Conferencia Sobre La Lluvia Juan Villoro
Conferencia Sobre La Lluvia Juan Villoro
Conferencia Sobre La Lluvia Juan Villoro
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Almadía
Un conferencista ant e una mesa, con un vaso de
agua. Es un hombre enj uto, CallOSO, de una edad
variable entre los cincuenta y los setenta alias.
T iene un par de libros con separadores que seña-
lan páginas y una carpeta con hojas revu eltas. Por
momentos lee, en otros se aparta de las páginas y
parece no sólo ignorarlas sino hablar en contra de
ellas.
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lante, puedo hacerlo. Las mejores conferencias Coloco la taza de café en la repisa de un librero,
son improvisadas. Para leer, podemos traer a pero mi mente está en otro lugar, no registra
un notario. Leer es una actividad mecánica. ese acto poco apasionante pero necesario. La
Puede ser cumplida por un autómata, un au- taza de café se esfuma de mi memoria porque
tómata ilustrado, eso sí. La lectura no exige en realidad nunca estuvo ahí. ¿Dónde estoy
tener ideas propias, pero sí seguir el ritmo de cuando olvido lo que tengo enfrente? Lo peor
las frases, algo más difícil de lo que parece... es extraviar los anteojos. ¿Cómo buscarlos sin
Hay dos escuelas básicas de exposición: la ver nada? Acabaré reconociendo el mundo a
del conferencista que produce el discurso a tientas. No busco excusas, soy sincero con us-
medida que lo dice y la del que se limita a leer. tedes, seguiré con la conferencia.
La primera es más original y emocionante Me interesa definir mi metodología. No pen-
pero más insegura. El que diserta sin guión saba leer; pertenezco a un género intermedio, el
fijo se mueve en la línea del vértigo. Puede del conferencista que improvisa a partir de un
perder la concentración y caer al abismo en la borrador. Necesito anotar el orden de los te-
siguiente frase. Nadie piensa en los riesgos del mas, las citas, los nombres escurridizos. Es un
conferencista, en el peligro de tener -de pron- poco como la lista del supermercado. ¿Habré
to y sin razón alguna-la mente en blanco, o de olvidado ahí los papeles? Esta mañana estu-
que un nombre se te escape como se me esca- ve ahí. Llevaba varias hojas, lo recuerdo bien,
pan los objetos. Cuando no son las llaves, es anotadas por Yola. Mi sirvienta pertenece a la
la cartera, o los papeles de la conferencia. escuela naturalista y cree que el mundo es des-
¿Dónde pongo las cosas? O mejor aún: ¿en criptible. Escribe más que yo. Eso no es raro;
qué pienso mientras dejo las cosas en un sitio? soy bibliotecario, no escritor. Ella es una con-
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sumidora obsesiva, que lee todas las etiquetas con ellos? Cuando busco un libro, tengo una
y conoce todas las marcas; su relación con la cita especial. Conozco el color, la textura, el
narrativa es torrencial. Yo camino por los pa- peso, la ubicación y la vecindad que tienen los
sillos del supermercado sin leer absolutamente libros que son míos. Olvido dónde dejé las lla-
nada. En ese sitio de temperatura controlada, ves pero detecto cualquier cambio en un libre-
más fresca de lo que me gusta, soy analfabeta. ro. Descubrí que Yola tenía sentido del humor
Me pregunto si Yola recorrería la biblioteca por la inocente broma que me hizo. Alteró
con la misma indiferencia. No lo creo; acomo- el orden de las novelas de Balzac. Tardé tan
da mis libros, conoce el orden alfabético. Me poco en descubrirla que no repitió la broma;
intriga ser más ignorante que ella en un cam- su astucia carecía de misterio ante un obsesivo
po ajeno, el de las conservas, los envases, las como yo. La biblioteca donde trabajo no pue-
cajas de cereal narradas. Tal vez tomé todos de ser dominada del mismo modo que la mía,
los papeles y los llevé al súper donde, en nin- pero sé adónde van sus rutas; no hay desvíos
gún momento, pensé en lo que tenía frente a raros ni ubicaciones imprevistas. Incluso los li-
los ojos. Estuve ante un indiscriminado uni- bros distantes o inconseguibles ocupan un ana-
verso de acelgas, detergentes, palmitos y car- quel imaginario.
ne molida. Seguramente ahí dejé mis apuntes. El supermercado es un misterio de otro
¿No es raro pasar dos horas en un sitio en tipo, una terapia de realidad que me interesa
el que apenas estuviste mentalmente? ¿Cómo por vía negativa: nunca podré pensarla. Se ex-
puedo deambular por los pasillos para encon- tiende, olorosa y colorida, sin interpretación
trar cada uno de los productos anotados, si no posible. Me hace bien recorrer esos pasillos
tengo una predisposición personal para dar donde todo me es indiferente.
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Me gustan más unos platillos que otros, Es un género en desuso. Hoy en día te
claro está, pero la compra es para mí una ope- puedes comunicar por Skype con un ocioso
ración neutra. He logrado, incluso, suprimir que debería estar dormido a las cuatro de la
la irritación por los precios. Sé que todo está mañana, en Australia. Es algo estupendo, lo
cada vez más caro, pero no me altero. Soy un sé, pero prefiero hablar en salas pequeñas, que
budista entre los vegetales, en dichoso olvido pactan con la discreción y sólo a veces alcan-
de mí mismo. Me hace bien esta terapia, reco- zan la cifra un tanto excesiva de diecisiete o
rrer un mundo que puedo no leer. dieciocho escuchas. No doy conferencias para
En el supermercado hago abstracción de las lucirme; no promuevo mi visión del mundo, y
etiquetas y sus urgencias narrativas pero las vo- acaso no la tenga. He leído a otros y me inte-
ces comerciales acaban llegando a mí. El otro día resa congregarlos. Se trata, seguramente, de
me hablaron a las ocho de la mañana para ofre- una manía de solitario, y también de un apren-
cerme un cripta en Mausoleos de la Piedad. Por dizaje; hay ideas que sólo surgen cuando ejer-
lo visto, califico para su programa de cadáveres citas tu cerebro ante los otros. La conferencia
a corto plazo. Un muerto joven, eso soy. La voz es un laboratorio mental; surge ante los oyen-
que me habló ya estaba muerta: "Esta llama- tes y el primer sorprendido es el que habla. Es
da está siendo grabada para su seguridad ". Así bueno que haya perdido los papeles.
dijo. Luego me ofreció una "tumba premium', Se quita el reloj. Lo pone sobre la mesa.
en cómodas mensualidades. Iba a decir un in- El tema de mi charla es la lluvia. Hoy en día
sulto pero me limité a colgar. Es lo que hago hasta un empresario habla de "lluvia de ideas".
a últimas fechas. Cierro los ojos, cuelgo, trato Las metáforas se abaratan. No hablaré de "llu-
de no oír. ¿Dónde diablos dejé la conferencia? via de ideas". Me interesa entender el agua
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imaginada por los poetas. Comenzaré lejos, la alta fantasía, pero el precio es perder los
en una Gruta del Origen, el Purgatorio, de lentes, la taza de café que se enfría en una
Dante. repIsa.
Después de contemplar el dolor de los ira- Cuando no estoy leyendo me eclipso con fa-
cundos, la gente irritable atrapada dentro de sí cilidad, me encierro en una nube, como si bus-
misma (con la que, dicho sea de paso, me iden- cara un libro.
tifico bastante), Dante habla de la función de La literatura es un lugar en el que llueve.
la fantasía. Incluso en los peores momentos y He dedicado buena parte de mi vida a colec-
en las más duras mazmorras, un impulso nos cionar chubascos literarios. No soy un profe-
permite escapar mentalmente, ascender, subir sor ni una eminencia, pero vivo entre libros
más allá de las rocas y los muros que nos encie- y me gusta compartir hallazgos. Me he que-
rran y llegar al cielo para extraerle algo. ¿Qué mado las pestañas buscando citas. La frase es
obtenemos gracias a la alta fantasía? ¡Llu- arcaica, lo sé .
via! El ser libre modifica el cielo. Extasiado, Es más vieja que yo, viene de cuando se leía
el que imagina se eleva. En consecuencia, se- con velas. Pero las pestañas de los grandes
gún Dante, "llueve en la alta fantasía", la zona lectores se siguen quemando. Ahora se que-
donde el poeta cambia el clima. man por autocombustión. Arden al advertir
Tal vez por eso se me escapan las cosas; no la lumbre de los textos. Apenas me quedan
llego a ser poeta, no puedo prestigiar mis ol- pestañas. Dirán que nunca las tuve. Falso: las
vidos diciendo que estoy pensando en versos, ofrendé corno ofrendé mi vista. Una biblioteca
pero algo me aleja de la realidad. Seguramen- es un banco de ojos. Aquí están las miradas
te soy más feliz en mi extravío, el lugar de que han donado los lectores.
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A veces la lluvia es aliada de mis conferen- Se dirige a alguien del público:
cias. En esta ciudad caen tormentas torrencia- Considérame un romántico, un iluso, pero
les. "Llueve como llueve Dios", decía Neruda: necesito al otro para decir algo que sólo se me
"como si saliera la lluvia por primera vez de su ocurre mientras él se acomoda o tirita en su
jaula". Él vivió en Birmania y conoció ahí otra asiento. ¿Quién soy yo para el despistado que
manera de la lluvia y del amor. Vivía con una trataba de protegerse de la lluvia con un pe-
mujer que dormía con un cuchillo bajo la almo- riódico y llega a la sala con un trozo de la sec-
hada y lo blandía en sueños. La pasión para ción deportiva embarrado en la mejilla? No
Neruda era una oportunidad de ser degollado. me conoce, no se interesa en mis asuntos, pero
Sólo así logró escribir Residencia en la tierra. incluso con esa persona puede surgir un vín-
(Pensativo.) Sí, a veces la lluvia sale de su culo . La conferencia es eso: un vínculo entre el
jaula. Hay gente que viene a oírme sólo por- que sabe y el que puede hacerlo, una transfu-
que allá afuera llueve y no se quiere mojar. Al- sión cerebral. No es un gran arte, reconozca-
gunos ya llegan mojados . Los he visto dejar mos la humildad del género. El conferencista
un charquito bajo su silla . Otros sólo vienen a volcánico, que cubre de fuego a los oyentes,
dormirse o por el vino que dan después (en es un fantoche. [Odio los alardes teatrales!
caso de que den vino, o ese líquido rancio, ser- Una buena conferencia revela las cosas poco a
vido en vasos de hospital, que produce cirrosis poco, no busca la originalidad a ultranza. Na-
instantánea). die descubre la penicilina en una conferencia.
Las conferencias son cónclaves casi secre- Es un género menor, pero permite que cier-
tos, no tienen rating, y sin embargo, hay algo tas ideas entren al corazón de los oyentes. Ojo
útil en hablar en voz alta. que no digo "la cabeza". Eso sería mucho pe-
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dir. Me conformo con que alguien sienta y su cen de autoría; sólo tienen portadores. Como
corazón lata de otro modo, aunque esté bajo los virus. La conferencia es eso: una trans-
un jorongo de tela burda, un rompevientos misión, un contagio. Hay charlatanes que se
amarillo o un suéter horrible. El corazón tiene creen elegidos por la peste y hablan como si
derecho a una sorpresa. pudieran intoxicar a sus oyentes. No es bueno
Bebe agua. ser tan grandilocuente. Las conferencias de-
El gran truco del conferencista: beber agua. ben ser virus soportables. Como mucho, pro-
Eso demuestra que está en dominio de la si- vocan estornudos. Para eso sirve que algunos
tuación, se siente cómodo: puede hacer una asistentes estén mojados.
pausa. Vivo entre libros. Conozco su circulación,
Pausa. la manera en que se ordenan, la dificultad pa-
Es un error esperar demasiado de una char- ra obtenerlos y preservarlos. Trabajo en una
la. No es un lugar la revelación mística. Aquí biblioteca. Una conferencia se parece al prés-
no hay sitio para el profeta o el genio de mi- tamo de un libro; quien habla es un interme-
rada suplicante. Se dictan conferencias por lo diario. Tal vez en el futuro todos los libros se
mismo que se planchan pantalones. Es algo descarguen en una tableta encendida y sus le-
que podría no hacerse pero resulta útil. No hay tras caigan corno una lluvia solitaria, tal vez
conferencias "de artista". El que habla ante soy uno de los últimos prestamistas que unían
una mesa propone un pacto; es alguien que a las personas a través de los libros. Supon-
presta lo que sabe. go que no seremos totalmente prescindibles;
¿Quién es el autor de un chiste o de un ru- no del todo. Los volúmenes impresos en papel
mor? Nadie. Los chistes y los rumores care- obligan a que las personas se conecten; pasan
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de unas manos a otras. Mientras haya necesi- ejemplares? Los rumiantes no deberían leer.
dad de encontrar otras manos, habrá libros de Me parece increíble que uno de los estóma-
papel. Lo más importante de los libros son las gos de la vaca se llame "libro". ¿Qué filólogo
manos que los entregan. (Pausa.) No debería veterinario perpetró esa ignominia? Masti-
hablar de eso. car y leer son actos antitéticos. Ahí están los
(Pausa.) He ordenado una biblioteca a lo ratones (ve a alguien en elpúblico): nuestros co-
largo de mi vida y los libros han desordenado munes enemigos. Por lo menos ellos son since-
mi vida. ros: mastican los libros, no pretenden leerlos .
Parece dirigirse a un espectador en especial: Bebe agua.
Te preguntarás si no he tenido la tentación Lo pondré de esta manera: no tengo voca-
de escribir un libro, si no he querido ser, tam- ción de chicle. No quiero embarrarme a la fuer-
bién yo, esa variante sublime del mamífero: un za a un libro. Si tuviera algo que decir lo haría,
autor. ¡Para nada! No necesito herrar un vo- pero no es necesario estampar mi nombre en
lumen con mi nombre como una res que va al un volumen. Mallarmé ya resolvió el asunto:
matadero. Porque eso es el mercado, no me di- "El mundo existe para convertirse en libro".
gan otra cosa. Un astrólogo que cura la me- Todo lo que nos rodea ya es un libro, y la bi-
lancolía con té de pelos de elote puede escribir blioteca es su resumen.
un libro más exitoso que un genio. El éxito es Mira el reloj sobre la mesa, lo toca.
la estadística de los cretinos. ¡Amo los libros! La conferencia es un género menor pero
No necesito quedar asociado con ninguno de en la cultura no hay tarea pequeña, eso pen-
ellos. ¿Saben cuántos chicles hemos encon- saba Alfonso Reyes, dueño de una biblioteca
trado en la biblioteca, embarrados en páginas majestuosa. Envidio la silla que tenía. Man-
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dó hacer un mueble para el lector absoluto. me. ¡Por favor! ¡Un poco de respeto a la ma-
Tenía brazos amplios, de madera pulida, con teria gris!
un atril para libros pesados y otro para libros La inteligencia sólo existe en estado suelto,
más pequeños. Incluía cenicero, reposava- espontáneo, no puede ser una pose.
sos, recipiente para lupas y una lamparita per- Parece dirigirse a alguien.
fecta. Su silla era un monumento a la inmovi- A ti te gusta la quietud. Tienes vocación de
lidad. Sin quietud no hay lectura. El que tenga adorno. Llegas, te instalas, y tu serenidad me-
hormigas en la piel que no se siente a leer. Per- jora el ambiente. No se trata de algo forzado:
dón por el rodeo, debería ser más franco. Esto no estás posando.
me afecta, más de lo que podría suponerse: el Pausa.
que tenga hormigas en el culo que no se siente El tema es la lluvia, ya lo dije. ¿Cuántas co-
a leer, que lleve de excursión a sus hormigas. sas cambian cuando el cielo se descompone?
Hay que estar fijo ante la página, mantener la Al mismo tiempo, todos los hombres somos
tensión: el movimiento de la mente exige que iguales bajo la lluvia . . . (Parece pensar en algo
se suprima el del cuerpo. ¡Pero no me vengan molesto, ve lospapeles sobre la mesa, tratando de
con poses de El pensador! Ésa es inteligencia recuperar control.)
para turistas. Rodin podrá ser un genio, pero La biblioteca ha sido amenazada por la llu-
me choca que haya creado ese arquetipo. Si via. Hubo una época en que tuvimos goteras
te fijas en esa estatua, todo en ella es común. y me acostumbré a leer con una cubeta lado.
Es el cuerpo de un pasajero de autobús, nada No fue fácil vencer ese sonido: "¡plif, plaf, plif,
del otro mundo, pero el puño en la barbilla plan" Las gotas caían como si fueran de ar-
(lo imita) quiere volverlo superior, casi subli- sénico. Un veneno rítmico: "[plif plan" Nos
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avisaron que sólo podrían impermeabilizar brindó a lo largo de numerosas páginas... El
cuando acabaran las lluvias. Me puse tapones goteo dejó de parecerme un veneno y se con-
en los oídos. Primero, unos de hule espuma, de virtió en algo triste pero bueno. "Lo que tiene
una textura y un color repugnantes: parecían de lágrima toda gota al caer", escribe Leopoldo
garbanzos radiactivos. No sirvieron de nada. Lugones, quien tuvo una auténtica muerte de
Luego usé unos de cera, que se amoldaban al poeta: se encerró en el Hotel El Tropezón, en
oído como una segunda piel. Eran tan buenos El Tigre, una zona de ríos cercana a Buenos
que se me incrustaron y acabé en el doctor. [Ir Aires, y se preparó una irresistible mezcla de
al médico por culpa de una cubeta de agua! whisky y arsénico. El placer y la muerte se
Bebe agua. mezclaron en su paladar.
Decidí adaptarme. Extrañamente, lo logré. Los poetas se liberan del mundo con la llu-
Un triunfo de la mente sobre la imbecilidad via y al mismo tiempo logran una melanco-
de lo real. Odio la meditación hueca: ¡no nací lía llevadera, la de un día nublado donde ni
para hippie! Pero logré suprimir el entorno, siquiera lo peor es completamente atroz. Cé-
ese lugar donde las secretarias comen galle- sar Vallejo imagina así su último suspiro: "Me
tas y los visitantes mascan chicle. El plif-plaf moriré en París con aguacero/ un día del cual
no desapreció completamente pero se convir- tengo ya el recuerdo". La tristeza que se puede
tió en un suave rumor de fondo: plif-plaf, el recordar es hermosa; el poeta anticipaba su fin
metrónomo de mi lectura. Cuando finalmente como algo ya sucedido e incluso recordado, un
acabaron con las goteras, casi extrañé el rui- jueves, bajo la lluvia, esa alta fantasía.
dito. La mente es indescifrable. A veces, en las Necesitamos sonidos que no interrumpan
noches, recuerdo la compañía que el goteo me pero acompañen, como el agua que cae. En
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cambio, el silencio absoluto me deprime. No una manera buena de ser triste. Los japoneses
podría leer en una cueva, como San Jerónimo. han utilizado esa imagen mejor que nadie. Su
Por eso la lluvia es buen tema: afecta al mun- literatura está filtrada por cortinas líquidas.
do sin acabar con él. ¿Hay algo más melancólico que esos paisajes
Podría haber empezado con la "Lluvia obli- llovidos y las tazas de porcelana donde un sa-
cua" de Pessoa, que cae con la discreción que el bio es retratado con una barba fluvial?
poeta tuvo en vida. Fernando Pessoa: alguien Una biblioteca es una lluvia que se detiene,
de voz baja, que vivía de prestado en una le- pero no por mucho rato. Los libros siempre
chería y murió como pidiendo disculpas. Lo están en movimiento. Hay que encontrarles
último que dijo fue: "Den me mis anteojos". Es acomodo. Llega uno nuevo y debes desplazar
la última voluntad de un lector. Quería leer en todos los restantes. No sé si he pasado más
el más allá. Prefiero esa frase al delirio eléctri- tiempo leyendo o moviendo libros. Tengo el
co de Goethe: "[Más luz!" ¡Un poco de modes- lumbago del erudito. No he leído tanto como
tia, por Dios santo! El mesías pide un rayo del esos expertos que saben todo de muy poco,
cielo; el auténtico poeta se conforma con unos pero la espalda me duele como a ellos. Paso la
anteojos. No critico a Goethe, pero la posteri- mitad del día agachado para leer y la otra mi-
dad, que suele ser cursi, le atribuye una frase tad agachado para acomodar. La acupuntura,
excesiva para un moribundo. La lluvia matiza el masaje y los analgésicos ya fracasaron en
las cosas, por eso a Pessoa le gusta que caiga mí. No hay forma de restaurar lo que la lectura
en diagonal. No es una lluvia enfática, des- arruinó en mi espalda. Pero hay males peores,
tructiva; cae con la timidez de lo que arruina no me quejo... Soledad era alérgica a los áca-
un poco sin estropear nada. Esa lluvia tiene ros, y los libros producen ácaros. También era
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alérgica a los ratones, y los libros producen prisioneros; los mantenía a raya con crueldad.
ratones. Supongo que en el fondo era alérgi- Su abuelo fue un jefe indio, en los desiertos
ca a mí. No he conocido persona más tiránica. del norte. Un chichimeca ilustre. La mirada de
Muchas veces me pregunto cómo llegué a Soledad había sido perfeccionada por genera-
aceptar su presencia. Yola trabaja de entrada ciones de chichimecas acostumbrados a man-
por salida. Lava la ropa, cocina, escribe la lis- dar. Esto no es sexy, lo sé, y sin embargo,
ta del mandado y se va. Soledad vivía con- cuando estábamos acostados la veía, iluminada
migo. Era imperial. Una chaparra imperial. por la lámpara que uso para leer, y su piel ad-
Medía lo suficiente para limpiar las primeras quiría un estupendo tono rojizo, infrarro-
cuatro repisas con su plumero. Todas las de- jo. Como las arenas de Marte. También me
más quedaban a mi cargo. Se quejaba de que gustaba su boca dura. La boca de una cabro-
yo no limpiara tanto como ella. Por eso tenía na impositiva que de pronto se relaja con una
la nariz llena de polvo. sensualidad que casi asusta. La fealdad puede
Al regresar a casa la veía con su plumero en convertirse en la virtud para quien sabe tole-
alto, como una estatua sanitaria. La contro- rarla. Apreciar su boca dura me hacía sentir
ladora de libros. Cuando la conocí admiré su virtuoso. Además, pocas cosas superan la ren-
determinación, su capacidad de orden, su tem- dición de una mujer que ha estado de malas
peramento recio, incontrovertible. Miraba con todo el día. Es una conquista superior, como
tal enjundia que pensé que ante sus ojos los li- descubrir un oasis después de atravesar un de-
bros se clasificarían solos. Y no me equivoqué. sierto. Soledad me brindaba ese efecto de con-
Ordenó los libros con una dedicación que sólo traste: un placer, largamente pospuesto, casi
puede tener alguien que los odia. Eran sus imposible, surgido de su pésimo carácter.
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Mi espíritu puede supnrmr las gotas de lo fue. Para no respirar el polvo se ataba un
agua que caen en una cubeta y puede anhe- pañuelo sobre la nariz, como una cuatrera del
lar el beso de una cherokee mandona que al Oeste. Llegó a dormir con él. Sufrió lo suyo,
fin se relaja, pero no pudo convertir a Soledad no lo niego. Había libros hasta en la coci-
en Dulcinea. El Quijote idealizó a una puta, na. Ella los repudiaba a todos por igual, con una
imaginándola princesa. Yo hubiera querido te- furia generosa. Nunca la vi leer un solo tomo.
ner el don opuesto, vulgarizar a Soledad, pero ¿Qué pudo ver en mí? Lo ignoro. Tal vez la se-
no siempre logré que se deslizara hacia lo ca- guridad que da alguien cautivo. Yo nunca iba
chondo. a otra parte, mi vida transcurría entre la bi-
Se dirige a alguien: blioteca y la casa, que es otra biblioteca; veía
Es una confesión íntima lo sé, pero lleva- poca gente, las rutinas consumían mi espal-
mos un tiempo compartiendo este espacio. da ... ¡Los libros que ella trataba como presos
Bebe agua. me tenían preso! Supongo que eso le gustaba.
Soledad y yo tuvimos un problema de co- Hay gente para todo.
rrección de estilo: donde yo quería una con- Un día estornudó y dijo que se iba. También
junción copulativa, ella ponía una adversativa. la seguridad cansa. Soledad quería ver el mun-
Era tan fría y estaba tan abotonada -así: hasta do. Había comprado un boleto para Alaska.
el cuellito- que me excitaba imaginarle un Nunca sospeché en ella ese apetito de morsas
frenesí sexual. Su dureza pudo más que mis y glaciares. De hecho, nunca le sospeché na-
mañas. Al final, me conformé con lo que anun- da. "¿Quieres que vaya contigo?", pregunté,
ciaba su nombre. Nomen est omen, decían los temiendo que dijera que sí. "Por supuesto que
latinos. "El nombre es destino." El de Soledad no", fue su respuesta. Dejó la casa en perfecto
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orden y no se llevó nada. Bueno, sólo se llevó desodorante para pies. Leía, en un limbo per-
el plumero. fecto. Caía dentro de mí mismo, pero una mu-
- No lo pasé tan mal en su muda presencia. jer cherokee estaba subida en una silla.
Además, me preparó para otro encuentro, jus- Los libros me borraban el entorno; en cam-
to lo contrario a lo que ella fue. (Pausa. Abs- bio, Soledad estaba inmersa en lo real. Per-
traído.) No sé si deba hablar de ella. i El tema es cibía todo con agudeza, como ese personaje
la lluvia! Divago demasiado, ¿pero qué es una que "oía toser a las moscas". Aterrorizada por
conferencia sino una divagación organizada? el ratón, mandó una mosca a mi silla de lec-
Pausa. Cambia de tono, ahora decepcionado: tor. Los insectos la obedecían. Tenía ojos de
Recuerdo el momento en que Soledad me fumigadora . El caso es que una mosca zum-
amenazó con destrozar un libro. Me había bó en mi oído, desvié la vista y ahí estaba
estado llamando para que fuera a cenar, pero ella, dando alaridos. Pero eso es lo de me-
no la oí. Nunca la escuché demasiado. Esa no- nos. Había tomado los Escritos de combate de
che, un ratón tuvo a bien asomar sus orejas en Rousseau y amenazaba con arrancar una pá-
nuestra sala. Soledad subió a una silla y gri- gina. El hombre que tuvo que huir en un ca-
tó, como sólo puede hacerlo la hija de un gran rruaje a causa de sus escritos, el mártir de la
chichimeca. Todos los ácaros que había traga- libertad, condenado por el poder autoritario,
do en esa biblioteca salieron de su garganta. el insigne Juan Jacobo, iba a perder una hoja
Tampoco entonces la escuché. Estaba en otra en la tiranía de mi propia casa. Soledad había
vida, en la plenitud de lo que es imaginario. pellizcado la página con un gesto de rabio-
En ese momento no tenía vecinos, no había so desdén, el inconfundible gesto de quien se
necesidad de pagar la renta, nadie anunciaba dispone a arrancarla. Los Escritos de combate
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iban a perder una batalla. Me abalancé sobre (', lá ese rostro que no podía ver y del que que-
ella, la tiré de la silla, rodamos por el piso, me r 11 huir, el rostro de mi padre, odiando a los
mordió una oreja con una habilidad que segu- (h'más pero sobre todo odiándose a sí mismo,
ramente se adquiere en los desiertos y me lla- in saber qué hacer, adónde ir, hundido en la
mó "cobarde". Yo había preferido defender un cocina mientras su familia ya dormía. Nunca
libro que defenderla a ella. Entonces explicó hablé con él, no supe hacerlo.
que teníamos un ratón. "¿Por qué no lo dijis- Ordeno una biblioteca. Doy conferencias.
te?", pregunté. "Llevo media hora gritando", unca pude hablar con mi padre. Supongo
contestó. Nuestra relación no tenía sentido. que todo se conecta.
Mientras tanto, el roedor desapareció sin ser El silencio de Soledad no era tan grave, no
detectado por mis trampas. d .bía ser roto. "Me gustas cuando callas por-
Soledad me llevó a un desconcierto que no que estás como ausente", otra vez Neruda, que
sentía desde que entré a la cocina de niño y entendió la vida como un naufragio hacia den-
percibí la presencia de mi padre en la oscuri- tro. Tengo buenos recuerdos de Soledad, pero
dad. Estaba ahí, sentado, sin encender la luz. Y el ratón nos acercó de un modo equivocado.
nadie podía hacerlo. Rumiaba algo en silencio. Parece dirigirse a alguien del público.
Odiaba a su jefe, odiaba el trabajo de cargador Como tú, odio los ratones, aunque quizá a ti
que le destruía los brazos, nos odiaba a noso- te divierten más. No sé si deba decirte esto, se
tros. Aunque me acostumbrara a la oscuridad trata de algo personal que quizá viviste en al-
no podía verle la cara, tal vez porque temía ver guna de tus vidas -a fin de cuentas todos lleva-
su gesto de odio y frustración. A veces pienso rnos varias vidas-o El pleito físico con Soledad
que al fondo de todos los libros que he leído me predispuso a un asalto salvaje por la noche .
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El sexo de reconciliación es más intenso que el jar sin gracia mientras que a una mujer la llu-
sexo por acuerdo. Pero ella se había blindado. via siempre le otorga algo, una especie de
No usaba piyama. Se enrollaba en una man- bautizo. Conocí a Laura con el pelo mojado.
ta como una cherokee amortajada. Esa vez no Sonreía, como si no le importara haberse em-
hubo forma de desenrollarla. Tensa, inmóvil, papado. El pelo -negro, húmedo-ele caía sobre
sufría por dentro, con gran autocontrol. En el rostro como una planta. Le ofrecí un pañue-
cambio, yo salí del pozo de la lectura, me peleé lo. Pertenezco a la última generación que sa-
con una apache, sentí su mordisco en la oreja y lió a la calle con pañuelo. Le tendí el pañuelo,
quise copular con ella. ¡¿Qué clase de primate venturosamente limpio, y ella lo pasó sobre su
soy ;JI
.. pelo con suavidad, como si tocara una sombra.
No siempre he amado de ese modo. El ca- Laura había ido a la biblioteca a revisar la
rácter es tan variable como el clima. He teni- sección de textos restringidos, recomendada
do encuentros en una atmósfera distinta. por el Gordo Mendívil. Me gustó que alguien
"Todos nos reservamos algo para una tarde que se conducía con la delicadeza de un espec-
de lluvia." ¿Dónde leí eso? Debería incluirlo tro quisiera asomarse a un libro muy pesado,
en la conferencia. En realidad, la cita es otra: de hojas tan gordas que parecían hechas de
"Él aprovechó lo que toda mujer se reserva piel. La vi pasar las páginas, páginas tan anti-
para una tarde de lluvia". Pertenece a un autor guas que parecían pellejos. "¿Puede un ángel
inglés, estoy seguro. En Inglaterra llueve mu- desollar un cuerpo?", me pregunté. Me había
cho; ahí los arrebatos de las mujeres dependen enamorado de ella.
de las nubes. Supongo que eso también afecta Sucedió corno en un pasaje de Cortázar:
a los hombres, pero un hombre se puede mo- "Lo que mucha gente llama amar consiste en
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elegir a una mujer y casarse con ella". Fue lo académico donde el más inculto de sus cole-
que ocurrió con Soledad. Nos elegimos como gas traducía del griego clásico. Tuve la suerte
se eligen prendas de ropa. "A Beatriz no se la del despistado; caí a sus pies cuando le llevaba
elige, a Julieta no se la elige", dice Cortázar: unos tomos virreinales. Me vio en el suelo y
"No elegís la lluvia que te va a calar hasta los me dirigió una sonrisa avasallante.
huesos cuando salís de un concierto". Al ver a Era bastante joven pero su vista ya se había
Laura sentí eso. No elegí: amé. Llovió encima debilitado con la lectura. Cuando se quitaba
de mí. los lentes me miraba como si yo fuera un pez
Me sentí tocado por un halo luminoso. Un en un acuario, un pez pegado al vidrio, que
resplandor despertó en mí insospechadas ener- trataba de nadar hacia ella. Me gustaba cómo
gías. ¡Amanecí, señoras y señores! Para en- me veía sin enfocarme, aislado en mi pecera.
tonces, ya hacía mucho que Soledad se había Parece dirigirse a alguien en el auditorio:
ido con su plumero. La miraba como tú la hubieras mirado.
Pregunté el nombre de la diosa. Se llamaba Laura me eligió como se elige un libro en
como la musa de Petrarca. Esto me pareció una una biblioteca. Ignoro si me escogió por el tí-
señal, aunque todo me hubiera parecido una se- tulo, el lomo, la portada, la tipografía o por mi
ñal. El amor es un intérprete obsesivo. ubicación entre otros libros. No sé qué clase
Ahorraré los pormenores de mi nerviosis- de texto fui para ella. Una tarde definitiva me
mo. Baste saber que la torpeza se puso de mi llevó a un hotel cercano, con esta frase prome-
parte. Tropecé, tartamudeé, me rasqué la cara tedora: "Si no te parece suficientemente sórdi-
de un modo que a ella le resultó encantador. do, buscamos otro".
Fui vulnerable. Laura venía de un santuario Bebe agua.
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Fui su rehén amoroso. Con ella conocí una sabe algo único. No soy una figura del pensa-
dicha corporal que no creí que me estuviera miento; tampoco soy un atleta que despierta
destinada. "Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene aguerridos entusiasmos corporales. Ignoro 10
manos tan delicadas." Un verso de cummings. que ella vio en mí, pero sólo deseaba una re-
¡Cómo me gustaría sentir ahora esas manos lación física. "Fuera del organismo, nada", así
en mi espalda! Manos como una caricia de me dijo.
agua. Es posible que mi torpeza le haya parecido
Aprendí a amar sus gestos. Cuando sus de- una forma de la sinceridad. Estaba harta de la
dos reposaban sobre una mesa, no había otra sublime pedantería de sus colegas. Ante ella,
forma de tocar una mesa . Los movimientos mi cuerpo reaccionaba con la franqueza del
que en los demás eran comunes en ella consti- que ama. Nuestro acuerdo táctil era perfecto,
tuían un absoluto, un dogma de la perfección. y no quiso nada más.
La veía atarse la trabilla del zapato o doblar No aceptó ir a mi casa. Jamás fuimos a un
un klínex como quien contempla una anuncia- restaurante ni paseamos por un parque. No su-
ción. La amé con una intensidad desconocida, pe las deliciosas cosas que saben los amantes.
que no me da vergüenza confesar. Ignoré el sabor que más le gustaba, las cucha-
Pero yo sólo le interesaba parcialmente. No radas de edulcorante que usaba para el té.
soy un hombre apuesto y carezco de ese mag- Me decía cosas vagas de su pasado, que no
netismo indescifrable que se llama "carisma". alcanzaban a ser anécdotas.
No era una chica que pudiera deslumbrarse Un día comentó: "Nuestros encuentros
con yates o mansiones, pero sí admiraba las son mágicos. ¿Para qué quieres que sean nor-
posesiones intelectuales, el prestigio del que males?"
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¿Qué podía expresar mi estado de ánimo? In que yo no tenía secretos. No quería asomar-
Un verso de Verlaine: "Llueve en la ciudad '(' a mis defectos, conocer mis neurosis, abrir
como llueve en mi corazón". Sí, mi corazón llo- una ventana a mis caprichos. Intuía que sólo
raba. Es una frase exagerada, lo sé. También t1guien con una mente muy revuelta podía te-
es verdadera. El amor tiene una sed de absolu- ner mi cándida torpeza corporal, mi desorga-
too No me refiero a su carácter posesivo, sino a nizada manera de lidiar con sus botones. No
la necesidad de compartirlo todo y conocer al quería conocer las aguas turbias que explica-
otro, hasta donde eso es posible. ban mis encantadores temblores físicos. "Fue-
El Gordo Mendívil me había acusado de tra- ra del organismo, nada", ése era su lema.
tar a Soledad como a una sirvienta. ¡Ella era Yo no podía rebatirla. Admito que no siem-
mi tirana! Su incultura no le impedía domi- pre soy agradable. Tengo manías y me irrito
narme. con facilidad. La mayoría de la gente me cae
Laura me sometió a un castigo refinado. Una mal a priori. Odio la ignorancia y desconfío
tortura deliciosa, insoportable, la tortura de de los que creen saber. Me cuesta trabajo des-
la dicha a medias. Me daba un placer extraor- hacerme de mis ideas fijas. No puedo ver a un
dinario pero siempre parcial. En cambio, ella hombre en huaraches. Si es un campesino, lo
estaba satisfecha. Lo poco que yo le daba le respeto. Si no, siento una repugnancia sólo su-
parecía suficiente. ¿Quería demostrar que perada por la contemplación de unos huara-
también un hombre puede ser un objeto del de- ches con calcetines. Me gustan los pies de las
seo? No, estaba lejos de esa simple revancha mujeres pero detesto la aparente soltura del
feminista. Deseaba, así me dijo, permanecer en hombre que desnuda sus dedos. Hay demasia-
mi zona verdadera, mi zona de sinceridad, en das cosas que no soporto. Si alguien corta el
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espagueti con cuchillo, estoy a punto de enca- bro. Laura, que celebraba mi organismo y que-
jarle el mío. ría desconocer mi interior, había usado una
No soy ameno. No sé hablar de películas ni cita literaria. Pertenecía a una novela de Ledo
puedo contar historias de mis viajes. En- Ivo. Ahí, una puta decía: "Fuera del organis-
tre otras cosas porque no voy al cine ni hago mo, nada". Su profesión se definía por no ver
vIaJes. a sus clientes fuera de la cama . No pude aso-
Para ser aceptado, el mal carácter necesita ciarla con mi amada. Sus causas para separar
tener autoridad. Se acepta, e incluso se espe- la mente del cuerpo tenían que ser más com-
ra, que el gran pensador o el artista convul- plejas.
so sean personas desagradables. Su exaltada Se había dado el lujo de usar una cita para
sensibilidad no puede estar de acuerdo con mantenerme lejos de su mundo interior. Me
el mundo. Pero no soy un genio; mis manías pregunté si otras de sus frases -acaso las que
son las de alguien que piensa demasiado sin parecían más sinceras, producto del éxtasis fí-
que eso sea original. Laura conocía mis tor- sico- serían notas de pie de página.
pezas llevaderas, las del bibliotecario que usa Laura era un libro que yo abrazaba sin
los libros para tropezar con ellos, no quería comprender su significado. Un libro único,
entrar en los oscuros pasillos de mis ob- valiosísimo, escrito en una lengua desconoci-
sesiones. da. No formar parte del resto de su vida me
"Fuera del organismo, nada." La frase abo- hacía sentir que poseía un libro indescifrable.
rrecible me persiguió durante nuestra rela- No me bastaba su cuidada encuadernación en
ción. Hasta que un día, un día de lluvia, para piel, su tipografía atractiva, sus ilustraciones
ser precisos, encontré esas palabras en un li- en miniatura. ¡Quería leer a Laura!
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¿Otros sí podían hacerlo? Sentí celos inde- sin evidencia. En un hombre público, la gor-
cibles de la persona capaz de conocer sus re- dura produce un respeto que se perfecciona
cuerdos, sus historias, sus chismes. con una calva. Un cráneo pulido otorga ma-
El Gordo Mendívil la había recomendado jestad. Anhelo esa combinación qu~ en círcu-
conmigo. Lo fui a ver con el pretexto de reco- los más limitados se considera defectuosa: la
ger unos libros que le había prestado. En es- calva y la gordura.
te país, quienes leemos en serio acabamos por El Gordo Mendívil perfeccionaba su figura
conocernos tan bien que nos tememos. No es con un tercer defecto: un parche en el ojo. Mi-
fácil prestarle libros a alguien que los ama lo raba como un cíclope. Concentrado, exigente.
suficiente para no devolverlos. Entre perder Además, el Gordo era premiable. Daba gusto
una amistad y perder un libro, cualquier bi- darle algo. Salía en las fotos con una felicidad
bliófilo prefiere perder una amistad. contagiosa, como una morsa sagrada. Junto a
El Gordo me recibió en su estudio, con un él, los demás parecíamos homúnculos.
whisky de dieciocho años del que, avaramen- Fue un erudito que logró ocultar 10 que sa-
te, sólo sirvió unas gotas. Siempre he querido bía. Hablaba doce idiomas y logró guardar
ser gordo. Se trata de un anhelo frívolo, lo sé, silencio en todos ellos. Le decían el "último hu-
pero admiro a los hombres que administran manista", no por lo que escribía sino por la ne-
sus carnes con satisfacción y adquieren una cesidad de que alguien sea el último en su gé-
contundencia que no admite discrepancias. Un nero. Mientras más engordaba, más delgados
gordo culto convence más fácilmente que uno eran sus libros. Generaba una paz extraña.
enjuto. La gordura parece una asimilación del Era como un libro de consulta. No había ne-
saber; en cambio, los flacos absorbemos cosas cesidad de revisarlo, pero era bueno que estu-
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viera ahí. Su sola presencia otorgaba confianza gustaba usar ese verbo esnob, innecesario en
en el saber. un gordo relleno de cultura-o Hay muy pocos
Su destino culminó en la más alta actividad ejemplares de esa versión. Yo tengo uno de
cultural que ofrece esta ciudad: fue velado en los diecisiete tomos. La edición se limitó a mil
Bellas Artes. Siempre dijo que Bellas Artes ejemplares, con el compromiso judicial de no
era la funeraria más exitosa del país. Sabía que reimprimirse. Yo cambié la modesta casa de
acabaría ahí, en un ataúd extragrande. mi padre por ese volumen. El sitio donde lo vi
Cuando lo fui a ver para hablar de Laura sufrir en la oscuridad se transformó en ese río
aún le quedaban cinco años de vida. "Lauri- de historias que desafían la muerte. Fue algo
ta se ha prendado de ti", dijo antes de que yo excesivo para mí, el Gordo lo sabía. Me lo pi-
sacara el tema. "Ten cuidado. El amor es una dió prestado para tentarme, para saber hasta
caída que produce raspones. "Io fall in loue', El dónde podía llegar mi afecto.
que ama cae. Aunque supongo que tú más bien Le debía muchos favores -el trabajo en la
tropiezas", sonrió con la plenitud que sólo pue- biblioteca, centenares de libros de su colección
de tener un obeso. que me ha permitido tener por meses en mi
¿Laura le había dicho algo de mi nerviosa casa-, negarme hubiera sido un agravio.
conducta? Me pareció, más que nunca, una mu- Sentí un tirón en el vientre cuando dijo que
jer escrita en arameo, la mujer que yo no po- deseaba conservar Las mil y una noches de Bur-
día leer. ton algún tiempo más. Antes de despedirme
Mendívil me devolvió los libros menos uno, me previno: HA tu edad es arriesgado echar
Las mil y una noches, en la versión del capitán una cana al aire. Laurita ha destruido muchos
Burton, que aún estaba "compulsando" -le corazones". La verdad es que comenzaba a
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arrancar el mío, como una sacerdotisa azteca. color miel se llenaron de lágrimas. Mi sim-
Nuestra felicidad era perfecta pero yo quería plicidad la había conmovido. Le costó trabajo
algo más. Me molestó que el Gordo supie- -ncontrar algo que decir. Finalmente pronun-
ra cosas de ella y adivinara o incluso estuviera ció unas frases que había memorizado. Con
informado de nuestro romance. toda calma, citó: "No se puede tener lo de hoy
¿Qué necesidad tenía Laura de marcar ese y lo de ayer, no se puede ser a la vez quien se
límite infranqueable? ¿Por qué no podía pasar ha sido y quien se es. Hay que escoger. La fe-
yo a la otra parte de su vida? licidad ha de ser una . No puedes tener el sol. ..
Pausa . Mira el reloj. y la luna".
Decidí confrontarla pero tardé en hacerlo. Yo quería una felicidad, ¡con ella! Se lo dije,
Su belleza me dejaba sin argumentos. Sus ojos mojando sus dedos delgados con mis lágrimas.
me obligaban a darle la razón. No quería per- "Eso sólo puede perjudicarnos", comentó. "¿De
derla. Jamás le había visto un arrebato ni un veras quieres que yo sepa cómo eres?", me aca-
ataque de ira. Ante mí había sido emocional- rició el pelo.
mente perfecta. Ignoraba lo que sería capaz de Tenía razón: yo quería poseer sus histo-
hacer en caso de que yo la hartara. Finalmente rias , pero era mejor que ella no conociera las
me decidí. Desesperado, miré las sábanas re- mías. Cada vez que se me acaba el jabón guar-
vueltas en nuestro cuarto de hotel y hablé con do en una caja de plástico el último trocito,
la fuerza interior de un burócrata cualquiera: que ya no limpia nada. Al cabo de unos meses
"No quiero una relación mágica. Quiero una mojo todos los trocitos y con ellos hago un ja-
relación normal". bón grande y amorfo, no muy agradable, con
Me vio de un modo maravilloso. Sus ojos el que me ahorro unos pesos. Laura no tenía
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por qué saber eso. Lo reconozco: no puedo ser No me extrañó que se dirigiera al campus
agradable a cada rato. de la universidad. Se estacionó en una zona
Salí devastado del hotel. Estuve a punto de para profesores, bajé del taxi y la seguí a lo
llamar a Mausoleos de la Piedad para aceptar lejos, Vio su reloj y sonrió. Había llegado an-
la cripta premium que me habían ofrecido. Me tes de lo previsto. Se sentó en una banca, bajo
sentí tan mal que no traté de encontrar la cita un árbol frondoso, y sacó un libro. ¡Las mil y
de Laura en un libro. La busqué en Google, una noches, en la versión de Burton! El Gordo
ese laberinto de los desesperados. Las pala- Mendívil se lo había 'prestado, por eso aún no
bras eran de Ramuz. En Historia del soldado, me lo devolvía. Además de bibliográfica, ¿la
el protagonista le pide dos felicidades al diablo relación con mi amigo también era táctil? No
y ésa es su ruina . lo creo, necesito no creerlo.
Por lo común, dos felicidades se asocian Para tranquilizarme, para no tocar fondo en
con dos personas. Laura era distinta: no que- la locura, para mantener un anhelo, pensé que
ría que yo le pidiera dos felicidades a la mis- ella quería conocerme de otro modo. La vida de
ma persona. A partir de ese momento enlo- los gustos compartidos que me había vedado
quecí. hasta entonces podía llegarle a través de ese vo-
Mi ruina, por supuesto, fue un libro. Decidí lumen, el más codiciado de los míos. Leer eso
seguirla sin saber que ese largo itinerario me era una forma de quererme. ¿Por qué no me
llevaría a algo de mí mismo. Ella tenía un co- preguntaba mi opinión? ¿Por qué no me pedía
che pequeño, de inspiración japonesa, que ma- el libro? ¿Por qué no podíamos leerlo juntos?
nejaba con temible celeridad. Me costó trabajo Pasé varias noches en vela antes de nues-
seguirla en taxi. tro siguiente encuentro. Cuando nos vimos
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yo tenía ojeras de poeta ultraísta. Me costó limpiar sus lentes como la música más afor-
trabajo pasar por los protocolos del deseo. Mi tunada.
pasión carnal disminuía. Vi el techo de ese ¿Qué sabía ella de mí? ¿Podía intuir mi per-
triste cuarto de hotel, manchado de salitre, y sonalidad a partir de lo que veía en mí, mi em-
mencioné el libro que no me había devuelto el pleo en la biblioteca, el temblor de mis manos
Gordo. "Me interesa lo bueno de ti", dijo ella, ante su sonrisa, la predisposición a quererla
en forma enigmática. como sólo puede hacerlo quien le imagina per-
Mientras más angustiado está un amante, fecciones?
más vanidoso se vuelve. Necesita hacerse pre- Insistí en hablar del codiciado libro que ella
sente en cada gesto de la amada. Con gratifi- tenía: "Cada noche, Sherezade cuenta una his-
cante egoísmo, pensé que leía los libros que yo toria para ahorrarse la muerte; nosotros vi-
le daba a Mendívil para conocerme mejor. Se vimos nuestras noches para ahorrarnos una
trataba de obras maestras, una afición que no historia", le dije. La frase era pomposa y téc-
podía perjudicarme. ¿Por qué no me las pedía nicamente falsa: nos veíamos de tarde, no de
directamente? noche, pero admitir eso hubiera arruinado el
Mis ideas se movían en péndulo. De pronto efecto de contraste. "Si eres feliz no necesitas
pensé otra cosa: lo "mejor de mí" eran los li- una historia", respondió ella: "Déjale eso a los
bros, no mis comentarios sobre ellos. Por eso no que tienen que salvar su vida y compensan
los discutía conmigo y ni siquiera me los pedía . sus dolores contando cosas". Rodó sobre la ca-
Yo oía su brusca respiración cuando dormi- ma y me vio a los ojos: "¿Te gusto?", preguntó.
taba entre mis brazos, el chorro de su orina en Era obvio que me gustaba pero por primera
el baño, el soplido de vaho que arrojaba para vez me pareció egoísta, presumida, segura de
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sí misma. No supe entender que si atesoraba Me aferré al paraguas como a un talismán
sus gestos y sus ruidos minuciosos era, pre- y fui a su casa, en un barrio apartado. Si la tra-
cisamente, porque no le conocía nada más. vesía hubiera sido más corta, habría llegado
Esa tarde infausta imaginé otra posibilidad: con menos especulaciones en la cabeza.
quizá no fuera tan perfecta, quizá tuviera cua- Una ventana estaba encendida. La ventana
tro hijos -uno de ellos con labio leporino- a del destino.
los que descuidaba por retozar con un biblio- ¿Puede alguien resistirse a un resplandor
tecario. ¡Yo era la prueba de su imperfección! enmarcado en la oscuridad? Ya imaginas
¿Qué otra evidencia necesitaba? lo que hice: me asomé a donde no debía. Vi lo
Esa tarde ella olvidó un paraguas en la habi- peor que podía ver: Laura era feliz, lejos de
tación. Un paraguas negro, como tantos otros, mí, junto a alguien que a todas luces la quería.
que la circunstancia volvió fúnebre. Conocía esa expresión de dicha porque ella
Dejó el cuarto de prisa porque tenía que dar la usaba conmigo. Laura sí tenía dos felicida-
una clase. El paraguas quedó en un rincón, co- des, pero ambas debían estar a la mitad para
mo un pasaporte a su otro mundo. Quise de- existir; no debían unirse, y yo lo había hecho .
volvérselo. Lloré, enjugando mis lágrimas en el para-
Fui a la facultad y pregunté por ella. Me guas. Al cabo de un tiempo comenzó a llover
atendió una mujer con anteojos de fondo de bo- y el agua cayó sobre mí como en un poema
tella, alguien que podía simpatizar conmigo. de Eliseo Diego, "como un ajeno llanto por mi
Le sorprendió que un bibliotecario se tomara cara".
el trabajo de devolverle algo a una investiga- Regresé, pisando charcos, con el paraguas
dora. Me dio su dirección. cerrado. Cuando ya era innecesario, lo abrí.
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Fui a casa de Mendívil. "Laura olvidó esto", el hombre que podía quererla a condición de no
le tendí el paraguas. estar ahí. Entendió que yo había roto elpacto;
Cuando murió, sus libros fueron donados a la había traicionado. "Hay que escoger.La fe-
la biblioteca donde trabajo. Es uno de nuestros licidad ha de ser una." No aprendí la lección.
mejores fondos. Estuve encargado de clasifi- Laura recogió el paraguas en casa de
carlo. El primer volumen que busqué fueron Mendívil, sin la menor sorpresa ni preguntar
Las mil y una noches, en la versión de Surtan. quién lo había llevado ahí. El Gordo me lo
Ahí estaba. Pasé mis manos sobre las páginas dijo, entornando los ojos como un erudito que
que recibieron las adoradas caricias de Lau- sabe "algo más".
ra. Tenía derecho a recuperarlo, pero hubiera Ella no volvió él la biblioteca. Al día siguien-
sido difícil explicar que ese ejemplar era mío. te de la desdichada visita a su casa, un mensa-
Prefiero que esté en la biblioteca, aguardando jero llegó a verme con una cesta en la que
otros encuentros. estabas tú. "Para tus ratones", decía una nota,
No volví a ver a Laura, Bruno. Supongo que firmada por Laura, con la ele líquida que tan
me descubrió en su casa, asomado a la venta- bien trazaba.
na, porque tampoco ella quiso saber de mí. Me Eras un gatito precioso, color café con leche,
quedé demasiado tiempo bajo la lluvia, empa- con un moño rojo y un cascabel en el cuello.
pándome, sin abrir el paraguas. Tal vez ella se Laura supo que serías mi compañía perfecta.
asustó al ver una mancha rosácea junto al cris- Te he visto teclear en la computadora cuando
tal mojado, un molusco bajo la tormenta. Qui- me descuido, con displicencia de sabio chino.
zá en un principio pensó que yo era un ladrón Una vez llenaste toda la pantalla con elnúme-
o un pervertido y luego supo que era algo peor: ro siete, que no conoces pero intuyes. Te he
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visto pasar por las mejores repisas de la casa, acércate: eres mi oportunidad de acariciar al
escogiendo siempre zonas ilustres del librero. tigre." Son palabras de José Emilio Pacheco.
Te he visto ronronear satisfecho mientras leo Alguien subrayó esos versos en la bibliote-
y has tenido la enorme discreción de no traer- ca. A veces pienso que fue ella. Dejó una ele al
me nuestros comunes enemigos, los ratones margen, una ele líquida. Laura quiso ser acari-
que seguramente cazas. Te he visto salir de ciada sin que yo tocara lo que llevaba dentro,
noche rumbo a tu otra vida, que no necesito su posibilidad de tigre y garra y sangre y des-
conocer, y regresar con el pelambre descom- trucción.
puesto sin que eso implique una tragedia ni Tal vez exagero, Bruno. Los lectores somos
me motive a hacer preguntas. Te he visto be- exagerados, muchas veces inventamos asocia-
ber mi taza de leche, yeso me gusta. No sabes ciones. Después de todo, no es necesario justi-
que eres mortal y que la felicidad debe ser una, ficarte, nunca lo ha sido.
pero no necesitas saberlo. Me gusta que te detengas a escucharme,
Cuando no estoy en casa ocupas mis espacios. quieto como un adorno. Quería darte una con-
Lo sé por los pelos que dejas en el sillón y en- ferencia pero he perdido los papeles. A veces
cima de mi almohada. Y cuando estoy aquí me es bueno no encontrar las cosas. ¿Qué sucede
recuerdas quién te trajo. Algo de Laura vive cuando encuentras un paraguas, Bruno? No te
en ti. Eres la vida que no pude atrapar en ella. gusta mojarte. A mí tampoco. Llueve mejor
Me gusta decir tu nombre: Bruno. Lo pro- en la imaginación. Algunos poetas han sabido
nuncio y sé que no hay ratones y que no es- desarreglar el ciclo. De eso tratará mi confe-
toy solo, aunque no te vea, aunque tardes en rencia, cuando finalmente pueda darla.
llegar con tu elegancia silenciosa. "Ven gato, El tema, ya lo sabes, es la lluvia.
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Confere ncia sobre la llu via aborda una situación teatral por
excelenci a: hablar en público. Un confere ncista extravía sus
apuntes y el nerviosismo lo lleva a decir cosas imp ensad as.
El tema de la charla es la relación entre la lluvi a y la poesía
amorosa. En el vértigo de la improvisación , el protagonista
habl a de sí mismo pero no abandona su propósito original;
a su mente acud en los poetas qu e han cambiado el clima
con sus versos. De manera fascinante se mezclan dos
formas del discurso: la confere ncia y la confesión.
Protag oni zad o por un bibli ot ecario, este mon ólogo
escri to por Ju an Villo ro es una honda y mu cha s veces
iró nica reflexión so bre la vida de los libros y las emoc iones
qu e despi ertan . U na bibl ioteca es una colección de amores,
repudios, sos pec has y nostal gi as, por lo qu e dicen s us
volúmen es, per o también por el modo en qu e han sido
leíd os.
Confere ncia sobre la llu via depara una so rpres a final:
el destinatario de la cha rla. Si un libro dep end e del lector,
una confere ncia depend e del públ ico. La voz tien e se n tido
si algu ien la oye. M ist eriosam en te, también defin e a qui en
la oye. Esc uchar es se r in te rpretado.
Un confere ncista habla en esce na. Ha perdid o s us
pap eles y sus palabras se precipitan. Mient ra s tan to,
una pr esen cia sig ilosa lo esc ucha co n el azoro qu e pr ovoca
la caída de la lluvia.
ISBN: 978-607-411-126-2
I
9 786074 111262
~
Almadía