Monografia Literatura Latinoamerica

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Trabajo Práctico Nº1

Literatura Argentina y Latinoamericana

Paloma Boix O´Brien

“La narración de Rulfo en El llano en llamas como mediadora cultural, un vocero de

la revolución”
Con un fuerte laconismo y una idea de un México post porfiriato en pleno estallido

de la revolución, el escritor Juan Rulfo decide escribir El llano en llamas (1953), con

el manejo de una prosa narrativa, una literatura realista- regionalista y un contexto

de modernismo y nuevas tendencias renovadoras se postula el concepto de

transculturación como proceso de mutación por el choque entre dos culturas: el

descubrimiento europeo y la conquista. Problematizando la idea del narrador

moderno, Rulfo instaura la heterogeneidad llevando a superponer tres sistemas

literarios dentro de sus cuentos; el uso del español de culto, la lengua popular y la

lengua originaria, entregándose a un manejo del habla como mediadora cultural.

En medio de un europeísmo latente en latinoamérica la literatura de Juan Rulfo llega

como disruptor de las formas. Si tomamos en cuenta el realismo mágico, ágil y

alusivo, que se marca como antecedente o incluso como tendencia de la época, con

referentes del otro lado del occidente tales como Franz Kafka, James Joyce, Marcel

Proust o dentro de nuestro mismo marco latinoamericano; Borges, Arguedas, Miguel

Angel Asturias, siendo estos una indudable munición, Juan Rulfo incorpora en sus

obras “No oyes ladrar los perros” y “Nos han dado tierra” leyes no escritas del

género que se imponen en la modernidad, “remasterizandolas” hacía una narración

austera con un funcionamiento del imaginario que podría relacionarse directamente

con la poesía, en tanto elaboración de la intriga, prosopopeyas, los ritmos de

evolución y la progresiva revelación de los significados, fusionado con un ritmo de

escritura fluida que incorpora tonalidades orales , definiendo a sus obras con esta

pulsión escritural que le permite obtener ese ritmo oral extraño, muy otro,

estrictamente desde una escritura formateada por una sintaxis oral de ritmo
aborigen (el náhuatl). Los diversos narradores, con sus conflictos, tensiones y

mutaciones a donde estas voces refieren que transcurren sus acciones, aparecen

desde lo discursivo, un agrupamiento de narrativas híbridas que configuran a los

sujetos que enuncian en estos territorios y temporalidades manifestadas sólo en las

lenguas. Asimismo, por los conflictos políticos y étnicos tan decisivos en la historia y

la trama, y la asunción discursiva de esas otredades, puede decirse que, lo

escritural permite una exploración que, en última instancia, adquiere casi un carácter

antropológico.

En el caso de El llano en llamas, entonces podemos ver, conjeturalemente, que una

narración que por la concepción poética de su autor entiende lo experimental o la

vanguardia, como una articulación exasperada y crítica de la tecnificación y los

diversos realismos anteriores, que desemboca, debido a la alta heterogeneidad de

los materiales estéticos, culturales, políticos y sociales con los que trabaja, en una

novedosa convergencia de tecnificación, transculturación e indagación de las

dimensiones o aspectos consciente e inconscientes de la lengua.

Angel Rama, crítico y escritor uruguayo, articula como las vanguardias

transculturadoras superan la tradicional dicotomía cosmopolitismo/regionalismo y se

caracterizan por hibridar la aspiración de mayor tecnificación artística con las

tradiciones realistas preocupadas por lo social e histórico, complementando con

nuevas maneras de incorporar lo cultural regional sobre todo desde el lenguaje.

Dando inicio a un tipo de literatura que toma como centro de identidad

latinoamericana a la tierra, las novelas regionalistas, o mismo a la revolución, como

sucede en México pasando 1910, año en el que se desencadena un conflicto

armado contra el entonces gobierno de Porfirio Diaz como protesta contra el


régimen autoritario que había golpeado al país durante más de treinta años y

consolidado un sistema político y económico que favorece a los terratenientes.

Teniendo en cuenta todo esto, desde el punto de vista, Rulfo trabaja una

sensibilidad peculiar en sus cuentos, donde se acuña la idea del símbolo mítico que

se disuelve o se disfraza bajo explicaciones lógicas. Construyendo en “No oyes

ladrar los perros” el mito del pastor que lleva en sus hombros a la oveja perdida,

pero tanto de una parte como de la otra, no hay certeza de redención. Como explica

Rama en su texto crítico, no hay aceptación del magisterio (el padre) ni del

discipulado (el hijo) que es lo que vincula a las dos partes con la imagen

cristianizada, sino por el contrario, reitera la afirmación de la semejanza entre

ambas partes. Lo cual se patentiza en su designación genérica como “hombres”, lo

que acrecienta la monstruosidad, ya que no es hijo ni oveja ni padre ni pastor. Estas

figuras enemigas, cargadas de rencor y desprecio el uno por el otro son

protagonistas de un continuo combate que se manifiesta como muy antiguo e

inextinguible en otros de los cuentos dentro de El llano en llamas. Es por esto que

difícilmente puede medirse a “No oyes ladrar los perros” dentro de una aparencial

extemporaneidad, visto que toda creación artística se puede examinar dentro de una

estructura prototípica que será siempre la misma historia: la idea del combate entre

dos hombres de la misma sangre y mismo linaje y mismo terrible desenlace, todo

edificado con leves variantes en formas y dinámicas del modelo, implicando una

reordenación de la totalidad estructural, presentandolas como un cuentos o poemas

distintos.

Pero si bien el cuento pone en funcionamiento el mismo modelo de combate entre

padre e hijo, Rulfo clarifica en una variante disonante, ya no hay un desenlace

prototípico, no es el hijo pródigo, no es la oveja perdida del mito cristianizado, el no


vuelve arrepentido: vuelve derrotado. Y el gran tema que el cuento expone no es el

del hijo avergonzado sino el del padre como aparente piedad que permanece

bloqueada por el comportamiento de su descendiente. Narrado en tercera persona

con un narrador omnisciente que sigue principalmente pensamientos y sentimientos

del padre, quien lleva a su hijo herido a través de un desierto hacia un médico que lo

salve, haciendo uso de potencialidades simbólicas y resonancias históricas, la

literatura de sus obras procura y pide una relectura del pasado americano y un

análisis de la historia mexicana. Rulfo aboga a la exploración de una memoria

colectiva, a la literatura mitificada en un contexto que retoma el pasado de la lucha

mexicana con una pluralidad de tiempo verbales y cuyo sistema interno debe de ser

arduamente analizado; la luna roja, el agua, la sangre, la sordera, el ladrido, son

elementos que Ángel Rama retoma para llevar a uno mismo a preguntarse si sus

significaciones pueden existir por fuera de la historia.

Esas configuraciones de subjetividades, con sus conflictos y tensiones son posibles

de leer sobre todo desde las formas, desde el lenguaje, desde los significantes. En

esta dimensión manifiesta los ambiguos y altamente valiosos entrecruzamientos

entre inserción y devenir de los sujetos - reales o imaginarios- en temporalidades y

espacialidades histórica y culturalmente localizadas. De este modo llegamos a

pensar a Juan Rulfo como un escritor mexicano, descendiente de un cataclismo

cultural de tamaño sustancial como lo fue el choque del europeísmo literario, la

conquista, y la revolución, entendiéndolo como algo indivisible a toda su bibliografía.

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