(Historia) Resumen - Tema 8 - Proceso de Desamortización y Cambios Agrarios

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TEMA 8: PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN EL SIGLO XIX.

UN
DESARROLLO INSUFICIENTE. PROCESO DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS.
1.- EL LENTO CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN.
1.1. Crecimiento moderado a excepción de Cataluña.

En el siglo XIX, España inició un lento proceso de industrialización, en contraste con otros países
europeos donde el desarrollo demográfico y agrícola impulsó la industria. En España, el crecimiento
demográfico fue menor y no hubo una revolución agrícola. Las regiones periféricas, especialmente
Cataluña, experimentaron mayor crecimiento demográfico que el interior. Aunque Europa creció
exponencialmente, el crecimiento español fue más escaso, influenciado por menos epidemias,
avances médicos y mejoras en la dieta. Sin embargo, la alta mortalidad, especialmente infantil, y la
baja esperanza de vida limitaron este crecimiento. Cataluña fue una excepción, con un incremento
demográfico y económico notable desde el siglo XVIII, impulsado por la inmigración hacia Barcelona,
el principal centro industrial del país.

1.2 El crecimiento urbano desigual y los movimientos migratorios.


Durante este siglo, la población urbana de España creció debido a la emigración rural causada por la
incapacidad de la agricultura para adaptarse al aumento demográfico. Las ciudades como Barcelona,
Bilbao y Madrid se convirtieron en los principales destinos por sus oportunidades laborales. Las
ciudades se transformaron con la demolición de murallas, ampliaciones y reformas urbanísticas, y la
construcción de estaciones de ferrocarril. Surgió una separación urbana: los ensanches para la clase
burguesa y los suburbios para la clase obrera e industrial, que carecían de condiciones básicas de
bienestar. El contraste entre la ciudad y el campo trajo cambios en la mentalidad, reduciendo la
natalidad y mortalidad. Además, muchas personas emigraron, principalmente desde el Noroeste y
norte peninsular (especialmente Galicia), hacia Hispanoamérica debido a la falta de oportunidades
rurales.

2. LA AGRICULTURA: ENTRE LAS DESAMORTIZACIONES Y EL ESTANCAMIENTO.


2.1. Características generales de la agricultura española en el siglo XIX.
La agricultura fue la actividad económica más importante en España, generando gran riqueza y
empleando a una gran parte de la población activa. Sin embargo, estuvo marcada por un atraso
constante debido a la desigual distribución de la tierra, la falta de innovaciones tecnológicas y los
bajos rendimientos. Más del 75% de la tierra estaba en manos de la nobleza y la Iglesia, restringida
por instituciones como el mayorazgo y los bienes de manos muertas. Esta situación limitaba el
acceso a la propiedad de la tierra, encareciéndola. El rendimiento agrícola era bajo debido al atraso
técnico, como el uso del barbecho y el arado romano y la falta de capital. Además, la Mesta y leyes
que prohibían roturar tierras de pasto o cercar fincas eran otros impedimentos importantes.

2.2. Las desamortizaciones: Conceptos de desvinculación y desamortización.


En el siglo XVIII, los reformistas ilustrados denunciaron la gran cantidad de tierras
vinculadas/amortizadas. En el siglo XIX, los liberales liberaron estas tierras para permitir su venta en
el mercado. Las principales medidas fueron:
- La desvinculación: Suprimió los señoríos (Cortes de Cádiz) y los mayorazgos (Trienio Liberal).
Aunque los antiguos señores seguían siendo propietarios, las tierras podían venderse libremente.
- La desamortización: El Estado expropió tierras y edificios para liberarlos y venderlos en el mercado.

2.3. El proceso desamortizador y los antecedentes.


La desamortización había comenzado en el siglo XVIII con la venta por el estado de los bienes de la
orden de los jesuitas expulsados en 1767. Desde esta fecha y hasta 1924 en que se derogó esta ley,
se traspasaron unos 19.000.000 de hectáreas. El proceso no fue continuo, sino que fue el resultado
de varias desamortizaciones:
- Desamortización de Godoy, la de las Cortes de Cádiz y la del trienio Liberal.
- Las grandes desamortizaciones liberales progresistas del reinado de Isabel II: Mendizábal y Madoz.

● Desamortización de Mendizábal (1836-1837).


Durante la Regencia de María Cristina (1833-1840), los progresistas lideraron una
transformación agraria que incluyó la eliminación de los señoríos jurisdiccionales y los
mayorazgos, así como la primera gran desamortización. Esta fue promovida por Juan Álvarez
de Mendizábal, ministro de Hacienda, con objetivos en los ámbitos:
- Financiero: Obtener ingresos para pagar la deuda estatal y financiar la guerra contra los
carlistas.
- Político: Ampliar el apoyo al liberalismo al crear propietarios afines al régimen y castigar a la
Iglesia por su respaldo a los carlistas.
- Social: Fomentar una clase media campesina que aumentara la productividad agrícola y
permitiera a campesinos sin tierras acceder a la propiedad.
En octubre de 1835, Mendizábal emitió un decreto que suprimía las órdenes religiosas,
excepto aquellas dedicadas a la enseñanza y asistencia de enfermos. En febrero de 1836,
declaró en venta todos los bienes de estas comunidades y corporaciones extinguidas. Las
fincas expropiadas se pusieron a la venta en subastas públicas, con opciones de pago en
efectivo o mediante bonos de deuda del Estado, y se ofrecieron facilidades de pago, con un
20% inicial y el resto a plazos. Se vendió un 62% de las propiedades de la Iglesia. En 1840,
Espartero continuó la venta de estos bienes.
Sin embargo, los resultados no cumplieron las expectativas, ya que no se recaudó tanto
capital como se había previsto, lo que causó dificultades en la Hacienda. Además, la mayoría
de las propiedades fueron adquiridas por la alta burguesía y terratenientes, mientras que los
campesinos sin tierras no pudieron acceder a la compra y permanecieron en la misma
situación.

● Desamortización de Madoz (1855).


Durante el Bienio Progresista (1854-1856), se inició la segunda gran desamortización con la
Ley Madoz de 1855, conocida como desamortización civil, que no solo afectó a los bienes de
la Iglesia, sino también a los bienes del común y de propios de los municipios, así como a
todos aquellos aún amortizados.
Al igual que la desamortización de Mendizábal, sus objetivos fueron reducir la Deuda Pública
y obtener ingresos para financiar la instalación del ferrocarril. Los bienes expropiados se
subastaron entre los postores más solventes, y se introdujeron cambios en la forma de pago,
que ahora solo podía ser en metálico y en un plazo de 15 años, con un descuento del 5%
sobre los plazos adelantados.
La Ley Madoz se implementó rápidamente y proporcionó importantes ingresos para la
Hacienda, permitiendo que campesinos acomodados aumentaran sus propiedades. Sin
embargo, perjudicó a los más humildes, privándolos del acceso a las tierras comunales.

Las desamortizaciones tuvieron consecuencias diversas:


- Económicamente, aumentaron la superficie de tierra cultivada y la producción agraria, pero los
propietarios no invirtieron en mejoras y se produjo una deforestación indiscriminada. Hubo una
concentración de tierras en pocas manos, principalmente en Andalucía, Castilla la Mancha y
Extremadura, lo que favoreció el latifundismo. El dinero se destinó principalmente a la compra de
tierras en lugar de impulsar la industrialización incipiente, lo que perpetuó el atraso agrícola y dificultó
el desarrollo industrial. Además, las desamortizaciones solo mitigaron el problema de la Deuda del
Estado, sin resolverlo.
- Socialmente, la venta de bienes comunales empobreció a los ayuntamientos y agravó la situación de
los campesinos. La venta de lotes de tierra fue tan grande que los campesinos no pudieron acceder a
la compra, beneficiando principalmente a la rica burguesía y los terratenientes.
- Políticamente, las desamortizaciones crearon una oligarquía agraria leal al régimen liberal, que
ejerció poder político y económico durante la Restauración, pero también generó enemistades entre
aquellos afines a la Iglesia y el Estado, provocando tensiones entre ambas instituciones.
En resumen, las desamortizaciones fueron una reforma agraria frustrada que empeoró la vida de los
campesinos, y el problema agrario persistió hasta el siglo XX.

2.4. Los cambios agrarios y la persistencia de la tradición.


Los cambios introducidos por los liberales no se tradujeron en profundas innovaciones técnicas, ya
que los nuevos propietarios mantuvieron los sistemas de explotación tradicionales en lugar de invertir
en mejoras. El mayor crecimiento de cultivos se concentró en los cereales, que ocupaban el 80% del
suelo explotado en el centro peninsular. Se amplió el cultivo de la vid, la patata y el maíz en zonas del
norte, mientras que la cabaña ganadera se redujo al convertir antiguas zonas de pasto en tierras de
cultivo. Los regadíos y los frutales se desarrollaron principalmente en el área mediterránea.
A pesar de estos cambios, la productividad agraria continuó siendo baja debido a condiciones
naturales desfavorables y a desequilibrios en la propiedad de la tierra. En el norte predominaban los
minifundios, con escasa producción destinada al consumo familiar, mientras que en el centro y sur
prevalecían los latifundios, que empleaban mano de obra barata y jornalera.

3. LA DEFICIENTE INDUSTRIALIZACIÓN.
3.1. El retraso de la industrialización y sus causas.
La industrialización en España fue un proceso lento, incompleto y tardío; no se inició hasta después
de 1840 y cobró cierta importancia a partir de 1870, y se limitó únicamente al norte peninsular. De ahí
que durante todo el siglo XIX España fuera un país exportador de materias primas, sobre todo
minerales. Las causas de este retraso fueron:
- Escaso papel de la agricultura, que no generó capitales para invertir en la industria.
- La falta de un mercado nacional por los escasos niveles de renta de la población, mayoría
campesina y pobre.
- La escasez de capitales e inexistencia de una burguesía financiera emprendedora.
- Otras razones son la dependencia técnica y financiera del exterior, la dependencia del capital
extranjero (franco-belga e inglés), y la falta de una política económica coherente en los partidos
políticos.
3.2. Los principales sectores industriales.
Los tres sectores principales de la industrialización en España fueron la industria textil, la siderúrgica
y la minera:
- Industria textil catalana: Fue la primera en mecanizarse, concentrándose en Cataluña, donde ya
existía una tradición textil y una burguesía activa en los sectores del algodón y la lana, con familias
destacadas como los Güell, Batlló, Bonaplata y Muntada. A partir de 1880, se introdujeron máquinas
de vapor y telares mecánicos, con tecnología inglesa. La industria se benefició de la creciente
demanda y del proteccionismo estatal, que les aseguraba el mercado interno y colonial.
- Industria siderúrgica: Inicialmente se desarrolló en Andalucía (Málaga) desde 1830, pero la falta de
carbón mineral la llevó a la decadencia. La siderurgia asturiana tomó el relevo gracias a las minas de
hulla en Asturias, dominando hasta finales del siglo XIX. Finalmente, la siderurgia vasca se consolidó
a fines del siglo XIX, aprovechando la relación entre el hierro vasco y el carbón británico, lo que redujo
costos de transporte. Surgieron grandes empresas como Altos Hornos de Bilbao, apoyadas por
empresarios, banqueros y capital anglo-francés.
- Sector minero: España, rica en recursos mineros, atrajo a compañías extranjeras tras la ley de minas
de 1868 que liberó el sector debido a la falta de capital estatal. La explotación de yacimientos por
empresas inglesas, francesas y alemanas resultó en la exportación masiva y barata de minerales
como hierro, plomo, cobre y mercurio hacia Europa occidental.

4. LAS DIFICULTADES DE LOS TRANSPORTES.


A lo largo del siglo XIX se produjo una mejora, aunque muy lenta, en los medios de transporte. La baja
demanda del mercado interior que estimulara la producción industrial explica la insuficiencia de los
medios de transporte. A ello hay que sumar otros factores como la orografía accidentada, la
inestabilidad política por las guerras carlistas, la debilidad de capitales nacionales, etc.
4.1. El ferrocarril.
La instalación del ferrocarril en España se retrasó en comparación con otros países europeos,
comenzando en 1848 con la primera línea operativa, seguida por las líneas Madrid-Aranjuez y
Langreo-Gijón. Este desarrollo enfrentó varios problemas:
- Disposición radial: El diseño radial centrado en Madrid dificultaba las comunicaciones entre las
áreas periféricas del país.
- Ancho de vía: Las vías eran 15 cm más anchas que las europeas, complicando los intercambios con
el resto de Europa.
- Construcción extranjera: La construcción del ferrocarril fue realizada por compañías extranjeras, lo
que representó una oportunidad perdida para el desarrollo industrial español.
La Ley de Ferrocarriles de 1855 facilitó la inversión extranjera, lo que impulsó la construcción de
nuevas líneas ferroviarias con apoyo estatal y la llegada de tecnología y capitales extranjeros,
especialmente franceses. Esta expansión se detuvo con la crisis financiera de 1866, que reveló la baja
rentabilidad del negocio ferroviario. Tras el sexenio democrático, se experimentó una nueva fase
expansiva en la construcción ferroviaria.

4.2. Las carreteras y los caminos.


La red de carreteras fue también muy deficiente a lo largo del siglo, por los conflictos políticos y las
dificultades hacendísticas. El transporte habitual eran las diligencias. El reinado de Isabel II supuso un
fuerte impulso y avance en la construcción de una red de carreteras, aun así, siguieron siendo malas.

4.3. El transporte marítimo.


A lo largo del siglo XIX predominó la navegación a vela y solo al final del siglo hubo una
modernización de la flota con la incorporación de los barcos de vapor, construcción de buques de
hierro y mejora de los puertos. La construcción naval cobró importancia con empresas como los
Astilleros de Nervión (1888).

5.- EL COMERCIO: PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBISMO.


5.1. El comercio interior y sus limitaciones.
No logró articularse un mercado interior a causa de la baja demanda producto de la escasa
capacidad de consumo (predominado el comercio local y comarcal) y de las deficiencias de los
transportes. Los gobiernos liberales articularon medidas para suprimir los obstáculos al intercambio
de mercancías, eliminando impuestos de paso y mejoras en los transportes. Unificaron las
equivalencias en los sistemas de pesos y medidas e introduciendo el sistema métrico decimal.

5.2 El comercio exterior: entre el proteccionismo y el librecambismo.


A lo largo del siglo XIX, España experimentó un aumento en las exportaciones, especialmente hacia
Europa, aunque esta actividad se redujo drásticamente tras la pérdida de las colonias. Desde 1850,
las relaciones comerciales con Francia y Gran Bretaña crecieron, pero la balanza comercial era
desfavorable para España, que exportaba productos agrarios y materias primas (aceite, vino, pasas,
naranjas, minerales) e importaba productos manufacturados, carbón y algodón. España vivió una
dualidad entre el proteccionismo, defendido por empresarios y obreros textiles catalanes,
empresarios de carbón asturiano y de la siderurgia vasca que demandaban altos aranceles a los
productos extranjeros, y el librecambismo, apoyado por comerciantes y compañías ferroviarias que
abogaban por la libertad de comercio.

6. LAS FINANZAS: LA MONEDA Y LA HACIENDA.


6.1. Unificación monetaria.
Desde la década de 1840 los gobiernos trataron de unificar las diferentes monedas tanto nacionales
como extranjeras, y en 1868 se impuso la unidad monetaria basada en el sistema decimal, con la
peseta como unidad monetaria. Además, se emprendió la creación de un sistema financiero
moderno, se constituyó el mercado bursátil (las primeras bolsas fueron la de Madrid y Barcelona). Se
crearon diferentes entidades bancarias y en 1856 nace el Banco de España, banco público y oficial
que tenía la función de emitir billetes, dar créditos al sector público y controlar las reservas del
Estado. La banca privada verá nacer el banco de Barcelona y luego el Banco de Bilbao y Santander. A
partir del desastre de 1898 se inició una nueva fase de expansión financiera con el nacimiento del
Banco Hispano Americano y de Vizcaya.
6.2. La Hacienda y sus problemas.
Las dificultades hacendísticas fue una constante durante todo el siglo, pues el Estado arrastró un
déficit presupuestario que la obligó a emitir deuda pública. La llegada al poder de los liberales
significó cambios: se introdujeron tributos sobre los bienes inmuebles y actividades económicas, y se
gravó las rentas de los terratenientes. No obstante, los efectos de esta reforma fueron limitados, pues
no se logró reducir el gasto público, de ahí que el Estado acudiera a crédito exterior y la emisión de
deuda pública y en ocasiones declarase en quiebra y no poder cumplir los pagos comprometidos.

7. LOS PROBLEMAS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN ANDALUCÍA.


7.1. Las primeras iniciativas fracaso y limitaciones.
A principios del siglo XIX, Andalucía presentaba condiciones propicias para su inserción en el proceso
de industrialización: un crecimiento demográfico significativo, abundantes recursos mineros y una
mano de obra numerosa y económica. Los primeros altos hornos en España se establecieron en
Marbella en 1831 por Manuel Agustín Heredia, seguidos por los de Pedroso en Sevilla.
Paralelamente, la industria textil, impulsada por Heredia y Larios, comenzó a dar sus primeros pasos,
especialmente en la producción de algodón en Sevilla y Málaga, así como la lana en Antequera. Se
sumaron a este panorama la fábrica de loza de la Cartuja en Sevilla, establecida por Pickman, y la
industria vinícola de Jerez-Cádiz, orientada hacia la exportación. Sin embargo, el desarrollo del
ferrocarril, iniciado con la línea de Jerez-Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda para la
exportación de vinos, se vio limitado por la crisis de 1866.
La minería, dominada por capitales extranjeros, apenas impulsó el desarrollo industrial, y la
explotación de recursos no benefició a Andalucía hasta finales del siglo XIX, cuando se produjo una
modernización económica con el auge de la industria agroalimentaria y naval en la bahía de Cádiz.
A pesar de sus prometedores inicios, Andalucía quedó como una región industrial y financieramente
dependiente, orientada a la exportación de materias primas y productos alimentarios, debido a
factores como la falta de inversiones, la debilidad de una burguesía emprendedora, deficiencias en
transporte y ferrocarril, la competencia de otras regiones industriales como Cataluña y Asturias, y la
limitada capacidad de consumo de la población local.

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