El Evangelio en Orden Vs - Is

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EL EVANGELIO
EN ORDEN
Una teología correcta;
una evangelización correcta.

Por Alejandro David Riff

Clasi cación:
Soteriología reformada, Ordo Salutis.

Orientado a:
Pastores, evangelistas, líderes de estudios bíblicos, profesores,
estudiantes de seminarios y obreros cristianos en general.

Edición corregida (2022).

© 2018 AlejandroRiff.com.ar

© 2022 Spurgeon.ar

Versión de la Biblia utilizada (Reina Valera - SBT)

Prohibida su reproducción por cualquier medio físico o electrónico.

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RESEÑAS

Como ya indicara el apóstol Pablo re riéndose a los enemigos que


saldrían desde dentro de la iglesia: 2Tim 4:4 “… y apartarán de la verdad
el oído y se volverán a las fábulas”. Debido al terrible impacto que se está
produciendo desde los mismos púlpitos para llevar a las almas camino a la
perdición, el pastor Alejandro Riff desarrolla y enfatiza aquello que
debería ser el arma estratégica de la iglesia: “la predicación”.

Con un estilo cargado de argumentos bíblicos solventes y que arrojan


luz sobre la situación actual, el autor nos expone la importancia vital que
Dios mismo le otorga a la predicación de su Santa Palabra, exponiéndonos
de qué manera ese es el medio que usa el Espíritu Santo para salvar
pecadores. Esto debería ser más que sabido y practicado por la cristiandad,
pero la realidad es exactamente lo opuesto y es lo que en este libro se
denuncia. De ahí que el autor analice el lamentable estado en el que se
encuentra la predicación y nos exponga el único camino que Dios ha
dispuesto para salvar a los pecadores con un mandato severísimo a los que
se suben al púlpito para enseñar y predicar:

2 Tim 4:1 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará
a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que
prediques la palabra …

Nos hacen falta hombres de valor como el pastor Riff, que no teman a los
hombres, sino a Dios, porque sin duda serán usados para la gloria de su
Santo Nombre y para el bien de su pueblo.

Pastor Boni Lozano.


Iglesia Bautista Reformada Pacto de Gracia, Madrid, España.

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En 1618, hace 400 años, las Iglesias de los Países Bajos convocaron un
Sínodo en la ciudad Holandesa de Dort para pronunciarse en cuanto a la
controversia surgida por causa de las enseñanzas de los seguidores de
Jacobo Arminio, las cuales fueron consideradas como un retroceso en el
proceso de Reforma Bíblica que apenas un siglo antes había iniciado en
Europa.

Nuestros antepasados fueron valientes y supieron contender por la Fe


que una vez fue da dada a los santos (Judas 1) y por eso considero que la
publicación de este libro del Pr. Alejandro Riff aparece en un buen
momento para celebrar la delidad de Dios, Quien movió a sus siervos
para defender la verdad por medio de los Cánones de aquel sínodo.
En este libro, el autor nos presenta con un estilo sencillo y didáctico, los
argumentos en favor de la soteriología reformada y demuestra que
corresponde a la correcta expresión de la doctrina bíblica que produce
creyentes más santos y lleva más gloria a nuestro Dios.

Es mi oración que el Señor bendiga este esfuerzo del Pr. Riff y que
muchos aprovechen este material que está diseñado también para ser
impartido como un curso de dos meses y con preguntas de estudio, por lo
tanto es altamente recomendado para individuos e iglesias que necesitan
un material básico sobre la doctrina bíblica de la Salvación.

Pastor Alexander León .


Iglesia Bautista Reformada San José, Costa Rica.

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La fe en el Dios viviente y en Su Hijo Jesucristo es siempre el resultado del nuevo
nacimiento, y no puede existir nunca excepto en los regenerados. Todo aquel que
tenga fe es un hombre salvo.

Charles H. Spurgeon (1834-1892)

La regeneración es exclusivamente la acción de Dios. La conversión consiste tanto


de la acción de Dios sobre los hombres para transformarlos y de las acciones
realizadas por los hombres bajo la in uencia de la gracia que convierte: se vuelven,
habiéndoles dado vuelta la gracia. Como alguien ha dicho, la regeneración es la
moción de Dios hacia y sobre el corazón del pecador; la conversión es la moción del
hombre hacia Dios. En la regeneración, los hombres son totalmente pasivos, tal como
lo son también en el primer momento de la conversión; pero por ella se hacen activos.

John Gill (1697-1771)

Ahora bien, en la regeneración y en la unión, nosotros somos absolutamente


pasivos, no jugamos ningún papel en ella, es enteramente la obra del Espíritu de Dios
en el corazón. Pero en la conversión actuamos, nos movemos, somos llamados y
respondemos.

David Martyn Lloyd-Jones (1899-1981)

El hecho de que la obra del Espíritu Santo precede a nuestra fe lo determina sin que
podamos llamarnos a engaño 2 Tes.2:13: “De que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación, por la santi cación del Espíritu y fe en la verdad“. Nótese
que “santi cación del Espíritu” viene primero y hace posible la “fe en la verdad“.
¿Qué es, pues, la “santi cación del Espíritu“? Respondemos: El nuevo nacimiento.
En la Escritura, la “santi cación” signi ca siempre “separación”, separación de algo
y hacia algo o hacia alguien.

Arthur W. Pink (1886-1952)

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ÍNDICE

RESEÑAS 3

PRÓLOGO 7

SECCIÓN 1: FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS 10

1 - ¿QUÉ ES ESO DE LA SOTERIOLOGÍA REFORMADA? 11

2 - LO QUE QUEREMOS DECIR CON “REGENERACIÓN” 15

3 - QUÉ PROVOCA QUÉ 22

4 - EL PROBLEMA DEL CRONÓMETRO 27

5 - LA MANO Y LA TIJERA 33

6 - EL PELIGRO DE INVERTIR EL ORDEN 39

7 - EL PRIMER EVANGELISMO EN MASA 44


8 - EL DILEMA DE HECHOS 2:38 48

9 - EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO EN EL LLAMAMIENTO 53

10 - ILUSTRACIONES ACERCA DEL LLAMAMIENTO INTERNO Y EXTERNO 62

SECCIÓN 2: LA APLICACIÓN PRÁCTICA EN EL EVANGELISMO 66

11 - ¿DEBEMOS ACEPTA A JESÚS? 67

12 - ¿LA PARÁBOLA DEL PASTOR PERDIDO? 75

13 - ACERCA DE “RECIBIR A CRISTO” 79

14 - ¿DEBEMOS HACER QUE EL EVANGELIO SEA DIVERTIDO? 83

15 - LA REGLA OLVIDADA 87

16 - EL EVANGELIO Y UNA NUEVA “REFORMA” 93

(A) PREGUNTAS DE ESTUDIO 101

(B) GLOSARIO DE TÉRMINOS TEOLÓGICOS 105

ACERCA DEL AUTOR 110

AGRADECIMIENTOS 110

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PRÓLOGO
“La regeneración precede a la fe”. Esta a rmación de la teología
reformada ha sido motivo de críticas injustas y suposiciones
incorrectas, por parte de quienes tienen otro concepto en cuanto a
cómo Dios obra en la conversión de los pecadores. Alguno pensará
que al decir otro concepto, me re ero a la doctrina arminiana
solamente, pero aclaro que hay muchas otras posturas teológicas
diferentes en soteriología, como ser: el pelagianismo,
semipelagianismo, tomismo, molinismo y, recientemente en un
intento de ser diferente a todo lo demás, el biblicismo. Todo estos
sistemas teológicos tienen en común que rechazan la soberanía
absoluta de Dios en la salvación (monergismo), atribuyendo al
hombre alguna participación en el acto de la regeneración
(sinergismo).

Muchas personas que rechazan algunos postulados de la


doctrina reformada (en especial del tema que trataremos en este
libro acerca del ordo salutis) nunca han oído acerca de Jacobo
Arminio y sus presupuestos doctrinales, aunque bien podrían
haber heredado algunos conceptos arminianos de forma
involuntaria, es decir, lo aprendieron en sus iglesias o seminarios
porque era lo que normalmente se enseñaba. En la mayoría de los
casos, las personas se hacen una idea simple de la doctrina de la
salvación (no quisiera usar la palabra “simplista” porque no
siempre estas personas son las que rehúyen el estudio de las
Escrituras), pero formarse una idea simple no siempre quiere decir
que estamos en lo correcto. Desde una perspectiva simple el sol sale
por el este y se pone por el oeste; la lógica conclusión sería que “da

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vueltas alrededor de la tierra”. Lo simple es formarse una idea
geocéntrica del universo (todo gira alrededor nuestro). Pero desde
Galileo Galilei, este punto de vista empezó a ser descartado hasta
llegar al sistema heliocéntrico (giramos alrededor del sol y no a la
inversa). Los telescopios, en su momento, han sido buenos
instrumentos para demostrar que los razonamientos simples, en
cuanto a estructurar un sistema planetario, estaban equivocados.
Salir al espacio exterior orbitando alrededor de la tierra fue el
clímax de la con rmación del sistema heliocéntrico. A menudo,
supongo que la teología reformada, en un sentido es una clase de
telescopio teológico para descartar las ideas simples en cuanto a
cómo el hombre interpreta lo que sucede en la salvación de los
pecadores. Pero el punto aquí no es descartar la idea simple por el
hecho de ser simple, sino por el hecho de no ser bíblica.

Un examen cuidadoso y sin prejuicios de la doctrina de la


salvación en las Escrituras nos demostrará que el hombre no es el
centro de la salvación, sino Dios (el Soberano Dios que elige
incondicionalmente). Justo después de este concepto de soberanía,
es donde muchos quisieran deshacerse del telescopio y quedarse
con su punto de vista simple, viendo salir el sol de este a oeste (y
atribuyendo la salvación al libre albedrío del hombre). Hacernos
ideas simples en teología no nos hace más espirituales. Por el
contrario, el escudriñar las Escrituras inspiradas por el Espíritu
Santo es signo de una mayor espiritualidad.

❖ Entender que la regeneración es causa precedente de la fe


para creer en Cristo, ineludiblemente nos da un concepto
central de Dios como quien ha pasado del sistema geocéntrico

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al heliocéntrico. Como reconoció el profeta: La salvación
pertenece a Jehová (Jonas 2:9), y este concepto no es negociable.

Comprender la doctrina del ordo salutis (orden de la salvación),


es un aspecto de la soteriología que todo estudiante apegado a las
Escrituras no debería dejar de conocer. Este libro está dirigido a
jóvenes estudiantes tanto como a evangelistas, pastores y obreros.
Si bien, la salvación encierra sus misterios, esto no es un intento
irrespetuoso de curiosear en los secretos de Dios, sino una
aproximación reverente a la Biblia en materia soteriológica. La idea
es entender la doctrina del ordo salutis desde un aspecto didáctico y
con implicancias prácticas en la vida del evangelismo de la iglesia
local. Espero que este libro sirva de orientación para centrar el
evangelismo de muchos predicadores en su eje natural: en Cristo.

Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que


llamó, a estos también justi có; y a los que justi có, a estos
también glori có. (Romanos 8:30)

Pastor Alejandro David Riff - Enero 2018.

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SECCIÓN 1: FUNDAMENTOS
TEOLÓGICOS

Una explicación del orden de la salvación


a partir de conceptos bíblicos,
la perspectiva histórica de la iglesia reformada
e ilustraciones prácticas.

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1 - ¿QUÉ ES ESO DE LA
SOTERIOLOGÍA REFORMADA?
Quizá cansado de escuchar los repetitivos clichés evangélicos
de : -Abre tu corazón a Jesús y repite esta oración conmigo, es que te has
interesado en indagar un poco en una teología más sólida acerca
del evangelismo y la doctrina de la salvación. Puede ser que,
después de ver tanta manipulación sicológica en los púlpitos de
hoy en día, te hayas preguntado con descon anza: -¿Acaso esta ha
sido históricamente la forma de predicar el evangelio? Quizá escuchaste
la frase: “Las doctrinas de la gracia” o “Los 5 puntos del calvinismo”, y
te empezaste a interesar de una u otra manera en la soteriología
reformada.

La Reforma protestante del Siglo XVI no trató de inventar nada


nuevo en materia de soteriología, sino que recuperó la creencia del
cristianismo histórico, la doctrina apostólica respecto al evangelio.
Siglos de engaño de la Iglesia católica romana puso a muchas almas
en la penumbra espiritual a través de oscuras misas relatadas en
latín y ritos vacíos mezclados con idolatría. La luz del evangelio
nunca se apagó, pero es innegable que hubo una época medieval de
oscuridad espiritual y que la llama de la fe resurgió en la época de
la Reforma protestante. Después de 500 años, es como si
pudiéramos escuchar hasta hoy los martillazos de Martín Lutero
clavando sus 95 tesis en la puerta de la abadía de Wittenberg, lo
cual dio inicio al despertar de la iglesia. Posterior al siglo XVI,
grandes siervos de Dios y sínodos eclesiales resumieron por escrito
las doctrinas esenciales del cristianismo en lo que se conoce como
confesiones de fe, de niendo en qué consistía bíblicamente la

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doctrina de la salvación del hombre a través de Cristo (entre otros
puntos bíblicos). ¿Estamos hablando de confesiones calvinistas? Es
posible que se de na así. Pero la prioridad nunca fue ni será Juan
Calvino, sino la verdad revelada en las Escrituras. Indudablemente
Calvino fue el teólogo de la Reforma y sus enseñanzas no se basaron
en sus especulaciones personales, sino en la profunda compresión
de las grandes doctrinas de la Biblia. En cuanto a la doctrina de la
salvación, su centro fue la soberanía de Dios bajo cierta herencia de
los postulados de Agustín de Hipona del Siglo IV.

Muchos siguen pensando que la soteriología reformada solo


consta de lo que denominan: Los cinco puntos del Calvinismo (como si
Calvino mismo hubiera sintetizado estos cinco puntos alguna vez
en un libro). Si bien, parte de esta base doctrinal está contenida en
su libro: Institución de la Religión Cristiana, no obstante él nunca
de nió la soteriología en esos exiguos cinco puntos. Los cinco
puntos son una síntesis de un sínodo llevado a cabo en Dordrecht,
Holanda, para refutar un desvío doctrinal del Siglo XVII impulsado
por los seguidores de Jacobo Arminio, conocidos como Los
Remostrantes. Por eso, evidenciamos que la soteriología reformada
es mucho más que cinco puntos. Existe también dentro de la
soteriología reformada lo que se conoce como el ordo salutis, u
orden de la salvación (tema que veremos en el capítulo 2 de este
libro). Los seguidores de Arminio, aparte de diferir en cinco puntos
soteriológicos de base, planteaban también un orden diferente a la
doctrina reformada clásica del ordo salutis.

Nuestro tema a tratar en los próximos capítulos es la relación


que existe entre la regeneración y la fe. Ser prácticos y a su vez

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teológicamente precisos es un asunto difícil de equilibrar. Sé que en
las secciones de evangelización de las librerías cristianas
encuentras libros como: “Diez pasos para una evangelización e caz” o
“Sea un pescador de hombres en 5 semanas”, por eso, para algunos,
quizá sea molesto o aburrido hablar de asuntos teológicos en
materia de evangelización. Siempre somos dados a pensar que la
evangelización es más práctica que teológica, pero no es así:

❖ Una correcta teología nos da la pauta para una correcta


evangelización.

Todos somos dados a tomar la llave de tuercas para improvisar


arreglos en el motor de nuestro automóvil, pero sería mejor tener
previamente algún conocimiento de mecánica básica para no echar
a perder el vehículo, ¿verdad? Esto nos recuerda que no podemos
improvisar en el conocimiento teológico de la salvación ya que
echaremos a perder nuestro evangelismo. El evangelismo
antropocéntrico (centrado en el hombre) de nuestro tiempo hace que
la teología (y en especial la teología reformada), sea puesta en el
baúl de los libros prohibidos (aunque eso últimamente viene
cambiando y hay un redescubrimiento de la teología reformada
hoy). La mayoría del pueblo evangélico hoy en día apunta a buscar
resultados visibles e instantáneos de conversiones en el mismo
momento de predicar (lo que denominamos comúnmente “contar
cabezas”). A esto, técnicamente se le llama decisionismo; lo cual
certi ca en muchos casos falsas conversiones como si fueran
verdaderas. Por eso, es hora de recuperar más y más el antiguo
evangelio basado en la soberanía de Dios. Este evangelio engendra

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creyentes genuinos (y no falsos conversos) porque parte de la
Palabra de verdad y no de las artimañas sicológicas de los hombres.

El debate aquí no es tanto como: “Yo tengo una soteriología


calvinista (A) y tú una arminiana (B)” (estoy seguro de que algunos
pueden ensayar en su laboratorio teológico una tercera o cuarta
fórmula química, pero siempre partirán de A o B aunque no lo
quieran admitir). El asunto central es:

-¿Es Dios completamente soberano en la salvación, o no?


-¿Es 100% su obra de principio a n, o no?
-¿La regeneración precede a la fe, o no?

Los que a rmamos: ¡Sí! (a estos postulados), nos identi camos


con la soteriología reformada. Pero otros creen que el hombre
contribuye en la salvación, ya sea al 1% o al 99%. No importa si se
denominan arminianos, molinistas o biblicistas, simplemente no
creen en un sistema de salvación basado 100% en la soberanía de
Dios, ya que argumentan que el hombre, en su libre albedrío,
contribuye con algo de su ser caído en pecado en el proceso de la
regeneración. Pero los reformados sabemos que lo único con que
contribuye el hombre en este proceso de salvación es con su
pecado, ¡y nada más!

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2 - LO QUE QUEREMOS DECIR
CON “REGENERACIÓN”
“La regeneración precede a la fe”. Esta frase está englobada dentro
de lo que se conoce en la teología como el ordo salutis, es decir, el
orden de los acontecimientos de la salvación. Este orden debe ser
entendido más que cronológicamente como causativamente, como
veremos más adelante. Este sería el orden según la teología
reformada:

1. Elección
2. Predestinación
3. Llamamiento
-------------
4. Regeneración
5. Fe
6. Arrepentimiento
-------------
7. Justi cación
8. Santi cación
9. Glori cación

Como vemos, estamos tratando el orden de los puntos 4, 5 y 6


dejando el punto 3 para el nal, aunque contemplaremos casi todo
el esquema como contexto. Vamos a centrarnos primeramente en el
término “regeneración”, este lo encontramos en la Biblia en Tito 3:5
que nos habla de la “regeneración y de la renovación del Espíritu
Santo”. Hay una distinción de palabras porque la regeneración es
más que una renovación; es volver a crear algo nuevamente.

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Para entender la diferencia pongamos un ejemplo práctico.
Cuando alguien dice: “voy a renovar mi casa”, entendemos que hará
sólo algunas reformas estructurales, comprará muebles nuevos, o le
dará una mano de pintura etc. No imaginamos que demolería su
propia casa para construir una nueva. Si alguien para renovar su
casa contratara una grúa de demolición (de esas con la gran bocha
de hierro), diríamos: ¡Tú no quieres renovar tu casa, sino demolerla!
Digamos que la renovación tiene mucho que ver con lo estético o lo
que se aprecia por fuera, pero no con los cimientos y la estructura
de la casa. Dios nunca sobreedi ca sobre nuestra vieja naturaleza
caída y pecaminosa. Desde el Edén no sólo la casa, sino aún los
cimientos espirituales y morales del hombre están en completa
ruina.

La Biblia nos habla de dos realidades para transformar al


pecador en un hijo de Dios: nos habla de regeneración y de renovación.
Ya vimos como podría ser interpretado renovación en el ejemplo de
las casas, ahora vayamos al tema de la regeneración. El estado de
pecado en el hombre natural (hablando en términos de arruinado),
es que está totalmente arruinado. El nombre técnico que le damos
los calvinistas es: totalmente depravado. Es una especie de casa donde
todo está podrido y enclenque. De nada sirve la renovación
cambiando por partes y poniéndole una nueva capa de pintura; la
casa no tiene otro destino que ser demolida. Como dijimos
anteriormente, ni aún sus cimientos morales o espirituales sirven
de algo.

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❖En la regeneración del pecador, Dios obra como una
demolición para luego levantar una casa nueva.

La primera casa (digamos, el hombre en su estado natural), la


hereda de su antecesor, Adán. Es por cierto una herencia de pecado
y dicha casa no tiene arreglo. En 1 Corintios 15:22 encontramos
respecto al género humano: “en Adán todos mueren”. Allí tenemos la
casa arruinada por el pecado la cual recibimos de nuestros padres.
Dios no viene a la vida del pecador a tratar de remodelar esa casa,
sino a demolerla y hacer una nueva conforme a la imagen de su
Hijo Jesucristo, pues dice la Escritura: “en Cristo todos serán
vivi cados”. Hasta ahora venimos hablando de “casas”, pero en
realidad son ejemplos imperfectos para tratar de entender cosas
más profundas y perfectas: la obra de Dios en la salvación del pecador.
Lo que sucede en la regeneración es una nueva creación de Dios .
Otra ilustración que nos da la Biblia en el libro de Ezequiel 11:19 es
que en la regeneración Dios quita nuestro corazón de piedra y nos
da uno de carne. Desde el punto de vista de un observador que
mira la vieja casa transformada se diría: “la casa fue renovada”, y se
tendría razón desde ese punto de vista; pero recordemos que la
Biblia nos habla de dos conceptos: regeneración y renovación.

❖ La casa fue renovada, sí, pero el proceso que lo llevó a cabo


fue la regeneración.

Pongamos otro ejemplo. Hablemos hipotéticamente de un


hombre al cual llamaremos “Juan”. Si Juan era un apostador y un
alcohólico en su pasado, pero se convierte a Cristo, sufre un cambio
radical. Alguien desde afuera ve que Juan ya no pierde su sueldo

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en apuestas, que ya no huele a alcohol, ni anda perdido detrás de
cualquier mujer que ve, sino que ama a Cristo por encima de todo
llevando una vida nueva; una vida santa. Podrían decir: “Este es un
Juan renovado”, y estarían en lo cierto. Juan fue renovado, pero el
proceso que Dios llevó a cabo por medio de su Espíritu fue que:
Juan fue regenerado. ¿Cómo se llevó a cabo esa regeneración?
Siguiendo un paso hacia atrás en el ordo salutis nos encontramos
con el término “llamamiento”.

❖ Para los calvinistas el llamamiento de parte de Dios está


unido a la predicación del evangelio.

Es decir no hay llamamiento al pecador fuera de Dios y su


Palabra. He oído decir que los calvinistas creen que la persona
puede ser regenerada independientemente de si le hayamos
predicado o no, lo cual es una especie de bomba de humo para
ocultar quien sabe qué ardid teológico. Las reglas de juego de Dios
son claras en la gran comisión: “Id por todo el mundo,” ¿a qué? “A
predicar el evangelio”. El resultado será que algunas personas
creerán y serán salvadas, y otras no creerán y serán condenadas
(Marcos 16:15-16). No existe tal cosa como que alguien pueda ser
regenerado sin la predicación del evangelio. Decir eso, es faltar a la
verdad de lo que los calvinistas creyeron históricamente.

Dando por sentado que la predicación del evangelio es


necesaria como parte del llamamiento, el nudo principal que
tratamos es: ¿por qué la regeneración precede a la fe? Pero antes de
llegar a los “por qué” sigamos hablando de los “qué”, hablemos un
poco más del término regeneración. ¿Qué es la regeneración?

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Un sinónimo que podemos usar es: nuevo nacimiento.

La frase nacer de nuevo la encontramos en el conocido pasaje del


evangelio de Juan capítulo 3, en la conversación que Jesús tuvo con
un anciano maestro de Israel llamado Nicodemo. Jesús le dijo a
Nicodemo, (parafraseando): “Si quieres ver el reino de Dios tienes que
nacer de nuevo”. La respuesta de Nicodemo fue: ¿Cómo puede el
hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su
madre, y nacer? (Juan 3:4). Como vemos, Nicodemo aparte de
plantear un imposible está pensando en términos de renovar la casa.
Nacer de nuevo lo tomaba en un sentido material y hasta moral. Algo
como muchas personas se plantean hoy: “tener un nuevo comienzo” o
“una nueva oportunidad”. Ellos suponen que un nuevo comienzo es
tener una nueva información (digamos del evangelio) que los
llevará a no cometer los mismos errores de su antigua vida. Esta
forma de pensar es un gran error. Si se cree que el cristianismo es
una reforma de la moralidad a través de una lista de “buenos
consejos” se está totalmente perdido. Pero el Señor Jesucristo fue
claro con Nicodemo acerca de que no estaba hablando de un
nuevo comienzo, sino de un nuevo nacimiento. No estaba
hablando de remodelar la antigua casa de pecado, sino de hacer
una casa nueva a través del renacer en el Espíritu. Esto,
técnicamente, es lo que llamamos regeneración o nuevo nacimiento
espiritual.
El Dr. Martin Lloyd Jones decía que cada vez que Dios trae un
avivamiento en la iglesia lo hace por medio de dos doctrinas
principales: 1) La Justi cación por la fe. 2) El nuevo nacimiento.

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En el pasado siglo XX , hubo algunos problemas con la doctrina
del nuevo nacimiento. No es que la Iglesia en términos generales no
haya hablado acerca del nuevo nacimiento, sino que muchas veces le
dio otro signi cado (distinto al de la Biblia) o lo atribuyó a causas
generadas en el hombre (en su libre albedrío) y no en Dios.

El renombrado evangelista al “aire libre” del Siglo XVIII, Jorge


White eld, predicó tantas veces sobre el texto que dice: “Os es
necesario nacer otra vez”, que una persona de su auditorio le
preguntó: -¿Por qué predica usted tanto sobre el mismo texto? La
respuesta de White eld fue la siguiente: -¡Porque os es necesario nacer
otra vez!”
Así como el bebé que está en el vientre materno no decidió
autoengendrarse y nacer, de la misma manera Dios engendra hijos
por su libre elección. A estos Dios los llama en su momento por
medio del evangelio, su Espíritu Santo los regenera y entonces ellos
pueden poner fe en Cristo y arrepentirse de sus pecados. Desde el
punto de vista antropocéntrico (de la lógica humana) nos parecería
que el orden natural sería que la persona nace de nuevo porque se
arrepiente y cree, ¡pero esto es como si el bebé decidiera
autoengendrarse con la ayuda de sus padres! Hasta donde
sabemos, nunca un bebé decidió nacer ni colaboró en la opinión de
sus padres antes de ser engendrado. Simplemente vino al mundo
porque sus padres lo provocaron de acuerdo a las leyes naturales
que Dios ha dado. Así también en el concepto teocéntrico de la
salvación el creyente ha nacido al evangelio por pura voluntad de
Dios. Vamos a ver en el próximo capítulo que tanto la fe como el
arrepentimiento son una consecuencia fortuita de la regeneración.

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Él, de su voluntad, nos ha engendrado por la palabra de
verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
(Santiago 1:18)

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3 - QUÉ PROVOCA QUÉ

“La regeneración precede a la fe”. ¿Son la fe y el arrepentimiento


lo que provocan la regeneración? ¿O es la regeneración lo que
provoca la fe y el arrepentimiento? Para entender esto volvamos a
la historia de Jesús y Nicodemo. Algunos imaginan que “ver el
reino de Dios” está relacionado con una puerta de oro en medio de
las nubes, donde en el interior de dicha ciudad viven Dios, los
ángeles y los salvados. Es decir, relacionan que cuando Jesús le
hablaba a Nicodemo acerca del Reino de Dios le estaba hablando
solamente del cielo o de un reino venidero, pero el concepto es más
profundo.

Si bien, Dios reina en los cielos, el Reino de Dios se había hecho


presente en la tierra a través de Cristo. Por eso Juan el Bautista,
anunciando la aparición pública de Cristo, dijo: “Arrepentíos, porque
el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Luego, el mismo
Jesús, al comenzar su ministerio público, utiliza similares palabras
que Juan el bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado.” (Mateo 4:17). El Reino de los cielos se había acercado a los
hombres porque el Hijo de Dios fue hecho hombre viniendo a este
mundo. Al decir “el reino de los cielos se ha acercado”, es un recurso
conocido como metonimia; en este caso se tiene el efecto por la
causa. El efecto sería que “el reino de los cielos se ha acercado a los
hombres” porque la causa fue que “el Hijo de Dios estaba presente”
(entre los hombres). ¿Hacia dónde vamos con todo este
razonamiento? Vamos a que ver el reino de Dios es ver primeramente
al Rey, a Cristo como el Hijo de Dios. La carta de 1 Juan 4:15 dice:

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“Cualquiera que confesare que Jesús es el Hijo de Dios, Dios está en él, y él
en Dios.”

Un hombre en su razonamiento natural (aunque sea religioso


como Nicodemo) verá en Cristo no más allá de un maestro moral o
una buena persona que dio nobles enseñanzas acerca de Dios;
incluso puede prestar atención a sus señales y milagros
concluyendo que Jesús fue una especia de ser especial. Por eso la
“tarjeta de presentación” que hizo Nicodemo, cuando quería
entablar conversación con Jesús, fue: “Rabí, sabemos que has venido de
Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si
no fuere Dios con él.” ( Juan 3:2). Jesús no tarda en enfrentarlo con la
realidad espiritual de que, a pesar que Nicodemo era un maestro de
la ley de Dios, no estaba viendo el Reino de Dios, no podía (hasta
ese momento) conocer que Jesús era el Cristo prometido del cual
hablaban la ley y los profetas (Lucas 24:27). Nacer de nuevo le
permitiría comprender y conocer quién era Jesús realmente. Por un
lado viendo sus propios pecados y arrepintiéndose, y por otro,
poniendo la fe en este Hijo de Dios.

❖ Es cuando nace el bebé que este puede percibir el mundo


exterior, no antes de eso. De la misma manera la fe y el
arrepentimiento son “un subproducto”, por así decirlo, de la
regeneración.

Desde el momento en que tienes fe en Jesús y arrepentimiento


de pecados es porque ya has nacido a este Reino, es decir, ¡ya has
sido regenerado! Como veremos más adelante, en nuestro
cronómetro de tiempo esto es un hecho simultáneo.

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Un hombre cree porque es regenerado, y no que es

regenerado porque cree.

Esto lo expresa muy bien “Los Cánones de Dort” en el capítulo


XII:

Y este es aquel nuevo nacimiento, aquella renovación, nueva creación,


resurrección de muertos y vivi cación, de que tan excelentemente se habla
en las Sagradas Escrituras, y que Dios obra en nosotros sin nosotros. Este
nuevo nacimiento no es obrado en nosotros por medio de la predicación
externa solamente, ni por indicación, o por alguna forma tal de acción por
la que, una vez Dios hubiese terminado Su obra, entonces estaría en el
poder del hombre el nacer de nuevo o no, el convertirse o no. Si no que es
una operación totalmente sobrenatural, poderosísima y, al mismo tiempo,
suavísima, milagrosa, oculta e inexpresable, la cual, según el testimonio de
la Escritura (inspirada por el autor de esta operación), no es menor ni
inferior en su poder que la creación o la resurrección de los muertos; de
modo que todos aquellos en cuyo corazón obra Dios de esta
milagrosa manera, renacen cierta, infalible y e cazmente, y de
hecho creen. Así. la voluntad, siendo entonces renovada, no sólo es
movida y conducida por Dios, sino que, siendo movida por Dios, obra
también ella misma. Por lo cual con razón se dice que el hombre cree y se
convierte por medio de la gracia que ha recibido. (Énfasis añadido).

Alguno podrá decir: ¿No es esto poner el evangelio de cabeza? ¿A


quién se le ocurre decir que uno nace de nuevo para después creer?
Lamentablemente el evangelio antropocéntrico, que se ha enseñado en

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tantos seminarios y escuelas bíblicas en América Latina es el que ha
puesto en verdad de cabeza la doctrina de la salvación.

Recordemos estos conocidos pasajes bíblicos:

-Cristo es el que nos amó primero (1 Juan 4:19).


-Cristo es que comenzó la buena obra en nosotros (Filipenses 1:6).
-Cristo es el autor de la fe (Hebreos 12:2) .
-Él es el Alfa y la Omega, el principio y el n (Apocalipsis 1:8,11 -
21:6 - 22:13).
Nosotros no somos el comienzo ni el principio de nada, ¡todo fue a
causa de Él! Todo fue por su gracia soberana: la elección provoca el
llamamiento, el llamamiento la regeneración, la regeneración la fe.

Cuesta admitir que Dios obra la regeneración y que la fe y el


arrepentimiento son sus inevitables consecuencias. ¿Por qué?
Porque eso quita toda gloria y mérito propio al ser humano. Somos
más dados a pensar que: mi fe y mi arrepentimiento causaron que Dios
me regenerara (dándome, como se dice, “un nuevo corazón”).
Nuevamente recordamos que no somos el centro del universo, ni el
sol gira alrededor de la tierra. Nuestro gran Dios soberano, Él es el
centro. Si antes éramos como cometas errantes y sin rumbo, pero
ahora nos hemos acercado a Él y empezamos a girar en su órbita, es
porque Él nos atrajo con su gracia irresistible.

¡Cuánto cuesta deshacerse de las ideas de mérito propio! Cristo


es el único Autor de nuestra salvación. Nos somos coautores, ni
jamás ningún hombre gurará en los “créditos” de la obra de la
salvación. Todo el crédito es de Cristo.

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Como dice Hebreos 2:9:

Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús,
coronado de gloria y de honra por el padecimiento de la muerte, para que
por la gracia de Dios gustara la muerte por todos.10 Porque convenía que
aquel por cuya causa son todas las cosas y por el cual todas las cosas
subsisten, habiendo de llevar a muchos hijos a la gloria, perfeccionara por
a icciones al autor de la salvación de ellos.

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4 - EL PROBLEMA DEL CRONÓMETRO

“La regeneración precede a la fe”. Una de las cuestiones por parte


de aquellos que niegan este postulado es que dicen: ¿Cómo puede un
hombre ser regenerado y luego al tiempo creer y arrepentirse? Creo que
el problema está enquistado en la misma frase, al decir: “al tiempo”.
Es lo que denomino como el problema del cronómetro. Cuando
hablamos de regeneración, allí algunos presionan el cronómetro y
empiezan el conteo… preguntando: Si el ser supuestamente ya ha sido
regenerado, ¿cuándo aparecerán la fe y el arrepentimiento? Este modo de
pensar aísla la regeneración de la fe, y es un grave error.

❖ Si bien la regeneración y la fe son cosas distintas, no


obstante son cosas unidas entre sí.

No es ver un eslabón aquí y otro allá, sino que es como ver una
cadena. No es correcto pensar que un día el corazón del pecador es
regenerado y otro buen día, (cuando tiene ganas o dependiendo del
clima quizás), procede a la fe en Cristo. Cuando hablamos del orden
de la salvación en este punto en particular no estamos hablando de
períodos de tiempo distintos. La palabra “preceder” viene del latín
praecedĕre y signi ca según el diccionario: “Ir delante en tiempo,
orden o lugar”. Como vemos, puede tener tres acepciones: 1) Un
aspecto temporal. 2) Un aspecto ordinal. 3) Otro aspecto referido a
lugar. Por eso, cuando decimos que la regeneración precede a la fe, lo
estamos considerando en su sentido ordinal y no en su aspecto
temporal (como muchos suponen). Diferenciar esto es muy

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importante, y es en cierta manera la clave para entender el ordo
salutis desde la perspectiva reformada.

La salvación encierra sus misterios, ¿quién puede sondear toda


la obra de Dios y conocer su mente? (1 Corintios 2:26), pero lo que
está revelado en las Escrituras es para nuestro provecho. Si
tratamos de comprender el ordo salutis con un cronómetro en mano
(como hemos dicho, en un aspecto temporal y no ordinal), en algún
momento tendremos algunos inconvenientes y paradojas difíciles
que sortear.

Hagamos un intento, empezando por lo más sencillo; la elección


de los salvados hecha por Dios en la eternidad. Esto no es un
problema para nuestro cronómetro porque entendemos “que eso de
la elección”, para nosotros, fue en un pasado remoto. Si hablamos
de predestinación tampoco es un problema porque todo eso estaba
en la mente de Dios antes de la fundación del mundo. Pero incluso
aquí, los que niegan la soteriología reformada introducen
erróneamente el problema del cronómetro en la doctrina de la
predestinación. Aquellos que dicen: “Dios eligió a los que sabían que
iban a creer en él”, de nen erróneamente una salvación por presciencia
malinterpretando 1 Pedro 1:2. Ellos piensan que Dios hizo una
especie de “viaje en el tiempo” para averiguar quiénes iban a
proceder a la fe cuando se les predicara el evangelio. A esta gente,
según ellos, de “corazón más tierno que otros” (con una auto-
capacidad para arrepentirse y creer) son los que Dios eligió y
predestinó para salvación. Sabemos que tal cosa bíblicamente no
existe.

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Dios eligió libremente (soberanamente) y predestinó a ciertos
hombres para salvación.

❖ La causa de la predestinación de la criatura fue la elección


de la no condicionada y libre voluntad de Dios.

“Él, de su voluntad, nos ha engendrado por la palabra de verdad, para


que seamos primicias de sus criaturas.” Santiago 1:18.

Sintetizando

De la misma forma se conserva la relación entre regeneración y


fe, por la doctrina de la soberanía de Dios.

Como podremos suponer, el postulado de la soteriología


reformada pone siempre a Dios en primer lugar como la causa de la
salvación. A la mente natural del hombre esto le molesta
muchísimo, pues le quita toda cuota de mérito. Recuerdo cuando
en un momento de mi vida esto también me fue molesto, pero
luego entendí por las Escrituras que mi molestia era necedad y un
intento solapado para robarle a Dios toda la gloria que le
corresponde en la salvación.

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Siempre va a chocar con nuestra naturaleza carnal que nos
digan: “Dios es el principio y el n de nuestra salvación, el Alfa y la
Omega”. Preferimos como hombres imaginar que la salvación es
una cooperación entre uno mismo y Dios, algo así como que “nos
repartimos las tareas”. Es como si le dijéramos a Dios: “Tú envías a
tu Hijo al mundo a morir por mis pecados y yo me arrepiento y pongo fe
en él”. Si bien eso es lo que sucede en la salvación (desde el punto
de vista simple), la Biblia nos muestra que Dios es causa y efecto
de la salvación. Expliquemos un poco más esto.

El nuevo nacimiento es una obra de la gracia de Dios. Es lo que


se conoce en la teología reformada como monergismo. He aquí un
versículo monergista que ya mencionamos: “ Él, de su voluntad, nos
ha engendrado por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus
criaturas.” (Santiago 1:16). Si bien no hemos todavía tocado nuestro
tema directamente “regeneración-fe” hacemos esta explicación para
demostrar que: “aquellos que no aceptan una elección soberana como la
causa de la predestinación, tampoco aceptarán la regeneración como causa
para la fe.” ¿Puedes notar el paralelismo?

El problema de ellos es colocar al hombre en las iniciativas, o


digamos, en su sinergismo en cuanto a la obra de la salvación. Ese
esquema no va con el Dios Omnipotente y Soberano que nos revela
el contexto integral de las Escrituras. Lo desarrollado hasta el
momento, si no lo hemos considerado antes, es como moverse
desde un sistema geocéntrico a un sistema heliocéntrico; es decir,
ponemos a Dios en el centro de la soteriología y al hombre como su
satélite orbitante.

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El problema del cronómetro (al cual nos referimos en este
capítulo) es cuando se intenta explicar el orden: llamamiento -
regeneración - fe como cosas separadas en el tiempo. Al hablar de
llamamiento debemos tener en cuenta dos aspectos de este. El
externo que viene por el oír la Palabra de Dios y el interno que es
e caz, irresistible y realizado por el Espíritu Santo. No vamos a
detenernos en desarrollar todo el tema del llamamiento, solo
diremos que este llamado irresistible por parte del Espíritu Santo a
través de la Palabra de Dios es el que obra la regeneración en el
pecador.

El problema del cronómetro se da respecto a que muchos suponen


que pasa un tiempo (no determinado) entre la regeneración y la fe.
Este mal entendido es como si quisiera hacer una especie de grá co
mental de la conversión de Juan, (¿lo recuerdas?, el apostador
alcohólico y mujeriego), trazando una línea histórica donde en un
punto de tiempo Juan es regenerado, en otro punto de tiempo Juan
tiene fe y en otro punto de la recta histórica Juan se arrepiente de
sus pecados. Es como si dijéramos que el lunes Juan fue regenerado
sin darse cuenta; el miércoles Juan empezó a poner su fe en Cristo;
y nalmente, el viernes terminó arrepintiéndose de sus pecados.
Por ende, tenemos a Juan el domingo sentado en un banco de la
iglesia como una persona convertida. Pero esta no es la manera en
la que entendemos la salvación.

Volvemos a insistir que el esquema del cronómetro imaginario


trae serios problemas para entender la verdad de la doctrina de la
salvación. Yo diría, ¡descartemos el cronómetro en este punto!;
vayamos a un ejemplo que nos explique mejor la relación entre

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regeneración, arrepentimiento y fe. El Señor usó sencillas parábolas
de la vida cotidiana para explicar misterios espirituales profundos.
Podemos seguir su ejemplo en el tema que nos ocupa en el próximo
capítulo.

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5 - LA MANO Y LA TIJERA

“La regeneración precede a la fe”. Los que no creen en la


soteriología reformada dirían que una persona que se arrepiente de
sus pecados y pone su fe en Cristo nace de nuevo. Los reformados
decimos que la persona que nace de nuevo (es regenerada) y por esto es
que puede arrepentirse de sus pecados y poner la fe en Cristo. Ahora es
curioso que cuando a ambos grupos se les pregunta en qué
momento uno pone fe, o se arrepiente o nace de nuevo… pueden
llegar a decir al unísono: ¡Esto es simultáneo!

Coincidir en la simultaneidad es un avance, pero no resuelve


el problema de fondo. Desde el punto de vista no-calvinista se
diría: “al arrepentirnos y al poner fe en Cristo es cuando nacemos de
nuevo”, pero desde el punto de vista reformado diríamos: “porque
nacemos de nuevo podemos poner fe en Cristo y nos arrepentimos”.
Muchos podrían decir: ¿No es esto un juego de palabras inútil e
irrelevante? Si lo hacemos desde el punto de vista del cronómetro,
(que hemos tratado en el capítulo anterior), podríamos decir que es
confuso o de poca utilidad. Por eso tratemos de buscar otro ejemplo
que ilustre mejor el suceso; porque al comprender este proceso,
comprenderemos cómo obra la soberanía de Dios en la salvación.

La mano y la tijera

Una tijera tienes dos hojas para cortar. No podemos decir que
una hoja es más importante que la otra o que podamos prescindir
de una de ellas para cortar. La fe y el arrepentimiento funcionan como

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las dos hojas de una tijera, no las podemos separar. Desde el punto
de vista bíblico, no hay un arrepentimiento de pecados que no
conduzca al Salvador, ni una fe en el Salvador que no involucre un
arrepentimiento de pecados.

❖ Uno de los grandes problemas del evangelismo moderno es


que al no predicar el arrepentimiento (sino solo la fe) tiene una
tijera de una sola hoja la cual no corta.

Gran parte de la predicación de nuestros días acerca de la fe no


es bíblica, pero ese tema lo trataremos más adelante. Estamos de
acuerdo que al contar con las dos hojas de esta tijera, el arrepentimiento
y la fe, es que podemos cortar correctamente, pero una tijera no
funciona por sí sola, tiene que ser empuñada por alguien. Es aquí
donde calvinistas y no-calvinistas di eren también. El calvinista
diría que es “la mano soberana de Dios” la que empuña la tijera,
pero el no calvinista formará una idea donde el que empuña la
tijera es el hombre con cierta ayuda, in uencia o guía de parte de
Dios. Con está última idea, el no-calvinista asume en cierta manera
que el arrepentimiento y la fe son algo que el hombre tiene
previamente, o que puede producir por sí mismo para lograr como
resultado la regeneración. Ellos piensan que desde la caída en el
Edén el hombre conserva un libre albedrío para obedecer al
evangelio en arrepentimiento y fe cuando lo desee. Y que Dios
“ayuda” a despertar estas cualidades dormidas en el pecador por
medio de la predicación del evangelio. Pero el calvinista de ne que
la fe y el arrepentimiento no pueden darse por iniciativa propia del
pecador (que está muerto espiritualmente), sino que es un don de
Dios, un completo regalo de la Gracia. De esta forma el calvinista

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cree que no solo es la mano soberana de Dios empuñando la tijera,
sino que además la tijera cuyas hojas son “fe y arrepentimiento”
son un regalo de su gracia al pecador también. En la regeneración el
hombre es pasivo, pero una vez efectuada, la fe y el
arrepentimiento se transforman en elementos activos.

❖ Esa es la gran diferencia de una soteriología reformada


respecto a otros sistemas. El 100% de la obra de la salvación es
atribuible a Dios, por lo tanto, la voz latina Soli Deo Gloria
(solo a Dios la gloria) cobra un real sentido. ¡No es un cliché
reformado, es lo que en verdad creemos!

Pasemos ahora a aclarar por qué en el ordo salutis está primero


la fe antes que el arrepentimiento y volvamos a recordar que es
una cuestión de orden y no de tiempo. En Marcos 1:15 el Señor
Jesucristo dice: “arrepentíos y creed al evangelio”. El evangelista,
inspirado por el Espíritu Santo, ha registrado estas palabras en el
griego separadas por una conjunción dándonos al parecer un orden
donde primero está el arrepentimiento y luego la fe. Si
consideramos el versículo desde un orden temporal concluiríamos
que el arrepentimiento está antes que la fe. Pero Juan Calvino, en su
obra Institución de la Religión Cristiana, explica este punto respecto al
orden del arrepentimiento y la fe, aclarando que no se debe a un
orden temporal, sino ordinal (como venimos insistiendo):

El arrepentimiento es fruto de la fe

Jesucristo, y antes Juan el Bautista, exhortaban al pueblo en sus


sermones al arrepentimiento, y sólo después anunciaba que el reino de

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Dios estaba cercano, (Mt. 3,2; 4, 17). Alegan además que este mismo
encargo fue dado a los apóstoles, y que San Pablo, según lo re ere San
Lucas, siguió también, este orden (Hch. 20, 21).

Mas ellos se detienen en las palabras como suenan a primera vista,


y no consideran el sentido de las mismas, y la relación que existe entre
ellas. Porque cuando el Señor y Juan Bautista exhortan al pueblo diciendo:
"Arrepentíos, porque el reino de Dios está cerca", ¿no deducen ellos la
razón del arrepentimiento de la misma gracia y de la promesa de
salvación? Con estas palabras, pues, es como si dijeran: Como quiera que
el reino de Dios se acerca, debéis arrepentiros. Y el mismo san Mateo,
después de referir la predicación de Juan Bautista, dice que con ello se
cumplió la profecía de Isaías sobre la Voz que clama en el desierto:
"Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro
Dios" (Is. 40, 3). Ahora, bien, en las palabras del profeta se manda que
esta voz comience por consolación y alegres nuevas. Sin embargo, al
a rmar nosotros que el origen del arrepentimiento procede de la fe, no
nos imaginamos ningún espacio de tiempo en el que se engendre. Nuestro
intento es mostrar que el hombre no puede arrepentirse de veras, sin
que reconozca que esto es de Dios. Pero nadie puede convencerse de
que es de Dios, si antes no reconoce su gracia.

(Institución de la religión cristiana - Libro 3 . Cp.3 Inciso 2 )


(Énfasis añadido)

Uno de los ejemplos clásicos para ilustrar arrepentimiento y fe,


que hacen algunos, es un hombre caminando hacia el in erno que
por el llamado del evangelio cambia de rumbo. Iba camino derecho
a la destrucción, pero se da media vuelta dando la espalda al

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mundo y al pecado y corre en dirección a Cristo. El “darse la
vuelta” lo llaman arrepentimiento y “el correr hacia Cristo” lo
llaman fe. En el ejemplo dado parece que se da la idea de que el
arrepentimiento está primero que la fe, ¿verdad?, pero por supuesto,
como toda analogía, no puede expresar las profundidades y
secretos de la conversión (que sólo Dios sabe); es una ilustración y
debe ser tomada como tal. En lo que se re ere a “causa” la
soteriología reformada pone a la fe como causa del
arrepentimiento. Otro autor, explica la relación entre ambos (que
son distinguibles, pero inseparables):

¿Cuál viene primero? ¿Fe o arrepentimiento? Es una pregunta


innecesaria, e insistir que uno es anterior al otro es en vano. No existe una
prioridad. La fe que es para salvación es una fe penitente y el
arrepentimiento que es para vida es un arrepentimiento que cree… La
interdependencia de fe y arrepentimiento puede notarse enseguida cuando
recordamos que la fe es fe en Cristo para salvación de los pecados. Pero si
se dirige la fe hacia la salvación del pecado, tiene que haber aborrecimiento
por el pecado y el anhelo de ser salvo de él. Tal aborrecimiento del pecado
involucra arrepentimiento, que esencialmente consiste en volvernos del
pecado hacia Dios. Lo recalco, si recordamos que el arrepentimiento es
volvernos del pecado hacia Dios, el volvernos hacia Dios implica fe en la
misericordia de Dios tal como fue revelada en Cristo. Es imposible
desenredar la fe del arrepentimiento. La fe salvadora está saturada de
arrepentimiento y el arrepentimiento está saturado de fe. La regeneración
se expresa conforme practicamos la fe y el arrepentimiento.
(John Murray - 1898-1975)

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❖ Como vemos, el arrepentimiento y la fe funcionan en
conjunto como las hojas de una tijera a la hora de cortar. Pero
tanto la tijera, como la mano que la empuña, es una obra
exclusiva de Dios.

Alguno dirá: ¿Pero no soy acaso yo el que me arrepiento y


pongo mi fe en Cristo? Respondo: ¡Por supuesto que eres tú y no tu
vecino el que lo hace! Pero debes reconocer que tanto la fe para
creer, como la convicción de pecado para arrepentirte, se hicieron
activas en tu vida por medio de la regeneración que Dios obró.

No es que tu procedes al arrepentimiento y a la fe en contra de


tu propia voluntad, ¡sino que tu voluntad se inclina hacia Dios
porque Él te dio un nuevo corazón! (Técnicamente resucitaste
espiritualmente). Ante el llamado del Señor, Lázaro salió de su
tumba porque estaba vivo, y no para cobrar vida luego; después lo
desatan de sus vestiduras mortuorias para dejarlo ir (Juan 11.44).

¿Por qué, por qué Señor haces esto tan maravilloso en mi ser?
¿Acaso lo merecía yo? La respuesta es: ¡Todo es por gracia! Me
eligió por gracia inmerecida, me llamó por su santo Evangelio, y el
poder de su Espíritu me transformó. ¡Grandioso misterio de la
soberana voluntad de Dios!

Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder.


(Salmos 110:3)

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6 - EL PELIGRO DE INVERTIR
EL ORDEN

“La regeneración precede a la fe”. En matemática el orden de los


factores no altera el producto, pero en teología es otra cosa. Si
decimos que la regeneración o nuevo nacimiento es un producto
del arrepentimiento y la fe debemos preguntarnos qué o quién
produce en la persona ambas condiciones. Si la regeneración la
produce el Espíritu Santo, ¿quién produce el arrepentimiento y la fe
previas en el individuo? Dicho de otra forma, el arrepentimiento y la
fe del individuo, ¿acaso traen como consecuencia que el Espíritu
Santo intervenga cambiando el corazón? Si aceptamos dicha
proposición estamos minimizando la gracia de Dios, ya que la
regeneración sería en cierta forma el premio merecido a nuestro
arrepentimiento y fe (en cuyo caso, funcionarían como obras
meritorias y no como dones de la Gracia).

Como mencioné en capítulos anteriores, esta es la forma


normal de pensar por parte del cristianismo evangélico promedio
de nuestros días. El ser humano tiene una naturaleza caída y
orgullosa, y desde esa perspectiva no acepta un sistema de
salvación basado pura y exclusivamente en la soberanía de Dios, ¡el
individuo quiere tener su cuota de obras! Salvación por obras es lo
que mejor entiende el hombre caído. De hecho, todas las falsas
religiones mundiales se basan en un sistema de obras, pero la Biblia
muestra un sistema diferente: la Gracia. Los que dicen que el nuevo
nacimiento es la consecuencia de que nos arrepentimos y creemos,
suponen en cierta manera que el arrepentimiento y la fe son

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virtudes nuestras escondidas o dormidas en alguna parte recóndita
de nuestro pecaminoso ser. Este tipo de pensamiento (aunque
suene paradójico) hace del arrepentimiento y la fe una obra
humana. Pero en la soteriología reformada (una frase que venimos
repitiendo para decir “bíblica”), el arrepentimiento y la fe son
dones que vienen del Espíritu Santo. No son la causa de la
regeneración sino el producto de la misma. Vayamos a la Biblia
para demostrar este orden:
Si una persona “quiere” arrepentirse de sus pecados y
“quiere” poner fe en Cristo como su Salvador, entonces ese
“querer”: ¿No lo hace merecedor de la misericordia de Dios que le
otorga un nuevo corazón? Pero la Biblia dice algo muy distinto:

Romanos 9:16 Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de
Dios que tiene misericordia.

¿Cómo? ¿Acaso el hombre no puede tener el deseo de buscar a


Dios por su voluntad? Al leer Romanos 3 la mayoría de la gente
acepta “que no hay justo, ni aún uno”(V.10), acepta que somos
pecadores, pero no pecadores tan depravados como para no buscar
a Dios. Ellos albergan en su corazón la esperanza de que el pecador
posee una capacidad para buscar a Dios (libre albedrío). Pero si
seguimos leyendo, en el versículo siguiente, el 4, se nos dice:
“no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios”.

❖ La Biblia es clara, si Dios no busca al pecador, el pecador


no lo buscará a Él.

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Si Dios no se revela en su corazón, el pecador no puede
entender nada respecto a las cosas de Dios. El mensaje de salvación
en Cristo es para el hombre natural como un precioso cuadro que se
le muestra a una persona ciega. No puede apreciar los claros
matices de la cruz, ni la colorida personalidad del Salvador. Al
menos que sus ojos sean abiertos no podrá ver el cuadro de la
salvación. Es por eso que la regeneración debe preceder al
arrepentimiento y a la fe. No es que nosotros comenzamos la obra
de Dios al arrepentirnos y creer y luego viene el Espíritu Santo a
completar la misma dándonos un nuevo corazón. ¡No! El que
comienza y continúa la obra es Dios: estando con ado de esto, que el
que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo (Filipenses 1:6).

Podemos detenernos aquí y preguntar ahora: ¿Cuál es el


peligro de invertir el orden? El peligro es que, al dejar de lado la
soberanía de Dios (la causa y consecuencia de la salvación) y al
atribuir al hombre caído la capacidad de arrepentirse y creer, el
énfasis de la predicación evangélica recaería en que el pecador haga
una decisión por Cristo para salvación. Hay un disfemismo para
nombrar esta seudoteología de nuestro tiempo: “El decisionismo”. El
decisionismo lo vemos en aquella presión sicológica de los
predicadores para que las almas tomen una decisión inducida.
Pasar al altar, levantar una mano o repetir una oración, son técnicas
distintivas del decisionismo. ¿Dónde encontramos en el libro de Los
Hechos tales prácticas? ¡No la encontramos porque sencillamente
nunca fueron practicadas por la iglesia primitiva! El decisionismo
vino en el siglo pasado como una ineludible consecuencia de
abandonar la soberanía de Dios en la salvación (lo que vulgarmente

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para algunos es el calvinismo, o doctrina reformada). Sin embargo
el calvinismo no es una invención del Siglo XVI, sino la doctrina de
los apóstoles del Siglo I, la de Agustín de Hipona del Siglo IV y la
de todos los creyentes bíblicos de la historia. El calvinismo se
esfuerza por ser bíblico y expositivo en la predicación, predica la
Palabra de Dios con la con anza puesta en el llamamiento e caz del
Espíritu Santo a los elegidos.

❖ Pero lamentablemente el decisionista se preocupa por ser


más insistente que bíblico. Si le “arranca al pecador” una
confesión por Cristo, para el decisionista la tarea se da por
cumplida.

Por eso, se certi can erróneamente “conversiones” en sus


campañas evangelísticas para llenar estadísticas, pero que no tienen
relación con el Libro de la Vida. En cuanto a la conversión de sus
hijos, muchos padres se han dado por satisfechos de que ellos
“repitieron la oración del pecador”, o pasaron un domingo al altar
de la iglesia en su temprana edad. Luego, tristemente,
comprobaron que en la juventud se fueron al mundo, y se
preguntan: ¿Dónde quedó su decisión por Cristo?

¡Cuántas expectativas falsas ha generado el decisionismo!


¡Cuantos “certi cados falsos de salvación” se extendieron
erróneamente sin comprobar el cambio de corazón que se
demuestra a través de frutos de arrepentimiento en el tiempo! Los
llamamientos al altar han sido y son un enemigo del Evangelio. Si
alguien dice que fue salvo en Cristo “pasando al altar”, podemos
decir que se salvó “a pesar del llamamiento al altar,” ¡pero nunca

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por ello en sí mismo! ¿Acaso vemos en la iglesia primitiva este tipo
de manipulación sicológica donde las almas des lan por un pasillo,
junto a una música lenta y a media luz, para arrodillarse a los pies
del predicador o ante un altar improvisado? No, pues ellos
con aban en el poder de Dios en el evangelio.

❖ La forma que Dios dio a los creyentes para identi carse con
Cristo fue el bautismo, no el llamamiento al altar.

El puritano John Owen decía:

Así pues, la predicación la cual motiva a la gente en base a cosas las


cuales el entendimiento natural puede recibir y aceptar (por ejemplo la
obediencia externa a las leyes morales), es más e caz que la predicación de
los misterios del evangelio. El hombre natural está ciego en cuanto a los
misterios del evangelio porque no puede ver su gloria, ni experimentar su
poder. Sin embargo, los motivos espirituales, los cuales el evangelio revela,
son los únicos motivos verdaderos de obediencia aceptable ante Dios.
Solamente ellos son “El poder de Dios para salvación a todo aquel que
cree” (Romanos1:16-17) - (La naturaleza y las causas de la apostasía en el
evangelio. John Owen - 1676)

Debemos prestar atención a cómo eran las predicaciones de los


apóstoles, para comprobar que ellos proclamaban la salvación
basada en la soberanía de Dios. ¿Cómo eran las predicaciones
apostólicas? ¿Hacían llamamientos al altar? Contestaremos esas
preguntas en el siguiente capítulo.

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7 - EL PRIMER EVANGELISMO
EN MASA
“La regeneración precede a la fe”. Una conversión genuina de
3.000 personas tuvo lugar en Pentecostés bajo la predicación del
apóstol Pedro. Los apóstoles en ningún momento hicieron llenar
una tarjeta de decisión, ni tampoco hicieron pasar a la gente al frente,
a un altar, para arrodillarse en señal de arrepentimiento. Había más
de una docena de nacionalidades, hombres de diferentes etnias y
culturas, pero todos ellos escucharon un único mensaje; el mensaje
del Evangelio. Podríamos hablar mucho acerca de las vacías
predicaciones de hoy en día (vacías de contenido bíblico), pero
llenas de sugestión y emotividad. Pero mejor comprobemos la
moneda falsa poniendo al lado la verdadera. Hagamos una breve
sinopsis de la predicación de Pedro en Hechos 2: 14 al 40.

• V.14-15 Aclara a la multitud la situación por la cual los


discípulos estaban allí.
• V.16 -21 Da un panorama profético del libro de Joel que
hablaba no solo del evento de pentecostés, sino de la obra de
salvación del Señor (Joel 2).
• V.22 Menciona el ministerio terrenal de Cristo.
• V.23 Habla de su sufrimiento y muerte en la cruz.

• V.24 Relata la resurrección y el poder de Cristo.

• V.25 al 28 Cita e interpreta un salmo mesiánico de David


(Salmos 16).
• V.29 al 36 Desarrolla la profecía del Mesías prometido a
David y lo conecta con los últimos acontecimientos de la muerte
y resurrección de Jesús, llevado a cabo días atrás en Jerusalén.

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• Demuestra por las Escrituras que Jesús es el Señor y el
Cristo.

La multitud fue impactada por la predicación de Pedro, ya que


él predicó la Palabra de Dios con el poder del Espíritu Santo. Dios
obró en sus almas mientras ellos escuchaban y los llevó a una
compunción de corazón por la que exclamaron: ¿Qué haremos?
(V.37). Vamos a detenernos aquí antes de seguir avanzando en esta
historia.

Como habremos notado, la predicación de Pedro estaba


saturada de las Escrituras. No solo citaba pasajes del Antiguo
Testamento, sino que además los conectaba con el presente
testimonio de Jesucristo y lo contextualizaba. Todo su tema giraba
en torno a Jesús, el hijo de Dios, el Mesías prometido que murió en
la cruz por los pecados de su pueblo y resucitó al tercer día,
mostrando su victoria y con rmando todo lo que dijo ser. Todo el
discurso apunta a demostrar la culpabilidad del hombre en su
pecado y la oportunidad de salvación a través de Jesucristo. La
denuncia del pecado era evidente, por eso, ¿qué haremos? Es la
pregunta de un hombre bajo convicción de pecado.

Notemos aquí que, a diferencia del evangelismo moderno


donde se presiona a la gente a que dé respuestas externas a la
predicación, Pedro no manipuló emocionalmente a la multitud
diciendo lo que deben hacer externamente. Tampoco centró su
predicación en la desdichada vida de los gentiles paganos, ni en la
de los judíos rebeldes que dejaron de esperar al Mesías. No les
habló de que eran unas pobres víctimas bajo la tiranía de Roma, ni

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de sus pesados impuestos que tenían que tributarle al César. En
cambio, les habló de Cristo, y en todo momento el Señor fue el eje
de su predicación y no el hombre. Parafraseando, los acusó
diciéndoles: Vosotros lo cruci casteis, ¿pensabais que era sólo un
hombre?, pero es más que eso: Es Señor y Cristo (V.36).

Hoy en día se orquestan campañas evangelísticas dejando


fuera a Dios como el director de la orquesta y sin la “partitura” de
su Santa Palabra, la Biblia. La letra de la melodía del evangelismo
moderno es: ¡Eres una víctima del pecado, pero ven a Cristo para recibir
bendiciones, felicidad y la solución a tus problemas! ¡Sé feliz!
¡Qué contraste con el apóstol Pedro, que dijo en Hechos 3:15:
“(Vosotros) matasteis al autor de la vida.”

❖ Desde la perspectiva del verdadero evangelio, somos los


victimarios del Hijo de Dios y no las pobres víctimas de este
mundo.

¿Qué haremos con Cristo? ¡Pues, rendirnos a sus pies para


pedirle perdón por nuestros pecados, abrazando su perfecta justicia
obrada en la cruz del calvario a nuestro favor! ¿Acaso esto no nos
daría su paz y felicidad? Sí, esta paz será duradera, y la felicidad
trascenderá la eternidad porque lo busqué a Él.

❖ El pecador que quiere salvarse no va en busca de


bendiciones, sino en busca del Benefactor. No va meramente en
busca de la vida eterna, sino que va a la fuente misma de la
vida eterna: Jesucristo.

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La predicación bíblica nos presenta a un gran Dios que recibe a
pequeños pecadores como nosotros. No es tanto (como se dice hoy)
que el pecador tiene “que abrir su corazoncito para dejar entrar a
Cristo”, que está afuera golpeando a la puerta como un mendigo
bajo la lluvia (haciendo un mal uso de Apocalipsis 3:20), sino que el
pecador debe postrarse ante la majestad del Santo Dios, diciendo:
¡Recíbeme a través de los méritos de tu Hijo Jesucristo! ¡Me rindo
incondicionalmente a Ti! ¡Soy un miserable pecador digno de tu ira!
¡Perdóname y lávame con la preciosa sangre del Cordero!

El pecador tiene que ir a Dios con ado en esta promesa:

Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene, no


lo echo fuera. (Juan 6:37)

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8 - EL DILEMA DE HECHOS 2:38

A la pregunta “¿qué haremos?” hay una respuesta inmediata:


Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (V.38).
Es en este versículo, especialmente los que no creen que la
regeneración preceda a la fe y al arrepentimiento, dicen:
“Ya ven, el don del Espíritu Santo viene después de arrepentirse”. Es
justo después de esta frase que se escuchan los aplausos de quienes
niegan que la regeneración preceda a la fe, pero la cuestión no es
tan simple. Algunos toman Hechos 2:28, de manera secuencial, para
decir que “el arrepentimiento precede a la regeneración”. Usando el
mismo criterio, ¡también podríamos decir que el bautismo en agua
precede a la regeneración! ¿Sabías que la doctrina católico-romana
utiliza el mismo versículo para demostrar su regeneración
bautismal? Dos cosas se pueden expresar erróneamente con una
mala exégesis del versículo:

1) Los católicos quieren demostrar que el bautismo regenera.


2) Los arminianos quieren demostrar que el arrepentimiento
regenera.

El error de ambos es interpretar la frase “el don del Espíritu Santo”


como la regeneración misma. Notar que la misma frase se repite en
un hecho posterior a Pentecostés, donde se habla del “don del
Espíritu Santo”, que fue manifestado visiblemente (solo en un par
de oportunidades) por el “hablar en lenguas”.

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Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó
sobre todos los que oían la palabra. Y los eles que eran de la circuncisión,
que habían venido con Pedro, quedaron atónitos de que también sobre los
gentiles se derramara el don del Espíritu Santo. (Hechos 10:45-46).

El teólogo R. C. Sproul indica acertadamente respecto a los


acontecimientos posteriores a pentecostés:

“Los episodios del bautismo del Espíritu Santo subsiguientes a


Pentecostés deben ser entendidos como una prolongación de Pentecostés
por medio de la cual todo el cuerpo de Cristo tiene el don del ministerio.”1

Los primeros en recibir el don del Espíritu Santo fueron los 120
en el aposento alto, ¿será que no eran creyente antes de eso?
Sabemos que sí lo eran (comparar Juan 15:3, Mateo 16:17, Juan
17:6). Por lo tanto equiparar el “don del Espíritu Santo” con el
momento de la “regeneración” misma es erróneo, una incorrecta
exégesis de Hechos 2:38. Si bien la regeneración es por la obra del
Espíritu Santo, hay que distinguir términos de la neumatología
como: don del Espíritu Santo y bautismo del Espíritu Santo. No se
pueden tomar algunos versículos del libro de Hechos de forma
aislada para hacer soteriología, sino que debe ser a la luz de toda la
Escritura. Las cartas apostólicas son las que nos aclaran este
panorama, mayormente.

Como hemos visto, Hechos 2:38 puede llegar a ser un dilema si


uno quiere hacer soteriología de forma secuencial: arrepentimiento-

1 R. C. Sproul, Grandes Doctrina de la Biblia (Miami, FL: Logo, 1996) pag. 130.

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bautismo en agua - don del Espíritu Santo (interpretando este
último como la regeneración).

❖ La regeneración no es una consecuencia del


arrepentimiento, así como tampoco es la consecuencia del
bautismo en agua.

La regeneración es un acto soberano de Dios en el pecador.


Acto que no disociamos de la predicación de la Palabra y la obra
misma del Espíritu Santo desde luego (Santiago 1:18).

Quizá alguno haya pensado, mientras leía las líneas previas,


que la corriente pentecostal siempre ha insistido en una segunda
experiencia posterior a la salvación para “el bautismo del Espíritu
Santo”.

❖ Los creyentes reformados siempre hemos dicho que el


bautismo del Espíritu Santo no es una experiencia posterior a la
salvación, sino que es el nuevo nacimiento en sí mismo.

La salvación es obra de la regeneración interna del Espíritu


Santo. Pero la manifestación externa se daba en la iglesia primitiva
por manos de los apóstoles. Sabemos que en cierta oportunidad,
una persona (Simón el mago) quiso comprar este don de los
apóstoles con dinero, de modo que a cualquier persona que le
impusiera las manos recibiera el Espíritu Santo. La respuesta de
Pedro fue:

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Tu dinero perezca contigo, porque pensaste que el don de Dios se obtiene
con dinero. (Hechos 8:20)

Vemos que ni aun Felipe, el evangelista, tenía esta autoridad


dada a los apóstoles de manifestar la obra visible del Espíritu Santo
imponiendo sus manos. Todo en la iglesia primitiva acontecía
simultáneamente. Las personas creían, eran bautizadas y recibían el
don del Espíritu Santo. Hoy no bautizamos personas a menos que
con rmemos su fe en Cristo y veamos ciertos frutos (en el caso de
la teología bautista). O en el caso de la teología presbiteriana, se
bautiza a los infantes, hijos de los creyentes, como una señal del
pacto (sabiendo que más adelante en su vida se debe comprobar si
la persona llega a ser un creyente). Sea de una forma u otra,
reconocemos que el contexto histórico ha cambiado a cómo se
daban todas estas cuestiones externas en la era apostólica.

Tampoco se espera que las personas hablen en lenguas o alguna


otra manifestación externa como con rmación fehaciente de ser
creyentes. Sin embargo, seguimos cumpliendo la gran comisión de
ir a todas las naciones predicando a Cristo, y bautizando a aquellos
que creen. Y enseñando también que guarden “todas las cosas”
(Mateo 28:20). La doctrina no ha cambiado, pero sí quizá la forma
externa de cómo se daban las manifestaciones del Espíritu Santo en
la iglesia primitiva (mientras vivían los apóstoles) y cómo se da
ahora.

Respecto al ordo salutis, tema central que tratamos en este libro,


es la conclusión de toda la doctrina apostólica y no de una
observación solamente del libro de Los Hechos.

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❖ Las cartas apostólicas nos dan una radiografía interna de la
soteriología, mientras que el libro de Hechos es una especie de
fotografía externa de la salvación efectuada por Cristo en los
primeros creyentes.

Tomar Hechos 2:38 para contradecir el ordo salutis que venimos


estudiando es, como dijimos al principio, juzgar que el sol gira a
nuestro alrededor porque desde el punto de vista de un mero
observador sale cada día por el este y se pone por el oeste. Por
comparación, para hacernos la idea completa de que giramos
alrededor del sol, necesitamos alejarnos de la escena de mero
observador y ver todo el conjunto de doctrinas bíblicas desde el
espacio. Esto mismo es lo que nos permite entender el ordo salutis
correcto a través de las epístolas y los evangelios, y no solamente
desde un pasaje en particular del libro de Hechos.

Hasta hora, hemos visto la cadena regeneración-fe


arrepentimiento. Pero previamente a todo eso, en el ordo salutis, está
lo que se denomina: llamamiento.

¿Cómo se origina este llamamiento? ¿Qué papel juega el


Espíritu Santo en el mismo? Es un tema que trataremos a
continuación.

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9 - EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO
EN EL LLAMAMIENTO
Se ha escrito mucho en la teología reformada acerca del doble
llamamiento que existe cuando se predica el evangelio a los
pecadores, por lo tanto no pretendo agregar nada nuevo en materia
de teología, pero sí dar una explicación sencilla del tema y también
hacer la prevención de algunos desvíos de nuestra época.

¿Qué es el llamamiento externo e interno en la predicación


del evangelio?

Encontramos enunciado estos dos conceptos en la Declaración


de Fe de Westminster y Bautista de 1689″, (capítulo 20, inciso 4):

Aunque el evangelio es el único medio externo para revelar a Cristo y


la gracia salvadora, y es, como tal, completamente su ciente para este n,1
para que los hombres que están muertos en sus delitos puedan nacer de
nuevo, ser vivi cados o regenerados, es además necesaria, en toda alma,
una obra e caz e insuperable del Espíritu Santo, con el n de producir en
ellos una nueva vida espiritual; sin ésta, ningún otro medio puede efectuar
su conversión a Dios.2

1. Ro. 1:16,17. 2. Jn. 6:44; 1 Co. 1:22-24; 2:14; 2 Co. 4:4,6.

Por lo tanto podemos de nir sencillamente:

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Llamamiento externo:
Es el que se hace por medio de la predicación audible (sonido
de la voz) o legible (lectura) del mensaje del evangelio.

Llamamiento interno:
Es el que realiza el Espíritu Santo, un llamamiento e caz que
no puede ser rechazado, realizado a los elegidos y que obra la
regeneración en ellos.

Ahora, esta es una pregunta que todo creyente (y más si es


predicador) debe hacerse: ¿Es importante que yo entienda la
doctrina del llamamiento externo e interno? ¿En qué afectará en mi
forma de predicar y entender el evangelio? La respuesta es que es
de vital importancia entender esto para la predicación bíblica y
correcta del evangelio.

Se podría catalogar, solo a nes prácticos, cuatro grupos de


personas que asumen posiciones diferentes en cuanto a este tema:

1- Los que basan su predicación en un llamamiento externo


rechazando el llamamiento interno (del punto de vista de la e cacia
o la irresistibilidad).

2- Los que creen en ambos llamamientos, pero tienen reservas


en cuanto a la doctrina de la elección, y por lo tanto una con anza
débil en el llamamiento interno.

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3- Los que dan todo su énfasis al llamamiento interno, y dan
poca importancia a la forma de expresar el llamamiento externo
(evangelización tibia).

4- Los que creen que ambos llamamientos son dependientes


uno del otro, por lo tanto hay un énfasis en la evangelización del
llamamiento externo con la con anza puesta en el interno (obra del
Espíritu Santo).

A continuación desarrollaremos brevemente estas posiciones, y


qué consecuencias prácticas tienen en la evangelización.

1- LOS QUE BASAN SU PREDICACIÓN EN UN


LLAMAMIENTO EXTERNO

El mal de nuestra época se caracteriza por predicaciones


basadas en la decisión del hombre. Adulan a los pecadores con
palabras que suenen bien a sus oídos, donde el evangelio pasa a ser
una especie de bendición que ellos deben reclamar. Este tipo de
predicaciones tienen un bajo contenido de exposición bíblica, un
llamado pobre o nulo al arrepentimiento y un gran énfasis
sentimental en tomar “la decisión por Cristo”. Si bien ellos apelan a
la fe, no es la fe que viene del oír la Palabra de Dios, la cual es la
verdadera (Romanos 10:17). En esta posición el Espíritu Santo es la
recompensa de ser “investido de poder”, producto de la fe del
hombre, en vez de ser el medido e caz por el cual los hombre son
convencidos de pecado (Juan 16:8). Los versículos bíblicos son más
bien usados por excusa para decir que usan la Palabra de Dios,
pero en realidad prima las palabras del predicador, su carisma y

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arte para manipular las emociones. Si bien puede decirse que se
cataloga esta teología dentro del “arminianismo”, han ido a mi
entender mucho más allá que los postulados de Jacobo Armino,
siendo un falso evangelio solo basado en las emociones, de carácter
netamente antropocéntrico (el hombre es el centro de su sistema).
Ponen en relieve el amor de Dios, pero no la justicia de Dios que es
tan perfecta como su amor. Por lo tanto, todo es basado en las
bendiciones y milagros que los pecadores pueden recibir de Dios,
antes que mostrar por medio de las Escrituras su estado perdido y
por ende la obra de Cristo es menospreciada en su esencia. El Señor
Jesús dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos. (Mateo 9:12 ). Un sistema donde no se señala el pecado y
la condición del hombre perdido, es otra forma de decir: -No
necesitas médico. Ante la ausencia de contenido bíblico, el Espíritu
Santo no está en este asunto (siendo consecuente con su naturaleza)
de realizar una obra de llamamiento interno a los corazones. La
regla es que el Espíritu Santo hace el llamado interno cuando el
llamado externo es por medio de la predicación del evangelio. Esto
no es una opinión, sino la regla que Dios ha dado en su Palabra.

2- LOS QUE CREEN EN AMBOS LLAMAMIENTOS, PERO


TIENEN SUS RESERVAS EN CUANTO A LA DOCTRINA
DE LA ELECCIÓN

Muchos se identi can con un calvinismo de cuatro o tres


puntos (que como tengo por costumbre decir, visto desde la vereda
de enfrente es un arminianismo de uno o dos puntos) Es decir, en el
llamamiento externo hacen una aceptable exposición bíblica
llamando al arrepentimiento y a la fe, pero en cuanto al

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llamamiento interno creen que el hombre tiene la decisión nal en
su libre albedrío de “rechazar” o “aceptar” el evangelio, y que el
Espíritu Santo es un colaborador que actúa sinérgicamente con la
voluntad humana. Si bien se pone la con anza en la Palabra de
Dios, la obra de Cristo y el poder del Espíritu Santo, en el fondo se
cree que en el hombre hay un remanente de buena voluntad (libre
albedrío) su ciente para aceptar el mensaje del evangelio. Esto es el
clásico dicho: -Dios hizo el 99% al enviar a su Hijo a la cruz y tu
contribución del 1% es creer. Esta posición ha sido asimilada por
muchas denominaciones e iglesias independientes en una reacción
más bien de temor, quizá, ante los malos ejemplos hipercalvinistas.
Han optado por creer en una “elección solo por presciencia” (la
cual es condicionada a la voluntad del hombre en última instancia)
y en una redención universal que sólo es aplicada efectivamente a
los que creen (para decirlo de otro modo, creen que Cristo derramó
sangre en vano por aquellos que lo rechazarían). Esta postura
intenta ser una conciliación entre los pasajes aparentemente
discrepantes de las Escrituras, entre “libre voluntad” y “elección
soberana”, pero no lo logra. Si en última instancia hay una
capacidad innata y escondida en el hombre de ir a Cristo por su
libre voluntad, entonces el hombre no es totalmente depravado
(punto uno de las Doctrinas de la Gracia), sino sólo en parte. Si la
elección se basa sólo en el conocimiento futuro (presciencia) de
Dios de aquellas personas que elegirían a Cristo como su salvador
personal, entonces la elección no es de Dios en términos absolutos
(punto dos de las Doctrinas de la Gracia), sino que está sujeta al
hombre. Si la muerte de Cristo fue universal, entonces se pagó un
precio desperdiciado por aquellos que rechazan el evangelio (punto
tres del de las Doctrinas de la Gracia esto es la redención particular).

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Todos estos miembros de la fórmula matemática, propios de esta
postura, dan como resultado que el Espíritu Santo no hace un
llamamiento irresistible de forma interna a los elegidos. Por lo
tanto, la evangelización externa es el plato de la balanza que sube
por encima (aunque ligeramente) del llamamiento del Espíritu
Santo el cual se cree a medias (o al 99% digamos).

Muchas iglesias antiguamente conservadoras, están cambiando


el mensaje de “arrepentimiento y fe” por un “recibe a Jesús”, ya sea
invitando a la gente a levantar la mano o pasando al altar. He visto
cómo muchas iglesias hasta utilizan el ambiente sentimental de la
música de fondo, una luz tenue y una voz melosa del predicador
que llama al arrepentimiento. Sin duda estas personas han
emprendido un éxodo a nuevos mares de incertidumbre doctrinal.

Por otro lado, encuentro iglesias sanas en doctrina con una


predicación centrada en Cristo y un llamado muy claro al
arrepentimiento y a la fe, con los cuales me gozo que así sea. Esto lo
digo con el más profundo respeto que merecen muchas iglesias
independientes/asambleas que sostienen estas posiciones. Pero
pienso que no les hará mal revisar el tema acerca de las Doctrinas de
la Gracia en sus cinco puntos. No será una pérdida de status quo, ni
un compromiso de abandonar verdades antiguas, sino todo lo
contrario, ¡una rea rmación del antiguo evangelio basado en la
soberanía de Dios! Muchas veces ellos ven al calvinismo como un
error histórico de la soteriología, sin darse cuenta de que es el
antiguo evangelio de los apóstoles restaurado en la Reforma
protestante.

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3- LOS QUE DAN TODO SU ÉNFASIS AL LLAMAMIENTO
INTERNO

Hay una rama del calvinismo llamada “hipercalvinismo” que


ha caído en un fatalismo en cuanto a esta posición. Nadie por
supuesto se identi ca como un hipercalvinista, pero bajo la
apariencia de calvinismo desarrollan una doctrina muy destructora
que distorsiona la obra de evangelización. Muchos, con esta forma
de pensamiento, concluyen que si la obra de regenerar los
corazones es exclusiva del Espíritu Santo, entonces el énfasis que
yo ponga en la predicación no es importante. Muchas veces este
hipercalvinismo está más concentrado en la forma en la que no se
debe predicar más que en la forma en que sí se debe predicar.
Como no es “del que quiere ni del que corre” (Romanos 9:16), usan
este texto como pretexto para predicar la grandes verdades del
evangelio de forma tibia y hasta casi indiferente, y muchas veces
nula. Centrados mayormente más en debates apologéticos que en la
proclamación del evangelio. Según ellos, hay mas gozo en el cielo
por ganar una disputa teológica que por un pecador que se
arrepiente (Lucas 15:7). Acorde a esta postura, la expectativa no
está en ser “pescadores de hombres” (Mateo 4:19, Marcos 1:7), sino
en que los peces salten por sí solos a la orilla o dentro de la barca.
La predicación de la salvación en boca de los que piensan así, se
vuelve torpe, condicionada, y hasta condenatoria. La doctrina de la
elección incondicional es una gran verdad revelada por Dios, pero
puestas en manos humanas sin el discernimiento del Espíritu
Santo, es un arma de devastación antes que de salvación.

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4- LOS QUE CREEN QUE AMBOS LLAMAMIENTOS SON
DEPENDIENTES UNO DEL OTRO

Dios es Soberano y podría llamar a las almas de cualquier


modo externo, pero Él mismo determinó que este llamamiento sea
por la predicación de su Palabra (1 Corintios 1:21). El llamamiento
interno del Espíritu Santo no es independiente de la predicación
externa. La predicación externa sólo debe basarse en la Biblia, como
lo expresa la Confesión de Fe Bautista de 1689, (capítulo 6, inciso 6):

Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su


propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente
expuesto necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales
nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del
Espíritu ni por las tradiciones de los hombres.
(2 Ti. 3:15-17; Dt. 4:2; Hch. 20:20,27; Sal. 19:7; 119:6,9,104,128).

Los que compartimos esta posición de fe reformada sabemos


que la predicación externa, si bien es un llamado a los escogidos
desde antes de la fundación del mundo, es una tarea de la Iglesia la
de cumplir con la gran comisión (Mateo 28:19). En esta tarea
debemos emplear todas nuestra fuerzas, energías e intelecto, pero,
¿por qué debería ser así, si Dios ya tiene sus escogidos? Aquí está la
gran diferencia: Yo podría emplear todas mis fuerzas en tratar de
lograr que alguien haga una “decisión por Cristo”, o en vez de eso,
podría mejor emplear todas mis fuerzas en proclamar la verdad
revelada tal cual está en la Biblia y de esta forma llamar a las almas
a la salvación en Cristo. Hay una sutil diferencia entre ambas
posiciones. Una pone sus expectativas en la decisión del hombre, la

60
otra en la soberanía de Dios (y por ende predica con pasión por la
gloria de Dios primeramente y en segundo término por el amor a
los perdidos).

En resumen, en la primera postura se alberga en el fondo del


corazón la esperanza de que el hombre “acepte” nuestra
predicación del evangelio; en la segunda postura se alberga la
esperanza de que “Dios obre” llamando a sus elegidos por medio
de nuestra predicación del evangelio (los cuales no conocemos,
pero sí Dios de antemano). Por eso Dios le advierte a Pablo que
tiene que seguir predicando en determinada ciudad donde Él… ya
tiene un pueblo dispuesto: …habla, y no calles; porque yo estoy contigo,
y ninguno te podrá hacer mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta
ciudad. (Hechos 18:9,10)

Dios sabía que tenía un pueblo escogido desde antes de la


fundación del mundo en esa ciudad, pero que iban acudir al
llamamiento interno del Espíritu Santo cuando Pablo predicara
externamente la Palabra. Este es un ejemplo muy claro de cómo se
articula el llamamiento y la elección de Dios.

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10 - ILUSTRACIONES ACERCA DEL
LLAMAMIENTO INTERNO Y EXTERNO

Vamos a plantear un caso hipotético. Supongamos que aparte


de nuestros ojos físicos tuviéramos una especie de visión espiritual
que pudiera registrar cómo las personas son salvadas en el preciso
instante en que pasan de muerte a vida Hagamos de cuenta que
somos un espectador neutral que puede ver en el plano físico tanto
como en el espiritual, y que vemos cuando un predicador le da el
mensaje de salvación a un pecador que se convierte.

Juan 6:37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí


viene, no lo echo fuera.

A) Plano espiritual: El alma “dada por el Padre” (escogida) va a


Cristo irresistiblemente.

B) Plano físico: El alma escucha la palabra de Dios, se presenta


a Cristo, y se llama al arrepentimiento y fe (y este, no lo echa fuera).

Apocalipsis 22:17 …Y el que tiene sed, venga; y el que quiere, tome


del agua de la vida de balde.

Romanos 9:16 Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de
Dios que tiene misericordia.

A) Plano espiritual: Por naturaleza el hombre no desea a Dios.


Por misericordia Dios pone el deseo (como una sed) de ir a él.

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B) Plano físico: No hay ningún impedimento para que los que
tengan “sed del agua de vida” acudan al Salvador (pero
recordemos Quién es el que despertó esa sed).

Juan 6:44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo


trajere; y yo lo resucitaré en el día postrero.

Juan 7:37 Mas en el postrer día grande de la esta, Jesús se ponía en


pie y clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

A) Plano espiritual: Van a Cristo los que el Padre en su


voluntad quiere y lleva por medio de su llamamiento interno.

B) Plano físico: Jesús llama a los hombre de forma externa para


que vayan a Él para recibir salvación.

Podría surgir entonces la pregunta:


-Si el mensaje del evangelio puede ser rechazado, ¿signi ca que no existe
un llamamiento e caz?

A menudo, muchos que quieren descartar la doctrina del


llamamiento e caz, utilizan textos como:

Hechos 7:51 Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos,


vosotros resistís siempre al Espíritu Santo: como vuestros padres, así
también vosotros.

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2 Timoteo 3:8 Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a
Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de
entendimiento, réprobos acerca de la fe.

Podemos multiplicar los versículos tanto del Antiguo


Testamento como del Nuevo Testamento para demostrar que el
hombre rechaza a Dios, resiste al evangelio y menosprecia su
Palabra. Pero esto no hace otra cosa que con rmar que, si no
existiera un “llamamiento interno” de parte de Dios que sea
irresistible, ningún hombre iría hacia Él por su libre voluntad
pecaminosa.

❖ El “llamamiento externo” obviamente es y puede ser


rechazado (y es la regla general de la humanidad enemiga de
Dios), pero el “llamamiento interno” del Espíritu Santo no
puede ser rechazado por los elegidos.

Romanos capítulo 9, y en especial los versículos 19 al 24 nos


muestran muy claramente cómo actúa Dios en el llamamiento
e caz de los escogidos:

19 Me dirás entonces: ¿Por qué todavía inculpa? Porque, ¿quién ha


resistido a su voluntad? 20 Antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que
alterques con Dios? ¿Dirá acaso el vaso de barro al que lo formó: Por qué
me has hecho así? 21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro para
hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? 22
¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó
con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, 23
y quiso también hacer notorias las riquezas de su gloria para con los vasos

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de misericordia que él preparó de antemano para gloria; 24 a los cuales
también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también
de los gentiles?

Es importante tener una clara compresión de la obra de


salvación en el llamamiento externo e interno. Si bien no deja de ser
un profundo misterio, muchas verdades nos son reveladas en las
Escrituras respecto a los principios rectores de cómo Dios efectúa
su obra de regeneración.

Ante un hambre por resultados numéricos, muchos


predicadores se ven tentados a presionar a las personas para que
tomen una decisión externa, antes que llevarlos a un entendimiento
del evangelio. Todo el siglo pasado y parte de este, la “decisión del
hombre” ha sido entronizada en el centro de la predicación
evangélica; aquel que puede hacer un llamado al altar más
sentimental, es considerado como el predicador más exitoso,
lamentablemente. Muchos evangelistas famosos han utilizado estos
métodos para comprobar que del 100% que hacen una “decisión
por Cristo” solo el 5% permanece en el camino de la fe. ¿Qué se
debería hacer entonces? Es hora de volver a la predicación
expositiva de la Palabra, donde Dios sea su centro, y los hombres se
humillen bajo su poderosa mano para ser salvos.

Hasta aquí hemos tratado de forma breve el aspecto teológico


del orden de la salvación (ordo salutis). En los próximos capítulos
veremos la importancia práctica de esta doctrina, y cómo la iglesia
del Siglo XX y XXI se ha desviado del evangelismo bíblico al dejar
los principios soterilógicos de la Palabra de Dios.

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SECCIÓN 2: LA APLICACIÓN PRÁCTICA
EN EL EVANGELISMO

Señalando la de ciencia doctrinal


del evangelismo moderno
para centrarnos en un
evangelismo bíblico.

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11 - ¿DEBEMOS ACEPTA A JESÚS?

La palabra “aceptar” puede tener diferentes connotaciones hoy


en día. Eres “aceptado” como empleado para un puesto en una
empresa o eres “rechazado”. Eres “aceptado” como estudiante para
entrar a una universidad o eres “rechazado”. Eres “aceptado” como
futbolista para jugar en primera división (liga principal) o eres
“rechazado”. Podemos seguir con la lista de ejemplos si deseamos,
pero veamos si hemos entendido quién es el que acepta o rechaza
por medio de la siguientes preguntas.

-¿Es acaso el empleado el que “acepta” la empresa para


empezar a trabajar en ella?
-¿Es acaso el estudiante quien “acepta” a la universidad para
que le concedan graduarse en ella?
-¿Es acaso el jugador de fútbol el que “acepta” jugar en
primera división y pasa del anonimato a los grandes clubes?

❖ Como podemos ver, sería muy pretencioso que el


individuo sea el que “acepte” la institución. Por el contrario es
siempre la institución la que acepta o rechaza al individuo. La
sencilla razón es porque la institución es más grande que el
individuo.

Contestemos estas preguntas:


-¿Quién es más grande, la persona o Jesucristo?
-¿Quién es más grande, la criatura o el Creador?
-¿Quién es más grande, el pecador o el Salvador?

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Como veo que ya sacamos nuestra lógica conclusión…
entonces: ¿Cómo es eso que alguien tiene que “aceptar” a Jesucristo
para ser salvo? ¿Somos, acaso nosotros la institución y Jesús el
individuo? Si las alarmas empezaron a sonar en nuestra cabeza en
este momento, es buena señal. Algo anda mal con lo que nos
dijeron que era el evangelismo, ¿verdad?

Aceptó a Cristo antes de morir…

Típico titular de un diario


sensacionalista cristiano. Te
cuento un poco la historia, algo
que se repite a lo largo del
mundo evangélico con uno que
otro matiz diferente:

“Una persona mal herida y al


borde de la muerte es rodeada
por gente muy bien intencionada
que le hace la pregunta mientras
agoniza: ¿Quieres aceptar a Jesús
en tu corazón e ir al cielo?. La
persona en su último aliento,
repite una oración inducida
(diciendo que sí), y luego fallece. Las personas que la rodean se
miran entre sí con una sonrisa de satisfacción y se dicen: Hemos

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cumplido hoy con nuestro cometido de cristianos, ¡hemos salvado una
persona!”.

Yo sé que todo esto es muy esperanzador, pero hagamos


algunas preguntas, digamos, incómodas (y no es que quiera ser
agua estas):

-¿La persona antes de morir sabía algo acerca de su condición


de pecador?
-¿Sabía que había pecado contra un Dios justo y santo y por lo
tanto era culpable?
-¿Tenía alguna noción de quebrantar la Ley de Dios?
-¿Entendió en algún momento que Jesús el Hijo de Dios vino a
este mundo a salvar a pecadores como él?
-¿Pudo comprender algo de su muerte sustituta en el calvario?
-¿Se enteró de que su resurrección es la victoria sobre la muerte
y el pecado?
En de nitiva: -¿Se le leyó parte de la Biblia y se le predicó en
base a lo que las Escrituras dicen en cuanto al evangelio?
Te preguntarás: ¿Que tiene esto que ver con ser salvo? La
respuesta es: ¡Todo!. La Biblia dice: “Así que la fe es por el oír, y el
oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).

La voz Dios habla directamente al corazón, pero siempre lo


hace con la Biblia, su Palabra. Cristo dijo: “Id por todo el mundo y
predicad el evangelio” (Marcos 16:15). ¿Te das cuenta de que la
persona para ser salva tiene que escuchar primero el mensaje del
evangelio en vez de tomar una mera decisión de “aceptar a Cristo”?
Si esa persona, al borde de la muerte, estuviera en otro país que no

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fuera “cristiano” terminaría invocando a Alá, a Buda, o a Visnú
(dependiendo del salvador que le ofrezcan en su último aliento).
¿Cuál sería la diferencia? En la desesperación la gente acepta
cualquier salida de salvación. Algo sigue andando mal con esta
fórmula de “aceptar a Cristo” para ser salvo.

Como hemos visto en capítulos anteriores, la primera


predicación masiva en la que se convirtieron 3.000 personas fue la
de Pedro en pentecostés. ¿Cómo fue la predicación de Pedro? ¿Le
pidió a la multitud que “aceptara a Jesús”? Si uno lee
detenidamente el capítulo 2 del libro de Hechos, se dará cuenta de
que Pedro describe quién es Jesús de manera grandiosa, sublime y
gloriosa; pero por otro lado deja al hombre bien pequeño, como
perverso, pecador e inicuo. Hace grande a la institución y pequeño
al individuo. Jamás pasó por la cabeza de Pedro o los apóstoles que
los pecadores tienen que ponerse en una posición de aceptar al
pequeño Cristo; por el contrario, en cada predicación del evangelio
se presenta al grandioso Cristo, a quien los pequeños y miserables
pecadores (como nosotros) van en busca de socorro, auxilio y
aceptación.

-¿Por qué la predicación de las mayoría de los evangélicos de


hoy invierte los principios básicos de la evangelización?
-¿Por qué muchas personas que dicen “haber aceptado” a
Cristo no pueden narrar en qué consiste su salvación con la Biblia
en la mano?
-¿Por qué muchos cristianos evangélicos no pueden explicar el
evangelio sin referirse a términos de “aceptabilidad”, sin conexión
con el genuino arrepentimiento y fe?

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-¿Por qué el mensaje carece de contenido bíblico, de exposición
de la Palabra de Dios y todo se centra en una especie de fórmula
mágica al pronunciar dos o tres frases?

Satanás ha engañado a muchos en la iglesia. Ha puesto un


billete falso en la mano de muchas personas que creen estar yendo
en el tren de la salvación. Les ha dado una falsa seguridad y
esperanza. Su estrategia no es negar el nombre de Cristo de forma
abierta, sino ocultar la verdadera predicación del evangelio para
reducirlo a una decisión del momento de forma impensada. Es así
que muchas personas dicen que son “salvadas por Cristo”, ¡pero no
pueden explicar quién es Cristo ni de qué los salvó!

Alguna dirá: ¿Qué hay acerca del ladrón en la cruz? ¿No


“aceptó a Cristo” en el momento de su muerte? A veces se quiere
traer la historia del ladrón en la cruz para poner como ejemplo de
alguien que “acepta a Cristo “ en su lecho de muerte con muy poca
información. Esto es sencillamente una falacia. El ladrón tuvo más
información directa del evangelio que cualquier otra persona. No
sólo pudo haber tenido conocimiento previo de algunas cuestiones
de la Ley de Dios, sino que vio los acontecimientos de Jesús en vivo
y en directo. Pudo oír cada palabra de Jesús pronunciada en la cruz,
tanto como el escenario del calvario. Incluso pudo escuchar cuando
Jesús decía: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas
23:34). El ladrón entendió su pecado: “nosotros merecemos estar
cruci cados” y entendió que Jesús era el justo, “este ningún mal hizo”
(Lucas 23:41). Entendió el temor de Dios y su justa condenación
(Lucas 23:40). Además de esto suplicó misericordia a Jesús:
“Acuérdate de mí, Señor” (Lucas 23:42). Él no tomó una posición

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superior sobre Cristo. Su súplica se inclina más por un”acéptame”
que por un “te acepto”. El ladrón en la cruz, en su arrepentimiento,
evidencia comprender quién es Dios, quién es él como pecador, y
quién es Jesús el Justo. No fue el pronunciar de una frase hecha lo
que lo salvó ni el repetir una oración.

El evangelio verdadero nos conduce a una verdadera


humillación, a un suplicar perdón a Dios con todas nuestras
fuerzas. En la salvación, “rogamos a Dios que nos acepte a través
del sacri cio de su Hijo”. La ira de Dios está sobre cada criatura
pecadora y no acepta ninguna obra de ella para salvación, y mucho
menos que la criatura sea “quién lo acepte a Él” pretenciosamente.
Lo único que Dios acepta como sacri cio por el pecado es el
sacri cio de su Hijo Jesús. Aquellos que ponen fe en Cristo de esta
manera, son aceptados por Dios. Recuerda que Él es el Rey y
nosotros su siervos. Él es el Creador y nosotros la pequeña criatura.
Él es el gran Dios y nosotros sólo los individuos. De eso se trata el
Evangelio, de un gran Dios que vino al mundo a salvar a los
pequeños pecadores perdidos (1 Timoteo 1:15). Dios no viene a ti de
rodillas pidiendo que en tu gentileza lo aceptes, ¡sino que tú debes
ir de rodillas a Él pidiendo que te acepte por los méritos de Cristo!

Salmos 86:9 9
Todas las naciones que hiciste
vendrán y se postrarán delante de ti, Señor,
y glori carán tu nombre.
10 Porque tú eres grande y hacedor de maravillas;
sólo tú eres Dios.
11 Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad;

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a rma mi corazón para que tema tu nombre.
12 Te alabaré, oh Señor, Dios mío, con todo mi corazón
y glori caré tu nombre para siempre,
13 porque tu misericordia es grande para conmigo
y has librado mi alma del abismo profundo.

¡Pero yo fui salvo de esta manera, al decir: “Cristo te acepto”,


(dirá alguno), pero respondo: -Quizá fuiste salvo a pesar de la
fraseología incorrecta. Sé que hay muchos sinceros predicadores y
pastores que anuncian el evangelio con la Biblia en mano, pero se
les ha pegado clichés y frases de “campañas evangélicas” que no
tienen precedente bíblico. Si se predica Su Palabra, Dios va a salvar
a los pecadores por más que a veces la fraseología sea incorrecta.
Dios va a bendecir el contenido de su verdad bíblica en una
predicación con algunas de ciencias. Pero las excepciones a la
regla no pueden con rmar una regla.

Miles de personas son inducidas cada día por iglesias y


campañas evangelísticas a “aceptar a Cristo”, sin haber escuchado
el mensaje del evangelio completo en sí mismo. Esa es la gran
estrategia de Satanás a la que muchas iglesias y pastores le siguen
el juego. Si se deja la exposición y predicación de la Palabra de Dios
de lado y se confía en la repetición de frases, lo que se está
predicando es una especie de superstición que no salvará al alma.
Al carcelero de Filipos (Hechos 16:31) los apóstoles no le dijeron:
-Acepta a Jesús, y serás salvo tú, y tu casa. Antes bien la frase fue: -Cree
en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa. ¿No es lo mismo
“aceptar” que “creer”? Pues no. Creer está relacionad con la fe

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salvadora, que es don de Dios. Es una experiencia del alma y de la
mente. En cambio “aceptar” puede llegar a ser un mero
asentimiento intelectual.

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12 - ¿LA PARÁBOLA DEL PASTOR
PERDIDO?
Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas,
no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a la que se perdió, hasta
que la halle? Y hallada, la pone sobre sus hombros gozoso; y viniendo a
casa, junta a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Dadme el parabién,
porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo, que así habrá
más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y
nueve justos, que no necesitan arrepentimiento (Lucas: 15:4-7).

A muchas personas cuando se les pregunta acerca de su


experiencia de conversión suelen recurrir a frases como: “-Yo
encontré a Cristo a la edad de…” “-Yo encontré a Cristo cuando en mi
vida pasó esto o aquello”.

Por supuesto que si la experiencia de conversión fue genuina,


la forma en cómo se exprese no invalida que sea un hijo o una hija
de Dios. No me estoy re riendo a que la fraseología sea un
impedimento para ser salvo, pero quisiera dirigir la atención a la
predicación de nuestros días que basa mayormente el evangelio en
la decisión del hombre, antes que en la exposición de la Palabra de
Dios. Si bien hay que invitar a las almas a que busquen a Dios, no
se puede desviar la verdad bíblica de que Cristo es el que busca la
oveja perdida.

Muchas iglesias, incluso en su escuela dominical, enseñan esto


a sus niños haciéndoles pintar la clásica ilustración del “pastor
estirando su brazo para agarrar a la ovejita maltrecha que ha caído

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en un pozo”. Ahora, en la práctica de la predicación, irónicamente
muchas de estas iglesias no ponen la con anza en el “buen pastor”
de la ilustración, sino en la oveja.

¿Qué quiere decir Jesucristo con: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las
conozco, y me siguen” en Juan 10:27?

Quiere decir que sus ovejas, es decir, sus escogidos desde antes
de la fundación del mundo van a responder al llamado de la voz
del pastor; que no es otra cosa que la voz de Cristo a través de la
predicación llana de su Santa Palabra. Pero nos preguntamos: ¿Por
qué los púlpitos evangélicos de hoy están tan carentes de
predicaciones arraigadas en la Palabra de Dios y todo se basa más
que nada en la experiencia humana? La respuesta es muy simple:

❖La predicación humanista lamentablemente ha dejado al


buen pastor de lado y se han concentrado en la oveja, como
tema central del evangelismo.

La importancia ya no es hacer oír la voz de Cristo a través de


los versículos de la Biblia, sino que todo pasa por la experiencia de
búsqueda emocional que inicia la oveja. En el modelo erróneo
actual, la parábola de la oveja perdida sufre una dicotomía:

1- A la oveja se le presenta información de quien es el buen


pastor.
2- Se apela a la “capacidad de la oveja” perdida
informándole que es hora de buscar al buen pastor.
3- Se le dice a la oveja que “encuentre al buen pastor” a través

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de su decisión.
4- La oveja supuestamente buscó al pastor y luego cuenta su
experiencia de “cómo lo encontró” (testimonio).

Pero veamos cómo es una verdadera predicación bíblica del


evangelio:

1- Cristo es el que toma la iniciativa de buscar a sus ovejas.


2- Se les presenta a las ovejas “su voz” a través de la
predicación de la Biblia.
3- El mensaje, es un claro mensaje de fe en la obra y persona de
Cristo y de arrepentimiento de pecados (vs. 7 “un pecador que
se arrepiente”).
4- La oveja que es de Cristo, oye su voz y lo sigue (Juan 10:27).

Nos damos cuenta de que la oveja perdida es el pecador que se


arrepiente ante la presencia de Cristo, el buen pastor, que vino a su
encuentro, y no el pecador “decidiendo por Cristo” a través de una
decisión ciega sin elementos bíblicos (o con muy pocos). Si Cristo
no va en busca de la oveja para cargarla sobre sus hombros (Lucas
15:5), ninguna oveja buscaría al buen pastor o saltaría por su propia
voluntad a sus hombros. La salvación descansa de principio a n en
la soberanía de Dios.

❖ La oveja perdida es hallada porque es Cristo quien que va


a su encuentro y no al revés.

La teología reformada considera que Cristo es el que busca al


pecador, por eso procura que el contenido de la predicación abunde

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en pasajes de las Escrituras, y que se expongan claramente la mayor
cantidad de las verdades del Evangelio. En cambio la predicación
humanista de hoy, con un escaso o casi nulo mensaje bíblico, se
concentra en hacer mayormente un fuerte énfasis en la toma de
decisiones. Pero alguno dirá: -¿No hay que insistir a las almas? ¡Por
supuesto, pero con la predicación de la Palabra de Dios y no con la
presión mental de tomar “decisiones”! ¿Y si el alma no cree en
Cristo y lo sigue? La respuesta la da el mismo Señor:

Mas vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas…


(Juan 10:26).

Recuerda que las personas que oyeron la predicación de Pedro


en pentecostés, ellas mismas dijeron: ¿Qué haremos ahora?
(Hechos 2:37). Nunca fueron presionadas a tomar una decisión,
sino que la Palabra de Dios y la convicción del Espíritu Santo los
guio a preguntarse cómo resolverían el problema de sus almas.

Por eso es muy importante diferenciar entre el “decisionismo


inducido” y la decisión sincera por Cristo; entre la manipulación
emocional y la persuasión lícita por medio de las Escrituras. Si
venimos hablando que la regeneración precede a la fe, es porque
también a rmamos que la regeneración precede a la decisión. Dios,
por medio de la regeneración pone el “querer y el hacer” por su
buena voluntad (Filipenses 3.13).

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13 - ACERCA DE “RECIBIR A CRISTO”
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios. Los cuales son engendrados, no de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
(Juan 1:12 y 13)

Si bien la Biblia habla del término “recibir”, y de hecho ya es un


dicho evangélico popular decir: “recibir a Cristo”, no obstante no se
entiende muchas veces en qué consiste este acto. No se niega el
hecho de que la salvación signi ca “recibir a Cristo”, en el sentido
que se expresa en Gálatas 4:6

Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en


vuestros corazones, el cual clama: ¡Abba, Padre!

El Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, es de nido


también como el Espíritu del Hijo, es decir, que Cristo mora en el
corazón del creyente a través del Espíritu Santo. Lo que queremos
advertir es que algunos tienen un concepto distorsionado de lo que
signi ca “recibir a Cristo”, pues piensan que este es un paso previo
a ser “engendrados espiritualmente”. Es decir, piensan que “recibir
a Cristo” es buscar un lugar libre en el corazón del ser humano, tal
como un conductor con su vehículo buscaría un lugar libre en un
aparcamiento atestado de automóviles.

Es como decirle al pecador: -Mira, tu tienes que hacer lugar para


Cristo; él va a entrar a la casa de tu corazón si tú le haces su ciente
espacio… tirando una parte de los trastos sucios del pecado y, con ese

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espacio que le das, Cristo podrá entrar y te ayudará a limpiar el resto de la
casa. Pero, ¿es realmente esto lo que plantea el evangelio, nos
preguntamos?

Vemos que el Rey de Reyes en este tipo de concepto (y lo digo


con todo respeto de manera metafórica), no pasa de ser un simple
servicio de limpieza a domicilio. A la luz de la Biblia (Isaías 1:6), en
esto que llamamos “casa”, no hay cosa ilesa que no esté dañada por
el pecado. Somos una casa en ruinas llena de suciedad, cuyos
cimientos, paredes y techo están podridos por el pecado (lo vimos
al inicio del libro).

Lo que Cristo hace con esta casa no es un servicio de limpieza,


sino como vimos en capítulos anteriores efectúa una obra de
demolición. ¿Recuerdas al hombre de la grúa con la bocha gigante
de hierro que derriba con ímpetu esa casa sin solución de ser
restaurada? En su lugar, el Espíritu Santo regenera, pone el
cimiento de Cristo, y hace una nueva edi cación. Esto es ser
engendrado por la voluntad de Dios. Cuando la Escritura nos
habla de que no somos engendrados de voluntad de sangre o carne,
quiere decir, en uno de sus aspectos, que no es nuestro libre
albedrío ni nuestra capacidad “para hacer un lugarcito en nuestro
corazón” lo que posibilita la regeneración, sino la obra soberana de
Dios.

❖ ¡En nuestra naturaleza caída, orgullosa y enemiga de Dios,


jamás dejaríamos que Cristo pusiera un solo pie ni siquiera en
la puerta de nuestro corazón!

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Por nuestro amor al pecado, jamás tiraríamos nada de nuestra
casa para hacer algún tipo de espacio para Cristo.

Dios utiliza la Ley de su Palabra para decirnos: “La casa debe ser
demolida” y su soberana voluntad actúa en consecuencia. Dicho
desde otro punto de vista bíblico, Dios quita nuestro corazón de
piedra y nos da uno de carne (Ezequiel 36:26).

No podemos “recibir a Cristo” si Dios no nos concede


arrepentimiento y fe, tenemos dichos dones sólo por gracia, y nada
más que por ella.

❖ La predicación del evangelio no es tanto un llamado de


“recepción”, sino mas bien de “arrepentimiento y fe”.

Las predicaciones apostólicas del Nuevo Testamento no eran


una “invitación a recibir a Cristo en el corazón”, sino a
“arrepentirse y creer”. Los términos “aceptabilidad” y “recepción”
no parten de la enseñanza bíblica, sino de las campañas
evangelísticas modernas.

Recordemos el pasaje donde Pedro y Juan predicaron al


pueblo, después del milagro de sanar a un cojo:

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros


pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del
Señor y enviará a Jesucristo, que os fue antes anunciado. (Hechos 3:19 y
20).

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No vemos a los apóstoles exhortando a los pecadores, diciendo:
¡Recíbelo, recíbelo! Sino más bien: ¡Arrepiéntanse, conviértanse! No es
tanto: ¡Déjalo entrar, déjalo entrar! Antes es: ¡Pon tu fe en la persona del
Hijo de Dios y en su sacri cio en la cruz!

❖ La falta de predicación bíblica de nuestro tiempo reduce el


evangelio a términos de aceptabilidad y recepción en vez de
creer. El asentimiento mental humano suplanta a la fe que sólo
viene de Cristo.

Muchos que dijeron “aceptar a Cristo” lamentablemente no


conocen al Cristo de la Biblia, y sus vidas son una evidencia de
ello. Pues basaron su experiencia en una decisión carnal, antes
que con ar en la obra de Cristo transmitida a través de Su
Palabra.

Él, de su voluntad, nos ha engendrado por la palabra de verdad, para


que seamos primicias de sus criaturas. (Santiago 1:18)

Dios no pretende un lugar en el corazón de piedra de los


pecadores para que entre su Hijo, por el contrario, es Dios el que
quita el corazón de piedra y da un corazón de carne; un corazón
nuevo por el poder regenerador de su Espíritu; un corazón donde
habita Cristo.

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14 - ¿DEBEMOS HACER QUE EL
EVANGELIO SEA DIVERTIDO?
Hoy en día la iglesia evangélica ha recurrido a diferentes
estrategias de evangelización, con el objeto de hacer el mensaje de
Jesús “más accesible” a las personas.

Mimos, payasos, coreografías, globos, luces de colores, obras


de teatro, parecen ser la solución para que el inconverso se siente
por un momento en una silla a escuchar algo. Una vez que está ahí
sentado, entretenido, a gusto, ¿vendrá alguien a predicarle lo que es
realmente el evangelio? ¿Si la persona vino con la expectativa de un
entretenimiento, se sentirá cómoda al ser enfrentada con sus
pecados? Todo podrá ser muy cultural, contemporáneo, divertido y
simpático, pero ¿seguirá siendo el mensaje de salvación a los
pecadores perdidos? ¿Es esto, acaso, llegar con las palabras de vida
eterna que habló Jesús? (Juan 6:68).

Muchos quisieran una lista de técnicas y medios para impactar


a la sociedad con el evangelio (algo así como un libro de recetas de
cocina). Pero creo que si vamos a la esencia de lo que es el
evangelismo, encontraremos la forma bíblica de compartirlo de
acuerdo a la santidad y gloria de Dios.

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El evangelio es una buena noticia, ¡entonces debe ser
divertido!, (dicen algunos).

Muchos argumentan que si “evangelio” signi ca “buenas


nuevas” o “buenas noticias”, entonces necesariamente tiene que ser
divertido, ¡ya que nadie daría una buena noticia con un aspecto
serio, triste y amargado! Podríamos decir que esta es una media
verdad de lo que es el evangelio, (y muchas veces, una media
verdad se transforma en una mentira completa). Sin duda el
Evangelio es una buena noticia, pero hay que preguntarse: -¿Para
quién es una buena noticia?

Una parte del mensaje del evangelio es el anuncio de quién es


Jesucristo, en qué consistió su muerte expiatoria en la cruz, y cómo
Dios ofrece esta salvación por gracia al pecador. Ahora bien, el
evangelio no es solamente mostrar quién es Jesucristo, sino también
mostrar quién es el hombre, y para esto es necesario mostrarle al
hombre por medio de las Escrituras su propio pecado. Es mostrarle
al hombre su estado caído y depravado, lejos de un Dios santo, que
está airado con él por haber quebrantado su Ley. He aquí un
versículo impopular en el evangelismo actual:

Dios está airado todos los días contra el impío (Salmos 7:11)

El mensaje del evangelio no consiste solamente en decir: “el


regalo de Dios es vida eterna en Cristo”, sino que también incluye “la
paga del pecado es muerte”.
Porque la paga del pecado es muerte; mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)

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No es solamente decir “Dios te ama” y entregar un globo con
una carita sonriente, sino que es decir también: “-Tus pecados te
separan de un Dios santo y justo, ¿lo sabías?”

No es decir : “Prueba la vida con Jesús”, sino que es advertir “si


no te arrepientes morirás en tus pecados” (Lucas 13:3). Para aquellos
que aman sus pecados esta no es una buena noticia. Para ellos, es
olor de muerte para muerte. Pero para los escogidos que verán con
desesperación el estado de sus almas, que clamarán Dios por sus
pecados que los hunde y los lleva a la perdición, el Evangelio allí sí
es una buena noticia. ¡La salvación es por gracia para los pecadores!
Es decir, es olor de vida para los que se salvan.

A éstos ciertamente olor de muerte para muerte; y a aquellos olor de


vida para vida… (2Corintios 2:16)

❖ El evangelio es la obra perfecta de Dios llevada a cabo en


Cristo. Tiene la propia hermosura que Dios le dio, por lo tanto
no necesita de maquillajes ni ornamentos humanos para
hacerse más atractivo.

Para los escogidos, Cristo resplandece como el sol de la


mañana; nunca se cansan de observar su magni cencia. El
evangelio de Cristo, como dice la parábola, es el tesoro escondido
en el campo, es la perla inigualable por la cual damos toda nuestra
vida (Mateo 13:44 al 46). Es un vaso de agua fría para el alma
sedienta (Proverbios 25:25). Es una canción de libertad en medio de
la negra noche de la angustia (Salmos 32:7). Son buenas noticias a

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los pobres de espíritu, sanidad a los quebrantados de corazón,
libertad a los cautivos y vista a los ciegos (Lucas 4:18). El Evangelio
es in nitamente superior a una diversión pasajera de la carne, ¡es
gozo eterno para el alma que lo encuentra!

En vano se empeñan aquellos que quieren adornar el evangelio


con las guirnaldas de sus buenas intenciones o con los coloridos
globos de su entusiasmo humano. El centro del evangelio es el
glorioso Señor Jesucristo, y dicho evangelio no necesita ser
envuelto en un papel de regalo mundano para que sea aceptado
por los pecadores. El mejor ofrecimiento del evangelio a este
mundo es predicarlo tal cual está revelado por Dios en las Santas
Escrituras. Dios, a quienes Él desee, les harás resplandecer este
mensaje glorioso de salvación, ¡no se necesita poner luces
arti ciales al Sol de Justicia, pues el brilla por sí mismo con
fulgor! (Malaquías 4:2).

Prediquemos el evangelio por lo que es; poder de Dios.

Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo, porque es


poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;
(Romanos 1:16)

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15 - LA REGLA OLVIDADA

La fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios.


(Romanos 10:17)

Si tuviéramos que hacer una estadística entre el Siglo XXI, en el


cual vivimos, y el Siglo XVIII por ejemplo, respecto a: ¿En cuál siglo
se pudo compartir de Jesús mas fácilmente a la gente? Sin duda, y de
forma abrumadora, las estadísticas se inclinan por nuestro siglo
presente. Veamos algunos ejemplos:

-Antes, para llevar el mensaje de un continente a otro pasarían


meses de viaje en barco.
-Hoy, solo unas cuantas horas de avión.

-Antes, para enviar cartas de un lado al otro del mundo,


pasarían semanas o meses.
-Hoy, con un “clic” en la computadora se envía un e-mail.

-Antes, para que un predicador diera a conocer su ministerio,


solo le era posible a través de un libro que pudiera
recopilar sus sermones.
-Hoy, se puede hacer vía satélite, por televisión y por
Internet.

-Antes, para que alguien se hiciera escuchar por los demás,


tenía que ir a una plaza o lugar público para pararse en un
lugar elevado y desde allí predicar.

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-Hoy, puede transmitirse un mensaje por radio FM, AM,
onda corta y por satélite en forma simultánea en todo el
mundo.

Sin duda el presente siglo XXI dispone de una serie de ventajas


comunicacionales inigualables respecto a siglos pasados. ¿Pero que
tal si cambiamos el ángulo de la pregunta? No hablemos acerca de
en cuál siglo se compartía más de Jesús, sino que llevemos esto a
otra perspectiva. ¿En qué siglo se predicaba más un evangelio
bíblico? ¿En qué siglo se priorizaba más la Palabra de Dios en las
predicaciones, por encima de la afectación emocional? ¿En qué
siglo se con aba más en la obra regeneradora del Espíritu Santo
antes que en la “sicología cristiana”? O, ¿en qué siglo se predicaba
más en contra del pecado, en contraposición al carácter permisivo
de nuestro mundo posmoderno? Creo que también tenemos
respuesta a estos interrogantes. Vivimos en un siglo donde
podemos decir que, al haber más libertad y medios de
comunicación para hablar de Cristo, ergo, tendría que haber mayor
cantidad de renacidos, espiritualmente hablando.

Al hablar de “nuevos nacimientos”, tenemos muchos estadistas


que dicen: -América Latina es cada vez más evangélica. Toman un
mapa, pintan de color las zonas de los países donde hay mayor
concentración de “evangélicos” y dicen: ¡Que gran progreso del
evangelio, miren cuántas iglesias! ¿Cómo se obtienen dichas
estadísticas?, nos preguntamos. A veces contando la cantidad de
personas que han levantado la mano en una campaña evangelística,
otras cuando han llenado un formulario de “recién convertido”. En
el siglo XXI las estadísticas parecen importar mucho. Pero bajo un

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esquema bíblico nos atrevemos a preguntar: ¿Se percibe que estos
“nuevos convertidos” sean sal de la tierra y luz del mundo? (Mateo
5:13, 14) ¿La fe de estos convertidos vino de oír la Palabra de Dios
con todo lo que ello implica? ¿Han impactado la sociedad donde
viven? ¿Son identi cables en sus lugares de trabajo o escuelas?
¿Viven una vida claramente diferente al mundo de pecado? ¿Qué
conocen estos modernos convertidos acerca de Cristo y su obra en
la cruz a la luz de los relatos de los evangelios?

Si nos remontamos al siglo XVIII, que fue un “despertar de la


iglesia”, donde los nuevos convertidos cambiaban genuinamente
su vida de pecado por una vida que decía: “Santidad al Señor”, por
supuesto que esto impactaba en ciudades enteras que eran
conmovidas por el mensaje del evangelio, y sus pobladores como
verdaderos cristianos, iluminaban la pecaminosa vida de una
sociedad corrupta, como el sol dispersa la niebla. Si bien, el
cristianismo siempre fue y será una minoría, con respecto a la masa
mundial, un verdadero cristianismo vencía al pecado como los
trescientos valientes de Gedeón frente al numeroso ejército de
los madianitas.

Hoy, en cambio, el cristianismo es tan débil y tibio que apenas


se diferencia del mundo. Parecería que el mundo fue salado por
una sal insípida y alumbrado por una luz demasiado tenue. Al
parecer, la gente hoy mas que nunca está llena de fe, pero nos
preguntamos, ¿fe en qué?

Mucho del discurso “evangelizador” del siglo XXI apela a una


fe sin Biblia, y con eso destruye la fe verdadera. Por eso, la fe

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reformada tiene que levantar su voz con un evangelismo bíblico.
No es que debamos vivir en el pasado, podemos desde luego
utilizar todas las herramientas comunicacionales que nos ofrece
este siglo. Pero en medio de todas estas ventajas, no olvidemos que
la fe viene por el oír la Palabra de Dios. Debemos recordarle al
mundo, que la fe no es algo que nazca espontáneamente en el
corazón de los hombres, como crece el césped en el jardín. Hay un
“autor de la fe” (Hebreos 12:2) que es el Señor Jesucristo. La fe es
externa al hombre, y llega a su alma cuando la Palabra de Dios, el
evangelio de salvación, le es predicado. Mucha gente sigue
pensando erradamente que la fe es algo que pueden fabricar ellos
mismos de forma emocional. Muchas predicaciones pueden ser
muy sentimentales y afectadas, pero eso no provoca la verdadera fe
que salva.

La fe que viene de la Palabra de Dios tiene dos características:

1) Alguien tiene que escuchar el mensaje del evangelio por


medio de la Biblia y entender el contenido principal del
mensaje: A) Quién es Dios B) La condición del pecador C) La
necesidad de un salvador en la persona y obra de Cristo en la
cruz. Tiene que haber una exposición clara de todas las
verdades del evangelio.

2) Al exponer el mensaje, el Espíritu Santo da la fe al pecador


para creer en Cristo (Juan 14:26). Ser regenerado, oír, entender,
tener fe y arrepentirse, es un acto simultáneo que provoca el
mismo Espíritu Santo cuando la infalible y autoritativa Palabra

90
de Dios es predicada. Él es el que abre el centendimiento del
pecador para estar atento al mensaje (Hechos 16:14).

La verdadera fe no puede venir de otra forma que no sea de la


predicación de la Palabra de Dios. Si analizamos el contenido
bíblico de muchas predicaciones actuales es como cuando el Señor
Jesucristo buscaba higos en una planta que solo dio hojas (Mateo
21:19), no se encuentra fruto. De la misma manera, el fruto de la fe
es por el oír la Palabra.

En Isaías 6:8 se plante el problema: ¿Quién irá a predicar al


pueblo? La pregunta del Señor para la iglesia del siglo XXI no es:
¿Quién irá a predicar?, sino: ¿Quién irá a predicar un evangelio bíblico?
¡Cuánto temor hay por parte de muchos predicadores de decirle a
la gente su condición de pecadores hoy en día! El mensaje de Juan
el bautista era: “arrepentíos que el reino de Dios se ha acercado”. Hoy se
huye de anunciar un mensaje de arrepentimiento; es más fácil
decirles a las almas que Dios las quiere bendecir. Sabemos que la
gente lo último que quiere oír es que es pecadora, porque de otra
manera se ofende. Por eso, hoy muchos presentan un mensaje
halagador al oído, condescendiente con la persona, levanta el
autoestima y pone a Dios al servicio de las necesidades del pueblo.
La cruz es escándalo a la predicación de este siglo (Gálatas 5:11 b.).
Si bien, no se dice con estas palabras, el n es más o menos este: El
que quiera aceptar un evangelio sin cruz pase al frente o levante su mano.

Presentar al “genio de los deseos” al frotar la lámpara mágica,


no va muy lejos de la forma en que se presenta hoy al Cristo que

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soluciona todos tus problemas de salud, dinero y amor. ¿Quién
podría rechazar esta oferta?

❖ Un evangelio sin cruz y una fe sin Biblia es la nueva


religión.

Nos hemos olvidado de la regla bíblica de manera voluntaria.


Ante este panorama de hipocresía es necesario presentarnos
delante del Señor y clamar: ¡Envíame a mí Señor, pero con un evangelio
bíblico! La segunda venida del Señor está cerca, y la pregunta es:
¿Hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8) Siempre me he preguntado por
qué este texto tiene íntima relación con el n del mundo y la venida
de Cristo.

Lo que el Señor medirá en los predicadores no es su


popularidad, el tamaño de sus iglesias o su reputación de Internet,
sino que va examinar si hay delidad.

Téngannos los hombres por ministros de Cristo y


administradores de los misterios de Dios. Ahora bien,
se requiere de los administradores que cada uno sea hallado el.
(1Corintios 4: 1-2).

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16 - EL EVANGELIO Y UNA NUEVA
“REFORMA”

Ya llegamos al nal de este pequeño libro cuyo objetivo es


brindar al lector una brújula en materia de soteriología. Por lo
menos para orientar dónde queda el “norte” en cuestiones de
evangelismo y en lar el barco a la dirección correcta. En esta
travesía nos daremos cuenta cómo otras embarcaciones con motor
fuera de borda aceleran en posición opuesta a la que va nuestro
humilde barquito a velas. No importa. Gran parte de la “iglesia” ha
perdido el rumbo hoy en materia de evangelismo. Ha ido tras
fórmulas de iglecrecimiento que ha poblado de “cabras” las
congregaciones, en vez de las ovejas del Señor, las cuales se deleitan
en la voz del buen Pastor (Juan 10:27).

La iglesia actual, en su intento de atraer al mundo, ha


mundanalizado la iglesia. La iglesia ha ido tras la novedad, el
misticismo, y la última revelación fresca, perdiendo en el camino el
“antiguo evangelio”. Los tiempos cambian, los hombres cambian,
pero el Evangelio eterno nunca cambia. De la misma manera la
verdadera Iglesia del Señor Jesucristo prevalecerá, ya que Su
promesa es:

Las puertas del in erno no prevalecerán contra ella.


(Mateo 16:18)

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Siempre que la iglesia se desvió de su rumbo y perdió “la forma
de las sanas palabras…en la fe y amor que en Cristo Jesús” (2 Timoteo
1:13), Dios envió hombres valientes para reformarla.

¿Pero qué queremos decir con “reforma”? Para esto tenemos


que hacer un poco de historia. Cuando hablamos de la Reforma
protestante, nos remontamos al Siglo XVI, donde personas como
Martín Lutero creían en una reforma de la iglesia católica
(entiéndase “universal”). De hecho, en las 95 tesis que clavó en la
puerta de la abadía de Wittenberg, si bien desataron la polémica de
la iglesia católica romana por el tema de la venta de indulgencias,
eran al principio, un poco condescendiente en el sentido de que no
menciona una ruptura total con la misma.

El tiempo transcurrió y, en un muy corto plazo, Lutero estaba


en la lista negra de la inquisición católica romana. Martín Lutero
empezó a predicar de una manera apasionada la justi cación solo
por la fe, y a denunciar los engaños del catolicismo en un abanico
más grande y más allá de la venta de indulgencias. Esto ocasionó,
como con todos los reformadores, una salida de la iglesia católica;
una separación de nitiva para evidenciar la verdadera Iglesia.

Lo que sucedió con los reformadores no fue que quisieron


cambiar la iglesia católica romana, sino continuar con la verdadera
“iglesia católica”, en el sentido que católico se entiende por
“universal”. Es decir, la única iglesia universal de Cristo. Si bien, se
lo llama “reforma”, no debe ser entendido como alguien que
reforma una casa redecorándola para seguir viviendo allí. Es más
bien alguien que se fue de casa para nunca mas volver.

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Por eso, a los que iniciaron el movimiento reformador se los
conoce con el término “protestantes”, ya que su protesta fue contra
la iglesia católica. Más tarde en América Latina, el cristianismo
protestante pasó a denominarse popularmente como “cristianismo
evangélico”. Muchos evangélicos quieren diferenciarse de los
protestantes, como si fueran dos cosas diferentes, pero esto es hacer
caso omiso de la historia. La Reforma protestante dio lugar a las
confesiones de fe históricas (Westminster, Bautista 1689, Belga etc.)
cuyos postulados fueron tomados, más que menos, por la
declaración doctrinal de diferentes denominaciones.

¿Necesitamos una segunda Reforma hoy en día? Sí, pero esa


reforma debe producirse en en el mismo seno de la iglesia
evangélica. El siglo XX fue positivamente un siglo de
evangelización en América Latina donde se fundaron muchísimas
iglesias producto de la labor misionera, pero también llegando a
nales del siglo hubo una degradación paulatina de la fe
evangélica, con falsas doctrinas que carcomieron a la iglesia “como
gangrena” (comp. 2 Ti 2.17). Curiosamente estas falsas doctrinas y
engaños tienen un paralelismo notable con los problemas que
tuvieron que lidiar los reformadores del Siglo XVI. Satanás puede
cambiar sus estrategias, pero no sus objetivos, que siempre es tratar
de pervertir el evangelio de Cristo.

Hagamos una comparación del engaño católico del Siglo XVI


con el engaño del “movimiento apostólico y de prosperidad”, que
se ha in ltrado entre muchos evangélicos en el Siglo XXI.

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También contemplaremos algunas prácticas neoevangélicas de
nuestro tiempo.

10 SIMILITUDES ENTRE EL CATOLICISMO DE SIGLO XVI Y


EL NEOEVANGELICALISMO DEL SIGLO XXI

(1)
Católicos XVI: Vendían certi cados para perdonar pecados y
asegurar la vida eterna (indulgencias).
Neoevangélicos XXI: La bendición de Dios es a cambio de
pactos de dinero y diezmos.

(2)
Católicos XVI: El papa era incuestionable e infalible en todo lo
que decía.
Neoevangélicos XXI: Los falsos apóstoles y pastores no
rinden cuentas ni son cuestionados por sus miembros bajo la
excusa de “no toques al ungido“.
(3)
Católicos XVI: El clero vivía en la opulencia y el lujo, mientras
que la gente vivía en la miseria.
Neoevangélicos XXI: Muchos pastores viven una vida avara,
llena de dinero que recolecta de la gente, y a esto lo llaman “la
bendición de Dios“, ignorando el estilo de vida simple y sencillo
que vivieron Cristo y sus apóstoles.

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(4)
Católicos XVI: Grandes sumas de dinero eran destinadas a
construir imponentes basílicas en pueblos muy humildes con casas
precarias.
Neoevangélicos XXI: Hay una desmedida ambición por ver
quién tiene el templo más grande y lujoso.

(5)
Católicos XVI: Hacían que las personas con aran en
“reliquias”, que eran objetos santi cados a los cuales se les atribuía
alguna clase de poder.
Neoevangélicos XXI: Derraman aceite en un sentido
supersticioso, utilizan objetos bendecidos, etc.

(6)
Católicos XVI: No se predicaba la Palabra de Dios, el sacerdote
daba las espaldas al pueblo y pronunciaba una misa en latín.
Neoevangélicos XXI: Si bien tienen la Biblia, los pastores dan
discursos motivadores carentes de exposición bíblica. Aunque no se
hable latín, el pueblo queda sin el bene cio de la predicación
expositiva de la Biblia.

(7)
Católicos XVI: Colocaban la tradición de la iglesia a la misma
altura de autoridad que la Biblia.
Neoevangélicos XXI: Pastores colocan sus propias profecías y
supuestas revelaciones compitiendo con la Biblia misma. La gente
toma sus palabras como si fueran de Dios.

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(8)
Católicos XVI: Cualquiera que se oponía o dejaba la iglesia
católica era “anatemizado” (maldecido).
Neoevangélicos XXI: A cualquiera que se opone a la
denominación o iglesia se le quita lo que llaman “la cobertura”, con
amenazas de caer en manos del Diablo y de recibir maldiciones de
todo tipo, manteniendo cautiva a las personas bajo este temor.

(9)
Católicos XVI: Anti-intelectualismo bíblico: prohibían la
traducción y lectura libre de la Biblia bajo el argumento de que la
gente se iba a confundir. Solo el magisterio de la iglesia católica era
la única autoridad para interpretar las Escrituras.
Neoevangélicos XXI: Anti-intelectualismo bíblico: bajo la
descontextualización de “la letra mata más el Espíritu vivi ca“,
desalientan a la personas en el estudio profundo de las Escrituras
diciendo que se es más espiritual al ser guiado por el Espíritu.
También hay un temor servil a las interpretaciones propias de la
Biblia por parte del pastor o el movimiento.

(10)
Católicos XVI: Los sacerdotes se ponían como un
intermediario entre Dios y la persona con la autoridad de absolver
pecados y dictar penitencias.
Neoevangélicos XXI: Dependencia excesiva de sus líderes.
Muchas veces los pastores amenazan a las personas si no les
obedecen, controlan sus vidas, manipulan sus relaciones familiares
y hasta controlan sus nanzas por medio de una rendición de
cuenta por parte del miembro.

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ALGUNOS ERRORES NUEVOS

Además de lo mencionado, los neoevangélicos suman una


gama diversa de otro errores que se agregan a la lista. Podemos
mencionar:

A. M i s t i c i s m o e n s u s c u l t o s : h a b l a r e n l e n g u a s
desordenadamente, borrachera del espíritu, desmayos,
expulsión de demonios.
B. Paganismo musical por medio de cantantes y salmistas que
se transforman en ídolos para la gente.
C. Pragmatismo, utilizando cualquier medio, show y
espectáculos para atraer gente dejando de lado la su ciencia del
evangelio en sí mismo.
D. Sicología, autoayuda, pensamiento positivo. No se
denuncia al pecado como el principal problema de la
humanidad.
E. Curanderismo “en nombre de Jesús”. Sanidades que no
tienen paralelo bíblico con lo efectuado por el Señor Jesús y los
apóstoles.

❖ Muchos “evangélicos” han dejado el evangelio,


paradójicamente.

La consecuencia de todo lo expuesto anteriormente es que las


personas no conocen verdaderamente quién es Dios, sus atributos y
el plan salvador en Cristo Jesús. Cuando se les pregunta por su
salvación, no hay una idea de sustitución de vida y muerte de

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Cristo por el pecador. Toman a un falso Cristo, hecho a la imagen
de los hombres, como alguien que los sana y prospera en su vida
física y material. No conocen lo que es ir en humillación a Cristo
para pedirle perdón por sus pecados, y si lo hacen es algo tan
super cial que no llega a la categoría de cristianismo. No tienen un
nuevo corazón, porque no fue regenerado por el Espíritu Santo.
Asisten a los cultos y actividades de la iglesia, pero aún viven en el
pecado de la avaricia, la lujuria, el engaño. El testimonio personal y
de sus hogares no se diferencia del mundo incrédulo, a no ser
porque llevan una vida religiosa de diversas actividades sociales.
Están siempre “ocupados” en actividades de iglesia, pero nunca
“preocupados” por lo que dice la Biblia respecto a todo lo que se
enseña y practica en dicha iglesia.

Dios llama, como en todos los tiempos, a sus ovejas con su


Palabra. La persona que empieza a estudiar y a leer la Biblia en
serio, muy pronto se dará cuenta del engaño de este siglo. A
medida que conocen la verdad de las Escrituras, esa misma verdad
los liberta (Juan 8:32). Es importante ser buenos teólogos de las
Escrituras, y esto no está limitado a un número minúsculo de
eruditos, sino que todo el pueblo de Dios debe involucrarse en
teología, porque:

❖ Al tener una teología correcta;


tendremos una evangelización correcta.

¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!


(1Corintios 9.16)

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(A) PREGUNTAS DE ESTUDIO

Las siguientes preguntas son una guía para realizar un repaso


de cada capítulo, recordar los pasajes bíblicos claves y ampliar el
tema mediante la investigación y el estudio. Las “preguntas de
estudio” son sólo para los primeros nueve capítulos (Fundamentos
Teológicos). Los capítulos 10 al 15 no tienen preguntas ya que se
consideran lecturas complementarias de carácter didáctico.

¿Quieres hacer un estudio bíblico en tu iglesia? Te recomiendo


desarrollarlo en dos meses (un capítulo por semana del 1 al 9). Que
los miembros del estudio bíblico lean antes de cada sesión el
capítulo a tratar. Las preguntas pueden plantearse después de que
alguien desarrolle o lea el capítulo en grupo. Es muy importante
leer previamente los versículos bíblicos en su contexto literario.

PRÓLOGO Y CAPÍTULO 1
A. ¿La soteriología reformada solo consta de 5 puntos? ¿Por
qué? ¿Qué son las “Doctrinas de la Gracia”?
B. ¿Qué son los cánones de Dort?
C. ¿De qué se trata la doctrina del ordo salutis?
Pasajes claves: Rom. 8:30.

CAPÍTULO 2
A. ¿Cuáles son los 9 puntos del ordo salutis?
B. ¿Qué signi ca diferenciar un orden “cronológico” de uno
“causativo”?
C. ¿Cuál es la diferencia entre “regeneración” y “renovación”?

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Pasajes claves: Tit. 3:5 - 1Cor. 15:22 - Mr. 16:15-16 - Jn. cp. 3.

CAPÍTULO 3
A. ¿Qué signi ca “ver el reino de Dios”?
B. ¿Por qué el “arrepentimiento y la fe” son un subproducto (o
consecuencia) de la regeneración?
C. ¿Por qué al ser humano le cuesta admitir la soberanía de
Dios en la salvación? (“La regeneración precede a la fe”).
Pasajes claves: Mt. 3:2 , 4:17 - 1Jn. 4:15 - 1 Jn. 4:19 - Fil. 1:6 -
Heb. 12:2 - Ap. 1:8-11.

CAPÍTULO 4
A. ¿A qué se re ere el autor con “el problema del
cronómetro”?
B. ¿Cuál es el paralelismo que existe entre “elección-
predestinación” y “regeneración-fe”?
C. ¿Cuál es la diferencia entre “monergismo” y “sinergismo”?
¿Qué cree la teología reformada?
Pasajes claves: 1. Cor 2:26 - 1 Pe. 1:2 - Sgo. 1:16-18.

CAPÍTULO 5
A. ¿Qué representan las dos hojas de la tijera en el ejemplo
dado por el autor?
B. ¿Por qué es necesario que “Dios empuñe la tijera”? ¿Podría
hacerlo el hombre?
C. ¿Por qué en el orden causativo “la fe” está antes que “el
arrepentimiento”?
Pasajes claves: Hch. 20:21 - Jn. 11.:44 - Sal. 110:3.

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CAPÍTULO 6
A. ¿Por qué el hombre no puede buscar a Dios por su cuenta?
B. ¿A qué se denomina “decisionismo”? ¿Por qué no es
bíblico?
C. ¿Cuál es peligro de invertir el orden a “fe-regeneración” en
teología? ¿Cómo afecta esto al evangelismo?
Pasajes claves: Rom. 1:16-17, 9:6 - Fil. 1:6 .

CAPÍTULO 7
A. ¿Qué características tenían las predicaciones apostólicas a
diferencia de nuestro tiempo?
B. ¿Según el contexto de las predicaciones bíblicas, somos “las
víctimas” o “los victimarios”? ¿Por qué?
C. ¿Cuál es la actitud correcta de un pecador ante el Salvador?
Pasajes claves: Hch. 2:14-40, 3:15 - Jn. 6:37.

CAPÍTULO 8
A. ¿Cual es el paralelismo entre “católicos” y “arminianos”
respecto a la interpretación de Hechos 2.38?
B. ¿Cuál es la diferencia en el libro de Hechos acerca del “don
del Espíritu Santo” y la “regeneración del Espíritu Santo”?
C. ¿Qué diferencia hay de información respecto a lo que nos
proporcionan “las cartas apostólicas” del libro histórico de
“Hechos de los apóstoles”?
Pasajes claves: Hechos cp. 2 , 8:20, 10:45-46 - Jn. 15:3
Mt. 16:17, 17:6.

103
CAPÍTULO 9
A. ¿Cuál es la diferencia entre el llamamiento “interno” y
“externo” ?
B. De las cuatro posiciones respecto al “llamamiento”
(A,B,C,D), ¿Cuál es la más correcta bíblicamente? ¿Por qué?
C. ¿Cuál llamamiento puede ser rechazado “el interno” o “el
externo”? ¿Cuál llamamiento no puede ser rechazado? Explique
ambos casos.
Pasajes claves: (Ap. 22:17 - Rom. 9:16) - (Jn. 6:44 - 7:37) -
Hch. 7:51 - 2 Tim. 3:8 - Rom. 19:19-24 .

104
(B) GLOSARIO DE TÉRMINOS
TEOLÓGICOS

ORDO SALUTIS
El ordo salutis reformado puede encontrarse bosquejado en la
Institución de Juan Calvino, III; pero, otra vez, este orden fue
elaborado un poco más por teólogos reformados posteriores. En el
concepto reformado, la aplicación de la redención comprada por
Cristo en la cruz es una actividad del Espíritu Santo, y puede
delinearse en una serie de acciones o procesos hasta que se alcance
el perfecto estado de bendición. El orden reformado puede decirse
que es: (a) llamamiento e caz, el que resulta en (b) regeneración, (c)
fe, la que lleva a (d) la justi cación y (e) la santi cación, la que al
nal resulta en (f) la glori cación. Algunas de estas experiencias
son sincrónicas y, en este caso, estas etapas deben considerarse
como en una secuencia lógica, más bien que cronológica.
George N.Collins, M. (2006). ORDO SALUTIS. En E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F.
H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología (p. 438). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

SOTERIOLOGÍA
[Del gr. soteria, salvación + logia, estudio] Estudio sistemático
de las verdades bíblicas que tratan de la salvación, regeneración,
justi cación, adopción y santi cación del ser humano gracias a la
obra vicaria de Cristo.
De Andrade, C. C. (2002). En Diccionario Teológico: Con un Suplemento Biográ co de los
Grandes Teólogos y Pensadores (pp. 280–281). Miami, FL: Patmos.

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DOCTRINAS DE LA GRACIA
Postulados de la soteriología reformada que provienen de los
Cánones de Dort. También se lo conoce como “Los 5 puntos del
calvinismo” cuyo acrónimo en inglés es TULIP.

1-DEPRAVACIÓN TOTAL (T – Total Depravity)


El hombre (debido a la Caída y después de ella) es un ser
totalmente depravado o corrupto; es incapaz de hacer nada para
lograr su propia salvación. El punto de vista opuesto es que, ya que
el hombre es responsable ante Dios de arrepentirse y creer el
evangelio, debe, por consiguiente, ser capaz de hacerlo.

2-ELECCIÓN INCONDICIONAL (U – Unconditional Election)


Dios, desde la eternidad, escogió incondicionalmente para
salvación a algunos de entre la masa de hombres pecadores. Hizo
esto no porque previó que creerían al evangelio cuando les fuera
ofrecido, sino por su propio amor y el propósito de glori carse a sí
mismo en la salvación de aquellos a quienes escogió libre e
incondicionalmente. El punto de vista opuesto es que la elección de
Dios es condicional, que previó quiénes creerían el evangelio y que,
basándose en esto, escogió a los mismos para ser herederos de la
vida eterna.

3-EXPIACIÓN LIMITADA (L – Limited Atonement)


Cristo, al sacri carse en la cruz, cargó con los pecados de
aquellos a quienes Dios había escogido incondicionalmente para
vida eterna y, de hecho, asegurando así la salvación de aquellos por
quienes murió. Por lo tanto, su expiación se limita a ellos. El otro
punto de vista es que Cristo se sacri có a sí mismo para hacer

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posible que cada ser humano sea salvo quitando todos los
obstáculos que impiden que el hombre reciba la vida eterna si cree
en Cristo.

4-GRACIA IRRESISTIBLE (I – Irresistible Grace)


La gracia de Dios es irresistible para los escogidos (aquellos por
quienes murió Cristo), y el propósito de elección de Dios y los
bene cios de la obra salvadora de Cristo les será aplicada
e cazmente por el Espíritu Santo de modo que sean regenerados y
crean el evangelio. El punto de vista opuesto es que la gracia de
Dios puede ser resistida por todos y que recibirla se basa no sólo en
la obra del Espíritu Santo sino también en la colaboración del
hombre al recibir la gracia de Dios con fe.

5-PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS (P – Perseverance of the Saints)


Los que Dios ha escogido, por quienes murió Cristo, que han
sido regenerados por el Espíritu Santo, serán preservados por el
poder de Dios, perseverarán en la fe hasta el n y serán salvos.

(Las Doctrinas de la Gracia en el Evangelio de Juan - R. Bruce Steward)

CÁNONES DE DORT
Antiguamente Titulado: La Decisión del Sínodo de Dort sobre
los Cinco Principales Puntos de Doctrina en Disputa en los Países
Bajos. La Decisión del Sínodo de Dort en los Cinco Principales
Puntos de Doctrina en Disputa en los Países Bajos es popularmente
conocido como Los Cánones de Dort. Consiste en declaraciones de
doctrina adoptada por el gran Sínodo de Dort el cual se reunió en la
ciudad de Dordrecht en 1618-1619. Aunque este fue un sínodo

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nacional de las Iglesias reformadas de los Países Bajos, tenía un
carácter internacional, ya que estaba compuesto no solamente de
delegados Holandeses sino además de veintiséis delegados de otros
ocho países.
Fuente: www.rcus.org

MONERGISMO.
Este punto de vista sostiene que la salvación es única e
independientemente obra de Dios. Es lo contrario al sinergismo,
que deja cierto lugar a la participación humana en el proceso total
de salvación. Agustín expresó con rmeza la posición del
monergismo en su debate con Pelagio.
Abraham, W. J. (2009). MONERGISMO. En R. S. Taylor, J. K. Grider, W. H. Taylor, & E.
R. Conzález (Eds.), E. Aparicio, J. Pacheco, & C. Sarmiento (Trads.), Diccionario Teológico Beacon
(p. 445). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.

PELAGIANISMO
Del lat. pelagianismus] Doctrina fomentada por Pelagio, clérigo
británico del Siglo IV. Entre otras cosas, él minimizaba la e cacia de
la gracia divina y a rmaba que la libertad humana nada sufrió
como consecuencia del pecado de Adán. O sea, negaba el pecado
original y la corrupción del género humano.
El pelagianismo, muy combatido por Agustín, sería
sistematizado por Julián de Eclana.
De Andrade, C. C. (2002). En Diccionario Teológico: Con un Suplemento Biográ co de los
Grandes Teólogos y Pensadores (pp. 248–249). Miami, FL: Patmos.

ARMINIANISMO
Teología formulada por el teólogo holandés Jacob Arminius (1560–1609)

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quien en repudio de la doctrina CALVINISTA de la PREDESTINACIÓN y la
elección, enseñó que Dios ha elegido sólo a aquellos que sabía de antemano
que iban a creer. Arminio también negó la doctrina de la «gracia irresistible»
y otros dogmas del calvinismo. El sínodo de Dort se reunió desde 1618 hasta
1619 para resolver lo que era entonces una violenta controversia en la iglesia
reformada. El arminianismo fue condenado en los Cánones de Dort. Los
seguidores de Arminio fueron llamados remostrantes
Mather, G. A., & Nichols, L. A. (2001). En Diccionario de creencias, religiones, sectas y
ocultismo (p. 43). TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.

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ACERCA DEL AUTOR

Alejandro David Riff está casado con Marcela, padre de dos


hijas, sirve como pastor en la Iglesia Cristiana Bíblica de Rosario
(Argentina). Representante en Argentina de la Sociedad Bíblica
Trinitaria. Formó parte del comité de revisión a la Biblia Reina
Valera SBT. Responsable del instituto bíblico en línea:
spurgeon.ar. Mail de contacto: [email protected]

AGRADECIMIENTOS

Al pastor Boni Lozano por sus correcciones de estilo; al pastor


Alexander León por sus sugerencias y consejería. A muchos hermanos en la
fe que me alentaron a escribir y que por razones de extensión quedarán
anónimos. A aquellos que contribuirán en la difusión del presente libro.
Diseño de la portada gracias al hermano David Astudillo.

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