El Curriculum de La Educacion Secundaria - 4

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El curriculum de la educación secundaria Titulo

Moreno, J.M. - Autor/a Autor(es)


González, M.T. - Autor/a
Bolívar, A. - Autor/a
Escudero, J.M. - Autor/a
Referencias (Año 6 no. 27 jul 2009) En:
Buenos Aires Lugar
LPP, Laboratorio de Políticas Públicas Editorial/Editor
2009 Fecha
Colección
Sistema educativo; Política educativa; Diseño del currículum; Educación; Enseñanza Temas
secundaria; Curriculum; Formación profesional; Bachillerato; América Latina;
Artículo Tipo de documento
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Argentina/lpp/20100324021651/6.pdf URL
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EL CURRICULUM DE LA EDUCACIÓN SECUNDARIA1

1. INTRODUCCIÓN AL DISEÑO Y DESARROLLO DEL CURRICULUM

Así pues, nadie discutiría que el legislador debe ocuparse sobre todo de la
educación de los jóvenes De hecho, en las ciudades donde no ocurre así, eso daña
a los regímenes, ya que la educación debe adaptarse a cada uno de ellos: pues el
carácter particular de cada régimen suele no sólo preservarlo, sino también
establecerlo en su origen; por ejemplo, el carácter democrático engendra la demo-
cracia y el oligárquico la oligarquía, y siempre el carácter mejor es causante de un
régimen mejor…
Está, pues, claro que la legislación debe regular la educación y que ésta debe ser
obra de la ciudad. No debe dejarse en olvido cuál debe ser la educación y cómo se
ha de educar. En los tiempos modernos, las opiniones sobre este tema difieren. No
hay acuerdo sobre lo que los jóvenes deben aprender, ni en lo relativo a la virtud ni
en cuanto a lo necesario para tina vida mejor. Tampoco está claro si la educación
debería preocuparse más por la formación del intelecto o del carácter. Desde el
punto de vista del sistema educativo actual la investigación es confusa, y no hay
certidumbre alguna sobre si deben practicarse las disciplinas útiles para la vida o
las que tienden a la virtud, o las que salen de lo ordinario (pues todas ellas tienen
sus partidarios). Respecto a los medios que conducen a la virtud no hay acuerdo
ninguno (de hecho no honran todos, por lo pronto, la misma virtud, de modo que
difieren lógicamente también sobre su ejercicio).
ARISTOTELES, Política, VIII, 1 y 2.

Las palabras de Aristóteles, aun escritas hace más de dos mil años, contienen,
prácticamente al completo, las cuestiones y problemas fundamentales de lo que
hoy llamamos diseño y desarrollo curricular. Aristóteles esboza en estas breves
frases el carácter de proceso político que tiene el desarrollo curricular, la necesaria
"publicidad" que debe presidir dicho proceso, la doble función reproductora y
renovadora del curriculum escolar y la naturaleza del curriculum como espacio de
toma de decisiones. Es ciertamente notable que Aristóteles nos transmitiera ya una
concepción "problemática" de lo que se enseña, de por qué se enseña y de cómo
se enseña, lejos por tanto de una concepción digamos conservadora de curriculum.
No está nada claro, nos dice, si la educación debe centrarse prioritariamente en lo
profesional, lo moral o lo cultural (las tres opciones tienen sus partidarios y, según
la traducción inglesa del texto (1969), nos dice que existen también defensores de
un equilibrio entre las tres); y, no habiendo acuerdo sobre los fines y los contenidos
de la educación, no puede haberlo tampoco acerca de los medios «que conducen a
la virtud».

Diseño y desarrollo curricular suelen presentarse -como así aparece en el título de


éste y de otros muchos libros y manuales- como un proceso unitario y conjunto
obviándose muchas veces las diferencias entre ambos. El concepto de diseño
curricular es, sin duda, el más asequible por cuanto implica la elaboración de un
"producto visible": se inscribe y relaciona con el concepto de curriculum en tanto
que documento, guía o proyecto en el que se hacen explícitas una serie
estructurada de ideas pedagógicas y de previsiones instructivas. En contraste, el
concepto de desarrollo resulta mucho más equívoco: por un lado, se concibe como

1
Escudero, J.M., Bolívar, A., González, M.T., Moreno, J.M.(1997) Diseño y desarrollo del Currículum
en la Educación Secundaria. Cuadernos de Formación del Profesorado. Ed. ICE, HORSORI. Madrid.

1
el proceso de elaboración y construcción social que se resuelve en "diseños
curriculares" y, por otro, como el proceso de aplicación práctica de dichos diseños
en las aulas. Sin embargo, dada la profunda continuidad e inseparabilidad práctica
de ambos tipos de proceso, las dos acepciones de desarrollo curricular se
necesitan una a la otra; más que dos concepciones contrapuestas, son dos
elementos complementarios de un mismo concepto de desarrollo curricular. Así, por
ejemplo, Gimeno (1988:350) define desarrollo curricular (y lo diferencia de diseño)
en los siguientes términos: «El desarrollo se refiere al proceso de elaboración,
construcción y concreción progresiva del curriculum, función realizada de modo
peculiar en cada sistema educativo, mientras que el diseño suele hacer referencia a
la forma o esquema de racionalización que deliberadamente se utiliza en dicho
proceso o en fases diferenciadas del mismo».

Parece, pues, claro que el concepto actualmente vigente de desarrollo curricular


rodea y engloba al de diseño hasta hacerle formar parte de él. En tanto que proceso
político de construcción social del curriculum escolar escrito, el desarrollo precede,
condiciona y determina al diseño; como implantación, puesta en práctica y
concreción del curriculum escrito (el curriculum en la acción), lo adapta y
reconstruye en la realidad escolar y de aula. En cualquier caso, la diferenciación
entre diseño y desarrollo continúa siendo importante como línea divisoria entre las
dos grandes dimensiones del curriculum: intención y realidad (Stenhouse, 1984);
curriculum prescrito frente a curriculum moldeado por los profesores y (y por otros
agentes curriculares) y curriculum en la acción (Gimeno, 1988).

La doble acepción de desarrollo curricular nos sugiere, a su vez, una nueva


perspectiva para complementar el proceso mismo de desarrollo: por un lado,
tendríamos una visión sincrónica del proceso, esto es, el análisis de la relación
entre todos los (f)actores y fuerzas que inciden sobre la configuración del curriculum
en un momento y en un contexto dados; por otro, tendríamos una visión diacrónica,
esto es, el análisis del proceso de realización y concreción prácticas del "curriculum
en la acción", proceso que se extiende desde la elaboración del curriculum prescrito
u oficial hasta el curriculum experimentado por los alumnos en las aulas. (Si se lee
el índice de este libro, se verá que tal es precisamente el hilo conductor de nuestro
discurso.)

En cuanto a la primera visión, que es sobre la que ahora nos vamos a centrar,
Gimeno (1988:119) nos avanza la siguiente síntesis: “Sobre el curriculum inciden
las decisiones sobre mínimos a que ha de atenerse, la política de la administración
en un momento dado, los sistemas de exámenes y controles para pasar a niveles
superiores de la estructuración del saber de acuerdo con los grupos de
especialistas dominantes en un momento dado, diseñadores de materiales, los
fabricantes de los mismos, editores de guías y libros de texto, equipos de profe-
sores organizados, etc.” El proceso de desarrollo curricular consiste, desde esta
perspectiva a la que hemos llamado sincrónica, en la dinámica que se deriva de la
relación de fuerzas entre todos esos (f)actores que tienen incidencia en el
curriculum oficial o prescrito. El desarrollo (y el diseño) del curriculum constituyen,
por tanto, una compleja práctica de interacción social en la que participan multitud
de agentes personales e institucionales. De aquí la concepción del curriculum como
institución pública en la que confluyen intereses contrapuestos, como espacio de
debate político o como "escaparate" mediador entre lo social y lo escolar donde

2
distintas fuerzas personales e institucionales pugnan por adquirir un espacio
reconocido.

Han sido muchos los intentos de construir un "mapa" en el que quede dibujado la
compleja red de agentes y participantes en el proceso de desarrollo curricular.
Autores como Nicholas (1980), Gay (1985), Zabalza (1987) y Gimeno (1988),
presentan modelos descriptivos del desarrollo curricular en los que se pone de
manifiesto el condicionamiento mutuo y la determinación recíproca entre los
distintos participantes en el proceso. Gimeno (pp. 25-30) habla de un «sistema
curricular», compuesto por un conjunto de subsistemas, en el que se encuadran y
definen las distintas prácticas, niveles y potencial de configuración del curriculum en
cada contexto nacional. Gay (1985) va un poco más lejos a considerar que, a
medida que los sistemas educativos han ido creciendo y dc mocratizándose,
aumenta el número de participantes -y la complejidad de si interrelaciones- en el
proceso de desarrollo curricular y, muy especialmente, grado de intervención de los
poderes públicos; y ello ha supuesto, afirma, que «la dinámica del proceso de
desarrollo del curriculum es similar en la mayor de las naciones».

En síntesis, suele distinguirse entre agentes y participantes externos (se e tiende


externos al propio sistema educativo y, concretamente, a la capacidad de las
administraciones públicas para regular totalmente los términos de su participación e
influencia relativa) y participantes internos (cuya actividad sí está regulada y/o
controlada de alguna manera desde dentro del sistema educativo). Entre los
primeros, tendríamos, por ejemplo, a partidos políticos, iglesia o iglesias,
organizaciones y asociaciones profesionales, grupos de presión de todo tipo,
medios de comunicación social, ámbitos de creación e investigación culturales y
científicos, organizaciones sindicales y empresariales, editores de libros de texto y
de todo tipo de material educativo e incluso al poder legislativo y al poder judicial.
Entre los participantes internos, habría que contar con las distintas administraciones
educativas, central, regionales y locales y, en concreto, con los "mecanismos" de
implantación de sus políticas (legislación y regulaciones administrativas, inspección,
exámenes externos a la escuela, y servicios de formación, apoyo y asesoramiento a
las escuelas y profesores), los propios centros educativos y, por supuesto, los
grupos organizados de profesores -sindicales o de otro tipo- , las organizaciones
estudiantiles y las asociaciones de padres de alumnos.

Dejando a un lado el carácter más o menos artificial de esta distinción entre


participantes externos e internos, lo crucial ahora es llamar la atención sobre el
hecho de que todos y cada uno de los agentes y participantes en el proceso de
desarrollo curricular son potencialmente agentes de control y agentes de cambio
curricular; en la práctica, suelen desempeñar ambas funciones de manera
simultánea, presentando alternativamente sus "dos caras" (la defensora del estatus-
quo y la promotora de innovación) de acuerdo con sus particulares intereses y el
modo en que éstos puedan verse afectados en momentos concretos del complejo
proceso de toma de decisiones curriculares. En definitiva, el motor de la dinámica
de los procesos de desarrollo curricular podría concebirse como la relación
dialéctica cambio-control. Utilizando esta clave de análisis, resultaría posible
adentrarnos en los procesos de condicionamiento mutuo y determinación recíproca
que tienen lugar entre los distintos participantes en el desarrollo curricular a través
de la consideración del doble papel reproductor-innovador que, en contextos
determinados y bajo circunstancias históricas específicas, ejerce cada uno de

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dichos participantes.

1.1. Tradiciones y estilos de desarrollo curricular: la dimensión política del


desarrollo curricular

Hablamos de tradiciones y estilos de desarrollo curricular en tanto que distintos


resultados históricos, asentados en contextos nacionales determinados de la
particular configuración de las relaciones entre los distintos agentes y participantes
en el proceso. A pesar de la dificultad que entraña intentar ordenar una realidad tan
compleja, podríamos sugerir los siguientes elementos constitutivos de una tradición
o estilo de desarrollo curricular (y que, al mismo desarrollo curricular).

1.- ¿Quién toma y dónde se toman las decisiones sobre el curriculum prescrito?, o,
dicho de otra manera, ¿dónde reside y cómo está distribuida la “soberanía
curricular" en un sistema educativo determinado?, ¿cuántos y cuáles son los
niveles de concreción curricular y cómo están repartidas las "competencias cu-
rriculares" entre cada uno de ellos?; en concreto, ¿qué capacidad de prescripción
curricular tienen asignada el gobierno central, los gobiernos regionales, las auto-
ridades locales, los centros de enseñanza y los propios profesores?

En este sentido, el criterio clave para caracterizar distintas tradiciones y estilos de


desarrollo sería la existencia o ausencia de un "curriculum nacional" (como sería,
en nuestro caso el Diseño Curricular Base); a partir de ahí, se puede diferenciar
entre estilos de desarrollo más o menos centralizados y descentralizados, cerrados
y abiertos, nacionales, regionales, locales y basados o centrados en la escuela.
Esta distinción clásica resulta, sin embargo, cada vez más artificial en la medida
que la complejidad creciente del desarrollo curricular en todos los sistemas
educativos actuales no nos permite encontrar ya modelos "puros" en ninguno de los
sentidos apuntados. A pesar de esto, es sin duda posible identificar el carácter
predominantemente centralizado o descentralizado en el curriculum de cualquier
país; obsérvese además que este rasgo está sometido a la evolución del modelo
político-administrativo de cada país (lo que aquí llamamos modelo de Estado) y que
la distribución de "competencias curriculares" entre las distintas administraciones,
los centros y los profesores (los "niveles de concreción"), es siempre motivo de
debate, tensión y conflicto.

2.- ¿Qué instrumentos existen, y cuáles se utilizan preferente o prioritariamente


desde las distintas administraciones para controlar el grado de homogeneidad y
consistencia del curriculum escolar?, ¿cuál es, en este sentido, el papel de los
sistemas de formación, selección y rendimiento de cuentas del profesorado, el de
los sistemas de exámenes externos a la escuela, el de los servicios de inspección
educativa y de asesoramiento externo a los centros, o el de la política de
producción, selección y utilización de materiales y recursos educativos?

Este conjunto de rasgos está directamente relacionado con el anterior, esto es, con
la presencia o ausencia de un curriculum nacional y, por consiguiente, la relativa
centralización o descentralización de las decisiones curriculares. Así, por ejemplo,

4
los países en los que tradicionalmente se ha carecido de dicha prescripción
curricular en el nivel nacional, el papel de los exámenes externos (por ejemplo,
Inglaterra antes de la reforma de 1989) o de la política de selección de textos
escolares (por ejemplo, Estados Unidos) alcanza una importancia crucial, pues
suponen el principal instrumento a disposición de esas administraciones educativas
para intentar mantener una cierta homogeneidad en el curriculum a lo largo de las
escuelas de todo el país. Por otro lado, esos mismos instrumentos pueden utilizarse
también desde las administraciones para intentar promover cambios en el
curriculum.

3.- ¿Qué conocimiento tiene más valor y, por tanto, debe ser seleccionado para su
enseñanza en los centros educativos?, ¿cual es la tradición nacional (ylo regional y
local) de selección y organización de los contenidos curriculares que se transmiten
en los centros?, ¿qué factores socioculturales y estrictamente educativos influyen
en la valoración y reconocimiento social a los distintos tipos de conocimiento?,
¿cómo responden estas tradiciones a los procesos más amplios de cambio cultural
dentro de una determinada sociedad?

Las distintas respuestas posibles a este conjunto de cuestiones nos permiten


identificar tradiciones de desarrollo curricular fuertemente asentadas, a las que
suele denominarse "tradiciones epistemológicas" (Holmes y McLean, 1992;
McLean, 1995a y 19956). Dentro de lo que, vagamente ya, llamamos mundo
occidental, estos autores señalan cuatro grandes tradiciones epistemológicas de
desarrollo curricular: pragmatismo, enciclopedismo, esencialismo (o humanismo
clásico), e ideal politécnico.

La tradición pragmática, que arranca desde B. Franklin y se consolida durante las


largas décadas en que la educación estadounidense estuvo dominada por el allí
denominado movimiento de la Educación Progresiva, abre la posibilidad de no
contar con las disciplinas académicas tradicionales como centro y fuente exclusiva
de contenidos curriculares y, con ello, asegura la inclusión de cursos no
académicos en el curriculum, a los que se concede teóricamente el mismo grado de
respetabilidad que a los académicos. A la cuestión curricular básica, ¿qué tipo de
conocimiento tiene más valor y, por tanto, debe ser seleccionado para su
enseñanza en la escuela?, los estadounidenses han respondido, desde hace ya
más de un siglo, afirmando que es principalmente aquél que responde a las
necesidades vitales del individuo y el que le resulta útil para funcionar como
miembro efectivo de su comunidad (Moreno, 1990). En abierto contraste, la
tradición enciclopédica o racionalista, fuertemente establecida en la Europa
continental desde el siglo XVI, considera al conocimiento como algo que merece ser
adquirido por su valor intrínseco, ocupando el más alto grado de reconocimiento
social: el conocimiento abstracto, compartimentalizado en torno a las disciplinas
clásicas y altamente especializado. La tradición enciclopédica pone el énfasis en la
universalidad del conocimiento académico (como expresión de la necesidad de
introducir a todos los estudiantes en el conjunto de los ámbitos de conocimiento
válido (la "Culture générale" francesa o la "Bildung" alemana) y en su racionalidad
(como expresión de la prioridad concedida al desarrollo del pensamiento lógico y a
las capacidades de análisis y síntesis). Por su parte, la tradición esencialista o
humanista, localizada especialmente en Gran Bretaña, se caracteriza por la fuerte
jerarquización de las distintas áreas de conocimiento académico y por un marcado

5
individualismo reflejado principalmente en la tendencia a la especialización
temprana de los alumnos. Por último, el llamado ideal politécnico, propio de la
escuela soviética, es ya, por razones obvias, una tradición que "cotiza a la baja". No
obstante, su influencia a lo largo de este siglo ha sido -y en buena medida sigue
siendo- incalculable. No conviene olvidar que, hasta hace muy pocos años, la
mayor parte de los estudiantes del mundo asistían a una escuela modelada de
acuerdo con los principios de la revolución soviética. La tradición política ponía el
énfasis en un curriculum a la vez humanista, científico y profesionalizante donde el
trabajo productivo se convertía en disciplina curricular básica.
4.- ¿Quién debe ser educado, o con qué criterios se definen las condiciones de
acceso al conocimiento de los alumnos?, ¿cómo se reparte, distribuye y secuencia
el conocimiento a lo largo de la escolarización?, ¿cuándo y cómo se produce la
transición desde el curriculum general y/o común al curriculum especializado y
diversificado, y de acuerdo con qué criterios de justificación?, ¿cómo se reflejan en
los sistemas de agrupamiento de los alumnos el grado y las condiciones de
accesibilidad al conocimiento de mayor prestigio o socialmente considerado de alto
estatus?, ¿qué instrumentos de evaluación-orientación educativa se utilizan para
tomar -y legitimar- tales decisiones?

Una vez más, en las respuestas posibles a este conjunto de cuestiones están
implícitos aspectos fundamentales de lo que hemos denominado un estilo de
desarrollo curricular. En concreto, se plantea aquí el alcance del curriculum básico o
común, el grado de comprensividad del curriculum escrito y las fuentes de la
legitimidad que arropan las decisiones acerca de la diversificación curricular y sus
consecuencias de cara a la selección y especialización de los alumnos. Así, el
mayor o menor énfasis en el criterio de adaptación a las necesidades y
características individuales, el relativo al carácter crecientemente especializado del
conocimiento y el que prima la necesidad de "ajustar" el curriculum escolar a las
necesidades económicas y laborales de la sociedad, dan lugar a estilos de
desarrollo curricular -y a sistemas educativos en su conjunto- más o menos elitistas
o democráticos, selectivos o inclusivos, centrados en el desarrollo individual o en el
colectivo.

En resumen, la consideración de estos cuatro conjuntos de rasgos, indicadores o


"direcciones históricas", expresión del complejo entramado de la dimensión
sociopolítica del desarrollo curricular, nos permitiría analizar y describir de una
manera sistemática el estilo de desarrollo propio de un sistema educativo
determinado. Así, por ofrecer un breve ejemplo, la tradición y el estilo peculiares de
diseño y desarrollo del curriculum en Estados Unidos estarían caracterizados por la
conjunción de tres factores clave: la alta descentralización curricular, la tradición
pragmática en la selección y organización del conocimiento que se transmite en la
escuela y la tendencia estructural a retrasar cada vez más la selección y
especialización de los alumnos (utilizando, sin embargo los sistemas de
agrupamiento internos a la escuela como mecanismo de diversificación curricular y
de acceso diferencial al conocimiento).

En contraste, la tradición de nuestro país se caracterizaría por una fuerte


centralización curricular, por una concepción exclusivamente administrativista del
diseño y desarrollo curriculares, por el predominio de la herencia enciclopédica en
cuanto a la selección y organización del conocimiento y por una marca da historia
de selección y especialización tempranas de los alumnos. Toman, esta tradición

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como punto de referencia, podemos comenzar a valorar en su justa medida el
alcance de una reforma educativa como la que hoy está implantándose en España
y que, precisamente, intentó poner en cuestión todos y cada uno de los elementos
que acabamos de citar. Igualmente, resulta fácil entender que hayan surgido
enormes resistencias y dificultades desde las posiciones más variadas e incluso
opuestas y, muy especialmente, desde el ámbito de la educación secundaria.

2. LA REFORMA COMPRENSIVA DE LA EDUCACIÓN SECUNDARIA

La educación secundaria es el corazón de cualquier sistema educativo. Desde hace


décadas, los grandes debates de fondo en educación han venido centrándose en la
compleja -y controvertida- naturaleza de este tramo del sistema. La gran mayoría
de las reformas educativas emprendidas en los últimos treinta o cuarenta años
tienen como foco la estructura y/o el curriculum de lo que hoy llamamos escuela
secundaria obligatoria y escuela secundaria superior o postobligatoria. Y es que el
tipo de articulación que se establezca entre educación primaria y secundaria, y
entre secundaria y superior, define y caracteriza de manera inequívoca el conjunto
del sistema educativo de un país. Aún más en concreto, la relación que exista entre
la dimensión general-académica y la dimensión profesional en el curriculum de la
educación secundaria nos da una idea enormemente precisa de cuáles son las
prioridades de la política educativa y curricular de un determinado sistema
educativo nacional.

Las últimas décadas se caracterizan por la espectacular expansión de la educación


secundaria en todo el mundo. Además de la ampliación de la escolaridad obligatoria
hasta los quince o dieciséis años de edad, se ha producido un acompañamiento de
altas tasas de retención en períodos postobligatorios, esto es, períodos que aun no
siendo obligatorios mantienen hasta un 80% de los correspondientes grupos de
edad dentro del sistema y, en la práctica, funcionan como si también fueran
obligatorios. Pero hay que hablar igualmente de expansión curricular. Se han
multiplicado las materias y áreas "socialmente significativas" que han encontrado un
espacio más o menos reconocido dentro del curriculum escolar, con lo que cada
vez existe una mayor dificultad para mantener un curriculum común basado en la
tradición de las disciplinas académicas en torno a las que ha girado siempre la
enseñanza secundaria.

En principio, la extensión y consiguiente masificación de la enseñanza secundaria


debe interpretarse como el resultado del proceso democratizador de
los sistemas educativos que ha tenido lugar en esta segunda mitad del siglo XX.
Y es que, hasta hace relativamente poco tiempo, primaria y secundaria no eran
dos tramos articulados del sistema educativo sino más bien dos tipos distintos
de educación, la primera para las masas, la segunda para una pequeña élite
-valga la redundancia. En Francia, solía y suele hablarse, con ese gusto caracte-
rístico por la síntesis conceptista, del sistema educativo compuesto por una doble
red – “P-P” y “S-S” -, esto es, la red Primaria-Profesional frente a la red Secundaria
– Superior; en realidad, como puede apreciarse, se trataba de dos sistemas
educativos distintos y separados. La integración de ambas redes – o de ambos
sistemas- a través de la articulación curricular entre primaria y secundaria y, por
consiguiente, la generalización de la enseñanza secundaria, es lo que en términos
generales, conocemos como reforma comprensiva. Así, la escuela secundaria
comprensiva mantiene un curriculum básico y común hasta los catorce, quince,

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dieciséis o más años de edad, al que todos deben tener acceso, retrasando (o al
menos suavizando) la selección y especialización de los alumnos y extendiendo,
además, el período de obligatoriedad. El curriculum de la escuela comprensiva está
basado en el principio esencialmente democrático de que todos los miembros de la
sociedad pueden y deben participar en los procesos de toma de decisiones, lo que
da lugar a posiciones educativas que prescriben un curriculum general e inclusivo
para los alumnos de todo tipo de origen social.

El origen histórico y las circunstancias y factores que dan lugar a las reformas
comprensivas están suficientemente explicados en otras fuentes (Ferrandis, 1988,
Fernández-Enguita y Levin, 1989, Román y Moreno, 1990) y no creemos necesario
volver a insistir aquí. Nos limitaremos a intentar sintetizar los tres grandes cambios
implícitos en las reformas comprensivas -especialmente relacionados con la
evolución del curriculum secundario- que han tenido lugar en este último medio
siglo:

1.- Ruptura del (exclusivo) emparejamiento curricular y administrativo entre


educación secundaria y educación superior

La primera y más inmediata consecuencia de las reformas comprensivas fue


precisamente la ruptura de la "red secundaria-superior". Si tenemos en cuenta que
los sistemas educativos europeos se construyeron históricamente "desde arriba
hacia abajo", esto es, desde las ya casi milenarias universidades hasta las más que
recientes escuelas infantiles, se puede comprender que las escuelas secundarias
dependieran -administrativa y curricularmente- de las universidades, y que su
misión radicara exclusivamente en la preparación para el acceso a los estudios
superiores. De hecho, como es sabido, el título académico de bachiller tuvo rango
de título universitario hasta tiempos relativamente próximos (en Francia, por
ejemplo, todavía lo es legalmente), y los institutos de Enseñanza Secundaria aún se
inscriben en un "distrito universitario" del que depender académicamente.

La masificación de la escuela secundaria ha dado la vuelta a dicho empareja


miento: para la mayor parte de los alumnos, la escuela secundaria no es y
preparatoria sino terminal; el curriculum básico y común propio de la escuela
comprensiva es más una prolongación del que se estudia en la primaria que u
"calentamiento" o un "filtro" para el que luego vendrá en la universidad; los
profesores de la secundaria pasan a estar más cerca -en estatus, formación
sistema de selección y tareas docentes- de los de la primaria que de los de
universidad. En una palabra, en lo que se refiere a su alumnado, a su profeso do y
a su curriculum, habrá que admitir -y asumir como un éxito- que centros de
secundaria han pasado de parecerse a las universidades a identificarse más con
las escuelas primarias.

No hará falta insistir en que son muchos -dentro y fuera del sistema educativo- los
que experimentan este cambio como una pérdida (la famosa "egebeización" de la
secundaria y la nostalgia por los supuestamente mejores tiempos pasados en que
tan sólo una minoría accedía a los Institutos del una vez llamado "bachillerato
universitario") y que claman a favor de modelos de escuela secundaria más
estratificados en los que las ramas o secciones académicas han permanecido más
puras, menos "contaminadas" por la comprensividad (siempre se pone el ejemplo
de Alemania y de otros países de la llamada "área del marco"). No obstante,

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utilizando las palabras de Martin McLean (1995a), las diferencias en la
configuración de la escuela secundaria en Europa no son más que »las cicatrices
después de la batalla.» habida en el siglo XX para sustituir la escuela estratificada
por la escuela comprensiva, una sustitución que, a pesar de sus distintas variantes
y versiones y con mayor o menor intensidad, se ha producido en todas partes y ha
alcanzado un fundamental consenso político y social.

2.- Ruptura con la tradición disciplinar como única fuente de contenidos curriculares
válidos y valiosos

Si se ha roto el emparejamiento curricular entre secundaria y superior y se afianza


el carácter terminal de aquélla, las fuentes de conocimiento válido y valioso para la
enseñanza ya no pueden seguir siendo exclusivamente las disciplinas clásicas tal y
como se organizan y delimitan desde la universidad. Así, las reformas
comprensivas se caracterizan por introducir nuevas materias en el curriculum
básico de la secundaria, por multiplicar el número de las materias optativas a las
que los alumnos pueden tener acceso (muchas de ellas con un claro componente
profesionalizante) y, muy especialmente, por sustituir a la "asignatura" por el área
de conocimiento como criterio para la organización de los contenidos curriculares
(otro rasgo, dicho sea de paso, que las acerca a la escuela primaria y las aleja de la
universidad). Se trata de un proceso de expansión curricular, al que ya aludíamos
más arriba, que, por un lado, refleja la irrupción de los nuevos ámbitos de saber y
experiencia en el curriculum escolar y, por otro, responde a la necesidad de ajustar
el curriculum a las marcadamente diversas características, expectativas,
necesidades, intereses y motivaciones de los "nuevos" alumnos y alumnas que han
accedido a la educación secundaria.

La tendencia a la expansión curricular y a la relativa pérdida de protagonismo de las


disciplinas tradicionales se complementa -e incluso puede decirse que se
compensa- con el mantenimiento de un núcleo básico de contenidos curriculares a
los que todos los alumnos han de tener acceso. Dicho curriculum común, aun
estando organizado en torno a áreas de conocimiento, continúa en buena medida
centrado en las disciplinas o materias tradicionales o, mejor dicho, en algunas de
ellas (Lengua nacional, Idiomas, Matemáticas y Ciencias). Si la expansión curricular
ha puesto en suspenso la continuidad del humanismo clásico y del enciclopedismo
racionalista como tradiciones de selección de contenidos curriculares en Europa, el
mantenimiento de un amplio curriculum común en las escuelas comprensivas
encuentra buen acomodo en dichas tradiciones, en especial en la enciclopedia-
racionalista: esta tradición, propia de Francia, España y demás países del centro y
sur de Europa, ha implicado para la educación secundaria la intención de abarcar el
»caleidoscopio enciclopédico de todas las áreas legítimas durante el mayor tiempo
posible» (McLean, 1995a:30); está además en clara conexión con el ideal ilustrado -
y el principio igualitario de que existe un conocimiento público, explícito y universal
al que todos los ciudadanos pueden y deben tener acceso.

3.- La “irresistible ascensión" de la formación profesional

El tercer gran cambio derivado de las reformas comprensivas no es otro que la


importante elevación del estatus de la formación profesional dentro del sistema
educativo. Después de la reforma de la educación secundaria general, el objetivo
fundamental de la LOGSE no ha sido otro que la reforma de la formación

9
profesional inicial o reglada. De hecho, la primera consecuencia práctica de una
reforma comprensiva es el traslado de la formación profesional específica al
período postobligatorio de la educación secundaria. Así, las últimas décadas
muestran una "ascensión" imparable de la formación profesional dentro de los
sistemas educativos, por la que ha pasado de ser un sector marginal, identificado
con el fracaso, a constituir una alternativa legítima de acceso a los estudios
superiores y, dicho sea de paso, una buena parte de la oferta de estos estudios.

Por otra parte, en el nivel de la secundaria obligatoria, las reformas han dado lugar
a una especie de "reconciliación" entre los sectores académico y profesional,
integrando bajo la misma institución a alumnos que antes se separaban, e
introduciendo en el curriculum elementos profesionales que configuran una
formación profesional "de base" a la que han de acceder todos los alumnos. Esta
formación de base no sólo no implica la especialización temprana de -algunos-
alumnos sino que aspira a desarrollar competencias generales basadas en saberes
profesionales transversales que sienten las bases par la necesaria movilidad y
constante recualificación que caracterizan a los mercados laborales.

Como contrapunto a todo lo anterior, tenemos que cerrar este apartado


refiriéndonos de manera explícita al clima hostil -tanto político y social como
estrictamente educativo- que la reforma comprensiva de la secundaria está en-
contrando en nuestro país justamente en el momento del comienzo de su im-
plantación. Este fenómeno, que va más allá de las resistencias y rechazos que por
definición debe afrontar toda reforma, también se produjo en los demá! países que
llevaron a cabo reformas parecidas años atrás. Al tratarse de refor mas
habitualmente diseñadas y llevadas a cabo por administraciones socialista o
socialdemócratas, las críticas desde posiciones conservadoras han sido sien* pre
muy duras; al mismo tiempo, la permanencia en la escuela comprensiva d
dispositivos selectivos internos, "efectos secundarios" de la democratizacié de la
secundaria como son el reforzamiento de las opciones de élite (centros privados) en
dicho nivel o la imposición de restricciones para el acceso a la universidad,a demás,
por supuesto de la simple constatación de que las reformas no habrían conseguido
profundizar en la igualdad educativa y social que la retórica política que las
acompaña había asegurado, añade a las críticas conservadoras el desencanto y la
desconfianza desde las posiciones más avanzadas y radicales. En conjunto,
estamos ante lo que podría denominarse la "devaluación política de las escuelas
comprensivas"; una cuestión sobre la que no insistiremos más, pues, también ha
sido ya suficientemente analizada (Levin, 1982; Ferrandis, 1988; Fernández-
Enguita y Levin, 1989; Román y Moreno, 1990).

Tal vez sí proceda, sin embargo, un breve análisis de las características parti-
culares que dicha devaluación política de la comprensividad está adquiriendo en
España en el momento presente. Las posiciones críticas a que acabamos de hacer
referencia -especialmente las de carácter más conservador- ya tuvieron su efecto
en el desarrollo legislativo de la reforma durante los últimos dos o tres años de la
administración socialista. Actualmente, estamos viendo que la devaluación de la
comprensividad no sólo ha sido asumida sino que también está siendo impulsada
por el gobierno en el poder. Se está transmitiendo el mensaje de que, con la
reforma, tuvo lugar una especie de "secuestro" de la educación por una comunidad
profesional de psicólogos y pedagogos que, con la falta de realismo que
caracterizaría a los sabios chiflados, han impuesto un curriculum demasiado

10
avanzado -a la vez excesivamente complejo y blando- para lo que necesitamos,
han confundido a los profesores con una jerga ininteligible, han enfadado a los
padres con un nuevo mapa escolar que daña a las zonas rurales, y se ha
predispuesto, con todo ello, a la opinión pública para aceptar como buena cualquier
crítica que se haga a la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). Con ello, toda
medida encaminada a retrasar -y a rebajar o recortar- la implantación de la ESO
está provista de una buena cobertura. Los partidarios de la escuela secundaria
elitista y selectiva se frotan las manos.

Las acusaciones acerca de una bajada generalizada del rendimiento académico y


sobre el pretendido daño que la ESO va a infligir a las expectativas de desarrollo
económico de nuestro país, son críticas que no tardarán en llegar con fuerza. A
todo ello hay que unir el alza de las ideas neoliberales en economía, sociedad y
educación y, más específicamente, los argumentos que sugieren una supuesta
vuelta atrás o revisión de las reformas comprensivas en Suecia, Inglaterra o
Francia, por no mencionar el tópico de que las universidades norteamericanas son
las mejores del mundo, pero sus escuelas secundarias -las primeras en convertirse
en comprensivas- son las peores, un argumento que ni siquiera hace falta
comentar, pues se desmonta a sí mismo.

En definitiva, no son precisamente tiempos de optimismo y confianza para la


escuela secundaria pública. El debate sobre las consecuencias e implicaciones -
políticas, económicas, sociales y estrictamente educativas- de la generalización del
acceso a la educación secundaria continúa y continuará abierto porque,
actualmente, es el debate sobre la educación misma. En síntesis, se trata de saber
si, además de tener una escuela secundaria masiva, queremos que también sea
democrática.

3. COMPRENSIVIDAD Y DIVERSIDAD EN EL CURRICULUM DE SECUNDARIA

Hasta ahora hemos hablado exclusivamente de comprensividad para caracterizar y


contextualizar el curriculum de la escuela secundaria. Introducimos ahora el
segundo ingrediente que completa la enorme complejidad inherente a las reformas
comprensivas: la diversidad o, para utilizar la expresión al uso, la atención -y
respuesta- a la diversidad. Obsérvese que, curiosamente, en los primeros años de
presentación, debate de la reforma y aprobación de la LOGSE, la atención pública y
profesional estuvo colocada en el lado de la comprensividad (curriculum básico y
común, retraso de la selección y especialización, extensión de la obligatoriedad,
compensación de desigualdades y promoción de la igualdad de oportunidades
educativas), mientras que, a medida que pasaban los años y se acercaba la
implantación efectiva de la ESO, el énfasis se ha ido desplazando hacia el principio
de atención a la diversidad (medidas ordinarias y extraordinarias de atención y
respuesta a la diversidad en los centros de secundaria). Está claro que no se trata
de ninguna casualidad; ni siquiera es un capricho de la, por definición, cambiante y
caprichosa moda pedagógica. Y es que el fenómeno a que nos referimos se
inscribe en un contexto político y social en el que los valores de pluralismo,
"respeto" a la diferencia y desarrollo individual priman claramente sobre los de
igualdad, solidaridad e integración social. En cualquier caso, lo que pretendemos es
poner de manifiesto que la gran cuestión en el curriculum de la educación
secundaria -y no sólo de la obligatoria- es el tipo de equilibrio que deba
establecerse entre comprensividad y diversidad, entre curriculum común y

11
curriculum diversificado, entre conocimiento de acceso universal y conocimiento de
acceso diferencial y, por tanto, restringido.

Afrontar el problema de atender a la diversidad de los alumnos no es, desde luego,


ninguna novedad. Antes al contrario, es en realidad afrontar el problema de la
enseñanza misma. Cuando la escuela secundaria, desde su tradición academicista
y minoritaria, se hace masiva -y obligatoria- asumiendo la totalidad de los alumnos
del correspondiente grupo de edad, atender a la diversidad se convierte en la
preocupación más grave e inmediata del profesorado. Se trata, ni más ni menos,
que de articular una actuación didáctica que permita atender simultáneamente y
con éxito a unos alumnos que se van diferenciando progresiva -y rápidamente-
como resultado de la propia escolaridad, de sus intereses y expectativas, y de los
contextos personales, familiares y sociales de los que proceden y en los que viven
cada día.

Las vías o estrategias para "tratar" o "responder" a la diversidad implican siempre la


ampliación de la oferta curricular en todos sus elementos y dimensiones posibles:
ampliación de las áreas de conocimiento que se enseñan en la escuela, variación y
flexibilidad de las situaciones de enseñanza-aprendizaje, mayor número de
materias tanto comunes como optativas, más y distintos materiales y recursos
curriculares; más fórmulas y sistemas de agrupamiento de los alumnos,
multiplicación y flexibilización de espació y tiempos, más capacidades que
desarrollar aparte de la intelectuales, más tipos de contenidos que aprender aparte
de los conceptuales, mayor flexibilidad y variación en los criterios de evaluación y
promoción de los alumnos, etc. En resumen, atender a la diversidad supone
necesariamente profundizar de una manera espectacular en el proceso que antes
hemos descrito como "expansión curricular”. Aunque no vamos a entrar en ello
ahora, las implicaciones para la organización de los centros, las tareas docentes del
profesorado y, no lo olvidemos, la financiación del sistema escolar, son evidentes.
Aun así, hay quien critica a la escuela comprensiva por ofrecer un "menú único" a
todos los alumnos; al mismo tiempo, hay quien la critica porque, precisamente a
través de las estrategias de atención a la diversidad, continúa discriminando a
grupos enteros de alumnos legitimando además las desigualdades de todo tipo.

La diversidad se concibe usualmente, y en ocasiones exclusivamente, como un


conjunto formado por las capacidades cognitivas, intereses y motivaciones de un
alumno que definen su capacidad de aprendizaje (y, por consiguiente, su
rendimiento académico) en un momento concreto y situación educativa en par-
ticular. Pero también hay una diversidad derivada de la pertenencia a algún grupo
social, étnico, cultural o lingüístico; de hecho, los documentos oficiales de la
reforma han hecho referencia a la diversidad que se genera por las distintas
culturas de procedencia social, la diversidad derivada del sexo, la diversidad en los
estilos de aprendizaje, etc. Cuando la diversidad de origen individual o social afecta
negativamente al rendimiento en la escuela, la diferencia se convierte,
académicamente hablando, en desventaja y, socialmente, en desigualdad. La
escuela, así, estaría reproduciendo las desigualdades y, en tanto que "monopolio"
autorizado para evaluar -objetivamente(?)- capacidades individuales y sancionar
con ello el "mérito" de cada cual, también las estaría legitimando.

En teoría, la diferencia se respeta e incluso se potencia, profundiza y desarrolla. La


desigualdad, sin embargo, se combate y se intenta compensar. Esta es sin duda la

12
filosofía de nuestro sistema educativo de acuerdo con la LOGSE. Pero si se logra -y
no es difícil- hacer pasar la desigualdad como diferencia, en los centros educativos
nos encontraríamos, irónica y paradójicamente, ya no sólo reproduciendo las
desigualdades, sino respetándolas "democráticamente" como "hechos
diferenciales" de individuos o de grupos completos. Éste es, en síntesis, el riesgo
oculto del sistema de medidas de atención a la diversidad.

En consecuencia, parece claro que la respuesta que en el curriculum se dé a la


diversidad es una opción ética, antes que una cuestión de eficacia docente,
comodidad u optimización del rendimiento de los alumnos. Habrá que distinguir con
precisión -y habrá que hacerlo especialmente en el proyecto curricular de cada
centro- cuándo estamos hablando de diferencias que hay que respetar y cuándo de
desigualdades que hay que compensar y combatir, ya que todas ellas forman parte
de la llamada diversidad del alumnado y reclaman medidas tanto ordinarias como
extraordinarias para adaptar la enseñanza. De hecho, por ejemplo, la aplicación del
principio de discriminación positiva y la incorporación de los referentes culturales de
los grupos desfavorecidos en el curriculum escolar, podrían considerarse como
medidas de atención a la diversidad, si bien se consideran más bien medidas de
desigualdad. Lo cierto es que las medidas que aparecen en el Real Decreto de
compensación de desigualdades (MEC, 1996) deberían catalogarse como parte de
la estrategia general del sistema educativo para atender a la diversidad. Atención a
la diversidad y compensación de desigualdades no tendrían que percibirse como
aspiraciones distintas o, como a veces ocurre, incluso opuestas. El principio de
atención a la diversidad en modo alguno debe utilizarse como coartada para la
discriminación y para la deslegitimación de políticas y de prácticas que intentan
profundizar en la igualdad de oportunidades educativas.

4. LAS CLAVES CURRICULARES DE LA ESO Y DEL BACHILLERATO

A pesar de nuestra tradición fuertemente centralista y sobrerreguladora en materia


educativa, lo cierto es que la reforma LOGSE ha supuesto la prescripción, por
primera vez en nuestra historia, de un curriculum nacional (en el sentido francés y,
más recientemente, británico de la expresión) para la educación secundaria. Una
prescripción curricular que, más allá de una lista de materias en cada curso, incluye
objetivos, contenidos, principios y orientaciones metodológicas, criterios para la
elaboración y utilización de materiales, criterios de evaluación y promoción y, sobre
todo, concepciones explícitas sobre el conocimiento escolar, sobre la naturaleza del
proceso de aprendizaje y sobre el papel del profesor en dicho proceso.

La Educación Secundaria Obligatoria (ESO) entre los 12 y los 16 años se configura


a partir de los principios de la comprensividad que venimos analizando en este
capítulo. Así, el curriculum de la ESO pretende proporcionar a todos los alumnos
una base cultural común y polivalente, combinando el valor terminal de lo que se
aprende con su función propedéutica en relación con oportunidades posteriores de
educación y empleo. El curriculum de la ESO pretende diferir toda diferenciación
entre los alumnos hasta los 14 años de edad (como ya ocurría en el sistema
educativo anterior) e idealmente hasta los 16 años. Se cuenta con un extenso
curriculum común que, sobre todo en el segundo ciclo (14-16), se complementa con
un espacio de opcionalidad creciente, introduciéndose, además, programas de
diversificación curricular en el último año.

13
Por su parte, el nuevo Bachillerato se define por el propio MEC (1991) como una
«educación para la madurez» y como un bachillerato «con vocación de la
mayoría».)(p. 77). En efecto, la presión social y familiar empuja a la mayor parte de
los jóvenes hacia el bachillerato, con lo que la doble función de la ESO -terminal y
propedéutica- se reproduce aquí, ya en un nivel postobligatorio, lo que hace todavía
más difícil articular la doble función desde el punto de vista curricular. Por una
parte, la formación debe basarse en las disciplinas científicas, como vía de acceso
a los estudios superiores; por otra, para un porcentaje creciente de alumnos se
trata, de hecho, de la última etapa de su vida escolar , en consecuencia, debe ser
capaz de proporcionarles una formación fuertemente vinculada con salidas
profesionales. Una vez más, encontrar el equilibrio no es tarea fácil-

El curriculum del Bachillerato es una extensión del de la secundaria obligatoria.


Obviamente, aumenta la diferenciación y la optatividad, pero el curriculum común,
algo más reducido y con la incorporación de la Filosofía, es similar. Cuando, como
es el caso del Bachillerato, se establecen "modalidades" de especialización, es
inevitable que surja una jerarquía natural entre las mismas, relacionada con su
acceso preferente a la educación superior y, en concreto, al sector de élite de las
universidades. Este fenómeno tiene lugar en todos los países europeos: cuando se
produce la universalización del acceso a un tramo del sistema educativo -la
secundaria obligatoria aquí-, el inmediatamente posterior tiende a diferenciarse y
diversificarse, pues, los dispositivos selectivos se trasladan a él con toda la
intensidad. En otras palabras, cuando se elimina la selectividad manifiesta de un
tramo del sistema, dicha selectividad estratificadora se traslada -en ocasiones
corregida y aumentada- al siguiente. Este efecto no debería utilizarse, sin embargo,
como argumento para minimizar la importancia de las políticas democratizadoras en
educación, como con cierta frecuencia se hace desde posiciones supuestamente
progresistas.

En cuanto a lo que más arriba denominamos tradiciones epistemológicas de


desarrollo curricular, es evidente que el curriculum de la educación secundaria
continúa en buena medida apoyado en la tradición enciclopédico-racionalista, si
bien se ha permitido tina incipiente especialización y se ha pretendido reducir el
academicismo introduciendo elementos pragmáticos. Por otro lado, las propias
medidas de atención a la diversidad hacen cada vez más difícil mantener un
curriculum común durante más tiempo de escolarización.

Pero veamos, con más detalle, cuáles son los rasgos y claves fundamentales que
han configurado el curriculum de la educación secundaria-ESO y Bachillerato- en el
marco de la reforma que en estos momentos se está implantando:

1. Concepción del aprendizaje y del sujeto que aprende: La LOGSE se ca-


racteriza por asumir explícitamente una serie de posiciones en relación con
la naturaleza del proceso de aprendizaje y, consiguientemente, con el papel
tanto del alumno como del profesor en dicho proceso. Así, se aspira a que
todos los alumnos y alumnas establezcan relaciones sustantivas-
significativas-entre las experiencias y conocimientos previos y los nuevos
conocimientos y aprendizajes; el profesor aparece como un guía-mediador
entre conocimientos y experiencias previas y los nuevos aprendizajes.

14
2. Curriculum abierto y niveles de concreción: El primer gran lema de la
reforma -aparte de la introducción en nuestro contexto educativo del
concepto de curriculum- fue precisamente la idea del curriculum abierto. El
curriculum nacional -al que nosotros llamamos Diseño Curricular Base-
consiste- en una serie de "mínimos" curriculares prescriptivos y de
orientaciones psicopedagógicas para la acción que, posteriormente, han de
ser adaptados y reconstruidos, primero de acuerdo con las características
diferenciales de cada Comunidad Autónoma, después con las
características y circunstancias particulares de cada centro educativo, cada
aula y cada alumno. Desde el punto de vista didáctico, el curriculum abierto
y la sucesión de concreción supone, por tanto, la primera -y tal vez más
importante- medida de atención a la diversidad. Al mismo tiempo, y desde el
punto de vista político, la idea del curriculum abierto se hacía compatible con
el nuevo modelo de Estado de las autonomías, un modelo que, en materia
educativa, va a consolidar su desarrollo próximamente con la transferencia
de las competencias educativas a todas las Comunidades Autónomas,
culminándose así un proceso descentralizador del sistema educativo sin
precedentes en nuestra historia.
A pesar de lo anterior, es sin duda mucho lo que habría que analizar y discu-
tir acerca del desarrollo legislativo y la materialización práctica posteriores
del "eslogan" del curriculum abierto y la descentralización. Los dos próximos
capítulos de este libro lo harán con detalle en relación con el nivel de centro
educativo. Por el momento, baste decir que el intento de cambiar desde
arriba un sistema educativo napoleónico como sin duda era el nuestro,
utilizando como "herramientas" de legitimación y desarrollo las propias y
tradicionales de los sistemas más descentralizados del mundo, los
anglosajones, (curriculum, niveles de concreción curricular, curriculum
abierto, autonomía curricular de los centros, desarrollo curricular basado en
la escuela) ha encontrado más resistencias y dificultades de las previstas.

3. La optatividad: »Un espacio creciente de optatividad.» es la expresión que


suele usarse -para hablar de la principal medida ordinaria de atención a la
diversidad. Por el mismo motivo, también puede convertirse en lo que en
otra parte denominamos el »sistema interno de selección» en las escuelas
comprensivas (Moreno, 1990). La optatividad implica una distribución
desigual del conocimiento de acuerdo con criterios de atención a la
diversidad. Dicha distribución desigual persigue, no obstante, el desarrollo
de las capacidades diferenciales de todos los alumnos a través de
"itinerarios" formativos distintos. En consecuencia, la optatividad asegura,
para distintos grupos de alumnos, tanto la función terminal de la educación
secundaria como la propedéutica. De otra manera, la optatividad puede
traducirse tanto en la búsqueda de alternativas muy desmarcadas de las
disciplinas académicas tradicionales como precisamente en la
profundización y ampliación en dichas disciplinas.
La optatividad implica decisiones concretas de cara a la diversificación de
estrategias metodológicas y de organización de las aulas además de
planificar espacios y tiempos diferenciados para distintos grupos de
alumnos; Nuestra legislación rechaza la separación de los estudiantes por
nivel de capacidad o "habilidad académica", esto es, la posibilidad de llevar
a cabo agrupamientos homogéneos de acuerdo con dicho criterio. A pesar
de ello, la existencia de materias optativas no deja de ser un sistema de

15
agrupamiento homogéneo por habilidad académica (y motivaciones e
intereses), aunque en lugar de selección impuesta desde fuera tenga la
apariencia de una autoselección realizada por el propio alumno.

En cualquier caso, la optatividad entraña ciertos riesgos o peligros. Blanco


(1995:37 y ss.) señala dos muy evidentes: por un lado, las materias
optativas pueden convertirse en un espacio encubierto de recuperación para
atrasados o de ampliación para adelantados; por otro, cuando se oferta
grupos de materias en bloque (por ejemplo, las modalidades en el
bachillerato), tienden a continuar la especialización y la segregación
anteriormente existentes. Cuando existen grandes modalidades en la etapa,
como en bachillerato, la optatividad está íntimamente relacionada con dónde
se coloca cada alumno de cara al acceso a los estudios universitarios; las
materias optativas suelen utilizarse para colocarse en el "carril" más
apropiado, a veces para colocarse en dos a la vez y asegurar al menos una
de las alternativas preferidas, en definitiva para alinear y realinear
expectativas de acceso. Pero, en contraste con lo anterior, la enorme
versatilidad que la optatividad introduce en el curriculum asegura la
permanencia dentro del sistema de muchos alumnos, esto es, claramente
previene y se anticipa a la deserción escolar de muchos estudiantes;
además, asegura una cierta igualdad de éxito en los estudios incrementando
la motivación y el valor de lo escolar para amplios grupos de alumnos.
Queda pendiente la persistente cuestión de cómo certificar la diversidad
después de haberla "atendido" a través de las optativas.

4. La funcionalidad de los aprendizajes y/a incorporación de elementos


profesionales al curriculum académico tradicional. Es la aspiración que se
deriva del intento de integrar un curriculum general y académico con otro de
corte profesional (o pre-profesional), de refundir y hacer compatibles una
función terminal que confiere a la etapa sentido en sí misma con la función
de preparación para estudios posteriores que de hecho tiene para
proporciones cada vez mayores del alumnado.
La funcionalidad de los aprendizajes exige introducir aspectos prácticos en
el curriculum de todas las áreas, primando lo sintético sobre lo analítico, el
"saber-cómo" y "saber-para" en lugar del "saber-qué" propio de una concep-
ción del curriculum basado en la estructura de las disciplinas tradicionales.
Implica el comienzo de la ruptura con la tradición enciclopédico-racionalista
que ha caracterizado siempre al curriculum de nuestros centros de
secundaria, aunque, como se verá más adelante, dicha tradición es más
resistente de lo que parecería y de lo que los reformadores, sin duda,
habrían deseado.
La funcionalidad de los aprendizajes también se refiere a la importancia de
aprender a aprender y, por tanto, a los llamados contenidos procedimentales
(lo que, en términos profesionales, llamábamos más arriba el énfasis en las
cualificaciones y competencias de base), al desarrollo de la capacidad de
autoconocimiento y de toma de decisiones autónomas, lo que refuerza el
papel central de la orientación educativa y académico-profesional en el
propio curriculum de la secundaria y, por ende, en la estructura organizativa
de los centros.

En línea con la "irresistible ascensión" de la formación profesional y con el

16
énfasis en la funcionalidad de los aprendizajes, el curriculum de la ESO
incorpora también elementos profesionales en el curriculum. Además de la
introducción de la Tecnología como nueva área básica, se introducen
elementos de profesionalización en todas las áreas, de manera que se
asegure una formación profesional de base a todos los alumnos.

5. La incorporación del área como sustituta de la disciplina como principio


organizador de los contenidos. La organización de los contenidos
curriculares en torno a áreas de contenidos, propia de las reformas
comprensivas, también persigue romper con el academicismo tradicional e
incorporal nuevos ámbitos de saber al curriculum, dándoles además un
tratamiento mucho más cercano a la realidad inmediata a los alumnos. La
organización por áreas pretende una mayor interrelación de contenidos
diversos de cara a una cultura más integrada y relevante para los alumnos;
supone un marco más flexible para seleccionar e ir actualizando los
contenidos; además, las áreas permiten articular mejor la optatividad y, en
general, todas las medidas de atención a la diversidad (Gimeno, 1987). Sin
embargo, una vez más, la realidad del desarrollo posterior se ha quedado
bastante lejos de tan buenas intenciones. De hecho, la introducción del área
parece en ocasiones un mero recurso retórico: analizando los bloques de
contenido, se observa cómo las disciplinas tradicionales siguen estando en
la raíz de la selección y organización de los contenidos, de manera que el
área aparece minuciosamente dividida en torno a los territorios clásicos de
las disciplinas (así, en Ciencias Sociales, encontramos una sucesión de
bloques de Geografía, otros de Historia, otros de Sociología-Economía y
otro de Arte (Bolívar, 1996a).

6. La incorporación de nuevas áreas básicas en la ESO. La expansión curri-


cular ha supuesto la integración de la Tecnología, la Educación visual y
plástica y de la Música en el curriculum básico de la ESO. Se trata de
materias que, claramente al margen del núcleo clásico de disciplinas
académicas, amplían el curriculum permitiendo potencialmente el desarrollo
de otros tipos de capacidades y habilidades y la adquisición de otros
conocimientos.

7. La incorporación de las áreas o temas transversales. Los temas transver-


sales suponen todo un discurso alternativo al del curriculum académico
tradicional. Si las áreas de conocimiento sustituyen a las materias clásicas,
los temas transversales implicarían otra vuelta de tuerca al ir más allá de las
áreas, buscando criterios de selección y de organización de los contenidos
totalmente nuevos•: los temas transversales buscan la apertura a los
problemas del mundo real y enfatizan la función terminal de la secundaria al
autoproclamarse "aprendizajes para la vida", y promueven una visión crítica
de la ciencia y la tecnología, las relaciones sociales, la igualdad entre los
sexos, la relación con el medio ambiente, el consumo, la salud, la paz y el
desarrollo internacional. Han de estar presentes en todas las áreas y son
responsabilidad de todos los profesores.

En el desarrollo legislativo -y documental-de la LOGSE, la cuestión de los temas


transversales se ha ido configurando paulatinamente en torno a lo que hoy
denominamos Educación en Valores y Educación Moral (Bolívar:1996a; MEC,

17
1993). Esta vendría a servir de "paraguas" bajo el que tendría lugar la
articulación curricular de todos los temas transversales. Además, se reconoce la
necesidad de concentrar el desarrollo didáctico de los temas transversales en
torno a los contenidos actitudinales. En el Bachillerato, no obstante, al tiempo
que se decidió no incluir -o no mantener- la división de los contenidos en
conceptuales, procedimentales y actitudinales, se planteó también no exigir el
tratamiento de lo temas transversales en el curriculum. (La Comunidad Autó-
noma Vasca es una excepción a lo primero, pues sí incluye contenidos
actitudinales en su curriculum oficial ) (Bolívar, 1996a).

8. La formulación de objetivos en términos de capacidades y la incorporación


de capacidades tradicionalmente ausentes o incluso deliberadamente igno-
radas. La división tripartita de los contenidos. Otra de las grandes
novedades -y de los grandes lemas- de la reforma ha sido la formulación de
objetivos en términos de capacidades que habrían de desarrollar todos los
alumnos a lo largo de las etapas, los ciclos y cada área en particular.
Desmarcándose del interés académico exclusivo por las capacidades
intelectuales o cognitivas, el curriculum de la secundaria hace referencia
también al desarrollo de capacidades afectivas, motrices, de equilibrio
personal y de inserción social. Al mismo tiempo, además de los contenidos
conceptuales y procedimentales, encontramos la novedad de la inclusión de
contenidos hasta entonces igualmente ausentes-o deliberadamente
ignorados- como son las actitudes, normas y valores.
A pesar de la importante presencia de las "nuevas" capacidades en los obje-
tivos de las etapas, y, en consecuencia, de la importancia concedida a los
"nuevos contenidos", dichos contenidos y las capacidades implícitas en los
objetivos no aparecen después en los criterios de evaluación; tampoco los
objetivos generales-efectivamente en torno a actitudes y cuestiones
transversales de manera mayoritaria- parecen tener nada que ver con los
contenidos posteriormente seleccionados. En otro lugar liemos puesto de
manifiesto la cierta incongruencia entre el diseño de los objetivos y el de los
contenidos (Bolívar, 1996a:47). Al igual que ocurría con la idea de
curriculum abierto, con la incorporación del área como principio organizador
de conocimientos o con la entrada en el curriculum de los temas
transversales, los objetivos en términos de capacidades parecen haber
quedado también como una "introducción retórica" al curriculum de cada
etapa, tal vez incluso como un instrumento de sensibilización del profe-
sorado acerca de los efectos "a largo plazo" de su enseñanza; en fin, una -
buena- declaración de intenciones, con la que además se pretendía
desmarcarse de planteamientos anteriores, pero que luego no ha sido
materializada ni siquiera en el propio desarrollo legislativo ulterior.
La diferenciación entre tres tipos de contenidos (conceptuales, procedimen-
tales y actitudinales, introduce una nueva fuente de variedad -y de
diversidad en el curriculum de cada una de las áreas, que pretende llevar a
centros y profesores hacia tratamientos didácticos de los contenidos que
trasciendan el academicismo convencional. Además, el profesorado podrá, y
tendrá, que realizar un trabajo de contextualización y adaptación de los
distintos bloques de contenidos, determinando y priorizando claramente los
contenidos nucleares o funda del curriculum, esto es, los que resultan
imprescindibles para aprendizajes posteriores, así como aquéllos que
contribuyen al desarrollo de capacidades generales o que poseen una gran

18
funcionalidad. Este cometido se nos presenta, al mismo tiempo, como una
estrategia de atención a la diversidad y como medida de desarrollo curricular
para asegurar que lo más básico y fundamental del curriculum es algo a lo
que tendrán acceso todos los alumnos y alumnas.

Por otra parte, y en relación con este elemento curricular que son los contenidos,
los proyectos curriculares de los centros han de proponer una determinada
secuenciación, tarea que deja "abierta" el curriculum oficial. Dicha secuenciación
debe llevarse a cabo de acuerdo con la teoría de la elaboración (otro de los
compromisos teóricos explícitos de la LOGSE), que también serviría para la
distinción de los contenidos conceptuales (hechos, conceptos y principios) y
procedimentales. En este sentido, Bolívar (1996a: 47) critica el hecho de que se
haya asumido que para cualquier ámbito del saber es posible identificar contenidos
relativos a cada una de las categorías en que aparecen divididos; las categorías se
nos convierten así en un corsé que hay que rellenar obligatoriamente
(subordinándonos, como decía Hegel acerca de Kant, a un «furor simétrico», y
convirtiendo la elaboración de proyectos curriculares en un ejercicio intensamente
burocrático y, lo que es peor, sólo para "iniciados").

9. Las nuevas funciones de la evaluación. La evaluación, como elemento del


curriculum oficial, también experimenta el fenómeno de la expansión. Ad-
quiere nuevas funciones, se dirige y refiere a más realidades, sus
consecuencias de todo tipo se multiplican y la información que genera se
hace llegar a más y distintos sitios, dándole a sus resultados nuevas
utilizaciones. Así, la evaluación se torna orientadora, formativa y
psicopedagógica en relación con el alumnado; además, habría de evaluarse
la propia práctica docente, los proyectos curriculares y programaciones de
aula, los demás documentos de planificación y regulación del centro escolar,
aspecto éste que se tratará con detalle en el capítulo tercero de este libro.

10.- El papel de la orientación educativa: acción tutorial, atención a la diversidad


y orientación académico-profesional. En el marco legislativo de la reforma, la
Orientación educativa deja de ser una actividad periférica y marginal al
curriculum para pasar a ocupar un lugar dentro del curriculum mismo. Muchas
cuestiones y aspiraciones del nuevo sistema educativo, a la sazón comúnmente
asociadas a concepciones hoy bastante generalizadas de calidad de la
enseñanza, pasan a descansar sobre los responsables de la Orientación
educativa en los centros. Nos referimos, por ejemplo, al desarrollo del equilibrio
personal de los alumnos, a la atención individualizada a sus necesidades
personales, a su integración social en el marco del grupo-clase, del centro en su
conjunto y de su entorno comunitario; a la toma de decisiones en relación con
todo el sistema de medidas de atención a la diversidad; al establecimiento de
una relación positiva, fluida y llena de contenido con los padres y madres de los
alumnos, y a un largo etcétera de aspiraciones y compromisos que, como
decimos, parecerían estar en la raíz de lo que convencionalmente se entiende
como educación de calidad. La Orientación y todas sus tareas aparecen,
además, configuradas de manera ciertamente sólida, partiendo de la acción
tutorial en cada grupo-clase (el tutor sería el primer orientador de cada alumno),
continuando con el Departamento de Orientación cuyo ámbito de actuación es
todo el centro y cuya importancia relativa en sus distintos órganos se
incrementa sensiblemente, y el Equipo de Sector (¡oler o multidisciplinar) que

19
proporciona el apoyo externo necesario a cada centro y coordina las
actuaciones en toda una zona o sector.

En definitiva y en resumen, podríamos citar aquí al Quijote con aquello de que «de
leyes no andamos mal». A partir de ahora, no obstante, habrá que ver qué ocurre
con las propuestas marco de reforma más allá del Boletín Oficial del Estado y de los
Boletines de las Comunidades Autónomas, esto es, en los centros y en las aulas.

5. LOS FRENTES ABIERTOS: PERSPECTIVAS Y PROBLEMAS EN EL


CURRICULUM OFICIAL DE LA EDUCACIÓN SECUNDARIA

Como conclusión de este primer capítulo, presentamos a continuación una


recapitulación crítica que no hace más que intentar profundizar un poco más en los
grandes temas que hemos ido presentando hasta aquí y aportar nuevas pers-
pectivas para abordarlos. Estos frentes abiertos, creemos, van a polarizar la
atención y el debate en este tramo de la educación durante los próximos años.

1.- La percepción pública de la comprensividad. Es revelador el hecho de que el


problema, el debate y la polémica entre unidad y diversidad (escuela única y
escuela estratificada, escuela selectiva e igualdad de oportunidades en educación)
se plantee prácticamente con exclusividad en el nivel secundario y en el momento
en el que parte de la antigua enseñanza secundaria se convierte en obligatoria y,
por tanto, se universaliza. El hecho de que esto sea así indica, para empezar, la
enorme importancia que la secundaria tiene, y su lugar estratégico como tramo o
nivel del sistema educativo.

Hemos hablado más arriba de la devaluación política de las escuelas comprensivas


en los tiempos que corren. También lo hemos hecho sobre las manifestaciones
particulares de dicha devaluación en nuestro país que, en el momento de escribir
(1997), no ha hecho más que empezar. Estas reformas deben prevenir la imagen
de deterioro que inevitablemente se produce cuando se universaliza un servicio
público, más aún cuando los valores de calidad y excelencia (o una determinada
concepción de los mismos) se encuentran tan en alza. En este sentido, son muchos
los análisis que nos presentan un panorama en el que las necesidades de
democratización del sistema educativo aparecen enfrentadas con las necesidades
de desarrollo económico. En otras palabras, parecería que la política educativa
debe optar entre democratización y desarrollo económico; todavía más, el
desarrollo económico exigiría segregación y selectividad y, por tanto, renunciar o, al
menos frenar la democratización. Democratización significa inclusión en el sistema
educativo (y no sólo de acceso) mientras que se asume que desarrollo económico
implica la sobreeducación de algunos a expensas de la exclusión de otros. Es
verdaderamente necesario y urgente desmontar esta retórica y, con ello, intentar
que la percepción pública de la comprensividad y, por ende, de la democratización
educativa evolucione en otra dirección; en modo alguno, democratización y
desarrollo económico pueden presentársenos, desde el punto de vista del sistema
educativo, como objetivos antitéticos o procesos contrapuestos.

2.- La percepción pública de la optatividad y de la atención a la diversidad La


optatividad, como medida "estrella" de atención a la diversidad, da lugar como ya
hemos podido ver anteriormente, a algunas paradojas y contradicciones. Algunas
de ellas están directamente relacionadas también con la percepción pública de la

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reforma educativa y de la comprensividad en general. Así, el principio, "tener
muchas asignaturas" se percibe como poco serio. Cuando s( tienen varias
asignaturas fuera de la lista de materias tradicionales, pueden se relevantes, pero
tampoco se perciben como serias o, al menos, tienen un reconocimiento y
valoración sociales claramente inferior. Si tales optativas, además tienen que ver
con la dimensión "privada" del conocimiento, comienzan di inmediato los rasgados
de vestiduras en más de un sector de nuestra sociedad La posibilidad de que los
alumnos se matriculen en estas asignaturas suele utilizarse como argumento y
prueba del descenso de calidad educativa, de la caíd: en el rendimiento escolar de
los alumnos, de la relajación indebida de las tradiciones académicas de esfuerzo,
rigor, exigencia y trabajo duro, etc.

Así, nos encontramos con que, desde un punto de vista conservador, la optatividad
se critica porque hace bajar el nivel de rendimiento de los alumnos porque trivializa
el curriculum escolar y, en definitiva, porque estaría yendo el contra de una
enseñanza de calidad. Por otra parte, desde posiciones progresistas y radicales, la
optatividad tiende a ponerse, como mínimo, "en cuarentena y a criticarse con
dureza en la medida que discrimina el acceso de los alumnos a conocimiento
reconocido como valioso, reproduciéndose así los patrones des iguales de
distribución del capital cultural. A pesar de todo lo anterior, la optatividad -por otro
lado de dimensiones casi insignificantes en la ESO- , parece ser la clave de la
atención a la diversidad en el marco del curriculum escolar como ya argumentamos
en un apartado anterior.

3.- El curriculum común en la secundaria y las tradiciones academicista: Benavot y


otros (1991) hicieron un estudio del curriculum escrito en 125 países centrando su
análisis únicamente en la evolución reciente de la selección y pes, relativo de las
distintas áreas de conocimiento. Los autores concluyen que, e las últimas décadas,
se produce la promoción global de un grupo de materias troncales en los distintos
países, lo que les lleva a concluir que los curricu oficiales »reflejan procesos
mundiales de estandarización creciente». Las materias troncales, además, tienden
cada vez más a representar el conocimiento o validez más universal (Matemáticas,
Ciencias, Lenguas, Estudios Sociales), disminuyendo progresivamente la
importancia y el tiempo dedicado a materias de carácter más especifico, “localista”,
o privado (educación religiosa o ética, formación cívica, historia nacional y local).
Aunque los mismos autores reconocen que «carecemos de información sobre los
procesos por los que se logra esta estandarización curricular» (p.339), no cabe
duda de que el desarrollo y el cambio curricular parecen tener actualmente una
dimensión internacional que de ningún modo podemos obviar. La expansión de los
sistemas educativos de masas como elemento central de los proyectos nacionales
(y supranacionales) contemporáneos para competir en un mundo crecientemente
interdependiente e interrelacionado podría estar en el fondo de esta cuestión.

Volviendo al hilo de nuestro discurso, la cuestión es, si la aceptamos como cierta,


cómo interpretar dicha estandarización curricular alrededor de las materias que
integran lo que hemos llamado el curriculum común y básico de la escuela
comprensiva. Probablemente, habrá que admitir una enorme resistencia y
persistencia de la tradición enciclopédico-racionalista en la selección de contenidos
válidos para su transmisión en los centros, en su organización y, de manera
especial, en los procesos de socialización académica y profesional del profesorado
de secundaria.

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Por otro lado, tanto desde posiciones más conservadoras como manifiestamente
progresistas, continuamos claramente en la línea de esta tradición enciclopédica:
los conservadores, porque asegura la permanencia y preservación del patrimonio
cultural de la nación (su historia, su literatura, su lengua están en el centro del
curriculum); los progresistas por el principio igualitario que subyace al hecho de que
exista un conocimiento explícito de alto estatus al que todos pueden y deben tener
acceso, un conjunto de contenidos valiosos a los que se proporciona acceso
universal a todos los ciudadanos. En este sentido habría que interpretar muchas y
recientes iniciativas en defensa de las humanidades en el curriculum escolar o a
favor de las lenguas clásicas o, más específicamente, la actual preocupación
ministerial por la enseñanza de la historia. Así, cuando analizamos el curriculum de
la secundaria, vemos que la tradición enciclopédica, a pesar de estar enormemente
amenazada por una creciente especialización y opcionalidad, por la influencia de
los países y los sistemas educativos anglosajones, y por la aparentemente
imparable fragmentación de las áreas de conocimiento en la universidad, se
mantiene y perpetúa con una "salud de hierro".

El problema, concluye con agudeza McLean después de un análisis comparado de


las tradiciones epistemológicas en los curricula de los países europeos, (1995a:70)
es «cómo persuadir a los estudiantes (así como a sus familias y profesores) de que
un racionalismo utilitario estrecho de miras, que parece ser esencial para participar
en las economías avanzadas, es un centro de atención significativo y válido para
las vidas de los jóvenes entre 10 y 19 años, Y, sobre todo, añadiríamos aquí, qué
hacer para ese veinte o treinta por ciento de los alumnos cuya procedencia
socioeconómica y cultural les sitúa decididamente al margen de dicho universo
académico y para los que la inteligente pregunta que formula McLean resulta,
desgraciadamente, pura retórica.

4.- El futuro de la formación profesional de la base y de la formación profesional de


grado medio en el marco del currículo secundario. El futuro de la formación
profesional continúa siendo incógnita. Los esfuerzos realizados son indudables, y la
elevación del status de la formación profesional, un hecho. Que todos los alumnos
reciban una formación profesional de base y que lo relativo a la inserción laboral
impregne objetivos, contenidos y actividades del curriculum de la secundaria
obligatoria es una gran aspiración. Sin embargo, hemos insistido en que las
tradiciones son difíciles de modificar, y la orientación de la demanda de formación
profesional específica continuará durante mucho tiempo reflejando las disfunciones
y limitaciones del pasado. Esta formación profesional, la que coexiste con el
bachillerato, es probablemente la que aún tiene un futuro un tanto incierto. El
bachillerato, como hemos dicho, nace «con vocación de mayoría», esto es, toma
conciencia de su carácter terminal para muchos jóvenes, es una tremenda
competencia con la otra rama de la Enseñanza secundaria postobligatoria, que
podría continuar manteniéndola en una situación marginal.

No es posible ya pensar en la formación profesional como un nivel o tramo del


sistema educativo formal; sus características organizativas y curriculares la sitúan
necesariamente fuera de la "lógica exclusivamente escolar". Comprobamos que la
formación profesional se ha desarrollado de manera sólida en los países donde ha
sido posible un compromiso y un reparto claro de competencias y
responsabilidades entre los principales sectores implicados, esto es, el propio

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sistema educativo, los empresarios y los sindicatos. La planificación de la oferta de
formación profesional debe girar en torno al empleo y, en concreto, a las
necesidades de cualificación de los distintos sectores productivos. Esto implica la
necesidad de establecer un sistema de formación que aproxime el sistema
educativo al sistema productivo y, en la práctica, el establecimiento de acuerdos
entre instituciones educativas y empresas. Las condiciones óptimas para alcanzar
estos acuerdos no son en absoluto fáciles de determinar: cuestiones como desde
dónde debe partir la iniciativa (oferta unilateral desde las empresas, demanda
específica de las escuelas o incluso de cada estudiante individual), hasta dónde
debe llegar y cuál debe ser el papel del Estado y de las administraciones regionales
y locales, y cómo y quién ha de evaluar y controlar la calidad de los programas de
formación en las empresas, constituyen un conjunto de importante dilemas para la
política de formación profesional.

5.- Los temas transversales en la secundaria. La búsqueda de la profundización en


el carácter terminal de la secundaria obligatoria, aparte de la formación profesional
de base y de algunas materias optativas, se realiza también con la introducción de
los temas transversales, esto es, áreas de conocimiento no dependientes de las
disciplinas convencionales -que las atraviesan- cuyo acceso se considera
imprescindible para la formación del ciudadano contemporáneo en el marco de una
sociedad democrática. Una vez más, al igual que la llamada formación profesional
de base y la funcionalidad de los aprendizajes, la cues-
en efecto "atravesarán" el curriculum, pero sin que nadie -ni profesores ni alumnos-
se dé cuenta de ello ni mucho menos lo asuma como relevante.
En el caso de los temas transversales, es obvio que su papel e integración dentro
del curriculum está sin resolver no sólo en la práctica, sino tampoco en el plano
teórico: Los contenidos disciplinares son los verdaderos ejes estructuradores del
diseño curricular y los temas transversales rompen dicho diseño; los equipos
docentes, a través de sus proyectos o en su desarrollo curricular, tienen que
resolver el problema que los expertos no han sabido solucionan. (Bolívar, 1996a:25-
26). No obstante, la probabilidad inmediata de que la articulación curricular de las
transversales se resuelva parece más bien pequeña. Cuando se cuestionan las
optativas -y se plantea explícitamente reducirlas- y cualquier otro "experimento
curricular" que transmita cierta imagen de falta de seriedad académica, cuando
además se alzan ya voces afirmando que se está al límite de la saturación
curricular (aparte de otras medidas que están sobrecargando e intensificando en
exceso la labor profesional del profesorado de secundaria), la propia alternativa de
la transversalidad se utilizará más bien para justificar demandas de "volver a lo
básico", por utilizar la ya clásica expresión norteamericana.

Como tantas otras innovaciones del curriculum oficial de la secundaria a las que
estamos pasando revista, los temas transversales necesitan su espacio y su
tiempo, aunque no pueda ser para todos los alumnos y en todas las áreas, como
idealmente se plantea. Su credibilidad aumentaría si se incluyeran también en el
Bachillerato -junto con los contenidos actitudinales, dicho sea de paso- y si se
continuara profundizando en la apertura al exterior de los centros a través de las
numerosísimas organizaciones no gubernamentales -y también gubernamentales,
aparte, obviamente, del Ministerio y las Consejerías de Educación- que han
encontrado en los temas transversales su vía de aproximación e influencia sobre el
curriculum escolar.

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6.- Las políticas de acceso a la universidad y el curriculum de la secundaria
superior. Precisamente la generalización de la educación secundaria ha dado
lugar a que en todos los países se despliegue un conjunto de dispositivos -en
ocasiones sumamente complejos- para regular el acceso a los estudios superio
res. Al mismo tiempo, los cambios habidos dentro de la propia universidad y las
decisiones que dentro de ella se han ido tomando en relación con la admisión
de alumnos, han tenido efectos inmediatos sobre el curriculum de la secundaria
superior, las expectativas de sus alumnos y los modos de trabajar de sus profe-
sores. En una palabra, el curriculum de la enseñanza secundaria superior el
curriculum en la acción, entendemos en este momento- está fuertemente con-
dicionado por las políticas de acceso a la universidad; en nuestro caso, especial-
mente por el llamado coloquialmente examen de "selectividad", oficialmente
Pruebas de Acceso a la Universidad (PA.U.) y su asociación a medidas de numerus
clausus.

Como es sabido, son ya varios los debates nacionales que -supuestamente se han
llevado a cabo sobre el tema en nuestro país. En estos momentos, nos
encontramos al comienzo de un debate más, que debe concluir con una propuesta
concreta de reforma por parte del Consejo de Universidades, en teoría ya muy
avanzada en su elaboración. Mientras tanto, hay que llamar la atención sobre el
hecho de que el examen de selectividad es la única pieza relevante de nuestro
sistema educativo que ha atravesado prácticamente inmaculada el período de la
transición y, por tanto, permanece en el sistema como último vestigio del régimen
anterior (Moreno, 1992; aunque tal vez habría que añadir también precisamente el
sistema de formación inicial del profesorado de secundaria); que esto sea así es
suficiente indicador de la fuerza, la inercia y la resistencia de los exámenes
externos en los sistemas educativos.
7.-La formación del profesorado de secundaria; las funciones tutorial y orientadora y
la atención a la diversidad. En materia de formación del profesorado, como
acabamos de sugerir, es claro que la formación inicial de los de secundaria es la
gran asignatura pendiente. El abismo que existe entre las exigencias del nuevo
sistema educativo hacia el profesorado de secundaria y los procesos y rasgos a
través de los que éste ha construido su identidad profesional, dan como resultado
un panorama poco menos que explosivo, que ayuda a comprender buena parte de
la indiferencia, el inmovilismo, el rechazo y las actitudes abiertamente negativas
que hoy pueden verse en nuestros Institutos.
La desconexión entre secundaria y superior da lugar a problemas y disfunciones
que no es fácil resolver en un primer momento. Una manifestación de tal
desconexión entre las nuevas configuraciones de la secundaria y de la superior es
bien visible en relación con la formación del profesorado: en secundaria buscamos
profesores competentes en ciencias sociales o ciencias de la naturaleza, capaces
además de ocuparse de la formación general de los alumnos ejerciendo como
tutores, mientras que en la universidad preparamos desde el primer curso a
especialistas en biología, química o historia antigua; para éstos, es ciertamente
difícil de asumir una actividad profesional que vaya más allá de lo límites de dicha
especialización disciplinar.

Hay, por tanto, una grave contradicción entre la introducción de las área como
espacio para la organización de contenidos curriculares en secundaria el enorme
grado de especialización que caracteriza a los nuevos planes de estudio

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universitarios. El propio Álvaro Marches¡ afirmaba en un artículo recién que «no
hemos sido capaces de articular bien la configuración y el modelo de educación
secundaria con el diseño de los planes de estudio en la universidad. El bachillerato
tiene una estructura polivalente, mientras que los nuevos títu' universitarios son
demasiado especializados desde el primer curso» (March( 1995:90).

Desde cierta perspectiva, se diría que los países euro peos han encontrado más
fácil a lo largo de las últimas dos o tres décadas expandir sus sistemas educativos
que hacer crecer su mercado laboral. No obstante a pesar de haber conseguido
una educación universitaria de masas (convencionalmente se entiende que es así
cuando más del veinte por ciento del correspondiente grupo de edad accede a la
universidad), Europa va muy por detrás en tasas de participación en la universidad
con respecto a los otros dos "bloques' económicos con los que habitualmente se la
mide -Estados Unidos y Japón. A mismo tiempo, el acceso al trabajo de los jóvenes
es cada vez más difícil y, en consecuencia, sufre unos porcentajes de desempleo
juvenil -y de desempleo global- que no es exagerado calificar de escandalosos.
En este contexto, la Unión Europea, a través de la Comisión de las Comuni dades
Europeas, está asumiendo un papel cada vez más activo e influyente en e ámbito
de las políticas de educación, formación y empleo de nuestros jóvenes (un terreno
en el que, por razones que ahora no viene al caso analizar, no habían osado
penetrar directamente durante sus primeras décadas de historia). Por continuar
utilizando la terminología propia de la LOGSE, podría decirse que las directrices
políticas de Bruselas en este sentido muy bien podrían acaba] erigiéndose (de
hecho ya lo están haciendo) en un nuevo "nivel de concreción' del curriculum de la
educación secundaria de todos los sistemas educativos de los países de la Unión
Europea. Este nuevo nivel de concreción curricular su pondrá, como siempre, una
fuente de promesas y, al mismo tiempo, también de riesgos para nuestros centros
de enseñanza secundaria.

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