Cuadernillo - Unidad 1 - Introducción A La Filosofía
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“Introducción a la filosofía”
Hay preguntas vitales que nos interpelan. Hay respuestas existenciales que
buscamos con fervor. Estas dos situaciones nos pueden generar diversos estados
interiores: temor, ansiedad, soledad, entusiasmo, curiosidad, inseguridad, etc.
¿Qué somos? ¿Qué queremos? ¿Para qué existimos? ¿Cuáles son las
cosas más importantes de la vida? Estas son algunas de las preguntas más
profundas. Las mismas pueden parecer extrañas e incontestables. O bien,
principales y fundamentales.
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La filosofía apareció como fruto del asombro que produce la realidad. El
asombro filosófico sólo se puede lograr desde una actitud contemplativa. Solemos
ser pragmáticos. Observamos al mundo en función del uso que de él podemos
hacer. Por ejemplo, en la agricultura, valernos de la naturaleza como un recurso
económico. Utilizar muy bien un recurso natural no significa que sepamos lo que es.
De hecho, se suele maltratar o idolatrar a la naturaleza. Esto expresa la falta de
conocimiento esencial de la misma.
El asombro filosófico ocurre cuando nos maravillamos con las cosas. Nos
llaman la atención de una manera nueva porque vemos su interioridad esencial. La
interioridad esencial de las cosas es invisible a nuestros ojos pragmáticos. La
mirada filosófica es una mirada que sólo se interesa por la cosa en sí, no por la cosa
como un medio o un recurso para obtener algo.
La realidad son todas las cosas que existen. Quién se asombró ante la
realidad fue porque percibió o captó que las cosas son misteriosas. Por lo general,
la palabra misterio suele significar lo inentendible o lo imposible de conocer. Pero el
sentido que le daremos aquí es otro. La realidad es misteriosa porque siempre la
podemos conocer más profundamente. Es decir, tiene una hondura imposible de
abarcar completamente por nosotros.
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¿Qué es la filosofía?
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El amor, por el contrario, es un acto de aceptación y de valoración
incondicional de las cosas. Es decir, cuando amamos incondicionalmente a una
cosa, reconocemos el valor objetivo que tiene la misma. Por lo tanto, nos
relacionamos con la misma a partir de lo que es y no a partir de su utilidad. Por
ejemplo, podemos valorar a un compañero incondicionalmente y no sólamente
cuando nos sirve trabajar con él. Entonces, si se enfermase, nuestro interés por él
no se restringiría sólo a su utilidad práctica.
Todas las cosas son misteriosas. Por este motivo, entrar en diálogo filosófico
con las mismas nos enriquece mucho. Es decir, nuestra comprensión esencial de la
realidad nos dará una mirada capaz de distinguir lo principal de lo secundario, lo
auténtico de lo aparente, lo real de lo prejuicioso. Por ejemplo, si llegásemos a
conocer filosóficamente a nuestro propio cuerpo, tendremos argumentos sólidos
sobre el cuidado que el mismo se merece: con respecto a la alimentación, al
ejercicio físico, etc.
Por último, los filósofos son fieles a la realidad. Siempre priorizarán a las
cosas por lo que son. A la hora de conocerlas y a la hora de hablar de ellas, nunca
antepondrán sus prejuicios. Un filósofo coherente es aquel que nunca va a inventar
una explicación que no se base en lo que las cosas son. Por ejemplo, el trabajo
digno es un derecho que todos tenemos porque se fundamenta en nuestra
naturaleza humana. La meritocracia atenta contra el mismo. Esta concepción
concede prioridad a quienes se hayan destacado en alguna determinada actividad:
gestión profesional, capacitación académica, habilidades varias, etc.
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Pitágoras (570-490), el autor del término “filosofía”, se opuso a los sofistas o
a los supuestamente “sabios”. En Grecia, los sofistas eran sumamente hábiles para
engañar. Parecían ser muy sabios, pero no lo eran. Sabían armar y dar discursos
convincentes. Aparentaban ser los dueños de la sabiduría. Pero nada de lo que
decían era verdad. Este oficio era utilizado por los gobernantes que no buscaban el
bien común. Al contrario, sólo su propio beneficio económico y su poder social y
político. Pero Pitágoras dijo: “no somos sabios, porque la sabiduría es propia de los
dioses”. Esta actitud de humildad es propia de quien sabe que lo que ama lo supera.
Por eso no lo podemos dominar. Amar también es “estar al servicio de lo amado”. El
filósofo no es dueño de la verdad, sino, su servidor.
Luego se indica que la filosofía tiene por objeto material a la totalidad de las
cosas. Todo lo que existe es objeto de estudio de la filosofía. En esto se distingue a
la filosofía de todo el resto de las ciencias a las cuales llamaremos ciencias
particulares. Éstas se llaman así porque consideran sólo un sector de la realidad.
Por ejemplo, la psicología considerará como objeto de estudio únicamente la psiquis
humana.
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“...por sus causas primeras o últimas”:
El objeto formal de la filosofía son las causas primeras o últimas de las cosas.
Pero, ¿a qué nos referimos con esto? Las causas de las cosas son las primeras
porque sus conocimientos son universales y necesarios. Son universales porque
son de todos los entes que existen. Y son necesarias porque siempre serán las
mismas. Además, estas causas se llaman últimas porque son las últimas en
conocerse por el hombre. No hay nada más profundo que dichas causas de las
cosas.
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