Romanticismo y Realismo

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Introducción al siglo XIX. Romanticismo y Realismo.

CONTEXTO HISTÓRICO S.XIX


El XIX es un periodo de grandes cambios sociales, políticos y económicos que van
a provocar diferentes movimientos culturales y artísticos que se irán sucediendo a lo
largo del siglo. Estos cambios, que hunden sus raíces en la Ilustración y las revoluciones
de fines del XVIII, son la base de nuestro mundo contemporáneo, que continúa, en gran
medida, rigiéndose por instituciones y sistemas instaurados hace 150 años.
De entre los cambios antes citados debemos destacar:
- El triunfo definitivo de la burguesía. Esta clase social, originada en la Baja
Edad Media, va a alcanzar en este siglo su momento de apogeo y triunfo basado en su
gran poder económico, fruto de la Revolución Industrial, y consolidado mediante el
control político gracias a las revoluciones liberales del siglo XIX. Esta burguesía triunfante
va a reclamar su propio lenguaje artístico, al igual que lo habían hecho la nobleza, la
monarquía o la iglesia en periodos anteriores.
De esta manera el arte perderá parte de su estética áulica, propia de la nobleza o
la monarquía, desarrollando una más intima, familiar y austera, pero no exenta de
muestras de poder o de riqueza.
- Asentamiento del sistema liberal. El triunfo de la burguesía va a significar la
consolidación de su régimen político, el sistema liberal con una base más o menos
amplia de poder. En el sistema liberal cambia el concepto de soberanía, ampliándose la
base a toda la ciudadanía, y el reparto de poder también se hace mayor, sin embargo,
sigue en manos de un grupo minoritario, la burguesía.
Las expresiones artísticas también se harán eco de este cambio de sistema
político, ya por propia convicción del artista ya por encargo de la nueva clase política.
Este tipo de obras, especialmente pictóricas, que celebran el triunfo de la libertad y la
igualdad política ya habían surgido durante la Revolución Francesa de 1789 y sus
gobiernos posteriores, David es un clarísimo ejemplo de ello. Tras la caída de Napoleón,
1815, y la posterior Restauración, las monarquías absolutas europeas no pudieron, por
así decirlo, restaurar las formas artísticas previas a la revolución ni crear un estilo artístico
propio que no fuera el de la burguesía liberal, es más, el arte, en muchos casos, se puso
al servicio de los movimientos liberales contrarios a la Restauración.
- La Revolución Industrial. Si bien ese nuevo sistema de relaciones económicas y
producción de bienes al que llamamos Revolución Industrial apareció a mediados del
siglo XVIII en Gran Bretaña, no va a ser hasta el primer tercio del siglo XIX cuando se
extienda por Europa occidental (Francia, Bélgica, Países Bajos y Alemania).
La Revolución Industrial va a tener varias consecuencias para la sociedad en
general y el mundo del arte en particular. Por un lado, el nacimiento de una nueva clase
social, el proletariado, y las doctrinas que intentan mejorar sus condiciones de vida, el
socialismo, van influir en el arte, especialmente en el realismo y su variante social, el
naturalismo. Junto a la aparición de esta nueva clase social, la industrialización va a
significar la producción a gran escala de materiales, especialmente el hierro, que hasta
ese momento tenían un papel nulo o anecdótico en el arte, el acero va a dar lugar a una
nueva arquitectura que refleja el triunfo de la industria, la arquitectura del metal, que va a
transformar puentes o estaciones de tren en verdaderas obras de arte. Por último, la
misma revolución industrial se va a convertir en tema artístico, especialmente los nuevos
medios de transporte.
Por último la producción en cadena, sobre todo a partir de la segunda revolución
industrial (1870-1914), va llevar el arte al terreno del diseño. Algunos artistas van crear
para las fábricas de muebles u otros complementos domésticos, abriendo un camino que
va a ser cada vez más transitado.
- Desarrollo de la ciencia y la tecnología. La ciencia va a experimentar un
desarrollo inusitado en el siglo XIX. La pérdida de poder de la iglesia y el desarrollo
tecnológico van a favorecer este fenómeno.
Los avances científicos van a afectar a los movimientos artísticos de dos maneras:
una técnica y otra socio-cultural.
Desde el punto de vista técnico debemos tener en cuenta la incorporación de
nuevos materiales como el acero antes citado, pero también el desarrollo de la fotografía
-en 1837 ya tenemos los primeros daguerrotipos1- y todo lo que ello va a afectar a la
pintura: su función, aspecto, percepción de la realidad.… La fotografía, y la óptica en
general, van a suscitar un mayor interés sobre la luz (su composición, color,
comportamiento). De todo ello se harán eco los artistas del XIX dando lugar a
movimientos como el impresionismo o el puntillismo.
Desde el punto de vista socio-cultural, la ciencia va a tomar el papel de la religión
en los periodos anteriores, todo lo que no comprendemos debe ser resuelto por el
científico. Los descubrimientos de Pasteur, especialmente, van a calar hondo en la
sociedad del siglo XIX. Esto va a dar lugar a la pérdida de interés en los motivos
religiosos, siendo desplazados por los “milagros de la ciencia moderna”.

- Colonialismo e imperialismo. Desde finales del siglo XVIII, pero especialmente


en el XIX, Gran Bretaña y Francia van a expandirse más allá de sus fronteras creando lo
que conocemos como colonialismo e imperialismo.
Este proceso histórico influirá profundamente en el desarrollo cultural de Europa.
Las temáticas artísticas primero se impregnaran de motivos exóticos, naciendo lo que
conocemos como orientalismo, que afecta de pleno al romanticismo. Más adelante,
pasada la década de los 60 y 70, durante el impresionismo y el post-impresionismo, no
sólo los temas sino las técnicas (las postales japonesas) o el primitivismo de estas
culturas aparecerá en la obra de autores como Toulouse-Lautrec o Gauguin.

1 Primer procedimiento fotográfico desarrollado por Louis Daguerre.


ROMANTICISMO (1800-1850).

El romanticismo, como había ocurrido previamente con la Ilustración frente al


Barroco, o este frente al Renacimiento, es un movimiento cultural de contestación a su
predecesor: la Ilustración.
Desde un punto de vista cronológico debemos situarlo a principios del siglo XIX,
siendo el primer movimiento cultural y artístico de este siglo, aunque sus primeras
manifestaciones las podemos encontrar en obras del finales del XVIII. Situar el final del
movimiento es difícil ya que en el siglo XIX la sucesión de estilos artísticos es tan rápida
que se solapan unos con otros. Podemos sugerir la mitad del siglo, 1850, con el
afianzamiento del realismo como fin del estilo, pero el simbolismo francés o los
prerrafaelitas británicos pueden, en cierto modo, ser considerados románticos, al menos
estéticamente.
Esta reacción buscará enfrentarse a todo lo que significó la Ilustración.
- Sentimientos frente a la razón. El romanticismo se nutre de los sentimientos,
obedece al corazón antes que a la razón. La vida de los artistas románticos será
convulsa, llena de misterio, amores, decepciones y suicidios. Frente al artista calmado y
metódico de la Ilustración o el artesano intelectual del barroco, nos encontramos con el
artista que sufre al crear y por crear.
Estos sentimientos deben ser extremos, el pathos, la agonía de vivir, el sufrimiento,
la melancolía. El Sturm und Drang (tormenta e ímpetu) de Goethe que se refleja en sus
Desventuras del joven Werther (1774) y que causaron una oleada de suicidios en Europa.
Esta fuerza que impele a la creación va a hacer que nazca la idea del arte por el
arte, la creación por la creación, que casi no se daba en periodos anteriores, (creo porque
tengo que crear no porque me lo encarguen). La aparición del artista por el arte va a
hacerse universal hasta nuestros días.
- La Edad Media frente al Mundo Clásico. Los intelectuales y artistas del XIX
empiezan a poner en tela de juicio que toda la herencia europea es clásica, ¿qué pasa
con la Edad Media? ¿No influyeron los pueblos “bárbaros” que invadieron Europa
occidental en nuestra cultura? Las leyendas medievales, sus historias de héroes y
princesas, reyes y santos, van a volverse un género muy popular.
Además hay que recordar que es en la Baja Edad Media, durante el gótico, cuando
resurge la ciudad y la burguesía. La nueva clase dominante va así a honrar a sus
predecesores, su espíritu de enfrentamiento a la nobleza, la exaltación del individualismo
y su capacidad creativa y comercial.
Este resurgimiento del pasado medieval llevará a la aparición de un género
artístico, principalmente literario, conocido como gótico, donde el misterio y los
escenarios misteriosos (ruinas en la niebla), son fundamentales.
La exaltación del pasado medieval favoreció, junto con el liberalismo, la aparición
de los sentimientos nacionalistas, creando toda una nueva temática para los autores
románticos.
- Exotismo y orientalismo. La búsqueda de referentes medievales y el
colonialismo van a poner en contacto a los artistas románticos con el mundo próximo
oriental y norteafricano. Los artistas viajarán a estos países, en principio buscando ruinas
del pasado clásico, como en el caso de Grecia, o visitando las nuevas colonias, el caso
de Argelia. En estos viajes se impregnarán de las formas externas reproduciéndolas en
sus obras, el taller de Delacroix, por ejemplo, estaba (y está ya que se conserva en París
y se puede visitar) lleno de objetos que había traído de sus viajes por Argelia y Marruecos
y que introducía en sus obras.
El lujo asiático, la indolencia, el mundo del harén aparecerán en sus obras. No hay
que olvidar que ya Mozart había situado una de sus óperas en un serrallo, creando gran
revuelo en su época.
- Estudios y bocetos. Si bien las obras románticas están tan elaboradas como las
obras neoclásicas, los autores guardaran y valorarán los bocetos y apuntes que hagan
como preparación a una obra mayor o simplemente por el placer de crear.
- Continuidad de la Academia. A pesar de su rechazo a las ideas neoclásicas los
artistas románticos van a buscar el amparo y el reconocimiento de las Academias de
Bellas Artes surgidas en el siglo pasado. Ya que la técnica no va sufrir grandes cambios
respecto al estilo anterior (a excepción de autores muy particulares como Goya o Turner),
las enseñanzas artísticas seguirán siendo válidas, ya que el principal cambio se produjo
en temática y composición.
Incluso en la temática de ciertas obras, las de tipo medieval o liberal, el
romanticismo continúa la estela dejada por el neoclasicismo, el historicismo.
- Temática y composición. Como ya hemos dicho, los principales cambios que
se producen en el romanticismo son temáticos y compositivos.
Desde el punto de vista de los temas representados podemos agruparlos en las
siguientes tipologías:
- Pintura historicista. Entre los elementos continuistas respecto al periodo anterior
nos encontramos la temática histórica o historicista que perdurará durante gran parte del
siglo XIX.
El romanticismo intenta rescatar la Edad Media como periodo válido y rico de la
historia de Europa, en oposición al neoclasicismo, obras que ensalcen ese pasado
repleto de misterios y leyendas, creando una nueva estética que ha perdurado hasta
nuestros días.
Además de la Edad Media los artistas románticos se interesaran por esas otras
culturas, especialmente proximorientales, que se vieron eclipsadas por griegos y
romanos, los persas o los asirios, envueltos en misterio y magia.

- Retrato. Uno de los temas con mayor continuidad en la historia del arte. El retrato
romántico hará hincapié en los aspectos psicológicos que reflejen la singularidad del
retratado, especialmente cuando se trate de artistas.
Junto al retrato individual también habrá gran demanda de retratos familiares. Este
tema es un claro reflejo del triunfo de la burguesía que muestra con orgullo su poder y su
continuidad a través de sus vástagos.
- Paisajes. Este tema, anecdótico y complementario en los periodos anteriores, va
a tomar mucha fuerza durante el romanticismo, siendo los pintores británicos como
Turner o Constable sus máximos exponentes. Estas obras están llenas de una atmósfera
de calma melancólica, paisajes con ruinas, niebla o castillos.

Delacroix (1798-1863).

El romanticismo será especialmente prolífico desde el punto de vista artístico. Son


innumerables los artistas adscritos de una forma u otra a este movimiento. Además fue
un movimiento que afectó, al igual que el Neoclasicismo, a toda Europa, desde el
Atlántico a los Urales, e incluso más allá, cruzando el océano y dando frutos en América.
En las artes plásticas, estará principalmente representado por la pintura. En
Alemania Caspar David Friedrich, en Gran Bretaña Constable y Turner y en Francia
Gericault y Delacroix (entre muchos otros).
De entre todos los pintores románticos es quizás Delacroix es el que mejor
representa el paradigma de este estilo junto con Gericault, pero la temprana muerte de
este último a la los 32 años, en 1824, hace que podamos observar en el primero la plena
evolución del estilo.
Eugene Delacroix era hijo de Charles-François Delacroix, ministro de asuntos
exteriores del Directorio francés que murió cuando el pintor era todavía un niño (1805).
Algunos autores han conjeturado sobre la verdadera paternidad de Delacroix, ya que hay
sospechas de que Charles-François era estéril, apuntando a Talleyrand, jefe de la
diplomacia napoleónica. Estas conjeturas se basan en rumores de la época donde se
señalaba el gran parecido entre el pintor y el diplomático. En cualquier caso Talleyrand va
a ser protector del joven Eugene, bien porque estuviera unido a la familia por lazos
afectivos, bien porque fuera su verdadero padre.

Inicios artísticos (1815-1830)

Desde el punto de vista artístico Eugene Delacroix inicia sus estudios de pintura
sobre 1815 con el pintor neoclásico, seguidor de David, Pierre-Narcisse Guérin, tras
demostrar grandes dotes para el dibujo durante su formación en el liceo. Pronto, como ya
había ocurrido con autores anteriores que dan el salto de un estilo antiguo a otro nuevo,
va a despegarse de la linea clara y las composiciones “estáticas” del neoclasicismo.
El principal motor de este cambio fue La Balsa de la Medusa (1818-1819) de
Théodore Géricault. Este autor va a ser una de sus primeras influencias románticas junto
con el poeta y dramaturgo George Gordon Byron, Lord Byron. La visión de este cuadro,
que causó gran impacto en su época, tanto por sus características técnicas (pincelada,
composición, movimiento) como por la temática, el naufragio de una nave francesa frente
a la costa de Mauritania y el posterior rescate de los supervivientes, momento que refleja
el cuadro. La fama de la obra fue tal que hasta el pintor británico Turner realizó varias
versiones del mismo.
Inspirado por la obra de Géricault, Eugene Delacroix en 1822 va a pintar y
presentar al Salón de París su obra La barca de Dante donde, aparte de la influencia
antes citada, podemos observar ciertas reminiscencias del barroco, especialmente de
Rubens, pintor al que también admiraba en una clara muestra de ruptura con el
neoclasicismo.
Tras el éxito de la obra, que fue adquirida por el Estado Francés para ser expuesta
en la Galería del Palacio de Luxemburgo, el pintor comienza a ahondar más en el espíritu
romántico interesándose por temas exóticos y medievales.
La guerra greco-turca o guerra de independencia de Grecia (1821-1829), va ser su
fuente de inspiración. Este enfrentamiento entre el decadente y despótico Imperio Turco
Otomano y los patriotas griegos, que luchaban por su libertad, inflamó la imaginación y el
espíritu aventurero de los artistas románticos, especialmente del poeta más admirado de
Delacroix, Lord Byron, que llegó a luchar en la guerra, muriendo durante el conflicto
debido a una mala praxis médica.
Delacroix creará dos obras relacionadas con el conflicto: La matanza de Chios
(1824) y Grecia expirando entre las ruinas de Missolonghi (1826) (en clara referencia a la
muerte de Byron).
De las dos obras la que mayor éxito tuvo fue La matanza de Quíos (Scène des
masacres de Scio). En ella nos presenta un visión totalmente distinta de la idea de
heroísmo de un pueblo, en vez de presentárnoslo victorioso o en armas, nos presenta a
simples hombres y mujeres griegos tendidos en el suelo agonizando bajo la mirada
despectiva y arrogante de un oficial turco a caballo. Una nueva visión de Grecia, que
nada tiene que ver con las obras del neoclasicismo, una imagen actual de un conflicto
actual. La obra todavía muestra una fuerte influencia de Géricault.
Tras el éxito de estos cuadros, siguiendo con la línea del exotismo que había
abierto con las obras griegas, Delacroix, basándose en una obra de Byron, pinta una de
sus obras más convulsas y coloridas, La muerte de Sardanápalo (1827) (La Mort de
Sardanapale). La escena, donde predomina el rojo, color de la opulencia, nos muestra el
momento en el que los sirvientes del rey asesinan a las concubinas, pajes y animales
(caballos y perros) del gobernante asirio antes de su suicidio.
Sobre un lecho descansa Sardanápalo, que contempla indolente toda la
destrucción que están causando sus órdenes.
Todo el escenario, los elementos, los colores, las ropas… son muestras de
exotismo, de riqueza desmedida, con la que se asociaba a los gobernantes asirios.
Al despegarse de la temática antigua greco-romana y adentrarse en el mundo
oriental antiguo, su monstruosidad y desproporción, Delacroix está afirmando claramente
su apuesta por el romanticismo frente al neoclasicismo.
Madurez y viajes a África del Norte.

En 1830 Delacroix pinta una de sus obras más famosas, La libertad guiando al
pueblo, obra conmemorativa del triunfo de la revolución liberal de julio de ese mismo año
que derrocó al último monarca absoluto francés, Carlos X.
La obra fue encargada por el nuevo gobierno liberal francés, que pagó al autor
3.000 francos de la época, para ser expuesta en el palacio de Luxemburgo. En ella
aparece la imagen icónica de la Libertad como una mujer semidesnuda, muy clásica,
tocada por el gorro frigio, símbolo de la revolución de 1789, ligando así las dos
revoluciones en un sólo personaje.
Esta obra resume, a mitad de su vida y su carrera, las principales líneas del trabajo
de Delacroix.
Por un lado tenemos una composición basada en La balsa de la Medusa, si bien
en este caso la composición es inversa, en la obra de Géricault el marinero que se alza
sobre la pirámide humana se dirige hacia el interior del cuadro, hacia la vela del barco de
rescate que se intuye en el horizonte, sin embargo, en la obra de Delacroix la libertad se
alza sobre los cuerpos sin vida guiando al pueblo hacia la victoria, siendo la bandera
tricolor el cenit de la composición.
Movimiento y teatralidad. Sin ser una composición convulsa como la de la Muerte
de Sardanápalo o la Masacre de Quíos, en esta obra podemos observar el movimiento
decidido de la Libertad y sus acompañantes al asalto, supuestamente, de las posiciones
realistas o del poder.
Para hacer la imagen de la libertad más potente, más presente, no duda en dejar
parte de la bandera fuera de la obra, resaltando así su presencia.
Muerte y sacrificio. Al igual que en la Masacre de Quíos, el autor no duda en
mostrarnos la crudeza del momento, el sacrificio y la muerte de los soldados y los
habitantes de París, cómo los revolucionarios alcanzan la victoria sobre los cuerpos de
los caídos.
Contemporaneidad y compromiso. Al igual que con la Masacre de Quíos o Grecia
expirando entre las ruinas de Missolonghi, el autor toca un tema de rabiosa actualidad, no
habían pasado ni cuatro meses cuando el autor decide crear el cuadro, como sabemos
por una carta a su hermano fechada el 21 de octubre en la que se refiere a su estado de
ánimo a la hora de afrontar la obra. Compromiso, como en caso griego, por su defensa
de las ideas liberales frente al absolutismo.
Tras el éxito de la Libertad guiando al pueblo, el pintor va a conseguir un puesto
diplomático en Argelia, no hay que olvidar que su padre había sido ministro de exteriores
durante el Directorio, lo que le va a permitir entrar en contacto real y directo con ese
mundo oriental que tanto le había atraído desde joven.
De ese periodo debemos destacar Las mujeres de Argel en su Apartamento
(1834) (Las remes d’Alger das leur appartement), donde el autor representa un momento
íntimo en la vida de estas mujeres. Es difícil saber cómo llegó a conocer estos espacios,
ya que el mundo de la mujer en el mundo islámico era de muy difícil acceso. La obra
puede entrar en competencia con el Baño turco de Ingres, uno de sus competidores
artísticos.
También de temática Norteafricana destacar La boda judía en Marruecos y
Fantasía, entre las más de 100 obras que pintó inspiradas en durante su estancia.
A su regreso a Francia se convirtió en un pintor consagrado y respetado, su
estudio, que todavía se puede visitar, estaba repleto de artefactos que se trajo de Argelia
y que utilizaba en sus obras.
De estos últimos años de consagración hay que señalar retratos de artistas
contemporáneos como Chopin o George Sand o los murales del Palacio Borbón en París.
Un año antes de su muerte, en 1862, participó en la creación de la Société
Nationale des Beux-Arts, grupo de artistas franceses de diversas procedencias y estilos
entre los que se encontraba el escritor Théophile Gautier o los pintores Gustav Doré o
Édouard Manet.

REALISMO (c. 1850-1870)

Hacia mediados del siglo XIX, en un nuevo movimiento pendular, aparecerá el


Realismo, movimiento artístico y cultural que afectará principalmente a la pintura y a la
literatura.
El realismo se basa en un rechazo al mundo exótico, misterioso e irreal del
romanticismo, queriendo buscar la realidad de las cosas, lo que podemos observar con
nuestros sentidos, el mundo cotidiano que nos rodea.
Este cambio se vio favorecido con la aparición de un nuevo paradigma científico,
el positivismo, planteado por el filósofo y educador francés Auguste Comte en su obra
Discurso sobre el espíritu positivo (Discours sur l’esprit positif) (1844). En ella el
pensador planteaba que todo debe basarse en la observación de la naturaleza, la
imposición del monismo metodológico (sólo existe un método válido para los estudios
científicos), y la búsqueda del utilitario, la certeza y la precisión, siendo esta última
característica la que más va a afectar a las artes.
Desde el prisma del positivismo el artista debe dar utilidad a su obra,
representando la realidad que le rodea, plasmándola de la forma más real posible.
Además del positivismo, el realismo va a estar influenciado por la aparición del
socialismo, desarrollando un tono reivindicativo que muestra las condiciones de vida de
obreros y campesinos. Siguiendo esta linea aparecerá una subcorriente dentro del
movimiento, el NATURALISMO, que hacía mayor hincapié en las condiciones de vida de
los trabajadores, siendo Jean-François Millet su máximo representante.
Todo ello llevará a la representación de lo cotidiano, lo anecdótico, lo real,
apartándose de las temáticas historicistas, exóticas y grandilocuentes de los periodos
anteriores.
La temática realista se puede dividir en cuatro grupos principales:
- Paisajismo. Con gran influencia de los autores británicos, en especial Constable.
En el realismo el paisaje toma una nueva dimensión hasta entonces no contemplada, la
fuerza de la naturaleza como elemento determinante de la historia y la sociedad. Pierde,
por así decirlo, la condición de escenario anecdótico que hasta entonces había tenido
para convertirse en un tema en sí mismo.
A ello hay que añadirle la aparición del paisaje industrial o industrializado, siendo
fábricas o lineas férreas merecedoras de figurar como tema artístico.
- Escenas de la vida cotidiana. Desde su dimensión social el realismo busca
representar la vida de las clases populares, así como hizo Galdós en Fortunata y Jacinta
(1887) o Dostoyevski en Crimen y castigo (1866). Obras como los Picapedreros (Les
Casseurs de pierres) (1849) de Courbert, Las espigadoras (Des glaneuses) (1857) de
Millet o El vagón de tercera (Le wagon de troisième classe) (1864) de Honoré Daumier,
son clara muestra de esta tendencia que encierra cierta denuncia social y una
dignificación de las clases trabajadoras en su épica de lo cotidiano.
Dentro de la temática de lo cotidiano podemos encontrar obras que muestran
momentos aparentemente insignificantes, o faltos de dignidad histórica. Encuentros entre
artistas, paseos por el campo con meriendas, o entierros de personas normales (Entierro
en Ornans)
- Retrato. El retrato es uno de los temas artísticos que mayor aceptación ha tenido
a lo largo de la historia del arte. En el realismo el retrato cobra gran importancia como
representación de los grandes personajes de la época, científicos, políticos o artistas.
Honoré Daumier lo dotará de una dimensión humorística al crear caricaturas de todos
estos personajes.
- Desnudos. El desnudo como tema en sí mismo no se había desarrollado tanto
en épocas anteriores y casi siempre, salvo raras excepciones, estaba ligado a temas
mitológicos o históricos. En el realismo, y especialmente con Courbet, toma una
dimensión casi erótica. Generalmente se trata de desnudos femeninos dotados de gran
sensualidad.

Junto a estas nuevas temáticas que hemos visto en el realismo se van a dar
pequeños cambios técnicos pero de gran importancia.
La pincelada realista se hace más vaporosa, desdibujada, hay que tener en cuenta
que para 1850, fecha de inicio del estilo, la fotografía, y su verismo, ya estaba a la orden
del día siendo bastante común entre las clases más acomodadas.
Es pues, curiosamente, la técnica pictórica realista poco “real”, poco preciosista,
ya que busca salir más al exterior y pintar las cosas tal y como las percibe el autor.
Esta pincelada suelta, rápida y vaporosa, va a suponer la antecámara del
movimiento siguiente, el impresionismo.
Junto a la pincelada, los artistas realistas tenderán a una paleta oscura,
dominando los tonos ocres, tierra o negro sobre los colores brillantes o cálidos.

Los principales pintores realistas son: Gustave Courbet, Jean François Millet,
Honoré Daumier y Corot, siendo Courbet el inventor del término y uno de los más
influyentes del grupo.
Gustave Courbet (1819-1877).

Gustave Courbet es el ejemplo más claro del movimiento realista, acuñando el


término realismo en un manifiesto que escribió como presentación a una exposición de
su obra en 1855.
“El título de Realista me ha sido impuesto igual que el título de Romántico fue impuesto a
los hombres de 1830. Los títulos nunca dan una idea de la verdadera naturaleza de las cosa: si así
fuera las obras de arte serían innecesarias.
Sin expandirme en la mayor o menor precisión de una categorización con alguien, (…) me
limitaré a unas pocas palabras aclaratorias para atajar cualquier confusión.
He estudiado el arte de los antiguos y el arte de los modernos, evitando cualquier idea
preconcebida o prejuicio. No quiero imitar a unos ni copiar a los otros; ni, es más, fue mi intención
la de alcanzar la meta trivial del “arte por el arte”. ¡No! Simplemente quise arrojar luz, desde un
completo conocimiento de la tradición, sobre la razonada e independiente conciencia de mi
propia individualidad.
Conocer para poder hacer, esa era mi idea. Estar en una posición desde la cual traducir las
costumbres, las ideas y la apariencia de mi tiempo, de acuerdo con mi propia visión, no ser sólo
un pintor, sino también un hombre, crear un arte vivo- esta es mi meta”

Courbet nació en el año en que Géricault presentó su celebradísima Balsa de la


Medusa, así que pertenece a la generación inmediatamente posterior a los románticos.
Miembro de una familia acomodada de Ornans, al este de Francia, de claras
tendencias republicanas.
Desde muy joven demostró interés en el dibujo y la pintura, siendo su formación
principalmente autodidacta, sus hermanas fueron primeras modelos.
En 1839, tras abandonar su padre cualquier esperanza de que se convirtiera en un
ingeniero o un abogado, con veinte años, se traslada a París para trabajar en los estudios
de los pintores historicistas Charles Steuben y Nicolas-Auguste Hesse. Allí pronto se da
cuenta de que este estilo academicista, mezcla de neoclasicismo y romanticismo, no se
ajustaba a sus intereses estéticos y temáticos.
Durante la década de los 40 va ir desarrollando su propio estilo, de esta época
resaltan una serie de autorretratos de corte romántico, el autor aparece representando
diferentes personajes o poses: El hombre desesperado (1843-45), El chelista (1847) y
Hombre con pipa (1848-49), este último fue rechazado en el Salón de París.
En 1849 consigue su primer éxito, Después de la cena en Ornans, obra por la que
le otorgaron la medalla de oro del Salón de París, lo cual le permitió exponer sus obras
sin pasar el filtro de los jueces de la muestra. Esta obra, además, supone un cambio en el
paradigma temático al representar una escena intrascendente, cotidiana. Desde el punto
de vista técnico se ha relacionado con la obra de autores españoles como Velázquez o
Zurbarán, que Courbet conocía a través de sus múltiples visitas al museo del Louvre.
En 1850 realiza los Picapedreros, obra admirada por el filósofo anarquista
Proudhon como icono de la vida campesina. Siendo una de las primeras obras que se
acerca al estilo naturalista que estaba desarrollando la llamada escuela de Barbizon,
cuna del movimiento realista-naturalista.
Tras estos dos éxitos Courbet crea una de sus obras más emblemáticas y
conocidas, Un entierro en Ornans (Un enterrement à Ornans) (1849). Esta obra del autor
retrata, con una paleta de colores oscuros y fríos, un entierro de una persona cualquiera
(realmente se trataba del abuelo del artista) dando importancia al hecho y no al
personaje, lo anecdótico sobre lo extraordinario, sin embargo el formato y la composición
nos recuerdan a las obras historicistas románticas.
De esta obra de grandes dimensiones (314x663 cm) su propio autor dijo “El
entierro en Ornans fue, en realidad, el entierro del romanticismo”.
A partir de este momento el autor va a cultivar una imagen de “salvaje”, “hombre
hecho a sí mismo” y “anarquista” que será inspiración para artistas posteriores de lo que
se conocerá como la avant-garde.
Para la Exposición Universal de 1855 presenta catorce obras, tres de las cuales
fueron rechazadas por falta de espacio, entre ellas se encontraba El estudio del Artista,
una de las obras emblemáticas del autor que causó gran impresión entre artistas como
Édouard Manet. Al ser rechazadas las obras Courbet creó el Pabellón del Realismo, una
exposición aparte de la oficial que recogía la obra de estos artistas.
En la década de los 60 del siglo XIX el autor va comenzar una serie de obras de
cierto contenido erótico como: Mujer desnuda reclinada (Femme nue couchée, 1862),
Mujer con medias blancas (Les Bas Blancs, 1864) o Sueño (Le sommeil, 1866) y, la más
controvertida de todas El Origen del Mundo (L’Origine du Monde, 1866).
Esta última obra causó, y sigue causando, gran estupor y escándalo debido a lo
explícito de su representación, y acrecentó la fama de indomable y antisocial del autor.
Su participación directa en la revolución de 1871 y la posterior Comuna de París,
le llevaron a la cárcel primero y al exilio en Suiza después, donde su producción artística
fue disminuyendo hasta su muerte en 1877.
Sin embargo, su legado fue importantísimo influyendo directamente en los
movimientos artísticos posteriores, especialmente en el Impresionismo de la mano de
Édouard Manet y Claude Monet y en el cubismo a través de su influencia sobre el autor
post-impresionista Cézanne.

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