El Poder de La Resurrección
El Poder de La Resurrección
El Poder de La Resurrección
Cuando en los evangelios vemos la expresión “tu fe te ha salvado”, significa que su confianza
y seguridad sobre quien es Jesús y sobre su poder les hizo acudir a Él por salvación. Quienes
acudieron a Jesús lo hicieron desde el punto donde no hay retorno, donde no hay esperanzas,
donde todo acabó. El Señor oyó el clamor muchos corazones cansados y atribulados,
acudieron a El y los salvó. Los libró de sus angustias y los llevó a puerto seguro. El Señor no
echa afuera a quienes vienen a El.
Al Señor le agrada levantar al hombre de sus aflicciones, pues en las aflicciones el ser humano
sabe que su sabiduría es inútil y sus conocimientos de nada sirven. En la aflicción somos reos
de lo imposible. Las ataduras de nuestra enfermedad, de nuestras profundas tristezas y
perdidas, las ligaduras de la persecución y la injusticia, del abandono y de la destrucción, del
hambre o la desnudez, de deudas impagables se levantan una y otra vez con cada crisis para
recordarnos que ya no hay nada que podamos hacer, excepto una cosa, adorar al Señor.
Adorar al Señor en la tribulación no es algo fácil de hacer, pero sí lo único y lo mas importante.
Muchos no se toman en serio el tema del pecado. Cada día el mundo borra los limites de
manera que el hombre no pueda diferenciar lo que esta bien o lo que esta mal. Muchos hoy
viven de tal manera que ven como cada parte de su ser se va destruyendo y no lo entienden.
Mueren lentamente en sus emociones, en su creatividad, se secan por dentro, pierden su
salud, son esclavos de sustancias para poder mantenerse a flote.
Para muchos su tesoro es construir una imagen de sí mismos, alguien que no son, alguien que
el diablo les mostró a través de la tribulación del abandono y del abuso. Entonces muerden el
fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal una vez mas, solo para descubrir que el
Señor tenia razón, ciertamente morirán.
Si el pecado no fuese un asunto serio entonces el Señor no hubiese tenido que venir a morir
para librarnos de él y de sus consecuencias.
Cuando el pecado entra en nosotros arruina nuestro espíritu, nuestra alma, nuestra mente y
finalmente nuestros cuerpos. Nuestro proceso de descomposición inicia desde que nacemos.
Tan pronto empezamos a desarrollarnos interiormente, empezamos a morir por dentro. Los
efectos del pecado pronto empiezan a tomar control de nuestros pensamientos y de nuestras
emociones como si se tratara de un ejercito conquistando, como un cáncer haciendo
metástasis. Los efectos del pecado pronto empiezan a tomar el control de nuestras células y
así envejecemos hasta secarnos por completo. Podríamos pensar que con la muerte finalizan
los efectos del pecado, pero no. El pecado compromete nuestras almas a una eternidad lejos
de Dios, una eternidad en la oscuridad del infierno. Entonces el hombre nada puede hacer,
excepto una cosa, adorar a Dios.
La Resurrección
La palabra resurrección significa volver a la vida, volver a levantarse o resurgir. Una vez la
muerte termina con nuestro paso por la tierra, no hay retorno. La palabra nos indica que no
hay manera de regresar, nuestro ser interior, sin embargo, es llevado a un plano espiritual.
Jesús en la parábola del rico y lázaro nos devela que sucede con los que han partido de esta
tierra. Unos van a un lugar de tormento, al Hades o tierra de los muertos y otros a un lugar de
consolación, al paraíso.
Daniel 12
»”Entonces se levantará Miguel, el gran príncipe protector de tu pueblo. Habrá un período de
angustia, como no lo ha habido jamás desde que las naciones existen. Pero tu pueblo será
liberado: todos los que están inscritos en el libro, 2 y del polvo de la tierra se levantarán las
multitudes de los que duermen, algunos de ellos para vivir por siempre, pero otros para quedar
en la vergüenza y en la confusión perpetuas. 3 Los sabios resplandecerán con el brillo de la
bóveda celeste; los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia brillarán como las
estrellas por toda la eternidad.
Juan 5: 24-27
24 »Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida
eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 25 Ciertamente les
aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,
y los que la oigan vivirán. 26 Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha
concedido al Hijo el tener vida en sí mismo, 27 y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que
es el Hijo del hombre. 28 »No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que
están en los sepulcros oirán su voz, 29 y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán
para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados.
Apocalipsis 20:11
11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra
y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. 12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de
pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y
fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus
obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los
muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el
Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
El plan de salvación del Señor inicia con nuestra redención, nos compra con su sangre para
que seamos libres. Una vez nos hace libres para seguirle, nos justifica, es decir, borra una vez
y para siempre nuestra culpa. Lo anterior significa que ahora podemos acceder a la presencia
del Padre para tener comunión con El. Una vez conectados al Padre recibimos tareas para
servir en su propósito de rescatar a los que han de ser salvos y de edificar a los demás
hermanos en la fe.
Pero si no hubiese resurrección, ¿para qué el Señor haría todas estas cosas? ¿Qué sentido
tiene?
Efesios 1. NVI
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, a los santos y fieles[a] en Cristo Jesús
que están en Éfeso:[b] 2 Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y
paz. Bendiciones espirituales en Cristo 3 Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. 4 Dios
nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha
delante de él. En amor 5 nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad, 6 para alabanza de su gloriosa gracia, que
nos concedió en su Amado. 7 En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de
nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia 8 que Dios nos dio en abundancia con
toda sabiduría y entendimiento. 9 Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad conforme al
buen propósito que de antemano estableció en Cristo, 10 para llevarlo a cabo cuando se
cumpliera el tiempo, esto es, reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la
tierra.
11 En Cristo también fuimos hechos herederos,[c] pues fuimos predestinados según el plan de
aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad, 12 a fin de que nosotros,
que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. 13 En
él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la
salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo
prometido. 14 Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo
adquirido por Dios,[d] para alabanza de su gloria.
15 Por eso yo, por mi parte, desde que me enteré de la fe que tienen en el Señor Jesús y del
amor que demuestran por todos los santos, 16 no he dejado de dar gracias por ustedes al
recordarlos en mis oraciones. 17 Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre
glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. 18 Pido
también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los
ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, 19 y cuán incomparable
es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y
eficaz 20 que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su
derecha en las regiones celestiales, 21 muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y
dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no solo en este mundo, sino también en el
venidero. 22 Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo,[e] y lo dio como cabeza de todo
a la iglesia. 23 Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.
1. La Resurrección es el milagro de volver a la vida
Servimos toda nuestra vida bajo la influencia de la voz del Espíritu Santo. Pasamos el
momento de la muerte en compañía del Espíritu de Dios, ahora somos semillas que una vez la
cascara se descompone y se pudre da lugar a un hermoso árbol o planta. Lo que quiere decir
que aunque nuestro cuerpo se descomponga y se dañe, nuestra naturaleza resultará como la
de Cristo. Una incorruptible por el pecado, una que no perecerá jamas.
El plan de salvación del Señor inicia con nuestra redención, nos compra con su sangre para
que seamos libres. Una vez nos hace libres para seguirle, nos justifica, es decir, borra una vez
y para siempre nuestra culpa. Lo anterior significa que ahora podemos acceder a la presencia
del Padre para tener comunión con El. Una vez conectados al Padre recibimos tareas para
servir en su propósito de rescatar a los que han de ser salvos y de edificar a los demás
hermanos en la fe.
Pero si no hubiese resurrección, ¿para qué el Señor haría todas estas cosas? ¿Qué sentido
tiene?
Cuando en los evangelios vemos la expresión “tu fe te ha salvado”, significa que su confianza
y seguridad sobre quien es Jesús y sobre su poder les hizo acudir a Él por salvación. Quienes
acudieron a Jesús lo hicieron desde el punto donde no hay retorno, donde no hay esperanzas,
donde todo acabó. El Señor oyó el clamor muchos corazones cansados y atribulados,
acudieron a El y los salvó. Los libró de sus angustias y los llevó a puerto seguro. El Señor no
echa afuera a quienes vienen a El.
Al Señor le agrada levantar al hombre de sus aflicciones, pues en las aflicciones el ser humano
sabe que su sabiduría es inútil y sus conocimientos de nada sirven. En la aflicción somos reos
de lo imposible. Las ataduras de nuestra enfermedad, de nuestras profundas tristezas y
perdidas, las ligaduras de la persecución y la injusticia, del abandono y de la destrucción, del
hambre o la desnudez, de deudas impagables se levantan una y otra vez con cada crisis para
recordarnos que ya no hay nada que podamos hacer, excepto una cosa, adorar al Señor.
Adorar al Señor en la tribulación no es algo fácil de hacer, pero sí lo único y lo mas importante.
3. La única resurrección que resulto en un modelo incorruptible fue el de Cristo, los demás
resucitaron para volver a morir.