Superior Tribunal de Justicia de Corrientes

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SUPERIOR TRIBUNAL DE JUSTICIA DE CORRIENTES.

FARIÑA, FRANCISCO JAVIER P/HOMICIDIO AGRAVADO POR ALEVOSIA – CAPITAL.


13/03/06.

En la ciudad de Corrientes, a los trece días del mes de marzo de dos mil seis, estando

reunidos los Señores Ministros del Superior Tribunal de Justicia Doctores Guillermo Horacio

Semhan, Carlos Rubín, con la Presidencia del Doctor Eduardo Antonio Farizano, asistidos del

Secretario Jurisdiccional Doctor Juan Ramón Alegre, tomaron en consideración el Expediente

Nº 25.219/05 caratulado: “FARIÑA, FRANCISCO JAVIER P/HOMICIDIO AGRAVADO

POR ALEVOSIA – CAPITAL”. Efectuado el sorteo a los efectos del orden de votación resultó

el siguiente: Doctores Guillermo Horacio Semhan, Carlos Rubín y Eduardo Antonio Farizano

EL SUPERIOR TRIBUNAL DE JUSTICIA

SE PLANTEA LA SIGUIENTE

C U E S T I O N:

¿QUE PRONUNCIAMIENTO CORRESPONDE DICTAR EN

AUTOS?

A LA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR MINISTRO

DOCTOR GUILLERMO HORACIO SEMHAN, dice:

I.- Contra la sentencia obrante a fs. 585/590, dictada por la

Cámara en lo Criminal Nº 1, que condenó a FRANCISCO JAVIER FARIÑA, como autor del delito

de HOMICIDIO SIMPLE, a la pena de veintitrés años de prisión y al pago de $ 405.000,

solidariamente con el estado provincial, en concepto de indemnización en base a la acción civil

instaurada, se articulan dos recursos de casación, uno presentado por el condenado con

patrocinio letrado de la Sra. Defensora Oficial, a fs. 593/596 y el otro, por el representante del

codemandado civil, (estado provincial), a fs. 597/604.


II.- A la vista corrida, el Sr. Fiscal General se expide a fs. 619

y vta., dictaminado por el rechazo del recurso articulado por el condenado, en lo referente a la

cuestión substancial penal, no opinando si sobre la cuestión civil ni respecto del segundo

recurso intentado.

III.- El causante, en primer término reprocha al a quo el

encuadre legal dado a su conducta, consistente en Homicidio simple, pretendiendo que en la

especie, la inclusión correcta, sería en el delito de Homicidio culposo, pues a su entender, el

hecho fue accidental, no existió intención de matar. El dolo requerido por el art. 79 del C.P., no

está probado ni fue destruido el principio de inocencia. Arguye que habría actuado de forma

culposa, violando el deber de cuidado al disparar, pues si bien no se encontraba de servicio no

pudo dejar de colaborar ante la gresca callejera.

En cuanto, a la cuestión civil recrimina al a quo, el monto

impuesto por estimarlo exorbitante y arbitrario, pues no se llevó a cabo un razonamiento lógico,

dado que expectativa de vida y chance, es un idéntico rubro, el cual sumado al daño moral,

conforman la responsabilidad civil. Sostiene que se han realizado cálculos erróneos, dando

aparente motivación y omitiéndose un razonamiento argumentativo que sustente el fallo.

IV.- Por su parte, el representante del Estado provincial,

impugna los montos establecidos por exorbitantes y por no encontrarse probado los rubros

sobre los cuales el a quo se expidió. También hace notar que la suma total de los montos

fijados asciende a la suma de $ 365.000, inferior a la que en definitiva consta en la sentencia,

que trepa a $ 405.000, y que aún cuando sea un error material hace al fondo de la cuestión.

Arguye el recurrente que no está acreditado que el arma

secuestrada y supuestamente utilizada, haya sido provista por el Estado. Además agrega que el

Estado no se puede responsabilizar porque Fariña utilizara el arma, porque si la utilizó fue

contra la voluntad expresa o presunta del Estado, el cual repite, no se demostró que la haya

provisto. La pretensión del actor civil también carece de probanzas. No se niega el deceso del

menor Meza, y que el responsable sea Fariña, pero la responsabilidad de éste no puede

extenderse al Estado.
En cuanto al rubro lucro cesante, se queja el recurrente que el

a quo haya tomado como tope de vida útil los 70 años del menor y haya calculado el

resarcimiento en base a un dinero que éste le habría brindado a sus progenitores, cuando lo

que corresponde es calcular en base a la expectativa de vida de éstos.

También reprocha que el daño psicológico, sobre el que el a

quo mensuró un monto, debió haber incluido dentro del rubro daño moral y además, no se

encuentra acreditado su existencia. Por otro lado sostiene que ni uno de los extremos

pretendidos por los actores civiles fueron probados en autos. A continuación completa sus

agravios con citas jurisprudenciales.

V.- En primer término, me expediré respecto del reproche a la

calificación legal, advirtiéndose que la pretensión de morigeración debe ser rechazada, en

atención a la pobreza argumentativa del recurrente. En efecto, al análisis se desprende que el

nombrado no ha sabido demostrar en que consistió el error jurídico del a quo, al atribuir a título

de dolo y no de culpa, el resultado letal acreditado en autos. No basta con manifestar, como lo

hace el recurrente, que otra debería ser la tipificación, sino que debe encargarse de marcar en

que consistió la equivocación en la interpretación jurídica y exponer en base al hecho

definitivamente fijado en la sentencia, la inteligencia de la nueva calificación pretendida.

Máxime que el sentenciante fundamenta ampliamente, porqué encuadra la conducta en

Homicidio Simple, (ver a fs. 587 vta./588), descartando expresamente tanto la agraviante

originaria de la acusación fiscal (Homicidio con alevosía) como la disminuida, solicitada por la

defensa (Homicidio culposo).

Por otro lado, intentar que se analice en casación la intención

del autor, deviene en principio inadmisible, pues la existencia del “ánimus occidendi”, el cual

pertenece al campo de la realidad fáctica, ha quedado determinado por el a quo y es un terreno

que puede ser sometido al control de éste Tribunal, siempre y cuando se advierta una

arbitrariedad manifiesta en el razonamiento de éste, situación que no se ha presentado ni

demostrado, en el supuesto concreto. Además, argüir que el principio de inocencia no se ha

destruido, es un argumento baladí, pues va de suyo que tal estado permanece hasta el

decisorio del Tribunal de mérito, y habiendo sido condenado, el mismo dejó de existir.
Al examen, resulta que en los extremos sentenciales históricos

y de encuadramiento penal, el “a-quo” ha cumplido con la regla que la motivación debe ser

derivada y respetuosa del principio de razón suficiente, (CF: DE LA RUA, FERNANDO “EL

RECURSO DE CASACION”, ZAVALIA, 1968, pág. 184), pues ha inferido de las pruebas

legalmente incorporadas al debate, el acontecimiento de hechos delictivos imputables al

accionar del encartado, brindando los fundamentos que “[…] permiten extraer de ella, nos

guste o no, las razones lógico-argumentativas que lo llevaron a tomar la decisión […]”, (CF.

REVISTA DE DERECHO PENAL, GARANTIAS CONSTITUCIONALES Y NULIDADES PROCESALES,

2001-I, RUBINZAL CULZONI, pág. 279).

En consecuencia, en cuanto a la cuestión de la subsunción

penal de la conducta del condenado, estimo inadmisible la queja intentada. ASI VOTO.

VI.- Trataré ahora, los agravios referentes a la determinación y

cuantificación de los daños resarcibles, adelantando desde ya, que la queja del representante

del Estado, será aceptada íntegramente y la del condenado parcialmente.

VII.- Es sabido que el principio sustentado por la Corte,

respecto de la responsabilidad del estado, por los hechos ilícitos cometidos por personal policial

o de seguridad o de las fuerzas armadas, es el siguiente: “Ningún deber es más primario y

sustancial para el Estado que el de cuidar de la vida y de la seguridad de los gobernados; y si

para llenar esas funciones se ha valido de agentes o elementos que resultan de una

peligrosidad manifiesta, las consecuencias de la mala elección, sea o no excusable, debe recaer

sobre la entidad pública que la ha realizado”, noción que se ha visto reiterada en distintos

fallos, desde el más antiguo citado por el a quo, “BALBUENA BLANCA GLADYS C/MISIONES,

PROVINCIA DE S/DAÑOS Y PERJUICIOS”, año 1994, Fallos: 317:729, hasta el más reciente;

“GERBAUDO, JOSE LUIS C/BUENOS AIRES, PROVINCIA DE Y OTRO S/DAÑOS Y PERJUCIOS”,

29/11/05, G. 296, XXXV, T. 329.

Y que tal responsabilidad, subyace en los arts. 1112 y 1113 del

Código Civil, tampoco se encuentra cuestionado.

Sin embargo, como ya dijera éste Tribunal, “in re”, Expte. Nº 12.930/06, “ZANDONA LINO

ASUNCION Y SANTA DELIA DIA FONSECA C/RAUL ANTONIO PEREZ Y/O EL SUPERIOR
GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE CORRIENTES S/DAÑOS Y PERJUICIOS”, Sentencia Nº

102/97, que: “Muchos son los casos dañosos que no ofrecen dificultades para apreciar el

recaudo de la conducta antijurídica del dependiente y, por tanto, en los que resulta palmario el

deber de responder del principal. Tales por ejemplo, el supuesto de un policía muerto por el

accionar negligente de un compañero de tareas […] o el del homicidio culposo causado por un

agente de policía franco de servicio pero con arma de la repartición (ver el leading case resuelto

por la Corte Federal, el 13/6/78 in re: Panizzo Manuel c/Provincia de Buenos Aires” […]).

Es decir, no se niega la premisa de que el Estado debe

responder por los actos de sus dependientes, aún por los irregulares. Pero ese paraguas

protector no avala como lo pretende el a quo, actos ilícitos como el del presente caso, toda vez

que en el mismo concurren dos circunstancias que excluyen totalmente la responsabilidad

estatal, a saber: que el imputado, no sólo se encontraba fuera de servicio (pues numerosa

jurisprudencia convalida que los funcionarios policiales aún encontrándose en tal estado están

facultados a intervenir en la represión o prevención de ilícitos), sino que se hallaba

desarrollando otra tarea distinta a la policial, como custodio de un local bailable y efectúa el

disparo con un arma no reglamentaria no suministrada por el Estado, ni al causante ni a ningún

otro funcionario policial. Consecuentemente, como lo señala la jurisprudencia consultada: “Ni el

servicio penitenciario federal suministró la pistola browning al Subayudante Espíndola, ni el

arma era propiedad de aquél, lo que no cambia, por el hecho de que le hubiese sido vendida al

codemandado por otro agente de la institución, sólo aquellos agentes a quienes el organismo le

suministraba la pistola reglamentaria tenían obligación de portarla aún hallándose fuera de

servicio.”, (CNC Y C Fed. sala 3, 18/6/99, “Avila Alejandro y otros c/Espíndola, Héctor y otros

s/Daños y Perjuicios”, causa Nº 1571/93, Lexis Nexis on line Nº 7/3579).

Igualmente se ha dicho que: “Ni la Gendarmería Nacional es la

propietaria del arma utilizada en el homicidio, ni ésta fue utilizada en circunstancias del

servicio. […] en principio no puede quedar comprometida la responsabilidad de la fuerza en

supuestos, en que el dependiente no se encontraba bajo las órdenes del principal, y en un

episodio sin conexión con las tareas castrenses […] lo cual alcanza para eximir de

responsabilidad si el hecho no existió, siquiera en ocasión de la función. […] Con lo expuesto, a


la Gendarmería Nacional no le cabe la responsabilidad del comitente en el campo de aplicación

de los arts. 1112 y 1113 del CC por la sola intervención de su dependiente en un hecho

personal, mediante la utilización de un objeto propio”., (CNC Y C Fed., sala 1º, 08/11/2001,

“Maione, Roberto Pablo y otro c/Dirección General de Gendarmería Nacional y otro s/Daños y

Perjuicios”, Lexis Nexis online Nº 7/12930.

Incluso las citas jurisprudenciales señaladas por el a quo, como

fundamento de la responsabilidad del Estado provincial, no son de aplicación al caso concreto.

En efecto, en el caso Balbuena, el estado respondió porque el hecho de sangre lo cometió un

Comisario de la Policía Provincial, quién con su arma reglamentaria en horas de la noche

ingresó a la vivienda de su ex concubina y ultimó al actual concubino de ésta, (Fallos: 317 (Vol.

2): 730). El caso Panizo, ya fue citado “supra”, el agente estaba de franco, pero actuó con un

arma de la repartición. En el antecedente Furnier, la demandante pierde a su esposo,

funcionario policial bonaerense, en ocasión en que éste fue herido letalmente con una pistola

Browning reglamentaria, accionada accidentalmente por un compañero de la fuerza, con el cual

compartía circunstancialmente la vivienda, en ocasión en que se encontraba en zona de la playa

a cargo del Operativo Sol XX, (Fallos: 317 (Vol. 2):1008).

Como se advierte, ninguno de estos casos mencionados en la

sentencia guardan paralelismo con el sub exámen, como lo pretende el a quo, ya que en los

tres, el arma utilizada irregularmente era la reglamentaria, lo que no acontece en autos.

Del precedente Furnier, rescato la frase con que la Corte subrayó el fundamento de la

responsabilidad estatal, sosteniendo que si bien el hecho no fue en ocasión que el occiso se

encontraba cumpliendo tareas específicas de su cargo, lo cierto es que el acto dañoso “solo fue

posible en la medida que derivó de las exigencias propias del cargo”, (317:1006).

Resulta evidente entonces, que por elemental cuestión de

lógica, en el sub judice, donde reitero, el causante se encontraba de franco, (ver constancia del

servicio penitenciario a fs. 516) desarrollando tareas propias y habiendo disparado con un arma

de fuego, cuya propiedad no se acreditó en ninguna instancia del proceso, pues la referencia

contenida en el Acta de Secuestro de la Colt 11,25 mm. de fs. 49, no fue comprobada ni

robustecida por otras constancias, (tales como si se encontraba registrada en el Departamento


de Logística de Jefatura de Policía de la Provincia, que es la repartición donde se encuentran los

archivos referentes a las adjudicaciones de las armas reglamentarias a los numerarios policiales

de la Provincia, que es la repartición donde se encuentran los archivos referentes a las

adjudicaciones de las armas reglamentarias a los numerarios policiales ni en el REPAR ni el

RENAR), son razones por las cuales, no puede responsabilizarse al Estado provincial, por no

encontrarse verificados los recaudos exigidos para que éste responda.

Por estos fundamentos, y ejerciendo la jurisdicción positiva que

compete a este Tribunal, voto por excluir absolutamente al Estado Provincial como co-

responsable en estos obrados. ASI VOTO.

VII.- Voy a ocuparme finalmente, de los montos de

resarcimiento fijados por el Tribunal de grado, a fin de evaluarlos ahora, en cuanto a la

responsabilidad que, en virtud de lo votado precedentemente, le corresponde al cesante a título

personal.

Al punto, debo señalar que aprecio arbitraria la fundamentación

dada en la sentencia recurrida, por cuanto no permite evaluar el soporte cualitativo que se tuvo

en cuenta para arribar a los montos, y por ende, tampoco la determinación de los daños

resarcitorios ni la consecuencia cuantitativa a la que se arriba.

En efecto, en principio no corresponde en el caso concreto,

mensurar separadamente del daño moral el daño psicológico, toda vez que no existen

probanzas en autos, que acrediten ni su existencia ni el carácter de permanencia que el mismo

exige par su reparación, (CF: “DAÑO PSIQUICO. DELIMITACION Y DIAGNOSTICO.

FUNDAMENTO TEORICO Y CLINICO DEL DICTAMEN PERICIAL”, de Ricardo E. Risso, EL

DERECHO, T. 188, Año 2000, p- 985).

La Corte ha dicho que: “El daño psíquico o psicológico debe ser

reparado en la medida que asuma la condición de permanente”, (Fallos: 326:847) y

“Corresponde rechazar el reclamo del resarcimiento del daño psicológico si el dictamen del

Cuerpo Médico Forense concluye que no se advierte en el actor la persistencia de contenidos

dañosos traumáticos, los que –de haber existido- no han marcado secuelas dañosas verificables

y que no existen elementos que configuren daño psíquico en el material psicodiagnóstico


elaborado”, (G. 296, XXXV, 29/11/05, “Gerbaudo Jose Luis, …”, citas de la página wb de la

CSJN, B005-doc. 45805 y 5681).

Es decir, que para resarcir un trastorno psicológico, primero

debe estar comprobado que reúne las características de daño psíquico, porque “No todo

trastorno psíquico es daño psíquico”, (ver artículo citado) y esa comprobación requiere

fehacientemente su acreditación a través de pericias practicadas por especialistas que se

expidan sobre su existencia, permanencia y relación causal con el daño sufrido. Así lo ha dicho

la CSJN: “Para la indemnización autónoma del daño psíquico respecto del moral, la incapacidad

a resarcir es la permanente y no la transitoria, y debe producir una alteración a nivel psíquico

que guarde adecuado nexo causal con el hecho dañoso. Mayoría: Petracchi, Belluscio,

Boggiano, Vázquez, Maqueda, Zaffaroni. Abstención Fayt. C. 742 XXXIII. Coco, Fabián

Alejandro c/Buenos Aires, Provincia de y otros s/daños y perjuicios 29/06/04. T. 327, P. 2722.

L.L. 08/11/04, Nro. 108.279, con nota ED. 30/11/04, Nro. 331”.

Ninguna de estas circunstancias se confirmó en autos, y por ello resulta arbitrario que el

juzgador haya fijado un resarcimiento de $ 115.000, sin ninguna base demostrable, no

constituyendo una derivación razonada del derecho vigente con aplicación a las circunstancias

comprobadas de la causa, (Fallos: 325:2593 “…Sentencias Arbitrarias. … Valoración de

hecho y prueba. Incapacidad. Daño psicológico. …”, 10/10/02, “Sipis, Eduardo… s/Daños u

Perjuicios”). Y ante la falta de demostración no correspondía que el a quo se expida sobre este

rubro, debiendo ser excluido de todo tratamiento. Pues como tiene dicho éste cuerpo: “Por eso

existe afección a las garantías constitucionales de la defensa en juicio y del debido proceso

cuando en la sentencia del Tribunal a quo, se prescinde de la prueba pericial, evidentemente

decisiva para la justa graduación de los porcentajes de responsabilidad”, “in re”, “MONTIGLIA

EDUARDO Y OTRA C/EMILIO CAÑETE E INTEMEC S.A. Y OTROS S/ORDINARIO”, Expte. Nº

8186/92”.

Superado este punto, teniendo en cuenta que el agravio es la

medida del recurso, pero que se encuentra expedita la vía para que éste Tribunal ejerza

jurisdicción positiva, es que analizaré y procederé a practicar una nueva mensuración de los

montos fijados por el a quo, en torno a los rubros de daño moral y material, pues estimo que la
cuantificación fue arbitraria por falta de adecuada fundamentación, sin que se advierta la

necesidad de un proceso de reenvío de la causa.

Para así decidir, ya se afirmó que: “Naturalmente que la

cuantificación de los perjuicios involucra cuestiones fácticas y de derecho común, anchuroso

capítulos en los cuales –como regla- reinan soberanamente las conclusiones de los jueces de las

instancias ordinarias. ….Sin embargo, si tal juicio de grado está afectado, por su

inconsecuencia lógica o auto contradicción, […] que en forma directa o inmediata viola las

garantías […]-defensa en juicio y propiedad- corresponde la revisión del Superior Tribunal de la

causa […]” “in re”, Expte. Nº 12.930, Sentencia Nº 102/98.

También se ha dicho respecto al concepto de daño material,

que: “[…] sabido es que cuando se reclama una suma en concepto de pérdida de la vida

humana se hace en miras a las aptitudes de la víctima para producir bienes. En tal sentido, la

jurisprudencia viene sosteniendo que ante la muerte debe ser resarcido el daño patrimonial,

fundado en la “perdida de chance” que importa la posibilidad –con cierto grado de certeza- que

tenía la víctima de ayudar económicamente. Y así para determinar el quantum el juez debe

apreciar no el valor global de la ganancia o pérdida, sino la proporción de ese valor que en

concreto representa la frustración de la chance que es atribuible al agente según las

circunstancias del caso”, “in re”, Expte. Nº 23.208/04, “ZARATE HAYDEE ERMINDA POR SUS

HIJOS MENORES… S/ORDINARIO”.

Al control efectuado, se desprende que el a quo estima justa y

prudente la suma de $ 70.000 respecto al daño patrimonial, “perdida de chance”, sin indicar el

razonamiento desplegado para emitir su juicio indemnizatorio. La fundamentación se reduce a

la cita de ciertos parámetros de mensuración, que no permiten inferir cual fue el derrotero del

raciocinio del juzgador al ejercer tales facultades discrecionales, y aún cuando ciertamente, la

estimación de la pérdida de una vida humana no depende de meros cálculos matemáticos, se

debe practicar una proyección en miras a las aptitudes de la víctima para producir bienes, en

base a parámetros que hayan sido acreditados en la causa.

En tal sentido la jurisprudencia viene sosteniendo que ante la muerte debe ser resarcido el

daño patrimonial fundado en la “perdida de chance”, que importa la posibilidad –con cierto
grado de certeza-, que tenía la víctima de ayudar económicamente, en este caso a su pares,

(“in re”, Sentencia Nº 133/05, “Fernández Lezcano de Solís Ramona Seferina C/Dirección

Provincial de Energía de Corrientes y/o Q.R.R. S/Ordinario”. Y dado que, como lo señala otro

antecedente jurisprudencial: “Corresponde otorgar a los actores una indemnización en concepto

de lucro cesante por el fallecimiento de su hijo, incluso cuando no se haya probado que el

occiso trabajara y percibiera tal o cual suma de dinero, pues su juventud hace prever que

poseía capacidad laborativa, no mediando demostración de deficiencias o impedimentos para

desempeñar un trabajo y su muerte priva a los padres de la perspectiva de tener en los años de

la vejez un apoyo económico por ser los hijos sostenes naturales de los progenitores”. (LLNOA,

2005, (octubre), 1199), aunque entiendo que en caos de menores, como el presente en

estudio, lo correcto es hablar de “perdida de chance” y no de lucro cesante.

En consecuencia, considero que se debe establecer en concepto

de daño patrimonial, la suma de $ 56.700, que corresponde al 30% del resultado total ($

189.000), que resulta de multiplicar un “salario mínimo vital y móvil”, fijado en $ 630 por

Resolución Nº 02/05, dictada por el Consejo Nacional del Empleo para los empleados

mensualizados, (B.O. 06/06/05), por 300 meses, tiempo que a su vez surge de multiplicar, 25

años por 12 meses, respondiendo el primero de los extremos, al tiempo aproximado de vida útil

de los progenitores, partiendo de la edad de los nombrados, que se promedió en 45 años al

momento del hecho, a tenor de las clases consignadas para ambos en el Poder especial de fs.

129, hasta la edad de 70 años, y el segundo a la cantidad de meses que compone un año. A la

cifra final obtenida, se aplicó la reducción de un 70%, en razón de la disminución que supondría

los gastos particulares que asumiría la víctima en su vida adulta.

Por último, también en la estimación del daño moral, se

advierte que se reitera la falta de fundamentación necesaria para como ya se dijo, verificar si se

está frente a un adecuado uso de las facultades discrecionales o por el contrario si se ha caído

en la arbitrariedad.

En efecto, vuelve el a quo a dar pautas generales para fijar en

$ 180.000 el monto en concepto de daño moral, pero las mismas son insuficientes para saber
como el juzgador dio con esa cifra, ya que no proporciona datos concretos que permitan

verificarla.

Por ello, y teniendo en cuenta que “para la fijación del quantum

indemnizatorio ha de recordarse que este concepto no tiene que guardar necesariamente

relación con el daño material (Corte Suprema de Justicia de la Nación, 24/8/95, “P.F.F. v.

Ferrocarriles Arg.” y sus citas) por lo que ella queda librada a una prudente valoración del juez

(art. 165 CPCCN.). (Del voto del Juez Galli, consid. 16º). (C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 4º,

07/02/1996 Stipelman, Carlos A. v. Estado Nacional-Policía Federal s/personal militar y civil de

las FFAA y de seg./Causa: 15563/95)” y conforme a las pautas fijadas en los precedentes de

éste Tribunal, “in re” Expte. Nº 12.930, Sentencia Nº 174/98, y remitiéndose “brevitatis causae”

a los fundamentos allí explicitados, e igualmente siguiendo los principios rectores expuestos en

los antecedentes de la CSJN, que ha dicho que: “A los fines de la fijación del quantum del daño

moral debe tenerse en cuenta el carácter resarcitorio de este rubro, la índole del hecho

generador de la responsabilidad y la entidad del sufrimiento causado, que no tiene

necesariamente que guardar relación con el daño material, toda vez que no se trata de un daño

accesorio a éste”, (Mayoría: Petracchi, Belluscio, Fayt, boggiano, Maqueda, Zaffaroni, Higton de

Nolasco. Abstención: Lorenzetti. G681. XXXVII, “Goldstein, Mónica c/Santa cruz, Provincia de

S/Daños y Perjuicios”, 23/12/04. Pág. Web de la CSJN, B005-53232”.

Consiguientemente, con fundamento en las circunstancias

particulares de la víctima y de los damnificados, las edades respectivas de 16, 45 y 48

(aproximadamente) de los nombrados, al momento del hecho y la manifestada condición

económica humilde del grupo familiar conviviente, es que estimo prudente determinar en

concepto de daño moral, la suma de $ 50.000, como reparación del daño inmaterial a los

actores civiles, en conjunto.

VIII.- Es por todo lo expuesto, que propicio anular la sentencia

en la extensión “supra” señalada, en lo pertinente a la atribución y distribución de

responsabilidad, cuantificación del daño moral y material, con exclusión del psicológico,

reiterándose, sin necesidad de reenvío pues al cabo ya se ha ejercido jurisdicción positiva.


En cuanto a los intereses, serán calculados conforme a la pauta

de la CSJN: “Los intereses devengados por la condena dispuesta a raíz del fallecimiento de un

recluso deben calcularse, a partir de la fecha del deceso y hasta el efectivo pago, a la tasa

pasiva que publica el Banco Central de la República Argentina (G. 178. XXXIV. Gothelf, Clara

Marta c/santa Fé, Provincia de s/daños y perjuicios. 10/04/03. T. 326, P. 1269. E. D. 06/06/03,

Nro. 167. L.L. 25/06/03, Nro. 105.695)”.

También se anula la regulación de honorarios dispuesta por el a quo, en el fallo impugnado,

dado que los montos allí determinados ingresan ahora en contradicción con la mensuración

aquí fijada, en virtud de lo cual procederá el reenvío para que el Tribunal de grado, practique

nueva regulación conforme a los parámetros dispuestos en la presente. Con costas. ASI VOTO.

A LA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR MINISTRO

DOCTOR CARLOS RUBIN, dice:

Que adhiere al voto del Señor Ministro Doctor Guillermo

Horacio Semhan, por compartir sus fundamentos.

A LA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR PRESI-DENTE

DEL SUPERIOR TRIBUNAL DE JUSTICIA DOCTOR EDUARDO ANTONIO FARIZANO,

dice:

Que adhiere al voto del Señor Ministro Doctor Guillermo Horacio

Semhan, por compartir sus fundamentos.

En mérito al precedente Acuerdo el Superior Tribunal de

Justicia dicta la siguiente,

SENTENCIA: Nº 32

1º) Casar parcialmente la sentencia de fs. 585/590, en lo

pertinente a la atribución y distribución de responsabilidad, cuantificación del daño moral y

material sufrido por los progenitores de la víctima, y fijación de la tasa de interés, quedando

dichos rubros fijados en la forma y en las sumas mencionadas “supra” en los considerandos

respectivos, a cargo únicamente del condenado en autos. Con costas. 2º) Anulase las

regulaciones de honorarios dispuestas por el Tribunal de grado, debiendo éste volverlas a

practicar, conforme a los montos indemnizatorios determinados en la presente. 3º) Confirmar


en todos los demás puntos la sentencia recurrida. 3º) Insértese y notifíquese. Fdo. Dres.

Guillermo Semhan-Dr. Carlos Rubín- Ministros. Dr. Eduardo A. Farizano. Presidente

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