Agricultura y Ambiente

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5 de Junio, Día Mundial del Medio Ambiente

Agricultura y Ambiente: ¿Antagonismo o Sinergia?

Roberto R. Casas

La agricultura ocupa actualmente la mayor extensión de uso de la tierra por el


hombre y tiene profundos efectos sobre el ambiente. Tal como se la ha practicado,
especialmente en el pasado, ha contribuido a la contaminación de suelos y aguas por
nitratos, fosfatos y plaguicidas, y también como fuente de gases de efecto
invernadero, tales como metano y óxido nitroso. Se considera también que los
métodos empleados en actividades agrícolas y forestales han generado una
importante pérdida de biodiversidad del mundo. La agricultura afecta también su
propio futuro a través de la degradación de la tierra, erosión del suelo, salinización,
exceso de extracción de agua y la reducción de la diversidad genética agropecuaria
con consecuencias a largo plazo muy difíciles de cuantificar.

El cambio climático afectará a la agricultura, a las actividades forestales y a la pesca


de maneras tanto positivas como negativas. Se puede esperar que las
concentraciones globales de dióxido de carbono en la atmósfera aumenten de 350
ppm a 400 ppm para 2030 y que las temperaturas globales medias aumenten entre 0,5
y 1ºC en el año 2030 y entre 1,4ºC y 5,8ºC para 2100. A su vez, la agricultura es una
fuente importante de emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero. Libera
grandes cantidades de dióxido de carbono a través de la combustión de biomasa,
principalmente en zonas de deforestación y de pastos. También emite metano
(ganadería y cultivo de arroz) que si bien persiste en la atmósfera durante un tiempo
más corto, es aproximadamente veinte veces más potente que el dióxido de carbono
en su acción de calentamiento. La agricultura es una fuente fundamental de otro gas
importante que contribuye al efecto invernadero: el óxido nitroso, a través del empleo
de fertilizantes. El aumento de la deforestación, el pastoreo y extensión de la
agricultura, han incrementado la liberación de carbono hacia la atmósfera, lo cual ha
acelerado el calentamiento global. En el pasado, la agricultura era la principal fuente
de emisiones de CO2 a la atmósfera pero actualmente, el mayor contribuyente es el
uso de combustibles fósiles para la industria y el transporte.

Surge entonces un interrogante inmediato sobre si la agricultura y por lo tanto la


producción de alimentos, es antagónica respecto al cuidado del ambiente. Si se
utilizan métodos de producción sostenible y se aplican técnicas conservacionistas, se
podrán atenuar los efectos de la agricultura sobre el ambiente e incluso efectuar una
contribución significativa a su mejoramiento, por ejemplo a través del almacenamiento
de carbono en los suelos, mejora de la infiltración y almacenamiento del agua, control
de la erosión del suelo y conservación de la biodiversidad. Según datos de la FAO se
estima que para el 2030 el almacenamiento de carbono en los suelos cultivados, bajo
la forma de materia orgánica, podría aumentar en un 50 por ciento. En función de ello,
el mundo tiende a adoptar una agricultura basada en las buenas prácticas de
conservación con una gestión sostenible de la tierra (GST) para aumentar los
contenidos de carbono en el suelo y reducir la emisión de CO2, haciendo frente los
grandes retos ambientales: cambio climático, degradación de tierras y pérdida de
diversidad biológica.

El aumento de la captura de carbono será mayor en latitudes templadas, donde el


calentamiento global puede aportar beneficios para la agricultura. Las superficies
destinadas a los cultivos aumentarán y los rendimientos de los mismos podrán
mejorar. También se espera que el clima se haga más variable que en la actualidad,
con aumentos de la frecuencia e intensidad de acontecimientos extremos como lluvias
intensas, inundaciones y sequías. Esto provocará mayores fluctuaciones en los
rendimientos de los cultivos y en la oferta local de alimentos, así como mayores
riesgos de daños por erosión del suelo. En la práctica, es probable que los cambios de
la tecnología reduzcan o compensen sobradamente los efectos del cambio climático.
Entre los cambios tecnológicos más importantes estarán las mejoras de las variedades
de cultivos y los procedimientos de cultivo tales como la difusión de la agricultura
conservacionista y la expansión del regadío, que harán aumentar los rendimientos.

En la Argentina, la expansión de la agricultura hacia ecosistemas de mayor fragilidad


genera la degradación de los recursos naturales, con fuerte impacto negativo sobre el
ambiente. Resulta imprescindible una estrategia nacional para cuidado del suelo y del
ambiente, basada en la aplicación de buenas prácticas y en la implementación de
modelos de intensificación agropecuaria sustentable, que eviten la conversión de
nuevas tierras. Estos modelos se basan en realizar un uso más completo y eficiente de
los recursos naturales, produciendo mayor cantidad de biomasa por unidad de
superficie, minimizando el impacto sobre el ambiente. Para la implementación de
estos modelos se consideran los siguientes aspectos: cierre de brechas productivas,
rotación de cultivos de mayor intensidad, incremento del carbono orgánico del suelo, y
evitar conversiones inadecuadas del uso del suelo.

En las áreas de bosque nativo, es importante evitar el desmonte de tierras ya que se


trata de ambientes frágiles de baja resiliencia. En ellos, un disturbio o intervención
profunda como el desmonte para agricultura continua modifica el “ámbito” original,
produciendo un daño ambiental de intensidad variable. Al eliminar el bosque, se
modifica la provisión de servicios ecosistémicos tales como la protección contra la
erosión, captura de carbono, almacenamiento de agua, control de la salinidad y
conservación de la biodiversidad. En estos ambientes se impone la aplicación de
sistemas silvopastoriles que compatibilicen el uso forestal con el ganadero. Estos
sistemas constituyen “modelos cerrados” que permiten un balance adecuado entre la
producción y el mantenimiento de las funciones ecosistémicas del bosque nativo.

Se debe aplicar muy cuidadosamente la legislación vigente sobre uso del suelo en
ambientes vulnerables, que efectúa una valoración creciente de los servicios
ambientales que prestan bosques nativos, pastizales y humedales. Contar con
políticas públicas y legislación nacional en conservación de suelos resulta
indispensable para reactivar y articular la numerosa legislación provincial existente.
Debe considerarse que la Argentina ha pasado a constituirse en un país relevante
para la seguridad alimentaria mundial, en un contexto de una demanda creciente de
alimentos en las próximas décadas. Esta situación constituye una gran oportunidad,
pero exige evitar el deterioro que sufren los recursos naturales y el ambiente.

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