Lyons J. (1984) - 38-53

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 17

---~

JOHN LYONS
Profesor de Lingüística
Universidad de Sussex

INTRODUCCION
AL LENGUAJE
y A LA LINGÜÍSTICA

Versión española
RAMÓN CERDÁ
Catedrático de Lengua Española
Universidad de Barcelona

EDITORIAL TEIDE - BARCELONA

n ·
38 LA LINGüíSTICA

No hay 4ue exagerar, por tanto, los inconvenientes metodológicos que apare-
cen en el curso de la investigación lingüística.
En el apartado anterior nos hemos referido a la psicología, a la sociología
y a las demás ciencias sociales. Muchos lingüistas, acaso la mayoría, clasifi-
carían su disciplina entre las ciencias sociales. Pero la lingüística no se pres-
ta fácilmente a ninguna división académica que distinga entre ciencia .y arte
ni entre ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades . El uso creciente
de expresiones tales como 'ciencias de la vida', 'ciencias del comportamiento',
'ciencias humanas' o 'ciencias de la tierra' indican que muchas disciplinas
sienten la necesidad de agruparse por razones estratégicas o tácticas que poco
tienen que ver con las di'stinciones convencionales. La cuestión de si la lingüís-
tica, como asignatura universitaria, se encasilla mejor en una facultad o en
otra constituye un mero asunto de conveniencia administrativa. Como se ha
señalado antes, la lingüística ofrece vínculos naturales con una gama muy am-
plia de disciplinas académicas. Por ello, al decir que constituye una ciencia
no se niega en absoluto su estrecha relación temática con disciplinas tan
humanas como la filosofía y la crítica literaria.
En apartados subsiguientes examinaremos una serie de principios que los
lingüistas de hoy suelen tomar por válidos y que, en su mayor parte, pueden
considerarse derivados del ideal científico de la objetividad. Como la lingüís-
tica moderna, al afirmar su objetividad, se ha declarado tan a menudo al
margen de la tradición, estos principios se contraponen con frecuencia a los
que determinaron las actitudes y supuestos característicos del gramático tra-
dicional.

2.3 Terminología y notación

Toda disciplina dispone de su propio vocabulario técnico, y la lingüística no


es una excepción. La mayoría de términos técnicos que emplean los lingüistas
aparecen en el cur~o de su obra y son fácilmente comprensibles si se atienden
con atención y sin prejuicios.
A veces, no obstante, se objeta que esta terminología o jerga de la lin-
güística es más compleja de lo necesario. ¿ Por qué es tan proclive el lingüista
a la creación de términos nuevos? ¿ Por qué no se conforma con hablar de
sonidos, palabras y partes de la oración en lugar de inventar nuevos términos
técnicos como 'fonemas', 'morfemas' y 'clases de forma'? Ello se debe, evi-
dentemente, a que los términos corrientes sobre la lengua -muchos de los
cuales, incidentalmente, se formaron como términos técnicos de la gramática
tradicional- son imprecisos o ambiguos. Desde luego, esto no impide que el
lingüista, como otros especialistas, no incurra a veces en una pedantería ter-
minológica fuera de lugar. No obstante, en principio, si el vocabulario espe-
cializado de la lingüística se emplea con moderación y con propiedad sirve
2,4. LA LINGÜiSTlCA ES DESCRIPTIVA, NO PRESCRIPTlVA 39

para clarificar y no para ensombrecer, ya que evita la ambigüedad y los po-


sibles malentendidos.
Lo mismo puede decirse con respecto a la notación. No hay más remedio
que utilizar la lengua para hablar tanto del lenguaje en general como de las
lenguas en particular. Por ello necesitamos identificar con exactitud a qué
partes o rasgos de una lengua aludimos. El empleo de notaciones especiales
facilita muchísimo esta labor. Por ejemplo, puede surgir la necesidad de dis-
tinguir entre el significado de una palabra y su forma , y entre cada uno de
estos aspectos y la palabra misma. Y no existe, desafortunadamente, un gru-
po generalmente admitido de convenciones notacio.nales que permita esta-
blecer éstas y otras distinciones. En este libro recurriremos al uso de comillas
simples, comillas dobles y cursiva. Por ejemplo, distinguiremos entre «mesa»
y mesa, para distinguir, respectivamente, entre el significado y la forma (o una
de las formas) de la palabra 'mesa'. Gracias a estas convenciones, podemos
mantener separados, como veremos mas adelante, al menos dos de los senti·
dos de la palabra 'palabra' : el primero, para lo que aparece en el diccionario
de la lengua; el segundo, para lo que se escribe entre espacios como una se-
cuencia de letras en un texto escrito.
Más adelante introduciremos otras convenciones que permitan distinguir
las formas habladas de las escritas, y las formas habladas de un cierto tipo
(fonético) de las habladas de otro tipo (fonológico), y así sucesivamente. Lo
que aquí nos interesa establecer, en general, es que las diversas convenciones
son, si no absolutamente esenciales, sí al menos muy útiles para aludir a los
' datos lingüísticos y precisar de qué se está hablando. Ofrecen, además, la
ventaja de inducir al lingüista a meditar con cuidado distinciones que de
otro modo podrían pasar inadvertidas. Muy a menudo resulta difícil aplicar
con absoluta coherencia una determinada convención notacional, lo que lleva
a veces a replantear la distinción teórica para la cual se había establecido al
principio. Ésta es también una de las formas de progresar en toda disciplina.

2.4 La lingüística es descriptiva, no prescri:ptiva

Aquí empleamos el término 'descriptivo' en un sentido diferente y opuesto


tanto a 'general' como a 'histórico '. Este contraste es el que se establece en-
tre d e s c r i b i r cómo son las cosas y p r e s c r i b i r cómo deberían ser.
Otro término equivalente a 'prescriptivo', en oposición análoga a 'descriptivo',
es 'normativo'. Afirmar que la lingüística es una ciencia descriptiva (es decir,
no normativa) supone que el lingüista trata de descubrir y almacenar las
reglas que siguen realmente los miembros de una comunidad lingüística sin
imponerles otras regl~s o normas (diversas y, por tanto, extrañas) de co-
rrección.
Quizá resulte confuso emplear, como acabo de hacer, el término 'regla'
con dos significados tan diferentes. Los lingüistas, con razón o no, lo utilizan
así. Será útil, por tanto, ilustrar la diferencia entre ambos tipos de reglas
r 40 LA U'\GÜÍSTICA
+= i

-lIa m émoslas inmanentes y trascendentes, respectivam ente- a trayés de a lgo


que nada tiene que ver con la lengua . Examinemos el comportamiento sexual
de la gente en una sociedad dada. Si nos interesa el punto de vista puramente
descriptivo (es decir, no normativo) en la investigación de dicho comporta-
miento, trataremos de averiguar cómo se comporta realmente la gente a este
respecto : si practican el sexo prematrimonial y, si es así, de qué manera y
desde qué edad; si los maridos y las esposas son igualmente fieles o no a sus
compañeros, y así sucesivamente . Ahora bien , en tanto que el comportamien-
to de un grupo dentro de la comunidad esté gobernado, en la práctica, por
principios determinables -si los miembros los obedecen o no , o son cons-
cientes de ellos-, podemos decir que está regulado , en el sentido de que las
reglas son i n m a n e n t e s al comportamiento real. Pero tales reglas (si es
que cabe llamarlas así) son muy distintas en condición, si no en contenido,
de las reglas de conducta que podría prescribir la relación establecida o una
cierta moralidad convencional. La gente, en la práctica, puede o no amoldarse
a es ta suerte de reglas t r a s c e n den t e s (es decir, extrañas, o no in-
manentes) del comportamie nto sexual. PUl' lo de más, puede haber diferen-
cias entre el modo como la gente se COIll rurta y como afirma o incluso cree
comportarse. Todas estas diferencias guardan correlación con el comporta-
miento lingüístico. La distinción más importante, sin embargo, es la que se-
para las reglas trascendentes (o prescriptivas) de las inmanentes (o descrip-
tivas) . Las afirmaciones y negaciones prescriptivas son órdenes (¡Di / No
digas XI), mientras que las afirmaciones y negaciones descriptivas son sim-
ples aseveraciones (La gente dice / no dice X J.
El motivo principal de que los lingüistas actuales insistan tanto en la dis-
tinción entre reglas descriptivas y prescriptivas reside en que la gramática
tradicional presentaba un tala nte fuertemente normativo. El gramático con-
cebía. su tarea como la formulación de pautas de corrección y su imposición,
en caso de necesidad, a los hablantes de la lengua respectiva. A algunos segu-
ramente les resultarán familiares muchos de los preceptos normativos de la
gramática tradicional: «La segunda persona singular del indefinido nunca ter-
mina en -s» (no cantastes, sino cantaste); «Hay que evitar la ambigüedad
entre antecedente y cláusula de relativo» (no Es el chico del vecino que estu-
vo aquí); «Hay que respetar la correspondencia entre deícticos» (no Pásame
es to que llevas ahí); «No hay que confundir los numerales partitivos con los
ordinales» (no El libro es tá en la doceava edición); «El objeto indirecto pro-
nominal carece de concordancia de género» (no La escribió una posta!).1

1. [En el original , se consignan las siguientes normas: 1 «Nunca debe emplearse una
negativa doble» (no I didn ' l do nOlhing, sino I didn'l do anylhing, «No hice nada»); «Nun-
ca terminar oración con preposición » (no That's Ihe man I was speaking lo, sino That's
(he man lo whom J was speak in g, «Es el hombre con quien estuve h ablando»); «El verbo
'to be', "ser / estar", exige el mismo caso antes y después» (por tanto, al aplicar esta r egla
debe corregirse /t's me por JI is J, «Soy yo»); «La forma ain'l es incorrecta» [(no Ain'l
misbehaving, sino J am nol misbehaving, «No me porto mai»)] «No debe escindirse el
infinitivo» (como en J wanl you lo clearly unders land, «Quiero que (lo) entiendas clara-
mente», donde clearly está intercalado en la forma [compuesta ] de infinitivo lo undersland) .
2.4. LA LINGüíSTICA ES DESCRIPTIVA, NO PRESCRIPTIVA 41

El examen de estos. ejemplos demuestra de inmediato que tienen un ca-


rácter bien heterogéneo. Hay düilectos del español en que nunca aparece el
llamado laísmo (es decir, el uso de la en vez de le), mientras que en otros
constituye, desde un punto de vista puramente descriptivo, la construcción
correcta. Cuando se aducen razones para condenar el laísmo u otro fenómeno
similar en nombre de algún principio descriptivo que lo descalifique por vul-
nerar alguna premisa necesaria, la lógica se convierte en una suerte de orácu·
lo. Así ocurre, por ejemplo, al proscribir las construcciones de doble negación
(algo así como Nunca "no ha venido) en ciertas lenguas como en inglés . [o en
latín clásico]. Esgrimiendo la lógica, se ha argumentado que dos negaciones
equivalen a una afirmación. Esto merece algunos comentarios. En primer lu-
gar, delata una incomprensión palmaria de lo que es la lógica y de cómo
opera, si bien no tenemos por qué entrar ahora en la naturaleza de los axio-
mas lógicos ni en la compleja cuestión de cómo se relaciona la llamada
lógica natural del comportamiento lingüístico ordinario- con los sistemas ló-
gicos que construyen e investigan los especialistas. Lo único que vale con-
signar aquí es que no hay nada intrínsecamente ilógico en la construcción
negativa doble. En los dialectos en que se emplea con regularidad actúa sis-
temáticamente según reglas y principios gramaticales de interpretación que
son inmanentes al comportamiento de las respectivas comunidades dialecta-
les. También conviene mencionar, a propósito de la construcción negativa
doble, que, tal como funciona en ciertos dialectos del inglés, no puede des-
cribirse adecuadamente sin temer en cuenta rasgos como el acento y la en-
o tonación. Las reglas del inglés eStándar (esto es las reglas inmanentes al com-
portamiento lingüístico de los hablantes de un determinado dialecto del
inglés) permiten 1 didn't do nothing (con el significado aproximado de «No
es cierto que yo no hiciera nada») siempre y cuando dind't se acentúe, o
bien, junto con otras implicaciones o presuposiciones, si do o nothing se
pronuncian con un acento especialmente enfático. En los dialectos en que
1 didn' t ido nothing · (con acento normal) puede significar «No hice nada»
también toma los significados del inglés estándar, si bien el acento y la en-
tonación evitan la confusión. Puede observarse, en fin, que son muchas las
lenguas donde la llamada construcción negativa doble se produce precisa-
mente en el dialecto literario: por ejemplo, en francés, italiano, español o
ruso -por no mencionar sino algunas de las modernas lenguas europeas más
familiares-o Incluso el más prestigioso dialecto del griego antiguo -el grie-
go clásico, empleado en las obras de Platón, Sófocles, Tucídides y aun del
padre de la lógica, el propio Aristóteles- tenía una construcción negativa
doble. ¡Y a fin de cuentas la gramática tradicional se origina en la descrip-
ción de los dialectos literarios de la antigua Grecia!
Otros preceptos normativos de la gramática tradicional -como [en in-
glés] la condena de la escisión del infinitivo (.. . to clearly understand) o de
Jt's me- derivan de la aplicación de principios y categorías que en un mo-
mento anterior se habían establecido para la descripción del griego y el latín.
Así, ocurre que las formas a que se aplica el término 'infinitivo' contienen
una sola palabra en griego y en latín, lo mismo que en francés, alemán, ruso,
r 42 LA LINGüíSTICA
F

español, etc. Tradicionalmente, las formas de dos palabras, como to under-


stand, «comprender», to go, «ir», etcétera, se denominan también infinitivos,
aun cuando su función sólo pueda compararse en parte con la de los infi-
nitivos latinos, pongamos por caso. Como veremos más adelante, la posibi-
lidad de escindir una forma (en el sentido en que se utiliza con respecto al
infinitivo [en inglés]) es uno de los principales criterios que aplica el lin-
güista para decidir si se trata de una o de dos palabras. y dado que por otros
motivos y por las convenciones ortográficas de la lengua escrita los llamados
Infinitivos del inglés son formas de dos palabras, no cabe objeción, en prin-
cipio, para separarlas. En cuanto a la proscripción de !t's me, «Soy yo», et-
cétera, lo cierto es que las llamadas diferencias de caso de la gramática
tradicional (yo frente a me, mí; tú frente a te, ti; él frente a le, lo, etc.) no se
encuentran en todas las lenguas, y ni siquiera algo que quepa identificar, por
su función y sus características gramaticales, como un verbo que signifique
«ser». Además, en las lenguas con casos y verbos equivalentes al latín 'esse',
al inglés 'to be' [o al español 'ser'], la diversidad de construcciones posibles
es tal, que la tradicional regla, «El verbo 'to be' toma el mismo caso antes
y después», denuncia inmediatamente lo que es : una regla normativa basada
en el latín que no se sostiene en criterios más generales.
Es interesante notar que muchos hablantes de un inglés que los gramá-
ticos tradicionalistas considerarían bueno dirían y escribirían between you
and J [en lugar de between you and me], «entre tú y yo», He told you and J
[én lugar de He told you and me], «Lo dijo a ti y a mí», etc. 2 Estas cons-
trucciones violan otra tradicional regla prescriptiva del inglés : «Los verbos
y las preposiciones rigen su objeto en acusativo». Derivan, al parecer, de lo
que se denomina u 1 t r a c o r r e c ció n, esto es la ampliación de una re-
gla o principio, por ignorar su cobertura, a fenómenos a los que original-
mente no se aplicaba. 3 Queda, aSÍ, ignorada la naturaleza de la regla pres-
criptiva, sobre todo porque muchos hablantes que dirían con naturalidad
You and me will go, «Tú y mí» (=yo) iremos», nunca dirían, en cambio, Me
will go, «MÍ iré», ni He told J, «Me dijo a yo». Se interpreta, por el contrario
(para no pasar por hablante de un inglés deficiente) como una norma para
sustituir you and me (o me and you) por you and J en todas las posiciones.
Ello da lugar no sólo a lo que la gramática tradicional aceptaría, y ou and
J will go tegether, «Tú y yo iremos juntos», etc., sino también a lo que con-
denaría, between you and J, «entre tú y yo», He told you and J, «Dijo a ti

2. [Algo semejante sucede en español con 'entre' , que rige actualmente las formas
pronominales de nominativo (v. gr., Entre tú y yo lo haremos) tras una situación vaci-
lante hasta finales del XVII (v. gr., Estaba entre ti y mí).]
3 [Un ejemplo de ultracorrección en español se encuentra en una grafía como Viva
llo, en lugar de Viva yo, cuyo autor, sin duda semianalfabeto y yeísta, esto es hablante
que confunde II (v. gr., calló) e y (v. gr., cayó) en favor de y (y pronuncia [kayó] en amo
bos casos), se corrige indebidamente al aplicar en exceso (en una forma de 'yo') la nor-
ma ortográfica que ha de aplicar todo yeísta de que, a veces, ha de escribir <ll> donde él
pronuncia [y]. ef. 6.5, nota 3.]
2.4. LA LINGllSTICA ES DESCRIPTIVA, NO PRESCRIPTIVA 43

yayo», etc. Lo que no implica, por supuesto, que todo ha,blante de inglés
que diga between you and 1, He told you and 1, etc., haya realizado la ope-
ración de aplicar bien y mal, al mismo tiempo, la regla tradicional. Estas
construcciones son tan comunes en el habla actual de la clase media y alta
I
) del inglés estándar de Inglaterra que seguramenfe las han aprendido con
toda naturalidad la mayoría de los que las utilizan. Y no hay duda, sin em-
bargo, de que se originaron en un proceso de ultracorrección.
Desde luego, ni la lógica ni la gramática del latín sirven de tribunal de-
cisorio para decidir si algo es o no correcto en inglés. Tampoco puede ape-
larse a la autoridad incuestionable de la tradición por la tradición (<<Así me
los enseñaron a mí, a mis padres y a los padres de mis padres ») o al uso
de los escritores más reputados de la lengua. Hay una opinión ampliamente
admitida en nuestra sociedad, al menos hasta hace poco, según la cual el
cambio lingüístico supone necesariamente un decaimiento o una corrupción
de la lengua. Esta opinión no puede defenderse de ningún modo. Todas las
lenguas están sujetas al ' cambio, no hay más que observarlo. De ahí que la
tarea de la lingüística histórica consista en investigar todos los detalles po-
sibles del cambio lingüístico y, mediante una teoría explicativa, contribuir al
conocimiento de la naturaleza del lenguaje. Los factores que determinan el
camb,io son complejos y hasta ahora sólo parcialmente comprendidos. Pero
sé conocen suficientemente ya -desde mitad del siglo pasado- p¡g-a que no
quepa duda de que, si se mira sin prejuicios el cambio en la lengua,"--io que
en un momento se condena como corrupción o decaimiento de criterios tra-
dicionales de uso puede siempre ponerse en correlación con otro cambio
anterior del mismo tipo que dio origen al uso que los propios tradiciona-
listas · consideran genuinamente correcto.
En cuanto al principio de seguir los criterios de los escritores más con-
sagrados, también es indefendible, al menos por la forma en que suele aplicar-
se. No hay razón para creer que un escritor, por muy genial que sea, está
investido de un don especial para el conocimiento seguro y certero de las
reglas trascendentes de corrección por encima de los demás hablantes. De
ahí que la gramática tradicional tenga un verdadero prejuicio literario en
sus ' bases de comparación. Ello se debe a que en períodos importantes del
desarrollo cultural europeo -desde la escuela alejandrina en el siglo 1I a. C.
hasta el humanismo renacentista- la descripción gramatical, primero del
griego y luego del latín, estaba subordinada a la tarea práctica de hacer acce-
sible la literatura primitiva a los que no hablaban, o no podían hablar por
el paso del tiempo, el dialecto del griego o del latín en que se basaba la len-
gua de los textos clásicos. El prejuicio literario de la gramática tradicional
no sólo se explica por estos hechos históricos, sino que resulta aun justifica-
ble, al menos en lo que atañe a la descripción del griego y del latín. Pero
carece de sentido en la descripción gramatical de las lenguas habladas mo-
.dernamente.
No hay, en la lengua, pautas absolutas de corrección. Podemos decir que
un extranjero ha cometido un error si dice algo que viola las reglas inma-
nentes al uso de los hablantes nativos. Podemos decir igualmente, si nos

[
44 LA LINGüíSTICA

empeñamos en ello, que el hablante de un dialecto social o regional no es-


tándar se ha expresado de una forma no gramatical si su enunciación vul-
nera las reglas inmanentes a lengua estándar. Pero al expresarnos así adop-
tamos, qesde luego, el supuesto de que quería utilizar la lengua estándar o de
que, al menos, debía haberlo querido. y este supuesto requiere justificación.
Para evitar malentendidos, hemos de subrayar que, al distinguir entre
descripción y prescripción, el lingüista no niega el establecimiento y la pres-
cripción de normas de uso. Existen evidentes ventajas administrativas y edu-
cacionales en el mundo moderno si se estandariza un dialecto principal para
un determinado país o región. Este proceso de estandarización ya ha tenido
lugar durante largos períodos en muchos países occidentales, con o sin la
intervención del gobierno. En la actualidad se está realizando a escala ace-
lerada y dentro de la política oficial en algunas naciones en vías de desarrollo
de' África y Asia. El problema de seleccionar, estandarizar y promover una
determina aa lengua o dialecto a expensas de otras está llena de dificultades
políticas y sociales. Forma parte de lo que se ha venido en llamar p 1 a n i f i-
ca ció n 1 in g ü í s tic a, . un campo importante de la sociolingüística apli-
cada.
Tampoco debe pensarse que, al negar que todo cambio en la lengua sea
para mal, el lingüista implique que deba ser necesariamente para bien. El
lingüista se limita a poner en tela de juicio la apelación irreflexiva a crite-
rios empíricamente desacreditados. Concede que cabe la posibilidad, en prin-
cipio, de evaluar los dialectos y las lenguas por su flexibilidad relativa, el
ámbito de expresión, la precisión y el potencial estético, y acepta ciertamen-
te que el uso de un dialecto o lengua por cada hablante y escritor puede ser
más o menos efectivo. No obstante, y a juzgar por la obra científica más
reciente sobre el lenguaje y las lenguas, también ha de admitir que la ma-
yoría de estos juicios son extremadamente subjetivos. Como miembro de
una comunidad de hablantes, el lingüista tendrá sus propios prejuicios, es-
pontáneos o derivados de su origen social, cultural o geográfico, y puede ser
conservador ·0 progresista por temperamento. Sus actitudes hacia la propia
lengua no serán menos subjetivas, a este respecto, que las del profano. Por
ejemplo, puede encontrar agradable o desagradable una determinada pro-
nunciación o dialecto. Puede, incluso, corregir el habla de sus hijos si los oye
utilizar una pronunciación, una palabra o una construcción gramatical re-
probadas por los puristas. Ahora bien, al proceder así, si es consecuente con-
sigo mismo, sabrá que corrige algo no inherentemente incorrecto, sino sólo
en relación con un cierto modelo que, por razones de prestigio social 6 por
alguna ventaja educativa, desea que adopten sus hijos.
, En cuanto a su actitud con respecto a la lel)gua literaria, el lingüista se
limita a subrayar que l¡¡. lengua ~e emplea para muchos propósitos y que
estds empleos no deben Juzgarse a partir de criterios aplicables única o pri-
mordialmente a la lengua literaria. Esto no quiere decir, en absoluto, que
sea hostil a la literatura o a su estudio en la escuela y la universidad. Por
el contrario, muchos lingüistas manifiestan un particular interés por la in-
2.5. PRIORIDAD DE LA DESCRIPCIÓN SINCRÓNICA 45

vestiga ción de los usos literari os a que se aplica la lengua y


al modo de cul-
minar dichos usos. Esto forma parte -muy import ante, por
cierto - de la
rama de la macrol ingüíst ica conoci da por e S t i 1 í S tic a.

2.5 Prioridad de la descripción sincrónica

El princip io de la priorid ad de la descrip ción sincrón ica, caracte


rístico, en su
mayor parte, de la teoría lingüís tica del presen te siglo, implica
que las 'con-
siderac iones históri cas carece n de relevan cia para investi gar
los diverso s es-
tados tempor ales de una lengua . Al comien zo del capítul o (cf. 2.1),
introdu jimos
los términ os de 'sincro nía' y 'diacro nía', debido s a Saussu re.
Aquí vamos a
utilizar una de las analog ías utilizad as por este autor para
ilustra r la prio-
ridad de lo sincrón ico sobre lo diacrón ico.
Compa remos el desarro llo históri co de una lengua con una
partida de
ajedrez que se juega ante nosotro s. La situaci ón del tablero
cambia cons-
tantem ente a medida que cada jugado r realiza su movim iento.
Ello no obs-
tante, en cada momen to puede describ irse sin residuo s la situaci
ón de juego
a partir de las posicio nes ocupad as por las piezas. (En realida
d, no es exac-
tament e así. Por ejempl o, el estado del juego queda afectad o,
por lo que se
refiere a las posibil idades de enroca r, por haber movido el
rey de su posi-
éión inicial, aunque luego vuelva a ella. Podem os pasar por
alto estos deta-
lles menore s que infring en la analog ía de Saussu re.) No import
a por qué
camino llegan los jugado res a un determ inado estado de juego.
Al margen
del número , la natural eza o el orden de los movim ientos anterio
res, puede
describ irse cada posició n sin necesid ad de hacer ningun a referen
cia a ellos.
Lo mismo sucede . según Saussu re, con el desarro llo históri co
de las lengua s.
Todas cambia n consta ntemen te. Pero cada estado sucesiv o
de una lengua
puede, y debe, describ irse en sus propio s términ os sin referen
cia a sus ante-
cedente s ni a sus probab les consec uencias .
Todo esto acaso parezc a demasi ado teórico y abstrac to, pero
contien e
implica ciones bien práctic as. La primer a se refiere a lo que cabe
llamar f a-
l a c i a e t i m o 1 ó g i c a. La etimolo gía es el estudio del origen
y evoluc ión
de las palabra s. Sus fuentes se encuen tran, por lo que concie
rne a la tradi-
ción gramat ical de Occide nte, en las especu lacione s de ciertos
tÜósofos grie-
gos del siglo v a. C. El propio términ o de 'etimol ogía' es bien
revelad or, pues
es la versión latiniza da de la palabr a griega 'étymo s', que signific
a «verda -
dero» o «real». Según una escuela de filósofos griegos del siglo
v, las pala-
bras se asocian por natural eza, y no por conven ción, a sus signific
ados. Esto
quizá no resulta eviden te al profan o, estima ron; pero era demos
trable por
el filósofo capaz de discern ir la realida d que subyac e bajo la
aparien cia de
las cosas. Penetr ar las aparien cias a menud o engaño sas por
medio del aná-
lisis cuidad oso de los cambio s que habían tenido lugar en
la evoluc ión de
la forma o del signific ado de una palabra , descub rir el origen
de una palabr a
46 LA LINGÜiSTICA

y por él su verdadero significado equivalía a desvelar una verdad de la natu-


raleza. Por falacia etimológica entiendo el supuesto de que la forma y el
significado originarios de una · palabra son necesariamente, y .en virtud de ello,
los únicos correctos. Tal supuesto se encuentra ampliamente difundido. Pién-
sese, si no, en la cantidad de veces que se aduce el argumento de que como
talo cual palabra procede del griego, el latín, el árabe u otra lengua cual-
quiera, el significado correcto de la misma ha de ser el que tenía en esa len-
gua de origen. El argumento es falaz porque car~ce de justificación el su-
puesto implícito de que hay una correspondencia originalmente verdadera
o apropiada entre forma y significado.
En el siglo XIX la e t i m o 1 o g í a adquirió un fundamento mucho más
sólido que en períodos anteriores. Ya no es justo sostener, como se atribuye
a Voltaire, que la etimología es una ciencia en que las vocales no cuentan
para nada y las consonantes para muy poco. Tal como se practica en la ac-
tualidad, constituye una rama bien respetable de la lingüística histórica o
diacrónica. Como veremos en el capítulo 6, dispone de sus propios princi-
pios, basados en la cualidad y cantidad de evidencias que ellos mismos
aportan. En los casos más favorables, la fiabilidad de la reconstrucción eti-
mológica es ciertamente muy grande.
Un aspecto que descubrieron los etimologistas del XIX y que los lingüis-
tas actuales dan por sentado es que la mayoría de las palabras del vocabu-
lario de una lengua no pueden rastrearse hasta su origen. Las palabras creadas
deliberadamente, tomando en préstamo formas de otras lenguas o utilizando
algún otro principio, no son típicas del vocabulario en general ni evidente-
mente del vocabulario más básico y no especializado de una lengua. Lo que
hace el etimologista actual es relacionar palabras de un estado sincrónica-
mente descriptible de una lengua con otras atestiguadas o reconstruidas de
algún estado anterior de la misma 6 de alguna otra lengua. Ahora bien, las
palabras de aquel estado anterior han evolucionado a su vez a partir de otras
también anteriores. La posibilidad de descubrir la ' forma o el significado de
estas palabras anteriores con las técnicas etimológicas depende de los datos
que hayan sobrevivido. Por ejemplo, podemos relacionar la palabra del in-
glés actual 'ten', «diez», con la del · antiguo inglés cuyas formas alternaban
entre ten (con una vocal larga) o tien. Y aun podemos relacionar esa palabra
del antiguo inglés, a través de sucesivos estados hipotéticos, con una pala-
bra reconstruida del protoindoeuropeo, cuya forma sería *dekm y que significa
asimismo «diez». Pero ya no cabe retroceder más allá de este punto. Y, sin
embargo, la palabra del protoindoeuropeo *de'km -el asterisco precisa que
se trata de una forma reconstruida y no documentada ' (cf. 6.3)- no es, evi-
dentemente, el origen de todas las palabras derivadas de ella en las lenguas
que pertenecen a la familia indoeuropea. Desde luego, ha de haber surgido a
partir de otra palabra (que puede, o no, haber significado «diez» -no hay
modo de averiguarlo-) perteneciente al vocabulario de otra lengua; y aquella
palabra, a su vez, de alguna otra anterior de otra lengua, y así sucesivamente.
En general, los etimologistas no se preocupan en la actualidad por los oríge-
nes más remotos, y aun admitirían que, en muchos casos (p. ej., .e n la palabra ,
2.5. PRIORIDAD DE LA DESCRIPCIÓN SINCRÓNICA 47

'ten'), no tiene sentido indagar el origen de una palabra. Lo que el etimolo-


gi~ta puede decir, con más o menos seguridad, es cómo era la forma o el
significado del más antiguo antecedente conocido o hipotético de una pala-
bra dada.
Esto nos ',lleva a una evidente incongruencia con la analogía de S,aussure. '
Toda partida de ajedrez, jugada y completada según las reglas, tiene 'un prin-
cipio y un final. Las lenguas, en cambio, no. No sólo es falso (por 10 que sa-
bemos) que todas las lenguas partieran de una misma posición de tablero,
por así decirlo, y luego evolucionaran por su cuenta, sino que también es
imposible fechar el principio de una lengua como no sea muy aproximada-
mente y por una convención arhitraria. No podemos decir, por ejemplo, en
qué punto del tiempo el latín hablado se convirtió en francés, italiano o es-
pañol antiguos. Tampoco podemos decir en qué momento cesó de existir
una lengua a menos que sea una lengua extinguida más o menos de golpe
por la muerte física de sus hablantes ñativos. Las lenguas, desde un punto
de vista diacrónico, no tienen principio ni fin determinado. En última instan-
cia, sólo por mera convención o conveniencia decimos que el antiguo inglés
y el inglés moderno constituyen dos estados de la misma lengua en lugar,
pongamos, de dos lenguas diferentes. Existe aún otro aspecto por el que se
desmorona también la analogla de Saussure. La partida de ajedrez depende
de reglas explícitamente formuladas y~ dentro de los límites impuestos por
ellas, los jugadores determinan el curso del juego con referencia a un final
,reconocido. Por lo que sabemos, no hay direccionalidad en la evolución ,dia-
crónica de las lenguas. Puede haber ciertos principios generales que deter-
minan la transición de un estado a otro de una lengua. Ahora bien, aun cuan-
do existan tales principios, no pueden compararse con las reglas de un juego
artificial como el ajedrez. Volveremos a las llamadas leyes del cambio lin-
güístico en el capítulo 6.
El principio de la prioridad de la descripción sincrónica suele concebirse
en el sentido de que mientras la descripción sincrónica es independiente de
la descripción diacrónica, ésta presupone el análisis sincrónico previo de los
estados sucesivos por los que han pasado las lenguas en el curso de su evo-
lución. Quizá no era ésta la opinión de Saussure, pero hoy se acepta amplia-
mente en los supuestos sobre la naturaleza de los sistemas lingüísticos.
A veces los lingüistas hablan, un tanto confusamente, como si bastara
el paso del tiempo para explicar el cambio lingüístico. Pero intervienen fac-
tores muy diferentes, tanto int~rnos como externos a la lengua. Algunos, tal
vez los más importantes, son sociales. El paso del tiempo simplemente per-
mite que su interacción compleja dé lugar a lo que más tarde aparece como
una transición de un estado de lengua a otro.
' Además, la noción de paso diacrónico entre estados sucesivos de una
lengua sólo adquiere sentido si se aplica a estados lingüísticos relativamente
alejados uno de otro en el tiempo. Me he referido ya a lo que he llamado
ficción de la homogeneidad (cf. 1.6). Hasta cierto punto, es tan útil como ne-
cesaria. No obstante, si se entiende que el cambio lingüístico comporta la
transformación constante de lo que en un momento fue un sistema lingüís-
48 LA LINGüíSTICA

tico perfectamente homogéneo, todo el proceso del cambio en la lengua pa-


rece mucho más misterioso de lo que realmente es. Los rasgos característicos
del habla de una minoría aparentemente insignificante de miembros de una
comunidad lingüística, en un determinado momento, pueden extenderse a
la mayor parte de la comunidad en el curso de una o dos generaciones. Al
lingüista que describa la lengua sincrónicamente en cualquiera de estos dos
puntos del tiempo le será igualmente legítimo omitir el habla de la minoría
disidente. Pero si procede así y luego continúa refiriéndose diacrónicamente
a un sistema lingüístico sincrónicamente homogéneo que se transforma en
otro también homogéneo incurrirá en una distorsión de los hechos. Peor aún,
correrá el riesgo de crear ciertos pseudoproblemas teóricos insolubles. En
cuanto advertimos que ninguna lengua es estable o uniforme, damos ya el
primer paso para explicar teóricamente la ubicuidad y la continuidad del cam-
bio lingüístico. Si observamos dos estados de una lengua no excesivamente
separados en el tiempo, probablemente descubriremos que la mayoría de las
diferencias entre ambos ya se encuentran como variación sincrónica en los
períodos anteriores y posteriores. Desde el punto de vista microscópico -en
tanto que distinto del macroscópico, habitual en lingüística histórica-, es
imposible trazar una distinción clara entre cambio diacrónico y variación
sincrónica.
En resumen, el principio de la prioridad de la variación sincrónica es
válido, pero, en la medida en que se apoya en la ficción de la homogeneidad,
debe aplicarse con sumo cuidado y con su reconocimiento total a la condi-
ción teórica del concepto de sistema lingüístico. Volveremos de inmediato a
esta cuestión.

2.6 Estructura y sistema

Una de las definiciones de 'lengua' que mencioné en el capítulo 1 a propósito


de Chomsky la considera como un «conjunto (finito o infinito) de oraciones,
cada una de ellas finita en longitud y compuesta por un conjunto finito de
elementos» (cf. 1.2). Adoptemos lo dicho como definición parcial del término
'sistema lingüístico' que hemos introducido, recuérdese, para solventar en parte
la ambigüedad de la palabra inglesa 'language'.
En tanto que, por definición, son estables y uniformes, los sistemas lin-
güísticos no pueden identificarse con las lenguas naturales existentes; son,
por el contrario, constructos teóricos postulados por el lingüista para dar
cuenta de las regularidades que halla en el comportamiento lingüístico de
los miembros de comunidades lingüísticas -más exactamente, en las seña-
les lingüísticas producto de aquel comportamiento-. Como hemos visto,
las lenguas naturales existentes no son ni estables ni homogéneas. No obs-
tante, hay suficiente estabilidad y homogeneidad en el habla de los que razo-
nablemente utilizan la misma lengua para que la postulación de un mismo
sistema lingüístico subyacente sea provechosa y científicamente justificable,
2.6. ESTRUCTURA Y SISTEMA 49

excepto cuando se trata explíci tament e de describ ir la variacl


On sincrón ica
y diacrón ica. En el curso de los tres capítul os siguien
tes daremo s por sen-
tada la noción de sistem a lingüís tico tal como la definim os y expone
mos aquí.
. Entre las señales lingüís ticas que produc e o produc iría un
hablan te es-
" pañol en un períod o dado de tiempo , alguna s quedar ían clasific
adas como
o r a c ion e s de la lengua , y otras no: No vale la pena inquiri
r en este mo-
mento en virtud de qué criterio s se estable ce esta divisió n entre
oracion es y
no oracion es. Eviden tement e, se trata de princip ios que determ
inan la cons-
trucció nde textos y discurs os más amplio s. Ademá s, alguno
s de estos prin-
cipios son tan · básicos , que su violaci ón se entend ería como
la ruptur a de
las reglas de la lengua . Aunqu e no todos en la actuali dad, la
mayorí a de lin-
güistas mantie ne el supues to tradici onal de que mucho , si
no todo, de lo
que se compre nde al decir que se conoce una lengua se refiere
a la cons-
trucció n e interpr etación de oracion es.
Digam os que las oracion es son lo que se puntua ría conven
cionalm ente
como tales en la lengua escrita . Como hemos visto, las lengua
s natura les tie-
nen la propie dad de la transfe ribilida d de medio (cf. 1.4). Esto
signific a que,
por lo genera l, toda oración de la lengua escrita puede poners
e en corres-
ponden cia con una oración de la lengua hablad a, y vicever sa.
Las oracion es
hablad as, por supues to, no se puntúa n por medio de algo estrict
amente equi-
valente a la letra mayús cula inicial, el punto y aparte o la coma
de las ora-
ciones escrita s. Para nuestro s propós itos, sin embarg o, podem
os estable cer
l!na equiva lencia aproxi mada y simple entre los signos' de puntua
ción de una
lengua escrita y las pautas de e n ton a ció n de la corresp
ondien te len-
gua hablad a.
Lo mismo que en mucha s otras discipl inas, el términ o 'estruc
tura' fi-
gura de un modo promin ente en la lingüís tica moder na. Si
adopta mos el
punto de vista que primer o expres ó Saussu re y boy acepta n
quiene s suscri-
ben los princip ios del e s t r u c t u r a 1 i s m o, diremo s que
un sistem a lin-
güístic o no sólo tiene una estruct ura, sino que es una estruct
ura. Por ejem-
plo, en tanto que el españo l escrito y hablad o son isomór ficos
(es decir, tie-
nen la misma estruct ura). son la misma lengua : no tienen
en común más
que su estruct ura. El sistem a lingüís tico en sí, es, en princip io,
indepe ndiente
del medio en que se manifi esta. y es, a este respect o, una estruct
ura pura-
mente abstrac ta.
Los sistema s lingüís ticos son estruct uras de dos niveles ; tienen,
pues,
la propie dad de la dualida d (cf. 1.5). Las oracion es hablad as
no son combi-
nacion es sólo de elemen tos fonológ icos, sino tambié n de unidad
es sintáct icas.
La definic ión parcial de Choms ky sobre el sistem a lingüís tico
como conjun to
de oracion es, cada una de las cuales es finita en longitu d y
formad a por un
conjun to finito de elemen tos, debe amplia rse para abarca r
esa propie dad
esencia l de las lengua s natura les. Cabe lógicam ente la posibil
idad de que dos
sistema s lingüís ticos sean isomór ficos en un nivel sin -serlo
en el otro. En
rigor, como se ha señalad o ya, el hecho de que los llamad
os dialect os del
chino sean suficie ntemen te próxim os al isomor fismo sintáct ico
(aunqu e estén
lejos del isomor fismo fonológ ico) explica que la miSma lengua
escrita no
50 LA LINGüíSTICA

'alfabética pueda ponerse más o menos en correspondencia con cada uno de


ellos. Cabe asimismo la posibilidad de que haya lenguas fonológicas, pero ·no
sintácticamente, isomórficas. Esta posibilidad se encuentra más o menos cuan-
do un hablante de español habla un francés gramaticalmente perfecto pero
con un fuerte acento de su propia lengua. Más interesante aún es la inde-
pendencia de la sintaxis y la fonología que a menudo Se pone gramatical-
mente de manifiesto en los procesos de criollización .(cf. 9.3).
Las lenguas naturales, por consiguiente, presentan dos niveles de estruc-
tura independientes, en el sentido de que la estructura fonológica de una
lengua no está determinada por su estructura sintáctica, del mismo modo
que la estructura ,sintáctica tampoco está determinada por su estructura fono-
lógica. Es improbable, por no decir imposible, que existan dos lenguas natura-
les cuyas oraciones habladas o escritas en una puedan oírse o leerse, una a
una, como oraciones de la otra (con el mismo significado o no). Pero sucede
a menudo, debido a la independencia de la estructura fonológica y sintáctica,
que la misma combinación de elementos (sonidos en el habla, y letras en la
escritura alfabética) realice no una, sino dos o más oraciones. Las oraciones,
. entonces, pueden distinguirse por medio de la entonación o la puntuación, se-
gún sea el caso, Así,

(1) Piensa Juan que todo saldrá bien


se distingue de

(2) Piensa, Juan, que todo saldrá bien


en español escrito por la puntuación, y en el hablado por la entonación. Pero,
aun sin diferencias ~ _este tipo, cabe la posibilidad de que una misma com-
binación realice más tie una oración. Por ejemplo,
'----....
(3) Ahí viene la lechuza de...... su suegra
pueden ser, al menos, dos oraciones"'4~stintas en español, según que se afirme
que su suegra posee una lechuza o que es (como) una lechuza en algún sen-
tido pertinente. Más adelante trataremos más de cerca el análisis sintáctico
de las oraciones. De momento, basta con haber establecido que las oraciones,
tal como se definen tradicionalmente, no puedeh, identificarse ni distinguirse
entre sí a base de los 'elementos fonológicos de que se componen. En realidad,
como hemos podido observar en (3), ni siquiera pueden identificarse a partir
de las unidades sintácticas sin tener en cuenta otros aspe'G.tos, al menos, de la
estructura sintáctica, entre ellos la asignación de unidades a lo que tradicio-
nalmente se denominan par t e s del di s c u r s o (nombre, verbo, adjeti-
vo, etc).
Las unidades sintácticas que componen las oraciones, contra lo que ocu-
rre con los elementos fonológicos, son muy numerosas. No obstante, como los
elementos fonológicos, son finitas en número. Digamos que todo sistema lin-
güístico supone la existencia de un in ven t a r i o finito de elementos y de
2.6. ESTRUCTURA Y SISTEMA 51

un vo c a b u lar i o finito de unidades (simples) junto con un conjunto de re-


gias (acaso de diversos tipos) que interrelacionan ambos niveles de estructura
y precisan qué combinaciones de unidades son oraciones del sistema lingüís-
tico y, por implicación, si no explícitamente, cuáles no lo son. Conviene notar,
como veremos más adelante, que el vocabulario de una lengua natural es mu-
cho más que un conjunto de unidades sintácticas, pero ninguna de las modi-
ficaciones o de los afinamientos terminológicos que introduciré en capítulos
siguientes afecta sustancialmente lo que se ha dicho aquí.
Por el momento, las llamadas unidades sintácticas pueden considerarse
fa r m a s, esto es, combinaciones de elementos tales, que toda combinaciÓn
distinguible constituye una forma distinta. Ahora bien, las formas en · este
sentido ' del término tienen un significado y éste es tá lejos de ser independien-
te de su función sintácticá. Así aparece claramente en el caso de formas como
sobre. La concepción tradicional establecería que hay (al menos) dos pala-
bras diferentes en el vocabulario del español, representables (entre comillas
simples) a base de 'sobre,' y 'sobre 2' y que difieren tanto en significado como
en función sintáctica, aun cuando compartan la misma forma (v. gr., Hay un
sob re so bre la mesa). Más adelante precisaremos un poco mejor esta distin-
ción tradicional entre una forma y la unidad de la cual es forma; con ello ad-
ve rtimos que el término 'palabra', tal como lo utilizan los lingüistas y los pro-
fanos, es extremadamente ambiguo (cf. 4.1).
Toda oración está b i e n fa r m a d a por definición, tanto sintáctica como
fonológicamente, en el sistema lingüístico del cual es oración. El término 'bien
formado' es más amplio que el más tradicional 'gramatical', y lo incluye, mien-
tras que este último es más amplio a su vez que 'sintácticamente bien for-
mado', al que incluye igualmente. En el capítulo 4 examinaremos la naturaleza
y los límites de la g r a m a tic a lid a d (esto es, la buena formación grama-
tical). Aquí basta con precisar que la buena formación (incluyendo la gra-
maticalidad) no debe confundirse con la aceptabilidad, potencialidad de uso
y ni siquiera significabilidad. Existe un número indefinidamente grande de
oraciones en español y en cualquier otra lengua natural que, por diversas ra-
zones, no suelen aparecer. Pueden contener una serie inaceptable de palabras
obscenas o blasfemas, resultar estilísticamente forzadas o excesivamente com-
plejas desde un punto de vista psicológico, o bien resultar contradictorias, o
aun describir situaciones que nunca se producen en el mundo habitado por la
sociedad que utiliza la lengua en cuestión. Toda combinación de elementos
o unidades de una lengua dada, L, que no esté bien formada según las reglas
de L está m a I fa r m a d a con respecto a L. Las combinaciones mal for-
madas de elementos o unidades pueden caracterizarse como tales por medio
de un asterisco antepuesto. 4 Así,
(4) "'Feliciano la dio un susto

4. El uso de asteriscos para indicar malformación no debe confundirse con el empleo


también común y más arraigado que se hace en la lingüística histórica para caracterizar
formas reconstruidas [o no documentadas] (cf. 2.5) . El contexto aclarará, sin duda, a cuál
nos referimos.
52 LA LINGüíSTICA

está mal formada y, en rigor, es no gramatical con respecto al español estándar.


No obstante, está gramaticalmente bien formada en ciertos dialectos del es-
pañol. Este ejemplo ilustra el prinCipio más general de que pueden construirse
lenguas disti~tas a partir de los mismos elementos y unidades, y lo qu~ está
bien formado en una lengua puede -estar mal formado con respectó qtra. a
Pese a que se ha ilustrado con dos dialectos de la misma lengua, el principio
vale para lenguas diferentes. Mucho más podría decirse -aún sobre la estruc-
tura de los sistemas lingüísticos, pero es mejor dejarlo para los capítulos de
fonología, gramática y semántica, donde cabe presentar gradualmente y ejem-
plificar con mayor detalle las cuestiones generales.5
Hemos empezado este apartado asumiendo la definición de Chomsky sobre
la lengua (es decir, el sistema lingüístico) como un conjunto de oraciones.
Es preferible, sin embargo, concebir el sistema lingüístico compuesto de un
inventario de elementos, un vocabulario de unidades y unas reglas que deter-
minan la buena formación de las oraciones en ambos niveles. A ello vamos a
atenernos en lo sucesivo. Al parecer, con una definición adecuada de 'oración'
coinciden ambas formas de concebir los sistemas lingüísticos.

AMPLIACIÓN BIBLIOGRÁFICA

En general, sirve la misma que para el capítulo 1. Además, Crystal (1971), capítu-
los 2-3; Lyons (1974).
De los textos que en la bibliografía aparecen con asterisco, Robins (1979a) es
el más comprehensivo y neutral en la presentación de temas controvertidos; Lyons
(1968) subraya la continuidad entre la gramática tradicional y la lingüística mo-
derna, se circunscribe a la miCrolingüística sincrónica y se inclina en favor de una
determinada versión (actualmente pasada de moda) de la gramática transforma-
tiva; Martinet (1960) se encuentra en la tradición del estructuralismo europeo; Glea-
son (1961), Hill (1958) y Hockett (1958)¡ junto con Joos (1976), proporcionan una
buena descripción desde la llamada lingüística postbloomfieldiana; Southworth &
Daswani (1974) plantea magistralmente la relación de la lingüística con la sociolo-
gía y la antropología, y vale asimismo en la lingüística aplicada; lo mismo, aunque
menos comprehensivo, resulta Falk (1973); Akmajian, Demers & Harnish (1979),

5. Los lingüistas británicos , en especial, utilizan con frecuencia los términos ' estruc-
tura' y 'sistema' en un sentido especializado: 'sistema' se aplica a todo conjunto de ele-
mentos o unidades que pueden aparecer en una misma posición; · 'estructura' alude a toda
combinación de elementos y unidades que resulta de la selección adecuada en determina-
das posiciones . Definidos así, 'estructura' y 'sistema' son complementarios y se presupo-
nen recíprocamente. Los sistemas dan lugar en determinadas posiciones a estructuras, y
las estructuras se identifican a base de las selecciones hechas a partir de los sistemas
(cf. Berry, 1975). En este libro, 'sistema' y ' estructura' toman un sentido más generaL
AMPLIACIÓN BIBLIOGRÁFICA 53

Fromkin & Rodman (1974) y Smith & Wilson (1979) se inspiran coherentemente en
Chomsky y, por lo general, hacen hincapié en el lenguaje biológico más que en el
cultural. Para las diversas corrientes y escuelas de la lingüística moderna y refe-
rencias ulteriores, d . el capítulo 7. [También Hagege (1981); López Morales (1974);
Newmayer (1982); Sánchez de Zavala (1982).]
. En el capítulo 6 trataremos sobre la lingüística histórica (es decir, diacrónica)
y en los capítulos 8-10, sobre otras ramas de la macrolingüística.
Sobre la lingüística aplicada, d. Corder (1973) y, para una presentación más
detallada, Allen & Corder (1975a, b, c).

También podría gustarte