60 - FAU 1953 - Nueva Junada
60 - FAU 1953 - Nueva Junada
60 - FAU 1953 - Nueva Junada
Este texto – escrito entre fines de 2015 y mayo de 2016 – rememora brevemente, con cierta
nostalgia y fundamentalmente con agradecimiento, algunos episodios de los comienzos de mi
carrera de Arquitectura. Ellos ocurrieron hace ya largos años, en 1953, en la entonces Facultad de
Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Pretende también reflejar el clima
comunitario vigente entonces en la FAU y el valor de la inestimable convivencia en la tarea diaria
entre alumnos y miembros del cuerpo docente, la mayoría de estos merecedores con justicia del
título de verdaderos maestros. Como acota un colega y amigo, Román Peñalba, en una edad en
que somos especialmente plásticos, hacer camino en la vida con las luces de un maestro
iluminando nuestro andar, es un don invalorable.
El escrito recuerda además, con especial cariño, a los compañeros y docentes que acompañaron
aquellos inicios y perduraron en amistad no obstante el transcurso del tiempo. Como es obvio,
todo lo aquí expresado tendrá un tinte fuertemente personal, pero creo que vale la pena compartir
memorias de circunstancias que han cambiado sin vuelta y no siempre para bien.
El título resultará como mínimo curioso, pero se explica luego.
Llegué a esa Casa de estudios de manera providencial. Había finalizado la escuela secundaria
recibiéndome de Maestro Normal en la Escuela Normal Mixta de San Martín. Me era más cómodo
estudiar allí que hacerlo en el Mariano Acosta, pues vivía en Villa Devoto. En esa Escuela – su
carácter mixto era inusual entonces – tuve excelentes compañeras y compañeros, así como
profesores de gran calidad a los que nunca estaré suficientemente agradecido.
También fui miembro del Centro de Estudiantes de San Martín, fundado y dirigido por la Profesora
Ana Pozo, en el que participaba como Asesor un sacerdote jesuita, el P. Berro García.
Con muchos compañeras/os de la Escuela y del Centro seguimos viéndonos actualmente.
Por consejo de mi padre, había orientado mi ingreso a la Universidad hacia la carrera de ingeniería.
Él me había sugerido la especialidad electromecánica y comencé el Curso de ingreso a ella, pero no
conforme derivé casi de inmediato al de ingeniería industrial y luego al de civil. Estaba en eso
cuando un fin de semana participé de un día de campo organizado por el Centro de Estudiantes de
San Martín, al que seguía vinculado.
Tuvo lugar en una quinta de la familia Lucchetti, camino a San Miguel. Por la tarde, los dueños de
casa nos invitaron a tomar el té en su quincho. Estaban presentes Ana Pozo y el P. Berro García, al
que las hijas de la casa le insistieron para que “nos leyera la letra”. Cada uno escribió algo en un
papel y se los fuimos pasando al sacerdote, experto grafólogo. Cuando llegó mi turno, me retrató
cabalmente (al menos en todo lo que podía decir en público) y al finalizar me preguntó que
estudiaba. Le repuse: ingeniería civil y él comentó, dubitativo: “Ah…, está bien, pero te veo más
para arquitectura…”
La cosa no pasó de allí, yo no tenía idea clara de que podía ser un arquitecto, arquitectura eran para
mí las obras tradicionales, palacios, catedrales, lo que había estudiado como historia en la
secundaria, lo que veía por las calles: edificios públicos, casas del común.
Un día, fui hacer un trámite a la Facultad de Ingeniería, que estaba entonces en Perú y Alsina (mi
curso de ingreso se dictaba en la sede de la Av. Las Heras) y recordando lo dicho por Berro García,
tuve la curiosidad de visitar la de Arquitectura, que estaba en la otra esquina, Perú y Moreno.
No más entrar, me topé con una vitrina de pared en la que el Centro de Estudiantes de la FAU había
expuesto una serie de fotografías de una casa que después supe era la Casa Kauffman (llamada
Casa del Desierto) en California, obra del arquitecto Richard Joseph Neutra [1].
Además, a cada alumno se le adjudicaba uno de los armarios de las baterías de ellos ubicadas contra
las paredes, que habían sido individuales, pero que en esa época ya empezaban a ser compartidos,
dado el incremento del número de alumnos. Tales armarios medían alrededor de cuarenta
centímetros de ancho por setenta de profundidad y un metro de alto. En ellos, cada uno guardaba su
tablero, regla T, escuadras, cuadernos y demás, asegurándose la puerta con un candado.
En ese entonces no se elegía el Ayudante de Trabajos Prácticos, los alumnos eran asignados por
decisión administrativa. En Introducción a la Arquitectura me tocó como docente el arquitecto
Horacio Jorge Pando, recientemente recibido y ejerciendo su primer cargo en la enseñanza (ver su
resumen curricular en el Anexo A). Esta fue una segunda feliz circunstancia, pues Pando,
juntamente con otros pocos, entre quienes estaban Osvaldo Moro, Roberto Boullon y Rafael Iglesia
(todavía alumno) formaba parte del ala renovadora de la Cátedra.
El tercer hecho providencial fue que en el grupo de alumnos de Pando se incluían algunos de
condiciones relevantes, que desarrollaron luego brillantes trayectorias y fueron factores fuertemente
sinergéticos durante ese período inicial de nuestro (mi) aprendizaje. Entre ellos menciono a Eduardo
Joselevich, Silvio Grichener, Héctor Compaired (el futuro Kalondi), Irene van der Pol, Roberto
Quiroga, Julio Genoud, Alberto Prebisch (h), Gonzalo Arias.
Pando comenzó a traer y a mostrarnos material adicional a la bibliografía de la Cátedra: la revista
de reciente aparición “nv - nueva visión” [5]
Pando exhibió también un filme experimental prestado por la Biblioteca Lincoln o la Embajada de
USA, no recuerdo bien, llamado Ligth Reflections en el que sobre un fondo negro se movían
reflejos de luces de color producidos por láminas de metal pulido (invisibles, fuera de cuadro) que
se curvaban y desplazaban, moviendo y superponiendo las figuras creadas por sus reflejos, al
compás de música sintetizada [9].
[10] Ejercicios
Llegadas las vacaciones de invierno, Pando invitó a sus alumnos a cursar durante ellas un taller
extracurricular a realizarse en la Agrupación Pedro de Montereau (ver Anexo B). Entre los que
aceptamos participar de la experiencia, aparte de mí mismo, recuerdo a Eduardo Joselevich, Irene
van der Pol, Roberto Quiroga, Julio Genoud, Alberto Prebisch (h), Federico Ezcurra (que luego
abandonó la carrera) y quizás olvide algún otro.
Luego de esta experiencia se volvió al curso de Introducción y se planteó el trabajo práctico a
realizar durante la segunda mitad del año, que consistió en el análisis de una obra de arquitectura
existente. Debía hacerse en equipos de cuatro alumnos. Constituimos un equipo Eduardo
Joselevich, Silvio Grichener, Héctor Compaired y yo (de cada uno de nosotros incluyo resúmenes
curriculares en el Anexo D).
En un alarde de audacia nos propusimos analizar la Casa Curutchet, de Le Corbusier, en ese
entonces en construcción en La Plata. En similar exhibición de desparpajo, decidimos que nuestro
(3)
grupo debía tener un nombre y que el mismo sería “nj - nueva junada” , lunfarda y humorística
alusión a la ya mencionada revista “nv - nueva visión” entonces en boga. El nombre del grupo tuvo
además una versión en “alemán” que fue “nj - neue junachtung”. Si no recuerdo mal, la iniciativa del
nombre fue de Eduardo Joselevich y la de la versión “alemana” de Silvio Grichener.
Nuestra primera visita a la Casa Curutchet comenzó reuniéndonos en la confitería de la Estación
Constitución. Yo llevaba mi cámara fotográfica, una Braun Paxette (marca que posteriormente
encargaría el diseño de sus productos a la Hochschule für Gestaltung, sucesora de la Bauhaus y
dirigida por Max Bill). En estuches separados llevaba un fotómetro y un telémetro, que luego se
montaban en soportes ad hoc de la cámara.
Había sacado ambos instrumentos de sus estuches porque alguien del grupo quiso verlos. En el
preciso momento en que yo estaba tragando un bocado de medialuna, Eduardo Joselevich, con su
peculiar sentido del humor, tomó el telémetro y apoyándolo en una de sus orejas dijo “¡Corte, corte, ya
le dije que esto no es un teléfono!”. Con lo cual me tenté y por reírme casi me ahogo atragantado con
la medialuna, con lo que habría terminado mi carrera prematuramente. De esa primera tarea y de la
visita me quedan unas pocas fotografías [11] y [12]
(3)
Participio pasivo del verbo lunfardo junar: mirar astutamente (el ladrón junaba a su próxima víctima) o bien
apreciativamente (estaba junando a la linda rubia).
“El profesional debe desarrollar sus capacidades, y una esencial entre ellas es la imaginación creadora, que
como decíamos, no es participación exclusiva de las grandes excelencias, sino participación de todo ser
humano, aunque obviamente adquirirá mayor o menor nivel según los dones de cada uno.
Hicimos una experiencia muy linda, hace muchos años. Teníamos una Asociación que
se llamaba Pedro de Montereau 80, arquitecto de la Edad Media, que había construido la
Santa Capilla de París (Figura al margen). Funcionaba a tres cuadras de la Facultad y
ahí íbamos a trabajar, aprender, realmente una cosa… Era la Facultad… eso era más
que la Facultad, dábamos cursos, conversábamos, discutíamos, nos peleábamos 81.
Hicimos ahí entonces un cursito con un grupo de mis alumnos de la Facultad, una
experiencia, trabajando con “estructuras manuales”. La premisa era que con objetos
comunes y de modo manual había que realizar “estructuras”. Bueno, el primer día fue
¿cómo lo hacemos?... En que lío me habré metido, pensaba, a lo mejor esto no tiene
ninguna solución, no llega a ningún lado.
Entonces, para motivarlos, empezaba a explicarles por ejemplo, la estructura de la rueda de bicicleta. Si se lo
piensa, como estructura la rueda de bicicleta es la cosa más extraña del mundo. Son “alambrecitos” finitos
sosteniendo un aro en tensión, que sostiene a su vez a la persona (cuyo peso en realidad “cuelga” de los rayos
que quedan arriba y que van cambiando a medida que la rueda va girando). Analizamos así una serie de
estructuras comunes, comentando el exceso de materiales que hay en la mayoría de los objetos y cosas de
uso diario que tenemos a nuestro alcance, y el despilfarro que eso significa. Bueno, de a poco empezaron a
surgir cosas, las pensábamos, las discutíamos, las llevábamos a la realidad, y así llegaron a resultar objetos
realmente sorprendentes. Estructuras hechas con escarbadientes, por ejemplo, de una belleza notable.
Me acuerdo de un muchacho, Ezcurra, que después dejó arquitectura, un tipo brillante, que hizo una
estructura increíble, genial, en que unos escarbadientes formaban una especie de anillo, sujetos por una
serie de hilos a un eje doblado, así, (rotafolios) del que colgaba con un alambre un aislador de tipo
telefónico cuyo peso le daba tensión a todo el aparato y lo mantenía armado.
Pero si se levantaba el aislador se desarmaba todo, se caía, perdía su forma, y al soltar ese contrapeso, el
conjunto volvía a armarse, volvía a mantenerse en tensión.
Una creación realmente distinta, original, hecha con elementos de ferretería. A mí me emocionó ver las
cosas que pudieron llegar a hacer a medida que iban liberando su imaginación creadora.
Llegó un momento en que no se pudo hacer más, no daba el tiempo para concretar todas las cosas tan
lindas de hacer que se pensaban. Simplemente se dibujaban, las comentábamos... sí, sería interesante
hacer una estructura así, o así...
Después hicimos una exposición... esta es una digresión pero... hicimos una exposición que resultó de lo
más extraña en su momento, pero muy fresca, muy linda, colores agradables, pura... es decir que se veían
cosas bien hechas (Nota y Figuras al margen) [pág. siguiente]. Fue a visitarla Amancio (Williams) y
estaba enloquecido, porque realmente sabía apreciar, sabía ver.
Fue también una periodista francesa que sacó un artículo, me acuerdo, muy bueno, en el diario `Le
Quotidien´ 82. Y fue José Delpini que era entonces el capo de las estructuras, de la ingeniería y tuvimos
una violentísima amable discusión. Él decía que eso no se podía concebir sin matemáticas, que era
imposible llegar a la creación de esas formas sin matemáticas.
Hubo un encontronazo arquitectónico/ingenieril relativo a ese tema. Delpini no podía aceptar que la
imaginación creadora trabajara libremente, pero ¡tenía los resultados delante! No se le planteaba una tesis,
sino que ahí estaban los aparatitos colgados ¿no? 83
Bueno fue una gran experiencia de imaginación creadora y los mismos alumnos, después, a lo largo del
tiempo, me comentaron que para muchos fue un develarse, un abrírseles los ojos y un aparecer una cosa
que antes no habían vivenciado, no habían sentido. Ahí estábamos aplicando el ser “a la mano” de
Heidegger en ese momento yo estaba estudiando a Heidegger es decir aparecía una “vivencia manual”,
había una consubstanciación de esas estructuras con el hacer de uno.
Boggio Videla: Recién mencionabas lo lindas que habían resultado la mayoría de esas cosas y creo que
valdría la pena acotar que en ningún momento se buscó que lo fueran. El planteo de sus especificaciones,
siempre fue muy objetivo. Recuerdo una que desarrollé a partir de estas condiciones: dos bases iguales de
madera, un alambre de acero y otro de cobre, cada uno anclado en el punto central de esos cuadrados de
madera y extendiendo ese alambre de distintas maneras, tratar de abarcar el mayor espacio posible, con el
alambre sosteniéndose en ese sólo punto. Y el cobre, el acero, materiales distintos, dieron posibilidades
completamente diferentes de expandirse y tocando esos objetos en la punta libre del alambre, entraban a
moverse y se hacían vivos ¿no? Y resultó lindo cada objeto como tal, porque se buscó el máximo de sus
posibilidades, el máximo voladizo para cada tramo del alambre sosteniendo sin curvarse todo lo que venía
después, esa era la condición. Y otra acotación, respecto a Delpini: finalmente pareció asentir y recuerdo
que nos dijo “Lo que tienen que hacer es no estudiar más, no vayan a la Facultad, ni a Ingeniería, quédense
haciendo estas cosas”; y tomando su sombrero agregó: “Muchachos, el viejo Delpini los saluda” y se fue,
haciendo una reverencia 84.
80
Pierre de Montereau (o Pierre de Montreuil) arquitecto francés (1200 - 1266). Uno de los más grandes constructores
del gótico. Entre 1246 y 1248 realizó su obra maestra, la Sainte-Chapelle, a pedido de Louis IX. Situada en la Île de la
Cité, representa un paradigma del arte gótico, privilegiando las aberturas con vitrales y reduciendo los muros al
mínimo. Su tumba y la de su mujer fueron ubicadas en Saint-Germain-des-Prés, en una capilla también construida
por él. El epitafio indicaba su título de Docteur en pierre (Doctor en piedra). El lugar fue destruido en 1794.
81
La Agrupación Pedro de Montereau fue una asociación estudiantil fundada por Claudio Caveri, Efrén Lastra y
Guillermo Iglesias Molli desde una cosmovisión cristiano-católica con vocación ampliamente inclusiva de toda
diversidad confesional e ideológica. Participaron de ella personas de la más variada extracción, unidas en la vocación
de un ideal común de excelencia y servicio en la enseñanza, el aprendizaje y la actividad profesional. La Agrupación
fue ámbito de pluralismo y convivencia, lugar de cultura y docencia, taller en el que se realizaban las tareas para la
Facultad, sitio de reunión y regocijo. Tuvo su sede en Alsina 830, a escasas tres cuadras de la Facultad de
Arquitectura, ubicada entonces en Perú 294, esquina Moreno. (Para más información ver “Las Casas Blancas”,
edición del CEDODAL, Buenos Aires, 2004).
82
Se refiere a Germaine Derbecq, quien conoció en Francia al escultor argentino Pablo Curatella Manes, con el que se
casó y residió luego en la Argentina. Fue ampliamente reconocida como pintora y crítica de arte. Fundó, con Silvia de
Ambrosini, Lydi Prati y Odile Barón Supervielle la revista ARTINF, en la cual colaboró, así como en el mencionado “Le
Quotidien”. Desde su galería Lirolay promovió a los jóvenes pintores: Seguí, Alonso, Minujín, García Uriburu, Benedit,
Macció, Greco, Polesello, Suárez, Kemble y tantos otros. La Asociación Argentina de Críticos de Arte instituyó el
Premio "Germaine Derbecq a la Experiencia del Año” a otorgar al artista, grupo de artistas o equipo interdisciplinario
que investigue o experimente nuevas propuestas y lenguajes.
83
El Ingeniero José Luís Delpini fue un renombrado y talentoso profesional. El alto vuelo de sus creaciones
estructurales y de su ingenio constructivo se manifiestan claramente en obras como el Mercado de Abasto de Buenos
Aires, inaugurado en 1934 y el estadio del Club Boca Juniors, obra inspirada en los cánones del racionalismo italiano,
ganada por concurso en 1932, ambas en equipo con los arquitectos Sulcic y Bes.
84
Hoy, mirando a la distancia, dudo si habrá sido cándido de mi parte tomar esos dichos como una alabanza
ocasionada por la aceptación del producto de nuestras experiencias o si, más realistamente, fueron una ironía,
sostenida desde su punto de vista original.
[14] Avda. Independencia 3065. Fachada. [15] Avda. Independencia 3065. Pasillos.
(Fotograma del filme de Favio).
EPÍLOGO
Además de los ya nombrados en las páginas precedentes, quiero mencionar también a otros docentes que
fueron jalones en mi relación con la enseñanza en la FAU durante mi paso por ella como alumno y como
docente (no cursé, ni ejercí la docencia con todos ellos, pero igualmente llegué a conocerlos en persona, así
como a su fama como profesores): Alfredo Carlos Casares, Alberto González Gandolfi, Horacio Blas
Berretta, Eduardo J. Ellis, Eduardo Bustillo, Wladimiro Acosta, Raul J. Álvarez, Carlos Coire, Juan Manuel
Borthagaray, Germán Framiñán, Raúl Grego, Mauricio Repossini, Francisco Rossi, Mario Capagli, Alberto
Prebisch (padre), Carlos Bruguera Godoy, Ignacio Prack, Nora Monreal, Guillermo Iglesias Molli, Sara
Trebino, Luis Miguel Morea, Juan Oscar Molinos, Juan Molina y Vedia, Marcelo M. Guttero, Isaac Danon,
Luis Carlos Curcio, Atilio Gallo, Carlos de la Cárcova, Rafael Onetto, Manuel Mariscal, Donato Di Pietro,
Carlos F. Krag, Julio Sebastián Billorou, Franco Matiello, Gastón Breyer, Carlos Méndez Mosquera, Héctor
Schenone, Mario J. Buschiazzo, Félix Buschiazzo, Oscar Maisonave, Ricardo Braun Menéndez, Ricardo
Jesse Alexander, Jorge Gazaneo, Mabel Scarone, Nelba Benítez, Diego Forero, Héctor Ezcurra, Miguel
Asencio, Alfonso Corona Martínez, Marcelo Trabucco, Ramón Gutiérrez, Norman Bianchi, Jaco Ansaldo,
Juan Manuel Llauró, Alfredo Ibarlucía, Ricardo Kiguel, Jorge Togneri, Julio y Luis Grossman, Máximo
Pellegrini, Estela Carassale, Iván Mihanovich, Paul Amette Paz, Ricardo Rosso, Eudaldo Vidal, Raúl von der
Becke, Horacio Martínez Carreras, María del Carmen Soncini, José E. Lenti, Juan Antonio Solá, Alberto G.
Bellucci, Guillermo Mérega, Celia Ursini, Gustavo Delgado Oro, Osvaldo Magnasco, Carlos Rivarola,
Enriqueta Meoli, Jaime W. Sequeira y otros muchos, que seguramente está omitiendo mi memoria
Para una visión complementaria de este tema, ver el excelente trabajo del ex-Jefe de Personal de la FADU,
Domingo Camilo Rinaldi, titulado “Universidad de Buenos Aires, Facultad de Arquitectura Diseño y
Urbanismo. Autoridades, Personal Docente y No-docente (1948/1998)” disponible en el Instituto de Arte
Americano, FADU,
He omitido exprofeso referencias a las circunstancias políticas de la FAU, tanto en época peronista (durante
cuyos finales ingresé) como en la etapa post-peronista, por cuanto no forman parte del objeto de estas
remembranzas tal como expresado en los párrafos iniciales de este escrito.