Biografia de Abel
Biografia de Abel
Biografia de Abel
En 1815 logró conseguir a duras penas, una modesta ayuda para que Abel y el
primogénito accediesen a la citada Escuela, donde destacaban en el curriculum
Lenguas Clásicas, Religión e Historia. Al principio de su instrucción, Abel se
mostraría como un estudiante indiferente, más bien mediocre y sin que incluso las
matemáticas le despertaran atracción alguna. Era notorio su malestar en esa
escuela. No obstante, un inesperado cambio se produjo a raíz de la muerte de un
condiscípulo ante los malos tratos de un maestro brutal que se excedía con
castigos corporales a sus alumnos. El maestro fue entonces relevado (1818) por un
joven matemático de mayor competencia, Bernt Holmboe (1795-1850), quien
incentivó a sus alumnos a resolver por sí mismos problemas de álgebra y de
geometría, escogiendo pronto algunos especiales para Abel, a la vista de su
pasmoso avance de aptitud.
Desde aquel momento Abel se consagra a las matemáticas con la pasión más
ardiente, adquiriendo velozmente un pleno conocimiento de las elementales. Con
Holmboe, Abel se familiarizó con resultados superiores conocidos en su época,
afanándose en las tres obras de L. Euler (1707-1803) sobre el cálculo, de I.
Newton (1642-1727), de C.F. Gauss (1777-1855), de J.L. Lagrange (1736-1813) y
otras clásicas de grandes maestros. Investigó por su cuenta y años más tarde al
inquirirle cómo se situó tan rápido en primera fila, replicó “estudiando a los
maestros, no a sus discípulos” [2].
Una vez abandonada la escuela, Abel creyó en principio, como dijimos, haber
resuelto el problema de la quíntica; pero a la vista de que ni Holmboe ni ninguno
de los mejores matemáticos de Noruega (Hansteen, Rasmussen, ...) pudieron
comprobar la veracidad de su conjetura, envió a través de Holmboe la presunta
resolución al matemático profesor F. Degen en Copenhague, para que la
presentase a la Real Sociedad de Ciencias de Dinamarca. Degen le contestó
requiriéndole algún ejemplo numérico, y sin comprometerse a dar su opinión. Esa
respuesta contenía una advertencia de que “estudiara las integrales elípticas”. Al
buscar ejemplos, hallaría el mentado error, que fue corregido más tarde, para
probar la imposibilidad; este trabajo también contenía un error (al clasificar
funciones), si bien, por fortuna, no esencial para el argumento[9, II].
Más tarde se le concedió a Abel una modesta beca para visitar a Degen en
Copenhague. Allí conoció también a Cristina Kemp, que un tiempo después sería
su novia. Otro nuevo estipendio le fue dado por el Gobierno noruego, con recursos
suficientes para visitar los centros matemáticos más importantes del continente (en
Alemania y Francia). Por esa dotación tuvo que aguardar más de año y medio,
tiempo que dedicó a estudiar francés y alemán, sin abandonar su perseverante
entrega a las matemáticas. En agosto de 1825 emprendió el viaje al extranjero,
aunque antes de partir editó una breve memoria en la que se exhibía la idea de la
inversión de las elípticas. ¡ Cuán enorme sería el desengaño que tuvo en su visita a
Alemania, al enterarse de que, sin siquiera leerla, Gauss tildara de
“monstruosidad” el folleto que Abel le había enviado con su resultado! Eso le
indujo tal antipatía, que en una ocasión diría “Gauss, como el zorro, borra con la
cola la senda que sigue, para no dejar pista alguna de sus trabajos”[2].
De Cauchy dijo que “era un excéntrico (...) lo que hace es excelente pero muy
confuso”. Tildó a los franceses de “mucho más reservados con los extranjeros que
los alemanes, siendo demasiado difícil ganar su intimidad”. También especificaba:
“He realizado un trabajo sobre funciones trascendentes, para presentarlo al
Instituto (...). Espero que lo vea Cauchy, pero seguramente ni se dignará mirarlo.
Se trata de un buen trabajo y me agradaría conocer el juicio del Instituto”. Ese
trabajo, primer ensayo de Abel sobre las integrales elípticas [10,I], fue presentado
el 30 de octubre de 1826 al Secretario de la Academia de Ciencias de París, J.
Fourier, para ser publicado en su Revista. Este lo remitió a Cauchy (responsable
principal, con 39 años) y a A.Legendre (1757-1833), para que fuese evaluado.
Legendre (con 74 años) lo encontró penoso e ilegible y confió en Cauchy para que
se encargara del informe [3].
Sumergido éste en su propia tarea, o tal vez porque vislumbrara en aquel mísero
estudiante noruego un pobre diablo con vanas quimeras o incluso quizás por
indiferencia al principiante, no prestó la debida atención, lo olvidó y lo extravió.
Al parecer, cuando Abel se enteró de que Cauchy no lo había leido, aguardó con
resignación el veredicto de la Academia (que nunca recibiría). Mas, al
informársele luego de su pérdida, resolvió redactar de nuevo el principal resultado.
“Aún siendo el más penetrante de todos sus trabajos, constaba sólo de dos breves
páginas. Abel lo llamó estrictamente Un teorema: un monumento colosal resumido
en unas parcas líneas”[11].
Al cabo de algún tiempo C.G. Jacobi (1804-1851) tuvo noticias de lo sucedido por
el propio Legendre, a quien se dirigió (14 marzo 1829) exclamando: “¿Cómo es
posible que un descubrimiento quizás el más importante de nuestro siglo, se
comunicara a su Academia hace dos años y escapara a la atención de sus
colegas ?”. Esta pregunta se extendió como un reguero de pólvora hasta Noruega,
lo que dio lugar a que su cónsul en París apremiara una reclamación diplomática
acerca del manuscrito perdido. La Academia indagó y Cauchy lo encontró algún
tiempo después.
Para mayor gloria de la ciencia, fue determinante “el grito de alarma de Jacobi”?
6?. No acabaron ahí las peripecias habidas. “Cuando los noruegos L. Sylow y S.
Lie elaboraban en la década 1870-1880 la publicación de las obras completas de
Abel se encontraron, para colmo de sorpresas con que el manuscrito se había
perdido de nuevo” [4].¿Qué había ocurrido esta vez ? Según se supo más tarde, al
profesor italiano Guglielmo Libri, alumno de Legendre, se le responsabilizó de
seguir la impresión ”finalmente encontrada por Viggo Brun, de Oslo, en la
biblioteca Moreniana de Florencia, tras algunas pesquisas relacionadas con
Libri”[4]. El manuscrito (salvo 8 páginas) se localizó en 1952. “Sus letras
pequeñas, el espacio muy aprovechado, las dos caras de cada hoja escritas” [3]
Dos días después de su muerte, una carta de Augusto Crelle, anunciaba que la
Universidad de Berlín le había nombrado profesor de matemáticas. Gauss y
Humboldt solicitarían también una cátedra para Abel. Legendre, Poisson y
Laplace, escribieron asimismo al rey de Suecia para que ingresara en la Academia
de Estocolmo.
Entre los muchos honores conferidos al joven sabio noruego, figuran: Un cráter
lunar lleva su nombre, una calle del distrito duodécimo de París se denomina ”rue
Abel”, y una estatua del escultor Gustav Vigeland en 1908 fue erigida en el Royal
Park de Oslo.
BIBLIOGRAFIA
2. E.T. Bell. Men of Mathematics, Simon and Schuster, Nueva York (1953).
3. V. Brun, Niels Henrik Abel, Neue biographische Funde, J. Reine Angew Math.,
193, 239-249 (1954).
6. J. Echegaray. El Newton del Norte (Abel). Ciencia Popular , Imp. Hijos J.A.
García, Madrid (1996).
13. M. I. Rosen. Niels Henrik Abel and the equation of the fifth degree. Amer.
Math. Monthly 102, 495-505 (1995).
14. Dirk J. Struik, A concise History of Mathematics. Fourth. edit. rev., Dover
Publicat., New York (1987).