Politicas Sociales Años 80 y 90
Politicas Sociales Años 80 y 90
Politicas Sociales Años 80 y 90
Introducción:
Por un lado, la crisis social se extendió para una gran parte de la población, y por
otro, no se pudieron establecer procesos de crecimiento económico sostenido del país,
sino por el contrario, desencadenó un proceso permanente de crisis recurrentes en
nuestra economía, esto es, que en la mayoría de los casos, los gastos públicos destinados
a servicios sociales retrocedieron considerablemente en valores absolutos durante los
años 80.
Queda por resolver, sin embargo, qué tipo de política social puede ser la
adecuada para conciliar conceptualmente y en la práctica los cambios estructurales
necesarios y la estabilidad social de cada uno de los países.
El número de los que están excluidos del sistema público (y del privado) de
seguridad social es correlativo por lo general con el tamaño del sector informal, es decir
con los que de cualquier modo están excluidos de la sociedad. Estos tienen que
depender de las instituciones gratuitas, por ejemplo para la previsión sanitaria y de
educación implementada en nuestro país a través de PROGRESA y de IMSS-
SOLIDARIDAD. Además del desnivel social, existe también un desnivel entre la
ciudad y el campo. En Colombia, Ecuador y Perú, por ejemplo, del 64 al 84 % de los
empleados del área de la energía, del 40 al 45 % de los trabajadores de la industria
procesadora, pero sólo el 5 % de los trabajadores del campo reciben cuidados médicos a
través del sistema de seguridad social.5[5]
4.2.-Propuestas:
Los que abogan por una política social universalista, que incluya a todos los
sectores de la población, utilizan el argumento de la responsabilidad social que tiene el
Estado de garantizar el acceso a la educación, la salud, la alimentación, vivienda y
asistencia en la vejez a todos los ciudadanos. Una orientación de la política social del
Estado enfocada exclusivamente en grupos-meta determinados acarrea injusticias
sociales pues excluye a otros grupos contiguos; por ejemplo, en el caso de una
estrategia orientada a los pobres se excluiría a la clase media empobrecida.6[6] Las
arcas públicas vacías, los costos crecientes de una universalización del sistema social
existente, así como la necesidad de intervenciones de mayor alcance para luchar contra
la pobreza, han convertido hoy las estrategias orientadas a grupos-meta en la tendencia
predominante de política social estatal. Por una parte se recurre al argumento de
políticas prácticas de que la escasez de recursos financieros exige la concentración de
los medios disponibles en los sectores más necesitados de la sociedad. Por otra parte, la
concentración en agrupaciones específicas respondería también a la necesidad de una
nueva orientación que se extiende a los sectores más pobres de la sociedad, que hasta
ahora no han sido amparados por los sistemas tradicionales de seguridad social.7[7]
En México, las áreas tradicionales de la política social, como son los sistemas de
salud y educación públicas, de inspiración universalista, gratuitos para los menos
privilegiados y, al menos de acuerdo con la ley, accesibles para todos los ciudadanos,
perdieron su aspiración universalista en los últimos años debido a su “decadencia”
progresiva. Cosa que ha quedado manifiesta, en las discusiones dadas en la UNAM, en
torno a la elevación o no de las cuotas por un lado y por el otro, la aparición de las
AFORES y la posible privatización del IMSS
Un enfoque de la política social más centrado en los grupos empobrecidos de la
población como grupos-meta permite por lo menos considerar las desigualdades
sociales existentes y lograr efectos progresivos de redistribución, vía una nueva
orientación de la política asistencial que bajo la connotación autonómica genere las
condiciones necesarias para el tránsito de mejores niveles de bienestar social, vía
participación directa de estos grupos-meta en el diseño de las políticas sociales.
Sin embargo los problemas de asistencia social estatal dirigidos a los pobres
(construcción de viviendas de interés social, programas alimentarios, etc.) tampoco son
ninguna novedad en la región; en diversos países existen desde los años 60 o 70
(México, Chile, Argentina, Brasil, Costa Rica, Guatemala, etc.). Igualmente los
programas de desarrollo orientados a los pobres y el fomento de grupos de autoayuda a
través de organizaciones de asistencia social extranjeras no gubernamentales pueden ser
evaluados también como una forma de políticas sociales selectiva y enfocada en la
población pobre como grupo-meta. Sin embargo, en casi todos estos casos, lo que han
generado y perpetuado son los lazos de dependencia, mas que fortalecer la autonomía de
las comunidades en su propia responsabilidad como generadores de su propio
desarrollo.
Con pocas excepciones los programas sociales de los Fondos se aplican como
medidas de corto plazo y proyectos sociales de emergencia, para amortiguar las
injusticias sociales durante la fase de estabilización y ajuste de la economía. En
conformidad con su concepto de ajuste estructural, el BM parte de que esos fondos
llegarán a ser superfluos en cuanto se inicie el crecimiento económico, como
consecuencia del éxito del ajuste, que integra de nuevo a la población empobrecida en el
ciclo de producción.
Casi todos los FIS tienen prioridades programáticas en las que predominan las
siguientes medidas de corto plazo: programas de emergencia para suministrar empleos
en la construcción o mantenimiento de infraestructuras sociales y económicas (calles,
instalaciones sanitarias, etc.), y programas de asistencia social como, por ejemplo,
programas de alimentación, programas productivos (promoción de microempresas del
sector informal, pequeños créditos, educación, ayuda a los pequeños campesinos). Pero
en la mayoría de los fondos esta última área, dirigida a reformas estructurales de largo
plazo, representa sólo una fracción de los medios disponibles otorgados. La
concentración de las inversiones en infraestructuras y trabajos de mantenimientos
significa que los recursos de los fondos se canalizan en un área de los gastos sociales
del Estado que experimentó recortes particularmente drásticos en los años 80. es decir,
sirvieron para compensar la disminución del gasto público en esas áreas, pero sin variar
su orientación.
El BID en los noventa marca el nuevo camino conocido como “La agenda social
del Banco”, que tiene por objetivo la reducción de la pobreza regional:
Los impuestos para un desarrollo social que tenga como meta la equidad en la
distribución de los ingresos ha surgido sobre todo de las múltiples organizaciones de la
sociedad civil: los movimientos sociales, los grupos de autoayuda, las organizaciones no
gubernamentales; dichas organizaciones ha construido estructuras de solidaridad y
autoayuda mediante las cuales pueden articular intereses sociales ante el estado, pero
también llevan a la práctica sus propios programas sociales para luchar contra la
pobreza.
La política social aparece, con mucha más visibilidad, con nuevas aristas,
nuevos enfoques, nuevos roles, nuevos actores. Es decir, la misma problemática, pero
con nuevas tramas y nuevos actores, así tenemos, sociedades, grupos sociales
postergados, excluidos, que comienzan a hacerse presentes, como los fenómenos de
Chiapas, la equidad de sexos, etc, marcan que hay un activismo social que no se puede
desconocer, que los estados nacionales y supranacionales no pueden desconocer.
Tal vez no sea gratuito, que el tema cumbre de la ONU, sea hoy, “ la
financiación del desarrollo”
Bustelo, Eduardo S.- Políticas de ajuste y grupos más vulnerables en América Latina.
Hacia un enfoque alternativo. Fondo Económico de Cultura. Bogotá. 1987.
El BID prioriza inversiones sociales. Tercera Epoca Año I. Nº 42. Enero/Febrero 1994.
UNICEF- Hacia un enfoque más amplio en la política de ajuste: ajuste con crecimiento
y una dimensión humana. En Seminario sobre Políticas de Ajuste y los Grupos más
Vulnerables en América Latina. 2/1986.