Subtemas Articulo Origen Del Perro
Subtemas Articulo Origen Del Perro
Subtemas Articulo Origen Del Perro
¿Qué especie silvestre es el ancestro inmediato del mejor amigo del hombre?
La respuesta ha sido motivo de controversia por largo tiempo, dada la enorme diversidad de
perros que existen. Ahora disciplinas científicas como la biología molecular y la
arqueozoología ofrecen sus hallazgos, además nos cuentan la asombrosa historia del perro
en el continente americano.
EL PERRO ES sin duda el animal doméstico más cercano al hombre y también el más
estrechamente ligado a nuestra historia. No a todos les gusta este animal. pero nadie puede
negar que la interacción entre humanos y perros supera la que se da con otras especies.
Aunque la empatía que puede darse entre perro y ser humano es enorme, en las grandes
ciudades existen circunstancias que llevan a mucha gente a verlos como un estorbo, basura
ambulante. que incluso debiera ser destruida sin mayores miramientos.
Esta imagen nada tiene que ver con el valor que le hemos dado al perro durante el tiempo
que ha estado a nuestro lado. Prácticamente en todas las culturas este animal ha tenido un
espacio y la mayoría lo han considerado un importante miembro: prueba de ello es que se
han encontrado entierros individuales de perros, acomodados junto a personas o colocados
como guardianes a las entradas de las casas en sitios tan distantes como Japón, Kazakstan,
Mesoamérica y la región andina, desde hace más de siete mil años y hasta nuestros días.
El estudio de restos antiguos de perros ofrece información que permite ubicar la presencia
de estos animales en Europa, Medio Oriente y América hace entre 10 y 12000 años; en
México se han encontrado figurillas de perros de cerámica de unos siete mil años de
antigüedad. Esto confirma su presencia antes que la de cualquier otro animal doméstico.
El uso del ADN para estos fines se basa en principios muy simples: sabemos que el ADN es
una macromolécula cuya función es guardar información a través de un código constituido
por cuatro moléculas denominadas nucleótidos. Los nucleótidos funcionan de forma
equivalente a letras y su acomodo, en una secuencia lineal, permite crear miles de
combinaciones, cada una de las cuales es el instructivo para la elaboración de una proteína.
Estas instrucciones pueden modificarse por diversas vías, una de las cuales es la mutación,
es decir, el cambio por azar en la secuencia de nucleótidos. Se ha logrado calcular las tasas
de mutación (el número de mutaciones en un periodo determinado) para diversas regiones
del ADN en grupos específicos de organismo. Al identificar las mutaciones en las cadenas
de ADN entre dos especies cercanas (por ejemplo, entre un coyote y un perro) podemos
calcular el tiempo transcurrido desde que se originaron de un ancestro común.
Los estudios de ADN mitocondrial que hemos mencionado también se utilizan para estudiar
individuos de una misma especie. Como las mutaciones se heredan, los descendientes de un
individuo en el que se ha dado una mutación también la presentan. Esto nos permite
establecer el parentesco entre individuos de una misma especie y saber cuáles tienen un
origen común.
El perro americano
Al final se obtuvieron 11 secuencias de ADN de perros de Alaska, cinco de Boli- via, tres
de Perú y cinco de México (tres de ellas se obtuvieron de perros comunes, una de un
xoloitzcuintle y una de un perro de patas cortas, llamado tlalchichi). Éstas últimas fueron
proporcionadas en 1998 por el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la UNAM y quedamos como responsables de la
investigación, por parte de México, Robert Wayne y yo.
Al colocar las secuencias en el árbol filogenético (diagrama que muestra las interrelaciones
evolutivas de un grupo de organismos derivado de un ancestro común) se observó que no
existía relación directa entre esos perros y los lobos americanos. Esto demostraba que los
perros del nuevo y viejo mundo tenían un origen común. Por otro lado, resultó que todas las
razas, salvo el perro pelón, se acomodaban en el grupo I, e incluso todas las muestras sud-
americanas (excepto una) y el tlalchichi, se acomodaban dentro de un subgrupo
denominado grupo A, el cual se manifestó como algo diferente del resto, justo lo esperado
para perros que habían vivido un largo periodo de vida independiente, lejos del resto de sus
parientes.
Sin embargo, no todos los ejemplares habían quedado en grupos diferenciados, pues uno de
ellos, el perro pelón, estaba muy separado de los demás (en el grupo IV). Esta condición tan
disímil se interpretó como evidencia de que Canis familiaris había llegado al continente
americano en tiempos muy remotos, y en más de una ocasión. Una vez en América, estos
perros primitivos habrían entrado poco a poco en un proceso de aislamiento, circunstancia
que explica por qué casi todas las secuencias quedan dentro de un grupo diferenciado del
resto.
Desde hace 100000 años, y quizá durante unos 50 000, los ejemplares que convivían con el
hombre habrían sido "lobos domésticos", es decir lobos en el sentido morfológico, pero
cuya conducta les permitía formar grupos junto con los hombres. Los hombres, a través del
tiempo, fueron seleccionando a los lobos más dóciles y aptos para interactuar con ellos.
Este proceso derivó en la formación de los perros, tal y como los conocemos, hace unos
15000 años. Después de ese momento, se inició una rápida y continua dispersión que
abarcó todos los continentes.
Aquí y ahora
Como vimos, los ejemplares americanos utilizados en los primeros estudios de ADN no
aportaron información relevante, a diferencia de las muestras arqueozoológicas. ¿Significa
esto que no existen en la actualidad perros de origen americano que podamos considerar
genéticamente puros? Y si aún existen, ¿dónde están? La mayoría de los estudios
arqueozoológicos realizados en diversos lugares del continente americano han demostrado
que cada región geográfica, cada civilización, tuvo formas de perros características.
Algunas de estas derivadas de mutaciones, por ejemplo, los xoloitzcuintles (sabemos que la
ausencia de pelo en estos perros se debe a una mutación que conduce a una malformación
congénita llamada displasia ectodérmica); otras, como las razas sudamericanas, por vivir en
regiones apartadas donde el aislamiento habría favorecido la preservación de caracteres
surgidos por azar (por ejemplo, patas cortas o tallas chicas). Por último, habría casos como
los perros esquimales, cuyos caracteres (como pelo abundante y cuerpos fuertes) serían
resultado de la adaptación a ambientes con condiciones de vida muy severas y extremas.
La información disponible respecto de las culturas que habitaron América hasta el siglo XV,
indica que el vínculo perro-hombre varió de una zona a otra. En el caso de Mesoamérica
disponemos de estudios arqueozoológicos, realizados en el Laboratorio de Paleozoología,
que ubican a los perros como animales de enorme valor para los pobladores de esta región,
valor quizá no igualado en ninguna otra parte del mundo. Es importante señalar que estos
mismos estudios indican que el manejo humano poco tuvo que ver con la formación de
razas, lo cual llevó a poblaciones de perros donde lo usual era el ejemplar poco modificado
de aspecto "común".
Cuando los europeos llegaron al continente americano fue inevitable que se tropezaran con
estos perros, pero la mayoría c de las veces no les prestaron atención pues h se trataba de
"animales corrientes" y las únicas excepciones fueron, por ejemplo, los ejemplares pelones,
que no tenían d equivalencia con lo que conocían. Al paso de los años el continente fue
testigo de la llegada de otras razas y poco a poco éstas se hicieron dominantes, no a nivel
genético, sino en el marco cultural, pues eran interesantes, llamativas, imponentes,
incuriosas, todo lo contrario, a la masa de perros comunes que carecían de atractivo. El
inicio del siglo XX fue testigo de los primeros esfuerzos por incluir a los perros americanos
dentro del mundo occidental, en algunos casos a través de estudios que buscaron todo dato
relativo a ellos, en otras ocasiones, por medio de su reconocimiento como raza; 1933 para
el caso del xoloitzcuintle. Nada de esto, sin embargo, tuvo impacto en los perros comunes,
pues después de cuatro siglos de indiferencia, se convirtieron en entidades fantasmales
cuyo origen e historia eran desconocidos por completo. Cuando seis décadas después la
biología molecular se interesó en el tema, se encontró con razas americanas reconocidas por
las asociaciones canófilas pero genéticamente manipuladas, muchas veces por los intereses
mismos de los criadores. ¿Y qué ocurre con los ejemplares comunes? Continúan viviendo,
pero como animales inexistentes para estas asociaciones. Nuevamente corresponderá a la
ciencia sacarlos de su anonimato, pues esos humildes animales, compañeros del hombre en
pequeños pueblos aislados, lejos de los criaderos, de las tiendas de animales, de los
concursos caninos, portan en su sangre el ADN heredado de sus ancestros que hace más de
10 000 años acompañaron al hombre en su aventura por este continente y que continúan
siendo parte de esa dualidad conservando el vínculo iniciado entre lobos y hombres hace
más de mil siglos.