Molinos de Agua de Chiloe La Pervivencia de Una Economia Campesina en Tiempos de Globalizacion A Traves Del Turismo Patrimonial Region de Los Lagos Chile

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MOLINOS DE AGUA DE CHILOÉ.

LA PERVIVENCIA
DE UNA ECONOMÍA CAMPESINA EN TIEMPOS
DE GLOBALIZACIÓN A TRAVÉS DEL TURISMO
PATRIMONIAL, REGIÓN DE LOS LAGOS, CHILE
MG. JOSÉ BRAVO SÁNCHEZ, MG. CAROLINA QUILODRÁN RUBIO, DR. ANTONIO
SAHADY VILLANUEVA, DR. MAX AGUIRRE GONZÁLEZ1

Resumen
Los molinos de agua chilotes, dispersos en algunas localidades del archipié-
lago, merecen una atención especial, tras muchas décadas de intensa actividad.
Destinados a la molienda de grano, representan un recurso de hondo significado
cultural y socioeconómico en la provincia. Sin proponérselo, estos artilugios
incorporan algunos valores simbólicos e ideológicos de la cultura local. Sin em-
bargo, muchos de ellos se encuentran abandonados y en desuso. Conspira contra
su adecuada conservación el generalizado desconocimiento de sus atributos
materiales e inmateriales. Los molinos de agua tienen hoy la oportunidad de ser
objeto de difusión gracias al turismo alternativo especializado, que se orienta ex-
presamente a exponer aquellas obras aún no reconocidas oficialmente.
Palabras clave: Molinos de agua, patrimonio hidráulico, economía cam-
pesina, turismo patrimonial.

Abstract
The watermills chilotes, scattered in some areas of the archipelago,
deserve special attention, after many decades of intense activity. Devoted
to grinding grain, they represent a deep meaning cultural and socio-eco-
nomic resource in the province. Unwittingly, these devices incorporate
some symbolic and ideological values of local culture. However, many of
them are abandoned and disused. It conspires against its proper conser-
vation, the widespread ignorance of their tangible and intangible attribu-
tes. The watermills today have the opportunity to be disseminated through
specialized alternative tourism, which is geared specifically to exhibit
those works still not officially recognized.
Key words: Water-mills, hydraulic heritage, peasant economy, heritage
tourism.

1 Geógrafos y Doctores en Arquitectura / Investigadores Instituto de Historia y Patrimonio.


Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad de Chile. Portugal #84, Comuna de San-
tiago, Chile. [email protected], 2978 3047

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ANALES DE LA SOCIEDAD CHILENA DE CIENCIAS GEOGRÁFICAS

Introducción

Los primeros indicios de la presencia de molinos de agua en el archipiélago


de Chiloé no son muy precisos, puesto que, para algunos historiadores, sus oríge-
nes se remontan a la llegada de los primeros conquistadores del archipiélago en
el siglo XVI. En algunos estudios se afirma que su construcción data de la mitad
del siglo XVII, bajo la colonización española de este finis terrae. Hay certeza,
asimismo, que a partir de 1660 los molinos se fueron reproduciendo, sobre todo,
en las islas centrales vinculadas a la producción triguera chilota (Oyarzún, 2006).
Algunos cronistas sostienen que el molino chilote debe su origen a los primeros
colonos de ascendencia gallega (Pérez, 2012).
Avanzado el siglo XVIII, los carpinteros chilotes ya habían ganado destrezas
en el oficio de construir molinos de agua, que se manifestaban en la ejecución de
los diferentes artefactos que se asocian a la molienda: maquinarias, tolva, almu-
des, piedras de moler o muelas y otros (Bernales, 1967). De estos molinos nacía
la harina artesanal de trigo y otros cereales como la avena y cebada, además de
sus respectivos derivados: afrecho, afrechillo, harinilla y harina flor.
Pero el apogeo de los molinos de agua se fue desvaneciendo conforme
sentaba sus reales el primer molino industrial instalado en Castro, cuyas ventajas
comparativas en cuanto a economía de tiempo y obtención de harina blanca re-
sultaban incontrarrestables, por lo que su sobrevivencia se vio claramente amena-
zada. Sin embargo, aún se mantienen vigentes en varias localidades apartadas de
los centros urbanos de Chiloé.

Objetivo

Determinar los factores naturales y antrópicos que han afectado la perviven-


cia de los molinos chilotes, y conocer las nuevas estrategias para revalorarlos e
incluirlos en nuevas formas de turismo patrimonial.

Metodología

En una primera instancia, se revisó en gabinete la bibliografía atingente al


uso de molinos en la provincia de Chiloé, a fin de recabar información en tor-
no a los aspectos geográficos, históricos y agrarios de la zona, sin descuidar la
situación legal vigente y el papel de las diversas instituciones y organizaciones
preocupadas de esta forma de patrimonio. Una vez en terreno, se contrastó la
información bibliográfica con la que proporcionaron los habitantes de la zona; se
trataba de verificar y evaluar el estado de conservación de esta singular expresión
cultural y su relación con el paisaje rural y productivo en la provincia. El análisis
permitió constatar que ciertas comunidades rurales aún dependen de los molinos
artesanales, manteniendo viva la tradición artesanal.

Resultados

En los primeros tiempos, los molinos chilotes fueron construidos sobre la


base de una rústica estructura de madera, recubierta con “paja ratonera” y uni-

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da por tarugos. Más adelante, y como una forma de asegurar una mejor con-
servación, los molinos fueron revestidos por tejuelas y tablas, afianzadas con
clavos. Se emplearon con frecuencia el alerce (Fitzroya cupressoides), el ciprés
(Pilgerodendron uviferum) o el coihue (Nothofagus dombeyi), valiéndose de la
resistencia que estas maderas nativas ofrecen ante el trabajo hidráulico y frente
a las severas condiciones climáticas del territorio chilote (Ramírez y Carrillo,
1988).
El diseño de los molinos chilotes en tiempos de esplendor siguió siendo
básico: una caseta de base rectangular –su superficie puede fluctuar entre los 15
y los 25 m2– levantada sobre una estructura de madera altamente resistente a la
humedad y la lluvia: luma (Amomyrtus luma), coihue o canelo (Drimys winteri).
La altura de la caseta oscila entre 1,80 y 2,50 metros (Ramírez y Carrillo, 1988) y
se sostiene sobre pilotes enterrados que se rigidizan mediante maderos dispues-
tos en forma diagonal. Se contrarresta, así, la fuerte vibración que genera el giro
de la rueda de agua durante la molienda. Un techo a dos aguas, con cubierta
de tejuelas o de fierro galvanizado constituye el remate superior y reemplaza el
antiguo revestimiento de “paja ratonera”. Interiormente la caseta que aloja el
molino carece de divisiones. Tampoco tiene ventanas; la idea es que no se filtre la
harina sobrante del proceso de molienda. La puerta, tan tosca como la estructura,
además de controlar la entrada y salida de los ocupantes, permite las periódicas
renovaciones de aire (Ramírez y Carrillo, 1988).
Más allá de su interés como artefacto, el molino de Chiloé constituye un
foco de actividad cargada de poderosos efectos sociales. En torno a la molienda
la vida comunitaria ofrece su mejor expresión. Se crean estrechos lazos de amis-
tad, estimulada por la atmósfera tibia que proviene del ambiente interior y de la
hospitalidad del molinero.
Asociado a la molienda se ha instituido un pintoresco abanico de expresio-
nes que habla del arraigo y la importancia de esta actividad en aquellas locali-
dades donde la dependencia interpersonal es insustituible. La dimensión social
se manifiesta, por ejemplo, en el lazo que la comunidad crea con el molinero
del poblado. Y se dan en este ámbito situaciones de hondo valor antropológico,
como la “pedida del molino”, la “ganada del molino” y el “bautizo del moli-
no” (Aguilera et al., 1980). Cuando un campesino necesita convertir el trigo en
harina, asegura su turno haciendo la “pedida del molino”, acordando con su
propietario el día, la hora y el correspondiente precio. Aún existen molinos que
trabajan ininterrumpidamente, día y noche, y donde se atiende por orden de lle-
gada. En tales casos hace falta madrugar para la “ganada del molino” (Aguilera
et al., 1980). Dentro de la mitología chilota, la creencia popular acepta que los
molinos pueden acoger reuniones de brujos, sin la correspondiente autorización
de su dueño. De allí que este sienta la necesidad de hacer un “bautizo del moli-
no”, para lo cual un sacerdote o un fiscal bendice y bautiza con agua bendita las
esquinas de la caseta, la maquinaria y la piedra. Se sabe que un molino chilote
ha sido bautizado y cristianizado cuando presenta una cruz tallada en la cara
superior de su piedra corredera (Ramírez, 1984). Siendo parte de una sociedad
rural tradicional y de autoconsumo, ante la prestación de servicios se convenía
una forma de pago que se conoce como “makila” o “maquila”. Inspirada en la
tradición hispana, se prescindía del dinero y se operaba con una forma de true-

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que: a cambio de moler el grano el molinero recibía algunos kilos de harina o de


cereales (Ramírez y Carrillo, 1988).
El lenguaje cotidiano de la zona de estudio ha incorporado, progresivamen-
te, algunos vocablos y expresiones que se relacionan con la actividad molinera,
por ser un componente más de su escenario habitual, cercano y querido (Aguilera
et al., 1980).
Es justo reconocer que en Chile la situación de los molinos de agua es ru-
dimentaria. Muchos de ellos en desuso se encuentran deteriorados y ajenos a
los planes estatales de recuperación patrimonial. Por lo demás, existen escasos
estudios en materia de este singular tipo de bien hidráulico. Al final de cuentas,
se produce un círculo vicioso cuyo resultado ha sido siempre predecible: el des-
conocimiento de lo que se tiene es proporcional a la desidia frente a su estado de
conservación.
Uno de los peligros que acecha a esta forma de patrimonio es la inevitable
industrialización que, a menudo, viene aparejada con la pérdida de las piezas ar-
tesanales instauradas por la tradición, para ser sustituidas por otras que ofrece el
mercado, a veces más eficaces, pero casi siempre a costa de agredir el ambiente
y desdeñar los recursos naturales. En el hecho, ya se ha instalado un molino in-
dustrial en Castro con la ventaja para sus usuarios que puede producir gran canti-
dad de harina blanca en muy poco tiempo. Sin embargo, los habitantes de las lo-
calidades rurales se siguen inclinando por los molinos artesanales que dependen
de una economía sostenible y acorde con la escala del lugar.
Con todo, el número de molinos de agua disminuye sostenidamente en la
provincia de Chiloé. En 1980 había cerca de 65 molinos, siempre en zonas tri-
gueras, distribuidos entre la localidad de Pullinque (comuna de Ancud), por el
norte, y el poblado de San Juan de Chadmó (comuna de Quellón), por el sur. La
concentración mayor se produce en comunas centrales de la provincia: Curaco
de Vélez, Quinchao y Castro. Más dispersos, hay molinos en las comunas de Dal-
cahue, Chonchi y Puqueldón.
Los 16 molinos que se han catastrado en 2013 están sembrados en un terri-
torio cuyo límite norte sigue siendo el poblado de Pullinque (Ancud); hacia el sur,
en cambio, el límite se ha desplazado hasta el poblado de Apeche (Quemchi).
También se observa la desaparición de unos cuantos molinos en las comunas
centrales de la provincia. Algunas de ellas, como Quinchao y Quellón, han perdi-
do todos sus exponentes. Superviven, por fortuna, los molinos de agua de Ancud,
Dalcahue y Puqueldón. Es justo consignar que la reducción del número de mo-
linos es consecuente con la paulatina disminución del cultivo de trigo en Chiloé
(Román y Torrejón, 2009).
Uno de los factores ambientales y antrópicos que ha llevado a la disminu-
ción del número de molinos de agua chilotes es la baja siembra y producción de
trigo en la provincia de Chiloé, debido al cambio climático de los últimos treinta
años. A ello se suma la llegada de plaga de la cotorra argentina o perico monje
(Myiopsitta monachus) a la provincia. Esta especie, originaria de Sudamérica, se
adapta muy bien a los bosques o a las áreas agrícolas, depredando todo tipo de
cultivos (Tala et al., 2005). Por otra parte, el aumento de los caminos pavimen-
tados y asfaltados, con la consiguiente mejoría de la calidad de la red vial de
Chiloé, ha implicado una conectividad óptima entre los pequeños poblados de

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los distintos centros urbanos chilotes. Hay, por ende, un mayor intercambio de
harina industrial, facilitada por su menor costo de producción. También explica la
pérdida de molinos de agua chilotes el alto costo que significa la restauración de
la estructura, así como la del artefacto mismo: las piedras molineras y el rodezno
son de difícil sustitución por la creciente escasez de artesanos (Montiel, 2002).
Los molinos que aún funcionan se encuentran en localidades apartadas de
los centros urbanos de Chiloé y siguen siendo motivo de admiración. En nombre
del turismo patrimonial se postuló y luego se materializó la denominada “Ruta
de los Molinos de Agua”, financiada por los Premios a la Conservación y Medio
Ambiente de la Ford Motor Company, en el año 2005 (Diario La Nación, 2005).
Gracias a este proyecto se logró habilitar los molinos situados en Yutuy, Huenuco,
Los Molinos y Putemún. Todos ellos se han convertido en espacios culturales a
través de los que se da a conocer el valor de los molinos y todo el contexto labo-
ral que se produce en torno a ellos. A la fecha se han restaurado varios molinos
de agua, rescatándolos del olvido y el abandono. Uno de ellos es el conjunto
de Curaco de Vélez que, a partir de 1997, con apoyo de Fondart, ha rehabilita-
do, del total, ocho de los antiguos artilugios (Mena, 2005). Pese al esfuerzo –se
mejoraron paredes, techumbres; se repararon piezas de las maquinarias– esta
experiencia no dio los frutos esperados. La falta de una adecuada planificación
turística, la deficiente señalética y mal estado de los caminos fueron algunos de
los factores que conspiraron contra el éxito de este proyecto.
Hoy en día el patrimonio molinero de Chiloé está presente en las exposicio-
nes permanentes de museos locales. Castro, Quellón, Achao y Curaco de Vélez
cuentan con muestras museográficas que incluyen la exposición del artefacto
molino y sus respectivas piedras, así como la explicación gráfica y discursiva de
la restauración completa del edificio con todo su equipamiento (Montiel, 2002).
Dentro de las exposiciones museográficas se destacan artefactos molineros como
piedras de molinos, tolvas, rodeznos, aventadoras, almudes molineros y escenas
vinculadas a trillas y molienda. El museo de Quellón ha logrado reconstruir un
molino de agua con todas sus partes, además de la infografía correspondiente que
explica la utilidad de cada una de ellas durante el trabajo de la molienda.
En Curaco de Vélez se ha decidido la reconstrucción de sus molinos de
agua, potenciando con ello el desarrollo de otras actividades, tales como la
consolidación del parque municipal “Los Molinos”. Allí se realiza cada mes de
abril la fiesta costumbrista de “La molienda” en un sector próximo al pueblo
de Curaco de Vélez (Andrade, 2013). En su parque central existe el necesario
equipamiento para atraer a los turistas: un escenario, una pequeña medialuna
de madera, juegos infantiles, playa de estacionamiento y quioscos para mues-
tras gastronómicas y de artesanía. Entre las actividades costumbristas destaca la
festividad de la molienda: el trigo se muele en los antiguos molinos artesanales
(Núñez, 2015). El éxito de esta iniciativa ha implicado que la festividad se haga
cinco veces cada año, estimulando las inversiones en infraestructura con cargo a
la Municipalidad de Curaco de Vélez y al Gobierno Regional de Los Lagos.

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ANALES DE LA SOCIEDAD CHILENA DE CIENCIAS GEOGRÁFICAS

Conclusiones

A pesar de que ha disminuido el número de molinos en la Provincia de


Chiloé, son suficientes como para sostener una economía campesina, propia de
comunidades autosuficientes.
En la medida que se reconozcan sus atributos y virtudes, tanto materiales
como inmateriales, los molinos de agua pueden llegar a convertirse en un valioso
capital turístico. Como referentes de una economía campesina, están llamados a
ser el insustituible eslabón que permita comprender la historia de la economía
rural de escala doméstica, necesario preludio de aquella economía mayor, que se
inflama con el despuntar de las industrias y el ulterior desembarco de la globali-
zación.
El turismo patrimonial es un interesante camino a seguir, con miras a man-
tener las características socioeconómicas de aquellas comunidades que merecen
apoyo. Su historia y su cultura siempre serán una lección para las generaciones
jóvenes.

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