El Cuento
El Cuento
El Cuento
Puesto que has determinado las palabras que asocias al laberinto, conviene que reflexiones
alrededor de lo siguiente:
B. ¿Cuáles son las fuentes que te han permitido construir tu idea sobre los laberintos?
LABERINTO
C. ¿Conoces alguna historia donde aparezca este tipo de espacios?
Según Udo Becker, sus antecedentes pueden distinguirse en los sellos micénicos y en algunos
fragmentos de amuletos del Antiguo Egipto donde aparecen figuras muy parecidas al
laberinto. Ovidio en su obra Metamorfosis refiere la historia del minotauro, un ser mítico con
cabeza de toro y cuerpo humano. Puesto que la palabra nos remite etimológicamente a labrys
o doble hacha minoica, símbolo de la diosa madre de Creta, se cree que el laberinto del
minotauro se encuentra en esa zona. En todo caso, todo este gran preámbulo ha servido para
introducir una historia audiovisual. Se trata del cortometraje Minotauro.
A partir de este breve referente, examina la estructura del relato que se desarrolla en el corto.
Comencemos.
Responde:
Sistematiza información
Identificado el conflicto, establece cómo éste se plantea y desarrolla a partir de las acciones que
realizan los personajes.
SECUENCIA DE ACCIONES
Con este rápido recorrido nos vamos ambientando para definir el cuento. Antón Chéjov,
máximo representante de este género, veía la grandeza del cuento en la brevedad y sencillez.
El escritor ruso afirmaba que la sencillez era más efectiva que la exageración o complejidad al
escribir una historia. Por tanto, un cuento debe ser claro, sin artificios innecesarios,
contundente. Un golpe seco como luego afirmaría Julio Cortázar en su célebre frase: “La
novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out”. Es decir,
el cuento es incisivo, da guerra desde las primeras frases porque un buen cuentista (dice
Cortázar) es un boxeador astuto y sus golpes iniciales pueden parecer ineficaces cuando solo
están minando las resistencias más férreas del adversario, pues si la novela cuenta con
tiempo, el cuento no. Es breve y debe ser contundente.
Desde las primeras líneas Jorge Luis Borges logra ambientar al lector en un sitio: un desierto
lugar en Irán, e inmediatamente nos enfrenta al primer obstáculo: la casa no tiene puerta ni
ventana. Se suma una nueva situación: hay una sola habitación. Hacia mitad nos revela dónde
está el protagonista (un escritor). Está encerrado dentro de una celda donde escribe
eternamente su propia historia. Llegados al conflicto, la resolución resulta más insospechada:
El escritor nunca contará con un lector. Podemos graficar el cuento del siguiente modo:
El desenlace no tiene
que ser necesariamente
feliz. Solo debe resolver
SECUENCIA DE ACCIONES el conflicto.
Amor 77
(Julio Cortázar)
Abril
(Beatriz Alonso Aranzábal)
Me senté en la última fila del autobús escolar, suplicando baches. Por fin
salíamos de excursión toda la clase, y mis compañeras se regocijaban en sus
asientos, mientras piropeaban al conductor. La profesora decía que la
primavera no tiene remedio. Unos días antes yo había hecho el amor por
primera vez. Sin precauciones.
Aunque el uso de las personas gramaticales nos proporciona pistas sobre el punto de vista o
el ángulo desde donde se cuenta, Oscar Taca advierte que el narrador puede contar los
hechos desde distintas perspectivas. Puede contar desde afuera, referir los hechos sin
ninguna alusión a sí mismo; pero, el narrador también puede participar en los sucesos
narrados. Esta participación puede asumirse desde:
Un papel protagónico:
Soroche
Fragmento
(Mónica Ojeda)
“Lo llaman mal de aire, mal de altura, mal de montaña, mal de páramo,
apiñamiento, soroche, pero siempre que te da te quieren hacer mascar coca
como si fueras una alpaca, y a mí eso no me gusta. A mí eso me parece
asqueroso. Una vez me dieron un té de coca y fue lo más repugnante que he
probado en mi vida. Yo sé lo que es estar muy alto. ¿Sabes? Yo he estado en La
Paz, en Quito, en Cuzco. He viajado porque me gusta conocer sitios y culturas
nuevos. Viajo, como mínimo, dos veces al año, y no a cualquier continente, sino
a países donde el panorama es duro. No hago turismo chic, no señor. Yo me
lanzo a la aventura y a veces eso tiene consecuencias…”
Mónica ojeda
Un testigo presencial:
El antropófago
Fragmento
(Pablo Palacio)
Allí está, en la Penitenciaría, asomando por entre las rejas su cabeza grande y
oscilante, el antropófago. Todos lo conocen. Las gentes caen por allí como
llovidas por ver al antropófago. Dicen que en estos tiempos es un fenómeno. Le
tienen recelo. Van de tres en tres, por lo menos, armados de cuchillas, y cuando
divisan su cabeza grande se quedan temblando, estremeciéndose al sentir el
imaginario mordisco que les hace poner carne de gallina. Después le van
teniendo confianza; los más valientes han llegado hasta a provocarle,
introduciendo por un instante un dedo tembloroso por entre los hierros. Así
repetidas veces, como se hace con las aves enjauladas que dan picotazos. Pero
el antropófago se está quieto, mirando con sus ojos vacíos.
Pablo Palacio
Un papel secundario:
El día que cumplí ocho años, mi hermana –que no soportaba que dejaran de
mirarla un solo segundo–, se tomó de un saque una taza entera de lavandina.
Abi tenía tres años. Primero sonrió, quizá por el mismo asco, después arrugó la
cara en un asustado gesto de dolor. Cuando mamá vio la taza vacía colgando de
la mano de Abi se puso más blanca todavía que Abi. –Abi-mi-dios –eso fue todo
lo que dijo mamá–. Abi-mi-dios –y todavía tardó unos segundos más en ponerse
en movimiento. La sacudió por los hombros, pero Abi no respondió. Le gritó,
pero Abi tampoco respondió. Corrió hasta el teléfono y llamó a papá, y cuando
volvió corriendo Abi todavía seguía de pie, con la taza colgándole de la mano.
Mamá le sacó la taza y la tiró en la pileta. Abrió la heladera, sacó la leche y la
sirvió en un vaso. Se quedó mirando el vaso, luego a Abi, luego el vaso, y
finalmente tiró también el vaso a la pileta. Papá, que trabajaba muy cerca de
casa, llegó casi de inmediato, pero todavía le dio tiempo a mamá a hacer todo el
show del vaso de leche una vez más, antes de que él empezara a tocar la bocina
y a gritar. Cuando me asomé al living vi que la puerta de entrada, la reja y las
puertas del coche ya estaban abiertas. Papá volvió a tocar bocina y mamá pasó
como un rayo cargando a Abi contra su pecho. Sonaron más bocinas y mamá,
que ya estaba sentada en el auto, empezó a llorar. Papá tuvo que gritarme dos
veces para que yo entendiera que era a mí a quien le tocaba cerrar.
Samanta Schweblin
No participa del tiempo ni de las acciones:
La fe mueve montañas
(Augusto Monterroso))
Un cuento, como observa la escritora mexicana Guadalupe Nettel, viene más de una imagen, de
una revelación, de un instante. Afirma que en un cuento hay muchas cosas que quedan
insinuadas porque se concentra en un instante. Es como elegir el mejor fotograma de toda la
película. Todo lo que pasó después de la fotografía y todo lo que pasó antes se detiene en un
instante y ese instante es muy poderoso. Tiene precisión, concisión, intensidad. Pero, ¿cómo
definir la intensidad? Como lo advirtiera Edgar Allan Poe el cuento es una unidad compacta que
se caracteriza por la presencia de un hecho único, la brevedad, la intensidad y un final
sorpresivo.
El hecho único es la base argumental. Sobre él se entrelazan los elementos que lo constituyen.
Según Manuel Serrano, la atención del lector se logra a partir del factor “sorpresa”. Por ello, la
brevedad del cuento no remite a la cantidad de páginas, sino a la síntesis como composición
que condensa con cada acción una fuerza expresiva que capture la atención del lector. Cuando
se habla de intensidad, se piensa en la suma de elementos con fuerza, se evita entonces
cualquier aspecto que diluya la acción. Así, la tensión se debe mantener desde el inicio hasta el
final. Por último, el final sorpresivo es la culminación de la tensión y su máxima expresión. Este
debe generar la sensación de extrañeza y misterio, el impacto debe ser similar a cuando algo
insólito rompe con lo cotidiano. Y es que, de alguna manera, aunque el lector común no sea
consciente de ello, es esa proporción la que nos permite reconocer intuitivamente un cuento. El
cuento exige un lector despierto por la economía del lenguaje y la intensidad que exige el
género. Veamos algunos ejemplos de la letra de Ednodio Quiroga.
LA VACA
Mi abuelo tenía una vaca que se alimentaba de morocotas. Un día la vaca amaneció muerta a
la orilla del río y los zamuros se la comieron. Mi abuelo buscó la escopeta y se pasó el resto de
su vida cazando zamuros.
JINETE
En mi pueblo vivía un loco que montaba un caballo de palo. Una noche, por encima de
los tejados alumbrados por la luna, pasó una bruja encaramada en una escoba. El loco
la vio pasar, y sin pensarlo dos veces clavó las espuelas al caballo. Nunca más supimos
del jinete.
MUÑECAS
Cuando murió mi hermanita la enterramos junto con sus muñecas para que le hicieran
compañía. Transcurridos noventa años de aquel triste suceso, he llegado a convencerme que
las muertas fueron las muñecas, y enterramos también a mi hermanita para que les hiciera
compañía.
ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE AUTÓNOMO
INSTRUCCIÓN
Lista de cotejo
Para niños
JULIO CORTÁZAR
MICHAEL ENDE
Para adolescentes