Mito de Kon o Naylan

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La leyenda de Naylamp

La leyenda de Naylamp Dicen los pobladores de Lambayeque que, en tiempos muy antiguos,
que no saben en qué año fue, vino al Perú con una gran flota de balsas un señor de mucho valor
y prestigio llamado Naylamp, y trajo consigo una gran cantidad de gente. Entre la multitud de
personas, quienes tenían mayor importancia eran sus cuarenta oficiales, un trompetero que
usaba unos grandes caracoles, un hombre que cuidaba las andas y sillas de Naylamp, otro que
tenía a su cargo derramar polvo de conchas marinas en la tierra que su señor había de pisar, el
cocinero, otro que tenía cuidado de las unciones y colores con que el señor adornaba su rostro y
otro que tenía la misión de bañar al señor, lavar la vestimenta y preparar ropa de pluma.
También vino un príncipe llamado Llapchiluli, quien había sido enriquecido por su señor debido
a su gran destreza en la elaboración de ropas de plumería, y con esta gente venían infinitos
oficiales y hombres de cuentas. Este señor Naylamp vino a tomar la tierra alrededor del río
Faquisllanga (hoy conocido como río Lambayeque) y luego de haber dejado allí sus balsas se
adentraron en la tierra con deseos de asentarse en ella. Avanzaron media legua y en ese punto
Naylamp y sus súbditos decidieron construir unos palacios donde poder vivir. También crearon
un ídolo con el rostro de su señor Naylamp, el cual era labrado en una piedra verde, y se le
llamó Yampallec (que quiere decir figura y estatua de Naylamp) en un lugar llamado Choc.
Luego de vivir muchos años de paz, le vino el tiempo de muerte al señor Naylamp. Para que no
se enteren los vasallos de que la muerte le había llegado, lo sepultaron a escondidas en el mismo
aposento donde había vivido y avisaron por toda la tierra que su señor había tomado alas y se
había desaparecido. Fue tan triste su ausencia que aquellos que llegaron con Naylamp en sus
barcos, quienes tenían gran cantidad de hijos y nietos por toda la fértil tierra en ese momento,
desampararon todo y salieron a buscarlo por todas partes. Y así solo quedaron en la tierra
aquellos que ahí mismo habían nacido. Cium, el hijo mayor de Naylamp, quedó como señor y
tuvo una gran familia; sin embargo, luego de muchos años se metió en una bóveda bajo el suelo
y allí se dejó morir para que en el futuro pueda ser recordado como un ser divino. Sucedió que
un nuevo señor, llamado Fempellec, recordado como el más desdichado de los señores del
imperio, quiso mudar el ídolo que Naylamp puso en el templo de Choc. Por cometer esta
deshonra a la memoria de Naylamp, empezó a llover (cosa que jamás se había visto en esas
tierras) y duró este diluvio treinta días, a los cuales siguió un año de mucha sequía y hambre.
Los sacerdotes de los ídolos de la tierra notaron tan grave delito cometido por su señor y
entendieron que el pueblo padecía por su culpa con hambre y necesidades. Para tomar
venganza, lo prendieron y ataron de las manos y pies, y lo arrojaron a las profundidades del mar,
y con él se acabó la línea y descendencia de los señores naturales del valle de Lambayeque que
Naylamp trajo consig

Leyenda del Lago


Titicaca; cuenta que desde las
aguas del Lago

Titicaca salieron Manco Capac y Mama Ocllo para cumplir la misión


que su Padre Inti (Sol) les encomendó.

Se dirigieron hacia el noroeste de la región del Kollao; llevando

consigo una barretilla de oro, con la cual deberían probar la fertilidad

y firmeza de la tierra para fijar su morada; donde se hundiese la

barreta deberían poblarlo y habitarlo.

Llegaron al Cerro de Huanacaure lugar donde se hundió la barretilla.

Por lo que se destinaron a cumplir con el mandato de su padre Sol y

fundaron el Imperio de los Incas; en este lugar, teniendo como base a

la ciudad del Cusco.

Una vez establecidos, Manco Cápac y Mama Ocllo, emprendieron su

misión civilizadora; el primero tomó la dirección de los varones,

enseñándoles los trabajos de la agricultura y de la cerámica; mientras

que Mama Ocllo se encargó del adiestramiento de las mujeres;

enseñándoles a tejer, cocinar, hilar, etc. y de esa forma construir poco

a poco lo que vendría a ser el Imperio de los Incas

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