité la crema con un poco de agua fresca y el


resultado me gusto solo un poco, ni siquiera con corrector de ojeras era
posible quitarme el mal aspecto físico que tenía. Hasta mi cuerpo antes
rellenito estaba un poco más delgado, y daba la impresión de haber salido
de una enfermedad no hace mucho.
Casi como si hubiera salido del hospital y la recuperación me estuviera
tomando un poco más de tiempo.

Me comencé a frotar la esponja de baño por las piernas y los brazos con
lentitud. La paz que me transmitía el baño caliente era lo mejor para estos
momentos, me unté en el cuerpo un poco de jabón líquido en las manos y
comencé a tallarme el cuerpo, era casi majestuoso como un simple baño te
hacía revivir un poco de un trágico mes.

Cerré el agua de la ducha y salí hasta el cajón de las toallas y tomé un par
de respiraciones antes de salir.

Sabía que este iba a ser un día duro para mí…

***

Patty como siempre me esperaba en el estacionamiento de mi apartamento.


Mi apartamento quedaba en uno de los primeros pisos del edificio por lo 12
que casi siempre me gustaba tomar las escaleras en vez del ascensor, doble
por la derecha en camino a las escaleras para descender por el paralelo del
edificio y me encontré con un montón de cajas en la entrada, al parecer
alguien se estaba mudando al apartamento 4-B. Cosa rara, ese pertenecía a
una anciana llamada Carol, pero como iba apurada solo di un saltito y
continué bajando. Allí en el espacio cuatro estaban mi automóvil, Patty.

Estaba recubierta por una pequeña superficie de polvo por no haberla


lavado en las últimas semanas pero allí estaba, tan perfecta como siempre.
Pasé la llave por el encendedor y encendió en un tris tras. Me había vestido
con un leggins negro con botines de semi cuero negros y blusa de tiros azul
cielo, nada muy formal, pero si lo suficiente para salir a dar una vuelta en
mi automóvil.

Arranqué el motor y me perdí entre los miles de autos que iban por la
autopista.
***

Cuando llegué al puesto de revistas en el centro comercial, ya llevaba una


bebida de cola en mi mano y mi ipod colgando en mi bolsillo derecho del
leggings. Los auriculares me llevaban a otro mundo mientras escuchaba la
canción favorita de Mónica para sus días tristes, Say Something de A Great
Big World esa extraña mezcla de música donde Cristina Aguilera. A mitad
de coro de la canción me detuve al frente de una tienda de comestibles, allí
no muy lejos en una de las mesas estaba sentada Kristina con mi temido
señor León Cisneros. Ambos perfectos y guapos reían mientras devoraban
una hamburguesa de queso y tomaban su bebida de envases reciclables.

Mi corazón se detuvo y solo quería desaparecer, o en su defecto, salir


corriendo en dirección contraria a donde me había llegado.

Mi bebida se calló de mis manos inmediatamente y una bebita de unos


cuatro años se comenzó a llorar en los brazos de su madre, inevitablemente
sabía lo que venía, el me iba a ver, lo sabía, quería correr.
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Mis neuronas no accionaron lo suficientemente rápido para eso.

Cuando volví a pestañear en su dirección, su mirada gélida se había


encontrado con la mía y por su rostro pasó de sorpresa a disgusto
rápidamente. Casi minimalistamente como si hubiere visto algo que lo
hubiera intrigado comencé a sentir que mi piel hervía, casi como un animal
enjaulado al cual su comida es lanzada en un bol de hierro. Yo era la presa.

Di dos pasos hacia atrás. ¿Por qué en estos últimos meses no me lo había
encontrado nunca? Y justo ahora cuando cargo mis peores trapos, me lo
encuentro jugosamente.

El como siempre, como un dios griego y yo una simple mortal. Me fijé en


su mirada airada hacia mí por segunda vez.

¿Por qué estaría disgustado?

Oh, tonta de mí.

Tomé el vaso desechable de mi bebida y salí disparada en dirección al cine


que quedaba del otro lado del centro comercial. Sabía que él me seguiría
hasta el fin del mundo, pero aún así tenía que intentarlo. Caminé lo más
rápido que pude entre las miles de personas que estaban en el centro
comercial intentando perderme entre ellos.

--¿Emily?—la voz de León hizo eco en mis tímpanos y sentía ya mis


piernas temblar de la adrenalina.

Su sola voz me hacía sentir como gelatina.

--¡Espera Emily!—dijo de nuevo cada vez más cerca de mí.

Me escabullí entre varios transeúntes, y supuse que ya había logrado mi


cometido. O eso creí.

Los gritos de León se iban acercando, sabía que me encontraría si no me


mezclaba lo suficientemente bien con la gente a mi alrededor.

Me metí entre un grupo de turistas que tomaban fotografías de ellos frente a


la entrada del cine, y justo cuando di la vuelta para perderme en una de las
aulas del cine sentí una fuerte opresión sujetándome por la cintura. Sabía
que me había atrapado, cuando la persona que me había sujetado me
empujo levemente contra la pared de la barra de comidas de la cual estaba
cerca.
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Su mirada, antes aprehensiva, ahora era anhelante como el que mira la cosa
más preciada para él.

Me devoraba con la mirada como si me fuera a derretir entre sus dedos, el


aliento de él contra mi piel, su tacto, todo lo que me hacía sentir con tan
solo estar cerca de mí me hacía olvidar los últimos meses sin él. Meses de
dolor eterno en los cuales no había podido salir con la gente porque todo
me hacía recordarlo a él.

Mordí mi labio inferior para regresar a la realidad.

--Emily—dijo él casi arrastrando cada sílaba de mi nombre antes de rozar


sus labios sedosos contra mi frente mientras inhalaba mi aroma.

Me retorcí entre sus brazos.

--Señor Cisneros—dije totalmente anonadada por su presencia.


No sabía si debía correr o respirar, todo sentido lógico se había ido de mi
cabeza y ahora solo quedaba yo en carne y cuerpo al frente de ese
monumental espécimen masculino.

Miré sus labios, tan perfectos y rosáceos.

Y el miraba mis ojos, mi escote, y todo mi ser.

Solo quería besarle, aún después de haber renunciado a un empleo que


amaba solo para no verle, ya que según yo, él no me ofrecía nada de lo que
yo merecía como mujer.

Aún antes de estar entre sus brazos, le deseaba como una loca. Y solo
quería enredarme mis dedos entre su sedoso cabello.

Lo estuve a punto de hacer cuando una voz aterciopelada nos sacó de


nuestro ensueño.

Era Kristina, quien como no, había regresado a buscar a León. El se separó
de mí para voltear a ver a su novia, pero todo eso, sin soltarme de su agarre
con su mano.
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--Déjame ir—rogué al ver mis súplicas no tenían ningún efecto en él—Por
favor—añadí nuevamente.

Sus labios se entreabrieron para apretarse con furia.

--No, Emily—dijo casi rogando mi nombre, casi como un rezo. Sentí mis
piernas bailar en mis pies, y solo deseaba que él me soltara. Su tacto con mi
piel me descontrolaba de maneras que ningún hombre me había hecho
sentir jamás.

--¡León!—reprendí.

El lucía exasperado por mi presencia.

--¿Qué?

Su voz salió fría y deseosa de mis palabras. Yo por mi parte, solo quería
que me soltara. Su cuerpo musculoso y bien tonificado ahora me mantenía
prisionera contra la pared como un escudo, y en cualquier minuto podría
llegar su novia y encontrarnos en esta incómoda situación.

Le miré con furia.


--No puedes hacer esto, mantenerme contra una pared como si fuera tuya—
dije débilmente al ver que las personas a nuestro alrededor se comenzaban
a preocupar por la situación.

--Si te suelto me dejaras aquí solo, nuevamente—dijo él con toda la ira que
pudo despedir de su boca sin sonar catárquico.

--No soy de tu propiedad, si me sueltas obviamente que me iré a donde me


plazca—dije nuevamente sintiendo como la sangre comenzaba a latir en
mis oídos.

--Emily—dijo mirándome fijamente como si fuera su presa.

Fruncí el ceño.

--¿Qué?

Nos miramos por un par de segundos.

--¿Qué dirá la gente? Tu novia y tu familia espera más de ti que esto—dije


intentando zafarme de su agarre.

--No me importa lo que diga la gente—dijo él casi como si pudiera leer mis
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pensamientos, y yo bufé débilmente—Solo me importas tú, dime que sí y
seré tuyo, te daré lo que quieras Emily. Solo dime que serás mía, por
favor—

Su súplica me hizo encoger el corazón en una minúscula parte de mí ser.

--A mi si me importa lo que diga la gente, sobre todo lo que va a pensar tu


novia—dije mirando fijamente a sus ojos azules. El pareció comprender lo
que decía, pero aún así no me soltaba del todo con sus manos—Además, ya
te he dicho que no podemos estar juntos, tu eres millonario y exitoso y toda
mi carrera después se va a basar en ti y me odiaría más a mi misma si es
así—escupí las palabras antes de arrepentirme de haberlas dicho.

Sus ojos azules ahora eran comprensivos y atentos.

--Lo sé, pero es que la última vez que nos vimos. Te declare mis profundos
afectos y tu simplemente me dejaste allí solo. Hasta renunciaste al trabajo.
¿Sabes que no debiste hacer eso? ¿Ahora como terminara el proyecto que
tenías montado?—tomó una respiración profunda antes de continuar—Tu
trabajo y tus logros no son nada al lado de esto que sentimos Emily, por
favor no me dejes—rogó nuevamente.

El tenía razón, había sido egoísta e impulsiva. Pero había sido por una
buena razón, para que lo que había quedado intacto de mi corazón
permaneciera así, intacto. Lo miré con el ceño fruncido, y con el corazón
hecho un manojo de nervios.

--Se que actué mal, pero te recuerdo algo. Soy una mujer adulta y soy
dueña de mis acciones, así que por favor suéltame inmediatamente o gritaré
escandalosamente—dije casi como una fiera.

Y él pareció entender lo que le decía porque me iba soltando de a poquito


cada vez más.

--Lo lamento Emily, he actuado mal—

Su voz era como una súplica.

--No sabes cuan importante eres para mí, te quiero más de lo que
imaginas—dijo él nuevamente y sentí mi corazón dar un vuelco en el aire
para caer desparramado contra el concreto cuando sus ojos azules
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atravesaban hasta mi alma lentamente.

Yo también le quería, pero no podía quererle. Él era el novio de otra. Y yo,


buscaba independencia emocional desde que mis padres se divorciaron,
nada de complicaciones románticas. Nada de eso para mí. La voz
aterciopelada de Kristina me sacó de mi ensueño.

Me hizo regresar a la vida real, donde él más que mi caballero de brillante


armadura era un simple mortal quien por cierto no me pertenecía.
Pertenecía a otra.

No podía pasar por esto, me sentía mal conmigo misma. Era como si desear
a este hombre comprometido con otra, me rebajara a la más escoria de
todas las mujeres. Aún peor que ser comida de perros, aún peor que eso.

Me solté de su mano y di dos pasos hacia atrás.

Kristina como siempre, tan oportuna. Su flamante cabello rubio hizo acto
de presencia en menos de dos segundos entre los miles de espectadores.
***

Ella llegó finalmente en nuestro encuentro, y se nos quedó mirando con


sospecha, no antes de lanzarse sobre el cuello de su novio en un abrazo de
oso por la espalda. Sentí náuseas inmediatamente.

--¡Hola Emily!—dijo ella alegremente mientras me disponía una sonrisa


genuina en sus labios—Ya veo porque mi novio salió corriendo como lo
había hecho, él me ha hablado de ti últimamente—dijo ella mirándome
obviamente interesada.

--¿Eh?

Miré con incertidumbre a León.

El se encogió de hombros.

--Me contó que renunciaste hace un par de meses y que por eso nunca me
topaba contigo en la empresa, ¿estas trabajando en otra empresa ya?—dijo
ella mientras me miraba con sus flamantes ojos azules.

Yo me encogía de hombros. 18
--Conseguí algo provisional, comenzaré el lunes—dije intentando mantener
la compostura.

¿Esto tenía que ser tan incómodo?

Miré de reojo las vestiduras de Kristina, llevaba ropa de diseñador y el


cabello arreglado.

Ella siempre perfecta, llevaba un vestido de coctel en tono lima limón


obviamente de diseñador con un escote que dejaba ver un poco demasiado
su escote con senos perfectos. Llevaba tacones de aguja en tono plata y
adornos de cabello con diamantes mientras sus rulos rubios caían
delicadamente en uno de sus hombros.

Mi ex jefe, llevaba una camisa de vestir azul marino desabotonada en su


cuello totalmente informal, con pantalón de vestir negro y zapatos negros
del mismo tono.

Los miraba y ahora me parecía totalmente perfectos juntos.


Mientras yo, estaba sola con nada más que una revista Cosmopolitan en las
manos y un ipod con solo música triste que reproducir. Y mis ropas, eran
las únicas que tenían limpias en el vestidor, leggins y camiseta. Nada del
otro mundo.

Los miré nuevamente.

--Señor Cisneros, señorita Montes—dije educadamente antes de intentar


pasarlos para entrar a la sala de cine—Es hora de que me vaya—

El me miraba como arrepentido y un poco dolido.

Ella, con confusión en su rostro. Tal vez era demasiado inocente para salir
con un hombre como el señor Cisneros, o tal vez, era su perfección
desbordante.

Caminé un par de pasos antes de sentirme aliviada.

Su voz tan varonil me sedujo como el canto de una sirena.

--Emily—dijo nuevamente y sentí mis piernas temblar—Piensa en la


propuesta que te dije, es lo mejor para todos—dijo él mientras yo recordaba 19
la propuesta de amor de minutos atrás.

Me paré en seco en mi lugar.

--¿Si?

Podía sentir las miradas de ambos en mi nuca, antes de girarme a verlo.

--¿Qué haces por aquí en el centro comercial?—dijo él ya de manera más


informal mientras se alejaba un poco del abrazo de su novia.

Mordí mi labio para no mentir y decirle que estaba con una cita o algo.
Pero la tentación me sobrepasó.

Las uñas clavándose en la palma de mi mano de tanta fuerza de la que


apretaba la mano.

--Me encontraré con alguien, voy tarde—dije señalándole un reloj invisible


que debería estar en mi muñeca.

Sus ojos se abrieron con sorpresa ante mi comentario y solo deseaba que mi
mentira no me llevara al otro lado de la mentira, la verdad.
Kristina parecía alegre a su lado.

--¿En serio? ¿Es guapo?—dijo Kristina dando brinquitos al lado de León


quien al parecer seguía pasmado en su sitio.—No pensé que salías con
alguien—dijo ella nuevamente.

--Un poco, el es muy inteligente. Ya pasaron de moda los chicos guapos


para mí—añadí con amargura

Y el semblante de León pasó de duda a rabia en un par de segundos.

--¿Quién es?—dijo cruzándose de brazos ante mí.

--No le conoces, no es un ejecutivo ni nada parecido—dije guiñándole


coquetamente un ojo, sabiendo que eso le enfurecería más que cualquier
cosa en su vida.

Y así fue.

--¿Cuánto tienen saliendo?—demandó.

Parecía que iba a explotar de la ira. Tal vez nunca llegué a pensar tan mal
de él como para que pensara que salíamos cuando nos estábamos
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conociendo y que lo había preferido al otro hombre sobre él. ¿Pero cuál era
la diferencia? El había preferido a Kristina sobre mí. Este mundo era cruel
e injusto.

Arrugué el entrecejo hacia él. Estaba cabreada, y quería que él lo supiera.

--Un tiempo ya—añadí.

La línea de la boca de él paso a una dura línea, rápidamente.

--¿Te agrada?—demandó él.

Y Kristina le pellizcó un brazo.

--Querido, deja el interrogatorio para la dulce Emily. Supongo que querrá


guardarse los detalles sucios para ella misma—dijo con una risa
entrecortada que se terminó de cortar más, cuando vio la mirada dura que le
lanzó él.

--¿Qué?—dijo ella nuevamente un poco nerviosa.


--No esta bien, el me gusta mucho. Al parecer tiene intenciones buenas
conmigo—dije de nuevo para provocarlo, y deseaba que mi sucio jueguito
no fuera como comprar un ticket directo al infierno. El me miraba como si
estuviera a punto de echar espuma por la boca—Sería el primer hombre
con el que saldría en mucho tiempo—añadí nuevamente.

Kristina inocente de todo, solo nos miraba con la boca abierta.

Mordí mi labio para evitar seguir con mi juego de mentiras.

--Lo lamento, llegaré tarde—dije intentando evadir sus miradas


nuevamente.

Me escabullí entre la gente en un santiamén y solo deseaba que el señor


Cisneros sintiera solo un poco de la agonía que él había dejado en mi
corazón en los últimos meses. Me di la vuelta y comencé a caminar en
dirección contraria a la que estaban ellos.

Corría hacia el estacionamiento donde había dejado a Patty, y solo


perderme entre la autopista antes de volver a tener que toparme con ellos
dos, siendo perfectamente felices juntos. 21
Me estómago dio un vuelco hacia atrás.
2

D
ejé a Patty en la orilla de la carretera cuando hubiere salido
del tráfico que apañaba la ciudad. Era insaciable como mi
corazón comenzaba a bombear sangre por todas mis arterias y
venas cuando veía a ese hombre. Tan pulcro y reluciente
como una mañana de verano, el impecable y yo destruida a su
lado.

Abrí con rapidez la puerta del piloto y la lance de un portazo para tirarme
con mis dos pies contra el asfalto. Iba caminando en círculos por la acera
de la avenida pasito a pasito cuando tuve que sentarme en el borde del auto
para tomar un par de respiraciones, definitivamente estaba un poco
alterada. Puse ambas manos contra el capó del auto y miré hacia el enorme
cielo azul que se abría arriba de mí. Ni una sola nube blanca surcaba el
cielo y justo ahora un camión de helados pasó tocando la canción que tanto
me gustaba.

El señor Cisneros y la señorita Montes eran la mejor pareja que pudiere


existir, ambos ricos y guapos. Yo solo era una simple mujer, que se había 22
esforzado toda su vida para alcanzar sus objetivos. Y justo ahora, los estaba
dejando en segundo plano para sacarme de la cabeza al guapo de mi ex
jefe.

Genial.

Más material para odiarme a mí misma. Me mordí el labio inferior con


fuerza para sacarme de mi esputo. La sangre comenzó a manar de él y se
mezclo con la ansiedad reluciente de mi corazón.

¿Había vivido lo que creo que había vivido?

¿El me amaría como dice que lo hace?

Miré hacia el cielo en busca de respuestas, como si este me la pudiera dar.


Suspiré pesadamente.

Ya estaba harta de esta situación, solo me quedaba superarlo y comenzar a


trabajar como la mujer seria y responsable que se suponía que era. Me
recosté de la puerta del copiloto para medio sentarme pero un ruido de un
motorizado tocando su bocina, me sacó de mi ensueño.
León Cisneros me tenía al borde la locura.

En realidad, el me había visto el día de hoy y yo como un tonta


impidiéndole sujetarme. Era como si mi cuerpo no respondiera a lo que mi
cabeza le decía.

¿Tanto poder tenía el sobre mí?

Me odiaba por eso.

Seguí caminando por la orilla de la acerca perdida en mis pensamientos.


Esto, no era lo que yo quería, estar en mi corta edad sufriendo por un
hombre que había seguido con su vida y escogido a otra mujer sobre mí, las
lágrimas amenazaban por salir por mis ojos antes de escuchar un quejido de
dolor por parte de alguien en mí alrededor. Un hombre de mi estatura
estaba a uno de mis laterales con una herida abierta en su rodilla, era
musculoso con un hermoso traje elegante en tono azul marino. Al parecer
se le había caído su maletín de negocios y miles de hojas habían
comenzado a salirse de su portafolio. Un motorizado profería malas
palabras para el hombre en el suelo y era obvio que el motorizado se había
comido la luz del semáforo para adelantarse,
23
Una mala palabra salió de sus labios.

--Mierda—dijo cuando intentó recoger las hojas que se le estaban


empapando con el agua del charco de la calle—A mí siempre me pasan
estas cosas—

El chico se estaba empapando las rodillas con el agua del charco y me


agaché para estar a la altura de su rostro. Era perfectamente simétrico, su
nariz perfilada y enormes cejas rubias surcaban su rostro.

Era una persona físicamente atrayente.

El no se había inmutado por mi presencia, y eso que estaba incómodamente


cerca de él.

Le tomé por el hombro para que se diera de cuenta que no estaba solo, que
tal vez el estuviera hablando para el mismo en estos momentos sin darse
cuenta. La bocina de un auto me sacó de mi ensueño.

Me giré para hablarle directamente a la cara.


El chico tiró sus hojas que había recogido al ver que un motorizado le había
pasado por un lado y le había mojado todo el traje con el agua del charco.
Estaba empapado de los pies a la cabeza.

Y eso por alguna razón me causó más gracia de lo que habitualmente me


causaría tal evento.

Ahogué la risa con mi mano para ayudarle a levantar un par de hojas.

--¿Estas bien?—dije mientras agarraba con la mano un puñado de sus hojas


sueltas—Esto suele suceder mucho en Caracas, digo, que un motorizado te
apresure el paso al cruzar una calle y te empape con el agua de un charco—
dije entre risas.

Era la primera vez que reía en semanas.

Más que semanas, en meses.

Los ojos grises de mi acompañante me devoraban con convicción.

--¿Te estás riendo de mí?—dijo con obvia fascinación mientras arreglaba


su corbata de diseñador en tono gris pálido. 24
Estaba divino en su traje elegante.

Había olvidado respirar mientras lo veía a los ojos.

--Eso parece—continué riendo mientras le entregaba sus papeles y lo miré


de nuevo, estaba cabreado—Ups, lo siento—

Me sentí apenada inmediatamente.

El chico era más alto que yo por una pulgada, su cabello era rubio corto y
tenía los ojos grisáceos como una noche de tormenta. La piel bronceada y
no me sorprendería si eres hombre tuviera algún tatuaje escondido debajo
de ese hermoso traje de ejecutivo.

Era bastante atractivo para ver.

Casi dolía.

--Gracias por ayudarme, los caraqueños no son tan amables para eso—dijo
él mientras me tendía una mano para que le entregara los papeles.

Se los tendí con una sonrisa.


--No soy caraqueña, soy de Valencia. Un placer conocerlo—dije un poco
apenada por las fachas que cargaba y en lo pulcro que parecía estar el.

Era casi tan guapo como el señor Cisneros.

Solo que este tenía una mirada divertida y joven en comparación con el
señor Cisneros.

Una sonrisa de lado un poco pícara.

Y sus ojos grises decían a gritos que le agradaba.

--Ya veo, soy nuevo en la ciudad. Mi nombre es Max Keller, ¿conoces


algún sitio para almorzar por aquí cerca?—dijo mirando en todas
direcciones—Si es preferible de comida vegetariana—dijo de nuevo en
tono tierno.

Me miraba de la misma manera que el señor Cisneros, como si yo fuera un


trozo de carne.

Mordí mi labio inferior.

--En aquella dirección hay un sitio muy bueno de comida vegana, espero
25
que te guste el tofu—dije nuevamente mientras le sonreía.

¿Porque con este extraño sonreír era tan fácil?

Miré con desagrado mi pensamiento, ni siquiera en lo poco que había


compartido con León había sonreído tanto.

--Gracias preciosa, soy vegano desde que tengo catorce años de edad. Un
placer conocerte. No me dijiste tu nombre—dijo coquetamente.

--Mi nombre es Emily, y ya me tengo que ir—añadí rápidamente—Un


placer conocerte—

--El place es mío, preciosa—

Nos quedamos mirándonos por un rato.

El era guapo, pero de una manera agradable y cálida. Hasta se podría decir,
que era una persona con la cual era agradable de conocer.

Le sonreí de vuelta.
--Nos veremos por ahí, gracias por el favor—dijo coquetamente de regreso.

¿Por qué era tan agradable conmigo?

Le sonreí de vuelta.

La avenida estaba congestionada por cientos de personas y autos, pero


extrañamente sentía que solo estábamos él y yo en la misma situación. Le
señalé un lugar de comidas que quedaba cerca y me monté en el asiento del
piloto de Betty.

Arranqué el motor y me dispuse a terminar las compras que estaba


haciendo antes de encontrarme con el señor Cisneros. Solo manejaba con
una sonrisa en mi rostro y sabía que algo así, como toparse con un hombre
guapo no era tangible en hacerlo más de dos veces al día.

***
26
El lugar donde me estacioné era cálido, casi como ir de compras a mi viejo
hogar en Valencia. Miraba por la ventana del enorme edificio para divisar
las miles de personas que pasaban por debajo de nosotros. Como pequeñas
hormigas que iban a hacer sus tareas diarias, solo las miraba a los lejos
cuando recordé que tal vez la solicitud de mi nuevo empleo me iba a llegar
al correo electrónico. Pero como siempre había dejado mi blackberry en
casa, tenía ya más de un mes sin encenderlo a menos que fuere para llamar
a mi madre en Valencia o a mi padre en Mérida. Ambos eran caprichosos
en cuanto a que los llamara por lo menos una vez al día, así no fueran los
mejores padres del mundo. Mi trabajo era hacerles saber que estaba
relativamente bien, y saludable.

Aún recordaba la última llamada de teléfono que había tenido con mi


madre.

Ella estaba tan preocupada por mí que hasta había recogido todos sus
ahorros para venir a Caracas a ver como estaba.
Y si estaba tan mal, como probablemente Mónica le había contado. Me iba
a llevar a casa a que viviera con ella.

Es decir, mi peor pesadilla hecho realidad.

Temblé ante el recuerdo.

Metí en una bolsa de papel el resto de los víveres y los pagué en la caja
registradora, definitivamente en estos momentos lo único que quería era
llegar a casa y darme una ducha de agua caliente.

Ni siquiera recordaba el porqué se me había ocurrido la brillante idea de


salir a la calle.

Dejé la bolsa de víveres en el asiento trasero y manejé hasta llegar a la


casa.

***

27
El apartamento estaba extrañamente vacio cuando llegue. Mónica de
seguro se había ido al médico sin mí por haber llegado tarde, miré el reloj y
ya daban más de las tres de la tarde.

¿Tanto así había tardado en la calle?

Tenía tantos problemas encima que ni siquiera me había dado cuenta del
tiempo transcurrido hasta ahora. En el enorme mesón de la cocina estaba un
trozo de papel con algo inscrito en él.

“Me fui al médico temprano, me dieron unos dolores extraños.


Tranquila, probablemente no sea nada. Nos vemos en la noche”

M-

Miré la nota de nuevo y fui corriendo a mi habitación en busca del teléfono


celular.
Encendí mi blackberry y vi los miles de mensajes de texto que comenzaban
a surcar la pantalla. Whatsapp y BBM.

Hasta que dejaron de llegar, pude marcar inmediatamente al móvil de


Mónica.

Repico varias veces antes de que atendiera.

--¿Hola?—dijo Mónica con su voz temblorosa al otro lado del móvil.

--Mónica, es Em. ¿En qué clínica estás?—dije obviamente un poco


preocupada.

Un par de segundos pasaron.

--Estoy en el hospital militar, no me dio chance de ir a una clínica. ¿Puedes


venir por mí? Estoy asustada—dijo Mónica casi llorando al otro lado del
auricular—Trae algo de dinero, la doctora de guardia está un poco
malhumorada porque la emergencia esta full y no hay insumos médicos—
añadió ella antes de toser con fuerza.

No le di chance de pensarlo. 28
--Claro Mónica, voy en camino—dije antes de colgar e ir a mi habitación
por mi monedero con las tarjetas de crédito.

Nunca estaba de más cargar las tarjetas y dinero extra.

Fui a la habitación y me quité los leggins. Me puse un jean al cuerpo con


una blusa y un suéter de lana blanca, me puse unas deportivas blancas y me
puse un moño alto que sujetaba todo el poco cabello que tenía.

Salí inmediatamente por la puerta, para poder llegar rápido al hospital.


3

E
l camino hasta el hospital fue tormentoso, primero me había
atrapado el tráfico por más de una hora por un imprudente que se
había dado la vuelta en U. Ocasionando que los demás autos que
venían detrás de él chocaran. Miraba por la ventanilla del auto con
desespero, ya quería llegar al hospital para estar al lado de Mónica. Aquí en
Caracas no teníamos familia con la cual contar, y en momentos como estos,
solo estábamos la una para la otra.

Intenté apresurar el paso para llegar con rapidez.

Pasando el tráfico me tope con un fiscal de tránsito. Me hizo orillarme en el


carril.

--Mierda

Maldecí para mis adentros.

--Justo hoy me tenían que detener—dije entre dientes.

El oficial ya tocaba la ventanilla del auto con su bastón para que bajara la 29
ventanilla.

Mordí mi labio inferior.

El oficial era moreno oscuro, con gafas. Tan profesional como pudiere
verse, era robusto y corpulento. Casi daba miedo al verle. Tenía una
verruga en su labio del lado izquierdo. Miré nerviosa mis dedos.

--Papeles—dijo el oficial que tenía en una hebilla su apellido.

Martínez, R.

Lo miré con el ceño fruncido. Aquí en Venezuela nunca multaban a la


gente por señalizaciones de tráfico y justo hoy, que necesito llegar rápido a
un sitio me detienen.

Tomé un par de respiraciones para evitar arrancarle la cabeza al oficial.

--Aquí los tiene—le pasé toda mi documentación de una en una.

El me miró por el rabillo del ojo.

--¿Iba apurada hacia algún sitio?—preguntó el oficial Martínez.


El revisaba si mis papeles estaban en orden.

Lo miré con desgana.

--Mi amiga está en el hospital, no sé bien que le sucedió pero tengo un mal
presentimiento de ello—dije aferrándome con más fuerza de la necesaria al
volante hasta que mis nudillos blanquecieron por el esfuerzo—Si me va a
multar por exceso de velocidad por favor, hágalo rápido—dije mirando
fijamente el volante.

Sabía que me multaría, pero por decir eso. Tal vez me iba a aumentar la
tasa de la multa.

El oficial ahora me miraba con obvio interés.

--Ya veo—dijo devolviéndome todos mis documentos de identidad—Que


no vuelva a pasar—dijo con la mirada más severa que le había visto a un
hombre en mi vida.

Cerré el vidrio de la puerta y arranqué el motor en dirección al hospital


Militar de Caracas.
30
Donde tenían ingresada a Mónica si mal no recuerdo.

Manejé con rapidez entre los motorizados y los autos. Hasta que por fin
llegue no pude evitar sentir que el peso que sentía sobre mis hombros, no
era menos que una preocupación vacía.

***

Cuando llegué Mónica estaba en una camilla de hospital con un vía


intravenosa colgando de su brazo izquierdo, estaba pálida como el papel y
eso que ella no era tan blanca que digamos. Miré en dirección a los
doctores que estaban rellenando unas historias médicas y bromeando entre
ellos, una de ellos con cabello corto y café se iba acercando hacia donde yo
estaba parada.
--¿Eres la amiga de Mónica?—dijo la doctora muy amablemente, su sonrisa
era casi contagiosa.

--Si soy yo—dije sigilosamente como si estar en la sala de observación


fuera algo peligroso.

--Aquí tienes, son la lista de medicamentos que no hay en el hospital. Y


tienes que comprar tapabocas y zapatillas desechables si vas a pasar la
noche aquí—dijo de nuevo la doctora.

¿Qué decía?

¿La iban a dejar internada toda la noche?

Caminé en dirección a Mónica con rapidez.

--¿Estas bien?

--Si, Em. Solo un poco cansada. Al parecer tengo un pequeño toque de pre-
eclampsia. Y me quieren dejar esta noche hasta que mi tensión arterial se
estabilice—

La miré con preocupación.


31
--¿Segura que estás bien?—repetí con esfuerzo.

--Si, ahora ve por esos medicamentos. La doctora Parra nos está mirando
mucho

Miré en dirección a las sillas de los doctores.

Y eureca, nos estaban viendo.

Al parecer no podía entrar a esta sala del hospital sin las medidas higiénicas
necesarias.

Caminé hasta las afueras del hospital y me recosté contra uno de sus muros.

Esta noche iba a ser larga.


***

La noche pasó de lo más rápido. Había ido al apartamento por fundas y


sábanas para pasar la noche, y mientras estaba acurrucada en una silla de
hierro de la sala de espera, me puse a revisar cada mensaje de texto o BBM
que había sido dejado en mi buzón de mensajes. La mayoría eran del señor
Cisneros, cosa que me alteró en gran manera.

Miré a mí alrededor en la sala de espera.

Solo había un par de personas durmiendo en unas sillas de hierro, ya los


había visto un par de veces. Eran familiares de otro de los pacientes que
estaban ingresados.

Uno de los mensajes decía esto:

¿POR QUÉ TE FUISTE? TE EXTRAÑO DEMASIADO EN EL


TRABAJO EMILY

Otro de ellos, un poco más desesperado. 32


ME HAS RECHAZADO, YA LO VEO CON CLARIDAD. LAMENTO
HABER SIDO UN PESADO.

Seguí bajando los mensajes de texto hasta que encontré uno un poco más
sentimental.

TE AMO EMILY, EH INTENTADO IR A VERTE A TU CASA PERO


TU AMIGA NO ME DEJA VERTE. SE QUE LA ESCOGÍ A ELLA EN
VEZ DE A TI, Y ME ARREPENTIRE POR ELLO EL RESTO DE MI
VIDA.

SOLO DAME OTRA OPORTUNIDAD, POR FAVOR.

Miles de lágrimas comenzaban a llenar mis ojos.

Otro mensaje más.

TU SILENCIO ME INDICA QUE TODO LO NUESTRO A ACABADO.


ESPERO SEAS FELIZ CON LO QUE SEA QUE ESCOJAS PARA TU
VIDA.
PERO RECUERDA, QUE SIEMPRE SERÉ TUYO.

¿Cómo era posible que lo amara tanto y que le dejara ir así tan fácil como
si nada?

¿Por qué no estaba con él en estos momentos?

De verdad le quería, pero la nebulosa de mi mente siempre me hacía


detenerme en cuanto quería buscarle. Enviarle un texto. O simplemente
apareciéndome en su casa.

Eran cosas que para variar, me harían sentirme expuesta con mis
sentimientos.

Le quería.

Le adoraba.

Pero algo en mi sub consciente me detenía en buscarle.

Recordé lo que me había dicho el día anterior. Todas esas promesas de


amor que me había proferido, todas esas cosas hermosas que me había
dicho, y tan solo yo me giré sobre mis zapatos en la dirección contraria.
33
¿Cómo era posible que me terminara odiando? Cuando en realidad, no era
la única impune de todo delito en esta relación tormentosa.

El también fue en un grado culpable.

El no me declaro sus sentimientos hasta muy tarde, y luego había escogido


a la señorita Montes sobre mí.

Ni siquiera me había dado un chance de declarármele. Aún conociéndome


desde hace años atrás, donde aparentemente éramos amigos cercanos.
Revisé con furia todos los mensajes de él.

¿Era posible odiar y amar a la misma persona?

O ya estaba lo suficientemente loca para ello.

Deje de lado la blackberry para ver que tenía respuesta a los mensajes de
los trabajos a los cuales había aplicado.

Un par de unas editoriales famosas, y otro de una agencia de publicidad.


Tal vez era hora de dejar de lado las editoriales, muchas malas experiencias
juntas. También tenía un par de mensajes de Clara y de Maritrini, mis
colegas de trabajo, obviamente preocupadas por mi repentina ida.

Clara estaba preocupada.

HOLA PRECIOSA, ME ENTERE QUE RENUNCIAS. ¿ESTAS BIEN


QUE TE HIZO ESE IMBECIL?

También tenía otro mensaje del mismo calibre más abajo.

LLAMAME, LAS COSAS EN EL TRABAJO HAN ESTADO


CANDENTES DESDE QUE TE FUISTE. POR FAVOR, ENCIENDE TU
BLACKBERRY.

Tenía que recordar marcarle a Clara de regreso, obviamente había cosas de


las que me tenía que enterar.

Hasta Maritrini, con quien no había compartido tanto me había dejado un


par de mensajes.

HOLA EM, SOY MARITRINI. ¿QUE PASO ENTRE EL SEÑOR


CISNEROS Y TÚ? TODA LA OFICINA ESTÁ EN REVOLUCIÓN POR 34
ELLO. POR FAVOR, CONTESTALE A CLARA, ESTA A PUNTO DE
VOLVERSE LOCA.

Y otro mensaje después.

ES MARITRINI DE NUEVO, EL SEÑOR CISNEROS ESTA A PUNTO


DE VOLVERSE LOCO, Y A NOSOTROS CON ÉL. POR FAVOR VEN
A LA OFICINA Y HABLA CON EL.

La culpa recayó sobre mis hombros de nuevo. Todos la estaban pasando


mal por mi culpa, mordí mi labio con fuerza.

Debía arreglar esto ya mismo.

Miré después los mensajes de las solicitudes de trabajo.

Miré con curiosidad lo que me ofrecía el puesto de publicista.

Ya como a las dos de la mañana con los ojos cansados decidí recostarme de
la silla para dormir un par de horas.

Mañana decidiría a cual empleo aplicaría.


Ahora solo me quedaba descansar un rato.

Cerré los ojos lentamente mientras los párpados pesados hacían su efecto
en dejarme caer en los brazos de Morfeo.

35
4

S
oñaba con un cielo abierto y una pradera de jazmines a mí alrededor,
las nubes blancas jugaban con el cielo tornándose de divertidas
formas mientras un pequeño niño de cabello azabache estaba a lo
lejos mientras juntaba un par de jazmines no muy lejos de mí. Un
sentimiento opresivo invadió mi pecho, como si esa escena me resultara
familiar de alguna manera y yo no lo supiera. La casita a lo lejos era de
madera de pino, y era lo suficientemente grande para que yo adivinara que
quienes vivieran allí eran un poco más adinerados que el resto de los seres
humanos normales. Regresé la mirada al pequeño niño quien llevaba una
camisera muy sencilla blanca y pantaloncitos cortos del lino fino en tono
azul oscuro, cuando el pequeño niño se giró sobre sus pies para verme me
encontré con unos enormes orbes de ojos azules que muy bien conocía.

Era mi ex jefe.

El señor Cisneros.

Sabía que lo conocía de pequeño, pero esto tildaba en lo ridículo. ¿Cómo


podría conocerle y no recordarle?
36
El pequeño niño se iba acercando a donde yo estaba con rapidez mientras
me daba en la maño un par de jazmines muy hermosos. Mis manos eran
pequeñas, casi indefinibles para mí. El pequeño niño me depositaba un
beso suave en la mejilla y luego se iba sonrojado debajo de las faldas de su
madre.

--¿No vas a jugar más con tu amiguita?—dijo su madre a lo lejos y el más


se enterraba el rostro debajo de la falda de su madre.

--¿León?

Mi voz salió casi imperceptible para mí.

El pequeño se giró hacia donde yo estaba. Salió corriendo y me dio un


fuerte abrazo antes de depositarme un beso en la mejilla izquierda.

--Emily, bonita—dijo el pequeño y todo en mi corazón comenzó a


derretirse.

Era tan encantador.


Quería abrazarle de vuelta. Pero antes de intentarlo, el ya había vuelto
debajo de las faldas de su madre para jugar con alguien más, una pequeña
niña de cabello azabache como él y con ojos de un tono azul oscuro que no
eran nada de este mundo, de lo hermosos que eran.

Intenté acercarme a su hermoso marco familiar, pero la brisa fresca de la


mañana me pegó en el rostro e inmediatamente salí de mi sueño.

Un poco agitada, y un poco triste de tener que recordarle hasta en sueños.

Abrí mis ojos y me encontraba sentada en una de las sillas de espera del
hospital.

Todo el encanto del sueño se había ido por la borda y yo solo quería
regresar al sueño para poder abrazar al pequeño niño que me esperaba con
los brazos abiertos.

*** 37

Mónica estaba dormida cuando entré a la habitación a la cual le habían


asignado. Las enfermeras ya le habían quitado las vías intravenosas y ahora
solo quedaba un leve moretón donde había estado antes la misma. Ella
lucía perfecta, casi como un ángel de nieve que no merecía ser despertado.
Si no fuera por sus ojeras, no parecería un ser humano con necesidades
fisiológicas como todos. Ella era tan perfecta, que parecía un ángel caído
del cielo.

Paul, era increíblemente guapo también y con solo imaginar cómo sería un
bebé de ellos dos, me hacía sentir celos de los hermosos que podrían salir.

Me senté a su lado mientras le acariciaba el cabello negro, estaba un poco


sin brillo pero no por eso estaba feo. La doctora Parra entró
inmediatamente para darme los papeles para el alta del hospital. Ella
llevaba el cabello en una cola alta con un lazo rosado ahora, y el rostro
antes sonrosado naturalmente estaba un poco decaído por no haber
dormido en toda la noche, ella me miraba con autocomplacencia.
--Me alegro que todavía queden amigas como tu—

--¿Cómo así?

Respondí rápidamente.

--Quiero decir, amigas de verdad. De esas que se trasnochan por otra


amiga, no veo tal cosa muy seguido en el hospital, y créeme que trabajo
muy seguido aquí—dijo ella mientras comenzaba a mordisquear la tapa del
bolígrafo negro que tenía entre los dedos.

Miré a Mónica de nuevo.

Era verdad, éramos muy cercanas desde incluso muchos años atrás. No
sabría qué hacer si le pasara algo malo.

--Somos muy cercanas, le quiero mucho—

Dije antes de que ella se despertara del todo.

Ella al despertar me sonrió como si hubiera visto la salvación de su vida.


Le devolví la sonrisa con gusto. Su cabello azabache estaba despeinado por
la rutina ajetreada de la noche, y ella como siempre dormía de medio lado
38
antes.

Solo quería que le dieran el alta para poder llevármela a casa, y dejar de
pensar en cosas nocivas como el café que vendían en un puesto de la
esquina.

***

Cuando la doctora de guardia nos dio el alta, ya eran las tres de la tarde y
Mónica estaba tan agotada físicamente que tuve que llevarla en silla de
ruedas al auto. En el apartamento agradecí internamente que tuviéramos
ascensor, ella estaba pálida como la cal. Y mientras subíamos en el
ascensor sentía que toda la sangre era drenada de mi rostro.

La figura recostada contra la pared de mi piso era la que me atormentaba


hasta en sueños. Su mirada pasó de Mónica a mí inmediatamente y el
conocimiento de su situación era más evidente.
León nos miraba con culpa y convicción en rostro.

Antes de acercarse a nosotras para ayudarnos a levantar a Mónica con uno


de sus brazos. Quitando un poco el peso de mis hombros al suyo.

Caminamos hasta su habitación poco a poco.

--¿Esta bien?—dijo obviamente refiriéndose a mi amiga Mónica.

Me relajé al ver que no tenía que cargar todo el peso de Mónica por mi
sola, pero por alguna razón, su presencia me mantenía más alerta de lo que
deseaba.

León llevaba el cabello revuelto como si esa tarde hubiera estado en el


gimnasio corriendo, estaba increíblemente guapo. Pero me tenía que
concentrar en Mónica, ella estaba débil.

Y era momento de concentrarme en ella.

La recosté de su cama para que pudiera descansar y la arrope con


delicadeza. Su habitación era solo un poco más grande que la mía, con
pequeños detalles en madera clara y en colores pálidos como la noche, en 39
una escala de grises y tono mate.

Su cama era tamaño King. Con espaldar ancho de hierro forjado y una
enorme ventana ocupaba la pared del lado izquierdo de la habitación. Ella
me miraba con culpa.

--¿Qué?—dije con suavidad.

--No te molestar conmigo ¿vale?—dijo casi en un susurro.

--¿Por qué me molestaría contigo? Eres mi mejor amiga, y estas un poco


frágil en estos momentos—dije acariciándole la cabeza con mi mano
suavemente, ella se tensaba ante mi toque.

--¿Qué pasa?

Ella me miraba un poco preocupada.

--Yo fui quien le ha llamado. Quiero decir, a tu ex jefe—

Sentí toda la sangre drenar todo mi rostro.

¿Qué?
--¿Por qué hiciste algo como eso?—dije mientras me levantaba de la cama
furiosa.

Ella tragó duro antes de responder.

--Necesitan hablar, se que se quieren. Pero no entiendo el porqué no están


juntos, le he dado muchas vueltas al asunto y aún no entiendo el porqué—
dijo Mónica mientras se recostaba un poco de la cama para permanecer en
posición sentada.

La miraba desde arriba con incredulidad.

Mi mejor amiga, me había tendido una emboscada.

¿Cómo era eso posible?

Suspiré con pesadez.

--Dime que me perdonas Em—rogó.

--¿Perdonar qué? ¿El hecho de que llamaste a casa a mi ex jefe para que
hablemos de cosas que nunca pasaron? ¿Por ejemplo de este retorcido
romance que mantenemos?—
40
Ella me miraba con incredulidad.

--¿Qué?

Escupí las palabras.

--Em…

Bufé con fuerza.

--¿Qué?—repetí.

--Ustedes dos, estuvieron comprometidos y todo. Su romance comenzó


hace años atrás, solo que tu perdiste tu memoria y no lo recuerdas—dijo
ella mientras iba a la mesita de al lado por un vaso de agua.

Yo la miraba un poco pasmada.

¿Qué había dicho?

--¿Qué compromiso?
Ella dio dos tragos más de su bebida antes de continuar.

--Ustedes dos, fueron novios hace años y estuvieron comprometidos y


todo—dijo Mónica con fuerza.

Yo me había quedado como una piedra en mi sitio.

--¿Qué dijiste?

Todo el mundo a mí alrededor se estaba comenzando a esfumar. Nada de lo


que había vivido era real, mucho menos esto. Por dios santo.

--Tienes que prometer que hablarás con tu padre, el es que sabe toda la
historia bien. Tu madre solo te contó los detalles de la historia que le
convenía contar, no toda la verdad ha sido dicha y mereces saberla Em—
dijo ella mientras me miraba con obvia preocupación.

--¿Crees que merezco saberla? ¡Y hasta ahora me lo dices!—dije mientras


caminaba de un lado a otro de la habitación, parecía que estaba a punto de
explotar de la ira.

Mi mejor amiga me había ocultado una verdad. 41


Esto no podía estar pasando.

La mire con los ojos entrecerrados para que se diera cuenta lo iracunda que
estaba.

--Lo siento Emily, por favor no odies. Eres muy importante para mí, eres
mi mejor amiga, merecías la verdad—dijo ella mientras intentaba mantener
el aire dentro de sus pulmones—La verdad me estaba carcomiendo como
una culebra en mi corazón, que amenazaba con devorarme viva. Or favor
perdóname, e intenta hablar con León. Ambos se merecen hablar—dijo ella
nuevamente.

Y yo intentaba no golpearla con su almohada para que viera que tanto daño
me había hecho con ocultarme esa mentira.

Me recosté de la pared de su habitación y tomé un par de respiraciones para


calmarme.

--¿Ya te sientes mejor?

Ella me miraba con los ojos como platos.


--Si solo un poco cansada, tú también te ves un poco cansada—dijo ella
con una sonrisa temblorosa.--¿No será por el hombre que te está esperando
en la sala?—añadió ella con picardía.

Suspiré, que más me quedaba.

Mi corazón estaba destruido y ahora mi mejor amiga, que nunca me


ocultaba cosas, me mantenía grandes secretos bajo superficie.

Era hora de afrontar la verdad.

--Un poco—miré a mis dedos con vergüenza.

La verdad era que estar a su lado, me ponía de los nervios. Y más por las
cosas que me había dicho la última vez que nos habíamos visto.

--Descansa, ¿vale? Es hora de que termine esto que me está torturando—


dije antes de cerrar la puerta de su habitación para salir a la sala.

La figura musculosa y morena que me esperaba en el sillón de la sala


levanto los ojos azules para atravesarme con ellos y todo mi ser se perdió
instantáneamente. 42
Era hora de afrontar las verdades.

***

Cuando salí de la habitación me recosté un momento contra la puerta, esa


conversación era lo que estuve evitando el último par de meses. Sentía el
corazón desgarrado desde que me había ido ese día del trabajo, el día que
renuncié, y esperaba que se comenzara a curar solo, pero cada pequeña
cosa en la vida, me hacía recordarlo a él.

En sus ojos azules tan penetrantes, en sus hermosos labios cuando se reía
de medio lado y en cada una de sus miradas cuando me devoraba como si
fuera su presa. Lo anhelaba, lo sabía, el lo sabía, todos a mi alrededor se
habrían dado cuenta si me hubieran visto a los ojos.
Detrás de tanta ilusión, solo era una mujer con las piernas temblorosas y
con el corazón roto.

El un hombre poderoso, con el poder de destruirme con la facilidad de un


dios en la tierra.

Tomé un par de respiraciones para acercarme a él.

Estaba sentado en el sillón de la sala y todo alrededor parecía irreal. Casi


como una película de los ochenta que no merecía tener subtítulos para mí.
Mi propia pesadilla en la vida real, mi propia perdición.

El era mi más anhelado deseo, pero no era mío.

Me senté en el asiento a su lado y sus ojos azules se posaron en mí


inmediatamente.

--He venido a hablar, pero primero, gracias por ayudarme con Mónica—le
dije antes de guiñarle un ojo.

El me miraba totalmente pasmado.

Casi como si pudiera desvanecerme de sus ojos si fuere a pestañear. Sabía


43
que tenía muchas cosas por decir, y yo también las tenía, pero si
comenzaba ahora iba a terminar de una de dos maneras.

Y ninguna me convenía ahora.

--Emily, he venido a decirte que terminé con Kristina. Hasta estuve a punto
de renunciar a mi empresa por ti—dijo mientras me miraba lentamente con
sus ojos azules, tan perfectos.

--¿Qué hiciste qué?

Mi cara era un poema.

--La mujer que quiero eres tú, siempre has sido tú. Puede que no recuerdes
nada sobre mí Emily, pero yo si lo recuerdo todo de ti. Eres el amor de mi
vida, si es de enamorarte todos los días de mi vida lo haré, quiero que seas
mía y solo mía—

Me tocó la piel de la muñeca y mi piel ardía ante su toque.

--León…
--No aceptaré un no por respuesta, tuve que rogarle a tu amiga que me
dejara verte. Por eso me sorprendió que me llamara el día anterior, estaba
en el trabajo cuando lo hizo y minutos después estaba rompiendo con
Kristina, y casi dejando mi empleo—tomó una respiración antes de
continuar con su discurso—Dime qué quieres y te lo daré, te quiero para mí
Emily, solo dime que me quieres solo un poco y te prometo que seré solo
tuyo—

Santa mierda.

¿Estaba diciendo lo que creo que dijo?

--León…yo….

Me levanté del asiento y fui a la cocina por algo de comer, saqué del
refrigerador una caja congelada de pasta al horno. De esas para recalentar
en microondas.

El me miraba totalmente asustado, creo.

Metí en el refrigerador la caja y marqué siete minutos en el contador, tomé


un par de respiraciones antes de sentir que él me tomaba por la cadera, y
44
me aprisionaba contra la encimera de granito azul con verde. Temblé ante
su toque.

Permanecimos en silencio los dos, tal vez no necesitábamos hablar, solo


quedarnos en silencio los dos.

Sus manos fueron de mis caderas a mi cintura para aprisionarme mejor, y


un gruñido leve salió de sus labios. Me acerqué la cabeza a su tórax y miré
hacia el cielo, esto era llevarlo demasiado lejos, pero no podía apartarme
voluntariamente de él.

Era mi perdición, y mi salvación al mismo tiempo.

Pestañeé para alejarme de él. Cuando sus manos me lo impidieron sentí sus
labios crear una carretera de besos de mi nuca a mi cuello y toda fuerza de
voluntad en mí murió inmediatamente. Lo quería a él, justo aquí y ahora.

Me separé de él bruscamente, esto no podía ir por este camino. Mis manos


impidieron que cayera al suelo cuando toqué la pared al otro lado de la
cocina.
--Em…

Dijo él casi en tono de súplica.

--Lo sé, solo déjame tomar un par de respiraciones—dije mirando mis pies
torpemente.

Lo deseaba más que a nada.

Quería que él fuere mío, pero el miedo siempre me lo había impedido. Lo


miré con convicción.

Me acerqué a sus labios lentamente, el medía en estatura un poco más que


yo por lo que tuve que levantar el rostro para poder mirarle directamente a
los ojos.

Perdí toda cordura en ese momento, junte mis labios con los suyos. Ya
nada me importaba, ni prejuicios sociales ni míos, era como si todo se
desapareciera a mí alrededor y solo quedábamos él y yo. Nos besamos con
pasión por unos dos segundos y él me sostuvo por las caderas hasta
levantarme sobre la encimera de granito azul con verde y una risa de él se
elevó por toda la cocina, luego metí mis dedos por su cabello negro casi a
45
tanta prisa que me daba vergüenza que él se diera cuenta cuanto lo deseaba.
El me miraba con la misma ansia que yo hacia él.

Nos besamos de nuevo.

Sus manos en mi espalda, yo descalza y despeinada tanteando su boca,


probando, jugando y ansiando más de él.

Era como estar en el cielo en la tierra.

Nos miramos y el rió y yo me sonrojé como una niña pequeña a la cual


nunca habían besado.

Asé mi dedo por su labio inferior, y él me miraba con fiereza.

--Te amo—dijo con su frente contra la mía y todo en mi ser se estaba


derritiendo ante su contacto.

Eran las palabras que más ansiaba escuchar por su parte, y él me miraba
como si fuere verdad.
Lo besé en la frente y en ambas mejillas, sus manos iban descendiendo por
mis costados hasta llegar a mis muslos. Nos quedamos mirando por varios
segundos, amaba a ese hombre y lo sabía pero las palabras se quedaban
enfrascadas en mi garganta. Quería poder decirlas, quería con todas mis
ganas el poder sacarlas pero no podía.

Le besé con fuerza y el casi caer de rodillas ante mí.

Reímos como unos colegiales cuando él me levantó de la mesa con fuerza


cargándome en efecto.

Me dio un pellizco en el trasero antes de reír.

--¿Tu habitación?

Dijo entre risas.

--Por allí—dije señalándole la dirección a mi habitación.

El muy obediente me llevó cargada a mi cuarto. Luego antes de entrar el se


detuvo bruscamente.

Lo miré fijamente.
46
--¿Qué sucede?

Dije suavemente.

Pensé que se estaba arrepintiendo de entrar.

--Quiero cargarte a la habitación todos los días de mi vida Emily—

El corazón se me detuvo a penas escuché eso.

Oh, dios mío.

--Entra de una vez, tonto—dije con el rostro oculto en su pecho enorme.

Podía sentir su corazón acelerado. Contra mi oído su corazón no podía


engañarme, este hombre me amaba aún más de lo que yo lo amaba a él, y
eso era obvio. Lo miré con tanta ternura que un leve rubor surcó su rostro.

--¿Qué?

Me respondió antes de besar mis labios con suavidad.


--Es que eres perfecto—

El sonrió de medio lado.

--No tan perfecta como tú, bonita—me lanzó a la cama con delicadeza y el
estaba justo encima de mí con su cuerpo pegado contra el mío. El era todo
un hombre musculoso y con gran pecho, pero justo ahora que estaba
encima de mí podía divisar perfectamente lo grande que era él. Y como me
sentía pequeña a si lado.

Era como si mi pequeño cuerpo parecía aún más frágil de lo que yo creía,
que con un suave toque de sus manos me podría hacer sentir más cosas de
las que hubiera imaginado.

El y solo él me hacía acelerar el corazón con solo verme a los ojos. Y así lo
estaba haciendo.

Suspiré su nombre antes de que se abalanzara contra mis labios en un beso


y él susurro un te amo tan bajito que toda mi piel se erizó ante su contacto.

Era como estar en el cielo.


47
Me miró de manera tan profunda que me sentí tímida ante su mirada y el
lentamente se estaba encargando de quitarme mis vestiduras.

Tragué fuerte y él se detuvo inmediatamente.

--Hermosa—susurró.

--Esta bien, continúa—

Sabía que después de lo que estábamos a punto de hacer no habría una


vuelta atrás.

Que después de esto, le pertenecería en cuerpo y alma a este dios griego y


no habría salvación para mi alma.

Apreté en un puño sus ropas y el suspiró gravemente.

Casi como un gruñido instintivo.

--Por favor—supliqué.
Y sus pupilas que antes no abarcaban nada de su rostro ahora estaban
completamente dilatadas. Era como si le gustara verme, y yo me sentí un
poco apenada.

--Eres hermosa

Me quedé pasmada en el asiento de la cama.

Era casi como un sueño todo esto.

Lo quería para mí. Me paré en puntitas de la cama para besarle.

--Te quiero León, no recuerdo nada de nuestra infancia juntos, pero de algo
estoy segura. Eres muy importante para mí, por favor no me dejes nunca—
dije mirando mis nudillos con vergüenza evidente.

Era como si estuviera desnuda delante de este hombre tan atractivo, aunque
llevaba ropa aún.

Me sentía avergonzada como nunca. Supe que no estaba lista para esto
ahora.

Me detuve inmediatamente.
48
Y él solo miraba con fascinación.

--León, yo… no puedo hacer esto ahora—dije cuando comenzó a besarme


el cuello con rapidez.

El se detuvo instantáneamente, para mirarme a los ojos. Sea lo que sea que
había entendido era como si un engranaje estuviera haciendo efecto.

El me miraba con comprensión evidente.

--Lo sé, tampoco quiero apresurarme contigo pero es que me tienes loco
Emily. Eres un diosa que quiero adorar todos los minutos de mi vida—dijo
lentamente mientras me acariciaba con sus labios la mejilla—Esperaré todo
lo que quieras, bonita—

Todo mis ser tembló involuntariamente.

El estaba sobre mí en la cama y estaba tan cansada que los párpados me


comenzaban a pesar.
--Duerme, velaré tu sueño por ti—dijo mientras besaba mis labios
delicadamente.

Sonreí ante sus palabras.

El me arrulló contra su pecho mientras tarareaba una canción de Zedd –


Find you.

Todo en mi ser comenzó a sentirse elevado en el cielo, y la verdad era que


estaba exhausta. El solo ayudaba a que mi sueño comenzara más rápido.
Miles de sombras y luces comenzaban a mezclarse en mi mente como una
nebulosa enorme que jugaba con el sol, y solo podía oler lo bien que olía
León, como a canela y a jabón de tocador.

El sueño se aproximó hacia mí como la noche se aproxima a la luz, solo


nosotros dos quedamos en la cama.

Y ahora solo quería que él no se apartara de mí nunca.

Cerré los ojos y me dejé llevar en un profundo sueño, elevándome como si


nunca hubiere dormido tan bien en toda mi vida.
49
5

A
las dos horas desperté en sus brazos.

Nunca había dormido tan feliz como cuando dormí en sus


brazos. El me miraba con una sonrisa de medio lado tan
característica de él. Lo besé en la mejilla delicadamente.

--Hola

Dije tímidamente.

El me miraba con ternura.

--Hola, ¿sabes que roncas al dormir?—dijo ahogando una risita.

Mi cara estaba roja como un tomate.

--¿Eh?

El se comenzó a carcajear inmediatamente.

--Era broma, bonita. No roncas—dijo besando la coronilla de mi cabeza. 50


Y nos miramos fijamente.

¿Estaba pasando lo que creo que estaba pasando?

--Quiero despertar junto a ti todos los días de mi vida—dije contra su pecho


y estuvo conteniendo un poco de aire antes de dejarlo ir cuando dije eso.

--Yo también quiero eso bonita, pero quiero hacer un par de cosas antes de
eso—dijo mientras miraba el techo blanco de mi habitación, y el reloj de
Hello Kitty sonaba mientras pasaban los segundos.

--¿Qué cosas?

Dije contra su pecho.

--Bueno, quiero tener un par de citas contigo primero. Luego quiero que
vayas a ver a mi madre y a mi hermana, están la mar de locas porque te
lleve a casa y tal vez algún día formalizar esta unión—dijo levantándome
nuestras manos entrelazadas a la altura suficiente para que ambos
interpretáramos lo que ello significaba.

--¿Tu quieres?
No me dejó terminar la frase, ya me estaba besando tiernamente con sus
labios y ambos nos quedamos en silencio por varios segundos.

Nos besamos hasta que él se quedo sin aliento suficiente.

Lo miré de nuevo, no podía creer que este hombre tan increíblemente


guapo era mío. Finalmente, lo abracé fuertemente por su cintura. El me
abrazó en respuesta.

--Em…

--¿Sí?

Soné como un niñita que responde a su padre cuando sabe que va a estar
castigada.

--Eres una tonta—dijo pasando su largo dedo por mi labio inferior con
tanta dulzura que tuve que tomar aire para no olvidar respirar—Eres mía,
señorita Pérez—dijo de nuevo mientras acariciaba todo mi cabello castaño
casi caoba.

Me enredé en las sábanas al intentar colocarme sobre él en la cama. Tomé 51


sus manos y las coloqué sobre su cabeza.

El me miraba embobado.

--¿Ahora qué?

Dijo con desdén.

--Tu también eres mío, admítelo—dije aprisionando sus muñecas con mis
manos y el casi se carcajea.

--Dilo—repetí con fuerza.

--Soy tuyo

Nos miramos con ternura.

Su mano ascendiendo por columna vertebral tan rápido que ambos nos
quedamos sin aire y enredándose con mi vestido.

--Señorita Pérez, me vuelve loco. Ya quiero tenerte—dijo descansando la


mano en el tirante de mi vestido.
Y un pequeño suspiro se escapó de mis labios.

--Siempre tan exigente, siempre tan usted señor Cisneros—dije besando


con fuerza sus labios.

Así pasamos el tiempo hasta que se nos hizo lo suficientemente tarde para
tener que salir a alimentarnos.

***

La puerta de mi habitación estaba entreabierta cuando me comenzó a dar


hambre, y el señor Cisneros no estaba a mi lado en la cama.

¿Dónde estaría?

Me paré de un impulso de la cama evitando ponerme las pantuflas de


conejito. Me puse la bata de baño antes de salir a la cocina, un olor a 52
huevos revueltos y tocineta me llegó a la nariz. Mónica estaba sentada
frente al mesón de la cocina, ella me miraba asombrada. Le miré con
interrogación en mis ojos, se supone que ella debería estar de reposo.

Miré a nuestro cocinero con interrogación, no llevaba si no más que


pantaloncillos de vestir y la camisa desabotonada en el cuerpo. Me tuve que
obligar a respirar.

Era casi un dios griego.

Mierda.

Y nos estaba preparando el desayuno. Miré el reloj y eran casi las ocho de
la mañana.

El me miraba con ternura mientras tendía un plato de huevos revueltos y


tocino delante de mí.

--Come algo, bonita—

Mónica casi se atraganta con sus huevos revueltos cuando él me llamó de


esa manera.
Su mirada era un poema.

--León y yo estamos saliendo—dije a modo de explicación y ella me


miraba cada vez más asombrada.

--Por favor danos tu bendición—

Dijo él mientras le guiñaba un ojo a Mónica, quien seguía con el tenedor


con un poco de huevos revueltos en él.

Nos miraba totalmente asombrada.

--¿Están saliendo?

Dijo casi incrédula.

--Si

Respondimos los dos al unísono.

--¡Em!

Dijo ella saltando de su silla para abrazarme con fuerza. 53


--¡Estoy tan feliz por ti!

--Gracias M—

León tosió para evitar sentirse incómodo.

--León, si la lastimas te partiré el trasero—dijo Mónica con sus brazos a sus


lados como jarra.

--Vale, te creo. Pero come tu desayuno, estas embarazada necesitas esa


proteína—dijo el jugando con el mango de su cuchara para revolver los
huevos.

--Jumn…

Ella se cruzó de brazos ante él.

--Quiero mucho a Emily, te prometo que trataré de no lastimarla. Es


demasiado especial para mí—dijo él dejando de lado su cuchara enorme y
quitándose el cubre ropas de chef.

Nos miraba obviamente entretenido.


--¿Qué día es hoy?—miré la luz de la ventana que se comenzaba a filtrarse
por la ventana.

Casi parecía que los días grises se habían dejado de lado totalmente, y
ahora la luz era lo único que quedaba.

--Lunes, ¿por qué?—respondió León.

--¿No es tu primer día en el trabajo?—dijo Mónica mientras se atoraba con


su vasito de leche que estaba bebiendo.

--¿A si?—dije yo mientras devoraba con devoción mi plato de tocino frito.

León me miraba con el ceño fruncido.

--¿Qué?—dije cruzándome de brazos.

--No tienes porque trabajar para nadie más, si quieres puedes volver a la
empresa y te regreso tu viejo cargo como publicista—dijo él con una
sonrisa de medio lado.

Todo mi mundo se detuvo inmediatamente.


54
¿Eso era lo que él quería?

Yo no podía simplemente volver, aún menos cuando salimos oficialmente


desde no hace muchas horas atrás.

Lo miré con desdén.

--Es un trabajo honesto, no veo por qué no puedo hacerlo—dije dejando de


lado los cubiertos de la comida.

El me miraba con la boca abierta.

--Emily…

Dijo en tono casi como un gruñido. Pero inmediatamente recobró la


compostura.

--Lo lamento, tienes todo el derecho de escoger tu empleo. Es solo que sea
cual sea la editorial que te ofreció trabajo no te puede ofrecer lo que mi
empresa te daría—

El y yo nos quedamos mirando fijamente.


--Además que ya la oferta para tu ex proyecto a sido aprobada, me
encargué personalmente de que fuera así. Solo tendría que regresar y
hacerte cargo de las cosas Emily. Di que vas a volver por favor—dijo en
tono suplicante.

Su cabello negro azabache estaba un poco largo y cubría sus ojos


levemente.

--No puedo León

Mordí mi labio con fuerza hasta que palideció.

--¿Por qué no?

--Quiero seguir mi propio camino, no vivir bajo la sombra protectora de un


hombre que me ama y que todos van a respetar por ser la novia del jefe.
Quiero ser una mujer independiente que se gane sus méritos por fuerza
propia, no por atribuciones ajenas anexadas a un título social—

Mónica ya había dejado de comer su plato y nos miraba embobada.

--Em… 55
--¿Qué—dije con vehemencia.

Los dos estaban pasados de pesados el día de hoy.

--Deberías regresar a empresas Cisneros, en verdad que ese proyecto del


que te estaba encargando es una gran oportunidad—

Le miré incrédula.

Pensé que de todas las mujeres independientes de la tierra ella iba a ser la
que mejor me entendiera.

Cuan equivocada estaba.

--¿Eso piensas?—respondí atónita.

--Si

León también estaba un poco tenso en su sitio.


--Creo que deberíamos dejar esta conversación para otro día—dijo León
mirando el reloj sobre la encimera—Creo que vais a llegar tarde a tu primer
día de trabajo si siques así—

Miré el reloj de la encimera y ya daban las 9 Am.

Mierda.

Dejé el plato en el fregadero y salí disparada hacia la ducha. Una vez


terminada de ducharme me puse una mini falda plisada negra casi gris
pizarra y una blusa de botones plateados color crema, tacones grises y me
solté el cabello mojado mientras me colocaba crema para peinar en las
puntas, le medio pasé el secador al cabello y me puse un poco de rímel y
brillo de labios.

Definitivamente iba a llegar tarde a mi primer día de trabajo.

Cuando salí de la ducha León estaba listo con su camisa abotonada y


peinado hacia un lado completamente sexi.

Me atraganté con mi saliva mientras lo devoraba con la mirada.


56
--¿Algo que te guste?—dijo coquetamente.

--Sabes que así es—dije besándole el cuello suavemente.

El se tensó ante mi toque.

--Te quiero bonita—dijo él de regreso.

--Yo también te quiero—dije en respuesta.

Mónica salió para despedirnos con la mano y los dos nos perdimos en el
ascensor para poder llegar temprano al trabajo.

***

León insistió en que tomáramos el metro de Caracas para llegar más rápido
al trabajo. El conocía Caracas mejor que yo e insistió tanto en que
dejáramos a Patty en el estacionamiento del apartamento que le creí y nos
fuimos primero a pie hasta la estación del metro y luego del metro al
edificio Villa Vicencio en taxi. El me miraba cada vez más incómodo en su
asiento del taxi.

Esta iba a ser nuestro primer día separados y no estaba lista para eso, pero
comencé a revolver mi portafolio en busca de mi blackberry para escribirle
a Mónica, por alguna extraña razón estaba preocupada por ella y por el
bebé en camino.

Le escribí por BBM.

M, ESTOY PREOCUPADA POR TI POR ALGUNA EXTRAÑA


RAZON. LLAMAME SI NECESITAS ALGO. ESTARE EN CASA A
ESO DE LAS CINCO DE LA TARDE.

Miré por la ventanilla del taxi.


57
Miles de edificios se mezclaban al otro lado del panel de vidrio y solo
podía pensar en lo feliz que debería estar por mi nuevo empleo, pero en vez
de eso estaba preocupada.

Extrañamente preocupada.

León tomó mi mano suavemente y me dio un apretoncito.

--Estarás bien en tu primer día, ¿vale?—besó mi sien con dulzura.

--Vale

Me arrinconé a su lado del taxi y el asó su mano por mis hombros en señal
sobreprotectora. Hasta que al final llegamos al sitio. Era un edificio poco
pintoresco con algunos paneles de vidrio con MEDIA VILLAVICENCIO
COMPANY. CA.

No era igual de elegante que mi antiguo empleo, pero era un nuevo


comienzo para mí y mi corazón dio un vuelco al entrar por la puerta de
vidrio y al girar hacia atrás, León estaba recostado del taxi devorándome
con los ojos.
Me giré de nuevo para entrar y ya mi blackberry había comenzado a vibrar.

TE AMO, PATEA ALGUNOS TRASEROS EN TU NUEVO TRABAJO

Ese León era tan directo con lo que quería que me diera risa.

Guardé la blackberry y entré de una buena vez a la empresa.

Este sería mi nuevo hogar desde el día de hoy.

La emoción comenzó a crecer dentro de mí como una fiera.

***

58
El día en la empresa estuvo un poco ajetreado, como era nuevo y eso, me
tocaba ponerme al día con los miles de proyectos que tenía esta nueva
empresa. Fui a una reunión de negocios tras otra por petición de mi nuevo
jefe, un señor que pasaba los cuarenta y con un bigote muy chistoso. Era el
ingeniero del Valle, el dueño de la empresa. Cuando hubo llegado las
cuatro de la tarde fue cuando pude sentarme en una silla de un cafetín que
tenía la empresa, me serví un café mediano y saqué de mi cartera un
paquete de galletas maria que dejaba para días como este, donde no podía
darme el lujo de comer algo como tal.

Mordisqueé mi galleta cuando mi blackberry vibró inmediatamente.

Era un mensaje de León.

¿QUE TAL TU PRIMER DIA? TE EXTRAÑO EN LA EMPRESA, POR


FAVOR PIENSA EN REGRESAR. PODEMOS BESARNOS EN TUS
RATOS LIBRES.
Una sonrisa tonta surcó mis labios.

Escribí de vuelta.

¿ME ESTA SOBORNANDO SEÑOR CISNEROS?

Reí como una colegiala cuando recibí el mensaje de respuesta.

UN PAR DE BESOS Y UN AUMENTO DE SUELDO, DE POSICIÓN


EN LA EMPRESA, TODO LO QUE USTED DESEE SEÑORITA PEREZ

Mordisqueé mi galleta al ver que se estaba deshaciendo en el café negro


que me había preparado.

Un leve toc me sacó de mi ensueño. 59


Una rubia con ojos verdes me miraba con disculpa en su rostro.

--¿Señorita Pérez?—dijo suavemente como si estuviera interrumpiendo mis


momentos de ocio favoritos.

La miré con una sonrisa y ella se relajó visiblemente.

--¿Si?

--El jefe quiere verla en su oficina si no es molestia—dijo la rubia mientras


salía de la mini nevera con un bol de fresas y mango en trocitos.

--Iré inmediatamente—dije tomando de un trago mi café negro.

Ella me miraba entretenida.

--¿Tal vez podamos ir por un trago luego?—dijo ella mientras tomaba un


tenedor de plástico de un envoltorio—Conocer nuevos compañeros de
trabajo—dijo mientras me guiñaba un ojo en complicidad.

Ella parecía amable, casi como Clara de mi viejo empleo.


--Vale, un trago y algo de comer—dije parándome del asiento del que
estaba y comenzaba a caminar a la oficina del jefe.

--Mi nombre es Jane—dijo ella mientras se despedía con una mano.

--Emily—dije casi corriendo hasta la escalera del edificio.

Por cierto, no teníamos ascensor. La empresa no era tan grande para


necesitar uno.

Mordí mi labio inferior. Ir a la oficina del jefe en mi antiguo empleo


significaba muchas cosas, y ninguna de esas se relacionaba con lo que me
estaba pasando en estos momentos.

Toqué la puerta de la oficina antes de entrar.

--¿Me mandó a llamar?—dije cuando entré.

Mi jefe era un señor mayor ya, con algunas canas pintadas en su cabellera.
Y un bigote del tipo de mario bros, lo miré con vergüenza mientras me
sentaba en mi asiento.

--¿Quién es el señor Cisneros y porque me está ofreciendo tanto dinero


60
para que la transfiera a su empresa?—dijo él con un tono de intriga en su
voz.

Lo miré con la boca abierta.

--¿Qué hizo qué?

El me miraba entretenido.

--Me ha estado llegando emails a mi cuenta personal desde esta mañana,


primero por sumas exageradas pero a esta altura del día las sumas son tales
que me pregunto por qué eres tan importante para esa empresa—dijo él
mientras mordisqueaba un trozo de manzana roja.

Yo también me hacía la misma pregunta.

--Lo lamento--dije mirando mis dedos un poco nerviosa.

--No de que lamentarse, que no vuelva a ocurrir y ya está—dijo él mientras


se recostaba de su cómoda silla de cuero negra. Me miraba a través de los
vidrios de sus gafas.
--Ahora dígame, quien es ese señor Cisneros y por qué está ofreciendo
tanto dinero porque la transfiera a su empresa—

Nos miramos un minuto.

--Es mi antiguo jefe, renuncié a su empresa hace un par de meses. Desde


entonces, me quiere de vuelta en su empresa—dije con la mejor sonrisa
falsa que pude.

Este señor era viejo, pero no tonto.

Captó la indirecta inmediatamente.

--Ya veo, que no ocurra algo así en el tiempo que trabaje con nosotros
señorita Pérez. Según su currículo dice que usted es una de las mejores en
su rama, pero si intenta algo o vuelve a ocurrir otro incidente así, la vacante
estará abierta tan rápido que no le daré tiempo de despedirse de sus demás
colegas—dijo en tono regañón.

Lo miré con una cara de disculpa.

--Lo lamento, no volverá a ocurrir—dije levantándome de la silla. 61


--Que tenga un buen día señorita Pérez—

Cerré la puerta detrás de mí y descansé la espalda contra el respaldo antes


de ir casi corriendo en dirección a mi cubículo.

León iba a escucharme y lo iba a hacer ahora.

***

El teléfono repicó dos veces.

--¿Em? ¿Qué pasa bonita?—dijo él en tono inocente.

--¿Cómo pudiste?—fue lo único que se me ocurrió en esos momentos.

Un minuto pasó por detrás del auricular.


--Lo lamento bonita, es que te extraño mucho. Te quiero de vuelta ¿vale?
No se que más hacer para que regreses, las chicas de la oficina siempre me
preguntan por ti y créeme que es una tortura no tenerte aquí conmigo cada
segundo del día—

Mordí mi labio inferior con tanta fuerza que sentí el sabor de la sangre.

Yo me sentía exactamente igual.

--Vale, pero esas no son las maneras. Me has hecho que me regañen el
primer día de mi trabajo, señor gruñón—dije mientras me sentaba en la
silla de mi nueva oficina.

Miré sobre el cubículo, era más pequeño que mi antigua oficina donde tenía
una vista increíble y enormes escritorios totalmente elegantes. Pero esto,
era acogedor a su manera, y para colmo era algo que podía reclamar como
mío. Un escritorio de madera oscura con una silla de hierro, una plantita de
sábila sobre ella al lado de un ordenador, y un cuadro de una isla de las
costas venezolanas, al parecer de las islas tortugas.

Este pequeño cubículo podría llamarse pequeño y poco espacioso, pero 62


tenía algo que me gustaba, era mío. Me lo había ganado por mis propios
méritos académicos y profesionales, si necesitaba esto para escalar lo
tomaría, ya pronto si era lo suficientemente buena en mi empleo podría
dirigir una empresa como esta, sin la ayuda de ningún hombre.

Miré mi manicure, y estaba toda deshecha. Solo cortas con un capa de


brillo transparente.

Tal vez no necesitaba tantos lujos en mi vida, solo lo necesario para mí era
lo necesario para escalar en esta vida.

La voz de León me sacó de mis pensamientos.

--¿Em? ¿Sigues ahí?

Sonreí ante su voz.

--Si, iré por un trago con las chicas del trabajo. Te llamo más tarde ¿vale?

Un minuto de silencio detrás del auricular.


--Pensé que celebraríamos juntos tu primer día de trabajo—dijo él con un
tono algo extraño para mí. Casi como si de verdad tenía algo escondido
debajo de su manga.

Sospeché de sus intenciones por primera vez.

Mordí mi labio inferior.

--Lo lamento, trataré de que nos podamos ver más tarde en mi piso. Hay
algo que quiero mostrarte—dije mientras jugaba con el dobladillo de mi
falda.

--¿Qué será eso que me quieres mostrar?

Reí como una colegiala.

--Digamos que mientras no te vi por estos dos meses compré algo que se
que te encantará, una especie de regalo—

Su tono de voz era ahora más cautivador.

--Señorita Pérez, no tenía porqué tomarse la molestia de comprarme algo.


Ahora tendré que ver que le doy en retribución—
63
Toda mi cara se llenó de rubor.

--Nos vemos ahora bonito—

--Nos vemos ahora, bonita—

Colgué el teléfono y ahora tenía que volver al trabajo, pero lo único que se
me antojaba era enredar mis dedos sobre el sedoso cabello negro de mi
novio y darle el mejor de los besos justo en sus labios.
6

C
uando regresé al cubículo mis piernas dolían por los tacones, el día
de hoy había sido tan rudo que ninguna maratonista hubiere podido
aguantar el ritmo. Me quité los tacones y había comenzado a
hacerme un mini masaje en las plantas de los pies cuando Jane mostró su
hermosa cabellera rubia por encima de mi cubículo, ella ahora llevaba un
suéter gris de chándal y el cabello suelto hacia un lado, dejando caer unos
bucles rubios por su espalda. Ella era hermosa.

Casi como Kristina podría decir.

Me miró con una sonrisa de oreja a oreja.

--¿Lista?

Asentí con la cabeza.

--Iremos con Laura de contaduría si no te molesta. Ella esta muy interesada


en hacer vida social con todos los del trabajo—dijo ella mientras me
ayudaba a levantar de la silla.
64
Tomé mi cartera y mi blackberry del escritorio.

--¿A si?

Mi cara era un poema.

No conocía gente que le interesara eso de hacer un círculo social más


amplio. Yo era del tipo introvertida y con pocos amigos, nada de fiestas y
cosas salvajes para mí.

Caminé detrás de ella mientras se contoneaba hacia la escalera al lado


derecho del edificio.

--¿Te ha gustado el lugar? No todos son tan amables, por aquí, pero dígame
los chicos de administración—dijo ella mientras le comenzaba a brillar la
mirada

--¿Qué pasa con los chicos de administración?—

--¿No les habéis visto? Estuvieron en la reunión de finanzas hoy. Son todos
unos caramelitos cubiertos de azúcar—dijo ella mientras me codeaba
levemente.
--¿En serio?

Ella me miraba como si me estuviera creciendo otra cabeza.

--¿Me estas tomando el pelo?—dijo ella mientras bajaba lentamente un par


de escalones de la escalera.

--No—respondí.

--Dices que no viste a semejantes especímenes de hombres en la reunión de


trabajo—

Su boca iba cada vez más abierta hasta que cayó en picada.

--No les vi—dije mientras me peinaba el cabello nerviosa—Es decir, si les


he visto, supongo. Pero no me han interesado como para detallar si son
guapos o no—

Ella me miraba con asombro.

--Pues si estas soltera como yo andas viendo pretendientes todo el tiempo,


y por lo visto—dijo levantando mi mano izquierda a la altura de nuestros
ojos—Tampoco eres casada—
65
Dejó caer mi mano para que me ayudara a bajar las escaleras con ella.
Bajamos de una vez a la planta baja. Y ella me miraba con los ojos
entrecerrados, casi como si buscara alguna pista sobre mí.

--No será que eres…

Mi mente procesó rápidamente.

--¡No!

Grité y todos los compañeros de trabajo que iban bajando se nos quedaron
viendo.

--Es solo que, tengo un novio—dije guiñándole el ojo levemente.

--Debe ser muy guapo para que no andes si quiera viendo hacia los lados
querida—

Si supiera.

Caminé más de prisa hacia la estación del metro.


--¿A dónde vas?—dijo Jane mientras colocaba las manos en jarra a sus
lados.

--Vamos por un trago ¿no? No conozco ningún sitio cerca y en metro


llegaremos más rápido—dije excusándome con rapidez.

Las palabras se atoraron en mi garganta.

Ella sacó un juego de llaves de su bolso.

--Traje mi auto, podemos irnos desde aquí en él—

Me encogí de hombros, si esto era completamente necesario no es que me


iba a quejar.

La seguía hasta el estacionamiento de autos.

Me quedé pasmada cuando vi que quitaba el seguro de un auto


despampanante. Un hermoso Mazda 3 – 2014 en tono rojo casi ciruela, era
elegante y deportivo. Mi Patty era demás de sencilla al lado de ese auto.

La miré embobada mientras se montaba en el asiento del piloto.


66
--Vamos Em—

Me monté nerviosa en el asiento del copiloto. Era un auto espectacular.

--Hermoso auto—dije mientras acariciaba la carrocería del auto.

Ella sonreía victoriosa.

--¿Verdad que si? ¿Tu novio no te ha regalado uno así?—dijo ella mientras
encendía el auto y se mezclaba con los demás autos en un santiamén. Ella
manejaba como si fuera una piloto profesional de carreras.

Me puse mi cinturón de seguridad rápidamente.

--No, mi novio y yo solo tenemos un par de días saliendo—dije


recapitulando nuestra historia—El tiene dinero, pero nunca le pediría algo
tan costoso como un auto. Prefiero trabajar para ganarme mis cosas—dije
mientras revisaba mi blackberry en busca de mensajes de él o de Mónica.

En vez de eso me encontré con un twitter de mi madre.

Decía lo siguiente.
HIJA ¿ESTAS BIEN? TU PADRE IRÁ EL FIN DE SEMANA A
CARACAS, IRA A VERTE. POR FAVOR CONTESTA.

Miré de nuevo el twitter.

Mi madre siempre ocasionándome problemas. No quería ver a mi padre,


era esa la razón por la que me había mudado a Caracas.

Metí de un golpe el blackberry a mi bolso.

--¿Todo bien Em?

Jane era una rubia muy suspicaz.

Sonreí de vuelta.

--Si, es solo que mi padre vendrá el fin de semana—dije mirando por la


ventanilla del auto.
67
Ella respiró con dificultad.

--¿Y no quieres verle acaso? Es tu padre después de todo—dijo ella


mientras se mezclaba con el trafico de la Avenida Bolívar. Un semáforo en
rojo nos detuvo por varios segundos.

--No es eso, es solo que cada vez que mi padre viene a verme es a pedirme
dinero. No es a verme como su hija—

Mordí mi labio inferior.

¿Por qué le estaba contando estas cosas a Jane?

Ni siquiera Mónica le había contado estas cosas. Miré de nuevo el


blackberry.

Le escribí un Whatsapp a Mónica.

¿ESTAS BIEN? IRE POR UN TRAGO CON UNA COLEGA DE


TRABAJO. INTENTARÉ LLEGAR TEMPRANO A CASA.
Luego le escribí a León.

AMOR, YA TE EXTRAÑO. ESTOY LLENDO A UN BAR CON JANE.


UNA COLEGA. TE LLAMO CUANDO ESTE EN CASA.

Miré los dos mensajes.

Estaba inquieta por alguna extraña manera.

Como si algo malo estuviera a punto de ocurrir. Miré por la ventanilla del
auto cuando me di cuenta que nos estábamos yendo al contrario de la
civilización.

¿A dónde me estaba llevando?

Ella ahora estaba tensa en su asiento.


68
--¿Jane? ¿Qué pasa? ¿A dónde vamos?—la ansiedad apoderándose de mi
sistema.

Ella me miró con ferocidad.

--Esto querida niña, es un secuestro—

Todo el aire de mis pulmones fue expedido de un solo golpe.

¿Secuestro?

--Digamos que molestaste a uno de los grandes—dijo ella mientras


aceleraba la velocidad del auto a tal punto que daba miedo.

--Detén el auto o saltaré—dije intentando negociar, pero el miedo estaba


apoderado de mi rostro.

--Salta si quieres, solo terminarás mal herida. Y si intentas algo contra mí


estrellaré el auto contra algún otro auto que venga en sentido contrario—
dijo ella mientras aceleraba el paso del auto—Se que eres una buena
persona, y sabes que no intentarás algo si alguna otra persona va a terminar
herida—dijo ella mientras manejaba maniobrando entre los miles de auto
que atoraban la avenida libertador.

--¿Quién me esta secuestrando? ¿Por qué?

Mi voz solo era un hilo rompible hasta que ella me dio un golpe en seco
contra mi rostro. El dolor se apoderó de mi rostro.

Mi ojo ardía como si estuviera prendido en fuego.

--Haces muchas preguntas, deberías mantener tu boca cerrada—dijo ella


antes de mirarme con desprecio—Pronto conocerás a tu secuestrador—dijo
mientras manejaba con violencia hasta que nos perdimos entre la oscuridad
de la noche.

El miedo era palpable.

La ciudad estaba siendo dejada atrás por los miles de kilómetros y todo en
mi ser se comenzó a nublar. Intenté abrir la puerta del copiloto pero
estábamos a tanta velocidad que si me lanzara del auto iba a resultar muy
mal herida, o muerta. Intenté gritar pero ella se detuvo a la orilla de la
carretera y con un paño envuelto en formol me lo puso en el rostro.
69
Luego de allí todo se volvió negro.
7

E
n el sueño solo estaba yo, mi piel pálida como la cal. Estaba en
el cielo, llevaba un vestido blanco casi incandescente con miles
de diamantes incrustados en él. Una corona de plata y diamantes
estaba sobre mi cabeza, era como vivir en el paraíso, no había
frío ni calor y justo en estos momentos estaba recordando las
palabras que me leía mi madre antes de dormir de la biblia, donde los que
tienen al señor en sus corazones de ellos era el reino de los cielos. Miré mis
manos para ver si todo esto era un sueño o que.

Al fondo de mi fantasía estaba León. No parecía él, era más joven.

El levaba un vestido elegante blanco con camisa de vestir azul cielo. Y una
sonrisa de medio lado tan característica de él. Pero por alguna extraña
razón su mirada estaba llena de preocupación. Quise ir a abrazarle pero mis
pies no me respondían, no podía moverme. Un prado verde se extendía
sobre nuestros pies, y la brisa del verano se llevaba las hojas del araguaney
que estaba a nuestro lado. El color amarillo del árbol nos dejaba envueltos
en un suelo amarillo y en un cielo azul. 70
Era perfecto.

Una figura delgada y pálida apareció a su lado justo por detrás del
araguaney, era idéntica a mí solo que ella llevaba un vestido rosa pálido por
las rodillas, era como si me estuviera viendo en un espejo, una versión más
joven de mi, adolescente para ser exactos. Ella lo besaba con tanto fervor.
Me quedé pasmada para verlos juntos.

¿Era su novia en ese entonces?

León le decía algo al oído a la versión joven de mí. Ella sonreía como una
colegiala.

--Te amo Emily, sé mía—

El inmediatamente se estaba arrodillando en el suelo.

Mi corazón se detuvo.

--Si—pronuncié involuntariamente y ellos se besaron.


Las miles de nubes se disiparon a nuestro alrededor. Sabía que lo amaba.
Aún antes de conocerlo, y ahora sabía la verdad. El y yo en realidad
estábamos comprometidos antes de toparme con él en su oficina ese día. Lo
amaba, y él me amaba que era lo que importaba.

Quería despertar de este delirio para poder ir a besarlo. Había tantas cosas
que quería decirle en estos momentos, juntar mis labios con los de él y no
dejarlo ir nunca. El miedo se había disipado, y ahora toda mi memoria
estaba volviendo en cascadas de agua pura a mi cabeza, recuerdos que
pensé que había perdido.

Mi graduación, un par de cumpleaños, mi primer beso con León. Miles y


miles de recuerdos se propagaron sobre mi mente como si nunca jamás se
hubieren perdido. Era como magia.

León sobre mí jugando a las escondidas, aparentaba unos nueve años de


edad. Sus hoyuelos se marcaban como nunca, su cara estaba un poco más
redondeada y sus ojos azules estaban casi grises.

Me sujetó por las muñecas para hacerme cosquillas.


71
--¡León! Deja de hacerme cosquillas—

Grité.

--Eres bonita—

Arrugue el entrecejo.

--Yo lo sé—dije cruzándome de brazos ante él. Me dio un suave beso en la


mejilla.

--Bonita—dijo antes de darme un jazmín entre mis dedos.

--Cuando seamos grandes me casaré contigo Emily—dijo antes de tomarme


la mano y perdernos entre los miles de matorrales del jardín trasero de su
casa.

Nuestros padres gritaban nuestros nombres y nosotros nos escondíamos


como unos pequeños traviesos que éramos. Era casi trágico como este
despertar fue causado por un evento traumático, de esos que dejaba a flote
todo este lugar de mi cerebro donde se almacenaba la información. Odiaba
eso, que ahora justo cuando lo estaba recordando. El probablemente nunca
más lo volvería a ver.

Me quedé pasmada ante tantos recuerdos.

De verdad él y yo teníamos historia, mi pecho dolía fuertemente. Y las


lágrimas amenazaban por salir por mis ojos como una cascada de agua.

Mordí mi labio antes de gimotear fuertemente.

Lo amaba.

Lo amaba aún antes de conocerlo por segunda vez. Y la evidencia estaba


ante mis ojos.

Solo quería volver en sí para poder verlo.

Era lo único que le pedía a la vida.

72
***

Las lágrimas comenzaban a correr por mi rostro aún antes de despertar del
todo.

El dolor se apoderó de mi pecho, en verdad deseaba que esta situación se


revirtiera. Quería pasar más tiempo junto a él y unas manos frías se
apoderaron de mi cuello, obligándome a abrir los ojos.

La mirada azul zafiro de Kristina estaba ante mis ojos. Su mirada de auto
suficiencia me heló la sangre.

--¡Despertaste! Eso hay que celebrarlo—dijo ella en un tono bajo, casi


instintivo.

La miré de mala manera. Si ella era mi secuestradora, no entendía el


porqué. León le pertenecía, era de ella, no había ninguna otra razón por la
que ella quisiera secuestrarme en realidad.
Dinero, venganza…

Ella tenía el mundo en sus manos, no entendía porque yo era piedra de


estorbo en su camino en su grandeza. La miré de mala manera de nuevo, y
ella me miró con desprecio.

--¿Kristina?

Ella sonrió de medio lado.

--¿Tu me mandaste a secuestrar?

Ella rió ante mi comentario.

--Es más que obvio. Pero tranquila solo estamos de pasada, quiero que veas
a mis demás presas—dijo ella mientras me sujetaba por el cabello y
haciéndome fijar la vista en dirección a la esquina de la enorme bodega en
la que estábamos.

Dos figuras estaban delante de mí atadas de manos y pies con sogas y con
varios moretones en todo su rostro y cuerpo. Eran la madre y la hermana de
León. Todo el aire salió despedido por mis pulmones. 73
Esto no podía estar pasando.

No ellas no.

Le miré con furia.

--Suéltalas—demandé con rabia.

Ella sostenía un bastón de hierro en su mano ahora.

--No estas en posición de demandar nada—

El golpe fue interceptado por mi rostro.

La sangre comenzaba a correr por mi ojo derecho. Me miraba con


autosuficiencia.

--Tranquila nena, que la noche es joven—dijo antes de soltar otro golpe


contra mi rostro.

Su teléfono celular comenzó a sonar inmediatamente, sacó su S5 de su


bolsillo y contesto la llamada.
--Hola cielo, no sé donde pueden estar tu madre y tu hermana—dijo con el
tono más cálido que pudo antes de continuar—Oh, ¿secuestradas? ¿Quién
pudo haber hecho algo así?—

La miraba con mi mirada más fría.

¿Cómo podía alguien ser tan fría y manipuladora?

Además de eso, falsa como un billete de tres bolívares.

Ella jugaba con uno de sus rulos rubios mientras lo metía detrás de su oreja.

--Claro, claro. Si me entero de algo te hablo por teléfono. Te quiero León—

Toda la sangre de mi rostro fue drenada.

¿Cómo podía existir alguien tan cínico en esta vida?

Intenté mover mis piernas con esmero pero un dolor sordo en mis
pulmones me impedía moverme, era casi como si ese dolor saliera de la
nada.

Todo el aire que podía contener de repente se esfumaba de mis pulmones 74


con violencia.

Ella me miraba con burla.

--Al parecer León se acaba de enterar que su madre y su hermana han


desaparecido. Es cuestión de tiempo de que se entere de tu desaparición
también. Es hora de que comencemos con esto—dijo mientras sacaba un
revolver de su cartera Gucci.

Y ella comenzó a jugar con ella.

Era casi como un baile de mirada y vaivenes.

De repente su secuaz interrumpió nuestra charla. Le hizo un llamado y


Kristina abandonó la habitación.

Si tenía un chance para escapar era este, pero no lo iba a desaprovechar ni


siquiera un segundo.

Caminé hasta el filo de una mesa y comencé a intentar romper con el filo,
con él.
El tiempo en esta situación era oro.

Y no iba a desaprovecharlo.

Según tenía entendido la señora Cisneros y su hija estaba en la otra


habitación, pero llegar a ella me iba a costar. Y lo sabía…era hora de
actuar. Un golpe en seco y varios disparos fueron escuchados por mí en la
salida de la habitación, toda mi sangre se heló por los disparos, venían de la
habitación a la cual habían arrastrado a la hija de la señora Cisneros, si eso
era así.

Mi mente no quería dar conclusiones precipitadas, pero…algo me decía


que la sangre estaba comenzando a correr.

Si no me movía pronto, lo peor podría abarcarnos y rápido.

Me paré con dificultad del suelo cuando la puerta de la habitación se abrió


de golpe, la secuaz de Kristina, Jane venía hacia mí con velocidad. Me
sostuvo con fuerza los hombros y me hizo caer de costado contra el frío
concreto.

Sus ojos inyectados en sangre.


75
Y la vena de su frente comenzaba a brotarse.

--¡Mantente en el suelo o te lastimaré!

Gritó fuertemente.

El miedo se apoderó de mi sistema.

De repente, me arrastraron hasta una habitación oscura y allí me encerraron


hasta que se les dio la gana. No supe cuando se hizo de día o de noche, solo
sé que los días seguían pasando para mí y que me estaba debilitando con el
tiempo.

En cualquier momento Kristina iba a aparecer y me iba a ejecutar, lo sabía,


era lo que quería de mí. Porque de nada le servía mantenerme atada de
manos y pies en una habitación oscura, contaba las horas antes de que
pudiera ser encontrada por alguien o que vinieren a matarme, pero después
de todo.
En las afueras de la habitación solo podía escuchar susurros de voces y
varios golpes sobre una superficie plana.

Si esto iba a ser mi fin, definitivamente no era lo que esperaba.

Cerré los ojos hasta que pude mentalizar mi nuevo plan de escapada.

Si este funcionaba, me ganaría mi libertad y podría ser feliz nuevamente.

Abrí los ojos y tomé un par de respiraciones, si mi plan funcionaba…

Solo si funcionara solo un poco…

Recé para mis adentros. Y aún en mi más punto de debilidad, mi corazón


solo sentía esperanza al saber que tal vez León pudiera estar buscándome
alla afuera, y que Kristina iba a ser arrestada por secuestro y manipulación.

76
8

L
a emoción de la noche comenzaba a caer sobre mí como una marea
de buenas nuevas cuando sentía que la oscuridad ya no bailaba a mi
alrededor como una bailarina de ballet. Solo estaba yo con mi
teléfono celular escondido entre las medias de mis botas y mi autovalor
para enfrentarme a todo. Si Kristina iba a jugar rudo, yo también lo haría.
Caminé por el sendero del callejón oscuro con no más que miedo corriendo
por mis venas, era como si de repente podía presentir que algo malo estaba
a punto de ocurrir como si de repente todos los momentos buenos que había
pasado últimamente en mi vida iban a espumarse como la brisa fresca que
se lleva la mañana.

Una oleada de la noche se pegó contra mi rostro y en medio de una Caracas


a oscuras la incertidumbre de las tazas de inseguridad del país comenzaba a
hacer efecto sobre mi sub consciente. Era como si de repente podía saber
que un delincuente iba a aparecer por detrás de uno de los botes de basura
con un arma y eso iba a ser todo para mi vida.

Tragué fuerte antes de seguir caminando. 77


Una figura delgada y rubia apareció de entre las sombras. Su tan
característico cabello rubio ahora le daba por la cadera en un montón de
ondas que eran de envidiarse, sus ojos azules casi grises me miraban con
desprecio desde el otro lado del callejón. Ella llevaba un mini vestido negro
que dejaba ver sus largas piernas de manera teatral y unos tacones de aguja
en tono plata, además de unos pendientes de oreja de diamantes que valían
más que todos mis bienes juntos.

Miré por encima de mi hombro hacia atrás para ver si podía huir desde
donde me encontraba, no había nadie a no menos de un par de kilómetros
de longitud y ella, era cinta negra en karate hasta donde sabía. La niña rica
había sido entrenada desde pequeña para momentos como estos, donde era
ella o yo la que resultaría victoriosa.

Miré con nerviosismo mis dedos.

Ella bufó ante mi ingenuidad.

--Por lo menos no eres una cobarde—dijo mientras ella se cruzaba de


brazos ante mí—Me alegro que hallas venido, finalmente puedo ver a la
cara a la persona que hizo que mi familia perdiera todo su dinero—dijo ella
con desdén.

Le miré con furia.

--Eso no es mi culpa, lo que tu familia hizo, fue horrible. Pero aún así no
hice nada para que les ocurriera lo que les pasó—dije dando dos pasos
hacia donde estaba ella.

El callejón de repente se convirtió en algo muy estrecho. Ni siquiera el


ruido de las sirenas a nuestro alrededor sonaba ya, solo Kristina y yo en
medio de un callejón a oscuras a mitad de la noche.

Ni siquiera la luna estaba sobre nosotras, todos los vellitos de mi cuerpo se


erizaron por ello. Sabía que algo malo estaba a punto de ocurrir, lo
presentía hasta el fondo de mis huesos y ella me miraba como si asesinarme
era lo único que había venido a buscar. Ni señales de negociación ni nada.
Si quería salir ilesa de esta situación necesitaba ganar tiempo a que León s
perdiera cuenta que no estaba en su apartamento con quien sabe cuántos
guardaespaldas cuidándome, y que viniera a buscarme inmediatamente.
Solo esperaba que fuera lo suficientemente rápido para llegar antes que esta
78
mujer me hiciera un daño del cual no podría recuperarme jamás.

Casi no podía respirar por mi cuenta. Me recosté contra una de las paredes
del callejón para intentar tomar aliento.

Ella se acercó hacia mí con violencia. Y un hombre de no menos de dos


metros de altura se posicionó detrás de mí y luego un profundo dolor de mi
costado se presenció. Caí de rodillas sobre el frío concreto, un montón de
sangre estaba ahora saliendo por mi costado casi como si hubiera sido
lastimada con un objeto punzo penetrante, puse mis manos sobre mi
costado para detener la hemorragia pero la sangre era mucha.

No podía detenerla con la mano.

El frío comenzaba a llenar mi cuerpo a tal velocidad que sentía mis fuerzas
irse poco a poco.

Este iba a ser el fin, y lo sabía. Pero no por gusto, le daría el placer de ver
mi último aliento con una expresión de miedo en mi rostro. Levanté la
mirada para toparme con sus ojos azules encendidos de tal manera que
daba la sensación de estar endemoniada o algo por el estilo.
Un ruido sordo en mis oídos y luego ya me estaba revolcando del dolor en
el otro lado del callejón, el hombre que había contratado Kristina para
lastimarme me había levantado del suelo y lanzado contra uno de los botes
de basura del callejón, todo en mi ser comenzaba a doler con violencia. Y
un dolor leve como de un raspón comenzó a propiciarse en mi frente, en mi
nuca y en mi antebrazo derecho.

Todo dolía y ella solo podía reír al otro lado del callejón.

¿Cómo era esto posible?

Mi vida no iba a acabar de esta manera, esto simplemente, no podía


permitirlo.

Me detuve en pie ante ellos, ayudándome con la pared de ladrillos del


callejón.

Le miré con furia.

--No es mi culpa lo que te pasó, y lo sabes—

Escupí las palabras lentamente mientras la sangre corría por mi costado. 79


Ella me miraba con ira.

--¿Cómo es posible que digas esas cosas?—dijo casi gritándome en el


rostro—Mi familia lo tenía todo antes de que tu aparecieras en nuestras
vidas—dijo ella con aún más rabia de la de antes.

Sus tacones resonaban ante cada paso que daba.

--No es mi culpa que tus padres sean malos inversores, o acaso eso es mi
culpa también—dije cruzándome de brazos ante ella.

--No es eso, es que mi matrimonio con León iba a ser nuestro bote
salvavidas para la situación económica de nuestra empresa. Y tu pequeña
niña lo habéis arruinado completamente—dijo ella levantando sus manos
ante mí.

Casi parecía que me fuere a atacar físicamente.

Di dos pasos hacia atrás para defenderme si ella me fuere a atacar.

--¿El matrimonio con León iba a ser eso para ti? ¿Un seguro para la
empresa de tu familia?
Ahora que lo pensaba tenía sentido.

Muchas familias adineradas dejaban atrás los sentimientos y el amor, solo


por perseguir o mantenerse en las situaciones económicas a las cuales
estaban acostumbrados.

Le miré con incredulidad.

--Si iba a ser eso, hasta que llegaste tú y arruinaste todo—

Me quedé pasmada en mi sitio.

--Pero eso no te da el derecho a secuestrar a la madre y a la hermana de


León. Eso es ilegal Kristina, por favor déjalas ir. Ya me tienes a mí que es a
quien querías lastimar—

Regañe.

--Ella son buenas personas que no merecen lo que les estas haciendo—

Ella me miraba con rabia.

--¡Puedo hacer lo que se me venga en gana!—dijo gritando a los cuatro 80


vientos mientras sacaba un arma nueve milímetros del liguero de sus
medias.

Me quedé helada en mi sitio.

--Hasta puedo matarte si lo deseo, a nadie le harás falta—dijo mientras


cargaba la pistola con una bala y todo en mi mente se detuvo
inmediatamente. El cañón de la pistola sobre mi frente. El frío recorriendo
mi médula espinal.

--Ya deja esto Kristina, deja libres a la familia de León. Ellas no merecen
esto—dije casi con recelo en mi voz—Ya me tienes a mí, por favor déjalas
ir—repetí mientras las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos
cayendo en cascada sobre mis mejillas.

Ella me miraba con los ojos entrecerrados.

--No lo haré, si yo lo perdí todo es justo que León también lo haga—dijo


ella mientras apuntaba el arma directamente a mi rostro—Que pierda a su
madre, su hermana y al amor de su vida el mismo día es solo un precio
mínimo a pagar por haberme arrebatado todo. Di tus últimas palabras
señorita Pérez—

Definitivamente este era el fin, lo había visto venir. Solo que como para
variar, no era mi culpa y si mi vida iba a valer por la vida de las mujeres
que más amaba el hombre que más quería. Lo volvería a hacer sin dudar.

Miré con dubitación a mi perpetradora.

--Si me disparas León nunca te perdonará y terminarás en una celda—


amenacé lo mejor que pude—Por favor, déjame ir con la señora Cisneros y
su hija. No levantaremos cargos contra ti y podemos arreglar un trato para
que la compañía de tu familia no quiebre a final de mes—dije llevando mis
manos sobre mis hombros.

La verdad era que ella me asustaba un poco.

No sabía cómo esta situación se había complicado tanto, solo sabía que si
ella disparaba. Todo iba a terminar, miré por última vez el cañón de la
pistola que tenía sobre mi cabeza y de repente todo se volvió negro…
81

FIN
Continuará…

--¿Emily?

Una voz cálida como la mañana de un día de verano estaba entrando por
mis tímpanos cuando me desperté con todo mi cuerpo adolorido por alguna
extraña razón. Mis ojos no podían divisar la luz y el dolor se esparcía por
todo mi cuerpo como si una bola demoledora me hubiera chocado por
accidente, intenté abrir mis pesados párpados ante esta revelación pero era
como mucho el dolor más intenso que había experimentado en toda mi
vida. La voz de nuevo hacía su aparición por detrás de mis oídos.

¿Era la voz de León?

--Emily, bonita. Te pondrás bien, por favor regresa con nosotros. Me haces
muchas falta—dijo León mientras me besaba los párpados supuse por el
dolor tan intenso que sentí en los ojos, al tocarme—Te amo Emily, por
favor. Regresa con nosotros—

¿Por qué estaba llorando?

Intenté de nuevo despertar pero como no pude, la claustrofobia se estaba


82
comenzando a apoderar de mi sistema. Esto no me podía estar pasando. No
a mí.

Definitivamente algo no estaba bien conmigo y lo sabía perfectamente, era


simplemente como si estuviera muerta en vida. Ninguno de las partes de mi
cuerpo respondían a lo que mi cerebro le mandaba a hacer, solo esperaba
que León pudiere oír mis súplicas por sus besos. Porque en esta situación
sus caricias por más tiernas que fueran, no las podía sentir, no podía sentir
absolutamente nada.

Estaba sucumbida en una oscuridad tan terrible, que ni a los peores de mis
enemigos les hubiera deseado jamás…
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