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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

LAS CRUZADAS

1. INTRODUCCIÓN

Entendemos por Cruzadas, las


expediciones militares realizadas por los
ejércitos cristianos de Europa occidental,
normalmente a petición del Papa, que
comenzaron en 1095 cuando el
emperador bizantino Alejo I solicitó
protección para los cristianos de oriente
al papa Urbano II, quien en el concilio de
Clermont inició la predicación de la
cruzada. Al terminar su alocución con la
frase del Evangelio “renuncia a ti mismo,
toma tu cruz, y sígueme” (Mateo 16:24), la multitud, entusiasmada, manifestó
ruidosamente su aprobación con el grito “Deus le volt”, Dios lo quiere.

El objetivo era recuperar Jerusalén y otros lugares de peregrinación en


Palestina, en el territorio conocido por los cristianos como Tierra Santa, que
estaban bajo control de los musulmanes.

El vocablo cruzada, viene de cruz, (el emblema que los cruzados llevaban en
sus casacas). Desde la Edad Media, el significado de la palabra cruzada se
extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un
voto y dirigidas contra infieles, (p. ej. contra musulmanes, paganos, herejes, o
aquellos bajo edicto de excomunión).

La iglesia elaboró una teoría jurídica por la cual todos los bienes del cruzado
estarían protegidos por la iglesia durante el tiempo que durase su voto fe.

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

Durante casi dos siglos, en la Europa occidental y cristiana, el afán por liberar
los Santos Lugares de manos “infieles” alimentó los fundamentos del espíritu
cruzado.

Los historiadores no se ponen de acuerdo respecto a su finalización, aunque


parece como más probable que su final fue por el año 1291 con la perdida de la
última plaza cristina de Acre y el regreso de los últimos cruzados, los caballeros
templarios y Hospitalarios.

2. CONTEXTO HISTÓRICO

El origen de las Cruzadas está enraizado en el cataclismo político que resultó


de la expansión de los Selyúcidas en el Próximo Oriente a mediados del siglo
XI. La conquista de Siria y Palestina llevada a cabo por los Selyúcidas
islámicos alarmó a los cristianos de occidente. Otros invasores turcos también
penetraron profundamente en el igualmente cristiano Imperio bizantino y
sometieron a griegos, sirios y armenios cristianos a su soberanía. Las
Cruzadas fueron, en parte, una reacción a todos estos sucesos. También
fueron el resultado de la ambición de unos papas que buscaron ampliar su
poder político y religioso. Los ejércitos cruzados fueron, en cierto sentido, el
brazo armado de la política papal.

Durante los primeros siglos de nuestra era, el cristianismo monopolizó la


interpretación de la revelación divina en los países ribereños de la cuenca
mediterránea, con la excepción de algunos núcleos irreductibles de judíos
dispersos por ella. Pero, en los primeros decenios del siglo VII, un individuo
llamado Muhammad (Mahoma) convulsiono la creencia en Dios y provocó una
profunda ruptura entre el mundo cristiano y musulmán que todavía hoy
permanece.

El Islam, la nueva religión, o mejor dicho la nueva forma de religión predicada


por Mahoma en Arabia entre los años 610 y 632, se extendió a una velocidad

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

increíble por Asia occidental y central y por todo el norte de África. En el año
711 atravesó el estrecho de Gibraltar para imponerse en la península Ibérica y
llegar hasta el sur de Francia. A mediados del siglo VIII, el terror a la expansión
del islam era tal que Europa occidental, acosada además por tribus nómadas
de las estepas y por los vikingos, parecía abocada a sucumbir. Desde
entonces, salvo la corta etapa del imperio de Carlomagno (768-814), la Europa
cristiana se mantuvo sumida en una profunda regresión y su única posibilidad
de sobrevivir consistía en resistir y esperar tiempos mejores.

Los nuevos tiempos llegaron a mediados del siglo XI. Terminado el peligro de
las invasiones islámicas, vikingas y magiares, la Europa cristiana comenzó a
recuperarse. La agricultura aumentó su producción considerablemente gracias
a nuevas técnicas de cultivo, de regadío y aumento de la superficie de cultivo.
El comercio y la industria artesanal florecieron gracias a los excedentes
agrícolas y a la mayor seguridad de los caminos. Las ciudades crecieron
notablemente y los nuevos estados consolidaron sus estructuras e introdujeron
formas de gobierno más complejas y avanzadas. Tras varios años de
descomposición política y social, se fueron consolidando los nuevos reinos:
Francia, el Imperio romano-germánico, los reinos hispánicos (La corona de
Aragón, Navarra, Castilla-León, Portugal). Entre tanto la iglesia se regeneró,
merced a la reforma del papa Gregorio VII (1073-1085) y ganó prestigio y
espacio de influencia económica social y política.

Hacia muchos siglos que Europa no vivía una situación tan bonancible y, por
ello, los dirigentes políticos y religiosos se creyeron en condiciones de ir más
allá de lo que habían heredado.

La idea cuajó y unos años más tarde, en 1095 y en la ciudad francesa de


Clermont-Ferrand, el papa Urbano II en presencia de nobles, caballeros y el
alto clero reunidos en un concilio pronunció un encendido discurso,
prometiendo indulgencia plenaria a todos aquellos que fueran a salvar a los
cristianos de oriente. Entre otras cosas dijo lo siguiente:
“Guerreros cristianos, que en vano buscáis una y otra vez pretextos para la
guerra, regocijaos, pues hoy habéis encontrado un pretexto legitimo. Vosotros

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

que tan a menudo habéis sido el terror de vuestro prójimo, id y luchad contra
los barbaros, id y luchad por la redención de los Santos Lugares. Vosotros que
por una vil soldada vendéis el vigor de vuestros brazos a la ira de otros, armaos
con la espada de los macabeos e id y mereced la recompensa eterna. Si
triunfáis los reinos del Este serán vuestros y si os vencen, tendréis el honor de
morir en el mismo lugar que Cristo, y Dios no olvidará jamás a quienes halló en
los santos batallones. Sed soldados del Dios verdadero. Id y luchad porque
Dios lo quiere” (Breve historia de las Cruzadas, Cuesta, J. Ignacio).

Una de las razones del éxito de la expansión del islam había sido la “yijad” es
decir, la llamada a defender esta religión por todos los medios. Los
musulmanes conquistaron Tierra Santa entre los años 635 y 640, y tomaron
posesión de Jerusalén, la ciudad sagrada por las tres grandes religiones
monoteístas: cristianos, musulmanes y judíos. La cristiandad vivió aquello
como una terrible desgracia.

El papa Urbano II predica la primera cruzada

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

3. PRIMERA CRUZADA (1095-1099)

La Primera Cruzada Cristiana fue predicada en


1095 por el Papa Urbano II en el concilio de
Clermont con el doble objetivo de ayudar a los
cristianos ortodoxos orientales y la liberación de
Jerusalén "Tierra Santa" del yugo Musulmán.

Esta cruzada comenzó con una llamada del


Emperador bizantino Alejo I al papa para el envío
de mercenarios para luchar contra los turcos Selyúcidas en Anatolia. Pero la
respuesta de la cristiandad occidental rápidamente se convirtió en una
verdadera migración de conquista territorial hacia el oriente. La Nobleza y
personas de varias naciones Europeas occidentales emprendieron
peregrinación armada hacia la Tierra Santa, por tierra y mar, y tomaron la
ciudad de Jerusalén en julio del año 1099, que concluyo con la Creación de
Reino Latino de Jerusalén y otros estados cristianos.

Los rumores, sin duda exagerados, habían presentado a los nuevos invasores
turcos como especialmente intolerantes y encarnizados con los peregrinos que
acudían a los Santos Lugares. Los que “tomaron la cruz” cosiendo a sus
vestidos una cruz de tela en señal de su voto, se consideraron comprometidos
a hacer peregrinación a Jerusalén.

En realidad, no fue un movimiento único, sino una


serie de acciones de guerra con inspiración religiosa
que incluyó a una inmensa muchedumbre (cruzada
de los pobres) alentados por los privilegios
espirituales prometidos por la iglesia. Conducidos por
Pedro el Ermitaño y Gualterio el Indigente.

Godofredo de Bouillón

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

Su marcha precedió, por la ruta del Danubio, a la de los ejércitos regulares y se


cometieron toda clase de excesos debidos sobre todo a la falta de alimentos y
la anarquía reinante en los distintos grupos de campesinos. Muchos murieron
por el camino y la mayoría de los restantes, al llegar a Asia Menor,
sucumbieron en manos de los turcos en Civitot. Estas mismas peregrinaciones
populares, llenas de entusiasmo y clamor religioso, se repitieron en las
siguientes cruzadas aunque con menor intensidad y de una forma más
organizada.

Los ejércitos regulares estuvieron al mando de Godofredo de Bouillón, duque


de la baja Lorena, por los condes de Blois y Vermandois, por el duque de
Normandía, por Raimundo Saint-Gilles, conde de Tolosa, y por Bohemundo de
Tarento a la cabeza de los normandos de Sicilia, marcharon por cuatro
caminos distintos hacia Constantinopla. Allí, a comienzos de 1097, se resolvió
el problema de las relaciones de los cruzados con el imperio Bizantino. Estos
se proponían conquistar Jerusalén, y se convino que todas las ciudades que
liberasen en su marcha y que hubieran pertenecido a los bizantinos les serian
devueltas; a cambio, estos se comprometían a mantener las necesidades de
los ejércitos. Nicea volvió a ser bizantina en virtud de este acuerdo, pero
cuando consiguieron atravesar Anatólia y, después de un mes de sitio, se
apoderaron de Antioquía (1098), ya no lo respetaron y Bohemundo se adueñó
de ella.

En 1099, Jerusalén fue reconquistada y Godofredo


recibió el título de “protector del Santo Sepulcro”. A la
muerte de Godofredo, su hermano Balduino se
proclamó rey y fundó el reino latino de Jerusalén
(1100). Junto con el principado de Antioquía, condado
de Edesa y el de Trípoli, debían formar una
confederación. El establecimiento de estos estados
latinos de oriente y la instalación del clero latino en los
Bohemundo de Tarento
Santos Lugares, dio un gran impulso a las
peregrinaciones que partieron desde Lombardía, Poitu, Borgoña y Baviera
hacía Constantinopla y, al atravesar por ruta marítima hacia Asia menor, fueron

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

exterminados por los turcos, lo que provocó la partida de nuevas cruzadas para
reforzar la colonia occidental cada vez que la amenaza musulmana se hacía
intolerable.

4. SEGUNDA CRUZADA (1148-1151)

La motivación de la segunda cruzada fue la toma


de Edesa por los turcos en 1144, cuya predicación
fue encargada por el papa Eugenio III a San
Bernardo.

La respuesta de los cristianos sobrepasó todas las


previsiones, y gentes de todas partes acudieron a
tomar la cruz y unirse a la expedición.

Fue la primera cruzada comandada por dos reyes


europeos, Luis VII de Francia y el Emperador Conrado III
Conrado III de Alemania. Salieron por separado
y hacia 1147 atravesaron Europa, pero la marcha sobre Asia menor fue fatal
para ambos ejércitos y al llegar a Siria, prefirieron conquistar Damasco a
Edesa, lo que fue un estrepitoso fracaso en 1148 ya que ambos ejércitos al
luchar por separado, fueron derrotados por los turcos comandados por los hijos
de Zengi. La derrota demostró claramente la mala organización de la cruzada
real y la desunión de los señores feudales.

La principal fuente histórica cristiana de occidente, Odón de Deuil, y las fuentes


cristianas de Siria afirman que el emperador bizantino Manuel I Comneno
entorpeció a propósito el progreso de los cruzados, sobre todo en Anatolia,
donde se le acusa de haber ordenado a los turcos atacar deliberadamente a los
cruzados.

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

Desde 1147, el principal enemigo de la cristiandad fue Nur al-Din, hijo de Zengi,
señor de Alepo y Edesa, el cual se propuso restablecer la unidad política de
Oriente Próximo. Acoso constantemente a los cruzados durante casi 40 años
bajo la idea de la “guerra santa” iniciada ya por su padre Zengi.

Luchó contra los francos y les arrebató Antioquía, causando la muerte al jefe de
sus tropas, Raimundo de Saint-Gilles. Siguió conquistando tierras a los
cristianos y logro cortar la comunicación entre Trípoli y Antioquía, aún en poder
de los cruzados. En 1154 conquistó Damasco y se produjo la unificación de
Siria.

Por entonces, el rey Balduino III de Jerusalén, había


conquistado Ascalón a los Egipcios y conseguía los
dominios de Palestina. Más tarde su hermano
Amalarico intentó un acercamiento con los egipcios,
pero no prosperó y estos viéndose acosados por los
francos, prefirieron pactar con el bloque musulmán
de Nur al-Din, por lo que las dos facciones
musulmanas se unieron. Saladino

A la muerte de Nur al-Din le sucedió su lugarteniente, el príncipe Yusuf-Salh


al-Din, conocido entre los cristianos como Saladino. Reorganizó al ejército
musulmán y las defensas de Egipto y se lanzó a la conquista de Siria y
Mesopotamia y llegó a ocupar Alepo y Damasco que estaban en poder
cristiano y se convirtió en el sultán más importante durante este tiempo.

Toma de Damasco
Con tanto poder acumulado,
entendió que había llegado el
momento de lanzarse sobre
Jerusalén. Ante esta situación tan
apremiante, el rey de Balduino IV
de Jerusalén, dedicó toda su corta
vida a luchar contra Saladino. El

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

primer enfrentamiento entre ambos supuso la derrota de Saladino en


Montgisart y la firma de un pacto entre ambos, pero el ataque a una caravana
musulmana que iba camino de la Meca, dio el pretexto a Saladino para atacar
de nuevo a los cristianos comandados por Guido de Lusignan. Un ejercito de
sesenta mil hombres rodeó a los cruzados a orillas del lago Tiberiades y tras
una feroz batalla en la que murieron miles de hombres hubo más de doce mil
prisioneros, Saladino obtuvo
obtuvo la más grande de sus victorias. Ocupó Jerusalén y el resto de ciudades
de la costa mediterránea. Cortando toda comunicación entre Jerusalén y
Europa.

5. TERCERA CRUZADA (1189-1192)

La noticia de la caída de Jerusalén produjo una


fuerte conmoción en Occidente.

El mensaje del papa Gregorio VIII fue difundido por


clérigos y prelados y la tercera cruzada (1189 –
1192) se organizó y marchó hacia Jerusalén a las
órdenes de tres reyes (cruzada de los reyes),
Federico I Barbarroja emperador de Alemania,
Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de Ricardo Corazón de León
León de Inglaterra.

Al llegar a Cilicia, Federico I Murió ahogado en un rio y sus tropas se


disgregaron y volvieron a su país. Las tropas inglesas y francesas siguieron y
se dirigieron a Mesina para tomar la ruta marítima hacia Oriente.

Felipe Augusto desembarca en Tiro y Ricardo se apodera de Chipre, una vez


unidas los dos ejércitos sitian Acre y logran su conquista convirtiéndola en la
segunda capital del reino de Jerusalén.

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

Felipe Augusto se reembarco nuevamente hacia Francia mientras Ricardo se


quedó durante un tiempo en Oriente, donde consiguió adquirir gran fama de
estratega y crueldad guerrera.

Las constantes luchas contra Saladino, terminaron por agotar a las tropas
cristianas y se vieron obligados a firmar un acuerdo de paz por la que una
franja de terreno costero desde Tiro a Jaffa quedaba en poder cristiano, y
aunque Jerusalén seguiría quedando en manos de los musulmanes de
Saladino, se pacto que peregrinos y comerciantes, pudieran visitar la “Ciudad
Santa” durante tres años con total libertad. Tras esto, Ricardo partió hacia
Inglaterra, pero al llegar a Austria fue hecho prisionero durante año y medio del
emperador Enrique VI de Alemania por haber retirado la bandera de este de las
murallas de la ciudad de Acre. Fue liberado año y medio después tras el pago
por los ingleses de una fuerte suma de dinero.

Si bien se pudo detener la carrera bélica de Saladino, los resultados de esta


tercera cruzada, no pudieron ser más desastrosos ya que Jerusalén, volvía a
estar en manos musulmanas. Mientras tanto, Occidente empezó a cuestionarse
el sentido religioso de las cruzadas.

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

6. CUARTA CRUZADA (1202-1204)

Inocencio III fue elegido papa ya al final del


siglo XII (1198). Por ese entonces ya se había
cuestionado en los reinos europeos la idea de
cruzada después de los fracasos sufridos por
las tropas cristianas en Oriente.

Inocencio III, fue un hombre de gran cultura,


político apasionado y buen diplomático. El
nuevo llamamiento papal, fue escuchado en los
Inocencio III
principales feudos de Francia, Alemania e
Italia, cuyos cruzados pronto se dispusieron a marchar por vía marítima bajo el
mando de Bonifacio de Montferrant y Balduino IX conde de Flandes. El francés
Foulques de Neuilly, fue el encargado de su predicación.

La autoridad papal, utilizó esta cuarta cruzada para imponer la supremacía


eclesiástica sobre el mundo feudal oriental y occidental.

Los cruzados, partieron hacia oriente en el verano de 1202 desde Venecia y


después de haber aceptado las exigencias económicas impuestas por las
autoridades venecianas. Tomaron la ciudad dálmata de Zadar, perteneciente al
rey de Hungría, y se la entregaron al Dux veneciano como pago del pasaje,
hecho este les valió la excomunión general del papa Inocencio III por atacar
una ciudad cristiana.

El carácter de esta cuarta cruzada se alejó del ideal religioso con que en
principio fue promulgada y pronto pasó a tener un carácter más material y
político.

Tras la toma de Zadar, los ejércitos cruzados, camparon a sus anchas por el
espacio balcánico y se hicieron cargo de una manera directa y brutal, de la

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

situación de Constantinopla, la cual, se hallaba sumida en una lucha por el


poder dentro de la familia imperial.

Los cruzados recibieron la petición de ayuda de Alejo, hijo del depuesto


emperador Isaac II a manos de su hermano. A cambio de esta ayuda, cruzados
y venecianos, recibirían bienes y tierras del imperio, hecho que no llegó a
consumarse lo que provocó las represalias de ambos y unidas las fuerzas,
asediaron y saquearon la ciudad.

El primer asedio cruzado y veneciano sobre Constantinopla ocurrió en 1202


desembarcando en Gálata y posteriormente entrando en la ciudad que
saquearon y quemaron, destruyendo gran cantidad de objetos de arte
bizantino.

Una vez liberado Isaac II lo restablecieron en el trono ratificando las promesas


de su hijo con el nombre de Alejo IV. Pero la iglesia y el pueblo se mostraban
descontentos con los protectores, que actuaban como conquistadores, lo que
provocó numerosos altercados contra los occidentales.

La ciudad se sumió en la anarquía y en una situación de descomposición que


llevaron al poder a Alejo Mursufle, que reforzó las defensas de la ciudad y
obligó a los latinos a abandonarla. Al no tener otra alternativa, los cruzados la
volvieron a tomar en 1204 en medio de una gran violencia y mortandad e
instauraron el reino latino de Constantinopla, del que fue nombrado titular
Balduino de Flandes y el veneciano Tomasso Morosini ocupó el puesto de
patriarca.

Los nobles cruzados, se repartieron el imperio en pequeños ducados y


principados de corta duración en el tiempo y los venecianos, se hicieron con el
control total del comercio en toda la zona hasta el Mar Negro y todo el ámbito
mediterráneo oriental.

Quedaba claro que en esta cuarta cruzada primó más el espíritu material que el
religioso para la que fue creada, a pesar de los continuos llamamientos de

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pontífice. Aquellos nobles, se dedicaron a disfrutar de los beneficios obtenidos


con los despojos del antaño orgulloso imperio Bizantino.

Pronto, el malestar de los bizantinos provocó revueltas que aprovecharon


algunos descendientes de la depuesta familia imperial para plantar cara a los
usurpadores latinos.

Dada la crueldad de esta cuarta cruzada, de las matanzas de ortodoxos, las


violaciones de mujeres y los desastres y saqueos de obras de arte que se
produjeron que , ya en nuestros días, el papa Juan Pablo II, llegó a pedir
perdón a la iglesia ortodoxa por estos terribles hechos de unas tropas que
decían actuar en nombre de Dios.

7. QUINTA CRUZADA (1217-1221)

Honorio III

Ya bajo la nueva amenaza del creciente y


expandido poder de los mongoles sobre Oriente,
en 1215, el todavía papa Inocencio III, celebró el
IV Concilio de Letrán, donde se tomó la decisión
de predicar una nueva cruzada que, en este caso y
con absoluta exclusividad, se dedicase a recuperar
los Santos Lugares y a asegurar en ellos la
presencia cristiana. Se pretendió así dejar a un
lado los intereses materiales que habían frustrado
la anterior.

El papa Inocencio III consiguió convencer a destacados caballeros para que se


uniesen a la nueva cruzada y contó con el patrocinio de los reyes Leopoldo VI
de Austria y Andrés II de Hungría, pero fue su sucesor, el papa Honorio III
quien bendijo a los participantes de esta. Las primeras acciones comenzaron
dos años más tarde, en Acre, donde desembarcaron las fuerzas húngaras con

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escasas incidencias hasta que, en1218, Jean de Brienne, rey de Acre, con la
ayuda de los cruzados llegados hasta allí, intentó la conquista de Egipto y puso
sitio a la ciudad de Damieta.

El sultán sirio que gobernaba Egipto, sintiéndose en inferioridad de fuerzas,


prefirió ceder Jerusalén, a cambio de conservar Egipto pieza clave de su
poderío territorial, pero los cruzados rehusaron la oferta y prefirieron a esperar
a los refuerzos del ejército de Federico II. El sultán volvió a renovar la
propuesta de ceder Jerusalén a cambio de la paz y nuevamente fue rechazada
por los cruzados que después de varios asedios, lograron entrar en la ciudad
de El Cairo. La estrategia siguiente era asegurarse el control de la península
del Sinaí, pero las continuas disputas entre los jefes cruzados hicieron que se
perdiera tiempo, que aprovecharon los musulmanes para reforzarse.

En 1221, el cardenal Pelagio, ordeno la toma total de El Cairo, pero las tropas
cristianas fueron llevadas a una trampa donde pronto se vieron rodeados y sin
comida lo que provocó la llegada a un acuerdo de paz con la retirada de El
Cairo y la cesión de la plaza de Damieta. Así, llegado el año 1221, el poder
otomano volvía a imponerse de forma exclusiva en la zona.

Ya falta de la llegada de los refuerzos de Federico II, el espíritu cruzado volvía


a fracasar de la forma más indigna, provocando una gran sensación de
frustración en todo el Occidente.

Asedio y toma de la ciudad de Damieta

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

8. SEXTA CRUZADA (1228-1229)

Federico II
Nuevamente, la seguridad solo podía provenir
de Europa; y todos los ojos se volvieron hacia
Federico II, emperador de Alemania y rey de
Sicilia. Fue un hombre dotado de una gran
curiosidad intelectual, dominó varias lenguas
sintió una gran pasión por las ciencias y,
especialmente por la griega y la oriental. Por ello
reunió en su corte de Palermo a numerosos artistas, médicos, filósofos y
juristas de la época, tanto cristianos como musulmanes. Su espíritu de líder, le
llevó a tomar la cruz en 1215 y se comprometió a liderar una cruzada pensando
en los beneficios que la misma le reportaría para su imperio al anexionarse
Tierra Santa.

Su casamiento, por influencia del papa Honorio III con Isabel, hija de Juan de
Brienne y heredera al reino de Jerusalén, hizo que los acontecimientos se
precipitaran y se fijó la salida hacia Oriente para 1225.

Federico preparó la expedición y mandó construir en los puertos del sur de


Italia, una gran flota que pudiese transportar a su gran ejercito de caballería.
Pero no logró reunir suficientes guerreros y se aplazó su salida hasta 1227.
Su relación con Roma fue empeorando, y el nuevo papa, Gregorio IX, que no
soportaba tantos retrasos en la marcha de los cruzados, le excomulgó,
considerándole enemigo de la iglesia.

Por fin, los cruzados reclutados de Alemania, Inglaterra e Italia, partieron del
puerto de Brindisi con Federico II a la cabeza, alcanzando las costas palestinas
el año de 1228.

Una vez allí, Federico II se mostró más partidario de utilizar la vía diplomática
que la bélica. Persona de gran tolerancia y cultura, y por ello absolutamente

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

distinto de los demás monarcas del momento, valoraba y respetaba a sus


futuros adversarios. Parecía como si la paz hubiese llegado finalmente hasta
aquellos tan disputados lugares. Un acuerdo firmado en 1229, aseguraba, en la
zona, la paz durante diez años, al tiempo que el emperador obtenía del sultán
la cesión Jerusalén y el acceso libre a las ciudades de Belén y Nazaret.

Pero una década más tarde, los cruzados eran nuevamente expulsados de la
Ciudad Santa. Esto hizo que, a finales de 1240, las fuerzas mandadas por el
rey de Navarra, Ricardo de Cornualles y el duque de borgoña desembarcaran
en Acre y consiguieran de sus enemigos la firma de la Paz de Ascalón en 1241
por la que se recuperaban para las tropas cristianas los territorios perdidos.
Pero las intrigas permanentes en ambos bandos, terminaron por debilitar la
situación y en agosto de 1244, los turcos volvieron a tomar Jerusalén y ya no
volvería nunca más a manos cristianas. Aún así, este retroceso cruzado no
fortaleció a sus oponentes musulmanes, ya que desde oriente estaban situados
bajo la nueva amenaza directa de los mongoles que con Gengis Khan a la
cabeza se lanzaban desde las estepas de Asia, habiendo aniquilado el poder
de chinos y rusos.

Federico II y el Sultán de Egipto

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

9. SÉPTIMA CRUZADA (1248-1254)

Luis IX
Tras el final de la tregua de diez años firmada
entre Enrique II y el sultán de Egipto, los
turcos volvieron a expulsar a los cristianos de
la ciudad de Jerusalén en 1244. Ante la
nueva situación creada por la pérdida de
ciudades cristianas, Inocencio IV convocó en
1245 en el Concilio de Lyon una nueva
alianza cruzada. Como el papa estaba
enfrentado al excomulgado Federico II, eligió para su proyecto al ferviente rey
de Francia Luis IX, que acabaría elevado a los altares como san Luis,
convirtiéndose en el líder máximo de las operaciones militares en la zona. El
monarca francés, convirtió la idea de cruzada en uno de los temas más
importantes de su reinado.

Las operaciones militares, no se plantearon, esta vez, sobre el estricto espacio


de Tierra Santa, si no que, haciendo caso omiso de los consejos que el
experimentado Federico II le había dado se situaron en Egipto.

En 1248, fracasó su intento de pactar con los mongoles contra el adversario


común y después de algunas victorias, como la recuperación de Damieta, todo
parecía ofrecer buenas perspectivas para los cruzados y con este espíritu de
valentía, al año siguiente, dirigió sus tropas hacia Egipto y lo que parecía iba a
ser un paseo por El Cairo, fue detenida muy pronto de la manera más decidida.
A la cruenta derrota sufrida en Mansura, siguió una vergonzosa retirada que
incluyó la captura de Luis IX. Para lograr su libertad, fue obligado a pagar una
fuerte cantidad de dinero y a la devolución de la plaza de Damieta.

Luis IX pasó cuatro años en el Reino de Jerusalén en un vano intento de revivir


la unión cristiana, Ante la nueva amenaza de los mamelucos, insto a reforzar
las defensas de las plazas cristianos y comenzar una política de alianzas, lo

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

que pudo haber dado sus frutos si se hubiera quedado. Luis IX regreso a su
reino, sin obtener más resultado que un acercamiento entre los Principados de
Antioquía y el Reino armenio de Cilicia.

De regreso en Francia recibió la noticia de la muerte de su madre, Blanca de


Castilla. Su preocupación por la difícil situación de los caballeros heridos,
especialmente por los ciegos, fundó en París un hospital especializado: El
Hospital del Asilo de Ciegos.

Séptima cruzada

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

10. OCTAVA CRUZADA (1270-1291)

Gregorio X El obstinado rey de Francia no se


sintió escarmentado, con el
humillante fracaso o que había
cosechado y quiso volver a dirigir
de nuevo las operaciones militares
de una nueva cruzada en el 1268.
Para ello, llegó a construir en la
costa de la Provenza, el puerto de
Aigues Mortes, como punto de
partida de sus cruzados, y de allí partiría el que iba a ser su último viaje.

Su hermano, Carlos de Anjou, rey de Nápoles y Sicilia, le había convencido de


la necesidad de hacer un ensayo previo en Túnez, donde se podría obtener, sin
mucho coste, alguna brillante victoria. Pero la suerte estuvo en su contra y, en
1270, el rey moría victima de la peste, en el asedio a la capital del territorio. Las
fuerzas francesas regresaban a su país, tras firmar una paz que convertía a
Túnez en país tributario de su reino. Mientras tanto, las tropas dirigidas por el
príncipe Eduardo de Inglaterra proseguían en Tierra Santa la tarea paralela de
la diplomacia, y en 1272 se firmaba la paz con el sultán.

En el concilio de Lyon de 1274, se comprobaba el fracaso del papa Gregorio X,


de organizar otra operación cruzada que, a pesar de contar con los decisivos
apoyos del emperador bizantino, Miguel Paleólogo, y de Rodolfo de
Habsburgo, no llegó a pasar de ser un proyecto fallido desde su principio.

Una cruzada postrera, que tampoco ha sido integrada en la relación de


cruzadas tradicionalmente admitidas por los historiadores como tal, fue la que
predicó el papa Nicolás IV en 1289 donde unos escasos monarcas cristianos
establecieron algunos acuerdos previos con los mongoles, pero ni siquiera se
llegó a preparar partida alguna. También entra a formar parte de esta
consideración la protagonizada por jóvenes adolescentes y conocida como

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Las cruzadas: 200 años de guerra por la fe

12. CONSECUENCIAS DE LAS CRUZADAS

En primer lugar, las cruzadas tuvieron como consecuencia principal la


transferencia de conocimientos de este a oeste.

Los musulmanes de Oriente vivieron la llegada de los cruzados como una


terrible calamidad, como una agresión de Occidente para conquistar sus
territorios. Vieron en los cruzados los portadores de la ruina, muerte y
desolación en los pueblos orientales. La codicia y la crueldad de los cruzados
les hicieron merecedores de ese odio.

La conquista de Constantinopla, el pillaje de los cruzados, la falta de


sensibilidad ante la cultura bizantina y la destrucción del Imperio crearon un
enorme foso de separación entre los cristianos de Oriente y Occidente, que
tuvo su reflejo en la separación definitiva de las iglesia griega y latina y en el
odio de las poblaciones ortodoxas hacia las occidentales.

Historiadores como Ana Comneno o Guillermo de Tiro nos han dejado


testimonios del impacto del paso de los cruzados por las tierras bizantinas y el
choque entre la brutalidad de costumbres de los occidentales y el refinamiento
cultural bizantino.

En Occidente, las cruzadas ejercieron influencia en el mundo feudal acelerando


el proceso de centralización del poder de los reyes ya que las cruzadas habían
debilitado a los grandes señores feudales, muchos habían muertos y otros se
sumieron en la pobreza, dado los fracasos continuos en apoderarse de tierras
en el Oriente.

Contribuyeron a modificar el modo de vida feudal, al transformarse la vida


económica con la introducción de nuevos cultivos y técnicas artesanas y
crearse un nuevo comercio controlado por los mercaderes genoveses,
venecianos y marselleses, lo que favoreció el resurgimiento de una nueva clase
social: la burguesía, que impulsaría la creación de grandes ciudades

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