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A 0516 Final FALS BORDA

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ORLANDO FALS BORDA: PEREGRINACIÓN MÍTICA Y SAPIENTE

Gabriel Restrepo, escritor y sociólogo.


Ensayo para la Revista C&P (Universidad Industrial de Santander). Sentipensando el territorio con
Fals Borda: saberes, resistencias y nuevas perspectivas de futuro. Editor invitado: PhD. Damián
Pachón Soto.
Santandercito, Cundinamarca, abril, 2024.

PREÁMBULO

A una centuria de su nacimiento y a diez y ocho años de su deceso (1924 – 2008), la figura de
Orlando Fals Borda ha crecido con el curso de los años. Su fama roza el concepto griego de
apoteosis, conversión de un mortal en inmortal. Empero, no siempre fue fausta su estima. Por el
contrario, en los sesenta, setenta y la mitad de los ochenta, fue tanta y tan varia la persecución hacia
él, que bien lució como encarnación del chivo expiatorio, Joselito Carnaval, Rey Momo e, incluso,
Homo Sacer. De 1985 a su deceso obtuvo progresivo, creciente y merecido reconocimiento. Señal
de su estatura universal fue el evento en torno a la Investigación Acción Participativa, IAP, a veinte
años de fundada, celebrado en 1997 en el Centro de Convenciones de Cartagena, con asistencia de
investigadores de todos los continentes.
En una primera parte rememoro mi encuentro, desencuentro y reencuentro con el maestro
desde 1965 hasta más allá de su muerte, asociados a los avatares de la historia de la sociología en
Colombia, en el marco de una sociedad caracterizada por los juegos de suma cero (uno o varios
competidores ganan lo que quitan a otros: dinero, poder, prestigio), agravados al trocarse en la
tragedia de los comunes, en la cual todos los competidores pierden.
Al rememorar tantísimos actos y escritos dedicados a su vida y obra, en esta ocasión quiero
centrarme en una segunda parte en una dimensión no muy usual al examinar su periplo en función
de mitos, teología, religiosidad, filosofía, tradición literaria romántica y simbolista, bajo los cuales
he calibrado la significación universal del pensador, con el cual empero he sostenido algunas
diferencias, como es propio de cualquier continuador. Al mismo tiempo, cotejaré su trascendencia
con la figura de otro gran maestro, su coetáneo Darío Mesa Chica porque son dos prototipos que,
aunque asimétricos, en sus diferencias enriquecen a quien no los pondere como opuestos.
En la tercera parte, amparado en algunas dimensiones de su biografía, me detendré en exaltar
su concepto de sentipensamiento y mi empeño en potenciar su poder heurístico al proponer una
escala más amplia con lo que he denominado sentisapiencia, concepto en el cual vierto el
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aprendizaje que he decantado en la segunda parte, a tiempo que lo enmarcaré en mi Teoría


Dramática y Tramática de las Sociedades.
Como mi estilo combina el discurso académico de una sociología abierta al conjunto de las
ciencias sociales con mi vocación por la literatura y el ensayo, ruego al editor y a quienes lean este
artículo que en el plano narrativo se disculpe, por obvias razones, el imperativo usual de las citas
canónicas, aunque daré cuenta somera de autores y lecturas.
En la conclusión destacaré la figura de Orlando Fals Borda como un paradigma universal de
la no violencia en clave de una razón, una ética y una estética cordiales y benevolentes.

PRIMERO: ENCUENTROS, DESENCUENTROS Y REENCUENTROS

Como no pocos coetáneos que se decidieron en los sesenta por la sociología, yo deserté en
1963 de proseguir el camino del sacerdocio luego de cursar estudios secundarios en un seminario
menor diocesano de Bogotá. Fui atraído por la figura carismática del sacerdote y sociólogo Camilo
Torres Restrepo. Luego, cuando cursaba un semestre de Ingeniería Química en la Universidad
Nacional, carrera que culminara en ese año el hermano mayor, decidí que ese no sería mi camino al
encontrar en su biblioteca el libro de La Violencia en Colombia (GUZMÁN, 1964) y un programa
de los novísimos estudios de sociología, a seis años de fundada la institución académica.
Me entrevisté en el primer semestre de 1965 con Orlando Fals Borda y María Cristina Salazar
en el despacho de lo que era entonces la Facultad de Sociología en el segundo piso del edificio que
lleva el nombre de la profesión. Entonces no estaban enlazados en matrimonio el sociólogo de
raigambre presbiteriana y la socióloga de convicción católica. Ni era todavía evidente el vínculo
que uniría los estudios de violencia con los de la familia, iniciados por Virginia Gutiérrez de Pineda,
que María Cristina ahondaría con sus indagaciones sobre la infancia. Como sabría muchos años
después, ella era tataranieta de Salvador Camacho Roldán, el más esclarecido radical y fundador de
la sociología en Colombia por una primera conferencia en el auditorio de derecho de la Universidad
Nacional en diciembre diez de 18821. La imagen afable de ambos me sorprendía, pues me atraía la
convivencia de creencias dispares unidas por el ideal de justicia social en un clima erizado por la
animadversión de la iglesia católica contra lo que no fuera la clausura dogmática. De hecho,

1
En el centenario exacto de dicha conferencia, yo instituí en honor a aquel arquetipo la celebraciòn del dìa de la
sociologìa, simbología además rreforzada por celebrarse en tal día un aniversario de la expedición de la Carta de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
3

mientras estudiaba el quinto año de secundaria en el seminario menor, me atraía el existencialismo


de Albert Camus y me impresionaba el sacrificio del monje budista incinerado en protesta por la
guerra de Vietnam: una vía espiritual se abría en el mundo más allá de los linderos confesionales.
Entretanto, seguía con fervor los pasos de Camilo Torres Restrepo en su aventura política. Fui
voceador voluntario de todos los números del Frente Unido del pueblo que yo distribuía en la
carrera séptima y retornaba los dineros de la venta a la Imprenta Canal Ramírez en la carrera 13 con
calle 20. Asistí como miembro del Movimiento Estudiantil Social Cristiano, un efímero apéndice de
la exigua Democracia Cristiana, calcada de su par chileno, al Encuentro Campesino, Obrero y
Estudiantil celebrado en Medellín a finales de octubre de 1965. Tras el cual el sacerdote
desaparecería sin noticia, hasta que se supo en enero de 1966 que había ingresado a la guerrilla del
ELN. Y a poco, en febrero quince se sabría de su muerte casi sacrificial en su primer combate.
Fueron aquellos dos años de mitad de los sesenta momentos de confuso parteaguas. Renuncié
al MESC, como se llamaba el parvo apéndice chileno. Asumí mi vocación de escritor e inicié los
estudios de sociología pocas semanas luego de saberse la noticia del infausto deceso del “cura
guerrillero”, como se lo llamaba. Entonces todo fue un estropicio en la Universidad Nacional con
epicentro en sociología. Orlando Fals se retiraba de la sociología justo cuando la Facultad se
integraba bastante apocada a la unidad mayor de Ciencias Humanas por la Reforma Patiño
(MAGNUSSON, 2006). En Ginebra acusaría la muerte de su entrañable colega con un nuevo libro
teórico de tono mesiánico, La subversión en Colombia (FALS BORDA, 1967), ya distante de sus
magníficos estudios clásicos empíricos sobre campesinos pobres andinos (FALS BORDA, 1961).
La intonsa guerra de Vietnam se agudizó luego del asesinato de Kennedy en noviembre de
1963, e irradió como fuego a todos los costados del mundo. Con la Revolución Cubana la guerra
fría se asentaba en el continente. De hecho, las aperturas de ese tablero de ajedrez se iniciaron en
Bogotá cuando la capital sirviera de escenario a la Conferencia Panamericana que daría lugar al
nacimiento de la Organización de Estados Americanos justo en los días infaustos del asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán. Orlando Fals Borda había retornado entonces al país, aterrado por la erupción
de la violencia interpartidista. El plácido y efímero oasis pacífico de la era republicana pronto fue
destronado por la atronadora oratoria antagonista de balcones y púlpitos, a la cual seguirían
matanzas sin cuento. Músico por vocación, Orlando compuso entonces una Canción por Colombia.
Se iniciaban violencias escabrosas, acaballadas unas sobre otras. La deficiencia de la
educación en cobertura y calidad obraba como chamizos prendidos por la furia de opuestas pasiones
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torvas, ambos bandos destrozados en el campo por la gana de poder absoluto. El promedio de
educación de 1952 apenas alcanzaba un grado y dos meses y no había variado de tal proporción en
lo transcurrido del siglo XX, pues la tan mentada transformación del gobierno de López Pumarejo
sólo tocó la educación universitaria, sin afectar el bajísimo indicador, de los más severos del
mundo, según lo expuso en cifras comparativas Juan Luis Londoño en el plan de desarrollo del
gobierno de César Gaviria.
La instauración del Frente Nacional por cierto sofocó la violencia interpartidista y expandió la
educación, empero aún insuficiente y deficiente, tal como refrendaría el mismo Londoño en un
excelente ensayo publicado en el número 50 de la revista de FECODE. Se iniciaron algunos
cambios, no sin tremendos esfuerzos, entre ellos el épico de la sociología. Estudiar la miseria del
campo y de la ciudad obró como bautismo de la nueva profesión, acuciosa en la gestación de
novedosas políticas públicas en territorio, población, acción comunal, familia, trabajo, reforma
agraria, modernización del Estado.
Empero, desde 1964 se enraizó otra modalidad de violencia, la revolucionaria, debida a la
clausura del Frente Nacional por sus ritmos alternados de leves reformas y de tozudez
conservadora; al modelo económico impuesto por Lauchlin Currie, tan semejante a la modalidad de
los junkers alemanes2; al surgimiento simultáneo de guerrillas de distinto signo aupadas por la
exaltación de las réplicas del foquismo cubano, la inspiración bolchevique, la legendaria marcha de
toma del Estado encabezada por Mao, los éxitos del Viet Cong, las revueltas estudiantiles crecientes
por la guerra de Vietnam, la intervención de Estados Unidos en los golpes militares de América
Latina y las guerras de liberación de la colonias europeas en África, Asia y el Medio Oriente.
Fueron aquellos años en América Latina un escenario crucial del desplazamiento de las
palomas por los halcones en el imperio del norte. Las primeras fueron encarnadas en la Alianza para

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Karl Kautky en La Cuestión Agraria de 1899, y luego de él Lenin, contraponían dos modelos de desarrollo capitalista
a partir del campo. El democrático y veloz consistìa en una reforma agraria integral, como habìa ocurrido en Inglaterra
y en Estados Unidos luego de la guerra de secesión, como lo haría Corea del Sur hacia 1953. El lento y tortuoso
consistía en la transformación de grandes propiedades, serviles, en latifundios agroindustriales. Currie eligió esta senda
desde su primera visita a Colombia en 1950 y la consagró en el programa de gobierno de Misael Pastrana Borrero, Las
Cuatro estrategias, las cuales proponían la rápida emigración de campesinos pobres a las ciudades, enganchados como
obreros ligados al motor de la construcción de vivienda urbana y por ende dependientes del capital financiero destinado
a este supuesto “motor” del desarrollo. Fue el momento del gigantismo de las corporaciones de ahorro estimuladas por
el espejismo de los créditos UPACS. Se suponía que la demanda urbana de alimentos incidiría en la transformación del
campo, pero aquello sólo ocurrió a muy lento ritmo y, además, con la aparición del narcotráfico, se producirìa, después
del Acuerdo de Chicoral tendiente a desistir de cualquier reforma agraria, lo que el Banco Mundial designó como una
contrarreforma agraria basada en expropiaciones y en lavado de dineros de narcos beneficiados por la renta agraria. Aún
hoy el índice Gini de concentración de la tierra ronda por un escandaloso 0.8, cuando la media es de 0.5, la baja
concentración respondería al cero y la absoluta inequidad al 1.0.
5

el Progreso, cuyo fundamento teórico, poco estudiado, fuera expuestos por Talcott en una
conferencia en Jerusalén en 1958 titulada El problema del cambio institucional controlado, análoga
en su estrategia de reforma gradual y liberal a lo que el teórico había propuesto con mucho éxito
como estrategia de inclusión de posguerras de Alemania y de Japón en los años cuarenta
(PARSONS, 1964). Por el contrario, la visión de los halcones, triunfantes tras el asesinato de
Kennedy, fue sostenida por Huntington en un libro paradigmático de aquella soberanía de la fuerza
con paranoico encuadre de amigos contra enemigos que expusiera Carl Schmitt en el preámbulo del
nazismo (HUNTINGTON, 1967; SCHMITT, 2009).
El año de 1965 fue el exacto giro radical en la brújula del clima de los tiempos. Desde Chile
se denunció el Plan Camelot con reverberación en toda la región, una indagación de
contrainsurgencia propiciada por el ejército de los Estados Unidos, aún a contracorriente del
Departamento de Estado (AP: 1965). Como Talcott Parsons había asistido al VII Congreso
Latinoamericano de Sociología organizado por la Facultad de Sociología en 1965, se sospechó que
el teórico cibernético de los sistemas sociales encarnaba el demonio de la contrainsurgencia 3, pese a
que su presencia en el congreso fuera muy opaca. Por cierto, el director del Plan Camelot se
entrevistó en 1965 en su viaje a Chile con Orlando Fals Borda para recabar el apoyo de la
sociología, pero una indagación de archivos demuestra que fue reacio a cualquier compromiso (AP:
1965, 1966).
No obstante, el movimiento estudiantil, entonces empujado por la Juventud Comunista,
denunció la financiación de las fundaciones Ford y Rockefeller como injerencia del imperialismo
norteamericano. La juventud comunista, a la que pertenecí por tres años como estudiante, atraía por
ser entonces influida por los camaradas franceses, abiertos a la filosofía, a las ciencias sociales y a
las artes y letras. No obstante, dado su compromiso con las recién constituidas Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, FARC, pronto iría degradando por la sumisión del partido a una
guerrilla que en los setenta y ochenta se pervertiría por el narcotráfico, como ocurriría con toda la
sociedad colombiana4. En cuanto al legado de Camilo Torres Restrepo, desde un comienzo yo
reiteraría que me distanciaba de modo contundente de su opción por la lucha armada: incluso así lo

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Parsons de hecho fue objeto de indagaciones al suponerlo el macartismo como agente socialista, tal como ocurrió con
Oppenheimer y con tantos otros.
4
En mi diario de noviembre 18 de 1976 yo afirmaba que ante el clientelismo, la mafia y el fascismo dominantes, me
impondría la misión de pensar qué debiera proponerse para salir del laberinto en el horizonte de cincuenta años, que se
cumplirán en el noviembre del año 2026 (DP).
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manifesté en Arauquita hacia 2021 ante una audiencia de profesores militantes del Ejército de
Liberación Nacional.
Adherido a la célula Bertolt Brecht de Ciencias Humanas, mediante el periódico Rojo impreso
en mimeógrafo y muy divulgado en sus tres años de existencia, del 1967 a 1969 (AP), incurrí en el
más estúpido error de mi vida: como la mayoría de los estudiantes de Ciencias Humanas, contribuí
a la sindicación de Orlando Fals Borda como agente del imperialismo. Incluso llegamos al colmo de
celebrar su muerte simbólica al encerrar su efigie en un ataúd y a consumar su expulsión de la
institución que fundara y exaltara con inigualable potencia de pensamiento y gestión.
Por supuesto, la reforma del Departamento de Sociología de 1969 contenía brotes
majestuosos en medio de mucha cizaña. Se inspiraba en las orientaciones del maestro Darío Mesa
Chica (1921-2016), expuestas como nuevo evangelio: la sociología habría de ser científica, nacional
y política. Científica por apropiar los clásicos del pensamiento sociológico del hemisferio norte
mediate el estudio directo de sus obras, abierto al conjunto de las ciencias sociales, bien
compaginado con sus fuentes filosóficas y esmerado en la exploración histórica. Por lo nacional se
apuntaba a la confrontación de tales paradigmas con una indagación de los problemas nacionales.
Por lo político se propendía por un aporte a la transformación del Estado Nacional. Con un resabio
estalinista, el maestro proponía conformar “cuadros” para tal tarea, en lo principal abocados a que
Colombia respondiera al reto de situarse en la frontera de las revoluciones científicas, tecnológicas
y técnicas del mundo moderno y contemporáneo.
Al ingresar como instructor asistente al Departamento de Sociología en 1970, comencé a
purgar mis errores juveniles, sin correr el riesgo de avejentarme. Escéptico metódico y pertinaz, sí,
cínico nunca, excepto al modo del anarquismo performativo de Diógenes, constante en mi amor por
los pobres. Experimenté una conmoción ética cuando, sumergido en los archivos de la institución en
busca de pruebas de la maledicencia del fundador, encontré por el contrario una enorme riqueza de
pensamiento y de acción. Me pareció que en el nuevo Departamento de Sociología incurríamos en
el vicio del adanismo, tan colateral al apocalipsis: que todo comenzaba sin antecedentes, que la
ciencia redimiría, atributos tan próximos a la debacle porque sin advertencia nos sumábamos a los
juegos de suma cero: Mesa contra Fals Borda, Estado contra Nación, reforma, contra revolución,
polaridades tajantes que, lejos de finiquitar, se han expandido. Comprendía que desde la paranoica
oposición de Bolívar y Santander reincidíamos en lo que llamaban en los sesenta “los viejos y
queridos odios”. No quedaba más remedio que declararme independiente hasta de los
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independientes, y además saberme en lo exterior ayuno de cualquier predicamento revolucionario al


comprobar, con el auge del narcotráfico y del paramilitarismo, que entonces se incubaba el huevo
de la serpiente que desembocaría en masacres y violencias por doquiera, propias de esa tragedia de
los comunes que ha asolado a Colombia en tres cuartos de siglo. Y que aún pende como espada de
Damocles sobre cada cual.
De contera, el daimon que me ha guiado tanto como el angeloi5, me espernancó por situarme
en el pie derecho en la apropiación teórica del demiurgo de Talcott Parsons, y en el izquierdo en los
abismos del campo de Colombia, porque como profesor de sociología rural debía estudiar a fondo el
problema agrario en un compromiso no sólo intelectual, sino además vital. Fuera esta contorsión
propicia a cierta esquizofrenia por aliar, por un costado, la vocación universal predicada por Darío
Mesa, moderados los extremos porque el teórico estadounidense fuera tan lejano de Hegel y de
Marx, y por otro la senda de atriciones debidas a la peregrinación por donde más duele Colombia, el
campo y la periferia pobre de la ciudad, lo cual me incitaría a revivir el legado sociológico de
Camilo Torres Restrepo y a seguir las huellas de Orlando Fals Borda. Como ha sido propio de mi
talante, la disyunción se disolvió en conjunción gracias a lo que he llamado una dialéctica
paradójica que mantiene la oscilación entre opuestos, sin apresurarse a resolverla en líneas rectas.
Pero lo más dramático de aquella meditación de los setenta fue comprobar que Orlando Fals
Borda había servido como una suerte de comodín para encarnar los papeles de Joselito Carnaval y
del Rey Momo -aquellos que son sacrificados cuando cesa el carnaval, aunque renacen para
presidirlo al año siguiente-, más la estampa del chivo expiatorio según las indagaciones de René
Girard (GIRARD, 1975) y aún del Homo Sacer, figura ésta tan estudiada por Giorgio Agamben, de
la cual se sirvió para exponer la radical paradoja del Soberano como aquel que encarna el poder de
dar muerte y que, pese a sucederse la soberanía antigua por la biopolítica como administración de la
vida (AGAMBEN, 1988), con todos los pretextos de los derechos humanos, no obstante en los
estados de excepción -tan recurrentes en todas partes- valida la sentencia atroz de Carl Schmitt de
instituir las suspensiones de la jurisprudencia como la razón suprema de la soberanía al sofocar con
5
En mi teoría, el Daimon proviene del inconsciente personal derivado del conatus como la tendencia de cada ente a
seguir siendo lo que es. El angeloi, por el contrario, viene desde lo que cada cual podría llegar a ser en su plenitud, por
tanto como aviso del senex que cada cual lleva en potencia. La distinción se encamina a enriquecer el concepto de
Spinoza que no incluyó esta dimensión de lo que llamo angeloi por rehuir la distinción aristotélica de potencia y acto.
No hay en esta distinción nada religioso, ni tampoco metafísico, aunque no se desdeñen las posibilidades de explorar
nexos con estas dimensiones, siempre que se examinen con método y cuidado y, además, que se hallen precedidas de la
indagación de los modos como los inconscientes personales se articulan con los colectivos. Lo cual exige demasiada
indagación, casi insoportable.
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tremendo sacrificio la nuda vida. Con lo cual el Soberano devela que su razón de ser es el uso de la
violencia, pese a todo eufemismo.
En países como el nuestro, donde las soberanías se dispersan por los territorios debido a fieros
controles armados, y en las cuales cada institución y cada individuo se fingen soberanos, dado el
individualismo propio de sociedades patriarcales, sumado a la fragmentación territorial y política,
agravada por el predominio de una solidaridad mecánica propia de hordas fundamentalistas, la
proliferación de chivos expiatorios ha sido demencial.
Con horror y estremecimiento, se comprobó en el periplo de Orlando Fals Borda en un cuarto
de siglo: la iglesia católica lo condenó por protestante hacia 1962, a tiempo que obligaba a Camilo
Torres a renunciar a la capellanía y a la condición de profesor de sociología; a Orlando los
estudiantes lo expulsamos en 1965 del claustro sociológico por suponerlo como agente del
imperialismo; la iglesia presbiteriana le aplicó el anatema por estimarlo comunista en 1970; de la
primera revista Alternativa lo repudiaron por sospecharlo aún como agente del imperio (AP, 1970s);
a poco andar, en 1979 fue sindicado por el gobierno de ser comunista, apresado por unos días por su
supuesta complicidad con María Cristina Salazar, entonces su esposa, llevada a la cárcel durante
meses p,or figurar su nombre en el arriendo de la casa de donde el M-19 construyó el túnel para el
robo de armas del cantón norte; cuando inició su travesía por el Caribe cerca de 1982, que lo
llevaría a escribir los cuatro tomos de Historia doble de la Costa (FALS, 1985, 1979-1986), debió
acudir a un brujo de un municipio cercano a Mompox para ser rezado, pues en la guerrilla del M-L
el comandante había ordenado su asesinato, según narró en entrevista su amigo sentimental Víctor
Jiménez (JIMÉNEZ, V, 2022). A propósito de esta amistad, Orlando debió ocultar al público con
mucho celo, no así a su esposa, esta relación afectiva, porque, de haberse sabido, también hubiera
sido causa de infamia o de asesinato, sin comprenderse, como haré, que su pansexualidad fue en su
vida también un camino de exploración de la alteridad.
¿Cómo pudo Orlando subsistir a tantas opresiones sin fracturarse? Pues emergía de ellas más
vivo que nunca, como si fuera un miembro secreto de la imaginaria Secta del Fénix fabulada por
Borges (BORGES, 1964). Su ascesis protestante sólo explica una parte, pero la mayor proporción
se debe a su bonhomía plena de afectividad, en mi juicio muy inspirada en la paciencia y amor de
Cristo y de los profetas que tanto recitaba, lo mismo que en el talante facundo de los carnavales del
Caribe, distintiva de la milenaria sapiencia popular. Orlando no conoció enemigos, aunque sí
adversarios. La distinción lo elevó, como concluiré, a la cima de los paradigmas universales de la
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no violencia en clave de disidencia y, como escribí, aún de disidanza, neologismo creado por mí
para aludir a una disidencia ética y estética.
Relatar mis empeños por redimir mi culpa y esforzarme en lograr un reconocimiento público
del maestro rebasaría el límite de este ensayo. Basten unas pinceladas. El reencuentro ocurrió en la
tarea titánica de reconstituir la Colombiana de Sociología, fundada por Orlando Fals y Camilo
Torres Restrepo el 11 de abril de 1962 y disuelta por los efectos letales de la muerte de Camilo
Torres y el exilio de Orlando Fals en 1965, aguzada por la brecha generacional que dividía a los
sociólogos entre “falsistas” y “mesistas”, más fisuras entre universidades públicas y privadas,
centrales y regionales, confesionales y laicas, partidarios de facciones alinderadas con China o
Rusia: en suma, un pandemonio de pequeñas rivalidades. Desde 1975 nos propusimos con Gonzalo
Cataño y otras figuras dar vigor a la Asociación, la cual tuvo en la década de los ochenta su
esplendor, iniciado con el III Congreso de Sociología celebrado en Bogotá en 1980.
Entre titubeos y rubores, le pedí entonces perdón a Orlando al ofrecerle un par de ensayos que
relataban su gesta descomunal en la creación de la sociología y en su compromiso por la redención
de la pobreza (RESTREPO, 2002). Con su rostro marcado en su mejilla derecha con un candor de
beatitud, en tanto su flanco izquierdo develaba una solitaria y profunda tristeza, esquivó reproches,
extendió un abrazo y apenas me corrigió un punto del ensayo: no habían sido los militares, arguyó,
quienes se opusieron al viaje de una comisión a Marquetalia que hubiera impedido la desastrosa
invasión que encresparía la marcha hacia una cruenta confrontación, tragedia que se repetiría en la
toma de Casa Verde en diciembre de 1990. Fue la Iglesia Católica la que prohibió el
desplazamiento a Marquetalia de Monseñor Guzmán y de Camilo Torres, dos de los tres integrantes
propuestos por la Facultad de Sociología.
Siguieron muchísimos encuentros, tres de ellos en Barranquilla, uno célebre por festejar la
Historia Doble de la Costa (CATAÑO, 1987), dos de ellos en el contexto de los carnavales. Al
iniciar yo el proyecto de investigación, extensión y docencia, ParticipArte en 1999, merecedor de
muchas distinciones, en un salón comunal de Tunjuelito, localidad constituida en el proyecto como
aula y laboratorio de un curso teórico y práctico en el cual se formaron al menos doscientos
estudiantes, invité a Orlando para que iniciara esa aventura de una sociología ambulante, territorial,
nómada, establecida para honrar la memoria de Camilo Torres y de Orlando en la fundación de la
sociología. Escribí un largo proyecto, no publicado, en el cual sustentaba una expansión de la
Investigación Acción Participativa con otro atributo: estética, así IAPE, para exaltar uno de los
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énfasis del propio Orlando, muy afín a mi talante, el papel de las artes y las letras, junto al carnaval
como encarnación milenaria y viva de la cultura popular (RESTREPO, 1999, inédito). Las
sempiternas querellas internas y externas me forzaron a despedirme de la Universidad, de la cual
salí pensionado en 2002 y el proyecto naufragó pronto.
Dos grandes hitos servirían para alcanzar la cumbre del reconocimiento de Orlando. En el
2005 fui designado junto a Alfredo Molano y Edgar Rey Sining como jurado para evaluar la
posibilidad de conceder a Orlando el doctorado honoris causa por la Universidad de Antioquia,
mismo que le fue concedido y en el cual, junto a su gran amigo de correrías políticas, el jurista
Carlos Gaviria Días, autor de la cláusula del libre desarrollo de la personalidad, pronunció un
magnífico discurso: Entre los paisas (FALS BORDA, 2005).
La segunda fue la propuesta de concederle al doctorado honoris causa por la Universidad
Nacional de Colombia en el IX Congreso Nacional de Sociología que coordiné en diciembre de
2006, doctorado también otorgado por mi iniciativa a Alan Touraine y, como hubiera querido, a
Jeffrey Alexander, para simbolizar la equidistancia de nuestros paradigmas con los de la sociología
de Europa y de los Estados Unidos, sólo que aquí se interpuso, como sospecho, el resabio
“antiyanqui” para impedir la plena triangulación.
Como había fallecido en aquel año María Cristina Salazar, con su esposo acordamos erigir un
mausoleo junto a la Capilla de la Universidad Nacional para depositar sus cenizas, con el designio
de albergar allí las suyas, como se haría. Elegimos el lugar con atención a muchos símbolos: a cinco
metros del campanario donado por el Banco de la República para honrar a los estudiantes caídos en
la lucha contra la dictadura de Rojas Pinilla, vecino a la capilla que fuera encomendada por algún
tiempo a Camilo Torres, con el designio de que en un futuro se construyera al costado izquierdo
paralelo un monumento a Camilo Torres Restrepo cuando se sellara la paz con el Ejército Nacional
de Liberación. Asesoró el designio el artista Gustavo Zalamea Traba. La oposición de la Iglesia y de
la división de patrimonio de la Universidad fue inmensa, pero contamos con la benevolencia del
vicerrector, el arquitecto Fernando Montenegro. Algún día anterior a la defunción de Orlando pasé
por el monumento y observé que en la parte trasera se había incrustado un mosaico con la imagen
de un niño elevando una cometa al cielo. Supe luego que Orlando había encomendado a un artesano
tal obra para simbolizar su aspiración de unirse a su consorte en el firmamento.
Recibí de Orlando dos homenajes, uno explícito, designarme como merecedor de seguir sus
huellas (FALS BORDA, en MONCAYO 2015 y HERRERA Y OTROS, 2012). El segundo,
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implícito por decirlo al común amigo Gonzalo Cataño, quien me lo relató: “Restrepo es un poco
díscolo”, dictamen que profería por mi reticencia a unirme a la Alternativa Democrática, reserva
que desde 1970 he sostenido frente a cualquier poder de cualquier signo, que no sea el poder del
pensamiento sabio, siempre humilde. Pero por provenir del mayor díscolo de Colombia, la tacha ha
sido como un grado doctoral para quien no es, como soy yo, nada más que un licenciado en
sociología6. Es un premio que llevo en el alma junto a otra frase proferida a otro amigo por el
maestro Darío Mesa Chica: “es que Gabriel se caracteriza por una humildad arrogante”. ¡A mucho
honor!

SEGUNDO: EL LEGADO DE FALS REINTERPRETADO

Lo más lejano y lo más cercano en la evolución de la cultura de la especie son los mitos.
Como se dice en francés de los fantasmas, revenants, son los que vuelven y vuelven una y otra vez.
La ideología, siendo más moderna, es más perecedera, aunque sea pretenciosa, hoy no poco
desusada por la proliferación de imaginarios7. Los mitos se remozan y se entrelazan. Si bien los
mitos más conocidos provienen del arcón griego, Hermes, por ejemplo, nacen en cualquier cultura.
No pocos son traducibles, como Elegguá respecto a Hermes, ambos corredores de caminos, y juntos
tan semejantes a la figura aymará de Tunupa, la contrapartida terrestre de Viracocha: señor de los
caminos, quien portaba una cruz no cristiana destinada como símbolo para entrelazar los cuatro
costados del Tahuantinsuyo. Don Simón Rodríguez era a la vez Hermes, Elegguá, Tunupa y, como
decía Bolívar, un Sócrates americano, sapiencia ambulante. Bolívar por supuesto encarnaba la
altura de Viracocha.
Fals quería ser Bolívar y Simón Rodríguez, Viracocha y Tunupa, Apolo y Dionisos mediado
por Hermes, Changó y Santa Bárbara, Elegguá. Pero como narró José María Arguedas, es casi
imposible unir al zorro de arriba y al zorro de abajo, la costa y la sierra, el estado y la nación

6
Tras ganar en concurso una beca para estudiar el doctorado con Habermas en 1972, concedida por el Instituto Goethe
de Colombia, fue rechazada en Bonn por el terrorismo universitario germano de entonces y porque yo fui sospechoso de
ser espía de Alemania oriental por haber estudiado un semestre con un profesor de Leipzig en la Universidad INCCA.
Ironía de la vida, porque al visitar a un profesor de psicología en la Universidad Karl Marx de Berìn oriental se me negó
la entrada por sospechar que yo era espía de Alemania occidental. ¡Tremenda lección de mundo, inolvidable! Luego, en
los noventas y en la primera década de este siglo, quise cursar el doctorado en Chile, e incluso pagué mucho dinero por
ello, pero desaveniencias con el tutor me obligaron a desistir. Así que me sosegué con el diploma de maestro que me
concedieron 120 estudiantes de sociología en 1982.
7
La ideología es serial, escrita y supuestamente lógica, los imaginarios son oníricos, audiovisuales y su forma es
aleatoria. Hoy priman éstos, más arduos de interpretar como los sueños.
12

(ARQUEDAS, 2007), el saber del poder con el poder del saber. Tal fue la grandeza de Orlando,
como toda no exenta de límites.
Fue titánica su lucha por ser el daimon del Estado Nacional. Daimon en el sentido dado por
Diotima en el Banquete de Platón: aquel mediador que llena el vacío y vincula lo alto con lo bajo
(PLATÓN, 1969). Y como todo mediador, es sospechoso y propenso al sacrificio. Por el exceso era
repudiado, como entre los griegos el genio destinado al ostracismo, al igual que se excluía con
violencia física o simbólica a quien se apartara de la aura mediocrita en una sociedad como la
nuestra que ha sido laboratorio mundial de la biopolítica desde la Conquista, la reducción a
poblados, el modelo higiénico y epidemiológico, la tecnocracia de ingeniería y economía y el
control cibernético a distancia que sofocan y cooptan a quien sea disidente radical. Encarnación del
tabú, reviviscencia del chivo expiatorio, actualidad del Homo Sacer, incluido excluido, suma
paradoja de ser exiliado en su propia patria.
El amor, argumentaba Diotima, la instauradora de la filosofía como amor al saber por el saber
del amor, es una yunta de contrarios. Nulidad por su madre, potencia por su padre, al amor es todo y
nada. Orlando fue la encarnación ambulante del mito platónico y neoplatónico de Poro y Penía que
recorre la nacionalidad desde la Academia de Florencia, Vitoria, Suárez, Bartolomé de las Casas y
ante todo el monumental Inca Garcilaso de la Vega, quien a mitad de su vida tradujera los Diálogos
de Amor del sefaradí León Hebreo como un ábrete sésamo para conciliar el mandado de perseverar
en el nombre del padre español y elevarse a la sabiduría al obedecer en su vida plena a la memoria
indígena por amor a la madre (HERNÁNDEZ, 1993). Como redivivos Telémacos divagamos
desgarrados entre aldea y orbe.
Otro mito: en la novela que publicaré este año, Marrano Congo Anima Excripta denomino a
Orlando como Parcefals, el misterioso Bíblico Presbiteriano, un anagrama de Parsifal, el mito
medieval resucitado en la última ópera de Wagner que provocara las iras de Nietzsche por
incorporar la compasión budista debida a Schopenhauer, tan presente en el pensamiento del filósofo
pese a su martillo contra todo resto de misericordia 8. La de Orlando fue una peregrinación
romántica, como explayaré luego. Peregrinación es en su etimología per agrus: deambular por
campo abierto como los juglares, zurciendo feudos con villas por medio de cantos, como en los
cantos criollos de la vaquería o del vallenato. De hecho, la probable etimología de Parsifal es perce
8
De Schopenhauer conservó la idea del eterno retorno de lo igual, pero lo separó de quien fuera su maestro juvenil su
postulación de la voluntad de poder, misma que ostenta tanta grandeza por aludir a la potencia del ser humano y
femenino como übermensch o, si se prefirera, überfrau, como tanta miseria porque de ella tomaría pie la arrogancia del
nazismo.
13

vals, el que atraviesa los valles, como deambulara Orlando de ciénaga en ciénaga por el Caribe. El
neologismo añade la semántica del parcero tan vecina a las voces de comparsa y de compañero,
cuya etimología es cum panis, quien comparte el pan, la eucaristía de la sapiencia, tan propia de los
carnavales.
Pero lo sustancial del mito de Parsifal es la briega descomunal del arquetipo de allende con la
gesta heroica de su redivivo por sanar una comunidad sagrada herida en su equilibrio por la
sustracción de una lanza por un malévolo demiurgo, Klingsor 9. Sin su fuerza, el cáliz del amor se
debilita y, en consecuencia, la naturaleza se marchita y los habitantes padecen. En mi traducción, la
épica de Parcefals se orienta en el mismo sentido de la misión del daimon de conciliar el Estado
con la nación, en buena medida por su aspiración, en tanto constituyente en 1991, de reordenar el
nexo de la población con el cuidado de la naturaleza y con la justicia política redistributiva en un
cambio radical de la disposición geográfica y demográfica, para lo cual se inspiró en el precedente
del radicalismo del siglo XIX, que fuera la fuente de la nostalgia de Orlando y con él de la
sociología.
La espiritualidad de Orlando Fals Borda fue inconmensurable. Si en la novela lo distingo
como el Misterioso Bíblico Presbiteriano se debe a que su raigambre protestante fue muy acendrada
por vía de su madre. En el fondo, el mayúsculo problema que afronta el ser humano y femenino es
el de la irrevocable finitud. El pensamiento del más allá y, por ende, el de la salvación, sea mundana
o extra mundana, es tan inescapable como irresoluble. Desde la formulación de la teología negativa
por Dionisio el pseudo Areopagita entre el siglo V y VI, toda respuesta frente a lo absoluto es
paradójica: dios, o quien lo encarne como suma potencia, no es equivalente a ningún ente de la
órbita temporal o espacial. Así que, al afirmarlo, como pretendía Dionisio, lo niegan por destierro
absoluto. Paradoja suma, como el lema medieval que aterrara a Pascal: “el cosmos es una esfera
cuya circunferencia está en todas partes y su centro en ninguna”. De Agustín a San Anselmo y a
Santo Tomás, la teología intentó sosegarse con dos postulados opuestos: creo para entender,
entiendo para creer. Pero nada llena el inconmensurable hiato por más que se dé la doble vuelta. Lo
absoluto, lo Uno, lo divino, lo sublime por excelencia son de modo inescapable un nóumeno, como
zanjó Kant: no se pueden probar, como tampoco improbar. Queda apenas una parva lumbre que
acaso sea la vía de la mística: una improbable, pero siempre intentada intuición intelectual: la del
misterio inefable (RESTREPO, DP).
9
Un inmenso equívoco, producto de la egolatría de Hitler, lo llevó a identificarse con Siegried y con Parsifal, cuando en
verdad se demostró que era un pobre émulo de la pérfida negatividad de Klingsor, el genio maligno.
14

La tentación simoníaca, que consiste en transformar lo sagrado en profano, o en disolver la


espiritualidad en la magia, según se narra en Los Hechos de los Apóstoles en el episodio de Simón
el Mago, fue imposible de desterrar en la tradición de las iglesias cristianas. La salvación por obras
o indulgencia del catolicismo, o por la fe del luteranismo, del calvinismo y del presbiterianismo, se
tiñen del expediente milenario de las distintas formas de magia. Como demostró Max Weber, la
angustia protestante por la imposibilidad de conocer la predestinación llevó a elegir signos
indirectos de salvación, el oro y el poder (WEBER, 1969). Por esta vía elevaron el fetichismo de la
moneda a la liturgia cotidiana de celebración del Becerro de Oro, el capital, o la moneda, como
demostraron Marx y Benjamin y en la literatura Mallarmé. El capital, en tanto trabajo muerto
apropiado por pocos, controla el valor de cambio universal, tras el cual se afanan los inmensos
politeísmos de quienes quedan consumidos y consumados por la adoración de los valores de uso
fungibles, gracias al espejismo del aura de las mercancías.
¿Cómo se explica, en este marco, la divinización de la naturaleza y del pueblo tan patente en
la saga de Orlando Fals Borda, siendo tan acendrara su fe presbiteriana, de la cual nunca abdicó, tan
presente en su talante mesiánico y en su uso recurrente de los profetas, como sugeriré con un
ejemplo paradigmático?
Algunos giros se precisan para ponderar una respuesta plausible. Si la religiosidad es desde un
punto de vista secular y sociológico la organización social de la esperanza última, no hay nada que
escape a ella, pues en el fondo todo pensamiento del futuro adquiere un tinte religioso. Es, lo sé, una
visión excéntrica, pero verosímil. Incluso el comunismo es desde esta perspectiva un impulso
mesiánico. Ahora bien, sabemos de la muerte de Dios gracias a Nietzsche quien firmó su libro
póstumo, el Ecce Homo, ya entrado en locura, como Dioniso El Crucificado. No obstante, la noticia
del filósofo fue bastante anacrónica, aunque potente por encerrarla en el Zaratustra con la idea del
übermensch (¿e überfrau?), el sobrehumano, una idea elevada a la potencia del narcicismo
contemporáneo, y que a falta de sucedáneos, terminará por exaltar la idea peregrina del Homo Deus
de un escritor, pese a todo muy sutil, aunque en el fondo predique un nuevo advenimiento con el
arribo de la Inteligencia Artificial, de cuyo mesianismo no sabemos si derivará en el apocalipsis de
la Matrix (HARARI, 2014, 2016), aunque sí sabemos que la breve historia del mañana, como reza
el subtítulo, fue humillada por un diminuto virus.
Ya los jacobinos habían entronizado como emblema de la Razón en la catedral de Notre
Dame a una bailarina, dicen algunos con eufemismo, o a una prostituta, alegan otros. Poco después
15

en 1796 un gran escritor, Jean Paul Richter escribió a sus 33 años un “Discurso de Cristo muerto
desde lo alto del cosmos diciendo que no hay Dios”. Para curarse en salud, enunciaba la noticia
como un sueño de Shakespeare10. Apoyado en un epígrafe de Richter, Gerard Nerval elevó el tema a
la suprema dignidad con uno de los poemas más extraordinarios y terribles de todos los tiempos:
Cristo en el Monte de los Olivos, publicado justo cuando Marx dio a luz el célebre Manifiesto
comunista 11.
Con todo, el inconmensurable vaciamiento del cielo que podría relegar la espiritualidad al
estatuto de un museo de la teología, tan bien examinado en un reciente libro de Peter Sloterdijk,
Hacer hablar al cielo. La religión como teopoesía. (SLOTERDIJK, 2022), condensa sólo una
dimensión de la religiosidad, pues, por fortuna, el movimiento ascensional del espíritu se ha
contrarrestado con un movimiento descendente, expresado de modo superbo por un neologismo del
filósofo existencialista francés Jean Wahl: trans-descendencia (WAHL, 1944). Esto quiere decir
resituar a Dios en la tierra, pilar de una onto-teología. Por supuesto, este movimiento partió de
Kierkegaard, se ahondó con Nietzsche pese a sus exageraciones y se enraizó con Heidegger y
Husserl.
La raíz filosófica de esta teología invertida finca a la perfección en la obra de Baruch
Spinoza con su divisa bien conocida: Deus, sive natura, tan apreciada por Einstein, quien repitiera
que él creía en el Dios de Spinoza. Quizás también en el fondo de Marx alumbrara esa llama votiva,
pues dedicó un cuaderno de juventud al estudio de Spinoza. Spinoza no es tan distante de nuestros
horizontes existenciales, comoquiera que fuera un sefardita, marca que se vislumbra en la polaridad
de dos pasiones contrarias, alegría y tristeza, que distinguen su Ética, cuya semántica es muy
ibérica, para nada judía o neerlandesa, también asociada a su júbilo por la luz como tallador de
lentes (SPINOZA, 1967). Por lo demás, y aunque esto constituya un baldón para el pensador
libertario, con su hermano poseía plantaciones de azúcar en Brasil, por cuya vía se explica una
pesadilla infausta con “un negro leproso brasileño” narrada en una carta a Pieter Balling del 20 de
julio de 1664 (SPINOZA,1988, p. 158), expresión que tanta tinta ha puesto a correr como grave
lunar de quien anticipara una democracia radical. Pero ello es un ejemplo de que nadie es un entero
sólido, pues todos exhibimos fracturas, astillas y sombras (GONZÁLEZ, 2012).

10
Puede leerse el texto con mucho provecho en: http://tadurraca.blogspot.com/2019/06/el-sueno-de-jean-paul-richter-
discurso.html (descargado en 2024 04 10).
11
El poema puede consultarse en: https://hablardepoesia.com.ar/2018/05/22/gerard-de-nerval-el-cristo-de-los-olivos/
/descargado en 2024 04 12). En ambos casos una fuente clásica es el libro de Béguin (1992).
16

Ahora bien, este movimiento onto-teológico halló una ampliación en el movimiento


romántico y más allá, en el simbolismo de Mallarmé y en la secuela de Rainer Maria Rilke. Basta
mencionar a Jean Jacques Rousseau, cuyas ideas libertarias nos permearon a fondo por vía de
Simón Rodríguez y de Bolívar, y más acá, por ejemplo con el libro de José María Samper Historia
de un Alma, de los pocos que han intentado seguir entre otros un mandato de Novalis: nach innen,
hacia adentro, en dirección hacia el conocimiento de sí mismo, algo que por cierto faltó en Orlando
por su talante extrovertido y, que en mi caso, ha sido una obsesión incluso delirante por la
continuidad de mis diarios/nocturnos desde que los iniciara en 1963.
Por abreviar, Rousseau luce muy transpuesto en la travesía de Fals Borda por su música (su
ópera El Adivino de la Aldea), el culto a la naturaleza y a la botánica, el infinito amor al pueblo y su
disidencia radical, aunque de nuevo en el fundador de la sociología faltó esa introspección honda
que traspuso Rousseau en sus Confesiones (ROUSSEAU, 1963). De paso, no sólo se extraña en
Orlando trazos de autobiografía, que son pocos, sino algo de lo cual no es responsable, pero que
indica nuestro precario cuidado en la preservación de su obra: una biografía que deberá trazarse, y
no me imagino la tremenda dificultad de quien intentara colmar este inmenso vacío. Yo mismo he
de lamentarme por no haber ensayado unas entrevistas de profundidad con Orlando que hubiera
sido el mayor reconocimiento hacia su vida y obra. De hecho, se me quedaron en el tintero miles de
preguntas que hubiera querido formularle.
Quisiera destacar por su hondura y por su significado para el giro de la trans-descendencia el
famoso poema de Novalis Los Himnos a la Noche, que yo tradujera y publicara en 1990
(NOVALIS, 1969; RESTREPO, 1990). Allí el pietista y minero, de espaldas al mundo solar, siendo
un savant ilustrado bien fincado en los cánones de la ciencia de su tiempo, embriagado por el zumo
de amapola (el opio o el láudano), se sumerge en las entrañas de la tierra. En los versos finales canta
a su Sofía, la amada difunta, pero bien sabemos que tras ella figura el arquetipo de la sabiduría de
todos los tiempos, la Sophia. Lo esencial, a mi juicio, se condensa en dos proposiciones exclamadas
al final en honor a una divinidad encerrada en la tumba de la amada: ¡zu unten!, ¡hacia abajo!, hacia
Jesús el amado. Así que Cristo, como en Teilhard du Chardin y como en Orlando se funde con
Gaia.
Tal será el talante del romanticismo que palpita con júbilo en su coetáneo Hölderlin en sus
Friedenfests, La Fiesta de la Paz, que también he traducido en 2019, aún sin publicar. Trans-
descendencia que el lector hallará en Mallarmé cuando indica que:
17

A pesar de todo sobreviviría, común aceptación de una entre las Quimeras, la


religión, en esta prueba liminar, la Justicia (MALLARMÉ, 104).

Aquel hálito se condensó bien elevado en Rainer Maria Rilke, ante todo en su formidable
Libro de la Pobreza y de la Muerte, de 1903, incorporado en el Libro de las Oraciones como cierre
del tríptico, en cual aboga por los pobres del campo y clama por el retorno de un San Francisco.
Además en sus 56 Sonetos a Orfeo, mismos que también traduje y glosé en mi estancia de siete
años en Arauca. Ese gran poemario fue paralelo de la otra obra cumbre compuesta en la víspera de
su muerte, La elegía del Duino: en ambas realizó una operación inconmensurable cuando toda la
naturaleza exterior deviene interior en el poeta, con lo cual se produce ese milagro de sellar el
vínculo al que aspiró la filosofía desde cuando los filósofos árabes en España comenzaran a variar
en torno al nexo entre natura naturans (la naturaleza pensante) y la natura naturata, la naturaleza
pensada y sensitiva, vínculo que fuera crucial en el idealismo romántico de Schelling.
Pues bien, este legado espiritual, filosófico y literario transpira en Orlando en una expansión
tácita del lema de Spinoza: Deus sive natura, Deus sive multitudo. ¡Formidable en su brevedad
como una recusación de la ética protestante encaminada a la adoración de un mundo metálico
regido por la dignidad del plomo (el poder) y del oro (el dinero) como signos de predestinación y
salvación! Que un parcero como Orlando, nuestro Parcefals, haya esquivado y desafiado el canon
protestante, es uno de nuestros milagros y misterios como pueblos-mundos.
No se infiera por lo expuesto que Orlando haya recorrido de modo literal estos pasos. Basta
saber que sus primeros estudios en Estados Unidos fueran los literarios en el Bachelor of Arts,
luego de dejar con prisa la carrera militar en su primera juventud, aconsejado y urgido por su
madre, pues, como bien se sabe, cursó unos años casi adolescente en la Escuela de Cadetes donde
fuera compañero de quienes luego figurarían como generales adscritos al orden del sistema que
Orlando recusaba (Valencia Tovar, Camacho Leyva, familiar éste de María Cristina quien se negó a
concederle gracia por el parentesco, Matallana y muchos otros). Además tómese en cuenta que fue
compañero de pupitre e íntimo amigo en el Colegio Americano de Barranquilla de Álvaro Cepeda
Samudio, por quien fue relativamente cercano al grupo de La Cueva y quizás siguiera de cerca a
Gabriel García Márquez, además de ser todos ellos imbuidos por el espíritu de los carnavales.
Insisto: no quiero sugerir que Orlando leyera los textos que he indicado, pero ellos forman un
compendio de esa sabiduría universal que flota como nube más que cibernética en lo que se llamaba
“el espíritu de los tiempos”. Pues más allá de los algoritmos de la inteligencia artificial, tan basados
18

en promedios estocásticos, hay otros más profundos que desconocemos y que pertenecen a lo que el
historiador Abel Ricardo López Pedreros trabaja en el momento como inconsciente histórico que,
por vías que tampoco podemos aún certificar en su porqué y en su modo, se engarzan con los
inconscientes subjetivos.
Pero aún hay más. Y nada menos un enigma que pertenece al orden del arcano de lo femenino
en la ordenación recóndita de Orlando bajo el orden superficial del mundo. Atañe a ese nudo
gordiano tan discutido y vapuleado, la asimétrica urdimbre de la relación de sexo y género. Y no
por azar ello linda con tantas disputas teológicas, filosóficas, sociológicas y literarias, pero ante
todo vitales. El problema se puede plantear con brutal franqueza mediante una pregunta que, por
supuesto, cabe negar por su superficialidad: ¿fue Fals homosexual? Es hora de sacar a luz este
interrogante, pero también de esquivar la simplicidad de las respuestas.
Pocos saben, y los que saben prefieren a menudo poner el asunto bajo el tapete, que mantuvo
un romance de casi veinte años con un joven, cuando Orlando fuera constituyente y el muchacho
de extracción popular fuera un escolta del M-19 al servicio de Antonio Navarro Wolf. ¿Qué
enamoraba a un senex con un mancebo, como si se replicara la cultura griega? El carácter popular
del joven unido a la energía de un talento nato. No lo ocultó a María Cristina Salazar e, incluso, lo
reconoció en su testamento cuando le confió la propiedad intelectual de sus obras y el cuidado de
sus cenizas. Ese joven, hoy ya más allá de la mitad de la vida, es mi amigo Víctor Edilson Jiménez,
a quien dediqué el mejor ensayo que yo haya escrito sobre Orlando y quien correspondió a mi
amistad con una entrevista de tres horas, misma que yo ofrecería a quienes quisieran ensayar una
biografía de Orlando, a cambio de que se recompensara como fuera debido a este joven talentoso,
pero que por esos tontos estigmas que subsisten, pese a retóricas hipócritas, pena por ausencia de
estima social12.
Los caminos del sexo son de un inextricable misterio. Para simplificar, el sexo es la puerta de
entrada y también de salida de cualquier existencia, pero en el intermedio la fronda y sus
variaciones son tan enmarañadas como asombrosas. En este punto no vale el socorro de Freud, pese
a que entreabriera la puerta de los enigmas. Porque sería preciso someter al diván analítico a Freud
y a las distintas formas del psicoanálisis. Admitámoslo: arrastraron como era propio de su tiempo

12
De hecho, y pese a que carezco de patrimonio y vivo a ras, yo pagué tres millones que estimo simbólicos por su
generosidad y franqueza. Y, por supuesto, nadie me invistió para controlar los usos de esos pequeños honorarios. Lo
digo porque sufriendo por una depresión bastante comprensible para quien se sorprenda por los misterios del alma
humana, se ha recusado al amigo y se lo ha tachado como escoria.
19

victoriano muchas taras del acendrado y terco orden patriarcal. Nada inútil, pero hay que defender
al psicoanálisis de los psicoanalistas, por expresarlo con una paradoja.
Parte de la solución al enigma de la sexualidad heterodoxa de Orlando Fals me viene de mi
propio sufrimiento, pero como éste no es el tema de mi ensayo, que relego a la novela que se
publicará en septiembre, Marrano Congo Anima excripta, me valgo de muchos rodeos para
dilucidarlo. En la mitad del camino de mi vida, cuando yo oficiaba aún como el negro, como llaman
en Francia al escritor fantasma, el ghostwriter en la nominación inglesa, oficioso designio pues no
era propio de un Jefe de la Unidad de Desarrollo Social del Departamento Nacional de Planeación
entre 1982 y 1985, escribí un ensayo de homenaje a Orlando por la Historia doble de la Costa
(RESTREPO, Historia doble de una profesía, en CATAÑO, 1987). Allí me asombraba el epígrafe
de Campesinos de los Andes que también sirviera como un colofón, tomado del libro de un pasaje
del libro profético de Ester, un libro alabado por los católicos por estimarlo como puente hacia
María, disputado por algunas sectas protestantes por la misma razón, y de cualquier manera
hermoso por ser escrito en clave de carnestolendas. He aquí el epígrafe, reiterado en el cierre del
libro de Orlando, de tal modo que todo el libro se permea de una profecía que de muy antaño, como
la universalidad y ubicuidad de los mitos, se traslada a la encrucijada de Colombia y se instila en el
destino entero de Orlando. Copio el epígrafe literal tal cual aparece en la obra de Fals:
No pienses en tu alma que escaparás en el palacio del rey…Porque si absolutamente
callares em este tiempo, respiro y liberación surgirán de otra parte…¿Quién sabe si para
esta hora te han hecho llegar? -MARDOQUEO A ESTER.
(FALS BORDA, 1961, 1955: XVII, en el prefacio firmado en Florida),

Y la frase final del libro, antes del apéndice, sentencia:

Si para los saucitas parece haber llegado el día de “respiro y liberación”, igualmente para
los patriotas y dirigentes el momento del examen y de la revaluación debe apresurarse.
¿Será necesario que un nuevo Mardoqueo haga su aparición, para recordar a los dirigentes
que “en el palacio del rey” no hay salvación?
(FALS BORDA, 1961, 1955: 304)

Ahora bien, la transcripción doble, hebrea y española, es de mayor riqueza. La traspongo del
siguiente enlace: https://www.seminariorabinico.org/wp-content/uploads/El-libro-de-Ester-Meguila-
Ester.pdf (descargado en 20240415).
13: Y Mordejai pidió contestarle a Ester: no creas en el interior de tu alma, que tú entre
todos los judíos has de escapar de la casa del rey. (14) Ya que si callas esta vez, la ayuda y
la salvación de los judíos vendrán de otra parte, pero tú y tu hogar paterno perecerán. ¡Y
quién sabe, si has llegado a la condición de reina para un suceso como éste!
20

Mordejai es el nombre hebreo de Mardoqueo. Pero lo importante de las dos versiones es


monumental, tanto desde la perspectiva histórica, como de la figuración fantasmática del escritor y
transcriptor, Orlando. Por el primer horizonte, de lo que se trata nada menos es de predecir casi
punto por punto lo que ocurrió, ya no con la salvación de los hebreos, entonces perseguidos por un
ministro enemigo de ellos en el exilio de Asiria, sino del salvamento de los campesinos
colombianos, de no atender el reclamo de una transformación agraria, prevista ya por él desde 1955
y actualizada en la edición del libro en español en 1961, luego de que Orlando ejerciera
temporalmente el oficio de Secretario Técnico del Ministerio de Agricultura, entonces dirigido por
el Otto Morales Benítez, tan acucioso entonces en la rehabilitación de las zonas de violencia, con
ayuda de la institución sociológica, como luego cuando sería gestor de paz entre las
administraciones de Turbay Ayala y Belisario Betancur. Pero entonces, en el inicio del Frente
Nacional, como luego del malhadado Acuerdo de Chicoral de 1972, incluso como ahora, y como
siempre desde que Alejandro López reclamara una mutación radical del agro en Problemas
Colombianos en 1927, el clamor se ha diferido hasta el punto de que “respiro y liberación”
parecieran emerger de otra parte para el salvamento, sólo que en una contienda de armas de más de
medio siglo las distintas guerrillas no solamente no alcanzaron jamás a inducirlo, sino que lo
agravaron cuando se mezcló el narcotráfico con el paramilitarismo para llevar a la nación al abismo
de la tragedia de los comunes, en la cual todos perdemos sin remedio.
Ahora bien, desde el punto de vista de la hermenéutica crítica del texto, el fraseo es no poco
sorprendente, si se lo examina desde las versiones españolas y más aún con la hebrea. Pues Orlando
Fals Borda desempeña en ambos casos el papel de Mardoqueo o Mardojai, pero también, y ello es
fabuloso como aviso de cierto travestismo, aunque sea sólo en apariencia literario, pues asume el
estatuto de la reina en el “Palacio”, el antiguo de Asiria, pues al traerlo al presente de la escritura de
Fals, se trata del mal llamado “Palacio de San Carlos”, como fuera nombrada la sede de la
Presidencia de la República antes de erigirse la Casa de Nariño. Advierto antes de que el asunto se
juzgue a la ligera, que el travestismo literario no es adjetivo en la historia de la literatura. Basta
mencionar dos ejemplos entre decenas, el de Flaubert cuando exclama: “¡Madame Bovary soy yo!”,
o el de Mallarmé cuando se firma en los once números de su revista La derniére mode, como
Madeimoselle Satin, lo cual por la sustancia alude a la delicada tela negra, el satín, pero también
por la fonética designa a Satán, el mismo Lucifer, a quien hay que tomar lejos del sentido religioso
como demonio, mejor como encarnación en el genio místico o profano del oximoron recurrente de
21

las tinieblas luminosas13. Pero además y lo más importante consiste en que el genio suele alcanzar
una condición espiritual andrógina, atributo que trasciende tanto al sexo biológico, como al género
en lo que Jung con los alquimistas denomina el matrimonio simbólico del animus y de la anima.
No menos de dos décadas debí sumergirme en cavilaciones en torno a este tópico misterioso,
hasta que cerca de 2015, cuando escribiera el ensayo más sólido en torno a Orlando, recibí un libro
del Colegio Americano (CASTILLO y PÉREZ, 2010) regentado por el presbiterianismo de la
Iglesia Reformada, y allí hallé una perla preciosa: cuando Orlando cursaba estudios secundarios, su
madre era profesora del colegio y transpuso en una obra de teatro el texto bíblico de Ester. No es
dable saber qué personajes representaron los distintos papeles, quién Mardoqueo, acaso Orlando,
quién la Reina, con probabilidad su madre.
Pero en este punto se abre un abanico de sorpresas. Las tres mujeres que amó en su vida
llevan el nombre de María. María Borda, su madre; María Cristina Salazar, su consorte; y María
Barilla, la cantautora que cierra el cuarto libro de Historia Doble de la Costa como si fuera el acto
final del festival del porro de San Pelayo en la celebración de la nueva alborada con decenas de
orquestas que cantan junto a los gallos el clarear la aurora. ¡Bello y sublime!
El tema de las tres Marías, sin aludir a las astrales, configura el esplendor de la vida y obra de
Orlando como arquetipo del pensador sabio universal surgido en la Constelación del Sur donde
habitamos como pueblos-mundos en una naturaleza exuberante. Sincretismo, aplicable sí en este
caso con propiedad14, porque la trayectoria de Orlando Fals Borda y de su padre y madre como
conversos al presbiterianismo fue de reciente data, afincado sobre el limo de medio milenio de
nuestra experiencia orbital como católicos, así que la sobrepelliz protestante, de valor
inconmensurable, encajaba en un sedimento católico, pero ambos sometidos en la trayectoria de
Orlando al limo de la trans-descendencia secular en molde de un socialismo criollo de raíces
indígenas y populares.
Así que para responder a la pregunta más bien simple, e incluso infame, de si Orlando era
homosexual, la respuesta ha de dar un giro extraordinario para sugerir que la alquimia de sus
13
A tenor de las orientaciones de Jung, yo suelo preguntar a otros o a otras, como he procedido conmigo mismo, cuál
es el tamaño de sus sombras, para deducir de allí cuál podría ser la magnitud de sus luces. Es de nuevo una variación en
torno al problema del estatuto del conatus, aquí precisada para otro tòpico que no alcanzó a examinar Spinoza por su
vida breve: de qué modo las pasiones tristes pueden transformarse en pasiones alegres.
14
Desde los noventa he puesto en duda el uso desmedido del concepto de sincretismo, pues este significa mezcla
perfecta, cuando la mayoría de las mixturas en estos territorios contiene factores dominantes y otros subordinados,
como en el creole. El ejemplo más propicio para un esclarecimiento es el del supuesto carácter sincrético de Changó
convertido en Santa Bárbara. ¿Cómo puede ser perfecta la unión de un guerrero yoruba con una mártir católica de seno
amputado? La mezcla ocurrió para sortear la presión de la inquisición.
22

pasiones libidinales se ordenaba en torno a una muy extraña pansexualidad, o mejor dicho: a una
erótica de la naturaleza y de la cultura que trasciende toda clasificación binaria.
Descarto el remoquete de híbrido sexual o cultural, porque la noción de híbrido denota lo
infecundo, aquello que no genera, casi como lo propio de lo “degenerado” 15, cuando lo que hubo en
el experimentum crucis de Orlando fue más bien, y por el contrario, una suerte de erótica social,
como ya lo ha develado un excelente investigador en un ensayo espléndido en torno a la teoría
queer presente en Historia Doble de la Costa (PEREIRA, 2022). Prefiero, por tanto, la noción de
anfibio cultural, e incluso, añadiría que Fals no se comprendería muy bien de no atrevernos a pensar
en una epistemología y ecología de los manglares y de las ciénagas, allí donde lindan agua, aire,
luna, sol, lo seco, lo húmedo, lo animal terrestre, lo anfibio y lo marino. Como la selva, los
manglares y las ciénagas son escenarios de unas coordenadas mentales y materiales que escapan al
logos ordinario.
Anfibio era por los bordes entre catolicismo, presbiterianismo y socialismo, por los cuales fue
afín a Camilo Torres Restrepo, sin olvidar que la Teología de la Revolución de índole protestante y
presbiteriana fue anterior en un lustro a la Teología de la Liberación de talante católico, y que por la
amistad en Barranquilla y en Brasil de Orlando con Richard Schaull, el adalid de dicha versión,
quien terminaría como profesor de teología en Princeton, Orlando navegó en las dos aguas. Anfibio
era Orlando porque era tan andino, emparentado como primo con los Zalamea por lo Borda, como
Caribe, e incluso catalán por su padre y chimila por su abuela materna. Anfibio lo fue por estar
situado en los bordes de todos los pueblos-mundos de estas latitudes y con estatura glocal por su
deuda y afinidad con Norteamérica y Europa, lugares donde se formó y de los cuales provino la
inmensa financiación de sus indagaciones. Anfibio lo fue por su pansexualidad y su erótica social.
Gracias a estos atributos, concluyo este capítulo con una asombrosa expansión de la paráfrasis
que urdió Orlando Fals del motivo cardinal de Spinoza: Deus, sive natura. Deus, sive multitudo.
Deus, sive anima mundi, por lo cual comprendo el eterno femenino germinador. Así, entonces,
¡Dios, o sea la naturaleza! ¡Dios, o sea la multitud! ¡Dios, o sea el eterno femenino creador! Es afín
a la onto-teología de Emmanuel Lévinas en su precepto de ver a Dios en los rostros de los otros,
pero va más allá de él (LEVINAS, 1987): si concordaba con el pensador lituano radicado en Francia

15
La etimologìa de degenerado proviene del latìn de generare y significa hacer de peor género
(https://etimologias.dechile.net/?degenerar#:~:text=La%20palabra%20%22degenerar%22%20viene%20del,género%2C
%20progenie%20y%20también%20congénito (consultado en 20240417).
23

en la primacía de la ética como fundamento de la filosofía, añadiría que es el bucle de estética y


ética donde reposaría todo pensar y actuar destinado a curar las dolencias de la injusticia.
La trans-descendencia fue conquistada en estas coordenadas por el arquetipo de Orlando Fals
Borda a base de voluntad para persistir, pese al dolor; de libertad para ejercer la disidencia radical,
frente a toda opresión; de creatividad para superar toda medianía; y ante todo por su pulsión sexual
y social que del sexo lo elevó al eros, a la caritas y al ágape.

TERCERO: DE LA TEORÍA AJENA A LA TEORÍA APROPIADA, Y DEL


SENTIPENSAMIENTO A LA SENTISAPIENCIA

En esta parte doy cuenta somera del modo como he transformado los legados de los dos
grandes maestros de las ciencias sociales: Darío Mesa Chica y Orlando Fals Borda. Lejos de una
oposición excluyente, los he entremezclado de un modo selectivo y metódico en mi evolución vital
e intelectual. Porque la obligación de un pensador con sus maestros impone combinar el
pensamiento convergente (el respeto y la apropiación), con el pensamiento divergente (la
transformación libre de las herencias a partir de preguntas cruciales, de las cuales surgen nuevas
creaciones). Quisiera demostrar que cuando se transforman los dilemas en conjunciones, un
seguidor puede complementar en su cabeza al uno con el otro, reconciliándolos de modo que
pervivan en nuevos horizontes. Así como espero que ocurra con lo que he sembrado en tantas
décadas. Y como desearía que ocurriera en un ámbito ajeno al mío, aunque no sea indiferente, el de
la política, arena de todas nuestras discordias.

La transformación de los legados de Darío Mesa y de Talcott Parsons.

Intenté seguir las huellas de Darío Mesa Chica y de Orlando Fals Borda como lo ensayaba en
el páramo de Sumapaz al pisar allí donde marcaba el paso el esclarecido profesor Ernesto Guhl, no
sólo por respeto a la flora delicada del entorno, sino como un ritual propiciatorio hacia quien nos
hizo amar a la patria en su geografía, siendo acogido por ella cuando huyó del nazismo.
De Darío Mesa me fascinaba su dominio de la historia mundial, examinada por él en cinco
idiomas, del inglés al ruso. Me encantaban su absoluta consagración a la pedagogía y su insistencia
de retarnos a apropiar el pensamiento clásico de la filosofía y de las ciencias sociales para que lo
pusiéramos a ras del humus de Colombia. Cierto es que, pese a su tenaz apropiación del Marx a la
24

luz de Hegel y de su veneración de Max Weber, apropiado con rigor germano, algunos resabios le
quedaban de su antigua fascinación por la épica de Stalin por su papel en empujar a la Unión
Soviética a la frontera del mundo, ante lo cual siempre fui distante porque aquello se logró antes de
la segunda guerra mundial a punta de terror. De aquel deslumbramiento, le quedaba a Mesa un tic,
casi una manía, cuando insistía en formarnos como “cuadros del Estado” para inducir una
transformación radical, cuya brújula era empero incitante: la apropiación de la ciencia y de la
tecnología, metas que en él formaban el hilo conductor de una posible redención nacional librada
del recurso de las armas.
Aquella misión se fundió en mi lucha contra esa suerte de Luzbel que encarnara Talcott
Parsons. Enseñarlo no era llano por ser exótico a las pasiones nacionales, tan dispuestas a una
insurrección súbita. Debí dedicar siete años al estudio de la Crítica de la Razón Pura de Kant con el
colega Alfonso Piza16, por intuir que allí reposaba uno de los fundamentos del gran teórico de
sistemas, y además los cimientos de toda la filosofía subsiguiente. El teórico de los sistemas
orientado en su última época al lenguaje cibernético se hallaba en la década del 70 en el ocaso de su
periplo, criticado por todos los flancos y en todas las latitudes. Con fascinación traduje lo que
denominé con su venia su Autobiografía Intelectual (PARSONS, 1979, 2009). Aquel a quien el
colega Fernando Uricoechea denominara como el Santo Tomás del siglo XX, se convirtió en un
daimon en mi trayectoria, un ángel negro, un sparring, hasta que, a los exactos treinta años de su
muerte, en 2009, vi la luz tras una larga noche al volverlo al revés, quiero decir: al formular a partir
de la crítica mi propia Teoría Dramática y Tramática de las Sociedades, en operación análoga,
guardadas las proporciones, a la de Marx con Hegel (PARSONS, 2009; RESTREPO, 2009).
El asunto merece barajarse un tanto. Parsons no fue ajeno a la afectividad que él subsumió en
su Sistema Social (PARSONS, 1970), mediada por su acercamiento al psicoanálisis (PARSONS,
2009), aunque éste fuera deficiente por el sesgo del planteamiento de un “yo fuerte” amoldado al
pragmatismo del norte, y porque la subsumió bajo la racionalidad que fue en su teoría el factor
dominante de la caja negra de una sociedad, la dimensión crucial de control social. Por cierto, su
estudio me acercaba a la visión de Darío Mesa por la tesis de Parsons de que la educación era el
fenómeno más revolucionario del siglo XX, subsumida bajo un fecundo concepto ampliado de
socialización, enriquecido por la vía de Durkheim, y destacado en paralelo por la influencia de Max

16
Fue una dedicación de madrugada en madrugada en los días hábiles de la semana en un contexto de tremendos
conflictos de la Universidad Nacional: cierras, tropeles, pedreas, ocupación del ejército, anarquismo, una época
delirante.
25

Weber por lo que planteaba como la preponderancia de la racionalidad científica, tecnológica y


técnica que irradiaba de las instituciones de educación superior a toda la sociedad.
Mucho debió penar en su última década quien por el apellido Parsons, que significa párroco,
fuera el patriarca teórico dominante de la sociología mundial en las anteriores tres décadas, porque
los movimientos estudiantiles tan fuertes en Estados Unidos en los sesenta lo forzaron a revisar el
papel secundario de la afectividad en un gran libro, pese a sus defectos: The American University
(PARSONS, 1973). No logró sobreaguar el teórico cibernético de los sistemas sociales a las críticas
de todos los flancos de Europa y de Norteamérica, quienes de Habermas a Gouldner y decenas de
otros tomaron lecciones de quien fuera, pese a todo ello, convertido en una especie de “cadáver
exquisito”17. Yo mismo, pese a mi lejanía territorial y conceptual con tan luminoso demonio, fui
acusado dos veces por académicos renombrados de Colombia, por ser “funcionalista”, pese a mi
distancia con el teórico. Sin tomar en cuenta el pasado, así parecía que yo reviviera el ostracismo
académico que experimentara Orlando al ser tachado de imperialista.
Mi crítica a Parsons y el surgimiento de la Teoría Dramática y Tramática de las Sociedades
se fundaron en el imperativo de acceder al nivel superior de la sabiduría, más allá de las ciencias,
sin demeritarlas, mediante un equilibrio y realimentación de racionalidad y afectividad, tal como las
deducía del diálogo socrático expuesto por Diotima en El Banquete (PLATÓN, 1969). Pero,
además, mis estudios y mis pasos por divanes como paciente me llevarían a apreciar con más
hondura el papel de la afectividad, y lo tortuoso que es no solo el control personal y social, sino la
transformación propia y colectiva. Y de no menor importancia, en este punto irradió plena la
influencia de Orlando Fals, porque su teoría y su práctica están fundadas en el amor, como si fuera,
como de hecho lo fue, un consagrado al discurso del amor de San Pablo en la primera Epístola a
los Corintios, pues no conozco a nadie ni cercano, ni lejano que más se haya fundido con el espíritu
de ese pasaje citado a pie de página18, por lo demás expuesto en una epístola dirigida a los humildes,
17
Se designa en el movimiento surrealista como “cadáver exquisito” a una técnica de escritura automática tomada de
una interacción aleatoria y mediummática con interlocutores ausentes o muertos.
18
Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que resuena o un
platillo que hace ruido. Si doy mensajes recibidos de Dios, y si conozco todas las cosas secretas, y tengo toda clase de
conocimientos, y tengo la fe necesaria para quitar los cerros de su lugar, pero no tengo amor, no soy nada. Si reparto
todo lo que tengo, y si entrego hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. El amor
es paciente, es benigno: no es envidioso, no es jactancioso, no se hincha, no es descortés, no piensa mal, no se alegra de
la injusticia, se complace en la verdad; el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. El amor nunca
muere. Vendrá el tiempo en que ya no se tendrá que dar mensajes de Dios, ni se hablará en lenguas, ni se necesitará el
conocimiento. Pues conocemos sólo en parte y en parte damos el mensaje divino, pero cuando conozcamos en forma
completa, lo que es en parte desaparecerá…Cuando yo era niño, hablaba y pensaba como niño; pero cuando ya fui
hombre, dejé atrás las cosas de niño. De la misma manera, ahora vemos las cosas en forma confusa, como reflejos
horrorosos en un espejo, pero entonces las veremos con toda claridad. Ahora sólo conozco en parte, pero entonces voy a
26

a diferencia de la epístola a los Romanos, ésta con un talante más altivo y desafiante 19. Además,
confieso que la idea de un pensador tramático fue influida por la gesta de Orlando, introducida en
mi lenguaje para eludir la noción de “intelectual”, que mucho me disgusta, incluso si se refiere a un
“intelectual orgánico”. En una sociedad traumática, el pensador benevolente está llamado a zurcir
tramas que religuen, como lo hiciera Orlando. En la idea de lo dramático, mi propensión por el
teatro me haría coincidir con la evolución de quien en principio fuera un seguidor aventajado de
Parsons, Jeffrey Alexander, quien luego alcanzaría estatura propia gracias a su apuesta por la
cultura, afín a mi derrotero (ALEXANDER, 2005).
En el cuadro anexo de la Teoría Dramática y Tramática de las Sociedades, expuesto al final
del ensayo, expongo los lineamientos de la teoría. Explicarlos paso por paso demandaría tiempo y
espacio que sobrepasan los límites de este ensayo, y por lo demás han sido objeto de incontables
ensayos que no es del caso reseñar. Así que me limito a un solo punto: el imperativo de Colombia
de apropiar la investigación científica, tecnológica y técnica, pero también la necesidad urgente de
incrementar la investigación en las dimensiones estéticas y expresivas (artes, oralidad, letras,
lenguaje), así como también las indagaciones a fondo en torno a la configuración de las
dimensiones morales y éticas, y más allá de éstas el fortalecimiento de los apoyos, hoy marginales e
insuficientes, a la investigación en torno a las dimensiones de la cultura profunda (mitos, teología,
religión, filosofía y sapiencia), ni qué decir de la trascendencia de la investigación en pedagogía y
en educación.
Esta es la dirección en la cual más me he apoyado en el legado de Darío Mesa Chica. Con
mayor razón, cuando hoy se avizora el tránsito de la inteligencia tradicional a la inteligencia
artificial general, un escalón más hondo porque ya se vislumbra que estos dispositivos superen la
inteligencia humana.
Un simple dato bien analizado permite ponderar qué tan sideralmente lejos estamos de la
frontera mundial de la generación de conocimiento. El promedio de inversión en ciencia, tecnología
y técnica de los países del hemisferio norte, de distintos signos, sin contar la investigación

conocer completamente, como Dios me conoce a mí. Así pues la fe, la esperanza y el amor duran para siempre, pero el
mayor de estos tres es el amor. San Pablo, 1 Corintios, 13: 1-13.
19
Según mis indagaciones, expuestas en un libro extenso inédito El renacimento de América Latina (RESTREPO,
2017), de San Pablo se derivan dos modalidades de mesianismo, el uno político de tinte absolutista y revolucionario,
desarrollado desde Lutero a partir de la epístola de San Pablo a los Romanos, basado en la pureza de la fe y en la
ansiedad por la esperanza de salvación, el otro comunitario, humilde y sosegado provenitente de la primera epístola a
los Corintios distinguido por la primacía del amor respecto a la fe y a la esperanza. Referencias a la teología de la
liberación en DUSSEL 1995, 2008.
27

humanística, que es en todas latitudes marginal, y en Colombia casi inexistente, oscila entre 3.0% y
4.0% del producto interno bruto, con tendencia al alza. Para que Colombia alcanzara la dignidad
mínima de soberanía, que consiste en pensar y actuar por cuenta propia, se demandaría una
inversión de al menos 2.0%, Los países más avanzados de América Latina, Méjico, Brasil y
Argentina, apenas rozan el 1.0%. Nuestro caso es penoso y de tragedia abrumadora: de 1984 a 2019
apenas se ascendió de un ridículo 0.19% a un miserable 0.23%. Una elemental regla de tres se
impone: si en 39 años creció la proporción de la investigación científica, tecnológica y técnica
apenas en un 0.04%, para alcanzar el 2.0% se preciarían al ritmo lineal actual 1950 años: ¡casi dos
milenios, quiere decir a poco doscientas veces otros Cien años de Soledad! ¡A Esta luz, todos
nuestros afanes políticos inveterados y pasionales lucen como juegos infantiles, pues acaso sólo nos
quede aspirar, como siempre, a elegir qué amo mundial adoptamos para no ser más que fusibles
reemplazables a su capricho!

La transformación de la herencia de Orlando Fals Borda.

En los años setenta investigué, junto a la sociología rural, la endeble tradición científica
nacional. Me detuve en especial en la figura cimera del español convertido por vocación en
neogranadino, José Celestino Mutis (1732 – 1808). En el arquetipo que, al apropiar a Newton y
Linneo, situó nuestros afanes a la altura del cielo y del humus, formador de la generación de
independencia, hallé un fontanar que empataba mis aprendizajes en el sendero de Darío Mesa con la
propuesta de mutación agraria trazada Orlando Fals Borda debida a amor al campo y a la
naturaleza. ¿Cómo no meditar que, de Mutis al mayor poemario colombiano, Morada al Sur de
Aurelio Arturo, respira la misma atmósfera hechizada de la Colombia campesina y profunda que
resucitará como saber integral de las ciencias sociales en lo que Alex Pereira llamó “la travesía
romántica de Orlando Fals Borda”?
Por muchos azares, entre ellos mi amor por José Celestino Mutis, pasé a ser entre 1982 y 1992
“un cuadro para el Estado”, como demandaba el maestro Darío Mesa. Fui jefe de la Unidad de
Desarrollo Social del Departamento Nacional entre 1982 y 1986; asesor de subjefatura y jefatura de
1986 a 1990; coordinador de los procesos de Reincorporación de 3.000 excombatientes del M-19,
EPL, PRT y Quintín Lame entre 1990 y 1992 en la Consejería de Paz de la Presidencia de la
República. Al mismo tiempo coordiné la transformación de la política cultural; lideré planes de
política de ciencia y tecnología; formulé el plan de desarrollo de los doctorados; pujé por la
28

transformación de la política indígena; inicié el programa de cuentas sociales; ayudé a parir un


programa de favorecimiento a microempresas; favorecí la creación de la UNAD y de la educación a
distancia; amparé la inversión en investigación científica en las universidades; lideré los programas
de la UNICEF en beneficio de la infancia; propicié la reforma de la educación para lograr mayor
cobertura y calidad; contribuí a iniciar los planes de rehabilitación y el plan integral para el pacífico.
Todo ello favorecido por un equipo extraordinario de profesionales de las ciencias sociales. Pero lo
más sustancial de aquella época fue aprender una lección de abismo: ¡la conciencia del fracaso 20!
Pues con tanta pobreza y violencia, cualquier remedio era como arañar los muros de una triste
cárcel para salir de ella.
Aún recuerdo que cuando llegué a Planeación, mi primera tarea fue compaginar la política
social del plan de desarrollo Cambio con Equidad con la política económica liderada por mi amigo,
el economista Jorge Ospina, entonces subjefe (PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA,
DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN, 1983). ¿Qué podía ofrecer un teórico
dedicado a Kant y a Parsons, como era yo, también profesor de sociología rural, que no fueran los
balbuceos de mis dos maestros, Darío Mesa y Orlando Fals Borda? Por el primero propuse una
estrategia de la Segunda Expedición Botánica para favorecer la investigación científica, ante todo
en las universidades, que de entonces datan su incremento, aunque insuficiente. Recibí en la
academia la queja de que estaba sesgado por Mutis y omitía a Caldas, y que favorecía la memoria
de la Expedición de Mutis y no la Corográfica: ¡en un país con tanta necedad y necesidad, nada es
perfecto!
Las otras estrategias eran tan elementales que me producían algo de pena porque eran a mi
juicio tan obvias, pero derivaban de las lecciones de Orlando Fals Borda: fomentar la participación
comunitaria y descentralizar la planeación para ponerle pueblo a las estrategias de cambio social.
¡Ahí fue la debacle! Cuando recité estas estrategias, la respuesta fue un dedo índice largo y peludo
apuntado como una pistola hacia mí, acompañado con voz cavernosa que exclamaba: ¡eso es
comunista! Miré a mis espaldas la puerta de salida del inmenso salón de la Casa de Nariño donde
20
“Conciencia del fracaso”: la expresión proviene de un ensayo magistral del libro del psicoanalista junguiano profesor
de la Univesidad Central de Caracas, a quien tuve la fortuna de conocer: el cubano nacionalizado en Venezuela Rafael
López Pedraza: Ansiedad cultural: cuatro ensayos de psicología de los arquetipos. Su obra ha sido reunida por la
editorial Pre-textos en 2021 en varios tomos. También deriva de un capítulo del formidable libro de Henry Adams, La
Educación de Henry Adams, publicado en 2001 por la editorial Alba de Barcelona: allí narra su experiencia como
primer profesor de historia de la Universidad de Harvard, burlada por él como lo haría con toda su titánica vida porque
su propósito fue siempre, no tanto el aprender a aprender, como el aprender a desaprender, esto es a desprenderse de
todo el saber anacrónico y de todos los prejuicios de la ciencia en los cuales se había formado. Es irónico porque fue el
mayor arquetipo de lo que será después de su muerte en 1907 el inmenso despliegue de la educación en Estados Unidos.
29

sesionaba el Consejo Nacional de Política Económica y Social, CONPES aquel 29 de octubre de


1982. Pues mi designación había causado inmensa furia: ¿cómo era posible que un izquierdista (que
nunca lo he sido, pues recuso tales motes), sociólogo, de la Universidad Nacional, haya
reemplazado a una economista de la Universidad Javeriana, además sobrina del general Vega,
segundo en el rango del Ejército, ella pariente de Mosquera Chaux, el mayor terrateniente del
Cauca? Quien me condenaba a los infiernos era el ministro de Justicia, el “liberal” Bernardo Gaitán
Mahecha: como decano de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana, clausuró los estudios de
sociología y liquidó el movimiento Cataluña liderado por los hermanos Pizarro León Gómez, junto
a tantos colegas de generación.
Pero ocurrió entonces una suerte de milagro, porque el gobierno apuntaba a una apertura
democrática que llevaría a consagrar el antecedente de la Constitución de 1991: el acto legislativo
número uno de 1986 que instituía la descentralización administrativa y la elección popular de
alcaldes: ¡un acto que desmontaba de cuajo el régimen piramidal de la Regeneración en el mismo
centenario de la constitución de 1886! Me precio de haber contribuido no poco a ese giro radical
mediante el expediente de mi trabajo clandestino como negro, el escritor fantasma de dos mil
páginas de todos los discursos del presidente a los congresos ordinarios y extraordinarios de
entonces, más otros mensajes cruciales, oficio por el que no recibí jamás emolumento alguno, que
además multiplicaba por cinco mis cargas como Jefe de la Unidad de Desarrollo Social, y por el
cual recibiría baldones por negarme a participar en el sanedrín recóndito del gobierno, pues de lo
que he sido radicalmente abstemio en mi vida es del vicio de ostentar poder, cualquiera que no sea
el poder del saber, siempre tan parvo frente a lo inconmensurable. Reticencia temprana que hallaría
su justificación al cerciorar el fracaso del gobierno en la tragedia de la doble toma del mal llamado
“Palacio” de Justicia en noviembre de 1985, punto de la inflexión de mi estima frente al poder y
también a los contrapoderes, e inicio de una profunda crisis personal de duración infinita.
Fue entonces cuando escribí el ensayo en honor a la Historia Doble de la Costa de Orlando
con mi indagación esotérica en torno al misterio de Mardoqueo y Ester. Así que tomaría una
decisión en años de esa profunda crisis21: dejaría de ser un “cuadro para el Estado”, ese Estado casi
fallido, y me propondría seguir con más decisión a Parcefals, como “un círculo para la nación”,

21
Es la crisis de la mitad de la vida, iniciada con la doble toma de la sede de la Justicia, que prosiguió con la separación
del primer matrimonio, una nueva alianza con una hija de campesinos pobres repudiada por el contorno, la muerte de
mis progenitores, la salida del gobierno, la desazón por el rumbo de la reincorporación de excombatientes, el
agudizamento del terror, el espanto de masacres, por el pronto declive de la esperanza en la Constituciòn de 1991 y por
el avasallante deterioro de la atmósfera de la Universidad.
30

metáfora perfecta por circundar la nación, tanto en pensamiento, como en existencia. Ello demandó
una muda radical de piel y de alma. Que figura en mis diarios/nocturnos y no es del caso relatar
aquí, salvo por una dimensión.
En busca de la sabiduría, tal ha sido la nuez del peregrinaje, la búsqueda (quest, se dice en
inglés) de una antigua y nueva sophia que apropie la sapiencia popular y el aluvión de la sabiduría
universal. Por tal senda me sentí impulsado a potenciar el concepto de sentipensamiento enunciado
por Fals Borda a partir de un diálogo con un pescador del Caribe (MONCAYO, 2015). Tal concepto
proviene además de otras fuentes de la tradición modernista del neobarroco de Iberoamérica:
Fernando Zalamea halló rastros en el uruguayo Vas Ferreira con el concepto de razonabilidad,
mismo que funda razón y sensibilidad; entronca con Unamuno con su precepto de sentir el
pensamiento y pensar el sentimiento; arraiga en Xabier Zubiri por su propuesta de una “inteligencia
sintiente”; se enriquece con la mística española María Zambrano, tan moldeada por su estancia en
América del Sur, en su ideario de una razón poética; por supuesto también emana de la tradición y
actualidad poética tan exuberante de Colombia.
Vincular el sentipensamiento en una escala más alta y profunda con la filosofía, las
humanidades, las letras y las tradiciones universales esotéricas se ha convertido en un itinerario
obligado en mis últimos años. La sentisapiencia que expongo en un cuadro conceptual en el anexo
segundo, parte del concepto de Orlando, pero lo ahonda al expandir las tres facultades humanas, tan
bien elaborada por Kant, con una cuarta, la razón de la razón, el cor/razón de la razón, una razón
espiritual, razón cordial, y entrecruza estas cuatro dimensiones, ya no solo con los cinco órganos de
los sentidos, sino con uno sexto, el sentido de los sentidos que, al iniciar en la escala del sexo en la
sensibilidad, remonta al eros o al amor en el entendimiento, a la caritas (equivalente a la
solidaridad) en la razón y, en suma, al ágape en la razón de la razón, el plano casi esotérico donde
se valida el impulso místico de la intuición intelectual.

CONCLUSIÓN: EN MEMORIA DE LOS DOS MAESTROS

Me convertí, desde la crisis del fin de los ochenta, como Orlando, en un caminante por el
humus con un designio: desbrozar una llana utopía que enuncié como Peregrinación en pos de
omega (RESTREPO, 2002), una omega minúscula porque dudo de Utopías mayúsculas tan vecinas
de las distopías. El título era una paráfrasis de uno de los fundamentos ancestrales de la sociología
31

colombiana, el libro de Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha (ANCÍZAR, 1852, con muchas
reediciones desde entonces), germen del régimen radical tan añorado por la sociología colombiana.
Tras muchas caídas, ensayos y errores, decidí trasladarme en el 2015 durante más de siete
años a uno de los epicentros de mayor violencia en el país: un seminario abandonado en el
corregimiento de La Esmeralda, en el corazón de la Orinoquía colombiana, fundado por un obispo
asesinado por el ELN en 1989. Por la benevolencia del entonces párroco de Arauquita, me
alquilaron tres cuartos, uno de ellos espacioso para albergar mis 8000 libros. Decidí mi aventura
con el designio de crear una Nueva Ruta libertadora por la Paz, la Educación, la Cultura y la
Ciencia. Hallé su fundamento en el Discurso de Simón Bolívar en el Congreso de Angostura
pronunciado el 15 de febrero de 1819, su mejor pieza oratoria, en el cual sustentaba la inédita
propuesta de instituir la educación como un cuarto poder público. Argumentaba con Rousseau que
la soberanía política reside en la educación del soberano, el pueblo. Temeroso de que proliferaran
guerras fratricidas cuando se venciera al ejército español, pensaba que la educación se constituyera
en el poder moral, hoy diríamos ético y por ende solidario, para consolidar la con-ciudadanía. Es
todavía una tarea pendiente, la mayor de cuantas pudieran librar al país de sus tragedias. En su
discurso se patentaba el dilema de Don Simón Rodríguez: “O inventamos, o erramos”. Lideré, junto
a dos grandes amigos22, el único encuentro nacional e internacional realizado en conmemoración de
aquella primera asamblea de los pueblos, realizado en Tame, el día exacto del bicentenario, con
participación de diez académicos internacionales, educadores, líderes y lideresas, movimientos
sociales, concluido con una declaración por la paz. La fortuna no acompañó la iniciativa, pues
pocos días antes del evento se rompieron los diálogos por la bomba que pusiera un miembro del
ELN en la Escuela de Policía General Santander, con muchas bajas militares. Por lo demás, la
propuesta no ha hallado eco ni en el gobierno, ni en el gremio de los educadores, ni en la opinión
pública, ni en la academia universitaria. Todavía aramos en el viento y edificamos en el aire, por no
atrevernos a inventar un camino propio. Bolívar descendió a su tumba, pero su deceso no
contribuyó a que cesaran los partidos y se refrendara la unión, como estatuyó en su testamento. Se
reproducen las guerras fratricidas y se perpetúan “los viejos y queridos odios”. La frontera mundial

22
La estancia en Arauca fue mitigada por la compañía de dos grandes amigos, Pavel Eduardo Rodríguez Durango y
Diego Aldana Pérez, con quienes compartimos programas semanales de Sapiencias emitidos en la insólita emisora
comunitaria y cultural Guacaipuro Estéreo sostenida por el primero desde el municipio de La Victoria en la orilla
venezolana frontera al municipio de Arauquita. Con ambos organizamos el encuentro internacional en el bicentenario
de la instalación del Congreso de Angostura. Nuestra amistad ha proseguido en Bogotá, a donde debió refugiarse Pavel
por espantosa coalisión de animosidades en contra, debidas a su defensa de derechos humanos. Entretanto Diego,
talentoso poeta y narrador de 24 años, está terminando la carrera de sociología en la Universidad Nacional.
32

de la ciencia, la tecnología y la técnica se corre a paso de liebre, mientras nosotros avanzamos a


ritmo de tortuga.
Si no pude contribuir a la paz exterior, tan deteriorada y con tanto riesgo en el presente, al
menos alcancé mi paz plena, secundada por casi una centena de libros y ensayos escritos desde
entonces.
No obstante, recluido desde hace ya casi tres años en una quinta rural en Santandercito, me
alegro de haber sido fiel a la senda de mis maestros y de seguir empeñado hasta el último aliento en
abogar por la misión de la vida en memoria de ellos: La Nueva Ruta Libertadora por la Paz, la
Educación, la Ciencia y la Cultura, en honra especial al maestro que nos retó a ser universales,
Darío Mesa, y de Orlando Fals Borda, quien perdura y perdurará con estatura universal desde
Colombia en su condición de arquetipo de la no violencia por la vía del amor al territorio y al
pueblo.
33

ANEXOS NÚMERO UNO


34

ANEXO NÚMERO DOS: CUADRO CONCEPTUAL DE LA SENTISAPIENCIA

FACULTAD SENSIBILIDAD ENTENDIMIENTO RAZÓN COR/RAZÓN

OPERACIÓN INTUICIÓN CONCEPTOS JUICIOS IDEAS EN CONJUNTOS


INDUCTIVOS Y ORGÁNICOS
DEDUCTIVOS
EXPRESIÓN ÍCONOS ÍNDICES SíMBOLOS COR/RESPONDENCIAS
SIMBÓLICAS
PRUEBA PATENCIA EVIDENCIA CLARIVIDENCIA COMPREHENCIÓN
HOLÍSTICA
ÓRGANOS
OJOS VER MIRAR VISIONAR OCULUS CORDIS:
APREHENSIÓN
RETRO/PROSPECTI
D. TIPO PALIMPSESTO:
OÍDOS OIR ESCUCHAR AUSCULTAR ESCUCHA PROFUNDA
NARIZ OLER OLISQUEAR HUSMEAR OLFATEAR
BOCA GUSTAR DEGUSTAR CATAR SAPIENCIA SAPERE,
NUTRIR PALADEAR CAPTAR LENGUA, BOCA,
BESAR NUTRICIÓN,
HABLAR LENGUA DE
LA MADRE. MADRE
DE LA LENGUA, SABER
Y SABOR
CUERPO Y PIEL TACTO EMPATÍA POR CONSONANCIA RESONANCIA
CONTACTO
SEXTO SENTIDO SEXO EROS Y CARITAS ÁGAPE
AMISTAD Solidaridad

KINESTECIA:
VELOCIDAD
HORIZONTAL DE
IDA Y DE
VUELTA
CENESTESIA

CONJUNCIÓN Y
CORRESPONDENCIA
EN DIAGONALES,
P
35

FUENTES PRIMARIAS

ARCHIVOS PERSONALES, AP

DIARIOS PERSONALES, DP

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