Compendio de Lecturas para PC1, PC2, PC3 2024-I
Compendio de Lecturas para PC1, PC2, PC3 2024-I
Compendio de Lecturas para PC1, PC2, PC3 2024-I
—¿Eres gente u otra cosa? —le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que
estaban de servicio.
—¡A ver! —dijo el patrón—, por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la
escoba, con esas manos que parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! —
ordenó al mandón de la hacienda.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las
de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco
de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían.
“Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón
pura tristeza”, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.
Quizás a causa de tener una cierta expresión de espanto, por su ropa tan
haraposa y acaso, también, porque no quería hablar, el patrón sintió un especial
desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el
avemaría, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre
al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya
estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.
—¡Regresa! —le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran
corredor.
—¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! —mandaba el señor al cansado
hombrecito—. Siéntate en dos patas; empalma las manos.
—Recemos el padrenuestro —decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.
Pero…, una tarde, a la hora del avemaría, cuando el corredor estaba colmado de
toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos
ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía como un poco
espantado.
—Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte —repitió el pongo.
—Padre mío, señor mío, corazón mío —empezó a hablar el hombrecito—. Soñé anoche
que habíamos muerto los dos juntos; juntos habíamos muerto.
—Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos, los dos juntos;
desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco.
—¿Y después? ¡Habla! —ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.
—Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó
con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos
examinaba, pesando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos.
Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.
—¿Y tú?
—No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.
—Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: “De todos los ángeles, el más
hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea
también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro
llena de miel de chancaca más transparente”.
—Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel,
brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando
despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el
resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.
—“Ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus
manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre”, diciendo, ordenó
nuestro gran Padre. Y así el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu
cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el
resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro,
transparente.
—Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar:
“Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese
ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano”.
—¿Y entonces?
—Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas
para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con
las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. “Oye, viejo —ordenó
nuestro gran Padre a ese pobre ángel—, embadurna el cuerpo de este hombrecito con
el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera;
cúbrelo como puedas. ¡Rápido!”. Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo,
sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro
en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo,
apestando…
—Así mismo tenía que ser —afirmó el patrón—. ¡Continúa! ¿O todo concluye allí?
—No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos
vimos juntos, los dos, ante nuestro gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos,
también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no
sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la
memoria. Y luego dijo: “Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está
hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo”. El viejo ángel
rejuveneció a esa misma hora; sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza.
Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.
TEXTOS PARA LA PC2
En aquel entonces era difícil saberlo. Uno va al cine o al teatro y vive su noche sin
pensar en los que ya han cumplido la misma ceremonia, eligiendo el lugar y la hora,
vistiéndose y telefoneando y fila once o cinco, la sombra y la música, la tierra de nadie y
de todos allí donde todos son nadie, el hombre o la mujer en su butaca, acaso una
palabra para excusarse por llegar tarde, un comentario a media voz que alguien recoge
o ignora, casi siempre el silencio, las miradas vertiéndose en la escena o la pantalla,
huyendo de lo contiguo, de lo de este lado. Realmente era difícil saber, por encima de
la publicidad, de las colas interminables, de los carteles y las críticas, que éramos tantos
los que queríamos a Glenda.
Llevó tres o cuatro años y sería aventurado afirmar que el núcleo se formó a
partir de Irazusta o de Diana Rivero, ellos mismos ignoraban cómo en algún momento,
en las copas con los amigos después del cine, se dijeron o se callaron cosas que
bruscamente habrían de crear la alianza, lo que después todos llamamos el núcleo y los
más jóvenes el club. De club no tenía nada, simplemente queríamos a Glenda Garson y
eso bastaba para recortarnos de los que solamente la admiraban. Al igual que ellos
también nosotros admirábamos a Glenda y además a Anouk, a Marilina, a Annie, a
Silvana y por qué no a Marcello, a Yves, a Vittorio y a Dirk, pero solamente nosotros
queríamos tanto a Glenda, y el núcleo se definió por eso y desde eso, era algo que solo
nosotros sabíamos y confiábamos a aquellos que a lo largo de las charlas habían ido
mostrando poco a poco que también querían a Glenda.
Veinte, acaso treinta, nunca supimos cuántos llegamos a ser porque a veces
Glenda duraba meses en una sala o estaba al mismo tiempo en dos o cuatro, y hubo
además ese momento excepcional en que apareció en escena para representar a la
joven asesina de Los delirantes y su éxito rompió los diques y creó entusiasmos
momentáneos que jamás aceptamos. Ya para entonces nos conocíamos, muchos nos
visitábamos para hablar de Glenda. Desde un principio Irazusta parecía ejercer un
mandato tácito que nunca había reclamado, y Diana Rivero jugaba su lento ajedrez de
confirmaciones y rechazos que nos aseguraba una autenticidad total sin riesgos de
infiltrados o de tilingos. Lo que había empezado como asociación libre alcanzaba ahora
una estructura de clan, y a las livianas interrogaciones del principio se sucedían las
preguntas concretas, la secuencia del tropezón en El uso de la elegancia, la réplica final
de El fuego de la nieve, la segunda escena erótica de Los frágiles retornos. Queríamos
tanto a Glenda que no podíamos tolerar a los advenedizos, a las tumultuosas lesbianas,
a los eruditos de la estética. Incluso (nunca sabremos cómo) se dio por sentado que
iríamos al café los viernes cuando en el centro pasaran una película de Glenda, y que en
los reestrenos en cines de barrio dejaríamos correr una semana antes de reunimos, para
darles a todos el tiempo necesario; como en un reglamento riguroso, las obligaciones se
definían sin equívoco, no acatarlas hubiera sido provocar la sonrisa despectiva de
Irazusta o esa mirada amablemente horrible con que Diana Rivero denunciaba la traición
y el castigo. En ese entonces las reuniones eran solamente Glenda, su deslumbrante
ubicuidad en cada uno de nosotros, y no sabíamos de discrepancias o reparos. Solo poco
a poco, al principio con un sentimiento de culpa, algunos se atrevieron a deslizar críticas
parciales, el desconcierto o la decepción frente a una secuencia menos feliz, las caídas
en lo convencional o lo previsible. Sabíamos que Glenda no era responsable de los
desfallecimientos que enturbiaban por momentos la espléndida cristalería de El látigo o
el final de Nunca se sabe por qué. Conocíamos otros trabajos de sus directores, el origen
de las tramas y los guiones; con ellos éramos implacables porque empezábamos a sentir
que nuestro cariño por Glenda iba más allá del mero territorio artístico y que solo ella
se salvaba de lo que imperfectamente hacían los demás. Diana fue la primera en hablar
de misión, lo hizo con su manera tangencial de no afirmar lo que de veras contaba para
ella, y le vimos una alegría de whisky doble, de sonrisa saciada, cuando admitimos
llanamente que era cierto, que no podíamos quedarnos solamente en eso, el cine y el
café y quererla tanto a Glenda.
Lo más difícil estaba desde luego en decidir los cambios, los cortes, las
modificaciones de montaje y de ritmo; nuestras distintas maneras de sentir a Glenda
provocaban duros enfrentamientos que solo se aplacaban después de largos análisis y
en algunos casos por imposición de una mayoría en el núcleo. Pero aunque algunos,
derrotados, asistiéramos a la nueva versión con la amargura de que no se adecuara del
todo a nuestros sueños, creo que a nadie le decepcionó el trabajo realizado; queríamos
tanto a Glenda que los resultados eran siempre justificables, muchas veces más allá de
lo previsto. Incluso hubo pocas alarmas: la carta de un lector del infaltable Times
asombrándose de que tres secuencias de El fuego de la nieve se dieran en un orden que
creía recordar diferente, y también un artículo del crítico de La Opinión que protestaba
por un supuesto corte en El prisma, imaginándose razones de mojigatería burocrática.
En todos los casos se tomaron rápidas disposiciones para evitar posibles secuelas; no
costó mucho, la gente es frívola y olvida o acepta o está a la caza de lo nuevo, el mundo
del cine es fugitivo como la actualidad histórica, salvo para los que queremos tanto a
Glenda.
Llegamos así al día en que tuvimos las pruebas de que la imagen de Glenda se
proyectaba ahora sin la más leve flaqueza; las pantallas del mundo la vertían tal como
ella misma —estábamos seguros— hubiera querido ser vertida, y quizá por eso no nos
asombró demasiado enterarnos por la prensa de que acababa de anunciar su retiro del
cine y del teatro. La involuntaria, maravillosa contribución de Glenda a nuestra obra no
podía ser coincidencia ni milagro, simplemente algo en ella había acatado sin saberlo
nuestro anónimo cariño, del fondo de su ser venía la única respuesta que podía darnos,
el acto de amor que nos abarcaba en una entrega última, esa que los profanos solo
entenderían como ausencia. Vivimos la felicidad del séptimo día, del descanso después
de la creación; ahora podíamos ver cada obra de Glenda sin la agazapada amenaza de
un mañana nuevamente plagado de errores y torpezas; ahora nos reuníamos con una
liviandad de ángeles o de pájaros, en un presente absoluto que acaso se parecía a la
eternidad.
Sí, pero un poeta había dicho bajo los mismos cielos de Glenda que la eternidad
está enamorada de las obras del tiempo, y le tocó a Diana saberlo y darnos la noticia un
año más tarde. Usual y humano: Glenda anunciaba su retorno a la pantalla, las razones
de siempre, la frustración del profesional con las manos vacías, un personaje a la
medida, un rodaje inminente. Nadie olvidaría esa noche en el café, justamente después
de haber visto El uso de la elegancia que volvía a las salas del centro. Casi no fue
necesario que Irazusta dijera lo que todos vivíamos como una amarga saliva de injusticia
y rebeldía. Queríamos tanto a Glenda que nuestro desánimo no la alcanzaba; qué culpa
tenía ella de ser actriz y de ser Glenda; el horror estaba en la máquina rota, en la realidad
de cifras y prestigios y Oscars entrando como una fisura solapada en la esfera de nuestro
cielo tan duramente ganado. Cuando Diana apoyó la mano en el brazo de Irazusta y dijo:
«Sí, es lo único que queda por hacer», hablaba por todos sin necesidad de consultarnos.
Nunca el núcleo tuvo una fuerza tan terrible, nunca necesitó menos palabras para
ponerla en marcha. Nos separamos deshechos, viviendo ya lo que habría de ocurrir en
una fecha que solo uno de nosotros conocería por adelantado. Estábamos seguros de
no volver a encontrarnos en el café, de que cada uno escondería desde ahora la solitaria
perfección de nuestro reino. Sabíamos que Irazusta iba a hacer lo necesario, nada más
simple para alguien como él. Ni siquiera nos despedimos como de costumbre, con la
liviana seguridad de volver a encontrarnos después del cine, alguna noche de Los frágiles
retornos o de El látigo. Fue más bien un darse la espalda, pretextar que era tarde, que
había que irse; salimos separados, cada uno llevándose su deseo de olvidar hasta que
todo estuviera consumado, y sabiendo que no sería así, que aún nos faltaría abrir alguna
mañana el diario y leer la noticia, las estúpidas frases de la consternación profesional.
Nunca hablaríamos de eso con nadie, nos evitaríamos cortésmente en las salas y en la
calle; sería la única manera de que el núcleo conservara su fidelidad, que guardara en el
silencio la obra cumplida. Queríamos tanto a Glenda que le ofreceríamos una última
perfección inviolable. En la altura intangible donde la habíamos exaltado, la
preservaríamos de la caída, sus fieles podrían seguir adorándola sin mengua; no se baja
vivo de una cruz.
¿CÓMO SE FABRICA UN FANÁTICO?
MECANISMOS PSÍQUICOS EN LA
CONSTRUCCIÓN DE UNA
MENTALIDAD FANÁTICA
Teresa Sánchez Sánchez
Emulo deliberadamente con este epígrafe otro cuyo autor fue el insigne Dr. López
Ibor y que se tituló ¿Cómo se fabrica una bruja? (1976). Pretendo, de esta forma,
advertir al lector sobre la materia de este trabajo que se ceñirá a analizar las disposi-
ciones psicológicas y sociales cuya combinación, en un caldo de cultivo específico,
originarán muy probablemente una identidad fanática. Todo ello teniendo en cuenta
que nada está predeterminado y que la lógica aquí presentada nunca es axiomática
111
¿Cómo se fabrica un fanático?
como las matemáticas, ni infalible, y que cae dentro de las conjeturas probables en las
que se desenvuelven las Ciencias Sociales y Humanas. Se omitirá en este artículo el
análisis de otros factores económicos, geopolíticos, religiosos, culturales, etc, que casi
siempre confluyen en los brotes de fanatismo.
El tema del fanatismo suscita un gran interés en nuestro tiempo, ante todo porque
lo que se sitúa como supuesto deber ser del intelecto y de la voluntad, como pauta
socialmente correcta, es la abierta pluralidad, la tolerancia, la moderación crítica, la
ecuanimidad y la equidistancia ante los planteamientos controvertidos o enfrentados.
Sin embargo, no conviene olvidar, llevados por un análisis fatalista del presente, que
el fanatismo ha sido la norma cultural y social preponderante durante largos siglos,
incluso en nuestra civilización, aunque haya sido disfrazado de revelación, dogma de
fe o verdad incuestionable, o haya tenido apoyos mayoritarios e incluso llegado a
ostentar el cetro del poder. La Ilustración cambió transitoriamente este orden de cosas
donde, igual como la música de los planetas sospechada por Pitágoras no era audible
al estar omnipresente, el fanatismo no era observado ni criticado por encontrarse ins-
talado monolíticamente como verdad oficial en la cultura. Siendo así, los disidentes
de este pensamiento único histórico eran los herejes, apóstatas o sospechosos de cual-
quier índole. Comúnmente silenciados o perseguidos, obligados a retractarse o a abdi-
car de sus posiciones discrepantes, fueran de fe o de razón, el entorno recuperaba nue-
vamente su tranquilizadora homogeneidad. Vaya, pues, por delante que el fanatismo
no es siempre algo minoritario o excepcional, sino que puede anegar a naciones ente-
ras, propagarse y ejecutarse a través de los cauces oficiales del poder.
El triunfo de la idea del yo, del individualismo y del pensamiento crítico fue una
conquista reciente en la cultura occidental, aunque como bien dice E. Wiesel (1958),
la Ilustración terminó en 1914, al comienzo de la primera Gran Guerra Mundial, y
derivó en una sucesión de apoteosis fanáticas e irracionales a lo largo del siglo XX.
Es, sin embargo, el siglo XXI el que se augura como la época en que el fanatismo va
a diseminarse e instalarse en todas las áreas de la vida política y social, religiosa y
científica, artística y deportiva, como metástasis letales que atrofiarán el modo de vida,
las conquistas civiles y los derechos humanos fundamentales. Y evidencias de ello
tenemos por doquier. Francisco Umbral (2001) presagiaba que el fanatismo iba a ser
“la plaga tardía del siglo XXI”, antes de los atentados del 11 de septiembre, que
terminaron de abrir los ojos a todos aquellos que seguían pensando vivir en la moder-
nidad del conocimiento y el optimismo ilustrado (F. Savater, 1994).
La proliferación de fanatismo en multitud de ámbitos y situaciones puede inter-
pretarse como síntoma de inestabilidad, zozobra social, desesperanza, incertidumbre,
112
Teresa Sánchez Sánchez
“El siglo XX nos habrá enseñado que ninguna doctrina es por sí misma necesariamen-
te liberadora: todas pueden caer en desviaciones, todas pueden pervertirse, todas tienen las
manos manchadas de sangre: el comunismo, el liberalismo, el nacionalismo, todas las gran-
des religiones, y hasta el laicismo. Nadie tiene el monopolio del fanatismo, y, a la inversa,
nadie tiene tampoco el nomopolio de lo humano” ( A. Maalouf, 1998, p. 58).
También los cánones estéticos impuestos por las modas, que no son sino la con-
sagración mayoritaria de unas preferencias o atribuciones que se asocian temporal-
mente al buen gusto o a la belleza, al éxito social o al prestigio. Las modas son cris-
talizaciones transitorias de cierto tipo de asignaciones que pueden establecerse como
tiranías o dictaduras altamente impositivas y subyugantes, pues atenazan dentro de
sus cauces o baremos estéticos no sólo aspectos periféricos (ropa, colores, útiles
113
¿Cómo se fabrica un fanático?
“Es un disparate invocar una base genética diferencial para reclamar supuestos dere-
chos de colectividades humanas que les separen de otras y mucho menos para proponer que
las hagan acreedoras de una consideración de superioridad” (ABC, 12-2-2001).
114
Teresa Sánchez Sánchez
Por ello, pese al tono eufemístico y hasta divertido que suele otorgarse al término
“fans”, no hemos de perder de vista que esta adoración idolátrica contiene todos los
ingredientes del fanatismo y es tan potencialmente peligrosa como cualquier otra
variedad de fanatismo, aunque usualmente ni su meta ni sus medios sean beligeran-
tes. Eventualmente nos topamos con episodios aislados de consecuencias mortales
aparejados a las hinchadas deportivas o a los espectáculos musicales. A menudo avis-
tamos episodios de violencia organizada en espectáculos de masas donde el encuen-
tro dialogante o la conciliación entre partidarios diversos se hace difícil y se elige el
obtuso camino del terror. El hacinamiento en los campos, los tumultos en los aero-
puertos, las concentraciones eufóricas en los lugares símbolo del club son exponen-
tes notorios de fanatismo, con el agravante de estar secundados por los medios de
comunicación y gozar de una propaganda gratuita que aumenta la excitación de la
horda.
Hasta las ideas más nobles y altruistas pueden degenerar en brotes de fanatismo:
la pureza, la virtud pueden conducir al martirio, al sacrificio extremo, a la inmolación;
el gusto por los alimentos no manipulados y los cultivos originarios, puede desem-
bocar en diversas formas de ortorexia, vegetarianismo y dietas macrobióticas cierta-
mente demenciales y peligrosas; el culto al cuerpo provoca fanatismos extenuantes de
gimnasio y consumo de drogas estimulantes o anabolizantes hasta deformar mons-
tuosamente el cuerpo. Para no caer en un análisis excesivamente prolijo, menciona-
remos que también los pacifismos, ecologismos, feminismos, y en general todos los
-ismos, son susceptibles de fanatización que, paradójicamente, encubre una violencia
y un daño indirecto mayores del que pretenden evitar. Porque:
“El núcleo del fanatismo puede entenderse como la actitud de entrega absoluta a unos
ideales, con una intolerancia sistemática para los juicios y los comportamientos discrepan-
tes” (F. Alonso, 1995, p. 191).
Partiendo, por tanto, de que todos nosotros albergamos componentes fanáticos más
o menos desarrollados y que estamos a la espera de un caldo de cultivo propicio o de
un objeto idealizado del que colgar esa idealización, no está de más adentrarnosen el
análisis pormenorizado de algunos de sus rasgos y mecanismos esenciales. Voltaire,
un ilustrado que en la vangaurdia del racionalismo crítico moderno y un tanto avant
la lettre del pensamiento contemporáneo en defensa de la tolerancia, exhortó en su
Tratado contra la intolerancia de 1767 de la forma que sigue:
115
¿Cómo se fabrica un fanático?
perseguida, y se verán los mismos horrores que en los pasados siglos: el germen subsiste;
si no lo ahogáis cubrirá la tierra” (Voltaire, 1767, p. 78)
2. CALDO DE CULTIVO
Entre los numerosos factores que ayudan a germinar y a brotar la semilla del fana-
tismo encontramos los que enunciamos a continuación:
a) Pobreza y miseria, exclusión o desposesión absolutas: esta circunstancia
alien- ta o bien una actitud de pasiva conformidad, resignación o asunción de lo
irremedia- ble e irreversible —características de la indefensión y de la percepción de
incontro- labilidad, como señalara Seligman (1981)—, o bien una actitud de
desesperada reivindicación de justicia e igualdad. El sentimiento de fracaso vital, de
amargura y desgracia irremediable, es un polvorín que aguijonea el propio thanatos
(pulsión de muerte): si nada hay que perder, y la vida está tan devaluada y degradada,
es fácil arriesgar lo único que se tiene, el cuerpo, para denunciar la injusticia, llamar
la aten- ción del mundo o modificar el escenario en favor de una quimérica posibilidad
de mejora. Perdida la esperanza, la libertad se evapora, fácil es entonces esclavizarse
a cualquier promesa que contenga, aunque sea vagamente, una posibilidad de restaurar
la ilusión; a ese empeño se encadena; ¿qué hay de raro, pues, en la temeridad fanáti-
ca, si aunque comportara la muerte, no entraña una verdadera disyuntiva a la vida sin
objetivos ni dignidad suficientes? Asegura Trapiello que “Lo primero que desapare-
ce con la esperanza es la libertad, y un desesperado es sobre todo alguien ciego y fatí-
dico” (2002, p. 72).
116
Teresa Sánchez Sánchez
117
¿Cómo se fabrica un fanático?
tro de la misma ciudad, o entre comarcas limítrofes de una misma provincia, e inclu-
so entre territorios demarcados por distintas pandillas dentro de un mismo suburbio.
Llégase a considerar un ultraje y una ofensa el ser identificado erróneamente como
español en vez de como catalán, como madrileño en vez de como vallecano, o como
rocker en ver de como punk. Muy a propósito Borges parodiaba esto en su obra “Los
conjurados”:
“El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de
queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mito-
logía peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa
división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras” (J.L. Borges, 1985).
El conflicto se acentúa ahora más que nunca cuando hemos de conciliar en cada
uno de nosotros una doble exigencia: la de universalizarnos, integrarnos en un colec-
tivo humano cada vez más exento de fronteras, aduanas, aranceles y discriminaciones
diferenciadoras en función del país de origen, del color, de la cultura o del culto reli-
gioso, y la de radicarnos y enraizarnos. J.A. Marina (2000a) señala con agudo senti-
do del humor que todos pasamos de la aldea global a la aldea a secas. Somos cosmo-
politas, por un lado, y de Villagordo del Cabriel, por otro. En forma más culta podemos
representar esta disonancia como la tensión entre las fuerzas aglutinantes o de fusión
(todos somos miembros de la humanidad sin más rasgos secesionistas), y las fuerzas
centrífugas o de fisión (donde buscamos el reconocimiento a nuestra sin- gularidad
subrayando las señas identitarias que más cercanamente nos recuerden nuestra
procedencia, nuestras raíces y nuestra memoria individual visceral e inme- diata). Este
asunto de las pertenencias deviene un factor fundamental donde se cue- cen infinidad
de actitudes fanáticas, la mayoría sin reverberación, pero algunas de sangrientas
consecuencias. Acaso el conflicto paradójico aquí aludido sea la mani- festación de la
lucha entre el instinto territorial que nos arraiga a la nacencia propia y el instinto
epistemofílico que nos impulsa a la curiosidad, a la expansión y a la afi- liación fuera
del propio territorio. Tal vez los etólogos debieran interesarse por esta hipótesis.
118
Teresa Sánchez Sánchez
ultrajados y convencidos de su derecho a resarcirse, en tanto que los otros son toma-
dos como los fuertes, prepotentes y avasalladores ofensores. En casi todos los radi-
calismos se constata la existencia de una mitología victimista, dominada por el resen-
timiento y la envidia no reconocida hacia el otro, disfrazada de rechazo o miedo a lo
diferente. Podríamos hablar incluso de un discurso manifiesto que es el de la queja, la
reivindicación y la querulante reclamación de justicia, y de un discurso latente que es
el del resentimiento envidioso y la ira frente a todo aquello que representa lo que no
pudiendo tenerse se prefiere tomar como una usurpación injusta del derecho.
La rabia social se asienta comúnmente sobre uno o varios hechos históricos (vale
decir, narrativamente sesgados en la dirección que interesa al grupo) que la comuni-
dad ha vivido como traumáticos. Ello puede deberse al carácter sangriento, a la humi-
llación política, a la desposesión o a la ridiculización pública, a la prohibición de la
lengua o de las expresiones culturales idiosincrásicas, entre otras causas, ligados a
dichos acontecimientos. El sentimiento colectivo de victimización y persecución son
permanentemente recordados para estimular el odio y el anhelo revanchista entre los
miembros de la comunidad, por parte de portavoces o agitadores sociales. La ira unida
a la indignación y a la burla narcisista experimentada por el colectivo pueden estar
dormidas, en letargo aparente, esperando una oportunidad idónea o un detonan- te
que opere como provocación externa inmediata para aflorar. Los fanáticos agita- dores
están, por ello, imbuidos de una historificación adulterada, poco rigurosa, a menudo
fraudulentamente manipulada: bien sea ocultando datos o circunstancias contrarias a
los intereses, bienexagerando la naturaleza o gravedad de ciertos hechos concordantes
con la particular exégesis que resulte conveniente. Dicha tergiversación crea unas
actitudes prejuiciadas, cautelosas y desconfiadas prontas a encontrar corro- boración
en nuevos acontencimientos que se viven como repetición de los viejos agravios. Muy
sagaz, el siguiente comentario nos da la clave:
“Estamos ante el pistoletazo de salida de una carrera en la que casi todos disputan por
hacerse acreedores a la ventajosa condición de agraviado, actual o pasado. Los agravios no
prescriben, aunque transcurran siglos y generaciones. En realidad, lo importante, por
supuesto, no es ser agraviado sino parecerlo y, con ello, estimular el sentimiento de culpa
de los demás. Quien gana la batalla del agravio, obtiene la recompensa del privilegio” (I.
Sánchez Cámara, ABC, 1-9-2001).
119
¿Cómo se fabrica un fanático?
120
Teresa Sánchez Sánchez
121
¿Cómo se fabrica un fanático?
ciones y el frentismo, puesto que además se teme lo diferente en la medida que puede
suponer la amenaza de contagio de su maldad o el arrebato de mi bondad. La escisión
se complementa y culmina en la expulsión violenta de aquello o aquellos que encar-
na(n) proyectivamente esas partes malas no admitidas de uno mismo. A continuación
vienen el extrañamiento intolerante y el encierro defensivo y hermético en el propio
grupo o comunidad donde se retroalimenta la sospecha ante lo exterior, lo diferente o
lo novedoso, y se preserva lo propio, acentuando obsesivamente las señas de identi-
dad distintivas y exclusivas del grupo de pertenencia.
122
Teresa Sánchez Sánchez
declarada contra un enemigo más poderoso, las muertes como daños colaterales, etc.
El uso de eufemismos, amén de edulcorar actividades o manifestaciones que, por su
crudeza, podrían volverse contra ellos mismos y provocar fisuras y discrepancias
internas entre sus adeptos, pretende ennoblecer y dotar de un amparo trascendental lo
que de no ser así pasaría por pura locura o psicopatía. Dedúzcase de aquí que la onda
expansiva y el efecto propagandístico de una acción racionalizada es mayor que si
se ofrece como mera expresión caótica de la furia.
Subrayaré este punto como denominador común a todos los fanáticos: se sienten
investidos por el derecho y acuciados por el deber de salvar a los demás o de juzgar-
les y condenarles, de imponerles o hacerles obedecer sus propias creencias, sea
mediante coacciones físicas, emocionales, educativas o policiales, estas dos últimas
modalidades cuando los movimientos fanáticos detentan el poder en regímenes cali-
ficados de totalitarios. E. Wiesel, premio Nobel de la Paz y superviviente de los cam-
pos de exterminio nazi, alertaba:
“El terror (fanático) no aspira a convencer, sino a dominar, a subyugar, a aplastar. El
fanático se erige a sí mismo en legislador, intérprete de la ley, fiscal, juez y verdugo” (E.
Wiesel, 2001).
123
¿Cómo se fabrica un fanático?
dícticas, es una fuente de angustia que ciertas personas no pueden sufrir sin desequi-
librio. La forma de huir de esta angustia a lo incierto o desconocido es abrazar reduc-
tiva y simplistamente la doctrina que se les ofrece, magnificada como manantial de
vida, verdad y sosiego. El remedio a la incertidumbre es la fe incontestable, el segui-
miento y la entrega ciega a aquellos investidos de la doctrina o del don de la sabidu-
ría. Ellos resolverán las dudas, aquietarán los ánimos soliviantados y disiparán la
ansiedad exponiendo como asideros intelectuales monolíticos, discursos simples,
dado que los “discursos creativos rompen la ortodoxia” (M. Navarro, 1997, p. 177).
124
Teresa Sánchez Sánchez
g) Idealización. Este mecanismo es el aire que impulsa las velas del fanatismo.
Gracias a él se produce una actitud de embelesamiento, fascinación y adoración,
característicos de cualquier proceso de enamoramiento,conversión o entusiasmo. La
idealización predispone a engrandecer y mitificar a la persona, objeto, entidad, cre-
encia, etc, que encarne o sea depositaria de las grandezas. De este modo, se atribuye
a la persona, objeto, creencia, etc, la omnipotencia, la fuerza salvadora, la magnifi-
cencia de los dones, la capacidad de gratificar o recompensar. Por consiguiente,
podríamos decir que el objeto idealizado se convierte en fetiche o talismán de la buena
suerte, solución de los problemas, con que se garantiza la adhesión incondi- cional del
fanático, pues así se mantiene próximo y al alcance del poder de irradia- ción del ideal
y participa vicariamente de su fuerza y su omnipotencia. (R. Armengol, 1999). Lo
malo de todas estas mitificaciones basadas en idealizaciones fuertemente patológicas
(Chasseguet-Smirguel hablaba de “enfermedad de la idealidad”) es que el trastorno es
presentado como solución y el problema como fuente de gratificación. Precisamente
tienen esto en común con las adicciones a sustancias tóxicas, donde la droga es vivida
como remedio satisfactorio a los conflictos.
Por otra parte, la idealización excluye la elaboración personal de los conceptos,
razones o motivos para la adhesión. Su fundamento es emocional o mágico-religioso,
se nutre de la necesidad de creer y encuentra su eco en el carisma o el magnetismo
del líder o la persuasión del mensaje. Porque éste es otro punto a considerar: ciertos
procesos de fanatización tienen que ver con el halo del mensajero, investido de un tono
mesiánico y salvífico de iluminado o elegido, y otros procesos derivan más bien del
mensaje. El mensaje debe tener un gran poder evocador, para lo cual debe susci- tar la
mayor reacción emocional posible con el menor número de recursos. He aquí que,
para ello, acude a la simbolización o al uso de signos, emblemas, banderas, señales
identificativas que aglutinen por sí mismos a los adeptos. Frecuentemente también el
mensaje utiliza la condensación de contenidos, dando lugar a la compo- sición de
discursos crípticos, mistéricos, opacos al desciframiento. A menudo son acatados y
reproducidos como sincretismos sin ser comprendidos por sus propios
correligionarios. Se invierten, incluso, esfuerzos y tiempo en impartir lecciones de
exégesis para la correcta interpretación de los textos o mensajes herméticos.
125
¿Cómo se fabrica un fanático?
126
Teresa Sánchez Sánchez
127
¿Cómo se fabrica un fanático?
ma, aunque actúe como verdugo, lo que le permite eludir la culpa por los daños que
pueda ocasionar, interpretándolos como justa revancha o resarcimiento por el agravio
previo; 3) se siente más plenamente sí-mismo cuanto más alienado está, cuanto más
nuclear sea en su identidad la creencia fanática, desalojando a las partes más genui-
nas del yo biográfico; 4) la disposición a morir e inmolarse en aras de una utopía es
valorada como la apoteosis del sentido de su vida, tiene la percepción de estar “ungi-
do por” la gracia para llevar a cabo una misión; 5) el nihilismo no es la antítesis sino
la exageración de su enfermizo vitalismo: al arriesgar la propia vida, ésta se afirma y
se exalta, en cierto modo se logra sublimar el sufrimiento o la frustración, encontran-
do su lugar como eslabón en una cadena trascendente que sobrepasa la mezquina
individualidad al consagrarse a una noble utopía que persigue la perfección. Todo ello
explica, al menos en parte, que un acto de locura como el autosuicidio pueda ser eva-
luado como heroicidad y que un asesino pueda ser homenajeado como un mártir.
En los manifiestos terroristas hallamos innumerables pruebas de la presencia de
este mecanismo: en vez de sentirse culpables, se sienten orgullosos por su hazaña
liberadora, en vez de calificar de extorsión el fruto monetario de sus secuestros, se
tilda de impuesto revolucionario, de financiación romántica para mantener viva la
lucha; en vez de reconocer su ceguera, sesgos, distorsiones cognitivas, tachan de mio-
pes sociales, cobardes o aniquiladores a los demás, reservando para sí la lucidez y la
justicia.
128
Teresa Sánchez Sánchez
“El fanático puede ser supersticioso, pero es siempre algo más: suele ser irracional,
desmesurado, violento, engreído, dogmático, inflexible, autoritario, exaltado... tiene algo
de misticismo y profetismo...” (J.L. Pallares, 1996, p. 35).
129
¿Cómo se fabrica un fanático?
130
Teresa Sánchez Sánchez
“Todas las sectas se enardecen con tanto más furor, cuanto menos razonables son los
objetos de su arrebato” (Ibid, p. 168).
131
¿Cómo se fabrica un fanático?
Pero, siendo coherentes con lo que acabamos de expresar, que el lector entienda
que lo que acaba de leer son sugerencias, nunca pautas dogmáticas.
Por si acaso.
BIBLIOGRAFÍA
Alonso Fernández, F. (1995). El fanatismo y sus remedios. Psicopatología, 15, 4º, pp.
191-197.
Armengol Millans, R. (1999). El fanatismo, una perversión del narcisismo. Temas de
Psicoanálisis, IV. pp. 131-166.
Bassols, R. (1999). Sobre fanatismo y violencia. Ensayo desde una perspectiva psi-
coanalítica. Temas de Psicoanálisis, IV. pp. 167-196.
Bergeret, J. (2001). Preludio a un estudio psicoanalítico de la creencia. Libro anual de
Psicoanálisis, 3. pp. 11-33.
Bilbeny, N. (1993). El idiota moral. La banalidad del mal en el siglo XX. Barcelona:
Anagrama.
Borges, J.L. (1985). Los conjurados. Madrid: Alianza.
Ferenczi, S. (1912). La doma de un potro. En S. Ferenczi. Problemas y métodos del
Psicoanálisis. Buenos Aires: Hormé, 1966.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. Obras Completas, 3.
Madrid: Biblioteca Nueva, 1973.
Guillem Nácher, P. (1996). Fundamentos narcisistas y espejos rotos. Re-flexiones
sobre el narcisismo. Valencia: Promolibro.
Junquera, C. (1985). La antropología frente a dos realidades histórico-sociales: el
racismo y la xenofobia. Cuadernos de realidades sociales, 25-26. pp. 49-68.
López-Ibor, J.L. (1976). ¿Cómo se fabrica una bruja? Barcelona: Dopesa.
Maalouf, A. (1998). Identidades asesinas. Madrid: Alianza.
Marina, J.A. (2000a). Crónicas de la ultramodernidad. Barcelona: Anagrama.
Marina, J.A. y de la Válgoma, M. (2000b). La lucha por la dignidad. Barcelona:
Anagrama.
Navarro Puerto, M. (1997). Aproximación psicodinámica a las sectas destructivas. En
F. de Oleza Le-Senne (coord). Las sectas en una sociedad en transformación.
Madrid: Ed. Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales.
Pallares, J.L. (1996). La tolerancia desde una perspectiva antropológica. Cuadernos de
Realidades Sociales, 47-48. pp. 21-44.
R.A.E. Diccionario de la Lengua Española. Madrid: Espasa-Calpe, 1992. 1ª ed.
132
Teresa Sánchez Sánchez
133
TEXTOS PARA LA PC3
Eran casi las siete de la noche cuando Milton Peña bajó la cortina de la sala y encendió el
decimocuarto cigarrillo del día. Levantó el auricular del teléfono y vaciló unos segundos
antes de volver a colgarlo. Se levantó inquieto y comenzó a pasear por el recinto.
-Papá, ¿Por qué está todo oscuro?- preguntó su hija de siete años.
Milton echó una larga bocanada de humo.
-Vete a tu cuarto- dijo secamente.
-Tengo miedo. Todo está oscuro- repitió la niña.
Milton prendió una de las velas que estaban encima del aparador y se la entregó a la niña.
-Ahora ya no tendrás miedo- le dijo. Le acarició la cabeza y la empujó hacia el pasillo-.
Anda, espérame en tu cuarto.
La niña cogió la vela y titubeó.
-¿Vendrás?
-Claro, espérame allá-contestó él.
Su hija caminó lentamente por el pasillo e ingresó a una habitación del fondo. Milton cerró
la puerta de la sala que comunicaba con los dormitorios y se dirigió de nuevo al teléfono.
Marcó un número.
-¿Aló?- dijo en voz baja.
-¿Sí?
-Mamá, soy yo, ya terminé de cerrar las puertas.
-¿Terminaste qué? Hijo, no te entiendo, debe ser el teléfono, nunca te escucho bien.
-Todos vamos a estar tranquilos.
-Habla más alto. No sé por qué te empeñas en vivir en Cienaguilla. Todas las líneas
telefónicas están pésimas.
-¿Recuerdas lo que te dije ayer?
-Estoy preocupada, hijo, no me gusta que estés allá, tan lejos y tan solo.
-Nadie nos va a molestar en el futuro.
-Hijo, ¿Por qué no te vienes? ¿Dónde está Enriqueta?
-En su dormitorio.
-¿Y la empleada?
-Se fue, mamá.
-Pero, ¿Por qué no me has avisado? ¿Estás solo con Enriqueta?
-Sí mamá, ya te dije.
-Vente inmediatamente.
-No mamá, estoy donde debo estar y nadie me va a sacar de aquí.
-Yo no digo eso hijo, es que debes venir a vivir aquí conmigo.
-Estás equivocada.
-Pero si ya te han cortado la luz y el agua, es peligroso que estés allá. Hijo, por favor,
escúchame, obedéceme. Tienes que venir.
-Adiós mamá, quería despedirme de ti.
-Hijo, ¿aló?
La mujer escuchó el clic del teléfono, su hijo había colgado. Entonces ella marcó otro
número.
-¿Aló? ¿Marina?
-Si, ¿quién habla?
-Soy Edelmira- exclamó la mujer-. Estoy preocupada, no sé qué hacer. Milton ha
despedido a la empleada y se ha quedado en la casa con Enriqueta.
-Bueno, pero ¿qué tiene de malo?
-Después del episodio de los cuadros me parece que no está bien. ¿Cómo va a vivir a
oscuras, solo con una niña de siete años?. Además se ha comido todas las uñas de las
manos.
-¿Quién?
-Milton.
-Ah. ¿Tienes el teléfono del médico que lo ve?
-Sí. Tengo miedo. Marina, ¿se estará volviendo loco?
-¿Sabes si lleva el arma?
-Claro, nunca la abandona.
-Llama al doctor y cuéntale. Él te puede decir qué hacer. Me llamas después.
-¿No puedes ir tú en el carro?
-¿Ahora? ¿A Cienaguilla?
-Sí, por favor, Marina, puede pasar una desgracia.
-Pero me va a echar de ahí. ¿Con qué pretexto me aparezco?
-Dile que yo te mandé.
-Mejor primero llama al médico. Tal vez te estés precipitando.
La mujer comenzó a buscar en su agenda el número de teléfono del médico. Recordaba
haberlo anotado en un papel suelto.
-No encuentro el teléfono- dijo.
-Cálmate- contestó la otra-, ahora cuelgo. Busca el teléfono, llámalo e inmediatamente me
vuelves a llamar.
Colgaron. La mujer no encontraba el papel. Estaba sentada en una silla de ruedas porque
sufría de artritis desde hacía más de quince años. Sus piernas, inutilizadas, estaban
adelgazadas y encogidas. Hizo rodar la silla diestramente hacia un anaquel en el centro de
la sala y revisó algunos cuadernos donde también solía anotar teléfonos. Encontró el
número y regresó al teléfono.
-¿Aló? ¿El doctor Ruiz?
-Un momento, por favor.
Esperó unos segundos y rogó que el doctor se encontrara en su consultorio. Sabía que
atendía hasta tarde porque una vez su hijo había tenido una cita a las nueve de la noche.
-¿Aló?- una voz masculina le contestó.
-Doctor Ruiz, soy la madre de su paciente, Milton Peña. Doctor, disculpe que lo llame para
molestarlo, pero creo que mi hijo está mal. Se ha comido todas las uñas de las manos.
Ahora se ha quedado solo en su casa de Cienaguilla con mi nieta y están a oscuras.
Después de lo que hizo la semana pasada tengo miedo de que se esté volviendo loco.
-¿Qué hizo la semana pasada?
-Lo de los cuadros, doctor.
-Ah, eso. Sí, claro. No, no es conveniente que esté solo.
-¿Qué hago entonces doctor?
-¿Lo ha llamado por teléfono?
-Sí, me dice que todo va a estar bien. Pero me parece raro que me llame para eso.
-¿Qué más le dijo?
-Que quería despedirse de mí.
-Bueno, a ver, déjeme pensar. ¿Cuándo lo ha visto usted por última vez?
-Hace una semana, doctor, estoy desesperada, ¿llamo a la policía?
-Espere, yo lo voy a llamar por teléfono.
-¿Se puede volver loco, doctor? Él tiene un arma, doctor.
-Hablaré con él y después la llamo, señora.
La mujer colgó. Empezó a dar vueltas alrededor de la sala con la silla de ruedas. Miró su
reloj. Eran las siete y veinte de la noche. Había pasado ya demasiado tiempo. La campana
del teléfono repicó. Se dirigió velozmente hacia él y levantó el auricular.
-Soy el doctor Ruiz, señora. Acabo de hablar con su hijo. Dígame, ¿tiene usted algún
pariente que pueda ir a verlo?
-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
-Nada, nada. Pero es mejor que no esté solo allá. No lo digo por hoy sino que en realidad
me parece que no debe vivir en esa soledad por el momento. Y menos si está armado.
-¿Está loco? Por Dios, dígamelo.
-Señora, ¿Usted tiene algún pariente con el que podamos contar?
-Una amiga va a ir. Pero ¿no sería mejor llamar a la policía?
-Su amiga, ¿no puede ir acompañada?
-Voy a llamar a la policía.
-Yo acompañaré a su amiga. Deme el teléfono de ella.
La mujer se lo dio.
-Usted espere. Yo iré con ella dentro de media hora.
-Pero va a ser demasiado tarde.
-Lo haré lo antes posible.
Colgó. El teléfono volvió a repicar.
-¿Edelmira?
-Marina, cuelga, por favor. Acabo de hablar con el doctor. Yo creo que Milton está loco.
Cuelga porque el doctor te va a hablar enseguida.
-Ya. Pero Milton está armado. Nos va a disparar.
-Marina, cuelga. Anda con el doctor allá.
-Creo que hay que llamar a la policía.
-¡Marina son casi las ocho!
-Edelmira, llama primero a radio patrulla. Después a Milton, entretenlo. Convérsale. Dile
cualquier cosa para hacer tiempo.
-Está bien.
Edelmira colgó el teléfono y volvió a marcar el número de Milton. Nadie contestaba. Quizás
me he equivocado de número, pensó. Volvió a marcar.
-¿Aló?
-Enriqueta, hijita ¿estás bien?, ¿dónde está tu papá?
-En mi cuarto.
-¿Qué está haciendo?
-Nada.
-¿Cómo que no hace nada? ¿Cómo está?
-Sentado, me lee un cuento.
-Enriqueta, llámalo rápido.
La mujer esperó. Estuvo así un buen rato pero luego escuchó el clic del teléfono. Se ha
cortado la línea o él ha colgado, se dijo. Malditas líneas, siempre pasa lo mismo, se corta
la comunicación, pensó. Volvió a llamar pero sonaba ocupado. Colgó. El timbre del
teléfono volvió a sonar.
-¿Aló?
-Edelmira, el doctor no me ha llamado todavía. Dame su teléfono, yo lo llamo.
-Espérate un segundo, aquí está. Por favor, vayan inmediatamente.
-¿Has llamado a la policía?
-Voy a llamar en este instante. Aunque tengo miedo, ¿y si se pone mal si ve a los policías?
-¿Y si nos dispara a nosotros?
-No creo. Acabo de hablar con Enriqueta. Dice que su papá le está leyendo un cuento. Voy
a volver a llamarlo.
-Edelmira, llama a la policía por favor.
-Pero creo que es mejor que ustedes lleguen primero.
-Cienaguilla está muy lejos y ni siquiera sé cuánto tiempo se va a demorar el doctor en
venir. ¿Por qué no va él solo?
-Es que él no sabe cómo llegar a la casa. Tú, en cambio, conoces.
-Bueno, voy a llamar al doctor.
Marina colgó. Edelmira volvió a marcar el teléfono. Seguía sonando ocupado. ¿Lo ha
dejado descolgado?, pensó. Insistió y volvió a escuchar el irritante sonido. Abrió la guía
telefónica y buscó. Patrulla de Emergencias.
-¿Aló? Por favor, se trata de una urgencia, es urgente.
-¿Sí? Dígame que pasa.
-Mi hijo está loco, señorita. Está encerrado en una casa a oscuras con una niña y está
armado. Por favor, tienen que ir inmediatamente. Puede ocurrir una desgracia.
-Espérese señora. ¿Cómo se llama usted?
-Edelmira Quintana.
-¿Dónde vive?
-Señorita, mi hijo vive en Cienaguilla, por favor no se demoren. Es de vida o muerte.
-Señora, tiene que llamar a la comisaría de Cienaguilla. Ellos pueden ir más rápido.
-¿Cuál es el teléfono?
-Espérese un ratito.
Edelmira miró el reloj. Ocho y cuarto. Qué estúpidos, siempre es lo mismo, dijo furiosa.
-Tome nota, señora.
La mujer le dio dos teléfonos. Edelmira colgó y llamó inmediatamente. Estaban ocupados.
¿Y ahora qué hago? Marina debe haber hablado con el doctor. Ya estarán en camino. Por
lo menos tardarán media hora en llegar hasta allá pensó. Volvió a insistir con la línea
telefónica.
-¿Aló?
-¿Sí?
-Señor, llamo por una emergencia. Mi hijo está loco, está armado y va a matar a su hija, mi
nieta.
-¿Quién es usted?
-Su madre, estúpido.
-Oiga señora, no me insulte.
-Escúcheme, si no van inmediatamente va a ocurrir una tragedia.
-Pero no le entiendo señora. ¿Me puede explicar de qué se trata?
La mujer dio un largo suspiro.
-¿Señora?
-Mi hijo vive en La Floresta, segunda cuadra, número trescientos quince. Vayan allá, por
favor.
-¿Pero por qué?
-Porque está encerrado con un arma.
-Está bien, señora. Pero explíqueme, ¿por qué dice que está loco?
-Porque me lo ha dicho su médico. Y además está armado y yo acabo de hablar con él y
me ha dicho que va a matar a su hija y él se va a matar también.
-Repita la dirección.
Edelmira volvió a darle las indicaciones.
-¿Van a ir ahorita?
-No tenemos ninguna patrulla en este momento, pero nos comunicaremos con radio y en
pocos minutos estaremos ahí.
-Ya, gracias.
Colgó. El reloj daba las ocho y media de la noche. Volvió a llamar por el teléfono. Esta vez
escuchó el timbre habitual.
-¿Aló?
-Enriqueta, hijita, ¿Dónde está tu papá?
-Se ha quedado dormido abuelita.
-¿Estás segura?
-Está roncando.
-Qué raro- la mujer quedó pensativa.
-Hijita, escucha, es muy importante lo que te voy a decir.
-Sí, abuelita.
-No tengas miedo. Pero vas a hacer exactamente lo que yo te digo, ¿Ya?
-Bueno.
-Tu papá tiene una pistola, ¿no?
-Sí.
-¿Dónde la tiene?
-Ya no la tiene, abuelita.
-¿Cómo?
-Sí, la semana pasada me dijo que la iba a vender porque ya no tenía plata. La sacó de la
caja y la vendió al señor Martínez, el que vive al lado.
-¿Tú viste que se la entregó?
-Sí, yo fui con él.
-Ah, ya.
-¿Por qué abuelita?
-Por nada, hijita, por nada. Escucha, van a ir a visitar a tú papá. Así que cuando lleguen les
abres la puerta, ¿Ya?
-Ya.
-Chau hijita.
La niña colgó. Se dirigió a su dormitorio. Su papá estaba sentado sobre un sofá. Ya no
roncaba. Tenía la boca abierta. Al lado de él, sobre la cómoda, había dejado un vaso de
gaseosa para ella. La niña terminó de tomar el líquido mientras contemplaba el frasco
vacío de pastillas que su padre había echado en los vasos. La niña se echó en la cama.
Su papá le había dicho que se acostara después de tomar la gaseosa. Iba a tener mucho
sueño.
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
RESUMEN ABSTRACT
Introducción: el suicidio es un grave problema de salud Introduction: Suicide is a serious global public health problem.
pública mundial, más de 800,000 personas se suicidan cada More than 800,000 people commit suicide every year and between
año y entre 10 y 20 millones lo intentan cada año. Ha sido 10 and 20 million people attempt suicide annually. Suicide has been
considerado como una conducta prevenible y el intento es considered a preventable behavior and suicide attempt is a clinically
un predictor clínicamente relevante que está presente en relevant predictor which is present in one-third of consummated
un tercio de los suicidios consumados, así como padecer suicides. Besides, having a mental disorder is another risk factor for
un trastorno mental es otro factor de riesgo para el suicido. suicide.
Objetivo: determinar la relación entre los intentos de Objective: To determine the relationship between suicide
suicidio y los trastornos mentales. attempts and mental disorders such as depressive and anxiety
Material y Métodos: se realizó una búsqueda en las disorders, bipolar disorder, substance-related disorders,
bases de datos; Dialnet, Redalyc, Scielo, Biblioteca Virtual en schizophrenia and other psychotic disorders, personality disorders,
Salud (BVS), PubMed, Science Direct y Google Académico, and eating disorders.
en español e inglés y limitada a las publicaciones entre 01 Material and Methods: A search was performed in Dialnet,
de enero 2010 y 31 de diciembre de 2020. Redalyc, Scielo, Virtual Health Library (VHL), PubMed, Science Direct,
Desarrollo: la prevalencia de vida del intento de suicidio and Google Scholar databases in Spanish and English. It was limited
en pacientes con Trastorno Bipolar es del 33,9 %, en to publications between January 1, 2010 and December 31, 2020.
pacientes con Trastorno Depresivo Mayor es del 31 %, y en Development: The lifetime prevalence of suicide attempt is 31%
pacientes con Esquizofrenia es del 26,8 %. in patients with Bipolar Disorder; 33,9 % in patients with Major
Conclusiones: los pacientes con trastorno bipolar y Depressive Disorder and 26.8% in patients with Schizophrenia.
trastorno depresivo mayor, presentan mayor porcentaje de Conclusions: Patients with bipolar disorder and major depressive
intentos de suicidio. Aunado a una comorbilidad psiquiátrica disorder have higher rates of suicide attempts. Coupled with
(consumo de alcohol, consumo de tabaco y trastorno de psychiatric comorbidity (alcohol consumption, smoking, borderline
la personalidad límite), más intentos de suicidio previos, personality disorder), more previous suicide attempts increase the
aumenta el riesgo del comportamiento suicida. risk of suicidal behavior.
Palabras Claves: Keywords:
intento de suicidio, suicidio, trastorno mental. suicide attempts, suicide, mental disorder.
INTRODUCCIÓN
E l suicidio es una conducta universal y específica del hombre que ha estado presente a lo largo de toda la
historia de la humanidad,(1) con frecuencia es prevenible.(2) Es un grave problema de salud pública mundial,(2,3)
es la segunda causa de muerte en personas con edades entre 15-29 años y más de 800 000 personas se
suicidan cada año(3,4) y entre 10 y 20 millones lo intentan en igual periodo.(5)
El suicidio es un fenómeno que inicia con la ideación y la intención suicida hasta llegar a la consumación.
El intento de suicidio es el conjunto de comportamientos iniciados por el propio sujeto, quien al llevarlos a
cabo, tiene al menos cierta intención de morir, aunque estos pueden causar o no lesiones médicas.(6) Tanto el
intento suicida como el suicidio son las dos formas más representativas de la conducta suicida. (7)
Las cifras de suicidio en el mundo presentan un sub-registro que alcanza el 50 %, esto hace que la mayoría
de los países no muestren la magnitud real de este problema. Se ha podido estimar que por cada suicidio se
registran entre 10 a 25 intentos y de estos entre el 10 y el 15 % terminan consumándose.(8) La prevalencia del
intento de suicidio es difícil de establecer, debido a que este evento no se vigila de la misma forma en todos los
países y en muchos de ellos no se dispone de información confiable. Se ha estimado una prevalencia mundial
del 3-5 % en los mayores de 15 años.(9)
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 que permite el uso,
distribución y reproducción no comerciales y sin restricciones en cualquier medio, siempre que sea debidamente citada la fuente primaria de publicación.
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 1
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
Entre los años de 1995 y 2012, la tasa de suicidio por cada 100,000 habitantes en Venezuela presenta un
promedio anual de 4,02 y en las 24 entidades de Venezuela, el estado Mérida ocupa el primer lugar, durante
el mismo lapso (1995 a 2012) con una tasa promedio anual de 10,57 suicidios por 100,000 habitantes.(10) Sin
embargo para el año 2012, la tasa de muertes violentas por suicidio en Venezuela es cuatro veces menor a la
tasa promedio del continente.(11)
La ideación y el intento suicida son predictivos de muerte por suicidio; además, los intentos de suicidio
pueden tener consecuencias negativas como lesiones, hospitalización y pérdida de libertad, (9) en ocasiones
requieren de atención médica especializada para mitigar los daños producidos, así como un abordaje
psiquiátrico oportuno para evaluar y manejar el trastorno mental subyacente. (8)
El 92 % de los individuos que intentan suicidarse tienen un trastorno psiquiátrico(12) y más del 90 % de las
personas que mueren por esta causa tienen un trastorno mental (9,13,14,15) en los países de ingreso alto, pero
esta asociación es menor, entre un 30 y 80 %, en países de ingresos bajos y medianos. (12)
Aunque el comportamiento suicida está fuertemente asociado con trastornos mentales, no existe ninguna
relación lineal;(5) la gran mayoría de las personas con trastornos mentales no tienen esta conducta.(5,13)
En general, los trastornos mentales incrementan de manera significativa la posibilidad de un evento
autolesivo. El riesgo de suicidio en presencia de un trastorno mental puede multiplicar de 4 a 25 veces el que
se observa en la población sin trastorno mental, con excepción del trastorno del desarrollo de la capacidad
intelectual y el deterioro cognitivo mayor.(14) No obstante, hay evidencia de que más del 98 % de las personas
con trastornos mentales no mueren por suicidio.(9,15)
Los trastornos mentales son un factor precipitante para la conducta suicida independientemente del sexo,
identificarlos en el servicio de urgencias contribuiría a la disminución de la repetición de esta conducta.(16) La
coincidencia de múltiples intentos y letalidad severa en un mismo paciente parece relacionarse con el grupo de
edad de 35-65 años, sexo masculino, uso de métodos violentos, trastornos mentales y la inactividad laboral.(17)
el suicidio ha sido considerado como una conducta prevenible, (2,18) el intento de suicidio es un predictor
clínicamente relevante que está presente en un tercio de los actos consumados, además el padecimiento de
un trastorno mental es otro factor de riesgo;(19) por ello, aparece el interés por identificar la relación entre los
intentos de suicidio y los trastornos mentales, para mejorar la atención especializada y diseñar e implementar
estrategias específicas para prevenir el suicidio.
Por lo tanto, el objetivo de esta revisión es determinar la relación entre los intentos de suicidio y los
trastornos mentales.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se realizó un artículo de revisión a través de una búsqueda de la literatura indexada en las bases de datos;
Dialnet, Redalyc, Scielo, Biblioteca Virtual en Salud (BVS), PubMed, Science Direct, Google académico, tanto
en español como en inglés.
La búsqueda se limitó desde el 1 de enero de 2010 hasta el 31 de diciembre de 2020, y se realizó con
las palabras claves; “suicide attempts”, “suicide”, “mental disorder”, “suicide attempts and depressive”,
“suicide and anxiety disorders”, “suicide attempts and bipolar disorder”, “suicide attempts and substance-
related disorders”, “suicide attempts and schizophrenia”, “suicide attempts and psychotic disorders”, “suicide
attempts and personality disorders”, “suicide attempts and eating disorders”. También se realizó la búsqueda
en español con iguales palabras claves.
En una búsqueda inicial, se consultaron 98 artículos de acuerdo con el título. Luego se revisaron los
resúmenes y se incluyeron 63 artículos. En una tercera revisión, de los 63, se excluyeron 19 y se seleccionaron
44 de acuerdo con los siguientes criterios: acceso libre a texto completo, que la muestra del estudio fuese
en sujetos con intentos de suicidio, y que el tipo de investigación corresponda a observacional, descriptiva,
longitudinal, caso-control, revisiones sistemáticas y meta-análisis. La búsqueda de los artículos se efectuó
durante los meses octubre-diciembre 2020 hasta el 15 de enero 2021.
DESARROLLO
Intentos de suicidio y trastornos depresivos y de ansiedad
En la tabla, se presentan las características metodológicas de los diferentes estudios clínicos revisados. La
mayoría corresponden a estudios observacionales. La investigación de Aparicio Y, et al., (9) con una muestra
representativa, encontró que casi el 50 % de la población estudiada, refirió antecedente de alguna enfermedad
mental, el cual se asoció con más de un intento de suicidio.
Además, en los otros estudios clínicos (Tabla) realizados en sujetos con intentos de suicidio, el porcentaje
de antecedente de trastorno mental, varía entre el 28 y el 92 %. La diferencia del porcentaje, podría explicarse
por el tamaño de la muestra estudiada. Sin embargo, porcentajes menores encontraron Knipe D., et al., (12)
en meta-análisis, donde señalan que las estimaciones de psiquiátricos oscilan entre el 3 y el 86 % en los
individuos con comportamiento suicida no fatal, en los países de ingresos bajos y medianos.
Se resalta que los estudios revisados (Tabla) en la mayoría, corresponden a países de ingresos bajos y
medianos, excepto España. Por lo tanto, los resultados encontrados pueden aplicarse a Venezuela, país de
ingresos bajos. (8,9,17,18,20,21,22,23,24,25)
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 2
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
Tabla - Características metodológicas de los estudios clínicos en pacientes con Intentos de Suicidio.(8,9,17,18,20,21,22,23,24,25)
Autores (País) Tipo de Investigación Descripción de la muestra Resultados
(tiempo)
Beitia-Cardona P, et al.(8) Observacional, 210 casos con intento suicida Depresión, presente en 43,33 %
(Colombia) transversal
Aparicio Y, et al.(9) Descriptivo (1 año) 18.763 reportes de Intentos El 48,5 % refirió antecedente de
(Colombia) de suicidio (IS) enfermedad mental. La prevalencia de
depresión fue 35,6 % y la de trastorno
afectivo bipolar, 2,8 %
Sánchez L, et al.(20) (México) Retrospectivo, 2584 individuos con IS En un 56,28 % alteraciones en el estado
observacional, descriptivo de ánimo
(5 años)
Aguilar I, Perera L.(21) (Cuba) Descriptiva, transversal 220 individuos con IS 57,72 % presentó depresión mayor
(5 años)
López L.(22) (Argentina) Descriptivo transversal 481 individuos con IS 28,07 % tenía diagnóstico de trastorno
(2 años) mental; especialmente depresivos
Castro E, Castillo A.(24) Observacional de corte 126 personas con IS 90 % presentó antecedentes de
(Colombia) transversal diagnóstico de enfermedad mental; el
43,33 % trastorno depresivo mayor
Coronado-Molina O.(25) serie de casos (2 años) 100 pacientes con IS 92 % presentó algún trastorno mental,
(Perú) según los criterios del DSM-IVTR.
El 50 % presentó depresión mayor
Otro aspecto relevante, en los estudios clínicos (Tabla) es que el trastorno depresivo mayor es el diagnóstico
más frecuente encontrado en la evaluación clínica o reportada como antecedente psiquiátrico. En un meta-
análisis incluyeron 65 estudios con un total de 27 340 individuos con trastorno depresivo mayor, encontraron
que la prevalencia de vida del intento de suicidio fue del 31 %.(26) Es decir, de cada 100 pacientes con trastorno
depresivo mayor, 31 pacientes a lo largo de su vida realizaron intento suicida.
En un estudio longitudinal en pacientes con diagnóstico de trastorno depresivo mayor, sin antecedentes
de intentos de suicidio, una primera valoración, cuando buscaron atención ambulatoria y de nuevo a los
3 años, reportaron una incidencia acumulada de intentos de suicidio del 10,1 %. Los pacientes jóvenes de
hasta 29 años, con baja escolarización, que sufrieron abusos físicos durante la infancia, eran más propensos
a intentar suicidarse;(27) lo cual demuestra que es probable que existan factores individuales en los pacientes
con trastorno depresivo mayor que los predisponen a realizar intento de suicidio.
Por su parte, entre las personas con trastorno depresivo mayor recurrente, el trastorno de estrés
postraumático (TEPT) parece ser un marcador de vulnerabilidad de respuestas mal adaptativas a eventos
traumáticos y un factor de riesgo independiente para el intento de suicidio.(28)
Es importante considerar, la comorbilidad depresión-ansiedad, la cual es un factor de riesgo para la
conducta suicida más importante que estas condiciones por separado u otros diagnósticos.(29) Sin embargo,
un meta-análisis reportó que la ansiedad y sus trastornos son predictores estadísticamente significativos de
la ideación del suicidio y de los intentos de suicidio, pero no de las muertes por esta causa. (30)
Por lo expuesto anteriormente, no se establece una relación lineal entre los intentos de suicidio y trastornos
depresivos y de ansiedad. Según la prevalencia, existe un porcentaje importante de pacientes con trastorno
depresivo mayor, que realizaron intentos de suicidio; pero hay factores individuales que los predisponen a
llevar a cabo el acto o intento de suicidio. De allí, la importancia del abordaje del paciente con esta conducta
siguiendo un modelo individual-biopsicosocial.
Intentos de suicidio y trastorno bipolar
La Sociedad Internacional de trastorno bipolar reportó que los estudios epidemiológicos informan que
entre el 23 y 26 % de las personas con trastorno bipolar intentan suicidarse, con tasas más altas en muestras
clínicas;(31) lo cual se observó, en una revisión sistemática y meta-análisis de estudios observacionales, que
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 3
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
incluyeron 79 estudios con 33719 sujetos con trastorno bipolar. La prevalencia de vida del intento de suicidio
fue del 33,9 % y se asoció positivamente con el género femenino, trastorno bipolar I, trastorno bipolar no
especificado y subtipos de trastorno bipolar de ciclo rápido, nivel de ingresos y región geográfica. (32)
Sin embargo, otro meta-análisis reportó otras variables significativamente asociadas con los intentos
de suicidio en pacientes con trastorno bipolar: sexo femenino, edad más joven al inicio de la enfermedad,
polaridad depresiva del primer episodio de la enfermedad, polaridad depresiva del episodio actual o más
reciente, comorbilidad con trastorno de ansiedad, trastorno por consumo de sustancias ilícitas, trastorno
por consumo de alcohol, trastorno de personalidad grupo B/borde, y antecedentes familiares de suicidio en
primer grado.(33)
Al comparar la prevalencia de los intentos de suicidio en el trastorno bipolar II y el trastorno bipolar I no fue
significativamente diferente. La prevalencia del intento de suicidio en el trastorno bipolar II fue del 32,4 % y el
trastorno bipolar I fue 36,3 %.(34)
En lo citado se aprecia que, de cada 100 pacientes con trastorno bipolar, 34 intentaron suicidarse.
Prevalencia ligeramente mayor comparada con la de intentos de suicidio en pacientes con trastorno depresivo
mayor. Un aspecto relevante es que existen factores tanto del paciente como del trastorno bipolar que lo
predisponen a un intento de suicidio.
Algunos autores concluyen que las diferencias en el riesgo acumulado de intentos de suicidio entre los
pacientes con trastorno depresivo mayor y trastorno bipolar son probablemente diferencias en el curso
de la enfermedad en lugar del diagnóstico.(35) La polaridad predominante depresiva en el trastorno bipolar,
se relaciona con mayor riesgo suicida.(36) Algunos síntomas afectivos/cognitivos de la depresión pueden
permanecer elevados hasta 90 días después del intento de suicidio en personas con trastorno bipolar.(37)
Otros investigadores proponen que los factores de riesgo para el comportamiento suicida en trastornos
depresivos y bipolares son principalmente semejantes. A excepción que presenta un trastorno del estado
de ánimo más severo, consumo de alcohol y autocontrol deteriorado.(38) Además, de los factores de la
enfermedad, la dificultad para controlar las respuestas impulsivas y agresivas, más predisponentes a
exposiciones tempranas y situaciones de la vida, dan lugar a un proceso de pensamiento, planificación y
actos suicidas en estos pacientes.(39)
La prevalencia del riesgo de suicidio en pacientes bipolares es mayor si está presente el trastorno por uso
de sustancias (alcohol, cocaína y cannabis a lo largo de la vida), mayor comorbilidad del eje I y trastornos de
la personalidad.(40)
Otros autores refieren que los pacientes con comorbilidad trastorno bipolar y trastorno de la personalidad tipo
B presentan mayor severidad en síntomas, intentos de suicidio, hospitalizaciones y autolesiones.(41) Asimismo, el
uso de cannabis es un factor importante que puede desencadenar el inicio temprano del trastorno bipolar y, por
sí mismo, se asocia con tasas más altas de comportamiento suicida. Pero, no está claro si el efecto del cannabis
en la edad de inicio y los intentos de suicidio es independiente entre sí o no.(42)
Por lo tanto y según los artículos revisados, existen similitudes entre los pacientes con trastorno depresivo
mayor y trastorno bipolar con intento suicida. Sin embargo, los pacientes con trastorno bipolar que tienen
comorbilidad en el eje I, especialmente consumo de sustancias legales, más trastorno de la personalidad del
grupo B, ameritan una atención especializada e integral para identificar tanto los factores individuales como
los factores del diagnóstico psiquiátrico que lo predisponen a realizar intento suicida. En relación con el tipo
de trastorno bipolar (Tipo I y Tipo II), no se aprecian diferencias significativas en la prevalencia de vida de
intentos de suicidio, quizás un porcentaje mayor en pacientes con trastorno bipolar I, pero no es significativo.
Intentos de suicidio y trastornos relacionados con sustancias
Un meta-análisis que incluyó 31 estudios (9 estudios de cohorte, 10 caso control y 12 transversal) con
420 732 participantes, reveló que el trastorno por consumo de alcohol, se asoció significativamente con
mayor riesgo de ideación suicida, intento de suicidio y suicidio consumado.(43) Igualmente, otro meta-análisis
que incluyó 7 estudios concluyó que el consumo agudo de alcohol se asocia con una mayor probabilidad de
intento de suicidio, particularmente a dosis altas.(44) Ambas investigaciones fueron realizadas con estudios
publicados solo en idioma inglés, no fueron estudios realizados en población hispanoamericana.
En un estudio en el que se analizó 272 individuos con intentos de suicidio en 17 países (6 países de Centro-
América y 3 de América del sur) obtuvieron que cada bebida aumentó el riesgo de un intento de suicidio en
un 30 %; incluso una o dos bebidas se asociaron con un aumento considerable en el riesgo de un intento de
suicidio grave y se encontró una dosis-respuesta para la relación entre beber 6 horas antes y el riesgo de un
intento de suicidio de hasta 20 bebidas. Además, el consumo agudo de alcohol fue responsable del 35 % de
riesgo atribuible a la población de todos los intentos de suicidio. (45)
En 63 estudios con 8063634 participantes, concluyeron que hay suficiente evidencia basada en los estudios
epidemiológicos de que fumar está significativamente asociado con un mayor riesgo de comportamientos
suicidas (ideación, plan, intentos y muertes).(46)
En una muestra de 467 sujetos 231 consumidores primarios de pasta base de cocaína PBC (grupo 1) y 236
consumidores primarios de clorhidrato de cocaína CC (grupo 2), en ambos grupos predominó el policonsumo,
la combinación más frecuente fue el tipo de cocaína que define el grupo (PBC o CC) asociada con alcohol y
marihuana. A los 12 meses de seguimiento, el grupo 1 mostró 2,7 veces mayor riesgo de intentar el suicidio y
dos veces mayor riesgo de auto-inferirse heridas que el grupo 2.(47)
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 4
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
En 603 pacientes asiáticos con dependencia a la heroína, en tratamiento con metadona, encontraron que las
tasas de prevalencia de un mes y de vida del intento de suicidio fueron del 9,5 % y el 34,2 %, respectivamente.
El intento de suicidio de por vida se asoció significativamente con síntomas depresivos, síntomas de ansiedad
y trastorno de la personalidad antisocial.(48)
En tal sentido, existe evidencia científica (dos meta-análisis) de la relación entre los intentos de suicidio
y el consumo de alcohol, específicamente en la población no hispanoamericana. Por lo tanto, otro tema de
revisión, será la prevalencia de por vida de intentos de suicidio en pacientes con trastorno por consumo de
alcohol en la población hispanoamericana. Aunque los resultados del estudio transversal realizado en 17
países, de los cuales 9 corresponden a América del Sur y Centro América, proyecta un porcentaje a considerar
al momento de entrevistar los individuos con intentos de suicidio.
Sería relevante explorar el abuso y dependencia de alcohol y a los pacientes con trastorno relacionado con
el consumo de alcohol, interrogar antecedentes de intentos de suicidio. Ya que según el estudio, el consumo
agudo de alcohol fue responsable del 35 % de riesgo atribuible a la población de todos los intentos de suicidio.
Otro aspecto que debe ser considerado en la evaluación de los individuos con comportamiento suicida es el
consumo de tabaco.
Con respecto a la relación entre intentos de suicidio y trastornos relacionados con sustancias ilegales,
en la literatura revisada no se encontraron estudios de prevalencia que engloben la mayoría de las drogas
ilegales. Se citó un único estudio realizado en pacientes asiáticos con dependencia a la heroína que reporta
una prevalencia de vida de intentos de suicidio alta en comparación con la prevalencia de vida de intentos de
suicidio en trastorno bipolar y trastorno depresivo mayor.
Intentos de suicidio y Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos
En un meta-análisis con 35 estudios observacionales y 16747 individuos con esquizofrenia, la prevalencia
de vida de los intentos de suicidio fue del 26,8 %, mientras que la prevalencia de 1 año, la de 1 mes y la de
intentos de suicidio al inicio de la enfermedad fueron del 3,0 %, 2,7 % y el 45,9 %, respectivamente. La edad
de inicio más temprana de la enfermedad en países de ingresos altos: América del Norte, Europa y Asia
Central, se asoció significativamente con una mayor prevalencia de intentos de suicidio. (49)
Otro meta-análisis de 96 estudios con 80 488 participantes con esquizofrenia las variables más asociadas
con los intentos de suicidio fueron antecedentes de consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales,
antecedentes familiares de enfermedades psiquiátricas, comorbilidad física, historia de antecedentes de
depresión, antecedentes familiares de suicidio, ser blanco y síntomas depresivos. (50) Ambas investigaciones
fueron con publicaciones en inglés.
En una revisión sistemática y meta-análisis de 10 estudios de cohortes en la población general con 84 285
individuos, las experiencias psicóticas se asociaron con probabilidades significativamente mayores de ideación
suicida posterior, intentos de suicidio (un aumento de 3 veces más de probabilidad) y muerte por suicidio.
El aumento del riesgo fue superior al explicado por la psicopatología concomitante.(51) En otra investigación,
aproximadamente el 4 % de la muestra total (n= 323) reportó experiencias psicóticas. Estos individuos tenían
un aumento significativo de la probabilidad de intentos de suicidio. Este riesgo estaba por encima y más allá
del asociado con tener un trastorno mental o un trastorno límite de la personalidad. (52)
En relación con la prevalencia de vida de intentos de suicidio en pacientes con esquizofrenia, según lo
citado es del 26,8 %, porcentaje menor en relación con el trastorno bipolar y el trastorno depresivo mayor. El
antecedente de consumo de alcohol y tabaco, son variables asociadas con intentos de suicidio en pacientes
con esquizofrenia, lo cual se evidencia en este artículo, tanto el consumo de alcohol como el de tabaco
aumentan la probabilidad de realizar intentos de suicidio.
Es importante señalar el porcentaje de prevalencia de intentos de suicidio al inicio de la esquizofrenia
(45,9 %), el cual duplica el porcentaje de prevalencia de vida de intentos de suicidio. Por consiguiente, a los
pacientes con Esquizofrenia de reciente diagnóstico es necesario aplicarles instrumentos o cuestionarios para
comportamiento suicida. También, es conveniente una evaluación detallada de esta conducta en pacientes
con experiencias psicóticas.
Intentos de suicidio y trastornos de la personalidad
En una muestra de 200 pacientes con trastornos psiquiátricos; 65 con trastorno de la personalidad
limítrofe, 72 con depresión y 63 con esquizofrenia, se concluyó que los pacientes con diagnóstico de trastorno
de la personalidad limítrofe presentaron una mayor proporción de intentos suicida (83,1 %), seguidos de
aquellos con diagnóstico de depresión mayor (43,1 %), y esquizofrenia (20,6 %). Además, un 21,4 % de los que
presentaron trastorno de personalidad limítrofe intentaron suicidarse entre 4 y 10 veces, lo que representa
un número mayor de intentos suicidas en comparación con los que presentó el grupo con esquizofrenia
donde solo un 4,8 % intentó suicidarse como máximo 4 veces.(53)
Un estudio de seguimiento, 10 años, en 431 sujetos con trastornos de la personalidad encontró que solo el
trastorno de la personalidad límite siguió siendo un predictor significativo de cualquier intento de suicidio en
presencia de todos los trastornos de la personalidad, mientras que el trastorno de la personalidad narcisista
siguió siendo el único predictor significativo de múltiples intentos de suicidio. (54)
Entre los factores relacionados con el riesgo de suicidio en el trastorno límite de la personalidad (TLP)
están afección psiquiátrica del eje I asociada, especialmente a sintomatología depresiva y trastorno depresivo
mayor, trastorno bipolar, trastorno por uso de sustancias, uso de sustancias previamente al intento de suicidio
y trastorno por estrés postraumático. Los pacientes con TLP y trastorno bipolar tienen 3 veces más riesgo de
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 5
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
suicidio, que los pacientes con trastorno bipolar y 7,6 veces más riesgo, que los que padecen trastorno bipolar
y otros trastornos de personalidad, especialmente por la impulsividad y la agresividad. (55)
Otra investigación en 120 pacientes con trastorno bipolar tipo I, evaluados durante la eutimia, con y sin
antecedentes de intentos de suicidio, encontraron que los trastornos de la personalidad del grupo B, se
asociaron significativamente con los intentos de suicidio en pacientes con trastorno bipolar tipo I. (56)
En la revisión no se encontraron investigaciones relacionadas con la prevalencia de vida de los intentos de
suicidio en pacientes con trastorno de la personalidad. Sin embargo, los estudios demuestran la asociación
entre trastornos de personalidad, principalmente trastorno límite, con intentos de suicidio. El riesgo de
suicidio aumenta si hay comorbilidad con trastorno bipolar, lo cual se evidencia en esta revisión.
Intentos de suicidio y trastornos de la conducta alimentaria
En 908 pacientes con el diagnóstico de trastornos del comportamiento alimentario, el 13 % reportó intentos
de suicidio en algún momento de su vida y el 26 %, comportamientos de autolesión no suicida. Las variables
asociadas con intentos de suicidio fueron: trastorno bipolar, personalidad limítrofe, subtipo purgativo del
trastorno del comportamiento alimentario y autolesiones.(57)
Se compararon dos grupos, con síntomas alimentarios de atracones y sin síntomas alimentarios de atracones
en 817 participantes con trastorno depresivo mayor (TDM). Encontraron que los síntomas alimentarios
de atracones se asociaron con intentos de suicidio en sujetos con TDM. El grupo de pacientes con TDM y
síntomas alimentarios de atracones tenían condiciones de comorbilidades psiquiátricas y antecedentes de
trauma sexual con más frecuencia en comparación con los pacientes con TDM sin síntomas alimentarios de
atracones.(58)
En 6899 mujeres, se evaluó las contribuciones genéticas y ambientales independientes y superpuestas a
la anorexia nerviosa, el trastorno depresivo mayor y los intentos de suicidio. Los resultados demuestran que
la comorbilidad de anorexia nerviosa e intento de suicidio, requieren atención clínica y en gran medida se
debe a factores genéticos.(59) Por lo citado, se aprecia que la comorbilidad en los trastornos alimentarios está
asociada con intentos de suicidio y en este grupo de pacientes es más frecuente la autolesión no suicida,
según un estudio.
De acuerdo con los artículos revisados, la prevalencia de vida del intento de suicidio en pacientes con
trastorno bipolar, trastorno depresivo mayor, y esquizofrenia, es del 33,9 %, 31 % y 26,8 % respectivamente.
Porcentajes mayores que la prevalencia de vida del intento de suicidio en la población general a nivel mundial,
la cual aproximadamente es del 2,7 %.(15) Es evidente entonces, que el intento de suicidio es más prevalente
en los pacientes con trastornos mentales comparados con la población general.
En tal sentido, a los pacientes con intento suicida, es necesario realizarles una entrevista psiquiátrica
para descartar o diagnosticar patología psiquiátrica con el objetivo de brindarles un tratamiento óptimo y
oportuno para disminuir el riesgo y prevenir la conducta suicida.
Sin embargo, no siempre el manejo del trastorno psiquiátrico implica la plena resolución del espectro
suicida (desde la ideación a la muerte), el que podría seguir un curso paralelo e independiente a los síntomas
de la patología primaria.(60)
Es oportuno señalar que la literatura científica hace referencia que en el intento suicida intervienen
varios factores individuales (sociales, biológicos, psicológicos) que desencadenan o predisponen al
individuo a realizar el intento suicida. De ahí la importancia de un abordaje biopsicosocial a los pacientes
con intento suicida.
Adicionalmente, la asociación de un trastorno psiquiátrico e ideación o antecedentes de conducta suicida
siempre debe ser un criterio de derivación a salud mental.(61)
Asimismo, los pacientes que ingresan a una sala de emergencia psiquiátrica, durante los primeros 6 meses
de seguimiento tienen mayor incidencia de intentos de suicidio, mientras los suicidios consumados ocurren
entre 18 y 24 meses. Esto pone de relieve la necesidad de que los médicos estén capacitados en la evaluación
del riesgo de suicidio, particularmente en la sala de emergencias.(62)
Por último, se sabe que el periodo inmediatamente posterior a la atención en urgencias es de alto riesgo y
el seguimiento y la adherencia al sistema sanitario de quienes han sido atendidos por un intento de suicidio
se asocia con una disminución del riesgo de repetición de esta conducta.
Todos los esfuerzos para mejorar la intervención y seguimiento clínico después de un intento de suicidio
están justificados para tratar de disminuir el sufrimiento que conlleva la conducta suicida para la persona
y su entorno social, racionalizar el gasto sanitario, además de tratar de reducir las posibles discapacidades
generadas o la pérdida derivada de la muerte por suicidio. (63) Tener presente que la conducta suicida es
altamente prevenible y el intento suicida es una oportunidad idónea para que el equipo de salud realice una
intervención eficaz ante flagelo tan importante para la salud pública.
Una limitación de esta investigación es que en las bases de datos consultadas no se encuentran
investigaciones relacionadas con la prevalencia de vida del intento de suicidio en pacientes con trastornos
relacionados con sustancias y trastornos de la personalidad.
Otra limitación es la cantidad reducida de investigaciones tanto en la población hispanoamericana,
como en Venezuela. Al momento de la revisión, no hay publicaciones vinculadas con intentos de suicidio
y trastornos mentales; por consiguiente, a los individuos con intentos de suicidio, que ingresen a los
hospitales para atención médica, es imperioso brindarles una atención integral con la valoración por la
especialidad de Psiquiatría. Es decir, en el protocolo de atención a pacientes con intentos de suicidio,
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 6
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
incluir la valoración por Psiquiatría y fomentar la investigación en esta población con el objetivo de diseñar
e implementar estrategias de prevención.
Este protocolo también se propone para la atención ambulatoria o consulta externa, a fin de ofrecerles
seguimiento a los pacientes con trastornos mentales, pues es necesario evaluar la conducta suicida.
CONCLUSIONES
Según los hallazgos, los pacientes con trastorno bipolar y trastorno depresivo mayor presentan alto
porcentaje de realizar intentos de suicidio. Aunado a una comorbilidad psiquiátrica (consumo de alcohol,
consumo de tabaco y trastorno de la personalidad límite), más intentos de suicidio previos, aumenta el
riesgo de este comportamiento. Es conveniente realizar estudios longitudinales, preferiblemente locales
y nacionales, con una muestra representativa, que permitan aproximarse a la compresión del intento de
suicidio en pacientes con trastorno bipolar y trastorno depresivo mayor.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Daray F, Grendas L, Rebok F. Cambios en la conceptualización de la conducta suicida a lo largo de la historia:
Desde la antigüedad hasta el DSM 5. Revista de la Facultad de Ciencias Médicas. 2016; 73 (3): 205-11.
2. Nizama M. Suicidio. Rev Peru Epidemiol. 2011; 15 (2): 1-5.
3. Sendra Gutiérrez JM, Esteban Vasallo M, Domínguez Berjon MF. Características de la conducta suicida y factores
asociados a su mortalidad en el ámbito hospitalario. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc) [Interent]. 2016 [Citado
10/12/2020];11(4):234-43. Disponible en: https://www.elsevier.es/es-revista-revista-psiquiatria-salud-mental-286-
articulo-caracteristicas-conducta-suicida-factores-asociados-S1888989116300015
4. Organización Mundial de la Salud. Suicidio. Nota descriptiva [Internet]. Ginebra: OMS; 2017 [Citado 10/12/2020].
Disponible en: https://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs398/es
5. Brüdern J, Stähli A, Gysin Maillart A, Michel K, Reisch T, Jobes, et al. Reasons for living and dying in suicide attempters:
a two-year prospective study. Brüdern et al. BMC Psychiatry. 2018; 18:234.
6. Benavides Mora V, Villota Melo N, Villalobos Galvis F. Conducta suicida en Colombia: Una revisión sistemática.
Revista de Psicopatología y Psicología Clínica 2019; 24 (3):181-95.
7. González Sábado RI, Martínez Cárdenas A, Martínez González AA. Daños a la salud por intento suicida: Uso de la
escala ENARS para evaluar actitud de riesgo suicida en adultos mayores. Convención Internacional “Cuba Salud 2018”,
La Habana, 23, 24, 25, 26, 27 de abril de 2018 [Internet]. La habana: Ministerio de Salud Publica; 2018
[Citado 10/12/2020]. Disponible en: https://www.convencionsalud2018.sld.cu%2Findex.
8. Beitia P, Rodríguez E, González E, Benavides M. Intento suicida y factores asociados en dos instituciones de Cali –
Colombia. Rev Cienc Cuidad. 2019; 16 (1): 19-31.
9. Aparicio Castillo Y, Blandón Rodríguez AM, Chaves Torres NM. Alta prevalencia de dos o más intentos de suicidio
asociados con ideación suicida y enfermedad mental en Colombia en 2016. Rev Colomb Psiquiat [Internet]. 2020
[Citado 10/12/2020];49(2):96-101. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.rcp.2018.07.001
10. Crespo F. Aproximación descriptiva al fenómeno del suicidio en el estado de Mérida, Venezuela. URVIO. Revista
Latinoamericana de Estudios de Seguridad. 2019; 24:167-85.
11. Marti C, Barboza J, Castro D, Ballesteros T. Muertes violentas por homicidio y suicidio en Venezuela: ¿Es este un
problema de salud pública?. Academia Biomedica Digital. 2016; 65:34-7.
12. Knipe D, Williams A, Hannam Swain S, Upton S, Brown K, Bandara P, et al. Psychiatric morbidity and suicidal
behaviour in low- and middle-income countries: A systematic review and meta-analysis. PLoS Med [Internet]. 2019
[Citado 10/12/2020];16(10):1-29. Disponible en: https://doi.org/10.1371/journal.pmed.1002905
13. Echávarri O, Morales S, Bedregal P, Barros J, Maino M, Fischman R, et al. ¿Por Qué No Me Suicidaría? Comparación
Entre Pacientes Hospitalizados en un Servicio de Psiquiatría con Distinta Conducta Suicida. PSYKHE. 2015; 4 (1): 1-11.
14. Campo Arias A, Herazo E. El complejo estigma-discriminación asociado a trastorno mental asociado como factor de
riesgo de suicidio. Rev Colomb Psiquiat. 2015; 44 (4): 243-50.
15. Klonsky D, May A, Saffer B. Suicide, Suicide Attempts, and Suicidal Ideation. Annu Rev Clin Psychol. 2016;
12(14):1-14.
16. Azcárate Jiménez L, López Goñi J, Goñi Sarriés A, Montes Reula L, Portilla Fernández A, Elorza Pardo R. La
repetición del intento de suicidio: un estudio de seguimiento. Actas Españolas de Psiquiatría [Internet]. 2019
[Citado 10/12/2020];47(4):127-36. Disponible en: http://www.actaspsiquiatria.es/repositorio/21/120/ESP/21-120-
ESP-127-36- 780214.pdf
17. Irigoyen Otiñano M, Puigdevall Ruestes M, Mur Laín M, González Pinto A, Portella M, Baca García E, et al. Ausencia
de asociación entre el nivel de letalidad y la reincidencia de los intentos de suicidio en una provincia española. Actas
Esp Psiquiatr. 2019; 47 (5): 179-89.
18. Vigoya A, Osorio Y, Salamanca Y. Caracterización del intento de suicidio en una ciudad colombiana (2012-2017).
Duazary. 2019; 16 (1): 53-66.
19. Goñi Sarriés A, Janda Galán L, Macaya Aranguren P, Azcárate L, López Goñi J, Álvarez I. Diferencias entre los intentos
de suicidio y otras urgencias psiquiátricas hospitalarias. Actas Esp Psiquiatr. 2018; 46 (3): 83-91.
20. Sánchez L. García J. Quintanilla R. Características sociales y clínicas de personas con intento de suicidio en
Guadalajara, México. Psicología y Salud. 2016; 26 (1): 81-90.
21. Aguilar I. Perera S. Caracterización de la situación de los individuos con intento suicida. Revista Ciencias Médicas
de La Habana. 2016; 23 (1): 34-6.
22. López L. Factores psicopatológicos de riesgo en intentos de suicidio. Ciencias Psicológicas. 2017; 11 (1): 89-100.
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 7
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
23. Espandian A, González M, Reijas T, Florez G, Ferrera E, Saiz P, et al. Factores predictores de riesgo de repetición de
intento de suicidio en una muestra ambulatoria. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc). 2020; 13 (1): 11-21.
24. Castro E, Castillo A. Factores relacionados con la carga de discapacidad en personas con intento de suicidio,
atendidas en la red pública de servicios de salud de Santiago de Cali. Rev Colomb Psiquiat. 2013; 42 (1): 29-50.
25. Coronado Molina O. Características clínico-epidemiológicas y abordaje terapéutico de pacientes que acuden por
intento suicida al Hospital General San José del Callao, Perú. Rev Neuropsiquiatr. 2014; 77 (4): 242-9.
26. Dong M, Zeng L, Lu L, Li X, Ungvari G, Ng C, et al. Prevalence of suicide attempt in individuals with major depressive
disorder: a meta-analysis of observational surveys. Psychol Med [Internet]. 2019 [Citado 10/12/2020];49(10):1691-
714. Disponible en: http://doi.org/10.1017/S0033291718002301
27. Goncalves A, López M, De Azevedo T, Campos T, Azevedo Da Silva R, Jansen K, et al. Incidence and Risk Factors
for Suicide Attempts in Patients Diagnosed with Major Depressive Disorder. Psychology Research and Behavior
Management. 2020; 13: 1147-57.
28. Stevens D, Wilcox H, MacKinnon D, Mondimore F, Schweizer B, Jancic D, et al. Risk Factors: PTSD Increases Risk for
Suicide Attempt in Adults with Recurrent MDD. Depression and Anxiety. 2013; 30: 940-6.
29. Baca E, Aroca F. Factores de riesgo de la conducta suicida asociados a trastornos depresivos y ansiedad. Salud
Mental. 2014; 37: 373-80.
30. Bentley K, Franklin J, Ribeiro J, Kleiman E, Fox K, Nock M, et al. Anxiety and its disorders as risk factors for suicidal
thoughts and behaviors: A meta-analytic review. Clinical Psychology Review. 2016; 43: 30-46.
31. Schaffer A, Isometsä E, Tondo L, Moreno D, Sinyor M, Vedel L, et al. Epidemiology, neurobiology and pharmacological
interventions related to suicide deaths and suicide attempts in bipolar disorder: Part I of a report of the International
Society for Bipolar Disorders Task Force on Suicide in Bipolar Disorder. Australian & New Zealand Journal of Psychiatry.
2015; 49 (9): 785-802.
32. Dong M, Lu L, Zhang L, Zhang Q, Ungvari G, Chee HN, et al. Prevalence of suicide attempts in bipolar disorder: a
systematic review and meta-analysis of observational studies. Epidemiology and Psychiatric Science [Internet]. 2019
[Citado 10/12/2020];29:e63. Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31648654/
33. Schaffer A, Isometsä E, Tondo L, Moreno D, Turecki G, Reis C, et al. International Society for Bipolar Disorders Task
Force on Suicide: meta-analyses and meta-regression of correlates of suicide attempts and suicide deaths in bipolar
disorder. Bipolar Disorders [Internet]. 2014 [Citado 10/12/2020];17(1):1-16. Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.
nih.gov/25329791/
34. Novick D, Swartz H, Frank E. Suicide attempts in bipolar I and bipolar II disorder: a review and meta-analysis of the
evidence. Bipolar Disorders. 2010; 12:1-9.
35. Holma KM, Haukka J, Suominen K, Valtonen HM, Mantere O, Melartin TK, et al. Differences in incidence of suicide
attempts between bipolar I and II disorders and major depressive disorder. Bipolar Disord [Internet]. 2014 [Citado
10/12/2020]; 16(6):652-61.Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24636453/
36. García J, Álvarez M, Aguado L, Gutiérrez L. Factores asociados a la polaridad predominante en el trastorno bipolar:
una revisión sistemática. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc) [Internet]. 2019 [Citado 10/12/2020];12(1):52-62. Disponible
en: https://www.elsevier.es/es-revista-revista-psiquiatria-salud-mental--286-articulo-factores-asociados-polaridad-
predominante-el-S1888989117300940
37. Ballard E. Symptom trajectories in the months before and after a suicide attempt in individuals with bipolar
disorder: A STEP-BD study. Bipolar Disord [Internet]. 2020 [Citado 10/12/2020];22(3):245-54. Disponible en: https://
doi.org/10.1111/bdi.12873
38. Aaltonen K, Näätänen P, Heikkinen M, Koivisto M, Baryshnikov I, Karpov B, et al. Differences and similarities of
risk factors for suicidal ideation and attempts among patients with depressive or bipolar disorders. Journal of Affective
Disorders 2016;196: 318-30.
39. Isometsä E. Suicidal Behaviour in Mood Disorders—Who, When, and Why?. Can J Psychiatry. 2014; 59 (3): 120-30.
40. Arias F, Szerman N, Vega P, Mesías B, Basurte I, Rentero D. Trastorno bipolar y trastorno por uso de sustancias.
Estudio Madrid sobre prevalencia de patología dual. Adicciones. 2017; 29 (3): 186-94.
41. Apfelbaum S, Regalado P, Herman L, Teitelbaum J, Gagliesi P. La comorbilidad del trastorno bipolar con trastornos
de la personalidad tipo B como indicador de severidad clínica y desregulación afectiva. Actas Esp Psiquiatr. 2013;
41(5): 269-78.
42. Portugal R, Nogueira S, Rodríguez J, Soares L, Bastos T, Virgínio M, et al. The Use of Cannabis as a Predictor of Early
Onset of Bipolar Disorder and Suicide Attempts. Neural Plasticity [Internet]. 2015 [Citado 10/12/2020];1155:434127.
Disponible en: https://dx.doi.org/10.1155/2015/434127
43. Darvishi N, Farhadi M, Haghtalab T, Poorolajal J. Alcohol-Related Risk of Suicidal Ideation, Suicide Attempt, and
Completed Suicide: A Meta-Analysis. PLoS ONE [Internet]. 2015 [Citado 10/12/2020];10(5):1-14.Disponible en:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4439031/
44. Borges G, Bagge C, Cherpitel C, Conner K,Orozco R, Rossow I. A meta-analysis of acute use of alcohol and the risk
of suicide attempt. Psychological Medicine. 2017 Apr; 47 (5): 949-57.
45. Borges G, Cherpitel C, Orozco R, Ye Y, Monteiro M, Hao W, et al. A dose–response estimate for acute alcohol use
and risk of suicide attempt. Addiction Biology. 2017 Nov; 22 (6): 1554-61.
46. Poorolajal J, Darvishi N. Smoking and Suicide: A Meta-Analysis. PLoS ONE [Internet]. 2016 [Citado
10/12/2020];11(7):1-18. Disponible en: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0156348
47. Santis R, Hidalgo C, Hayden V, Anselmo E, Jaramillo A, Padilla O, et al. Intentos de suicidio y heridas auto-
inferidas: 12 meses de seguimiento de conductas de riesgo de consumidores de cocaína no consultantes de servicios
de rehabilitación. Rev Med Chile. 2016; 144: 526-33.
48. Zhong B, Xie W, Zhu J, Lu J, Chen H. Prevalence and correlates of suicide attempt among Chinese individuals
receiving methadone maintenance treatment for heroin dependence. Scientific Reports [Internet]. 2019 [Citado
10/12/2020]; 9:15859. Disponible en: http://doi.org/10.1038/s41598-019-52440-x
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 8
Revista Habanera de Ciencias Médicas ISSN 1729-519X
49. Lu L, Dong M, Zhang L, Zhu X, Ungvari G, Ng C, et al. Prevalence of suicide attempts in individuals with
schizophrenia: a meta-analysis of observational studies. Epidemiology and Psychiatric Sciences [Internet]. 2019 [Citado
10/12/2020]:20:1-10. Disponible en: http://doi.org/10.1017/S2045796019000313
50. Cassidy R, Yang F, Kapczinski F, Cavalcante I. Risk Factors for Suicidality in Patients With Schizophrenia: A Systematic
Review, Meta-analysis, and Meta-regression of 96 Studies. Schizophrenia Bulletin. 2018 Jun; 44 (4): 787-97.
51. Yates K, Lång, U, Cederlöf M, Boland F, Taylor P, Cannon M, et al. Association of Psychotic Experiences With
Subsequent Risk of Suicidal Ideation, Suicide Attempts, and Suicide Deaths. JAMA Psychiatry [Internet]. 2019 [Citado
10/12/2020];76(2):180-9. Disponible en: https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2018.3514
52. Kelleher I, Ramsay H, DeVylder J. Psychotic experiences and suicide attempt risk in common mental disorders and
borderline personality disorder. Acta Psychiatr Scand. 2017; 135: 212-18.
53. Cáceres E, Vásquez F. Intento suicida y antecedente de experiencias traumáticas durante la infancia en adultos
con diagnóstico de depresión, trastorno de personalidad limítrofe o esquizofrenia. Revista de Neuro-Psiquiatría.
2013; 76 (4): 255-67.
54. Ansell E, Wright A, Markowitz J, Sanislow C, Hopwood C, Zanarini M, et al. Personality Disorder Risk Factors for Suicide
Attempts Over 10 Years of Follow-Up. Personality Disorders: Theory, Research, and Treatment. 2015; 6 (2):161-7.
55. Forti L, Forti M. Trastorno límite de la personalidad y conductas autolíticas. Rev Esp Med Legal. 2012; 38 (4): 149-54.
56. Bezerra Filho S, Galvao de Almeida A, Studart P, Martins D, Caribé A, Schwingel P, et al. Suicide attempts in
bipolar I patients: impact of comorbid personality disorders. Revista Brasileira de Psiquiatría [Internet]. 2017 [Citado
10/12/2020];39:133-9. Disponible en: http://doi.org/.10.1590/1516-4446-2016-1982
57. Rodríguez M, Rodríguez N, Gempeler J, Garzón F. Factores asociados con intento de suicidio y comportamientos
de autolesión no suicida en pacientes con trastornos del comportamiento alimentario. Rev Colomb Psiquiat. 2013;
43 (S 1): 19-26.
58. Baek JH, Kim K, Hong JP, Cho MJ, Fava M, Mischoulon D, et al. Binge eating, trauma, and suicide attempt in
community adults with major depressive disorder. PLoS ONE [Internet]. 2018 [Citado 10/12/2020];13(6):1-12.
Disponible en: https://doi.org/10.1371/0198192
59. Thornton L, Welch E, Munn Chernoff M, Lichtenstein P, Bulik C. Anorexia Nervosa, Major Depression, and Suicide
Attempts: Shared Genetic Factors. Suicide Life Threat Behav. 2016 ; 46 (5): 525-34.
60. Martínez J, Arancibia M, Silva H. Psicofarmacología del suicidio: un análisis crítico. Rev Chil Neuro Psiquiat. 2015;
53 (2): 127-33.
61. Taron M, Nunes C, Maia T. Suicide and suicide attempts in adults: exploring suicide risk 24 months after a psychiatric
emergency room visit. Braz J Psychiatry [Internet]. 2020 [Citado 10/12/2020];42(4):367-72. Disponible en: http://doi.
org.10.1590/1516-4446-2019-0583
62. Tizón J. Aspectos clínicos del paciente con riesgo de suicidio: ¿atender como “enfermedad” o como comunicación?.
Formación Médica Continuada en Atención Primaria [Internet]. 2016 [Citado 10/12/2020];23(2):61-76. Disponible en:
https://doi.org/10.1016/j.fmc.2015.05.010
63. Goñi A, Zandio M. El suicidio: un reto para la prevención. An Sist Sanit Navar. 2017; 40 (3): 335-8.
Conflictos de intereses
La autora declara no tener conflictos de intereses en relación con la investigación presentada.
Este es un artículo en Acceso Abierto distribuido según los términos de la Licencia Creative Commons Atribución–NoComercial 4.0 9