1 - Incerteza - Maria Pulido - Saga Reinos

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INCERTEZA

SAGA-REINOS-I
MARÍA PULIDO

Título Original: Incerteza


© 2021 María Pulido
© Todos los derechos reservados
Aniversario 1 Calle 10
Manazana 3. Casa #12b40
Cúcuta - Norte de Santander
Colombia
Instagram: @majonissi
Primera edición, mayo de 2021
Obra maquetada por La Torre Azul, Servicios Editoriales.
Corrección de estilo: María Pulido
Maquetación: Daylis Torres
Registro Legal: 2104207564919
ISBN: 9798740550114

Dedicatoria
A ti que siempre has creído en mí y en lo que puedo lograr,
que no teniendo nada me has hecho soñar con todo.
Gracias por ser parte de esto, y por apoyarme incluso
cuando nadie lo hizo.
J. L

Agradecimientos
Principalmente a mi luz, Jeshua.
A mi esposo, mi hermosa madre y mi bello hijo Dani.
Gracias a mis lectores, sin ustedes esto no hubiese sido posible.
Les doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.

PREFACIO
Saravi.
Solo mis pasos y el chillido de las hojas secas son escuchados en este
horrible silencio.
Un silencio que desde hace un tiempo se impregnó en el ambiente. No sé
cuánto tiempo ha transcurrido desde el momento en que decidí salir
corriendo de la casona, el hecho es que corrí tanto como pude, con una
mente nublada y con un corazón destrozado.
Aún recordaba las palabras duras de mi madre, aún tenía la voz de ella
diciendo: «Este es tu destino, te casarás con el rey de Angkor»
Tengo varios arañazos en mis brazos, y el cabello tan revuelto que, ya ni
sé cómo ordenarlo para sacarlo de mi rostro. Sin embargo, no es lo que me
preocupa ahora; ahora mismo tengo latente el pánico dentro de mi cuerpo,
porque por más que sigo un camino incierto, no logro divisar nada más que
árboles y oscuridad.
«Tranquila, volverás a casa, solo debes regresar por el mismo camino»,
me aliento a mí misma, apoyándome en la dureza de los robles enormes que
rodean el bosque.
Trato de acompasar mi respirar, soltando y tomando el aire varias veces y
reprimiendo mis ojos, tal vez, para no darme cuenta del error que cometí al
dejarme llevar por mis impulsos, otra vez.
Solo quería escapar de mi horrible realidad, una, que para muchos desde
otra perspectiva pudiera ser un sueño hecho realidad. Pero no para mí.
Unos silbidos fuertes hacen que abra mis ojos rápidamente y pegue mi
espalda de forma brusca al árbol, tomándolo tan fuerte, como si este fuera a
protegerme. Cinco hombres, «conté rápidamente», de apariencia
desagradable están frente a mí, mirándome de una forma tan repugnante
que me da escalofríos.
—¡Vaya! ¡Vaya! ¿Qué hemos hecho para merecer este premio? —dice por
fin uno de ellos.
—Quizás algo muy bueno, compañero, por lo que mis ojos pueden
observar, mi Lady es de cuna privilegiada.
Mis labios comienzan a temblar. Pero no me dejo amedrentar, así que
tomo toda la valentía que puedo y alzo mi rostro hacia ellos.
—Por lo tanto, caballeros, deben tener en cuenta que, si algo me pasa, lo
pagaran con sus vidas —digo con total firmeza.
Y no sé cómo pude gesticular ciertas palabras, no con el miedo que siento
en este momento. Las risas burlonas del grupo agitan mi respirar, y a pesar
de mi nerviosismo, cierta molestia comienza a gestarse en mi interior.
—¡Qué valentía! Una dama muy particular… —dice otro de ellos,
intentando dar pasos cortos que no paso desapercibido.
Entonces es hora de ordenar a mis pies que se muevan, es hora de salir de
aquí.
—¡Caballeros! —logro pronunciar obteniendo la atención de todos—. La
verdad es que, quería respirar un poco de aire fresco, venía en mi caballo
junto con mis guardas… Solo que… les dije que quería un espacio sola…
Pero creo que volveré… ¡Que tengan buena noche!
Mis pies se mueven ágiles, pero no doy más de dos metros de distancia,
cuando uno de ellos me ataja con brusquedad el brazo y me zarandea.
—¿Y piensa que somos tan tontos, mi Lady? ¡Usted no irá a ninguna
parte!
—¡Sujétenla! —Ordena otro hombre, que al parecer es el que domina el
grupo—. Nos iremos a otro lugar, aquí podemos ser visibles a cualquier
hombre.
—¡No! ¡Por favor! —expreso suplicante, mientras los hombres
comienzan a desenredar una soga.
¡Estoy perdida!
—¿Cómo te llamas? —pregunta el supuesto líder, mientras que otros dos
comienzan a amarrar mis puños detrás de mi espalda.
«No digas nada, Saravi, ¡Será peor!», pienso rápidamente mientras el
hombre dominante espera mi respuesta con cierta ansiedad, entonces decido
decir la verdad, quizás al escuchar mi nombre sientan mucho pavor, todos
en este país conocen mi nombre y saben que seré la futura esposa del rey,
aunque eso es lo que menos quiero en mi vida.
—Saravi Eljal —pronuncio casi en susurro.
Los ojos de los hombres se abren de par en par, y seguidamente todos
observan a su líder, haciendo que el silencio vuelva apoderarse del
ambiente.
—¿Eljal? ¡Estás mintiendo de nuevo! —grita enojado el hombre, viniendo
hacia mi furioso.
De forma violenta sacude mi cuerpo, haciendo que resbale y caiga de
espalda, perdiendo totalmente el equilibrio con mis manos atadas.
—¡No! ¡Espera! —grita uno de ellos—. Si es cierto lo que dice, estaremos
en muchos problemas. Nos costaría la vida misma.
—Ya no importa, ya nos vio… No podemos retroceder en nuestro
propósito, además, ¿quién se va a enterar una vez nos deshagamos de ella?
Y con esas palabras sé por ende que yo busqué mi propio fin,
lamentablemente antes de salir de la casona mis palabras hacia mis padres
fueron cargadas de mucho resentimiento y reproche, y esas serían las
últimas, porque después de esto, no los vería más.
De un tirón, un hombre me levanta del suelo, mientras que yo me quejo en
silencio ante el dolor que tengo en mis muñecas, como también en mi
cuerpo magullado. Siempre he sido tratada con la mayor delicadeza a lo
largo de mi vida, por lo tanto, esto es uno de los peores dolores físicos que
he podido experimentar.
—¡Camina! —me grita el hombre furioso.
Yo comienzo a dar unos pasos, a la vez que las lágrimas comienzan a
derramarse lentamente. Caminamos un tiempo largo, así que, no sabía
dónde estaba ni a dónde me llevarían, quería morir antes de saber qué
harían conmigo, mi cuerpo temblaba ante esa idea y me agotaba en
extremo.
A lo largo de unos minutos llegamos a una especie de chozas mal
elaboradas, con una iluminación muy pobre, por una fogata que estaba a
punto de apagarse.
El olor en el lugar era tan desagradable que golpeó de inmediato mis fosas
nasales.
Parecía que permanecían aquí desde hace un tiempo porque había ropa
por todas partes, utensilios de comida y muchos desperdicios que hacían
repugnante el lugar.
—¡Llegamos! —anuncia el vagabundo tan cerca de mí, que las náuseas
amenazan con desestabilizarme por completo.
—¡Dumas! ¿Qué dices? ¿Vamos preparándola?
Mis ojos se abren por completo, mientras que el cuerpo me titila ante la
amenaza inminente. Dios… ayúdame.
—¡Idiota! ¡No debes decir mi nombre! ¡Tendremos que matarla más
rápido de lo que pensé! —dice el líder, mientras que le gesta varios golpes
en la cara a su compañero.
Matarla…
Varios sollozos salen de mi boca, y en realidad solo quiero gritar, quiero
llorar… ¿Por qué fui tan estúpida? ¿Cómo pude buscarme este mal yo
misma?
Los hombres comienzan a hacer un círculo sobre mi cuerpo mientras ríen
entre ellos, su líder se acerca hacia mí a la vez que toma mi mejilla y
restriega sus dedos asquerosos sobre mi boca.
—Esto será tan excitante…
Comienzo por temblar del puro miedo, sus manos intentan en tomar mi
cabello mientras lo junta hacia su nariz.
—Yo seré el primero —dice mientras aparta a los demás.
Y cuando los sollozos se me escapan de la boca y giro quitando la cara de
su horrible presencia, un movimiento detrás de ellos llama mi atención…
Tres enormes caballos pura sangre están tan regios junto con sus jinetes,
detrás de los hombres que desconocen el movimiento. Aún no logro ver sus
rostros, lo único que puedo divisar es como el dedo índice se junta en la
boca del hombre que monta el caballo, él me hace señas para que no haga
ningún ruido.
Paso un trago forzoso y afirmo, aparentemente aliviando la tensión de mi
cuerpo, dando gracias de cierta manera por esta oportunidad, por supuesto
sin saber si estos nuevos hombres serán mi ayuda, o definitivamente mi
desesperanza.
—¡Parece que hay una celebración aquí! —dice el caballero asomando su
rostro a la luz del fuego, y quitándose la capucha que hacía esconder su
rostro.
Un rostro que llama mucho mi atención.
Los tres hombres que aparecieron no se parecen en nada a los vagabundos
que me tienen atada, tampoco podría decir que son de la realeza, ellos, más
bien parecen combatientes del ejército, pero con otras ropas y otras
insignias. Algo que me parece muy particular en ellas, es una cinta de color
verde alrededor de sus brazos.
¿Acaso serán guardas ocultos del palacio? Si es así, estoy más que
pérdida.
—¿Qué dices, Mishaal? ¿Debemos unirnos a la celebración? —pregunta
uno de sus acompañantes.
«¿Mishaal?, Así se llama.»
—No lo sé, Borja, preguntemos primero si ellos quieren dejarnos entrar
—su voz pone en alerta todos mis sentidos, sé por consecuencia que sus
palabras fueron lanzadas con doble sentido, y algo me dice que estos
hombres, especialmente este me ayudará.
Mis secuestradores están pálidos y estáticos, sin pronunciar palabra, sin
siquiera hacerse señas. Nada.
—Creo que les han cortado la lengua —dice un tercero.
—O quizás vieron a algún fantasma, Esmail —responde de nuevo el
hombre a quien llaman Mishaal.
«OK. Esmail, Borja y… Y Mishaal.»
Ellos salvarán mi vida.
—¡Señor! ¡Por favor! Déjeme explicarle —por fin el líder de los
vagabundos abre su boca, aterrado—. Usted comprenderá cuando sepa
quién es ella.
Mis ojos se abren y nuevamente comienzo a tener miedo.
—¡No importa! Ustedes morirán hoy mismo por este acto tan aberrante.
Los hombres bajan de sus caballos aterrando a todos los presentes,
desenfundan sus espadas, mientras que los demás se echan al piso
suplicando por sus vidas.
Deben ser muy temerarios, porque ellos son solo tres y los vagabundos
son cinco.
Justo cuando los tres van a asesinar a los vagabundos, algo dentro de mí
se remueve, porque no quiero ver esto. No quiero.
—¡Por favor! No quiero ver algo como esto —imploro, mientras que
Mishaal me observa detenidamente.
El hombre mira a sus dos compañeros haciéndoles una seña, entonces los
hombres comienzan a desarmar a los vagabundos para luego amarrarlos a
sus caballos.
—¿Mishaal? —pregunta Borja, mientras que él sigue observándome.
—Vayan, ya saben lo que deben hacer… Yo iré luego —contesta este sin
siquiera quitarme la mirada de encima. Como si estuviese pensando miles
de cosas en estos momentos.
Los hombres asienten un poco dudosos y comienzan a abandonar el lugar,
dejando el caballo de dicho hombre junto con nosotros dos.
—¿Quién eres? —se dirige a mí por fin.
—Quite la soga de mis manos por favor —Le pido ignorando su pregunta.
—¿Me está dando órdenes? ¿Acaso ignora en qué situación se encuentra?
—responde un poco malhumorado.
—¡Yo no me puse en esta situación! —digo un poco altanera.
—A, ¿no? ¿Y qué hace una señorita como usted en medio del bosque a
esta hora de la noche? ¿Nunca escuchó de los peligros que este conlleva?
—¿Esto es un interrogatorio? —pregunto.
—Entonces… Me iré.
El hombre da media vuelta y comienza a caminar en dirección a su
caballo.
¿Pero qué estoy haciendo? ¿Acaso me he vuelto loca? Definitivamente
quiero morir.
—¡Espere! —grito en tono de súplica.
El hombre gira colocando nuevamente su mirada en mí mientras que el
corazón comienza a latirme con fuerza.
—Saravi Eljal… Ese es mi nombre —pronuncio, mientras que su cara se
impresiona al instante.
—¿Alguien sabe que está aquí, mi Lady? —pregunta acercándose.
—No.
El caballero desata mis manos, y un alivio recorre la piel de mis muñecas
maltratadas. Las masajeo lentamente para luego sacudir mi vestido y
arreglar un poco mi cabello.
—Gracias… —digo sin mirarle.
—Entonces mi Lady…
—Solo dígame Saravi… Por favor.
—De acuerdo… Saravi, nos iremos, yo la escoltaré.
—¡No!… quiero decir, todavía no, señor —pido sutilmente. Él asiente
despacio, sin quitarme su intensa mirada.
—Mishaal… —corrige—. ¿Por qué está aquí?
—Es una historia larga…
—Bueno, ya que no quiere regresar… Aun, tenemos tiempo para que me
cuente…
Asiento lentamente, asomando una sonrisa, combinando mi mirada junto
con la Mishaal, que desde que la descubrí hizo un estruendo en mi corazón.
Quizás, este encuentro haya sido planeado por el cielo, y quizás, él pueda
ser más que mi liberación…

CAPÍTULO 1
6 meses después…
Saravi.
—¡Saravi! ¡Estoy hablando contigo!
Por tercera vez consecutiva escucho la voz de mi madre; esta última, con
un tono exaltado, haciendo que todo mi conflicto mental sea disipado al
instante.
—Perdón, madre, no te escuché —agrego de inmediato alejándome del
balcón de mi habitación.
—Últimamente estás muy distraída, niña —rezonga ella sin tacto,
mientras ojeo a Nadia quien mantiene una postura rígida ante la intromisión
de mi madre.
Nadia Arafat, es mi dama de compañía, la persona que me sirve en mis
quehaceres personales, y la que me acompaña a todas partes como un
cortejo. Ella es el servicio para todos los que la ven a mi lado, pero para mí,
es como una hermana.
Parpadeé varias veces al ver su inseguridad, ella siempre había sido un
poco temerosa, y la presencia de mi madre, siempre la colocaba tensa. En
un trago duro levanté mi rostro haciéndole una seña para que se
tranquilizara, y luego me volví hacia Jemina, mi madre.
—¿Necesitabas decirme algo? —pregunté con delicadeza, entre tanto ella
achicó sus ojos.
—Sal de la habitación —Jemina dictaminó en respuesta dirigiéndose a
Nadia, por lo cual en cuestión de segundos se marchó dejando el lugar.
La presión de estar con mi madre a solas se hacía evidente. Nadia de
cierta forma es un apoyo enorme para mí, a pesar de que sea unos tres años
menor que yo.
Por otra parte, sé cuál es el tema de conversación que se iba a entablar
entre mi madre y yo, sé exactamente cuál es su retahíla desde hace unos
meses, que ahora ya se me hace monótono escuchar.
—¡Estoy muy preocupada! He estado escuchando rumores… unos, que
cada día aumentan su intensidad.
Mi ceño se frunce, porque al contrario de lo que pensé, parece que va a
tratar otro asunto diferente de la boda real.
—¿A qué te refieres, madre?
—¡Hay otra candidata para el reino, Saravi! Literalmente estás
compitiendo con otra doncella… ella tiene un duque como padre, así mismo
como tú.
El corazón me salta en rápidos latidos, unos que reflejan esperanza para
mí. Aquellos que solo me gritan, libertad.
Giro rápidamente dándole la espalda, en estos momentos lo que menos
quiero es encender motivos de alerta para ella, y darle preavisos.
—¿Estás segura? —logro preguntar a la vez que los latidos golpean mi
pecho.
—¡Muy segura! Así que tu padre y yo iremos lo más pronto posible al
palacio. Él llevará algunos asuntos de interés, allí trataremos de acercarnos
un poco para resolver este asunto. Sé que nuestra Alteza Real meterá las
manos por nosotros.
«Si hubiese una posibilidad, tan solo una, por remota que sea.»
—Madre… —suelto casi en susurro, tomando con sutileza su mano y
temblando un poco ante mi nerviosismo—. Yo… Tal vez no sea una mala
noticia, tal vez…
—Pero… ¡¡¿qué dices niña?!! —su voz altanera y dura, me deja claro que
No. Jamás podré contar con su apoyo.
La brusca sacudida ha hecho que retroceda varios pasos, y solo me queda
observarla con rabia y con mucha impotencia.
—¡Tú naciste para esto Saravi! Tu padre y yo planificamos desde el
primer día tu existencia. Serás una reina y junto con el futuro rey,
gobernarán Angkor y hasta el último centímetro su territorio.
Las palabras de mi madre solo me hacen sentir una cosa… ¡Náuseas!
¿Planificar mi existencia? ¡Vaya arrogancia!
¿Cómo era posible hablar de esa manera? ¿Cómo se tiene el corazón tan
duro para poner sus propios intereses antes que tu hija? Sinceramente
cuando trataba de conectar a mi madre conmigo, me era imposible destacar,
aunque sea una sola cualidad parecida.
Luego de dar una larga mirada, finalmente decido por no gastar mi
energía.
—¡Así será, querida madre!, tal y como tú lo has planeado —digo con una
pizca de sarcasmo, y a la vez retractándome ante mi posible falta de
respeto.
—Espero que así sea, Saravi, ¡Espero que así sea!
Ante su gesto despectivo, gira sobre su propio cuerpo y se dispone a salir
de la habitación dejándome con el corazón en la mano.
Luego pienso y llego a la conclusión de que el tiempo está en mi contra, si
quiero actuar debo hacerlo lo más pronto posible; y el primer paso será en
hablar con Mishaal.
En el momento vi que Nadia entró tan nerviosa como lo estoy yo,
cerrando con seguro y acercándose lo más rápido que puede.
—¡Mi lady!, ¡por favor! No debe salir hoy, la señora Jemina está algo
insegura ante su comportamiento.
—¡Nadia, por Dios!, deja de hablar conmigo con etiquetas, sabes muy
bien que entre nosotras es diferente, y estamos solas —digo reprochando,
mientras que ella se aprieta duramente la parte delantera de su vestido.
—No salga…
—Debo hacerlo, debo hablar con Mishaal, Nadia, ¡Ya no puedo más!
¡Necesito irme de aquí!
Las manos de mi dama de compañía tapan su boca de una forma poco
elegante, negando ante mis palabras.
—¿Se fugarán esta noche? —pregunta aterrada.
—Los duques saldrán mañana al palacio a primera hora… Entonces yo
me iré luego de su partida, necesito hablar con él.
El fuego que siento en mi pecho no es más que euforia. Una sensación de
temor, pero también de furor me quema lentamente; y no quiero postergar
más los días, no con la visión de horror ante el futuro que me aguarda, así
que solo esperaré la partida de mis padres de la casona.
No sé si esta salida sea definitiva, quizás no vuelva a regresar a esta forma
de vida, pero una parte de mí, esa que anhela quitarse todas las etiquetas de
encima, desea probar una vida en libertad.
Seis meses habían pasado, justo el día en que no resistí después de una
discusión con mi madre. Ese día decidí salir por la noche, quería respirar
aire puro y quizás perderme en el camino. Entre pensamiento y
pensamiento me dejé llevar, tanto, que cuando entré en razón, todo lo que
me rodeaba era desconocido para mí. Y entre miedo, emoción y encuentro,
todo sucedió.
No pude jamás imaginar que ese día me encontraría frente a frente con
Mishaal Rezhac…
El amor de mi vida. Del que estaba completamente enamorada.
—¡Entonces déjeme acompañarla! —Nadia interrumpió mis pensamientos
volviéndome al presente.
—Por supuesto que no, jamás pondría tu vida en peligro, ¿te imaginas lo
que podrían hacerte por ser mi cómplice?
—¿Ha pensado en que podrían hacerles a todos?
Las palabras de Nadia llegan a mí como un balde de agua helada, y paso
el trago de forma complicada.
—Nadia… —consigo pronunciar.
—¡Es una traición a la corona! A la monarquía Al-Asad —dice ella
aterrada, provocando un escalofrío en mi cuerpo.
—No le harán nada a mis padres, si eso es lo que quieres decir, ellos
inventarán alguna cosa como suelen hacerlo, además hay otra candidata
para la corona —digo tomándola por los hombros—. Pero… ¿Y yo Nadia?
¡Mi vida será una desgracia!, no quiero casarme con ese hombre.
Varias lágrimas bajan por mi mejilla, y al instante mi dama me abraza.
—¡Perdóname, Saravi! No quiero que vivas infeliz, solo temo por ti.
Rápidamente me despegó de ella, limpio mi rostro y acomodo mi vestido.
—Me iré, Nadia… Estaré preparada al amanecer, esta es mi
oportunidad… Mi única oportunidad, así que reza por mí.
Aunque traté, no pude conciliar el sueño. La preocupación y el martirio
en mi pecho han provocado un revuelo de emociones dentro de mí.
Tengo miedo, miedo a dar este paso fundamental en mi vida. Mishaal me
ha advertido de todo lo que me podría encontrar en el palacio y
sencillamente no quiero poner un pie allí.
Nadie en mi corta vida me ha preguntado jamás: ¿Qué quieres Saravi?
Nadie me ha dicho: ¡Está bien! ¡Tú puedes escoger como será tu futuro!
Desde que tengo conocimiento he seguido un sin fin de normas y
protocolos agotadores, junto a una niñez bastante limitada y solo para
cumplir un objetivo… Casarme a mis diecinueve años, con un hombre que
ni siquiera conozco.
Kalil Sabagh es el heredero de la monarquía Al-Asad… Y no, no he
investigado nada con respecto al futuro rey, desde que tengo conocimiento
esa información se me ha impuesto, tanto, que nada más escuchar su
nombre solo me provoca una cosa.
Odio.
Él es el primero de los tres hijos del rey Umar Sabagh, un tirano, un
hombre que desconoce totalmente la compasión, uno que se ha aferrado
tanto al poder, sin importar a quien lleva por delante, así que, no puedo
esperar menos de su descendencia.
Toda la familia monarca es de total desagrado para mí, y más ahora que sé
muchas cosas que antes pasaba desapercibidas; eso gracias a Mishaal.
Cuando pienso en él, y en todo lo que hemos vivido, mi corazón vuelve a
inundarse en alegría. Conocer a Mishaal fue uno de los milagros que
ocurrieron en mi vida. Luego de haber sido rescatada por él, nuestros
encuentros comenzaron a suscitarse a menudo; algunas veces iba al bosque
como la primera vez, y otras, al caer la noche él llegaba a los alrededores de
la casona sin ser visto, por supuesto.
Mi admiración por Mishaal cada día iba en aumento, nuestras largas
conversaciones, y el nacimiento de nuevos sueños hicieron que
definitivamente dejara a un lado mis temores, y decidiera querer un futuro
diferente para mi vida.
Sin embargo, algunas cosas trataban de asustarme, de desajustar la
fantasía que desde hace un tiempo se gestó en mi mente. Y aunque en
muchas ocasiones traté de disuadir a Mishaal de su objetivo, él jamás se
rendirá al propósito fundamental en su vida; derrocar la monarquía Al-
Asad.
La verdad no es que no quisiera que pasara, lo que me preocupaba en gran
manera, era su propia vida y en todos los riesgos que pudieran ocurrir en el
objetivo. Ya había un campamento bastante grande formándose en la
incógnita del reino; Mishaal era líder de aquella revuelta y cada día se
sumaban más combatientes a la causa Ayatolá.
Pero, aun así, el reino multiplicaba el grupo, el rey Umar era un zorro
viejo, muy astuto, y muy poderoso, increíblemente varios países aún
apoyaban su imperio.
Por lo tanto, mi escapatoria con Mishaal sería una traición terrible para la
corona, no sé hasta qué punto pudiera esto ser un desastre, pero no me iba a
detener a pensarlo. Ya no.
Los toques delicados de la puerta me despabilan por completo, así que
sentándome en la cama decido que es hora de preparar todo.
—Adelante —anuncio.
Nadia aparece en mi campo de visión con ojeras sobresalientes, así que sé
por ende que quizás ella tuvo peor noche que yo. Mi dama de compañía se
ha convertido en una leal hermana, una señorita que desde niña solo supo
hacer oficios para servirle a otros, no tuvo otra opción. De cierta forma y
aunque nuestras condiciones económicas sean diferentes, me identifico
mucho con ella, por ello, hemos hecho lazos irrevocables.
Por supuesto delante de mis padres y de nadie más puedo tratarla a mi
gusto, ya que la etiqueta no me lo permite.
—¿Cómo amaneces? —pregunta mientras se sienta a los pies de la cama.
—Tengo el estómago revuelto… ¿Dónde están mis padres?
—Ya se fueron… Me dijeron que no se despidieron, porque…
—Lo de siempre —concluyo en reproche—. Más bien ayúdame, necesito
ganar tiempo.
—Saravi… ¿Esta es la última vez que podré verla? —pregunta Nadia
oprimiendo mi corazón.
—Si Mishaal huye conmigo, sí, sin embargo, Nadia, te buscaré, por favor
te pido que me puedas esperar.
Ella niega lentamente y varias lágrimas comienzan a surcar su rostro
enrojecido.
—No…
—Pero… ¿Qué dices? ¡Por supuesto que vendré por ti! Solo dame tiempo
—digo acercándome a ella.
—No mire atrás señorita, no piense en nadie… Yo solo soy una simple
servidora de mis señores, no merezco que usted haga tal cosa por mí.
Acorto nuestra distancia para abalanzarme bruscamente hacia ella
abrazándola, demostrándole que sus palabras no tienen ningún sentido para
mí.
—No será así, Nadia, ¡ya verás que no!
—Es hora de que se vaya… No pierda más tiempo —ella se afana entre
tanto me despego de ella.
Asiento en respuesta y junto con ella prosigo asearme rápidamente para
disponerme a salir…
*Ayatolá (ejército en contra del gobierno Al-Asad)
*Al-Asad (gobierno monárquico de todo el territorio de Angkor)
*Angkor (país creado para la historia, aunque hay un lugar, un sitio histórico que tiene ese
nombre.)

CAPÍTULO 2
Saravi.
En una maniobra elaborada y planificada, logro salir ilesa de la casona.
Llegar al campamento me tomará al menos veinte minutos, pero el paso que
llevo no solo es rápido; es más bien lleno de adrenalina, con una emoción
tan tangible, que las mejillas me duelen de tanto sonreír.
Para Mishaal será una sorpresa mi llegada, pues nuestra visita sería en dos
días más, pero, ante la premura, es casi necesario este encuentro.
Cuando llego al territorio Ayatolá, noto un revuelo en el lugar, sin duda
alguna algo no anda bien. Por un instinto propio me adentro más, tomando
la precaución de no ser vista aún. Así que, junto a un arbusto bastante
tupido, hago un espacio para observar más de cerca lo que está sucediendo.
—Mi señor, ¡por favor!, déjeme explicarle… —súplica un hombre,
bastante herido.
—No toleramos ese tipo de acuerdos Guda, o estás con ellos, o estás con
nosotros —le dice Borja en tono cruel.
Su manera de hablar es totalmente diferente al Borja que yo conozco, en
su rostro no hay ni un ápice de expresión.
—Tengo muchos hijos, yo debía tener cuidado de mi familia mi señor, mi
hijo solo sucumbió a un arrebato de necesidad… ¡Por favor!
—Ya es muy tarde, Guda, quien hace tratos con la monarquía, está en
contra de nosotros —dictamina Borja sin un gesto de compasión por el
hombre.
En un segundo lo arrastran de forma despiadada, y si no es porque
Mishaal entra en mi campo de visión, hubiese yo gritado del espanto para
intervenir por el hombre.
—¿Mishaal? —pregunta Borja sosteniendo al hombre moribundo en el
suelo, esperando una indicación de su líder.
—¡Mátenlo! ¡Los traidores deben morir! —contesta él sin siquiera
titubear.
Mi corazón se rompe al escuchar a un hombre totalmente desconocido
para mí gesticulando esas palabras. Entonces niego varias veces.
¡No puede ser! ¡Esto no es verdad!
—Mi señor, se lo suplico, no lo haga… Es mi familia, es…
De una estocada Mishaal saca su espada y la clava en el estómago del
hombre, cortando sus palabras, produciendo bocanadas de sangre en ese
moribundo casi muerto.
El silencio cubre pesadamente el lugar, y mientras que él sigue con su
acto, yo tapo mi rostro desesperado, porque es inevitable que varios
sollozos salgan de mi boca. Este acto solo hace que el grupo de hombres
gire en mi dirección, y trato rápidamente de ocultarme un poco más, pero
una mano se posiciona sobre mi hombro, haciéndome salir de un brinco.
—¿Saravi? —Pregunta Ismail asombrado detrás de mí llamando la
atención del resto—. Pero, ¿qué haces aquí?
Mishaal observa pálido desde su sitio, y en unos segundos se acerca a
nuestro lugar dando órdenes de que limpien todo.
—¿Por qué estás aquí? —él llega agitado, haciéndole señal a Ismail para
que se retire—. Ven… vayamos a la cabaña.
Su mano toca sutilmente mi brazo para que avance junto con él. No
obstante, yo no digo nada, ni siquiera le puedo mirar.
Al ingresar a la cabaña comienza a lavar sus manos rápidamente, a la vez
que me es imposible dejar de observar el líquido rojo que se entremezcla
con el agua. Ese hombre allá afuera nunca más llegará a su hogar, aquellas
personas se quedaron sin padre y sin un esposo.
—¿Por qué no me avisaste que venías? El bosque es peligroso, quedamos
en un acuerdo —Su tono es otro, uno muy diferente al de hace un rato
cuando asesinaba al hombre.
—Los duques fueron al palacio hoy —consigo decir sin expresión—.
Quería plantearte… Algunas cosas… Yo…
—Cariño… Eso que viste allá, no lo entenderías.
—¿A no? ¿Y qué es lo difícil de entender? ¿Qué mataste a un hombre que
suplicó por ser escuchado, uno que tiene una familia que mantener…?
¡Corrijo! … Uno que tenía una familia…
Mis palabras salen hirientes, con toda la intensión de hacerlo sentir
miserable por sus hechos.
—¡No! ¡Escúchame! Por ese hombre murieron varios de nuestro equipo,
Saravi, otros que también tenían familia, y solo porque él vio las cosas
fáciles y quiso jugar a los dos bandos…
—¿Te estás escuchando? Estás siendo igual a ellos… ¡Lo asesinaste,
Mishaal…! Lo mataste… Todos deberían tener el derecho de elegir, y estás
siendo un dictador igual que la monarquía al obligar a alguien a quedarse de
tu lado.
Su mandíbula se tensa en respuesta, mientras que su mirada se vuelve
oscura.
—Si lo quieres ver de esa forma, no puedo hacer otra cosa… Aunque tus
palabras me duelen profundamente —dice con un rostro desencajado—.
Las consecuencias de ese hombre fueron terribles… Saravi… tú no tienes
idea de lo que la gente pasa fuera de las riquezas en donde vives.
¿Está hablando con desprecio? Eso parece. Parte de mi enojo se va
disipando, aunque el sin sabor y la impresión aún están caladas de mi piel.
Doy vuelta dándole la espalda, acercándome a la pequeña ventana que da
mira a un paisaje ameno del bosque, mientras que trato de aspirar el aire
puro y relajar mis nervios.
—Hay otra candidata para casarse con el futuro rey…
Un silencio bastante incómodo procede en el espacio, mi ceño se frunce y
doy la vuelta para saber por qué mi noticia no ha hecho el impacto que yo
esperaba de él.
Su rostro está más relajado de lo normal.
—¿Lo sabías? —pregunto con interés.
—Sí, sabes que tengo personas de confianza en la monarquía.
—Y… ¿No te parece una buena noticia? ¿Sabes lo que eso significa?
¡Mishaal! He pensado hasta reunirme con el príncipe, yo… Yo podría
explicarle muchas cosas… Yo…
—Es una pérdida de tiempo, Saravi. Ese rumor de que hay otra candidata
solo es noticia impuesta por la familia de Alina Menen… Así se llama tal
candidata.
—Pero, mis padres… Ellos están en el palacio, piensan que hay esa
posibilidad, mi madre me lo dijo —explico algo agitada.
—No hay cambios —termina por decir con una rabia aparente—. Kalil
Sabagh, seguirá los planes, justo como se había acordado tu casamiento.
La rabia y las ganas de llorar comienzan a aumentar, el desequilibrio
emocional está llegando a mi límite.
—¡Entonces huyamos! —digo entre llanto y enojo.
El rostro de Mishaal decae al instante tratando de acercarse hacia mí. Sus
brazos me envuelven delicadamente haciendo que mi cuerpo se relaje ante
su tacto, uno, que extrañé muchísimo, y que al mismo tiempo desespera.
Besos cortos son impartidos por su parte en mi rostro, para luego acentuar
un beso suave en mis labios dejando a un lado las espinas que se crearon
entre nosotros hace un momento.
—Yo haría cualquier cosa por ti, lo sabes. Por eso debo luchar y estar al
frente de Ayatolá.
—¿Qué dices? —digo despegándome de su cuerpo lentamente.
Sus ojos no se conectan con los míos, su rostro está decaído sin querer
siquiera dirigirse a mí.
—Debes irte…
—¡Mishaal! —grito en desespero.
—Saravi.
—¡¡¡No!!!
—¿Crees que esto no me duele? ¿Piensas que duermo tranquilo sabiendo
que estarás con otro hombre?, ¿con mi enemigo? ¡Estás muy equivocada!
Cada segundo es una tortura para mí… Pero no puedo declinar, no ahora
que todos colocan sus esperanzas en mí. ¡Cariño! Ten la certeza que no será
por mucho tiempo… Sé que te sientes decepcionada de mí y me odio por no
hacer nada más por ahora; pero luego de dar el toque final, podremos vivir
libres, sin huir de nadie y darte la vida que mereces.
—Sabes que eso no me importa… Sabes que…
—No sabes cómo es la vida afuera, Saravi —corta sin dejarme continuar
—. No tienes idea de lo que es pasar necesidad.
Sus crudas palabras me dejan en silencio, un silencio doloroso, y por más
que quiera ver algo bueno de esta situación, sencillamente ahora mismo no
puedo conciliar el estar casada con ese hombre.
—Te lo juro, Saravi ¡Lo juro con mi vida!, que de ahora en adelante viviré
cada segundo reclutando los hombres que más pueda, armando nuestro
ejército, uno suficiente, uno poderoso para llevar a cabo el plan de derrocar
a los tiranos; y con ello, cariño, liberarte de esta pesadilla.
Sus palabras me abruman en gran manera, sé que él sufre como yo, sería
muy egoísta en exigir ante su postura, y aunque sé que hace muchas cosas
por mí, en un rincón de mi corazón hay cierta decepción ante su decisión.
Tendré que acostumbrarme a la idea, tendré que armarme de un valor
sobre humano para unirme a esa familia, para tener charlas animosas sin
despertar alguna sospecha, y de esta forma, colocar mi grano de arena,
porque desde lo más íntimo del reino voy a contribuir para la destrucción de
la monarquía. Ahora mismo no logro imaginar cómo será la magnitud de
todo esto, ahora mismo, el solo pensamiento me genera repugnancia de
congeniar con tales personas, de compartir una mesa, de compartir una
cama, e incluso la intimidad con el rey…
****
—¿Llevará estos libros? —escucho preguntar muy en el fondo a Nadia.
Hace prácticamente una hora ella se ha instalado en mi habitación
recogiendo mis pertenencias; o alguna de las cosas que podré
llevarme. Pues mañana por la mañana partiré junto con los duques, mis
padres, y por supuesto con mi dama de compañía al palacio; así que solo
faltan escasos tres días para ejecutarse la boda real, y yo tendré que estar al
menos dos días con anticipación en el lugar para mi preparación… o eso es
lo que me han dicho.
Ahora mismo observo más de diez cartas sin abrir de personas
importantes en mi mesa de noche. Por lo que mi madre me ha expresado,
contienen palabras de felicitación y bienvenida a la realeza. Cartas con
algunos puntos a seguir y recomendaciones. No las he leído, y por ahora
creo que esa no será mi prioridad.
—Este es uno de sus favoritos —vuelve a decir Nadia señalándome un
empastado rojo de tapa dura—. ¿Quiere llevarlo?
Niego varias veces.
—No será necesario, imagino que allá habrá miles de libros.
Su ceño se frunce, deja el libro en la mesa y se dirige hacia mi lugar en la
cama. Sus dedos comienzan a peinar mi largo cabello mientras da un
suspiro.
—Todo pasará muy rápido…
—Espero que sí. Espero que el tiempo juegue a mi favor. Lo que más me
da ánimo es que al menos te tendré a ti, Nadia.
—Aún no sabemos si acepten que me quede a su lado —dice sentándose
frente a mí demostrando preocupación—. Habrá muchas damas que quieran
servirle, y mucho más entrenadas que yo.
¡Por nada del mundo!
—Tendrán que aceptarte, quieran o no —digo decidida—. Y no quiero
que comentemos nada a mis padres, ellos creen que solo nos acompañarás.
Pero nada más lleguemos al palacio, pediré hablar con quién sea para que te
quedes conmigo.
Nadia afirma sumisa ante mis palabras, pero, por su gesto entiendo qué
quiere preguntarme algo y me adelanto a su duda.
—Sé que quieres saber… y sí, hoy lo veré por última vez… porque no sé
cuánto tiempo pasará hasta que volvamos a encontrarnos —digo
refiriéndome a Mishaal y un dolor se asoma en mi pecho de solo pensarlo.
—¿Vendrá?, ¿aquí?
—Sí, mientras todos duermen, sería muy arriesgado a estas alturas volver
al bosque… —mi voz se rompe desestabilizándome por completo—. A
veces… quisiera no sentir esto, Nadia, a veces me arrepiento de haberlo
conocido.
—¿Por qué dice eso? —pregunta tomando mis manos.
—Tengo miedo y mucha exasperación, de cierta forma nuestro amor nos
hace daño, nos hace tener una esperanza, y a la vez nos mantiene fuertes.
Pero, ¿y si no se logra lo que soñamos, Nadia? Mishaal podría morir en el
intento… Y eso, eso no me lo perdonaría nunca.
Un abrazo cálido rodea mi cuerpo al instante, mi dama no pronuncia
ninguna palabra, y la verdad no es necesario que lo haga, aunque quisiera
soltar el nudo que se forma de vez en vez en mi garganta, no puedo; me ha
sido imposible derramar una lágrima desde el día en que Mishaal me
confirmó que debía seguir adelante con la boda.
Parece ser que ese mismo día una conmoción y un fuerte estrés se
adentraron en mi cuerpo, junto con la tensión permanente que se arraigó en
todo mi ser para martirizarme día y noche, para recordarme mi desdicha y
el horrible futuro que me espera.
Los toques suaves en la puerta nos hacen despegar de inmediato de
nuestro abrazo, Nadia arregla su vestido y se dirige a abrir y al otro instante
veo el rostro asomado de mi padre. De cierta forma él alivia un poco mi
desastre, y una sonrisa se dibuja en mi rostro ante su presencia.
—¿Podemos hablar antes de que me la roben, su alteza? —su galantería,
hace que se me ensanche un poco más la sonrisa.
—Iré un momento afuera —anuncia Nadia, y yo asiento en respuesta.
—Tienes un rostro cansado —indica mi padre tomando mi barbilla.
«Más bien uno de muerte»
—Tengo… Nervios —digo finalmente como una excusa tonta.
—Sabes que siempre me tendrás, siempre contarás con mi apoyo cariño.
«No, no es así, no cuento con el apoyo de nadie»
—Gracias, Padre…
—Saravi, sé que hay mucha reticencia por tu parte, y es entendible, eres
joven y hay muchas cosas que desconoces. Lo único que sé es que vas a
acoplarte muy bien, el príncipe es…
—¡Padre! —mi tono aumenta ante la euforia que empieza a consumirme.
Él abre sus ojos impresionados, mientras tomo aire para controlar mi
arrebato—. Lo siento… No quiero hablar de eso ahora, estoy algo cansada.
—Mi niña, yo realmente deseo tu felicidad, créeme que Angkor jamás
pudo tener una reina como tú.
De repente las palabras de mi padre crean algo confuso en mi mente,
jamás me había detenido a pensar que en algunos casos el rumbo de
Angkor también estaría en mis manos.
Miles de familias, un país… En mis manos.
—Creo que ahora sí me has asustado —digo aterrada.
Las carcajadas un poco disimuladas de mi padre vuelven a liberar mi
tensión.
—Serás una buena reina…
Abro mi boca para persuadir su idea, hasta que su rostro y la forma en que
me observa me dice que no… dañaré a muchas personas, pero no
comenzaré con mi padre.
—Gracias, papá —sin pensarlo mucho le abrazo necesitando por unos
instantes su apoyo y su fortaleza, respirando su agradable olor para llevarlo
conmigo de ahora en adelante…

CAPÍTULO 3
Saravi.
He dado tantas vueltas por mi habitación, que, desde un tiempo dejé de
contabilizarlas para disminuir los nervios que tengo.
Hace un rato debía haberme llegado ya un mensaje oculto y avisarme para
salir a encontrarme con Mishaal. Nadia siempre es llamada por un hombre
de la cocina pasando el recado, esta es la forma en como nos hemos
comunicado secretamente. Mishaal tiene hombres por todos lados y de
forma extraordinaria logró también invadir la casona a favor de nosotros.
—Debió surgirle un contratiempo, debe calmarse. Yo iré nuevamente a la
cocina por si hay una carta —dice mi dama levantándose del sofá y yo solo
asiento.
Pero justo cuando ella abre la puerta, un extraño ruido desde el balcón de
mi habitación nos alerta.
La silueta de dos hombres con capa nos da un susto siniestro, entonces
cuando corro al lado de Nadia para proseguir a salir de la habitación junto a
ella, una voz que no esperaba escuchar me deja en el puesto.
—Soy yo…
Mi dama y yo nos observamos impresionadas, sin decir una palabra. Ella
cierra la puerta mientras que un segundo, uno de los hombres desaparece
del balcón.
—¿Mishaal? —pregunto aun sabiendo que jamás podría olvidar esa voz.
Las puertas del balcón son cerradas por él y ágilmente quita su capa,
dejándolo al descubierto.
¿Cómo puede ser?
Nadia suelta mis manos y con su mirada me dice que estará afuera, sobre
todo vigilando, y en cuestión de segundos me quedo a solas con él.
—¿Estás loco?, ¡pueden verte! Es demasiado arriesgado el que…
En unos pasos llega hasta mí tomándome entre sus brazos y estampando
un beso dulce sobre mis labios. Mis palabras mueren en su boca, y también
le abrazo correspondiéndole el beso.
—Te dije que nos veríamos, y así lo hice —dice tocando mi nariz con la
suya—. Te extrañé tanto.
—Y yo a ti…
Sus manos acunan mi rostro y su mirada traspasa mi corazón.
—Después de la boda, buscaré la forma para que volvamos a vernos.
¿Qué?
—No, Mishaal, es peligroso. Al menos por un tiempo debemos mantener
la guardia baja, ¡por favor! —digo intentando convencerlo. Si esto llegara a
saberse en alguna boca equivocada, su cabeza y la mía estarían puestas en
bandejas de plata.
—No te preocupes por eso, tengo gente allá —dice sin preocupación.
—Así como la tendrá el rey… ¡He dicho que no!
Me aparto de su lado enojada por su arrebatada forma de actuar. Si yo seré
parte de la destrucción de la monarquía, tendré que pensar también con
cabeza fría.
—Será como tú digas, solo… Es un infierno para mí no verte, estaré
sufriendo al saber que estás al lado de mi enemigo, Saravi.
Su rostro atormentado me recuerda que debo sacar un tema que hemos
intentado ocultar.
—Mishaal… —me lleno de valentía—. Sé que tu respeto hacia mí ha
estado a la altura de un caballero, como alguien que de verdad ama. Pero…
Yo… no quiero pertenecer a ese hombre, no sin antes ser tuya, quiero…
—No me hagas esto, Saravi… —expresa tomándome bruscamente y
abrazando mi cuerpo—. No digas nada más.
—Sabes lo que pasará después que me case…
—Lo sé, mi amor, lo sé —varias lágrimas bajan por el rostro de Mishaal
haciéndome sentir miserable—. Pero si tú llegas a estar con otro hombre
antes que el rey, te irá muy mal, Saravi. Lastimosamente así son nuestras
costumbres, y no quiero que pagues por eso.
Mis labios tiemblan ligeramente entendiendo a la perfección sus palabras,
yo incluso podría morir por no llegar como una verdadera doncella al
matrimonio. Y no cualquier matrimonio; el mío era la boda real.
—¿Seguirás amándome después de ello? ¿Seguirás luchando por mí? Aun
cuando eso pase ¿Me querrás de vuelta? —pregunto tan asustada, con un
dolor en mis entrañas.
—Seguiré amándote… Pase lo que pase no dejarás de ser la Saravi de
quien me enamoré, y la que amo.
De un impulso vuelvo a unirme a sus brazos, y ahora soy yo quien lo
besa, y con ese beso sellando nuestras promesas, llenándonos de fuerzas
para soportar lo que de ahora en adelante nos espera.
****
Las promesas, los besos, y el tacto de Mishaal aún están en mi mente y en
mi piel; cada vez que vuelvo a capitular la noche anterior una inexplicable
sensación, se forma en mi pecho quitándome la tranquilidad por completo.
El limitado espacio del carruaje contribuye a que la incomodidad termine
por invadirme al tener fijamente la mirada de mi madre en mí, detallando
cada gesto.
Hubiese querido irme en el coche en donde enviaron a Nadia, quizás en
este momento estuviera mucho mejor hablando con ella, posiblemente
también estaría alentándome a seguir, escuchándola decir: «Todo pasará
rápido».
Una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras observo el paisaje que se
muestra conforme el carruaje avanza.
—Parece que estás feliz y ansiosa —mi madre por supuesto, irrumpe con
el momento de paz.
—Déjala Jemina, el paso que dará nuestra hija no será fácil.
Gracias…
—Sé que no… —continúa ella—. Es importante que sepas y que estés
atenta…
—Madre, ¡por favor! —irrumpo hastiada.
Es una locura pensarlo, pero una única cosa que me alegrará de entrar al
palacio, es que no tendré a mi madre encima de mí regañándome por todo.
—Está bien, no te diré nada más… alteza —dice de forma altanera,
mientras mi padre resopla fatigado.
Niego varias veces lanzando un suspiro cansino hacia el vidrio de la
ventana, y por segunda vez en el día, deseo otra locura.
Llegar rápido al palacio.
—Estamos llegando… —dice mi padre como si leyera mi pensamiento—.
Hija… puede que desde que lleguemos, te ocupes mucho… pero debes
saber ahora que siempre estaré cerca de ti, solo tienes que pedir mi visita
y…
—Gracias, papá, me gustaría mucho que estés a mi lado —un suspiro
largo es soltado por su parte asintiendo con su cabeza.
La duquesa da una larga mirada por nuestras manos entrelazadas y gira
hacia su ventana pretendiendo que nada ocurre, como si ella no fuera parte
de nosotros, ni fuese necesario un gesto suyo hacia mí.
Lamento muchísimo su conducta, y al mismo tiempo me pregunto: ¿Qué
se sentiría tener una buena relación con tu madre? ¿Acaso entre dos damas
no sería más fácil una conversación?, ¿No deberíamos entendernos mejor
por ser mujeres? Hay muchas cosas de su comportamiento que me generan
dudas. Sin embargo, creo que jamás podré experimentar un amor así.
Luego comienzo a observar a mi alrededor, he entrado varias veces al
palacio y cada vez parece más imponente, mis ojos se abren cuando
comenzamos a llegar a la inmensidad de sus jardines y las zonas verdes,
varios lagos pequeños hacen que el paraje se vea surrealista, los árboles y
arbustos totalmente podados hacen un hermoso relieve junto con las flores
plantadas a su alrededor.
Muros imponentes junto con el arte de preferencia ornamental, hacen
extraordinaria la vista. Poco a poco nos adentramos, reluciendo las
estructuras de arcos de herradura y peraltados, sostenidos sobre columnas
que ahora proliferan los arcos hechos del fabuloso mármol.
Todo se respira a ostentosidad del puro, y a medida que avanzamos hacia
lo que parece una entrada del carruaje, observamos como un grupo de al
menos veinte personas nos esperan en la entrada.
Así que respiro profundamente y reprimió mis ojos.
«Este será tu nuevo hogar», una voz dice dentro de mí, pero yo decido
responder: «Solo por un tiempo»
Las puertas del carruaje se abren y comenzamos a bajar de forma
cuidadosa, para no enredar nuestros vestidos.
—¡Bienvenidos! —dice un coro de damas y caballeros, todos con un
usual y limpio… muy limpio atuendo. A otros, los podía diferenciar,
obviamente por su forma de vestir debían ser parte de la familia Sabagh, y
yo podía distinguir solo a la pareja. Porque a pesar de haber venido varias
veces al palacio nunca crucé palabra con ninguno, solo puedo distinguir al
rey y a la reina.
Mis padres hacen una reverencia, y yo les imitó el gesto.
—Su majestad —repiten los duques mientras que yo solo lo digo en
susurro.
Umar Sabagh da unas pequeñas palmadas en los hombros de mi padre, y
para mi impresión, Zura, la reina, se dirige a mí dándome un abrazo que me
corta el aliento.
—Bienvenida seas, hija —susurra en tono, ¿maternal?
No puedo reaccionar ante su gesto, no logro pronunciar nada, solo titubeo
varias veces para luego decidirme por cerrar mi boca y asentir sutilmente
con mi cabeza. La mujer no parece conforme.
—Tranquila, te acostumbrarás —vuelve a decirme indicándome el
camino, y a la vez observo que el resto ya se adelantó mucho más rápido
que nosotras dos.
«Nunca me acostumbraré, jamás», me repito mentalmente.
Mi madre sutilmente da algunos vistazos girando su cuerpo de vez en
cuando, y ruego a Dios porque esto no se convierta en un interrogatorio por
parte de ella cuando estemos a solas.
Si pensaba que la entrada era inminente, no tendría palabras para
comenzar a descubrir la hermosura que mis ojos comienzan a ver al interior
del palacio… La arquitectura sencillamente era exquisita. Un enorme
cuadro pincelado llama mi atención; el rey y la reina están sentados junto
con una hermosa corona en sus cabezas, tres niños de diferentes edades
están a su alrededor, y algo que destaca la particular foto es que ninguno de
ellos sonríe.
—Mis tres hijos —pronuncia la reina Zura muy cerca de mí.
Al darme la vuelta, me doy cuenta de que he quedado sola con ella en la
sala.
—Eran solo unos niños, aún… —digo simpatizando un poco, porque al
contrario de lo que pensé, al menos ella tiene un trato amable.
—Así es —dice sonriendo y se dirige nuevamente al cuadro señalando—
Mi hijo menor Kader, mi hija Hanna, y él, mi hijo mayor Kalil. Tu futuro
esposo.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar sus palabras, entonces fijo mi
mirada en aquel niño que frunce su ceño, como si no quisiera estar en la
foto. Luego observo sus manos apretadas y por un instante siento
compasión. Mi mente comienza a divagar rápidamente, creando cualquier
cuadro ficticio y entendiendo de alguna forma extraña, que Kalil Sabagh
también debe estar teniendo un futuro no deseado.
—Entonces, ¿te gusta? —pregunta la reina creando asombro en mí.
—¿Disculpe?
—Te preguntaba… si te gusta leer…
Me despabilo rápidamente y me sonrojo un poco ante la vergüenza.
—¡Me encanta! La lectura es para mí cómo… Una salida a otro mundo…
es como si por un instante dejara todo lo que soy y me convirtiera en
alguien más.
El rostro de Zura luce asombrado, y es allí donde me doy cuenta de que
pareciera que describía mi realidad, sin embargo, ella logra disimular su
expresión y me toma por el brazo.
—Perfecto, aquí podrás devorar una biblioteca entera… Ven, vamos a
reunirnos con los demás —termina por decir la reina.
Asiento en respuesta mientras voy acompasándome a su ritmo, admirando
cada muro del palacio en silencio. Luego de nuestra llegada a un enorme
salón, mi padre junto con el rey se coloca de pie.
—¿Se habían perdido? —pregunta Umar insistente.
—No su alteza, solo estaba mostrando nuestro cuadro familiar a la
hermosa Saravi —contesta su esposa con total respeto.
—Saravi… —la mano del rey se extiende hacia mí—. ¡Bienvenida al
palacio! Aunque te he visto un par de veces, nunca llegamos a entablar una
conversación.
Una negación por parte de mi cuerpo bastante burda, no quiere extender
mi mano para darla al hombre, por un momento noto la incomodidad en él,
y por el rabillo del ojo veo como mis padres se tensan.
—Gracias, majestad —digo contra mi propia voluntad en reverencia, pero
no toco su mano.
—Mi hija es un poco tímida —explica mi madre.
El rey solo asiente observándome seriamente, y en algún momento creo
que va a decir algo, pero su esposa interrumpe.
—Ahora te llevarán a una habitación improvisada para que descanses del
viaje —dice dirigiéndose a mí, mientras que varias damas entran en el
salón. Exactamente allí es donde me doy cuenta de que me he olvidado por
completo de Nadia.
—¡Nadia! —es mi primera expresión. Mi madre palidece al escucharme
mientras que los reyes quedan asombrados.
«¡Qué desastre!»
—¿Quién es Nadia? —pregunta el rey.
Piensa, piensa… piensa.
—Discúlpeme, majestad, es… es… mi gatita, a quien tengo mucho
aprecio. Se ha quedado en la casona… Yo amo los animales… —este solo
asiente no muy convencido—. Pero, mi olvido me ha hecho recordar algo
que quería pedirles, si me lo permiten.
—Claro —anima Zura.
—Mi dama de compañía ha venido en otro carruaje, hace un trabajo
excelente, me gustaría que se quedara conmigo porque estoy acostumbrada
a ella, ¡por favor!
El rostro de Umar se contrae en desagrado a mis palabras, y aunque su
esposa va a contestar a mi petición, este se adelanta con gran fastidio.
—No podrá ser, su petición no será aceptada, no se permite personal
extraño en el palacio, cada persona que está aquí es clasificada, por lo tanto,
Saravi, las damas que le servirán ya están elegidas.
Un duro e inesperado golpe cae a mí fuertemente, un sentimiento de
profundo rechazo evidenciando en carne propia la tiranía de este hombre
me abruma por completo, las ganas de golpearlo y escupir las palabras más
desagradables en su cara me hacen hervir la sangre. Entonces ahora y en
este instante entiendo, que mi principal batalla aquí será con el dictador
Umar Sabagh…

CAPÍTULO 4
Saravi.
—Saravi, ven, te acompañaré junto con las damas a tu habitación —mi
madre insiste para intervenir, tomando mi brazo más fuerte de lo normal;
irrumpiendo la mirada sostenida que teníamos el rey y yo.
Asiento con el furor en mis venas, tratando por todos los medios de no dar
rienda suelta a mis impulsos. Pero al final no puedo hacerlo. Entonces digo
lo que tengo en mi garganta.
—Pero… ella si es de mi confianza… señor. Espero que reconsidere mi
propuesta, porque puedo elegir también… —solté creando un ambiente
mucho más tenso y continué mi caminata, casi arrastrada de mi madre.
Ella no dice nada, las mujeres que caminan junto a mí, parecen mirar
hacia el vacío, es imposible que me adapte así, jamás podré estar aquí sin la
compañía de Nadia.
Luego de subir algunas escaleras y pasar varios pasillos abiertos, una
habitación enorme es abierta ante mis ojos.
—Mi lady, comenzaremos a preparar su baño —explica una de las damas.
—Les pido cinco minutos con mi hija, yo misma las haré pasar cuando
termine —pide mi madre provocando un escalofrío en mi cuerpo.
Las mujeres asienten y salen apresuradas mientras Jemina pone seguro a
la puerta, y gira en mi dirección.
—¡¿Cómo puedes hacernos pasar una vergüenza así?! ¿Retar al rey?
¡Vaya insolencia!
El tono de mi madre se ha salido de control, su rostro está rojo de la
histeria mientras camina de lado a lado por la habitación.
—Solo hice una petición… —respondo bajo.
—Ah, ¿sí? Pues ahora me vas a conocer, Saravi, ahora mismo iré a pedir
que no se te conceda tal cosa, ¡Tú has pasado los limites! Enviaré a Nadia a
donde más nunca la puedas ver.
¿Qué?
—No te atrevas, madre… —logro pronunciar preocupada.
—Pues lo verás, lo verás con tus propios ojos, he hecho muchas cosas,
Saravi, como persuadir en contra de la otra candidata a la corona y fíjate el
resultado… Estamos aquí.
Una risa de satisfacción se asoma en mi rostro ante la mentira que mi
madre habla, porque sé perfectamente que fue lo que pasó en ese caso.
—Nunca hubo otra candidata… Nunca el príncipe decidió otra cosa… ¡Tú
mientes!
Los ojos de mi madre comienzan a agrandarse mientras se acerca
lentamente hacia mí.
Una mano es estampada en mi mejilla dejándome algo aturdida, entonces
coloco mi mano en el lugar enrojecido y adolorido inmediatamente. No la
observo y no quiero hacerlo, no levanto mi cabeza en ningún momento;
solo logro ver como sus pies se mueven en dirección a la puerta, dejando
pasar al conjunto de servidoras al momento siguiente.
Necesito pensar con claridad, necesito buscar una solución para Nadia, y
si es necesario pisotear mi orgullo, lo haré para que ella esté conmigo.
Luego de un relajado baño, junto con tres mujeres por supuesto, soy
vestida por un bello atuendo que no estaba entre mis cosas, y luego de
arreglar mi cabello como yo nunca yo pude hacerlo, las damas comentan
que han concluido.
—Cualquier cosa que desee mi lady, estamos a la puerta.
—¿Cómo te llamas? —pregunté a una de ellas, mientras que las demás se
retiraron.
—Yo… No es necesario mi lady, yo… —pronuncia titubeando, hasta que
es interrumpida por otra persona a la cual desconozco totalmente.
—¡Bienvenida, Saravi! ¿Puedo pasar?
Su ornamento y su forma de actuar me dejan claro que es de la familia
real, yo asiento para que ella pase, entonces la mujer se posiciona frente a
mí en un sofá individual.
—Soy Hanna Sabagh… —pronuncia delicadamente ofreciéndome su
mano.
—Saravi… Eljal —respondo tocando su mano a forma de saludo,
haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.
—Es cierto todo lo que han dicho, ¡Eres muy hermosa! —dice sonriendo
—. ¿Estás preparada para esta noche?
—¿Esta noche?
—Lo sabía, no leíste mi carta —dice sonriendo.
¿Su carta? No leí ninguna, pero si hubiese sabido que ella escribió una, la
curiosidad me hubiese llevado a leerla.
—Lo siento… Ha sido todo muy rápido, pero, las traigo conmigo…
—No te preocupes, sé cómo es todo esto, solo quería ayudarte para que no
estuvieras tan perdida aquí.
—¿Qué pasará esta noche? —pregunto intrigada.
—Tendremos una cena, una muy formal donde sellarán el pacto entre
familias, es algo privado que nuestra familia hace antes de la ceremonia —
sus palabras solo alteran mis nervios, y me hacen querer salir corriendo.
—Pensé que vería al príncipe hasta la boda.
—No, verás a mi hermano hoy mismo.
No sé el por qué, pero el corazón comienza a latirme muy rápido, no sé si
sea temor, o un poco de aversión mezclada con los nervios ante la noticia.
—Entiendo… —digo un tanto desconcertada.
Hanna se levanta un poco confundida, y al instante comienzo a sentirme
mal por ella, su intención fue buena, inclusive me ayudó a sentir mejor.
—Hanna… —ella voltea de inmediato y yo coloco la mano en mi boca
ante mi falta de protocolo—. ¡Lo siento mi lady! Lo que…
—Puedes llamarme por mi nombre, me sentiré mucho mejor así —dice en
tono dulce.
—Gracias por todo, la verdad si estoy un poco perdida aquí, aparte hay
algo que me ha entristecido mucho —y aprovecho la oportunidad, pensando
en Nadia.
—¿Entristecido?, pero… ¿Qué cosa? ¿Qué te ocurre?
Este es el momento.
—Mi dama de compañía vino conmigo, pedí que ella se pudiera quedar a
mi lado, ya sabes la costumbre de sus oficios hacia mí, pero me lo han
negado —explico sincera.
—¿Quién te lo negó? —pregunta con interés.
—Tu padre, el rey.
Ella da un suspiro lento mientras niega varias veces.
—Le mencionaré el tema a mi hermano, estoy segura de que no será
problema —dice por fin mientras que una sonrisa se forma en mi rostro.
—Muchas gracias, de verdad.
—No tengas cuidado, recuerda que en un par de horas nos veremos.
Luego de mi conversación con Hanna, comienzo a sentirme un poco
mejor, ella se parece totalmente a su madre, de alguna forma no tendré que
luchar con todos aquí. Aunque cierta preocupación de vez en cuando me
invade, ignorando dónde puede estar Nadia, creyendo que posiblemente ella
esté asustada.
Por la noche unos toques suaves en mi puerta, anunciaron que ya debía ir
al salón principal, las damas que me ayudaron hicieron un trabajo
extraordinario, por lo tanto, me lleno de valentía y comienzo a salir rumbo a
la cena.
Tengo nervios, naturalmente desconozco todo lo que pasa aquí,
desconozco cada persona y me siento fuera de mi entorno.
Cuando llego al salón, un lacayo me hace reverencia y coloca su brazo
para direccionarme al comedor, y por lo que logró divisar desde lejos, ya
está casi lleno.
Todos están allí, los reyes, mis padres, Hanna y un hombre a su lado que
asumo es el hermano menor, Kader, por sus rasgos joviales.
Mi padre abre una silla a su lado, lo cual agradezco y entro a la mesa
dando un saludo formal.
Pero cuando estoy tratando de tomar posición, escuchó un murmullo.
—¿Dónde está Kalil? —pronunciar al rey dirigiéndose a su esposa,
mientras el resto del grupo sostiene una conversación; una sensación muy
extraña comienza a bajar y subir por todo mi cuerpo creando anticipación
ante la mención de tal hombre.
—Buenas noches, perdonen mi demora —una voz bastante grave alerta
mis sentidos, así que de inmediato giro hacia el hombre que debo odiar con
todas mis fuerzas, pero me quedo sin palabras.
El príncipe está de pie en la punta de la mesa, su atuendo enaltece más su
buen porte, es un hombre alto y fornido, con un rostro realmente hermoso,
unas cejas pobladas junto con una barba bien cuidada que lo hacen más
atractivo, por supuesto.
Me doy una reprimenda mental ante mi falta de carácter, no debo verle
ningún rasgo positivo a este hombre, yo debo mantener cada día en pie mi
objetivo, así que retiro la mirada al instante.
—¡Hijo, bienvenido! —pronuncia su padre con cierta fascinación; parece
que este es su hijo favorito por el trato que le da—. Saravi ha llegado esta
tarde.
Mi cuerpo se tensa ante las palabras del rey, me coloco de pie haciendo
una reverencia, para luego volver a colocar mis ojos justos en él. El príncipe
se dirige a mí asentando su cabeza, y al mismo tiempo conectando sus ojos
con los míos. Un rostro duro y serio obtengo de su parte, hasta que de forma
improvista toma mi mano para dar un beso en ella.
Una invasión de corrientes nerviosas se adentra en mi cuerpo al sentir su
tacto, mi cuerpo quiere retroceder, pero sería una impertinencia hacer tal
acto tan bochornoso.
—Bienvenida seas —es todo lo que dice el hombre, sin siquiera
pronunciar mi nombre como lo han hecho los demás, y por alguna razón,
eso me crea un fastidio.
—Gracias —respondo volviendo a mi asiento junto con mi padre,
sintiéndome más segura.
—Gracias por estar aquí —dice el príncipe con mucho formalismo hacia
todos—. Nuestras familias se unirán esta noche sellando el pacto de
nuestros padres, pero sobre todo esa responsabilidad de gobernar nuestra
nación… De la forma más correcta posible.
En ningún momento su mirada se posa en mí, parece que mi llegada ha
sido cualquier cosa para él, y no es que me importe, realmente es mejor que
las cosas sean así.
—¡Estamos muy contentos de estar aquí! —expone mi madre
interrumpiendo su sermón y todos giran a observarla. Yo tomo la mano de
mi padre y este niega un poco nervioso.
—¡Brindemos por el futuro de Angkor! —continúa el príncipe Kalil
levantando su copa, mientras en resto le imita.
Pude ver que su expresión es parecida a la mía, puedo ver que, como yo,
cumple una obligación, entonces el enigma y muchas preguntas se forman
en mi mente, cosas que me gustaría saber si fuera otro el caso.
La cena transcurrió tranquila, varias preguntas por parte de todos, excepto
del príncipe, se dirigían hacia mí; acerca de mis gustos y mis pasatiempos.
Y aunque me sentí bastante incómoda con la presencia del rey Umar
después del altercado de la tarde, traté con todas las fuerzas de parecer
serena. Creo que en cualquier momento está velada se acabará y podré ir a
preguntarle a Hanna, qué pudieron hacer por Nadia.
—Si me permite… —la voz del príncipe me saca de mis pensamientos, y
su mano se extiende invitando a levantarme para acompañarle a no sé
dónde.
Asiento lentamente, mientras de forma insegura coloco mi mano sobre la
suya creando una tensión evidente entre los dos.
—Volveremos pronto —anuncia este de nuevo hacia el resto de las
personas.
No sé si tener al hombre que tanto he rechazado junto a mí, provoca una
serie de reacciones constante en mi cuerpo. No tengo idea del por qué las
alarmas se encienden dentro de mí, y tampoco si son las correctas, el hecho
es que me siento como un manojo de nervios ahora mismo.
Luego de caminar un poco, llegamos a los jardines, cabe resaltar que al
anochecer lucen increíbles. Entonces de un momento a otro, el príncipe
suelta mi mano para posicionarse frente a mí.
—Su dama de compañía está en su habitación ahora mismo —pronuncia
tan serio, que dudo de sus palabras por un momento.
—¿Nadia?
Su ceño se frunce, entonces me doy cuenta de que he vuelto a
equivocarme al hablar.
—Quiero decir, mi dama de compañía, sí… de verdad muchas gracias…
Un suspiro pesado es soltado por su parte, entonces es cuando denoto
cierto fastidio en su rostro y se coloca de medio lado observando el jardín
mientras pregunta:
—¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre? —la pregunta sale forzada,
como si estuviese obligado a entablar una conversación conmigo, y a pesar
de que ese tema se habló en la mesa, entiendo que su mente no estuvo allí.
Lo cual me irrita en gran manera.
«¡Contrólate, Saravi!»
—Con todo respeto… Su alteza no tiene que esforzarse en hablar
conmigo, y aunque usted no se dio cuenta, por supuesto, yo deseaba que
terminara la cena para irme a descansar.
Perfecto, «Ahora si terminaste con la obra»
—¿Qué dice? —pregunta asombrado, mientras yo suelto el aire
lentamente.
—Escuche, seamos sinceros… Usted no me agrada y es evidente que yo
tampoco, lo que sí sabemos es que estamos ejecutando un tratado
establecido por nuestras familias, así que sería bueno para nuestra salud ser
sinceros.
Y así sin más lo saqué todo.
Su mirada se vuelve oscura y la expresión en su rostro es intimidante.
—Yo no hago nada por obligación, ¡Quiero que eso le quede claro!, para
mí un compromiso con mi nación representa honor y responsabilidad… No
sé si usted entienda la magnitud de lo que es manejar una monarquía, pero
si es por obligación que usted actuará, déjeme decirle que ya fracasó.
¿Estoy siendo demasiado sincero para usted?
Sus duras palabras me impactan, me hacen dejar muy mal parada como
cualquier niña malcriada.
—No quise…
—No importa —irrumpe sin dejarme hablar—. Y no tiene que darme las
gracias por su dama, es un derecho suyo…
—Escuche… —trato de conciliar.
—Entremos, y si desea puede irse a descansar.
El hombre comienza a caminar lentamente indicándome que la siga el
paso. ¿Por qué siento que no puedo llevar el control con él? Esto es un
desastre, si quiero ayudar a Mishaal, no puedo ser enemiga del futuro rey.
Al llegar a la mesa, observo que solo quedan mis padres junto con el rey
en la mesa, quienes se levantan a nuestra entrada. Yo aprovecho la
oportunidad y me excuso ante todos, dejando un silencio incómodo.
Trato de agilizar mis pies, quiero terminar este mal día, pero sobre todo
quiero llegar a mi habitación para comprobar que es cierto que Nadia está
en ella. Entonces rápidamente abro las puertas y allí estaba justo en la
ventana de la habitación.
—¿Nadia? ¡No puedo creerlo! —digo lanzándome hacia ella.
—Señorita, Saravi ¡Me alegra mucho verla!
—Dios… Pensé que no te volvería a ver… Yo, me preocupé mucho —
expreso sinceramente.
—¡Conocí al príncipe! —responde ella emocionada, mientras mi sonrisa
se borra al instante—. Junto con su hermana, la señorita Hanna.
—Los… ¿Conociste? ¿Cómo?
—Cuando llegué en el carruaje me pasaron directamente a la cocina del
palacio, algunos sirvientes me enseñaron las instalaciones pensando que
solo venía de visita, y justo en la tarde cuando hablaba con otra señorita fui
llamada a un salón, acompañada de un lacayo. Cuando entré estaba el
príncipe Kalil, y su hermana.
Dios…
—¿Y qué pasó? —pregunté con interés.
—¡Cuando vea al príncipe se le abrirán los ojos, Saravi! —dice ella
emocionada—. Es…
—Nadia… —corto su inspiración—. ¿Qué te dijeron?
—Que me quedaría, el señor Kalil me dio su mano, se presentó muy
amable diciendo: “Si usted es de confianza de la futura reina, también es de
mi confianza”, y me sonrió, entonces… yo me derretí lentamente.
Nadia comienza a reír, mientras que un nudo se forma en mi garganta
llegando a la conclusión que mi estupidez fue demasiado lejos hoy.
—¡Soy una tonta! —resoplo varias veces.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ven, te contaré todo, solo quiero que termine este día pronto…
CAPÍTULO 5
Saravi.
El día de la boda real ha llegado, estos dos últimos días han sido algo…
extraños para mí, le he huido en muchas ocasiones a mi madre para no tener
ningún tipo de confrontación con ella, así que, he pasado la mayoría del
tiempo con la hermana de Kalil, Hanna.
Al principio tenía mucha reticencia de entablar alguna relación con
personas de este palacio, incluso sabiendo que no duraré mucho tiempo
aquí. Pero Hanna es diferente, muy diferente. Por otra parte, no volví a ver
al príncipe Kalil en las instalaciones del palacio, su hermana en repetidas
ocasiones me informó que necesitaba cerrar asuntos pendientes, y yo no
reparé en ello.
Un vestido inigualable es el que logró divisar, mientras me detengo en un
gran espejo. Mi cabello está delicadamente recogido, mientras hermosas
horquillas toman cada mechón.
«Si esta boda fuera con el hombre que amo, sería el día más feliz de mi
vida» Sin duda alguna.
—Te ves muy hermosa —dice Hanna llegando a la habitación y
sacándome de mis pensamientos.
—Gracias —trato de asomar una sonrisa fingida, porque la verdad, en este
preciso momento quisiera olvidar todas las promesas e irme de este lugar.
—Debemos salir ya, los hombres y el resto ya se ha ido en los carruajes,
yo pedí irme contigo.
¡Qué inteligente!
—De acuerdo —mi voz apenas sale. Entre tanto un grupo de damas
comienzan a recoger todo el vestido sobrante para irnos.
Después de un tiempo el carruaje se detiene justo delante de la enorme
iglesia. La impresión comienza a invadirme, cuando salgo con ayuda de
varios lacayos, y observo una multitud de gente que es apabullada por
varios guardias que protegen los alrededores.
El pánico de la multitud me deja estática, jamás en mi vida había visto
tanta gente reunida, ni siquiera puedo concentrarme en un solo rostro; todos
gritan, todos aplauden, todos tienen alegría en sus rostros.
Menos yo.
—Tranquila, Saravi, solo saluda con tu mano, ellos son tu gente —susurra
Hanna muy cerca de mí—. Solo daremos unos pasos, tu padre y el rey te
esperan en la puerta.
¿El rey? No, no, no, no quiero que el rey esté cerca de mí.
De un tirón suave, Hanna me lleva para que yo iguale su andar, y con la
inseguridad más grande, comienzo a dar el paso que quería postergar por el
resto de mi vida.
Al llegar a la puerta mi padre me sonríe, entonces mi garganta se aprieta
al instante, y un escozor en mis ojos anuncia que mis emociones están al
límite. Hanna se despide de mí y se pierde entre la multitud, así que mi
padre toma mi mano, y el sonido del piano anuncia el comienzo de mi triste
futuro.
Gente y más gente desconocida, es lo que observo a través de mi velo, no
logro retener algunas lágrimas, me es imposible no sentirme impotente en
este momento, y cuando pienso que nada puede ir peor, mi padre se detiene
a mitad de la iglesia.
—Te amo… —dice con tono compungido.
—¿Papá? Qué…
Una mano dura toma la mía dirigiéndola a su brazo, cara a cara me
encuentro con Umar Sabagh haciéndome temblar del repudio ante su tacto.
El hombre sonríe ante la gente y camina un poco más rápido de lo que lo
hacía mi padre. Pareciera que se apresura porque todo esto termine cuanto
antes.
Al llegar al punto final, el príncipe Kalil da media vuelta abrazando a su
padre, besándolo con respeto en ambas mejillas, y luego se acerca a mi
vacilante, pasando un trago por su garganta. Aunque no es mi propósito, no
puedo evitar quedarme observándolo detenidamente. Su ropa, su porte, y el
aire de autoridad que emana su cuerpo, no pasa desapercibido así quiera
hacerme la ciega.
Él aún no puede verme, porque mi velo cubre todo mi rostro, y gracias a
Dios mis expresiones. Entonces para terminar de hacer de mi cuerpo un mar
de emociones, justo cuando nos colocamos de frente al obispo, su mano
busca la mía y la entrelaza teniendo un agarre firme. La corriente eléctrica
que pensé era mi imaginación, comienza a hacer estragos en mí de nuevo.
Reprimo los ojos haciendo caso omiso a su tacto, al impacto que tienen mis
fosas nasales teniéndolo tan cerca, y pienso una vez más en Mishaal… y en
que no debo perder mi norte…
Palabras sin sentido, vacías y carentes de importancia era lo que podía
escuchar a lo lejos de mis oídos, por supuesto provenían del obispo que
estaba dictaminado la boda.
Por algún motivo quería llevar mi mente al bosque y centrarme en
visionar una fantasía, donde Mishaal y yo éramos los protagonistas; una y
otra vez repetía sus últimas palabras en mi mente; solo que el permanente
tacto del príncipe y su firmeza en tomar mi mano, no dejaron que tuviera
dicha concentración. No me quedó de otra que reprimí mis ojos varias
veces, intentando liberar mi mano disimuladamente.
Pero no pude lograr mi objetivo.
Es como si de alguna forma él estuviera leyéndome el pensamiento, como
si quisiera sabotear mi estado de ánimo.
Entonces un carraspeo torpe me vuelve a la realidad; la mirada del obispo
se centra en mí esperando una respuesta, así que afirmo pausadamente
declarando una disculpa en silencio, y seguido de esto él vuelve a su libro y
dice:
—Repito… mi lady —pronuncia bajo, para que solo nosotros dos
escuchemos las primeras palabras—. Saravi Eljal, ¿Acepta usted en
matrimonio al Príncipe Kalil Sabagh? ¿Para amarlo y respetarlo, en la salud
y en la enfermedad, en el tiempo bueno y en el tiempo malo, hasta que la
muerte los separe?
Mis labios comienzan a temblar ante la magnitud de esas palabras, unas
ganas impresionantes de llorar me invaden, tanto, que terminó por apretar
equivocadamente la mano del príncipe, buscando algún refugio.
No quiero, no quiero… ¡No quiero hacerlo!
—Acepto… —emito por fin casi obligando a mi boca abrirse, mientras
que las lágrimas comienzan a derramarse en mi rostro y por dentro mi
corazón reclama mis actos.
Paso el trago forzadamente.
Una pareja de niños camina lentamente entregando al obispo una
almohadilla lujosa, donde reposan dos anillos. El hombre la toma haciendo
algún tipo de reverencia ante ellos, «parte del protocolo», luego me ofrece
uno de ellos, el más grande, para que yo puedo colocarlo en el dedo del
príncipe.
Mi mano temblorosa toma con cuidado el anillo y de forma torpe lo voy
colocando lentamente en su mano, a la vez que su mirada fija a través del
velo trata de aumentar mis nervios. Luego de mi acto él toma el otro anillo
y atrapando mi mano con las suyas, comienza a deslizar el anillo por mi
dedo anular, y junto con eso una oleada de calor me estremece.
No sé qué ocurre. ¿Puede ser esto parte de mi aborrecimiento por él?
—Entonces —dice el obispo alegre, sacándonos del momento en que
nuestras miradas se encuentran—. Con un beso esta pareja sellará un pacto,
nuestra nación, Angkor se prepara para esta unión y así coronar a nuestros
nuevos reyes.
Nunca escuche su “acepto” no puedo creer que mientras dejé divagar mi
mente, él pronunció esas palabras.
Un mar de aplausos comienza a inundar el lugar restando importancia a
mis pensamientos, rápidamente limpio las lágrimas sin ser vista, y como si
me leyera otra vez la mente, el príncipe levanta mi velo descubriendo mi
rostro completamente.
No logro descifrar lo que puedo ver en su mirada, pero esta parece estar
metiéndose hasta mi alma, rebuscando todo lo que pueda encontrar, y sin
ninguna advertencia el hombre se inclina lentamente hacia mí.
«Será un momento nada más… Será solo un momento»
Los labios del príncipe se unen a los míos de forma cálida, pero yo
mantengo mi boca cerrada y sin ninguna respuesta de mi parte, solo
esperando que pueda retirarse lo antes posible. Sin embargo, mi gesto
parece que causa furor en él, porque de inmediato entrelaza sus brazos en
mi cintura y me aprieta hacia él acentuando su beso, y de esta forma,
obligándome a darle una respuesta.
Su brusquedad no me deja otra cosa que corresponderle; entonces la
calidez entra a mi cuerpo de forma inadvertida, hasta que el tacto de su
lengua hace que me estremezca por completo, y por consecuencia cierro los
ojos involuntariamente.
El momento no dura mucho, justo cuando comenzaba a tener un torbellino
de sensaciones, el príncipe se retira dejando una impresión bastante extraña
en mí.
¡Vivan el rey y la reina! ¡Vivan!
Es la ovación que puede escucharse entre la multitud. La mano de Kalil se
posa en su pecho, como haciendo una promesa a su pueblo, aunque aquí se
encuentra la clase acaudalada, mientras que nos dirigen a dos sillones
dorados en el púlpito de la iglesia.
El mismo obispo está de pie junto a nuestras sillas, mientras logro divisar
como Zura, la reina, y el rey Umar pasan a nuestro encuentro. Acto seguido
retiran las coronas de sus cabezas y las alzan para que el gentío en la iglesia
logre divisarlas.
Mientras Umar coloca la corona en la cabeza del príncipe, la reina la
coloca en la mía.
—Ama y cuida a tu pueblo, Saravi —dice Zura, mientras toma mi mejilla
—. Ama y cuida a mi hijo, el rey.
Su mirada cariñosa hace que sienta cierta culpa ante mi proceder, entonces
solo asiento dándole una sonrisa, quizás tomando su palabra con respecto a
mi pueblo y a mi gente. Porque, aunque esté en contra de esta monarquía,
por supuesto que quiero el mejor futuro para Angkor.
Los ex reyes nos aplauden y el resto de gente se levanta imitando el acto.
Kalil se coloca de pie y toma mi mano, llevándome más al centro donde
puedo ver toda la iglesia repleta. De inmediato trato de forzar una sonrisa y
levanto mi mano en señal de saludo para todos los presentes.
Luego de salir de la iglesia, con bastante dificultad, y a pesar de la gran
seguridad que nos rodeaba, uno que otro lograba pasar las cuerdas para
hacerle reverencia al nuevo rey. Y en una de ellas, incluso él permitió un
abrazo de un niño que escapó de los brazos de su madre, lo que ocasionó las
risas y la aceptación del ahora coronado.
Varias paradas desde nuestro carruaje abierto hicieron que se prolongara
nuestro paseo para el saludo del pueblo presente. Así que durante este
tiempo solo vi kilómetros y kilómetros de gente, hasta que varios minutos
después, por fin logramos llegar al palacio, donde nos esperaba la
celebración.
¡Así es! Mi tortura no acabaría tan rápido.
Guardias, lacayos y damas estaban constantemente a mi alrededor, pero
no podría aún divisar ni por equivocación a Nadia, quizás ella jamás
pudiera estar aquí, y eso me hacía sentir mucho peor.
El salón era una hermosura si hablamos de decoración, cada detalle fue
trabajado a la perfección. Las mesas estaban llenas de gente que en algunos
casos había escuchado nombrar, pero eran completamente desconocidos
para mí.
Una vez de mi entrada todos se pusieron de pie, logré divisar donde
estaban mis padres, sin embargo, los lacayos me dirigieron a otra mesa, una
que quedaba más apartada de las demás y que era más reluciente. Donde
estaba la familia real.
Traté por todos los modos de forjar una sonrisa, pero al mismo tiempo me
hago a unas sillas a distancia de los demás. De un momento a otro el puesto
a mi lado fue ocupado por el presente rey, y mi tensión regresó.
—¿Está bien? —pregunta sin mirarme.
¿Por qué siento que habla de forma impersonal a propósito? ¿Por qué no
me llama por mi nombre? ¡Me irrita en gran manera!
—Lo estoy… Majestad —digo apropósito.
Su rostro voltea a verme seriamente, pero no se deja amedrentar.
—Tendrá que cambiar su ánimo, ya que esta… será una jornada larga.
—¿Una jornada? —pregunto a su falta de tacto—. ¿Así le llama a su
boda?
Por primera vez logro ver una semi sonrisa en él, una que me
desconcentra totalmente a mi deseo de fastidiarlo.
—Recuerde que debemos ser… ¿Cómo fue que me dijo?, ¡A, sí!
¡Sinceros! —Dice tratando de reprimir sus labios—. Usted me confunde
bastante…
Quito rápidamente mi mirada sostenida de él negando. No caeré en sus
provocaciones. Así que suelto el aire mientras que observo a mí alrededor
más tranquila.
—Traté de persuadir a su dama de compañía —habla nuevamente—. Pero
no quiso estar presente.
¿Qué?
—¿Le permitió estar aquí? —pregunto incrédula.
—Así es… Para apoyarla a usted. Pero creo que ella no se sintió bien con
eso. Y no me refiero a usted, sino a este lugar…
—Sé exactamente a qué no se sintió cómoda —irrumpo—. La han
acostumbrado a eso, lamentablemente.
Mis palabras fueron duras, con toda la intensión de herir, pero una vez
más el rey no se sintió aludido.
—Entiendo perfectamente, lamentablemente como usted dice, hay
personas que se acostumbran a creer solo lo que escuchan… Y no crean una
opinión propia, o al menos una desde su experiencia —dice trastocando mi
estabilidad con la mirada fija en mis ojos, esa misma que sostuvo en la
iglesia como si quisiera descubrir todo mi interior.
—¿Qué quiere decir? —pregunto con un poco de miedo.
Este titubea un poco, abre su boca para hablar, pero somos interrumpidos
en el instante en qué sí quería escuchar su respuesta.
—Mi rey y mi reina… ¿Interrumpo? —la dulce voz de Hanna calma mis
nervios en el momento y su hermano hace un gesto para que se siente a
nuestro lado.
—Puedes sentarte aquí —dice Kalil.
—Gracias, majestad… Ya llega el momento del primer baile, quería venir
a avisarles… Porque los vi bastante distraídos del resto.
Sus palabras intencionales solo crean incomodidad en mí, pero, logro
ocultar todos mis sentimientos dando una sonrisa a ella.
—Vendré en un momento —expone Kalil levantándose y asintiendo con
su cabeza hacia mí.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Hanna al momento de quedarnos a
solas.
¿Todos me preguntarán eso hoy?
«Respira, Saravi, estás tensa por la conversación, ella no tiene la culpa»
—Un poco… Nerviosa si te soy sincera… No conozco a la mayoría de las
personas aquí…
Una mano cálida aprieta la mía, impactándome un poco. Su toque es
sincero, y noble. Hubiese querido conocer a Hanna en otras circunstancias,
quizás no tendría duda en contarle mi historia; pero en nuestros contextos,
no sería posible, no viendo como ella observa a su hermano con un amor
entrañable. Como si él fuera su héroe.
Pobre de ella.
—Poco a poco verás que todo cobrará sentido aquí, y te enamoraras de
todos ellos, de este pueblo tan gentil, y de este palacio.
Sus palabras revuelcan todos mis sentidos, porque ella ha sido vendada
ante las mentiras de su padre, no conoce más allá de estos muros y lo que
mucha gente sufre por causa de la monarquía.
—Gracias… Yo… Hanna, tenemos pensamientos tan diferentes, hay cosas
que no sabes de mí, hay cosas…
La anunciación del baile coloca a todos en el gran salón junto con sus
parejas, irrumpiendo nuestra conversación. Así que Hanna aprieta mi mano
levantándose, haciendo que yo haga lo mismo, mi mirada va hacia el centro
de la sala, justo donde esta Kalil Sabagh asomando su mano para que yo me
una a él…
Un baile… es solo un baile.

CAPÍTULO 6
Saravi.
Un trago amargo pasa por mi garganta entre tanto mis manos sudan
ligeramente.
Paso a paso llego junto al rey, haciendo una reverencia como todas las
damas a mí alrededor; el hombre afirma con su cabeza y se une a mí.
Coloco mi palma en su mano y respiro profundamente, entre tanto él con su
otro brazo, rodea mi cintura para acercarme más a su cuerpo.
La melodía envuelve todo el lugar y el resto de parejas comienzan su
baile. Los pies del rey danzan junto con los míos al compás de la música, y
aunque no tengo la mirada fija en él, puedo saber que sus ojos, serios, están
atentos a cualquiera de mis movimientos.
Puedo sentir los latidos de su corazón por la cercanía, incluso puedo
conocer su olor, uno que no se parece al de nadie más. Escucho su respirar,
y en algunos momentos, su barba roza con mi cabello haciendo que haya
fricción y por ende reacción en mí.
Necesito apartarme de él, este tipo de cercanía no nos beneficiará en nada.
Por otro lado, me tranquiliza saber que en este baile en cualquier momento
habrá un cambio de pareja, y por fin estaré fuera de esos brazos, que, si soy
sincera, me hacen sentir un poco extraña.
En cuestión de unos minutos, me doy cuenta de que he bailado con tantas
personas que mis pies no aguantarán un baile más, así que me excuso con el
vizconde que está frente a mí, para tomar un lugar de descanso.
En el momento en que camino pausadamente en dirección a mi mesa,
tratando de saludar al que me ofrece una sonrisa, pienso en mi padre.
—Disculpe —le digo acercándome a una dama de servicio—. ¿Por qué mi
padre no ha venido a mi mesa?
La mujer me observa por un segundo, pero luego agacha la cabeza.
—Solo la familia real puede sentarse en esta mesa, majestad, si usted
desea que alguien venga, debe solicitarlo para que se le permita a la
persona.
¡Por Dios!
—Entonces quiero que mi padre venga.
La dama hace una reverencia, y cuando se dispone a ir, titubea y se
devuelve hacia mí.
—¿Quiere decir, sus padres? ¿Ambos?
Sé que es una idea terrible, sé que mi corazón está mal ante mis
pensamientos, pero una sonrisa se forma de manera traviesa en mi rostro.
—Solo mi padre, por favor.
La dama asiente y luego de otra reverencia, va por su tarea; y mientras
que la sonrisa continúa en mi rostro, regreso a la mesa en donde se
encuentra la familia real. Umar Sabagh está a unas sillas más de mi lugar,
sosteniendo una larga conversación con su hijo mayor, mientras que Zura
ríe junto con Hanna y Kader.
Entonces decido por sentarme cerca de estos últimos tres.
—Veo que estás disfrutando —pronuncia Zura animada.
—No sabía que debía solicitar el permiso para que mi familia estuviera
cerca de mí.
Mis duras palabras quitan toda la sonrisa que había en la familia, entonces
el chico frunce el ceño un poco incómodo.
—Es el protocolo… Pensé que eso ya lo sabía, su alteza —refuta Kader
irritado.
Kader es quizás de mí misma edad, o quizás un poco mayor, aún no lo sé,
y aunque tiene un cuerpo adulto, su rostro aún denota rasgos joviales. Su
manera de expresarse tan déspota, se lo sumo a su padre, por supuesto.
—La reina se acoplará poco a poco, Kader, y nosotros estaremos aquí
para apoyarla —Ahora es Hanna quien habla.
Entonces respiro lentamente para decir algo, pero la voz de mi padre me
interrumpe.
—Majestad… —dice detrás de mí.
¡Perfecto! Una excusa para salir de aquí por un buen rato.
—Con permiso —les digo a los tres para disponerme a salir con mi
padre… Porque necesito respirar de todo esto.
Llegamos a los jardines a los minutos, y cuando siento que estamos solos,
me arrojo a los brazos de él.
—¿Estás bien mi niña?
—Papá, por favor, no vuelvas hacerme esa pregunta en toda tu vida.
—Estás agobiada con tanta gente, te vi bastante tensa…
—Estoy… —su rostro turbado me hace retroceder—. Sí, solo estoy un
poco tensa… Ya me acostumbraré a este ritmo. Padre, te pido, no dejes de
estar cerca de mí, ¡por favor!
Su rostro cambia y suelta el aire comprimido. Estaba preocupado por mi
reacción.
—Lo haré… Te lo prometo, mañana tu madre y yo estaremos yendo a la
casona, hay varios asuntos que debo seguir haciendo, pero te escribiré y
vendré cuando tenga el tiempo, hija.
Asiento un poco triste, pero no digo nada más al respecto, no quiero ser
una carga ni preocupación para él. Un abrazo de su parte vuelve a
invadirme, y deseo quedarme en sus brazos por mucho rato más… porque
algo que quiero evitar con todas mis fuerzas, es la caída del día.
Pero ese momento, llega prontamente…
Los pasos que estoy dando por el pasillo, ahora se vuelven tan pesados
que no dudo en soltar un suspiro de mi boca. El vestido ahora es fastidioso
en mi cuerpo y las joyas, incluyendo la corona, solo me hacen gritar
internamente. Mi cuerpo está erguido, tenso y cansado, entre tanto mis
manos frías y empuñadas controlan los nervios que mi existencia emana.
Este definitivamente ha sido un día excesivamente largo, pero el
cansancio físico no se compara con la lucha mental que tengo, porque hay
un debate simultáneo que taladra mis emociones y sobre todo mi
conciencia.
Ha llegado la hora que he querido postergar desde que entré a este
palacio, y esta ni siquiera ha sido mi decisión.
Las puertas de lo que ahora en adelante será mi habitación compartida con
el rey, se abren ante mis ojos, y aunque no esperaba maravillarme por estas
cosas, no puedo evitar impresionarme por lo hermosa y muy amplia que es.
Sin embargo, mi admiración por ella no es suficiente para levantar mi
ánimo, porque lo que estuve temiendo durante todo el día, ha llegado
golpeándome duramente.
Las damas comienzan a desvestir mi cuerpo quitando todos los
accesorios, primeramente, para seguir con el vestido.
Las lágrimas caen por mis mejillas sin poderlas controlar siquiera.
¿Por qué? ¿Por qué debo permitirlo? Entonces una mano cálida limpia mi
rostro y observó el rostro de Nadia frente a mí.
Su sonrisa me recarga un poco, pero ella no dice nada, solo me observa
expresando miles de cosas, en esta circunstancia ninguna de las dos
podríamos emitir ninguna palabra, ninguna que tenga que ver a que en unos
minutos estaré preparada para ser tomada por un hombre totalmente
desconocido para mí, y que en algún momento él entrara por esa puerta, y
tocará mi cuerpo, como si fuera suya.
Esta noche será el momento justo, en el que yo moriré internamente ante
mi desdicha…
Mi mirada se centra en un punto fijo de la habitación, mientras me
recuesto derrotada en el borde de la amplia cama. Desde hace unos minutos
las damas han abandonado el lugar dejándome lista para esta noche. Solo un
largo camisón de seda es lo que me acompaña, junto a la presión en mi
pecho que no deja de inquietarme.
Necesito calmarme, necesito estar neutra.
«Debes calmarte, Saravi», me digo mentalmente entre tanto mis manos
tiemblan.
Mis pensamientos vienen y van, pero lo que más reluce en mi mente
ahora, es el reproche que hace mi corazón hacia Mishaal. No tengo el
derecho de juzgar su decisión, claro está; pero si él hubiese tomado mis
palabras y se olvidara de toda su lucha en contra de la monarquía, y si
hubiese decidido por nuestro amor, tal y como lo hice yo, quizás
estuviéramos juntos en este momento y muy lejos de aquí.
Quizás el cuerpo que se juntará ahora con el mío, fuese el de él.
Un suspiro es exhalado denotando mi fatiga emocional.
Estoy haciendo todo lo que puedo para no seguir derramando mis
lágrimas, estoy neutralizando mi sistema y para prepararlo a no sentir, a
hacerme una estatua, colocando un blindaje para no desarmarme ante los
hechos.
En estos momentos estoy proyectándome para odiarme a mí misma.
«No hagas gestos de rechazo» recuerdo las palabras de Nadia como si me
las estuviera susurrando en este momento.
La puerta de la habitación se abre y yo cierro los ojos mientras mis labios
tiemblan deliberadamente, me coloco de pie lentamente sin girar, tal y como
las instrucciones dicen que debo hacer. Involuntariamente un susurro de
sollozos quiere salir de mi boca, entonces la cierro rápidamente forzándome
a pasar un trago doloroso.
Unos dedos se posan en mi rostro en forma de caricia, haciéndome abrir
los ojos de golpe por su tacto, dulce, allí es cuando veo al rey frente a
frente, y logro estudiar su rostro más de cerca, detallando su mirada, que
ahora mismo se hace intensa y en ella percibo algo que no logro explicar.
Su ceño está acentuado, como si fuera doloroso para él tocarme, sus dedos
no han dejado mi mejilla y eso me tiene vuelta un manojo de nervios, tanto,
que siento como el cuerpo me titila.
De cerca puedo ver el color de sus pestañas, el color de sus ojos, estos
bastante oscuros, pero una línea amarilla delinea el iris; sus facciones son
rudas, hasta que me detengo en su boca, una boca que está sellada con su
silencio.
Recordando el protocolo, con manos temblorosas subo mi mano donde
está su rostro, y acaricio su mejilla de forma mecánica, sus ojos se cierran al
instante y el aire que exhala golpea mi rostro suavemente inundándome con
su aroma, uno bastante diferente, él huele a un perfume maderado con un
tono dulce, junto con algo natural que no logró descifrar.
Ladeo mi cabeza eliminando todo el recorrido que le he hecho
mentalmente, entonces torpemente con mi otra mano comienzo a bajar el
trozo de seda que reposa en mi hombro, pero para mi sorpresa, él detiene mi
mano.
—Saravi…
¿Saravi? ¿Está llamándome por mi nombre?
El impacto me ha quitado toda la concentración que logré conseguir
momentos atrás, en donde me coloqué como objetivo estar neutral. Los
nervios aumentan de una forma voluntaria… ¿Acaso estoy delirando en
pensar que pronunció mi nombre como si me conociera de toda la vida?
¿Por qué me siento así?
Sus manos se unen con la mía, quitándola de mi intensión de bajar mi
camisón.
—Estás temblando de pies a cabeza, ¿acaso me tienes miedo? —pregunta
casi en susurro.
El corazón se me desboca y solo niego tratando de ocultar todas mis
emociones, las negativas y… las positivas. Aunque ahora mismo no logro
diferenciar cómo ubicarlas en el lugar correcto, ahora mismo me siento
distorsionada.
—N-n… No —pronuncié, pero mis labios y mi voz entrecortada, me
delatan por completo.
Entonces los dedos de Kalil vuelven a tocar mi barbilla alzándola para
obligarme a mirarle a los ojos.
¡Otra vez esa mirada!
—Nada de lo que estás imaginando, va a pasar… —pronuncia
lentamente.
¿Qué?
—¿Qué dices?
—No estaremos juntos íntimamente, Saravi, no está noche, ni de esta
manera.
No puedo decir nada, estoy totalmente incrédula a lo que estoy
escuchando, no sé qué hacer ni cómo expresarme, lo que sí puedo saber es
que de forma instantánea el peso que estaba matando mis hombros, se ha
ido de repente.
—Es… Es nuestro deber, ¿no? —indico, para luego reprimirme y
castigarme ante mis palabras. Sin embargo, esto puede ser una mala jugada
para probar a la nueva reina.
—Solo vine aquí porque es necesario que cumpliera el protocolo, porque
la gente de este palacio debe saber que esta noche consumamos nuestro
matrimonio —sus manos se apartan de mí, para luego caminar por la
habitación—. Y porque está será nuestra habitación de ahora en adelante.
Pero quiero también dejarte claro una cosa… Yo no obligo a nadie, Saravi,
no soy un maldito como tú lo piensas.
Mis ojos se abren reflejando mi impresión, su tono es molesto. Entonces
comienzo a sentir un poco de miedo, en la boda también me lanzó algunas
indirectas y siento que él sabe algo más sobre mí. Pero, ¿cómo?
«Es el rey, tiene ojos en todas partes», mi parte lógica me advierte.
—No sé de lo que hablas —digo fingiendo inocencia y con estas palabras
logro llamar su atención y él vuelve a acercarse a mí.
Una sonrisa irónica se dibuja en su rostro haciéndome temblar por dentro.
Paso el trago.
—Se nota en todo lo que eres y en todo lo que haces, yo te causo…
repulsión, parece que me odiaras con todo tu ser. ¿Crees que puedo tomarte
de esa manera? ¡No soy así! Estás muy equivocada conmigo, Saravi. Así
que dejaremos los puntos claros desde el inicio.
La distancia entre nosotros es mínima, puedo sentir su respiración agitada
en mi rostro, puedo sentir su latido desbocado. El rey está molesto.
—Eres la reina de Angkor, este es nuestro destino, debemos llevar a un
pueblo que necesita mucho de nuestro trabajo… Juntos. Entonces no
importa lo que tú sientas, ni lo que yo sienta. Este es nuestro compromiso, y
para mí el más importante, así que no creas que aquí eres la única que dejó
cosas y que sacrifica su vida; deja de comportarte como una niña caprichosa
y sé responsable de una buena vez.
Una fuerza invisible golpea duramente mi cuerpo, mi alma, mi todo. Este
hombre ha sido contundente en sus palabras sin un atisbo de duda en ellas,
quiero poder responderle así no tenga argumentos, pero me es imposible
poder unir al menos dos vocales. Estoy en estado de conmoción.
—La cama es grande, no tendrás problemas en soportarme —
¿Continuará?, me preguntó—. Lo único que te pido es que fuera de estas
puertas, logres mantener tu compostura. Me iré a bañar, estoy cansado física
como mentalmente, demoraré un tiempo prudente para que puedas dormir
sin que me notes.
Y con eso gira sobre sus propios talones y abre una puerta de la habitación
que divide el lugar de aseo. Deja el lugar tan vacío que por un momento me
palpo para saber si todavía existo, o por si por alguna razón esto es real.
La vergüenza tiñe mis mejillas, por algún motivo siento decepción de mí
misma porque no estoy siendo yo, la real Saravi que dice lo que piensa, la
que lucha por sus ideales, la que es alegre y sensata a la vez, la que no
juzga, la que, a pesar de todo, cree.
Sin dudar me meto entre las sábanas soltando un aliento cansino, y a la
vez en secreto, agradecida porque por más de que Kalil Sabagh no es de mi
agrado, mostró un gran respeto por mí y mis sentimientos. Una luz tenue es
lo que se logra divisar entre mis ojos parpadeando, esperando que con esta
decisión que tomó el rey, yo pueda sentirme mejor aquí.
Lanzo un bostezo cerrando mis ojos mientras que el inminente sueño
logra dominarme por completo…
Espero que mañana pueda soportar esto con mayor energía, y que mi
mente esté mucho más clara.

CAPÍTULO 7
Saravi.
Mis ojos se abren lentamente, puedo ver que ha amanecido a pesar de que
las cortinas de las grandes ventanas están casi cerradas. Me siento
lentamente recostándome sobre la almohada mientras mis ojos se posan en
el resto de la cama.
Está vacía.
Unos toques en la puerta me anuncian que alguien entrará, así que tomo la
sábana para taparme un poco, hasta que Nadia aparece dándome una
sonrisa.
—¡Buenos días!
—Buenos días, Nadia —respondo aliviada—. ¿El rey salió?
Mi pregunta la toma por sorpresa, pero se repone y se acerca hacia mi
cama sin sentarse.
—Vengo a su petición, me dijo que habían hablado de desayunar juntos y
la está esperando.
¡Rayos!, no me dijo nada igual, pero imagino que está simulando frente a
todos.
—Ayúdame a arreglarme, Nadia, te iré contando… ¡Espera! ¿Y las demás
damas? —pregunto interesada.
—El rey ordenó que solo yo entrara a su habitación —responde con una
sonrisa—. Las demás solo la asistirán cuando usted lo pida y se amerite.
No puedo creerlo.
—Saravi, ¡ese hombre es un sueño hecho realidad!, discúlpeme que se lo
diga.
Una sonrisa se forma en mi rostro al ver lo boba que se ve enamorada de
una persona irreal.
—No seas tonta, Nadia, él no es lo que parece.
Entonces ella frunce su ceño mientras nos adentramos al baño de la
habitación sin decir una palabra al respecto.
Unos minutos más tarde, camino junto a Nadia por los pasillos, las damas
por supuesto forman un cerco a mi lado como una carabina, solo para llegar
al desayuno.
—No puedo creer lo que me cuentas, ¡En serio no lo puedo creer! —
expresa Nadia en susurro, después de comentarle parte de la noche anterior.
—Querida… hablaremos después —le digo volteando los ojos porque
ahora mismo es un tema que debemos cortar. Nadie debe saber que no
dormí con el rey ayer, y mucho menos, que nuestro matrimonio no se
consumó.
Llegamos a una pequeña sala en donde se encontraba el rey, pero mi
sorpresa fue que otras diez personas lo acompañaban en el instante; todas
estas daban información de diferentes áreas, mientras él firmaba
documentos y asentía hacia ellos si correspondí su respuesta. Por alguna
razón desconocida me desanimé ante la visión, de alguna manera quería
entablar dicha conversación en la que no participé ayer, aquella que quedó
un poco inconclusa por mi parte.
Tenía la necesidad de pedir disculpas.
—Buenos días… —indico entrando a la sala. Las personas se detienen
haciendo una reverencia por mi presencia, pero luego continúan sus tareas.
Nadia se queda atrás junto con las damas y yo llego a su mesa para que un
lacayo saque una silla para mí, sin embargo, el rey continúa sin observarme.
La comida comienza a servirse para nosotros dos, entre tanto una
conversación se desarrolla con un hombre a su lado que parece
preocupado.
—¿No sé si quisiera reunir a los generales, mi señor? —es lo que puedo
escuchar, a la vez que aparento estar desconectada de la situación llevando
un trozo de pan a mi boca.
—No se preocupe por eso, le avisaré más tarde —contesta Kalil sereno, y
el hombre se retira sin más.
Su mirada se levanta y me mira por fin.
—¿Cómo amanece?
¡Ay, Dios mío!, ¡aquí vamos!
—Bien… Gracias, ¿y usted? —me pego un poco más a la mesa para que
nadie más pueda escuchar—. ¿Dónde durmió?
—Justo al lado suyo.
—No me di cuenta… —carraspeo y me retiro, pero su mirada me sigue
traspasando.
—Quisiera saber si necesita más días de descanso o por el contrario quiere
comenzar a tomar responsabilidades aquí en el palacio.
Quisiera hacer algo por supuesto.
—Parece que no soy solo yo, la que tengo conceptos erróneos sobre otras
personas, majestad, creo que usted me sepultó en su propia estructura…
¿Quizás ha hablado con mi madre sobre mis cualidades?
Su ceño se frunce levemente y cuando va a gesticular alguna respuesta, un
lacayo le interrumpe.
—Perdone su alteza, tiene esta notificación, y me pidieron ser muy
discreto.
A pesar de lo bajo que habla puedo entender bien lo que dijo. El hombre
le entrega un sobre blanco corto y él lo toma sin abrirlo, entonces el lacayo
se retira dejándonos nuevamente a solas.
—Solo hablo por lo que veo, Saravi —dice continuando la charla y
guarda el sobre en su chaqueta.
¡Dios…! ¿Por qué pronuncia mi nombre así? Me hace hervir la sangre, y
a la misma vez, algo extraño me recorre el cuerpo.
—Bien, entonces respondo por mí, quisiera comenzar ayudando aquí, sé
que tengo funciones específicas.
—Perfecto, hoy primero la llevaré por el palacio para que conozca parte
de él, y de las personas que trabajarán a su lado y al mío.
Asiento en respuesta y termino mi desayuno, él por supuesto sigue
haciendo lo mismo que yo, pero dando órdenes a todos a su alrededor.
Realmente no quiero tener mis comidas de esa forma, no con este desorden
que se forma a nuestro alrededor; sé que hay muchas cosas para hacer
siendo parte de los que dirigen una nación, pero es necesario tener respeto
por uno mismo para impartirlo hacia tu gente.
Luego de que terminamos el desayuno, el rey ofrece acompañarme para
dar el recorrido por el palacio, y aunque es una locura lo que voy a hacer no
dudo en pedir la solicitud.
—Majestad… —digo llamando su atención mientras caminamos un poco
apartados del otro—. ¿Debemos siempre tener veinte personas a nuestro
alrededor?, y digo veinte por tener un número. Eso de allá era un revuelo
impresionante…
Ninguno de los que nos acompañan, como damas y lacayos, guardias de
mando, se chispean al oírme.
—Es parte de nuestra seguridad, y por si en algún momento necesitas de
algo.
—Lo sé, pero es incómodo. No podré hablar con libertad, ni expresarme
como lo requiera —digo dejándome llevar por el momento.
Kalil se detiene al instante mientras frunce su ceño levemente.
—¿Quieres hablar conmigo algo diferente de Angkor?
OK, ¡Que se vaya al caño!, quise agradecer que de alguna forma fuera
condescendiente ayer en la noche, quise llevar la situación en paz, pero
verdaderamente su actitud altiva, me irrita hasta el punto de no
controlarme.
—Olvídelo y haga cuenta que no dije nada —digo sin ocultar mi
molestia.
Un pesado suspiro es liberado por su boca, mientras que coloca dos de sus
dedos cerca de sus ojos, un gesto que lo hace atractivo de alguna manera
remota.
—Retírense, cualquier cosa les haré saber —ordena a su alrededor y en un
pestañear todos se retiran ante su orden, dejándonos completamente solos
—. ¿Está mejor?
Por supuesto.
—No sé usted, pero me gustaría tener al menos un desayuno en paz…
—Hay muchas cosas que ameritan mi atención —me interrumpe, y mi
sangre se calienta más.
—¡¿Por qué me interrumpe siempre, Kalil?!
¡Oh por Dios! ¿Qué he hecho? Llamarlo por su nombre ha hecho que el
hombre tome una postura diferente, sus ojos están impresionados, puedo
jurar que ahora respira más rápido mientras que trata de pasar un trago
forzoso.
—Lo siento… No debí tomarme esa atribución, solo quería…
—Saravi… —me corta de nuevo—. Puede… puede llamarme así, no
tengo problema, es mi nombre… Solo me tomó desprevenido.
Asiento en respuesta prometiéndome rotundamente no volver a cometer el
mismo error, no quiero amistarme con él, no pretendo tener ningún tipo de
relación, no aspiro siquiera sentirme culpable cuando esta monarquía caiga.
—Lo que quería decir es que, quisiera al menos que nuestras comidas
fueran eso… Comidas, es importante que establezca ciertos parámetros.
Respetar su cuerpo, su descanso y saber en qué momento hacer cada cosa.
Por supuesto es solo mi consejo.
—Trataré… Ahora déjeme mostrarle el palacio —yo puedo notar una
mediana sonrisa en su rostro, y no puedo evitar lo atractivo que se ve este
hombre, ni cómo sus maneras y sus gestos, hacen que todo se deslumbre a
su alrededor.
Me obligo a parpadear varias veces, mientras mi saliva se vuelve espesa.
«¡Ya basta, Saravi!, él es tu enemigo. Lo es…»
Después de que él da la vuelta y me indica el camino de una forma muy
paciente, el recorrido comienza. Conocí gente y muchos nombres, algunos
condes y duques que estaban presentes en el desayuno volví a divisarlos,
despachos dentro del palacio, áreas de reunión, jardines, áreas sociales,
áreas comunes… En fin, tendría que tratar de repasarlos todos los días,
porque era mala para memorizar. Por lo visto todos y cada uno de ellos
tenían una gran adoración por el rey, —para variar—, todos le sonreían,
todos se alegraba al verlo, y él aparentemente, les correspondía en todo con
amabilidad e interés; en sonrisas y en afecto, y eso realmente me
sorprendió.
Era como ver a cientos de Hannas y Nadias babeando por él por todo el
palacio.
Y no pude evitar reprimir mi risa ahogada en mi propia boca al darme
cuenta de esta imaginación mía.
Luego de tener una confusión mental hacia el pensamiento que tiene el
resto de las personas por Kalil, me detengo de golpe y mis ojos se abren
ante una maravilla…
Una biblioteca.
Enorme, amplia y con mucha luz. Esto era el paraíso para mí. Había
cientos de libros, por filas y muy bien acomodados, todos relucientes,
incluso podía reconocer las obras por tomos y todos ubicados por orden de
letras.
No pude ocultar mi alegría, ni cómo me sentía en este mar de libros, solo
llevé mis manos al rostro no pudiendo creer esta belleza.
—¿Le gusta leer? —pregunta Kalil con una sonrisa en sus labios.
—Sí… —respondo en un susurro.
—Entonces tendré que cerrar la biblioteca.
¿Qué?
Giro bruscamente hacia él sin ninguna expresión aparente. Sus manos se
alzan en señal de rendición y asoma otra sonrisa devastadora.
Él debe detenerse en esos gestos, ¡Por Dios Santo, que debe hacerlo!
—Es solo una broma, solo no quiero que se pierda en este mundo y deje a
su pueblo.
Un suspiro de alivio es soltado por mi sistema y vuelvo a mantener la
compostura, entonces quiero corresponder a su broma, por alguna razón
ahora mismo me siento en la comodidad de hacerlo, tampoco quiero parecer
una tonta a su lado, pero en el momento de mi intensión, una voz ruda nos
interrumpe.
—Alteza…
Esa voz…
La mirada de Kalil no se quita de mí en ningún momento, y no me queda
otra opción que girar en dirección del hombre que ha entrado en la
biblioteca mientras mi quijada se me cae a los pies.
—Saravi… —el tono del rey cambia, es muy diferente al Kalil de hace
unos segundos, ahora es como si el ambiente hubiese cambiado—. Él es
Borja, mi mano derecha…
El rostro de Borja me observa implacable, como si nada pasará aquí,
como si yo no me diera cuenta de quién es él, y de que también es la mano
derecha de Mishaal, que él también es del movimiento Ayatolá. Solo que
ahora hay una diferencia… Su uniforme. ¿Cómo es que está aquí? ¿Cómo
puede ser que este hombre trabaje para los dos?
Unas náuseas enormes revuelcan mi estómago, palideciendo en seguida,
los labios se me secan y siento que la respiración me falta. ¿Cómo puedo
confiar? Y la pregunta más importante… ¿De qué lado está realmente
Borja?
—Un placer… Alteza —lo escuché haciendo una reverencia, para luego
llegar hasta mí tomando mi mano y la besándola sutilmente.
—El general Borja es mi mano derecha, pronto conocerás también a
Basim, ellos son las personas más leales aquí. Puedes confiar en ellos
ciegamente.
Asiento en silencio ante las palabras de Kalil sin quitar la mirada en el
hombre, a quien le llamaría: Traicionero. Lo que no sé en sí, es, de que
parte está conspirando.
—¿Necesitabas algo, Borja? —pregunta nuevamente Kalil ante el silencio
largo que se ha impregnado en el lugar.
—Sí, mi señor, Basim y los demás generales le esperamos para la reunión
que tenemos pautada.
—Muy bien, iré en unos minutos, puedes retirarte.
Borja hace una reverencia y sale de la biblioteca dejando un silencio
incómodo entre nosotros. Por mi parte no quiero entablar ninguna
conversación con el rey, de hecho, ahora mismo quisiera buscar la forma de
escribir una carta a Mishaal para informarle lo que ocurrió hoy, estoy
bastante ansiosa por lo que tiene por decir sobre esto.
Cuando levanto mi cabeza, me he doy cuenta de que he avanzado varios
pasos en la biblioteca rozando con mis dedos los libros que allí reposan,
entonces me vuelvo a Kalil. Él está de pie leyendo la carta que
anteriormente le entregaron de forma cautelosa. Su rostro se torna algo
incómodo y sus mejillas tienen un color ruborizado, es imposible que no me
llame la atención su postura en tensión, y sin poder negarlo, comienza a
interesarme el contenido de dicho mensaje en esa carta.
De un momento a otro, él nota mi mirada y carraspea dirigiéndose a un
escritorio, abre un libro e introduce la hoja dentro, para luego colocar el
libro dentro de una gaveta. Por mi parte trato de hacerme la tonta y
demostrar que estoy concentrada en un ejemplar que tomé.
—La llevaré de vuelta, yo debo ir a reunirme con los generales —anuncia
por fin.
—Me gustaría quedarme aquí —digo con calma—. No sé si pudiera
decirle a alguien que me informe de los temas en que yo participaré
directamente…
—Enviaré a alguien ahora mismo para que le organice una agenda —
responde esperando mi respuesta.
Yo no le observo, mi mirada sigue en el libro.
—Está bien… Muchas gracias.
Entonces el silencio me anuncia que se ha ido, y yo suelto el aire
reprimido, abriendo y cerrando mis palmas para amortiguar los nervios que
pasé hace unos minutos. Mi mente se debate entre dos opciones: escribirle
una carta a Mishaal contándole lo de Borja, o en leer lo que le incomodó
tanto al rey.
Al final me decido por esto último.
Doy unos pasos y me asomo al pasillo para cerciorarme de que no haya
nadie. Me voy al escritorio, me siento en el sillón y abro la gaveta. Saco el
libro cuidadosamente y comienzo a pasar las páginas buscando dicha hoja.
Y allí estaba.
Una caligrafía perfecta, y un particular olor a perfume de mujer llama mi
atención, mis ojos se abren impactados al leer la última parte donde resalta
una firma:
Alina Menen
¿Dónde escuché ese nombre?
¡Por supuesto!, Mishaal mencionó su nombre, ella era supuestamente
quien podía tomar mi puesto. Mi madre también me dijo que era hija de
duques.
Sin reparar en mis pensamientos comencé a leer las líneas siguientes:
“He estado bien… En lo que cabe. Mis padres me han apoyado mucho en
este tiempo de transición, y agradezco que te hayas dignado a escribirme
para preguntar. Sin embargo, cada día padezco, cada día mi corazón muere
sabiendo que tú estás con otra persona, entendiendo que tus besos y tu
cuerpo son tocados por ella. A veces creo desesperar, a veces quiero
olvidarme de que tú eres el rey y hacer una locura. Quisiera tener la
esperanza de que en algún momento me elegirás a mí, a pesar de tu
devoción por salvar tu pueblo, pero eso no pasara, ¿verdad?
Espero que pronto pueda verte, para mí es muy necesario, sé que mi
consuelo es saber que tú no amas a la persona que está a tu lado, sé que mi
consuelo es saber que tu corazón es mío.
Quien te ama. Alina Menen.”

CAPÍTULO 8
Saravi.
¿Qué es lo que acabo de leer?
Llevo la palma de la mano a mi boca, no sé si estoy temblando porque
estoy leyendo esta carta sin permiso del rey, o si estoy temblando por lo que
acabo de leer. Realmente no sé qué pensar.
¿El rey está enamorado? ¿Abandonó su relación por cumplir con su
nación?
Muchas conjeturas se hacen en mi mente, ahora puedo entender muchas
cosas de las que me habló, ahora puedo creer la verdadera razón del por qué
no quiso consumar nuestro matrimonio. Simplemente no quiere tocar otra
mujer porque está enamorado… de ella. De Alinna.
Pero, ¿y por qué no se casó con ella? ¿Por mantener el pacto acordado por
nuestros padres?
El sonido de unos pasos hace que arrugue un poco la carta, y con manos
temblorosas me apresuro y la coloco en el libro, pero no me da tiempo de
guardarlo en la gaveta.
—¡Aquí estás!
De un tiro me coloco de pie y diviso el rostro alegre de Hanna.
—Lo siento… No quise asustarle, majestad —se disculpa—. ¿Se siente
bien?
—No… Sí, Hanna… No tienes que llamarme así, es solo que tenía mis
pensamientos en otra parte, me has asustado. Estaba concentrada en la
lectura.
Ella desvía sus ojos a mis manos, y trago forzado.
—¿Estabas leyendo economía? —pregunta con el ceño fruncido.
Entonces vuelvo la mirada en el libro y un título grande enmarca la
portada; “Economía…” Y en consecuencia comienzo a sentirme en una
jaula. Finjo una sonrisa y niego lentamente.
—Estaba sentada aquí, viendo cualquier libro y encontré este en la
gaveta… No me interesa mucho este tema, así que lo pondré de vuelta.
Pausadamente lo guardo y me levanto, pero ella no está muy convencida
de mi actitud.
—Tu hermano dijo que enviaría a alguien para hacer una agenda… —
vuelvo a intervenir rápido para cambiar el tema.
—Así es, yo vine a llevarte con el Vizconde que te ayudará… ¿Vamos?
Asiento en respuesta y con una sonrisa salgo con ella de la biblioteca.
Suelto un suspiro de alivio, respiro, y mi mente se va llenando de un
montón de preguntas acerca del suceso.
«Está enamorado» repito una y otra vez.
Parte de la tarde estuve con el vizconde, Fais Handal, un hombre de unos
cincuenta y tantos años. Por lo que Hanna me informó, parte de su vida la
llevó a cabo dentro del palacio; sus consejos y sabiduría eran muy
respetados por todos, incluso por el anterior rey, Umar. Al principio de la
presentación, su escaneo hacia mi persona fue un poco incómoda, y era
lógico, el hombre era de íntima confianza del reino.
Poco a poco y mientras me hablaba sobre las tareas que debía cumplir una
reina, la conversación se hizo amena. Al parecer tenía un amor muy
paternal con Hanna, y como otros más, también admiraba al actual rey.
Fue fácil llevarle el ritmo, de forma paciente realizó una agenda
preguntando mi opinión en gran parte de las tareas, como también realizó
algunas recomendaciones que agradecí en el instante.
—Le veré mañana, y podremos estipular el día de visita al pueblo,
majestad.
—¿Al pueblo? —pregunté interesada.
—Así es, usted podrá visitar muchas casas de asistencia. El rey quiere que
nos involucremos con nuestra gente y eso me ha parecido bastante bueno.
Esto me toma por sorpresa, de nuevo.
—La verdad me parece maravilloso, con todo el gusto quisiera hacerlo en
cuanto se pueda.
El hombre me sonríe, asiente, y por consiguiente ante mi alegría, me
acerco a él dándole un abrazo de agradecimiento. Mi gesto por supuesto lo
toma por sorpresa, pero el vizconde se repone de inmediato tomando una
actitud profesional, pero con mucho tacto.
—La veré mañana, alteza —repite sonriendo un poco—. Me retiro con su
permiso —dice dando unos pasos hacia atrás y yo asiento afirmando su
petición. Esto es un poco incómodo, la gente me pide permiso para muchas
cosas, porque si me fastidiaba los protocolos en la casona, estos se
multiplican por mil en este lugar.
Al girar mi cabeza, observo que Hanna está completamente divertida.
—Que bien, yo te divierto.
Ella toca su boca dejando salir su risa contenida.
—El vizconde nunca se imaginó que hoy sería abrazado por la reina… Lo
siento Saravi, su rostro fue muy chistoso —dice ruborizándose.
—No te preocupes, me gusta verte sonreír.
Ella hace un gesto dulce mientras me toma para caminar.
—Hoy compartiremos cena, no nos reunimos siempre, pero todos los
viernes lo celebramos como algo importante, es una costumbre familiar.
Suelto el aire entre tanto camino con ella, tenía pensado ir a mi habitación
a escribir la carta a Mishaal, pero por lo que veo, se postergará de nuevo.
—Gracias por decirme, estaré lista.
—Puedes preguntarme siempre lo que quieras, cualquier duda, incluso si
te parece, puedes confiar en mí —dice en tono sincero.
—Hanna —tomo sus manos—. Quiero agradecer tu hospitalidad y sobre
todo tu amistad, es muy valioso para mí tener a alguien… En quien confiar.
Su sonrisa me hace sentir bastante segura, incluso estar con ella hace
menos pesada mi carga aquí en el palacio.
Luego de caminar unos minutos más, decidí por ir a mi habitación y
descansar un poco, saludar a Nadia y prepararme para la cena. Quisiera
pensar que sería un momento en familia como lo dijo Hanna, un momento
de tranquilidad; pero en mi caso y con esta familia, está muy lejos de serlo.
Ya comienzo a extrañar a mis padres, más que todo a papá, el calor de
hogar desde hace rato se ha alejado de mi vida. Sé que me sentiré extraña
por mucho tiempo, sé que será difícil levantarme cada día con un hombre
extraño a mi lado, uno que descubrí renunció también al amor de su vida,
por hacerse cargo de su nación. No sé cómo sentirme con eso, y no sé por
qué me ha tomado desprevenida el saber dicho suceso, siendo sincera
conmigo misma, el tema me tiene bastante confundida.
Por otra parte, sé que mi lejanía con Mishaal de cierto modo irá afectando
nuestra relación. Hay muchas cosas que por mi grado de enamoramiento no
quise preguntar, ahora que puedo ver otra cara de la moneda, hay miles de
preguntas que me gustaría hacerle.
—Se ve hermosa, el dorado es su color, le luce mucho con ese vestido
color crema.
Una sonrisa se forma en mi rostro mientras que Nadia comienza a cepillar
mi cabello.
—Gracias…
—Ha estado muy pensativa hoy, yo he hablado como una lora, y usted
está en otra parte —dice ella colocándose en mi campo de visión.
—Ni yo sé que me ocurre…
—¿Qué quiere decir?
—No sé, Nadia, hay muchas cosas que me están carcomiendo, muchas
dudas, tengo muchas preguntas por hacer… Por un lado, Hanna es LA
persona que jamás pensé conseguir aquí; atenta, dulce, buena persona, y el
vizconde… Tiene su carácter, pero una vez lo conoces, lo quieres…
—¿Y el rey?, ¿qué piensa de él?
Le observo fijamente queriendo decir algo, pero nada sale de mí.
Entonces unos toques en la puerta nos hacen girar.
—Su alteza, vengo a anunciar que ya debe pasar a la mesa —indica una
dama de compañía, terminando con nuestra conversación.
—Gracias, iré ahora mismo.
Esta asiente y se retira. Por consiguiente, comienzo a caminar en
dirección a la salida junto a Nadia y las demás, teniendo ansias ante la
velada.
Cuando entro al gran comedor, todos están allí, y ya me siento un poco
avergonzada. ¿Por qué siempre tengo que llegar de última?
—Buenas noches —anuncio bajo.
—¡Bienvenida, Saravi! —exclama Zura colocándose de pie, mientras que
el resto le imita.
Todos lucen maravillosamente vestidos, en especial Kalil.
Está… está…
Él abre un asiento a su lado sin darme tiempo, y yo me posiciono en el
lugar dando las gracias rápidamente, pero en el momento en que alzo la
mirada al frente, los ojos de Umar penetrando mi posición, me ponen muy
nerviosa.
Este hombre parece que me odiara. ¿Su hijo también compartirá el mismo
sentimiento?
—Esta es nuestra cena familiar, la acostumbramos a hacer todos los
viernes, aquí olvidamos un poco nuestros títulos y nos mezclamos como la
familia que somos, por eso mi madre te llamó por tu nombre. Espero eso no
te incomode —la voz de Kalil explicándome la situación es suave y
paciente, queriendo hacerme sentir cómoda en su ámbito.
—Para nada, si fuera por mí, hiciera esto todo el tiempo, ustedes pueden
hacerlo conmigo, si lo desean —me atrevo a decir.
—Eso no es posible, Saravi, es importante cumplir el protocolo —
antepone Umar, con un tono más alto.
—Ella lo sabe padre —defiende nuevamente el rey—. Solo está diciendo
lo que hubiese querido hacer, ya que este espacio es para liberarnos un poco
de la rutina.
Mis ojos se centran en él, parece que hubiese citado un pensamiento mío.
Ahora que conozco una parte del rey, una muy personal, puedo ver que
también se ha sentido presionado. Sin embargo, al mismo tiempo un
sentimiento revuelca mi estómago al pensar que parte de su presión la he
causado yo, que parte de no tener su libertad es por estar a mi lado
cumpliendo un deber, y que su desdicha es por haberse casado conmigo.
Y eso ha sido exactamente lo que yo odié de él.
¿Sentirá odio por mí también? ¿Le repugnará mi presencia? No sé qué
está pasándome, pero darme cuenta de eso, me deja un vacío algo extraño.
—Hanna me comentó que conociste al vizconde, Fais —interviene Zura
sacándome de mi guerra mental, mientras los platos son servidos.
—Así es, fue una experiencia muy agradable compartir con alguien tan
sabio.
Su sonrisa se ensancha, mientras que Umar sigue como una piedra.
—Así es, puedes aprender mucho de él, si así lo quieres —vuelve a decir
mientras asiento en respuesta.
Umar hace una pregunta a Kalil respecto al tema del ejército, comienzan a
entablar una conversación acerca de la seguridad del palacio de la que
algunos participan, pero yo solo les observo comiendo mi plato
pacientemente, detallando a cada uno de ellos, que en algunos momentos
parecen ser personas normales que tienen una cena familiar.
Hanna es el tono dulce de esta familia, cuando se colocan un poco tensas
las partes, ella saca a relucir un recuerdo y luego todos ríen, Kalil parece
fascinado escuchándola, así como su madre Zura. Kader es el más
reservado, aunque algunas veces se sube de tono con sus pensamientos
extremistas. Umar por supuesto observa cada acción de su familia, frío y
calculador, esperando el momento en que pueda entrar para decir cuatro
palabras que dejen en tensión a todos nuevamente.
Así como lo siguiente:
—No quiero esperar mucho por un nuevo heredero —dice tomando
desprevenido al rey y posicionando sus ojos en mí rudamente.
Yo por el contrario no me dejo amedrentar y le sostengo la mirada.
—Es muy pronto para eso, padre, hay mucho trabajo por hacer… —
interviene su hijo.
Pero como yo soy Saravi, e impulsiva es mi segundo nombre, como
también imprudente es mi segundo apellido, un impulso bastante descarado
comienza a azotarme.
Hasta que decido dejarme llevar por la euforia.
—Quizás sea más pronto de lo que usted cree, Umar —expongo sin
controlar mi lengua.
¡Oh por Dios! Los ojos de todos, incluso los de Umar Sabagh se abren
impactados, ninguno habla, ninguno siquiera sabe qué hacer ante este
momento de incomodidad. Y entonces cuando pienso que ya he visto
suficiente, giro en dirección de Kalil.
Su rostro está furioso.
Y sí, merezco una reprimenda, ¡¿Qué rayos me ocurre?!
Pero en el momento, el personal entra a recoger la mesa salvándome un
poco de la incómoda situación que yo misma he creado.
—No sé si quieren tomar el té, en el otro salón podemos…
—No —corta Kalil a su hermana—. Saravi y yo nos retiramos ahora
mismo.
Ay no, no, no…. ¡He tirado todo a la borda!
Todos se colocan de pie, y no me queda más que repetir el gesto nerviosa,
la mano del rey me toma con fuerza y salimos de comedor en el instante.
Su paso es acelerado, puedo sentir que está tratando de controlar su rabia,
y no es para menos, es como si yo le hubiese lanzado un reto.
Llegamos a la entrada de la habitación rápidamente, las damas se asoman
al ver las puertas abiertas, imaginando que podrán ayudarme en algo, pero
el rey cierra de inmediato dejándolas con las palabras en la boca.
Me encuentro a solas con él, con un hombre enojado por mi imprudencia,
uno que me asesina con sus ojos, y que me demuestra una vez más su falta
de contento para conmigo.
—Discúlpeme… —me adelanto—. Su padre a veces saca lo peor de mí.
No quise ofenderlo en ningún momento.
Rápidamente se acerca a mí, tanto, que su respiración agitada choca en mi
rostro.
—¿Por qué tiene que hacer las cosas más difíciles?, ¿Por qué quiere dejar
tan evidente la falta de agrado por mi familia?
—No… Escuche… —intento conciliar.
—Saravi —sus brazos toman ferozmente los míos, sus ojos están
inyectados en sangre y yo comienzo a tener miedo—. Aunque su mente
entenebrecida no logre ver la realidad, no dejaré que lastime a mi familia,
no dejaré que se burle de ellos simplemente porque son parte de mí.
Descargue toda su furia conmigo, puedo ser su verdugo si quiere, pero no
permitiré que ellos quieran darle amor y usted pisotee su dignidad.
Mi cuerpo está literalmente temblando, no sé qué hice para merecer sus
crudas palabras, no atenté contra ninguno, no sé si esta forma de explotar
sea la reunión de todos estos días juntos, de mi comportamiento poco
amigable con su familia, de la carta recibida que alteró su paciencia y, sobre
todo, su corazón herido.
Me zafo de sus brazos mirándole como un cordero atrapado, mi respirar
está al borde, tanto que temo poder lanzar cualquier palabra al aire. Y sé
que me voy a arrepentir.
—No dije nada en contra de nadie… Su padre no es de mi agrado.
—A usted nadie le agrada, Saravi. ¡Usted nos odia a todos!
—¡No es así! —Digo alzando mi voz más de lo normal—. Su madre es
diferente, Hanna… Ella, es diferente, les tengo mucho aprecio, pero su
padre… ¿Acaso no sabe lo que la gente pasa allá afuera?, ¡La gente se
muere de hambre!, ustedes han olvidado a su pueblo, esta monarquía ha
sido cruel con quienes piensan diferente a ustedes… ¿Acaso ignora la
tiranía que su padre empleó por mucho tiempo? ¿Cómo puedo pensar que
usted será diferente? ¡Yo he sido obligada en estar aquí! Nadie me preguntó
si quería casarme con usted, yo no quería este puesto, quería mi libertad,
decidir por mí misma, casarme con quien yo quería. Eso es realmente lo que
me incomoda de todo esto. Y siéndole totalmente franca, su alteza, así
como usted, yo también amo a otra persona…
CAPÍTULO 9
Saravi.
Luego de descargar toda mi frustración… Con la persona equivocada;
entonces entro en conciencia de que he cometido un error muy grande. Dejé
que el hombre que esta frente a mí, vea mis puntos débiles, dejé que
conozca lo que siento, como también mis sentimientos por la monarquía…
Realmente me siento frustrada ahora mismo.
Una vez más he dejado que mis impulsos dominen mi persona, una vez
más siento que pierdo. El rostro del rey ha pasado de estar enojado a uno
más calmado instantáneamente. Eso a la verdad me causa más terror. Esperé
quizás que su furor aumentara con mis palabras. ¿Acaso lo hice para que
me echara? ¿Para que aborreciera aún más mi presencia aquí?
—¿Entonces eso es lo que la atormenta? —pregunta por fin de forma muy
lenta.
Pero yo no sé qué decir, porque no sé exactamente a qué se está
refiriendo.
—¿Puede ser más claro? —intento preguntar mientras que mi respiración
se va acompasando a la normalidad, y la verdad lo hice porque no quiero
más enredos. Es claro que quiero enmendar algunas cosas. Por el bien de
Mishaal.
El hombre expulsa el aire lentamente mientras niega, y como para
colocarle más tensión al asunto, se desplaza sin avisar y sale de la
habitación dejándome totalmente confundida.
¿Qué he hecho? ¿Acaso estoy cavando mi propia tumba?
Sin pensarlo dos veces llego a la puerta y pongo el seguro, luego reviso
una mesilla y tomando una hoja y una pluma, comienzo a escribir
rápidamente el mensaje a Mishaal. Uno corto quiero prever el hecho a que
esto llegue a manos equivocadas. Necesito encontrarme con él.
Luego de dar varias vueltas por la habitación, decido por encontrar
mañana en la mañana a Borja y tantear un poco el terreno con él, no
conozco a más nadie en el palacio que tengas nexos con Mishaal, y atinar al
azar sería muy peligroso para todos.
Después de que Nadia me ayudará a quitar todo mi vestuario, decidí por
descansar y dejar que mi mente se calmara, necesitaba que el sueño pudiera
acompasar la tensión de todos mis nervios y del cansancio de mi cuerpo.
****

Un calor bastante intenso comienza a despertarme, y aunque la


comodidad me incita a seguir mi sueño relajado, determino que es hora de
levantarme. Entonces me remuevo en la cama estirándome un poco,
sintiendo la rica sensación de descanso, hasta que de repente mi cuerpo
choca con un muro de piedra.
Abro los ojos deprisa.
El cuerpo de Kalil reposa a mi lado, está boca abajo y no tiene sábana
alguna encima de él. Un pantaloncillo que llega hasta sus tobillos es lo
único que lo acompaña, porque ahora puedo ver con exactitud toda su
espalda y brazos desnudos. El color de su piel es como… un dorado, como
si el sol hubiese sido cariñoso con él y lo rociara a diario.
Niego lentamente y una sonrisa se forma en mis labios mientras que
retrocedo un poco de su cercanía…. No se ha qué se debe todo este
pensamiento.
Vuelvo mi mirada a su rostro, el cual parece totalmente relajado, sin
presión, ni preocupación, como si en estos momentos solo fuera un hombre
sin algún compromiso. Un hombre normal. Su boca cerrada hace que sus
labios se vean más grandes de lo que son, más rellenos, mientras sus cejas
tranquilas lo hacen más imponente. Hay algo que debo aceptar, Kalil
Sabagh es todo un prototipo de hombre que volvería loca a cualquier
mujer.
¿Cómo se portaría él con Alina Menen?, ¿sería cariñoso?, ¿la ama
realmente?
¡Ay, por Dios! Pero ¿y qué caso da?… Mejor para mí, ¿No?
Mi pulso acelerado me alerta un poco, entonces tomo la sábana y
comienzo a quitarla hasta que noto un movimiento que me frena en seco.
—Buenos días, Saravi…
Los vellos de mi piel se erizan al escuchar su voz y paso el trago para
poder darle la cara.
—Buenos días… alteza —respondo con las mejillas rojas.
Está claro que necesito poner distancia, toda la necesaria.
—Ayer… —él comenzó.
Pero no quería otra vez el tema, no puedo dejarlo continuar.
—¡Por favor! No quiero seguir discutiendo con usted —le interrumpo de
inmediato.
—Ayer hablé con el vizconde, Saravi —dice colocando las manos en la
cama para poder impulsarse y levantarse. Algo que me desanima en el
momento. Y no sé por qué—. Si nos alistamos pronto, podremos ir después
del desayuno al centro de Angkor.
Mi ceño se frunce un poco. Mientras diviso su pecho desnudo.
—¿Al centro de Angkor? —pregunto titubeando.
—Así es, el palacio esta al norte de Angkor, un poco alejado de sus
ciudadanos, rodeado de bosque, así como la casona donde usted vivía.
Alrededor del palacio solo están los duques y gente de posición, que por
supuesto hacen parte de nuestro reino. Solo que vamos a dedicarnos un
poco más al resto del país. Al centro y el sur de Angkor. Nos llevará unas
tres horas en llegar, por lo tanto debemos aprovechar el día, para no volver
tan tarde.
No conozco ese territorio, jamás en mi vida he visto más allá que el
palacio y sus alrededores, las palabras de Kalil de cierta forma hacen que
mi mente se abra y quiera ver todo de lo que habla. Una llama grande se
enciende en mi pecho, una que de cierta forma me compromete con
personas que aún no conozco, pero que siento, forman parte de mí.
—No sabía que usted nos acompañaría, el vizconde me dijo que era
trabajo de la reina —expliqué luego de un rato.
Su ceño se frunce levemente. ¿Ahora que dije?
—Saravi, cuando lleguemos podrá hacer algunas visitas en compañía del
vizconde si así lo desea, pero yo debo ir también, tengo asuntos que atender
allá.
—Escuche… —manifiesto rápidamente. ¿Por qué todo lo malinterpreta?
—. No quise decir que no quería que viniera, usted malinterpreta mis
palabras.
Poco a poco me voy acercando a su sitio, hasta quedar frente a él enojada.
—No importa, ya veremos qué hacer para que usted pueda sentirse libre y
no tenerme cerca todo el tiempo.
—¡Ay, por Dios! —expulso exaltándome y resoplando, terminando con la
paciencia que me quedaba—. ¿Ahora quien se comporta como un niño?
Y no sé por qué, ni sé en qué momento mi mente no hizo conexión con
mis extremidades. En un instante me acerco tanto a él que doy un pequeño
empujón brusco, tocando su pecho y haciéndole retroceder unos pasos atrás.
Me quedo helada ante su mirada, puedo sentir su respiración acelerada
sobre mi rostro, y su pecho bronceado sube y baja deliberadamente.
—Bien, entonces me comportaré como el hombre que quieres, Saravi.
Con fuerza, pero sin hacerme daño me estampa sobre él sin quitar su
mirada de la mía… Como un desafío. Su mirada cambia al instante y en un
segundo más sin esperarlo, comienza a besarme ferozmente.
No solo su boca tiene fiereza, sus manos me aprietan de una forma
bastante posesiva, como si quisiera meterse en mí. Coloca su mano en mi
nuca impidiendo que me aleje; yo me resisto todo el tiempo tratando de
quitar sus manos de encima, de removerme todo lo que pueda, de luchar
para ir en contra de lo que quiere hacer. Sin embargo, algo sale mal.
Su lengua entra en mi boca y roza la mía tomando posesión lentamente de
cada uno de mis labios, besándolos como si de eso dependiera su vida, cada
vez que hace el ejercicio un millón de partículas explotan en cada rincón de
mi piel, haciéndome sentir… Tan básica, tan necesitada de esto que estoy
experimentando, tan… Intensa.
Mis brazos se aflojan totalmente y por una razón de exigencia, mi boca se
mueve y comienzo a probar su boca también… Y es exquisita, es, adictiva.
Mi dominio se va al caño, y me dispongo a imitar los mismos movimientos
y de la misma forma que él ha hecho conmigo.
En ningún momento la intensidad de nuestro acto disminuye, en ningún
instante sus manos dejan de tocarme… Entonces, en un rincón bastante
carente de fuerzas, me asoma una pequeña lucecita de alerta.
«¡¿Qué estás haciendo, Saravi?!»
De un tirón me despego al segundo, tocando mis labios de prisa.
—Yo… No…
Él no me deja terminar, después de su larga mirada sobre mí, abre una de
las puertas que separa la habitación de otra, y pasa al uno de los baños
dejando un vacío casi desértico.
¿Qué he hecho?
Mi cuerpo tiembla descontroladamente, es como si la adrenalina me
dominara por completo. Y no sé qué hacer, no cuando él está ahora mismo
detrás de una pared de la habitación, porque aún yo siento que sus manos y
su respiración siguen aquí, caladas en mi piel. No sé si llamar a mis damas
para tratar de despistar lo que ha ocurrido, y hacer como si esto nunca
hubiese sucedido.
¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!
Camino rápidamente a la cómoda de la habitación para ver mi aspecto
frente al espejo, y lo que distingo me deja con tal preocupación que no
logro procesar todo en orden.
Mis labios rojos están hinchados, mis mejillas sonrosadas como si hubiese
colocado un poco de polvo que hace verlas más coloradas, mi cabello está
revuelto, pero mis ojos… Mis ojos y mi mirada son un enigma.
Lo peor de todo es que aún estoy en ropa de cama, lo peor es que no
puedo quitar de mi memoria el tacto de su cuerpo tan cerca al mío.
¡Debo salir de aquí!
Voy en busca de un pequeño interruptor que anuncia a las damas entrar,
pero en especial, en especial quiero a Nadia.
Luego de unos minutos las mujeres entran pidiendo el permiso al cuarto y
habiendo toda la reverencia posible, logro ver a Nadia por fin. Ella por
supuesto abre sus ojos notando mi extrañeza y mi comportamiento.
—Buenos días, gracias por venir… —hablo rápido entre tanto mis labios
tiemblan—. Una habitación de aseo está ocupada por el rey, tomaremos la
más pequeña hoy para no incomodarle, así que acompáñenme.
Las mujeres asienten mientras que rápidamente nos dirigimos hacer la
tarea y yo puedo respirar por fin más sincronizada.
En algún momento las damas salen para tomar mi baño a solas, Nadia
también sale en busca de mi ropa para el día de hoy, y en el abrir y cerrar la
puerta, escucho como el rey se despide dejando algún recado que se me
hace imposible entender, así que me introduzco totalmente en la bañera para
poder olvidarme de todo.
Es necesario para mí.
El desayuno fue silencioso, era casi posible tocar el espesor del aire que se
respiraba, porque toda la familia Sabagh estaba en la mesa. Para mi
sorpresa hoy no desayunaría en la habitación donde llegué ayer, y por
alguna razón quise regresar a ella, a pesar del desorden y la mucha gente
que había en el espacio.
Cada uno estaba centrado en su comida, en terminar lo más pronto posible
para levantarse de la mesa; cada uno en sus propios pensamientos.
¿Qué estaría pensando Kalil?, porque la única que en algún momento me
observó y asomó una semi sonrisa, fue Hanna, que a pesar de que no fue mi
intensión, estoy apenada por la situación de ayer.
Le devuelvo el gesto, y no pudiendo más con la incomodidad, decido en
ponerle fin a todo esto.
—Quiero ofrecer una disculpa —digo tomando toda la fuerza de voluntad.
Los rostros de la familia se alzan en una sola dirección. La mía.
—Esto es nuevo para mí… pero, no es excusa para portarme de la manera
en que lo hice, así que les pido una disculpa… a todos.
No me atrevo a mirar a Kalil, ya su mirada penetrante me tiene vuelta un
lío y no quiero enfrentar lo que pasó hace unos minutos, aún no.
—Te entendemos, Saravi —dice Zura—. No es fácil estar en tu posición,
yo te entiendo perfectamente.
—Aceptamos tu disculpa —ahora habla Hanna.
Kader alza sus hombros no dando mucha importancia, y Umar solo
asiente sin decir una sola palabra, ni ninguna expresión.
Entonces le observo a él. Y por primera vez hay algo diferente en su
mirada.
—Yo acepto tu disculpa, y ofrezco también las mías —dice el rey,
mientras que el corazón me late con fuerza.
Solo asiento.
—Debo retirarme con la reina, llegaremos al atardecer, si Dios lo permite
—Kalil se levanta de su asiento y gira hacia mi dirección—. En cuanto esté
lista le espero en la biblioteca, allí estaré con el vizconde.
Y eso fue todo, o al menos por ahora.
El aire fresco choca suavemente en mi rostro, mientras aspiro el aroma de
la naturaleza que mueve al ritmo del carruaje. El vizconde y el rey están
conmigo en el mismo coche, hablando hace más de una hora de los
procesos económicos que están utilizando para establecer el nuevo reinado.
Otros carruajes y varios caballos vienen detrás, acompañándonos en el viaje
corto de nuestra visita al pueblo.
Yo por mi parte tengo bastante expectativa a lo que veré a continuación,
cuando pueda observar de lo que Kalil me habló un momento antes…
Bueno, antes de lo que ocurrió.
El movimiento varias veces hace que mi cercanía con el rey produzca
cierto roce, que, si no fuera por el vizconde, el viaje hubiese sido una
tortura.
—Lo primero que haremos es ir a la villa, majestad —anuncia el vizconde
Fais, captando mi atención.
—¿Qué hay en la villa? —pregunto interrumpiendo.
Fais da una sonrisa.
—Niños…
—¿Viven allí en comunidad?, ¿con su familia?
Su sonrisa se borra al instante.
—Espere a que lleguemos, es más interesante ir descubriendo las cosas a
que se las cuenten —Las palabras de Kalil denotan un tono tan doloroso
que elimina todas las ganas que tenía de seguir preguntando. Fais le da una
ojeada al rey y vuelve su mirada al vidrio divisando el exterior.
—¿He dicho algo malo de nuevo? —preguntó muy bajo sin pensar otra
vez en dirección de Kalil.
Su rostro gira quedando muy cerca del mío, no dice una sola palabra solo
me observa. Y esto me irrita cada vez más.
¿Que hice? ¡Que alguien me lo explique!
Ante su falta de palabras resoplo haciéndole saber mi molestia y me retiro
de su cercanía con el corazón desbocado.
Me di cuenta de inmediato cuando llegamos al pueblo, o al centro de
Angkor como lo dijo Kalil. La calle estaba repleta de gente, había muchas
ventas en las calles y las casas eran bastante bonitas, aunque pequeñas.
Realmente todo era muy pintoresco fuera del lujo que concernía al palacio.
Aquí se respiraba más natural, un ambiente agitado, pero más natural;
donde la postura al comer no era relevante, donde las reverencias no eran
importantes en el día a día, y la familiaridad reinaba entre todos.
Poco a poco fuimos pasando lentamente por el sector hasta llegar a lo que
imaginé era la villa, que estaba un poco más apartada del centro como tal.
Parecía una capilla, pero tenía muchas ventanas, que a medida que íbamos
llegando, más personas se asomaban por ellas.
—¡Hemos llegado! —anunció Fais contento.
Los carruajes se detienen, todos salen de ellos junto con los caballos y por
último salimos nosotros. Varios guardas hacen una cadena dirigiendo
nuestro camino a la entrada, y cuando voy a comenzar a seguir el paso, el
rey toma mi mano.
Al entrar a la villa somos recibidos por algunas servidoras que luego de
una reverencia, nos comienzan a guiar por el lugar.
—Es… Un privilegio tenerlos aquí… Nunca nos imaginamos algo así —
dice la guía.
El rey suelta mi mano.
—¿Cuál es su nombre? —le pregunta este, mientras la mujer titubea
nerviosa sin saber qué decir o qué hacer.
—Majestad… El duque Bidel, encargado de la villa no se encuentra, pero
yo puedo ayudarle en lo que necesite.
Pobrecita, está aterrada.
—Sé que el duque no está aquí, sé que esta villa está en pie por usted, y
por las personas que están a su lado. Le agradezco todo lo que han hecho, y
quiero saber su nombre —vuelve a insistir el rey tomando su mano,
mientras la quijada de la mujer se cae de la impresión.
La mía por supuesto también está en el piso.
—Mi nombre… Es Esma, mi señor.
Y por si lo que pasó no fuera poco, Kalil corta la distancia con ella y la
abraza dándole un beso en su cabeza.
—Gracias, Esma, gracias por tu dulce labor y cuidar de nuestro pueblo.
Giro rápidamente en dirección de Fais buscando respuestas, él parece que
está viendo algo cotidiano, como si no le extrañase que el rey hiciera algo
como eso. El vizconde sonríe complacido.
La mujer se seca las lágrimas de la emoción, mientras que el resto de las
damas imitan su gesto.
—Ahora muéstranos el resto del lugar —termina por decir Kalil,
volviendo a mi lugar y tomando nuevamente mi mano sin mirarme, sin
hablar de lo ocurrido.
Esto está matándome sin duda alguna.
Luego de ir al área de la cocina y salir al patio, concluyo que este lugar
necesita de varios arreglos y de un aporte económico para que pueda
desenvolverse mejor.
Un bullicio me saca de los pensamientos y al girar veo un montón de
niños, algunos demasiado chicos para andar por sí solos. Las mujeres tratan
de calmarlos entonando una canción ensayada para que den bienvenida a su
rey, ellos sin más repiten la acción sacando las risas de los presentes.
Incluso la de Kalil.
Que se ve tan… Diferente.
—Venga, sentémonos aquí —pide el vizconde, mientras Kalil se despega
de mí caminando hacia otra dirección.
—¿A dónde van? —pregunto.
—El rey firmará hoy mismo unos documentos que darán el mando a
Esma, luego de eso vendrán otras personas a ayudar por aquí, majestad.
Bidel quien estaba a cargo de esta villa y otras casas, ha tergiversado los
fondos, hemos venido sin aviso sabiendo lo que está ocurriendo.
Hay mucha gente que rodea el palacio que quiere la estocada del rey,
mucha gente que está siendo descubierta, Pienso.
«Como tú Saravi»
Paso un trago duro ante mí misma acusación.
—Es una desgracia que haga eso con los niños —reconozco ante el
suceso.
—Lo es… Pero las cosas irán cambiando, yo tengo mucha fe en nuestro
rey.
—Parece que lo aprecia mucho…
—Así es —dice con una sonrisa franca—. Kalil… Con respeto de usted
me atrevo a llamarlo así, porque lo vi desde que era un niño.
—No se preocupe, le dije que puede guardar la etiqueta conmigo.
Este asiente.
—Hay muchas obligaciones que caen en sus hombros, y muchos ojos que
están encima de él. Lidiar con su padre en las sombras no es nada fácil, sin
embargo, el ímpetu de Kalil y sobre todo el amor por Angkor, me dejan
claro que podrá con todo esto.
«Tanto que dejó al amor de su vida»
—Estos niños… ¿Dónde están sus padres?, ¿los abandonaron? —
investigo dispersando mis pensamientos.
—Están muertos.
¿Qué?
—¿Cómo es posible?, ¿todos?
—Mi reina… Quizás en algún momento le hablarán de esto, quizás se
encuentre en algunas reuniones donde se discuta el tema. Yo estaré
continuamente trabajando con usted así que será de su conocimiento saber
que, desde hace unos meses, se ha ido formando un grupo militar que quiere
derrocar la Monarquía Al-Asad.
Mis ojos se abren de par en par, «ellos lo saben», y quizás tengan planes
también… Pero ¿qué tiene que ver Ayatolá con estos niños?
—¿Ellos son los responsables?, ¿estos niños de aquí son causa de ellos?
—pregunto casi en susurro.
—Lamentablemente sí, muchos de ellos. Esta casa es un refugio para
ellos.
¡No! ¡Por Dios! ¿Qué es esto?
Esto no puede estar sucediendo. No puede ser verdad.

CAPÍTULO 10
Saravi.
El aire comienza a faltarme deliberadamente mientras niego varias veces.
«¡Es imposible! Mishaal no puede ser capaz ¡No puede!».
Me niego rotundamente a creerlo, debe haber una explicación para esto.
«¿Una explicación para dejar a estos niños así?»
—No… Es imposible… —digo en susurro sin poder contenerme.
—¿Disculpe?
Fais me observa interrogante, pero yo necesito tomar aire fresco, y aunque
quisiera hacerle miles de preguntas, por ahora lo que quiero es respirar y
tranquilizar mis nervios.
—Quisiera salir por un poco de aire.
—Claro, la acompañaré.
—No se preocupe vizconde, vendré en unos minutos.
El hombre duda por algunos segundos, pero luego asiente haciendo una
reverencia. No reparo mucho en su acto ni demoro en salir de la villa, los
guardias están por todas partes y vigilando cada uno de mis pasos, siguen
alertas a cualquier movimiento cerca de mí. Alzo mi brazo impidiendo que
se acerquen y me alejo un poco más a la tranquilidad que asoman dos
árboles enormes en el lugar.
Reposo en uno de ellos al instante.
Confusión y tinieblas rondan en mi cabeza, no puedo organizar mis
pensamientos, ni siquiera puedo tener claro qué es lo que voy a hacer.
—Imagino debe sentir mucha presión… Su alteza.
La dura voz de Borja termina por alterarme. No sé de dónde salió, ni
siquiera sabía que venía con nosotros. No confío plenamente en él, tampoco
sé qué papel juega realmente, aún no logro descifrar de qué lado esta.
—Tiene razón, estoy bastante confundida aquí… Por lo que sabrá, cada
día me entero de algo nuevo, y ya no sé en qué creer —expulso rudamente.
El hombre me mira fijo sin demostrar sentimiento alguno. Por mi parte
hago lo mismo sin dejarme amedrentar.
—¿Quiere dar algún mensaje? —pregunta por fin después de algunos
tortuosos segundos.
Suelto el aire contenido y recuerdo la carta, por supuesto no la llevo
conmigo, pero no perderé el tiempo y prosigo a decir lo que necesito.
—Es bastante arriesgado el verle, sin embargo, dígale que arreglaré una
nueva salida con el vizconde, le enviaré el mensaje con usted para que sepa
dónde podrá encontrarme para que haga lo posible por llegar. Es todo.
Hablo sin nombrarlo, pues sabemos a quién nos referimos; y él parece no
tener problema con seguirme el hilo.
—Se lo haré saber…
Y sin más me deja sola.
Cierro mis ojos con una sensación amarga, recuesto mi cuerpo un poco,
olvidando por un instante quien soy y como debo comportarme. La
ansiedad por saber la verdad me come por dentro y juro que Mishaal tendrá
que darme una buena explicación.
Cuando hablábamos en un pasado de un cambio, me entusiasmé con la
idea de inmediato, sus ideales eran sólidos y buenos, dictaminaban un
cambio radical, uno, en el que la muerte y el sufrimiento se dejarían a un
lado, y que el único afectado sería la monarquía. Pero esto, esto no es nada
parecido. No estas desgracias.
—Majestad, ¿está mejor ahora? —pregunta Fais acercándose.
—Sí, ya mucho mejor… Solo necesitaba aire fresco.
—Creo que ver estas situaciones afectan a cualquiera… Bueno, al menos
a alguien que ame su pueblo.
Asiento.
—Vizconde… ¿Qué ha hecho la corona para cortar con ese grupo de
rebeldes?
—Por ahora no lo sé mi señora. Son reuniones que no he presenciado. El
rey solo me ha comentado por confianza de lo que está pasando, pero
desconozco los pasos a seguir.
—Entiendo —es lo único que logro pronunciar.
—Venga, entremos, deje que los niños la conozcan. Algunos están algo
ansiosos.
Me dejé llevar del brazo del vizconde mientras que los pensamientos iban
y venían confundiéndome al extremo. Llegamos a una sala donde los niños
jugaban, pero el rey no estaba por ningún lado. Poco a poco me acerqué,
entre tanto las sonrisas sinceras de aquellos pequeños se dirigían hacia mi
lugar con emoción.
La damisela hace una reverencia incitando a los chicos hacer lo mismo,
entonces yo me adelanto y niego para que ellos puedan estar cómodos y
comportarse según su personalidad. Son muy chicos para entender algunas
cosas y no quiero predisponerlos.
Me fui a sentar en medio de un grupo donde algunos estaban jugando.
—Quiero tener el cabello como usted, majestad —dice una niña pecosa
con el cabello corto, la cual logra arrancarme una sonrisa mientras se acerca
a tocar mi cabello.
La damisela se alarma un poco y nuevamente le pido sea discreta.
—Si comes todo lo que te den aquí, tu cabello crecerá sano y fuerte y
mucho más lindo que el mío… ¿Cuál es tu nombre?
—Laia —responde casi para ella misma.
—Eso es imposible —dice otra—. No será igual, su cabello es muy
hermoso.
—Ammm… Pues… entonces tendré que venir muchas veces aquí, para
cuando crezca el suyo haremos una competencia, aunque creo que perderé
—finjo tristeza—. Estoy segura de que cuando ella coma todos los
vegetales se le pondrá más bonito.
Las niñas ríen mientras que varios aplauden, entonces alzo la vista
alrededor y el vizconde también se ha ido.
—Laia es un bonito nombre —me dirijo nuevamente a la niña de ojos
miel, ella solo asiente avergonzada.
—Mi mamá también se llama así… Laia.
Su mamá esta aún con vida.
—Y… ¿Ella viene alguna vez?, ¿te visita mucho?
Niega.
—Solo dijo que pronto vendrá por nosotros después que pase el peligro…
Paso un trago. Y llevo mi mano por su cabello dándole aún más
confianza.
—Entiendo… Aquí estarás segura. No te preocupes, pronto podrás verla y
estarán todos juntos. ¿Qué te gusta? —Pregunto para cambiar el tema—. A
mí me gusta la naturaleza, el bosque…
Sus ojos se encuentran con los míos, pero ahora su mirada es de terror, y
temo haber dicho algo que la alterara.
—Lo siento pequeña, quizás a ti no te guste…
—En el bosque… Están los hombres malos…
Mi respirar se agita, levanto la mirada y todos parecen estar en sus juegos
y las damiselas atendiendo algunos más pequeños.
—¿Los hombres malos? —pregunto cautelosa.
Ella asiente temerosa y luego se acerca a mí.
—Mamá dice que… Ellos asesinaron a nuestro padre, y también a mi
hermano mayor, debemos escondernos para poder salvar al resto de
familia.
Mis ojos se abren tanto, que la irritación que comienzo a sentir en ellos
empieza a ser dolorosa; sin pensarlo tomo a la niña de al menos siete años y
la siento en mi regazo para poder ofrecerle algún tipo de consuelo. Ella me
rodea con sus manitas en silencio aceptando el gesto, sin quejarse, sin
temer, solo esperando paciente lo que su mamá le prometió.
¡Que injusto! ¡Que desgracia!
—Lo siento mucho… —termino por pronunciar—. Toda va a mejorar, no
te preocupes… Yo… Quiero visitarte todo el tiempo que pueda, hasta que
llegue tu mamá, ¿de acuerdo?
—Gracias —Escucho pronunciar a la pequeña, al mismo tiempo que
contengo todos mis sentimientos en mi garganta a punto de abrirse. Me
despego lentamente de Laia y tomo sus mejillas dando una caricia para
asomar una sonrisa.
—Conociste a Laia —La voz de Kalil hace que la niña se separe
inmediatamente de mí, para correr a sus brazos por decisión propia.
Esta lo toma como si él fuera su íntimo pariente. Entonces el rey se
agacha a su altura y le ofrece sus brazos. Le pregunta por sus hermanos y le
pide portarse como corresponde.
Esto me trastoca por supuesto, está superándome tanto que ni siquiera
puedo describir claramente un concepto corto de mi anterior plan.
El momento de la despedida de la villa llegó, conocí otros niños como
Laia, que por obvias razones no tuve el valor ni el coraje suficiente por
saber de sus vidas, conversé con algunas damiselas y traté en lo que mis
fuerzas me dieron, de no arrojarme a llorar al ver las miradas de aquellos
niños con sus esperanzas rotas.
Y todo esto, por el poder.
Definitivamente el grupo sublevado Ayatolá también tenía un fin, llegar al
poder. Y eso yo lo sabía desde el principio, sabía que querían instaurar un
nuevo gobierno. El ardor de Mishaal era uno en donde el pueblo tuviese
más oportunidad y donde fuera escuchado, donde fuese parte suficiente.
Solo que por lo visto también pondría como carne de cañón a ese mismo
pueblo que decía querer proteger para conseguirlo.
Hay amargura dentro de mí, hay decepción y desesperación, siento que el
veneno corre por mis venas quemando todo a su paso, no puedo sacar de
mis pensamientos el rostro mortificado y temeroso de la pequeña Laia, no
puedo quitar de mi conciencia su infortunio.
Ahora me reía irónicamente al verme a mí misma quejarme ante el caos
de mi vida, ahora mi destino me parecía una nada a lo que otros pasaban.
Yo era muy afortunada y aunque en contra de mi voluntad estaba
resolviendo mi vida, nunca en ningún punto de comparación podría
asemejar mi situación con la de esos niños.
Me sentía una tonta, una cobarde y una persona bastante inmadura. La
vergüenza teñía mis mejillas al verme chillar y alardear por todo y ante
todos, podía verme lanzando veneno a las personas despotizando que mi
causa era perfecta y que el mundo era cruel conmigo.
No dejo de negar, no dejo de castigarme mentalmente mientras vamos en
el carruaje a una casona donde seremos recibidos para una comida. El coche
esta literalmente en silencio, cada uno en sus propios pensamientos, y es
válido, nadie después de conocer esta realidad vuelve a ser el mismo.
Nadie.
—Esta casona es de Nabal Marras —dice Fais, dirigiéndose a mí. El rey
parece estar en otro mundo, como lo estaba yo minutos antes—. Aunque es
duque decidió vivir en esta parte del reino, ahora mismo nos ayuda en
asuntos como las provisiones, la mano de obra, incluso que al pueblo
lleguen precios más asequibles para su alimentación y su vestimenta. Es un
estratega por excelencia.
—Qué bueno… Fais…
Al llamarlo por el nombre logro llamar la atención de Kalil, quien me
observa detenidamente.
—¿Cuándo se reúnen para realizar todo este tipo de convenios? Quiero
decir… ¿Desde cuándo se está estableciendo todo este nuevo sistema de
gobierno?
—Algunos meses atrás antes de que usted llegara —contesta el rey.
Pero, ¿cómo? Si Umar Sabagh aún estaba en el poder. Sin embargo, no
lanzo mi pregunta, más bien por el contrario, digo otra cosa.
—¿Puedo estar involucrada?
Fais estaba dispuesto a contestar, pero Kalil se adelantó de nuevo.
—Sería algo muy beneficioso que usted siendo la reina, se involucre y
demuestre ese afecto a su pueblo. Ya hablaremos de eso más tarde.
Asiento complacida.
Luego de la llegada a la casona conocimos más personas. Durante la
comida se hablaron temas algo ambiguos al principio para luego dar pase a
lo importante. Nabal Marras era un hombre de unos treinta años, estaba
casado y tenía dos hijos varones, por lo que estaba relatando, era un hombre
con muchos principios y con enormes ganas de cambiar el futuro de
Angkor. Mientras le explicaba los asuntos concernientes a Kalil yo me
retiré a una sala con su esposa a tomar el té; cosa que hice con dificultad, ya
que quería saber más sobre todo lo que me comentó Fais.
Ainara Marras también demostró un deseo profundo por cambiar muchas
cosas de Angkor. Luego de hablarme de su larga maternidad después de dos
hijos literalmente continuos, destacó que estaba presta a cualquier cosa que
podría necesitar, la cual agradecí. E inmediatamente de esto, nos
despedimos para volver al palacio.
Estaba agotada, sí, pero, mi mente volaba. No dejaba de pensar y recordar
todos los eventos del día desde que dimos inicio. Solo una sensación
bastante incómoda oprimía mi pecho cada vez y eso solo se podía
interpretar de una manera: Mi decepción.
Al llegar al palacio me despedí rápidamente de Fais para proceder a mi
habitación, Kalil por su parte se dirigió a otro lado del palacio y yo no
reparé mucho en ello. Justo cuando llegué, Nadia me esperaba impaciente
junto con las damas; y cuando las demás hicieron sus deberes nos dejaron
completamente solas.
—¿Cómo es? —preguntó Nadia mientras me cepillaba el cabello.
—Pintoresco, mucha gente… diferente, completamente diferente.
—Qué bonito. ¿Y usted cómo la pasó? ¿Se divirtió?
Niego lentamente con el ánimo bajo.
—No fue ese tipo de visita, son… Tantas cosas Nadia, no te imaginas…
—¿Por qué su rostro me dice que está triste? ¿Extraña al señor Mishaal?
Su mención me crea un revuelo de sensaciones malas y buenas, todas
entremezcladas.
—¡Dios! ¡Mire la hora! —Se exalta Nadia interrumpiendo mi
pensamiento—. Ya no debería estar aquí, es una imprudencia. Hablaremos
mañana, me moriría si el rey llegara a descansar y yo esté aquí.
—Ve tranquila…
Luego de que cerrara la puerta trato de conciliar el sueño, pero me es
imposible, es difícil con todo lo que viví hoy. Coloco una bata encima de mí
y abro un poco más la puerta del balcón de la habitación, entonces el frío
recorre mi cuerpo.
Desde este lugar todo se ve tan tranquilo, tan bonito que por un momento
puedo suspirar tranquila, en paz. Cierro mis ojos dejando que el viento siga
chocando con mi piel.
—Se congelará aquí.
No sé cuánto tiempo pasé así, pero no me di cuenta en qué momento entró
Kalil, y mucho menos cuándo se acercó hasta mi distancia.
—No podía dormir… —digo girándome hacia él, recostándome un poco
al muro del balcón.
Su rostro se nota cansado, pero, su posición es recta y su mirada un poco
más gentil. El hombre asiente y aunque trató de decir alguna cosa, en
últimas instancias se retracta y se gira para irse.
—Usted ya conocía a Laia —afirmo deteniéndolo. Si voy a comenzar a
ser imparcial, deberé conocerlo un poco más.
—Hace unas semanas atrás, solo que cuando fui no pude conocer a Esma,
ya que mi ida había sido anunciada, por supuesto a ella la escondieron.
—Entiendo. ¿Qué hará con ese hombre, el duque que malversó los fondos
para la villa? Quiero decir… ¿Cuál será su destino después de haber hecho
tanto mal?
—Aún no lo sé… Son tantas cosas que no sé por dónde comenzar —dice
abrumado y de cierta forma siento compasión por él.
—Laia me dijo que…
—Lo sé, también me lo dijo a mí, es una pena. Y por otra parte siento
culpa de todo por lo que ha pasado.
—¿Culpa?, ¿por qué?
Su mirada es de duda, no confía en mí por supuesto. No se siente a gusto
siquiera hablando conmigo, y tampoco sé si solo mi presencia le disguste.
Una sensación terrible comienza a abrumarme, en algún momento pensé
que mi pesadilla no podría ser peor, ahora pienso que todo esto me ha
sobrepasado.
—No importa, no lo diga —digo desanimada—. La verdad es que siento
mucho dolor por esa niña, no entiendo muchas cosas, no puedo creer
tampoco que alguien desgracie vidas por el amor al poder. No concibo que
se vaya arrasando con todo, solo por querer una posición… Yo pensé… Yo
pensé que…
Las lágrimas no me dejan continuar, el agudo dolor en la garganta
acrecienta aún más mi llanto. Y sin nada que hacer junto con la reunión de
sucesos en el día, me desarmo frente al rey.
En dos pasos Kalil llega a mí y me envuelve en su cuerpo colocando mi
cabeza en su pecho, me dejo llevar por el momento aspirando su aroma, y
dejo que me consuele. Cuando pasa un poco el momento me doy cuenta de
que las lágrimas han cesado y que ahora el rey acaricia mi cabello.
Sin ser grosera, voy apartándome poco a poco de su cuerpo, y justo
cuando me he despegado, una sensación de vacío me abruma.
—No sabía que le había afectado a tal magnitud los sucesos, Saravi, no es
que no le tenga confianza. Quizás es porque usted es la que no tiene
confianza en mí. Por eso quizás me frené un poco.
Seco las lágrimas y asiento lentamente quedando frente a él.
—Hay muchos sucesos que… Me hablaron del reino. Y sé que es su
familia, pero debe saber que su padre hizo muchas cosas terribles también.
Siento mucho hablar de nuevo de lo mismo.
—Y lo acepto, nadie es más consciente de eso que yo mismo. ¿Pero debe
pagar el resto por ello?, ¿incluso su mismo pueblo? —pregunta suavemente
sin quitar la mirada.
—No, por supuesto que no. ¡Por favor! Permítame ayudarle… —digo
retirándome de su lado, decidida—. Permítame ser parte de este cambio.
En algún momento vi una sonrisa, pero desapareció enseguida. Y antes de
que él contestara a mi petición unos toques de la puerta lo interrumpen. Un
lacayo hace una reverencia y se dirige al rey.
—Majestad, su padre dice que es necesario hablar con usted.
¿Más trabajo para él? ¡No es posible! Su cuerpo suspira cansado y siento
que debo intervenir. Luego de que el lacayo se ha ido, él se dirige a mí.
—Perdone, hablaremos mañana, además es demasiado tarde, descanse.
Justo cuando da media vuelta para retirarse tomo su brazo.
—Kalil… —Su mirada se posiciona en mi mano—. Su padre puede
esperar, y así sea un asunto urgente, usted se matará solo, si sigue con ese
ritmo. Le pido descanse también, ya tendrá cabeza fría mañana.
El hombre me observa sin poder creerlo, estático por unos segundos.
Retiro mi mano de su brazo y este asiente en silencio. Entonces ninguno
habla. Yo me voy a la cama, y después de unos minutos él sale del cuarto de
aseo y hace lo mismo también.
Trato de alivianar mis preocupaciones, trato de dar descanso a mi mente,
y como un último pensamiento, ajusto a mi decisión de que seré parte del
cambio de Angkor, quiero serlo, sin esperar que otros actúen por mí.
En cuanto a Mishaal, ya llegará el momento de que me aclare muchas
cosas, como también llegará el momento en que él también escuche la idea
que se formó en mí desde que comenzó el día, ya que desde que presencié
ciertos hechos, muchas cambiaron…
Ya nada podía ser igual.

CAPÍTULO 11
Saravi.
Ha sido una semana intensa y con mucho movimiento en el palacio,
también he estado llena de conocimientos y descubrimientos por parte de
cosas y personas con las que he llegado a relacionarme.
Si alguien me hubiese dicho que estaría para arriba y para abajo, nunca lo
hubiese creído. Pero esta forma me gusta, estar presta para ayudar y sobre
todo para dar mi opinión acerca de casi todo, realmente me gusta.
Mis lazos con Hanna son únicos, ella se ha convertido como una hermana
para mí. Sus suaves consejos, su manera de hablar y expresar su cariño, me
han hecho sentir más que en casa; también la sutileza que emplea para
hablarme de su hermano sin ser parcial, la forma en que busca enamorarme
de este palacio y de nuestro pueblo. Ella realmente es única.
Por otro lado, Fais ha sido como otro padre, y aunque la preferencia de él
sea estar al lado rey, lo veo bastante cómodo cuando nota mi presencia o me
enseña algunas cosas.
A mis padres les he escrito varias cartas, a pesar de las diferencias con mi
madre, los he extrañado muchísimo. Umar ha estado bastante alejado de mi
presencia, ahora debo decir que a veces me da pesar con Kalil por tener que
lidiar con él en todos sus asuntos.
La convivencia con Kalil ha mejorado desde el día de la villa, quizás
porque lo percibo con otros ojos, posiblemente porque desde que entré al
palacio he podido conocer realmente sus convicciones, y por más que trate
de hacer a un lado las fuertes emociones que comienzan a embargarme,
tengo que aceptar que el rey es un gran hombre.
—¿Usted cree que podré entrar a esa reunión? —pregunto por tercera vez
en la semana. Fais está en su escritorio tratando de redactar una carta para el
duque Nabal Marras.
—Puede preguntárselo directamente al rey, majestad… Pero, por lo que le
conozco, creo que no permitirá que usted, una dama, y sobre todo la reina,
entre, junto a todos esos hombres que solo saben de rudezas.
Su mirada vuelve a la hoja en donde escribe y un suspiro sale de mi boca.
—¿Está todo bien en el centro de Angkor?, ¿cuándo volveremos?
—Si usted quiere puede ir conmigo donde Nabal, le sentará bien hablar
con su esposa sobre la villa.
—¿El rey irá con nosotros? —pregunto interesada.
—No. Me dijo que tendría otro compromiso.
Perfecto.
—Muy bien, iré con usted. Me gustaría visitar también a una amiga que
vive allá.
¡Por favor! ¡Por favor! ¡Que no pregunte!
—¿Una amiga? ¿Tiene amistades en el centro de Angkor?
—Bueno, de hecho, es más amiga de Nadia… Mi dama de compañía.
Una sonrisa es asomada en el rostro de Fais, mientras niega lentamente
tratando de involucrarse nuevamente en la carta. Entonces yo me excuso
rápidamente y voy en busca de mi objetivo.
Borja.
Mi paso es apresurado, necesito que Borja tenga tiempo de avisar a
Mishaal de que mañana en la mañana estaré partiendo al centro de Angkor.
Necesito que pueda encontrarse conmigo con urgencia.
Justo cuando estoy llegando a uno de los patios mirando por todos lados,
choco con una persona tan fuerte que si no es porque me toma rápidamente
hubiese caído al suelo.
Un rostro bastante firme y varonil me observa, en solo cuestión de
segundos nuestras miradas se encuentran y su ceño se agudiza, puedo sentir
nuevamente el choque de su aliento contra mi rostro, produciendo una
sensación cálida en mi cuerpo junto con el fuerte latir de mi corazón.
—Saravi…
—Lo siento… Venía un poco distraída y….
—Apresurada —termina por decir él, sin quitarme la mirada de encima.
No sé por qué estoy tan nerviosa, quiero decir cualquier cosa, pero esa
mirada no deja que gesticule nada.
—Mañana… Iré con el vizconde Fais al centro —digo tratando de sacar
alguna conversación.
—Me alegro, le diré a Borja que los acompañe y lleve algunos hombres.
—Muy bien, gracias… ¿Usted se quedará en el palacio?
Los hombros de Kalil se tensan y un trago forzado pasa por su garganta,
puedo notar su nerviosismo.
—No, tengo que salir cerca del palacio. Basim ira conmigo.
Su tono apresurado y nervioso me dejan un tanto ansiosa por conocer a
dónde se dirige, entonces no tengo palabras para continuar la conversación,
sin más asiento y trato de continuar con el camino que llevaba, pero él gira
en mí misma dirección impidiendo mi paso.
—Parece que no quiere sino estar chocando conmigo, Saravi.
¿Qué?
Su rostro se acerca tanto, que mi respiración se entrecorta ¿Me besará?
¿Por qué está tan próximo? En algún momento mis ojos se cierran como si
tuvieran decisión propia y me preparo para recibirlo mientras que mi cuerpo
se coloca en tensión, como si todo en mí vibrara de anticipación.
Un carraspeo hace que mis ojos se abran de golpe y que Kalil se retire de
forma instantánea.
—Señor, lo siento, debemos irnos.
Un hombre como de la misma edad de Kalil, bien parecido, con uniforme
militar se acerca a nosotros.
—Sí… Saravi, él es Basim, jefe de todas las tropas… Junto con Borja.
Asiento despacio y ofrezco mi mano.
—Saravi… —me presento.
—Su alteza, un gusto, ya me han hablado mucho de usted —dice tomando
mi mano y la besa. Kalil lo mira de reojo como para que no siga con el
comentario, y yo me sonrojo al instante.
—Bien ¿Necesitarás de algo más? —pregunta Kalil fijando la mirada en
mí, sin reparar en Basim.
¿A dónde vas a ir, por ejemplo?
¡No! ¡No! ¡No!, no es asunto tuyo, Saravi. ¿No es asunto mío? «¡Es tu
esposo!» Tengo derechos, ¿no?
«¿Cuáles?»
¡¡¡Ya basta!!!
—No.
Y con ello él asiente un poco decepcionado, da la vuelta y junto con el
general, comienza a emprender su camino.
Me enojo al instante, me siento una tonta, una tonta por sentirme así, una
verdadera cabezota por no decir las cosas que quiero. Pero ¿y qué le
hubiese dicho?, ¿qué asunto amerita que no vaya mañana conmigo? ¿Por
qué le pediría confianza si yo misma nunca se la he dado?
Y si vamos a hablar de lealtad tampoco soy la mejor. ¿Por qué pienso
esto? No le debo nada a él o, ¿sí? Desde que llegué a este palacio sabía cuál
era mi propósito aquí. No vine para entablar una relación con el rey, vine
con otro propósito.
Sin embargo, el pensamiento que ronda en mi cabeza no deja de
martirizarme, ahora mismo recuerdo la carta que leí, y un impulso me hace
desviarme a la biblioteca para ver si aún está allí.
Con dedos temblorosos comienzo abrir el libro buscando despacio; pero
por más que di vueltas y vueltas, la hoja de Alinna Menen ya no está aquí.
Cierro el libro decepcionada y volví a centrarme en lo que de verdad
necesitaba.
Encontrar a Borja.
Una vez que he recorrido varios patios, lo puedo encontrar junto con
varios militares que al llegar notan mi presencia haciendo una reverencia.
Borja entiende y se separa de ellos apartándonos a un lado.
—Iré mañana al pueblo con el vizconde. Por favor necesito que arregle
para hablar con Mishaal.
—Solo estaba esperando su mensaje, majestad —responde Borja serio.
—Bien, entonces… Mañana.
—Haré alguna cosa para distraer al vizconde —dice él mirando hacia
todos lados.
—Le dije que visitaría a una amiga.
—Ya veremos, hay que ir con cuidado, con su permiso… majestad.
¿Por qué siento algo malo con este hombre? Nunca me ha inspirado
confianza. O puede ser su rostro carente de emociones lo que hace que me
sienta incomoda a su lado. La verdad no lo sé, debo ir con cuidado con él, al
menos hasta que hable con Mishaal.
Encontrarme con Mishaal después de tanto tiempo me genera un sin fin de
nervios, pero, todo lo que he visto doblega la ansiedad por saber qué es lo
que pasa, quiero que él me explique, ¿por qué hace todo esto?, y ruego a
Dios que no salga más decepcionada de lo que estoy ahora.
Justo al atardecer me dirijo a un saloncillo donde quedé con Hanna para
tomar el té, y para cuando llegué, ella ya estaba allí esperándome como una
porcelana.
—Bienvenida…
—Hola, Hanna, ¿tienes mucho tiempo aquí?
—Apenas estoy llegando —responde con una sonrisa ofreciéndome la
tasa de té ya servida.
—Gracias, huele delicioso.
El aroma entra a mis fosas nasales, tranquilizando todo mi cuerpo
aspirando un momento de paz.
—Entonces irás al pueblo mañana con el vizconde —afirma con una
sonrisa.
—Así es, ¿te lo dijo Fais?
—No, me lo dijo mi hermano.
—Entiendo… ¿Te dijo también que él no irá? —pregunto sigilosa.
—Sí, él parece tener un asunto pendiente.
Su contestación fue rápida, sé que ella sabe de qué se trata, ni siquiera me
observó al contestar.
—Creo que sé cuál es su asunto pendiente… —no puedo evitar decir,
entre tanto observo como Hanna alza su mirada sorprendida hacia mí,
mientras mantengo mi postura segura y tranquila.
Pero por dentro, por dentro estoy nerviosa. Bastante para mi gusto.
—Hanna… No soy tonta —ella abre más sus ojos—. Tu hermano y yo no
tenemos un matrimonio por amor y tú más que nadie lo sabe.
—Saravi, escucha, tienen muy poco juntos, hay una vida por delante
para…
—¿Quién es Alinna Menen?
Ella casi se atraganta con el té, he sido muy directa, pero no me
avergüenza, no con Hanna. Con toda la delicadeza y discreción limpia
suave su boca mientras que una dama se acerca para ayudarle.
—No entiendo, ¿cómo sabes de ella?
Un suspiro pesado es exhalando por mi parte, y mis mejillas se tiñen.
—Leí una carta para Kalil…
—¿Qué? ¿Estás hablando en serio? —Cuestiona preocupada.
—Muy en serio… Yo nunca pensé que la encontraría, así que, yo…
—Saravi, mi hermano se molestaría mucho, es su privacidad y tú has
leído una carta para él.
¿Esto es en serio?
—¿Privacidad? Hanna, Kalil es mi esposo, puedo hacerlo y no debería
tener problema, además, no sabía que tendría un amante comenzando el
matrimonio.
El rostro de Hanna va de mal en peor, no deja de negar mientras que su
rostro decae en tristeza.
—Saravi, tú no entiendes a mi hermano, no lo conoces. Alinna es su
amiga desde que era una niña y se quieren mucho, en algún momento pensé
que nuestro padre cambiaría de decisión al ver a mi hermano… Junto a
Alinna; pero desconozco por qué siguieron los planes al llevar el
casamiento contigo. No te digo esto para hacerte sentir mal, solo no veas a
Kalil como un enemigo, él ha sido tan fuerte y valeroso al amar tanto a su
pueblo, dejando tantas cosas que…
—Hanna… —le interrumpo—. Tú tampoco conoces lo que yo he dejado.
—Saravi…
—No te preocupes —me levanto—. Solo espero que esta conversación
quede entre nosotras.
—No tienes que pedirlo, nunca hablaría de nuestras cosas a mi hermano.
—Muy bien, realmente agradezco tu discreción.
Me retiro de inmediato sin dejar que ella pueda persuadirme, tengo el
corazón henchido y rabioso, la información dada por Hanna me ha
revolucionado, es evidente que Kalil ama a esa mujer, es evidente que yo
cumplo solo un papel en este reino, y es el de una figura de apariencia, solo
eso.
Desde un inicio, o desde siempre, su trato hacia mí ha sido solo para forjar
una tregua y así sobrellevar la carga del palacio. Esto no debería
molestarme para nada, esto debería alegrarme porque de alguna forma es lo
que quise, esto realmente debería realzar mi ideal para encontrarme una vez
y para siempre con Mishaal.
Pero no.
No es así. Ahora mismo no me siento como quiero, ahora mismo tengo
una contrariedad de sentimientos que hacen que me falte el aire; decepción
por Mishaal, dolor por los niños, impresión por Kalil. Creo que si no logro
controlar todo esto y si no pongo en orden mis emociones, terminaré por
enloquecer.
Luego de la cena con solo dos miembros de la familia, me dispongo a ir
directo a la habitación, quizás hable un rato con Nadia y luego podré
descansar. Mañana tendré un día largo y debo ser lo suficientemente fuerte
como para enfrentar a Mishaal, sin dejar de tener en mi cabeza que el rey se
reunirá con su querida.
Justo cuando llegó a la habitación, algunas damas se inclinan ante mí
dando la vuelta para irse, lo cual se me hace extraño. Ya que ellas deberían
entrar conmigo para acompañarme, entonces fijo la mirada en Nadia
interrogante y está sin más me responde:
—El rey está en la habitación —susurra—. ¿Quieres que entremos a
ayudarte?
Niego sin mediar palabra y en efecto a lo que entro a la habitación, él está
allí de pie frente al balcón. El latido comienza a acrecentarse mientras hago
como si este fuera un día más en que él está cerca.
—Pensé que no estabas, no cenaste con nosotros —es todo lo que logro
decir acercándome.
Kalil se gira, su rostro está bastante relajado haciéndolo mucho más…
Hermoso. Su traje está desajustado dejando entre ver su piel dorada.
—Acabó de llegar. Estaba con los generales dejando todo en orden.
No deja de mirarme un solo segundo. Yo me acerco al balcón colocando
mis manos en el frío muro, dejando que el aire choque con mi cara y por
supuesto manteniéndome a raya.
—¿A qué parte de Angkor irás mañana? —me sale la pregunta como si
me molestara en la boca.
«¡Dios! ¡Mantente callada, Saravi! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!»
—Aquí mismo cerca del palacio —dice quitando su mirada en mí y
repitiendo mi gesto; coloca sus manos en el muro y observa la vista al
frente.
«Vete Saravi, inventa una excusa, ¡y lárgate de la habitación!»
Envío órdenes a mi cerebro, a mi cuerpo, a mis pies. Pero no me muevo,
más bien mis manos se aferran al muro.
—Sé a dónde iras…
El cuerpo de Kalil se voltea de golpe, su rostro cambia, y ahora tiene uno
confuso y turbado mientras aprieta su mandíbula, así que le sostengo la
mirada con mi rostro altivo.
—¿Qué quieres decir? —pregunta bajo.
—Ahora puedo entenderte mucho mejor cuando me dijiste la noche de
nuestra boda que tú también has dejado mucho, sé por qué no…
Consumaste el matrimonio, por supuesto no es por una causa noble…
—Ah, ¿no? —cuestiona ladeando su cabeza a un lado mientras se acerca a
mí.
—No.
—Entonces, Saravi, dime, ya que tú lo sabes todo… ¿A qué se debe?
Paso varios tragos de forma rápida, su cercanía es tanta que debo alzar un
poco la cabeza para mirarle.
—Alinna… —emito por fin, mientras que sus ojos se abren de par en par.
Ahora mismo que lancé las palabras en su cara, me arrepiento. Me lamento
al verle comprobar que en mis palabras hay verdad.
Kalil no pronuncia nada, ahora mismo veo la duda, como si quisiera
escoger qué decir, y eso me enfada.
—¡Entonces es tu querida! —vuelvo a soltar, pero en esta ocasión el
rostro del rey también enfurece.
—¿Qué has dicho? —interroga zarandeándome sin ser brusco.
—¡Claro, quiere tenerme aquí solo para figurar una esposa! Y mientras
trata de arreglar el reino, luego… ¿Qué hará conmigo?
—¿Acaso no es lo que quiere? ¡¿Su libertad?! ¿No está exigiendo mucho,
cuando días atrás me confesó que ama a alguien más…?
—Yo no me revuelco con nadie al menos, ni tampoco he rechazado a mi
esposo.
¿Qué? Pero… ¿Qué he dicho?
—Eso se solucionará, Saravi.
Kalil me toma fuertemente por el rostro mientras que su beso demanda
exigencia, no está siendo cariñoso, está actuando con rabia. Sus brazos
pegan mi cuerpo hacia el muro haciéndome un poco de daño, mientras que
yo trato de quitar sus manos de mí, pero es imposible, su fuerza doblega mi
voluntad.
—¿Quieres que te haga mía? ¡Entonces te haré mía!
—¡Déjame!, no te atrevas…
Kalil vuelve a tomar mi boca entrando en ella demandando mi respuesta,
y al mismo tiempo, tratando de sacar mi vestido. La adrenalina recorre mi
torrente sanguíneo, y mi cuerpo empieza a traicionarme ¿Cómo puedo estar
sintiendo todas estas emociones cuando este hombre me toca? ¿Cómo
puedo permitir que me tome así, mientras que en su mente tiene a otra
mujer? ¿Y cómo yo misma traiciono mi corazón, cuando pertenece a
alguien más?
En algún momento su boca se despega de la mía y baja a mi cuello
provocando un éxtasis indetenible, un sonido sale de mis labios sin poder
controlarlo, mientras que un líquido caliente se derrite dentro de mi vientre.
Kalil lleva sus manos a mi cintura tratando de sacar el corsé, entre tanto
sigue torturándome con su boca.
No sé en qué momento me despojó del vestido, en ese preciso instante es
cuando el frío comienza a recorrerme, y me doy cuenta de que hemos
llegado demasiado lejos porque yo misma estoy tocando su cuerpo, porque
yo misma le beso y porque ahora mismo, él ya no está ejerciendo fuerza
sobre mí.
Una opresión en mi pecho me hace derramar una lágrima. Esa que dice
que mis emociones no pueden más con lo que tengo en la cabeza; el rostro
de Mishaal, todo el asunto de los niños, mis emociones por este hombre y
por supuesto, su querida, hacen que sienta una tristeza incalculable.
Un sollozo se escucha entre el jadeo de nuestros cuerpos, y Kalil se
detiene a observarme de inmediato. Por supuesto él no sabe a qué se debe
mi comportamiento, deja de besarme y de poner sus manos sobre mí, sin
duda alguna pensará lo peor de mí, y que de cierta forma también pensará
que yo no deseo su tacto.
—Lo siento… Yo… —pronuncia alarmado.
Se levanta avergonzado, y medio vestido sale de la habitación dejándome
solo en mi ropa interior, sentada sobre la cama y con lágrimas en los ojos.
Tomo una sábana y me cubro rápidamente sintiendo vergüenza de mí
misma y de mi comportamiento, no sé qué quiero, no sé a dónde dirigirme,
no tengo claro ahora mismo hacia dónde puedo caminar o qué camino
tomar. La confusión que siento es tan sólida que me es imposible pensar
con claridad para poder detener a tiempo todo esto.
Tampoco puedo creer que provoqué a un hombre que ama a otra mujer, no
puedo creer que le reclamé no tomar su lugar en mi cama, y tampoco puedo
creer que cuando él se dispuso a cumplir con su deber yo le correspondí su
sacrificio.
Mi corazón llora con amargura…

CAPÍTULO 12
Saravi.
El sonido del carruaje y el choque de las ruedas mientras impactan el
suelo, es lo único que alerta mis sentidos en este momento, solo dicho
sonido trata de distraerme a los recuerdos del día de ayer.
Una noche larga sin duda, junto con la opresión que comencé a sentir en
mi pecho una vez Kalil salió de la habitación. Pensé, pensé mucho, traté de
acomodar el desorden de mis ideas y mis convicciones, y por supuesto, en
la charla esperada que tendría con Mishaal.
Esa era una de las cosas que tenía mis nervios de punta.
Una parte de mí ansiaba verlo con añoranza, otra muy por el contrario lo
único que deseaba era obtener una buena explicación concreta del por qué
el movimiento Ayatolá se convirtió en una oscura enfermedad para Angkor;
esa parte de mí es la que está más acelerada por propiciar el encuentro de
inmediato.
Pero, por otro lado, también me martiriza el hecho de que Kalil estuviera
en este momento frente al amor de su vida, e imagino que estaría
comentándole lo difícil que estaba siendo la vida sin ella, lo difícil que es
lidiar conmigo y sin contenerse, estaría besándola con su arrebatada forma
de ser.
Dios…
—Estamos llegando, mi reina —la voz apaciguada del vizconde hace que
parpadee varias veces fijándome en el exterior, notando que, sin duda
alguna, estábamos llegando.
—Vizconde… —trato de pronunciar segura—. Sé que tiene mucho que
hacer con el conde Marras, y yo estoy deseosa de hablar con su esposa.
Pero, me urge ir primero donde… La compañera de Nadia. ¿Le parece que
Borja me acompañe mientras usted se instala en la casona de los Marras?
Seré rápida, lo prometo.
—Si es su deseo su alteza, no tengo inconveniente alguno. Me parece muy
propicio que Borja la acompañe.
—Perfecto, lo dejaremos a usted primero y luego el carruaje destinará al
otro sitio.
Él solo afirmó lentamente sin observarme en lo absoluto. Justo cuando
llegamos a la casona de los Marras, Borja abre el carruaje, quizás para
esperar mi plan hasta que el vizconde se adelantara. Pero antes de dar el
paso para bajar, el hombre se devuelve y me observa detenidamente.
—¿Podrá decirme la dirección de su visitante, mi reina?
¡Rayos!
Un trago pasa duramente por mi garganta. Desesperadamente trato de
recordar alguna dirección, pero me es imposible, no conozco ningún sitio de
esta parte se Angkor.
—Su amiga vive cerca de la villa, un poco antes de llegar a los mercados,
aldeas camperas para ser más exactos —explica Borja irrumpiendo,
dejándome con la boca abierta mientras que Fais le observa con el ceño
fruncido.
—Nadia se lo ha explicado a él, soy un poco mala para las direcciones —
digo tontamente.
—Entiendo —responde Fais, y por fin se despide dejando una sensación
amarga en mi estómago.
«¿Qué estoy haciendo?», pienso recostándome en el cojín del asiento,
entre tanto Borja ordena al cochero a seguir el curso del próximo destino.
Varios suspiros son soltados por mi boca mientras cierro mis ojos tratando
de acompasar el ritmo de mis latidos.
¡Que Dios me ayude!
—No demoraremos mucho, el señor la está esperando en un lugar que
arreglé.
Sus palabras y su rostro de piedra, me ponen la piel de gallina, pero
intento ser dura también con él. Asiento en respuesta sin siquiera
pronunciar una palabra.
En algún momento nos desviamos a una zona más boscosa, alejada un
poco de la ciudad, pero no es ni parecida a la extensión de bosque que hay
en el norte de Angkor, esta parece más descuidada y menos agradable. El
carruaje se detiene de golpe, pero no veo nada más que árboles y arbustos.
—Debemos caminar un poco, nadie dirá nada de esto, ni siquiera el
cochero.
Levantó mi cabeza firme y comienzo a seguirle el paso. Camina tan
rápido que a unos pocos kilómetros ya comienzo a sentir la fatiga. La
adrenalina junto con la euforia comienza a hacer estragos en mi sistema,
aunque a la vez el ejercicio de la marcha pasa a ser menos pesado. Al cabo
de unos minutos, denoto una pequeña cabaña, que al parecer esta tan
descuidada que da miedo solo verla.
—Está dentro… Vaya, yo vigilaré desde aquí.
El corazón se me estruja lentamente mientras que a pasos lentos y con
mucha duda, voy emprendiendo mi encuentro con Mishaal. Tomo la manilla
deteriorada sin ejercer mucha presión y me adentro al lugar.
El choque del olor a humedad y envejecido me provoca un poco de
náuseas, trato de llevar mi mano a la cara entre tanto giro lentamente hasta
encontrar de pie al hombre que tanto deseaba ver.
Mishaal.
Pero su rostro no está feliz, no, este está demacrado como si la furia ahora
se hubiese apoderado de él, como si en sus gestos y ceño, me demostrará
que tiene mucho que reclamarme.
—Mishaal… —logro pronunciar.
Una mueca es torcida por su sonrisa, pero inmediatamente la borra, como
atormentándose por alguna causa.
Poco a poco él se acerca a mi posición, observándome detenidamente.
—¿Podré abrazar a la mujer de otro hombre? —Pregunta dejándome
perpleja y un poco lastimada.
¿Qué es lo que quiere decir con eso?
Aunque mi pecho sube y baja sin soportar el arrebato de mi respiración,
mantengo una postura erguida.
—Si más no recuerdo dijiste que no repararías en ello —digo con total
dureza, porque ahora no le explicaré que mi cuerpo nunca fue tocado por el
rey.
Una sonrisa cínica es lanzada por él, da media vuelta y golpea duramente
la pared que está en un costado de nosotros descargando su furia. Varios
improperios son sueltos por su boca, mientras coloca sus dos manos en el
rostro, amargando sus gestos y volteando la cabeza hacia el techo.
—¡No lo soportaré por mucho tiempo! ¡No podré! —expulsa alterado.
Yo retrocedo varios pasos mientras niego ante su conducta.
—¡Saravi! —Dice exaltado tomándome del brazo, desesperado—.
Tenemos un plan… Ya no quiero que estés allá mucho tiempo, fingiendo
mientras luchamos ¡No! Ahora deberás escucharme…
—¿Qué tratas de decirme?
—¡Nos entregarás al rey! Tengo un plan para esto y luego, lo
secuestraremos. La monarquía se derrumbará, su padre ya no tiene el
mismo poder y haremos pagar a su familia, uno por uno. ¡Cada día hay más
combatientes de nuestro lado! ¡Estamos logrando nuestro propósito!
¿Entregar al rey? ¿Hacer pagar a su familia?
¡No!
—No puedo hacer eso —digo casi en susurro a la vez que mi cuerpo
tiembla descontroladamente para apartarme de su agarre.
—¡Saravi, mi amor!
—¡No te atrevas! —Mi tono es casi un grito—. Mishaal, ¿de qué estás
hablando?, eres el que menos puede exigirme nada ahora, tú… sé lo que has
hecho, yo nunca pensé que… Eres un asesino, Mishaal —todo el conjunto
de palabras sale desordenado de mi boca, pero sé que ha entendido cada
palabra porque sus ojos se abren como platos y palidece no creyendo lo que
acabo de decirle.
Solo me queda pasar un trago doloroso mientras respiro profundamente.
—¿Conoces la villa? ¿Sabes que está repleta de niños refugiados?, ¿Sin
padres? —no puedo evitar seguir con mis preguntas, no puedo soportarlas
dentro de mí.
Pero… su postura no cambia con ninguna condena lanzada por mí, al
contrario, su rostro solo endurece y su posición es más altiva.
—La conozco —logra articular sin un ápice de culpa y no me queda nada
más que derramar lágrimas.
—¿Por qué, Mishaal? —mi voz se rompe—. ¿En qué momento se te
oscureció el juicio?
—Tú no tienes la menor idea de lo que hay en esta guerra, Saravi, no
conoces quien es quien aquí.
—Te entiendo, créeme… porque ahora, tampoco te conozco a ti.
—¡Por favor, Saravi! —Sus brazos me toman de imprevisto pegándome a
su cuerpo, forzándome a que le mire mientras ejerce presión—. Sé que
nuestro ejército ha cometido errores que quedaran en mi conciencia para
siempre…
—¡Suéltame! —exijo luchando por no tenerle cerca, lo que menos quiero
en este momento es su toque.
—¡Aquí los verdaderos culpables son los Monarcas! ¡Son ellos los
culpables de todas las muertes!
Logro zafarme bruscamente de su agarre lastimando mis brazos, entonces
hago una mueca de dolor y su rostro cambia al instante para luego intentar
acercarse de nuevo hacia mí. Pero antes de que logre su cometido, hago un
ademán para que se detenga asomando mi palma.
—Cada uno sabe la culpa que tiene, Mishaal, todos comentemos errores…
tú los has cometido, yo lo he hecho también… pero me fijo más en cómo
trata una persona de reparar el daño ocasionado, de reivindicarse.
Lamentablemente no veo eso en ti ahora. Estás cegado de poder, sin
importar a cuántas personas estás haciendo sufrir.
—Saravi, ¡por favor! Yo…
—Vine aquí con un propósito, Mishaal —interrumpí—. Escúchame tú a
mí.
Sus ojos se abren de nuevo y su cuerpo vuelve a tomar una postura
erguida instándome a que prosiga.
—Sé que tengo poco tiempo en el palacio, ha sido solo un mes lo que ha
transcurrido, pero mis ojos han visto muchas verdades. Lo que quiero
decirte, es que dentro de mí ha nacido, algo diferente… es, un amor… Por
Angkor. Quiero que mi país salga de esta situación, quiero ayudar, y ahora
mismo tengo esa posibilidad en mis manos, solo quiero estar del lado
correcto…
Mishaal asoma una sonrisa sincera, malinterpretando mis palabras,
mientras un suspiro sale de su boca haciendo descansar su rostro.
—¡Lo sé mi amor!, escucha, el plan que tengo nos ayudará a…
—No —le corto—. No seguiré tu plan, me has entendido mal.
Su rostro cambia de inmediato para transformarse en un santiamén, está
iracundo como un animal desbocado que quiere arrastrar todo a su paso, por
consiguiente, se acerca amenazante.
—¡Explícame!
—Vine para tratar de persuadir tu causa, Mishaal ¡Ya basta de vidas
inocentes! Si quieres reparar el daño, haz las cosas de otra forma… ponte
del lado correcto.
—Ilumíname, Saravi… —escupe con rabia—. Según tú, ¿Cuál es el lado
correcto?
—El que no destruye vidas inocentes. Aquel que quiere remediar todo
este caos —contestó firme.
—¡Vaya!, te han lavado la cabeza…
—Nadie me ha lavado la cabeza, yo he visto con mis propios ojos todas
las acciones y he vivido en carne propia las tuyas, de allí mis conclusiones.
—¿Entonces no nos entregaras al rey?, ¡bien!, ¡pues escúchame ahora!
Con o sin tu ayuda, Saravi, lograremos nuestro objetivo. Y si tanto te
agrada tu rey, aprovéchale en su cama lo suficiente porque tendré su cabeza
en mis manos muy pronto.
Mi cuerpo se congela al instante. Un dolor intenso se cala en mi pecho
ante las palabras de un hombre que ahora mismo desconozco. Yo hubiese
querido apelar a su pensamiento, hubiese querido explicar mi punto de vista
acerca de las intenciones de Kalil y de su amor a su país, hubiese querido
otra escapatoria, otra salida.
Pero ahora mismo todas mis intenciones han muerto en mi boca, sin
siquiera haber sido sonadas en este espacio diminuto, en el que ahora se me
hace imposible respirar. Uno a uno los pedazos van cayendo en el suelo de
lo que antiguamente sentía mi corazón por este hombre, ese noble que
conocí, en el que, madrugadas en vela, relataba sus sueños por ver una
nación prospera al lado del amor de su vida, que en ese entonces era yo, y
que ahora solo podía ver una muy oscura sombra de lo que quedaba de él.
Ya tenía bastante claro, ya no tenía que pedir explicación de por qué hizo
lo que hizo, de nada valía preguntar si le afectaba o no ver a esas criaturas
sin hogar o de aniquilar a quien estuviera en su paso. Ahora mismo podía
ver con claridad cuál era el amor principal de Mishaal.
Estaba claro. Era el poder. Era su ambición.
Un impulso bastante vago dentro de mí, pero insistente me dice que aquí
no hay nada que decir, me siento desgraciada, siento que no tengo un plan,
que todo es Incierto en este instante para mí.
Incerteza, eso es lo que gobierna en mi vida.
Sin pensarlo, y aunque mi prioridad es irme inmediatamente, doy unos
pasos cortos sin poder retener mis lágrimas y me acerco a él. Suavemente
rodeo su cuerpo llenándolo de un abrazo, y como si el contacto llevara
espinas, mi corazón termina de partirse y de soltarme en llanto ante el
suceso.
—Espero que, en algún momento de tu camino, tus pensamientos sean
iluminados. Te deseo vida Mishaal.
Todo, todo por lo que siempre escapé, de lo que creí, se desvanece en mis
manos no pudiendo creer que he nadado contra la corriente en este tiempo,
para llegar a la orilla con las manos vacías.
—Saravi…
Mis pies me ayudan conectándose a mi mente y a mi corazón, doy media
vuelta y salgo tan rápido como puedo mientras escucho como los gritos de
Mishaal, suplican que me detenga.
—¡Por favor! Llévame de regreso ¡ahora! —exijo a Borja llegando a su
lugar.
—Borja, detenla…
—Alteza… ¡Espere!, ¡escuche! —indica Borja de nuevo tratando de
demorar mi paso.
—¡He dado una orden! ¡O se va conmigo o se queda aquí! —la furia de
mis palabras le dan una alerta, y al tiempo que maldice para sus adentros,
toma mi mano y comienza a andar arrastras hasta el carruaje.
En algún momento del camino Mishaal ya no siguió nuestros pasos,
entonces comencé a pausar mi andar para controlar la respiración mientras
secaba mis lágrimas y limpiaba mi rostro. Por otra parte, Borja no se atrevió
a decir una palabra del suceso, y el silencio nos ayudó a llegar rápidamente
al carruaje.
De un impulso el hombre me ayudó subir, pero a diferencia de otras
veces, él se adentró en el carruaje dejando la dirección del conde Marras al
cochero, y al minuto siguiente partimos del lugar.
—Debe tranquilizarse, no puede levantar sospecha de su estado… Fais es
como un padre para el rey, no tendrá duda en comentarle cualquier cosa que
crea conveniente.
—Lo sé… Estaré bien en unos minutos —le digo mientras lloré por un
rato más.
Borja asiente separando su mirada hacia el exterior dándome un espacio y
un momento, y en cuanto siento que mi aliento está más pausado y que el
nudo de mi garganta se hace más ligero, me propongo a entender su
postura, incluso estando en mi estado de conmoción.
—¿A quién va dirigida sinceramente su lealtad? —pregunto sin tacto
volviendo a limpiar mis mejillas.
—¿Por qué no hizo esa pregunta a Mishaal?
—No tuve tiempo…
—Bueno, lo tendrá, luego le preguntará usted misma —señala sin
observarme.
—No… —mi voz se corta—. No voy a verlo más.
Con esas palabras logro captar su atención plena, entonces el hombre forja
el ceño como si mi respuesta le molestara más que nada.
—¿Qué ha pasado? —pregunta exigente.
—No responderé a sus preguntas… Usted no responde a las mías…
—Pensé que estaría de nuestro lado —dice tomándome desprevenida,
pero ahora entiendo perfectamente de qué lado esta, Borja está ligado
totalmente al grupo sublevado y su lealtad es evidentemente hacia Mishaal.
Él solo está en el reino infiltrado, y lo ha hecho de una forma perfecta,
hasta ahora.
El carruaje se detiene y el alivio comienza a recorrerme por completo, al
menos en lo que me resta de horas podré pensar un poco y sabré que haré
de ahora en adelante.
Bajo lentamente y luego avanzo con los guardas que me acompañan a la
casona, la mirada de Borja cada vez me incomoda más, pero trato de no
reparar en ello y me adentro por completo.
Fais y Nabal me reciben cordiales, para luego dejarme con Ainara Marras
a solas.
—¿La has pasado bien? —pregunta mientras acerca a sus labios la tasa de
té.
—Disculpe… No comprendo… —respondo vagamente con los
pensamientos revueltos.
—El vizconde nos comentó que estarías en casa de una amiga de tu dama
de compañía —dijo sonriendo, mientras negaba lentamente—. Realmente
me sorprendí. Eres una caja de sorpresas, pero eso me demuestra tu
humildad.
Sus palabras me hacen sentir como la peor cosa del mundo, como la
traicionera mal vil de la historia, es inevitable que un nudo se forme en mi
garganta, así que tomó la tasa rápidamente para acercarla a mi boca y tomar
un trago.
Necesito tranquilizar el nerviosismo latente que se ha incrustado en mí
para luego tratar de responder a la mujer que me observa detenidamente.
—Gracias, no es para tanto, solo… Le hacía un favor.
—Aunque digas eso, pienso que eres la esposa que el rey debió tener.
¡Dios! ¡Que se detenga, por favor!
—Ainara… Es muy evidente que aprecias mucho al rey —expreso
desviando el tema.
—¡Ay, mi reina!, le amamos mi esposo y yo.
OK, esto ya no es sorpresa para mí.
—Si… Puedo verlo —sonrío.
—El amor que el rey tiene por su gente y por su país es de admirar, su
madre es una belleza de persona, y habló mucho con Hanna, a quien
también aprecio con el alma. Por supuesto, Umar es un poco diferente, pero
son una buena familia.
—Sí, lo sé… ¿Ainara? ¿Puedo preguntarte algo?
—¡Por supuesto!
—¿Has escuchado del grupo sublevado?
Su rostro se transformó de inmediato. Y afirmó en respuesta.
—Una verdadera tragedia para el reino, y más que ahora el rey quiere
reestructurar el gobierno en Angkor.
—No me malinterpretes, he podido escuchar la opinión de muchos, pero
sabes que cuando el rey Umar estaba…
—Lo sé, majestad, pero esta rebelión nació desde la ambición. No del
querer cambiar Angkor.
Ahora podía verlo mejor, por supuesto.
—Estoy un poco confundida… —traté de disuadir.
—La mayoría de los soldados sublevados estaban antes con la monarquía
—ella comenzó a explicar—. En el momento que su jefe supo el cambio de
rey y que este quitaría autoridad económica de su ejército, algunos
generales de alto rango dieron baja, y ahora están en dicho grupo, por
supuesto han puesto camuflaje en sus actos. Hay muchas cosas de por
medio, alteza.
¡Por Dios! ¿Acaso Mishaal estaría anteriormente en el ejército de la
monarquía? ¿Era el jefe del ejército?
Pero, ¿cómo?, y si esto era posible, ¿acaso Kalil lo conocía? ¡Imposible!
—¿Conoce quién está al mando de esta rebelión? —pregunté con
ansiedad después de que mis pensamientos se giraron a la locura.
—Yo no —ella respondió firme—. Ni siquiera sé su nombre, pero de lo
que estoy segura, es que era el anterior jefe militar de todas las tropas Al-
Asad, por ello es tan peligroso esta sublevación, majestad. El hombre tiene
ojos en todas partes, conoce la monarquía, por este hecho el rey no debe
fiarse mucho, ya que cualquiera puede traicionarlo.
Varios dardos atraviesan mi estómago ante las palabras de Ainara, si
supiera que frente a ella tiene a la traidora más grande de todos, aquella que
llegó al palacio para crear un plan estratégico y derrocar la monarquía.
No es posible, no es admisible el hecho de que llegara a esto, no es
aceptable el estar equivocada tanto tiempo, haber creído palabras vacías
solo porque quería llenar un hueco que en mi vida nunca pude llenar.
Porque vi en Mishaal una salida a mi vida retrógrada y plana, porque estaba
aburrida de seguir el mismo paradigma que mis padres, pero sobre todo por
ser una real tonta, tanto que unas simples palabras de libertad y de conocer
el mundo, me enloquecieron y me enamoraron.
Y lo peor, lo ínfimo es que Mishaal ahora es otra persona diferente al que
conocí, una persona cegada por el poder, la cual declaró ente mi que iría por
la cabeza de del rey.
Pero yo… Yo no lo permitiré.

CAPÍTULO 13
Saravi.
Unos rayos de sol, aquellos que despiden el día y acarician la piel, entran
delicados por el carruaje mientras que el silencio gobierna el camino.
Fais parece tener un mundo en su cabeza como yo tengo un universo
dentro de la mía. Aun así, su silencio me preocupa hasta el punto de
inquietarme, ya que justo de terminar mi conversación con Ainara dimos un
paseo y no se le vio al vizconde, hasta horas más tarde.
La mezcla de sentimientos me tiene tan confundida que por algunos
instantes creo conveniente confesar todo a Fais para obtener una ayuda de
su parte; otra voz me dice que ante cualquier error que cometa no solo yo
pagaré con mi vida, sino la vida de mi familia, la de Nadia y de quien me
rodee también pagará por mis faltas.
La garganta se me aprieta tanto que me es imposible retener las lágrimas,
y que, a la vez, me es imposible sostener el sollozo que delicadamente
suelto. Estoy perdida, totalmente, por donde vaya, lo que decida, a quien me
dirija, terminaré lastimando a alguien.
—¿Está usted bien mi reina? —pregunta Fais con el ceño pronunciado y
la preocupación expuesta en su rostro.
«¡Ayúdeme!»
—Sí —digo limpiando mi rostro con un pañuelo y sonrió de inmediato—.
Estoy recordando mucho a mis padres.
—No tendrá problema con llamarlos a que le visiten.
—Lo sé —niego varias veces—. Por ahora están ocupados en asuntos, les
escribí por cartas, debo esperar al menos unas semanas más.
Y cómo si fuera poco, Fais corta la separación que hay entre nosotros y
toma mis manos entre las suyas.
—Usted es como una niña, majestad, tiene las palabras escritas en su
rostro, no oculta nada… No deje que alguna cosa, ni nadie apague lo más
lindo que tiene; esa mirada de ilusión, esa, que dice que todo puede hacerse.
Y que todo es posible.
—Fais… —respondo con la voz entrecortada, mientras él niega varias
veces y continúa.
—No tenga miedo de ser como es, no oculte nada de usted por miedo a
perder, no deje que nadie llegue y quiera establecer una idea diferente de lo
que usted es. Sea usted misma, sin miedos.
Sin pensar, salto generando un abrazo entrañable en Fais, como si
estuviera abrazando a mi propio padre, buscando por un momento la
protección que tanto añoro, que tanto me falta. Porque lo peor, lo peor no ha
pasado, está por venir, cuando vea el rostro de Kalil, justo cuando vea en
mis ojos la traición latente.
Luego de llegar al palacio y de despedirme de Fais, dejando en él una
promesa de que en algún momento hablaremos más a fondo, pido a las
damas ir a la habitación para poder quitarme el vestido que cargo, asearme
y ponerme uno más cómodo y suelto. Tampoco tengo las ganas de comer
con nadie en la mesa, así que pediré algo simple y trataré en lo que más
pueda y a pesar de mi cansancio, de esperar al rey.
Por lo visto, he llegado primero que él, inclusive siendo mi viaje más
largo, así que ante toda la zozobra y el incierto, trato de acompasar mi
respiración observando las manillas del reloj que dan las nueve de la
noche.
Salgo de la habitación apresurada junto a Nadia y dos damas más.
—¿Saravi…? —la voz de Hanna me hace girar de golpe—. ¿Estás…?
¿Bien? Pensé que ya dormías, ya que no fuiste a cenar.
—Hola, Hanna… no, disculpa. Llegué muy cansada.
—Pero te has puesto otro vestido —indica mirando mi vestuario de arriba
y abajo.
—Lo sé —contesto apresurada—. ¿Has visto a tu hermano? Preciso
hablar con él con urgencia.
—Claro… en la biblioteca, como siempre —responde sonriendo.
—¿Acaba de llegar? —vuelvo a examinar interesada.
—No —niega sutilmente—. De hecho, cenó con nosotros.
«Por supuesto, me está evitando»
—Entiendo… Hanna, perdóname, pero ahora mismo debo ir a verlo —me
giró sutilmente hacía mis damas y luego le habló con la mirada a Nadia.
Ella hace solo un ademán indicando a las damas que se queden con ella y
que no me sigan acompañando, lo cual agradezco en estos momentos.
—No te preocupes, ve…
Sin hacer caso a nada más, hago un asentimiento hacía ella y me dispongo
a ir en camino a la biblioteca.
Trato de acompasar mi respirar y de dar pasos seguros, tomo la manilla de
la puerta, pero luego me detengo y decido por dar algunos golpes en la
misma para avisar.
—Adelante —se escucha la voz de Kalil débilmente, mientras mi corazón
aumenta en latidos.
Entonces me adentro a la biblioteca mientras mi mano aún reposa en la
manecilla de la puerta animando a cerrarla para no tener ninguna
intervención. Giro lentamente entre tanto logro divisar al rey, sentado
ocupándose de un papel que lee con el ceño pronunciado y su camisa
desajustada. Justo cuando doy unos pasos hacia él, su rostro se levanta
dirigiéndose hacia mí, muy serio.
—Saravi…
Mi cuerpo vibra, no sé si de terror, de nervios o de impresión, no lo sé.
—Hola… ¿Cómo estuvieron tus cosas? —inspecciono mirando mis
manos y tomando asiento frente a él.
—Preguntaré primero, ¿cómo es que me viniste a buscar a la biblioteca?
—indica con una mediana sonrisa tratando de irritarme.
—No vine a buscarte.
—Ah, ¿no? Entonces… ¿Qué haces aquí?
—Pues, por la hora, y no…. Tenía sueño… tampoco estabas en la
habitación, pensé en venir a ver por aquí… para…
¡¿Qué estoy diciendo?!
—No he entendido ni una sola palabra de lo que has dicho… —dice
ampliando por fin su sonrisa maravillosa.
¿Qué le divierte tanto?, ¿y por qué me quedo embelesada delante de él?
—Pues ya está, me iré —me levanto de inmediato queriendo salir, pero su
dura voz me detiene al instante.
—Espera… —Kalil se levanta, da unos pasos hasta llegar a mi lugar,
mientras mi respiración se corta a ratos, tratando de pasar varios tragos
desesperados por mi garganta.
—Solo quería saber cómo estabas —digo rompiendo el silencio incómodo
que hay entre los dos. Me es muy difícil dejar de observar sus ojos
marrones tan intensos que traspasan los míos.
—Un poco cansado, pero bien. ¿Tú cómo la pasaste?
—Bien…
«¡Dile todo! ¡Adviértele del peligro! ¡Habla Saravi!»
—¿Quieres decirme algo más? —pregunta acercándose insistente.
Puedo sentir su respiración, puedo sentir su aliento cerca de mi rostro,
incluso puedo escuchar el sonido de su corazón, ¿o es el mío propio?
Y sin esperar, sin escuchar a mi razón, lo suelto…
—¿La viste?
¡Aquí vamos!
—¿A quién? —responde lento mientras toma mi barbilla rozando con sus
dedos mi mejilla, estremeciéndome toda.
—Ya lo sabes…
—No sé de quién hablas —su boca apenas toca mía, y por más que trato
de evadir su tacto, no puedo, no puedo retirarme, no sé a qué se debe este
magnetismo tan bárbaro que siento.
No sé si todo lo que he vivido me juega una mala pasada. Pero más que
preguntarle por Alinna, más que advertirle lo de Mishaal y por más que
necesite alertarlo pronto, mi deseo está totalmente arraigado a que me bese,
a que lo haga sin importar qué.
En unos segundos mi boca se junta con la suya, pero no hay afán en aquel
beso, no existe aquella furia con la que solía besarme; al contrario, hay
mucha suavidad y calma, pero mucha intensidad, como si quisiera
aprovechar cada parte, cada segundo y cada instante.
Sus manos toman mi cintura y me abraza firme para juntarme a él, por mi
parte le rodeo el cuello con mis manos para aprovechar más su cercanía. Su
boca es tan adictiva que cada segundo que pasa mi cuerpo se enciende al
sentir cómo su lengua maestra, pasa hacia la mía recorriendo cada
centímetro de mi boca.
—Ven… —indica despegándose de mí, tomando mi mano para luego
comenzar a salir de la biblioteca.
Yo me muevo por inercia solo porque él me arrastra a su paso, atontada
por un deseo desconocido para mí, uno, que intenta hacerme perder la
cordura en este instante.
En menos de unos minutos llegamos a nuestra habitación, Kalil escogió
varios atajos sin siquiera avisar a las damas. Abrió la puerta de la habitación
y la cerró tras nosotros colocando un seguro en ella, y con ello llenando de
pánico todo mi cuerpo.
Justo cuando voy a girarme, soy arropada nuevamente por sus brazos para
luego ser pegada a la puerta, entre tanto sus manos viajan a todo mi cuerpo,
y mi boca era devorada por la suya.
—Dime que quieres esto, Saravi… ¡Dímelo por favor! —exige el rey
separándose del beso apasionado que ya ha logrado robarme el aliento.
—Yo… No lo sé… yo… —lo observo por un momento e
instantáneamente toda mi existencia se calienta—. Quiero… lo quiero…
Su mirada se vuelve más oscura mientras veo como lucha por pasar los
tragos por su garganta. Sus dedos retiran lentamente la cinta de mi vestido
liviano sin despegar su mirada de mi rostro, al mismo tiempo que mi pecho
no deja de subir y bajar sin contemplación alguna.
El vestido cae a mis pies dejando expuesta mi ropa interior,
abandonándome completamente a merced de él. Su mirada recorre mi
cuerpo lentamente a la vez que aprieta su mandíbula y su cuerpo se acerca
hacia mí acercando su boca en mi oído.
—Eres preciosa, eres increíblemente hermosa, su alteza…
Los vellos de mi piel se erizan de una estocada la electricidad recorre
todas mis células, Kalil baja su boca a mis hombros besándolos con pasión
y por consiguiente, yo me pierdo, me olvido en sus besos, en su manera de
tocarme y en su forma de respirar cuando choca su aliento contra mi piel
apuntó de erupcionar.
No lo soporto, no tolero lo que siento; hay una lava hierve dentro de mí,
siento que entre más me toca, más comienzo a perder el control. Mis manos
inexpertas lo tocan por todas partes apretándolo hacia mí, desesperada,
como si quisiese que se metiera dentro de mí, como si las sensaciones
dentro de mi cuerpo me lo pidieran a gritos.
En algún momento el rey se despoja de su ropa, tan hábil, que apenas
reparo a la realidad cuando él ya estaba completamente desnudo ante mí.
Dorado, ese es el tono de su piel en todo su cuerpo, incluso en su
intimidad; sé que debería entrar en pánico, tendría que estar muerta de
miedo porque por primera vez un hombre me tomará, porque entregaré mi
cuerpo ahora y en este lugar. Pero no, no hay miedo, solo quiero que pase,
quiero que el rey me haga suya con todo lo que haya en él, sin que piense
en alguna otra cosa.
Sus manos nuevamente se acercan a mi cuerpo solo para llevarme de
forma lenta hacia la cama, me coloca suavemente allí, mientras mi cuerpo
tiembla sin cesar.
—No temas de mí —expresa tan cerca, que mi aliento agitado se
entremezcla con el suyo—. Solo no dejes de verme… no apartes tu mirada
de mí, Saravi.
—No lo haré…
Mi voz sale en susurro provocando una leve sonrisa en su rostro, entre
tanto acaricia mi mejilla. Mi ropa interior es sacada por sus manos mientras
que sus ojos se abren hambrientos por el deseo.
—Dios… eres maravillosa…
En una caricia junta su boca con la mía comenzando a besarme
nuevamente impaciente, muchas dudas se arremolinan en mi mente en este
momento, muchas preguntas salen a flote, pero… mi cuerpo declina ante las
señales de alarma y se deja llevar por el torrente de sensaciones que la boca
y las manos de Kalil, dejan a su paso, mi cuerpo se remueve sin
contemplación como si ya no pudiera más con lo que siento, como si…
—Te tomaré ahora mismo, Saravi… Serás mía —expulsa el rey como si
no solo con hacerlo fuese suficiente, como si al decirlo aumentara la
intensión.
En un movimiento separa su cuerpo del mío y luego lleva su mano a su
intimidad para adentrarse dentro de mí. Su invasión me hace sentir una
presión fuerte, hasta el punto de sentir un ardor. Así que tomo sus hombros
como llevándolos hacia abajo para alivianar la sensación.
—Tranquila, espera… Por favor… —unos besos son depositados por él
en mi cuello mientras que sigue adentrándose en mí, y cuando voy a
comenzar a quejarme de nuevo, él vuelve a besarme.
Y allí es donde el dolor pasa a segundo plano, que aun cuando sigue allí,
mi cuerpo y mi mente se desvían a las sensaciones, a las corrientes, a la
intensidad de calor que se impregna de pies a cabeza; los movimientos de
Kalil hacen estragos en mí, y como si yo no llevara control, me muevo, me
agito a su ritmo, besándolo, tocándolo por donde mis manos vayan, a donde
mi boca pase, hasta que, en un punto, un efecto bastante asombroso,
comienza hacerme perder la razón.
Mis sentidos se agudizan al límite y mi cuerpo comienza a concentrarse
solo en mi centro. Todos mis pensamientos son eliminados, todo lo que
existía para mí ya no es más, y solo hay una cosa por lo que estoy viviendo,
por este momento único, y con este hombre, que pensé odiaría para toda la
vida.
Por instinto propio tomó su rostro con las manos temblorosas y llevó mi
boca a la suya para dar un beso profundo amortiguando todo lo que no
puedo soportar.
Mi cuerpo se revoluciona creando un éxtasis sin freno ni control, suelto
sonidos por mi boca mientras me arqueo descaradamente. Kalil abraza mi
cuerpo fuertemente pegándose más a mí, acelerando su propio ritmo,
buscando mi boca para que mis sonidos mueran en la suya, porque su
intensidad es tan fuerte, que algunas lágrimas se derraman por mis ojos ante
el evento.
No puedo más, soy un manojo de partículas que se desvanecen en esos
brazos que estallan a mil por segundo, en el momento en que mi cuerpo se
estremece, percibo como Kalil se pone rígido apretando más mi cuerpo,
comprimiendo su rostro hasta que su voz aguda termina por sorprenderme.
—Saravi… mi reina… —expulsa ronco pegando su frente a la mía. Mis
ojos no se despegan de sus gestos, ahora mismo cierra sus parpados con
fuerza, hasta que descansa su cuerpo sobre el mío.
Dios… ¿Qué ha dicho?
Justo cuando creo que, la magia terminará, que en algún momento el rey
se levantará y se irá, vuelve a sorprenderme besando suavemente mis
labios, haciendo pequeñas caricias en mí hasta posicionarse detrás de mi
cuerpo, colocando una sábana para tapar ambos cuerpos, abrazándome e
invitándome a descansar junto a él.
—Descansa… Mañana tendremos todo el tiempo, ¿de acuerdo?
—Si… ¿Kalil?
—¿Hum…?
—Gracias… por ser paciente… gracias.
No obtengo respuesta de su parte, pero no la espero, mis ojos se cierran al
instante mientras sus brazos rodean mi cuerpo. No puedo creer esto, no
puedo entender que esto ocurrió. No sé qué pase del día de mañana, ni
cómo actuar de ahora en adelante para con él, el hecho es que hoy mismo,
me siento… Me siento toda una mujer.
Su mujer.

CAPÍTULO 14
Kalil.
Un movimiento suave, impregnado de ese olor a dulce que me alerta de
inmediato me hace abrir los ojos sin aviso.
Aprieto los ojos con mis dedos y me muevo solo un poco para denotar el
cuerpo desnudo de Saravi rozando el mío, alertando de nuevo mi deseo por
ella. Trato en lo posible por respirar profundo, sabiendo que en estos
momentos no es bueno acercarme, podría hacerle daño a su piel lastimada y
sería muy rápido ante su falta de experiencia.
Y la verdadera razón, no quiero que repudie el acto por nada, al contrario,
quiero que desee sentirse tan cómoda como la pude sentir hace unas horas,
en como su cuerpo me pedía que la hiciera mía, quiero que lo desee tanto
como yo en todo momento.
Fue muy difícil conciliar el sueño después de nuestro encuentro, y aunque
parecía que dormía, solo cavilaba una y otra vez, en lo que había sucedido.
Estaba impresionado, pero lo que más tenía mi mente erosionada fue
escucharle decir: “gracias”, eso realmente me mató.
Nunca pensé que podría tenerla así junto a mí, jamás imagine por ninguna
razón que sus sentimientos cambiaran tan rápido. Y no voy a creer ahora
que está enamorada de mí, no, sería absurdo afirmarlo ahora. Que al menos
sienta cierta simpatía y que en ella haya nacido un amor por Angkor, me
hace respirar completamente, y me ha atrapado mucho más de lo que ya
estaba por esta mujer.
Hanna me pidió paciencia, una que a últimas estancias estaba agotándose
y que, aunque solo pasaron cuatro semanas desde que Saravi entró al reino,
a mí me había parecido haber esperado una eternidad.
Saravi Eljal, aquella doncella que mi padre pactó para mí, ella quien cree
que esto solo fue acuerdo de mi padre con los suyos, y que no niego, en un
principio fue así. Pero sin duda alguna cuando la vi por primera vez, quedé
tan impactado que me fue imposible gesticular palabra, no sé si fue su
belleza o su forma en como observaba su alrededor, no sé si fue la manera
en que sonreía aquel día, aquel en el que para variar yo iba colgado del
brazo de Alinna cuando quedé prendido por esta mujer.
Jamás pensé que con solo mirar a una mujer mi existencia se
desestabilizara. Al principio pensé que era solo mi capricho, cuando la veía
muy de vez en cuando, pensé que Saravi era una mujer más que quería tener
en mi cama; pero algo pasó después de eso. Mis sueños comenzaron a pasar
a frustración cuando la tenía en mis pensamientos todo el tiempo. Incluso
teniendo a Alinna en mi vida se me hizo imposible remplazar aquel ardor
que no pude contener desde la primera vez que la vi.
Desde las sombras seguí a Saravi, cada vez que se acercaba al palacio,
cada vez que podía la analizaba en silencio. Jamás desde que la conocí pude
sacármela de la cabeza.
Fue justo allí donde decidí que iba a pelear por dos cosas importantes en
mi vida desde que tomara la corona. Por mi entrañable país Angkor y por la
reina, ahora mía, Saravi.
Solo Hanna sabía mi verdad absoluta, solo en ella podía confiar sin que
nadie pudiese entre ver todos mis planes, porque ahora mi panorama y el
futuro de Angkor estaban nublados con el asunto del grupo sublevado que
se hacía más grande cada vez. Eso me tenía ocupado y preocupado la mayor
parte del tiempo, junto con los reproches de mi padre, que hacían un peso
más en mi espalda.
Y para sumar, una cuestión complicada con Alinna Menen, mi querida
amiga desde la infancia a quien juré protegería con mi vida. Pero ahora ella
estaba produciendo un asunto complejo con sus actos, y tarde que temprano
me costaría la confianza de Saravi, si es que ya no lo estaba haciendo.
El tiempo iba en contra de mí, necesitaba pisar firme y conocer quien
estaba a mi alrededor, debía tener mucho cuidado ahora que los ojos del
grupo Ayatolá estaban encima de la corona, debía proteger a mi país, a mi
familia y debía resguardar a Saravi, quien ignoraba todo este peligro
inminente.
Ella era la más inocente de todo esto.
Preciso cuando ya logro despegar su cuerpo del mío, ella comienza a abrir
lentamente los ojos hipnotizándome por completo, dejando mi mente en
blanco. Su rostro se tiñe de vergüenza, y pasa de lo relajado a lo asustadizo
como un gato acorralado.
—Buenos días… —saludo, entre tanto una sonrisa se forma en mi boca
ante su expresión.
—Buenos días… —manifiesta insegura tapando su cuerpo desnudo con la
sábana.
Pero es imposible que esa acción logre borrarme la imagen que ya grabé
en mi memoria desde anoche. Es absurdo que se esconda de mí.
—¿Estás bien? —pregunto preocupado al ver que se remueve con
quejido.
Saravi asiente en respuesta, enrojeciendo su cara de nuevo. Entonces
decido romper una barra más.
Lentamente tomo su barbilla acercándome a ella, dando un beso cálido en
su boca sonrosada y húmeda, aspiro su aroma mientras mis ojos se cierran
de puro deleite, y justo cuando los abro, ella me observa con sus ojos
almendrados haciéndome un millón de preguntas.
Entonces decido que comenzaré por responder a lo que ella quiera saber.
—¿Qué ocurre? Por tu mirada sé que quieres decirme algo…
—La verdad, sí, pero no sé por dónde comenzar —expone mirando ahora
sus manos temblorosas.
—¿Te arrepientes de lo que sucedió? —pregunto con interés.
—No… no es eso, yo…, yo quiero hablarte de algunas cosas… y no sé
cómo lo vayas a tomar…
El sonido de la puerta uno precipitado, hace que nos giremos alertados.
Entonces me levanto y me coloco unos pantalones mientras consigo tapar
más a Saravi de su desnudes.
Cuando por fin llego a la puerta, abro con cuidado y me sorprendo al ver
que Basim tiene una palidez evidente.
Algo ha pasado… algo no está bien…

Saravi.
—¿Qué ocurre? —pregunta Kalil preocupado mientras que el hombre que
está detrás responde unas palabras imperceptibles a mis oídos.
Por lo que pude entre ver, era Basim, y por los segundos que vi su rostro,
no eran noticias buenas.
Justo cuando quería abrirme más al rey, justo cuando estaba pensando en
la posibilidad de confiar más en él y dar rienda suelta a mi lengua, entonces
nos interrumpen.
La puerta se cierra de golpe disipando mis pensamientos, y tomo la
sábana apretándola a mí mientras que Kalil avanza agitado hacia el lugar.
—¿Qué pasa? —inquiero entre tanto observo como comienza a vestirse
apresurado.
—Debo reunirme urgente con los generales… Parece que Borja ha sido
atacado por el grupo Ayatolá… ¡Lo siento, Saravi! ¡Te explicaré luego de
todo! ¿Está bien?
Mis ojos se abren ante la noticia. ¿Borja atacado? ¡Es una trampa! Borja
no está de lado de la corona y Kalil piensa que ignoro totalmente el tema.
Me siento tan avergonzada.
Tan traicionera.
—¡Espera! ¡Por favor! —digo rápidamente tomándole del brazo. La
sábana se me desliza un poco y Kalil me observa de inmediato oprimiendo
su propio cuerpo. De forma rápida él desliza su brazo por el mío
acercándose como un cazador por su presa.
—Dime… —dice pegando a mí su rostro.
—Hay algo que debes saber antes que vayas a la reunión —indico
torpemente, mientras el corazón me cabalga salvajemente por el miedo de
lo que diré, y por la cercanía de su cuerpo que me pone los nervios de
punta.
—Hablaremos después de ello, ¿está bien? La situación es urgente, Basim
no pudo contarme todo.
Sus palabras me desesperan a tal punto, que, si no decido ya mismo, me
arrepentiré toda mi vida.
—Entonces iré contigo, estaré en la reunión. ¡Por Favor!
Su ceño se frunce al instante, pero al final solo asiente despegándose de
mí para colocarse su camisa sin tener mucho decoro.
—No es de mucho agrado para mí que estés al lado de generales… pero
eres la reina, puedes entrar cuando quieras.
—Estaré contigo… a tu lado —digo para calmar su preocupación. Pero la
situación es que creo que mis palabras hicieron un poco más que eso,
incluso veo satisfacción en su rostro.
¿Por qué?
No pido ayuda, y a toda prisa tomo un vestido sencillo y calzo mis pies,
dejando mi cabello totalmente suelto. Cuando estoy ajustando el lazo en mi
cintura una mirada penetrante me hace girar de inmediato.
—Estoy listo, debemos ir… —pronuncia un poco serio el rey,
observándome detenidamente.
—Estoy lista también, vamos.
Kalil abre la puerta dejándome pasar enseguida, pero cuando yo voy a dar
rienda a mis pasos, su mano me toma firme entrelazando sus dedos con los
míos. Mis ojos se abren ante la impresión y los nervios comienzan a
comerme. Él estampa un beso en mi boca tomando mis mejillas con fuerza
y con los parpados cerrados respira sobre mí.
—Necesitaba esto… —y con esas palabras vuelve a enredar mi mano con
la suya para seguir el camino.
Nuestros pasos se escuchan por los pasillos, pasos apresurados cargados
de sensaciones, buenas y malas, por mi parte de ambas, ya que en este
preciso instante debo saber qué hacer, debo saber cómo reaccionar. Porque
no sé cómo decirle que conozco al líder del grupo sublevado, Ayatolá. No
sé cómo colocar mi cara y participar ante la reunión para decir que Borja no
es ninguna víctima y que todo lo que están haciendo es solo una trampa.
No puedo evitar sentir un dejo de tristeza por Mishaal, porque a pesar de
todo, sé que es un buen hombre, uno que las circunstancias le arrebataron
los sueños y cambiaron definitivamente su norte; pero eso no quitaba que
pasamos muy buenos momentos, y tampoco de que se estaba arriesgando a
todo por mí.
Ahora mi panorama es diferente, no sé qué sentir, no sé cuál es mi verdad,
porque todo se reunió en una sola cosa. Amor, decepción, impresión, y…
mis actuales sentimientos por el rey, que no logro definirlos precisamente.
—¡Majestad!
Un coro de voces nos saluda con reverencia, algunos sorprendidos con mi
presencia, y aunque observó a todas las direcciones, ninguno excepto
Basim, es conocido para mí.
Luego de llegar a mi asiento que es señalado por Kalil, me siento sin dejar
de observar a todos expectante. Del lado contrario tengo algunos generales
que imagino serán los de más alto rango, pero todos y cada uno de ellos
destaca una sola expresión en su rostro.
Preocupación.
—Hay alguien más detrás de todo esto, alguien muy cercano a la corona
que nos traiciona —indica Basim cortando con el silencio.
—¿Qué fue lo que ocurrió? —interroga el rey.
—Seguimos el plan acordado hablando con el anunciante, y justo nos
llegó esta nota.
Basim cauteloso entrega un papel al rey, y este los desdobla para leerlo.
“Borja morirá, y todos sus generales, cada uno por rangos, hasta llegar a
los rasos, todos seguirán el mismo curso, por supuesto, todo esto a menos
que usted se presente ante mí… «Su majestad». Mi guerra también es
personal”
¿Personal? ¿Qué quiere decir con personal?
¿Mishaal le hará saber a Kalil nuestra relación?
¡Estoy perdida!
—¡No entiendo nada de este miserable! —expresa el rey dando un golpe
en la mesa y mi corazón se parte, porque yo sé de qué se trata todo esto y,
aun así, sigo aquí en silencio. Tomo una inhalación profunda y coloco mi
mano en su brazo para intentar calmar su enojo.
«Habla Saravi, ¡habla!»
¡Dios ayúdame!
—Alteza… —otro general irrumpe creando agonía en mis sentidos—.
Podemos enviar un grupo en búsqueda de Borja, pero usted no puede ir,
sería demasiado peligroso ¡Sería un suicidio!
Todos en la mesa comienzan a murmurar afirmando el hecho y dando
apoyo al comentario mencionado, estableciendo una estrategia mientras que
el rey solo escucha con el ceño fruncido.
Tengo miedo de hablar, no podré hacerlo aquí delante de todos estos
desconocidos.
No puedo.
El tiempo pasa lentamente mientras observo como todos piden su palabra
sugiriendo a Kalil que rumbo seguir ante esta situación, lentamente veo las
aspiraciones de aire que toma el rey frustrado, pensando y temiendo por la
vida de Borja, desechando algunas ideas y tomando otras, al tiempo que
niego varias veces, no sabiendo qué hacer ni qué decir.
Sintiendo una impotencia tremenda.
—Discúlpenme —me levanto en definitiva sin soportarlo más, y junto a
mí, todos los del lugar—. Es necesario que yo misma salga a buscar al
vizconde. Es necesario que todos trabajemos en estrategias para presentarle
al rey ante estas desgracias.
Luego giro en dirección de Kalil.
—Ve… —dice tomando un poco mi rostro, creando murmullos en los
presentes.
Quisiera abrazarlo, quisiera decirle que todo estará bien, ese rostro solo
me causa rabia conmigo misma, uno que me hace sentir totalmente
culpable.
Pero muy al contrario de lo que quiero hacer y decirle, asiento y toco su
mano puesta en mi mejilla.
—Todo estará bien, esto pasará rápido… ya verás.
Una sonrisa es deslizada por su rostro de forma sincera y mantengo una
reverencia hacia él para retirarme del lugar.
Mis lágrimas van saliendo lentamente arrastrándose por mi rostro al
pensar que, en cuestión de segundos, todo puede irse al desastre si no actuó
con inteligencia.
Lo que más me entristece, lo que más me mata, es que ahora mismo
tendré que decidir, tendré que elegir entre la persona que pensé que era el
amor de mi vida, y la otra “El rey”.
Pero es imposible que yo misma me mienta y evite saber que este último
me hizo conocer otra Saravi diferente a la que yo conocía. Una que se
pierde en su mirada, que se pierde en su voz y en sus manos, aquella que se
olvida del mundo cuando la toca, cuando susurra cosas en su oído.
Esa que se admira de la belleza de su corazón, de su nobleza, de esa
persona que nadie conoce, y que sin duda alguna si llegasen a hacerlo, no
quisieran perderlo nunca.
Al llegar a la biblioteca encuentro al vizconde hablando fervientemente y
con un tono preocupado con Hanna, entonces intuyo que ya saben lo que
está sucediendo.
—¡Majestad! —pronuncian ambos al verme llegar.
—Saben lo de Borja… —afirmó observándoles, mientras que Hanna
asiente.
Los labios comienzan a temblarme porque el llanto que tengo contenido
se asoma de nuevo, quiero echarme a llorar en sus hombros para drenar y
expulsar todos mis secretos contenidos que están matándome ahora mismo.
Entonces justo cuando voy a acercarme a ellos para pronunciar la primera
palabra, un lacayo interrumpe mi acción futura.
—Mis señores, alteza… Mis disculpas. Una señorita está esperando ser
atendida.
—Ahora mismo es imposible —explica Hanna restando importancia.
—Disculpe, mi lady, la señorita solicita la presencia del rey, pensé que
estaba aquí mismo, pero me retiro para ir en búsqueda de él.
—¿De quién se trata? —curioseo antes que se retire frenando su caminar.
—Es la señorita Alinna Menen, su majestad.
Mi mirada va inmediatamente a los ojos de Hanna, quien ante la mención
de dicha mujer se ha quedado completamente anonadada, su rostro se tiñe al
instante. Mis manos comienzan a sudar mientras que un sentimiento
completamente invasivo se arremolina en mi estómago creando una zozobra
tan insoportable, que la tristeza que sentía hace unos segundos, se ha
transformado en furia.
—El rey está reunido con los generales, deberá esperar a que salga —
señala Hanna al lacayo y este hombre solo asiente en respuesta.
—¿Esperar a que salga? ¡Puedo atenderla yo… mientras…! —expulso sin
medir.
—Saravi…
—¡Iré!, no podemos dejarla sola esperando, ¿o no Hanna?
Su mirada está cargada de impresión, mientras Fais en silencio observa
todo lo que ocurre. Inmediatamente pido permiso y me voy directamente al
salón para encontrarme con la querida de mi esposo, el rey…
Esto es precisamente lo que me faltaba para completar mi desdicha.

CAPÍTULO 15
Kalil.
—Podemos enviar un cuadrante militar, majestad, como también
podemos…
Todos quieren crear estrategias para protegerme, pero ellos no están aquí
para mí, están para el pueblo de Angkor.
—No —dictamino cortando con las palabras de Basim y en cuestión de
segundos tengo la mirada de todos los generales encima de mí.
Suelto un bufido de obstinación, pesadez conmigo mismo, fastidio
conmigo mismo que, a pesar de todo este caos, ansia estar al lado de ese
cuerpo que no sale de mi cabeza. Sí, es justo en ello lo que piensa mi
existencia en este momento.
Estoy loco.
Tengo una guerra encima de mis hombros, una guerra que parece
aumentar cada día, y mi cabeza solo piensa ir en pos de Saravi.
—Es muy arriesgado, le ruego considere, majestad —escucho otra queja e
inmediatamente alzó la mirada con firmeza.
—Basim… No dejaremos que nos digan que hacer, ¿o sí? No pondré mi
reino y mi nación en peligro por solo no dar la cara. Él quiere mi cabeza,
¿no? ¡Pues veamos cómo sale todo!
—¡Señor, por favor! ¿Y después qué? Sin usted en la corona pondrá en
más peligro a Angkor —explica Basim colocándose de pie, bramando como
un león enjaulado, como solo él suele hacerlo.
—El general tiene razón, alteza, puede que Borja lo esté pasando mal,
pero no podemos arriesgarlo a usted —declara otro general presente.
—¡¿Cuántos generales más tendrán que morir?! —pregunté levantándome
y alzando la voz más de lo normal.
—Los que sean suficientes… Todo por nuestro país, majestad, usted muy
bien lo dijo, ya no más opresión, ¡por favor! Déjenos liberar junto con usted
a nuestro país, y no permita usted que un malhechor lleno de ambición gane
la batalla y ponga en ruinas nuestro pueblo.
Las palabras de Basim llegan a mis oídos como una súplica, como si en
algún momento yo hubiese mostrado mi bandera blanca ante las constantes
amenazas del grupo sublevado Ayatolá; nunca ha sido mi pensamiento,
jamás he considerado en entregar mi reino a esos desgraciados.
Pero las decisiones apresuradas no son lo mío, y por supuesto todo este
tiempo he tenido un plan para ellos.
—Lo sé —objetó por fin de un largo silencio, más para mí que para el
resto—. También tendremos una trampa para ellos.
Y justo cuando comienzo a contar el plan a los presentes, un lacayo se
escurre sin ser notado, hasta que busca llamar mi atención. Sus señas
constantes y poco agradables terminan por sacarme de quicio.
—¿Qué pasa? —digo girándome hacia el hombre.
Su reverencia es casi una súplica, temiendo de entrometerse, y es allí
cuando veo que su mensaje es de urgencia.
—Majes… majestad. Tiene una visita… Importante.
—¿Pará eso me has interrumpido?
—Mi señor… Es urgente ¡Por favor! ¡Déjeme decirle de quien se trata!
—¡Por Dios, habla ya!
—La Señorita Alinna Menen está aquí esperando ser atendida por usted,
me dijo que es de carácter urgente.
¡Joder!
Mi mirada va hacia los ojos de Basim, el cual se torna serio, sabiendo lo
delicado de que ella esté aquí.
¡¿Cómo se atrevió a venir?!
—Majestad… Nuestra alteza, la reina, está atendiéndola ahora mismo.
¿Qué?
Me levanto de golpe haciéndole seña a Basim para que se encargue del
grupo mientras me ausento unos minutos, de forma rápida llevó el paso con
unos latidos bastante acelerados para mi gusto.
Alinna joderá todo. Y no se lo perdonaré.
He tratado de ser paciente con ella, porque en cierta parte di larga a este
asunto para que ella piense que hay una posibilidad aun y cuando ya estoy
casado.
Al entrar al salón de espera donde el lacayo dijo que estarían, comienzo a
buscar con mi mirada la presencia de Alinna, incluso la de Saravi, pero no
obtengo resultados; me decido por recorrer el salón y entrar en varias
puertas aledañas hasta que una de ellas está entreabierta, y al acercarme
puedo escuchar la suave, pero firme voz de la reina.
—Entonces… ¿Conoce a mi esposo? —escucho como ella pregunta aun
sabiendo la respuesta, haciendo que una sonrisa se dibuje en mis labios. Por
supuesto está lo suficientemente tensa como para presentarse delante de
Alinna e interrogarla.
—Más que ello… Su alteza, el rey es un entrañable amigo de mi infancia.
Yo soy íntima amiga de la familia.
Alinna…
—Entiendo, aunque… mi esposo, y ninguno en este palacio me ha
hablado de usted —objeta Saravi con toda la intensión posible de ponerla
en su lugar—. ¿Cómo es que se llama?
¡Por Dios! Ella lo sabe, y no puedo demorarme más en hacer presencia.
Ni siquiera sé con qué intensión Alinna este aquí.
Entro como si acabase de llegar y me impresiono como si en realidad lo
estuviera. Pero, aunque trato de apartar mi mirada del rostro poco
complacido, pero avergonzado de Saravi, me es imposible.
Su mirada me dice tantas cosas, entre ellas que cada vez que se atreve a
encontrarse con mi mirada deja en evidencia que vuelve a recordar nuestra
noche anterior. Y me apena que se sienta cohibida por el hecho. Aunque de
cierta forma también me gusta.
Porque muy por el contrario quisiera que se sintiera tan libre conmigo,
tanto que expresar sus sentimientos o sus emociones fuera una cotidianidad
en nosotros. Tampoco no sé cómo un hombre con conciencia puede apartar
la mirada de una mujer como ella.
¿Qué me ha hecho Saravi?
—Kalil… —la mención de mi nombre tan deliberado y malintencionado
por Alinna me da una alerta de que ambos, Saravi y yo nos habíamos
quedado prendidos observándonos. Por otra parte, que me llamara por mi
nombre delante de ella ha hecho que algún tipo de enojo se instalará en el
cuerpo de Saravi, que ahora le noto agitado.
—¡Vaya! Sí que es una íntima amiga de la familia, llamar al rey por su
nombre de pila y en mi presencia…
¡Mil veces Joder!
Mi mirada se torna seria y rápidamente observó a Alinna que parece estar
bastante nerviosa.
—Alinna, por favor, tome la otra habitación y la atenderé en unos
minutos.
Hago algunas señas para que un lacayo pueda acompañarla mientras que
en sus ojos pide mil disculpas a gritos. Después de unos segundos, largos,
quedó a solas con Saravi quien parece camina por el salón sin algún rumbo.
—Es amiga de la familia —digo cortando el silencio.
—Sé perfectamente quien es… Ella es tu… —Camino rápidamente hacia
su lugar.
—Saravi —uso un tono mordaz, inclusive puse mi intensión en
amedrentar un poco su voluntad.
—Está bien que entre tú y yo solo haya un acuerdo… Pero, ¿por qué esta
falta de respeto? ¿Por qué se atreve ella a venir aquí? —su rostro rojo y sus
palabras atropelladas me hacen tener un poco de miedo.
Pero también una extraña sensación me recorre el cuerpo al saber que ella
está celosa. Celosa de mí.
—Estás hablando cosas que no son, Alinna es amiga desde hace mucho
tiempo Saravi, debe tener algún problema, es solo eso…
—¡Hasta el más pequeño de este palacio sabe de ustedes, Kalil! ¡No
mientas!
—¿Sigues con eso?
Entonces se planta frente de mí colocando el rostro serio apuntó de querer
matarme. O al menos eso es lo que veo en sus ojos y en los reflejos que
emana su bello cuerpo que está envuelto en ese precioso vestido.
Le queda estupendo.
—El hecho de que nuestro matrimonio se consumó no significa que…
No aguantaré más, no quiero esta conversación.
Atrapo su mano tomándole desprevenida mientras ella calla de inmediato,
sus ojos grandes y sorprendidos inspeccionan los míos mientras entreabre
sus labios. No podré más, no con esos gestos. Ella me vuelve loco.
Me acerco lentamente tomando su boca, tan lento, que produce dolor no
saciarme por completo en este momento, su cuerpo se suelta tan
deliciosamente que, si no mantengo el control ahora mismo, no podré salir
de esta habitación. No podré.
Mis manos danzan por su cintura, su espalda, sus brazos, hasta que
finalmente llegó a su cuello, como su estuviese tomando su misma alma, y
justo cuando estoy disfrutando tenerla entre mis brazos, el cuerpo de Saravi
se coloca en tensión y me retira de golpe, observándome con reproche.
Por supuesto, aquí esta ella de nuevo, arrebatada.
—¡Es mejor que vayas! ¡No hagas esperar a tan íntima amiga de la
familia! —ella olvida nuestro momento y lanza una mirada dura, celosa, y
por último posesiva, que lo único que hace, es robarme el aliento.
Pero a pesar de todo lo que se revoluciona en mí, permanezco de pie, sin
decir una sola palabra porque necesito afianzar nuestros lazos para que nada
ni nadie, pueda romperlos en un futuro.
Cuando ella ve mi actitud desafiante, afirma, da media vuelta, y sin más
sale embravecida dejándome solo en el salón…

CAPÍTULO 16
Saravi.
El paso que llevo es tan rápido que siento que mis pies no tocan el piso.
La ira me va consumiendo cada que pasa un segundo. Es imposible no
pensar lo peor en esta situación, por más que trato de salva guardar mis
pensamientos y no dejar que mi corazón me traicione, no puedo dejar de
condenar a Kalil por esa mujer que ahora mismo se encuentra reunida con
él.
Llego hasta las inmediaciones de mi habitación y logro sacar a Nadia de
sus ocupaciones para que vaya conmigo hacia uno de los jardines, porque
para mí, es necesaria su compañía.
—¡Majestad…! ¿Qué ocurre? —pregunta alterada. Y no es para menos,
yo llegué como un torbellino sin educación casi tirándole las cosas de sus
manos, para que viniera conmigo al jardín.
—¡No que hacer, Nadia! ¡No sé a quién pedir ayuda!
Tengo reunidas todas las situaciones ahora mismo, me siento sola, sin mis
padres, asustada con la amenaza de Mishaal; y justo para completar la visita
de esta mujer en el palacio.
Es demasiado. Todo esto junto, es demasiado.
—No sé en qué pueda ayudarte —indica Nadia aterrada.
—Lo sé —respondo mientras mis labios vibran—. Estoy hundida por
cualquier lado que vaya, Nadia, y realmente temo por lo que vaya a ocurrir
en los siguientes días.
Mi dama se acerca al sillón del jardín y como de costumbre enreda sus
dedos en mis cabellos, para tranquilizar mi estado.
—Creo que lo mejor es hacer lo que su corazón crea que esté correcto.
—Mi corazón ahora mismo no sabe lo que quiere —respondo enseguida.
—Pero sé que, ante toda su confusión, aún su corazón sabe qué es lo
correcto —señala aquella niña sincera que creció junto a mí. Su mirada solo
tiene sinceridad.
Lo que me lleva a sentirme más miserable de lo que estoy ahora. Por
alguna razón quisiera estar en su posición y no en la mía. Por un momento
quisiera desaparecer de todo esto y no tener que elegir un camino.
—Necesito a mis padres, exactamente a papá… ¡Los extraño!
Nadia asoma una sonrisa tomando ánimo para dirigirse hacia mí.
—Iba a darle la noticia, pero por obvias razones no pude. Sus padres
llegan mañana al palacio, un lacayo me dio la información.
Mi rostro cambia de inmediato porque, aunque eso no resuelva la
situación, de cierta forma un alivio enorme sé incierta en mi cuerpo al saber
que al menos tendré un apoyo cercano en medio de todo esto.
—¡Gracias al cielo! —suspiro.
Entonces los latidos de mi corazón se suavizan un poco y logro respirar
profundamente, cierro mis ojos dejando mi mente en blanco recostando mi
espalda al sillón. Justo cuando empiezo a relajarme, escucho unos pasos
apresurados haciéndome abrir los ojos al instante.
Es la presencia de Zura en el jardín, mirándome fijo.
—Señorita, déjeme sola con la reina —declara la madre de Kalil muy
seria.
Asiento en dirección de Nadia, quien hace una reverencia y una sonrisa
tranquila hacia mí. Suspiro ante su gesto haciéndole saber que estaré mejor.
Y en todo este movimiento y en la salida de mi dama, la anterior reina se
mueve por el jardín, como si danzara con su paso.
—Parece que no estás lidiando con la tensión, Saravi —comienza ella tan
tranquila, como si la revuelta, y la mujer que ahora mismo se encuentra en
el palacio, no fueran nada para mí.
—Al parecer no —indico en reproche.
La mujer por fin me encara tomando su posición de frente con el rostro
totalmente serio y falto de la suavidad que tanto la caracteriza.
—Saravi, entiendo como mujer que no es fácil para usted haberse
enterado de muchas cosas aquí que al parecer la afectaron más de lo
esperado. Sin embargo, no vengo hablarle como mujer.
El rostro de Zura cada vez se hace más duro y tosco, a tal punto que
parece que tengo en frente a una mujer totalmente desconocida.
—Lo único que pido, es respeto, señora…
—Y no he visto que se le haya faltado tal respeto que parece reclamar a
diario —expulsa ella fulminante, dejándome totalmente enmudecida.
Quiero responderle, pero ¿qué le diría? He sido impertinente en algunos
casos, lo sé, no tengo argumento alguno ante su actitud. Parece que está
furiosa por mi manera de responder. Pero lo que no sé es… ¿A qué
situación?
¿A la revuelta? ¿A la visita de Alinna?
—Dígame por favor, ¿qué la tiene tan enojada? —logro preguntar,
manteniendo mi postura.
—Es claro, que es su actitud
—¿Mi actitud?
—Todo el palacio sabe sobre sus berrinches ante la presencia de Alinna,
Saravi. Todos en el palacio saben que usted en vez de estar apoyando a mi
hijo en esta tragedia que está pasando Angkor, al contrario, usted está
poniendo peso negativo en sus hombros, atormentándolo por la presencia de
una mujer.
Pero… ¿Qué?
—¡Discúlpeme! Pero usted no sabe…
—¡No he terminado! —su voz se alza cortando con mis palabras.
Realmente la mujer está enfurecida—. ¡Usted es la reina! ¡La soberana de
este país!, le pido compórtese a la altura de lo que su cargo amerita y dele al
rey soluciones y no problemas.
¡Esto es el colmo! Sé que mi conducta no ha sido la mejor, sé que debería
estar ayudando al rey en asuntos que realmente requieren prioridad. ¡Pero
son un humano ante todo! ¡Soy de carne! Y siento cada cosa con la mayor
intensidad que a mí se me pueda dar la gana. Nunca esperé esta reprimenda
y menos por la madre del rey.
Quizás la impresión de sus palabras, que sé, algunas son ciertas, me esté
dando las cachetadas que merezco ante todas mis malas decisiones. Pero
tampoco voy a condenarme por haber puesto mi confianza en las personas
incorrectas.
—Zura… —pronuncio lentamente, pero decidida, tratando de guardar el
respeto hacia ella—. No soy de hierro, como podrá ver me afecta lo que su
hijo haga. Sé de los problemas que afectan al rey, y créame me afectan de
igual manera. Angkor también es mi país, ellos también son mi pueblo.
Un suspiro pesado sale de su boca sin dejar caer el semblante de rudeza
con el que comenzó.
—Entonces le pido Saravi, anteponga sus sentimientos y preocúpese por
lo que ahora amerita su atención. No quiero que Umar intervenga en los
asuntos de mi hijo, no quiero que usted lo haga parecer débil. No estoy
dispuesta a prestar atención en los sentimientos de mi hijo o los suyos,
ahora mismo como madre solo apoyaré la causa del rey por nuestra nación
y no me importará nada más.
En algún momento pensé que Zura se quedaría para escuchar mis
respuestas, por lo contrario, solo al terminar su reprimenda dio la vuelta y
se fue así mismo como entró, tan enojada con todo esto.
¡Perfecto!
Nunca pensé que la madre de Kalil pudiera hablarme de esa forma, jamás
pensé que ella con toda la delicadeza que me recibió tomará una postura
como esta. Parece estar defendiendo a su propio hijo de los arrebatos de su
padre por lo que pude entender, ella teme que el anterior rey Umar se salga
de su juicio como anteriormente lo acostumbraba hacer y deshaga todo lo
que tanto esfuerzo le ha costado a Kalil.
Y no es eso lo que quiero realmente.
Quisiera con toda mi voluntad poder centrarme en lo que anteriormente
aquejaba mi mente. La amenaza de Mishaal. Pero realmente la llegada de
Alinna desestabilizó mi sistema por completo.
Y no solo eso, porque en realidad lo que me abruma es recordar las letras
que leí en dicha carta, donde ella afirmaba muy convincente de que lo único
que la calmaba y traía paz a su vida, era que Kalil no sentía amor por mí.
Cansada y sobre todo sintiendo el aplastante sentimiento de la derrota me
dirijo hacia la biblioteca buscando un refugio momentáneo, al menos hasta
que llegue mi padre, hasta que sienta sus brazos, que sin duda alguna no
resolverán los problemas, pero me llenarán de fuerzas para sobrellevar toda
esta locura.
Cuando llega el atardecer salgo de la bañera acompañada de las damas, he
logrado disminuir la tensión de mis hombros quedándome por varias horas
en el silencio de la biblioteca, pensado en qué decir y quién decirle todo
esto que lentamente ha estado matándome, desconectándome de todo. Mis
pensamientos se colocan neutros mientras que Nadia cuidadosamente
aprieta mi corsé en silencio, preparándome para la cotidiana cena de todos
los viernes.
Si fuera mi elección, deliberadamente no asistiría. No quiero ver la cara
de Kalil por ahora, no quiero ver el rostro de Zura, tampoco me apetece ver
el rostro petrificado de Umar y definitivamente, no quiero ver a la dichosa
Alinna, que, por lo que oí de Nadia, se quedará varios días hospedada en el
palacio.
Esto realmente es un escenario de cuentos.
—Está lista mi señora —la voz de Nadia solo me dice que ha llegado la
hora. Tiempo de dar la cara a lo que no quiero, pero sobre todo en ver el
rostro de Kalil.
Desde que lo dejé en ese salón me he rehusado a atender a su llamado, me
excusé por supuesto con objeciones muy poco convincentes, como que
quería estar sola o que descansaría durante la tarde. El caso es que él no
colocó su mayor esfuerzo en buscarme, porque quizá otras personas
ameritaron más su atención. Sé que soy muy estúpida al pensar en eso
ahora, en estos momentos y en estas circunstancias.
—Desearía que mi papá estuviera aquí Nadia, al menos para tomar su
mano y no decaer ante este desastre —logro decirle a mi dama con la voz
temblorosa.
—Mi lady —responde ella tomándome de las manos—. Salga de esto
antes que las cosas se pongan peores, quite el orgullo que a veces la domina
y hable con el rey de todo lo que sabe y lo que puede ocurrir. ¡Hágalo antes
de que sea tarde!
—Trataré Nadia, trataré.
Ella solo asiente y ordena a las damas para que me acompañen al salón,
entonces mis dedos van despegándose de su tacto para sentirme más sola
que nunca.
Cuando llegó al salón principal, observó que no se va a tratar de una cena
familiar como se acostumbraba todos los viernes, esta parece que fuera de
un festejo mayor, porque está toda la familia de pie celebrando alguna causa
con las copas en sus manos. Uno que otra persona aparte de la familia está
presente como, Fais, y los esposos Marras.
Mi llegada solo es percibida por el vizconde Fais, quien al verme hace
reverencia y se dirige a mi lugar.
—Majestad, usted tan hermosa como siempre —pronuncia galante.
—Vizconde, usted tan formal como siempre.
Sus labios forman una sonrisa ante mi juego, entonces él comienza a
hablarme de algo, pero sus palabras se me agudizan, se me hacen lejanas
cuando veo que Kalil está hablando muy bajo apartado de todos los demás,
con Alinna.
El rostro de Alinna parece suplicante, como si estuviera diciéndole algo
que le duele profundamente, mientras que el rostro del rey, en cambio, es
más de preocupación, puedo observar cómo frunce el ceño tal vez
compadeciéndose de su acompañante.
¿Será posible que yo logre soportar al menos una hora en este lugar?
—Sería bueno que regresara, daría tranquilidad al pueblo, ¡Que usted
vaya a otras aldeas!, que se presente ¿Qué dice?
La persuasión bastante interesada de Fais me vuelve al salón.
—¡Disculpe, Fais! He perdido el hilo ¡Lo siento! —digo tratando de
quitar la mirada de la pareja.
—Le decía que he estado pensando que debería visitar más las aldeas y al
pueblo, las villas, majestad, ante esta situación que está pasando, lo mejor
es que el pueblo la vea, usted les dará un poco de tranquilidad.
—Es buena idea, no podemos doblegarnos y encerrarnos en el palacio,
eso haría parecer débil a la monarquía ante los rebeldes —expongo
entendiendo el plan de Fais, y de vez en cuando observando hacia un rincón
del salón.
Kalil no ha percibido mi llegada, de hecho, no repara en la presencia de
nadie más, parece que la conversación lo tiene ensimismado en solo las
palabras de Alinna.
Recorro la vista para fijarme ahora en Hanna quien de forma casi
imperceptible se dirige miradas con el general Basim, quien al ver la
observación de ella le devuelve el gesto con reproche y bastante reclamo.
¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el general con la hermana de mi esposo?
Un carraspeo bastante conocido me altera aún más los nervios, y la acción
me hace pegarme a Fais buscando protección.
—¿Cómo la trata el palacio? —La pregunta de Umar suena cínica entre
tanto su rostro asoma una sonrisa.
Fais disimula su enojo ante la forma de hablar del anterior rey y su forma
grotesca de dirigirse hacia mí. Tomó aire y coloco la mejor cara que tengo.
La de antipatía.
—¡Muy bien! ¡Cómo debería tratarse a la reina por supuesto! ¿Y usted
como se ha sentido, Umar? Imagino que no ha sido fácil pasar a un segundo
plano.
El rostro iracundo de Umar palidece al instante mientras que su mirada va
de Fais hacia mí. Por otra parte, el vizconde reprime sus labios ocultando la
satisfacción que le ocasionó mi respuesta. Pero de un momento a otro el
semblante del hombre cambia asomando una gran sonrisa, como si de
pronto le hubiesen dado una enorme noticia.
—Bueno, es verdad, no ha sido fácil, sobre todo porque veo mucha
incompetencia en mi hijo hasta ahora. Pero no quiero hablar de eso mi
querida Saravi, más bien quería aconsejarle en que se apresure en darnos
herederos, ya que si usted no lo hace, otras aparecerán con nietos míos,
buscando que les reconozca su heredad. Y eso, eso sería algo terrible para la
corona —dice riendo a tal punto que se desplaza de inmediato colocando su
mano en el hombro de Fais, dando leves palmadas mientras se va
definitivamente.
Necesito paciencia con este hombre, y sobre todo valentía para enfrentar
todo lo que me espera.

CAPÍTULO 17
Saravi.
—No preste atención a Umar… —el vizconde me saca de mis
pensamientos, colocando su mano en mi hombro, diciéndome que no tome
importancia a nada de lo que ese hombre trata de hacer conmigo.
—No entiendo nada, Fais —expreso resoplando y conteniéndome con
esfuerzo—. Si yo no era de su agrado ¿Por qué me eligió para su hijo? ¡Es
evidente que me odia!
Fais no dice una palabra, solo aprieta su mandíbula demostrando que de
cierta forma sabe muchas cosas que yo ignoro completamente. El vizconde
me toma suave por el codo para llevarme hacia la dirección donde se
encuentra Hanna tan lejana en sus pensamientos, como lo estaba yo hace
unos momentos.
—Venimos a llamarte aquí a la tierra, Hanna —reclama el vizconde
mientras que ella se exalta nerviosa, colocando su mano en el pecho.
—¡Lo siento! —Dice dibujando una sonrisa—. Quería saber si todo
estaba organizado, y reparaba en sí se me había olvidado algo.
El rostro de Fais le dice a gritos que no cree ni una sola palabra de lo que
está diciendo. Yo por supuesto disimulo ante la situación, pero sin duda
alguna le preguntaré a Hanna en cualquier momento qué ocurre con el
general.
Un lacayo nos ofrece una bandeja de bebidas y yo tomo una de forma
apresurada para aliviar la carga en mi garganta, los ojos de Fais y de Hanna
están sobre mí, pero aun así no me detengo en el hecho tomando el vino de
un solo trago y con esto alterando sus fijas miradas en mí.
—Permítanme un momento —pronuncia Fais—. Necesito hablar con
Nabal.
Hanna y yo afirmamos para que él se retirara definitivamente. Mis ojos se
alzan recorriendo nuevamente el salón. Zura entabla una conversación con
Ainara Marras, mientras que Umar parece divertirse mucho con su hijo
Kader por la forma en que se ríen. Por otro lado, Fais ha conseguido a
Nabal quienes caminan a paso lento por el salón para dar salida al jardín. Y
justo al punto de la salida en un rincón, está Kalil aun hablando con Alina
mientras a sus espaldas, se encuentra Basim como una piedra dando
miradas de reproche a Hanna.
—¿Qué te ocurre? —pregunto hacia la princesa y al mismo tiempo
tratando de distraerme también. He decidido que esa mujer no me
amedrentará.
—N-no es nada… —responde sin mirarme. Entonces tuerzo los ojos,
irritada.
—¡Bien! Entonces seré más directa. ¿Por qué el general Basim te
responde las miradas como si quisiera asesinarte?
En un segundo logro tener toda la atención de Hanna, un rostro asustadizo
de su parte se centra ahora en mí, entre tanto sus labios luchan por contener
el temblor.
—¡Por favor Saravi! No hables de eso aquí. ¡Por favor!
—No te pongas así, Hanna —digo tomando sus manos—. Ven,
respiremos aire fresco, las dos lo necesitamos.
Ella asiente y salimos de inmediato al jardín, pero como las cosas siempre
son difíciles, para salir debemos pasar justo de lado donde está Kalil.
Aprieto mi mano junto toda mi valentía y no detallo ningún centímetro de
su presencia ni la de Alinna.
El aire por supuesto alivia la tensión de inmediato, aprieto más la mano de
Hanna y la guio hacía unos sillones para estar más cómodas. Sé que ella
quiere hablar así tanto como yo deseo descargar todo esto con alguien y que
esa persona me entienda así yo no tenga un ápice de razón.
—Ahora puedes decirme que te ocurre, ¿Por qué esta cara de
preocupación como si algo te atormentara?
—Saravi, no sé si tú… Creo que lo mejor es dejar las cosas así —explica
bastante confundida.
—Hanna… ¡Mírame! No tienes por qué desconfiar de mí. Sé que no he
sido la mejor persona desde que llegué al palacio, pero tú has sido
incondicional conmigo, me has ayudado muchísimo aquí y yo te tengo un
aprecio inigualable. Jamás haría algo para hacerte daño.
Hanna niega varias veces mientras que un suspiro sale de mi boca,
entendiendo que irremediablemente ella no confía en mí, y que nada hago
con presionarla. Enseguida despegó mis manos de las suyas y la miró
fijamente.
—Te entiendo, no te preocupes, soy una desconocida para ti. Cualquier
cosa que necesites Hanna, puedes contar conmigo, solo hazlo cuando estés
preparada.
Dichas estas palabras me levanto del sillón de su lado y justo cuando he
dado ya unos pasos, su baja voz me detiene.
—Traicioné a Basim con otro hombre.
Giro bruscamente sorprendida, no creyendo las palabras avergonzadas de
Hanna, sin entender completamente qué ha querido decir con eso y que,
muy a pesar y antes sus gestos, entiendo que ella está enamorada del
general.
¿Pero qué pudo ocurrir para que Hanna, la dulce Hanna, hiciera tal cosa?
Trato de parecer calmada para no alterar más los nervios de Hanna, que ya
no me mira, su rostro está escondido en sus manos como si la vergüenza la
hubiese cubierto por completo. Ella no sabe que yo no soy digna de que me
tome como una persona respetable, de hecho, ante su confesión yo puedo
estar siendo peor que ella.
Doy pasos lentos nuevamente hacia ella, sentándome cuidadosamente
para tomar sus manos con delicadeza, y quitándolas de su rostro lleno de
lágrimas.
—Hanna… mírame —pronuncio suavemente retirando totalmente sus
manos—. No te sientas avergonzada, no conmigo.
Ella alza su rostro de inmediato sollozando, observándome con tanta
tristeza que logra partirme el alma.
—Fui una tonta Saravi, no sé qué me pasó, no entiendo aún cómo pude
ser engañada de esa manera —dice hipando.
—¿Podrías contarme para entender?
Ella afirma decidida para luego limpiar su rostro suavemente, y me da una
mirada fija.
—Salía con Basim a hurtadillas de mi padre —comenzó mirando hacia
otra parte como si tratase de irse al momento en que sucedieron las cosas—.
Estaba completamente enamorada de él, pero papá por supuesto no podría
saberlo, a él no lo podría convencer solo con el argumento de que sentía
amor por el general.
«¡Claro que no!» pensé.
—Ni siquiera gasté mi tiempo en decírselo a mi padre, el único que sabía
de ello era mi hermano, Kalil. Basim y él siempre han sido muy amigos. No
sé si tú sabías que antes que mi hermano tomara la corona, también servía
en el ejército —explica, no solo haciéndolo como un comentario, sino
también dejándome firme, que Kalil se ensuciaba las manos siendo un
príncipe.
—No lo sabía, Hanna —respondo débilmente, aunque ella hace una pausa
mojando sus labios para luego proseguir con su historia.
Ella es lo importante ahora.
—Él, mi hermano, descubrió en menos de una semana nuestros
encuentros y nos pidió a ambos ser muy precavidos, aun con mi padre en la
corona había muchos enemigos, pero lo que yo no sabía era que esto que
está pasando ahora, Saravi, esta revuelta y este acto de rebeldía que ahora
está afectando todo el reino, comenzaría por mí.
Mis ojos se abren, no entendido nada en lo absoluto de las palabras de
Hanna. Pero, el corazón comienza a latirme de una forma que poco
entiendo, como si tuviera cierta preocupación por lo que ella seguirá
contándome.
—¿Por ti? —logro preguntar con la voz entrecortada por los nervios.
—Así es… —dice más seria que nunca—. En ese entonces había un
general al mando de todo el ejército, incluso por encima de mi propio
hermano. Ese hombre era la mano derecha de mi padre y lo tenía como
favorito por todos sus actos de guerra y de increíbles estrategias. No sé
cómo, ni en qué momento él comenzó a pretenderme, y junto con el
consentimiento de mi padre logró que, de cierta forma, yo comenzara a
tener dudas de mis sentimientos hacia Basim.
Mi mano por reflejo propio va hacia mi boca, entendiendo aún más las
palabras de Hanna y sumiéndome en el horror y de la maldad de Umar
hacia su hija, ese hombre de cierta forma no dejaba de sorprenderme.
—No fue tu culpa, quizás pensaste que de esa forma podrías congeniar
con tu padre, tú…
Su cabeza niega varias veces.
—¡No, Saravi!, ¡no es así!, uno no puede tener dos pensamientos ni dos
sentimientos a la misma vez, y si por alguna razón pasa, es necesario que
una misma tenga control de su propio carácter, y eso fue lo que paso
conmigo. Fui demasiado débil y me dejé engañar, perdiendo la persona que
en realidad me amaba.
Un suspiro sale de mi boca entendiendo a la perfección las palabras de
Hanna, al menos ella tiene el carácter suficiente de declarar su error y
enfrentar sus decisiones. Pero no puedo decir lo mismo de mí.
—Decidiste entonces por el otro hombre por complacer a tu padre, ¿no es
así?
—Sí, tenía más libertad con él, podíamos vernos cuando quisiera, y aparte
de eso, podía ver el orgullo de mi padre hacia mí. También debo decirte que
ese hombre tenía todas las maneras de enredar a una mujer. Sus ideales, su
forma de pensar, de ver las cosas, me enredaron por completo. Por lo tanto,
de forma egoísta ni siquiera encaré a Basim, sino que dejé a la intemperie
todo lo que había sucedido con nosotros pasándole por su cara día tras día a
mi nueva relación. Fui realmente una descarada y una sinvergüenza.
—¡Hanna…!
—Es la verdad —dice rudamente—. Eso fui, aún me veo así.
—¿Qué pasó después? —pregunto con cierto miedo aun imaginando lo
que pudo suceder.
—Mi padre anunció su retiro y el compromiso que se había establecido
contigo y mi hermano. Eso hizo que el hombre entrara en un estado de
nerviosismo constante, ya que ahora las estrategias de guerra, y la mente de
todo el ejército pasaría a las manos de Kalil.
—Y todo el dinero destinado a ello —agregué sabiendo esa parte y
recordando las palabras de Ainara Marras.
—Así es —concluye Hanna—. Muchos meses antes de tu llegada, podría
decir que un año antes, Kalil quitó de las manos del comandante todo el
poder y entregó el primer mando a Basim, declarando que los fondos serian
manejados desde los vizcondes destacados, para que la guardia no pudiera
tener pensamientos contrarios, sino solo la defensa de su propio pueblo.
La información que está recibiendo mi mente es tanta, que quiero salir
corriendo del lugar. Kalil sin duda alguna no es nada parecido al concepto
que tenía tan erróneo sobre él, es impresionante como estaba equivocada, es
impresionante cómo mis hechos se van cayendo a pedazos, y es más
vergonzoso el papel de tonta que he hecho todo este tiempo. No puedo
esperar más, no puedo, necesito de la manera más urgente posible, poder
tener una conversación con el rey.
Esto también con el conocimiento de que muchas consecuencias van a
surgir de lo que voy a decirle, porque no solo le voy a alertar sobre el
peligro que ahora conlleva su vida y el reino, sino que también de que
conozco, de hecho, al hombre que se esconde detrás del grupo ayatolá, y
que también, yo fui parte de todo este plan.
De cualquier forma y por más que ponga de mi empeño ahora, yo saldré
de modo como una traidora de este lugar. Y aunque no tenga otra salida,
mientras tenga un poco de poder en mis manos, haré las cosas más fáciles
para el rey.
Entendiendo que siempre perderé de cualquier modo.
Ahora mi pregunta es ¿Quién es el hombre que enamoró a Hanna? No
podría ser Borja, ya que aún seguía en el palacio y es amigo también de
Basim. Tendría que ser por supuesto un hombre oculto del que Mishaal
nunca me habló, o por el contrario lo conocí, pero nunca reparé en ello ante
la ignorancia de lo que le sucedió a Hanna y de todo lo que estaba
ocurriendo en el palacio.
Deteniéndome en todos mis pensamientos, observo a Hanna.
—Siento por lo que pasaste, debió ser terrible que te enteraras de las
verdaderas intenciones de ese hombre…
Una sonrisa triste se formó en su rostro tratando de contener las lágrimas
que casi rebosan en sus ojos.
—Lo peor, Saravi, es que muy en el fondo de mi corazón, todos los días
me gritaba a mí misma que estaba haciendo las cosas mal, nunca me sentí
completa, ni me sentí bien con lo que estaba haciendo, cuando estaba cerca
de Basim mi cuerpo temblaba entero, era insostenible estar cerca de él, y yo
pensaba que era causa de lo que le había hecho. Justo después que Kalil
tomó el mando, el hombre dio su baja, desapareció, y nunca supimos más
de él. Sin embargo y por toda la información recaudada que ha hecho mi
hermano, él ahora mismo está en el grupo ayatolá.
Lo pude imaginar. Sin embargo…
—Hanna… ¿Cuál es el nombre de ese hombre?
Ella me observa detenidamente limpiando sus ojos nuevamente para
responder a mi pregunta, pero alguien nos interrumpe enseguida.
—¡Aquí están!
La voz de Kalil no solo nos da un susto, sino también pone mi piel tensa.
Hablar con Hanna me alteró más de lo que estaba, pero también me hizo
reflexionar y entender que entre más tarde en tomar decisiones y decir lo
que debo decir, será peor para mí y para todos.
Ella le sonríe con dulzura ante su aparición como lo suele hacer, se
levanta y le toma la mano a su hermano para besarla.
—Solo estábamos tomando un poco de aire, hermano. Pero aquí te dejo a
la reina en perfectas condiciones —indica ella sonriendo, respondiendo
como si lo que unos segundos atrás contó, no le hubiesen afectado para
nada.
Definitivamente ella había sido educada para esto, y yo debía imitar
mucho de Hanna.
Kalil asiente dándole un abrazo a su hermana, y justo cuando ella va a
retirarse del jardín yo la detengo para decirle algo muy sincero.
—¡Hanna! —Exclamo mientras ella se da la vuelta para mirarme
interrogante—. Tú eres la persona más maravillosa que he podido conocer,
no lo olvides. Espero que podamos reanudar nuestra conversación.
Su sonrisa se ensancha mientras asiente, y luego se retira definitivamente
dejándome ahora mismo con lo inevitable.
—Te he buscado todo el día —reclama el rey serio—. Parece que estás
evitándome.
Paso un trago para lograr que mis palabras salgan adecuadas sin ningún
titubeo.
—Quise darte un espacio… y yo debía pensar algunas cosas, quería estar
sola —explico mientras su ceño se profundiza.
Sin embargo, ahora veo algo muy diferente en su mirada, es como si de
cierta forma estuviera buscando algo dentro mí. ¿Qué ha pasado? Quisiera
saber lo que piensa, quisiera entender primero que es lo que quiere y
definitivamente saber que tanto habló con Alinna.
Eso es lo que realmente me tiene los nervios de punta, sabiendo lo que
ella siente por él, y peor aún, lo que él siente por ella.

CAPÍTULO 18
Kalil.
No quiero parecer intenso preguntándole cosas, ni tampoco dando rienda
a las palabras que me ha dicho Alinna, no puedo anteponer sus dudas y sus
supuestas sospechas antes que mi propia esposa, la reina de Angkor.
Necesito confiar en ella.
—Tienes ese derecho, no estás obligada a estar en mi presencia si así no
lo quieres. Creo que he sido claro contigo, conmigo las cosas no se darán a
la fuerza, Saravi.
Su rostro me demuestra que está preocupada, de hecho, mis palabras la
han puesto más nerviosa de lo que estaba. Quisiera saber si el motivo de su
nerviosismo es a causa de Alinna, o de otra cosa por la cual deba
preocuparme.
No voy a quitar el hecho de que ella no debe sentirse cómoda con la
presencia de Alinna en el palacio, y más aun sabiendo lo que Hanna me dijo
sobre Saravi. Ella sabe que tuve una relación con Alinna en el pasado, aún
sigue pensando que hay algo entre nosotros. Entiendo que eso no debe
tenerla nada contenta, y, sobre todo, porque sé que los sentimientos de
Saravi pertenecen a otro hombre.
Aún tengo esa confesión muy fresca en mi mente. ¿Quién era el hombre?,
era un enigma para mí…
Sé por consecuencia que el hecho de estar íntimamente no implica que
haya cambiado todo, sé que ella debe estar muy confundida ahora, pero su
comportamiento me demuestra que algo debe sentir por mí, y eso lo
aprovecharé al máximo. Quiero y estoy dispuesto a luchar por el amor de
Saravi, estoy preparado a cambiar su errónea forma de pensar, que aún no
entiendo de dónde fue inculcada.
—No estoy diciendo que lo haga por compromiso, Kalil —pronuncia
disculpándose—. Solo necesitaba un momento. No es fácil para mí, que ella
esté aquí…
—Saravi —corto de inmediato su argumento—. Alinna es solo una amiga,
una amiga de la familia, nos conocemos desde niños te lo repito de nuevo,
no pienses cosas diferentes, por favor… confía en mí y en lo que te digo.
Sus ojos se abren dejándome atontado ante su forma de expresarse, ella es
tan espontánea que cualquier cosa que siente, se le nota. Es imposible que
yo crea ciertas las palabras de Alinna, Saravi no puede estar involucrada en
nada parecido. Es absurdo.
No mi Saravi.
Tomo la iniciativa y me acerco a ella tanto, que la hago retroceder unos
pasos. No me dejo apabullar por su rechazo o su miedo, y continúo dando
un paso más, tomando su rostro delicadamente.
—Solo vino a pedirme ayuda en algunas cosas de ella, personales —
miento—. Tiene algunos problemas, por eso la viste tan agitada.
Ella asiente lentamente entre tanto observo como moja sus labios, lo que
hace que no pueda resistir la tentación de tocarlos con los dedos, para
posteriormente ver como se estremece ante mi hecho.
Y eso, eso me encanta en sobre manera.
No espero ni un segundo más y atrapo su boca con la mía, hundiéndome
en ella con tanta ansia como esta mañana, tomándole el cuerpo
profundamente hasta acercar cada parte de ella a la mía, queriendo tomarla
aquí mismo sin importar qué.
La respuesta de Saravi me enloquece al punto de perderme de la realidad,
al besar lentamente sus labios, al sentir su dulce y suave lengua y
abandonarme en su aroma dulce que tanto me embriaga. Definitivamente
estoy irremediablemente perdido en esta mujer.
Lentamente me voy despegando, luchando conmigo mismo, con mi bestia
interior que me pide a gritos que la haga mía. Pero la cordura y el
entendimiento de que con ella no debo actuar de esta forma, me hacen
centrarme en el momento de que ahora mismo estamos en una reunión.
Sus ojos se abren lentamente observándome con sus labios tan rojos como
el carmesí, su mirada está tan brillosa que no dejo ni un segundo de mirarle.
—Kalil…
Dios… no sigas hablándome así o perderé la paciencia.
—Volvamos a la sala, venía a buscarte porque ya deben estar sirviendo la
cena. En cualquier momento aparecerá alguien buscándonos —digo con
una sonrisa en mi boca contagiándola a ella también.
—De acuerdo… ¡Pero, por favor!, luego de la cena quisiera hablar
contigo, es algo… importante —dice quitando toda la gracia—. Es muy
serio lo que necesito hablarte. Y urgente.
Algo en su tono o en sus palabras logran preocuparme. Pero de lo
contrario asiento haciéndola sentir segura.
—De acuerdo —acepto besando su mano—. Vamos entonces.
La cena transcurre con naturalidad, la mirada de Alinna fijamente trata de
ponerme algo tenso ante su presión, necesito hablar con Hanna acerca de
este asunto, necesito saber cómo manejar el tema de Alinna y de que ella
deje el palacio lo más pronto posible. Ahora mismo necesito tener cabeza
fría ante todas las amenazas que he recibido y que muchos no saben que
han pasado.
Estoy convencido de que no puedo confiar en mucha gente aquí. Necesito
tener la plena certeza de que pongo el pie en el cuadro correcto al menos
hasta desmantelar a los rebeldes y dejarlos sin fuerza alguna.
¡No seguirán reprimiendo al pueblo!, y si ellos quieren comenzar un
enfrentamiento, no me quedara la menor opción que corresponder a su
llamado; aunque muy tontos son si van a medirse con el ejército de la
monarquía. Porque por más sublevación que haya y retiradas, no creo que
sea un grupo lo suficientemente grande como para enfrentar a una tropa que
tiene años desarrollándose.
Creo más bien que es una estrategia fija lo que tiene el grupo ayatolá, lo
que no he logrado descubrir, es cómo piensan inmiscuirse en el reino para
causar tal herida, que tanta confianza les ha generado hasta ahora…
Saravi.
La tensión de mis hombros es insoportable. Estoy sentada tan recta y con
una sola mirada fija, en la mano de Kalil reposando en la mía, mientras que
en la mesa se desarrolla una conversación particular acerca de Angkor.
Aunque han pasado solo minutos desde que entré del jardín al salón para
comer, me han parecido largas horas. Si bien Kalil trató de tranquilizarme
con sus palabras y su dulce tacto, aún siento un desespero enorme en el
pecho, junto las inmensas ganas de sacarlo de aquí para decirle ahora
mismo lo que está sucediendo.
Esto sumado a la ansiedad de mi cuerpo por abrazarle y pedirle que me
perdone, de interpelar a su buen juicio para que después de todo lo que deba
confesar, pueda no admitirme una condena tan dura para mí y mi familia.
Todo ello por traicionar a nuestra nación, por traicionar la corona y por
traicionarme a mí misma.
Entonces recuerdo las palabras de Hanna.
La impotencia me llena el cuerpo entero, el rápido latido hace que mi
pecho suba y baje sin tener el menor control. Kalil me observa de vez en
cuando con el ceño fruncido, interrogante, preguntándose el porqué de mis
manos frías y sudadas y el porqué de mí mismo temblor en ellas.
—Pasado mañana podríamos ir si la reina está dispuesta; sería una enorme
alegría para el pueblo —la voz de Fais vuelve a meterme en la cena, ya que
sus palabras se han dirigido a mí.
Una sonrisa forzada, casi imperceptible es gestada por mí hacia él
asintiendo lentamente. Pero el silencio de todos observando y esperando si
diré una respuesta, me obliga a involucrarme rápidamente.
—Mi rey —digo observando a Kalil—. El vizconde ha sugerido una
excelente idea en este tiempo de agravio a nuestro país. Iremos por jornadas
a las villas y a diferentes partes del pueblo, eso tranquilizará a la gente y les
dará un poco más de confianza.
Kalil sonríe agradado ante mis palabras, tomando mi mano para llevarla a
sus labios, besándola.
—¡Me parece una buena idea! —expresa mientras yo giro en dirección a
la mesa y encuentro la mirada penetrante de Alinna.
Mi sonrisa se borra por completo.
Deslizo la mirada al puesto de Hanna, quien me sonríe alentando a que
mantenga la compostura y que no dé interés al hecho.
—¿Cómo se han sentido? —digo nuevamente dirigiéndome a los esposos
Marras.
—¡De maravilla! —Contesta Ainara—. Tenía mucho tiempo sin venir al
palacio, ya sabes, los niños ocupan todo el tiempo.
Risas sinceras se esparcen en la incómoda mesa. Pero la paz por supuesto
no es por largo rato.
—¡Nosotros estamos esperando por ver a la reina en esas ocupaciones de
madre también! —irrumpe Umar, haciéndome incomodar de nuevo.
Realmente no es que me aterre la idea, la situación es más compleja que
eso, ya que solo tengo un mes esposada con el rey, aparte de eso solo hemos
tenido una oportunidad de estar juntos íntimamente, y aunado a todos los
demás desastres, creo que no estaré por mucho tiempo aquí.
—¡Todo tiene su tiempo, padre!, pero, en el momento que ocurra, sé que
Saravi será una excelente madre.
Las palabras de Kalil aprietan mi garganta de una forma despiadada. Mi
mirada se centra en su sonrisa sincera, en la manera en que él también me
observa, en su forma de sacar lo bueno a todo. Sé que es ambiguo solo
pensarlo, pero desearía retroceder el tiempo y comenzar de nuevo. Porque
de ninguna manera hubiese desaprovechado el dar una oportunidad a lo que
estoy sintiendo por este hombre.
—¡Sin duda alguna lo será! —responde Ainara alegre, mientras que el
torrente de comentarios comienza a subsistirse en la mesa junto con las
risas de los presentes.
—¿Está todo bien? —pregunta Kalil en susurro muy cerca de mí.
—Sí, solo…
—¡Majestad!
La voz de Nadia a mi lado, haciendo una reverencia me hace fruncir el
ceño de inmediato. Pero ella tiene una sonrisa en su boca.
—¿Qué ocurre? —le preguntó sin que nadie más aparte de Kalil se entere
de nuestra conversación.
—¡Sus padres se adelantaron! ¡Están aquí ahora mismo!
Un alivio impresionante se instala en mi sistema junto con la emoción y la
tranquilidad de poder contar con alguien cercano en estos momentos.
—Iré a recibirlos —digo bajo hacia el rey, quien asiente para soltarme la
mano.
No me excuso con nadie, ya están bastante distraídos en la conversación,
así que antes de salir le doy una mirada larga a la mujer que está en el otro
extremo de la mesa.
Alinna.
Camino con el paso apresurado hasta la sala en donde Nadia dejó a mis
padres esperando mi presencia. La alegría y satisfacción pasan en primer
lugar ahora en mi cuerpo y el alivio me hace respirar más tranquila.
Mi padre está de pie junto a la ventana mientras mi madre parlotea de lo
cansada que se siente.
—¡Gracias a Dios están aquí! —digo yendo hacia ellos.
Mamá me da una larga mirada mientras que papá extiende sus brazos para
recibirme. Un suspiro es soltado por mi boca al verme envuelta en los
brazos de mi padre. Como si hubiese llegado a la orilla del mar agitada y
cansada, así me siento ahora en su tranquilo tacto.
—Les extrañé como nunca —suelto involucrando a mi madre. Porque a
pesar de todo, ella sigue siéndolo.
—Yo… —la voz de mi padre se rompe no dejándolo continuar, entonces
me separo un poco de él tomándolo de su rostro con mis manos.
—No sabes la falta que mi hiciste, papá, ¡tardaron mucho en venir!
—Tú me hiciste mucha falta también, hija —dice con su cara entristecida
—. Se me hace una eternidad desde la última vez que te vi.
Limpio las lágrimas de mi rostro para asomarle una sonrisa y tranquilizar
su estado y el mío. Entonces giro para observar a mi madre.
—Saravi —dice ella asintiendo—. Parece que todos aquí se encuentran en
una celebración, ¿no es así?
—Así es madre. Aun así, no es una celebración, solo es una comida con
allegados del palacio. En estos momentos… —tomó un respiro mirándolos
al mismo tiempo—. Hay una sublevación a la corona, ¿estaban al tanto?
Mi padre asiente en silencio, observando a mamá.
—¿Por qué crees que hemos venido? —responde ella acercándose a mí—.
Muchos rumores se han esparcido en este tiempo, Saravi, inclusive que te
ha quedado muy grande las responsabilidades que tienes.
—¡Jemina! —reclama mi padre alterado mientras no dejo de mirar a mi
madre quien me observa con reproche.
Si tenía alguna duda de que no tendría apoyo por su parte, ahora mismo
ya me ha quedado claro que jamás podré contar con ella; aún ni siquiera
podré tener su aceptación acerca de mi persona.
Y duele mucho.
—No te preocupes papá, esto no es nuevo para mí. Además, mi madre
tiene razón no he sido eficiente aquí.
—No digas eso mi niña —responde mi padre abrazándome de nuevo y yo
no me contengo más, no en estos brazos. No en esta circunstancia.
Mi cuerpo se suelta dando pequeños espasmos ante mi llanto, mientras
que mi padre en silencio aprieta sus brazos contra mi cuerpo. Después de
unos largos minutos me despegó de él y papá limpia mis mejillas con
delicadeza mirándome como si yo fuera su más preciado tesoro.
—No me importa si has hecho las cosas bien o mal aquí, Saravi —expresa
compungido—, yo siempre estaré a tu lado apoyándote en todo.
—Gracias, padre, no sabes lo mucho que esas palabras significan para
mí.
Tomo las fuerzas de ese abrazo y me repongo un poco, al mismo tiempo
que mamá está de espaldas mirando a una ventana a las afueras del palacio.
—Si gustan podemos ir a la cena, en caso contrario pediré que lleven
alimentos a su habitación y se pongan cómodos.
—Yo preferiría lo último —masculla papá.
—Y a mí me gustaría saludar. Sería una grosería llegar y no hacer acto de
presencia por muy mínima que sea.
Un soplido sale de la boca de mi padre observándome en silencio. Se le
nota un cansancio interminable en el rostro, quiero hablar con él lo antes
posible. La verdad es que en cuanto pueda. Me urge.
—Madre… ¡Por supuesto que puede ir a saludar!, pero también si mi
padre quiere descansar, entonces lo acompañaré a la habitación —explico
pareciendo natural.
Ella frunce el ceño levemente, pero no les da mucha importancia a mis
palabras. Asiente tranquila y se retira del salón. Entonces toda mi tensión se
suelta hasta el punto de sentirme mucho más cómoda.
—¡Papá! —digo con tono de súplica en dirección de él—. ¡Ayúdame!
CAPÍTULO 19
Saravi.
Han pasado horas, creo acertar desde el momento en que comencé a
relatar todo y cada uno de los detalles a mi padre. Sus ojos enrojecidos y su
cara pálida dejan en evidencia lo preocupado que está.
Y no es para menos.
No logro imaginar siquiera que pueda depararnos, no sé si en el momento
en que la corona sepa todos mis secretos, podrán tener al menos un
momento de cordura para no controlar la rabia que puede producir lo que yo
he hecho. Lo único en lo que estoy totalmente clara es que nunca mi motivo
fue venganza o hacer daño por hacerlo.
Yo pensé que estaba actuando de la manera correcta.
—¡Por Dios, hija! ¡¿Pero en qué momento se te nubló la mente de esta
manera?! —reclama levantándose, tomando su cabello en desespero y
haciendo que mis labios tiemblen.
—No lo sabía, ¡no sabía que estaba jugando al bando equivocado, papá!
—Pero, ¡¿cómo no?! ¡Es el grupo ayatolá, Saravi! Y no solo son
enemigos de la monarquía ¡Ellos también quieren destruir Angkor!
—¡Lo sé! —Respondo con mi voz quebrada—. Poco a poco fui
distinguiendo la realidad, yo… Yo solo confié en alguien.
La mirada de papá se vuelve fría al punto de no reconocerlo.
—¿Y ser la amante del líder? ¡¿Acaso perdiste la razón?! —dice
acercándose a mí para comenzar a zarandearme—. ¡No solo estás
traicionando la corona, Saravi! ¡Estás traicionando a tu esposo, al rey! ¡Esto
solo es digno de merecer la muerte!
—No… escucha… yo no…
Las lágrimas no dejan de rodar por mis mejillas, mi padre ha pasado del
estado furioso al desesperado, en sus ojos no solo puedo ver enojo y
angustia, en ellos también puedo ver que está decepcionado hasta la
médula.
Y los brazos comienzan a dolerme por su excesiva fuerza.
—¡¡¡Basta!!!
La voz de Kalil retumba en el pequeño salón haciendo que mi padre se
despegue inmediatamente de mí, liberando mis brazos de su fuerte agarre y
dejándome un leve dolor en ellos. Pero eso es lo de menos ahora.
Los ojos furiosos del rey fulminan a mi padre mientras que una asustadiza
Hanna se esconde tras de él con la mano en el pecho, sorprendida por lo que
estaba logrando ver.
Lo que no sé aún es si escucharon alguna cosa.
—¡¿Cómo se atreve a tratar así a la reina?! —continúa Kalil dando un
leve empujón a mi padre.
Por su postura está tratando de controlarse a sí mismo, logrando
asustarme. Asustarme aún más.
—¡Hermano! —exclama Hanna tomándolo del brazo para crear
diplomacia en el momento.
—Al-alteza… —logra pronunciar mi padre nervioso —. Yo…
—Kalil —intercedo—. El duque solo está nervioso, él no me haría daño
—continúo mientras mi mirada se reúne con la de mi padre—. Te diré en
unos momentos que está pasando, ¿de acuerdo?
Sus ojos me recorren lentamente con el ceño fruncido, muy confundido,
intentando calmarse ante mi vaga explicación. Luego suelta el aire
separándose un poco de papá para dirigirse a Hanna.
—Hablemos mañana por la mañana —dice el rey dirigiéndose a Hanna—.
Te prometo que luego de reunirme con los generales te buscaré.
—Está bien, te espero —responde Hanna, para luego hacer una reverencia
disculpándose con nosotros y a los segundos sale de la habitación.
Mi padre no me quita la mirada, está tratando de decirme algo, pero yo
necesito mantener la cordura y hacer las cosas de la mejor manera que
pueda.
—Podrás hablar con tu padre cuando esté más sereno, Saravi —dice Kalil
observándolo nuevamente.
—Sí, hablaremos mañana, papá, pediré que te lleven a la habitación…
—Ustedes no se preocupen ¡Vayan! Descansen… Y… Hija ¡Perdóname!
—Expresa mi padre abrazándome de repente hasta que unos murmullos son
entonados muy cerca de mi oído—. No le digas nada, Saravi, no hables con
él todavía, por una vez hazme caso y déjame pensar qué podemos hacer.
Luego se despega de mí dándome una sonrisa que logra aterrarme ante su
conducta, haciendo una reverencia para también salir del salón.
¿Qué hago? Mi padre me ha dejado más confundida con su
comportamiento. ¿Será mejor esperar? ¿Esperar a qué?
—¿Todo anda bien? —Pregunta el rey mientras toma mi mano—. Puedes
contarme, pero por favor vayamos a la habitación, ya no quiero ser
interrumpido por nadie. Por hoy no quiero escuchar más de la sublevación,
de problemas del reino ni nada que se le parezca…
Al llegar a la habitación Kalil se sienta en el orillo de la cama mientras me
arrima entre sus piernas abiertas para quedar a escasos milímetros de mi
cuerpo. Su semblante luce cansado, pero parece que ese rostro reluce más
que nunca, se ve realmente guapo.
El rey logra impresionarme cuando sin medir palabra abraza mi cintura
para poner su cabeza debajo de mis pechos.
—Anhelaba tanto porque llegará este momento. Este día ha sido una
tortura desde que comenzó.
—No es para menos —digo tomando su rostro—. La situación es
estresante.
Kalil toma mis manos para entrelazar sus dedos entre los míos
estremeciendo mi cuerpo al punto de querer sumergirme en él y olvidarme
de todo. De hecho, en algunos días no podré tener este privilegio, ni estar de
pie frente a él. La verdad es que ni yo misma sé que me deparará los días
posteriores, lo único que pienso ahora es unirme a este hombre, amarlo
tanto hasta que me duela, hasta sentir que todo esto pueda perdurar hasta
que no tenga conocimiento de mí misma.
¿Amarlo?
¿Me estoy enamorando del rey?
Aún no lo sé, no sé si todo esto sea producto del rechazo incentivado que
intenté tener para con él desde un principio, lo único que sé, es que si
tuviera la oportunidad hiciera las cosas de nuevo e intentaría ser una buena
reina y la mujer que merece este hombre.
Eso haría.
—¿En qué piensas? —pregunta seductor mientras sus caricias son
esparcidas por mi cuerpo, al mismo tiempo que sus dedos juegan con mis
labios entreabiertos.
—Quisiera poder hacer más por ayudarte… —indico mirándole fijamente
porque mi cuerpo reclama por querer más de él.
—Saravi… —la pronunciación de mi nombre en su boca me sabe a gloria,
podría jurar que… —Yo siento tantas cosas por ti.
Mis ojos se abren instantáneamente. ¿Qué ha dicho?
—¿Cosas por mí? ¿Qué cosas? —pregunto titubeando con interés.
Su sonrisa se extiende por su rostro ahora radiante entre tanto se coloca de
pie para sobrepasarme en estatura.
—Lo que un hombre siente cuando está enamorado. Yo quiero que
entiendas que cada centímetro que puedo tocar de ti, lo siento primeramente
aquí, Saravi —sus manos llevan las mías hasta su pecho.
Yo estoy al punto del desespero. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué esto ahora?! ¡¿Por
qué de esta manera tan injusta?! Justo ahora que yo debo renunciar a él,
justo cuando yo deseo corresponderle, cuando no tengo miedo de expresar
lo sea que estoy sintiendo.
«Yo también estoy enamorándome de ti» — grito dentro de mí—. «Yo
también te siento, yo también te quiero»
—Yo… —mi voz sale rota con labios temblorosos—. Yo quisiera…
—¡Por favor! —me calla —. No tienes que decir nada, yo entiendo que no
ha sido fácil para ti, sé que tú no elegiste esto…
—¡No! ¡Escucha! —digo tratando de sacarlo de su confusión, de hacerle
entender, necesito que él sepa que ya no es lo mismo, que ahora mismo lo
veo diferente. Necesito que sepa que su amor es correspondido.
—¡Por favor, Saravi! —vuelve a interrumpir—. Solo déjame amarte.
Dame esa oportunidad…
No tengo más opción que tomar su cuello y abrazarlo tanto como pueda,
uniendo mi boca con la suya y entrelazando todo lo que hay de mí en él,
intentado por todos los medios en demostrarle que soy totalmente suya.
Los brazos de Kalil me rodean al punto de alzar mi cuerpo, me doy cuenta
de que da unos pasos hasta que nuestros cuerpos alcanzan a hacer contacto
con la pared de la habitación. Nuestras agitadas respiraciones se
entremezclan apresuradas quitando de forma desordenada las ropas del otro,
intentando por todos los medios de hacer el contacto que tanto deseamos,
tratando de alivianar el sentimiento que quiere explotar bastamente dentro
de mí…
CAPÍTULO 20
Kalil.
Su cuerpo vibra en mis brazos como si no soportase resistir más a lo que
está sintiendo, sus manos se esparcen por mis hombros y por mi espalda de
forma apresurada, sacando la camisa totalmente agitada para que nuestros
cuerpos puedan hacer contacto.
Un gruñido ronco sale por mi garganta cuando su piel y sus pechos tocan
el mío, mi piel se enchina al instante y Saravi se arquea estremeciéndose
ante el roce.
—Kalil…—pronuncia desesperada, su rostro está rojo ante la temperatura
elevada, pero su mirada solo me dice que quiere lo mismo que yo.
La unión de nuestros cuerpos.
—¡Mírame, Saravi! —Indico tomando su rostro, a la vez que mi cuerpo
presiona el de ella contra la pared—. Dime que quieres ser mía, ¡Di qué, lo
quieres!
—Yo soy tuya, Kalil, soy tuya y siempre lo he sido…
Sus palabras crean un choque profundo en mis sentidos, uno que jamás
viví con otra persona, el significado de sus palabras, aunque ella no sea
consiente, alteran las ganas que tengo por ella, invaden mis sentidos y me
dejan sin la fuerza necesaria para ser prudente ante lo que siento.
—Aunque no sepas lo que dices, Saravi, anhelo con todo mi corazón que
eso sea verdad —expreso para por fin besarla, ella me corresponde de
inmediato desahogando su ansiedad en mi boca.
En algunos momentos de los toques y caricias esparcidas por parte de
ambos, nuestros cuerpos quedan desnudos y agitados frente al otro.
Comienzo a besar su cuerpo, todo lo que puedo de él; Saravi se coloca en
tensión tratando de impedir que bese sus pechos u otras zonas que imagino
le avergüenzan, pero yo no me detengo por ella y continúo devorándola con
mi boca, probando su dulce piel, el rico sabor de su tez al tiempo en que
ella tiembla de pies a cabeza.
—¡Por favor! —pide con voz entrecortada y yo no demoro más, entonces
la sujeto de las caderas y la subo hacia mi torso para entrar lentamente en
ella.
Su jadeo se mezcla con el mío junto con un rotundo ronquido
estremeciendo todo mi cuerpo, las sensaciones, todas, se arremolinan en mi
anatomía, y aunque ya disfruté de lo placentero que es estar dentro de ella,
mi cuerpo reclama saciarse en todo lo que pueda.
Beso la boca de Saravi de forma violenta dificultando tanto la respiración
que una nueva sensación que se instala en mi cuerpo. Es como si no
quisiera hacer otra cosa en la vida, es como si este momento me aniquilara
para hacerme esclavo de este sentimiento, como si no tuviera tanto de ella,
como si quisiera meterla dentro de mí para siempre.
Sus labios succionan los míos, el cuerpo de Saravi ha olvidado toda la
pena y vergüenza que hace minutos demostraba su rostro, ella se deja llevar
por las emociones, parece que el mismo sentimiento que se instaló en mí, la
poseyó también por completo. Ella se mueve a mí mismo ritmo, sus ojos se
cierran y abren, su cuerpo se retuerce buscando más placer, pero cuando su
mirada logra conectarse con la mía, entonces las sensaciones se multiplican
por mil, como está ocurriendo en este preciso instante.
Y juro que no podré aguantar mucho más.
Como si su cuerpo leyera el mío, veo y siento como Saravi comienza a
convulsionar haciendo un mohín en su cara para luego dar un largo gemido
que sale de manera tan sensual de su boca.
—¡Mi rey! —expone acelerada, y sin poder retenerlo más, aprieto su
cuerpo tanto al mío, expandiendo toda la sensación de éxtasis que me
inundaron hasta la medula.
Un sonido gutural se escucha en la habitación por mi parte mientras me
vacío dentro del cuerpo de Saravi. Mi rostro está acunado en su cuello, al
mismo tiempo en que sus besos se esparcen en mis brazos y hombros.
Nunca me sentí así. Jamás en mi vida.
Si antes dudaba de la conexión que sentí desde que vi a Saravi, ahora
puedo ratificar que ella ha retenido todo mi corazón en su mano. Estoy
enamorado de Saravi, ahora puedo decir que la amo irremediablemente.
Una a una ella baja sus piernas, para colocarlas en el suelo frío mientras
que lentamente salgo de su centro sin retirarme de su cuerpo, sus labios se
mueven suavemente junto a los míos para dar un largo suspiro colocando su
frente junto a la mía.
—Me volverás loco —expreso al mismo tiempo que ella asoma una
sonrisa en su boca, contagiándome al instante.
—No tanto como usted a mí… Alteza —bromea.
Tomo su cuerpo cargándolo nuevamente para llevarnos a la cama. Cuando
la coloco en ella, su cabello dorado es esparcido por todo el espacio, y su
cuerpo delineado hace parecer que estoy viendo una visión. Saravi es
completamente hermosa.
Ella es perfecta.
—¿Pasa algo? —pregunta con el ceño pronunciado.
—No…
—¿No?
Niego varias veces mientras sonrío.
—Estoy detallándote, quiero grabar cada parte de tu cuerpo, siempre
quiero tenerlo en mi mente para cuando deseé recordarte haciendo mis
quehaceres en este palacio y fuera de él, así te extrañaré hasta nuestro
próximo encuentro.
La sonrisa de Saravi se desvanece como si hubiese visto un espanto.
Quizás mis palabras están siendo muy profundas, quizás mis sentimientos la
están asustando y debo tener cuidado, porque sé que ella está colocando
todo de su parte para que esto funcione. Sé que sus sentimientos están
cambiando.
—Perdona —me disculpo rápidamente.
—Kalil…
Mi dedo viaja hasta su boca para acallarla de inmediato. Lo que menos
quiero en estos momentos es que ella pronuncie el nombre de otro hombre
en nuestra cama, no quiero siquiera que pueda expresar su confusión, no
quiero al menos por ahora escucharle pronunciar que debo tener paciencia.
—Hoy no —le digo—. Hoy quiero sentirte, Saravi, quiero y necesito que
te centres en este momento y en el ahora. Quiero que solo sientas, no
pienses en nada, por favor.
Su rostro angustiado asiente lentamente. Quizás está batallando dentro de
ella, por lo nuevo que está sintiendo y por lo viejo que aún persiste
torturándola.
Acerco su cuello hacia mí, es necesario que lo haga porque sinceramente
estoy sediento de ella, quiero con todas mis fuerzas llenarla tanto, que al
menos por hoy y al menos por esta noche, su cuerpo y su mente solo deseen
estar aquí, conmigo.
****
Una fresca mañana sin duda. Algunos rayos de sol se insertan por los
marcos de una ventana semi abierta dando un poco de luz a la habitación,
yo camino descalzo por ella mientras corro algunas cortinas para no
levantar a Saravi.
Su cuerpo esta de lado, con una sábana blanca a medio poner, pero sin
duda alguna evidenciando su desnudez por cualquier ángulo por donde se
mire.
No puedo dejar de mirarla, llevo levantado hace una hora y no puedo.
Un suspiro sale de mi boca mientras la tensión comienza a formarse en mí
entre pierna. No tengo más remedio que salir de aquí en cuanto antes.
Ya vestido me escabullo lentamente de la habitación cerrándola muy
despacio para no producir ningún ruido, al llegar al salón consiguiente de la
habitación encuentro que Nadia, la dama preferida de la reina, está
preparando sus cosas sin darse cuenta de que yo he salido.
—Nadia… —digo sorprendiéndola al pronunciar su nombre—. La reina
aún duerme, no dejes que nadie entre a la habitación por muy urgente que
sea. Dejemos que descanse, ¿está claro?
—¡Si majestad!, por supuesto, nadie entrará a esa habitación a menos que
ella lo pida y ya esté despierta.
—Perfecto —respondo con una sonrisa ladeada mientras que continuo el
paso hacia mi otro destino; pero recuerdo algo y vuelvo a girarme a la
criada—. Por cierto, Nadia, si su padre quiere verla, impídeselo también,
dile que son órdenes del rey. Hasta que ella por si sola despierte, no recibas
a nadie.
La dama asiente haciendo una reverencia y yo quedo conforme colocando
la encomienda en ella. Entonces camino apresurado para la habitación de
Hanna, obviando que antes debía reunirme con los generales.
«Aún hay tiempo» pienso.
Las damas de mi hermana me anuncian que ella ya tiene un tiempo
levantada y que está tomando su té en el balcón, yo paso derecho al lugar y
ciertamente esta ella mirando al horizonte como un cuerpo sin vida.
La tristeza se está comiendo a mi hermana.
—Hanna…
—¡Oh, hermano!, ¿desde cuándo estás allí? —pregunta poniéndose de
pie, besando mis dos mejillas.
—Acabo de llegar —digo señalando para que se siente de nuevo, e imito
el gesto.
—Casi no pude dormir bien, ayer me dejaste muy confundida y
preocupada.
—No es para menos —digo soltando el aire.
—¿Qué ocurre?
—Es la llegada de Alinna, Hanna, pensé que sería como otras veces,
hablándome del pasado, intentando llegar a un acuerdo conmigo —digo
mientras mis ojos se conectan a los de mi hermana—. Pero esta vez no fue
así, esta vez me habló de algo que me tiene consternado.
Hanna parece confundida, de hecho, varias veces intentó abrir la boca,
pero decidió solo escuchar.
—Aún no supera lo de ustedes, es comprensible —dice restándole
importancia.
—No se trata de nosotros…
—¿No?
Niego lentamente mientras le tomo las manos para darme fuerzas a mí
mismo de decir lo que tengo por decirle.
—Vino a hablarme específicamente de Saravi.
—¿De Saravi?, ¿qué podría hablarte de la reina?, ella desconoce
totalmente a Saravi…
—Hanna —le corto—. No hay otra persona en mi vida en quien confíe
más que en ti. Y sé que no puedo actuar solo por lo que siento, soy el rey y
ahora estoy en una postura muy delicada con toda la situación que está
pasando actualmente el país.
—Lo sé, hermano, y te doy las gracias por tu confianza. ¡Jamás la
traicionaría! ¡Jamás!
—Lo sé, eso no tienes que ratificarlo. Pero, lo que te voy a decirte es
bastante delicado, no puede llegar a oídos de nadie más —pido mientras
ella asiente varias veces nerviosa.
—Está bien, eso no pasará.
—Bien. La situación es que Alinna vino a decirme que fuentes cercanas a
su familia, evidenciaron a la reina en rutas al bosque, exactamente a
aquellas que se dirigen a los grupos sublevados.
—¡¿Qué?! —Exclama Hanna levantándose de golpe—. ¡Eso es
imposible!
Asiento.
—Lo peor de todo, es que asegura que han sido ocasiones donde ella ha
estado en compañía de Fais.
—¡No hermano! ¡Debe haber algún error!, Fais sería incapaz de hacerte
una traición de esas. ¡Él te ve como a un hijo!
—Lo sé —reconozco mientras me levanto para estar a la par de ella—. No
quiero colocar la palabra de Alinna por encima de la de mi esposa, solo
quería comentarte el por qué Alinna está aquí y la gravedad de este asunto.
Si esto llega a oídos de las personas equivocadas podrían estar inculpando a
la reina de una traición, y sé completamente que eso es falso. Saravi sería
incapaz de hacer semejante acto.
—Estoy de acuerdo contigo, hermano, ni ella ni Fais pueden estar
involucrados en el hecho. Siento más bien que quieren poner a las personas
cercanas a ti en tu contra para desequilibrar la monarquía.
—También lo pensé —digo mientras observo la lejanía de las montañas, y
a los segundos siento como mi hermana aprieta mi hombro para que no me
resienta ante los sucesos.
—Hablaré con Alinna para tranquilizarla, le pediré que elimine esa
conversación de su memoria y así podrás estar más tranquilo. Sé que ella
me hará caso.
—Gracias, Hanna, agradezco que lo hagas, además Saravi ya está bastante
nerviosa con su presencia aquí en el palacio.
—Lo sé —dice asintiendo apenada y asomando una sonrisa que alivia un
poco mis nervios—. ¿Están yendo las cosas bien?
—Mucho —expreso mientras las risas se mezclan y la tensión disminuye.
—Me alegra, espero que ella pueda darse cuenta de que tiene el hombre
más maravilloso en su vida.
Mi risa se corta ante sus palabras. Me duele mucho ver diariamente la
tristeza de mi hermana y quisiera por todos los medios hacer las cosas más
fáciles para ella. Pero, por otro lado, también imagino como debe sentirse
un hombre humillado, me coloco en los zapatos de mi amigo Basim. Él
quedó destrozado ante la falta de tacto y engaño de mi hermana, Hanna
pisoteó literalmente el orgullo de un hombre, mi hermana no reparó en
cómo tomó el corazón de Basim y lo hacía polvo entre sus manos, aunque
me duela reconocerlo porque amo la entrañablemente.
Un hombre, un hombre queda marcado de por vida ante un engaño como
ese.
Si mi hermana hubiese sido abierta, si ella desde el principio hubiese
dicho la verdad, las cosas habrían sido muy diferentes. Pero no bastó con
solo ocultarle a Basim de su nuevo compromiso, también sumó a no
enfrentarlo y hablar con él para terminar la relación. Luego como si nada
hubiese pasado, cada día se pavoneaba con su nuevo amante, sin darle una
explicación, creando una humillación en Basim, sabiendo que todos menos
mi padre, sabían de la relación entre ellos dos.
Me despabilo un poco de los recuerdos y me dirijo hacia ella nuevamente.
—Yo espero que tú puedas ser feliz también hermana, espero que
encuentres a un hombre que te pueda merecer —digo ocultando la verdad.
Porque, aunque sé que el general aún sigue amando profundamente a
Hanna, yo le prometí que jamás esa verdad saldría de mi boca.
Ni siquiera para mi propia hermana.
Ella asiente volviendo a tener el rostro entristecido. Entonces lo tomo
entre mis manos para darle un beso en la frente e irme de la habitación.
Ahora tendré que reunirme con los generales, porque con la última
anécdota que escuché, las cosas se están poniendo más difíciles de lo que
yo esperaba.
Antes de la reunión, llevé a Basim a la parte boscosa del palacio donde
frecuentamos realizar algunos entrenamientos. Si él es el general al mando
necesitaba también alertarlo de los comentarios de Alinna, porque, aunque
mi hermana era mi mano derecha, Basim sin duda alguna, era la mente fría
que también me hacía centrar a la realidad.
—¿Confías en ella? —pregunta el general luego del relato que le di.
—Totalmente, Hanna también confían en ella. Y Fais… ese viejo es lo
más cercano a la fidelidad que he conocido en la vida.
—En eso estoy seguro. Fais es como un padre para ti. Jamás desconfiaría
de él.
—Por otra parte, están esas notas anónimas que me joden hasta el
cansancio.
—Hay algo muy extraño en ellas, es como si detrás de todo se ocultara
algo muy personal que no he podido descifrar —repone Basim preocupado
—. ¿Crees que sea a causa de Hanna?
—Pensé lo mismo. El maldito está con ellos. Lo que no se Basim, es en
qué lugar esta ese mal nacido, no sé qué puesto ocupa, ni sé que tanto poder
tenga dentro del grupo Ayatolá. Porque si este hombre es cercano a los
líderes debemos de estar muy atentos, ya que la monarquía entonces sí corre
un peligro muy grave. Ese tipo sabe mucho de nuestro reino.
—Tengo a varios hombres que están trabajando en el camuflaje dentro del
ejército Kalil, porque sin duda alguna hay traidores, incluso dentro de
nuestras salas de reunión, de lo contrario Ayatolá no sabría los pasos que
seguimos, ni nos estarían amedrentando con las notas anónimas.
—Así es amigo —repongo—. Llevaremos a cabo nuestro primer plan
para desarmar a los traidores del ejército, mientras hacemos todo lo posible
por encontrar y salvar a Borja…

CAPÍTULO 21
Saravi.
Abro mis ojos lentamente mientras trato de estirar mi cuerpo sintiendo la
sensación incalculable del descanso, dando paso a que una sonrisa se
deslice por mi rostro para que el buen ánimo se inserte en mi cuerpo y en
mi mente.
Tenía mucho tiempo de no sentirme así.
Recuerdo los detalles de la noche, todos ellos, del cuerpo de Kalil y de sus
manos pasando por el mío, entonces me estremezco de inmediato. Me corro
hacía los lados tocando el espacio vacío restante de la cama, y una leve
decepción se instala en mi sistema percibiendo que Kalil ya no se encuentra
junto a mí.
Me levanto colocándome una bata encima y quitando el cabello
desordenado de la cara. Necesito llamar a Nadia y salir lo más pronto de
esta habitación.
Necesito encontrar a mi padre.
En unos minutos mi dama entra a la habitación sonriendo como siempre
para ponerse a la disposición de lo que sea que le pida.
—Me alegra que haya podido descansar, tiene un rostro muy fresco está
mañana —dice acercándose a mí para recoger mi cabello.
—Así me siento.
—¡Qué bueno! El rey ordenó que no se le molestara.
—¿Hablaste con el rey? ¿Hace cuánto salió? —le pregunto dándome la
vuelta para verla de frente.
—Así es… Pues creo que ya hace unas dos horas…
—¿Qué hora es?
—Nueve y media de la mañana…
—¿Qué? ¿Cómo no me despertaste, Nadia?
Ella titubea negando varias veces.
—El rey me lo ordenó, majestad… Yo, yo solo cumplí su orden…
—No te preocupes… ¿Sabes dónde está?
—Parece que ahora mismo está reunido con los generales, y si por alguna
razón ya terminaron, entonces no estaría en el palacio.
—Salió con algún batallón… —indico asumiendo que eso es lo que debió
hacer después de dejar claros los pasos que van a seguir de ahora en
adelante.
—Si señora. Solo no puedo saber a precisión porque estoy aquí con usted.
Al ir a la cocina por su desayuno, escuché al general dar la orden para servir
la comida y allí supe que luego de eso saldrían.
Asiento lentamente. Todo eso me dará oportunidad de hablar con mi padre
primero y saber en qué orden de ideas podré comenzar a hablar con Kalil.
—Bien, Nadia, ahora por favor necesito estar lista, debo buscar a mi
padre.
—Lo hará, pero primero coma un poco y yo me encargaré de tenerle todo
listo para que no demore su salida.
Salgo de la habitación de donde se están hospedando mis padres, un poco
desanimada al no encontrar a ninguno de los dos en ella. Por más que he
preguntado a algunos lacayos del paradero de papá, parece que nadie lo ha
visto desde ayer.
Voy a varios salones y pregunto a otras damas para obtener nuevamente
respuestas negativas.
¿En dónde se habrá metido?
Cansada de meterme de salón en salón termino por darme por vencida y
decido por ir a la parte del jardín. Justo cuando estoy saliendo de uno
último, en uno de los más pequeños, escucho un murmullo en una de las
habitaciones contiguas al salón donde me encuentro ahora. Entonces
lentamente camino y sostengo la puerta entreabierta que separa uno de otro.
Nunca he estado en ese salón consiguiente, realmente pensé que era solo
para guardar utensilios viejos, ya que su espacio es reducido en
comparación a otros.
—¡Te extrañé tanto! —dice una voz femenina entrecortada entre jadeos.
Mi mano se posa en mi boca porque, aunque no sé aún de quien se trata, el
estar aquí, en este lugar tan remoto ya es bastante claro que algo no está
bien allí dentro.
—¡Ya era hora de tenerte así entre mis brazos! —una voz dura y gutural
me erizan la piel al instante, tanto que comienzo a sentir miedo por querer
mirar y confirmar que esa voz se trata del padre de Kalil.
Umar.
Los jadeos se hacen cada vez más intensos, y aunque ya he pasado la
puerta en total sigilo, no logro cerrarla del todo para no avisar a la pareja
que no he tenido el coraje de mirar.
—¡Yo debí ser la reina!, ¡yo debí ser tu reina!
—No digas tonterías, Jemina. ¡Cállate y déjame disfrutar del momento!
El corazón comienza a latirme fuertemente a tal punto de querer romperse
en mil pedazos ante su galope. El rostro me comienza a doler por aguantar
las ganas de llorar, estoy medio escondida, ya que la habitación tiene muy
poca luz y definitivamente los amantes están concentrados en ellos mismos.
Aunque conozco la voz de los dos, aunque Umar confirmó la identidad de
la mujer, yo aún trato de negarme ante el suceso y decido por fin observar
los rostros jadeantes de la pareja, que literalmente están en pleno acto
sexual en un sofá amplio con la ropa a medio quitar.
Cuando mis ojos se fijan en el rostro de mi madre no puedo sostener el
sollozo que se me sale de la boca sin tener un mínimo de control. Ella en
cuestión de segundos quita la mirada de su amante para conectar sus ojos
con los míos y abrirlos tanto como puede.
Yo salgo lentamente de mi escondite y me coloco firme ante los dos,
mientras mi boca trata de amortiguar el llanto.
Jemina retira a su amante de forma arrebatada mientras se acomoda la
ropa. Umar no sabe aún lo que pasa, ya que estaba recostado encima de su
cuerpo de espaldas hacia mí. Así que de un momento a otro él da la vuelta
buscando la dirección de la mirada de mi madre, y su rostro palidece al
instante.
—Saravi… —dice Jemina tratando de acercarse lentamente.
—No te atrevas… Mamá —pido hipando—, no te acerques más por favor.
Jemina observa a Umar, no sabiendo que decir a tan obvia revelación.
—Yo… —pronuncia mi madre tratando de buscar una explicación, pero
no me quedaré a escuchar tal cosa; no hay nada que decir aquí, todo es
bastante claro.
—No gastes el tiempo, no vale la pena decir nada. Esto es… —digo para
luego ser interrumpida.
—¡No tienes el derecho de decirle nada a nadie, Saravi! —dice Umar
como si tuviera alguna autoridad.
Entonces yo comienzo a dar pasos para salir de esta pesadilla, pero la voz
de mi madre me detiene ante la puerta.
—¡No digas nada! ¡Empeorarás las cosas!, también saldrás afectada de
esto.
Niego varias veces sintiendo una profunda decepción en mi pecho,
destrozada al ver el daño tan grande que Jemina está haciendo a mi padre y
a toda la corona.
—Ustedes no merecen la familia que tienen.
Diciendo esto salgo apresurada sin mirar atrás, tratando de no dar rienda
suelta al llanto que me está invadiendo ante los huesos. Ahora se me estaba
esclareciendo los escenarios. Jamás entendí por qué la insistencia del rey
Umar por ser yo la elegida para su hijo, sabiendo él, que Alinna era una
mejor candidata, que su familia era más allegada a la corona y, por último,
pero no menos importante, ella era el amor de mi actual esposo.
No puedo ir corriendo a donde esta Hanna, no puedo ir donde mi padre, ni
Kalil ni ninguno que sea cercano a mí. No puedo ahora mismo contarles lo
que he visto, porque, así como mi corazón se ha roto, destruiría el de ellos
de una estocada al conocer esta vil verdad.
De forma desenfrenada abro la puerta de la biblioteca cerrando con seguro
por dentro mientras mi cuerpo se va cayendo lentamente por ella, hecha un
manojo de lágrimas y pedazos rotos.
Mi vida es un desastre, y con mi desastre estoy arruinando la vida de
otros.
Consideré a mi madre una mujer fría, despegada de su familia, le atiné
muchas cosas las cuales me desagradaban; pero en ninguna de ellas percibí
que fuera capaz de hacer una cosa como esta. Porque su relación con Umar
no era solo por querer estar con él, la conocía lo suficiente para saber que
ella iba mucho más allá, ella quería poder y una posición más alta de la que
le brindaba mi pobre padre.
Ella quería ser íntima del palacio. Una como la madre de la reina, ya que
no pudo ser la misma esposa del anterior rey. Que, por supuesto me dejan
claro también, que este amorío lleva bastantes años.
—¿Alteza?
Giro de repente asustada, mirando desde sus zapatos hasta su cabeza
lentamente aterrada, pensando que estaba completamente sola en la
biblioteca.
—¿Está usted…? No, por supuesto que no está bien —dice Fais
agachándose hacia mí— Venga, déjeme ayudarla.
Limpio mi rostro sin cuidado, mientras el vizconde me ayuda a
levantarme para caminar hacia un sillón del salón. Entonces respiro hondo
para tranquilizarme un poco.
—Fais… Gracias.
—Iré a llamar a Hanna —indica despegándose de mí un poco, pero yo le
tomo de inmediato el brazo tan rápido como puedo.
—¡No! ¡Por favor! No puedo hablar con Hanna en estos momentos,
vizconde.
—¿Pasó algo con el rey? —pregunta preocupado mientras yo niego con la
cabeza.
—N-no… —respondo con la voz rota, los labios comienzan a temblarme
nuevamente, al mismo tiempo que la garganta ejerce un nudo tan
insoportable que no demoro un segundo sin romperme en llanto de nuevo.
—¡Saravi! ¿Qué ocurre? —Pregunta perturbado sosteniéndome el rostro y
llevándolo a su hombro—. Realmente me preocupa su estado. ¡Dígame qué
le pasa por favor!
—¡Yo he traído la desgracia a este palacio, Fais! ¡Yo he traído la ruina de
esta familia…!
Fais solo niega mientras vuelve a apretarme en su pecho dejando que
suelte y desahogue todo el llanto contenido. Soy desdichada de eso no cabe
duda, soy una mujer con infortunio apremiante. Por si fuera poco, y si
pudiera salir libre de mi traición, jamás perdonaría la traición que mi madre
le hizo a la corona deliberadamente.
Estoy condenada.
Luego de unos minutos, logro tranquilizarme por completo en los brazos
de Fais, quien mantiene un agradecido silencio desde que me recogió en el
suelo. Pará él debió ser una impresión ver a la mujer que en teoría debería
mantener la compostura y dar ejemplo a los ciudadanos, en esta condición.
—Pediré un té, deme un momento —dice mientras se levanta y yo asiento
levemente.
Luego de que regresa al minuto, se sienta nuevamente a mi lado para
mirarme fijamente.
—¿Qué ocurrió para que la perturbara de esa manera? —pregunta
tomándome de las manos.
—Una vergüenza… Algo que sin duda alguna destrozará a la familia…
—Puedes decirme, la familia Sabagh es como si fuera mía —dice pasando
su dedo por mi mano pareciendo una caricia paternal.
—Fais… Estoy en serios problemas, hay algo que debo hablar con el rey,
algo que me costará la corona… —su semblante va adquiriendo un color
más pálido al escuchar mis palabras—. Pero hoy he visto algo que sin duda
alguna aumentará mi tragedia. Estaba buscando a mi padre, necesito hablar
unas cosas con él, cuando escuché unos murmullos en aquel salón que es
poco transcurrido.
—Sí, sé cuál es, Umar suele fumar puros de vez en cuando en ese lugar.
Asiento.
—Pensé que la habitación contigua de ese salón era para guardar cosas
viejas, pero el ruido venía desde allá así que fui a ver que sucedía, ya que
escuchaba a una mujer… Usted ya sabe…
Fais baja la cabeza lentamente para confirmar y yo proseguir.
—Era el padre de Kalil, Fais, era Umar junto con mi madre y usted ya
sabe el resto —digo colocando las manos en mi rostro para tapar la
vergüenza y no ver la mirada del vizconde.
—¡Por Dios! —Escucho como exclama para ponerse de pie al instante—.
¿Y usted que hará mi reina?
—No sé cómo pueda decir este tipo de cosas Fais, pero por supuesto que
se lo diré al rey, primeramente.
—Es lo mejor, majestad, usted no puede ser cómplice de nadie, así sea su
misma madre, y perdone que se lo diga de esa forma.
—No se preocupe, lo único que sé vizconde, es que… —la voz vuelve a
cortarse dentro de mi garganta—. Esto destruirá a muchos, y matará a mi
padre… Lo matará.
—No se ponga así Majestad —dice nuevamente abriendo la puerta de la
biblioteca para buscar alguna dama, pero parece que no hay ninguna.
Entonces viene hasta mi sitio y toma nuevamente mis manos—. Es mejor
que hable con el rey lo más pronto posible y que le diga la verdad.
—Fais… Kalil no perdonará. No este tipo de traición…
—¡¿Entonces es verdad?!
No sé en qué momento, tampoco sé de qué verdad está hablando la mujer
que acaba de entrar a la biblioteca, pero hay algo en el rostro de Alinna que
declara victoria, es como si de un momento a otro su rostro lleno de tristeza
y preocupación con el que llegó al palacio hubiese cambiado por completo,
como si en este preciso instante estuviese ocurriendo la noticia más feliz de
su vida.
Fais se coloca en pie lentamente con el ceño fruncido, incómodo por la
intromisión de la mujer. Yo me levanto imitando el gesto un poco
confundida por las palabras de esta mujer.
—Señorita Alinna, me parece una impertinencia que usted llegue de esa
manera. ¡Usted está en presencia de la reina y debe ser reverente!
El rostro de la mujer no se inmuta en lo absoluto, de hecho, una media
sonrisa logro divisar en ella. ¿Es acaso ironía?
—¡Oh perdone, real majestad! —dice haciendo un mohín burlesco, junto
a una grosera reverencia—. Pero ahora mismo no tendrá reverencia de mi
parte, ni usted ni de este traidor.
—Pero ¡¿cómo se atreve?! —Reprendo mientras la ira se apodera de mí
—. ¡Salga ahora mismo de aquí!, ¡Ya mismo! En cuanto pueda iré a dar la
orden a que usted abandone este palacio, y no me importa cuán amiga de la
familia es…
Alinna cruza los brazos y la paciencia llega hasta mi límite, no sé qué
tiene esta mujer ni lo que intenta hacer, no entiendo su conducta en
absoluto. Pero ahora mismo la quiero fuera de mi vista.
—¡Lacayos! —dice en grito Fais y en cuestión de segundo aparecen dos
hombres de servicio.
—No se preocupe —se defiende Alinna alzando los brazos—. Ya me voy.
Y por cierto ustedes dos ¡Prepárense!
Nos miramos consternados sin entender una sola palabra de Alinna, tan
confusos en el hecho que pasó hace unos minutos que el llanto que tenía se
ha ido por completo para dar paso a la impresión del momento.
—Vizconde, antes de que me vuelva loca buscaré a mi padre, si el rey
llega, dígale que le estoy esperando.
El hombre asiente con una sonrisa y yo salgo de la biblioteca con muchas
incógnitas en mi mente.
¿Qué se trae Alinna? ¿Por qué nos llamó traidores? ¿Escucharía mi
conversación con Fais acerca de mamá?
La mente me da vueltas mientras doy unos pasos apresurados, ganando
tiempo hasta que llegue mi esposo. Justo como imaginé al llegar al jardín
estaba mi padre sentado mirando hacia el horizonte. Pero hasta que me
acerco lo suficiente veo que tiene la compañía del hermano de Kalil.
Kader.
—Hola.
Los dos se colocan de pie haciendo una reverencia.
—Me parecen excelentes tus ideales, quizás en otra oportunidad pasemos
al otro punto —le dice mi padre al joven que solo me observa de forma
extraña.
Aunque ya no me parece raro en él, porque Kader y yo nunca hemos
congeniado, y si le he escuchado la voz dos veces, sería mucho.
El príncipe se retira por fin, dejándome sola con papá y en el instante lo
observo con premura.
—Te busqué en la mañana, pero te prohibieron ser interrumpida.
—Lo sé, papá, Kalil le dio la orden a Nadia.
Él asiente.
—¿Pudiste pensar en algo? —pregunté.
—No mucho, ayer en la noche discutí por largo rato con tu madre…
—Papá —digo tomándole el hombro sintiendo un profundo dolor en el
alma—. Hablaré con Kalil hoy mismo, ya no puedo dar larga a esto.
—Si piensas que es lo mejor, hazlo —dice sin mirarme a los ojos—.
Espero que tu esposo no quiera matarte después de ello y yo tenga la misma
suerte junto con tu madre, o peor aún, nos dejen vivos y yo exista con tu
muerte cada día de mi vida hasta que la tristeza me mate.
Las lágrimas salen de sus ojos, ya no sé cómo sentirme, ya no sé qué
expresarle; entonces solo me quedo en su compañía en silencio, respirando
un aire fresco y dejando que al menos por una hora de tiempo, nuestra
mente divague más de lo necesario.
Con una convicción firme me levanto, no pasaré un minuto más en esta
zozobra.
—Lo siento papá, lo siento mucho —digo apretándole el hombro para
darme la vuelta a enfrentar mi destino.
Entonces cuando voy a comenzar a caminar llega un lacayo para
colocarse frente a mi agitado.
—¡Majestad! El rey solicita su presencia en el salón de reuniones.…
—¿Ha pasado algo? —pregunto con preocupación.
—No lo sé, alteza.
El rostro de papá se torna serio observándome en detalle, hago un ademán
para que me siga, y con paso apresurado emprendemos el corto camino que
nos guía hasta el salón donde fuimos citados.
Cuando el lacayo abre la puerta, veo que verdaderamente algo malo ha
ocurrido. Kalil está caminando de un lado para el otro, Hanna por supuesto
está a su lado, y en la misma parte de su lado derecho está Kader, Zura y….
Umar, con las manos juntas, bastante preocupado. Al otro lado izquierdo se
encuentra Basim de pie como una roca junto con Fais y mi madre.
En el preciso momento en que voy hacia dónde está mi esposo, este se
mueve para dar visibilidad a Alinna, quien me mira fijo sin ocultar que este
momento está siendo de mucha satisfacción para ella.
¿Qué se trae entre manos esta mujer?
CAPÍTULO 22
Saravi.
—¿Me mandaste a llamar? —pregunté en voz baja muy cerca de Kalil.
Él acorta la distancia que queda entre nosotros para tomar mi rostro con
su mano, confundido tanto como yo por lo que está ocurriendo.
—Creo que Alinna quiere comentarnos algo antes de irse, insistió que no
nos quitaría mucho tiempo, y que debíamos estar todos —dice apenado—.
Te prometo que nos iremos de aquí en cualquier momento y hablaremos tú
y yo ¿de acuerdo?
Su expresión me pide disculpas, sé que no es su intención ponerme en una
situación incómoda, pero realmente me abruma la intención de Alinna en
estos momentos; tengo temor por lo que haya escuchado sobre el
descubrimiento de mi madre, no quiero que eso se hable delante de todos,
no quiero hacer las cosas así.
Kalil toma mi mano, mientras se dirige al extremo de la mesa para abrir
una silla para mí y luego él se sienta. De un momento a otro el resto hace lo
mismo a excepción de Alinna.
—Me es necesario que comiences lo antes posible Alinna, hay muchas
cosas que ameritan mi presencia, y también debo atender un asunto con la
reina —dice Kalil hacia ella, al mismo tiempo que el resto hace un silencio
total dirigiendo las miradas a la mujer expectantes.
—Sí, lo siento —comienza a decir mientras se coloca muy cerca de
nosotros de pie para observar a todos en la mesa—. Como todos saben, y
me conocen… yo amo de una forma inigualable esta familia. Mi familia y
yo le estamos muy agradecidos a la monarquía por el trato tan especial que
desde que tengo conciencia se nos ha brindado. Hanna y Kader son como
unos hermanos para mí y el rey… bueno…
—Alinna —irrumpe Hanna haciendo cara de que no vaya por ahí.
Realmente los nervios están matándome en este momento, pareciera que
es una declaración de su amor por mi esposo, pareciera que dirá algo que
sin duda alguna afectará nuestra estabilidad como pareja.
—Sé que me lo pidieron, entiendo que tenían que estar de su lado, pero
me es imposible callar a tan alta desagracia y traición por parte de ella —
expresa la mujer un poco alterada, señalándome con su dedo.
Hanna se levanta al mismo tiempo que el rey, Kalil luce enfadado, pero su
expresión no va hacia mí sino hacia Alinna.
—¡Ya basta! ¡No puedo creer que sigas con eso! ¡Te pedí que no hicieras
un comentario más sobre el tema y no solo con eso osas con hablar así de la
reina frente a todos!
—¡Pero, Kalil!
—¡Retírate ahora mismo del palacio, Alinna! —exclama Hanna, mientras
lo demás susurran unos con otros no entendiendo nada de lo que está
ocurriendo.
¿Kalil y Hanna ya sabían lo de su padre? ¿Por qué no estoy entendiendo
nada de esto?
Papá me mira confuso y mi madre observa nerviosa la reacción de todos
en silencio. Si ella no estuviera involucrada en el asunto, estoy segura de
que estuviera como una lora hablando sobre el tema y siendo impertinente.
—¿De qué se trata todo esto? —pregunto al rey un poco más bajo,
mientras él niega varias veces hasta que habla nuevamente.
—Retírense todos por favor, Hanna, tú quédate…
Poco a poco y algo confusos van saliendo del salón, Zura intenta
acercarse, pero Kalil le hace un ademán de que luego hablaran con más
calma. En el salón solo queda Basim, quien no deja al rey en ningún
instante, Hanna que se ha sentado con las manos en la cara preocupada y
Fais quien al estar ya de salida es interrumpido por Alinna.
—Deberías tener la suficiente valentía y respetar a tu rey diciéndole la
verdad.
Fais da la vuelta para observarla con cierto enojo, entonces decido que es
el momento de decir algo.
—¿Cómo puedes faltarle el respeto así al vizconde? ¿Qué es lo que te
pasa? —interpelo.
—Alinna… ya has rebasado mi paciencia, te juro que no pisaras más
nunca este palacio.
La voz dura del rey hace que la mujer rompa en llanto de una forma
extravagante, haciendo que Hanna se levante de inmediato para tratar de
hacer algo.
—Sé que me lo dijiste, entiendo que debía callarme ante las sospechas —
sigue ella dirigiéndose a Hanna, pero, todos la estamos escuchando muy
claro—. Hoy estaba buscando al rey para despedirme y al entrar a la
biblioteca escuché muy claro cuando la reina le decía al vizconde que Kalil
jamás iba a perdonar tal traición.
De forma repentina todos los ojos del salón se van hacia mi lugar,
mientras mi pecho sube y baja a desmedida.
—Yo jamás haría algo que te hiciera daño —vuelve a decir mirando al rey
—. Es una gran verdad que la reina fue vista por las tierras del grupo
Ayatolá, Kalil ¡Debes creerme!
—¿Ayatolá? —Pronuncia Fais aterrado—. ¿El grupo sublevado?
Mi corazón se detiene y la boca se me seca en un segundo, ¿Cómo puede
estar sucediendo esto? ¿Cómo pudo verme exactamente ella?
Lo más importante es: ¿Qué diré en mi defensa si todo es verdad? Coloco
una mano en mi estómago ante el nudo que se me ha hecho y doy unos
pasos hacia atrás consternada dejándome caer en el asiento. Si yo pude
imaginar un escenario aterrador, creo que ninguno se igualaría a este. Frente
a Fais, frente a Hanna y la mano derecha del rey, Basim. Definitivamente
esto no se trataba de mi madre.
—¿Por qué se hace el desentendido, vizconde? Usted viajó con ella,
¡Usted es cómplice! —repite Alinna despiadadamente incluyendo a Fais en
mi desgracia.
Por fin logro observar el rostro de Kalil para de una vez terminar de
romperme el alma, en definitiva. Él quiere no creer lo que está escuchando,
él está tratando por todos los medios de mantener la calma, está luchando
consigo mismo por ello.
—No sé de qué está hablando señorita, está usted equivocada… —se
defiende Fais muy serio.
—No… —logro pronunciar interrumpiendo al vizconde, mientras de un
tiro todos me observan. Nunca hubiese preferido las cosas de esta manera,
pero no puedo permitir que alguien inocente pague por algo que no hizo, y
si dejo avanzar más la conversación, esto se volvería un caos.
—Saravi… —pronuncia Kalil haciendo un ademán que no diga nada,
como si quisiera aún defenderme, como si yo mereciera dicha apelación, lo
que él no sabe es que no merezco nada de su parte.
—Alinna está diciendo la verdad —digo levantándome mientras leo la
impresión en los ojos de todos, pero no quiero observarlo a él, no quiero—.
Yo estuve en el territorio ayatolá en algún momento de mis salidas.
Mis palabras salen inestables, porque por más de que estoy
comportándome como un roble, mis labios tiemblan despiadadamente
mientras que mi garganta se aprieta cada vez más.
Las manos de Hanna van a su boca negando ante mis palabras y sus
lágrimas salen sin control mientras observa a su hermano.
—N-no… no digas nada más Saravi, no…
—He querido hablarte en más de una oportunidad —le miro
interrumpiendo al rey con la voz rota—. Yo tenía otras intenciones cuando
llegué aquí…
Kalil se deja caer en el asiento entre tanto las lágrimas comienzan a caer
por sus mejillas; lo he lastimado, lo he dañado hasta el fondo. Y quisiera ir
corriendo a sus brazos, quisiera besarlo y decirle muchas cosas que he
guardado para nada, pero sé que ya en estos momentos no seré aceptada por
él más nunca en su vida.
Fais va de un extremo del salón a otro hasta que lleva en sus manos una
bebida con alcohol para el rey.
—¡Majestad beba esto, por favor! —dice ofreciéndosela para que el rey
de un solo trago tome todo el contenido de la copa.
—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué hiciste esto?! ¡¿Qué ganas tu Saravi?! —pregunta
Hanna tan enojada como nunca.
—Por el poder, Hanna, ella debe tener algo muy malo escondido ¡Y es
mejor que confiese ahora mismo! —expresa Alinna de forma agresiva.
—Basim, por favor lleva fuera a Alinna y vuelve lo más pronto que
puedas.
El general sigue las indicaciones del rey, la mujer no pone ninguna
resistencia, sino que hace una reverencia para salir del todo ante la orden.
Mi cuerpo vibra de pies a cabeza, cada palabra que diga me condenará de
ahora en adelante y eso lo sabía desde hace mucho, pero no solo estoy
frente la presencia del rey, ahora tendré que confesar todo ante las personas
que depositaron su confianza en mí.
Y eso, eso me hace más desgraciada.
—Estoy esperando que hablas de una vez por todas —esta vez la voz del
rey es diferente, es fulminante, y luego de que pasaran algunos minutos en
silencio para poder tomar las fuerzas, me limpio el rostro para poder seguir.
—Cuando mis padres anunciaron que me iba a casar con usted yo me
sentí…
—¡¡¡No vas a hablarme de tus ruines sentimientos!!! —dice estrellando la
copa en una pared mientras todos se sobresaltan—. ¡Di con quien estás
aliada y cuál es tu objetivo aquí!
Mi cuerpo salta temeroso.
Él ya no es Kalil, ya no es el hombre que me ve enamorado, ni queriendo
mostrarme su amor, y esa es mi culpa, lo admito.
Tomo mis manos juntas para amortiguar el temblor desgastante que se ha
instalado en mi cuerpo y tener las fuerzas necesarias para continuar
mientras los tres me observan de forma acusatoria. El general llega sigiloso
nuevamente cerrando bien la puerta para ponerse de lado del rey.
—Yo llegué aquí en complicidad con el líder de Ayatolá. El plan era que,
por medio de mí, podía mantenerlos al tanto de los pasos de la monarquía,
desestabilizando el reino internamente para que ellos pudieran derrocarlo
sin mucha dificultad.
Los jadeos constantes de Hanna tratan de hacerme desfallecer en plena
confesión, pero lo que más me mata lentamente es el rostro del rey; aunque
él no quisiera derramar lágrimas, se le escapan sin cuidado de su rostro,
mientras la mano de Fais reposa en su hombro para que él no pueda
derrumbarse.
De una zancada el general llega hasta mí logrando zarandearme varias
veces hasta hacerme daño, reclamándome que siga hablando, tratándome
como cualquier intrusa.
—¡Dinos si hay alguien más aquí en el palacio! ¡Habla ahora mismo
quien está contigo! ¡No morirás hasta que nos hayas dicho la última
palabra!
Sus duras manos hacen que el llanto se expulse de mi boca no aguantando
su rudeza en mis brazos. Hasta que de un momento a otro el general es
empujado por el rey despegándolo con rudeza de mí.
—¡No! —Le grita—. ¡Estás lastimándola!
—Majestad, esta mujer merece la muerte —responde Basim confundido.
—Lo sé —dice Kalil mirándome, aun con su mano tomando mi brazo y
con el rostro rojo inundado en ira—. Pero no serás tú quien la haga pagar.
Yo quisiera explicarle todo, quisiera que él pudiera escuchar todo mi
relato, tal vez en algún momento pudiera entenderme. No quiero que se me
absuelva de mi culpa, tampoco quiero que con ello pase a ser la mártir de
esta situación, lo único que quiero es que él tenga toda la verdad. Él la
merece.
Lentamente suelta su agarre para luego limpiarse el rostro decidido.
— ¿Está involucrado en esto, Fais?
—No señor, desconocía todo esto, cuando fuimos solos al centro de
Angkor, la reina decidió ir sola hacer un favor a su dama.
—Él dice la verdad, lo que escuchó Alinna fue solo un malentendido.
—Fais —dice el rey asimilando la información—. Necesito que viaje, que
se reúna con los vizcondes, que les informe para que ellos estén atentos a
cualquier altercado, Basim y todos los generales seguiremos el plan de
ataque como si no supiéramos nada de esto para no poner en riego la vida
de Borja, si aún está vivo.
—Borja es aliado del grupo ayatolá —anuncio débilmente.
—¡Desgraciado! —exclama Basim furioso dando un golpe seco a la pared
—. Creo que lo sospeché. ¡Maldición!
Ante el momento incómodo el vizconde carraspea y se acerca un poco
más al rey.
—Me iré lo más pronto posible, alteza, ven Hanna, acompáñeme.
Fais toma a la hermana del rey que está totalmente devastada, pero ella se
suelta de sus brazos para ir de inmediato donde su hermano rodeándolo en
un abrazo para consolarlo. Al cabo de unos minutos el vizconde vuelve a
tomarla para retirarse con ella por fin del salón.
—Majestad, yo iré a reunirme con los generales de más confianza, en
estos momentos no podemos alertarlos a todos.
El rey asiente ante las palabras de Basim, dando por aceptada la acción y
para que, con la salida de este, el salón se haga inmenso al quedarme sola
con Kalil.
Ya no sé si llorar, si ponerme nerviosa o solo quedarme inmóvil, mi mente
ahora mismo ha bloqueado todo tipo de acción, solo de forma constante
tiemblo y transpiro sin pensar en nada, lo único que me preocupa ahora
mismo es el hombre que esta frente a mí.
—¿Cuál es el otro paso por seguir de la sublevación?
—No lo sé —respondo mientras una sonrisa cínica se gesta en su rostro.
—Vas a tener que decirme todo, no estás en una posición muy
privilegiada ahora —dice conteniendo su enojo.
—Sé todo esto, y no estoy ocultando nada, necesito que me escuches…
—Si no hay nada más sobre el grupo ayatolá, no sirve de nada escucharte.
—¡Kalil, por favor!, te lo pido —digo mientras él camina hacia la salida.
En un momento se da la vuelta con un rostro desconocido para mí.
—Usted ya no me llamará por mi nombre —dice bajo—. Usted ya no
pertenece a este reino. Le aseguro que solo estará aquí porque no me queda
más que esperar que me pueda servir para destruir a esos desgraciados,
incluyéndola a usted.
—¡Ni siquiera me ha dado la oportunidad de defenderme! —le grito
desesperada, sintiendo un profundo dolor ante sus duras palabras.
—Usted no solo me traicionó a mí, Saravi, usted traicionó a su nación.
Sin esperar una respuesta mía, sale del salón dejándome sola sin saber que
vendrá a continuación. Ahora mismo no tengo idea que destino tomará mi
vida ni que acciones tomaran en mi contra, pero ya no me importa nada,
solo apelaré para que nada le ocurra a mi padre y que tampoco puedan
atentar contra Nadia, ellos no deben pagar por mis errores. Soy la única que
debe asumir esa responsabilidad.
Aunque quiero llorar con todas mis fuerzas, aunque quiero derrumbarme
ahora mismo, no lo haré, no en estos momentos, no cuando yo soy la menos
merecida de tener esa necesidad y aunque ya nadie más quiera de mi ayuda,
y mientras tenga vida, ayudaré a Kalil a desarmar al grupo sublevado, es lo
que menos puedo hacer.
Luego de divagar por largo rato decido por ir a la habitación para buscar a
Nadia, pero en cuanto llego a ella, hay dos lacayos recogiendo parte de mis
cosas.
—¿Qué hacen? —pregunto precipitada.
—Son órdenes del rey. Usted será llevada a otra parte del palacio. Por
favor, acompáñenos.
Asiento lentamente mientras tomo la mano de Nadia, quien asustadiza sin
saber lo que pasa me mira con temor. Justo cuando voy a comenzar a
caminar el hombre me detiene.
—Ella no ira, usted se quedará sin dama.
—No pueden, ella solo me tiene a mí —digo rápidamente colocando a
Nadia detrás de mí.
—Lo siento mucho, ella tendrá que abandonar el palacio.
—¡No, por favor! ¡Déjela conmigo! ¡Hablaré con el rey después…! ¡No!
¡Suéltenme! ¡Déjenla!
Mi rogativa es en vano, de un fuerte jalón quitan a Nadia de mi lado
mientras ella llora negando varias veces.
—¿A dónde la llevan? —Pregunto sin obtener respuesta—. No te
preocupes Nadia, te buscaré, ¡no te preocupes!
Ella asiente hasta que desaparece de mi presencia. De forma apresurada
soy prácticamente echada de la habitación real. Luego de un rato, pasamos
casi la mitad del palacio para llegar a una parte donde nunca había estado.
El palacio es demasiado grande como para conocer cada rincón. Los
lacayos abren una puerta y tiran alguna de mis cosas en la pequeña
habitación donde nos detenemos.
El objetivo es humillarme, eso está claro, pero ahora mismo, no me
importa, nada de esto me importa ya. Corro los vestidos que están
esparcidos y lanzo algunos al suelo para ovillarme en la cama. Las lágrimas
comienzan a derramarse por mi rostro mientras oprimo mis ojos, entre tanto
dejo salir en forma silente toda la presión que tengo en el pecho.
No me queda más de otra que lamentarme, no me queda más de otra que
lamer mis heridas al olvido de todos, sabía que pagaría fuertemente mis
consecuencias y sobre todo que este amor me dolería en lo más profundo de
mi alma. Perdí al hombre más maravilloso que pude haber conocido,
deseché desde un principio la posibilidad de ser feliz.
Y todo eso debo agradecérmelo a mí misma y por su puesto a mi verdugo.
A Mishaal…

CAPÍTULO 23
Saravi.
Mi sentido de libertad se ha vuelto un fracaso, un deseo vago que se
apoderó de mi desdicha, ese mismo de querer romper con la estructura
elaborada en la que nací; aquellas ganas inmensas por querer demostrar
justo como soy y la Saravi real que quería mostrar, me han llevado a estar
donde estoy y en la condición en que me encuentro.
Estaba agonizando poco a poco, estaba rompiéndome por dentro, lo podía
sentir cada minuto en que mi mente generaba un pensamiento mientras que
mantenía una coraza para no derrumbarme a quien sea que estuviera frente
mi.
Pero lo peor, lo peor era esa sensación de impotencia y desesperanza.
A ciencia cierta pienso que la tristeza nos concilia con la realidad, esta era
mi realidad desde hace mucho, solo que no tuve la oportunidad de palparla
como ahora.
Llevo prácticamente una semana yendo y viniendo por inercia de la
pequeña habitación a una parte desolada de jardín y viceversa, comiendo
sola o tratando de hacerlo, con la zozobra, con el desánimo y la duda
preguntándome al final:
¿Qué harán conmigo?
Mis padres fueron echados del palacio el mismo dio de los hechos, Nadia
fue separada de mí, lo cual es un constante sufrimiento no saber que
hicieron con ella. La madre de Kalil, Zura, entró una vez a la habitación
para darme una bofetada y escupirme varias veces a la cara sin medir
palabras hacia mí.
Nada he podido hacer para mi defensa, en ningún momento se me ha dado
la oportunidad de hablar al menos para sacar de culpabilidad a mis padres y
a Nadia, y eso me tiene desecha la existencia.
Por no sé cuanta vez voy al jardín por el día de hoy tratando de respirar un
poco de aire y no sucumbir a la tristeza que me ha embargado el alma,
puedo asegurar que hasta el aire me pesa y no es para menos, he pasado la
peor semana de mi vida.
Escucho un chasquido, como si alguien llamara a un animalito para que
coma su comida, y me es extraño, ya que no he visto a casi nadie rondar por
estos lados del palacio. Por las noches la guarda del palacio aparece
haciendo algunas rondas —imagino que por mí—. Y en el día solo algunos
lacayos cuando vienen a dejar mi comida o cuando hacen limpieza en
algunos lugares.
Giro en varias direcciones sin lograr ver de qué se trata el ruido, hasta que
en algún momento una roca es lanzada en mi dirección cayendo a unos
metros de mi distancia.
Rápidamente me acerco al ver su extrañeza, y en efecto, dicha roca está
envuelta en un papel, que quito rápidamente. Sin embargo, cuando voy a
abrir la hoja para ver el contenido, las pisadas que rechinan en las hojas
secas de la grama, me hacen envolver el papel y esconderlo en alguna parte
del vestido.
Ahora mismo no puedo fiarme ni de mí misma.
Giro lentamente sin crear algún indicio de sospecha, pero ver ese rostro
ahora mismo después de una semana, me causa gran impresión y
vergüenza.
—¿Hanna? —pregunto con duda y recelo.
—Hola, Saravi… —responde de forma muy seca, sin ningún ápice de
afecto es su bonito rostro.
Luego del saludo ella da unos pasos recorriendo el lugar lentamente,
observando con gran desagrado su alrededor para tomar un leve suspiro y
dar vuelta hacia mi dirección nuevamente.
—En dos días aproximadamente nos reuniremos con el rey para que él
dictamine lo que se hará contigo —dice mirándome fijo esperando una
reacción mía.
Yo sostengo su mirada sin decir una sola palabra, solo observando su
actitud hacia mí, que sé, es fingida. La Hanna que yo conocí sabe
exactamente que nada de lo que pasó lo hice por alguna causa mórbida.
De un minuto a otro Hanna quita su actitud plena y tranquila para
tomarme de los brazos y acércame más a ella un poco más aturdida.
—¿Por qué? ¿Cómo nos hiciste esto? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
Las lágrimas bajan por sus mejillas sin control alguno, mientras que mi
garganta se oprime nuevamente. Pero yo ya no tengo más lágrimas para
derramar, ya no hay más en mis ojos para seguir expresando mi oscuridad, y
la verdad, aunque pudiera, simplemente ya no quiero hacerlo porque estoy
en un punto que me duele esa acción sencilla.
Me duele seguir llorando.
Poco a poco voy tomando sus manos para despegarlas de mis brazos
lastimados. Tengo varios moretones en ellos, Basim no fue nada sutil con
ellos y los lacayos presionaron por largo rato mi piel mientras me
encaminaban a la nueva habitación.
Hanna desvía su atención a ellos, y su mirada expresa terror al ver los
moretones, la verdad es que el color morado y verde en algunas partes de
ellos lo hacen ver peor de lo que se siente.
—No se me han dado la oportunidad de hablar, Hanna —digo por fin
logrando captar su mirada nuevamente.
—¿Crees que a pesar de todo lo que ha pasado, mereces tal cosa?
—Sí, todos merecemos una oportunidad, hasta yo la merezco… tú la
mereces también, todos la merecemos.
Sus ojos se abren en impresión y sé justo lo que piensa. Ahora mismo cree
que estoy echándole en cara lo que me confesó. Pero no.
—¿Qué quieres que pensemos ante todos los sucesos? ¡Tú misma lo
dijiste!, viniste con el propósito de derrocar la monarquía.
—Así es, ese era mi objetivo —digo cansada—. Pero todo eso cambió
desde el primer día que los conocí a ustedes, Hanna, cuando te conocí a ti,
cuando conocí a Kalil, y cuando me di cuenta de que yo había sido
informada de una mentira.
Rápidamente ella se despega de mí negando varias veces ante mis
palabras.
—Es muy difícil creer en ti —dice distante—. De hecho, estamos
esperando que des tu siguiente paso —entonces yo sonreí sarcásticamente
—. Solo ten por seguro que el bien siempre triunfa sobre el mal, Saravi.
Sus pasos me dicen que Hanna se retira, pero antes de que ella se vaya
completamente yo hago un esfuerzo sobre humano para recomponer toda
mi fuerza, pisar el poco orgullo que me queda y tocar hasta la última
opción.
—Te suplico intercedas por mis padres… —digo cayendo de rodillas muy
cerca de ella—. Mi dama de compañía… Nadia, apenas es una jovencita,
ella no tiene la culpa. ¡Por favor! Nadie tiene que pagar por mis errores.
¡Por favor!
Hanna demuestra preocupación, pero no dice una palabra más del asunto
y luego de darme una larga mirada se da vuelta y se va del lugar lo más
rápido que puede hasta que se pierde de mi vista.
Luego de un par de minutos y de quedarme mirando al espacio vacío que
Hanna dejó, me levanto para ir a la silla de hierro que está cerca de mí, paso
las manos por el rostro confundida esperando que esta tortura pase lo más
rápido posible.
No logro imaginar que debe estar pensando Kalil de mí, no logro imaginar
cómo pueda estar, ni que quiera hacer, lo único que espero es que no me
odie para siempre.
Mi mirada se va al horizonte donde comienza a ocultarse el gran óvalo de
sol y decido que ya es hora por ir a la habitación. Luego cuando estoy en
ella recuerdo la nota y me aseguro de cerrar muy bien la puerta para
apresurarme a desenvolver la hoja.
Poco a poco aquel apaciguado corazón comienza a latir fuertemente,
mientras mis ojos devoran la lectura, no pudiendo creer que justo ahora este
hombre haya decidido aparecer.
“Sé que herí tu corazón al ocultarte algunas cosas, entiendo que muchas
de ellas jamás las entenderás, pero en la guerra se vale todo, Saravi. Te
escribo estas cortas palabras porque sé que en estos momentos no estás
pasando muy bien tu estadía en el palacio, sé que tu vida peligra y lo peor
de todo es que es por nuestra causa. A pesar de todo y a pesar de muchos
malentendidos, no dejaré que te hagan daño, solo espera que yo iré por ti.
Mishaal Rezhac”
Kalil.
—Bien, ahora váyanse —digo al terminar la reunión con Basim y tres
generales que ahora mismo serían las columnas del reino.
Hay un sin sabor muy fuerte dentro de mí, una inseguridad latente todo el
tiempo que hace que pierda la cabeza. La irritación y el mal humor han
dejado estragos esta última semana, acompañado por supuesto que no
puedo dejar de pensar en Saravi, y eso, eso hace que me llene más de
amargura.
Tomo una copa al quedarme solo y la lleno de licor para vaciarla
rápidamente, mientras el líquido quema mi garganta. Tomo nuevamente la
botella llenando la copa. Esta ha sido la dinámica más sencilla para que mi
mente no me torture tanto, no ahora.
—Hermano…
La voz de Hanna hace que reprima los ojos ante el fastidio, sé lo que va a
decirme, sé que será otra llamada de atención ante mi forma de beber. Y lo
sé, soy el rey, ahora mismo debería estar portándome de otra forma; pero el
constante martirio que se me ha incrustado en el pecho es demasiado
agobiante y doloroso para resistirlo en plena conciencia.
Más de una vez he querido mandar todo al traste e ir a esa habitación
donde la tienen, arrojar mi dignidad hacia un lado y besarla hasta quedarme
sin aliento. La necesito tanto a pesar de que es ella misma la causante de mi
desgracia.
—¿Qué pasa ahora? —digo al sentir las manos de mi hermana en mi
hombro.
—Llevas una semana en este mismo estado, ya no bebas más —indica
quitándome la copa que esta por la mitad.
Resoplo varias veces desordenando mi cabello, mientras un mareo
desajusta mi equilibrio. Hoy prácticamente no he comido nada y llevo todo
el bendito día tomando de la botella.
—Hanna… no empieces —pido sosteniéndome un poco del muro.
—No vengo a regañarte de nuevo, solo quiero decirte que… hablé con
Saravi.
Solo la mención de su nombre hace que el corazón se me salga del pecho.
Mi cuerpo no sabe de dignidad ni mucho menos de modestia para
reaccionar de esta forma.
El enojo comienza a sucumbir, conozco la sensación, ya llevo días
teniendo todo este caos y confusión. Cuando se entremezclan todos los
sentimientos y llego al borde de la locura.
—¿Por qué fuiste a verla? —pregunto dándole la espalda para tomar la
botella y beber directo del pico.
—Necesitaba hacerlo, yo… a pesar de todo sé que hay algo detrás de todo
esto, Saravi… —la voz se le quiebra mientras la irritación se apodera de mí.
—¡Ya basta! ¿Aún no lo ves? ¿Aún no entiendes que ella quiso hacerlo
por su voluntad? Hanna, yo lo supe desde el principio, ella estaba
involucrada sentimentalmente con un hombre perteneciente a los rebeldes,
por eso hizo todo esto. ¡Lo hizo por él!
Aunque sea un bastardo por pensar solo en eso día y noche, aunque sea
inmerecido de mi país, esa es la verdad, en vez de preocuparme más por la
traición al reino, mi mente está estancada en ese hecho. En el que Saravi
hizo todo esto por amor a un hombre, un hombre que quizás también
compartió su cuerpo conmigo solo por querer un puesto en el reino.
Yo jamás podría concebir el entregar a Saravi a otro hombre, jamás podría
planear con ella la relación con otro hombre, nunca podría soportar algo así.
Solo de pensarlo me dan ganas de matar a ese maldito con mis propias
manos, solo de pensar nuevamente mi cuerpo quisiera morir y explotar ante
todo lo que se me arremolina en la mente.
De un arrebato tomo la botella y la estrelló contra la pared, de forma
violenta comienzo a dar bastos puñetazos en ella. Los gritos de Hanna
suenan agudos y lejos, tal vez el ardor en mis nudillos y en mis manos
maltratadas me alejen del dolor que estoy sintiendo por dentro.
—¡Por favor! ¡Por favor, hermano! —suplica Hanna mientras sus manos
están alrededor de mi cintura.
No sé en qué momento entró, pero Basim se pone entre los golpes que
estoy dando a la pared y yo para tomarme a la fuerza y dejarme un poco
inmovilizado mientras mi hermana llora desesperada.
—¡Ya basta! —dice Basim mientras mi cuerpo es escurrido hasta caer al
suelo.
Hanna se arrodilla para tomar mis manos, y al ver las suyas me doy
cuenta de que están ensangrentadas.
—Llevémoslo a la habitación, pediré que le den algo para que duerma.
—¡No, Hanna, no quiero dormir!, yo necesito seguir, ¡Déjame!
—No, majestad, iremos a su habitación y usted descansará. Lo necesita,
mañana hablaremos —responde el general.
No me queda de otra que dejarme llevar, realmente creo que necesito un
descanso y sé que dormido no pensaré más y eso es lo que realmente
quiero. Quiero borrar a Saravi de mi mente y de mi corazón para siempre…
****
Lentamente abro los ojos mientras una punzada traspasa mi cabeza
burdamente. Llevo las manos a mi frente mientras me siento con cuidado
para minimizar el latido que se incrustó en mi cabeza.
El ardor en mis nudillos hace que abra los ojos completamente y los
centre en mis manos. No sé en qué momento sucedió, pero ahora mismo
tengo vendas en ellas. Aspiro fuertemente el aire, estoy realmente jodido,
no me bastaba con tener todo por dentro destruido para completarme con
esto.
Es una vergüenza.
Pero los toques de la puerta me alertan de inmediato, tomo la sábana para
tapar un poco mi cuerpo, ya que estoy completamente desnudo.
Entonces el rostro de la persona que menos quiero ver en estos momentos
se asoma en la puerta.
Alinna.
—Hola —dice con toda la dulzura sobreactuada—. ¿Cómo amaneces?
—Estoy bien…
—¿Quieres que pida un desayuno para ti?, tal vez no saben que
despertaste y…
—No, Alinna, no deseo comer nada.
—Pero no has comido bien.
—No importa, ¿necesitabas algo? Debo ir al baño, luego tengo cosas que
hacer.
Su rostro luce desanimado, incluso siento pena por ella. Debería estar
agradecido y rendido a sus pies por lo que hizo. Pero simplemente no
puedo.
Respiro lentamente tratando de remediar un poco mi actitud.
—Lo siento… sabes que ahora mismo hay mucho por hacer aquí, estamos
a la deriva de cualquier ataque y mucha gente inocente pagando por lo que
no tiene.
—Lo sé, no te preocupes por mí, solo… Kalil tú me preocupas, no quiero
que nada te pase —dice acercándose hasta tocar la cama en donde me
encuentro.
Esta cama en la que Saravi y yo compartimos.
—Gracias, Alinna, sé que hablas con verdad, ahora si, por favor, necesito
asearme.
Pero justo cuando me levanto con la sábana enrollada, ella se acerca
colocando sus manos en mi pecho.
—Déjame ayudarte, deja que te recuerde el pasado en el que tú sentías por
mí.
—Alinna…
—Por favor, Kalil, déjame aliviar tu dolor… —dice en susurro cerca de
mis labios.
Entonces ella me envuelve con sus brazos para sellar mi boca con la suya
tratando de expandir su beso, pero mi boca permanece cerrada. Por más que
quisiera tomar a Alinna, por más que deseo hacerlo, no puedo, no siento
nada con su piel, ni con sus caricias. Y eso me enoja.
Lentamente despego su cuerpo del mío mirándola fijamente.
—Lo siento, por favor, márchate —le digo sinceramente, mientras que
una lágrima baja por su mejilla para finalmente irse de la habitación.
Bufo ante la irritación que me provoca el momento y termino por ir
directo a la regadera abriendo el grifo. Dejo como el agua templada
estremezca mi cuerpo provocando cierto descontento en varias partes de él.
Las vendas se mojan y las retiro mientras maldigo bajo, entonces coloco
mi frente en la baldosa para dejarme ir y drenar todo lo que necesito drenar.
Al menos debajo del agua no me avergonzaré de las lágrimas que harán más
cruel el nudo que se ha instalado en mi garganta.
Luego de un rato en la habitación, decido porque estoy listo para salir y
enfrentar un nuevo día, tengo una conversación pendiente con mi madre
que he postergado por varios días, necesito ir al centro de Angkor y también
quiero ponerle fin a esta situación y reunirme con la gente necesaria para
decidir que se hará con Saravi.
Justo cuando tomo la manilla para salir esta es alada por fuera. La suelto
lentamente hasta que un lacayo aparece frente a mí haciendo una
reverencia.
—Majestad, perdone que le quite el tiempo. Pero la rei… —se detiene de
golpe y aclara su garganta—. La señorita que está aislada en el ala sur del
palacio, dice que es urgente que hable con usted.
De un tirón quito al lacayo de mi camino.
—Dígale que yo no hablaré con ella hasta que se dictamine una sentencia,
no tiene derechos de pedir nada —respondo caminando.
—Lo sé mi señor, eso mismo le dije hasta que me enseñó esta nota.
Me detengo en seco al escuchar las palabras del lacayo.
—¿Una nota? ¿De qué se trata?
El hombre nervioso la saca lentamente mientras en su mano hay una hoja
doblada, parece untada de tierra y me la entrega.
—Puede retirarse— le ordeno.
Entonces espero que el hombre se vaya y rápidamente abro la hoja para
leer el contenido de dicha carta.
“Sé que herí tu corazón al ocultarte algunas cosas, entiendo que muchas
de ellas jamás las entenderás, pero en la guerra se vale todo, Saravi. Te
escribo estas cortas palabras porque sé que en estos momentos no estás
pasando muy bien tu estadía en el palacio, sé que tu vida peligra y lo peor
de todo es que es por nuestra causa. A pesar de todo y a pesar de muchos
malentendidos no dejaré que te hagan daño, solo espera que yo iré por ti.
Mishaal Rezhac”

CAPÍTULO 24
Kalil.
¡Mishaal Rezhac!
¡Esto no puede ser!
Por un momento la ira se va apoderando de mi cuerpo, y por un instante
arrugo la nota con tanta fuerza como puedo, reprimiendo el deseo de desatar
la furia que está consumiéndome.
Suelto el aire de golpe para volver a tomarlo mientras reprimo los ojos
para pensar rápidamente ante este hecho.
Necesito actuar con inteligencia.
Giro hacia todas las direcciones hasta que logro ver en mi campo de
visión nublado, a una dama que pasa casi desapercibida.
—¡Usted! —digo sorprendiéndola—. ¡Necesito que llame a la princesa!,
dígale que estaré en el despacho, y luego busque al general Basim lo antes
posible.
La mujer asiente haciendo una reverencia para retirarse, hasta que
recuerdo que también debería estar Fais.
—¿Sabe si el vizconde está en el palacio? —pregunto reteniéndola.
—Lo vi desayunando hace rato, majestad —responde con la cabeza
gacha.
—Muy bien, llámelo también… Y por favor indíqueles que es urgente.
Camino dando largas zancadas dejando que la adrenalina que ahora
circula por mi torrente sanguíneo, me ayude amortiguar la espiral de
emociones en mi pecho.
No puedo siquiera describir lo que sentí cuando leí el remitente de esa
carta, tampoco quiero ver las reacciones que tendrán los demás cuando se
hable de él. Lo cierto es que es un hecho, hay un interés fuerte en ese
hombre por Saravi, pero lo que más me tiene perturbado ahora mismo es el
motivo por el cual ella decidió entregarme la nota. ¿Estará negociando por
su vida? ¿Qué pretende con todo esto?, ¿y como puede ser él de nuevo?
Al entrar al despacho, busco rápidamente una botella nueva para beber en
cada repisa, pero la búsqueda es vana, ya que no encuentro ninguna por
ningún lado, y eso causa gran irritación en mi cuerpo.
Un ardor se instala en la boca de mi estómago haciéndome doblar hacia
adelante. Todo el jodido estrés está pasándome factura, aunado a que no he
probado bocado decente en muchos días. Las puertas se abren
bulliciosamente y el rostro de mi hermana aparece junto con Basim a su
espalda.
—¿Qué te ocurre? —pregunta ella llegando hasta mi sitio—. Estás pálido
y sudoroso.
—No conseguí una bebida por aquí, necesito calmar los nervios —le
respondo pasando mi mano por la frente para quitar el sudor.
—¡No me importa que esté pasando!, así sea de vida o muerte… ¡Tú vas a
desayunar como una persona decente! De lo contrario llamaré al médico.
Su ruda voz y mal genio solo me hacen asentar haciéndole caso, ahora
mismo es lo de menos, pero ella dará trilla si no hago caso.
Busco la dirección del sofá para tomar asiento y tranquilizarme un poco,
reponerme y poder hablar fríamente. Hanna sale a dar una orden al lacayo
sobre mi comida y vuelve a entrar junto con Fais, quien al verme asoma
impresión en su rostro.
Debo estar muy mal por sus rostros.
Sin más tiempo decido por contarles la situación.
—Lean esta nota —digo dándosela a Hanna, ella la toma rápidamente y la
desdobla.
Basim se acerca cauteloso para leer a la par, mientras veo como cada
segundo que pasa sus rostros cambian dejando que la palidez ahora se
expanda en sus caras.
Basim pasa la nota a Fais, quien aún desconoce la situación a la vez que
mi hermana lo observa de una forma bastante avergonzada.
—¿Cómo obtuviste esta nota? —pregunta Hanna alterada.
—Saravi me la envió con un lacayo.
Los ojos de los presentes se abren ante la impresión sin gesticular palabra.
—Dijo que necesitaba hablar conmigo —vuelvo a decir—. Necesito
escuchar lo que ustedes tienen para decir, porque no quiero esperar más
para dictaminar que se hará con ella.
—Creo que será mejor que hable con ella, aquí solo podemos dar
suposiciones —dice Fais tan serio como nunca.
—Puede que ella esté armando una trampa… —agrega Basim.
—Creo que no es así —repone Hanna—. Todos conocemos a ese hombre,
es de armas tomar, tal vez, también la engañó.
Un silencio casi palpable se instala en el salón, nombrar a ese hombre
entre nosotros nos toca fibras bastante delicadas. Y ya que sabemos quién
es la mente de toda la sublevación, es momento de actuar con todo el peso
de las armas.
Mishaal Rezhac era la anterior general, la mano derecha de mi padre,
aquel quien desde ese tiempo se había declarado mi rival. Ahora puedo
entender mucho de este alzamiento, ahora puedo saber con claridad a qué se
refería cuando hablaba de que su guerra era personal. Esta situación fue
creada desde hace mucho tiempo por mí mismo padre, al rivalizarnos en
preferencias; lo que no sabía era hasta qué punto podía llegar.
—¿Cómo es posible que Saravi coincidiera con ese hombre? —pregunta
Fais cortando con los pensamientos de todos, e incluso yo me hago la
misma pregunta.
—Fais tiene razón hermano, hay algo que no encaja, lo mejor es que
hables con ella, luego de eso podrás informarnos y tomaremos una decisión.
—Debe ser cauteloso, no podemos fiarnos de ella —recalca Basim,
mientras que finalmente me coloco de pie.
Asiento lentamente pensando: «¿con qué fuerza me pondré delante de
ella?»
Intento hacerme a la idea de que tendré que colocar todo mi empeño para
no acercarme mucho. Necesito por todos los medios equiparme de una
coraza lo suficientemente resistente, para que no pueda al menos sentir su
olor.
—Comeré e iré, quiero unos minutos solo… Por favor.
—Solo pediré que esté la comida aquí y me retiraré —refuta Hanna, y los
demás abandonan la sala.
Y todo sucede tan rápido que ni siquiera degusté la comida. Era
imposible pensar en eso en estos momentos donde literalmente tenía en
tensión cada músculo de mi cuerpo. Caminaba a paso seguro, pero lo hacía
lento, necesitaba tomar todo el aire posible, ella no podía ver debilidad en
mí. No lo haría.
Cuando llego al ala sur del palacio, entiendo que de verdad este espacio es
supremamente solitario, así que doy unos pequeños toques en la puerta y
me preparo para lo peor…
Saravi.
Mi cuerpo está sumamente agotado, el temblor constante que ha emanado
desde que envié la nota con el lacayo me ha dejado tan falta de fuerzas que
en cualquier momento creo que perderé la paciencia.
¿Por qué no ha venido? Ya han pasado algunas horas desde que le envié la
notificación, la cual debió ser alarmante para venir sin algún reparo.
Camino por la pequeña habitación de lado a lado torturándome por lo que
pasará y por lo que ha pensado Kalil al leer. Mordisqueo mi uña haciéndola
pagar por el estrés tan fuerte que estoy experimentando en estos momentos,
esta, quizá sea la única oportunidad en que pueda ser escuchada.
Y eso es todo lo que quiero.
Unos toques suaves, pero persistentes en la puerta me dan un vuelco en el
corazón, la respiración se me entrecorta y el temblor en mi cuerpo se
intensifica.
¡Respira! ¡Respira!
Tomo el aire y camino hacia la puerta, agarro la manilla y abro lentamente
hasta que el rostro de Kalil va apareciendo ante mi visión.
A pesar de la situación, a pesar de la tensión y de su mirada de rechazo
hacia mí, siento que cada vez que lo veo mi corazón se despedaza en miles
de fibras para volverse a comprimir y palpitar con una fuerza inigualable.
Como si se saliese de mi pecho para alertarme que no puede ser diferente.
Doy unos pasos hacia atrás mientras él me asoma la nota.
—Entonces van a venir a rescatarla, debe tener los nervios de punta —
exclama iracundo con total arrogancia y cinismo.
Sus ojos inyectados en sangre y rostro pálido no dejan de hacerlo menos
atractivo, por supuesto está semana ha sido un desastre para él, no logro
imaginar qué ha pasado por su mente ni su tormento, por su apariencia
puedo descifrar que siente un profundo dolor, y eso me duele hasta la
médula.
—Usted habla con verdad —repongo firme—. Estoy asustada, pero algo
debo hacer para pagar por mis errores.
Su ceño se frunce profundamente, está confundido ante mis palabras.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Está muy claro —digo mientras tomo un poco de distancia entre él y yo
—. Este es el momento perfecto para que puedan capturar a los líderes de
ayatolá, yo puedo ir con ellos y ser una informante para ustedes. Así
borrarán de una vez por todas el grupo sublevado y sus intenciones.
Una mueca sarcástica sale de su boca, pero no es alegría lo que su rostro
expresa, parece más bien una rabia contenida en un disfraz de sonrisa.
—¿Usted me cree tan idiota al pensar que nos va a ayudar? ¿Es capaz de
subestimarme a tal punto, Saravi? Una vez usted haya puesto un pie fuera
de estas tierras obtendrá lo que usted siempre quiso. Su libertad, y por
supuesto estar con ese hombre.
Miro bajo negando ante sus palabras, pero no me dejo apabullar por la
forma ordinaria y tajante con la que me habla.
—¿No cree usted que eso sería muy estúpido de mi parte? Si así lo
hubiese querido, ¿por qué habría de mostrarle la nota para alertarlo? ¿No
cree que hubiese sido mejor esperar que me buscarán y ya?
Kalil enmudece ante mis palabras quedándose sin refutar, entonces pasa
sus manos por el cabello indicándome que está en completa tensión. Yo
logro recorrer todo su cuerpo con mi mirada y suspiro para mí misma,
necesitaba tenerlo, aunque sea unos metros cerca, ver su rostro, sentir su
mirada. Con tan solo tener su presencia puedo aliviar un poco la sensación
que me ha perturbado en el pecho durante todos estos largos días.
—¿Entonces qué pretende? —pregunta bajo.
—Lo mismo que he dicho anteriormente. Colaborar con el reino para
desarmar al grupo ayatolá. Si usted quiere puede reunir a todo su equipo y
yo hablaré de lo que se puede hacer —hago una pausa para pasar el trago,
ya que su mirada penetrante me tiene los nervios de punta—. Pero no haré
nada de lo que hablé hasta que usted me escuche, y yo diga todo lo que
tengo que decir.
Doy unos pasos en dirección a la puerta, es necesario salir de esta
habitación, es necesario no tener su cercanía, de lo contrario mi corazón no
podrá aguantar un ritmo normal en todo el momento.
—¿A dónde va? —pregunta sosteniéndome fuertemente el brazo.
—Es mejor hablar en el jardín.
—¡No! —me jala—. ¡No saldremos de aquí! ¡Nadie nos interrumpirá! Así
que esta es su oportunidad ¡Hable ahora!
De un tirón toma mis brazos para devolverme a la habitación, cierra la
puerta y coloca el seguro para tornar a mi dirección tomando de nuevo mis
brazos fuertemente, pegándome a la pared con su cuerpo recostado al mío.
Su cercanía y el choque agitado de su aliento en mi rostro me hace casi
olvidar el agudo dolor que están teniendo mis brazos ante su presión. Puedo
ver como mi pecho sube y baja sin control alguno y observo como su rostro
está contenido, como si este momento fuese una tortura para él.
Kalil reprime su rostro, y yo suelto un quejido ante el dolor de su presión.
De forma inmediata me suelta y da un paso hacia atrás explorando qué
ocasionó mi gesto. Entonces llevo las manos a mis brazos para tratar de
alivianar la presión y luego trato de colocarme lo más firme que puedo. Ya
no puedo perder más tiempo y la verdad tengo miedo de perder esta
oportunidad.
—¿Quién te hizo esto? —pregunta dirigiendo su mirada en mis
moretones.
—Creo que entre el forcejeo y la manipulación constante de varias
personas…
—Mi madre… ¿Qué fue lo que ella te hizo?, Hanna…
—¡Por favor!, olvídelo —suplico—. Solo déjeme hablar. Necesito que me
escuche.
Kalil asiente dando vuelta para alejarse de mí e ir hacia el otro extremo de
la habitación donde hay una ventana.
—Entonces diga lo que tenga que decir, solo le advierto que el hecho de
que escuche su historia cambiará mi posición, ni creeré en sus palabras.
Un suspiro sale de mí.
Comienzo.
—El hecho de que hubiese sido criada para pertenecer a un grupo de clase
alta no me hacía ciega ni inmune a querer una vida donde mis decisiones y
pensamientos fuesen tomados en cuenta. Quizás leer tanto acrecentó ese
sentir, pero era imposible no hacerlo, cada vez que conocía una historia en
líneas, pensaba que era imposible aceptar un destino tan cuadrado para mí.
Me detengo solo para observarlo, él solo está de pie mirando hacia afuera,
pero sé que está prestando la suficiente atención.
—Nunca me la he llevado muy bien con mi madre, de hecho, nuestras
conversaciones siempre terminaban en discusiones, exactamente como esa
noche, en donde comenzó todo —su cabeza gira hacia mí frunciendo el
ceño—. Salí de la casona bastante disgustada con mis padres, caminando
sin rumbo fijo hasta que logré perderme. Cuando me di cuenta de mi error,
tenía cinco hombres asechándome; en ese momento conocí a Mishaal
Rezhac.
La mandíbula del rey se presiona como si solo escuchar su nombre le
revolviera la existencia.
—Imagino la salvo de una tragedia —señala bajo mientras yo asiento en
respuesta.
—Sí, lo hizo… luego del suceso comenzaron los encuentros entre
nosotros, hasta que… —me detengo no sabiendo cómo decirlo.
—Hasta que se enamoró de él —continúa por mí.
—Los ideales de Mishaal eran asombrosos para una persona que quería
tomar decisiones propias y amar a quien quisiera…
—Y egoístas —dice en tono burlesco.
—Puede llamarlo como quiera —digo haciéndole frente—. Solo quiero
hablarle con transparencia, era la primera vez que alguien estaba
escuchando mis deseos, mis gustos, sin decirme qué debía hacer y en qué
momento.
Con esas palabras el hombre queda en silencio de nuevo dejándome
proseguir.
—También sumó el hecho que su padre fue un rey dictatorial, con muy
poco humanismo hacia su pueblo. Por lo tanto, yo terminé por odiar la
monarquía. Primero, porque debía casarme con un desconocido, y luego
por… Todas las cosas que de cierta forma ese hombre sembró en mí. Y uno
de los propósitos era odiarlo a usted.
Las manos de Kalil pasan desesperadas por su rostro; escuchar mi relato
no está siendo nada fácil para él. Pero es muy necesario.
Completamente.
—Prometimos encontrarnos de vez en cuando, nos hicimos juramentos de
estar para siempre juntos —digo con gran dolor conteniendo mi garganta—.
Yo debía soportar todo lo posible para tomar toda la información necesaria.
De esta forma…
—La monarquía se vendría abajo desde adentro —dice casi en susurro—.
Era un excelente plan. Pero, ¿qué ocurrió, Saravi?
El rey se mueve de su lugar para posicionarse frente a mí, pero su mirada
ya no denota rabia, más bien mucha tristeza y decepción.
—Aún me pregunto lo mismo, Kalil —me atrevo a llamarlo por su
nombre—. Desde el momento que entré al palacio… Las cosas cambiaron
para mí. A pesar de la convicción, de los planes y del amor que había dentro
de mí, las cosas cambiaron. Conocer a Hanna, conocerlo a usted… Ver que
eran tan diferentes a como los imaginé, a como los idealicé, fue un choque
muy duro para mí. Conocer la villa, saber la verdad… Darme cuenta de que
de cierta forma había sido engañada, me hizo cambiar mi modo de pensar y
de ver las cosas de una manera diferente.
—Sus encuentros con ese hombre ¿Qué información les dio? —pregunta
cambiando radicalmente su semblante.
—No di ninguna información, cuando decidí volver a encontrarme con
Mishaal después de la boda, lo hice para reclamarle. Yo… Quería hacerlo
cambiar de parecer, estaba enojada, quería reprocharle las muertes
inocentes, necesitaba decirle que yo había descubierto la verdad.
Una leve sonrisa se asoma de nuevo en su rostro.
—Pero eso no pasó, ese maldito no conoce de valores, él solo tiene un
propósito en su asquerosa vida y es tener poder y riquezas sin importar las
personas, ni el valor de su país.
La extrañeza se adueña de mi cuerpo al escuchar al rey hablar con tanta
familiaridad de Mishaal, es como si lo conociese.
—Lo… ¿Lo conoce? —pregunto temiendo la respuesta.
—Quizás más de lo que usted lo conoce —dice con sarcasmo—. Él es un
general muy reconocido del mandato de mi padre, incluso estuvo por
encima de mí mucho tiempo.
Mis ojos se abren ante la impresión mientras que un golpe de desespero,
engaño y mucha frustración me envuelven por completo. Es imposible que
Mishaal sea el hombre que engañó a Hanna, es imposible.
Esto tiene que ser una pesadilla.
Un fuerte mareo se apodera de mi cuerpo, mientras que el aire me falta,
entonces me desespero mientras las lágrimas surcan de forma incontrolable
por mi rostro. Necesito tomar aire. Lo necesito ahora mismo.
Me tomo de la pared ante la falta de equilibrio, a la vez que veo de forma
borrosa al rey, quien se acerca rápidamente hacia mi lugar.
¡Que esto sea un sueño!, ¡que esto sea una terrible pesadilla en la que
cansada me dormí hace un tiempo!, Necesito pensar que ese hombre en
algún momento me amó e hizo las cosas que hizo por querer tener un futuro
conmigo.
No puedo con todo esto, no puedo siquiera concebir que yo me presté
como una carnada fácil para llegar ante el rey y provocar su ruina, no puedo
ni imaginar que yo entré en la lista pisando los talones de Hanna para
sumarme a las desgracias que ese hombre ha ocasionado.
¡No puede ser! ¡Esto no puede estar pasando!
CAPÍTULO 25
Saravi.
Sin poder controlarlo, el llanto sale de mí sin reparo, ¿por qué? ¡¿Por
qué?!
Unas manos cálidas se unen las mías, mientras agachado centra su mirada
en mí con el ceño fruncido —y preocupado—. A pesar de su rabia, a pesar
de su decepción, hay cierta preocupación en el rey ante mi inestabilidad.
—Ven, levántate del suelo —dice tratando de acomodar mi cuerpo junto
al suyo.
Entonces yo niego varias veces queriendo hundirme más, quisiera que la
tierra se abriera y me tragara de una buena vez. Eso quisiera.
—No… —logro pronunciar casi en susurro—. Déjame aquí, yo
pertenezco aquí Kalil. Yo pertenezco a estar en suelo.
Los sollozos salen cada vez más fuertes de mi boca, y yo no hago ninguna
acción para minimizarlos. De forma automática Kalil termina por
derrumbarse en suelo para tomarme en sus brazos, envolviéndome en ellos.
Su pecho sube y baja agitado mientras aprieta mi cuerpo hacia él.
Esto debe estar siendo un tormento para él, pero su esencia le impide que
me haga un desplante.
—¡Por favor! Haz que pague con mi vida todo lo que he hecho, hazlo lo
más pronto posible, yo no merezco nada. ¡No lo merezco!
—¡Ya basta, Saravi!, ¡Por favor! ¡No digas nada más! —expresa él,
apretando más su cuerpo al mío.
Por unos minutos, solo por ese momento recibo su abrazo como lo mejor
que pueda ocurrirme en la vida, como una forma de refugiarme por unos
segundos para ser comprendida de alguna manera; pero luego, luego
recuerdo que no soy yo la víctima y me separo de golpe. Seco mis lágrimas
a pesar de que mi garganta está comprimida hasta el cansancio. La mirada
del rey es confundida, sin entender mi comportamiento, y yo me levanto lo
más rápido que puedo.
Él imita el gesto.
—Te pido por mis… —me freno de inmediato recordando que mi madre
ha cometido una falta imperdonable. Pero ahora mismo no puedo hablar de
eso—. Te pido por mis padres, y por Nadia, mi dama. No sé dónde está ella
—una mueca se forma en mis labios ante la tristeza que me embarga por no
tenerla conmigo—. Ninguno de ellos debe pagar por mis culpas…
Parece que el rey ha enmudecido, no sale una palabra de él, una tensión
apremiante se le nota en todo su cuerpo junto con su mandíbula apretada.
—Y solo quiero hacerte una última pregunta —vuelo a decir acercándome
un poco a su distancia.
—¿Cuál?
—¿Mishaal Rezhac?, ¿es el mismo hombre que le hizo daño a Hanna?
Sus ojos se abren como quien no esperaba que yo tuviera dicha
información.
—Sí… El mismo.
Aunque ya había deducido la información, necesitaba comprobarlo,
necesitaba que terminaran de aniquilar la poca confianza que tenía en él.
Pero aún me faltaba una espina.
—¿Crees que haya planeado todo esto sabiendo que yo sería tu esposa? —
mi voz sale más insegura de lo normal.
—Puede ser… pero te diré que… —respira pensando si decir o no lo que
va a decir—, por sus acciones y algunos hechos que hemos visto, puede que
tenga… Interés en ti. Sus palabras en las notas anónimas son muy
personales.
—Sí, lo recuerdo —respondo tratando de sonar más tranquila. Ya no
quiero que él me vea débil—. Entonces estoy lista.
—¿Lista?
—Sí, no debemos perder más tiempo. Si usted puede, majestad, reúnase
con su equipo, no sabemos en qué momento me vengan a buscar y es
necesario que podamos llevar a cabo un plan.
Mi manera de llamarlo y mi cambio de actitud lo han dejado petrificado,
su mirada está tan fija en mí que no sé si en cualquier momento logre
derrumbarme nuevamente. Pero por mi parte trataré con todas mis fuerzas
de no demostrar una debilidad más, no para con él. Y no porque no lo
merezca, al contrario, sé que el rey tiene sentimientos por mí y por respeto a
ellos he decido ayudarlo a no hacerlo parecer débil, ni tentarlo a desistir de
lo que yo realmente merezco.
Kalil suelta el aire contenido y se acerca acortando toda la distancia. Sus
gestos adolecen ante mi cercanía, y como por sorpresa toma mi rostro y lo
acerca tanto que nuestros labios se rozan, por acción inmediata mis ojos se
cierran de golpe ante el estremecimiento que me provoca.
La respiración se me entrecorta entre cada segundo, trato de abrir mis ojos
lentamente, ya que él, solo tiene pegada su frente con la mía.
Y es allí donde mi existencia termina por caerse en pedazos.
Su rostro está bañado en lágrimas mientras de forma tormentosa besa mi
frente lentamente. Lo que más me mata es que no dice una sola palabra.
De un momento a otro se despega dejando un espacio tan vacío entre
nosotros que un hueco se comienza a formar en mi pecho.
—Por la noche la mandaré a llamar para que esté presente y escuche lo
que vamos a hacer —dice sin mirarme caminando a la puerta—. Esté alerta
a cualquier situación, estoy seguro de que la mandara buscar con alguien
más.
Toma la manilla decidida a salir y unas fuertes ansias me estremecen por
completo.
—¡Espere! —Digo exaltada mientras él solo gira la cabeza para verme—.
Hay algo que no le dije…
—¿Qué es?
—Usted… ha sido el único hombre que me ha tocado… Y eso no fue en
sacrificio de alguna causa, eso fue porque lo quise así. Yo… lo amo.
Por el contrario de lo que pensé, parece que mis palabras le hubiesen
enfurecido, de un golpe cierra la puerta y ya no logro verlo más…
Kalil.
El atardecer está cayendo por completo, solo unos pocos rayos de sol son
percibidos por algunos árboles lejanos que se inquietan ante la ventisca de
aire que se ha instaurado desde hace una hora.
Parece que la misma naturaleza pudiera describir las emociones que están
atormentándome la existencia, parece que el silencio que se ha instaurado
en el palacio luego de mi reunión, ha sellado cualquier sonido del reino.
Solo reuní a los necesarios, Basim, Hanna y Fais. No quise involucrar a
mi madre, porque ella parece tener una rencilla declarada con Saravi, y no
la culpo. Umar, por el contrario, ya no dice nada, las objeciones que tenía
para con mi esposa se han esfumado de la noche a la mañana, como si otra
cosa le aquejara.
Como si algo fuera más importante ahora que nuestro país.
Decidí por no enfrentar a Saravi frente a ellos, decidí porque yo mismo le
comunicaría el plan a seguir, sin embargo, me pesa a toneladas de kilos
dejarla ir, así como así. Sin ignorar que ella va a correr peligro en todo
momento y sin ignorar por supuesto que estará justo al lado de mi peor
enemigo.
Paso el trago forzado maldiciendo bajo por el dolor intenso que tengo en
la garganta, ese que se extiende hasta mi pecho y hace aquejar todo mi
cuerpo para luego insertarse en lo profundo de mi alma no dejándome vida
alguna.
—Alteza —la voz de Basim se esparce por la habitación.
—Estoy aquí —digo más para mí que para él.
Sus pasos se escuchan predispuestos, sin querer ahondar mucho en la
situación. Entonces cuando llega al balcón toma una silla y se deja caer
mirándome fijo.
—¿Qué ocurre…?
—Pensé que ya había ido a hablar con ella —responde expectante.
—Pediré que la traigan aquí.
—¡¿Qué?!
Alzo mi mano para que se calme.
—¿Sabes que quizás esta es la última vez que la veré?
—¿Entonces no confías en que ella devuelva información?
—Al contrario —repongo—. Soy el idiota más grande de todos Basim,
porque a pesar de todo, le creo. Creo en sus palabras, en su arrepentimiento,
en su dolor…
—Kalil…
—Esa es la verdad, y a pesar de que la intensión es que ella haga algo por
la corona, no quiero que vaya.
El silencio se apodera del lugar.
—Sabes que el que ella quiera ir a hacer lo que va a hacer, nos da una
ventaja enorme ante el grupo ayatolá. Comenzando porque tendremos la
ubicación de… del líder.
—¿Cómo puedes mirar todos los días a mi hermana y hacer como si
nada? —pregunto al general sorprendiéndolo una vez más—. ¿Se
acostumbró a perderla? ¿A dar por hecho de que prefiere tener el orgullo en
alto, pero sin el amor de su vida?
—Estamos hablando de dos casos muy diferentes —dice, mientras veo
como en su rostro se apodera la irritación—. Con todo el respeto que usted
merece, es mi amigo. Saravi no solo lo traicionó a usted, ella también…
—¡Calla…! —digo pasando las manos por mi rostro—. Olvídalo, no
hablaré de eso contigo.
—¿Crees que no puedo entenderte? ¿Crees que ha sido fácil para mí tener
a Hanna las veinticuatro horas del día a mi merced? —dice levantándose
enojado.
—Trae a Saravi —ordeno volviendo a cambiar el tema—. Búscala y tráela
aquí.
Él asienta decepcionado, caminando hacia la puerta hasta que se detiene
para decir alguna cosa—: Si piensas que mi deseo es verte infeliz, estás
muy equivocado. Yo ya he experimentado ese dolor y sé que no se puede
vivir así, jamás.
Con esas palabras cierra definitivamente la puerta dejándome con mis
pensamientos confusos y con el tormento de reencontrarme con Saravi por
segunda vez en el día de hoy.
No sé por dónde empezaré, ni como sacaré las fuerzas para dejarla ir. Solo
quiero que esta pesadilla termine rápido. Lo más pronto posible.
Los minutos se hacen eternos, ya ha caído el sol totalmente y la oscuridad
comienza a apremiar el horizonte, el aire frío me golpea alivianando el calor
de mi rostro y la desesperación comienza a arremolinarse en mi cuerpo.
Cierro los ojos y tomo aire para volverlo a expulsar acompasando el latido
de mi corazón, que amenaza con salirse de mi pecho.
Entonces los toques me dictaminan que ya es hora.
—Adelante —pronuncio fuerte y aparece Basim en mi campo de visión
junto con Saravi.
—Cualquier cosa estaré fuera —alega Basim como una roca, entonces el
rostro de Saravi enrojece enseguida.
Cuando la puerta es cerrada de nuevo trato de acercarme más a su sitio y
en efecto está tan nerviosa como yo.
—¿No pensará el general que yo trataré de hacerle daño a usted? —
pregunta herida.
Una media risa se gesta en mi rostro ante sus palabras, pero a ella no le
parece gracioso el momento.
—No teme de usted, Saravi, está más preocupado por las acciones que yo
pueda tomar. Por eso se comporta de esa manera.
Sus ojos se abren expectantes e incrédulos.
—Pero, ¿por qué? Ya hablamos de mi colaboración… de hecho tengo algo
más por decirle —expresa aludida malinterpretando mis palabras—. Un
lacayo a quien no he visto nunca en este palacio se me acercó por la tarde
en el jardín. Yo traté de estar fuera lo más que pude, sabiendo que en
cualquier momento y de cualquier forma me llegaría un mensaje.
—¿Cuál lacayo es? —pregunto con interés.
—Nunca le he visto. Me saludó al principio y luego me dijo: “esta noche
será el momento, esté preparada”. Después de eso se fue en menos de un
minuto.
Una sensación se apodera de mi cuerpo, una clase de susto sube y baja por
mi estómago al escuchar las palabras de Saravi. Entonces paso el trago con
dificultad, porque no pensé que sería tan rápido, jamás pensé que sería hoy
mismo.
No quiero que se vaya. No quiero.
Coloco las manos en mi rostro y giro dando la espalda a ella, no puedo
perder la cordura ahora mismo, debo pensar que Angkor es primero, debo
pensar que mucha gente inocente está en riesgo.
Pero… ¿Y Saravi?
—Se encuentra bien —ella pregunta acercándose.
—Sí —indico casi en susurro tomando una larga inspiración—. La
cuestión es que este será el plan… —comencé a detallar los pasos que
tomaríamos, inclusive improvisé el de esta noche donde dejaría solo un
guarda a los alrededores de la habitación de Saravi y alertaría a todos para
que no hicieran nada en el momento de su supuesto rescate.
Repetí cada uno de ellos con bastante cuidado, tratando de no parecer
agobiado por su seguridad.
—¿Cuándo será el momento del ataque en el bosque? —preguntó con
interés después de escucharme atentamente sin reclamar en ningún
momento.
—Se lo haré saber…
—Entiendo, no podría confiar en mí.
El enojo se apodera de mí al instante, y acorto los pasos que me separan
de ella.
—Tengo todo el derecho de hacerlo —digo estrellando mi aliento en su
rostro, tan cerca que su olor y su mirada comienzan a hacer mella en mí.
—P-por supuesto… —responde nerviosa—. Solo quiero saber en qué
momento podré escapar del bosque.
Paso un trago duro, ¿escapar del bosque? No había pensado nada de eso
aún, por supuesto que ella podría hacerlo, solo que aún seguiría siendo mi
esposa.
—¿A dónde irá?
—No lo sé… imagino tendrá usted que resolver primero lo de… nuestro
matrimonio, y yo tendré que firmar algunos papeles, creo saber…
El dolor se injerta en mi cuerpo de una forma violenta. Sé que ese es el
paso, sin embargo, escucharlo de su boca me enferma el alma.
—Basim tenía razón —logro pronunciar mientras el pecho de Saravi baja
y sube apresuradamente muy cerca de mí.
—¿Respecto a que…?
—A esto…
Tomo el cuello de Saravi y lo halo hacia mí uniendo su boca con la mía.
La beso de forma desesperada, la beso con toda la pasión contenida que
aguardaba y adolecía en mi cuerpo. Los brazos de Saravi rodean mi cuello y
como si fuera parte del mío se pega tanto como puede.
El beso es profundo, desesperado y con tanta ansia como nunca. Busco su
lengua, exploro su boca sintiendo por el momento la satisfacción que
reclama todo de mí. La sensación que ahora recorre mi cuerpo es tan
alarmante que sería imposible despegarme ahora mismo de Saravi.
—Déjame tenerte hoy —expulso quitándola de mi boca sin pensar—.
Yo…
—Sí… ¡Por favor, sí!… —exclama ella mientras una lágrima baja por su
mejilla.
¿Sería hora de detenerme? ¿Sería prudente reprimir todo mi deseo y
sacarla de mi vida y mi habitación para siempre?

CAPÍTULO 26
Saravi.
Su mirada es intensa, tan intensa que logra desnudarme completa con solo
sostenerla. Hay una lucha en él, aquella que pelea por dar lugar a la razón o
dejarse llevar por su corazón.
Yo no he tenido reparo alguno, yo quiero estar con él, porque no sé qué
me deparará el futuro de ahora en adelante, no sé si volveré a ver su rostro
ni a sentir esa boca en la que me he hecho adicta.
De forma desesperada vuelve a juntar su boca con la mía, prácticamente
comiéndola, agobiado por no tener suficiente solo con juntar nuestras
lenguas, como si no soportase un centímetro más de distancia entre
nosotros.
Yo devuelvo todos los gestos que puedo, necesito entregarme como
nunca. Lo deseo así.
Sin razonar lo despegó un poco de mi cuerpo creando una terrible
frustración en él, pero al contrario coloco mis manos en su pantalón para
darle un aviso de que comenzaré yo misma a desnudarlo.
No puedo creer ni yo misma lo que hago, no puedo entender como saqué
el valor después de todo lo que ha pasado, pero me niego a irme de aquí sin
decirle adiós, me niego a no tener un último momento con el hombre que
me ha arrancado el corazón del pecho, para adueñarse de él para siempre.
Kalil deja que desabroche su pantalón mientras trata de controlar su
agitación, mis manos son torpes y tiemblan más de lo necesario, de un
momento a otro el rey pierde la paciencia, apartando mis manos para
terminar por apretarme hacia la pared de la habitación, sin haber quitado su
pantalón y con la camisa medio abierta.
Sus labios presionan los míos con hambre a la vez que con sus manos
rasgan de forma desesperada mi vestido; pero termina por alzarlo,
llevándolo hasta mis muslos para introducir sus manos dentro de él.
Un sonido es arrancado de mi boca al sentir sus manos frías quitando mi
ropa interior mientras me besa con fiereza. Kalil pronuncia unas palabras,
pero mi estado de conmoción es tal, que no entiendo bien su significado.
Entonces por un segundo se separa de mi boca y fija sus ojos en mi rostro,
la intensidad que emana me hace tan débil que en cualquier momento creo
que parará, y eso me asusta. Entonces de forma lenta y agradable entra en
mí, arrancándome un sonido de mi garganta.
Por acto propio mis ojos se cierran.
—No… —Dice tocándome la boca con sus dedos—. No cierres los ojos.
Su cuerpo comienza a moverse de forma exquisita, como nunca y de
forma inigualable. Sus brazos se posan en la pared mientras que yo me
sostengo en una solo pierna rodeando su cintura con la otra. Toco todo su
cuerpo, grabo en mi piel, su piel. Aspiro su aroma y saboreo todo lo que
puedo de él.
Me pierdo, me pierdo en él, en su mirada, en sus manos, en nuestro
mundo. Uno que yo misma me quité de las manos, uno que extrañaré para
siempre.
El éxtasis se apodera de mí, la espiral ya conocida comienza a hacerme
perder la cordura y parece que Kalil sabe lo que me está pasando. De forma
inmediata toma mi cintura, colocando mis dos piernas arriba para apretarse
aún más a mi cuerpo. Sus embestidas comienzan a hacer más rápidas
llevándome al borde de la locura. Entonces su voz ronca junto a la mía
expresa el clímax que experimentamos a la vez, abrazándonos el uno al otro
mientras nuestros cuerpos tiemblan por el acto.
«Dile que lo amas, ¡díselo!» reclama mi mente.
Kalil hunde su rostro en mi cuello. Entonces el estremecimiento se
apodera de mí nuevamente cuando con sus labios succionan mi piel. Se
despega y va hacia el centro y vuelve y hace lo mismo que el anterior, va al
lado contrario, y succiona la piel de mi cuello nuevamente.
A pesar de que acaba de hacerme suya, a pesar de que mi cuerpo
convulsionó como nuca, siento que mi deseo por él es interminable. Toda
mi piel se eriza hasta que por fin tengo su mirada encima de la mía.
No tengo más opción.
—Te amo… —digo con toda la valentía sosteniéndole la mirada.
Observo cómo su garganta pasa un trago y sus ojos se agrandan. Mis
palabras sin duda lo han tomado desprevenido.
—Saravi… —dice mirándome tristemente—. Yo…
Y por supuesto, un sonido de estruendo nos corta el momento, incluso
pensé por un momento que había sido a unos metros donde está el baño. Sin
embargo, mis mejillas se tiñen por completo cuando giro en dirección del
rostro de Kalil, y veo a Basim pálido junto con Hanna en la puerta.
Kalil me baja de inmediato de su cuerpo y de forma apresurada arregla su
ropa a medio quitar, entre tanto no tengo remedio que bajarme el vestido
tratando de tapar la parte delantera de mis pechos que está medio rasgada.
—Pero, ¡¡¿qué es esto?!! —pregunta Kalil con la ira contenida ante la
intromisión.
—¡Hermano! —exclama Hanna insegura con varias lágrimas derramadas
—. Han invadido varias aldeas en el centro de Angkor, varios heridos y
algunos muertos…
¿Qué?
—No… —susurra el rey cambiando de expresión a horrorizarse.
—Y varios guardias muertos, señor. Parece que están formando una
trifulca para… para el rapto de la reina.
Basim habla de forma tan cruda, que el estar apretando mi pecho para
tapar mi desnudez no es lo único que me hace sentir avergonzada. Sus
palabras literalmente están siendo arrojadas con desprecio.
—¿Cuántos pelotones enviaste? —pregunta el rey mientras se va
acomodando en medio de la habitación.
—Veinte, alteza. También debemos enviar un equipo médico para las
personas y tomar un lugar para los heridos. El hospital del centro de Angkor
no será suficiente.
El rostro del rey decae ante las noticias. Sin duda alguna debe estar
pensando que nuestro acto fue una pérdida de tiempo, que la situación se
salió de sus manos y debe estar sufriendo en arrepentimiento por lo que
acaba de pasar.
Aprieto duramente la tela en mi pecho a la vez que reúno las fuerzas
necesarias; no debo dejarlo ver débil, no puedo hacerlo.
—Entonces debo irme —digo rompiendo el silencio—. No demorarán en
venir por mí.
Solo me dirijo a él, solo le observo sin importar lo que puedan pensar los
demás de mí. Entonces luego de soltar las palabras Kalil alza su mirada sin
saber qué decir, presionado por el deber y su corazón.
Y eso me destroza. No quiero verlo así, no quiero que él tenga que
escoger porque no hay nada que elegir aquí. Angkor está primero. Nuestra
gente está primero.
—Saravi… —dice Kalil en susurro como una súplica.
—¡Hermano! —explota Hanna con ira—. ¡Es hora de que vayas con
Basim!, la gente nos necesita.
Pero él no deja de mirarme. Y yo decido por acercarme a su lado para
hacer una reverencia dispuesta a retirarme hasta el momento en que encaro
nuevamente su rostro y escucho un susurro muy bajo, casi
imperceptiblemente que es exhalado por él:
—Saravi… Mi amor…
Casi por inercia doy vuelta, pasando por el lado de Hanna y Basim, pero
sin mirarlos. Mis ojos están nublados en lágrimas, unas tan espesas que
duelen y arden al derramarse. No lo soñé, no fue una ilusión. Kalil me dijo
mi amor, y con ello me ha estremecido la existencia.
Camino como el viento, sin saber a dónde ir, con las inmensas ganas de
volver y abrazarlo, de quedarme junto a él para siempre y construir un
mejor futuro para Angkor.
Ese debió ser mi deseo desde el principio.
Ahora, ahora estoy yendo a mi verdadera desdicha. Qué ironía.
Cuando llego a mi habitación tomo rápidamente una bolsa, coloco las
cosas más necesarias, y cambio mi vestido por uno más ligero. La noche ha
caído y no duraré mucho tiempo más aquí. En cualquier momento sé que
estaré despidiéndome del palacio.
Lavo mi rostro aspirando varias veces el aire para amortiguar el dolor que
me provoca toda esta situación. No quiero irme, no quiero dejar a Kalil, y
definitivamente no quiero volver a ver a Mishaal. Solo pensar en las
personas que murieron, en todos los heridos y la gente inocente, hace que
me encienda en ira hacia él. Que me repugne solo el hecho de tenerlo en mi
cabeza.
La puerta de la habitación se abre de golpe. Entonces tomo mi bolsa y
giro.
—Estoy lista, solo que…
Mis palabras se cortan al ver a la persona que está frente a mí.
¿Qué hace ella aquí?
—Quite esa cara —pronuncia Zura controlando su repulsión por mí—.
Vine a pedirle un favor.
¿Un favor?
Me coloco lo más derecha que puedo sin dejarme amedrentar ante su
actitud.
—Le escucho.
—Asegúrese de que esta sea la última vez que pisa este palacio. Si es
posible ponga su vida de por medio, así podrá pagar todo lo que ha hecho.
El rostro amargado de Zura, no se inmuta ante sus duras palabras. Lo que
ha dicho quizás alivia el sufrimiento que está teniendo al ver a su hijo
destrozado. Y aunque no la pueda comprender no refuto su idea.
—Si tengo que dar mi vida por Angkor, lo haré señora. Ahora por favor
déjeme sola, no podrán venir a buscarme si usted está aquí.
—Yo siempre estuve en contra del casamiento de mi hijo con usted y de
toda su familia —continúa ella haciendo caso omiso de mis palabras—.
Siempre quise a Alinna para mi hijo.
El orgullo amenaza con hacerme perder el rumbo de mi anterior decisión,
pero consigo pasar el mal trago que tengo en la garganta.
—Señora…
—Sin embargo, en cualquier momento todo se arreglará, Saravi, mi hijo
quedará libre de… Usted, y podrá casarse con la mujer con la que siempre
debió estar. Y eso, eso es lo que me alivia en este momento. Por eso le pido
que, si usted tiene un poco de consideración con mi hijo y sobre todo
vergüenza, si usted en algún momento llegó a sentir algún aprecio por él, no
le haga más daño, por favor. Se lo suplico.
Las lágrimas bajan por el rostro de Zura agudizando más mi aflicción.
Llevándome más a la desdicha de pensar que en algún momento podría
volver, aquí.
No obstante, ella tiene razón. Solo he traído desgracia a la vida del rey.
—¡Por favor, váyase! —digo a punto de soltarme en llanto.
En eso ella se da vuelta lentamente, y termina yéndose de la habitación
mientras yo me desplomó en la cama.
No sé cuánto tiempo pasa, lo único que sé es que entre más mi llanto da
rienda suelta, más mal me siento, es como si nada pudiese empeorar.
¿Cómo un momento tan mágico que viví con Kalil, pudo cambiar en
cuestión de minutos?
Poco a poco las lágrimas van cesando y un pesado sueño me arropa de
repente.
Un jaloneo constante me hace despabilar y sentarme de golpe, entonces
veo la mitad de un rostro encapuchado que me hace señas para que no haga
ruido alguno.
—Es hora de irnos —alerta en susurro.
Me levanto tomando mi bolsa, pero este coloca su mano en la mía
negando.
—No llevaremos nada.
—Pero… ¿Y como haré para…?
—Tendrá lo necesario, solo confié en Mishaal.
¿Confiar? ¡Jamás! Nunca más confiaré. No en él.
Asiento siguiéndole la cuerda, llevando a cabo a detalle el plan elaborado
y repasando varias veces en mi cabeza todo lo que tengo que hacer.
Me agacho rápidamente buscando la bolsa pequeña donde Kalil colocó los
instrumentos cuando me explicaba; “dentro de ella hay unas tinturas de
color para ir arrojando por el camino. Estas son diminutas, pero cuando
caen en el suelo su polvillo se extiende creando así un círculo. Esto con el
propósito de ir dejando rastro de su ubicación”.
Solo podré arrojarlas en la noche, ya que al amanecer podrían darse
cuenta de su existencia.
Solo tengo diez, y deberé usarlas inteligentemente para que ciertos
kilómetros estén asegurados con respecto a mi ubicación. No sé si esto sirva
de ayuda, no tengo la estrategia militar que parece ser un éxito en la mente
de Kalil, yo solo llevaré a cabalidad sus órdenes para que esta tragedia
acabe lo más pronto posible.
Sin duda alguna capturar al líder de Ayatolá logrará desarmar todo el
grupo entero.
—¿Qué es eso? ¡Le dije que no llevara nada!
—Algunas joyas que me dio mi padre —respondo algo asustada. Y
aunque parte de esto era verdad él podía cerciorarse de ello.
Yo había puesto algunas joyas que papá me regaló, esta sería una manera
de escurrirme ante su contenido real. Cuando Kalil me preguntó dónde
podía guardarlas, pensé en esta pequeña bolsa donde guardaba algunos
regalos de mi padre.
La nostalgia me invade de inmediato al recordar su rostro decaído y
atormentado, justo cuando lo echaron del palacio tenía pintado en su
semblante la desesperanza dándome una larga mirada de dolor.
—Entonces guárdela bien y vámonos ya —dice el hombre sacándome del
recuerdo mientras se asoma por la puerta para ver por fuera.
Solo que el hombre no sabe que nadie estará vigilándonos, y espero que
no sospeche.
—Venga, es hora de salir.
Mi pecho se contrae, y solo doy un vistazo a lo que queda del palacio,
porque hoy le diré adiós a todo esto y a mi verdadero amor.
CAPÍTULO 27
Saravi.
Salgo de inmediato tras él como si estuviese huyendo de verdad,
siguiendo rápidamente sus pasos, mientras el hombre, audaz, mira por
doquier. Los guardias que estaban frente a mi habitación han desaparecido
por completo y él se detiene detectando algo extraño.
—Espere —indica mirando extrañado hacia ambos lados.
—Escuché que hay un despelote en la ciudad —señalo tratando de
despistarlo—. Escuché también que el rey envío más de cuarenta pelotones,
parecía bastante desesperado.
El hombre gesticula felicidad en sus ojos, aunque no puedo verle la
sonrisa sé que ha asomado una.
—Así es, los tenemos locos. Pronto se acercará nuestro momento —
expone sin más y me toma del brazo para comenzar a caminar rápidamente.
Pasamos lugares del palacio que jamás había conocido, todas eran partes
traseras, que no lograba percibir muy bien por la agitación y por lo rápido
que íbamos. Como Kalil explico, sí habría guardia, pero estos estaban
charlando entre sí, sin hacer reparo en nosotros.
En algún momento de nuestra huida logramos llegar a la zona boscosa del
palacio, y esto alivió al hombre que iba conmigo.
Luego de unos minutos de camino, el hombre se agacha obligándome
hacer el mismo gesto, y da un silbato uniendo sus dedos a los labios varias
veces, hasta que aparecen al menos unos cinco hombres entre la oscuridad.
La persona que está a mi lado se levanta más seguro después del hecho, se
quita el pañuelo que tapaba la mitad de su rostro trayéndome de golpe el
recuerdo de su identidad.
Es Ismail, el mismo que estaba junto a Mishaal y Borja aquel día en el
bosque cuando me había perdido.
—Me has reconocido, ¿entonces te acuerdas de mí? —pregunta sonriente.
—Eres Ismail.
Este asiente sonriendo a los demás hombres que preparan los caballos y
sonríen entre sí.
—Muy bien, Saravi, eso de allá fue muy fácil —dice señalando el palacio
—, pero tenemos que irnos ya mismo. Cuando sepan que se te ha raptado
vendrán los problemas. Y Mishaal está deseoso de verte.
Cierta irritación se apodera de mí, una que amenaza por hacer perder mis
estribos y abofetear a este hombre. Pero luego recuerdo el motivo del
porqué estoy aquí y trato de asomar una media sonrisa para él.
Necesito meterme en el cuento lo más que pueda.
—Nadie me extrañará allá, solo querían hacer rodar mi cabeza —digo
mientras los demás dan carcajadas, a pesar de que a mí no me cause nada de
gracia—. Yo también quiero irme ya.
Ismail asiente y da un chasquido con sus dedos. Con esta orden todos
montan sus caballos dejando dos a la merced de nosotros. El hombre me
ayuda a montarme en uno y enseguida él se sube en otro.
Así comienza nuestro camino.
A pesar de que los caballos no van rápido su trote ha comenzado a
adolecer mi cuerpo. Llevamos prácticamente unas dos horas de camino —y
no un camino normal—. Estos por el contrario han decidido tomar caminos
estrechos en medio del bosque cerrado, sin carretera alguna.
Por lo tanto, se me ha dificultado seguir estrictamente el plan de las
tinturas, la densa oscuridad ha hecho menos visible el camino para mí, así
que he tratado en lo posible de arrojar el polvo donde vea más piso de tierra
que de monte.
Llevo seis en total, he tratado de guardar el número, porque le he
preguntado a Ismail cuanto podría durar el viaje, en cuanto me confirmó
que unas tres horas deteniéndonos para tomar agua o dar de beber a los
caballos, saqué alguna cuenta aproximada de qué cada veinte minutos
arrojaría una tintura.
Pero ahora mismo se me hace interminable la llegada, siento que el estrés
de toda una semana, la tensión de mi ánimo y este viaje agotador han
molido mi cuerpo y mi mente en un solo instante.
Un bostezo sale de mi boca entre tanto mis ojos se cierran vez tras vez,
pero de repente Ismail silva de nuevo haciendo que se detengan los
caballos, bajando de golpe del suyo para caminar rápidamente unos metros
más lejos de nosotros.
Aprovecho entonces para bajar de mi caballo y estirar mis piernas.
—No vayas —me detiene uno de los hombres—. Ya sabes están haciendo
su necesidad después de tomar tanta agua.
Asiento retrocediendo un poco, tratando de observar otro lado.
—Imagino que está feliz —vuelve a decir el hombre de manera insistente.
—¿Lo dices porque logré escapar del palacio? —pregunto siguiéndole la
cuerda.
—Sí, así es, debes sentirse libre.
Un suspiro sale de mi boca y cuando voy a responderle él se adelanta:
—Pronto tú y el jefe serán felices. No temas por todo lo que está pasando,
está monarquía está a punto de caer.
Un trago es pasado por mi garganta con dificultad. No solo por las
palabras que arroja, sino por la seguridad que marca su rostro.
—¿Por qué lo dices? Bueno… —trato de parecer relajada—. Sé que
nuestro grupo es fuerte ahora, pero, ¿ha pasado algo que no sé?
Una sonrisa es deslizada por su rostro.
—El rey morirá muy pronto. ¿Así que, qué más puede hacerle feliz?
Tendremos a nuestro líder frente a la nación de Angkor, y tú gobernarás a su
lado…
Un vasto frío se apodera de mi cuerpo; como si de repente las palabras del
hombre hubiesen congelado mi cuerpo, como si las órdenes de mi mente no
bastaran para hacerlo reaccionar.
Esto es más delicado de lo que pensaba, estos hombres realmente piensan
que están haciendo lo correcto. No entiendo cómo no pueden ver que las
vidas inocentes no son un trampolín para obtener el poder, no entiendo
cómo pueden simplemente aceptar esa realidad y hacerlas ideales por los
cuales luchar; e incluso anteponer sus vidas.
Ahora más que nunca estoy sintiendo una fuerte repulsión por el hombre
que una vez pensé querer. ¿Cómo es posible que un sentimiento pueda
transformarse de esa forma? ¿Cómo se pudo convertir mi aversión por Kalil
en amor? Porque ahora mismo ni siquiera puedo describir lo que siento.
Yo siento que he ligado mi vida a la de él para siempre.
—¿Necesita ir también?
La voz de Ismail me saca del trance en el que las palabras del otro hombre
me habían hundido. Entonces mojo mis labios y niego lentamente.
—No… solo quería estirar las piernas.
Mi nerviosismo capta su atención porque frunce el entrecejo; Ismail me
da una larga mirada y luego voltea hacia al otro hombre.
—¿Qué le dijiste? —pregunta muy serio mientras la sonrisa del hombre se
va desvaneciendo lentamente.
Necesito recomponerme. Necesito hacerlo ahora mismo; Ismail es un
hombre muy astuto y notará hasta el mínimo detalle como lo está haciendo
ahora.
El hombre tartamudea no sabiendo qué decir, ni entendiendo que error ha
cometido; en eso me atrevo a tomar el brazo de Ismail de forma pausada y
formo una sonrisa en mi rostro.
—Solo se alegraba por mi escape —comienzo a decir—. Mi nerviosismo
y tensión ahora mismo, es porque estoy muy cansada. Mi estancia esta
última semana en el palacio no ha sido muy cómoda, Ismail, estuve a punto
de morir.
Mis palabras literalmente aflojan su tensión quitando el rastro de duda en
su rostro. Un asentamiento tranquilo es gestado por él, mientras que da la
orden baja para que comencemos a andar de nuevo.
Suelto el aire.
El camino continúa a la vez que los hombres delante de nosotros andan
sin reparo. Ismail se junta a mí lo más que puede; por lo tanto, solo
aprovecho los muy pocos segundos cuando él gira de lado a lado o
inspecciona el recorrido para lanzar la tintura correspondiente.
Estoy agotada, inclusive en algunos trazos he cabeceado más de una vez.
Y para cuando inserto mi mano en la bolsa y lanzar otra tintura, me doy
cuenta de que ya no hay más de ellas.
—Estamos a solo unos minutos de llegar —anuncia Ismail mirándome
sonriente.
La oscuridad no es tan apremiante, quizás sean más de las cuatro de la
mañana, considerando que el viaje demoró tres horas, ya que exactamente
cuando vi el reloj de la habitación donde me encontraba antes de salir, era
más de la media noche.
Unas fogatas y movimientos me hacen despabilar de repente. Sin duda
alguna hemos llegado, y sin duda alguna el grupo Ayatolá se ha dispersado
a muchos lugares del bosque. Este lugar por supuesto nunca lo había visto.
Varios hombres silban y abuchean cuando nuestros caballos son visibles a
ellos, Ismail frena su caballo y se devuelve unos metros en donde me
encuentro yo. Entonces saca una capa de color marrón de entre sus cosas, y
me la ofrece.
—Póngasela, y cúbrase la cabeza —ordena observando hacia las carpas
que están por todo el lugar.
Sin dudar ni hacer alguna pregunta la tomo y me la coloco de tal forma
que solo pueda verse la mitad de mi rostro hacia abajo y comienzo andar
junto con Ismail. Sin dejar de detallar todo lo que hay en mi paso.
Los hombres salen de sus carpas saludando a todos, los demás ya han
bajado de sus caballos, pero Ismail continúa su caminata montado en el
suyo, tomando la rienda del mío también. Luego de pasar el territorio donde
estaban agrupadas tantas carpas que no pude contar el número, diviso una
más grande que todas las demás, a la que nos detenemos frente a ella.
Todo está alumbrado con fogatas y antorchas, y parece que nuestra
llegada ha alertado a todo el lugar.
Ismail se baja rápidamente y amarra los caballos en un poste de madera.
Luego de ello se dirige a mí, bajándome lentamente hasta que mis pies
tocan el piso. Por cuestión de necesidad le atajo el brazo. Los nervios me
han traicionado tanto que busco refugio en Ismail, como si este pudiera
salvarme de todo lo que pueda ocurrir aquí.
—No tengas miedo, Saravi, aquí no corres ningún peligro —advierte para
luego avanzar conmigo hacia la carpa.
Nos adentramos lentamente en ella mientras trato de divisar todo lo que
puedo, aunque la mitad de la visión esté nula por la capa. Justo cuando giro
de lado y lado para detallar el lugar, todo parece tan arreglado como si
estuvieran esperando a alguien para que lo habitase, así que unas botas
paradas frente a mí me indican que ha llegado el momento.
Mi capa es retirada suavemente y el rostro de Mishaal aparece en mi
campo de visión.

CAPÍTULO 28
Saravi.
Es el mismo rostro que solía recordar, solo que… parece más cuidado…
como si nada de lo que está sucediendo le hubiese afectado, como si
estuviera lejano a la adversidad que atraviesa el país. Como si las muertes
no estuvieran en su espalda.
Una sonrisa tímida es deslizada en su rostro mientras titubea en hablar o
no. Entonces alza una mano para ir rumbo a mi mejilla y como si mi cuerpo
se mandara solo, me retiro unos pasos hacia atrás.
¿Qué estoy haciendo?
Trato de decir algo, cualquier cosa para reparar la acción anterior, pero no
sé qué decir.
—Saravi… —pronuncia él con cierto recelo, no gustándole mi acción en
absoluto—. Estás a salvo ahora.
Mi respiración es agitada. Necesito negarme a mis propias emociones,
necesito estabilizarme y tener fuerza de voluntad.
—Lo siento —logro decir—. No sé…
—No te preocupes —dice acercándose un poco más, pero sin tocarme—.
Ha pasado por mucho, entiendo que me rechaces.
Afirmo.
—¿Por qué decidiste buscarme? ¿Por qué si la última vez que nos vimos,
yo me comporté como lo hice?
—Porque sé que estabas confundida, sé que te han dicho cosas que has
creído como verdad, y también porque… yo te amo, Saravi. Y eso tú no lo
has podido entender.
La tensión se apodera de mi cuerpo rápidamente, el rechazo ante sus
palabras me hace querer declinar ahora mismo de este propósito. Las
palabras heridas de Hanna me pasan como una película mientras una mueca
de desagrado se gesta en mi rostro.
—Lo estaba… ahora me arrepiento de haber pensado que eran buenos —
logro decir, sintiendo cada palabra clavada en mi corazón.
Mishaal entrecierra los ojos dudando un poco de lo que acabo de decir, e
imagino que aquí andarán pisando despacio conmigo, estoy segura de que
no se creerán a la ligera que soy fiel a ellos ahora.
Exactamente como lo estaban en el palacio. En sí, nadie confía en mí en
este momento.
—Siéntate —dice señalando un cojín—. Cuéntame… ¿Cómo es que pasó
todo esto?, ¿por qué llegaron al punto de encerrarte en esa habitación como
una traidora?
Sin duda alguna Mishaal conoce todo lo que sucede en el palacio.
—Alinna… la mujer aseguró que su familia me vio en varias ocasiones en
el bosque, exactamente donde se refugian uste…. Nuestro grupo Ayatolá.
Su ceño se frunce.
—¿Solo con su confesión bastó?
—Yo ya había hecho algunas otras cosas —miento—. Entre esas no
llevármela con ninguno de la familia, rechazar constantemente al rey y
querer escapar más de una vez. Y… le confesé también que amaba a otro
hombre…
El rostro de Mishaal cambia de inmediato, formando alegría en su rostro
de una forma abierta.
—Eso debió dolerle, aunque te confieso que tu ida del palacio le dejó las
puertas abiertas con esa mujer —sus palabras buscan irritarme
descaradamente, Mishaal está probándome por todos los ángulos.
Yo tomo aire disimuladamente y trato de parecer serena ante el dolor que
me han causado sus palabras. El hecho me trae a colisión el recuerdo de
Zura en mi habitación, el rostro de Kalil al despedirse de mí y sin duda
alguna el de Hanna; quien ni siquiera quería mirarme cuando entró a la
habitación, y quería evitar el contacto conmigo a como dé lugar.
No sé qué estará pasando en este momento, es muy pronto para saberlo, lo
único que deseo es que lo que estoy haciendo sirva de algo y que pase lo
más rápido posible. Espero que la ubicación se les facilite, y que Kalil tenga
paz en su vida de una buena vez.
—¿Te molesta la idea? —la pregunta de Mishaal nuevamente me trae al
presente.
—¿Sobre qué…? —inquiero perdida.
—Del rey… con esa mujer, Alinna.
—No me importa nada de lo que pase con esa gente.
La mirada del hombre se vuelve oscura, tratando de leer mis pensamientos
y sosteniendo la mirada en mí.
—Yo quiero confiar en ti. ¿Tú podrás confiar nuevamente en mí? —
pregunta tomándome el rostro—. ¿O traerás rastros del palacio?
—¿A qué te refieres?
—Solo quiero saber si estás dispuesta a olvidarte de la monarquía, Saravi,
de lo contrario no podré confiar en ti.
Me levanto de golpe, haciéndome la aludida. Tratando de buscar la capa
que antes cargaba sobre mi cabeza.
—Será mejor que me vaya a otra parte —digo agitada—. No dejaré que
más nadie me diga lo que tengo que hacer, Mishaal ¡Estoy harta de las
condiciones! ¡Estoy harta de la desconfianza! Hubiese preferido que
acabaran con mi vida en el palacio.
Algunas palabras son tan ciertas. Si fuese por mí me largaría de este lugar
y me iría a donde nadie pudiese encontrarme.
La mano de Mishaal presiona mi brazo para darme vuelta hacia él y
apretarme a su cuerpo. Luego aliviana el agarre creando un abrazo cálido
metiendo su cabeza en mi cabello.
—No quiero perderte una vez más… no sabes el sufrimiento que he
padecido imaginándote en el palacio, a merced de ese maldito.
—Yo te pedí que huyéramos antes de todo esto, pero tú decidiste algo
diferente para nosotros… tú cambiaste las cosas, lo hiciste solo —digo
reprimiendo los ojos tan fuertes como puedo.
—Perdóname… ¡Perdóname, por favor! Todo será diferente ahora. Todo
será diferente…
Kalil.
La desesperación y el dolor del pueblo, los gritos de horror, los lamentos
de las madres por sus hijos y los niños deambulando aterrorizados sin saber
a qué brazos recurrir, sin duda alguna han quedado grabados en mi mente.
Mi cuerpo está bañado en sudor mientras me siento de golpe en la cama
ante la continua pesadilla que he vuelto a tener. Hace ya cuatro días que
Saravi ha abandonado el palacio, hace cuatro días me desplegué con varios
pelotones al centro de Angkor para visualizar con mis propios ojos, el
horror que los rebeldes habían causado en cuestión de horas.
Sin duda alguna nada de lo que imaginé. Todo bajo su paso había quedado
en desastre, saqueos, heridos y muertos por todo el lugar donde me topé.
Albergamos algunas casas para los refugiados y heridos, ya que como dijo
Basim, el hospital de la región no habría dado abasto para tantos. Otras
regiones de Angkor resultaron ilesas, inclusive solo el miedo entró en ellas
ante los rumores de lo que sucedió en el centro. Fue un largo día, también
mi hermana estuvo dispuesta a dialogar con algunos grupos aledaños
desvinculados a los sublevados, para obtener su ayuda ante el desastre que
estábamos evidenciando.
Fue sin duda alguna el día más devastador, y mi mayor temor era que
cabía la posibilidad de que esto solo fuese el comienzo.
Luego de una dura jornada, del viaje de ida y de regreso al centro de
Angkor, surgió una reunión de urgencia con los altos mandos militares y
todos los acaudalados del país; entre ellos vizcondes y duques de todas las
regiones fueron llamados a mi presencia.
Lo más duro de todo fue escuchar a mi madre en plena reunión hablar con
tal odio y desprecio ventilando la traición de la reina, y con ello
produciendo gran impresión en todos los presentes.
Tuve que interceder, tenía que hacerlo, no podía dejar que denigraran ni
hicieran de un lado a la mujer que ahora mismo estaba ante poniendo su
vida para tomar sorpresivamente al grupo Ayatolá. Necesitaba también
expresar los hechos que la habían llevado al caso y mentir sobre que ella
había sido rescatada por sus líderes. Y había vuelto a ellos.
Sabiendo que no podía dar ninguna pista de lo que teníamos planeado,
necesitábamos dudar de todos en este momento entendiendo que nuestras
palabras se propagarían rápidamente hasta llegar a los oídos de Mishaal
Rezhac.
—No puedo creerlo —expresó la mujer del conde Marras—. Ella se veía
tan dispuesta… tan…
—Es solo una traidora —escupió mi madre—. Espero que la vida le cobre
lo que ahora mismo está sufriendo nuestro país.
Una ola de murmullos comenzó a esparcirse por todo el salón mientras
que mi sobrio padre permanecía en silencio, no podía reconocer a ese
hombre, sin duda alguna algo estaba pasándole.
Los recuerdos no dejan de cesar en mi cabeza, realmente el tormento se ha
apoderado de mí. El saber que mi país corre un gran peligro constante y el
estar consciente de que hasta ahora no he podido obtener el croquis del
recorrido de Saravi, me crea una amargura incontrolable.
El bosque cerrado sin duda alguna ha dificultado conectar todos los
puntos que ella arrojó al suelo cada vez que pudo, sin embargo, hasta ahora
solo tenemos cinco tintas de ellas, ubicándonos solo a la mitad del camino.
Me levanto rápidamente y me doy una ducha fría, a pesar de la temprana
hora, es necesario que desde ya sigamos colocando la fuerza necesaria para
que esto acabe de una vez por todas.
El palacio estaba rodeado de guardias por donde se visualice, todos a mi
paso van colocándose alertas, mientras poco a poco Basim llegó hasta mi
lugar mientras caminaba.
—Los pelotones están regresando del bosque, turnaré con otros para que
descansen. También envié nuevos grupos al centro de Angkor. Varios
sectores se han sumado para ayudar a los heridos.
Basim va relatándome las novedades mientras no dirigimos al despacho
donde firmaré algunas cartas para desembolsar dinero para las aldeas.
Luego de ello saldré yo mismo con los generales a inspeccionar otros
terrenos.
Y sin duda alguna a seguir el rastro de Saravi.
Luego de desayunar y de dejar algunas cosas listas, pido a Basim para que
estén preparados para salir, pero justo cuando estoy a punto de irme de la
habitación nuevamente mi madre entra en ella creando una gran tensión
entre nosotros.
—Nuevamente saldrás… —afirma ella. Su antiguo rostro, aquel que me
hacía estremecer ante sus delicados gestos ha desaparecido desde hace un
tiempo, literalmente mi madre se ha convertido en otra persona después de
lo ocurrido.
—Debo hacerlo, es mi responsabilidad hacerme cargo de mi país, madre.
—Ciertamente has dicho la verdad hijo, de tu país. Pero tú vas tras esa
mujer.
La irritación se apodera de mí.
—¿Qué? ¿Estás escuchándote? ¡Por Dios! —bufo.
—A mí no me engañas, Kalil, soy tu madre ¿Crees que no sé qué bajo ese
plan de prender al líder, se encuentra tus ansias de ver a Saravi de nuevo?
—Madre…
—Ella no volverá, hazte esa idea.
Sus palabras me causaron un temor enorme, creando un dolor agudo en
mi pecho.
—Y por qué lo afirma tan convincentemente ¿acaso qué le dijo a Saravi?
—pregunto acercándome y tratando de controlar las emociones que
comienzan a remolinarse dentro de mí.
—Confórmate en saber que ella no regresará, ¿o acaso qué piensas que
esté pasando ahora? ¿Crees que su amante dejará que ella regrese? ¿Piensas
que después de haber recuperado la libertad que ella tanto quería, volverá a
ti? ¡Por favor, Kalil! ¡Reacciona!, date cuenta de que ella solo te ha
engañado. ¡Por favor, hijo! Tu madre sabe del corazón de una mujer.
Un arrebato de ira me envuelve hasta el punto de cegarme, ahora mismo
me escuece la línea de los ojos. Quito las manos de mi madre sobre mí y
comienzo a caminar tan rápido como puedo. Quiero descargar toda la
frustración que cargo, necesito aliviar el peso que está consumiéndome en
estos momentos.
—¡Que abran las puertas! —le digo a Basim llegando al patio y
tomándolo desprevenido.
—¡No! —Grita—. Aún no están listos todos los soldados. No podemos
salir así.
—¡Abre la jodida puerta…! ¡Es una orden, general!
Su rostro palidecido asiente en dirección de los demás guardas y pego tan
duro como puedo al caballo, haciendo que este arranque con una fuerza
inigualable. Entonces me dejo llevar por su galope tanto como puedo sin
pensar, sin reaccionar a la locura de estar saliendo solo del palacio.
Perdiendo toda la razón posible hasta solo divisar árboles y carretera.
El caballo poco a poco va disminuyendo su andar, agitado por el gran
esfuerzo que realizó desde el principio, y solo en ese acompasar logro
escuchar que otro caballo se acerca hacia mí, haciéndome girar de golpe.
—No debiste venir —digo mirando más calmado a Basim, quien furioso
aguarda traspasándome con la mirada.
—No sé si quiere matarse usted, pero dejaré recaer su culpa si algo le
ocurre ante su necedad.
He ido demasiado lejos, es verdad, salir sin guardias es demasiado
peligroso en estos momentos, pero las palabras de mi madre tocaron la fibra
más sensible de mí y no pude soportarlo por un minuto más.
—Tienes razón, es momento de regresar —digo llegando a su lado para
seguir la dirección de vuelta al palacio—. Aun así, nada más lleguemos
retomaremos la búsqueda.
—Nada más lleguemos me arrodillaré a dar gracias, porque nos salvamos
de esta impertinencia —dice Basim asomándome una sonrisa.
Justamente cuando una carcajada va a salir de mi ante su gesto, siento un
fuerte golpe en la nuca, haciendo que mis manos por acción propia suelten
las riendas viendo por última vez el rostro de Basim, mientras me
desvanezco.
Su rostro solo dice una cosa por última vez: Terror.

CAPÍTULO 29
Saravi.
El agua helada recorriendo todas mis extremidades me hace sentir viva,
amortigua la sensación de preocupación en mi pecho y relaja mis músculos
contraídos. A pesar de que no puedo tomar el baño sola en el río, trato como
si lo estuviera.
Alejo por un momento los pensamientos de mi pesadilla y trato solo por
unos segundos imaginar mis anhelos.
El sonido del agua es como música para mis oídos, realmente este
momento de la tarde es el que más disfruto en medio de todo este caos.
Desde el instante en que llegué pude percibir que estábamos a poca
distancia de un cauce, y en efecto un bello arroyo estaba a unos pocos
metros de la aldea en donde hace cuatro días había llegado.
Por supuesto no podía venir sola. Siempre contaba con dos hombres de
confianza de Mishaal para que me acompañaran al menos por una hora en
mi baño, porque después de todo necesitaba un momento para calmar la
tensión, que me provocaba estar con esta gente que tanto daño le estaba
causando a Angkor.
Y lo peor de todo, es que yo debía simular que eran de mi agrado.
Sé que no era fácil unir los puntos que yo había dejado para encontrar este
lugar, y debía hacer quedar al grupo lo más que pudiera aquí el tiempo
posible, porque si esto no funcionaba sería en vano todo el esfuerzo que
había hecho hasta hoy.
Una mano toca mi hombro suavemente, moviéndome insistentemente.
Entonces abro mis ojos y divisó unas botas de combate, metidas entre el
agua. El hombre tapa mi visión al cielo mientras dice:
—Debemos irnos ya.
Me levanto lentamente mientras se escurre el agua por la bata larga que
tengo, camino a las siguientes piedras para cubrirme con otras capas y
abrigarme un poco ante el torrente de aire frío que me acalambró la piel.
Luego de calzar mis pies comienzo a andar con los hombres delante de mí
preparándome mentalmente para entrar a la realidad. A unos pocos minutos
comenzamos a pasar las carpas que parecen carecer de gente, lo que se me
hace extraño a esta hora del día. Pareciera como si todos se hubiesen ido del
lugar.
Me detengo de golpe cuando observo un montón de hombres
arremolinados alrededor de la carpa de Mishaal, riendo a carcajadas y
festejando con alegría como si hubiese una celebración.
No puedo decir que todos se encuentran aquí, aunque hay muchos,
inclusive hasta personas que no había visto antes. El corazón me late con
fuerza, porque, aunque no sepa que está pasando puedo deducir que la
alegría de ellos sería una tragedia para Angkor, el palacio e incluso Kalil.
¡Por favor, Dios!
Me deslizo, pasando desapercibida hasta llegar a la carpa, una mano me
ataja y cuando alzó la mirada me topo con los ojos de Mishaal a la entrada.
—¿Por qué tardaste tanto? —pregunta él buscando a los hombres que
estaban conmigo detrás de mí.
—No lo sé, me perdí en el momento, déjame entrar, hace mucho frío y
debo quitarme estas capas mojadas.
Sus ojos lanzan un brillo misterioso. Vuelve alzar su vista sin soltarme y
se dirige hacia Ismail para susurrarle unas palabras que con mucha
dificultad logro escuchar por el bullicio:
—Prepara todo.
Luego entra conmigo a la carpa, cerrándola por completo.
—Te tengo una sorpresa —dice sonriendo con sinceridad.
—Estoy… Ansiosa —logro responder titubeando. El frío y los nervios me
tienen al borde del estremecimiento constante de mi cuerpo.
Mishaal da unos pasos lentos y lánguidos hasta llegar a mí para luego
rozar sus dedos por mi mejilla.
—Tienes los labios morados, no debiste estar tanto tiempo en el agua.
Mis ojos se cierran al instante, pero no es una sensación bonita la que
siento, no me siento cómoda al tacto de Mishaal, ni el aire que choca con mi
rostro ante su cercanía. Pero me es necesario controlar el rechazo innato que
mi cuerpo expresa cada vez que este hombre hace un contacto para
conmigo.
—Entiende… Tenía mucho tiempo de no sentirme así… Tan… Libre —
explico por fin.
—Está bien, dejaré que te cambies, luego mandaré a que vengan por ti y
te lleven a la sorpresa —expone sonriente. Entonces toma mi rostro y junta
sus labios con los míos para darme un beso profundo como si su euforia
estuviera descargándose en mí.
Mishaal se despega con la marca de deseo en sus ojos y sale de unas
estocadas de la carpa, mientras yo me dejo caer en el suelo limpiando de
forma incontrolada mi boca. Quiero gritar de impotencia, quiero llorar para
descargar la repulsión que se desboca de mí ser.
He tratado con todas mis fuerzas de controlar con destreza los intentos de
acercamiento de Mishaal, no sé cuándo será el día en que el hombre no
quiera refrenarse más y yo ya no pueda seguir fingiendo. Lo que no
permitiré es que él pueda tocarme. No lo haré.
Por inercia mis piernas cobran vida propia y me levanto para poder
cambiarme y hacer corta la distancia que me separa de la “supuesta
sorpresa” que tiene Mishaal.
Sin duda alguna debe conectarse con el bullicio afuera de la tienda, que
desde el momento en que llegué parece haberse dispersado, ya que los
gritos y risas han sido disipados de un momento a otro.
Con el cinto del vestido ajustado y mi cabello cepillado, salgo de la
tienda. Las fogatas ya se han comenzado a encender a pesar de que hay
claridad del día todavía, y justo cuando voy a comenzar a andar el rostro de
Borja me detiene el camino.
No lo había visto, incluso la última vez que lo divisé fue en el palacio y
después sucedieron los hechos del supuesto secuestro por el grupo Ayatolá.
Pero sabía que no había sido así.
—Me enviaron por ti —dice con su inigualable cara de muro.
—Hola, Borja, me alegra verte.
—Si, como sea, vamos.
Echo andar con él, mientras pienso en qué quiere decirme o mostrarme
Mishaal. Pero luego de andar varios minutos noto que nos hemos alejado
bastante de las carpas e inclusive del camino al arroyo.
—¿A dónde vamos? ¿Por qué estamos lejos de las carpas? —pregunto
insistentemente.
—Tienes una memoria muy corta —indica Borja mientras camina con un
puñal en la mano—. Solo detalla a tu alrededor y recordarás.
Sin embargo, no es hasta que se asoma una casa vieja y descuidada en mi
visión, que los recuerdos vienen de golpe hacia mí.
Es exactamente la casa en donde me encontré con Mishaal. Ellos siguen
teniendo la misma ubicación, solo que entran por diferentes direcciones.
Por ende, estoy segura de que estamos muy cerca del centro de Angkor.
Necesito hacer llegar esta información. No sé cómo, pero debo hacerlo.
—¿Ya lo recuerdas? —pregunta Borja deteniéndose frente a la casa, esta
vez hay al menos diez hombres frente a ella.
—Creería qué si —miento—. El lugar no lo reconozco, pero la casa sí,
por supuesto.
—Mejor —responde continuando el camino hasta que nos detenemos
junto a la entrada.
Nada ha cambiado, sigue estando destartalada con un olor a añejo.
Borja hace una señal a los hombres y gira el pomo de la puerta para
hacerme una venia con la mano. Lentamente entro teniendo la visión de
Mishaal e Ismail dentro de la casa ahora iluminada.
¿Qué estará pasando? ¿Por qué tanto misterio?
Aunque los nervios amenazan con destrozarme la cordura trato de relajar
mi rostro y acoplarme a la situación. Borja cierra después de entrar y se
coloca a mi lado.
—¿A qué se debe todo esto? —pregunto a Mishaal pareciendo algo
enfadada—. No entiendo por qué tanto misterio.
El hombre desliza una sonrisa aterradora mirándome fijamente diciendo:
—La caída de la monarquía ha comenzado, cariño.
Sus palabras van acompañadas de largas risas por parte de Ismail y Borja,
mientras que uno de ellos comienza a caminar hacia la esquina de la casa.
Allí es cuando me doy cuenta de que hay dos hombres amordazados con
una capucha en sus rostros.
No puedo distinguirlos bien, de hecho, la oscuridad de las esquinas solo
me deja ver sus figuras nada más. No sé aún de quiénes se trata, pero por el
rostro de los presentes, deben ser generales importantes del palacio y eso
me aterra. Me horroriza la idea de que algo haya salido mal, de que estos
sean los hombres que estuvieron siguiendo el rastro que yo misma coloqué,
y que los descubrieron.
Sería terrible el solo pensarlo.
—¿Quiénes son? —digo volviendo mi mirada a Mishaal controlando mi
temblor.
—Lo descubrirás tu misma, Saravi. ¡Traerlos Borja!
Borja camina hasta los hombres y de forma ordinaria hace que se
levanten, empujándolos para que caminen hacia el centro de la casa, donde
estamos nosotros. Poco a poco logro detallarlos, sus ropas están lo
suficientemente sucias como para no distinguir el color y la forma de ellas,
incluso la capa que tienen en sus rostros llega hasta la mitad del dorso. Sus
manos amarradas están algo ensangrentadas y rojas por la presión de la
soga.
Algo muy extraño recorre mi cuerpo, una sensación de dolor me hace
agudizar los sentidos mientras poco a poco me acerco a ellos para descubrir
quién está detrás de las capuchas.
Paso el trago lentamente mientras me pongo frente a uno de ellos y
comienzo a alzar la capa, entonces me encuentro con rostro bastante de
Basim… muy golpeado.
«¡No!», grita mi interior mientras su mirada se conecta a la mía.
«¡No! ¡No puedo ser!»
—Basim… —el susurro se escapa de mis labios casi como si me hubiesen
arrancado la palabra.
Aun en la situación en la que se encuentra, él no se deja amedrentar por el
lugar ni por los presentes, su porte es duro y en silencio entre tanto sostiene
su mirada a mi sitio.
Con la agitación en mi pecho y un ardor en mi garganta rápidamente giro
hacia el otro hombre y sin paciencia alguna, quito la capa para que una
estaca se clave en mi pecho ante la desgracia que mis ojos están
presenciando.
¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Cómo?
La mirada de Kalil me recorre entera y una mediana sonrisa se gesta en su
rostro al conectar sus ojos con los míos.
Tiene sangre en una de sus cejas y el labio rasgado. Pero su rostro sigue
siendo tan bello incluso más de lo que recordaba.
¿Cómo puedo controlar mis sentimientos ahora mismo? ¿Cómo puedo
actuar sin que la verdadera Saravi salga a relucir?
Incluso… ¿Qué pasará ahora? ¿Qué harán con ellos?
Congelo mi rostro al instante no consintiendo su mirada, si doy un paso en
falso lo matarás, a Mishaal no le tiembla la mano por asesinar a un
ciudadano inocente de Angkor, mucho menos tendrá misericordia con el
mismo rey.
Después de que rechazara la intensión de Kalil, su ceño se frunce ante mi
respuesta, y sumando, le devuelvo una mirada de desagrado.
Debo hacerlo.
—Es extraordinario… —expreso en dirección de Mishaal—. ¿Qué harás?
Basim y el rey intercambian miradas, puedo verlo por el rabillo del ojo,
mientras Mishaal me detalla con suspicacia.
—¿Qué crees que debería hacer? —interpela acercándose a mí
galantemente, como si en este momento estuviese seduciendo su presa.
—Debes aprovechar esta ocasión, podemos…
—¡Matarlos sería lo mejor! —interrumpe Borja creando desespero en mí.
—¿Matarlos? —Pregunto haciéndome la tonta e indignada—. ¿Por qué
piensas como una bestia del campo? ¿Acaso no sabes que alguien sucedería
su lugar?
Mis palabras han herido totalmente a Borja, quien amenazante bufa como
animal herido, acercándose a mí, amenazante.
—Ni se te ocurra —le frena Mishaal con la mano—. Lo que dice Saravi
es cierto. Los mataremos cuando consigamos nuestro objetivo.
El hombre bufó, y se retira refrenando su furia contenida.
—Parece que no tienes a nadie inteligente en tu equipo… —La voz
inesperada de Kalil hace que nos giremos de golpe hacia él, temiendo por
mi parte que su atrevimiento en su situación le traiga por consecuencia una
golpiza. Y temo enormemente porque eso pase.
La mirada iracunda de Mishaal me asegura que esto no irá bien y cuando
Ismail se prepara para dar una golpiza al rey, Mishaal vuelve a detener el
acto para hacer lo que jamás imaginé.
Toma mi brazo y lo hala hacia él mientras presiona mi cuerpo y junta su
boca con la mía. Un beso bastante grotesco y elaborado que no dura mucho
se comienza a gestar en el momento, para que, al siguiente minuto, Mishaal
se separe asechando al rey desafiante.
No me queda de otra que virar en dirección de Kalil, para evidenciar en su
mirada dolor e ira, que le hacen perder la cordura.
Este, lanza todo su cuerpo contra Mishaal, y al tiempo arrojando el mío a
varios metros de ellos cayendo al piso, Basim intenta hacer lo suyo, pero es
imposible que ellos tengan oportunidad, sus manos atadas y sus cuerpos
débiles los dejan en desventaja, eso sumado a que en unos segundos el lugar
se llena de hombres salvaguardando la vida de Mishaal.
Los golpes por parte de todos no cesan hacia el rey y Basim, entonces en
desespero y sin pensarlo, voy hacia dónde están y grito descontrolada por la
situación. Van a matarlos si continúan golpeándolos de forma tan salvaje.
—¡¡Basta!! ¡¡Basta!! ¡Los matarán! ¡Basta! —grito empujándolos con una
fuerza irreconocible buscando a Mishaal para hacer algo—. ¿Así quieres
comenzar? ¡Vas a arruinar todo lo que te ha costado! —le suplico cuando
por fin lo tengo en frente.
—¡Deténganse! —ordena él entre tanto todos comienzan a separarse de
sus cuerpos en el suelo, en este instante por fin puedo verlos a ambos
mientras las lágrimas amenazan por salir, así que necesito terminar con todo
esto, porque me derrumbaré aquí mismo.
Los golpearon hasta el cansancio, de hecho, puedo ver la sangre que sale
de su boca mientras tosen y toman el aliento.
—No me quedaré más aquí…
Comienzo a caminar apresurada saliendo del lugar, entre tanto mi cuerpo
lucha por volver para comprobar si Kalil está bien. Pero no puedo arruinar
la única oportunidad que tengo para salvar su vida. No puedo.
Mishaal corre tras de mí hasta que alcanza mi paso atajándome en sus
brazos.
—¡Espera…! —ordena agitado—. No quiero actuar precipitadamente,
necesitaba saber si había… Algún sentimiento en ti por ese hombre.
Lo miro con rabia, pero sobreactuando mis emociones.
—¿Cómo lograron capturarlos? —Pregunto tratando de controlarme.
—Un hombre nuestro nos dijo que el rey dio un paso en falso. Algo debió
pasar en el palacio porque salió solo.
—¿Solo? —digo no creyendo lo que escucho.
—Así es, no dudó en advertir al grupo que estaba alrededor del palacio y
fueron tras él. Luego llegó Basim, pero dos no eran amenaza, así que los
capturaron muy sigilosamente. Realmente ellos nos la pusieron fácil.
—Debes tener cuidado Mishaal, esto puede ser una trampa —miento,
tratando de mantener con vida al rey.
Su entre ceño se frunce, he creado duda en él.
—¿Qué quieres decir?
—Escucha, estuve en el palacio el tiempo suficiente para saber que eso no
ocurre porque sí. Presencié algunas reuniones donde el rey quería ser su
propia carnada, y muchos generales le suplicaban que declinara de la
intensión; tampoco puedes confiar en el grupo que está a los alrededores del
palacio. Pueden tenerte una trampa también. ¿Acaso no has pensado que
como tú tienes gente dentro del palacio, ellos también los tendrían dentro
del grupo ayatolá?
NO sé de dónde surgieron tantas palabras, no sé cómo desarrollé esta idea,
lo único que me complace es ver el rostro de Mishaal entre la confusión y el
miedo. Y eso me da cierta satisfacción.
—No había pensado en nada de eso… —expone mirando a la lejanía.
—Sé que no confías plenamente en mí, pero date cuenta de que hay
muchos riesgos. El tenerlos aquí es una gran ventaja, y me alegra de cierto
modo, pero también puede ser el fin de Ayatolá, Mishaal, por favor,
andemos con cuidado.
Lo hice. Introduje la duda en él y este era el momento preciso, no tiene a
sus dos guardas en sus lomos y eso me daba cierta ventaja.
—Tienes razón, necesito estar alerta, necesito ir con más cuidado. Ahora
mandaremos un mensaje al palacio, necesitamos amedrentarlos porque
quiero que piensen que devolveremos la vida del rey.
Un golpe amortiguado se posiciona en mi estómago.
—Mishaal… —digo tomando un largo suspiro—. Yo puedo ir al centro de
Angkor a enviar la nota.
—Eso no será posible —dictamina letal.
—Escúchame, la dejaré con una guarda de ellos, no verán mi rostro, iré
con hombres nuestros. Esto por ayudarte a ti y también por mí.
—No entiendo nada de lo que dices. Lo único que sé, es que no irás.
—Escúchame, por favor —explico en súplica mientras las lágrimas van
cayendo por mis mejillas—. Quitaron a Nadia de mi lado hace un tiempo
ya, ella es solo es una niña que debe estar muy asustada, y yo le prometí
que la buscaría. ¡Por favor! Iré con tus hombres. No pasará nada. ¡Por
favor! ¡Déjame traerla conmigo!
Veo como Ismail y Borja vienen en camino y no pierdo el tiempo en
unirme a Mishaal dándole un beso en la boca para luego disponerme a
abrazarlo.
—¡Por favor! —Insisto tomando la angustia por una sola verdad que dijo
en mis palabras:
¡Nadia!
—Está bien… —dice tomándome el rostro—. Saldrás mañana a primera
hora.
Asiento sonriendo, entre el alivio y el miedo. Mishaal entrelaza su mano
en mis dedos, mientras seguimos caminando para dar comienzo a la noche,
una noche que pretenden festejar…
CAPÍTULO 30
Kalil.
El cuerpo me duele tanto que hasta el respirar me cuesta. Logro sentarme
con dificultad para zarandear el cuerpo inamovible de Basim.
Me preocupa, me preocupa mucho su estado, su cuerpo prácticamente se
puso como escudo encima de mí en el momento que llegó el resto de los
hombres para seguir con la golpiza que yo mismo propicié.
La soga en mis manos ya llegó a un punto en que me crea un malestar
constante por su rozadura en la piel amordazada. Pero debo buscar la forma
de salir de aquí con Basim, de lo contrario nuestras vidas no llegarán a otro
día más; no puedo arriesgarme solo por las palabras de convencimiento de
Saravi hacia el bastado, su nerviosismo la delataba, sabía que, el hombre
andaría pisando con cuidado para con ella.
También necesito saber en qué lugar se encuentra, no saldré de este lugar
sin llevármela de aquí, cerciorándome de que esté a salvo.
Fui de lo más imbécil posible, esta situación que está ocurriendo ahora ha
sido por mi culpa, por mi arrebato y por las palabras mal habidas de mi
madre.
Lo único que me tranquiliza en este momento es que Hanna quedará a
cargo de cualquier decisión en mi ausencia, yo le delegué ese poder desde
que tomé la corona, y estoy convencido de que tomará la mejor decisión en
medio de todo esto.
Logro levantarme con mucho esfuerzo sin conseguir que Basim reaccione.
Poco a poco y de forma silenciosa me acerco sigilosamente a la ventana
para ver a través de una lata entre puesta, para saber cuántos hombres están
a la guardia de nosotros.
Cuatro hombres, que en efecto están tomando bebida. Parece que nuestra
llegada ha emocionado el lugar. Y están festejando por ello.
Aprovecho la lata puesta semi improvisada y comienzo a rasgar la soga.
Es el único lugar en el que puedo ver con más claridad por la luz que
proviene de afuera. En el momento en que salieron de la casa, quitaron toda
iluminación de esta. No va a ser fácil cortar la soga, pero, no tengo otra
opción.
Una tos en forma de ahogo me despista de la acción que estoy ejecutando
y giro rápidamente en dirección de Basim. La oscuridad es apremiante,
pero, aun así, la poca luz de la ventana nos da un poco de vista en algunas
partes de la casa vieja.
—¡Basim! —llamo llegando rápidamente hacia él. Este se mueve a un
costado con una mueca de dolor en su rostro.
—Estoy jodido…
Varios hilos de sangre han salido de su boca al toser, en realidad tiene
muchas heridas en su cara, junto a varios moretones.
—¡Debemos salir de aquí lo más pronto posible! —digo tratando de
ayudarlo a sentar.
—No llegaríamos ni a un kilómetro. Este lugar debe estar inundado de
rebeldes. Estoy casi seguro que aquí y alrededor se resguardaba todo el
grupo ayatolá.
—No lo sé a ciencia cierta —repongo pensativo—. Pero no podemos
quedarnos aquí.
Un bullicio más fuerte del normal se comienza a gestar afuera, la
algarabía y los choques de celebración han encendido el lugar.
Inclusive escucho como se establece una conversación fuera de la casa, lo
que no sé muy bien es de quiénes se trata. Tumbo a Basim nuevamente y
acomodo la soga de mis manos; sin duda alguna alguien entrará en
cualquier momento y debemos colocarnos en la misma posición para no
levantar sospecha.
—Hazte el muerto —le ordeno a Basim mientras él vuelve a recostarse
con dolor en su rostro.
Un silencio apremiante inunda el lugar y ahora solo el sonido
amortiguado a lo lejos de los gritos y algarabía, son lo que sostienen mi
agitación imperiosa.
La puerta se abre sigilosamente y por fin veo la silueta que se asoma en la
casa…
¿Saravi?
Inmediatamente la puerta es cerrada y ella se acerca rápidamente a
nuestro lugar.
—¿Saravi? —pregunto sin poder creerlo.
—Kalil… —su rostro estremece todo mi cuerpo—. No tengo mucho
tiempo… Por favor, escúchame.
No dejo que continúe, como si mi cuerpo reaccionara a su presencia, tomo
su rostro y lo acerco totalmente al mío rozando sus labios y aspirando su
olor. Uno mis labios con los suyos y ella responde de inmediato a tan
ansiado gesto.
Luego se despega
—Mañana iré al centro de Angkor —explica rápidamente en susurro—.
Esta es la única oportunidad que tengo…
—¿Qué harás?
—Haré llegar un recado al palacio, Mishaal enviará una sentencia, tu vida
y la de Basim a cambio de que tu familia desaloje el palacio… En tres días
lo tomarán, tienen un plan para eso.
—No… —las palabras salen mi boca mientras el desespero se apodera de
mí… ¡No!
Los labios de Saravi tiemblan observando mi expresión, rápidamente seca
una lágrima que se escapa de sus ojos y toma mi rostro decidida.
—Necesito que confíes en mí, aunque no lo merezca. En tres días, esta
aldea quedará con muy pocos soldados y yo vendré por ti. No me lleves la
contraria en nada, te mostraré un camino al río, allí estoy segura te
buscarán…
Un sonido de voces y pasos se escuchan afuera de la cabaña. Entonces
Saravi se levanta para revisar y se agita nuevamente.
—Debo regresar… ¡Por favor! ¡No te muevas de aquí! Y no trates de huir,
necesito que sigas el plan. Yo enviaré una nota personal a Hanna y vendrán
por ti.
—¡Saravi! ¿Qué pasará contigo?
Ella no se gira para responder, su detenimiento solo demora unos
segundos hasta que sale definitivamente de la cabaña, escurriéndose de la
misma forma como entró.
La preocupación y el incierto se instalan en mi pecho, quiero confiar en
ella, y en lo que Hanna hará para terminar con esta pesadilla, por más de
que quiera hacerme el fuerte, jamás en mis condiciones podría hacer nada
sino empeorar las cosas.
Pero el hueco en mi pecho es tal que el desespero se apodera de mí, quiero
lo mejor para Angkor, incluso quiero que los rebeldes desaparezcan de una
buena vez por todas; pero preocupa muchísimo la seguridad de Saravi, me
preocupa el no saber qué pasará con ella, pero sobre todo… si se quedará
conmigo.
Saravi.
De forma sigilosa camino de puntillas, escabulléndome por los rincones
oscuros donde la iluminación del fuego no llega, aprovechando la ebriedad
de más de miles de hombres que se han arremolinado en el sector. Esta es la
única oportunidad que tengo, esta es la señal que el cielo me regaló para
tratar de reparar el daño que he causado.
Luego de un largo recorrido logro llegar por detrás de la carpa de Mishaal,
pude despegarme de él al decirle que estaba realmente cansada y él da por
hecho que yo estoy dormida y descansando en este momento.
Cuando entro en la carpa, suelto el aire para acompasar la agitación que
me llevó todo el recorrido. Rápidamente me coloco entre los cojines
mientras que suelto de forma precipitada las lágrimas que ya no puedo
retener.
Tengo miedo, estoy aterrada ante la única idea que se me formó en la
cabeza para darle un punto final a todo esto. Incluso sabiendo que puede ser
una batalla perdida, lo quiero intentar, quiero hacerlo hasta el final, pase lo
que pase.
Ya tengo lista la carta entera que redacté para Hanna, le especifiqué paso
por paso el plan a seguir. Y ruego a Dios que ella pueda confiar en mí y que
las cosas se puedan dar tal y como espero que se den.
Mis ojos parpadean varias veces tratando de no adormecerme, porque aun
cuando la algarabía allá afuera es tan fuerte, mi cuerpo y mi mente ya no
dan para más…
****
—No quiten sus ojos de ella —ordena Mishaal en dirección de los tres
hombres que están parados frente a nosotros.
Los rayos del sol están comenzando a asomarse a través de las montañas,
el frío de la mañana se instala en mi piel, dando pie a un escalofrío que
recorre mi espalda al pensar en que este es el inicio de todo.
—Por supuesto, señor —responde uno de los hombres que me
acompañará mientras me da una ojeada.
En cuestión de segundos, ellos se retiran para buscar los caballos.
El lugar es un completo desastre; botellas, ropa, y muchas cosas están por
todo el suelo mientras el humo de muchas fogatas trae el recuerdo del festín
de ayer. Observo a lo lejos, pensando cómo amanecería el rey y Basim y
solo espero que ese terco hombre pueda hacerme caso y que traten de
mantenerse con vida.
—No demoren más de lo que deben —las palabras de Mishaal me hacen
parpadear varias veces trayéndome a la realidad.
—Cuando estemos en el centro de Angkor haré tal y como te dije. Me
separaré de tus hombres un poco, todos deben saber que yo he sido
rescatada por ti del palacio. Sería muy evidente que ande campante con
ellos por las aldeas. El rey también tiene muchos adeptos, no podemos ser
imprudentes…
—Lo sé. Solo… Entrega la nota y retírate.
—Lo haré. También debes darme un tiempo más. Por Nadia, necesito
preguntar por ella.
Sus manos van al rostro mostrando la irritación que le causa salir de sus
planes. Sin embargo, suelta el aire negando y se acerca hacia mí colocando
su frente en la mía.
—Confiaré en ti.
Aprovecho el momento y lo rodeo con mis brazos dándole las gracias.
Los tres hombres llegan con los caballos anunciando nuestra partida y
justo cuando me monto en ellos, Ismail y Borja llegan al lado de Mishaal
dando informes de manera cautelosa. No logro escuchar lo que dicen, solo
asomo una mano en señal de despedida hasta que los caballos comienzan a
andar quedando atrás el rostro de estos tres como si de una roca se tratase.
Un suspiro de alivio es expulsado por mi boca mientras comienzo a
detallar de forma precisa todo el camino, necesito observar en detalle el
momento en que pasemos cerca de la cabaña, preciso calcular el tiempo de
camino, porque sé que no estamos muy lejos de centro de Angkor…
Cuando comenzamos a llegar al bullicio de ciudad y la entrada comercial
del centro de Angkor, concluyo que pudimos demorar la mitad de una hora;
entonces doy señas a los hombres para que se retiren de mi cercanía y ellos
comienzan otro camino, por supuesto sin perderme de vista. Sujeto mi
caballo y me voy en dirección contraria divisando un lugar en donde pueda
dejarlo a la vez que pienso en como haré mi encomienda.
El lugar está repleto de gente, comprando, caminando, todos distraídos en
sus asuntos. Sin saber lo que está pasando. Unos que otros tratan de saber
quién soy, pero la capucha que llega hasta la mitad de mi rostro les hace
imposible descubrir mi identidad.
Giro hacia todas partes buscando unos guardas del palacio y sobre todo
algunos que yo misma haya visto para saber que el mensaje llegará seguro,
más que todo por mi carta extra.
El sonido de algunos caballos galopar en medio de toda la gente me hace
espabilar y ver que se trata de un grupo de guardas que bajan para
inspeccionar el lugar, ellos pertenecen al palacio por sus insignias
especiales, así que tomo la valentía esperando que alguno de ellos pueda
atenderme.
Camino apresurada buscando llegar a su sitio, sin que ellos me vean como
una amenaza.
—Necesito que entregue esto al palacio —digo halando varias veces a un
general mientras pasa por mi lado.
El hombre se detiene y me detalla con el ceño fruncido.
—¡Apártese, señorita!
—¡Es urgente! —me pego a él para observarlo de cerca.
Cuando el hombre ve mi rostro palidece al instante y observa hacia todos
lados, para arrastrarme rápidamente a un lugar menos concurrido dejando a
sus iguales seguir el camino solos.
—¿Majes…? No sé cómo llamarle —titubea el hombre.
—Eso no importa, necesito que entregue estas cartas a Hanna Sabagh, se
trata del rey…
—¿Cómo puedo confiar en usted si fue usted misma la que…?
—¡Basta de eso, el rey está en peligro! —le corto de inmediato y saco las
cartas envueltas en un pañuelo—. ¡Vaya lo más pronto posible! ¡Por favor!
El hombre solo asiente un tanto impactado, pero no duda en tomarlas para
seguir su camino como si nada hubiese pasado entre nosotros. Veo como
sube a su caballo apresurado, y sin esperar nada más, galopa rápidamente
creando un alivio en mi cuerpo inigualable. El aire sale precipitadamente de
mi boca y trato de recostarme en la pared de aquel sitio pidiendo en forma
silenciosa que las cosas ocurran.
Abro mis ojos y me dirijo hacia los mercaderes tratando de preguntar por
Nadia. Doy algunas referencias de su apariencia por si ella trabaja aquí, o
por si alguien la reconoce.
A pesar de ir por la mayoría de los mercaderes, a pesar de tratar de dar la
mayor información, parece en vano buscar en este lugar, y justo cuando
decido ir por mi caballo, tropiezo duramente con otra persona.
—¡Lo siento! —me disculpo tratando de agarrar a la mujer que casi ha
caído al suelo.
Su rostro rojo de la vergüenza me observa detalladamente achicando sus
ojos, hasta que parece recordar mi rostro, que ha sido descubierto
totalmente para ella.
—M-a… ¿Majestad…? —susurra—. ¿Está bien?
La detallo sin lograr recordar dónde la he visto.
—Disculpe… No logro recordarla.
—Soy Esma, de la villa, donde están los niños —explica sonriendo.
—¡Oh, Esma! ¡Claro que me acuerdo de ti! —digo emocionada, tanto que
la abrazo sin pensarlo. Ella queda conmocionada y confundida, y solo
pienso que debo estar necesitando de verdad una expresión de cariño al
entregarme a ese gesto. Pero la realidad es que desde hace un rato, no
encuentro un descanso en ninguna parte.
El rostro de Esma va formando una sonrisa entristecida, mientras ve hacia
los lados.
—Se ha esparcido la información que usted ha abandonado el palacio —
dice mientras pone gacha su cabeza, de hecho, no utilizó la palabra traición
y eso me hace sonreír ante su delicadeza para conmigo.
—Las cosas cambiarán, te lo prometo… —en mi intento de explicación
puedo ver el movimiento de los mismos hombres en mi frente, que vinieron
conmigo, intentando acercarse un poco nerviosos por mi charla con esta
mujer.
No me queda de otra que apresurarme, volviendo la mirada a Esma.
—Iré… volveré a la villa… pero ahora, debo irme. Espero volver a
verte… A ti y a los niños.
Sin esperar su respuesta me giro tomando el camino para buscar mi
caballo sintiendo un profundo nudo en la garganta, a la vez escuchando
como las palabras de Esma me terminan por despedir:
—Siempre será bienvenida allá…
CAPÍTULO 31
Hanna.
La cena transcurre en total silencio, como todos los viernes en nuestra
reunión familiar por la noche. Solo que esta vez la silla de mi hermano está
vacía.
La silla del rey.
En el palacio se respira a melancolía, incertidumbre y mucha
desesperanza. Ya van casi dos días desde que mi hermano y Basim
desaparecieron de nuestra vista, y eso está matando lentamente la
monarquía y a mi familia.
Kader suspira mientras barre con su tenedor los vegetales de su plato,
mamá por el contrario tiene una dura cara observando a otro destino con su
cabeza, mientras que Alinna le sostiene de la mano dándole fuerzas ante el
momento. Por otra parte, mi padre, Umar, tiene un rostro que clama a gritos
tormento y dolor.
Por primera vez en mucho tiempo se ha acercado a mí para darme
consejos en los procesos a seguir, él era el rey por lo tanto he dejado que me
ayude con esta calamidad. Por supuesto he tenido mucho cuidado a las
indicaciones que mi hermano una vez me dio, tratando de afincarme más en
el vizconde, Fais, para no dejarme apabullar por las emociones que han
hundido mi corazón.
—Mañana se enviarán pelotones nuevos —digo cortando con el silencio
—. Ya tenemos otra pista de tinta del paradero de Saravi…
—¡Maldición! —Mi madre se pone de pie pegándole una manotada a la
mesa—. Ya no importa esa búsqueda, ¡Debemos replantear otra para la de
mi hijo!
—Estoy de acuerdo contigo, Zura —expresa Alinna, y no me queda más
que pasar la mano por mi cara en señal de cansancio.
—No se trata de buscar a Saravi, madre —intento explicar con calma—.
Esa dirección nos ayudará a encontrar a los rebeldes, por ende, a mi
hermano y a Basim lo más seguro.
—¡No me interesa el soldado! ¡Solo quiero que mi hijo esté bien! —
expresa mientras el llanto toma poder de ella nuevamente.
Quiero refutarle, quiero decirle que la vida de Basim también importa y
mucho. Pero seguir la cuerda de sus alterados nervios, pondría más tenso el
ambiente, y yo ya tengo suficiente.
Las puertas del comedor se abren instantáneamente mientras Fais entra
apresuradamente con un general en su espalda.
—Majestad… Se requiere su presencia. ¡Es urgente!
—¿Hay noticias de mi hijo? —pregunta mamá llegando rápidamente al
vizconde.
—Hay dos cartas para usted —responde Fais en mi dirección, ignorando
completamente a mi madre. Él gira hacia el general tomando una especie de
pañuelo envuelto y luego se acerca, mientras el resto se pone de pie
inquietante y expectante.
En el momento en que recibo su entrega, retiro rápidamente el pañuelo
para observar dos cartas. Tomo la primera y mis ojos se abren ente el
impacto, mientras el corazón comienza a latirme rápidamente:
“Grupo Ayatolá le saluda.
Tenemos a su rey, y a su insignificante sombra… Basim.
No hay nada más que puedan hacer, la monarquía ha caído y nuestros
hombres están esparcidos por todo el territorio. Por lo tanto, si aprecian la
vida de Kalil Sabagh, entonces deben abandonar el palacio y todo lo
concerniente a él.
Le damos dos días para que se vayan, porque invadiremos el lugar para
tomar posesión de este, dándole la victoria Angkor por llegar a ser una
nación libre.
Luego de comprobar que han seguido las instrucciones como se les
ordena, le daremos la ubicación de su rey.
Si ustedes no acatan la negociación, de igual forma tomaremos posesión
del palacio y el reino; las muertes de muchos no cesarán, incluso muchas
las suyas, que pueden ser innecesarias en este caso, junto por supuesto, del
derrotado rey, Kalil Sabagh.
Así que, ordenen que den la baja a todos sus soldados y esperen las
indicaciones para rescatar la vida de su familia. Esta será nuestra tregua.
La única que puedo ofrecerles por rendirse.
Le quedan dos días…
Atte.: Mishaal Rezhac.”
La hoja cae de mis manos y mi respiración se estanca en mi garganta.
«¡Esto no puede estar pasando!»
¡Es imposible que este sea el fin!, ¡los malvados no pueden triunfar, ellos
no pueden salirse con las suya!
Mis lágrimas caen de forma frenética, mi corazón se arruga solo de pensar
en lo que puede estar pasando mi hermano y Basim, porque, aunque no sé
mucho de guerras, estoy segura de que de una u otra forma, mataran al rey.
Fais se agacha recogiendo la carta para leerla rápidamente y gestar mi
misma reacción. Su mirada solo me asegura que mis pensamientos están en
lo correcto.
La captura de mi hermano, definitivamente es un golpe bajo y una gran
debilidad para nuestro reino.
—Dios… Esto es una tragedia —pronuncia lentamente el vizconde
llegando hasta mi lugar para envolverme en sus brazos.
Pero… recuerdo que algo me falta.
Me despego secando mis lágrimas mientras busco el pañuelo. Desdoblo
rápidamente la hoja con las manos temblorosas, la letra de esta otra, es
totalmente diferente, incluso según mi formación podría decir que la carta
se escribió muy rápido por la forma de su trazo.
Paso el trago al ver que la firma que está escrita dice: Saravi, en la
terminación.
—Es Saravi… —pronuncio bajo con un poco de esperanza.
El vizconde se junta hasta quedar a la par, y dejando los preceptos en este
momento, comienza a leer en silencio junto a mí.
“Hanna, querida hermana, rápidamente escribo estas líneas porque
desafortunadamente estamos en una desgracia.
Imagino que ya leíste la carta del líder del grupo Ayatolá, Mishaal,
incluso me duele traerte esos vagos recuerdos ahora mismo.
En efecto ellos tienen al rey.
Estuve con Kalil y Basim, ellos, aunque golpeados, están bien, y te juro
que haré lo que esté en mis manos por mantener sus vidas a salvo; solo
queda dejarte estas instrucciones para que puedas cumplirlas y evitar tal
desgracia que se avecina.
Nosotros estamos preparados.
Los rebeldes NO tienen sus grupos por todo el territorio, ellos están
conglomerados en un solo lugar, solo que eso fue lo que nos hicieron creer
todo el tiempo. Un grupo de al menos cincuenta hombres están alrededor
del palacio, así que será fácil derrotarlos; pero la mayoría está aquí a solo
media hora del centro de Angkor.
Algo que nunca pensamos. Siempre jugaron a parecer más fuertes, pero
comparados con nuestros hombres y la cantidad, no lo son, créeme.
Ellos planean invadir el palacio en dos días, como Mishaal te lo
especificó en la carta, lo que no saben es que ahora ustedes conocen la
información de sus grupos. ¡No puedes dar de baja a los soldados!, sería
una soga al cuello, al contrario, ármenlos más que nunca para poder
enfrentar esta guerra.
Una de las principales estrategias de Ayatolá es crear caos en el centro
de Angkor, nuevamente con pequeños grupos armados para que ustedes
envíen guardas y se desesperen. Pero no caigan en la trampa, podemos
doblegar en armas y en hombre.
El plan más efectivo para seguir sería el camuflaje de unos mil soldados,
preparados ya anticipados en el centro de Angkor, que se vistan como
comerciantes, gente común para que no les tome de sorpresa el ataque que
ellos realizaran y puedan hacer frente. Otro pelotón sería fuera del palacio,
deben triplicar los cientos de rebeldes que se encontrarán allí. Y aun los
que llegarán de seguro con el líder unas horas más tarde.
Por nada del mundo, Hanna, desprotejan el palacio.
Por otro lado, en dos días cuando lleguen al palacio en busca del poder,
esta aldea quedará solo con unos treinta rebeldes, ellos no esperan este
plan y están muy seguros de su guarida.
HANNA, no soy experta en ubicaciones, pero me he grabado el territorio,
como te dije antes, desde el centro de Angkor se puede entrar al bosque y
en solo media hora estarían aquí. Yo personalmente llevaré al rey y Basim
al río, este queda al oeste de las carpas a solo diez minutos, nada más se
entra al lugar se puede escuchar el sonido del cauce por los cuatro
extremos. Este debe ser su guía para llegar.
Allí los dejaré a los dos esperando para que los soldados estén
preparados, luego de ello, yo regresaré con un grupo a la aldea y así
podrán desarmar a los que quedan, necesitamos que todo lo que hay allí
quede disuelto. Ni un solo hombre en contra de la corona, puede quedarse
sin un castigo.
No olvides que todo comenzará desde que amanezca, esto sucederá nada
más vean luz para dejar la aldea. Lo primero que tienen que hacer es
ubicar al rey en el río para poder seguir con las otras estrategias.
Estoy convencida de que el cielo estará con nosotros, y estoy convencida
de que, en cuestión de días, esto será solo parte de una pesadilla y ustedes
podrán estar nuevamente en familia… y tú, mi querida Hanna, también
tendrás una nueva oportunidad con Basim.
Quien te quiere con el alma
Saravi”
Las lágrimas ruedan sin control de mi rostro, Fais me observa medio
entristecido y con algo de esperanza mientras la adrenalina se comienza a
aglomerar en mi pecho. La última vez que tuve un gesto hacia Saravi, fue
de desprecio; pero lamentablemente mi corazón en ese momento estaba
muy dolido y decepcionado.
—¡Padre…! Por favor, acompáñeme junto a Fais al salón de reuniones —
Indico tratando de parecer serena.
—¡Yo también iré!
—No madre, usted no irá. Ni siquiera está estable consigo misma y no
necesitamos eso ahora.
Luego de estas palabras me retiro junto con Fais y mi padre, esperando
con el alma que todo este plan resulte, y que por fin podamos terminar con
esta desdicha, logrando así tener de vuelta en mis brazos, a mi hermano…
Y también a Basim.
CAPÍTULO 32
Saravi.
Líneas de filas, más un silencio perturbador. Uno que ha mantenido mis
manos temblorosas al punto que juntarlas, ha sido la única solución para
calmar un poco mis nervios.
Todos y cada uno de los rebeldes esperan el discurso, aquel que les dará
las fuerzas para enfrentar lo que se avecina.
Ha llegado finalmente al día, ese, que decidirá el futuro o el infortunio de
muchos.
El aire frío de la mañana está calando mis huesos, acompañado del miedo
que se ha metido en mi cuerpo desde que abrí mis ojos esta mañana. Espero
que todo esté preparado, espero que todo resulte bien.
Mishaal aparece con sus guardaespaldas de siempre y me sonríe con algo
de sinceridad en su rostro. En sus ojos veo como la victoria se le esboza de
la piel, para luego alzar el brazo cerrando su mano en un puño, y
obteniendo el mismo gesto de todos los presentes hacia él.
—¡Llegó el día! —grita—. ¡Hoy le diremos adiós a la monarquía!
¡Angkor resplandecerá con un nuevo gobierno! ¡Vamos por la victoria!
Gritos y sonidos de victoria inundan en lugar tras las palabras de Mishaal,
este se gira cada vez para observarme sonriente, mientras mi corazón se
comprime lentamente. Nunca quise para él tal cosa, nunca quise arremeter
en contra de sus ideales.
No me complace arruinar su sonrisa, ni me complace saber que muchos
de estos hombres morirán hoy mismo.
De una u otra forma siempre el resultado será fatal para alguna parte y
esto no debería ser así. La congoja que siento es tan grande que a pesar de
que sé que esta situación acabará, no me siento complacida, no cuando hay
personas de por medio que sufrirán las consecuencias de un sueño
tergiversado.
A pesar de la melancolía y la tristeza que han inundado mi vida, logro
asomar una sonrisa sincera a Mishaal. Todo está preparado, caballos, armas
y hombres, todo está listo para que inicie quizás la catástrofe más grande de
Angkor.
Y yo estaré detrás de todo ello.
Los rebeldes se preparan para irse como expliqué a Hanna, y solo unos
pocos quedarán en la aldea, mientras ellos se dividirán en grupos para ir el
palacio y el centro de Angkor pensando que nada esperarán en el camino.
Quizás esa confianza ha sido el declive del grupo ayatolá, el exceso de
todo siempre termina por desastre.
—Cuídate… Esto no durará mucho —anuncia Mishaal tomándome
desprevenida.
—Lo haré…
El hombre junta su boca con la mía para darme un pequeño beso y justo
cuando pensé que ya se iba, se devuelve envolviéndome en un gran abrazo.
—Pronto estaremos juntos… para siempre, te amo, Saravi —susurra.
Las lágrimas se deslizan por mi rostro mientras que de forma silenciosa
reprimo el llanto pasando un duro trago por mi garganta.
«Yo también lo hice, Mishaal, también te quise mucho, y aún siento un
gran aprecio por ti»
—Yo también… —logro pronunciar muy bajo—. Por favor, cuídate
mucho.
Una sonrisa es esbozada por él mientras limpia mis lágrimas con sus
dedos. En algún momento quería decirme algo más, pero fue interrumpido
por Borja, ellos estaban apresurados por salir.
En silencio observo como se va del lugar. Quizás esta sea la última vez
que lo veo, y espero que guarde su vida como lo prometió.
Poco a poco la aldea se vacía, los hombres van en retirada junto a todo el
equipo y comienzo a contar el tiempo para colocar el plan en ejecución. Los
que quedan se comienzan a dispersarse para tomar puntos estratégicos sin
siquiera mirar a dónde camine o vaya, y esto es perfecto para mí.
Es todo lo que necesito.
Tomo las capas y algunas ropas de Mishaal para llevarlas hacía la cabaña.
Servirá para que ellos pasen desapercibidos, aunque el problema no será
entrar a su sitio, el inconveniente estará en salir con ellos.
Camino por detrás de las carpas como la otra noche, tratando de meterme
por el bosque hasta llegar a la cabaña, he ensayado este tramo un par de
veces, solo que en esta oportunidad la vida de estos hombres corre peligro.
Así tanto como la mía.
Las palabras de Mishaal retumban en mi cabeza cada vez que avanzo…
“Sí tratan de huir, mátenlos”, esa fue la orden que dejó a los rebeldes
refiriéndose a Kalil y a Basim. Pero estaba segura de que a ninguno de aquí
les temblaría la mano en hacerlo conmigo también.
Justo cuando llego a la cabaña veo como dos hombres aguardan en la
entrada, entonces reprimo los ojos tratando de tranquilizar la respiración
que está quemándome la garganta. Observo todo el lugar inspeccionando
que no haya más hombres, tomo el tronco de madera en mis manos y dejó
las ropas en el suelo. Camino, sigilosa por detrás de ellos y con toda mi
fuerza golpeo sus cabezas varias veces por detrás, hasta que los veo caer al
suelo.
Tomar desprevenidos a los guardas de la cabaña me dio la ventaja de que
no pudieran reaccionar, así que me apresuro observando a mi alrededor, y
me devuelvo por las ropas y capas para entrar rápidamente a la casa.
—¡Les quitaré las sogas!, ¡pero necesito que entremos a los hombres de la
puerta! No demorarán en despertar.
La mirada de Kalil está impactada y a la vez hay un brillo en sus ojos, yo
no reparo en él, aunque mi cuerpo me pide a gritos que le abrace, que le
bese y que esté con él todo el tiempo posible.
Rápidamente y con manos temblorosas desato sus cuerdas con un cuchillo
mientras que las miradas de los dos hombres siguen fijas en mí.
—¿Saravi…?
—No, Kalil —interrumpo—. No es momento de hablar, por favor
entremos a los hombres, amárrenlos rápidamente y colóquense esta ropa.
—Hagamos lo que dice, señor —intervine Basim tomándole el hombro y
entonces este asiente.
De forma audaz realizan la acción mientras yo vigilo que nadie se
acerque. Los hombres quedan amarrados y amordazados, completamente
desmayados mientras Basim y el rey comienzan a quitarse las ropas, para
colocarse las otras y así pasar un poco desapercibidos ante la huida.
Mis ojos recorren el cuerpo de Kalil mientras este de forma experta
ejecuta rápidamente el plan.
—¡Estamos listos…!
—¡Bien!, esperen aquí, les haré señas para que salgan, deben caminar
como ellos, como si nada pasara, hasta que se adentren a la parte del bosque
allí les espero para conducirlos al río.
Salgo de inmediato mientras que las piernas amenazan con desvanecerse.
Observo a todos lados nerviosa, entre tanto me adentro un poco al bosque.
En el momento en que observo el entorno seguro, saco el pañuelo y hago
señas para que ellos salgan de la cabaña y comiencen a caminar hacia mi
lugar.
Realmente las ropas de Mishaal, los hace pasar como uno de ellos, de
hecho, podría jurar que nadie podría reconocerlos así.
El corazón se me detiene cuando diviso caminar a un rebelde en dirección
a las aldeas, como si viniera de otra parte, o de haber inspeccionado la
salida. Basim, le hace señal a su rey, pero este no se altera, los dos siguen su
curso haciendo caso omiso y el hombre solo levanta la cabeza saludando,
para seguir el recorrido que lleva.
El aire sale de mi boca mientras recuesto mi cuerpo a un árbol suspirando
de alivio, pero la calma dura muy poco.
—¿Por qué se han retirado de la puerta? —pregunta el hombre
devolviéndose—. ¡Saben que tenemos indicaciones estrictas y hay muy
pocos hombres en la aldea!
Basim y Kalil se observan entre sí, sin dar vuelta hacia el hombre. Mi
corazón late con fuerza, y mi cuerpo tiembla.
—Necesitamos descargar la vejiga…
Kalil dice esto y continúa caminando más rápido que antes mientras que
Basim le sigue el paso, sin embargo, el hombre no cree mucho en sus
palabras y se viene tras ellos.
Nada más tocar la entrada boscosa donde me encuentro esperándolos, los
dos se vuelven al hombre tomándolo rápidamente del cuello, y Basim lo
aprieta ahorcándolo mientras el hombre lucha por tomar el control. Kalil
comienza a dar golpes en el estómago para acelerar la muerte del hombre y
en segundos este se pone morado colocando los ojos detenidamente sobre
mí.
—Tra-traidora…
Sus palabras salen como un suspiro hasta que por fin sus ojos se cierran y
la vida se le escapa de las manos. La imagen es tan escalofriante que mi
cuerpo amenaza por desestabilizarse. Una arcada amenaza mi estómago y
por voluntad propia comienzo a vomitar sin control alguno.
—Tranquila… —Kalil llega sujetando mi cuerpo tratando de ayudarme a
no perder el equilibrio.
Me limpio con el dorso de mi mano mientras el llanto invade mi cuerpo,
esto está siendo más difícil de lo que pensé y el temblor comienza a sacudir
mi cuerpo.
Kalil une mi cabeza a su pecho trata de tranquilizarme en un susurro.
—No pienses en su rostro, no podíamos hacer otra cosa…
—Debemos apresurarnos… Estamos dejando mucha evidencia —reclama
Basim agitado.
Afirmo a su verdad, entre tanto desvió la mirada al rostro atormentado de
Kalil para luego desviar mi cabeza hacia alrededor del bosque y recordar la
dirección. Sin embargo, un leve borrón de imagen me desajusta, pero
rápidamente vuelvo en sí.
—Por aquí —digo señalando, y todos comenzamos a andar de forma
apresurada sin perder nada de tiempo.
En algún momento pensé que me había perdido, pero el sonido que me
declaraba victoria me hizo estremecer, el cauce fue escuchado por mis oídos
como también de Basim y el rey, en sus rostros se reflejó la alegría y en
solo momentos estábamos junto al hermoso arroyo.
—Sé que no demorarán mucho en aparecer —les informo echando un
vistazo hacia todas partes, y como si mis palabras hubiesen sido escuchadas
un grupo como de diez hombres aparecen ante nuestros ojos.
Pero, no del bando que se esperaba…
Los rebeldes no estaban aquí porque habían olido la trampa, simplemente
tenía algunos baldes en sus manos, necesitaron agua y por simple
coincidencia vinieron aquí a esta hora de la mañana.
Los rostros de los hombres parecen haber visto un fantasma, rápidamente
dejan los baldes y sacan sus cuchillos con la furia en sus rostros, sobre todo
dirigidos a mí.
—¡Malditos! —gritan corriendo a nuestro destino mientras Kalil corre
colocándome detrás de su cuerpo, como si esto fuese a impedir la muerte de
todos.
Mis ojos se cierran suplicando de forma silenciosa, hasta que un bullicio
mayor me hace abrirlos de impacto.
De todos lados, de las piedras, del río y de arbustos salen hombres de
insignia de la guarda del palacio, desenvainado sus espadas para arremeter
contra los rebeldes. Son muchos, no pensé que vinieran tantos, pero por
supuesto era la vida del rey la que está en juego.
Los rebeles quedan reducidos en cuestión de minutos, el olor de la sangre
y los cuerpos masacrados yacen ahora en el suelo, mientras todos se
arremolinan junto a su rey en señal de protección.
—¡Majestad! —gritan algunos—. Pensamos que podría ser una trampa al
verlos vestidos así, junto a la dama. Se nos había advertido que tuviésemos
cuidado a pesar de la estrategia hecha por… la reina.
Las palabras del soldado hieren profundamente mi corazón, el rostro de
Kalil no está nada complacido, pero aun así no dice nada en mi
favor. Basim toma algunas armas y se pone de lado de los hombres.
—¡Debemos irnos ya!
—¡Vamos! —dice Kalil tomándome del brazo.
—No podré ir con ustedes… —respondo con el nudo en la garganta
quitando mi mano de la suya—. Debo dirigir a tus mismos hombres, a los
que se quedarán para ir a la aldea, ustedes saben que es necesario
desarmarla mientras que otro lote se irá con el rey hasta salir al centro de
Angkor. No pierdan su tiempo, el palacio va a ser atacado.
—¡Jamás te dejaré aquí! —grita Kalil muy cerca de mi rostro—. ¡Te irás
con nosotros!
—Ese no es el plan —digo soltándome de su agarre nuevamente—.
Dijiste que confiarías en mí, que seguirías el plan. De lo contrario nada de
esto servirá, ¡Si no desarman todo el grupo, será en vano esta lucha!, y
sabes que nuestro pueblo no merece más muertes innecesarias.
La mirada del rey es tan fría y dolida que no me queda más que despegar
mi mirada de él, para luego dirigirme a la parte más cuerda del momento.
Basim.
—Basim… Usted sabe que es necesario que un grupo regrese a la aldea,
necesitan recluir a todos los hombres que quedan y desarmar ese refugio.
No pueden dejar cabos sueltos, los soldados no llegarían rápido sin mí, se
perderían, ellos no conocen el lugar y usted debe estar con el rey, es su
deber protegerlo.
El general asiente lentamente mientras gira en dirección de Kalil.
—Sabe que tiene razón y no podemos demorar un minuto más aquí, su
familia está en el palacio y ya está comenzando la trifulca en Angkor, lo
más seguro es que el maldito esté en dirección al palacio, si nos
apresuramos llegaremos después que ellos y acompañaremos a los
pelotones, ¡Usted querrá tenerlos de frente!, ¿no es así?
Kalil tiembla ante la rabia y la frustración, este era el plan, pero sé que
está luchando consigo mismo por no dejarme aquí, y lo entiendo. Yo
quisiera arrojarme a sus brazos y no volver a despegarme de él. Quisiera
irme con él.
Pero la vida lamentablemente no sucede como uno quiere, y quiera o no,
uno va pagando sus consecuencias… hasta dejarlas saldadas.
CAPÍTULO 33
Kalil.
El corazón se me comprime y me estalla en mil pedazos, todos tienen
razón, todos. Pero mi corazón no soporta la idea de dejar a Saravi aquí, no
resiste la idea de tener que tomar esta decisión. Trato con todas mis fuerzas
de no mirarla, porque de lo contrario no resistiría este momento.
—Entonces vamos —dictamino casi en susurro mientras todos preparan
los caballos y comienzan a dividirse.
Basim coloca la mano en mi hombro y luego da las órdenes a quienes se
irán a la aldea y los que se unirán a nosotros para cabalgar lo más rápido
posible al palacio.
Entonces, entonces la divisó a ella de nuevo.
Saravi está de pie atendiendo las indicaciones de Basim, mientras se seca
las lágrimas que se escurren por su bello rostro. A pesar de las condiciones
y las escasas comodidades, su rostro sigue igual de bello al verlo.
Me acerco lentamente mientras tomo sus manos, acto que la perturba en
demasía.
—Gracias —es lo único que puedo pronunciar hacia ella.
Una sonrisa forzada sale de sus labios, aquella que lucha para hacerme
sentir bien pese a sus sentimientos, aquella que trata de decirme a gritos que
no la deje, pero que antepone mis necesidades y las de Angkor, a las suyas
propias.
—Dale un abrazo fuerte a Hanna —su rostro se transforma en tortura y
tristeza de inmediato—. Y no les atribuyan mis actos a mis padres… Ya han
tenido suficiente con una hija rebelde.
—Pronto tú le darás el abrazo a Hanna y podrás ver a tus padres —le
aseguro tomando su rostro casi en súplica.
Ella siente lentamente.
—Si… Encuentran a Nadia, por favor no la traten mal —un quejido de
llanto sale de su boca mientras mi cuerpo trata de desestabilizarse.
¿Por qué siento que se despide?
—¡No te despidas! —digo halandola—. ¡No lo hagas!
—¡Señor, tenemos que irnos ya! —expone Basim fatigado.
Entonces tomo el rostro de Saravi y de forma arrebatada y desesperada, la
beso. La beso como si necesitara de ellos para seguir con todo esto, como si
necesitara de sus fuerzas para continuar, entregándole mi existencia y todo
de mí, todo lo que puedo.
Basim arranca mis manos del tacto de Saravi, mientras ella limpia sus
ojos para comenzar a caminar con los hombres, literalmente soy arrastrado
por mis pies y en contra de mi propia voluntad despidiéndome de Saravi
con una mirada, con una intensión y con mi corazón en el cuerpo de ella.
—¡Saravi! —grito—. Regresarás, después de esta guerra, vendré por ti,
mantente segura, porque vendré por ti, te lo prometo…
Esa sonrisa dulce de la que me enamoré desde el primer día, aparece en su
rostro, para luego verla asentir en respuesta. Pero el revuelo de nuestra
retirada es tan rápido, que apenas en un parpadeo, la pierdo de vista.
Cabalgamos tanto que presiento que no es solo el tiempo que pasó rápido
sino el arrebato de adrenalina que se descargaba en mi cuerpo cada
segundo. Conmigo van al menos trescientos hombres, pasamos por el
centro de Angkor inspeccionando que muchos de los rebeldes fueron
reducidos con el plan estratégico de Saravi, porque el disfraz de los
soldados inmiscuyéndose entre la gente fue un golpe que no esperaban.
No demoramos mucho tiempo, ordené llevarlos a todos a la fortaleza,
donde serían recluidos esperando su sentencia, eso por supuesto a quienes
cedieran, aunque sabía que la mayoría prefería morir antes que eso,
lamentablemente.
No quería esperar, las ansias por llegar rápido eran tantas que el camino se
me hizo eterno, necesitábamos llegar al menos en dos horas al palacio, la
cabalgata estaba siendo dura y no quería forzar a los caballos, pero era
necesario esforzarnos todo lo necesario porque este sería el toque final.
—Es mejor que nos detengamos unos minutos, los caballos necesitan
agua —las palabras de Basim crean irritación en mi cuerpo, pero no me
queda otra que afirmar ante la petición.
Observo como todos realizan las acciones apresuradamente, sin cansancio
alguno, pero el caso de Basim no es el mismo. Él tanto como yo tenemos
heridas, algunas más grandes que otras, aunado a estos tres días durmiendo
en el suelo, sin el agua y la comida adecuada.
El general no se había quejado en ningún momento, aunque su herida en
el costado era profunda. Sabía que su cuerpo estaba al borde del colapso
porque su rostro estaba demacrado hasta el cansancio al igual que debía
verse el mío.
No podía siquiera imaginar los rostros del grupo Ayatolá, exactamente a
sus líderes, cuando lleguen al palacio y se den cuenta de que estará repleto
de guardas, no imagino la impresión que van a sentir cuando hagan señales
para que sus hombres que se ubicaban al rededor del palacio salieran y estos
no aparezcan, ya que los mismos a esta hora ya estaban siendo capturados.
Cuando se vean solos, cuando Mishaal se vea solo y entienda que la
misma trampa con la que usó a Saravi, ella misma la utilizó para él. Quiero
ver cuando sepa que ha sido traicionado por su mismo engaño, viéndose
derrotado ante su misma estrategia.
De un momento a otro volvimos a retomar el camino, a pesar de que mi
familia está en el palacio, sé que están a salvo, lo único que me perturba en
este momento es Saravi y su seguridad.
Aunque pude imaginarlo, cuando llegamos a las afueras del palacio se
desarrollaba una guerra campal. A pesar de tener la guardia suficiente el
cobarde había venido con casi todo su pelotón, dejado a minorías anteponer
su pellejo en el centro solo para su complacencia. Gracias al cielo Basim
solo dejó algunos soldados después de la captura de algunos grupos, y trajo
con nosotros a todos los hombres que necesitaríamos para enfrentarlo.
Definitivamente mi general era un zorro viejo.
Nuestro pelotón se acercó justo cuando la pelea a espada estaba en su
punto más alto, ninguno había pasado los muros del palacio, y sabía que
dentro de él muchos hombres aguardaban ante la indicación esperando solo
una señal.
Estaban encerrados, nuestros soldados estaban formándoles un círculo sin
salida, jamás iban a salir de aquí con vida.
Como si estos días no hubiesen sido suficientes, la carga de una
impotencia comenzó a arroparme y junto con todo el pelotón atacamos
detrás de ellos.
Me separé de Basim, necesitaba encontrar a Mishaal porque mi pelea sería
principalmente con él. No dejaría que alguien más gastara la fuerza en ese
canalla, necesitaba gastar cada minuto haciéndole pagar todo lo que le había
hecho a mi país, y en efecto a Saravi.
Gritos de dolor, sonidos de espadas al chocar con otras y relinches de
caballo tomaron el lugar por completo. Estaba cansado, pero yo debía ser la
punta de esta batalla. Bajé de mi caballo, y en cuanto logré divisar que el
mal nacido, se estaba traspasando con su espada a uno de mis soldados, y
junto con él sus dos muros que no se le separaban.
Los antiguos generales de mi padre Ismail y Borja, y este último había
estado conmigo… Traicionándome todo el tiempo.
Como si la rabia me hubiese dominado, corro con todas mis fuerzas hacia
ellos, y sin importar nada más, alzó mi espada, pero justo cuando esta cae
en son de Mishaal, esta es frenada por otra espada.
La de Ismail.
Basim llega rápidamente y comienza una guerra personal. En el momento
un general más se une para quedar a la par y sin un respiro la pelea se
desencadena en su punto máximo.
No puedo negar que la respiración me quema, estoy débil, y mis golpes
son menos siniestro que los que el hombre lanza. Tampoco puedo negar que
me pueda llevar una ventaja, pero la sonrisa malvada que asoma en su
rostro solo me hace apretar los dientes mientras las gotas de sangre bajan
por mi ceja dificultando mi visión.
—¡Al menos tú morirás! —grita Mishaal controlando también su
respiración sin dejar de enviarme su espada sin ninguna técnica.
Conozco el movimiento, él está luchando con rabia, y sobre todo con
hambre de poder. Sin embargo, él también sabe que no hay salido aquí, y su
último propósito, es asesinarme como de lugar.
No digo una palabra, todo lo que hay dentro de mí lo utilizo en su contra,
no solo nuestras espadas chocan, también golpes, patadas y todo lo que hay
de nuestras fuerzas por destruir al otro.
De vez en cuando me asomo hacia alrededor temiendo por Basim, ya que
este está muy débil. De un momento a otro el giro me desconcentra y la
espada de Mishaal logra hacer un corte profundo en el hombro mientras un
grito sale de mí sin poder evitarlo, porque me hace retorcer del dolor.
Con mi brazo sano retrocedo apenas sosteniendo la espada, entre tanto
chocó con algunos militares detrás de mí observando detenidamente a
Mishaal que se ha quedado sin aliento. Su cara también está ensangrentada,
y cuando observo a mi alrededor, entiendo que ya no hay oportunidad para
el grupo de rebeldes, este se ha reducido y muchos han alzado las manos en
señal de rendición, sin embargo, estos tres líderes siguen de pie, aun cuando
un ejército está rodeándolos.
Alzó la mano para que nadie los toque, mientras sus miradas me arrastran
con odio.
—No… —advierto a los combatientes que iban a interceder—. Si ellos no
quieren rendirse, lucharé con su líder hasta alguno de nosotros dos muera.
Mis palabras dejan en silencio a todo el ejército a la vez que todas las
miradas se mezclan entre sí, ante mi confesión. Basim asoma un miedo
inminente en su rostro y la vez, Ismail y Borja se observan confundidos.
Por supuesto Mishaal no muestra ápice de culpa, duda o rendición, y al
contrario de esto, ríe cínico ante mis palabras.
—¡Estoy esperando! —reta acomodando su espada para combatir, pero
aun así puedo entre ver su fática y el temblor de su mano. Él jamás se
rendirá.
—Señor —Basim interviene colocando su mano en mi pecho justo cuando
voy a dar un paso hacia el frente—. ¡Usted está muy débil!, esa herida está
sangrado mucho y viene de días sin descanso. Sería una pelea en
desventaja. No hay nada justo aquí…
Ismail observa a Borja y hace una seña, tira su espada junto con el otro
hombre rindiéndose y dejándose atar de manos por otros guardias del
palacio que se les acercan.
—No importa… Este hombre piensa que esto es lo justo —digo
dirigiéndome a Mishaal—. Ha dicho a todos estos hombres que la crueldad
viene de la monarquía, que yo hago sufrir a mi propio pueblo, pero…
¿Quién ha herido en este tiempo a Angkor si no es esta mano ansiosa de
poder?
Los ojos de algunos rebeldes se abren ante mis palabras, Borja agacha sus
hombros mientras Ismail se pone recto girando hacia Mishaal.
Mi respiración se corta esperando una acción, una fatiga impresionante se
ha instalado en mi cuerpo, porque estoy comenzando a creer que, en
cualquier momento, comenzaré a desfallecer ante mi debilidad.
—No lo hagas —indica Ismail muy bajo hacia su líder—. Él tiene razón,
sería una cobardía. Moriremos valientemente frente a nuestro grupo.
Sin embargo y a pesar de todo, Mishaal corre con furia hacia mí
ignorando los gritos de los dos hombres que lo acompañaron en todo su
plan. No me queda de otra que aspirar el aire y tomar mi espada como si
aferrara mi vida a ella, preparándome para el siguiente golpe, aun sin tener
idea si la fuerza me alcanzará.
Pero esta es mi propia batalla…
Nuestra batalla personal debe terminar aquí, después de tantos años.
Las espadas chocan en el primer golpe, entre pasos, esfuerzos, entre que
desplazo mi cuerpo para que el filo no me traspase, lucho… peleo por mi
vida, batallo porque Angkor obtenga la paz que merece, y confronto a este
hombre honrando la vida de Saravi también.
Como mi esposa, y como la reina de Angkor.
Esquivo algunas estocadas mientras aguanto uno que otro golpe de su
acción cegada por el odio, siento que estoy sucumbiendo a darme por
derrotado, hasta que su mirada triunfante y sus palabras hacen brotar de
forma innata, una fuerza que no existía dentro de mí.
—Despídete de Saravi… Yo no la tendré, y tú tampoco, porque estarás
muerto…
Ante su intención de incrustar en mi cuerpo su espada, giro rápidamente
hasta posicionarme tras él en una maroma rápida, tomando una cómoda
posición y traspaso su espalda con mi espada sin tener el más mínimo
arrepentimiento del hecho.
Rápidamente lo giro hacia mí, mientras él se queja de dolor ante su
inminente muerte.
—No eres digno ni de pronunciar su nombre —mis palabras se cortan
ante el cansancio—. Ella supo lo que hiciste con Hanna y te odió por eso,
ella sabe todo y siempre lo supo. Saravi nunca te amó. Y todo este tiempo
fingió contigo. ¿Sabes por qué?, lo hizo por Angkor, y lo hizo por mí. Su
hombre, su rey.
Su mirada se abre ante mis palabras, mientras se ahoga en su propia
sangre.
Un silencio sepulcral se hace como una penuria en el lugar y caigo de
rodillas al instante, la sangre sigue cayendo por el costado de mi cuerpo
entre tanto un hormigueo me atrapa el brazo.
Nublada y borrosa comienza a ser mi visión, al tiempo que me cuesta cada
vez más respirar. El cuerpo de Mishaal Rezhac cae al piso y sus ojos
pierden la vida, eso es más que suficiente para mí, porque de alguna forma,
con su fin termina esta penuria que consumió al país por tanto tiempo.
Puedo escuchar mi propio respirar, los sonidos se hacen agudos y las
distancias comienzan a distorsionarse. Debo ir por Saravi, necesito
levantarme de aquí, porque se lo prometí.
Así que, tratando de dar un paso, mis rodillas flaquean para también caer,
en el intento solo logro observar cómo unas botas militares que se acercan a
mí, y todo comienza a ser distorsionado, de repente todos se aglomeran en
mi círculo de forma muy rápida…
—Basim —pido como última cosa sin saber que está cerca—. Debo ir por
Saravi…
Hanna.
—Está muy tranquila —responde un general cuando le pregunté cómo se
encontraba las calles de nuestra nación.
—La estrategia del rey en colocar a los vizcondes, para suplir necesidades
en el pueblo, fue algo realmente favorecedor para estos días —agrega Fais
satisfecho.
—Eso sin contar que el aporte de los presos ha ayudado a levantar
muchos desastres —Papá agrega orgulloso ahora que se puede hablar sin la
ansiedad y la preocupación, de hecho, el cambio en su persona y actitud me
han dejado boca abierta.
Algo que no puedo decir de mi madre.
—¡Bueno, majestad!, ¡Entonces me retiro!, creo que usted también debe
descansar, necesitamos estar fuertes para cuando se amerite.
Asiento satisfecha mientras asomo una sonrisa. El salón poco a poco se
vacía de la pequeña reunión que había convocado para la tarde. Umar me
observa antes de retirarse y como si quisiera decirme algo, se retrae.
—Está bien, puedes hablar…
—Estoy muy orgulloso de ti —suelta con su mirada cristalizada y mi
sonrisa se borra.
—No hice mucho, tú estuviste en todo y…
—Kalil confió en ti por una razón —me corta—. Ahora entiendo cuál.
Le doy un abrazo en respuesta, ya que las palabras no saldrían de mí de la
forma correcta en estos momentos.
—Gracias, no lo habría soportado sin ti.
Mi padre me da un beso en la frente y se retira lentamente, a pesar de la
alegría de la victoria, aún hay una situación que aqueja su vida. Es como si
no estuviese conforme, como si algo estuviera torturándolo.
Camino lentamente hacia el balcón mientras suelto el aire después de
encontrarme sola.
La caída de sol es estremecedora y confortante al mismo tiempo. Es como
si consigo se llevará las angustias, las penurias y todo aquello que quitó la
paz en los días atrás.
Parece como si hubiese sido un sueño, como si en algún momento Angkor
hubiese entrado en una pesadilla, en una oscuridad sin salida y de un
momento a otro todo se aclaró como si las cosas no hubiesen sucedido.
El acompasado respiro, y algunos suspiros me dan la calma y sobre todo
la alegría de saber que pudimos salir victoriosos de esta tragedia, sobre todo
después de que el miedo se insertara en la monarquía al recoger a mi
hermano prácticamente muerto de las afueras del palacio.
Una semana para ser exactos, donde el delirio y la fiebre quisieron
arrancarle la vida, pero, Kalil era un digno soberano de Angkor. Fuerte,
valiente, un ejemplar rey.
—Estás aquí —el sonido de la voz de Basim me hacen girar de golpe
sacándome de mis pensamientos, solo para que aquel corazón tranquilo
vuelva a generar sus descargas.
—Necesitaba un respiro de las adulaciones de mi madre…
—Parece que ha dado un giro de ciento ochenta grados al ver a su hijo
con vida —responde llegando hasta mi lugar, mientras sonreímos
satisfechos ante esa noticia. Ahora podemos hablarnos con más calma, y
definitivamente su postura rígida ha cambiado hacia mí.
—No es para menos, cuando tenga hijos creo que seré así… Sobre
protectora.
Basim carraspea, y la incomodidad se instala en el lugar.
—A pesar de que Kalil despertó, el médico le dio una bebida para que
volviera a dormir —dice mientras que yo asiento varias veces.
—Sí, nos informó que es necesario para que su recuperación sea más
rápida. Quizás en un día o dos, ya pueda despertar completamente.
Este asiente lentamente mientras la duda comienza a reflejarse en su
rostro.
—Luego de que Kalil despierte, sabemos que preguntara primero,
¿cierto?
Las palabras de Basim arrugan mi corazón, de cierta forma es algo que me
preocupa mucho, sobre todo por la reacción que mi hermano vaya a tomar
cuando quiera saber definitivamente sobre Saravi.
—Yo prefiero esperar ese momento, no quiero perturbar la tranquilidad
antes de tiempo —contesto sabiendo que eso no es lo que siento.
—Bien, entonces me retiro, debo encargarme de algunas cosas antes de
que caiga la noche completamente.
—¡Basim!
Mi corazón late con fuerza, las palabras de Saravi en su carta aún siguen
taladrando mis pensamientos todos los días.
“Y tú tendrás una nueva oportunidad con Basim”
—¿Qué pasa? —pregunta girándose para acortar nuestra distancia.
—¿Cuánto tiempo estaremos así?
Su rostro cambia quedando impresionado por mi arrebato. Pero sin duda
termina por acercarse, tanto, que mi cuerpo se estremece.
—¿Y cómo quiere que estemos…? ¿Majestad?
En algún momento pensé que la rabia era la que conducía sus palabras, sin
embargo, en la comisura de sus labios se arquea una sonrisa para tomarme
en sus brazos y besarme con la pasión que a él lo caracteriza.
Me dejo llevar, me dejo llevar por sus caricias, por sus besos expertos y,
sobre todo, por las ansias que nos domina a los dos, le abrazo, le
correspondo sus gestos y me dejo atrapar por todo aquello que algún día nos
separó…
CAPÍTULO 34
Kalil.
Los susurros constantes hacen que poco a poco mis ojos comiencen a
parpadear. Me siento un poco perdido y con un gran de dolor en la cabeza.
Reprimo los ojos lentamente para amortiguar un poco el dolor y giro
lentamente hacia los lados. Mi visión aún es un poco borrosa, pero puedo
jurar que Kader, mi hermano, habla de algo al parecer interesante con
Basim en la puerta de la habitación.
Tengo la boca seca, puedo sentir la garganta carrasposa como si no
hubiese tomado agua en años, entonces trato de apoyar mi palma en la cama
para darle impulso a mi levante, hasta que un dolor rotundo me hace quejar
de inmediato.
Mi brazo literalmente está enrollado de vendajes, ahora mismo no puedo
ver el centro del dolor y la herida, pero aprieto para recostarlo a mi propio
cuerpo, mientras aguanto la respiración.
¡Qué dolor tan insoportable!
—¡No te muevas, hermano! ¡Llamaré al médico! —no veo como se
moviliza Kader, solo sé que se ha ido de la habitación porque el sonido de
su voz disminuyó desde que comenzó hablar.
No sé el por qué, pero me cuesta mucho lograr sentarme, siento como si
una roca hubiese caído encima de mí, y aparte de eso, la sensación del
escozor de una herida abierta en el brazo ahora mismo ha comenzado a
palpitarme por si sola.
—Entonces… Después de todo sobreviviste… —escucho a Basim de
forma burlona. En ese momento abro los ojos por completo logrando
divisarlo de pie frente a la cama.
Parece que está feliz, y pesar de mi dolor logró asomarle una sonrisa.
—Y parece que a ti no te hacen daño las espadas… ¿Tu herida del
costado?
—Estoy como un roble —contesta arrogante—. Era muy superficial,
además yo no combatí como un loco hasta querer morir…
Niego varias veces entre tanto me acomodo a la cabecera, y justo cuando
voy a continuar con la charla, parece que un mundo de gente entra a la
habitación.
—¡Gracias al cielo! —exclama mi madre llegando tan rápido que me
toma desprevenido el abrazo.
—¡Ahhh!, ¡mamá!
Todos comienzan a reír, excepto uno. El médico.
—Quisiera revisarlo un poco… —pronuncia Janí mientras se acerca—. Es
mejor que no se demande tanto, como tampoco es bueno que estén todos al
mismo tiempo en la habitación.
Mi madre parece no gustarle la indicación, pero se retira de mi lado para
que el médico comience las acciones pertinentes. Y de forma silenciosa, los
observo a todos como si fuera la primera vez que los veía.
Papá estaba ocultando su emoción como siempre detrás de Kader, mi
hermano sonreía feliz en dirección de mi madre y Hanna con su gesto de
manos juntas tan firme como un roble, está dando media sonrisa hacia mi
aliviada, hasta que también visualizo a… Alinna.
Luego de mirar en dirección a ella y que sus ojos me recorrieran
largamente, desvío la mirada a Basim haciéndole infinidades de preguntas
para que este solo mueva los hombros y niegue lentamente.
Cuando siento que Janí retira algunas vendas, un quejido sale de mi boca
comprimiendo mis ojos ante el escozor.
—Por la tarde vendré hacerle la cura de esa herida, y por favor, majestad,
trate de no hacer mucho esfuerzo, si no… Seguiré dándole brebaje.
Mi ceño se frunce levemente, no entendiendo sus palabras.
—¿Brebaje? —preguntó más como una orden esperando una explicación.
—Hermano… el médico prefirió esto, estuviste días con mucha fiebre y
en delirio, era preferible que permanecieras dormido… —respondió Hanna.
Pero en su voz noté algo de nervios.
—¿Cuánto tiempo he estado así? —interrumpo en voz alta. Mientras que
la alarma se enciende en el rostro de todos.
—Dos semanas, alteza —Basim responde sin titubear.
¡¿Qué?!
Mi corazón comienza a latir de forma desenfrenada, casi como si el miedo
comenzara a consumirme. ¿Dos semanas?
¿Dónde está Saravi?
—Hanna… —articulo tratando de calmar la rabia que ha comenzado a
tomarme—. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué Saravi aún no está aquí? ¿O acaso
ella está y no vino a verme?, ¿Fueron a buscarla en el tiempo de mi
convalecencia?, ¡Yo prometí ir por ella!, ¿La buscaron?
El silencio domina el lugar mientras los ojos de todos se pasean de forma
apresurada hacia los otros. Pero nadie dice nada.
¡Nadie contesta a mis preguntas!
—Hijo… —mi madre interpela para ser interrumpida por Basim
nuevamente.
—No se ha hecho ningún plan de búsqueda, majestad. No sabemos nada
de ella.
Mis ojos cegados por la rabia se trasladan al lugar de Hanna,
hundiéndome tanto en ella que su boca tiembla antes de hablar.
—N-no… No sabía que debía realizar un plan de búsqueda, hermano…
N-no sabía si querías que lo hiciera, no sé qué… Yo…
—¡¡¡Maldición!!! —estallo.
Doy varios puños en la cama tratando de amortiguar la ira que consume
mis entrañas, hasta que siento que la venda se moja al instante. Esta se ha
teñido por completo de rojo y el médico se alarma tomándome del brazo.
—¡No puedo hacer esto, majestad! ¡Esta herida es muy profunda y puede
volver a infectarse!
Hanna coloca sus manos en el rostro completamente decepcionada de sí
misma, mientras mi padre se acerca de forma rápida hasta la cama.
—¡Hijo! ¡Por favor! —pide mirando hacia todos en el lugar para volver su
rostro a mí—. No culpes a tu hermana, ella no quería hacer algo de lo que
después se arrepintiera. Pero podemos comenzar hacer lo que órdenes, por
favor, cálmate por qué Janí tiene razón.
Mi respiración sale entrecortada como si hubiese corrido una maratón. Y
justo cuando pensé que la calma iba a llegar, un chillido que proviene de mi
madre me altera aún más.
—¡No sirve de nada realizar una búsqueda para ella! ¡Esa mujer no
volverá al palacio!
—¡Madre, por favor! —expresa Kader—. ¡Vamos! ¡Es mejor que nos
retiremos!
Kader toma a mi madre mientras ella lucha en dejarse llevar o no.
Alinna me observa para luego tomar del brazo a Zura convenciéndola de
salir de la habitación, en definitiva.
—Dios… Parece que ella hubiese intercambiado papeles contigo, papá —
Dice Hanna angustiada para volver a mirarme con culpa—. Hermano… ¡Lo
siento! Siento mucho que te hayas decepcionado de mí, solo no sabía qué
hacer.
—Y tampoco nadie le recomendó hacerlo, porque ninguno de nosotros
sabemos que quieres hacer al respecto, nunca aclaraste la situación con la
reina, ni siquiera dictaminaste una orden por su causa —dice Basim en son
de defensa de mi hermana.
Hago un ademán a Janí, el médico, para que salga de inmediato. A pesar
de la duda y de su preocupación, acata la orden sin interpelar. Cuando veo
que este por fin se ha ido y la puerta se cierra me dirijo a los presentes. Mi
padre está a mi lado, mientras Hanna está expectante de pie junto a Basim.
—Saravi salvo este país ¡Nos salvó a todos nosotros! —digo señalándolos
—. ¿Cómo podría ser posible que yo la dejara a la deriva después de eso,
Hanna? ¡¿Cómo?!
—No te enojes con ella —interviene Basim de nuevo—. Ninguno hizo
nada por ello y tu vida dependía de un hilo.
Niego varias veces, mientras la desesperación me apabulla cada segundo.
¡Dos semanas! ¡Ella debe estar pensando lo peor de mí! Inclusive ella
quizás puede estar muerta.
El escozor ardiendo en mis ojos profundiza el dolor atenuante que tengo
en la cabeza, la sensación de desespero se esparce en todo mi cuerpo y
decido porque no puedo seguir esperando. Tomo toda la fuerza e invento
levantarme de la cama, pero un mareo profundo me domina de inmediato.
El ardor de mi brazo se intensifica hasta el punto de esbozar un quejido
luego de esto.
La sangre sigue saliendo como un torrente y eso realmente desespera.
—¡Kalil! —grita mi padre llegando hasta mi lugar
—Hermano ¡Por favor! No hagas esto. Necesitas reponerte.
Sin pensarlo doy un traspié después de empujar a Hanna y Umar de mi
tacto. Entonces veo sus ojos impresionados y me arrepiento de mi arrebato.
Las lágrimas caen desmedidamente por mi rostro entre tanto Basim sale del
lugar, en sus susurros puedo escuchar que nuevamente llama al médico.
—¡Perdóname! —explica Hanna tomando mi rostro—. ¡Perdóname! Sé
que estás sufriendo… Pero, por favor, recuéstate en la cama nuevamente.
—Saravi puede estar muerta, Hanna —señalo en susurro—. Ella debió
odiarme por ser tan cobarde, ella… Yo se lo prometí…
El llanto no me deja continuar. Umar se mete entre mi brazo y me ayuda a
sostenerme mientras poco a poco me vuelve a sentar en la cama. Hanna cae
a mis pies pidiéndome nuevamente disculpas. Pero yo no dejo de pensar en
que soy un poco hombre por permitir que pasara.
En primer lugar, no debí dejarla allá, no debí hacerle caso a nadie más que
a mi corazón. Es insoportable sentir esto, es intolerable saber que yo no
perdí a Saravi…
Simplemente la dejé ir.
—Soy un cobarde —susurro, entretanto el hombre comienza a tratar de
detener la hemorragia de mi brazo y mi hermana lamenta la situación.
Soy un miserable y cobarde que no hizo nada por Saravi, por recompensar
a la mujer que hizo un acto heroico por Angkor y que entregó todo por
mí… Por todos. Pero más me odio porque perdí a la única persona que me
hizo frente, la única que nunca me repitió infinidades de veces que me
amaba, pero que, sí me lo demostró, y lo hizo dándolo todo.
Incluso su propia vida.
Mi Saravi…
4 meses después…
Los viajes al centro de Angkor siempre me dejan a la expectativa de
querer mucho más por mi nación, de realizar nuevas obras y de gestionar
nuevos proyectos. Ver el rostro tranquilo y feliz de mi pueblo sin duda
alguna suma una gran satisfacción para mi vida, e inclusive tener a tanta
gente inmersa en los nuevos planes, me dejan muy satisfecho.
Las calles ahora solo respiran esa paz que de una u otra forma reclamaba
mi país desde hace mucho, el hecho de que Angkor prácticamente camine
sola hace que el pecho se me hinche de orgullo, porque no es para menos
después de tanto agravio.
En estos últimos meses hemos entablado acuerdos muy beneficiosos con
otros países vecinos, de hecho, muchos de ellos que actualmente aún tienen
rey como mi país, harán surgir estas tierras como una catapulta.
«Meses», pienso.
Han transcurrido cuatro meses desde la última vez que vi a Saravi, cuatro
meses desde que me despedí de esos ojos que me gritaban que no la dejara.
El corazón me arde porque a pesar de las búsquedas exhaustivas, a pesar
de ir y venir yo mismo hacia cada rincón, nunca di con el paradero de ella.
Por lo tanto y a pesar de mis negaciones, luego de dos meses la declararon
muerta sin hallar un cuerpo. Y literalmente se legisló que el rey ahora era
viudo.
La misma sensación desde el principio cala mi corazón como el primer
día, porque a pesar de que trato de pensar que ya no hay solución para el
dolor que se metió en mi corazón, aún siento como si me susurra en el oído:
Kalil…
Reprimo los ojos mientras echo mi cabeza hacia atrás dentro del carruaje,
y suspiro pesadamente ante los recuerdos, ante mi mente que no deja de
pensar un solo segundo en ella.
—Sería excelente colocar un pequeño centro de compras aquí en este sitio
—dice Kader sacándome de mis cavilaciones. Su dedo señala un amplio
terreno plano por donde pasamos, inclusive estoy llegando a pensar que mi
hermano ha cambiado tanto como mi padre, de hecho, ahora es mi sombra
queriendo participar en todo lo que puede.
Observo el lugar y pienso que sin duda alguna Kader es un futurista, solo
que su ideal está más ajustado a la clase rica del país. Él sigue la etiqueta al
pie de la letra. Y es un engreído sin cansancio.
—Es una buena idea —dice Fais sonriendo haciéndome una mueca de que
Kader está en lo cierto.
Sonrío para asentir a su dicho, pero la sonrisa de Fais se borra al ver mi
expresión. En efecto sabe lo que me pasa y en lo que estoy pensando.
—Imagino la alta gama de Angkor comprando vestidos para sus mujeres
y joyas, y si la monarquía invierte en ello también, traería mucha riqueza,
hermano… Para compartir con el pueblo claro está…
Una carcajada por fin sale de mis labios, junto con la de Fais hasta que mi
hermano se une terminando por decir:
—Piénsalo hermano, valdrá la pena.
Afirmo afianzando su ideal. Un pensamiento muy maduro para su edad.
Por la tarde al llegar al palacio, sigo de forma rutinaria todo mi trabajo,
firmando documentos, dando las órdenes necesarias, ocupándome el tiempo
posible para terminar rendido por la noche y que no me dé un minuto más
para pensar, porque es exactamente lo que no quiero.
No quiero pensar, ni tampoco sentir.
Desabotono la camisa y las mangas, me levanto y me estiro yendo hacia
una mesa de vinos de la biblioteca, «el lugar favorito de Saravi, de donde
no he salido en todo este tiempo», parece que estas paredes olieran a ella,
quiero pensar como si estuviera aquí mirándome de reojo, haciendo que
mira un libro nerviosa para no enfrentarse al hecho que le resulta estar a mi
lado.
Una sonrisa se dibuja en mis labios, para luego dar paso a la sensación
insoportable de dolor que me ha estado consumiendo. Toco por encima de
la tela, la cicatriz que quedó en mi brazo mientras me sirvo una bebida
fuerte que trate de amortiguar la aflicción que he estado ocultando a todos,
para que no me digan ni una palabra más sobre el asunto.
Camino lentamente al balcón donde la penumbra de la oscuridad ha
arropado el cielo. Los pasos de alguien disipan los pensamientos, entonces
giro lentamente hasta que Basim llega a mi dirección.
—El padre de Saravi está aquí…
Mi ceño se frunce levemente.
—¿Hammed? —pregunto entre tanto Basim asiente.
—Hanna quiso prepararle una habitación, pero el duque no quiso, dijo que
no se quedará, que solo quiere hablar con usted y después se irá.
—Claro… Hazlo venir, Basim, y por favor que nadie nos interrumpa.
El general asiente y sale de inmediato cumpliendo la orden. Tomo de
golpe lo que queda de la bebida mientras recuerdo la última vez que el
duque estuvo en el palacio con la madre de Saravi.
Sé que ellas nunca se llevaron muy bien, Saravi me lo dejó saber varias
veces, e inclusive lo comprobé cuando se dictaminó su muerte y ellos
estuvieron presentes, su madre no se inmutó de ninguna manera ante el
suceso.
En cambio, el duque Hammed tenía otra actitud, su rostro me hacía sentir
peor, él estaba devastado e incluso no quiso aceptar nada de la monarquía,
hasta el punto de entregar su título, acto que no acepté y situación que a su
esposa le irritó en gran manera.
La puerta se abrió nuevamente mientras Basim entró con Hammed
siguiéndole los pasos y mi cuerpo se agitó levemente con su presencia.
—Majestad —dice este, y hago una señal para que el general se retire y
nos deje a solas.
—Hammed…
Su rostro me grita dolor en cada poro, trato de respirar acompasadamente
mientras permanezco recto a la expectativa.
—Señor, no le quito mucho tiempo…
—No tiene que comportarse así conmigo, Hammed, por favor siéntese —
le indico el lugar de un sofá mientras yo mismo le sirvo una bebida, cosa
que lo intimida de inmediato. Después de eso vamos a sentarnos.
—Gracias… He venido porque quiero hacerle una petición, si es posible.
—Continúe —pido asintiendo.
—Me gustaría hacer una especie de lápida, para… Saravi —dice mientras
mi pecho se comprime sin piedad—. El cementerio que pertenece al palacio
es donde quiero ponerla, y si me permite, quisiera ir a su habitación, hay
cosas de ella que me gustaría poner allí.
Un silencio procede después de eso y mi garganta siente piedras
carrasposas dificultándome pasar el trago.
Me levanto rápidamente buscando la botella, necesito que esta logre
reparar el daño que estoy sintiendo, esto está sobrepasándome, esto está
llegando al punto del desespero y no sé si podré lidiar con esto el resto de
mi vida.
—Siento si lo molesto, majestad —vuelve a decir ante mi silencio—. Pero
quiero saber si aquí están unas joyas que tenía Saravi, que yo mismo le
regalé… Significan mucho para mí…
La voz de su padre se estrangula, no conteniendo todo lo que el hecho le
causa, mi espalda oculta las lágrimas que a mí mismo se me escurren,
porque no quiero hacerle frente, no quiero darle la cara a su padre y que
este vea que soy un cobarde que dejé a la deriva a su hija, que no la cuidé
como ella merecía.
Después de un largo silencio, limpio mi rostro, pero no giro en su
dirección. Si no que hablo desde mi cobardía.
—Está en su derecho, haga todo lo que desee hacer y no se preocupe por
los gastos.
—No, señor —me contradice, entonces giro bruscamente sintiendo una
mezcla entre dolor e ira—. Quiero pagar cada centavo por mi hija, es mi
deber.
El labio superior me tiembla, estoy reteniendo el ataque de ira que me
provocaron sus palabras, estoy moderando todo el caos que quiere estallar
en mí, respetando el dolor de un padre. Porque aun con toda su cabeza
gacha, sé que me reclama, sé que su silencio grita más que cualquier
sonido, sé que su mirada hiere más que cualquier daga y sé que su queja
silenciosa está provocándome un dolor, que él mismo está deseando que
sienta.
Sin duda alguna, no tendré paz, sin duda alguna no podré vivir bajo la
sombra de lo que le sucedió a Saravi…
CAPÍTULO 35
Kalil.
Presiono mi garganta carraspeando, tratando de buscar una palabra acorde
a la situación que está envolviéndonos en el momento. El padre de Saravi se
ha levantado esperando mi respuesta, parece que eso es lo único que lo hace
estar aquí, y parece que es lo único que quiere.
—Entonces haga como quiere, Hammed, cualquier cosa que necesite
hágala saber, por favor.
El duque asiente, hace una reverencia y se retira hasta que recuerdo hacer
otra pregunta.
—¡Hammed…! —el hombre se detiene y me observa expectante—. ¿La
chica que estuvo con Saravi…? ¿Nadia…?
—Sí, ella está conmigo ahora.
—¿Con usted? Pero… ¿Cómo? —pregunto agitado—. Yo la busqué,
nunca supe de su paradero.
—La encontré en una casa vecina trabajando para ellos, no quería ser
encontrada estaba muy asustada después de lo que le pasó. Nadia es apenas
una niña, mucho más joven que Saravi.
Doy largos pasos había él.
—¿Qué le dijo? ¿Ha dicho algo de Saravi? ¿Sabe alguna cosa que
nosotros no?
Me doy cuenta por su expresión que he pasado mis límites, mis manos
están prácticamente apretando sus brazos como si estuviera arrancándole las
palabras. Entonces lo suelto mientras paso el trago.
—¿De Saravi? No sabe más que nosotros dos… así como usted también la
enterró, ella lo hizo, así también como yo y como todos…
Asiento, y como si me llevara el arrebato me voy del lugar dejándolo allí
de pie, sin escuchar una palabra más, sin querer mencionar más del tema.
Porque sinceramente ya no lo soporto. Ya no doy para más.
Ordeno a algunas damas que conduzcan a Hammed a la habitación, yo no
podría estar presente ni observar en detalle lo que él quiere hacer para con
su hija. No quiero y no puedo.
Luego de que me preparan otra habitación, sucumbo en las sábanas
despojándome de toda la ropa, hundiéndome en la cama y pidiendo al cielo
que el sueño me domine por completo.
Aún recuerdo el día que Saravi llegó al palacio. Recuerdo su abierta
irritación por mi familia, su altanería desde que estuvo a mi lado y de su
deslumbrante belleza cuando la volví a ver desde el día que quedé flechado
por ella. Ignoraba sus ideales, para mí solo era una niña caprichosa que se
rebelaba para con sus padres, para mí era la mujer que, aunque fuera mi
esposa necesitaba conquistar y ganarme su amor. Era claro que desconocía
lo que mantenía su cabeza, como también el engaño que había sufrido por
ese mal nacido.
Recuerdo su incierto, su inseguridad y como sus ojos se abrían para
recibir el cambio que estaba teniendo su cuerpo y sus sentimientos, así
como iban aflorando las corrientes que se esparcían por toda ella, porque yo
mismo las pude sentir en mi propia piel. Al principio fui regio e iracundo
para con ella, no quería revelar a desmedida lo mucho que me importaba,
quería que ella también sintiera lo mismo que yo, deseaba que Saravi
pudiera tener en su corazón aquello que yo pedía a gritos.
Amor.
Aún la sentía en mi cuerpo, aún recordaba como su rostro se estremecía
en mis brazos. Era imposible borrarla de mi mente cuando sus ojos me
decían tanto. Aún recuerdo cuando me dijo:
“Yo me enamoré de usted”
Mis ojos se cierran lentamente con un último retrato en mi cabeza, con la
única imagen que ni mi mente, ni mi cuerpo, ni mucho menos mi corazón,
olvidará.
Y es el rostro de Saravi. Mi Saravi…
A la mañana siguiente fue difícil levantarme, parecía que todos querían
seguir su rutina, e intentar seguir con el curso de las cosas, menos yo.
Sin embargo, la paz, y armonía del palacio no perduró mucho tiempo.
Basim se notaba algo precipitado cuando llegó a la biblioteca demandando
mi presencia, parecía que mi madre se encontraba fuera de lugar y bastante
mal.
Pensé que era otra de sus cosas, especulé que mi madre estaba
sobrepasando los límites hasta que entré al salón donde estaba ella y mi
padre. El rostro de Zura realmente estaba irreconocible, inclusive llegué a
preocuparme en sobremanera, así que corrí al lugar del sofá donde estaba
llorando desconsolada.
Mi padre tenía la cabeza gacha, no lograba conectar mi mirada con la de
él en ningún momento, así que pregunté:
—¿Qué ocurre?
Pero mi madre giró en dirección de Basim incómoda, de inmediato le hice
señas para que se retirara, porque parece que este es un asunto muy
personal.
Luego de que el general salió del salón, me acerco a mi madre mientras
mi preocupación aumenta.
—¿Qué está pasando, madre? —pregunto nuevamente y me agacho
llegando a su lugar.
—Hijo —dice hipando—. Todo lo que ha pasado es solo culpa de tu
padre…
Mi ceño se frunce sin entender nada en las palabras de mi madre, aun así,
nada sale de la boca de Umar.
Resoplo varias veces.
—No comprendo… —termino por decir ante el silencio.
—Kalil… Yo siempre fui partícipe de que la familia de Alinna y la
nuestra se unieran con un matrimonio entre ustedes…
—¡Madre! ¡Por favor!, no otra vez… —reclamo levantándome irritado.
No quiero que ella vuelva con ese tema, no quiero oírle mencionar lo que
pudo ser, y sobre todo no quiero que ella reproche la memoria de Saravi.
—¡Por favor! ¡Necesito que escuches!, no entenderás hasta que pueda
explicarte todo.
La urgencia de su voz y su dolor aparente, solo me hacen estar enredado.
El silencio de mi padre es confuso lo cual no me hace más que aceptar lo
que sea que tenga que decir Zura. Un suspiro pesado sale de mí, y luego
asiento para que ella prosiga, con lo que sea que tiene que decir.
—Nosotros como padres tuyos quisimos eso, desde que los vimos crecer,
desde que entendimos que los lazos de amistad desde su niñez, se hicieron
más fuertes en su juventud… Inclusive quisimos hacer la alianza, hasta que
Umar comenzó a venderme la idea de que no sería así. Comenzó a dar mil
razones del porqué eso no podría llegar a consolidarse, y que había una
familia de renombre con la que debíamos enlazar ahora.
Mi mirada va hacia mi padre varias veces tratando de encontrar una
respuesta a todo lo que escucho, pero él no repara en mí, ni en nadie.
—Inclusive me vendió la idea de que Alinna había declarado su amor por
otro hombre y que su familia no estaba interesada, situación que me pareció
muy extraña. Sin embargo, creí en él, lo apoyé como buena esposa y reina,
sabía que la situación estaba tensa por lo que había pasado a Hanna, y por
las bajas de generales después de anunciar su retirada del reino; realmente
tuve miedo y acepté el casamiento con esa familia —dijo despectiva,
secando sus lágrimas para poder reponerse.
—Madre… —interrumpo un momento para acercarme a ella—. No
traigamos esas cosas ahora, no estoy preparado para seguir escuchando este
tipo de reclamos, no quiero que hables mal de Saravi, ni mucho menos de
su familia.
—¡Era una mentira de tu padre! —dictamina ella, como si no hubiese
escuchado ninguna palabra de lo que pedí anteriormente—. Tu padre solo
inventó todo eso porque necesitaba cumplir el deseo de su amante.
¡¿Qué?!
—¿Amante? —pregunto casi en susurro, pero mi madre logra escucharme
porque asiente en respuesta.
—Así es, Jemina Eljal. La amante de tu padre.
¡No, esto no puede ser!
—¡Padre, dime que no es verdad! —mi voz es dura, inclusive en un grito.
Pero Umar no niega nada, no dice nada—. ¡No!, esto no es posible.
Coloco mis manos en el rostro como si esa acción pudiese borrar esté
presente, como si de esa forma quisiera desaparecer y no seguir
encontrando este tipo de situación. Simplemente no quiero seguir
enterándome de cosas.
—Tu padre metió a esa familia porque quería seguir el juego de Jemina, y
quien sabe si de su hija también, Kalil. ¿Te das cuenta? ¡Hemos sufrido
innecesariamente! Todo esto ha sido provocado por la infidelidad de tu
padre hacia mí, hacia ustedes y hacia su mismo país.
La decepción y nuevamente el dolor de recordar a Saravi me escuece el
alma. No quiero pensar mal de ella, no quiero hacer suposiciones si ella
estuvo de acuerdo o no con su madre, si sabía esto o no desde el principio.
Simplemente es imposible creer que ella lo sabía y no me lo dijo.
¡No! ¡Ella me lo hubiese contado! ¡Ella no lo sabía!
—¡Madre! —grito iracundo, herido por toda esta situación, no reparando
en que ella debe estar sintiendo un dolor parecido—. ¡Di todo lo que
quieras!, ¡Pero no involucres a Saravi en esto!
Su rostro convulsiona, sus labios tiemblan, mientras varias lágrimas saltan
sin cesar.
—Eso es lo peor, hijo… —dice asomando una hoja de papel en sus manos
—. En esta carta descubrí todo hace unas horas, en esta carta se dirige
Jemina a tu padre, diciéndole que con la muerte de su hija se lleva el secreto
que ellos han ocultado todo este tiempo…
Un golpe duro y basto, aquel que te hace romper completamente, ese que
de cierta forma te traslada a una mezcla de decepción, dolor y mucha rabia,
comienza a transformar mi ánimo. Es imposible creer esto si no fueran por
las pruebas irremediables que mi madre muestra, lamentablemente Saravi
sabía esto y lo ocultó.
Estaba convencido de que de cierta forma las cosas habían ocurrido por la
inocencia de ella, porque en algún momento sus pensamientos habían sido
manipulados. Pero… ¿Esto?
No logro pensar que ella fuera así, no como su madre. Quizás en algún
momento lo descubrió, quizás tuvo miedo a decírmelo por las situaciones
que estaban pasando, quizás no tuvo el valor al pensar que su destino sería
peor. Eso sin duda alguna fue lo que pasó.
Sin embargo, la rabia que hay dentro de mí no disminuye cuando reclamo
su inocencia, mi conciencia y el dolor que ha tomado posesión de mí, solo
me grita que lo ocultó a pesar de todo.
—Umar —digo sin contemplación, mientras mi padre lentamente me
encara—. ¿No vas a hablar en tu defensa?
Un suspiro pesado sale de él, levanta la cabeza y su expresión cambia
momentáneamente. Puedo ver ahora el antiguo Umar, aquel que fruncía el
ceño antes de decir alguna ofensa, así que me preparo para ello.
—No diré nada en mi defensa, no tengo que defenderme de nadie, Kalil…
pero por respeto a ti te digo que Zura ha llevado las cosas demasiado lejos.
Sí, tenía un romance con Jemina, sí, sus palabras y la intensidad de nuestra
relación definitivamente hicieron que afianzara la unión entre Saravi y el
reino; también inventé que había sido un pacto desde hace mucho tiempo,
pero no puedo asegurarte que Saravi sabía de esto.
—¡Deja de mentir! —grita Zura.
Umar la ve de soslayo, pero vuelve su mirada a mí.
—Su hija nos descubrió un poco antes de que supieras que ella estaba
traicionando al reino, si se puede llamar así, quizás tenía otras cosas qué
pensar, por eso no te lo dijo… Después de ello decidí terminar mi relación
con Jemina, inclusive quise cambiar pese a todo lo que estaba sucediendo.
Esta carta es otra más de las muchas que me ha enviado, pero jamás volví a
verla. Por eso ella envía cartas sin cesar diciendo que nadie se enterará y
que el secreto está en la tumba… Junto con su hija.
Niego varias veces mientras los observo a ambos y decido porque mi
presencia aquí ya no es necesaria. No voy a intervenir en sus asuntos de
pareja, lo que debía escuchar ya lo escuché y tuve suficiente. Mi madre es
un tesoro preciado para mí, pero por más que quiera ella debe tomar sus
propias decisiones.
Yo particularmente no estoy apto para nada, mi corazón cada día
desfallece y ahora que sé esto, no sé ni que pensar, ni que sentir… No
puedo dejar pasar el hecho de que a pesar de todo Saravi salvó muchas
vidas y de que siempre y a pesar de todo yo honraré su memoria, en mi
mente y en mi corazón.
Solo quiero que pase el tiempo, quiero que pase muy rápido y con ello se
lleve mi dolor, mi decepción y la tristeza que me está consumiendo al pasar
cada minuto. Quiero borrar esto que hay en mí, estoy realmente cansado de
todo, cansado de que aun, en mi corazón, exista la esperanza de ver a Saravi
nuevamente.
Y eso, eso parece que no pasará nunca.
Seis meses después…
El aire cálido junto la alegría de Angkor realmente me ha hecho sentir
mejor en este tiempo. Las celebraciones no se han detenido ni un solo día
desde hace una semana en que comenzaron las fiestas en el país.
Angkor se ha sumido en un sin fin de alegrías, días de júbilo y festejos por
todos los miembros del país, anunciado la llegada del fin de año que será en
unas semanas. Parece como si algunos meses atrás nunca hubiesen existido,
como si todo hubiese sido un mal sueño y las cosas quedarán encriptadas en
un cuento que ya no apetece ser recordado por nadie.
Solo yo.
La gente del palacio simplemente obvia el tema cada vez que trata de
aparecer, incluso algunos hacen como si se hablase de una historia irreal. El
hecho es que el nombre de Saravi solo ha quedado en mi memoria y en la
memoria de un pueblo agradecido por su imponente hazaña.
A veces es intolerable el martirio que se gesta dentro de mí al tratar de
ocultar mi desgano por seguir o mi dolor que parece no quiere irse nunca. A
veces es demasiado duro parecer que no pasa nada ante mi familia y en mi
nación cada vez que debo pararme frente a ellos, y parecer que estoy
completamente curado.
Pero es un karma, uno con el que tengo que lidiar día a día, ya que
aparentemente mi corazón no sabe olvidar, estrictamente es mi cuerpo que
se hace reacio a desarraigarse a su toque, de su tacto y de su mirada, esa que
cada mañana que abro mis ojos, está allí conmigo.
—Todo se ve tan bonito… —el rostro de Hanna me trasmite su alegría, y
sus palabras solo me dejan por sentado que ella está sumida en un sueño
ahora.
—Es verdad —digo en su dirección, mientras caminamos hacia los
jardines del palacio.
La grama y todo su al redor se ha teñido de una leve capa blanca, que
parece embellecer aún más el paisaje. El frío no es fastidioso como en la
época que entrará al final del año, este más bien es refrescante.
Veo de soslayo como Hanna intenta decir alguna cosa que está que se le
sale de la boca, sé que no se ha unido a mi caminata por casualidad, la
conozco como a la palma de mi mano. Su rostro literalmente ha contagiado
al palacio, pues la emoción de que ahora su relación con Basim vaya más en
serio en un tiempo récord, nos ha dejado un poco impresionados.
Sobre todo, por Basim, quien, de la noche a la mañana, cambiando su
forma de ser, decidió solventar las cosas con mi hermana y declarar su amor
de inmediato. Por lo tanto, están planeando un festejo donde anunciarán su
compromiso para dar continuidad a una boda no muy lejana.
—Hermano… —dice ella deteniéndose frente a mí—. ¿Qué has pensado
con lo que nuestra madre ha propuesto?
Entonces lo suelta.
Mi sonrisa se borra al instante, el tema ha vuelto y realmente no quiero
contestar a su pregunta. Quito la mirada de su dirección mientras suelto el
aire pesadamente demostrando mi inconformidad.
—¡Por favor no cambies de ánimo!, solo quiero que vuelvas a retomar tu
vida y seas tan feliz como yo lo estoy siendo ahora… Además… —repone
observando a sus lados —. Angkor ya necesita una reina.
Sus palabras solo se clavan como dagas en mi pecho, todo lo que dice es
cierto, incluso no solo ella, mi madre y Alinna han estado insistiendo en
estos últimos tiempos. La plebe, incluso la alta clase de Angkor pide a
gritos una nueva reina, situación que me ha dejado sin opciones.
—Hanna…
—Sé lo difícil que ha sido para ti —vuelve a interceder—. Solo… No
puedes seguir gobernando Angkor de esa manera, necesitas alguien a tu
lado… y luego si el cielo los bendice, un heredero. Sabes que eso dará
estabilidad a tu reino y tu país lo exige hermano.
Un suspiro cansino es exhalado de mi boca retrocediendo unos pasos para
observar el lugar y el paisaje. Y en contra de todo lo que soy, y pese a lo
que siento, sé que Hanna tiene razón, ahora mismo no puedo seguir
actuando por lo que deseo, porque sobre todas las cosas, mi nación está
primero.
Siempre ha sido así…
—¿Cuándo será tu fiesta de compromiso? —pregunto mientras su cara se
transforma.
—En veinticinco días… —susurra—. Unos días más después del fin de
año para ser exactos.
—Entonces anunciaremos dos compromisos ese día, si a ti no te importa,
claro… y espera a que hable con Alinna antes de que comiences a proliferar
la noticia —sentenció de inmediato—. Hablaremos los dos luego con
nuestra familia.
Hanna grita de emoción mientras se abalanza hacia mí apabullándome en
un abrazo, exponiendo su evidente alegría mientras yo oculto mi tristeza
disfrazada en una sonrisa.
—¡Hermano! ¡Será la fiesta de compromiso más bonita de todos los
tiempos! —dice tan emocionada que no puede creérselo—. Invitaremos a
mucha gente, cambiaré las tarjetas para esta misma semana, y serán
enviadas a todos los países vecinos… Otros reyes y monarquías
representadas estarán aquí, evidenciando nuestra felicidad…
Siempre temí porque este día llegara, siempre esquivé cualquier tipo de
conversación a lo que esto concierne. Siempre hasta hoy, hubo una luz de
esperanza en mi corazón.
Sin embargo, ahora mismo tengo que obligarme a ocultarla, obligarme
incluso a apagarla y dejar que mi vida y el futuro de Angkor simplemente
sigan con su curso.
Adiós Saravi… Adiós mi amor…
EPÍLOGO
Saravi.
Capullos de nieve caen lentamente sobre el mar de grama verde que
acompaña el palacio. El aire frío, ese que anuncia el fin de la temporada del
año comienza hacer mella en mi cuerpo frío que ha estado desde hace horas
contemplando el paisaje.
Pero no quiero moverme de aquí. No por ahora.
A pesar de que el sol está en su punto de apogeo, no logro calentarme con
su débil rayo que trata de inmiscuirse en las nubes grisáceas arropando el
día. Un largo suspiro se ha apoderado de mi cuerpo, mientras los leves
recuerdos vuelven a mí tratando de conectar todos los puntos que necesito
para comenzar mi nueva vida.
Aquella que inicio, solo hace unos meses para mí.
—Mi lady… Aquí tiene su té —la dulce voz de mi dama, Samira, quien
ha sido de gran compañía en este último tiempo, hace que gire hacia y
esboce una sonrisa aceptando la tasa.
—Gracias… Siéntate conmigo.
Samira asiente dejando la bandeja en una mesilla para proceder a realizar
mi petición.
—El aire ahora está muy frío, ¿no cree que debería entrar?
Niego varias veces.
—No te preocupes, cuando sea necesario entraré —explico hacia ella, sin
resolver su preocupación.
Realmente todos aquí en el palacio se han preocupado por mí de forma
extraordinaria, la atención que han tenido para con una desconocida que no
recuerda ni su propio nombre, ha sido más que suficiente para mí.
Y eso lo agradeceré por el resto de mi vida.
Mi mente vuelve a trasladarse aquel día en que mis ojos se abrieron y
despertaron en una amplia habitación, a la vez que varios ojos se posaron en
mi sitio interrogante.
No sabía dónde estaba, ni quién era, tampoco conocía a las personas que
me observaban esperando una palabra mía. Solo llevé mi mano a la frente
en donde provenía un dolor latente. Mis dedos tocaron ciertamente un
raspón que me ardió al sentir el tacto, tenía un golpe en la cabeza y la mente
aturdida.
«¿Cómo llegué aquí?», recuerdo haber preguntado asustada, entre tanto
un dolor fuerte se incrustaba en mi vientre, moví las piernas quitando la
sábana que me arropaba, podía sentir la humedad que corría por ellas
lentamente, entonces vi como la cama se teñían de sangre, lo cual dio una
cadena de alarma desde mi persona hasta los presentes.
Allí comencé a recibir información, la poca información que podrían
darme, relatándome desde lo que podían o conocían hasta el momento para
percibir si podía recordar alguna cosa.
Un hombre que asemejé era un médico se acercó cautelosamente para
proceder a darme una leve explicación mientras mis manos agarraban las
sábanas ensangrentadas, tratando de protegerme de no sé qué:
“La encontramos en los límites del bosque de nuestro país Yomal.
Nuestros soldados deambulaban por el lugar hasta que la encontraron
tendida entre los matorrales, usted tenía un golpe muy fuerte en la cabeza
y… Cuando la examiné, llegué a la conclusión de que estaba embarazada.”
Un escalofrío me recorrió el cuerpo entre tanto las lágrimas comenzaban a
inundar mi rostro; una mujer, Samira, que para entonces desconocía, se
acercó delicadamente envolviéndome en sus brazos para consolarme a pesar
de que ninguna sabía de la otra. Era evidente que en ese momento en que
desperté, la mancha de sangre y el dolor que sentí en el vientre, dejaban
claro que había tenido una pérdida.
«¿Cuánto tiempo tengo aquí?», fue mi siguiente pregunta, quería saber
más de mí y de mi situación.
“Unas cuentas semanas señorita, lamento que haya tenido la perdida,
nadie ha preguntado en Yomal por usted, ni por el bebé, ninguno de los
cortesanos en los límites de nuestro país la reconoce, así que el rey Omer
Bozkurt ha pedido que usted sea instalada en el palacio hasta que despierte
y puedan hablar”
Fue un día desesperante definitivamente, trasladarme a esos momentos
donde no sabía si creer, correr o simplemente dejarme morir, rondaban por
mi cabeza. Eso sumado a la constante pregunta que no dejaba de
martirizarme día y noche. ¿Cómo podía haber llegado a este estado?
¿Cómo podía estar yo tendida entre los matorrales estando embarazada?
¿Cómo podía el padre de ese bebé saber esta situación y no haber hecho una
búsqueda? ¡Ni siquiera en todo este tiempo llegó alguna persona
preguntando por mí!
Nadie.
Luego de un tiempo de inestabilidad, resentimiento y confusión, la
pérdida del bebé, lo único que me quedaba en la vida, me sumí en una
profunda tristeza e innegable depresión. No me quedó otra cosa que, que, si
recordar era llegar al comprender que mi pasado era así de oscuro, preferiría
quedarme sin memoria.
Por muy duro que se escuchara.
Después de una recuperación lenta y muy atendida por estas personas,
comencé a entablar una relación con la gente que aquí vivían,
principalmente con el rey de Yomal.
Omer Bozkurt.
Al principio temí por su autoritaria presencia, Omer es un hombre que sin
duda alguna emana superioridad y eso me intimido en gran manera. Pero su
forma cariñosa, y su interés por mi bienestar me hicieron sentir
tranquila. Porque era paz lo yo que necesitaba, mi mente no era clara, ni
esos recuerdos confusos que a veces venían sin ningún tipo de prevención.
Una de las cosas que me dejó aceptar su ayuda y mi estadía aquí en el
palacio fueron las palabras de Omer que aún siguen latentes en mí:
“Lamento lo del bebé… Yo lo hubiese querido y protegido como si fuera
mío”. Esas palabras sin duda alguna hicieron que mis muros se cayeran y
pudieran confiar, hasta el punto de agradecerle mi vida completa por todo lo
que estaba haciendo por mí.
Después de unos meses de mi recuperación, y de que definitivamente
estuviese más tranquila, Omer llegó al palacio con algunos legisladores
sonriente mientras yo me moría por la curiosidad:
“Es hora de elegir un nombre, desde hoy serás hija de Yomal, ciudadana
legal de este país.”
«¿Un nombre?» pensé un poco aturdida. No tenía idea que como podía
llamarme de ahora en adelante, nada salía de mí para darle continuidad a mi
vida y dejar atrás toda la oscuridad que ni siquiera recordaba, ni quería
recordar.
“Yo he estado pensando en uno… Nahid, tal vez…”, recuerdo que Omer
dijo mientras mi rostro enrojecía.
Para mi mayor sorpresa celebraron mi cumpleaños en ese mismo
momento, el día siete del mes seis del año, en el que por fin tuve un nombre
y una identidad.
Ahora ese era mi nombre… Nahid.
Y, sí, se hizo legal, y acepté ser Nahid de ahora en adelante.
Los meses transcurrieron sin ningún tipo de extrañeza, poco a poco me
iba acostumbrando a la vida en el palacio y a los mimos que todo el mundo
me daba. Omer poco a poco me fue presentando a su pequeña familia. Su
padre ya había fallecido hace unos años, situación que lo obligó a tomar el
trono por ser el único hijo del difunto y la actual reina.
Su madre, Annisa.
Me había encariñado con ella desde el principio, era imposible no hacerlo,
su carácter era tan dulce que era placentero compartir cualquier momento
con ella. Por otro lado, existía otro miembro de la familia no consanguíneo,
Abdel, el rey lo llamaba hermano, así como Annisa lo llamaba hijo, pero
por toda la información que compartieron conmigo, supe que Abdel llegó al
palacio desde que era un niño de seis años, abandonado por su familia.
Cada vez que podía, y cada vez que me iba a dormir daba gracias por la
suerte que tuve de ser encontrada y sobre todo rescatada, y no hay un día
que pase, que no me sienta en deuda, porque mi destino pudo ser peor.
Parpadeé varias veces saliendo de mis pensamientos que en algunos
momentos me consumen el día. Me giró hacia un lado y reparo en la mirada
insistente de Samira en mí. Ella ha estado en silencio mientras yo
deambulaba en mis propios pensamientos, y no me queda más que asomarle
una sonrisa sincera.
—Di lo que tengas que decir —indico en su dirección.
—Creo que usted debe tener unos veinte a veintiún años.
Mi ceño se frunce ante sus palabras un poco confundida.
—¿Y por qué estás sacando esa cifra?
Ella detalla sus manos con duda, para luego levantar su cara apenada.
—Algunos dicen que es muy joven para el rey Omer… pero yo creo que
es perfecta. Solo hay ocho años de diferencia entre ustedes…
El rostro se me tiñe en vergüenza a pesar de la confianza que tengo con mi
dama, tomo el té de forma precipitada y me levanto nerviosa. Ella me
confirma los rumores del palacio, todos hablan de los “supuestos”, cosas
como: “hacen buena pareja”, “son tal para cual” o “se vienen días de boda”.
Siendo sincera conmigo misma, siento un gran aprecio por Omer, daría mi
vida para pagarle todo lo que ha hecho por mí, pero no siento que esté
preparada para una relación. Perdí un bebé de algún hombre, y estoy segura
de que debía tener una relación formal con él. Aunque no me conozca, sé
que debió ser así.
Sin embargo, sería una tonta si no lo reconociera que es muy evidente el
interés del rey Omer hacia mí. Él no oculta su interés en ningún momento, y
cada vez que compartimos cosas más personales se esmera por hacerme
saber su simpatía.
—Entremos —cambio la conversación o más bien la aniquilo. Y al
instante sé que ella sigue mis pasos sin ninguna objeción.
La noche pasa tan rápido que en cuestión de minutos dejo caer mi cabeza
en la almohada, esperando que pueda descansar tranquila sin tener alguna
pesadilla que muchas veces aqueja mi descansar.
Mañana estará de vuelta el rey Omar de su viaje, tiene prácticamente tres
días fuera del palacio cosa que ha traído un aburrimiento a mis días.
Niego varias veces mientras hundo mi rostro en la almohada y una sonrisa
se desliza en mi rostro ante ese pensamiento…
****
—¡He llegado! —la voz áspera de Omer nos hace girar de golpe en el
comedor donde se desarrollaba el almuerzo con su familia.
Abdel y Annisa se levantan de inmediato para recibir a su soberano,
mientras que yo, tímidamente, suspiro nerviosa. Sin duda alguna el
ambiente ha tomado otro aire con su llegada, sin duda alguna algo ha
cambiado y mi rostro lo refleja.
Gesto una sonrisa mientras me levanto lentamente cuando sus ojos se
posan en mí. Omer es un hombre alto de tez blanca, su cuerpo fornido lo
hace más grande e imponente de lo que es, lo hace más fuerte de lo que se
ve.
Entonces luego de saludar a su familia se acerca dudando si abrazarme o
no y lo ayudo afirmando para él. Sus brazos llegan prontamente hasta mi
sitio rodeándome por completo entre tanto los nervios comienzan aflorar en
mi cuerpo.
—¿Cómo estuvo tu viaje? —pregunto con la voz inestable.
—Estuvo bien —contesta despegándose de mí, he introduce su mano en el
uniforme para sacar un sobre blanco, el cual tambalea para todos girándose
de su sitio.
—¡Hemos sido invitados! —dice vociferando.
—¿A dónde esta vez? —reclama Annisa mientras vuelve a tomar lugar en
la mesa junto con todos nosotros.
—Angkor… el rey y su hermana festejarán su compromiso…
El ceño se me frunce por un instante mientras una punzada llega a mi
frente en cuestión de segundos. Llevo mi mano hacia ella sintiéndome un
poco mareada.
—¿Te encuentras bien, cariño? —pregunta Annisa preocupada
tomándome del brazo y en el siguiente momento, encuentro el cuerpo de
Omer agachado al lado de mi silla.
—Te llevaré a la habitación —indica preocupado instándome a que me
levante—. Parece que las emociones siempre te afectan —él sonríe
acompañando sus palabras.
—No te preocupes —le toco con mi mano—. Fue un mareo… ¿Angkor?
Creo que he escuchado ese nombre antes.
—Por supuesto, aquí en Yomal lo habrás escuchado infinidades de veces,
tenemos fronteras con ellos.
Las palabras de Abdel me relajan enseguida, mientras tomo aire para
asentir y olvidar lo que pasó hace unos minutos. Aunque ellos quedan
preocupados, la conversación acerca de dicha celebración, nos hace olvidar
rápidamente del suceso para darle continuidad a la bienvenida del rey
después de su viaje de negocios.
Unas horas más tarde, como de costumbre, salgo a pasear de gancho con
Omer por el jardín, aunque ha caído la tarde y el frío está más helado,
llevamos los abrigos pertinentes para disfrutar del paseo.
—Quiero comentarte algo desde hace rato —lo escucho y enseguida
detiene la caminata para verlo posicionarse frente a mí.
Asomo una sonrisa para alentarle a que siga con su acomedido.
—Quisiera que vinieras conmigo a Angkor… —iba a protestar enseguida,
pero él no dejó que las palabras salieran de mi boca—. No es lo que crees,
yo te he respetado y quiero seguir haciéndolo, Nahid, solo quiero que salgas
un rato de estas tierras y me acompañes, que conozcas algunos lugares y te
refresques de estos muros.
—Me gustan estos muros, son maravillosos —digo más bien para
despejar cierta tensión que extrañamente nos ha invadido. Él parece algo
nervioso, aunque me devuelve la sonrisa.
—Nahid… sé que estaría mal llevar a una mujer conmigo, quiero decir —
explica rápido—. Siendo simplemente amigos, y no quiero deshonrarte
mostrándote así.
—Entiendo y agradezco que pienses en esas cosas…
—Es por ello que le pedí a mi madre que nos acompañara, y también
quiero saber si es posible…
El silencio se instala entre la distancia de los dos, la duda y el nerviosismo
lo han tomado por completo, quiere decir algo, pero su boca tiembla, sé lo
que quiere decir y entiendo su preocupación. Así que tomo sus manos frías
entre las mías, y su mirada nos conecta de inmediato. Un alivio parece
recorrerle el cuerpo mientras toma fuerzas para seguir en su intensión.
—No quiero apresurar las cosas, ni presionarte mucho menos, no quiero
inventar que te llevo como alguien que no eres, por eso quisiera pedirte
que… que… fueses mi prometida, Nahid. Yo quiero que nos
comprometamos, que sigamos conociéndonos en un compromiso formal.
—Yo… —mi voz titubea más de lo necesario.
—¡Sé mi prometida, Nahid!, y que el tiempo diga lo que tenga que decir.
¡Sé mi prometida y acompáñame a esa fiesta de compromiso!, tu compañía
y asistir a tal evento, traerán muchos beneficios a Yomal y sobre todo para
mí —Omer aprieta mis manos con más fuerza y luego fija su mirada algo
dura—. Nunca pensé que este día llegara, pero tú, has cambiado muchas
cosas en mí, no puede ser una coincidencia que hayas aparecido en mi vida
y en este reino, estoy seguro de que, es una obra del destino.
La curvatura de su boca se intensifica mientras espera una respuesta de
mí. Sus manos permanecen apretadas mientras que un sentimiento extraño
comienza a instalarse en mi corazón. Pero no me dejo invadir de las
inseguridades que comienzan a aquejarme ni mucho menos de cierto
rechazo que mi cuerpo hace inconsciente a este suceso. Le debo mi vida a
este hombre, y si esta es mi forma de agradecer, no puedo negarme a esto.
Tomo una fuerte aspiración cerrándome a mis sentimientos y dando pase a
la cordura. Mi cabeza se prepara firme, y trato de gesticular con seguridad.
—Acepto… —sonrío, aunque mi boca se cierre—. Acepto este
compromiso y acepto ir contigo…

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