Las Estructuras Psicologicas - Jean Piaget

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CAPÍTULO IV

LAS ESTRUCTURAS PSICOLÓGICAS

JEAN PIAGET

OM
.C
DD
LA
FI


(LIBRO: “EL ESTRUCTURALISMO”)

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 LOS COMIENZOS DEL ESTRUCTURALISMO EN PSICOLOGÍA Y
LA TEORÍA DE LA “GESTALT”.
Se puede considerar que la noción de estructura apareció en psicología desde
principios de este siglo, cuando la “psicología del pensamiento” de la escuela de
Wurzburg se opuso (en el momento en que Binet lo hacía en Francia y Claparède
en Suiza) al asociacionismo, que pretendía explicarlo todo por medio de
asociaciones mecánicas entre elementos previos (sensaciones e imágenes).
Además, resulta notable comprobar que, por medios estrictamente experimentales,
K. Bühler, a partir de esa época, puso en evidencia los caracteres subjetivos de la
estructura que la fenomenología utilizó constantemente desde entonces: la

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intención y la significación (que por lo demás corresponden a las nociones de
transformaciones con autorregulación, que insertamos en nuestra definición
objetiva). En efecto, mostró, no sólo que el juicio es un acto unificador (en ese
sentido todos los antiasociacionistas estuvieron de acuerdo desde el comienzo),
sino que el pensamiento implica grados de creciente complejidad, que denominó
Bewusstheit (pensamiento independiente de la imagen y que atribuye

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significaciones), Regelbewusstsein (conciencia de la regla que interviene en las
estructuras de relaciones, etc.) e intentio o acto sintético dirigido, que apunta a la
arquitectura de conjunto o al sistema del pensamiento en acto.
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Sólo que, en lugar de orientarse en la dirección funcional de la raíces
psicogenéticas y biológicas, la “psicología del pensamiento”, al impulsar sus análisis
en el único terreno acabado de la inteligencia adulta (y se sabe, por añadidura, que
el “adulto” estudiado por un psicólogo es siempre elegido entre sus ayudantes o
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estudiantes), sólo descubrió, en definitiva, estructuras lógicas, y de ahí la


conclusión que se le impuso, en el sentido de que “el pensamiento es el espejo de
la lógica”, en tanto que un análisis de la génesis conduce, evidentemente, a invertir
esos términos. Pero la forma más espectacular del estructuralismo psicológico fue
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proporcionada, sin discusión alguna, por la teoría de la Gestalt, nacida en 1912 de


los trabajos convergentes de W. Köhler y M. Wertheimer, y por su prolongación en
psicología social debida a K. Lewin y sus discípulos.


La teoría de la forma o Gestalt se desarrolló en el ambiente de la fenomenología,


pero sólo conservó de ella la noción de una interacción fundamental entre el sujeto
y el objeto, y se encaminó con decisión en la dirección naturalista debida a la
formación de físico que había recibido Köhler, y al papel que representaban en él y
en otros los modelos de “campos”. Por otra parte, estos modelos ejercieron sobre la
teoría una influencia que hoy se puede considerar nefasta en cierto sentido, aunque
haya sido estimulante en su principio.
En efecto, un campo de fuerzas, lo mismo que un campo electromagnético, es una
totalidad organizada, es decir, que en él la composición de las fuerzas adquiere
ciertas formas según las direcciones e intensidades; sólo que se trata de una
composición que se produce en forma casi instantánea, y aunque todavía se puede
hablar de transformaciones, son casi inmediatas. Pero ya en el terreno del sistema

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nervioso y de los “campos” polisinápticos, la velocidad de las corrientes eléctricas
es mucho más lenta (de 3 a 9 ciclos por segundo para las ondas Delta a Alfa). Y si
la organización de una percepción a partir de las aferencias es rápida, ello no es
motivo para generalizar ese ejemplo a todas las Gestalts. Pero la preocupación por
los efectos de campo condujo a Köhler a ver un acto auténtico de inteligencia sólo
en la “comprensión inmediata” (el insight), como si los tanteos que preceden a la
intuición final no fuesen ya inteligencia. Y sobre todo, el modelo de campo es
responsable, sin duda, de la escasa importancia atribuida por los gestaltistas a las
consideraciones funcionales y psicogenéticas, y, por último, a las actividades del
sujeto.
Ello no impide que, precisamente porque fue así concebida, la Gestalt represente

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un tipo de “estructuras” que complace a cierta cantidad de estructuralistas, cuyo
ideal, implícito o confeso, consiste en buscar estructuras que puedan considerar
“puras”, pues querrían que carecieran de historia, y a fortiori, de génesis, de
funciones y de relaciones con el sujeto. Resulta fácil construir tales esencias en el
terreno filosófico, en el cual la invención se encuentra libre de toda coerción, pero

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es difícil encontrarlas en el terreno de la realidad verificable. La Gestalt nos ofrece
una hipótesis semejante; importa, pues, examinar con cuidado su valor.
DD
La idea central del estructuralismo gestaltista es la de totalidad. Ya en 1890
Ehrenfels había demostrado la existencia de percepciones vinculadas con las
cualidades de conjunto o de forma (Gestaltqualität) de los objetos complejos tales
como una melodía o una fisonomía; en efecto, si se transporta la melodía de un
tono a otro, todos los sonidos particulares pueden ser cambiados, a pesar de lo cual
LA

se reconoce la misma melodía. Sólo que Ehrenfels veía, en esas cualidades de


conjunto, realidades perceptivas que se superponían a las de las sensaciones. La
originalidad de la teoría de la Gestalt consiste, por el contrario, en discutir la
existencia de las sensaciones a título de elementos psicológicos previos, y en
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atribuirles sólo el papel de elementos “estructurados”, pero no “estructurantes”. Lo


que se da desde el comienzo es, pues, una totalidad como tal, y de trata de
explicarla. Aquí aparece la hipótesis del campo, según la cual las aferencias sólo
chocarían en forma aislada con el cerebro, pero llegarían, por intermedio del campo


eléctrico del sistema nervioso, a “formas” de organización casi inmediatas. Sin


embargo, todavía queda por encontrar las leyes de esa organización.
Ahora bien, como en un caso los elementos se encuentran constantemente
subordinados al todo, y cada modificación local implica una transformación del
conjunto, la primera ley de las totalidades perceptiva es, no sólo la de que existen
las propiedades del todo como tal, sino, además, que el valor cuantitativo del todo
no es igual al de la suma de las partes. Dicho de otro modo, esa primera ley es la
de la composición no aditiva del todo, y Köhler se muestra muy explícito en este
punto, pues en su libro Die physischen Gestalten niega a la composición de las
fuerzas mecánicas el carácter de Gestalt, a causa de su composición aditiva. En el
terreno de las percepciones, esta composición no aditiva es fácilmente verificable:
un espacio dividido parece más grande que no dividido; en ciertas ilusiones de

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peso, el objeto complejo A + B (una barra de plomo coronada por una caja vacía,
constituyendo ambos una forma simple de color uniforme) parece menos pesado
que la barra A sola (por relación con los volúmenes, etc.).
La segunda ley fundamental es la de la tendencia de las totalidades perceptivas a
adquirir la “mejor forma” posible (ley de la pregnancia de las “buenas formas”),
caracterizándose estas formas pregnadas por su simplicidad, regularidad, simetría,
continuidad, la proximidad de los elementos, etcétera. En la hipótesis del campo, se
trata de los efectos de los principios físicos de equilibrio y de menor acción (de
extremum, como en el caso de la Gestalt de las pompas de jabón; máximo de
volumen con el mínimo de superficie), etc. Existen también otras leyes importantes
y abundantemente verificadas (ley de la figura que se destaca siempre sobre un

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fondo, ley de las fronteras, que pertenecen a la figura y no al fondo, etc.), pero las
dos precedentes bastan para nuestro análisis.
Conviene subrayar ante todo la importancia de esta noción de equilibración, que
permite explicar la pregnancia de las buenas formas, haciendo la economía de su

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carácter innato. Como las leyes de equilibrio son coercitivas bastan, en efecto, para
explicar la generalidad de estos procesos sin tener necesidad de atribuirla a una
herencia. Por otra parte, esa equilibración, como proceso a la vez físico y
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fisiológico, constituye al mismo tiempo un sistema de transformaciones, si bien
demasiado rápidas, y un sistema autónomo en su regulación, dos propiedades que,
además de las leyes generales de totalidad, ubican a las Gestalts en la definición
propuesta.
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Por el contrario, ya en el terreno de las percepciones, es posible preguntarse si la


hipótesis del campo, con sus diversas consecuencias antifuncionalistas, basta para
explicar los fenómenos. En lo que se refiere al campo cerebral, Piéron mostró que
si se presenta a cada ojo por separado, los dos excitantes de una experiencia
FI

habitual de movimiento aparente, éste no se produce por falta de circuito inmediato


entre los dos hemisferios cerebrales que supondría la teoría.
Desde el punto de vista psicológico, se puede someter las percepciones a todo tipo
de aprendizajes, lo que concuerda poco con la interpretación por un campo físico;


E. Brunswick demostró la existencia de lo que denominó las “Gestalts empíricas”


por oposición a las “Gestalts geométricas”. Por ejemplo, si se presenta en visión
rápida (taquistoscopio) una forma intermedia entre una mano y una figura de cinco
prolongaciones simétricas, sólo la mitad de los adultos corrigen el modelo en esa
dirección (ley de buena forma geométrica) y la otra mitad en el sentido de la mano
(Gestalt empírica). Ahora bien, si las percepciones se modifican bajo la influencia
de la experiencia y, como dice Brunswick, de las probabilidades de ocurrencia
(frecuencias relativas a los modelos reales), ello se debe, entonces, a que su
estructuración obedece a leyes funcionales, y no sólo físicas (leyes de campo), y el
principal colaborador de Köhler, Wallach, debió reconocer el papel de la memoria
en las estructuraciones perceptivas.

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Por lo demás, hemos demostrado, con series de colaboradores, que existe una
evolución notable de las percepciones con la edad y que, además de los efectos de
campo (pero entendidos en un sentido de campo de centración de la mirada), hay
“actividades perceptivas” o relacionamientos por medio de exploraciones casi
intencionales, comparaciones activas, etc., que modifican sensiblemente las
Gestalts durante el desarrollo. Si se estudia en particular la exploración de las
figuras por registro de los movimientos oculares, se comprueba que éstos resultan
cada vez mejor coordinados y ajustados con la edad. En cuanto a los efectos del
campo, sus interacciones casi inmediatas parecen deberse a mecanismo
probabilistas de “encuentros” entre las partes del órgano registrador y las de la
figura percibida, y sobre todo de “acoplamientos” o correspondencias entre esos

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encuentros, y de este esquema probabilista se puede extraer una ley que coordine
las diversas ilusiones óptico-geométricas planas actualmente conocidas.
En una palabra, ya en el terreno de la percepción, el sujeto no es el simple teatro en
el escenario del cual se representan obras independientes de él y reguladas de
antemano por las leyes de una equilibración física automática; es el actor, y a

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menudo inclusive el autor de dichas estructuraciones, que adapta a medida que se
desarrollan, por medio de una equilibración activa, hecha de compensaciones
opuestas a las perturbaciones exteriores, y por lo tanto, de una continua
DD
autorregulación.
Lo que ya vale en el terreno perceptivo, se impone a fortiori en los de la motricidad
y de la inteligencia, que los gestaltistas querían subordinar a las leyes de
composición de las Gestalts en general, y en especial de la perceptiva. En un libro
LA

sobre la inteligencia de los monos superiores, admirable, por lo demás, por los
nuevos hechos que describe, Köhler presentó el acto de inteligencia como una
reorganización repentina del campo perceptivo en el sentido de las mejores formas;
y Wertheimer, por su parte, trató de reducir el juego de los silogismos o
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razonamientos matemáticos a reestructuraciones obedientes a las leyes de la


Gestalt. Pero dos dificultades importantes se oponen a dichas interpretaciones por
la extensión de las hipótesis de “campo”. La primera es que las estructuras lógico-
matemáticas, aunque presentan, sin duda alguna, leyes de totalidades, no son


Gestalts, pues su composición es rigurosamente aditiva (2 y 2 hacen exactamente


4, aunque o porque dicha adición participe de las leyes de la estructura total del
grupo). La segunda es que el sujeto sensorio-motor o inteligente es activo y
construye por sí mismo sus estructuras, mediante procedimientos de abstracciones
reflexivas que, salvo en casos bastante excepcionales, no tienen ya gran cosa que
ver con la figuración perceptiva. Pero ese es un problema central para la teoría del
estructuralismo, y por lo tanto conviene examinarlo de cerca.

 ESTRUCTURAS Y GENÉSIS DE LA INTELIGENCIA

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Se puede asignar todo tipo de puntos de partida a las estructuras: o bien
están dadas tales como son, a la manera de esencias eternas, o que
surgen no se sabe por qué a lo largo de esa historia de caprichos que
Michel Foucault llama arqueología, o bien son extraídas del mundo físico,
a la manera de las Gestalts, o bien derivan, de una manera u otra, del
sujeto. Pero esas maneras no son innumerables, y sólo pueden
orientarse hacia un carácter innato cuya preformación recuerda la
predeterminación (salvo que se remita esas fuentes hereditarias a la
biología, lo cual plantea necesariamente el problema de su formación) de
un surgimiento contingente (lo que remite a la “arqueología” de hace un

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instante, pero en el interior del “pliegue” subjetivo o humano) o de una
construcción. En total no hay más que tres soluciones: preformación,
creaciones contingentes o construcción (extraer las estructuras de la
experiencia no es una solución diferente, pues, o bien la experiencia sólo

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es “estructurada” por una organización que la condiciona de antemano, o
bien es concebida, como si diese acceso inmediato a estructuras
externas, que entonces se encuentran preformadas en el mundo
DD
exterior).
Como la noción de surgimiento contingente es poco más o menos
contradictoria de la idea de estructura y, en todo caso, de la naturaleza
LA

de las estructuras lógico-matemáticas, el verdadero problema es el de la


predeterminación o de la construcción. En primer término, dado que una
estructura constituye una totalidad cerrada y autónoma, parece
imponerse su preformación; de ahí el perpetuo renacimiento de las
FI

tendencias platónicas en matemáticas y en lógica, y el éxito de cierto


estructuralismo estático en los autores enamorados de comienzos
absolutos o de posiciones independientes de la historia y la psicología.


Pero como por otra parte las estructuras son sistemas de


trasformaciones que se engendran unos a otros en genealogías cuando
menos abstractas, y como las estructuras más auténticas son de
naturaleza operatoria, el concepto de transformación sugiere el de
formación, y la autorregulación llama a la autoconstrucción.
Ese problema central es el que encuentran las investigaciones sobre la
formación de la inteligencia, y lo encuentran por la fuerza misma de las
cosas, pues de trata de explicar de qué manera el sujeto en desarrollo
conquistará las estructuras lógico-matemáticas. O bien las descubre ya
hechas, pero se sabe que no comprueba su existencia como percibe los
colores o la caída de los cuerpos, y que su transmisión educativa
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(familiar o escolar) sólo es posible en la medida en que el niño posee un
mínimo de esquemas de asimilación que ya participan de tales
estructuras. O bien, por el contrario, se reconocerá que las construye,
pero que en modo alguno se encuentra libre de disponerlas a su arbitrio,
como un juego o un dibujo, y el problema específico de esa construcción
consiste en comprender cómo y por qué culmina en resultados
necesarios, “como si” éstos estuviesen predeterminados desde siempre.
Pero las observaciones y experiencias muestran de la manera más clara
que las estructuras lógicas se construyen e inclusive necesitan una

OM
buena docena de años para elaborarse, pero que esa construcción
obedece a leyes particulares que no son las de un aprendizaje
cualquiera; gracias al doble juego de las abstracciones reflexivas que
proporcionan los materiales de la construcción a la medida de las
necesidades, y de una equilibración en el sentido de la autorregulación,

.C
que proporciona la organización reversible interna de las estructuras,
éstas llegan, por su propia construcción, a la necesidad que el apriorismo
siempre creyó indispensable ubicar en los puntos de partida o en las
DD
condiciones previas, pero que en rigor sólo logra al final.
Por cierto que las estructuras humanas no parten de la nada, y si toda
estructura es le resultado de una génesis, es necesario admitir con
LA

decisión, vistos los hechos, que una génesis constituye siempre el paso
de una estructura más simple a una más compleja, y ello según una
regresión sin fin (en el estado actual de los conocimientos). Hay, pues,
datos iniciales que asignar a la construcción de las estructuras lógicas,
FI

pero dichos datos no son primeros, pues señalan simplemente el


comienzo de nuestro análisis por imposibilidad de remontarse más alto,
ni se encuentran ya en posesión de lo que a la vez se extraerá de ellos y


se basará en ellos en la continuación de la construcción. Designaremos


estos datos iniciales con el término global de “coordinación general de las
acciones”, entendiendo con ello los vínculos comunes a todas las
coordinaciones sensoreo-motrices, sin entrar en el detalle del análisis de
los planos, a partir de los movimientos espontáneos del organismo y los
reflejos que son, sin duda, sus diferenciaciones estabilizadas, o inclusive
de los complejos de reflejos y de programación instintiva, como la
succión del recién nacido, y que conducen, a través de los hábitos
adquiridos, hasta el umbral de la inteligencia sensoreo-motriz o de las
conductas instrumentales. Pero en todos estos comportamientos cuyas
raíces son innatas y sus diferenciaciones adquiridas, se encuentran
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ciertos factores funcionales y ciertos elementos estructurales comunes.
Los factores funcionales son la asimilación, o proceso según el cual una
conducta se reproduce en forma activa y se integra con nuevos objetos
(ejemplo, succionarse el pulgar integrándolo en el esquema del mamar),
y la acomodación de los esquemas de asimilación a la diversidad de los
objetos. Los elementos estructurales son, en esencia, ciertas relaciones
de orden (orden de los movimientos en un reflejo, en los de una
costumbre, en las vinculaciones entre medios y fines perseguidos), los
encajonamientos (subordinación de un esquema simple, como agarrar, a
uno más complejo, como sacar) y las correspondencias (en las

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asimilaciones de reconocimiento, etc.).
Pero por el juego de las asimilaciones simples y recíprocas, estas formas
elementales de coordinación permiten, desde el plano sensoreo-motor
anterior al lenguaje, la constitución de ciertas estructuras equilibradas, es

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decir, de estructuras cuyas regulaciones aseguran desde ya cierto grado
de reversibilidad. Las dos más notables son, ante todo, el grupo práctico
de los desplazamientos (coordinación de los desplazamientos, rodeos y
DD
retornos), con la invariante que le está vinculada, es decir, la
permanencia de los objetos que salen del campo perceptivo y pueden ser
vueltos a encontrar mediante la reconstitución de sus desplazamientos; y
LA

luego la forma de la causalidad objetivada y espacializada que interviene


en las conductas instrumentables (atraer hacia sí los objetos utilizando su
soporte o un bastón, etc.). Por lo tanto, se puede hablar ya de
inteligencia en ese plano, pero de una inteligencia sensorio-motriz, sin
FI

representaciones y, en esencia, relacionada con la acción y con su


coordinación.
Pero en cuanto la función semiótica (lenguaje, juego simbólico,


imágenes, etc.) permite la evocación de situaciones no actualmente


percibidas, es decir, la representación del pensamiento, se asiste a las
primeras abstracciones reflexivas, que consisten en extraer de los
esquemas sensorio-motores ciertas vinculaciones que entonces son
“reflejadas” (en el sentido físico) sobre ese nuevo plano que es el
pensamiento, y elaboradas en forma de conductas distintas y de
estructuras conceptuales. Por ejemplo, las relaciones de orden que en el
plano sensorio-motor se mantenían insertas en cualquier esquema
articulado, son extraídos de los contextos en los cuales se mantenían
implícitos, para dar lugar a conductas de clasificación (disposiciones de
figuras, etc.), y las correspondencias se vuelven, muy pronto, lo bastante
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sistemáticas (“aplicaciones” de uno o varios, correspondencias elemento
a elemento entre una copia y su modelo, etc.). En esas conductas hay un
comienzo indiscutibles de lógica, pero con dos limitaciones esenciales:
todavía no se encuentra en ellas reversibilidad, y por lo tanto no hay
operaciones (si éstas son definidas por su posibilidad de inversión), y por
consiguiente no hay conservaciones cuantitativas (un todo dividido no
conserva la misma suma, etc.). Por consiguiente, sólo se trata de una
semilógica (en el sentido propio, pues le falta la mitad, es decir, la
inversa) pero que sin embargo, señala en su activo dos nociones
bastante fundamentales. 1) Ante todo, la de función o aplicación

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ordenada (pares orientados): por ejemplo, si se estira progresivamente
un hilo formado por dos segmentos en ángulo recto A y B, el niño
comprende que el segmento B aumenta en función de la disminución de
A, pero sin admitir por ello que la longitud total A+B se mantenga

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constante, pues sólo juzga las longitudes en forma ordinal (orden de los
puntos de llegada: más largo = más lejos), y no por cuantificación de los
intervalos. 2) Está luego la relación de identidad (es “el mismo” hilo,
DD
aunque haya cambiado de magnitud). Pero, por limitadas que sean,
estas funciones e identidades constituyen ya estructuras, en forma de
“categorías” muy elementales.
LA

Una tercera etapa es la del nacimiento de las operaciones (7 a 10 años),


pero en una forma “concreta” referida a los objetos mismos:
serializaciones operatorias, con orden comprendido en los dos sentidos,
y de ahí la transitividad hasta entonces ignorada o comprobada sin
FI

necesidad; clasificación con cuantificación de la inclusión; matrices


multiplicadoras; construcción del número por síntesis de la serialización y
de la inclusión, y de la medida por síntesis de la partición y del orden;


cuantificación de las magnitudes hasta entonces ordinales, y


conservación de las cantidades. La estructura de conjunto propia de
estas diversas operaciones es lo que hemos llamado los
“agrupamientos”, especies de grupos incompletos (por falta de
asociación entera) o de semirredes (de límites inferiores sin los
superiores, o a la inversa), y sobre todo, cuyas composiciones proceden
cada vez más sin combinatoria.
Pero si se analiza las estructuras se reconoce sin esfuerzo que proceden
todas de los precedentes, por el doble juego de las abstracciones
reflexivas que les proporcionan todos los elementos, y de una
equilibración, fuente de la reversibilidad operatoria. Aquí se asiste, pues,
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e inclusive paso a paso, a la construcción de estructuras auténticas, pues
ya son “lógicas”, y que sin embargo son nuevas respecto de las que les
preceden: las transformaciones constitutivas de la estructura resultan,
así, de transformaciones formadoras, y sólo difieren de ellas por su
organización equilibrada.
Pero esto no es todo, y un nuevo conjunto de abstracciones reflexivas
conducen a construir nuevas operaciones sobre las precedentes, sin
agregar nada de nuevo, aparte de una reorganización, pero esta vez
capital: por una parte, al generalizar las clasificaciones (operación a la

OM
segunda potencia) que es la combinatoria, de donde el “conjunto de las
partes” y la red de Boole; por otra parte, la coordinación de las
inversiones propias de la reversibilidad de los “agrupamientos” de clases
(A – A = 0) y de las reciprocidades propias de los “agrupamientos” de
relaciones conduce al grupo de cuaternalidad INRC.

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Si retomamos nuestro problema inicial, se comprueba, entonces, que
entre la preformación absoluta de las estructuras lógicas y su invención
DD
libre o contingente, hay lugar para una construcción que, al regularse ella
misma por las exigencias constantemente acrecentadas de su
equilibración (exigencias que sólo pueden acrecentarse a lo largo del
camino si la regulación apunta efectivamente hacia un equilibrio a la vez
LA

móvil y estable), culmina en forma simultánea en una necesidad final y


en una jerarquía intemporal, en la medida en que es irreversible. Por
cierto que siempre se podrá decir que el sujeto, de tal modo, no hace otra
cosa que unirse a las estructuras que existen virtualmente desde toda la
FI

eternidad, y como las ciencias lógico-matemáticas son las de lo posible,


en mayor medida que las de lo real, pueden conformarse con este
platonismo para uso interno. Pero si se prolonga en una epistemología el


saber departamentalizado, queda por preguntarse dónde no se deberá


situar ese virtual. Basarlo en las esencias no es más que una petición de
principio. Buscarlo en el mundo físico es inconcebible. Situarlo en la vida
orgánica es ya fecundo, pero siempre que se recuerde que el álgebra
general no está “contenida” en el comportamiento de las bacterias o los
virus. Lo que entonces queda es la construcción por sí misma, y no se ve
por qué sería irrazonable pensar que la naturaleza última de lo real
consiste en estar en construcción permanente, en lugar de consistir en
una acumulación de estructuras ya hechas.

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 ESTRUCTURAS Y FUNCIONES

Existen espíritus que no gustan del sujeto, y si se caracteriza a éste por


sus “experiencias vividas”, confesamos pertenecer a ese grupo. Por
desgracia, hay muchos más autores para quienes los psicólogos se
encuentran, por definición, centrados sobre el sujeto entendido en ese
sentido de la vivencia individual. Confesamos no conocerlos, y si los
psicoanalistas tienen la paciencia de inclinarse sobre los casos
individuales en los cuales se vuelve a encontrar indefinidamente los

OM
mismos conflictos y complejos, es porque todavía se trata de llegar a los
mecanismos comunes.
En el caso de la construcción de estructuras cognoscitivas, se entiende
que la “vivencia” sólo representa un papel muy débil, pues dichas

.C
estructuras no se encuentran en la conciencia de los sujetos, sino, lo que
es muy distinto, en su comportamiento operativo, y nunca, hasta la edad
de una posible reflexión científica sobre las estructuras, han adquirido
DD
conciencia de éstas como estructuras de conjunto.
Por lo tanto resulta evidente que, si es preciso recurrir a las actividades
del sujeto para explicar las construcciones precedentes, se trata de un
LA

sujeto epistémico, es decir, de mecanismos comunes a todos los sujetos


individuales del mismo nivel, o dicho de otra manera aún, del sujeto
“cualquiera”. Tan cualquiera, que uno de los medios más instructivos
para analizar sus acciones consiste en construir, en ecuaciones o en
FI

máquinas, modelos de “inteligencia artificial” y proporcionarle una teoría


cibernética para llegar a las condiciones necesarias y suficientes, no de
su estructura en abstracto (el álgebra se dedica a ello), sino de su


realización efectiva y de su funcionamiento.


Desde ese punto de vista, las estructuras son indisociables del
funcionamiento y de funciones en el sentido biológico del término. Quizá
se haya descubierto que, al incluir la autorregulación en la definición de
las estructuras, hemos desbordado el conjunto de las condiciones
necesarias. Pero todos admiten que una estructura presenta leyes de
composiciones; por lo tanto, es regulada. Pero entonces, ¿por quién o
por qué? Si por su teórico, entonces no es más que un ser formal. Si la
estructura es “real”, es porque existe regulación activa y, como es
autónoma, hay que hablar, entonces, de autorregulaciones. Así volvemos

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a caer en la necesidad de un funcionamiento, y si los hechos obligan a
atribuir las estructuras a un sujeto, podemos conformarnos con definir
dicho sujeto como un centro de funcionamiento.
¿Pero por qué tal centro? Si las estructuras existen e implican cada una
su autorregulación, hacer del sujeto un centro de funcionamiento, ¿no
equivale, entonces, a reducirlo al rango de simple teatro, como lo
reprochábamos a la teoría de la Gestalt, y no nos vemos llevados a las
estructuras sin sujeto con las cuales sueñan muchos de los
estructuralistas actuales? Si se mantienen estáticas, se entiende que tal

OM
sería el caso. Pero si, por casualidad, se dedicasen a establecer
vinculaciones entre sí, de otro modo que por medio de la armonía
preestablecida entre mónadas cerradas, entonces el órgano de
vinculación vuelve a ser, por derecho, el sujeto, y sólo en dos sentidos
posibles: o bien el sujeto será la “estructura de las estructuras” del yo

.C
trascendental propio del apriorismo, o, más modestamente, el “yo” de las
teorías de las síntesis psicológica, o bien el sujeto no tiene tal poder y no
posee estructuras ante de construirlas, y es necesario caracterizarlo con
DD
más modestia, con más realismo, como constituyente de un centro de
funcionamiento.
Ha llegado el momento de recordar que los trabajos estructuralistas de
LA

los matemáticos respondieron en los hechos a este problema, y de una


manera cuya convergencia es notable (aunque no lo hayan advertido)
con los análisis psicogenéticos; no existe “estructura de todas las
estructuras” en el sentido del conjunto de todos los conjuntos, etc., no
FI

sólo a causa de todas las antinomias conocidas, sino, más


profundamente, a causa de los límites de la formalización (límites que
atribuimos a la relatividad de las formas y los contenidos, y respecto de la


cual se ve ahora que también deriva, y equivale a lo mismo, a las


condiciones de la abstracción reflexiva). En otros términos, la propia
formalización de las estructuras es una construcción que conduce, en
abstracto, a una genealogía de las estructuras, en tanto que en lo
concreto su equilibración progresiva engendra las filiaciones
psicogenéticas (por ejemplo de la función a los grupos, y de éstos a los
grupos de cuatro transformaciones y a las redes).
En la construcción propuesta, la función esencial (en el sentido biológico
del término) que conduce a la formación de las estructuras es la de la
“asimilación” con la cual sustituimos la de “asociación”, propia de los

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esquemas atomistas de las teorías no estructuralistas. En efecto, la
asimilación es generadora de esquemas, y con ello, de estructuras.
Desde el punto de vista biológico, el organismo, en cada una de sus
interacciones con los cuerpos o energías del medio, asimila éstos a sus
propias estructuras, a la vez que se acomoda a las situaciones, siendo la
asimilación, pues, el factor de permanencia y de continuidad de las
formas del organismo. En el terreno del comportamiento, una acción
tiende a repetirse (asimilación reproductora), y de ahí un esquema que
tiende a integrarse los objetos conocidos o nuevos de que necesita su
ejercicio (asimilaciones recognoscitivas y generalizadoras). La

OM
asimilación, entonces, es fuente de continuas puestas en relación y en
correspondencia, de “aplicaciones” etc., y, en el plano de la
representación conceptual, llega a los esquemas generales que son las
estructuras. Pero la asimilación no es una estructura; no es más que un

.C
aspecto funcional de las construcciones estructurales, e interviene en
cada caso particular, pero conduce, tarde o temprano, a las asimilaciones
recíprocas, es decir, a los vínculos cada vez más íntimos que unen las
DD
estructuras entre sí.
No podríamos cerrar esto, sin destacar el hecho de que no todos los
autores otorgaron su apoyo a semejante estructuralismo, especialmente
LA

en Estados Unidos. Por ejemplo, J. Bruner no cree en las estructuras, ni


siquiera en las operaciones, pues le parecen manchadas de “logicismo” y
que no traducen los hechos psicológicos en sí mismos. Sin embargo,
cree en las acciones y en las “estrategias” (en el sentido de la teoría de
FI

las decisiones). ¿Cómo admitir entonces que las acciones no puedan


interiorizarse en operaciones, y que las estrategias se mantengan
aisladas en lugar de coordinarse en sistemas? Por otra parte, busca la


fuente de los progresos cognoscitivos del sujeto en los conflictos entre


sus diversos modos de representación: el lenguaje, la imagen y los
esquemas de la acción misma. Pero si cada uno de estos modelos sólo
proporciona una visión incompleta y en ocasiones deformante de la
realidad, ¿cómo conciliarlos, sin referirse, bien a la copia de lo real,
irrealizable puesto que no es unívoca (y que para copiar lo real sería
necesario conocerlo de otro modo que por esa copia misma), bien
precisamente a estructuras como coordinación de todos los instrumentos
disponibles? ¿Sólo el lenguaje no representaría en definitiva ese papel
privilegiado y estructurador, y el estructuralismo de Chomsky no estaría

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llamado a simplificar los problemas discutidos en este capítulo? Esto es
lo que debemos examinar ahora.

OM
.C
DD
LA
FI


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