TEMA 3. LA PROSA MEDIEVAL. Alfonso X El Sabio y Don Juan Manuel
TEMA 3. LA PROSA MEDIEVAL. Alfonso X El Sabio y Don Juan Manuel
TEMA 3. LA PROSA MEDIEVAL. Alfonso X El Sabio y Don Juan Manuel
Índice
1. Introducción
2. La situación histórica y social durante la Edad Media
3. La prosa medieval
3.1 Las primeras manifestaciones escritas en lengua romance
3.2 Las primeras manifestaciones literarias en lengua romance
3.3 La Escuela de traductores de Toledo
3.4 Alfonso X el Sabio
3.4.1Vida
3.4.2Obra
4. La prosa y la cultura en el siglo XIV
4.1Don Juan Manuel
4.1.1Vida y Obra
4.1.2El Conde Lucanor
Con el tiempo, la expansión castellana hizo que quedaran dentro de sus territorios importantes
ciudades y poblaciones que habían sido árabes anteriormente. Ello propició que en las tierras
de Castilla y, también, en las de dominio islámico convivieran gentes de tres religiones:
cristiana, mahometana y judía.
La influencia islámica en la cultura hispánica medieval fue lógica, pues la civilización de al-
Ándalus era muy superior en todos los campos del saber: ciencia, filosofía, arte, literatura.
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El siglo XIV será, sin embargo, un siglo muy conflictivo en Castilla, que se verá
ensangrentada por diversas guerras civiles. El triunfo de los intereses aristocráticos significará
la derrota de la burguesía naciente y de la armonía de las tres culturas peninsulares.
2. LA PROSA MEDIEVAL
El latín fue durante gran parte de la Edad Media la lengua de los textos escritos. Sin embargo,
sustituido ya por el castellano como vehículo de comunicación, su conocimiento quedó
restringido a los medios cultos. Era, pues, natural que en algún momento la lengua habitual
pasara a ser también la utilizada en la escritura. Según esto, es lógico que en el terreno
literario el verso precediera a la prosa, ya que aquel estaba íntimamente ligado a la oralidad.
Paulatinamente, pues, el castellano se va introduciendo en los textos en prosa.
Hasta comienzos del siglo XIII, en el reinado de Fernando III, no aparece la prosa romance
escrita. Tanto los documentos, oficiales o privados, como los libros de religión o de moral se
siguen redactando en latín, ya que la lengua romance carece todavía de la calidad suficiente
como para ser utilizada en la prosa literaria. Tanto su rigidez sintáctica como su escasez de
vocabulario hacían que el latín siguiera siendo el instrumento único de la prosa escrita.
Los primeros testimonios escritos en romance son las glosas o anotaciones que algún monje
escribió en lengua vulgar para explicar el sentido de ciertos términos escritos en latín de los
monasterios de San Millán de la Cogolla y de Silos. Son las Glosas Emilianenses y las Glosas
Silenses, datan del siglo X o comienzos del XI y están en navarro-aragonés. Sin embargo, el
latín siguió usándose como lengua escrita en numerosos documentos hasta el reinado de
Alfonso X.
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unión de tres culturas: la hebrea, la árabe y la latino-eclesiástica y de su fusión nace, en gran
parte, el fondo didáctico de los primitivos tanteos de la prosa castellana. Serán los modelos
árabes los que más influyan en los textos romances y determinen sus orientaciones.
Don Juan Manuel, hijo del infante don Manuel y huérfano muy joven, recibe una educación
esmerada que alternaba los ejercicios del cuerpo con los de la inteligencia. Fervoroso católico,
cae, sin embargo, en casi todos los pecados capitales en su lucha política: ambición, soberbia,
envidia, ira, etc. Estuvo obsesionado por la honra y la fama.
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De acuerdo con su obra, se ha afirmado repetidamente que don Juan Manuel es el primer
escritor de nuestra literatura que tiene clara conciencia de su oficio y se ha argumentado a
favor de esta idea, por un lado, la preocupación por la autenticidad de su obra y, por otro, el
renovado interés del estilo. Y, precisamente, el estilo es lo que le va a convertir en el más
grande prosista del siglo XIV.
El Conde Lucanor o Libro de Patronio es la obra más importante de don Juan Manuel. Se
terminó en 1335, trece años antes de la composición del Decamerón de Boccaccio.
-Estructura y contenido
Está dividido en cinco partes, de las cuales la primera es la verdaderamente interesante. Esta
contiene cincuenta y un ejemplos y poseen un mayor valor que las otras cuatro partes, ya que
en estas la doctrina se expone no en forma dramática y pintoresca de cuentos, sino en
sentencias breves y en un conjunto de proverbios que oscurecen su significado.
Así, la primera parte del libro se desarrolla en forma de conversación entre el Conde Lucanor
y su consejero Patronio. Lucanor era señor de vasallos y las dudas que en su espíritu surgen
por asuntos de gobierno o del mundo, las resuelve su consejero con ejemplos que incluyen, al
final, reflexiones provechosas en una moraleja en verso.
Respecto a los temas que trata la obra, don Juan Manuel expone los mismos asuntos que
preocupaban a cualquier moralista de la época y que podrían concretarse en los siguientes:
espirituales (problema de la salvación), materiales -político-sociales- (la guerra y la paz:
problema de la riqueza, etc); observaciones sobre el comportamiento humano, los vicios y
virtudes (engaño, mentira, soberbia, fidelidad, amistad, etc). Todos los problemas del hombre
en general tratados aquí tienen que ver con la situación concreta del noble. De este modo, los
principios ordenadores que estructuran temáticamente el libro pueden ser resumidos en los
mismos que el autor reclama en tantas ocasiones: “salvamiento de las almas e
aprovechamiento de su cuerpos e mantenimiento de sus onras e de sus estados”.
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El conde Lucanor no tiene unidad temática, pero sí estructural. Su estructura llama la atención
y, sin embargo, no representa novedad alguna en el panorama literario de su tiempo; los
relatos insertados en un marco eran procedimiento frecuente y predilecto en la narrativa
oriental. La estructura se va a repetir a lo largo de los cincuenta y un ejemplos en los que
siempre, ante una pregunta, (deseo de saber) del conde, Patronio contesta con un relato (hecho
probatorio) del que se extrae explícitamente una enseñanza que, con la presencia del autor,
que la resume en unos versos, pasa a la vez a un plano de validez general. Así, en cada
exemplo existen fundamentalmente tres elementos o planos que se repiten invariablemente y
que se relacionan entre sí, tanto en lo didáctico como en lo narrativo; son el marco, la historia
y los versos finales.
-Interpretación y sentido
Don Juan Manuel concibe y escribe su obra con una misión específica: su vocación de
escritor es fundamentalmente didáctica, de ahí la utilización del exemplo, exponente máximo
de la tradición en la que estaba inmerso a la vez que inició el camino hacia nuevas fórmulas
narrativas. El afán didáctico, pues, preside todo El Conde Lucanor, no solo en la elección del
exemplo, sino también la del marco (consejero-aconsejado), forma predilecta de la narrativa
oriental. Don Juan Manuel objetiva de algún modo su código personal de conducta haciéndolo
universal. La intención didáctica del libro está implícita en el deseo de abarcar todos los
aspectos de la condición humana.