Las Estructuras Psicologicas - Jean Piaget
Las Estructuras Psicologicas - Jean Piaget
Las Estructuras Psicologicas - Jean Piaget
JEAN PIAGET
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intención y la significación (que por lo demás corresponden a las nociones de
transformaciones con autorregulación, que insertamos en nuestra definición
objetiva). En efecto, mostró, no sólo que el juicio es un acto unificador (en ese
sentido todos los antiasociacionistas estuvieron de acuerdo desde el comienzo),
sino que el pensamiento implica grados de creciente complejidad, que denominó
Bewusstheit (pensamiento independiente de la imagen y que atribuye
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significaciones), Regelbewusstsein (conciencia de la regla que interviene en las
estructuras de relaciones, etc.) e intentio o acto sintético dirigido, que apunta a la
arquitectura de conjunto o al sistema del pensamiento en acto.
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Sólo que, en lugar de orientarse en la dirección funcional de la raíces
psicogenéticas y biológicas, la “psicología del pensamiento”, al impulsar sus análisis
en el único terreno acabado de la inteligencia adulta (y se sabe, por añadidura, que
el “adulto” estudiado por un psicólogo es siempre elegido entre sus ayudantes o
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un tipo de “estructuras” que complace a cierta cantidad de estructuralistas, cuyo
ideal, implícito o confeso, consiste en buscar estructuras que puedan considerar
“puras”, pues querrían que carecieran de historia, y a fortiori, de génesis, de
funciones y de relaciones con el sujeto. Resulta fácil construir tales esencias en el
terreno filosófico, en el cual la invención se encuentra libre de toda coerción, pero
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es difícil encontrarlas en el terreno de la realidad verificable. La Gestalt nos ofrece
una hipótesis semejante; importa, pues, examinar con cuidado su valor.
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La idea central del estructuralismo gestaltista es la de totalidad. Ya en 1890
Ehrenfels había demostrado la existencia de percepciones vinculadas con las
cualidades de conjunto o de forma (Gestaltqualität) de los objetos complejos tales
como una melodía o una fisonomía; en efecto, si se transporta la melodía de un
tono a otro, todos los sonidos particulares pueden ser cambiados, a pesar de lo cual
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fondo, ley de las fronteras, que pertenecen a la figura y no al fondo, etc.), pero las
dos precedentes bastan para nuestro análisis.
Conviene subrayar ante todo la importancia de esta noción de equilibración, que
permite explicar la pregnancia de las buenas formas, haciendo la economía de su
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carácter innato. Como las leyes de equilibrio son coercitivas bastan, en efecto, para
explicar la generalidad de estos procesos sin tener necesidad de atribuirla a una
herencia. Por otra parte, esa equilibración, como proceso a la vez físico y
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fisiológico, constituye al mismo tiempo un sistema de transformaciones, si bien
demasiado rápidas, y un sistema autónomo en su regulación, dos propiedades que,
además de las leyes generales de totalidad, ubican a las Gestalts en la definición
propuesta.
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encuentros, y de este esquema probabilista se puede extraer una ley que coordine
las diversas ilusiones óptico-geométricas planas actualmente conocidas.
En una palabra, ya en el terreno de la percepción, el sujeto no es el simple teatro en
el escenario del cual se representan obras independientes de él y reguladas de
antemano por las leyes de una equilibración física automática; es el actor, y a
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menudo inclusive el autor de dichas estructuraciones, que adapta a medida que se
desarrollan, por medio de una equilibración activa, hecha de compensaciones
opuestas a las perturbaciones exteriores, y por lo tanto, de una continua
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autorregulación.
Lo que ya vale en el terreno perceptivo, se impone a fortiori en los de la motricidad
y de la inteligencia, que los gestaltistas querían subordinar a las leyes de
composición de las Gestalts en general, y en especial de la perceptiva. En un libro
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sobre la inteligencia de los monos superiores, admirable, por lo demás, por los
nuevos hechos que describe, Köhler presentó el acto de inteligencia como una
reorganización repentina del campo perceptivo en el sentido de las mejores formas;
y Wertheimer, por su parte, trató de reducir el juego de los silogismos o
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instante, pero en el interior del “pliegue” subjetivo o humano) o de una
construcción. En total no hay más que tres soluciones: preformación,
creaciones contingentes o construcción (extraer las estructuras de la
experiencia no es una solución diferente, pues, o bien la experiencia sólo
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es “estructurada” por una organización que la condiciona de antemano, o
bien es concebida, como si diese acceso inmediato a estructuras
externas, que entonces se encuentran preformadas en el mundo
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exterior).
Como la noción de surgimiento contingente es poco más o menos
contradictoria de la idea de estructura y, en todo caso, de la naturaleza
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buena docena de años para elaborarse, pero que esa construcción
obedece a leyes particulares que no son las de un aprendizaje
cualquiera; gracias al doble juego de las abstracciones reflexivas que
proporcionan los materiales de la construcción a la medida de las
necesidades, y de una equilibración en el sentido de la autorregulación,
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que proporciona la organización reversible interna de las estructuras,
éstas llegan, por su propia construcción, a la necesidad que el apriorismo
siempre creyó indispensable ubicar en los puntos de partida o en las
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condiciones previas, pero que en rigor sólo logra al final.
Por cierto que las estructuras humanas no parten de la nada, y si toda
estructura es le resultado de una génesis, es necesario admitir con
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decisión, vistos los hechos, que una génesis constituye siempre el paso
de una estructura más simple a una más compleja, y ello según una
regresión sin fin (en el estado actual de los conocimientos). Hay, pues,
datos iniciales que asignar a la construcción de las estructuras lógicas,
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asimilaciones de reconocimiento, etc.).
Pero por el juego de las asimilaciones simples y recíprocas, estas formas
elementales de coordinación permiten, desde el plano sensoreo-motor
anterior al lenguaje, la constitución de ciertas estructuras equilibradas, es
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decir, de estructuras cuyas regulaciones aseguran desde ya cierto grado
de reversibilidad. Las dos más notables son, ante todo, el grupo práctico
de los desplazamientos (coordinación de los desplazamientos, rodeos y
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retornos), con la invariante que le está vinculada, es decir, la
permanencia de los objetos que salen del campo perceptivo y pueden ser
vueltos a encontrar mediante la reconstitución de sus desplazamientos; y
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ordenada (pares orientados): por ejemplo, si se estira progresivamente
un hilo formado por dos segmentos en ángulo recto A y B, el niño
comprende que el segmento B aumenta en función de la disminución de
A, pero sin admitir por ello que la longitud total A+B se mantenga
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constante, pues sólo juzga las longitudes en forma ordinal (orden de los
puntos de llegada: más largo = más lejos), y no por cuantificación de los
intervalos. 2) Está luego la relación de identidad (es “el mismo” hilo,
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aunque haya cambiado de magnitud). Pero, por limitadas que sean,
estas funciones e identidades constituyen ya estructuras, en forma de
“categorías” muy elementales.
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segunda potencia) que es la combinatoria, de donde el “conjunto de las
partes” y la red de Boole; por otra parte, la coordinación de las
inversiones propias de la reversibilidad de los “agrupamientos” de clases
(A – A = 0) y de las reciprocidades propias de los “agrupamientos” de
relaciones conduce al grupo de cuaternalidad INRC.
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Si retomamos nuestro problema inicial, se comprueba, entonces, que
entre la preformación absoluta de las estructuras lógicas y su invención
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libre o contingente, hay lugar para una construcción que, al regularse ella
misma por las exigencias constantemente acrecentadas de su
equilibración (exigencias que sólo pueden acrecentarse a lo largo del
camino si la regulación apunta efectivamente hacia un equilibrio a la vez
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mismos conflictos y complejos, es porque todavía se trata de llegar a los
mecanismos comunes.
En el caso de la construcción de estructuras cognoscitivas, se entiende
que la “vivencia” sólo representa un papel muy débil, pues dichas
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estructuras no se encuentran en la conciencia de los sujetos, sino, lo que
es muy distinto, en su comportamiento operativo, y nunca, hasta la edad
de una posible reflexión científica sobre las estructuras, han adquirido
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conciencia de éstas como estructuras de conjunto.
Por lo tanto resulta evidente que, si es preciso recurrir a las actividades
del sujeto para explicar las construcciones precedentes, se trata de un
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sería el caso. Pero si, por casualidad, se dedicasen a establecer
vinculaciones entre sí, de otro modo que por medio de la armonía
preestablecida entre mónadas cerradas, entonces el órgano de
vinculación vuelve a ser, por derecho, el sujeto, y sólo en dos sentidos
posibles: o bien el sujeto será la “estructura de las estructuras” del yo
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trascendental propio del apriorismo, o, más modestamente, el “yo” de las
teorías de las síntesis psicológica, o bien el sujeto no tiene tal poder y no
posee estructuras ante de construirlas, y es necesario caracterizarlo con
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más modestia, con más realismo, como constituyente de un centro de
funcionamiento.
Ha llegado el momento de recordar que los trabajos estructuralistas de
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asimilación, entonces, es fuente de continuas puestas en relación y en
correspondencia, de “aplicaciones” etc., y, en el plano de la
representación conceptual, llega a los esquemas generales que son las
estructuras. Pero la asimilación no es una estructura; no es más que un
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aspecto funcional de las construcciones estructurales, e interviene en
cada caso particular, pero conduce, tarde o temprano, a las asimilaciones
recíprocas, es decir, a los vínculos cada vez más íntimos que unen las
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estructuras entre sí.
No podríamos cerrar esto, sin destacar el hecho de que no todos los
autores otorgaron su apoyo a semejante estructuralismo, especialmente
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