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HACER ETNOGRAFÍA, ESCRIBIR ETNOGRAFÍA UN COMENTARIO SOBRE HAMMERSLEY


Autor(es): Liz Stanley
Fuente: Sociology , Noviembre 1990, Vol. 24, No. 4 (Noviembre 1990), pp. 617-627
Publicado por: Sage Publications, Ltd.

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SOCIOLOGÍA Vol. 24 No. 4 Noviembre de
617-627 1990

HACER ETNOGRAFÍA, ESCRIBIR ETNOGRAFÍA:


UN COMENTARIO SOBRE HAMMERSLEY
L.IZ STANLEY

Introducción

El debate de Martyn Hammersley sobre la descripción, la teoría y la


explicación en la investigación y la escritura etnográficas plantea una serie de
problemáticas epistemológicas clave. Aunque estoy de acuerdo con él en la
mayoría de ellos, también me siento incómodo con la forma en que presenta su
argumento. Mis reacciones a su documento paralelo diversos aspectos del debate
- que ocurre en gran parte pero no exclusivamente dentro de la antropología, pero
de gran relevancia para la sociología - sobre la relación entre "hacer etnografía" y
"escribir etnografía", y que tiene repercusiones para la lectura tanto de la escritura
etnográfica y también las "culturas" o situaciones sociales que una etnografía es
"de". Por lo tanto, más adelante volveré sobre mis reacciones al artículo y sobre
estas cuestiones más amplias; sin embargo, empezaré examinando sobre qué tipo
de "etnografía" está escribiendo Hammersley.
En tres puntos de su exposición, Martyn Hammersley ofrece a los lectores
elementos de una representación típica ideal de "lo que es la etnografía". Estos
elementos, colocados uno tras otro al principio del documento, fijan
poderosamente en la mente del lector una visión muy particular de la naturaleza y
las pretensiones de la etnografía. De este modo, la estructura o forma de su
artículo guarda una relación crucial con su contenido argumentativo.
La primera de estas representaciones se produce en las primeras páginas y
deriva la "etnografía" efectivamente de una crítica de la cuantificación y el
enfoque de la encuesta realizada por - anónimo - etnógrafos, presentando así
efectivamente los "orígenes" de la etnografía como una huida contemporánea
de los números / positivismo. La segunda representación sigue casi
inmediatamente y establece los preceptos fundadores de la etnografía como:
etnografía como teoría" (es decir, descripción teórica); "teoría como
descripción de microcosmos sociales", y "descripciones etnográficas como
aplicaciones de la teoría". La tercera representación se inserta dentro de la
noción de etnografía como teoría; y aquí la justificación de esta postura se
presenta como la convicción de que la descripción etnográfica es perspicaz,
sobre microcosmos sociales, es la aplicación de teoría/teorías, y desarrolla la
teoría mediante el estudio de "casos cruciales".

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Estas tres representaciones vinculadas de la etnografía son cruciales para


toda la argumentación de Hammersley. Más adelante discutiré las razones por
las que estoy de acuerdo con muchos de los puntos que plantea al respecto,
pero antes haré de abogado del diablo y rebatiré la visión de la etnografía que
se ofrece así al "lector común". Lo hago como socióloga que utiliza la
etnografía como parte de un intento más amplio de construir un estilo de
investigación feminista que se ocupe tanto del proceso como del producto.

Descripción en Sociología

Casi invariablemente, la investigación sociológica, ya sea en encuestas,


entrevistas, etnografías y teorizaciones, analiza la descripción como un
recurso que proporciona "información sobre" cualquiera que sea el tema
sociológico en cuestión. En relación con los análisis de clase, por ejemplo, se
pregunta a las personas por sus ingresos, sus logros educativos, su empleo, la
ocupación de su padre -y quizá de su madre- y muchas otras cuestiones; y de
ello se derivan diversas perspectivas sociológicas teóricas sobre la clase y la
ocupación. Sin embargo, un enfoque alternativo utiliza estas descripciones
como tema de investigación analítica, no como recurso que proporciona datos
sobre algo fuera de la propia descripción.
Este último enfoque centra la "descripción" y analiza sus propiedades
"teóricas" en los relatos profanos. El primer enfoque, del que Martyn Hammersley
se lamenta con razón, confunde la descripción con el fenómeno social a l que
sirve de glosa. Una gran cantidad de escritos etnográficos reeditan, en efecto,
descripciones cotidianas sin tener nunca en cuenta el estatus de éstas cis ñ cis los
acontecimientos de los que son una "descripción". En este caso, el resultado suele
ser una teoría etnográfica basada en una combinación de descripciones profanas y
sociológicas, pero sin tener en cuenta qué tipo de "teorización" resulta de ello. Sin
embargo, en realidad veo poca diferencia entre las variantes etnográfica, de
encuesta, de entrevista y teórica; cada una depende de la descripción; pero sólo la
etnografía conserva la descripción como característica central de sus relatos
escritos, ya que estos otros estilos sociológicos despojan decididamente su base
descriptiva (laica y sociológica).
Precisamente porque la etnografía conserva la descripción a cierto nivel, y
Por lo tanto, revela más que oculta la problemática discutida por Martyn
Hammersley, que me parece un método tan analíticamente desafiante de
trabajo dentro de la disciplina. La relación entre descripción y teoría
constituye precisamente la base sobre la que la investigación etnográfica
debería, debe, ser examinada críticamente por sus practicantes; y es
ciertamente cierto, como da a entender el artículo de Martyn Hammersley,
que la mayor parte de la etnografía ha evitado un examen minucioso de las
mismas. Estoy totalmente de acuerdo con la mayoría de las críticas que hace,
aunque lamento su glosa de la "etnografía" en lugar de reconocer los estilos
etnográficos reales que compiten entre sí. Sin embargo, mi principal reserva
se refiere a su incapacidad para aplicar argumentos similares sobre la
descripción y la teoría a la etnografía.

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La investigación sociológica dominante, ya que aquí existe al menos la misma


confianza en una noción no digerida de correspondencia entre descripción y feno-
mena social, y quizás incluso menos voluntad de enfrentarse a los problemas
fundamentales que se derivan.

Los orígenes de la etnografía

El relato de Martyn Hammersley sobre los orígenes de la etnografía es


curiosamente ahistórico. En realidad, la etnografía tiene fuentes históricas
complejas y de distinta localización, por lo que tiene su origen en las actividades
de diversas generaciones anteriores de etnógrafos.
El primero de estos lugares de origen temporal puede definirse como "la
recopilación de relatos de viajeros", con la codificación algo posterior de "escribir las
culturas antes de que desaparezcan", y lo asocio con la preantropología y la
primera antropología cultural en América. Sin embargo -y saltando algunas
generaciones de eruditos y numerosas variaciones etnográficas a lo largo del
tiempo- también hay que señalar que la "representación cultural" (pues así,
aunque reconociendo las muchas variantes dentro de ella, podría denominarse
este enfoque) no es en absoluto el único enfoque actual dentro de la
etnografía antropológica. Junto a él, al menos tan importante y de hecho en
algunos aspectos más, está lo que yo llamaría (con las mismas reservas sobre
la simplificación excesiva) "traducción cultural".
Es decir, al menos algunos antropólogos se han enfrentado a la insoluble
problemática de estudiar una cultura, pero presentar los resultados de este estudio
a otra cultura muy diferente de académicos occidentales universitarios,
insistiendo en dos cosas. Una es la "extrañeza" de lo que se estudia y la
necesidad, al escribirlo, de traducirlo en términos familiares para, por ejemplo,
los habitantes académicos de Manchester o Milton Keynes. La otra es el
reconocimiento de que el público principal del trabajo etnográfico es, de hecho, la
comunidad académica: para que la etnografía pase el examen tiene que ser escrita
y presentada en términos académicos, no en los de la comunidad estudiada. Como
han señalado varios antropólogos (espero que para incomodidad de los etnógrafos
sociológicos), existen exactamente las mismas problemáticas, pero se afrontan
más raramente cuando se hace "antropología en casa" (véase Jackson 1987 y
especialmente Hastrup 1987 y Strathern 1987).
Hay otras variantes antropológicas sobre el tema etnográfico que podrían
discutirse, como los diversos intentos, de ninguna manera limitados a los
"etnógrafos radicales" asociados con la colección de Clifford y Marcus (1986)
(véase también Clifford 1983; Marcus y Fischer 1986; y Geertz 1988 para
una opinión contraria), de producir una etnografía postmodernista; y también
la preocupación mucho más antigua de construir una etnografía feminista
dentro de la antropología (véase Moore 1988; Errington y Gewertz 1989;
Williams 1990). Sin embargo, ahora quiero decir algo sobre los "orígenes"
igualmente variados de la etnografía dentro de la sociología. Analizo tres de
estos lugares de o r i g e n : Chicago

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La etnografía de la escuela; el trabajo de Alfred Schutz (1962, 1964) y Harold


Garfinkel (1967) tal y como lo utilizaron los etnógrafos influidos por la
etnometodología; y la influencia de la escuela de antropología social de Max
Gluckman en los etnógrafos sociológicos de Manchester en la década de 1960.
Sea cual sea la valoración que se haga del trabajo teórico de Park, Burgess y
otros asociados con las visiones "ecológicas" de "la ciudad" basadas en Chicago,
el grupo de etnografías asociadas con el trabajo de la Escuela de Chicago
constituye una contribución significativa (todavía muy infravalorada) al
desarrollo de la etnografía como método y metodología dentro de la sociología.
Entre las características clave de este trabajo se encuentran la atención a las
minucias de la vida cotidiana, el hecho de estar en el medio estudiado y, sin
embargo, no pertenecer a él, la preocupación por la micropolítica de la vida
cotidiana y el hecho de centrarse en los aspectos públicos y no en los más
privados de la vida cotidiana. Entre otras cualidades, estas etnografías también
muestran creencias a menudo ingenuas (o idealistas) en la separabilidad de los
hechos de las opiniones, de la implicación objetiva de la subjetiva, y la
convicción de que la etnografía proporciona de hecho a los lectores descripciones
más que t r a b a j o s teóricos.
Sin embargo, para algunos etnógrafos sociológicos actuales, la mayor
influencia ha procedido de la fenomenología y, en particular, de la obra de Schutz
y Garfinkel. Por ejemplo, la preocupación de David Sudnow (1967) por la
organización social de la muerte ejemplifica una atención a la explicación de las
comprensiones y prácticas cotidianas, sobre todo en su debate sobre el "recuento
de muertes", mientras que su enfoque anterior (1963) sobre los "delitos normales"
se centra en comprender analíticamente cómo los esquemas conceptuales
cotidianos surgen de las circunstancias materiales prácticas y se confirman
mediante su uso dentro de dichas circunstancias prácticas (véase Wieder 1974;
Stoddart 1974; Smith 1978; Lee 1984);
Moerman 1974, 1988).
La principal preocupación aquí es cómo se negocia y se mantiene la
intersubjetividad y, por tanto, cómo se produce la estructura social y el proceso
social. De ello se derivan tres importantes trayectorias de la etnografía
sociológica actual. La primera es una toma de conciencia del propio etnógrafo
como la mente analizadora comprensiva de la que deriva un texto etnográfico. La
segunda es la insistencia en que lo que pasa por "descripción" en gran parte de la
sociología es, de hecho, una glosa teórica de una complejidad que no puede
"describirse" realmente en ningún texto escrito ni hablado. Y la tercera e s una
preocupación por la importancia del habla como medio de descripción analítica e
intercambio en la vida cotidiana.
Quizás irónicamente, el interés de la sociología británica por una etnografía
basada en la metodología étnica surgió primero en un departamento que tenía
sus orígenes etnográficos en la escuela de antropología social dirigida por Max
Gluckman en la Universidad de Manchester. Las convicciones etnográficas
de Gluckman y su atención a los factores y cuestiones "sociológicos", sobre
todo su conciencia de la importancia de las redes sociales en los entornos
urbanos, tuvieron un profundo impacto, en particular en la serie de
etnografías industriales por las que el Departamento de Manchester era más
conocido en aquel momento en la sociología británica.

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(Frankenberg 1982; Emmett y Morgan 1982; Anderson y Lee 1982). De hecho,


su influencia puede rastrearse mucho más ampliamente, incluso a través de los
estudios sociológicos comunitarios británicos de la década de 1960 y el interés
más reciente por las redes sociales como redes económicas.
A estas alturas, los lectores serán conscientes de que he construido,
utilizando diferentes encabezamientos de categoría, el mismo tipo de
representación típica ideal de la etnografía que he pedido a Martyn
Hammersley que rinda cuentas por construir. Serán conscientes de que ellos
también podrían ofrecer representaciones alternativas igualmente
significativas de los orígenes de la etnografía tal y como la perciben. También
serán conscientes de que hay muchas variantes dentro de la "etno- grafía" que
construyen, así como desviaciones de la misma. Tomando prestada la
discusión de Graham Watson (1984) sobre las prácticas interpretativas que
constituyen las fronteras entre la antropología social británica y la
antropología cultural estadounidense, he ironizado sobre la descripción de
Martyn Hammersley de una etnografía "así es como es", única y sin fisuras.
Su descripción es, de hecho, una representación lograda mediante dispositivos
textuales como la retórica y la cosificación; y mi ironización se basa
igualmente en medios textuales, en la forma de situarme junto a su otra
descripción igualmente "así es" de la etnografía, aunque constituida de manera
diferente. Espero que al hacerlo haya dejado claro que ninguna de las dos
versiones debe considerarse "una descripción" de la etnografía; ambas son
selecciones, glosas, modelos: selecciones teóricamente informadas que
aparecen, textualmente, en forma aparentemente descriptiva. Más adelante
volveré sobre la frontera teoría/descripción constituida y marcada por Martyn
Hammersley y atravesada en mi propio relato.
Del debate anterior extraigo dos conclusiones. Una es que la forma en que los
etnógrafos actuales entiendan los rasgos clave de la etnografía dependerá en gran
medida de las fuentes de influencia en sus propias biografías intelectuales. La otra
es que existen etnografías, ya que el término etnografía, al igual que el de
"sociología", actúa como una glosa que confiere una unidad, no del todo falsa, a
diferentes preocupaciones, métodos y epistemologías. La etnografía puede existir
como método o técnica, como metodología o perspectiva, y como epistemología o
teoría del conocimiento; y el etnógrafo puede posicionarse de forma diferente con
respecto a ellas en relación con los procesos etnográficos ("investigación de
campo", "hacer etnografía") y con los productos etnográficos ("escribir
etnografía", "textos etnográficos").
Los lectores no familiarizados con l a etnografía (tanto de producto como de
proceso) bien podrían, llegados a este punto, concluir que no es de extrañar que se
le p u e d a n h a c e r críticas severas y que seguramente las objeciones
estructuralistas convencionales están bien fundadas. Yo saco una conclusión
bastante diferente. Las investigaciones etnográficas y de otro tipo que han
analizado la investigación "científica" (tanto en sus variantes de ciencias naturales
como sociales) y sus productos teóricos (como Cicourel 1964; Latour y Woolgar
1979; Woolgar 1981; Farran 1990; Pugh 1990) sugieren que en el trabajo
"científico" se encuentran exactamente las mismas "confusiones", "fallos" e
"insuficiencias". No es ninguna novedad. Sin embargo, el origen de mi reacción
inicial al artículo de Martyn Hammersley y de mi continuo malestar con algunos
aspectos del mismo es que él
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no discute su argumento como realmente pertinente a la totalidad de la


investigación socio-lógica, no sólo a la etnografía.
Esto no es en modo alguno sugerir etnógrafos deben guardar silencio sobre el
tipo de cuestiones planteadas por Martyn Hammersley y yo muy bienvenida a su
colocación en la agenda para la discusión y el debate. Pero a l mismo tiempo,
todavía hay demasiado etiquetado de trabajo etnográfico como "no científica" y
por lo tanto no debe ser tomado en serio, para cualquier etnógrafo para escribir
como si la etnografía es el único sitio para tales problemáticas. Además, me
gustaría sugerir que estos son precisamente para ser visto como problemáticas,
no problemas.
Estas cuestiones analíticas, y en particular la relativa a la descripción y su
relación con la teoría, vinculan de hecho "el mundo" de la experiencia
cotidiana y la sociología como un tipo particular de relato de esa experiencia.
Estas problemáticas son necesariamente parte integrante de la forma de trabajar
de los sociólogos, al igual que lo son de las demás ciencias sociales, y la única
alternativa es negar su existencia, ocultándolas y guardando silencio sobre
ellas. Estos problemas deben ser explorados desde una variedad de puntos de
vista dentro de un enfoque etnográfico, sobre todo porque aquí existen los
mayores desafíos intelectuales a lo que hacemos y cómo lo hacemos, como el
documento de Martyn Hammersley reconoce plenamente.

Kafidaiion, d#scriprion y teoría

El punto de vista de Martyn Hammersley sobre la relación entre


descripción, teoría y explicación en la escritura etnográfica se presenta de
forma clara y útil. Al hacerlo, ha sentado las bases para centrarse
analíticamente en cuestiones fundamentales para todos los estilos y "tipos" de
investigación sociológica. Por lo tanto, la siguiente discusión procede sobre la
base de que lo que se dice aquí sobre la etnografía se aplica igualmente a la
investigación por encuesta, la entrevista y todas las demás técnicas de
investigación.
Considero axiomático que todo trabajo sociológico se base en el hecho
(normalmente no discutido ni señalado) de que la descripción literal nunca
puede ser completa y siempre podría ser otra sin dejar de ser la descripción de
"la misma cosa", como Harvey Sacks (1963) ha argumentado tan
convincentemente. Sin embargo, aunque Clifford Geertz (1973) y otros
pueden invocar la "descripción densa", la mayoría de los etnógrafos se
quedan muy cortos a la hora de proporcionarla o explicarla. Me centraré aquí
en debatir el argumento de Martyn Hammersley sobre, en primer lugar, cómo
deben validarse los productos etnográficos y, en segundo lugar, la naturaleza
y el estatus de la descripción etnográfica y su relación con la teoría.
Martyn Hammersley plantea con razón la cuestión crucial de cómo se valida
precisamente la escritura etnográfica, dado que la "validación" es un concepto
que en realidad depende de presuponer la existencia de "leyes" en la vida social.
En relación con esto, sugiere que, aunque la etnografía puede verse mejor como
la aplicación de la teoría a la experiencia analítica de un entorno social concreto,
sus descripciones reales difieren poco de las que proporcionan los participantes

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de la recopilación y el análisis de datos, así como en la claridad y coherencia de


los modelos utilizados.
Si se acepta mi argumento sobre la existencia de etnografías, entonces
se plantea el "problema" de que no existe una norma o principio de validez
único. Es decir, no hay un único conjunto de principios de validación que
pueda aplicarse a las etnografías plurales que existen, ya que éstas tienen sus
propias nociones de validez que son integrales y específicas de su marco de
referencia particular (véase la discusión de Peter Eglin (1976) sobre esto en
relación con el análisis compenencial dentro de la etnografía antropológica).
Reconociendo los problemas de la cuestión "validativa", la alternativa de
Hammersley es reforzar el aspecto de "aplicación de la teoría" y de
comprobación de la etnografía. Yo quiero abogar por una respuesta diferente:
una que acepte su relato de la relación de "hermanas bajo la piel" de las
descripciones sociológicas y profanas, pero que también reconozca que las
"audiencias" de tales descripciones son muy diferentes, como lo es la forma
(escrita por un lado, hablada por otro) en que se llevan a cabo y se presentan.
Martyn Hammersley observa que en realidad son posibles descripciones
inagotables del fenómeno empírico, y acepto plenamente que así sea. Sin
embargo, teniendo esto en cuenta, también planteo la pregunta: ¿por qué entonces
no existen descripciones inagotables de la realidad social? De hecho, por
supuesto, habitamos un mundo compartido en el que tales disyuntivas se abordan
sistemáticamente y, la mayoría de las veces, se resuelven satisfactoriamente.
Al responder a esta pregunta en relación con la d e s c r i p c i ó n sociológica
etnográfica, tenemos que examinar por qué "esta descripción" en lugar de
cualquier otro. La "respuesta", tanto en la escritura etnográfica como en la vida
social, se encuentra en los aspectos prácticos indiciarios y contextuales en los que
todos trabajamos y que nos proporcionan los medios adecuados para decidir sobre
las pertinencias: pertinencias que se deciden en función del proyecto en cuestión
y que no deben considerarse "individuales", sino más b i e n respuestas
particulares a problemáticas sociales generales.
Los etnógrafos, al igual que el resto de investigadores sociológicos, nos
enfrentamos a la encrucijada de Jano. En una dirección miramos al "campo", y
en la otra a la "academia"; pero, aunque no queramos descuartizar la
experiencia investigadora, nuestra principal preocupación en los relatos
escritos es producir un texto, un producto material escrito que satisfaga las
preocupaciones, las normas y los requisitos de nuestros compañeros y
superiores académicos. La "descripción" en los relatos etnográficos escritos
demuestra, como dice Geertz (1988), que hemos "estado allí". En este sentido,
la descripción es una característica necesaria de una "etnografía", que se
presenta desde el "estar aquí", pero que se acredita a través de sus
descripciones del "allí". Así pues, la "descripción" puede considerarse un
recurso textual necesario para los relatos etnográficos académicos. Sin
embargo, volviendo a la observación de Hammersley, ¿en qué se basan los
lectores, precisamente aquí y no allí, para juzgar la validez de una etnografía?
y esto sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de los lectores nunca han
estado "allí" y por lo tanto no tienen ningún conocimiento basado en la
experiencia para hacer cualquier juicio sobre la validez.
En términos de representación, los únicos jueces competentes son las personas
que pertenecen a "allí", que son miembros competentes de cualquier entorno que
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investigado y sobre el que ahora se escribe. Sospecho que muy pocas


etnografías pasarían la prueba de la representatividad cuando son juzgadas
por sus miembros. Esto no se debe a que dichas etnografías sean
necesariamente "defectuosas", sino más bien a que, en primer lugar, las
personas que se encuentran en situaciones diferentes en términos de edad,
sexo, sexualidad, clase y etnia experimentarán "allí" de forma bastante
diferente entre sí; y, en segundo lugar, porque el proyecto que impulsa la
escritura de etnografía es diferente del que impulsa la realización de la vida
social. En realidad, la descripción etnográfica no es, ni puede ser, una
descripción literal: más bien es una glosa, un resumen que contiene y, de
hecho, es una interpretación que ofrece una selección parcial de "lo que fue"
dentro de la descripción. Las inclusiones y exclusiones de la descripción
etnográfica se derivan de la pertinencia de una perspectiva o punto de vista, y
éste se basa en las preocupaciones y cuestiones de la "academia" y no en las
del "campo". Estas últimas preocupaciones pueden aparecer en el contenido
de "una etnografía", pero su estructura general de argumentación y
presentación es académica y no profana.
De esto tratan especialmente los escritos de Clifford, Marcus, Fischer y sus
colegas, que plantean cuestiones similares relativas a la validación y sugieren
que una conclusión ineludible a la que hay que llegar es que el público
académico juzga, y valida o no, la escritura etnográfica de la cultura, nada más.
Teniendo esto en cuenta, tal trabajo sugiere, atención analítica debe dirigirse
hacia etnografías como textos: sus estructuras, "voces", retórica, metáforas y
otros dispositivos convencionalmente visto como situado dentro de la
"literatura" y no "ciencia", pero en realidad tan repleta dentro de las ciencias
sociales como cualquier otra escritura. Sospecho que de ahí se deriva gran
parte del interés de las ciencias sociales feministas por el trabajo de estas
antropólogas, ya que la política sexual/textual (Moi 1985) ha sido durante
mucho tiempo una preocupación analítica del feminismo. También hay que
hacer grandes reservas feministas, cuya base puede resumirse diciendo que los
dispositivos de una postura autoral y autoritaria masculina están presentes
aquí, negando y silenciando la existencia de una etnografía feminista en
medio de los intentos de construir una voz textual deconstruccionista radical.
Para Martyn Hammersley, la descripción no puede, por definición, constituir
teoría.
Sin embargo, me siguen desconcertando sus motivos para argumentar esto, o
más bien para afirmarlo como un supuesto a priori. Sus razones parecen
centrarse en lo que él percibe como la imposibilidad de distinguir los
"fenómenos sociales" de los "procesos sociales uni versales", de distinguir
entre particularidades y principios. Aunque no lo discute, la base
epistemológica de una etnografía etnometodológicamente informada también
centra esta problemática y, en mi opinión, "resuelve" el problema, al menos a
efectos sociológicos prácticos.
El " método documental" de interpretación es compartido por laicos y
sociólogos profesionales; en este caso, las particularidades contextuales, en
realidad indiciariamente específicas, se utilizan como indicios de un patrón
subyacente que, de este modo, se reconstruye. Esta construcción de la
"estructura social" genera universales y

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principios a partir de fenómenos sociales concretos: y considero axiomático


que siempre es así como se genera la "teoría", independientemente de lo
abstractas que sean su formulación y sus modos de expresión. Más aún, la
"teoría" depende necesariamente de la "descripción"; de hecho, por su propia
naturaleza, la descripción es teórica, ya que se constituye realmente en y a
través del habla, un habla que está reflexivamente relacionada con los
acontecimientos de los que es una "descripción". En resumen, la "descripción"
es necesariamente una glosa de la realidad que describe y una glosa que
construye un "punto de vista" sobre dicha realidad. Al orientarnos hacia un
examen minucioso de los métodos de los "miembros", la etnometodología
también hace hincapié en las similitudes y solapamientos, pero también en las
diferencias, entre la "actitud natural" y la "actitud científica". En relación con
la etnografía, el lugar de la diferencia reside en los distintos "proyectos" del
"campo" y de la "academia" y también en las diferencias entre los relatos
presentados como habla y los relatos presentados por escrito.
La etnometodología se centra precisamente en las cuestiones y
problemáticas relativas a la descripción, la teoría y la validación que aborda el
artículo de Martyn Hammersley. No es en absoluto necesario "ser
etnometodólogo" para considerar útil prestar atención sociológica a esta obra,
tratarla con seriedad y leerla con generosidad. Yo aceptaría que, desde algunos
puntos de vista, hay problemas con la posición que avanza; Sin duda me
gustaría argumentar que hay cuestiones feministas que se plantean en relación
con (algunas variantes de) análisis de la conversación. Sin embargo, dicho
esto, la etnometodología se erige como el intento más coherente dentro de la
disciplina hasta la fecha para lidiar con el tipo de cuestiones planteadas por
Martyn Hammersley; y es por esta razón que he reparado en cierta medida su
ausencia de su documento.

Referencias
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626 UZ STAN LEY

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Acuerdos
Me gustaría dar las gracias a Rod Watson y a un lector o lectores anónimos por sus
comentarios sobre un borrador anterior de este documento; a Marilyn Strathern por
algunas referencias muy útiles; y también a David Morgan, Sue Scott, Anne Williams y
Sue Wise por los debates mantenidos a lo largo de tantos años sobre los temas que trata.

Nota biográfica: LIZ STANLEY es profesora titular de Sociología en la Universidad de


Manchester. Sus principales publicaciones son Breaking Out: Feminist

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HACER ETNOGRAFÍA, ESCRIBIR ETNOGRAFÍA ó27

Consciousness and Feminist Research (L. Stanley y S. Wise. Londres: Routledge, 1983) y la
próxima colección editada Feminisi Pnaxis: Research, Theory and Epistemology in
Fetninist Sociology (Londres: Routledge, 1990 en prensa). Su experiencia más reciente en
investigación etnográfica se ha desarrollado en el marco de un proyecto de la iniciativa
"Cambio social y vida económica" del ESRC en Rochdale (subvencionado por el
ESRC con el nº G132500A).

Dirección: Departamento de Sociología, Universidad de Manchester, Manchester M13


9PL.

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