KADISH PARA MI MADRE - Patricia Suárez

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Kadish para mi madre

Patricia Suárez
Buenos Aires, 2008
Estrenada en Nov 2010
En el teatro Actor’s Studio
Dirigida por Pino Siano

Para María Rosa Pfeiffer

"El cuidado de los funerales, la elección de la sepultura, la


pompa de las exequias son más que nada consolaciones para
los vivos antes que ayuda para los muertos".
San Agustín, La ciudad de Dios, libro 1.

Personajes:
OROPÉNDOLA, la hija
ENRIQUE, el ex marido
BORIS, el último novio
PERLA, la madre anciana
LETICIA, su fantasma

Escenario
Distintos sitios de un cementerio.
Un rosal, un ciprés. Un banco de piedra.

1.
Un prado junto al velatorio.
OROpéndola y su padre, ENRIQUE.
ORO: Pensé que no ibas a venir.

ENRIQUE: Me llamaste, ¿no? Aparte, me gustaría despedirme de ella.

ORO: No vas a poder verla. El cajón está cerrado.

ENRIQUE: Por qué?

ORO: Quiso hacerlo al modo judío.

ENRIQUE (alivio): Creí que era porque estaba muy estropeada…

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ORO: No, es por el rito judío.

ENRIQUE: Tu madre…!

ORO: Era su voluntad.

ENRIQUE: Qué capricho.

ORO: No hables así ahora de ella, no puede defenderse.

ENRIQUE: Se había vuelto muy religiosa en el último tiempo?

ORO: No.

ENRIQUE: Le tenía mucho miedo a la muerte.

ORO: Tenía paz en las últimas semanas. Sufrió bastante.

ENRIQUE: Debiste dejarla en el hospital.

ORO: ¡No!

ENRIQUE: Así sufrieron las dos juntas.

ORO: Estuve con ella todo el tiempo; vi salir su alma del cuerpo. Voló como una
espumita y se apoyó en la viga del techo. Después desapareció.

ENRIQUE: Leticia no creía en el alma.

ORO: Yo sí.

ENRIQUE: Cuando yo la conocí, Leticia decía que el alma estaba acá, en la corteza
cerebral. Te pasan un serrucho y te rebanan la corteza, decía, y te quedás sin alma. Y
tampoco cocinaba tan bien como dicen que cocinaba. Y cantaba, todo el día te taladraba
la cabeza con algún aria. Ella decía que cantaba bien, pero yo estoy seguro de que
desafinaba. Después dejó el canto también y lo bien que hizo. Igual, era una
inconstante: nada le duraba.

ORO: Esperó a que yo me despertara. Estaba la enfermera con ella. Eran como las seis.
Yo me levanté y fui a su cuarto. Le di un beso en la frente; le pregunté: Cómo estás,
viejita? Ella me miró de costado, yo pensé que se iba a reír. Me apretó los dedos y así se
murió. Muy suave; cuando miré hacia arriba vi su alma volar hasta la viga y quedarse
ahí un instante hasta desaparecer. Pobre mamá.

ENRIQUE: No llores.

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ORO: Mamá siempre decía Cuando la abuela se muera, mi vida va a cambiar para
siempre. Pero ella se murió antes. Me pregunto yo, ¿mi vida va a cambiar? Me pasan
tantas cosas, papá, parece que hubiera crecido de golpe. Que hubiera perdido sentido
todo, los dibujos, las pinturas que quería hacer… Encima la casa tiene una hipoteca y
hubo que sacar un crédito para el tratamiento, porque era muy caro. Mi sueldo en el
atelier y la pensión de la abuela no alcanza, yo no sé cómo vamos a hacer…

ENRIQUE: La plata va a salir. Seguro tu madre te dejó…

ORO: La casa, con la hipoteca.

ENRIQUE: Yo no te puedo prestar ahora. Pero vamos a …

ORO: La abuela dice que estamos con el culo al aire. Cómo hace la gente para salir
adelante en estos casos…? Papá…

ENRIQUE: Cómo está la vieja?

ORO: Llora, grita.

ENRIQUE: Tendrían que haberle dicho que tu madre estaba tan enferma.

ORO: Ella no quiso. Para ahorrarle la pena.

ENRIQUE: Fue una crueldad.

ORO: Estás en desacuerdo con todo.

ENRIQUE: Lo siento. Vine porque me llamaste. Yo a tu madre la quería mucho, pero


ya no… eran otros los tiempos en que la quería… Vine a acompañarte a vos; me
llamaste y vine.

ORO: Gracias.

ENRIQUE: Me quedo un rato y…

ORO: Te esperan en alguna parte? No avisaste en la oficina?

ENRIQUE: No, es que…

ORO: Te necesito, papá.

ENRIQUE: Vine para estar con vos.

ORO: Te necesito, pero no sólo porque soy la doliente. Te necesito para el minian.
Necesito diez judíos para decir el kadish por el alma de mamá. Te reservé el décimo
lugar…

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ENRIQUE: Yo ya no soy judío, Oro. Yo no lo practico, no…

ORO: No se puede dejar de ser judío. No es como el alcoholismo, es…

ENRIQUE: Hace años que no piso una sinagoga, yo no… Yo no quiero, Oropéndola.
No me hagas esto.

ORO: Me vas a dejar sola, papá?

ENRIQUE: Tu madre no… Leticia tampoco practicaba, a menos que al final… haya
visitado rabinos milagrosos y cosas así, pero ella no… No tuvimos un casamiento judío.
Ella era atea, nunca creyó en Dios, que yo sepa. De una vez que se peleó con tu abuelo,
de chica… Por qué vas a recitarle kadish? Además, el kadish es sólo para el padre. Por
mí dirás kadish, sólo que yo no quiero, no querré que digas… Lo menos que quiero es
que te pongas a hacer estas cosas… estas cosas judías. Prefiero que te instales en tu
taller, que dibujes, que saques fotos, no sé… que hagas esos pastichos que hacés…

ORO: Lo haría por vos, papá. Diría kadish.

ENRIQUE: Pero yo no quiero nada. Entendéme. Voy a donar todos los órganos, voy a
donar el cuerpo a la Facultad de Medicina, si les sirve algo todavía, claro… y nos
ahorramos el mal momento, las velas, el olor de los crisantemos… Oro…
ORO: Yo voy a enterrarte, papá.

ENRIQUE: No, no, no. Vos estás alterada y no vamos a hablar de esto ahora ni acá. Es
muy natural que estés nerviosa. Cuando falleció tu abuela, mi madre, yo no pude tragar
bocado por tres semanas, que se me aparecía en todas partes diciendo: Come, Hérshele,
come, chiquito… Claro que yo era un niñito y estaba muy impresionado…

ORO: Ayudáme, te lo pido.

ENRIQUE: Por qué me querés a mí…? Seguro hay algún otro judío acá adentro que te
haga de décimo hombre, no yo. Cualquiera lo haría mejor que yo, de verdad, ORO. Tu
madre tenía un novio, ¿no?

ORO: …

ENRIQUE: Ya estaba peleada con él? Un carácter tremendo, Leticia, es… era
bravísima. No está él acá?

ORO: …

ENRIQUE: Si?

ORO: …

ENRIQUE: Qué? No es judío el novio de tu madre?

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ORO: Vas a dejarme sola, papá?

ENRIQUE: …

ORO: Nada más tenés que decir ‘amén’ cuando los otros nueve lo hagan.

ENRIQUE: …

ORO (satisfecha, se cubre la cabeza con una mantilla): Gracias.

ENRIQUE: …

ORO (le tiende una kipá, que ENRIQUE no se pone aún): Tomá.

2.
ENRIQUE se queda en el prado, muy incómodo.
Entra BORIS, muy dolorido, se suena la nariz con un pañuelo. Bajo el sobaco lleva el
estuche de un instrumento. Es una guitarra pequeñita o una mandolina. Tiene un modo
de sonarse la nariz especial, quijotesco. Abre todo el pañuelo hasta cubrirse la cara
con él, luego aprieta alrededor de la nariz y se suena. Sigue y canta bajito la primera
estrofa de Cucurrucucú, paloma de Tomás Méndez. Haciendo esto es como tropieza
con ENRIQUE.

BORIS:
Dicen que por las noches
nomás se le iba en puro llorar;
dicen que no comía,
nomás se le iba en puro tomar.
Juran que el mismo cielo
Se estremecía al oír su llanto;
cómo sufrió por ella,
que hasta en su muerte la fue llamando.

ENRIQUE: Oh!

BORIS: Disculpe.

ENRIQUE: Está bien.

BORIS: Estoy tan apenado…

ENRIQUE: Sí.

BORIS: Los entierros son lo peor del mundo. Dan una pena tremenda. Encima parecía
que hoy iba a llover. Esta mañana cuando asomé la cabeza, estaba lleno de nubes
negras. Ay, Dios. Que no llueva, pensé. Hay algo más triste que un entierro bajo la
lluvia?

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ENRIQUE: No sé. Creo que no.

BORIS: Usted no sabe quién soy yo. No me presenté.

ENRIQUE: Es músico?

BORIS: Sabe por qué estoy yo acá?

ENRIQUE: La difunta quería un funeral con música?

BORIS: No puedo decirle la difunta…

ENRIQUE: Leticia, se llamaba.

BORIS: Ya lo sé.

ENRIQUE: Está escrito en todas las coronas de flores.

BORIS: Ojalá pudiera sacar acá la mandolina y ponerme a cantar de dolor.

ENRIQUE: Vi algo así en una película. Gitana, creo que era. Que se despiden cantando
y bailando…

BORIS: Ella era mi mujer.

ENRIQUE: Leticia?

BORIS: Sí.

ENRIQUE: La difunta.

BORIS: No la llame así, por Dios se lo pido. Me estremece la carne.

ENRIQUE: …

BORIS: No, no era mi mujer propiamente. Soy yo, que estoy enamorado de ella. Ser
músico es una cosa tremenda; una calamidad. Por eso no vivíamos juntos, no. Ella no
quería, al final me pareció que estaba por querer y justo ahí se enfermó… ¡¡Lleváme
con vos, Leticia!!, le grité una vez. No me dejes en este valle de lágrimas!

ENRIQUE: …

BORIS: Me dijo que así al único lugar que me llevaba era a Alcohólicos Anónimos.

ENRIQUE: …

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BORIS: Casi dejé la bebida. Pero ella es una descreída. Aparte era cruel, no me
comprendía.

ENRIQUE: No es el único…

BORIS: Ah, usted lo sabe también? Me fue infiel, sí. Con el tipo que preparaba los
tragos en el Cassandra. Un día la miro a los ojos, así directo y le digo: Leticia, vos
anduviste con otro. Se le veía el disfrute en los ojos; un brillito diferente. Se movía
distinto, parecía una tigresa. Al principio me lo negó; en eso las mujeres son todas
iguales. Me puse como loco. Pero después, para calmarme, me dice: ‘Por un momento
de confusión tanto lío, porque no supe resistir una tentación pasajera…’ Era una cretina,
una fresca; me hacía odiarla a la fuerza.

ENRIQUE: La libertad, para algunas personas, es un valor muy…

BORIS: Usted cómo lo sabía? Se lo confió, usted era amigo de ella?

ENRIQUE: No…

BORIS: Es habitué del restaurant? Yo no lo tengo visto… Los sábados hago violín
húngaro; los domingos, canzonetta napolitana; los viernes mariachis y despedida de
soltero… ¿Usted cuándo iba? Los jueves?

ENRIQUE: En realidad…

BORIS: Los jueves está Adalgisa.

ENRIQUE: No, no…

BORIS: Tiene que ir un jueves y verla bailar. Danzas árabes. Una cintura, unos pechos.
Pero, si yo la miraba de más, Leticia me arrancaba los ojos. Encima eso. Era una celosa,
una desfachatada. Ah, pero cómo estaba enamorado yo de ella…! (se suena)

ENRIQUE: No me dijo su nombre…

BORIS: Boris.

ENRIQUE: Boris…?

BORIS: Boris.

ENRIQUE: Yo soy el marido de Leticia. El viudo, quiero decir. El ex marido, el ex


viudo…

BORIS: ¿Qué viudo?

ENRIQUE: Yo estaba casado con ella. Con Leticia.

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BORIS: Con qué Leticia? Con ‘mi’ Leticia? Me está queriendo decir ‘Cornudo’?

ENRIQUE: No, no. Hace mucho fue, me separé…

BORIS: Ah, sí. No me mienta, mire que yo huelo la mentira en el aire.

ENRIQUE: Estamos divorciados hace veinte años.

BORIS: Qué raro.

ENRIQUE: Leticia no le habló nunca de mí?

BORIS: Nunca.

ENRIQUE: No puede ser! Si me odiaba!

BORIS: Pero ella odiaba a todo el mundo.

ENRIQUE: Yo soy el padre de Oropéndola.

BORIS: Mire usted. La chica no se le parece en nada. Usted dice que es suya?

ENRIQUE (Indignado): Cómo se le ocurre…? (Tranquilo) Supongo… Salió más


semejante a la madre…

BORIS: Pero es buena. Tiene un corazón de oro…

ENRIQUE: Sí. No. Sí …

BORIS: Usted dice que la chica tiene su carácter.

ENRIQUE: …

BORIS: No, ¿verdad? Porque Leticia odiaba a todo el mundo, pero con razón. No era
odiar por odiar, era un odio justo.

ENRIQUE: No… igual no estuvimos casados mucho tiempo.

BORIS: Al lado de ella un día es un siglo.

ENRIQUE: En ese sentido… Cinco años. Hace diez que no la veo. Que no la veía.

BORIS: Ah! Ella y yo hace diez años que… hacía diez años… desde que yo tocaba con
los rumberos…

ENRIQUE: Tiene oído para todo tipo de música…

BORIS (de repente): Ya sé quién es usted.

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ENRIQUE: …

BORIS (Airado): No sé cómo pude pararme a hablarle. Usted se llama Enrique Beker.
¡Lo que hace el dolor, lo que nos hace! Usted es el marido, usted es el que más la hizo
sufrir. Ella lo decía siempre, ella, MI Leticia. ¿Sabe lo que decía de mí? Que yo era el
único que la hacía reír; de todos, de todas las personas que conoció, yo era el único que
la hacía mear de la risa. Y vengo a caer en manos de usted! ¡Lo que es el dolor! Caemos
en manos de cualquiera!

BORIS sale airado.

3.
Más tarde.

ORO: Lo vas a hacer muy bien, papá.

ENRIQUE (sorprendido): Vos lo harás muy bien.

ORO: Me tiemblan las rodillas…

Entra PERLA de la sala de velatorio.


PERLA: Nena, lleváme afuera… Necesito aire limpio…(a E) El señor…?

ORO: Es mi papá, abuela.

Un silencio.

PERLA (trastornada): Un gusto, señor… ¿su nombre?

ENRIQUE: Enrique.

PERLA: Lo he visto en otra parte. Era amigo de mi hija?

ENRIQUE: Sí. No. Hace mucho tiempo.

PERLA: Vio qué desgracia nos ha caído encima!

ENRIQUE: …

PERLA: Leticia era un sol. Nadie que la conocía podía dejar de quererla.

ORO: Dios dio y Dios quitó.

PERLA: Dios no sabe lo que es llevar un hijo nueve meses en el vientre. Cuando nació,
tenía el pelito negro y la piel de porcelana. Me miraba así, como mira un hombre a una

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mujer en el baño. Fue el momento más feliz de mi vida. ¡Son tan tristes los recuerdos!
Usted la conocía del restaurant?

ENRIQUE: No, de antes.

PERLA: Ah. A mí nunca me gustó que le dijeran Leticia la de la fonda, pero ella se reía.
Todo le daba risa. Tenía unas salidas… Yo no me voy a reír más. Mejor, así no muestro
la boca que me quedan cuatro dientes…

ENRIQUE: Usted está bien, señora. Tiene que cuidarse.

PERLA: Nena, acompañáme al baño.

ENRIQUE: Me adelanto, ORO. Te espero en el café de ahí dentro.


ORO: Sí, papá.

ENRIQUE sale.

PERLA (bajo): A ese hombre le veo cara conocida. No quise preguntar, cuando me dijo
que la conocía de antes… Tu madre era tremenda, tenía más amantes que Catalina de
Rusia… A ver si lo ofendía confundiéndole el nombre o el rol con el de otro… Los
amantes entre ellos tienen espíritu de cuerpo. Una ofende a uno y se ofenden todos.
Cómo me dijiste que se llamaba?

ORO: Enrique, abuela. Es mi papá.

PERLA: No, no me suena.

Un silencio, caminan.

PERLA: Por qué estaban esos hombres con un sombrerito negro en la cabeza?

ORO: La kipá.

PERLA: No sé cómo se llaman.

ORO: Para el minián. Para que yo diga kadish por el alma de mamá.

PERLA: Pero qué? Eran judíos?

ORO: Sí.

PERLA: Este Enrique es judío también?

ORO: Sí.

PERLA: Ahora que lo decís, me parece haberlo visto alguna vez. La pasaba a buscar a
tu mamá por el negocio, en bicicleta… Y por qué vinieron los judíos al entierro de tu

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madre? Leticia se hizo judía? Cómo es posible?

ORO: Vos te convertiste al catolicismo, abuela.

PERLA: No, no, no.

ORO: Hace como diez años.

PERLA: No puede ser. Yo no me acuerdo de nada…

ORO: Hiciste una promesa, si se te curaba la pierna, cuando te pusieron los clavos en el
fémur…

PERLA: …

ORO: A San Pantaleón, le prometiste.

PERLA: No sé… ¿Y qué pasó?

ORO: Después fuiste a la iglesia y te bautizaste.

PERLA: No, con la pierna. Qué pasó?

ORO: Estás renga. Usás bastón, ¿no? (Un silencio.) Pero nosotros somos judíos.

PERLA: No lo creo! Esto es un error. Vos y tu madre se la pasan haciendo líos. Se lo


expliqué a Leticia pero no me quiere escuchar. (le habla al cielo) Mi mamá era
checoslovaca. No era judía, era de un pueblito miserable de Checoslovaquia. Y si mi
mamá no era judía, nosotros, ella… no es. No, no es.

ORO: No pude encontrar a Tulio Bembrive.

PERLA: A quién?

ORO: Al primer marido de mamá.

PERLA: Qué falta de respeto, Oro. Vas a hacer una convención de todos aquellos con
los que tu madre se bajó el calzón…?

ORO: Ella lo quería mucho. Hablaba siempre de él.

PERLA: Tulio cuánto…? Sí, me acuerdo. Algo me acuerdo. El Tulio éste… era ciclista,
de competición. Llevaba unos calzoncitos ajustados, todos colorinches; una
inmoralidad. La pasaba a buscar en bicicleta por el negocio y ella se iba con él y lo
plantaba al abuelo. Ah, cómo hacía rabiar al abuelo, tu madre. Parece que lo hacía de
gusto. Ay, ay, ¡son tan tristes, tan tristes, los recuerdos!

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4.
Al aire. En el cementerio, a un ciprés. O en la casa, la viga del techo.
ORO:
Mamá, ¿estás ahí? Me estás escuchando, mamá? Soy yo, soy Oro. Mamá…
Si estás por acá, por favor, contestáme. Hacéme una señal.
Un silencio muy largo.
Vos me dijiste que no me ibas a dejar sola, ¿te acordás?
No puede ser que te hayas olvidado.
Vos siempre me dijiste que está mal el olvido. Cuando me olvidaba de algo, de chica,
me pegabas un coscorrón para que me acordara. No te gustaba tener que estar en todo
vos, me hacías acordarme a mí. Si tenía que hacer los deberes para el día siguiente, o
comprar un mapa para la clase de geografía o un regalito para un cumpleaños…
Vos, mamá, al final, parece que sos vos la que te olvidás de todo.
Yo ahora ya no olvido. Ni dónde está un pincel, ni dónde comprar a menor precio una
acuarela, un papel, un…
Pausa enojada.
Te acordás que me dijiste: Si allá hay otra vida, voy a venir para decírtelo.
Era un pacto, hicimos ese acuerdo.
Dónde estás ahora?
Un silencio breve.
¡Siempre te olvidás de todo!
Dije kadish por tu alma, mamá.
La tremenda congoja que padecías, se va a aliviar con mi plegaria.
Sé que tu alma estará cerca de los lugares que frecuentabas, por lo menos un año.
Nada más te pido que te hagas ver.
Hacéme un signo, decíme una sola palabra.
Tengo el corpiño rasgado desde el corazón a la cintura.
Así lo voy a llevar un año entero, en señal de duelo.
Un silencio muy largo.
Qué silencio tan largo, mamá.
Qué pena tan profunda que me dejes en este silencio.
Estoy desalentada.
Otro silencio muy largo.
Al cabo, las ramas del ciprés se mueven un poco por la brisa. O bien, contra un
ventiluz se posa un gorrión
Qué..?
…es un pájaro?
Hay un pájaro ahí?
Un silencio muy largo.

5.
Camino a la lápida.
PERLA con su bastón casi tropieza. BORIS se apura a tomarla para evitar que se caiga
.
PERLA: Gracias.

BORIS: No tiene de qué.

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PERLA: Tengo los ojos nublados.

BORIS: Las lágrimas.

PERLA: Sí. No hay consuelo cuando se pierde un hijo.

BORIS: Me imagino.

PERLA: Tiene hijos usted?

BORIS: No.

PERLA: Entonces ni siquiera se imagina. Sabe cómo es? (Busca) Como si viniera Dios
en persona y lo escupiera a usted en la cara, delante de todo el mundo. Y le dijera: Sos
una basura tan grande que ni te merecés vivir. Por eso te quito tus hijos. Yo perdí a las
dos, a Rosalía… y ahora…

BORIS: Leticia la quería mucho.

PERLA: Ya lo sé. ¡Usted no sabe! (lamento) ¡Prefiriría que me hubiera odiado, mire!
No sé si está bien lo que digo, Dios me perdone. Pero a lo mejor, a un hijo que odia, una
lo quiere menos…

BORIS: No estoy seguro.

PERLA: Usted tiene madre?

BORIS: Como todo el mundo.

PERLA: Usted tiene a su madre viva? Mire, alcánceme esa flor.

BORIS lo hace.

BORIS: Margarita.

PERLA: No, no. Es una manzanilla. Qué ganas que tiene esta flor de venir a crecer en
un cementerio. Lo debe hacer por competir con las que le echan a los difuntos.

BORIS: Margarita, se llama mi madre.

PERLA: Ah, si?

BORIS: Ya le hablé de ella alguna vez.

PERLA: Cuándo?

BORIS: Cuando venía a la fonda, a visitar a Leticia. Yo a veces estaba, tomábamos un


vinito y charlamos…

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PERLA: Espéreme un poco. Déjeme ver. (PERLA abre su bolso y se pone los lentes).
Usted es el cantor. El amigo de mi hija.

BORIS: …

PERLA: Ella no lo dejó a usted? No me diga que estaban juntos todavía! Pero esta
Leticia me dá un disgusto tras otro! Yo le dije –con debido respeto- Ese hombre no es
para vos. Una mujer tiene que buscar un hombre que sea más que una. No un
pelafustán.

BORIS: Yo la adoraba.

PERLA: Sí. Eso no lo pongo en duda.

BORIS: Fue el amor de mi vida.

PERLA (lo mira detalladamente): Mi hija?

BORIS: Y, sí.

PERLA: Ella se quejaba. Me decía: A … -disculpe, no recuerdo su nombre-…

BORIS: Boris.

PERLA: Eso. A Boris no le gusta salir el aire libre, disfrutar del sol. No le gustan los
paseos en bicicleta, las caminatas…

BORIS: Me gustaba ir con ella tomados de la mano bajo la luz de la luna.

PERLA: Pero se vé que a ella le gustaba más el sol. Usted tendría que haberla dejado de
molestar cuando se dio cuenta que no era hombre para ella.

BORIS: Ella era la mujer hecha por la Providencia para mí.

PERLA: Usted la perseguía. Le contaba chistes, la hacía reír. Convengo que a ella le
gusta, le gustaba ¡no me acostumbro a hablar así de mi Leticia!, le gustaba reírse y tenía
la risa fácil… Pero, por lo que se vé, usted era insistente. No hay que ser insistente con
la mujer, ¿sabe? Ella a veces me decía: Mamá, este tipo no me deja dormir. Me llama a
las dos de la mañana, a las cuatro de la mañana, borracho como una cuba y me canta
una serenata. Que Cucurrucucú paloma, que María Bonita: no pego un ojo.

BORIS: Yo la adoraba.

PERLA: Sí. Llamá a la policía, le dije. Que te intervengan el teléfono y lo apresen. Era
un buen consejo.

BORIS: Ella me quería también.

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PERLA: Leticia nunca me hacía caso. Nació al revés, de nalga.

BORIS: Mucho, mucho.

PERLA: Lo hizo a propósito.

BORIS: Quiere que vayamos hasta el rosedal?

PERLA: Sí. Espérese que guardo los lentes.

BORIS lo hace.

PERLA: Deme su brazo.

BORIS lo hace.

PERLA: Qué lindo brazo tiene, musculoso.

BORIS: Es con el que toco la guitarra.

PERLA: Me gustaría haber tenido un novio como usted, de muchacha.

BORIS: Músico.

PERLA: Fuerte, musculoso.

6.
Frente a la lápida.
BORIS y ORO.

BORIS (lee): “Tracen, tracen el camino que a la casa de Dios sube y quítense las
sandalias, para honrar la sepultura de toda una señora y noble dama. Una mujer grande.
Tal fue la señora Leticia Pimentel, que aquí yace.”

ORO: …

BORIS: ¿La escribí yo?

ORO: No. La copié. Era lo habitual cuando se enterraba a una mujer judía. Hace siete
siglos atrás.

BORIS: Aquí van a poner el cajón?

ORO: Sí. En un rato.

BORIS: Yo no quiero estar.

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ORO: Tenemos que estar todos.

BORIS: Qué importancia tiene que yo esté o no?

ORO: Por su alma.

BORIS: …

ORO: Está allá. En aquel arbolito. Mirándonos.

BORIS: Vos nunca me pudiste tragar.

ORO: No es cierto.

BORIS: Ella me dijo que me tenías rabia. Por eso es que al final, no me dejaste pasar a
su habitación…

ORO: El amor de mi madre fue mi padre. Pero ella nunca lo quiso admitir. El se muere
por ella, también. Sino, no hubiera venido. Pero disimula, se hace el que no le importa.

BORIS: …

ORO: Tuvo otras parejas después. Como quien juega a la popa mancha, nada serio.
Inés, Inés no sé cuánto fue una con la que casi se casa. Pero por suerte no se casó.

BORIS: Por qué tu madre no quería que yo durmiera en tu casa?

ORO: Al principio me pareció que era un pajarito. Que agitaba las ramas. Un gorrión, o
un benteveo. Pero después me acerqué bien y no había nada. Ni una arañita. Era el alma
de mamá.

BORIS: Vos le hacías una escena de celos. Por eso ella no me dejaba.

ORO: Creés en el alma, Boris?

BORIS: Qué?

ORO: Pensás que hay vida después de la muerte?

BORIS: Yo le prometí a tu madre dejar la bebida si ella se casaba conmigo.

ORO: A ella le cuesta cumplir las promesas que hace.

BORIS: Me dijo que sí. Hasta busqué un cura, una iglesia. Después me dijo que era
judía. Bueno, casémonos por el rito judío. A mí me da todo igual. En el fondo soy ateo.
Agnóstico: o no sé cómo se dice. Acepta si me convierto al judaísmo, dice. Me
convierto, ¿qué hace falta? Circuncidarte, dice. Así que quiere que me la corte con un

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cuchillo. Era tu madre y disculpame que te diga, porque yo la quise más que a mis ojos,
pero era cruel. Eso no se le pide a un hombre, a un caballero. No es una prueba de
amor…

ORO: Es el prepucio…

BORIS: No es una prueba de amor normal, pedirle a un hombre que se lo corte.

ORO: Ella, el último día, me prometió que si había otra vida, iba a venir a decírmelo.
Para que yo viviera con esperanza. O dentro de la religión, no sé.

BORIS: Para ustedes las mujeres es fácil ser judías. Total, no les cortan nada.

ORO: Boris: decíme la verdad. Mamá, ¿vive?

BORIS: Qué?

ORO: Dicen que sólo los enamorados saben si el amado sigue vivo o no. Mi mamá,
¿vive? ¿Está viva en alguna parte?

BORIS: Si está ahí dentro…

ORO: La carne, estúpido, el cuerpo. Yo te pregunto otra cosa…

BORIS: Mientras la recuerdes, a lo mejor.

ORO: Pero su alma?

BORIS: …Y ni siquiera el recuerdo sobrevive.

ORO: …

BORIS: Leo esta inscripción y estoy seguro de haberla escrito yo. Qué cosa.

7.
ORO sola. Al ciprés.

ORO: Ya sé que estás ahí. Que no vas a hablarme, mamá.

Leticia sale detrás del árbol se para delante de su hija y le sonríe, plácida.
Pero ORO no puede verla.

ORO:
Unos días antes, cuando vino el médico del dolor, me indicó que te dijera todas las
cosas buenas que tenía para decirte.
Dejé todo lo que estaba haciendo para estar con vos.
Unos bocetos, una paloma zurona…

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Tengo como un vacío en el pecho… Una cosa me entretiene y después otra… y después
me empecino para conseguir algo, por ejemplo vender un dibujo, un bandoneón al
carbón, en la feria, el puesto 118 de la calle Humberto Primo, el mi amigo, un amigo…
Yo no me enamoré nunca, mamá.
Ya llegará, decías vos, pero no llega. ¿Por qué esto?
No importa, el médico vino y me dijo: “Le quedan tres días a tu mamá.”
Como si fuera lo más normal del mundo.
“Decile todo, nena, despedíte.”
Porque no ibas a vivir más de tres días y necesitabas irte en paz.
Pero no podía, se me quedaba atragantado.
Soy una estúpida, mamá, perdoname.
Yo decía: si me despido de ella, es como decirle estoy esperando a que se muera.
Así que no pude decirte nada.
Te fuiste igual y cuando te fuiste se me quedaron los te quiero atragantados.
Se me quedaron los perdoname por las rabietas que te hice dar.
Se me quedaron los reproches injustos que te hice…
Acá en el pecho, las veces que te odié.
Qué lástima que no estés acá.
En este momento.

Leticia queda enfrente a ORO.


Leticia alza una mano como para tocar la mano de ORO.
Están en espejo.
ORO levanta su mano.
Nota su presencia.

Estás acá?
Escuchaste?

Ambas levantan las manos y casi se rozan los dedos.

8.
Junto a un rosal. PERLA está cortando una rosa.

LETICIA: Mamá…

PERLA busca quien le habla.

LETICIA: Mamá, soy yo. Tu hija.

PERLA (sin ver): ¿Qué…?

LETICIA: Soy Leticia.

PERLA se da vuelta sobresaltada,se persigna.

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PERLA (con la mano en el pecho): Vas a matarme.

LETICIA: No te asustes.

PERLA: Estaba cortando una rosa para… eso no es pecado. No es pecado cortar una
rosa. Acá no hay ningún letrero que diga que está prohibido. Al jardinero no le importa.

LETICIA: Qué hacés haciéndote la señal de la cruz?

PERLA: La iba a poner en tu tumba cuando la cierren y justo vos… Querés que yo me
infarte. (la madre sigue atareada con cortar la rosa). Venís a pedirme perdón? Lo buen
que hacés. Te pensaste que yo soy estúpida, que no me daba cuenta? Qué tenés hija?, te
preguntaba. Anemia. ¡Bah, bah! Le hice promesas a la Virgen Desatanudos, a Santa
Rita de Casia, patrona de lo Imposible…, para que te curara el cáncer o para que te
matara a la estrafalaria de doctora que tenías… (imitando la voz de Leticia) ¡Anemia!

LETICIA: Mamá, no tengo mucho tiempo.

PERLA: Siempre decís lo mismo.

LETICIA: Tengo un mensaje para Oro. Es importante, tenés que escucharme. ¡Tengo
tanta culpa de no habérselo dicho en vida! No sé, estaba trastornada por el dolor y ella
tiene que saber.

PERLA: “¡Oy guevald!”

LETICIA: Ella está allá ocupada con la gente y yo no sé cuándo podré volver. Mamá,
¿me oís?

PERLA: Me pinché con las espinas.

LETICIA: Cuando papá se fue, me confió el oro. Los lingotes que compró ¿te acordás?,
con la venta del consultorio del abuelo, la llave, el negocio, la clientela, y compró oro.
Lingotes, mamá.

PERLA: Puta, me sale sangre. Qué hago? Me chupo el dedo?

LETICIA: Prestáme atención, por favor. Papá compró veinte lingotes de cien gramos;
en esa época el oro tenía otro precio, pero ahora subió…

PERLA: Papá hizo eso?

LETICIA: La morfina me hizo olvidar decírselos…. Me olvidé como una estúpida que
estaba esa plata!… Al principio, pensé que iba a salir, me iba a recuperar. Por eso
cuando Oro hipotecó y firmé. Pensé en cuanto me levante, veo cómo lo pago…

PERLA: Por qué nunca papá me lo dijo a mí?

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LETICIA: Nunca voy a perdonarme no habérselo dicho a Oro.

PERLA: Me ofende. Yo no soy una charlatana. A él le tendrían que cortar la lengua, no


a mí. No a mí, que nunca revelé un secreto que afectara nuestra casa. Qué maldición tu
padre, cómo me maltrataba.

LETICIA: Mamá, el oro está guardado en una cafeterita de cobre, entre las cosas viejas,
arriba del ropero que está en el altillo. La faja que la abuela usaba después de parir, la
usé para envolver el oro y lo metí adentro de la cafetera turca, la que trajeron de allá. Te
acordás?

PERLA: …

LETICIA: Mamá, tenés que acordarte.

PERLA: Estoy muy herida.

LETICIA: Le tenés que decir a mi hija. Dónde está el oro.

PERLA: Si vos pudieras venir en otro momento y hacerme acordar…

LETICIA: Mamá, ¡no es un viaje desde Glew en tren!

PERLA: Te acordás cuándo vivíamos en Glew? Qué lindo. Estaba tu tía Savina y
Sarita…

LETICIA: ¡Estoy muerta, mamá! Me morí de cáncer.

PERLA: Por tu culpa. Porque yo te dije que vieras al doctor Meyer. Pero vos te
empecinaste con esa doctora Ritenmayer, que vaya a saber qué matasanos le dio el
titulo… Vos viste el diploma colgado en el consultorio? A que no? Porque no lo tiene!

LETICIA : Lo hecho, hecho está. Yo te hablo del oro escondido. Para que se lo dejes a
mi hija. Para su cuidado, ¿entendés? Hay plata también, papeles, de la indemnización de
Rosalía.

PERLA: Rosalía, pobrecita.

LETICIA: Dólares, son dólares. Un rollito. Se lo guardó papá para que no los gastara y
ella nunca se los reclamó… Después, ella se fue, partió.

PERLA: Siempre te creíste que yo la quería más a ella. Yo las quería a las dos igual,
cada una era un dedo de la mano. Te corten el dedo que te corten, todos te duelen igual.
Tenía que salir a repartir la revista en bicicleta ese día justo cuando el camionero
borracho…

LETICIA: Están llenas de deudas, mamá.

20
PERLA: La viste a Rosalía?

LETICIA: No vi a nadie.

PERLA: Qué sitio más solitario es tu muerte.

LETICIA: A lo mejor es que la vida es como un parador, una fonda en el camino hasta
que…

PERLA: Una hija está en un cementerio y otra hija en otro. Me la voy a pasar en
colectivo por toda la ciudad para ponerles una flor que se pudre en un abrir y cerrar de
ojos. ¡Qué desgracia, y yo sigo viva!

LETICIA: Hay una hipoteca que cubrir, mamá. No quiero que la nena y vos queden en
la calle. ¿Cómo van a salir adelante? Vendan el ORO de papá. Usen los dólares de
Rosalía.

PERLA: Está bien, está bien. Tenés un lapicito? Así me lo anoto en la mano y apenas la
veo le digo.

LETICIA: Pero, ¡cómo voy a tener un lapicito! ¡Tengo una mortaja!

PERLA: Porque te encaprichaste con los judíos esos. ¿Quiénes son? Yo tenía el
vestidito de la María Fariña, ¿te acordás?, el que se hizo hacer en Málaga cuando el
casamiento de Savina. Te lo hubiéramos puesto y quedabas ni que pintada: una difunta
preciosa.

LETICIA: Mamá, yo no sé cómo es este mundo. No sé si lo veré a papá. Pero si lo veo,


me va a reprochar toda la eternidad no haberle procurado el oro a mi hija. Te pido por
favor…

PERLA: Uno se dá cuenta cuánto lo quisieron los padres, cuando cría hijos.

LETICIA: Te voy a guardar un lugar en el paraíso, mamá.

PERLA (haciendo chasquear la lengua): me cambio la alianza de dedo. Así me acuerdo


que tengo que decirle algo a la nena. Ahora hay que rogar que después me acuerde por
qué me cambié la alianza…

LETICIA: Tengo que irme.

PERLA: Tan rápido?

LETICIA: Sí.

PERLA: Dame un beso.

LETICIA: No puedo tocarte.

21
Leticia se vuelve y se va caminando tranquilamente.
PERLA le hace adiós con la mano. Quieta, apenas sus dedos se mueven.

9.
ENRIQUE fuma un cigarrito sobre un túmulo.
Entra ORO.

ORO: Creí que habías dejado…

ENRIQUE: Dejé, sí.

ORO: …

ENRIQUE: Hace seis meses dejé. Antes de ir a la India. Pero el viaje a la India me puso
muy nervioso y cuando volví empecé a fumar. Fue un error ir a Calcuta. Tendrían que
advertirles a los turistas que es un grave error ir a Calcuta y ver todo ese infierno del
hambre y los chicos…

ORO: Pensé que eras de la filosofía de que en la vida hay que ver lo máximo posible…

ENRIQUE: ¿Yo? No; hay que ver lo menos posible. Fui porque me mandó la empresa;
algún maldito sádico planeó una convención ahí. Tocó, tuve que ir.

ORO: Estás solo, papá?

ENRIQUE: A menos que el alma de tu madre esté sentada en aquella piedra, acá no hay
nadie más.

ORO: Digo si no estás saliendo con nadie.

ENRIQUE: No.

ORO: Inés?

ENRIQUE: Ya es cosa del pasado.

Un largo silencio.

ORO: No podés olvidarla.

ENRIQUE: A Inés?

ORO: No, pensaba en mamá.

ENRIQUE: Ah, tu madre.

22
ORO: Pero ustedes se querían.

ENRIQUE: …

ORO: Por qué no tuvieron otros hijos?

ENRIQUE: No vinieron.

ORO: Pero tenían ganas?

ENRIQUE: No. Yo no. Tu madre sí. Hasta tenía nombres para los futuros hijos; una
pesada con ese asunto. Pero no nos llevábamos bien, nunca nos llevamos bien. Yo no
me entendía con ella. Hablábamos otro idioma.

ORO: Ella decía que vos tenés muy mal carácter.

ENRIQUE: Es probable. Tu abuela me hizo así. Otra que te sacaba canas verdes.

ORO: Me das una pitada?

ENRIQUE: Es fuerte.

ORO: Por favor.

ENRIQUE le pasa.

ORO: Mamá dice que vos eras de pelear. Un día la peleaste de más y ella se fue para
siempre.

ENRIQUE: En cinco años se habrá ido para siempre quince veces más o menos. Veinte,
capaz. Pura amenazas, no viste cómo era?

ORO: Dice que la golpeaste.

ENRIQUE: …

ORO: No es bueno este tabaco. Te entra carraspera.

ENRIQUE: No fumes, entonces.

ORO: Dice que la golpeaste esa noche y que a veces, otras veces, peleando, también te
propasaste. También la golpeaste.

ENRIQUE: Apagá el cigarrillo, Oro. Vos se lo creíste a tu madre?

ORO: Prefiero terminarlo.

ENRIQUE: Sabiendo que es una mentirosa le creíste…?

23
ORO: Sí.

ENRIQUE: La verdad es que no me acuerdo. Pero ella me sacaba de quicio. (un


silencio) No recuerdo haberle puesto una mano encima. Ni a ella, ni a Paula, ni a Inés…
Igual, ninguna me sacó tanto de quicio como tu madre.

ORO: Te escribí cuando se puso mal. Pidiéndote plata prestada. Nunca me contestaste.

ENRIQUE: Estaba en Bélgica. No funcionaban los correos.

ORO: Cuando ella se enteró que te pedí plata, se levantó y me amenazó con darme una
paliza si te volvía a pedir.

ENRIQUE: Es una orgullosa.

ORO: me dijo que nunca tenía que pedirte plata.

ENRIQUE: Sos mi hija, podés hacerlo. Si tengo, te voy a dar.

ORO: Me dijo que te pida devuelta la biblioteca de la tía cuando era chica. Una
biblioteca rosa, libros infantiles, cuentos de hadas, libros de Monteiro Lobato…

ENRIQUE: Qué?

ORO: …los de Naricita, los tenés vos, dijo mamá. También la biblia del abuelo,
encuadernada en piel de lagarto… Me dijo que te pida todo devuelta.

ENRIQUE: Yo ni sé si tengo eso. No me acuerdo. Lo habré tirado a la basura para que


no junte ácaros, ni gorgojos…

ORO: Voy a ir a tu casa a buscarlos.

ENRIQUE: te gusta hurguetear, como a tu madre.

ORO: Son míos, los quiero devuelta.

ENRIQUE: Si están en mi casa… Tu madre los habrá dejado porque no los quería.
Después le habrá dado culpa de hacer a un lado las antiguallas del viejo…

ORO: Las olvidó en la mudanza, dijo. Hizo la mudanza de apuro.

ENRIQUE: Siempre estaba apurada, no sé quién la corría…

ORO: Dijo que la noche anterior le diste una paliza. Llamó a la tía y a Estrella y entre
las tres empaquetaron todo. Mientras vos estabas fuera. Pero dejaron los libros, se
olvidaron. Después ya mamá no piso nunca más tu casa. No pudo traerlos.

24
ENRIQUE: Cómo le gustaba mentir a tu madre. Pero no te dijo que después, durante
mucho tiempo, no me dejó que me acercara a vos. Y vos no te acordás porque tenías
cinco años. Lo que sufrí yo, no lo sabés. Te miraba pasar desde la otra esquina, cuando
te llevaba al jardín. El juez me puso una orden de restricción y no me podía acercar más
que a quinientos metros. Qué hija de puta, que Dios la perdone, porque yo no. Es la peor
persona con que me he cruzado, el lobo con piel de cordero, qué asquerosa.

ORO: Mamá dijo que le prometió a la tía cuando estaba en el hospital que pondría sus
libros en nuestra casa…, los que ellas leían de chicas.

ENRIQUE: Podría invitarte a la India, para que estés conmigo. Para que recuperemos el
tiempo perdido…

ORO: Quiero esos libros, papá.

ENRIQUE: Está bien. Vení pronto a buscarlos, Oro. Porque si yo los encuentro antes, te
juro, te juro por lo que más quieras, que los quemo. Hago una fogata en el patio y uno
por uno, los quemo.

10.
Apoyando su espalda en un arbolito, está BORIS rascando la guitarra.Canta.
BORIS:
Acuerdate de Acapulco
de aquella noche
Maria Bonita, María del alma…

Leticia: Chist. Chist, BORIS.

BORIS: …

Leticia: Boris, acá.

BORIS: Virgen santa!

Leticia: No, soy yo. Leticia.

BORIS: Despertaste de la muerte.

Leticia: No, vine a decirte adiós.

BORIS: Tu hija no me dejó entrar al cuarto a despedirme.

Leticia: Yo se lo pedí. No quería que me vieras así, tan deshecha…

BORIS: Estuviste mal conmigo.

Leticia: Dame un trago. ¿Qué hay en la petaca?

25
BORIS: Dejé la bebida.

Leticia: No me hagás reír. Dónde la tenés? Qué es? Whisky?

BORIS: Ron…

Leticia: Dame un sorbito.

BORIS: Venís a llevarme con vos?

Leticia: Justamente, Boris.

BORIS: Hablás en broma.

Leticia: Parecés un alma en pena.

BORIS: Por qué no te casaste conmigo?

Leticia: No sé.

BORIS: Podés buscar una respuesta mejor?

Leticia: Es que no sé. Ese ron es Negrita.

BORIS: Sí.

Leticia: Quién te lo trajo?

BORIS: Te hice una pregunta yo primero.

Leticia: Y te contesté. No sé; a veces quería, después no quería. Me daba miedo que se
marchitara la relación. No tiene que ver con el amor que yo siento por vos. Casarse es
otra cosa, es… Hay que tener mucha estabilidad emocional para estar casado, mucha
cosa…

BORIS: Está bien.

Leticia: No me podés entender.

BORIS: Yo no voy a olvidarte.

Leticia: Hace siete años que me lo decís, por lo menos. Y no te sabés ni siquiera mi
número de teléfono de memoria. Ni cuándo cumplo los años, ni qué número de zapato
calzo y te lo habré dicho…

BORIS: Ahora eso ya no tiene importancia.

26
Leticia: Seguí con esa canción, ¡es tan linda! La compuso Agustín Lara para María
Félix, para reconquistarla, creo.

BORIS: Yo te hubiera hecho una canción, si me hubieras dicho que sí.

Leticia: ¡Te dije que sí!

BORIS: Me quedó tuyo un puñado de cartas y una pena en el corazón…

Leticia: Seguí cantando, Boris. Seguí con la canción…

BORIS:
Amores habrás tenido muchos amores
María Bonita, María del alma;
pero ninguno tan bueno ni tan honrado
como el que hiciste que en mi brotara
Lo traigo lleno de flores
como una ofrenda
para dejarla bajo tus plantas,
recíbelo emocionada
y júrame que no mientes
porque te sientes idolatrada…

Entra ORO.

ORO: Estás cantando el día del funeral de mi madre?

BORIS: Es que…

Leticia sale, sigilosa.

BORIS: …ella, ella…

Leticia (ORO no la ve): Chau, amor.

BORIS: ¡No…! Ya se fue.

ORO (con la petaca en la mano): No tomés más, Boris.

BORIS: Ay, ella se fue. Otra vez me dejó.

ORO: Basta, Boris!

BORIS: Sí.

11
Frente al foso donde van a bajar el ataúd.

27
PERLA: Me acordé: tengo que decirte algo.

ORO: Ahora no, abuela. Me peleé con papá.

PERLA: Cuál es tu papá?

ORO: …

PERLA: El peladito con el saco largo, negro?

ORO: No, ese es el rabino. Se puso un kaftán.

PERLA: Ah, es que no veo bien.

ORO: Es uno con un traje gris, espigado…

PERLA: Uno barrigón? Mostrámelo cuando se ponga a la luz.

ORO: Cómo es posible que no te acuerdes de mi padre?

PERLA: Es que no me quiero acordar mejor!

ORO (con resignación): Le dije cosas que no hacían falta. Todo por unas fruslerías…

PERLA: A veces hasta las guerras se hacen por eso. Más de una hija de rey mata por
fruslerías…

ORO: Puede ser. Pero tal vez no valía la pena pelear.

PERLA: Miro ese agujero en la tierra y se me estruja el estómago. Por qué Dios me
castiga con esta visión? Me maldice para que yo llegue para semilla. Me gustaría tener
las uñas de un gavilán, para arrancarme las entrañas de cuajo.

ORO: No hables más. Quedémonos en silencio.

PERLA: Tengo que decirte una cosa.

ORO: Este es un lugar sagrado; tiene que haber paz.

PERLA: Tengo miedo de olvidarme sino te la digo. Una no es dueña de nada, salvo el
olvido. Escucháme bien.

ORO: Está bien.

PERLA: Miro el agujero y digo: cómo crié yo a mis hijitas? Cuando es pequeña a una
hija se le enseña a decir por favor y gracias; cuando es mayor, cuando se hace señorita,
le enseñas cada cuánto debe cambiarse la ropa interior y el paño entre las piernas en la

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menstruación, le enseñas que el agua de rosas y el limón borra las pecas y los lunares; le
explicas cómo debe dejarse llevar por el hombre en un baile, cómo caminar con los
tacos altos… Cuando una hija se casa, le enseñas que las sábanas se cambian una vez a
la semana, y que se barre todas las noches la casa, después de cenar, en dirección a la
puerta, para la suerte y para que no entren las ratas. Cuanto una hija tiene familia, le
dices cómo hay que aguantar el parto, cómo dar la teta, cómo cantarle nanas al bebé…
y cuando es vieja, para cuando una hija es vieja no le enseñas nada porque esperas estar
muerta y sepultada para ese entonces…

ORO: Voy a tratar de acordarme los consejos, abuela.

PERLA: ¡No! No es eso lo que quería decirte. No.

ORO: …

PERLA: Hay un dinero en la casa, eso me dijo tu madre. Un día me lo dijo, no importa
cuándo. Después se me fue de la mente, tan grande el dolor que sentía. Porque vos y ella
creían que yo no sabía de la enfermedad, pero yo sabía. ¡Cómo no iba a saber, si yo la
llevé aquí dentro nueve meses, yo la parí! ¿Quién te conoce mejor que tu madre? Ay,
muchachas. Es oro y plata, lo que dejó tu abuelo, está envuelto en la faja de la abuelica
Yasmin, arriba, bien arriba en la casa… Unos ahorros, seguro que creía que era una
fortuna…

ORO: Este es momento para…?

PERLA: No quiero olvidarme más nada. Ningún encargo.

ORO: …

PERLA: Mi única esperanza es morirme mañana.

ORO: Ojalá que no.

PERLA: La esperanza de volver a verlas a mis hijas me mantiene. Ojalá me muera.

ORO: Basta, abuela.

PERLA: Ojalá me muera mañana.

ORO y PERLA se abrazan.

12.
Sonido del follaje.

ORO: ¿Qué hay…? Es un pájaro? Mamá, ¿sos vos?

LETICIA: …

29
ORO: Por qué te ocultás así?

LETICIA sale a la vista: No me oculto. Pienso.

ORO feliz: ¿Pensás?

LETICIA: Pienso que debo decirte. Acá tampoco hay mucho tiempo.

ORO: Gracias.

LETICIA: Le dije a tu abuela dónde está la plata. Buscás arriba, en el altillo. Envuelta
en una faja…

ORO decepcionada: Eso me vas a decir?


LETICIA: Es que me preocupo por tu futuro.

ORO: Ya sé, ya sé.

LETICIA: Querés cosas importantes, trascendentes? Es eso lo que esperás que te diga?

ORO: Y sí. Uno no viene de la muerte por cualquier chiquitez.

LETICIA: No es chiquitez. Son como diez mil dólares.

ORO: Sí, pero la plata… A mí qué me importa la plata.

LETICIA: Es una casa, no la plata. Es mi casa, la de tu abuela… Es el lugar donde


vivimos. Ahora se usa ser cosmopolita, pero…

ORO: Siempre estás diciéndome que estoy equivocada. Seguro que no te gusta ni el
funeral, la ceremonia…

LETICIA: Me gusta, me gusta. Pero convengamos que es una exageración. Sos una
exagerada. Aparte, trajiste a todos estos tipos… Estás empeñada en creer que tu padre y
yo nos queríamos. Mil veces te dije que no nos queríamos. Y Boris… Boris es un pan
de Dios, no se merecía venir a sufrir acá. A mí un poco me dá vergüenza esto… No el
amor, no entiendas mal, el amor no… Pero esto de que ellos se encuentren cara a cara…
Vos tendrías que preocuparte por encontrar un amor para vos. No estar molestando a…

ORO: A Tulio no lo encontré.

LETICIA: Yo sí.

ORO: Está muerto?

LETICIA: Lo encontré en un chat, una noche. Vive en Francia. Es de los que se fue para
tener dos autos, dos casas, dos todos. Acá era un deportólogo, pero en Nantes es

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acomodador de cine, el Alexandria creo que se llama y puede tener dos todos. Y eso que
el cine es de medio pelo. Creo que es de esos tres equis…

ORO: Vos a él sí lo querías.

LETICIA: Sí.

ORO: Y lo dejaste de querer?

LETICIA: A los hombres que quisiste una vez, los seguís queriendo siempre. Es una
frase de una vieja amiga, no mía. A lo mejor es cierta.

ORO: Vos no quisiste a ninguno. Vos no podés querer a nadie, mamá.

LETICIA: Si pudiera tocarte, te pegaría una cachetada. A vos te quiero, ¿te parece
poco? A la abuela la quiero. La quería a Rosalía, mi hermana. Lo quería al abuelo.
Quería a mis abuelos. Quería a mi profesora de piano, al profesor de canto, al aprendiz
de músico que me enseñó a solfear. Yo quería otra cosa para mí, no creas. A lo mejor
me imaginé estupideces. Quería ser una gran cantante, ir a la Scala de Milán…
Burradas. Te las conté mil veces. No puedo perder el tiempo de la Eternidad para
hablarte de lo que te hablaba antes…

ORO: Tenés linda voz.

LETICIA: Pero ser una cantante famosa, internacional, significa poder moverse, no?
Irse. Viajar. Yo no podía dejar a la abuela… tengo… tenía raíces muy profundas… Por
eso empecé a cocinar… Hacer de comer, darle a otro algo que siempre viene de la tierra.
En la cocina se corren menos riesgos que en la Scala de Milán. Hablemos de otra cosa.

ORO: O tenías miedo de cantar.

LETICIA: Hablemos de otra cosa.

ORO: ¿Por qué?

LETICIA: Vos no tenés que tener miedo. Vos tenés que pagar la casa y buscarte una
pasión. Después de todo, es lo único que vale la pena. Una pasión. Un hombre, la
música o los naipes. A la larga es casi lo mismo.

ORO: ¿Y cómo se hace, mamá?

LETICIA: Tengo que irme.

ORO: Cómo hago para encontrar una pasión?

Leticia se encoge de hombros.

LETICIA: Adiós, Oro.

31
ORO: Mamá…

Leticia sale.

13.
En la oscuridad comienza a oirse el lamento.
ORO: Exaltado y santificado sea Su gran Nombre en el mundo que El ha
creado según Su voluntad. Que El establezca Su reino, haga florecer Su
redención y aproxime la venida de Su Mashiaj durante nuestros días y
vuestros días y en vida de toda la Casa de Israel, rápidamente y en una época cercana.

Voces: Amén.

ORO: Sea Su glorioso nombre bendecido por siempre y por toda la eternidad. Alabado,
enaltecido, honrado, loado y venerado sea el nombre del Santo, bendito sea, más allá de
todos los cantos de alabanza, las bendiciones y consuelos que se pronuncien sobre la
Tierra.

Voces: Amén.

Sigue la oscuridad, comienza a hacerse la luz.


Final del kadish.

ORO: Haya paz abundante del cielo y una buena vida para nosotros y para todo Israel.

Voces: Amén.

ORO: El que hace la paz en los cielos, hará la paz sobre nosotros y sobretodo Israel.

ORO: Amén.

Sonido de la pala con que empieza a cubrirse la tumba.

14.
La tumba recién cubierta. Una pala todavía clavada.
Cada uno de los deudos está con un manojo de pasto en la mano. Lo hechan hacia
atrás al tiempo que dicen: ¡Vé en paz!. Vuelven la espalda para salir y dicen: Recuerda
que somos polvo.

ENRIQUE (rígido cumple el rito): ¡Vé en paz, Leticia! Te recuerdo que somos polvo.

BORIS (partido, apoya su guitarra en el suelo): Vé en paz, mi amor. (Toma la


guitarra) Recuerdo que somos polvo.

PERLA muy quebrada, sostenida por ORO.

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PERLA: Dame el pasto, Oro. Vé en paz, hijita.

ORO: Vé en paz, mamá.

PERLA y ORO: Recuerda que somos polvo.

BORIS las espera a ambas. Le da el brazo a la vieja, y ella se toma de él.


Leticia está sentada bajo el ciprés. Se seca una lágrimas con el dorso de la mano.
Leticia hace adiós con la mano, como en una escena anterior vimos a hacer a PERLA.
El gesto persiste un largo tiempo.
Luego, se para, se alisa la ‘falda’ de la mortaja.
Se oye su risa cristalina.
Leticia sale de escena.
Final

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