Hora Santa de La Solemnidad de Corpus Christi

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HORA SANTA

EN LA SOLEMNIDAD DE CORPUS CHRISTI


I. Exposición
Animador:
Celebramos la Fiesta de Corpus Christi, de la presencia real de Jesús en la Eucaristía
y de nuestro encuentro sacramental con Él. En el pan glorioso del resucitado está la fuerza
que nos ayuda a proclamar que en Él hay un amor de verdad, la vida y la luz. Simeón y Ana
movidos por el Espíritu dan testimonio de lo que Jesús es: Luz de las naciones. Nos
ponemos de rodillas para recibir al Señor.

Canto inicial
Se expone el Santísimo como de ordinario con un canto adecuado.

II. Adoración
Terminado el canto, se hace la Invocación inicial y las aclamaciones:

Invocación inicial
V. Dios Mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.
Gloria. Como era. Amén.

Aclamaciones
Se repiten tres veces.
V. En los cielos y en la tierra sea por siempre alabado.
R. El Corazón amoroso de Jesús Sacramentado.
Padrenuestro. Ave María. Gloria al Padre.

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Oración
Animador:
Señor nuestro, Jesucristo, que nos has reunido para adorarte,
y nos permites reconocer tu presencia entre nosotros
en medio de nuestras alabanzas,
concédenos estar atentos a las mociones de tu Espíritu
para que podamos alabar tu presencia real entre nosotros.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Sentados.
Animador:
La Palabra de Dios nos hace conscientes de la riqueza de la Eucaristía, que alimenta
nuestra fe, y nuestra vocación para trabajar como discípulos por construir la unidad.
Escuchemos pues esta Palabra.
Lector:
(Lc 2, 25-32)
En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre
justo, que adoraba a Dios y esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con
él y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor había de
enviar.
Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo. Y cuando los padres del niño
Jesús entraban para cumplir con lo dispuesto por la ley, Simeón lo tomó en brazos, y alabó
a Dios diciendo:
“Ahora, Señor, tu promesa está cumplida:
ya puedes dejar que tu siervo muera en paz.
Porque he visto la salvación que has comenzado a realizar
ante los ojos de todas las naciones,
la luz que alumbrará a los paganos
y que será la honra de tu pueblo Israel”.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Silencio para reflexionar, Después continúa el canto.

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Meditación a la luz de la Palabra
Lector:
• El Espíritu Santo estaba en Simeón.
• La aceptación de la presencia de Jesús en la Eucaristía supone que el Espíritu Santo
nos conduce a reconocerlo en este misterio sacramental.
• El Espíritu Santo está con Simeón y para que descanse en la paz, es necesario ver y
encontrarse con Jesús encarnado.
• Simeón vive en la esperanza de encontrarse con el Salvador.
• Al ver al Salvador y tener la experiencia de Él, Simeón lo presenta como Luz de todas
las naciones.
• Jesús, Luz de todas las naciones, presente en el misterio de la Eucaristía, ilumina el
caminar de su Iglesia.

Canto
Cristo está conmigo, junto a mí va el Señor;
me acompaña siempre en mi vida, hasta el fin.
2. Ya no temo, Señor, a la noche,
1. Ya no temo, Señor, la tristeza,
ya no temo, Señor, la oscuridad;
ya no temo, Señor, la soledad;
porque brilla tu luz en las sombras;
porque eres, Señor, mi alegría;
ya no hay noche: Tú eres luz.
tengo siempre tu amistad.
Silencio.

Reflexión del Catecismo de la Iglesia Católica


Animador:
La Eucaristía construye la Iglesia, haciendo presente el Cuerpo místico del Señor; en
la asamblea que se reúne para alimentarse del cuerpo del Señor, nosotros somos imagen
de Cristo vivo, y mostramos su rostro en medio del mundo. Escuchemos ahora las
enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica, en relación al Cuerpo Místico de Cristo.
Lector:
La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la
comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor
dice: “Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6,56). La vida en
Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: “Lo mismo que me ha enviado
el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57).
Cuando en las fiestas del Señor los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a
otros la Buena Nueva de que se dan las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a María

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de Magdala: "¡Cristo ha resucitado!" He aquí que ahora también la vida y la resurrección
son comunicadas a quien recibe a Cristo. (CATIC n. 1391).
Se hace un momento de silencio; luego, se proponen las siguientes preguntas, acompañadas de un
momento para la reflexión en silencio:
¿Soy consciente de las gracias que recibo al comulgar? ¿Y al adorar a Cristo en el
Santísimo Sacramento?
Continua el lector:
Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza
de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo
resucitado, vivificada por el Espíritu Santo y vivificante (PO 5), conserva, acrecienta y
renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana
necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta
el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático. (CATIC n. 1392).
Se hace un momento de silencio; luego, se proponen las siguientes preguntas, acompañadas de un
momento para la reflexión en silencio:
¿Me alimento para la vida eterna lo suficiente?
Silencio.

Preparación al Jubileo 2025


Animador:
En la Sacrosanctum Concilium, se nos propone una serie de tareas para vivir la
Eucaristía de la mejor manera. Escuchemos.
Lector:
Por lo tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a
este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que entendiéndolo bien
por medio de los ritos y oraciones participen consciente, piadosa y activamente en la
acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se alimenten en la mesa del Cuerpo
del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia
inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino que, juntamente con él, se
perfeccionen día a día por Cristo Mediador, en la unidad con Dios y entre sí, para que,
finalmente, Dios sea todo en todos (SC n. 44).
Silencio breve.
Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la Misa, la cual
consiste en que los fieles, después de la Comunión del sacerdote, reciban del mismo
Sacrificio el Cuerpo del Señor (SC n. 55).

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Silencio. De pie.

Canto
1. Yo soy el pan de vida 3. Si tú no comes
el que viene a mí no tendrá hambre; la carne del Hijo del hombre
El que viene a mí no tendrá sed. y bebes de su sangre, (2)
Nadie viene a mí, si mi Padre no lo llama. no tendrás vida en ti.
2. El pan que yo les daré, 4. Yo soy la resurrección,
es mi cuerpo vida del mundo. Yo soy la vida:
El que coma de este pan, el que crea en mí,
tendrá vida eterna (2). aunque muera, tendrá vida eterna.

Yo lo resucitaré, Yo lo resucitaré,
Yo lo resucitaré en el día final. (2)

Oración comunitaria por nuestro pastor


Animador:
Oremos por nuestro Pastor, el Sr. Cardenal Don Carlos Aguiar Retes, en acción de gracias
por el don de su ministerio episcopal:
V. Dios nuestro, Pastor y guía de tu Santa Iglesia,
mira con bondad a tu hijo Carlos Aguiar, a quien constituiste
Pastor de nuestra Arquidiócesis Primada de México.
Te damos gracias por el don de su persona
y por su misterio episcopal.
Te pedimos que lo sigas sosteniendo
con la fuerza de tu Espíritu para que con su palabra y ejemplo,
edifique esta porción de tu Pueblo Santo
como signo e instrumento de salvación en el mundo.
Santísima Virgen Madre de Guadalupe, estrecha entre tus manos
a nuestro Arzobispo Carlos,
actual sucesor de Juan de Zumárraga,
a quien encomendaste construir una casita en el Tepeyac,
para mostrar en este lugar
el amor misericordioso del Dios por quien se vive
y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén

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III. Bendición
El ministro se acerca al altar y dice:
V. Les diste pan del cielo.
R. Que contiene en sí todo deleite.
V. Oremos. Señor nuestro Jesucristo,
que en este Sacramento admirable nos dejaste
el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
los frutos de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Si quien preside es un ministro ordenado, se da la bendición. Si es un laico, se omite, y simplemente se
dicen las invocaciones.

Invocaciones
V. Bendito sea Dios. R. Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Y se reserva al Santísimo del modo acostumbrado, acompañando con un canto.

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Al término, se puede hacer este saludo a la Virgen María:
Animador:
A la Virgen María, que su humilde seno maternal fue el primer santuario de la Eucaristía,
saludémosla con las palabras del Ángel Gabriel.
R. Dios te salve María, llena de gracia; el Señor está contigo,
bendita eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Oración conclusiva
V. Oremos. ¡Oh Virgen María! Nuestra Señora del Santísimo Sacramento,
Gloria del pueblo cristiano, alegría de la Iglesia universal
y salud del mundo, ruega por nosotros y despierta en todos nosotros
la devoción hacia la Santísima Eucaristía,
para que seamos dignos de comulgar frecuentemente.
R. Amén.
Animador:
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.

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