Introduccion Que Es El Hombre

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ÉTICA Y ANTROPOLOGIA FILOSÓFICA

(disciplinas filosóficas)

LA ANTROPOLOGÍA COMO FUNDAMENTO DE LA ÉTICA

El punto de partida para ingresar al problema ético es la persona humana, quien es origen y sujeto
de la actividad moral. De tal modo, es imposible plantear la ética sin un fundamento antropológico,
que considere al hombre en cualquier tiempo y espacio.

El ser humano siempre se preguntó sobre sí mismo y deseó saber quién es, cuál es su naturaleza
y su destino. Cuando fue capaz de distanciarse de las cosas que lo rodeaban, la propia capacidad
racional lo llevó a buscar respuestas acerca del mundo, de sí mismo, de su realidad.

Es por esto que encontramos que ya en los mitos arcaicos, el ser humano trataba de responder a
esos interrogantes y conforme progresaba en el ejercicio de sus capacidades propias, sus
respuestas iban adquiriendo una mayor relevancia conceptual.

De este modo, en la Antigüedad, cuando el hombre llegó a elaborar un saber crítico, las reflexiones
acerca del ser humano se hicieron presentes en diferentes pensadores. Pero el uso del término
"Antropología", para hacer referencia a una disciplina que abordara el estudio del hombre, es
mucho más reciente y data de fines del siglo XVIII.

Etimológicamente, el nombre de Antropología proviene del griego anthropos (hombre) y


logos (estudio); desde este punto de vista, es la ciencia o el estudio del hombre.
En la actualidad el término Antropología designa cualquier saber crítico sobre el hombre. Pero la
perspectiva con que se estudia a éste puede variar. Por esta razón, es necesario distinguir la
Antropología Filosófica de las Antropologías científico positivas y de la Antropología Teológica.

Las Antropologías científico-positivas, surgidas a fines del siglo XVIII, se mantienen en el campo
fenoménico: nos dicen cómo es el hombre, lo que acontece en él, pero no nos dan una respuesta
acerca del ser humano como totalidad.

En este ámbito podemos distinguir:


a) - La Antropología Física, que estudia el hombre en cuanto animal, sobre todo su origen y
evolución, Estudia la estructura, el crecimiento y la fisiología del cuerpo humano; indaga sobre el
qué y el cómo del proceso de la evolución, los grupos raciales, etc... Para ello realiza un estudio
comparativo de los restos fósiles de animales y de seres humanos, utilizando también los
conocimientos sobre la genética humana. Se ubica entre las Ciencias Naturales.

b) - La Antropología Cultural, estudia los comportamientos humanos, "las normas de conducta


aprendidas, las ideas y los valores adquiridos por el hombre, como miembro de un grupo social".
Esta Antropología apela a datos etnológicos y arqueológicos, estudiando la naturaleza, formas y
condiciones de las culturas humanas, teniendo en cuenta las costumbres, lenguajes, tradiciones,
relaciones familiares, etc. Pertenece, por lo tanto, a las Ciencias Humanas.

La Antropología Filosófica, en cambio es una rama de la Filosofía que estudia al hombre desde la
perspectiva de aquello que propiamente lo distingue como tal. Trata de responder a la pregunta:
¿qué es el hombre?; es decir, se propone descubrir la esencia humana.

Podemos decir que la Antropología filosófica es la disciplina de la Filosofía que se ocupa de


considerar al hombre integralmente, de manera esencial, como totalidad, preguntándose por el
puesto que éste ocupa en el universo, su relación con la realidad última y el sentido de su
existencia, tanto individual, como histórica y social.

Al enfocar la totalidad del ser humano, la Antropología filosófica busca captar las dimensiones que
caracterizan al hombre como tal, que definen su auto- comprensión espiritual y que le confieren un
sentido total a la existencia humana. Por consiguiente, para saber qué es el hombre, no son
suficientes las Antropologías científico-positivas; sino que se requieren respuestas más profundas.
Los conocimientos que éstas aportan son muy valiosos; pero son conocimientos parciales y
limitados por el método y finalidades propios de las ciencias empíricas.

Por eso, Ítalo Gastaldi afirma, que el hombre que estudian las demás ciencias no es el hombre
vivido realmente por el hombre, sino el "hombre-objeto" de estudio, como realidad física,
vegetativa, psíquica o social. Mientras que la Filosofía estudia al hombre como sujeto personal, se
interesa por su ser y por su obrar específico, formulando una pregunta que cuestiona la existencia
del mismo que la formula.

Siendo "filosófica" esta Antropología se enfrenta al hombre como un todo, se abre al para qué, el
sentido de su existencia como posibilidad, como proyecto, como compromiso ofrecido a su
libertad... Y se pone en marcha hacia una meta, hacia el mundo de los valores que le hacen crecer
como persona. Su pregunta por el hombre no termina en el conocimiento, sino en la acción: "¿Qué
es el hombre?" implica el "¿cómo debe ser?, ¿qué debe hacer?" La respuesta está destinada a
traducirse en conducta. Por eso es preámbulo para la ética, la educación, la política., en una
palabra, para la "praxis" humana individual y social.

La Antropología filosófica, sostiene Gastaldi, no desconoce las "lecturas" de las Antropologías


científico-positivas del ser humano, sino que utiliza ese saber científico haciendo una segunda
lectura, a nivel más profundo; es decir, con una visión reflexiva de su esencia y de su existencia,
una comprensión metafísica de cuanto las ciencias positivas han aportado al conocimiento del
hombre. Por otra parte, la Antropología Filosófica se diferencia de la Antropología Teológica,
porque ésta al afrontar el problema del hombre recurre a una fuente de conocimiento distinta de la
simple razón: la revelación, la Palabra de Dios. Estudia al hombre según Dios lo ve y lo quiere; se
reserva las últimas preguntas sobre el origen, el 15 destino del hombre y el sentido de la vida,
preguntas que haya su respuesta en el "Proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo", revelado
definitivamente por Cristo.

NOCIÓN DE “PERSONA”

¿Qué entendemos por persona? Para ello haremos referencia primero al significado del término y
luego, al modo en que fue definida a lo largo de la historia. Es probable que el origen del término
latino "persona" provenga de la palabra griega 'prósopos' (máscara que cubre el rostro); se trata de
la máscara que los actores griegos (del siglo VI-VII-VIII a.C.) utilizaban en el teatro para
representar diferentes personajes.

El punto de partida para ingresar al problema ético es la persona humana, quien es origen y sujeto
de la actividad moral. De tal modo, es imposible plantear la ética sin un fundamento antropológico,
que considere al hombre en cualquier tiempo y espacio. El ser humano siempre se preguntó sobre
sí mismo y deseó saber quién es, cuál es su naturaleza y su destino. Cuando fue capaz de
distanciarse de las cosas que lo rodeaban, la propia capacidad racional lo llevó a buscar
respuestas acerca del mundo, de sí mismo, de su realidad. Es por esto que encontramos que ya en
los mitos arcaicos, el ser humano trataba de responder a esos interrogantes y conforme
progresaba en el ejercicio de sus capacidades propias, sus respuestas iban adquiriendo una mayor
relevancia conceptual.

Es probable que el origen del término latino "persona" provenga de la palabra griega 'prósopos'
(máscara que cubre el rostro); se trata de la máscara que los actores griegos (del siglo VI-VII-VIII
a.C.) utilizaban en el teatro para representar diferentes personajes.

En el derecho romano, la noción de persona se encuentra muy ligada al nombre que se recibe con
el nacimiento y en virtud del cual pasa a ser reconocido como parte de una sociedad, con
capacidad de acción respecto de los demás. Corresponde a una configuración social del carácter
de persona, y con ésta se relacionan la mayoría de los estudios psicológicos, sociológicos o de la
antropología cultural. Relacionada con esta idea, desde el punto de vista filosófico, algunos
sostienen la necesidad de la intersubjetividad para que el ser humano se constituya
existencialmente, reconociéndose como sujeto.

El cristianismo influyó de manera decisiva en la meditación filosófica sobre la persona. En efecto, el


problema que planteaban dos misterios fundamentales de la revelación cristiana, a saber: la
Trinidad, en la que en una sola naturaleza subsisten tres personas distintas, y la naturaleza
humana de Cristo, unida con el Verbo o segunda persona de la Trinidad, obligaron a los santos
Padres a buscar una distinción entre "naturaleza" y "persona" en Dios y en Cristo y estimularon la
reflexión de los pensadores cristianos para encontrar la propiedad definitoria de la persona.

La definición clásica de persona es la de Severino Boecio, autor latino (480-526), para quien la
persona es "substancia individual de naturaleza racional".

Esta definición hace referencia a tres elementos fundamentales:

a. - substancia: en sentido metafísico, la persona es un ser en sí, no un ser en otro como el


accidente. La altura, el color de la piel, la ubicación en el tiempo y en el espacio, los sentimientos,
son accidentes de la persona.

b. - individual: un ser individual es aquel que es uno en sí; es lo que en sí mismo no está dividido,
pero sí lo está de cualquier otra cosa. Esta indivisión interna no significa que la substancia no sea
un compuesto y que excluya que tenga partes; sino que se refiere a que las partes no están
separadas o divididas y, por lo tanto, conforman un todo unitario.

c. - racional: es decir, que es capaz de un conocimiento intelectual, con autoconciencia, que tiene
dominio de sus propios actos; diferenciándose así de las cosas, de las plantas y de los animales.

Santo Tomás define a la persona como "una realidad distinta y subsistente de naturaleza
intelectual". "El ser humano es un todo y, fuera de ello debe estar ordenado a un fin. No es un
alma encerrada en un cuerpo (Platón), ni mucho menos alguien que se reduce meramente al
plano físico (Aristóteles), es una unidad que a través de los sentidos y de la entelequia
deberá obedecer a su naturaleza. (S. Th, I, q76, art.5)"1
• La visión del hombre que tiene como un todo unitario, le permite dar a entender
quién es y cuál debe ser el direccionamiento de todos sus actos, puesto que no deberá
obrar orientado a un medio, sino que cada acción debe tener un fin último y, a su vez,
corresponder a lo que él es como animal racional y trascendental.
1
Echegoyen, J. (s.f.). Torre de Babel. de http://www.etorredebabel.com/Historia-
de-lafilosofia/Filosofiamedievalymoderna/SantoTomas/Actosdelhombre.htm
• Define la persona como: Individua "substantia rationalis naturae" (Culleton, 2010);
cuando se manifiesta que el ser humano debe entrar en comunión con los demás seres, lo
que se está resaltando es que ese ser que es indivisible debe abrirse a otros tal como él, lo
cual no le llevará a alienarse o afectar dicha indivisibilidad, sino que, por el contrario,
deberá mantenerse intacto, dispuesto a comunicarse para hacerse también, responsable
de los otros y de lo otro.
Antonio Rosmini la llama: "Un sujeto inteligente en cuanto contiene en sí un principio activo,
supremo, incomunicable".
Jacques Maritain, dice que "La persona es una substancia individual, completa, de naturaleza
intelectual y dueña de sus acciones, sui juris, autónoma".
Emerich Coreth, dice: "Llamamos Persona a la unidad esencial humana de cuerpo y espíritu, como
ser individual autónomo, que se realiza en la posesión consciente y en la libre disposición de sí
mismo".

CONSTITUCIÓN ESENCIAL DE LA PERSONA HUMANA2

La persona humana está formada por dos elementos, uno material y otro espiritual, por lo cual
podemos decir que es un compuesto corpóreo-espiritual en unidad esencial.
La Antropología Filosófica, es decir, el estudio filosófico de la naturaleza del hombre, analiza estos
dos componentes de la persona humana: corporeidad y espiritualidad.
Dejando de lado tesis materialistas, las cuales consideran que el hombre es pura materia, como lo
es el animal irracional o los vegetales, las principales corrientes modernas del pensamiento
filosófico (no solamente las de orientación cristiana) reconocen:

- que el ser humano es un ser dotado de un cuerpo material y de un alma espiritual;


- que es un animal, pero no como los irracionales;
- que es espiritual en lo concerniente a su alma, pero no un puro espíritu; - que es carne
informada por el alma;
- que es una sustancia completa constituida por una sustancia incompleta material (el
cuerpo) y por una sustancia espiritual (el alma).
Este cuerpo, de que está dotado el ser humano, no es algo accidental en él; sino que es un
componente esencial. Si bien el espíritu es superior a la materia, sin ésta la persona humana no es
tal. Un cadáver no es una persona humana, como tampoco el alma sola -como le asignó el
pensamiento platónico y, más tarde, todas las escuelas filosóficas basadas en esta doctrina o sus
derivaciones-.

El componente corpóreo de la persona humana, es decir, el elemento material de su constitución


pertenece al mundo extenso y espacial de los entes físicos que están regidos por las leyes que
regulan los procesos físicos, químicos y biológicos. Dicho componente pertenece también al mundo
de los entes sensibles de la naturaleza, donde actúan los estímulos, los excitantes, las corrientes
nerviosas, las localizaciones cerebrales, las imágenes, las percepciones y los recuerdos
sensoriales. Es decir, participa de la vida vegetativa que poseen los seres del mundo vegetal, como
de la vida sensitiva que es propia de los animales. También, por su materialidad se encuentra
2
Reproducimos los conceptos que Ítalo Gastaldi expone en su obra “El hombre. Un misterio”, pags. 169-171,
realizando las adaptaciones que consideramos necesarias.
limitado en el tiempo y en el espacio.

En razón del cuerpo, cada uno se encuentra en una cierta condición o situación; por ejemplo, es
varón o mujer, joven o viejo, fuerte o débil. En su cuerpo y por medio de él, el ser humano
permanece siempre manifiesto y revelado. Este componente le permite tomar contacto con el
mundo exterior y comunicarse con los demás.

Sin embargo, el cuerpo es mantenido en la existencia por el alma espiritual. Y es precisamente por
su espiritualidad que la persona trasciende el cuerpo y participa de la condición de las creaturas
espirituales. Está marcada por la relación directa con Dios y sobrepasa a la especie de la que
participa. Como espíritu el hombre está por encima del espacio y del tiempo. Y como espíritu no
puede ser medio sino sólo fin. En razón de su espiritualidad, la persona es libre y responsable de
sus acciones, tiene dominio de sus propios actos y es capaz de derechos y deberes. Ella tiene la
posibilidad de crecer, de amar, de ser enriquecida con la elevación a un orden sobrenatural.

La persona humana es un espíritu en la materia, es espíritu y cuerpo. Ambas substancias (espíritu


y cuerpo) operan según su naturaleza, y como consecuencia, no debemos sumergir ni a una ni a
otra, pues las dos se integran en la persona.

Ítalo Gastaldi sintetiza los rasgos fundamentales del misterio del hombre, diciendo: "La persona se
manifiesta esencialmente como un ser único, irrepetible, dotado de interioridad -autoconciencia y
libertad-, y destinado a la comunión; es decir, es un sujeto que existe corporalmente con otros en el
mundo, para realizarse con ellos en la historia, personal y comunitariamente, tomando una actitud
o, lo que es lo mismo, comprometiéndose libremente frente a los valores, frente a las demás
personas y, sobre todo, frente a Dios"3

FACULTADES DE LA PERSONA

La persona se diferencia del animal por poseer ciertas facultades que le son propias. Pero, ¿qué es
una facultad? Una facultad es una capacidad o potencia que permite realizar ciertas operaciones.
En el ser humano encontramos capacidades tales como el entendimiento, la voluntad, los
fenómenos afectivos (sentimientos, emociones y pasiones).

El entendimiento es una facultad cognoscitiva que posibilita el pensamiento abstracto. Aunque


necesita de la colaboración de los sentidos, trasciende el dominio de éstos y alcanza la realidad
suprasensible.

Esta presencia de lo universal y de lo necesario en el pensar, es una de las diferencias que tiene el
ser humano con el animal irracional. El hombre por su intelecto es capaz de abstraer, de pasar de
lo singular a lo universal (ej: de esta montaña a la idea de montaña); así elabora conceptos, juicios
y razonamientos y es capaz de dedicarse a una actividad práctica en busca del bien del hombre en
cuanto tal (moral) o del bien de tal o cual artefacto (técnica).

En tanto que la voluntad es la tendencia racional hacia un objeto conocido, por lo cual es llamado
apetito racional. La voluntad tiende hacia cierto bien (una cosa que encierra un valor) presentado
por el intelecto; es libre frente a los bienes finitos (que perecen) o finitamente conocidos.

La voluntad goza de libre albedrío o libre arbitrio, que consiste en la capacidad que tiene el ser
humano para elegir entre diferentes alternativas; se trata de la posibilidad de decidir o de elegir, lo
cual constituye la fase esencial del acto voluntario. El acto libre no está predeterminado, porque
3
GASTALDI, Italo (1.990) “El Hombre. Un misterio.” Quito. (Ecuador.): Edit. Inst. Sup. Salesiano pág. 169.
está exento de una inclinación necesaria a elegir o tomar una determinada decisión. Es decir, se
trata de la capacidad de hacer o no hacer, de obrar de una manera o de otra.

En el hombre existen también fenómenos afectivos: los sentimientos, las emociones y las pasiones.

Los sentimientos son estados afectivos duraderos. Los extremos de los sentimientos son lo
agradable y lo desagradable. También encontramos variantes como el amor, el odio, la depresión.
Estos estados de ánimo surgen como consecuencia de un suceso, de algún acontecimiento y se
desarrollan en nosotros porque hemos tomado conciencia de algo que nos agrada o nos
desagrada. Rara vez se dan los sentimientos de un modo aislado, pues se manifiestan dentro de
un todo más complejo.

En tanto que las emociones son estados afectivos de mayor intensidad y menor duración (angustia,
miedo, alegría y tristeza). Siempre vienen acompañadas por reacciones externas o internas (rubor,
llanto, grito, risa, temblor, modificación del ritmo cardíaco, etc.). Las pasiones, por su parte, son
disposiciones sentimentales internas; se trata de afecciones o modificaciones de la afectividad, de
carácter más o menos permanente. Son movimientos del apetito. Por eso si no poseemos un bien,
el amor es deseo; si está presente es delectación o goce. Ante un bien difícil de obtener, el deseo
genera dos pasiones: si es alcanzable, esperanza y, si no lo es, desesperación. Si luchamos ante
un mal presente aparece la cólera; si el mal lo consideramos vencible, vamos a su encuentro con
audacia; pero si no es vencible, nos alejamos de él por el temor.

VALOR ABSOLUTO DE LA PERSONA4

La antropología que presentamos es personalista sobre todo porque afirma el valor autónomo y
absoluto del hombre, en cuanto sujeto no referenciable a otra realidad: el hombre es un fin en sí
mismo y nunca puede ser utilizado como medio. En esto el hombre se distingue radicalmente de
las cosas. Y es totalmente original frente al resto de la realidad. "La lengua misma lo distingue: algo
y alguien, nada y nadie, qué y quién. Es lo que ha llevado a la pareja de conceptos cosa y
persona".
El fundamento está claramente sintetizado en el teólogo Kart Rahner: "El hombre es persona que
consciente y libremente se posee. Por tanto, está objetivamente referido a sí mismo, y por ello no
tiene ontológicamente carácter de medio, sino de fin; posee, no obstante, una orientación -saliendo
de sí- hacia personas, no ya hacia cosas (que más bien están orientadas hacia personas). Por todo
ello le compete un valor absoluto y, por tanto, una dignidad absoluta".

a. Nuestra dignidad radica en la autoconciencia y en la autodeterminación que nos elevan sobre el


mundo infrahumano, y hacen posible la auto comunicación o sociabilidad. El hombre no es una
cosa neutra, impersonal, un "trozo de mundo", sino un sujeto que consciente y libremente "se
posee", que goza de auto posesión. Esto está en la base de su auto finalidad: tiene un fin suyo,
personal, que es su felicidad, su realización. Nació "para sí": por eso nunca puede ser usado
como "medio", como los animales, que son "seres referenciales", referidos al hombre. Por eso,
podemos usar un animal para alimentarnos; pero no podemos "usar" a un hombre corno quien
usa un engranaje o una palanca, para hacer triunfar una empresa o hacer rendir una fábrica, o
hacer triunfar una ideología.
b. Por todo esto, toda persona tiene un valor absoluto, simplemente por lo que es, no por lo que
tiene o por lo que hace. Este conocimiento de su propia riqueza es lo que engendra en el

4
Reproducimos los conceptos que Ítalo Gastaldi expone en su obra “El hombre. Un misterio”, pags. 169-171, realizando
las adaptaciones que consideramos necesarias
hombre el sentido de su dignidad, una dignidad que por ser "esencial" nunca se borra, ni
siquiera cuando se tiene una conducta indigna.
c. El valor absoluto de la persona abarca tres núcleos que no pueden ser desconocidos sin serias
consecuencias éticas:
1°.- El primer núcleo es el valor del individuo, del "yo". Frente a toda tentación colectivista
de resolver la realidad humana en "estructuras" o "mediaciones sociales", el enunciado de
la dignidad humana recuerda permanentemente que cada uno de nosotros es único,
insustituible, irrepetible; que no es un "trozo de mundo", sino un mundo aparte y nadie lo
puede sustituir en la elección y realización de su destino.

2°- Pero esto no implica una postura "privatizante", una concepción cerrada de sí mismo.
Somos interioridades abiertas, destinadas a la comunión. La dimensión social entra en la
definición de la persona. Hoy se insiste en que el hecho decisivo que da origen a la persona
es la intersubjetividad. La "alteridad", la "orientación al otro" corrige la posible concepción
individualista y abstracta del personalismo.

3°- Por último, no hay que olvidar la afirmación de las estructuras o "mediaciones" éticas
del individuo y de la alteridad. Las mediaciones políticas, económicas, culturales, etc.,
condicionan enormemente la realización individual y social de las personas, influyen
decisivamente en la construcción de la historia humana, por tanto, tienen que ser objeto de
nuestro compromiso.
d. Hoy se acentúa sobre todo la relación interpersonal, frente al "dominio del mundo". El
humanismo que se va imponiendo es el humanismo personalista y dialogal, que ubica la
dimensión social en el centro de la Antropología. La verdad más profunda del hombre es su
relación con el "otro". El hombre es un "ser-en-relación", un "ser-para-el-encuentro". La clave de
su realización está en reconocer a los otros, promover a los otros, ser alguien frente a los otros.
El sentido de la existencia del hombre está vinculado a la existencia del otro.
e. El hombre no acaba en la piel: es pluridimensional, es "un-ser-en-el-mundo con-otros"..., pero
abierto a la trascendencia.

CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DE LA PERSONA5.

1- INTERIORIDAD La persona posee vida interior, a diferencia de los animales que sólo poseen
exterioridad. Por la interioridad el hombre se percibe como un "yo", como origen de sus actividades,
como un ser capaz de pensar y obrar conscientemente y como responsable de sus opciones libres.
Es decir, se percibe como sujeto, centro consciente de atribución de todas las realidades que
constituyen su ser. Por eso es capaz de una vida biográfica, pues la persona puede entender y
querer. Por tener interioridad, el hombre es capaz de:

- Autoconciencia: es el "darse cuenta de sí mismo", es el acto de afirmación de sí mismo frente a


todo otro ser; es un rasgo propio del hombre que no solamente sabe (conoce), que "sabe que
sabe" (advierte que conoce), se da cuenta de que obra. Más aún, se da cuenta de sí mismo y
atribuye a su yo todas sus actividades, al mismo tiempo que reconoce la entidad propia de las
demás cosas frente a la suya.

- Autodeterminación: es el poder que tiene el hombre de realizarse (perseguir la felicidad)


saliendo por sí mismo de la indeterminación en que ordinariamente lo dejan los motivos que tiene

5
Para este tema, tomamos el cap. 3 de la obra de Ítalo Gastaldi, págs. 83 a 97, introduciendo las adaptaciones y
aclaraciones necesarias.
para obrar: eso que llamamos libertad. Por la autodecisión, se actúa con plena conciencia y control
de su propio ser, y de su ubicación en las circunstancias en que debe decidir.

2- UNICIDAD La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, el hecho de que cada uno tenga
una manera rigurosamente sin igual de ser persona.

a. - Los animales, "individuos" pertenecientes a una especie, se definen por las características
generales de la especie; basta predicarlas de cada uno. Es cierto, un perro no es el otro: se
distinguen entre sí por la forma, el peso, el color, etc., por los "caracteres individuantes".

b. - También el hombre es un "individuo", porque también él pertenece a una especie determinada,


como individuo forma número con los demás y se distingue de los demás por el peso, el color, la
forma, etc.: por los "caracteres individuantes". Pero al añadir que el hombre es "persona",
afirmamos algo absolutamente diverso del individuo, irreductible a las cualidades abstractas que
puedo atribuirle: afirmamos que cada uno, como sujeto, realiza la especie "hombre" de un modo
irrepetible e irremplazable. No parece existir "el hombre", sino únicamente "hombres".

c. - La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, pero también su libertad, el poder ser dueño
de la propia individualidad y de poder moldearla: esto es lo que lo va configurando y
diferenciándolo de los demás. Esto hace que aún en el caso de los gemelos, cada uno reaccione
diversamente ante los mismos estímulos y se diferencie radicalmente del otro.

CONCLUYENDO: las cosas son "trozos de mundo"; el hombre, en cambio, percibe su radical
"alteridad" frente a las cosas y frente a los demás: no forma con ellas un todo único, es un mundo
aparte, siempre nuevo y original. Por eso la persona es misteriosa. Pretender esclarecer su
misterio es emprender un imposible viaje de estudios al país de la "alteridad"

3- APERTURA A LOS DEMÁS Superación del individualismo y descubrimiento del "otro".

a. - Planteamiento del problema

El surgir del sentido comunitario, el hecho del diálogo en todos los niveles y para las empresas más
diversas y el fenómeno de la socialización, han llevado a la conclusión de que la dimensión social
es esencial, constitutiva del hombre. El filósofo se pregunta: Todas estas manifestaciones, ¿son
solamente hechos instintivos, biológicos, fenoménicos, hechos "brutos", sin sentido profundo..., o
bien brotan de una exigencia natural, revelando una dimensión esencial del hombre? ¿Hasta qué
grado el "tú" y el "nosotros" entran en el "yo"? ¿Se puede resolver el problema del hombre sin
hablar explícitamente de las otras personas?

En otras palabras: "ser-en-el-mundo-con-otros". ¿es para mí algo accidental, como para el vino
estar en el vaso o en la botella o en la cuba..., o significa más bien lo que para el pez vivir en el
agua? (el pez tiene que vivir allí y su organismo esta internamente organizado para vivir allí). "Yo
soy yo y mis circunstancias", escribía Ortega y Gasset en 1914. Pertenecemos a un entramado
social. Vivimos en un contexto mundano del que jamás podemos prescindir y al que
constantemente estamos referidos. Nos volcamos hacia el no-yo como complemento necesario del
propio existir. Somos "seres-en-el-mundo- a-través-del-cuerpo": eso es innegable. Pero la pregunta
fundamental que nos permite entender la problemática que atormenta la época actual y que al
mismo tiempo nos introduce en el misterio eterno del hombre, se puede expresar así: "El hombre,
¿es un ser (individual) orientado en primer lugar hacia el mundo -en el cual existen también otros
hombres- o bien es, antes que nada, un ser en comunión con otras personas en el mundo? Según
la respuesta que se dé, la Antropología es muy distinta.
b. - El hombre "ser - en - el - mundo"

No cabe duda de que el hombre es un "ser-en-el-mundo". Le debemos a Martín Heidegger el haber


insistido en esto.

También Carlos Marx insistía en que "el mundo es como el cuerpo inorgánico del hombre" y
nuestra vida "es un metabolismo con el mundo".

a- La primera experiencia que nos sale al paso es que nos hallamos rodeados de cosas que
influyen sobre nosotros y con las que nos vinculan muchas relaciones. Nuestra vida está
orientada hacia el mundo infrahumano, ese mundo que es nuestro espacio vital, donde hay
seres que nos sirven de alimento, vestido y habitación y de los cuales echamos mano para
subsistir. Vivimos en un constante intercambio con el mundo que nos rodea, intercambio que
nos enriquece y nos permite realizarnos. Formamos con él un sistema de reciprocidad, de
sentido y de vida. El hombre es un "ser-en-el-mundo"; nos insertamos en él a través del cuerpo.
Pero no estamos como el animal simplemente vinculados al entorno: vivimos en un mundo
abierto, con fronteras fluidas que se ensanchan continuamente...

b- "Ser-en-el-mundo" no es algo periférico, algo adjetivo, sino algo estructural, originario,


constitutivo del hombre: sólo somos si somos en-el-mundo. El mundo es como el cuerpo grande
del hombre, la prolongación de la corporeidad. No hay hombre sin mundo, como no hay hombre
sin prójimo. Tanto que los materialistas absolutizan esta característica hasta reducir al hombre
a una "porción del mundo".

c- Martín Buber dice que gracias al hombre existe el mundo. Sin el hombre habría muchas cosas,
pero ningún ser que las captara en su conjunto. Sólo el hombre puede pensar la pluralidad
como unidad, como totalidad de la experiencia externa.

Así, pues, al decir "mundo" no nos referimos al mundo objetivista, visto independientemente de su
relación con nosotros, ese mundo regido por las leyes que las ciencias van descubriendo. No
somos espectadores pasivos en el mundo: estamos en diálogo con él. Mediante la ciencia, la
técnica y el arte ponemos un sello espiritual a la materia y la "hominizamos", llenándola de
significados: elevamos la "naturaleza" al rango de "cultura". No es sólo el mundo físico el que está
ante nosotros, sino también el mundo simbólico. Aquí nos referimos al mundo del hombre, ese
mundo que hemos construido a través de nuestras propias experiencias, teñido de subjetividad.
Nos vemos en un ámbito repleto de significados, en un ambiente organizado por el hombre
mismo.

c- El "hecho fundamental de la existencia"


Todo lo que precede nos está diciendo que nuestra dimensión social es una dimensión original,
que no puede ser reducida a ninguna otra, ni derivada de ninguna otra. Somos "interioridades", no
hay duda, pero interioridades abiertas, destinadas a la comunión interpersonal. El hombre es un ser
"altero céntrico" por naturaleza. La "alteridad" pertenece esencialmente al concepto y a la realidad
de la persona. Y la dimensión social no es una realidad adjetiva, añadida a la interioridad ya
constituida; es una realidad constitutiva de la persona. En efecto, el hombre no se puede conocer a
sí mismo mirándose al espejo: "El hombre se torna un yo a través del tú". Sólo así se descubre
idéntico a sí mismo. No tiene primero relación a sí mismo y luego, en un segundo momento,
relación al tú del otro. No; el yo no es traslúcido para sí mismo: se auto conoce al mismo tiempo
que entra en relación con los demás. La persona nace de una llamada y se orienta hacia una
respuesta. Podemos decir que el "nosotros" es la matriz y el ámbito constitutivo de las personas: el
yo es "yo" en el nosotros, y el tú es "tú" en el nosotros. Sartre consideraba al otro como una
amenaza no, "el otro no es un límite sino un manantial del yo".

El hecho fundamental de la existencia es que todo hombre es interpelado como persona por
otro ser humano, en la palabra, en el amor y en la obra, y debe dar su respuesta: aceptación
o rechazo.

d- Amor

El ser humano tiene el impulso de "ser-más por la comunicación". Desde lo más profundo de su ser
necesita comunicarse con otros, y la comunicación más plena se cumple por el amor. Afirma Ismael
Quiles, que toda persona, todo espíritu tiene, como primera aspiración de su esencia, el amor. Este
es el aspecto de la vida que más puede realizar al ser humano como persona.

e- Apertura a la Trascendencia:

La fenomenología nos muestra, entonces, que el otro está delante de mí como un valor que se me
impone por sí mismo; un valor que el hombre mismo no ha creado ni puede destruir, pues se
identifica con la misma dignidad de la persona humana, fundada en su conciencia y libertad. Se
trata de un "dato primario", de una constatación inmediata que no puede ser negada sin la
conciencia íntima de infidelidad con nosotros mismos. Hay que decirle que "si" a su existencia,
independientemente del color de la piel, de su pertenencia a una raza o a una condición social y de
la posibilidad de utilizarlo más tarde en el proceso de producción. Hay que aceptarlo simplemente
porque es un ser humano.

La existencia del otro, su presencia soberana, es algo situado "más allá" de la voluntad arbitraria
del otro, es algo trascendente. En último análisis no depende de él existir de ese modo. Por eso
podemos concluir que en la exigencia incondicional del prójimo está en cierta forma presente el
totalmente Otro, Dios, que protege la criatura humana, porque fue querida y hecha por El. Tomar
en serio al otro, incondicionalmente; reconocer -por lo menos implícitamente- la realidad misteriosa
que está detrás del hombre y lo constituye precisamente en su singularidad inviolable.

LA ACTIVIDAD DE LA PERSONA: CONOCER, OBRAR Y HACER. EL CARÁCTER


CONSTITUTIVAMENTE ÉTICO DE LA PERSONA
Daniel Ruiz sostiene que:
Conocer es un acto vital, inmanente, formalmente subjetivo pero intencionalmente objetivo. Es
vital porque es parte de la vida de la persona.

Inmanente, porque lo obtenido como fruto del conocer, permanece en el ser que lo produce, que
es la persona misma.

Formalmente subjetivo, porque es una de actividad interna del sujeto, el que es consciente de
que conoce y de lo que conoce, no así las demás personas, que sólo pueden conocer lo que el
sujeto conoce si éste de algún modo se lo manifiesta.

Intencionalmente objetivo, porque todo conocer tiene un objeto conocido, un objeto al cual se
refiere. El conocimiento en sí mismo considerado constituye un enriquecimiento de la persona. Se
trata de las dos especies de conocimiento que posee el hombre: el conocimiento sensitivo y el
conocimiento intelectual.

La realización del acto humano es el obrar humano, que es, por lo tanto, un obrar consciente,
deliberado, libre, iluminado por el previo conocimiento; un obrar que será bueno o malo, según que
se ajuste a los principios básicos de la moralidad.

El hacer significa un actuar hacia el exterior del sujeto para crear cosas o modificar las existentes;
como tal pertenece al campo del arte o de la técnica; pero en cuanto obrar humano entra de lleno
en la ética.

En el conocer están las bases de la conducta ética. La persona, consciente de su dignidad, de su


origen, de su destino, busca conocer los fines inmediatos y mediatos de sus acciones, la o las
normas de moralidad a que esas acciones deben ajustarse para llegar al fin último propuesto, la
índole del bien moral, el significado de conciencia moral y de sus posibles variables, el significado
de la ley, de la obligación, del deber y del derecho, de la libertad psicológica y de la libertad legal,
de la ignorancia y del error en sus relaciones con la moral, etc.

Es importante tener presente que el conocer humano constituye una actividad plenamente
intelectual, en tanto que el obrar humano es actividad plenamente volitiva. La conciencia moral es
mayor cuanto mayor y más claro es el conocimiento que posee la persona. De allí que la ignorancia
y el error dificultan muchas veces el proceder moral. Por eso, cuanto más conoce una persona,
más claridad puede tener respecto a la bondad o malicia de los actos; pero esto no asegura que
sus elecciones sean correctas, pues se puede obrar mal a sabiendas. En este sentido, es que lo
más oculto en la persona humana son sus intenciones, ese ámbito interno donde se producen las
decisiones.

Allí radica justamente la raíz del carácter constitutivamente ético de la persona, en esa posibilidad
de la libre decisión, acto interno de la voluntad, que puede traducirse, o no, en una acción externa
del sujeto.

Por ello, un cerebro electrónico, un chip no tiene problemas éticos, como no los tiene tampoco el
animal irracional. Los seres en quienes funcionan procesos automáticos, determinados e incluso
instintivos, genéticamente determinados, no tienen problemas éticos; los tendrán, sí técnicos o
mecánicos (caso de las máquinas) o disfuncionales (caso de los animales). El único ser que se
angustia por el problema ético, porque le acarrea permanentes luchas internas, es la persona, el
ser humano.

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