Experiencia de La Verdad
Experiencia de La Verdad
Experiencia de La Verdad
Instituto de Filosofía
Pontificia Universidad Católica de Chile
Una forma de responder a la pregunta por aquello de lo que trata el libro Verdad
y Método, la principal obra del filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, y sin duda
también una de las principales obras filosóficas de la segunda mitad de este siglo, sería
decir que su tema es la experiencia de la verdad. Ahora bien, quien oyera esta respuesta
y tratara de relacionarla con el título del libro incurriría seguramente en el típico error
que Gadamer quiso prevenir al escribirla.2 En efecto, las palabras “experiencia” y
“método” tienden a ser conectadas con la concepción de un saber científico que obtiene
sus leyes a través del método inductivo, el cual se basa justamente en la experiencia
entendida como repertorio de hechos observados y asegurados mediante procedimientos
experimentales. Desde ese punto de vista la validez y dignidad de la experiencia
depende de su capacidad de ser confirmada y reproducida en vistas a la adquisición,
ampliación o fortalecimiento de una verdad científica. La experiencia aparece así como
un presupuesto necesario de la ciencia. No es todavía la ciencia, pero le proporciona a
ésta una base de generalidad que hace posible su conceptualización.
¿En qué consiste esta base general de la experiencia? Aristóteles la caracteriza
como lo común de muchas observaciones singulares, y proporciona una imagen que
Gadamer cita con fruición. Las observaciones singulares son como un ejército en fuga,
pues al igual que éste son fugaces y pasajeras, sin conexión entre sí, desordenadas. Pero
basta que un soldado de este ejército en fuga se detenga y junto a él lo hagan otros para
que todos comiencen a concentrarse en algún punto y reorganizarse. 3 Lo mismo ocurre
con las observaciones científicas. Tan pronto una determinada observación se ve
6 Cf. Esquilo: Agamenón, 176 ss. y 249 s.; Prometeo encadenado, 549 ss.
7 Cf. G. Dilthey: El mundo histórico, pp. 229-245.
8 Cf. M. Heidegger: Ser y Tiempo, §§ 31-32.
4
metodología científica y se conecta con los factores que condicionan el conjunto de las
relaciones del hombre con el mundo. Ello explica que la segunda y la tercera parte de
Verdad y Método estén consagradas a la historia y al lenguaje como principios que
condicionan la posibilidad de toda comprensión. En cambio, parece extraño que la
primera parte se ocupe de la experiencia de la verdad que se da en una forma de
comprensión muy específica, a saber la comprensión de la obra de arte.
En realidad no debe extrañar que Gadamer empiece su libro con la experiencia
estética, pues la comprensión de la obra de arte le sirve de modelo para toda
comprensión. Ello ocurre en la medida que puede mostrar que la comprensión no
consiste en el comportamiento de un sujeto frente a un objeto dado, sino más bien en un
proceso sometido a los efectos de la historia y que pertenece tanto al ser de lo que se
comprende como al ser de quien comprende. Gadamer encuentra en la obra de arte la
clave para justificar su tesis de que la interpretación, en tanto que desarrollo de la
comprensión, supera el horizonte de la subjetividad, tanto del artista como de su
receptor.
9 Cf. M. Kant: Crítica del Juicio, Primera Parte, Primer libro: Analítica de lo
bello.
10 Cf. J.C.F. Schiller: Escritos sobre Estética, especialmente Sobre la educación
determinar por nada previamente dado, sino que ella valora desde sí misma lo que deja
valer como arte. En ese sentido, la conciencia estética ”abstrae de todo cuanto
constituye la raíz de una obra como su contexto original vital, de toda función religiosa
o profana en la que pueda haber estado y tenido su significado”, es decir la obra se
manifiesta como “obra de arte pura”. A este rendimiento de la conciencia estética lo
llama Gadamer “distinción estética”.11
La “distinción estética” reduce el arte a vivencias singulares propias del genio y
de aquellos que congenian con él, pero que en último término no expresan ninguna
verdad más allá de la coincidencia puntual de las vivencias, pues están desconectadas de
toda referencia objetiva a un mundo humano común. Al perder las obras de arte la
referencia al mundo al que pertenecen, ocurre que también el artista pierde su lugar en
el mundo. El arte por encargo cae en descrédito, y la creación por inspiración libre, sin
encargo ni tema prefijado pasa a ser la regla en vez de la excepción, como lo había sido
en el pasado. El artista se caracteriza por su total independencia e incluso por su
marginalidad social. Pero al mismo tiempo se espera del creador marginal una especie
de consagración del mundo, una redención de todo lo que en él aparece como
irremediablemente profano.
Según Gadamer, la abstracción de la conciencia estética es insostenible, se
cancela a sí misma. No puede esperarse de individuos aislados, o a lo más referidos a
pequeñas comunidades disgregadas e inconexas entre sí, la elevación de las condiciones
de vida humana que implican un proceso de formación, es decir una elevación hacia la
generalidad de una experiencia común y vinculante.12
La vivencia estética es una forma de percepción y se refiere por lo tanto a la
experiencia de la verdad. Percibir no es la mera recolección de diversas impresiones
sensoriales, sino que, tal como se desprende de la palabra alemana wahrnehmen, es
tomar algo por verdadero. Esto quiere decir interpretar. El ver es siempre una lectura
articulada de lo que hay, en la que de hecho muchas de las cosas que hay no se ven,
pero al mismo tiempo se anticipa lo que no está presente ante los ojos.
11 VM, p. 125.
12 VM, p. 129.
7
que el ser del material representado, el Aquiles de Homero es más que su modelo
original”. 15
Representar implica siempre interpretar la realidad, no es la mera variedad de
vivencias cambiantes cuyo objeto sería una especie de molde vacío que los sujetos
llenan de significado de un modo completamente arbitrario. En la representación
artística se destacan algunas cosas y se dejan otras de lado, se exageran rasgos, etc., lo
que introduce necesariamente una desproporción entre algo y la interpretación que se
hace de ese algo como algo.
Pero si la representación artística es interpretación, no puede sustraerse a las
condiciones generales de toda interpretación, que estudia la hermenéutica. La
experiencia estética se inscribe en el ámbito de la experiencia hermenéutica. Como
juego, la obra sólo alcanza su ser pleno cuando se la juega cada vez, cuando es
representada por parte de unos sujetos situados históricamente. La representación
artística es actualización, hacer presente a unos espectadores una obra que no puede
permanecer fijada en el pasado. La interpretación es un desarrollo de la comprensión
que se refiere a lo pasado como algo que tiene sentido para el hombre de hoy.
15 VM, p. 159.
16 VM, p. 222.
17 VM, p. 351.
9
es simplemente algo de lo que el hombre está dotado en el mundo, sino lo que hace
posible que los hombres tengan mundo.21 No sólo el mundo es mundo en cuanto que
accede al lenguaje, sino que el lenguaje mismo consiste en ser representación del
mundo, no es autónomo respecto del ser en el mundo del hombre.
El lenguaje es un fenómeno antropológico y ontológico en tanto que constituye
al mundo como tal, es decir como algo esencialmente distinto del entorno o del medio
ambiente en el que está inserto todo ser viviente. La diferencia esencial consiste en que
por virtud del lenguaje el hombre puede comportarse libremente frente al entorno; no
está determinado a responder de una sola manera a los estímulos de éste para satisfacer
sus necesidades. El lenguaje es variable no sólo porque existen múltiples lenguas que
pueden aprenderse, sino también porque al interior de cada una de las diferentes lenguas
ofrece diversas posibilidades de articular un mismo sentido.
A juicio de Gadamer, el lenguaje sólo realiza su verdadero ser en la
conversación, en el ejercicio del entendimiento mutuo, lo que no quiere decir que este
sea su único objetivo y que no sea más que un medio o instrumento para conseguir ese
objetivo. Toda forma de comunidad humana es lingüística y constituye lenguaje. Pero
es justamente en la conversación que el mundo se manifiesta al hombre como el suelo
común que une a todos los que hablan entre sí.22 El mundo es un todo abarcador que
nunca puede darse a la experiencia como un objeto, pues es justamente el ámbito en el
que todo objeto comparece significativamente para el hombre.
En cada lengua el mundo se representa de una manera determinada y finita, pero
a su vez cada lengua tiene una referencia a la infinitud de todo lo que es. El hombre no
está atado a la representación del mundo propia de su lengua; puede ampliarla y
enriquecerla con mundos lingüísticos extraños, sin que eso implique dejar de pertenecer
a su propio mundo. Gadamer habla del lenguaje como de un centro desde el cual se
desarrolla la experiencia hermenéutica en tanto que experiencia de la finitud humana
como finitud abierta al infinito.
Desde esta perspectiva, la verdad que se experimenta no es primariamente un
comportamiento del sujeto, sino un acontecimiento del ser en el lenguaje. Gadamer se
21 VM, p. 531.
22 VM, p. 535.
12
BIBLIOGRAFIA
Bacon, Francis: Novum Organon. Estudio preliminar y notas de Risieri Frondizi. Trad. por
Clemente Hernando Balmori. Losada: B. Aires 1949.
Dilthey, Wilhelm: El mundo histórico (Obras, vol VII). Fondo de Cultura Económica: México
1944.
Gadamer, Hans-Georg: Verdad y Método. Traducción de Ana Agud Aparicio y Rafael de Agapito.
Sígueme: Salamanca, vol.I 1977, vol. II 1992.
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich: Fenomenología del Espíritu. Traducción de Wenceslao Roces
con la colaboración de Ricardo Guerra. Fondo de Cultura Económica: México 1966.
Heidegger, Martin: El Ser y el Tiempo. Traducción de Jorge Eduardo Rivera. Ed. Universitaria:
Santiago 1997.
Humboldt, Karl Wilhelm von: Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su
influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad. Trad. y Prólogo de Ana Agud.
Ministerio de Educación y Ciencia: Madrid 1990.
Kant, Immanuel: Crítica del Juicio. Edición y traducción de Manuel García Morente. Espasa
Calpe: Madrid 1977.
Platón: Diálogos, vol III: Fedón, Banquete, Fedro. Traducciones, introducciones y notas de C.
García Gual, M. Martínez Hernández y E. Lledó Iñigo. Gredos: Madrid 1988.
Schiller, Johann Christoph Friedrich: Escritos sobre Estética. Edición y estudio preliminar de Juan
Manuel Navarro Cordón. Traducción de Manuel García Morente, María José Callejo Hernanz y
Jesús González Fisac. Tecnos: Madrid 1991.