Cómo Manejar El Enojo y La Paz de Dios

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¿Cómo manejar el enojo y la paz de Dios?

Por Jim Adams en > Preguntas y respuestas (20.3), > Preguntas y respuestas (20.4)

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¿Cómo manejar el enojo y la paz de Dios?


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¿Cómo manejar el enojo y la paz de Dios?
INTRODUCCIÓN
En octubre de 1997, el señor David Cline, quien era maestro de educación física y entrenador del
equipo de béisbol en el colegio donde trabajaba, les impartía clases de manejo a dos señoritas del
colegio. Mientras iba manejando una de estas señoritas, un carro se acercó y les cortó el paso. Así
se presentó una oportunidad propicia para dar una enseñanza sobre la imprudencia, y la
importancia de la cortesía en las calles. Pero el señor Cline se enfureció, y le ordenó a la señorita
que estaba manejando que siguiera al carro que había cometido la ofensa. Alcanzaron al otro
carro en un semáforo, y el señor Cline se bajó del carro y corrió hacia el primer carro para hablar
con el conductor. Hubo una discusión, y el señor Cline le pegó al otro conductor en la cara.
Cuando el semáforo se puso en verde, el señor Cline, con la ira todavía no descargada, volvió a
ordenar a la estudiante que persiguiera al conductor del primer carro. La obligó a manejar a una
velocidad tan alta que un carro patrullero interceptó al carro en que viajaba el señor Cline con las
dos alumnas. Salieron a la luz los detalles del acontecimiento y el señor Cline fue detenido y luego
destituido de sus cargos docentes.
¿Quién se atreve a medir el poder destructivo del enojo descontrolado? El enojo y su prole (la
amargura, el resentimiento, la violencia, la venganza, el abuso verbal y físico, etc.) puede destruir
familias, iglesias, empresas, y hasta naciones enteras. La palabra de Dios declara en forma directa
que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20). Sin embargo, son muchos los
cristianos que viven bajo el dominio del enojo, ya sea en forma abierta u oculta.
I. ¿QUÉ ES EL ENOJO?
¿Es el enojo nada más una emoción que uno siente cuando le pasa algo desagradable? Dice el
sicólogo cristiano el Dr. Dwight Carlson: “El enojo se define en términos generales como un
sentimiento fuerte de hostilidad o indignación . . . inducido por un disgusto intenso resultando de
una amenaza . . . un insulto, un sentido de frustración, o una injusticia. . .” Los autores Roher y
Sutherland comentan, “el enojo es una emoción. Surge cuando un deseo no se cumple. Si no se
cumple nuestro deseo, [queremos] cambiar esa situación o destruirla”.
Sin embargo, la Biblia generalmente describe el enojo (y la ira) como un pecado y no sólo como un
sentimiento o emoción. El apóstol Pablo dice en Colosenses 3:8: “Pero ahora dejad también
vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca”
(véase también Ef. 4:31 y Gálatas 5:20). El Señor Jesús enseñó que “cualquiera que se enoje
contra su hermano, será culpable de juicio” (Mateo 5:22). El capítulo cuatro de Génesis relata que
cuando Dios no miró la ofrenda de Caín con agrado, Caín “se enfureció y andaba cabizbajo”
(Génesis 4:5 NVI). Dios lo invitó a dejar su enojo y a hacer “lo bueno” (lo que Dios le había
mandado): “¿Por qué estás tan enojado? . . . Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en
alto” (4:6-7 NVI). Dios no aceptó el enojo de Caín como si fuera “sólo una emoción”.
Parece más bíblico describir el enojo como una respuesta que escogemos hacia la persona o la
situación que provocó el sentimiento “de hosti lidad o indignación” en nosotros. Esta respuesta
incluye la emoción más las actitudes y acciones que surgen de ella. O sea, en la mayoría de los
casos, la Biblia no distingue entre la emoción del enojo y las actitudes y acciónes que la
acompañan, sino que habla del enojo como una respuesta equivocada y pecaminosa hacia la
persona o la situación que provocó nuestros sentimientos de hostilidad. Los mismos autores arriba
citados concuerdan que el enojo no es sólo una emoción o sentimiento, sino que es algo que
escogemos para realizar nuestro deseo (o defenderlo) observando que no se puede enojar a nadie
en contra de su propia voluntad.
II. LOS PECADOS QUE SURGEN DEL ENOJO.
Efesios 4:26 (“Airaos pero no pequéis”) es quizás el único ejemplo en el cual la Biblia distingue
entre la emoción del enojo, y las actitudes y acciones pecaminosas que surgen de él. Sin
embargo, el propósito de esta exhortación no es el de justificar nuestro sentimiento de enojo, sino
hacernos conscientes de la rapidez con la cual el enojo nos conduce hacia el pecado. El enojo se
puede manifestar en el pecado de muchas maneras.
1) Un comportamiento explosivo. La persona se enoja fácilmente y otros le tienen miedo o la
tratan “con pinzas” para no ofenderla. Una persona con este comportamiento procura controlar a
otros y realizar sus deseos por medio del enojo.
2) El abuso familiar. Esta persona expresa su enojo abusando de su cónyuge y/o de sus hijos.
Este abuso puede ser verbal, físico o ambos.
3) La amargura y el resentimiento. Algunos creyentes ocultan su enojo, convirtiéndolo en la
amargura y el resentimiento. A menudo estas personas no parecen estar enojadas, y piensan que
están manejando su enojo bíblicamente. La verdad es que la amargura y el resentimiento son tan
pecaminosos y dañinos como el enojo abierto. Suelen expresarse en el chisme, la crítica, la
mentira, la burla, y la resistencia pasiva ya que en muchos casos se trata de sentimientos de
hostilidad hacia personas en autoridad contra quienes no se puede expresar el enojo en forma
abierta. Un ejemplo de esto es el caso de Esaú. Se sintió profundamente resentido por el
favoritismo que su madre le mostraba a Jacob y por la falta de aceptación de parte de su familia
hacia sus esposas cananeas, Judit y Basemat (Génesis 26:34). Al ver el gran esfuerzo que
hicieron sus padres para conseguirle a Jacob una esposa de la línea familiar, Esaú se casó con
una hija de Ismael para vengarse contra sus padres (Génesis 28:6-10).
4) La depresión. Puede tener varias causas no relacionadas con el enojo. Sin embargo, el
creyente que reprime sus sentimientos de enojo y no los resuelve, puede caer en un estado
depresivo, sintiéndose fracasado y de ninguna importancia. A veces, esta clase de depresión se
trata del enojo contra Dios porque las cosas no han salido de acuerdo con lo planeado (véase el
número 6. a continuación).
5) La venganza y las represalias. La Biblia presenta muchos casos en los cuales el enojo se
manifestó en la venganza y las represalias violentas. El rey Asa “se encolerizó grandemente” con
un “vidente” (profeta) y lo echó en la cárcel porque el vidente expuso la falta de fe de Asa y anunció
el juicio de Dios sobre su reino (2 Crónicas. 16:9-10). Absalón guardó su enojo contra Amnón por
la violación de Tamar y luego dio órdenes que le matesen (2 Samuel 13:22, 28-29) lo cual produjo
una rotura severa en la relación entre David y Absalón. Simeón y Leví mataron a muchas
personas inocentes para vengarse contra el príncipe Siquem por haber violado a Dina (Génesis
34).
6) El enojo contra Dios. En Números 11:10-15 Moíses se sentía disgustado con el pueblo de
Israel por su rebeldía contra Dios. Como consecuencia de ello, se enojó con Dios, acusándolo de
haberle dado una carga imposible de llevar: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me
es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado
gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal ” (Números 11:14-15). Asaf se enojó con Dios al ver la
prosperidad de los malos (Salmo 73:13-14), y Jeremías también se resintió con el Señor porque
nadie le hizo caso a su mensaje profético (JeremÃas 20:7-8, 14-18). El rey Asa (en el caso arriba
citado) se enojó con Dios y “no lo buscó” aun frente a la enfermedad que le quitó la vida (2
Crónicas. 16:12).
Hoy día algunos cristianos viven enojados con Dios porque no salvó la vida de un ser querido o no
les proveyó lo que ellos pidieron, o de otra manera no cumplió con las expectativas que tenían de
él. Es importante reconocer que Dios desea que sus hijos le expresen todo lo que está en su
corazón, hasta sus sentimientos de enojo hacia él. Sin embargo, el creyente que escoge seguir
viviendo con sentimientos de enojo hacia Dios, le dará lugar a Satanás, y terminará en la
amargura, el resentimiento, o la depresión.
III. LOS “MITOS” DEL ENOJO
Los mitos acerca del enojo pueden impedir que el cristiano haga los cambios de actitud y conducta
que la palabra de Dios le exige acerca del control de sus sentimientos de enojo. Considere los
siguientes mitos que se presentan con frecuencia para justificar el enojo.
A. “No puedo controlar mi enojo”. El hecho de que la Biblia nos exhorte a dejar el enojo
demuestra que somos capaces de controlarlo. Eclesiastés 7:9 nos recuerda: “No te apresures en
tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios.” Santiago 1:19 dice que
todo creyente debe ser “tardo para airarse”. Estas frases “no te apresures” y “sea tardo”
demuestran que el enojo está bajo el control del creyente, y que la intensidad de los sentimientos
de enojo nunca justifican actitudes y conductas en contra de la palabra de Dios. Más bien el
hombre sabio es aquel que haya aprendido a no enojarse fácilmente (Proverbios 14:29: “El que
tarda en airarse es grande en entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la
necedad”).
B. “Mi enojo pasa rápidamente y no hace mucho daño”. Aunque pase rápidamente el enojo
puede hacer mucho daño y dejar cicatrices que se tardan mucho en sanar. Aunque Alejandro
Magno fue un hombre que conquistó imperios, a veces se encontró conquistado por su propio
enojo. En cierta ocasión, su querido amigo Cletus, quien fue también uno de los generales
destacados en el ejército de Alejandro, se puso ebrio y comezó a poner a Alejandro en ridículo en
frente de los soldados. Cegado por el enojo, Alejandro tomó una lanza y se la tiró a Cletus con la
intención de asustarlo. Pero la lanza encontró su blanco y quitó la vida de Cletus. De inmediato
Alejandro sintió un gran remordimiento e intentó quitarse la vida, siendo detenido en ello por sus
propios soldados. Por unos días después del acontecimiento, Alejandro se quedó en su tienda,
enfermo, llorando por Cletus y llamándose asesino. Proverbios 16:32 dice: “Mejor es el que tarda
en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu que el que toma una ciudad”. La
dura realidad es que no se puede anular las cosas que hacemos o decimos en un momento de
enojo descontrolado. A veces el daño es irreparable.
C. “Mi enojo es justificado porque . . .” En algunas ocasiones nuestros sentimientos de enojo
son provocados por los pecados de otros, tales como la mentira, la injusticia, el abuso, la violencia,
el robo, el prejuicio, y la falta de amor y comprensión. Sin embargo, la palabra de Dios nos llama a
resolver los conflictos bíblicamente y a vencer el mal con el bien (Romanos 12:17-21; 1 Pedro 3:8-
12). Es natural sentirse enojado cuando uno se encuentra como la víctima del pecado de otros; sin
embargo dicho pecado no justifica una respuesta de enojo. Los casos del enojo “justificado” son
bien escasos: (1) la defensa del honor de Dios, (2) la defensa de otros contra la violencia e
injusticia (2 Samuel 11:6; NehemÃas 5:6), (3) la protección de la vida espiritual y bienestar del
pueblo de Dios ( Lucas 19:46-47). Más adelante, se presentarán consejos para resolver el enojo
que es el resultado del pecado ajeno.
D. “Es bueno descargar mi enojo para que otros sepan cómo me siento”
Es falsa la teoría popular que el enojo se va acumulando y debe ser descargado sin reservas antes
de provocar una “explosión”. La catarsis (descargando el enojo sin reserva) significa atacar a
alguien, lo cual nunca puede ser la voluntad de Dios. Algunas investigaciones de personas que
descargaron su enojo sin reserva han demostrado que estas personas experimentaron un alivio
pasajero, pero luego volvieron a enojarse frente a la misma situación. O sea, no se dio una
“catarsis” que agotara el enojo acumulado. Más bien siguieron siendo personas controladas por el
enojo.
IV. LAS RAÍCES DEL ENOJO
Antes de ver cómo la paz de Dios (y no el enojo) puede “gobernar” en nuestro corazón, es
importante entender de dónde viene el enojo. El enojo viene de dos fuentes principales. La primera
fuente es la de tener nuestros deseos frustrados, bloqueados, o rechazados. Santiago 4:1-3 dice:
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las
cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no
podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis porque no pedís”. Aun la
frustración de los deseos buenos y no egoístas pueden provocar el enojo. Si proponemos un plan
de evangelismo en la iglesia y no se logra la aceptación deseada, surge el enojo porque nuestro
deseo ha sido frustrado. El hecho de que el deseo sea bueno o malo no cambia la naturaleza de la
emoción que surge al no cumplirse el deseo.
La segunda fuente del enojo es el temor de perder algo de valor, como la reputación, las
posesiones, el dinero, el tiempo, la autoestima, el control de una situación, o aún la vida propia o la
de un ser querido. Por ejemplo, si nos obligan a hacer cola y esperar un largo rato para ser
atendido en una tienda, nos sentimos enojados porque tememos la pérdida de algo valioso:
nuestro tiempo. La vida nos sujeta en forma constante y variada a estas dos fuentes de enojo: la
frustración de nuestros deseos, y la posible pérdida de algo que valoramos. Considere los
siguientes ejemplos sencillos:
· Mi esposo/a no me trata con el amor y la comprensión que deseo;
· Mis hijos no me obedecen;
· La tienda de zapatos no acepta la devolución de un producto defectuoso;
· Los trámites del gobierno absorben mi tiempo y dinero;
· Los demás se burlan de mis habilidades y mi apariencia;
· No hay aprecio genuino para mi ministerio;
· ¡Alguien se sienta en mi silla preferida!
El objetivo de la formación espiritual no es sólo controlar o eliminar el enojo sino experimentar una
vida de paz en medio de los factores que muchas veces producen el enojo.
V. CÓMO EXPERIMENTAR LA PAZ DE DIOS.
La paz con Dios comienza cuando una persona recibe a Jesucristo como Salvador, así
convirtiendo la enemistad con Dios en amistad con Dios (Romanos 5:8-10). Habiendo entrado en la
paz con Dios, el creyente puede experimentar la paz de Dios en medio de cualquier situación y a
pesar de los sentimientos de enojo. Los siguientes consejos ayudarán al creyente a vivir en paz
con Dios y con otros creyentes.
A. Alimente la vida de oración. La promesa de Filipenses 4:7 es que la oración le traerá al
creyente “la paz que sobrepasa todo entendimiento” y guardará su corazón y pensamientos en
Cristo Jesús. Como el primer paso en vencer el enojo, el creyente debe examinar su corazón e
identificar los deseos frustrados y/o las cosas que teme perder. Así podrá entregar estas cosas en
las manos de Dios en la forma de peticiones con acción de gracias. Dios nos invita a volcar
delante de él nuestras penas, ansiedades, heridas, indignación, y aun nuestros sentimientos de
enojo. Le podemos hablar con libertad de nuestros deseos frustrados y nuestras pérdidas, y
pedirle que él intervenga para cambiar la situación o que nos dé su paz aunque no haya cambios.
Por ejemplo en el Salmo 13, David repitió la frase “¿hasta cuándo?” cuatro veces, así expresando
su sentir de que en nada podía ver evidencias de la mano buena de Dios. Pero en el versículo 5
proclamó, “Mas yo en tu misericordia (hesed) he confiado; mi corazón se alegrará en tu
salvación.” La paz de Dios vi ene no con recibir la intervención solicitada de Dios sino con
entregar la situación en sus manos confiando que su amor leal (hesed) es más grande que los
“angustiadores” que nos rodean y provocan el enojo que sentimos.
La oración también permite que Dios nos enseñe la verdad acerca de nosotros mismos y nuestro
enojo. Tal vez nuestro enojo es el resultado de los celos. Tal vez Dios quiere enseñarnos que
nuestro propio egocentrismo nos tiene atrapados en formas de ser y pensar que nos llevan
ineludiblemente hacia el enojo. Aunque no sea siempre posible orar de inmediato frente al enojo,
el creyente debe cultivar la costumbre de exponer delante de Dios en peticiones y súplicas las
cosas que le producen los sentimientos de hostilidad e indignación.
B. Renuncie al perfeccionismo y al egocentrismo. El perfeccionismo y el egocentrismo
alimentan el enojo porque nos hacen desear un mundo que funcione de acuerdo a nuestras
preferencias y gustos. El cristiano perfeccionista vive con sentimientos constantes de enojo porque
nunca se siente satisfecho con lo que él mismo u otros han hecho. Siempre “falta algo”. Es
necesario que éste reconoza que el perfeccionismo es nada más el egocentrismo y que se
arrepienta de exigir que el mundo gire alrededor de sus deseos y pautas personales (Stg. 4:1-3).
En el mismo versículo en el cual el apóstol Pablo nos exhorta a que “la paz de Dios gobierne” en
nuestro corazón, aparece la frase “y sed agradecidos” (Col. 3:15). Sin un espíritu agradecido que
reconoce las dádivas de Dios en sus múltiples manifestaciones, no es posible experimentar la paz
de Dios. Cada creyente debe encontrarse en el proceso constante de cambiar el perfeccionismo
por un espíritu agradecido.
C. Deje pasar por alto las ofensas de menor importancia. Proverbios 19:11 dice: “La cordura
del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa.” Las ofensas nos quitan la
autoestima y la ilusión de ser personas de importancia, dignas de ser servidas por los demás. La
paz de Dios no se puede alcanzar sin encontrar nuestra identidad personal en Dios y su amor para
con nosotros. Se ha dicho que para experimentar la paz de Dios, el creyente debe tener el corazón
de un niño y la piel de un rinoceronte, pasando por alto muchas cosas que pueden ser una ofensa.
D. Ponga en práctica los principios bíblicos para la resolución de conflictos. A veces las
ofensas cometidas en contra de nuestra persona son graves y no sería ni correcto ni prudente
pasarlas por alto. Sin embargo, la Biblia no justifica el enojo en tales casos, sino que nos llama a
buscar la paz. “Busque la paz y sígala” (1 Pedro 3:11).
“Seguid la paz con todos” (Hebreos 12:14).
“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna,
llena de misericordia, y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se
siembra en paz para aquellos que hacen la paz (Stg. 3:17-18).
El Señor Jesús enseña que la paz entre cristianos es tan importante que debemos buscar a la
persona que nos ha ofendido con el fin de reconciliarnos con ella y resolver nuestros sentimientos
de enojo (Mateo 18:15-35). Es menester poner en práctica los principios para la resolución de
conflictos tanto para tener la paz de Dios como para vivir en paz con nuestro hermano en Cristo. Si
no obedecemos los principios bíblicos para la resolución de conflictos, viviremos con el enojo no
resuelto, así haciendo imposible conocer la paz profunda de Dios. A veces pensamos que el
tiempo y la distancia sanarán nuestro enojo, pero la verdad es que solo el acercamiento bíblico
para “buscar la paz y seguirla” puede lograrlo.
E. Vea el enojo como una oportunidad para el crecimiento en las relaciones familiares. Los
consejeros matrimoniales David y Vera Mace exhortan a los matrimonios a ver el enojo como el
siervo del amor conyugal, y a utilizarlo para enriquecer su vida de pareja. Para el matrimonio Mace,
el enojo funciona como una luz de alerta que indica las áreas en las cuales la pareja debe trabajar
para mejorar su matrimonio. Si la pareja mira el enojo como un aliado (y no como enemigo) estará
en condiciones para entenderse mejorar y desarrollar patrones constructivos para resolver los
desacuerdos que forman parte de todo matrimonio. De igual manera, los sentimientos de enojo que
surgen en las relaciones familiares, pueden servir como el ímpetu para la comprensión mutua. En
muchos hogares el enojo matrimonial o familiar se maneja de una manera poco saludable: o se
descarga sobre otros o se reprime. Los matrimonios y familia sanos utilizan los sentimientos de
enojo para identificar los puntos de desacuerdo y resolverlos de una manera que contribuya al
bienestar de todos.
F. Vea el enojo como una oportunidad para experimentar la paz que Jesucristo nos ofrece.
Este mundo siempre nos dejará desilusionados con expectativas legítimas no satisfechas. Y nos
vendrán los sentimimentos de enojo. Los demás no nos tratarán ni como deben tratarnos ni como
queremos ser tratados. Y nos vendrán los sentimientos de enojo. Habrá injusticias, calumnias,
prejuicios, críticas, y muchas cosas más en nuestra contra. Y nos vendrán los sentimientos de
enojo. En medio de este enojo, el Señor Jesús nos promete su paz:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No s e turbe vuestro corazón,
ni tenga miedo” (Juan 14:27).
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Si vivimos derrotados y dominados por el enojo, el Señor Jesucristo nos invita a entrar en una
comunión estrecha con El, en la cual aprenderemos a confiar en su amor y en su control soberano
de toda circunstancia adversa. Sólo El puede convertir las cosas que provocan el enojo en
oportunidades para experimentar su obra en nosotros. Dice el autor James Reid, “La salida de las
frustraciones de la vida no se encuentra en resentirlas sino en aceptarlas como la esfera de los
propósitos de Dios.” Cuando aceptamos estas cosas como “la esfera de los propósitos de Dios”, la
paz de Cristo gobernará nuestro corazón.
Prof. Jim Adams
SETECA
junio de 2003
Preguntas para el estudio “En enojo y la paz de Dios”
1. ¿Cuáles son algunas cosas que provocan fuertes sentimientos de enojo?
2. Según la Biblia, ¿por qué es el enojo más que “sólo una emoción”? ¿Cuáles son los peligros de
negar que sea una emoción? ¿Cuáles son los peligros de justificar el enojo como “sólo una
emoción”? (parte I)
3. ¿Cuáles son algunos de los pecados que con frecuencia surgen del enojo? ¿Con cuál más
lucha usted? (parte II)
4. De los cuatro “mitos del enojo”, ¿cuáles han sido más aceptados en la iglesia evangélica? (parte
III)
5. ¿Cuáles son las dos raíces principales del enojo? (parte IV)
6. De los consejos sobre “cómo experimentar la paz de Dios”, ¿cuál sería de mayor ayuda para su
vida en estos momentos? (parte V)
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Santiago 1

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