Predicando Con Pasión (Alex Montoya)

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Agradecimientos

Ninguna obra es el producto de una sola persona, sino el resultado


de las manos de muchos. Estoy agradecido por las muchas manos que
trabajaron para producir este libro. Primero, los miembros de First
Fundamental Bible Church de Monterey Park, California, quienes con
su paciencia y apoyo me enseñaron cómo predicar la Palabra de Dios.
También doy gracias a los estudiantes de The M astefs Seminary
en Sun Valley, California, donde enseño homilética, porque formaron
la base de la organización y detalles del libro,- y especialmente por el
apoyo que recibí del Dr. Richard Mayhue, Director del Seminario.
La edición en español fue posible por el trabajo especial de mis
colaboradores en la obra del Señor, el Rdo. Samuel Molina que tradujo
el libro al español y el Rdo. José Fernández que lo revisó para su
publicación. También agradezco a los editores de P O R T A V O Z ,
especialmente por las sugerencias de Harold Kregel.
Por último, doy infinitas gracias a mi esposa, Favy, que con su
paciencia y cariño me animó durante la elaboración de esta obra.
Mi oración es que este libro sea un instrumento para darles pasión
a los predicadores y maestros para predicar la Palabra de Dios.
Contenido

Prólogo

Introducción

1. Predique con poder espiritual

2. Predique con convicción

3. Predique con compasión

4. Predique con autoridad

5. Predique con sentido de urgencia

6. Predique con quebrantamiento

7. Predique con todo su ser

8. Predique con imaginación

Conclusión

Bibliografía
Prólogo

D. Martyn Lloyd-fones dijo: "Predicar es lógica encendida". Lo que


quiso decir es que una buena predicación debe reunir dos elementos:
C o n te n id o b íb lico bien razonado y pasión in ten sa. M u ch o s
predicadores pierden una u otra parte de la fórmula. En la actualidad
hay muchos que son todo emoción, pero no tienen contenido; he
hablado sobre este desbalance en varias de mis obras.
En este libro, sin embargo, Alex Montoya trata la clase opuesta de
desbalance: Predicadores cuyo contenido está bien, pero que su entrega
es vacía y sin pasión. Más conveniente para la "caricatura" usual de
un salón de clases que para un m ensaje profético del D io s
Todopoderoso.
Tales predicadores no comprenden el daño que hacen a la causa de
la verdad. Deberían amar verdaderamente la Palabra de Dios y tener
una fuerte consideración por la sana doctrina, pero su desapasionada
entrega realmente comunica apatía e indiferencia. Al final, ellos minan
el verdadero trabajo acerca del cual creen que fueron llamados a llevar
adelante. El mundo (y la iglesia) serían mejor sin tales predicadores.
Con frecuencia he dicho que si un hombre es incapaz de apasionarse
por la Palabra de Dios, no fue llamado a predicar. Si alguien puede
permanecer en el púlpito y lograr que la Palabra del Dios vivo suene
seca y aburrida, debe sentarse y dejar que alguien más predique.
Esto se aplica aun para alguien que posee grandes credenciales

9
académicas; los logros educativos por sí mismos no pueden hacer que
una persona llene los requisitos para predicar. La mera lógica sin el
fuego de la pasión está lejos del ideal bíblico de la predicación.
En efecto, estoy convencido de que aun hoy día en las más sonadas
y sólidas iglesias bíblicas, mucho de lo que está etiquetado como
predicación realmente no lo es. Apaguen el retroproyector, eliminen
las presentaciones con programas de computadoras, dejen de darle a
las personas las notas con el bosquejo, y permitan que el hombre de
Dios proclame la verdad auténtica, con corazón fervoroso, con energía
dada por la unción del Espíritu Santo. Eso es predicación.
Esto no es un argumento en contra de prepararse o de capacitarse.
La buena predicación ocurre cuando la mente bien preparada, llena
de conocimiento, habilitada para explicar, motivada por el amor, por
la verdad, y con energía dada por el E sp íritu San to, habla
poderosamente. El verdadero predicador no se contenta con informar
a su audiencia un poco sobre materias académicas. El quiere saturarlos
con la exposición clara y poderosa de la Palabra de tal manera que
sientan el efecto de la verdad de Dios en el nivel más fundamental.
Tal vez nadie esté mejor equipado para escribir sobre la predicación
apasionada que Alex Montoya. El predica con su ejemplo, con una
ardiente pasión por la verdad. Alex ha sido un buen amigo mío y
colaborador por muchos años. Todos los que lo conocen están de
acuerdo en que su pasión es contagiosa. Espero que este libro inicie
una "epidemia" sobre el particular.

John M ac A rthur
Introducción
Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha
de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino:
Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende,
exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando
no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos,
acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán
sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos. Pero tú, sé sobrio en todas las
cosas, sufre penalidades, haz el trabajo de un evangelista, cumple tu
ministerio.
—2 Timoteo 4:1–5
¡La tarea de un predicador es predicar la Palabra! Esta es su descripción de
trabajo.1 El predicador debe ser un fiel proclamador de la Palabra de Dios. Pablo
le hace ver a Timoteo esta suprema responsabilidad en 2 Timoteo 4:1–5:
 Encargo solemne: En la presencia de Dios.
 Encargo sencillo: Predicar la palabra.
 Encargo incesante: Predicar a tiempo y fuera de tiempo.
 Encargo serio: Instruye, exhorta, reprende.
 Encargo sobrio: Sé sobrio en todas las cosas.
En nuestra lucha por ser eficaces, los predicadores contemporáneos, somos
tentados a evitar el encargo en ciertos aspectos de esta responsabilidad. Lo
atrayente de las multitudes y la popularidad pueden tentarnos a comprometer
nuestro llamado a “predicar la Palabra”. También, fácilmente podemos
comercializar el mensaje divino y “venderlo” muy barato a las multitudes
inconstantes. En lo general, en las iglesias no escasean los oidores que procuran
a los vendedores de la Palabra que se contentarán solamente con agradar al oído
_________________________
1. Por motivos de simplicidad, a través de esta obra usaré el género masculino en referencia al predicador.
en lugar de cambiar el corazón. En realidad, predicamos en tiempos difíciles y
todos los predicadores lo sabemos.
Las multitudes inconstantes necesitan un predicador fiel que entienda el
encargo que Pablo le delegó a Timoteo. Pero la multitud no solamente es
inconstante, también es apática, insensible, sin vida, impregnada con el “rocío”
materialista de hoy día. Tales personas necesitan predicaciones que tengan
sentido para ellos, predicaciones que puedan despertarlos de su adormecimiento
espiritual. Estas personas necesitan una predicación apasionada.
La mayoría de nosotros, dicen ellos, entregamos lo mejor. Predicamos la
Palabra fielmente. Nos sujetamos al texto, nuestras predicaciones suenan a
mensajes expositivos. Pero nuestras iglesias siguen pasivas e indiferentes. Para
muchos de nosotros la iglesia disminuye cada año que pasa.
El problema no está en el contenido del sermón, ni en nuestra metodología;
más bien el problema está en la forma como damos a conocer el sermón. El
problema no es qué decimos sino cómo lo decimos. Nuestros sermones carecen
de pasión.

La necesidad de pasión
En realidad muchos de nosotros simplemente predicamos sermones, no la
Palabra de Dios. Predicamos la exégesis y no el oráculo divino. Predicamos (a
veces leemos) manuscritos muy elaborados, con uso de acrósticos en lugar de
la palabra viva. Somos bíblicos, pero la Palabra está moribunda debido a una
entrega sin vida o un estilo que estorba.
Nuestros sermones necesitan estar avivados. Debemos hablar tanto con el
corazón como con el intelecto. Nuestros sermones deben vibrar a través de
nuestro ser y contagiar a nuestros oyentes.
Predicar apasionadamente es predicar con el corazón. Jerry Vines dice:
“Necesitamos regresar a la predicación que sale del corazón. Tal vez algunos
podrían usar otra terminología. Tal vez prefieran el término sinceridad. O a lo
mejor les guste seriedad. Cualquier término que escojas lo necesitamos
desesperadamente”.2
Las iglesias vacías se deben no tanto a una falta de habilidad o a una ausencia
de deseo de oír la verdad, sino más bien a un absoluto aburrimiento provocado
por una predicación carente de pasión. Nuestra gente nos está gritando
silenciosamente desde las bancas vacías.
Predicar sermones largos solo prolonga la agonía. Enseño Homilética en el
Master’s Seminary a estudiantes que están obteniendo una maestría. Como
parte de la clase el estudiante debe predicar diez sermones de treinta minutos.
Después de un sermón excepcionalmente aburrido, mientras comentaba al
respecto, el estudiante dijo: –Habría estado mejor si hubiera tenido más tiempo
para predicar.
–No, –respondí. –Eso solo hubiera prolongado la agonía.
Un sermón corto no es un signo de poca profundidad (consideren el Sermón
del Monte), ni un sermón largo es una señal de mucha profundidad.
Necesitamos pasión en nuestra predicación. Los predicadores conservadores
y bíblicos, deben ser más conscientes del balance entre una exposición sólida y
la pasión con que se hace la exposición. Cómo comunicamos el sermón es tan
importante como lo que damos en el mismo. Las personas a las que servimos
necesitan la palabra del Señor. La Palabra viva debe mostrarse mediante una
predicación viva a una alma necesitada de vida. Consideremos cuidadosamente
este elemento al predicar.

El cómo comunicamos el sermón es


tan importante como su contenido.

Me sentí estimulado al leer lo que el gran expositor Martyn Lloyd-Jones


_________________________
2. Jerry Vines, A Guide to Effective Sermon Delivery (Chicago: Moody, 1986), 148.
piensa sobre este aspecto. Esto es lo que él dice:
Los elementos de sentimiento profundo y de emoción son, para mí, muy
vitales. Es lo que está haciendo falta seriamente en la presente generación y
tal vez especialmente entre los Reformados. Tendemos a perder nuestro
balance y nos convertimos en muy intelectuales, en realidad hasta casi
despreciar los elementos de la emoción y el sentimiento. Somos personas de
mucha preparación, tenemos tal comprensión de la Verdad, que tendemos a
menospreciar los sentimientos. El común de la grey, pensamos, es emocional
y sentimental, pero no tienen entendimiento.3
El mismo sentimiento es expresado por Geoffry Thomas en un capítulo
llamado: “Predicación poderosa”, cuando reconoce:
Uno de los grandes peligros que enfrentan los predicadores de la fe
Reformada es el problema del superintelectualismo; esto es, el peligro
constante de caer en una forma de proclamación cerebral, que descansa
exclusivamente, en el intelecto. Los hombres llegan a obsesionarse con la
doctrina y terminan como predicadores orientados hacia el conocimiento…
El problema es universal.4
Debo recordarme a mí mismo que Dios me llamó a predicar la Palabra, no
a dictar una conferencia o decir un discurso, y no a leer un manuscrito para
personas preparadas. ¡Qué llamado más solemne!

Pasión es la esencia de la predicación


Pasión es el poder, el impulso, la energía, la vida al entregar el sermón. Sin
_________________________

3. D. Martyn Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers (Grand Rapids: Zondervan, 1971), 93.
4. Geoffry Thomas, “Powerful Preaching”, in The Preacher and Preaching, ed. Samuel Logan (Phillipsburg, N.J.:
Presbyterian and Reformed, 1986), 369.
pasión el sermón se convierte en una conferencia, una charla o un tópico moral.
Si no hay pasión no hay predicación. W. A. Criswell, el famoso predicador
bautista, declara:
El sermón no es un ensayo para ser leído para una opinión personal, para que
las personas lo consideren casualmente. Es una confrontación con el Dios
Todopoderoso. Es para ser comunicado con una pasión ardiente, en la
autoridad del Espíritu Santo.5
Escuchemos a Criswell una vez más:
No se puede leer el Nuevo Testamento sin tener la sensación de que los
predicadores estaban “electrificados” por el poder del evangelio y afectados
por la maravilla de la gran revelación que les había sido confiada. Hay algo
erróneo si al hombre a quien se le han encargado las más grandes noticias
del mundo es insensible, rígido y aburrido. ¿Quién va a creer que las buenas
nuevas anunciadas por el predicador significan literalmente más que
cualquier otra cosa en la tierra, si no es presentada con seguridad, o fuego, o
agresividad, y si él mismo es apático, falto de inspiración, afligido con coma
espiritual, diciendo con sus hechos lo contrario a lo que dicen sus palabras?6
La predicación es apasionante porque tiene que ver con la naturaleza misma
de Dios y la expresión de su amor por la humanidad. La actitud en el estudio y
la actitud en el púlpito, aunque similares, son diferentes. El estudio es el
descubrimiento de la verdad y el púlpito el lugar desde donde se imparte esa
verdad. Lo que se cocina a fuego lento durante la semana, termina de sazonarse
en el púlpito el domingo. ¿Cómo puedo predicar tan magníficas verdades como
si fueran alguna cosa común y corriente? De ahí que:
¿Qué significa predicar? ¡Lógica en llamas! ¡Razón elocuente! ¿Son estas
contradicciones? Por supuesto que no. La razón concerniente a esta verdad
debe ser poderosamente elocuente como vemos en el caso el apóstol Pablo y
_________________________
5. W. A. Criswell, Criswell’s Guidebook for Pastors (Nashville: Broadman & Holman, 1980), 58.
6. Ibíd., 54
otros. Es teología en fuego. Y una teología que no tiene fuego, yo sostengo,
es teología defectuosa; o cuando menos el entendimiento del hombre sobre
ella es defectuoso. La predicación es teología que procede a través de un
hombre que está encendido. Un verdadero entendimiento y experiencia de la
verdad debe dirigirnos a esto. Otra vez digo que un hombre que puede hablar
de estas cosas sin apasionarse no tiene derecho, sin importar quién sea, a usar
el púlpito y no se le debería permitir usarlo.7
Cada predicador debería prestar atención a tal advertencia. Se evitará, a sí
mismo y a sus allegados, mucho dolor.
Un predicador miró de reojo a su audiencia y notó a un caballero de edad
avanzada dormitando durante su exposición. Le dijo a un muchacho que estaba
sentado junto al santo dormilón: “Amiguito, ¿podrías despertar al abuelito?” El
joven respondió: “¿Por qué no lo hace usted? Después de todo usted fue quien
lo durmió”. Bien dicho. Si nosotros los dormimos, nosotros debemos también
despertarlos. A través de los años, mi más grande temor ha sido ser un
predicador que enfada y aburrido. ¿Cómo podemos ser nosotros tan negligentes
en nuestros púlpitos que nuestra audiencia se queda dormida?
En nuestros púlpitos tenemos demasiados predicadores que enfadan, que
aburren. Algunos de ellos son hombres de Dios, y sin embargo son aburridos.
La piedad es un requisito para todos los líderes, pero predicar apasionadamente
es un requisito extra para todos los predicadores. Me gusta lo que Charles
Spurgeon dice:
Debemos considerar a las personas como la madera y el sacrificio; bien
mojados, una segunda y tercera vez, mediante el cuidado durante la semana,
sobre lo cual, como el profeta, debemos traer en oración el fuego del cielo.
Un ministro que enfada crea una audiencia aburrida. No puedes esperar que
tu personal de oficina y miembros de la iglesia viajen en una nave, si su
propio pastor todavía viaja en una carreta vieja.8
_________________________
7. Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers, 97.
8. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 307.
Y hablando de pastores aburridos considere esta acusación:
Yo diría que un “predicador que aburre” es una contradicción de términos,
si es aburrido no es predicador. Puede pararse en un púlpito y hablar, pero
ciertamente no es un predicador. Con el gran tema y mensaje de la Biblia, el
aburrimiento no es posible. Esto es lo más interesante, lo más emocionante,
el aspecto más absorbente en el universo; y la idea de que puede ser
presentado en una forma aburrida me hace dudar seriamente si los hombres
que son culpables de ese aburrimiento han entendido realmente la doctrina
que ellos confiesan creer y por la que abogan. Muy a menudo nos
traicionamos a nosotros mismos por medio de nuestro comportamiento.9
No permita Dios que declaremos su palabra en una manera “muerta e
insensible”.

¿Qué pasó con nuestra pasión?


¿Por qué hay tantos púlpitos sin predicadores apasionados? ¿Quién llevó a
la iglesia a heredar una compañía de pastores tan diferentes a los primeros
heraldos que pusieron al mundo de pie con sus predicaciones? No hay ninguna
cosa que justifique nuestro aburrimiento en el púlpito. Entre los factores que
quitaron la pasión de nuestros púlpitos están los siguientes:

Causas de pérdida de pasión


 Imitar conferencias recibidas en el seminario
 Intelectualismo
 Inexperiencia
 Personalidad inhibida
 Desconocimiento de la audiencia

Imitar conferencias recibidas en el seminario. Invariablemente imitamos a


nuestros profesores del seminario, quienes, en su mayoría no están dotados para
_________________________
9. Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers, 87.
Imitar conferencias recibidas en el seminario. Invariablemente imitamos a
nuestros profesores del seminario, quienes, en su mayoría no están dotados para
predicar. Estos hombres estudiosos son maestros en sus disciplinas (las lenguas,
teología, arqueología, y así por el estilo). Son ellos los que nos hacen penetrar
en los aspectos finos del texto, pero por otro lado, no tienen una agenda muy
ocupada en predicaciones.
En un ambiente cerrado y disciplinado, el contenido importa más que el
comunicar el mensaje, y algunos instructores se jactan de ser más profundos
que comunicadores. La naturaleza del seminario permite tal cosa y el estudiante
es altamente motivado para adquirir información por medio de calificaciones,
de la graduación y por el costo de la educación. Sin embargo, muchos de
nosotros nunca cambiamos este estilo de cosas después de salir del seminario.
Tomamos el formato del salón y lo trasladamos al púlpito y esperamos que las
personas en las bancas sean motivadas y preparadas para recibir la gran cantidad
de información que hemos preparado para ellos, como si estuviéramos en
nuestra clase de seminario. Como dijimos, una conferencia y un sermón no son
lo mismo.
La conferencia del seminario es por su propia naturaleza material
condensado en algún aspecto, carente de ilustraciones o aplicaciones. Es la
Palabra “cruda”. Es también un bosquejo en forma ordenada, adecuado para los
que toman notas como para los que organizan su material. Además, la carga de
entender y recordar la información es puesta más en el estudiante que en el que
dicta la plática. Aún más, en el salón de clases hay homogeneidad que no se
encuentra necesariamente en la iglesia. La audiencia en la clase tiene la misma
fe, llamado, habilidad académica y terminología.
La iglesia es completamente diferente. Ahí el pastor tiene la responsabilidad
de comunicarse. La iglesia puede medirse en rangos: de amistosa a hostil, de
creyentes a no creyentes, de niños a ancianos, de profesionales a obreros, de
ricos a pobres, de los que están deseosos de oír y obedecer a los que son
completamente apáticos. Tal situación obliga a un estilo diferente de
comunicación. Es aquí donde necesitamos predicar apasionadamente.
Intelectualismo. Los primeros predicadores fueron instruidos en la escuela
de la vida, por medio de la experiencia. Enfatizaban el cambio en las vidas,
rescatar almas del infierno y un avivamiento religioso en el alma. Nosotros, por
otra parte, estamos entrenados en lo universitario, donde el énfasis está puesto
en la erudición, no en la santificación. Se nos enseña a cuestionar, a argumentar,
a dudar, a debatir y a subrayar la parte cerebral del cristianismo. Cuando nos
transferimos al contexto de la iglesia local, muchos de nosotros no cambiamos
tal forma de ser. Las necesidades reales y las “sentidas” de las personas, nunca
son satisfechas ni tratadas.
La predicación intelectual no debe ser, necesariamente, una predicación
desapasionada. El error del intelectualismo es que sirve para promover el
conocimiento propio, para impresionar a la audiencia, y para evitarle al no
iniciado que reciba las verdades más profundas. ¿Qué tan buena es la verdad
comunicada enigmáticamente en el lenguaje de los “caldeos”? La verdadera
predicación intelectual hace que la verdad se entienda con sencillez; comunica
verdades profundas eficazmente. Se dice que la prueba de la inteligencia es
hacer que lo sublime sea claro para los humanos. ¡Cuánta verdad hay en ello!
Deberíamos procurar obtener una “mirada intensa” en los niños que nos
escuchan. Con esto me refiero a cuando ellos se esfuerzan para mirarte por ser
un adulto que llamaste su atención. Ahora la verdadera inteligencia logró su
más fina proeza.
Inexperiencia en la vida. Como veremos después, el tiempo y la prueba
pueden guiarnos a la pasión. En su mayoría, nuestros graduados del seminario
son jóvenes e inexpertos. La Palabra aún no se ha filtrado a través de las fibras
de su ser, por lo mismo son incapaces de sentir profundamente muchos temas
contenidos en la Biblia. Aun el orar podría ser extraño para ellos.
–Bueno, ¿cómo le gustaría que fuera su nuevo pastor? –Le pregunta un
miembro de la iglesia a otro.
–Bien, –responde. Nuestro nuevo pastor debe conocer cosas de Dios que
nuestro antiguo pastor ni siquiera sabía que Dios tiene.
Mientras un ministro madura, su pasión debería incrementarse. ¿Se ha dado
cuenta usted por qué los pastores de edad exigen atención? ¡Es porque han
vivido la verdad!
Personalidad inhibida. Algunos hombres por naturaleza son tímidos,
reservados e inhibidos con relación a sus sentimientos. Desdichadamente
nuestro ambiente seminarista de intelectualismo recluido, apela a este
temperamento. Además, nuestro temor a parecer demasiado emotivos,
manipuladores y poco intelectuales, nos hace querer ocultar cualquier
manifestación de emoción, excitación o sentimiento profundo al predicar.
Nuestro temperamento tiene mucho que ver con nuestra predicación. Pero nadie
debe desesperarse. Solo lea lo que John Broadus dijo hace poco más de cien
años, y creo que hoy día eso es una gran verdad:
El principal requisito para un estilo enérgico es una naturaleza enérgica.
Debe haber un pensamiento vigoroso, el deseo de un pensamiento
apasionado y un propósito determinado para lograr un objetivo o el estilo del
hombre no tendrá verdad, energía máxima. En este sentido, es una gran
verdad que un orador nace, no se hace. Sin estas cualidades uno puede dar
valiosas instrucciones, sin estas cualidades uno podría predicar lo que los
admiradores simples llaman “hermosos sermones”. Pero si un hombre no
tiene fuerza de carácter, un alma apasionada, nunca será realmente elocuente.
Hay, sin embargo, hombres tímidos y sensibles que cuando mediante la
práctica han adquirido confianza, cuando se presenta la ocasión sacan
fuerzas, demuestran mucha más maestría natural de lo que ellos pudieran
haber pensado que tenían.10
Mi propia experiencia es muy similar. Por naturaleza soy tímido e inhibido,
y durante mis primeros años tuve un alto grado de pánico de escenario. Sin
embargo, Dios me concedió superar esta debilidad y desarrollar un grado de
pasión en mi predicación. Si hubo esperanza para mí, hay también esperanza
para otras almas tímidas.
_________________________
10. John Broadus, On the Preparation and Delivery of Sermons (Nueva York: Harper & Row, 1944), 252–53.
El deseo de escribir este libro obedece tanto de lo que Dios ha hecho por mí,
como de lo que he logrado entender que la iglesia necesita del predicador. Creo
que los hombres tímidos pueden llegar a ser predicadores apasionados, si están
deseosos de tomar los principios discutidos en los siguientes capítulos y
adaptarlos a sus personalidades. No es mi deseo cambiar la personalidad de
ningún hombre, solo aumentar la naturaleza apasionada de su personalidad.
Cada uno es apasionado, pero algunos de nosotros tenemos restringida la pasión
por varias razones.
Desconocimiento de la audiencia. No tenemos pasión porque no fuimos
enseñados a tomar en consideración a las personas a quienes les predicamos.
Muchos predicadores son como el cartero; se preocupan por entregar la
correspondencia, pero no se preocupan en lo más mínimo si la leemos o no. Su
trabajo es simplemente entregarnos la correspondencia. Muchos predicamos de
esta forma. Entregamos el contenido, la verdad, sin preocuparnos si las personas
nos están entendiendo, o si nos están escuchando.
Una verdadera conversación se lleva a cabo cuando uno habla y el otro
escucha y comprende. Cuando falta uno de estos dos factores, no existe
comunicación. Es lo mismo con la predicación. Cuando nuestra audiencia deja
de oírnos, nuestro sermón se termina. Nuevamente, en nuestro laboratorio de
predicación observé a hombres predicar cuando todos los de la clase se han
distraído, o están revisando notas de otras clases; otros no hacen contacto visual
con el predicador durante todo el sermón. Es más, el predicador estaba tan
“sumergido en su sermón”, que ni siquiera notó que todos se habían bajado del
autobús en la parada anterior.
Estar consciente de la audiencia es crucial para una predicación apasionada.
Debemos estar al tanto de nuestra audiencia antes de predicarles y durante la
predicación. No estar conscientes de ello, nos lleva a predicar sermones que
nadie necesita oír o a predicar en forma tal que nadie nos quiere oír.

Se puede aprender a predicar con pasión


El común denominador para todos nosotros es que podamos aprender a
predicar con pasión aun si no somos apasionados por naturaleza. En el curso de
este libro, se le llevará a través de varios pasos que le guiarán a ser más
apasionado en su predicación y finalmente más eficaz. Mi deseo es que ya no
más se diga de usted que es “aburrido” o “monótono”, por su predicación.

Predicando con pasión


Capítulo 1: Predique con poder espiritual
Capítulo 2: Predique con convicción
Capítulo 3: Predique con compasión
Capítulo 4: Predique con autoridad
Capítulo 5: Predique con sentido de urgencia
Capítulo 6: Predique con quebrantamiento
Capítulo 7: Predique con todo su ser
Capítulo 8: Predique con imaginación
1

Predique con poder espiritual

Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me


seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines
de la tierra.
—Hechos 1:8

El secreto para predicar apasionadamente es el poder espiritual. Es Dios


trabajando en nuestras vidas. Hablamos de “sermones inspirados”, que son
sermones con espíritu en ellos. Hablamos de “la proclamación entusiasta”, una
proclamación con Dios en ello (en theos).
¡Nuestro trabajo es una obra espiritual! No somos empleados de alguna
empresa secular. Somos ministros de Dios llamados y autorizados para
proclamar su Santa Palabra, una Palabra que Dios describe como “viva y eficaz,
y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del
alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir
los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12). El trabajo espiritual
demanda poder espiritual.
El secreto para predicar
apasionadamente es el poder
espiritual. El trabajo espiritual
demanda poder espiritual.

Nuestra lucha es una guerra espiritual. Nuestra guerra no es “contra sangre y


carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este
mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes” (Ef. 6:12). Por lo tanto, nuestra armadura es espiritual y nuestras armas
son espirituales. Las reglas de nuestra guerra no son como las de la Bolsa de
Valores ni como las del Tribunal Supremo. ¡Son divinas! Dios nos las ha dado.
El apóstol Pablo, un guerrero probado por Dios, dice: “Pues aunque andamos
en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda
no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2
Co. 10:3–4).
Nosotros no aprenderemos a predicar poderosa y apasionadamente de ningún
orador secular experto en la comunicación. El secreto de la predicación
poderosa está en Dios, no en el hombre. La habilidad por sí misma no forma al
predicador; Dios hace al predicador. Erramos terriblemente si confundimos la
habilidad con poder espiritual. Confiar en la habilidad o el talento y no en el
poder de Dios produce una gran tragedia espiritual y ministerial.
La pasión se origina en el corazón de Dios y se procesa en el corazón del
hombre. Nuestro Dios es un fuego que consume, impresionante en poder.
Cuando Él habla, la tierra tiembla. Si vamos a sacudir los corazones de los
hombres, debemos ser canales a través de los cuales Dios pueda llegar a esos
corazones. Debemos ser vasos listos y preparados para ejecutar la voluntad de
Dios. Cuando estamos apasionados por Dios, somos apasionados en nuestra
predicación. Los requisitos para el poder espiritual son los siguientes:
 Contritos de alma
 Confesión de pecado
 Comunión con el Salvador
 Comisionado por el Espíritu
 Controlado por el Espíritu
 Consolación de los santos
El hecho de predicar con poder espiritual es que sabemos cuando nosotros
no lo tenemos. En realidad, es mucho más fácil reconocer su ausencia que
decirle a alguien cómo obtenerlo. A menudo rehusamos admitir la ausencia del
poder de Dios en nosotros y, por el contrario, acudimos a trucos para crear este
poder.
 Compramos nuevo equipo de sonido.
 Modificamos el servicio de adoración para impresionar más.
 Introducimos nuevos programas para sustituir la predicación
deficiente.
 Acortamos el sermón y dedicamos más tiempo a la adoración “de
poder”.
 Buscamos “los encuentros de poderes” del misticismo.
 Predicamos dramáticamente, gritando más, y con ilustraciones
conmovedoras.
 Dependemos de las presentaciones en computadora o retroproyector.
No estoy diciendo que algunas de estas cosas no son importantes. Algunas
sirven para propósitos útiles en la comunicación. Pero no son substitutos de la
presencia y operación del Espíritu Santo en nuestras vidas. Los elementos
artificiales no dan vida a un sermón muerto ofrecido por un predicador
desprovisto del Espíritu.
El libro de los Hechos es realmente una demostración del poder de Dios en
la predicación y vida de los discípulos. Una inspección breve de la iglesia en
acción nos lleva a la conclusión de que su poder tenía que ver con el Espíritu
Santo. Examine estas referencias del libro de los Hechos:
Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines
de la tierra (1:8 ).
Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse (2:4).
Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron
llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor (4:31).
Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria
de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios (7:55).
Entonces Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando la
mirada en él, dijo: Tú, hijo del diablo, que estás lleno de todo engaño y
fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos rectos
del Señor? (13:9–10).
Y los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu Santo
(13:52).
Estos eran cristianos que estaban a tono con Dios y dependieron profunda y
personalmente en el Espíritu Santo. Podemos aprender mucho de ellos tanto
para nuestras vidas como para nuestras predicaciones. Consideremos lo que se
requiere para predicar con poder espiritual.

Contritos de alma
Predicar en el púlpito moderno puede ser vanaglorioso, una acción para
autocomplacerse. Solo los músicos y actores nos pueden superar en esto. Pero
los predicadores están muy cerca, en tercer lugar, o quizás a la par con ellos. Si
no me cree, recuerde cómo reaccionó al último “round” de crítica con respecto
a su predicación. Nuestros egos nos pueden llevar a cierta autodependencia y
engaño.
El poder espiritual viene cuando nos damos cuenta de lo indigno que somos
para predicar y de la necesidad de depender totalmente de Dios. Dios desprecia
un corazón orgulloso y se opone al de ojos altivos. En cambio, Él escoge honrar
los que lo honran (1 S. 2:30). Nosotros pasamos por las experiencias de los
valles más secos y más profundos, cuando dependemos de nuestras propias
fuerzas.
Tal como el profeta Isaías, debemos buscar una visión similar del Dios
exaltado y santo. Isaías vio:
Al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba
el templo. Por encima de Él había serafines; cada uno tenía seis alas: con
dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno
al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el Señor de los
ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria. Y se estremecieron los
cimientos de los umbrales a la voz del que clamaba, y la casa se llenó de
humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de
labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque
han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos. Entonces voló hacia mí
uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que había tomado
del altar con las tenazas; y con él tocó mi boca, y dijo: He aquí, esto ha
tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado (Is. 6:1–
7).
Aquí está un cuadro de un predicador quebrantado, un hombre que entendió
su total pecaminosidad y falta de dignidad para subir al “escritorio sagrado”. El
no hablará, no se atreve a hablar, hasta que Dios haya tocado sus labios con el
carbón del altar celestial.
Se cuenta la historia de un joven predicador que subió orgullosamente a
predicar, y muy pronto cometió barbaridades al entregar su mensaje. Bajó de la
plataforma profundamente humillado. Un venerable santo le dijo: “Si usted
hubiera subido como descendió, Dios lo habría ayudado a predicar con éxito”
Debemos cuidarnos de cómo subimos al púlpito, si deseamos el poder de
Dios en nuestra predicación. Así como el Lugar Santísimo no estaba disponible
para todos, a menos que llenaran los requisitos y entraran en pureza y
reverencia, lo mismo debería ser con el púlpito. No nos atrevamos a asumir tal
responsabilidad y tratarlo en forma profana, y esperar que Dios nos bendiga.
¡No lo hará! El salmista en el Salmo 24:3–6 da las cualidades necesarias para
subir al monte santo del Señor:
 manos limpias;
 un corazón puro;
 un alma verdadera; y
 una lengua recta.
El Salmo 15 establece los mismos requisitos. Aquí el salmista dice quien
cumple con los requisitos para “habitar en la tienda Dios” y quien puede “morar
en su monte santo”, el que:
 camina con integridad y obra justicia,
 habla verdad en su corazón,
 no calumnia con su lengua,
 no hace mal a su prójimo,
 no toma reproche contra su amigo,
 en cuyos ojos el perverso es menospreciado,
 honra a los que temen al Señor.
¿Somos nosotros así? ¿Anhelamos ser el tipo de hombre que Dios describe
en 1 Timoteo 6:11, que huye del pecado y sigue “la justicia, la piedad, la fe, el
amor, la perseverancia, y la amabilidad?” La manera como afrontamos la tarea
de predicar debería ser con un corazón contrito, con humildad y quebrantados.
El reformador, Martín Lutero, oró así:
Oh Señor Dios, querido Padre celestial, en verdad soy indigno del oficio y
ministerio que debo hacer para tu gloria y para nutrir y servir a esta
congregación. Pero ya que Tú me has designado para ser un pastor y maestro,
y tu gente está necesitada de enseñanza e instrucción, oh, sé Tú mi ayudador
y permite que tus santos ángeles me ayuden. Luego, si te agrada en que se
logre cualquier cosa a través de mí, a Ti sea la gloria y no para mí o para la
alabanza de los hombres; concédeme por Tu gracia pura y Tu misericordia,
un entendimiento correcto de Tu Palabra, la cual yo también diligentemente
pueda llevarla a cabo. Oh Señor Jesucristo, hijo del Dios Viviente, Tú, Pastor
y Obispo de nuestras almas, manda tu Espíritu Santo para que trabaje
conmigo, sí, que obre en mí para desear y hacerlo a través de tu divina fuerza
de acuerdo a tu buena voluntad. Amén.1
He aquí un hombre cuya alma era humilde.

Confesión de pecado
El pecado nos alejará del poder de Dios. Sin embargo, siempre oímos hablar
de los Bakkers y los Swaggarts de los púlpitos modernos, luminarias en su
oratoria, pero caídos a causa de su pecado. Ellos son advertencias a todos
nosotros. No se atreva a confiar en los medios y métodos y tolerar el pecado en
su alma. ¡No se atreva a predicar como un Serafín y vivir como Satanás!
El secreto del poder espiritual es mantener cuentas claras con relación al
pecado con Dios. Debemos estar a menudo en nuestras recámaras de confesión,
expiando nuestros propios pecados por medio de nuestro Salvador personal,
Jesucristo. Dios no favorece a un predicador sucio. El apóstol Pedro escribe:
“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus
oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal (1Ped 3:12).
Un poco antes, Pedro amonesta a los esposos a mantener un estilo de vida santo
con sus esposas para que sus oraciones “no sean estorbadas” (1Ped 3:7).

El secreto del poder espiritual es


mantener cuentas claras con Dios
con relación al pecado.

_________________________
1. David L. Larsen, The Company of Preachers (Grand Rapids: Kregel, 1998), 159.
El púlpito puede ser una magnífica ayuda para guardarnos del pecado
habitual si reconocemos su santidad y la necesidad de santidad personal como
un requisito para subir a él y declarar la Palabra de Dios. Si nos comprometemos
a no predicar excepto cuando “podemos levantar manos santas”, tenemos
garantizada la ayuda de Dios en nuestro ministerio. Al principio de mi
ministerio hice la promesa de que nunca predicaría si mi esposa y yo
estuviéramos peleados. He mantenido ese voto por la gracia de Dios (aunque
han habido una o dos veces que esto casi no se me aplica).
Los hombres de Dios pecan, pero los hombres de Dios deben confesar sus
pecados. Considere la oración de Nehemías (Neh. 1:4-1l). Él fue un hombre de
Dios que supo la importancia de confesar el pecado. Lo mismo se podría decir
del profeta Daniel en el capítulo 9 del libro de Daniel. ¿Y qué predicador puede
olvidar la oración penitente de ese consiervo caído, David, cuando derramó su
alma ante su Dios en el Salmo 51? El hizo de su confesión y purificación una
condición para restaurar su ministerio: “Entonces enseñaré a los transgresores
tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Sal 51:13).
Permítame agregar que el púlpito no es lugar para la confesión de nuestros
pecados personales a Dios. Debemos hacerlo en nuestro estudio o en nuestros
lugares de oración personal. Tal muestra de hipocresía, el usar el escritorio
sagrado para aparentar humildad y santidad, debe ser triste y repugnante para
Dios. Personalmente debemos estar bien informados con la cruz de Cristo, la
fuente de purificación es para nosotros primero. Alexander Maclaren ha escrito
correctamente: “se requiere un hombre crucificado para predicar un salvador
crucificado”.2

Comunión con Dios


La santidad también debe ser mantenida a través de una constante y viva
comunión con Dios. Si vamos a ser líderes de alabanza, entonces debemos ser
verdaderos adoradores también. Si vamos a hablar por Dios, debemos ser
personas que hablan con Dios. Si vamos a dirigir las almas al cielo, entonces
_________________________
2. Stephen F. Olford, Anointed Expository Preaching (Nashville: Broadman & Holman, 1998), 44.
debemos ser los que descienden del cielo con la Shekinah de Dios alrededor de
nosotros.
Aquí es donde muchos de nosotros fracasamos. No practicamos lo que
predicamos. Y todavía nos preguntamos por qué el poder se ha apartado de
nuestra predicación. Lo que en realidad sucede es que nosotros nos hemos
apartado de la fuente de nuestro poder: Dios mismo. Escuche el testimonio del
santo George Muller:
Yo vi más claramente que el más grande y primordial asunto al que debo
prestar atención cada día debía ser que mi alma fuera feliz en el Señor. La
primera cosa que me debe preocupar no es cuánto debo servir al Señor…
sino cómo lograr que mi alma llegue a un estado de felicidad, y cómo mi
[vida] interior pueda ser nutrida.3
Así que, debemos tener las prioridades correctas en nuestras vidas. ¡Dios
debe ser lo primero, aun antes que el ministerio! Warren Wiersbe dice:
La parte más importante de la vida de un predicador es la parte que solo Dios
ve, el tiempo a solas con Dios, cuando no estás “sermoneando”, cuando no
te estás preparando para el ministerio público, cuando eres un pecador
adorando a un Dios santo…. Así que yo diría a cada predicador: Cultiva tus
raíces espirituales y comienza cada día con el Señor.4
“Ten cuidado de ti mismo”, le dijo Pablo a Timoteo (1 Ti. 4:16). A los
ancianos de Éfeso les dijo: “Tened cuidado de vosotros” (Hch. 20:28). Richard
Baxter, en su exposición de Hechos 20:28, nos da exhortaciones inolvidables
con relación a la comunión con Dios como un deber para cada predicador.
Considere estos puntos:
No se conformen con estar ustedes mismos en la gracia, también sean
cuidadosos de que los dones de gracia sean mantenidos en vigoroso y vivo
ejercicio, y que se predican a ustedes mismos los sermones que estudian,
antes de predicarlos a otros.… Cuando sus mentes están en un marco santo
_________________________
3. Ibíd., 21.
4. Michael Duduit, Communicate with Power (Grand Rapids: Baker, 1996), 223.
y celestial, es probable que su gente participe de los frutos de esto. Sus
oraciones y alabanzas y la doctrina serán dulce y celestial. Se darán cuenta
de que ustedes han estado con Dios: que aquello que inflama sus los
corazones, llenará sus oídos. Por lo tanto, vayan a Dios especialmente por
vida: lean algo estimulante, un libro interesante o mediten en el efecto del
tema que van a hablar, y en la gran necesidad del alma de su gente, de tal
forma que puedan entrar en su casa con la pasión del Señor. Mantengan, de
esta forma, la vida de gracia en ustedes mismos, que pueda verse en todos
sus sermones desde el púlpito, que cada uno que venga frío a la reunión,
pueda recibir calor antes de irse.5

Claves para la comunicación con Dios


 Leer las Escrituras.
 Meditar en la Palabra de Dios.
 Orar constantemente.
 Crecer en el amor por el Salvador.
 Adoración privada y pública.
 Ayunar y ejercitar la humildad.
La mayoría de nosotros sabemos las claves para comunicarnos con Dios.
Después de todo, constantemente estamos recordándole a nuestra gente que
sean fieles en esto. Pero muy a menudo somos como aquel proverbial plomero,
arreglando todas las cañerías menos la suya propia. Todas las casas están
elevadas y secas, mientras nosotros nos ahogamos en nuestra propia
negligencia. Permítanme recordarles lo siguiente:
1. Desarrolle una disciplina personal de leer la Palabra de Dios, no tanto
para preparar un sermón, sino por el gozo personal de conocer a Dios y
sus obras en el mundo. –Yo diría, –afirma Lloyd-Jones–, que todo predi-
_________________________
5. Richard Baxter, The Reformed Pastor (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 61–63.
cador debe leer la Biblia en su totalidad por lo menos una vez al año.6
2. Permita que el estudio de la Palabra sea un ejercicio para alimentar el
alma y no para “engordar un sermón” para otros. Si el sermón lo
alimenta, alimentará a otros también.
3. Aparte suficiente tiempo cada día para meditar en lo que lee y estudia.
Camine; tenga un largo paseo por el campo. Encuentre un lugar silencioso
y adecuado para reflexionar en las verdades encontradas en el estudio.
Procure entender y aplicar la verdad en su corazón.
4. Esté en constante oración. La oración debe saturar su vida. Ore en
privado. Ore con su esposa y con la familia. Ore con otros. Ore
especialmente por todas las necesidades ministeriales tales como santidad,
valentía, sabiduría, puertas abiertas y las palabras correctas. Ore por otros.
Sobre todo, ore “sin cesar” (1 Ts. 5:17) y ore “en el Espíritu Santo” (Jud.
1:20).
Considere las siguientes exhortaciones al orar.
Charles Bridges: “La oración es lo que da toda la fuerza y la eficacia a
nuestras diferentes actividades: y ese hombre cesa, si puedo usar la
expresión, de ser un ministro público dependiendo del tiempo en que él cesa
de orar”.7
Charles Spurgeon: “La oración no puede hacerlo elocuente desde el punto
de vista humano, pero en realidad lo hará así, para que hable desde el
corazón; ¿y no es ese el significado de la palabra elocuencia? Traerá fuego
del cielo sobre su sacrificio, y de esa manera probará que es aceptado por el
Señor”.8
5. Enamórese del Salvador. No olvide el día de su salvación. ¡Recuerde que
usted fue hijo de Dios antes de ser un ministro de Dios y que usted será
________________________
6. D. Martin Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers (Grand Rapids: Zondervan, 1971), 172
7. Charles Bridges, The Christian Ministry (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1967), 147.
8. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 45.
hijo de Dios aun mucho después que deje de ser un ministro de Dios! Su
posición en Dios está basada no en el tamaño de su iglesia o el efecto de
su predicación, sino en su adopción en Cristo, por lo cual usted clama:
“¡Abba Padre!” (Ro. 8:15). Así que crezca en su amor por el Salvador.
6. Obtenga lo mejor de la adoración pública. No sea un espectador sino un
participante. La meta principal del servicio de adoración es adorar a Dios,
no recibir ni oír su sermón. Dios, no usted, es la atracción principal.
Permita que los cantos, la música especial, las ofrendas y el
compañerismo de la gente de Dios le motive a una verdadera adoración.
7. Tome tiempos especiales para dedicarse usted mismo a tiempos
prolongados de oración, ayuno e introspección personal. El tiempo usado
en estas disciplinas espirituales mostrará sus resultados en el
mantenimiento de una vida espiritual viva.
Robert M. McCheyne ha dicho correctamente: “En gran medida, de acuerdo
a la pureza y perfección de los instrumentos, será el éxito. No es el gran talento
lo que Dios bendice sino el deseo de ser como Jesús. Un ministro santo es un
impresionante instrumento en la mano de Dios”.

Comisionados por el Espíritu


El poder espiritual viene cuando entendemos que nuestros ministerios no
provienen de los hombres sino de Dios. El predicador necesita de alguna forma
sentir que Dios lo ha llamado a esta tarea sagrada. Él puede hacer lo que nadie
más puede hacer. Este llamado necesita no solamente sentirlo en lo personal,
sino que debe ser afirmado por la iglesia. El llamado del Espíritu Santo al
ministerio de predicar está abierto a la discusión. Algunos nos colocarían a
todos en el mismo nivel, poniendo el sacerdocio de todos los creyentes como
prueba suficiente de que no solo una clase particular de individuos tiene un
llamado distinto de Dios. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que hay
ocasiones en que Dios “aparta” a hombres para un ministerio específico (Hch.
13:2: “Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado”). Hay en
realidad un oficio de pastor o anciano con cualidades específicas (1 Ti. 3:1–13;
1Ti. 5:17–20; He. 13:7, 17).
A través de las edades, la iglesia ha buscado y reconocido a los que Dios ha
escogido y llamado para tareas especiales. El poder en el púlpito se eleva o
recae sobre el reconocimiento, por el predicador y las personas por igual, de
que Dios llama a un hombre para predicar. Un predicador que duda de su
llamado tendrá suficiente razón para dudar de sus mensajes, y quienes no
reconocen que tal hombre ha sido llamado por Dios se resistirán a oír y
obedecer.
Usted está condenado al fracaso si no está seguro del llamado de Dios.
Considere lo que Charles Bridges ha dicho con respecto al llamado del
predicador:
Nosotros podemos trazar a veces el fracaso ministerial desde el umbral del
inicio del ministerio. ¿Fue el llamado al sagrado oficio claro en el orden de
la iglesia, y de acuerdo a la voluntad de Dios? Esta pregunta le da una vasta
importancia al tema. Donde el llamado es manifiesto, la promesa es segura.
Pero si nosotros corremos sin ser enviados, nuestras labores no serán
bendecidas. Muchos, nosotros tememos, nunca hemos ejercitado nuestras
mentes para indagar. ¿Pero no vemos la ordenanza escrita de la posición de
la iglesia sobre sus estériles ministraciones: “Yo no los envié ni les di
órdenes, ni son de provecho alguno para este pueblo, declara el Señor” (Jer.
23:32)?9
Spurgeon dice:
Que cientos de personas han perdido su camino y tropiezan con el púlpito es
la evidencia más triste de los ministerios inútiles e iglesias decadentes que
nos rodean…. No todos son llamados a trabajar en la palabra y la doctrina, o
para ser ancianos, o ejercer el oficio de obispo; no todos deben aspirar a todo;
sino aquellos que son adictos a tan importantes compromisos y que sienten,
_________________________
9. Bridges, Christian Ministry, 91
como el apóstol, que ellos han “recibido este ministerio” (2 Co. 4:l).10

“El llamado viene de Dios y no del hombre”, dice el famoso expositor, W.


H. Griffith-Thomas. “Debe ser en alguna manera la apelación inmediata de Dios
al alma: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en Mi viña.’ Este llamado no es primeramente
a través de la Iglesia o una denominación en particular, sino la obra interna del
Espíritu Santo. Y como tal será un ‘llamado eficaz’; tal hombre inevitablemente
alcanzará el ministerio”.11

D. Martyn Lloyd-Jones afirma:


Un predicador no es un cristiano que se decide a predicar, él no decide
hacerlo; ni siquiera decide tomar la predicación como un llamado.12
El hombre que es llamado por Dios es un hombre que se da cuenta de que es
llamado para hacerlo, y se da cuenta de lo pesado de la tarea que hasta se
retrae de ella. Solamente esta abrumadora sensación de satisfacción de ser
llamado, y la obligación, debería impulsar a alguien a predicar.13
El Dr. John F. MacArthur advierte a todos diciendo:
El pastorado es un llamamiento a hombres que tienen un deseo apasionado
para ministrar. Nunca obligo nadie a entrar al ministerio. Un hombre debe
sentir el llamado de Dios como un deseo que consume en el corazón. Él no
es apto para el ministerio si no tiene la sensación de ser llamado o si el pecado
en su vida opaca ese llamado.14
Esta comisión de Dios es un ingrediente indispensable en un predicador
apasionado para declarar la Palabra del Señor. Si duda que Él lo envió, estará
presionado tanto por la magnitud de la tarea como por la reacción de la
_________________________
10. Spurgeon, Lectures to My Students, 25.
11. W. H. Griffith‐Thomas, Ministerial Life and Work (Grand Rapids: Baker, 1974), 93.
12. Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers, 103.
13. Ibíd., 107.
14. John F. MacArthur, “The Highest Calling” (an invocation message at The Master’s Seminary, Sun Valley, Calif.,
9 de septiembre de 1990).
audiencia. Solo los que son comisionados pueden declarar con convicción y
apasionadamente: “¡Así dice el Señor!”
El llamado de Dios debe ser reconocido también por la iglesia. Cuando Dios
llama a un hombre, Él informa también a la iglesia (Hch. 6:1–6; 13:1-3). El
valor de la aprobación de la iglesia sirve para confirmar el llamado. ¡Ay del
pobre predicador que insolente desprecia el rito de ordenación! La aprobación
de la iglesia no es la última prueba del llamado, pero sirve para dar luz verde al
ministerio público. Con el llamado de Dios y el apoyo de la iglesia, podemos
actuar como embajadores del Rey e implorar a las personas que se reconcilien
con Dios.
¿Quiere usted predicar con pasión? ¿Lo ha llamado Dios para predicar?
Entonces obedezca el llamado y vaya en la confianza de que Dios le suplirá
todo. ¿Lo ha ordenado la iglesia para predicar? Entonces hable con autoridad
eclesiástica. Yo soy tímido por naturaleza, pero mi audacia procede de estos
dos apoyos: el llamado de Dios y la confirmación de la iglesia. Puedo declarar
la Palabra de Dios con seguridad total, sin reservas y con el entendimiento de
que Dios bendecirá mi ministerio.

Controlado por el Espíritu


La pasión también procede del poder espiritual que produce el inmediato y
personal rendimiento de nuestras vidas al Espíritu Santo. Mucho se ha dicho
acerca de “predicación con urgencia”, que es la predicación que viene cuando
el predicador es controlado completamente por el Espíritu Santo. Para otros,
“predicar con urgencia”, o lo que comúnmente llaman “unción”, es una
dotación sobrenatural del poder del Espíritu Santo. Lloyd-Jones dice:
A menudo digo que el lugar más romántico en la tierra es el púlpito. Subo
domingo a domingo los escalones hacia el púlpito: nunca sé que va a pasar.
Confieso que algunas veces, por varias razones, vengo sin esperar nada; pero
repentinamente, el poder me es dado. Otras veces, pienso que tengo mucho
a causa de mi preparación; pero encuentro que no hay poder en mi mensaje.
Gracias a Dios que es así. Pongo lo mejor, pero Él controla los “ingredientes”
y el poder; Él lo concede.15
Tony Sargent estudió las predicaciones de Lloyd-Jones y llegó a la
conclusión que él tuvo ese sagrado ungimiento. En un libro titulado El Sagrado
Ungimiento, Sargent describe el análisis siguiente acerca de “unción”:
 La unción depende de un elemento “dado”.
 La unción no es estorbada por la debilidad del predicador.
 La necesidad de unción confirma que hay más para predicar que la
simple oratoria.
 En la gracia de Dios, la unción puede fluir aun cuando la preparación
se haga de manera rápida e inadecuada.
 La unción causa que el predicador “se encienda”.
 Inclusive los predicadores más experimentados y santos necesitarán
entregas adicionales de unción para sus tareas específicas.
 La unción envuelve a la congregación.16
Sargent concluye que “unción es lo que impulsa al predicador. Hace de la
predicación un arte especial. Esto no quiere decir que la unción no esté presente
durante la preparación del sermón. La unción puede venir cuando la mente y el
corazón del predicador están sumergidos en el estudio”.17
El predicador común procura predicar con poder espiritual, tal discusión de
“la unción” nos deja más miserables que al principio. Somos guiados a creer,
debido a la definición de “unción”, que algún poder especial está disponible
para el predicador, algún toque sobrenatural que debemos esperar, buscar y
recibir, y eso es, en última instancia, un toque caprichoso del Espíritu Santo
sobre quién y cuándo Él quiere darlo. Esto implica colocar una dolorosa carga
sobre cualquier pobre predicador.
Las discusiones acerca de la unción no me satisfacen. Primero, las definicio-
_________________________
15. Tony Sargent, The Sacred Anointing (Wheaton, Ill.: Crossway, 1994), 59.
16. Ibíd., 59–64.
17. Ibíd., 64.
nes de unción son opacas y confusas. Stephen Olford, en su magna obra,
Anointed Expository Preaching (Predicación expositiva ungida), dice: “Tal
como el llenar sugiere una obra interna del Espíritu, el ungimiento enfatiza el
ser vestido exteriormente con poder”.18 Una definición grata, pero su
explicación subsiguiente es deficiente, puesto que trata con la unción especial
de Cristo, la que todos nosotros los predicadores, sabemos que es de un orden
diferente.
Considere la enigmática explicación de unción de Sangster:
Unción es esa mística agregada a la predicación que nadie puede definir y
nadie (con alguna sensibilidad espiritual) puede confundir. Los hombres la
tienen, o no la tienen. Es una cosa aparte del bosquejo de un buen sermón,
de útiles percepciones espirituales, del sabio entendimiento u oratoria
elocuente. Puede usar todos estos recursos, o no. Es rara, indefinible e
indescriptiblemente preciosa.19
¡Qué cosas! “¿Indescriptiblemente preciosa” pero “indefinible y rara?”
Mi conclusión es que tal cosa no existe. Debemos ser liberados de esta carga
puesta sobre nosotros por los que enseñan esto acerca de la predicación. Cada
ejemplo que nos es dado de hombres que predicaron con unción es el de
hombres que fueron dotados con muy buena oratoria y habilidades
intelectuales. ¿Dónde quedan los hombres que no tienen estos talentos o
habilidades? Si la unción es totalmente de parte de Dios, con toda seguridad
que veríamos a predicadores comunes, ignorantes, sin talento, pero sin
embargo, ungidos de esa manera. Aun Moody, hombre sin educación, fue un
elocuente orador natural.
La unción bíblica tiene que ver con la asignación de una tarea (Éx. 28:41),
una consagración (Éx. 29:36; 40:13), la designación de un oficio (Jue. 9:8; 1 S:
9:16), y un ungir o derramar perfume sobre el cuerpo (Lc. 7:46; Ap. 3:9). No
_________________________
18. Olford, Anointed Expository Preaching, 217
19. W. E. Sangster, Power in Preaching (Nueva York: Abingdon, 1958), 106
hay duda de que Cristo tuvo una unción especial (Lc. 4:18; Hch. 10:38), y que
el Espíritu Santo es la unción que es dada a todos (1 Jn. 2:20, 27).
Es obvio que la iglesia apostólica predicó con poder espiritual por todos
lados. El poder procedió de las siguientes fuentes:
1. La promesa del Espíritu Santo (Hch. 1:8). Vemos la demostración de
poder en la predicación en el día de Pentecostés (Hch. 2:1–18).
2. La relación personal con el Salvador resucitado (Hch. 4:13–20). Los
apóstoles experimentaron una fe viva; ellos sabían, sin ninguna sombra
de duda, que Cristo era su Señor resucitado.
3. La oración por denuedo especial para predicar (Hch. 4:29–31). El poder
vino en respuesta a la oración.
4. El poderoso control del Espíritu Santo (Hch. 4:8; 13:9, 52; comp. 6:3, 5).
Podemos esperar ser usados por el Espíritu Santo en la predicación cuando
nosotros estemos bajo su constante control (no solo en el púlpito; comp. Efe.
5:18), cuando no entristecemos o apagamos al Espíritu (Ef. 4:30; 1 Ts. 5:19), y
cuando no lo resistimos (Hch. 7:51). Cada predicador puede experimentar el
poder de Dios si simplemente rinde completamente su vida a la obediencia de
Cristo y busca fielmente llevar su carga. El predicador obediente debe esperar
que Dios bendiga la Palabra predicada (Is. 55:11). Como el santo McCheyne
dijo: “Un ministro santo es un arma impresionante en las manos de Dios”.
La predicación poderosa, por lo tanto, ni es medida por el tamaño de la
iglesia ni por el carisma y la elocuencia del predicador. Más bien es por el efecto
de la Palabra pronunciada por el predicador sobre el oyente. Usted puede ser un
predicador poderoso aunque su congregación sea pequeña. El tamaño de la
congregación no es un criterio justo para determinar si un predicador está
predicando con poder espiritual. El tamaño de una congregación involucra
muchas variantes, varias de las cuales no se pueden transferir ni reproducir en
otras congregaciones. Pero el poder espiritual está disponible para cada
predicador que desea llegar a ser un instrumento de Dios, un canal limpio para
que la Palabra de Dios sea vertida sobre los corazones de las personas.

Cada predicador puede experimentar


el poder de Dios si simplemente rinde
completamente su vida a la obediencia
de Cristo y busca fielmente llevar su carga.

La consolación de los santos


Predicar poderosamente es el resultado de la interacción que la gente de Dios
tiene con nosotros en nuestra predicación. No debemos atrevernos a reducir la
importancia que la congregación tiene sobre nuestra predicación. ¿Cómo
incrementan y mejoran ellos la “predicación con poder espiritual?”
Primero, por su intercesión. Nosotros necesitamos definitivamente sus
oraciones. El apóstol Pablo sabía la importancia de la oración a su favor.
Considere cuán a menudo él pide oración con relación a su predicación:
Y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar
a conocer sin temor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en
cadenas; que al proclamarlo hable con denuedo, como debo hablar.
—Efesios 6:19–20
…orando al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra
una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por
el cual también he sido encarcelado, para manifestarlo como debo hacerlo.
—Colosenses 4:3–4
Finalmente, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor se
extienda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió también con
vosotros.
—2 Tesalonicenses 3:1
Si un predicador tan poderoso como el apóstol Pablo dependió de las
oraciones de los santos, ¡qué no será del resto de nosotros que no nos
comparamos al apóstol! Debemos reclutar a nuestra gente para orar
específicamente por la proclamación de la Palabra en el Día del Señor. El
“horno” de Charles H. Spurgeon llegó a ser una cosa célebre. Él tenía a su
auditorio orando mientras predicaba. Un biógrafo describe una reunión de
oración de pastores dirigida por Spurgeon un jueves por la noche:
“Era una reunión extraordinaria, especialmente convocada con el propósito
de pedir la bendición sobre la Palabra que él estaba a punto de predicar; y lo
más refrescante y útil es que ello fue una prueba tanto para él como para su
gente”).20
Quienquiera que desea tener poder como Spurgeon, debe tener también a la
gente orando por sus predicaciones.
El pueblo de Dios también puede mejorar nuestras predicaciones por su
interacción con nosotros. Nuestras personas nos hacen predicadores poderosos.
Ellos son, en un sentido, con quienes nosotros experimentamos ya que
practicamos con ellos. Aquí es donde una audiencia paciente y sabia es de ayuda
para nosotros. Ellos proveen un foro para que nosotros desarrollemos nuestro
oficio y mejoremos nuestras habilidades como predicadores. Supe de un líder
que dijo que las iglesias pequeñas producen grandes predicadores y pastores
porque ellos saben el valor de permitir a los hombres crecer en sus habilidades
mientras los ministran, aunque a veces cometiendo errores. Aun Spurgeon
remarcó que él usaba la reunión semanal como una oportunidad para desarrollar
su extemporáneo estilo de predicación.
_________________________
20. Susannah Spurgeon and Joseph Harrald, eds., C. H. Spurgeon Autobiography, vol. 2, The Full Harvest: 1860–
1892 (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1973), 327–28.
El pueblo de Dios también puede ser un valioso recurso al proporcionar una
crítica constructiva a nuestra predicación. Si somos sabios y humildes, le
daremos la bienvenida a esas sugerencias constructivas a nuestra predicación,
aun si ellos pudieran hacerlo sin tacto. Nuestra inseguridad y el orgullo pueden
impedir que suceda esto. Podemos suprimir rápidamente cualquier ayuda que
pudiéramos recibir de nuestra gente. Así nunca llegaremos a ser mejores
predicadores y vamos a desarrollar malos hábitos o un estilo o espíritu ineficaz.
Los hábitos malos son difíciles de vencer. Considere como inclusive el
poderoso predicador Apolos fue ayudado por unos laicos en el contenido del
sermón y la forma de darlo (Hch. 18:26–28). Dios nos enviará nuestros
“Aquilas y Priscilas” que nos tomarán aparte y nos dirán que no solo perdimos
el punto del texto sino que además no lo hemos relacionado de una manera
práctica para las personas. Considérese un principiante hasta que los santos lo
aprueben.

Un sobrio recordatorio
Concluyo este capítulo con el recordatorio de Pablo de que un caminar
cercano a Dios es la clave para ser de utilidad:
Ahora bien, en una casa grande no solamente hay vasos de oro y de plata,
sino también de madera y de barro, y unos para honra y otros para
deshonra. Por tanto, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para
honra, santificado, útil para el Señor, preparado para toda buena obra.
—2 Timoteo 2:20–21
¡Decídase a ser un vaso santificado!
2

Predique con convicción

…porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.


—Hechos 4:20

Recientemente leí este curioso pensamiento:


A un predicador se le acercaron algunos miembros de su congregación por
un problema en la iglesia. Al ventilar sus problemas, hicieron toda clase de
cargos en contra de los que estaban en desacuerdo. Respondiendo a sus
quejas, el predicador les dijo:
–Tienen razón, ustedes tienen absolutamente toda la razón.
A la noche siguiente, otro grupo vino a su hogar y dijo a su modo la misma
historia. Él los escuchó calmadamente, y cuando terminaron les dijo:
–Tienen razón, ustedes tienen absolutamente toda la razón.1
Su esposa que estaba en la cocina, escuchó todo. Tan pronto como los
_________________________
1. Roy B. Zuck, The Speaker’s Quote Book (Grand Rapids: Kregel, 1997), 88.
miembros de la iglesia se fueron, ella entró aprisa a la sala y exclamó:
–Eres el individuo más falto de carácter que jamás he conocido.
–Tienes razón –respondió–, tienes absolutamente toda la razón.
Muy a menudo muchos hombres del púlpito parecen encajar en este tipo de
personas, predicadores faltos de carácter que se paran al frente para nada, que
arrullan a sus oyentes mediante la complacencia, que harán que su audiencia
pase la eternidad sin Cristo. Un predicador del evangelio por definición, es un
hombre que lucha por algo, que predica con fuertes convicciones personales
sobre cualquier asunto a la mano. Tal clase de hombre con toda seguridad que
es un predicador apasionado.
La predicación apasionada casi siempre procede de un hombre que al tener
la verdad la proclama con profundas convicciones personales. Son las verdades
por las que moriría. Los hombres sostienen opiniones pero las convicciones
sostienen al hombre. Las convicciones son principios espirituales que nos
llevan a actuar sin importar las circunstancias. En la actualidad,
desdichadamente hacen falta convicciones en nuestros púlpitos acerca de las
verdades que se predican. En este tiempo hay muchos predicadores en nuestros
púlpitos faltos de carácter, a veces firmes a veces no, indecisos, tímidos y aun
cobardes; y un púlpito falto de carácter produce gente sin carácter.
Con-vic-ción s. el estado de convicción, creencia firme, estar
convencido respecto a una verdad.2
La Biblia está repleta de ejemplos de hombres y mujeres que se mantuvieron
firmes en lo que creyeron, que estuvieron dispuestos a sufrir daños indecibles
por sus convicciones, y que aun estuvieron dispuestos a morir por lo que
creyeron que era correcto. Los pongo como modelo para nosotros. Consideren
las apasionadas convicciones de los siguientes siervos de Dios:

_________________________
2. Funk and Wagnalls Standard Desk Dictionary (Nueva York: Funk & Wagnalls, 1969), 140.
 La convicción de Josué: “Escoged hoy a quién habéis de servir: si a los
dioses que sirvieron vuestros padres, que estaban al otro lado del río, o
a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa,
serviremos al Señor” (Jos. 24:15).
 La convicción de Sansón restaurado: “Y dijo Sansón: ¡Muera yo con
los filisteos!” (Jue. 16:30).
 La convicción de Rut: “Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo,
excepto la muerte, nos separa” (Rt. 1:17).
 La convicción de Samuel: “Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto
en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor?
Por cuanto has desechado la palabra del Señor, Él también te ha
desechado para que no seas rey” (1 S. 15:22–23).
 La convicción de Natán el profeta: “Entonces Natán dijo a David: Tú
eres aquel hombre” (2 S. 12:7).
 La convicción de Elías: “¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones?
Si el Señor es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él” (1 R. 18:21).
 La convicción de Ester: “y si perezco, perezco” (Est. 4:16).
 La convicción de Job: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos
el mal?” (Job 2:10).
 La convicción de Daniel: “Se propuso Daniel en su corazón no
contaminarse” (Dn. 1:8).
 La convicción de Sadrac, Mesac y Abed-nego: “Pero si no lo hace, has
de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la
estatua de oro que has levantado” (Dn. 3:18).
 La convicción de Juan el Bautista: “Camada de víboras, ¿quién os
enseñó a huir de la ira que vendrá?” (Mt. 3:7) y “porque Juan le decía:
No te es lícito tenerla” (Mt. 14:4).
 La convicción de los apóstoles: “Vosotros mismos juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque nosotros
no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. (Hch. 4:19–20)
y “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (5:29).
 La convicción de Esteban: “Vosotros, que sois duros de cerviz e
incircuncisos de corazón y de oídos, resistís siempre al Espíritu Santo;
como hicieron vuestros padres, así también hacéis vosotros” (Hch.
7:51).
 La convicción de Pablo: “Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es
ganancia” (Fil. 1:21).
 La convicción de Juan: “Yo, Juan…me encontraba en la isla llamada
Patmos, a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús” (Ap.
1:9).
 La convicción de nuestro Señor y Salvador: “El Hijo del Hombre debe
padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, los principales
sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Lc.
9:22).
La lista de los santos de Dios que vivieron y predicaron con convicción
podría continuar indefinidamente, desde el reformador Martín Lutero, quien
declaró su histórica posición en Worms, hasta Eric Lidell, el atleta escocés
quien se distinguió al rehusar correr en el día del Señor durante las olimpiadas.
Los hombres que tienen convicciones y las viven, predicarán con convicción.
Pero, existe una separación en algunos predicadores entre predicar la Palabra
de Dios y predicar apasionadamente. Predicamos su Palabra, pero no
apasionadamente. Predicamos la verdad, pero no con energía o fuego ardiente
en nuestro ser. Mucho tiene que ver con lo que predicamos, pero no tanto con
lo que verdaderamente creemos. Como predicadores convencidos de la Biblia
como la Palabra de Dios y comprometidos a predicar esa Palabra, nunca debería
faltarnos pasión. La Palabra de Dios, sola, es una fuente de inspiración (Sal.
19:7–13 y 119:11–16); es poderosa (He. 4:12–13), útil (2 Ti. 3:16–17) y es
divinamente eficaz (Is. 55:11).
Predicar con convicción descansa en estas simples premisas:

Principios para predicar con convicción


 Enfocarse en los temas principales.
 Predicar la tesis principal del texto.
 Predicar el texto “yugular”.
 Predicar las doctrinas ortodoxas.
 No enfocarse mucho en los temas menores.
 Meditar en el texto que va a ser predicado.

El predicador expositivo pudiera estar en desventaja cuando necesite


predicar con pasión. Puesto que ha escogido un estilo de predicar en el que debe
ir de capítulo en capítulo, versículo por versículo, a través de todos los libros
de la Biblia, también deberá predicar a través de los libros o porciones de libros
que tal vez no emocionen su corazón o los corazones de sus oyentes. Una
predicación en secuencia y cognitiva no siempre es apasionada o emocionante.
Pero aun los predicadores expositivos podrían predicar con profundas
convicciones personales si tan solo siguen algunas directrices al predicar.

Enfocarse en los temas principales


Los grandes predicadores son aquellos que predican los temas principales de
las Escrituras. Los predicadores textuales y de temas tienen ventaja sobre los
predicadores expositivos porque pueden escoger los temas que emocionan sus
corazones y sobre los cuales tienen un sentimiento profundo. El expositor, sin
embargo, debe predicar sección tras sección sin importar si le emociona o no.
El estilo dicta el contenido. El panorama bíblico no está adornado con
verdades distinguidas de fácil aplicación y disponibilidad. Algunas secciones
requieren gran habilidad exegética para extraer su riqueza y mucha habilidad
homilética para entregar un mensaje preparado y aplicable.
Entonces, ¿qué debe hacer el expositor? Primero, con sabiduría debe
seleccionar el libro que planea exponer. Puesto que la Biblia es una enciclopedia
de libros y temas, él tiene la oportunidad de seleccionar el libro de la Biblia que
será más importante para el auditorio. Para la iglesia, los libros del Nuevo
Testamento tienen precedencia sobre los del Antiguo Testamento. Para los
plantadores de iglesias, recomiendo una exposición de Mateo, luego de Hechos
seguido por Romanos y 1 Corintios. Casi cada capítulo en estos cuatro libros
será extremadamente vital para el establecimiento y madurez de la iglesia.
El Antiguo Testamento se presta en gran manera para la predicación
expositiva, y obviamente unos libros son más fundamentales para la iglesia que
otros; (por ejemplo Génesis vs. Levítico). Otros libros del Antiguo Testamento
parecen ser de un interés perenne (por ejemplo Salmos y Proverbios), mientras
que otros necesitan mucha elaboración expositiva para ser del agrado de la
audiencia (por ejemplo los profetas menores).
De ninguna manera intento menoscabar la inspiración de todas las Escrituras,
ni procuro promover el descuido de la predicación de todo el consejo de Dios.
Simplemente quiero revelar lo que es obvio para los expositores. Si tiene que
escoger entre Romanos y 2 de Crónicas para predicar el domingo por la mañana,
¿cuál le apasionaría más? ¿Cuál contendría los mejores temas que su gente
urgentemente necesita aprender y asimilar en sus vidas? La respuesta es obvia.
Por lo mismo, tenemos que ser inteligentes para seleccionar con cuidado los
libros sobre las cuales exponer la Palabra.

Predique la Tesis Principal del Texto


Por predicar la tesis principal del texto me refiero a que como expositores
debemos predicar el tema y exponerlo al ir por los párrafos de los capítulos.
Algunos expositores piensan que deben explicar cada “jota y tilde”, cada
significado gramatical y los pormenores de la sintaxis o cada estilo literario,
con el fin de ser conocidos como expositores. Honestamente, no muchos de
nosotros podemos realmente apasionarnos a causa de una partícula gramatical
griega. Dudo que nuestro público se entusiasme por los tiempos y modos de los
verbos griegos.
La exposición es como servir pollo para cenar. Hemos matado el pollo, le
hemos quitado las plumas y lo hemos partido en pedazos, pero nunca veremos
las patas o el pescuezo servidos en el plato. Se sirve la mejor parte del pollo.
(Cuando era adolescente, recuerdo que me daban el pescuezo. Era lo que me
tocaba para comer, pero hubiera preferido que me dieran una pierna).
¿Por qué le servimos a nuestra gente menos de lo que es la tesis principal del
texto? ¿Por qué dudamos en darles los grandes temas desarrollados por los
escritores del evangelio y en vez de eso demandamos que entiendan las
descripciones y explicaciones de temas menos importantes, de asuntos
triviales? Si pudiéramos identificar la tesis principal del texto, ver su vitalidad
para los destinatarios originales, para nosotros y para nuestra audiencia, nos
involucraríamos profundamente en ello y la predicaríamos con vitalidad. Un
sermón no es un ejercicio de exégesis, sino la declaración de una verdad para
movernos a la acción moral. Es una verdad entregada por medio de un hombre.
Cualquier cosa menos que esto puede ser alcanzada sin necesidad del
predicador.

Un sermón no es un ejercicio de exégesis,


sino la declaración de una verdad para
movernos a la acción moral.

Predique el Texto Yugular


La vena yugular es la vena principal, la que sostiene la vida en nuestro
cuerpo. Cortar la vena yugular es dar un golpe mortal. Lo mismo se aplica a la
predicación de las Escrituras. Si usted predica por tópicos o textualmente,
entonces seleccione los textos yugulares, los textos que contienen toda la
doctrina en uno o dos versículos.
Predicar el texto yugular es como servir filete “miñón” en cada comida. El
predicador simplemente busca en las Escrituras los textos que hablan sobre los
temas principales de la Biblia. Para predicar sobre los orígenes, usted va a
Génesis 1; para un sermón sobre el pecado, a Génesis 3; para santidad, a Isaías
6; para confesión de pecados, al Salmo 51; para el nuevo nacimiento, Juan 3; y
así sucesivamente.
Ese fue el secreto de los avivamientos de los predicadores itinerantes: ellos
simplemente escogían los textos que contienen la verdad que emocionaba sus
corazones y luego expresaban esa verdad con pasión. Podemos aprender mucho
de ellos.
Una palabra de precaución es necesaria a estas alturas. Un texto no debe
llegar a ser un pretexto. Una exégesis completa debe preceder a nuestro sermón,
aun si solo exponemos un versículo. Este debe ser estudiado a fondo en su
contexto gramatical, histórico y literal. Ningún predicador jamás debería
predicar sobre un pasaje que no entiende verdadera y completamente. Es
nuestro trabajo declarar la verdad, no dar sermones.

Predique las Doctrinas Ortodoxas


La ortodoxia emociona. El término ortodoxia se refiere a las doctrinas
cardinales de la fe cristiana, tenazmente defendidas a través de los siglos y
entregadas a nosotros por fieles y valientes defensores de la fe. Vale la pena
morir por las doctrinas ortodoxas. La ortodoxia movió a Judas a desafiarnos
apasionadamente a “contender ardientemente por la fe que de una vez para
siempre fue entregada a los santos” (Judas 3). La pasión de Judas sobresalta en
las páginas de la Biblia.
Necesitamos estar bien familiarizados con doctrina y teología. El objetivo
primordial de estudiar teología en un seminario es ponernos al tanto de las
verdades cardinales contenidas en las Escrituras y entender la manera en que
afectan a la raza humana. Desdichadamente, la teología puede ser estudiada
solamente para propósitos académicos, y consecuentemente se predicará en esa
misma forma. Un profesor de teología, carente de espíritu, produce
predicadores teológicos carentes de espíritu. Esto no debe ser así. Si la teología
es la verdad, la teología bíblica debería hacer arder nuestros corazones como a
aquellos discípulos de Emaús (Lc. 24:32).
Cada predicador debe ser un teólogo. Él debería saber su doctrina porque
cada sermón es un sermón doctrinal, el desarrollo de alguna verdad divina
revelada en las Escrituras. Si un sermón no desarrolla una doctrina específica,
y si no rechaza o explica un punto de vista de la fe, no es un sermón bíblico. En
pocas palabras, estamos fallando al “predicar la Palabra”. Por esta razón
debemos estar bien familiarizados con nuestra teología. Nuestros libros de
teología deben estar al alcance de nuestras manos y debemos hacer buen uso de
ellos cuando preparemos nuestros sermones.

Cada predicador debe ser un teólogo.


Y saber su doctrina porque cada sermón
es un sermón doctrinal, el desarrollo de
alguna verdad divina revelada en las Escrituras.

Permítanme hacer aquí dos observaciones acerca de predicar con convicción.


Primero: concretémonos en las principales doctrinas ortodoxas. Identifíquelas
y márquelas, instrúyase en ellas y predíquelas a su audiencia. Pablo predicó la
cruz, no el bautismo (1 Co. 1:17). Note la sabiduría del apóstol al diferenciar
las doctrinas de peso. ¿Le importaba el bautismo a Pablo? Por supuesto que sí.
Pero sabía que el evangelio es lo que salva, no el bautismo. Por eso predicó la
doctrina cardinal de la cruz. La cruz me emociona; las formas de bautismo no.
Si predicáramos con convicción, entonces deberíamos identificar las doctrinas
ortodoxas que nos conciernen, aquellas que son indispensables, verdades no
negociables. Debemos predicarlas con ardiente convicción para que nuestro
auditorio las ame tanto como nosotros.
La segunda observación es esta: predicar doctrinas en la misma forma que
Dios lo hace; o sea, en el contexto histórico de la vida humana, no en el seco
formato analítico de un libro de teología. Cada doctrina se aprende en el
contexto del trato de Dios con su pueblo. Él se revela a sí mismo en la vida y
en las circunstancias de cada día. No hay mejores formas que ésas para
comunicar la verdad. Usted también haga lo mismo.

No enfocarse mucho en los temas menores


No solamente debería ser nuestra ambición ponerle mayor atención a los
temas bíblicos de más importancia si vamos a predicar con convicción, sino que
también debemos abstenernos sabiamente de los temas menores que roban el
efecto de la voluntad revelada de Dios. La mazorca es importante para el
desarrollo del grano, pero solo uno de esos dos se come; por lo tanto, solo uno
es vital. Lo mismo puede decirse acerca de la verdad revelada. Mucha
predicación hoy día, es predicación basada en temas menores:
 trasfondo histórico,
 tradiciones eclesiásticas,
 temas extrabíblicos,
 disputas teológicas no solucionadas
 controversias políticas.
En ocasiones, un predicador puede emocionarse sobre estos asuntos,
especialmente con la política y temas controversiales. A algunos les gusta una
buena disputa. Pero una dieta continua de controversias políticas no sustenta el
alma, ni el predicador puede sostener su pasión en una verdadera forma santa si
continúa predicando sobre temas menores. Tal vez esto es a lo que Pablo se
refirió cuando habló del hombre “que tiene un interés morboso en discusiones
y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias,
malas sospechas, y constantes rencillas” (1 Ti. 6:4–5). O cuando le encargó a
Timoteo “evita las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones de lo que
falsamente se llama ‘ciencia’ ” (1 Ti. 6:20 ); y otra vez: “Evita las palabrerías
vacías y profanas, porque… conducirán más y más a la impiedad” (2 Ti. 2:16).
O sus palabras a Tito cuando lo retó: “Pero evita controversias necias,
genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley, porque son sin provecho
y sin valor (Tit. 3:9).
Sangster dice:
Por lo que vemos en el título del sermón que está escrito los sábados por la
tarde en algunos periódicos, nos damos cuenta de que muchos predicadores
todavía pierden el tiempo en trivialidades. Pero también son culpables
hombres habilitados. Uno oye en ocasiones a un hombre con una buena dosis
de habilidad homilética desarrollando algo de la nada en el púlpito y dejando
al hambriento oyente con el deseo de que por lo menos la mitad de esa
habilidad hubiera sido gastada en la importancia del evangelio y hubiera
tratado en una forma seria acerca de las cosas de las cuales el hombre vive.3

Medite en el Texto
Para poder predicar con convicción, debemos permitir que la verdad del texto
arda en nuestros corazones hasta que sintamos lo que sintió Jeremías, que la
Palabra llega a ser como un fuego ardiente encerrado en nuestros huesos (Jer.
20:9), o como los apóstoles que dijeron: “no podemos dejar de hablar de lo que
hemos visto y oído” (Hch. 4:20).
Pasos a tomar para crear fogosidad dentro de nosotros.
1. Procurar un entendimiento exegético del texto: ¿Qué significa?
2. Procurar un entendimiento experimental del texto: ¿Qué significa para
mí?
3. Procurar un entendimiento homilético del texto: ¿Qué verdad necesita oír
mi gente de este texto? ¿Cómo puedo servírselo a ellos?
Estos tres pasos proveen los ingredientes del combustible para crear un gran
fuego en nuestra alma. Una verdad descubierta calienta la mente; y la necesidad
_________________________
3. W. E. Sangster, Power in Preaching (Nueva York: Abingdon, 1958), 31.
de impartir la misma verdad a otros enciende llamas en el púlpito.
La predicación apasionada no puede pasar por alto ninguno de estos pasos.
No tienen rodeo. El Dr. John MacArthur ha destacado la naturaleza de la
predicación como “un trabajo duro”. Él dijo: “Debemos estar en nuestros
asientos hasta que el trabajo termine”.4 Tenemos mucha prisa en predicar, me
temo, y cuando predicamos es solamente un ejercicio del deber y no una
ardiente convicción.
La convicción de algunas verdades bíblicas empieza con nuestra exégesis,
con nuestra tediosa tarea preliminar de procurar entender qué es lo que el pasaje
de la Biblia significa, qué es lo que quiere decir. El texto a predicarse debe ser
completamente analizado para que podamos responder cualquier pregunta
relacionada con él. Debemos sentir que hemos entendido exactamente qué es lo
que el escritor quiso decir. Cada ‘jota y cada tilde’ debe ser disecada, cada
ramificación debe ser explorada, cada pensamiento debe ser ‘exhumado’ hasta
que no haya nada más que descubrir. Entonces estamos listos a proceder al
siguiente paso. Pero es en este primer paso que muchos predicadores fallan. La
flojera domina a unos de nosotros; la distracción, a otros. La falta de buenas
herramientas exegéticas a otros más. Y aun otros, tienen que empezar muy tarde
en la semana, por eso terminamos con “Especiales del sábado por la noche”. El
predicador es sobre todo un exégeta. Debemos vivir a la plenitud de esa
descripción de trabajo.
La verdad descubierta, a la vez, debe ser aplicada personalmente. Al igual
que la proverbial res, una vez ingerido el alimento en el “estómago del cráneo”,
debe ser transferido al “estómago experimental”, donde es digerido para
hacernos un bien personal y espiritual. Un texto que no nos ha beneficiado en
alguna forma no será comunicado con ningún sentido de emoción o de urgencia.
El texto debe de alimentarnos a nosotros primero, si es que ha de alimentar a
otros después. Obviamente, la aplicación experimental requiere tiempo y
disponibilidad espiritual. Nosotros también podemos llegar a ser “duros de cer-
_________________________
4. John F. MacArthur Jr., “About the Master’s Seminary”, http:// www.mastersem.edu/tmsad.htm; INTERNET.
viz e incircuncisos de corazón y de oído”, como para resistir la bondad del
ministerio del Espíritu Santo. Recuerde, un corazón frío forma un predicador
frío.
El paso final es procurar entender homiléticamente el texto, buscar formas
para aplicar la verdad a los corazones de nuestros oyentes. Un pastor conoce
sus ovejas, conoce bien la condición de su rebaño, y sabe qué verdades
necesitan en su momento actual. Él también conoce el humor y hábitos
particulares de tal modo que procurará la mejor manera de comunicarles la
verdad para que les haga bien, de la mejor manera posible. Nuestra meditación
sobre el texto debe extenderse aun a la forma de entregarlo que usemos al
comunicar la Palabra de Dios. No solamente estaremos convencidos de la
verdad sino de la forma en que la verdad es servida.

La Convicción es Contagiosa
Predicar con convicción es predicar con pasión. Me he esforzado en ayudarle
a tener convicción acerca de lo que usted predica, para ayudarle a sentir muy en
su interior qué es lo que va a decirle a su gente. Permítame concluir este capítulo
con dos citas que hablaron a mi corazón.
Al predicador que tiene interés en su tema, siempre se le escuchará. sus
oidores tal vez no creerán su doctrina; tal vez serán cautelosos, críticos,
fastidiados; pero ellos lo escucharán. El no tendrá un auditorio inatento; esto
es imposible. Pocos ojos estarán distraídos, pocas mentes estarán insensibles,
pocos corazones estarán indiferentes. Aquellos a quienes él les predica
podrán quejarse; podrán oír y odiar; pero lo escucharán. No hay predicador
que mantenga la atención de la gente a menos que él sienta su tema; tampoco
puede mantenerla, a menos que lo sienta muy profundo. Si va a hacer que
otros sean solemnes, él mismo debe ser solemne; debe “tener comunión” con
la verdad que expresa.5
_________________________
5. Gardiner Spring, The Power in the Pulpit (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, 1986), 132.
Permitan que un hombre sea “absorbido” por ciertas verdades, dejen que las
vea como hechos y no como sentimientos, que las vea en el corazón mismo
de la realidad y con inmenso significado, no solo para sí mismo sino para
toda la raza y ellas producirán en él un sentido de urgencia, un calor, y le
darán una convicción a su proclamación la cual será muy transformadora.
Predicador, ¡predique con convicción!
3

Predique con compasión

Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de


ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda
dolencia. Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban
angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
—Mateo 9:35–36

El predicar no es meramente un ejercicio de lenguaje o de oratoria. No es ni


siquiera un fin en sí mismo. Es el medio para un fin y con eso ayudar a otro ser
humano. Predicar es un alma rogándole a otra: “Reconcíliate con Dios” (2 Co.
5:20). Algunas personas se convierten en predicadores porque les gusta tal
tarea, por la gloria que le acompaña y por la sensación de poder. Pero ellos
nunca predicarán con pasión. La carga que se siente por otros es lo que produce
pasión en nuestra predicación. “Otros”, llega a ser nuestro grito pastoral. Lloyd-
Jones está en lo correcto cuando escribe:
El amar predicar es una cosa; amar a quienes les predicamos es algo distinto.
El problema con algunos de nosotros es que nos gusta predicar, pero no
siempre tenemos cuidado de asegurarnos que amamos a quienes les
predicamos. Si a usted le falta el elemento de la compasión también le faltará
el sentimiento que es un elemento vital en toda predicación.1
La predicación apasionada y poderosa se caracteriza por compasión por las
personas. La compasión es sentir lo mismo que los otros, llevar sus cargas,
participar de su dolor, llorar cuando ellos lloran.
Com-pa-sión s. Sentimiento de profunda simpatía y dolor por
alguien cuando le ha venido el infortunio acompañado con un
deseo de aliviar el sufrimiento; piedad.2
La compasión es lo que caracterizó el ministerio del Señor Jesús: “viendo las
multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas
como ovejas que no tienen pastor (Mt. 9:35–36). La palabra griega traducida
“tuvo compasión” se refiere al movimiento de las partes internas (corazón,
hígado, pulmones, etc.) reaccionando al dolor y a la miseria de otro. La totalidad
de la persona es afectada profundamente.3 Cristo no fue un mero predicador; Él
amaba a la humanidad. La totalidad de su ministerio fue un constante
derramamiento de su compasión por nosotros.
 La compasión movió al Señor Jesús a aproximarse a los pecadores (Mt.
9:13) y así los atrajo a sí mismo (Lc. 15:1).
 La compasión movió al Señor Jesús a liberar a la humanidad de la
frialdad legalista de los fariseos. (Mt. 12:7).
 La compasión movió al Señor Jesús a un ministerio de sanidad (Mt.
14:14).
 La compasión movió al Señor Jesús a darle alimento a las multitudes
hambrientas (Mt. 15:22).
 La compasión movió al Señor Jesús a restaurar la vista a los ciegos
limosneros de Jericó (Mt. 20:34).
 La compasión movió al Señor Jesús a tocar al “intocable” leproso y
sanarlo (Mr. 1:41).
_________________________
1. D. Martyn Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers (Grand Rapids: Zondervan, 1971), 92.
2. Webster’s Universal College Dictionary (Nueva York: Gramercy Books, l997), 164.
3. G. Abbott‐Smith, “splagcnizomai”, in A Manual Greek Lexicon of the New Testament (Edinburgh: T & T
Clark, 1991), 414.
 La compasión movió al Señor Jesús a resucitar de entre los muertos al
hijo de la viuda (Lc. 7:13).

La carga que sentimos por otros


es lo que produce pasión en
nuestra predicación.

Por eso, las palabras que Cristo habló procedían de una vida profundamente
afectada por aquellos a quienes Él ministraba. Él se identificó con nosotros,
sufrió con nosotros y al final murió por nosotros.
¿Somos nosotros como Cristo? ¿O estamos alejados del diario quehacer de
la vida humana? ¿Despreciamos al afligido, detestamos al impío, nos alejamos
del necesitado, evadimos a los inválidos, tememos ser contaminados por el
perverso o cerramos nuestro corazón al que tiene dolor y no nos identificamos
con el dolor de otros? ¿Cómo nos atrevemos entonces a usar el púlpito para
pronunciar palabras de consuelo y estímulo cuando no hay sentimiento en
nuestras palabras? ¡Cuán miserables consoladores somos! Baxter dice:
Hermanos, ¿Pueden mirar con confianza a las personas que están en miseria
y no percibir que les están pidiendo ayuda? No hay algún pecador de cuya
situación no debieras compadecerte, como para no estar dispuesto a aliviarle
con más frecuencia que con la que ellos vienen a ti. ¿Puedes verles como al
hombre golpeado en el camino e irte de ahí sin misericordia?4

Remueva los “ídolos” comunes de la predicación


Nuestra predicación no está avivada porque procede de un corazón de piedra.
La verdad es que predicamos por razones erróneas. Nuestra meta es muy baja.
_________________________
4. Richard Baxter, The Reformed Pastor (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 197.
Si fuéramos francos con nosotros mismos, nos daría vergüenza admitir nuestros
verdaderos motivos para predicar, que no es traer bálsamo espiritual a la afligida
grey del Señor. No, los motivos por lo general son menos nobles, más carnales,
más egoístas y más mercenarios en naturaleza.

Los “ídolos” comunes de la predicación


 Predicar por salario.
 Predicar para atraer multitudes.
 Predicar para agradar a la audiencia.
 Predicar para promover nuestro conocimiento.
 Predicar para publicar algún libro.
 Predicar para proteger nuestro “reino”.
 Predicar para pasar el tiempo.

Si somos francos, admitiremos que con frecuencia hemos puesto nuestro


sacrificio sobre los lugares altos antes mencionados y no sobre el verdadero y
sagrado altar de Dios para la predicación. Predicamos por razones erróneas y
luego nos preguntamos por qué es que no podemos poner el corazón y el alma
en ello. Permítanme elaborar.
1. Predicamos por salario. La predicación es por un llamado y por vocación,
pero es mucho más que eso; es un llamado divino. Deberíamos predicar
más de lo que esperamos que nos paguen por predicar. La Palabra de Dios
nos advierte en contra de predicar por dinero (1 Pedro 5:2; 1 Ti. 6:5–10).
Sin embargo, fácilmente podemos llegar a ser “pistoleros a sueldo”,
mercenarios en necesidad de sobrevivencia; y así, predicamos para ganar
dinero. Un predicador comprado es un predicador que da lástima; sus
sermones y su vida dan lástima. Haríamos bien en imitar a Eliseo en su
ministerio en vez de tener nuestros ministerios infectados por la lepra de
la codicia (2 Reyes 5). Mejor es hacer tiendas para financiar el ministerio
que ser un asalariado de las personas en necesidad de un profeta que les
traiga comezón de oídos. Pablo pudo ser arrojado y apasionado porque
“no codició ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie” (Hch. 20:33).
2. Predicamos para atraer una multitud. El mundo entero está enamorado
de las grandes multitudes y estamos en competencia unos con otros para
ver quien construye una iglesia más grande. En el camino hacia los
“lugares altos” hay muchos predicadores sacrificando la verdad por el
placer de atraer una multitud. Bajo el disfraz de la evangelización, de
relacionarnos con una nueva generación, y hacer atractiva la verdad,
hemos sacrificado la verdad que salva y santifica sobre el altar de los
números.
3. Predicamos para complacer a la audiencia. Predicamos para complacer
a las personas, no para hacerles bien espiritualmente. Damos sermones
llenos de “calmantes religiosos” en lugar de palabras saludables y sanas
que beneficien a las personas en el presente y por la eternidad. Tales
predicadores tienen temor de expresar las verdades duras y necesarias para
no perder su audiencia.
Debemos preguntarnos: “¿Estamos aquí para entretener una multitud o
somos llamados para hacer que la gente vuelva a Cristo y a que vivan en
santidad?” Se nos ha advertido acerca del carácter de algunos en contra
de las sanas doctrinas (2 Ti. 4:3–4). Cristo nos enseñó, por su propio
ejemplo, que nunca debemos jugar con la multitud (Jn. 6:64–69). O como
Pablo dijo: “Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no
sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10). Como ministros de Dios, somos
llamados a declarar a la gente lo que necesitan oír, no lo que quieren oír.
Deberíamos tener la actitud del pastor que fue reprendido por sus
diáconos.
–Pastor, usted está acariciando el gato al revés.
–Bueno, entonces –dijo el pastor–, volteen el gato.
No deberíamos tener temor de acariciar el gato al revés.
4. Predicamos para promover nuestra enseñanza. Algunos de nosotros
pensamos que el púlpito es un lugar para dejar admirada a la audiencia
con nuestra enseñanza. Creemos que es un triunfo cuando predicamos
cosas profundas y que nadie las comprende, y el servicio termina con
comentarios como: “Usted fue muy profundo hoy, pastor”. Lo cual
pudiera ser muy bueno para nuestros egos intelectuales, pero es muy poco
para la necesidad espiritual de nuestra gente. Lo axiomático es la claridad.
Debemos ser entendidos o todo está perdido. El gran apóstol Pablo tuvo
eso como meta (1 Co. 14:19).
Nuestro Señor fue un predicador de lo simple y tuvo gran efecto sobre
las masas. Lucas escribió que “todo el pueblo estaba pendiente de El,
escuchándole” (Lc. 19:48). Se dice que Juan Wesley primero predicaba
sus sermones a sus sirvientas para asegurarse que aun las más simples le
entenderían.
5. Predicamos para publicar un libro. Esto es el reverso de nuestros
propósitos al pensar que podemos usar nuestra audiencia como objetivo
para este fin. Todos saben que la palabra escrita no es como la palabra
hablada. Casi en todos los casos donde un gran predicador ha tenido sus
sermones impresos es porque sus sermones le han hecho mucho bien a su
gente. Si sus sermones valen la pena predicarse, valdrán la pena
imprimirse. Pero manténgase en su prioridad principal: Predique para
ayudar a las personas.
6. Predicamos para proteger nuestro “reino”. Como los enemigos del
evangelio en los días de los apóstoles, tal vez refrenemos la declaración
del consejo de Dios y en lugar de eso poseer el espíritu de Diótrefes (3 Jn.
9–10). El pueblo de Dios no es propiedad de nadie, excepto del Señor.
Nuestra meta es presentar a cada uno completo en Cristo (Col. 1:28), no
usarlos a nuestro antojo.
7. Predicamos para pasar el tiempo. Algunos hombres se agarran del púlpito
como un cobertor de seguridad hasta que encuentren pastos verdes o hasta
que lleguen a la edad de jubilarse y cumplir con los requisitos para los
beneficios de la jubilación. Podríamos impedir la obra de Dios al ocupar
un puesto sin ningún deseo de avanzar la causa de Cristo. Un ministro
“que estorba” es solo eso: un estorbo. Todos deberíamos seguir el refrán
dado por un director de empresa: “Sé un guía, sé un seguidor, o quítate
del camino”.

¿Por qué predicar?


Erramos nuestro llamado si pensamos que nuestro trabajo es meramente
predicar sermones interesantes o ir a través de lo rutinario enseñando la Biblia.
Predicar no es un fin en sí mismo; es un medio para lograr un fin. Predicar es
tan solo uno de los muchos propósitos espirituales que Dios ha ordenado para
poner al mundo en armonía consigo mismo. La meta del ministerio nos es
claramente dada por Pablo en su carta a los Colosenses: “A El nosotros
proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los
hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en
Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra
poderosamente en mí” (Col. 1:28–29). “Presentar a todo hombre perfecto en
Cristo” es la meta del ministro, y Pablo declara que eso merece ser hecho con
una entrega total.
El mismo pensamiento es expresado en las epístolas pastorales:
Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender,
para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, equipado para toda buena obra.
— 2 Ti. 3:16–17
Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende,
exhorta con mucha paciencia e instrucción.
—2 Ti. 4:2
…reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea
capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen.
—Tit. 1:9
En última instancia, la meta de la predicación es “preparar a los santos para
la obra del ministerio, para edificar el cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12). Es fácil que
nosotros olvidemos esto. Usar el púlpito y el servicio de adoración para pasar
el tiempo y en obras teatrales pueden hacer que perdamos el blanco. Aun entre
los evangélicos hay un ferviente deseo de ser el “gran predicador” o el “gran
expositor”, en vez del gran hacedor de bien a nuestra gente.
“El ministerio sería una gran cosa”, alguien dijo, “si no fuera por las
personas”. Tal declaración es incorrecta respecto al propósito del ministerio.
Las personas son nuestro negocio, nuestro único negocio, y la verdadera
predicación debe estar orientada a ellos. El apóstol Pablo les recordó a los
ancianos de Éfeso de sus propósitos tanto con una fuerte exhortación (Hch.
20:28) como por su propio testimonio acerca de la manera en que él
personalmente ministró entre ellos. Capten el compasivo corazón de Pablo en
sus propias palabras:
Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros bien sabéis cómo he sido con
vosotros todo el tiempo, desde el primer día que estuve en Asia, sirviendo al
Señor con toda humildad, y con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre
mí por causa de las intrigas de los judíos; cómo no rehuí declarar a vosotros
nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa…de
noche y de día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas.
—Hechos 20:18–20, 31
¿Cuándo fue la última vez que usted lloró por su gente? ¿Cuándo fue que
sus palabras fueron entrecortadas por sus lágrimas y llanto? ¿Cuándo fue la
última vez que usted se sintió sobrecogido por el amor a su congregación que
inclusive sus palabras fueron mezcladas con lágrimas? Spurgeon escribe lo
siguiente acerca de George Whitefield:
Escuchen cómo predica Whitefield, y no se atreverán a caer en letargos
nunca más. Winter dijo que “algunas veces él se sobrepasaba en su llanto, y
frecuentemente muy conmovido, que por unos momentos usted no sabría si
lograría recuperarse; y cuando lo lograba, requería un poco de tiempo para
componerse bien. Raras veces él predicaba un sermón sin que llorara. su voz
era interrumpida constantemente por sus emociones”.5
Cada predicador quiere tener la habilidad y la aclamación que George
Whitefield tuvo, pero pocos tienen su compasión metida en su alma, una
compasión que penetró cada fibra de ese incansable e itinerante heraldo.
Whitefield diría:
Me culpan por llorar; pero qué puedo hacer, cuando ustedes no lloran por sí
mismos, aunque sus propias almas inmortales están al punto de la
destrucción, y a la mejor están escuchando su último sermón; tal vez nunca
más tengan la oportunidad de que Cristo les sea ofrecido a ustedes.6
En esto consistía el secreto del éxito de Whitefield. No era su capacidad, sino
su compasión. Su amor y preocupación por la gente echaban a andar los motores
de su oratoria.

¿Cuándo fue que se sintió sobrecogido de


amor por su congregación que inclusive sus
palabras fueron mezcladas con lágrimas?

Nuestros sermones deberían ayudar a la gente, y tales sermones solo pueden


ser elaborados si tenemos a la gente en nuestro corazón mientras estamos
preparándolos. No nos atrevamos a ser como los indignos pastores de Israel,
que llegaron a ser objeto de una denuncia profética. Fueron castigados porque
no tenían el bienestar del pueblo del Señor como su más alta prioridad (Jer.
21:1–2). Noten lo que Ezequiel dice de tales pastores cuando Dios los denuncia:
_________________________
5. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 307.
6. Ibíd., 307.
¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los
pastores apacentar el rebaño? Coméis la grosura, os habéis vestido con la
lana, degolláis la oveja engordada, pero no apacentáis el rebaño. Las
débiles no habéis fortalecido, la enferma no habéis curado, la
perniquebrada no habéis vendado, la descarriada no habéis hecho volver,
la perdida no habéis buscado; sino que las habéis dominado con dureza y
con severidad.
—Ezequiel 34:2–4
¡Cuán grave acusación contra un ministro indigno!

Los Propósitos de la Predicación


Para que la predicación sea apasionada, debe proceder de un corazón
compasivo que desea reproducir a Cristo en las vidas de sus oyentes. Hay un
alto y santo propósito en su sermón; él hará algo bueno, debe hacer algo bueno,
o su rebaño sufrirá. Por lo tanto, cada sermón debería incluir uno o más de los
siguientes factores.
1. Debemos esforzarnos para convertir al pecador. Las almas están bajo la
sentencia de condenación. Baxter dice: “Oh, por Dios, y por esas pobres
almas, tengan piedad de ellas, hagan un máximo esfuerzo, y no reparen
en el dolor que las pudiera conducir a su salvación”.7 Cada sermón debería
contener el evangelio. Debería concluir en la cruz y en la tumba vacía.
2. Debemos esforzarnos por corregir al que ignora. Nuestra generación es
bíblicamente iletrada y como resultado, moralmente en bancarrota.
Nuestros sermones deberían esclarecer el camino del Señor e instruirlos
en los caminos buenos y rectos de Dios.
3. Debemos esforzarnos en corregir al descarriado. El pastor lleva un
cayado para guiar y para jalar; así también nuestros sermones deberían
_________________________
7. Baxter, Reformed Pastor, 199.
estar equipados con argumentos y recordatorios para los que conocen los
caminos de Dios, pero que escogen ir por otro camino. Los sermones
deben corregir y convencer. Lograr que el descarriado no se sienta
confortable en su jornada es señal de un buen sermón.
4. Debemos esforzarnos por sanar al herido. La predicación no solo debe
afligir sino también sanar. El bálsamo del pastor debe estar en el sermón.
Toda alma está en necesidad, aun aquellas que no lo reconocen (Ap. 3:17–
18). El predicador que no cuida a los de corazón maltratado, aquellos
cuyas vidas están bajo la presión del pecado, en cuyas casas hay silencio
debido a una muerte o por divorcio, tal persona no es digna de una
audiencia. No es de sorprender que tales predicadores terminen sin
auditorio, o con unas cuantas ovejas dignas de lástima.
5. Debemos esforzarnos a enseñar al sencillo. Cuando el Dr. J. Vernon
McGee predicaba, se proponía “poner las galletas donde todos pudieran
alcanzarlas”. Es algo maravilloso que él, aun estando muerto, sigue
hablando. La mayoría de los individuos del mundo son sencillos, o sea,
que no entienden fácilmente las verdades profundas. Sin embargo, les
predicamos como si ellos fueran seminaristas o eruditos.
6. Debemos esforzarnos por estimular al cansado. El mundo y la iglesia
están llenos de personas cansadas, y nuestra apremiante cultura hace
estragos sobre lo mejor de nosotros. Necesitamos una palabra de estímulo,
un llamado a recordar lo que ya sabemos, un claro vislumbre del cielo, de
las glorias de Cristo, del perdón, del gozo en el Espíritu Santo. Nuestros
sermones deben ser modelos de inspiración e inspirar vida en una
congregación sin espíritu. Los gritos y los regaños, esos latigazos verbales
no mejorarán el reino de Dios. Si el mundo aflige a nuestra gente con
látigos, ¿deberíamos hacerlo nosotros también con escorpiones? ¿Es de
sorprender entonces que ellos busquen sus propios refugios?
7. Debemos esforzarnos por proteger al desvalido. Nuestro Señor nos vio
como “angustiados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt.
9:36). La oveja necesita protección, y nuestros sermones deberían
protegerlas de la herejía, de enseñanzas extrañas, de disensiones internas,
de hábitos y pecados que destruyen, de los engaños del mundo y las
maquinaciones del diablo. La Palabra es la espada del Espíritu, y los
predicadores deberían hacer buen uso de ella para combatir a los lobos
rapaces que quieren devorar el rebaño de Dios. La flameante espada en el
púlpito, manejada con habilidad, guardará con toda seguridad la entrada
del corral del rebaño.
Predicador, sumérjase en lo bueno de su gente, y olvídese de lo bueno de su
sermón. Olvide el hacer de su metodología un ídolo, lo expositivo contra lo
textual, y el tópico contra las narrativas. No permita que estas cosas lleguen a
ser el propósito de su predicación. En vez de eso, imite a los predicadores
bíblicos. Que su meta sea el formar a Cristo en las vidas de su pueblo. Siempre
mantenga ese objetivo en su mente.

Obteniendo Compasión
La pregunta que nos ocupa en este último segmento es, “¿Cómo puede uno
tener compasión por las personas?” La compasión no es algo natural ni
universal. Algunas personas son más compasivas que otras. Los temperamentos
naturales afectan la compasión de uno como también lo hace nuestro medio
ambiente. Si estuviéramos en alguna otra ocupación, podríamos apoyarnos en
esos dos soportes para excusar nuestra insensibilidad. Pero la miseria de los que
nos rodean y la carga de asistirlos nos reta a todos a obtener una gran medida
de compasión. A continuación se dan unos medios prácticos para que nuestro
corazón cubra a otros.

Cómo tener compasión


 Analizar su propio corazón.
 Vivir entre la gente.
 Ser un cuidadoso observador.
 Leer acerca de la gente.
 Escuchar el llanto del corazón.
 Aprender de las pruebas personales.

Para predicarle a un corazón humano, debemos entenderlo. Los predicadores


que desconocen a la gente son como los cazadores que ignoran lo referente a la
caza. Nos ganamos el derecho de hablar cuando nos hemos esforzado para
entender a nuestro público. Nuestra eficacia en la comunicación se multiplica
cuando nuestra gente puede decir: “Mi predicador entiende mis circunstancias;
habla a mis necesidades”. El salmista exalta al Señor por las misericordias y los
beneficios que su Dios amoroso le concedió, y la consolación que recibe es
porque está consciente de que Dios lo conoce y entiende su condición. David
dice de Dios: “Como un padre se compadece por sus hijos, así se compadece el
Señor de los que le temen. Porque El sabe de qué estamos hechos, se acuerda
de que somos solo polvo” (Sal. 103:13–14).
Entonces, ¿cómo obtenemos tal percepción del corazón humano?
1. Analice su propio corazón. Los tres libros que están más a la mano para
nosotros son la Biblia, la naturaleza, y nuestro corazón. “Conócete a ti
mismo”, era un axioma griego. También el Manual de Homilética dice:
“Conozca su corazón”. Abrase a usted mismo, sea franco consigo mismo.
Entienda sus debilidades, deseos, tentaciones, y fallas. Obsérvese en el
espejo de su vida, y cuando usted pueda ver su cara claramente, entonces
usted verá que su cara se asemeja a todas las caras en el mundo. Entonces
usted entenderá que cada alma procede de un mismo lugar, del mismo
Hacedor. Un predicador ilusorio predicará sermones apropiados para los
“extraterrestres”.
Una vez que correctamente haya entendido quién es usted y cuáles son
sus necesidades, aplique el alimento espiritual a su propia alma debilitada.
Como un bebé recién nacido, también usted beba de la leche sincera de la
Palabra (1 P. 2:1–2). Entonces elabore un sermón que le predique a usted,
a sus necesidades, a sus debilidades, y a sus deseos. Muy escasamente
errará el blanco. Muchas veces me han acusado de predicarle a gente
específica de la congregación. La verdad es que, me estaba predicando a
mí mismo. El sermón era primordialmente para mí.
El descuidado arte de la meditación nos ha robado este ingrediente
necesario en el estudio y la asimilación de la Palabra de Dios. Meditar es
el acto de la aplicación personal. La introspección personal y la
aplicación de la Palabra de Dios son los más grandes descubrimientos que
nos ayudan a saber quiénes realmente somos. Aprendemos más acerca de
la humanidad por el estudio de uno mismo que por estudiar cualquier otro
libro escrito sobre este tema.
2. Viva entre la gente. La encarnación del predicador es indispensable para
el ministerio de la Palabra, tal y como la encarnación de nuestro Salvador
fue esencial para su ministerio como sumo Sacerdote (He. 2:17; 4:15).
Aprendemos a ser misericordiosos cuando también nosotros pasamos por
las miserias que la gente pasa. Aprendemos a simpatizar con sus
debilidades cuando nosotros también somos acosados por problemas
como los de ellos y tentados por el medio ambiente como los suyos. El
hombre que va desde la cuna cristiana hasta el púlpito cristiano sin pasar
por el valle de lágrimas nunca sabrá cómo aplicar correctamente la
Palabra a sus oyentes. Él no puede distinguir entre lo trivial y lo esencial,
entre lo urgente y lo superficial, entre la prioridad y las cosas periféricas.
¡Qué tragedia!
Le ayuda al ministro si ha tenido un empleo secular, si vive en el
vecindario de su gente, si compra donde ellos compran, y si sus niños
juegan con los niños de ellos. Aquí hay un buen argumento para visitar a
la gente en sus hogares y lugares de empleo. Cuando usted vea bajo qué
condiciones viven ellos, afectará sobre cómo y qué hablará usted. Bien ha
dicho alguien: “No critique el caminar de un hombre hasta que usted haya
viajado dos millas en el calzado de ellos”.
Nosotros los ministros de hoy somos culpables de estar alejados.
Hemos llevado nuestra separación hasta el extremo. Vivimos en
aislamiento, tan aislados que hemos perdido el toque con la realidad.
Pensamos que las masas llenan hoy las iglesias para saber las dimensiones
del santuario y para descifrar el color de las cortinas. Eso pudiera haber
sido verdad en días pasados, pero en el mundo de hoy, tal cosa está lejos
de lo que ellos necesitan o quieren oír. Sus vidas están en crisis, y
necesitan alguien que los entienda. ¿Los entiende usted?
3. Observe cuidadosamente a las personas. Los predicadores deben ser
observadores, tal y como los dentistas observan los dientes. Podemos
aprender mucho acerca de la gente simplemente por desarrollar una
curiosidad acerca de ellos. Aquí hay un área que no podemos evitar. Mi
dentista observa mis dientes, pero yo observo su alma. Otros están muy
preocupados con sus propias vidas como para preocuparse por la mía, pero
mi llamado hace que yo sea “el guardador de mi hermano”. Debo estar al
pendiente de ellos.
Hay lugares donde usted puede estudiar a las personas: el aeropuerto,
el parque de diversiones, el patio de la escuela, y en las bancas de la iglesia
en las cuales ellos se sientan. No hay lugar donde los humanos caminen
que el predicador no pueda aprender algo acerca de ellos. Me platicaron
de un predicador que lloraba en un estadio de fútbol mientras que miles
de personas gritaban durante el juego. El público estaba envuelto en la
acción del campo, pero el predicador lo estaba en aquellas vidas en
desesperación. ¡Eso, amigo, es compasión!
4. Lea acerca de la gente. Las revistas son prueba de que a las personas les
gusta saber cosas acerca de sí mismos. La gente es interesante, excitante
y desafiante. Por eso leemos de ellos. Grandes predicadores son lectores
de biografías, de las cuales obtienen no solo ideas para sí mismos, sino
también percepciones de la gente acerca de qué es lo que los motiva. Una
buena biografía puede ayudar a entenderlos.
Usted tiene que variar el material que usa. A muchos predicadores les
gustan las biografías de ministros, de misioneros y grandes cristianos.
Esto es bueno, pero necesitamos ampliar nuestra selección de modo que
incluyamos a las personas más en general de la feligresía. Sus vidas son
muy distintas de la de nuestros héroes. A veces una película acerca de una
persona puede servir para el mismo propósito. Aunque la televisión tiende
a crear vacíos en la gente, algunos programas y películas nos muestran el
corazón humano. Haga uso de estos recursos.
5. Escuche el llanto del corazón. A los predicadores les gusta hablar pero
tienen problemas para escuchar. Quieren que otros les presten atención a
cada palabra que ellos hablan, pero tienen problemas para ponerle
atención a las conversaciones de otros. Una cosa es escuchar las palabras
de alguien; y otra cosa es escuchar el llanto de sus corazones. Detrás de
sus agradables respuestas: –Estoy muy bien, pastor; pudiera haber un
corazón que clama por ayuda y compasión.
Una vez un sabio predicador dijo: “Sé amable con cada uno porque
cada uno pasa por momentos difíciles”. ¡Qué gran verdad es esa! Mientras
observo a las personas entrando al santuario los domingos por la mañana,
sentándose en sus lugares, y prepararse para la adoración, estoy
continuamente al tanto del dolor que ellos tienen y las cargas que llevan.
La mayoría las soportan estoicamente, no dejando ver que tienen estas
preocupaciones. Ellos están al punto de llorar; si tan solo hubiera alguna
persona cariñosa que simplemente se preocupara y tuviera un interés
amoroso en sus vidas. Desdichadamente, no hemos aprendido el arte de
escuchar el grito silencioso del alma angustiada.

Un Chequeo Realista
Han habido ocasiones en mi ministerio en que mi corazón se ha vuelto frío,
cuando mi alma ya no llora, cuando mis sermones ya no comunican, y cuando
el acto de predicar se vuelve una tarea penosa. Sé que he perdido la compasión.
Entonces me voy a un pequeño puesto de comidas en la calle de un populoso
barrio de la ciudad, a un lugar donde vive gente de distintos niveles
emocionales. Ordeno una taza de café y me siento con mi espalda recargada
contra la pared. Entonces miro, observo, leo, y escucho intensamente el llanto
del corazón.
Un grupo de adolescentes y jóvenes entran y piden algo ligero, uno de cada
cuatro de ellos morirá antes de los dieciocho años de edad; otros dos terminarán
en prisión. Todos están envueltos en una vida difícil. Una joven madre entra
con su prole de niñitos. Es obvio que son pobres. Comparten la bebida. Viven
en pobreza; algunos nunca verán un bosque o la nieve. Un viejo borracho
aparece rogando por comida. Rápidamente es echado fuera. Él fue el “niñito”
de alguien. En una ocasión una madre acarició a ese hombre y lo amamantó.
Ese pobre ser humano tiene hijos. Su esposa está en algún lugar allá afuera.
Hace mucho tiempo que lo “desheredaron”, pero ellos no lo han olvidado. El
sigue siendo el “papi” de alguien. De acuerdo con las circunstancias, él podría
haber sido el mío propio.
Veo y escucho, hasta que oigo sus llantos, hasta que sus almas me gritan:
“Por favor ayúdeme, estoy pereciendo”; hasta que las lágrimas se derraman de
mi desecho corazón. Me he enamorado de la raza humana una vez más. Ahora
estoy listo para subir al púlpito, a llorar con los que lloran, a reír con los que
ríen, y a traer la Palabra viva: Cristo, a personas necesitadas. Ahora puedo
predicar con pasión, porque ahora tengo compasión.
4

Predique con autoridad

Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su


enseñanza; porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como
sus escribas.
—Mateo 7:28–29

El más grande sermón jamás predicado, el Sermón del Monte, dejó atónita a la
audiencia. Las Escrituras declaran que las multitudes “se admiraban de su
enseñanza; porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus
escribas” (Mt. 7:28–29). Lucas dice que ellos “se admiraban de su enseñanza
porque su mensaje era con autoridad”. (Lc. 4:32). El Señor Jesús dejó a la
audiencia en un prolongado asombro, por lo que decía y por cómo lo decía.
William Hendriksen atribuye el efecto de las enseñanzas del Señor a estos
principios:
1. Jesús hablaba la verdad (Jn. 14:6; 18:37), mientras los escribas solo tenían
razonamientos maliciosos y evasivos (Mt. 5:21).
2. Jesús presentaba asuntos de la vida, la muerte y la eternidad, mientras los
escribas hablaban sobre trivialidades (Mt. 23:23; Lc. 11:23).
3. Las enseñanzas de Jesús tenían un sistema, mientras que los escribas solo
decían palabras sin sentido.
4. Jesús provocaba curiosidad por medio de un abundante uso de
ilustraciones (Mt. 5:13–16; 6:26–30; 7:24–27) y ejemplos concretos (Mt.
5:21–6:24), contrario a los sermones de los escribas que eran secos y
aburridos.
5. Jesús hablaba como uno que ama a la gente, y les mostraba el amor del
Padre por ellos (Mt. 5:44–48), en tanto que los escribas enseñaban con
falta de amor (Mt. 23:4, 13–15).
6. Jesús hablaba con autoridad porque su mensaje provenía del Padre (Jn.
8:26), de lo más interior de su ser, y de las Escrituras mismas (Mt. 5:17;
7:12; comp. 4:4, 7, 10), mientras que los escribas usaban fuentes sin
fundamento, de ellos mismos.1
El Señor habló con “poder y autoridad”.2 Pero tal enseñanza con autoridad
no fue cosa de solo una vez, sino que fue su estilo personal de enseñar y predicar
durante toda su vida. ¡Qué contraste con la enseñanza de los escribas en sus
días!
La enseñanza de los escribas era unas veces erudita y necia, otras
despreciable y mala; nunca tolerando salirse en lo más mínimo de los límites
de los comentarios y precedentes cuidadosamente vigilados; llena de una
balanceada inferencia, de dudosa ortodoxia y literalmente imposible; con un
dificultoso sistema de insignificancias y laberintos legales; elevando la mera
memoria por sobre el genio, las repeticiones sobre la originalidad; con interés
solamente en los sacerdotes y Fariseos, en el Templo y en las sinagogas, o
escuelas, o el Sanedrín, pero sobre todo ocupados con cosas infinitamente
pequeñas. No estaba, por cierto, totalmente vacía de significado moral, ni es
imposible encontrar aquí y allá entre sus escombros, un pensamiento noble;
_________________________
1. William Hendriksen, Exposition of the Gospel According to Matthew, in New Testament Commentary (Grand
Rapids: Baker, 1973), 382–83.
2. R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Matthew’s Gospel (Minneapolis: Augsburg, 19431, 314.
pero estaba ocupada mil veces más con las minucias levíticas acerca de la
menta, el anís y el comino, y la longitud de los flecos y la anchura de las
filacterias, y del lavamiento de los vasos y los platos y del particular cuarto
menguante lunar cuando comenzaban las lunas nuevas y el sábado.3
Tales cosas también describen a algunos predicadores de la actualidad.
Debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Es mi predicación similar a la de los
escribas, llenas de cosas fuera de lugar y llena de trivialidades, o es como la del
Señor, enfocada en las cosas de mayor peso, en las verdades eternas? La
pregunta es vital para nuestro predicar con pasión. “Procurar cosas triviales” al
predicar conduce a una predicación anémica, no importa cuánto nos
emocionemos nosotros mismos.

Enseñar con autoridad se aprende


de Cristo, no de los escribas.

Enseñar con autoridad se aprende de Cristo, no de los escribas. Aun hoy día
“escribas cristianos” influyen mucha de nuestra predicación. Acudimos a la
psicología, a la historia, a los sucesos actuales y a los comentarios para verificar
nuestro mensaje. No es de sorprender que carecen de autoridad. Me gusta lo
que John Broadus dice en su comentario sobre Mateo 7:28:
Esto es parte de la sabiduría, como también de modestia, el no dar poco valor
a las opiniones de hombres cuyas habilidades, aprendizaje y piedad han
hecho de ellos personas ilustres; pero si un hombre no está acostumbrado a
investigar por sí mismo en la Biblia y formar sus propios juicios de su
significado, de sus enseñanzas, cualquier otra cosa que posea tendrá muy
poco poder vital para convencer a los demás.4
_________________________
3. F. W. Farrar, quoted in Lenski, Matthew, 315.
4. John Broadus, Commentary on Matthew (Grand Rapids: Kregel, 1990), 172.
Necesitamos predicar la Palabra, no lo que la gente diga acerca de la Palabra.
La autoridad se fundamenta en la Palabra de Dios, no en las enseñanzas de
hombres de reconocimiento.
Au-to-ri-dad s. el poder para determinar, adjudicar o resolver
asuntos; un poder o derecho delegado o dado; autorización.5

Autoridad no autoritarismo
Predicar con autoridad no es inmediatamente comprendido por todos.
Algunos confunden la palabra autoridad con autoritarismo. Ellos la entienden
como control, poder e influencia total. Algunos predicadores se convierten en
“pequeños pontífices”, dictadores espirituales que hacen del púlpito un trono,
de la iglesia su reino y de la Biblia una herramienta de manipulación.
Ciertamente, algunas de nuestras iglesias casi son como las de los grupos
sectarios, siguiendo los pasos de esos grupos fanáticos en que tratan de controlar
la iglesia por medio del púlpito.
El Señor Jesús en una manera muy hábil y clara describió lo que no es
enseñar y predicar con autoridad. Todo tiene que ver en cómo nosotros miramos
a la gente y el tipo de relación que tenemos con ellos. El Salvador le dijo a sus
discípulos cuando confundieron sus papeles:
Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los
grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así entre vosotros, sino
que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor y
el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el
Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su
vida en rescate por muchos.
—Mateo 20:25–28
El Apóstol Pedro también amonesta a los predicadores que el predicar con
autoridad no debe confundirse con tener “señorío sobre” la gente (1 P. 5:1–4).
_________________________
5. Webster’s Universal College Dictionary (Nueva York: Gramercy Books, 1997), 53.
El púlpito es un lugar extremadamente peligroso. Sobre todo, los neófitos
pueden volverse engreídos (1 Ti. 3:6). Algunos pastores pueden usar su
predicación como látigo para mantener controlada a las personas, para reprimir
a la oposición. Es realmente trágico y triste cuando un predicador se vuelve
“abusivo” en el púlpito.

Cómo predicar con autoridad


Entonces, ¿qué significa predicar con autoridad? Veremos que para predicar
con autoridad, y por tanto, apasionadamente, uno debe hablar de la siguiente
manera:

Predicando con autoridad


 Hable como un creyente.
 Hable como un embajador.
 Hable como un santo.
 Hable como un erudito.
 Hable como un hábil artista.

1. Hable como un creyente. La autoridad adquirida por medio de la


experiencia personal es algo incomparable. Nada puede igualar las
palabras: “Yo sé que esto es verdad, esto me pasó a mí”. Un verdadero
creyente estará apasionado acerca de los que cree, a pesar de que el objeto
de esa creencia sea falso o injustificado (por ejemplo los seguidores de
Jim Jones o los pilotos suicidas del ejército imperial japonés).
El poder de la predicación apostólica puede trazarse a este principio:
“Creo; por eso hablo”. El apóstol Pablo declara este principio como la
razón por la que él y sus compañeros podían soportar sufrimientos y
privaciones indecibles: Ellos conocían a Cristo y tuvieron una experiencia
personal con Él. No era posible negarlo. Escuchemos lo que Pablo dice:
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria
grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros. Afligidos en todo, pero no
agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el
cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de
Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros que vivimos,
constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal.
Así que en nosotros obra la muerte, pero en vosotros, la vida. Pero teniendo
el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por tanto hablé,
nosotros también creemos, por lo cual también hablamos; sabiendo que
aquel que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con
Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.
—2 Corintios 4:7–14
¡Esto es vivir apasionadamente! La predicación con autoridad es
apasionante. Esta procede de una fe personal en el Salvador resucitado y la
firme confianza de la resurrección después de la muerte.
La predicación apasionada de los apóstoles se debió a que hablaban como
creyentes. Ellos fueron testigos oculares de la gloria de Cristo. “Porque cuando
os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no
seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares
de su majestad” (2 P. 1:16). Pedro estuvo ahí. Él vio; él escuchó.
Dos veces los dirigentes judíos ordenaron a los apóstoles que no predicaran
el evangelio de Cristo, pero estos hombres sin letras no se quedaron callados.
Pedro y Juan valientemente respondieron: “Vosotros mismos juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque nosotros no
podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:19–20). Ellos creían,
por lo tanto hablaron. Poco tiempo después, el Concilio Judío les hizo una
prohibición similar y de nuevo ellos respondieron con autoridad: “Debemos
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29). En última instancia, la
razón de su valentía y autoridad se debió a que ellos fueron “testigos de todas
esas cosas” (Hch. 5:32). Una vez más, ellos vieron, por lo tanto hablaron.
Inclusive la ignorancia o la pobreza, cuando se arman con la fe, conquistan
a la erudición y el poder de los incrédulos. Esto se nota en el ciego cuya vista
le fue restaurada, en Juan 9. Después de un abundante interrogatorio y de
señalamientos, las autoridades judías no pudieron forzar al hombre que había
sido ciego a que negara lo que le había sucedido. Su recurso fue: “Si es pecador,
no lo sé; una cosa sé: que yo era ciego y ahora veo” (Jn. 9:25). Mientras más lo
interrogaban, más aumentaba su valor. Su declaración final fue dicha con
mucha autoridad al refutar a sus antagonistas (cp. Jn. 9:30–33). He aquí un
hombre ignorante que debido a su experiencia personal puso en vergüenza el
“razonamiento de los sabios”. En él notamos la autoridad que el creer otorga.
El caso acerca de la creencia personal sobre lo que predicamos es obvio. No
se puede predicar apasionadamente ni con autoridad sobre lo que no se cree
personalmente con todo el corazón. Cada verdad de las Escrituras debe penetrar
en nuestro ser hasta que se arraigue y produzca fe. Si usted verdaderamente cree
en algo, hablará apasionadamente de ese asunto. Tal vez usted no sepa todo lo
que hay que saber sobre cierto tema, pero usted dirá como el apóstol Pablo:
“Creo, por tanto hablo”.

No se puede predicar apasionadamente


ni con autoridad sobre lo que no se cree
personalmente con todo el corazón.

La debilidad del liberalismo y del “evangelicalismo” contemporáneo más la


duda del modernismo, es lo que causa erosión en la confianza en las Escrituras.
Un “Tomás que duda” no puede hablar confiadamente acerca de la resurrección
del Salvador. Pero cuando el asunto sobre la inspiración, veracidad y autoridad
de las Escrituras se ha resuelto en el alma del predicador y llega a creer que
“toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil” (2 Ti. 3:16), entonces él puede
proceder a predicar la Palabra con toda autoridad.
Frecuentemente he dicho que si la Biblia no es la Palabra de Dios sin errores
e infalible en su totalidad, debo procurar otra vocación, porque, ¿cómo puedo
predicar mentiras a otros? Sería un doble engañador. La realidad es que la Biblia
es la Palabra de Dios, por eso podemos predicarla con autoridad. En ello
consistía la autoridad de Cristo: Él predicaba las Sagradas Escrituras porque
creía que ellas son la verdad; “las Escrituras no pueden ser quebrantadas” (Jn.
10:35). Nadie que ocupe el “escritorio sagrado” debería tener un concepto
inferior a ése, acerca de las Escrituras.
2. Hable como un embajador. Nuestra autoridad radica en Dios, no en
nosotros. Pero somos sus embajadores hablando en lugar de Él, como Pablo
declara: “Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por
medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!”
(2 Co. 5:20).
Pablo se consideró a sí mismo como “embajador en cadenas” (Ef. 6:20),
porque estaba consciente que su ministerio era uno en el que él primero había
sido escogido por Cristo y luego enviado a un pueblo en particular (cp. Hch.
19:15).

Características de un embajador
 Enviado como mensajero.
 Enviado en lugar de alguien; representante.
 Enviado con la autoridad del que lo comisionó.
 Enviado para hablar y actuar con autoridad.

En forma similar, cada predicador es un embajador de Cristo. Debemos


hablar como sus embajadores. Nuestra comisión no es algo que nosotros
escogemos o asumimos por nuestro capricho o antojo. Ni siquiera nos
ofrecimos como voluntarios para ser predicadores de la Palabra. ¡El ministerio
es para quienes son llamados por Dios! Si esto no es así se cae bajo la
condenación de Dios: “Yo no los he enviado, ni les he dado órdenes, ni les he
hablado” (Jer. 14:14). Cuan diferente es esto del ministerio de quienes son
enviados por Dios. Jeremías fue esa clase de embajador, enviado por Dios a la
casa de Israel. Notemos su conducta:
Y volvió Jeremías de Tofet, adonde lo había enviado el Señor a profetizar, y
poniéndose en pie en el atrio de la casa del Señor, dijo a todo el pueblo: Así
dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “He aquí, voy a traer sobre
esta ciudad y sobre todas sus aldeas la calamidad que he declarado contra
ella, porque han endurecido su cerviz para no escuchar mis palabras”.
—Jeremías 19:14–15
El renuente profeta tenía que entregar el mensaje porque Dios lo envió; no
tenía otra alternativa en el asunto. Lo mismo sucedió con Ezequiel (cp. Ez. 3:4–
6) y el resto de los profetas. Inclusive los apóstoles fueron “hombres enviados”
(cp. Mt. 10:1; 28:18–20; Jn. 17:18; 20:21), y fielmente representaron a su Señor
en esta tierra. Fueron sus embajadores entonces, como nosotros lo somos hoy
día.
Como embajadores de Dios, debemos hablar con autoridad. Nuestras frases
comunes deberían ser: “Así dice el Señor”, “Las Escrituras dicen”, y “La Biblia
dice”. Nosotros declaramos las palabras de Cristo, no las nuestras. Tampoco
deberíamos tener temor de confrontar a ninguna persona ni multitud con la
verdad. Haga suyas las palabras de Dios a Tito: “Esto habla, exhorta y reprende
con toda autoridad. Que nadie te desprecie” (Tit. 2:15).
Me temo que como predicadores somos demasiado apologéticos. Tal parece
que hablamos más como vendedores que van de puerta en puerta, ofreciendo el
Evangelio como mercancía, que como embajadores de Cristo declarando el
mensaje del evangelio. Es necesario ser como Aod, quien declaró: “Tengo un
mensaje de Dios para ti” (Jue. 3:20). En pocas palabras: “No estoy
preguntándole si lo quiere o no, si le gusta o no, si está de acuerdo con esto, ni
que entre en un debate. Tampoco estoy preguntándole si lo niega. No,
simplemente estoy entregándoselo a usted con toda la pasión y urgencia y
autoridad que ello demanda. Lo que usted vaya a hacer con esto es su
responsabilidad. ¡Usted tendrá que vérselas con Dios acerca de este mensaje,
no conmigo!”
Escuche lo que dice Lloyd-Jones, y no se atreva nunca más a vacilar entre
dos objetivos:
El predicador nunca debería ser apologético, nunca debería dar la impresión
de que está hablando a sus opiniones por así decirlo; él no debería “sondear”
al proponer ciertas sugerencias o ideas. Tal no debe ser su actitud en
absoluto. Él es un hombre que está allí para declarar ciertas cosas, es un
hombre comisionado y bajo autoridad. Es un embajador y debería estar
consciente de su autoridad. Siempre debe saber que viene a su congregación
como un mensajero enviado.6
Por eso, como embajador:
 predique la Palabra de Dios con autoridad y use la expresión: “Así dice
el Señor”;
 predique para representar a su Señor auténticamente (1 Co. 4:1–4);
 predique en segunda persona y no tenga miedo de decir: “Tú”;
 predique para aplicar el texto; un profeta le habla a su generación (cp.
Lc. 3:10–14);
 predique buscando una reacción personal y visible; que la gente no
vacile entre dos opiniones (cp. 1 R. 18:21);
 predique para ser claramente entendido y no para agradar a la
audiencia; y
 predique sin temor y sin error; no permita que el mensajero influya
negativamente el mensaje. (1 Ti. 4:11–16; 2 Co. 13:10).

_________________________
6. D. Martyn Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers (Grand Rapids: Zondervan, 1971), 83.
3. Hable como un santo. La autoridad del predicador aumenta con los años
y es que su vida se asemeja más y más a la de Cristo. Yo me maravillo del poder
y autoridad de los pastores ya mayores de edad. He notado que dos hombres
pueden predicar sermones idénticos, el joven podrá recibir los aplausos, pero el
de edad avanzada captará la atención. ¿A qué se debe la diferencia? Es que la
vida de Cristo se ha formado más ampliamente en la vida del predicador de
mayor edad.
El error que cometen muchos jóvenes predicadores, es que imitan el estilo
de los grandes predicadores y de mayor edad; pero no imitan el ejemplo de sus
vidas. Y esto es lo que a ellos les da su poder. Primero santificamos al hombre,
y éste a su vez santifica el estilo. Si nosotros conociéramos a Cristo más
íntimamente, lo predicaríamos con más poder. La autoridad se da cuando la
gloria de Cristo rodea nuestras vidas, tal como en el caso de Moisés cuando
descendió del Monte Sinaí (cp. Éxodo 34:28–35). El consejo de Pablo al joven
Timoteo fue que se esforzara en vivir lo que predicaba sabiendo que mientras
más tenga el hombre de la Palabra en su vida, más vida habrá en la palabra que
habla. Considere sus palabras teniendo “la santidad” en mente:
Esto manda y enseña. No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes,
sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza.
Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento
sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera
en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti
mismo como para los que te escuchan.
—1 Timoteo 4:11–12; 15–16
Y:
Huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la
perseverancia y la amabilidad.
—1 Timoteo 6:11
Y otra vez,
Ahora bien, en una casa grande no solamente hay vasos de oro y de plata,
sino también de madera y de barro, y unos para honra y otros para
deshonra. Por tanto, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para
honra, santificado, útil para el Señor, preparado para toda buena obra.
Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la
paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro.
—2 Timoteo 2:20–22
La autoridad del predicador debería aumentar a lo largo de su ministerio, tan
solo porque ha aprendido a poner en práctica lo que predica. Este es el aspecto
del predicador a lo que John Maxwell llama “personalidad”: Una persona que
lleva encarnado el mensaje.7

Niveles de liderazgo de Maxwell8


 Posición: autoridad debido a su descripción de trabajo.
 Concesión: dando nombramientos para actuar.
 Producción: autoridad debido a un récord personal exitoso.
 Desarrollo de personas: respetado por los demás a causa de lo
que ha hecho por ellos.
 Personalidad: encarnación de lo que enseña, durante su vida.

Mientras más caminamos con Cristo y mientras más permanecemos en el


mismo ministerio, es mayor la autoridad que reposa sobre nosotros.
Si vamos a ser santos en nuestro ministerio, debemos:
 procurar santidad en el hombre total;
 entender que la santidad es un proceso, creciendo en la gracia y en el
conocimiento de Cristo;

_________________________
7. John Maxwell, Developing the Leader Within You (Nashville, Tenn.: Nelson, 1993), 12.
8. Ibíd.
 permitir que nuestras pruebas purguen nuestras imperfecciones;
 evitar los errores juveniles;
 evitar las tonterías de nuestros años de edad madura;
 planear un largo ministerio en el mismo lugar; y
 permitir que la autoridad crezca con los años.
4. Hable como un erudito. Si uno es experto en su ramo, entonces es
considerado como una autoridad. Los comerciales de la televisión han captado
esta realidad. Usted notará como los profesionales de la medicina promueven
lo que alivia el dolor. Inclusive los superestrellas son presentados como
promotores de todo: desde hamburguesas hasta artículos de limpieza para el
hogar. ¡Escuchamos a las autoridades!
Lo mismo sucede con la predicación, si el predicador conoce bien su tema,
si lo domina, si ha llegado a ser autoridad en ello, entonces hablará con
confianza acerca del mismo, inclusive apasionadamente. Pero si no está seguro
de su tema o de su área, hablará vacilantemente, tal vez con indecisión y
definitivamente, sin autoridad. Van a haber ocasiones en que aparentaremos que
sabemos cierto tema, pero tarde o temprano se darán cuenta de que simplemente
somos unos charlatanes, sin sustancia verdadera.
El ministerio del gran orador y predicador, Apolos, fue más poderoso
después de una cuidadosa instrucción que Priscila y Aquila le dieron (Hch.
18:24–28). Apolos ya era un predicador apasionado (Hch. 18:25), pero le
faltaba algo de sustancia. Después que fue instruido su predicación llegó a ser
más poderosa (v. 28). James Cox dice: “La gente respeta a un predicador que
está bien informado”.9
Un predicador es un hombre de un libro, la Biblia, del cual debe ser una
autoridad. Él debe conocer la Biblia al derecho y al revés. Debe conocer su
contenido y ser capaz de declarar y defender sus verdades. El predicador es un
hombre de una profesión, es el supervisor del pueblo de Dios. Debe saber cómo
_________________________
9. James Cox, Preaching (San Francisco: Harper & Row, 1988), 21.
pastorear el rebaño del Señor. Aunque también es bueno para el predicador
saber de otras disciplinas, ser versado en los campos de la literatura y aun es
importante para su ministerio estar al tanto de la época en que vive, sin
embargo, no es necesario que sea una autoridad en esas materias. Pero cuando
se trata de la Biblia, de teología y del ministerio, nadie de la congregación debe
comparársele en esas áreas. Esta es su especialidad. Aquí él es una autoridad y
su erudición fortalece su predicación.
Permítame añadir que muchos de nuestros sermones son predicados con muy
poca pasión y poca autoridad porque no estamos familiarizados con el texto que
estamos exponiendo. Se decía de George Whitefield que siempre se podía saber
cuándo él predicaba un sermón nuevo porque le hacía falta el poder autoritativo
en su entrega. Pero cuando él dominaba ese mismo sermón, muy pronto podía
mover a la audiencia a la que le predicaba.
A estas alturas, algunas preguntas son oportunas. ¿Estudiamos con el fin de
entender y dominar el texto bíblico? ¿Construimos el sermón apropiadamente
de tal forma que garantice que será bien aceptado? ¿Hemos leído extensamente
acerca del tema que vamos a predicar? ¿Estamos familiarizados con el
contenido y la forma de nuestro sermón que en caso de que perdiéramos las
notas o el bosquejo, podríamos predicarlo extemporáneamente y con gran
efecto?
5. Hable como un hábil artista. La predicación es un arte, no tan solo una
acción. Hace mucho que las congregaciones han superado el orden de predicar
una simple conferencia desde el púlpito sobre la Biblia y de “participar de unas
cuantas pepitas” de la Palabra. Todos los aspectos del cristianismo han
avanzado a la siguiente etapa de desarrollo. La música, la escuela dominical, el
edificio, el sistema de sonido, las luces y la oficina de la iglesia. Todo esto ha
progresado a un nivel muy por encima de la mediocridad.
Una expectación similar existe para el predicador. La gente se ha reunido
para adorar donde el pianista es hábil, donde el solista ha perfeccionado su voz,
donde el coro o el grupo musical ha practicado sus himnos y cantos y donde el
arquitecto ha vaciado el fruto de su profesión. Ahora viene el predicador, ¡y no
ha repasado el contenido de su predicación! Que titubea durante la introducción
mal preparada, que depende de la lectura de sus notas y termina abruptamente
un sermón incomprensible porque “se le terminó el tiempo”. ¿Espera usted que
la gente responda a este contraste?
Puesto que nuestro compromiso es para con Dios y con nuestra gente,
debemos ser competentes en la predicación, desde su exégesis hasta su
exposición. Timothy Turner en su libro Predicando a gente programada
(Preaching to Programmed People) advierte a los predicadores que estamos en
una marcada competencia con un mundo preparado en el arte de la
comunicación y con personas acostumbradas a hábiles comunicadores. Él
declara: “La televisión compite con la predicación en el negocio de la
comunicación. De hecho, cualquier predicador que no esté en el negocio de la
comunicación, se queda fuera”. Un predicador hoy día no debe ser menos
eficiente en el arte de la predicación que sus competidores que están en el arte
de comunicar.
Proverbios 22:29 dice: “¿Has visto un hombre diestro en su trabajo? Estará
delante de los reyes; no estará delante de hombres sin importancia”. Dios honra
al predicador preparado. ¡Él le concede hablar con autoridad sin que se empañe
la gloria de Dios! Desarrollar nuestra habilidad para predicar no invalida el
poder de Dios así como tampoco el arreglo apropiado de las velas de un yate
anula el poder del viento. Al contrario, hace que se aumente. Predicador,
¿quieres predicar apasionadamente? ¡Entonces prepárate!

El reto
Hemos visto aquí que la predicación apasionada es la que se predica con
autoridad. Un predicador autoritario no merece ocupar el púlpito; pero tampoco
lo merece el hombre que carece de autoridad, un hombre que no ha sido enviado
por Dios. Por lo tanto, mi amado hermano, predique con autoridad por medio
de lo siguiente:
 hablando como un verdadero creyente en lo que predica,
 hablando como un enviado de Dios,
 hablando como un venerable santo que conoce a Dios,
 hablando como una autoridad en la materia, y
 hablando como uno preparado para persuadir y convencer.
Sea usted como Aod, quien dijo: “¡Tengo un mensaje de Dios para ti!” (Jue.
3:20).
5

Predique con sentido de urgencia

Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba


diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
—Hechos 2:40

Predicar apasionadamente significa predicar con sentido de urgencia. Si la casa


de su vecino estuviera envuelta en llamas y usted despierta a medianoche
debido a ese “infierno”, y sabiendo que sus vecinos están en la casa, con toda
seguridad que reaccionaría con rapidez. Haría una llamada urgente al
departamento de bomberos y se esforzaría por salvar a las personas que están
dentro de la casa. Respondería apasionadamente ante la situación.
La casa espiritual no es diferente. Las almas necesitan ayuda
desesperadamente. El mundo, la carne, y el diablo están haciendo estragos en
las almas de las personas. El fuego eterno que trata de consumirlos es tan
mortífero como cualquier otra conflagración temporal. Hay una sensación de
urgencia alrededor de nosotros ¿Cómo podemos ser indiferentes y apáticos?
Ur-gen-cia. adj. forzar o requerir acción o atención inmediata;
imperativo, presionado, insistente o firme en solicitar;
persistente.1
Predicar así llega a ser locura santificada. El predicador está fuera de sí
mismo. Es un lunático, un loco, porque los peligros del alma humana llevan al
vigía a un frenesí santificado mientras trata de proteger a los pecadores de sus
predicamentos. Cristo fue acusado de locura (Jn 10:20). También lo fueron los
apóstoles (2 Co. 5:13). Pablo fue acusado de demencia (Hch. 26:25) Sin
embargo, ellos no eran personas mentalmente desequilibradas, sino hombres
llenos de un profundo sentido de urgencia. David Eby escribe:
En la actualidad la predicación a menudo es pasiva, indiferente, impotente,
sin contenido e incompleta. Carece de fervor, calor y corazón. No tiene
pasión. ¿Qué puede hacer que la predicación vuelva a su curso? ¿Qué puede
restaurar una encendida y poderosa predicación en nuestros días? La
respuesta es bastante simple. Los predicadores deben convertirse en
“maniáticos” del evangelio. Los predicadores tienen que ser cautivados y
vueltos a cautivar por el Señor Jesucristo y el evangelio. El no intoxicarse
con el evangelio, no tener manía por las buenas nuevas, significa que no hay
fuego. Ausencia de fuego significa ausencia de poder en la predicación.2
El apóstol Pablo fue un apasionado porque él tuvo un sentido de urgencia
sobre sí. El fue cautivado por su comisión y de su compasión. Pablo sabía que
las personas sin Cristo estaban completamente perdidas. Él fue un predicador
con impulsos. En su defensa ante el rey Agripa, Festo lo acusó de estar loco
(Hch. 26:24). Luego Pablo insistió en su declaración y les rogó que se
arrepintieran, y aun el rey estuvo a punto de arrepentirse, pues dijo: “En poco
tiempo me persuadirás a que me haga cristiano” (Hch. 26:28). Había urgencia
en el mensaje de Pablo.
Necesitamos urgencia en nuestra predicación; pero, ¿por qué no la tenemos?
¿Es la siguiente acusación aplicable a nosotros?:
_________________________
1. Webster’s Universal College Dictionary (Nueva York: Gramercy Books, 1997), 865.
2. David Eby, Power Preaching for Church Growth (Fearn, Great Britain: Mentor, 1996), 49.
Hemos llegado a ser tan descuidados, a estar tan extremadamente
familiarizados con tópicos tales como salvación y condenación, que
podemos tratarlos con la misma calma, y frialdad, por no decir indiferencia,
con la que cualquier conferencista público trataría una rama de la filosofía
natural.3
El gran pastor Richard Baxter dijo: “Cuantos duermen delante de nosotros,
porque nuestras lenguas los adormecen y no tenemos la habilidad suficiente, ni
el celo para despertarlos.4 Y es con un sentido de urgencia que Judas declara:
“Y tened misericordia de algunos que dudan; a otros, salvad, arrebatándolos del
fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa
contaminada por la carne” (Jud. 1:22–23). Claramente, el concepto bíblico que
sobresale es urgencia. El historiador Lucas dice de la predicación de Pedro en
el Pentecostés: “Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les
exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación” (Hch. 2:40). No
es de sorprender que miles se entregaron a Cristo después de tal predicación.
Debemos aprender a predicar con urgencia y nunca seremos acusados de
complacencia ni de “compromisos” si mantenemos cuatro directrices ante
nosotros.

Predicando con sentido de urgencia


 Predique acerca del juicio
 Predique sobre un veredicto
 Predique aprovechando el momento
 Predique bajo la soberanía divina

Predique acerca del juicio


La amenaza del castigo es un gran motivador. La presencia del peligro
siempre nos hace alterar nuestra dirección en la vida. El daño inminente a nues-
_________________________
3. Ibíd., 52.
4. Richard Baxter, The Reformed Pastor (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 70.
tros compañeros debería movernos a ayudarlos, debería impulsarnos a
advertirles, a hacer que se devuelvan, a arrebatarlos del peligro. Nuestro
coqueteo con Dalilas sicológicas y Jezabeles liberales ha quitado el aguijón del
pecado y del infierno. El pecado es considerado una enfermedad y la
condenación eterna un mito: ni eterna ni condenación. Por lo tanto, el fuego que
no quema no es temido y las transgresiones que no causan dolor no son una
maldición. No es de sorprender, entonces, el alto porcentaje de mensajes que
no contienen urgencia.
El verdadero predicador bíblico sabe la diferencia. Entiende tanto el aguijón
del pecado como los horrores del infierno. Por eso predica del juicio inmediato
del pecado, en el presente, y del juicio final del infierno, en el futuro. La
urgencia está en su voz. sus pasos son apresurados por la necesidad de rescatar
almas. No hay tiempo que perder.
1. Predique con el juicio inmediato del pecado en mente. El pecado es un
enemigo de Dios y de nosotros. Aunque el pecado es nuestro enemigo mortal,
la gente lo procura, lo disfruta, se gozan en él y lo protegen como protegerían a
una cobra sin darse cuenta de que no es un animal para acariciar. El pecado
puede estar inactivo en tu pecho, pero te atacará cuando menos lo esperes. ¡Oh,
si la gente tan solo supiera cuán malo es el pecado y supieran el peligro y el
daño que produce!

Por qué debe ser temido el pecado


 Es satánico (1 Jn. 3:8).
 Quebranta la ley (1 Jn. 3:4).
 Es placer momentáneo (He. 11:25).
 Endurece (He. 3:13).
 Engaña (He. 3:13).
 Asedia (He. 12:1).
 Esclaviza (Juan 8:34).
 Lastima (1 Co. 15:56).
 Mata (Ro. 5:12).
 Condena (1 Co. 6:9).

El pecado es el enemigo mortal de la humanidad. Destruye la vida y condena


el alma. Engaña por medio del placer, pero tan solo para aguijonear con la
muerte. Nadie ha escapado o escapará de los efectos del pecado. Somos
concebidos en pecado, entregados al pecado y estamos condenados a continuar
en pecado, a menos que la gracia de Cristo intervenga. Finalmente, seremos
condenados al infierno por el pecado si la sangre derramada en la cruz no nos
limpia de él. La única esperanza para la humanidad pecadora es la cruz.
Solamente el Cordero de Dios puede quitar el pecado del mundo (Jn. 1:29).
Constantemente debo recordarme a mí mismo y a mi gente que el pecado no es
nuestro amigo.
El pecado tiene nombres. Fácilmente puede ser identificado si lo ponemos
en su definición bíblica y si lo llamamos por sus nombres reales. El Señor habló
del pecado como lo que contamina a las personas, como lo que procede del
interior de la persona y lo identificó por nombre:
Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos
pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias,
maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez.
Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre.
—Marcos 7:21–23
También nosotros deberíamos llamar al pecado por nombre, como el apóstol
Pablo lo hizo en Romanos 1:28–32; 1 Corintios 6:9–11; y Gálatas 5:19–21. El
modernismo está enamorado de la práctica de definir el pecado y llamar a lo
bueno malo y a lo malo bueno (Is. 5:20). No permita Dios que quitemos la
pecaminosidad del pecado para luego ser médicos preocupados por el alma.
A cierto hombre se le preguntó qué había hablado el pastor ese domingo.
“Sobre el pecado”, fue su respuesta. “Bien, y ¿qué dijo al respecto?”, le volvió
a preguntar. El hombre respondió: “Dijo que estaba contra él”. Que se diga lo
mismo de nosotros.
2. Predique con el juicio final del infierno en mente. La Biblia es explícita y
clara acerca del juicio de fuego eterno que espera a los impíos y a los que no
obedecen el evangelio del Señor Jesús (2 Ts. 1:9). El lago de fuego está
reservado para los que no tienen sus nombres escritos en el libro de la vida (Ap.
20:15). Los apóstoles predicaron con urgencia porque sabían que habrá un día
de juicio en el cual todos tendrán que rendir cuentas y que a los no creyentes
les espera una condenación eterna reservada para ellos.
Le quitamos la urgencia a la predicación cuando le quitamos al infierno su
severidad y eternidad. Si no hay infierno, entonces no hay necesidad de
urgencia. Si una persona está atrapada en las garras del fuego, deberíamos estar
prestos para rescatarla de las llamas. Cuánto más cuando una persona va a la
eternidad sin Cristo, a un estado consciente de eterno tormento.

Le quitamos la urgencia a la
predicación cuando le quitamos
al infierno su severidad.

Nuestra predicación debería ser una súplica urgente a un mundo perdido.


Como Lloyd-Jones nos recuerda:
No estás simplemente impartiendo información, estás tratando con almas,
estás tratando con peregrinos que van a la eternidad, estás tratando con
materia no solamente de vida y muerte en este mundo, sino para la eternidad.
Nada puede ser tan terriblemente urgente.5
_________________________
5. D. Martyn Lloyd‐Jones, Preaching and Preachers (Grand Rapids: Zondervan, 1971), 91.
Un predicador dijo que siempre que hacía sus visitas al hospital en sábado
era como un recordatorio para predicar el domingo pensando en la eternidad.
Cuando predicamos deberíamos hacerlo con esta clase de urgencia. Las
personas deberían saber que nosotros estamos en serio, que creemos en el
infierno y que el evangelio es su única esperanza. Escuchemos nuevamente a
Spurgeon:
Es una observación del piadoso Sr. Baxter (que he leído en alguna parte en
sus obras), que él nunca supo de algún éxito considerable de talentos
brillantes y nobles o de la más excelente clase de predicación, ni aun cuando
los predicadores habían sido verdaderamente religiosos, si ellos no hubieran
tenido una ansiosa preocupación por el éxito de su ministración. Que el
tremendo e importante pensamiento de las almas siendo salvadas por nuestra
predicación, o dejadas para perecer y ser condenadas en el infierno por
nuestra negligencia…siempre permanezca en nuestros espíritus.6
El juicio de Dios sobre el pecado es algo muy serio. Pablo diría: “Por tanto,
conociendo el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Co. 5:11). Judas
dice: “A otros, salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia
con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por la carne (Jud. 1:23). El
juicio es lo que los predicadores de hoy día evitan, pero todos necesitamos oír
sobre el juicio de Dios. Fue de lo más importante en la predicación apostólica
(Hch. 17:31, 24:15). Permita que también lo sea en su predicación. En estos
días, en que se procura una predicación de “búsqueda sensible”, sea usted
sensible a los pecadores; sea sensible al día del juicio. Dígales lo que les espera
si no se arrepienten (He. 10:26–31).

Predique hacia un veredicto


Un segundo aspecto que nos ayudará a predicar con mayor sentido de
urgencia es tener un propósito específico en nuestra predicación. Yo le llamo a
_________________________
6. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 308–309.
esto predicar hacia un veredicto. Mi mensaje debiera tener un propósito
específico qué entregar y debería esperar una respuesta concreta de mi gente.
Cada participante en cualquier actividad espera lograr algo. El centro delantero
tiene en mente anotar un gol; el portero, detener el balón. Y nada de esto se
logra por un mero esfuerzo rutinario. Es una vergüenza que nosotros los
predicadores solemos hacer las cosas como una rutina y nunca esperar que
nuestra gente reaccione ni hagan nada con nuestros sermones. Como no
esperamos reacción, eso es lo que obtenemos. Y como no esperamos respuesta,
no predicamos con la urgencia de que hay alguna.
También D. Martyn Lloyd-Jones habla de la necesidad de tener un veredicto
cuando predicamos:
Seguramente que todo el objetivo de este acto es persuadir a las personas. El
predicador no solamente dice cosas con la actitud de tómalo o déjalo. Él
desea persuadirlos de la verdad de su mensaje, quiere que lo vean, está
tratando de hacer algo con ellos, de influir en ellos.7
Tenga una razón para predicar. No es solamente ayudar a la gente a entender
la verdad sino persuadirlos a ser hacedores de la verdad (Santiago 1:27). La
exposición no es meramente explicar la verdad, sino que la gente la practique.
Jerry Vines nos ayuda a entender esto cuando declara:
El predicador que aprende a predicar con su corazón moverá a los hombres
a la acción. Nuestro propósito no es solamente presentar un mensaje de la
Biblia para informar o demostrar algo. Predicamos para llevar a los hombres
a tomar una decisión. Nuestro propósito es cambiar su comportamiento para
que sean mejores, a llevar a los hombres a obedecer a Dios y dirigirlos a
aceptar el reto de vivir una vida centrada en Cristo. Predicar con el corazón
nos ayudará a lograr estas metas. Cuando Cicerón le habló a la gente, dijeron:
“que bien habla Cicerón”. Pero cuando Demóstenes habló, la gente dijo:
“marchemos contra Cartago”.8
_________________________
7. Lloyd–Jones, Preaching and Preachers, 9 1–92.
8. Jerry Vines, A Guide to Effective Sermon Delivery (Chicago: Moody, 1986), 152.
Los expositores necesitan mantener estas palabras en mente. Estamos en
peligro de hacer de la exposición un fin en sí mismo, en lugar de un medio o
recurso. La exhortación de Pablo de “predicar la Palabra” es más lograr un fin
(por ejemplo: enseñar, redargüir, corregir, capacitar y exhortar) que una acción
por el acto en sí. Aunque la exposición es el “jefe” de las metodologías, si no
tiene veredicto ni un propósito explícito ni garantía, entonces carecerá de
sentimiento y urgencia. Ya que cada porción de las Escrituras tiene un
propósito, el expositor debe descubrir ese propósito y predicarlo. La
predicación por tópicos o textual debe hacer lo mismo. Debe haber una razón
para seleccionar un tópico. Un veredicto debe gobernar el argumento y
mostrarlo. Lo mismo se aplica a lo que llaman mensaje textual. Recuerde:
La acción moral es la respuesta activa deseada, lograr ser semejante a Cristo
es lo que se procura y la gloria de Dios es el propósito general de la predicación.
La predicación hacia un veredicto desafía todo tipo de reglas en la misma
forma que la urgencia cruza el límite de lo civil y de lo apropiado. La necesidad
determina los medios. El que predica con sentido de urgencia en cierto sentido
es como un lunático. Esta clase de predicador quiere que usted sepa algo, que
haga algo, que actúe responsablemente y que actúe ahora. Predicar con un
veredicto en mente es predicar urgiendo, y naturalmente, predicar
apasionadamente.
Considera estas punzantes palabras de Baxter:
Si habrás de prosperar en tu trabajo, debes estar seguro de mantener un serio
deseo y expectación de éxito. Si tu corazón no está puesto en finalizar tus
labores, y no deseas ver la conversión y edificación de tus oyentes, y no
estudias ni predicas con expectativa, seguramente no vas a tener mucho
éxito… Él nunca tuvo los propósitos correctos de un predicador, ya que no
le interesaba si los obtenía, y no se aflige si no los logra y se regocija cuando
puede ver los asuntos deseados.9
_________________________
9. Baxter, Reformed Pastor, 121.
Predique aprovechando el momento
La urgencia viene cuando comprendemos que no tendremos otra
oportunidad, cuando el tiempo se está yendo y cuando ésta podría ser nuestra
última oportunidad. Si creemos que tenemos todo el tiempo del mundo o que
nuestra audiencia vendrá otra vez para oírnos, ¿por qué deberíamos ser serios
acerca de nuestra predicación? Sin embargo, debemos predicar debido a lo
singular del momento, pensando que probablemente éste sea nuestro último
sermón o el último que ellos van a escuchar.

Cada sermón debería ser predicado como


si fuera el último que vamos a predicar.

Cada sermón debería ser predicado como si fuera el último que vamos a
predicar. Podemos caer en la complacencia al predicar una serie de mensajes o
lanzándonos en la exposición de un libro y esperar hasta el final para predicar
por los resultados deseados. La verdad es que muy pocos de nuestros oyentes
continúan con nosotros hasta el final. Por lo tanto, aun en una serie de sermones
o en la exposición de un libro, cada sermón debería tener su lugar apropiado
(como los vagones de un tren) y deberíamos predicar cada uno como si fuera el
último sermón que vamos a predicar. De hecho, ese sermón muy bien puede ser
nuestra última predicación. “Yo predico”, dijo Baxter, “como nunca estando
seguro de que volveré a hacerlo, como un hombre en proceso de morir
predicándole a otros que están en el mismo proceso”.10 Cada sermón es nuestro
último testamento, acompañado de toda la seriedad y solemnidad que amerita.
Deberíamos predicar nuestro sermón como si fuera el último que nuestros
oyentes fueran a oír antes de pasar a la eternidad. La explicación de las palabras
_________________________
10. David L. Larsen, The Company of Preachers (Grand Rapids: Kregel, 1998), 282.
de D. L. Moody a su audiencia a causa del gran incendio de Chicago, es
legendaria. Él invitó a su audiencia el domingo anterior al incendio a pensar en
su sermón y regresar la próxima semana. Muchos de ellos no regresaron,
murieron en el incendio. Eso afectó la predicación de Moody. Después de esto
predicó a la audiencia como si ya no fueran a oír otro sermón de parte de él.
Debemos hacer lo mismo.
Hay muchas almas que han pasado a la eternidad sin Cristo porque pensé que
tenía más tiempo. No consideré lo crítico de su estado inconverso como para
asegurarme de hacer todo lo que estuviera de mi parte. Murieron antes que
pudiera hablarles de Cristo. A los que se descarriaron no se les amonestó, los
matrimonios no fueron fortalecidos y los jóvenes no fueron advertidos; todo
porque pensé que regresarían la próxima semana para oír la conclusión del
sermón. Nunca regresaron, fue el último sermón que escucharon de mí.
Habla a tu gente como a personas que algún día van a despertar, sea aquí o
en el infierno. No hables con frialdad o descuido sobre este asunto tan
importante como es el cielo o el infierno. Cualquier cosa que hagas, permite
que la gente vea que estás en forma seria. Los hombres no dejarán sus caros
placeres por la somnolienta petición de uno que parece no tener congruencia
al hablar o de no estar al pendiente de sí su petición es concedida o no.11
—Richard Baxter
He tratado, no siempre con éxito, de predicar cada sermón como si fuera mi
último mensaje o el último para la grey. El sermón debiera ser construido de tal
manera que contenga todo lo que quiero decir sobre algún asunto en particular
para guiar a una persona a una decisión consciente y de corazón; y luego
entregarlo pensando que es mi último mensaje. Este ejercicio es difícil cuando
se tiene que predicar una y otra vez durante la semana; sin embargo, hay que
hacerlo. No tengo otra opción. Tal vez no habrá una próxima oportunidad ni
para ellos ni para mí.
_________________________
11. Baxter, Reformed Pastor, 148–49.
Predique bajo la soberanía divina
Predicar puede producir culpabilidad. La urgencia de rescatar al perdido
junto con nuestras debilidades y limitaciones humanas puede afectarnos
profundamente. Estamos hechos para vivir como el Atlas mitológico, con el
peso del mundo sobre nuestra espalda. El destino del hombre está en nuestras
manos. Ellos se salvarán o perecerán, dependiendo de nuestro celo o descuido.
¡Qué cruz que cargar!
Nuestro dominio propio y salvación se deben a la preciosa doctrina de la
soberanía de Dios, que Dios está en control de todas las cosas y es en última
instancia, el responsable de todo. No solamente del descanso de los creyentes
sino del consuelo del predicador. El predicador trabaja con toda su energía, pero
descansa completamente en el maravilloso poder y voluntad perfecta de Dios.
La soberanía divina es nuestro divino socorro.
Aun la soberanía divina mal entendida puede acarrearnos resultados
desafortunados. Al predicador puede guiarlo a la ansiedad o a la apatía. La
ansiedad le viene al “arminiano” que toma todo el mérito y responsabilidad de
los resultados de su labor. He aquí el predicador que no descansa en cuerpo y
alma porque verdaderamente siente que el destino final del hombre depende
enteramente de lo que él haga. “Ay de mí si no predico el evangelio” (1 Co.
9:16) es llevado a límites ilógicos y fuera de contexto.
Ciertos predicadores “calvinistas” rayan en la apatía. La lógica es la
siguiente: Si todo es de Dios y Dios obra soberana e independientemente del
hombre, entonces no importa si me esfuerzo o no para ganar a otros. En efecto,
podríamos estar intentando frustrar la soberanía de Dios por medio de nuestro
celo. Por lo tanto, la urgencia en la predicación es una falta de verdadera fe y
confianza en el poder de Dios.
Obviamente, el asunto de la soberanía de Dios y el esfuerzo del hombre se
juntan en algún lugar a lo largo del camino; son amigos, como dijo Spurgeon.
La elección, la predestinación y la soberanía divina no nos excusan de la
urgencia de predicar. En efecto, estas cosas deberían impulsarnos para predicar
con mayor celo, pues la labor tiene promesa de recompensa segura. Trabajamos
en esperanza y por eso trabajamos con mayor intensidad. Vemos esto en el caso
de Pablo en Corinto cuando el mensaje fue rechazado por los judíos. Dios lo
estimuló mediante una visión nocturna: “No temas, sigue hablando y no calles;
porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo
mucho pueblo en esta ciudad (Hch. 18:9–10). El resultado fue que hubo más
celo de parte de Pablo y nació la iglesia de Corinto (Hch. 18:11).

La elección, la predestinación y la
soberanía divina no nos excusan
de la urgencia de predicar.

Spurgeon, Whitefield y otros predicadores “calvinistas” son modelo de esta


predicación apasionada. Ellos mostraron que la elección y una proclamación
apasionada no son incompatibles. Jonathan Edwards fue un verdadero
predicador calvinista; sin embargo, pueden ver cuánto sentido de urgencia y
pasión ardía en su alma. Su sermón “Pecadores en las manos de un Dios
enojado” está lleno de pasión y urgencia. Él creía en tocar las emociones de sus
oyentes. Leamos lo que dijo:
Los pecadores deberían ser invitados con un sentido de urgencia a aceptar al
salvador, con toda la ganancia y argumentos motivadores que el evangelio
otorga. Pero si en esos sermones él encontrara exhibidas las verdades más
importantes y esclarecidas en su conciencia con esa convicción que tiende a
despertar, convencer, humillar y edificar; si él encontrara esa disposición de
piedad la que, a pesar de él mismo, lo forzara a un marco mental serio, y si
él no puede menos que avergonzarse y preocuparse por sí mismo y en alguna
medida sentir el peso de las cosas eternas, y si al final como Agripa casi es
persuadido a ser cristiano; presumo que no se quejará por el tiempo requerido
para examinar lo que se le está ofreciendo. Estos, y sé que no estoy
equivocado, son los grandes fines que deben procurarse en todos los
sermones.12
No anulemos la bendita doctrina de la soberanía divina con nuestra apatía,
descuido y frialdad de alma. Predique pensando como si todo dependiera de
usted, y deje los resultados a Dios.
Ahora, una advertencia final de los escritos de Baxter:
Si usted dice que la obra es de Dios y que Él puede usar medios más
insignificantes, yo respondo que es verdad, Él puede hacerlo así; pero, su
forma ordinaria de obrar es por tales medios, y hacer no solamente del asunto
que es predicado, sino también la manera de predicarla, lo esencial para la
obra.13
¡Esto es predicación balanceada!

Gran necesidad de sentido de urgencia


Hay una grave carencia del sentido de urgencia hoy día. Por alguna razón
muchos de nosotros la hemos perdido o nunca la tuvimos. Si vamos a tocar los
corazones de la gente, debemos inculcar en ellos los asuntos urgentes de la vida
por medio de una manera de hablar urgente. Si esto no los mueve tal vez nada
lo hará, pero habremos hecho nuestro mejor esfuerzo.

_________________________
12. Larsen, Company of Preachers, 374.
13. Baxter, Reformed Pastor, 149.
6

Predique con quebrantamiento

Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en


persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil,
entonces soy fuerte.
—2 Corintios 12:10

Un día un pastor y su esposa fueron a escuchar a un predicador muy prometedor.


El pastor se dirigió a su esposa y dijo: “Él es un buen predicador”. “Sí”,
respondió ella, “pero será mejor cuando haya sufrido un poco más”. Grandes
predicadores son forjados en el horno de la aflicción.
Es una verdad indiscutible que las aflicciones, las tribulaciones y las pruebas,
son los requisitos para una predicación apasionada. Si la predicación es la
Palabra de Dios a través del hombre, ese hombre debe ser un vaso por medio
del cual pueda fluir la verdad. Tal preparación es el resultado de tribulaciones.
Alexander Maclaren dijo: “Se requiere un hombre crucificado para predicar al
Salvador crucificado”.1 Dios no usa a un predicador con poder sino hasta que
_________________________
1. In Stephen Olford, Anointed Expository Preaching (Nashville: Broadman & Holman, 1998), 44.
lo ha hecho humano, hasta que llega a ser como el Maestro: “un varón de
dolores, experimentado en quebrantos” (Isaías 53:3). Una flor debe ser
presionada para que libere su fragancia; la vasija tiene que ser quebrada para
que pueda fluir su perfume; así también el “frasco” humano debe ser hecho
añicos y quebrantado para que dulces palabras de gracia puedan fluir de él para
que le den sabor a la vida y a la muerte.

Los grandes predicadores son forjados


en el horno de la aflicción.

La grey del Señor ha sido muy dañada y maltratada. Joseph Parker dijo: “Si
usted le predica a corazones dolientes, nunca dejará de tener una congregación;
hay uno de esos en cada banca.2 “Lo único que necesita tener es un corazón
quebrantado y así tener la capacidad para predicar a corazones quebrantados.
Vines correctamente afirma:
Cuando nuestro corazón está quebrantado, entonces aprendemos a predicar
a otros cuyos corazones también lo están. La predicación es para alcanzar
corazones duros y sanar corazones quebrantados. Y eso se logra cuando el
predicador también ha atravesado por su propio valle de aflicción.3
El quebrantamiento es un requisito para ser fuerte y vigoroso y así llegar a
ser un predicador apasionado. Una lágrima en los ojos y un corazón dolido le
proveen una rara elocuencia a la predicación.
A pesar de que yo creo que el entrenamiento del seminario es un elemento
indispensable en la preparación de un hombre de Dios para ocupar el púlpito
sagrado, también estoy de acuerdo en que esa preparación no es suficiente para
un ministerio efectivo. Los seminarios no están preparados para bautizar el púl-
_________________________
2. Roy B. Zuck, The Speaker’s Quote Book (Grand Rapids: Kregel, 1997), 305.
3. Jerry Vines, A Guide to Effective Sermon Delivery (Chicago: Moody, 1986), 155.
pito en las aguas de la aflicción, ni pueden hacer que el estudiante beba del vaso
del sufrimiento (Mr. 10:38–39). Hay una materia más que es enseñada por el
Maestro mismo, donde el Señor guía al hombre de Dios a través del valle de
aflicciones hasta que emerge quebrantado como un siervo rendido a Dios. Los
seminaristas piensan que un poco de hebreo mezclado con algo de griego,
sazonado con teología y la Biblia, y servidos en el plato de la homilética,
constituyen la predicación y contiene los elementos de la misma. Eso es un
error. El seminario entrena la mente, pero el sufrimiento capacita el alma.
La Biblia habla directa y positivamente acerca de las tribulaciones en la vida
del creyente, y aun mucho más en la vida del predicador:
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género
de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos,
porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron
a los profetas que fueron antes que vosotros.
—Mateo 5:11–12
Ellos, pues, salieron de la presencia del concilio, regocijándose de que
hubieran sido tenidos por dignos de padecer afrenta por su Nombre.
—Hechos 5:41
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo
que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el
carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor
de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu
Santo que nos fue dado.
—Romanos 5:3–5
Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en
El, sino también sufrir por El, sufriendo el mismo conflicto que visteis en mí,
y que ahora oís que está en mí.
—Filipenses 1:29–30
Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza;
sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después
fruto apacible de justicia.
—Hebreos 12:6, 11
Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia
ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin
que os falte nada. Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba,
porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el
Señor ha prometido a los que le aman.
—Santiago 1:2–4, 12
En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo
si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de
vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego,
sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de
Jesucristo.
—1 Pedro 1:6–7
En resumen, las tribulaciones son el refinamiento del fuego del Señor, para
así purificar al siervo para un servicio eficaz.

Los efectos del quebrantamiento


El Señor debe quemar los “metales extraños” de sus ministros. Toda
impureza que pueda perjudicar la Palabra del Señor tiene que ser quitada de sus
vasos escogidos. Muchas impurezas tienen que ver con el ego:
autojustificación, autosuficiencia, el egoísmo y aun autoexaltación. Al igual que
el oro en el crisol, así debe ser purificado el corazón del predicador para que al
mirar en él, el Señor vea su propio rostro y nada del hombre. Dios quebranta a
quien está lleno de sí mismo; solo así puede usarlo el Señor.
Los efectos del quebrantamiento
 Humildad.
 Fe y dependencia.
 Compasión y amor.
 Realidad.
 Sobriedad.
 Justa indignación.
 Denuedo.

1. Humildad. Un hombre quebrantado es un hombre humilde. El orgullo es


lo opuesto a la obediencia; es gemelo de la autojustificación. El orgullo no es
siervo de nadie, ni cuida a nadie. Por tanto, Dios no puede usar a un hombre
orgulloso. En realidad tales hombres tienen un alto concepto de sí mismos y
caen en la condenación del diablo (l Ti. 3:6). Las Escrituras no se equivocan:
“Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Stg. 4:6).
Los grandes siervos del Señor fueron quebrantados de su orgullo antes de ser
usados poderosamente. Moisés procuró liberar a Israel por medio de sus propias
fuerzas y poder, tan solo para ser rechazado por su propio pueblo y tener que
huir a Egipto. Él tuvo que vivir una vida muy oscura como pastor en el desierto.
¡Qué contraste con la gloria de Egipto! Fue un tiempo de refinamiento por
medio de lo desolado del lugar. Pero después de cuarenta años, Dios pudo decir
de Moisés: “Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro
hombre sobre la faz de la tierra” (Nm. 12:3). Como el cayado en la mano de
Moisés hacía lo que él dictaba, así fue Moisés en las manos de Dios. Muy pocos
han logrado tal lugar en la historia de la redención.
También tenemos a Job. ¿Quién podría pensar que Job tuviera algunas
impurezas? Sin embargo, él argumentó con Dios por el trato que le daba,
vacilando entre la desesperación y la desaprobación porque él pensaba que era
una persona limpia. Sin embargo, inclusive este gran hombre tenía cosas que
mejorar. Además era muy orgulloso. Por tanto, Dios lo quebrantó por medio
del desastre, la muerte, dolor, desvarío y abandono. Fue abandonado y dejado
solo en un montón de cenizas reflexionando en los misterios del universo: ¿Por
qué sufren los justos? Luego encontró la respuesta. Porque nadie es lo
suficientemente justo. Al final, Job se arrepintió en polvo y ceniza, como un
hombre quebrantado.
Su similar en el Nuevo Testamento es el apóstol Pedro. Nos agrada señalar
sus faltas personales: impetuoso, metiéndose en todo y escandaloso. Sin
embargo, él fue el más fiel y leal de todos los discípulos. Recuerden, solo él
caminó sobre el agua. Pero también Pedro, necesitaba que su orgullo fuera
quebrantado. El también contendió con los otros discípulos acerca de quién era
el más grande. En la más oscura noche dejaron ver su parte más negra: el orgullo
(Lc. 22:23–24). A pesar de esto, Jesús predijo el tiempo de la purificación de
Pedro acompañada de mucha utilidad para Cristo. Aunque Pedro se resistió, la
palabra de Cristo prevaleció y Pedro fue purgado de su autoglorificación (Lc.
22:31–34). Ahora él era un vaso humilde, santificado y útil para el Maestro.
Ahora era un “anciano compañero” no el anciano principal o el papa. Era una
persona quebrantada.
Un púlpito bajo el cuidado de un hombre que no está quebrantado es para él
un trono desde donde demanda adoración por su habilidad artística. Pero para
una persona quebrantada, el púlpito es un yugo que lo ata como su compañero
para cargarlo por el camino de la vida. El púlpito no es entonces un arma, sino
un instrumento para estimular y confortar.

Para una persona quebrantada, el púlpito


es un yugo que lo ata como su compañero
para cargarlo por el camino de la vida.
¿Está usted en medio de pruebas? Tal vez Dios está tratando de humillarlo
para que sea un mejor siervo, para que Él pueda confiarle más de su viña.
2. Fe. La meta principal de la predicación es volver el corazón de la gente a
Dios, es crear fe, fe viva en Dios. Así es como el escritor a los Hebreos describe
a un líder: “Acordaos de vuestros guías, que os hablaron la palabra de Dios, y
considerando el resultado de su conducta, imitad su fe” (He. 13:7). Pablo
amonestó a Timoteo a que fuera un “ejemplo de los creyentes” (1 Ti. 4:12).
El predicador debe ser un hombre de fe que no solo señala el camino hacia
Dios, sino que también muestra con su vida que él vive dependiendo
constantemente de Dios. La autosuficiencia y la autodependencia es carencia
de fe. Los asistentes a la iglesia generalmente saben que no deben dejar de
depender de Dios. ¿Pero lo sabe el hombre del púlpito? ¿Vive usted su vida
dependiendo de Dios?
El apóstol Pablo, en la segunda carta a los Corintios, dice cómo fue que Dios
lo quebrantó y le enseñó a confiar absolutamente en Él. Leemos entre líneas
que la autodependencia de Pablo todavía era un estorbo para su ministerio. El
Señor le dio a Pablo “un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás” para que
no se exaltara a sí mismo. Dios prefirió no contestar la oración de Pablo por
liberación, más bien usó tal aflicción para enseñarle a depender de Él (2 Co.
12:7–8). Noten cómo Pablo se gloría en su quebrantamiento:
Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la
debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis
debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco
en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en
angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
—2 Corintios 12:9–10
Una persona quebrantada (en oposición a un hombre débil) es hecho más
fuerte porque su confianza está en el Señor. Él conoce a Dios, por eso puede
darlo a conocer.
3. Compasión. Alguien definió la compasión como “tu dolor en mi corazón”.
Tal dolor se comprende mejor cuando nosotros pasamos por las mismas pruebas
que los otros. No voy a repetir las cosas tratadas en el capítulo sobre la
compasión, pero quiero enfatizar aquí que la compasión viene por medio del
quebrantamiento. Podemos hacer mejor el trabajo de predicar para sanar el
dolor de los otros, cuando hemos experimentado la mano de Dios en nuestros
propios dolores. Esto fue lo que hizo que Pablo llenara los requisitos para ser
un sanador de almas:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda
tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en
cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos
consolados por Dios.
—2 Corintios 1:3–4
Nosotros podemos atestiguar de la bondad y misericordia de Dios cuando,
de primera mano, hemos experimentado de ella.
Por alguna razón el pueblo de Dios estará más dispuesto a escucharnos
cuando decimos: “Yo he pasado por tiempos difíciles similares”. Ellos saben
que con toda honestidad podemos sentir su dolor. Un hombre sabio dijo:
“Nunca debemos criticar a alguien hasta que hayamos caminado un kilómetro
en sus zapatos”. Hay sabiduría en tal expresión. Dios hace de nosotros ministros
y predicadores competentes forzándonos a caminar en el calzado de nuestra
gente, un kilómetro o dos.
La principal diferencia en mi predicación actual y la de mis primeros años es
que ahora predico como uno de ellos, de los que me escuchan. En tiempos
pasados les predicaba sermones. Me preocupaba más en estar involucrado en el
texto bíblico, la forma de transmitirlo y en la visible e inmediata reacción de
ellos a mi mensaje. Ahora, el paso de los años me ha dejado cicatrizado y herido.
Actualmente mi predicación está profundamente caracterizada por cómo puedo
traer sanidad a una congregación que sufre. He aprendido a simpatizar con ellos.
Que-bran-ta-mien-to s. debilitado en su fortaleza y espíritu;
puesto en sumisión; sobrecogido por el dolor.4
4. Realidad. Hemos sido acusados de ser de “otro mundo;” no es que seamos
celestiales, sino que parece que hemos venido de otro planeta o que no tenemos
una perspectiva muy clara. Predicamos acerca de cosas que las personas no han
experimentado y que jamás llegarán a conocer. Parece como si algunos de
nosotros viviéramos en otro siglo, otros en otra década y aun otros en otro país.
Es posible leer la Biblia con lentes color de rosa, es decir, buscando las cosas
ideales. Predicamos como si todos los grandes hombres y mujeres de la Biblia
fueran perfectos. Cuando predicamos sobre los personajes bíblicos, solo
mencionamos sus virtudes y nunca sus errores. Implicamos que las iglesias del
Nuevo Testamento eran ideales y que las nuestras son muy distintas de las de
entonces. Pero, si somos francos, tenemos que reconocer que nuestras iglesias
son iguales que las del primer siglo: imperfectas, a veces sin atractivo e
inclusive que hasta nos avergüenzan. Sin embargo, de alguna manera somos
incapaces de presentar esta realidad a nuestra gente.
Los seminaristas y predicadores jóvenes son idealistas. Su tendencia es ver
el mundo como debería ser y no como realmente es. Tal idealismo dicta la forma
como ellos actúan en los asuntos de la vida. Los solteros hablan del matrimonio
ideal. Un matrimonio sin hijos habla de la familia ideal. Un padre joven habla
de un adolescente ideal, etc, etc. Esos idealismos no son reales ni justos. Es una
carga que no debería imponérsele a nadie porque este mundo es un mundo caído
y lleno de imperfecciones. La vida está “contaminada”. Nos esforzamos
solamente en sacarle el máximo provecho, y a veces, de mejorarlo.
El quebrantamiento tiene el efecto de que nos enseña a vivir en un mundo
real, lleno de dolores y decepciones, fracasos y temores, manchas y marcas. “Sé
realista”, es lo que Dios nos dice. ¡Quítate los lentes color de rosa! ¡Mira el
mundo tal y como es! Luego predícale a este mundo confuso.
_________________________
4. Webster’s Universal College Dictionary (Nueva York: Gramercy Books, 1997), 101.
Necesitamos honestidad aquí. A veces los predicadores no viven en el mismo
mundo que sus congregaciones. Algunos no viven en las comunidades de sus
feligreses. Ni siquiera mandan a sus hijos a las mismas escuelas que ellos. No
se encuentran en la misma escala de salario (hay pastores que ganan más que
sus congregantes) y no trabajan el mismo número de horas (muchos trabajan
menos horas en promedio que las familias de la iglesia). Desde sus torres de
marfil, ellos establecen principios para la vida que nunca han sido puestos en
práctica en la vida real.
Sin embargo, la vida como escuela es un gran estabilizador. Tiene la
característica de hacernos ver la realidad de la misma, porque toda clase de
dificultades desciende sobre nosotros y hace que explote nuestra burbuja de
idealismo. Nos damos cuenta de que las iglesias no crecen de un día para otro
(si es que acaso crecen), que nuestros mensajes no se comparan con los de
MacArthur o Swindoll, que el pueblo del Señor puede ser cruel y no se dan
cuenta de ello, que nuestro matrimonio tiene sus lados flacos, que nuestros hijos
desobedecen y que el ministerio puede ser una verdadera carga. ¡Bienvenido al
mundo de la realidad! Ahora sí que Dios puede usarlo. Ahora sus sermones
tendrán un aire de ser auténticos. Su congregación dirá de usted: “Este hombre
vive en mi mundo”.
Nosotros los predicadores notaremos que la Palabra de Dios y los principios
que contiene funcionan en un mundo que no es perfecto. La perfección no es
un requisito para la felicidad. Dios puede hacer que una mujer viuda o alguien
soltero sean felices. Dios suple con gracia donde hay una enfermedad, cuando
Él rechaza el clamor que pide sanidad. El dinero no es la respuesta a todas las
cosas. Cosas rutinarias y tiempos estériles son parte de la esencia de la vida. Así
que aprendamos a gozar las pausas que refrescan, a pesar de cuán pocas sean.
Un predicador escribió el libro de Eclesiastés para predicadores. La vanidad es
parte de un mundo real, pero no es el objetivo final. Cuando nuestros pies están
firmemente plantados en la tierra, podemos comenzar a vivir y podemos
empezar a predicar apasionadamente.
La escuela de Dios de las experiencias difíciles
nos enseña a enfocarnos en las cosas
de la vida que realmente importan.

5. Sobriedad. Algo casi igual que la realidad, es lo que yo llamo “sobriedad”.


Tal como las pruebas rompen las burbujas del idealismo, las aflicciones es lo
que remueve la “paja” de nuestras vidas. La escuela de Dios de las experiencias
difíciles nos enseña a enfocarnos en las cosas de la vida que realmente importan.
Otras palabras para describir lo anterior pudieran ser perspectiva o enfoque. A
mí me gusta la palabra sobriedad, la que se refiere a alguien que no está
intoxicado con las cosas necias de este mundo. Con frecuencia Dios nos pide
que vivamos vidas sobrias:
Pero tú, sé sobrio en todas las cosas.
—2 Timoteo 4:5
Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo…, enseñándonos, que
negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria,
justa y piadosamente.
—Tito 2:11–12
Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción; sed sobrios en
espíritu.
—1 Pedro 1:13
Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de espíritu
sobrio para la oración.
—1 Pedro4:7
Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al
acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.
—1 Pedro5:8
Cuando Dios te zarandea como a trigo, cuando pone sobre ti grandes cargas
de la vida, la paja se hace visible y fácilmente es aislada. Es muy sorprendente
cuánto “exceso de equipaje” tenemos en nuestras vidas; y mucho tan solo es
paja. Cuando los colonizadores del Norte de América hicieron el largo recorrido
hacia el oeste por el camino a lo que hoy es el estado de Oregon, muy pronto
aprendieron a distinguir entre lo que era esencial para la vida y lo que no lo era.
Pronto el camino estuvo lleno de los “residuos de la vida”. Las dificultades en
“nuestro viaje” también nos enseñan lo mismo.
La iglesia que se divide por el color de la alfombra del santuario, ya es
proverbial. Esa iglesia fue dividida por gente que nunca experimentó la agonía
de construir una iglesia, ni el dolor de recoger las piezas de una iglesia dividida.
Para el hombre quebrantado, el color de la alfombra no tiene importancia. De
hecho, la alfombra en sí no tiene valor material para el bienestar de la grey. Pero
se requiere ser una persona quebrantada para ver más allá de la paja de la vida.
Nuestra predicación puede estar llena de esta cosa: la paja de la vida. No
tiene significado eterno, ni siquiera importará de aquí a tres meses. Una
predicación con poder trata con las verdades eternas, que es la verdadera
“esencia” de la vida. Desesperadamente necesitamos más sobriedad en nuestras
vidas y por lo tanto, también en nuestra predicación. El predicador que vive
sobriamente predicará con sobriedad, pero únicamente la persona que ha sido
quebrantada vivirá sobriamente.
Permítanme agregar una palabra aquí. Sobriedad no es lo mismo que
melancolía. La vida tiene su lado agradable. La risa, al igual que las lágrimas,
son de Dios. El gozo, la risa e inclusive el humor tienen su lugar en el púlpito.
En el Progreso del peregrino, mientras Cristiano viajaba a la Ciudad celestial,
debería evitar las distracciones de la Pradera del Camino y de la Feria de la
Vanidad, pero el canto y la risa deberían acompañarlo. Sobriedad y seriedad no
es lo mismo que tristeza y un espíritu melancólico.
6. Justa indignación. El predicador verdaderamente quebrantado es un
predicador fogoso. La caminata por el valle de la muerte ha grabado en él la
real y terrible consecuencia del pecado. Cuando una persona ha experimentado
lo destructivo de ello, ya sea en su propia vida o en la de otros, ya no más puede
ser un observador silencioso. Debe clamar contra el pecado. El predicador
quebrantado por tal efecto del pecado está lleno de justa indignación. Hay en él
un porte similar al del león, al declarar los oráculos de Dios.
Ni el pecado ni el mundo son amigos de nosotros y no debemos buscar su
amistad. El pecado debería provocar en nosotros una ira justa y así sucede
cuando lo evaluamos correctamente. ¿Por qué es que hay tan poca indignación
en nuestros púlpitos? ¿Por qué es que la impiedad se denuncia tan poco? ¿Por
qué es que existe toda esta habladuría sicológica acerca del trato bondadoso del
mal? ¿Será acaso porque los que son de esa persuasión no tienen conocimiento
del pecado o de la cruz del Salvador?
Ver a Cristo es ver a uno lleno de justa indignación contra la dureza del
corazón (Mr. 3:5) y la hipocresía (Mt. 23:1–36). Pedro se indignó a causa de la
codicia por poder, de Simón el mago (Hch. 8:20–23) y Pablo contra el legalismo
(Gá. 6:11–17; Fil. 3:17–19). La naturaleza destructora y devastadora del pecado
motivó en ellos una reacción fuerte. ¿No debería ser lo mismo con nosotros?
Una relación extramarital conduce al proceso de divorcio y la destrucción
que le acompaña. La fornicación produce madres solteras e hijos no deseados.
La embriaguez y el consumo de drogas dan por resultado un hogar pobre,
maltrato de la esposa y esposos abusivos. Las injusticias sociales como el
racismo crean resentimientos y segregación. Asesinatos, violaciones y
brutalidad son graves males que se han infiltrado en nuestra cultura. La opresión
económica por comerciantes y ladrones dentro de los negocios es un mal
canceroso que afecta a muchos de nosotros. La violación de los derechos
humanos básicos se ve por doquier. Cuando estas cosas le afectan a usted y
llegan a ser su asunto personal, se ve forzado a hablar en contra de ellas.
7. Denuedo. Otro efecto del quebrantamiento es una valentía santa. La
esposa de un fino amigo mío se enfermó de un cáncer maligno, lo que, por
supuesto, afectó mucho su vida. Un efecto fue que ella se tornó muy valiente.
No tenía miedo de nada ni de nadie. Cuando la muerte es una cosa inevitable,
pierde su ferocidad. Ya no se le teme.
Lo mismo le sucede al predicador. Una vida vivida en “lo extremo” da por
resultado que se viva sin temor a las circunstancias. Tal cosa lo vemos en los
Estados Unidos actualmente. Los púlpitos están ocupados por hombres que se
convirtieron de una vida pecaminosa y desesperada. Algunos de ellos fueron
“gente de la calle” de la década de los años sesenta. Casi nada los atemorizaba.
Ni la política ni la pobreza ni el dolor (ni siquiera la muerte) era una amenaza
para ellos. Estaban inoculados contra esas cosas.
Los frecuentes enfrentamientos de Pablo con la muerte hicieron que él fuera
un predicador sin temor alguno (2 Co. 11:23–28). Su motivación fue: para mí,
el vivir es Cristo y el morir es ganancia (Fil. 1:21). El apóstol fue un hombre
verdaderamente crucificado y capacitado para hablar acerca de un Salvador
crucificado. El apóstol Pedro fue igual (2 P. 1:13–14).
El hombre que ha experimentado la pobreza no tendrá miedo a ella. El
hombre que ha conocido el dolor, éste no le afectará. El hombre que conoce la
soledad no tiene temor de las pérdidas materiales ni de la del reconocimiento
del público. Si un hombre ha sentido en su frente el frío sudor de la muerte, no
tendrá temor del hombre o del diablo. El gran reformador, Martín Lutero,
experimentó todas éstas cosas y Dios lo usó para conducir una extraordinaria
reforma en contra de la Iglesia Católica Romana.
¿Tiene usted temor de algo? ¿Lo tiene el Señor viviendo en lo extremo? ¿Está
su vida paralizada debido a la ansiedad y la duda? ¿Está temeroso de su
congregación? Entonces Dios está forjando en usted un hombre de acero. Una
vez que pase por el fuego, será menos tímido y estará lleno de valentía santa.
La predicación apasionada solamente sabe de un temor: el temor a Dios.

¿Está dispuesto a sufrir?


La verdad es que a ninguno de nosotros nos gusta la idea de ser quebrantados.
Nos aterra pensar que Dios deberá hacernos pasar por una hora de prueba para
formar un predicador. Sería muy bueno poder predicar grandes sermones que
hacen grandes bienes sin tener que pasar por grandes aflicciones. Pero tal cosa
no es posible. Si vamos a vivir profundamente y a predicar profundamente,
debemos sufrir profundamente. Así que recuerde esto: Tal vez usted sea ahora
un buen predicador, pero lo será mejor cuando haya experimentado algún tipo
de sufrimiento.
7

Predique con todo su ser

Cuando le concedió el permiso, Pablo, de pie sobre las gradas, hizo señal al
pueblo con su mano, y cuando hubo gran silencio, les habló en el idioma
hebreo.
—Hechos 21:40

La predicación de la actualidad principalmente es verbal. Sin embargo, la


predicación bíblica según la vemos en Cristo y Pablo es más que meramente
oratoria. De hecho, la predicación bíblica apasionada tiene que ver con el
avivado movimiento de todo nuestro cuerpo. La comunicación efectiva
solamente puede ser lograda cuando usamos todo nuestro cuerpo para expresar
nuestro mensaje.
Toda nuestra discusión de tener pasión al predicar ha sido y continuará
siendo sobre cómo entregar el mensaje. La forma de hacerlo es crucial para la
comunicación bíblica eficaz. De hecho, todo depende en la entrega del mensaje:
La entrega del sermón es el momento más dinámico de la experiencia de
predicar. En ese momento toda la preparación del sermón se reduce a
entusiasmo o frustración. Si el sermón es entregado eficazmente, el
predicador, con gozo y agradecido, se olvida de las horas del duro trabajo de
la preparación. Pero si el sermón fracasa, todo el esfuerzo y el estudio
parecerán una carga inútil y pesada. El Evangelio es un evangelio
proclamado. De ahí que un sermón nunca es un sermón sino hasta que se
entrega. Un ministro nunca es un predicador sino hasta que el mensaje es
comunicado a otros.1
Necesitamos prestar mucha atención al asunto de entregar el mensaje. Cómo
decimos lo que tenemos que decir es crucial, y cómo lo decimos involucra más
que meramente palabras, también involucra nuestros cuerpos. Todo nuestro ser
debe estar involucrado en el proceso comunicativo. Richard Baxter nos hace
este solemne encargo a todos nosotros:
Para la mayoría de nuestros oyentes, la forma de pronunciación y el tono del
habla es de mucha importancia. El mejor material escasamente los
apasionará, si no es entregado con profundos sentimientos…. Un sermón
lleno de muchas palabras solamente, no importa cuán nítidamente sea
formado y en tanto que le falta la luz de la evidencia, y la vida del celo, tan
solo es la imagen de un cadáver bien vestido.2

La predicación bíblica apasionada


tiene que ver con el avivado movimiento
de todo nuestro cuerpo.

Un hombre muerto no resucita a otro hombre muerto. La evidencia de que


estamos vivos debe ser tanto visual como audible. Pero si nosotros estamos
como estatuas de piedra inmóviles detrás de nuestros púlpitos, ¿cómo podemos
estimular a los muertos? La predicación debe ser avivada, y una predicación
_________________________
1. H. C. Brown, Steps to the Sermon (Nashville: Broadman & Holman, 1996), 189.
2. Richard Baxter, The Reformed Pastor (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1974), 149.
avivada significa un uso libre, natural, y expresivo de todo nuestro cuerpo: ojos,
miembros, etc.
¡Predicador, use todo su cuerpo! La comunicación efectiva requiere de ello.
Use el lenguaje verbal, pero refuércelo con el lenguaje corporal. De hecho, debe
estar convencido de que el uno ha de acompañar al otro. Fasol afirma:
La comunicación no verbal, popularmente conocida como lenguaje
corporal, incluye estos factores: apariencia personal y percepciones. Las que
la congregación recibe de usted en la primera impresión que les causa, el
caminar al púlpito o al atril, contacto visual, expresiones faciales, postura y
ademanes. Estas señales visibles de comunicación apoyan o estorban el
mensaje que está expresándose por medio del lenguaje y la voz. El lenguaje
corporal comunica sin que se diga una sola palabra. Al predicar, el lenguaje
corporal debe apoyar el contenido del mensaje.3
Mi objetivo en esta sección es lograr que usted aprenda a predicar usando
todo su cuerpo. La predicación apasionada lo demanda. Como predicador, usted
debe aprender a usar el cuerpo como una ayuda para la comunicación. Esto no
es algo que se enseña en cursos de oratoria ni en clases de homilética,
probablemente porque la comunicación humana normal involucra el uso de
nuestros cuerpos, con naturalidad. La predicación dentro del cristianismo crea
una arena artificial donde el predicador es removido del auditorio, donde el
púlpito actúa como una barrera y una camisa de fuerza, y donde el acto de la
predicación es como si fuera una conferencia o un discurso. El cuerpo no es
usado eficazmente para comunicar. Necesitamos liberarnos de nosotros mismos
para predicar con eficacia. Necesitamos liberar nuestro corazón, nuestros ojos,
nuestras manos y nuestros torsos para ayudarnos a comunicar las palabras que
hemos preparado.
A-de-mán s. Un movimiento o posición de las manos, brazos,
cuerpo, cabeza, o rostro que expresa una idea, opinión, o
emoción.4
_________________________
3. Al Fasol, A Complete Guide to Sermon Delivery (Nashville: Broadman & Holman, 1996), 73.
4. Webster’s Universal College Dictionary (Nueva York: Gramercy Books, 1997), 340.
Si vamos a predicar con pasión, debemos entregarnos de lleno a nuestra
predicación. Después que hayamos cargado el cañón para dispararlo, debemos
ponernos en posición para hacerlo. Vines escribió: “El predicador no solo
entrega su sermón; también se entrega a sí mismo. Además dice: “En un sentido
de la palabra pudiéramos decir que la predicación de un sermón no es tanto el
arte de un predicador exponiendo algo, sino que el predicador se da a sí
mismo”.5
Sin embargo, Stephen Olford nos advierte lo siguiente:
La apariencia y apelación deberían estar gobernadas por la verdad y el
Espíritu. Los ademanes, expresiones faciales y todo el sentimiento del
predicador deben ser “como” Cristo y “como” su mensaje. El lenguaje
corporal y expresiones faciales del predicador deberían ser un reflejo y
expresión del mensaje mismo. Una encarnación del mensaje debería
proceder del predicador con la honesta apariencia de propiedad personal lo
cual debería traducirse en ademanes y expresiones, de acuerdo al mensaje y
por supuesto, con la personalidad del predicador.6
En pocas palabras, sea franco y sea usted mismo. Este punto tal vez necesite
más explicación porque muchos predicadores principiantes son introvertidos
por naturaleza, o son reservados a causa de una “correcta postura” en el púlpito,
o están dominados por el temor al “hacer la obra del Espíritu”. Por eso, para la
mayoría de nosotros, usar todo nuestro cuerpo al predicar parecerá algo muy
extraño. El remedio para esto es doble. Primero, entienda la importancia del
lenguaje corporal (y escoja el “cometer un error” en favor de una predicación
eficaz). Segundo, grabe una sesión en la que usted piensa que está actuando en
una manera incorrecta al usar su cuerpo al predicar. Usted notará que no está
actuando como un payaso, sino que su lenguaje corporal acentúa su contenido.
Practique el predicar de esta manera hasta que se sienta confortable. Esto llegará
a ser su estilo personal en el púlpito; y eso será auténticamente suyo. Ya no más
_________________________
5. Jerry Vines, A Guide to Effective Sermon Delivery (Chicago: Moody, 1986), 151–52.
6. Stephen Olford, Anointed Expository Preaching (Nashville: Broadman & Holman, 1998), 204.
se sentirá como un actor, sino que se sentirá muy cómodo.
Ahora veamos cinco áreas de importancia concernientes al lenguaje corporal,
o sea, comunicar con la totalidad de la persona.

Areas de importancia al comunicar con toda la personalidad


 El corazón.
 Los ojos.
 La voz.
 Los brazos.
 El torso.

Predique con un corazón apasionado


El predicador debe sumergirse profundamente en su tema y en su audiencia.
Por lo general, nos gusta tener firmemente controladas nuestras emociones; no
quisiéramos que nunca “se perdiera” eso en el púlpito. Algunos consideramos
como “mala predicación” si al predicar, el predicador “estuviera fuera de sí”, si
sus emociones se le adelantaran a su razonamiento, o si le dominaran su hablar,
de tal manera que no pudiera continuar con su sermón. Pero, ¿qué no es esto lo
que sucede en todo esfuerzo sobrehumano que exige de la capacidad total del
alma? ¿No sucede así con los grandes atletas que triunfan después de un
máximo esfuerzo? ¿No reaccionan ellos con lágrimas o una incontrolable
celebración? ¿No es acaso lo mismo con los doctores, los bomberos y el
personal de rescate y otros similares? Sus niveles de adrenalina sobrepasan por
mucho lo que los niveles normales dictaminarían. ¿Por qué? Porque la ocasión
requiere involucrarse por completo; y no solo de la mente, sino también de todo
el cuerpo.
En la gran tarea de predicar la Palabra de Dios, ¿no demanda también que
nos demos totalmente delante del Señor? ¿No demanda un alma perdida nuestro
todo para rescatarla? Consideremos a nuestro Señor Jesucristo en su entrada
triunfal y cómo Él fue dominado por la emoción hasta el punto de llorar
abiertamente cuando vio de antemano la destrucción de Jerusalén, su amada
ciudad (Lc. 19:41–44). ¡La suya fue una vida apasionada! Cristo no solo predicó
apasionadamente, también vivió apasionadamente.
De ahí que, permita que las grandes verdades dominen su corazón. Permita
que su corazón sea elevado y llevado por su interés y preocupación por las
almas de la gente. Sea más como fue el apóstol Pablo, quien vivió
apasionadamente. Note como expresó sus emociones a las iglesias de
Tesalónica y de Corinto:
Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en
impartiros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas,
pues llegasteis a sernos muy amados.
—1 Tesalonicenses 2:8
Y yo muy gustosamente gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré por
vuestras almas. Si os amo más, ¿seré amado menos?
—2 Corintios12:15
Nuestros movimientos corporales no siempre corresponden con nuestro
mensaje, pienso que se debe a que nuestras emociones están más apegadas a la
voluntad que al corazón. Le negamos a nuestro corazón el derecho de sentir la
verdad que predicamos a pesar de que el corazón es la estación controladora del
resto del cuerpo. El cuerpo reaccionará según se sienta el corazón. Note el
contraste del lenguaje corporal entre el recaudador de impuestos y el fariseo en
Lucas 18:9–14. El cuerpo de cada uno de ellos actuó de acuerdo con el estado
de su corazón. Las palabras del fariseo, según la posición de su cuerpo,
confirmó el orgullo de su corazón. Sin duda alguna sus ojos estaban cerrados,
porque estaba orando para sí mismo. Por otro lado, el recaudador de impuestos
tenía su vista hacia abajo, su cuerpo apenas dentro del templo y con su puño
daba golpes a su muy lastimado corazón. Su lenguaje corporal correspondía a
sus palabras. De hecho, noten cuánto añade al color y contraste de la parábola
la descripción del Señor acerca de sus lenguajes corporales.
Predique con pasión en sus ojos y su rostro
El Dr. Robinson declara: “Así como el arreglo personal y los movimientos
son importantes para el predicador, también lo es el contacto visual; tal vez sea
el medio más eficaz de la comunicación no verbal que está a su disposición.
Los ojos comunican”.7 Jerry Vines escribe: “Los ojos son la parte más elocuente
del cuerpo”.8 Muchos predicadores piensan que el uso principal de los ojos es
para leer las notas o manuscritos. Por medio de los ojos usted le permite a sus
oyentes que miren dentro de su alma, tal y como usted mira en la de ellos.
También sus ojos revelan mucho acerca de su estado emocional. Enojo, tristeza,
gozo, felicidad, amor, estas cosas deben manifestarse elocuentemente a través
de los ojos.

Las expresiones faciales del predicador


pueden afirmar y confirmar una verdad
en maneras que ni el argumento ni la
ilustración pueden hacerlo.

El rostro es como los ojos. Su rostro afirma o contradice su mensaje. Su


rostro también hace que usted gane o pierda la confianza de su auditorio. “Las
expresiones faciales del predicador”, declara Olford, “pueden afirmar y
confirmar una verdad en maneras que ni el argumento ni la ilustración pueden
hacerlo”.9 Los predicadores no han prestado suficiente atención al efecto que
nuestras expresiones faciales tienen en nuestros sermones. Consideremos lo
siguiente:

_________________________
7. Haddon Robinson, Biblical Preaching (Grand Rapids: Baker, 1980), 201.
8. Vines, Effective Sermon Delivery, 139.
9. Olford, Anointed Expository Preaching, 205.
Si el contacto visual es la parte más vital del cuerpo, la expresión facial es la
acción física más descuidada. El rostro tiene un tremendo potencial para
expresar los cambios y el significado del sermón. Pero muchos nunca
permiten que el rostro exprese los sentimientos internos, adecuadamente.10

Métodos para comunicar un sermón


 Leerlo.
 Recitarlo.
 Improvisarlo.
 Extemporáneo.

Nos encontramos en un buen momento para considerar los diferentes


métodos de comunicar un sermón: Leerlo, recitarlo de memoria, improvisarlo
y el extemporáneo. Si los ojos y el rostro juegan tan vital función en el arte de
la comunicación, entonces por lógica, se concluye que el método más eficaz es
el que libera a los ojos y el rostro para que sean parte del sermón, para que
contribuyan a expresarlo. La lectura, lógicamente ocupa el último lugar en la
lista puesto que enfoca los ojos y el rostro en las notas. Hay muy pocos ejemplos
de comunicadores eficaces que también son a la vez lectores. El recitar es
demasiado esfuerzo para que sea útil para un predicador evangélico actual, que
predica dos o tres veces por semana. El método de improvisación, o sea predicar
sin notas ni preparación planeada es elocuente, pero está fuera del alcance de
todos excepto las mentes más dotadas y preparadas, como la de Spurgeon.
El método extemporáneo es el que estudia un tema por completo y procura
presentar el material sin la ayuda de algo escrito y con un mínimo de apuntes.
Este método deja a los ojos en libertad para enfocarse en la audiencia en lugar
de estar pegado a los apuntes.
Mientras se está predicando, muchas cosas se están llevando a cabo. La
_________________________
10. Brown, Steps to the Sermon, 208.
audiencia está reaccionando a lo que decimos, analizándonos, decidiendo si
puede confiar en nosotros y determinando si nos aceptan. Además, a lo largo
del sermón el auditorio está tratando de seguir los movimientos variados del
mensaje. Podemos perderlos desde el comienzo mismo o en cualquier parte a
lo largo del camino. Necesitamos aprender a desarrollar conciencia de
auditorio, o sea, aprender a interpretar a nuestra audiencia para ver si están con
nosotros y entienden lo que les estamos enseñando, o si están de acuerdo o en
desacuerdo con nosotros.
Es verdaderamente trágico cuando un predicador no está consciente de cómo
está reaccionando la congregación a su mensaje. A pesar de ello, muchos
predicadores continúan hablando aunque el auditorio “se bajó en la última
parada” y ellos ni siquiera se dieron cuenta. Al poner más atención en dar
información, descuidan el objetivo principal de la predicación. Cuando el
auditorio deja de escuchar, el mensajero debe dejar de predicar. Usted puede
saber esto solamente si es que su rostro está libre para confrontar los de ellos.
Los ojos comunican. Haga uso de ellos. Deje que sean parte de sus recursos
para comunicar las verdades de Dios. Nuestro Señor hizo eso. Marcos nos dice
que nuestro Señor reveló su ira por medio de sus ojos, y también su amor (Mar.
10:21). Su pasión se manifestaba a través de su rostro. Sus ojos hablaban lo que
estaba en su corazón y sus discípulos lo leyeron a El claramente.

Predique con pasión en su voz


El predicar con la totalidad del ser incluye el usar la voz en forma natural al
expresar las emociones contenidas en nuestro mensaje. La pasión se expresa en
nuestra voz a través del tono, ritmo, volumen y proyección. Sin embargo,
cuántas veces hemos sido calificados de ser monótonos. Hablamos sin pasión
acerca de asuntos apasionados. ¡Qué contradicción! “La monotonía”, dice
Broadus, “destruye absolutamente la elocuencia”.11 Spurgeon dijo lo siguiente
acerca de la predicación monótona:
_________________________
11. John A. Broadus, On the Preparation and Delivery of Sermons (Nueva York: Harper & Row, 1944), 347
Terrible barbaridad es herir el tímpano del oído de una pobre criatura con la
angustia de enfadarlo con el mismo sonido durante treinta minutos. No hay
otra forma concebible en que más rápidamente la mente pueda ser tornada
en idiota o lunática, que el perpetuo aleteo de un insecto o el zumbido de un
mosco dentro del órgano auditivo. ¿De qué privilegio gozas como para
tolerarte que impartas tal crueldad a las víctimas inofensivas que se sientan
a escuchar el tamborileo de tu ministerio? Bondadosamente, la naturaleza les
evita a las infelices víctimas de tal monotonía, el pleno efecto de tu tortura
al sumirlas en un dulce reposo. Sin embargo, usted no desea esto; por eso,
debes hablar con variación en tu voz. Muy pocos ministros se acuerdan de
que la monotonía produce sueño.12
¿Entiende usted el punto?
La predicación apasionada tiene mucha variedad, sencillamente porque las
emociones se excitan, así que suben y bajan según los sentimientos del
predicador. La variedad incluye el ritmo con el que uno habla, a veces
rápidamente como cuando se está agitado, otras veces lenta y pesadamente
como cuando se hace a propósito o para hacer uso apropiado de una pausa. En
un momento se hablará con voz fuerte, luego, tan suave y serenamente como la
brisa del verano. Tal como la variedad da sabor a la vida, también el variar la
voz mantiene la atención. La variedad se da cuando nos concentramos en tenerla
en forma real y marcada en nuestros sentimientos, y luego expresar cada
sentimiento en particular en la manera más natural.13 La variedad se logra
cuando:
El predicador habla naturalmente en forma tan animada que refleja los
modos cambiantes y el significado del sermón. Tal forma de hablar, animada
y naturalmente, es característica de la entrega conversacional. La entrega
conversacional no significa un hablar “suave” o dominado. Más bien, quiere
decir que el predicador, aunque se encuentra en la fuerza más elevada de la
_________________________
12. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 118.
13. Broadus, Preparation and Delivery of Sermons, 347.
entrega desde la plataforma, es afectuoso, personal, sensible y está hablando
como si estuviera en una conversación personal. Tal entrega, flexible en cada
fase de la predicación vocal, es poderosa. ¡El auditorio debe escuchar!14

Predique con pasión en sus brazos


El uso de los brazos y las manos al predicar es lo que llamamos “ademanes”.
En el hablar normal, los ademanes los hacemos naturalmente, sin pensar en
ellos y son de mucho beneficio en la comunicación. Al predicar debería hacerse
uso de ellos, la predicación apasionada hará uso pleno y eficaz de ellos. Con
frecuencia restamos valor a la importancia que los brazos y las manos tienen en
la comunicación. Broadus declara:
Ciertamente al hacer ademanes, las manos y los brazos son de importancia
sin igual…Con respecto a las manos, sin las cuales la entrega sería
incompleta y débil, difícilmente puede decirse cuantos movimientos tienen,
puesto que casi son iguales al número de palabras. Aunque otras partes del
cuerpo ayudan al predicador; …las manos hablan por sí mismas.15
Cuando usted predique, podrá hacer uso muy útil de sus manos y brazos.
Ellos son sus aliados. Hablan por usted lo que las palabras por sí mismas no
pueden comunicar. La vida nos ha enseñado a comunicarnos con señas desde
la infancia y estas “instrucciones” se extienden hasta la edad adulta.
Para que los ademanes sean eficaces, deben ser naturales, “reflexiones
impulsivas de los sentimientos del predicador”.16 Además deben ser
apropiados. Vines dice:
Usted debe acomodar la acción a las palabras y las palabras a la acción. En
un sentido, el predicador da dos mensajes a la vez: el que su audiencia
escucha y el que ellos ven. Para ser eficaz, el predicador debería moldear los
dos mensajes para que formaran un solo proceso comunicador.17
_________________________
14. Brown, Steps to the Sermon, 203.
15. Broadus, Preparation and Delivery of Sermons, 354.
16. Fasol, Guide to Sermon Delivery, 82.
17. Vines, Effective Sermon Delivery, 140–41.
No deberíamos mantener las manos y los brazos casi inmóviles al predicar.
Es mejor “errar” por causa de ser muy expresivo que el implicar por nuestra
falta de expresión que los que estamos diciendo no es de importancia vital. Así
que levante la mano, apriete el puño, apunte con el dedo, extienda los brazos,
señale lo malo y muestre con sus brazos el camino al cielo. Todas éstas y más
cosas deberían acompañar su comunicación verbal.

Es mejor errar por causa de ser muy


expresivo que el implicar por nuestra falta
de expresión que los que estamos diciendo
no es de importancia vital.

Recuerde que mientras más grande la audiencia, más se deben enfatizar los
ademanes. Agrande los ejemplos de tal modo que los más alejados de usted
puedan leer ambos sermones. Además, tal vez no sea necesario practicar
nuestros ademanes si nos damos la libertad de hablar según nos sintamos. Sin
embargo, vernos a nosotros mismos en un vídeo pudiera alertarnos a usar
ademanes o no. Entonces, a veces tendremos que pensar en hacer ademanes al
predicar. Me agrada lo que dice Broadus:
En general, uno nunca debiera dejar de hacer un movimiento que desea hacer
por temor a que no se vea bien. Después de todo, vida y fuerza son mucho
más importantes que lo elegante; y, de hecho la timidez de no hacer cierto
movimiento, destruye a la elegancia en sí.18

Predique con pasión en su cuerpo


El predicador que desea ser un comunicador eficaz debe usar todo su cuerpo
_________________________
18. Broadus, Preparation and Delivery of Sermons, 355.
al predicar. Pero la mayoría de nosotros estamos “encerrados” en un púlpito que
impide que seamos vistos; tal cosa nos estorba, inclusive, si quisiéramos usar
nuestros cuerpos para comunicarnos. Con razón los grandes hombres del
púlpito del pasado (y del presente) preferían deshacerse de los púlpitos grandes
y en su lugar usaban uno de mucho menor tamaño. Esto era porque deseaban
usar plenamente sus cuerpos cuando predicaban.
Es vital que todos los predicadores entiendan la importancia de usar el cuerpo
para comunicar, sobre todo si deseamos ser comunicadores eficaces. No se
puede estar detrás del púlpito sin darle atención consciente y cuidadosa a la
apariencia, postura y movimientos apropiados del cuerpo, al entregar el
mensaje. La tecnología moderna nos ha dado la libertad de movernos mientras
predicamos. Con toda seguridad que con ella se mejora la comunicación cuando
se usa apropiadamente. Todo el cuerpo está en libertad y es usado para que
exprese nuestros pensamientos. ¿Qué puede ser más liberador y efectivo que
esto? Vines escribe: “Los buenos movimientos corporales son un factor positivo
para retener la atención…. El predicador que siempre está inmóvil en el púlpito,
casi se asegura que su audiencia no le mostrará interés”.

Sea libre
He presentado la evidencia a favor de usar el cuerpo al predicar. Este es el
modo normal al conversar entre nosotros. ¿No deberíamos hacer lo mismo al
conversar con nuestra gente acerca de las cosas espirituales? En mi súplica a
usted de que predique con pasión, permítame reiterarle que si suelta los canales
que inhiben la libre expresión del pensamiento a través de sus miembros
corporales, usted llegará a ser un predicador más expresivo. Usted comunicará
con pasión.
8

Predique con imaginación

Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica,
será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca.
—Mateo 7:24

La predicación apasionada por naturaleza es imaginativa, llena de color y


estimuladora porque procede del corazón, el asiento de las emociones. La
predicación producida en la cabeza es abstracta, la del corazón es concreta. La
predicación originada en la cabeza es fría, la del corazón es viva y emotiva.
En este capítulo se enfocará el aspecto único de la predicación que tiene que
ver con el uso de la imaginación. Por imaginación me refiero al uso de las
herramientas retóricas disponibles para nosotros para hacer que nuestros
pensamientos concuerden con la vida en sí, tanto como sea posible, tan
concretos como sea posible, y tan coloridos y claros como las palabras pueden
expresar la verdad. Calvin Miller nos recuerda que hay cuando menos dos
formas de decir algo: “la más poderosa y la menos poderosa”.1 Nosotros escoge-
_________________________
1. Calvin Miller, Spirit, Word, and Story (Dallas: Word, 1989), 113.
escogemos la una o la otra. Obviamente, si intentamos predicar
apasionadamente, debemos escoger la forma más poderosa de comunicar
nuestro mensaje.
I-ma-gi-na-ción s. La acción o facultad de formar imágenes o
conceptos mentales de lo que no está en el momento presente ante
los sentidos; talento o habilidad creadora.2
Desdichadamente, muchos de nosotros inconscientemente hemos escogido
la otra forma, la manera menos poderosa de comunicar. Debido a la falta de
imaginación en nuestra predicación, predicamos palabras sin vida, caracteres
sin color, y material insípido llenos de perspicacia exegética. ¿El resultado? Un
sermón sin poder. Quizás alguien entre nosotros ignore el uso de la imaginación
al predicar y con toda intención planea desarrollar sermones abstractos, sin
colorido, sin emoción. Tales sermones son monótonos, y no impresionan a los
oyentes, por lo general. Gardner C. Taylor, considerado el “decano” de los
predicadores de color en los Estados Unidos, dijo:
El modo de expresión hoy ha llegado a ser más metálico… Quiero decir una
cierta carencia, un lenguaje simple que no enciende la imaginación. No está
capturando. La predicación algunas ocasiones puede crear confrontaciones,
ciertamente exhortativa, pero debería tener una sensación agregada de vida
majestuosa, la gloria de sus posibilidades, y la grandeza y gloria de Dios.
Está diciendo algo, pero lo dice en una forma gloriosa.3
¿Decimos algo en forma gloriosa? Examine el último sermón que predicó.
¿Se esforzó por arreglar sus pensamientos de tal forma que dijeran algo
poderosamente, con toda intención, y agregar a su exposición una dimensión de
grandeza?
Como hemos dicho anteriormente, la predicación bíblica no es solamente la
comunicación de cierto contenido bíblico. Va más allá de solamente incluir la
explicación y exposición de esas verdades.4 El fin de toda predicación es persua-
_________________________
2. Webster’s Universal College Dictionary (Nueva York: Gramercy Books, 1997), 407.
3. Michael Duduit, Communicate with Power (Grand Rapids: Baker, 1996), 210.
4. Véase la concisa definición de “Rediscovering Expository Preaching”, por John MacArthur en Rediscovering
Expository Preaching (Dallas: Word, 1992), 11.
dir a los oyentes a reaccionar favorable y voluntariamente, de todo corazón a la
verdad.
Toda predicación es predicación con propósito. Para lograr este fin, se debe
apelar a las emociones. No se puede esperar acción si las emociones no son
tocadas. El Dr. John MacArthur, dice:
Las emociones son importantes. Nos han sido dadas por Dios, y a menudo
mueven nuestra voluntad. Por lo general las personas no toman decisiones
en un vacío emocional. Cuando predico, tengo el propósito de estimular las
emociones de las personas, porque la verdad que calienta el corazón puede
mover la voluntad… Nuestra meta debería ser estimular los componentes
apropiados de la adoración. Los himnos y la música especial, lo mismo que
la oración pastoral y el sermón, deben articular verdad. Ellos también
deberían estimular las emociones y activar la voluntad.5
Para ser apasionada, la predicación expositiva debe usar la imaginación para
estimular las emociones y lograr la sumisión de la voluntad.

El oyente no tiene el lujo de volver a leer el


párrafo. El escucha la verdad solo una vez, y
si no le dice nada de tal forma que haga un efecto
en su corazón, no tiene una segunda oportunidad.

Al elaborar la preparación del sermón debería incluirse una seria discusión


de este importante aspecto de la predicación. En la entrega del sermón, la forma
como decimos algo es tan importante como lo que decimos, y más aún porque
el oyente no tiene el lujo de volver a leer el párrafo. El escucha la verdad solo
_________________________
5. John F. MacArthur Jr., “Frequently Asked Questions About Expository Preaching”, in Rediscovering Expository
Preaching, 343– 44.
una vez, y si la verdad no le dice nada de tal forma que haga un efecto en su
corazón y su alma, no tiene una segunda oportunidad. No le restemos mérito a
esto. Recordemos: “una verdad concreta hallará la forma para entrar por muchas
puertas, mientras que lo abstracto no”.6 Una vez más,
La imaginación le da significado moral y emocional a una declaración, hace
que algo sea significativo para el oyente, transforma la verdad en poder,
añade profundidad y percepción al conocimiento, une el sentimiento con la
memoria, la simpatía con la indignación, el interés con la reacción, en
nombre de lo que se dijo.7
Para ayudarnos a predicar con imaginación, primero mostraré cómo la Biblia
misma es un libro imaginativo, y que los escritores bíblicos y predicadores
hacen uso de herramientas imaginativas para comunicar. Luego exploraré las
herramientas específicas disponibles a nosotros para ayudarnos a construir
sermones más poderosos. Finalmente añadiré varios pasos que debemos seguir
para desarrollar imaginación en nuestra predicación.

Imaginación en las Escrituras


Cuando nos escuchamos predicar y luego leemos cómo la Biblia presenta la
verdad y revela la voluntad de Dios y cómo los profetas y predicadores de la
antigüedad hablaron y enseñaron, algunas veces nos preguntamos dónde y
cómo nosotros nos salimos del camino. La Biblia es un libro imaginativo, la
gente que la escribió y habló en ella casi todos fueron comunicadores
imaginativos. Al hablar ellos usaron historias, figuras, metáforas, parábolas, y
sucesos de la vida diaria. La verdad venía empaquetada en el ropaje humano.
“Predicar bíblicamente”, arguye Warren Wiersbe, “significa mucho más que
predicar la verdad de la Biblia con precisión. También significa presentar esa
verdad en la forma que los escritores y voceros bíblicos la presentaron, y eso
significa usar la imaginación”.8
_________________________
6. R. E. D. White, A Guide to Preaching (Grand Rapids: Eerdmans, 1973), 159.
7. Ibíd., 158.
8. Warren Wiersbe, Preaching and Teaching with Imagination (Wheaton, Ill.: Victor Books, 1994), 36.
Predicar es un asunto muy personal y por eso no todos aceptan tal consejo
inmediatamente o de buena gana. Sin embargo, podemos ver una y otra vez que
los escritores y los predicadores bíblicos usaron la imaginación bajo
autorización divina. White argumenta convincentemente:
Es de temerse que nada de esto cambiará el hábito del hombre que está
convencido de que las almas se salvan por una doctrina correcta y que la
declaración sencilla de la verdad es todo lo que se requiere del predicador.
Aun hasta el predicador aburrido, sin imaginación, sin simpatía, abstracto,
puede admitir que el Maestro Predicador tenga algo que enseñarle. Nada de
este argumento en favor de desarrollar la disciplina de la imaginación para
usarse en el púlpito, es necesario para cualquiera que jamás realmente haya
escuchado a Jesús.9
Las Escrituras presentan la verdad en historia, en poesía, en prosa y aun por
medio de visiones y literatura apocalíptica. Cada uno de estos géneros está lleno
de herramientas imaginativas que llevan la Palabra de Dios hacia su objetivo.
Si, como Pedro escribe, “hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de
parte de Dios” (2 Pedro1:21), entonces Dios usa la comunicación imaginativa
para hablarle a la humanidad. Si Dios ha santificado estos medios de tal manera,
¿quiénes somos nosotros para autonegarnos o negarle a otros los mismos
privilegios?
¿Serían los libros de Job o de Salmos los mismos, sin imaginación?
Considere el Salmo 23:
El Señor es mi pastor,
nada me faltará.
En lugares de verdes pastos me hace descansar;
junto a aguas de reposo me conduce.
Él restaura mi alma;
_________________________
9. White, A Guide to Preaching, 161.
me guía por senderos de justicia
por amor de su nombre.
Aunque pase por el valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estás conmigo;
tu vara y tu cayado me infunden aliento.
Tú preparas mesa delante de mí en presencia
de mis enemigos;
has ungido mi cabeza con aceite;
mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán
todos los días de mi vida,
y en la casa del Señor moraré por largos días.
Toda la verdad contenida en este salmo puede ser declarada en términos
simples y abstractos: El Señor Dios cuidará de su pueblo ahora y en la vida por
venir. Sin embargo, ¿cuánto más poderoso, más confortante, más memorable y
más permanente no será la reproducción imaginativa del Autor Divino?
Los profetas hablaron con imaginación y por tanto, con poder. ¿Quién puede
leer estas maravillosas profecías y no ser movido por la grandeza de los
pronunciamientos divinos? La acusación de Isaías a Israel (1:2–3) debe leerse,
porque no puede ser explicada:
Oíd, oh cielos, y escucha tierra,
porque el Señor habla:
Hijos crié y los hice crecer,
mas ellos se han rebelado contra mí.
El buey conoce a su dueño
y el asno el pesebre de su amo;
pero Israel no conoce,
mi pueblo no tiene entendimiento.
El poder de la predicación de Isaías no está solamente en lo que dijo sino en
cómo lo dijo. En Isaías usted ve descrita la majestuosa santidad de Dios (cap.
6); la esperanza de Israel dramáticamente presentada (cap. 40); el sufrimiento
del Siervo tristemente representado (cap. 53); y la bendición del milenio
hermosamente visualizada (cap. 56). Los otros profetas siguieron el mismo
camino. La verdad es presentada poderosamente en términos concretos. Los
grandes temas son cubiertos con el ropaje real de los más finos medios de
expresión humana. Palabras simples son para cosas simples. Palabras
majestuosas son usadas para cosas majestuosas. En la Palabra de Dios nos
vemos forzados a tratar con lo eterno, lo santo, lo sublime, y lo majestuoso y
que no se nos ocurra atrevernos a cubrirlos con el pobre ropaje de la abstracción
o el negro saco del aburrimiento.
En el Nuevo Testamento también encontramos el mismo estilo imaginativo
del Antiguo Testamento. Los Evangelios son narraciones. No leemos el
evangelio; lo vemos, lo sentimos, lo oímos, y eso nos prepara para creerlo. La
mitad del Nuevo Testamento es narrativa, y es así con un propósito. Así como
un cuadro vale mil palabras, también la narración vale mil sermones en prosa.
Vea a los predicadores del Nuevo Testamento. Juan el Bautista fue poderoso
por varias razones. Él fue escogido y ungido. Fue lleno del Espíritu. Fue
atrevido y valiente. Fue dedicado y austero, un hombre de Dios y no un hombre
de este mundo. Además de todo esto, se puede añadir que él fue imaginativo.
El predicó lo concreto. Sus sermones estaban llenos de asuntos y términos
descriptivos.
 En cuanto a su persona, él fue “voz del que clama en el desierto:
‘Preparad el camino del Señor, haced derechas sus sendas’ ” (Mt. 3:3).
 En cuanto a su predicación: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos
se ha acercado” (Mt. 3:2).
 En cuanto a su acusación de los hipócritas: “Generación de víboras.
¿Quién les enseñó a huir de la ira que vendrá?” (Mt. 3:7).
 En cuanto a sus advertencias: “El hacha ya está puesta a la raíz de los
árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado
al fuego” (Mt. 3:10).
 En cuanto a su humildad: “pero El que viene detrás de mí es más
poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias” (Mt.
3:11).
 En cuanto a su descripción del Mesías: “Él los bautizará con el Espíritu
Santo y con fuego. El aventador está en su mano y limpiará
completamente su era; y recogerá el trigo en graneros, pero quemará la
paja en fuego inextinguible” (Mt. 3:11–12).
El Señor Jesús es el Maestro por excelencia. De El aprendemos a enseñar y
a predicar mejor. El Espíritu Santo ha tenido a bien el darnos un amplio surtido
de ejemplos por medio de El sobre cómo enseñar y predicar con imaginación.
Tenemos de Él tanto sermones largos como declaraciones concisas y fuertes.
En los evangelios vemos a Cristo haciendo uso de una variedad de herramientas
comunicativas que estaban vigentes en sus días. Las tenemos a disposición para
ser estudiadas y usadas en nuestra propia predicación, cuidadosamente
modificadas para hablar a nuestro propio mundo, así como Él le habló al suyo.
Nuestro Señor fue un comunicador eficaz, y no solo porque Él era Dios o por
sus milagros. También fue un gran maestro. White dice:
Lo que atrajo a las multitudes hacia Cristo fue que Él habló el lenguaje de la
gente en forma concreta y vívida, nunca en términos abstractos; y que habló
“desde el mismo nivel que el de ellos”. Jesús estaba interesado en sus
problemas, pero como sus palabras muestran, también estaba interesado en
sus hogares, su pesca, su siembra, su comercio, su vida familiar; en los
panaderos, los sastres, los pastores, y en todos los demás.10
_________________________
10. Ibíd.
Haga un “viaje” por los evangelios junto con Cristo y usted verá cuán cierta
es la previa declaración. Lea el Sermón del Monte y separe en detalle los
métodos que hacen de éste “el más grande sermón jamás predicado”. Cada frase
está llena de imaginación, de descripción, todo en concreto y con claridad. Con
razón las multitudes se “maravillaban de sus enseñanzas” (Mt. 7:28). Escúchelo
a Él enseñando por medio de parábolas, y nunca estará contento de enseñar sin
ellas (Mt. 13, 20, 25). Vea su justa indignación ventilada contra los líderes
religiosos en términos descriptivos sin paralelo. Siéntese y oiga la visión del
futuro, de Jerusalén y del mundo, en el discurso de los Olivos, y nunca más
vivirá un día sin pensar en su pronta venida como “un ladrón en la noche”. Aun
“visitar” el Getsemaní y “ascender” al Gólgota con Él, le impresionará el hecho
de que Jesús no solo vivió sino que también murió con imaginación. La cruz
vacante y la tumba vacía son dos símbolos de victoria, y de hecho son símbolos
planeados.
Los grandes predicadores del pasado y del presente, son imitadores del
Maestro por excelencia. Son forjadores de palabras, en el “yunque” del corazón
y del estudio, que trabajaron duro para presentar la Palabra de Dios de una
manera clara y conmovedora. Su imitación del Maestro y sus labores creativas
les fueron recompensadas grandemente, y la iglesia es más bendecida por causa
de ellos. Debemos imitarlos en esto.

Herramientas para Predicaciones Imaginativas


Todas las predicaciones pueden ser mejoradas. De hecho, la predicación
debe ser adaptada constantemente a los aspectos cambiantes de la cultura. El
mensaje nunca cambiará, pero la forma en que lo entregamos, sí cambiará, es
más, debe cambiar, o dejaremos de ser un puente entre dos mundos (usando una
expresión de John Stott). A continuación aparece una lista de cuatro
herramientas que nos ayudarán a ser más imaginativos, y por tanto, más
apasionados, en nuestra predicación.

Herramientas para Predicaciones Imaginativas


 Palabras de poder
 Figuras de lenguaje
 Ilustraciones
 Historias

1. Palabras de poder. Las palabras son los bloques que construyen las ideas
y en última instancia los sermones. Cada predicador es un artífice de la palabra.
Él trata con ellas. Las palabras son vehículos del pensamiento, y qué palabras
escogemos para usar determinarán el efecto que nuestros sermones tendrán
sobre la audiencia. Respecto al uso de las palabras, tenemos alternativas, y
deberíamos darle importancia al escoger palabras que apelan a nuestros
sentidos. “Palabras que apelan a los cinco sentidos, vista, tacto, olfato, gusto y
oído, ayudarán a la gente a sentir lo que usted está diciendo, a que lo entiendan
mejor y recordarlo por mucho tiempo”.11 De ahí que usted debe escoger
palabras que describan y reflejen exactamente cómo usted ve el cuadro, lo siente
y lo oye. No solo trate de aproximarse. Busque exactamente la palabra correcta,
y asegúrese que ésa es la palabra que su audiencia tiene en mente.
Escoja sustantivos y verbos en preferencia a adjetivos y adverbios. Robinson
dice: “Lo vívido se desarrolla cuando dejamos que los sustantivos y los verbos
contengan significado. Los adjetivos y los adverbios confunden el discurso y
son compañeros de las palabras débiles. Los sustantivos y los verbos se definen
por sí mismos”.12 Tenga en mente que la palabra hablada y la palabra escrita
son diferentes. La palabra hablada apela tanto al oído como al ojo.
2. Figuras de lenguaje. Predicaciones poderosas buscan caminos poderosos
para presentar la verdad. La predicación poderosa es la que llama la atención
del que escucha, que lo aleja de cualquier distracción, y cuando el predicador
termina con él, le deja una marca indeleble en su alma. Por eso, buscamos todos
los métodos que nos ayudan a complementarla. El discurso humano ha creado
_________________________
11. Bruce Mawhinney, Preaching with Freshness (Eugene, Ore.: Harvest House, 1991), 178.
12. Haddon Robinson, Biblical Preaching (Grand Rapids: Baker, 1980), 186.
una gran variedad de significados para expresar ideas. Esto es lo que llamamos
figuras de lenguaje. Broadus declara acerca del uso de las figuras de lenguaje:
Tal vez el elemento principal de la energía en el estilo es el uso de las figuras
de lenguaje. Sentimientos apasionados, ya sean coraje, temor, amor, o la
emoción de lo sublime, se expresan solas de una manera natural por medio
de imágenes con fuerza…. Las figuras de lenguaje por lo general contribuyen
a la elegancia del estilo, y algunas de ellas, sobre todo la comparación, a
expresar con claridad; pero su más considerable contribución es en el asunto
de la energía.13
Si vamos a ser apasionados y serios en nuestra predicación, debemos hacer
un uso deliberado y estudiado de las figuras de lenguaje en nuestra predicación.
Examinemos algunas de ellas.
La metáfora es la figura de lenguaje en la que en lugar de comparar una cosa
con la otra, se identifican las dos tomando el nombre o asumiendo los atributos
de la una por la otra.14 Nuestro Señor hizo amplio uso de metáforas:
 “Ustedes son la sal de la tierra” (Mt. 5:13).
 “No temas, rebaño pequeño” (Lc. 12:32).
 “Yo soy la puerta” (Jn. 10:9).
En las metáforas, sustituimos una palabra o figura que nos lleva a una verdad
familiar por medio de la cual podemos comparar una nueva idea, a la vez que
lo hacemos con un gran ahorro de palabras. Una metáfora bien usada revelará,
no ocultará ni distraerá de la comparación. Metáforas demasiado usadas, o peor
aún, metáforas mixtas, enfadarán o confundirán, respectivamente.
La sinécdoque es la figura de lenguaje en la que una parte de una cosa es
tomada por el todo para así poder ser más expresiva:
 “Forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas” (Is.
2:4).
_________________________
13. John A. Broadus, On the Preparation and Delivery of Sermons (Nueva York: Harper & Row, 1944), 263.
14. Ibíd.
 “…pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gn. 3:19).
 “…para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una
tierra que mana leche y miel” (Éx. 3:8).
 “Porque yo no confiaré en mi arco, ni me salvará mi espada” (Sal.
44:6).
 La hipérbole es decir más de lo que se quiere expresar. Esto también
se llama “exageración” y puede ser usada con gran efecto cuando el
predicador muestra fuertes sentimientos hacia algo o alguien.
Considere estos ejemplos:
 “Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti;
porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo
tu cuerpo sea arrojado al infierno” (Mt. 5:29).
 “¿O cómo puedes decir a tu hermano, ‘déjame sacarte la paja del ojo’,
cuando la viga está en tu ojo?” (Mt. 7:4).
 “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que
un rico entre en el reino de Dios” (Mt. 19:24).
La personificación atribuye cualidades personales, acciones y discurso a
cosas inanimadas.15 Salomón personificó a la sabiduría en el libro de
Proverbios, y Pablo hizo lo mismo con el amor en 1 Corintios13. Otros ejemplos
son:
 “¡Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, alzaos vosotras, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!” (Sal. 24:7).
 “Oíd, cielos, y escucha tierra; porque el Señor habla” (Is. 1:2).
El apóstrofe es el recurso de volverse de la audiencia para hablarle a una
persona o cosa. Jesús “se volvió” a Jerusalén y emocionado exclamó: “Oh
Jerusalén, Jerusalén…”. Podemos ver cómo las emociones podrían usar esta
figura de lenguaje, pues ellas a menudo interrumpen nuestros patrones más
regulares de oratoria. Vea Jeremías 2:12–13 para notar este efecto.
_________________________
15. White, A Guide to Preaching, 215.
La exclamación es el resultado totalmente natural de una emoción fuerte.
“¡Ni lo mande Dios”, “Ay”, o “Ay de mí!”, son usos apropiados de
exclamación.
La interrogación es el acto de hacer una pregunta ya sea a una tercera
persona, a un supuesto antagonista, o a la audiencia misma. Este es un recurso
que incrementa la atención y con toda seguridad puede despertar las emociones.
El libro de Malaquías y Gálatas 3:1–5 contienen excelentes ejemplos de esta
figura de lenguaje.
El dramatismo fue usado con mucha eficacia por los profetas para dar a
entender su mensaje (Jer. 4:19). Nosotros podemos actuar la parte que
predicamos. Cuando esto es bien hecho, produce un buen efecto.
Naturalmente, el estudiante de las predicaciones deseará ir más profundo en
el uso y variedades de las figuras de lenguaje. Estudiar la retórica le
recompensará abundantemente.
Las figuras de lenguaje también pueden añadir belleza a un sermón cuando
se usa con gran cuidado e imaginación. Consideren esto:
La imaginación se regocija en las metáforas y figuras de lenguaje. Marca la
apelación ornamental alrededor del mero sustantivo así como el jardinero
pone la hiedra alrededor del pilar. A la imaginación le agrada aclarar sus
pensamientos por medio del clímax y de la antítesis. Cultiva el símil y la
metáfora para revelar nueva luz sobre verdades antiguas, comparando las
cosas espirituales con las naturales y las naturales con las espirituales. No
contenta con esto, va de la metáfora a la alegoría, expandiendo la figura
escogida en un más íntimo y amoroso detalle (compare el canto de la viña en
Isaías 5 o el Buen Pastor en Juan 10). O usa apóstrofes y personifica,
inspirando vida en lo inanimado y alma personal dentro de lo inorgánico
(compare la personificación de la Sabiduría en Proverbios). La imaginación
se sienta y elabora una parábola para ilustrar verdades morales o religiosas
por medio de los acontecimientos de cada día; porque es enemiga implacable
de lo abstracto y debe presentar todo en forma de concreta realidad. Desea
que el ojo y el oído del oyente le presten atención; el uno debe asistir al otro,
de modo que el discurso está doblemente seguro de lograr su meta. De este
modo las palabras habladas se vuelven en su mano, por así decirlo, un pincel
de pintor con el cual imparte trazos y colores a los más profundos
pensamientos y sentimientos del corazón.16
Por lo tanto, no tenga miedo de usar figuras de lenguaje. Como un escritor
ha notado: “aunque las figuras pueden ser usadas de más, usadas mal, o usadas
en forma mecánica, parece ser que la mayoría de los predicadores fallan en
alcanzar su potencial. Las figuras de lenguaje sirven para un buen propósito.17
3. Ilustraciones. La predicación apasionada debe tener luz y calor. El
predicador debe explicar y también aplicar. De ahí que, existe la necesidad de
ilustrar, de añadir luz al tema. Las ilustraciones son las ventanas del discurso,
le dan luz al tema que está siendo discutido. Michael Green, en el prefacio de
su libro, Illustrations for Biblical Preaching (Ilustraciones para predicaciones
bíblicas), declara:
Las ilustraciones del sermón son como el color de un carro. Aunque no son
sustitutos de una exposición y estudio cuidadoso del texto, hacen más
interesante la presentación. Además, como una luz roja intermitente en un
espejo retrovisor, pueden atraer atención. Y pueden encender una reacción
tan rápidamente como un relámpago sobre un terreno en tiempo de sequía.18
Las ilustraciones tienen muchos propósitos. Richard Mayhue ofrece los
siguientes por qué de las ilustraciones. Sirven para:
1. interesar la mente y asegurar la continua atención de la audiencia;
2. hacer las predicaciones tridimensionales y animadas;
3. explicar la doctrina y deberes cristianos en forma clara y comprensible;

_________________________
16. M. Reu, Homiletics (Grand Rapids: Baker, 1967), 193–94.
17. William H. Koolenga, Elements of Style for Preaching (Grand Rapids: Zondervan, 1989), 93.
18. Michael P. Green, Illustrations for Biblical Preaching (Grand Rapids: Baker, 1989), 9.
4. comunicar convincentemente a los que reaccionan mejor a los cuadros
que a las historias;
5. asegurarse que el mensaje no se olvide;
6. involucrar los sentidos humanos en el proceso de la comunicación; y
7. atraer la atención del desinteresado.19
Spurgeon declara que las ilustraciones ayudan a animar a una audiencia y a
despertar su atención.20 Un uso apropiado de las ilustraciones puede ayudar
mucho a que el sermón motive a una audiencia a actuar. Spurgeon añade lo
siguiente a esto:
Los que están acostumbrados al sermoneo adormecedor de ciertos
“dignatarios divinos” se maravillarían grandemente si ellos pudieran ver el
entusiasmo y delicia viva con la cual unas congregaciones escuchan el
discurso por medio del cual fluye una tranquila corriente de ilustraciones
naturales y felices.21
R. O. White asiente:
Es verdad que cierta clase de vanidad intelectual afecta al quitarle valor a la
ilustración, según lo necesitan solamente mentalidades inexpertas. Un cierto
tipo de autojustificados espirituales, también, algunas veces pretenden que
un mensaje bíblico, lleno de doctrina sana, no necesita ser adornado con
historias atractivas. Por lo general, los que sostienen esto hablan más de lo
que escuchan: oidores frecuentes nunca hablarían tal tontería.22
¿Cómo hubiera sido el ministerio de Cristo sin el arte de la ilustración?
Marcos hace notar que El “no les hablaba sin parábolas” (Mar. 4:34). El poder
de la ilustración está vívidamente enmarcado en la parábola del Buen
Samaritano (Lc. 10:30–37) y en la del Hijo Pródigo (Lc. 15:11–32). Si usted
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19. Richard Mayhue, “Introductions, Illustrations, and Conclusions”, in Rediscovering Expository Preaching, 246.
20. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 351.
21. Ibíd.
22. White, A Guide to Preaching, 171.
desea ser un predicador poderoso, entonces haga uso de ilustraciones poderosas.
Úselas seguido, pero úselas sabiamente.
Cada predicador debería tener un método para encontrar y organizar
ilustraciones. Debemos ser como el escriba que “saca de su tesoro cosas nuevas
y cosas viejas” (Mateo 13:52). Mis “tesoros” personales para las ilustraciones
son la Biblia y la vida. Yo leo la Biblia con el propósito expreso de encontrar
ilustraciones que me ayudarán a comunicar el texto (1 Co. 10:11). Cada día de
la vida también contiene innumerables ilustraciones de experiencias personales,
así como sucesos de actualidad, libros, artículos de revistas, el periódico, y aun
la televisión.
Yo guardo ilustraciones en tres archivos. Un archivo contiene ilustraciones
arregladas de acuerdo a tópicos o temas específicos. Un segundo archivo
contiene ilustraciones agrupadas de acuerdo a los libros de la Biblia, cada uno
etiquetado a su pasaje específico. El tercer archivo es un expediente abierto en
el cual guardo las ilustraciones más actualizadas. Tener acceso a una
fotocopiadora es una gran ayuda no solo para conservar una ilustración sino
también para hacer múltiples copias en caso de que uno quiera guardarlos en
los tres archivos. Pero en última instancia, la clave está en que usted desarrolle
un sistema que le sea práctico.
4. Historias. Una historia es una “ilustración extendida”. La pongo aparte de
“ilustración” porque una historia es un “minisermón” de un solo golpe. Una
historia es una anécdota personal acerca de una persona o personas que le
ayudarán a ilustrar y a aplicar la verdad. Calvin Miller dice que “un sermón sin
historias es tan frío como el filamento incandescente de los bulbos del
proyector”.23 Él añade:
Las mejores historias son las que hablan de verdades de la vida, verdades
que están tan llenas con la verdad universal que hasta pueden hablarle a las
pequeñas verdades particulares de nuestro corazón. Nuestros miembros vie-
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23. Miller, Spirit, Word, and Story, 148.
nen a nuestras iglesias con corazones rotos; sus vidas no están funcionando
bien. Estas nos ayudan porque filtran nuestros sermones por medio de sus
graves necesidades. ¿Nos atreveríamos a curar tal dolor con historias? Para
la persona que da a luz un hijo fuera del matrimonio o para el abusador de
niños o para la víctima de cáncer, nuestros sermones deben decir historias
profundamente serias que se relacionen con ellos, que los cubran y los
salven.24
Aun el gran Spurgeon usaba mucho las historias. Oigámoslo otra vez:
Yo nunca debo olvidar que el gran Dios mismo, cuando instruía a los
hombres, empleaba historias y biografías. Nuestra Biblia contiene doctrinas,
promesas y preceptos; pero éstas no son “meras cosas teóricas”, todo el Libro
está avivado e ilustrado por maravillosos registros de cosas dichas y hechas
por Dios y por los hombres. A quien se le ha enseñado de Dios valora las
sagradas historias, y sabe que en ellas hay plenitud de instrucción especial y
vigorosa. Lo mejor que los maestros de las Escrituras pueden hacer es
instruir a sus compañeros según la manera de las Escrituras.25
Por eso, compañeros predicadores, cuenten historias, historias bíblicas,
historias personales, historias biográficas y aun historias hipotéticas.
Cuéntenlas con poder, y serán una ayuda en su predicación apasionada y
persuasiva. Recuerde, Natán convirtió a David con una historia, y Jesús mismo
movió a su audiencia y condenó a sus enemigos con historias.

Puntos Esenciales en la Predicación Imaginativa


Al concluir este capítulo sobre predicar con imaginación, deseo estimularlo
en el desarrollo de esta faceta de la predicación, considerando ciertos puntos
esenciales para tener en mente. Aunque todos los hombres han nacido con
imaginación, no todos nosotros cultivamos esta capacidad hasta el punto de que
por medio de ella se le haga un bien a alguien. Si vamos a mejorar como predi-
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24. Ibíd., 158.
25. Spurgeon, Lectures to My Students, 363.
cadores, necesitamos cultivar nuestra habilidad de pensar y predicar con
imaginación. White afirma:
Por supuesto, es cierto que la imaginación varía en cada uno de los hombres;
pero como una capacidad natural distintiva de la mente humana, la
imaginación es capaz de ser desarrollada, de ejercitarse, y de crecer. Por esta
razón hablamos de cultivar la imaginación y de la facultad del desarrollo de
la ilustración, como parte de la continua disciplina del predicador ansioso de
superarse aún más en su deber.26
Si deseamos crecer en esta dimensión, debemos mantener los siguientes
cuatro puntos esenciales en mente:

Cuatro Puntos Esenciales para Predicar con Imaginación


 Libérese del temor.
 Procure la libertad al predicar.
 Vuelva a pensar imaginativamente.
 Practique la predicación imaginativa.

1. Libérese del temor. La predicación imaginativa puede ser confundida con


los sermones artificialmente cargados de emoción. Es verdad, hay algunos que
juegan con las emociones, que tratan de manipular una audiencia con
emociones llamativas e historias conmovedoras. Pero eso no debe robarle el uso
de la imaginación al predicar, tal como los charlatanes en los días de Pablo no
lograron que él disminuyera el uso de la retórica para cumplir con el objetivo
del evangelio.
La verdadera predicación imaginativa crea emoción en forma natural porque
el predicador ya está genuinamente sobrecogido por la verdad que intenta
comunicar. No tenga pena o temor de sus emociones. Si otros van a criticarlo
por ser muy emocional, muy imaginativo o muy “actor” en su predicación,
_________________________
26. White, A Guide to Preaching, 162.
considérelo como un halago en vez de una crítica. Recuerde que un estilo
enérgico procede de una naturaleza enérgica.
2. Procure la libertad al predicar. Erramos cuando nos aferramos a la regla
artificial de la homilética que dificulta la creatividad e imaginación. La esencia
total del hecho de predicar es que usted sea usted. El águila va a volar muy alto
cuando aprenda a aprovechar el viento y deje la rama en la cual se ha subido.
Desdichadamente, aprendemos a predicar por medio de libros o de los que no
saben predicar. Deberíamos tener por meta aprender a predicar de los que son
libres para comunicar apasionadamente lo que Dios les ha dado. Es necesario
desechar la armadura de “alguien”, tal como David lo hizo con la de Saúl, y
debemos predicar con la honda y las piedras en sincronización con nuestras
emociones.
Reconozca que la pasión tiene un orden en sí misma. Vivir apasionado nos
enseña a confiar en nuestros instintos, y tal vivencia muchas veces desafía la
lógica. El hombre primero actúa, luego crea reglas de conducta. Mantenga este
principio en mente cuando busque predicar con imaginación.
3. Vuelva a pensar imaginativamente. El estudio tiende a hacer que nuestro
pensamiento se vuelva abstracto, las cosas llegan a ser solamente blanco o
negro. Ya sean libros, la naturaleza de la oratoria, o la impaciencia con el
aprendizaje emocional, podemos llegar a ser culpables de ser predicadores
abstractos. Pero la naturaleza y el diario vivir se unen en equipo con la
imaginación como los colores del arco iris. Normalmente no vivimos cada día
en lo abstracto. Por eso, piense en colores y en cuadros concretos, y las personas
no solo entenderán más completamente sino que serán deleitadas por la verdad
que ven.
Debemos aprender a pintar cuadros con las palabras. Cuando mis hijos iban
creciendo, les pedía que se acostaran conmigo en el piso, que cerraran los ojos,
y escucharan una historia que les había preparado. Entonces yo también cerraba
mis ojos y procedía a contar la historia, dibujando cuadros verbales para inspirar
sus imaginaciones. Esto resultó ser un ejercicio excelente para mí, y llegó a ser
una parte favorita de la semana para ellos.
4. Practique la predicación imaginativa. Por alguna razón, los predicadores
difícilmente practican sus predicaciones. Lo que quiero decir es que aunque
predicamos y hablamos mucho en público, muy pocos hacemos un esfuerzo
concentrado y coherente para mejorar nuestras habilidades en la predicación.
Pensamos que un curso de dos semestres en el seminario es suficiente para
hacernos un Crisóstomo o Spurgeon moderno. Pero el predicar es un arte
complicado que involucra el uso de muchos músculos así como la coordinación
de la mente y del cuerpo, o del predicador y la audiencia. No es fácil dominarlo.
¿Ha notado usted que en todas las otras profesiones ofrecen entrenamientos
y prácticas para lograr la excelencia, especialmente para quienes requieren del
uso de palabras para dirigirse a una audiencia, como en la música, el drama, la
actuación y otros tipos de oratoria pública? Los músicos aprenden las escalas,
las solistas aprenden sus partes y el artista aprende a manejar el pincel de tal
modo que le ayudará a pintar cuadros. ¿Es el predicador diferente a esto?
¿Entonces por qué no practicamos nuestra predicación? ¿Por qué no
imprimimos un manuscrito de nuestro sermón y después lo practicamos? ¿Por
qué no procuramos mejorar nuestra predicación por medio de un esfuerzo
consciente?
Cualquiera que sea su reacción, confío en que usted ve la lógica que
fundamenta este razonamiento. Predicar con imaginación requiere estudio,
práctica, trabajo duro y sobre todo, diligencia. Si deseamos ser predicadores
poderosos y apasionados, debemos aprender a predicar con imaginación, y eso
demandará de práctica.
¡Dios bendiga sus labores!
Conclusión

Así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber
realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié.
—Isaías 55:11

Yo soy un firme creyente de la predicación, predicación expositiva para ser más


exactos. Aun más, yo creo que la Biblia es la Palabra de Dios, inerrable y con
autoridad, conteniendo todo lo que la humanidad necesita para ser salvo y vivir
en santidad. También creo que la predicación de la Palabra es el método
ordenado por Dios para comunicar su verdad al mundo y a su iglesia. Por eso
es que yo soy muy exigente acerca de la predicación.
También creo en predicar apasionadamente. Algunas personas dicen que yo
soy apasionado porque soy de trasfondo latino. La mera verdad es que yo soy
apasionado porque la Palabra de Dios me hace así y porque la condición del
hombre lo demanda. En última instancia, la naturaleza de la predicación lo
merece.
La predicación expositiva también es mi pasión. La exposición sistemática
de los libros de la Biblia es la clave para comprender plenamente “todo el
consejo de Dios”, tanto para el predicador como para la iglesia.
Desdichadamente, la mayor parte de lo que en la actualidad llaman “predicación
expositiva” tan solo es el participar introspección exegética o hacer un rápido
comentario de un libro de la Biblia. En consecuencia, el creyente promedio está
siendo inoculado en contra de tan espléndido y provechoso medio de
predicación. Lo que se necesita “en la exégesis” es entender el más elevado
propósito de la predicación. Luego, es necesario que el sermón sea comunicado
apasionadamente. El propósito de este libro es ayudar a predicar el “Libro”
apasionadamente. La gente irá a la iglesia no porque hay diversiones y juegos
que los atraerán, sino porque la Palabra de Dios es predicada con poder por
medio de un hombre que está “encendido” por Dios y sus propósitos.

Yo soy apasionado porque la Palabra


de Dios me hace así, porque la condición
del hombre lo demanda, y en última instancia,
porque la naturaleza de la predicación lo merece.

Cuando Martín Lutero incluyó ritmos seculares en su himnología, dijo: ¿Por


qué habrá de tener Satanás toda la buena música? Yo digo lo mismo acerca de
la predicación: ¿Por qué el diablo habrá de tener todos los grandes
comunicadores? ¡Predicador, nosotros tenemos la verdad! ¡Tenemos la Palabra
de Dios! ¡Tenemos la orden de predicar la Palabra! ¿Por qué no predicarla
apasionada y poderosamente? El futuro de la iglesia depende de ello. Las vidas
de nuestros oyentes están puestas en la balanza, cuyo sostén es nuestra
predicación.
Mi oración es que estos pocos consejos acerca de la predicación transformen
su forma de predicar y tengan efecto sobre su congregación, y en última
instancia, en el mundo. Si tan solo se efectúa una pequeña medida de cambio
en su púlpito, consideraré que mi labor ha sido recompensada en forma
extraordinaria.
Voy a terminar con una punzante cita de mi predicador favorito desde hace
mucho, Charles Spurgeon:
¿Cómo describiremos lo destructor que es un ministro infiel? Y todo ministro
descuidado es infiel. Yo preferiría infinitamente ser consignado a Tofet
como un asesino de los cuerpos de los hombres y no como un destructor de
las almas de los humanos; tampoco estoy consciente de ninguna condición
en la que el hombre pueda perecer tan fatalmente, tan infinitamente, como
en la del hombre que predica un evangelio en el cual no cree, y asume el
oficio de pastor sobre unas personas cuyo bien no desea intensamente.
Oremos para que siempre, y siempre, seamos hallados fieles. Permita Dios
que el Espíritu Santo nos haga y nos conserve así.1
Amén.

_________________________
1. Charles H. Spurgeon, Lectures to My Students (Grand Rapids: Zondervan, 1954), 320.
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