El Lazarillo de Tormes

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EL LAZARILLO DE TORMES

Lázaro nació en un molino junto al río Tormes. Era hijo de un


molinero ladrón, que huyendo de sus culpas, vino a morir en la
cárcel. Su madre, ya viuda, no tardó en unirse a un palafrenero
negro, con quien sobrellevó durante un tiempo los dolores de la
soledad. Sin embargo, este segundo marido resultó tan embrollado
como el primero, y tuvo que responder por algunas acusaciones de
su amo. La madre de Lázaro, łuego de arreglar sus propios asuntos
con la justicia, se empleó en un mesón, donde su hijo la ayudaba en
lo que podía.
Cuando Lázaro contaba con doce años de edad, su madre, por
razones económicas, lo puso al servicio de un invidente, cliente
habitual de la hostería. El jovenzuelo, como criado y compañero,
debía guiar los pasos del ciego y ser la luz de sus ojos. Pero el ciego,
contra todas las esperanzas del muchacho, resultó ser un perfecto
avaro. Mezquinaba las copiosas limosnas recibidas, y tenía a
Lazarillo, como él lo llamaba, al borde de perecer de hambre.
Lázaro tuvo que hacerse hábil en todo tipo de truhanerías y malicias
para sustraerle dinero y alimentos a su amo. Sin embargo, cuando el
ciego descubría sus artimañas, lo castigaba cruelmente. Esta
situación llevó al muchacho a tramar una justa venganza. Adrede
comenzó a llevar al ciego por lo peores camino, por entre piedras y
lodo. Un día de lluvia, cuando se vieron en la obligación de cruzar
un arroyo, Lázaro lo condujo justo frente a un enorme poste,
diciéndole que era el mejor sitio para brincar, y lo instó a dar un
gran salto. El invidente arremetió con fuerza y fue a dar con la
cabeza en el poste. En ese instante, Lazarillo, libre y veloz corrió a
todo lo que le dieron sus piernas, en busca de una nueva vida.
Después de abandonar al ciego, Lázaro tropezó con un clérigo que lo
tomó a su cargo como servidor. Nuevamente el chico creyó resueltas
sus angustias. Pero el fraile aquel, con todo y que se henchía de
diezmos y limosnas cada amanecer, atesoraba sus riquezas como un
enfermo peligroso, y estuvo a punto de matarlo de hambre. De igual
modo, sólo las argucias más insólitas y las más audaces trapacerías
permitieron a Lazarillo satisfacer un poco sus necesidades.
Cuando por fin logró escapar de las manos del codicioso sacerdote,
el chico se encontró con un hidalgo, que mirándolo con buenos ojos,
le preguntó si quería ser su escudero. Lazarillo dudó, pero las
maneras galantes y nobles del caballero lo convencieron. Un joven
tan noble no podría ser tan avaricioso y mezquino como sus amos
anteriores. En efecto, no lo era. El caballero compartía con él todas
sus riquezas sin tacañería alguna, siempre y cuando tuviera alguna
riqueza para compartir. El noble hidalgo no tenía un solo céntimo
en su haber y soportaba heroicamente más hambre de la que Lázaro
había tenido que pasar en toda su vida.
Tras muchos andares y trasiegos, después de trabajar de aguador
para un pintor, Lázaro consiguió reunir algún dinero, con el cual
pudo asearse y vestirse dignamente. Luego, se hizo al lucrativo
puesto de pregonero público en Toledo. Allí conoció al arcipreste de
San Salvador. Este lo hizo casar con su criada y le ofreció su
protección. Por estos días, Lazarillo probó por primera vez en su
vida las mieles de la abundancia. Sin embargo, las malas lenguas
hicieron correr un rumor acerca de supuestos amores entre su
esposa y el arcipreste, pues ésta siguió frecuentando la mansión de
su antiguo señor. Lazarillo se negó a dar crédito a las habladurías y
conservó por siempre su deshagada posición.

EL AUTOR Y SU OBRA
Con esta obra, publicada por primera vez en España en el año de
1544, se consolida un prototipo de expresión literaria conocida con
el nombre genérico de «novela picaresca». Aunque hay quienes
defienden que don Diego Hurtado de Mendoza la compuso durante
su vida escolar en Salamanca, hoy se incluye dentro de las de autor
anónimo, pues no hay pruebas que demuestren la veracidad de esta
atribución.
Afín al género clásico de la comedia, este tipo de obra se presenta
como antípoda de la producción «seria», en el tratamiento, los
personajes y el tono de la narración. Lejos de pretender reflexionar,
conmemorar o aleccionar, a la usanza de los dramas, tragedias o
epopeyas tradicionales, la novela picaresca narra desenfadadamente
las andanzas de un protagonista anónimo, Dicho personaje,
despojado de toda nobleza y fortuna, no ambiciona otra cosa que
sobrevivir de la mejor manera, en un mundo, la mayoría de las
veces, hostil y desafortunado. Sus hechos se desarrollan en un
ámbito en el cual los seres no son ya idealizados príncipes Y
hermosas doncellas, sino seres humanos comunes y corrientes. Tan
despojados y simples como el. Sus acciones nunca están apartadas
de una profunda sabiduría popular, que en ocasjones alcanza la
dignidad de una verdadera filosofia.

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