Cuadernillo - Unidad 1 - Introducción A La Filosofía

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Unidad 1

“Introducción a la filosofía”

Hay preguntas vitales que nos interpelan. Hay respuestas existenciales que
buscamos con fervor. Estas dos situaciones nos pueden generar diversos estados
interiores: temor, ansiedad, soledad, entusiasmo, curiosidad, inseguridad, etc.

¿Qué somos? ¿Qué queremos? ¿Para qué existimos? ¿Cuáles son las
cosas más importantes de la vida? Estas son algunas de las preguntas más
profundas. Las mismas pueden parecer extrañas e incontestables. O bien,
principales y fundamentales.

La educación que recibimos, la cultura a la que pertenecemos, nuestro


historial de vida, las personas con las que crecimos, etc., nos predisponen de una u
otra manera ante dichas preguntas. Por ejemplo, si en nuestra infancia tuvimos la
oportunidad de aprender a dialogar con apertura y confianza, lo más probable es
que estemos más preparados para escuchar nuestras voces interiores. Es decir, sin
darnos cuenta, las diferentes charlas interesantes y confiadas que tuvimos desde
pequeños, nos generaron diferentes hábitos que utilizamos cotidianamente para
vincularnos entre nosotros y con nosotros mismos.

Todos aprendimos muchas cosas. Todos tenemos conocimientos. Nuestros


conocimientos tienen un determinado nivel de profundidad. Y, por esto, nuestras
diversas comprensiones personales, siempre se pueden profundizar más. Por
ejemplo, desde chicos recibimos muchas explicaciones sobre cómo alimentarnos.
Pero llega un momento, en el que empezamos a preguntar el por qué de todo lo
escuchado. A medida que nos encontramos interiormente con el objeto de
conocimiento en cuestión, nuestras ideas o conceptos comienzan a ser más
auténticos y personales.

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La filosofía apareció como fruto del asombro que produce la realidad. El
asombro filosófico sólo se puede lograr desde una actitud contemplativa. Solemos
ser pragmáticos. Observamos al mundo en función del uso que de él podemos
hacer. Por ejemplo, en la agricultura, valernos de la naturaleza como un recurso
económico. Utilizar muy bien un recurso natural no significa que sepamos lo que es.
De hecho, se suele maltratar o idolatrar a la naturaleza. Esto expresa la falta de
conocimiento esencial de la misma.

El asombro filosófico ocurre cuando nos maravillamos con las cosas. Nos
llaman la atención de una manera nueva porque vemos su interioridad esencial. La
interioridad esencial de las cosas es invisible a nuestros ojos pragmáticos. La
mirada filosófica es una mirada que sólo se interesa por la cosa en sí, no por la cosa
como un medio o un recurso para obtener algo.

El asombro filosófico se comporta como el motor del filosofar. Es lo que nos


propulsa a entrar en diálogo con las cosas para empezar a conocerlas de un modo
nuevo. Este diálogo íntimo implica una actitud contemplativa ante la realidad.
Contemplar a la realidad es estar predispuestos a escuchar el interior de las cosas.

La realidad son todas las cosas que existen. Quién se asombró ante la
realidad fue porque percibió o captó que las cosas son misteriosas. Por lo general,
la palabra misterio suele significar lo inentendible o lo imposible de conocer. Pero el
sentido que le daremos aquí es otro. La realidad es misteriosa porque siempre la
podemos conocer más profundamente. Es decir, tiene una hondura imposible de
abarcar completamente por nosotros.

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¿Qué es la filosofía?

Esta pregunta puede responderse de dos maneras diferentes y


complementarias entre sí. Es decir, podemos definir a la filosofía de dos modos. Por
un lado, está el significado de la palabra filosofía. Esta es su definición nominal. Así,
aprenderemos por qué se la llama así: filosofía. Y, por otro lado, la definición real.
En este segundo modo nos adentraremos en lo que es la filosofía. Entonces, no
aprenderemos sólamente lo que significa la palabra, sino también qué es la filosofía.

Definición nominal de Filosofía

“La filosofía es el amor a la sabiduría” (Pitágoras)

La palabra filosofía, al igual que todas, no existió siempre. Fue Pitágoras, un


filósofo de la antigüedad, quién la creó. Su intención fue transmitir su propia
experiencia filosófica. Entonces, Pitágoras, teniendo en cuenta sus experiencias
filosóficas personales, tomó dos palabras y las combinó entre sí. Estas son “filo” y
“sofía”. “Filo” significa amor y “sofía” significa sabiduría.

¿Qué es el amor? ¿Qué es la sabiduría?

Estas dos preguntas sólo cobran sentido y producen interés cuando se


experimenta lo que significan. Todos queremos expresar clara y correctamente las
cosas que nos importan. A continuación veremos lo que nos pueden dar estas dos
palabras.

¿Es lo mismo querer que amar?

Querer es apreciar o valorar a una cosa en función de lo que podemos


obtener mediante la misma. Entonces, cuando queremos algo, lo hacemos porque
es un medio para alcanzar un fin. Por ejemplo, yo quiero esta tabla de skate porque
me permite hacer todas las pruebas que quiero.

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El amor, por el contrario, es un acto de aceptación y de valoración
incondicional de las cosas. Es decir, cuando amamos incondicionalmente a una
cosa, reconocemos el valor objetivo que tiene la misma. Por lo tanto, nos
relacionamos con la misma a partir de lo que es y no a partir de su utilidad. Por
ejemplo, podemos valorar a un compañero incondicionalmente y no sólamente
cuando nos sirve trabajar con él. Entonces, si se enfermase, nuestro interés por él
no se restringiría sólo a su utilidad práctica.

¿Qué significa amar a la sabiduría?

La inmensidad y la profundidad de la realidad es sorprendente. Todas las


cosas tienen algo para revelarnos. Para conocerlas, precisamos entrar en diálogo
con ellas desde una actitud contemplativa. Nuestra sabiduría depende de la
sabiduría latente que las cosas tienen. El amor a la sabiduría implica reconocer que
tienen más para decirnos de lo que podemos conocer de ellas. Por lo tanto, la
sabiduría es una cualidad espiritual humana que sólamente se logra si aprendemos
a entrar en diálogo con el interior esencial de las cosas.

Todas las cosas son misteriosas. Por este motivo, entrar en diálogo filosófico
con las mismas nos enriquece mucho. Es decir, nuestra comprensión esencial de la
realidad nos dará una mirada capaz de distinguir lo principal de lo secundario, lo
auténtico de lo aparente, lo real de lo prejuicioso. Por ejemplo, si llegásemos a
conocer filosóficamente a nuestro propio cuerpo, tendremos argumentos sólidos
sobre el cuidado que el mismo se merece: con respecto a la alimentación, al
ejercicio físico, etc.

Por último, los filósofos son fieles a la realidad. Siempre priorizarán a las
cosas por lo que son. A la hora de conocerlas y a la hora de hablar de ellas, nunca
antepondrán sus prejuicios. Un filósofo coherente es aquel que nunca va a inventar
una explicación que no se base en lo que las cosas son. Por ejemplo, el trabajo
digno es un derecho que todos tenemos porque se fundamenta en nuestra
naturaleza humana. La meritocracia atenta contra el mismo. Esta concepción
concede prioridad a quienes se hayan destacado en alguna determinada actividad:
gestión profesional, capacitación académica, habilidades varias, etc.
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Pitágoras (570-490), el autor del término “filosofía”, se opuso a los sofistas o
a los supuestamente “sabios”. En Grecia, los sofistas eran sumamente hábiles para
engañar. Parecían ser muy sabios, pero no lo eran. Sabían armar y dar discursos
convincentes. Aparentaban ser los dueños de la sabiduría. Pero nada de lo que
decían era verdad. Este oficio era utilizado por los gobernantes que no buscaban el
bien común. Al contrario, sólo su propio beneficio económico y su poder social y
político. Pero Pitágoras dijo: “no somos sabios, porque la sabiduría es propia de los
dioses”. Esta actitud de humildad es propia de quien sabe que lo que ama lo supera.
Por eso no lo podemos dominar. Amar también es “estar al servicio de lo amado”. El
filósofo no es dueño de la verdad, sino, su servidor.

Según la etimología, entonces, la filosofía, más que un conocimiento es una


actitud moral de vida. En la antigua Grecia, la filosofía implicaba un compromiso vital
con la verdad. Se consagraba la vida a la sabiduría. Por eso, Sócrates les
preguntaba a sus discípulos: “¿Estás al servicio de la sabiduría?”

Hasta aquí desarrollamos la definición nominal de la filosofía. A continuación


veremos la definición real de la misma.

Definición real de la filosofía

La filosofía es el conocimiento cierto, de todas las cosas, a la sola luz natural


de la razón y por sus causas primeras o últimas.

A continuación explicaremos cada una de las partes de esta definición.

“La filosofía es el conocimiento cierto…”:

La filosofía es conocimiento. Propiamente dicho, es conocimiento científico.


Todo conocimiento es necesariamente verdadero. En esto se distingue del
pensamiento. No se puede conocer falsamente. Si es posible realizar pensamientos
falsos. Es decir, elaborar una explicación que no sea tal por tener errores o
equivocaciones.
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La certeza es la firme adhesión de la inteligencia a una verdad. Es un estado
personal. Es mi seguridad generada por la verdad que conocí. Conocimiento cierto
no significa conocimiento verdadero, sino conocimiento con seguridad. Se opone al
conocimiento dudoso o meramente probable. El nivel de la certeza está en función
de la profundidad de los conocimientos filosóficos.

“...de todas las cosas…”:

Luego se indica que la filosofía tiene por objeto material a la totalidad de las
cosas. Todo lo que existe es objeto de estudio de la filosofía. En esto se distingue a
la filosofía de todo el resto de las ciencias a las cuales llamaremos ciencias
particulares. Éstas se llaman así porque consideran sólo un sector de la realidad.
Por ejemplo, la psicología considerará como objeto de estudio únicamente la psiquis
humana.

“...a la sola luz natural de la razón…”:

En la edad media aparece este agregado para distinguirla de la teología. La


teología aplica la razón pero a los datos revelados por Dios. Es decir, la Palabra de
Dios que está en la Biblia. Por lo tanto, la teología presupone la fe. Por otro lado, en
la filosofía, la razón sólo debe aplicarse a los datos de la realidad proporcionados
por los sentidos. Entonces, tanto en la teología como en la filosofía conocemos al
objeto de estudio mediante nuestra razón. Pero, en la teología conocemos a partir
de lo que Dios nos revela, y en la filosofía lo hacemos de lo que podemos captar
con nuestros sentidos. Por ejemplo, de la mano de la filosofía podemos definir al
hombre (conocer la esencia) mediante nuestra razón teniendo en cuenta lo que
pudimos captar de él a través de nuestros sentidos (vista, oído, etc.). Y, según la
teología, podemos conocerlo basándonos en lo que Dios mismo nos reveló del
mismo.

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“...por sus causas primeras o últimas”:

Finalmente vamos a detenernos en el objeto formal de la filosofía. El objeto


formal de una ciencia es aquel aspecto particular que se considera del objeto
material. Por ejemplo, el objeto material de la química son las cosas materiales
(Agua). Y, el objeto formal de esta, son los elementos que las componen a las
mismas (H2O).

El objeto formal de la filosofía son las causas primeras o últimas de las cosas.
Pero, ¿a qué nos referimos con esto? Las causas de las cosas son las primeras
porque sus conocimientos son universales y necesarios. Son universales porque
son de todos los entes que existen. Y son necesarias porque siempre serán las
mismas. Además, estas causas se llaman últimas porque son las últimas en
conocerse por el hombre. No hay nada más profundo que dichas causas de las
cosas.

Cuando conocemos estas causas de las cosas conocemos la esencia de las


mismas. El conocimiento esencial de una cosa es aquel que nos permite definirla a
la misma. Por ejemplo, cuando conozcamos la esencia del ser humano podremos
elaborar una definición del mismo. Es decir, diremos lo que es el hombre.

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