Hempel
Hempel
Hempel
causales) en el
mundo real. La verdad o falsedad de este enunciado se muestra aplicando las deducciones de
tal hipótesis al mundo para ver si pasan las cosas predichas por la hipótesis. La hipótesis sirve
para mejorar las condiciones en el mundo porque permite cambiar la conducta de manera
provechosa en base de un conocimiento más amplio del mundo. Es importante formular
hipótesis y reconocer lo que son, porque su verdad depende inmediatamente de los
acontecimientos empíricos (no como dogmas o especulaciones) y pueden ser verificadas o
falsificadas por experimentación y observación. También pueden ser ampliadas o modificadas
cuando se gana más conocimiento.
H no es verdadera
Toda inferencia de esta forma, llamada en lógica modus tollens es deductivamente válida; es
decir, que si sus premisas (los enunciados escritos encima de la línea horizontal) son
verdaderas, entonces su conclusión (el enunciado que figura debajo de la línea) es
indefectiblemente verdadera también. Por tanto, si las premisas de están adecuadamente
establecidas, la hipótesis H que estamos sometiendo a contrastación debe ser rechazada.
Pero este resultado favorable no prueba de un modo concluyente que la hipótesis sea
verdadera, porque el razonamiento en que nos hemos basado tendría la forma siguiente:
H es verdadera.
el hecho de que una implicación contrastadora inferida de una hipótesis resulte ser verdadera,
no prueba que la hipótesis lo sea también. Incluso en el caso de que hayan sido confirmadas
mediante contrastación cuidadosa diversas implicaciones de una hipótesis, incluso en ese caso,
puede la hipótesis ser falsa. El siguiente razonamiento incurre también en la falacia de
afirmación de consecuente:
(Como se muestra empíricamente), L1, L2, L3, Ln, son todas verdaderas.
H es verdadera.
Hemos examinado algunas investigaciones científicas en las cuales, ante un problema dado, se
proponían respuestas en forma de hipótesis que luego se contrastaban, derivando de ellas las
apropiadas implicaciones contrastadoras, y comprobando éstas mediante la observación y la
experimentación. Pero, ¿cómo se llega en un principio a las hipótesis adecuadas?
Se ha mantenido a veces que esas hipótesis se infieren de datos recogidos con anterioridad
por medio de un procedimiento llamado inferencia inductiva, en contraposición a la
inferencia deductiva, de la que difiere en importantes aspectos. En una argumentación
deductivamente válida, la conclusión está relacionada de tal modo con las premisas que si las
premisas son verdaderas entonces la conclusión no puede dejar de serlo. Esta exigencia la
satisface, por ejemplo, una argumentación de la siguiente forma general:
Si p, entonces q.
No es el caso que q.
No es el caso que p.
No es necesaria una larga reflexión para ver que, independientemente de cuáles sean los
enunciados concretos con que sustituyamos las letras p y q, la conclusión será, con seguridad,
verdadera si las premisas lo son. De hecho, nuestro esquema representa la forma de inferencia
llamada modus tollens, a la que ya nos hemos referido.
Este trozo de mineral, cuando se le aplique la llama de un mechero Bunsen, hará tomar a la
llama un color amarillo.
De las argumentaciones de este último tipo se dice a menudo que van de lo general a lo
particular. Se dice a veces que, por el contrario, las inferencias inductivas parten de premisas
que se refieren a casos particulares y llevan a una conclusión cuyo carácter es el de una ley o
principio general.
En primer lugar, una investigación científica, tal como ahí nos la presentan, es impracticable. Ni
siquiera podemos dar el primer paso, porque para poder reunir todos los hechos tendríamos
que esperar, por decirlo así, hasta el fin del mundo; y tampoco podemos reunir todos los
hechos dados hasta ahora, puesto que éstos son infinitos tanto en número como en variedad.
¿Hemos de examinar, por ejemplo, todos los granos de arena de todos los desiertos y de todas
las playas, y hemos de tomar nota de su forma, de su peso, de su composición química, de las
distancias entre uno y otro, de su temperatura constantemente cambiante y de su igualmente
cambiante distancia al centro de la Luna? Después de todo, todas estas cosas, y otras muchas,
están entre «los hechos que se han dado hasta ahora. Pero cabe la posibilidad de que lo que se
nos exija en esa primera fase de la investigación científica sea reunir todos los hechos
relevantes. Pero ¿relevantes con respecto a qué? Aunque el autor no hace mención de este
punto, supongamos que la investigación se refiere a un problema específico. ¿Es que no
empezaríamos, en ese caso, haciendo acopio de todos los hechos —o, mejor, de todos los
datos disponibles— que sean relevantes para ese problema? Esta noción no está todavía clara.
Los hechos o hallazgos empíricos, por tanto, sólo se pueden cualificar como lógicamente
relevantes o irrelevantes por referencia a una hipótesis dada, y no por referencia a un
problema dado. Supongamos ahora que se ha propuesto una hipótesis H como intento de
respuesta a un problema planteado en una investigación: ¿qué tipo de datos serían relevantes
con respecto a H? Los ejemplos que hemos puesto al principio sugieren una respuesta: Un
dato que hayamos encontrado es relevante con respecto a H si el que se dé o no se dé se
puede inferir de H.
En resumen: la máxima según la cual la obtención de datos debería realizarse sin la existencia
de hipótesis antecedentes que sirvieran para orientarnos acerca de las conexiones entre los
hechos que se están estudiando es una máxima que se autorrefuta, y a la que la investigación
científica no se atiene. Al contrario: las hipótesis, en cuanto intentos de respuesta, son
necesarias para servir de guía a la investigación científica. Esas hipótesis determinan, entre
otras cosas, cuál es el tipo de datos que se han de reunir en un momento dado de una
investigación científica. Un conjunto de «hechos» empíricos se puede analizar y clasificar de
muy diversos modos, la mayoría de los cuales no serían de ninguna utilidad para una
determinada investigación. Así, pues, para que un modo determinado de analizar y
clasificarlos hechos pueda conducir a una explicación de los fenómenos en cuestión debe estar
basado en hipótesis acerca de cómo están conectados esos fenómenos; sin esas hipótesis, el
análisis y la clasificación son ciegos.
La inducción se concibe a veces como un método que, por medio de reglas aplicables
mecánicamente, nos conduce desde los hechos observados a los correspondientes principios
generales. En este caso, las reglas de la inferencia inductiva proporcionarían cánones efectivos
del descubrimiento científico; la inducción sería un procedimiento mecánico análogo al
familiar procedimiento para la multiplicación de enteros, que lleva, en un número finito de
pasos predeterminados y realizables mecánicamente, al producto correspondiente. De hecho,
sin embargo, en este momento no disponemos de ese procedimiento general y mecánico de
inducción; en caso contrario, difícilmente estaría hoy sin resolver el muy estudiado problema
del origen del cáncer. Tampoco podemos esperar que ese procedimiento se descubra algún
día. Porque —para dar sólo una de las razones— las hipótesis y teorías científicas están
usualmente formuladas en términos que no aparecen en absoluto en la descripción de los
datos empíricos en que ellas se apoyan y a cuya explicación sirven. Las reglas de inducción, tal
como se conciben en el texto citado, tendrían, por tanto, que proporcionar un procedimiento
mecánico para construir, sobre la base de los datos con que se cuenta, una hipótesis o teoría
expresada en términos de algunos conceptos completamente nuevos, que hasta ahora nunca
se habían utilizado en la descripción de los datos mismos.
No hay, por tanto, «reglas de inducción» generalmente aplicables por medio de las cuales se
puedan derivar o inferir mecánicamente hipótesis o teorías a partir de los datos empíricos. La
transición de los datos a la teoría requiere imaginación creativa. Las hipótesis y teorías
científicas no se derivan de los hechos observados, sino que se inventan para dar cuenta de
ellos. Son conjeturas relativas a las conexiones que se pueden establecer entre los fenómenos
que se están estudiando, a las uniformidades y regularidades que subyacen a estos. Las
«conjeturas felices» 6 de este tipo requieren gran inventiva, especialmente si suponen una
desviación radical de los modos corrientes del pensamiento científico, como era el caso de la
teoría de la relatividad o de la teoría cuántica. En su intento de encontrar una solución a su
problema, el científico debe dar rienda suelta a su imaginación, y el curso de su pensamiento
creativo puede estar influido incluso por nociones científicamente discutibles. Sin embargo, la
objetividad científica queda salvaguardada por el principio de que, en la ciencia, si bien las
hipótesis y teorías pueden ser libremente inventadas y propuestas, sólo pueden ser aceptadas
e incorporadas al corpas del conocimiento científico si resisten la revisión crítica, que
comprende, en particular, la comprobación, mediante cuidadosa observación y
experimentación, de las apropiadas implicaciones contrastadoras.
Vamos a examinar ahora más de cerca el razonamiento en que se basan las contrastaciones
científicas y las conclusiones que se pueden extraer de sus resultados. Como hemos hecho
antes, emplearemos la palabra «hipótesis» para referirnos a cualquier enunciado que esté
sometido a contrastación, con independencia de si se propone describir algún hecho o evento
concreto o expresar una ley general o alguna otra proposición más compleja.
Empecemos haciendo una observación muy simple, a la cual tendremos que referirnos con
frecuencia en lo que sigue: las implicaciones contrastadoras de una hipótesis son normalmente
de carácter condicional; nos dicen que bajo condiciones de contrastación especificadas se
producirá un resultado de un determinado tipo. Los enunciados de este tipo se pueden poner
en forma explícitamente condicional del siguiente modo:
Por ejemplo, una de las hipótesis consideradas por Semmelweis daba lugar a la implicación
contrastadora
Si las pacientes de la División Primera se tienden de lado, entonces decrecerá la mortalidad por
fiebre puerperal.
Una de las características notables y una de las grandes ventajas de la ciencia natural es que
muchas de sus hipótesis admiten una contrastación experimental. Pero no se puede decir que
la contrastación experimental de hipótesis sea un rasgo distintivo de todas, y sólo, las ciencias
naturales. Ella no establece una línea divisoria entre la ciencia natural y la ciencia social,
porque los procedimientos de contrastación experimental se utilizan también en psicología y,
aunque en menor medida, en sociología. Por otra parte, el alcance de la contrastación
experimental aumenta constantemente a medida que se van poniendo a punto los recursos
tecnológicos necesarios. Además, no todas las hipótesis de las ciencias naturales son
susceptibles de contrastación experimental.
El papel de las hipótesis auxiliares
Hemos dicho antes que las implicaciones contrastadoras «se derivan» o «se infieren» de la
hipótesis que se ha de contrastar. Esta afirmación, sin embargo, describe de una manera muy
rudimentaria la relación entre una hipótesis y los enunciados que constituyen sus
implicaciones contrastadoras. En algunos casos, ciertamente, es posible inferir
deductivamente a partir de una hipótesis ciertos enunciados condicionales que puedan servirle
de enunciados contrastadores. Pero ocurre con frecuencia que la «derivación» de una
implicación contrastadora es menos simple y concluyente.
Si H sola implica I y si los resultados empíricos muestran que I es falsa, entonces H debe ser
también calificada de falsa: esto lo concluimos siguiendo la argumentación llamada modus
tollens, Pero cuando / se deriva de H y de una o más hipótesis auxiliares A, entonces el
esquema (2a) debe ser sustituido por el siguiente:
Así, pues, si la contrastación muestra que I es falsa, sólo podemos inferir que o bien la
hipótesis o bien uno de los supuestos auxiliares
incluidos en A debe ser falso; por tanto, la contrastación no proporciona una base concluyente
para rechazar H. Por ejemplo, aunque la medida antiséptica tomada por Semmelweis no
hubiera ido seguida de un descenso en la mortalidad, su hipótesis podía haber seguido siendo
verdadera; el resultado negativo de la contrastación podía haber sido debido a la ineficacia
antiséptica del cloruro de la solución de cal.
Contrataciones cruciales
Las observaciones anteriores tienen importancia también para la idea de una contrastación
crucial, que se puede describir brevemente del siguiente modo: supongamos que H\ y Hi son
dos hipótesis rivales relativas al mismo asunto que hasta el momento han superado con el
mismo éxito las contrastaciones empíricas, de modo que los testimonios disponibles no
favorecen a una de ellas más que a la otra. Entonces es posible encontrar un modo de decidir
entre las dos si se puede determinar alguna contrastación con respecto a la cual H¡ y Hi
predigan resultados que están en conflicto; es decir, si, dado un cierto tipo de condición de
contrastación, C, la primera hipótesis da lugar a la implicación contrastadora «Si C, entonces
Ei», y la segunda a «Si C, entonces Ei», donde E\ y Ei son resultados que se excluyen
mutuamente. La ejecución de esa contrastación refutará presumiblemente una de las hipótesis
y prestará su apoyo a la otra.
Si un modo concreto de contrastar una hipótesis H presupone unos supuestos auxiliares A1,
A2, ..., An —es decir, si éstos se usan como premisas adicionales para derivar de H la
implicación contrastadora relevante I—, entonces, como vimos antes, un resultado negativo
de la contrastación que muestre que i" es falso, se limita a decirnos que o bien H o bien alguna
de las hipótesis auxiliares debe ser falsa, y que se debe introducir una modificación en este
conjunto de enunciados si se quiere reajustar el resultado de la contrastación. Ese ajuste se
puede realizar modificando o abandonando completamente H, o introduciendo cambios en el
sistema de hipótesis auxiliares. En principio, siempre sería posible retener H, incluso si la
contrastación diera resultados adversos importantes, siempre que estemos dispuestos a hacer
revisiones suficientemente radicales y quizá laboriosas en nuestras hipótesis auxiliares. Pero la
ciencia no tiene interés en proteger sus hipótesis o teorías a toda costa, y ello por buenas
razones.